Amor a Los 14 Blue Jeans

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 Capítulo 1 Hace frío. Muchísimo frío. Me he quitado los guantes y sigo teniendo las manos heladas. Rojitas. Como mi cara, que también está roja. Y no me gusta. Es lo malo de ser tan blanca y de tener la piel tan sensible, que cuando hace frío me pongo colorada y cuando hace calor, también. Es un ve rdad er o rollo. Pero aunque me fastidie y se metan conmig o llamándome melocotón, tomatita o cosas por el estilo, a mis catorce años, empiezo a estar acostumbrada. Resignada, más bien. ¡Abuela, ¿por qué tuviste que ser sueca?! Por lo menos tengo los ojos azules y eso me encanta. Algo bueno tenía que tener ser nieta de una nórdica. El chico nuevo ¿Nieva? No, parece que ahora no nieva. Aunque el suelo de la calle sí que continúa cubierto de escarcha. Camino de casa, delante de mí iba una señora teñida de rubio que ha patinado y casi se mata. Menos mal que yo he llegado sana y salva. Si me hubiese caído de culo, habría pasado una vergüenza enorme. Porque, a diferencia de otros días, no he venido hasta mi ca sa sola. Me ha acompa ñado Ad rián. ¿Quién es Adrián? Uno nuevo. Sí, es muy extraño que a estas alturas de curso entre un chico nuevo en el instituto. Estamos casi terminando el primer trimestre y no es habitual. Pero por lo visto su padre tiene una profesión de ésas en la que lo cambian constantemente de ciudad. Pues da la casualidad de que se han mudado a vivir a la casa que está al lado de la mía. Una muy grande que llevaba unos meses sin habitar. Pero es que encima, Adrián va a mi clase y se ha sentado justo en la mesa de delante. ¡Cuántas coincidencias! Mi mejor amiga Todavía no me ha dado tiempo a conocerlo mucho, pero la primera impresión que tengo es que es un tipo bastante raro. Alicia, por el contrario, dice que es muy guapo y muy interesante. Y misterioso. Que posee cierto aire a Edward Cullen. ¡Cómo le gustan los vampiros a esta chica! Ha sido verlo y ya se ha pillado por él. Ella es muy enamoradiza, aunque se cansa pronto de los chicos. A éste, nada más verlo, dijo que era para ella. Y me advirtió, además, pero en tono de broma: «Laura, es mío. ¿Okey?». Yo me encogí de hombros y le dije que sí, sin problemas. A mí no me atrae. Físicamente, no está mal. Es alto, tiene los ojos grandes y verdes, y un pelo bonito. Y viste bastante bien. Pero parece muy tímido y apenas habla. Cuando mi amiga le ha dicho que era mi vecino y que podíamos volver caminando los tres juntos, se ha puesto

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Capítulo 1Hace frío. Muchísimo frío. Me he quitado los guantes y sigo teniendo lasmanos heladas. Rojitas. Como mi cara, que también está roja. Y no megusta. Es lo malo de ser tan blanca y de tener la piel tan sensible, quecuando hace frío me pongo colorada y cuando hace calor, también. Esun verdadero rollo. Pero aunque me fastidie y se metan conmigollamándome melocotón, tomatita o cosas por el estilo, a mis catorceaños, empiezo a estar acostumbrada. Resignada, más bien. ¡Abuela,¿por qué tuviste que ser sueca?! Por lo menos tengo los ojos azules yeso me encanta. Algo bueno tenía que tener ser nieta de una nórdica.

El chico nuevo¿Nieva? No, parece que ahora no nieva. Aunque el suelo de la calle síque continúa cubierto de escarcha. Camino de casa, delante de mí ibauna señora teñida de rubio que ha patinado y casi se mata. Menos malque yo he llegado sana y salva. Si me hubiese caído de culo, habríapasado una vergüenza enorme. Porque, a diferencia de otros días, no hevenido hasta mi casa sola. Me ha acompañado Adrián. ¿Quién esAdrián? Uno nuevo. Sí, es muy extraño que a estas alturas de cursoentre un chico nuevo en el instituto. Estamos casi terminando el primer trimestre y no es habitual. Pero por lo visto su padre tiene una profesión

de ésas en la que lo cambian constantemente de ciudad. Pues da lacasualidad de que se han mudado a vivir a la casa que está al lado de lamía. Una muy grande que llevaba unos meses sin habitar. Pero es queencima, Adrián va a mi clase y se ha sentado justo en la mesa dedelante. ¡Cuántas coincidencias!

Mi mejor amigaTodavía no me ha dado tiempo a conocerlo mucho, pero la primera

impresión que tengo es que es un tipo bastante raro. Alicia, por elcontrario, dice que es muy guapo y muy interesante. Y misterioso. Queposee cierto aire a Edward Cullen. ¡Cómo le gustan los vampiros a estachica! Ha sido verlo y ya se ha pillado por él. Ella es muy enamoradiza,aunque se cansa pronto de los chicos. A éste, nada más verlo, dijo queera para ella. Y me advirtió, además, pero en tono de broma: «Laura, esmío. ¿Okey?». Yo me encogí de hombros y le dije que sí, sin problemas.A mí no me atrae. Físicamente, no está mal. Es alto, tiene los ojosgrandes y verdes, y un pelo bonito. Y viste bastante bien. Pero parece

muy tímido y apenas habla. Cuando mi amiga le ha dicho que era mivecino y que podíamos volver caminando los tres juntos, se ha puesto

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casi tan rojo como yo. Parecíamos el dos de corazones. Aunque luego hasonreído y ha aceptado. ¡Qué dientes más blancos y perfectos! A Aliciale han hecho los ojos chiribitas. Esta chica no cambiará nunca. Tío guapoque ve, tío guapo del que se enamora. Eso, desde los cinco años que fue

cuando nos conocimos. Todo comenzó con Miguel Pacheco, el niñoguapetón de la clase. Pelo rubio, ensortijado y ojos azulísimos. Iba todoel día detrás de él. ¿Qué no es posible enamorarse con cinco años?Pues para ella fue posible. Tanto, que las primeras palabras que Aliciame dijo en su vida fueron «quita, niña tonta, éste es mi novio». Y todoporque Miguel se sentó a mi lado y me pidió la plastilina. Imposible decreer, pero sucedió. Siempre se lo recuerdo cuando hablamos de chicosy ella lo niega, aunque luego termina reconociendo que es una grancelosa. Pero una celosa sin mala intención, no como otras. Alicia secuela por alguien y pone sus cinco sentidos en él, hasta que se aburre y

lo deja. Es todo lo contrario a mí. Yo necesito tiempo, hacer las cosasmás despacio y que no solo me entre por los ojos.

Un ex enfadadoPero si a Alicia le ha caído bien el chico nuevo, todo lo contrario le hapasado a Pablo. Desde el primer momento ha estado fastidiándole consus amigos. Incluso en el recreo le ha dado un balonazo tremendo apropósito. Me ha dolido hasta a mí. Sin embargo, Adrián apenas se ha

inmutado. Ha sonreído, ha dado un par de toques y les ha devuelto lapelota. Yo no me he podido callar y he ido hasta Pablo para preguntarlede qué iba, que ésa no era manera de tratar a un recién llegado. Desdeque rompimos, está inaguantable. No lo reconozco. Él se ha disculpadodiciendo que había sido sin querer y que el chico se había puesto enmedio de la jugada. Mentira. Yo sé que lo ha hecho queriendo, perotampoco me apetecía discutir más con él. Lo pasé muy mal cuando lodejamos y tampoco era plan recordar ciertas cosas. Si el primer amor esincreíble, el primer desamor es lo peor que te puede pasar. ¡Cómo duele!

Tengo grabadas en mi cabeza todas las palabras que pronunció el díaque acabamos con lo nuestro. No se me borran de la mente las frasesque utilizó para decirme que no quería seguir conmigo. Ni las lágrimasque solté cuando se marchó de mi habitación. Fue terrible y muy duro.Se te crea una especie de presión en el pecho insoportable y estás todoel tiempo como en una nube y con muchísimas ganas de llorar. Me llevétres días sin comer y escuchando música a todas horas. Cancionestristes y melancólicas. Ahora, cada vez que las escucho se me ponen losojos rojos y me invade una angustia por dentro difícil de aguantar.

Mi primer beso

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Hacía casi cinco meses que salíamos juntos y que nos dimos nuestro primer beso. Fue precioso. Lo mejor que me había ocurrido en la vida. Salíamos enel mismo grupo, pero ese día solo estábamos él y yo. Aburridos. Me dijo quesi quería ir al cine. Como amigos, claro. Solo éramos eso, aunque a mí megustaba desde hacía tiempo. Nunca me había decidido a decirle nada.

Vimos «Avatar», aunque yo apenas presté atención a la pantalla. ¡Estabatan nerviosa! Me temblaba todo el cuerpo. Y de vez en cuando lo mirabapara comprobar qué hacía él. Cuando nuestras miradas coincidían,sonreíamos y yo me quería morir. Tenía muchas ganas de darle un beso. Miprimer beso. Pero no sabía si era el momento adecuado. Así que la películaterminó y no hicimos nada. Sonrisas, miradas y poco más. Luego fuimos acomer una hamburguesa. Casi no hablamos. Yo no podía apartar mis ojosde los suyos y de sus labios. ¡Me apetecía tanto besarlo! Pero nada,tampoco me atreví a dar el paso en la hamburguesería. Ya daba por hechode que me iría a dormir sin haber probado su boca. Sin embargo, el destino

 jugó a mi favor. Eran casi las diez de la noche, la hora a la que mis padresme habían dicho que tenía que estar en casa. Pablo me acompañaba. Y, derepente, comenzó a llover muy fuerte. Cada vez con más intensidad.Corrimos por la calle como dos locos. Hasta que él me cogió de la mano yme guió hasta un fotomatón. Allí estaríamos a cubierto hasta queescampara. Era un sitio muy estrecho, así que casi sin querer, jadeante, mesenté sobre sus piernas en el taburete. Y entonces, ocurrió. Me miróintensamente. Como nunca me había mirado hasta entonces un chico.Suspiré. Estaba atacada de los nervios. ¿Iba a hacerlo? Sí. Se lanzó. Cerrólos ojos y acercó su cara hasta la mía. Yo también cerré los ojos y, como sifuera la escena final de una película romántica, me dio un beso. Suave.Casi tanto, que apenas noté sus labios. Fue mágico. Eso es todo lo quepuedo decir de mi primer beso. A continuación, lo abracé y nos quedamoscinco minutos juntos, sin movernos. Dejó de llover, salimos del fotomatón ycaminamos de la mano hasta mi casa. Mi padre, que vigilaba desde laventana, me echó la bronca cuando me vio besarlo de nuevo al despedirse.Castigada dos semanas. Pero fue un castigo dulce. Y que no cumplí, ya queal día siguiente me perdonó. Aunque ahora esté con una sonrisa, esamarga. Prefiero no pensar más en lo mío con Pablo. Vuelvo a estar sinnadie y como suelen decir, mejor sola que mal acompañada. ¿No? Además,ha cambiado mucho. Ya no es ese chico amable y cariñoso de hace unos

meses. Se ha hecho amigo de los repetidores y desde entonces va demalote y se ha liado con varias. Pues por mí que se quede con todas. Ya nole quiero. O eso creo.

 Y mis sueños…¿Cómo sabes si continúas enamorada de alguien? Alicia dice que eso no sesabe, que eso se siente. Que las cosas del amor no se piensan, seexperimentan. Ella, cuando quiere, también dice cosas interesantes.Aunque no sé si esto lo leyó en alguna revista para adolescentes. El casoes que, cuando recuerdo lo que tuve con Pablo, las sensaciones son muycontrarias. Y me lío. Pero no sé si el lío lo tengo en la cabeza o en el

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corazón. En realidad, lo que me gustaría de verdad es volver aenamorarme. Olvidarme de una vez por todas del pasado y encontrar a unchico que me quiera de verdad. Que me cuide, que me abrace cuando estémal y que me bese en la última fila del cine. Alguien que no vaya de malo,que sea sensible y me comprenda. No sé si pido mucho. Tal vez soy muy

exigente y tendría que dejarme llevar un poco más como hace Alicia.Aunque cada uno es como es y necesita lo que necesita. Sólo espero noquedarme sola. Sería horrible. Soy muy joven, lo sé, y no estoy tan mal,aunque me ponga roja por el frío y por el calor. No hay que ser pesimista. Yquién sabe, quizás ese chico del que me vaya a enamorar está más cercade lo que yo misma pienso. ¿No?

Continuará…¿Aparecerá alguien que enamore de nuevo a Laura? ¿Conseguirá Aliciaconquistar al chico nuevo? ¿Cambiará Pablo o se seguirá comportando dela misma manera? ¿Es Adrián realmente tan tímido como aparenta?

Capítulo 2Ahora mismo estoy hecha un lío. Y lo que es peor, no sé qué hacer nicómo actuar. Algunas veces alguien debería decidir por ti. Peroacertando con la solución, claro, y consiguiendo que nadie se enfade. Ysi alguien se enfada, por lo menos que haya a quien echarle la culpa.

¿No? Y eso que la mañana empezó muy bien. Hoy era el último día declase antes de las vacaciones de Navidad. Y además, me han dado elresultado del examen que me faltaba por saber: un seis y medio enMates. Lo que significa que... ¡he aprobado todo! El primer trimestre lo hesacado limpio. Vale, mis notas podrían haber sido un poquito más altas.Mucho seis, mucho siete, un ocho y un aprobado raspado en inglés. Nose me dan muy bien los idiomas, a pesar de que en la playa meconfunden con una guiri por mi cara sonrosada cuando me da un poco elsol. ¡No soy extranjera! De todas maneras, no me puedo quejar. En elsegundo trimestre estudiaré más, será mi propósito de Año Nuevo. O uno

de ellos. Porque otro, más importante, será arreglar las cosas con Alicia.Y es que mi mejor amiga se ha enfadado muchísimo conmigo. Es laprimera vez que nos ocurre algo así. Hasta ahora, habíamos tenido riñas,pequeñas broncas. Lo típico de dos amigas que se conocen desde hacemucho tiempo. Pero nunca me había gritado como hoy. Y eso que yopienso que no tengo la culpa de lo que ha pasado. Si es que lo que nome pase a mí… ¡Menudo día que llevo! Una cosa ha ido llegando detrásde otra. ¡Y todo sin salir del instituto! Ahora mismo estoy hecha un lío. Ylo que es peor, no sé qué hacer ni cómo actuar. Algunas veces alguien

debería decidir por ti. Pero acertando con la solución, claro, yconsiguiendo que nadie se enfade. Y si alguien se enfada, por lo menos

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que haya a quien echarle la culpa. ¿No? Y eso que la mañana empezómuy bien. Hoy era el último día de clase antes de las vacaciones deNavidad. Y además, me han dado el resultado del examen que mefaltaba por saber: un seis y medio en Mates. Lo que significa que... ¡he

aprobado todo! El primer trimestre lo he sacado limpio. Vale, mis notaspodrían haber sido un poquito más altas. Mucho seis, mucho siete, unocho y un aprobado raspado en inglés. No se me dan muy bien losidiomas, a pesar de que en la playa me confunden con una guiri por micara sonrosada cuando me da un poco el sol. ¡No soy extranjera! Detodas maneras, no me puedo quejar. En el segundo trimestre estudiarémás, será mi propósito de Año Nuevo. O uno de ellos. Porque otro, másimportante, será arreglar las cosas con Alicia. Y es que mi mejor amigase ha enfadado muchísimo conmigo. Es la primera vez que nos ocurrealgo así. Hasta ahora, habíamos tenido riñas, pequeñas broncas. Lo

típico de dos amigas que se conocen desde hace mucho tiempo. Peronunca me había gritado como hoy. Y eso que yo pienso que no tengo laculpa de lo que ha pasado.

Enamorada…Alicia lleva dos semanas en una nube. Más despistada de lo normal. Elmotivo: Adrián. Sí, el chico nuevo le gusta de verdad. O eso es lo quedice. Insiste en que es el chico de su vida y que jamás había sentido algo

así por alguien. Incluso se ha cambiado de sitio en clase para estar máscerca de él. En cada recreo y, cuando nos quedamos a solas, no para dehablar de su «futuro novio». Se hace un poco pesado oírle todo el rato lomismo. Que si es guapísimo, que si mira qué ojos tiene, que si le encantasu forma de ser… Lo que otras veces, pero multiplicado por cien. Pero esmi mejor amiga y no me queda otra. Anoche me llamó por teléfono a lasonce para contarme que mañana sería el día, el de la declaración, y quesi se me ocurría alguna forma original para pedirle salir. A ella le falta unpoco de imaginación, siempre es muy directa. Pero con Adrián quería

hacerlo distinto, porque él es especial. Le dije que no podía ayudarla,porque tenía sueño y no me apetecía nada ponerme a pensar. Era suchico, no el mío. Sin embargo, Alicia me estuvo dando la lata hasta queme convenció. Lo planeamos todo detenidamente. Y aunque mandarleuna carta anónima no es lo más original del mundo, decidimos que era lomejor.

El descubrimiento

Ella iba anotando lo que yo le iba diciendo. No escribía una carta deamor desde la primera semana en la que estaba con Pablo. Se me

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removió bastante el estómago recordándolo. Y me entró algo de penapor no tener a nadie a quien dedicarle palabras bonitas y consentimiento. Es lo malo de estar sola, que te pierdes las cosas buenas deestar enamorada y ser correspondida. En media hora habíamos

terminado. Y elaboramos un plan. Al día siguiente, mientras ella distraíaa Adrián en el recreo, yo colocaría la carta dentro de uno de suscuadernos. Sin decir quién era, Alicia le confesaba sus sentimientos y lecitaba para después del instituto en la puerta trasera del edificio. Hastaahí, perfecto. Romántico, emocionante y con su parte de suspense. Perosucedió algo inesperado. Como habíamos previsto, Alicia se llevó declase a Adrián al patio y yo, sigilosamente, me acerqué hasta su mesa.Tenía el cuaderno de Lengua encima de ella. Lo abrí para dejar dentro lacarta y... me encontré con una gran sorpresa. En la última página habíaalgo dibujado. Un dibujo que, además, se repetía unas veinte veces. Me

quedé casi sin respiración cuando vi un montón de corazonesatravesados por flechas pintadas con boli azul. En cada lado había unaletra escrita en mayúscula: una «A» a la izquierda y una… «L» a laderecha. ¡Adrián y ¿Laura?! No, ¡eso no era posible! Me estabaempezando a poner muy nerviosa. Repasé mentalmente los nombres delas chicas de la clase y me di cuenta de que sólo dos teníamos comoinicial la letra «L» en nuestro nombre. Y Lorena apenas habla con estechico. Es más, no pegan ni con pegamento extra fuerte. ¿Podía estar pillado de ella o era yo su supuesta amada? Intenté tranquilizarme.

Respiré varias veces profundamente y analicé una vez más la situación.Tal vez, la que le gustaba a Adrián no era de nuestra clase. O a lo mejor era una ex novia o alguna chica de la ciudad en la que vivióanteriormente. Sin embargo, nunca nos había hablado de parejas delpasado. ¡Qué extraño era todo aquello! Como un sueño de esos raros.

Capítulo 2Una gran pelea

Entonces, desperté de repente cuando escuché la voz de Alicia. ¡Lacarta! La había olvidado por completo. Y también a ella y lo que tenía quehacer durante el recreo. Me dijo que Adrián había ido al baño y que si mehabía pasado algo, que no había ido con ellos en el recreo. Pero sin queme diera tiempo a contestarle, vio la carta en mi mano y luego elcuaderno. Aunque intenté taparlo con mi brazo, fue inútil. Alicia descubrióla última página llena de corazones atravesados con flechas azules conla inicial del nombre de su queridísimo amor a un lado y la letra «L» en elotro. Abrió mucho los ojos y me miró con rabia. No se lo podía creer. Yono sabía qué decir, ni cómo reaccionar. Hasta que de su boca salió ungrito. Me llamó «robanovios» y un insulto bastante desagradable. Intenté

explicárselo, pero no me dejaba hablar. Alicia continuó chillándomedurante unos segundos y, en un momento, todo se volvió muy confuso.

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Mis compañeros comenzaron a entrar en el aula y a amontonarse anuestro alrededor. Pero ella seguía soltando toda clase de acusaciones yyo no respondía. ¡No me dejaba! Me acusaba de acaparadora, de quesiempre tenía que estar por encima y de que, con todos los tíos que

había en el mundo, me tenía que fijar en el que le gustaba a ella. ¿Cómodecirle que yo no tenía nada que ver con aquello? Los gritos seterminaron cuando Adrián entró en clase. Alicia lo miró fijamente, como siel tiempo se hubiese detenido durante un segundo. Y salió corriendo conlágrimas en los ojos. Me dio mucha lástima. Quizás debí correr tras ella eintentar alcanzarla para calmarla. Pero no lo hice. Adrián tampoco fue.No se dio cuenta de lo de la carta, ni de que habíamos visto lo que habíadibujado en su cuaderno. Menos mal que me dio tiempo a cerrarlo, si no¡qué vergüenza! El chico me observó, se encogió de hombros y se sentóen su silla. El profesor había llegado y la clase de Plástica comenzaba.

Alicia no apareció en toda la hora. Ni tampoco en la siguiente. Me sentíamal. Era imposible pensar en otra cosa que no fuera aquello que habíasucedido. Por una parte, mi amiga se sentía engañada por mí, como siyo hubiese hecho algo para enamorar al chico que precisamente legustaba a ella. Y por otra parte, me preguntaba si realmente esa «L»mayúscula hacía referencia a mi nombre. Si era así… ¡madre mía!¡Adrián me quería! Así que el problema era doble. De reojo miraba alchico nuevo. ¿Sentía yo algo por él? No. Pienso que no. Aunque es muymono y simpático. Poco a poco había ido cogiendo confianza, y aunque

no se había soltado del todo, hablaba más y tenía un sentido del humor muy peculiar que me gustaba. Todos los días me acompañaba a casa eincluso algunas veces por la mañana temprano coincidíamos en elcamino al instituto. No nos decíamos mucho, pero era agradable sucompañía. Es de esas personas que hablan lo justo. No dicen más de loadecuado y prestan atención a todo lo que le cuentas. En una de mismiradas, los ojos de Adrián coincidieron con los míos y me entró unescalofrío que me recorrió de arriba a abajo. Los dos, al mismo tiempo,avergonzados, agachamos la cabeza y miramos nuestros cuadernos. Él,el de Lengua, en el que tenía dibujados los corazones.

Sentimientos enfrentados…¿Y si siento algo por él? Realmente, si eso fuera así, las cosas secomplicarían muchísimo. Y no sólo por Alicia. Como dije al comienzo,todo se me ha acumulado y estoy muy liada. Cuando estaba recogiendomis cosas para irme a casa, se me ha acercado Pablo. Venía adespedirse porque se va a pasar las vacaciones de Navidad a la nievecon su familia. Me ha dado dos besos en la mejilla. Pero antes de apartar 

su cara de la mía, no sé si por un impulso, o por una apuesta o por quiensabe qué… me ha besado en los labios. Ha sido un beso cortito, suave,

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como el primero que nos dimos en el fotomatón. Me ha despertado unacantidad de emociones inexplicables. Pero es que inmediatamentedespués me ha susurrado en el oído: «Me sigues gustando». Y me hadado otro beso en la frente. Inmóvil, he visto cómo me guiñaba un ojo y,

sin más, salía de clase acompañado por uno de sus amigos repetidores.¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¡No es justo!

Continuará…¿Conseguirá Laura que Alicia la perdone? ¿La «L» que aparece junto alcorazón que ha dibujado Adrián es por ella? Y Pablo, ¿realmente siguesintiendo algo por nuestra protagonista? ¿Le gusta el chico nuevo?

Capítulo 3A mis catorce años, estoy viviendo una etapa en la que cada día me doycuenta de que todo es posible y que cualquier cosa puede pasar. Hanterminado las fiestas navideñas. No han estado mal del todo. Muchasreuniones familiares, comida abundante y algún que otro regalito.También demasiado tiempo libre que me ha servido para pensar, aunquepor lo visto, no se me da muy bien. Porque he hecho justo lo contrario alo que había decidido. Planes navideños: no meterme en más líos, pasar de los chicos y arreglarlo con Alicia. Mi amiga no me llamó estos días. Niun comentario en el Tuenti, ni en el Facebook, ni nada de nada. Así que

cuando las clases han empezado otra vez, seguía enfadada conmigo. Yno me sentía nada bien por ello.

Amigas otra vezSin embargo, ayer nos encontramos en el cuarto de baño del instituto.Fue por casualidad. Nos mirábamos de reojo la una a la otra a través delespejo, indecisas, serias, hasta que ella sonrió. Luego sonreí yo y, por arte de magia, terminamos abrazadas y derramando alguna que otra

lagrimilla. Nos pedimos perdón y salimos juntas al patio. Hablamos hastaque sonó de nuevo la campana y me contó algo increíble. ¡Qué ganastenía de soltarlo! En las Navidades se había liado con… ¡Adrián! Bueno,eso fue lo que dijo al principio. Luego se quedó en un beso y, finalmente,en un piquito. Pero ella estaba muy contenta. El día antes de Reyes, miamiga fue de compras con su madre a buscar los regalos de última hora.Y resulta que se lo encontró en un centro comercial. No estaba connadie. Al menos, en ese momento. Se puso muy nerviosa y fue corriendoa saludarlo. El chico parece que también se alegró de verla y estuvieron

un rato a solas. Los dos pasearon por los callejones de la sección de  juguetes mientras la madre de Alicia decidía qué comprarle a sus

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sobrinos. Hablaron de varias cosas, sin demasiada importancia. Ellaestaba encantada y, mientras me lo contaba, se le iluminaban los ojos.Entonces, cuando se despidieron, a la hora de darse dos besos, Alicia seatrevió a acercar los labios a los suyos. Tanto, que terminó dándole un

pico. ¡Increíble! ¿No? Tengo que ser sincera. Cuando Ali me habló de suencuentro con Adrián, sentí un cosquilleo por dentro bastante incómodo.Y sí, me puse un poquito de mal humor. Sólo un poquito. Pero bueno, simi amiga y el chico nuevo estaban juntos y comenzaban a salir, genial.Era como debía ser. Todo en su sitio. A ella le gustaba muchísimo, y aél… ¿qué pensaría de aquel beso… mini beso? Hoy lo he averiguado. Enel patio, Alicia no ha estado con nosotros. Tenía que acabar un examende recuperación. Así que Adrián y yo nos hemos sentado solos al sol,que lucía por fin después de unos días en los que no ha parado de llover y de nevar. Cuando lo miraba, apenas escuchaba lo que me decía. No

me podía quitar de la cabeza el beso que le había robado mi amiga. ¡Yme daba un poco de rabia! ¿Por qué?

Entre dos chicosDurante las vacaciones de Navidad he llegado a la conclusión de queAdrián tal vez me guste un poquito. ¡Casi nada! Pero también hedescubierto que Pablo, mi ex, seguía despertando algo en mí. Así que lomejor era pasar de los dos. Sin embargo, fue oír lo del beso y… En fin.

Tenía mucha curiosidad por saber qué pensaba él sobre el asunto. Por loque directamente se lo he preguntado. ¿Que no tenía derecho?Posiblemente, no. Pero me ha salido de esa manera. No me he podidoaguantar. Además, los dos son mis amigos. Quería tener las cosas clarasy averiguar lo que realmente hay entre ellos. Su respuesta ha sidocontundente. «Ese beso no significó nada. A Alicia sólo la quiero como auna amiga». He asentido con la cabeza y, luego, un largo silencio.Pensaba que quizá no era del todo sincero. O que tal vez es de esoschicos a los que no les gusta hablar de su vida personal. Pero he sentido

un gran alivio por dentro. Como cuando te dicen la nota de un examenaprobado del que no estabas segura si lo habías suspendido. Sinembargo, las confesiones de Adrián no habían terminado. ¿Cómo puedetener unos ojos tan bonitos? Con el sol iluminándolos eran aún másencantadores. Embobada, prestaba atención a lo que me tenía que decir.Estaba inquieto. Y no me miraba directamente cuando hablaba. Hastaque después de darle muchas vueltas, se centró en mis ojos y, a pesar de que le daba un poco de vergüenza, reconoció que… me parecíamucho a su ex. «Dos gotas de agua». ¡Se me puso una cara de tonta!Mis mejillas sonrosadas ardían como nunca. Pero, ¿qué pretendía decir 

exactamente con eso? ¿Que me quería? Me quedé con las ganas desaberlo porque en esos momentos llegó Alicia tarareando una canción de

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Maldita Nerea y se sentó con no-sotros. ¡Qué mala pata, en el momentomás interesante de la conversación! El chico se quedó callado y dejó queella explicara cómo le había salido el examen de recuperación. Lomiraba, pero él no me miraba a mí. ¡Me moría por saber más cosas!

Simplemente, a Adrián, antes de que apareciera Alicia, sólo le dio tiempoa pronunciar el nombre de su antigua novia: Leire.

Capítulo 3 Y ahora, Pablo

Los tres volvimos a clase unos minutos después cuando sonó el timbre.Tocaba Matemáticas. Imposible concentrarse en números y letrasmezclados entre sí. Yo sólo tenía en la mente lo que mi amigo me habíaconfesado. ¿Le gustaba? ¿Me había comparado con su ex novia por amor o porque le caía bien? ¿Era aquella «L» del corazoncito de sucuaderno que descubrí antes de vacaciones por Leire o por mí? ¡Quédolor de cabeza! Literalmente. Me iba a estallar. Hasta tal punto quecomencé a marearme muchísimo. Veía mal y me empecé a tambalear enmi asiento. No lo soportaba más. Levanté la mano y le pedí al profesor de Mates que si podía salir un momento, que no me encontraba bien. Elhombre accedió no de muy buena gana y, enseguida, Adrián también sepuso de pie para acompañarme. Pero esta vez, alguien se le anticipó.Pablo me cogió de la mano y pidió permiso para ir conmigo. El profe lodejó y juntos abandonamos la clase. Pensaba que mi ex me llevaría

hasta la enfermería del instituto, pero no fue así. Andamos hasta unbanquito del patio y nos sentamos allí. Según él, el aire frío en la cara esmejor que una medicina y eso era lo que yo necesitaba. No tenía ganasde discutir así que le hice caso. Con Pablo, las cosas estaban en puntomuerto. Me besó el último día de clase y ya casi no supe más de él entodas las Navidades. Sólo hablamos un día por el MSN y fue paradesearnos Felices Fiestas y un próspero Año Nuevo. Lo típico. Apenasdos minutos de su tiempo. De repente, me puso una mano en la rodilla.Lo miré extrañada y él sonrió. Me recordó muchísimo a cuandoestábamos juntos. Se había convertido por unos segundos en ese chicoencantador del que me enamoré. No se conformó con acariciarme lapierna. Sin esperarlo, se inclinó sobre mí, apartó mi flequillo y me dio unbeso en la frente. Un escalofrío. Y después me estrechó entre susbrazos, acomodando mi cabeza contra su pecho. Otro escalofrío. Eradesconcertante su actitud. Éste no se parecía al tipo insoportable ypresuntuoso de los últimos tiempos. ¿Qué estaba pasando? Pablo notenía intención de pararse ahí. Buscó mi rostro y puso el suyo a la mismaaltura. Nuestras bocas se acercaron mucho. Casi sentía su aliento. Peroaquello no era lo que yo quería. Me las apañé para salir de su abrazo y lo

miré a los ojos. Seguía sonriendo, dulce, tierno. Seductor. Tragué saliva.Lo estaba consiguiendo. Pero no me iba a dejar atrapar así como así. Me

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levanté y le rogué que volviéramos a clase, que ya me encontraba muchomejor. Fracasé en mi propuesta. Con un movimiento ágil, me agarró por las caderas y me impulsó hacia él. En un instante, me encontré sentadaen sus rodillas a pocos centímetros de su cara. Me miraba intensamente.

Yo respiraba con dificultad. Agitada, nerviosa. No quería… Sí quería.Nada que hacer. Pablo me había atrapado con sus encantos.

Besos…Sus labios húmedos y suaves contactaron con los míos. Y luego sulengua acarició la mía. Sentí una de sus manos en mi pelo y la otra en laespalda. Nos besamos una y otra vez. Al principio, fue bonito. Luego,apasionado. El airecillo frío me golpeaba travieso las mejillas que

estaban hirviendo. Ya no me dolía la cabeza, ni pensaba en Adrián. Nitan siquiera tuve en cuenta que estábamos en el instituto. Sólo sentía suboca. Y sus manos en mi espalda. Nunca, ni cuando éramos novios, mehabía hecho sentir tan especial. Por unos minutos me olvidé del mundo.Pero el mundo no se había olvidado de mí. El profesor de Matemáticas,alarmado por nuestra prolongada ausencia, salió a buscarnos. Y nos pillóen pleno beso. No tengo capacidad, ni memoria suficiente, para recordar todos los castigos que me han puesto en el instituto y en mi casa.¿Mereció la pena? No lo sé. Estoy hecha un lío. ¿Quiero a Pablo? ¿Megusta Adrián? ¿Los dos? ¿Ninguno? Menos mal que iba a pasar de los

chicos.

Continuará…¿Cuál de los dos chicos le gusta realmente a Laura? ¿Qué le quiso decir Adrián exactamente cuando la comparó con su ex? ¿Conseguirá Aliciaque el chico nuevo se enamore de ella? ¿Cuáles son los verdaderossentimientos de Pablo?

Capítulo 4Que lo de Pablo fue un enorme error del que estoy arrepentida. Si esque… ¡ya me vale! Lo peor no ha sido el estar encerrada en mihabitación sino todas las charlas que me han dado. En el desayuno, en lacomida, en la cena… He tenido que escuchar un montón de sermonessobre los chicos, el sexo y las relaciones entre las personas. Aunque loasumo: la culpa es mía por dejarme llevar y hacer algo que no tenía quehaber hecho. Al menos, no en ese momento.

Cotilleos y enfados…

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En este tiempo, los besos con mi ex han sido el tema de conversaciónpreferido por todos. Que un profesor te coja dándote el lote en el patio enlugar de estar en su clase es lo suficientemente morboso para que losrumores en el instituto se disparen. En los pasillos he notado miradas y

cuchicheos. ¡Qué vergüenza! Encima con lo roja que me pongo. La quemejor se lo está pasando con este asunto es Alicia. Al ser mi mejor amiga se ha apropiado de los derechos de la exclusiva. Y como aalgunos les da corte preguntarme directamente a mí, acuden a ella paraque les explique lo que pasó. ¡Cómo le gusta ser el centro de atención!Disfruta muchísimo. Ella siempre ha sido así, desde niña. Quiere ser actriz o presentadora de televisión, una profesión en la que la conozcamucha gente y se sienta admirada. Es muy extrovertida y le encanta quetodos estén pendientes de ella. Aunque, a veces, no lo consiga de lamejor manera. Recuerdo una vez, cuando éramos pequeñas, que

teníamos que representar una función de teatro en la fiesta de final decurso en el colegio: Caperucita roja. Las dos queríamos hacer el papelprincipal. Tuve suerte y me tocó a mí. Sin embargo, fue tal el berrincheque se llevó que al final cambiamos los papeles para que no llorara más.Alicia hizo de Caperucita y yo de árbol. Me dio las gracias y me dijo que,cuando fuera una actriz famosa, me regalaría lo que yo quisiese.Esperaré sentada. El que no se ha tomado tan bien todo esto ha sidoAdrián. Ha estado muy serio y un poquito distante conmigo. No hemoshablado mucho desde aquel día en el que sucedió todo. Ni siquiera ha

podido aclararme a qué se refería cuando me dijo que yo le recordaba asu antigua novia. Lo cierto es que no hemos estado a solas ni un solosegundo. Como he permanecido incomunicada en casa y en el recreome he quedado castigada esta semana, apenas hemos coincidido.Además, ya no me espera para regresar juntos después de clase. Creoque lo de Pablo le ha sentado fatal. ¿O no? Este chico me desconcierta.No sé si le gusto de verdad o no. Y lo que es más preocupante: no sé sime gusta tanto a mí. Sigo hecha un lío tremendo.

Una propuestaAnoche tuve un sueño en el que aparecía él. Estaba sentado en uncolumpio y se balanceaba lentamente. Yo lo observaba desde lejos ysonreía. Me apetecía sentarme en el columpio que estaba libre y charlar un rato con él. Sin embargo, mientras caminaba hacia allí, alguien se meadelantó y se colocó a su lado. Era una chica que se parecía mucho amí. Casi podría decir que era yo misma aunque no lo sentía así. Los dosempezaron a hablar y a reírse mientras se columpiaban. Se notaba unagran complicidad entre ellos, como si se conocieran de siempre. Fue muy

raro y debo reconocer que me puse triste. ¿Es eso normal? Yo qué sé.Estoy muy perdida en mis sentimientos. Mi situación me recuerda a esa

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canción de Robin que empieza: «Tengo dos amores a la vez…». Aunqueyo no sé siquiera si tengo uno. Lo de Pablo fue algo… ¿extraño? Pero ala vez, ¡increíble! He pensado mucho en él desde que nos liamos en elinstituto. También es que me he pasado horas y horas aburrida sola en

mi habitación sin nada que hacer. Quién sabe si lo nuestro puede volver a surgir o es una historia que ha finalizado del todo. ¿Ha cambiado deverdad? Ésa es mi gran duda. Conmigo el día que nos liamos, fue dulce,apasionado, atento. Pero sigue saliendo con los mismos chicos queantes. Los malotes del instituto. Y tontea demasiado con las chicas declase. O eso es lo que a mí me parece. Qué rabia cuando les pone esasonrisita tan suya. Uff. ¿Qué pretende? Si le doy una oportunidad quizáme lleve un chasco. No sé. Hoy ha pasado una cosa que me hace dudar de él todavía más. Era media mañana, después del recreo. El mismoprofesor que nos pilló besándonos en el patio estaba explicando algo en

la pizarra. Yo escuchaba medio dormida, con el codo apoyado en labarbilla, dibujando estrellitas y circulitos en mi cuaderno. Y, de repente,algo me sobresaltó. «¡Ay!». Alguien me había lanzado una bolita depapel que me dio en toda la cabeza y había caído al suelo. Miré a unlado y a otro hasta que descubrí que Pablo me observaba y se ponía undedo en la boca pidiéndome silencio. Luego, me guiñó un ojo. Consorpresa, me agaché y recogí el papel con sigilo. Desplegué la hojita y leílo que me había escrito: «Nadie besa mejor que tú. Quiero repetir. Entreclase y clase en el baño de chicas. ¿Te apetece?». ¡Me entró un

escalofrío tremendo! ¿Quería yo repetir? ¿Me apetecía? Sabía larespuesta.

¿Está jugando?Se me puso la piel de gallina al recordar sus labios suaves en los míos ysus manos rozándome la espalda. Sin embargo, no quería ni podíaarriesgarme. Si me volvían a cazar besándole en el instituto o en algunaotra parte, podía ir preparándome para una buena. Más rumores, máscastigos y… ¡más charlas de mis padres! Así que arranqué una página demi cuaderno y le respondí: «No es el momento. Tal vez otro día». Hice unapelotita con la hoja y, cuando el profesor no miraba, se la lancé. Pablo la

agarró con la mano, al vuelo, y la leyó. Pensé que pondría cara de fastidiopero me equivoqué. Sonrió y le comentó algo en voz baja al chico que sesienta a su lado, que soltó una carcajada. Eso no me gustó nada. ¿Qué lehabía contado? ¿Tenía que ver conmigo? Inmediatamente, cogió unbolígrafo azul, un papel y se puso a escribir en él. Esperaba que terminasepara recibir una respuesta. Lo miraba de reojo, pero Pablo pasaba de mí.Seguía centrado en el papel y en lo que estaba escribiendo. ¡Cuántotardaba! ¿Qué escribía? ¿El Quijote? Finalmente, acabó, hizo un repaso delo que había apuntado en la hoja y la arrugó hasta hacer una bola muypequeña. ¡Por fin! Estaba nerviosa por saber qué había escrito. Me di la

vuelta, ya sin tener en cuenta al profesor, y lo miré. En cambio, él no memiró a mí. Apuntó en otra dirección y le lanzó la bola de papel a ¡Susana! La

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tía más buena de la clase. Me quedé helada. La chica leyó la notita, sonrió yle respondió con otro mensaje en forma de bolita de papel. A cuadros. Missensaciones durante el resto de la mañana fueron contradictorias. Por unlado, me repetía a mí misma que había sido una estúpida por creer que levolvía a gustar a Pablo. Se había liado conmigo como podría haberse liado

con cualquiera. ¡Tenía que olvidarme de él ya! Pero por otro, me decía queno debía juzgarle sin saber lo que ponía en aquel papel. ¿Debía averiguarloo no era asunto mío? Me estaba volviendo loca. La penúltima clase fueinsufrible y la última se hizo eterna. Entonces, mientras recogía,inesperadamente, Pablo se acercó hasta mí. No venía acompañado yparecía muy alegre. Alicia, con una sonrisa pícara, me dijo que meesperaba fuera. Adrián se había marchado ya también, en silencio, sindespedirse.

¡Pillados!No quedaba nadie más. Solos, él y yo. Como aquel día en el patio. Comoantes cuando salíamos y nos divertíamos juntos. De nuevo, un escalofrío.¿Qué quería? Estaba nerviosa. Se sentó encima de mi mesa y me pidió queme sentara un momento con él. No sé por qué, pero le hice caso. Nohabíamos hablado casi nada desde que nos liamos. Escuchaba cómo micorazón latía deprisa. ¡Me iba a dar algo! Y entonces habló sonriente. Mecontó que lo de aquel día fue muy especial para él y que le apetecíarepetirlo conmigo si a mí también me apetecía. Que hasta se estabaplanteando pedirme volver a salir. Pero que si yo no estaba segura o no

quería que me comprendía y me respetaba. Lo oía embobada. Tanto que nome di cuenta de que cada vez estaba más cerca y de que sus labios teníanintención de contactar de nuevo con los míos. ¡Otra vez! Pero en estaocasión no hubo beso. Como quien se despierta de un sueño profundo, diun brinco al ver a alguien en el umbral de la puerta de la clase. Adrián habíaregresado. «Se me había olvidado el abrigo», comentó muy serio y semarchó de nuevo. Instintivamente, me puse de pie. Pablo también selevantó, pero no le dejé hablar más. Le di un beso en la mejilla y me fui acasa sola. Sí, el castigo ha terminado, pero mis dudas, mis preguntas y misindecisiones continúan muy presentes.

Continuará…¿Cuál de los dos chicos es el que realmente le gusta a Laura? ¿Qué poníaen el papelito que Pablo le mandó a Susana? ¿Se habrían besado otra vezde no haber aparecido Adrián? ¿Conseguirá Laura resolver por fin todassus dudas?

Capítulo 5Pero hoy no soy demasiado objetiva. Aunque hace frío, no sopla el vientohelado que hemos sufrido a lo largo de este invierno. Es una noche para

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enamorados y para enamorarse. Y yo… ¿Estoy enamorada? ¡Quésábado más extraño! Y ha terminado de una manera inesperada… Másde lo que podía imaginar. Ha sido… No me salen las palabras paradescribir mis sentimientos y sensaciones. ¡Son tantas y tan distintas!

Pero comenzaré por el principio.

Tarde de ¿chicas?Tras pasarme unos días encerrada en casa por el castigo que mis padresme habían puesto después de que mi profe me pillara besando a Pablo,me apetecía salir. Tenía muchas ganas de ir al centro, ver una peli en elcine y comerme una hamburguesa de ésas enormes con patatas paracenar. No soy de las que hace esto muy a menudo, pero hoy me ha

tentado la propuesta de Alicia. A mediodía, mi amiga me llamó al móvil yme dijo que qué me parecía una tarde juntas. Me iba a negar, pero mesorprendí a mí misma contestándole que aceptaba y preguntándole lugar y hora. ¿Las dos solas? Sí. O al menos, eso fue lo que me hizo creer. Sinembargo, cuando llegué al sitio en el que habíamos quedado, al queencontré esperando fue a Adrián. Intenté disimular mi sorpresa, aunqueno sé si lo conseguí. Lo saludé y él me respondió con frialdad. Apenascruzamos cuatro palabras. Seguía molesto conmigo, como durante todala semana. Desde que ocurrió lo de Pablo, ha mostrado esa actitud.Pero… ¿qué hacía él allí? ¿Íbamos a salir juntos? Enseguida obtuve una

respuesta afirmativa, porque Alicia apareció inmediatamente gritando.Haciéndose notar, como siempre. Nos dio dos besos a cada uno y sepuso a hablar como una loca, a decir lo bien que nos lo pasaríamos lostres esa tarde. No paraba ni un segundo. Se le notaba nerviosa y mástarde descubriría el por qué. Comenzamos a caminar por el centro. Nosdetuvimos en numerosas tiendas en rebajas y escaparates llenos deprendas a mitad de precio. Aspiramos el olor a gofres y a castañasasadas. Vimos a muchísima gente caminando sin prisas y más arregladaque en un día normal. Así es un sábado por la tarde en la gran ciudad.

Ambiente ideal para desconectar de la rutina y olvidar los malos tragosde la semana. Sin embargo, yo no estaba cómoda. La situación no era lamás agradable para mí, ya que Adrián y Alicia conversaban entre ellos yme dejaban un poco de lado. ¿Habría algo entre los dos? Según él, laúltima vez que hablamos, ella era sólo una amiga y no le gustaba de otraforma. Pero por lo que estaba viendo en ese instante, parecían máscompenetrados y cercanos el uno con el otro. ¿Había cambiado deopinión? Los tíos son así. No hay quién los entienda. Aunque nosotrastambién tenemos lo nuestro. Si no, cómo explicar aquellos celos que meestaban invadiendo por dentro. No soportaba tanta risita y tanta

complicidad entre ellos.

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El plan de AliciaQuería salir para pasármelo bien con mi amiga, no para sujetarle los

candelabros. Llevada por un impulso incontenible, agarré a Alicia por lamano y salí corriendo con ella hacia el cine al que íbamos a ir en el finalde la calle. «¡Tú compra las palomitas!», le grité a Adrián, que se quedóinmóvil, sorprendido por mi reacción. Creo que ninguno de los dos se diocuenta de por qué hice eso. Aparentemente, fue un gesto infantil ydivertido. Pero la realidad era muy distinta. Me seguía gustando Adrián. Yverlo tan cariñoso y atento con mi amiga me fastidiaba. El problema eraque hacía dos horas había hablado por el MSN con Pablo. Y missensaciones con cada una de sus palabras eran las mismas. Estuvimos

charlando de todo un poco, riéndonos, intercambiando iconos… En lasoledad de mi habitación, sonreía, suspiraba y me convencía a mí mismade que Pablo había cambiado. Tal vez lo nuestro sólo había sido undescanso. Una pausa de ésas que hacen algunas parejas para aclarar loque sienten de verdad. Sin embargo, ¡Adrián también me gustaba!Entonces, ¿a cuál de los dos prefería? Sabía que me estabacomportando como una cría, pero era incapaz de aclararme. Aunque lomás curioso de todo es que no estaba ni con uno ni con otro. En la colapara comprar las entradas, Alicia me hizo una confesión. Cambió suactitud habitual y tímidamente, casi me susurró el motivo de aquella cita

para tres: se iba a declarar a Adrián y quería que yo le echara una mano.Me quedé con la boca abierta. Según me contó, había tenido sus dudas,porque no estaba segura de los sentimientos del chico hacia mí. Aquelcorazón con la «L» dibujada en su cuaderno que vimos antes de Navidadaún le hacía sospechar. Pero después de que se besaran en la

 juguetería y de que yo me liara con Pablo, con el que creía que formabauna muy buena pareja, decidió contar conmigo para intentar conquistar elcorazón de Adrián. Y qué mejor que salir los tres juntos un sábado por latarde.

Capítulo 5Entre el amor y la amistad

Me sentía utilizada. Mi amiga sólo me había llamado para que la ayudaraa ligarse a un tío que, curiosamente, también me gustaba a mí. Uff. Lepregunté que por qué aquello no lo hacía ella solita, que era ya mayor yque yo allí no pintaba nada. Quizá fui un poco borde, pero es que estabafuriosa. Alicia se puso muy seria y me pidió perdón. Mientras pagábamoslas entradas, me explicó que no sabía cómo actuar con él y que tenía

miedo de que si yo no iba, Adrián se hubiera negado a ir con ella sola.Resoplé. La entendía. Aunque no por eso dejaba de estar molesta. Sin

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embargo, traté de serenarme y le di un abrazo. Casi se pone a llorar yuna vez más me pidió disculpas. Pobrecilla. Me daba pena verla así.Alicia es mi mejor amiga y, aunque a veces haga cosas con las que noestoy de acuerdo, la quiero mucho. Un tío no debía ser un obstáculo

entre ambas. Sin embargo, aquel chico nuevo en la ciudad había logradocrear, sin quererlo, un conflicto tras otro entre las dos. Adrián llegó pocodespués cargado con tres grandes bolsas de palomitas. Me fijé bien enél. ¿Qué tenía para gustarnos tanto a Alicia y a mí hasta el punto dehabernos enfrentado? Cruzamos miradas y sentí un escalofrío. Sonrió yyo, como una tonta, le sonreí. ¿Era una señal de paz? La sala del cineestaba ya a oscuras cuando entramos. La película no había empezadopero sí los trailers previos. Nuestra fila era la úndecima. Adrián se sentóen la butaca del centro y nosotras, cada una a un lado. Alicia a suizquierda y yo a la derecha. Entonces se me pasó por la cabeza algo. ¿Y

si mi amiga decidía que aquel era el momento para lanzarse? No lo creíaposible, pero rezaba para que no se liaran delante de mí. No prestéatención al principio de la película. Sólo escuchaba el ruido de laspalomitas y el sorbo de los refrescos. Estaba muy tensa y me negaba amirar hacia mi izquierda, aunque me moría de curiosidad por saber siAlicia había dado un paso adelante, cogiéndole la mano o apoyando lacabeza en su hombro. Si eso era así, lo siguiente podrían ser besos. ¡Meestaba volviendo loca! Así que cerré y abrí los ojos un par de veces confuerza, suspiré e intenté concentrarme en la pantalla. Lo logré durante

unos minutos hasta que… La sala permanecía en silencio, salvo por unaparejita que se besuqueaba cinco filas delante de nosotros. Eran besosdemasiado escandalosos. Además, a ella se le escapaba alguna que otrarisa bastante imprudente. No me había dado cuenta hasta entonces, peroaquella chica me resultaba familiar…

Una dura traiciónDe repente, se giró porque alguien le estaba llamando la atención y la vi.

¡Susana! ¡Qué coincidencia! Pero la casualidad no acababa ahí. Misorpresa fue aún mayor cuando el chico con el que estaba también sedio la vuelta y observé que con el que se estaba liando la tía más buenade mi clase era… Pablo. No pude contenerme. Me levanté de mi asientoy bajé hasta la fila seis. Ellos no me vieron hasta que puse una mano enel hombro de mi ex novio para llamar su atención. Pablo me miróestupefacto y, sin que le diera tiempo a decir nada, recibió un grantortazo en plena cara acompañado de un insulto. Me hice daño en lamano, pero más dañado tenía el corazón. Salí corriendo. Quería huir deallí. Me sentía engañada y humillada. Sin decir nada a mis amigos, me

marché del cine. Las lágrimas bañaban mis ojos y mis mejillas. Estabatan enfadada que no me percaté de que el semáforo estaba en rojo. Iba a

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cruzar, pero una mano me agarró con fuerza por la camiseta y tiró de míhacia la acera. Cuando me di cuenta estaba cautiva en los brazos deAdrián que me miraba con dulzura. ¡Me quedé hipnotizada! No podíaseparar mis ojos de los suyos. Y sin pronunciar ni una sola palabra,

apoyé mi cabeza en su pecho y descargué toda mi rabia en un llantoamargo y profundo. Lloré y lloré, hasta que mi amigo me sujetódelicadamente la barbilla, alzó mi cabeza hacia el frente y me besó conpasión en los labios. Todo eso, delante de Pablo y de Alicia que tambiénhabían salido en mi busca…

Continuará…¿Se decidirá finalmente Laura por Adrián? ¿Cómo se han tomado Alicia y

Pablo aquel beso? ¿Fue realmente amor? ¿Qué pasará entre losprotagonistas?

Capítulo 6Me acusó de traidora y de muchas cosas más. No se podía creer quehubiera besado al chico que le gustaba justo el día en el que iba adeclararse. Yo la miraba, pero no sabía qué decirle. Intentaba explicarleque aquello no había sido cosa mía, pero sólo me salían palabras sueltasy sin sentido. Tartamudeaba nerviosa. Empecé a notar cómo mis ojosvolvían a humedecerse. ¡La presión del momento me estaba superando!

Adrián tampoco decía nada. Aguantaba como podía los constantesinsultos de Pablo y observaba con cierta tristeza la bronca que mi amigame estaba echando. Para él tampoco fue sencillo. Sin embargo, cuandomás tensa estaba la situación, hizo algo que ninguno esperábamos.Cogió de un brazo a Alicia, la miró a los ojos fijamente y le confesó que aella sólo la quería como amiga. Lo sentía mucho, pero la que realmentele gustaba era yo. Fueron sólo unos cuantos segundos pero se hicieroneternos. Cada palabra era una sentencia. Cuando el chico terminó dehablar, los cuatro nos quedamos en silencio. La gente caminaba anuestro lado en el centro de la ciudad y nos observaba curiosa. Pablo fueel primero en reaccionar. Dio una patada a una piedrecita que había en laacera, se dio la vuelta y se marchó silbando con las manos dentro de losbolsillos del pantalón. Le entendí un «Tú te lo pierdes» y reconocí en sucomportamiento al chico de las últimas semanas. Al mismo chico.

Una amiga heridaPara él, todo aquello había sido un juego. No me quería, sólo pretendía

pasar un buen rato conmigo de vez en cuando. Y quizá si no lo hubierapillado liándose con Susana en el cine, no me hubiera dado cuenta

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nunca. En ocasiones, las casualidades son las que marcan tu futuro. Nosabes el motivo, ni por qué pasan, pero de buenas a primeras chocascon algo de improvisto y lo que en un minuto era de una manera, alsiguiente lo es de otra. Así de caprichoso es el destino. Y aunque me

dolió verlo con la tía más buena de mi clase, más me hubiera dolido darleuna oportunidad y enterarme luego de que, en realidad, no habíacambiado. Cuando mi ex novio se fue, Alicia se dirigió cabizbaja hasta unbanco. Se sentó y se puso las manos en la barbilla. Pensativa. Me dabamiedo sentarme con ella, pero Adrián me hizo un gesto cómplice y acudícon él a su lado. No nos miró. Balbuceaba frases ininteligibles en vozbaja y movía de un lado para otro la cabeza. En ese instante, ¿qué sesuponía que debía hacer? ¿La abrazaba y le pedía perdón por lo quehabía hecho? ¿O me quedaba callada esperando que reaccionara? Alverla así, comencé a arrepentirme un poco del beso a Adrián. Sí, había

sido él quien se había lanzado, pero yo le seguí. No me aparté y tambiénlo besé a él. Me gustó. Me gustó mucho que me besara de esa forma. Yme sentí bien. Arropada, protegida, incluso querida. Pero Alicia estabatan mal… Una vez más, fue Adrián el primero en actuar. Le insistió a miamiga con dulzura para que lo mirase. Ella, al final, accedió sin ningúnentusiasmo. Estaba muy seria. Pero él sonrió y le expuso sus verdaderossentimientos. Me sorprendió su tranquilidad al hablar. Comenzódiciéndole que era una chica estupenda, un sueño para cualquiera, peroque él sólo la veía como una gran amiga. Le dijo tantas cosas bonitas

que casi me puse celosa. Yo callaba y escuchaba. Asentía con la cabezaa todo cuanto Adrián afirmaba de Alicia. Me seguía resultando difícilmirar a los ojos a mi amiga que resoplaba una y otra vez. Finalmente, losdos sonrieron por una broma que él le gastó. Y se fundieron en unabrazo. Luego Ali me abrazó a mí. Alcancé a ver lágrimas en su rostro.Me dio muchísima pena.

El desamor

Es muy duro que te rechacen. Yo lo sé bien. El desamor es una de laspeores cosas que existen en la vida. Tú pones todo de tu parte y teentregas por otra persona. Tu corazón se descontrola y no puedes hacer nada por evitarlo. Pero si esa persona no siente lo mismo que tú, elmundo se te cae. Todo se derrumba. Es tal la sensación de angustia queapenas te deja respirar. Y se forman esos nudos tan famosos en lagarganta y en el estómago. Pobre Alicia. Los tres nos pusimos de pie.Caminamos unos minutos por el centro en silencio. No había mucho másque decir. Aún era temprano para irnos a casa, pero mi amiga no teníaganas de nada más. Aunque intenté convencerla de que se quedase, no

quiso. Para ella, la tarde y la ilusión habían terminado. Se despidió denosotros y, después de una sonrisa triste, se marchó. Creo que una vez

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que sabía que no tenía nada que hacer con Adrián, prefería llorar ydesahogarse sola en su habitación. Me sabía muy mal verla así y noacompañarla, pero en ese momento lo mejor para ella era que no laagobiara.

Capítulo 6Beso revelador

Y entonces, mientras se alejaba, caí en algo: ¡estaba a solas con Adrián!Sí, era algo obvio, pero no me había dado cuenta de lo que esosignificaba. Me puse muy nerviosa. Me temblaban las piernas. ¡Y máscuando me cogió de la mano! Todo era como una especie de sueñoextraño. Caminaba cogida de la mano del chico que le gustaba a miamiga, al que hacía pocos minutos había besado, después de ver a mi exliándose con otra. ¿Seguro que no era un sueño? No, no lo era. Y si loera, me desperté de golpe cuando Adrián me preguntó si me podía besar de nuevo. Estábamos al lado de una fuente en una plaza llena de gente,aunque lo que más se escuchaba era el sonido del agua cayendo confuerza contra el fondo repleto de monedas. Yo, sin embargo, lo único queoía eran los latidos de mi corazón. No sé si llegué a responderle, pero nohizo falta. Quería que me besara y me besó. Las gotitas de agua quesalpicaban de la fuente mojaban mi pelo y mi cara, pero eso no era loque más escalofríos me provocó. Sus labios en mis labios, sus manos en

mi cintura, su cuerpo tan cerca del mío... Uff. En el beso, abrí los ojos uninstante. Él mantenía los suyos cerrados. Es una sensación tan increíblever al chico al que besas entregado a ti… Y me sentí feliz. Muy feliz. Enese momento, no pensaba en Alicia, ni en Pablo. En nadie. En nada.Sólo disfrutaba de él. De ese chico tímido, atractivo, inteligente. El mismoque llevaba una semana casi sin hablarme, que me había comparadocon su ex novia y que había despertado en mí un sentimiento que hastaentonces no había conseguido descifrar.

SMS misterioso¿Estaba enamorada de él? Difícil pregunta con difícil respuesta. Loestaba pensando mientras su boca y la mía continuaban unidas hastaque, de repente, uno de los chorros de la fuente se volvió loco y apuntódirectamente hacia nosotros. Yo grité y salí corriendo, agarrando aAdrián de la mano. Pero ya era tarde. Estábamos empapados de agua.Nos quitamos los abrigos, completamente mojados. Y pese al frío, nosreímos hablando de lo que acababa de pasar. Un nuevo beso. Éste más

cortito. Y más sonrisas. Me sentía como si fuese la protagonista de unapelícula de estas romanticonas. Sin embargo, algo sucedió que rompió la

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magia del momento. Adrián metió la mano en uno de los bolsillos de suabrigo y cogió su móvil para comprobar que no se había mojado. Me dijoque tenía un mensaje. Lo abrió y su cara cambió completamente alleerlo. No me reveló de quién era, ni lo que ponía, pero me dijo que tenía

que irse ya, que se había hecho muy tarde. Fue muy raro. Como vivimosuno al lado del otro, me acompañó a casa. Aunque fuimos de la mano,estaba como ausente. No hablamos mucho y empecé a preocuparme.¿Qué decía ese SMS para que aquel chico cambiara tanto? No queríasepararme de él. ¡Me daba miedo que al día siguiente, las cosas nofueran de la misma manera! Pero no podía hacer nada. ¡Malditomensaje! En la puerta de mi casa, Adrián se serenó de nuevo y regresóel chico sensible y tranquilo de siempre. Me dijo que lo había pasadogenial y que le gustaba. Que le gustaba muchísimo. Me puse muycolorada y esta vez fui yo la que se lanzó. Le rodeé el cuello con mis

brazos y lo besé intensamente. Fueron unos segundos preciosos que medejaron un gran sabor de boca. Lo peor fue verlo alejarse hasta su casa.Me miró una última vez y se dio la vuelta para ya no girarse más. Entréen mi casa y cerré tras suspirar varias veces. Ése ha sido mi sábado. Laluna sigue presidiendo la noche con toda su magnitud. Está preciosa. Yhay cientos de estrellas que la escoltan. No sé si estoy enamorada. Missentimientos ahora son muy fuertes, pero me da miedo sentir más.¿Debo ser más precavida? ¿Estará enamorado de mí o sólo le gusto unpoco? Adrián no es como Pablo, pero tampoco sé si debo arriesgarme

con él. ¿Y si me llevo otro palo? No quiero pasarlo mal por amor otra vez.No lo soportaría después de lo que mi ex me ha hecho. Creo que por esta noche no le daré más vueltas a la cabeza, aunque sé que será muydifícil no pensar en todo lo que ha pasado hoy. Me costará dormir. Perosi lo consigo y sueño, espero encontrarme con Adrián y que me trate yque me bese como lo ha hecho en la realidad.

Continuará…

¿Se harán novios Laura y Adrián? ¿Cómo afectará lo que ha pasadoentre ellos a la relación con Alicia? ¿Qué decía y quién le ha enviado elSMS al chico? ¿Se ha rendido Pablo definitivamente?

Capítulo 7¿Es cosa del destino? En este caso, creo que más bien ha sido cosa demi madre. Hoy me levanté bastante tarde. Tenía mucho sueño porqueanoche me costó dormirme. Normal. Los besos con Adrián, la pillada aPablo, el enfado de Alicia… Todo pasó muy deprisa y de una formainesperada. Demasiadas cosas en mi cabeza. Por mucho que le

ordenaba a mi mente que descansara, ésta era incapaz de relajarse. Nicontando ovejitas, ni escuchando música tranquila… Nada. Imposible.

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Me dormí cerca de las cuatro de la madrugada. Así que hasta las once ymedia no me he levantado.

Comida familiarMientras desayunaba, mi madre me contó que ayer habló con Eva, lavecina. Sí, la madre de Adrián. ¿Mi suegra? Suena muy raro llamarla así.Soy muy joven para tener suegras. Sin embargo, si empiezo a salir conél, esa señora se convertirá en eso. ¿No? El caso es que las dosconversaron animadamente y decidieron que hoy comeríamos lasfamilias juntas. ¡Día de paella en el jardín! Por un momento, pensé enque esto podría parecer la típica comida familiar planeada entre lospadres del novio y de la novia. Pero cuando Eva y mi madre hablaron ni

siquiera nos habíamos besado. ¡Qué casualidad! Justo el día después deliarnos, ya tenía que comer con su familia. Raro, ¿no? A decir verdad,tampoco era tan mala idea. Podría volver a estar con Adrián. Aunque nosabía exactamente cómo comportarme. Después de lo de ayer, ¿éramosnovios? Lo estuve pensando el resto de la mañana. Y sólo estaba segurade una cosa: fuéramos lo que fuéramos, mis padres y los suyos nopodían enterarse de nada. Cuando sonó el timbre de mi casa, me pusemuy nerviosa. Mi madre me gritó que abriera y yo corrí hasta la puerta,no sin antes tropezar con una doblez de la alfombra y casi estrellarme decabeza contra el suelo. ¡Qué torpe! Por esto, cuando abrí, estaba

colorada, una vez más, como un tomate. ¡Con lo mona que me habíapuesto! Había sacado del armario un vestido precioso, blanco, que mellega por las rodillas. Tal vez un poco fresco para la época del año en laque estamos. ¡Pero para gustar hay que sufrir! Adrián estaba muy guapo.Vestido totalmente con ropa vaquera azul. Me sonrió al verme y me diodos besos, el segundo de ellos un pelín más largo. Luego, su madre y supadre, que me saludaron con mucha efusividad. Qué simpáticos. Mispadres llegaron enseguida y los besos y abrazos se prolongaron. Losseis salimos al jardín. ¿Por qué siempre son los hombres los que

preparan la paella de los domingos? Es una ley no escrita que se cumpleuna vez tras otra. Así que mi padre, Adrián y Arturo, su padre, sepusieron manos a la obra. Mientras, mi madre, Eva y yo nos encargamosdel resto de cosas.

Amor escondidoY entonces comenzó el bombardeo de preguntas. Parecía un concurso.Mi futura suegra preguntaba y yo respondía. ¿Cómo me iba en clase?

¿Qué quería estudiar cuando fuera mayor? ¿Qué pensaba de esto o deaquello? Y la pregunta clave. Llegó tras una sonrisilla maligna: ¿no hay

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ningún chico que te guste? Mi madre y yo nos miramos antes decontestar. ¿Qué le decía yo a esta buena mujer? ¡Y delante de mi madre!Dudé, tartamudeé y mentí: no. No había ningún chico que me gustara.Creo que nadie me creyó. Además, mis mejillas me delataban. Pero al

menos, en esta ocasión, me libré. El interrogatorio terminó porque loshombres nos llamaron: la comida estaba lista. Me senté junto a Adrián.Era lo que llevaba esperando desde que llegaron. Había planteadoinventarme cualquier excusa para que subiera a mi habitación. Perohubiera sido gastar un cartucho demasiado pronto. Así que me aguantélas ganas de estar a solas con él. Teníamos que hablar. Pero aún no erael momento adecuado. Es muy extraño estar al lado de la persona que tegusta y hacer como si nada. Nos rozamos un par de veces con losbrazos y nuestras manos coincidieron por casualidad en la cestita demimbre del pan. Fue un momento muy especial. Aunque parezca poca

cosa, el simple contacto con sus dedos me puso nerviosa y me provocóescalofríos. En ese instante, me entraron unas ganas enormes debesarle. Y creo que a él también le pasó. Pero nos contuvimos

Capítulo 7Por fin a solas…

En la mitad de la comida descubrimos un nuevo método de contacto: por debajo de la mesa, con los pies. Hicimos «piececitos» un rato, hasta que

le di sin querer una patada a su padre. ¡Qué vergüenza! ¿Alguna vez seme curará el ser tan torpe? Creo que sé la respuesta. Por mi culpa, senos cortó el rollo, aunque Adrián se estuvo riendo un buen rato. A pesar de que es un chico bastante callado y, en ocasiones, excesivamenteprudente y tímido, cuando sonríe se le ilumina la cara. Y si serio esguapo, riendo es… perfecto. Mis ganas de besarle aumentaban cadaminuto y entonces ya no lo soporté más. Le propuse subir a mi habitaciónpara que escuchara una canción que había descubierto hacía poco. Lehablé entusiasmada del «Solamente tú» de Pablo Alborán. Él accedió asubir a mi cuarto, pero cuando estábamos poniéndonos de pie, mi madrenos dijo que esperáramos, que el postre estaba listo: una mousse delimón que llevaba toda la mañana preparando. Uff. Qué mala pata. Ledije que no me apetecía pero insistió tanto que no nos quedó másremedio que quedarnos. ¡Vaya fastidio! ¡Yo quería otro postre! Nosvolvimos a sentar y aguardamos pacientes nuestro momento. Aunque lamousse de limón estaba riquísima, deseaba con todas mis fuerzas quenos dieran permiso para levantarnos. Miré a mi madre a los ojos cuandome tomé el último trocito de postre y ésta hizo un gesto con la manocondescendiente. ¡Nos podíamos ir! Casi agarro a Adrián por la mano,

pero me controlé. Retiré la silla de la mesa con cuidado, me puse de piedespacio y, sin mirar hacia atrás, entré en la casa. Supuse que él vendría

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detrás de mí. Y así fue. Oía sus pasos cercanos. Hasta que llegó a mialtura y los dos caminamos hacia mi habitación. Y de nuevo me pusenerviosa. Iba a estar a solas en mi cuarto con el chico que me gustaba.¡Madre mía!

¡Otro?SMS!Afortunadamente, durante la mañana, previendo que podría pasar lo queestaba pasando, arreglé mi dormitorio. Todo estaba bien guardado yrecogido. Incluso olía a vainilla, gracias a una vela perfumada queencendí después de desayunar. El ambiente era ideal, pero yo estabatemblando. Y más cuando Adrián se sentó en mi cama. Sonrió, como élsuele hacerlo, y me invitó con la mano a que me sentara junto a él. Me

hice un poco la remolona, pero terminé a su lado. Sonriente, me preguntópor esa canción de la que le hablé. No sabía a qué se refería hasta quecaí en la cuenta. Me incorporé y busqué en mi portátil el tema de PabloAlborán. Play. El piano sonaba y yo regresé a la cama con él. Sus ojosme miraban con dulzura. Me moría por besarle. El corazón me latía a milpor hora. Traté de disimular mi ansiedad y mi nerviosismo. Él parecíamuy tranquilo. Como si estuviese acostumbrado a situaciones de esetipo. Tomó la iniciativa y me puso una mano en la rodilla. Luego, seinclinó despacio y me acarició el pelo. Lo tenía muy cerca. Su rostro yase encontraba a sólo unos cuantos centímetros del mío. ¿Quería él ese

beso tanto como yo? Lo intuía. Lo sentía. Y lo experimenté. Sí, lo quería.Y fue muy bonito. Sentir de nuevo sus labios en los míos. Increíble. Medejé llevar por sus besos, olvidándome de todo. No me importaba quemis padres estuviesen abajo con los suyos. Ni que fuéramos o nofuéramos novios. Sólo me preocupaba una cosa: su boca, que danzabacon la mía en un baile continuo y preciso. Volaron los nervios, losmiedos, la incertidumbre. Tenerle ahí, conmigo, era todo lo quepretendía. Lo que buscaba y había encontrado. ¿Magia? Sí, era algo asícomo magia. Un sueño del que no quería despertar… pero del que

desperté. Un sonido, que me resultaba familiar, irrumpió en nuestraintimidad. Adrián tenía un mensaje en el móvil. ¡Qué oportuno! Esto hizoque se detuviera, aunque intenté que se olvidara de él. Estábamos tanbien. Sin embargo, no tuve éxito. Se disculpó y sacó su teléfono de unode los bolsillo del pantalón. Resoplé al verlo leer aquel SMS. Como ayer,su expresión cambió. Y como ayer, me comentó que tenía que irse. ¡No!¿Por qué? No me dio explicaciones. Un último beso en la mejilla y adiós.Observé indignada cómo abría la puerta de mi habitación y se marchaba.¡Qué rabia! Estaba realmente enfadada. ¿Qué era tan importante paradejarme allí tirada? Cuánto misterio. Y no me gustaba nada. Me levanté

de la cama refunfuñando, apagué la música y bajé al jardín. Mis padres ylos suyos seguían riendo y hablando. Yo ya no tenía ganas de reír. Me

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senté con ellos y aguanté impaciente a que Adrián se dignara a darme unbuen motivo por el que se había marchado. Pero por más que miré mimóvil y revisé el ordenador durante toda la tarde, no recibí ni una solarespuesta. ¿Dónde se había metido?

Continuará…¿De quién recibe los SMS Adrián? ¿Dónde se habría metido el chicotoda la tarde? ¿Afectaría lo que pasó a su relación con Laura? ¿Qué leestá ocultando Adrián a ella?

Capítulo 8Y eso he hecho. He cogido una libreta, un bolígrafo de tinta azul y me hetumbado en la cama dispuesta a dejar libres cada uno de mispensamientos. Ha resultado, ya que durante varios minutos no he dejadode escribir ni un instante. Uff. Lo necesitaba. Para qué nos vamos aengañar, no estoy bien. Nada bien. Y es que las cosas han cambiadomucho en tan sólo un día.

Desaparecido…

Cuando me desperté esta mañana, lo primero que hice fue mirar el móvilpor si Adrián me había dejado algún mensaje o me había llamado. Nada.Ayer desapareció después de recibir aquel SMS y no volvió a dar señalesde vida. Somos vecinos, ¿debería haber ido a su casa a preguntar qué lehabía pasado? Quizá. Pero todavía no me había quedado muy claro quééramos y qué derechos y obligaciones tenía con él. Así que me aguantéy me fui a la cama triste. Hasta me entraron ganas de llorar. Me gustamucho ese chico y que se marchara así, sin dar explicaciones y novolviera a llamarme, me afectó de verdad. Observaba el móvil cada dosminutos deseando que sonara, que fuera él. Qué sensación de angustia

tan enorme. Me preguntaba qué estaría haciendo, por qué no se poníaen contacto conmigo. ¿No lo habíamos pasado bien juntos? ¿No memerecía algunas respuestas? Yo creía que sí. Aunque no fuéramosnovios todavía. Aunque sólo fuéramos compañeros de clase con lossentimientos confusos. Aunque fuéramos amigos y nada más. Perodespués de lo que había ocurrido entre ambos durante el fin de semana,lo menos que me merecía era una llamada. Sin embargo, ésta no seprodujo. Esta mañana, mientras me dirigía hacia el instituto, deseaba contodas mis ganas encontrármelo en el camino. Abrazarle, besarle. Cogerle

de la mano y reírnos en silencio. No reprocharle nada, sino simplemente,seguir con lo nuestro. Nuestra historia. Soy tonta, lo sé. Pero mis

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intenciones eran ésas. En cambio, ni rastro de Adrián. ¿Estaría ya enclase? No. No estaba.

A escondidasY tampoco asistió a la primera hora. Ni a la segunda. Ni apareció en latercera. Ahora sí, empezaba a preocuparme de verdad. ¿Y si le habíapasado algo serio? Estuve a punto de marcharme en el recreo, perotampoco tenía demasiado sentido que lo hiciera. ¿Cómo iba a justificar mi falta de asistencia? Entonces y, aunque está prohibido usar losteléfonos en el recreo, decidí llamarlo. Me escondí en el gimnasiodespués de asegurarme de que no había nadie. Y lo llamé. Dos, tresveces. Me estaba volviendo loca. Siempre la misma respuesta. El

número al que estaba llamando estaba apagado o fuera de cobertura.¡No me lo podía creer! Adrián se había esfumado. Había desaparecidode la tierra. Sentada en una montaña de colchonetas, le daba vueltas a lacabeza. Intentaba buscar algo que se me hubiera pasado por alto. Era talmi locura que hasta me planteé las posibilidades más surrealistas. ¿Lohabían abducido los extraterrestres? ¿Se había fugado de casa? ¿Y siAdrián realmente no existía y era todo fruto de mi imaginación? No.¡Todo aquello era imposible! Y yo me estaba volviendo loca de verdad.Retrocedí en el tiempo y analicé la situación. Y la conclusión a la quellegué es que las dos veces que Adrián desapareció y se comportó de

manera extraña fue tras recibir aquellos misteriosos mensajes en elmóvil. Ahí estaba la clave. ¿Quién se los enviaría y qué dirían? En esasreflexiones estaba cuando la puerta del gimnasio se abrió. Rápidamente,me levanté y me escondí detrás de la montaña de colchonetas. Lo únicoque me faltaba es que el profesor de Educación Física me pillara allí enla hora del recreo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no era una,sino dos personas las que entraron. Se reían y hablaban en voz baja. Yluego… ¿Besos? ¿Aquello era lo que parecía? ¡Sí! ¡Una pareja se habíametido en el gimnasio para enrollarse allí dentro! Rezaba para que no

vinieran a las colchonetas. Si algo lo deseas mucho se supone que secumple. O no. Porque la parejita no tuvo en cuenta mis súplicas y sedirigió exactamente hacia donde yo estaba. ¡Madre mía! ¡No queríapresenciar nada de lo que no estaba invitada a presenciar! Me di lavuelta y me tumbé en el suelo para que no me vieran. Los chicos, sinningún tipo de pudor, se echaron en la colchoneta de arriba ycomenzaron a besuquearse. Y yo al lado, tumbada y muerta devergüenza. ¡Qué marrón tan grande! ¿Duraría mucho aquella fiesta? Eltimbre que anunciaba el final del recreo no tardaría en sonar. Cerré losojos y volví a rezar. En esta ocasión imploré para que sólo hubiera

besos. Que no pasaran a la siguiente fase, por favor. Mi vida estaríamarcada para siempre por aquella pareja si decidían dar un paso más.

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Pero afortunadamente, el timbre sonó. ¡Salvada!

Capítulo 8

Todos contra mí Los chicos se dieron los últimos besos y, riendo, se levantaron. Menosmal, fin a la pesadilla. Aunque en ese momento, que ya no había peligro,sentí curiosidad por saber de quienes se trataba. Muy despacio me fuiincorporando y me asomé por uno de los lados de la montaña decolchonetas. Y entonces, me quedé blanca. Mira que eso es difícil,porque mis pómulos siempre están sonrosados. Menuda sorpresa… Elchico era nada más y nada menos que mi ex: Pablo. Se estaba peinandocon las manos cuando lo vi. Sonreía y resoplaba jadeante. Y ella… ¿lachica del cine? No. No era Susana, la tía más buena de mi clase. Ojalá lohubiera sido. Sin embargo, a quien descubrí metiendo la mano en elbolsillo trasero del vaquero de Pablo fue a Alicia. Alicia y Pablo… ¿Cómome podían hacer algo así? Mi mejor amiga y mi único ex novio. El chicoque hasta hace dos días me hacía dudar si lo quería y la chica que sabíatodo de mí, con la que había compartido tantas cosas en estos años.Tardé en reaccionar. Hasta tal punto que perdí la siguiente clase. A lo deAdrián había que sumar lo que acababa de ver. No comprendía nada.¿Desde cuándo se liaban esos dos? ¿Era una venganza por lo delsábado? ¿Estaban saliendo o sólo era un rollo ocasional? Bah, qué mas

daba. Yo no tenía derecho a juzgarlos. Aunque me hervía la sangre, nopodía prohibirles que estuvieran juntos. Si se querían, era su problema.Sí, un gran problema, porque aquella relación no tenía ningún futuro.Sabiendo como es uno y como es la otra, no durarían nada. La horapasó. Mi estado de ánimo estaba por los suelos. No puedo negarlo. Perodebía volver a clase. Tal vez, Adrián estaría ya allí. Eso me daría ánimos.Y con ese mínimo de esperanza salí del gimnasio y regresé a mi aula.Nueva desilusión. El chico del que me estaba enamorando seguíadesaparecido. Su asiento estaba vacío. Alicia me miró desconcertada alverme. Como el profesor ya había entrado en clase, no pudimos hablar nada, pero con gestos, me preguntó que dónde me había metido. No lerespondí y giré la cara hacia otro lado. Estaba muy enfadada y tambiénpreocupada, así que permanecí toda la hora comiéndome la cabeza.Adrián, Pablo y Alicia… Todos se habían puesto en mi contra. ¡No era

 justo!

¡Lo que me faltaba!

Quería gritar, explotar. Decirle a todos que no se rieran de mí. Yo nohabía hecho nada malo. Alguien tenía que pagar mi rabia. Y fue… mi

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amiga. Alicia se acercó en el último intercambio de clase. Quiso saber dónde me había metido en la hora que había faltado. No le respondí alprincipio, pero cuando me dijo que si me pasaba algo, que no teníabuena cara… no me pude contener. Le solté todo lo que había visto en el

gimnasio y le grité que si aquello era una especie de venganza. Hasta leinsinué que ella se había convertido en el segundo plato de los chicosque yo no quería. Ella no respondió nada. Se marchó a su asiento ensilencio y permaneció el resto de la clase mirando hacia ninguna parte.Qué mal me sentí. Me fui arrepintiendo de todo lo que le había dicho encada minuto de la siguiente hora. ¿Cómo había podido hablarle de esamanera? Y lo peor fue que no pude disculparme. Al sonar el timbre, miamiga salió corriendo y no me dejó que me acercara. Había metido lapata una vez más. Y esta vez era grave. Pero la mañana y lossobresaltos no habían terminado. En el camino de vuelta a casa, lo vi. Sí,

era él. Estaba sentado en un banco del parque cercano a casa. ¡Adrián!¡Por fin! Pero no estaba solo. Una chica muy guapa lo acompañaba. Losdos estaban hablando, muy juntos. Como una pareja. ¿Qué hacía? Ya nosabía qué sentía. Estaba confusa, triste, cansada de todo y de todos…pero saqué fuerzas y me acerqué hasta ellos. Quería una explicación.Suspiré, me subí la mochila y apreté los dientes. Antes de llegar hastaellos, grité su nombre. ¡Adrián! Él me miró y ella también. La observémás de cerca. Era una chica preciosa, pero lo más curioso es queaunque no la había visto en mi vida, me resultaba algo familiar.

Enseguida supe el motivo. Aquella chica se parecía a mí. Por tanto, nopodía tratarse de otra que de Lidia, la ex del chico que me gustaba.

Continuará…¿Es realmente aquella chica Lidia, la ex novia de Adrián? ¿Qué haceallí? ¿Pablo y Alicia están juntos? ¿Conseguirá Laura que su amiga laperdone?

Capítulo 9Sin nadie más que te moleste. Te evades del mundo, refugiándote bajounas cuantas gotas de agua que, a presión, golpean tu cuerpo demanera incesante. Te relajas e intentas no pensar. Cierras los ojos ynotas el calor en tu piel, cómo se empapa tu pelo… Y evitas pensar. «Nopienses, no pienses…». ¡Imposible! Ni bajo la ducha he logrado hoydesconectar. Y que no se diga que no lo he intentado. Incluso he cantadovarios temas de Maldita Nerea y Despistaos. Mal, muy mal, porquedesafino muchísimo. Pero cuando estaba entregada al «Caricias en tuespalda», me he puesto a llorar como una tonta. ¿Por qué me ha tenido

que pasar a mí? El encuentro con Adrián y su ex novia me ha marcadodemasiado. Lidia es tan… tan… perfecta. Con esos ojos tan azules y ese

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pelo tan bien cuidado. Nos parecemos un poco, sí. Pero ella es la versiónmejorada de mí. Después de clase, los vi juntos. No me lo quería creer.Enseguida, supe quién era aquella chica. No podía ser otra. ¿Ella habíasido la responsable de la ausencia de Adrián desde ayer por la tarde y la

que le había mandado los mensajes al móvil? Tenía que saberlo. Meacerqué hasta ellos, que me miraron en cuanto grité el nombre del chicoque me gustaba.

¡Pillados!Él se puso de pie, pero ni siquiera tuvo la intención de darme dos besos.Simplemente, me saludó con frialdad con la mano y me presentó a suacompañante. «Laura, ésta es Lidia». Me quedé helada. Intuía de quién

se trataba, pero ahora que me lo había confirmado, mis sensacioneseran más extrañas aún. Se me formó un nudo en la garganta y de loúnico que tenía ganas era de salir corriendo de allí. Sin embargo,aguanté inmóvil, de pie, le di dos besos y esperé acontecimientos. En lossiguientes segundos, ninguno dijo nada. Al menos, no lo recuerdo. Fueun instante tenso. Yo, por una parte, quería saber qué estaba pasando,pero por otra temía escuchar algo que me partiera el corazón. ¿Habíanvuelto juntos? Esa idea no dejaba de atormentarme. Para ser sinceros,no podía competir con aquella belleza. Era una de las chicas más guapasque había visto nunca. Sin embargo, lo que sucedió a continuación, me

sorprendió. Adrián y Lidia se despidieron y quedaron en llamarse mástarde. La chica me miró una última vez, sonrió con cierta tristeza y semarchó. «¿Damos una vuelta?», me preguntó Adrián cuando nosquedamos a solas. Asentí con la cabeza y comenzamos a caminar losdos juntos. Muy despacio. Como si quisiéramos parar el tiempo. Ojalá lohubiéramos hecho si eso hubiera significado quedarme a su lado parasiempre. Pero no se pueden conseguir las cosas que son imposibles y élme tenía que revelar lo que estaba pasando.

La explicación…Soplaba un poco de viento frío. Aunque lo que realmente me hizoestremecer fue cada palabra que salió de la boca de Adrián. Estabasereno y hablaba con la habitual tranquilidad con la que lo hacenormalmente. A pesar de que la situación no era sencilla para él, noparecía nervioso. «Entiendo que puedas estar enfadada conmigo…»,empezó a decir. «Pero ha surgido algo que me ha tenido ocupado estosdías. Lidia se ha escapado de casa». ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Preguntas y más preguntas invadieron rápidamente mi cabeza. Tantasque no era capaz de pronunciar ni una sola palabra. Bloqueada. Así que

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opté por quedarme en silencio, atenta a lo que Adrián me contaba.«Nunca se ha llevado bien con sus padres. Siempre están discutiendo.Nunca había ido a más, pero el sábado, después de una nueva bronca,decidió fugarse. Cogió un autobús, me mandó un mensaje al móvil y vino

a verme. Ella y yo, aunque ya no vivimos en la misma ciudad, seguimosen contacto. Pasó la noche en mi casa, en mi habitación, sin que mispadres se enteraran. Hablamos mucho y finalmente la convencí para quevolviera. Ella no quería pero accedió. Sin embargo, me engañó. Cuandoayer estaba en tu casa, me mandó un nuevo SMS en el que decía que nohabía vuelto y que estaba en mi cuarto llorando. Regresé con ella yestuvimos el resto del día juntos. Lidia no tenía intención de irse a sucasa. No sabía qué hacer. Me rogaba para que la ocultara en midormitorio un par de días más, pero cuando esta mañana le subía algode desayunar, mi madre la descubrió». Uff. Menuda historia. Estaba

asombrada. Una chica, de mi edad, que se escapa de casa y se fuga enbus hasta la ciudad en la que vive su ex novio. ¡Como en una película!Yo no sería capaz. Pero había más. La parte más importante de todas yen la que yo estaba implicada. «Cuando mi madre la pilló en midormitorio y después de contarle lo que sucedía, lo primero que hizo fuellamar a sus padres para tranquilizarlos. Ellos estaban muy preocupadose incluso habían ido a la policía para avisar de la desaparición de su hija.Lidia habló con ellos por teléfono y, llorando, les pidió disculpas.Prometió regresar esta tarde pero les insistió en que la dejaran estar 

conmigo el resto de la mañana. Dijeron que sí y mis padres también mehan dado permiso para no ir hoy a clase… Por eso no he ido al instituto.Lidia, además, tenía algo que decirme. Me ha contado que no se haolvidado de mí. Que nunca ha dejado de quererme y desea quevolvamos a ser novios. Que aunque no vivamos en la misma ciudad,podríamos pasar los fines de semana juntos y, el resto del tiempo, seguir en contacto por el móvil y redes sociales».

Capítulo 9«Estoy hecho un lío»

Cada palabra que Adrián iba diciendo me hacía más daño. Finalmente,estaba en lo cierto. Su ex novia quería recuperarlo. Y si lo pretendía,seguro que lo lograba. Seguimos andando, sin rumbo fijo. En silencio. Yoesperaba que continuara la historia, pero daba la impresión de que élestaba pensando cómo decirme las cosas sin hacerme más daño. Yprosiguió hablando: «Tú me gustas. Ya lo sabes. Desde que te conocí,me has gustado. Y no te puedes imaginar la de veces que pienso en ti alo largo del día…». Entonces se detuvo y me cogió de la mano. Me mirófijamente a los ojos y por primera vez noté inseguridad en su mirada. No

sonreía, ni estaba serio. Su expresión era tan confusa como sussentimientos. «Pero al ver de nuevo a Lidia… y saber qué es lo que

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siente, se han despertado dentro de mí sentimientos que pensaba quehabían desaparecido completamente. Laura, estoy hecho un lío». ¿Y yo?¿Cómo estaba yo? Mal. Mal no, fatal.

Traicionada…El chico del que me estaba enamorando, que me había arrebatado untrocito de mi corazón, me estaba diciendo que quizá su ex novia, que eramejor que yo, le seguía gustando. ¡Los tíos son todos iguales! Me soltéde su mano y, sin decir nada, me puse a andar. Adrián aceleró paracolocarse a mi lado y, uno junto al otro, caminamos hacia nuestrascasas. Aquel chico me estaba haciendo daño. Como el otro: Pablo. Losdos eran muy diferentes, pero ambos habían logrado el mismo resultado.

Era lo que pensaba durante todo el trayecto. ¿Quién me mandaría a mímeterme en líos con chicos? ¿No había prometido en Navidades quepasaría de ellos? En el fondo, me lo tenía merecido. Por ingenua. Ya noes una cuestión de mala suerte, sino de que debo tener algo que haceque los tíos se fijen en otras cuando están conmigo. ¿Qué haré mal? Nosoy una modelo, pero tampoco estoy tan mal. ¿No? Llegamos a mi casa.Y entonces ocurrió todo muy deprisa. Adrián se puso delante de la puertade entrada. Me preguntó que qué pensaba, que por qué no decía nada.Yo le pedí que por favor me dejara en paz. Si él tenía que pensar quiénde las dos le gustaba más, yo también tenía que decidir si le volvía a

hablar alguna vez. Y cuando las cosas parecían que no podían ir peor entre nosotros, me besó. Sí, me besó. No sé si lo había planeadodurante el camino o le salió impulsivamente. Sentí sus labiospresionando con fuerza los míos. Y sus manos aparecieron de repenteen mi cintura. ¿Si me gustó? ¡Claro! Tanto, que le puse mis codos en supecho, lo empujé un poco hacia atrás, apartándolo, y con la palma de lamano derecha le solté una bofetada que hasta asustaría a cualquierasólo del sonido que hizo. Jamás creo que olvide su cara en esemomento. Terror. Miedo. Pavor. Todos los estados mezclados en uno.

Incluso me sentí culpable. Pero no era tiempo ni de pedir disculpas ni derebajarse. Me despedí con un seco «adiós» y entré en mi casa. Y asíestán las cosas. Sé que lo he hecho mal. Pero también sé que teníamotivos para estar enfadada. No es justo que jueguen conmigo de esaforma. ¡No es nada justo! A pesar de todo, no estoy satisfecha de misúltimas actuaciones. Le he pegado al chico que me gusta, que no sabe sile gusto yo o su ex novia, la chica perfecta, y mi mejor amiga, Alicia, y yoestamos enfadadas porque se ha liado con mi ex novio, Pablo.Problemas y más problemas. Creo que nada de esto tiene solución,aunque quién sabe qué es lo que puede pasar mañana. Tal vez, como en

las novelas, todo tenga un final feliz. Aunque lo dudo mucho…

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Continuará…¿Cómo terminará la historia? ¿A quién elegirá Adrián? ¿Arreglará Laura

todos los líos en los que se ha metido? Y Pablo y Alicia, ¿seguirán juntos?

Capítulo 10Abrazada a la almohada escucho música. Estoy destapada, no tengofrío, aunque todavía llevo los calcetines puestos. Los mismos calcetinesque esta mañana se colorearon de verde por la hierba húmeda.Amaneció nublado. Y justo cuando salí de casa para ir al instituto,comenzó a llover débilmente. Como siempre, no llevaba paraguas.Llegaría a clase con el pelo hecho un desastre. Aunque en esta ocasiónno me importaba demasiado. Tenía muchas cosas en la cabeza comopara preocuparme por mi peinado.

Confianzas…Sin embargo, alguien se acercó por detrás hasta mí y me resguardó bajosu paraguas. Me quedé sorprendida cuando descubrí que aquellapersona era Alicia. Ella y yo no habíamos hablado desde ayer al salir de

clase cuando le solté todas esas cosas. Ni por las redes sociales, ni por el messenger, ni tampoco por SMS. Nada. Así que suponía queestábamos enfadadas. En cambio, la mirada de mi amiga era como sinada hubiera pasado entre nosotras. Y sonreía. Enseguida supe elmotivo. Lo primero que Ali me dijo era que no quería tener mal rolloconmigo y que me necesitaba. En silencio, la escuchaba atenta. «Verás,Laura. Yo sé cómo soy. No soy lista y a veces me llevo palos por ser taningenua. Me enamoro con mucha facilidad. Y creo que me ha vuelto apasar. Aunque siento que esta vez es diferente. Me parece que me hepillado de Pablo». No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Hablaba en

serio? «Sé cómo es él. Y que cuando nos enrollamos tal vez sólo mequería para eso. Lo ha hecho con otras chicas». ¡Lo ha hecho conmigo!Estuve a punto de gritarle. Pero me contuve y seguí escuchando suhistoria. «Ayer, por la tarde, me llamó y vino a mi casa. Sabía que estabamal por lo que había pasado contigo en clase. Y no te voy a mentir, tepusimos verde los dos. Pero poco a poco, comprendimos que era normalque tú estuvieras enfadada». La lluvia caía con más fuerza a medida quenos acercábamos al instituto. Como las palabras de Alicia, que conformemás me contaba, más emoción contenían. «Hablamos mucho. Toda la

tarde, hasta que se hizo de noche. Yo pensaba que sólo quería liarseconmigo y estaba esperando el momento oportuno. Pero

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sorprendentemente, no fue así. Se fue a su casa, sin ni siquieraintentarlo. Sólo un beso en los labios de despedida. Me quedé… Vi a unPablo diferente. No al de los últimos meses, sino a aquel chico que salíacontigo. Te envidiaba cuando estábais juntos, porque pensaba que érais

la pareja perfecta y que yo nunca podría tener algo así».

Amigas 4everEstábamos en la puerta del instituto. Alicia se paró y me miró a los ojos.«Me gusta. Y puede que me estrelle porque, realmente, no estoy segurade que él quiera algo serio conmigo. Pero basta de que nosotras nostiremos los trastos a la cabeza por los tíos. Si te molesta que lo intentecon Pablo, pasaré de él». Lo decía de verdad. Sus palabras eran más

sinceras que nunca. Hasta parecía más madura. Y yo, ¿qué podíacontestarle? Sabía que Pablo no era de fiar. Que lo más probable eraque le hiciera daño. Conmigo había pasado lo mismo. Sin embargo, alver cómo le brillaban los ojos y la forma en la que me lo contó, me hizodarme cuenta de que yo no era nadie para romper sus ilusiones y muchomenos para juzgarla. Así que sonreí, le di un beso en la mejilla y lerespondí que la apoyaría en todo lo que decidiera. Con un abrazo bajo lalluvia, Alicia y yo firmamos la paz definitiva. Amigas para siempre.

apítulo 10Una nueva oportunidadY de repente me sentí más aliviada, por una parte, aunque al mismotiempo, me apetecía llorar. Había sufrido tanto en los últimos días… Lascosas con Alicia no habían dejado de complicarse una vez tras otra. Yahora que lo habíamos arreglado, me invadía un extraño vacío por dentro. Un vacío que me angustiaba y me impedía estar bien. Sabía quéera lo que me aprisionaba. Sobre mi corazón pesaba todavía lo quehabía pasado con Adrián el día anterior. En ese momento, como si me

hubiera estado leyendo el pensamiento, surgió de alguna parte el chicoque me estaba volviendo loca en todos los sentidos. Adrián tampocollevaba paraguas. Estaba empapado y las gotas de lluvia le resbalabanuna tras otra por la cara. Alicia se apresuró a taparlo también pero él noquiso. Al contrario. Y sin que pudiera esperarlo, me cogió de la mano ytiró de mí en la dirección contraria al instituto. Alicia gritaba preguntandoque dónde íbamos. Sin respuesta. ¡No tenía ni idea de qué pretendía niadonde me llevaba! No reaccioné. Simplemente, me limité a caminar agarrada a su mano. Deprisa, demasiado deprisa. Tropezando.

Resbalando. Pisando los charcos. Bañándonos en la lluvia. No sé cuantorecorrimos. Tampoco me preocupaba. Estaba tan sorprendida por lo que

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sucedía que ni siquiera podía pensar. Y mucho menos hablar. Adrián síque decía cosas. «Lo nuestro ha sido complicado desde que nosconocimos. Siempre hemos ido cuesta arriba. Y unas veces por una cosay otras veces por otra, no hemos logrado estar tranquilos. Pero ¿sabes?,

creo que me he enamorado de ti». Era el día de las revelaciones. El díade las verdades absolutas. El día en el que el chico que me gustaba meestaba confesando su amor. «Y te quiero. Lo sé. Lidia me hizo dudar.Apareció de nuevo en mi vida. Y es verdad que ella lo era todo antes deque me cambiara de ciudad. Pero esta noche, en la única que hepensado ha sido en ti». Entre gotas de lluvia y confesiones, llegamos auna escalera. Hacía mucho que no iba a aquel lugar. A aquellospeldaños infinitos que llevaban a un parque lleno de nada: el parque delos cien escalones. Subimos uno por uno. Adrián jadeaba por el esfuerzo,mientras continuaba hablando. «Quiero que lo intentemos, Laura. Quiero

ser tu novio. Que vayamos juntos al instituto, al cine, a comer. Quierosoñar contigo cada noche y que tú sueñes conmigo. Quiero verte cadadía y saber que sonreirás porque me estás viendo a mí». Estabaconvencida de que en cualquier momento me despertaría y descubriríaque todo aquello era un sueño. No podía estar pasando de verdad. Eraimposible que un chico me estuviera diciendo todo eso a mí.

La felicidad…

Pero no estaba soñando. Lo comprobé cuando caí justo en el últimoescalón y sentí un punzante dolor en la rodilla. Adrián se agachó a milado y me dio un beso en la pierna. Luego me ayudó a levantarme y másdespacio caminamos de la mano por el parque de los cien escalones.«Te quiero, Laura». Y se detuvo. Nos miramos fijamente. Yo estaba sinaliento. Apenas podía respirar, por los escalones, por la emoción, por lalluvia que me calaba, por todos esos días de tensión acumulada. En eseinstante, Adrián sonrió. Se dio cuenta de lo que me pasaba. Estabacompletamente bloqueada. Y me pidió que hiciera algo para lo que me

había llevado hasta allí: ¡Gritar! «Descubrí este parque la primerasemana que llegué a esta ciudad. No fueron días sencillos. Después declase, venía aquí y, cuando no había nadie, gritaba. Me servía paradesahogarme, para soltar todo lo que llevaba dentro. Para dejar escapar mi angustia. Creo que a ti te pasa algo parecido. Por eso te he traídohasta aquí. Para que grites y te desahogues… Grita, Laura». Pensé quese había vuelto loco. Sin embargo, sus ojos hablaban en serio. Me agarrócon fuerza de la mano y me hizo un gesto afirmativo con la cabeza.Luego volvió a pedirme que gritara en voz baja. Y sin pensarlo más, grité.Todo lo fuerte que pude. Solté su mano, cerré los ojos y apreté los

puños. Nunca había hecho nada semejante. Grité durante variossegundos sin parar. Sin complejos. Sin pensar que podía haber alguien

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mirando. Sin miedo. Y debo reconocer que fue como el antídoto a mismales. El mejor de los remedios. Nunca habría imaginado que gritar como una loca en medio de ninguna parte pudiera hacerme sentir tanbien. Terminé cuando quedé exhausta. Sin tiempo para reponerme,

Adrián se inclinó sobre mí y me besó. Con tanta energía y tanta pasión,que caímos al césped mojado. Unidos, en uno solo. Nos besamos bajo lalluvia. Rodamos acompasados girando sobre nuestros cuerpos. Y por primera vez desde hacía mucho tiempo, me sentí completamenteliberada de problemas y tensiones. Era feliz. El resto del día lo hemospasado juntos. Hablando, riendo, disfrutando. Y discutiendo. Sí, tambiénhemos discutido, aunque haya sido de broma y hayan venidoreconciliaciones con besos. Ya lo hemos decidido: vamos a probarnoscomo pareja a ver cómo funcionamos. Lidia y Pablo son historia. Nosabemos qué nos deparará el futuro. Y tampoco queremos saberlo. Sólo

deseamos vivir el día a día uno al lado del otro. Intentando hacer lascosas bien y queriéndonos cada minuto un poquito más. Creo que serádivertido. Es un bonito final de historia, que a su vez, es el comienzo deotra. Una nueva aventura que no tengo ni idea de cómo acabará. Esperoque se prolongue mucho. Y que ese chico que llegó hace poco a laciudad y levantó tanto revuelo, se convierta en el chico de mi vida.

Fin…