Andres Rivera - El Farmer

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  • 7/23/2019 Andres Rivera - El Farmer

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    El farmer (fragmento)

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    LECTURAS RECOMENDADASPgina|12, Radar Libros, 22/01/12, L. Lardone y M. T. Andruetto - Ribak, Reedson, Rivera. Conversaciones con Andrs Rivera (adelanto)

    Entrevista por Marina Rabat, 2000 | Entrevista de Pgina|12 el 3 de agosto 2009

    Sobre El farmer y AndrsRivera

    Por Julin Rodrguez

    .Invierno de 1871. Nieva sobre Gran Bretaa. En unagranja del Condado de Swanthling, cerca deSouthampton, un hombre de 78 aos pregunta aningn espejo:"Sabe alguien qu es el destierro?"Ese hombre que es ahora granjero, un farmer, fuedurante veinte aos, desde que en 1829 fuera elegidopor primera vez gobernador de Buenos Aires, elhombre ms poderoso de Argentina: Juan Manuel deRosas. Sentado junto a un brasero, mira nevar en susescasas tierras, alas que lleg, exiliado, en 1852, "ypiensa en la muerte".

    El farmer no es una novela histrica. Es otra cosa.Por supuesto que es una novela (y una de las msgrandes, a pesar de su brevedad, de la literatura encastellano de las ltimas dcadas), pero no histrica.

    A pesar de que el General J uan Manuel de Rosasnarre en ella parte de su vida. O por eso mismo:porque la narra Rosas y no un narrador omnisciente.Y porque su relato se centra sobre todo en lo quetiene ms que ver, como dira Camus, con la vida quecon la Historia. No le interesan a Andrs Rivera ni la

    sucesin de datos, ni los acontecimientos marcados en el almanaque como fundamentales, ni la realidad. Sle interesa la verdad, la que l mismo construye a partir de "la exploracin de lo circundante".

    Cuando hace diez aos se public El farmer en Argentina, su autor declar que haba utilizado la primerapersona para no juzgar, y para "tratar de comprender". La narracin inconexa, y a ratos potica y turbia, deRosas no trata de la Historia, sino ms bien de otros temas, los que en realidad siempre han interesado aRivera: el sexo y la muerte Argentina y los argentinos ("Quien gobierne", escribe Rosas-Rivera, "podr

    contar, siempre, con la cobarda incondicional de los argentinos") la Internacional de Trabajadores y un Marx,aunque innombrado, que vive en la misma Inglaterra que Rosas y la propia escritura, es decir, la novela: "Elseor Sarmiento y yo somos los dos mejores novelistas modernos de este tiempo", proclama el farmer, que alo largo de su relato convocar varias veces al autor del Facundo, escrita igualmente en el exilio (un exilio designo contrario, claro), como contrapunto de su propia historia, como narrador de otra historia que tambin, dealgn modo, protagoniza Rosas. Si Sarmiento escribe su obra "para no morir", como interpreta el propioRosas, ste nos cuenta la suya como si pretendiera ajustar cuentas con el pasado. No para pedir perdn, loque hace su relato an ms interesante: no hay lugar aqu para el patetismo.

    Es interesante revisar, tras leer El farmer, la otra novela de Rivera publicada en Espaa, La revolucin es un sueo eterno, que en 1992 recibiel Premio Nacional de Literatura en su pas. De alguna manera, sirve de prtico a El farmer (incluso las ltimas lneas del Apndice de aqullalas protagoniza Rosas): el antiguo Orador de la Revolucin, Juan Jos Castelli, va a morir, paradjicamente, de un tumor en la lengua.Estamos, por tanto, de nuevo en un momento de la Historia (en 1810), pero la novela, aunque con ms referencias explcitas que El farmer,tampoco es una novela histrica: podra decirse que unas veces resulta alegrica y otras discursiva. De La revolucin es un sueo eterno a Elfarmer algo, sin embargo, ha cambiado: Rivera ha adelgazado su prosa (que no su discurso). Cada vez ms, se ha acercado a una especie desntesis entre novela y poema, y ha hecho del uso de la elipsis eje fundamental de su modo de narrar, de su "proyecto narrativo", uno, hay que

    sealarlo, de los ms importantes de la literatura hispnica del siglo pasado y de ste, proyecto que comenz a construir a finales de los aos50 sobre las bases de dos novelas, El precio y Los que no mueren, ms cercanas a lo que se llam realismo socialista, y que para una parte desus crticos constituiran, junto a tres libros de cuentos que public antes de 1968, su primera etapa. En realidad, ledos hoy uno tras otro todosesos libros, seguidos de los que forman la supuesta segunda etapa de Rivera (que empezara con la novela de 1972 Ajuste de cuentas), seaprecia claramente que no existe tal divisin, o que sta es, si acaso, de tipo formal, ya que la esencia de los textos de Rivera sigue siendo lamisma (de hecho, en El profundo sur, de 1999, vuelve a acercarse al mundo obrero), slo que la accin, y con ello parte del lenguaje que lanarra, se ha trasladado del mundo proletario hacia otros mundos (en ocasiones tambin marginales, como en la reciente Tierra de exilio, sobre

    http://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Riverahttp://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Riverahttp://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Riverahttp://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-129302-2009-08-03.htmlhttp://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4547-2012-01-22.htmlhttp://www.elortiba.org/rivera.htmlhttp://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-129302-2009-08-03.htmlhttp://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Riverahttp://www.elortiba.org/rivera.htmlhttp://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4547-2012-01-22.htmlhttp://www.elortiba.org/pdf/rabat_rivera.pdf
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    la pobreza actual de algunas provincias argentinas), pero con el mismo programa marxista detrs, y con una atencin al lenguaje, como centrode la literatura, que lo hace ms preciso an. Pero las historias, ya digo, siguen siendo las mismas: oscilan entre el tratamiento del reverso dela Historia y el de la propia autobiografa, siempre, en un caso y en otro, con un profundo poso metaliterario que no enfanga lo que antes sellamaba argumento y que ha alcanzado mayor protagonismo en la construccin (fragmentaria) de sus ltimas novelas, casi todas ellas, como Elfarmer, muy breves, y siempre, desde la plena madurez de su autor, atentas a un tema fundamental: el exilio.

    Un exilio (exterior o interior) que nos recuerda que Rivera se autoexili al fin a una provincia que, salvo su amigo Ricardo Piglia, o el ya fallecidoJuan Jos Saer, el resto de sus interlocutores no son argentinos que quiz con la edad ha recordado que su nombre no le pertenecetotalmente: el suyo, el verdadero, es Marcos Ribak, y es el nombre de un hijo de judos europeos tambin exiliados.

    Fuente: www.julianrodriguez.clubcultura.com

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    El farmer (fragmento)

    ANDRS RIVERA. Naci en Buenos Aires en 1928. En 1985 obtuvo elSegundo Premio Municipal de Novela con En esta esta dulce tierra. En 1992 su

    novela La revolucin es un sueo eterno fue distinguida con el Premio Nacional deLiteratura. En 1993 la Fundacin El Libro distingui La sierva como el mejor libropublicado en 1992. El verdugo en el umbral obtuvo el Premio Club de los XIII 1995. En1996 public El farmer con elogio unnime de la crtica, en 1998, el libro de relatos Lalenta velocidad del coraje, luego Tierra de exilio (2000) Hay que matar (2001) Elmanco Paz (2003) Esto por ahora (2005) y el profundo sur (2007). Biograf a ybibliografa completa en Wikipedia

    EL FARMER

    Que en mi epitafio se lea:Aqu yace Juan Manuel de Rosas,un argentino que nunca dud.

    No fumo. No tomo vino ni licor alguno. Ni rap. No asisto a comidas. No visito a nadie. No recibo visitas: lord Palmerston me visit siete vecesen doce aos.No voy al teatro. No paseo.Mi ropa es la de un hombre comn.En mis manos y en mi cara se lee, como en un libro abierto, cul es mi trabajo durante los treinta santos das del mes.Uso botas.Mi comida es un pedazo de carne asada. Y mate.No tengo mujer.No ando de putas.Soy un campesino que escribe diez cartas diarias.Soy un campesino que escribe un Diccionario.El general Bartolom Mitre, que pretendi traducir, me dicen, a un poeta blasfemo, declar que yo fui el representante de los grandeshacendados y jefe militar de los campesinos.Dnde vio campesinos, el general Mitre, en el pas que supo darnos Espaa?

    Aqu, s, soy un campesino que toma mate, sentado junto al brasero, que tiene f ro, el c ampesino, s entado junto al brasero.Soy un campesino, aqu, en el condado de Swanthling, reino de la Gran Bretaa, a dos leguas escasas de Southampton, y a muchas msleguas de las que uno puede imaginar de mis pagos de Monte, la tierra de mis padres, y de los padres de mis padres.Y si pronuncio mi nombre por estos campos de la desgracia, quin sabr decir: ah va un hombre cuyo poder fue ms absoluto que el delautcrata ruso, y que el de cualquier gobernante en la tierra?Soy Juan Manuel de Rosas.

    http://www.julianrodriguez.clubcultura.com/http://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Rivera
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    Soy un campesino viejo, que no ha terminado de encanecer. Y que, sentado junto aun brasero, tiene fro. Y toma mate.Soy, tambin, un hombre viejo que, sentado junto a un brasero, mira nevar en susescasas tierras, aqu, en el condado de Swanthling. Y piensa en la muerte.Nieva en el reino de la Gran Bretaa. Nieva en Escocia. Y en Gales, y en Sussex.Nieva en Irlanda del Norte.Nieva sobre los muros de Pars, injuriados por los incendios que levantaron lostullidos y las putas vociferantes de la Comuna.Nieva en Europa, de los Urales a los Alpes, de Estocolmo a Sicilia.Nieva en mi corazn.

    Descend a mi cabina que era la del comandante Me acost pronto, pero tard enconciliar el sueo. Llegu con el recuerdo a todas las cosas y todo estaba sin vida ysin calor.

    Miro mi cara en el espejo.Me afeito cada ocho das, bajo este cielo que no es mo.La navaja corre por mis mejillas: buen filo el de mi navaja.Mi pulso es, todava, de hierro.Por qu hay lgrimas en mis ojos? Por qu tiemblan mis labios?Manuelita me afeitaba, hasta esa medianoche de 1852, los siete das de la semana,sin faltar uno, cuando el reloj daba las 5:30 de la maana.Yo no necesitaba espejos.Yo, que fui el guardin del sueo de los otros.Yo, de quien la mejor pluma argentina de este siglo, escribi:Hace el mal sin pasin.El seor Domingo Faustino Sarmiento escribi, adems:En obsequio a la verdad histrica, nunca hubo gobierno ms popular, ms deseado nims bien sostenido por la opinin, y su plebiscito fue la imagen de su triunfo ms amplio. Sera acaso que los disidentes no votaron? Nada deeso: no se tiene an noticia que ciudadano alguno no fuese a votar los enfermos se levantaron de la cama para ir a dar su asentimiento.

    Al seor Sarmiento le f alta agregar que el plebiscito se realiz los das 26, 27 y 28 de marzo de 1835 y, por 9.320 votos contra 8, la c iudad y laprovincia de Buenos Aires me otorgaron facultades extraordinarias para gobernar.El Mal, en mi boca y por mi brazo, fue orden y justicia. Lo digo aqu, en tierra extranjera, para quienquiera escucharme, Dios incluido.El seor Domingo Faustino Sarmiento, que escribi acerca de ese unnime pronunciamiento, no le puso fecha a lo que escribi.La verdad no vive en el calendario. El seor Domingo Faustino Sarmiento fue, a veces, la mejor cabeza argentina de este siglo.Y, ahora, yo, gobernador-propietario de la provincia ms extensa y rica de Amrica, de la Amrica espaola, estoy aqu, en el condado deSwanthling, reino de la Gran Bretaa, afeitado y acurrucado junto a un brasero de hierro ingls, un desconocido para quienquiera que escuche,menos para la Historia. Y menos para m.

    Cmo es Buenos Aires, mi general?Lluviosa como un recuerdo.

    Qu esperaban que contestara el general Juan Manuel de Rosas, aqu, bajo un cielo que no es el suyo, dueo de una granja de apenas 37hectreas, de un rancho que sus vecinos no envidian ni codician, y de 250 pollos y gallinas y conejos, y una docena de cerdos, dos caballos ydos vacas, un toro y una perra joven y en celo?Orde, bajo este cielo que me ser siempre ajeno, las dos vacas, y dej que sus ubres me calentaran las manos, y dej mis manos en susubres, y dej que mis manos subieran y bajaran por esa carne caliente y poderosa hasta que mis manos se entibiaron.Y con mis manos an tibias les di de comer, y di de comer a los caballos, y les acarici el cuello, y di de comer a los pollos, las gallinas, loscerdos y los conejos y, cuando termin de darles de comer, tena entumecidos los dedos de las manos. Sal a la nieve, y el cielo y el mundoestaban en silencio, oscuros, y slo haba luz en mi rancho, y yo me desabroch la bragueta, y orin sobre la nieve. Un meo largo y dorado.Fuerte el meo. Casi como el de un caballo. Y vi, en la oscuridad, sobre la nieve, el arco que dibuj la orina caliente. Y me gust ver cmo

    humeaba la orina en el arco dorado que dibuj en la nieve.Quedaron dos o tres gotas de orina en la bragueta. Y otras se me fueron piernas abajo. (A veces, cuando dejo que la perra se me acerque, laperra estira el hocico y me huele la bragueta. Y su nariz se dilata. Y le asoma, entre los dientes, la punta rosada de la lengua. La perra, con elhocico en mi bragueta, gime. Me gusta que gima. La perra sabe que huele el hmedo rastro de la orina de un macho.)Me abroch la bragueta, y volv al rancho porque se me congelaban los pies dentro de las botas.

    Nieva en el reino de la Gran Bretaa. Nieva desde el mar del Norte hasta el ocano Atlntico.Y yo, hoy, 27 de diciembre de 1871, me sent, con mis 78 aos, cerca del brasero, y remov los carbones encendidos del brasero, y pregunt aningn espejo:Sabe alguien qu es el destierro?Sabe alguien cuntos son veinte aos de destierro?Y ese tal Shakespeare, de quien lord Palmerston me dijo que perpetu la lengua inglesa para toda una eternidad, cunto sabe del Bien y delMal?Cunto sabe el seor Sarmiento del Bien y del Mal?

    Me caliento, sentado junto al brasero. Tomo mate. Espumoso, el mate.

    El de mi navaja es un filo que no lastima. Es como el aire de los bosques de Palermo, en invierno. O como el silencio de las calles de Buenos

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    Aires, que yo, guardin del s ueo de los otros, recorr, algunas noches, al paso de mi caballo.Hay un silencio argentino de las madrugadas.Y hay un silencio ingls.Y hay que Manuelita dijo, en alguna hora de contricin y desventura, que no conocera otro hombre como yo. Ni siquiera su marido, que fuepaciente, y esper que la caballera entrerriana del loco y salvaje Urquiza despedazara a mis ejrcitos en los campos de Caseros, y yo yManuelita tuviramos que refugiarnos en Inglaterra, para montarla a Manuelita, rencoroso e impdico, noche tras noche, como se monta a unavaca.Lord Palmerston me dijo, una tarde, en su ltima visita, que ese tal Shakespeare se inspir en m para su King Lear. As dijo: King Lear. Y ri.Y dijo que me reconoci en el tiempo. Que me reconoci en el tiempo: eso dijo. Y la tarde era de otoo. Y el sol se retiraba, dbil, de miscampos. Y lord Palmerston y yo tomamos t.Lord Palmerston me dijo que el rey Lear tena tres hijas, y que yo tena una, Manuelita, y, quiz, demasiados hermanos. Dijo que el rey Lear notuvo hermanos. Shakespeare, dijo lord Palmerston, no crey necesario que el rey Lear tuviera hermanos.Y lord Palmerston dijo que el rey Lear interrog a sus hijas, cul de vosotras, decimos, nos ama ms. Usted, general Rosas, mi buen amigo,dijo lord Palmerston, es un hombre de suerte: no se formular, jams, esa pregunta abominable.

    La lea inglesa es cara.Compro carbn.Los mineros no son hijos de Dios.Los mineros espantan a las gentes honradas de los paseos domingueros gritndoles: Go to church!Los mineros son los ms furiosos y demenciales adversarios de la propiedad privada.Corten las cabezas de los cabecillas de las huelgas en las minas de carbn, escrib a The Times, y clvenlas en las plazas de sus inmundospoblados.Inglaterra es un pas civilizado, como el mo, escrib, y lleva adelante rigurosos actos de orden en sus colonias africanas y asiticas. Laordenada explotacin de esas colonias beneficia a todos los ingleses: a los pobres y a los ricos.Las minas de carbn (y aun los poblados mineros) son las colonias de la clase pudiente de la Inglaterra insular. Y los beneficios que arroja eltrabajo en las minas se distribuyen menos dispendiosamente: eso es comprensible. Pero el orden es uno.No aguanto el olor a carbn.Necesito tres mil kilos de lea para soportar el invierno ingls. O ms.Escribir urgente a Buenos Aires.Viejas barraganas: ustedes me evocan, febriles, codiciosas, crueles, en sus noches de soltera y desamparo. Yo, evocado -yo, el mejor jinetede la provincia, el hombre que mastica un pasto y puede decir, sin equivocarse, quin es el dueo del campo donde crece ese pasto-, leshumedezco las bombachas. Paguen por eso, viejas pecadoras. Manden mil libras al ao, que no aguanto el olor a carbn.

    Los familiares y descendientes del general Jos Mara Paz del Dr. Francisco Narciso Laprida del coronel Genaro Bern de Astrada losdescendientes del coronel Ambrosio Crmer, muerto en combate los familiares del general Juan Lavalle los familiares del teniente MarianoMachado, ejecutado en Buenos Aires los descendientes del general Manuel Belgrano los descendientes del guerrero de la Independencia ygobernador de Crdoba, Faustino de Allende los descendientes de Gregorio Vidal, ejecutado en San Vicente, en noviembre de 1838 losdescendientes del comandante Jacinto Machado, ejecutado en Dolores el 22 de marzo de 1840 los descendientes de Domingo Lastra y de suhijo, Domingo Fermn Lastra, ejecutados en Chascoms los descendientes del mrtir de Metan, Don Marco Avellaneda, invitan a la misa quetendr lugar en la Baslica de la Merced, el 31 de octubre de 1871, a 32 aos de la gesta de Los Libres del Sur.

    Cudate de la nocheCudate del daLa vejez es inevitableLa muerte, tambin.

    Sus palabras no son jams categricas. Son difusas, cargadas de digresiones y frases incidentales.El caballero que escribi esa torpeza, un francs a quien abr mi casa y mi mesa, en Palermo, ignora que soy un novelista moderno.El seor Sarmiento y yo somos los dos mejores novelistas modernos de este tiempo. El y yo somos dueos de los mismos silencios. De lasmismas ambigedades, de las mismas certezas.El seor Sarmiento publica. Yo, no.Eso -qu somos, para la narrativa, el seor Sarmiento y yo- lo han adivinado quienes llegan hasta el condado de Swanthling y golpean mpuerta. Yo desperdicio lo mejor de mi escritura en esos estupefactos doctorcitos que golpean mi puerta.

    Llegan en verano y en invierno, y se sientan ah, asombrados de que yo est vivo, de que yo les hable. Y yo les hablo.Soy un caballero espaol. Y ellos estn sentados ah, esmirriados los doctorcitos, y tiemblan, y palidecen cuando me levanto ante ellos.Yo les cebo mate. Y la perra les huele los botines.Soy El Santo Padre, y ellos, los doctorcitos, sentados ah, recogen cada una de mis palabras como si mis palabras fuesen pepitas de oro.Despus, guardan sus anotaciones, sus letras veloces, arduas, y yo los miro partir, esmirriados, sudorosos, pobres hombrecitos que nuncamontaron a caballo, que nunca galoparon de cara al viento, que nunca crecieron en un mundo interminable como slo Dios pudo concebirlo,leguas y leguas de tierras tan anchas como el horizonte, y un cielo tan ancho como el horizonte, y una luz tan pura como los mantos de laVirgen. Y uno, a caballo, que grita como si recin hubiera nacido.Pobres hombrecitos: nunca sabrn de eso. Nunca encontrarn la palabra para escribir eso.Los miro partir: una reverencia para el general, otra reverencia para El Restaurador de las Leyes, otra reverencia para El Santo Padre, otra parael recuerdo.Y les pasa que trastabillan -porque hay que doblarse ante El Santo Padre, porque hay que reverenciar el recuerdo-, y se van de culo al suelo. Yyo, cuando se van de culo al suelo, y me miran espantados, desde el suelo, les digo, levntese, hombre. Y digo eso, y miro el espanto en suscaras, y no hago ms que revelarles el secreto de la novela moderna.

    Soy el nombre de la Historia que se mira a ningn espejo, y habla con ningn espejo?Soy el nombre de un hombre viejo que, a la luz de unas velas, llora frente a ningn espejo?Nieva en el condado de Swanthling. Y hay sol y verano, pese a m, en el partido de Monte, provincia de Buenos Aires, a veinte mil leguas depampa, y mar, y viento, y noches del puerto de Southampton.

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    Qu hizo el seor Sarmiento en el destierro?Escribi Facundo para no morir. Y se acost con mujeres silenciosas, en puertos de niebla y sal, para olvidar que era argentino.Que hace, hoy, el seor Sarmiento? Levanta escuelas y supone que iguala a los hijos de los pobres y a los hijos de los ricos con elguardapolvo blanco.El seor Sarmiento cree que hace El Bien. Y cree que lo hace con el fervor de un jovencito enamorado.Los extravos del seor Sarmiento son frecuentes y, a veces, aborrecibles.Que hago yo -escritor, novelista, jefe militar, campesino-, solo y pobre en tierra extranjera, afligido por el desagradecimiento y el desdn deaquellos que favorec, y de un pas al que conduje a la gloria como nadie antes en su historia?Envejezco.

    Consigna del general Rosas a la poblacin:Lo que no se ve est fuera de la ley.

    Me embarqu, la noche del 3 de febrero de 1852, en el Centaur, con 745 onzas de oro y 200 pesos fuertes, y algunas otras pocas monedas: enverdad, algo ms de 2 mil libras esterlinas, que proteg, atento y en calma, del manotazo de algn gaucho ventajero. Yo soy Rosas, s, pero nohay como la tentacin que despierta el oro para borrar el respeto.

    Haca calor en la ciudad, a la que llegu, solo, montado en mi yegua Victoria, y las ventanas y las puertas de la ciudad estaban cerradas, comosi un viento de peste silbara por las calles de la ciudad, y haba un silencio como no conoc otro en esas calles de Buenos Aires, vacas einvadidas por el sol del verano.Era mucho el calor, y bochornoso, y s que me miraban, que miraban el paso corto de Victoria por las calles silenciosas y vacas de Buenos

    Aires, y miraban el espectro l vido de la derrota en los campos de Caseros montado sobre m, sobre mis hombros y sobre las ancas de Victoria,mi yegua.Hombres y mujeres -yo lo adivinaba- parados detrs de las ventanas y persianas de sus casas, y las negras esclavas sirvindoles vino fro alos seores, y agua fra de los jageles a las seoras, y las seoras abanicndose las tetas, guachas, desvergonzadas, y los seores temiendoque mis hombres, los derrotados, y los de Urquiza, los entrerrianos de la caballera de Urquiza, federales todos, pobres todos, les entren aromper cristales y jarrones, y tajear alfombras y sbanas, y se les ran en la cara a los buenos padres de familia, y no escuchen las splicas desus hijas, y mis hombres y los entrerrianos de Urquiza les digan, locos y hambrientos y encanecidos todos, que se desnuden los seores y lasseoras y las hijas y las negras esclavas.Y yo voy en la yegua Victoria, al paso voy, camino de la embajada britnica, donde me espera el ingls Gore, y miro las casas cerradas deBuenos Aires, el viento de la peste que silba en las calles de Buenos Aires, y el sol que cae, como plomo derretido, sobre los techos de lascasas de Buenos Aires, y miro a los ciudadanos de Buenos Aires, protegidos por ventanas y persianas y puertas de madera gruesa y trancasde hierro -que gritaron Viva Rosas, durante veinte aos, ms alto que sus vecinos que rezaron, durante veinte aos, por la salud de Rosas,guardin de sus sueos, y la de su hija Manuelita y por la memoria de la esposa de Rosas, Doa Encarnacin Ezcurra, los das y las nochesdispuestos por Rosas para la oracin-, y que, ahora, esperan, protegidos por trancas y puertas de madera gruesa, que suene la cvica hora degritar Viva Urquiza, y que Urquiza los salve del saqueo de los pobres todos, y Urquiza lo har, porque a mi lado aprendi que se puede violar alas mujeres -salvo las blancas y ricas-, pero no la propiedad de los que importan.Urquiza, que aprendi a ser estanciero a mi lado, en una carta que puso lgrimas en mis ojos, aqu, en tierras de otros, y que dirigi a YourExcelency, general Rosas, promete a Your Excelency, general Rosas, la devolucin de su rango, de sus bienes, de la patria.

    Mir, digo, como nunca mir, la cobarda de los porteos. No la vi, ni siquiera el 6 de diciembre de 1829, cuando fui electo, por primera vez,gobernador de Buenos Aires, para ejercer el mal sin pasin.Demor una vida en reconocer la ms simple y pura de las verdades patriticas: quien gobierne podr contar, siempre, con la cobardaincondicional de los argentinos.

    Sub, esa noche, al Centaur, disfrazado de marino, y Manuelita de muchachito, y mi hijo de nada. Subimos al Centaur, protegidos por seisbayonetas inglesas, pero yo no cargaba ms arma que mi nombre.Le regal a Gore mi yegua Victoria, y le agradec su hospitalidad, las buenas comidas y la buena cama que me brind, y le dije que, en sucasa, me sent como en la ma.l, que era un caballero, dijo que, en tanto encargado de negocios britnicos en Buenos Aires, era un funcionario de Su Majestad, que sa noera su casa sino la de Su Majestad, y que l cumpla, con ntima satisfaccin, las rdenes de Su Majestad.Gore, creo, pretendi consolarme. Dijo, cuando nos despedimos:Piense, seor, que nadie es indispensable.Los ingleses tambin se equivocan.

    Digo esto, calmo, sereno, en una maana britnica, yo, que recuerdo los tiempos en que el poder de mi brazo impona paz a las tierras quefueron colonias espaolas del Ro de la Plata, y que fueron, ms luego, las provincias de la Confederacin Argentina, y que hoy, por designio dela justicia divina, se encaminan a su disolucin o a ser una relegada heredad del Imperio del Brasil.Digo que los viejos lloran. Dios, bendito sea su nombre, me premi con el consuelo del llanto. Y el llanto, en m, es una larga y melanclicadespedida a la energa de la edad viril.

    Aqu est Rosas, en una gris maana inglesa, acurrucado junto a un brasero hasta que s e le caliente la s angre, hasta que llegue la luz del da,hasta que Rosas tire un pedazo de carne a la parrilla del brasero.

    Aqu estoy yo, letra de coplas y de nostalgias y de impotencia en boca del pobrero, al que mis hermanos y mis generales, hombres de cuna, ysonrientes alcahuetes, saquearon sin pudor y sin remordimiento.

    En las horas previas a embarcarme en el Centaur, no reun buen dinero conmigo. No hubo tiempo. Pens que mis amigos y compadres, a losque benefici -y slo Dios sabe cmo-, no se entregaran alegremente al olvido.Cargu, en el Centaur, mis archivos. Letras. Cartas. Confidencias. Confesiones. Promesas. Delaciones. Ruegos. Suegras que denuncian anueras. Hermanas que denuncian a hermanos. Unitarios que denuncian a federales por cismticos. Unitarias que se ofrecen a calentarme los

    pies con sus besos. Federales que me venden sus mujeres. Mayordomos que se me ofrecen como videntes Lacayos se ofrecen para loque yo disponga.Cargu, con cuidado, el consentimiento escrito de Don Adolfo OGorman al castigo que inflig a su hija Camila, y al cura que la embaraz.No me agrad, nunca, el escndalo. Y la fuga de esa muchacha y el sacerdote fue un escndalo. Y los unitarios escriban, en Montevideo, queBuenos Aires era una casa de putas. Y que el den de la Catedral, Felipe Elortondo y Palacio, tena por barragana a Josefa Gmez, y que yo lopermita.Yo, de puertas adentro, seores mos, permit que el Demonio habitase a quien quiera cediese a la lascivia y la obscenidad. De puertas afuera,no. De puertas afuera, decencia.

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    Y cuando ordeno que se fusile a Camila y su amante, el mestizo Gutirrez, proclaman que soy una bestia sedienta de sangre. Acaso lordPalmerston no me dijo que Romeo y Julieta, la ms aplaudida obra de teatro del canciller Bacon, justifica la ejecucin de los dos amantescuando sus procacidades afligieron a la sociedad veneciana?Acaso son sordos? Si no lo son, escuchen mi consigna:El que est abajo, respeta al que est arriba.Digo esto, y no digo ms: yo saba que el cura Elortondo llegaba, de noche, emponchado, a Las Encadenadas, la estancia de la Gmez, y queella le desnudaba la verga, y le ataba una piola a la verga, y lo llevaba a la cama, tirando de la piola atada a la verga del cura, como si sacara apasear un perro, y ataba manos y pies del cura a la cama, y lo jineteaba.Yo saba de los bramidos de ella, y de las invocaciones a la Virgen Mara de l, y los retorcijones de ella, y las penosidades de l.Yo saba hasta eso. Pero eso, seor mo, de puertas adentro. Sin escndalo. Yo castigo el escndalo: se entiende?Porque, seor mo, nada se mueve, nadie murmura, nada se agita en Buenos Aires sin que yo lo sepa. Odos feles escuchan qu suean losporteos en la oscuridad de las noches. Yo velo lo que es indecible de esas noches de los porteos.

    Abro el archivo y miro c mo se c ocina la perversidad humana. Yo, que no necesito espejos.Los papeles de mi archivo, que huelen a la ms pestfera mierda que vientre alguno haya echado sobre la tierra, me absuelven y me honranante el futuro.

    Hgame el bien de escribir a la siguiente direccin:Your ExcelencyGral. Rosas.En este pas, felizmente, el general Rosas merece la consideracin de las personas de respeto.

    No importa lo que digasNo importa lo que callesLa vejez, es unaLa muerte, tambin.

    Han pasado veinte aos desde que me arrojaron a tierra de gringos.A veinte aos de ese c rimen, a veinte aos de ese pecado de sangre que Dios no le perdon al cojudo de Urquiza y a la traicin de misgenerales, un paisano clava su cuchillo en el mostrador de una pulpera, y grita Viva Rosas. Y otro clava su cuchillo en el mostrador de otrapulpera, y grita Viva Rosas.Y ah va un tercero, y desenvaina su cuchillo, y lo clava en el mostrador que usted elija, y grita Viva Rosas. Y no hay paisano que, en una tardede silencios y de llanura, no mire oscilar la hoja de su cuchillo donde sea que lo clave, con mucho alcohol en el cuerpo o ninguno, con algo en lasangre que es ms hondo que el recuerdo, que no grite Viva Rosas, listo para morir o para cobrarse una cuenta que nunca sabr cundo y quinla abri.Fisonomas graves como rabes y como antiguos Soldados, caras llenas de cicatrices y de arrugas. Un rasgo comn a todos, casi sinexcepcin, eran las canas de oficiales y soldados Qu misterios de la naturaleza humana, qu terribles lecciones para los pueblos! He aqulos restos de diez mil seres humanos que han permanecido diez aos casi en la brecha combatiendo y cayendo uno a uno todos los das, porqu causa?, sostenidos por qu sentimiento? Estos soldados y oficiales carecieron diez aos de abrigo, de un techo, y nunca murmuraron.

    Comieron slo carne asada en escaso fuego, y nunca murmuraron Tenan por l, Rosas, una afeccin profunda, una veneracin quedisimulaban apenas Qu era Rosas, para estos hombres? Son hombres estos seres?Inteligencias como las del seor Sarmiento, que se dan pocas en la tierra de Dios, no pueden responder a la pregunta de qu es Rosas parahombres que mueren al grito de Viva Rosas. No podrn nunca responder a esa pregunta. Y, entonces, se impacientan. Y, entonces, el seorSarmiento, que quiere la cultura de la Francia para las ciudades argentinas, y que quiere sembrar de granjas norteamericanas el campoargentino, exige, para expiar el pecado de ser hijos de Espaa, que se derrame la sangre barata de los gauchos Misterios de la naturalezahumana?A qu reta y a quin el Viva Rosas de esos paisanos, que pelearon en mis ejrcitos y en los del finado Urquiza? Y el Viva Rosas de sushijos y nietos y el de los hijos de sus nietos? Contesten eso, si les da la lengua para contestar eso.

    Ese grito durar ms que el pecado.

    Me llamarn y yo no volver. Eso es tan cierto como que Nuestro Seor Jesucristo fue vendido y clavado en la cruz.Me llamarn para que salve a un pas enfermo, rodo por la anarqua, devastado y empobrecido por putos y corruptos, y expuesto a losprobables furores que pueda provocar la diseminacin de las proclamas de La Internacional de Trabajadores.S de lo que hablo. Hablo de trapos rojos y proclamas de rojos que ondean y escriben mulatos y judos y chinos, lbricos festejantes de ladestruccin, partidarios del no, proletarios de la clandestinidad, hijos de las minas de carbn, de la forja de rieles y locomotoras, de la tibiezasrdida de las sastreras, fomentadores vocacionales de la lucha de clases. Poetas.Entonces, para que los salve de esas legiones del despecho y el resentimiento, quienes renegaron de m me ofrecern sus lealtades a precio, yescucharn arrobados -ese aire ensimismado que gustan adoptar antes de la hora del asado y del vino- las digresiones del capataz, eufemismocon el que me marc, para regocijo de los torpes escribas de manuales escolares, el muy juicioso Don Nicols de Anchorena, que saba largode estancias y capataces.Hoy, Don Nicols de Anchorena, su dignsima esposa, hijos y parientes, fingen no acordarse del brigadier general Don Juan Manuel de Rosas,ni de sus estrecheces, ni que a l -a Don Juan Manuel, capataz de manos limpias, gobernador-propietario de los bienes de la provincia deBuenos Aires, y guardin de sus noches-, le deben la posesin de 306 leguas cuadradas de tierras aptas para lo que guste mandar.Tampoco se acuerda Don Juan Nepomuceno Terrero, que fue, en tiempos de cielo abierto y buena risa, socio de Don Juan Manuel, y se alzcon 42 leguas de tierras de mi flor.Y Don Flix de lzaga, que embols 132 leguas cuadradas de tierra, olvid que fue uno de los pocos hombres de confianza de Don Juan

    Manuel, y que el brigadier general Don Juan Manuel de Rosas, y su hija Manuelita -la nica hija criolla y presentable en sociedad de King Lear,la sucesora de King Lear en los manejos del Estado, la de la grupa carnosa, la que tuvo mano suave para los desvelos de Lear, la que escribia Carancho del Monte que, cuando degollase a unitarios y unitarias, le remitiese las cabezas de las unitarias, que ella compensara el esfuerzoque demanda captura, degello y remisin de cabezas de los subversivos con un cajn de vino francs-, Manuelita, digo, y Don Juan Manuel,tuvieron una palabra de comprensin en los labios, y un corazn dolorido cuando el susodicho Don Flix evocaba a Don Martn de lzaga,ahorcado por los jacobinos de la Revolucin de Mayo.Y el general ngel Pacheco, que no movi un caballo el 3 de febrero de 1852, y dej que el salvaje Urquiza atropellara los flancos, el centro yla retaguardia de mis ejrcitos con su caballera entrerriana, y diezmara mis ejrcitos con su caballera entrerriana?

  • 7/23/2019 Andres Rivera - El Farmer

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    Digo que Don ngel Pacheco, guerrero de la Independencia -que Dios maldiga y enve al infierno a los que nos independizaron del reino deEspaa-, que jur ante m y ante Manuelita, dar su sangre por m y por Manuelita, tena por norma coleccionar tierras de unitarios, exquisitacostumbre que los intelectuales del Ro de la Plata, en voz alta o en voz baja, llamaron pachequear.Es verdad: el brigadier general Juan Manuel de Rosas aprob los hbitos confiscatorios de sus socios y compadres.Es verdad, tambin, que esas columnas de la sociedad han perdido la memoria de cunto le deben al brigadier general Don Juan Manuel deRosas.Qu fui yo para ellos?Qu fui yo de ellos?

    Mis opositores, que queran tierras, fueron o son propietarios de tierras y, como muchos, aprendieron de Rosas: expropiaron mis estancias,unas 136 leguas cuadradas de tierra, y me expropiaron tres o cuatro casas, de las que soy nico dueo, en la ciudad de Buenos Aires.

    El seor Domingo Faustino Sarmiento dijo, con un laconismo que celebro, que las vacas dirigen la poltica argentina.Yo digo: la poltica es otro de los nombres de la deslealtad.

    Ahora, aqu, en el condado de Swanthling, reino de la Gran Bretaa, digo:Los argentinos darn mi nombre a su destino.

    Voltaire escribi que Inglaterra fue esclava, por mucho tiempo, de los romanos, de los sajones, de los daneses, de los franceses.Voltaire escribi que Guillermo El Conquistador impuso, a los ingleses, la prohibicin, bajo pena de muerte, de encender fuego o prender lucesen sus casas, luego de las ocho de la noche. Y los ingleses nunca dudaron de la cordura de Guillermo El Conquistador.Voltaire escribi que la Europa continental trat, a los ingleses, como perros rabiosos y locos porque inoculaban viruela a sus hijos paraprevenirlos de la viruela.Muchos siglos antes que los ingleses, los emperadores chinos ordenaron que sus sbditos se inoculasen viruela con la pretensin de que sesalvaran de esa contagiosa epidemia. A nadie le importan China y Voltaire.Yo quem a Voltaire.Pero los dos peones galeses, que limpiaron de nieve los techos de mi rancho, la puerta y el sendero que lleva a la puerta de mi rancho, tomancerveza, creo, en el granero, y en el fro y la oscuridad, envueltos en mantas que huelen a caballo y a forraje, y se cuentan historias de brujas,y no les importa el futuro. No les importa Inglaterra.Mis peones -la escoria de la sociedad, los llam lord Palmerston- hablan de cmo se entumecen los malditos dedos de los pies, all, afuera, enla nieve, en el viento y en las trampas heladas de la nieve. Y de cmo sacarse las botas, o lo que sea que calcen, y los malolientes calcetines,y las medias de lana que usan por encima de los calcetines, y de cmo poner los entumecidos dedos de los pies en las cercanas del fuegoque encendieron, y los calcetines y las podridas medias de lana en las cercanas del fuego que encendieron, para que se les sequen.Y, tambin, hablan de brujas. Hablan de la nieve, del fro y de las brujas. De cmo las brujas cruzan los bosques helados, de cmo las brujasson pequeas manchas mviles y aullantes en la inmvil negrura de los bosques helados y las praderas heladas. Y se estremecen de miedo, ytoman ms cerveza, rubia, en sus cacharros de loza ordinaria, y se asustan con las historias de brujas que cruzan bosques helados y praderasde nieve. Y ren, borrachos, de sus miedos y de sus sustos. Y dicen que las brujas cantan.Has raspado -dir uno de los malditos peones, borracho, en alto el maldito cacharro que desborda cerveza rubia, al otro maldito pen que rede miedo y de susto un vidrio contra otro vidrio? As suenan las malditas voces de las brujas, cuando cantan en las noches de luna sobre laspraderas de nieve.

    Los ingleses, en invierno, cuentan historias de hechizos y de brujas, en la oscuridad de los graneros, en la sucia impudicia de sus camas.Cuentan historias de empalamientos, de ruedas que quiebran huesos, de suplicios con agujas y hogueras que queman carnes y ojos contra unhorizonte de nieve.Las brujas cabalgan palos de escoba, y los palos de escoba se les hunden entre las piernas, y ellas cabalgan, erizados los pelos de suscabezas, por bosques y praderas de nieve, y la luz de la luna baja por sus esqueletos, y ellas son la soledad que re en la noche y en la nieve.Los ingleses, en invierno, serruchan brazos, piernas, cabezas y sexos de sus amantes, de sus abuelas, de sus hijas, de sus mujeres.

    A los ingleses, en invierno, se les borra la cara.Yo soy criollo.Espaa es mi madre.Yo tomo mate.Los jacobinos, con la Revolucin de Mayo, nos empujaron al mundo de la enfermedad, de la disolucin y de la duda.Yo no me enfermo.Yo soy el relato de lo que el pasado tuvo de feliz.Yo tomo mate, ahora, de pie.Yo salgo al campo, a la luz del campo, y el silencio que sube del fondo de la tierra, y el silencio de los animales y del cielo, son mos.Yo como de esa luz del da, y largo el caballo contra el horizonte.

    Yo soy la luz.Y soy mi propio caballo.

    Gritan tu nombreveinte aos despus.Qu importa lo que gritanveinte aos despus.

    Me digo: general, escriba de la verdad y del sueo.De pie, aqu, en mi rancho de Inglaterra, digo:El destierro es verdad lo otro, sueo.Sueo, la infancia.

    Sueo, la juventud.Sueo, los aos en los que ellos gozaron de mi poder. Y lo festejaron. Y lo sostuvieron.Yo que, de pie, tomo mate, y miro una nieve, unos rboles, un silencio de los que no soy dueo, s que los sueos se desvanecen, que lamaana les pone fin, que son lo que el recuerdo quiere que sean.Yo no sueo.Yo, en este rancho agobiado por la nieve, y el viento, y el aire gris de la maana, me dorm junto al brasero, y cabece junto al brasero y lasbrasas que resplandecan en el brasero. Y dormido, galop los campos que fueron mos. Y respir en su luz. Y no supe que es imposibleretener ese candor, esa fugacidad.

  • 7/23/2019 Andres Rivera - El Farmer

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    Ahora, estoy de pie. Y tomo mate. Y no sueo.Alguna vez, en Palermo, el almirante Guillermo Brown, que estaba loco, y que haba huido de s u Irlanda natal, y que lleg a almirante de ladesvalida, misrrima flota que armaron y fletaron los jacobinos de Mayo, porque en Buenos Aires -dijeron los jacobinos de Mayo- sobraban loscaballos y los criollos a caballo, y no los que se animaran a las aguas, me pregunt si nunca escrib un nombre, un deseo, una fatiga o, tal vez,el dibujo con el que marcaba mi hacienda, y los guard -nombre, deseo, fatiga, dibujo- dentro de una botella, cerr la botella y la tir al Ro de laPlata o al mar, si se me hubiera ocurrido navegar por donde el Ro de la Plata se hace mar.Contempl, callado, al viejo incrdulo, acabado, que ola a ginebra o whisky, y que conoci los estragos del can a bordo de frgiles maderos,y el grito de horror de los que se ahogan, an vivos, en el hueco plido de las olas, y que eludi la muerte ms veces que ningn otro hombreen aguas y tierras americanas, y contempl la piel rojiza y arrugada de su cara, y sus ojos verdes y pequeos que buscaban alcohol en algnlugar de mi despacho, y le dije, djese de joder, Brown. No estoy para perder el tiempo.Brown, que no encontr ni un miserable trago de caa en mi despacho, tom, de mi escritorio, su gorra de marinero, y me contest, Yo s,seor.No haga caso, me dijo lord Palmerston.Los irlandeses son un pueblo belicoso, pero sus escritores Ah, sus escritores Y sus poetas A esos, les temo. A esos, general, les temo.Verdaderamente, les temo. Cambiaron el mundo de la palabra. Y le aseguro, mi muy estimado general Rosas, que cambiar el mundo de lapalabra es ms inexpiable que la cobarda de Judas o, si lo prefiere, que el deshonor.No, no haga caso, seor, me dijo lord Palmerston. Los irlandeses suean. Y soar no es peligroso. No, por lo menos, para los negocios de SuMajestad.El sueo irlands, amigo Rosas, es fundar una repblica, como ustedes, en su pas Oh, por favor, general: s lo que el general piensa. Ycoincido con lo que el general piensa de la declaracin del 9 de julio9 de julio, verdad?, pregunt lord Palmerston, y yo le confirm que ese da, por el que pagaremos sangre y lgrimas y bienestar hasta queDios se apiade de nosotros, se declar la independencia del Ro de la Plata del trono espaol.Los irlandeses, que son tozudos e imbciles y beatos, como no hay otra raza en la tierra del Seor, dijo lord Palmerston, creen que la repblicadar de comer a sus mugrientos campesinos y los consolar de sus incesantes desdichas mucho ms efectiva y gozosamente que SanPatricio.Son buenos para cavar zanjas, dije yo. Los criollos no nacieron para la pala.Lord Palmerston ri. Y ahorran, en su pas, dos o tres chelines a la semana, y comen carne y no cascaras de papas, y compran ovejas, yparecen, con el tiempo, cuando envejecen, educados caballeros ingleses. Pero no lo son, ri lord Palmerston. Son irlandeses: me comprendeusted, general?

    A lord Palmerston le asist an todas las razones del cielo y de la tierra: en Francia se proclam la Repblica, en setiembre de 1870, y seismeses despus los rojos escarnecieron ese gran pas con el espectculo brutal de la Comuna, de las turbas degradadas de la sociedad en elpoder.Denme a la princesa Alicia como reina de las provincias argentinas del Ro de la Plata!Eso dice Juan Manuel de Rosas, que vale, en el destierro, en un rancho agobiado por la soledad y la nieve, para que su patria no se extinga enla abyeccin y el desamparo.Eso digo yo, confinado, aqu, por la ingratitud de mis amigos, y leal a la nobleza de mi origen y a mi casa, y al futuro que dir, de m, la palabra

    justa.

    Consigna del general Rosas a la poblacin:Queda desautorizado lo que no autorice.

    Dnde est Manuelita?

    Llueve en Buenos Aires: yo, de uniforme y con la cabeza descubierta, march por sus calles.Yo, a la cabeza de miles de argentinos. Y grito muera el loco salvaje traidor Urquiza. Y miles y miles y miles de argentinos, hombres, mujeres yviejos, que marchan a mis espaldas, gritan, como si impetraran al Cielo, Viva Rosas.Qu queran de m los argentinos?Qu les daba yo para que gritaran Viva Rosas?Y a m, que marcho por esas calles, bajo la lluvia, calles y ciudad, cielo y aire, que me pertenecern siempre, la cara mojada por la lluvia, y elpelo, y el uniforme de gala, se me estrangula la voz en la garganta, y la lluvia es un fuego helado cuando la miro. Pero hay lgrimas en mipecho.Despus, cuando el salvaje Urquiza lanza a los cosacos de su caballera entrerriana sobre mis ejrcitos, y los acuchilla y despedaza en loscampos de Caseros, dnde estuvieron los que yo favorec?No dijo el muy apostlico cura Esteban Moreno, en la Sala de Representantes, que era mi perro fiel, y que expondra su pecho a las lanzas delsalvaje, traidor, loco Urquiza, en defensa de mi salud?Dnde estuvieron los diputados que, en la tribuna de la Sala de Representantes, sus voces recorridas por las exaltaciones de la histeria, sedisputaron el honor de morir por Rosas, que no los vi en los campos de Caseros?Queran paz. Y la paz, para mis amigos, era la prspera y tranquila prosecucin de sus negocios prsperos y tranquilos. Y para los otros, paralos infelices, para los que moran en mis ejrcitos, o para los mutilados, para los que se retiraron de mis ejrcitos sin una pierna o sin las dos, o

    mancos, o sin un ojo, o sordos por el estallido del can, o sin vsceras, paz era siesta y mate, y un vaso de caa, de vino, y una tira de carneasada a fuego lento, y alzar la pollera a una china, y meter la mano en las hendiduras calientes de la china, en una tarde, en una nochecualquiera de la pampa.

    Aqu, los ingleses toman mate de mi mate. Yo les descubro el zapallo y el dulce de leche. Y los saborean. Y los ingleses se miran entre ellos, yfingen asombrarse, pero tragan el dulce de leche que les desborda la cuchara, y se relamen como cuando le manosean las tetas a sus criadas.Los ingleses, en invierno, son viejos. Violan nios en sus viejas ciudades y en sus viejos campos. Y toman cerveza. Y yo les descubro elzapallo y el dulce de leche. Y los ingleses, que son viejos en el invierno, ren con sus bocas desdentadas. Pocos de ellos andan a caballo.Los ingleses comen bistec. Yo, asado.Los ingleses venden ponchos, ropas, cuchillos, asadores y espuelas a los argentinos.Yo, Juan Manuel de Rosas, aqu, en el destierro, les soy indiferente, excepto a lord Palmerston, y a mi yegua Victoria, a quien le lustro el cueroy le doy de comer.El hombre pobrenuncase acostarcon la hija del rey.Tambin les es indiferente quin gobierna en Buenos Aires. Venden lo que sea que salga de sus fbricas, y compran cueros, ovejas, tasajo,

    tierras en Santa Fe, en el litoral, en Buenos Aires, y en el Sur, y el seor Domingo Faustino Sarmiento, y los doctores Nicols Avellaneda yValentn Alsina y el general Bartolom Mitre les son indiferentes si no se oponen a que las mujeres criollas cumplan sus deberes de sirvientas,de amantes ocasionales y, si cuadra, por especulacin y clculo, de esposas. Compran vacas, tierras y mujeres criollas. Y venden el humo desus fbricas.Inglaterra es la nueva Jerusaln de los judos. Los judos son intermina-bles.Escribo: El gobierno ha vuelto a disponer de los pocos bienes que me hubieran permitido vivir en una moderada comodidad decente.Escribo: Tengo sobrado derecho para que se reflexione detenidamente en orden a mis circunstancias polticas y privadas, considerndolasdesde mi juventud, las pocas de mi vida pblica y particular, mis servicios, mis sacrificios, las crueldades, las injusticias contra m y contra

  • 7/23/2019 Andres Rivera - El Farmer

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    mis nicos bienes, mi actual amargo estado de pobreza en un pas extranjero, y as las reservas y privaciones de que he tenido que servirmepara prevenir mayores males, y preparar an ms y ms materiales para la justificacin de mi defensaEscribo que mis antiguos amigos y socios polticos, cuyos bienes no fueron tocados por los gobiernos que sucedieron al peregrino gobierno deUrquiza, me dieron la espalda, y callaron, y permitieron se confiscase lo que hered y lo que gan con mi trabajo.Hablo de esos Anchorena. Y de ese tal Nicols de Anchorena, hipcrita, asqueroso e inmundo.Escribo que las mil libras esterlinas que el Seor Capitn General Don justo Jos de Urquiza orden que me remitieran son, para m, un honor, ypara l, la gloria. Que Dios premie la perfecta justicia de esa reparacin moral.Escribo que la esposa de Don Nicols de Anchorena y sus hijos se niegan a pagarme los 80 mil pesos fuertes que me deben.Escribo que Doa Mara Josefa de Ezcurra, Don Jos Mara Ezcurra, Don Gervasio Rozas, y muchsimos otros, han muerto sin pagarme lo queme deban, cuenta forjada en oro y en adulaciones que parecan no tener fin.Escribo que lord Palmerston me dio a conocer, con palabras de doble sentido, sigilosas, como cubiertas por la prudencia, que el gobierno deSMB estudia interponer sus buenos oficios con el objeto de que se levante la confiscacin de mis propiedades, y las propiedades de las quesoy legtimo dueo me sean devueltas.Escribo que Manuelita insinu -en una visita al rancho con sus dos hijos, visita que le conced- que yo abandone el farm, y ocupe, en lascondiciones que se ofrezcan, alguna casa, en Londres. Y cuando me dijo eso, Manuelita ri. Manuelita es cruel. Desconozco a Manuelita.Escribo que debe saberse cunta es mi pobreza.Escribo que enviar recibos al coronel Pedro Ximeno, y a Doa Petrona Sosa y a Don Rufino Velazco por las 56 libras que me enviaron, comorecaudacin de tres trimestres. Les escribir de mi entraable agradecimiento. Les escribir de las palpitaciones de mi halagado corazn. Mihermosa letra dibujar firuletes displicentes y vertiginosos, laberintos de mis sueos. Laberintos.Your Excelency. Escribo que la circular de M. Favre a las representaciones diplomticas del gobierno francs, repite, palabra por palabra, miscartas a lord Palmerston, acerca de lo que poda esperarse de la titulada Internacional de los Trabajadores. La circular de M. Favre dice, en unode sus prrafos, que la Internacional es una mquina de guerra destinada a abolir el capital e instaurar el comunismo.Escribo que la circular de M. Favre menciona que los comits, caudillos y cmplices de la Internacional funcionan en Francia, Alemania,Inglaterra, Blgica, Rusia, Suiza, Austria, Italia y Espaa.Escribo que la Internacional exige la legislacin directa del pueblo por el pueblo, la supresin de la herencia individual, el ingreso del suelo enlas propiedades colectivas.Escribo: Cuando en las clases vulgares desaparecen el respeto al orden, las leyes y el temor a las penas eternas, slo los poderesextraordinarios, en manos de los jefes de las naciones cristianas, restaurarn la obediencia a los mandamientos de Dios.Escribo: En Londres vive el ms insidioso, petulante y audaz apologista de la Comuna. Vive, me informan, en Maitland Park Road, y lo vigilan,discretamente, policas que ni siquiera llevan garrote en la cintura. Ese intenso apologista de la Comuna no es ingls: es, como yo, undesterrado. Me informan que los aberrantes panfletos que escribe son de una prosa como no hay otra en Europa. Me informan que The Timesacoge y publica algunas de sus incesantes cartas. La reina Victoria es una mujer bondadosa.Dicen de ese conspirador, quienes me informan, que es un soador que piensa, un pensador que suea. Escribo que, por lo tanto, esinofensivo. Escribo: No lo pierdan de vista. Viglenlo.Escribo: No hay en el mundo enemigo ms esforzado de las asociaciones clandestinas, de la anarqua y del comunismo, que el general Rosas.

    Echo ms carbn al brasero. Rompo, con un martillo, los carbones grandes, antes de echarlos al brasero. He conseguido calentar el rancho.De pie, muevo las piernas. Estoy solo, y hablo, para m, en un fro medioda britnico.Soy un hombre fuerte, y lloro, a veces, el olvido de los otros. Por qu mi vejez no debe llorar, a veces, el olvido de los otros?No escrib, en este medioda de soledad y britnico, o antes, en algn medioda de sol y silencio, cuando la sombra del destierro caa,implacable, como una trampa de espasmos y lgrimas sobre mi corazn, que tengo sobrado derecho a que se reflexione acerca de m, de loque fue y de lo que es Juan Manuel de Rosas?Qu deb hacer para que mi destino fuese otro?

    Qu no hice para que mi destino fuese otro?

    El horizonte, la luz del sol, la tierra, obedecen a los cascos de mi caballo.Si yo detengo mi caballo, el mundo es real.Yo detengo mi caballo.Yo medito sobre la suerte de los argentinos sin m.

    Enfermedad, agona, nadaEl destino no tiene fin.

    Consigna del general Rosas a la poblacin:La vaca es vaca y no toro.

    Las mujeres viven para engatusar y dominar a los hombres. Es, el de las mujeres, un deseo de animal carnvoro, que slo se sacia cuandodevora al hombre.Uno las monta, y qu hace? Alimenta ese deseo, le da un nuevo y feroz impulso.Las mujeres no son como las putas. Ni como las yeguas. A las mujeres es imposible domarlas.No me gustan las mujeres: me gustan las yeguas y las putas.

    La perra gime.

    Como, despacio, la carne que ech en la parrilla del brasero.Miro a la perra que gime, que me olisquea la botas y gime, pero como despacio.En invierno, gasto mucha vela para iluminar el rancho. No me gusta la oscuridad.Le tiro un pedazo de carne a la perra. La perra deja de gemir. Babea.No me gustan las perras que gimen.

  • 7/23/2019 Andres Rivera - El Farmer

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    Doa Encarnacin adivinaba cuando me venan las ganas. Las ganas son como una impaciencia. Como una vibracin en las rodillas. Se meendurecan los muslos.Cuando uno es toro, la leche empuja para abajo, para el lado donde nacen las piernas, y late, la leche, como un corazn, abajo, arriba de laverga.Yo, en el campo, me sobaba ese tringulo de pelo, arriba de la verga. Y me tocaba la verga. Todava era la de un semental.Haba razn. Yo y Juan Lavalle mamamos de la teta de Doa Agustina Osornio, mi seora madre, la del bello culo. Hombre guapo, JuanLavalle. Se alist, pendejo, en los granaderos del general San Martn. Y pele como el mejor. Se largaba, solo con su caballo, al encuentro delos soldados del rey de Espaa, y los mataba con su sable y la exaltacin de un fraile santo. Hasta que lo mataron a l, los montoneros, en uninfame pueblo del Norte. Dicen que lo entreg una mujer: pobre Juan Lavalle, tan buen mozo, morir vendido por una mujer.Era corta la verga de Juan Lavalle. Y la ma era la de un semental. En el campo, a caballo, nos abramos la bragueta, y las medamos sobre lamontura de los caballos. La ma era, por lo menos, el doble de la de l. Y cuando las medamos, l se volva como loco. Por eso se fue con losGranaderos del general San Martn. Para mostrar que su coraje superaba, lejos, el de cualquier soldado de su tiempo, espaol o criollo. JuanLavalle: tanto coraje al pedo.Yo miraba el cielo, en mis campos, y el techo de mi despacho, en los cuarteles de Palermo, y me sobaba duro. Piel, pelo, huesos, carne,verga.Hay que quitarse esa leche, cuando uno es toro, antes de que cuaje. Porque la cabeza del hombre, con esa leche depositada, all, abajo, seenturbia. Ordear. Y rpido. Como a las vacas. Un hombre, si es hombre, es toro y vaca.Yo, en mi despacho de Palermo, pensaba 18 horas por da. Escriba. Escribir es pensar. Pensaba 100 leguas por delante de cualquiera quepensara en los intereses del Estado. Eran pocos los que pensaban en los intereses del Estado. Son pocos. Yo soy uno de los pocos. Elprimero. El mejor.Los otros, los otros eran criollos de coraje. Como Juan Lavalle. Como Gregorio Aroz de Lamadrid. Esos dos no supieron, nunca, qu erapensar. Cantores de vidalas, s.El manejo del Estado me apasiona. El manejo de los intereses del Estado me apasiona. No la guitarra. No el sexo. El sexo distrae. Lo usaba,claro. Porque la verga se me paraba. Y eso era algo que yo no poda impedir. Ni an hoy, yo, un hombre fuerte, puedo impedirlo.Doa Encarnacin era buena para el ordee.Ven, murmuraba ella donde fuera que estuvisemos. Cuando terminaba, yo, aliviado, agradecido, le deca que ella, Doa Encarnacin, conocatodos los secretos del ordee. Ella rea, satisfecha, y me preguntaba si era eso lo que me pareca, y yo le contestaba que s, que su habilidadme paralizaba, y que su habilidad iba mucho ms lejos que la de las mestizas y las negras. Y ni hablar de las indias.

    A Doa Encarnacin se le arrugaba la piel de la frente cuando yo bajaba esa balanza, pero yo le sonrea, y me c uadraba frente a ella c omo uncadete rpido y gil y obediente. A Doa Encarnacin se le oscurecan los ojos. Y algo retroceda dentro de ella. Fros los ojos de DoaEncarnacin.Doa Encarnacin era cruel a la hora del juego amoroso. Y a cualquier hora. Pero yo aguantaba el trabajo de sus manos y de su boca. Medaban algo cuando trabajaban mi cuerpo, que no s nombrar. Tampoco poda Doa Encarnacin. Ella deca: Ust, Don Juan Manuel, patalea ygrue como un chancho cuando siente el filo del cuchillo en el cogote.No deca, Doa Encamacin, nada que yo no le hubiera escuchado antes. Doa Encarnacin gustaba decir cosas como sa. Muy de campo,Doa Encarnacin. Muy de encendrsele los ojos, a Doa Encarnacin, cuando le daba en el lomo, con el rebenque, a una negrita traviesa. Muypatrona de estancia. Doa Encarnacin.

    Me dorm, sentado junto al brasero.La perra me mira, los ojos apagados, tendida al otro lado del brasero. Se comi, la perra, los restos de la carne que dej en el plato. La perra,los ojos velados, tiembla. Espera que la castigue. Tendr su castigo.Es como un sopor el que tengo. Hay algo que gira en mi cabeza. Pero me pongo de pie. Me dije: pngase de pie. Don Juan Manuel. Y micuerpo obedeci.

    Se est enfriando el rancho. Dorm mucho. Una hora dorm.Los ancianos deben dormir poco, me dijo el. doctor Bradley, mdico de lord Palmerston, en Londres. Por los accidentes vasculares: mecomprende, general?No soy un anciano, le dije a Bradley, que es un gnomo calvo, y panzn, una panza hinchada de whisky.Cuntos aos tiene, general?, me pregunt Bradley como si no lo supiera.Setenta y ocho.Dnde v ive, general?Le hablaron, a usted, de un lugar llamado destierro?No, general. Soy ingls, general.

    [EN PROTECCION DE LOS DERECHOS DE AUTOR FINALIZA EL FRAGMENTO DE EL FARMER]

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  • 7/23/2019 Andres Rivera - El Farmer

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