analisis con siguenza.pdf

63

Transcript of analisis con siguenza.pdf

Fundación Ignacio Larramendi 1

DON CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA EN SU CONTEXTO

ANTONIO LORENTE MEDINA

Catedrático de Historia de la Literatura Hispanoamericana y de Novela HispanoamericanaContemporánea de la Universidad Nacional a Distancia (UNED)

Don Carlos de Sigüenza y Góngora es sin duda la figura intelectual más señera de México -y posiblemente de toda la América Hispana- en los siglos coloniales1. Su personalidad sedestaca en el complejo cultural del Barroco, hasta extremos de representar la cumbre delpensamiento criollo, de igual manera que Sor Juana Inés de la Cruz representa la cima desu expresión literaria. A más de trescientos años de su muerte su obra - científica, histórica,cronística, hagiográfico-religiosa o moral- se agiganta, por encima de las contingenciashistóricas que la ocasionaron, hasta convertirse en paradigma de las pulsiones y los anhelosde la sociedad novohispana por conseguir voz propia e inconfundible en el concierto de lasnaciones europeas, a las que trata de emular. En este sentido, sus escritos constituyen uncorpus fundacional de la cultura criolla, cuya coherencia final viene determinada por elfuerte patriotismo que los origina. Versen sobre asuntos históricos, debatan ideas científicaso mantengan creencias religiosas arraigadas, una peculiaridad esencial los caracteriza: laexaltación de lo propio, con rasgos que –a riesgo de caer en anacronismo- no dudo encalificar de nacionalistas2.

Sin embargo no tuvo en vida el reconocimiento universal que ahora (y de forma más omenos intermitente desde el siglo XVIII) se le tributa. Sus coetáneos no siemprepercibieron el alcance de sus escritos, que con frecuencia fueron objeto de fuerte rechazo,cuando no de denuncias y desprecio.

Su biografía ―para unos, la de un “humanista barroco”; para otros, la de un“enciclopedista” “avant la lettre”―, ha sido trazada en lo esencial por Pérez Salazar3 e 1 Retomo esta afirmación de un trabajo mío anterior (Lorente Medina, A., 1996) como haré con muchas demis ideas anteriores, en la medida en que aún me siguen pareciendo válidas.2 Con todo, conviene matizar una obviedad (que de puro obvia frecuentemente se olvida): la idea queSigüenza tiene de los conceptos de “patria” y “nación” no se corresponde con la que ahora tenemos sobreesos mismos conceptos. Don Carlos entiende por “patria” el lugar de nacimiento; y por “nación” el espaciohistórico-cultural en que confluye una comunidad. Su apreciación está muy próxima al concepto clásicoexpresado en la frase “Natione Graecus an Barbarus: patria, Atheniensis an Lacedaemonius”. En laconfluencia, por momentos conflictiva, de los conceptos de “patria” y “nación” se encuentran las bases de sucriollismo nacionalista: más próximo, a veces, al “lugar de nacimiento” (como rasgo identitario frente alespañol peninsular); más próximo en otras al “espacio histórico-cultural” (como rasgo identitario frente a lono español, ya sea indio, oriental o europeo).3 Pérez Salazar, F., 1928.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 2

Irving A. Leonard4 y matizada inteligentemente por González González5. Se enmarca entres ámbitos contiguos - Compañía de Jesús, Universidad, y Corte Virreinal- que ledispensaron diversa acogida y a los que contestó de forma diferente también, comotendremos ocasión de comprobar más adelante.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora nació en la ciudad de México alrededor del 20 deagosto de 1645, en el seno de una familia española de cierta prosapia, aunque de escasafortuna. Su padre, que se ufanaba de “haber sido el primero que puso la pluma en la manoal Serenísimo Príncipe de las Españas don Baltasar Carlos”, se embarcó hacia México en1640, como uno más de los numerosos criados del Marqués de Villena, en busca demejores perspectivas. En 1642 se casó con doña Dionisia Suárez de Figueroa y Góngora,emigrada sevillana de mediana dote, unos días antes de caer en desgracia su amo, y dosaños después (1644) obtuvo el cargo de “Oficial Segundo en la Secretaría de Gouierno”,con el que, mal que bien sostuvo a una familia numerosa.

En la compañía de Jesús

No es de extrañar, por eso, que Sigüenza, el segundo de los nueve hijos y el mayor de losvarones, buscara su futuro en la Compañía de Jesús (1659), tras comenzar con éxito susestudios de Gramática y Retórica en el Colegio Máximo de la Compañía, como estudiantesecular6. Sus profesores debieron de fijarse en él cuando - sin esperar a la conclusión de suprimer curso- fue recibido en la Orden (mayo de 1660) como “retórico” y enviado alnoviciado de Tepozotlán, aunque con la cautela de que no se le admitiera hasta el 15 deseptiembre, dada su extrema juventud. Este mismo día iniciaba su noviciado y dos añosdespués profesaba sus “votos simples”7.

Ignoramos los estudios que pudo realizar durante su noviciado; pero no cabe duda de quese empapó del ideario jesuítico y de su rigor científico. Sólo sabemos que en ciertomomento pasó de Tepozotlán a Puebla y que aquí se encontraba como estudiante delcolegio Espíritu Santo cuando fue expulsado de la Compañía, tras siete años depermanencia, por sus “desórdenes y salidas nocturnas”. El triste episodio marcó para

4 Leonard, I. A., 1929. Versión española ampliada en 1984.5 González González, E., 2000, pp.187-231.6 Aunque tampoco haya de descartarse la opinión de Pérez Salazar, F., mantenida por Máyer, A., 1998, p. 75,sobre la educación cristiana que recibió de sus padres, el ambiente clerical de su tiempo y una vocaciónsincera.7 No creo que fuera entonces cuando escribió Primavera Indiana y que no la publicara hasta 1668. De loafirmado por Fray Antonio de Monroy en el “Parecer” de Oriental Planeta Evangélico, sólo se puededesprender que tiene también escrito Primavera Indiana por esas fechas (agosto de 1668).

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 3

siempre al joven Sigüenza, que se pasó el resto de su vida intentando congraciarse con laOrden, lo que consiguió al parecer “in artículo mortis”8. En tres ocasiones diferentes―1669, 1671 y 1677― solicitó su reingreso y recibió otras tantas negativas. Logró que elGeneral de la Orden le levantara el impedimento derivado de su expulsión, pero lossuperiores de México, que no se lo notificaron nunca, consideraron improcedente sureincorporación. Con toda seguridad la elaboración de su poema Oriental PlanetaEvangélico, (1668) dedicado a San Francisco Javier, responde a su anhelo de agradar a losjesuitas de la Nueva España, aunque no se deba descartar completamente su sinceradevoción por San Francisco Javier, manifestada en diversas ocasiones de su vida yespecialmente en su testamento. Su arrepentimiento sincero, reconocido incluso por lossuperiores de la orden, y la intensa actividad intelectual y profesional que desarrolló a lolargo de su vida encierran, en última instancia, un propósito de enmienda que el propioSigüenza hace presente en el interior del poema, cuando introduce el relato del milagro delcangrejo: “de la inmensa Deidad (por mí ofendida)”.

Por otra parte, “El Parecer” de Fray Antonio de Monroy refleja de forma indirecta queSigüenza quiso publicar Oriental Planeta Evangélico y que si no lo publicó fue por razonesajenas a su voluntad –posiblemente porque desagradaba a las autoridades jesuitasmexicanas- y no, como dijera su sobrino en la carta a Don Antonio de Aunzibay, porque elpoema “no estaba bien limado en términos astrológicos”. Dicha afirmación no pasa de seruna discreta disculpa, que se corresponde más con el tono reivindicativo de la carta que conla expresión de la realidad9. Antes bien, la opinión de sus contemporáneos fue bastantefavorable, como se desprende del citado “Parecer”, donde se subrayan la altura de sudiscurso poético y la belleza en la construcción de los conceptos.

En cualquier caso, es evidente que para 1680 Sigüenza y Góngora había desistido de susintenciones de reincorporarse a la Compañía de Jesús y había abandonado Oriental PlanetaEvangélico, pero que seguía teniendo en alta estima los versos de su antigua composiciónpoética10. Sólo así podemos entender que reaprovechara las estrofas en que describía la“visión del galante templo” levantado por las heroicas empresas de Javier (estrofas 12-15,

8 Véanse al respecto los artículos de 0’Gormann, E., 1944, pp. 593-612; y Burrus, E. J., 1953, pp. 387-391.9 Escamilla González, I., “La epístola dedicatoria de Gabriel López de Sigüenza para el Oriental PlanetaEvangélico. Nota introductoria”, 2002, pp. 295-301.10 El propio Sigüenza nos ofrece el testimonio dúplice de su estima por su poesía y de los ataques que sufriódesde el comienzo de su vida pública, sin que sepamos bien la razón, en las palabras que estampa al comienzode la canción que inserta en Glorias de Querétaro (p. 61): “Atribuyo a la heroicidad sobreexcelente de suasunto la dicha no esperada de haber conseguido la antelación a otras en la primacía del premio, que no seperjudicó entonces con la expresión de mi nombre a que puede ser le granjeara el cortejo de aquella Ciudadla circunstancia de ser en ella forastero y advenedizo”. (Las cursivas son del autor de este estudio).

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 4

18-19 y 21) para componer el arranque de la canción que resultó premiada en las fiestasque relata en Glorias de Querétaro (estrofas 1-6 y 7), con ligerísimas variaciones,derivadas, en gran medida, del cambio del objeto motivo de poetización.

Quizá no sea inoportuno detenerse brevemente en este poema, por el desconocimientogeneralizado que se tiene de él y porque representa el paradigma de poema gongorino,lleno de sensualidad colorista y de símbolos mitológicos, encaminados a un fin persuasivo,como correspondía a la finalidad última de Oriental Planeta Evangélico. Sigüenza yGóngora ensalza en él las hazañas misioneras de San Francisco Javier como incansableapóstol jesuita en el Extremo Oriente (La India, Ceilán, Indochina, Indonesia y Japón) a lapar que manifiesta su sincera admiración por los logros de la “siempre amante Religión” dela Compañía de Jesús11. En noventa y cinco octavas liras desarrolla su discurso poético conel fin de ofrecernos, en exaltado tono apologético, la vida y milagros del santo navarro, quesimbolizaba espléndidamente la fuerza misionera de la Compañía, puesta al servicio delcatolicismo reformado y del papado.

Conocedor de las numerosas biografías sobre San Francisco Javier que desde fechas muytempranas se habían publicado, las sigue latamente para perfilar, con sucesivos arrebatoslíricos, un relato circunstanciado de tan excelsa figura, contrastada siempre con las“limitaciones” que su “tosco acento” impone al poeta.

A continuación ofrecemos un esquema aclaratorio de su estructura externa:

1.- Estrofas I-VIII: Invocaciones sucesivas del hablante lírico a la “heroica lira”, al“manantial de Pirene”, al encendido Topacio y a la fama para que le acompañenen su canto y lo hagan más excelso. Reconocimiento de su incapacidad pararealizar tan magna empresa; y aclaración del motivo de su empresa y el estadoemocional en que se encuentra.

2.- Estrofas IX-XXIX: Arrebatado por la emoción el hablante lírico se deja llevar porAmor, que lo introduce presurosos “al gran teatro de nacientes luces”. Así nosmuestra su situación espacial y la visión del “galante templo”, que le lleva adenostar a “las maravillas del mundo”, pues yacen en el polvo desvanecidas,mientras que “Aquí se han emulado en duraciones/ las persistencias con lasperfecciones”. La propia Fama corona su perfección y el poeta escucha lo que susvoces pregonan: el origen navarro, la infancia, desarrollo y juventud de SanFrancisco Javier.

11 Máyer, A., 2001, pp. 161-172. Para este punto concreto, p. 163.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 5

3.- Estrofa XXX: Intromisión del hablante poético, que se queja nuevamente de suincapacidad para llevar a cabo un canto acorde con la magnificencia que el temarequiere, y concreta el plan que piensa desarrollar con su “inculto, tosco estilo” las“proezas raras” de Javier en Oriente.

4.- Estrofas XXXI-XILV: Relato de la llegada del santo a Oriente y de su “heroica”misión. En él se describen los motivos insondables que movieron a San FranciscoJavier, su llegada y su rápida conversión de infieles, la admiración por el poderque ejerce sobre el orbe y sobre los cuatro elementos - tierra, aire, agua y fuego -;su divino imperio sobre las diversas zonas del Planeta y sobre los variados climas,sobre el Océano y sobre el viento, en competencias con el cielo.

5.- Estrofas XLIV-XLV: Nueva intromisión del hablante poético, llamada al lector einvocación al santo, a quien se dirige como interlocutor.

6.- Estrofas XLVI-L: Continuación del relato hiperbólico de las hazañas de SanFrancisco Javier, subrayando los prodigios que realiza “la Naturaleza inflamada”.

7.- Estrofas LI-LVI: Invocación a Javier, al que identifica con la imagen antitética deun volcán de amor ardiente, encerrado en un cuerpo frágil.

8.- Estrofas LVII-LXXXI: Prosecución del relato de sus hazañas, comparándolosucesivamente con una “garza fugitiva”, y con una luz fogosa “en la nochesangrienta/ de la culpa mortal”, que, cual carbunclo en la oscuridad, sólo estáatento a derramar afectos y cantar amores”. Los hombres, como antes loselementos de la Naturaleza, sienten su efecto benéfico, y a su influjo, lo ven comoun gigante; los terribles brahmenes se convierten en “apacibles tornasoles”; losparabas lo ven ascender al cielo “por los mares del viento”; los sangrientosmalayos (jaos, hacenos, moluquenses y mindanaos) abrazan la verdad; y lospeligros que la catequización en Japón comportaba se soslayan. Diversos milagrossubrayan su figura excepcional y su portentosa aportación a numerosos actosbélicos, entre los que se incluye incluso la paz de Quillín, en 1641, con losaraucanos.

9.- Estrofa LXXXII: Nueva intromisión del hablante poético, que vuelve a manifestarla tosquedad de su “acento”.

10.- Estrofas LXXXIII-XCIII: Finaliza el relato con la muerte de San FranciscoJavier, su ascenso a los cielos, la recepción celestial que allí se le hace; y el eco dela tierra, que se suma al acontecimiento.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 6

11.- Estrofas XCIV-XCV: Conclusión al lector, en la que el hablante poético aclaraque no ha sido su voz la que ha podido:

“elogiar reverenteesa lumbrera ardiente,cuyos brillos flamantes ilustrarontoscos climas que a Cinti se negaron;”

sino la voz “encendida” de la musa Talía, como clama canora “con trompa de lafama”.

Como hemos podido comprobar, Sigüenza y Góngora compone su discurso poético deacuerdo con los cánones establecidos en la poesía épica barroca, que había desplazado losanteriores gustos heroicos hacia una profusa exaltación lírica. En este sentido, convienesubrayar el acierto en la elección de la estrofa utilizada: la octava lira; una estrofa no muyfrecuente en esta época, que combina la gravedad y elegancia de la octava real, necesariapara la realización de un poema épico, con la lira, ideal como cauce expresivo de lasubjetividad del poeta.

Desde estos supuestos, Sigüenza inicia Oriental Planeta Evangélico con los consabidosapóstrofes a la “heroica lira”, a la inspiración, al sol y a la Fama, con los que pretendeconseguir un tono poético elevado, necesario para la realización de su empresa. Estasinvocaciones, usuales en la poesía épica, se contraponen estructural y conceptualmente(como no podía ser de otro modo en un molde tan tipificado) a las llamadas periódicas demodestia literaria con las que el hablante poético actualiza sus requisitorias al lector,rogándole que perdone las rudezas de su estilo y la osadía de su pretensión: cantar con su“rudo acento” un asunto tan elevado como el de narrar las “proezas raras” de San FranciscoJavier. La intercalación periódica en el texto de sus protestas de humildad tienen la misiónde remansar el inflamado tono poético del discurso literario, sometido a la selecta y sucintapormenorización de los hechos milagrosos del santo jesuita y a los arrebatos líricos a quedicha narración lo transporta.

El uso continuado de la hipérbole confiere a Oriental Planeta Evangélico un tono elevadoy apologético, que se corresponde con la intención declarada por Sigüenza en el título delpoema y con la desorbitada grandeza del personaje encomiado. Nada menos que todo elOrbe - los elementos de la Naturaleza, las diversas zonas de la Tierra, los climas diversos,los espacios siderales y el mismo Averno- se rinde admirado ante las proezas misioneras deSan Francisco Javier. No es extraño, por eso, que los gentiles, sobrecogidos por losnumerosos prodigios presenciados, abracen la “verdad” de la Religión Católica, predicadapor el santo jesuita y lo vean como un personaje gigantesco. Tampoco lo es que para

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 7

componer dicha hipérbole Sigüenza se valga de un léxico abundante y culto, que abarquelos más variados estratos y saberes: astrológicos, mitológicos, geográficos, histórico-antropológicos y geológicos. Vocablos como esfera, facistol, lucero, eclíptica, estrella,globo, giros conviven con topacio, zafiro, diamante, rubí, rosa, azucena, lirio, alhelí, clavel,armonía, concentos, numerosos, volcán, piélago, Gange, Indo, Pancaya, Orontes, Tirreno,Mincio, Euro, Navarra, París, jaos, hacenos, mindanaos, garza o Fénix. El último de losvocablos, Fénix, con la polisemia de su simbolismo nos introduce en la utilización queSigüenza lleva a cabo de los nombres mitológicos, que subrayan lugares idílicos para laimaginación del lector, o cualidades morales, en las que Javier resulta eminente. E incidenen la creación de un paisaje ideal y estilizado, poblado de referencias culturalistas, en elque se superponen permanentemente un plano real y un plano imaginario, y obligan allector a orientarse por medio de todo el contexto para interpretar adecuadamente el textodel poema.

El uso profuso de recursos estilísticos procedentes del arsenal retórico gongorista y larepetición sistemática de los mismos muestran que Sigüenza y Góngora ha asimilado, comola mayoría de los poetas novohispanos de su época12, las lecciones poéticas transmitidaspor Góngora. Lo hemos visto en los cultismos lexicales seleccionados un poco más arriba,y lo volvemos a ver en el uso considerable de los cultismos sintácticos, y muyespecialmente en el uso del hipérbaton.

Construcciones sintácticas del tipo no B sí A se repiten de forma reiterada, a veces convariantes no B cuando A o No B cuanto A. Incluso encontramos alguna fórmula No B, A,que es variación de la anterior, mucho más común. Por lo general el uso de estas fórmulassintácticas tiene el propósito de reforzar una contradicción, como veremos a continuación,pero tampoco faltan ocasiones en que dichas fórmulas se utilizan con la finalidad deintroducir la hipérbole en el texto poético:

No con fragante salvade destilados ámbares suaves,no con voz dulce, que afectaron gravesconsonancias retóricas del alba(...)sí con admiración, pues ve a su mano

12 Buxó, J. P., 1960. Discrepo, por tanto, de la afirmación de Elizalde, I., 1961, pp. 265-271, cuando afirmaque en Oriental Planeta Evangélico “no se hallan ninguno de los aspectos profundos del gongorismo”. En elfondo, Elizalde sigue las ideas expuestas por Ermilo Abreu en el “prólogo” a los Poemas de Sigüenza yGóngora (1931), de que Sigüenza quería eludir el gongorismo - una moda ya decadente- pero no pudosustraerse a él. La realidad histórico-literaria, incluida la obra poética de Sor Juana Inés de la Cruz, muestraque el gongorismo estaba por aquel entonces en pleno apogeo en la América Hispana.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 8

No al duro golpede la temible muerte,sí a instancias de la luz de sus amores

Al igual que Góngora, Sigüenza usa numerosas veces del hipérbaton en sus más variadasformas, ya sea separando el sustantivo de sus determinativos (“Ese, que a la memoria/dulce es trofeo”), ya distanciando el adjetivo atributivo del sustantivo (“Métrica entonasdulce melodía”; “las canoras del cielo luces”), ya interponiendo el genitivo (“Tú, del cieloarmonía”), o separando el artículo definido del sustantivo (“El que el durorocío/desperdicio oriental de roja Aurora/ avaro expende, pródigo atesora/ Parava”).Prácticamente no hay estrofa en la que no podamos encontrar este recurso, con la claraintención, aquí también, de separarse del lenguaje vulgar para buscar sus efectos estéticos,incrementados con frecuencia con la selección de vocablos esdrújulos.

Otro recurso que aparece numerosas veces en el texto poético de Oriental PlanetaEvangélico es la simetría bilateral. Es evidente que Sigüenza conocía perfectamente elvalor de este recurso, usual en la poesía española desde el Renacimiento, y que sabía muybien la sensación de equilibrio y contrabalanceo que produce en el lector. Podríamosmultiplicar los ejemplos, pero no queremos cansar con ellos al lector. Con todo, no nosresistimos a ofrecer una pequeña muestra:

“Del cielo luces, de Helicón Auroras”“Consonancias de luz, voces de estrellas”“Tosca mi pluma, balbuciente el labio”“Nieva jazmines o retamas dora”“O auge de luz, o eclíptica luciente”“Olas de rosas a mares de azucenas”“Pancaya inciensos, mirras el Orontes”“Deidad suprema o celestial Vulcano”“Néctares liba, lágrimas enjuga”“Busque elevado, sople deprimido”“doró de luces, y argentó de estrellas

Con la bimembración - completa o incompleta-13 subraya la musicalidad del poema,acrecentada por cierto sentido panteísta de la armonía cósmica, basado en la creencia en

13 El afán por la bimembración llega en ocasiones hasta alcanzar una breve serie de versos, como es el casosiguiente: “Ya al cóncavo del cielo, / ya al convexo del suelo/ busque elevado, sople deprimido/ esté

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 9

una música del universo que integra con perfección matemática a todos y cada uno de losseres, animados o inanimados. El léxico relacionado con la música del orbe -o como diríaSigüenza, con el “armónico sistema”- es considerable. Términos como lira, ecos, canoros,consonancias graves, números suaves, tráfago sonoro, armonía, dulce melodía, cadenciasbellas, trompa de oro, instrumento, canto, heroico acento, sonido inmortal, acordes, plectro,voces suaves, fragante salva, concentos, salomas, música, movimiento o querúbicos corosasaltan al lector a lo largo de todo el poema. Y junto a éstos e íntimamente unidos, lostérminos astrológicos, con los que Sigüenza elabora un buen número de imágenes poéticas,plagadas de epítetos marcadamente culteranos en los que se describe a San FranciscoJavier, cuando no con las más variadas alusiones perifrásticas: encendido topacio, solardiente, atleta del Olimpo soberano, religioso Prometeo, garza fugitiva, noble Colón delCielo, eterno Fénix, lumbrera ardiente, o inmortal zafiro son algunos de las metáforasutilizadas.

Todo sirve para señalar el tono encomiástico de que está imbuido el poema, a la vez quepara comunicar una plasticidad o un dinamismo que el solo nombre propio del santo nopuede transmitir. En Oriental Planeta Evangélico hay distribuida una auténticaconstelación semántica que gira en torno a los vocablos luz, sol, fuego, cielo y nieve, quematizan sus significaciones combinándose entre sí o con vocablos procedentes del agua ydel viento. Unos y otros producen un ambiente idealizado y de tensión poética, lleno deimágenes visuales, auditivas, olfativas y táctiles, que confieren al texto colorido ysensualidad y coadyuvan al clima de exaltación religiosa que lo caracteriza.

La proliferación de recursos literarios -además de los ya señalados- como la anáfora, laantítesis, la personificación, el oxímoron, los epítetos culteranos o la sinestesia enfatiza elafán de Sigüenza por conseguir un texto artístico y musical, a la par que muestra lacomplejidad del poema y la pluralidad significativa que encierra.

En conclusión, la variada densidad lexical de Oriental Planeta Evangélico y laconsiderable cantidad de recursos desperdigados en él permiten afirmar que Sigüenzadedicó mucha atención y tiempo a su elaboración, o, por utilizar sus propias palabras,“mucho conato”, y cuestionan su pretendido abandono, porque no tuviera bien limados“sus términos astrológicos”. Antes bien, al contrario, las imágenes “astrológicas” no sólono entorpecen la buena marcha del plan establecido en el poema, sino que intensifican elhiperbólico elogio desarrollado en su interior.

enlutado, o viva esclarecido”.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 10

Este mismo año (1668) Sigüenza publicó su Primavera Indiana. Poema Sacro Histórico.Idea de María Santísima de Guadalupe. Mostraba aquí por vez primera dos motivos queserían constantes en su producción posterior: su ferviente guadalupanismo y su concepciónprovidencialista del acontecer histórico14. En este poema, de filiación culterana, Sigüenzasancionaba la tradición aparicionista de la Virgen de Guadalupe para resaltar la especialdistinción con que favorece a México (hasta convertirla en “solio preeminente”) y subrayarel carácter providencial de su aparición en el desarrollo de la religiosidad mexicana. Ya eltítulo, evocador de la “primavera mexicana” de Bernardo de Balbuena y de lasimplicaciones que el adjetivo indiano había adquirido en fray Juan de Torquemada, hacíareferencia a la “Primavera del mundo” anunciada por los milenaristas y transmutaba a lodivino el elogio del primero con el fin de exaltar el “origo mirabilis” de la devociónnacional:

Si entre breñas la patria fue sagradaDe este portento de vno, y otro mundo,(...)Toda vna primavera fue expresivaEn tosca Tilma del trasumpto hermoso,Que a despecho del rígido DiziembreInfluye Mayos a la inculta vrdiembre.

En cuanto al carácter providencial de su aparición, enmarcada en el parlamento de laInteligencia (octavas XXXVII-XLIII), destacaba la oportunidad del “AmericanoGuadalupe”, que, devenido en lugar paradisíaco (“antes fúnebre alvergue de la noche”),contrarrestaba la terrible situación de Europa, postrada a los pies del “Anticristo” Lutero,como se encarga de subrayar en la anáfora de los versos 289-328:

Ahora que el Danubio procelosoEntrega al mar heréticos raudales,(...)Y el Águila Alemana, al luminosoPlaneta de la Fe, niega ImperialesObsequios, (...)

Ahora que el Francés Lilio florido (...)Se matricula al culto fementidoDel Heresiarcha vil, que la abochorna;(...)Ahora que a la Hidra venenosaEl caudaloso Támessis esconde. (...)

14 Lorente, A., 1996, pp. 202-206. Véase también Máyer, A., 2000, pp. 242-272.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 11

Ahora pues, la Celsitud divinaEn sacro consistorio soberanoTe levanta a la esfera cristalina,Que empaña astuto el Heresiarcha:Sube México pues, sube que dinaTu inocencia te aclama de la manoDe aquel, por quien el orbe ya te inducesPisando rayos, y vistiendo luces.

El discurso seguntino refleja con nitidez el clima espiritual de Nueva España en la segundamitad del siglo XVII, traspasado de mensajes procedentes de la Contrarreforma, emanadosdel Concilio de Trento. Asimismo, su religiosidad figurativa, traslado fiel del catolicismoespañol en México. De ahí que Primavera Indiana sea un poema preñado de emblemas eimágenes sensuales, portadores de un mensaje simbólico: la música es un elementocelestial que concuerda con el cosmos; el sol, fuente de luz universal, es un atributoluminoso que acompaña al milagro; el color azul del manto de la Virgen equivale al delcielo; el Ave Fénix –o el águila- son trasuntos de la Virgen, y su simbología ascensional ydivina se opone a la serpiente diabólica (“el argentado monstruo”). Un simbolismo múltiplerecorre el poema, concretado con frecuencia en un sensualismo floral asociado a la pureza,la belleza germinal y el nacimiento. Otras, aparece bajo la forma de un simbolismoacuático, que alude a la inmortalidad, a la regeneración y, muy especialmente, a lapurificación.

Resultaría prolijo pormenorizar la enorme complejidad que encierra Primavera Indiana, ala que no es ajena tampoco la inserción de imágenes tomadas de la Astrología y delhermetismo barroco. Me conformaré ahora con destacar como conclusión provisional laoriginalidad de Sigüenza en la creación del discurso guadalupano. Contribuyó a fijar latradición al describirlo visualmente; y supo convertir a la Virgen en un símbolo polivalenteque aglutinaba a todos los grupos sociales mexicanos: a los indios, porque les premiaba suhumildad en la figura de Juan Diego; a los mestizos, porque se identificaba con ellos por sutez; a los españoles peninsulares, porque de algún modo significaba la continuidad en elculto de una virgen venerada en España; y a los criollos, porque al elegir la Virgen Méxicocomo lugar de su milagrosa aparición la realzaba sobre el resto del mundo.

Su ingreso en la Universidad

Expulsado de la Compañía de Jesús, Sigüenza tuvo que reincorporarse a la vida secular, auna edad - veintidós años- en que muchos de sus compatriotas tenían encarrilada su carrera

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 12

profesional, pero él necesitaba comenzar de nuevo, porque nada de lo estudiado en loscolegios jesuitas le podía ser homologado. Afortunadamente la reforma de los estatutosuniversitarios, realizada por Palafox y Mendoza, le permitió matricularse directamente enla Universidad. Los libros de matrícula muestran que Sigüenza se inscribió en Cánonesdurante los años 1667, 1669 y 1670, pero que no concluyó siquiera los estudios de bachillerque le hubieran posibilitado el ejercicio de la abogacía en causas eclesiásticas o civiles. Yque se matriculó en los años siguientes (1671 y 1672) en una facultad de rango inferior(Artes), justo cuando opositó a la cátedra de Matemáticas y Astrología, aunque se declaraseentonces “canonista”.

Pérez Salazar ha relatado los avatares de su oposición15: la muerte imprevista de su amigoLuis Becerra Tanco, flamante catedrático de Matemáticas, le llevó a opositar a la cátedravacante en condiciones desfavorables. A pesar de ello la obtuvo brillantemente16 frente alos otros dos aspirantes, uno de ellos el bachiller Salmerón, futuro contendiente de la LibraAstronómica, que no le perdonaría nunca la osadía de presentarse, pues se consideraba elúnico candidato con los requisitos legales, y parecía encauzar su vida profesional hacia unacarrera universitaria, que nunca llegó a realizar.

Su vacilante curriculum, hasta el momento en que obtuvo la cátedra, es una muestraevidente del escaso entusiasmo con que seguía unos estudios tan alejados de sus pasionesintelectuales. No cabe duda de que la expulsión de los jesuitas y el rechazo posterior a susintentos de reingresar (1669 y 1671) lo desorientaron; pero también hemos de tener encuenta que desde 1667 un nuevo objeto de estudio ocupaba su atención: las Matemáticas yla Astrología. Y el propio Sigüenza lo afirma en 169217:

“Desde el año de 1667 comencé casi muchacho (sólo siéndolo pude interrumpirmás útiles estudios y aplicarme a éste), comencé, digo, a estudiar sin maestrolas matemáticas todas, y con más cuidado la astrología.”

A mi juicio, una conjunción de factores diversos le hizo desistir de una carrera universitariade prestigio: sus esperanzas de reingresar en la Compañía de Jesús, a la postre frustradas;su dedicación a las Matemáticas y a la Astrología; y su interés por las “divinas y humanas

15 (1928, pp. 25-29; y documentos, pp. 95-110).16 Robles, A., 1853, I, pp. 126-127: “En 20 [de julio], sacó la cátedra de astrología y matemáticas el Lic. D.Carlos de Sigüenza con setenta y cuatro votos y los sesenta de esceso, y se le dio posesión el mismo día. A 25salió el victor de dicho D. Carlos.”17 Almanaque de 1692, editado por Quintana, J. M., 1960, p. 197.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 13

letras”. Esta afirmación puede resultar hoy chocante, ante la considerable obra que nos halegado y el renombre que su figura ha adquirido entre nosotros. Pero hemos de recordarque en el siglo XVII las dos facultades importantes eran la de Teología y la de Cánones. Lade Medicina se consideraba una facultad de menor rango y prestigio en el ClaustroUniversitario. Y dentro de ella, la cátedra de Matemáticas constituía una disciplinamarginal y complementaria, orientada básicamente hacia los pronósticos. De ahí queresultara tan poco atractiva para los estudiantes - y la escasez de alumnos matriculados loevidencia con claridad- y para los propios catedráticos.

El “cortíssimo salario” de cien pesos anuales, costeado con multas y propios de laUniversidad y no a expensas de la Real Hacienda, lo mantuvo siempre en una situacióndoblemente discriminatoria, sin posibilidades de ejercer una profesión liberal ni de obtenerlos beneficios derivados de los exámenes de licenciado o doctor. No es de extrañar, poreso, que se ausentara con frecuencia de la cátedra en cuanto que le surgía un trabajo socialy pecuniariamente más rentable, ni que buscara constantemente otros ingresos con los quemantenerse y ayudar al sostenimiento de su familia, aunque la fortuna no le sonriera hastabien entrada la década del ochenta: entre 1667 y 1678 ejerció de escribano público; en 1671opositó sin éxito al cargo de contador real de la catedral18; y, ya catedrático, pretendió lacontaduría de la universidad en las sucesivas vacantes de 1673 y 1677, obteniéndola por fintres años antes de su jubilación (1690)19. Sus relaciones con el arzobispo de México, frayPayo Enríquez de Rivera, no debieron de ser buenas cuando no sólo no pretendió unaparroquia, sino que se desplazó a Michoacán para recibir el ordenamiento de presbítero, ysólo a partir de 1685 consiguió la capellanía del hospital del Amor de Dios, con viviendaincluida, por intercesión del nuevo arzobispo, Aguiar y Seijas20. En cuanto a susnombramientos de cosmógrafo real de la Nueva España (1680) y de limosnero, ignoramossi fueron honoríficos o conllevaban un sueldo fijo.

Sus frecuentes ausencias de la cátedra le crearon numerosas situaciones enojosas21 ysupusieron conflictos en diversas ocasiones con el Claustro Universitario, sobre todo en losprimeros años de la década de los noventa, cuando Sigüenza aprovechó su ascendencia 18 Tomado de González González, E. 2000, I, p. 220, nota 72, quien se basa en las Actas de Cabildo, v. 17,ff.224-227; y v. 18, ff. 180-183).19 Leonard, I. A., 1963, 8. Fue nombrado, “nemine discrepante”, por el claustro de la universidad el 7 denoviembre de 1690, con salario de cincuenta pesos anuales.20 Francisco Pérez Salazar, cree que Sigüenza obtuvo la capellanía en 1682, coincidiendo con la llegada delnuevo arzobispo, Aguiar y Seijas (Sigüenza Y Góngora, C., 1928, p. XXXV), coincidiendo con la afirmaciónde su sobrino, Gabriel López de Sigüenza; pero Leonard, I., 1984, pp.294-295 “Apéndice D”, recoge eldocumento en el que Aguiar y Seijas firma el nombramiento de Sigüenza en octubre de 1685.21 Leonard, I. A.,1963, Apéndice D, 33-39: “Multas de Sigüenza en la Cátedra de Astrología”

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 14

sobre el virrey para obtener cartas que le permitieron abandonar la docencia por grandeslapsos de tiempo. Es muy probable que obtuviera su jubilación en 1693 por intercesión delpropio conde de Galve, vicepatrono de la Universidad, pese a que prácticamente no habíaejercido la docencia durante el último quinquenio, como se encargó de subrayarirónicamente el bedel para el año 1693: “no vino ni antes ni después de jubilado”22.

No obstante, para justipreciar su absentismo hemos de tener presente que éste era habitualentre los catedráticos, porque las plazas universitarias se concebían como cargoshonoríficos que posibilitaban el acceso a otros cargos, mejores y más remunerados, con loque muy posiblemente la docencia quedara en manos de los suplentes23. En cualquier caso,no deja de resultar paradójico el que hoy recordemos a Sigüenza por sus múltiplesactividades diversas, ajenas a la docencia universitaria y, en gran medida, a costa de ella.

La década de los ochenta

1680 supuso un punto de inflexión en la vida de Sigüenza y Góngora y en la búsqueda deuna situación personal más holgada: fue el intelectual elegido para redactar la relación quehoy conocemos como Glorias de Querétaro y poco después, el cabildo de México leencargó la elaboración del arco de triunfo, en honor del nuevo virrey, el Marqués de laLaguna, y de la relación que lo contiene (Theatro de Virtudes Políticas), para concluir elaño, ya Cosmógrafo Real, observando el cometa Halley, que daría lugar a la elaboración desu Libra Astronómica.

Invitado por su amigo y rico caballero, don Juan de Caballero y Osio, Sigüenza tuvoocasión de presenciar los magnos acontecimientos que se celebraron en Santiago deQuerétaro, con motivo de la dedicación de un templo a Santa María de Guadalupe, a partirdel 11 de mayo de 1680. Y se encargó de redactar la relación de la fiesta, que hoyconocemos como Glorias de Querétaro. En ella manifestó el mismo fervor mariano quehabía mostrado en Primavera Indiana, que aprovechó para reeditarla con la intención deaunar ambas en la exaltación de la Virgen de Guadalupe. O, por citar sus propias palabras,para completar lo que las “débiles fuerzas” de su “conato” fueron incapaces de realizarcuando describió el “Templo magestuoso” que se le dedicó en Querétaro.

Glorias de Querétaro se estructura en ocho capítulos que recogen el proceso seguido desdeque comienza la iniciativa de erigir un templo a la Virgen de Guadalupe en Querétaro, para

22 Más adelante volveremos sobre el tema, cuando tratemos sobre los últimos años de su vida. De momento,bástenos resaltar la animosidad que subyace en las palabras del bedel.23 Para el caso de Sigüenza, véase Leonard, I. A., 1963, Apéndice C, 24-32: Solicitudes de Substituciones deCátedra de Sigüenza y Góngora”.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 15

Sigüenza ciudad providencial cargada de religiosidad desde los tiempos prehispanos, hastael final del proyecto, que culmina con la dedicación del suntuoso edificio a MaríaSantísima por parte del arzobispo de México. Su valor documental es considerable, porque,como toda relación de fiestas barroca, muestra con claridad la ideología y la mentalidadimperantes en el siglo XVII. En este sentido, coincido con María Dolores Bravo24 cuandoafirma que su discurso constituye un “ritual del poder”, en el que el relator encarecehiperbólicamente las acciones contemporáneas narradas, escritas en un lenguaje culterano,lleno de giros sintácticos complejos, grandes periodos elocutivos y frecuentes alusioneseruditas, que las realzan.

Entreverado con la colorista y sensual descripción encontramos un sentimiento muy caro alcriollismo novohispano del siglo XVII y recurrente en la obra de Sigüenza y Góngora: el deMéxico paraíso terrenal incontaminado, elegido por Dios y por María. En este caso,concretado a la ciudad de Santiago de Querétaro. Las correspondencias espaciales del textoentre los cósmico y lo terrestre, o entre las luces astrales y la fragancia de las flores de laciudad, trasciende el tópico literario del “locus amoenus”, a que se acoge, para hacercoincidir por analogía la presencia vivificante de Dios con el establecimiento de lacongregación mariana, “recogida” en el “suntuoso edificio” por designios de la Virgen deGuadalupe.

A su regreso a México, Sigüenza recibió el encargo de dirigir el arco triunfal con el que elayuntamiento quería recibir al virrey entrante, Marqués de la Laguna. Y se puso deinmediato manos a la obra. Fruto de este trabajo es su Theatro de Virtudes Políticas (1680).En La prosa de Sigüenza y Góngora y la formación de la conciencia criolla mexicana25 heexplicado detenidamente los pormenores que rodearon a su elaboración; las críticas quedon Carlos recibió por su “aindiado arco”; su erudita y airada contestación; el estrechoparalelismo entre su preludio III y el preludio explicativo de Sor Juana a su Neptunoalegórico; la diferente solución que ambos ofrecieron26; las tensiones que se derivaron deello; la estructura, contenido, simbología iconográfica y composición narrativa del arco,como para que ahora le dedique más atención. Sí quiero, en cambio, detenerme en laesencia de su patriotismo indigenista que aquí se manifiesta con rotundidad.

24 Bravo, M. D., 2000, I, pp. 23-34.25 Lorente, A., 1996, pp. 10-45 y 211-213.26 El razonamiento discursivo de Sor Juana se encamina hacia la identificación de las virtudes y atributos deNeptuno con los del Marqués de la Laguna; el de Sigüenza tiene por finalidad dignificar a los indiosamericanos, organizándoles una genealogía tan heroica como las de cualquier pueblo europeo.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 16

Es evidente que Sigüenza equipara en Theatro de Virtudes Políticas la historia de lospríncipes aztecas a la historia de los reyes de Roma (y las respectivas cronologíasfundacionales), con el claro propósito de dignificar el pasado prehispano. Para ello elaborauna genealogía heroica de los indios americanos, a quienes hace sucesores de Neptuno eidentifica con los descendientes de las colonias que - según Platón- emigraron de laAtlántida cuando se sumergió. Su ferviente patriotismo, manifestado ya en el epígrafelatino con que encabeza el libro, le lleva a rechazar las “mentirosas fábulas”, utilizadas conprofusión en los arcos de triunfo, para proponer - en claro sincretismo religioso-cultural- alos príncipes aztecas como modelos de virtud, en los que el virrey debía mirarse si queríarealizar un gobierno ejemplar. Seguidor entusiasta de fray Juan de Torquemada, no duda enmatizar los juicios negativos que el franciscano vierte en su Monarquía Indiana sobre elcarácter demoníaco de la religiosidad azteca, con el fin de anular el estigma de bárbaros einfieles que pesaba sobre ellos en la tradición cultural hispana y presentarlos comodepositarios de las virtudes que deben adornar a un “príncipe cristiano”. Su identificacióncon el pasado indígena le lleva hasta el extremo de reconocer a los príncipes aztecas comosus progenitores, olvidando que fueron precisamente éstos quienes destruyeron el poderíoazteca.

Ahora bien, no debemos creer ingenuamente en el estado de “exaltación indigenista”27 deSigüenza sin percatarnos de lo que pretendía con él. Al respecto, y obviando su sincerointerés por las historias antiguas de los mexicanos, conviene tener siempre presente que elarco erigido por él representaba los intereses del cabildo local y que malamente éstehubiera permitido una representación “indigenista” en su arco sin su permiso (esto sin teneren cuenta los posibles intereses personales de Sigüenza). Desde estos supuestos se puedeentender completamente el alcance de la reivindicación indigenista del arco. El proceso dedignificación de los reyes aztecas está subordinado a la idea esencial que persigue con él:mostrar que todos ellos se esforzaron por engrandecer la ciudad de México, nueva Romarediviva e interés primordial del cabildo. Sin esta implicación religioso-política la“cristianización” de estos “príncipes” no hubiera tenido lugar y el “indigenismo” deSigüenza hubiera discurrido por cauces muy dispares. De este modo, el pasado indígena seconvierte en el medio que el cabido local utiliza para mostrar al virrey entrante las pautaspor las que debe discurrir su futuro gobierno28.

27 “Exaltación “ que ya había insinuado en el capítulo VII de Glorias de Querétaro, cuando describió “LaMáscara” con que los indios festejaron la pompa que se dedicó al templo erigido (Sigüenza y Góngora, C. de ,1965, 47-49).28 Me parece conveniente recordar las observaciones de Montiel Bonilla, A., 1999 (2ª parte “Hacia nuevaslecturas del Teatro de virtudes políticas”, pp.93-129).

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 17

A eso responde el hecho de que no se representara a éste sobre un carro triunfal, sino suavey apacible, esperando que los reyes mexicanos le franquearan las puertas a las voces -también apacibles- del Amor, y que la ciudad de México, en cambio, se representara“dominando desde lo más alto” todas las acciones. La distribución espacial no fue casual.Antes al contrario, el programa iconográfico ideado por Sigüenza pretendía dejar muy claroel lugar que le correspondía a cada uno de los personajes representados. El paralelismoentre la historia romana y la azteca, que ya había hecho acto de presencia en la tarja de lapuerta central al datar la fundación de México, continuaba con las acciones de los héroesmexicanos: Huitzilopochtli, “caudillo y conductor de los mexicanos”, guía a su pueblo,cual nuevo Moisés, hasta Tenochtitlan. Fundador de una estirpe, como Eneas, impulsa lacreación de la ciudad. Acapamich deseca zonas pantanosas para extender los territorios dela nueva aldea, de la misma forma que Rómulo hizo con Roma. Huitzilihuitl establece lasleyes como Numa Pompilio. Motecohçuma Ilhuicaminan engrandece la ciudad-estadocomo Anco Marcio y Tulio Hostilio, etc. Incluso la caída de ambos imperios tiene enSigüenza una total equivalencia:

“Vna Águila volando sobre la cabeza de Marciano, y de allí remontándose a losublime fue pronóstico, que le previno el Imperio, refiérelo Boronio tom. 5.Annal, anno 431 y otra Águila precipitándose de lo más excelso, fue presagiode la ruina del Imperio Mexicano.”

El núcleo de Theatro (caps. 3º-14º) constituye un “espejo de príncipes”; un tratado para laeducación de la conducta de un príncipe cristiano. Se inscribe, por tanto, dentro de lanutrida literatura emblemática hispana del siglo XVII, de Ribadeneyra, Álamos deBarrientos, Covarrubias, Figueroa, Quevedo, Orozco, Saavedra Fajardo, Mut o Cevallos,con huellas visibles incluso en el discurso textual. Hasta la idea de representar lasenseñanzas morales a través de una serie dinástica tienen su precedente en la tradiciónhispana, como ya mostrara Maravall en 194429. Y como tal participa de tres aspectostemáticos esenciales al género: 1) el contagio de la virtud, por medio de la admiración agrandes héroes del pasado; 2) la demostración de que es posible ser un gobernante virtuosodesde el momento en que otro lo ha sido; y 3) emular la fama que estos héroes se hangranjeado con su buen proceder. Como buen tratado de “príncipe político y cristiano”incide en que las acciones de sus héroes han de estar siempre dirigidas por la piedad y la fe,de acuerdo con la preceptiva hispana de que la virtud atrae el favor divino. Así, losdistintos monarcas aztecas anteriores a la llegada de los españoles representan con susempresas las virtudes teologales y/o cardinales, verdadero decálogo educativo en laformación de la voluntad de un príncipe cristiano. La fe orienta las acciones de 29 Maravall, J.A., 1944, pp. 227-272.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 18

Hutzilipochtli y de Motehcoçuma Ilhuicaminan; la esperanza es el resorte que mueve aAcapamich; la justicia y la templanza a Huitzilihuitl; la prudencia, “regla y medida de lasvirtudes”, al decir de Saavedra Fajardo, rige los actos de Itzcohuatl; y la fortaleza es elatributo de Axayacatzin. Incluso los monarcas que padecieron la incontenible irrupción delos españoles - Motecohçuma Xocoyotzin, Cuitlahuatzin y Quauhtemoc- presentan suscorrespondientes virtudes (aunque sean de rango inferior a las anteriores): liberalidad ymagnificencia con sus enemigos; amor a la libertad y a la patria; y constancia en la lucha.Es cierto que todas ellas están sometidas al imperio de “Fortuna”, que veleidosamente leses contraria. El primero en sufrir sus embates, Motecohçuma, fue despojado de su poder yde la vida en el máximo de su esplendor. Por eso su virtud resplandece más y –negativamente- las acciones de los españoles (aunque no se digan). Contra el poder de“Fortuna” - personificada en el “ínclito capitán Fernando Cortés”- reacciona Cuitlahuitzin,que consigue “expeler a los Españoles de su Ciudad, derrotándolos en la memorable nochetriste del día diez de Julio del año mil y quinientos y veinte”. Y con constancia y “alegría”se enfrenta Quauhtemoc a los enemigos que “Fortuna” le envía (guerra, hambre y muerte),en un intento desesperado por detener “la ruyna del Imperio”. El epigrama que explica suempresa y los hiperbólicos epítetos que Sigüenza le dedica inician un crescendo patrióticoque culmina con la identificación final de los criollos con los indígenas del pasado:

“No tienen ya los Mexicanos porqué envidiar a Catón, pues tienen en su vltimoemperador quien hiziese lo que de él dice Sénec. Epíst. 104. Nemo mutatumCatonem, toties mutata Republica vidit, eundem se in omni statu praestitit, inpraetura, in repulsa, in acusatione, in provintia, in concione, in exercitu, inmorte denique30”

La exaltación patriótica de Sigüenza (y del cabildo local) condiciona la configuraciónformal del arco y se concreta en el tablero principal de la fachada sur (cap. 15º). Los rayosprocedentes de las insignias imperiales aztecas concluyen en una cornucopia (símbolo de laabundancia) que el virrey vierte sobre la ciudad de México. Todos convergen en la figuradel virrey entrante, dando a entender con ello que este personaje reúne todas las virtudes,pero a la vez - y las citas clásicas lo resaltan- que éstas le impelen sutilmente a larealización de un gobierno en consonancia con tan elevados méritos. El soneto con queSigüenza acabó su arco incide también en la misma idea. Y por si no quedarasuficientemente claro, en las octavas del panegírico final (en que la ciudad de México alaba

30 “A pesar de que tantas veces cambió la república, sin embargo nadie vio cambiado a Catón; siempre semantuvo él mismo en cualquier estado: en la pretura, en la repulsa, en la acusación, en la provincia, en eldiscurso, en el ejército, y finalmente en la muerte”.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 19

al virrey y le insta a que penetre en ella) el “Orbe Mexicano” –clero, claustro, plebe, noble,cortesano, villano, docto e inculto- le ofrece el cielo,

Si en mi pecho, y mi afecto te introduces,Rayos negando, y dispendiendo luzes.

Como conclusión final a tan breve análisis, quizá convenga subrayar de nuevo que lo queSigüenza lleva a cabo al erigir en su arco a los príncipes aztecas como modelos de virtud y,consiguientemente, al proponer su Teatro de Virtudes Políticas como “espejo depríncipes”, no es sino repetir lo que la civilización cristiano-occidental había hecho paraadaptar las virtudes de los héroes clásicos a la realidad concreta de los países europeosmodernos. La diferencia estriba, como aclaré en mi estudio anterior, en que “éstos gozabande un prestigio imponente en la Europa del siglo XVII (lo siguen teniendo aún, muchasveces sin darnos cuenta de ello), mientras que los emperadores aztecas tenían el estigma depríncipes “bárbaros”, demoníacos y vencidos. Es decir, carecían de prestigio a los ojos dela cultura europea”. Lo que Sigüenza perseguía con su exaltación era la homologación deéstos con aquéllos, como paso ineludible para la reafirmación identitaria de su propiacomunidad; homologación para la que no le importó transformar una divinidadprehispánica, Huitzilopochtli, en un caudillo legendario, ni obviar las continuas guerras queensangrentaron a las ciudades-estado azteca, tan pormenorizadamente narradas porTorquemada. E, intelectual de su época, encontró en los clásicos el fundamento pararechazar la cultura mistificada de las fábulas (o que él sentía “falsa”) y sostener suplanteamiento patriótico original; en el silogismo escolástico y en su nómina deautoridades, el método en que basarse para desarrollarlo; y en las citas religiosas, elrespaldo oportuno para proponer a unos príncipes que la intolerancia religiosa rechazabacomo modelos de virtud.

Sigüenza, cosmógrafo real

Por estas fechas debió de ser nombrado Cosmógrafo Real de la Nueva España31 y sus tareasse incrementaron con los trabajos de ingeniería, astronomía, geodesia, agricultura,cartografía y geografía que el cargo conllevaba32. Leonard y Trabulse han estudiado con

31 Leonard, I., 1984, pp. 87-88, así lo afirma, aunque no especifica cuándo exactamente. González González,E., 2000, p. 220, cree que fue normado “hacia 1681”, en premio a su composición del arco triunfal y a surelación correspondiente, Theatro de Virtudes Políticas; pero tampoco aporta dato alguno. Es decir, que aúnignoramos la fecha exacta de la cédula real de su nombramiento. En cualquier caso, ya era cosmógrafocuando escribió la Libra.32 Leonard, I., 1984, pp. 87-101; y 149-166. Y Trabulse, E., 2000; pp.93-123, y especialmente, pp.101-120.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 20

cierto detenimiento tan ingente labor y han comprobado que la mayor parte de su obracientífica estuvo condicionada por este nombramiento. Y, en verdad, entre sus obligacionesde cosmógrafo estaban el predecir y hacer mediciones de los eclipses de sol y de luna,observar los movimientos planetarios, calcular la longitud y latitud de los puntos másrelevantes del virreinato, estudiar la orografía e hidrografía del país, delinear el perfil desus costas, levantar mapas generales y regionales y elaborar informes precisos sobre viajesde exploración y sobre la viabilidad de colonizar nuevas regiones.

Don Carlos cumplió celosamente con los diversos menesteres que se le encomendaron,como muestra el hecho de que, en gran medida, la estrategia de expansión hacia el norte deNueva España y del Golfo de México que la Corona emprendió durante las últimas décadasdel siglo XVII se basó en los informes y relaciones confidenciales que Sigüenza realizó, yque se mantuvieron en secreto porque contenían datos de vital importancia estratégica. Estoexplica el que existieran cartas de misioneros, exploradores y navegantes, así comoinformes militares y geográficos entre los papeles que don Carlos legó al morir. Y en parteexplica también la aparición de su Libra Astronómica y Philosóphica (1690).

De todas formas, la Libra no fue simplemente el resultado de su labor cosmográfica, sino laconsecuencia de la polémica que se desató en México con motivo de la aparición del grancometa entre el 15 de noviembre de 1680 y el 21 de enero de 1681 y que el mismoSigüenza se encargó de resumir en el texto de su obra33 (19, 28). Su origen, por todosconocido, vino provocado por el terror que las señales del cometa produjeron en lapoblación novohispana; terror del que no se salvó ni la misma virreina34. Ésta fue la razónpor la que don Carlos publicó con tanta premura (13 de enero de 1681) su ManifiestoPhilosóphico contra los Cometas despojados del Imperio que tenían sobre los tímidos. Nose conserva ningún ejemplar de este folleto, aunque conocemos su contenido porqueSigüenza lo insertó en la Libra. Es un escrito divulgador, alejado del tono eruditodominante en aquélla, aunque no carezca de autoridades, destinado a un público lector singrandes conocimientos astronómicos, con el que pretende combatir las supercherías de la

33 Cito siempre por la edición príncipe: Sigüenza y Góngora, Libra Astronómica y Philosóphica. Ejemplar dela Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 2/3606. Las repetidas veces en que cite especificaré página ydespués parágrafo. Es decir, que cuando escriba (1,2) se deberá leer (p.1, par. 2). En cuanto a las ideas queexpongo, el lector las puede ver desarrolladas en Lorente, A., 1996, pp. 47-86.34 Al fin y al cabo la aparición del gran cometa causó gran estupor en Europa y en toda América. Suintensidad, la enormidad de su cauda y su luminosidad, los prodigios que se contaban de él, las catástrofesque –se decía- ocasionaba, provocaron una literatura sin precedentes en los anteriores cometas. Robinson, J.H., 1916, dedicó un estudio exhaustivo a los opúsculos que aparecieron en torno al cometa de 1680, aunquelamentablemente excluyó los referidos al mundo hispánico.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 21

astrología cometaria y salir al paso de opiniones pseudo-científicas que “el vulgo” leatribuía.

Ignoramos si el ánimo de la virreina se tranquilizó con su lectura. Sí sabemos, en cambio,que el Manifiesto fue la chispa que encendió la polémica. Tres contendientes acudieron arefutarlo. El primero, un caballero flamenco afincado en Campeche(don Martín de laTorre), molesto por la afirmación que Sigüenza había colocado en su Manifiesto de que éltambién era astrólogo y sabía muy bien “quál es el pie de que la astrología cojea, y quáleslos fundamentos debilíssimos sobre que levantaron su fábrica”, escribió su ManifiestoChristiano a favor de los Cometas mantenidos en su natural significación; al que contestóSigüenza con su Belerofonte mathemático contra la Quimera Astrológica de don Martín dela Torre. También está perdido, pero por los parágrafos que de él se conservan en la Librapodemos asegurar que atacaba las “cábalas astrológicas en materia cometaria” y queSigüenza refutaba en él el Manifiesto Christiano..., aunque reconocía la exactitud de susmediciones. El segundo fue don Joseph de Escobar Salmerón y Castro, catedrático deMedicina de la Universidad de México y antiguo coopositor a la cátedra de Matemáticas.Con su Discurso Cometológico y relación del nuevo Cometa provocó la indignación y elsarcasmo de Sigüenza por ciertas tesis cometológicas absurdas, a las que no se dignócontestar en la Libra, sino muy tangencialmente; pero sostenía con lucidez planteamientossimilares a los del padre Kino, y su filiación con la cometología aristotélica resultabaevidente. El tercer contendiente - y fundamental para la elaboración de la Libra- fue elpadre Eusebio Francisco Kino, jesuita alemán aureolado de gran matemático, que, a pocode llegar a México, se metió de lleno en la polémica y publicó su Exposición Astronómicade el Cometa. Es una rareza bibliográfica de reducidas proporciones35, dedicada al virreyParedes, en abierta oposición al Manifiesto de Sigüenza, que lo había dedicado a lavirreina. Sin pretender analizar el folleto, espléndidamente estudiado por Trabulse36, quierorecordar que Kino como astrólogo no se guió nunca por la experiencia empírica. Su obracarecía del dato cuantitativo, sustituido éste por la “razón imaginativa”. El medio en que semovió siempre fue puramente mítico y anticientífico. Recurría a Aristóteles y demásautores clásicos, consagrados por la tradición, e in extremis a las Escrituras, si lacontradicción se le hacía insostenible. Para él no existía el azar; antes al contrario, todoestaba sometido a la providencia divina. Apeló siempre a “un sistema de leyes propias,imposibles de verificar”, que insertaban al mundo sublunar –el mundo de los cometas ymeteoros- dentro del espacio sideral. De ahí que pretendiera definir inicialmente lanaturaleza de los astros. Afirmaba que los cometas no eran más que “agregación o junta deexhalaciones y vapores, que, conspirados en uno, manan del globo terráqueo” (f. 2); que 35 Es un pequeño folleto de 28 folios, publicado en México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1681.36 Trabulse, E., 1974; cap. III, y muy especialmente las pp. 47-55.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 22

“se engendran de aquella vaporosa y pezgosa materia, que exhala o humea el globo Solar”ff. 10 y 12-13). Y en esa pendiente de verdades apriorísticas aseveró que no se crearon almismo tiempo que se creó el universo, sino que fueron creados ex profeso por Dios parauna cierta misión particular (f. 27), como “tácitos amagos del Altíssimo y senos de divinaseveridad” (f.21). Partía del a priori inverificable de que el cometa era necesariamentemaligno, y de que ocasionaba o advertía males, con lo cual eliminaba la induccióncientífica en beneficio exclusivo de la deducción metafísica. Por consiguiente, sus cálculosmatemáticos tienen un valor muy discutible, porque lo que Kino quería era un mínimo deapoyatura que le permitiera afirmar el carácter infralunar (y por tanto, corruptible yterrestre) de los cometas. Con sus cálculos buscaba la confirmación de sus teorías, no sucomprobación. No tiene nada de extraño, por eso, que Sigüenza le acusara de habérselosinventado.

La Libra fue escrita al calor de la polémica (89; 182); pero su estructura refleja uncuidadoso plan de exégesis, en el que se cita o se resume el texto del contrincante y acontinuación se le refuta. En este sentido, destaca la extraordinaria simetría formal a que losometió Sigüenza, así como su deliberado equilibrio cuantitativo, en una suerte deparalelismo antitético que se manifiesta con rotundidad en lo que constituye el núcleobásico del libro (la polémica con el P. Kino). De ahí que resulten llamativos el juego dealternancias y la antítesis discursiva en su desarrollo. Si el número de instancias, exámenesy respuestas de Sigüenza es idéntico al de respuestas, fundamentos y argumentos de suoponente, su contundencia y su peso específico –recordemos el título del libro- son muydiferentes. Eso es lo que pretendía Sigüenza para deshacer a su adversario en los campos enque éste había elegido. Y todo ello con la permanente pretensión de mantener la polémicaen sus justos términos, individual y científico. O como él dice, “de Mathemático aMathemático”, y sin incomodar a una Religión “tan doctíssima” y “sacratísima” como laCompañía de Jesús:

“Nunca con más repugnancia, que la ocassión presente tomé la pluma en lamano, aun siendo con la vrgencia forçosa de defenderme a mí mismo(...) Perosiendo el necessario objeto deste mi escrito el R. P. EUSEBIO FRANCISCOKINO de la Compañía de JESVS, cómo no havía de serme este empeño másque sensible, quando me recuerdan las obligaciones con que nací lo mucho quedebo a tan doctíssima, exemplaríssima y sacratíssima Religión desde mistiernos años, en que(...) merecí tan singulares favores como siempre publico, yque quisiera pagar aun con la sangre que vivifica mis venas,(...) hablo con elR.P. no como parte de tan venerable todo, sino como vn Mathemático y sugetoparticular,(...) y a no ser desta manera puede estar muy seguro de que callara laboca” (1-2; 1).”

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 23

En la parte “philosóphica” de la Libra Sigüenza demolió los argumentos doctrinales deKino, con una mezcla de ironía y falsa modestia, de las que no está exento el resentimientodel criollo que se siente maltratado por la soberbia del europeo. Pero no se contentó conello, sino que penetró en su argumentación científica para destruirla con una batería deobservaciones científicas en gradación demoledora: inadecuación del método y de losmedios empleados por Kino para realizar sus observaciones (118-120; 252-259);apropiación indebida de datos (123, 266); uso de paralogismos y pseudografías en suexposición (125-234; 270-282); lugares comunes para demostrar semejanzas inexistentesentre el cometa de 1664 y el de 1680; detección de múltiples errores y contradicciones(134-139; 283-296); falsedad de su cometogénesis (141 y 143; 300 y 305).

A estas alturas de la Libra Sigüenza era consciente de que había aniquiladointelectualmente a su rival, por lo que cerró la disputa en los parágrafos finales de su quintaparte. Pero en vez de acabarla con la introducción de sus propias observacionesmatemáticas, introdujo los fundamentos en que dicen estriva la Astrología (en rigor, lasexta parte de la Libra), donde resumió su respuesta a don Martín de la Torre. Pareceevidente que quería concentrar en su Libra todo el rifirrafe cometológico mexicano de1681. Sigüenza abandonó aquí el tono científico y contenido de su respuesta al P. Kino y,libre de tensiones, contestó al astrónomo flamenco desde una doble perspectiva -ortodoxamente cristiana y matemática-, como sugiere el título de su respuesta: ELBelerofonte Mathemático contra la Chimera astrológica(...). Como podemos ver, Sigüenzaopone la existencia de dos símbolos mitológicos enfrentados, “Belerofonte” y”Quimera”,con sus correspondientes adjetivos, “matemático” y “astrológica”, para sugerirnos elparalelismo entre su respuesta y la fábula que le sirve de soporte y entre el final de una yotra. De igual modo que el Belerofonte mítico acabó con el monstruoso animal, mezcla deleón, cabra y serpiente, el suyo, el matemático acabaría con el nuevo monstruo científico –la falsa ciencia astrológica. Con gran acopio documental entró en las Sagradas Escrituras yen los tratados de la Antigüedad para rebatir las opiniones de don Martín de la Torre, pero,cansado de argumentaciones histórico-religiosas y conocedor de los argumentosconcluyentes que contra la Astrología habían escrito los científicos de su época (“dequantos desengaños debe el vniverso a los doctos de este siglo”), acabó refutando dichadisciplina con los instrumentos ópticos que la habían hecho posible: “No ay mayorargumento para convencer al que lo negare que ponerle vn telescopio o anteojo de largavista en las manos”(170; 371). No obstante esta afirmación, consciente de que su polémicacon don Martín no era científica, sino de creencias, volvió a la carga en los últimosparágrafos de su contestación (374-379) para mostrar las contradicciones de su oponente, osus súbitos olvidos, con sucesivas preguntas retóricas que quedan en la Libra sin respuesta:

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 24

¿conoció Adán la Astrología o no? Si la conoció, ¿se las enseñó a sus hijos? Y si fue así,¿cómo la transmitió tan incompleta? ¿Por qué se olvida de que Adán la conoció porrevelación divina poco después y afirma que lo que se sabe de la Astrología “se debe a laexperiencia” de los antiguos? Todas estas preguntas -y otras más que no quiero recordar-muestran la suficiencia e ironía con que Sigüenza subrayó las contradicciones de donMartín, como refleja el fragmento en que contestaba al afán del flamenco por distinguirentre los axiomas astrológicos lícitos y los ilícitos y entre los lícitos ciertos y los falsos:

“Díganos quáles de los axiomas aphorismos Astrológicoslícitos son los ciertos, quáles los falsos, y por tanto beneficio le levantaremosestatuas honorarias para perpetuidad de su fama, y para inmortalizarle sunombre (173; 377)”

En estos parágrafos Sigüenza se muestra como un maestro consumado y escéptico de laAstrología. El tono y el desenfado manifestado en ellos están muy próximos a losdesarrollados en los Almanaques y Lunarios de sus últimos años sobre todo, en los que, a lavez que suministraba datos fidedignos sobre las posiciones de los astros, eclipses y otrosfenómenos constatables, aventuraba predicciones y pronósticos que mostraban “susdesvaríos de estrellero”. Por su manifiesta temeridad sufrió en repetidas ocasiones lascensuras de sus jueces calificadores y, desde luego, su actitud no puede ser máscontradictoria, al utilizar sus propios almanaques para ridiculizar a la astrología y a susseguidores37.

La última parte de la Libra, mucho más breve que las anteriores, condensaba la exposiciónmatemático-geométrica de los datos obtenidos por Sigüenza, en su observación del cometadurante los días de enero de 1681 (3, 8, 15, 18, 9, 10 y 20), para que los científicos sepudieran aprovechar de ellos (175-188; 381-395). La inquietud intelectual del Sigüenzacientífico, preocupado por la útil difusión de sus observaciones y por la adquisición deotras similares, brilla en estas páginas, en consonancia con otros momentos de su vida y,sobre todo, de su muerte.

Pocos trabajos podrían ofrecer con más nitidez las características singulares que adornan aSigüenza y Góngora, como científico y como erudito, que la Libra Astronómica yPhilosóphica. Con toda razón Gaos lo señaló en 1959 como un libro capital en la historiade las ideas de México38. En este sentido, representa como ningún otro la encrucijada del

37 Véanse las opiniones de Trabulse, E., 1974, pp. 63-64, Lorente, A., 1996, p.84 y Benítez, L., 2000, pp.125-144; especialmente, pp.142-143.38 Gaos, J., 1959, p. xi.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 25

pensamiento hispano en la Nueva España en un tema tan apasionante como el de laastronomía cometaria, por los años de 1680-1681 en que apareció el enorme cometa quehizo temblar a Europa y América. Y en los albores del siglo XXI se nos aparece como unejemplo palpable del significado que esta aparición tuvo en los habitantes de México, y desu influencia en lo humano. Llena, por tanto, una página importante en la historia científicanovohispana en un siglo en el que se sientan las bases de la ciencia moderna y la culturaoccidental destierra la visión mítica del cosmos a favor de la nueva visión científica. Sinembargo no parece que entre sus contemporáneos gozara del mismo prestigio que hoytiene, o al menos no lo parece entre sus colegas del estamento universitario. Y buenaprueba de ello es el encendido elogio que tributó el secretario y cronista de la Universidad,Plaza, en 1685, al Discurso cometológico de su oponente Salmerón, con motivo de sumuerte. Plaza glosaba en él amplia y admirativamente el trabajo del catedrático demedicina muerto y señalaba de pasada que don Carlos “también” se había ocupado delcometa. Para González y González, esto –junto con la posibilidad de publicar suscontrincantes sus escritos en 1681 y no poderlo hacer Sigüenza- constituye una muestraevidente de que el veredicto de sus coetáneos fue mayoritariamente favorable a las tesis deSalmerón y desfavorable a las de don Carlos39. Desde luego, hemos de convenir en que elargumento del crítico mexicano no carece de consistencia. Sin embargo, el hecho de queSigüenza fuera el intelectual elegido para elaborar la relación de fiestas que la Universidadde México dedicó en honor de la Virgen María como depositaria de la sabiduría, parecematizar tan tajante afirmación y permite conjeturar sobre una división de opiniones en elClaustro y sobre la existencia de un grupo de claustrales defensor de Sigüenza, junto a unpoderoso grupo de enemigos indudables. En cualquier caso, es evidente que don Carlos nohabía llegado aún al enfrentamiento con la institución universitaria a que lo condujo, diezaños después, su petición de pensión jubilatoria. De otro modo, nunca hubiera insertado elelogio de la Universidad que introdujo en el capítulo II de Triunfo Parténico:

“Florentísisma Academia Mexicana, depósito de la erudición, erario de lasletras, emporio de la sabiduría y fuente inagotable donde beben los eruditos elnéctar suavísimo de las ciencias40.”

Sea como fuere, lo que sí es indudable es que no se habían apagado todavía los ecos de lapolémica cometaria cuando Sigüenza redactaba Triunfo Parténico, a la vez que concluía suParayso Occidental, Entraba así en un período tan fecundo desde el punto de vistaproductivo como estéril desde el punto de vista editorial. En los años siguientes a la

39 González González, E., 2000, pp. 221-,222.40 Cito por la edición de Rojas Garcidueñas, J., 1945, p. 39.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 26

publicación de su Parayso Occidental (1684) escribió su Féniz del Occidente SantoThomás Apóstol hallado con el nombre de Quetzalcóatl(...), Año Mexicano(...) e ImperioChichimeco41, y componía su monumental, inacabado y perdido Teatro de las Grandezasde México; pero lamentablemente no publicó ninguno de sus libros. Ignoramos las causasreales que lo motivaron, aunque muy bien pudo ser la ausencia de patrocinadores, comoafirmó el propio Sigüenza:

“Si huviera quien costeara en la Nueva España las impresiones (como lo hahecho ahora el Convento real de JESÚS MARÍA) no ay duda sino que sacarayo a luz diferentes obras, a cuya composición me ha estimulado el sumo amorque a mi Patria tengo (...) no siendo la menos estimable deducir la serie, y cosasde los Chichimecas, que oy llamamos Mexicanos (...), y otras sus semejantesque requieren mucho volumen, y assí probablemente morirán conmigo, (puesjamás tendré con qué poder imprimirlo por mi gran pobreza). Quiera DiosNuestro Señor no sea assí lo que tengo averiguado de la predicación de SantoTOMÁS Apóstol en esta tierra, y de su Christiandad primitiva; ni el Theatro dela Santa Iglesia Metropolitana de México donde se hallarán las grandezas quede esta Ciudad ha tiempo que tengo prometidas, y casi escritas.”

Las sentidas palabras de don Carlos, insertas al final del prólogo a Parayso Occidental,son, a mi juicio, una prueba evidente de su desolación anímica por la indiferencia de susconciudadanos; desolación que bien pudo manifestarse externamente en su aparentedesinterés por sus propias obras, una vez terminadas. En cualquier caso constituyen unamatización anticipada a la cariñosa recriminación de indolencia con que lo motejaraGuzmán y Córdova.

Triunfo Parténico recoge en un relato circunstanciado los certámenes poéticos que launiversidad de México celebró en 1682 y 1683 para honrar a la Virgen y reclamar comodogma de fe el misterio de la Inmaculada Concepción. La selección de poetas y poemasrecogida por Sigüenza constituye un corpus poético inigualable para el estudio de la líricanovohispana en el siglo XVII, como ya subrayara atinadamente Manuel Tussaint en 1941:“El documento más valioso para la Historia de la Literatura Mexicana durante el sigloXVII”42. Gracias al mecenazgo de la Universidad y del virrey disponemos hoy de tanconsiderable recopilación; pero también gracias a que los designios de los mecenas

41 Son libros que, según nos dice don Sebastián de Guzmán y Córdova en el prólogo a la Libra, “tiene yaperficionados”. Y, desde luego, nos informa sobre el contenido de ellos. Desgraciadamente las premonicionesde Sigüenza se cumplieron y los tres libros están perdidos desde el siglo XVIII.42 Toussaint, M., 1941. Para este punto concreto, p.5.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 27

coincidían con los anhelos más íntimos de don Carlos, como se encarga él mismo deaclarar en la “Prevención a quien leyere”:

“Por lisonja tuve la obediencia que se me impuso para formar este libro,reconociendo el que con esta ocasión se me podría saciar en algo el vehementedeseo que de elogiar a los míos me pulsa siempre (p.25)”

No es de extrañar por esto que en el capítulo II aúne la devoción mariana, bajo cuyaadvocación se compone el libro, con el elogio encendido de la Universidad de México,cuyos ilustres representantes se apresuran a cantar poéticamente el dogma de laInmaculada. Con esta actitud Sigüenza pretende simultáneamente exaltar a “la SantísimaVirgen” y divulgar “a las naciones remotas” la excelencia de los hombres que han salido detan “florentísima Academia”, entre los cuales se encuentra él.

Es posible que –imbricado con su “exaltación patriótica”- exista desperdigado a lo largo dellibro un velado ataque a la orden agustina43. Fray José Sicardo sintió de algún modo estocuando denunció un pasaje del capítulo VI, en el que las excesivas alabanzas a Franciscode Ayerra Santa María podían interpretarse como un desdoro a San Agustín. El pasaje es elsiguiente:

“Ninguno que lo conozca me censurará de apasionado si digo que es elegantelatino, poeta admirable, agudo filósofo, excelente jurisconsulto, profundoteólogo, orador grande y cortesano político, realzándosele todas estasperfecciones con ser una erudita enciclopedia de las floridas letras y tanto quede él mejor que del otro a quien alababa Volusiano, se puede decir Legi deest,quiquid ab hoc contigerit ignorari44(p.136).”

El perspicaz agustino sintió que las frases subrayadas en el texto anterior constituían unultraje al fundador de su orden, y los cuatro calificadores de la Inquisición fueron del

43 González González, E., 2000, p.223, piensa que Triunfo Parténico, leído de soslayo, revela “una sordaanimadversión del autor contra la orden agustina”, algunos de cuyos miembros se contaban entre lospoderosos enemigos de Sigüenza. De ahí también el varapalo que recibió, con motivo de la censurainquisitorial, como “poeta profano”, “astrólogo quimerista”, y “autoridad corta”, y se pidió contra él “algunareprehensión”.44 Las frases en cursiva fueron las causantes de la denuncia y de la sentencia de la Inquisición, cuyo tribunalordenó que se recogieran todos los ejemplares vendidos y se borraran estas frases. La orden no se cumplió arajatabla, como comprobara Pérez Salazar, F., 1940, pp. 290-306.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 28

mismo parecer45, por lo que se procedió a secuestrar el libro - ya publicado- para borrar lainjuria y amonestar a don Carlos.

Este interesante episodio es una clara muestra de la controversia que podían suscitar ciertostemas en la sociedad novohispana y de la sutileza con que discurrían algunos de susintegrantes en asuntos tan ortodoxos como aparentemente anodinos. Y nos permite atisbarla considerable complejidad que Triunfo Parténico alberga, tanto en sus mensajesimplícitos como en su plasmación formal. Algunos aspectos históricos, como la exposiciónde los motivos del festejo, las disposiciones que se tomaron y los distintos momentos oepisodios que articularon su complicada realización, son indudables; como también lo esque su discurso refleja una fuerte coherencia temática e ideológica (ya lo subrayó RojasGarcidueñas en el prólogo de su edición). Pero su lectura evidencia multiplicidad genéricay diversidad estilística, ya que junto a textos históricos hay otros de indudable filiaciónteológica, alegórica o literaria. De ahí que José Pascual Buxó haya hablado del “carácterhíbrido” del relato46, por otra parte consustancial al género “relación de fiestas”. Sigüenzano escatima ningún recurso para engalanarlo. Hipérbatos, concatenaciones de paradojas,acumulación de términos sinónimos, uso de la ekfrasis para describir las manifestacionesartísticas que se realizaron, etc., jalonan su discurso literario, que enriquece con su aficiónpor los jeroglíficos, la aplicación de instrumentos científicos y la frecuente inserción delatinismos47 y cultismos. Tan abundante gama de recursos configura un aparato retórico-estilístico que dificulta considerablemente su lectura. No sorprende, por eso, la escasarepercusión que ha tenido entre los lectores y la crítica contemporáneos.

La prosa de Parayso Occidental (1684)48, por el contrario, refleja el interés de Sigüenzapor escribirlo en un estilo llano. La naturaleza del escrito - una “historia de mugeres paramugeres”- exigía una narración clara, y don Carlos, consciente de ello, declara suspropósitos de rehuir el “estilo florido” y de apartarse aquí de la compleja prosa erudita desus obras anteriores, hasta el extremo de satirizar a los historiadores “que se presumen deFray Hortensio Paravicino, y don Luis de Góngora”, porque su estilo no es el “que se gasta

45 Leonard, I. A., 1984, 292-293, Apéndice CH.46 Buxó, J. P., 2002, pp. 79-95.47 Quiñones Melgoza, J., 2002, II, pp.79-92, ha estudiado los distintos usos del latinismo que Sigüenza yGóngora lleva a cabo en esta obra - especialmente pp. 87-88. A ellas me remito.48 Cito siempre por PARAYSO/ OCCIDENTAL, / PLANTADO, Y CULTIVADO por la liberal benéfica manode los muy Católicos, / y poderosos Reyes de España (...), México, Juan de Ribera, 1684.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 29

en las comunes pláticas”, único adecuado, según Sigüenza, para la confección de lashistorias49.

La claridad expositiva del texto en Parayso Occidental no está exenta de rigor científico,aspiración a la que don Carlos no renuncia nunca. Por ello acopia cuantos materiales puedeobtener para su confección, con una escrupulosidad y un esmero que sorprenden por sumodernidad. Sigüenza demuestra un dominio completo de las fuentes utilizadas - losautores que habían escrito con anterioridad a él sobre el convento y la tradición oral sobreel mismo- enmendándolas cuando las juzga erradas, aunque nunca se cuestione laveracidad espiritual que reflejan. El propio Sigüenza declara al lector el método usado en laelaboración de su libro:

“En su verdad puedo afirmar no haver perdonado para conseguirla diligenciaalguna, leyendo quantos libros impressos podían contener algo para mi assunto;pero todos necesitan de enmienda, como diré adelante, y assí ocurrí al archivodel Real Convento, cuyos papeles se me entregaron, y también variosquadernos de autos y cédulas (...) Leí también las relaciones originales...”

Externamente Parayso Occidental se compone de tres libros de desigual extensión. Elprimero, de trece capítulos, narra la creación del convento Jesús María, las peripecias de suconstrucción y el estado en que se encontraba cuando Sigüenza escribe. El segundo, deveintiocho capítulos, lo ocupa la biografía de la madre Marina de la Cruz, sacadabásicamente de la historia escrita por el padre Mota, su confesor, a quien Sigüenza rectificaen aquellos juicios que demuestra equivocados. El tercero consta de veinticinco capítulosdedicados a la vida de la madre Ynés de la Cruz (I-VII) y a las otras monjas excelsas (VIII-XXIV); y lo concluye con la sucinta biografía del capellán Mathías de Gámez.Aparentemente constituye uno más de los numerosos escritos dedicados a crónicasconventuales o temas hagiográficos, tan abundantes en la época. Y otros títulos deSigüenza parecen avalar esta hipótesis. Pero una lectura detenida nos coloca en el centro deuna idea de gran complejidad, que subyace en todas sus páginas: la equiparación –si nosuperación- de la Iglesia americana a la Iglesia europea, concretada aquí en el jardínparadisíaco, es decir, incontaminado, que integra el convento de Jesús María. Todos losrecursos insertos en él (eruditos, hagiográficos, milagrosos, narrativos y estilísticos) estánsometidos a la constatación implícita de dicha idea. Sutil y ardua tarea la que Sigüenza 49 No se nos oculta que con ello Sigüenza persigue ofrecer a las mujeres novohispanas un modelo deconducta, basado en la obediencia (al padre, marido, sacerdote, etc.), edulcorado con los ejemplos “virtuosos”que nos regalan las narraciones de las vidas de las monjas. Al lector interesado le recomiendo los siguientesestudios: Roos, K., 1993; Lorente Medina, A., 1996, pp. 87-106; y Glantz, M., (Sigüenza y Góngora, C. De,1995, pp. XVII-XLVI.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 30

lleva a cabo, movido por el gran amor a su patria, rayano continuamente en la heterodoxia.De ahí que abra y cierre Parayso Occidental con su “Protesta” de ortodoxia y acatamiento.De ahí también que busque el amparo real, cuyo patrocinio fue el origen “providencial” dela magnificencia del convento. Multitud de datos desperdigados a lo largo del libroratifican esta afirmación, comenzando por su propio título, que inmediatamente nos sugierepor contraste el paraíso terrenal. Y buena prueba de que ello es así nos lo ofrece el mismodon Carlos en su Dedicatoria al rey. Sigüenza opone las flores perecederas del paraísoterrenal a las inmortales (espirituales) del occidental; el origen de los vicios humanos por elpecado original, al imperio de divina gracia y la suma de todas las virtudes que anida elconvento; y la expulsión de Eva por un querubín, al coro de vírgenes, que, cual serafines,viven abrazadas al amor de su Esposo.

Desde estos supuestos podemos integrar armónicamente noticias tan dispares como lasaparecidas en el libro I. La descripción del culto de las vestales aztecas, el franciscanismoinmanente del capítulo II, y los numerosos datos de interés para la historia cotidiana deMéxico coinciden subliminalmente en igualar la Iglesia americana a la europea; igualaciónque se exterioriza con rotundidad en sus tres últimos capítulos. Sigüenza aprovecha ladetallada descripción de las grandezas del convento para aunar sus perfecciones materialesa las espirituales y, en línea con los dobles sentidos y con la hipérbole que configura eltítulo, Parayso Occidental, afirma ser esta unión una ecuación deseada por Dios ycimentada “en las piedras solidíssimas de las virtudes, para gloria de su nombre” (f. 36 v),como réplica nada menos que de la “celestial triumphante Hierusalem”. Con ello tiende unpuente a los dos libros siguientes, introduce la idea providencialista que domina susescritos y cierra con frases, en las que al tópico de su “débil pluma” y al “grave asunto” seune la exaltación material y espiritual de México, con un sentimiento patriótico querecupera los motivos de la “grandeza mexicana” establecidos desde Motolinía hastaBernardo de Balbuena50.

El libro II se nos aparece como un espejo de virtud en el que la mujer novohispana debemirarse, a través de la vida de la madre Marina de la Cruz (por otra parte, familia directa dedon Juan de Alba Cortés, cacique de Teotihuacan y amigo personal de Sigüenza, en quiense unían idealmente la nobleza precortesiana y la sangre española). La Biblia y losEvangelios, circunscritos a El Libro de Job, la figura de la Virgen y a veces la de Cristo, ylos libros impresos de Santa Teresa de Jesús avalan el tono de obediente disposición quemuestra siempre la madre Marina de la Cruz ante las decisiones que le imponen sus padres,sus esposos, sus confesores, sus preladas, o el mismo Dios. Tras múltiples peripeciasmaravillosas, en las que conviven milagros, éxtasis, arrebatos místicos, sacrificios,

50 Véase el estudio de Lorente Medina, A., 2002, pp. 71-94.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 31

intervenciones directas de Dios, coloquios con la Virgen, curaciones milagrosas, visionescelestiales y apocalípticas y apariciones de santos y santas, muere, o, por usar las palabrasde Sigüenza, tiene su “felicíssimo tránsito” el 17 de enero de 1597, culminando unagradatio heroico-espiritual iniciada al comienzo del libro.

El libro III es menos homogéneo que los dos anteriores. El número de monjas biografiadas,la distinta intensidad que se dedica a unas y otras y las quejas de Sigüenza por lainseguridad de las fuentes consultadas nos lo confirman. De todas formas se percibe en éltres núcleos temáticos vinculados a dos ideas básicas de Parayso Occidental: el influjocarmelitano y la emulación de Santa Teresa, de una parte; y la concreción final de lasupremacía del “paraíso occidental” sobre el oriental, motivo dominante, como tuvimosocasión de comprobar.

La vida de la madre Ynés de la Cruz, narrada en el mismo tono “maravilloso” que la de su“madre en Dios”, nos permite observar el enorme influjo que la reforma carmelitana tuvoen México durante los últimos años del siglo XVI y primeros del siglo XVII. Y desvela elmodelo literario que la moldea: los escritos piadosos de Santa Teresa de Jesús. La madreYnés de la Cruz concreta en ella a Marta y María, como pedía la santa en Las Moradas.Renuncia a los bienes terrenales, a pesar de su holgura familiar, y vive en un estadopermanente de pobreza. Descuida las necesidades corporales, como la madre Marina de laCruz, y su salud, siempre precaria como la de Santa Teresa, recibe continuos dolores quelleva con paciencia y gusto por amor a Dios. Su ánimo, grande y “definidor” le acarreagrandes problemas en su vida cotidiana, aunque todas las cuitas las soporta con ganas por“lo mucho que siempre deseé padecer por nuestro Señor” (f.144v.). Su desasimiento de lavida externa es completo, cumpliendo con la máxima de la fundadora carmelitana. Comoella, escribe la Relación de su vida por mandato del confesor, y, como ella, ruega que suescrito sea secreto. Funda emulándola el primer convento de monjas carmelitas en Méxicoy con el mismo nombre. Y escribe también en un “quaderno” los pormenores de sufundación. El modelo teresiano para homologar a la madre Inés de la Cruz con SantaTeresa y la equiparación de la iglesia americana a la europea se funden indisociablemente,como muestra el texto siguiente:

“Véase aora si profetizar la gloriosa Santa Teresa el que se fundarían enMéxico Convento[s] de carmelitas de la misma manera que si ella lo hiziese,dio bastante margen para poderse comparar con ella quien lo fundaba. Tócale alHistoriador referir los sucesos desnudamente, vístalos el lector deponderaciones si de ello gusta.”

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 32

A medida que el libro avanza los datos son más inseguros; pero el esquema general de lasbiografías, trazado en la de la madre Marina de la Cruz permanece inalterable. Todas lasmonjas son laboriosas y devotas, sufren continuas enfermedades que soportan conpaciencia y alegría, y participan del clima maravilloso que envuelve a Parayso Occidental:hablan con el Cristo de la cruz a cuestas, o con la Virgen, y tienen visiones; el mismísimoSanto Tomás les dice misa cuando están enfermas; salen ilesas milagrosamente de caídas alvacío; controlan las almas del purgatorio; y consiguen condonar el fuego divino queMéxico se había ganado por sus numerosos pecados, cual nueva Sodoma, por lasinundaciones de 1629.

En todos estos “sucesos admirables”, como dice Sigüenza, late siempre la idea de que elconvento de Jesús María es el nuevo “paraíso occidental” incontaminado, ante el que eldemonio no tiene nada que hacer; pero insurge con fuerza en el capítulo XI, cuandoSatanás toma la forma externa de la madre María de San Nicolás para sembrar la discordiaen el convento y queda frustrado por la enorme ascendencia de esta monja sobre las demás.El “fruto” criollo de este paraíso, resulta, así, muy superior al “oriental”, porque, a la parque americano, consigue vencer al demonio.

¿Cómo concilia Sigüenza su encendido amor a la verdad contrastada, con su amor por lopropio y el didactismo acrítico que se desprende de Parayso Occidental? Para interpretarestos tres aspectos en su exacta dimensión hemos de tener siempre presente que don Carlosescribe una “historia de mugeres” y “para mugeres”, y que su finalidad no es otra queeducar a las monjas mexicanas – y por extensión a las mujeres novohispanas-con “sucesosadmirables” que ponderan virtudes. Es éste un rasgo de su historia ejemplar, que hemossugerido al comienzo, y que conviene no olvidar. La obediencia es para Sigüenza -en estelibro- una virtud fundamental, sin la cual se empañan todas las demás, como se encarga derecordarnos machaconamente en numerosos pasajes. Las monjas destacadas en su historiatienen como norma y cifra de todas las virtudes la obediencia: a sus padres, a sus esposos, asus confesores o a sus superioras. Y con su comportamiento y su sumisión ofrecen a sucomunidad – el convento, pero también la ciudad de México- el modelo de conductafemenina que se debe seguir51.

La tensión textual percibida en Parayso Occidental, entre el historiador acucioso y elcreyente ingenuo y ortodoxo, se manifiesta de nuevo en la Piedad heroica de donFernando Cortés52. Tanto uno como otro constituyen libros históricos fundacionales 51 Es útil, al respecto, el estudio de Ratto, C., 2002, pp. 151-177. Con todo, no debemos descartar la sinceradevoción con que escribe Sigüenza. Su admiración hacia la madre Marina de la Cruz fue constante a lo largode su vida y la explicita en su testamento.52 He desarrollado estos aspectos en Lorente, A., 1996, pp. 111-119. Cito siempre por la edición de 1960.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 33

porque tratan de los albores de la historia de México y, simultáneamente, subrayan lossucesos admirables y las acciones excelsas de la patria mexicana (en el segundo caso desdesu fundación por un héroe providencial, Hernán Cortés) hasta el momento en que escribeSigüenza. De ahí que en ambos libros los aportes documentales sean básicos para suconfección; pero también los hechos “prodigiosos” que subrayan el beneficio que Dioshace a México a través de sus hombres. Por eso los aspectos aparentemente anodinos desdeel punto de vista histórico no sólo no rompen la unidad esencial de los libros, sino que lafortalecen. Este hibridismo discursivo, tan característico de muchos de los escritos deSigüenza, está sometido siempre a un adoctrinamiento orientado hacia un fin “superior”.Así, son de capital importancia los acontecimientos históricos relacionados con el hospitalde la Inmaculada Concepción, con la fundación de la Universidad de México y con laaparición de la Virgen de Guadalupe. La honestidad intelectual y el rigor histórico deSigüenza brillan con intensidad cuando llega hasta el extremo de proponer un método deinvestigación a los historiadores: “Trabajen en adquirir noticias en los archivos los que seaplican al exercicio de escribir historias”53. Pero son igual de relevantes los episodios enque se pondera la piedad de Cortés, parangonado a Eneas (con lo que conlleva deequiparación política y espiritual de México con Roma), o los que dedica a la narración“maravillosa” de sucesos y milagros acaecidos en el hospital de la Inmaculada Concepcióny a los especiales favores que Dios ha hecho a este hospital por intercesión del P.Bernardino Álvarez, o del bachiller Antonio Calderón Benavides. La exaltación de lareligiosidad del último, y sus indudables conexiones con otros criollos, permite entrever ungrupo de presión en el ambiente cultural del virreinato, que permeaba todos los estamentosdel virreinato, y nos pone en guardia sobre la visión providencialista del acontecer históricoreflejada en este libro54. Todos estos rasgos combinados confieren a la Piedad heroyca unadimensión cuasi mítica, que la llena de ambigüedades, enriquece sus aspectos históricos yposibilita una nueva lectura del texto.

Sigüenza y la Corte Virreinal

La llegada del nuevo virrey, conde de Galve, el año de 1688, cambió la situación particularde Sigüenza. El conde de Galve supuso para don Carlos - al decir de Pérez de Salazar- “unprotector que supo reconocer sus méritos y estimar su valer, a la par que un amigodispuesto siempre a aprovechar esas cualidades en beneficio de la nación y en honra de D. 53 Sigüenza muestra siempre gran preocupación por la exactitud del dato histórico, quizá como medio dedesarrollar una historiografía propia y fiable. En la Piedad heroyca lo hace en diversas ocasiones. Una de lasmás evidentes ocurre en el cap. VI, p. 32: “Todas estas individualidades, aunque parezcan nimias, sonnecesarias para que de aquí adelante corran las Historias Mexicanas sin embarazo”.54 En cualquier caso, no podemos dudar de la sinceridad de Sigüenza. Su testamento demuestra que laconciliación de tan aparente oposición (a nuestros ojos actuales) formaba parte esencial de su ser íntimo.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 34

Carlos”55. Desde luego el virrey tuvo el tacto de interesar patrióticamente a Sigüenza en susactividades y éste se entregó sin reservas a las tareas que le encomendó su protector56.Algunos puntos de contacto sugieren intereses coincidentes y permiten justipreciar laactitud de Sigüenza, tildada por algunos críticos de “colaboracionista”. Un hecho que sinduda atrajo a don Carlos fue las muestras de piedad que el conde de Galve dio en susprimeras actuaciones públicas. De otro lado, la guerra de la Gran Alianza contra Franciatuvo que unir necesariamente el sentimiento patriótico de criollos y gachupines en defensade la común patria agraviada. Por eso tuvieron mejor fortuna las obras que escribió entre1690 y 1693. Descontando el considerable número de informes, planos y cartas que pordiversos motivos realizó en estos años57, vieron la luz de la imprenta sus siguientes libros:Infortvnios que Alonso Ramírez, natural de la ciudad de San Juan de Puerto Rico padeció,assí en poder de ingleses Piratas(...), (1690); Relación de lo svcedido a la Armada deBarlovento(...), (1691); Tropheo de la Jvsticia Española en el castigo de la alevosíafrancesa(...), (1691); y Mercurio volante con la noticia de la recuperación de lasProvincias del Nuevo México(...), (1693). A éstos hay que añadir su carta al Almirante donAndrés Pez, más conocida como Alboroto y motín de los Indios de México, exhumada porIrving A. Leonard en 1932.

En honor a la verdad, el patrocinio del virrey se inició con la Libra Astronómica y continuópoco después con el relato que Sigüenza escribió sobre las aventuras y desventuras delpuertorriqueño Alonso Ramírez, conocido indebidamente como Infortunios de AlonsoRamírez. Con suma habilidad el conde de Galve supo ganarse la voluntad del sabiocortesano, cuyas aproximaciones a la corte virreinal no le habían reportado hasta esemomento los beneficios que esperaba. Y el mismo Sigüenza lo afirma cuando pone en bocade Alonso Ramírez las palabras que tanta fortuna han tenido entre la crítica contemporánea:

“Mandóme (...) fuese a visitar a Don Carlos de Sigüenza y Góngora,cosmógrafo y catedrático de matemáticas del Rey Nuestro Señor en laAcademia mexicana, y capellán mayor del Hospital Real del Amor de Dios dela ciudad de México (títulos son éstos que suenan mucho y valen muy poco, y a

55 Sigüenza y Góngora, C. de, 1928, pp. lvii-lviii.56 En realidad no era ésta la primera vez que Sigüenza estaba bajo el patrocinio de un gran promotor, como haespecificado Escamilla González, I., 2002, II, pp. 179-203; para este tema en concreto, pp. 183-192.57 Uno de ellos, y de los más importantes, es el temor fundado a que franceses o ingleses se asentaran enalgún lugar estratégico del Golfo de México, para hacer peligrar desde allí el desenvolvimiento del virreinato.El viaje de Sigüenza y la descripción posterior de la bahía de Pansacola, y su postrer polémica con Arreola seinsertan con claridad en este motivo.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 35

cuyo ejercicio le empeña más la reputación que la conveniencia)58.Compadecido de mis trabajos, no (...)”

Ningún otro libro de Sigüenza ha tenido la repercusión que el folleto que ahora nos ocupa.La amenidad de su lectura (rota en el último párrafo del capítulo I y en el comienzo delcapítulo II con la localización geográfica del puerto de Cavite y la descripción náutica de laderrota de Acapulco a Filipinas), sus indudables artificios literarios y la prácticainexistencia de novelas en la América colonial han llevado durante casi medio siglo abuscar en este relato una ficcionalidad inexistente59, que permitiera presentarlo como laprimera novela hispanoamericana. Quienes así pensaban incurrían permanentemente en ladeturpación selectiva de su título, ignoraban la hibridez genérica que caracteriza a latradición historiográfica española del Siglo de Oro (rastreable, al menos, desde el reinadode los Reyes Católicos), y caían en alguno que otro anacronismo histórico, como involucrara numerosos personajes de relevancia en el virreinato en una historia que se pretende real yno lo es; entre ellos, al propio virrey.

Es muy posible que en la resistencia a aceptar la figura de Alonso Ramírez como unpersonaje real y concreto subyaciera el deseo insatisfecho de encontrar novelashispanoamericanas en el período colonial. La anacrónica necesidad de buscar un “origomirabilis” para la gran novela hispanoamericana contemporánea ha llevado hasta elextremo de encontrar paralelismo a <<Infortunios>> con relatos del siglo XX, olvidandoun hecho fundamental: que las novelas que nutrían el imaginario cultural de los criollosamericanos y de los españoles peninsulares eran las mismas y constituían la base común desu tradición literaria. Y aunque a estas alturas resulte imposible negar la realidad históricadel personaje Alonso Ramírez60, la brillantez de ciertas hipótesis que abogaban por laficcionalidad del texto, la dificultad que supone la búsqueda documental de datos históricosde escasa relevancia, y la inercia intelectual gravitan todavía sobre la actitud preconcebidacon la que se enfrenta la generalidad de la crítica a un relato ameno y con un uso estimablede artificios literarios (narración autobiográfica; relación forense, inserción del autor comopersonaje en el texto; paralelismos con la picaresca, la novela bizantina o morisca, o lanovela de cautivos).

En 1996 mostré de forma detenida cómo numerosos acontecimientos, interpretadostradicionalmente como inequívocamente ficticios, se justifican plenamente en el contexto

58 Las negritas son nuestras.59 Una síntesis de esta idea en Lorente, A., 1996, 163-175; y Castro, B., y Llarena, A., 2003, pp. 45-66.60 Sobre todo, después de las aportaciones documentales de Cummins, 1984, pp. 295-303; y Cummins, ySoons, 1984; Bryant, 1984; y Lorente, 1996, pp.175-183.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 36

histórico. Asimismo, subrayé cómo las sucesivas protestas de veracidad esparcidas porSigüenza y Góngora en la “Dedicatoria-Prólogo” al virrey, Conde de Galve, y por donFrancisco de Ayerra Santa María en su “Aprobación”, han sido ignoradas sistemáticamentepor quienes defienden el carácter ficticio de <<Infortunios>>. No me voy a entretenerahora en eso. Sí quiero, en cambio, subrayar otros dos argumentos -desestimados tambiénpor la crítica- que, unidos de consuno a los anteriores, desautorizan completamente estahipótesis: la presunta implicación del virrey (y del censor) en el engaño de hacer creer allector que el protagonista es un personaje real y no un personaje literario, creado porSigüenza; y la identificación de numerosas personas reales y de desigual relevancia socialque tuvieron que ver con Alonso Ramírez, tal y como escribe Sigüenza en su relación.

En cuanto al primer argumento, la presunta implicación del virrey, resulta imposible pensarque Sigüenza se atreviera a proponer la publicación de una ficción novelesca al mismísimovirrey, sin caer en anacronismos que desconozcan la realidad histórica y social delvirreinato de Nueva España. Nada menos que a la máxima autoridad civil y militarencargada de hacer cumplir las leyes emanadas de la Corona, entre las que se encontraba laprohibición de imprimir “historias fingidas” en América, para que figurara como aval deuna relación autobiográfica que se presentaba como verídica y no lo era. La meraproposición hubiera significado para Sigüenza la pérdida automática del favor del virrey yun juicio sumarísimo, del que no sabemos con certeza las consecuencias desastrosas que lehabrían acarreado en su vida, precisamente en un momento en que parecía que por finhabía conseguido el apoyo de la corte virreinal en la figura del Conde de Galve. Y másdisparatado aún es pensar que el propio virrey pudiera aceptar tan descabellada insinuación.Una imprudencia política de tal calibre hubiera resultado imperdonable, habría sidoinmediatamente denunciada al Consejo de Indias y le hubiera costado el cargo; sobre todoen el caso del Conde de Galve, cuyo gobierno fue contestado desde sus inicios y que yadesde 1689 tuvo que afrontar numerosas acusaciones provenientes de una poderosa facciónde criollos que se sentía injustamente tratada por cuestiones económicas.

En cuanto al segundo argumento, la identificación completa de las personas que aparecenen <<Infortunios>>, hemos de recordar que el texto no sólo involucra al virrey y alcensor, sino también a los gobernadores de Filipinas y de Yucatán, al obispo de Mérida, aldeán de la catedral de México y a su hermana, doña María de Poblete, con cuya doncella secasó Alonso Ramírez, al almirante y al piloto del galeón “Santa Rosa”, con quienes hizo latravesía a Manila, a los dos capitanes cuyas embarcaciones confunde con las naves piratasque lo capturan en la boca de Mariveles, a los alcaldes de Valladolid, al encomendero deTejozuco, al escribano real de Mérida, al proveedor de las cajas reales, prologuista ymecenas de la Libra Astronómica, al capitán de artillería, Juan Enríquez Barroto, con quien

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 37

Alonso vuelve a Veracruz por orden del virrey, y hasta al maestro albañil que lo contrata enMéxico “con competente salario”.

Demasiadas personas comprometidas en el texto “como para dudar que la narración escritapor Sigüenza sea una relación autobiográfica verídica” en lo esencial. Y como tal, unanarración híbrida, en la que a la voluntad historicista se une una peripecia vivencial que leconcede un indudable sabor literario. En cualquier caso, los hechos vividos, omitidos,minimizados o exagerados en la narración no exceden nunca los límites de la realidad. Eneste sentido, <<Infortunios>> mantiene las pautas de las autobiografías de la época.Alonso Ramírez y/o Sigüenza eligen los rasgos que favorecen la caracterización delprimero, como católico y como leal vasallo, con el fin de “solicitar lástimas” en el lector ymover el corazón del piadoso virrey, quien, por otra parte, se movía por móviles muydiferentes, como sabemos ahora.

Desde la aparición de mi libro sobre Sigüenza y Góngora y coincidiendo con él, la críticaparecía relegar el carácter ficticio de Infortunios para orientarse hacia la disyuntiva dobleautoría/ Sigüenza autor61; hacia el género al que pertenece62; o hacia el estudio de sunarratividad, surgida al parecer como consecuencia de asumir este tipo de textos colonialesuna condición enmascarada que les permitiera eludir la censura oficial63. En cualquier caso,el artículo de Fernando López Lázaro, aparecido en diciembre de 2007, viene a echar portierra definitivamente todas las conjeturas que abogaban por la inexistencia real delprotagonista. El documento que publica, una carta que el conde de Galve envía a su

61 Disyuntiva falaz, por otra parte. El texto de Infortvnios es obra exclusivamente de Sigüenza. Otra cosa es elgrado de fidelidad o de reelaboración que sufrió desde la versión oral de Alonso Ramírez. Es interesante, alrespecto, el artículo de Sacido Romero, A., 1992, pp. 119-139. Son también muy interesantes las páginas queCastro, B., y Llarena, A., dedican en su “Introducción “, 2003, pp. 31-32 y 63-64.62 Ya es tradicional vincularlo con la novela picaresca, con la novela bizantina, o con la novela morisca.Recientemente se le ha vinculado con las narraciones de cautivos (Mora, C. de, 2001, pp. 341-368),desestimando siempre su historicidad esencial, aunque en el último caso sin poderla ignorar. Se abrenperspectivas interesantes, si bien hemos de pensar que cualquier historia real, basada en un episodio decautividad por piratas, necesariamente tiene que coincidir en muchos aspectos con las narraciones ficticiasde cautivos, si no malamente podrían haber soportado éstas la prueba de la verosimilitud que le hubieranexigido sus lectores.63 González Stephan, B., 1987, pp.7-52. Varios son los problemas que surgen para poder aceptar estahipótesis tan sugestiva. El primero de ellos, y básico, estriba en que está por demostrar la intencionalidadoriginal de sus autores al escribir un texto, “híbrido” para nosotros. El segundo, deriva de la falta de estudioscomparativos con textos historiográficos similares españoles. Y el tercero, es que esa hipótesis desestima lapercepción que de esas obras tuvieron sus contemporáneos, al parecer, ignorantes, a los que venimos aredimir nosotros con nuestra “vasta” cultura. Más interesante me parece la propuesta de Belén Castro y deAlicia Llarena de analizar desprejuiciadamente la narratividad del discurso escrito, sin olvidar nunca que fueconcebido como relación histórica.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 38

hermano el Duque del Infantado, corrobora todas y cada una de mis afirmaciones ydemuestra irrefutablemente que Alonso Ramírez es un personaje real, tal y como indicantodos los personajes involucrados en la historia de Infortunios64. Veámoslo a continuación:

“Excelentísimo señor, hermano, amigo y señor mío. Acompañan a ésta veinterelaciones del viaje que hizo Alonso Ramírez, natural de Puerto Rico, desde lasislas Filipinas hasta la provincia de Campeche donde se perdió, que habiéndolemandado viniese a esta corte hice le tomasen declaración de la derrota einfortunios que padeció en tan inaudita navegación hasta estos tiempos, quepor ser bien rara y peregrina la remito a Vuestra Excelencia65. He hecho seimprima para poder enviar muchos duplicados a V. E. por si gustase repartirentre los amigos, que yo sólo la envío al Marqués de los Vélez de que doycuenta a V. E., cuya excelentísima persona guarde Dios muchos años como hamenester. México, 1 de julio de 1690. A los pies de V. E. su servidor y mayoramigo, El Conde de Galve [Firma y rúbrica holográfica].”

Descartado actualmente el carácter ficticio de Infortunios, habrá que plantearse la actuaciónde Alonso Ramírez, con sus luces y sus sombras, desde que arribó a Campeche hasta que elvirrey decide socorrerlo y aprovecharse de sus peripecias para publicar una crónica que leresultaba oportuna a los intereses de él y de su familia en relación con la política exteriorespañola del momento. No es el momento de hacer un análisis exhaustivo del asunto.Tampoco voy a desarrollar de nuevo la forma en que se gestó <<Infortunios>>, ni lassucesivas transformaciones que debió de ir sufriendo en el proceso de decantación oral dela historia y en su elaboración final, escrita por Sigüenza. De igual modo obvio lasconnotaciones que se desprenden de los posibles significados de los términos ‘descríbelos’y ‘relación difusa’, estudiados por Antonio Sacido66, aunque coincido con él y conInvernizzi cuando subrayan que Sigüenza utiliza la fórmula retórica del “humile genus”,tan usual en la argumentación judicial de las relaciones utilizadas como documento legal67,para componer <<Infortunios>>. Omito también las pertinentes analogías que se puedenestablecer con la relación autobiográfica que escribiera Sigüenza y Góngora seis años antesen Paraíso occidental68 sobre la vida de la madre Inés de la Cruz. Y dejo de lado, en fin, 64 López Lázaro, F., 2007, pp. 87-104. La carta, en las pp. 100-101.65 El resaltado de esta frase es mía.66 No me resisto, con todo, a explicar los diversos significados de ‘relación difusa’, porque pueden esclareceralgunos puntos de partida erróneos. Recordemos que difusa significa tanto extensa, detallada en todas suspartes, pero también divulgada, publicada y ‘hecha notoria’, como subraya el censor de <<Infortunios>>.67 Invernizzi Santa Cruz, L., 1987, pp. 7-22; y Sacido Romero, A, 1992, 119-139.68 Lorente Medina, A., 1996, pp. 100-101 y 181-183.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 39

los modelos literarios que pudo tener en cuenta Sigüenza, repetidos hasta la saciedad por lacrítica y siempre discutibles69, para centrarme en la percepción del protagonista por partedel lector, con sus luces y sus sombras.

Es extremadamente difícil entender a Alonso Ramírez en toda su complejidad, porque estan importante lo que nos dice en <<Infortunios>> como lo que calla. Sin duda Sigüenza“dio alma con lo aliñado de sus discursos” a la “funestidad confusa de tantos sucesos”,como afirmó Francisco de Ayerra en su “Aprobación”. Y a eso puede deberse el halo deejemplaridad que se desprende del texto de <<Infortunios>>, que se manifiesta –entreotras formas- en los juicios con que el propio Alonso se recrimina: “resolución indiscreta”,“fatalidad de mi estrella”, “convencido de inútil”, “despechado entonces de mí mismo”,etc. Pero la relación oral que le contó a Sigüenza y Góngora no era tan “confusa” comopensara Ayerra y como se ha creído hasta ahora. Desde que arribó a Yucatán y hasta sullegada a México, Alonso tuvo tiempo y ocasión de “pulir” los pasajes inconvenientes de subiografía y de destacar los pasajes que favorecían su defensa en las diversas declaraciones.Ya hay un esbozo de relación en su afortunado encuentro con el criollo Juan González,vecino de Tejosuco. A partir de este momento un rosario de relaciones jalona la estanciayucateca de Alonso Ramírez hasta que por fin llega a México y le cuenta a Sigüenza suspadecimientos. Lo que ocurre a continuación es bastante conocido, aunque la crítica hayaolvidado - o interpretado libremente- el final de <<Infortunios>>. Sigüenza, compadecidode sus desgracias, no sólo les da cuerpo definitivo, sino que intercede por él ante el virreypara que recupere Alonso los bienes expoliados por los alcaldes de Valladolid y se“entretenga” en la Armada de Barlovento, le ayuda económicamente y lo pone bajo latutela de Juan Enríquez Barroto, discípulo directo suyo, capitán de artillería y marinoexperimentado, que en esos días se hospedaba en su casa, con el fin de “excusarle” losgastos de su viaje a Veracruz.

Sin pretensiones de exhaustividad, recordemos que Alonso cuenta su “relación” a JuanGonzález, al beneficiado y al encomendero de Tejozuco, a los alcaldes de Valladolid, quepropalan la noticia a toda la ciudad con la oculta intención de requisar los artículos queAlonso había tenido que dejar en su varada fragata, al gobernador de Yucatán, al sargentomayor y al escribano, al obispo y a un sinnúmero de vecinos de la ciudad de Mérida, que lehicieron “relatar cuanto aquí se ha escrito, y esto no una, sino muchas veces”, según nos

69 No hay que olvidar que tanto la novela picaresca como la novela bizantina, o la novela de cautivos estánancladas necesariamente en la realidad extratextual y que de ella obtienen los motivos y las secuenciasliterarias que les confieren verosimilitud. Sin el anclaje referencial les hubiera faltado la credibilidadnecesaria para ser aceptadas por los lectores. Por ello, no es de extrañar que tengan muchas concomitanciascon una relación verídica en la que el protagonista sufra cautiverio y trabajos varios ( y ya lo subrayó AlbertMas en 1972. La comparación es inevitable.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 40

dice el propio Alonso, entre el 4 de diciembre de 1689 y el 2 de abril de 1690, en que saledefinitivamente hacia México por orden del virrey.

Todos estos testimonios nos permiten inferir una multitud de relaciones orales que, siidénticas en lo esencial, diferirían en la finalidad pretendida. En unos casos la relación seceñiría al estrecho cauce de una toma de declaración, en la que el protagonista tendría quelimitarse a hechos concretos, comprobables, que fortalecieran su defensa. En otros casosAlonso detallaría circunstanciadamente su relación para mantener el interés de quienes loescuchaban y despertar su compasión y su solidaridad, aunque al parecer no lo consiguieranunca. Y aún cabrían otros casos, como en su narración al gobernador de Yucatán, alobispo de Mérida o al mismo virrey, en que la prudencia y la discreción le obligarían ahacerlo en “compendio breve”. Unas y otras exigieron a Alonso el desarrollo de unasdestrezas narrativas diferentes –según el tipo de interlocutores que tuviera- para conseguirque prestaran “gratos oídos” a todo lo que contaba.

Es desde esta óptica como, a mi juicio, hay que interpretar los numerosos datosdesperdigados u omitidos por Alonso Ramírez en el texto de <<Infortunios>>, parailuminar sus luces y sus sombras. El primero de ellos tiene que ver con su ascendenciafamiliar. Sus padres, tan pobres como honrados, lo inclinan hacia la virtud, bien con laenseñanza de un oficio en el caso de su padre - carpintero de ribera- , o bien con el ejemplomaterno de las virtudes cristianas. Con todo, el lector se pregunta cómo es que AlonsoRamírez no utiliza el apellido paterno y toma el de su madre. Es verdad que la utilizacióndel apellido materno no era algo infrecuente en el Siglo de Oro español70. ¿Pero nosconvence esta explicación? ¿No querría ocultar de algún modo su origen?71 De entre lasposibles conjeturas propuestas por Irizarri - ascendencia judía e hijo ilegítimo- me inclinéen 1996 por la segunda porque, tras revisar el padrón de 1673 que el obispo Cañuelasmandó hacer sobre los vecinos de San Juan de Puerto Rico, comprobé que no figuraban enél ni Alonso ni sus padres entre las cien familias blancas (de matrimonios legales) queexistían en la ciudad. Como sabemos, la extremada pobreza de la isla y la escasez dehombres provocaron numerosos amancebamientos, tolerados por las autoridadeseclesiásticas y militares, cuando no favorecidos72. Sólo si pensamos en la ilegitimidad del

70 Cummins, J. S. y Soons, A., 1984.71 Irizarri, E., 1990, 37-49; y Lorente A., 1996, 186.72 López Cantos, A ., 1975, 13-40; 45-50 y 81-155, ha analizado la terrible postración económica de PuertoRico en esta época y la gran escasez de hombres en una isla tan estratégica para los intereses españoles, frentea la considerable densidad demográfica de las islas de Barlovento en manos de potencias europeas. Lasautoridades de la isla, conscientes del problema, propusieron la emigración de canarios, relaciones establesentre los soldados del presidio y las mujeres puertorriqueñas e inmigración extranjera para paliarlo. Con todo,el problema se mantuvo y propició abundantes amancebamientos.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 41

protagonista se llena de sentido el párrafo en el que Alonso nos cuenta el desaire que sufrepor parte de su pariente D. Luis Ramírez, regidor de Oaxaca, a consecuencia del cual elprotagonista abandona sus prejuicios de “hidalguía” y asume paulatinamente laconveniencia social de un trabajo honrado.

Tampoco parece muy convincente la razón de su marcha de Puerto Rico antes de cumplirtrece años, aunque la situación económica de la isla llegara a ser desastrosa entre 1670 y1684:

“Era mi padre carpintero de ribera, e impúsome (en cuanto permitía la edad) alpropio ejercicio, pero reconociendo no ser continua la fábrica, y temiéndome novivir siempre, por esta causa, con las incomodidades que, aunque muchacho,me hacían fuerza, determiné hurtarle el cuerpo a mi misma patria para buscaren las ajenas más conveniencia73”.

Es cierto que Alonso determina “hurtarle el cuerpo “a su patria” para mejorar su situación yencontrar en otras tierras “más conveniencia”. Pero ya no lo es tanto el que tuviera tantas“incomodidades” como para “hacerle fuerza”, porque, dentro de la penuria generalizada enque vivía la isla, los carpinteros de ribera estaban bastantes solicitados por la “continuafábrica”. Y buena prueba de ello es el decreto de 1670 de Felipe IV, en el que se exigía quetodo joven puertorriqueño desempleado aprendiera el oficio de carpintero de ribera. A mientender, con estas palabras Alonso ofrece una justificación a posteriori de su decisióninicial, a la vez que muestra su transformación personal desde un mozalbete holgazán, aquien las circunstancias le obligan a trabajar de carpintero y de mercader trajinante, hasta eljoven comerciante y marino experto al que parece sonreírle la fortuna en las Islas Filipinas.Hitos de esta transformación son las ciudades de Puebla, México, Oaxaca y nuevamenteMéxico y Puebla, tras de las cuales Alonso abandona su pretensiones de “subir un poco sinesfuerzo personal”. El texto de <<Infortunios>> se aparta del modelo picaresco(vagabundeo, experiencia con varios amos), pregonado por un considerable número decríticos, en estrecha coherencia con lo afirmado en su párrafo inicial, para desarrollar lalínea de paciente ejemplaridad que lo traspasa. Porque son precisamente su “aplicación” altrabajo de carpintero con Cristóbal de Medina y la que ven los demás a su regreso a Méxicolas que le permiten su matrimonio con Francisca Xavier, doncella de doña María dePoblete, y su avecindamiento en México.

73 Sigüenza y Góngora, C. de, 2003, 104. Todas las referencias a <<Infortunios>> las haré a través de estaedición.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 42

Una vez más la fortuna le es adversa - muerte de su esposa y marcha equivocada a Puebla-y le impele a “autodesterrarse” a Filipinas. Ahora bien, ¿hemos de creer las razones quealega Alonso para justificar su actuación, o fue la “gana de enriquecer”, que como élmismo dice “lo atropella todo”, la que lo llevó a las Islas Filipinas? Las palabras queprofiere al final del capítulo I, “desesperé entonces de poder ser algo, y hallándome en eltribunal de mi propia conciencia, no sólo acusado sino convencido de inútil, quise darmepor pena este delito la que se da en México a los que son delincuentes, que es enviarlosdesterrados a Filipinas”, parecen continuar la línea de ejemplaridad de <<Infortunios>>.¿Pero es realmente una decisión desesperada o hay mucho de cálculo en ella?. Es verdadque a las Islas Filipinas se enviaba a los delincuentes, como afirma Alonso, pero tambiéniban a ella los que querían hacer rápida riqueza, atraídos por las grandes ventajaseconómicas que se podían obtener en esta zona, que compensaban con mucho de supeligrosa travesía. Sin duda, Alonso tenía sobradas noticias “de la abundancia de aquellasislas” y de su considerable tráfico marítimo, oídas posiblemente en la casa de los Poblete.Es muy probable que el deán de la catedral de México y su hermana le ayudaran en tandrástica decisión con las autoridades de Cavite, con quienes sin duda sostenían relacionesmuy estrechas desde los tiempos en que su hermano fuera obispo de Manila y él mismorenunciara a esa mitra. Esto - y el deseo de abandonar un lugar que le traía numerososrecuerdos- debió de decidirle a tentar la suerte que tan esquiva le había sido en México.

Ya vecino de Cavite, Alonso simultanea el oficio de marino y el de mercader durante cincoaños fructíferos, que le permiten afrontar el futuro con optimismo: “Conseguí por estemedio (...) mercadear en cosas en que hallé ganancia, y en que me prometía para lovenidero bastante logro”. Paralelalmente se convierte en un experto conocedor de la zona:Madrapastán, Malaca, Batavia y Macao son lugares frecuentados por Alonso, cuyasopiniones muestran el conocimiento directo sobre los lugares y acontecimientos narrados.Son años dorados en su vida y en su economía, cuando consigue la estima social queanhelaba y el apoyo del propio gobernador de las islas; pero no están exentos de riesgos. Subonanza, al amparo del gobernador de Cavite, conlleva - como contrapartida- ciertasmisiones oficiales peligrosas. En una de ellas Alonso es capturado por piratas ingleses el 4de marzo de 1687, como especifica él mismo:

“Aún más por mi conveniencia que por mi gusto, me ocupé en esto, pero nofaltaron ocasiones en que por obedecer a quien podía mandármelo hice lopropio; y fue una de ellas la que me causó las fatalidades en que hoy me hallo74

(p. 111)” 74 Los sustantivos ‘conveniencia’ y ‘gusto’ subrayan su bonanza económica y su ascenso social. Los viajesque realiza obedeciendo “a quien podía mandármelo” muestran su dependencia directa con el gobernador delas islas e, indirectamente, la causa de su bienestar.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 43

Desde este momento y hasta que recupera su libertad intenta sobrevivir a la crueldad eignominia de sus raptores, en un proceso de adaptación y supervivencia que convendríadetenerse en él más de lo que se ha hecho hasta ahora. En primer lugar llama la atención lanimiedad del narrador por especificar el paso del tiempo, lo que permite a cualquier lectoratento seguir con considerable precisión la cronología de su relación desde el fatídico 4 demarzo de 1687 hasta su llegada final a la ciudad de México. Las numerosas expresionesesparcidas desde el capítulo III enmarcan temporalmente su “peregrinación lastimosa” yrefuerzan la veracidad de los desplazamientos de los piratas, todos ellos perfectamenteverificables, con descripciones de capturas imposibles de narrar sin haber estado presente elprotagonista75. Éste es el caso, por ejemplo, del asalto al barco en que iba el embajador delvirrey de Goa con presentes para el rey de Siam. Alonso confunde la nacionalidad delprivado del rey - era griego y no genovés; pero los hechos narrados por él son ciertos,tuvieron lugar en diciembre de 1687 y se corresponden con la búsqueda denodada por partede las potencias europeas por consolidar áreas de influencia en el Extremo Oriente.Constans Phaulkon, favorito del rey Narai que fomentaba las actividades francesas desde suconversión al catolicismo por el jesuita Antoine Thomas, mandó cortar las manos a doscaballeros portugueses, jefes de su ejército, porque se negaron a combatir bajo las órdenesde un jefe militar francés. Noticiado de ello el virrey de Goa, exigió como satisfacción quese le mandara a Constans para castigarlo por su atrevimiento, y, a cambio, envió elextraordinario regalo que describe Alonso, con el fin de inclinar la voluntad del rey a sufavor76.

Este robo y el saqueo de Cicudana (unidos a las demás capturas) debieron de alentar contoda seguridad a las autoridades europeas y motivaron, con toda seguridad, el encuentrocon los navíos de guerra holandeses, tras del cual los piratas, inseguros, deciden abandonardefinitivamente la zona y “volverse a sus casas” con el botín adquirido, y diluirse en elanonimato77. Así se explica el interés de los piratas por hacerse pasar por mercaderes enMadagascar, pese a que esta isla se había convertido en aquellas fechas en el mayor puertofranco y la mayor guarida de piratas del mundo, donde cualquiera podía adquirir cuantonecesitase e intercambiar sus productos sin temor a autoridades ni a aduanas.

75 Lorente, A., 1996, nota p. 191.76 Comte de Forbin, 1729, I, 260-265. En sus <<Memorias>> el Conde de Forbin recogepormenorizadamente este episodio.77 Ésta es probablemente la razón por la que ha sido imposible hasta ahora localizar a los capitanes Bel yDonkin, a pesar de los minuciosos rastreos que Cummins y Bryant han llevado a cabo.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 44

Nos acercamos a otro momento fundamental en <<Infortunios>>: al episodio de suliberación y la de los siete miembros restantes de su tripulación. Es éste un caso insólitosobre el que la crítica, salvo escasas excepciones, no ha fijado su atención. Lagamnovich78

lo percibe como un error de composición, derivado de la fuerte carga ideológica que separaa Alonso de sus captores. Carmen de Mora79, interesada en identificar la modalidaddiscursiva con <<Infortunios>>con la novela de cautivos, opta por aceptar como solución“literaria” la fórmula infrecuente de la libertad del cautivo por la generosidad del captorentre las seleccionadas por Albert Mas en su libro Les turcs dans la littérature espagnoledu siècle d’or, olvidando que los captores del Alonso se habían ofrecido varias veces suliberación. Y yo mismo, hace once años, propuse razones históricas que para justificar estadecisión.

Con todo, ninguna de las hipótesis anteriores aclaran convincentemente la “magnanimidad”de los piratas con Alonso y sus compañeros. El lector se pregunta por qué no los abandonana su suerte en la costa de Brasil (ya que no los matan) si eran tan crueles como los pinta elprotagonista. La respuesta está, sin duda, en la considerable reelaboración “literaria” quedebió de sufrir el capítulo IV, desde el sucinto compendio de “los trabajos pasados”, que“nos representó luego al instante la memoria”, hasta su plasmación definitiva en<<Infortunios>>. Reelaboración que incide con toda seguridad en omisiones flagrantesdel narrador y en narraciones de actos –como el de la ocultación del retrato de la Virgen deGuadalupe en el tope del barco-, sometidos todos ellos a la verosimilitud narrativa y a laintencionalidad del mensaje hacia su destinatario (la tan mencionada ejemplaridad)

Ahondando en este sentido, surgen unas preguntas que hace tiempo vienen asaltando allector, y que conviene poner de manifiesto porque cuestionan la sinceridad de AlonsoRamírez: ¿Cómo se comunica con sus captores, en inglés o en español? ¿Sabía Alonsoinglés antes de sufrir su cautiverio? Y si no lo sabía, ¿cómo se entera en todo momento delo que dicen los piratas? Es ésta una cuestión esencial que, sin embargo, se escamotea a loslectores. Es cierto que entre los ingleses va un español renegado - el sevillano Miguel- quepudo actuar de intérprete y a quien Alonso culpa de todos los males padecidos por él y porsus compañeros. Pero entonces, ¿por qué no se le concede en <<Infortunios>> elprotagonismo que indudablemente tuvo que tener? Es ésta una de las numerosas omisionesque Alonso cometió en su circunstanciada relación. Otra y de gran importancia, es lavariación en el trato que Alonso experimentó de sus captores con el paso del tiempo, apesar de que nos quiera transmitir la sensación de permanente y homogénea crueldad eimpiedad. Y si no, ¿cómo se explican las diversas propuestas que Alonso recibe para que 78 Lagmanovich, 1974, V, 2, 1-14.79 Mora, C. de, 2001, pp. 360-361.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 45

se una a los piratas y se convierta en uno de ellos, o su intento de deshacerse pacíficamentede él en Madagascar, después de que dos de los suyos delataran a los comerciantes inglesesla verdadera “profesión” de sus captores?. Es evidente que los ingleses siempre leguardaron cierta consideración. Difícilmente podría entenderse, de otro modo, el quemantuviera a su esclavo contra viento y marea, que los piratas recelaran una rebelión de suparte y que en el interrogatorio que tuvo lugar a continuación, creyeran más su testimonioque el del presunto amotinado, Cornelio, siendo éste uno de los componentes de latripulación corsaria.

Todos estos hechos nos ponen en guardia para aceptar ingenuamente la larga asincroníaque constituye el capítulo IV, en donde compendia Alonso sus “trabajos pasados”,salpimentados con la enumeración de los castigos corporales sufridos semanalmente, en unafán de reforzar la objetividad de la narración. De la lectura del texto se desprende, sinembargo, un tono de ejemplaridad negativa (los piratas) o positiva (Alonso) que impregnaal capítulo de una fuerte carga ideológica: la piedad del condestable Nicpat es resuelta porel narrador con la prevención de que era “católico sin duda alguna”; el parlamento delcapitán Donkin a favor de Alonso y sus compañeros, está sometido al decoro poético y alos cánones de la ortodoxia religiosa rayana en la intolerancia, observable en otras obras deSigüenza; y su ilación final culmina la antítesis entre las actuaciones piráticas y las delAlonso con la presentación del renegado español, verdadero negativo del protagonista:

“Creo el que no hubieran sido tan malos como para nosotros lo fueron, si noestuviera con ellos un español que se preciaba de sevillano y se llamabaMiguel. No hubo trabajo intolerable en que nos pusiesen, no hubo ocasiónalguna en que nos maltratasen, no hubo hambre que no padeciésemos, ni riesgode la vida en que peligrásemos, que no viniese por su mano y dirección,haciendo gala de mostrarse impío, y abandonando lo católico en que nació porvivir pirata y morir hereje. Acompañaba a los ingleses, y era esto para mí y paralos míos lo más sensible cuando se ponían de fiesta, que eran las Pascuas deNavidad y los domingos del año, leyendo o rezando lo que ellos en sus propioslibros. Alúmbrele Dios el entendimiento para que, enmendando su vida,consiga el perdón de sus iniquidades (129)”

En cualquier caso, el relato continúa con Alonso dueño de su libertad, pero perdido en

el Atlántico80, sin más orientación que las recomendaciones de los piratas de que

80 Recordemos que está sin cartas de navegación, que el derrotero que le habían dejado los piratas eraholandés y por eso no lo entiende y que está en un lugar por el que nunca había navegado.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 46

“gobernase siempre entre el Oeste y el Noroeste donde hallaría españoles”. En esta ardua

navegación, de cincuenta y dos días, recupera el protagonismo de los dos primeros

capítulos y refleja con claridad el desconocimiento de la zona en la que está y de los

lugares adonde arriba. Este dato, como ya afirmara hace tiempo, viene a ratificar de nuevo

la veracidad esencial de la historia narrada en <<Infortunios>>. Alonso ignora los

nombres de las islas caribeñas que bordea: Trinidad, Barbados, Guadalupe, Jamaica,

Caimán Grande y, sobre todo, La Española, una isla que le costó rebasar tres días y que

nunca hubiera dejado pasar de saber que la isla pertenecía a la corona española. Antes al

contrario, hubiera desembarcado en ella y habría acabado con su “penosa peregrinación” y

sus penalidades, que a estas alturas de la travesía - carente de fuerzas y casi sin

bastimentos- empezaban a ser dramáticas. El contraste entre el desconocimiento que tiene

de esta zona y las precisiones que nos ofrece de la zona del Índico y del Pacífico, donde

Alonso se hizo experto marino, es llamativo. La crítica que no ha manejado la edición

príncipe del relato81 ignora este contraste, sin advertir que si Sigüenza y Góngora pudo

informarse - como dicen- de lugares tan alejados de México con fuentes bibliográficas, con

mayor razón habría podido precisar los nombres de las islas caribeñas y habría eliminado

las continuas apelaciones de ignorancia suscritas por Alonso en el capítulo V.

Su errática travesía acaba con su fragata varada en un islote aledaño de las costas deYucatán, pero no su precaria situación ni su desorientación geográfica. Con sumeticulosidad habitual Alonso anota cuidadosamente su largo mes y medio de penurias,perdido con el resto de su tripulación en esta península y expuesto a la insalubridad dellugar y a las distintas penalidades –sed continua, accidentes fortuitos, hinchazones,calenturas y muertes-. Forzosas detenciones y débiles avances hacia ninguna parteeslabonan su marcha, en los que da nuevamente muestras de vitalidad y de su piadosacompasión hacia los demás, recalcando una vez más su “ejemplar” actuación. Al fin,cuando calenturiento imagina su muerte a manos de los “cruelísimos habitadores” de laFlorida, se encuentra con los indios siervos de Juan González, que le informan de que seencuentra en la costa de Bacalal y en la provincia de Yucatán.

Su incorporación a la órbita del imperio español no acaba con sus “infortunios”, comomuestra el capítulo final. Alonso, escandalizado del trato que recibe en Valladolid y Mérida

81 En la mala interpretación de <<Infortunios>> ha sido esencial el manejo de ediciones diferentes de la“princeps”. Aquí tenemos un nuevo ejemplo de ello: la crítica no ha podido observar que las aclaraciones delas islas figuran en las márgenes del texto y con notas que Sigüenza debió colocar en plenas pruebas deimprenta y sin tiempo –o sin interés- para alterar los fragmentos relacionados con ellas.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 47

por los que “por españoles y católicos estaban obligados a ampararme y a socorrerme consus propios bienes”, sufre una difícil situación, derivada del recelo y la desconfianza de lasautoridades yucatecas y del embargo de sus bienes. Razones históricas, en las que noquiero incidir ahora, posibilitan la arbitraria actuación del alcalde de Valladolid, donCeferino de Castro, y matizan la visión negativa que nos da de su estancia en Yucatán. PeroAlonso, disconforme con el trato que recibe y consciente de sus derechos, reacciona ante loque considera un atropello. Reclama justicia y presenta una petición formal de amparo algobernador. A resultas de la cual consigue su entrevista con el virrey, quien lo envía aSigüenza, que se encuentra convaleciente de una enfermedad. Éste, compadecido de susdesgracias, intercede decisivamente en su favor ante el virrey para que consiga recuperarsus bienes embargados y se acaben las penurias que lo seguían atribulando.

Tras este apretado recorrido por <<Infortunios>> y a pesar de los claroscuros que aúnsuscita el personaje histórico de Alonso Ramírez, del análisis del texto se desprenden unascaracterísticas que me parece conveniente subrayar: Alonso es un hombre paciente, tenaz ylleno de vitalidad, que participa del sistema de valores establecido en la sociedad colonialhispanoamericana, lo sostiene con sus creencias y subraya con sus actitudes –prejuicios dehidalguía, fuerte religiosidad, piadosa ejemplaridad, prejuicios morales e intoleranciarespecto de otro pueblos, justificación de la conquista de América por mor de laevangelización- la raigambre de su pensamiento criollo. Estas características, coincidentesen gran medida con el pensamiento de Sigüenza y Góngora, favorecieron sin duda lacompasiva intercesión de éste ante el virrey y la elaboración definitiva y “aliñada” deInfortunios de Alonso Ramírez. De ahí que sólo nos reste incitar al lector para que seenfrente a una “relación histórica”, (pero también legal, informativa, ideológica), queesconde en sus páginas excelencias literarias, derivadas de su composición narrativa –testimonio autobiográfico de Alonso Ramírez escrito por Sigüenza y Góngora-, de lasnoticias que suministra sobre la convulsa realidad histórica de América (y de Asia,Australia, Madagascar, etc.) a finales del siglo XVII, y de constituir un reflejo de laincipiente conciencia del “ser” americano.

La Relación de lo svcedido a la Armada de Barlovento82 es, en cambio, una crónicanoticiosa que, como reza su título, relata sucintamente los hechos de armas acaecidos en laisla de Santo Domingo, entre julio de 1690 y enero de 1691, que concluyeron con la derrotade las fuerzas francesas en El Limonal y la destrucción y saqueo del puerto de Guarico ypueblos colindantes. Los hechos narrados deben enmarcarse dentro de la guerra europeaque Francia sostuvo contra la gran alianza de los Haugsburgo (1687-1697) para reafirmar

82 Cito siempre por la edición de Obras, de 1928.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 48

su predominio; pero también se corresponden con la especial pugna que mantuvieronfranceses y españoles desde 1654 por el dominio absoluto de la isla83.

El éxito rotundo de la fuerza combinada española fue conocido con rapidez en México. Y arenglón seguido Galve encargó a Sigüenza de su divulgación. Don Carlos, partícipe de laeuforia general del triunfo y obligado con su patrocinador, compuso sin demora la Relaciónde lo svcedido a la Armada de Barlovento, valiéndose de las “cartas y diarios” que el virreypuso a su disposición, para que “sea el regocijo de todos al leerla, en estremo grande”. Notiene nada de extraño por eso que su narración guarde estrecho paralelismo con lacomposición de un cuaderno de bitácora: la anotación estricta de las fechas, la descripciónpormenorizada de los desperfectos sufridos por los buques de la Armada, la abundancia delléxico marítimo, la narración de los combates navales, o la relación final de los “cabosprincipales” responde en gran medida a los de un diario de navegación. Además, laceleridad con que Sigüenza la escribió le obligó, sin duda, al seguimiento fiel de losdocumentos a que tuvo acceso. De ahí que lo primero que destaque de la Relación sea laveracidad histórica de lo narrado. Pero no por ello está exenta del sentido providencialistaque traspasa todos sus escritos, y que aquí se manifiesta al comienzo del relato conmarcado carácter antimaquiavélico:

Fue la Isla de Santo Domingo la primera de la América, en que se enseñó porlos españoles la religión Católica, y es oy la que ocupada de Franceses (y por lamayor parte Hugonotes) por su costa septentrional está siempre clamando aquien puede hazerlo, el que lo remedie. Esta consideración, y Dios que quiso elque fuesse assí, estimuló sin duda a este Excelentísimo Príncipe, a que de suvoluntad espontánea (...) le enviase la Real Armada de Barlovento

Como hemos podido ver en el párrafo anterior, ya aparece, aunque de forma implícita, laidea, que desarrollará más detenidamente en Trofeo de la Jvsticia Española, de que eltriunfo de las armas españolas sobre las francesas se debe a que la “justicia” divina muevelos actos piadosos del virrey, conde de Galve, y le impele a la “reconquista” del primersitio de América donde tuvo lugar la evangelización, ahora en manos de franceses. Pero locaracterístico de la Relación es su historicidad esencial y su proximidad formal a un diariode navegación. Quizá, por ello, ni el virrey ni Sigüenza quedaran contentos con tan sucintorelato y pensaran en la realización de otro relato que especificara “con más difusión todo elsuceso para perpetua memoria”. Así surgió Trofeo de la Jvsticia Española.

83 Al lector interesado le aconsejo el libro de Moya Pons, F., 1981 (6ª ed.); especialmente el cap. IX: “Laocupación francesa del oeste de la isla”, pp.87-97.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 49

La identidad temática y la proximidad textual entre ambas obras confundieron durantealgún tiempo a los críticos, que llegaron a identificarlas como una sola obra. Pero unasimple lectura muestra la mayor elaboración narrativa de Trofeo, que le confiere rasgos deliterariedad inexistentes en la Relación. Contrasta, en primer lugar, el aparente tonoimparcial de la historia contada en ésta, narrada siempre en tercera persona, con el tonocomprometido del narrador-autor de Trofeo. Sigüenza se involucra en la narración de loshechos con el uso de la voz narrativa en primera persona y une su suerte a la actuación delas “católicas armas” españolas (o mejor, criollas), como se encarga de demostrar, conintromisiones incluso, en diferentes pasajes del discurso narrativo. Y, desde luego, sonnumerosas las referencias a “nuestras armas”, “nuestros batidores”, “nuestros lanceros”“nuestras baterías”, “no carecemos de noticias”, “havernos escusado el trabajo decastigarles”, o a su propia persona: “no pretendo”, “lo poco que aquí he dicho”, etc.

El segundo aspecto que llama la atención es el acierto de Sigüenza al insertar los hechos dearmas narrados en el contexto mundial que le corresponde. Es decir, como parte de laguerra que Francia y la Gran Alianza mantuvieron entre 1689 y 1697, pero también, ysobre todo, como parte de la lucha colonialista de las potencias europeas por el dominio delas tierras y el comercio americanos. Parece como que Sigüenza fuera consciente de lagravedad del momento en que vivía, en el que las guerras europeas habían pasado a lacategoría de “guerras mundiales”, y que la nación que adquiriera la supremacía de losmares adquiriría también el beneficio de la riqueza comercial y mercantil. Indirectamente ellibro es un testimonio fidedigno de la impotencia de la Monarquía Hispánica por preservarAmérica de los “nefastos influjos europeos” y sus secuelas de guerras continuas:

Ya llegan a la América las centellas de los incendios marciales con que seabrasa la Europa

Pero con ser importantes los aspectos antecedentes, no adquieren la relevancia de un terceraspecto, esencial en la composición narrativa de Trofeo. Lo admirable es que, siendofundamental para la comprensión del libro y vertebrador del discurso narrativo queencierra, haya pasado inadvertido hasta 1996. Me refiero a la antítesis conceptual que sirvede base a Sigüenza para la confección de su crónica histórica y que explicita en su propiotítulo: Trofeo de la Jvsticia Española en el Castigo de la Alevosía Francesa. Los vocablos“trofeo”, “jvsticia” y “española” se oponen respectivamente a “castigo”, “alevosía” y“francesa” y le confieren al título complejidad y riqueza, dignas de meditar. El término“trofeo” comporta tanto el significado de “insignia o señal pública como memoria devencimiento”, como “vencimiento moral o militar”. “Jvsticia” implica tanto el significadode la virtud cardinal (“dar a cada uno lo que le pertenece”), como el de “divina disposición”con que se castigan “las culpas y delitos de los hombres”. Y ambos sustantivos, unidos al

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 50

adjetivo “española” prenuncian la armonía entre los designios divinos y las providentesdisposiciones del virrey, conde de Galve. En el lado opuesto, los términos en oposición secargan de connotaciones negativas (y funestas) para los franceses. “Castigo” significa tanto“pena o multa contra quien ejecutó un delito o culpa grave”, como “reprensión, corrección”y “advertencia, aviso, amonestación y enseñanza”. “Alevosía” encierra en su significado laidea de “infidelidad”, “enemistad” y “maquinación”, como refleja en su definición: “acciónejecutada cautelosa y engañosamente contra uno”. Así, el discurso narrativo de Trofeo seconvierte en la explicitación de la victoria - moral, pero militar- que la “Jvsticia”, entendidaésta como confluencia armónica entre la “divina disposición” y la virtud cardinal que guíaa las “católicas armas”, impone como castigo (pena, amonestación y aviso) a las armasfrancesas, a la par que la “señal pública” que la inmortaliza. Imbuido Sigüenza de laliteratura moral hispánica, muestra las consecuencias beneficiosas que acarrea larealización práctica del ideal del príncipe cristiano - victoria sobre sus enemigos yprosperidad para su nación- frente al ideal maquiavélico del príncipe, concretadosrespectivamente en el virrey, conde de Galve (y por extensión, el monarca español), y elrey de Francia, Luis XIV, con su correlato “católicas armas”/ ”delincuentes armas”. Ésta esla idea generatriz que traspasa todo el libro y a la que somete sus numerosas anécdotas yrecursos literarios. Unas y otros, amalgamados, en Trofeo constituyen un discurso políticode indudable valor propagandístico84. Y si bien don Carlos se atiene siempre a la utilizaciónescrupulosa de los documentos de la época, que pregonan la eficacia de la expediciónordenada por Galve, subordina su manejo al hecho de que subrayan las buenasdisposiciones del virrey. Y por si no quedara suficientemente claro, concluye el libro conun resumen de las empresas militares acometidas por éste durante su gobierno y el logrofeliz de las mismas. En este resumen Sigüenza concentra los numerosos elogiosdesperdigados en el texto de Trofeo y ofrece al lector la figura del virrey como un “modelode virtudes”, de forma similar a como lo había hecho once años antes con los “príncipes”aztecas en Teatro de Virtudes Políticas. De esta forma lo parangona a las figuras heroicasparadigmáticas y lo eleva como “benemérito de la cristiana república”.

La carta al almirante Andrés Pez85 (enviada por Sigüenza el 30 de agosto de 1692 aMadrid) podría considerarse el reverso de la Relación y de Trofeo. Aquí también, como enlos libros anteriores, Sigüenza encarece las medidas adoptadas por el virrey, antes ydespués del tumulto del 8 de junio de 1692, hasta el punto de comparar su gobierno al deuna nueva “edad dorada”, que, para mayor gloria, tiene que enfrentarse a las calamidades

84 Al lector interesado le recomiendo la exposición circunstanciada de esta idea en Lorente, A., 1996, pp.128-142.85 Se conoce como Alboroto y motín de los indios de México. Fue exhumada en 1932 por Leonard, I. A., ypublicada en México, Talleres Gráficos del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 51

naturales que durante más de un año asolan el virreinato. Es muy posible que éste sea elorigen de muchos de los sinsabores que Sigüenza padeció al final de su vida. Don Carlosescribe esta relación de sucesos con el ánimo de influir en la opinión pública de la cortemadrileña a favor del conde de Galve y de salir al paso de otras relaciones y cartas que loatacaban. Se convierte de esta forma en el portavoz del “buen gobierno” del virrey en unasunto tan vidrioso -y tan difícil de justificar- como el motín del 8 de junio de 1692. Bajo laapariencia epistolar del relato se encierra la justificación de la actuación del virrey –untanto desairada, ciertamente- y el rechazo de las relaciones firmadas por los “leales vasallosde Su Majestad” que lo acusaban de tirano y cobarde86. Sin esta perspectiva difícilmente sepodría entender su texto, ni el juego de intertextualidad que establece con las cartasantecitadas, o el párrafo con que concluye:

“Éste es el estado en que nos hallamos y ésta es mi carta. Si le pareciere avuestra merced el imprimirla para que en esa corte y en esos reinos sepan todoscon fundamento lo que otros habrán escrito con no tan individuales y ciertasnoticias, desde luego consiento en ello, presuponiendo el que no se añada ni sele quite ni una palabra87; y si no fuere de este modo, no salga a luz.”

Alboroto y motín conjuga, desde su párrafo inicial, la forma epistolar con la narraciónhistórica que rebate las relaciones coetáneas opuestas a ella, y construye su relato sobre labase de una idea esencial, que ya hemos anticipado: el conde de Galve actuó en la nochedel 8 de junio de 1692 como un modelo de príncipe cristiano, enfrentado a las calamidadescontinuas y a la ingratitud de la plebe, que tergiversó - instigada por algunos- susdenodados esfuerzos por contener el hambre de la ciudad. Y todo ello, como siempre,desde una óptica providencialista del acontecer histórico que lo preside y que contrastaparadójicamente con la observación crítica de la realidad que Sigüenza lleva a cabopermanentemente88. Don Carlos pormenoriza los “felices actos de gobierno” del conde deGalve, las continuas desgracias que se abaten sobre México, su actuación protagónica en la

86 Véase Lorente, A., 1996, pp. 143-155. Escamilla González, I., 2002, pp. 192-198, reitera la misma idea.87 Las cursivas son mías y subrayan, a mi juicio, las verdaderas intenciones de Sigüenza: que su “carta” seaconocida y “divulgada” por el público lector de la corte madrileña.88 Digo “paradójicamente”, porque en realidad la óptica providencialista desde la que parte Sigüenza no leimpide actuar empíricamente como científico nunca. Numerosos episodios de Alboroto y motín lo demuestranmeridianamente (algunos de ellos han sido subrayados suficientemente por la crítica). Sin ánimo dedesarrollarlos, subrayo los siguientes: Sigüenza ingeniero, que sobresale en la limpieza y construcción denuevas acequias; Sigüenza astrónomo, en un pasaje superconocido que contrasta su alegría por poderobservar el eclipse solar con el terror que la ciudad de México siente ante el mismo fenómeno; y Sigüenzaagrónomo y entomólogo, que observa al microscopio “el enjambre de animalillos” que constituye la plaga delchiahuixtle.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 52

salvación arriesgada de los “libros capitulares” del ayuntamiento, las contradicciones sobresi el levantamiento fue espontáneo o dirigido, sobre el saqueo subsiguiente, o sobre lasmedidas que el virrey tomó, tras ser sofocado, para reprimirlo. La narración vívida entra encolisión con las cartas de los “fieles vasallos” del rey, e incluso con las noticiassuministradas por su amigo y albacea, Antonio de Robles89. Pero tanto una como otrasmuestran con claridad que los indios ajusticiados en los días siguientes al motín fueron lascabezas de turco de una sublevación de mayor calado, entre cuyos componentes seencontraban indudablemente criollos descontentos: ministros de justicia –tildados deinoperantes por Galve-, vendedores de bastimentos y bebidas, e incluso caballerosinsatisfechos. Ésta es, quizá, la razón por la que Sigüenza intenta conciliar susobservaciones precisas de la realidad con la concepción providencial que las preside. Yposiblemente ésta sea la razón por la que, discrepando las distintas relaciones, coincidentodas en responsabilizar a los indios del terrible motín, aunque edulcoren dichasresponsabilidades -como en el caso de Sigüenza o Robles- con la interpretaciónprovidencialista de los hechos, que convierte a los indios en “agentes” de los designiosdivinos.

Mercurio Volante con la noticia de la recuperación de las provincias de Nuevo México esuna crónica similar a la Relación de lo sucedido a la Armada de Barlovento. Su misiónconsistió también en divulgar noticias de hechos contemporáneos favorables al gobiernodel conde de Galve. Guarda estrecha relación con diversos manuscritos -cartas cruzadas,informes de autoridades civiles y eclesiásticas novohispanas- de 1680 a 1696 existentes enel Archivo General de la Nación (México), entre las que figura el propio manuscritoautógrafo de Sigüenza y Góngora. Trata de la expedición punitiva que llevó a cabo en1692, Don Diego de Vargas Zapata en tierras de Nuevo México y de la recuperación dedicho territorio, perdido hacia 1680 como consecuencia del levantamiento general de losindios taos, pecos, hemes y Keres, y de las provincias de Zuñi y Moquí, apoyados por losapaches, y cuyos efectos marcan el inicio de un proceso de resistencia indígena al dominioespañol en aquellas provincias, que no concluirá hasta unos meses antes de la consumaciónde la independencia de México. Brevemente expuestas, las causas fundamentales de tancontinuas rebeliones son dos: los malos tratos sufridos por los indios; y el cambio de vida aque se les obligaba, desde un estado de nomadismo hasta un sistema sedentario. Lodramático del caso es que la sedentarización de estos pueblos trajo como consecuencia lasavalanchas de otros pueblos nómadas que, procedentes de regiones más norteñas,invadieron toda la frontera norte. Estos grupos recibieron el nombre genérico de apaches y

89 Robles, A., 1853, t. III, pp. 88-102. En todo momento habla sólo de “indios alzados”. Para el día 8 de junio,pp. 88-95.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 53

supusieron un poderoso obstáculo al establecimiento permanente de la vida en el norte deMéxico.

Cuando el conde de Galve ordenó escribir a Sigüenza el Mercurio Volante la situación enel virreinato era extraordinariamente precaria: México no se había repuesto aún del terriblemotín del 8 de junio; el hambre estaba generalizada; y las epidemias asolaban NuevaEspaña. Por otra parte, la insurrección indígena del norte de México de ese año estabaresultando especialmente funesta para los intereses de los pobladores españoles, por lasinnumerables depredaciones que sufrían. El virrey se encontraba en entredicho y necesitabaperentoriamente un éxito en su gestión política que lo avalara ante Madrid. En estecontexto la noticia de la exitosa campaña –y en absoluto gravosa- del gobernador de NuevoMéxico resultó providencial90. Y como hiciera a lo largo de su gobierno, Galve aprovechólas cualidades de Sigüenza para divulgar la victoria de su capitán general. Don Carlos nodefraudó a su amigo y protector y escribió una obra propagandística, en la que se omitíanlas causas reales de la sublevación y se subrayaban, en cambio, la extraordinaria facilidadde la campaña y su excepcional gratuidad91.

Por eso el Mercurio Volante es algo más que una crónica noticiosa. A diferencia de otras (ycomo es frecuente en las obras de Sigüenza), resulta ser una historia edificante. No quierodecir con ello que la historia narrada por don Carlos no sea verídica a grandes rasgos92;pero el hilo providencialista que inunda su narración lo separa de otras crónicas, como laHistoria de la Conquista, Pérdida y Restauración de el Reyno y Provinzias de la NuebaMéxico, de Juan de Villagutierre. Todas las escenas descritas, o los hechos relatados porSigüenza persiguen demostrar lo ejemplarizante de la noticia promovida por el virrey, conla doble esperanza de elevar los ánimos de los habitantes de la capital, tan decaídos desdeel terrible motín de junio, y de reivindicar al conde de Galve ante la corte del rey (y ante lasuya propia). El texto siguiente es un buen ejemplo de lo afirmado:

“Éstos fueron los efectos de esta campaña en que, sin gastar un sola onza depólvora o desenvainar una espada y (lo que es más digno de ponderación yestima) sin que le costase a la Real Hacienda ni un solo maravedí, se reunieronal gremio de la Iglesia Católica innumerables gentes y se le restituyó a lamajestad de nuestro rey y señor Carlos Segundo un reino entero. No se halló en

90 Robles, A., 1853, II, p. 117: “vino nueva de haberse ganado el Nuevo Méjico, día de la Exaltación de laSanta Cruz, 14 de septiembre de este año, en paz, sin sangre ni fuego; repicóse en esta catedral...”91 Sin embargo, las medidas recomendadas por el gobernador, D. Diego Vargas Zapata, tras la reconquista deNuevo México implicaban una inversión considerable y, en consecuencia, un mayor endeudamiento del gastopúblico, como ha mostrado Gutiérrez Lorenzo, Mª P., 1993, p.81.92 Véase Lorente, A., 1996, pp. 158-162.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 54

todo él español alguno, (...) consiguieron su libertad setenta y cuatro mestizos ygenízaros que de los muchos que quedaron en cautiverio se hallaron vivos, y seles bautizaron dos mil doscientos catorce párvulos.”

Sin detenerme en detallar las numerosas anécdotas de los encuentros con los indígenas ni elgrado de intolerancia que se desprende del discurso que Sigüenza pone en boca delgobernador, don Diego de Vargas Zapata, quiero subrayar que el negativo de tal narraciónmuestra al trasluz unos indios con alto grado de aculturación (saben español, son creyentes,aunque hayan apostasiado, disfrutan del cultivo de los campos, etc.), que participan dealgún modo de la cultura del conquistador, con una merma demográfica considerable ycierto grado de mestizaje, frutos ambos de los numerosos encuentros con los criollos. Estoes lo que posibilita la presencia intermitente e impune de los apaches, devenidos aliados desus antiguos enemigos, que si en Mercurio Volante se perciben como un peligro latente,emergerán con fuerza en los años siguientes para convertirse en el gran problema de lafrontera norte del imperio hispano. Problema inexistente en los siglos XVI y XVII, cuandolas naciones indígenas de Nuevo México, más numerosas que las diversas tribus apaches,se bastaban y sobraban para tenerlos reducidos a sus espacios naturales.

Sus últimos años

Todas estas obras muestran con claridad al Sigüenza cortesano, alineado con los partidariosdel virrey y en contra de la poderosísima facción criolla enemiga del conde de Galve, queno paró de hostigarle hasta hacerle un juicio de residencia al final de su gobierno. Por otraparte, conviene recordar que la única aspiración del virrey, tras el desprestigio que sufrió enel tumulto de 1692, fue la de ser relevado del mando y regresar a España. Si no loconsiguió hasta 1695 fue por la inesperada muerte de su hermano y valedor en el Consejode Indias, el Duque del Infantado, y porque el gobierno de Madrid estaba harto ocupadocon la guerra contra Francia. Es cierto que se siguió dedicando a los asuntos de estado yque continuó utilizando los inestimables servicios del sabio novohispano (y la actividadexploradora de Sigüenza a la bahía de Pensacola lo demuestra); pero los años finales de sugobierno estuvieron marcados por la precariedad y los sinsabores.

Es en este contexto donde hay que situar el engorroso incidente de la jubilación deSigüenza y Góngora con la Universidad y su frustrada Crónica de la citada institución paraentenderlos en su exacta dimensión. Los poderosos enemigos que Sigüenza se había idocreando a lo largo de los años en la Universidad y en las órdenes religiosas, incrementadostras su toma de posición en el tumulto de 1692, aprovecharon su esta vez justificadoabsentismo en la cátedra en 1693 para paralizarle durante bastante tiempo la pensión que lecorrespondía como catedrático jubilado y para cesarlo, poco después, en su cargo de

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 55

contador, acusado de incumplir sus obligaciones. La intervención del virrey en su favorpermitió la defensa apasionada de don Carlos, pero el claustro universitario se mantuvofirme en sus pretensiones y no renunció a sus prerrogativas. El desenlace no fue muyfavorable para Sigüenza, quien no pudo hacer efectiva su pensión hasta muy avanzado elaño de 1696 y perdió su puesto de contador.

A partir de este momento empezó a declinar su estrella93. Pese a mantener sus actividades,asistimos al paulatino declive de su vida, acelerado por las graves dolencias que tuvo quesoportar hasta su muerte y que lo mantuvieron postrado la mayor parte del tiempo. Lacorrespondencia científica que había mantenido con diversos científicos europeos (Kircher,Caramuel, Zaragoza, Cassini, Flamstead) a lo largo de su vida; el reconocimiento que lemostraban algunas personalidades del virreinato por sus documentos históricos (FrayAgustín de Vetancurt y el P. Francisco de Florencia); o la visita de algún viajero ilustre(Francesco Gemelli Carreri) lo compensaban en parte de sus desconsuelos. Pero su vidaadquiría tintes cada vez más sombríos. El dolor permanente que le producían sus achaques,por momentos más continuos, la muerte de sus allegados (su hermano Francisco, su padre,el arzobispo Aguiar y Seijas), las calamidades que asolaban el virreinato en estos años y sufamosa polémica con el capitán Arreola en 1699 llenaron de amargura y de pesar susúltimos momentos. Abatido y apagado por sus padecimientos físicos, murió el 22 de agostode 1700. Días antes había dictado su testamento con la nimiedad y el cuidado queacostumbraba.

Dicho documento constituye uno de los testimonios más relevantes de su carácter. De ahíque haya sido subrayado unánimemente por todos sus biógrafos contemporáneos. Suortodoxia y su devoción a la Virgen María, unidas a su creencia ciega en las curacionesmilagrosas de diversos exvotos e imágenes que obraban en su poder (el sombrero delarzobispo Aguiar y Seijas, la estampa milagrosa de San Francisco Javier, o la cabeza de labeata Marina de la Cruz) coexisten –como en muchos de sus libros- con el científicoriguroso, interesado por el conocimiento y por el progreso de la humanidad- Por eso supreocupación ante el destino final de sus libros, manuscritos e instrumentos científicos y lagenerosa donación de su cuerpo a los médicos y cirujanos, con la obligación de quehicieran públicas sus pesquisas para que “en las curas que en otros hisieren tengan

93 Todavía en junio de 1693 pretendía puestos y mercedes del rey, como muestra el poder que entregó a D.Andrés Pez, a D. Gonzalo Hurtado de Mendoza y a D. Pedro Hurtado de Mendoza para suplicar por susservicios y méritos y los de sus antepasados ante el Rey y el Real Consejo Supremo de Indias: “...en lospuestos que espero resevir de su Rl. y liberal mano, haciendo memoriales, presentaciones de papeles,Ynformes y otros recaudos (...) hasta que consigan la dha. Mrd...” (Pérez Salazar, F., 1928, p.194).

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 56

principios por donde governarse”94, y la exigencia a su heredero universal, su sobrinoGabriel López de Sigüenza, de “que de ninguna manera” estorbara su decisión”.

Son numerosas las cláusulas en que se percibe su afán de quedarse en paz consigo mismo ysu predisposición a morir cristianamente. Su talante caritativo, reflejado en su actividad delimosnero, se concreta en las sucesivas mandas que ordena en pro de la beatificación dediversos personajes, de la “fábrica” del templo de Guadalupe, de los pobres de las cárceles,de presbíteros, de indios enfermos en hospitales, de demenciadas, de monjas, o en misaspara su alma. Todo lo dispone diligentemente, sin olvidarse del bienestar de sus familiares.En esta hora Sigüenza recuerda escrupulosamente sus deudas y ruega a sus albaceas que lascancelen. Tampoco se olvida de sus deudores. Evoca los malos ratos pasados como albaceade Don Juan de Alba Cortés y los agravios que como consecuencia de ello recibió de DonDiego de Alba en el pleito que le interpuso, a través de unos mulatos y mestizos. Losperdona “de todo corazón”, pero recuerda que los administradores del rancho de San Juande Teotihuacán –herencia de Don Juan- le adeudan atrasos.

Junto con su ortodoxia religiosa sobresale su veneración por la Compañía de Jesús. Ya enla cláusula 1ª del testamento pide ser sepultado en la iglesia del colegio jesuítico de SanPedro y San Pablo. Pero son las cláusulas 35ª- 45ª las que revelan su eterno agradecimientoa la Compañía por la “criansa y buena doctrina” que le inculcaron sus “Paternidades”. Aella cede todos sus libros matemáticos; sus libros pertenecientes a la historia de América, ala Conquista, a los indios americanos, o a los varones insignes que la han morado; susmanuscritos originales en castellano o en “lengua Mexicana”; sus libros y mapas de laAntigüedad Precolombina; su colección de obras de Kircher; sus diversos instrumentosmatemáticos y su telescopio inglés; y los restos paleontológicos que encontró cuando eldesagüe de Huehuetoca (1691).

De ahí que nos sorprenda más el que sólo mencione a la Universidad de México pararecordar que “ha algún tiempo que no cobro el Cortíssimo salario” de su jubilación y eldoloroso episodio de la interrupción de su libro sobre “su Historia y grandeza”, que habíainiciado en agosto de 1699 y que - según palabras del propio Sigüenza- “se estorvó en vnClaustro, no sé por qué motivo”95. Desde luego resulta chocante que tampoco ruegue aningún capellán de la citada institución para que diga una sola misa por su alma –de las

94 Pérez Salazar, 1928, F., p. 190.95 Leonard, I. A., 1963, 20-23. Es muy probable que – como afirma González González, E., 2000, I, p. 226-tras la petición de fray Pedro Remírez de que dicha historia no saliera del claustro, pues había en él “tangrandes sujetos” que podían realizarla, subyagan sus antiguas rencillas con la orden agustina, que volvieron aaflorar de nuevo para menospreciar a Sigüenza por no ser doctor ni pertenecer ya al claustro universitario.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 57

más de dos mil misas que concertó- y sólo le quede cierto remordimiento por su escasaasistencia a clase:

“Que por Culpa mía, o falta de estudiantes tuve en la lectura de mi Cátedra.”

Su entierro tuvo lugar el 23 de agosto y se realizó con gran pompa y boato, según lodescribe su amigo y albacea, Antonio de Robles. El cura de la catedral, con su cruz yclerecía, representantes de la Real Universidad y ministros del Santo Oficio asistieron a lasolemne ceremonia de entrada, acogida y sepultura de sus restos por los padres jesuitas dela iglesia de su Colegio Mayor, San Pedro y San Pablo. La muerte anulaba definitivamentelas tensiones que Sigüenza había sufrido en vida con sus contemporáneos e iniciaba el lentoproceso de reivindicación de su figura histórica, como se encarga de subrayar con claridadla necrológica insertada en el Diario de sucesos notables (1665-1703):

“Domingo 22, octava de la Asunción de nuestra Señora, a las doce poco más dela noche, murió el Lic. D. Carlos de Sigüenza y Góngora, presbítero, natural deesta ciudad, gran matemático, catedrático jubilado de esta facultad;(...)imprimió algunas obras muy eruditas; había adquirido todas las historias ynoticias de Indias;(...) cosmógrafo de S. M., contador de la real Universidadmejicana, insigne en todas ciencias, examinador general de artilleros, correctordel santo Oficio de la Inquisición de esta Nueva España, capellán mayor delhospital del Amor de Dios;(...) insigne filósofo, que se pudo comparar conaquellos que celebra la antigüedad; grande poeta96”

96 La carta-prólogo que Gabriel López Sigüenza envía al licenciado D. Antonio de Aunzibai, al frente deOriental Planeta Evangélico, muestra, con su tono apologético, que todavía no se habían apagado lasdiscusiones en torno a la figura de D. Carlos de Sigüenza y Góngora y que dos meses después el coro dedetractores seguía firme, como muestra el fragmento siguiente: “No quiero, señor, dejar de decir a V. S., loque me pasó con uno (que juzgo que es médico), hablando (después de que mi tío murió) del eclipse total quese vio años pasados, diciéndome que hasta los muchachos sabían que el eclipse había de ser total y que él lovio antes de suceder, y esto sólo lo dijo después de sucedido. Púsose conmigo a argumentar lo que él ni yoentendemos, diciendo por último, y concluyendo, la gran dificultad de el argumento (que sólo a mí me puso)con decir que cada día parían las madres. Ya se sabe, señor, cuán ocupada de el miedo estuvo la gente contan extraño suceso, y pues los muchachos y él anticipadamente lo supieron pudo entonces manifestarlo, asípara que el suceso no nos cogiese tan sin aviso, como para que él se hubiese acreditado de su mucho saber, ypues vivía mi tío, dijéraselo, o hubiera escrito, que fío hubiera llevado otro quinado como el que dio con suLibra astronómica”.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 58

BIBLIOGRAFÍA

― Andrade, V. de P., Ensayo Bibliográfico Mexicano del Siglo XVII, México, Imprentadel Museo Nacional, 1899, (2ª edición).

― Benítez, L., “Los lunarios en la perspectiva natural de Carlos de Sigüenza y Góngora”,en Carlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A. Máyer, México,UNAM, 2000, pp. 125-144.

― Beristáin de Souza, J. M., Biblioteca Hispanoamericana Septentrional, Amecameca,Tipografía del Colegio Católico, 1883 (2ª edición).

― Bravo, Mª D., “Las Glorias de Querétaro, como relación de fiestas y su percepción delparaíso”, en Carlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A. Máyer,México, UNAM, 2000, pp. 23-34.

― Burrus, E. J., “Sigüenza y Góngora efforts for readmission into the Jesuit Order”,Hispanic American Historical Review, 33, 3, agosto de 1953,pp. 387-391.

― Buxó, J. P., “El Triunfo Parténico: jeroglífico barroco”, en Carlos de Sigüenza yGóngora. Homenaje 1700-2000, ed. De A. Máyer, México, UNAM, 2002, pp. 79-95.

― Cummins, J. S., “Infortunios de Alonso Ramírez: ‘A just History of Fact?”, Bulletin ofHispanic Studies, 61(3), 1984, pp. 295-303.

― Escamilla González, I., “El Siglo de Oro vindicado: Sigüenza, el Conde de Galve y eltumulto de 1692, en Carlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A.Máyer, México, UNAM, 2002, pp. 179-203.

- La epístola dedicatoria de Gabriel López de Sigüenza para el Oriental PlanetaEvangélico. Nota introductoria”, en Carlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje1700-2000, ed. A. Máyer, México, UNAM, 2002, pp. 295-301.

― Forbin, C. de, Memoires du Comte de Forbin, Chef d’Escadre Chevalier de l’OrdreMilitaire de Saint Louis, Amsterdam, Chez François Girardi Imprimeur et libraire,1729, t. I.

― González González, E., “Sigüenza y Góngora y la Universidad: crónica de undesencuentro”, en Carlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A.Máyer, México, UNAM, 2000, pp. 187-231.

― González Stephan, B., “Narrativa de la estabilización colonial: Peregrinación deBartolomé Lorenzo (1586) de José de Acosta e Infortunios de Alonso Ramírez (1690)de Carlos de Sigüenza y Góngora”, Ideologies and Literature, I,1, 1987, pp.7-52.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 59

― Gutiérrez Lorenzo, Mª P., De la corte de Castilla al virreinato de México: el conde deGalve (1653-1697), Guadalajara, Diputación Provincial, 1993.

― Irizarri, E. A., “One Writer, Two Authors: Resolving the Polemic of Latin America’sFirst Publisher Novel”, Literary and Linguistic Computing, 8(3), 1991, pp. 175-179.

― Kino, E. F., Exposición Astronómica de el Cometa, México, Francisco RodríguezLupercio, 1681.

― Lagmanovich, D. “Para una caracterización de Infortunios de Alonso Ramírez”, SinNombre, 5(2), octubre-diciembre de 1974, pp. 7-15.

― Lázaro Ávila, C., Las fronteras de América y los “Flandes Indianos”, Madrid, CSIC,1997

― Leonard, I. A., Don Carlos de Sigüenza y Góngora. A Mexican Savant of the XVIIthCentury, Berkeley, University of California Press, 1929.- Documentos inéditos de Don Carlos de Sigüenza y Góngora, México, Centro

Bibliográfico Juan José de Eguiara y Eguren, 1963.

- DON CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA. Un sabio mexicano del siglo XVII,México, FCE, 1984.

― López Cantos, A., Historia de Puerto Rico (1650-1700), Sevilla, Escuela de EstudiosHispano-Americanos, 1975.

― López Lázaro, F., “La mentira histórica de un pirata caribeño: el trasfondo histórico delos Infortunios de Alonso de Ramírez, (1690)”, Anuario de Estudios Americanos, 62(2), julio-diciembre de 2007, pp. 87- 104.

― Lorente Medina, A., La prosa de Sigüenza y Góngora y la formación de la concienciacriolla mexicana, Madrid, FCE-UNED, 1996.

- “México: “Primavera inmortal” y “emporio” de toda la América”, en De Arcadia aBabel. Naturaleza y ciudad en la literatura hispanoamericana, ed. de J. Navascués,Vervuert-Madrid, Iberoamericana, 2002, pp. 71-94.

― Maravall, J. A., La teoría española del Estado en el siglo XVII, Madrid, Instituto deEstudios Políticos, 1944.

― Máyer, A., Dos americanos. Dos pensamientos. Carlos de Sigüenza y Góngora y CottonMather, México, UNAM, 1998

- “EL Guadalupanismo en Carlos de Sigüenza y Góngora”, en Carlos de Sigüenza yGóngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A. Máyer, México, UNAM, 2000, pp. 242-272.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 60

- “Oriental Planeta Evangélico: Sigüenza y Góngora y los jesuitas”, en Producciónsimbólica en la América Colonial, ed. de J. P. Buxó, México, UNAM, 2001, pp.161-172.

― Montiel Bonilla, A., El “Teatro de Virtudes” de Sigüenza y Góngora: ¿pilar delnacionalismo o texto cortesano del siglo XVII?, Puebla, Secretaría de Cultura,Gobierno del Estado de Puebla, 1999.

― Mora Valcárcel, C. de, Escritura e identidad criollas. Modalidades discursivas en laprosa hispanoamericana del siglo XVII, Ámsterdam-N. York, Editions Rodopi, 2001.

― Moya Pons, F. Manual de Historia Dominicana, Santiago, Universidad Católica Madrey Maestra, 1981 (6ª).

― O’Gorman, E., “Datos sobre D. Carlos de Sigüenza y Góngora 1669-1677”, Boletín delArchivo General de la Nación, México, XV, 4, 1944, pp.593-612.

― Pérez Salazar, F., Biografía de don Carlos de Sigüenza y Góngora, seguida de variosdocumentos inéditos, México, A. Librería de Robredo, 1928.

- “Los Concursos Literarios en la Nueva España y el Triumpho Parthenico”, Revistade Literatura Mexicana, I,2, octubre - diciembre de 1940, pp.290-306.

― Quintana, J. M., La Astrología en la Nueva España en el siglo XVII, México,Bibliófilos Mexicanos, 1960.

― Quiñones, Melgoza, J., “Don Carlos de Sigüenza y Góngora: su Triunfo Parténico”, enCarlos de Sigüenza y Góngora. Homenaje 1700-2000, ed. de Alicia Máyer, México,UNAM, 2002, pp. 79-92.

― Ratto, Cristina, <<Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora en elepisodio novohispano de la “Querella de las mujeres”>>, en Carlos de Sigüenza yGóngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A. Máyer, México, UNAM, 2002, pp.151-172.

― Robinson, J. H., The Great Comet of 1680, Northfield, Univ. Minnesota, 1916.

― Robles, Antonio de, Diario de sucesos notables en Documentos para la historia deMéjico, t. II Y III, Méjico, Imprenta de Juan R. Narváez, 1853.

― Ross, K., The baroque narrative of Carlos de Sigüenza y Góngora. A New WorldParadise, Cambridge, University Press, 1993.

― Sacido Romero, A., “La ambigüedad genérica de los Infortunios de Alonso Ramírezcomo producto de la dialéctica entre discurso oral y discurso escrito”, BulletinHispanique, 94, 1992, pp.119-139.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 61

― Sigüenza y Góngora, C. de, Parayso Occidental, plantado y cultivado por la liberalbenéfica mano de los muy Católicos, y poderosos Reyes de España(...), México, Juande Ribera, 1684.

- Parayso Occidental, ed. de M. Glantz, México, UNAM, 1995.

- Libra Astronómica y Philosóphica, México, Herederos de la Viuda de BernardoCalderón, 1690.

- Libra astronómica y filosófica, Pres. de J. Gaos, ed. de Bernabé Navarro, México,UNAM, 1959

- Obras, ed. de F. Pérez Salazar, México, Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, 1928.

- Alboroto y motín de los indios de México, ed. de I.A. Leonard, México, TalleresGráficos del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1932.

- Triunfo Parténico/ que en glorias de María Santísima Inmaculada/mente concebida,celebró la Pontificia Imperial y Regia Academia Mexicana(...) Descríbelo/ DonCarlos de Sigüenza y Góngora/ Mexicano, y en ella Catedrático propietario deMatemáticas, ed. de J. Rojas Garcidueñas, México, Ediciones Xochitl, 1945.

- Piedad heroyca de Don Fernando Cortés, Marqués del Valle, ed. de Jaime Delgado,Madrid, José Porrúa, 1960.

- Infortunios de Alonso Ramírez, Valencia, Tamesis Texts, 1984, ed. De J. S.Cummins and A. Soons.

- Infortunios de Alonso Ramírez, Río Piedras, Comisión Cultural Puertorriqueña parael Quinto Centenario del Descubrimiento de América, 1990, ed. modernizada yfacsimilar de Estelle Irizarri.

- Infortunios de Alonso Ramírez, Las Palmas de Gran Canaria, Servicio dePublicaciones de la Universidad, 2003, ed. de Belén Castro y Alicia Llarena.

- Oriental Planeta Evangélico. Epopeya Sacro Panegírica al Apóstol Grande de lasIndias San Francisco Javier, Madrid, Iberoamericana, 2008, ed. De Antonio LorenteMedina.

― Torres Olleta, M. G., Milagros y prodigios de San Francisco Javier, Pamplona,Fundación Diario de Navarra, 2005.

― Toussaint, Manuel, Compendio bibliográfico del Triunfo Parténico de Don Carlos deSigüenza y Góngora, México, Imprenta Universitaria, 1941.

― Trabulse, E., Ciencia y religión en el siglo XVII, México, El Colegio de México, 1974.

Don Carlos de Sigüenza y Góngora en su contexto

Fundación Ignacio Larramendi 62

- Los manuscritos perdidos de Sigüenza y Góngora, México, El Colegio de México,1988.

- “La obra científica de Don Carlos de Sigüenza y Góngora”, en Carlos de Sigüenza yGóngora. Homenaje 1700-2000, ed. de A. Máyer, México, UNAM, 2000, pp. 93-123.

― Vetancvrt, A. de, Teatro Mexicano. Descripción breve de los sucesos ejemplares,históricos, políticos, militares, y religiosos del nuevo mundo Occidental de las Indias(…), México, Doña María de Benavides Viuda de Ivan de Ribera, 1698.