Anitua_IX.5 El Realismo Criminológico de Izquierdas

4
la integración social sin graves afectaciones a derechos humanos. La principal atención de estos autores está puesta en la democracia y justicia "deliberativa". La penalidad, o mejor la consecuencia de un hecho violento, debería considerar los intereses de todos los involucrados en ese hecho originario junto a los diferentes que existan en la comunidad, y llegar a una solución públicamente aceptable. La función del derecho -principalmente "procesal"- es la de permitir la expresión de esas opiniones y también la de modificar, con aquéllas, los comportamientos fu- turos. La resocialización tomaría un carácter totalmente moral, y no coercitivo; comunitario, y no burocratizado; componedor, y no punitivo. Sería por todo ello el australiano BRAITHWAITE el representante teórico más elaborado de todo el mo- vimiento de justicia restaurativa, que también es una de las consecuencias de la prédica de los autores abolicionistas. De tal manera, el abolicionismo, como movimiento, no se circunscribe, ni mucho menos, a los mencionados BIANCHI, HULSMAN, MATHIESEN y CHRISTIE, sino que engloba a muchos otros autores que a partir de ciertas ideas comunes hicie- ron aportes bastante diferentes. Hacia la década del ochenta aparecieron muchos seguidores, sobre todo en los países de origen de los autores nombrados, y parti- cularmente en Alemania. Allí se destacaron autores como Heinz STEINERT y Sebas- tian SCIIEERER, que realizaban una criminología en abierta disputa con un pensa- miento que decía regresar al "sentido común" de acuerdo a un discutible "realismo". Estos autores contestaban diciendo que el "delito" tiene poco de enti- dad real y que, sin embargo, sí hay realidades que pueden ocasionar dolor, pro- blemas, conflictos y riesgos. Pero reducir esas múltiples realidades a un nombre común, como delito, es negarlas bajo una concepción mitológica. El sistema pe- nal, en vez de solucionar esos problemas los amplía con otros nuevos. Habrá que dejar de ocultar los problemas bajo las etiquetas que el sistema penal proporcio- na y pensar en soluciones con la participación de todos los involucrados. SCIIEERER plantaría cara también a muchos criminólogos críticos embande- rados con el realismo, o con la defensa de nuevos bienes -ecologistas, feministas, antirracistas, etc.-, o con la criminalización de poderosos, todos ellos propulsores de una nueva criminalización. Estos "empresarios morales atípicos" habían he- cho un salto extraño para quienes se suponían contestatarios a las formas socia- les y políticas, pues terminaban por reclamar intervenciones al derecho y al Esta- do brindándole oportunidad de legitimarse. SCHEERER hizo la mejor defensa del abolicionismo y de su heterogénea "debilidad". Según el autor alemán, el aboli- cionismo no constituye ni una teoría, ni un paradigma, ni una explicación genea- lógica del delito y del control. Se trata más bien de una toma de posición especí- fica sobre los problemas del control social que contiene fundamentos teóricos "negativos" desafiantes y estrategias políticas de transformación radical. Los planteos abolicionistas brindarían a los criminólogos críticos una opor- tunidad de mantener cierta coherencia con los postulados de las décadas del se- senta y setenta. La misma firmeza dentro de la amplitud de un pensamiento an- ti-ortodoxo sería necesaria para combatir las críticas externas pero también las que liarían otros compañeros de viaje, la mayoría de los criminólogos críticos, y especialmente los que se denominarían "realistas" y recuperarían el discurso de la criminología sociológica, y los que se denominarían "garantistas" y recuperarían el discurso de la criminología jurídica. IX. 5. El realismo criminológico de izquierdas y el reformismo social-demócrata anglosajón El llamado "realismo de izquierda" fue el enfoque adoptado por algunos de los más destacados criminólogos críticos anglosajones. Sus presupuestos teóricos serían ineludiblemente marxistas, pero igualmente británicos. Con ello quiero destacar lo que ha sido la especial expresión del pensamiento socialista en Ingla- terra. El partido laborista, que hoy está en el poder con una extraña ideología de- finida como "tercera vía", dice inscribirse en esa tradición que está muy lejos de la seguida por partidos comunistas o social-demócratas de otros lugares. Antes de este partido, que adopta métodos de los sindicatos y los adapta heterodoxamente a la política, estaba también el antecedente de los "fabianos" -nombre que toma- ban del general romano FASTO, famoso por su paciencia y sangre fría- que creían que se podría alcanzar el socialismo libertario con métodos pacíficos, pragmáti- cos y convincentes, o sea muy británicamente. Uno de ellos, el brillante literato ir- landés George Bernard SHAW (1856-1950), señalaría que las dos tareas de los fa- bianos eran hacer fácil y natural al inglés común ser socialista, y suministrar un programa a un primer ministro convertido al socialismo como los liberales de principios del XIX hicieron con el ya citado Robert PEEL convertido al libre co- mercio. Para ello era necesario practicar la "infiltración" para que el gobierno hi- ciera políticas socialistas y la oposición denunciase los abusos de poder. Por ejem- plo, los famosos fundadores de esta corriente de pensamiento, BEATR10E (1858-1943) y Sidney WEBB (1859-1947) fueron autores en 1920 de una obra lla- mada Las prisiones inglesas bajo gobierno local para influir en la concreta política penitenciaria de entonces. Todo ello hace pensar que, aun partiendo del movimiento deslegitimador de los años sesenta -que arrasaría también con algunos puntos de vista del laboris- mo entonces gobernante-, muchos de los criminólogos británicos girarían de tác- ticas y estrategias con los cambios producidos en la política criminal desde fines de los setentas V adoptarían actitudes más pragmáticas y que procurasen influir en las decisiones. Ello sucedería al abordar problemas concretos de política criminal. Frente a determinados problemas sociales, estos criminólogos se veían compelidos a ofre- cer algunas respuestas a partir del ascenso al gobierno de los neoconservadores o "realistas de derecha". La preocupación por hacerles frente y por brindar alguna respuesta aumentaba al comprobar que con la crisis "de seguridad" en Holanda eran los criminólogos críticos la cabeza de turco señalada por los vecinos descon- tentos con el deterioro de los barrios por el problema de los adictos a drogas du- ras. Y también al observar la mayor simpatía por los cuadros policiales que mos- traban sectores amplios de un proletariado conforme con sus posibilidades de consumo y molesto con los "nuevos" desviados. Es por ello que los "realistas de izquierda", conjuntamente cor_ la férrea opo- sición al "realismo de derecha" originariamente anglosajón, perfilarían una críti- ca al "idealismo de radical" de los años sesenta y setenta (en el que incluso podían incluirse ellos mismos que habían hecho trabajos sobre la creación y amplifica- ción de los delitos y miedos por parte tia policía, etc.), En realidad, tal crítica ya estaba en la Nueva Criminología, escrita por TAYLOR, WALTON y YOUNG en 1973. Estaba en la crítica que se hacía allí de la fenomenología y del enfoque del etique- 442 Capítulo IX Finales del siglo XX: la llamada criminología crítica 443

Transcript of Anitua_IX.5 El Realismo Criminológico de Izquierdas

la integración social sin graves afectaciones a derechos humanos. La principal atención de estos autores está puesta en la democracia y justicia "deliberativa". La penalidad, o mejor la consecuencia de un hecho violento, debería considerar los intereses de todos los involucrados en ese hecho originario junto a los diferentes que existan en la comunidad, y llegar a una solución públicamente aceptable. La función del derecho -principalmente "procesal"- es la de permitir la expresión de esas opiniones y también la de modificar, con aquéllas, los comportamientos fu-turos. La resocialización tomaría un carácter totalmente moral, y no coercitivo; comunitario, y no burocratizado; componedor, y no punitivo. Sería por todo ello el australiano BRAITHWAITE el representante teórico más elaborado de todo el mo-vimiento de justicia restaurativa, que también es una de las consecuencias de la prédica de los autores abolicionistas.

De tal manera, el abolicionismo, como movimiento, no se circunscribe, ni mucho menos, a los mencionados BIANCHI, HULSMAN, MATHIESEN y CHRISTIE, sino que engloba a muchos otros autores que a partir de ciertas ideas comunes hicie-ron aportes bastante diferentes. Hacia la década del ochenta aparecieron muchos seguidores, sobre todo en los países de origen de los autores nombrados, y parti-cularmente en Alemania. Allí se destacaron autores como Heinz STEINERT y Sebas-tian SCIIEERER, que realizaban una criminología en abierta disputa con un pensa-miento que decía regresar al "sentido común" de acuerdo a un discutible "realismo". Estos autores contestaban diciendo que el "delito" tiene poco de enti-dad real y que, sin embargo, sí hay realidades que pueden ocasionar dolor, pro-blemas, conflictos y riesgos. Pero reducir esas múltiples realidades a un nombre común, como delito, es negarlas bajo una concepción mitológica. El sistema pe-nal, en vez de solucionar esos problemas los amplía con otros nuevos. Habrá que dejar de ocultar los problemas bajo las etiquetas que el sistema penal proporcio-na y pensar en soluciones con la participación de todos los involucrados.

SCIIEERER plantaría cara también a muchos criminólogos críticos embande-rados con el realismo, o con la defensa de nuevos bienes -ecologistas, feministas, antirracistas, etc.-, o con la criminalización de poderosos, todos ellos propulsores de una nueva criminalización. Estos "empresarios morales atípicos" habían he-cho un salto extraño para quienes se suponían contestatarios a las formas socia-les y políticas, pues terminaban por reclamar intervenciones al derecho y al Esta-do brindándole oportunidad de legitimarse. SCHEERER hizo la mejor defensa del abolicionismo y de su heterogénea "debilidad". Según el autor alemán, el aboli-cionismo no constituye ni una teoría, ni un paradigma, ni una explicación genea-lógica del delito y del control. Se trata más bien de una toma de posición especí-fica sobre los problemas del control social que contiene fundamentos teóricos "negativos" desafiantes y estrategias políticas de transformación radical.

Los planteos abolicionistas brindarían a los criminólogos críticos una opor-tunidad de mantener cierta coherencia con los postulados de las décadas del se-senta y setenta. La misma firmeza dentro de la amplitud de un pensamiento an-ti-ortodoxo sería necesaria para combatir las críticas externas pero también las que liarían otros compañeros de viaje, la mayoría de los criminólogos críticos, y especialmente los que se denominarían "realistas" y recuperarían el discurso de la criminología sociológica, y los que se denominarían "garantistas" y recuperarían el discurso de la criminología jurídica.

IX. 5. El realismo criminológico de izquierdas y el reformismo social-demócrata anglosajón

El llamado "realismo de izquierda" fue el enfoque adoptado por algunos de los más destacados criminólogos críticos anglosajones. Sus presupuestos teóricos serían ineludiblemente marxistas, pero igualmente británicos. Con ello quiero destacar lo que ha sido la especial expresión del pensamiento socialista en Ingla-terra. El partido laborista, que hoy está en el poder con una extraña ideología de-finida como "tercera vía", dice inscribirse en esa tradición que está muy lejos de la seguida por partidos comunistas o social-demócratas de otros lugares. Antes de este partido, que adopta métodos de los sindicatos y los adapta heterodoxamente a la política, estaba también el antecedente de los "fabianos" -nombre que toma-ban del general romano FASTO, famoso por su paciencia y sangre fría- que creían que se podría alcanzar el socialismo libertario con métodos pacíficos, pragmáti-cos y convincentes, o sea muy británicamente. Uno de ellos, el brillante literato ir-landés George Bernard SHAW (1856-1950), señalaría que las dos tareas de los fa-bianos eran hacer fácil y natural al inglés común ser socialista, y suministrar un programa a un primer ministro convertido al socialismo como los liberales de principios del XIX hicieron con el ya citado Robert PEEL convertido al libre co-mercio. Para ello era necesario practicar la "infiltración" para que el gobierno hi-ciera políticas socialistas y la oposición denunciase los abusos de poder. Por ejem-plo, los famosos fundadores de esta corriente de pensamiento, BEATR10E (1858-1943) y Sidney WEBB (1859-1947) fueron autores en 1920 de una obra lla-mada Las prisiones inglesas bajo gobierno local para influir en la concreta política penitenciaria de entonces.

Todo ello hace pensar que, aun partiendo del movimiento deslegitimador de los años sesenta -que arrasaría también con algunos puntos de vista del laboris-mo entonces gobernante-, muchos de los criminólogos británicos girarían de tác-ticas y estrategias con los cambios producidos en la política criminal desde fines de los setentas V adoptarían actitudes más pragmáticas y que procurasen influir en las decisiones.

Ello sucedería al abordar problemas concretos de política criminal. Frente a determinados problemas sociales, estos criminólogos se veían compelidos a ofre-cer algunas respuestas a partir del ascenso al gobierno de los neoconservadores o "realistas de derecha". La preocupación por hacerles frente y por brindar alguna respuesta aumentaba al comprobar que con la crisis "de seguridad" en Holanda eran los criminólogos críticos la cabeza de turco señalada por los vecinos descon-tentos con el deterioro de los barrios por el problema de los adictos a drogas du-ras. Y también al observar la mayor simpatía por los cuadros policiales que mos-traban sectores amplios de un proletariado conforme con sus posibilidades de consumo y molesto con los "nuevos" desviados.

Es por ello que los "realistas de izquierda", conjuntamente cor_ la férrea opo-sición al "realismo de derecha" originariamente anglosajón, perfilarían una críti-ca al "idealismo de radical" de los años sesenta y setenta (en el que incluso podían incluirse ellos mismos que habían hecho trabajos sobre la creación y amplifica-ción de los delitos y miedos por parte tia policía, etc.), En realidad, tal crítica ya estaba en la Nueva Criminología, escrita por TAYLOR, WALTON y YOUNG en 1973. Estaba en la crítica que se hacía allí de la fenomenología y del enfoque del etique-

442 Capítulo IX Finales del siglo XX: la llamada criminología crítica 443

tamiento desde una perspectiva materialista, de acuerdo a los lineamientos de GOULDNER en "El sociólogo como partisano", tras el planteo hecho por HOWARD BECKER a la sociología institucionalizada en "¿De lado de quien estarnos?".

La propuesta, entonces, era la de aplicar el método materialista histórico al estudio de la cuestión criminal, analizando las funciones de reproducción del mo-do de producción capitalista, poniendo por tanto la cuestión criminal dentro del marco más general de luchas de clases. Ello sería muy provechoso en el campo de investigación histórica, pero seguía adoleciendo de un marcado acento teórico. Esta idea estaba en la criminología crítica, pero sería destacada luego por el rea-lismo de izquierda.

Por ello, los "nuevos criminólogos" marxistas harían una crítica de la misma sociología de la desviación, y hasta de las premisas por ellos mismos adoptadas a fines de los sesenta y principios de los setenta, especialmente por su incapacidad para vincular teoría y práctica. Se criticarían las críticas hechas al empirismo y a las "prácticas", que a partir de entonces serían defendidas. Todas las críticas al empirismo sin sentido" serían cuestionadas, incluso la que servía para unir los

planteas diferentes: la crítica al positivismo. La misma será atenuada, y ello per-mitirá recuperar muchas de las ideas criminológicas que se descartaban simple-mente por provenir de la "criminología oficial" o por haber estado formuladas an-tes de los años sesenta.

Tal actitud no es propia de los años ochenta, aunque suele mencionarse el li-bro de John LEA y Jock YOUNG, ¿Qué hacer con la kv y el orden? de 1986, como el referente más ciara del realismo de izquierda. Ya bastante tiempo antes, con la asunción del paradigma marxista, se asumiría que los cambios en la sociedad no pueden prescindir de una política criminal que favorezca a la clase trabajadora. Concretamente, de una política criminal que la defienda tanto de los abusos de los poderosos como de los delitos intra-clase.

Esta perspectiva alcanzó el punto de inflexión con las críticas formuladas en La nueva criminología pero sobre todo en 1975, al publicar el volumen colectivo llamado Criminología Crítica. En especial fue el artículo "Criminología de la clase obrera" de Jock YOUNG el que diera el punto de partida para un enfoque realista de izquierda. Allí YOUNG haría expreso el intento de desarrollo de una criminolo-gía que atendiera a los intereses securitarios de la clase obrera, a la que debe dár-sele un mayor poder para ejercer el poder, en detrimento de la coerción estatal y como elemento de conciencia de clase.

También en Estados Unidos, aparecen para entonces diversos artículos con este enfoque en la revista Crinze and Social Justice. Entre ellos, el artículo de Tony PLATT, en 1978, "El delito callejero, Una visión desde la izquierda", y el inicio de una serie de reflexiones coincidentes con las de YouNG sobre las posibilidades y necesidades de crear una política de control del delito de izquierdas sobre la ba-se de que el delito no va contra el sistema sino principalmente contra la clase tra-bajadora.

Sobre todo en los años ochenta, y corno una respuesta también a la manipu-lación punitiva que se hacía desde la derecha gobernante, aparecerían unos cuan-tos libros importantes: Ley y Orden: argunientos para el socialismo de 1981, de Ian TAYLOK ¿Qué hacer con la ley y el orden? de 1984, de John LEA y Jock YOUNG, y de los mismos autores más Richard KINSEY, Perdiendo la guerra contra el crimen de 1986. Roger MATTI-IEWS también participaría de esta corriente con el artículo de

1987, "Tomando en serio la criminología realista", y con el libro coeditado con Jock YOUNG en 1992, Repensando la criminología: el debate realista.

Brevemente, los realistas de izquierda estaban de acuerdo en que el delito es realmente un problema. El Estado no puede inventar ni imponer todas las defini-ciones, y tampoco los medios de comunicación. Por lo tanto, la comunicación so-cial popular crea unas bases, pero que no son "artificiales" sino que responden a una realidad. La mayoría de los delitos, tal como se presentan actualmente en el derecho penal, tienen algún tipo de consenso entre la mayoría de la población. Ello se debe a que el que delinque no es un luchador contra el sistema sino que probablemente lo que hace es victimizar aún más a los que sí podrían oponerse al sistema, y de esta forma suma mayor confusión puesto que además afecta espe-cialmente en el disfrute de determinados derechos a esos sectores más vulnera-bles. El delincuente no es, por tanto, "Robin HooD", como dirían en 1979 YOUNG y DOWNES, en sendos artículos críticos hacia la primera criminología crítica. El que delinque no plantea una nueva moralidad ni perjudica a los poderosos para darle a los débiles, sino que, por el contrario, se aprovecha de ellos y aumenta, fi-nalmente, las desigualdades del sistema y sus contradicciones.

Los delitos de los poderosos y los delitos de los desfavorecidos afectan a las clases trabajadoras. Es cierto que algunos autores de actos delictivos, precisamen-te los seleccionados como chivos expiatorios por el sistema penal, pertenecen a los sectores más débiles. Pero también lo es que las víctimas del delito provienen de sectores desfavorecidos. Por tanto, para la criminología marxista, es necesario recuperar la importancia de eliminar el delito, también utilizando las institucio-nes del sistema penal, particularmente la policía, que ya no es vista como un apa-rato represivo sino como un aliado creíble y demandado por esos sectores perju-dicados doblemente: por la ausencia de Estado y por el delito. Ello sobre todo es necesario para impedir la manipulación de la derecha criminológica que se ofre-ce como defensora de las víctimas y de la "ley y orden".

La empatía con las víctimas haría revisar algunos postulados previos, inclu-so de la criminología marxista. En esa recuperación de la víctima había habido una muy importante unión con el discurso feminista y la crítica de los delitos con-tra las mujeres, a lo que me referiré más adelante.

Aunque se seguía criticando el contexto económico y cultural, se abandona-ba la idea de que se podía tener cierta empatía con el delincuente. Éste no sólo no representa valores alternativos a la sociedad, sino que por el contrario exacerba lo peor de ésta, corno en el caso de los delitos violentos, de apropiación, sexistas, ra-cistas, etcétera.

Ello constituía una revalorización del marxismo como teoría crítica en refe-rencia a la cultura y la opinión pública. Se recuperaba una versión menos "sesen-tera" del marxismo en la que, entre otras cosas, se asumían los efectos disgrega-dores y desviadores del delito. Pero no sólo se recuperaba un marxismo previo, parecían, además, recuperarse muchos presupuestos de la criminología anterior, algunos del positivismo, y otros de las teorías subculturales, en especial el de la anomia de MERTON. También se recuperaban algunas de las ideas de sus diseípu-

lii los como Richard CLOWARD, quien en 197 había publicado junto a PIVEN, Regu-lando la pobreza, un libro que sería muy iportante para repensar las funciones de control de las instancias asistenciales y del empleo, cuya ausencia empezaba a verse como un real problema para el control social.

444 Capítulo IX

Finales del siglo XX: la llamada criminología crítica 445

Así, y como en el marxismo originario, la causa de la delincuencia sería el ca-pitalismo. En especial deberían estudiarse los problemas de la actual etapa del ca-pitalismo, en la cual el capital se emancipa del trabajo, lo que permite la caída del Estado de bienestar y, por tanto, la producción de una nueva marginalidad eco-nómica y política. Ello provocará un resurgimiento de la violencia colectiva -cu-yo aumento es considerado real-, que también va acompañada de una mayor pri-vación relativa. Ésta sería un concepto central para los realistas de izquierda. Los nuevos grupos marginales en la sociedad no están aislados de la sociedad que ofrece cosas inaccesibles. No obstante no es la mera marginalidad o la "privación absoluta" de bienes y derechos la que "causa" violencias, sino que distintos auto-res, corno YOUNG y LEA, recurrirían al mertoniano, y más complejo, concepto de la "privación relativa". Este concepto es definido "como el exceso de expectativas con respecto a las oportunidades que existen dé alcanzarlas". Hacia fines del siglo XX las expectativas y oportunidades se movían en direcciones opuestas pues las primeras se homogenizaban mientras las segundas se hacían cada vez más discri-minatorias.

Ello permitía volver a los viejos y queridos conceptos socialistas de la margi-nalidad económica o privación, a lo que introducían los aportes de las teorías de los años sesenta que estudiaban la subjetividad en la atribución de sentido. Ya no sería importante sólo la objetividad de la situación de privación, sino también la forma en que ésta es sentida y explicada por el agente como algo injusto.

Otra ventaja del concepto de privación relativa es que sirve para explicar to-dos los delitos de las sociedades opulentas, pues sitúa al delito en todas las capas sociales, alejándose de la idea recuperada por la derecha según la cual el delito es monopolio de las clases bajas. De este modo también se oponían los realistas de izquierda a la criminología de derecha, que se ocupaba en exclusiva del "delito ca-llejero". El realismo de izquierda podía ocuparse tanto de los delitos de la calle co-mo de los delitos de los poderosos.

La privación relativa fue gestora del resentimiento y por tanto de la violen-cia, pues en general los individuos experimentan un nivel de injusticia en la re-distribución de recursos y buscarán salvarse desde un punto de vista individua-lista. De esta manera, la economía y la política determinan las condiciones sociales que causan el delito. La preocupación de los realistas de izquierda sería la privación relativa aunada a la marginalidad económica y política, además de la naturaleza patriarcal y de clases de las sociedades industriales avanzadas. Lo que permite verificar que, otra vez, un pensamiento progresista parecía interesar-se por las causas.

De esta forma se recuperaba la denostada "etiología" practicada anterior-mente por la criminología tradicional mientras la misma era "casualmente" aban-donada por los neo-conservadores y actuarialistas. Lea y YOUNG daban las siguien-te razones para recuperar una etiología criminal: a) el estudio de las causas permite denunciar la injusticia de las estructuras sociales de las cuales el "delito" sería su expresión, mientras que concebir la "delincuencia" como producto exclu-sivo del control social o del derecho penal implicaría regresar a la idea de que el "delincuente" actúa libremente, lo cual serviría para eximir de responsabilidad al Estado sobre la pobreza en que vive la mayor parte de la población; b) el estudio de las causas permite elaborar una política social amplia para un control más jus-to y eficaz del "delito" considerado seriamente; c) el estudio de las causas de cier-

tas conductas permite excluirlas como conductas patológicas; y c) estudiar las causas de los delitos no excluye la posibilidad de estudiar las causas del porqué ciertos comportamientos son seleccionados como "delictivos" y otros no.

A pesar de ello, se distanciaban de la criminología positivista socialdemócra-ta al considerar a la privación absoluta, al determinismo total y a la causalidad mecanicista como conceptos erróneos para estudiar las causas del delito. La cri-sis etiológica puso de manifiesto la imposibilidad de demostrar que la privación absoluta (falta de empleo, de vivienda digna, de educación formal, etc.) conduzca automáticamente a la comisión de delitos. En cambio, estos autores señalaban a la privación relativa, en ciertas situaciones de marginalidad, como la principal "causa" del delito.

Harían por lo tanto una búsqueda "estructural" de causas, lo que se conside-raba la mejor forma de oponerse a las "nuevas" teorías causalistas que intentaban demostrar la inferioridad de "otro" corno causa esencial y constitutiva del hom-bre delincuente. Las causas no residen en la diferencia constitutiva de determina-dos individuos -por tanto criticaban los realistas de izquierda a las nuevas/viejas teorías que penalizan a los consumidores de drogas, a los inmigrantes, y a las cla-ses subalternas- sino en la misma estructura social y en sus propios valores im-puestos por el capitalismo.

El delito es, a la vez que consecuencia, causa de desorganización social y de división en la clase trabajadora a la hora de abordar políticas. Ello es el principal reto de los realistas de izquierda, y lo que les valdría las mayores críticas de par-te de sus compañeros de la criminología crítica. Parecía necesaria, para ellos, la intervención en el diseño de una política criminal, aunque no en cualquier políti-ca criminal sino en una que pusiera especial énfasis en "combatir el delito".

Frente a la crisis del Estado benefactor, los realistas de izquierda sugerirían cambiar de responsable: si para la derecha los "aprovechados" de la seguridad so-cial y de los "beneficios" estatales eran la causa, la izquierda debería señalar a los evasores impositivos y el paso de los costes productivos de las empresas al Esta-do o a la comunidad como evidente responsable.

Para ello se retomarían otras cuestiones de la criminología tradicional, ade-más de la denostada etiología y causalidad. Según los realistas críticos el positi-vismo dio la respuesta equivocada, pero la pregunta sobre las causas del delito es clave para la criminología, pues también involucra la posibilidad de plantear al-ternativas. De intentar solucionar los problemas que son vistos como "causas".

Por otro lado, las propuestas políticas aparecían como más necesarias que nunca pues, para los realistas de izquierda, la ausencia de un discurso de izquier-da sobre el delito y sobre cómo controlarlo dejaba el camino libre a la prolifera-ción de los discursos de "ley y orden" conservadores, y al triunfo de una crimino-logía "realista de derecha", abiertamente represiva.

En particular, los autores citados pondrían atención en la policía. Si la crimi-nología crítica hasta entonces había centrado su atención en la prisión, desde ahora se pondría el arsenal teórico para enfrentarse al problema del control poli-cial. Se advertía que sólo con la policía no se podría organizar un verdadero con-trol del delito y las violencias, sino qul la mayor protección contra el delito pasa-ba por "buenos empleos con futuro,arrios municipales que sean el orgullo de sus habitantes, instituciones que aumenten el sentido de cohesión y pertenencia, reducción en la distribución desigual de los ingresos" y en general las reales me-

446

Capítulo IX

Finales del siglo XX: la llamada criminología crítica 447

didas contra la marginalidad y la privación relativa. Sin embargo, no era estraté-gicamente posible hablar sólo de reformas sociales. Las reformas del sistema de justicia criminal eran fundamentales para plantear la lucha por la "ley y el orden". Por ello se ocuparían especialmente del estudio de estrategias policiales.

El peligro advertido era el de la'creación de cuerpos militarizados de policías que aumentaban la violencia total al actuar con mayores innovaciones tecnológi-cas y cubiertos de prejuicios racistas y clasistas. Frente a ello proponían la pro-fundización de controles democráticos y de tipo comunitario. Controles del deli-to, pero también controles de la policía que adoptasen esos rasgos. Para ello era preciso formar una policía que esté, de verdad, al servicio, bajo el control, y for-mando parte de la comunidad. Pero en todo caso, se asumía una potenciación de la institución policial "democrática", frente a las críticas e intentos de reducción que estaría sufriendo desde la derecha administrativa y el idealismo de izquierda.

La tarea de democratización de la policía sería compleja. No sólo era nece-sario dotar de mayor poder a la comunidad local, sino que también era necesa-rio hacer lo propio con las víctimas potenciales y reales. En ello sería fundamen-tal el acercamiento de los criminólogos críticos realistas a las demandas de las feministas.

Dotar de poder a la comunidad y a la víctima era una buena estrategia con-tra la dureza penal, que podía aumentar desde gobiernos centrales desapoderados y contra la profundización de la privatización y creación de un control como mer-cancía. Sobre todo, podía servir para demostrar, frente a la derecha, que "algo funciona" en materia de control.

LEA y YOUNG creían necesario observar qué es lo que funciona, y qué no, en el sistema de justicia criminal. A partir de ello, se podría diseñar una estrategia de intervención en el control del delito que tuviese . en cuenta todos los niveles: las causas del delito, el control social ejercido por la comunidad y por las institucio-nes y la situación de la víctima. Sí bien la prevención debe venir fundamentalmen-te de la aplicación de políticas sociales que reduzcan las desigualdades, señalaban que también es necesario diseñar políticas que reduzcan el impacto del delito a corto plazo.

Al relacionar correctamente el delito, el sistema de justicia criminal y la so-ciedad, debía hacerse una política que fuese realista, en oposición al idealismo de izquierda, y radical, en oposición a la criminología tradicional.

El emparejar los efectos de pensamientos tan distintos como los menciona-dos arriba era la estrategia de los realistas de izquierda en sus discusiones contra el abolicionismo: no hacer nada es hacerle el juego a la derecha. Por el contrario, proponían diseñar un programa de izquierdas sobre el control del delito, lo que en definitiva era re-legitimar el sistema penal. Para tal fin, se proponía como ne-cesario trabajar a nivel teórico, a nivel de investigaciones empíricas y a nivel de políticas concretas. En el nivel teórico se debe reformular políticamente el papel del Estado y de la ley penal. En el nivel académico hay que desarrollar trabajos empíricos que estén bien fundamentados, para romper la tendencia actual de un empiricismo a-teórico y de una teoría a-empírica. En términos de políticas prác-ticas, decía Y0UNG, se debe combatir el imposibilismo, pues ya es tiempo de com-petir en términos de políticas prácticas con la criminología de derecha. Hay que buscar soluciones al problema del delito partiendo de una política socialista, que tenga en cuenta la naturaleza política del delito y su vinculación estructural con el orden social.

Frente a las críticas del abolicionismo decían que no sólo debía hacerse una revisión de los conceptos sobre el delito común, sino también persistir en la de-nuncia y crítica de los delitos de los poderosos. El hecho de que ellos cometieran delitos -de cuello blanco- y de que se opusieran a la acción reguladora del Esta-do, hacía evidente que este último no estaba sólo al servicio de los poderosos. El terna era, también aquí, más complejo y la discutida re-legitimación del sistema penal se inscribía como objeto de la lucha cultural y política para definir qué es lo que debe perseguirse, como habían planteado los SCHWENDINGER con respecto a la protección de los derechos humanos. quizá sí era necesario criminalizar al-gunas conductas.

Con todo ello, aunque se teorizaba menos, había un expreso retorno no só-lo al marxismo y a la sociología funcionalista, sino también al iluminismo. La re-legitimación del Estado y de la pena, en una organización social democrática y al servicio del ser humano estaba en aquel viejo programa de la Ilustración. Fi-nalmente, también se tomaba de los pensadores de aquel tiempo una revaloriza-ción del racionalismo y del utilitarismo. Tal regreso a las ideas ilustradas tam-bién se producía desde otros marcos políticos y culturales en el minimalismo y garantismo.

Corno demostraron Ramiro SAGARDUY y Damián ZAITCII en un texto de prin-cipios de los años noventa, habría una mayor afinidad ideológica y práctica entre los sostenedores de este realismo de izquierdas y los teóricos del minimalismo o garantismo, que ahora describiré someramente. En estos últimos la adscripción a planteos jurídicos pesa más que los sociológicos de los realistas de izquierda. En realidad, pareciera ser que aquellos criminólogos críticos que desempeñan fun-ciones políticas de tipo judicial se adscriben al minimalismo, mientras que los que desempeñan funciones políticas en las administraciones locales o nacionales se adscriben a las posiciones de los "realistas de izquierda". Aquí he ejemplificado con el pensamiento de autores anglosajones, pero también los criminólogos críti-cos de otras áreas, corno Massimo ..PAVARINI, Lola ANIYAR y Philipe ROBERT entre otros, realizarían planteos similares al presentar proyectos que atendieran a la lla-mada "inseguridad ciudadana" y al proponer claves de prevención con la organi-zación de un modelo policial democrático. Sobre esta cuestión harían valiosos aportes, con hincapié en lo social, Robert CASTEL V Alessandro BARATTA, quien, sin embargo, redefinía la "seguridad" de acuerdo a los valores filosóficos y jurídicos con los que daba inicio al movimiento llamado "minimalismo". De tal modo, in-tentaba insertar ese discurso en la clave democrática de los derechos humanos.

IX. 6. El reduccionismo, minirnalismo o garantismo penal. Los derechos humanos como sustento de todo sistema penal

Si algo se le reprochaba desde la criminología crítica a algunos de los culto-res de las posiciones "minimalistas" o "garantistas" era el abandono de la sociolo-gía. Es cierto que estas versiones de derecho penal mínimo o de garantías serán más jurídicas, pero no por ello menos políticas, que las de los primeros criminó-logos críticos. Ello no es casual sino q ; en el marco de tinas graves y profundas vulneraciones a derechos de las persdnas, muchos individuos críticos se acerca-rían por igual a los postulados de la criminología crítica y a los del derecho penal liberal que servía como freno a tales abusos. Es por ello que, dentro de una estra-

448 Capítulo IX Finales del siglo XX: la llamada criminología crítica 449