ArKeopatías [Compendio Uno]

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ArKeopatías COMPENDIO 1 Recopilación de artículos del extinto sistema de boletines “Arquitectura Prehispánica en dosis controladas” [Números 01 al 10]

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Compendio 1 de los Boletines de Arquitectura Prehispánica que se estuvieron enviando a los miembros del grupo “endosis” desde abril de 2004 hasta su desaparición en el 2009. Los textos fueron recopilados de diversas fuentes, ya sean en la red o directamente de las versiones escritas que fueron transcritas fielmente para facilitar su lectura.

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ArKeopatías    

COMPENDIO 1 Recopilación de artículos del extinto sistema de boletines “Arquitectura Prehispánica en dosis controladas”  

[Números 01 al 10] 

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ÍNDICE Boletín 01 (abril 2004) 1. La falsedad del falso arco maya Alejandro Villalobos Boletín 02 1. Río Bec. Arquitectura de una entidad política Ricardo Bueno 2. Xochicalco. La Serpiente Emplumada y Quetzalcóatl Silvia Garza y Beatriz Palavicini Boletín 03 1. Arquitecturas Río Bec y Chenes George Andrews 2. Ciudades Precolombinas y Acrópolis Artificiales Paul Gendrop y Alejandro Villalobos Boletín 04 1. Calquetzanime. Los que construyen casas Alejandro Villalobos 2. El colapso y el nuevo orden político de las tierras bajas mayas Enrique Nalda Boletín 05 1. La arquitectura de las ciudades mayas del área Puuc, Yucatán Cristina Vidal y Gaspar Muñoz 2. La Arquitectura Neoprehispánica. Manifestación de identidad nacional y americana 1871/1921 Rodrigo Gutiérrez

Boletín 06 1. Cantona Roberto Magdaleno Boletín 07 1. Las Pinturas Mayas de Bonampak Sophia Pincemin Boletín 08 1. Santa Rosa Xtampak. Inicio de su restauración arquitectónica Renée Lorelei Boletín 09 1. La restauración de monumentos arqueológicos. El caso del adivino de Uxmal Alejandro Villalobos y Noemí Castillo Boletín 10 1. Arquitectura Virtual Geneviéve Lucet 2. Calakmul: Patrimonio Cultural de la Humanidad Kai Delvendahl 3. La venta. Una gran ciudad olmeca Rebecca González 4. Trazo Urbano Mesoamericano. Materialización ideológica y objeto de restauración Alejandro Villalobos

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Boletín No. 01 Abril 2004

La falsedad del falso arco maya Alejandro Villalobos

Reconocido especialista en arquitectura mesoamericana, el Dr. Alejandro Villalobos reflexiona en torno al arco falso maya, elemento fundamental en la arquitectura del sureste mesoamericano, y cuestiona severamente el calificativo con el que se conoce. Falso es todo aquello carente de verdad; en arquitectura utilizamos el término falso para calificar objetos cuya temporalidad de uso les impide formar parte integral de una estructura permanente; así, falso es el molde de madera o cimbra que se utiliza para fundir o colar un volumen de concreto o bien colocar piezas prefabricadas de una cubierta, llamamos falso también a un complejo sistema de andamiaje utilizado en un proceso de edificación o restauración. Obra falsa en arquitectura, se refiere al conjunto de objetos reversibles utilizados como medio para obtener un resultado de mayor duración o permanencia. Los glosarios y diccionarios de arquitectura y edificación están plagados de adjetivos donde la falsedad ocupa un papel fundamental; de hecho, muchas obras arquitectónicas del catálogo universal no serían explicables en ausencia de toda esa falsedad que condujo, ignominiosamente, a contribuir en la materialización de su existencia o garantizar permanencia. La falsedad es adjetiva, ocasionalmente limita la posibilidad de llamar a las cosas por su nombre; de la

misma manera, nuestra herencia occidental suele llevarnos por senderos donde algunas cosas se conocen por lo que no son, se privilegia el principio de nulidad adjudicado a todo aquello que es distinto a lo conocido, y la sutil frontera entre los sustantivos y los adjetivos, aún hoy, ocupa un espacio importante en el recurrente y muy eurocéntrico discurso de anulación aplicado a todo aquello que le resulte ilegible o ignorado; la relación entre europeos del siglo XVI y los habitantes del mundo mesoamericano constituye un claro ejemplo, que lo mismo puede abordar descripciones sublimes o bien el señalamiento severo de abominaciones cotidianas en la vida de los pueblos indígenas del México Antiguo.1 En este mismo sentido, la asociación de falsedad e ignorancia ha ocupado y sigue ocupando un sitio importante en nuestro país, acentuada por el reciente descubrimiento de las “inconstitucionalidades” en muchas de las formas de vida indígenas contemporáneas.2 Si la falsedad es entonces el conjunto de atribuciones propias de los que no es cierto, no debiera preocupar a las personas y menos aún ocupar a los arquitectos; no 1 Bastaría revisar las descripciones de México-Tenochtitlan contenidas por las Cartas de Relación. Hernán Cortés, (Porrúa;1976:62-68) y particularmente la segunda de ellas, donde el conquistador lo mismo refiere un cúmulo tanto de maravillas como de inimaginables idolatrías. Bernal Díaz del Castillo, El conquistador Anónimo y otras fuentes presenciales dan cuenta objetiva de ello. 2 Los conflictos en Chiapas, Guerrero y la Huasteca, más allá del componente político dominante en las notas periodísticas cotidianas, bien podrían atenuarse si se contara con elementos próximos al conocimiento sobre las ancestrales estructuras sociales que norman las relaciones entre los miembros de una comunidad indígena. Se sugiere la revisión del texto: El Derecho Internacional Humanitario y el Orden Jurídico Maya: Una perspectiva histórico cultural, Claudia Dary F. Guatemala: FLACSO, 1997, pueden contribuir a reconocer elementos ocasionalmente ilegibles en los discursos de esos sectores de la población.

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obstante su importancia, adquiere relieves sorprendentes cuando afrontamos la realidad de sus costos y sufragamos la certeza de sus gastos. Afortunadamente es otro género de la aparente ausencia de la verdad la que nos ocupará a lo largo de estas líneas. Algunas notas sobre arquitectura y urbanismo mesoamericanos El mundo maya está contenido por un espacio geográfico-cultural cuya diversidad y complejidad bien puede equipararse al resto de la Mesoamérica Prehispánica. Con destinos divergentes, pero ingredientes ancestrales comunes a aquellos eminentemente mesoamericanos, la arquitectura y urbanística mayas conforman uno de los grandes complejos de sistemas de indicadores culturales materiales de escala colectiva con que cuenta la humanidad, indiscutiblemente asociado a uno de los episodios fundamentales de la historia de las civilizaciones; y su conocimiento ocupa a un número considerable, y siempre creciente, de investigadores de las disciplinas antropológicas contemporáneas. Así, al hablar del urbanismo y arquitectura producidos dentro del universo cultural de los mayas antiguos, nos encontramos ante obras que lo mismo despiertan una suerte de intuitiva fascinación que, en virtud quizá del desconocimiento de sus orígenes y procesos productivos, nos lleva insensiblemente a una limitada degustación de los resultados materiales de emplazamientos, edificios y geometrías; en privilegio de esta óptica común, los libros de gran formato consumidos por un público general han posicionado a los arquitectos mayas a la par de los contemporáneos. Por otra parte,

los misterios que asisten al mundo maya nos enfrentan a una suerte de impotencia como la producida por un rompecabezas cuyos componentes están frente a nosotros en espera de alcanzar un discurso, y con frecuencia ilegible conforme avanzamos en el conocimiento, siempre distinto al caótico y angustioso montón de piezas inconexas que marcan el punto de partida. Frente a estas dos visiones, hoy es posible abordar el estudio de la arquitectura y urbanismo mayas desde una óptica holística con pretensiones enciclopédicas donde siempre “algo” quedará fuera; o bien reconocer las especificidades de un vasto acervo cultural cuyo estudio contribuya a remontar las inconsistencias sobre temáticas genéricas, identificando así elementos útiles para la reflexión objetiva y la eventual construcción de plataformas de trabajo interdisciplinario. Acá no se trata de “saber más de menos…” sino de la estricta identificación de universos y sistemas de indicadores culturales cuya escala y dimensiones nos permita operar con rangos de actuación confiable.3 Sin lugar a dudas, muchos elementos conforman el conjunto de atribuciones que hacen de la arquitectura maya un seductor polo de atracción para muchos arquitectos contemporáneos y un significativo número de estudiantes. Esta arquitectura resulta fascinante para el estudioso, aún cuando existen ejemplares procedentes de otras civilizaciones que bien podrían competir en interés con aquella producida en el sureste mexicano. La 3 “…mayores posibilidades de objetividad encontraremos en la proporcionalmente directa especificidad del objeto de estudio…” (Villalobos; 1987: 144/Tesis de maestría, DEPFA, UNAM, 1987).

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maya es la arquitectura cuyos componentes más se aproximan a los cánones de geometría y diseño legibles a la formación arquitectónica occidental, y probablemente de ahí surja mucho del atractivo que ejerce en nuestros colegas arquitectos, comparada con otros ejemplares del acervo cultural mesoamericano; no obstante, esta consideración, denota percepciones que giran en torno a meras afinidades y cuyas posibilidades de objetividad se alejan de una explicación concreta de sus orígenes , evolución y desarrollo y, naturalmente, nos envuelve en el debate de misterios tales como su vertiginosa y presunta desaparición. La comprensión del fenómeno cultural que significa la evolución del pueblo maya es un hecho inconcluso; hoy, en pleno siglo XXI, “lo maya” constituye un profundo desafío para el mexicano contemporáneo, pues en presencia de tantas ópticas sobre un mismo tema, se genera la posibilidad de construir espacios de debate multi e interdisciplinarios que contribuyan a superar visiones que por décadas han permanecido inamovibles. Revisando viejas notas y releyendo a los colegas ocupados en esta materia específica, renace la idea de exponer algunas reflexiones en torno a una inacabada discusión sobre un componente omnipresente en la arquitectura de los mayas antiguos: la bóveda. En torno a la arquitectura podemos distinguir dos grandes tendencias en el estudio de los antiguos mayas: una que se ocupa del registro sistemático de sus expresiones materiales tanto de escala colectiva como individual, en ella la arqueología juega un papel de trascendental importancia; en este mismo campo,

resultan de alto elogio los trabajos realizados recientemente por una nueva generación de historiadores del arte. La segunda intenta explicar los procesos por los cuales estas expresiones materiales existen y merecen ser preservadas.4 En este número de Bitácora pretendemos llevar a nuestro lector llevar a nuestro lector por el camino de consideraciones en torno a uno de los componentes arquitectónicos que definen y diferencian a la arquitectura maya de otras del universo mesoamericano, y sobre su muy característica forma de solución en los sistemas de cubiertas, indicador concreto de la evolución cultural de estos pueblos. Con este propósito es necesario remitirnos a las condiciones del contexto y entorno donde se desarrolla esta arquitectura, cuyos vínculos se estrechan a partir del uso de los elementos provistos por el medio, en el caso de la arquitectura nos referimos primeramente a los materiales de construcción; de hecho, pocas civilizaciones del mundo antiguo pueden definirse tan claramente por la utilización casi exclusiva de un tipo de material pétreo como la maya. La piedra caliza (“sahcab”) acompaña a los mayas al grado que podríamos proponer una forma de aproximación a estos desde la óptica de las distintas formas de utilización de este singular material de construcción. Naturalmente, la extracción, transporte y manufactura de las rocas calizas ocupó a un número significativo de miembros de la extinta sociedad maya y debió, igualmente constituir un componente fundamental en los sistemas económicos de estos pueblos.5 4 Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, DEPFA, UNAM. Números 1, 5, 6, 10, 11, 12, 14. 5 La piedra caliza y las dolomitas son rocas sedimentarias carbonatadas resultado de la combinación de carbonato se calcio (calcitas) y carbonato cálcico-magnésico;

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Por sus características de color, peso específico, resistencia y maniobrabilidad, entre otras no menos importantes, la piedra caliza imprime un particular sello a todas las civilizaciones que la utilizaron; de hecho, este material acompaña muchos de los momentos decisivos en la arquitectura de tradición grecolatina y mediterránea, así como a un número considerable de ejemplares de a arquitectura del renacimiento italiano. Es el momento de proponer visiones alternas sobre las arquitecturas del México antiguo a través de la utilización que se hace de los materiales de construcción, por ejemplo: la tectónica de Cuicuilco y Teotihuacan sólo son explicables en términos del adecuado uso que de los basaltos, tezontles y tepetates hicieran estos grupos del centro de México; por su parte, los zapotecas y totonacas del clásico mesoamericano adquieren una posición trascendental al privilegiar la aplicación de rocas sedimentarias en sus edificaciones. En ambas los resultados arquitectónicos son estimulados por las condiciones específicas del contexto, sísmico para los primeros y de altos niveles de precipitación para los segundos. Cuando el discurso arquitectónico de una estructura como la pirámide de los nichos del Tajín, resuelta en areniscas, pretende ser evocada o reproducida aplicando una variante material, en este caso, roca caliza, los resultados se alejan del modelo original al grado de constituir un auténtico reto en los sistemas necesarios para su explotación y preservación.

algunas de sus características importantes en rango admisible (medidas en seco) son: densidad 2.3 a 2.8; peso específico (labrada): 2.4 ton/m3; (en bruto): 2.6 ton/m3; resistencia a la compresión: 563 kg/cm2; resistencia a la tensión: 56 kg/cm2; resistencia a la flexión: 105 kg/cm2; módulo de elasticidad: 492 kg/cm2 (Barbará Z.; 1979:592 y Meléndez-Fuster; 1978).

En Mesoamérica, las arquitecturas de la caliza se encuentran a lo largo de un vasto territorio cuyos extremos, por mencionar algunos puntos geográficos, van de la región de Tamaulipas a la Cuenca del Balsas, o bien de las inmediaciones del Valle de Morelos hasta las Tierras Bajas Mayas. El sitio arqueológico de Xochicalco, Morelos, constituye uno de los ejemplos más sobresalientes en la aplicación de tecnologías constructivas donde calizas y basaltos se combinan para la obtención de resultados arquitectónicos únicos en Mesoamérica. Las falsedades del falso arco maya El arco nace en Mesopotamia6 y constituye una enorme contribución de los ancestrales sistemas constructivos orientales a la herencia arquitectónica del mundo; sus materiales constitutivos son prefabricados, adobes de tierra cruda con agregados silíceos o de materiales orgánicos, cuya forma geométrica enlazada con morteros del mismo material, permiten la liberación de claros y vanos entre superficies y lienzos de muros cuya natural construcción sigue el discurso de sus materiales esenciales: la arcilla y el barro. El arco es una sección de círculo cuya trayectoria específica se encuentra invariablemente referida al centro del elemento geométrico al que pertenece; el centro del círculo es, pues, el punto de dominante en el trazo, y normalmente equidistante de sus ejes de apoyo, cuando se trata de un arco natural o de medio punto. Su

6 Choisy;1978; Fletcher;1970; Rostov;1996; Norberg-Schulz;1979; Schoenauer; 1980; entre otras obras de Historia de la Arquitectura Occidental.

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traslación genera bóvedas (también llamadas de medio cañón) y su rotación produce cascarones o cúpulas. Sobre los arcos existe un sinnúmero de variantes, textos enteros y láminas completas de documentos que han inundado el proceso formativo de los arquitectos a lo largo de más de tres siglos que tienen de existencia los centros de enseñanza de la arquitectura en el mundo. Las formas por las cuales los arcos –en todas sus versiones-, las bóvedas, cascarones y cúpulas del occidente se incorporan al dulce juego de las intersecciones geométricas y sus procesos constructivos, están contenidas en las incontables páginas de los tratados de arquitectura donde se describe la aventura de la humanidad por la captura del espacio habitable.7 La sencillez, congruencia y continuidad entre el trazo geométrico de un arco o segmento de bóveda y su edificación sobre un plano le otorgan un alto nivel de popularidad entre grupos humanos donde los materiales permiten una obtención eficiente de los componentes del arco o dovelas. El arco, sea de adobe, tabique o piedra, constructivamente exige un cuidadoso proceso de edificación que requiere, a su vez, de la aplicación de apoyos reversibles que denominamos genéricamente “cimbras” o estructuras falsas”. Finalmente, el trabajo estructural de un arco está definido por tres factores sustanciales: la continuidad de sus componentes, la posición de su centroide de gravedad y la acción de desplazamiento horizontal a que se somete en los puntos donde el arco deja de serlo, es decir en la intersección con el coronamiento de los muros o apoyos 7 Chanfón; 1994; Wiebenson; 1988

que lo sustentan. Las bóvedas consecuentemente, multiplican en toda su longitud los factores descritos con anterioridad. Los sistemas de cubiertas presentes en la arquitectura monumental de los antiguos mayas no están sometidos a estos factores; de hecho, la estabilidad del sistema está garantizada en términos de la discontinuidad de sus segmentos; la presencia de dos centroides de gravedad y el desplazamiento horizontal de su intersección con el plano vertical de sus apoyos induce un abatimiento entre ambos, al grado que en caso de colapso, se compromete tan solo un segmento y no la totalidad de la cubierta, como tampoco la de sus elementos sustentantes.8 De esta manera, el recurrente término “falso arco” es un calificativo de herencia occidental erróneamente aplicado a los sistemas de cubiertas en la arquitectura maya monumental, no sólo por los aspectos hasta ahora referidos, sino incluso por la génesis sustancialmente distinta que tienen las arquitecturas europea y mesoamericana. Existe un término en inglés que describe más objetivamente las condiciones específicas de sistemas de cubiertas similares, el denominado “corbelled arch”9 (“arco cornisado” o “arco en saledizo”) se aplica en el análisis de estructuras históricas como el Panteón de Agripa o la Villa Adriana en Italia, pero también ocupa un sitio muy importante en el estudio del comportamiento estructural de los arcos botareles o

8 Villalobos; 1987 (Tesis de maestría, DEPFA, UNAM). 9 Thesaurus; 1999, Británica, 2001

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arbotantes de la arquitectura gótica centroeuropea y británica de los siglos XI al XIII. Cuando lo incierto es probable, lo falso es nulo; de tal forma que no es incierto, sino totalmente falso que los mayas edificaran arcos; no obstante, es posible llamar a los sistemas de cubiertas mayas como sistemas bóvedas, en virtud de la tarea que desempeñan como abrigo de su contenido y de la intermediación que entablan entre ese contenido invariablemente humano y su entorno. Los sistemas de bóvedas mayas tienen tantas variantes como posibilidades fueron descubiertas en la nobleza de la roca caliza. La riqueza, variedad e interminable diversidad geométrica de las secciones transversales de los sistemas de bóvedas mayas están igualmente descritos y analizados en trabajos sistemáticos de reciente edición que no palidecen frente a cualquier tratado de arquitectura occidental.10 Con base en un régimen de esfuerzos a compresión y en el contexto propio de su particular sistema constructivo, resulta paradójico que una bóveda maya no requiera idealmente de estructuras falsas o cimbras para su edificación, como el caso de aquellas de medio cañón o cañón corrido; la bóveda maya se logra a través de la sincronización de hiladas de piezas prefabricadas que, desde el coronamiento o plano superior del muro sustentante, progresivamente se deslizan sobre sus antecesoras, remontando el plano vertical de estás hasta alcanzar una altura donde sólo resta colocar una pieza

10 Muy oportuno resulta proponer la revisión de las siguientes publicaciones de George F. Andrews, Ed. Labyrinthos. Florida. USA. Igualmente, los trabajos de Hasso Hohmann sobre Copán y Becán, y las propuestas de Stanley Loten contenidas en los números citados de la serie Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, DEPFA, UNAM

compartida en su apoyo por las dos últimas hiladas de cada segmento, que denominamos “losa tapa”; ésta cierra la bóveda en toda su longitud. Durante el proceso ascensional de los segmentos de bóveda, los mayas colocaban en el interior del núcleo de argamasa y material irregular una serie de elementos de madera a manera de refuerzos sobre los dinteles que libraban los vanos tanto de los accesos como de las circulaciones entre cámaras o crujías, donde estaba previsto un régimen de esfuerzos a flexo-compresión y bajo el cual la piedra es fácil victima de fractura y consecuente colapso. Muy sugerente resulta observar que el dintel que libra el vano de la puerta cuenta con una proporción considerable de material orgánico afín a su desempeño estructural de absorción de esfuerzos de flexión por su condición de lecho bajo, y que los refuerzos superiores reducen esta proporción por su condición de lecho alto y baja solicitación de flexiones, como si se tratara de una interpretación en mampostería de nuestras cotidianas formas de resolver un armado de acero e elementos portantes o trabes de concreto u hormigón reforzado. No existe una constante definida de proporción entre el plano libre o saledizo de una pieza y su dimensión total; nuestra experiencia indica que nunca es mayor a un tercio de esta longitud en el caso de piezas cuyo labrado es esencialmente un desbastado y elemental careo del material; en todos los casos, el mortero utilizado en la fabricación de las hiladas juega un papel decisivo tanto a lo largo del proceso constructivo como en su posterior permanencia. No existe tampoco una relación proporcional invariante entre la base y la altura de una bóveda, condicionada más bien por las características particulares del sistema constructivo. Las posibilidades

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de liberación de claros de gran dimensión son sumamente limitadas; la bóveda cuyo intradós registra el claro de mayor dimensión en el mundo maya es la que cubre la cripta del templo de las inscripciones en Palenque, Chiapas, con una longitud de 3.75 metros entre sus respectivos paramentos y una altura máxima de 6.80 metros sobre el nivel medio del desplante del sarcófago a la losa tapa. Los más famosos sistemas de cubiertas del mundo maya son aquellos edificados en las tierras bajas centrales y del norte, particularmente en sitios donde las piezas componentes de cada hilada merecieron una inversión de trabajo y tiempo mayores de labrado que el solo desbastado de un bloque de caliza, como en el caso de sus vecinas del Usumacinta o la llanura costera del Golfo de México. En el “argot” arqueológico de campo entre las regiones Río Bec, Chenes, Puuc, y Norte de Yucatán, a las piezas componentes de hiladas de caliza utilizadas en bóvedas mayas se les conoce cariñosamente como “botitas” y suelen encontrarse con mucha frecuencia a flor de tierra, por su puesto asociadas a contextos arquitectónicos de colapsos o derrumbes. Las características constructivas de la caliza fueron reproducidas artificialmente a través de la producción de ladrillo de barro cocido entre los siglos VI y VII, por ejemplo en Comalcalco, Tabasco. Existe una proporción inversa entre la inversión de trabajo necesario para obtener las piezas componentes de la bóveda y la cantidad de mortero requerida para su estabilidad; las bóvedas que unen las crujías norte y sur con el cuerpo central del Palacio del Gobernador en Uxmal, son muestra fehaciente de ello.

Se ha hablado de sistemas de cubiertas y bóvedas como sinónimos cuando, en realidad, no lo son; sin embargo, lo hemos referido de esta manera debido a que sólo en ejemplos muy escasos las crujías de los edificios mayas cubiertos por bóvedas aparecen en número menor a dos; normalmente encontraremos estructuras con crujías longitudinales paralelas en que los segmentos de bóveda y sus muros exteriores tienen un régimen de carga que puede ser igual a una tercera parte de aquel a que son sometidos los segmentos y muros centrales, y hasta de una cuarta parte cuando sobre el eje del muro central es colocada una crestería o remate del edificio. La solicitación de esfuerzos a que son sometidos los segmentos de bóveda y muros exteriores (frontal y posterior) incluyen brazos de palanca o momentos que comprometen la estabilidad del sistema con mayor frecuencia que en el caso de los segmentos y muro centrales; esto se debe a que la eventual presencia de cresterías en el eje central ratifica la vocación de ejercicio estructural de carga “normal” o vertical en este muro, sin solicitaciones que pongan en riesgo su estabilidad en la misma escala que en el caso de sus paralelos. En virtud del trabajo estructural independiente de los segmentos del sistema, es posible que los muros exteriores colapsen mientras el central permanece con casi todos sus componentes; existen ejemplos donde la pérdida por colapso deja exento al muro central con sus respectivos segmentos de bóveda, lo que le confiere al resultado una muy sugerente geometría. Las fronteras del mundo maya no lo fueron para este sistema de cubiertas; la arquitectura monumental mesoamericana registra ejemplares donde la cobertura

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de un espacio interior fue resuelta con un procedimiento similar. En las regiones de los Valles de Morelos y el estado de Guerrero existen sitios con arquitectura monumental resuelta con bóvedas que aplican el sistema estructural cornisado o en saledizo, muy similar, en concepto y resultados, al descrito líneas atrás. Es muy probable que los mayas nada tuvieran que ver en el asunto, como tampoco tuvieron que ver en la edificación de los “riñones” de las cúpulas que centralizan el espacio de las “villas” de Paladio o del Partenón de Agripa en Roma. En todos los casos, es la piedra caliza, a través de sus condiciones específicas de trabajo y desempeño estructural, la que protagoniza y concreta estos ejemplares del acervo arquitectónico de la humanidad. No obstante, hemos de definir un lamentable suceso: no existen representaciones de bóvedas en los códices mayas conocidos o en vasijas alguna hasta ahora encontrada; quizá la obsesiva representación de hechos donde el ámbito celeste, terrestre y marítimo privilegia el eminente papel protagónico del espacio exterior nos revela la poca atención prestada a la cotidianidad, a los espacios interiores abovedados; las escenas labradas en estelas, altares y dinteles, muy dominantes en el clásico maya de las Tierras Bajas, en algunos casos podrían referirse a la descripción de hechos que pudieron tener lugar en espacios interiores donde la epigrafía, contenida por los denominados cartuchos glíficos, revela fechas, lugares, personas y linajes; su referente arquitectónico puede, igualmente, estar en discursos que acompañan a la pintura mural de los espacios interiores que sobreviven hasta nuestros días.

En suma, nos queda claro que el término “arco falso”, aun cuando no revela todo un concepto estructural, como sería deseable, seguirá siendo utilizado al referirnos al “Arco de Labná” o al que abre la ruta hacia Uxmal, en Kabah, Yucatán, porque, naturalmente, resulta menos complejo que denominarlos “sección de bóveda” de Labná o Kabah. Aquí nos hemos concretado a referir hechos; los adjetivos y los calificativos están en el terreno de la afinidad y preferencias individuales, acotados por una frontera que de ninguna manera se pretende vulnerar. Es preciso dejar establecido que los antiguos mayas siempre serán noticia, que su arquitectura y urbanismo serán igual y eternamente admirados por su condición de magistral satisfactor para quienes los concibieron y edificaron, por su particular forma de solución arquitectónica, constructiva y ornamental, continente del espacio abierto y comunitario, por el elogio que de su materia prima constitutiva hicieran sus sabios constructores. No obstante, sobre su génesis poco o nada se ha discutido hasta ahora; baste decir por el momento que la arquitectura monumental no sólo perpetúa la voluntad colectiva sincrónica de quienes la construyeron y, a la vez, se erige como parámetro de referencia para las generaciones de su futuro próximo. En un intento de visión diacrónica, la arquitectura monumental de los antiguos mayas es la petrificación de la ancestral y aún vigente casa maya. Lo que en la eterna arquitectura doméstica maya es perceptible como volumen envolvente, pudo eventualmente transformarse en el espacio contenido por las bóvedas, al grado, quizá, de no perder objetos cuya vocación de mobiliario poco o nada tienen que ver con la estabilidad estructural del

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sistema, por ejemplo los morillos de madera de sección circular que unen los segmentos de las bóvedas, sobre los cuales en más de una ocasión escuché consideraciones en torno a su probable papel de refuerzo estructural, insensiblemente vinculado con el que desempeñan en el contexto de una elemental armadura o platabanda en la arquitectura habitacional de materiales perecederos. Finalmente, la arquitectura monumental de los remotos mayas y las arquitecturas del México antiguo son fieles testimonios de una estrecha y armónica relación de la colectividad con su entorno; nada de los que nuestros sentidos sean capaces de percibir en estos ámbitos podría tener una atribución de falsedad. Claro está, podríamos hablar de ciertas impresiones o errores de interpretación en una determinada reconstrucción de cemento en algún sitio, sin duda resultado de cierta ligereza u omisión informativa del responsable; pero pocos objetos de escala comunitaria tienen un discurso tan conmovedor como esas arquitecturas que, como los dones, surgen de la tierra y nos son dados, sin pedirlo siquiera; de ahí su condición patrimonial, insustituible, inalienable, imprescriptible y, como todos los dones, irrenunciable.

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Boletín No. 02 Mayo 2004

Río Bec Arquitectura de una entidad política

Ricardo Bueno Cano (Excavaciones de 1991-1992)

Este escrito no tiene más ambiciones que el poner en juego algunas ideas, repasar lo que han dicho otros investigadores sobre ellas y relacionadas con las excavaciones recientes que se han llevado a cabo en la región. El tema central es la arquitectura del Río Bec, por lo que debería presentar numerosos planos y dibujos. Sin embargo, quiero disculparme por la falta del material gráfico, pues este se encuentra aun en proceso de elaboración, en el entendido de que la temporada de campo se terminará a mediados de septiembre. Los trabajos realizados en el Río Bec se han llevado a cabo por exploradores, aficionados y académicos solitarios; también por grandes equipos multidisciplinarios de investigadores respaldados por instituciones de gran peso en la investigación maya; y hay nombres de todos ellos. Para todos es claro que a partir de los últimos años del siglo VI d.C., en la región que actualmente se denomina Xpuhil, apareció un tipo de arquitectura cuyos elementos formales y simbólicos diferían del resto de sus

contemporáneos. Esta amanerada arquitectura extiende sus elementos por un vasto territorio que ocupa, hacia el sur, hasta las cercanías de Calakmul (Morales 1987); hacia el norte, probablemente mas allá de Uayamil (Harrison 1979); para los limites tentativos hacia el oriente, se podrían establecer el área de Kohunlich (Andrews 1987), y hacia el poniente, por el momento, hasta los inexplorados limites de Conhuás. Esta gigantesca extensión es cubierta por los rasgos que tradicionalmente se han definido como propios del Río Bec –o del Yucatán central, si se quiere usar ese termino para abarcar también a los Chenes-, pero no implica que tal extensión haya representado una unidad política en un tiempo determinado. Para su definición es necesaria la discriminación de algunos elementos: fachadas zoomorfas, esquinas redondeadas, disposiciones tripartitas, zócalos o molduras basales formados por tres elementos, grupos de tamborcillos de tres en los mismos, cascadas de mascarones, torres, columnas embebidas y en ángulo –e independientes- pilastras etc. De ellos solo quedarían dos elementos que bien podrían delimitar la entidad política del Río Bec: las torres típicas (incluyendo las “anomalías” de Becán 1, 3 y 8, así como el tardío ejemplo de tres torres de Xpuhil); y los panales asociados con los accesos de los edificios, ya sea en dameros, de cruces o del omnipresente personaje de perfil. Pero la delimitación de un área de interacción cultural no se refiere tan solo a la enumeración de rasgos que, todos juntos, delimitan superáreas culturales. En arquitectura, como lo dicen Carrasco y Boucher (1985), para la definición de un estilo arquitectónico hace

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falta primero el análisis de dos factores: fases constructivas y fases arquitectónicas, relacionadas con el análisis comparativo del resto de los materiales arqueológicos. Siendo así, el análisis del área denominada Río Bec, como hipotética entidad, se reduce hasta límites más comprensibles y humanos, para hablar en términos de control de elites (aun con un área gigantesca de aproximadamente 1000 km2). Hablar de un estilo arquitectónico del Yucatán central (Potter 1977) nos orilla a la concepción de espacios sociopolíticos que se basan en las formas de manifestaciones materiales, sin consideraciones de tiempo y espacios. Una gran parte de los estudios realizados en Río Bec no toma en cuenta las diferentes evoluciones que a través del tiempo ha sufrido un edificio; esto es, su asignación dentro de un estilo arquitectónico resulta de la suma de todos sus elementos visibles. Y más: está claro que si bien Chenes y Río Bec, las dos áreas plenamente identificadas por sus restos arquitectónicos, comparten muchos rasgos, el resto de los materiales arqueológicos parecerían indicar la disparidad entre ambas regiones. Según Antonio Benavides, Renée Lorelei Zapata y Lorena Williams, la contraparte Chenes del Río Bec presenta cronologías más tardías, y su topología cerámica es esencialmente diferente. Es ya conocido el posible origen de los elementos arquitectónicos. Gendrop (1983), Andrews y Gendrop (1991), Andrews (1989), y Matos (1991), entre otros han hablado sobre el tema. Queda claro que las portadas zoomorfas son la representación plástica del mundo subterráneo; al menos los elementos que las conforman individualmente parecen indicar eso: las torres como símbolos del poder “dinástico”, y la relación del poder

terrenal como una cesión del divino; ambos poderes reflejados en una concepción arquitectónica indisoluble. En este sentido, más que ningún otro elemento, la arquitectura monumental es claro reflejo del control de una elite sobre el resto de la población. La arquitectura de Río Bec es la manera de cómo la elite deseo ser vista; de cómo el poder divino, manipulado por ellos, se manifestó plástica y monumentalmente. A partir de un desarrollo que inicio en la segunda centuria antes de la era cristiana, ya hacia la segunda mitad del siglo VI d.C., Becán está constituido como el centro de poder más importante de la región. Si bien es posible pensar en la existencia de otras poblaciones, al parecer éstas no son más que agrupaciones rurales, aldeas agrícolas. De los sitios excavados, todos parecen evidenciar la presencia de poblaciones desde los años del Preclásico, pero sin arquitectura monumental. Hormiguero no presenta ninguna evidencia de arquitectura anterior a la fase Río Bec temprano (570-630 d.C.), aunque la cerámica muestra que había pobladores aun antes del Clásico Temprano, desde la fase Pakluum. El panorama parece ser semejante en Xpuhil y Río Bec-B; aunque en Chicanná sí hay evidencias de plazas pavimentadas desde los últimos años del Preclásico (Ball 1977; Potter 1977; Landa 1983; Bueno 1989; Carrasco com. Pers. 1991). Becán, sin embargo, presenta ya hacia la mitad de ese siglo varios edificios monumentales: las estructuras 2-sub y 4-sub, ambas de más de 10 m. de altura, y las posibles estructuras 1-sub y 3-sub, de materiales no perecederos. Todos estos edificios fueron construidos sobre una colina natural que más tarde sería la base de la llamada

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Acrópolis Oriental. También habría que hablar de la subestructura del edificio 10, en la que, gracias al derrumbe de una parte de su fachada poniente, se pueden observar las bóvedas intactas, rellenadas para soportar el edificio construido después del inicio del Clásico Tardío. El siglo VI se presentó en la cerámica de Becán una “petenización” tanto en los tipos utilitarios como en las vasijas finas. Las cerámicas relacionadas con el norte yucateco parecieron perder fuerza (Ball 1977). Posiblemente esta orientación de las tradiciones cerámicas locales hacia el sur indica la presencia de un control político y económico de un centro localizado hacia la parte meridional de la región. William Folan (1988) indicó que posiblemente hacia la segunda mitad del Clásico Temprano y desde finales del Preclásico, la región de Becán dependió políticamente de la entidad de Calakmul. Sin embargo, hacia las últimas décadas del siglo, la presencia “Peten” pareció declinar rápidamente, y al avanzar los siglos VII y VII, virtualmente desapareció; y se desarrolló en Becán una tradición cerámica local con el incremento en la presencia de tipos derivados de las tradiciones norteñas y orientales (Ball 1977). Estos acontecimientos están relacionados con la aparición del estilo arquitectónico del Río Bec. Si hablamos de evoluciones estilísticas (con la reserva de las palabras), en la región no existe ningún elemento que pudiera considerarse como el antecedente directo de la amanerada arquitectura. En todos los casos conocidos, las representaciones arquitectónicas están conformadas con todos los elementos característicos plenamente realizados. En alguna ocasión (1991) hablé de que las estructuras 2-sub y 5-sub de Hormiguero serían ejemplos

de arquitectura pre-Río Bec, ubicables en los inicios del mencionado siglo VI. Como tal, efectivamente lo son, pues estos edificios –la 5-sub con menos seguridad- son construcciones que no tienen ninguna relación con la postrer arquitectura. La primera es un edificio de dos cuartos que fue parcialmente desmantelada para colocarle encima a la magnífica y tardía estructura 2, que mas adelante tomará lugar en el presente escrito. En todo el Río Bec no se ha identificado, hasta ahora, un ejemplo de arquitectura que pueda considerarse como Proto-Río Bec. En Balamkú, a 50 kilómetros al poniente de Becán, se encuentra un edificio que tiene en su friso a varios personajes modelados en argamasa. Al menos dos de ellos son identificables con el omnipresente personaje que aparece en las fachadas del Río Bec. Se trata, tal vez, del primer ejemplo del llamado Monstruo de la Tierra de cuerpo entero, plasmado en una fachada (y en ningún momento, desde mi punto de vista, aparece un jaguar, razón del nombre del sitio). Su cronología parece ubicarse hacia los primeros años del Clásico Temprano, o a lo más a la mitad de ese periodo (A. Benavides com. pers. 1991; Florentino García com. pers. 1992). Sin embargo, y a pesar de las coincidencias arriba expresadas, la disposición de las esculturas no tiene ninguna relación con los aparecidas en el Río Bec. En términos generales, lo excepcional de Balamkú reside en su excelente estado de conservación. Hará falta, y los más pronto posible, la realización de excavaciones intensivas con el fin de conocer algo más que parte de una bonita fachada en el sitio. Hacia el oriente de Becán se encuentra Kohunlich, con un edificio –VII-sub- que George Andrews en 1987

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comparó magníficamente con la estructura 4 de Becán. Personalmente, y como mera intuición, me inclino a pensar que una de las opciones de Andrews acerca de la posible derivación de Becán-4 de la subestructura de Kohunlich es correcta. Aunque Andrews dice fácilmente... ...[mi inclinación, así como la de Gendrop) a favor de la tercera posibilidad, ya que es difícil creer que lo que se conoce como arquitectura Clásica Río Bec apareció primero en Kohunlich; parece más lógico pensar que la estructura VII-sub de Kohunlich fue edificada después de la IV de Becán, y no al contrario (Andrews 1987). Hay algunos elementos para pensar en la primera hipótesis de Andrews: la riobequeña estructura 4, que no la del Preclásico, presenta varias etapas constructivas que no son parte unas de otras de una concepción primaria. Posiblemente hacia los últimos años de la fase cerámica de Sabucán –los últimos del siglo VI-, fase Río Bec Temprano (570-630) se inició la construcción de un edificio que cubrió a la subestructura ahora conocida. El cese del flujo influencias cerámicas de El Petén parece indicar una reorganización de la elite local hacia nuevos elementos culturales. Y, de hecho, la nueva arquitectura propuso un cambio en varios de sus elementos formales habrían de diferenciarse fuertemente de los ya existentes y los que aparecieron en el Clásico Tardío. El edificio presentó, ya plenamente logrados, cuerpos completamente verticales con tres fajas –la central remetida- y con esquinas redondeadas; una escalinata practicable con el remate de una fachada zoomorfa, escalinatas simuladas con el mismo remate, y en la cuarta fachada –la norte-, posiblemente el mismo desarrollo que las dos anteriores, sin embargo perdida

por la adición de dos niveles de cuartos lograda hacia la fase Río Bec Exuberante-1 (630-670). Esto se puede observar sobre todo en la esquina noroeste del basamento, donde fueron agregados varios aposentos y se cegó la larga crujía del Río Bec Temprano. De esta primera fase constructiva del edificio (hacia 600), se pueden deducir mejor las semejanzas con la mencionada estructura de Kohunlich. Si tomamos los incompletos (y a veces contradictorios) estudios de Kohunlich disponibles (De Dávila 1981; Segovia 1981), pareciera ser que el sitio oriental tuvo una gran población hacia Sabucán, pero más tarde, al inicio de Bejuco o Río Bec Temprano, la población de Kohunlich decreció enormemente, para incrementarse de nuevo hacia Xcocom o Río Bec Terminal-1. Esto es, mientras que en el siglo VI había en Becán un decremento en las actividades monumentales y una baja en la población. Kohunlich parece tener un auge constructivo. Cuando, mas tarde, en Becán se orientan las tradiciones culturales desde lugares que no son El Petén, hay un decremento poblacional en Kohunlich que no se recupera de nuevo sino hasta ya bien entrado el siglo IX. Creo que no hay que descartar del todo el posible origen del estilo Río Bec fuera del área Río Bec. Habrá que esperar excavaciones controladas en Kohunlich y otros sitios vecinos –¿qué pasa en Dzibaché?, por ejemplo. Siguiendo el esquema propuesto por Gendrop (1987), entonces Río Bec Temprano marca el inicio en el centro yucateco de la tradición arquitectónica que no habría de terminar sino hasta ya bien entrado el siglo XI. Al

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parecer, el ejemplo más temprano de esta tradición es la fachada zoomorfa de Corriental. Río Bec Temprano marca definitivamente la preponderancia de Becán sobre el resto de los sitios de la región. Aun hoy, sin embargo, existen tendencias a asegurar que la cabecera regional bien pudo haber estado en Río Bec, al tomar ese gran conjunto de sitios dispersos como una sola unidad aglutinada. Si bien es cierta la cercanía de algunos de sus conjuntos, la relativa ausencia de exploraciones más allá de las llevadas a cabo en los edificios aún en pie hace incorrecta su lectura. El patrón observado parece ser el mismo que en el resto del área: de cada dos o tres kilómetros, hay por lo menos una plaza con edificios de mampostería. El caso excepcional de Río Bec de debe a la preservación de sus edificios de mampostería, por su relativa ausencia de yeso en el material de construcción y la aparente mayor dureza de sus piedras. Río Bec es, como dice Peter Schmidt, un error en la historiografía arqueológica. En la segunda fase arquitectónica, Río Bec Exuberante-1, se inicia la “eclosión” y la aparición repentina de los complejos de dos torres. Gendrop dice que las estructuras 1, 3, 4 y 8 de Becán sólo son muestras “atípicas del prototipo regional” correspondientes a la fase anterior. Posiblemente esto es correcto para la 4, pero el resto de los edificios son completamente típicos dentro de su ubicación cronológica. La estructura 3 de Becán es un edificio que fue excavado a finales de 1983 de manera parcial, y sus contextos complejos no fueron entendidos. En 1991 se excavó por completo el edificio y sus elementos arquitectónicos fueron analizados de una manera global. La atípica torre

de la 3 no son más que los restos de un típico edificio Río Bec Exuberante-1 de las torres. Los restos parecen indicar que fue un edificio semejante a la estructura 1 de Chicanná, y los materiales cerámicos asociados a la parte posterior de la torre se ubican, en su mayoría, hacia los últimos años de Sabucán y primeros de Bejuco. La torre norte fue desmantelada años más tarde para construir un edificio Río Bec Tardío (770-¿900?). La torre sur sirvió de remate a una escalinata ceremonial de Río Bec Terminal-1 (¿900?-1010) y se mantuvo con la parte central y eje de simetría de la mitad del sur del edificio. La estructura 1, aunque en menor grado parece haber sido producto de constantes reedificaciones y transformaciones. El gran macizo de albañilería que separa a las torres parece ocultar un edificio del Clásico Temprano. Las “aberrantes torres” no son más que las versiones tardías de las delicadas torres del Río Bec Exuberante-1 y 2. Su asignación dentro de 570-630 parece ser que se produjo a partir de la seriación de la relativa esquematización de sus mascarones en la fachada sur-primer nivel (primeros, en un esquema evolutivo) y por la presencia de paneles de cruces en su fachada oriente, elemento característico de Río Bec Temprano. Respecto de estos últimos, parece ser que las dos crujías que los portan no son más que los restos de un edificio primigenio que formó parte de la gran plataforma de la Acrópolis, como lo son los recientemente liberados cuartos del primer nivel de la estructura 4 y los correspondientes a la estructura 2. Para Río Bec Temprano, la plataforma de la Acrópolis se encontraba limitada –posiblemente en sus cuatro lados- por series de cuartos, con paneles de cruces en sus

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fachadas. De este edificio se hablará en su fase correspondiente. Río Bec exuberante-2 (670-770) indica la presencia plena de portadas zoomorfas integrales y parciales. Su ejemplo más característico es la estructura 2, y posiblemente la primera fase de la estructura 20, ambas de Chicanná. Hacía los últimos años de la fase (posiblemente después de 750), las concepciones arquitectónicas se muestran cada vez más complejas y rebuscadas, como la estructura 11 de Río Bec-F. Sin embargo, es en Río Bec Tardío (770-¿900?) cuando comienzan a llegar a la región nuevos elementos culturales. La pizarra Tancachal aparece sorpresivamente innovada, al parecer inspirada tanto tecnológica como estilísticamente en las vajillas pizarras del Puuc. Según Ball (1977), esta irrupción hacia los últimos años de Chintock representa un rompimiento con las tradiciones cerámicas locales, y la posible penetración de personas del norte. Y esto posiblemente originó una desestabilización momentánea de la sociedad local, que rápidamente se estabilizó al incorporar parte de las tradiciones culturales –arquitectónicas en este escrito- de los grupos recién llegados, sin perder las ya logradas desde el siglo VI. Es posible que el primer edificio que asimila las nuevas tradiciones sea el construido sobre una antigua estructura de Río Bec Temprano en Hormiguero. El edificio 2 del sitio es tal vez la estructura arquitectónica que reúne el mayor numero de elementos individuales que han caracterizado al estilo Río Bec, con excepción de los paneles de cruces o de dameros y los mascarones

en esquina, que habrían de aparecer casi al termino de la fase. Y la aparición por primera vez de columnas –tanto embebidas en los muros como aisladas- indica la introducción de nuevos elementos arquitectónicos. Si bien la fachada sur del edificio presenta una disposición hasta cierto tipo conservadora, la fachada norte muestra un nuevo tipo de edificios de dos torres. Sustituyendo al tradicional muro liso de la parte posterior de los edificios, en Hormiguero aparece una amplia columnata cuyas torres son la parte trasera de las mismas de la fachada contraria. Y al centro de ellas está una rampa que posiblemente tenia pintados los escalones, esto es, la simplificación a volúmenes de las escaleras simuladas tradicionales. Este tipo de edificios hizo que en Chicanná se realizarán adaptaciones en su estructura 2. Parte del basamento de la construcción fue desmontado para agregarle una rampa, modernizando así la “vieja” estructura de Río Bec Exuberante-2. Esta acción posiblemente provocó que el apoyo del muro posterior perdiera firmeza y ayudó a que, en un plazo relativamente corto de tiempo, se viniera a tierra (cf. Ball 1977 y Eaton 1972, acerca de la destrucción del edificio 2 poco después de haberse concluido su construcción). Para Río Bec Tardío (770-¿900?), la reestabilización del poder de la elite de Becán –después de la llegada de grupos norteños- se manifestó con la construcción de por lo menos dos edificaciones monumentales: las estructuras 1 y 8. La primera, como se menciono, parece haber sido construida sobre los fragmentos de un edificio de Río Bec Temprano y posiblemente coincida con el inicio de la cerámica Xcocom (en 830). Su monumentalidad (sobre todo la de aquella fachada que mira hacia el exterior del foso) hace pensar que en la

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élite reestabilizada procuró mostrar su poder de una manera definitiva, por medio de grandes volúmenes. El inventario arquitectónico que se suma a los antiguos elementos son: tacones de bóveda en corte biselado y la aparición de pilastras. Aquí habría que mencionar el informe que hace Ruppert del edificio. Él habla acerca de la presencia de dos columnas embebidas en las pilastras que limitan el cuarto central del nivel superior. Es posible que para cuando se realizó la consolidación del edificio estos datos hubieran desaparecido. Potter no lo menciona. Es posible también que Ruppert haya confundido sus notas de campo al realizar el informe final. O quizá la consolidación fue efectuada sin el registro efectivo de los elementos arquitectónicos, y los trabajos de albañilería se realizaron sin la supervisión necesaria. Con respecto a los tacones biselados –a la manera de los del Puuc-, éstos quedaron ahogados por la plataforma que se levanto para el acceso a los cuartos del nivel superior. La construcción de la estructura 8, recientemente excavada, posiblemente se ubica hacia la segunda mitad de la fase. El edificio superior presenta dos torres masivas cuya forma es más cercana a las típicas de la estructura 1. Su fachada poniente tiene en la primera crujía una columnata que es limitada por las torres. Las seis columnas son de mayores dimensiones que las de Hormiguero, y en el vano de las dos centrales hay una estela que, como todas las del sitio, es lisa. Las bóvedas están constituidas por tacones biselados estilo Puuc, pero, al menos en los cuartos 1, 2 y 3, no se extienden a todo lo largo de las crujías. A cada lado de los vanos de acceso, el muro corta la bóveda; lamentablemente no hay elementos para definir como era su término. Una

posibilidad es que en esos sectores la bóveda se iniciara por encima de los laterales –cambiando la inclinación mas allá de los 45 grados-; sin embargo, esto es difícil, pues habrían aparecido en el escombro lajas grandes y largas. La mejor posibilidad es que esos sectores tuvieran una techumbre plana, de la misma manera que la plataforma sur de la estructura 2 de Hormiguero (que cubre así a la subestructura reutilizada) y los posteriores edificios 1-a, 1-b y 3 de Becán. Probablemente en esta fase también fueron construidos los edificios columnados de Peor es Nada, Santa Rosaura-Pechal y Culucbalom, así como Zoh-Laguna y Channá. La introducción a la región de las cascadas de mascarones en esquina parece también corresponder a esta fase arquitectónica. Quizá es la última expresión de arquitectura con mascarones de ese tipo. Y la estructura 6 de Hormiguero es claro ejemplo de lo que una elite pueblerina –permítaseme llamarla así- hace con una tradición que se pierde ya en la cabecera regional. Río Bec Terminal-1 (¿900?-¿1010?) es el rompimiento de la manera de hacer arquitectura. Nunca más se construye con el viejo estilo, pero sí se conservan los patrones básicos de símbolos y signos. Los edificios ya construidos son modificaciones para adaptarlos a las nuevas condiciones. En la estructura 1 de Becán tan sólo se le agrega un pequeño talud en la base de los muros del nivel inferior. A la 4 se le añaden grades peldaños al inicio de la escalinata sur y se adosan plataformas a sus lados; al elevarse el nivel de la Plaza de la Acrópolis, se corrigen los desplantes de las escalinatas simuladas, pero también se realizan nuevas construcciones monumentales: en Becán se construye la mitad sur de la

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estructura 3, con los restos de la torre Río Bec Exuberante-1, y hacia el final de la fase se amplia el sector sur con la construcción de tres cuartos de mampostería con techumbres planas, a base de morillos. El juego de pelota, una antigua estructura del Río Bec Temprano, es sustituido por una ampliación total, pero sus cabeceras son construidas hasta la siguiente fase. Se trata de un edificio tipo patio-galería con características semejantes a la estructura 3B8 de Chichén Itzá, y del mismo tipo de los edificios de mercado (freídle 1981; Bueno 1987). Xpuhil I es un caso especial. La estructura 1 parece ser una construcción del Río Bec Tardío, ligeramente anterior a la estructura 2 de Hormiguero; pero el resto de los edificios del sitio son del siglo X –con la posible excepción del 6-. El caso más interesante es la estructura 3, donde el símbolo que representaba los edificios de dos torres se ha simplificado hasta extremos de sólo mostrar volúmenes. Las torres están realizadas por dos pares de cuartos unidos mediante un macizo de albañilería, semejante en forma al que une las dos torres del edificio 1 de Becán. De esta manera, el edificio es uno más de los conjuntos de dos torres. Las bóvedas son del “tipo biseladas” y solo presenta una plataforma en uno de sus cuartos, con un nicho limitado con tamborcillos. Al parecer la última etapa de construcción monumental en la región es Río Bec Terminal-2 (¿1010?-¿1200?). Si bien es cierto que el tamaño de los edificios construidos no es comparable a los de las fases anteriores, su número es grande. Posiblemente el desarrollo urbano que se encuentra en lo que actualmente es el pueblo de

Xpujil corresponde a esta época. Nunca más se construyen edificios abovedados. Es posible que las estructuras 3 y 4 de Chicanná correspondan a los inicios de esta fase, o aún de la última parte de la anterior. Para este momento, en Becán, el juego de pelota es cerrado con un muro perimetral y sólo se deja un acceso en el sector sur. Se construye también uno de los anexos del juego: la estructura 11-a, con un pórtico hacia el frente y el interior, rodeado por una plataforma continua. Sin embargo, hacia esta parte final del desarrollo arquitectónico del Río Bec, los contextos arqueológicos se tornan confusos y es difícil precisar el final del la fase. Hasta hace relativamente poco tiempo se consideraba que la actividad de las elites en Río Bec terminaba poco después de iniciado el siglo IX. La estructura 20 de Chicanná era considerada como la última construcción monumental y, después de eso, nada: Sólo campesinos errantes que sobrevivieron al desastre del final del Clásico. Tal vez las investigaciones en el área tuvieron un mounstro teórico que condicionó los estudios de los setentas. Ball (1977) se preguntaba sobre la incongruencia entre el registro cerámico y la ausencia de arquitectura durante Xcocom. Y ante la gran cantidad de cerámica de los siglos IX y X, se pensaba que las construcciones correspondientes serían las que ahora podemos ubicar en los finales del Río Bec Terminal-2. Y sólo así avanzamos en las investigaciones arqueológicas. Este escrito, entonces, sólo es una breve exposición de lo que hemos llegado a pensar sobre Río Bec. Aquí agradezco a Antonio Azcarate, Elizabeth Zaragoza, Ángeles Cantero, Adán Pacheco y Demetrio Ramírez, quienes, como ayudantes de campo, realizan

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una buena parte del trabajo sucio del proyecto arqueológico.

Xochicalco La serpiente emplumada y Quetzalcóatl

Silvia Garza y Beatriz Palavicini La ciudad de Xochicalco, Morelos fue fundada alrededor del año 700 d.C. y durante 200 años fue la población más importante, y quizá la más poderosa, en el altiplano central. Desconocemos la filiación étnica de quienes la construyeron y habitaron pero con seguridad sabemos que fueron herederos de los conocimientos más avanzados de la época, lo cual quedó plasmado en su ciudad. Así como su conocimiento tecnológico se refleja en la creación de complejos espacios arquitectónicos, sus concepciones filosóficas encontraron expresión en diversas escenas rodeadas de significativos textos. Al igual que en Teotihuacan, en Xochicalco el culto religioso se centro en dos deidades fundamentales: Tlaloc y la Serpiente Emplumada, base de un sistema conceptual de opuestos complementarios, un dualismo cosmológico con una serie de parejas de contrarios asociados (Dittmer, 1960). Sus imágenes ocuparon lugares privilegiados dentro de la ciudad y su culto fue importante en la vida de sus habitantes. Dentro de la ciudad de Xochicalco, Tlaloc, deidad de los mantenimientos, del agua de las cavernas, de la vegetación y de los animales, tuvo su espacio sagrado en el templo de la Gran Pirámide, situado en la Plaza de la Estela de los Dos Glifos. A dicha explanada tenía

acceso cualquier visitante de la ciudad. En esta plaza se hallaron numerosos objetos de culto, elaborados en arcilla, en piedras verdes o en obsidiana, en los cuales aparece el característico rostro de Tlaloc (Palavicini y Garza, en prensa). La Serpiente Emplumada Por otra parte, la Serpiente Emplumada se relaciona con fenómenos atmosféricos como las fuertes lluvias que bajan del cielo a fertilizar la tierra; este ser mitológico conjunta al reptil terrestre con el ave celeste. En Xochicalco, el culto a este ser fantástico puede considerarse parte de la herencia teotihuacana y se limitó a los espacios reservados de la elite. Sus representaciones más sobresalientes se encuentran en edificios de la plaza principal, por ejemplo en el templo conmemorativo de las Serpientes emplumadas, en donde está representado el gran señor de Xochicalco, los sabios sacerdotes de Tlaloc (en el talud y el tablero del basamento) y los guerreros (en los muros del templo). La serpiente emplumada del Edificio A de Cacaxtla, Tlaxcala, es contemporánea de este representación (Foncerrada, 1993). En esta pintura se observa, bajo los pies del personaje, una serpiente que presenta características muy semejantes a las serpientes emplumadas de Xochicalco. En el transcurso de la historia de Xochicalco, la Plaza Principal experimentó una serie de modificaciones. Sobresale, por su importancia, la construcción de una pirámide gemela al norte de la de las Serpientes Emplumadas. Probablemente asociado a este cambio, se

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encuentran las primeras representaciones de personajes que surgen de las fauces de serpientes emplumadas, los cuales suelen identificarse con Quetzalcóatl. El lado este de la Plaza Principal fue cerrado por un edificio conformado por una sucesión de patios rodeados de cuartos; la distribución y el tipo de materiales encontrados nos indican un carácter eminentemente administrativo. En uno de los cuartos que rodean el segundo patio se encontró, sobre un altar, una escultura que representa la cabeza de una serpiente. En la parte posterior se ven claramente las plumas que cubren su piel. Tiene la boca abierta y la nariz rota, y de su interior emerge un rostro humano con orejeras y rasgos mayas. Otras representaciones de este tipo se encuentran en las famosas estelas halladas por César A. Sáenz en los años sesenta. En la Estela 1 se ve el rostro de un personaje que sale de las fauces de un animal que se distingue por su lengua bífida y por lo tapones que tiene entre la nariz y los ojos. La Estela 2 lleva como imagen central el rostro de Tlaloc con la lengua de flor y en la Estela 3 el personaje central es, una vez más, un hombre que surge de entre las fauces de la serpiente. En sus respectivas interpretaciones, Román Piña Chán (1977) y Sáenz (1961) coinciden en ver, tanto en la Estela 1 como en la Estela 3, un rostro humano surgiendo de las fauces de una serpiente, lo cual lo identifica con Quetzalcóatl. En nuestra opinión, el animal del que surge el rostro humano de la Estela 1 podría representar un ser que

conjunta características no solo de la serpiente emplumada sino también del jaguar. Esto debido a su semejanza con un personaje del Templo de Venus en Chichén Itzá, Yucatán, y con otro hallado en el templo de Tlahuizcalpantecuhtli en Tula, Hidalgo. En los dos casos resalta el hecho de que esos seres, de los que surge un rostro humano, presentan garras; además, en el ejemplar de Chichén Itzá aparecen las manchas características de la piel del jaguar. Humanización de la serpiente Si consideramos que en el área maya las estelas muestran a los gobernantes en eventos importantes de su vida, es posible suponer que las tres estelas de Xochicalco representan los poderes que gobernaban la ciudad. Este tipo de representaciones pueden interpretarse como la “humanización” de los seres mitológicos; los miembros de la elite gobernante hacen suya, entre otras cosas, la imagen de la serpiente emplumada como una investidura y crean un cuerpo político-sacerdotal. La representación de serpientes emplumadas humanizadas fue muy común en numerosos sitios de Mesoamérica durante el Posclásico. Es posible que las que hemos descrito para Xochicalco, elaboradas en el Epiclásico (700-900 d.C.), fueran las más tempranas en el Altiplano Central. En este sentido podríamos decir que, efectivamente, la imagen de Quetzalcóatl nació en Xochicalco.

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Boletín No. 03 Junio 2004

Arquitecturas Río Bec y Chenes George F. Andrews

Si bien se ha establecido que durante el Clásico Tardío maya existieron dos grandes Estados, Tikal (Petén) y Calakmul (sur de Campeche), que dominaban sus respectivas áreas de influencia, los constructores de las regiones Río Bec y Chenes fueron capaces de crear no sólo sus singulares estilos arquitectónicos, sino de extender sus formas y detalles originales hacia otras ciudades al norte del actual estado de Campeche, donde florecieron durante el Clásico Terminal. El estado de Campeche alberga numerosos restos arquitectónicos de la antigua civilización maya, y algunos de sus mayores sitios arqueológicos, se cuentan entre los más importantes de las tierras bajas mayas: Santa Rosa Xtampak, Edzná, Becán y Calakmul. Se cree que estos sitios mayores ejercieron control sobre amplias subregiones culturales señaladas, en diversa medida, por estilos arquitectónicos específicos, Río Bec y Chenes son las dos regiones que ocupan la parte oriental del estado de Campeche, así como pequeñas porciones de los estados adyacentes de Yucatán y Quintana Roo. La región de Río Bec comprende una superficie que abarca 85 Km. de norte a sur y 90 Km. de oeste a este, en el sureste de Campeche y Quintana Roo. La región de los Chenes abarca 65 Km. de este a oeste y 70 Km. de norte a sur, y se encuentra separada de la región Río Bec por

una zona de “transición” angosta, donde se encuentran muy pocos sitios arqueológicos. Casi todos aquellos que se han ocupado de los estilos arquitectónicos de Chenes y Río Bec han destacado la abundancia de rasgos comunes entre ambos. Algunos investigadores, incluso, se han negado a aceptar como regiones culturales o estilos arquitectónicos distintos a Río Bec y Chenes, considerándolos más bien subcomponentes de un estilo y una región únicos: los del Yucatán Central. Harry Pollock, Paul Gendrop y yo mismo, en cambio, hemos señalado que existen atributos de estilo importantes que no se comparten, y que las cronologías relativas y las historias culturales de ambas regiones vecinas tienen diferencias relevantes en varios aspectos. Un análisis detallado de los rasgos distintivos de los estilos arquitectónicos de Río Bec y Chenes muestran que ambos comparten: 1) edificios con fachadas articuladas de tres partes; 2) edificios con puertas principales rodeadas de grandes mascarones zoomorfos o partes de éstos sobre los demás umbrales; 3) paredes únicas, cornisas dentadas cubiertas con esculturas de estuco; 4) molduras de tres partes en la base con grupos de columnas aplanadas en los cuerpos centrales; 5) grandes columnas de ¾ con esquinas redondeadas, y 6) zonas superiores de los muros con ligera pendiente hacia la parte interna, piedras sobresalientes en o sobre las molduras y cornisas medianeras, y tableros relevados en las esquinas. Debe subrayarse, además, que en ninguna de ambas regiones existen las pirámides grandes aisladas que son comunes en las regiones vecinas del norte y del sur.

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Si bien la arquitectura de ambas regiones cuenta con grandes y abundantes mascarones zoomorfos, y por lo común las esquinas tienen mascarones narigudos apilados, otras formas decorativas muestran importantes diferencias. Los edificios típicos de Río Bec muestran tableros remetidos en las zonas bajas de las paredes, con perfiles de serpientes en hileras, cuadrículas, cruces y otros diseños geométricos. Raras veces encontramos diseños de este tipo en los edificios de Chenes, que suelen tener muros planos en la parte inferior y, en raras ocasiones, poseen tableros remetidos lisos o llenos de máscaras frontales, no de perfil. Además de los antes dicho, hay ciertas formas arquitectónicas, complejos de edificios y detalles interiores en Río Bec que son bastante diferentes a los de Chenes. Arquitectura Río Bec Se han registrado más de cincuenta sitios arqueológicos de dimensiones variadas en la región de Río Bec; en muchos edificios hay restos de uno o más complejos de torres, considerados por lo general como el sello distintivo de su arquitectura. Maurice de Perigny fue el primero en fotografiar y describir una de estas estructuras con torres, las de Río Bec A, descubierta en su viaje de 1906-1907. Tanto mi difunto colega Paul Gendrop como yo, creemos que hay dos clases de complejos con torres en la región de Río Bec: las “típicas” y las “atípicas”. Las que llamamos típicas son aquellas formadas por un par de torres ornamentales que sobresalen

simétricamente desde un cuarto central, generalmente con un solo nivel de altura. La mayor parte de los complejos con torres típicos constan de dos torres, pero al menos uno tiene tres torres: la estructura I de Xpuhil I. Una típica torre Río Bec consta de la parte frontal de una pirámide escalonada con pendiente pronunciada, esquinas redondeadas y molduras horizontales salidas, y alfardas también con pendiente pronunciada en ambos lados. Sobre esta pirámide hay una estructura maciza, parecida a la de los templos, con un hueco remetido al centro que simula una puerta. La pared sobre esta puerta la ocupa un gran mascaron frontal, sobre el cual hay una crestería perforada baja. Hasta ahora, se han localizado 16 complejos de torres típicos de Río Bec y probablemente existan más, aún no explorados. La segunda categoría, complejos con torres “atípicos”, consta de estructuras grandes y variadas, con muchos cuartos y casi siempre con cámaras en dos o más niveles. Si bien las plantas y las formas específicas de cada uno de los complejos atípicos difieren mucho, un rasgo común es la presencia de una o más pirámides escalonadas, bajas, con molduras horizontales y esquinas redondeadas casi siempre, parecidas a las pirámides simbólicas de los complejos de torres típicos. En otros casos, las torres atípicas marcan el final del complejo y tienen escaleras no utilizables con rampas hacia los lados exteriores, semejantes a las que pueden verse en a las torres típicas. Otros edificios distintivos de la región Río Bec son los de una planta, que a veces tienen dos hileras paralelas de cuartos. Algunos tienen altas cornisas, como en la

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Estructura II de Chicanná o en la Estructura X de Becán, que se encuentra sobre una plataforma muy alta con una escalera monumental hacia el lado sur. La Estructura XX de Chicanná es una de las más insólitas del estilo Río Bec; consta de un edificio cuadrado con doce cuartos en el nivel inferior y cuatro cuartos pequeños en el segundo nivel. La Estructura I de Channá, con seis cuartos en total, incluye una cámara central cuya puerta tiene dinteles redondeados y capiteles al estilo Puuc. Las cresterías perforadas que soportan esculturas de estuco se encuentran en muchos edificios de la región de Río Bec pero desgraciadamente la mayoría de ha derrumbado. En muchos edificios de Río Bec encontramos dos detalles interiores dignos de ser mencionados. El primero, las largas bancas de mampostería de dos tipos, rectangulares y en forma de “u”, que ocupan gran parte del espacio en los cuartos típicos de Río Bec. En otros lugares como el Petén norcentral y Copán, se ha concluido que bancas similares servían para dormir; podemos suponer que las de Río Bec servían para iguales propósitos. El segundo detalle, bastante infrecuente, es una serie de escaleras angostas y retorcidas en el interior de muchos complejos con torres de ambos tipos. Si bien hay un edificio en la región Chenes con escaleras interiores (El Palacio de Santa Rosa Xtampak), éstas prácticamente no existen en otras partes de las tierras bajas mayas. La importancia de los ejemplos de Río Bec queda confirmada si se les considera como parte integral de las formas arquitectónicas donde se encuentran; no son, de ninguna manera, aditamentos secundarios o agregados.

Arquitectura Chenes Se conocen hasta ahora más de treinta sitios Chenes, aunque algunos constan solamente de tres montículos donde no hay restos visibles de construcciones. Si bien es cierto que tenemos datos arquitectónicos procedentes de unos cuantos sitios Chenes donde se ha excavado recientemente, el número de edificios es mucho menor que el de los lugares bien conservados y explorados de Río Bec. La arquitectura Chenes comparte una serie de rasgos con la de Río Bec; sin embargo tiene rasgos únicos, entre los que se cuenta lo que he llamado anteriormente estructuras de “Palacio-Pirámide”. Estas estructuras constan de edificios del rango de una planta con una o más estructuras de templo-pirámide sobrepuestas al edificio inferior. Ejemplos muy conocidos son la estructura A-1 de Dzibilnocac, que tiene tres templos-pirámide sobrepuestos; la Estructura I de Tabasqueño, que tiene solo un templo-pirámide centrado sobre un edificio de ocho cuartos y las estructuras 5, 5-Sub y 6 en Hochob, que forman un complejo mayor con templos-pirámide en ambos extremos de un edificio de seis cuartos. A diferencia de las pirámides y templos simbólicos (no funcionales) de las torres de Río Bec, los ejemplos de Chenes tenían escaleras útiles (si bien de pendiente muy pronunciada) que llevaban a edificios semejantes a templos, de cuartos con arcos, a los cuales se entraba a través de puertas comunes. Los templos superiores de Tabasqueño y Dzibilnocac tienen mascarones zoomorfos alrededor de los umbrales, y las estructuras 5 y 6 de Hochob tienen paredes planas tanto

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en la parte inferior como en la superior, adornadas solamente con piedras sobresalientes encima de las molduras de las cornisas, o medianiles que tal vez sostenían esculturas de estuco ya derrumbadas. Una gran parte de los edificios de Chenes tiene tres fachadas, incluyendo el Lado Norte y el Ala Este de Santa Rosa Xtampak; algunas de estas construcciones, como la Estructura I del Grupo A de Nohcacab II, tenían también grandes mascarones zoomorfos alrededor de los umbrales de sus cuartos centrales, como las que se ven en la región de Río Bec. Tal vez el edificio que mejor representa el estilo Chenes es la estructura II de Hochob. Sus rasgos más importantes son: 1) una fachada en tres partes, con alas algo salidas en el nivel inferior, flanqueando la cámara central; 2) un enorme mascarón zoomorfo que rodea la puerta central; 3) mascarones zoomorfos parciales sobre las puertas de las dos alas inferiores, y 4) una crestería alta y con muescas sobre la pared delantera del cuarto central, que servía de soporte a varias hileras de personajes parados, hechos de estuco. Entre las estructuras más singulares de la región de Chenes encontramos las “torres emblema”, particulares de Chanchén, Tabasqueño y Nocuchich. Las torres de Nocuchich y Chanchén simulan edificios angostos y altos con cresterías perforadas, pero no tienen umbrales en la parte baja. No se encuentran torres como éstas, solas y rectangulares, en la región de Río Bec, aunque hay una torre sola, redonda, en el sitio llamado Puerto Rico. Debemos hacer especial mención del “Palacio” de tres plantas de Santa Rosa Xtampak, el sitio más grande de

la región Chenes. Este edificio monumental cuanta con 44 cuartos en tres niveles y es único en la región, aunque su lado oriental, que parece constar de tres templos-pirámide con un edificio de tres plantas a su espalda, sea vagamente parecido a la Estructura A-1 de Dzibilnocac, con tres templos-pirámide sobrepuestos a un edificio de una sola planta. La escalera central del lado este del Palacio, que lleva a la entrada de un pasillo tapiado en el tercer nivel, estuvo rodeada por un gran mascarón zoomorfo. Este arreglo es muy parecido al del lado sur de la Estructura IV de Becán, que tiene un conjunto de relaciones semejante. Al parecer, la Estructura IV de Becán fue construida antes que el Palacio de Santa Rosa Xtampak, lo cual indica un flujo de ideas y formas arquitectónicas que corre de sur a norte. Conclusiones El panorama que tenemos ahora de la región Río Bec y la Chenes señala un carácter regional, tanto en la arquitectura como en la historia cultural de ambas regiones vecinas. Si bien los últimos hallazgos en el desciframiento de jeroglifos mayas señalan la existencia de dos enormes Estados durante el periodo Clásico Tardío (600-800 d.C.), uno en Tikal, en el Petén, y otro en Calakmul, en el sur de Campeche, tanto la región de Río Bec como otras del norte fueron capaces de mantener cierta independencia, como muestran sus singulares formas y estilos arquitectónicos, donde no vemos influencias de Calakmul ni del Petén. Por lo que hasta ahora sabemos, podemos ver que gran número de formas y detalles arquitectónicos originados en la región de Río Bec más tarde encontraron una ruta hacia el norte, rumbo a la región Chenes y, de allí, llegaron a las

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de Edzná, Chenes-Puuc, Puuc y las planicies norteñas, durante el Clásico Terminal. Para entonces, había terminado el apogeo de las tierras bajas del sur, mientras que las regiones del norte florecieron hasta finales del siglo X.

Ciudades Precolombinas y Acrópolis Artificiales

Paul Gendrop y Alejandro Villalobos Mudas las ciudades precolombinas de la América Central, nos cuestionan. Casi Tanto que sus asentamientos fundados sobre terraplenes y reconstrucciones, ininterrumpidas a través de los siglos, hacen, de una modesta plataforma ceremonial, una acrópolis gigantesca. (N. del Ed.) Cuando uno se refiere al México antiguo, o con mayor exactitud a la Mesoamérica Precolombina, uno experimenta generalmente, una cierta resistencia a aplicar el término de “ciudades” a gigantescos conjuntos de ruinas abandonadas por sus pueblos. Con toda certeza, uno se complace en el mejor de los casos hablar de “circuitos ceremoniales”. O si esto es cierto, que en este fenómeno mesoamericano, pondera en general el aspecto religioso y que las estructuras del modo de vida, son otras que las del mundo occidental, no obstante, parece difícil de negar que contribuyan a hacer de conjuntos semejantes, un caso bastante particular. Nacimiento de gigantescas acrópolis de la era maya De primera impresión, pareciera que el embrión de estas “ciudades” se forma esencialmente alrededor de un eje donde domina el cerro, puede ser que un altar o una futura pirámide. Nada tan elocuente en ese sentido, que los diez u once siglos de terraplenes y de reestructuraciones ininterrumpidas, hacen de una

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modesta plataforma ceremonial de Tikal, una gigantesca “Acrópolis” artificial. Y si le echamos un vistazo a los 16 Km2 de la parte central de Tikal, hacia el año 800 de nuestra era, se aprecia que durante ese milenio de intensa actividad, la selva tropical ha sido completamente reemplazada por los voluminosos conjuntos arquitectónicos dulcemente enlazados entre ellos por vastas explanadas, plaza y calzadas. A pesar de una traza urbana suave, orgánica y adaptada a un terreno irregular y por lugares pantanosos, conjuntos similares se han convertido en lugares de espera, a donde acuden los habitantes. A medida que uno se aleja del centro de la ciudad, mismo que se encuentra delimitado por una excepcional concentración de plataforma que sirven de cimentación de varios templos o palacios. Amenazado por un tiempo, la selva tropical se ha aclarado, convirtiéndose en el telón de fondo, lista a volver a reclamar sus derechos al más mínimo debilitamiento de la estructura social de sus ocupantes. Mientras se mantenga ese delicado equilibrio, los grandes espacios abiertos seguirán atrayendo regularmente a multitudes que asisten a las ceremonias, a los bailes, a las procesiones o rituales, a intercambiar los productos en la plaza del mercado o a arreglar algún asunto público o privado. Estos eran, en efecto los principales atractivos y la razón de ser de estas grandes concentraciones precolombinas. Las manifestaciones religiosas –así como la mayor parte de las actividades del grupo- se efectuaban al aire libre, una de las principales constantes urbanas era precisamente ese ingenioso encanto de los espacios públicos abiertos.

Adaptada a este tipo de terreno difícil la traza urbana –lo hemos visto en Tikal- ofrece de primera impresión un aspecto anárquico de irregularidad. Sin embargo, nada más orgánico, como la remarca Hardoy (1964:294), como los grandes ejes de composición, que aunque aparentemente caprichosos, descansan siempre en un sitio importante: templos, grupo ceremonial, etc… Este principio, que es particularmente visible en tikal o en otras ciudades mayas, como Yaxchilán o Uxmal, es por otra parte, aplicable al conjunto de mesoamérica, o según las condiciones topográficas, ecológicas (a veces, las necesidades estratégicas o simplemente la voluntad de sus creadores) el trazo urbano oscila entre la aparente libertad y el rigor geométrico. Orientación de las ciudades, según los puntos cardinales Ya las primeras aglomeraciones olmecas del ano 1000 antes de nuestra era (como San Lorenzo y La Venta) muestran una tendencia a orientar los principales volúmenes arquitectónicos, considerando los puntos cardinales, afirmando, posiblemente desde esta época la vocación a la astronomía de los pueblos mesoamericanos. Esta tendencia, en la mayoría de los casos, será subyacente (es el caso de los “conjunto gemelos” de Tikal; o en los conjuntos de género “Grupo E” de Uaxactún). Pero, salvo una traza urbana de un rigor extremo, como lo de Teotihuacan en la “Calzada de los Dioses”, domina una traza muy suave, en grados diversos. Así en

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Yaxchilán, donde las construcciones se despliegan paralelas a la ribera derecha del Usumacinta donde se cuelgan de las principales colinas adyacentes, aquí la ortogonalidad está prácticamente cediendo el lugar a sutiles relaciones visuales de un edificio a otro. Es curioso remarcar en este punto, la importancia que, en este esquema presentan lo dos terrenos del juego de pelota, así como el extraño pilar que emerge del río, no lejos de la ribera, como lo ha hecho notar Hartung. En Uxmal, donde un terreno relativamente plano (más rugoso) permite cierta regularidad, esto último acentuado por fachadas muy alargadas y por la disposición en cuadrilátero de varios de los conjuntos arquitectónicos, las relaciones establecen entre el equilibrio de la fachada y un relieve, o bien entre un ventanal y otro. Al oeste del Área Maya, en la región del Golfo de México, el Tajín muestra a su lado un trazo que presenta a través de los 12 ó 15 siglos de su evolución (300 a.C. – 1200 d. C.) una adaptación muy suave en las principales irregularidades del terreno. El eje inicial (esencialmente norte – sur) de la ciudad baja se dirige hacia la base de la gran explanada del Tajín Chico –como si descansara contra ella- con una desviación de 36º hacia el noreste con el desarrollo urbano, casi por completo dirigido hacia el este. Podemos imaginarnos (en Teotihuacan) las procesiones y ceremonias donde participaban multitudes de peregrinos provenientes de todas las regiones de mesoamérica: la escala monumental de estas grandes arterias, de estas plazas, el nombre mismo de los

conjuntos arquitectónicos con vocación ceremonial, la sucesión rítmica de estas majestuosas pirámides formadas con graderías donde reina la impecable, rigurosa silueta de los tableros, constituye en fondo digno de esta “Ciudad de los dioses”. Y detrás de este gigantesco conjunto ceremonial, toda una red de calles y callejones en una retícula irregular aunque trazada a los ángulos derechos. Los cursos de agua, que como el Río San Juan, atraviesan la ciudad, se desvían para que puedan adentrarse al conjunto, y no satisfechos de establecer en la mejor tradición mesoamericana, asombrosas relaciones visuales entre los principales edificios, los teotihuacanos hacen participes incluso a las montañas que delimitan el horizonte, es decir, la parte visible de esta porción del universo… Parcelas, trabajos hidráulicos, espacios públicos, son los fundamentos de la permanencia de la vida Magistralmente adaptada a un medio lacustre, la capital azteca México-Tenochtitlán retomará ciertas características desarrolladas en Teotihuacan bastantes siglos atrás. Tomando como punto de partida unos dos siglos antes de la llegada de la conquista española, donde delgados islotes emergían del Lago de Texcoco, los aztecas supieron hacer de esta ciudad, a medida que sus dominios crecían, la capital de este nuevo imperio, ahora con un nuevo sentido mucho más belicoso. En efecto, en un lapso de menos de un siglo que Tenochtitlán va

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dirigiendo el aspecto que conoció Cortés: abastecido de acueductos y conectado a la tierra por largas calzadas, lleno de puentes escamotables, avenidas, chinampas y parcelas sobre el lago y bordeadas de una doble red de callejuelas y canales. Para poder penetrar mejor en el espíritu del urbanismo azteca conviene remontarnos a los fundamentos de la mente cosmológica de este pueblo. En la mitología azteca, el universo se divide en cuatro espacios orientados (cada uno presidido por una divinidad tutelar de cierta jerarquía) encerrados en un quinto espacio central donde se encuentran los dioses, la morada de los humanos. Este principio no es únicamente la base de la teología azteca, sino que se realiza en una plaza urbana cuadrangular con un recinto sagrado en el centro, núcleo de la capital azteca, así como una división del espacio periférico en cuatro distritos (o barrios) donde los diversos patronos coinciden con cada uno de los puntos cardinales. En cuanto a la distribución urbana, dominan tres consideraciones esenciales: las limitantes de la superficie, debido a su condición de isla, los trabajos públicos y el espacio central destinado al recinto sagrado. El primer problema se resuelve dentro de un sistema planificado de crecimiento territorial, establecido por el Tlatocalli, o “Casa Principal” de un barrio. Esto observa la disposición de las chinampas, regulando el empleo de

ellos en cuanto a parcelas autosuficientes en dimensiones invariables, determinadas por el uso y que, dicho sea de paso, permanecerán durante la colonia española. Los trabajos públicos eran considerados dentro de los elementos primordiales para asegurar la permanencia de la ciudad, así como en nuestros días los trabajos de infraestructura permiten el buen funcionamiento de toda planeación. En el caso de los aztecas, estos trabajos comprendían dos aspectos principales: los trabajos hidráulicos, los espacios públicos. Entre los primeros figuraban los acueductos que transportaban el agua potable de Chapultepec a la capital, los muelles, desagües de irrigación, canales navegables, puentes escamotables, así como el dique de casi 25 km. de largo, que separaba las aguas dulces de México de las aguas saladas de Texcoco. La ciudad española ocupa los escombros de la antigua ciudad azteca Finalmente, los espacios públicos se componían de un encadenamiento de comunicaciones terrestres y plazas donde podían efectuarse las actividades colectivas de carácter comercial, cívico o religioso, en el cual el recinto sagrado era tanto el núcleo como el punto de partida de la plaza urbana el esquema radial. Manifestación de un poder central de tendencias netamente imperialistas se refleja en el rol del pueblo azteca como elegido de Huitzilopochtli, el dios azteca

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elevado al rango de Dios del Sol y de la Guerra. Es por esto, que aún después de la conquista española, este recinto sagrado, delimitado por el Coatepantli o “Muralla de las serpientes” era objeto de mejoras incesantes. Desde la implantación de la ciudad española sobre los escombros de la capital (a pesar de las descripciones y los planos transmitidos por los cronistas del siglo XVI), es difícil reconstruir este recinto sagrado. Conviene sin embargo, mencionar entre las tentativas realizadas en ese sentido, la maqueta de Ignacio Marquina (hacia 1960), así como el plano elaborado en 1982 que contaba con una serie de nuevas donaciones, gracias a los trabajos llevados a cabo en los últimos tres años, en el centro de la ciudad, así como por las excavaciones del Templo Mayor.

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Boletín No. 04 Junio 2004

Calquetzanime “Los que construyen casas”

Alejandro Villalobos Pérez11 Introducción La Arquitectura Prehispánica Mesoamericana puede definirse por el número de ejemplos con que contamos en la actualidad, esta apreciación meramente cuantitativa, permite a un sector académico y profesional de nuestra sociedad implementar sistemas de registro y programas de protección de este patrimonio a partir de su conocimiento e investigación. Para ello, ha sido necesaria la instrumentación de estrategias tendientes al descubrimiento e inventario de sitios arqueológicos con presencia de arquitectura, no solo monumental, sino de géneros diversos, entre los que podemos incluir al habitacional o doméstico. Así, el estudio de la arquitectura producida en la superárea cultural denominada y cuyo objetivo primordial es no sólo dar a conocer, sino proteger los objetos arquitectónicos edificados por una parte fundamental de nuestras raíces culturales. Hasta el momento no había encontrado un espacio para comentar lo que a gran cantidad de gentes preocupa, muchos alumnos, conocidos y colegas se han acercado a mí preguntando si he leído las novelas sobre la vida 11 Maestro en restauración de monumentos, profesor asociado a la línea de doctorado en arquitectura mesoamericana; DEP FA UNAM.

indígena que ocupan importantes lugares de popularidad ¿es cierto lo que dice Azteca?, ¿ya leyó a Madariaga?, ¿Oye, Demetrio Sodi, qué tan bien documentado está?, ¿qué opinas de la Malinche? Una novela es mayormente leída conforme más satisfecho deja a sus lectores, si cabe una analogía en esta situación, me permito contestar: ¿que tan satisfecho te ha dejado su lectura? Mientras que para ser investigador hay que invertir varios años de nuestra vida y con ello satisfacer algo de nuestra natural curiosidad por el pasado; un joven de esta generación puede satisfacer su curiosidad sobre el mundo prehispánico una vez concluida su lectura de “Azteca”, un domingo en Teotihuacan o con una buena dosis de cápsulas informativas en un canal de televisión. Existen novelas exitosas –por sus ventas- donde los ámbitos indígenas son reconstituidos con lujo de detalle, en el mejor de los casos fundamentados objetivamente, en el peor, desplegando erudición imaginativa que sumerge y baña a los personajes con un halo de inocencia, impropia de nuestra vertiginosa vida cotidiana; el mundo precortesiano es caprichosamente trazado como evocación de algo irremediablemente perdido; en una novela se hace de los personajes indígenas, lo que nuestra sociedad nunca les permitirá volver a ser: reyes, señores, noble y príncipes guerreros; limitándolos a meros espectadores de un mundo que queda confinado en el tintero de unos cuantos. No hay compromiso social más allá de la conmiseración del indio de nuestros días, de testificar y contribuir a su marginación y paulatina integración a los contextos civilizados, que es sinónimo de desaparición y extinción. Quizá se haya hecho de nuestros ancestros lo que estamos imposibilitados de garantizar a las futuras generaciones.

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Escritores de novelas e investigadores tenemos un factor común, aunque algunos colegas lo nieguen rotundamente, quizá por pretender evadir alguna analogía o equiparación. Este factor común es la posibilidad de ser leídos, aún cuando nuestros temas y procedimientos sean en ocasiones diametralmente opuestos. Mientras la novela inicia su lectura con la descripción de una escena o lo profundo de un pensamiento anidado en algún personaje, el documento técnico abre sus líneas con una semblanza histórica; carente de personajes, la investigación arqueológica o de arquitectura histórica es ilegible para muchos lectores. Si existe una diferencia radical entre novelistas e investigadores, es justamente que los segundos son menos leídos que los primeros. Mientras el novelista ansía ser leído (porque de ello depende el sustento de su familia y editor), el investigador no persigue tal fin debido a que de antemano ha satisfecho su natural curiosidad científica y en general, es proporcionalmente mayor la información y experiencias capturadas que aquellas que se publican. Quizá el lector no encuentre el vínculo entre las líneas anteriores y la materia de nuestra exposición, sin embargo es muy clara la relación entre la literatura accesible a un público general y la configuración de un concepto sobre “lo indígena”, esta exposición no pretende ser una descripción evocadora de un momento de nuestro pasado, por el contrario, su intención es la de informar, con el firme propósito de no incurrir en campos novelescos o de personajes envueltos en sátiras sociales, sino de llevar al lector a través de una historia

escrita en los edificios y cuyo personaje es el espacio capturado por la Arquitectura. Algunas consideraciones preliminares Existe un número considerable de disciplinas ocupadas en el conocimiento de las culturas prehispánicas, de entre ellas, la Etnohistoria, la Antropología (física y cultural), la lingüística y la arqueología, juegan un papel importante en cuanto a la provisión de datos directos sobre las sociedades que habitaron nuestro territorio en épocas previas a la llegada de los conquistadores. Por su parte, la Historia de la Arte, cuenta con especialistas en este campo; sin embargo su trabajo se ve circunscrito a una especie de objetos producidos por estas sociedades, siendo sus resultados en esta materia, sumamente limitados al atender preferentemente las formas que las funciones sociales –en contexto- de los objetos que estudian. Si bien “…el arte no es producto ‘extranormal’ sino parte integrante de un todo cultural”. (Ciprés; 1989:10); el historiador del arte prehispánico “presiente ese todo”, pero sus conclusiones poco lo aproximan a él. Por otra parte los Arquitectos tenemos una larga trayectoria en el campo de la investigación histórica, desde la época de los anticuarios y viajeros, las aportaciones que dieron origen a la Arqueología contemporánea gravitan sobre trabajos de Arquitectos no sólo producidos en el gabinete, sino en auténticas exploraciones que hoy se constituyen en la base de infinidad de estudios sobre objetos que los arqueólogos han constituido en su materia empírica de trabajo. La vinculación entre la labor del arqueólogo contemporáneo y la de los arquitectos se vuelven a estrechar después de

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algunos años en que las opiniones eran, en ocasiones, diametralmente opuestas; de ello habla la creciente población de Arqueólogos en nuestro Posgrado de Arquitectura, tanto al nivel de maestría como doctorado y que, dicho sea de paso, constituyen la población más grande de estudiantes de una especialidad distinta a la de arquitectos. Ahora bien, independientemente de la especialidad, el terreno común de las disciplinas que hemos mencionado, se refiere a los objetos producidos y a los contextos donde habitaron las sociedades prehispánicas y que, en una proporción considerable, se ubican en sitios arqueológicos con presencia de Arquitectura (doméstica o monumental). La Arquitectura y Urbanismo Mesoamericanos son así objetos de estudio de tres áreas del conocimiento: la Investigación Arqueológica, la Arquitectónica y Urbana; entablando entre sus miembros una dinámica profesional que en los últimos años, ha encontrado en la conservación y restauración de los objetos monumentales, un punto de contacto concreto. Tradicionalmente, la historia de la Arquitectura occidental ha sido interpretada como la historia de los arquitectos; a diferencia de ésta, la Arquitectura Mesoamericana carece de protagonistas, en estas condiciones es necesaria la aproximación a esta arquitectura por vías que poco tienen de biográficas y mucho de arqueológicas. Por su parte, la historia de las formas, basada fundamentalmente en el estudio de los estilos, no ha sido aceptada como la alternativa apropiada en el trabajo de investigación, ya que limita la labor de campo a un

registro de datos para la inserción de un edificio en algún estilo arquitectónico predeterminado; esta situación atiende preferentemente a las formas ornamentales y se aproxima más a una historia del arte aplicada a los edificios, donde estos son analizados desde una fracción externa del todo arquitectónico y que poco considera la fracción concreta, referida al sistema constructivo gracias al cual la arquitectura existe y se mantiene en pie. La consideración de un edificio prehispánico como objeto producido en un contexto social y con implicaciones de orden económico e ideológico, ha contribuido y enriquecido las perspectivas que hasta ahora se han tenido sobre la Arquitectura Prehispánica. La función social del edificio es tangible en el contexto donde originalmente fue producido, su papel como satisfactor de una demanda surgida de la estructura social es innegable; aún cuando también estemos presintiendo estas atribuciones, la producción de arquitectura desencadena mecanismos donde la toma de decisiones sobre su origen y destino tienen la implicación social, de esta manera, estamos hablando de edificios y conjuntos arquitectónicos con una función concreta en términos de quienes le produjeron y no circunscribimos nuestro trabajo a la descripción de “templos” y “centros ceremoniales” lo que nos lleva a adjudicar a sus constructores la religiosidad como único móvil de producción . Hubo más que devoción y misticismo en las jornadas emprendidas por los constructores de los conjuntos urbanos mesoamericanos, sin negar totalmente que las iniciativas sobre la existencia de algunos ejemplos de esta arquitectura puedan estar vinculadas a fines de reforzamiento ideológico.

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Para cerrar este apartado, es necesario considerar que la Arquitectura Mesoamericana no es la historia de sus arquitectos, como tampoco es un inventario de sitios arqueológicos y mucho menos un librote postales con interpretaciones estilísticas, sino que se trata de una expresión material de la cultura y cuyo estudio debe estar estrechamente vinculado a la asociación de ésta en términos específicos de producción, determinados por sus dimensiones de espacio y tiempo. Antecedentes Lo que hemos podido apreciar a través de la investigación en Arquitectura Prehispánica, nos permite articular elementos que en forma unificada se manifiestan de una u otra manera en las distintas producciones arquitectónicas; llevando a cabo estudios sistemáticos sobre estas producciones a lo largo de sus diferentes etapas de desarrollo, así como en estadios de tiempo determinados, es posible percibir elementos de forma y sistema constructivo que se inscriben a cierta unidad de producción; esto es, existen elementos fundamentales, básicos o primarios que parecen mantenerse presentes aún cuando el grupo cultural productor tenga una filiación etnográfica de aquel que generó en su tiempo determinada solución arquitectónica. Ilustraremos algunos ejemplos acera de lo anterior; un caso típico de la Arquitectura Prehispánica, como elemento presente en diversas fases culturales, así como en regiones distantes una de otra, es el llamado sistema Tablero/Talud; al llevar a cabo la secuela correspondiente a este elemento arquitectónico se ha

podido detectar su presencia a lo largo de más de mil años en forma precisa y casi dos mil, con datos aún insuficientes. Elementos como el tablero/talud son diagnósticos de tradición arquitectónica presente a lo largo del desarrollo cultural en Mesoamérica. Como es sabido de todos nosotros, a la llegada de los españoles, el grupo cultural que dominaba la escena del mundo prehispánico eran los mexica, también llamados aztecas, nos ocuparemos de este caso para ilustrar nuestra exposición, debido a que, es de este grupo, del que se cuenta con mayor número de datos escritos y documentales. Expongamos ahora la etapa de desarrollo en que se encontraban los mexica para la época del contacto español, no sin antes tratar de identificar el lugar que ocupa la arquitectura mexica en el contexto de la tradición arquitectónica mesoamericana (Villalobos; 1982:104). Por su parte la arquitectura mexica, se inscribe en un proceso de desarrollo como síntesis de la tradición antes mencionada en cuatro etapas significativas (Villalobos; 1985:59). 1. Periodo del Asentamiento: La arquitectura mexica,

desnuda de monumentalismo, resuelve programas básicos con profundas raíces en el género habitacional y un incipiente género monumental y administrativo como extensión del primero; de Acamapichtli a Izcóatl: 1370-1430 d.C.

2. Periodo de Autonomía y expansión: Se consolida un género monumental como distintivo del carácter arquitectónico mexica-tenochca que a su vez produce un género de exportación con apego a la forma

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externa de la arquitectura central, surge así la arquitectura regional con programas resueltos con materiales y técnicas locales; de Izcóatl a Ahuízotl 1430-1502 d.C.

3. Período de Descentralización Arquitectónica: Bajo un

esquema productivo propio, la arquitectura mexica llega a las postrimerías de su desarrollo. El mantenimiento y conservación de la Arquitectura Central desplaza nuevas iniciativas de obra, adquiriendo la arquitectura regional mayor promoción y calidad de construcción; de Ahuízotl a Moctezuma II: 1502-1519 d.C.

Existe un cuarto período de desarrollo arquitectónico y que corresponde a la época posterior a la conquista española, donde la mano de obra capacitada es integrada a la empresa evangelizadora de las órdenes mendicantes y a través de su participación en la edificación de conventos y obra civil novohispana; esta etapa no es materia del presente artículo, aún cuando su estudio resulta de primordial interés para la comprensión del fenómeno generado durante el siglo XVI en la Nueva España. (Villalobos; 1988:59-65) Si consideramos que la arquitectura mexica se encontraba en proceso de descentralización, esto es, desarrollando su mayor capacidad constructora en las provincias del imperio y destinando obras de mantenimiento y conservación a la capital y a la llegada de los conquistadores, podemos tener una mejor perspectiva de los acontecimientos en torno a la producción arquitectónica suscitada posterior a la ocupación española. Con esta descentralización no sólo

se exporta la forma arquitectónica sino la capacitación de la mano de obra local por los canteros y constructores mexica, quienes poseían una herencia escultórica procedente de Chalco, Coyoacán, Culhuacan y Tepetanco (Aguilera; 1977:80-81); algo así como los portadores de una tradición que podríamos llamar tetlepanquemecáyotl o “conjunto de valores atribuibles a quienes se ocupan de trabajar la piedra”; agregando por su puesto las tareas complementarias en la producción de edificios públicos y monumentales. Estos edificios tendrían la función de sedes de las representaciones mexicas en las provincias adheridas a la expansión, presididas por el respectivo Calpixque o intendente regional. Esto nos aproxima a una explicación del porque, a la llegada de los españoles y aún lejos de la propia capital, se encontraban gran cantidad de sitios cuya arquitectura comparte elementos mexica, así como mano de obra parcialmente capacitada en edificación con este carácter. Los constructores mexica El constructor indígena precortesiano es, a partir estas consideraciones, un personaje cuya ubicación en algún estrato específico del marco específico es un poco confusa a primera vista; sin embargo, intentemos su identificación primeramente como gremio para así aproximarnos al personaje en el contexto central y regional. A la sociedad mexica subyacen dos estratos o grupos sociales básicos: Pipiltin (nobleza) y Macehualtin (comunidad popular), al interior de los cuales

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encontramos un sinnúmero de categorías sociales ocupadas en actividades especificas, genéricamente llamados calpullis; ahora bien existen relaciones entre estos en ambos sentidos, por ejemplo: las iniciativas provenientes del estrato superior con respecto a la comunidad popular se denominan “linealización” debido a que determinan el control jerárquico y la dosificación de recursos para ser llevadas a cabo; por otra parte en sentido opuesto, la “promoción” de los estratos inferiores hacia los superiores era privativa solamente de algunos grupos donde la linealización encontraba el primer paso a su ejecución (Flannery, 1975:38) Para el caso de la producción de arquitectura en el contexto de la sociedad mexica, los grupos que reciben una iniciativa directa, es decir, los constructores, pueden encontrarse en un estrato intermedio o transitorio, debido a que su labor permite un aparente flujo entre ambos estratos básicos: pillis y macehuales. Como veremos a continuación, no solo el gremio de constructores podría ocupar un estrato transitorio, si consideramos que al emprenderse una conquista territorial o tributaria, se desencadenaba todo un mecanismo social dirigido a la expansión, el papel de los miembros de la sociedad adquiere características especiales y estrechamente vinculadas entre sí. Si una iniciativa del poder central iba dirigida a la expansión territorial, en una primera etapa, esta sería materia del gremio de comerciantes o pochteca, quienes a manera de avanzada de reconocimiento, traían al centro toda clase de información en torno a los lugares visitados (Sahún, 1975: Lib. IX-Cap.II; PP. 490-492), Los mismos comerciantes podrían convertirse en el sebo

para provocar una afrenta o conflicto; en una segunda etapa, se planteaba la conquista física, los guerreros y toda la estructura militar (según el caso) participaría activamente en esta empresa expansionista, imponiéndose físicamente a los grupos locales a los grupos locales. La guerra, como institución social, puede en apariencia concluir en esta etapa; sin embargo el pago de tributos, los enlaces y ligas de parentesco, así como la garantía del orden social mexica, serán algunos efectos producidos por esta imposición. (Lamerlas; 1985: 156-162). Una vez consumada la presencia mexica, incluso con el envío de familias enteras que habitasen los lugares conquistados (Stocker; 1988:391), era el gremio de los tetlenpaques o constructores los que ocuparían la etapa Terminal de la expansión, imponiendo la presencia física por medio de la edificación de obras con apego formal al mismo concepto arquitectónico de la capital. Promoción significa, en estos términos, la posibilidad de uno o más personajes de un estrato, de optar por mejores condiciones sociales, a través de su desempeño como miembro de un gremio; en estas condiciones el Calquetzani, receptor de iniciativas provenientes del seno del poder y al mismo tiempo de ejecutor e instrumentador de obras, puede eventualmente representar el gremio constructor en este estrato transitorio, ya que acuerda al margen de dos instancias: aquella que genera la iniciativa de construcción –tlatoani, ciahuacóatl, tlatocáyotl, etc.- y quienes ejecutan físicamente la obra –calmananime, tetlepanqueme, tlacuilolli, etc.-; agregando por su puesto que el Calquetzani podría provenir de alguno de estos grupos de oficiales.

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La tributación arquitectónica La ejecución de obras arquitectónicas regionales requiere en su instrumentación de una sistemática organización del trabajo, tanto retribuido como tributario, exportado y local; el primero, provenía de los gremios oficiales del centro y se ocupaba básicamente de la captación de aquella mano de obra local, su retribución –no propiamente un salario en nuestros términos- consistía no solo en el sostén de su estancia en el sitio, sino de la promoción a mejores condiciones de vida y la autorización del uso de insignias especiales durante las fiestas cívicas. Por otra parte, el trabajo tributario de organizaba por tareas específicas, en este caso se contaba con fuerza de trabajo gruesa en volumen considerable, más la posibilidad de su adiestramiento dependía de su experiencia previa a la llegada y ocupación de los mexica, así como de su disposición al trabajo, ya que se tienen noticias de conflictos muy serios al respecto de enfrentamientos y negaciones de contribuir a las edificaciones consideradas como públicas y dentro del género de Arquitectura Regional (García Payón; 1946;5-6), a este sistema de tributación arquitectónica a través de la provisión de mano de obra se le denomina Coatéquitl. Este trabajo tributario se imponía a aquellos constructores de la localidad conquistada, en primera instancia; en caso necesario, se exigía la participación del resto de la población en el Cuatéquitl, convirtiéndose los trabajadores en tequitquinime –obreros sujetos al impuesto o tributo- y, según el volumen de obra, podría

requerirse del reclutamiento de algunas poblaciones vecinas, según la especialidad de cada una de ellas; toda esta actividad era regulada por el Calpixque, Calpixqui o intendente regional (Nah: Calli-casa/Pia: Guardar, gobernar, dirigir/ “el que guarda, gobierna o dirige un pueblo”) quien decidía sobre lo que hoy podemos interpretar como programas arquitectónicos de su localidad, en acuerdo estrecho con el Calquetzani (Nah: Calli-casa / quetzani-facturar, construir, levantar “El que construye casa”). La mano de obra Las obras públicas mexicas, incluyen géneros diversos y, circunstancialmente, tareas constructivas variadas, sin embargo esta esencia del trabajo no retribuido sino como legitimación del sujeto como parte activa del sistema, prevació hasta muy entrada la colonia y persiste aún entre grupos indígenas contemporáneos (tal es el caso del Téquio, sistema de organización para producción de obras del bien común, presente entre los grupos de la zona mixteca baja); podemos decir al respecto que poco intervino la conquista española en la transformación de la organización del trabajo tendiente a la edificación de obras públicas o del bien común, consideradas dentro del género arquitectónico central y regional. El Coatéquitl, como estructura laboral generalizada en todo el territorio con influencia mexica, formará parte de las actividades tributarias, no ya de productos o materiales, sino de mano de obra y fuerza de trabajo. Estas actividades contaban con un sistema de organización vigesimal, al igual que los sistemas calendáricos “Tonanpolhualli o Tonalámatl” y de medidas

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“Milcocolli”; de esto se tiene noticia al identificar en una obra novohispana, la utilización de 340 obreros para el transporte de 17 vigas. (Gibson; 1983:227 y Rojas R.; 1986; 135-150). Existen pocos casos de trabajadores no asalariados de tiempo completo, ya que, sabemos, el Coatéquitl reclutaba personas de tiempo parcial; excepto en aquellos casos que la obra tenía una duración considerable como la edificación de Teocallis (templos), Teccallis (casa habitación suntuarias o palacios) u obras urbanas de infraestructura, educación o espacios comunitarios. Como se ha dicho anteriormente, el Coatéquitl o Tequiutl, trascenderá más allá de la conquista y permanecerá como organización del trabajo -tradicionalmente- no asalariado y con modificaciones poco significativas, hasta nuestros días; su filosofía es la producción de obras del bien común, aplicando, según su magnitud, jornales de tiempo parcial de manera que no afecte la economía especializada predominante en la localidad; en caso de grandes obras se permite -y solicita- la participación de otras localidades, generando con ello una intensa dinámica en el sistema de poblaciones próximas entre sí, situación proveniente quizá, desde tiempos remotos. Aproximación a las herramientas y técnicas constructivas La Mesoamérica Prehispánica desconocía el uso de los metales para la obtención de herramientas, esto no excluye a la metalurgia que más bien tuvo eventuales aplicaciones entre grupos del occidente; purépechas

(también llamados tarascos) y cuya tradición del trabajo del cobre aún lega a nuestros días. Esta situación permitía que las obras escultóricas y arquitectónicas tuviesen características muy particulares; incluso, este aspecto ha sido motivo de la denominación de “barbarie” al estado de evolución cultural que abarca la época prehispánica, bajo la perspectiva occidental decimonónica. Ciertamente, la herramienta indígena consistía en piedras cuyas características de dureza superaban a aquellas sobre las que se trabajaba o se esculpía, en el caso de cinceles –las herramientas más difundidas- los basaltos andesíticos eran los materiales más utilizados; sin embargo, las arenas en su función abrasiva jugaban un papel decisivo en el acabado de las esculturas que una vez terminadas, lucían una fina cubierta de estuco y pintura; generalmente asociada a la filiación de la deidad u objeto trabajado. Otras herramientas que han llegado a nuestros días –como objetos arqueológicos-, son las llanas para aplanado; los materiales usados para su fabricación eran rocas cuyo peso específico era menor que el utilizado para otros artefactos, nos referimos a tezontles y escorias volcánicas. Las plomadas se conocen en piedra y cerámica. Por otra parte, la madera debió ocupar un lugar importante en la construcción de obras públicas y habitacionales, sin embargo, pocos ejemplos existen de este material ya que su conservación requiere condiciones especiales de contexto arqueológico, su función fue básicamente la de absorción de esfuerzos a flexo-compresión y librar claros en vanos a manera de dinteles, morillos, jambas, vigas o gualdras.

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Para hacer una reconstitución hipotética del proceso d edificación de un edificio prehispánico, son necesarios muchos más elementos de los que contamos en la actualidad; esto, por supuesto, referido a un gran modelo reconstructivo, más existen ejemplares particulares donde se pueden apreciar las distintas etapas y secuencias constructivas: la arquitectura del altiplano y del área maya son las que –por su estudio-, permiten estas aproximaciones de manera más concreta. Una de las características de esta arquitectura, es la pasividad del volumen y su predominio sobre el espacio interno, esto se lograba con el aglutinamiento de grandes cantidades de material y rellenos confinados en cajones de mampostería con junta de barro; así como del aprovechamiento de estructuras ya existentes a manera de núcleos, lo que recibe el nombre de superposición. Una estructura podía contar con un número determinado de superposiciones hasta alcanzar dimensiones colosales; esta adición progresiva de edificios en un mismo lugar, obedecía más bien a iniciativas de orden jerárquico que a ciclos establecidos, antiguamente se creía que a cada superposición correspondía un ciclo de 52 años (Marquina; 1935:45) sin embargo, se ha comprobado en excavaciones recientes que las placas conmemorativas de erección de un edificio superpuesto, corresponden por escaso margen a cambios de gobernante, mismo que seguramente buscó , además del prestigio de su administración, fundamentar el poder de su política en aquellas que le precedieron. Finalmente podemos considerar que la arquitectura mexica, como ejemplo del último episodio de la época prehispánica, sintetiza un orden social estrechamente

vinculado a la ideología, al integrar Urbanismo, Arquitectura, Escultura y Pintura en un todo organizado y expresivo; el espacio urbano, configurado por elementos arquitectónicos, será sede de la identificación de los valores ideológicos de la sociedad. Consideraciones finales Por el momento, y salvo nuevos trabajos sobre esta temática, la historia de los arquitectos prehispánicos tiene paralelo a la historia de sus edificios, conjuntos y centros urbanos. Por el momento también, “hacer historia de la arquitectura mesoamericana, no es hacer historia del arte prehispánico”, como se argumenta en libros de amplia difusión en nuestros cursos de análisis histórico-crítica de la Arquitectura Mesoamericana expresa una vocación comunitaria a través de los sistemas y procedimientos constructivos presentes en sus edificios, igualmente representa, en su contexto, un objeto cuya función social puede estar estrechamente vinculada con la sede de la ideología y orden del espacio circundante. Para nosotros, el espacio arquitectónico mesoamericano se perfila como un objeto cultural, abstraído del orden de la naturaleza y justo intermediario entre el hombre y su entorno. Sus dimensiones de espacio geográfico y tiempo, nos llevan a identificar los elementos por los que esta arquitectura existe y trasciende a través de las generaciones, no como espacio simplemente comunitario, sino como sitio de comunión física y espiritual.

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El colapso y el nuevo orden político de las tierras bajas mayas

Enrique Nalda El Postclásico de las Tierras Bajas mayas cubre un largo periodo: comienza con el llamado colapso de las Tierras Bajas del sur, fechado en el siglo IX de nuestra era, y se cierra, en Yucatán, con la conquista española de esa península a mediados del siglo XVI y, en el Petén guatemalteco, con el sometimiento del último reducto indígena en la Región de los Lagos, en 1697. Durante ese periodo se dieron, al menos, dos formas básicas de organización política: una, descrita por informantes y cronistas del siglo XVI, tendría aplicación al norte de Yucatán al momento de la llegada de los españoles a la península; la otra, habría operado durante la existencia de Chichén Itzá y de Mayapán como centros hegemónicos regionales, el primero hacia 1150 y el segundo en 1350 d.C. En términos generales, la primera correspondería a un poder fragmentado centrado en provincias autónomas; la segunda habría emergido como consecuencia de la unión de varias de estas provincias, sea por sometimiento o por alianza efímera o relativamente permanente. Estas dos formas de organización pudieron haber tenido sus paralelos en el periodo Clásico, fechado, en las Tierras Bajas del sur, entre 250 y 900/1 100 d.C., Una en el Clásico Temprano (250-600 d.C.) y la otra en el Clásico Tardío/Terminal, antes del llamado <<colapso del Clásico maya>>. La historia del Postclásico maya de las Tierras Bajas, entonces, depende en cierta, medida de

que se entienda el proceso de composición y de disolución de los sistemas políticos y de alianzas centradas en Chichén Itzá y Mayapán, y de que se comprenda el significado de ese colapso, concretamente, las contradicciones que resolvió. El colapso del Clásico maya El <<colapso del Clásico maya>> es un fenómeno de las Tierras Bajas del sur. Se produjo fundamentalmente en el Petén y su periferia -en la zona donde se ubica Tikal-; en el sistema hidrológico del Usumacinta -donde se encuentran sitios tan importantes como Palenque, Yaxchilán, Piedras Negras, Altar de Sacrificios y Seibal-; y en la zona suroriental -donde se localiza Copán-. Dentro de esa región, además, se manifestó con intensidad variable y llegó a estar ausente en sitios de primera magnitud, algunos de ellos próximos a la llamada zona central. Mientras el colapso se desarrollaba en esta gran área, en el norte de Yucatán, concretamente en la región del Puuc, se daba un crecimiento significativo de sus centros de población y se alcanzaba un clímax cultural de gran complejidad y refinamiento. No puede hablarse, por tanto, de un colapso general de la cultura maya, pero si de un <<colapso del Clásico en las Tierras Bajas mayas>>; éste último es no sólo un tema vigente, sino también un proceso crucial para el entendimiento de toda la historia del desarrollo prehispánico maya. No queda descalificado por el hecho de que contemporáneamente, en otra región del área cultural, se haya producido un centro de desarrollo equivalente en magnitud y fuerza a

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los que se estaban desintegrando cientos de Kilómetros al sur. El colapso de las Tierras Bajas del sur es, también, un fenómeno temporalmente muy heterogéneo. Es, básicamente, un acontecimiento del Clásico Terminal, fechado en esa región en 830 a 950 d.C., aunque en las áreas periféricas pudo haberse prolongado hasta 1 100 d.C. A partir de fechas tan tempranas como 692 d.C., aparecieron, sin embargo, los primeros signos de inestabilidad; así lo sugiere Miller12 con base en la sensible multiplicación de referencias a grandes batallas en las inscripciones jeroglíficas. En el ámbito de la producción material, los primeros indicios de una declinación cultural se manifestaron hacia el cierre del siglo VIII, dentro del periodo del clímax cultural y máxima población de la región, esto es, a finales del Clásico Tardío (600-830 d.C.), época en que se aprecia una sensible disminución en la elaboración de estelas y monumentos dedicatorios a partir de 790 d.C. A mediados del siglo IX, el deterioro en la región alcanzó niveles de crisis: la ausencia de nuevas construcciones de carácter monumental y el cese de la producción de ciertos bienes de prestigio o de artefactos vinculados con ceremonias especiales, como sucedió con la cerámica policroma que caracterizó el periodo previo en la zona central, reflejan una agudización de tensiones. Poco tiempo después, se abandonó el uso de la cuenta larga: la última estela de Copán tiene registrada una fecha de 9.19.10.0.0 (820 d.C.); la última de Tikal es de 10.2.0.0.0. (869 d.C.); mientras que las estelas más tardías de las 12 Miller, 1993

Tierras Bajas, las de Uaxactún y de su vecino Xultún, llevan la fecha de 10.3.0.0.0 (889 d.C.). También a finales del siglo IX, los principales centros de población de las Tierras Bajas del sur sufrieron un abandono masivo, primero de los conjuntos cívico-religiosos y los palacios anexos y, poco tiempo después, de las residencies en la periferia. El proceso culminaría con la ruralización y eventual desaparición del grueso de la población. Sitios como Seibal y Altar de Sacrificios, en la zona del Río de la Pasión prolongaron su <<florecimiento>> por unos cuantos años, según la muy discutida tesis de Sabloff y Willey13 bajo la égida de invasores provenientes de la Chontalpa, una región de las Tierras Bajas del Golfo de México. Otros sitios, como Lamanai, prolongaron su desarrollo sin cambio aparente hasta la conquista española14. Unos más continuaron siendo ocupados por una población diezmada, asentada en las márgenes o en espacios desacralizados de las viejas ciudades. Este último aspecto del colapso, el del abandono de la mayor parte de los grandes centros de las Tierras Bajas del sur, es el que más ha llamado la atención. A pesar de todas las consideraciones que puedan hacerse al respecto, persiste el hecho de que se trata de abandonos masivos, producidos en un periodo relativamente corto, de entre 50 a 100 años, y para el cual no se tiene respuesta a dos preguntas muy sensatas: ¿a dónde se desplazó la población? y ¿por qué la región no volvió a poblarse otra vez con la misma intensidad que lo fue 13 Sabloff y Willey, 1967 14 Pendergast, 1986

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durante el Clásico, ni se desarrollaron en ella nuevos centros de primer orden? No hay respuesta convincente a esos interrogantes. No se han llegado a definir con certeza áreas o sitios de recepción de migrantes que pudieran haberse desplazado desde las Tierras Bajas del sur hacia el Golfo, hacia el Caribe o, como se ha sugerido repetidamente, hacia el norte de Yucatán; tampoco se han detectado reubicaciones masivas dentro de la región afectada. Son muy contados los trabajos que han recogido esta inquietud, pero uno de ellos, el proyecto de reconocimiento y mapeo de Sayil (800-950 d.C.) dirigido por Sabloff y TourteIlot, ha concluido, justamente, con una respuesta negativa a la posibilidad de un movimiento rnigratorio hacia este sitio en la época del colapso15. La cuestión de la no-recuperación poblacional y cultural de las Tierras Bajas del sur puede verse desde múltiples perspectivas, todas ellas, sin embargo, igualmente frágiles en términos explicativos. Una es la de la analogía con el desarrollo de Teotihuacan. Durante el clímax poblacional de esta gran urbe, en la Cuenca de México hubo dos tipos de asentamiento: aldeas y pequeños pueblos, por un lado, y, fuera de toda proporción, el sitio de Teotihuacan, quizás cincuenta veces más grande en extensión y habitantes que el que le seguía en tamaño. Siguiendo el modelo de atracción gravitacional con el que podría explicarse esta diferencia, una vez alcanzado cierto tamaño, el centro urbano habría crecido de manera exponencial, atrayendo nuevos migrantes con una fuerza cada vez mayor. La cuestión es alcanzar ese punto crítico a partir del cual la curva poblacional se dispara 15 Sabloff, 1990.

imprevisiblemente; de no alcanzarse, no se daría el fenómeno de crecimiento poblacional que concluiría en la aparición de una ciudad prehispánica. Quizás ese fue el obstáculo con el que se encontraron las zonas donde se desarrollaron los grandes sitios del Clásico: una vez formados los grandes centros de población en el norte de Yucatán, se habría inhibido el surgimiento de nuevas ciudades mayas en esas otras zonas. Aunque no tan notoria la diferencia, en el norte de Yucatán se dio una desproporción entre los asentamientos del Puuc, Chichén y Mayapán, en ese orden de jerarquía, o Cobá, y los sitios más modestos de la costa del Caribe, incluido el norte de Belice, que habrían sido, a juzgar por la información disponible, una de las regiones mas importantes de recepción del éxodo del colapso. Ante la ausencia de una respuesta clara al problema de la pérdida poblacional y la incapacidad de recuperación que mostró la región, el problema del colapso maya de las Tierras Bajas meridionales ha permanecido abierto a la especulación. La cantidad de hipótesis que se han manejado al respecto es muy grande, muchas de ellas formuladas desde la perspectiva de una sola variable16. A un primer grupo pertenecen las de carácter catastrófico: pestes y ciclones, las más importantes. En otro grupo estarían las asociadas a una degradación ambiental, sea por el carácter mismo de la agricultura maya, por una desmesurada explotación de los recursos naturales, o por la incidencia de un cambio climático. Un tercer tipo de explicación se fundamentaría en la llegada de invasores desde alguna región remota. Un último tipo

16 Ver Adams, 1973

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sería el de la revuelta interna generada por tensiones entre grupos sociales antagónicos. En general, las explicaciones que toman a una sola de las variables como motor principal del colapso, han caído en descrédito. Hoy día se considera que fue un proceso complejo y que, como tal, requiere de la consideración de todos los aspectos fundamentales de la vida social, política y económica de los grandes centros de población de las Tierras Bajas y, también, de sus dominios territoriales. Hay que señalar, sin embargo, que la gran mayoría de estas nuevas interpretaciones sistémicas sobre el colapso implican una idea sobre el origen del proceso y un determinismo que las hace igualmente simplistas: en general, suscriben la tesis de que la población de las Tierras Bajas creció desenfrenadamente, acercándose peligrosamente o sobrepasando la capacidad de sustentación de las regiones en donde se manifestó la crisis. Para quienes defienden esta idea, lo que falta por encontrar es el elemento de disparo del proceso en su fase final, es decir, la <<gota que derramó el vaso>>; en ese punto de la hipótesis, vuelven a aparecer las viejas ideas sobre catástrofes, cambios climáticos, invasiones y agudización del conflicto interno. Desde esta perspectiva, puede decirse que es poco lo que se ha avanzado en el esfuerzo por explicar el colapso. Hay ciertos elementos sobre el colapso que hoy día cuentan con una aceptación generalizada. Hay consenso no sólo en el sentido de que no es un fenómeno de aparición repentina; y de que no es producto de la intervención de factores externos -aunque éstos hayan podido estar presentes en alguna región particular como

coadyuvantes-, sino también sobre que existen cuando menos dos tendencias a lo largo del Clásico Tardío que indudablemente tuvieron gran peso en el proceso: una es la expansión numérica de la élite y de las funciones que cubría; otra, la creciente secularización del ritual y el debilitamiento del poder central. Al respecto, Stuart17 resalta el hecho de que algunas vasijas mayas llevan el nombre de quienes las pintaron, uno de ellos, por cierto, hijo del gobernante de Naranjo, casado con una mujer de la élite de Yaxhá; hace notar, también, que numerosos dinteles y estelas de sitios en el Usumacinta tienen inciso el nombre de su escultor, y varios de ellos ostentan el título de ahaw o señor; y, además, el que en la Casa de los Bacabs de Copán, considerada como la residencia del <<escriba real>>, hay una banca con una inscripción que relaciona a este personaje con Yax Pak, gobernante de ese sitio a partir del año 763 d.c., una fecha muy cercana a su desintegración. El reconocimiento al trabajo de ciertos artistas -y, quizás, intelectuales- es, según este autor, una práctica ausente en épocas anteriores al Clásico Tardío, y desapareció con el colapso. El mismo Stuart nos recuerda que si bien muchos de los textos en inscripciones jeroglíficas celebran acontecimientos relacionados con nobles de alto rango, como serían los sahales -que no eran gobernantes-, es notorio que <<se conozcan muy pocos ejemplos del glifo sahal anteriores al siglo VIII>>18, lo cual refuerza la idea

17 Stuart, 1993 18 Id., p.332.

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de que en el Clásico Tardío que ampliaron notablemente los grupos de élite. Esta misma tendencia, que en esencia significa una creciente burocratización, parece haberse dado también en Kohunlich: ahí, en uno de los grandes conjuntos habitacionales recientemente excavados, el de Los 27 Escalones, se ha notado un cambio de función en el edificio principal del conjunto: de ser una estructura habitacional, se habría transformado en un edificio vinculado con la planeación y administración. En el contexto de ese sitio, el cambio, fechado hacia la segunda mitad del siglo IX, señalaría una reubicación de funciones, originalmente centralizadas, es decir, un cambio dirigido a la fragmentación del poder. Se trataría de transformaciones hacia una sociedad no necesariamente más estratificada o más rígida en cuanto a movilidad social, sino a una sociedad con un creciente número de funcionarios que, a diferencia de lo que podría estar sucediendo en otros sitios, no parece responder a la necesidad de asegurar lealtades o de administrar un territorio cada vez más grande, producto de conquistas o de alianzas, sino a la creación de nuevos espacios de autonomía. Existe, por otro lado, información que sugiere que, hacia finales del Clásico, estructuras originalmente vinculadas con el ritual se transformaron en construcciones de orden secular, a tono con la aparición de nuevas funciones o producto de la mencionada ampliación del estrato dirigente. El ejemplo más notorio de este tipo de transformación lo dio Proskouriakoff con su recreación de la secuencia constructiva del edificio A-V de Uaxactún: de un primer conjunto arquitectónico integrado por tres

templos, construido en el Clásico Temprano, se pasó, en unos cuantos siglos, a un arreglo dominado por palacios o estructuras de orden civil. El debilitamiento del poder central hacia finales del Clásico, vinculado con el aparente desplazamiento del ritual hacia el ámbito doméstico, ha sido igualmente señalado por Pendergast19; para este autor, la aparición en Seibal, Altun Ha y Lamanai -en especial en el edificio NIO-28 de éste último-, de edificios que no son templos, con fachadas de un fuerte contenido iconográfico, parece ser indicador de un replanteamiento, en esas fechas, de los valores religiosos, y la aparición de un ritual semipúblico, centrado en la unidad residencial. En Kohunlich posiblemente se tenga un indicador adicional de la existencia de una reorientación de la práctica religiosa hacia el ámbito familiar. Ahí, al igual que en otros sitios mesoamericanos, se han encontrado depósitos de basura recogida y colocada cuidadosamente en las inmediaciones de las casas -frecuentemente en callejones entre estructuras-, que contienen restos de bienes no utilitarios: cerámica decorada, restos óseos humanos y de animales, así como de plantas de posible función ceremonial, todo esto en cantidades que no se encuentran en otros lugares del asentamiento, ni en épocas distintas al Clásico Terminal; uno de estos depósitos ha sido fechado directamente en 10.2.0.0.0 (869 d.C.). Una primera interpretación para este tipo de acumulación es que se trata de una especie de sacralización de espacios domésticos, en un ritual que, a diferencia de lo que podía esperarse de épocas

19 Pendergast, 1989. p.231.

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anteriores, era conducido, o controlado en gran medida, por quienes habitaban esos espacios. Al respecto hay que señalar que, en relación con el <<colapso>> de Teotihuacan hacia 700 d.c., existe una notable proliferación de un artefacto especial, llamado candelero por su aparente función de servir de sostén a un par de velas, al que Millon ha considerado como posible indicador de la existencia del mismo fenómeno <<...un leve desplazamiento hacia una ex- presión ritual más personalizada y quizás más descentralizada durante más o menos el último siglo de existencia de la ciudad>>20. Todo lo anterior sugiere no sólo que en épocas tardías algunos de los artistas adquirieron un estatus relativamente alto, sino que, de manera paralela y como tendencia, se ampliaba el estrato gobernante al tiempo que se debilitaba su control social. Como respuesta a esta situación generalizada del Clásico Tardío, en la que más individuos adquirían un estatus relativamente alto, y el estrato dirigente se hacia cada vez mayor en número al tiempo que perdía control social, la élite buscó reforzar su imagen acumulando riqueza21 y dirigiendo el esfuerzo social hacia obras que posibilitaban y justificaban su propia existencia, especialmente hacia la guerra. Sus intentos por mantener el sistema sin cambio, sin embargo, sólo lograron profundizar la crisis del Clásico Terminal. 20 Millon, 1973. p.62 21 Rathje, 1970

La recurrencia del fenómeno Para algunos académicos, la guerra entre los mayas fue, en el Clásico, una empresa esencialmente de élite, que tenía un fondo religioso y que, por tanto, tuvo un impacto económico relativamente menor; para otros, fue fundamento de la persistencia de la élite a lo largo de la historia prehispánica de los mayas. Todos, sin embargo, difícilmente cuestionarían la idea de que se intensificó durante el Clásico Tardío y de que, en última instancia, esa mayor presencia es una expresión de la desestabilización de los sistemas políticos del Clásico de las Tierras Bajas del sur. Freidel22, por ejemplo, defiende la tesis de que la guerra operó durante el Clásico como un mecanismo de regulación de relaciones entre entidades políticas semejantes, que se desarrollaba de acuerdo con un código de aceptación generalizada, y que tenía como objeto la captura de miembros de élite para ser sacrificados, todo como parte de un ritual en que la ofrenda de sangre para mantener el orden cósmico era el medio de adquisición y de renovación de prestigio. La idea es consistente con la observación de Schele23 en el sentido de que existen pocos nombres de lugar en las inscripciones mayas relacionadas con la actividad militar. Freidel, sin embargo, admite también que, bajo las tensiones del Clásico Terminal, se rompió ese código, y se crearon las condiciones para que, lo que había sido una actividad de bajo impacto sobre el grueso de la población, se transformara en una actividad abierta, de 22 Freidel, 1986 23 Schele,1984

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carácter competitivo, con fuertes consecuencias económicas, políticas y territoriales. Stuart24 asume la misma postura cuando señala que las inscripciones del Clásico Tardío manejan el tema de la guerra más como narrativa que, como sucede en las imágenes de cautivos y de atuendos militares del Clásico Temprano, motivados por un afán de representación emblemática. Debe aclararse, sin embargo, que la guerra, como una actividad relevante y de gran impacto socioeconómico, se encuentra presente en el área maya desde fechas muy tempranas; así lo ha hecho notar, de manera por demás convincente, Webster, en especial a través de su trabajo en Becán25. El foso que rodea el conjunto de arquitectura monumental del sitio, fechado en el Preclásico Tardío o Clásico Temprano, es una obra que implicó un gran gasto de energía y que, por la forma en que fue excavado, por el lugar donde se acumuló la tierra extraída (a fin de crear un parapeto en la orilla interna del foso, el cual incrementaba la altura a ser superada por un intruso), y por el acceso restringido y controlado a la parte interna del sitio, hacen ver que se trata de una obra de carácter eminentemente militar, defensivo. Becán no es el único sitio con restos de defensas. En El Mirador, una muralla de alrededor de un kilómetro de longitud rodea el Recinto Sagrado del Preclásico Tardío, obstaculizando el acceso a los espacios donde, según

24 Stuart,1993 25 Webster, 1976

Matheny26, debieron haberse realizado los ritos más excluyentes. En Tikal, hay fosos y albarradas que datan del Clásico; uno de los fosos tiene cerca de 10 kilómetros de longitud y un ancho promedio de 12 metros. En Chacchob, un sitio del Puuc, se levantó una muralla en el Clásico Tardío. En Tulum e Ichpaatún, dos sitios del Post-clásico Tardío, ambos en la costa mexicana del Caribe, se construyeron anchas murallas que rodeaban el sitio por tres de sus lados, el cuarto abierto al mar. Xelhá, en la misma costa y de la misma época, también estuvo defendido por una muralla. Igualmente del Postclásico, más modesta como obstáculo pero de longitud excepcional, nueve kilómetros, se levantó la muralla de Mayapán. Existen, finalmente, múltiples relatos del siglo XVI que dan cuenta de la existencia de fortificaciones y de barreras efímeras, algunas de ellas levantadas para impedir el libre accionar de la caballería española durante la conquista de Yucatán. En 1525, a su paso por territorio cehache, en su camino a Las Higueras, Cortés encontró un pueblo excepcionalmente fortificado: ubicado en un alto peñón, entre una laguna y un arroyo profundo, sus casas estaban rodeadas de un foso con un pretil y una cerca de madera, con torreones, garitas y troneras. Más adelante, en Tiac, halló un sistema defensivo a base de cavas y garitas; el sitio tenía tres barrios, cada uno rodeado de una cerca y, todo ese conjunto, dentro de una cerca adicional. Xucahuitl, otro pueblo cehache, también estaba fortificado27. Montejo y Dávila en sus incursiones durante la conquista de Yucatán, encontraron 26 Matheny, 1986 27 Cortés, 1970

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frecuentemente albarradas, trampas, fosos, palizadas y estacadas, todas levantadas al paso de sus tropas, y todas construidas utilizando técnicas y estrategias que datan de la época prehispánica. Es importante señalar que estos sistemas defensivos, diseñados por comunidades de tamaños y nivel de complejidad diversos, son de diferentes épocas. Esto es un claro indicador de que la guerra entre los mayas, y en particular su agudización, fue una actividad recurrente, y que no debe verse, como hasta poco se hacía, como un fenómeno particular del Postclásico. Es una actividad especialmente notoria en esa época, pero también lo es en las fases finales del Preclásico y Clásico. Y no solamente la guerra, también el abandono relativamente masivo de un gran centro poblacional, es un fenómeno repetitivo entre los mayas. De nuevo, el caso de El Mirador ilustra el punto: este sitio, el de mayores dimensiones que se haya detectado para el Preclásico Tardío, fue abandonado inexplicablemente para ser reocupado en el Clásico por una población significativamente menor a la de épocas anteriores. La recurrencia de la guerra, y de los desplazamientos poblacionales masivos, indican qué el colapso de las tierras mayas del sur -como otros colapsos en el área cultural maya- es un fenómeno que responde en cierta medida a cuestiones de orden estructural. No hay duda de que existieron condicionantes generales en el proceso que habrían aparecido una y otra vez en la historia maya induciendo tensiones que se resolvieron a través de recomposiciones sociopolíticas que, a su vez, permitieron nuevos desarrollos -y nuevos desenlaces-, similares entre si. Sin embargo, dada la gran variedad de

respuestas a la crisis del colapso, esas condicionantes deben desprenderse del estudio de casos particulares. Una hipótesis alternativa Visto desde la perspectiva de nuestros propios trabajos en el Sur de Quintana Roo, resulta difícil aceptar algunos de los considerandos ya generalizados sobre el colapso maya. Hacia fines del Clásico, en efecto, se aprecia en esta región un incremento poblacional: en Kohunlich el fenómeno es evidente por la construcción de estructuras habitacionales en medio de espacios originalmente destinados a la circulación y a actividades al aire libre, así como por la subdivisión de habitaciones y el adosamiento de cuartos de calidad relativamente baja a edificios existentes. No resulta evidente, sin embargo, que en el Clásico Terminal haya habido sobrepoblación. En Kohunlich existe un continuo de ocupación desde el Preclásico Tardío hasta aproximadamente el año 1000 d.C., fecha en la que, al igual que los grandes centros más al Sur, su-frió una pérdida muy importante de población. La ocupación del Clásico Temprano, aunque insuficientemente explorada, parece haber sido de una dimensión equiparable a la de finales del Clásico. Dada esta circunstancia, la tesis de que el <<colapso>> de Kohunlich se inicia con un crecimiento poblacional fuera de control resulta inviable: si fue capaz de alimentar una población de igual tamaño en el Clásico Temprano sin haber entrado en crisis de recursos, no hay razón para sospechar que en el Clásico Tardío la situación haya sido diferente. Esto, por supuesto, al margen de que tal posición implicaría aceptar algo relativamente insólito: que en Kohunlich hubiesen fallado todos los mecanismos

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sociales de control poblacional que habrían impedido el desastre ambiental. Kohunlich está ubicado en un lomerío de suelos fértiles, bien drenados. Por contraste, Dzibanché, ubicado a 35 kilómetros al nordeste, está en terreno relativamente plano, rodeado de bajos; en su máximo poblacional debió de haber tenido, dependiendo de los límites que se impongan al sitio, cerca de 40.000 habitantes, una población de magnitud suficiente para haber presionado de manera significativa contra los recursos naturales alrededor del sitio. Ninguno de los bajos que rodean Dzibanché ha producido, sin embargo, evidencia que sugiera que fueron modificados a fin de sortear las inundaciones periódicas y poner bajo producción intensiva nuevas áreas de cultivo. En Dzibanché, no se dio, como se argumenta que sucedió en otros lados, una fase previa al colapso de intensificación de la práctica agrícola por la vía del terraceado, drenado de campos o apilamiento de suelo, como forma de dar respuesta a las demandas de una población que se salía de control. No hay en Kohunlich o en Dzibanché, entonces, nada que respalde la tesis de que, en el Clásico Terminal se haya dado un agotamiento de recursos. Esto, por supuesto, no quiere decir que en esta y otras regiones del área cultural maya no hayan podido darse transformaciones ambientales de cierta importancia como consecuencia de un crecimiento poblacional inusual. Discutiendo acontecimientos en las Tierras Bajas del sur, Rice28, por ejemplo, señala que en el siglo VIII hubo una pérdida de recursos florísticos y faunísticos que 28 Rice,1993

corrió paralela a la deforestación e intensificación del proceso erosivo de las tierras de cultivo, pérdida que indudablemente habría minado la productividad de gran parte de la región; pero a partir de ello no puede concluirse que esa degradación haya sido elemento decisivo en el colapso, es decir, que haya sido de intensidad suficiente para poner en jaque al sistema. Tampoco puede atribuirse a un cambio climático una pérdida de capacidad productiva suficiente para atentar contra la estabilidad de las comunidades del Clásico Tardío. No hay, para las Tierras Bajas del sur, trabajos concluyentes sobre el particular, pero en el cenote de Chulchacá, en el norte de Yucatán, se ha detectado la existencia de un clima relativamente húmedo y más marcadamente estacional desde el Preclásico Terminal hasta el Postclásico Temprano, fecha en la que se dio un cambio climático hacia condiciones más secas29; este hecho podría apoyar un propuesta de corte ambientalista para la desintegración de Chichén Itzá, pero no para el colapso de las Tierras Bajas del sur. En la laguna de Chichancanab, en el centro de la península de Yucatán, se ha detectado un deterioro climático similar, pero en este caso fechado claramente en el Clásico Tardío30. Difícilmente pueden conciliarse estas fechas como no sea aceptando que se trata de cambios regionales, circunscritos a áreas relativamente pequeñas; no es posible, por eso mismo, extrapolar ninguno de estos datos a otras áreas más meridionales. Desde la perspectiva de Dzibanché y Kohunlich, el crecimiento poblacional del Clásico Tardío debe verse 29 Leyden, et al.,1996 30 Hodell et al.,1995

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como una variable que opera no tanto en contra de los recursos disponibles, degradándolos, sino como una variable que actúa contra los límites que imponen otras circunstancias. En este punto es necesario tomar en cuenta, primero, que la tecnología maya aplicada a los procesos productivos permaneció sin cambio apreciable desde el Preclásico Tardío, fecha en la cual se habían desarrollado ya las técnicas agrícolas mas sofisticadas, incluidas las requeridas para el control de humedad y de la erosión; también se tenían ya el conocimiento necesario para la producción alfarera y de artefactos de piedra, la tecnología aplicada a la manufactura de todo tipo de bien de prestigio y los diseños y técnicas requeridas para la construcción y decoración de grandes edificios: basamentos piramidales, templos y palacios. A las demandas de una población creciente, de una burocratización en ascenso, una élite progresivamente mayor en número y una carga tributaria que iba en aumento, la respuesta tenia que darse, en algún momento, por la vía de un incremento en la productividad: no era ya una cuestión de poner más tierra bajo producción, aunque la hubiese, o de acortar el periodo de descanso, con el resultado funesto que tal medida podría traer; se requería producir mas con un gasto similar de energía y eso sólo se podía hacer colocando bajo producción intensiva tierras que estuviesen bajo un régimen distinto de explotación -cosa que no se dio en Dzibanché ni en Kohunlich- o adoptando alguna innovación en procesos básicos -Cosa que no se dio en el área maya ni, en situaciones similares, en el resto de Mesoamérica-. La tecnología agrícola existente hubiera resuelto el problema en Dzibanché y Kohunlich -y, seguramente, en muchos

otros lugares-, pero no se aplicó, seguramente porque las condiciones sociales que operaban en esos momentos no lo justificaban. Bajo esta hipótesis, y dada la falta de disposición de producir más por parcela y por grupo de trabajo, es de esperar que se hayan generalizado los enfrentamientos bélicos; lo que se buscaba no era la integración de nuevas tierras, sino de nuevos tributarios. El costo de la empresa, sin embargo, podía llegar a rebasar el beneficio de la victoria en el campo de batalla; bajo estas condiciones la actividad no contribuía sino a profundizar la crisis. También bajo esta hipótesis, las alianzas entre centros mayores serían la expresión de la concertación de un acuerdo de no-agresión; el vehículo más apropiado seria la alianza matrimonial. Los movimientos poblacionales hacia afuera del dominio controlado por la élite de los grandes centros, tendrían que verse como un recurso del común de la gente por aliviar una carga que ponía en riesgo su propia existencia. El deterioro de las condiciones de salud: la incidencia más frecuente de enfermedades asociadas con una dieta deficiente y la cada vez mayor discrepancia en el crecimiento físico de miembros de la élite y del campesino maya de las Tierras Bajas, habrían degradado su nivel de vida de manera inadmisible; habrían llevado a ese campesinado a adoptar la forma mis efectiva que conocía y que puso en práctica, Una y otra vez, antes y después de la llegada de los españoles, para resistir la adversidad: la evasión, la reubicación y la recreación de condiciones perdidas. En la Colonia, cuando la <<exacción de trabajo por parte del encomendero, religioso, autoridad local o la Corona

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directamente (...) resultaba excesiva -y no necesariamente medida en términos absolutos-, el desplazamiento hacia lugares menos desfavorables se hacía probable. El desplazamiento podía darse hacia la vecindad inmediata, hacia otra comunidad cercana o distante o hacia la zona insurrecta; podía darse como recurso transitorio, en espera de que mejoraran las condiciones de vida en la comunidad original, o como decisión definitiva. Podía darse intempestivamente o ser planeada con detalle. Para Farris (1984), por cierto, estas posibilidades quedarían enmarcadas en un tipo de desplazamiento concreto: la deriva (drift), específicamente una migración interna que se expresaría, en última instancia, como intento por borrar todo rastro de la existencia del migrante>>31. La evasión habría desencadenado un proceso de desintegración acelerada e irreversible del sistema social de los centros rectores del sur: la capacidad de estos centros de retener a los emigrantes se hizo cada vez más reducida, con lo cual el flujo se incrementaba. Metidos en un círculo vicioso en el que cada nuevo intento por estabilizar el sistema ahondaba las diferencias de intereses, la élite perdió control de la situación muy rápidamente. Los migrantes, sin embargo, tuvieron que vencer un rígido sistema de prescripciones y prohibiciones: <<tuvieron que trascender el umbral impuesto por la enorme carga ideológica generada por el discurso del grupo (gobernante) (...) monopolizador del saber existencial y, en esa medida, inflexible>>32. Tuvieron que vencer, precisamente, la capacidad de los 31 Nalda,1994,p.347 32 Id.,p.371

estados de las Tierras Bajas del sur para prevenir fisiones. Es de esperar que, dadas esas condiciones, el éxodo haya sido, al menos en una primera etapa, a nivel de familia e incluso de individuos. Para los migrantes, el desplazamiento a otras áreas no tuvo que haber sido complicado o desventajoso; desde el área central, el movimiento de relocalización podía darse a grandes distancias sin entrar en regiones inhóspitas o diferentes de lo que estaban acostumbrados: la relativa homogeneidad ambiental de las Tierras Bajas les permitía moverse dentro de un terreno familiar. Pudo haberse dado, también, hacia regiones favorecidas por ríos perennes y grandes lagunas que, como el norte de Belice, no estuvieron sujetas al dramático despoblamiento de los asentamientos de la zona central. Exploraciones arqueológicas en Tayasal sugieren la posibilidad de que las comunidades que encontraron los españoles en la Región del Lago Petén Itzá hayan sido producto de una mezcla de migrantes del colapso con población autóctona33. En cualquier caso, debió de haber tierras suficientes para ocupar y explotar, y los migrantes debieron de ser bien recibidos: la entrada al dominio de nuevos tributantes que compensasen la pérdida poblacional que el sitio receptor estaba experimentando, tuvo que ser no sólo bienvenida, sino promovida. Para sitios como Kohunlich y Dzibanché el desplazamiento parece haberse dado hacia la costa del Caribe, justo hacia el lugar del primer florecimiento cultural de la región: una zona con agua en abundancia y recursos marinos que permitieron no sólo la aparición de comunidades autosuficientes, que practicaban una economía mixta -menos riesgosa-, sino también el 33 A. Chase,1985

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desarrollo de grandes centros de población y de arquitectura monumental hacia el Preclásico Terminal y el Clásico Temprano; Chacchoben, Oxtankah y Muyil ejemplifican este tipo de asentamiento. La organización política del Postclásico Con la ruptura del poder centralizado y la desintegraci6n del sistema tributario como culminación del colapso, habrían proliferado los pequeños poblados y se habría reducido el grado de formalización de las construcciones, de función ceremonial y doméstica por igual. A este patrón adaptativo corresponderían formas <<igualitarias>> de organización social, quizás con jefaturas efímeras, y un nivel relativamente bajo de integración, con un mínimo de vinculación con comunidades vecinas. Nuestros propios trabajos en el sur de Quintana Roo parecen confirmar la existencia en la zona de una ocupación post-colapso de cierta importancia, conocida como Fase Lobil. En Dzibanché, dos de los grandes edificios que rodean la Plaza Gann fueron transformados en épocas tardías, ya cerrado el Clásico Terminal, a fin de crear plataformas bajas sobre las que se habrían levantado estructuras de material perecedero; de haber tenido una función ceremonial, estaríamos en efecto frente a un proceso que Fry34 ha calificado de <<revitalización>>, con un ritual más centrado en la comunidad que en un grupo de élite particular. Además de estas ampliaciones hacia las plazas del Clásico, también en épocas tardías y en espacios antiguamente 34 Fry,1985

<<sagrados>>, se habrían construido modestas habitaciones, unas adosadas a estructuras monumentales y reutilizando sus materiales -como es el caso de los adosamientos al Edificio VI de Dzibanché, conocido por su dintel con glifos-, otras en medio de las grandes plazas de los sitios que para esas fechas habían sido ya abandonados. Las más modestas de estas habitaciones han dejado en el registro arqueológico tan sólo la hilada de piedras que servia de apoyo a los muros de bajareque; otras, más elaboradas, habrían tenido un rodapié de mampostería, pero en ambos casos los techos habrían sido de vigas de madera y palma; en Dzibanché y en Kohunlich son abundantes y no sólo en espacios antiguamente <<Sagrados>>, sino también sobre las ruinas de unidades habitacionales periféricas, lo cual sugiere la existencia, en esta región maya, de una población relativamente numerosa en esta época tardía. A juzgar por la estratigrafía encontrada en las unidades periféricas de Dzibanché, esta población no tendría continuidad con respecto a la del Clásico Terminal; habría un hiatus entre ambas, vacío que justificaría el hecho de que algunas de esas casas hayan sido construidas sobre las ruinas de unidades domésticas del Clásico Terminal. Seria, sin embargo, una ocupación claramente diferenciable de la actividad que dejó vestigios en los principales basamentos piramidales de Dzibanché, que sin duda pertenecen al Postclásico Tardío y que, en su mayor parte, son ofrendas de copal en vasijas e incensarios-efigie con representaciones de dioses. Con la desintegración de los estados de las Tierras Bajas del sur habría aparecido, también, un ambiente de permisividad, propicio para la recomposición de las

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unidades domésticas y para la constitución de comunidades pluriétnicas o de origen geográfico diverso. De hecho, si algo caracteriza al Postclásico Temprano en el área maya, son los movimientos poblacionales y la diversidad cultural que se observa en los centros mayores de población. Entre otras, se habrían dado dos grandes migraciones a las Tierras Bajas mayas: una desde la planicie costera del Golfo de México hacia el sistema hidrológico del Usumacinta, y otra, más tardía, desde la costa del Caribe y Campeche hacia Chichén Itzá y la actual Mérida. Otras igualmente importantes serían la de los itzáes a Bacalar y la de este mismo grupo a la Región de los Lagos en el Petén, a la caída de Chichén. Con el tiempo, y ya con los sitios del Puuc en declinación y desintegración final, y bajo este clima de tolerancia, diversidad de origen y poder fragmentado centrado en la comunidad, nuevas formas de organización política, de mayor nivel de integración, volvieron a emerger en las Tierras Bajas del norte. La primera de ellas fue expresión de un estado fuertemente militarizado: Chichén Itzá. Siguiendo a Quezada35, su gobierno habría estado presidido por un ah tepal o soberano, jerárquicamente situado por encima de los diversos halach uinic que representaban los intereses de los estados aliados: Uxmal y Mayapán, entre otros. Con la sustitución, años más tarde, de Chichén Itzá por Mayapán como centro político de una región más reducida, emergió una nueva organización: un gobierno confederado o multepal, en el que las decisiones eran tomadas colectivamente por diferentes <<señores>>, cada uno de los cuales tenía 35 Quezada,1993

una población sujeta; estos <<señores>> parece que habían residido en Mayapán, dejando en manos de un intermediario, el caluac, la tarea de controlar la tributación, y en las del batab o cacique, la de regular la vida política y administrativa de las comunidades en el dominio. Con la desintegración de la confederación de Mayapán, el poder político se fragmentó y se reubicó en los cuchcabaloob (sing. cuchcabal), término maya que los españoles tradujeron como provincia. A la llegada de los españoles, las provincias yucatecas funcionaban, según Quezada, al menos en dos variantes: <<la primera era aquella en donde el halach uinic concentraba ciertas funciones y ejercía otras de manera mediada. La segunda era aquélla en la cual las funciones globales estaban depositadas en diferentes personas, que reconocían a una de ellas como su halach uinic>>36; al margen de esta clasificación, podían encontrarse alianzas entre bataboob (sing. batab) pertenecientes a un mismo linaje o tzucub, como parece que existieron en las provincias de Ah Canul y de Cupul, así como alianzas coyunturales de bataboob sin relación parental entre ellos, como podría haber sido el caso de Chakán. Estas dos formas de integración no pueden considerarse, sin embargo, constitutivas de territorios específicos. El segundo tipo de cuchcabal, el que tenia un halach uinic con funciones limitadas, escogido -aparentemente por turnos- de entre los bataboob que conformaban una alianza más o menos informal, parece haber sido el mismo que se constituyó en la región insumisa de los lagos del Petén guatemalteco y que perduró hasta finales del siglo XVII. Con base en la información contenida en 36 Id.,p.51

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las fuentes coloniales, hacia la fecha de la llamada Gran Entrada de 1695-1697, esta región estaba conformada por entidades políticas relativamente independientes con mayor o menor propensión a aliarse entre si; eran alrededor de diez pueblos o batabiloob (sing. batabil, cinco de ellos en las islas del lago Petén Itzá; la mayor de ellas, Tah Itzá, estaba dividida en doce parcialidades -quizás barrios o cuchteeloob (sing. cuchteel)-, y era la sede de quien ocasionalmente aparecía como jefe de la Alanza: Canek. Las provincias del norte de Yucatán en el Postclásico Tardío, así como las que se encontraban en y alrededor del lago Petén Itzá a finales del siglo XVII, habrían sido entidades políticas que mantenían relaciones de competencia y colaboración, con guerras ocasionales entre si. En general eran entidades políticas equivalentes en recursos naturales disponibles, aunque ciertamente dispares en lo que se refiere a número de habitantes y superficie cubierta por sus respectivos territorios. La capacidad que cada una de ellas tenía de resistir un asalto y de organizar un ataque contra su vecino, sin embargo, debió de haber sido similar, lo cual habría contribuido al estancamiento de la dinámica de constitución de nuevos centros hegemónicos. Para algunos investigadores, este tipo de organización territorial habría sido también la prevaleciente en el Clásico Tardío. Mathews37 (1985), analizando la distribución de los llamados glifos emblema -un glifo especial cuyo signo principal designa un lugar particular-, ha concluido que, de ser cierta la hipótesis de que sólo 37 Mathews,1985

las entidades políticas autónomas se identificaban a si mismas mediante un glifo de esta naturaleza, entonces, hacia 790 d.C., se tendrían al menos una veintena de estos territorios en las Tierras Bajas del Sur. Marcus38 ha impugnado esta visión de la organización política de los mayas; su crítica está basada en gran medida en el hecho de que si se definen espacialmente las entidades autónomas siguiendo el principio de que a cada una corresponde uno de los glifos emblemas identificados a la fecha, el territorio correspondiente a sitios tan importantes como Tikal, resulta desproporcionadamente pequeño. En su lugar, propone la existencia de dos tipos de organización política: una, más acorde con el cuchcabal de épocas tardías, habría tenido vigencia durante el Clásico Temprano; y otra, más afín con la forma descrita de gobierno en Chichén, habría aparecido en las Tierras Bajas del sur durante el Clásico Tardío y denotaría, para ese periodo, la existencia de estados regionales, similares a los de Chichén y Mayapán del Postclásico Tardío. La propuesta está basada en consideraciones de geografía humana y se apoya en lo que para ella es el elemento que distingue al estado desarrollado de formas de nivel integrativo menor: el <<palacio>> del soberano, construcción que delata la existencia de un cuarto nivel jerárquico. El de Marcus es un modelo de <<crestas y depresiones>> en el que unos centros sucumben mientras otros emergen en otros lugares del área cultural maya; la historia política de los mayas seria, de esta manera, la de la disolución e integración de dominios mayores (por lo que no puede hacerse la pregunta de 38 Marcus,1993

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cual es la secuencia de formas políticas, pues todos los tipos existen simultáneamente). Después de la aparición en 731 d.C. de la cresta correspondiente a la constitución de cuatro supuestos estados regionales: Copán, Tikal, Calakmul y Palenque, vendría una primera depresión con la desintegración territorial de Copán y Palenque; una segunda cresta se formaría con la aparición de Seibal como capital regional en 846 d.C. y una nueva caída a finales del siglo IX con la aparición de la organización provincial; una ligera recuperación se daría con el auge de los sitios del Puuc como Uxmal, Sayil, Labná y Kabah y una nueva depresión poco antes de la integración territorial bajo Chichén Itzá; una repetición del fenómeno con Mayapán y su multepal y, finalmente, la reaparición de los centros provinciales que encontraron los españoles a su llegada a la península de Yucatán, dejando abierta la posibilidad de que un nuevo estado regional haya emergido en Petén Itzá durante el siglo XVII, con Canek como figura que integraría los pueblos dispersos en la Región de los Lagos. La explicación que ofrece Marcus a esta persistente oscilación entre gobiernos provinciales y verdaderos estados regionales es poco convincente: el proceso, según su propuesta, sería el producto de la operación simultánea de, por un lado, conquistas y alianzas Y, por otro, de la resistencia organizada por las comunidades que buscan retener su autonomía. Sin dar cuenta de qué es lo que está detrás del fenómeno, el <<modelo>> de Marcus no es sino la expresión formal del problema: no es posible explicar la guerra simplemente en términos de codicia o de afán libertario <<naturales>>.

Con base en consideraciones epigráficas e iconográficas, y en contraste con la inforinaci6n derivada de las fuentes escritas, Schele y Freidel39 han propuesto una forma alternativa de gobierno en Chichén Itzá: para ellos, el multepal habría aparecido por primera vez en ese centro. Los relieves del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, que muestran una procesión de más de doscientos personajes, entre ellos guerreros que portan armas, incluye, según Schele y Freidel, a sacerdotes o hechiceros, y en ninguno se muestra intención alguna de registrar la identidad de Ios personajes, situación que contrasta con la temática de las estelas, altares y dinteles mayas del Clásico, en donde la preocupación principal es, salvo contadas excepciones, la de exaltar la figura de un gobernante particular. Esto, por sí sólo, delata un cambio en el ejercicio del poder: de estar centrado en un personaje divinizado y una dinastía hereditaria, pasa a ser un poder compartido, ubicado en representantes electos por múltiples vías. Se puede alcanzar la misma conclusión por otro camino: si la interpretación de Stuart40 del glifo yitah es correcta, entonces es posible derivar de las inscripciones de Chichén Itzá una historia que coincidiría en gran medida con el relato del Obispo Landa, en el sentido de que en Chichén hubo tres hermanos que gobernaron sabiamente y que construyeron el edificio más conspicuo del sitio: el llamado Castillo. Si se toman relato e inscripciones Como metáfora, es posible conjeturar que con sede en Chichén haya funcionado, como las fuentes escritas lo indican, un gobierno colectivo, en el que cada uno de los

39 Schele y Freidel,1990 40 Stuart,1993

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<<hermanos>> sería el representante en la junta de gobierno de cada provincia o comunidad aliada. Chichén Itzá, de esta manera, significaría en el terreno político una ruptura con el Viejo Orden del Clásico; seria el innovador de las Tierras Bajas mayas y, en el norte de Yucatán, representaría una alternativa a la persistencia de formas culturales vinculadas con ese mismo orden. Al respecto hay que señalar que los datos arqueológicos disponibles, así como una comparación y contrastación de estilos arquitectónicos y complejos cerámicos, sugiere la existencia, en el Postclásico Temprano, de una cierta continuidad cultural con respecto de otras zonas de las Tierras Bajas, así como la intrusión de elementos nuevos que rompen con esa tradición. Andrews y Robles41 han expuesto esas concordancias y diferencias postulando la existencia en esa época (900 a 1200 d.C.) de dos grandes centros regionales y polos de desarrollo: Cobá, portador de rasgos culturales particulares del desarrollo del Clásico, pero igualmente integrador de elementos afiliados al Puuc de las Tierras Bajas del sur, y Chichén, fuertemente influido por estilos foráneos. Mayapán, heredero del eclecticismo cultural de Chich6n, seria el último de los grandes centros del Postclásico maya de las Tierras Bajas, heredero, también, de la nueva forma de gobierno que se habría originado en Chichén Itzá y que habría desaparecido de una vez por todas, con su propia extinción como centro de alianzas, para dar paso al cuchcabal, forma dominante del resto de la historia maya precolonial. 41 Andrews y Robles,1985

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Boletín No. 05 Julio 2004

La arquitectura de las ciudades mayas del área Puuc, Yucatán

Cristina Vidal Lorenzo Gaspar Muñoz Cosme

La serranía Puuc es una cadena de suaves elevaciones que nace cerca de Peto y se dirige hacia el noroeste hasta Maxcanu, desde donde discurre en dirección suroeste para morir en la costa de Campeche, formando así una “V” invertida con el ápice en Maxcanu. Asimismo, denominamos Puuc al área arqueológica comprendida en esta serranía, la cual incluye decenas de espectaculares sitios arqueológicos que, a su vez, pueden dividirse en dos sectores principales: este y oeste. El primero y más famoso en términos generales, abarca desde Uxmal al norte hasta lchpich al sur, mientras que el segundo, más destruido y menos conocido, cubre desde Oxkintok en Yucatán hasta Yakal Chuc en Campeche, siendo en este sector donde se encuentran los casos más antiguos conocidos en la región que se remontan al Clásico Temprano (Gendrop 1983:141). Por último, el término Puuc tiene una tercera lectura ya que es también el estilo arquitectónico que exhibe la mayoría de las construcciones de las ciudades Mayas concentradas en esta zona arqueológica. Este estilo tiene sus orígenes en el C1ásico Tardío y alcanzó su

máximo florecimiento en la zona durante el Clásico Terminal; sus manifestaciones más espectaculares las hallamos en las ciudades del corazón del área Puuc: Uxmal, Sayil, Labná, Kabah, Xlapak, etc. Dada la gran cantidad de manifestaciones arquitectónicas que esta área encierra, no pretendemos realizar un análisis comparativo detallado de todos los ejemplos hasta ahora conocidos, sino que nuestra intención es la de presentar las características arquitectónicas más sobresalientes de tales edificios, buscando similitudes con otras construcciones vecinas, la mayoría de ellas recogidas en la monumental monografía de Harry E. D. Pollock (1980) y en otras dos obras más recientes (Andrews 1986 y Gendrop 1983). Dentro de la complejidad de este estudio, de carácter principalmente estilístico, hemos optado por seguir tres hilos conductores que consideramos fundamentales para interpretar y clasificar, en una primera aproximación, la arquitectura Puuc (Vidal 1994, Cap.5): A. La Tecnología Constructiva: es seguramente la más recurrida y la que actualmente sirve como base para la cronología establecida por los diferentes autores. Esta teoría se basa en la evolución hacia sistemas más avanzados, es decir, empleo de materiales más elaborados, sistemas constructivos más complejos y mayor calidad en el trabajo de los materiales. Así, los elementos que consideramos más importantes para el análisis tecnológico son los de carácter estructural y concretamente aquellos relativos a la composición y forma de construir las bóvedas, muros y entradas.

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B. La Tipología Funcional: entendida como la clasificación de edificios según su distribución y compartimentación. Como elementos diferenciables nos fijaremos en las crujías, vanos, divisiones interiores, dimensiones y estructuración entre diferentes pisos y alturas. Según nuestra clasificación, distinguiremos entre construcciones de planta laberíntica, piramidal, templaría, "palaciega", pasadizos abovedados y juegos de pelota, rasgos fundamentales para comprender el uso y la función de las construcciones. C. La Estética Formal: Un análisis dentro de este campo nos conduciría a planteamientos de concepción espacial y formal en su más amplio sentido, vinculado al carácter que se le quería dar a los edificios y a la sensibilidad de cada época. Sin embargo, un análisis de este tipo sólo puede llevarse a cabo en los sitios ya excavados o, al menos, limpios de vegetación, de ahí que en nuestro estudio nos fijaremos sobre todo en los elementos decorativos integrados a la arquitectura, tales como los diseños abstractos en piedra, la ornamentación en estuco, las columnas, capiteles y otros elementos constructivos tallados con representaciones iconográficas o inscripciones jeroglíficas, los grafitos, las pinturas murales o las esculturas, que constituyen no sólo una expresión de los gustos estéticos de las diferentes épocas, sino que también nos transmiten una valiosa informaci6n cultural desde el momento en que el arte Maya puede entenderse como un complejo lenguaje simbólico con profundas funciones sociales. De la conveniencia de utilizar tales vías en el análisis arquitectónico ya hemos hablado en un trabajo previo (Vidal y Muñoz 1993:232), veamos ahora cómo aplicarlas

a cada estilo arquitectónico y a los periodos culturales que mejor describen las condiciones de la región Puuc, comenzando con el C1ásico Temprano y concluyendo en el Clásico Terminal, ya que de acuerdo a lo que actualmente se conoce a ese lapso temporal (300-1000 DC) pertenecen los cuatro estilos arquitectónicos establecidos para el área: Oxkintok Temprano, Proto Puuc, Puuc Temprano y Puuc Clásico. EL CLÁSICO TEMPRANO Estilo Oxkintok Temprano (ca. 300-550 DC) Durante este periodo y según los datos actuales, la ciudad de Oxkintok, ubicada al sur del vértice de la "V" invertida que forma la serranía Puuc, parece haber sido una de las entidades sociopolíticas más importantes del noroeste del Puuc. En este sentido, los resultados de las recientes excavaciones que hemos llevado a cabo en este centro mayor (MAEM 1989,1990 y 1992a,b), han puesto de relieve la existencia de unas raíces culturales de la tradici6n Puuc en el oeste, más tempranas de lo que se creía. En cuanto al resto X'kukikan, situado en el estructuras asociadas al estilo Oxkintok Temprano se encuentran también en el sector oriental: Bakná, Xulmil y Yakalmai. Desde el punto de vista de la tecnología constructiva y según la información disponible observamos en estos edificios la presencia de bóvedas escalonadas, ausentes en los siguientes periodos constructivos.

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Destacan también los macizos muros atravesados por respiraderos y construidos con sillarejo de bloques burdos, que dan lugar a superficies muy irregulares, mientras que las jambas suelen estar conformadas por pequeños bloques, abundando las de fortuna trapezoidal. Tipológicamente, la mayoría de los edificios parecen adaptarse a los de tipo "palacio" ', de pequeñas dimensiones y con escasos números de cuartos. No obstante, existen dos singulares ejemplos de planta laberíntica y funcionalidad ceremonial: el Satunsat y la Estructura MA-1 sub de Oxkintok. Por último y atendiendo a la estética formal de tales construcciones, encontramos que el elemento decorativo común son los paneles remetidos en el paramento superior, destacando algunos más elaborados con decoración de pirámides escalonadas invertidas separa- das por pares de círculos, o aquellos que aun conservan el arranque de la crestería. Aparentemente ostentaban también una sencilla ornamentación en estuco. TRANSICIÓN DEL CLÁSICO TEMPRANO AL TARDÍO Estilo Proto Puuc (ca.550-700 DC) En esta época de considerable crecimiento poblacional en todas las Tierras Bajas Mayas, los asentamientos del Puuc parecen haberse confinado, al igual que en el periodo precedente, en el sector oeste, rico en fuentes acuíferas, destacando entre los centros principales: Oxkintok, Xkalumkin y Acanmul. En Oxkintok se han detectado la presencia de dos fases en este estilo: Proto Puuc A y Proto Puuc B, en funci6n

de las diferencias tipológicas que exhiben los edificios adscritos a este controvertido periodo, conocido también con el nombre de Clásico Medio (Proto Puuc A) y el primer tercio del Clásico Tardío (Proto Puuc B). Desde el punto de vista estructural y estético, una de las características arquitectónicas más interesantes que suelen exhibir los basamentos piramidales del Proto Puuc A Es el empleo del talud-tablero, un recurso que abunda en la arquitectura mesoamericana. En el área Maya, las primeras versiones regionales de esta modalidad corresponden a Kaminaljuyu (fase 11, 100-200 DC), trasladándose algo más tarde a las Tierras Bajas Mayas (Tikal, fase Manik 1, 250-300 DC) y a sitios del norte de Yucatán, como Dzibilchaltun u Oxkintok (Pirámides CA-4 y MA- I y Estructura DZ-8 sub), siendo una innovaci6n dentro de este sistema el uso de la esquina retranqueada. Volviendo al norte de Yucatán, observamos que tanto en el Templo de las Siete Muñecas como en la Pirámide CA-4 de Oxkintok aparece la solución de talud-tablero y esquina retranqueado, presentando los dos edificios una gran proximidad arquitect6nica y temporal, ya que ambos han sido fechados en la transición del Clásico Temprano al Tardío. Sin embargo, dado que en el área Puuc no se conocen, hasta el momento, ejemplos de construcciones similares no podemos realizar comparaciones con otros edificios de la zona lo cual nos ayudaría a establecer vinculaciones culturales entre la arquitectura petenera y la Puuc. Por el contrario, dentro del subestilo Proto Puuc B (Fig.5) existen numerosos ejemplos, tanto en el núcleo central de Oxkintok como en otros sitios dependientes,

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destacando entre ellos el edificio oriente de Kupaloma. En el resto de la zona, las construcciones más representativas se encuentran en Cacabxnuc, San Felipe, Xkalumkin y Xcorralche. En cuanto a la tecnología constructiva, el elemento común en los edificios es la presencia de bóvedas formadas con lajas sobrepuestas, intradós curvo y los arranques trabajados con más cuidado; algunas tienen forma de botella y las superficies suelen ser muy irregulares debido al labrado burdo de las piedras. Los muros están hechos de bloques de diferentes tamaños pero mejor dispuestos y labrados que los del estilo Oxkintok Temprano y abunda menos el uso de cuñas entre ellos. Son típicos los respiraderos aunque en menor proporción que en el estilo anterior. Las entradas son de forma rectangular, soportan dinteles de piedra y las jambas combinan el empleo de sillares de esquina y bloques de tamaño y labra similar a la de los muros. Tipológicamente abundan las arquitecturas de tipo “palacio" con una distribución interior que va desde las amplias crujías divididas en cuartos a edificios de reducidas dimensiones y de planta semejante a las de algunas estructuras de estilo Oxkintok Temprano. Otras, sin embargo, tienen una apariencia más cercana a las construcciones de carácter templario aunque no se apoyan en basamentos piramidales u otro tipo de plataformas elevadas, como por ejemplo, el edificio oriente de Kupaloma. Desde el punto de vista estético existen evidencias de complicadas decoraciones en estuco en los frisos de los edificios, si bien la mayoría se ha perdido a consecuencia

de los derrumbes. En los paramentos superiores de otras estructuras aparecen paneles remetidos decorados con formas geométricas y, en algunos casos, existen restos de este tipo de decoración en las cresterías. EL CLÁSICO TARDÍO Estilo Puuc Temprano (ca. 700-850 DC) El Clásico Tardío se caracteriza en el área Puuc por una extensión de los asentamientos hacia el oriente de la región, debido quizá al crecimiento poblacional, de ahí la proliferación de edificios asociados a este estilo. En el resto del área se ha registrado cerca de un centenar de edificios de estilo Puuc Temprano, destacando entre los sitios más conocidos algunas construcciones de Xkalumkin, Xcocha, Xculoc, Chelemi, Bolonchoch y Haltunchon. Es posible también que a los momentos finales de este estilo pertenezcan algunas arquitecturas erigidas en los sitios más representativos del periodo siguiente: Sabacche, Labná, Kabah, Sayil y Uxmal. Según Andrews (1986:26), la tecnología constructiva de este periodo puede describirse como "transicional" desde el momento en que las edificaciones estilo Puuc Temprano combinan elementos constructivos similares a los de los periodos anteriores con otros más especializados. No obstante, la mayoría de los ejemplos refleja una notable mejoría en sus sistemas constructivos, como es la presencia de bóvedas formadas por piedras bien labradas, especialmente aquellas con dovelas talladas en forma de cuña; algunas presentan una considerable curvatura y por lo general

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son bajas si las comparamos con las del periodo siguiente. Los muros suelen exhibir fina mampostería de bloques bien labrados y dispuestos en hiladas regulares. En cuanto a los vanos, es de destacar la aparición de columnas de fuste cilíndrico o acusado éntasis con capiteles cuadrangulares y de piezas de jamba bien cortadas que tienen el grosor del muro. Las molduras medias son de un solo elemento y en el sector oriental hay numerosos ejemplos de molduras que se quiebran sobre las entradas. En cuanto a la tipología funcional, encontramos una gran variedad de ejemplos. En primer lugar, las construcciones de tipo "palacio", incluyendo desde los de reducidas dimensiones a los de amplias crujías y entradas porticadas. Un rasgo característico de este momento es la presencia de naves laterales que sobresalen respecto al cuerpo central. Es en este periodo cuando, originario tal vez de Edzná, se generaliza en todo el área Puuc el empleo de pasadizos abovedados, como la Estructura 20 del grupo Millet de Oxkintok y los aún más espectaculares “arcos" monumentales (¿a finales de esta fase?) como aquellos que en Kabah, Uxmal y Xculoc se levantan encima de una plataforma separada de otros edificios, al término de un ancho sacbé. Seguramente, la función de esas construcciones, equiparables a los arcos de triunfo de nuestra arquitectura, era marcar y formalizar la entrada a un recinto; así, el famoso arco de Kabah indicaría el inicio/término del sacbe Nohpat-Kabah (Pollock 1980:565).

La estética formal típica del momento combina el empleo de esculturas de estuco en los paramentos superiores y en las cresterías con la talla en bajorrelieve de figuras humanas e inscripciones jeroglíficas en dinteles, columnas, jambas y otros elementos constructivos. En otros casos aparecen pequeñas figuras geométricas de piedra cortada, colocadas en los remetimientos poco profundos que hay sobre las entradas con molduras medias "quebradas". Estos dos últimos tipos de ornamentación constituyen dos variantes (¿contemporáneas?) del estilo Puuc Temprano, situándose la que incorpora sencillos motivos geométricos en el sector este y la otra, aparentemente más importante, en el occidente, destacando Xcalumkin como principal foco de desarrollo y Oxkintok y Xcocha como focos secundarios. EL CLÁSICO TERMINAL Estilo Puuc Clásico (ca. 850- 1 000 DC) A finales del periodo anterior empieza a decaer el sector Occidental de la región Puuc, con el aparente colapso de sitios que en la fase precedente alcanzaron una notable relevancia, Xcalumkin entre ellos. Por el contrario, en el sector este se asiste a la gestaci6n de algunos de los elementos que van a conformar el más puro estilo Puuc Clásico, conocido también con el nombre de Puuc Floreciente (Gendrop 1983:169). Esta es la época de los ostentosos conjuntos arquitectónicos que encontramos en Sayil, Labná, Kabah, Xlapak o Uxmal, aunque hay, por supuesto, construcciones menos pretenciosas tanto en esas ciudades como en otros centros cercanos. Además,

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existen otros once sitios esparcidos en la zona fronteriza entre la región Chenes y la Puuc, cuyos edificios fueron ejecutados en un estilo arquitectónico llamado "híbrido" (Andrews 1985:1 1), ya que exhiben características arquitectónicas típicas del Puuc Clásico combinadas con otras más cercanas a las del estilo Chenes, siendo el más conocido de estos centros Xkichmook. La tecnología constructiva de los edificios Puuc Clásicos constituye la máxima expresión de las afinadas técnicas de corte y ajuste de las piedras. Durante este periodo se alcanzan las versiones más refinadas de los acabados tanto exteriores como interiores que aparecieron por primera vez en algunos de los edificios recogidos en el apartado anterior, si bien, las superficies expuestas de los muros, bóvedas y molduras están más cuidadosamente trabajadas que las construcciones Puuc Temprano. Las piedras de recubrimiento de las bóvedas suelen tener forma de cuña y, en ocasiones, de bota; están colocadas en hiladas parejas y al estar tan finamente labradas no necesitan cuñas. Las bóvedas de los subestilos Junquillo y Mosaico tienen, por lo general, una ligera curvatura, mientras que las pertenecientes al subestilo Uxmal Tardío son extremadamente altas y con lados rectos. Según Gendrop (1983:169), existen numerosos elementos formales heredados en su mayoría de los estilos Río Bec y Chenes, como es el caso de los zócalos o rodapiés de los edificios, que se hallan divididos en dos o tres partes. Las entradas son cada vez más amplias y los dinteles tienden a ser de madera a medida que avanza el periodo; las jambas están formadas por grandes losas que tienen el grosor del muro y hay

ejemplos de entradas múltiples con columnas de fuste cilíndrico y capiteles cuadrados. Tipológicamente nos encontramos con una amplia variedad de edificios, desde los de tipo "palacio" de una o varias plantas, a basamentos piramidales coronados por fastuosos templos, como el Templo V de la Pirámide del Adivino de Uxmal. No obstante, existen otros casos en los que la funcionalidad de los edificios podría ser doble e incluso múltiple (Pollock 1980:565); ejemplo de ello sería la Estructura 2BI de Sayil cuyo centenar de habitaciones sugiere una función residencial, a diferencia del tercer piso que exhibe las típicas características de un templo elevado; lo mismo sucede en otras muchas edificaciones Puuc Clásicas, que combinan la funci6n residencial con la religiosa. A este periodo pertenecen también algunos de los pasadizos abovedados más espectaculares de la arquitectura Maya, especialmente el de Labná y los de Uxmal. Finalmente, en esta última ciudad aparece otro tipo de edificaciones, como el Juego de Pelota (datado según las evidencias cerámicas entre el 800 y 1000 DC), o los recintos cerrados, destacando entre ellos el famoso Cuadrángulo de las Monjas. La estética formal constituye la categoría predominante a la hora de diferenciar los subestilos Junquillo, Mosaico y Uxmal Tardío, ya que como hemos visto ni la tecnología constructiva ni la tipología formal varían demasiado de un subestilo a otro. La decoración de junquillos parece imitar las cañas con las que se construían las chozas Mayas, más adelante totalmente reproducidas en los frisos de algunas construcciones; estos edificios, más de setenta

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según Andrews, incluyen desde los más sencillos diseños (hileras continuas de junquillos en el paramento superior, como los de la elegante Casa de las Tortugas de Uxmal), a los que combinan haces de columnillas con otras formas geométricas. El subestilo Mosaico supone la introducción de mascarones de nariz prominente (las más anchas y apoyadas sobre el piso actuaban también como escalones a la altura de las puertas) y, en ocasiones, con enormes fauces abiertas de las que emerge una divinidad. Los mascarones suelen aparecer junto a diseños de junquillos, grecas y celosías, aunque no tienen por que estar siempre presentes, como ocurre en el palacio Ch'ich de Oxkintok o en la Estructura S2 de Labná, por citar un ejemplo. En otras ocasiones sucede lo contrario, tal es el caso del Codz Pop (o "estera enrollada") de Kabah donde la repetici6n del mismo elemento decorativo (mascarones de Chac) más de 400 veces "destruye completamente su valor como una forma visual significativa y reduce el concepto de diseño arquitectónico al nivel de crear un patrón papel tapiz" (Andrews 1986:59). Otra de las construcciones más representativas de este momento es el famosos arco o pasadizo abovedado de Labná, que comunicaba entre sí dos conjuntos de edificios y cuya silueta es puesta de relieve por una bien contrastada ornamentación, que difiere totalmente de una fachada a la otra (Gendrop y Heyden 1989:145). Asimismo, este subestilo recuerda a menudo las decoraciones de algunos edificios de la élite de Veracruz

y Oaxaca, especialmente en lo que a los diseños geométricos se refiere. Por último, el subestilo Uxmal Tardío constituye una variante local exclusiva de esa ciudad; no obstante esta apreciación puede ser discutible desde el momento en que en la zona de Oxkintok se han documentado edificios de aparente manufactura Uxmal Tardía (Estructura DZ- 1 5, por ejemplo). De cualquier forma es indudable que la calidad del trabajo de la piedra en las arquitecturas tardías de Uxmal es la más exquisita de toda la región Puuc, destacando como elementos diferenciadores las representaciones de figuras humanas, animales mitológicos (serpientes bicéfalas, principalmente), calaveras y otras manifestaciones no Mayas como las máscaras de Tlaloc y los búhos. Este tipo de ornamentaci6n sugiere la existencia de influencias externas, quizá de Chichén Itzá, donde encontramos motivos y diseños muy cercanos a los de Uxmal. Edificios como la estructura norte del Cuadrángulo de las Monjas, en cuyo friso alternan diseños de celosías, grecas y chozas, exhiben una serie de remates que sobrepasan el nivel de la cubierta, culminación de una modalidad ya iniciada en otras ciudades vecinas (Sayil y Xlapak). Finalmente y a modo de ejemplo, pueden citarse dos edificios de Xkichmook que representan una fusión de influencias tanto de estilo Puuc como Chenes, así como otros rasgos locales. Las características más notables son las alargadas crujías con numerosos remetimientos en la fachada, simulando columnas empotradas; la

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presencia de peculiares mascarones tanto en el friso como en los paramentos inferiores o en los ángulos de los basamentos, o la utilización de rosetas como elemento decorativo en el friso, que nos recuerda algunos diseños plasmados en las piezas de cornisa de otros edificios estilo Uxmal Tardío. A MODO DE CONCLUSIONES Una vez realizado este breve repaso por el escenario arquitectónico de la región Puuc, podemos extraer una serie de conclusiones acerca de las implicaciones histórico-culturales de esta tradición. Observamos así que los vestigios más tempranos se concentran en el sector oeste del Puuc, siendo Oxkintok uno de los sitios más relevantes durante este periodo (estilo Oxkintok Temprano). Edificios como el Satunsat, MA-1 sub o el Palacio Pop del grupo Ah Canul, se erigen en claros exponentes de una arquitectura de indudable importancia ceremonial o político-administrativa. Además de estas singulares construcciones, encontramos otras que si presentan una gran semejanza con edificaciones de los centros vecinos y en sitios más alejados como Ake, Ekbalam, Acanceh, Yaxuna y Coba. En el periodo siguiente (estilo Proto Puuc A), continúa la misma tendencia de ocupar el sector poniente de la zona; Oxkintok es una de las ciudades, junto con Acanmul, que reúne mayor cantidad de estructuras piramidales en el área, lo que implica que ambas fueron importantes y prósperos sitios en una época en la que buena parte de la región Puuc se hallaba prácticamente desierta. En este sentido, creemos necesario insistir

en la semejanza que presenta la Pirámide CA-4 y el Templo de las Siete Muñecas de Dzibilchaltun con otras construcciones de las Tierras Bajas Mayas Centrales: nos referimos al empleo del talud-tablero y de la esquina retranqueada, lo que evidencia la existencia de intensas Corrientes culturales entre ambas regiones geográficas. La subfase Proto Puuc B se caracteriza por un cambio en la tipología funcional de las estructuras, una categoría que consideramos esencial a la hora de clasificar estilísticamente un edificio. Diferimos, por tanto, de Andrews (1986:8) cuando afirma que "las plantas de los edificios, la distribución de los cuartos, la forma y el tamaño de las construcciones tampoco pueden considerarse como atributos estilísticos de los edificios Mayas". Durante este periodo, en algunas ciudades se abandona la construcción de pirámides, predominando los edificios de carácter "palaciego". En la fase siguiente (estilo Puuc Temprano) comienzan a proliferar las edificaciones del sector oriental, incluyendo aquellos sitios que más adelante se convirtieron en las grandes ciudades Puuc Clásicas. No obstante, ambos sectores (oriental y occidental) parecen haber prosperado de forma similar. Así, Xkalumkin debió haber sido un centro de gran importancia, mientras que Oxkintok continuó dominando el escenario más al norte. Por último, las construcciones del Clásico Terminal (estilo Puuc Clásico) alcanzaron su máxima expresión en los grandes sitios del sector oriental, al tiempo que sitios como Oxkintok o Xkalumkin fueron perdiendo progresivamente su hegemonía, convirtiéndose en centros menores.

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Al parecer, este notable incremento de la actividad constructiva fue causado por las influencias recibidas de las vecinas regiones sureñas (estilos Río Bec y Chenes) y, quizá, de otras zonas más lejanas, como el centro de México. No obstante. Según Gendrop (1985:41), la arquitectura Puuc comenzó pronto a irradiar en todas las direcciones (incluyendo el foco de Chichen Itzá y, al sur, la región de Los Chenes), invirtiéndose la corriente cultural que durante los siglos VII y VIII se hacía sentir principalmente de sur a norte. En la región Chenes esto se traduce en una "contra-corriente Puuc Chenes", al tiempo que más al sur se asiste a la brusca declinación del área Río Bec. Para este mismo autor, entre los sitios que debieron de actuar de eslabones durante la transición de la tradición Río Bec-Chenes a la Puuc estarían Santa Rosa Xtampak en el área de los Chenes, Xkichmook en la franja intermedia y Sayil en la zona Puuc. Los últimos momentos del Clásico Terminal marcan el final del florecimiento de la arquitectura Puuc, siendo Uxmal el único representante de los grandes proyectos arquitectónicos en la región. En opinión de Dunning y Kowalski (1994:91), tanto la arquitectura como la iconografía, epigrafía y la cerámica sugieren que Uxmal logró alcanzar esa supremacía política debido a que su gobernante, el Señor Chac, no sólo mantenía relaciones comerciales con los dirigentes Itzá de Chichén Itzá, sino que también deseaba establecer algún tipo de alianza militar con ellos. De hecho, es muy posible que el rápido declive de las monumentales construcciones arquitectónicas poco después del 909 DC fuera causado por la disolución de la corta alianza entre Uxmal y Chichén Itzá.

De todos modos, si es lógico pensar que tanto Uxmal como otros centros cercanos (Nohpat, Kabah, Sayil o el entorno de Xkipche) conocieran un breve periodo de ocupación Posclásica antes de ser total- mente abandonados, circunstancia también extensible a otros centros de la cordillera Puuc. En este sentido no debemos olvidar que las transformaciones arquitectónicas y urbanísticas que sufrieron estas ciudades nos informan que fue sólo la clase dominante la que desapareció. Mientras que el resto de la población continuó viviendo allí. El poder económico y político de los habitantes de dichos espacios constituye un fiel reflejo de la historia de este periodo Maya, al que le sucede un estilo arquitectónico más tosco y descuidado, donde ya no existen piedras labradas o decoradas y donde muchas obras no fueron nunca terminadas. La fisonomía de los lugares cambia obligatoriamente; los grandes espacios se convierten en viviendas pequeñas, las puertas amplias se vuelven entradas estrechas con muros toscos o se clausuran por completo y, en algunos casos, se utilizan piedras que ornamentaban las fachadas de los antiguos palacios para construir, por ejemplo, el pavimento de una vivienda. En definitiva, cambios lo suficientemente significativos como para suponer que los que construyeron los "palacios" ya no los utilizaron como antes o, incluso, se vieron obligados a desalojar los sitios a pesar de que los edificios siguieron teniendo vida.

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La arquitectura neoprehispánica Manifestación de identidad nacional y americana

1877/1921∗ Rodrigo Gutiérrez Viñuales42

"Todo revival es un ejercicio contradictorio e insuficiente. Es un gesto burgués por excelencia, pero anida siempre una

cierta desconfianza respecto al progreso. A la vez, su recuperación del pasado es sólo posible por la capacidad

tecnológica de la arquitectura moderna de simular y producir los pasados que apetezca…" (VIVONI FARAGE, Enrique. "La

arquitectura de la identidad puertorriqueña. En Hispanofilia. Arquitectura y vida en Puerto Rico. San Juan, Editorial de la

Universidad de Puerto Rico, 1998, p. 239). 1. Prehispanismo en México. De Porfirio a la Revolución (1877-1910) 1.1. Los primeros ejemplos: del Monumento a Cuauhtémoc al Pabellón mexicano de París (1877-1889) El siglo XIX en Iberoamérica está marcado por la ruptura con el mundo colonial y el nacimiento de las nuevas naciones. En cuanto a las artes, el academicismo ∗ Los artículos fueron publicados conjuntamente en: "Arquitectura historicista de raíces prehispánicas". Goya, Madrid, Nº 289-290, julio-octubre de 2002, p. 267-286. Para esta ocasión le he hecho correcciones y añadidos posteriores (de datos y fotos) que mejoran la versión anterior. 42 Rodrigo Gutiérrez Viñuales. Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Granada (España). Profesor de Historia del Arte en la misma Universidad. Línea de investigación: arte iberoamericano del período 1800-1930. Autor de los libros Pintura, escultura y fotografía en Iberoamérica, siglos XIX y XX. Madrid, Ediciones Cátedra, 1997; e Historia del Arte Iberoamericano. Madrid-Barcelona, Lunwerg, 2000 (ambos coordinados con Ramón Gutiérrez). Autor de un centenar de estudios sobre estos temas.

mantuvo una presencia real, aunque discontinua. Mientras, en Europa, las reacciones contra la rigidez de los patrones de enseñanza se hacían crecientes, siendo el principal responsable de ello el Romanticismo, movimiento que prefirió la recuperación del mundo del medioevo, de vertientes como el románico, el gótico y el islámico, entre otros, en esa apasionada búsqueda del "carácter nacional". En América, reacciones similares fueron surgiendo durante la segunda mitad de esa centuria. El agotamiento de las propuestas clasicistas fue cediendo terreno a un nuevo repertorio ecléctico de fuentes históricas importadas de los países europeos, que incluyeron variables regionales, como el normando, el bávaro, el bretón, el vasco, el alpino, el goticista lombardo, etcétera. Se amplió la gama de materiales y colores con posibilidad de ser utilizados en la arquitectura, que viró hacia un recargamiento en la decoración. Dentro de estos lineamientos no tardaría en plantearse un neo-estilo inspirado en las propias raíces americanas, originándose el llamado "neoprehispánico". Esta vertiente historicista tuvo su origen y desarrollo más importante en México, siendo tempranos los ejemplos allí encontrados, casos que ejemplificaban la aceptación de estos lenguajes en el contexto de una arquitectura oficial teñida por el academicismo francés. Esta arquitectura tenía un antecedente en la maqueta a escala natural del templo de Quetzalcóatl, en Xochicalco, realizada por León Mehedin para la Exposición de París de 1867, es decir en el mismo año en que llegaba a su fin el efímero imperio de Maximiliano en México, muestra que fue la primera en cortar con el sistema de pabellón único. Este

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pabellón fue realizado aparentemente por el gobierno francés a través de la Comisión Científica Francesa.43 Diez años después de este suceso, en 1877, se produce el ascenso al poder de Porfirio Díaz y el secretario de Fomento, Vicente Riva Palacio, lanza la convocatoria para erigir un monumento a Cuauhtémoc. El vencedor fue el proyecto cuyo lema era "Verdad, Belleza y Utilidad", síntesis ideológica que Justino Fernández afirmó se trataba de "verdad histórica, belleza artística y utilidad moral, que juntos componían lo que se anhelaba que el arte fuese".44 Los autores del monumento fueron el ingeniero Francisco M. Jiménez en lo que a arquitectura respecta, encargándose Miguel Noreña – autor de la estatua de Cuauhtémoc –, Gabriel Guerra, Epitacio Calvo y Luis Paredes de la parte escultórica. El monumento se inauguró finalmente en 1887, dentro del período en el que Porfirio, tras retornar al poder en 1884, fomentó lo prehispánico como política cultural nacionalista, al decir de Fausto Ramírez. Este autor basa su aseveración en evidencias como la creación de la Inspección General de Monumentos Arqueológicos de la República (1885), la promulgación de la Ley de Monumentos Arqueológicos (1896-97), el incremento en presupuesto y colecciones del Museo Nacional de Arqueología, Etnología e Historia y la difusión turística de los sitios precolombinos45. Esta política prehispanista

43 Ver: Daniel Schávelzon (comp.), La polémica del arte nacional en México, 1850-1910. México, Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 165-170; y Fausto Ramírez, “Dioses, héroes y reyes mexicanos en París, 1889”, en Historia, leyendas y mitos de México: su expresión en el arte, XI Coloquio Internacional de Historia del Arte. México, UNAM, 1988, p. 203. 44 Justino Fernández, El arte del siglo XIX en México. México, UNAM, 1953 45 Fausto Ramírez, "Vertientes nacionalistas en el modernismo", en El Nacionalismo y el Arte Mexicano, IX Coloquio de Historia del Arte. México, UNAM, 1986.

convivió con la, más marcada aun, vertiente afrancesada; Schávelzon habla de la "oscilación de la política artística y cultural oficial del porfiriato, entre dos polos, según mejor conviniera a sus intereses: uno, acentuadamente nacionalista y apoyado en la exaltación de valores históricos específicos: otro, voluntariamente cosmopolita y moderno".46 En lo que al monumento a Cuauhtémoc en sí se refiere, uno de los detalles que más llamaron la atención fueron las columnas situadas en los ángulos del plinto (fig. 1). Las mismas estaban inspiradas en las piernas de los atlantes de Tula, descubiertas por Désiré Charnay en 1850, aunque no directamente sino a través de la visión que dos décadas después diera Howard H. Brancfort, quien las publicó a manera de columnas pero colocándolas al revés. Jiménez se basó en esta interpretación errónea, agregando como detalle propio el hacerlas triples, ya que al ir en los ángulos, se podrían ver dobles desde ambos lados del basamento. Así, se conformaron cuatro haces de tres columnas cada uno47. Uno de los hitos de la arquitectura neoprehispánica se producirá en 1889, con motivo de la Exposición Universal de París, en la cual los pabellones de Ecuador y México fueron realizados en base a formas arquitectónicas precolombinas48. El ecuatoriano, proyectado por Chedanne y construido por Paquin, reproducía un templo solar incaico (fig. 2). En cuanto al de México, el edificio

46 Daniel Schávelzon, 1988, p. 139. 47 Ibídem., p. 26. 48 Debe consignarse asimismo que el pabellón de El Salvador, obra del arquitecto Lequeux, recurrió para su ornamentación a un conjunto de signos y jeroglíficos extraídos del idioma náhuatl.

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habría de generar largas controversias y críticas, que terminaron por ser decisivas en el derrotero del neoestilo49. Para la realización del pabellón se llamó a un concurso en el que el proyecto elegido fue el presentado por el ingeniero arquitecto Antonio Anza con asesoramiento del historiador Antonio Peñafiel; las esculturas fueron realizadas por Jesús F. Contreras. Respecto del mismo, señalaba Peñafiel: "no hay adorno, ni símbolo, ni figura alegórica que no haya sido sacada auténticamente de la arqueología mexicana y con la única mira de revivir la genuina civilización nacional"50. De este texto se desprende, por un lado el supuesto respeto milimétrico a la arqueología, la cual en teoría no se reinterpreta libremente sino que se obedece al máximo, con el fin de "revivir la genuina civilización nacional", frase por demás elocuente. Peñafiel publicaría al año siguiente, en 1890, su gran obra "Monumentos de arte antiguo mexicano". Los arquitectos Luis Salazar, Vicente Reyes y José María Alva presentaron al concurso otro proyecto basado en la arquitectura prehispánica, pero cuya postura estética difería sensiblemente de la de Anza y Peñafiel, ya que lejos de la "autenticidad" perseguida por estos, se decantaba por una visión totalmente eclecticista sustentada en una amalgama de fragmentos de las ruinas, más acorde con el estilo festivo y exótico característico de las Exposiciones Universales, y cercano al carácter de "nota pintoresca destinada a combatir el aburrimiento universal" como diría Reparaz. 49 Recomendamos la lectura del muy completo trabajo de Fausto Ramírez citado en la nota 1, “Dioses, héroes y reyes...”, p. 203-253. 50 El Monitor Republicano. México, 9 de junio de 1888. Cit. por Ramírez, 1986.

En ambos proyectos, y como señala Ramírez, los autores tomaron lo fundamental de las ilustraciones de libros de arqueología; "¡Era tan fácil hurgar en libros y sacar de sus láminas sus motivos arquitectónicos! Porque no se crea que los señores arquitectos se molestaban en ir a estudiar las ruinas prehispánicas. ¡Para el edificio de la exposición de 1889, en París, confiesan haber sacado todo de lord Kingsborough, Waldeck, Dupaix, Charnay y Chavero!"51. A ello agrega Anda Alanis: "Ante la ausencia de un trabajo arqueológico científico y metódico, el mundo prehispánico era más imaginado que real. Esto permitió a los artistas explorar un territorio virgen y colmado de riquezas visuales que podían ser ensambladas para crear fantasías llenas de exotismo, de un mundo que destacaba más por su extrañeza, que por sus posibles referencias de identidad nacional"52. Sin embargo, en 1895, el propio Luis Salazar proponía que, estando ya "maduro el campo de las ideas para inspirarse en las monumentales construcciones arqueológicas que tenemos, se (pasase) al campo de la acción creando una arquitectura moderna nacional"53. 1.2. Las polémicas en torno al estilo “Neoprehispánico” El pabellón de México de 1889, en el que se fusionaban elementos aztecas y mayas, recibió en París las críticas

51 Francisco de la Maza, "La arquitectura nacional", en Del neoclasicismo al art nouveau. México, Sepsetentas, 1965. 52 Enrique X. de Anda Alanis, "El Déco en México: arte de coyuntura", en Art Déco. Un país nacionalista, un México cosmopolita. México, INBA, 1998, p. 59. 53 Luis Salazar, "La arqueología y la arquitectura", en Actas del XI Congreso Internacional de Americanistas. México, 1895, p. 151.

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del arquitecto Charles Garnier, aunque este también se adscribió en dicha ocasión a lo exótico y arqueologista construyendo junto a la torre Eiffel, símbolo de las nuevas tecnologías, una casa aztecas (fig. 3) e incas cuya versión era bastante folklórica. Esta inclinación de Garnier era consecuencia seguramente de los esquemas que Eugène Viollet-Le-Duc había difundido en 1884 sobre la habitación indígena azteca o inca, y tendría una pronta consecución en los motivos ornamentales indígenas que el tratadista E. Barberot incluiría en su manual de 1891. A la polémica del pabellón de 1889, se sumó pronto otra, en 1891, cuando en la entrada del Paseo de la Reforma, lindantes con el monumento a Carlos IV de Tolsá, se inauguraron las gigantescas esculturas de los héroes aztecas Ahuízotl e Izcóatl, realizados por el escultor Alejandro Casarín, y colocadas sobre unos pedestales de mármol negro, popularmente conocidos como los "indios verdes". La polémica, como destaca Elisa García Barragán, se produjo "ya que los reyes esculpidos dentro de un pretendido realismo indígena rompían la armonía del afrancesado paseo"54. Dos años después se leía en "El Monitor Republicano": "Insiste un periódico y con mucha justicia, en pedir al Ayuntamiento que suprima los ridículos y antiestéticos muñecotes colocados a la entrada del Paseo de la Reforma. Los turistas que visitan esta capital creen que esos adefesios son obra de los primitivos pobladores del Anáhuac y que nuestro ayuntamiento los conserva allí como reliquias arqueológicas. Así opinan los que nos juzgan

54 Elisa García Barragán, "Escultura y arquitectura neoindígena", en Schávelzon, 1988, p. 181.

favorablemente. En cuanto a los que sepan que son obras contemporáneas nos calificarán seguro de salvajes"55. Las respuestas a ambas obras tan polémicas, el Pabellón del 89 y los "indios verdes", se produjeron casi una década después: para la exposición de París de 1900 se descartó por completo el estilo indígena para el pabellón mexicano optándose, en una clara muestra de que se preferían los historicismos de historias ajenas, por uno de estilo morisco, y al año siguiente, en 1901, los "indios verdes" fueron trasladados al más adecuado Paseo de la Viga, donde se colocaron en nuevos pedestales en "estilo maya", hecho por el arquitecto Guillermo de Heredia. Mientras en los noventa (del siglo XIX) se daban en México estas discusiones en torno a la validez del estilo neoprehispánico en la arquitectura, en otras latitudes americanas se estaban construyendo obras que seguían esa línea. En 1893, durante la World's Columbian Exposition en Chicago, el director de la sección arqueológica Frederick Putnam, director asimismo del Harvard's Peabody Museum, se inclinó porque el Anthropology Building presentara decoraciones extraídas de ruinas mayas. Edward Thompson, cónsul estadounidense en Mérida y quien había realizado varias exploraciones y participado en excavaciones, fue el encargado de llevarlas a cabo. Este edificio presentó una colección de artefactos y relieves mayas, además de una

55 El Monitor Republicano. México, 2 de abril de 1893.

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colección de 162 fotografías tomadas en sus expediciones por Alfred Percival Maudslay y Teobert Maler a partir de 188056. Estas realizaciones tenían un antecedente en Estados Unidos en la residencia Tuxedo para Pierre Lorillard, que el arquitecto Bruce Price construyó en Nueva York en 1885, con referencias a formas precolombinas. En el extremo sur del continente, y casualmente también en 1893, el arquitecto italiano Tebaldo Brugnoli construía el mausoleo de Nazario Elguin y familia en el Cementerio Central de Santiago de Chile (fig. 4), en estilo "neoazteca", coronando su obra con una figura de la diosa Coatlicue que venía a ocupar el sitio que habitualmente se destinaba a la cruz. Brugnoli completaría sus realizaciones historicistas con los mausoleos de las familias de Claudio Vicuña Guerrero, en estilo "morisco"57, en 1896, y Domingo Matte con forma de pirámide egipcia y que incluye una esfinge y la figura de una egipcia en mármol de Carrara, hacia 1905. También en el Cementerio de la Recoleta de Buenos Aires, se halla un mausoleo concebido con referencias prehispánicas, el de la familia Aldao (fig. 5). Así pues, sin saberlo, Brugnoli se ceñía a una de las escasas tipologías que los más severos críticos del estilo neoprehispánico en México aceptaban como válidas. En efecto, un conocido artículo firmado en 1899 bajo el

56 Cfr.: Barbara Braun, Pre-columbian art and the post-columbian world. Ancient american sources of modern art. New York, Harry N. Abrams Inc., 2000, p. 139-140. 57 El "neoárabe", más conocido en América como "estilo morisco", tuvo una interesante difusión en los países iberoamericanos donde se hallan numerosos ejemplos; al respecto puede consultarse nuestro trabajo "Alhambras americanas: memoria de una fascinación". Artes de México, México, 2001, nº 54, p. 60-67.

seudónimo Tepoztecaconetzin Calquetzani58, a la vez que atacaba la incorporación de elementos precolombinos en los edificios contemporáneos, lo que tildaba de "inútil y quimérica empresa", afirmando a la vez que la disposición general de la arquitectura mexicana antigua pugnaban "por completo con nuestras necesidades", convalidaba la utilización del estilo en monumentos públicos y funerarios: "Hay una clase de edificios que por su misma índole pueden exceptuarse de las consideraciones que dejo apuntadas; edificios que tienen carácter histórico por excelencia, que no deben satisfacer a condiciones utilitarias y que siempre que haya motivos especiales pueden representar, sin menoscabo de las leyes del arte, cualquiera de las arquitecturas de los aborígenes de México: me refiero a los monumentos conmemorativos…". Bajo este prisma quedaban validadas obras de inspiración prehispánica como el monumento a Benito Juárez en Oaxaca, obra del arquitecto Carlos Herrera y el escultor Concha (1894), y varios proyectos de monumento no concretados, uno "en azteca puro", el que el arquitecto Francisco Rodríguez – probablemente el misterioso Calquetzani del párrafo precedente – proyectó para el ayuntamiento de Tepoztlán (Morelos) en homenaje al descubrimiento de la pirámide de Tepozteco y la inauguración del Museo de antigüedades de esa ciudad (1895), otro en homenaje a Porfirio Díaz, combinando elementos indígenas y clasicistas (1900), otro a Benito Juárez para el Paseo de la Reforma, concebido en estilo zapoteca y de enormes dimensiones 58 "Bellas Artes. Arquitectura, Arqueología y Arquitectura Mexicanas", en El Arte y la Ciencia, 1899. Repr. en Ida Rodríguez Prampolini, La crítica de arte en México en el siglo XIX, 2ª ed.. México, UNAM, 1997, tomo III, p. 377-380.

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(1906), y un cuarto a Xicoténcatl, proyectado por Carlos Noriega (1907). De esta manera, la arquitectura veía limitado su campo de acción y sus representantes eran ya conscientes de la existencia de una crítica que les sería inflexible en cuanto pensaran en proyectar valiéndose de los elementos precolombinos. Un nuevo golpe de gracia lo produciría en 1900 el trascendental libro "Las ruinas de Mitla y la arquitectura nacional" de Manuel F. Álvarez, quien no se mostraba dubitativo en atacar directamente el ornamentalismo, adelantándose visionariamente a las polémicas de los años veinte: "Últimamente hemos visto aparecer letras aztecas, como si los indios hubieran conocido el alfabeto y no hubieran existido en la edad media letras con adornos semejantes a los nuestros, como se puede ver en la gramática del ornato de Jones. También hemos visto un piano zapoteca, como si en aquella época hubiera sido conocido el piano, y en el que, prescindiendo de la forma propia, conveniente y elegante, se ha hecho un mueble tosco y pesado con unas grecas grabadas en los frentes, como si pudiéramos llamarnos aztecas por llevar un dije azteca en la cadena del reloj. No será difícil que veamos aparecer un vagón eléctrico azteca, porque en la caja se pinten unas grecas indias. Basta de empleos impropios y hasta ridículos, y dediquémonos mejor a vulgarizar el arte del dibujo, para conocer y apreciar la belleza de una obra de arte, para tratar con acierto y procurar el desarrollo del arte, y alcanzar con éxito el ideal de lo útil, lo verdadero y lo bello, esa trinidad del arte"59.

59 Cfr.: Manuel F. Alvarez, "Creación de una arquitectura nacional", en Las ruinas de Mitla y la arquitectura nacional. México, 1900, p. 273-282.

Cerrados cada vez más los caminos, el movimiento en México parecía tener agotado su repertorio en sólo dos décadas de andadura, y, ante la inminencia de la Exposición Universal de París de 1900, daba la impresión de que no había un "estilo nacional" digno de representar al país en el evento, tal como lo habían solicitado los organizadores a los países participantes; en México se llegó a decir que, al carecer el país de "una arquitectura que lo caracterice… debía adoptar un estilo serio que revelara el carácter del gobierno que rige su destino y el estilo Neo-Greco, que satisfacía estas condiciones, fue el adoptado"60. Así como España encontró en el pabellón neoplateresco de José Urioste una manera de mostrar su cara más "seria y culta"61, lejos del exotismo folklórico orientalizante que había caracterizado anteriores pabellones, México, desconcertado y confundido, se refugiaba en un pabellón de estilo "morisco" –esto parece ser que era el "neo-greco"!–, carente de raíces propias. Este pabellón, que tenía como antecedente el que José Ramón Ibarrola había realizado en hierro fundido para la Exposición Mundial de la Industria y el Algodón, en Nueva Orléans (1884-1885) y que hoy luce en Santa María de la Ribera, en la capital mexicana, era la prueba de cómo un historicismo ajeno era plausible de erigirse en imagen externa de una nación. Curiosamente este pabellón tuvo menos críticas que su predecesor de 1889. En la primera década del siglo XX se manifestó claramente un retroceso en las construcciones neoprehispánicas, aunque encontramos algunos casos 60 Cfr.: Ida Rodríguez Prampolini, ob. cit., tomo III, p. 581-582. 61 María José Bueno, "Arquitectura y nacionalismo. La imagen de España a través de las Exposiciones Universales". Fragmentos, Madrid, 1989, nº 15-16, p. 67.

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de arquitectura efímera neomayista como los arcos erigidos en Mérida (Yucatán) en honor al presidente Porfirio Díaz en 1906 (fig. 6), que tenía como antecedente uno similar emplazado en la ciudad de México en 1899, fabricado en la esquina de Patoni, hoy avenida Juárez y Humboldt, por el ingeniero Leopoldo Batres con algunos trabajos del escultor italiano Enrique Alciati62. Poco después, en las fiestas del centenario de 1910, Porfirio fomentaba el desfile de carruajes y comparsas indígenas precedidas por sus caciques, sin imaginar que a punto estaba de comenzar con violencia la Revolución Mexicana con su sustanciosa cuota de indigenismo y agrarismo. Los nuevos tiempos de la Revolución provocarían un paréntesis en la arquitectura neoprehispánica, que retomaría su andadura poco tiempo después, conviviendo, en los años veinte, con la consolidación de la arquitectura neocolonial. 2. La arquitectura neoprehispánica como expresión de la identidad nacional y americana (1911-1921) 2.1. Las nuevas propuestas en México El año de 1910, además de marcar en México el estallido de la Revolución, para este y otros países como Argentina y Chile significó la celebración de los centenarios de sus independencias políticas. Este momento histórico selló también el reencuentro con España tras un siglo XIX de distanciamiento, que sucedió a las luchas por la emancipación. España, habiendo 62 Ver: "La arquitectura neoindigenista del siglo XX en Yucatán". http://mexicodesconocido.com.mx/mex_tiem/mt970902.htm. Ver también: http://www.chichen.com.mx/merida/historia/avcolon1.html.

perdido las últimas colonias americanas en 1898, potenciaba un acercamiento con las naciones americanas en lo que lo cultural habría de jugar un papel decisivo. En la arquitectura, la manifestación más palpable de que los viejos resquemores querían ser sepultados definitivamente, la testimoniaba el estilo neocolonial cuyos momentos más álgidos en cuanto a debate y a obras se produjeron en el período 1915-1930. En el caso de México, se dio lo que Carlos Tur Donatti llama "nacionalismo colonialista", que ubica como última etapa cultural del porfiriato y primera de la Revolución, y cuya utopía estaba prefigurada por la "desconfianza en el progreso, acercamiento a la religión, el pasado colonial como tabla de salvación"63. Dentro de este contexto, en 1913 y 1914, Federico Mariscal dictaba una serie de conferencias, publicadas en 1915 bajo el título de "La Patria y la arquitectura nacional", en las cuales manifestaba la necesidad de acentuar el rescate de la arquitectura colonial mexicana. En 1917 se llegaría al punto en que el gobierno de Venustiano Carranza eximiría de impuestos a quienes construyesen en estilo colonial. Así, el debate sobre la "arquitectura nacional" fue tomando ribetes diferentes a los que habíamos visto en el período del porfiriato, donde la predilección por lo prehispánico había mantenido oculto casi por completo las riquezas del pasado colonial. Se llegaba ahora a un punto en el que comenzaba a plantearse en México una "fusión" de ambos estilos para definir esa identidad

63 Carlos M. Tur Donatti, "La literatura de la Arcadia novohispana, 1916-1927". Cuadernos Americanos, México, año XIV, vol. 4, Nº 82, julio-agosto de 2000, p. 126.

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"nacional", proceso que tendría su culminación en la obra de José Vasconcelos pero que ya anticipaban obras como las del pintor Saturnino Herrán, de clara raigambre estética hispanista, que en su tríptico "Nuestros dioses" (inconcluso a su muerte en 1918) representaba, fusionados y confundidos, a la diosa Coatlicue y a un Cristo crucificado, simbolizando el mestizaje cultural, en este caso desde un punto de vista religioso. En 1916, Manuel Gamio, Inspector General de Monumentos Arqueológicos de la República y Director de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, publicaba "Forjando Patria" donde teorizaba acerca de los derroteros más convenientes para alcanzar un "arte nacional, que es una de las grandes bases del nacionalismo". Reflexionaba sobre el pasado refiriéndose a un arte creado a partir de la invasión mutua de lo español y lo prehispánico, el cual había pervivido hasta entonces en la sociedad: "…La clase indígena guarda y cultiva el arte prehispánico reformado por el europeo. La clase media guarda y cultiva el arte europeo reformado por el prehispánico o indígena. La clase llamada aristocrática dice que su arte es el europeo puro. Dejemos a esta última en su discutible purismo, por no sernos de interés y consideremos a las dos anteriores"64. Gamio propone como solución para alcanzar un "arte nacional": "acercar el criterio estético del primero hacia el arte de aspecto europeo e impulsar al segundo hacia el arte indígena. (…). Cuando la clase media y la indígena tengan el mismo criterio en materia de arte, estaremos culturalmente redimidos"65. 64 Manuel Gamio, Forjando Patria (Pro Nacionalismo). México, Librería de Porrúa Hermanos, 1916, p. 66. 65 Ibídem., p. 67.

Mientras esto sucedía en el centro neurálgico del debate nacionalista, la arquitectura neoprehispánica comenzaba a tener presencia en otras regiones. En Mérida, en 1915, el arquitecto Manuel Amábilis, formado en L'École Spéciale d'Architecture de París entre 1908 y 1913, diseñaba y construía la fachada de una logia masónica en el antiguo templo de "Dulce nombre de Jesús" o de "Jesús María"; la misma desaparecería hacia los años cincuenta o sesenta. En 1919 el propio Amábilis, con la colaboración del ingeniero Gregory Webb, edificaba el Sanatorio Rendón Peniche, notable conjunto en el que se amalgamaban la modernidad funcionalista con una muestra ornamental de reminiscencias mayas, en especial del estilo Puuc. Construido para dar servicio sanitario a los trabajadores del Ferrocarriles Unidos del Sureste, el conjunto se halla actualmente casi en ruinas66. 2.2. La fortuna del “neoestilo” en los Estados Unidos En los Estados Unidos, en especial al sur de California, se consolidaba el llamado "Maya Revival". Una de las primeras muestras de ello se dio en 1915 con motivo de la Panamá-California International Exposition en San Diego; allí, los diseñadores locales Francisco Cornejo y Henry Lovins incorporaron el estilo a sus trabajos de decoración de interiores, muebles, azulejos y diseño gráfico, junto al egipcio y morisco. Para ese entonces 66 "La arquitectura neoindigenista del siglo XX en Yucatán", ob. cit. Para este tema pueden también consultarse los trabajos de J. Antonio Siller "La presencia prehispánica en la arquitectura neomaya de la península de Yucatán", y de Antonio Toca Fernández "Presencia prehispánica en la arquitectura moderna mexicana", ambos en Cuadernos de la Arquitectura Mesoamericana, México, UNAM, Facultad de Arquitectura, nº 9, 1987.

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Frank Lloyd Wright había construido ya la Kehl Dance Academy en Madison, Wisconsin (1912), utilizando motivos precolombinos; su obra más importante en esta línea habría de ser el complejo residencial de Aline Barnsdall en Hollywood, California, para cuya realización se basa en el libro de Herbert Spinden "A study of Maya Art" publicado en 1913 por el Peabody Museum of American Archaeology and Ethnologie de la Universidad de Harvard. Tras regresar del Japón, Wright realiza en los años veinte otras residencias en California basadas en motivos precolombinos. En 1925 proyecta el Gordon Strong Planetarium, en Sugar Loaf Mountain, Maryland, inspirado en el Observatorio de Chichén Itzá. En los años treinta hubo una suerte de furor por el estilo maya, con edificios tan paradigmáticos como el "Maya Building" de Frans Blom en la Chicago Century of Progress World's Fair (1933), inspirado en una porción del cuadrángulo de las monjas de Uxmal, y el "Federal Building" de la California Pacific International Exposition en San Diego (1935) reconstrucción del Palacio del Gobernador de Uxmal67. Esto se puede ligar al interés que surge en los Estados Unidos en esa época por la obra de los muralistas mexicanos, a lo que podríamos añadir la larga lista de exposiciones de arte prehispánico realizadas en distintas ciudades, potenciadas en varias ocasiones por el Panamericanismo que emanaba del gobierno norteamericano, o a la formación de importantes colecciones de arte precolombino como la del propio Nelson Rockefeller.

67 Los datos referentes a las obras de estilo "maya" en Estados Unidos fueron extraídos de Barbara Braun, 2000.

La anteriormente citada exposición de San Diego de 1915 marcó también la promoción del "Spanish Colonial Revival" – lo que más al sur se llamaba "neocolonial" – cuya presencia en Estados Unidos tuvo aun mucha mayor fuerza que el "Maya Revival". En 1916 se publicaba la obra de Newcomb titulada "The Franciscan Mission Architecture of Alta California", de notable difusión. En todo esto mucho tuvo que ver también el cinematógrafo, con la proliferación de películas ambientadas que incluían escenografías con arquitecturas remedando la colonial, que además habría de tener gran difusión y éxito en países como México: "…Una vez que la industria cinematográfica norteamericana se mudó de Nueva York a California, tras la Primera Guerra Mundial, la fuerza cultural del medio se acentuó. La nueva localización reforzó el exotismo; en particular puso de moda temas asociados con la herencia española y árabe…"68. 2.3. Sudamérica. Entre las raíces aztecas, mayas y tiahuanacotas Mientras, en la Argentina, se producía una reflexión similar sobre el arte y la arquitectura nacional. Dentro de ella tenía cabida el neocolonial, que tendría en Martín Noel a su figura más señera, pero que con una clara conciencia americanista, incorporaba la posibilidad de construir en estilo neoprehispánico. En el sur del continente la cultura incaica era la llamada a proporcionar lenguajes ornamentales válidos para estas obras, fenómeno que había sido potenciado por sucesos 68 Silvia Alvarez Curbelo y Enrique Vivoni Farage, "Crónica de una casa hispanófila: la Casa Cabassa en Ponce", en Hispanofilia. Arquitectura y vida en Puerto Rico. San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998, p. 229.

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como el descubrimiento en 1911 de las ruinas de Machu Picchu. Sin embargo el paradigma habría de ser fundamentalmente Tiahuanaco, en Bolivia. Temprana expresión del interés prehispanista en la Argentina fue el "Proyecto de sala de música decorada con elementos americanos" que el pintor catalán Lorenzo Piqué, radicado en Buenos Aires, presentó al V Salón Nacional de Bellas Artes en 1915, inspirándose en sus estudios sobre el arte precolombino. En 1920 los arquitectos Héctor Greslebin y Ángel Pascual, argentino y sevillano respectivamente, presentan al X Salón el proyecto de "Mausoleo Americano" (fig. 7), que fue galardonado con el premio Americano "ante la evidencia de una estilización autóctona modernizada", según se dijo. Este proyecto singular y ecléctico combinaba elementos provenientes de México, Yucatán y Tiahuanaco, convirtiéndose quizá en el primer ejemplo de aculturación de extracción prehispánica, entre lo azteca, maya e inca, que aspiraba a crear un "Renacimiento Americano" al decir de sus autores. "La elección del asunto recayó sobre un motivo funerario, 'un mausoleo', por ser este el tema tratado con más profusión en la bibliografía usada… El mausoleo no debía tampoco de ser ni una chulpa ni una huaca, sino un enterratorio moderno, situado en un recinto cuyas líneas fueran concordantes con las suyas y así la uniformidad de los monumentos que le rodeasen haría, a lo lejos, resaltar su característica silueta"69.

69 Héctor Greslebin y Angel Pascual, "Mausoleo americano. Primer Premio. X Salón de Bellas Artes". El Arquitecto, Buenos Aires, vol. I, Nº 12, noviembre de 1920, p. 236.

Al año siguiente, en 1921, Pascual insiste en la misma senda y presenta al 11º Salón Anual de la Sociedad Central de Arquitectos – siendo premiado con Medalla de Oro – el proyecto de "Mansión Neo-Azteca" (fig. 8) hablando de "la imprescindible necesidad de proyectar según la modalidad del pueblo mejicano antiguo partes de construcción, decoraciones y muebles que ellos, pertenecientes a una civilización más atrasada, desconocían". Para alcanzar su objetivo, proyectó "primero un hotel privado en estilo Luis XVI, el más común entre nosotros y después, respetando en un todo la distribución y casi en la totalidad la silueta exterior, fui mediante anteproyectos intermediarios operando el cambio de estilo hasta llegar al proyecto que presenté y que, repito no era azteca puro, porque no podía ni debía serlo pero sí neo-azteca"70. Lo curioso del caso es que ninguno de los motivos utilizados por Pascual era de procedencia azteca sino que eran elementos mayas de Yucatán. Cabe señalar asimismo que Pascual desconocía las obras que se habían realizado en México en estilo neoprehispánico. Un tercer proyecto de Pascual, realizado junto al arquitecto E. Schmidt-Klugkist, fue el de "Dormitorio neo-azteca", que fue premiado con Diploma de Honor en el Salón de Decoración, en Buenos Aires, en 1922. También tenemos datos de que en esos años se construyó, en la residencia de los señores Enrique Saint y Andrea Manceaux, sita en la calle Arenales de Buenos Aires, una sala de estar familiar con paredes cuyo revoque simulaba piedras incaicas, reproduciendo el

70 Ángel Pascual, "Mansión Neo-Azteca". Revista de Arquitectura, Buenos Aires, mayo de 1922, p. 25.

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muro externo del Hatunrrumiyoc. El conjunto incluía unos pocos nichos trapezoidales e inclusive una réplica de la famosa "piedra de los doce ángulos" de la capital del imperio inca71. Este gusto por lo cuzqueño fue potenciado en esos años por la actuación en el Teatro Colón de Buenos Aires, de la Compañía Peruana de Arte Incaico que pusiera en escena la obra "Ollantay", gran éxito teatral de 1923. Para ese entonces el ámbito de la arquitectura y el arte, desde la mirada nacionalista, se hallaba convulsionada en varios de los países del continente y se sucedían hechos de probada importancia histórica. Si tomamos como referencia el año 1921 en Perú, tenemos allí la publicación por parte del arqueólogo Julio C. Tello, descubridor de Chavín de Huántar, de su trascendente libro "Introducción a la historia del antiguo Perú". Asimismo, se aprueba entonces el proyecto de erección de un monumento a Manco Capac que presentan los escultores David Lozano y Benjamín Mendizábal. Donado por la colonia japonesa en el Perú, con motivo del Centenario de la Independencia peruana, este monumento sería ejecutado por Lozano, inaugurándose en 1926, siendo el primer monumento en el Perú con elementos y ornamentación "incaísta" y al que podemos emparentar en cierta medida con el monumento a Cuauhtémoc de México en cuanto a concepción ideológica y estética. Dice Castrillón Vizcarra que "El hecho de haber escogido al héroe fundador del Tawantinsuyu tiene que ver sin duda con las ideas en

71 Víctor M. Guillén, "El Cuzco en una mansión argentina". Revista del Instituto Americano de Arte del Cuzco, Cuzco, Nº 3, 1944. Esta residencia fue lamentablemente demolida hacia 1966.

boga acerca de nuestro origen asiático y nuestra filiación con el Imperio del Sol"72. 2.4. Irrupción de lo prehispánico en la cultura y la educación popular. Propuestas para un “Arte Nuevo” en América Siguiendo con los sucesos de 1921, pero pasando a México, encontramos hechos como el iniciático viaje que realizan a Uxmal y Chichén Itzá, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Adolfo Best Maugard y José Vasconcelos que derivaría en acontecimientos como la primera exposición dedicada al arte popular mexicano organizada por Montenegro, Best Maugard, Francisco Cornejo y Jorge Enciso; poco después, el Dr. Atl publicaba el libro "Las artes populares en México". Se da inicio a una promoción del arte popular desde el Estado que tendría su máxima expresión en la obra de los muralistas. También en 1921, pero en Barcelona, David Alfaro Siqueiros publicaba en "Vida Americana" su "Manifiesto" “Tres llamamientos de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana” en el que rechazaba la utilización de motivos tomados de las culturas prehispánicas en obras modernas, proponiendo a la par estudiar seriamente aquellas obras del pasado, evitando simples reconstrucciones arqueológicas. En ese mismo año viaja también por México el arquitecto británico Bossom, conocido por su aplicación de motivos precolombinos en rascacielos de estilo art decó en Estados Unidos.

72 Alfonso Castrillón-Vizcarra, "Escultura monumental y funeraria en Lima", en Escultura en el Perú. Lima, Banco de Crédito del Perú, 1991, p. 352.

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Dentro de esta sensibilidad, otra de las manifestaciones más interesantes fue la realización y publicación de manuales de ornamentación y métodos de dibujo basados en motivos precolombinos73. El tema pedagógico, en este sentido, tuvo en 1923 un año paradigmático74. En México se publicó el "Método de dibujo: tradición, resurgimiento y evolución del arte mexicano", de Adolfo Best Maugard, método que tuvo sus orígenes hacia 1918 y se utilizó en las escuelas primarias y normales del país entre 1921 y 1925 en que fue suprimido. Su autor había sido estimulado en el estudio de las culturas precolombinas por Manuel Gamio, quien también en 1923 culminó su estudio integral de Teotihuacán con la publicación de "La población del Valle de Teotihuacán", donde "propuso y llevó a cabo la instalación de talleres de trabajo en barro en donde manos teotihuacanas, con tierra teotihuacana, empezaron a moldear figuras plásticamente compuestas a partir de la escultura teotihuacana"75. También en 1923 pero en Argentina, el escultor Gonzalo Leguizamón Pondal junto al arquitecto Alberto Gelly Cantilo comenzaba a publicar los cuadernos "Viracocha" de "dibujos ornamentales americanos". Entre los más entusiastas críticos destacó Clemente Onelli quien no dudaba en afirmar que "…sería una verdadera ceguera que este ambiente, sensible tan sólo a las crisis y al bienestar materiales, no comprendieran que es el 73 A este tema hemos dedicado el estudio "Fuentes prehispánicas para la conformación de un arte nuevo en América". Temas, Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes, 2000, p. 49-67. (En colaboración con Ramón Gutiérrez). 74 Para ampliar aspectos sobre este tema, puede consultarse nuestro trabajo “La infancia, entre la educación y el arte. Algunas experiencias pioneras en Latinoamérica (1900-1930)”. Artigrama, Zaragoza, nº 17, 2003. 75 Enrique X. de Anda Alanis, 1998, p. 39.

momento preciso de lanzar este nuevo arte decorativo, ahora que la civilización, sacudida de todas maneras, busca, tantea, trata de innovar y de irse a los orígenes y recurre a la tumba de Tutankamón, al cubismo, a la aglomeración de colorinches del bizantinismo, persianismo y eslavo mezclados, y, en el deseo de lo nuevo y desconocido, llega a la fantastiquería de supremo mal gusto, hasta las monstruosas flores artificiales y a adornar los boudoirs de las señoras con zapallitos amarillos llenos de verrugas, con los otros llamados coloquintos, y con los ajíes y los pepinos moldeados en cera. Modas éstas que no se afirman, que desaparecen al poco tiempo, porque no responden a criterio artístico ninguno"76. En el mismo año, Eric Boman y su discípulo, el arquitecto Greslebin a quien referimos anteriormente, editaron la obra "Alfarería de estilo draconiano en la región diaguita" en la que a la par de rescatar motivos brindaban pautas para su aplicación moderna. Greslebin continuó en la misma línea, manifestando su deseo de "conseguir para América un arte nuevo, inspirado en sus motivos autóctonos, pero que haga también honor a los antecedentes que lo inspiran", con lo cual quedaba clara su postura de combatir las realizaciones de tinte prehispanista que no iban a la raíz del asunto, quedándose solamente en una fase puramente decorativa y epidérmica; Greslebin hablaba de "simples entusiasmos desordenados, irreflexivos, que tanto debilitan nuestro carácter nacional, lo que "…hace suponer que este género de artistas tiene una dosis tal

76 Clemente Onelli, "Hacia el arte nacional". La Nación, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1923.

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de suficiencia, que creen haber logrado la culminación de un arte al transportar a su papel dos líneas torcidas o escalonadas o cuatro gatos americanos…"77. 77 Héctor Greslebin, La enseñanza del arte americano prehispánico y su aplicación moderna. Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1934, p. 12 y 14.

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Boletín No. 06 Agosto 2004

Cantona Caltonac “La Casa del Sol”

Roberto Magdaleno Introducción Cantona se emplaza sobre un malpaís en la parte norte de la Cuenca de Oriental en el Estado de Puebla; su localización geográfica corresponde a los 19032’10” de latitud norte y 97028’15” de longitud oeste, con una altitud entre los 2450 y 2600 msnm. Por la delgada capa de suelo existente, la precipitación pluvial menor a los 700mm y con temperaturas promedio de 160C, la vegetación resultante es de tipo desértica –cactáceas- y algunas coníferas. En las cercanías, los ríos y lagunas son de temporal; existiendo dificultad para el desarrollo agrícola y el asentamiento humano. La Cuenca de Oriental fue un paso de tránsito comercial entre el Centro de México y el centro-norte del Golfo, durante el llamado periodo Clásico mesoamericano (250-900 e.C.), de ahí posiblemente la estratégica localización del emplazamiento de la ciudad precolombina. Antecedentes Históricos En la Cuenca de México y prácticamente en toda Mesoamérica, entre los años 200 y 600 e.C.,

Teotihuacan dominó el ámbito cultural, político, religioso, económico y militar; su urbanismo y arquitectura eran el reflejo de todo lo alcanzado por su sociedad, convirtiéndose en insignias de prestigio y poder aquellos elementos teotihuacanos reproducidos en ciudades contemporáneas. El abandono de Teotihuacan es atribuido a un proceso evolutivo, resultante de múltiples factores de procedencia interna y externa a la urbe. Entre estos últimos destaca el bloqueo en las rutas comerciales impidiendo la entrada de productos procedentes del resto de Mesoamérica hacia la ciudad; durante el periodo cultural llamado Epiclásico (700-900 e.C.) las ciudades-estado protagonistas de dicho cerco concentrarían y administrarían los bienes tanto foráneos como locales, compitiendo entre sí, a tal grado, de generar en el urbanismo y la arquitectura elementos que les permitieran el control, la protección y defensa de sus ciudades . El Epiclásico y Cantona Cantona se desarrolló entre los años 600 y 1050 e.C., aunque sus orígenes pueden remontarse contemporáneos a Teotihuacan; alcanzó 12 km2 de extensión en tres grupos nucleares articulados a través de calzadas que los unen en un patrón de asentamiento nuclear-disperso. Aprovechando la topografía del malpaís, desarrolló todos los elementos propios del periodo. Una estratificación espacial en vertical, donde en las partes bajas se

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localizan los grupos habitacionales y en las altas los espacios cívico-ceremoniales y residencias de élite. El desarrollo urbano fue planeado y planificado, existe una estructura de traza reticular en la ciudad, las calles y conjuntos habitacionales forman cuadriculas un tanto irregulares por lo accidentado de topografía del mal país, sin embargo, toda la ciudad cuenta con ejes rectores norte-sur y oriente-poniente. Un foso seguido de un muro con 1 500 m de longitud, el desarrollo de calles y calzadas amuralladas que con-ducen la circulación al interior de la ciudad (Imagen 3), accesos res-tringidos a través de casetas o puestos de control, la existencia de un fortín hacia la parte media y el asentamiento sobre el malpaís, le confieren todos los elementos de fortificación y defensa a la ciudad. La arquitectura de la ciudad es muy particular, si bien se encuentran elementos comunes a toda Mesoamérica como la asociación de plazas y basamentos piramidales, una de las características de Cantona es la organización lineal de estos grupos con juegos de pelota; en este caso, la orientación del juego de pelota determina la orientación del conjunto del que forma parte, pues con éste se alinean una o dos plazas y un basamento piramidal escalonado que cierra el conjunto arquitectónico. Se han localizado un total de 24 Juegos de Pelota, de los cuales 12 forman parte de conjuntos alineados llamados Tipo Cantona, mientras los restantes se encuentran aislados o asociados a estructuras pero no alineados (Imagen 5). Cantona no solo es la ciudad que cuenta con

el mayor número de ellos, pues además tiene el más pequeño que se ha localizado hasta la fecha. A diferencia de otras ciudades precolombinas, en Cantona no existió el uso de argamasa de cal para la construcción, debido a la escasez de agua principalmente; por lo que las obras de mampostería tenían juntas a hueso y las fachadas de los edificios no contaban con recubrimientos de estuco ni pintura mural; así, los colores ocres y pardos de la piedra volcánica que ahora vemos serían los mismos que tendría la ciudad en su momento esplendor. Conclusión Cantona se vio favorecida por la caída de la gran urbe de Teotihuacan, pues controló sus propias rutas comerciales hacia el Golfo de México y al parecer logró ocupar, por corto tiempo, el vacío que dejaron los teotihuacanos en la explotación, manufactura y comercio de la obsidiana. Los cantoneces explotaron sus propios yacimientos de obsidiana de la región Oyameles-Zaragoza y del próximo Cerro Pizarro que además es un importante referente geográfico de la región. Para el año 1000 e.C., la ciudad no soporto tanto las presiones ecológico-demográficas y aquellas generadas por el exterior; el colapso final se generó cerca del 1050 e.C. cuando Cantona fue totalmente abandonada. Imagen 7. Estructura que cierra por el oriente el Conjunto del Juego de Pelota 7. Al fondo a la izquierda el Cerro Pizarro, uno de los principales proveedores de obsidiana de la ciudad.

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Boletín No. 07 Septiembre 2004

Las pinturas mayas de bonampak° Sophia Pincemin Deliberos∗

Bonampak se encuentra en la selva lacandona. Fue descubierto en 1946 por Carlos Frey. Giles Healey fotografió sus murales. El nombre de “Bonampak” le fue dado por Sylvanus Morley y significa “Muro pintado”. En Bonampak se encuentran 150 metros cuadrados de pintura en tres cámaras decoradas de suelo a techo. Los murales han estado opacándose debido a la concentración más fuerte de carbonato de calcio que se produjo cuando el equilibrio ambiental fue roto durante los trabajos de rescate. En 1984, un proyecto de la Dirección de Restauración del INAH permitió la limpieza de las pinturas. Sophia Pincemin y Mauricio Rosas Kirur trabajaron en ese proyecto, a continuación se presenta un breve resumen de la historia presentada en las pinturas. El Sitio El núcleo central forma una gran plaza cerrada al sur por una gran colina, al norte por dos basamentos

° Tomado del libro “Los investigadores de la cultura maya 2”, editado por la Universidad Autónoma de Campeche, 1994. (Resumen del Editor) ∗ Investigadora del Instituto Chiapaneco de Cultura

rectangulares y la este y oeste por dos basamentos alargados. Hay otros edificios dispersos en los alrededores. El patrón de asentamiento es de tipo disperso. En la colina se adosan una serie de terrazas sobre las cuales están construidos varios de los edificios de pequeño tamaño, salvo la estructura 2 (hoy en día desaparecida, pero que era la más importante) y la estructura 1 (o templo de las pinturas). El conjunto de la Plaza se debe, en su mayoría al último gobernante registrado, Cielo Ave Maun. Está registrado en las tres estelas que adornan la plaza y es el que hizo construir el Templo de las Pinturas. Los Murales La estructura 1 es un edificio rectangular de 16.70 m. de largo por 4.15 m. de ancho, consta de tres cuartos con accesos independientes. La fachada estaba pintada de franjas de diferentes tonalidades de rojo y rematada abajo del friso por una banda de inscripción glífica. En el techo se puede apreciar restos de estuco que formaban parte de una escena así como tres nichos. Es probable que haya sido coronado por una crestería (no queda restos de está). Las jambas estaban pintadas con personajes, hoy muy perdidos. Los dinteles esculpidos presentan restos de policromía. Las representaciones se presentan como actos en una obra de teatro, se pueden dividir en escenas y en cuadros integrados por uno o más grupos de personajes. Cámara 1 (primer acto)

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En las jambas hay restos de personajes en cada una de ellas. El dintel 1 muestra al señor de Bonampak, Cielo Ave Muan, ricamente ataviado y armado con estuco y lanza, sujetando por el cabello a un personaje identificado por sus glifos como el “señor 5 cráneo”. Al entrar en la cámara alrededor se encuentra una banqueta que estuvo estucada y pintada; la decoración de grecas en rojo sobre crema de las partes verticales. Las escenas están separadas por bandas blancas y rojas o solamente rojas. El cierre de la bóveda presenta varios mascarones estilizados: al este un pico de un ave sosteniendo un bastón terminado con una pata de jaguar semejante a los instrumentos que traen varios personajes en algunas estelas de Yaxchilán, en el sur y el norte, mascarones de un dios narigudo de frente flanqueado por dos de perfil de la misma deidad y en el oeste un mascarón geometrizado de frente cuya lengua atraviesa las líneas blancas y rojas que delimitan esta parte. Escena 1: La presentación del heredero. Está pintado sobre los intradós este, sur y oeste y presenta a 21 personajes ricamente ataviados; 14 de ellos portan una gran capa blanca y son grandes señores que participan en una ceremonia en la que el personaje principal es un pequeño sostenido en brazos, el “heredero” del halach uinic sentado en su trono junto con mujeres de su familia y un alto dignatario. La escena se divide en cuatro cuadros: cuatro personajes sobre un estrado se apresuran como para llegar a la ceremonia y alcanzar los diez siguientes, ya en su lugar y charlando

en espera del inicio de la festividad. Si bien todos traen como “uniforme” esta gran capa blanca cerrada por conchas, cada uno de ellos está individualizado tanto corporalmente (hay gordos y flacos, por ejemplo) como por su vestimenta, sus peinados o sus adornos. El tercer cuarto lo constituyen el pequeño y la persona que lo porta, ambos sobre una plataforma elevada y se enlaza con el siguiente por la posición de la cabeza del portador que mira hacia la pared oeste, hacia el trono en donde está sentado el gobernante, esperando las órdenes de último momento. Por fin, está el cuadro del trono con tres personajes sentados encima (el halach uinic y dos mujeres que pueden ser su madre y sus esposa, como las encontramos en la estela 2, su esposa y su hija o sus dos esposas) y dos cerca de él: uno sentado y platicando con la más pequeña de las dos mujeres y el otro de pie. Cabe señalar que todos ellos portan atuendos aparentemente más sencillos que los de sus cortesanos; sin embargo traen gasas transparentes y según nuestras observaciones este tipo de tela se encuentra solamente en personajes en el poder o muy cercano a él. Escena 2: La vestimenta Ocupa todo el intradós del muro norte y muestra tres personajes importante que otras ayudan a vestir o acompañan en este acto. Dos de ellos no están completamente ataviados y el tercero luce todos sus adornos. Los tres tienen un tocado formado por la máscara de un dios narigudo, portan una falda formada por una piel de jaguar completa con cola y cabeza, atada en la cintura por una faja de cinco cuerpos de diferentes colores (rojo, verde, amarillo y negro) y están adornados con brazaletes y tobilleras de jade. Van descalzos. A dos de ellos se les van a colocar un gran penacho de plumas.

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El personaje principal, ya ataviado se dispone a hacer un auto sacrificio propiciatorio ya que tiene un sangrador en su mano. Además de los ayudantes repartidos en dos niveles que se encargan de los últimos detalles, se encuentra un grupo de cinco personajes de alto rango a juzgar por su presencia en la escena, que hablan entre sí. Escena 3: Ceremonia con música Ocupa toda la parte inferior de los cuatro muros encima de las banquetas, sobre fondo azul y presenta músicos y cortesanos en procesión en torno a tres personajes con grandes tocados de plumas. En la parte este del muro norte, empezamos la procesión con un grupo de tres músicos que tocan instrumentos de viento, una ocarina y dos trompetas; los siguen dos personajes con máscaras de animal fantástico pero claramente acuático que enmarcan uno, sin máscara, sentado a sus pies. El grupo que viene después es también de enmascarados bailando y tocando instrumentos con un personaje notable por su cara de cocodrilo. El segundo cuadro consta de once personajes que tocan instrumentos tales como caparazones de Tortuga, un gran tambor y maracas. Detrás de los primeros van dos portadores de insignias de plumas. Los músicos de este grupo visten atuendo similares con tocados blancos rematados por plumas y faldas largas pero todos tienen diseños diferentes. Los cinco maraqueros llevan cada uno dos marcas globulares rematadas por plumas que pueden marcar el ritmo. El siguiente grupo lo componen tres personajes con grandes tocados de plumas que parecen ser los mismos que vimos en el muro norte preparándose. Les van

siguiendo una serie de 11 cortesanos ricamente ataviados que forman varios subgrupos, y dos portadores de insignias. Se pueden diferenciar por su vestimenta, su actitud o detalles particulares como la que está fumando un cigarrillo o las que están platicando. Cámara 2 (segundo acto) Quedan restos de personajes en las jambas (tocados y partes de la cara) y el dintel 2 muestra también a dos figuras en una escena similar a la del 1, pero con actores diferentes: aquí, el personaje principal es Descendiente de Escudo Jaguar de Yaxchilán y toma prisionero al señor Zotz. La cámara dos es el centro del edificio y contiene las escenas más importantes del conjunto, la batalla y el juicio de los prisioneros. La primera ocupa todos los muros este, sur y oeste, mientras la segunda todo el muro norte. En el intradós sur, vemos personajes dentro de medallones que podrían ser los ancestros del gobernante y que miran atentos a lo que sucede bajo de ellos. Escena 1: La batalla La batalla se desarrolla en una colina por lo que los personajes no se encuentran todos en la misma altura. Los jefes más importantes se perfilan en la cima, acompañando a Cielo Ave Muan en el momento de agarrar a su prisionero. Todo lo demás es confusión, los cuerpos se mezclan y es verdaderamente difícil encontrar los personajes. Sin embargo, poco a poco se delinean esquemas, tres o cuatro guerreros ricamente ataviados con todas sus armas agarran un prisionero

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casi desnudo, las trompetas suenan y los estandartes muestran el camino. “los rostros muestran la fiereza de los vencedores y el miedo de los vencidos y por lo general, el conjunto recuerda los cantos épicos en que se describen las poderosas armas y los bellos vestidos en la gran gesta donde fueron vencidos aquellos miserables, capturados por los favoritos de los dioses...” (Rosas, 1988:49) En el intradós del muro norte cuatro medallones enmarcan las representaciones de constelaciones importantes para los mayas, de las cuales hemos podido identificar solamente dos, la Tortuga que está relacionada con Orión y los Puercos de Monte, que se identificó como las Pléyades (Kelley). Escena 2: El juicio de los prisioneros Es la conclusión de la escena precedente y se desarrolla sobre un edificio con basamento escalonado en seis cuerpos. El centro de la escena es el señor Cielo Ave Muan vestido con una gran elegancia y sobriedad pero con todos los atributos del poder (piel de jaguar, grandes plumas verdes, jade...) A su derecha se encuentra un grupo de guerreros, sus aliados y a su izquierda algunos familiares, dos guerreros de alto rango (portan piel de jaguar), uno de los cuales es de Yaxchilán, su esposa y su madre. A sus pies y en dos cuerpos de la estructura, se encuentran varios prisioneros que acaban de ser torturados, la sangre gotea todavía de sus dedos y el artista nos muestra su dolor de manera muy realista. Uno de los prisioneros yace ya muerto a los pies de Cielo Ave Muan en un escorzo magistralmente ejecutado. También

hay otro cuerpo desmembrado, al cual le falta la parte superior del torso. En la base de la estructura hay guerreros armados que guardan el paso hacia la puerta. Todo en esta cámara está hecho para hacer sentir al visitante que tiene el mismo estatus que los prisioneros, que él es parte de este gran evento y no precisamente del lado de los vendedores. Tercer acto (cámara 3) Se alcanzan a ver todavía el tocado y las caras de los personajes que decoran ambas jambas. El dintel presenta la misma escena que los anteriores, con un personaje llamado Jaguar Ojo aunado quien captura a un enemigo. Cabe hacer notar que, en este caso, la fecha es anterior de unos cuarenta años a la de la batalla. La cámara 3 contiene una sola escena que se desarrollo encima y alrededor de una pirámide de ocho cuerpos. En los intradós norte y sur, encontramos a un mascarón central de ave (probablemente la mitológica Ave Muan) flanqueada por cabezas de serpientes con fauces abiertas de las cuales emergen personajes con rasgos felinos. Cuadro 1: El autosacrificio Ocupa la parte superior del muro este y tiene lugar en la cúspide de la pirámide. Sobre un trono similar al de la cámara 1 y a su alrededor se encuentran siete personajes que son los mismos que en la primera cámara: reconocemos al halach uinic, a las dos mujeres, al personaje de alto rango y al niño. Hay también dos sirvientes, uno que tiene el niño en su regazo y el otro que ayuda al señor. Salvo estos tres últimos, los demás

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están ataviados casi de la misma manera con una simple túnica blanca rematada por un listón verde. El señor está performando un autosacrificio pasándose una cuerda a través de la lengua después de habérsela perforado. Una vasija con papeles destinados a recoger la sangre que mana de la herida está depositada cerca. Mientras los demás personajes charlan entre ellos. Cuadro 2: Danzantes y sacrificio. Ocupa la parte inferior de todos los muros del cuarto y el muro sur en su totalidad. En la base y sobre la pirámide encontramos varios grupos de personajes. A mano izquierda de la entrada y hasta la estructura cuatro acompañantes (uno de los cuales es uno de los maestros pintores de los murales) caminan con los bastones. Siete personajes con grandes tocados de plumas a veces más altos que ellos mismos y “alas de mariposa” a la altura de la cadera, están de pie en la base mientras otros tres ocupan la parte superior dos en el antepenúltimo escalón y uno en la cima. Todos llevan abanico, signo de su alto rango. El central tiene también en la mano izquierda un hacha ensangrentada y debajo de él encontramos a un personaje arrodillado con un sangrador y todavía más abajo cuatro personajes que detienen un cuerpo sacrificado. Les acompañan en esta ceremonia y un poco en espejo de la primera cámara, dos portainsignias y varios músicos (trompetistas y sonajeros). Cuadro 3: Los personajes deformes En la parte superior del muro oeste y también en la cúspide de la pirámide hay un grupo de diez personajes tocando maracas y portando un palanquín sobre el cual va otra figura deforme tocando un tambor. Cabe hacer notar que todas las caras presentan deformidades (frente

muy abombada, grueso labio superior sobresaliente,...) por lo que estamos en presencia de personajes anormales y en relación con lo sagrado. Cuadro 4: Los cortesanos En la parte superior del muro norte, en dos planos tenemos a dos grupos de cortesanos, diez de pie con grandes capas (no todas blancas) nos recuerdan los del muro sur en la cámara 1. Van charlando entre ellos. Debajo, nueve otros están también platicando pero sentados. Todos portan adornos de jade. Conclusión Estas pinturas nos ofrecen una gran demostración de la sensibilidad artística de los mayas pero también de la realidad que vivían, de la vida y la muerte, de la guerra y los sacrificios, de las ceremonias y los esplendores de la vida en la corte o simplemente de las charlas entre amigos. Ahora bien ciertos indicios muestran que los murales nunca fueron realmente terminados, faltan los nombres en varias cláusulas glíficas, varios personajes de la cámara 3 parecen simplemente esbozados, etc. Ignoramos lo que sucedió pero los registros arqueológicos indican que después de estas fechas, la ciudad fue abandonada y que solamente hubo ocupación esporádica en años posteriores. Poco a poco la selva invadió los templos y un milagroso equilibrio ecológico permitió la conservación de las pinturas durante siglos.

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Boletín No. 08 Octubre 2004

Santa Rosa Xtampak: Inicio de su restauración arquitectónica∗

Renée Lorelei Zapata P.° Durante 4 meses de 1992 y tres de 1993 el INAH ha destinado fondos para financiar un proyecto de investigación arqueológica en la antigua ciudad maya de Santa Rosa Xtampak. Dicha investigación planteó obtener una serie de datos que nos puedan proporcionar una visión amplia del funcionamiento social, económico y político del asentamiento en tiempos prehispánicos. Antecedentes S. R. Xtampak se encuentra en el rincón noreste del estado, a 25 kilómetros al noreste de Hopelchén y es considerada como la capital regional del área Chenes. El clima es tropical lluvioso, esta en una zona transicional, entre la selva tropical lluviosa hacia el sur y la sabana al noroeste. La precipitación pluvial media anual es entre 1200 Y 1300 mm. La vegetación del corazón del sitio es primaria y en grandes sectores es secundaria, comunidades bióticas alteradas por la tala arbórea pero que se han regenerado

∗ Tomado del libro “Los investigadores de la cultura maya 2”, editado por la Universidad Autónoma de Campeche, 1994. (Resumen del Editor) ° Arqueóloga, Centro INAH Campeche

alcanzando una altura máxima de 25 m. Es común la práctica de la agricultura tradicional (roza-tumba-quema) de temporal, creando un monte bajo, espinoso y tupido (cañada). Los sectores mínimamente alterados de tres hectáreas y es importante conservar el monte en esas condiciones, por que nos dará las características propias de la flora y de la fauna de la zona, ya así saber cuales fueron los recursos que conocieron y aprovecharon los antiguos pobladores, como por la conservación de los monumentos. Una de las finalidades del proyecto es el estudio y la conservación de la vegetación del área, tomamos medidas como la prohibición del corte de madera, ya sea para comercialización o para construcción y vedada la cacería en el área de la zona arqueológica, evitar grandes desmontes para realizar milpas en los alrededores de la antigua ciudad. Los estudiosos de Santa Rosa Xtampak Entre sus primeros visitantes se cuentan a John L. Stephens y Frederick Catherwood en 1841. Teoberto Maler en 1891, realizó dibujos del Palacio, de la Casa Colorada, de los edificios anexos a ella y del Edificio del Suroeste. En 1936 y 1949 la Carnegie de Washington efectuaron una exploración más extensa del sitio, a cargo de Pollock y de Roberts que se centraron en el estudio de la arquitectura monumental. En los 40´s Brainerd, Roys y Rupert elaboraron el primer mapa. Proskouriakoff en 1950 publicó los datos y detalles de siete estelas del sitio. A finales de los 60´s la fundación Arqueológica del Nuevo Mundo complemento el mapa y estudio la hidrología y la arquitectura. George Andrews, de la Universidad de

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Oregon ha reunido numerosos detalles de la arquitectura, Paul Gendrop de la UNAM al frente de un grupo de arquitectos que realizaron estudios comparativos de la información icnográfica. Edward Kurjak y Renée Lorelei Zapata del Centro Regional del Sureste del INAH registraron la ubicación precisa del sitio por satélite. Nicholas Hellmuth y William Folan, Foundation for Latin American Anthropological Research y Universidad Autónoma de Campeche respectivamente elaboraron un mapa detallado del asentamiento y un registro fotográfico. Antonio Benavides, realizó la consolidación de estructuras en Santa Rosa Xtampak, el primer nivel del El Palacio fueron parcialmente restaurados (1992). Erwin Heine de la Universidad de Graz efectuó el levantamiento topográfico tridimensional de El palacio y realizo reconstrucciones hipotéticas. El Asentamiento Si hablamos de toponimia del sitio, cabe mencionar que Stephens lo reporta como “Las Ruinas de Labphak”, Maler las denomina “Xlabpak de Santa Rosa”. Hasta en 1936 H. E. D. Pollock le dio el nombre ahora conocido de Santa Rosa Xtampak que quizá hace referencia a los viejos muros de los edificios. Podemos situar el inicio de Santa Rosa Xtampak para el Preclásico Medio y Tardío, es decir 800 años antes de Cristo y su probable decadencia como metrópoli maya para el Clásico Tardío o bien, 800 años de nuestra era. El marco cronológico pudiera ampliarse y quizá el sitio tuvo una vida más prolongada, estando ocupado durante el Postclásico.

Fue construido sobre una elevación natural de 35 a 40 metros de altura que fue nivelada y terraceada en la cima. El corazón del asentamiento lo conforman series de patios y de plazas intercomunicadas. Hay algunos grupos aislados a los largo del sector poniente del asentamiento monumental. Existe una amplia calzada, con un altar cerca de su extremo oriental, que une a la plaza del Palacio con un basamento piramidal del Grupo Noroeste. Un pequeño Juego de Pelota se sitúa justo al sur de la esquina sur de la Plaza Oriental. Es uno de los pocos sitios de la región Chenes que cuenta con estelas esculpidas y lisas. Se han localizado ocho en el lado oriente de la Plaza del Sur. Las fechas obtenidas de las estelas van del 750 al 889 de nuestra era. (Morley 1956). El agua la obtenían a través de la excavación de algunos pozos poco profundos y de un buen numero de chultunes. Estos se hallan dispersos por todo el asentamiento, la mayor concentración en los sectores norte y poniente de S. R. Xtampak. También hay dos aguadas en las inmediaciones de la colina. Pollock sugiere que la urbanización difiere de la mayoría de los asentamientos del norte del área maya y se asemeja más a los sitios del norte del Petén. La organización “cerrada” o compacta y cuadrangular de S. R. Xtampak es distinta de la distribución “abierta” que presentan otros sitios Chenes como Dzibilnocac. El uso del espacio formado patios y cuadrángulos y la forma de obtención del agua, básicamente a través de chultunes, relaciona a Santa Rosa Xtampak con los Chenes y el Puuc.

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Acciones del Trabajo de Campo El Palacio fue el primer objetivo y a él siguieron La Casa Colorada, las bóvedas anexas a La Casa Colorada, El Edificio Norte de El Cuartel, bóvedas del Cuadrángulo Central y todo el Cuadrángulo del Sureste. El Palacio Es un edificio de tres niveles con 27 cuartos en el primer nivel, doce en el segundo, incluyendo dos que se localizan en los extremos sureste y suroeste y cinco en el tercer nivel, así un total de cuarenta y cuatro cuartos y dos escaleras internas que intercomunican los tres niveles del edificio. El registro reciente ha revelado que tiene otras cuatro escalinatas exteriores. Dos en el costado poniente y conducen de la base al segundo nivel dos escalinatas de huellas y peraltes impracticables a ambos lados de la escalinata oriental, es muy factible se inicien desde la base del inmueble. Durante los trabajos de restauración, si bien existe uniformidad en cuanto a los diversos elementos que conforman el Palacio. También hay secciones que corresponden a un segundo momento constructivo. En los extremos norte y sur del primer nivel en donde existen francas discontinuidades en los muros y se hallan las únicas habitaciones con bancas interiores. Las labores de restauración fueron la reposición de los antiguos dinteles por ausencia y por la precaria condición en que se encontraban. El punto mas débil ha sido el derrumbe de los dinteles, arrastrando a grandes sectores

de los intradós. En el Palacio, los dinteles fueron de maderas duras, se repararon y sustituyeron todos los dinteles y el intradós respectivo. Menos de una docena de dinteles originales, permanecen in situ. Se corrigieron y cerraron grietas, desplazamientos, clausurando huecos de saqueo en muros y en pisos y se han reintegrado muros y elementos decorativos, como los paneles de la fachada sur. Se ha trabajado con materiales locales, los sillares restituidos proceden del escombro circundante y los dinteles nuevos también son de maderas duras. Se consolidaron los tres niveles del Palacio, pero aun falta la consolidación en el tercer nivel, en el sector oriental. La Casa Colorada Presenta la portada zoomorfa integral más completa de S. R. Xtampak. La fachada de la Casa Colorada fue intervenida. Los elementos que conforman la portada zoomorfa son similares a los de Tabasqueño y Hochob, sin embargo, en SRX tienden a ser más rectilíneos. En la mandíbula inferior y las gradas de acceso, no encontramos evidencia de colmillos o escalones. Se colocaron tres gradas diferenciales y son removibles para evitar la erosión de la base del edificio. El Cuartel Es un cuadrángulo cuyo edificio norte es el mejor conservado. El espacio contenido es de unos 44 m por 53 m (poco más de 2300 metros cuadrados). Los edificios norte, sur y oeste contaron con una sola hilera

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de habitaciones, y el inmueble oriental tuvo dos hileras paralelas de aposentos. Se limpiaron y reforzaron los cimientos exteriores (lado norte) e inferiores (huecos de saqueo). Se reinstalaron jambas, se restituyeron los dinteles necesarios, se taparon grietas, se cerraron varios intradós y se efectuó la anastilosis de la fachada del Cuarto 1. Se podaron los árboles, reduciendo así su peso y evitando el efecto de palanca que se da cuando hay vientos fuertes y permitiendo que las raíces “amarren” a la mampostería que les sustenta. Cuadrángulo del Sureste Lo conforman cuatro inmuebles, su espacio interior es menor al del Cuartel (35 por 35 metros, más de 1200 metros cuadrados) pero sus edificios se hallan mejor conservados. Se halló un muro bajo que une los edificios poniente y norte, y los cimientos de las jambas que formaban el acceso. El edificio poniente se trata de un solo inmueble y no de dos. Lo que se consideraba como una separación, en realidad resulta ser un portal abovedado. Esta colocado al centro del edificio poniente, formando así una elegante entrada al cuadrángulo. El edificio oriente tiene entradas tripartitas, formadas por columnas de mampostería recubiertas con sillares bien labrados.. Tiene cuatro aposentos y más habitaciones en la posterior. Se hallaron varias columnas de cantera decoradas con relieves. Formaban parte de un muro y habían sido cubiertas con una gruesa capa de estuco

pero originalmente debieron constituir la decoración/mensaje de otra construcción. Los relieves presentan a personajes antropomorfos asociados a lo que semejan calabozos y parados de puntas sobre una estera. La calidad del relieve es excepcional. Palabras Finales En SRX se han practicado intervenciones urgentes: dos inmuebles adjuntos a la Casa Colorada y en un aposento de la Plaza Este o Cuadrángulo del Oriente.

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Boletín No. 09 Noviembre 2004

La restauración de monumentos arqueológicos

“El caso del Adivino de Uxmal”• Alejandro Villalobos Pérez∗

Noemí Castillo Tejero° La conservación y restauración de momentos arqueológicos es uno de los grandes retos de la arqueología moderna mexicana, que en los últimos cuarenta años ha pasado por una serie de etapas y modas que han ido desde la reconstrucción (vedada desde la Carta de Venecia y posteriores documentos) a la simple consolidación. El problema básico es lograr el justo medio, ya que en restauración arqueológica no es posible dar recetas, aunque sí establecer principios generales y normas técnicas, como las dadas en la Primera Reunión Técnica Consultiva sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas llevadas a cabo en la ciudad de México en 1974, en la que se estableció entre otras, que: “...en la conservación de cada monumento, trátese de consolidación, u otro tipo de intervenciones se deben tomar en cuenta, además de la estabilidad, la autenticidad histórica y estética del monumento” (1974:52). • XXI Mesa Redonda de la SMA ∗ Maestro en restauración de monumentos, profesor asociado a la línea de doctorado en arquitectura mesoamericana; DEP FA UNAM. ° Maestra en Arqueología, INAH.

Los efectos que han surgido a consecuencia de las diversas intervenciones de monumentos arqueológicos, actualmente crean nuevos problemas, algunos muy serios en cuanto a la estabilidad y estética de los edificios, y que se ha llamado “la restauración de lo restaurado”. Los nuevos problemas son múltiples y además de las técnicas –que más adelante mencionaremos-, muchas veces son afectados por la falta de documentación específica y precisa de cómo fueron hechas las intervenciones en el monumento (punto establecido en la Carta de Venecia). A quince años de la primera Reunión Técnica Consultiva sobre conservación de Monumentos y Zonas Arqueológicas no se han seguido del todo las recomendaciones y menos la que reza “Que en los procesos de restauración en arqueología se deberá seguir el principio de reversibilidad” (1974:53). Por otro lado, es bien sabido que en la arquitectura mesoamericana, por diversas razones se procura aprovechar las edificaciones hechas anteriormente y en el caso de basamentos, éstos sirven de núcleo a las nuevas construcciones, que generalmente son de mayores dimensiones que las anteriores; a veces cierto tipo de edificaciones se adaptan o reutilizan, por lo cual resulta un poco difícil para el arqueólogo conocer toda la historia del edificio; por otra parte, no se puede ni se debe, en el proceso de investigación, limitarse a la última etapa del monumento, que generalmente coincide con el momento del abandono. “Es una norma aprobada que no se justifica de manera alguna la restauración hipotética de un edificio arqueológico ni que un edificio deba reconstruirse

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totalmente para que el público aprecie sus valores” (Molina, 1975:71). Ejemplo de ello son los edificios F de Cholula, Teotenango y el Adivino de Uxmal; a este último “se le hizo un recubrimiento total de los cuatro lados de los cuerpos” (Sáenz, 1969:11). En la pirámide del Adivino de Uxmal fue conservado gran parte de su recubrimiento original antes de la exploración; sin embargo no se justifica el recubrimiento con material nuevo de las partes faltantes, ya que la consolidación de los grandes tramos del paramento original, que aún estaban in situ, y la consolidación del núcleo expuesto, hubiera sido una correcta solución. Hubiera sido ideal que en vez de gastar en la reconstrucción del paramento se hubiese trabajado más el interior del núcleo, el cual tuvo “al menos cinco etapas constructivas” (Ruz, 1966). Como consecuencia del paso del tiempo y de la colocación de una coraza de recubrimiento a todos los cuerpos del edificio, en últimas fechas el Adivino de Uxmal presentó problemas de conservación, como fisuramientos en el exterior e interior de los edificios que forman parte del mismo. Se teme que sean problemas estructurales y hacia la fecha de elaboración de este trabajo (octubre-noviembre de 1989), la pirámide se encontraba protegida por andamios. Como primera alternativa de intervención para la erradicación de esta problemática, el Centro Regional de INAH solicitó opiniones de especialistas en suelos, estructuras y restauración; una vez analizadas las opiniones, se propuso tapar las grietas y rellenar la

exploración de la Primera Etapa hecha por Sáenz, lo cual no se ha llevado a cabo por su elevado costo. Entre las personas a quienes se solicitó su opinión nos encontramos los autores de este artículo, quienes lo presentamos con la intención de aportar algunas ideas en torno a las posibilidades de intervención específica del caso que nos ocupa y conjuntar esfuerzos en la preservación del patrimonio arqueológico. Agentes de deterioro Consideramos agentes de deterioro aquellos elementos que actúan en una estructura y cuyo resultado produce un estado específico de conservación. Los agentes de deterioro se reúnen en dos grandes grupos: endógenos y exógenos. El primer grupo está estrechamente vinculado con las características constructivas del edificio, más concretamente con la capacidad de respuesta de su estructura y la estabilidad de todos los componentes. Los agentes endógenos se presentan a consecuencia del paso del tiempo y las condiciones de l medio ambiente (clima, precipitación, sismo, etc.); sus efectos convierten un edificio prehispánico en montículo (para el caso de basamentos) o promontorios (para el caso de estructuras con espacio interno): la diferencia radica en el ángulo que describen con respecto a la horizontal siendo el montículo más próximo a un ángulo de reposo natural del material que lo constituye. El agente endógeno puede ser considerado como elemento pasivo del deterioro.

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En segundo lugar, los agentes exógenos son aquellos que proceden de un elemento distinto al medio ambiente o la propia estructura; entre ellos podemos contar vegetales, animales y seres humanos, siendo estos últimos lo más activos. El deterioro por agente exógeno presenta un mayor grado de dificultad en materia de conservación y restauración, debida a que, en términos generales, aparece asociado a alteración e irreversibilidad tanto de datos como de elementos constitutivos de la estructura. El Adivino de Uxmal presenta deterioro por ambos agentes; el nivel de acción de cada uno de ellos es materia de análisis del arqueólogo y del arquitecto restaurador, ya que la verificación de éstos sólo es posible por sistemas de exploración arqueológica, en tanto que su identificación y evaluación se llevan a cabo por análisis de estabilidad y resistencia de materiales. Así, arquitecto y arqueólogo están doblemente posibilitados para la determinación de las estrategias que permitan una observación objetiva de este caso concreto. Consideraciones El orden en que son presentadas estas consideraciones obedece al nivel de acción de los agentes de deterioro generalmente presentes en una estructura o basamento aislado. Primera: La pirámide del Adivino de Uxmal es el ejemplo de basamento aislado más elevado en el área Puuc y en un radio mayor a cincuenta kilómetros, pudiendo citar como ejemplos de estructuras similares y relativamente próximas a nuestro caso a: El Templo I de Xkichmook –también llamado Santuario Elevado-(50km. aprox.); La

“Acrópolis” y el edificio de Edzná (100km. aprox.); el Castillo de Chichén Itzá (130km. aprox.); la Pirámide de Izamal (100km. aprox.) y el Nohoch Mul de Coba (220km. aprox.). Sin mencionar –por el momento- la relación cronológica que existe entre ellos, el Adivino constituye, en este contexto, el ejemplo más significativo, por sus dimensiones, en el área Puuc. Consecuentemente se distingue por la implicación de fuerza de trabajo, recursos y materiales invertidos en la construcción o sobreposición de la última época. Esta situación es más significativa al considerar que se trata de un solo edificio y muy probablemente resultado del crecimiento de un complejo “acrópolis” como en los casos de Xkichmook y Edzná (Benavides, 1981:51) Segunda: Al no existir edificios similares en la proximidad, el Adivino significa en su contexto un caso singular y como tal debemos considerarlo, ya que implicó para sus constructores la instrumentación de tecnologías no convencionales, si consideramos que las primeras etapas constructivas (quizá no piramidales), ya existían a la llegada de grupos extranjeros a la península. Estas primeras etapas (llamadas por Sáenz “chenes”), obedecen a un estudio superficial de su forma externa o estilística; sin embargo, este concepto constructivo integra conjuntos más próximos a “palacios” que a basamentos piramidales, como sucede en el Petén una vez consumada la presencia extranjera en la península. En estas condiciones, la pirámide del Adivino puede ser el resultado de sobreposiciones de edificios con sistema constructivo chenes, desarrollados en forma semejante a lo producido en el palacio de Santa Rosa Xtampak y no como El Castillo de Chichén Itzá.

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Tercera: Se supone (Andrews, 1986:93), que existe un periodo de 130 años de presencia maya-tolteca en Uxmal, ésta es posterior al año 1000 de nuestra era (op.cit.:89) y Gendrop reporta (1985:215) la conclusión del edificio V del Adivino hacia estas mismas fechas, lo cual puede significar la importación de técnicas constructivas externas al área Puuc y con relativa experiencia en edificios de grandes dimensiones hacia el año 1000 o 1050 d.C. Este aspecto ha sido materia de discusión en cuanto a la posible contemporaneidad del Puuc clásico y la Fase Chichén Itzá II o maya-tolteca (Andrews, op.cit. siguiendo a Ball, 1979:18); por su parte Ruz niega una posible presencia extranjera en Uxmal que afecte la producción de edificios (Ruz,1966:19), e incluye una sección de la pirámide donde expone las consecuencias constructivas, atendiendo al patrón de crecimiento de edificios mayas más semejantes al concepto “acrópolis” que al concepto “pirámide”. Este aspecto da una idea de los procesos constructivos en este edificio. Cuarta: El análisis de las técnicas constructivas aplicadas en la edificación del Adivino, en analogía a los edificios mencionados y que se encuentran en Xkichmook, Edzná y Santa Rosa Xtampak nos permitirá conocer en profundidad las conductas de edificación aplicada que pueden estar presentes en el caso que nos ocupa. Solamente a través de la exploración arqueológica que consiste en la penetración del núcleo del Adivino, será posible determinar las características técnicas de la edificación y consecuentemente su intervención restauratoria objetiva.

Quinta: El nivel de fallas endógenas del edificio es más alto en el primer cuerpo que en el segundo, es decir, al no contar con una tradición constructiva de basamentos aislados de gran altura, los mayas debieron experimentar técnicas apropiadas a su tecnología convencional, en este caso bóvedas internas con rellenos de piedras sin juntas o cementantes, como en Miramar (Villalobos, 1987) situado a menos de 50km. de Uxmal. Esto es apreciable en dos fotografías (Ruz, 1966:9), previas a la intervención de 1969, que muestra cavidades similares a bóvedas mayas desplomadas; en las publicaciones sobre estos trabajos no se hace referencia a estos aspectos (Sáenz, 1969:9). Sexta: En estas condiciones, las deformaciones de la estructura obedecen a las condiciones de su técnica constructiva y al efecto producido por los elementos del medio ambiente, entre ellos, la precipitación pluvial que al filtrarse por las cavidades, entrecalles, edificios superiores y otros elementos, produce fisuras capilares por las que el agua penetra hasta encontrar una salida o superficie impermeable, antes de su eventual evaporación o congelación. Séptima: Los agentes exógenos que afectan directamente la estabilidad del edificio pueden ser resumidos en acción humana (tanto de depredación como de intervención exploratoria y/o restauratoria). El Adivino de Uxmal presenta un mayor índice de afectación por efecto de la intervención restauratoria que por exploración (específicamente las calas existentes en la parte posterior de la estructura de la primera época) que requieren de una verificación más detallada para la

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determinación de sus condiciones de estabilidad interna, solamente posible por medio de exploración arqueológica. Octava: La exploración del edificio deberá hacerse con estrecho apego a sus condiciones y a la irreversibilidad que las restauraciones anteriores registran, esto es, tratando en lo posible de no alterar el dato del sistema constructivo en las condiciones que presenta el estado de la estructura; las estrategias de exploración del edificio se establecerán de acuerdo a los resultados de los preliminares topográficos y de mecánica de suelos. Novena: La intervención restauratoria se deberá hacerse con estricto apego a las condiciones que resulten de su exploración arqueológica y arquitectónica, ya que es muy factible que las primeras épocas de ésta hayan sido resueltas con sistemas constructivos convencionales y de cuya sobreposición haya resultado un edificio de las dimensiones del Adivino. Esta restauración deberá considerar las posibles afectaciones producto de la sustitución de su chapeo y la consecuente confinación de humedades al interior de la estructura en su relleno. Actualmente, no se ha podido encontrar una descripción o análisis acerca de los sistemas constructivos presentes en el núcleo del edificio, lo cual nos enfrenta con el problema de su comportamiento estructural y las condiciones de conservación que presentaba antes de recubrir toda la superficie (coraza) o lienzos de la pirámide con los nuevos materiales. Al confinar humedades y no encontrar una vía natural de drenaje, es muy probable que a lo largo de treinta años después de intervenida, la pirámide haya concentrado materiales en suspensión en el fondo del núcleo, incrementando

consecuentemente la carga muerta contenida por una “coraza o costra” de recubrimiento, cuyo comportamiento estructural es simplemente gravitacional y dependiente de la estabilidad del núcleo. Al afectarse la consistencia del núcleo, consecuentemente se afecta la estabilidad del recubrimiento, si a esto se agrega la ausencia de conservación preventiva, el resultado puede estar próximo al que tenemos en la actualidad. Décima: La falta de mantenimiento preventivo, la presencia de elementos extraños a la estructura (luz y sonido con sus canalizaciones), asi como el desnivel que el emplazamiento del edificio presenta hacia la zona de fisuras (lienzo norte), pueden junto con los mencionados, contribuir enormemente al estado actual del Templo del Adivino. Undécima: Toda la información contenida en este documento está sometida a la futura exploración que se haga del edificio y su núcleo, considerando las condiciones constructivas presentes en la región para la época de su edificación y tomando en cuenta las alternativas de otro concepto de edificio, que pueda estar presente, además del concepto piramidal, como es el concepto “acrópolis”. El estado de conservación del edificio es el resultado de: La ausencia de mantenimiento permanente en sus estructuras componentes. La confinación del núcleo con la aplicación de un recubrimiento impermeable, que si bien no permitió la

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penetración de agua durante algún tiempo, tampoco permitió la evaporación de la humedad interior. Al concentrarse el agua interna en la base del núcleo y buscar un drenaje natural, aparentemente hacia el norte y concretamente hacia el ángulo noreste, existe una concentración de cargas y empujes en esta zona, resultando los fisuramientos y el posible desplazamiento de la base del edificio en este eje. El sellado de las fisuras implica regresar a las condiciones producidas por el chapeo del edificio; esto no erradica el problema, sino que puede eventualmente incrementarlo, debido a que se requiere drenar los excesos de agua, para una vez establecida la física y química de los materiales componentes, plantear las alternativas conducentes a una intervención objetiva. También hay que ventilar la superficie del edificio y su base, con el objeto de verificar si la tendencia del deterioro es específicamente estructural o de humedades. Otra causa que ha generado el problema que actualmente se presenta en el Adivino es nuestra ignorancia acerca de sus condiciones estructurales específicas de periodificación arquitectónica. Propuestas Para solucionar el confinamiento de humedades por precipitación, proponemos desagües a cielo abierto en el sector norte, que es el desnivel natural del terreno.

Se requiere verificar las condiciones de los entrecalles, ubicados entre el primero y segundo cuerpo, ya que estos pueden significar una vía de acceso de agua que nunca llega al terreno y que se filtra al núcleo de la estructura; de ser así, habría que intervenir de inmediato, ya sea colocando chaflanes o botaguas de mezcla, mismos que requieren un mantenimiento permanente. Es necesario verificar las salidas de energía y luz del sistema Luz y Sonido con el objeto de determinar el grado en que contribuyen al deterioro por haberse convertido, a lo largo del tiempo, en auténticos registros de agua abiertos. El sellado y la confinación de los espacios intermedios de la primera etapa constructiva, pueden incrementar los empujes laterales en esta zona, ya que en la base del edificio se concentra mayor cantidad de humedad y existen empujes considerables desde la época de uso del edificio, puesto que existe una restauración prehispánica en el intradós de la bóveda bajo la escalera. Finalmente, consideramos que al desconocer la historia y el desarrollo arquitectónico del edificio enfrentamos una problemática que requiere llevar a cabo una revisión regional de los edificios que puedan ser contemporáneos a éste, para analizar sus técnicas constructivas e integrar las subestructuras en el contexto arquitectónico regional.

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Boletín No. 10 Diciembre 2004

Arquitectura Virtual∗ Entrevista a la Dra. Geneviève Lucet Lagriffoul

Directora de Cómputo para la Investigación DGSCA, UNAM

Dra. Lucet, ¿qué es la arquitectura virtual? Los términos pueden parecer contradictorios por al aspecto constructivo y vivible que se ha dado a la arquitectura, y lo abstracto e intangible de lo virtual. Sin embargo, defino la arquitectura virtual como una construcción de objetos arquitectónicos tridimensionales utilizando herramientas de cómputo, los cuales pueden ser visualizados y "vividos" con varios grados de realismo. ¿Cuándo surge la arquitectura virtual en la UNAM? No se habla con certeza de un periodo específico, pero recuerdo que cuando llegué a DGSCA hace 12 años fue para impartir los primeros cursos de AUTOCAD, además de que ya se daban algunos en la Facultad de Arquitectura. En ese entonces, las herramientas de cómputo para trabajar en tres dimensiones se encontraban muy limitadas por las PC. Hace 10 años, los arquitectos únicamente dibujaban con las computadoras (en dos dimensiones) y poco a poco, yo diría hace unos ∗ Entrevista obtenida de la página de Internet “textos”, Universidad Nacional Autónoma de México.

seis años empezaron a trabajar en tercera dimensión, con más capacidad de animación. No obstante, todavía existe muy poca arquitectura virtual en nuestro país porque requiere de bastante trabajo y tiempo desarrollar modelos tridimensionales en una computadora. Uno de los primeros ejemplos de este trabajo es el proyecto Cacaxtla, -sitio mesoamericano de Tlaxcala- el cual inició en 1989. El proyecto original consistía en hacer un registro del estado actual del sitio arqueológico por computadora, para lo cual elaboramos un modelo tridimensional de la zona. Un ejemplo importante de la aplicación de la arquitectura virtual lo constituye la reconstrucción tridimensional de la zona arqueológica de cacaxtla, ¿por qué surgió el interés de trabajar en ésta? Siempre me ha atraído la historia de la arquitectura y en México hay mucho trabajo por hacer para conocer la arquitectura prehispánica y la colonial que están consideradas como las dos grandes fases de la historia de la arquitectura de este país; si bien la arquitectura colonial se encuentra en bastante buen estado; no podemos decir lo mismo de la arquitectura mesoamericana, la cual presenta un estado de ruinas donde, además, se van mezclando varias etapas constructivas, que no convivieron al mismo tiempo. Es un hecho que estas culturas construían y después enterraban sus construcciones para seguir construyendo encima. Los trabajos arqueológicos dejan al descubierto muros que nunca convivieron al mismo tiempo; por ello cuando visitas un sitio arqueológico, no entiendes muy bien cómo eran sus construcciones y cómo vivían sus habitantes, de ahí lo interesante de este trabajo de

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reconstrucción. Se ven huellas que muestran el esplendor de una cultura, pero el estado de deterioro no permite apreciar la arquitectura. ¿Fue el primer trabajo de este tipo realizado en una zona arqueológica? En México sí, con este enfoque muy aplicado a la restauración y al estudio de la arquitectura; en ese sentido se hizo un buen trabajo de difusión del sitio de Cacaxtla en el ámbito internacional. Nuestro fin no consistía en mostrar un edificio en tres dimensiones, sino el generar nuevos conocimientos sobre las construcciones del pasado usando la computadora; pero para eso se debe hacer el levantamiento, tomar medidas, estudiar las estructuras y sobre esta base, proponer las reconstrucciones. Los resultados presentan diferentes grados de certeza, por ejemplo en Cacaxtla no están los techos, entonces se propone una solución para éstos, basándose en soluciones encontradas para otros sitios y en la forma tradicional de construir, pero no puedes saber si tienes razón o no. Nuestro objetivo era plasmar el edificio de la manera más fiel posible, tal y como se encontraba en la época en que se construyó; en ese sentido, usar la computadora te facilita entender mejor a una cultura, ya que no es factible reconstruir físicamente un sitio arqueológico. Es un trabajo de cómputo aplicado a la arquitectura. ¿Qué tipo de problemas enfrentaron? Cuando empiezas una línea de trabajo donde no hay antecedentes, se tiene que definir poco a poco la metodología. Nosotros hicimos el levantamiento con cinta

métrica porque era lo único con lo cual contábamos, el trabajo en ese sentido fue bastante artesanal. Cacaxtla es un sitio muy complicado debido a que se habla como de cinco etapas constructivas; además ha sido poco estudiado. También enfrentamos el problema de la falta de herramientas de trabajo, es un problema muy serio que nos está limitando; por ejemplo los levantamientos tienen que ser muy precisos para tratar de entender cómo el arquitecto prehispánico cuando llega a un sitio vacío empieza a definir dónde pone muros, la distancia entre columnas, así como toda una serie de elementos que son parte de su forma de pensar y trabajar. La arquitectura prehispánica es una arquitectura planeada, no está construida al azar, integra muchos conocimientos constructivos y geométricos; parte de nuestro trabajo de análisis consiste en inferir cuáles eran esos conocimientos. Dra. Lucet, ¿podría hablarnos un poco de lo que están haciendo actualmente en Teotihuacán? Es un proyecto que está en sus inicios, se realiza en colaboración con la Dra. Rosa Manzanilla Naim del Instituto de Antropología de la UNAM y la idea es generar en tres dimensiones partes del sitio e integrar la reconstrucción arquitectónica a los estudios arqueológicos, con la finalidad de entender y mostrar por ejemplo, cómo vivían, dónde comían sus habitantes y qué actividades había en los conjuntos habitacionales. Sabemos que la vida está totalmente ligada al espacio arquitectónico... será como entrar en la intimidad de la vida en Teotihuacán.

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Además de la reconstrucción tridimensional de sitios arqueológicos, ¿en qué otro tipo de trabajos se puede utilizar la arquitectura virtual? La arquitectura virtual puede servir para el estudio de la arquitectura o para diseñar y representar nuevos proyectos. Con la computadora, el arquitecto puede visualizar una edificación antes de construirla, esta forma de trabajar retroalimenta su imaginación y le permite enriquecer sus obras; con ella puede definir los espacios y posteriormente visualizarlos, así como poner materiales, iluminación o colores a los muros, con la finalidad de apreciar el proyecto tanto desde afuera como desde dentro, tal y como se puede hacer con una maqueta, pero de una forma mucho más detallada. Con el uso de la computadora es posible representar el espacio tridimensional, vivirlo y si se desea, modificarlo. En ese sentido el trabajo en el restirador del arquitecto se reemplaza por el de la computadora, debido a que es más preciso, con resultados nítidos y alcances que los medios tradicionales no permiten. Durante su asistencia a congresos internacionales ha podido apreciar qué nivel tiene la arquitectura virtual que se realiza en nuestro país, comparada con la que se hace en otros países ¿podría hablarnos al respecto? Una de las grandes diferencias tiene que ver con el apoyo tecnológico. Las primeras animaciones de edificios históricos realizadas hace unos 10 o 12 años eran patrocinadas por IBM que ponía una cantidad gigantesca de computadoras para procesar las imágenes, era una inversión enorme, con grupos amplios de trabajo en los

que participaban desde el ingeniero de software hasta el guionista para la animación; así los resultados eran más vistosos, lo cual no quería decir que los proyectos aportaran mucho más a los conocimientos sobre la arquitectura. En nuestro trabajo sobre Cacaxtla que fue uno de los primeros presentados en el ámbito internacional, propusimos soluciones de reconstrucción; se buscó no falsificar la historia o idealizar el mundo prehispánico y es lo que hacen algunas personas dedicadas a trabajar con la realidad virtual. Nosotros hacemos un trabajo discreto, detallado y no espectacular... es otro enfoque.

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Calakmul: Patrimonio cultural de la humanidad

Kai Delvendahl° El 4 de julio del presente78 la UNESCO, reunida en Budapest, declaró patrimonio cultural de la humanidad a la zona arqueológica de Calakmul en el estado de Campeche. La zona arqueológica de Calakmul está localizada en el sudeste del estado de Campeche, en el municipio de Calakmul, a 18· 06' 31'' de latitud norte y 89· 48' 17'' de longitud oeste, aproximadamente a 240 m sobre el nivel del mar. Calakmul se ubica en la región del Petén campechano, a escasos kilómetros de la frontera con Guatemala, en el núcleo de la Biosfera de Calakmul. Actualmente se tiene acceso al lugar por medio de la carretera 186 Escárcega-Chetumal. En el kilómetro 96 se pasa el ejido de Conhuas, donde se toma la desviación al sur por un camino de 68 kilómetros hasta llegar al sitio. Toda la zona entre 19· 15' y 17· 50' latitud norte y 90· 10' y 89· 15' longitud este fue decretada reserva natural en 1989 por el presidente Carlos Salinas de Gortari. La Reserva de la Biosfera Calakmul tiene una extensión de 725 185 ha. Con una población calculada en por lo menos 30% más que Tikal, Calakmul fue muy probablemente el asentamiento humano más grande de las Tierras Bajas Mayas del sur. El sitio evolucionó en el transcurso de los ° Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. 78 El texto se refiere al 27 de junio del 2002.

siglos séptimo antes de nuestra era al décimo después de nuestra era (700 a. C. hasta 910 d. C.), aunque también se ha encontrado cerámica ritual del Postclásico e incluso el llamado Protohistórico. Calakmul es considerada una de las dos superpotencias del periodo Clásico maya junto con Tikal, con la que estuvo en conflicto permanente. Con la ventaja de contar con una amplia red de poderosos aliados Caracol, Naranjo, El Perú y Dos Pilas, entre otros. Calakmul se estableció a finales del Clásico Temprano como poder único en las Tierras Bajas centrales por un lapso de casi 125 años (562 d. C - 686 d. C.). La supremacía de Calakmul se evidencia a través de la gran cantidad de referencias en las inscripciones públicas de al menos otras 16 ciudades importantes del Clásico Tardío. En muchos casos se trata de referencias de subordinación como y-ahaw, ‘su gobernante', u-chabhi, ‘bajo la supervisión de' o y-ichnal, ‘en la compañía de’. La importancia de Calakmul se remonta hacia la segunda mitad del Preclásico Medio (600-400 a.C.), cuando compartió su poder político con otras urbes de la época, como Nakbé y El Mirador. Estructuras monumentales con iconografía elaborada, como es el caso de la Estructura II Sub C, indican una organización socio-política jerarquizada, en cuya cima había una élite encabezada por un gobernante supremo. Sin embargo, la mayoría de las construcciones monumentales, como las Estructuras I, II, IV y VI, datan del Preclásico Tardío en adelante. Desde esta época el centro de la ciudad de Calakmul experimentó una serie de modificaciones constructivas en sus estructuras monumentales, especialmente en el Clásico Tardío, cuando la ciudad comenzó a crecer hacia

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el oeste y se construyeron importantes estructuras en el sector de la ciudad hoy conocido como la Gran Acrópolis. La historia escrita de Calakmul comienza hacia el año 431 d. C. (8.19.15.12.18 13 Ben 6 (8) Mol), una fecha retrospectiva que aparece en la Estela 114, la cual fue dedicada en 435 d. C. (9.0.0.0.0). Aunque la mayoría de las inscripciones de las estelas de Calakmul son ilegibles o solamente reconocibles en parte, con la ayuda de otras fuentes escritas (como la cerámica pintada o estelas de otras ciudades) se ha podido reconstruir la sucesión de los gobernantes de Calakmul, desde Yuknoom Ch´een, quien gobernó la ciudad alrededor del año 500 d. C., hasta el último gobernante registrado, Aj Took´, quien gobernó la urbe probablemente a partir del año 909 d. C. La ciudad tuvo un auge bajo los gobernantes Tuun K´ab´ Hix, y especialmente bajo el gobernante conocido como Testigo del Cielo ((U)-? [?]-Chan-na), quien en el año 562 d. C, con la ayuda de Caracol, atacó y venció a Tikal. Otra derrota de Tikal ocurrió casi cien años después, en 657 d. C., esta vez en alianza con Naranjo. Uno de los gobernantes más famosos de Calakmul fue Yuknoom Yich´aak K´ak´, Garra de Fuego (conocido también como Garra de Jaguar), quien gobernó la ciudad de 686 d. C. hasta por lo menos 695 d. C. Por muchos años se supuso que Yich´aak K´ak´ había (sido) capturado y sacrificado por Jasaw Chan K´awiil, gobernante de Tikal, el cual declaró esta captura en varios dinteles y en un relieve. Sin embargo, trabajos arqueológicos dirigidos por Ramón Carrasco Vargas en 1997, en la Subestructura II B en Calakmul, han revelado unas tumbas lujosamente ataviadas. En la tumba 4 se han encontrado restos de un personaje masculino

descansando sobre una parihuela de madera con un gran tocado de mosaicos de jade y un gran pectoral cruzado de jadeita. De las ofrendas asociadas destaca un plato policromo cuya inscripción glífica afirma que este plato fue propiedad de Yuknoom Yich´aak K´ak´ (u-lak Yuknoom Yich´aak K´ak´), lo que muy probablemente identifica al muerto como este personaje. Después de la derrota que sufrió Calakmul en el año 695 d. C., su influencia declinó paulatinamente. Aun conservando algunas de sus alianzas con otras ciudades importantes de las Tierras Bajas del sur, en los últimos siglos aparentemente hubo una reorientación política hacia sitios al norte de Calakmul, especialmente con la región del Río Bec. Una de las últimas estelas que se erigieron en Calakmul, la Estela 61, lleva la fecha de 909 d. C., lo que indica que fue de las últimas ciudades del Clásico en producir monumentos fechados. Después de su abandono, Calakmul fue visitada esporádicamente por peregrinos y más recientemente por chicleros. Sin embargo, el crédito por reportar la existencia de Calakmul al mundo exterior pertenece al explorador americano Cyrus Lundell, quien visitó el sitio el 29 de diciembre de 1931 y le dio el nombre actual, que en idioma maya significa "ciudad de los dos montículos adyacentes", de ca "dos", lac "adyacente" y mul "montículo artificial o pirámide". Durante su visita al sitio, Lundell levantó un plano de las principales estructuras y monumentos esculpidos, de los cuales encontró 62. Su visita fue seguida por una expedición de la Institución Carnegie en 1932, dirigida por el Dr. Sylvanus G. Morley, en la cual se descubrieron otras 41 estelas, aumentando así la cantidad total a 103. Posteriormente, la Institución

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Carnegie envió otras tres expediciones a Calakmul, las cuales produjeron como resultados una descripción cuidadosa de algunas de las ruinas y de las estelas, un primer mapa del centro del sitio dibujado por J. S. Bolles, y otros mapas de sitios cercanos como La Muñeca, Balakbal y Uxul. Después de estos esfuerzos iniciales, y a pesar de la importancia que Morley asignó a Calakmul, la exploración del sitio se estancó y el sitio permaneció casi ignorado hasta tiempos recientes. En 1982 se inició el Proyecto Calakmul bajo la dirección de William J. Folan, en el cual se levantó un mapa del sitio que abarcó 30 km2 y más de 6,250 estructuras, dando como resultado un estudio preliminar de los patrones de asentamiento y de la demografía de la región. Además de esto, se realizaron exploraciones en las Estructuras I, II, III y VII y otros proyectos adicionales. A mediados de 1993, por iniciativa del Gobierno del Estado de Campeche se integró como parte del Programa Nacional de Proyectos Especiales de Arqueología el "Proyecto Arqueológico de la Biósfera de Calakmul". Este proyecto se estructuró como una investigación regional donde se contempló la realización de trabajos arqueológicos, dirigidos por el Arqlogo. Ramón Carrasco Vargas, en los sitios de Calakmul, Balamkú y Nadzca’an. Desde entonces se llevaron a cabo trabajos de investigación y consolidación en las Estructuras I, II, IV, VI y VII de la Gran Plaza; así como en las estructuras XI, XIII, XV, XVII y en el Grupo K’inich Pak en la Gran Acrópolis, donde se localiza la Unidad Residencial Utsiaal Caan y Wau Ahaw Nah o Casa de Seis Ahaw.

La Venta Una gran ciudad Olmeca°

Rebecca B. González Lauck∗ En un poblado que lleva el nombre de La Venta, municipio de Huimanguillo –en el extremo noroccidental del estado de Tabasco-, se encuentran los vestigios de la ciudad olmeca de mayor importancia en el primer milenio antes de nuestra era (1000-400 a.C.). Entre los rasgos culturales que la distinguen se encuentran su extensa y planificada traza arquitectónica, el conjunto de esculturas olmecas más grande y variado localizado en un solo sitio, además de un magnífico acervo de objetos de jade. Se estima que la extensión original de este asentamiento olmeca fue de 200 hectáreas (2 km2), el cual incluye un singular recinto ceremonial, edificios monumentales con funciones cívico-religiosas y áreas destinadas para habitación. Estos vestigios arquitectónicos se encuentran en un promontorio que sobresale de las tierras bajas inundables, comunes a esta parte de la planicie costera del Golfo de México. La ocupación prehispánica en la región no se limita exclusivamente a las 200 hectáreas ocupadas por La Venta; en los alrededores se han encontrado evidencias de pequeñas aldeas cuyas características permiten suponer que entre ellas había diferenciación social.

° Artículo tomado de la revista Arqueología Mexicana No. 12, marzo-abril de 1995 ∗ Arqueóloga. Doctora en Antropología por la Universidad de California-Berkeley. Investigadora del Centro INAH Tabasco y directora del Proyecto Arqueológico La Venta.

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La arquitectura de La Venta es de tierra; los basamentos de los edificios consisten en acumulaciones de materiales arcillosos-arenosos, sobre las cuales se supone que se edificaban construcciones de materiales perecederos. Sin embargo, también se han encontrado bloques rectangulares de piedra volcánica utilizados para delimitar los basamentos de algunos edificios y lajas naturales de piedra caliza empleadas como contrafuertes. Asimismo, se han encontrado plataformas construidas exclusivamente con bloques de adobes. La traza urbana de La Venta está compuesta por diez complejos arquitectónicos, los que -con excepción del Complejo F- se sitúan a lo largo de un mismo eje norte-sur. Este trazado permite inferir un alto grado de organización, planeación y diferenciación en los usos de los espacios. En la parte principal del sitio los basamentos de los edificios están dispuestos en hilera, formando entre ellos una especie de plazas alargadas y paralelas interrumpidas intermitentemente por estructuras piramidales. Es posible que la línea occidental de edificios, que iniciaba en el Complejo D y continuaba más allá del Complejo B, se extendiera sin interrupción por un poco más de un kilómetro. Asociadas al extremo norte de esta hilera, se encontraron tres cabezas colosales mientras que en el extremo sur se descubrieron tres esculturas monumentales de arenisca que representan figuras humanas en cuchillas, sosteniendo con sus brazos alzados un gran casco que descansa sobre sus cabezas. Pareciera que estos dos diferentes grupos de esculturas no sólo delimitaban la parte central de la

antigua ciudad olmeca, sino que también se utilizaron para señalar los accesos a ella. Dentro de estos límites quedan comprendidos otros tipos de estructuras, como el Complejo A o recinto ceremonial, donde lo sagrado y lo ritual predominan. La arquitectura de este grupo se distingue por la simetría bilateral de sus edificios y su escala diminuta en comparación con los demás conjuntos. Este recinto exclusivo queda resguardado del mundo profano por dos barreras: la primera y exterior, formada por los edificios de mayor tamaño que lo rodean; la segunda e interior, es una barda de columnas de basalto que circunscribe el patio norte de dicho complejo. En este patio -el corazón del recinto-, y a una profundidad de ocho metros bajo la superficie, los antiguos habitantes de La Venta construyeron un suntuoso mausoleo para sus gobernantes, erigido con columnas de basalto y mosaicos de serpentina que forman un diseño abstracto; en él depositaron las inigualables ofrendas masivas -formadas por más de 200 hachas votivas-, una tumba y un cofre de piedra arenisca; estos últimos contenían una rica colección de objetos suntuarios de jade. En este espacio sagrado también se encontró la singular Ofrenda 4, con sus dieciséis figurillas de serpentina, jade y arenisca dispuestas en semicírculo, y depositadas en el relleno que cubría una de las seis ofrendas masivas. Además de los ámbitos restringidos, estaban los espacios abiertos y públicos como la plaza que está al sur del Complejo C; ésta se encuentra delimitada al este por la "Acrópolis" Stirling, al oeste por el Complejo B y al sur por el Complejo D. Esta área, de más de 42 mil m2, sólo está interrumpida por la Plataforma B-4 de poca

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elevación, ubicada casi en medio de la plaza. Desde esta inmensa explanada se aprecian dos de las edificaciones más impresionantes de La Venta. Hacia el oriente puede notarse el frente de la "Acrópolis" Stirling, de más de 320 m de largo. Todavía no se ha definido la naturaleza y función de esta construcción, aunque en ella se han encontrado canales de distribución de agua hechos con piedras labradas en forma de “u”. Hacia el norte de dicha plaza está localizado el Complejo C, donde se encuentra el que probablemente fue el edificio piramidal más imponente de la civilización olmeca. Este conjunto arquitectónico consta de una gran plataforma sobre la cual se erigió una pirámide de tierra de más de 30 m de altura. Recientes investigaciones en su costado sur han descubierto la suave pendiente del edificio, cuyos diversos cuerpos escalonados están hechos de tierra apisonada y contenida por cortas alineaciones de lajas de piedra caliza dispuestas como especie de contrafuertes. Al pie de esta pirámide se han localizado seis esculturas, cuatro de las cuales representan en bajorrelieve el tema de un ente sobrenatural, mientras que la Estela 5 presenta una escena seguramente de gran envergadura en la historia de los olmecas de La Venta. Por otro lado, los espacios definidos por los edificios en el Complejo D parecen haber sido una especie de corredores de paso para hacer converger a grupos de personas. También aquí la escultura monumental esta presente en grupos temáticos, como los Altares 4 y 5 dispuestos en los costados este y oeste del edificio D-8. Finalmente se encuentra el Complejo E, donde la

arquitectura es estrictamente doméstica y, por ende, los espacios están definidos para ese uso. Hasta hace relativamente poco se pensaba que las civilizaciones de la América Media habían alcanzado un desenvolvimiento cultural que permitiera la creación de ciudades durante los primeros siglos de nuestra era. Sin embargo, la arquitectura de La Venta indica que los elementos para ello ya estaban definidos y presentes desde el milenio anterior. Las manifestaciones culturales de La Venta, resultado de un largo proceso, fueron adoptadas por las civilizaciones contemporáneas y posteriores a su gusto y necesidades.

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Trazo urbano mesoamericano: Materialización ideológica y objeto de restauración°

Alejandro Villalobos Pérez∗ Notas preliminares En un nivel preliminar nos permitimos someter a su consideración algunos parámetros de uso común en el campo de la urbanística y la arquitectura mesoamericanas que sustentan los planteamientos de la presente exposición y que, dicho sea de paso, no es deseable dar por sobreentendidos: Primero Los valores, símbolos y tradiciones, en su papel de elementos integrados a una manifestación cultural específica, son materia de estudio de gran cantidad de especialidades que componen la actual estructura de la Investigación Antropológica. Sin embargo, los monumentos, entendidos como los objetos materiales donde tiene sede la expresión física y tangible de una cultura, se han circunscrito sobre todo al ejercicio de la especialidad de Arqueología para el caso mesoamericano. Segundo A diferencia de lo que estamos generalmente acostumbrados cuando estudiamos urbanismo y arquitectura histórica (en los casos en los que existen ° Texto obtenido de la Coordinación Nacional de Restauración del Patrimonio Cultural, CONACULTA, SEP. ∗ Investigador del CIEP, FA, UNAM

referencias documentales), la arquitectura mesoamericana --asociada con los artefactos-- materializa y conjuga elementos presentes en la sociedad que la produce; no fue construida bajo el concepto de "funcionalidad" con el que ahora construimos, de ahí que ante nuestros ojos presente muchos elementos intangibles. Tercero En el contexto mesoamericano es perceptible una continuidad conceptual (y muy posiblemente laboral) entre la urbanística, arquitectura, escultura y pintura, conformando un sistema productivo articulado por recursos materiales y humanos, como por fuerzas productivas y sus correspondientes formas de organización en tanto que relaciones sociales de producción. Cuarto Si atendemos con sentido crítico la definición que de la arquitectura tenemos en la actualidad, el espacio permanece capturado entre los escombros de un edificio prehispánico, actualmente matizado por la cercanía del medio ambiente que, después de deteriorar las estructuras, ahora se convierte en su principal agente preservador. Quinto Un edificio es un objeto producido, por lo que la arquitectura en su conjunto es un producto del trabajo y, consecuentemente, genera valor en su contexto; la irreproductibilidad de sus condiciones originales de producción extiende su valor al terreno de lo patrimonial; así, en nuestros días, al hablar de arquitectura

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mesoamericana, estaremos hablando de monumentos, como objetos que guardan la memoria tangible y objetiva de un momento histórico y donde eventualmente pueden depositarse algunos elementos de identidad para quienes los produjeron. Sexto Pese a la desaparición de sus constructores y habitantes, el espacio, como escenario de su vida cotidiana, no sufre transformaciones sino por efecto de su intervención, reconstrucción o deterioro irreversible. Séptimo Existe la posibilidad de obsolescencia en el contexto mismo de producción, esto es que un edificio o todo un conjunto arquitectónico puede ser objeto de destrucción sistemática (en tiempos prehispánicos) por motivos que hoy nos son desconocidos y, en nuestros términos, contradictorios. Sin embargo, es necesaria la instrumentación de perspectivas analíticas en la determinación de las causas de iniciativas procedentes de una sociedad desaparecida, tanto en el terreno de sus condicionantes económicas como de las eventuales transformaciones en su estructura ideológica. Octavo Un edificio o conjunto arquitectónico tiene como mínimo una historia; por su parte, un asentamiento es el producto de un largo proceso de desarrollo. Así, al enfrentarnos a un sitio arqueológico, estamos frente a la obra de generaciones enteras ocupadas en la planeación, edificación y mantenimiento de edificios y conjuntos que generaron lazos estrechos entre la vida del hombre y aquélla representada por las formas externas y

significativas de su arquitectura, quizá asociadas a una posible superestructura social, también llamada ideología. Noveno Ante el cúmulo de incógnitas que representa la determinación de funciones sociales en los edificios pertenecientes a la arquitectura mesoamericana, las perspectivas de estudio han sido de tal variedad que van desde la recalcitrante arqueología de campo, donde nada es cierto y todo es duda; hasta las evocaciones románticas fundamentadas en los estudios comparativos (como aquéllos publicados en últimas fechas por una resonada casa editorial); por mencionar solamente dos extremos de una larga cadena. Ciertamente, y sirva esta novena consideración para cerrar una exposición que ha pretendido ser breve, es necesaria la instrumentación de objetivos analíticos de trabajo que permitan la interacción de especialidades. La interdisciplina es la vía que permitirá esta apertura, porque hemos podido comprobar la inconsistencia que presenta el trabajo en niveles de áreas exclusivas. Independientemente de desarrollar algunas de estas consideraciones en el futuro, es necesario establecer escalas de aproximación o identificación que permitan distinguir los niveles de desarrollo cultural y la posible conversión de asentamientos en ciudades; referidos a los conceptos de infraestructura urbana, territorialidad, soluciones arquitectónicas habitacionales y los posibles géneros urbanos, como componentes activos del sistema urbano mesoamericano.

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Ciudad, Territorio y Vivienda Uno de los temas fundamentales de la investigación urbana y arquitectónica mesoamericana lo componen las grandes estructuras monumentales que señorean los sitios arqueológicos. A estos ejemplos de arquitectura debemos las primeras interpretaciones hechas en torno a la cultura indígena de nuestro país y que en la actualidad significan un bien patrimonial único e insustituible, no sólo por su alto contenido testimonial, sino por tratarse de un motivo de atracción turística internacional y, en consecuencia, proveedor de recursos a sus actuales habitantes próximos. En términos generales, hablar de sitio arqueológico ha sido sinónimo de Centros Urbanos Prehispánicos y permanentemente asociados a grandes conjuntos de estructuras monumentales, donde el visitante se aproxima a una fracción, si bien significativa, de la sociedad que produjo tales objetos y espacios. Durante largo tiempo, estos conjuntos y edificios han sido objeto de exploración e intervención por parte de especialistas. Sin embargo, en últimas fechas, las investigaciones arqueológicas --en una proporción creciente-- se han orientado al estudio de otros sectores de los asentamientos urbanos donde la concentración de estructuras monumentales se reduce progresivamente, para dar lugar a zonas de asentamiento preferentemente habitacional y doméstico; el objeto de estos estudios ha sido el de dar a conocer, en un nivel primeramente especializado, el patrón de asentamiento, las dimensiones y formas de organización del espacio urbano mesoamericano a través de la permanente asociación del hallazgo y el espacio productivo, en una

escala más reducida como es el nivel unifamiliar o multifamiliar. Es así como el conocimiento de las formas de vida mesoamericana se ha visto enriquecido, tanto por la arqueología como por la etnología; al llevar a cabo exploraciones de culturas desaparecidas y analizar la posibilidad de una extensión en el tiempo de las formas de vida prehispánicas hasta nuestros días, y al proponer que gran cantidad de las soluciones arquitectónicas existentes en culturas indígenas contemporáneas no han visto modificadas sustancialmente su morfología, distribución y funcionamiento. Uno de los recursos metodológicos para la investigación y conocimiento de las culturas prehispánicas ha sido el denominado como "analogía etnográfica", en el cual se propone que la producción (tanto de artefactos como edificios) obedece a un proceso adaptativo de una determinada sociedad (entendida ésta como grupo cultural homogéneo) en su relación con el medio ambiente. Al no registrarse cambios sustanciales en las condiciones del entorno, la respuesta cultural no tendrá variaciones significativas en cuanto a su forma y función social; el sustento objetivo de esta propuesta lo componen, sin lugar a dudas, las reminiscencias culturales indígenas contemporáneas. (Villalobos; 1988:50) Un soporte de vital importancia para la estructuración de estos modelos análogos lo componen las fuentes tanto directas como inferenciales. En el primer grupo tenemos a las crónicas y códices de la época del contacto hispánico; en el segundo, están tanto los documentos

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históricos como los datos producto de investigaciones antropológicas y etnológicas de campo, entre las que destacan por su importancia las que se ocupan de las características biológicas de una determinada población. Al hablar de sociedades complejas o con sistemas de organización complejos, el modelo análogo provee elementos fragmentarios en el estudio de una determinada cultura, al esclarecer solamente algunos aspectos componentes del sistema social del que se ocupa. Por su parte, las culturas desaparecidas o arqueológicas, en materia de arquitectura y urbanismo, denotan un alto grado de complejidad tanto en su organización como en los objetos socialmente necesarios para la configuración de su espacio cultural. Las estructuras monumentales, al dejar de contar con un equivalente objetivo o funcional en nuestros días se alejan de la posibilidad de someterse a un método análogo, no sucede lo mismo con la arquitectura habitacional, su agrupación, procedimientos constructivos e incluso la organización del trabajo tendiente a su edificación, así como su eminente función social. En el contexto de la investigación arquitectónica mesoamericana es frecuente encontrar términos que califican los espacios y edificios e insensiblemente les atribuyen una función social; tal es el caso del concepto "Centro Ceremonial", "Templo Prehispánico" o bien "Palacio" y "Cuartel", entre otras. La determinación de géneros arquitectónicos en el espacio prehispánico es uno de los retos que enfrenta la investigación en este

campo, pese a que se continúe utilizando este tipo de adjetivos. Es claro que la atribución de género arquitectónico a un determinado edificio ha de ser el resultado de la asociación de su espacio con los artefactos encontrados en su contexto arqueológico próximo, de otra manera, la arqueología se convierte en un proceso verificador de una primera idea asociada a la forma externa. El problema que presenta la determinación de géneros arquitectónicos en el espacio urbano mesoamericano no ha sido atacado satisfactoriamente, y esto no es responsabilidad sino del estado de avance en que se encuentran los estudios y tecnologías en este campo. El caso habitacional ha sido, hasta ahora, donde se ha aplicado el análisis de los procesos de producción de espacios y estructuras, por primera ocasión, al caso teotihuacano y concretamente a conjuntos habitacionales próximos a espacios urbanos tradicionalmente considerados monumentales (Morelos; 1987). Es muy probable que la integración de modelos de estudio para el urbanismo y la arquitectura mesoamericana encuentre en la arquitectura doméstica un sólido fundamento, debido a que la interacción de los hallazgos denota posibles funciones arquitectónicas con su equivalente etnográfico. Esto es, que la distribución de los espacios útiles es proporcionalmente más tangible que en áreas comunitarias y, en caso de ausencia de datos, la analogía etnográfica puede apoyar un análisis de este género.

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Recientes estudios (Manzanilla; 1986: 14 [siguiendo a Lastell; 1972]) definen al grupo doméstico a partir de tres niveles funcionales básicos: "el de la residencia, el de las actividades compartidas y el del parentesco", de la misma manera este grupo es considerado "el componente social más común de la subsistencia" (Op. Cit.; siguiendo a Wilk y Rathje; 1982), y ello no implica forzosamente, para el caso mesoamericano, un contexto urbano. Así, sus elementos constitutivos pueden estar referidos a "lo social o número de miembros y sus interrelaciones, lo material o la vivienda, áreas de actividad y posesiones [en un contexto urbano los bienes muebles e inmuebles] y el del comportamiento, es decir las actividades que el grupo realiza: producción, distribución, transmisión y reproducción" (Ibidem.). Mientras los dos primeros están referidos a contenidos y continentes, el tercer elemento aborda el de un cometido extensivo, esto es, una función más allá del habitar; la producción está asociada al espacio habitacional mesoamericano y quizá no precisamente al arquitectónico, tanto como al espacio o territorio que ocupa la vivienda (interno y externo), situación que en algunas culturas etnográficas sobrevive en la actualidad y que en los contextos urbanos contemporáneos --prácticamente-- se ha extinguido. No es materia de esta exposición abordar con precisión el papel que puede jugar la vivienda en los procesos de sedentarización o cambio social en culturas extinguidas, sino dar a conocer algunos pormenores conocidos de la vivienda prehispánica y su implicación territorialista.

La territorialidad puede estar referida a la posesión y defensa de un espacio vital frente a otros (individuos o grupos) de la misma especie, frecuentemente, los etnólogos consideran el comportamiento territorialista como parte de una herencia biológica (Hunter; 1981: 632). El territorio está vinculado a consideraciones de orden ideológico en tanto éste se constituye en un espacio dirigido a la provisión de recursos de subsistencia para uno o varios grupos domésticos. Sin embargo, este concepto nos habla más bien de un espacio continente, a diferencia de un terreno (aquel donde se desplanta una vivienda) que se refiere a un espacio contenido y más próximo a funciones relativas al habitar. En un contexto urbano, la concentración de estructuras en determinadas áreas implica la interiorización de las funciones productivas al ser circunscritas en un espacio contenido. Es entonces cuando un elemento sustancial en la arquitectura habitacional prehispánica, adquiere mayor importancia: el patio interno. Conforme los procesos de urbanización van surgiendo en el contexto mesoamericano (posteriores al año 400 d.C.), las viviendas y agrupaciones integran progresivamente estos espacios cuyas funciones objetivas pueden ser las de iluminar y ventilar un conjunto de viviendas en torno suyo. Sin embargo, la función social implica la relación entre individuos, siendo uno de los aspectos fundamentales el parentesco, sin menoscabo de otras funciones de orden ideológico que son materia de discusión arqueológica y etnohistórica.

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En el contexto urbano, la territorialidad encuentra en el espacio interior abierto o patio interno una alternativa de integración. Esta solución, eminentemente arquitectónica, pasa a formar parte del conjunto de valores sociales de un determinado grupo y consecuentemente es un elemento constitutivo de su tradición cultural. En el contexto rural o suburbano, el territorio está determinado por un área de actividad productiva y sustentante de la economía del grupo o grupos asentados en su proximidad, mientras la vivienda se refiere exclusivamente al sitio donde se llevan a cabo funciones básicas como el habitar, que incluye a las diversas labores domésticas. Apreciaciones extensivas sobre el concepto de patio interno en su condición de espacio interior abierto, han sido expuestas por otros investigadores llevando estos términos al terreno de lo urbano donde, por la escala, la plaza puede tener una equivalencia con la unidad doméstica a partir del elemento articulador y vestibular, no ya como espacio interior abierto, sino como espacio exterior cerrado o delimitado. Si atendemos con sentido crítico la función objetiva de estos espacios, referida a la iluminación, ventilación y relación entre individuos identificados por factores sociales comunes, podemos ver que la presencia de elementos para el cambio cuantitativo o de escala, permiten igualmente transformaciones en el terreno de lo cualitativo o desarrollo del procedimiento constructivo aplicado, a través de la inserción de componentes que ya podemos llamar estructurales y diversos de los originalmente utilizados, tal es el caso de apoyos aislados a manera de columnas que permiten la

penetración de luz y aire en mayor proporción que los vanos o puertas que dan frente a estos espacios. Los espacios porticados son un elemento de la arquitectura habitacional que eventualmente extiende su escala al nivel urbano y a la arquitectura monumental; en este contexto, la presencia de apoyos aislados nos habla de la sistematización del trabajo constructivo, al llegar a la solución arquitectónica de un ejemplar, su producción masiva se da por extensión de la matriz original. Decimos que su solución puede ya recibir el atributo de estructural debido a que requiere del despliegue de una tecnología constructiva diversa de aquella necesaria para muros, al liberar claros considerables se generan regímenes de carga que incluyen esfuerzos y momentos, lo que requiere de instrumentar técnicas y procedimientos que progresivamente adquieren mayor complejidad. Las implicaciones espaciales de los pórticos son importantes en tanto conectan espacios interiores (abiertos y cerrados) con otros eminentemente exteriores (también cerrados y abiertos). Así, tenemos que las columnatas tendrán una función similar a la desempeñada por su ancestro doméstico, al permitir la transición entre dos conceptos primigenios de espacio, nos referimos a la continuidad que aportan entre el espacio eminentemente externo y aquel interno. Los pórticos pueden considerarse, en términos de su condición espacial, como espacios transitorios. Para concluir podemos decir que una unidad doméstica o habitacional, sea cual fuere su dimensión o género, no

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puede entenderse sin territorio, área de actividad o espacio continente. A diferencia de una vivienda que implica un espacio contenido, mismo que, al incorporar elementos donde se lleva a cabo la relación de individuos entre sí, contribuye a la identificación de valores comunes y consecuentemente al fortalecimiento de la unidad e identidad comunales. No es intención de esta breve exposición el discutir acerca del papel que la territorialidad y la vivienda tienen en el proceso de aculturación en Mesoamericana, sino el de dar a conocer algunos aspectos sobre una tradición que se remonta muchos siglos atrás y que, a través de diversos procesos de integración, forman parte esencial de nuestros espacios urbanos y formas de vida aún en la actualidad. En síntesis, la vivienda mesoamericana no es comprensible sin territorio, área de actividad o superficie tributaria, no sólo como espacio continente de aquéllos destinados a la habitación, sino como envolvente general de funciones sociales, económicas, productivas, familiares o comunitarias; en un nivel extensivo al espacio urbano donde la identificación de los individuos se produce en el contexto de valores comunes y como parte fundamental de la tradición cultural. Recapitulando sobre algunos de los alcances mínimos espectados por un estudio exhaustivo en materia de géneros urbanos y arquitectónicos mesoamericanos tenemos, en orden de prioridad, los siguientes: Enfrentar objetivamente la problemática teórica que significa el estudio de la Arquitectura Prehispánica

Mesoamericana, en el contexto de un academicismo que postula la permanente analogía con las manifestaciones culturales del Occidente. Fundamentar posturas analíticas de carácter teórico cuyas metas principales sean delinear y orientar trabajos posteriores que contribuyan a ampliar el campo de conocimientos en esta materia. Revisar y discutir las diversas corrientes y tendencias que han incidido en el estudio de esta materia, con el objeto de sustentar una exposición, no como un producto terminado, sino con el firme compromiso de constituirse en eslabón de una cadena cuya continuidad dependerá de la relación estrecha que sea posible mantener con la objetividad del conocimiento sobre la Urbanística y Arquitectura Prehispánicas, tanto en el ámbito mesoamericano como en el sudamericano, y extensivamente a la llamada arquitectura prehistórica occidental. Conformar y sustentar una metodología que articule la secuencia prevista en la definición de géneros urbanos para el caso mesoamericano, cuya continuidad permita una aproximación con mejores parámetros de objetividad. Establecer parámetros de evaluación crítica de los elementos del conocimiento urbano y arquitectónico mesoamericano, con mayor énfasis en el caso planteado, no solamente como componente verificador, sino con el objeto de constituirse en el punto de partida de iniciativas de protección y salvaguarda del Patrimonio Arqueológico y Monumental de nuestro país.

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Configurar alternativas de trabajo acordes con los alcances establecidos para la investigación propuesta, así como la detección de posibles variables que puedan presentarse en casos similares. Bibliografía BRODA, Johanna (Ed.) 1979 Economía Política e Ideología en el México. Prehispánico Nueva Imagen, México CHANFON, Carlos 1990 "Tenochtitlán: La Capital Mexica" en : Cuadernos de Urbanismo #1 División de Estudios de Posgrado Facultad de Arquitectura; UNAM, México. (pp.:5-18) CORTÉS ROCHA, Xavier 1990 "Los orígenes del urbanismo novohispano" en : Cuadernos de Urbanismo #1 División de Estudios de Posgrado Facultad de Arquitectura; UNAM, México. (pp.:19-26) GIEDION; Sigfrid 1975 La Arquitectura: fenómeno de transición. Gustavo Gili; Barcelona. HUNTER, David E. 1981 Enciclopedia de Antropología. Ediciones Bella Terra; Barcelona. MANZANILLA, Linda (Ed.) 1986 Unidades Habitacionales Mesoamericanas y sus Áreas de Actividad. Instituto de Investigaciones Antropológicas UNAM, México. MORELOS García, Noel 1985 "Proceso de Producción de Espacios y Estructuras en Teotihuacán". Tesis de Licenciatura; ENAH-INAH, México. 1986 "El Concepto de Unidad Habitacional en el Altiplano (200 aC.-750 dC.)", en: Unidades Habitacional Mesoamericanas y sus Áreas de Actividad; IIA UNAM, México. pp: 193-220.

VILLALOBOS Pérez, Alejandro 1988 "Territorialidad y vivienda prehispánicas" II Jornadas de Etnohistoria Escuela Nacional de Antropología e Historia (en prensa); México. (18pp.). 1992 "Urbanismo y Arquitectura Mesoamericana". Tesis Doctoral; CIEP FA UNAM, México. http://arkeopatias.wordpress.com 

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