Conceptos mentalistas y prácticas ideológicas

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2. CONCEPTOS MENTALISTAS Y PRACTICAS IDEOLOGICAS La historia reciente de-la psicología ha. sido la histo-~v ria de la contraposición de múltiples formas de concep- tos mentalistas ante el intento objetivo de construir una ciencia genuina del comportamiento, y en especial, del comportamiento humano. El conductismo, como la filo- j sofía especial de esta ciencia, se ha constituido, no sólo en la formulación teórica general que respalda este es- fuerzo por articular una descripción y explicación obje- tivas de la actividad de los hombres concretos, sino que, como consecuencia de una tradición preñada de dualis- / mo, el propio conductismo ha reflejado en su interior di- chas contradicciones conceptuales. El dualismo,_se ha constituido^enla doctrina oficial del comportajnjgnto humano, desde que Descartes forma- lizó la hipóstasis cristiana del alma aristotélica. Como afir- ma Ryle (1949), al comentar sobre el dualismo nacido de Descartes, «...con las dudosas excepciones de los idiotas y los infantes en brazos, cada ser humano tiene un cuerpo y una mente». Describiendo esta doctrina oficial prosigue, «...los cuerpos humanos están en el espacio y están some- tidos a las leyes mecánicas que gobiernan a todos los de- más cuerpos en el espacio. Los procesos y estados corpo- rales pueden ser inspeccionados por observadores exter- 37

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Capítulo del libro "Conductismo: Reflexiones Críticas" de Emilio Ribes Iñesta, Barcelona: Fontanella, 1982.

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2. CONCEPTOS MENTALISTAS Y PRACTICAS IDEOLOGICAS

La historia reciente de-la psicología ha. sido la histo-~v ria de la contraposición de múltiples formas de concep­tos mentalistas ante el intento objetivo de construir una ciencia genuina del comportamiento, y en especial, del comportamiento humano. El conductismo, como la filo- j sofía especial de esta ciencia, se ha constituido, no sólo en la formulación teórica general que respalda este es­fuerzo por articular una descripción y explicación obje­tivas de la actividad de los hombres concretos, sino que, como consecuencia de una tradición preñada de dualis- / mo, el propio conductismo ha reflejado en su interior di­chas contradicciones conceptuales.

El dualismo,_se ha constituido^enla doctrina oficial del comportajnjgnto humano, desde que Descartes forma­lizó la hipóstasis cristiana del alma aristotélica. Como afir­ma Ryle (1949), al comentar sobre el dualismo nacido de Descartes, «...con las dudosas excepciones de los idiotas y los infantes en brazos, cada ser humano tiene un cuerpo y una mente». Describiendo esta doctrina oficial prosigue, «...los cuerpos humanos están en el espacio y están some­tidos a las leyes mecánicas que gobiernan a todos los de­más cuerpos en el espacio. Los procesos y estados corpo­rales pueden ser inspeccionados por observadores exter-

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nos... pero las mentes no están en el espacio. La actividad de una mente no es testimoniable por otros observadores; su carrera es privada. Sólo yo puedo tener conocimiento directo de los estados y los procesos de mi propia mente. Una persona, por consiguiente, vive a través de dos histo­rias colaterales, una consistente -en lo que pasa en y a su cuerpo; la otra, consistiendo en lo que pasa en y a su mente. Lá primera es pública, la segunda privada» (p. 11).

Esta doctrina • es, con toda justeza, denominada por N Ryle el mito del fantasma en la máquina. Aun cuando el / problema puede abordarse desde • la perspectiva de la ló-

¿- gica de las categorías lingüísticas empleadas en la des­cripción de los eventos y relaciones denominadas cuerpo ly mente o materia y espíritu, él problema no se reduce \a una cuestión de lógica de la ciencia o epistemología ex­clusivamente.

Ryle, señala que ésta doctrina dualista «...es un gran error y un error de tipo especial. Es, a saber, un error categorial. Representa los hechos de la vida mental como si pertenecieran a un tipo o categoría lógica (o rango de

I tipos o categorías), cuando en realidad pertenecen a otra. | El dogma es por consiguiente un mito filosófico» (p. 16). ¡ No sólo eso, sino que al identificar a cada una de las dos j instancias de la dualidad con las aproximaciones filosófi-A cas tradicionales, el materialismo y el idealismo, se pre-

i tende discutir en el plano de las sustancias lo que tons i tituye, en esencia^ un problema de categorías..Ryle conti

núa expresando que «...la creencia de que existe una opo sición polar entre Mente y Materia es la creencia de que son términos de un mismo tipo lógico... Tanto el Idealis mo como el Materialismo son respuestas a una pregunt;i inapropiada» (p. 22). Presupone esta cuestión que la exis

' tStigfa, como'categoría lógica, de eventos, diferentes, tiene una acepción genérica única.

Esta confusión categorial es, en efecto, importante, en tanto establece la posibilidad lógica de diferentes formal

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de existencia. Sin embargo, es una confusión que es ubi-cable sólo en la medida en que las categorías de existen­cia son categorías reductíbles o que corresponden a ni­veles empíricos de -descripción. El materialismo tradicio­nal redujo o formuló el concepto de materia (o cuerpo)^ '.

, precisamente a las categorías de ía Mecánica Newtoniana. La materia en general se identificó con la categoría física de materia, es decir, la materia corpórea. Pero, si se toma la .distinción materia-espíritu, no como_mia_djsj^ncüm^ca- ^ tegoriaí de existencia, sino~~3e propiedades jle lo existeji; ̂ y. te, el problema mente-cuerpo rebasa el problema mera-,v^ menFe lógico señalado por Ryle. La cuestión no se restrin-^ ̂ "ge a la congruencia lógica del lenguaje con que descri- " bimos los eventos materiales y. «mentales», sino, que h a y ^ que abordar, desde la perspectiva de que ambos tipos de ^. eventos existen, en gue^onsiste jujexistencia y cdmo_sus^ propiedades se constituyen en la forma de relaciqnes_di-ferenFés~dé~ToTque como «corporeidad» se da en un solo nivel.

Tradicionalmente, las.. relaciones entre lo existente se reificaron^en^la forma de sustancias o cosas (materia, es­píritu o mente, flogisto, energía vital) y el problema se for­muló como necesidad lógica de explicar las relaciones de subordinación y las interacciones entre .dichas sustancias o relaciones corporeizadas, objetalizadas. Así, el materia- ) lismo e idealismo tradicionales se proponían demostrar la prioridad de una u otra sustancia, o en el mejor de los ca- / sos, cómo se relacionaban entre ellas. La psicología, fue ¡ la~disdpTmXqu¥Tíel^a fóT^iñ~el propósito del análisis em- ] pírico, esta última obligación lógica como razón de ser. j

Pero en el momento en que la discusión sobre dife­rentes existencias se hace a un lado, y se_acepta_que^ todo » lo existente se da en un mismo nivel categorial (materia- \ Rimo moderno)? operan dos cambios fundamentales:

l)"^La~materia como categoría no subordinada a otra existencia trascendente a ella, no se iguala con una de

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sus formas, tradicionales de presencia, es decir, la materia física. Materia es idéntica a existencia.

2)~ La materia como categoría genérica de existen* la, tiene que "ceder su lugar a otras categorías diferenciales que permitan lógicamente articular el conocimiento de las diversas formas en que, lo que existe, se desarrolla en la forma de relaciones no reductibles a una sola de cjlas. Así, surgen ires nuevas ciencias eríloT"fiñaTes del siglo \ i \, que aun cuando, con una problemática enraizada todavía en la mitología dualista, comienzan a sentar la base del reconocimiento de nuevas formas de relaciones materia les, y por consiguiente, objetivas, .en.la.reaJidad._dc_lo_ejds-tente. Es la aparición de la biología (Darwin), la psico­logía (Pavlov y Wátson), y la ciencia de las formacionei sociales (Marx).

Se entiende, en este contexto, que no hay misterio al guno en que, en el caso de la psicología, los primeros ln tentos materialistas no hayan superado el dualismo origl nal, y que, por consiguiente, hoy día, dicho dualismo peí manezca disfrazado de m i l j o m a ^ o r m á s (los a n á l o g o s me cánicos, cibernéficos, químicos, matemáticos, etc.). Todo intento deformulación materialista de lo «mental» <> psl cológico, se expresó como la localización de lo mental en lo biológico, o como la localización de dónde lo men tal interactuaba con lo biológico. La categoría de materia

"subyacente era (y es) todavía una categoría reducliv.i a To físico. No tiene nada de extraño que esto ocurriera, puei como lo señala correctamente Ryle, «...cuando se acuñó te^alabra "psicología", hace doscientos_añps_, se suponía que la leyenda de los dos mundos era cierta. Se suponía, en consecuencia, que dado que la ciencia newtoniana ex plica (se pensó, erróneamente) todo lo que existe y ocurrí en el mundo físico, habría y debería haber sólo otra cien cia contraparte que explicara lo que existe y ocurre en el postulado mundo no físico... La "Psicología" era el título

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supuesto para el único estudio empírico de los "fenómenos mentales"» (p. 319).

La doctrina oficial del dualismo, cuya historia se re­monta a Platón en contraposición a Aristóteles, tuvo de este modo un papel determinante en las modalidades que adoptó el estudio científico del comportamiento. Después de la aparición formal del conductismo, como una filoso­fía de la ciencia que intentaba superar el dualismo-priva­tivo en la psicología, el dualismo adoptó nuevas formas. Una, el conductismo metodológico ontológicamente dualis­ta. Otra, el conductismo metodológico epistémicamente dualista.

El primero, supone que- existe la conducta como ins­tancia física, objetiva, de lo biológico, que constituye, por consiguiente, un objeto legítimo de estudio de la psi­cología. Sin embargo, no es lo único que existe, pues ade­más hay un mundo subjetivo de percepciones, sentimien­tos, cogniciones y otros eventos que es necesario incluir. La psicología se convierte de esta manera en el estudio de cómo este mundo interior se expresa al mundo exte­rior. La conducta constituye el indicador externo de este mundo interior, subjetivo e inmensamente más^rico. La conducta es el testimonio objetivo de ese mundo pri­vado.

El segundo conductismo metodológico j-emmcia a Ja visión de dos mundos, pero supone, sin embargo, que en ese único mundo^los; eventosjsdío^ dene^n^xistejicia en la forma descritajDor la física^Lo material, como existencia, sólo existe, no en tanto físico, stno comolojisico. De este móHoT^se mundo subjetivo al que tenemos acceso priva­do sólo como sujetos, es en realidad un mundo de even­tos físicos, al que sólo podemos entrar indirectamente, mediante la inferencia a partir de los datos públicamente verificables del comportamiento externo, de las medidas parciales que nos procura la ciencia biológica, o de las formas consensualmente validadas de referirnos a dichos

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eventos privados. Lo psicologico.es reductible a lo físico, y por consiguiente, a explicaciones-de tipo mecánico (aun cuando las máquinas actuales son más complejas y con­tienen nuevas formas de movimiento de lo físico, como lo son los procesos-electrónicos de los sistemas cibernéticos).

Como no es nuestro propósito profundizar en los M pectos relativos a cómo las formaciones ideológicas de leí minaron históricamente las distintas formulaciones del ob­jeto de estudio de la psicología, e inclusive la J e g i t i m i d a d

misma de esta ciencia, sino solamente señalar que existe como uña coñstiinté~dicha determinación en la doctrina oficial del dualismo, no abundaremos más sobre el p a i i i

cular. " -Es nuestra intención, sin embargo, hacer, hincapié, en

otras formas de relación entre la psicología, como una dis­ciplina científica (en proyecto o evolución) y las formacio­nes ideológicas sociales. Nos limitaremos exclusivamente a un señalamiento general, pues un examen detallado y comprensivo requeriría de un esfuerzo que rebasa a todo intento que inicia por ubicar simplemente la problemáti­ca implicada.

La doctrina oficial del dualismo ha impedido que se manifiesten con claridad dos vinculaciones de las repre­sentaciones ideológicas con la psicología:

1) La manera en que el dualismo ha impregnado y permeado l^s_jqrinas_Jdfi.ológicas que. se derivan del co­nocimiento científico, es decir, las concepciones no cien tíficas que a nivel social se sustentan en la ciencia. A esto lo denominaremos ideología científica, pero a diferencia de Althusser (1975), no lo circunscribiremos a la «filosofía es­pontánea del científico», a la que ya hemos hecho alusión en lo previamente examinado, sino que nos referiremos al pj2ducja_djja_actiyidad del científico, que modifica o ej incorporada a las formaciones ideológicas de una sociedad determinada. . . 2) Lale j¿dmidad misma de que las^formaciones ideo

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lógicas, en tanto prácticas materiales de los individuos con­cretos, sean objeto _de estudio científico de la psicología.

Pasemos a examinar estos problemas, aun cuando sea en forma por lo demás general.

Mencionamos en "primer término "que la psicología, no sólo es determinada por las representaciones ideológicas, sino que en la medida en que constituye, como toda, cien­cia o proyecto de ella, un modo social de conocimiento^ contribuye a la formación, modificación o consolidación de las representaciones ideológicas. La historia de la cien­cia, muestra cómo ésta ha estado, en ciertas épocas, en conflicto abierto con las verdades sociales, establecidas, verdades sociales que representan una concepción del mun­do, de lo que existe y del papel del hombre y la sociedad en esa realidad. E l conflicto entre ciencia y._5oeiedad ha emergido cuando la^ideologjajroduc|da_pqr la ciencia, en vez de consolidar las concepciones del. mundo^ícPde pan te de él) vigentes, ha cuestionado su legitimidad empírica; y ha amenazado, por consiguiente, con alterar las forma­ciones ideológicas en vez de sustentarlas o consolidarlas. La ideología científica lo es en la medida en que consti­tuye IT "contribuye a la formulación "social de una repre­sentación del mundo, y por ende, del papel del hombre en ese mundo. No hay pues una contraposición, para no­sotros, entre ciencia e ideología, sino más bien en la na­turaleza del sustento que da. origen y mantiene a lasjfor-maciones ideológicas: No sólo la ciencia no es inmune_a_ la. ideología^sino que tampoco la ideología es independien­te de la ciencia. Ambas se determinan e influyen recípro­camente como modos sociales de conocimiento. Los episo­dios protagonizados por Galileo, Darwin, Marx y otros, ilustran con toda nitidez la contradicción que emerge en­tre ciencia e ideología en tanto ambas son factores cgmu-nes de unajmisma formación socialcte^oñoHmientQ^/j

!4, El proceso de superación del conflicto entre formaciones ideológicas sociales no se da necesariamente con la superación

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. En el caso de la psicología, después de la incorporación ideológica del psicoanálisis, que nunca se desvinculó del dualismo oficial, el conductismo representa este momento de inicio de las contradicciones en las formaciones ideo­lógicas sociales: la ciencia o-su proyecto construye ideo­logía que se aparta y opone a la ideología dominante. La contradicción se resuelve gradualmente de dos maneras posibles: o se anula la legitimidad del proyectó y se le rein-

/ corpora hispotasiado en la ideología vigente; o bien, ésta nueva ideología transforma parcialmente a la ideología exis­tente, hasta que al darse las condiciones sociales apropia­das, -se convierte a su vez en ideología «oficial». El si-

- glo xx, y por consiguiente nosotros, somos testigos dé este proceso ideológico sin conclusión todavía en lá psicología.

' - La psicología es cqnductista toda ella, o bien porajjejq es eji_sentido estricto, q bienjporque se le combate en forma ya sea directa o encubierta. El conductismo, y las varian­tes que bajo su nombre han emergido, son el escenario del conflicto entre las formaciones sociales ideológicas respec­to al papel y determinación de la actividad concreta de los hombres concretos en la naturaleza y la sociedad5.

Hay pocos escritos en relación al análisis-de esta pro-

de las formas estructurales de la sociedad que Ies dio origen —el modo de producción. Un ejemplo ilustrativo de esto es la perma-

; nencia de la ideología cristiana ante diferentes formas de estruc­tura social, y en contradicción con las ideologías científicas y no

' científicas generadas por estas formaciones sociales. La plasticidad ideológica del cristianismo constituye, sin lugar a dudas, como pcu rre._C.0_n todas las grandes religiones por ejemplo, no un simple problema de interpretación también ideológica, sino un motivo de estudio científico en lo colectivo y en lo individual.

5. Comentario aparte merecen aquellos "lissenkianos" de 1.a , psicología y la ciencia social, que confunden la determinación y ! existencia material de la ideología con las formulaciones economi-

fj cistas, historicistas e incluso ¡geográficas! del problema de la de-/ terminación de la "subjetividad" del ser humano. Para estos pro-

i fetas del nuevo dogma, el conductismo no da otro horizonte con-\ ceptual más que el de ser un producto ideológico del pragmatismo

- j filosófico del imperialismo norteamericano. ¡Marx se apiade de j ellos!

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blemática. Cabe aquí destacar el examen que realiza Samp-son (I98i) sobre el significado ideológico de las aproxi­maciones- cegnoscitivistas en psicología. Tomando como base cuatro problemas (la interacción sujeto-objeto, la ob­jetividad, de la realidad, lá reificación psicológica, y el in-t e r e s / t é c n i c o del conocimiento), Sampson demuestra el

.ter esencialmente ideológico de diversas formulacio-?Ts cognoscitivistas de la problemática psicológica, nqjm

Tanto los datos empíricos que las acompañan o fundamen­ta sean en sí engañosos, sino en la medida en que las pre­misas y conclusiones que los contextúan trascienden di­chos datos. Resumiendo sú análisis, dice que «...específi­camente, si los problemas observados yacen en las reduc­ciones duales de individualismo y subjetivismo, el reme, dio, en parte, requeriría lá adopción de una psicología no reduccionista» (p. 739).

El análisis crítico esbozado por Sampson de la llama­da psicología cognoscitiva, podría extendérsela otras "for­mas conceptualización dualista con resultados semejantes, vbgr., las teorías de rasgos, las teorías basadas en mode­los analógicos de procesamiento de información, las teo­rías psicobiológicas de la ""conducta, y otras más. En to­das ellas, siempre trasluce una determinación del compor­tamiento que radica en el interior del propio sujeto u or­ganismo y que es relativamente fija e inmune a las carac­terísticas del ambiente exterior. Las relaciones con dicho medio se. objetalizan como procesos nerviosos o menta­les supuestos que, a la vez que se infieren del comporta­miento en interacción con el ambiente, se consideran su causa primordial.

Un segundo punto de suma importancia en lo que toca a la relación entre la psicología como productora de ideo­logía y las formaciones sociales ideológicas vigentes es ¿en qué medida pueden desvincularse dichas formaciones ideológicas de las prácticas concretas de los individuos en sociedad?

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Hasta la fecha, el examen sistemático de la idgctogía ha limitado a la ciencia social ( p o l i t o l o g í a ^ g ^ ^ ^ g í a >

;toria, antropología), en la medida en querfj j , j e o i og ía se ha concebido como la articulación de una s> . i . r P

-xie oe r<--laciones sociales' en la estructura básica provisti. r u n

modo de producción particular (Gramsci, 1967; Lu. r i n i y Serení, 1973). No obstante, es necesario señalar q u \ v ¿\ chas formaciones sociales, descritas como.relaciones i lógicas, constituyen conceptos que señalan un nivel de _ tracción que trasciende el comportamiento de los indivi dúos envueltos en dichas relaciones. Las relaciones abs­traídas toman como objeto concreto de. análisis a la so­ciedad en su conjunto, en cuanto.campo interdependiente de determinaciones en lo histórico y lo sistemático. Este análisis, no excluye, sin embargo, la posibilidad, la nece-

| sidad, subrayaríamos, de un examen cujdadqso de cómo [ esas formaciones sociales se manifiestan y expresan cu las (prácticas sociales de los individuos concretos. La ciencia

social, aun cuando reconoce la problemática del indivi­duo, no puede abordarla por su misma naturaleza y obje­to. E l individuo concreto, para la ciencia social, no cons­tituye más que una abstracción de una de las bases ma­teriales sobre las que se edifican las relaciones sociales.

Luporini (1973), al tratar esta cuestión, señala que «...los "hombres" de Marx (en cambio), se encuentran siem­pre dentro de las "relaciones sociales", aunque éstas u¡ad creadas por ellos (por su trabajo: el hombre hace su pro­pia historia, < etc.). Los individuos están inicialmente con dicionados y determinados por tales relaciones antes de poderlas modificar, eventualmente y dentro de ciertas con diciones. En otras palabras, nunca encontramos a los hombres sueltos. Sin embargo, esto no significa que c! m dividuo sea disuelto en sus "relaciones sociales". Todo l<> contrario: esto significa que el problema del individuo humano no es simple y puede ser planteado corree-lamen te sólo a partir de la situación indicada... (los individuos

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1 humanos) ...se trata evidentemente de una abstracción, pero de una abstracción necesaria, científica, que es legi­timada por el hecho de que de cualquier manera los "in­dividuos humanos vivientes" existen efectivamente. Con las palabras "individuos desnudos" quiero significar la abs­tracción más general correspondiente a esa realidad, vale decjír, el hecho, de que todo hombre, en cualquier relación erí que se encuentre, debe ser al menos o también conta­bilizado prácticamente como uno... Es por tanto' una no­ción muy simple y evidente... la noción es potentísima con respecto a las "ciencias humanas", respecto a las cuales, es tan funcional como respecto a las ciencias biológicas...» (P- 42). - " . "

De esta cita puede desprenderse lá complementariedad, e incluso la necesidad, del análisis de la práctica social individual respecto del examen de las características ge­nerales de las relaciones que definen a una formación so­cial particular. Partiendo de la base de que las prácticas individuales concretas no pueden aislarse ni genética ni contextualmente del sistema de relaciones sociales en que" se dan, debe subrayarse que eJ_estudio científico de dichas

' prácticas individuales, en lo que toca a los procesos de.su transmisión y reproducción, cae, fundamentalmente bajo la cobertura de la psicología.

Consideramos que sólo de una aproximación conduc-tista, que haga hincapié en el estudio objetivo de la in­teracción construida del individuo con su medio social, puede esperarse la posibilidad de aprehender el proceso de esta construcción individual de la práctica social. La subjetividad se reduce al proceso idiosincrático de indi­viduación de esta práctica, y no a un supuesto reflejo o reproducción espiritual de las formaciones ideológicas so­ciales y su sustento estructura en un modo de producción particular. De otro modo, la ideología se mantendrá, en lo que toca a las prácticas sociales de los hombres concre­tos, en el nivel de la pura abstracción ,o como ha venido

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ocurriendo a la fecha, como la reificación de una subjeti­vidad que, constituida, en reflejo mecánico de lo social, se erige en causa hipostasiada de esa práctica.

3. TOPICOS Y CONCEPTOS EN LA TEORIA DE LA CONDUCTA 6

REFERENCIAS

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G R A M S C I , Antonio: La Formación de los Intelectuales. Me xico: Grijalbo, 1967:

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R Y L E , Gilbert: The Concept of Mind. Nueva York: Bai nes & Noble, 1949. . Z

S A M P S O N , Edward E. : Cognitive Psychology as Ideology, American Psychologist, 1981, 36, 730-743.

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En la actualidad, nadie argumentaría en contra del pa­pel fundamental que desempeña la teoría en -el desarrollo y construcción de la ciencia. "No obstante, la- psicología, y-en este caso me refiero a "la psicología conductista, difí­cilmente-puede plantear la existencia de un cuerpo de conceptos y definiciones coherente y sistemático, capaz de cubrir el rango completo de fenómenos comprendidos bajo la denominación de ~ conducta 7. Si la consideramos como la teoría desarrollada desde que Watson anunció formalmente el nacimiento de la nueva ciencia en 1913, se trata del tipo de teoría en que no estamos interesados. En este respecto, el análisis realizado por Skinner (1950) so­bre las teorías del aprendizaje en boga entre los cuaren-

6. Una versión inicial de este manuscrito fue leída en la Sexta Reunión Anual de la Association for Behavior Analysis, en Dear­born (Mich.), EE.UU., mayo de 1980. Deseo expresar mi reconoci­miento por la lectura cuidadosa que hicieron de este manuscrito J. R. Kantor y Sidney W. Bijou, y sus valiosas recomendaciones para mejorarlo.

7. Hago referencia al movimiento conductista enmarcado por la teoría del condicionamiento así como al denominado conduc-tismo social. La psicología interconductual, tal como la formuló Kantor no se ajusta a esta crítica. No- obstante, aun cuando pro­veía las condiciones necesarias para el desarrolló de una teoría de la conducta, no fue tan influyente Como los enfoques basados en el condicionamiento.

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