ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO

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32 BOCA DE SAPO ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO Bentivegna, Córdoba, Dellutri, De la Fuente, Galimi, Glozman, Guerra, Negroni, Scavino Utopías del Lenguaje Era digital, año XXII, Mayo 2021. Dossier Susana Thénon / Entrevista a Ticio Escobar Videoarte x 3 / Poemas de Felipe Benegas Lynch, María Casiraghi y Matías Néspolo

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32 BOCA DE SAPOARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO

Bentivegna, Córdoba, Dellutri, De la Fuente, Galimi, Glozman, Guerra, Negroni, Scavino

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Dossier Susana Thénon / Entrevista a Ticio EscobarVideoarte x 3 / Poemas de Felipe Benegas Lynch, María Casiraghi y Matías Néspolo

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Las obras que corren en la actualización web y las que acompañan los artículos de Boca de Sapo: UTOPÍAS DEL LENGUAJE pertenecen a Franca Villarreal, se trata de una serie de collages digitales inspirados en los fotomontajes de Grete Stern y en el mundo onírico de David Lynch. Collages de Laura Cilento, quien a partir de esta edición se suma al Consejo de la revista, ilustran el Dossier Susana Thénon que reúne inter-venciones de María Negroni, Analía de la Fuente, Corina Dellutri y Gisela Galimi. Boca de Sapo 32 se abre con un artículo de Mara Glozman, que aborda las políticas lingüísticas con perspectivas de género a partir de la indaga-ción del archivo. Vanesa Guerra reflexiona sobre la tiranía de los len-guajes instrumentalizados, Cintia Córdoba analiza qué clase de saberes propicia la lengua de la universidad burocrática, Diego Bentivegna se sumerge en “La lengua utópica” del filólogo Pedro Henríquez Ureña y Dardo Scavino filosofa sobre Roland Barthes y su gato. En cuanto a las producciones de videoarte, forman parte de esta edición piezas de Alejandro Arguelles, Nair Gramajo, Anastasia Parshina y José Trujillo que trazan un arco artístico y territorial que va de San Petesburgo a México, pasa por Buenos Aires y se clava en la Patagonia ar-gentina con la sorprendente impetuosidad de un refucilo. A propósito de la reciente publicación de Aura latente (2020), Florencia Eva González y Jimena Néspolo dialogaron con el prestigioso ensa-yista paraguayo Ticio Escobar sobre aquello que late en el arte, ese campo de irradiación luminosa que involucra al espectador en su percepción de la intensidad. En Boca de Sapo: UTOPÍAS DEL LENGUAJE comparten poemas Matías Néspolo, Felipe Benegas Lynch y María Casiraghi.

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Derechos reservados – Prohibida la reproducción total o parcial de cada número sin la cita bibliográfica correspondiente y/o la autorización de la editora. La direc-ción no se responsabiliza de las opiniones vertidas en los artículos firmados. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital.Boca de Sapo no retribuye pecuniariamente las colaboraciones.Impresa en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

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ISSN 1514-8351Editor responsable:Jimena Néspolo

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DIRECTORAJimena Néspolo

CONSEJO DE DIRECCIÓNClaudia FeldFlorencia Eva GonzálezLaura Cilento Walter Romero

JEFE DE REDACCIÓN Felipe Benegas Lynch

CORRECCIÓNCarolina Fernández

ARTEJorge Sánchez

Diseño GráficoVictorio Scafati

COLABORADORESAlejandro ArguellesDiego BentivegnaMaría CasiraghiCintia CórdobaAnalía de la FuenteCorina DellutriGisela GalimiMara GlozmanNair GramajoVanesa GuerraMaría NegroniMatías NéspoloAnastasia ParshinaDardo ScavinoJosé Trujillo

COMMUNITY MANAGERMatuziken Knight

BOCA DE SAPOArte, Literatura y Pensamiento

Era digital, año XXII, Mayo 2021.

32STAFF

S u m a r i o : U t o p í a s d e l l e n g u a j e

• Políticas lingüísticas con perspectiva de género: tiempo y archivo. Mara Glozman/2• Poemas de Matías Néspolo /12 • Videoarte: No se pide perdón por el fuego. Nair Gramajo /15 • Despellejarse la piel del amo. Vanesa Guerra /16• Poemas de Felipe Benegas Lynch /22• Dossier Susana Thénon: El festín del significado. María Negroni /26 La joven Thénon. Analía de la Fuente /30 Thénon, Rilke y la traducción. Corina Dellutri /38 La trasgresión o la guerra del lenguaje. Gisela Galimi /40• Opinión: El gato sobre la mesa. Dardo Scavino /44• Videoarte: Comedores de labios. Alejandro Arguelles /47• En otro orden de cosas. Cintia Córdoba /48• La lengua utópica. Diego Bentivegna /58• Videoarte: Pasajes. Anastasia Parshina y José Trujillo. /63• Entrevista a Ticio Escobar. Florencia Eva González y Jimena Néspolo /64• Poemas de María Casiraghi /65

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Políticas lingüísticas con perspectiva de género: tiempo y archivo

Por Mara Glozman

A la hora de hablar sobre lenguaje inclusivo y no binario, resulta insoslayable considerar el trabajo de la historia en las condi-ciones de cada presente. La cuestión de la colonialidad y la soberanía, el papel de las corporaciones normativas, el problema de la dependencia, la relación entre geopolítica y políticas de la lengua no son cuestiones accesorias o de un “cierto pasado”: son dimensiones que inciden de manera sustancial en la formación de los debates actuales sobre políticas lingüísticas y políticas de géneros. Aquí un análisis a contrapelo de una aproximación idealista al problema del lenguaje.

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luego Michel Pêcheux (2016) denominan efecto de pre-construido2: un efecto discursivo por el cual hay una zona de lo enunciado que aparece como si se tratara de algo-ya-ahí, un funcionamiento del Interdiscurso que instaura cierta anterioridad y exterioridad en el orden del decir: dado que / siendo que… De esta forma, aparecen definiciones reiteradas en los dis-cursos orientados a fundamentar la relevancia de la incorporación de formas lingüísticas inclusivas y/o genéricamente no binarias en diversos tipos de do-cumentos institucionales, textos orales o escritos. En otras ocasiones, hemos planteado, al respecto, dos proposiciones críticas. Por un lado, el “olvido” de las categorías lengua y discurso en favor de una idea ge-neral de lenguaje que no distingue regiones, niveles, materialidades y principios de funcionamiento dife-renciados, generando un solapamiento entre procesos discursivos, deixis, intenciones pragmáticas, aspectos estilísticos, aspectos léxicos, dimensiones morfológi-cas, significado, sentido y referencia, inter alia3. Por el otro, una brecha –un desfasaje o décalage– entre las formas lingüísticas no binarias, que realizan un traba-jo transformador y progresivo en tanto constituyen aspectos de derechos adquiridos, y los discursos que se proponen fundamentar la promoción de políticas lingüísticas con perspectiva de género, discursos que en su mayoría portan elementos retrógrados ancla-dos en viejos saberes de cuño mecanicista y/o instru-mental que tienden a caracterizar el lenguaje como expresión transparente o como acción orientada a fines4.Ahora bien, esto no acontece solo en Argenti-na: la expansión de enunciados que asocian de manera transparente –idealista, diríamos– formas del decir y formas del mundo puede reconocerse también en do-cumentos, declaraciones y guías producidas en distin-tos países latinoamericanos y caribeños, en diversas lenguas. Es posible condensar esta caracterización en la circulación ubicua y plurilingüe de un determinado enunciado y sus variantes; algunos ejemplos:

Hay que señalar que lo que no se nombra no existe y utilizar el masculino como genérico ha invisibiliza-do la presencia de las mujeres en la historia, en la vida cotidiana, en el mundo. (…) La lengua tiene un valor simbólico enorme, lo que no se nombra no existe, y durante mucho tiempo, al hacer uso de un lenguaje an-drocéntrico y sexista, las mujeres no han existido y han sido discriminadas. (Manual para el uso no sexista del lenguaje. Lo que bien se dice… bien se en-

I

La política supone una práctica en “presente”, no per-mite “demostrar o explicar” a posteriori, sino “hacer en nuestro único presente las revoluciones inevitables” que vuelven a la dialéctica no la “teoría del hecho con-sumado” sino un método revolucionario. La práctica política trabaja con la inestabilidad de todo sistema de relaciones y configura su espacio de intervención de un modo diferente y propio. En este sentido, produce su propio pensamiento como “análisis de la situación”, lee la coyuntura no en lo que esta tiene de legalidad nece-saria sino en lo que tiene de precariedad constitutiva.

El fragmento extraído de “¿Qué sujeto? De la esta-talidad ideológica al momento político en la proble-mática de Louis Althusser” (2013), de Natalia Romé1, coloca de manera precisa una de las dimensiones que, a nuestro entender, resulta más relevante para comprender las dinámicas de la hora en materia de políticas del lenguaje con perspectiva de género: una ausencia de aquello que en décadas pasadas solía de-nominarse “caracterización o análisis de coyuntura”. Síntoma de esta ausencia –que no se explica por fal-ta de voluntad colectiva, menos aun individual, sino por las condiciones actuales de producción de política pública– es la tendencia a realizar lecturas de la situa-ción bajo el dominio de una inmediatez presentista y un análisis de la cuestión bajo la forma de un recorte temático que, partiendo de ideas comunes que apare-cen como certezas, oblitera la posibilidad de pensar qué aspectos se reúnen y se tensan, qué preguntas y evidencias se cifran, qué contradicciones, principios, sentidos, materialidades y funcionamientos articulan la(s) problemática(s) en análisis. También es plausible describir ciertas orientaciones espontáneas en las mo-dalidades del decir y los mecanismos de incrustación de enunciados: en los discursos que anudan lengua-je y política de géneros, observamos una tendencia a tomar como punto de partida para el desarrollo argumental una aseveración siempre-ya-sabida sobre la relación entre expresiones y lazo social, entre pa-labras y poder, entre el nombrar y el existir. Esto es: aparece una y solo una definición de lenguaje, que se toma como dada y se acomoda bien al propósito del material elaborado o a elaborar. En verdad, esta for-ma de la aseveración (el lenguaje es / el lenguaje ex-presa / el lenguaje construye) fue dejando lugar en los últimos tiempos a aquello que Paul Henry (1977) y

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tiende, Red de Educación Popular Entre Mujeres de Latinoamérica y el Caribe – REPEM LAC, documento elaborado por María Julia Pérez Cervera, 4ta. edición 2011, p. 16-18)

É preciso assinalar que o que não se nomeia não existe e utilizar o mas-culino como genérico tornou invisível a presença das mulheres na história, na vida cotidiana, no mundo. (...) A língua tem um valor simbólico enorme, o que não se nomeia não existe, e durante muito tempo, ao utilizar uma linguagem androcêntrica e sexista, as mulheres não existiram e foram discri-minadas. (Manual para o uso não sexista da linguagem. O que bem se diz bem se entende, Governo do Estado do Rio Grande do Sul / Secretaria de políticas para as mulheres, adaptado al português por Leslie Campaner de Toledo, 2014, pp. 24-26)

As palavras nos dão conta das características da população, de seus traços físicos, de seu nível de vida, de suas habilidades e até de aspectos mais imateriais ou abstratos como seu caráter ou suas crenças. Pelo contrário, o que não se no-meia, embora exista, passa ao terreno do invisível, do que não exis-te (Manual para o uso não sexista da linguagem. O que bem se diz bem se entende, Governo do Estado do Rio Grande do Sul / Secretaria de políticas para as mulheres, adaptado al português por Leslie Campaner de Toledo, 2014, p. 63)

Si nous voulons qu’elles ont le droit d’être considérées comme les égales des hommes, ne les englobons pas dans un masculin qui les fait disparaitre: «Ce qui n’est pas nommé n’existe pas.» (Rita Bonheur, Colette Janvion y Gisèle Derigent, documento «Ce qui n’est pas nommé n’existe pas», Union des Femmes de la Martinique, 2014)

CAPÍTULO 3. El androcentrismo. Sólo lo que se nombra existe. (Manual de comunicación no sexista. Hacia un lenguaje incluyente, documento elaborado por Claudia Guichard Bello, Instituto Nacional de las Muje-res, Ciudad de México, 2015)

El masculino genérico excluye a las mujeres porque aunque en el grupo de personas a las que nos estemos refiriendo haya mujeres y hombres, pareciera que sólo ellos cuentan o existen. (Guía para el uso de un lenguaje incluyente y no sexista de la Comisión Nacional de los Derechos

El modo en que se da la discusión sobrelenguaje con perspectiva de género en Argentina incluye una problematización del papel de la praxis política en materia lingüística.

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Humanos, Ciudad de México, 2016, p. 12).

Si no me nombras, no existo. Promoviendo el uso del lenguaje inclusivo en las entidades públicas. (Guía para el uso del lenguaje inclusivo, Ministerio de la Mujer y Poblaciones vulnerables / Gobierno del Perú; documento elaborado por Ernesto Cuba García, 2da edición, Lima, 2017)

Toda lengua cambia y se adapta a las nuevas reali-dades y necesidades de la comunidad que la utiliza, expresando aquello que la sociedad valora, y urge co-municar y expresar en un momento determinado de su desarrollo, mientras que aquello que no es nom-brado, simplemente no existe. (Manual peda-gógico sobre el uso del lenguaje inclusivo y no sexista, Reunión de Altas Autoridades en Dere-chos Humanos y Cancillerías del MERCOSUR y Estados Asociados, 2018, p. 1)

Porque partimos de la premisa ya anunciada de que lo que no se nombra no existe o, dicho de otro modo, sustenta relaciones de poder que oprimen y sobre las que se re-producen históricas desigualdades e injusticias. ((Re) Nombrar Guía para una comu-nicación con perspectiva de género, Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Ciudad de Buenos Aires, 2020, p. 5)

Vista en conjunto, la secuencia refuerza el efecto de existencia (“obviamente el lenguaje es/funciona así”) y un imaginario de identidad: pareciera que se está hablando de lo mismo en las distintas situaciones en las cuales se enun-cia. Así, en Martinica, en Río Grande do Sul, en Perú, en Argentina, en México, por caso, la cuestión a resolver pa-reciera ser una y la misma: la invisibilización en el lenguaje y/o a través del lenguaje.

En este breve escrito proponemos una lectura a con-trapelo de este efecto de unidad (notablemente eficaz): no se trata de la misma problemática. La tesis puede formular-se del siguiente modo: en los discursos –textos, documen-tos, debates– producidos en distintas condiciones hay as-pectos de un frente común –cuyas tensiones y condiciones es preciso indagar– y también elementos que portan tra-zos singulares vinculados con las especificidades históricas de los saberes lingüísticos, los rasgos materiales de los sis-temas en juego, los conflictos sociolingüísticos, los diver-sos tipos de dispositivos metalingüísticos y las formaciones en las que se inscriben, los procesos de formación de los

Estados, las tensiones y antagonismos superestructurales en los cuales se entraman de modo diferencial las esferas simbólicas de ejercicio de las lenguas (lengua oficial, lengua nacional, lengua de inmigración, lengua de colonización), la di-stribución desigual de las prácticas de escritura, y el lugar que ocupan los movimientos de géneros y disidencias se-xuales en los distintos escenarios políticos. A la luz de un análisis epistémico y en pos de un análisis orientado a la práctica política, diremos, entonces, que no se trata de un mismo presente acá, allá y acullá.

II

Le combat pour l’égalité entre les femmes et les hommes est juste. Les chemins qu’il emprunte sont parfois déroutants et interrogent. C’est ainsi que certains ont fait le choix personnel et militant de modifier l’orthographe et la grammaire de notre langue pour parvenir à cet objectif. Ainsi, on découvre au hasard de publications parfois offi-cielles des mots nouveaux, «iels» pour «ils/elles», «toustes» pour «tous/toutes», «celleux» pour «celles/ceux», «Cher·e·s lecteur·rice·s déterminé·e·s». Les règles d’accord n’existeraient elles plus ? Devons nous penser que la modification des règles d’usage de la langue française littéraire serait le moyen de parvenir à cette égalité, que nous appelons tous de nos vœux ?L’article 2 de notre Constitution dispose que «la langue de la République est le français». Elle est le liant qui permet au peuple de communiquer à l’oral et à l’écrit. La langue nationale est un facteur d’intégration, d’apparte-nance et de rayonnement de la culture française.Le 26 octobre 2017, l’Académie française a alerté sur le risque d’aboutir à une langue désunie, disparate dans son expression, créant une confusion qui confine à l’illisibilité. Le 6 septembre 2020, la ministre de la culture, gardienne du patrimoine littéraire, a rappelé que l’écriture «inclusive» était une démarche éli-tiste. (…) L’avènement de l’écriture «inclusive» complexifie l’apprentissage de la langue française, puisqu’elle consacre une rupture entre la langue parlée et la langue écrite. C’est donc bien l’ensemble du patrimoine français lin-guistique qui risque de disparaître, ainsi que toute la francophonie qui rassemble 300 millions de locuteurs répartis sur cinq continents. («Proposition de loi portant interdiction de l’usage de l’écriture in-clusive pour les personnes morales en charge d’une mission de service public»; proyecto de ley presentado a la Presidencia de la Asamblea Nacio-nal de Francia el 23 de febrero de 2021; negritas del original)

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Este fragmento forma parte de un proyecto de ley firmado por sesenta y tres diputadxs de la derecha y centroderecha francesas destinado a prohibir el uso de grafías, desinencias y expresiones de la “escritura inclu-siva” –promovida por los movimientos y organizaciones feministas en Francia– en los documentos administrati-vos estatales. El texto de este proyecto viene a reforzar la circular del 21 de noviembre de 2017 firmada por el entonces Primer Ministro de Francia, Édouard Philip-pe, que prohíbe el uso de las “reglas de feminización” en la redacción de textos publicados en el Journal officiel de la República francesa. Aquella circular ya había sido re-confirmada en 2019, cuando el gobierno francés recha-zó un pedido de anulación presentado en 2018 por la Asociación “Groupement d’information et de soutien sur les questiones sexuées et sexuelles”.

De la multiplicidad de aspectos que se pueden seña-lar, destacamos tres:

1) Se trata de (o se la trata como) una cuestión de escritura, y no solo en este tipo de medidas reacciona-rias; si bien circula la denominación langage inclusif5, los análisis que trabajan sobre las tensiones que las trans-formaciones gráficas y morfo-fonológicas comportan y colocan el eje en la escritura –o la languécriture6.

2) El papel de la lengua francesa como patrimonio y la relevancia de la Francofonía, esto es, el juego en el presente de las relaciones entre países centrales y de relaciones de dominación (neo)coloniales.

3) El peso histórico del enunciado la langue natio-nale est un facteur d’intégration, su funcionamiento en la trama policrónica de políticas francesas –en coyunturas y gobiernos de muy variada naturaleza– de prohibición de lenguas y variedades lingüísticas. Traemos –en un gesto sabidamente anacrónico al modo de Didi-Hu-berman7– un segmento del informe presentado por Henri Grégoire a la Convención Nacional en junio de 1794, titulado “Rapport sur la nécessité et les moyens d’anéantir [‘aniquilar’; contiene la palabra “néan”, ‘nada’] les patois et d’universaliser la langue francaise”:

Mais au moins on peut uniformiser le langage d’une grande nation, de manière que tous les citoyens qui la composent puissent sans obstacle se communiquer leurs pensées. Cette entreprise, qui ne fut pleinement exécu-tée chez aucun peuple, est digne du people français, qui centralise toutes les branches de l’organisation sociale et qui doit être jaloux de consacrer au plutôt, dans une République une et indivisible, l’usage unique et inva-riable de la langue de la liberté.

Analizar la situación y producir una lectura para una práctica política en materia de lengua(je)/escritura y políticas de género que pueda dar batalla a las reaccio-nes conservadoras de esta índole –reacciones que, por cierto, también son elementos de una política lingüís-tica con perspectiva de género– requiere, no solo pero también, contemplar el carácter temporalmente com-plejo de la coyuntura, la incidencia que la historicidad de disposiciones, conflictos y sentidos tiene en las con-diciones del presente.

III

El pueblo es legislador no sólo de lo justo, sino también de lo bello, de lo verdadero, de lo conveniente. Una academia, es un cuerpo representativo, que ejerce la soberanía de la nación en cuanto a la lengua. El pue-blo fija la lengua, como fija la ley; y en este punto, ser independiente, ser soberano, es no recibir su lengua sino de sí propio, como en política, es, no recibir leyes sino de sí propio. Los americanos, pues, que en punto a la legitimidad del estilo invocan a la sanción espa-ñola, despojan a su patria de una faz de su soberanía: cometen una especie de alta traición. No reconocer la autoridad de los estamentos, y soportar autoridad de la academia, es continuar siendo medio colonos españoles. (Juan B. Alberdi, Fragmento preliminar al estu-dio del Derecho, 1837. Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1942, p. 163)

La extensión singularísima que la política imperialista yankee ha dado en los últimos tiempos a su socorrida “doctrina de Monroe” (…) demuestra que las esferas de acción de las razas sajona y latina, en el continente americano, se encuentran en vísperas de ser violenta-mente antagónicas. (…) Si se apelara al sentimiento, predominaría el que arranca de la comunidad de raza, lengua y religión, que nos hace históricamente solida-rios con España, la madre patria, con la cual deben es-trecharse las vinculaciones de intereses para hacer que, en lo porvenir, marchen de consuno en el destino de los pueblos de habla castellana, el interés y el sentimiento. (Ernesto Quesada, “El problema de la lengua en la América española”, 1899, Revista Nacional, tomo XXVIII, 1899, pp. 241-257)

Cuando se leen documentos argentinos sobre la lengua del período 1880-1920 por lo general los aná-lisis se focalizan en el problema de la inmigración y las

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políticas de castellanización de inmigrantes llevadas adelante por el Estado argentino, incluso a pesar de las consideraciones introducidas por Oscar Terán a la hora de caracterizar el “dispositivo hispanista”8 finisecular. Algo análogo acontece cuando se leen documentos y discursos de los primeros años de gobierno peronista (1946-1949) en los cuales se reivindica el lega-do hispánico en términos de “la lengua, raza y religión traídas de la madre patria”9: los análisis se focalizan en problemáticas diversas, entre otras, la relación político-comercial con la España franquista10 y la incidencia del catolicismo hispanista en la alianza política que sustentó el primer gobier-no de Juan D. Perón11. Ambos conjuntos de análisis son certeros si se abor-dan los textos/fuentes con mirada exclusivamente sincrónica.

No obstante, vistos como elementos de un mismo archivo –entendien-do archivo como disposición de relaciones entre materiales–, notamos que en cada momento o coyuntura se reinscriben trazos de una relación que desborda el corte sincrónico y escande la historia argentina: la conjunción lengua y soberanía. Se trata de una conjunción que, a grandes rasgos, se or-ganiza en dos grandes series, para las cuales tomamos como referencia los fragmentos citados al inicio del apartado.

Una primera serie reúne intervenciones producidas en un arco tempo-ral que va desde 1837 hasta el presente de los debates sobre lengua(je) y política de géneros, incluyendo textos producidos a lo largo del siglo XX. Con diferencias relevantes en virtud de cuestiones propias de las distintas coyunturas en las que se inscriben, los materiales de esta serie comparten un eje trasversal: articulan soberanía y lengua en una posición de rechazo de la injerencia española en general y de la Real Academia Española en parti-cular; el reconocimiento de la autoridad académica es significado, en esta matriz, como persistencia de las relaciones coloniales.

La segunda serie reúne intervenciones discursivas que anudan lengua y soberanía en una disposición diferente: es ahora frente a Estados Unidos, frente al avance de la cultura anglosajona y, en ocasiones, frente al peli-gro de la injerencia inglesa que se reivindica el “legado hispánico” y/o la “lengua española”. España, en esta matriz, no representa un peligro sino un resguardo simbólico ante el avance de organismos como la Unión Pana-mericana o, en otras coyunturas, ante situaciones comerciales y/o bélicas con Inglaterra. El año de publicación de “El problema de la lengua en la América española” es, en este sentido, elocuente: la Guerra de Cuba es un momento clave; si se lee el ensayo de Ernesto Quesada no solo como ele-

mento político frente a los procesos inmigratorios locales sino también a la luz de sus parágrafos relativos al “Tío Sam”, a la “doctrina Monroe” y al imperialismo “yankee”, es posible captar que la cuestión de la sobe-ranía está fuertemente presente en este y otros textos que enarbolan la herencia española y/o la raigambre hispánica. Lectura análoga hemos hecho en otras ocasiones respecto del discurso hispanista en 1946-1947 y la coyuntura de posguerra. Este modo de anudar lengua y so-beranía reaparece, con otras for-mas y otros efectos políticos, en el contexto de la guerra de Malvinas y también en la década de los noven-ta, como contracara complementa-ria de la orientación en las relacio-nes internacionales y las políticas de apertura económica promovidas por los gobiernos menemistas12.

Las diferencias entre las series presentadas afectan no solamente el nivel de lo enunciado, sino también las formas que disponen el decir. En particular, sin ningún afán cla-sificatorio, es posible observar que las dinámicas enunciativas que go-biernan la primera serie se apoyan en los mecanismos de la polémica, en los tonos de la diatriba y, en oca-siones, en el género del manifies-to13. Hay, asimismo, otra diferencia sustancial: solo la primera serie suele reconocerse como tradición soberanista. En este escrito intere-sa destacar que la imagen del inglés y/o de la cultura anglosajona como peligros o riesgos de soberanía en materia de lengua resulta, en la historia argentina, tan recurren-te y fundadora de tradición como los enunciados que entraman la prime-ra serie.

Ahora bien, ¿por qué resulta relevante la consideración de estos fragmentos de documentos o publi-

La precariedad constitutiva que comporta la histori-cidad de las relaciones coloniales en materia de len-guas en Latinoamérica [...] podría operar no como destino o condena sino de un modo productivo: hacer de lo precario terreno fértil para transformar.

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caciones producidas en otras coyunturas a la hora de pensar o promover políticas del lenguaje hoy? ¿Por qué atender a la historicidad de los discursos sobre la len-gua en Argentina y de la relación lengua/soberanía? La historia que presentamos sucintamente en este apar-tado bajo la forma de dos series se hace presente en los dispositivos y tensiones actuales: cuando se ponen en juego posiciones, ideas y argumentos en torno del lenguaje con perspectiva de género la relación lengua/soberanía, aunque no sea la cuestión sobre la cual el tex-to se nombra, se (re)inscribe de manera recurrente. El modo en que se da la discusión sobre lenguaje con perspectiva de género, en Argentina incluye una pro-blematización del papel de la praxis política en materia lingüística –esto es, si es viable una política del lengua-je o una práctica de intervención política en el campo de la lengua–, de las transformaciones/deformaciones, del lugar de la Real Academia Española y/o de otras insti-tuciones prescriptivas, como la Academia Argentina de Letras. Y, si en ocasiones no se muestran como temas sobre los cuales se habla, reaparecen en los supuestos, en el esquema polémico y/o en los criterios que dan sustento a las voces legitimadas para la opinión pública.

La centralidad histórica y presente otorgada a la Real Academia Española en un espectro amplio y fede-ral de medios de comunicación, organismos educacio-nales, así como en otro tipo de instancias (por ejemplo, véase la nota “Constitución, idioma nacional y lenguaje inclusivo según criterios de la Real Academia Españo-la”, publicada en el Sistema Argentino de Información Jurídica - SAIJ en septiembre de 2020) genera como contrapartida un conjunto reticular y ubicuo de inter-venciones polémicas orientadas a explicitar la nulidad o impertinencia de la corporación madrileña en mate-ria de políticas del lenguaje, o bien a dar cuenta de los intereses que representa. Esta dinámica de evidencia de autoridad, por un lado, y su cuestionamiento, por el otro, genera un resultado paradójico desde el punto de vista de las políticas de emancipación: la polémica refuerza, en un efecto indeseado de las posiciones con-tra-identificatorias, el papel regente del organismo que se busca destituir simbólicamente y cuya autoridad se busca socavar. También reaparecen, en los argumentos e ideas que circulan tanto en espacios de formación, como en charlas, notas y redes sociales, ecos de la se-gunda serie. Formulaciones como “no aceptan ‘todes’ pero usan ‘delivery’”, que buscan desmontar los argu-mentos de defensa de la pureza idiomática, portan tra-zos de las tramas que este apartado describe.

Estamos, pues, ante un mecanismo de tipo pendu-lar: una cierta oscilación recurrente entre dos modos de significar la relación lengua/soberanía, que cuando (re)aparecen no lo hacen necesariamente bajo la for-ma de la disyunción –uno u otro– sino con modalidades heterogéneas de reunión, sea en textos en disputa, sea en la secuencia de un mismo texto. En ese sentido, di-ríamos de las dos series caracterizadas que no delimitan dos formaciones, es decir, no se trata de dos regímenes de formación opuestos o antagónicos sino, antes bien, de polos o variantes de una misma matriz: la incesante tematización de la cuestión de la soberanía a la hora de hablar de políticas de la lengua y/o del lenguaje. Tal gesto de afirmación permanente, la necesidad de decir una y otra vez, podría ser leído como síntoma de una emancipación inconclusa. Por consiguiente, la cuestión de la soberanía, el papel de las corporaciones norma-tivas, el problema de la dependencia, la relación entre geopolítica y políticas de lenguas no resultan cuestio-nes accesorias o de un “cierto pasado”: son dimensiones que inciden de manera sustancial en la disposición del presente en el cual se busca intervenir.

IV

El clinamen es una desviación infinitesimal, “lo más pequeña posible”, que tiene lugar “no se sabe dónde ni cuándo ni cómo”, y que hace que un átomo “se desvíe” de su caída en picado al vacío y, rompiendo de manera casi nula el paralelismo de un punto, provoque un en-cuentro con el átomo que está al lado y de encuentro en encuentro una carambola y el nacimiento de un mundo, es decir, del agregado de átomos que provocan en cadena la primera desviación y el primer encuentro.

Louis Althusser14

El sucinto recorrido propuesto se orientó a colocar un interrogante sobre el modo en que suele ser conce-bido el orden del presente en materia de intervención política sobre el lenguaje. La propuesta reside en avan-zar hacia una consideración del momento actual que no opere sobre la dicotomía corte sincrónico/diacronía, sino sobre el axioma de que todo presente es temporal-mente heterogéneo, pues se compone de elementos de su actualidad y también de trazos que portan sentidos históricos cuyos efectos no han cesado. Pensar y com-prender la relación entre políticas del lenguaje y po-líticas de géneros en la actualidad requiere, entonces, de un esfuerzo por atender a las especificidades histó-

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ricas de las situaciones que se busca analizar. Y esto no es pertinente solamente a la hora de producir análisis epistémicos; también resulta fundamental para caracte-rizar las condiciones de las situaciones en las cuales se busca intervenir. Ello implica, para este segundo pun-to, pensar seriamente una distinción entre internaciona-lismo –producción de alianzas y frentes comunes sobre la base de problemáticas, trayectorias e historicidades de cada situación– y reproducción global –esto es, tratar la cuestión del lenguaje en materia de géneros como si fuera lo mismo en Francia o Argelia, en Nueva York o en Pernambuco–.

En suma, frente al efecto de universalidad que se genera por la circulación hegemónica de ciertas ideas sobre el lenguaje, resulta imprescindible leer las situa-ciones y caracterizar los presentes en lo que tienen de capas temporales, vaivenes y tensiones. En esta direc-ción, si lo que se busca es comprender los conflictos y avatares actuales para poder intervenir políticamente, habrá, pues, que comenzar a considerar de manera con-creta los modos en que se han significado las lenguas y variedades, la densidad de los debates político-lingüís-ticos, sus formas, momentos, lugares y tradiciones, las capas de sentidos y conflictos que laten en ocasiones como corriente subterránea, en ocasiones como ritmo que demanda su pronta reinscripción en los debates de la hora. Generar modos de intervención en la co-yuntura actual que consideren la eficacia material de la historia. En este trabajo, el papel del archivo se vuelve relevante como método para poder captar aquello que insiste en aparecer y para poder escuchar disonancias allí donde la temática produce pura imagen de unidad e identidad.

*Mara Glozmanes Doctora en Letras y Magíster en Análisis del Discurso por la Universidad de Buenos Aires, investigadora adjunta del CONICET, profesora titular en la Universidad Nacio-

nal de Hurlingham en el área de Lingüística. Ha dictado seminarios de doctorado en diferentes universidades, participa de redes, publicaciones y proyectos de investigación sobre discurso, lengua y archivo en Argentina y en Brasil. Actualmente forma parte del

GAL - Grupo Arquívos de Língua (Universidade Federal Fluminense de Brasil).

Hay otra dimensión, retomando la cita de Natalia Romé y volviendo a este presente, que merece ser des-tacada: leer la coyuntura no en lo que esta tiene de legalidad necesaria sino en lo que tiene de precariedad constitutiva. La precariedad constitutiva que comporta la historicidad de las relaciones coloniales en materia de lenguas en Latinoamérica y el Caribe podría operar no como des-tino y condena sino de un modo productivo: hacer de lo precario terreno fértil para transformar. Para ello, volviendo a la situación argentina y a la matriz pen-dular, es preciso operar un movimiento, un cambio de posición: corrernos de la repetición sintomática de la diatriba contra-identificatoria, generar un corte en el efecto en loop del estar siempre volviendo a enunciar los pasajes fundacionales. ¿Será, pues, posible el adve-nimiento de un clinamen que tuerza el riel por donde se desliza la rueda incesante de la reiteración? ¿Será po-sible abrir un hiato en la reproducción del ritual polé-mico? Remontar el trabajo de la historia, analizar com-bates, alianzas y subordinaciones, caracterizar avances y derrotas, para proyectar un devenir emancipatorio: pasar del preámbulo a la articulación.

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1 Romé, Natalia. “¿Qué sujeto? De la estatalidad ideológica al momento político en la problemática de Louis Althusser” en: I Jornadas de Investigación en Comunicación y Política. Los problemas de la subjetividad y la cultura FCE-UNER, 2013 [Disponible en: ht-tps://www.fcedu.uner.edu.ar/wp-content/uploads/2015/09/PONENCIA-NATALIA-ROM%C3%89.pdf].

2 Cfr. Henry, Paul. Le mouvais outil. Langue, sujet et discours. Paris, Klincksie, 1977. Pêcheux, Michel. Las verdades evidentes. Lingüís-tica, semántica, filosofía. Buenos Aires, Ediciones del CCC, 2016. Güttner, Carlos Hermann. “Constitución, idioma nacional y len-guaje inclusivo según los criterios de la Real Academia Española”. 8 de septiembre de 2020. Id SAIJ: DACF200186.

3 Véase: Glozman, Mara. “Lenguaje y movimiento feminista. Crítica del idealismo lingüístico” en: Revista Zigurat, 2019 [Dis-ponible en: http://revistazigurat.com.ar/lenguaje-y-movimien-to-feminista-critica-del-idealismo-linguistico ].

4 Véase: Glozman, Mara. “La ilusión del todo. Lengua(je), discurso y políticas de género en perspectiva materialista” en: Revista Latinoamericana del Collège International de Philosophie, 8, 2021 [Disponible en: http://www.revistalatinoamericana-ciph.org/wp-content/uploads/2021/03/La-ilusio%CC%81n-del-to-do_Mara-Glozman.pdf ].

5 Loison-Leruste, Marie, Gwenaëlle Perrier y Camille Noûs. “Le langage inclusif est politique: une spécificité française?” en: Cahiers du Genre, 69, 2, 2020, pp. 5-29.

6 Pérez, Manuel, Katy Barasc y Hélène Giraudo. “Des (dés)accords grammaticaux dans la dénomination écrite de la per-sonne en France : un tumulte graphique entre passions tristes et passions joyeuses” en: GLAD ! Revue sur le langage, le genre, les sexualités, 7, 2019. [Disponible en:https://journals.openedition.org/glad/1666 ]

7 Didi-Huberman, Georges. Ante el tiempo. Historia del arte y ana-cronismo de las imágenes. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2011.

8 Terán, Oscar. “El dispositivo hispanista” en: Actas del III Congreso Argentino de Hispanistas “España en América y América en España”. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires - Instituto de Filolo-gía Hispánica Dr. Amado Alonso, 1993, pp. 129-137.

9 Véase: Glozman, Mara. Lengua y peronismo. Políticas y saberes lin-güísticos en la Argentina, 1943-1956. Archivo documental. Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2015; “Sobre la construcción de se-ries en el trabajo de archivo. A propósito del ´discurso hispanista´ en el primer peronismo” en: Heterotopías. Revisa del Área de Estudios críticos del discurso, 2, Dossier “El archivo en la cultura contem-poránea: políticas de la inscripción”. Universidad Nacional de Córdoba. [Disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/heterotopias/article/view/22669]

10 Rein, Ranan. Entre el abismo y la salvación. El pacto Franco-Perón. Buenos Aires, Lumière, 2003.

11 Zanatta, Loris. Del Estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943. Quilmes, Univer-sidad Nacional de Quilmes, 2005.

12 Narvaja de Arnoux, Elvira. “Las políticas lingüísticas en los procesos de integración regional” en: Signo y Seña, 4, 1995, pp. 11-27.

13 Glozman, Mara. “Ensayos, diálogos, folletos: formulación y circulación de saberes sobre la lengua nacional en la Argentina” en: Orlandi, Eni Puccinelli (coord.) Linguagem, Sociedade, Políticas. Pouso Alegre, Editora RG/ Programa de Pós-Graduação em Ciências da Linguagem da Universidade do Vale do Sapucaí – Univás, 2014, pp. 57-71.

14 Althusser, Louis. “La corriente subterránea del materialismo del encuentro” en: Para un materialismo aleatorio. Madrid, Arena Libros, 2002, p. 33.

Collages de Franca Villarreal

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Matías Néspolo

Perro suelto

Me dejé la correa en casa¿qué quiere que haga?que lo ate me dicevaya a buscarlay no puedohace dieciocho años de eso además no pienso cruzar el Atlántico por una soga cuando quiera colgarmeya pediré una prestada

para qué tanto bozal digo yo si no muerden¿que no muerden? mire cómo me dejaron el hígado habrán sido los buitreso la cirrosis Prometeo no mienta le digo y es peor

encima ahora le silboy no viene¡camine a cucha carajo!con el cinturón improvisoun collar de ahorqueaunque se me caigan los pantalones con tanto perro sueltoy me llevo el poema atado.

Economía

Amenazadoras y negrasgrandes odres de vino tintoy un potro descomunalque escupe fuego les galopa encima hasta que se desplomansobre el horizonteque se encrespa como un pinar azulpurísimo

molt maco, noime dice el pescadoren la orillaperò aixòes diutempesta1.

1 Muy lindio, pibe/ (…)/ pero esto/ se llama/ tormenta. (N de A)

POEMAS

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Utilidad

No hay cosas sino palabrasno hay palabras sino ausenciasy ausencia no hayno estáno es

sí palabras de la ausenciay hay muchasincluso hay quien diceque lo son todasyo no lo creo

si no te gustanlas palabras de la ausenciapues no las digasDios es unamuerte otray ausencia también

pero lo que sí hay sobre todoes bocay la boca sirvepara callar.

Sopa de tortuga

La única forma sensatade hacer una tortillasin romper los huevos de la serpientees así

primero hay que separardel testarudo cascarón intacto la clara de tus pupilasen un cuenco de chocolate marroquísedoso al tactoy flamear con cuidadohasta desgranarlo entre las yemaspreviamente batidas con tenedor de fibra óptica.

añadir una cucharadita gaseadade mostaza Franz Ferdinanden generosos chorros de aquellas vejigas de Pedro que van dando tumbos por el Páramo azulperforadas con antelación a grito pelado o a lágrima vivaes opcional

una pizca de Schubert a gusto sobre los tacones de drag-queenhasta fumar el díaa fuego lento

algunos le agregan la piel de una mandarina pero salvo por el aromael resultado es el mismo porque

la única forma sencillade llevar una vida sensatasin partir el caparazón de una tortugaes la siguiente

primero hay que espolvorear la cáscara rallada de tu deseosobre amaneceres y crepúsculos en un cuenco de humo

añadir litro y medio de llantocon desdichas en rama quebrantos y sonrisa aromática a voluntad

antes de mezclar enérgicamente sazonar con delirios y cortesíaa discreción y cocinar a grito moderado en la nochecomo si todo esto tuviera sentidocomo si realmente valiese la penay la vieja sopa de ruegossupiera a gloria.

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El miedo

El verano es la condición del jazmínmi condición es tu voz.

El jazmín es la canción de la noche mi canción son tus ojos.

La noche es la casa del miedo mi casa, tu piel.

El miedo es un pájaro sin alasque pierde en vuelo el verano, la noche, el jazmín…

Tarea para el hogar

Para que nadie me recuerdevoy a llevar un sombrerode tifón de azúcar y postales antiguascon pantalones de cohete y un hígado nuevo.

Para que nadie se confundavoy a tatuar el día sobre la piel de un globo aerostático en proclamas de versalitas doradas.

Y para que nadie tenga miedo voy a soltar los perros en el jardín de la noche

que despedazaron los amantes.

*Matías Néspolo Es autor del poemario Antología seca de Green Hills (2005), de las novelas Siete maneras de matar a un gato (2009, tra-ducida a varios idiomas) y Con el sol en la boca (2015). Ha sido incluido en diversas antologías y editó una junto a su hermana Jimena Néspolo: La erótica del relato. Escritores de la nueva literatura argentina (2009). En 2010 la revista Granta lo incluyó en su número especial dedicado a «Los mejores narradores jóvenes en español». Los presentes poemas pertenecen a serie inédita Perros sueltos.

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No se pide perdón por el fuegoVIDEOARTE

Por Nair Gramajo

Nair Gramajo dirige la productora independiente y disidente Producciones Invertidas (PI), desde hace más de tres años. Afincada en tierras patagónicas, investiga y produce arte experimental. Su cortometraje La Tierra Violada (2019) ha sido destacado en importantes concursos y festivales. Aquí presenta esta pieza de videoarte en la que las imágenes dialogan con un poema de Virginia Vildoza y el diseño sonoro de Chango Segura.

https://youtu.be/1D0H6l_v81U

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Atravesando ese punto de oscuridad donde todo confluye, están los mundos y las realidades.

Mariana Docampo, La fe (2011)

Hay que realizar el ascenso porque la permanencia

en el unisistema es la aniquilación.Las lenguas humanas son obsoletas.

Repito: Hay que moverse del lenguaje para ascenderMariana Docampo, Tratado del movimiento (2014)

El libro de Mariana Docampo, Tratado del movimiento1, publicado en 2014, es un punto de inflexión en la obra de la autora para leer V, que aparece tres años más tarde en la misma casa editorial2, y

también para atender a la inédita Visión o Estrella Negra que será editada por Leteo próximamente.

¿Qué decir sobre V? V tiene innúmeras vidas y acaso en todas, nombre diverso: V. V es la piedra, la ola que encrespa, la boca del dios, la madre que mata a su hija, el pez ciego en aguas profundas, la quietud del flamenco que anticipa el desconsuelo de lxs amantes. V no es una letra. Acaso sea el picto-grama de un ave en vuelo apreciada a la distancia, como un ramalazo, fulgor que atraviesa tiempos y dimensiones divergentes; sin embargo, insistimos en llamarle tal al trazo que asociamos a una letra. Así, tomadxs por una época, nos prima y brinda una modalidad de la lengua que admite traducciones lúdi-cas reconocibles. V discute una línea de Aristóteles y, a modo de restitución,

Despellejarse la piel del Amo

Por Vanesa Guerra

La “lengua del amo” vuelve sobre el yo y lo violenta, lo adoctrina, le inocula formatos disciplinados, vivencias en tiempo lineal que abonan la relación causa y efecto. Esa lengua mercante fosiliza la memoria y unge nuestros cuerpos con brea viscosa. Su blindaje es magnífico. ¿Qué clase de experiencia con el existir podría advenir en tales circunstancias? ¿Qué clase de apertura podría activarse en un dispositivo tan ceñido y formateado por la instrumentalidad? Aquí una reflexión sobre esa lengua enga-ñosa, a partir de la lectura de la obra de Mariana Docampo.

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nos trae en voz caudalosa algo que ha sido negado, un otro modo de experimentar la belleza: si para el filósofo supone una medida, V busca y encuentra un fuera de la medida que solo con abierta percepción de conciencia es posible; porque aquel animal de diez mil estadios, imposible al ojo o a la ceñidura de un nombre, es legión que nos habla en voz coral, e invita a ser escuchado de la misma manera, esa que busca disolver o al menos suspender la arrogancia del interlocutor/ra que se am-para en el un Yo idéntico a sí mismo, síntesis negacio-nista de toda extranjería que nos habita. Si la belleza la impone una medida, la excedencia que rezuma el deseo en su ética y en su vitalidad siempre abierta y dispuesta al nomadismo quedaría excluida.

En estos apuntes quisiera compartir algunas cla-ves y ocurrencias para atender al trabajo linguísti-co que propone Docampo en una época en donde la lengua va devastando su experiencia poética, di-luyendo su modo real para resistir a los lenguajes neoliberales que, en franco avance, lejos de producir nuevas sujeciones, generan estados zombies, cap-turas de subjetividades en depresión habilitadas y legitimadas por el mercado colosal de psicofárma-cos. Esa inmersión en la lengua del código de barra, obligada desde las tecnocracias y los neopanópticos, afecta nuestras corporalidades destituyendo diferencias y rugosidades como una película viscosa que, adhirién-dose, cubriera y sellara todos los intersticios por donde

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la lengua-cuerpo respira y fuga. Despellejarse esa piel será tarea de las políticas de lenguaje.

Como una revolución a librar en lo humano, el Tratado del movimiento encuentra su potencia en las replicantes y anómalas rarezas gramaticales que produce; como un virus que cambia y se fortalece a medida que se lo combate, va descomponiendo la lengua hasta deslizar la experiencia en diversos yoes narrativos que incrustarán sus prismas en quienes leemos. Así interviene al yo-lector, hasta multiplicarlo y acondicionarlo para una diseminación.

Seré conexión con otras realidades. Formo parte de la conciencia ampliada. Se dará por duplicación, o aparición como espectro. También en forma de voces o sonidos reiterados. El encuentro y cruce con mis dobles y subreales ge-nerará confusión en quienes me conozcan. Las distintas formas que adquiera mi ser darán cuenta de lo que digo. Tengo como función despertar conciencias incluso de seres desconocidos para mí. Siembro una semilla sobre la cual no tengo control. Mi misión es alta. No traigo hijos al mundo. Abro portales.3

La voz que habita este libro es una superpoblación de voces, un yo plural que no se fagocita en un nosotros, un yo-red-net, cuya fuerza uni-legionaria invoca y activa distopías íntimas, subjetivas; esa es la gracia distópica, su nunca estar en ningún sitio; su efecto errático nos vuelve a nomadizar en desiertos donde no discurrió la palabra, el símbolo, la imagen, el rezo, o lo que fuere necesario para traducir intensidades que atravesaron nuestrxs cuerpxs, imposibilitándonos arrebatar alguna for-ma precaria a las reverberancias de lo Real y sus embates.

El problema no es la falta –siempre donante–, sino la negación abso-luta de lo Real, tan atendida por el Realismo Capitalista4. La crisis repre-sentacional del sujeto, la devastación de las subjetividades, la cancelación del futuro, bien podrían ser el efecto de un lenguaje fosilizado que opera como código de barra, como lengua de eslogan, metódica, que sabemos reconocer en todos los regímenes del capitalismo tardío.

Este modo de la neolengua desestima la operación poética como ex-periencia de lenguaje, en tanto ignora la otredad de su savia o sea su extranjería fundante. Una lengua que no se experimenta en la otredad, en sus ombligos y fugas, no solo es políticamente un arma para inocular la depresión social a escala global, sino que además mutila al sujeto en su potencia y en la posibilidad de realizar una experiencia trascendental/espiritual, o aun, una experiencia de angustia como zona de quebran-to, pasaje o ruptura; esa forma de la captura nos empuja a un fuera de lengua en el sentido nietzscheano: ha llegado un tiempo en que no hay más tiempo, resultado yermo de esa felicidad inventada por lxs últimxs hombres, esxs que se complacen con el mérito de llenar un siempre barril sin fondo. Ese es el lenguaje a destituir en esta novela, Mariana Docampo organiza una estrategia para trascender la falsa lengua, para quitarle el cuerpo, despellejarle esa viscosidad impermeable que fun-ciona como brea, captura, blindaje y en cuya obsolescencia programada se ha activado –desde el vamos–: una cuenta regresiva contra nuestro planeta/cuerpo ya enfermo.

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La operatoria de Docampo acti-va en lxs lectores un yo distópico; Yoes Distópicos Lectores que des-piertan intuitivamente a la manera de un déjà-vú, para restituir aquellas voces que pudieron experimentar-se en las mutaciones psíquicas del tiempo abierto de los estados fe-briles, o en un tris fuera de lengua, o en la perplejidad de la angustia como un relámpago de mística sin religión; zona penúltima de la oni-ria que ralentiza el bostezo, que demora con inquietud y lucidez el despertar del cuerpo; vértice que conjuga fantasmas infantes, omino-sos, arrobadores. Pero no es tanto el signo del estado, como el corrimien-to y el desdoble que obligó a un en-cuentro allí donde no se lo espera: es-pejo negro, mirada propia/impropia que se vuelve sobre sí, ojo afilado que espía por las grietas de la conciencia y refracta contra las esquirlas del espejo irreparable para retornar divergente y múltiple.

En los límites de lo unheimlich la voz plurífica trabaja y compone es-cenas que expanden y cierran como parpadeos en la vía láctea: un ojo (innúmeros ojos), ojo desterrado (legión escópica desterrada) que al-guna vez supimos propio y/o de la que alguna vez formamos parte y/o siguiendo una estela freudiana, expe-riencia intemperal e intempestiva de aquello que creímos nuestro y en su verdad liberta se manifiesta ajeno, ex-traterreno, de otro lado.

Lo unhemlich –afecto traducido como siniestro u ominoso–, refiere a una afección que resulta de la evolu-ción de lo que alguna vez formó parte de unx mismx pero sin ser habitado; como una suerte de cuarto oscuro que no alberga más huésped que aquel que unx rara vez será (en el futuro, en el presente o en el pasa-do) y que cuando alguna vez lo sea

o presienta haberlo sido, o acaso lo esté siendo, no sabrá, ni podrá, pacífi-camente reconocer.

O sea que lo ominoso o lo siniestro, su aura unhémlica (admítase la reverberancia de este neologismo extraviado) también implica y activa lo ignorado, pero lo ignorado bajo la forma de lo no reconocido; no solo por el acto de la sorpresa, sino porque se trata de una forma apasionada de la ignorancia, una forma que late su presencia de corazonada. E.T.A. Hoff-mann (Fantasma Hoffmann, así lo llamaban sus contemporáneos) sabe de esas corazonadas, así urde presagios la voz de su obra, porque siempre algo estará un poquito antes, en la antesala, o en la penumbra que devuelve un espejo a distancia que revela vaya a saber qué cosa fugitiva que anda me-rodeando el corazón de nuestra corazonada. Hay algo otro que se anuda al lenguaje, como una lengua extranjera indecible que se ha enredado desde siempre en la palabra, por eso decimos que ese corazón silente y rebasado de extranjería nos habita. Hay algo en la lengua que nos hace intuir que he-mos sido otrxs, que hemos tenido otras experiencias, por ejemplo, cuando hablar no era, aun, el modo de estar precipitados en el mundo, entre afec-tos, objetos, seres, artefactos, animales y humanos.

Parafraseando a Walter Benjamin en su reflexión sobre la obra de Ro-bert Walser, podríamos decir que los personajes de Mariana Docampo es-tán todos unhemlicados, todxs han atravesado la experiencia de lo ominoso y lo desangelado, en el sentido de la lengua desangelada, de la lengua des-habitada, por eso nos acercan un fraseo nuevo, que respira y fuga hacia el ardor de las cosas5.

Vuelvo a V. Un ave. Una línea que ahora pliega y toma la forma V, V sobre el gris plata de un cielo atardecido; V hace una torsión grupal, y la luz refracta sobre el plumaje y los vuelve invisibles. ¿Quiénes somos fuera del nombre?

¿Qué es un nombre? Es invisibilizar la legión. Experimentamos que la rigidez se quiebra porque la rama está seca, ese quiebre singular habilita el paso a un afuera-afuerísima; a veces, un golpe de angustia lo activa, otras, un leve e inesperado cambio de plano en la percepción, pero como sea, casi siempre es la experiencia de un pasaje que va del cuerpo a una agalma que le excede –porque no entramos cómodxs en nuestros cuerpos, lo ve-nimos diciendo, tampoco es a medida el nombre con el que fuimos nom-bradxs–. En esa excedencia, ¿cuál es el tiempo que habitamos? ¿Y qué re-lación enciende ese tempo inaugural con la memoria? Ceñidxs en cuerpo y

La crisis representacional del sujeto, la de-vastación de las subjetividades, la cancelacióndel futuro, bien podrían ser el efecto de un lenguaje fosilizado que opera como código de barra, como lengua de eslogan...

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nombre, privadxs de la excedencia, la memoria solo se percibe unívoca, tiene la insistencia de lo que se repite inminente y sin cesar: una vida en modo claustro, una vida perezosa en la huella donde nadie pierde el rum-bo; ¿acaso no parece un monigote doméstico, alimen-tado a dogmas, rígido? En la excedencia y el desborde el tiempo ha de ser plurífico (prolífico y plural, polifó-nico), atiende a criptogramas del porvenir, abreva en destellos de futuro, sabe de los instantes en los cuales fuimos lanzadxs y estalladxs hacia nuestras potencias creadoras, diseminándonos, aquí y allá.

Antes del Tratado del movimiento hay tres libros que se revisitan entre sí; y podríamos decir tantas cosas –y espero escucharlas de otras bocas– pero en esta vuelta voy a marcar una de las líneas que me interesa pensar y que insufla a los tres trabajos6: podría creerse que en ellos anda el gesto de lo inconcluso, a la manera de la descomposición de una fuerza hacia un destino intuido. Así Mariana Docampo va evidenciando el desajuste de la lengua y provoca, en ese resquebrajar, un suceder de escenas anómalas. Bajo la égida del deterioro y del abandono de los objetos cotidianos que envuelven o soslayan o desidian la vida de sus criaturas, Docampo va cifrando la fe de una familia –que regresa en uno y otro texto– y que busca, sin respiro, establecer un orden fa-miliar más imposible que tácito, conforme desmantela la historia que construye, conforme amontona huellas sin sujeto. Así, creería, nos pone sobre la pista, enton-ces: si la memoria es plurífica, y desbocada ¿por qué nuestra voz se vuelve a singular?

Ese es el dolor de la historia, la sujeción y el cau-tiverio. El yo es un dispositivo de síntesis y exclusión. La huella de un exilio. El cántaro que no contiene el océano.

En esa entrada al lenguaje nos hemos vuelto infeli-ces y melancólicxs.

La distopía nos habita, con o sin paz. Con paz nos disemina en el movimiento, en la desarticulación de formatos o artefactos monolíticos –unigénitos– es-tablecidos; sin paz trabaja como Alien anidando en las entrañas7.

Si acaso, como planteara Mark Fisher8 evocando a Eliot, vivimos en un mundo donde lo nuevo parecie-ra imposible, “donde el agotamiento de lo nuevo nos priva hasta del pasado” acercando un “futuro que solo depara reiteración y permutas”, Mariana Docampo experimenta la lengua como los orientales sus Koan, destituyendo principios identitarios o regentes de uso.

El canon mercante agota la experiencia vital de la

autora9. Cuando no escribe, cuando no lee, se entrega al baile: hace cuerpx –con otrxs– cuerpx queer me-diante el movimiento, y así mata al Buda todas las ve-ces10.

Si el desierto en crecida nos arroja a “caminar a tien-tas entre reliquias y ruinas”11, se sospecha en el trabajo de Mariana Docampo que habrá un otro del desierto (otro desierto), una propicia otredad a la que desertar para desconocer y desconcertarnos ante esas leyes con las que la neolengua del código de barras obliga a blin-darnos ante la experiencia atónita de lo Real 12.

Los desiertos de Mariana Docampo son portales poéticos, invitaciones a la Zona13.

Estallar, refulgir, abrir el blindaje, porque el blindaje nos excluye del deseo; como una aplanadora consigue una depresión llana que plagia al desierto no tanto en su vacuidad, como en su desertez; en su principio des-angelado lo replica –no en lo Real del organismo vital e indómito que da noches que le florecen en primavera o en madrugadas que le irrumpen nevadas, como en esa hiperrealidad de absoluta hemorragia, de perpetuo negacionismo: pues ya no es la quietud final del paisaje simulado en la escena de The Truman show

(Peter Weir, 1998), proa que se incrusta en el horizonte de látex, luminoso panóptico, que transmite todo el reality a un resto que consume 24 hs. como los virus que Brandon Cronenberg devociona, mercantiliza y recontagia en las vidas inhabitables e invivibles de sus personajes (An-tiviral, 2012). En esta tierra de exilio, el tiempo viral se acelera y tapa, sella, invisibiliza todos los intersticios por donde lo Real acercaría su siempre lejana orilla.

En otra línea de fuga antiblindaje, Mariana Docampo referencia al libro que ha escrito uno de sus múltiplex narradores y como un llamado, un rayo en la siesta, acerca una convocatoria que explicaría la importancia de impedir la seguidilla de mutaciones que obstaculizan el natural desarrollo de la cadena ecológica. El título de la ficción dentro de la ficción –que no ingresa explícita al cuerpo de Tratado del Movimiento, pero que se ubica en la línea co-fundacional del mismo– es Contra el rego-cijo humanoide14, franco guiño para intervenir el Goce Zombie que nos goza.

Por eso, si encuentran al Buda, mátenlo.

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1 Docampo, Mariana. Tratado del movimiento. Buenos Aires, Bajo la luna, 2014.

2 Docampo, Mariana. V. Buenos Aires, Bajo la luna, 2017.

3 Docampo, Mariana. Tratado del movimiento. Buenos Aires, Bajo la luna, 2014, p. 94.

4 Tomo el concepto en la huella de Mark Fisher y entiendo lo Real en la zona que dispone Jacques Lacan.

5 Al respecto de Robert Walser: En 1933, su última grafía (mi-crografía) era a simple vista ilegible, sistemática y bella, trazos mili-métricos, tramas polisémicas, un cifrado real como de otro mundo. Sobre esa “lapizura” –así llamaba él a lo que se conoce como sus microgramas– un día dijo: “me parecía que así me curaba”. Walser se entregó a esa práctica como quien se entrega a la ingeniería de un mandala, algo sanador. Entre los primeros microgramas de 1925, considerados durante muchísimos años garabatos de un demente, se descubrió la novela El bandido; ahí lo leemos entrado en su es-plendor, o como dijera Giorgio Agamben, en su experimento, el de poner en entredicho la propia condición humana. Lo que Walser pone en entredicho es el modo de concebir el tiempo y el modo de concebir el espacio. Así su prosa se expande sin solución de conti-nuidad, a la vez que implosiona porque está colmada de ombligos que fugan al infinito. Sus criaturas pertenecen a otra zona, refieren al limbo, responden a otras reglas, son felices, más que felices, vi-ven bajo el desamparo de un Dios que no se ha dejado conocer, por eso aman desconsideradamente y en esa forma de experimentar el amor devienen en el mismo objeto de amor que aman. Quizá por eso Walter Benjamín escribió: “son personajes que pasaron por la demencia y por eso siguen siendo de una superficialidad desgarra-dora, inhumana, imperturbable... nos regocijan e inquietan porque están todos curados”. La cita de Benjamin está en el libro Iluminacio-nes 1. El parafraseo de Agamben lo encontramos en La comunidad que viene. El párrafo completo de esta nota pertenece a Walser, traductor del limbo. Ensayo que publiqué por Bajo La Luna en 2017.

6 El molino. Bajo la Luna, 2007; La fe. Bajo la Luna. 2011 y La fami-lia. Editada por Exposición de la actual narrativa en 2014.

7 Ridley Scott. Alien. EE.UU., 1979.

8 Fisher, Mark. Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires, Caja Negra, 2016.

9 Munaro, Augusto. “Viaje a un nuevo realismo de la conciencia”. Entrevista a Mariana Docampo [Disponible en: https://indiehoy.com/libros/viaje-a-un-nuevo-realismo-de-la-conciencia-entrevis-ta-a-mariana-docampo]. En ese encuentro Mariana y Augusto en-sayan ideas sobre lo imperecedero. Al leerlos, me pregunto cómo funciona lo imperecedero en estos textos, acaso sea la voluntad que empuja y trasunta en el discurrir de la voz plural, lo que entreteje y respira en la letra. La obra de Docampo, fundadora del Espacio Tango Queer Buenos Aires y autora del libro Tango Queer (Buenos Aires, Madreselva, 2018), atestigua un centro falso o también un siempre y fugitivo centro vacío.

10 Ikkyû: Si encuentras un Buda ¡mátalo! Si encuentras al patriar-ca ¡mátalo! Monje zen, Japón 1394-1481; algunas obras las firmó como Kyounshu (Nube Loca). Al respecto del pathos patriarcal, es-cribe: Si pregunto, me contestas/ Si no pregunto, no me contestas/ ¿Qué hay entonces en tu corazón, /oh señor Bodhidharma? / ¿Y qué es el corazón? / Es el sonido de la brisa entre los pinos/ dibujado allí en una pintura.” Traducción del Japonés: María Cristina Tsumura. Para mayor de-sarrollo o interés sugiero leer mi trabajo “Nube Loca mata al Buda -formas de vencer la fuerza de gravedad del nombre” publicado en Historia feminista de la literatura Argentina. En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta. Villa María, Eduvim, 2020.

11 Fisher, Mark. Ob. cit.

12 “Una estrategia contra el realismo podría ser la invocación de lo Real que subyace a la realidad que el capitalismo nos presenta.” Fisher, M. Ob. cit.

13 Atiéndase a la resonancia con Stalker de Andréi Tarkovski, 1979.

14 “La contaminación obstaculiza el natural desarrollo de la cadena ecológica (Conducto VMV), se alarga así la semivida y sobrevienen los mutantes. (* para impedir la autotransformación en mutantes ver capitulo 4 de mi libro Contra el regocijo humanoide) Nota: Se intentó muchas veces confundir los basureros nucleares lanzados por los Estados Unidos y la URSS durante la Guerra Fría con OVNIS. Mi contacto con antenas marcianas lo prueba. Debemos detener estas mentiras.” Tratado del movimiento, Mariana Docampo. Buenos Aires, Bajo la Luna, 2014. p. 29. Acercamos link para una lectura on-line del capítulo 1 de Tratado del movimiento: http://drelephant.blogs-pot.com/search/label/Mariana%20Docampo

* Vanesa Guerra es psicoanalista y escritora. Ha publicado: La lengua del

desierto (2020), Walser, traductor del limbo (2017), Síndrome del Montón (2016), Cómo sopla el Serpentino cuando no canta el

gallo (2012), La sombra del animal (2008 - Primer Premio del FNA 2007). Organizadora del Ciclo Recital de Lecturas y

Licores en Caburé. Próximamente publicará Dónde tienen la boca estos peluditos?, libro de relatos que obtuvo la Primera

Mención de Honor en el FNA 2019. El presente artículo re-toma ideas planteadas en el libro La lengua del desierto (Buena

Vista, Córdoba 2020). Collages de Franca Villarreal

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Felipe Benegas Lynch

El héroe (o las uñas de Hölderlin)

I

No le gustan para nada los discursos de victoria. Como no tolera la humillación de nadie, en cuanto se anuncia en alguna parte la victoria, siente ganas de irse a otra parte (si fuese Dios, trastocaría continuamen-te las victorias –¡que es, por otra parte, lo que hace Dios!). Ya en el plano del discurso, la victoria más justa se convierte en un mal valor del lenguaje, en una arro-gancia...

Roland Barthes

El héroe que puede ser nombradono es el héroe.

El héroe ya no está.

El atleta del aire es el airey el canto del silencio.

Ningún aplauso lo puedeconmover,

ningún laurel.

Ni la ninfa yaque entierra sus pasos.

***

Todo es tierra en este canto,todo crece hacia la luz

y el héroe es el quiebre de las manos,

la cintura hermosa que se vasinuosa en la pendiente.

***

Imperceptible amplitudde algo que comenzó como semilla

en el seno oscuro de la noche.

Los pechos de la ninfamecidos por el viento

se hacen a la luz.

***

Las sombras cubren la miradade los que no quieren ver

más que sus rostrosen la gloria.

Los ojos se les caenagotados de luzen el desierto.

***

El héroe es el canto vanidosode sus pechos.

Cortesanas sembradasen la piel de una coronación

exagerada,siempre exagerada.

Pero no el silencio,el agua que engaña la mirada.

POEMAS

BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 22

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El héroe alza los brazos hacia el cieloy se acerca a la luz.

Sus pies se afirman en el barro.

***

Todo comenzó con un afán de ya no ser:ellos eran y el aire entero se movía.

Era una lucha cuerpo a cuerpo.

Uno a uno fueron pasandocomo el viento que pasaba

y él sentía pasar.

La tierra los llamaba y eran cuerposresignados a caer

que a los saltos obedecían.

Él era la sombra de esos cuerposy el cimbrón del viento.

Era un agua imposible de agarrar.

***

Por la mañana los cielos se abreny el héroe duerme

acunado en la penumbra.

Parece el más tonto de los niños:ése es su ardid para desaparecer.

***

Todas las palabras se dijeron,todas flotaron y se fueron

y el héroe estaba ahí,innombrable

en la penumbra.

No había formade coronar su triunfo

con palabras.

Sus oídos no reteníanlas mentiras de la voz

que nada sabedel silencio.

El triunfo era callary dejar el triunfoen la distancia.

II

...en la escritura, por el contrario, no se me obliga a ver cómo están hechas las uñas del héroe –pero si se le antoja, el Texto me dice, y con qué fuerza, lo largo de las uñas de Hölderlin.

Roland Barthes

Los pájaros cantany la imagen se renueva:

un lobo, un cisne,una pantera

la hoja dulce de una higuerao la ninfa

deshaciéndose en mi voz.

Así masticaba la Pitia

BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 23

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antes de abrirlepaso a las palabras.

Así voy saboreando las hojas amargasde un secreto que no llego a pronunciar.

***

Cayendo por la nocheyace el cuerpo

suspendidode la ninfa.

La mano del diosha tocado la cortezay el cuerpo blando

que deseabaya no está.

Sólo el follaje imperturbableallá en lo alto.

Sólo el silencio del ancho troncocreciendo hacia la oscuridad.

***

El poeta se muestratriunfal como un mendigo:

lleva las uñas largas y negras,las ropas destrozadas.

Ha caminado campos y montañas,ríos,

ha sentido en carne propialos ciclos y la transformación.

Cumplidas las pruebasse niega a comparecer.

Va rumbo a la fronteradonde todo se hace canto.

***

Ha sido un simple ser humano,un loco desprovisto de razón.

Apenas unos centímetrosde densa oscuridadcantados a lo largo

de una vida.

***

Sin embargo sus pasosno son ignorados:

la luz marca su sombracon curiosa intensidad.

***

El dios del arco disparay todos siguen atentos

su mirada.

El héroe se recuesta entre los pastosy se aleja navegando hacia el ocaso

sin gloria ni temor.

***

Ya no hay dolor en el silencio de las cosas.

BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 24

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https://youtu.be/igH1g2_K3DI

El héroe es una obra de videoarte compuesta por Katya Mora y Felipe Benegas Lynch. Se trata de una composición de imágenes y sonidos realizada a partir de algunos fragmentos del poema homónimo que presentamos en este número. En el video se juega con la traducción al inglés de esos versos, entremezclados sobre una improvisación de guitarra eléctrica ejecutada por Joaquín Benegas. El héroe fue presentado en el marco de la muestra Ancestral Beats, en la galería Asthall Manor, Oxfordshire, el 19, 20 y 21 de julio de 2019.

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OVA COMPLETA: El festín del significado

Por María Negroni

Inauguramos el dossier dedicado a Susana Thénon con este texto en el que María Negroni indaga acerca de Ova Completa, una obra que marcó una arremetida feroz contra las convenciones sociales, formales y de género y se convirtió en un punto de referencia ineludible. Analía de la Fuente y Corina Dellutri –ambas integrantes de Palimpsestos, el grupo de investigación que dirige Negroni desde 2018– continúan en las páginas siguientes con aportes acerca de la producción primera de Thénon y de sus experiencias de traducción de la obra de Rilke; cierra Gisela Galimi con el análisis de un texto narrativo inédito de la poeta, cuidadosamente resguardado en el archivo de la Universidad de Tres de Febrero: La Trasgresión o la Guerra de las Criaturas.

Este libro es un ácido, un aquelarre lingüístico y una diatriba con-tra el pensamiento políticamente correcto. Cuando Thénon lo publicó en 1987, hacía poco que Argentina había vuelto a la de-

mocracia, dejando atrás una de las dictaduras más sangrientas de la his-toria.

Hasta ese entonces, los poetas habían resistido a los discursos (y a las prácticas) del terror, atrincherándose en la extrema condensación del lenguaje. Habían encontrado la forma de decir más con menos, eludien-do las pinzas de la censura y los riesgos mortíferos del control. A los desaparecidos, a los vuelos de la muerte, a las políticas que perseguían y desamparaban a los más vulnerables, habían contestado con una suerte de sintaxis asmática, hecha de fraseos tensos y ritmos espasmódicos. La propia Thénon había escrito distancias, saturando de significado los espa-cios en blanco, abriendo subterfugios, haciendo que los poemas danza-ran sobre la página como esqueletos o fantasmas materiales.

Ahora, con la apertura política había lugar para explorar terrenos menos lúgubres, más afines al juego y al desplante y Ova Completa fue, sin duda, el caso más extremo de ese cambio.

DOSSIER SUSANA THÉNON

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Hay de todo en este libro: habla cotidiana, groserías, enunciados en griego, latín, francés e inglés, versos de Quevedo, invectivas, jergas (jurídicas, del fútbol, del turf, del tango), referencias a la guerra de Malvinas, sacrilegios, escatología, sexo, neologismos, asociación de ideas, enu-meraciones caóticas, disloques temporales y ataques furi-bundos contra todo tipo de clichés, incluidos los que pro-vienen de las miradas paternalistas del hemisferio norte.

Si no te gusta “Yo soy yo y mis Periféricos” podés elegir entre estos saldos: “y mis Kits” “y mis Gadgets” “y mis Accesorios” “y mis Caireles” “y mis Repuestos” “y mis Abalorios” “y mis Trebejos” “y mis Agorafóbicos”.

Se diría que, en el gesto de Thénon, el lenguaje es un títere que trastabilla, lleno de contaminaciones so-noras, siempre a punto de derivar, de una letra a otra, de un sema u otro, de una idea a otra.

O bien, lo que es igual, que en eso indescifrable y carnavalesco que se despliega en la escritura, un estalli-do sintáctico teje la dispersión y el encuentro fortuito, para impedir cualquier tentativa de discurso homogé-neo.

Repito: Ova Completa es una arremetida feroz contra las convenciones sociales, formales y de género. Una verdadera conciencia de la lengua que se exacerba, si cabe, con el uso de la ironía, muchas veces autodirigida.

arriesgarse con “choto” o “Chacabuco” es pasaporte a la marginación,¿queréis ser presa de antólogos chiflados? ¿tener una verruga en el currículum?

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Acaso esto explique por qué el libro tuvo –en el momento mismo de su lanzamiento– tan entusiasta acogida por parte de las nuevas generaciones de poetas. Ova Completa fue leído y apreciado en todo su esplendor, en toda su agresiva seriedad, su novedad desopilante. No creo descabellado afirmar que Thénon abrió el camino a lo que después se conoció como “poesía de los 90”, a condición de recordar que ella llegó a la desacralización y al exabrupto coloquial después de un arduo camino de condensación semántica y formal y que la presunta “trivialidad” de su discurso siempre fue indeclinablemente política, visceral y genuina.

“Al poema le incumbe todo, aún la tierra más ingrata”, escribió Susana Thénon.

Quizá por eso, en ese arco obsesivo que va desde Edad sin tregua (1958) hasta Ova Completa (1987), los “lugares extraños” se reiteran como signos que aluden a la “caducidad trágica y tierna del lenguaje”, entendida como esa “distancia mínima que existe entre nosotros y nosotros mismos, o entre nosotros y lo otro”, para decir la huella de cada soledad, extrañamiento o desarraigo.

Hay en esta obra, pareciera, una geografía que gira hacia el afuera para abismarse en lo que no se ve, lo que se ignora o calla por razones de buen gusto o buenos modales, acaso en la confianza de que solo un mapa defor-mado puede ceder el esqueleto de un alma. La sensación es de extravío, de dolorosa amatoria de lo derogado. Siempre un paso más. Siempre una grieta interpuesta, como un pliegue donde es posible ir a buscar eso que los poemas no pueden explicar, pero sí comprender.

Serán poemas para la poesía, escribió, tratando de explicar cómo escri-bía. Y en un sentido, lo son. Poemas en bruto, degradados, erguidos como un monumento en un mundo solarmente negro, como cajitas musicales o patrias sonoras. Como si el objetivo del procedimiento fuera escenificar el proyecto siempre irrealizable de la significación, recordar que, como dijo Severo Sarduy, el lenguaje deseante de la poesía desconoce la funcionalidad, transgrede lo útil, insiste en el fracaso. Se trata de un deseo por antonomasia, un deseo de lo inexistente, en el vacío y ciego, para hacer surgir lo imposible: el festín del significado.

Si el germen de esta concepción del mundo-como-enigma y del lengua-je-como-ceguera está presente desde un comienzo, es en Ova Completa donde alcanza el clímax de su capacidad corrosiva. Allí, el afán carnavalizador, que multiplica las profanaciones y operaciones de tatuaje, da como resultado un lenguaje que, agobiando la intertextualidad y la parodia, intensifica hasta el límite el carácter “bustrofédico” del poema. El efecto es de extrañamiento radical. Como si los signos (no las emociones) revelaran un desequilibrio entre la experiencia y el mundo que solo una música desnuda, ambivalente, podría transcribir. Y sí. ¿Qué mejor para inexpresar la realidad, esa opacidad que necesita ser dicha, que una música hecha de partículas familiarmente irreconocibles como la Microphonie de Stockhausen, a medio camino entre una arquitectura de cristal y los misterios de un fotograma?

No hace falta agregar que la autora de Ova Completa echa mano por igual del lenguaje “emputecido” y el lenguaje “refinado”. Aristófanes, Apuleyo, Catulo, Boccaccio, Pietro Aretino, Rabelais, Góngora y Joyce son sus maes-tros. Sin duda, En la masmédula de Girondo –que, al estilo de los mosaicos

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fonéticos de Haroldo de Campos, inventa, pluraliza o su-perpone palabras, brindando el espectáculo de una sub-jetividad escindida– merece figurar en la lista de textos precursores. También, por supuesto, la “musiquita muy cacofónica” de La bucanera de Pernambuco o Hilda la Polí-grafa de Alejandra Pizarnik. Aunque el paralelismo entre ambas poetas no haya sido señalado, es obvio que com-parten varios procedimientos textuales (la carga sexual del significante, la degradación de la cultura, la mezcla de registros discursivos, la deformación del latín o el uso de lo banal) aunque, en Thénon, lo grosero se mantiene siempre en una coordenada menos intensa, el lirismo está ausente, y lo obsceno tiene un cariz más ácido y, a veces, más político.

Como si estuviera unida a aquello que perdió, su voz habla para no decir nada o mejor dicho, para ser la voz de la cosa ausente. No hay otro mundo, pareciera afirmar, porque no hay mundo. O bien, en las palabras canta siempre el orden de la muerte, es decir lo ya can-tado. Más vale desertar de lo expresable (que nos exilia de nosotros mismos) y después quedarse a la intempe-rie, en esos paisajes sedientos donde está la casa –sin tejado– de la poesía, su centro inubicable y apurado por conquistar la precariedad, su tembladeral de pesa-dillas y luz.

Espía y poeta, Susana Thénon (1935-1991) soñaba con una literatura que cupiera en el hueco de la mano de un niño. Su fin consistió siempre en no rendir cuentas, correr súbitamente al encuentro de las esquirlas del yo para consumar el extravío, no para cancelarlo, para vol-verlo luminoso como un faro.

*María Negroni nació en Rosario en 1951. Es escritora, poeta, ensayista, profe-sora y traductora. Doctorada en Literatura Latinoamericana en Columbia University, vivió durante muchos años en Nueva York, dedicándose a la actividad académica y a la escritura. En 1994 re-cibió la Beca Guggenheim en poesía. Ha sido traducida al inglés, francés, italiano y sueco. Ha publicado ensayos como Museo negro (1999) y El testigo lúcido (2003), novelas como El sueño de Úrsula (1998) y La anunciación (2007), además de varios volúmenes de poesía. En la actualidad, dirige la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres Febrero. Collages de Laura Cilento

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La distanciano es más que una trampa

Susana Thénon

Viaje a una semilla

Tengo en mis manos La morada imposible, esa antología fabulosa que reú-ne la obra poética de Susana Thénon en su edición a cargo de Ana María Barrenechea y María Negroni. Se trata de un libro que permite avanzar por las sendas de una poética extraordinaria. Al decir “extraordinaria”, quiero extenderme hacia la acepción del término que, en mayor o menor grado, alude al distanciamiento de lo cotidiano, al extrañamiento de lo cierto, lo rutinario y de las nociones incorporadas de verdad. En el acto de decir, Thénon logra desarmar lo que su contexto legitima, y, al mismo tiempo, acerca elementos que parecen a grandes distancias unos de otros: un puntapié y dios pueden cohabitar el mismo poema o la vida, en todo su esplendor, ser una prostituta1. Desde el primer vagido de su poesía, incomoda. Y eso que se da espontáneamente en su juventud permanecerá como rasgo distintivo en su obra de madurez.

La voz de Thénon es un artefacto complejo que atraviesa estadios que se suceden, su devenir lírico va asimilando con coherencia las voces de ins-tancias creativas previas. Pienso en Thénon y escucho su voz como ese don característico del lenguaje poético: cuando de poesía se trata la palabra es-crita quiere ser dicha; aún sobre el papel, pide exponerse, entrar al cuerpo, atravesarlo y emprender viaje. Si, como quiere Gadamer, “la particularidad de la construcción poética es siempre una defensa frente al deterioro del lenguaje”2, podríamos ir un poco más allá e intuir que la poesía es también un escudo frente a la vida misma. En Thénon, el instrumento vocal se des-envuelve desde sus primeras expresiones como prodigio, para llegar a ser lo que termina siendo un grito dislocado, austero y mordaz, a la vez que canon quebrado, en la escena feroz de Ova completa (1987), su obra más visitada. El valor agregado de su escritura echa raíces en la capacidad de significar lo que es, Thénon traduce la carne de lo real y la vuelca al poema con extrema lucidez. Pronuncia eso que escapa a las superficies cuando horada lo cotidiano y escanea sus profundidades gracias a su mirada honda.

La joven Thénon

Por Analía de la Fuente

DOSSIER SUSANA THÉNON

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Un poema de 1952 dice:

Pero, ¿es que se le puede llamar dolor a estoa este vegetar inconsciente de la vida,mirando ya sin ver,cicatrizando antes de ser herida?3

En 1958, se atreve a componer otro poema, esta vez, de un solo verso. “Vida: tírame una moneda”, sintetiza sin más. Y como si no fuera suficiente con eso, titula al microtexto “Poema”4. ¿Es, en este caso, la Vida interpelada un contrapunto de la voz mendiga cuyo nexo comunicante ocurre como cuerpo poético? ¿Existe una grieta insalvable entre quien se pronuncia desde una zona sumergida y las alturas de lo que lla-mamos civilización? Su potencia discursiva es precoz e innegable. Subrayo aquí el término potencia, palabra clave de la lectura que emprendo. Thénon sueña en voz alta: sus poemas piden alzar la voz y ella araña la piel de su época para exhibir los monstruos que la rodean. Su capacidad es la de quien se descoloca a sí misma para hacer de espejo a quienes estén en condiciones de ser sacudidos por lo dicho. Eludir la comodidad, situarse en el conflicto a través de la palabra, he ahí un camino, parece estar diciéndonos su obra. Este carácter disloca-do obtendrá su máxima expresión en distancias (1984), libro que a Thénon le costará cerrar: entre los primeros poemas de 1967 y la publicación transcurren diecisiete largos años.

Pero no quiero adelantarme. Quiero ir por partes y pensar que el desenlace de su voz, conformado por Ova completa y los poemas sueltos de la misma época, es solo una parte del todo. Y debo aclararlo porque se trata de su último poemario, el más visitado por los lectores, publicado a sus 50 años. Ova constituye, a su vez, la popularidad en ciernes de la poeta desde la dé-cada del noventa, para ser esgrimido hoy, 30 años más tarde, en el frente de combate feminista.

Durante su juventud, Susana Thénon fue armándose de un arsenal creativo. La necesidad de expresarse, en ella, anidó en distintos lenguajes. Thénon no tiene ho-gar, podemos intuirlo desde su primer poemario:

Triste es todo en su fondocuando a solasdesciende y sube la mareade la sangre 5

La vida es prosacoagulada en barro,en piel,en rojo tumefacto.6

Quisiera desnudar mi gritoen la calle,volcarlo en las esquinas,atravesar paredesy canciones,golpear en lo más bajo.7

Ni siquiera la poesía fue suficiente para saciarla. Buscó entre la danza y distintas áreas del teatro, en la música y la traducción literaria, incluso en la fotografía. Su quehacer estético, sin eje ni centro corpóreo, puede asemejarse a un rizoma que perfora las superficies y avanza hacia lo profundo invisible bajo tierra. Desean-te, el ir y venir de Thénon entre lenguajes es diáspora. De todo ese bagaje expresivo con que contaba, empezó por el poema para forjarse un nombre, para ubicarse en su tiempo siendo contemporánea de sí misma. Quiero decir con esto que comprendió el mundo en el que se movía, otra vez, desde su don para volver extraño lo cotidiano.

Dialogar con el presente no es fácil para nadie. Thé-non no solo realiza su proeza comunicativa con agude-za, no solo mira con el ojo puesto en lo que hay que marcar y remarcar, sino que lo hace por primera vez a muy temprana edad. Apenas acaba de pasar sus 20 años cuando publica en tándem, con un año de diferen-cia, sus dos primeros trabajos poéticos: Edad sin tregua (1958) y Habitante de la nada (1959). El poema que cie-rra su primer trabajo afirma:

El tiemponos pisalos talones. Yo soy veinte años entre paréntesis8

Ambos títulos merodean el sentido del tiempo y del espacio, en los dos está presente la negación: no hay calma ni hábitat posible. La habitabilidad de la vida9 se encuentra a años luz de su óptica particular. Así, el primer aliento, exhalado como dos poemarios, es un vendaval en el que sobresalen el cansancio, la discon-formidad y la inviabilidad para la querencia, como pue-de percibirse en “Ahora”:

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La vida es esta cosa domésticaque manoseo todos los díascon indiferencia.10

En ambos libros, respira agitada la huella de una

primera persona omnipresente y constante, tenaz, tra-tando de observarse a sí misma para comprender algo de sí, algo de lo que ocurre entre ella y las caprichosas facetas del mundo que, para muchos, cuanto más se co-noce, menos familiar y acogedor resulta. Al ser testigo de los textos de juventud, el lector puede llegar a la imagen de una voz situada en las afueras de su entorno, una voz que se va de la escena para verse a sí misma desde el marco (o margen), y que, habiendo observado detenidamente su alrededor, ha decidido migrar y reti-rarse desde su cultura11 hacia lo desconocido, lo posible o lo improbable. No hay conformidad en su escritura. El retiro ocurre como voluntad y decisión de autoexi-lio. Porque las formas de expresión preexistentes, en apariencia inofensivas, corroen cuando no nos repre-sentan, marginan y laceran, cuando no nos nombran.

El germen del estallido final nace en medio de la nada y sin tregua. Brota en una voz joven que susu-rra entre lenguajes sus modos de encontrar la palabra exacta para cada escena del mundo que asimila o mas-tica. Su insomnio se aboca al hallazgo del vocablo que resquebraje, en cada caso, el cascarón de los huevos li-teralmente colmados, henchidos, rebosantes.

Punto de fuga

Comenzar a leer a Thénon, si uno es ordenado y lo hace cronológicamente, es sorprenderse de inmedia-to. El paradigmático primer poema de Edad sin tregua no duda, sacude como una plegaria perfecta:

Como quien dice: anhelo,vivo, amo,inventemos palabras,nuevas luces y juegos,nuevas nochesque se plieguena las nuevas palabras.Hagamos otros dioses menos grandes,menos lejanos,más breves y primarios.Otros sexos hagamos

y otras imperiosas necesidades nuestras,otros sueñossin dolor y sin muerte.12

El yo poético se funde en el colectivo de enun-ciación literaria: “inventemos”. Todo el poema es esa primera persona poética, inmersa en el deseo y en el ustedes que la transforma en plural. El yo se vuelve nosotros para extenderse al mundo surreal. El camino utópico se emprende en compañía. Bajo el terruño de lo cotidiano anidan las raíces del deseo. Y hacia el de-seo se viaja, antes que nada, a través del pensamiento. Y si nos arriesgamos un poco más, palabra (y entonces acto, agregaría Sartre) mediante. En el caso de Thénon, el yo lírico que se desplaza desde Edad sin tregua como punto de partida sabe que sin el otro no hay horizonte posible. Qué oración podría pronunciarse en singular, parece estar diciendo este manifiesto. Cómo religar las escisiones que viven en nuestros cuerpos, en nuestras conciencias y sus inconscientes; cómo despojarnos de unas escisiones que nacen del trabajo permanente de la cultura sobre nuestros cuerpos. Cómo unir, en medio de la búsqueda, las piezas de lo que somos sin una co-munión que nos exceda y se dirija hacia el otro. ¿Puede lo individual a secas elevarse en diálogo divino? El tí-tulo del poema, para no ser menos convincente que su vigencia simbólica, es “Fundación”.

En Thénon, fundarse es un credo y una adición: su voz no puede sola y entonces invoca, al otro, a lo ex-traño. Lo desconocido o lo lejano son una llamada. Su cielo anhelado sueña con otros dioses, otras palabras y otros sexos. La utopía es renacer, rearmando lo que somos. El poema culmina sintetizando los ejes antes mencionados, la añoranza se concentra en una vida otra, nueva, plena:

Como quien dice: nazco,duermo, río,inventemosla vidanuevamente.13

De historias y anticipos

Thénon nació, vivió toda su vida y murió en Buenos Aires. A fines de la década del cincuenta, su ciudad natal, en la que nacen sus dos primeros libros de poe-sía, es la capital de un país mayoritariamente católico,

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cercado por preceptos heteropa-triarcales, que vive las secuelas del régimen dictatorial de la Revolu-ción Libertadora que echó a Perón de su segundo mandato presiden-cial. Las conquistas sociales alcan-zadas durante el primer peronismo comienzan a opacarse a partir de 1955 por la opresión militar. Los tiempos de Edad sin tregua son los del silenciamiento de la voz de las mayorías obreras, es una época en que la violencia del poder se ejerce sobre los cuerpos de dicha mayo-

ría. Estos años son también los de Operación masacre (1957), libro que Rodolfo Walsh publica sobre los fusilamientos de José León Suárez, pre-cursor de la no-ficción como género a dos aguas entre lo periodístico y la literatura. El voto femenino, alcanzado en Argentina en 1952, también se verá oscurecido por la extensa pausa democrática.

Más allá de las fronteras de su país, donde se tejen los marcos teóri-cos de las Humanidades, algunos intelectuales y críticos, entre los que se destaca Fredric Jameson, consideran que el período de transición en-tre la Modernidad y la Postmodernidad se da justamente en estos años: los cincuenta. Las transformaciones de época, paulatinas o abruptas, que implica ese pasaje se respiran en lo cotidiano, no solo en las usinas de pensamiento. La nueva lógica, podrá decir mucho más tarde Lyotard en La condición postmoderna (1979), ya no creerá en los grandes relatos. La crisis de los –ismos tendrá efectos rotundos en las artes y en la filosofía.

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Habrá dictámenes funestos de todo tipo. Alguien osará dar fin a la Historia.

En esa coyuntura, nace el manifiesto fundante de Thénon como primer grito de un ser poético naciente cuyo cuerpo no tendrá ni descanso ni hogar posible.

Los poemas y las cosas

En mi historia como lectora La morada imposible y Las palabras y las cosas conviven. Me resulta imposible se-parar a Thénon de Foucault. Y me ocurre por dos mo-tivos.

He aquí un breve racconto de esta afectividad que tal vez el azar haya pergeñado para mí. Porque la llega-da de ambos a mi vida ocurrió al mismo tiempo, como no podía ser de otro modo, en plena crisis de mi país, mientras cursaba el Profesorado de Castellano, Litera-tura y Latín, en una esquina de Buenos Aires. Corría el nuevo milenio y todo era rehacernos como sociedad.

A Thénon la conocí gracias a una amiga que llegó atesorando su primera edición de Corregidor de La morada imposible I. Nunca voy a olvidar lo que sentí en aquella aula ochava semivacía de Córdoba y Ayacucho, entre bocinas y el viento que empujaba las celosías, mientras escuché la lectura en voz alta de “Ova comple-ta”. Debo aclarar que la voz de mi amiga le hacía (y le hace) justicia a Thénon. No tuve ni tengo palabras pre-cisas para explicar por qué ese poema me pareció mag-nífico. (Yo también empecé por Ova). En ese entonces mis lecturas de poesía no estaban aún acostumbradas al humor corrosivo, al encuentro de registros académi-cos en medio del poema, tampoco a la convivencia del “juez de la causa”, “un calcomaníaco de Racing” y “un ejemplar del ERASMO para niños”14.

Las palabras y las cosas (1966) llegó casi al mismo tiempo. El título apareció ante mis ojos en una librería de la calle Corrientes, cerca del Obelisco. Fue inme-diata la sensación de abundancia que tuve. Un libro de Foucault, y la promesa de hilar lo que fuese entre el mundo y el lenguaje.

Pasó el tiempo y amé ambos libros, ambos autores. Por los mismos motivos. Encontré en ellos lo mara-villoso del pensamiento y del poema, y a su vez, un modo de sentir los márgenes porque podían resultar acogedores y permitir el encuentro con otres (de hecho, estaba formándome para ser profesora en este país).

Del primer poema de Edad sin tregua he dicho ya bastante. Funciona en mi vida como especie de oración para los tiempos difíciles. Toda Thénon es una suerte de

Biblia pagana para mí. De Foucault no diré mucho, sal-vo la relación que, entiendo, mantiene probablemente sin saberlo con la joven Thénon en particular, y con su morada imposible, en general.

Los puntos comunes son muchos. Foucault justifica su obra con la lectura de un cuento de Borges: “El idio-ma analítico de John Wilkins”. Este cuento pertenece a Otras inquisiciones (1960). La sorpresa y la trampa (de Borges, claro) se reducen a una enumeración caótica. Su relato sobre una enciclopedia china yuxtapone ele-mentos que no podrían estar cerca según lo indican las expectativas que el orden de la cultura nos deparara:

los animales se dividen en a] pertenecientes al empe-rador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos (…) j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas.15

Foucault llama monstruoso al efecto que estos ele-mentos provocan presentados como conjunto, sobre todo, porque hay letras del alfabeto que los anteceden y “ordenan” como si fuesen, en efecto, ordenables.

Percibo entre la joven Thénon un anticipo de Las palabras y las cosas. Los ejes teóricos de Foucault son los aparatos institucionales que nos afectan en tanto generan que nuestras conductas se desenvuelvan “en jaulas”. Hay moldes para todes, según los pormenores de su obra. Thénon manifiesta en sus primeros libros la misma incomodidad. Lo hace con agudeza e insis-te. Aquella vida prostituta de “Ahora”16 no es otra cosa que una subjetividad cercenada por mandatos. Hay una huella fuerte en la voz que, a su modo, denuncia. Hue-lla que permanecerá firme en su obra de madurez. Con otras estrategias, sí, pero presente y constante.

El examen meticuloso de los parentescos entre Thé-non y Foucault excede el fin de este texto. Me aboco a él en otro trabajo. Pero no quiero dejar de decir que vale la pena una lectura en paralelo de la poesía com-pleta de Thénon y varios de los libros de Foucault que vienen al caso.

Lo importante aquí y ahora, intuyo y sigo el pálpito, luego de los goces de la lectura, es observar y pensar cómo una joven poeta de los confines del mundo tra-duce su tiempo y logra anticiparse al pensamiento de los países centrales donde se producen y exportan las teorías que consumimos. Lo vital y necesario, quizás, es percibir como podamos el hilo invisible que une esas

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áreas aparentemente lejanas del pensar y el sentir, o de la creación y el análisis. Desconfiemos entonces de los géneros, de los marcos, de las fronteras, y demás cercos, como quisieron Thénon, Borges y otres.

Una voz alrededor de su tiempo y de su espacio (de al-gún tiempo y de algún espacio)

La retahíla de poemas de Edad sin tregua y Habitante de la nada refuer-za los aspectos que, por un lado, delinean cada vez con mayor deta-lle la imagen del yo poético, y, por otro, separan su voz de un espacio y un tiempo que expelen en vez de acoger y oprimen antes de hospe-dar. El poema “No” de Habitante de la nada dice:

Me niego a ser poseídapor palabras, por jaulas, por geometrías abyectas.Me niego a ser encasillada,rota, absorbida.17

mientras que en “No es un poe-ma”18 habita un grito de rabia “por las palabras torpes que digo y que me dicen”. La negación, en Thé-non, abarca su obra con tenacidad, y lo hace de dos modos: describien-do un sinnúmero de situaciones en que su coyuntura rechaza, margi-na o excluye a la voz que se hace cargo del poema; pero, además, a partir del “no al no” que implica el enfrentamiento de su propia voz al emisor complejo y colectivo de esa suma de rechazos. Ocurre enton-ces que el acto de negar se vuelve arma de doble filo. La poeta sabe transformar y travestir a su antojo el acto de decir no para defender-se y contraatacar. Quién queda en jaque cuando la vida es una prosti-tuta o una “cosa doméstica que ma-

noseo todos los días con indiferencia”19. El diálogo entre cada quien y su entorno es puesto sobre la mesa para exhibir la hostilidad de lo cotidia-no. El yo lírico de Edad sin tregua y Habitante de la nada se extiende hacia nosotros a través de los tiempos, no pierde vigencia porque, aún hoy, muchos de nuestros comportamientos nos muestran enjaulados, mal que nos pese. La imagen de la jaula es convincente y provocadora en Thénon.

En “Canto a todos”, hay una necesidad de autodefinición evidente. El deseo de un conocimiento hacia adentro se vuelca en la escritura y hace de brújula implacable a la vez que se interpela, nuevamente, al otro. En este caso, no se trata del yo comunal de “Fundación”, hay un deseo de aislamiento y separación, porque este otro alude al colectivo que conforma las voces del rechazo y la indiferencia:

Me esperarán en vano, pues no estoy. He viajado a mi adentroy allí estaréya siempreHe viajado a mi adentroque nunca se termina de conocery es tan profundo.20

El énfasis en la necesidad de configurar el sentido y el espacio del self, como búsqueda de lo genuino en la expresión propia, proviene de la sen-sación de encierro que provoca sobre sí un modus vivendi impuesto desde las afueras de la vida, lejos de las necesidades individuales. Thénon data estos versos en1955: ella tiene solo 19 años y la firme decisión poética del alejamiento. La distancia es su norte. En otro poema de 1956, a la misma edad, escribe:

Encuéntrameen todo aquelloque mis ojos recorren sin comprender.21

El espacio lírico es la incomprensión misma (aquella que un otro hostil le niega). La interpelación aquí busca la complicidad de una segunda per-sona, funciona como invitación o súplica. Se elige una locación desafiante y nómade (valga la paradoja): si se permanece en lo incomprendido, llegará un día el entendimiento y habrá que migrar hacia nuevos parajes del mis-terio. El deseo de búsqueda, la intención de viajar, son permanentes. Está claro que establecerse en costumbres o hábitos no es el fin de esta pesqui-sa. Tampoco se trata de una posibilidad.

En un cuadernillo inédito de la década del sesenta22, titulado El tiempo propio, Thénon ahonda sobre las coordenadas temporoespaciales en torno a la voz lírica. Los fragmentos que siguen pertenecen a los poemas IV y VI de la serie:

Cavamos hondo en los salterios del vino,sorprendimos un tiempo

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de amarrar, de partir, entre armonía y armonía.23

Debe aprender su tiempo,su morir, una nueva infancia, para que pueda decir sí,estoy de piefrente a la tierra que me mira.24

La diferenciación del tiempo es sustancial: hay un tiempo externo, objetivo, autómata, si se quiere; y otro, propio de la percepción única de cada individuo, difícil de atender entre agendas llenas de obligaciones y necesidades. Entre ambos, no es armónica la escena. La lucha por consolidar el tiempo (también el espacio, claro) propio es clave en esta poética.

Vagar la distancia

Como hemos visto, “Fundación” puede servir de mar-co explícito para los horizontes lejanos de esta poéti-ca. A partir de ese manifiesto temprano, la joven Thé-non sigue adelante y se lanza como jabalina al corazón de su obra para trazar preguntas sobre las creencias, el lenguaje y lo imposible, para tratar de definir, con cautela y atrevimiento a la vez, desde su visión perso-nalísima, las formas del espacio y del tiempo. El poema “Lugar” afirma: “Sabéis que llevo un arenal baldío en el lugar de las palabras”25. De ese modo, conjuga el mundo material de lo tangible y la idealidad del lenguaje cuya existencia sobre los cuerpos es también irrevocablemen-te material, aunque pueda parecer lo contrario. Thénon es consciente de esto, porque en otro poema, intitula-do, asevera: “El cuerpo,/ es nada más que todo”26. Los efectos de lo dicho, de lo escuchado, sobre el cuerpo son innegables. Ese arenal baldío nos recuerda a Eliot, a quien Thénon cita en el epígrafe en su tercer trabajo, De luga-res extraños (1967): “Home is where one starts from. As we grow older the world becomes stranger, the pattern more complicated of dead and living”27. En esa voz que la poeta hace suya puede percibirse uno de los ejes de sus obsesiones, el extrañamiento de lo que es, el devaneo hacia lo alternativo.

Thénon nos enseña que entre el mundo propio del hogar y el mundo extrañado de la lucidez media un abis-mo: la herida nos marca y nos aloja, la morada es entre un tiempo anterior inalcanzable y el presente. La infancia a un lado, lo que somos observando nuestro alrededor, en la faena imposible de descifrarlo todo desde cero.

*Analía de la Fuentees Profesora de Castellano, Literatura y Latín

egresada del I.E.S. N°1 “Dra. Alicia Moreau de Justo”. También es Magíster en Escritura Crea-tiva por la Universidad de Tres de Febrero. Su

poemario Trasbordos fue publicado en 2012 por Aire Diseño Ediciones.

1 Todos los poemas transcriptos de la obra de Thénon se corres-ponden con mis ejemplares de La morada imposible I, Buenos Aires, Corregidor: 2001; y La morada imposible II, Buenos Aires, Corregi-dor: 2004. En adelante LMI I y LMI II. Con excepción de la obra inédita, consultada en el Archivo del IIAC “Doctor Norberto Gri-ffa”, Fondo Thénon, Untref. En este caso, las citas son de “Ahora”, de Edad sin tregua y “No es un poema”, de Habitante de la nada (LMI I. págs. 35 y 55).2 Arte y verdad de la palabra. Barcelona, Paidós, 2012, p. 80.3 LMI II, p.15.4 LMI I, p. 31.5 LMI I. “La marea”, p. 33. 6 Ibídem. “Ahora”. 7 LMI I. “Nada”, p. 31.8 Ibídem. P.44. Serie “Aledaños”. Poema XIV.9 Pienso en Butler y en Deshacer el género cuando digo habitabilidad. 10 Ibídem. Poema “Ahora”.11 Dice Foucault en Las palabras y las cosas que “los códigos funda-mentales de una cultura (…) fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá”. p. 5 (Bs. As., SIGLO XXI, 2003).12 LMI I, p. 25.13 Ibídem.14 LMI I, p. 155.15 Citado por Foucault. Ibídem. p. 1. 16 Ibídem, p. 35.17 LMI, p. 52.18 LMI I, p. 55.19 LMI, p. 35.20 LMI II, p. 20.21 LMI II. 12-IV-56, p. 26.22 Fondo Thénon. Cuadernillos inéditos. Carpeta 0329.23 Poema IV.24 Poema VI.25 LMI I, p. 26.26 3-IX-56. Tomo II, La morada imposible, p. 25.27 LMI I, p. 77.

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Thénon, Rilke y la traducción

Por Corina Dellutri

La traducción es un viaje hacia el exilio1. Lo que supone introducir-se en las aguas de una nueva lengua, de una cultura distante que se encuentra en la otra orilla, pero también exiliarse, en el sentido

vernáculo, implica abandonar, dejar la tierra de origen. En Thénon, la traducción asume estos dos movimientos: abandona la

escritura -que es su territorio, su tierra- y se interna en una nueva lengua: el alemán.

Hay un tiempo -más exactamente una década, entre 1968 y 1980- en que la poeta no escribe. Tiempo en el que se dedica a estudiar esta nueva lengua, a la fotografía y a la traducción. Mientras se exilia de su propia escritura, escribe a través de otro, de Rilke.

La traducción que realiza conforma un pequeño libro/dossier que acompaña la muestra fotográfica que realizó en 1978, titulada: Rainer María Rilke. Palabra e imagen. Este trabajo se enmarca entre la publica-ción de De lugares extraños (1967) y distancias (1984).

En Susana Thénon, la traducción no tiene una pretensión rigu-rosa ante el original. No, al menos, desde la forma en la que elige organizar los textos. Es ahí donde se observa otra búsqueda. Quiebra y demuele un orden: traduce fragmentos de distintos poemarios y unos pocos poemas completos. Más bien disecciona. Fragmenta y se apropia de los versos de Rilke. Como si los fragmentos fueran pequeñas cuentas y ella, una orfebre, los engarza y los dispone en un nuevo orden. ¿El resultado? Otro poema. Un poema formado por 38 piezas.

Y a través de la disección y reorganización de estos fragmentos traza el recorrido del poeta que es llamado por una fuerza a aban-donar “las horas pálidas y azules”2 y lo empujan a ir “hacia el confuso resplandor del remolino” (227). El yo lírico pregunta, implora, se niega. Solo quiere ser un niño para “construir días y sueños” (227). Marcelo Cohen (escritor y traductor argentino) afirma que la tra-ducción es la vía idónea para disgregar el simulacro de unidad en un

DOSSIER SUSANA THÉNON

*Corina Dellutri es Profesora de Literatura y Magíster en Escritura Creativa por la UNTREF. Escribe poesía y narrativa. Algunos de sus poemas están publicados en Apología 4 de Letras del Sur Editora.

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multiverso de voces3. De este procedimiento vital se vale Thénon para subvertir un orden y crear su obra. De este modo, Thénon arma, con esta nue-va constelación, el derrotero de un poeta que bien puede ser Rilke, puede ser Thénon, pero también puede ser Homero: “Esto es la nostalgia: vivir en el oleaje / y no tener patria en el tiempo” (227) dice Rilke a través de Thénon, o viceversa. Así, une los pedazos de Rilke y crea otra cosa: su heterobiogra-fía. En ese “manuscrito de un poeta” -tal y como aparece escrito en la pieza 38 de las traducciones como si fuese una firma-, no solo reconstruye la obra del poeta, sino de ella misma. Nos habla en forma especular a través de ese tapiz que va tejien-do sigilosamente.

El viaje de Ulises subyace, está latente en la se-lección y organización que arma Susana Thénon con la poesía de Rilke. La Odisea es el más antiguo de los nostoi o regreso del héroe. La etimología de la palabra nostalgia determina que viene del grie-go: nostos que significa regreso y algos, dolor. La Odisea opera como un hipotexto a través del que la poeta actualiza los semas del antiguo poema homé-rico haciéndolo creíble en un nuevo espacio y en un nuevo tiempo. Por un lado, los versos se tejen entre sí a través de un campo semántico que remite al mar: “remolino”, “vivir en el oleaje” (227), “Re-monta desde el mar” (228), “Adivino los vientos que se acercan” (230) “... conozco las tormentas y me encrespo como el mar / y me ensancho y me repliego / y me arrojo y estoy del todo solo / en la inmensa tempestad.” (230), “No esperar más allá ni mirar la otra orilla” (241).

Si el mito es una narración creíble cuya credi-bilidad lo transforma en un paradigma, en una es-tructura a través de la que cada sujeto construye su propia existencia, Susana Thénon toma el mono-mito de Homero para reconstruir su poética. De algún modo, es a la vez Ulises y Penélope.

Como Ulises, abandona su territorio: la escri-tura e inicia una búsqueda errática mientras navega por los versos de otro y en simultáneo, teje un nue-vo tapiz. Tapiz en el que plasma el derrotero de un poeta que bien puede ser ella misma en busca del regreso a su propia escritura.

Por otra parte, el trabajo de traducción inci-de de manera directa sobre su obra posterior: la estructura externa de esas traducciones prefigura distancias, funcionan como un material pre-verbal4

que cobrará forma a través de lo fragmentario en distancias (1984), libro compuesto por 39 poemas que responden a una estructura circular donde “…fragmenta, quiebra y desgarra, y a la vez organiza una constelación poética”5, como señala Barrene-chea.

Sin dudas, la poesía de Rilke incide en la poética de Susana Thénon, pero de forma invertida, como un reflejo imperfecto. Si para Rilke la poesía se ins-tala en el punto de lo sagrado, para Thénon está en las antípodas: en lo profano. Si como dice Octavio Paz lo sublime y lo luminosos son estados poéti-cos6, en la obra de Susana Thénon lo profano, el despojo, la orfandad son el estado por excelencia. Si como dice Octavio Paz, poetizar brota del asom-bro7, en Thénon el asombro deviene de la realidad cercenada por el lenguaje.

El trabajo de traducción le permite cruzar ha-cia otro lado. La traducción es un procedimiento para escribir y escribirse. Para alejarse de su patria, pero también para regresar triunfante con las pie-zas preparadas. La selección que hace de los poe-mas de Rilke opera como constructor de un nuevo texto. El derrotero de la poeta queda cristalizado en ese trabajo. De ahí que la obra de Thénon sea un palimpsesto en el que se repliegan todas las voces.

Thénon traduce a Rilke. Juega. Fragmenta y es-tablece un nuevo orden. Se apropia y se vuelve la arquitecta de un nuevo texto.

1 Negroni, María. “Música nómade: la traducción en siete ver-bos” en: El arte del error. Barcelona, Vaso roto, 2016, p. 112.2 Thénon, Susana. La morada imposible. Tomo I. Buenos Aires, Co-rregidor, 2012, p. 227. En lo sucesivo, de citar esta edición sólo se mencionará el número de página.3 Cohen, Marcelo.”Nuevas batallas por la propiedad de la lengua” en: Música Prosaica (cuatro piezas sobre traducción). Buenos Aires, En-tropía, 2014, p. 42. 4 Barrenechea, Ana María. “La documentación marginal para Distancias de Susana Thénon” en: Filología. Crítica Genética. Buenos Aires, no. 1-2, 1994, pp. 78-79.5 Cortés Rocca, P. (9/2013). Rueda de mujeres. Acerca de Susa-na Thénon. Cuaderno Lírico (Página 2). Recuperado de https://journals.openedition.org/lirico/1125 6 Paz, Octavio. “La revelación poética” en: El arco y la lira. Méxi-co, FCE, 1956. 7 Paz, Octavio. op. cit. p.142.

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La trasgresión o la guerra del lenguaje

Por Gisela Galimi

DOSSIER SUSANA THÉNON

Del corpus inédito de Susana Thénon, el azar me trajo su único texto narrativo. Sin saber qué buscaba, llegué al archivo de la Universidad de Tres de Febrero. Lo que sigue empezó a pensar-

se tocando sus manuscritos con guantes de cirujano, como quien hurga un cadáver, exquisito.

La Trasgresión o la Guerra de las Criaturas. La primera frase escrita con una entrañable máquina de escribir, la segunda a mano. En el medio una tacha-dura casi ininteligible: La guerra de los viriles y las criaturas. El agregado, la mixtura, la tensión de la duda, el todo. El conjunto conforma el título que dio la poeta al relato sobre el que voy a hablar.

Imposible saber cuál nombre hubiera elegido para su publicación. Pero en la vacilación, Thénon ofrece un guiño de lo que será: un exceso narra-tivo de cuarenta y un páginas que permite sobreexponer, en clave poética, la realidad política, social y cultural en la que vivió. La fragmentación, la ironía, la repetición, la polisemia, todo trasgrede y esconde. La máquina, lo humano, la duda. El exceso es jaula de lo sutil.

En una operación intencional, lo verdadero está escondido detrás del disfraz de la palabra que se trabaja. Ella me lo susurra desde su poema

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“Historia de uno”: “La historia será falsa por más borra-dores que se descubran”1.

Comencemos por una pequeña sinopsis del relato. Se habla de dos lugares: el Aquí y el Allá, espacios veci-nos separados por el Río de los Presagios. El cuento co-mienza en el primero. La líder de este espacio es Lencia Faube, quien emigró con las criaturas desde el Allá. Ese Allá es la tierra de los viriles, donde está el enemigo de Lencia, el Meteorólogo Oregán Viril.

En ese Allá masculino todo pasa según un orden ló-gico y estructurado. Un orden condenatorio, mortal. El modo de contarlo es a través de un lenguaje buro-crático vaciado de sentido. En el Aquí de las criaturas, en cambio, está la ilegalidad. Aquí son todas mujeres, y son revolucionarias. El lenguaje se rompe en trasgre-sión. Aquí, está la semilla de la poesía.

Se juegan entonces dos bandos con lenguajes dife-rentes y cosmovisiones contrapuestas. Lencia enseña a

sus discípulas a trasgredir. Todos se preparan para una guerra. Una guerra que no es de frente sino en tinie-blas. Una guerra que efectivamente Thénon libra en la batalla del lenguaje, creando con las palabras dos espa-cios diferentes.

Lo que enseña Lencia a sus discípulas en el aula de la trasgresión es claro ejemplo de cómo la guerra está en la disrupción de la forma y el sentido. Basta citar un ejemplo: “–El verbo Trasgresión– recitó: yo venzo, tú subes, ella respira, nosotras nivelamos, vosotras amáis, ellas asoman. Y todas trasgredimos.”

En esta primera voz aparece en el relato plagado un sinsentido que no es frivolidad, sino bello escondite al que acceden los que conocen las claves. Las palabras se alejan de su valor semántico, se mueven más bien en el territorio nebuloso de una intención de estar dicien-do algo más. La trasgresión es ser nosotras. Se refunda el lenguaje a costa de explorarlo, y explotarlo en un

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marco de extrañeza que le permite decir lo indecible: “Suicidio y Homi-cidio eran hermanas, además, idénticas. Un solo detalle las diferenciaba. Suicidio era inmortal. Homicidio no. Homicidio vulneraba la mortalidad ajena”.

La realidad se transforma entonces en una postal con luz artificial que hace parecer naturales algunas cosas que no lo son, pero el efecto de des-enfoque, como en una fotografía, mejora la legibilidad de los elementos principales. La operación es un acto lúdico, aunque no inocente. No es una niña jugando con un animal sonoro, es una cirujana experta reinventando la lengua para decir lo indecible.

La segunda voz, burocrática, la que cuenta la vida de los hombres del Allá, está repleta de obviedades en lo formal, pero se tuerce hasta el hu-mor negro en el centro mismo del vacío. En la tierra de los Viriles Thénon dice: “Para ser integrante de un grupo generacional hay que tener la misma edad de los otros de la misma edad o coetáneos, pensar más o menos lo mismo, fundar una revista con Declaración de Principios, exponerse por lo mismo o por la misma, disolver la revista y fundar otra Subtitulada se-gunda época”.2

La palabra plana prepara el terreno para decir más adelante cosas como esta: “En tal sentido existe un código llamado código de represión cuyos postulados principales son los siguientes: Todo aquel que no estuviese de acuerdo con que las cosas son así, será pasado por las armas”.

La parodia del decir sin decir durante varias páginas del relato crea un efecto irónico y desconecta el sentimiento, adormeciéndolo. Sobrexpone el texto: dice represión, armas, cadáver, fusilado, naturalizando las pala-bras. Al contar el lugar infausto, el lenguaje se vacía de afecto para mos-trar la perversión de la injusticia. La luz del lenguaje es tan plena que no se distingue lo terrible. La sobreexposición anula la interioridad. No hay distancia. No queda más que ver (leer) lo que es. Pero repetir tiene otra consecuencia colateral: sin alteridad no hay otro. Sin otro no hay opción y por lo tanto no hay libertad.

Y en este hacer Thénon no solo le quita el afecto al lenguaje, le quita la belleza. Esta es su justicia poética: en el Allá, el mundo Viril, desaparece la belleza al desaparecer el velo poético del lenguaje. Lo explícito vuelve pornográfico al texto.

Entre la voz transgresora y la burocrática nace una tercera voz fantas-ma, poética. Su inclusión en breves pasajes camuflados en las 41 páginas del texto de La Trasgresión está destinada a susurrar la verdad subjetiva. Así la líder del bando del Aquí, el mundo de las mujeres revolucionarias, dice:

Digo que no. Mi calavera dice que no. Mi calavera es una navajita quieta. Yo voy tomando sol. Mi calavera es una niñita que no asoma, es una navajita muy quieta, yo voy tomando sol con mi calaverita adentro

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Y agrega después:

¿Dónde están los malditos, aquel zumo sarnoso del final de la fiesta? Llegaré a la plaza y veré pasar ca-ballos y viento. Alguien está de espaldas, ocupé exacta-mente mi lugar debajo de aquel árbol. Tengo miedo. Lo digo. Tengo miedo.

El yo poético usa la primera persona. Se confiesa. Esconde palabras: detenido, calavera, malditos, plaza. Tengo miedo. Palabras que remiten claramente a la dic-tadura, pero aquí no están organizadas en la frialdad del relato de la sala de la obediencia. Aquí son una navajita que corta el aire desde la interioridad de una niñita que habla con la luz sutil del diminutivo.

Otra vez Thénon logra decir lo prohibido, pero aquí es la belleza el camino por medio del cual puede contar el horror.

El lenguaje refundado vía la poesía y el cuerpo de la heroína clásica dispuesta al viaje y a la muerte logran ganar esta guerra de lenguajes aún antes de que suceda la batalla. En el final la líder expresa la diáfana verdad del ideal: “Si la muerte ha de llegar, caiga sobre mí, no deshaga mis criaturas”.

Vuelvo a leer y pienso que quizás el deseo de Len-cia y el de Thénon se esté cumpliendo, porque muchos años después de su muerte estamos aquí rescatando del archivo estos textos inéditos, sus creaturas vivas, su mundo polifónico donde la guerra se gana con poesía.

*Gisela Galimi Nació en Lobos, provincia de Buenos Aires.

Estudió Periodismo (USAL) y Maestría en Escritura Creativa (UNTREF). Es autora de los poemarios Cla-roscuro y Colorado (2005), Para que nada cambie (2012), Memoria de la Piedra (2015), Flamenquitos y otros poemas (2017) y Mi cuerpo ajeno (2019). Coautora también de

varios libros de comunicación. Dicta talleres de escritu-ra y es docente universitaria. Sus dos hijos son poetas.

1 Thénon, Susana. La morada imposible. Tomo I. Edición a cargo de Ana Barrenechea y María Negroni. Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 2001, p. 267.2 Thénon, Susana. La Transgresión. Manuscrito Inédito, página 19.

COLLAGES DE LAURA CILENTO

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A mi gato le gusta dormir sobre la mesa. Tiene un canasto con un almohadón, tiene un sillón, tiene las camas y otros lugares más mullidos en los que podría descansar. Pero no, vaya a saber por

qué, en invierno y en verano, prefiere dormir sobre esa mesa de madera. Si alguien me pregunta dónde está el gato, puedo responderle entonces: “el gato está sobre la mesa”. La persona puede ir a verificar si es así. Veri-ficar, entiéndase: decidir si mi enunciado es verdadero o es falso en fun-ción de lo que ve. “Es cierto”, va a decirme, “el gato está sobre la mesa y, como consecuencia, tu enunciado es verdadero”. O al revés: “No, no está sobre la mesa: tu enunciado es falso”. Poco importa. Un especialista de lógica, Alfred Tarski, hubiese dicho que el enunciado “el gato está sobre la mesa” es verdadero si y solo si el gato está sobre la mesa. Y no estaba hablando en broma. Si reducimos una teoría a proposiciones atómicas (del tipo “el gato está sobre la mesa”) y a hechos observables (veo que el gato está sobre la mesa), entonces esa teoría será verdadera.

Tarski y los positivistas podrían replicarle entonces a Nietzsche: “Exis-ten los hechos y no solo las interpretaciones”. ¿Y qué quiere decir que existen los hechos? Muy simple: que miro la mesa y puedo comprobar si el gato se encuentra, o no, encima de ella y decidir, como consecuencia, si el enunciado “el gato está sobre la mesa” es verdadero o falso. Y parece irrefutable. Si se me ocurriera decirle a alguien que “el gato está encima de la mesa aunque no lo veas” o, al revés, “el gato no está sobre la mesa aunque lo veas”, estos enunciados serían absurdos. Los positivistas lógicos pensaban expulsar así fuera de la ciencia, y de los discursos sensatos, los enunciados del tipo “Dios le dio a Moisés el Decálogo en el monte Si-naí”, “María concibió a Jesús sin pecar”, “Mi abuelita está en el cielo”, “Los dragones tienen cinco patas”, “Esta persona tiene malas ondas”, e così via. Todos estos enunciados no son ni verdaderos ni falsos porque no pueden verificarse a través de la experiencia.

El gato sobre la mesa

OPINIÓN

Por Dardo Scavino

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Pero supongamos que mi enunciado sea verdadero porque la persona va, y verifica, y comprueba que el gato efectivamente está sobre la mesa. ¿Quiere decir que vio ese hecho? No estoy sugiriendo que la persona pudo tener una alucinación o que estaba soñando. No, la persona ve efectivamente el gato y la mesa. ¿Pero qué pasa con eso de “estar sobre”? Sobre, en español, significa encima de y cuando recurro a estas preposicio-nes estoy sugiriendo que el gato está arriba y la mesa abajo y presuponiendo que el espacio, en consecuencia, tiene una orientación: arriba es el lugar hacia donde suben las cosas; abajo, hacia donde caen. Se trata de un espacio aristotélico o ptolomeico con la Tierra en el centro y el Sol y la Luna arriba, en el cielo de los astros, y en el que resulta difícil explicar por qué el gato no se “cae para arriba”, como el perro pekinés de María Elena Walsh, cuando se encuentra en el hemisferio sur.

Si pudiéramos observar el gato desde la luna, por ejemplo, no veríamos que “está sobre” la mesa sino que está pegado a ella. Y si tratáramos de explicar por qué, y fuéramos newtonianos, diríamos que, gracias a su so-lidez, la mesa ejerce sobre el gato una fuerza que con-trarresta la fuerza de gravitación, de modo que el gato no “está” sobre la mesa, como cuando el verbo estar alude al lugar en el que un cuerpo reposa, descansa o se encuentra. El gato no está en reposo sino más bien en tensión entre dos fuerzas contrarias (lo que no le impide dormir como un tronco). Esto significa que el reposo no es el estado natural de un cuerpo. Es el mo-vimiento (el movimiento rectilíneo uniforme, más pre-cisamente). Y ese movimiento deja de ser uniforme (se acelera o se desacelera) cuando se ejerce una fuerza so-bre él. La gravitación acelera el movimiento rectilíneo del gato; la mesa lo desacelera. Si sacáramos la mesa, el gato seguiría su viaje uniformemente acelerado hacia la Tierra; si sacáramos la Tierra, seguiría su movimiento rectilíneo uniforme a través del espacio.

La persona que va a ver si mi gato está sobre la mesa, claro, no ve todo eso. Nadie lo ve. Pero tampoco ve que el gato está sobre la mesa. Ve el gato, ve la mesa, ve que el primero está en contacto con la segunda. Decir que “el gato está sobre la mesa” no es decir lo que se ve: se trata de una interpretación de lo que se ve, como cuan-do decimos que el “el sol sale hoy a las 7:15”. Nadie niega que la persona vea el sol; nadie niega tampoco que empiece a verlo a partir de las siete y cuarto. El problema es si lo ve “salir”. Es una manera de hablar, claro. Un lenguaje. Y cualquier astrónoma le comen-taría esto mismo a su pareja durante el desayuno: “El

sol sale a las siete y cuarto hoy”. Pero no lo haría en su calidad de astrónoma: el sol no “sale”, sencillamente porque, para una astrónoma que habla un lenguaje co-pernicano, no gira alrededor de la Tierra.

Suele decirse que la ciencia es “contraintuitiva” por-que a quién se le ocurría, ¿no?, que mi gato se movería siempre en línea recta, y de manera uniforme, si la mesa no lo frenara. Habría que decir, no obstante, que la cien-cia es “contracultural” porque si nos cuesta interpretar las cosas de esta manera, se debe a que formamos parte de una cultura o a que hablamos un lenguaje en el cual las cosas tienden naturalmente a pararse y en el cual hay un arriba y un abajo y cuerpos que suben y caen.

¿Esto significa que mi proposición “el gato está so-bre la mesa” es falsa? De ningún modo: es verdadera si mi interlocutor comprueba que el gato está sobre la mesa, como comprueba que el sol sale a las 7:15. Pero comprueba ambas cosas porque comparte conmigo un mismo lenguaje, con los mismos presupuestos. Es ver-dadera, en consecuencia, porque mi interlocutor inter-preta los hechos de la misma manera que yo y que cual-quiera que hable este lenguaje aristotélico-ptolomeico (aunque después, en otro ámbito, cambie de lenguaje y escriba para los miembros de la tribu newtoniana). Hay incluso creadores que fundan nuevas culturas científi-cas y, como consecuencia, nuevos lenguajes o interpre-taciones, como cuando Einstein explica que la Tierra no “atrae”, en realidad, al gato, como cuando decimos un imán atrae al clavo, sino que “incurva” el espacio, como cualquier otra masa, de modo que el movimiento rectilíneo del felino se acelera en dirección de la Tierra.

Al filósofo no le interesa demasiado si el gato está o no sobre la mesa cuando alguien dice que está ahí. Le interesa más bien lo que está presuponiendo esa persona cuando profiere ese sencillo enunciado, cuan-do dice “está” y “sobre”, y acepta implícitamente toda una concepción del movimiento y el espacio. Y puede interesarse además en cómo llegaron a constituirse esas concepciones del movimiento y del espacio, con su cielo y su suelo, con sus ascensiones y sus caídas, con esos cuerpos que tendían a pararse si alguien no les volvía a dar “impulso”. El filósofo sigue practican-do así la mayéutica socrática, extrayendo de un simple enunciado todo un conjunto de presupuestos, todo ese mundo del que el hablante está preñado. Y a veces llega a reconstruir incluso la historia de cómo se construyó ese mundo.

En un artículo de El grado cero de la escritura, “La uto-pía del lenguaje”, Roland Barthes decía que el escritor

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querría “crear”, en cambio, “un lenguaje libre”, pero que lo recibe “fabricado”. “Como todo el arte moder-no, la escritura literaria carga a la vez la alienación de la Historia y el sueño de la Historia”. El escritor vive en un lugar y una época, pertenece a una cultura de un momento histórico preciso, con sus lenguajes o sus in-terpretaciones. Pero a su vez, como escritor, sueña con un lenguaje cuya “frescura, por una especie de anticipa-ción ideal, figuraría la perfección de un nuevo mundo adánico en el que el lenguaje no se encontraría alie-nado”. Esta es la utopía del lenguaje, la misma utopía que los lógicos buscaban en Viena u Oxford mientras Barthes escribía, la misma utopía que los llevó a pen-sar que, si matematizaban la lógica, si la reducían a un conjunto de símbolos universalmente aceptados, que no dependieran de los diversos lenguajes y las diversas culturas, lograrían vencer la maldición de las particula-ridades históricas y culturales.

Como su nombre lo indica, esa u-topía no se en-cuentra en ningún lado: por donde vayamos, vamos a encontrar lenguajes con presupuestos históricos y culturales. Pero el escritor, como el científico, precisa esa exigencia utópica para revolucionar esos lenguajes y constituir otras tribus. La utopía, como la literatu-ra, es una enemiga de las identidades: aunque hable un lenguaje particular, aunque adhiera a una interpreta-ción específica, nunca se identifica completamente con ellos. Defender hoy esa utopía significa que lo universal no es un lenguaje hegemónico sino, al contrario, una utopía que nos empuja a revolucionar cualquier len-guaje por sobre el imperativo (políticamente correc-to) de respetarlos a todos. Defender hoy esa utopía no significa creer que vamos a encontrar en algún lado ese lenguaje que no se encuentra en ninguno; signi-fica que Copérnico, Kepler y Galileo no injuriaron a los ptolomeicos cuando refutaron su interpreta-ción del universo y la sustituyeron por otra, del mis-mo modo que Darwin no injurió a los creacionistas cuando propuso su teoría de la evolución. Signifi-ca que, aunque no encontremos nunca, en ningún lugar, ese lenguaje universal, no tenemos por qué contentarnos con alguno de esos que se encuentran en cualquier lado.

*Dardo ScavinoFilósofo y crítico literario argentino residente en Francia. Egre-sado de la UBA y profesor de la Université de Pau et des Pays de l’Adour. Premio Anagrama de Ensayo 2018 por El sueño de los mártires.

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Comedores de labiosVIDEOARTE

Por Alejandro Arguelles

Alejandro Arguelles expande su búsqueda estética más allá de los medios y los materiales tradicionales de las artes plásticas. Valiéndose de la intuición y la constancia, emprende en el año de la cuarentena una afiebrada búsqueda en archivos de imágenes, que le depara sorpresas como A page of madness (1926), de Teinosuke Kinugasa y Begotten (1990), de Merhige. Es en las obras de estos cineastas donde empieza a percibir una especie de diálogo asordinado que lo mueve a operar sobre los fragmentos en busca de otras resignificaciones. De la narrativa de estos videos emerge una suerte de collage o fotomontaje que se proyecta sobre otros materiales: pruebas atómicas como las de Semipalatinsk, filmaciones sobrenaturales o a la caza de eventos paranormales, programas de entretenimiento japoneses, etc. Todas esas imágenes, reorganizadas sobre una banda sonora, logran un engranaje narrativo denso, apocalíptico, pesadillesco.

https://youtu.be/gzS4IaPO4fo

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En otro orden de cosas

Por Cintia Córdoba

“Catedrales teóricas”, “cárceles bibliográficas”, “laberintos ideológicos”, “alambradas disciplinarias” son algunas de las expresiones utilizadas por Horacio González en su libro Saberes de pasillo (2018) para dibujar la arquitectura de esa prisión que padecen hoy las ciencias humanísticas y sociales y la institución universitaria en su conjunto. ¿Cómo sortear ciertos formatos incómodos, ciertas prácticas anquilosadas, cierta inercia institucional? ¿Qué clase de trabajo es el trabajo intelectual?

Sobre los saberes y la lengua universitaria

lgunos libros, no sabemos bien por qué combinación extraña, nos desatan la lengua. Portan la virtud de desactivar cierta pará-lisis en la que nos solemos encontrar cuando nos sobra malestar.

Saberes de pasillo constituye una especie de manual para universitarixs incómodxs, una compilación de ideas ensayadas, que con agudeza nos señalan una serie de problemas que venimos padeciendo quienes habi-tamos estas casas de estudio. En cada uno de los textos reunidos en este libro, Horacio González1 anticipó el despliegue de una mancha invisible sobre los modos de hacer universidad. Esa mancha, que por momentos puede asimilarse a la mano invisible de la que hablaba Adam Smith, sig-nificó en el mundo universitario el agudizamiento de ciertos procesos de regulación y ritmación de la producción del conocimiento que permitió tanto su instrumentalización como la jerarquización de las vidas que lo producen.

Este estado de la situación se encuentra sin duda hoy más tematizado, más analizado desde distintos campos específicos que fueron aportando datos y configurando categorías para nombrar eso que pasa en las

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instituciones universitarias. Alrededor de los últimos diez años asistimos a un proceso de creciente revisión de la función y sentido de la universidad que, entre otras cosas, propone un fuerte cuestionamiento a las formas de evaluación que se impusieron mediante el desarrollo de aquello que po-dríamos denominar paradigma tecnocientífico. Aquí y allá, al fragor de ciertas trasformaciones políticas que tuvieron lugar en la región, hace no mucho tiempo –aunque hoy parezca una eternidad– se inició el resquebrajamien-to de un discurso universitario que convalidó, bajo el argumento de la eficiencia, la neutralización progresiva del espíritu crítico, otrora razón de ser del pensamiento en la universidad. Esta serie de estudios contribuyó a llamar a las cosas por su nombre: “paradigma neoliberal”2, “universidad globalizada”3, “universidad mercantil”4, fueron las formas en que se llevó adelante desde el propio seno de la universidad una crítica a esa tendencia que González denomina en este libro el Canon de la Tasación; una especie de compulsión burocrática, que eleva la planificación, la ejecución y la evaluación –todos criterios extraídos del ciclo de administración econó-mica– al estatus de verdad revelada. Según estos criterios, por ejemplo, la excelencia académica se homologa a la noción de “rendimiento”, al que, por otra parte, solo le caben criterios de sistemas contables. Es desde esta misma óptica que este paradigma no solo privilegia –en cuanto a financia-miento y prestigio– a las disciplinas que ofrecen posibilidades de transfe-rencia tecnológica a una matriz económica dominantemente extractiva, sino que además se presenta hostil a las humanidades en general, puesto que dentro del campo de estas disciplinas “la producción” –entendida aquí, como lo hace Derrida5, bajo el nombre genérico de “obra”– no puede ser completamente medida o significada bajo el mismo patrón.

En este triste escenario, que mantiene cierta hegemonía a pesar de los cuestionamientos, las humanidades y las ciencias sociales quedan procli-ves al desarrollo de mutaciones producto de un mandato de adecuación. En un texto publicado en 1997 por Julio Castello Dubra y Alejandro Ra-novsky, los autores problematizan aquello que denominan “la adecuación de la práctica filosófica al paradigma de la cientificidad”6, y describen la incongruencia entre las exigencias y criterios de cientificidad establecidos para el desarrollo y la producción del saber científico y las características propias de la filosofía. Según estos autores, el pensamiento radical y sin objeto particular de la filosofía se ve obligado a transformarse en un mero análisis pormenorizado de “fuentes primarias y secundarias” para subsistir en ámbitos donde los criterios de verdad hegemónicos son los que institu-ye la ciencia y una política científica atravesada por intereses mercantiles. Por su parte, las ciencias sociales, como es el caso de la sociología que analiza González en este libro, deben dirimir entre conservar su acervo crítico o plegarse a una lógica técnica mediante un discurso que reduce, por ejemplo, la labor del sociólogo a la de mero “encuestador del mercado de la intención”.

El problema es, en consecuencia, que las llamadas ciencias “blandas” –expresión que como señala González atiende más al análisis de resisten-cia de una pasta dentífrica que a la trascendencia de los objetos que estas disciplinas pretenden conocer– se plieguen a la lógica que las encorseta. Recordemos que el propio proceso de división disciplinar, para el cual

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nos tenemos que remontar hasta fines del siglo XIX, es la primera de las adecuaciones de la actividad aca-démica a la división social del trabajo. A propósito de este proceso de fragmentación disciplinar, Eduardo Ra-bossi7 sostiene que la investigación experimental pro-dujo avances significativos en el conocimiento de los fenómenos físicos, químicos, biológicos y fisiológicos, y esto alentó la especialización y la creación de un nom-bre identificatorio común: el científico. Los científicos profesionales fueron los nuevos protagonistas universi-tarios, en la medida en que su trabajo se ligó profunda-mente con las exigencias tecnológicas de la Revolución Industrial. A esta división disciplinar le siguió un proce-so de especialización progresivo al interior de cada una de ellas con poder de fisionar sus objetos a tal punto de convertirlos en “átomos de estudio”. Es así como la fragmentación de conocimiento, incluso en la búsque-da de comprensiones más acabadas de sus objetos, de-bió asimismo construir caminos de interdisciplinarie-dad operativa que convocaron a fusiones coyunturales, pero respondiendo al mismo espíritu técnico.

Eso significó que el dominio imperial de la filosofía que habían imaginado los filósofos idealistas en tiempos de la fundación de la moderna universidad de Berlín (recordemos a Hegel señalando la indistinción entre ciencia y filosofía) se derrumbara al cabo de algunas décadas. La distinción entre ciencias empíricas y filo-sofía se formuló desde un punto de vista externo que comenzaba a ensayar argumentos de menosprecio hacia las disciplinas que estudiaban objetos que se considera-ban demasiado “abstractos”. Hacia fines del siglo XIX a la escisión anterior, como señala Habermas, le sigue un nuevo proceso: la constitución e independencia de las “ciencias del espíritu” de su matriz filosófica8.

Pero detenemos aquí el breve repaso por la histo-ria de las humanidades, para pensar en los diagnósticos y las miradas reflexivas sobre el estado de la situación universitaria actual. Saberes de pasillo nos ofrece una se-rie de mojones conceptuales que se presentan parti-dos: investigación/círculo reproductivo, universidad/vacío de universidad, evaluación/tasación, cuerpo profesoral/seres espantosos, movimiento estudiantil/paparruchadas estudiantiles, ciencias sociales y huma-nidades/cientificismo con fósiles del lenguaje, crítica desde la tradición/catequesis profesionalista. En efec-to, pensar la universidad es más que un mero acto de de-construcción, o un gesto de reinterpretación plausible de saldarse incluso mediante eruditas investigaciones. El problema que subyace, a fin de cuentas –que deberá

pensarse también a la luz de la historia de la universidad moderna, de sus vaivenes y conflictos–, es fundamen-talmente político y como tal requerirá una respuesta política. El neoliberalismo que es entre otras cosas un gran proyecto lingüístico, como supo decir González en alguna entrevista, busca totalizar el sentido de estas palabras (universidad, investigación, evaluación, etc.) mediante un proceso de asociación unívoca de estas con determinados procedimientos y prácticas concre-tas a las que, como vemos, también se las puede llamar de otra manera. Cuando leemos este conjunto de tex-tos –ensayos, conferencias, entrevistas, discursos y a la vez libro– no podemos sino advertir los contornos de la sutura del pensamiento que padecen las humanida-des y las ciencias sociales de la que el autor se ha vuelto un denunciante serial. “Catedrales teóricas”, “cárceles bibliográficas”, “laberintos ideológicos”, “alambradas disciplinarias” son algunas de las expresiones que se utilizan para dibujar la arquitectura de esa prisión.

Son estas imágenes desperdigadas en una escritura plagada de remembranzas y erudición las que nos inci-tan a postular una serie de preguntas que no sabremos muy bien cómo responder, pero frente a las cuales nos gustaría pronunciarnos. Inquietxs por las dimensiones del problema que se contornea y movidxs porque el problema concierne nada más ni nada menos que a ese espacio que también queremos defender que es la uni-versidad pública, nos preguntamos: ¿cómo sortear cier-tos formatos incómodos, ciertas prácticas anquilosadas, cierta inercia institucional? ¿Qué clase de trabajo es el trabajo intelectual –expresión que contiene una escisión de origen? Desde Marx hasta aquí sabemos que cuando no hay verdadero trabajo, ese que nos liga existencial y definitivamente a eso que hacemos, solo hay inercia y alienación. Y en este sentido parece que será preciso que transcurra, al tiempo que se desarrollan los recla-mos de transformación de las estructuras elementales del poder y de su traducción en el control del conoci-miento universitario, a modo de insumisión programá-tica, algo de otro orden. No caeremos en la tentación de sostener que esto depende de firmes voluntades, pero señalaremos que estamos hablando de la necesidad de contrarrestar hábitos, prácticas y formas introyectadas que suelen constituirse en verdaderos puntos ciegos. Se trata entonces de construir preguntas de carácter permanente e insistente para identificar qué es lo que puede sostener el proceso vital del pensamiento en una institución que, no hoy, sino hace un largo tiempo, se muestra partidaria de todo lo contrario. ¿Qué es lo que

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habilita el recorrido de cierta sabia crítica o, valiéndonos de la hermosa metáfora, qué es lo que puede renovar el aire de los pasillos universitarios que es donde pasan las cosas que pasan? Finalmente, si es urgente sostener estas preguntas, es porque advertimos que esta forma de repliegue de la universidad sobre sí y su cercamiento dentro de un lenguaje controlado constituye una forma de entrega a aquello que el psicoanalista francés Eu-gène Enriquez llamó “el trabajo de la muerte de las instituciones”9. Una muerte que opera mediante fuertes restricciones del lenguaje y vaciando de sentido las acciones.

Hacer escuela

En este sentido consideramos que es necesario dar un paso más, advir-tiendo al mismo tiempo que esta “condición desnutrida del pensamien-to”, que sin duda es “resultado” de políticas neoliberales que exacerbaron el colaboracionismo, no podrá ser erradicada con políticas universitarias que parecen dirigirse en la dirección contraria, al menos no solamente. Puede que la médula de ciertas formas de la “reproducción” –célebre idea de Bourdieu– permanezca inconmovible, pero aun así incapaz de clausurar completamente otras experiencias formativas. En las universi-dades también pasan otras cosas. Se ponen en juego otras formas de vin-culación con el conocimiento que se arraigan en la preservación de tradi-ciones que circulan fantasmáticas, sorteando el tiempo y la compulsión a la repetición, y que se presentan a modo de Escuela. La noción de escuela nos ofrece algunos elementos muy sugerentes para pensar en formas de la transmisión. Por un lado, la escuela, en su sentido etimológico de scholé griega, nos recuerda Jacques Rancière, era un lugar de corte frente a la experiencia productiva del tiempo. La escuela permite concebir un tiempo que perder, habilita la configuración de un “lugar en el que se hace algo por nada, pero ese nada es por algo”10, devolviéndole a la idea misma de formación algo de su sentido desinteresado y largoplacista. No obstante, esta apertura virtual del tiempo que se ancla materialmente en el sostenimiento de la gratuidad de los espacios públicos donde se pro-ducen y circulan conocimientos, requiere además del poder de atracción de lxs buenxs maestrxs. Nos permitimos señalar que algunos nombres significan escuelas, formas de pensar e investigar, formas de escribir y vincularse con los textos, formas de atravesar la compartimentación dis-ciplinar para burlar los confinamientos impotentes. Estas escuelas anu-

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en la letra de una tesis o en la publicación de un artículo, pero fulgurante en las grandes obras y ensayos y en la fundación (y ocupación) de espacios con mayor apertura e interlocución social. Este pensamiento habita poli-morfo en las universidades, está allí desde tiempos remotos, y pertenece –parafraseando la bella novela de Fogwill– a otro orden de cosas. El gesto gonzaliano hace encallar en su escribir distinto y distintivo esta partición de aguas entre el/la intelectual y el/la especialista. No desconocemos la pluralidad de sentidos que anida en la palabra intelectual, sus dimensiones históricas y su definición sociológica, pero resulta menester en el contexto universitario desplegar otro sentido político. El acto de pensar contiene algo de irreductible e indómito y, por lo tanto, refractario a la estandariza-ción y fosilización del lenguaje. En este sentido, la posibilidad de aparición del pensamiento crítico en la universidad tal vez requiera como condi-ción que quienes la habitan puedan establecer con claridad operativa la distinción entre el murmullo que es silencio, en tanto que adecuación, y la irrupción del pensamiento que se perfila a la indagación del presente revisitando una y otra vez los esfuerzos teóricos del pasado. Esa búsqueda, poco permeable a la lógica de los formularios, tiene pretensiones de “aven-tura intelectual”. A propósito de esta posibilidad abierta, González escribe:

Por eso la Universidad debe redefinirse no proponiéndose autoajustes que parten de la sospecha fundada en que un macro-ajuste exógeno no se hará esperar, sino restableciendo alianzas sociales y recobrando vetas dormidas del pensamiento más vivaz que acompañó las transformaciones políticas, técni-cas o industriales en el pasado mediato o inmediato. Ese pensamiento es una memoria crítica, enlace entre generaciones. No consiste solo en sacar vaquillonas o sillas de odontólogo a la calle, aunque eso podamos verlo con profunda simpatía. Consiste en trazar una nueva alianza con la sociedad de carácter intelectual y crítico, donde lo que hay que mostrar –equivalente a la contundencia de los instrumentos simbólicos de un médico, de un veterinario o de un ingeniero– es la capacidad de tornar lenguaje público una nueva colocación de la Universidad en la trama viva de la socie-dad. De más está decir que para que eso ocurra es trascendental una reforma en la conciencia de las ciencias humanas y sociales, sacándolas de su estado de apatía y penuria cultural, producto de su segregación del cuerpo de las tradiciones filosóficas de los últimos siglos.

dan su sentido bajo el espectro de un deseo profundo de un porvenir otro. En este sentido, la expresión escuela de pensamiento recoge el impulso de una “voz antigua, que procede, por caminos invisibles y quebrados, a animar las propias voces de justicia del presente”. Es difícil imaginar este anudamiento sin la manifestación tenaz de una condición existencial de los sujetos que se teje al calor de una trágica mancomunión entre vida y pensa-miento, vida y concepto.

Una escuela de pensamiento no es pasible de ser homologada comple-tamente a la institución universita-ria, ni se manifiesta solamente en sus márgenes; en todo caso se iden-tifica con operaciones intelectuales y por el tenor de sus batallas con-ceptuales. En su seno nuclea múl-tiples diferencias, incluso contra-dicciones, en cuanto a las obras, sus métodos, sus orientaciones y apa-ratos conceptuales11; pero, aun así, es posible trazar determinado tipo de alianzas entre quienes adhieren a una escuela, mucho menos por la sintonía de sus temas y preocupa-ciones particulares que por su ges-to de resistencia e insumisión a los mandatos de adecuación. El ímpetu de este pensamiento aparece en los espacios universitarios incompleto y tergiversado en los objetivos de un proyecto de investigación o de un seminario de grado o posgrado,

Además de realizar un análisis crítico sobre los modos en que construimos conocimiento, es menester configurar unaorientación pública que genere verdaderos cimbronazos sobre sus bases ortodoxas y neoliberales...

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Acaso este pasaje contenga en sus líneas una imagen de aquello que fue y es posible y deseable en cuanto al entramado necesario entre la univer-sidad y la sociedad, para que ninguna de las dos perezca. Esto es, construir una idea más espinosa del conocimiento, que no lo postule en términos de “empréstito a devolver” dentro de un mundo desigualitario, sino como elemento indispensable para construir una discusión abierta y permanente sobre sus sentidos, usos y alcances. Desde las ciencias sociales y las hu-manidades el trabajo se inicia ensayando nuevas formas de visibilizar ese bozal que amarra un decir en el propio acto de enseñar e investigar, pero no termina allí. Además de realizar un análisis crítico sobre los modos en que construimos conocimiento, es menester también configurar una orientación pública que genere verdaderos cimbronazos sobre sus bases ortodoxas y neoliberales que se atrincheran la mayoría de las veces sobre principios abiertos y loables como la autonomía universitaria y la libertad de cátedra. Tal vez no exista mayor libertad de pensamiento que aquel que se ejerce a contrapelo del confinamiento en las universidades, y mayor au-tonomía que la que convierte la producción del conocimiento en promesa de bienestar sin restricciones. Sobre estas cosas vociferaron los Reformis-tas en 1918. Consideramos que estos textos “deshilachados” pueden ser hilvanados, porque una insinuación programática de tradición reformista los recorre de principio a fin.

Humanismo y terror

Existe en el mundo tal como es una orientación que no promete otra cosa que un desenlace dramático. Nada de lo que en él sucede a escala planetaria nos permite avizorar un bienestar real; el Covid-19, señala Eduardo Rinesi12, no es otra cosa que un “síntoma” global más (junto con el cambio climático, el agotamiento de los suelos, la generación de desechos radioactivos, la deforestación de bosques y selvas, la escasez de agua potable, etc.) de la destrucción sistemática de las condiciones de vida que el capitalismo –que no puede ser sino salvaje– lleva adelan-te desde el siglo XVIII. En este sentido, las humanidades y las ciencias sociales tendrán como tarea señalar con ahínco la gran paradoja de nues-tros tiempos, aquella que de modo congruente con este libro despunta Alain Badiou en Manifiesto por la filosofía. Badiou sostiene que la presencia de la técnica en el mundo es todavía “insignificante” y lo que tenemos contrariamente a lo que creemos es precisamente una “escasez técnica, una técnica aún muy zafia; tal es la verdadera situación: el reinado del capital frena y simplifica la técnica, cuyas virtualidades son infinitas”13. ¿Cómo es posible entonces sostener la hegemonía de un paradigma tec-nocientífico cuando incluso, según este autor, la técnica puede evaluarse como precaria? Precisamente porque aquello que cuestiona o que pone de relieve con esta expresión no es su despliegue o nivel de desarrollo sino la dirección que actualmente adopta su evolución. La técnica sin planificación, sin orientación política, es “ciega”, el aparente progreso no es otra cosa que resultado del destino que imprime la rentabilidad. Es esta desorientación la que nos obliga a repensar el vínculo que hoy se establece entre ciencia y técnica y, en consecuencia, entre las humani-

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dades y su sentido en los ámbitos académicos de producción de conoci-miento científico. Este proceso, que se desarrolla de manera implacable readecuando todas las formas de la vida diaria, del arte, la enseñanza, de las formas de consumo y transacciones de todo tipo, parece “arrastrar” al poder político, en general, propenso a experimentar una indiscutible admiración y una necesidad de incorporación acrítica de los “avances tecnológicos”.

Esta mirada crítica sobre la conducta adaptativa del poder político no desconoce que todo avance tecnológico y desarrollo científico sin duda contienen al mismo tiempo la promesa del aumento cualitativo y cuantita-tivo de bienestar de la humanidad, pero para esto requiere ser interrum-pida la certeza de su propaganda y objetada la pretensión de desplegarse sin “juicio” alguno. En un artículo de la revista digital La tecla ñ, que se titula “Humanismo y terror”14 –de expresa referencia, pero también de situada reformulación del clásico texto de Merleau Ponty–, González pro-pone una “nueva forma de unidad para combatir estos rostros del terror que producen, mancomunadas, las alianzas financieras, comunicacionales, jurídicas y estado-represivas” a las que denomina humanismo crítico. A pro-pósito del concepto de humanismo, sostiene la necesidad de bucear en sus antecedentes, desarrollando un trabajo que pendula entre la recuperación simbólica y la reapropiación crítica de la tradición reflexiva, en principio na-cional, que supo enlistarse de diversas formas (no sin contradicciones) en la convocatoria que abre todo presente para resistir los escenarios devastadores que encierra el determinismo capitalista. En ese mismo horizonte de senti-do, la anexión de la palabra crítico supone la vigilancia permanente sobre los intentos de encerrona conceptual que se posaron sobre el significante huma-nismo; el cual, queremos creer, no ha dicho su última palabra.15

En el prólogo de En otro orden de cosas, Fogwill sostiene: “siempre el resto es silencio, pero esta vez se ha tratado de evitarlo”. La historia, esa que Marx definió como hija del dinamismo y la lucha, hoy resuena y se transmite por instituciones capturadas. Lxs partidarios del realismo han decretado “el fin de las revoluciones”, solo es posible un capitalismo con rostro humano. Frente al círculo de la derrota –ese que Fogwill narra para poder hablar de otra cosa– la mirada pesimista que forja el pensamiento crítico sobre el presente sostiene como horizonte y contracara una posibilidad: que la humanidad recupere discusiones políticas que se salden nuevamente a es-calas mayores que la de las penosas coyunturas que nos contienen en tanto que individuos. Necesitamos dejar de pensar anclados en el discurso de la supervivencia y “retomar los hilos abandonados de una historia”.

Más allá de los diagnósticos

González es un claro representante de una tradición crítica que no se conforma con criticar. Es artífice de arquitecturas teóricas que habilitan el tránsito y la respiración de saberes. Su pensamiento ubicuo, produc-to de una filiación de dimensiones oceánicas con la tradición filosófica, literaria e histórica, le permite sostener una mirada con características de punto Aleph. La carga estética –aisthesis– se nutre de una sensibilidad ligada a su compromiso político que se inscribe en una larga historia na-

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cional de querellas públicas y de vinculación incómoda con la institución universitaria. La belleza, en consecuencia, no es un ornamento, un mero barroquismo lingüístico, es constitutiva de las ideas que progresan más zigzagueantes en sus obras, más directas y beligerantes en sus artículos. Si pensar es aquello que no puede darse bajo la forma de la serie, se hace difícil imaginar el pensamiento desligado de procesos de composición o creación como formas de resistencia al intento por limitarlo a la demos-tración o a la explicación. Se impone el esfuerzo de generar algo de otro orden con capacidad para abjurar del academicismo y permanecer fieles a la verdadera vida intelectual.

Es menester leer, pero también escuchar estos textos, que se escapan todo el tiempo de los exhaustivos intentos de interpretación; ninguno de ellos nos exige desarrollar un estudio pormenorizado, al menos no como actividad última. Estos textos son sonoros, llamados a la resisten-cia, convocatorias a una militancia universitaria que entiende que, para trascender la universidad, “interrogar las diversas situaciones políticas” es tan importante como sostener una “revolución estilística”. Nos instan a sostener procesos de filiación teórica con una tradición crítica con poder para neutralizar todo intento de promover en la universidad una mera “ra-cionalidad instrumental”. Solo una verdadera afectación política que mar-che a contrapelo de la configuración de carreras individuales, más afines a la satisfacción de intereses privados que a la resolución de problemas sociales, será conductora de una verdadera orientación del pensamiento crítico. Pero estas posibilidades se abren junto a una forma peculiar de en-tender qué es un intelectual, esto es, como la aparición de una subjetividad con anclaje colectivo capaz de sostener no solo un gesto de desaprobación teórico analítico sino también una praxis universitaria que se desentiende de los premios y castigos, o de su traducción institucional: los incentivos. Serán vanos los diagnósticos precisos si no emergen, junto con estos, in-tensos compromisos con aquello que siempre se encuentra más allá de la universidad.

Tan ceñida ha quedado la palabra sociólogo a perfiles investigativos clausurados por el despotismo del método científico, que entendemos que esta no alcanza para describir aquello que Horacio González es. Por lo general, y para hacerle justicia, se lo prefiere definir como un pensador contemporáneo. Lo curioso es que, una parte del planteo de este libro se resume en esa tensión que genera la imposibilidad de catalogar o de circunscribir a González y su obra bajo las palabras sociólogo o sociolo-gía. La palabra sociología fue desbordada por su figura. Puede que, otra parte de esta imposibilidad también se ligue a su vocación por sostener un pensamiento nómade, que encuentra placer desalambrando disciplinas y tejiendo con cada uno de sus conceptos la malla necesaria para capturar el discurso del terrorismo económico llamado capitalismo. En este caso, la imposibilidad se sostiene porque González es un intelectual. Suscribimos las palabras de Laxagueborde que se encuentran en el prólogo de este li-bro, González es hoy para muchxs de nosotrxs la potencia de un nombre con capacidad de hacer escuela.

COLLAGES DE FRANCA VILLARREAL

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1 González, H. Saberes de pasillo: universidad y conocimiento libre. Buenos Aires, Paradiso, 2018.

2 De Angelis, J. y Hage, J. “Pensar la universidad. Dossier: Universidad, humanidades y nación” en: El río sin orillas: revista de filosofía cultura y política. N°7, octubre 2013, pp.168- 253.

3 Naishtat, F., García Raggio, A. M. y Villavicencio, S. (Comps.) Filosofías de la Universidad y Conflicto de racionalidades. Buenos Aires, Colihue, 2001.

4 Sousa Santos de, B. La universidad del siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la universidad. Buenos Aires, Miño y Dávila, 2005.

5 Derrida, J. La Universidad sin condición. Trad. Cristina de Peret-ti y Paco Vidarte. Madrid, Editorial Trotta, 2002.

6 Castello Dubra, J. - Ranovsky, A. “La incorporación de la filo-sofía al paradigma científico” en: Artefacto, N°2, 1997, pp. 29-33.

7 Rabossi, Eduardo. En el comienzo Dios creó el canon. Biblia beroli-nensis. Buenos Aires, Gedisa, 2008.

8 Habermas, J. “El manejo de las contingencias y el retorno del historicismo” en: Niznik J. y Sanders J. (comps.) Debate sobre la situación actual de la filosofía. Madrid, Cátedra, 2000.

9 Enriquez, E. “El trabajo de la muerte en las instituciones” en: Kaes, R. (comp.) La institución y las instituciones. Buenos Aires: Paidós, 1989.

10 Rancière, J. “Ecole, production, égalité” en: Renou, Xavier (ed.). L’école de la démocratie. Edilig, Fondation Diderot, Paris, Francia, 1988.

11 Queremos señalar brevemente aquí la descripción que el propio González hace en este sentido remitiendo a su experien-cia. Tres elementos son mencionados en el artículo que encabeza el libro y que abonan aquello que queremos proponer bajo la no-ción de escuela: “un puñado de criaturas empeñosas” –remitiendo a sus propixs discípulxs–, una “práctica del oficio sociológico” desplazado de las entonces “versiones pedagógicas” hegemónicas, cristalizada en la fundación de la revista El ojo mocho; y finalmen-te, el diálogo interesado que todxs ellxs desarrollaron de diversas maneras con la tradición crítica del pensamiento nacional.

12 Rinesi, E. “Estado, democracia y cosmopolitismo” en: Documentos de coyuntura del Área de Política. Los Polvorines, IDH-UNGS, 2020.

13 Badiou, A. Manifiesto por la filosofía. Trad. Victoriano Alcantud Serrano. Buenos Aires, Nueva Visión, 2007.

14 González, H. “Humanismo y terror” en: La tecla ñ. 9/2/2018 [Consulta on-line: https://lateclaenerevista.com/humanis-mo-y-terror/]

15 Ver: González, H. “Ciudad y conocimiento” en: La tecla ñ. 24/9/2019 [Recuperado de: https://lateclaenerevista.com/ciu-dad-y-conocimiento-por-horacio-gonzalez/]

*Cintia Córdobaes profesora de Historia y Filosofía por la Universidad Nacional de General Sarmiento y doctora en Educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Se desempeña como docente de espacios filosóficos en un profesorado de Nivel Terciario y como investiga-dora docente de la UNGS; es coordinadora académica de la Especialización en Filosofía Política que dirige Eduardo Rinesi en esa misma universidad.

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La lengua utópica

Por Diego Bentivegna

Las dos décadas en las que el crítico se afincó en Argentina son particularmente ricas en lo que se refiere a los estudios –y a las disputas– por una lengua y una filología americanas. Es precisamente en la lengua donde Pedro Henríquez Ureña escucha las voces de una utopía de América como espacio de confluencia, de potencialidad y de armonía de los mundos.

Henríquez Ureña en la Argentina

En la tradición escolar argentina, el nombre de Pedro Henríquez Ureña se encuentra a menudo ligado a otro nombre, el de Amado Alonso, el lingüista y crítico español que dirigió durante veinte

años el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, y a la Gramática castellana, que ambos firmaron en 1939. La Gramática repre-senta tal vez el momento más alto en la articulación entre estudios lin-güísticos, didáctica y voluntad de intervención sobre la lengua culta en Argentina. Si se quiere, representa un momento especialmente intenso del “giro lingüístico” con el que se ha caracterizado la larga estadía de Henríquez Ureña, entre 1924 y su muerte en 1946.

Si bien en los años anteriores, en Estados Unidos y en México, Henrí-quez Ureña había publicado algunas reflexiones que tomaban como eje la cuestión de la lengua castellana en América, es en los años argentinos, que son los años de cercanía con el Instituto de Filología, cuando el domini-cano publica sus principales estudios dedicados al problema del lenguaje. Para comprender el lugar que entonces asumen sus intervenciones sobre la lengua, hay que recordar que son tiempos de institucionalización de los

“Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir,

y cuanto en él se escribe se baña en el color de su cristal”.

Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928)

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relación entre la lengua y lo político. Recuerdo, por un lado, un texto ju-venil de Henríquez Ureña, un texto incluido en el volumen Ensayos críticos (1905) y dedicado a un escrito que, en ese momento, era crucial para los jóvenes de la generación a la que pertenece: el Ariel, de José Enrique Rodó. “Tócanos reivindicar el crédito, que tantos hemos contribuido a minorar, de la familia española. De hecho, la importancia de nuestro idioma no se toma en cuenta ni aun en Francia; y en el mundo anglosajón principia a generalizarse la idea de que ‘el castellano está moribundo’.”1

Para el joven Henríquez Ureña, que no está lejos tampoco de los planteos que por entonces lanzaba Darío, se trata de conjurar la visión de “nuestra América” (la acuñación martiana que el dominicano usará con profusión en las diferentes etapas de su obra) como continente enfermo. Las “ínclitas razas ubérrimas”, la “sangre de Hispania fecunda” que Darío invocará un año más tarde, en el Ateneo de Madrid, en uno de los poemas que señalan un momento nuevo de una poética que ya no podrá nombrarse meramente como “modernista”, se plasman en unidad para el dominica-no por la comunidad de “espíritu” y de “lengua”.2 Es, al mismo tiempo, un proyecto que enfatiza algo del orden de la potencia: una política de la “potencialidad desconocida de nuestra compleja constitución sociótica, el porvenir aparece rico de potencias efectivas”.3

El segundo texto se titula “La lengua de Santo Domingo”, y fue publi-cado en la Revista de Libros en 1919. Es un escrito breve, considerado el primero de los estrictamente lingüísticos, que anticipa trabajos mayores sobre el castellano de su país y que nos interesa sobre todo por su dimen-sión polémica. Es ante todo una corrección por parte del joven Ureña a uno de los grandes lingüistas de su época, el suizo Wilhelm Meyer-Lübke, profesor en la Universidad de Viena, cuya Introducción a la filología romá-nica, de 1901, había sido traducida por Américo Castro en 1914. En su texto, Meyer-Lübke había enmarcado a la lengua de Santo Domingo entre las lenguas “criollas”, producto del contacto entre el castellano, las varie-dades indígenas y las lenguas africanas, como sucedía con otras variedades caribeñas, como el creole de Haití o el papiamento de las Antillas holandesas. Henríquez Ureña, en cambio, enfatiza cómo el castellano de la República Dominicana, tanto en su vertiente popular como en su vertiente culta, se encuentra mucho más cerca del castellano de España que el de otros países americanos.4

Ya en la Argentina, en lo que es considerado como su escrito crítico capital, los Seis ensayos en busca de nuestra expresión, de 1928, la cuestión de la lengua vuelve a plantearse en términos de una lengua que es nuestra y es, al mismo tiempo, lengua del otro. “En literatura, el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se expresan en idioma recibido de Espa-ña”5. Ese “idioma recibido” es objeto, en los años argentinos, de una serie de reflexiones y de intervenciones, que remiten a un plano estrictamente filológico, relacionado con las discusiones científicas en torno al estatuto del castellano americano de la época, pero que se inscriben también en el espacio crítico y pedagógico, donde el problema asume una relevancia estrictamente glotopolítica6, que se manifiesta incluso en alguno de los tí-tulos, como “El idioma español y la historia política en Santo Domingo”, de 1937. Así, si en la serie de escritos sobre el español de América, que

estudios lingüísticos y filológicos en nuestro país, a partir de la fun-dación del Instituto de Filología en 1923, gracias a las gestiones de Ri-cardo Rojas ante Menéndez Pidal. En 1931 comienza a funcionar la Academia Argentina de Letras, una institución tardía si se compara con otras similares del mundo hispa-noparlante. Son los años en que se produce un intenso debate en torno al estatuto de la lengua en la Argen-tina, en la que participan escritores e intelectuales de diferentes gene-raciones, y que se plasma con fuerza en la disputa que sostienen Américo Castro y Jorge Luis Borges en torno a lo que el primero había llamado, con un manifiesto carácter impug-natorio, “la peculiaridad lingüística rioplatense”.

La proyección política que está en la base del “giro lingüístico” de Henríquez Ureña, aun cuando par-ticipa de manera explícita con el paradigma hispanista (en sus escri-tos es frecuente la exaltación del castellano como factor fundamental de lo que, martianamente, llama “nuestra América” y de su articula-ción histórica con España), percibe las tensiones entre una lengua que es, al mismo tiempo, propia y aje-na (algo que estará en la reflexión de uno de los amigos argentinos del dominicano: Ezequiel Martínez Es-trada). Percibe una lengua habitada por alteridades que se inscriben, so-bre todo, en la serie de las lenguas indígenas americanas.

Por supuesto, la cuestión de la lengua había sido planteada, de una manera u otra, y en algunos casos de modo directo, por Henríquez Ureña en sus escritos anteriores a la estadía definitiva en la Argentina. Me refiero solo a dos, que ponen el acento en lo que en este punto me interesa más fuertemente, que es la

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confluyen en la publicación de la se-rie, iniciada en 1921 en la Revista de Filología Hispánica de Madrid, en el volumen editado por el Instituto de Filología de Buenos Aires en 1937, Sobre el problema del andalucismo dialectal en América, el dominicano insiste en el carácter no reductiva-mente andaluz sino íntegramente castellano del español de América, en los años treinta pondrá el acen-to en ensayos más bien de carácter monográfico sobre los modos en que las lenguas americanas autócto-nas operan, sobre todo en el plano léxico, en el idioma compartido de las naciones de Hispanoamérica.

Es sintomático, en este punto, que una porción no desdeñable de los escritos de Henríquez Ureña de los treinta sobre la persistencia del léxico de las lenguas americanas se publique en medios no especializa-dos; gran parte de ellos (no todos, por supuesto) aparecen en el dia-rio La Nación. Precisamente, es en las páginas del diario de los Mitre donde, a comienzos de la década de 1920, cuando Henríquez Ureña se estaba instalando en la Argentina, el que por entonces era tal vez el poeta e intelectual más reconocidos de nuestro país, Leopoldo Lugo-nes, comienza a publicar una serie de escritos de carácter etimológico sobre el castellano americano. El proyecto lugoniano puede pensarse como eminentemente inmunitario7: se trata de saquear desde la Argenti-na la producción filológica europea para hallar supuestos anteceden-tes griegos y, sobre todo, arábigos, que permitan conjurar la presencia del léxico indígena en el castella-no americano para remitirlo a dos grandes tradiciones culturales, una aria y otra semita, de las que la cul-tura americana formaría parte en lo más profundo de sus entrañas: en

Para el joven Henríquez Ureña [...] se trata de conjurar la visión de "nuestra América" como continente enfermo

esa zona no pensada, en esa pura herencia de las generaciones pasadas que es la lengua. Es un proyecto que Lugones había empezado a tramar en las páginas de un ensayo fundacional para la crítica argentina, El payador, de 1916, y que confluirá en los años treinta en un obra monumental y excesi-va, tal vez inconcebible ya entonces como el proyecto de una sola persona, sin una formación lingüística y filológica específica: el Diccionario etimoló-gico del castellano usual, que no puede sino pensarse como un proyecto que evidencia su condición glotopolítica, que se empieza a publicar en 1931, años de dictadura, en una revista sostenida por el Estado y con capacidad de llegada: El monitor de la educación común, publicada por el Ministerio de Educación.

Las contribuciones de Henríquez Ureña –un poco como las que Ri-cardo Rojas había puesto en marcha en las páginas de Eurindia, también publicadas originalmente en La Nación– pueden leerse, entiendo, como una sobria corrección de los excesos lugonianos, que veía antecedentes griegos y árabes en palabras claramente americanas, como aje o como papa, a las que el dominicano dedicará sendos artículos. En los mismos años en que Lugones se concentra en su inmunitario Diccionario etimoló-gico, Henríquez Ureña asume el proyecto de un Diccionario histórico de los indigenismos americanos que, como el del escritor cordobés, queda en estado de esbozo (Para la historia de los indigenismos, Instituto de Filología, 1938). Enfaticemos la tensión entre ambos títulos, entre lo etimológico en Lugones y lo histórico en Henríquez Ureña. “Cada idioma lleva consigo su repertorio de tradiciones, de creencias, de actitudes ante la vida, que perduran sobreponiéndose a cambios, revoluciones y trastornos”8, afir-ma el dominicano en una conferencia de 1933, celebrada en La Plata, como parte de los festejos por el 12 de octubre. Reponer la condición indígena de los términos era, para Henríquez Ureña, revisar la historia de cada palabra, de sus desplazamientos semánticos y de las operaciones de apropiación, y a su vez de las disputas que esas operaciones explicitan. Se acudía a los documentos no para fijar un sentido último, originario, como aparece en la etimología fantástica de Lugones, sino para reponer una historia. En ese énfasis en la condición histórica –y al mismo tiem-po, utópica– de los términos radica el elemento político de la reflexión sobre el lenguaje de Henríquez Ureña, que puede leerse de manera so-lidaria con la semántica histórica tal como era postulada en esos mismos años por alguien que, como el dominicano, era también un desplazado, el austríaco Leo Spitzer.

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En la obra de Spitzer –formado en la escuela filológica vienesa preci-samente con Meyer-Lübke, en disputa con quien, como vimos, se inicia el viaje por el lenguaje de Henríquez Ureña– se configura en esos años una visión comparatística de la literatura y de las tradiciones culturales.9 Con todo, mientras la semántica histórica del austríaco se orientaba cada vez más hacia las palabras “cultas”, el trabajo del dominicano operaba en el plano de lo menor: de la palabra cotidiana, del “castellano usual”, en el que encontraban las huellas de la historia, de las luchas, de los cruces de pueblos y culturas. “El ideal de civilización no es la unificación completa de todos los hombres y de todos los países, sino la consideración de todas las diferencias dentro de una armonía”10, afirma en un ensayo de 1922 publicado una conferencia en la Universidad de Minnesota. Era en la lengua donde Pedro Henríquez Ureña escuchaba las voces de una utopía de América como espacio de confluencia, de armonía de los mundos, de “potencialidad” afectiva.

*Diego Bentivegnaes investigador del CONICET y pro-fesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Director del Observatorio Latinoamericano de Glotopolítica (UNTREF), cofun-dador del Anuario de Glotopolítica y miembro de la Cátedra Libre de Es-tudios Filológicos Latinoamericanos “Pedro Henríquez Ureña” (UBA). El presente texto fue leído en el Colo-quio “Pedro Henríquez Ureña, utopía de América” en la Cámara de Dipu-tados del Congreso de la Nación, Buenos Aires, el 1 de julio de 2019. Forma parte del proyecto “Archives in Transition: Collective Memories and Subaltern Uses”, financiado por la Unión Europea.

1 Henríquez Ureña, Pedro. Obra crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 28.

2 Algunas reflexiones sobre el lugar de Henríquez Ureña en los debates filológicos ame-ricanos de las que somos deudores pueden encontrarse en: Rafael Mondragón, “Al margen de Henríquez Ureña. Sobre ‘voz’, ‘cuerpo’ y ‘herencia’ en el filosofar de Nuestra América” en: Andamios. Revista de Investigación Social, vol. 7, núm. 13, 2010, pp. 259-290; Daniel Link, Suturas. Imágenes, escritura, vida, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2015; y Juan, En busca de la identidad. La obra de Pedro Henríquez Ureña, Buenos Aires, Katatay, 2018.

3 Henríquez Ureña, ob. cit., p. 28.

4 Cfr. Henríquez Ureña, Pedro. “La lengua en Santo Domingo. Rectificación a Meyer-Lü-bke” en: Estudios lingüísticos y filológicos, Edición de Irene Pérez Guerra, Santo Domingo, Editora Nacional, 2003, pp. 49-52. Para los debates sobre el criollismo y las lenguas criollas en ámbito de la filología americana del siglo XIX y la primera mitad del XX, ver: Ennis, Juan Antonio - Pfänder, Stefan. Lo criollo en cuestión. Filología e historia, Buenos Aires, Katatay, 2010.

5 Henríquez Ureña, Pedro. Ensayos. Edición crítica de José Luis Abellán y Ana María Barre-nechea, Buenos Aires, Alca XX/Editorial Sudamericana, 2000, p. 277.

6 Para una definición del espacio de reflexión glotopolítico, ver entre otros: Arnoux, Elvira. “La Glotopolítica: transformaciones de un campo disciplinario” en: Lenguajes: teorías y prácticas. Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría de Educación, 2000, pp. 95-109; y Del Valle, José (ed.). Historia política del español. La creación de una lengua, Madrid, Aluvión, 2015.

7 Para una reflexión sobre lo inmunitario en el marco más amplio de una mirada biopo-lítica, ver sobre todo: Esposito, Roberto. Inmunitas. Protección y negación de la vida. Buenos Aires, Amorrortu, 2005. Hemos explorado una revista inmunológica sobre la etimología de Lugones en el artículo “Leopoldo Lugones: etimología y poder. Antecedencias y prece-dencias en La Nación (1923-1925)” en: Olivar, Universidad Nacional de La Plata, vol. 19. N. 29, 2019.

8 Henríquez Ureña, Pedro. Ensayos. Ob. cit. p. 278.

9 Cfr. Emily Apter, “Translatio globale. l’invention de la littérature comparée, Istanbul 1933”, en Littérature, 144 (2006/4). Pp. 25-55. Una aproximación crítica de Spitzer a su maestro Meyer-Lúbke y su método puede hallarse en el ensayo que da nombre al volumen Lingüística e historia literaria, Madrid, Gredos, 1960.

10 Henríquez Ureña, Pedro. “Relaciones de Estados Unidos y el Caribe” en: Ensayos. Ob. cit., p. 380.

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PAISAJES | ПЕЙЗАЖИ

Por Anastasia Parshina y José Trujillo

PAISAJES | ПЕЙЗАЖИ nace del cruce de culturas y de lenguajes, del simple deambular por las calles de la ciudad de México, observar a la gente o detenerse por un instante frente a la fachada de una casa, una iglesia, un edificio... El deseo de crear un lenguaje íntimo y utópico, en donde las palabras sean imágenes y las imágenes palabras, un lenguaje que lleve quizá el nombre de una flor, se expande en estos “paisajes” de la mano de la artista rusa Anastasia Parshina y del músico y poeta mexicano José Trujillo.

VIDEOARTE

https://youtu.be/YfiVoskNjAo

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TICIO ESCOBAR

Por Florencia Eva Gonázlezy Jimena Néspolo

A propósito de la reciente publicación de Aura latente (2020), Boca de Sapo dialogó con el emblemático ensayista paraguayo, protagonista del giro de la teoría cultural latinoamericana producido en los años 80. El ensayo El mito del arte y el mito del pueblo (1986), publicado en un momento clave en la recuperación democrática del continente, reposicionó a los sectores subalternos resemantizando conceptos y problemáticas con vértigo y audacia. Este entrecruzamiento de repertorios simbólicos y cultura les híbridos que Ticio Escobar propicia, sin jerarquizar escalas de valoración absoluta ni privilegiar sistemas de referencia consagrados, nos enfrenta en este nuevo ensayo con aquello que late en el arte: “el aura”, un campo de irradiación lu minosa que involucra al espectador en su percepción de la intensidad.

ENTREVISTA

https://youtu.be/yNZ9dCka3Xw

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María Casiraghi ISi quieres ser el primer hombre de la tierraabre estas rocas, ahora.

Habrá tiempodespuéspara pintar las cuevas.

Como el silencio, refúgiateen los tímpanos de la montañaoyesolamente la fe de la naturaleza.

Que se apaguen los otrosesos que esperan como túque suban el telón los buitres.

Porque esta butaca es tuya.

Pero el tiempo, impune, se ha vuelto desertor.

Pacienciaestos parajes de América no escupen tiempo ni sangre

son espejos de arenadonde hasta el viento se detiene para versecon sus alasincesantes moviendo la historia.

Verás lo que puedas ver.

Verás solamentelo que ellosquieran que veas.

II¿Por qué no siente la amargura del exilio?haber sido profanadocambiar de cruz de alimentoinquebrantablesigue su rutina desde el nidoal mar del mar al basural de los humanosdel basuralal cielo.

Hay que mirarlouna vida enteraverlo volar y lavar el hambre de todas las religiones.

Si el confín del cóndor es el cóndorsu cuerpo, en el cielo, es el único límite de dios.

IIISi es ciertoque van a desaparecery hay criaderosdonde sus madres son títeres

todo al finales simulacrono importa si estáso si no estássi te amano si amas

más real más verdaderoes sospechar el amory abandonarse en su sensación

POEMAS

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que por estar, te amenque al ser amada, estés.

Porque al amar entramos con el cuerpo cosidoen la utopía del amado.

IVHubo un plan

meticulosopreciso

para amputarle el cieloa los cóndores jóvenes

escuadrones de la muerte a toda velocidadcortajeaban el airecon tijeras del tamaño de un cuerpo pájaros dormidos que iban a morir al mary en los Andesni se enteraban los viejos pájarosque sus crías eran blancos de muerte en las ciudadesy que el mar se tragaba sus cadáveres vivos

seguían su rutina anidando rocas perennesdaban de comer a sus bocas codiciosasel fuego que duerme en los volcanes.

En los países del suren sus páramos celestes bandadas de cóndores furiosos como rayosllegaban tarde desapareciendoa los ojos de los dioses. Crías del sol traicionadas por la sombra del sol.

VSi lo miras bienel cóndor también es subversivodesobedece la ley de gravedadinvierte los estados del almay nunca desaparece.

Siempre está volviendosus alas traen espejos del más allá.

No sabíanlos verdugosque el cóndor no tiene cuerpolos siglos en el airelo han vuelto una visión, un espectro.

(el que limpia puede curarte)

Por eso tanta saña y tanto miedo.

Los aparecidosya saben volar como los cóndores

el infinito también tiene sus métodos.

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EL QUE LIMPIA“Cathartidae” (término que designa a la familia de aves que incluye al cóndor) deriva del vocablo griego “kathartes”, que significa “el que limpia”.

Cómo seríaun Tiahuanaco nuevo en el centro del planetaideado por célebres y ancianospara que todas las culturas unan su carne en un solo espejo los aymaras de las montañaslos kechuas de los valles y en las tierras bajas, kollas, lupakas, pakaxas, karangas, charcas, chichas, gringos y yankis, y argentinos y suizos, y budas, y lobis, y sombas, y zombis, y vudús, y árabes, y vientres, y espinas, y álamos, y bagres, y peces azules, y vuelos, y alas, y bocas, y sables, y liras, y olvidos, y estrellas, y lámparas, y cóndores.

Si quieres proteger tu siembrarodéala de aguaflotarán las heladassin tocar tus cosechas.

Sin imperiossólo un centro religiosopaganoy ateoy desnudo

y un solo puma custodiando la tierray un solo cóndor salvando el aire

y una sola lenguaPukinapara hablar con los espíritusy secarles la sangre a los sobrevivientescomo los kallawayascuyo idioma subsiste del otro lado de las montañas.

Coca y maíz para blanquear los días de esa mujery alguien que le saque el peso de los hombrosa ese pobre monolito que todavía carga con la cruz de Cristo.

Por los agujeros de las columnasse expanden aún los oradores y la música de todossale por las orejas de piedra.

Así debía serel centro así el ombligo del mundoel Coscodel cóndor

un Tiahuanaco con más siglos que el cosmos, concibiendo un pasado que sólo veían cuando cerraban los ojos(por eso va siempre delante nuestro)y un futuro, que siempre iba detrás, porque es incierto.

Cuando cavamosen la ciudadvemos la muertellegando en botes con remos verdesahí donde antes el río carcajeaba.

Tantas razas a las que no llamamos por su nombretanto yo-yo sin hilo ni agujay siempre dos Américasimposibles de juntarcomo las partes torturadas de Tupac Amaru

siempre otros caballostirando de los extremoscada cual más infinitocada cual más imposible.

No pierdas el tiempo trepando al árbol seco

busca en los lagosel rostro del cóndor

que en cada reflejo vuela

somos hombresapenasheridas del continente

el que limpiapuede curarteno teme tu podredumbretu pasado no puede ensuciarlo

porque el que lava un muertolo vacía del vacíoy nunca se contagia.

BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 67

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EPÍLOGO DE LA NIÑA VIEJA

Ayerlevantaste el polvo que dormía hace años debajo de tu camabarriste los lunares de tus manosy le diste agua al pájaro que sueña dentro de tus sueños.

Ayer eras una magnitudcontabas sícontabas como todos los días de la primaveray en verano salías a beber tu soledad y tu perfumeayer nacías en el último peldaño de la montaña.

Veinticuatro horas tardasteen llegar a vieja.

La niña, la primitivacomenzó a dejarte a la mañanacuando viste cómo se fugaban por los huecos de las ramastus hermanosy no pudiste seguirlosapenas caminabas.

Al mediodía comías de ti mismapastando en círculoscomo las vacas del desierto.

Y a la tardetuviste que ver la luz naranjapara darte cuenta cuan falsa era tu pielcuan irreal tu sombray te animaste a decir:

yo no soy un cóndor.

Los que te oyeronse alejaron tristesy dejaron que te cierres como si recién nacieras.

EPÍLOGO DEL CLARIVIDENTE

¿Te diste cuentaque la estela que deja el cóndores más blanca que la de los avionesperseguidos por la distancia?

¿Te diste cuentaque siempre detrás tuyova tu viaje?

Triste de verte sobre el sueloaferrado a tus opcionespendiente de los límites físicoscomo si no pudieras igual que el cosmosreventary nacer rocapara que te rocen aunque sea, te rocen sus alasy en el roce aprendas a perder tu cuerpoy goces del ritmo y gimas cuando entres a ese instante.

¿Te das cuenta?

Era sólo cuestión de enamorarte antes del estallido

y después cerrar los ojos.

BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 68

Page 71: ARTE, LITERATURA Y PENSAMIENTO

EPÍLOGO DEL SABIO

Volar bajopara tocar la piel de la tierra

desoír el qué dirán las otras aves cuando pasan por arriba de tu cabeza negra

volar bajohasta borrar tu sombra

por un díaque todo se parezca a su principioque todo siga igualque te hieran si quierenque te tiren a matar

volar bajopara saberte finitofeliz de resignarte al mundoa la llanura del díaa la pereza contagiosa de la siesta.

En lo bajo yacen escombros de la naturalezarestos de tus días explosivos

volar bajotambién te absuelve

puedes ser un día más entre los días como una cicatriz de tu futuro.

EPÍLOGO DEL CÓNDOR

En los extremos de mi cuerpovive un instrumento que no tiene nombrepareciera que es garracada dedo una nota y una ira vieja en cada uña. Si camino provoco melodías inútilesteclas negras son mis alas cuando abro los ojos y me lanzo al díay en mi gargantalas teclas blancas cantan a mi pesarpara todo el público.

Soy el silenciosoñando ser alguien en la músicauna palabra dicha a tiempoesa que salva a los humanosjusto antes de tirarse desde el puente.

El día es vasto y muevo la cabeza la giro, la revuelvo, y después la zambullo en la carroña.

En mi sombra también soy cóndor.

La oscuridad si vuela

puede alumbrar el mundo.

*María CasiraghiPoeta, narradora y periodista. Autora de siete poemarios; los últimos Cóndor (Alción 2018) y Música griega (En danza, 2019) y una antología personal: Vaca de Matadero (Ed. Sum-ma, Perú, 2017). Como periodista: Retratos, Patagonia Sur y Patagonia Sur- Santa Cruz-Argentina (GAC, 2000) y en narra-tiva publicó Nomadía (Monte Ávila, Caracas, 2011) y Otro dios ha muerto (Alción, 2016). Su poesía ha sido traducida y publicada en varios países.

BOCA DE SAPO 32. Era digital, año XXII, Mayo 2021. [UTOPÍAS DEL LENGUAJE] pág. 69

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BOCA DE SAPO ISSN 1514-8351

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