ALVARO GARCÍA DE MOVELLÁN HERNAINZ · Adoratrices de la Justicia de Dios-. Las clases duraban...

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ALVARO GARCÍA DE MOVELLÁN HERNAINZ CUADERNOS DE FORMACIÓN SERIE “APARICIONES DE LA VIRGEN” Nº 8

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ALVAROGARCÍADEMOVELLÁNHERNAINZ

CUADERNOSDEFORMACIÓN SERIE“APARICIONESDELAVIRGEN”Nº8

Capítulo 1º.-Situación en Francia en 1871

La situación de este país en el año 1871 era angustiosa. Desde 1870 Francia estaba en guerra con Prusia (Alemania). Aquello fue un desastre: a principios de 1871 el emperador francés Napoleón III llevaba ya varios meses prisionero de los alemanes junto con 300.000 soldados. París estaba sitiada por completo. El hambre hacía que la gente se comiera las ratas de la ciudad a falta de un mejor alimento. El ejército prusiano avanzaba imparable hacia la zona de Laval (Bretaña), sin resistencia. Los soldados franceses, desmoralizados, se daban a la fuga.

Pontmain era una villa de 500 habitantes de Laval. Como pasaba en toda la zona sus jóvenes habían sido movilizados para la guerra. A principios de Enero de 1871 el temor de ser invadidos por los prusianos aumentó: estaban prácticamente encima.

El párroco de Pontmain había consagrado la parroquia veinte años antes a Nuestra Señora de la Esperanza. No dejaba de animar a los feligreses a que rezaran y pusieran su esperanza en María. El domingo 15 de Enero insistió a los fieles en que orasen contra toda esperanza. Capítulo 2º.- La familia Barbedette De entre todas las familias de Pomtmain nos vamos a detener en una de ellas: la familia Barbedette. Especialmente en los dos hijos pequeños: Eugenio Barbedette (doce años) y José Barbedette (diez años). Nos sorprende conocer el ritmo de vida de estos dos pequeños en ese mes de Enero, aunque hemos de aclarar que era lo normal en los niños de aquella época. Dormían en el granero-establo –donde compartían cama- separados del rebaño de vacas por tan sólo unos tabiques de madera. Su padre –César- los despertaba a las seis de la mañana. Después de hacer una breve oración para ofrecer su corazón a Dios se vestían y se ponían a trabajar. Su misión consistía en machacar aliagas –plantas espinosas con flores amarillas- pues solo hechas papilla eran aceptadas como alimento por los caballos y el borrico. Tras comer una sopa preparada por la madre los niños rezaban un Rosario para que la Virgen protegiera a su hermano mayor Augusto (de veinticinco años) movilizado para la guerra. Después acudían a la Santa Misa donde ayudaban como monaguillos. Tras la Eucaristía se rezaba un Vía Crucis -introducido por el párroco desde que empezara la guerra- y se añadían algunas oraciones por los soldados. A las ocho empezaban las clases, dadas por las religiosas que estaban en el pueblo –las Adoratrices de la Justicia de Dios-. Las clases duraban hasta las cuatro de la tarde, interrumpidas por algunos cortos recreos y por la hora del almuerzo. 3º.-17 de Enero de 1871: la Virgen se aparece El 17 de Enero, a iniciativa del Obispo el pueblo bretón, viendo los estragos de la guerra tan cerca de su territorio, quisieron permanecer en oración en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza desde las cinco y media de la tarde hasta las nueve. Su fe iba a ser recompensada: a esa misma hora la Virgen iba a aparecerse en Pontmain.

17 de Enero de 1871. Para Eugenio y José Barbedette había sido un día más. Eran las cinco y media de la tarde y tocaba ponerse nuevamente al trabajo: machacar aliagas para el jumento. Una vecina -Juana- entró para comentar con el padre de los niños los sucesos de la guerra. Eugenio aprovechó la ligera pausa para salir afuera a contemplar el cielo. Ya había anochecido ¡y eran tan hermoso observar las numerosas estrellas en ese cielo limpio de nubes!. Eran las seis de la tarde. De repente, mientras el niño contemplaba las estrellas, observó por encima de la casa de la familia Guidecoq, a unos seis metros sobre el tejado, flotando en el aire, a una señora sonriente, con los brazos separados del cuerpo, en un gesto de bienvenida. Eugenio la observa sorprendidísimo. La mujer lo mira y le sonríe. La señora va vestida con un traje azul largo hasta los pies, adornado con estrellas de oro, con amplias mangas. En la cabeza lleva un velo negro que baja hasta la cintura sobre el que luce una alta corona como de oro, más ancha en la parte superior, parecida a un tronco de cono invertido con un cordoncillo rojo en el medio. Sus pies están cubiertos por zapatos azules adornados con hebillas doradas. Cuando Juana abandonó el granero-establo Eugenio le dijo: -Juana, mira que bonito lo que hay encima de la casa de Agustín Guidecoq. -Pero Eugenio -le dijo la mujer mientras miraba el cielo-, yo no veo nada. El padre del niño, César, al escuchar a su hijo salió afuera junto con el más pequeño, José: -Eugenio -dijo-, yo no veo nada. Eugenio se dirigió a su hermano: -¿Tú lo ves, José? -Sí -respondió-, veo a una gran Señora. -¿Cómo va vestida? -Lleva un vestido azul con estrellas doradas y zapatos azules con hebillas de oro. -Oye, José -prosigue su hermano- fíjate bien en si lleva corona. -Yo veo perfectamente -dice José- una corona dorada que se va ensanchando con un hilito rojo en la mitad y un velo negro. César, el padre, está estupefacto. Él no ve nada. -Pobres hijos míos, -les amonesta- no veis nada. Si no, lo veríamos también nosotros... Venid a machacar las aliagas. Yo creo que ya está lista la cena. Los niños entran en el granero y continúan la tarea. Mientras el padre pide a Juana que no comente nada de lo sucedido en el pueblo. Unos minutos después César -que está algo desconcertado por las descripciones escuchadas a sus hijos- le dice a Eugenio: -Eugenio, ve a ver si aún lo ves. El niño, desde la puerta entreabierta, contesta: -Sí, todo sigue igual. -Ve entonces a buscar a tu madre para ver si ella también ve algo. Cuando la madre de los niños, Victoria, llega, José -que ha aprovechado para salir del granero- contemplaba a la bella Señora aplaudiendo estrepitosamente y gritando: -¡Ah, qué bonito! ¡Ah! ¡Qué hermoso! Victoria le da un azote en el brazo mientas le dice: -Pero ¿te callarás? ¿Te callarás de una vez? Nos está mirando todo el mundo.

Efectivamente: algunos vecinos empezaban a asomarse por sus puertas para saber qué estaba ocurriendo. -Mamá -le dice Eugenio-, mira por encima de la casa de Agustín Guidecoq por si ves algo. -Pues no. No veo absolutamente nada. Los niños insisten: -¿No ves una hermosa gran Señora vestida de azul? -No, no; no veo nada en absoluto. Victoria sabe que sus hijos no mienten jamás. Comenta: -Puede que se nos aparezca la Santísima Virgen. Puesto que, según decís, la estáis viendo, vamos a rezar cinco Padrenuestros y cinco Avemarías en su honor. La familia entera empieza a rezar. Algunos vecinos salen de sus casas:

-¿Qué pasa? ¿Qué veis? -¡Nada! -responde César con voz bronca. Pero Victoria es más ligera de lengua: -Los niños nos tienen preocupados. Dicen que están viendo algo y nosotros no vemos nada. La familia vuelve a entrar en el granero cerrando la puerta tras de sí. A los pocos minutos Victoria manda salir a los niños para que comprueben si siguen viendo a la Señora. -Sí –dicen los niños al salir-. Todo sigue igual. -Bueno –dice la madre-. Voy a buscar mis gafas. Quizás así pueda ver algo. Tras regresar con las lentes -en las que depositaba una confianza total- y comprobar que seguía sin ver Victoria se enfadó con los niños: -Vosotros no veis absolutamente nada. Terminad de machacar las aliagas. Sois unos embusterillos y unos visionarios. Los niños obedecieron. Entraron en el establo y terminaron la tarea con rapidez mientras la madre volvía a la casa a preparar la cena. Después los dos niños se dirigieron al hogar para cenar. No pudieron evitar -en el corto trayecto del establo a la casa- volver a mirar al cielo: allí seguía la Señora,

siempre en el mismo lugar, sonriéndoles. -Si me dejarais, -comentó Eugenio- me quedaría aquí para siempre. -Venid enseguida los dos -ordena el padre. A los niños les resulta difícil obedecer. Van retrocediendo de espaldas hacia la casa para contemplar a la Señora unos momentos más. A coro murmuran: -¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! Ya en el interior, tras lavarse las manos, deciden cenar de pie para no tardar mucho, por si podían ir a mirar otro poquito tras terminar. Los padres –que en el fondo son cariñosos y comprensivos- les dan el permiso.

-Ya que vais, decid otra vez cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Y quedaos de pie; hace mucho frío para estar de rodillas. Al volver, los niños comentan: -Todo sigue igual. La Señora es tan alta como sor Vitaline. Al oír el nombre de la religiosa –sor Vitaline es la maestra del colegio- a Victoria se le ocurre una idea: -Vamos, hay que ir a buscar a sor Vitaline. Las hermanas son mejores que nosotros. Si vosotros lo veis, ellas también lo verán. Sor Vitaline estaba justamente rezándole a la Virgen. Al ser avisada de lo que sucedía se dirigió al lugar. Nada. No vio a la Virgen. Tuvo, no obstante, una idea: volvió al colegio y sacó a tres internas: Francisca Richer (once años), Juana Labossé (nueve años) y Agustina (doce años). Sin decirles lo que ocurría solo les comentó que iba a enseñarles una cosa. Las llevó hasta el establo de los Barbedette. En cuanto llegaron Francisca y Juana -que no habían oído nada sobre la aparición- enseguida levantaron la mirada exclamando: -¡Oh, qué hermosa Señora...! Tiene un vestido azul... ¡Con estrellas de oro! La más grande, Agustina, no vio nada. Sor Edouard, otra religiosa, se presentó en el lugar preguntando a los niños: -¿Qué veis? Los cuatro describieron exactamente lo mismo al mismo tiempo.

Sor Edouard concluyó que los niños parecían ser los únicos en ser capaces de captar la aparición. Pensó que era bueno traer más. Al mismo tiempo fue a avisar al párroco. Cuando el anciano sacerdote se acercó al lugar de lo hechos tampoco vio nada. En cambio un niño de seis años y medio que acercaron al lugar si que la vio (aunque se marchó a los pocos minutos debido al frío). También llevaron a una niñita de dos años y un mes que enseguida de llegar gritó con todas sus fuerzas mirando hacia el lugar de la aparición: -¡Allí Jesús! ¡Allí Jesús!. Se la llevaron con rapidez debido a la intensa helada. Se había empezado a rezar un Rosario cuando los cuatro niños exclamaron al mismo tiempo: -¡Mira lo que está ocurriendo!

A requerimiento de los adultos los chiquillos explicaron al mismo tiempo que había aparecido una especie de marco ovalado, de la anchura de una mano, que rodeaba a la Señora, a menos de un metro de Ella. En su interior aparecieron cuatro candelabros con velas apagadas: dos a la altura de los hombros y otros dos por debajo de las rodillas. En el pecho de la mujer apareció una cruz roja. Los niños contaban estos detalles al mismo tiempo. No era posible que se hubieran puesto de acuerdo previamente: realmente describían algo que estaban viendo ante si. Se habían reunido ya las dos terceras partes de la población de Pontmain en torno a los niños. Algunos se burlaban o se enfurecían por no poder ver nada. Casi todos hablaban con voz sonora y fuerte. Eugenio dijo: -¡Mirad! Ahora se pone triste. En efecto: los niños aseguraron que cuando no se rezaba o se dudaba de su presencia la Señora mostraba un rostro afligido. Se empieza a rezar un Rosario. Todos se ponen de rodillas. Esto parece agradar a la aparición: -¡Se hace el doble de alta que sor Vitaline! -gritan los niños.

También explican que el óvalo que la rodea aumenta igualmente de tamaño. Luego explican que las estrellas del cielo se colocan a sus pies mientras que otras se multiplican sobre su traje. -Como un hormigueo de estrellas -aseguran los niños-. El vestido enseguida estará todo dorado.

Una religiosa entona el Magnificat (cántico proclamado por la Virgen cuando visitó a su prima Isabel, según narra San Lucas en el capítulo 1 de su Evangelio). -¡Mirad que ocurre ahora! -dicen los niños.

Por encima del óvalo aparece un cartel, de un metro y medio de alto por unos doce de largo, justo encima de la Señora. Repentinamente empiezan a aparecer en dicho cartel, una a una, letras doradas. Los niños van deletreándolas los cuatro al mismo tiempo. Al terminar la oración que rezaba la religiosa se ha formado la primera parte de lo que parece ser un mensaje: REZAD PUES HIJOS MÍOS Son las siete y media. La religiosa empieza a cantar las letanías. Mientras, siguen apareciendo nuevas letras de oro en el cartel: REZAD PUES HIJOS MIOS DENTRO DE POCO DIOS OS ESCUCHARÁ. Ahora la mujer ríe, ante el gozo de los niños. Comienza un nuevo cántico a la Virgen. Todos, incluidos los niños- ya que habían descrito la aparición de un punto tras la última palabra “escuchará”- pensaban que el mensaje estaba completo. Pero no. Durante el cántico empezaron a aparecer nuevas letras: -MI HIJO (deletrearon los niños)... Una emoción invadió a los presentes. ¡Entonces era la Virgen! -¡Es Ella! ¡Es Ella! Todos entonaron la Salve.

Las nuevas letras terminaron de escribirse. Esta vez no sólo las letras eran doradas. Unos trazos de oro aparecieron subrayándolas. El mensaje completo quedaba así:

REZAD PUES HIJOS MIOS

DENTRO DE POCO DIOS OS ESCUCHARÁ. MI HIJO SE DEJA TOCAR Un nuevo cántico en honor de María es cantado. En esta ocasión la Virgen alza las manos y parece acompañar el canto agitando levemente sus dedos. Los niños dan saltos de alegría mientras dicen: -¡Mirad como se ríe! ¡Mirad como se ríe! ¡Qué hermosa es, qué hermosa!

Al terminar el cántico todo el mensaje se borra. La Virgen vuelve a ponerse triste. Luego aparece junto a la Virgen un crucifijo rojo con un Cristo también rojo -color de la sangre y recuerdo del sacrificio del Señor- coronado por una inscripción en la que figura la palabra “Jesucristo”. La Virgen lo toma entre sus manos, como presentándoselo a los niños. Ellos tienen la sensación de que Ella está rezando. De pronto una estrella surge de sus pies y, dando la vuelta al óvalo, enciende las cuatro velas de los candelabros aparecidos anteriormente. Después la estrella se coloca sobre la corona al tiempo que desaparece el crucifijo rojo. De los hombros surgen dos crucecitas blancas -signo oriental antiquísimo que significa privilegios reales- mientras la Virgen vuelve a reír. Un poco más tarde un gran lienzo blanco va alzándose poco a poco desde la base del óvalo. Los niños van contando la escena. Cuando el lienzo cubre por completo la corona y la estrella todo desaparece y el cielo se queda vacío.

-¿Seguís viéndola? -pregunta el párroco -No, señor cura -dicen los niños-, ha desaparecido todo. Todo ha terminado. Son casi las nueve. La aparición ha durado cerca de tres horas. Todos se dispersan. A pesar del frío nadie tendrá un resfriado al día siguiente. Lo más sorprendente es que la promesa de la Virgen se cumplió fielmente. Esa misma noche, mientras la Virgen se aparecía, el general prusiano Karl von Schmidt, dispuesto a arrasar con Laval en dirección a Pontmain, recibe inesperadamente órdenes del alto mando de no tomar la ciudad. Así pues la invasión de Bretaña nunca tuvo lugar. Once días después, el 28 de Enero de 1871, finalizó el sitio a París y se firmó el armisticio entre Francia y Prusia. La guerra había terminado, tal como la Virgen había anunciado once días antes. Los 38 soldados de Pontmain volvieron a casa sanos y salvos. El Obispo de Laval, el 2 de Febrero de 1972, tras la correspondiente investigación, aprobó la aparición. Hoy día en Pontmain hay un magnífico santuario en honor de la Virgen, muy visitado, donde se han registrado múltiples milagros de todo tipo. Los dos principales videntes se hicieron sacerdotes. Eugenio Barbedette fue un cura ejemplar, fervoroso, austero y celoso. Estando para morir se extrañaba un compañero suyo que estuviese tan alegre. Eugenio le contestó: -Cuando uno ha visto a la Virgen y tiene esto en la mano -el Rosario- no puede estar triste. Murió en el año 1927. José Barbedette también entró en la orden de los Oblatos de María Inmaculada -que atravesaban una etapa complicada- y tuvo mucho que sufrir. Murió en 1915. Capítulo 4.- Mensaje de la aparición Aparte de algunos detalles de la aparición que merecerían un exhaustivo comentario -por ejemplo: en la cruz roja aparecida en el pecho de la Virgen muchos han visto un signo de su papel como corredentora- está claro que el mensaje principal de la Virgen en Pontmain es recordar el gran poder de la oración. El mensaje, ante un hecho concreto -la guerra entre Francia y Prusia y el dolor de las familias por sus hijos llevados al combate- insiste en que se rece, prometiendo que Dios escuchará la plegaria. La frase “Mi Hijo se deja tocar” es una manera conmovedora de recordar la ternura, misericordia y compasión de Jesús ante una oración humilde, confiada y perseverante. Efectivamente: la guerra terminó enseguida y los soldados pudieron volver a sus hogares. Es una llamada clarísima a confiar en el poder de la oración y poner nuestros problemas en las manos de Dios con confianza y abandono. La humanidad, con la soberbia propia del que se aparta de Dios y quiere hacerlo todo con sus solas fuerzas, se ríe de la oración y considera “tiempo perdido” cualquier tipo de rezo. Pontmain es una llamada a volver a poner la oración -una oración perseverante y constante- como primera medida en la solución de los problemas de la humanidad, tanto los sociales como los personales. La oración detiene guerras: las guerras humanas y las guerras espirituales. Cuando el mal nos ataca tanto la defensa como el contraataque tiene que empezar por la oración Nota 1 . Lamentablemente, a día de hoy, no solo el mundo no ha hecho caso a este mensaje -la gente sigue considerando la oración una inutilidad- sino que incluso hasta dentro de la Iglesia muchas personas -también sacerdotes y religiosas- parecen querer solucionar los problemas y

llevar adelante la misión evangelizadora de Jesús solo con sus fuerzas y proyectos, sin recurrir al poder de la oración. Así nos va. En el mundo y en la Iglesia. Francia se vio libre de la guerra con Prusia. Pero este hecho significó, al mismo tiempo, la pérdida de su hegemonía mundial. Francia, como país, empezó a perder influencia. Si hubiera confiado antes en el poder de la oración... si hubiera hecho caso a las continuas llamadas de la Virgen a la conversión (apariciones de la Virgen Milagrosa en París en 1830, en La Sallete en 1846, en Lourdes en 1858...)... si no hubiera desertado en masa de la fe dejándose llevar por la falsa idea de que sin Dios un país progresa mejor... Francia seguramente no habría caído tan bajo. Pero no hicieron caso. La Virgen ya no se volverá a aparecer de forma llamativa en este país.... NOTAS Nota1:Paraconocermejorelpoderde laoraciónaconsejo leer los trescuadernosde formaciónde laserie“Laoración”.(Paramásinformaciónentrarenwww.consagracionalavirgen.com)