Amado Nervo - La última guerra

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LA ÚLTIMA GUERRA

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Tomado de obras completas

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  • LA LTIMA GUERRA

  • ITres haban sido las grandes "revolucionesde que se tena noticia: la que pudiramosllamar Revolucin cristiana, que en modo talmodific la sociedad y la vida en todo el hazdel planeta; la Revolucin francesa, que,eminentemente justiciera, vino, a cercen deguillotina, a igualar derechos y cabezas; y laRevolucin socialista, la ms reciente de to-das, aunque remontaba al ao dos mil treintade la era cristiana. Intil sera insistir sobreel horror y la unanimidad de esta ltima re-volucin, que conmovi la tierra hasta en suscimientos y que de una manera tan radicalreform ideas, condiciones, costumbres, par-tiendo en dos el tiempo, de suerte que en

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  • Amado ervoadelante ya no pudo decirse sino: Antes dela Revolucin social >; Despus de la Revo-lucin social. Slo haremos notar que hastala propia fisonoma de la especie, merced aesta gran conmocin, se modific en ciertomodo. Cuntase, en efecto, que antes de laRevolucin haba, sobre todo en los ltimosaos que la precedieron, ciertos signos muyvisibles que distinguan fsicamente a las cla-ses llamadas entonces privilegiadas, de losproletarios; a saber: las manos de los indivi-duos de las primeras, sobre todo de las mu-jeres, tenan dedos afilados, largos, de unadelicadeza superior al ptalo de un jazmn, entanto que las manos de los proletarios, fuerade su notable aspereza o del espesor exage-rado de sus dedos, solan tener seis de stosen la diestra, encontrndose el sexto (unpoco rudimentario a decir verdad y ms bienformado por una callosidad semiarticulada)entre el pulgar y el ndice, generalmente.Otras muchas marcas delataban, a lo que secuenta, la diferencia de las clases, y mucho

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  • O b t a s Completastemeramos fatigar la paciencia del oyenteenumerndolas. Slo diremos que los gremiosde conductores de vehculos y locomvilesde cualquier gnero, tales como aeroplanos,aeronaves, aerociclos, automviles, expresosmagnticos, directsimos transetreolunares,

    etctera, cuya caracterstica en el trabajo erala perpetua inmovilidad de piernas, habanllegado a la atrofia absoluta de stas, al gradode que, terminadas sus tareas, se dirigan asus domicilios en pequeos carros elctricosespeciales, usando de ellos para cualquiertraslacin personal. La Revolucin social vinoempero a cambiar de tal suerte la condicinhumana, que todas estas caractersticas fue-ron desapareciendo en el transcurso de lossiglos, y en el ao tres mil quinientos dos dela Nueva Era (o sea cinco mil quinientostreinta y dos de la Era Cristiana), no quedabani un vestigio de tal desigualdad dolorosaentre los miembros de la humanidad.

    La Revolucin social se madur, no haynio de escuela que no lo sepa, con la anti-

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  • Amado ervocipacin de muchos siglos. En realidad laRevolucin francesa la prepar, fu el segun-do eslabn de la cadena de progresos y delibertades que empez con la Revolucincristiana; pero hasta el siglo xix de la viejaEra no empez a definirse el movimientounnime de los hombres hacia la igualdad.El ao de la Era Cristiana 1950 muri el lti-mo Rey, un Rey del Extremo Oriente, vistocomo una positiva curiosidad por las gentesde aquel tiempo. Europa, que, segn la pre-diccin de un gran Capitn (a decir verdad

    y

    considerado hoy por muchos historiadorescomo un personaje mtico), en los comienzosdel siglo xx (post J. C.) tendra que ser re-publicana o cosaca, se convirti, en efecto,en el ao de 1916, en los Estados Unidos deEuropa, federacin creada a imagen y seme-janza de los Estados Unidos de Amrica(cuyo recuerdo en los anales de la humanidadha sido tan brillante, y que en aquel entoncesejercan en los destinos del viejo Continenteuna influencia omnmoda).

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  • II

    Pero no divaguemos: ya hemos usado msde tres cilindros de fonotelerradigrafo enpensar estas reminiscencias (1), y no llega-mos an al punto capital de nuestra narracin.Como decamos al principio, tres haban

    sido las grandes revoluciones de que se tenanoticia; pero, despus de ellas, la humanidad,acostumbrada a una paz y a una estabilidadinconmovibles, as en el terreno cientfico,merced a lo definitivo de los principios con-

    (1) Las vibraciones del cerebro, al pensar, se co-municaban directamente a un registrador especial,que a su vez las transmita a su destino. Hoy se hareformado por completo este aparato.

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  • Amado ervoquistados, como en el terreno social, graciasa la maravillosa sabidura de las leyes y a laalta moralidad de las costumbres, haba per-dido hasta la nocin de lo que era vigilancia

    y cautela, y a pesar de su aprendizaje desangre, tan largo, no sospechaba los terriblesacontecimientos que estaban a punto de pro-ducirse.

    La ignorancia del inmenso complot que sefraguaba en todas partes se explica, por lo

    dems, perfectamente, por varias razones: enprimer lugar, el lenguaje hablado por los ani-males, lenguaje primitivo, pero pintoresco ybello, era conocido de muy pocos hombres,y esto se comprende; los seres vivientes esta-ban divididos entonces en dos nicas porcio-nes: los hombres, la clase superior, la lite,como si dijramos, del planeta, iguales todosen derechos y casi, casi en intelectualidad, ylos animales, humanidad inferior que iba pro-gresando muy lentamente a travs de los mi-lenarios, pero que se encontraba en aquelentonces, por lo que ve a los mamferos, so-

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  • Obras Completasbre todo, en ciertas condiciones de perfecti-bilidad relativa muy apreciables. Ahora bien:la lite, el hombre, hubiera juzgado indecorosopara su dignidad aprender cualquiera de losdialectos animales llamados inferiores>.En segundo lugar, la separacin entre am-

    bas porciones de la humanidad era completa,pues aun cuando cada familia de hombresalojaba en su habitacin propia a dos o tresanimales que ejecutaban todos los servicios,hasta los ms pesados, como los de la cocina(preparacin qumica de pastillas y de jugospara inyecciones), el aseo de la casa, el cul-tivo de la tierra, etc., no era comn tratar conellos, sino para darles rdenes en el idiomapatricio, o sea el del hombre, que todos ellosaprendan.

    En tercer lugar, la dulzura del yugo a quese les tena sujetos, la holgura relativa de susrecreos, les daba tiempo de conspirar tran-quilamente, sobre todo en sus centros de re-unin, los das de descanso, centros a los queera raro que concurriese hombre alguno.

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  • III

    Cules fueron las causas determinantes deesta cuarta revolucin, la ltima (as lo espe-

    ro) de las que han ensangrentado el planeta?En tesis general, las mismas que ocasionaronla Revolucin social, las mismas que han oca-sionado, puede decirse, todas las revolucio-nes: viejas hambres, viejos odios hereditarios,la tendencia a la igualdad de prerrogativas yde derechos, y la aspiracin a lo mejor, latenteen el alma de todos los seres...

    Los animales no podan quejarse por cierto:el hombre era para ellos paternal, muy mspaternal de lo que lo fueron para el proleta-rio los grandes seores despus de la Revo-

  • Obras Completaslucin francesa. Obligbalos a desempeartareas relativamente rudas, es cierto; porquel, por lo excelente de su naturaleza, se dedi-caba de preferencia a la contemplacin; masun intercambio noble, y aun magnnimo,recompensaba estos trabajos con relativascomodidades y placeres. Empero, por unaparte el odio atvico de que hablamos, acu-mulado en tantos siglos de malos tratamien-tos, y por otra el anhelo, quiz justo ya, dereposo y de mando, determinaban aquellalucha que iba a hacer poca en los analesdel mundo.

    Para que los que oyen esta historia puedandarse una cuenta ms exacta y ms grfica,si vale la palabra, de los hechos que prece-dieron a la revolucin, a la rebelin debira-

    mos decir, de los animales contra el hombre,vamos a hacerles asistir a una de tantas asam-bleas secretas que se convocaban para defi-nir el programa de la tremenda pugna, asam-blea efectuada en Mxico, uno de los gran-des focos directores y que, cumpliendo la

  • Amado ervoprofeca de un viejo sabio del siglo xix, lla-mado Eliseo Reclus, se haba convertido, porsu posicin geogrfica en la mediana deAmrica y entre los dos grandes Ocanos,en el centro del mundo.

    Haba en la falda del Ajusco, adonde lle-gaban los ltimos barrios de la ciudad, ungimnasio para mamferos, en el que stos sereunan los das de fiesta, y casi pegado algimnasio un gran saln de conciertos, muyfrecuentado por los mismos. En este saln,de condiciones acsticas perfectas y de am-plitud considerable, se efectu el domingo 3de Agosto de 5532 (de la Nueva Era) la asam-blea en cuestin.

    Presida Equs Robertis, un caballo muyhermoso por cierto; y el primer orador desig-nado era un propagandista clebre en aquelentonces, Can Canis, perro de una inteligen-cia notable, aunque muy exaltado. Debo ad-vertir que en todas partes del mundo repercu-tira, como si dijramos, el discurso en cues-tin, merced a emisores especiales que regis-

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  • Obras Completastraban toda vibracin y la transmitan slo aaquellos que tenan los receptores correspon-dientes, utilizando ciertas corrientes magn-ticas; aparatos stos ya hoy en desuso porpoco prcticos.Cuando Can Canis se puso en pie para

    dirigir la palabra al auditorio, oyronse portodas partes rumores de aprobacin.

    n

  • IV

    Mis queridos hermanos empez CanCanis:

    La hora de nuestra definitiva liberacin

    est prxima. A un signo nuestro, centenaresde millares de hermanos se levantarn comouna sola masa y caern sobre los hombres,sobre los tiranos, con la rapidez de una cen-tella. El hombre desaparecer del haz del pla-neta, y hasta su huella se desvanecer con l.Entonces seremos nosotros dueos de la tie-rra, volveremos a serlo, mejor dicho, puesque primero que nadie lo fuimos, en el alborde los milenarios, antes de que el antropoideapareciese en las florestas vrgenes y de que

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  • Obras Completassu aullido de terror repercutiese en las caver-nas ancestrales. Ah! todos llevamos en losglbulos de nuestra sangre el recuerdo org-nico, si la frase se me permite, de aquellostiempos benditos en que fuimos los reyes delmundo. Entonces, el sol, enmaraado an dellamas a la simple vista, enorme y trrido,calentaba la tierra con amor en toda su super-ficie, y de los bosques, de los mares, de losbarrancos, de los collados, se exhalaba unvaho espeso y tibio que convidaba a la perezay a la beatitud. El Mar divino fraguaba y des-barataba an sus archipilagos inconsistentes,tejidos de algas y de madrporas; la cordi-llera lejana humeaba por las mil bocas de susvolcanes, y en las noches una zona ardiente,de un rojo vivo, le prestaba una gloria extra-a y temerosa. La Luna, todava joven ylozana, estremecida por el continuo bombar-deo de sus crteres, apareca enorme y rojaen el espacio, y a su luz misteriosa surgaformidable de su caverna el len saepelius;el uro ergua su testa poderosa entre las bre-

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  • Amado ervoas, y el mastodonte contemplaba el perfil delas montaas que, segn la expresin de unpoeta rabe, le fingan la silueta de un abuelogigantesco. Los saurios volantes de las pri-meras pocas, los iguanodontes de brevescabezas y cuerpos colosales, los megateriumstorpes y lentos, no sentan turbado su reposoms que por el rumor sonoro del mar gen-sico que fraguaba en sus entraas el porvenirdel mundo.

    Cun felices fueron nuestros padres en elnido caliente y piadoso de la tierra de enton-ces, envuelta en la suave cabellera de esme-ralda de sus vegetaciones inmensas, comouna virgen que sale del bao...! Cuan feli-ces...! A sus rugidos, a sus gritos inarticula-dos respondan slo los ecos de las monta-as... Pero un da vieron aparecer con curio-sidad, entre las mil variedades de cuadruma-nos que poblaban los bosques y los llenabancon sus chillidos desapacibles, una especiede monos rubios que, ms frecuentementeque los otros, se enderezaban y mantenan en

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  • Obras Completasposicin vertical, cuyo vello era menos spe-ro, cuyas mandbulas eran menos toscas, cu-yos movimientos eran ms suaves, ms ca-denciosos, ms ondulantes, y en cuyos ojosgrandes y rizados arda una chispa extraa yenigmtica que nuestros padres no habanvisto en otros ojos en la tierra. Aquellos mo-nos eran dbiles y miserables... Cuan fcilhubiera sido para nuestros abuelos gigantes-

    cos exterminarlos para siempre...! Y de hecho,cuntas veces, cuando la horda dorma enmedio de la noche, protegida por el clarorparpadeante de sus hogueras, una manadade mastodontes, espantada por algn cata-clismo, rompa la dbil valla de lumbre y pa-saba de largo triturando huesos y aplastandovidas; o bien una turba de felinos que ace-chaba la extincin de las hogueras, una vezque su fuego custodio desapareca, entrabaal campamento y se ofreca un festn de su-culencia memorable!... A pesar de tales cats-trofes, aquellos cuadrumanos, aquellas beste-zueias frgiles, de ojos misteriosos, que sa-

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  • m a d o ervoban encender el fuego, se multiplicaban; y unda, da nefasto para nosotros, a un macho dela horda se le ocurri, para defenderse, echarmano de una rama de rbol, como hacan losgorilas, y aguzarla con una piedra, como losgorilas nunca soaron hacerlo. Desde aquelda nuestro destino qued fijado en la exis-tencia: el hombre haba inventado la mqui-na, y aquella estaca puntiaguda fu su cetro,el cetro de rey que le daba la Naturaleza...

    >A qu recordar nuestros largos milenariosde esclavitud, de dolor y de muerte...? Elhombre, no contento con destinarnos a lasms rudas faenas, recompensadas con malostratamientos, haca de muchos de nosotros sumanjar habitual, nos condenaba a la vivisec-cin y a martirios anlogos, y las hecatombesseguan a las hecatombes sin una protesta, sinun movimiento de piedad... La Naturaleza,empero, nos reservaba para ms altos destinosque el de ser comidos a perpetuidad por nues-tros tiranos. El progreso, que es la condicinde todo lo que alienta, no nos exceptuaba de

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  • Obras Completassu ley; y a travs de los siglos, algo divinoque haba en nuestros espritus rudimentarios,un germen luminoso de intelectualidad, dehumanidad futura, que a veces fulguraba dul-cemente en los ojos de mi abuelo el perro, aquien un sabio llamaba en el siglo xvm (postJ. C.) un candidato a la humanidad, enlas pupilas del caballo, del elefante o delmono, se iba desarrollando en los senos msntimos de nuestro ser, hasta que, pasados si-glos y siglos, floreci en indecibles manifesta-ciones de vida cerebral... El idioma surgi mo-nosilbico, rudo, tmido, imperfecto, de nues-tros labios; el pensamiento se abri como unaceleste flor en nuestras cabezas, y un da pudodecirse que haba ya nuevos dioses sobre latierra; por segunda vez en el curso de lostiempos el Creador pronunci un fat, ethomo factus fuit.>No vieron Ellos con buenos ojos este pau-

    latino surgimiento de humanidad; mas hubie-ron de aceptar los hechos consumados, y nopudiendo extinguirla, optaron por utilizarla...

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  • Amado ervoNuestra esclavitud continu, pues, y ha con-tinuado bajo otra forma: ya no se nos come,se nos trata con aparente dulzura y conside-racin, se nos abriga, se nos aloja, se nos lla-ma a participar, en una palabra, de todas lasventajas de la vida social; pero el hombrecontina siendo nuestro tutor, nos mide es-crupulosamente nuestros derechos..., y dejapara nosotros la parte ms ruda y penosa detodas las labores de la vida. No somos libres,no somos amos, y queremos ser amos y li-bres... Por eso nos reunimos aqu hace muchotiempo, por eso pensamos y maquinamos hacemuchos siglos nuestra emancipacin, y poreso muy pronto la ltima revolucin del pla-neta, el grito de rebelin de los animales con-tra el hombre, estallar, llenando de pavor eluniverso y definiendo la igualdad de todoslos mamferos que pueblan la tierra...

    As habl Can Canis, y ste fu, segn to-das las probabilidades, el ltimo discurso pro-

    nunciado antes de la espantosa conflagracinque relatamos.

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  • El mundo, he dicho, haba olvidado ya suhistoria de dolor y de muerte; sus armamen-tos se orinecan en los museos, se encontra-ba en la poca luminosa de la serenidad y dela paz; pero aquella guerra que dur diezaos como el sitio de Troya, aquella guerraque no haba tenido ni semejante ni paralelopor lo espantosa, aquella guerra en la que seemplearon mquinas terribles, comparadascon las cuales los proyectiles elctricos, lasgranadas henchidas de gases, los espantososefectos del radium utilizado de mil maneraspara dar muerte, las corrientes formidables deaire, los dardos inyectores de microbios, los

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  • Amado ervochoques telepticos... todos los factores decombate, en fin, de que la humanidad se ser-va en los antiguos tiempos, eran risibles jue-

    gos de nios; aquella guerra, decimos, cons-tituy un inopinado, nuevo, inenarrable apren-dizaje de sangre...Los hombres, a pesar de su astucia, fuimos

    sorprendidos en todos los mbitos del orbe,

    y el movimiento de los agresores tuvo un ca-rcter tan unnime, tan certero, tan hbil, tanformidable, que no hubo en ningn espritusiquiera la posibilidad de prevenirlo...

    Los animales manejaban las mquinas detodos gneros que provean a las necesidadesde los elegidos; la qumica era para ellos emi-nentemente familiar, pues que a diario utiliza-ban sus secretos; ellos posean adems y vi-gilaban todos los almacenes de provisiones,ellos dirigan y utilizaban todos los vehculos-Imagnese, por lo tanto, lo que debi seraquella pugna, que se libr en la tierra, en elmar y en el aire... La humanidad estuvo apunto de perecer por completo; su fin abso-

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  • Obras Completasluto lleg a creerse seguro (seguro lo creemosan)... y a la hora en que yo, uno de lospocos hombres que quedan en el mundo,pienso ante el fonotelerradigrafo estas lneas,

    que no s si concluir, este relato incoherenteque quiz maana constituir un tilsimopedazo de historia... para los humanizadosdel porvenir, apenas si moramos sobre el hazdel planeta unos centenares de sobrevivien-tes, esclavos de nuestro destino, desposedosya de todo lo que fu nuestro prestigio, nues-tra fuerza y nuestra gloria, incapaces pornuestro escaso nmero, y a pesar del incalcu-lable poder de nuestro espritu, de reconquis-tar el cetro perdido, y llenos del secreto ins-tinto que confirma asaz la conducta cautelosay enigmtica de nuestros vencedores, de queestamos llamados a morir todos, hasta el lti-mo, de un modo misterioso, pues que ellostemen que un arbitrio propio de nuestros so-beranos recursos mentales nos lleve otra vez,a pesar de nuestro escaso nmero, al tronode donde hemos sido despeados... EstabaTomo V 81 6

  • Amado ervoescrito as... Los autctonos de Europa des-aparecieron ante el vigor latino; desapareci

    el vigor latino ante el vigor sajn, que se en-seore del mundo... y el vigor sajn desapa-reci ante la invasin eslava; sta, ante la in-

    vasin amarilla, que a su vez fu arrolladapor la invasin negra, y as, de raza en raza,de hegemona en hegemona, de preeminen-cia en preeminencia, de dominacin en domi-nacin, el hombre lleg perfecto y augusto alos lmites de la historia... Su misin se cifra-ba en desaparecer, puesto que ya no era sus-ceptible, por lo absoluto de su perfeccin, deperfeccionarse ms... Quin poda substituir-lo en el imperio del mundo? Qu raza nuevay vigorosa poda reemplazarle en l? Los pri-meros animales humanizados, a los cualestocaba su turno en el escenario de ios tiem-

    pos... Vengan, pues, en hora buena; a nos-otros, llegados a la divina serenidad de losespritus completos y definitivos, no nos que-da ms que morir dulcemente. Humanos sonellos y piadosos sern para matarnos. Des-

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  • Obras Completaspues, a su vez, perfeccionados y serenos, mo-rirn para dejar su puesto a nuevas razas quehoy fermentan en el seno obscuro an de laanimalidad inferior, en el misterio de un g-nesis activo e impenetrable... Todo ello hastaque lavieja llama del sol se extinga suavemen-te, hasta que su enorme globo, ya obscuro,girando alrededor de una estrella de la Cons-telacin de Hrcules, sea fecundado por vez

    primera en el espacio, y de su seno in-menso surjan nuevas huma-

    nidades... para quetodo reco-mience!

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