AMOROS, Celia. Espacio público, espacio privado y definiciones ideológicas de 'lo masculino' y 'lo...

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    Espacio pblico, espacio privado y definicionesideolgicas de 'lo masculino' y 'lo femenino'

    Celia Amors *

    Agradezco a todas las presentes y a todas las instituciones auspiciantes y convocantescomenzando con una cita de Fourier: "El cambio de una poca histrica puededeterminarse siempre por la actitud de progreso de la mujer ante la libertad, ya que esaqu, en la relacin entre la mujer y el hombre, entre el dbil y el fuerte, donde conmayor evidencia se acusa la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad. Elgrado de emancipacin femenina constituye la pauta natural de la emancipacingeneral".

    De este modo, el feminismo es un test de democracia, el feminismo es un test de todomovimiento emancipatorio. Es un parmetro que mide si nos hemos tomado en serio ono una caracterstica que desde la Ilustracin tienen los movimientos emancipatorios:

    la universalidad, hablar en un lenguaje de universalidad. El feminismo desde ese puntode vista es la radicalizacin de la Ilustracin, histricamente es como si fuera la ltimaimplicacin que se saca de ese lenguaje de la universalidad, de ese programaemancipatorio universal; pero, precisamente por eso, es un test de su propiaradicalizacin, de su verdadera universalidad.

    Hoy, fundamentalmente, querra hacer un recorrido histrico -que necesariamente sersesgado, pues pongo en ello mis propios nfasis que, naturalmente, son discutibles-sobre una dicotoma que me parece fundamental para lo que han sido lasconceptualizaciones ideolgicas d lo masculino y lo femenino, y que puede servirquizs como plataforma para la discusin de los das siguientes sobre corrientes

    ideolgicas internas del feminismo. Para este recorrido histrico he elegido comopivote -tal como he titulado el primer bloque de cuestiones- "lo privado y lo pblico'.Planteadas as las cosas, puede parecer un tanto anacrnico como si fuese aproyectar este tema ahistricamente, como si el mismo no hubiese tenidoconnotaciones muy distintas en cada poca con respecto a la actualidad. No en todaslas pocas y sociedades lo privado y lo pblico han tenido las mismas connotacionesque en la actualidad; sin embargo, con todas las salvedades y matices que se puedenhacer con toda pertinencia, estimo -en coincidencia con una antroploga americana(muerta en un accidente hace dos o tres aos), M. Z. Rosaldo, importante terica de lacultura- que lo privado y lo pblico constituyen lo que podramos llamar una invarianteestructural que articula las sociedades jerarquizando los espacios: el espacio que se

    adjudica al hombre y el que se adjudica a la mujer. A pesar de sus evidentesdiferencias histricas esta distribucin tiene unas caractersticas recurrentes: lasactividades socialmente ms valoradas, las que tienen un mayor prestigio, las realizanprcticamente en todas las sociedades conocidas los varones. Puede haber algunarara excepcin, pero son las actividades ms valoradas las que configuran oconstituyen el espacio de lo pblico: es el espacio ms valorado por ser el delreconocimiento, de lo que se ve, de aquello que est expuesto a la mirada pblica, pordefinicin. Es decir, cuando una tarea tiende a hacerse valorar tiende a hacersepblica, tiende a masculinizarse ya hacerse reconocer. Los contenidos de estasactividades pueden ser tan distintos y tan paradjicos como los que se ponen demanifiesto -por ejemplo- en los rituales de La Covada. En Asturias y en algunasregiones del Estado espaol todava existe la costumbre de que el varn, cuando la

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    mujer est de parto, simule los dolores y movimientos del mismo y vengan las vecinasa darle el caldito y los mimos en lugar de prodigarlos a la parturienta. Le dan a l losparabienes, mientras a la mujer se la deja muchas veces en un segundo lugar, o se lehace poco caso. Esto ocurren las sociedades donde la reproduccin es importante y esvalorada. Si la reproduccin no es valorada, entonces es cosa de la mujer.Simblicamente y en contra de los datos ms obvios de la biologa, el caballero puede

    simular y recrear simblicamente el ritual del parto y hacerlo pblico para provocar deese modo el reconocimiento y hacerlo valorar. Luego no se trata de que haya unasactividades biolgica mente definidas. Por el contrario, hasta en el caso lmite de laactividad biolgica ms obvia como no transportable, hoy por hoy, de un sexo a otro -lamaternidad- vemos claramente cmo se produce una redefinicin cultural y simblicacuando se trata de organizar la jerarquizacin ideolgica de las espacias.

    El espacio pblico, al ser el espacio del reconocimiento es el de los grados de competencia,por lo tanto, del ms y del menos. Por el contrario, las actividades que se desarrollan en elespacio privado, las actividades femeninas, son las menos valoradas socialmente, fuerecual fuere su contenido, porque ste puede variar, son las que no se ven ni son objeto de

    apredacin pblica. En el espacio pblico se contrastan las actividades -desde lacompetencia deportiva, hasta los narradores vascos, el discurso poltico, etc.-, pero en elprivado no hay forma de discernir los distintos niveles de competencia con ciertosparmetros objetvales. Entre varias excelentes amas de casa, todas ellas son igualmenteexcelentes, pues no hay manera de objetivarlo, de acuerdo con unos parmetros. Es elespacio -por lo tanto- de la indiscernibilidad. Todas pueden ser muy valoradas de puertasadentro, pero es imposible establecer unas pautas homologables que trasciendan esoslmites de lo que no se ve, es lo que llamo el mbito de la indiscernibilidad. El anlisis de loprivado y lo pblico que he expuesto aqu pertenece prcticamente todo a la antroploga M.Z. Rosaldo, ha sido recogido y reelaborado en una tesis doctoral reciente sobre Feminismoe Ilustracin, lo privado y lo pblico en el pensamiento liberal, cuya autora es CristinaMolina. A partir de aqu se podran derivar implicaciones polticas y filosficas importantes.En el espacio de lo privado no se produce lo que en filosofa llamamos el principio deindividuacin. Dentro de lo genrico femenino es como si no se produjera ese principio,como si no se diera un operador distributivo que troquelara individualidades. Si no seproduce individuacin es por ser sta lo caracterstico de los espacios pblicos, donde cadacual marca su ubi, su lugar diferencial, como apropiacin de espacios claramentedelimitados que configuran, a la vez que son configurados, por diferentes individualidades.La razn es bastante obvia: si lo tematizamos filosficamente podramos recurrir a lo que elfilsofo racionalista Leibniz llama el principio de razn suficiente: para que algo determinadoocurra -dicho as a grosso modo-, tiene que haber una razn suficiente. En este caso, las

    actividades que se desarrollan en el espacio pblico suponen el reconocimiento, y ste estntimamente relacionado con lo que se llama el poder. El poder tiene que ser repartido, hade constituir un pacto, un sistema de relaciones de poder, una red de distribucin.

    Dondequiera que haya poder tiene que haber un sistema de pactos, un sistema dedifusin dinmica de ese poder. En principio podramos tenerla todo todos, pero, comodice Hobbes en el mito de Leviatn, sera la guerra de todos contra todos, por la tantose produce una apropiacin de espacios de poder; esos espacios acotados definen yson definidos por individualidades y, por la tanto, en el espado pblico se produce elprincipio de individuacin como categora ontolgica y como categora poltica. Todateora acerca de la real es una proyeccin de ciertas apuestas del filsofo que, en

    ltima instancia, son opciones valorativas polticas. Por la tanto, el principio de

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    individuacin no slo es un tema ontolgico, sino que tambin es un tema poltico. Elindividuo es una categora ontolgica y es tambin una categora poltica. Ontolgicaen tanto que poltica, y poltica en tanto que ontolgica. Se produce en el espadopblico como espacio de los iguales o pares -- que no quiere decir lo mismo queespacio igualitario. Es el espacio de los que se autoinstituyen en sujetos del contratosocial, donde no todos tienen el poder, pero al menos pueden tenerlo, son percibidos

    como posibles candidatos o sujetos de poder. Sujetos de relevo, bien sucesorio ogenealgico (orden del relevo de las generaciones), yen el orden sincrnicoencontramos las tensiones de poder entre los partidos, las clases de diversas esferas:se marcan unas candidaturas, unas relaciones de espacios dinmicos y metaestables;as, metaestablemente, constituyen un espacio de los iguales, porque all todos sonindividuos, posibles sujetos de poder. No me refiero aqu a otros sentidos que"individuo" tendr posteriormente, con el cristianismo, por ejemplo. En el nivel deabstraccin en el que me estoy moviendo, que ser desde luego susceptible de todaslas clases de matizaciones histricas, slo estimo pertinente la relacin entre el poder,los genricos -masculino y femenino- y la individuacin. Por el contrario, el espacioprivado, en oposicin al espacio de los pares o iguales, yo propongo llamarlo el

    espacio de las idnticas, el espacio de la indiscernibilidad, porque es un espacio en elcual no hay nada sustantivo que repartir en cuanto a poder ni en cuanto a prestigio nien cuanto a reconocimiento, porque son las mujeres las repartidas ya en este espacio.No hay razn suficiente de discernibilidad que produzca individuacin. No hay raznpara marcar el ubi diferencial: ste ya est marcado por la privacidad de los espacios aque la mujer est adjudicada de una u otra forma, mientras que en el espacio pblicouno se ha de sellar respecto al otro, y al tercero, que no es yo porque es otro, pero esotro que es como yo.

    Desde ese punto de vista podra considerarse el patriarcado como una especie depacto interclasista, metaestable, por el cual se constituye en patrimonio del genrico delos varones en cuanto se autoinstituyen como sujetos del contrato social ante lasmujeres -- que son en principio las "pactadas". Esto, dicho as, es muy esquemtico ysusceptible de matizaciones y habra que elaborarlo. Pero en principio el patriarcadosera ese pacto -interclasista- por el cual el poder se constituye como patrimonio delgenrico de los varones. En ese pacto, por supuesto, los pactantes no estn enigualdad de condiciones, pues hay distintas clases y esas diferencias de clases no sonni mucho menos! irrelevantes. Pero cabe recordar, como lo hace de forma muypertinente Heidi Hartmann, que el salario familiar es un pacto patriarcal interclasistaentre varones de clases sociales antagnicas a efectos del control social de la mujer.Prefieren as, los varones-patrones, pactar con otros varones-cabezas de familia para

    incrementar su sueldo y hacer de ese sueldo un "solario familiar", y los varones de laclase obrera prefieren ser cabeza de ratn en sus respectivos espacios privados acambio de esa prebenda, en vez de luchar con sus compaeras de clase en lossindicatos codo a codo; han pactado en este "punto" con los varones de la claseantagnica. En la historia del movimiento obrero, el salario familiar es un pactopatriarcal interclasista, lo que no le quita relevada a las clases sociales: evidentementees metaestable, se da en ciertas situaciones lmite y, en otros casos, las cosas puedenfuncionar de otra manera, pero all est...

    Esta digresin sobre el patriarcado como pacto viene para distinguir este espacio delos iguales del espacio de las idnticas. Las mujeres somos ideolgicamente el espacio

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    de las idnticas, y en esto la recrenla ideolgica es tal que parece que la historia nohubiera pasado.

    Es curioso cmo los varones se representan las querellas entre mujeres bajo el signo,precisamente, de la ridiculez: una guerra entre mujeres entra siempre en la categora delo ridculo aunque tenga una razn de enjundia. Son "cosas de mujeres", y si ven a dos

    mujeres "tirndose de los pelos" es un espectculo grotesco. Por qu? Porque elespectculo de la impotencia compitiendo es lo ms grotesco que pueda imaginarse, esun espectculo como las peleas de gallos, algo hilarante, divertido. Entre los griegos yaapareca as. Pandora era la madre de "la raza maldita de las mujeres" y esa raza serepresentaba como algo aparte, como un genrico y dentro del cual no emerga laindividualidad. Eso lo vemos permanentemente: las mujeres, en las constelaciones,siempre somos las Plyades, siempre somos "las tres Maras"; nadie se imaginara en elEvangelio los tres Pedros, por ejemplo. El varn va con el nombre propio contrayendo eindividualizando as el Nombre del Padre, como dicen los lacanianos, marcando unespacio semntico claramente diferenciado. En la mujer ese espacio es amorfo, elespacio de la constelacin difusa, ese espacio de "las 11000 vrgenes", por ejemplo. San

    Atanasio versus las 11 000 vrgenes; esas representaciones, siempre de enjambre, sontpicas de lo femenino, lo genrico. En los filsofos aparece claramente conceptualizadoas; Schopenhauer lo dice: "La mujer es una esencia, no un individuo", y del mismomodo afirma Hegel: "En la mujer la autoconciencia no llega a evolucionar ya progresarpara asumir la forma de la individualidad", que es la autoconciencia evolucionada: la delvarn; la mujer, en cambio, es esencia, es lo genrico, es "lo Mujer", con mayscula, lofemenino, segn la teora tradicional del "realismo de los universales" para el cual lasesencias son lo ontolgicamente importante; lo de peso son los genricos, y no losindividuos. Para los nominalismos, por el contrario, son los individuos lo importante, lorelevante ontolgicamente, y las "esencias", los genricos, son lo derivado, lo construido:son un constructo que habr que explicar a partir de los individuos. Para las mujeres elespacio de las idnticas se identifica con el espacio de lo privado porque, en razn delas tareas mismas a las que histricamente se las ha condicionado, al estar en unespacio de no-relevancia estn condenadas a la indiscernibilidad, no tienen por qutener un sello propio, no tienen por qu marcar un ubi diferencial, susceptible de servalorado de acuerdo con grados: es, por lo tanto, un espacio de indiferenciacin. Es "loindefinido" per se, el genrico por excelencia: la "noche en que todas las gatas sonpardas". Todava se sigue hablando del "mujero"... Cuando un caballero tiene una peleaen su gabinete con un poltico, o cuando entre sus colaboradores hay una pelea entredos caballeros, eso es importante, le puede quitar el sueo una noche, por ejemplo.Porque si el secretario de cultura y el de economa no se llevan bien, piensa: voy a tener

    que negociar, ir a comer con l, mediar, templar gaitas, etc.; ahora, como sea la jefa degabinete de un tinglado y la secretaria quienes tengan un problema, incluso un problemaserio que pueda tener bases ideolgicas, sera un "qutame esas pajas": "Moninas,vengan, nenas, tonteras, por qu?, no es para tanto..." Bueno, se acaba de dar enMadrid casos de este tipo, "manos blancas no ofenden" ni se ofenden, uno se batesolamente con los iguales, con aquellos a los que se estima; si se trata de "cosas dechicas", pues naturalmente, se sigue con el "manas blancas . . ." La sobreproteccin esla forma de no considera alguien como un igual, es el trato que no se da en los espaciosde paridad. Son los espacios de no paridad; ya deca Kierkegaard: "La galantera es lamanera de concebir a la mujer bajo categoras fantsticas", es el honor que no se lehara, evidentemente, porque no se dejara. Este filosofo adems lo dijo muy bien: "En

    los hombres lo esencial es lo esencia!" y, claro esta, el atributo serio de la sustancia se

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    comunica a cada uno de los modos que la determinan de una manera seria, sustantiva,es decir, produciendo la individualidad. En cambio, para las mujeres, como "lo esenciales lo accidental", la inesencialidad de un genrico, como se comuncate a losejemplares individuales?

    Pues como es obvio: indistintamente. Es el genrico en bloque, No hay razn

    suficiente para preferir a una mujer como individua respecto de otra, digamos que esalgo que no suelen comprender los varones salo que haya una diferencia de edadentre ambas notable, Se oyen comentarios de que fulano ha dejado a su mujer pororea mas joven y es algo que se emprende, porque eso es una razn suficiente,relevante. Si no son cualidades genrico-relevantes sino caractersticas individuales loque justifica la preferencia de una mujer sobre otra, si resulta que son de la mismaedad, dejan perplejo al resto de colectivo,. Como si el fenmeno no se entendiera, esdecir, es como el caso del asno de Buridn que, ante lotes de paja que sonprcticamente idnticos, se quedaba paralizado, claro, porque no le determinaba unacosa con mayor razn suficiente que otra! En el mito del Don Juan, lo que amaprecisamente este personaje es la feminidad como genrico, tiene que recorrer todos

    sus ejemplares individuales, el hecho de que "lleve falda" es precisamente el granacontecimiento; e decir, la individualidad de la mujer es lo irrelevante siempre.

    Si lo recorremos desde el espacio del erotismo hasta el espacio de la ideologa, hastael espacio de la polticas, hasta el de todo tipo de actividades, el espacio de laprivaticidad es el espacio del no-reconocimiento, el espacio de la indiscernibilidad.

    ste es un sobrevuelo histrico a zancadas notable, vamos a tratar luego dedetenernos un poco. Creo que de este modo puede quedar planteada la divisin entrelo privado y lo publico unos trminos no ideolgicos, es decir, de modo que se veaclaramente que entre lo privado y lo publico hay una articulacin disimtrica, no es unarelacin de simetra ni de complementariedad: en una de las categoras se ha puestosiempre lo valorado socialmente y en la otra lo no -a lo menos- valorado, esto es unarecurrencia histrica. Por lo tanto, ante cualquier ideologizacin en trminos desimetra, yo remito la carga de la prueba a quien mantenga esa tesis; creo que, por elcontrario, lo que s se puede demostrar es que lo valorado socialmente est en elespacio pblico y se lo adjudican los varones, y lo no valorado est en el espacioprivado y ese espacio se nos adjudica a las mujeres.

    Vamos a intentar ver, de una manera un tanto ms matizada, estas mismas ideas quehe presentado grosso modo, en el caso de las sociedades etnolgicas. Claro que

    sociedades etnolgicas las hay infinitas: nos limitaremos a tomar algunos ejemplos delantroplogo que mejor conozco, que es Claude Lvi-Strauss, americanista y que trabajfundamentalmente sobre indgenas en el Brasil central, en el Amazonas. No parecehaber ningn contra ejemplo en sociedades etnolgicas, ni del nivel paleoltico decazadores recolecto res ni del nivel neoltico donde no se d algn tipo de jerarquizacinentre espacio pblico y privado, Existen instituciones tales como "la casa de loshombres" (bororo) que suele estar emplazada en el espacio central del poblado; lascabaas se distribuyen alrededor, en crculo, y justamente el espacio central es el delpoder: en la casa de los hombres ellos administran el poder, las mujeres no tienenacceso a ese lugar. Es ms, hay mitos que explican que en el origen esa casa fue de lasmujeres, lo que pasaba es que las mujeres armaban mucho folln, descuidaban la

    cocina y sus hijos, no iban a la fuente por agua, y como todo era un desastre porque se

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    pasaban all el da tocando los instrumentos y haciendo unos estruendos espantosos,etc., los hombres tuvieron que tomar el relevo, hacerse cargo de la situacin, hubo queponer orden, y por eso hasta nuestros das la casa de los hombres est en manos de losdem, como corresponde. Por eso, cuando vayamos a discutir los mitos del matriarcadoveremos que no siempre estos mitos tuvieron un contenido feminista, precisamentemuchas veces pueden ser un conjuro de la pretensin del poder ponindonoslo en el

    origen, una manera de decir: el poder ya lo tuviste, no lo mereciste y, precisamente poreso, nosotros tuvimos que tomarlo. Yo recuerdo de pequea cmo en Espaa seexplicaba a los nios en ciertos medios burgueses la Guerra Civil: les decan que laganaron quienes la ganaron porque los ricos haban sabido ser pobres, mientras que lospobres, en cambio, haban demostrado no saber ser ricos. Era una manera muy notablede explicar la cuestin, pero yo todava recuerdo esa explicacin.

    Pues bien, para desechar todo tipo de tentacin biologista en cuanto a la explicacinde estas divisiones de tareas (la racionalizacin biologista ha sido recurrente en todaslas polmicas feministas, y el pensamiento antifeminista siempre ha recurrido a la ideade que la biologa es destino: la sumisin de la mujer viene de los datos de la biologa),

    sealemos que, con respecto a la "divisin sexual" del trabajo, Claude Lvi-Straussdice claramente que podra llamarse "prohibicin de tareas". Pues, en realidad, es unaprohibicin de tareas que los hombres les hacen las mujeres, prohibicin,precisamente, de participar en las tareas de mayor prestigio en esta sociedad: laguerra, la caza mayor, es decir, las actividades que se ritualizan, que se celebran.Son importantes para la comunidad? Sin duda cumplen una funcin importante, peroimportante para la comunidad desde el punto de vista de la subsistencia -como a vistola antropologa, especialmente la antropologa feminista-; es la recoleccin, quegarantiza precisamente el sustento cotidiano: la hacen las mujeres todos los das y nose ritualiza, no se celebra; cuando vienen los hombres con el gran mamut entonceshay que celebrar. El problema de la guerra es un problema aparte y demasiadocomplicado para despacharlo aqu: limitmonos de momento al asunto de la cazamayor y la recoleccin. Podemos ver que la importancia de las actividades nonecesariamente est en funcin, como nica variable, de su inters para lacolectividad. Porque desde el punto de vista de la subsistencia la cotidianidad laasegura la recoleccin y, sin embargo, no se celebra ritualmente o, al menos, noparece que los antroplogos/as hayan encontrado casos en que se solemnice.

    Bueno, se dice: esta prohibicin de tareas se har precisamente por razonesbiolgicas; si as fuera, sera absolutamente redundante. Solamente se prohbe lo quese puede hacer, lo que no se puede hacer, evidentemente no se prohbe. Prohibirle a

    una seora embarazada de ocho meses que vaya a cazar un mamut? No hacen faltaespeciales tabes para ello. Se les prohbe, en cambio, a las mujeres que participen enla pesca, por ejemplo. Hay tabes muy caractersticos: a la mujer la pesca leesvedada, con muchas variantes, pero es una situacin bastante generalizada. La mujerha de cuidar del fuego: no debe, por tanto, entrar en el dominio de la pesca. Los rosestn muy cerca de los poblados: razones como la necesidad del amamantamiento,vitales en estas sociedades que todava no conocen la agricultura y no tienenproductos elaborados para las criaturas, que se han de nutrir de la leche de la madredurante cuatro o cinco aos, como ocurre en todas las sociedades de cazadoresrecolectores, no son pertinentes aqu. Esas sociedades instalan sus poblados cerca delos ros y la mujer estara cerca de las criaturas. Lo mismo que camina con ellas un

    kilmetro a la espalda, puede sujetar una caa, es algo que podra perfectamente

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    hacer una mujer por cuestiones biolgicas, y, sin embargo, sobre la pesca, que es unaactividad prestigiada, pesan tabes tremendos.

    El mito de la madre de las enfermedades, que es una especie de versin de laPandora americana, es precisamente una mujer que se atrevi a transgredir ese tabde la pesca y destap la caja de los males. Es decir, hay tabes sobre la divisin

    sexual del trabajo que necesitan una dosis de racionalizacin ideolgica tanto mayorcuanto en menor medida la biologa pondra all el fundamento in re; donde la biologalo pone no es necesario dar tantos fundamentos ideolgicos a la cuestin. Creo, por lotanto, que las racionalizaciones biolgicas que se han dado son racionalizacionesideolgicas, dicho muy sumariamente. Creo que no resisten tal crtica. Sean cualesfueren los condicionantes que las maternidades hayan podido suponer para la mujer -que siempre son condicionantes redefinidos tcnica, histrica y culturalmente-, lostabes ideolgicos que han pesado sobre las actividades que se le han prohibido noguardan correlacin con estos lmites biolgicos.

    Despus de este recorrido sumario por las sociedades etnolgicas, vamos a ver qu ha

    ocurrido en Grecia. Por lo pronto, ha ocurrido algo muy importante, en el sentido de que setrata de la primera sociedad en la cual se configura una democracia como espacioformalizado de los iguales, como el espacio ms amplio de igualdad, la de los ciudadanosante la ley, que histricamente se haba conocido. Con limitaciones, desde luego, quenormalmente no se sealan al comentar la definicin de ciudadano que se da en laPoltica de Aristteles: el ciudadano es el varn excelente, algunos lo traducen como "elhombre cabal" (C. Garca Gual), otros lo traducen como el varn perfecto (A. Moreno). Elciudadano, entonces, segn esta definicin de Aristteles, es "el verdadero hombre"(Vegetti), el que realiza por antonomasia, digamos, los atributos del tipo: es varn -frente amujer-, es griego y no brbaro, es libre y no esclavo, es adulto y no nio. Son los distintosciudadanos los que constituyen el mbito de los iguales y, por lo tanto, el espacio de laigualdad ante la ley. Este espacio tiene su gnesis en el proceso de las Guerras Mdicas yen las reformas de las tcnicas guerreras, con base en las cuales hubo un momento enque no bastaba con la caballera. Los nobles de la epopeya hornrica eran los propietariosde caballos, los de las grandes gestas heroicas, pero cuando hubo que ampliar las basesy se produjo la reforma de la infantera -los hoplitas-, tuvieron que ir a la guerra muchos delos que no tenan caballos, y entonces hubo que darles prebendas polticas a cambio desu participacin en la guerra. Hubo que ampliar el espacio del protagonismo social y de loque era el antiguo crculo de los guerreros, y ste se convirti luego en el espacioracionalizado de las relaciones polticas, en el gora. Y el gora es el espacio de losiguales.

    Es curioso, desde este punto de vista, cmo siempre los varones han tenido ciertosentido de los pactos entre varones, siempre han establecido cierta relacin dereciprocidad. Si ms varones van a la guerra, esto luego se traduce polticamente; encambio, con las mujeres ocurren cosas curiosas: aparte de ser cras para todo osecretarias para todo u obreras de fbricas para todo, podremos ser tambinguerrilleras para todo. Entramos y salimos de las escenas sin que haya registro, sinpedir ni que se nos d nada a cambio. Las mujeres han participado en guerras deliberacin nacional, han formado parte de guerrillas, han sido partisanas sin que existaun registro histrico de ello.

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    Esto les pas a las argentinas, a las chilenas: en todos los movimientos de liberacin,de resistencia a las dictaduras, la mujer particip y muchas veces no solamente con elobjetivo de apoyar a sus hombres, sino por razones ms sustantivas. A las mujeresnunca se les debe nada, nunca se constituyen como acreedoras de nada, nunca van apasar factura por nada, ni se van a traducir polticamente sus prestaciones en nada.

    Las mujeres en la historia son como una especie de muro de arena: entran y salen alespacio pblico sin dejar rastro, borradas las huellas. Con los varones creo que eso noha ocurrido jams. Las mujeres somos las nicas que vamos por la vida -circulando oencerradas- por el espacio de las idnticas, donde cualquier cosa es intercambiablepor cualquier cosa o por nada, o se paga en especie o ni se sabe qu parmetrosfuncionan o dejan de funcionar.

    Me gusta recordar al respecto un ejemplo de historia de la literatura que es significativo:en la literatura espaola hay una leyenda medieval que tiene infinitas variantes, y luegola retorna entre otros Zorrilla, que se llama la "leyenda de la monja fugata". Es la leyendade una monja que se fug del convento. Hay muchas variantes: una vez un galn la

    rapt, otras es ella quien se escapa; en algunos casos la abandona el galn, en otros esella, antes, la que se arrepiente. En algunas versiones la monja es madre abadesa, enotras compaera, fregona o la ltima monja del convento, pero cuando se marcha lasustituye la Virgen Mara en sus funciones. La Virgen Mara hace sus veces de talmanera que nadie nota su falta y cuando vuelve la monja, arrepentida de su desliz, seintegra de nuevo a sus tareas del convento como si nada, fueren las que fueren:abadesa o labradora, tanto da, la virgen interina la suple lo mismo. Qu tarea femeninano podra ser sustituida por la feminidad por excelencia? En el espacio de la msperfecta indiscernibilidad, cualquier funcin es sustituible, tenemos hasta Virgen Marapara todo. Imposible representamos algo parecido en un convento de hombres...imaginad al Espritu Santo sustituyendo indistintamente al prfugo libidinoso tanto si erael prior como el ltimo lego. Esto tiene su importancia ideolgica y no es algoanecdtico. Borramos y nos borran las huellas, las huellas de las huellas... volvemos alreducto de lo privado, y luego, claro est, qu protagonismo histrico vamos a tener sila historia es precisamente la del espacio pblico, de lo que se ve, de aquello que hapodido verse, y por lo tanto registrarse, grabarse, dejar una memoria y narrarse? De estemodo, reconstruir la historia de la mujer como quiere la Herstory tiene problemasmetodolgicos graves, porque es hacer la historia de un muro de arena.

    Volvamos a Grecia. En Grecia se produce algo ideolgicamente tan importante comola radicalizacin por la sofstica de las virtualidades emancipatorias que tiene el

    paradigma de la isonoma. Por limitado que sea este paradigma, la democracia griegano lo era de todos los seres humanos, sino del verdadero hombre, no obstante, ampliel espacio de los iguales, y todas las ampliaciones del espacio de los iguales al menosabren brechas en las virtualidades universalizantes de los discursos, pues siemprehabr una mente radicalizadora que sacar las implicaciones -podramos llamar- de"sentido comn" de las premisas de esos mismos discursos. Es lo que se producejustamente en todas las ilustraciones, en todos los procesos ilustrados. Cuando hayestos movimientos crticos que ponen las instituciones en cuestin, las contrastan antela crtica de la razn y les buscan, por tanto, un orden de fundamentacin, esteproceso de revisin crtica siempre tiene virtualidades de radicalizacin, y no es casualque, precisamente, se articule de forma polmica en y con las ilustraciones.

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    En cuanto la sofstica fue un movimiento ilustrado, algunos de los sofistas sacaron lasconsecuencias ms radicales -- por decirlo de un modo quizs anacrnico, pero quesirve para entendemos: por la izquierda de la isonoma; de acuerdo con una distincinmuy caracterstica de la sofstica: la de aquello que era por naturaleza y lo que era porconvencin humana, resultaba que instituciones tales como la esclavitud no encontrabanuna adecuada justificacin racional, no se podan justificar; se acabarn homologando el

    brbaro y el griego, no hay mayores diferencias por naturaleza. Ya dirn tambin loscnicos, que recogern esa lnea de la sofstica, que tanto los griegos como los brbaroscomen de manera parecida, tienen necesidades fisiolgicas parecidas y son muysemejantes bajo muchos aspectos, representan una radicalizacin de la isonoma y noiba a ser una excepcin el caso de la mujer. Hubo sofistas como Antifn que tambinhicieron extensivo a la mujer el argumento de que por naturaleza kata-fisis no habarazones mayores para que la mujer estuviese excluida del espacio de la isonoma. En lacomedia de Aristfanes se ridiculizan estas posiciones, y si se ridiculizan es porquehaba un referente polmico: vendra a ser una especie de Moliere ridiculizando elmovimiento preciosista, nuevo conato de acceso de la mujer a un nuevo espacio deisonoma.

    En Espaa se ha publicado un trabajo de una profesora de Ciencias de la Informacin,Amparo Moreno, sobre la Poltica de Aristteles; se titula: La otra "Poltica" deAristteles. Desde un punto de vista crtico enfatiza el concepto aristotlico deoikonoma, el mbito de la economa como ese mbito de privaticidad de cada varn enel que se producen las condiciones de posibilidad de ciudadano griego. Ese espacio delo privado no tiene fin en s mismo, se considera que no es autosuficiente, no esautrquico, sino que produce las condiciones para aquel que s tiene ya autarqua: elciudadano griego, que es un fin en s, lleva a su entelequia la vida de la polis, que es laforma de vida ms excelsa. Lo dems, aadira yo, se concibe como algo que no est enla categora de la sustancia, sino en la categora del accidente en la ontologa, y en laPoltica esta distincin corresponde al aner agathos y aqul que no es aner agathos,sino que est en el espacio que produce las condiciones de posibilidad del aner agathos:por una parte el esclavo, en cuanto es el que produce el tipo de trabajos materiales queposibilitan el ocio del ciudadano griego; la mujer, que posibilita la reproduccin legtima,y el nio que est todava en expectativa generacional. De este modo, Amparo Morenoha llegado a hablar del "arquetipo viril" y de cmo este arquetipo se solapa con lasprerrogativas del genrico humano, produciendo muchas veces confusiones en cuantoal referente de los discursos histricos: es como si hablaran del genrico humano,cuando tienen muchas veces referentes muy precisos que no se solapan concualesquiera individuos que hayan pertenecido a la especie.

    Voy a decir solamente algo muy breve a propsito de lo que ha podido significar desdeeste punto de vista el cristianismo. La aportacin del cristianismo se ha configuradojustamente en la confluencia de dos potentes misoginias: por un lado la tradicin de lamisoginia griega, y por el otro la tradicin de la misogonia juda. En la griega la mujerapareca como la excluida del logos, el espacio del aner agathos , portador deldiscurso articulado que intercambia razones; es el discurso del dilogo, y l, eldialogante, el sujeto del dilogo; en el caso de la misogonia juda la mujer es la queest marginada del pacto genealgico entre varones, que es precisamente el esquemaconforme al cual se concibe la alianza entre Yahv y el pueblo elegido, en el cual lamujer es siempre la pactada, no entra en danza jams como sujeto del pacto. Es un

    pacto patriarcal por excelencia. Y la mujer aparece como lo a-genealgico, frente a la

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    genealoga como algo propio del varn. Es decir, el varn legitima la genealoga segnel logos, segn la palabra, segn la ley. La mujer solamente pone la materia de esagenealoga, la generacin segn la carne, mientras que el varn pone la genealogapropiamente dicha, es decir, la legitimacin da este pacto entre varones de renunciassistemticas a la propia madre, en nombre del nombre del Padre, que a su vezrenunci as, en serie, en el pacto genealgico entre los varones. Los varones hacen

    desde ese punto de vista un pacto sucesorio de renuncias sistemticamentedesplazadas entre padres e hijos mediadas por el abuelo como sistema de leyes entrepatriarcas. Dentro de esa genealoga la mujer es a-genealgica.

    Es curioso cmo para San Agustn, en la Ciudad de Dios, las genealogas buenas, las delos hijos segn el Espritu, los que son peregrinos, en la tierra son genealogas donde senombran a los varones, las mujeres no son nombradas. La mujer slo es nombrada en lasgenealogas canicas (de Can), cuando cascan (se quiebran) y viene el diluvio: entoncesnombran a una mujer, entonces aparece la nmero once, que es el numero malo, el delpecado: rompe la genealoga y viene el diluvio porque ella representa la genealoga segnla carne, no segn el espritu. En la tradicin griega, por otra parte, la mujer tambin pone

    la materia y no la forma. La forma, digamos, es la categora teleolgica, la categora queda la sustancia, precisamente la categora importante, la relevante. La mujer ponesolamente la materia. En la dicotoma aristotlica, la materia queda del lado de laconceptualizacin de la femenino, y la morf de la masculino.

    La mujer en los escritos biolgicos de Aristteles es tipificada como un varn que no hallegado a su entelequia, se ha quedado a mitad, no ha alcanzado el telos, es un varnno logrado, una especie de aborto de varn o de varn abortado, y la genealoga llegaa ser generacin segn el logos hasta en el sentido literal de que Minerva sale todaarmada de la cabeza de Zeus. Es decir, es el logos el que asume las funcionesreproductoras simblicas, lo mismo que se hace en La Covada. Es decir, el logos esreproductor y productor.

    En cuanto a las funciones de Gea en la Teogona de Hesodo -Gea viene a ser la diosamadre del Egeo ya muy evolucionada y muy venida a menos- acaba siendo madre demonstruos; por el contrario se va potenciando cada vez ms lo que es la lneagenealgica, la lnea dinstica que se implanta en el poder, que parte del Caos neutro,y luego, a partir del conflicto de Urano y Cronos, llega hasta la dinasta de Zeus, ladinasta que implanta el orden, la buena genealoga, y en el comienzo la castracin -pedir turno en el orden del poder, como Cronos, es castrar a Urano-, es decir, el pactogenealgico entre los varones.

    El cristianismo heredar por ambas partes esta concepcin de la mujer como lo a-genealgico. Cuando el cristianismo se heleniza, se trata de depurarlo de todos loselementos judaicos para que pueda ser asumido en el Imperio Romano y, por lo tanto,se depuran de la figura de Cristo todos los componentes tnicos mesinicos. Alproducirse la toma de Jerusaln hay que presentar un Cristo cosmopolita y un reino delespritu que no es de este mundo, un Cristo sin connotaciones terrenales, digamospolticas; cuando se eliminan los elementos judaizantes, parecera que ello podrafavorecer la imagen de la mujer, que serian limados los elementos patriarcales massobresalientes.

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    Pero resulta que no ocurre as, pues el cristianismo paulino -que acaba prevaleciendo-har de ste un mbito puramente interne, que no es temporal. Este reino del esprituconvierte en irrelevante cualquier trasunto temporal de los postulados religiosos comopara las estoicas ser amo o ser esclavo es irrelevante desde el punto de vista tico, Elestoicismo traspone lo que eran determinaciones jurdico-sociales muy precisas a unlenguaje puramente tica-eufemstico, el lenguaje de "ser duea de las propias

    pasiones " Como lo traspone todo el leguaje puramente tico, y desde el punto de vistano tico es irrelevante ser amo o ser esclavo, da lo mismo transformar o no lasinstituciones jurdico-sociales. Por qu? Porque el "verdadero seor", aunque seaesclavo en sus cadenas es el amo de sus pasiones, luego por que vamos a cambiarla institucin de la esclavitud si nos podemos realizar ticamente en une "cosmpolisideal" constituyendo como indiferentes, no relevantes desde el punto vista tico,digamos. Los trasuntos jurdicos?

    El cristianismo, que se empap en buena dosis de este espritu helenstico, estoico,digamos implanta un reino del puro espritu, la salvacin "en Cristo", en el cualhombres mujeres son iguales, como son iguales el amo y el esclavo, y como es igual

    todo hijo de vecino. Ahora bien, es este reino del puro espritu es indiferente cualquiertransformacin en el orden temporal; por lo tanto; mujeres, sed sumisas a vuestrosmaridos; esclavos, a vuestros amos. Ahora bien, si es indiferente por qu nohacemos lo contrario? Se podra dar la vuelta a ese propio discurso, como hizo Luteroen su da contra los iconoclastas. Dijo muy bien: si las imgenes no representan nadapor qu en lugar de destruirlas no las dejis en paz? Tambin se le poda dar lavuelta desde este punto de vista al discurso estoico paulino: si efectivamente era igualen el mundo del espritu, por qu no dejan las mujeres de obedecer a sus maridos?Pero no, los discursos estoicos siempre se acaban venciendo de un determinado lado:la indiferencia entre los dos montones de paja se acaba venciendo -por supuesto- dellado del peso de lo instituido y de lo real. Aunque en principio en el plano puramenteideolgico quede ese margen de ambigedad, pronto habr una razn suficiente paraque "lo indiferente" se interprete del lado del statu quo y, bueno, como eso da igual enel reino de este mundo, total, somos peregrinos! someteos a vuestros maridos, avuestros amos.

    En las sectas gnsticas parece ser que las mujeres ejercan funciones directivas decierta importancia, pero las dejaron de ejercer en cuanto la Iglesia se convirti en unaparato de poder; con el edicto de Constantino, la Iglesia constantiniana se convirti enuna institucin que hablaba el lenguaje del poder, se jerarquiz, se convirti en unaiglesia episcopal y como se iba ganando terreno como institucin de poder,

    inmediatamente se iba expurgando a las mujeres de cualquier cargo directivo. Cuandono haba poder en danza todava las mujeres ejercan ciertos cargos administrativos;cuando lo hubo, inmediatamente las funciones sacerdotales no pudieron ser ejercidaspor las mujeres. Esto hay que tenerlo en cuenta cuando se dice que en las iglesiasgnsticas las mujeres eran obispos: no era lo mismo ser obispo en ese momento yserlo despus! Bast que ser obispo fuese otra cosa para que entonces ya no lofueran las mujeres!

    Es decir que, segn vayamos de poltica de tierra quemada a poltica de tierra ganada,las mujeres toman posiciones o las mujeres pierden posiciones. Con la depuracin deelementos judaicos que se hizo en el gnosticismo, como helenizacin del cristianismo,

    aparecieron toda una serie de representaciones femeninas y andrginas de la divinidad:

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    fueron expurgadas por la ortodoxia y no beneficiaron para nada ni las posicionesideolgicas ni las poltico-administrativas de las mujeres en la Iglesia cristiana, y al final,ellas perdieron en el frente judaico y en el frente helnico. Todos los elementos delhelenismo que hubiesen sido potencialmente liberadores fueron abortados seseleccionaron los componentes ms misginos y se reforzaron a su vez con larestauracin de elementos judaizantes vetero-testamentarios, por una especie de

    afinidades electivas en los refuerzos mutuos. Cuando se volvi a la imagen del Dios deIsrael para luchar contra los gnosticismos tratando de equilibrar los elementos dehelenizacin del cristianismo, ese mismo Dios de Israel -que en un principio, lasprimeras domas helensticas haban querido expurgar de ciertos elementos patriarcales-volvi por su lado ms misgino, y de todas las representaciones femeninas de ladivinidad no qued ya ni la del Espritu Santo. Pues si el Espritu Santo era femenino enla gnosis y la concepcin de Jess fue virginal, se convirti en la ortodoxia en el queproduce la concepcin virginal, en un principio que fecunda a una virgen, pero la Virgenaparece ya en un segundo plano: no es una diosa madre sino la Madre de Dios que haquedado recuperada en el culto mariano. Vemos, por lo tanto, cmo estas dosmisoginias, por peculiar combinacin histrica que aqu he reconstruido muy grosso

    modo, no hicieron sino reforzarse mutuamente, excluyendo precisamente a las mujeresen un proceso que a lo largo de toda la Edad Media es bien conocido.

    Y nos plantamos rpidamente en la Ilustracin, ya que vamos a hacer una revisin delo que son las races ilustradas del feminismo. Es una perspectiva histrica cuyareconstruccin es fundamental en orden a toda una serie de polmicascontemporneas que afectan tanto al feminismo como a la Ilustracin; si el feminismoes un test para la Ilustracin, sta es a su vez un parmetro para el feminismo. Cuandoen la actualidad se discute tanto si somos ilustrados o posilustrados, si el proyectoilustrado es un proyecto que tiene asignaturas pendientes y no cumplido o, por elcontrario, es un proyecto clausurado y nos encontraramos en la posmodernidad, noviene mal contrastar en esta polmica el feminismo como producto ilustrado -porque seconfigura y se articula en las ilustraciones- y ver qu ha pasado con el feminismodentro del marco de las promesas ilustradas.

    Ha sido la mujer "aquel sector, precisamente, que las Luces no han queridoiluminar"? Sigue siendo la mujer aquel sector que -no obstante- no pueden iluminarms que las Luces? Ya se plantea as la pregunta en la tesis a la que antes hicereferencia. Madame de Stael deca precisamente que la Ilustracin slo se cura conms Ilustracin, solamente es susceptible de un tratamiento homeoptico, es decir,que una vez que se pone en marcha no hay otra manera de pararla que ser crticos e

    ilustrados con la propia Ilustracin. Ser ms radicales que y con la propia Ilustracin,llevar ms lejos el proyecto ilustrado, hacer Ilustracin de segundo grado, autocrticade la propia Ilustracin. No se sale de ella ni se hace el ajuste de cuentas rompiendo elnudo porque se forma otro peor: las Luces slo se curan con ms Luces. No podemossalir de la Ilustracin sin ms, sta tiene sus asignaturas pendientes, y una duraasignatura pendiente parece ser el feminismo.

    Y el feminismo, a su vez, tiene claramente sus races en la ideologa ilustrada. Laspremisas de las vindicaciones feministas estn en la concepcin ilustrada del sujetocomo un nuevo espacio de universalidad que se abre en principio como espacio deintersubjetividad, sin las limitaciones que en la antigedad se dieron por el hecho de la

    institucin de la esclavitud. Se plasma la concepcin jurdico-formal de las

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    subjetividades, en tanto que tales, como sujeto del contrato social, ya que la sociedadburguesa parte de estos presupuestos y tiene que inaugurar un nuevo espacio de losiguales, un espacio mucho ms amplio de protagonismo poltico, virtualmenteuniversalizador.

    Se empez con espacios ms restringidos pero la concepcin llevaba su propia

    dinmica, estaba preada de implicaciones: extraerlas era una operacinprcticamente de sentido comn; ya en Descartes se habla de que todos los sujetosson iguales. Por lo tanto, con respecto a la mujer -siguiendo estas argumentaciones-era algo de "sentido comn" (bon sens) derivar que tendra que ser sujeto del contratosocial.

    A m me gusta mucho repetir la frase de Mary Wollstonecraft, una de las primeras ilustradas,autora de Vindicacin de los derechos de la mujer, que perteneca al grupo de los radicalesingleses deca: "El feminismo no es sino una apelacin al buen sentido de la humanidad".As, es una interpelacin simplemente de sentido comn: si ustedes hablan de este espaciode subjetividades de iguales, desde los presupuestos de universalidad de su discurso, pues

    bien, explquennos por qu nosotras no entramos. La carga de la prueba ya la tienenustedes, y no al revs. Es curioso, desde este punto de vista, el modo como la mayora delos "ilustrados" se zafaron con mucha rapidez de estas demandas. En principio, cabraesperar que la Ilustracin empezara por reivindicaciones muy tmidas para la mujer alcomienzo, y que esas mismas reivindicaciones histricamente, conforme evolucionaba elpropio planteamiento ilustrado -constelacin bastante compleja, si bien con algunos ncleosideolgicos fundamentales-, se volvieran exigencias cada vez ms radicales y msinclusivas para la mujer. Sin embargo, no fue as.

    Poullain de la Barre, discpulo de Descartes, escribi en 1673 una obra extraordinaria,tan extraordinaria como desconocida, porque al pobre seor le dio por defender a lasmujeres y ha corrido tan triste destino en la historia cual si de mujer se tratara.Encontramos en este autor cantidad de ideas que luego aparecen comorousseaunianas, hasta el tema del estado de naturaleza. Ahora, justamente, lasfrancesas estn reivindicando para su santoral a Poullain de la Barre, y es curiosocmo toda una serie de temas rousseaunianos se reinterpretan con una claridadmeridiana si se leen a contraluz, como si Rousseau estuviera contra diciendo a estediscpulo de Descartes. Lo que ocurre es que Rousseau pas a la historia y Poullain,no; escribi tres libros y, bueno, ahora se est reeditando justamente porque elfeminismo lo ha redescubierto e histricamente lo ha reivindicado, y cuando hay unanueva conciencia emergente e investiga retrospectivamente su propia problemtica, se

    constituye en un nuevo sujeto de discurso y de investigacin y aparecen cantidad decosas que histricamente no se consideraron relevantes como tales.

    Poullain de la Barre, curiosamente, saca las implicaciones de la lucha cartesianacontra el prejuicio, la tradicin y el argumento de autoridad sin escatimarle a la mujer elprotagonismo poltico pleno, en igualdad total, cuando mujeres ilustradas como MaryWollstonecraft y la propia Madame de Stael no llegan tan lejos. Mary Wollstonecraftreivindica para la mujer la educacin -el gran tema ilustrado-, la igualdad de derechosen el terreno de la cultura, polemiza con todas las cretinadas que en este terreno decaRousseau en La educacin de Sofa sobre la educacin de las nias, y, bueno, fue unapolmica que Rousseau le puso fcil: era una operacin del "buen sentido",

    efectivamente, del buen sentido ilustrado, de crtica del prejuicio, de crtica del

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    argumento de autoridad. Pero Mary Wollstonecraft no llega a reivindicar en nivel deparidad el protagonismo poltico para la mujer. Sin embargo, Poullain de la Barresimplemente sac del cartesianismo una conclusin llena de sentido comn: la mente(l'esprit) no tiene sexo. Por otra parte, pragmatiz el cogito cartesiano, le dio un giro, noya de "pienso, luego existo" sino de "acto, luego existo", y sac as del programacartesiano implicaciones sociopolticas, lo radicaliz por el sesgo ms bien pragmtico,

    pues si la mente no tiene sexo, no se ve por qu razn se van a considerar relevantesciertas diferencias biolgicas a efectos de que la mujer est discriminada.

    Por otra parte, la forma como plante Poullain de la Barre la cuestin fue la muydieciochesca de la Qurelle. Al uso para discutir si eran mejores los antiguos o losmodernos, quines tenan ms mritos, quines tenan menos y, adems, quines ibana juzgar el debate, tomaba retricamente la forma jurdica de tribunal: quin es parte,quin es juez y, por lo tanto, quin tendr la ltima palabra? El debate sobre l'galitdes sexes tom la forma de la Qurelle, y Poullain de la Barre fue el primero queafirm: "Todo lo que se ha dicho sobre las mujeres lo han dicho los hombres, lasmujeres en la historia no han hablado, hay que hablar con las mujeres". l era un

    socilogo nato, iba por los pueblos hablando con las mujeres; sacerdote catlico sehizo protestante, iba interpelando a las mujeres haciendo que stas contaran suscosas. Combata los argumentos de autoridad que el cartesianismo criticaba frente a larazn, frente a la instancia del buen sentido como instancia crtica. Por ejemplo, antelos argumentos misginos de los Santos Padres del catolicismo deca: "Bueno, en esetribunal los hombres fueron juez y parte, las mujeres no han hablado".

    Si estos libros hubiesen sido escritos por mujeres, otro gallo cantara y otras cosas sehubieran registrado. Dicho ahora, parece una verdad de Perogrullo, pero que lo dijeraen 1673 el caballero Poullain es algo tan inslito como importante.

    Dentro de la misma Ilustracin espaola, el padre B. I. Feijoo (en el discurso XVI deTeatro crtico y universal) toma ms tarde esta misma formulacin (aunque no se sabe siFeijoo ley a Poullain de la Barre o la tom de la tpica de la Qurelle). Es curioso quecon Poullain se encuentran ya explicitadas todas las frmulas derivadas delcartesianismo para llegar a la igualdad de los sexos. Sin embargo, luego los tericosilustrados cada vez van con ms regateos, cada vez van introduciendo ms "argumentosad hoc" y conceptualizaciones diferenciales para las mujeres, de tal manera que lasvirtualidades de universalizacin del discurso ilustrado no recen para ellas. Hay quedecir que es un "sujeto" diferencial y que, por lo tanto, en todo lo que se dice respecto delos sujetos del contrato social, la mujer no entra como referente.

    Aqu hace la Ilustracin un juego de conceptos muy peculiar y muy tramposo: el usoideolgico del concepto doble de "naturaleza". En un sentido clsico y tradicional, elconcepto de "naturaleza" se utiliza para conceptualizar aquello que, dentro de lacultura, se quiere oprimir, se quiere controlar, se quiere domesticar: entonces es unfenmeno natural que hay que tener a raya, que hay que domar. Los negros son vistoscomo esas panteras que si no estn contenidas en un dique son como un torrente. Aestas representaciones de la "naturaleza", la cultura superior las tiene que controlar.

    En cambio el concepto ilustrado de naturaleza presenta a sta como paradigmalegitimador del deseable orden de las cosas. Para justificar algo se puede hacer una

    ecuacin entre "lo natural" y "lo racional": esto es as conforme a naturaleza. y cuando se

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    dice de algo que es "conforme a la naturaleza", viene a sustituir como sancin lo que erala voluntad divina dentro de la sociedad estamental de l'Ancien Rgime. La sociedad delaissez faire, laissez passer es mucho ms "conforme a naturaleza" que lo era otro tipode sociedad que tena otro tipo de trabas.

    En los crculos ilustrados, curiosamente, cuando se conceptualiza a la mujer como

    naturaleza, no se hace en ese sentido de paradigma legitimador, sino en el sentidotradicional. Cuando Rousseau dice que la mujer es "naturaleza", lo dice en un sentidoambiguo confirindole, por una parte, las virtudes que l adjudica al estado denaturaleza, frente al estado de decadencia de la cultura, de lo artificial, etc. La mujer,precisamente por ser la depositaria de esas virtudes paradigmticas, tiene que estar enel espacio privado, tiene que estar controlada por el hombre, tiene que ser domesticada,como se dice claramente en La Educacin de Sofa. Porque la mujer es adems lo"natural" en sentido tradicional. Usa la careta del sentido ilustrado, pero lo que quiere esestar dominada. Ha de ser custodiada justamente por ser guardiana.

    Ese uso doble del concepto de naturaleza ser recurrente a lo largo de toda la

    Ilustracin. La mujer no ser desde el principio concebida como sujeto del contratosocial.

    Hay un texto de Hobbes muy caracterstico. Dice en el Leviatn: "En una repblicacristiana nadie ms que el soberano puede determinar lo que est o lo que no est enla palabra de Dios, como slo Abraham poda en el seno de su familia. Pues Dioshabl slo con Abraham, y slo l puede saber lo que Dios dijo e interpretar lo mismo asu familia; por lo tanto los que ocupan el papel de Abraham en una repblica son losnicos intrpretes de lo que Dios haya hablado. Al celebrar este convenio, Dios hablsolamente a Abraham y, por tanto, no pact con ninguno de su familia o descendenciams que en la medida en que sus voluntades -que constituyen la esencia de todopacto- estuviesen antes del contrato comprendidas en la voluntad de Abraham, dequien se supona -por tanto- que tena poder legtimo para hacerles realizar todo lo quepact por ellos". Como en la letra de los tangos que dicen "la pact porque era ma",Hobbes viene a decir algo parecido. Aqu aparece tematizado claramente que lalegitimidad de todo contrato social se basa en las voluntades, las voluntades son laesencia de todo pacto. Sin embargo, en el caso de la mujer -que tendra que haberlolegitimado con su voluntad- se supone que delegaba en Abraham como cabeza defamilia.

    La legitimacin del poder patriarcal, por lo tanto, no se mide con el mismo criterio que

    la legitimidad del poder poltico. Porque el poder poltico, como es un contrato en elespacio de los iguales, tiene que pactar y, por tanto, hacer explcito su propio pacto,como portadores del logos que es cada uno de ellos. Mientras que la mujer no tiene supropio logos, delega en la voluntad del varn, como portador, y el pacto, por lo tanto,es un pacto entre varones. Esto lo deca Hobbes, moderno pensador ilustrado de lalegitimacin racional del Estado moderno.

    Es curioso, adems, que esto se produzca cuando desde la Reforma protestante hahabido una tradicin de lo que podramos llamar hermenutica bblica ilustradafeminista. De la Reforma protestante y sus postulados del libre examen, las corrientespuritanas sacaron inmediatamente consecuencias para el caso de la mujer: si vamos a

    abolir la mediacin sacerdotal, y todo el principio del libre examen dice que cualquiera

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    puede ejercer la libre interpretacin de los textos bblicos, por qu ha de hacerlo elcabeza de familia? Esta mediacin no es ms necesaria que la mediacin sacerdotal.Las mujeres podemos ser intrpretes, podemos ser profetisas.

    Esta conclusin sacaron muchas puritanas inglesas. En los movimientos milenaristas,Guillermina de Bohemia en el siglo XIV tambin organizaba una iglesia de mujeres y

    esperaba el milenio para la mujer. Porque dijo: "Jess haba venido para redimir aAdn pero no a Eva, y en la segunda aparicin iba a venir a redimir a Eva". Claro queno les digo a ustedes cmo acab Guillermina de Bohemia y su milenio de la mujer: enla horca. Efectivamente, este movimiento se produjo, y la tradicin hermenuticabblica ilustrada tambin encontr aplicacin de sus postulados al caso de la mujer.Sacando las consecuencias de la idea general -como aparece en Spinoza respecto deque a la Biblia no hay que tomarla en sentido literal sino que hay que contemplar lossentidos metafricos- las ilustradas dirn luego de las puritanas inglesas que aquellode que Eva naci de las costillas de Adn vamos a interpretarlo en sentido igualmentemetafrico, porque nosotras tambin podemos ser intrpretes y no decodificarlo enforma literal.

    Sin embargo, los hombres no queran que esta hermenutica fuera ms all, digamosfuera de los lmites que ellos mismos controlaran. Claro, lo que no se quiere es hacer ala mujer intrprete, portadora de logos, o sea portadora de voluntad. Su voluntad es algoya interpretado y la "legitimidad" de esta operacin es algo que se da por hecho. Suvoluntad est contenida antes de todo pacto, o sea est precontenida en el pacto. En unespacio previco que requiere la mediacin de otro intrprete que no es ella misma, sinoel portador del logos que es el sujeto del pacto social entre los diversos intrpretes dellogos: los patriarcas y cabezas de familia.

    Por lo tanto, en la base de la ideologa liberal que se encuentra en una de las franjasms importantes del espectro ilustrado en cuanto a su traduccin poltica -no es porsupuesto el nico, pero s histricamente el ms caracterstico y en buena medidasomos sus herederos-, la mujer no fue concebida como sujeto del contrato social nicomo intrprete de su propia voluntad.

    Insisto porque muchas veces se nos dice que las feministas somos anacrnicas y nocontextualizamos histricamente. No: es decir, se olvida que es al revs. Los textos queafloran tienen como referente polmico vindicaciones feministas ya establecidas.Muchas exclusiones de la mujer son modos de decir en contra y formas de no decir elreferente polmico que exista ya: lo que ocurre es que se ha borrado. Recuerdo que, a

    propsito de una interpretacin que hice sobre la Antgona de Hegel, un colega filsofodijo que todo eso estaba bien, era muy ingenioso pero anacrnico. Pero anacrnico!Por favor! Hegel escribe cuando ya haba detrs un movimiento ilustrado que funciona,tambin en el caso de la mujer, como su referente polmico y en estas cosas no se sabelo que se dice si no es en funcin de ese referente.

    Poullain de la Barre pudo decir lo que dijo en 1673 porque ya haba una tradicin dehermenutica bblica ilustrada. La obra de Mary Wollstonecraft (1792) se tradujo acinco idiomas. Difcilmente pudo ignorar Hegel, buen conocedor de su poca a la quetrataba de "pensar en conceptos", figuras como Madame de Stael, ni desconocer elmovimiento preciosista francs -cuyos nombres ms significativos se estn

    recuperando ahora-: mujeres de una agudeza e ingenio notables, que luego pasaron

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    por ser simplemente anfitrionas de los salones ilustrados porque, digamos, en esepapel social s se consagraba a la mujer. Ahora bien, si escriba. lo ms que podahacer era darse al gnero epistolar: pero si ella llegaba a "hacer pinitos" por su cuentase supona, y esto lo dice Rousseau -y no slo Rousseau-, que era el hombre el que lellevaba la mano y el que escriba por ella. Y esto ocurra sin embargo en pleno sigloXVIII, cuando la querelle de l'galit des sexes era una polmica que tena ya una

    situacin bastante evolucionada.

    En la Ilustracin, por lo tanto, la manera de evitar desde el punto de vista ideolgico -que es el plano en que yo estoy tratando de moverme- que a la mujer le lleguen entoda su radicalidad las implicaciones de las premisas ilustradas, consistir en habilitarun espacio, tanto conceptual como ideolgico -el espacio privado- y acuarconceptualidades diferenciales para situar en l a la mujer.

    Una vez ms, como seal Cristina Molina, el patriarcado se pone de manifiesto comoun poder de asignar espacios: como el espacio pblico y el privado; y en la ideologaliberal se trata de redefinir el espacio de "la virtud" de la mujer en torno a valores tales

    como la utilidad: la utilidad sirve como argumento a los progresistas como John StuartMill para darle a la mujer un cierto margen emancipatorio con base en que sea dignacompaera del hombre y agente eficaz de progreso social. El utilitarismo, en este caso,toma un cierto cariz progresista -con sus limitaciones- y sobre todo por obra de sumujer Harriet Taylor Mill. A otros ilustrados, por el contrario, les parece ms til que lamujer siga sujeta en el dominio de lo privado, que siga creando las condiciones paraque el varn sea el sujeto del contrato social, y estando en ese espacio pre-cvicodonde recibir nuevas adherencias ideolgicas del nuevo concepto de la privacidadcomo intimidad propia del nuevo orden burgus y la nueva familia burguesa: ser elespacio de lo personal, de lo ntimo, frente al espacio duro, competitivo de lasrelaciones manchesterianas y mercantiles que, sin embargo, como compensacintendr ese ncleo irreductible de la idea de la familia nuclear burguesa, cuyo papel deguardiana se le conferir precisamente a la mujer.

    Cuando se habla, por lo tanto, de que a la mujer desde el liberalismo se la confina almbito privado, ello no tiene las mismas connotaciones siniestras que tena "privado"en sentido griego, en que "privado" era privado de derecho, estar privado de todoreconocimiento. Privaticidad en el sentido liberal tiene unas connotaciones distintas,asociadas a la idea moderna de individualidad; el precio que cuesta ser individuo, elque tengamos un mbito, digamos, sustrado a la vida social ya las miradas de todo elmundo, donde no hemos de ponernos mscaras en cierto modo; el mbito ms

    personalizado, donde seramos verdaderamente nosotros mismos. La idea deindividualidad ha recogido ya, tambin, la herencia del cristianismo: toda la apreciacinde la subjetivizacin de la religin y lo que ello ha supuesto en la gnesis del sujeto dela modernidad, con la Reforma protestante, etc. Entonces se podra decir: qu hayque objetar cuando lo privado es un valor liberal tan importante ya la mujer se leadjudica el espacio de lo privado?

    Toma ahora estas connotaciones positivas en el pensamiento liberal. Bueno, escurioso, porque la mujer, en realidad, no va a ser aqu la destinataria de esaprivaticidad, no va a ser la sujeta sino la artfice de ese espacio de intimidad para quelo disfrute otro. Es la que tiene que crear las condiciones para que otro tenga

    privaticidad, pero para ella sa es la tarea que ella misma tiene que realizar como

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    artfice, y una vez ms, como medio en un espacio precvico y a-teleolgico (que notiene su fin en s mismo, de telos = fin), en un medio donde, en definitiva, no se nos danunca la mejor parte.

    En la frase del Evangelio respecto de Marta y Mara, dice Cristo a Mara -que parecaque entenda el asunto mejor quedndose en la tertulia y oyendo al Maestro La

    Palabra, mientras Marta dale que te pego! con las cacerolas-: "Mara, t has escogidola mejor parte". A la mujer se le vuelve a negar la mejor parte; se la lleva al mbito delo privado para que sea su medio y su artfice. Porque ese mbito de la privado no va arealizar a la mujer como fin en s sino que la va a destinar, justamente una vez ms!,al reino de los medios.

    Hay que temer cuando dentro del discurso liberal aparece la palabra "privado",relacionada con la femenino: cambian muchas veces sus connotaciones y se vuelve aparecer mucho ms al uso griego: se viva como carencia, como algo que falta, comonegacin y no como un verdadero mbito de plenitud. Porque lo privado es una formaadicional de plenitud precisamente para quien hace de eso su plataforma emocional de

    realizacin personal en el mbito en que verdaderamente emerge, que es el delreconocimiento, el de la verdadera intersubjetividad, el "espacio pblico. Pero nopuede tener este mismo sentido de plenitud para quien es el lugar del lmite y delconfinamiento; por tanto no se puede hacer la trampa ideolgica de considerar que a lamujer, as, se le est dando "la mejor parte" (al menos, sobre eso habra mucho quediscutir). Amelia Valcrcel, en la ponencia que present en un congreso de filsofosjvenes sobre modernidad y posmodernidad, hizo en relacin con el feminismo unalgoritmo compositivo combinando las tres ideas de la Revolucin Francesa: libertad,fraternidad e igualdad. Combinndolas por pares en vertical y en horizontal puedecontrastarse su juego ideolgico reconstruyendo as el espectro que puede dar laIlustracin.

    Los liberales han dado fundamentalmente nfasis a las combinaciones donde aparecenlas ideas de libertad primando sobre fraternidad e igualdad. Si tomamos grosso modo lossocialismos utpicos, priman las ideas de igualdad y fraternidad sobre las ideas delibertad. Hay otras combinaciones que han tratado de equilibrar igualdad con libertad, oalgunas radicalizaciones como la de Babeuf, del Club de los Iguales, han sidoradicalizaciones pequeo-burguesas en la lnea de Robespierre (dentro del espectro dela Revolucin Francesa, no sera el caso de Voltaire, el de la alta burguesa, sino laradicalizacin pequeo-burguesa).

    Seran radicalizaciones ms bien por la va de la igualdad, como el Club de los Iguales,las que ms rpidamente fueron aniquiladas, y las pretensiones de radicalizacinigualitarias que tuvieron implicaciones feministas fueron rpidamente ni tomadas enconsideracin. Porque el Club de los Iguales de Babeuf al menos todava se recuerda,pero lo que dijo Poullain de la Barre, eso desapareci en el muro de arena.

    Rossana Rossanda recuerda en su libro Las Otras que, de las tres ideas bsicas de laRevolucin Francesa, la histricamente menos evolucionada sigue siendo la idea deigualdad. Si hay asignaturas pendientes en la Ilustracin, esa asignatura sigue estando dellado de la igualdad, ms que del lado de la libertad. Por su parte, la fraternidad es mscomplicada, porque la fraternidad si se radicaliza, cierra espacios frente a los otros.

    Construye espacios de cofrades que son iguales entre ellos, pero, precisamente, a costa

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    de la exclusin de los dems, pueden terminar por constituir grupos sectarios que creandinmicas sectarias. De los focos ilustrados de la igualdad y libertad, la gran asignaturapendiente de la Ilustracin est del lado de la igualdad. All fue donde vino "el to Paco conlas rebajas" , rpidamente se escamote para la mujer. Si lo que se enfatizaba era lacuestin del sujeto del contrato social, resulta que la mujer no lo era, porque era unavoluntad siempre interpretada. Si el paradigma era "la naturaleza", resultaba sin embargo

    que la mujer no lo era en el sentido del paradigma ilustrado, sino que era "naturaleza" enel sentido de lo que haba que dominar y tener bajo control. Si se trataba de ir contra elprejuicio y contra la autoridad, rpidamente hay entre la Ilustracin y el Romanticismonegociaciones muy sutiles, entonces se dice que s, en principio, pero que no se puedearramblar con todo a la vez. "Los ilustrados no son ilustrados consigo mismos", sobre todoen ese punto, y se doblan de reivindicadores de valores tradicionales por ese lado, por elque crea para ellos las propias condiciones de posibilidad de ese ciudadano pblico quees el sujeto ilustrado.

    Yo les iba a hablar algo sobre la interpretacin hegeliana de la Antgona. Quiero leerlesslo algunos textos, porque esta figura es bastante excepcional y habra que

    dedicrsela especialmente a las Madres de Plaza de Mayo. La interpretacin hegelianadel drama de Sfocles -Antgona tiene muchas interpretaciones- se puede resumir asdesde el punto de vista que aqu nos interesa: frente a la tica ilustrada, que podraconsiderarse una tica contra el doble cdigo de la moralidad (era una tica de launiversalizacin, tal como se expres en el imperativo categrico kantiano: "Obra demanera tal que puedas querer que la mxima de tu accin se constituya en Leyuniversal" , y recoge de esa manera el espritu de la Ilustracin), Hegel vuelve atrasplantar al terreno de la tica, de los derechos y los deberes, la especificidad de ladivisin sexual del trabajo, ya restaurar y fundamentar de nuevo el doble cdigo demoralidad. A la mujer le compete como deber ser sujeto de lo que llama "la ley divina" -- la ley familiar que ordena dar sepultura al muerto. La mujer es sujeto de "la eticidad"porque no puede serlo de una forma superior; ms evolucionada y ms extensa, quees la esfera de lo jurdico y de lo poltico. La eticidad para Hegel est en el terreno delas mores, de las costumbres, de la segunda naturaleza de un pueblo; est ms cercadel terreno de la naturaleza que del de la cultura y, por lo tanto, es ms propio comoterreno de la mujer que del varn, que es el que accede al dominio de la universalidad,al dominio de la polis, de la verdadera autoconciencia como ciudadano que emerge alespacio de lo universal.

    La mujer, en cuanto objeto de su deber tico, tomar la familia, el deber tico, hacia losingular. La mujer es "la eterna irona de la comunidad", que siempre desva los fines

    pblicos hacia lo privado. Pretende tomarle el pelo a lo pblico desvindolo hacia losfines privados; pero la comunidad, al mismo tiempo que produce este principiofemenino hostil, se toma constantemente su revancha sobre l, por lo tanto Creontematar a Antgona. Creonte es quien hace la ley: "Mientras yo viva, no ser una mujerquien haga la ley". Ley del Padre, como dirn los lacanianos. La ley es un significanteflico, es el Nombre del Padre. A la mujer, por lo tanto, no le compete hacer la ley. Aella slo la requiere una ley, la Ley de la Naturaleza, "ley divina" se llama el tirn de loancestral: tiene que darle sepultura al muerto. Darle sepultura al muerto significa"desposar al pariente Con el seno de la tierra", es decir, as como el hermano introducea la hermana, al desposarla con el Vivo, en el terreno la cultura (porque si no seria unarelacin incestuosa sin mediacin y desposa por ello con otro hombre), al ir de la Vida

    a la muerte la mujer, hace la operacin inversa: desposa al pariente con el seno de la

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    tierra la muerte no es, as, una muerte incestuosa. No tiene una mala inmediatez con lanaturaleza: el muerto no vuelve a las entraas de la tierra a descomponerse como sifuera una parte orgnica de la naturaleza, sino que mantiene su principio cultural deindividuacin, conservndolo en sus exequias, con sus ritos fnebres. Su identificacin,como lo que fue el sentido de una Vida, de un ser y de un obrar, quien ha depreservarla en su hermano Polinice Contra la ley de Creonte es Antgona, y hace as

    de mediadora y depositaria de la memoria del muerto. La mujer es la que tieneprecisamente este terreno; se puede ver claramente, adems en su evolucin histrica,cmo se ha utilizado el mbito de lo familiar de un modo que seria inconcebible en laEdad Media.

    En los trabajos del historiador francs Phillippe Aries, que son sumamente sugestivos,sobre la familia, se habla precisamente de esta significacin personal del reducto de loprivado en la sociedad burguesa, mientras que en la Edad Media habra como uncontinuo de vida social. El que los deberes familiares se carguen de esta tensinemocional y de esta eticizacin -sit venia verbo- es propio de la sociedad burguesa,justamente.

    Hay mucho de reinterpretacin hegeliana en el drama de Antgona, proyeccin decategoras que histricamente sern acuadas posteriormente, El deber tico de lamujer no se orienta hacia lo universal, porque no es una conciencia o un sujeto losuficientemente evolucionado en tanto que autoconciencia como para ser ciudadanade lo universal. Ya lo ms que llega, en su realizacin suprema y ms pura comohermana, es a "presentimientos de la esencia tica " Ya herona trgica. Porque estaconcepcin unilateral, esta obcecacin, esta limitacin para lo universal -que al mismotiempo constituye su excelsitud, claro est- es excelsitud por la que se la condena,porque lo universal tiene que prevalecer sobre lo particular, ha de imponer Su ley, portanto Creonte sancionar a Antgona y, en ltima instancia, le dar la pena de muerte.La mujer, pues, no podr vivir polticamente su dolor, podr vivir solamente su dolorfamiliar, como hermana, pero no politizarlo.

    La poltica impone otras leyes y Hegel decreta -avant la lettre?- que lo personal nopuede ser poltico; ser precisamente la gran reivindicacin del feminismo, luego: serposible que lo personal pueda salir a la plaza pblica, que lo personal pueda ir algora, que lo personal se redefina como algo susceptible de reconocimiento, quepueda surgir en el espacio pblico, que Antgona no sea condenada a muerte junto asus muertos, que Antgona sea reconocida, no como figura irnico-trgica del Espritu,sino en cuanto ciudadana del reino de la igualdad, como figura del gora, sujeto pleno

    de derechos del contrato social, llorando polticamente a sus muertos? La eticidad delas Antgonas de Plaza de Mayo, diga Hegel lo que diga, no es un desfile de finesprivados: es voluntad general de las dadoras de la vida de constituirse en suslegitimadoras poniendo bajo su propia ley a los dadores de la muerte y arrebatadoresdel nombre. Si la Mujer es "la eterna irona de la comunidad", las Madres y Abuelas dePlaza de Mayo son la irona de Hegel.

    El problema que se nos plantea a las feministas con Antgona es muy simple: hay quellevarla o no al santoral? Cmo asumimos o dejamos de asumir las propiasdefiniciones patriarcales de Antgona? O haremos de ella, por el contrario, el smbolode la redefinicin de lo personal como poltico? Esto nos tendra que llevar a politizar a

    Antgona, a reivindicar y enfatizar en sus (son mltiples) figuras su relevancia poltica,

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    a hacerla llorar polticamente, clamar por vidas identificadas y/o (abuelas/madres)sepulturas nominadas. No como accin tica positiva hacia lo singular, como decaHegel, que consideraba a la mujer incapaz de ser ciudadana de lo universal, decapacidad de abstraccin para llorar al muerto en su dimensin poltica. Como elpoder, pretende confinarla a guardiana de la memoria familiar del muerto. Hegel hacesus afirmaciones despus de que Kant haba llegado a la formulacin ms madura de

    una tica ilustrada, que arrancara todo fundamento racional para un doble cdigo demoralidad segn el sexo para Creonte y para Antgona -y sera el trasunto, en el planode la tica, de los cdigos de la divisin sexual del trabajo que, como vimos, no erasimtrica ni complementaria, sino muy claramente jerarquizada-: el deber del caballeroes considerado el deber superior y el de la mujer, por mucha literatura y retrica conque se lo aderece, sigue siendo valorado como socialmente inferior y subordinado.

    * Amors, Celia, "Espacio pblico, espacio privado y definiciones ideolgicas de 'lomasculino' y 'lo femenino'", en Amors, Celia, Feminismo, igualdad y diferencia,Mxico, UNAM, PUEG, 1994, pp. 23-52.

    Texto difundido por CIDHAL (Comunicacin, Intercambio y Desarrollo Humano enAmrica Latina, A. C. - Mxico).http://www.laneta.apc.org/cidhal/lectura/identidad/texto6.htm

    Fuente: Tertulia. Una ventana hacia la vida de las mujeresInternet:http://www.la-tertulia.net

    http://www.laneta.apc.org/cidhal/lectura/identidad/texto6.htmhttp://www.la-tertulia.net/http://www.la-tertulia.net/http://www.laneta.apc.org/cidhal/lectura/identidad/texto6.htm