ARTE Y LITERATURA

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ESTUDIO DEL ARTE Y LITERATURA LATINA

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  • Galatea, Polifemo, Acis

    El mito

    Galatea era hija de Nereo y de una divinidad mari-na siciliana. La joven era muy hermosa y habitabaen el mar calmo. Polifemo, el cclope (monstruogigante con un solo ojo) estaba muy enamoradode Galatea, pero ella no le corresponda.

    El corazn de Galatea perteneca al bello Acis,hijo del dios Pan (dios de los pastores y rebaos).Una vez que los amantes se encontraban descan-sando a la orilla del mar, Polifemo los descubri.Acis intent huir, pero el cclope le lanz unaenorme roca y lo aplast.

    Acis fue convertido en un ro de lmpidas aguasen Sicilia que llev su mismo nombre.

    Segn algunas versiones, despus Galatea estuvocon Polifemo y de esta unin nacieron Glata,Celto e Ilirio, epnimos de los pueblos de losglatas, los celtas, y los ilirios r respectivamente.

    Texto:

    Acis

    Habiendo emitido tales quejas en vano (pues yo veatodas las cosas), se levanta y, del mismo modo que untoro enfurecido porque se le ha arrebatado su vaca,no puede permanecer quieto y vaga por el bosque ylos conocidos collados; cuando el salvaje nos ve a my a Acis, que nada sabemos y no tememos nada seme-jante grita: Os veo y har que esta sea la ltimaunin de vuestro amor. Y fue tan grande aquella vozcuanto la debe tener el Cclope encolerizado: el Etnase estremeci con el grito. Yo por mi parte, muerta demiedo, me sumerjo en el mar cercano; el hroe deSimeto haba vuelto su espalda para huir y habadicho: Aydame, Galatea, te lo suplico; ayudadme,padres, y acoged en vuestro reino al que est a puntode perecer; le persigue el Cclope y le lanza una par-

    Acis y Galatea, de Charles de La Fosse. Museo del Prado,Madrid.

    te que ha arrancado del monte y, aunque llega hastal la punta de la roca, sin embargo, sepulta a Acis ensu totalidad; yo a mi vez, nica cosa que me estabapermitida hacer por el destino, consegu que Acisasumiera las fuerzas de sus antepasados. Manaba san-gre color de prpura de la mole, y al poco tiempocomenz a desvanecerse el rojo y adopta el color deun ro turbio por las primeras lluvias y se limpia conel paso del tiempo; a continuacin se abre la moletocada y por las hendiduras surgen vivas y largascaas y la cncava boca del peasco resuena con lasolas que saltan, y, cosa admirable, de repente hasta lacintura sobresale un joven ceido de caas entrelaza-das a sus recientes cuernos, el cual, si no fuera porqueera ms grande, porque era azulado en todo su ros-tro, sera Acis. Pero as tambin, con todo, era Acisconvertido en no y la corriente conserv el antiguonombre.

  • Texto:

    Acis, Galatea y Polifemo

    Acis era hijo de Fauno y de una ninfa hija delSimeto, ciertamente gran placer de su padre y de sumadre, pero mayor todava mo; pues a mi se hablaunido nicamente. Hermoso, y tras haber cumplidopor segunda vez su octavo cumpleaos, distingua sustiernas mejillas con un bozo apenas visible; yo reque-braba a este, a m el Cclope sin lmite alguno. Y, sipreguntas si era ms firme en m el odio al Cclope oel amor a Acis, no te lo puedo decir: el uno era igualal otro. Ay, grande es el poder de tu reino, Venusprotectora! En efecto, aquel, cruel y horrible para losmismos bosques y no visto por extranjero alguno sincastigo y despreciador del gran Olimpo y de los dio-ses, conoci qu es el amor y, preso por su deseohacia m, se abrasa olvidndose de sus animales y desus cuevas. Y ya te preocupas, Polifemo, de tu figura,ya de agradar, ya peinas con rastrillos tus tiesos cabe-llos, ya te agrada recortar con la hoz tu erizada barbay contemplar en el agua tu fiero rostro y arreglarlo; yel deseo de matanza y la fiereza y la inmensa sed desangre cesan, y llegan y se van seguras las barcas.Entretanto Tlemo, que haba llegado hasta el sicilia-no Etna, Tlemo el Eurmida, al que ninguna avehaba engaado, se present ante el terrible Polifemoy le dijo: El nico ojo que tienes en medio de tufrente te lo arrebatar Ulises. Se ech a rer y le repli-c: Oh t, el ms tonto de los adivinos, te engaas,ya me lo ha arrebatado otra. De este modo despre-cia al que en vano le anuncia cosas verdaderas y obien caminando a grandes pasos abruma con su pesola playa, o bien agotado vuelve a sus oscuras cuevas.Se alza sobre el mar con su larga punta una colina enforma de cua y el agua del mar fluye en tomo a susdos laderas. Aqu sube el feroz Cclope y se sienta enel medio; caminaban detrs los lanudos rebaos sinque nadie los guiara. Despus de que puso ante suspies el pino que le serva de cayado, apropiado parasoportar antenas, y cogi la flauta compuesta de ciencaas, todos los montes sintieron los silbidos del pas-

    tor, los sintieron las olas. Yo, escondindome en unaroca y sentndome en el regazo de mi Acis, con misodos recog de lejos tales palabras y escrib las frasesodas:Oh Galatea, ms blanca que las hojas de la nveaalea, ms florida que los prados, ms esbelta que elalto quejigo, ms brillante que el cristal, ms jugue-tona que un tierno cabritillo, ms pulida que las con-chas desgastadas continuamente por el mar, msagradable que los soles del invierno, que la sombradel verano, mas noble que las manzanas, ms visibleque el elevado pltano, ms resplandeciente que elhielo, ms dulce que la uva madura y ms suave quelas plumas del cisne y que la leche prensada y, si nome esquivaras, ms hermosa que un huerto regado; lamisma Galatea ms cruel que los indmitos novillos,ms dura que la aosa encina, ms engaosa que lasolas, ms escurridiza que las ramas del sauce y mstenaz que las blancas vides, ms inmvil que estosescollos: ms violenta que la corriente, ms orgullosaque el arrobado pavo real, ms cruel que el fuego,ms spera que los abrojos, ms temible que una osapreada, ms salada que los mares, ms daina queuna serpiente pisada y, lo que sobre todo querrapoder quitarte, no solo ms esquiva que un ciervoacosado por sonoros ladridos, sino tambin que losvientos y la alada brisa (pero, si me conocieras bien,te arrepentiras de haber huido y t misma condena-ras tu demora y te esforzaras por retenerme). Tengounas cuevas, parte de un monte, que cuelgan en laroca viva, en las que no siente el sol en medio delverano ni se siente el invierno; tengo frutales que car-gan sus ramas; tengo uvas semejantes al oro en exten-sas vias, las tengo tambin color prpura: para ticuido estas y tambin aquella. T misma con tus pro-pias manos recogers blandas fresas nacidas bajo laboscosa sombra, t misma las silvestres cerezas delotoo y ciruelas, no solo las que son moradas por suoscuro jugo, sino tambin las de buena raza y queimitan la cera nueva; y no te faltar: siendo mi espo-sa las castaas, ni te faltarn los frutos del madroo:todos los rboles estarn a tu servicio.

  • Todo este ganado es mo; tambin muchas ovejas va-gan errantes por los valles, a muchas las oculta el bos-que, muchas estn en las cuevas en sus establos y, sipor casualidad me lo preguntaras, no te podra decircuntas son. Cosa de pobres es contar el ganado! Nome des ningn crdito en lo que a las alabanzas de es-tas se refiere: t misma en persona puedes ver de qumodo apenas pueden rodear con sus patas su carga-da ubre. Hay, carnada menor, corderos en tibios redi-les hay tambin, de igual edad, cabritillos en otrosrediles. Siempre hay a mi disposicin nvea leche:parte de esta se reserva para ser bebida, el lquidocuajo endurece otra parte. Y no te tocarn solo fci-les placeres y dones corrientes, gamos y liebres y unmacho cabro y un par de palomas y un nido arran-cado de la copa de un rbol; he encontrado en losaltos montes dos cachorros gemelos de una peludaosa, que podran jugar contigo, tan semejantes entres que apenas podras distinguirlos; los he encontra-do y he dicho: Guardar estos para mi duea. Ya

    ahora mismo saca del azulado pilago tu blanca cabe-za, ven ya, Galatea, y no desprecies mis regalos!Ciertamente yo me conozco y me he visto hace pocoreflejado en las cristalinas aguas al verme, me ha agra-dado mi figura. Contempla qu grande soy, no esmayor que este cuerpo Jpiter en el cielo (en efectovosotros solis decir que reina un no se qu Jpiter),una abundante cabellera cae sobre mi feroz rostro ysombrea mis hombros como un bosque, no juzguesfeo el que mi cuerpo est muy abundantemente eri-zado de duras cerdas; feo es un rbol sin hojas, feo uncaballo si no cubren su rojizo cuello las crines; lapluma protege a las aves, a las ovejas las embellece sulana; la barba y las hspidas cerdas hermosea, el cuer-po de los hombres. Yo tengo un solo ojo en medio demi frente, pero al modo de un gran escudo. Y qu?No ve el gran Sol desde el cielo todas estas cosas? Sinembargo, el Sol es un disco nico.

    De las Metamorfosis de Ovidio, libro XIII, vv. 750-869

    Polifemo y Galatea, mosaico romano. Alczar de los Reyes Cristianos, Crdoba.

  • Texto:

    Apolo y Dafne

    Fue Dafne, la hija del Peneo, el primer amor deFebo: ste no lo ocasion un ciego azar, sino la ren-corosa crueldad de Cupido. Poco ha el Delio, orgu-lloso de haber vencido a la serpiente, lo haba vistodoblar el arco tensando la cuerda y le haba dicho:Qu tienes t que ver, nio juguetn, con las armasde los valientes? Estas gestas convienen a mis hom-bros, puesto que soy capaz de producir certeras heri-das a los animales y producirlas a un enemigo, yo queno ha mucho he abatido, hinchada por numerosasflechas, a Pitn, que con su vientre portador de pon-zoa ocupaba tantas yugadas. T date por satisfechomientras provocas con tu antorcha no s qu amoresy no aspires a las alabanzas que me pertenecen. Aeste le responde el hijo de Venus: Que tu arco atra-viese todas las cosas, Febo, a ti el mo, y cuanto todoslos animales son inferiores a un dios, tanto menor estu gloria que la ma. Dijo, y surcando el aire conbatientes alas rpido se detuvo en la umbra ciudade-la del Parnaso y de su aljaba portadora de flechasenvi dos dardos de diferente actividad: uno pone enfuga al amor, el otro lo provoca; el que lo provoca esde oro y resplandece en su aguda punta, el que lo en

    pone en fuga es romo y tiene plomo bajo la caa.Este lo clav el dios en la ninfa Peneide, con aquel,en cambio, hiri a Apolo en lo ms ntimo atravesan-do sus huesos: al punto uno ama, la otra huye delnombre del amante feliz con los escondrijos de losbosques y los despojos de los animales cazados ymula de la casta Febe; una cinta sujetaba sus cabe-llos dispuestos sin orden. Muchos la pretendieron,ella rechazando a los pretendientes, sin poder sopor-tar un marido y libre de l, recorre los inaccesiblesbosques y no se preocupa de qu es Himeneo, qu elAmor, qu las bodas. A menudo su padre le deca:me debes un yerno, hija, a menudo su padre ledeca: me debes nietos, hija: ella, que odiaba lasantorchas conyugales como un crimen, haba cubier-to su bello rostro de pudoroso rubor y en los cario-sos brazos de su padre, abrazada a su cuello, le deca:Permteme, queridsimo padre, gozar de eterna vir-ginidad: antes le concedi esto a Diana su padre. l,en efecto, se muestra complaciente; pero a ti esemismo encanto te impide que se d lo que ansas y tubelleza se opone a tus aspiraciones. Febo est enamo-rado y desea las bodas con Dafne nada ms verla, yconfa en lo que desea y le engaan sus propios

    Apolo y Dafne

    El mito

    Dafne, cuyo nombre significa laurel en griego,es una ninfa amada por Apolo que un da jur nopertenecer jams a ningn varn.Un da, Apolo la sorprendi escuchando su cantoy se qued enamorado de tal maravilloso susurro.Dafne al notar su presencia dej de cantar yqued inmvil por el susto, mientras buscabacon ojos aterrados un escondite a su alrededor. Eldios Apolo la sedujo con mgicas palabras deamor, ella le suplic que se detuviera pero l fuesordo a su ruego. Entonces Dafne ech a correr,

    intentando huir. Indefensa, pidi ayuda a su padrePeneo, quien escuch su plegaria; como salvacincomenz a transformarse en laurel. Su suave piel serecubri de una corteza, sus uas delicadas se alar-garon en hojas multiplicadas con mgica velocidad.Sus cabellos formaron un denso ramaje, el rostrodesapareci detrs de la corteza y el cuerpo se trans-form en tronco. Qued fijada con sus races hun-didas en la tierra, rgida e inmvil.Apolo abraz tristemente el rbol y entre lgrimasdeclar que ese rbol sera consagrado a su culto.

  • orculos; y de la misma manera que la ligera paja sequema una vez segada la espiga, al igual que arden lossetos con las antorchas que por azar un caminanteacerc demasiado o abandon al amanecer, as seinflam el dios, as arde en todo su pecho y alimentacon su esperanza un amor estril. Observa que suscabellos caen sin arreglo en su cuello y dice: Que sise peinan?; ve los ojos que brillan con fuego comolas estrellas, ve los besos que no es suficiente habervisto; alaba sus dedos y sus manos y sus brazos y tam-bin sus antebrazos desnudos en ms de la mitad: sialgo est oculto, piensa que es lo mejor. Ella msrpida que la ligera brisa huye y no se detiene anteestas palabras de quien la quiere hacer volver:

    Ninfa, hija de! Peneo, detnte, te lo ruego! No tepersigo como enemigo; ninfa, detnte! As huye lacordera del lobo, as la cierva del len, as las palomascon alas temblorosas del guila, y cada una de susenemigos naturales; el amor es para m la causa de lapersecucin. Desgraciado de m! No caigas al suelo,y las zarzas no sealen tus piernas que no merecen serheridas y sea yo para ti motivo de dolor. Escabrososson los lugares por donde te lanzas: corre, por favor,con ms prudencia y refrena tu huida: yo mismo teperseguir con mayor moderacin. No obstante, ave-rigua a quin agradas; yo no soy un habitante delmonte, no soy un pastor, no guardo aqu, desaliado,mis vacadas y rebaos. No sabes, atolondrada, nosabes, de quin huyes y por ello huyes. Bajo midominio estn la tierra de Delfos y Claros y Tnedosy el palacio de Ptara; Jpiter es mi padre; por media-cin ma se evidencia lo que va a ser, lo que ha sidoy lo que es; gracias a m se acomodan armnicamen-te los poemas a las cuerdas. Sin duda, mi flecha escertera, sin embargo, ms certera que la ma es unasola que ha producido heridas en un vaco pecho.Mo es el descubrimiento de la medicina y soy llama-do por todo el mundo auxiliador y est sometido am el poder de las hierbas: ay de m, pues el amor nopuede curarse con hierba alguna y no sirve de nada asu dueo la ciencia que a todos beneficia!

    Del que intentaba decir todava ms cosas huy lahija del Peneo con temerosa carrera y dej atrs laspalabras sin terminar a la vez que al dios, tambinentonces se la ve hermosa; el viento desnudaba sucuerpo, los soplos que salan a su encuentro agitabanel vestido que opona resistencia y una ligera brisacon su empuje le echaba hacia atrs los cabellos, y suhermosura se ve aumentada con la huida. Pero eljoven dios no soporta ms estar falto de caricias y,segn aconsejaba el propio amor, sigue con pasoapresurado sus huellas. Como cuando un perro de laGalia ha visto una liebre en un desierto labranto yeste con sus patas busca la presa, aquella su salvacin(uno, semejante al que est a punto de alcanzarla,espera obtenerla de un momento a otro y roza con sudilatado morro sus huellas; la otra est en la duda desi ha sido apresada y se arranca de los mismos mor-discos y deja la boca que la roza): as el dios y la don-cella; este es rpido por la esperanza, ella por eltemor. Sin embargo, el que persigue, ayudado por lasalas del amor, es mas rpido y se niega el descanso yest a punto de alcanzar la espalda de la que huye ysopla sobre la cabellera extendida por el cuello.Agotadas sus fuerzas, ella palideci y, vencida por elesfuerzo de la rpida huida, dice, contemplando lasaguas del Peneo: Aydame, padre, exclama, si losros tenis poder divino! Haz desaparecer con uncambio esta figura, con la que he gustado en dema-sa!.

    Apenas acabado el ruego, un pesado entorpeci-miento se adue de sus miembros: su blando pechoes rodeado de fina corteza, sus cabellos crecen comohojas, sus brazos como ramas; su pie, hace poco tanveloz, se queda fijo con lentas races, el lugar de surostro lo tiene la copa: en ella permanece solamentesu belleza. Tambin la ama Febo y, posando su dies-tra en el tronco, siente que su pecho tiembla todavabajo la reciente corteza y, abrazando con sus brazossus ramas como si fueran miembros, da besos a lamadera: con todo, la madera rechaza sus besos. A estael dios le dijo: Y, puesto que no puedes ser mi espo-sa, en verdad sers mi rbol.

  • Siempre te tendrn, laurel, mi cabellera, mi ctara, mialjaba. T acompaars a los alegres generales, cuan-do una alegre voz cante el triunfo y el Capitolio con-temple largos desfiles. T misma como la ms lealguardiana de la casa de Augusto estars en pie antelas puertas y protegers la encina que est en medio,y, del mismo modo que mi cabeza es la de un jovencon los cabellos sin cortar, lleva t tambin siemprelos honores perpetuos. Haba acabado Pen: el lau-rel asinti con sus ramas recin creadas y pareci quehaba agitado su copa como una cabeza.

    Hay un bosque en Hemonia, al que por todas par-tes cierra una abrupta arboleda: lo llaman Tempe.Por l el Peneo, que fluye desde la base del Pindo, sedespea con olas espumosas y en su pronunciadapendiente concentra nubes que producen ligeroshumos y con su salpicadura hace caer lluvia por enci-ma de los rboles y con su estruendo aturde los luga-res que no le son colindantes: esta es la casa, esta esla mansin, este es el santuario del gran ro; en l,sentndose en una cueva hecha de rocas, promulga-ba leyes a las aguas y a las ninfas que viven en lasaguas. Se renen all en primer lugar los ros indge-nas, sin saber si felicitar o consolar al padre, elEsperquo, rico en lamos, y el Enipeo, que nuncadescansa, y el anciano Apdano y el tranquilo Anfrisoy el Eante, y despus los otros ros, que, por dondelos lleva su empuje, conducen al mar sus aguas can-sadas de tanto recodo.

    De Ovidio, Metamorfosis I, vv. 455 y ss.

    La obra

    La obra ms famosa inspirada en este relatomitolgico es el grupo escultrico de Bernini,quien con su arte capt toda la angustia de laninfa. Bernini la realiz entre los aos 1623 y1625. En la escultura vemos cmo la ninfaDafne se transforma en laurel a punto de seratrapada por Apolo. El grito de horror de Dafney el rostro perplejo de Apolo nos muestran uncontraste de actitudes y aspectos que reflejan elinters por la representacin de las emociones.

    Apolo y Dafne, Bernini. Galera Borghese de Roma.

  • Aracne

    La obra

    Las Hilanderas, una de las obras ms conocidasde Velzquez, podemos contemplarla en elMuseo del Prado (Madrid).Temticamente es uno de los cuadros ms con-trovertidos de Velzquez, una de las obras msinteresantes y enigmticas del pintor sevillano. En primer plano vemos un taller con cinco muje-res (las hilanderas) que preparan las lanas para lafabricacin de tapices. Al fondo, detrs de ellas, yen una estancia que aparece ms elevada, apare-cen otras cinco mujeres ricamente vestidas, sobreun fondo de tapices (parece que contemplan unaescena mitolgica).

    Las hilanderas o La fbula de Aracne. Velzquez. Museo del Prado, Madrid.

    Esta ltima escena sera la que da ttulo al cuadroLa Fbula de Aracne.Con esta fbula, Velzquez quiere indicarnos quela pintura es un arte liberal, igual que el tejido detapices, no una artesana como la labor que rea-lizan las mujeres en primer trmino. La iconogra-fa simblica puede parecer una cuestin secun-daria dada la riqueza formal de la obra. Es unatela de gran armona compositiva basada en lasrelaciones de luz, ritmo y color. La luz del fondocrea una gradacin de contraluces alterada porun foco que ilumina el primer plano.

  • Texto:

    Aracne

    La Tritonia haba prestado odos a tales relatos yhaba dado su aprobacin al canto de las Anides y asu justa clera. A continuacin se dice a s misma:Poca cosa es alabar, sea yo misma alabada y no per-mita que mi divinidad sea despreciada sin castigo, ydirige su pensamiento al destino de la meoniaAracne, de la que haba odo que no se considerabainferior a ella en las alabanzas del arte de tejer la lana.No fue ilustre aquella ni por su nacimiento ni por elorigen de su linaje, sino por su arte; su padre, Idmonde Colofn, tea la lana que se empapa con prpu-ra de Focea; haba muerto su madre, pero tambinesta haba sido una mujer del pueblo e igual a sumarido. Sin embargo, ella haba conseguido con su

    dedicacin un nombre digno de recuerdo por todaslas ciudades lidias, por ms que, nacida en una casapequea, viva en la pequea Hipepas. Para contem-plar su trabajo digno de admiracin, muy a menudolas ninfas abandonaron los viedos de su Timolo,abandonaron sus aguas las ninfas Pactlides. Y eraagradable contemplar no solo los vestidos ya hechos,tambin incluso en el momento en que se confeccio-naban (tanta gracia haba en su habilidad), bien sienrollaba la basta lana en los primeros ovillos, bien sicon sus dedos modelaba la labor y suavizaba los vello-nes, que semejaban nieblas, trados y llevados en largorecorrido, bien si con su gil pulgar haca girar el tor-neado huso, o si bordaba con la aguja; estaras con-vencido de que haba sido enseada por Palas. Sinembargo ella misma niega esto y, enfadada con tanimportante maestra dice: Que compita conmigo!

    El mito

    Aracne era una joven muy famosa por tener granhabilidad para el tejido y el bordado. Cuenta laleyenda que hasta las ninfas del campo acudanpara admirar sus hermosos trabajos en tales artes.Tanto lleg a crecer su prestigio y popularidadque se crea que era discpula de Atenea (diosa dela sabidura y y de las hiladoras).Aracne era muy habilidosa y hermosa, pero tenaun gran defecto: era demasiado orgullosa. Ellaquera que su arte fuera grande por su propiomrito y no quera deberle sus habilididades ytriunfos a nadie. Por eso, en un momento deinconciencia, ret a la diosa, quien por supuestoacept el reto. Primero, se le apareci a la jovenen forma de anciana y le advirti que se compor-tar mejor con la diosa y le aconsej modestia.Aracne, orgullosa e insolente desoy los consejosde la anciana y le respondi con insultos. Ateneamont en clera, se descubri ante la atrevidajovencita y la competencia inici. En el tapiz de

    la diosa, mgicamente bordado se vean los docedioses principales del Olimpo en toda su grande-za y majestad. Adems, para advertir a la mucha-cha, mostr cuatro episodios ejemplificando lasterribles derrotas que sufran los humanos quedesafiaban a los dioses.Por su parte, Aracne represent los amoros des-honrosos de los dioses, como el de Zeus yEuropa, Zeus y Dnae, entre muchos ms. Laobra era perfecta, pero Palas encolerizada por elinsulto hecho a los dioses, tom su lanza, rompiel maravilloso tapiz y le dio un golpe a la joven.Esta sin comprender, se siente totalmente humi-llada y deshonrada, por lo que enloquece y ter-mina por ahorcarse.Sin embargo, Palas Atenea no permiti quemuriera sino que la convirti en una araa, paraque continuara tejiendo por la eternidad.

  • Nada hay que yo pueda rechazar una vez vencida.Palas finge ser una anciana y aade falsas canas a

    sus sienes e incluso sostiene sus dbiles miembroscon un bastn; entonces comenz a hablar as: Notodo lo que debamos evitar lo posee la edad avanza-da: el provecho surge de los tardos aos. No despre-cies mi consejo. Busca para ti entre los mortales la mxima gloria enel arte de tejer la lana: considrate inferior a la diosay con voz suplicante, atrevida, pide perdn para tuspalabras: ella dar su perdn a quien lo ruegue.Contempla esta con torva mirada y abandona loshilos recin cogidos y, sujetando apenas la mano yhaciendo patente en su rostro la clera, contest entales trminos a la irreconocible Palas: Vienes caren-te de razn y agobiada por una duradera vejez ymucho perjudica el haber vivido demasiado. Queoiga estas palabras tu nuera, si tienes alguna, tu hija,si alguna tienes. Bastante consejo tengo en mmisma, y no creas que has conseguido nada con tusrecomendaciones, mi opinin es la misma. Por quno viene ella en persona? Por qu evita esta contien-da? Entonces la diosa dice: Ha venido y se despo-j de su apariencia de anciana y dej al descubierto aPalas.

    Las ninfas y las mujeres migdnides rinden culto asu divinidad, la nica no aterrorizada es la joven;pero, no obstante, enrojeci y un repentino rubormanch su rostro que lo rechazaba y de nuevo des-apareci, como suele el aire convertirse en color pr-pura tan pronto como la aurora se pone en marcha y,despus de un breve momento, blanquearse con lasalida del sol. Insiste en su intencin y, con el deseode una estpida victoria, se precipita a su destino;pues la hija de Jpiter no se niega, ni le hace msadvertencias ni aplaza ya la contienda.

    Sin dilacin, ambas colocan dos telas de finaurdimbre en lugares apartados y las tensan: la telaest sujeta con el rodillo, el peine separa la urdimbre,se mete en el centro de agudas lanzaderas la tramaque los dedos preparan y llevada entre los hilos laapisonan los serrados dientes del peine contra el que

    golpean. Las dos se apresuran y, ciendo el vestido alpecho, mueven sus hbiles brazos con un afn queburla el cansancio. All se teje la prpura que ha conocido el calderotirio y tambin las suaves sombras que apenas se dife-rencian, como, al ser atravesados los rayos del sol porla lluvia, suele colorear una gran extensin del cielocon su enorme curvatura el arco iris, en el que, aun-que brillan mil colores distintos, sin embargo la pro-pia transicin burla los ojos que lo contemplan: hastatal punto lo que toca es igual; sin embargo, los extre-mos son distintos. Tambin all se mezcla entre loshilos el flexible oro y en la tela se va entrelazando unaantigua fbula.

    Palas borda en la ciudadela cecropia el peasco leMarte y la vieja disputa por el nombre del territotio.Doce dioses celestiales, con Jpiter en el centro, seasientan en altos sitiales con augusta gravedad; a cadauno de los dioses lo distingue su propio aspecto: la deJpiter es la imagen de un rey; hace que est de pieel dios del mar y que con su largo tridente golpee lassperas rocas y que del interior de la herida de la rocabrote un mar, prenda con la que reclama la ciudad;en cambio a s misma se da un escudo, se da unalanza de aguda punta, se da un casco para su cabeza;se protege con la gida el pecho, y reproduce que latierra golpeada por la propia punta de su lanza hacesalir el retoo de un blanquecino olivo con sus fru-tos, y que los dioses se admiran; la victoria es el finalde la labor. Pero, para que la rival de su gloria com-prenda con ejemplos qu recompensa puede esperarpor tan demente osada, aade en cuatro partes cua-tro contiendas brillantes por su color, adornadas depequeas figurillas. Una esquina la ocupa la traciaRdope y el Hemo, ahora helados montes, en otrotiempo cuerpos mortales, quienes se atribuyeron losnombres de los dioses supremos. Otra parte la ocupael desgraciado destino de la madre pigmea: a esta,vencida en una competicin, Juno le ordeno ser gru-lla y declarar la guerra a su pueblo. Bord tambin aAntgona, que en otro tiempo se atrevi a rivalizarcon la esposa del gran Jpiter, a la que la regia Juno

  • convirti en ave, y de nada le sirvi Ilio ni su padreLaomedont para que, como una cigea blanca conlas alas que la han revestido, no se aprauda a s mismacon su pico que castaetea.

    La nica esquina que queda tiene a Cniras priva-do de descendencia y este, abrazando los escalonesdel templo, los miembros de sus propias hijas, y ten-dido en la roca parece llorar. Rodea los extremos conolivos de la paz (este es el borde) y con su rbol ponefin a la labor.

    La Menide dibuja a Europa engaada por la ima-gen de un toro: consideraras real el toro, real el mar;pareca que ella en persona contemplaba las tierrasabandonadas y que llamaba a sus compaeras y quetema el contacto del agua que saltaba hacia ella yque encoga sus temerosos pies. Hizo tambin queAsterie estuviera sujeta por un guila, hizo que Ledaestuviera tendida bajo las alas de un cisne; aadicmo Jpiter, oculto bajo la apariencia de stiro,llen a la bella Nicteide de prole gemela, cmo fueAnfritrin cuando te cautiv, Tirintia, de qu mane-ra siendo oro enga a Dnae y como fuego a laAspide, como un pastor a Mnemsine, comotachonada serpiente a la Deoide. Tambin a ti,Neptuno, convertido en fiero novillo, te colocjunto a la doncella eolia, t, bajo la apariencia delEnipeo, engendras a los Aloidas, como carnero enga-as a la Bisltide; y la de rubios cabellos, la muybenigna madre de las mieses, te sufri como caballo,como ave te sufri la madre de cabellera de serpien-tes del caballo alado, como delfn te sufri Melanto;a todos estos les proporcion su propia figura y laconfiguracin de los lugares. All est con aparienciade campesino Febo y cmo unas veces llev alas degaviln, otras lomo de len, cmo, semejante a unpastor, burl a la macareide Ise, cmo Lber defrau-d a Ergone con falsas uvas, cmo Saturno, bajo laapariencia de caballo, engendr a Quirn, de doblecuerpo. La ltima parte de la tela, bordeada por unaestrecha cenefa, tiene flores entretejidas con hiedrasentrelazadas.

    No podra Palas, no podra la Envidia denigraraquella obra; la rubia doncella varonil se doli delxito y rasg las ropas bordadas, acusaciones contralos dioses, y, segn sujetaba una lanzadera proceden-te del monte Citoro, golpe tres o cuatro veces lafrente de la idmonia Aracne. No lo soport la des-venturada y, llena de valor, se at la garganta con unlazo. Palas, compadecida, sostuvo a la que colgaba yle dijo as: Mantnte viva an, pero cuelga, desver-gonzadas, y que este mismo tipo de castigo, para queno ests libre de preocupacin por el futuro, sea dic-tado parra tu linaje y tus lejanos descendientes!

    Despus, apartndose, la roci con los jugos deuna hierba de Hcate, y al punto sus cabellos, toca-dos por la funesta pocin, se desvanecieron y juntocon ellos la nariz y las orejas, y su cabeza se redujo almnimo y tambin es pequea en la totalidad de sucuerpo; en su costado estn clavados unos endeblesdedos en lugar de piernas, el resto lo ocupa el vien-tre, del que, sin embargo, ella deja salir el hilo ycomo una araa trabaja las antiguas telas.

    De las Metamorfosis de Ovidio, libro VI, 1, ss.

  • Atalanta e Hipmenes

    El mito

    Ovidio narra en sus Metamorfosis el mito de Ata-lanta. Atlanta era hija de Esqueneo de Beocia ode Yaso de Arcadia. Disgustado porque no eraun nio, su padre la abandon en la falda deuna montaa poco despus de su nacimiento.Fue rescatada y amamantada por una osa y des-pus criada por cazadores. Fue una diestra caza-dora y particip en la cacera del jabal en Cali-dn.

    De acuerdo con otra leyenda, Atalante se ofrecien matrimonio a quien pudiera vencerla en unacarrera. Hipmenes, enamorado de la joven,acept el desafo ayudado por Venus, quien leproporcion tres manzanas de oro que el jovendebera ir arrojando a su paso para distraer as aAtalanta y poder ganarla en la competicin.

    Atalanta e Hipmenes fueron convertidos des-pus en los leones que deban tirar del carro deCibeles, a causa de una afrenta a los dioses.

    Escultura de Hipmenes en el patio Marly del Museo delLouvre, Pars.

    Esta escultura de Guillaume Costou ilustra el pasaje de lasMetamorfosis de Ovidio en el que se relata la carrera entre

    Atalanta e Hipmenes.

  • Texto:

    Atalanta e Hipmenes

    Quiz hayas odo hablar de una que venca en lacompeticin de la carrera a hombres veloces; no fuehabladura tal rumor (pues los venca) y no podrasdecir si era ms sobresaliente por la gloria de sus pieso por la excelencia de su hermosura. A esta, que pre-guntaba acerca de un esposo, le dijo un dios: No tees necesario un marido, Atalanta. Huye del trato conesposo, sin embargo, no escapars y viva estars pri-vada de ti misma. Aterrada por el orculo del dios,vive soltera en medio de oscuros bosques y se libracon violencia de la muchedumbre de pretendientesque la apremian mediante una condicin: No ser poseda, dice, si no soy vencida antes en la carrera.Competid conmigo con vuestros pies: al veloz le serdado como premio una esposa y un tlamo, la muer-te ser la recompensa para los lentos. Sea esta la leyde la contienda. Ciertamente aquella era implaca-ble, sin embargo, (tan grande es el poder de la belle-za) a esta ley se somete una temeraria muchedumbrede pretendientes. Estaba sentado Hipmenes comoespectador de la injusta carrera y haba dicho:Alguien busca una esposa mediante tantos peli-gros? y haba condenado los excesivos amores de losjvenes; cuando vio su rostro y el cuerpo despojadode vestido, como el mo o como el tuyo si fueras unamujer, qued atnito y, levantando las manos, dijo:Perdonadme los otros a los que acabo de injuriar!Todava no me era conocido el premio que busca-bais. Mientras la alaba se inflama y desea que nin-gn joven corra ms veloz y teme la rivalidad. Pero,por qu es abandonada la suerte de esta competicinno intentada por m? dice, el propio dios ayuda alos valerosos.

    Mientras Hipmenes trata estas cosas consigomismo, vuela la doncella con alado paso. Y, aunqueal jven aonio le pareci que ella no avanzaba menosveloz que una flecha de Escitia, sin embargo, l admi-ra ms su belleza, y aquella carrera proporciona belle-za. La brisa lleva hacia atrs las sandalias arrebatadas

    a las rpidas plantas, y sus cabellos se desparramanpor su espalda de marfil y se deslizan las rodilleras debordada franja que estaban junto a las corvas, y entrela blancura propia de doncella su cuerpo habaadquirido rubor, no de otro modo que cuando sobreun atrio blanco un toldo de prpura mancha lassombras que ha creado. Mientras el extranjero se dacuenta de estas cosas, la ltima meta ha sido sobrepa-sada y Atalanta victoriosa se cubre con la corona fes-tiva. Emiten un gemido los vencidos y pagan su cas-tigo conforme a lo acordado.

    Con todo, el joven, sin alterarse por lo acontecidoa estos, se coloc en el centro y, clavando su rostro enla doncella, dice: Por qu buscas un honor fcilvenciendo a dbiles? Compite conmigo. Si la fortuname hace tu dueo, no te indignars de ser vencidapor alguien tan grande; pues mi padre es Megareo deOnquesto, l tiene por abuelo a Neptuno, yo soy biz-nieto del rey de las aguas, y el valor no est por deba-jo del linaje; si soy vencido, tendrs un grande ymemorable renombre por haber vencido aHipmenes. La hija de Esqueneo contempla conapacible rostro al que dice tales palabras y duda siprefiere ser ganada o vencer, y dice as: Qu diosmalvado para los hermosos quiere perder a este y leordena buscar este matrimonio con peligro de suvida? Yo no soy de tan gran valor, segn mi juicio. Yno me impresiona su hermosura (sin embargo, podaimpresionarme tambin por ella), sino el hecho deque todava es un nio; no me conmueve l mismosino su edad. Qu, del hecho de que hay en l valory una mente no aterrada por la muerte? Qu, delhecho de que se enumera el cuarto a partir de su ori-gen marino? Qu, del hecho de que me ama y con-sidera de tal valor mi matrimonio que perecer, si lacruel fortuna a l me niega? Mientras est permitido,extranjero, aljate y abandona un ensangrentado tla-mo! Mi matrimonio es cruel. No habr ninguna queno quiera casarse contigo, y puedes ser deseado poruna muchacha inteligente. Pero por qu tengo yopreocupacin por ti habiendo muerto ya tantos conanterioridad? Que l se cuide! Que muera, puesto

  • que no ha sido advertido por la matanza de tantospretendientes y es empujado al hasto de la vida. Aspues, morir este porque ha querido vivir conmigoy soportar como premio de su amor una muerte queno merece? Mi victoria ser propia de un odio que noha de ser soportado. Pero no es mi culpa. Ojal qui-sieras renunciar! O, puesto que ests enloquecido,ojal seas ms veloz! Ay, qu virginal expresin hayen su rostro de nio! Ay, desgraciado Hipmenes,querra no haber sido vista por ti! Eras digno de vivir;pues, si yo fuese ms feliz y los hados desfavorablesno me negaran el matrimonio, seras el nico con elque querra compartir mi lecho. Haba dicho y,como inexperta y tocada por el primer deseo, sinsaber qu hace, ama y no se da cuenta de que esamor. Ya el pueblo y el padre reclaman la acostum-brada carrera, cuando el descendiente de Neptuno,Hipmenes, me invoca con voz angustiada y dice:Ruego que Citerea asista a mi osada y preste ayudaal fuego que ella me ha dado. Una brisa no desfavo-rable transport hasta m las suaves splicas y meconmov, lo confieso, y no se proporcionaba unalarga espera a la ayuda. Hay un campo, los autcto-nos lo llaman con el nombre de Tamaseno, la mejorregin de la tierra de Chipre, que me consagraron losantiguos ancianos y ordenaron que como dote seaadiera a mis templos; en medio del labranto brillaun rbol, amarillo en su cabellera, con ramas resplan-decientes de amarillento oro. Viniendo casualmentede all, llevaba yo tres manzanas de oro arrancadaspor mi mano y, no siendo visible para nadie a no ser para l, me acerqu a Hipmenes y le mostr qu uti-lidad haba en ellas. Las trompetas haban dado laseal, cuando uno y otro saltan hacia adelante desdesu punto de salida y con pie rpido rozan la superfi-cie de la arena; pensaras que ellos podan raer conpaso seco el mar y recorrer las espigas erguidas de unablanca mies. Dan nimos al joven el gritero y elapoyo y las palabras de los que dicen: Ahora, ahoraes tiempo de lanzarse, Hipmenes, apresrate! Usa

    ahora de todas las fuerzas! Fuera la tardanza! Vas avencer.

    Es dudoso si con estas palabras se alegra mas elhroe hijo de Megareo o la doncella hija deEsqueneo. Oh, cuntas veces, al poder ya sobrepa-sarlo, se detuvo y dej atrs de mala gana el rostrocontemplado durante largo tiempo! Un seco jadeosala de la fatigada boca y la meta estaba lejos; enton-ces por fin el descendiente de Neptuno arroj uno delos tres frutos del rbol. Qued estupefacta la donce-lla y, por el deseo del resplandeciente fruto, desva sucarrera y coge el oro que iba rodando. Hipmenes laadelanta: resuenan con el aplauso los graderos. Ella,en rpida carrera, corrige su tardanza y el tiempo per-dido y de nuevo deja al joven tras su espalda y, otravez demorada por el lanzamiento de un segundofruto, sigue al hombre y lo adelanta. Quedaba la lti-ma parte de la carrera; Assteme ahora dice, diosaautora del regalo! y, para retrasarla lo ms posible ensu vuelta, con juvenil fuerza arroj de travs a unlado del campo el resplandeciente oro. Pareci que ladoncella dudaba en buscarlo: la obligu a cogerlo y,una vez que hubo cogido la manzana, le aad peso yle fui un obstculo tanto por el peso de la carga comopor la demora, y, para que mi narracin no sea mslenta que la propia carrera, la doncella fue adelanta-da: el vencedor obtuvo su premio.

    De las Metamorfosis de Ovidio, libro X, vv. 560-709

  • Metamorfosis de Atalanta e Hipme-nes

    Acaso no fui digna, Adonis, de que me diera lasgracias, de que me honrara con incienso? Sin acor-darse, ni me dio las gracias ni me ofreci incienso.Me encolerizo repentinamente y, dolida por el des-precio, me cuido mediante un ejemplo de no ser des-deada por las generaciones venideras y yo mismame irrito contra ambos.

    Paseaban junto a los templos escondidos en bosco-sas selvas que en otro tiempo el ilustre Equon habaconstruido, segn una promesa, en honor a laMadre de los dioses, y el largo camino les aconsejdescansar. All se aduea de Hipmenes un inopor-tuno deseo de hacer el amor provocado por mi divi-na voluntad. Haba cerca del templo un sitio retira-do, de escasa luz, parecido a una cueva, cubierto porpiedra pmez natural, consagrado por la antigua reli

    gin, a donde el sacerdote haba llevado muchas esta-tuas de madera de los antiguos dioses; penetra en estey profana el santuario con una ignominia prohibida. Las imgenes sagradas apartaron sus ojos y la Madrecoronada de torres dud si sumergir a los culpablesen el agua estigia; le pareci suave el castigo. En con-secuencia, al punto rojizas melenas cubren sus lisoscuellos, sus dedos se curvan en garras, de los hom-bros salen brazuelos, todo el peso se va al pecho, conla cola barren la superficie de la arena. Su rostro tieneclera, en lugar de palabras emiten rugidos, frecuen-tan como tlamos los bosques y, temibles para nos-otros, oprimen con su diente domeado los frenos deCibeles como leones. T, querido mo, huye de estosy, junto con estos, de todo el linaje de las fieras, queno ofrece su espalda a la huida sino sus pechos a lalucha, a fin de que tu valor no sea perjudicial para losdos.

    Fuente de Cibeles, Madrid. La diosa Cibeles en su carro conducido por dos leones:Atalanta e Hipmenes.

  • La historia de Roma

    La leyenda y la historiadel origen deRoma

    La leyenda que cuenta los orgenes de Roma es, agrandes rasgos, la siguiente: al caer en manos de losaqueos (griegos) la poderosa ciudad de Troya, solo unprncipe troyano, Eneas, consigui escapar del apo-calipsis. Llevando a su padre en los hombros y a supequeo hijo Ascanio de la mano, Eneas pudoembarcarse mientras las llamas devoraban la ciudad.Despus de un largo viaje, que incluy una escala enCartago junto a la reina Dido, toc tierra en lapennsula itlica. Tras muchas peripecias, se estable-ci all; su nieto fund la ciudad de Alba, donde susdescendientes reinaron.

    La leyenda se aceler y descart nombres hasta llegara Numitor. Este, rey de Alba, fue destronado por suhermano Amulio. Temeroso de que algn da amena-zaran su trono, el primer acto de gobierno de Amuliofue ordenar que los dos gemelos que haba dado a luzsu sobrina, Rea Silvia (hija de Numitor), fueran aho-gados en el Tber. Por supuesto, la orden fue desobe-decida, y los hermanos colocados en una cesta queflot a la deriva hasta que el manso ro la depositsuavemente en su orilla, donde los cri un pastor ylos amamant una loba. Los dos jovenzuelos se lla-maban Rmulo y Remo, obviamente, y cuando cre-cieron fundaron, cerca del lugar donde haban sidosalvados, una ciudad a la que llamaron Roma.Rmulo eligi una de las siete colinas que domina-ban el sitio y con un arado traz un surco circular(sagrado segn los ritos), el pomerium, a cuya vera,ms tarde, se construira la primera muralla.

    Ni Rmulo ni Remo ni nadie, en verdad, pudo ima-ginarse que ese pequeo territorio alrededor delPalatino, limitado por el primitivo pomerium, algnda habra de transformarse en el imperio ms gran-de que haya conocido la historia. Nada de aquel pre-cario asentamiento poda prefigurar la derrota deAnbal, la Repblica y el Imperio, el asesinato deCsar y el esplendor de Augusto, la serena cultura de Adriano y la ttrica fatalidad de Nern.Tal es la leyenda que los poetas romanos (comoVirgilio) cantaron y los historiadores romanos (comoTcito y Tito Livio), con ligeras variantes, aceptaronblandamente, fijando la fundacin en el ao 753a.C., fecha que devino oficial. Los historiadores delos siglos XIX y buena parte del XX, en cambio, des-estimaron la tradicin y la historia de Roma univer-salmente aceptada sostuvo que los orgenes de la ciu-dad se remontaban a un conglomerado de aldeas dis-persas alrededor de las siete colinas, unificadas mstarde por los reyes etruscos que hacia el 625 a.C.desecaron los pantanos, pavimentaron por primeravez el Foro (centro de la vida cvica romana porsiglos) y unificaron polticamente a los habitantes de Grabado que muestra a Anquises y a Ascanio huyendo tras la

    destruccin de Troya.

  • las siete colinas. La historia de los primeros reyes deRoma (Rmulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio) secatalog como puramente legendaria. Lo mismoocurri con la fecha fundacional (753 a.C.). A losojos de los historiadores, Roma haba empezado afuncionar como una ciudad ms de un siglo despus.Pero la investigacin muchas veces conspira a favorde la leyenda.

    En 1987, el arquelogo Andrea Carandini, de laUniversidad de Pisa, excavando intensivamente elmonte Palatino, encontr una configuracin delsuelo que se extenda en lnea recta por variosmetros: la formacin del terreno que habitualmenteseala la presencia de una muralla.No una sino tres murallas superpuestas aparecieron;la datacin de la ms antigua dio una fecha muy pr-xima a la fundacin legendaria: finales del siglo VIIIa.C. En noviembre de ese ao, Carandini encontralgo todava ms jugoso: evidencias de la existenciade un surco de diez metros de ancho y tres de pro-fundidad a lo largo del borde exterior de la muralla:el mismsimo pomerium.As, pues, la actual historiografa de Roma, a la luz delos nuevos hallazgos arqueolgicos, recupera el pesode la tradicin.

    Texto:

    Rmulo y Remo

    Pero ni los dioses ni los hombres la libraron a ella o asus vstagos de la crueldad del rey: la sacerdotisa fueapresada y metida en una crcel; a los nios mandel rey que los arrojaran al curso del ro. Por una ca-sualidad, milagrosamente, el Tber, desbordado porencima de sus orillas en suaves estanques, no permi-ta el acceso hasta el cauce normal de la corriente.Pero daba a los portadores la confianza de que los ni-os podran ahogarse aunque el agua estuviera encalma. As, creyendo cumplir la orden del rey, aban-donan a los nios en la charca ms cercana, dondeest ahora la higuera Ruminal, llamada antes, segnla tradicin, Romular.

    Haba entonces grandes despoblados en esa regin.Una tradicin sostiene que cuando el agua, pocoprofunda, deposit en un lugar seco el cesto flotantedonde estaban expuestos los nios, una loba sedientaencamin all su carrera desde las montaas de alre-dedor, atrada por el llanto infantil, y ofreci susubres a los nios, tan mansamente, que el mayoraldel ganado del rey, Fustulo dicen que se llamaba, laencontr lamindolos con la lengua. Este los llev ala majada y se los entreg a su esposa, Larencia, paraque los criara. Hay otros que piensan que esta Laren-cia era llamada loba entre los pastores porque pros-titua su cuerpo, y que este hecho dio lugar a la le-yenda maravillosa.

    DeTito Livio, Ab urbe condita I, 3-8

    La loba capitolina amamantando a Rmulo y Remo.

    Muralla Serviana de Roma.

  • Augusto

    Estratego

    XXI. Someti personalmente o por sus generalesCantabria, Aquitania, Panonia y Dalmacia con todala Iliria; sujet la Recia, la Vindelicia y a los salasos,pueblos de los Alpes; contuvo las incursiones de losdacios, destruy la mayor parte de sus ejrcitos ymat a tres de sus jefes. Arroj a los germanos al otrolado del Elba; recibi la sumisin de los suevos ysicambros, los traslad a la Galia y les asign las tie-rras inmediatas al Rin. Redujo tambin a la obedien-cia otras naciones inquietas y turbulentas, pero nomovi guerra a ningn pueblo sin justa causa e impe-riosa necesidad; y tan lejos estaba de ambicionar elacrecentamiento del Imperio o de su gloria militar,que oblig a algunos reyes brbaros a jurarle, en eltemplo de Marte Vengador, permanecer fieles a lapaz que le pedan. Tambin exigi a algunos de ellosun nuevo gnero de rehenes, esto es, mujeres, porquehaba observado que se estimaban en poco los hom-bres dados en este carcter. Sin embargo, dejabasiempre a sus aliados la facultad de retirar sus rehenescuando quisieran; y nunca castig sus frecuentessublevacionesy sus perfidias ms que vendiendo susprisioneros, a condicin de que no serviran en pa-ses vecinos ni seran libres antes de treinta aos. Lareputacin de virtud y moderacin que esta conduc-ta le proporcion, determin a los indos y escitas, delos que solamente se conoca entonces el nombre, asolicitar por medio de embajadores su amistad y ladel pueblo romano. Tambin los partos le cedieronfcilmente la Armenia, que reivindicaba, devolvin-dole adems, a peticin suya, las enseas militaresarrebatadas a M. Craso y a M. Antonio, y ofrecin-dole rehenes; en fin, muchos prncipes que desdeantiguo se disputaban entre s el mando, reconocie-ron al que l design.

    XXII. El templo de Jano Quirino, que solamentehaba estado cerrado dos veces desde la fundacin deRoma, lo estuvo tres entonces; en tiempo muchoms corto, por estar asegurada la paz por mar y tie-Octavio Augusto, escultura de Gonzlez Macas en Gijn.

  • rra. Dos veces entr en Roma con los honores de laovacin, una despus de la guerra de Filipos, y la otra despus de la guerra de Sicilia. Celebr con trestriunfos curules sus victorias de Dalmacia, Actium yAlejandra, y cada triunfo dur tres das.

    Relaciones polticas

    LVIII. Se le confiri el ttulo de Padre de la patria porconsentimiento unnime; en primer lugar por laplebe, que a este efecto le mand una diputacin aAucio y que, a pesar de su negativa, se lo di porsegunda vez en Roma, saliendo a su encuentro, conramos de laurel en la mano, un da en que iba al tea-tro; despus, en el Senado, no por decreto o aclama-cin, sino por voz de Valerio Messala, quien le dijoen nombre de todos sus colegas: Te deseamos,Caesar Augusto, todo lo que pueda contribuir a tufelicidad y a la de tu familia; esto es desear al mismotiempo la eterna felicidad de la Repblica y la pros-peridad del Senado, que, de acuerdo con el puebloromano, te saluda Padre de la patria. Augusto, conlgrimas en los ojos, contest en estos trminos querefiero textualmente como los de Mesala: Llegadoal colmo de mis deseos, padres conscriptos, qupoda pedir ya a los dioses inmortales, sino que pro-longuen hasta el fin de mi vida este acuerdo de vues-tros sentimientos hacia m?.

    LIX. Por suscripcin se elev una estatua, cerca de lade Esculapio, a su mdico Antonio Musa, que lehaba curado de una enfermedad peligrosa. Muchospadres de familia impusieron a sus herederos, en eltestamento, que ofreciesen en el Capitolio un sacrifi-cio solemne, cuyo motivo, que deba ser anunciadopblicamente, era dar gracias al cielo, en su nombre,porque Augusto les haba sobrevivido. Algunas ciu-dades de Italia comenzaron el ao por el da en quehaba ido a ellas por primera vez. La mayor parte delas provincias, adems de templos y altares, fundaronen honor suyo juegos quinquenales en casi todas lasciudades.

    Personal

    LXXII. Augusto fu muy moderado en sus demscostumbres y estuvo al abrigo de toda censura. Pri-meramente habit cerca del Foro antiguo, sobre laescalera de los orfebres, en una casa que perteneci alorador Calvo. Despus ocup en el monte Palatinola casa, no menos modesta, de Hortensio, que ni eraespaciosa ni estaba adornada, porque eran estrechas yde piedra comn sus galeras y no haba mrmol nimosaicos en las habitaciones. Acostse durante msde cuarenta aos, en invierno y verano, en la mismacmara, y pas siempre el invierno en Roma, aunquetena experimentado que el aire de la ciudad era con-trario a su salud en esa estacin. Cuando tena quetratar algn asunto secreto o quera trabajar sin quele interrumpiesen, se encerraba en la parte superiorde su casa, en un gabinete que llamaba Siracusa o sutaller, o bien se retiraba a una casa de campo inme-diata, o a casa de cualquiera de sus libertos. Cuandose encontraba enfermo iba a acostarse a casa de Me-cenas. Los retiros que le agradaban ms eran los in-mediatos al mar, como las costas e islas de la Campa-nia, o bien los pueblecitos situados cerca de Roma,como Lanuvio, Preneste, Tbur, lugar este ltimodonde frecuentemente administr justicia bajo elprtico del templo de Hrcules. No gustaba de lascasas de campo demasiado grandes y costosas, e hizoarrasar hasta los cimientos una quinta, cuya cons-truccin haba costado enormes cantidades a su nietaJulia. En las suyas, que eran muy sencillas, se cuidabamenos de las estatuas y pinturas que de las galeras,bosquecillos y cosas cuyo valor dependiese de su ra-reza o antigedad, como los huesos de animales demagnitud colosal que se ven en Capri, y a los que seda el nombre de huesos de gigantes y armas de los h-roes.

    De Suetonio, Vidas de los doce csares

  • Calisto

    El mito

    El mito de Calisto es de origen arcadio. Calistoestaba consagrada a la diosa Artemisa (diosa de lacaza), por lo que era virgen y pasaba con suscompaeras en el bosque cazando.Jpiter se enamor de Calisto en el momento enque la vio. Sin embargo, como saba que Calistolo rechazara si intentaba acercrsele como hom-bre, Jpiter tom la forma de Diana para poseer-la. La unin de Jpiter y Calisto tuvo como frutoa rcade.Al darse cuenta Calisto de su estado, trat deocultar el embarazo, pero un da, Diana y suscompaeras decidieron tomar un bao en unafuente y cuando Calisto se desnud, todas se die-ron cuenta de que estaba embarazada.

    Este hecho fue considerado como una falta porparte de Diana, que indignada la expuls delgrupo y la convirti en osa.La transformacin posee diversas interpretacio-nes, pues segn unos autores se debi a los celosde Hera (esposa de Jpiter), quien le habra pedi-do a Diana el cambio de Calisto como castigo oincluso habra realizado ella misma la metamor-fosis. Cuando Calisto muri, Jpiter, para resarcir a labella joven de la que se haba enamorado y por-que saba que todo era culpa suya, la convirti enla constelacin la Osa Mayor.

    Diana acaba de descubrir el embarazo de la ninfa Calisto. Diana y Calisto, de Rubens. Museo del Prado, Madrid.

  • Texto:

    Calisto

    Por su lado el padre omnipotente recorre las enor-mes murallas del cielo e inspecciona que nada debili-tado por la violencia del fuego pueda derrumbarse.Despus de que las ha visto firmes y con su vigorhabitual, observa atentamente la tierra y los trabajosde los hombres; sin embargo, su ms celosa preocu-pacin es su Arcadia y restituye las fuentes y los rosque an no se atrevan a deslizarse, proporciona cs-ped a la tierra, hojas a los rboles y ordena que rever-dezcan los mutilados bosques. Mientras va y vuelveapresurado, se qued prendido en una doncella deNonacris y los fuegos amorosos recibidos ardieronbajo sus huesos. No era trabajo de esta suavizar lalana estirndola ni alterar sus cabellos con el peinado;despus de que una fbula haba sujetado su vestido yuna blanca banda sus descuidados cabellos y habacogido ya la pulida jabalina, ya el arco, era un solda-do de Febe, y no pis el Mnalo ninguna ms grata aTrivial que ella; pero ninguna influencia es duradera.

    El sol bien alto ocupaba un espacio ms all delmedioda, cuando aquella penetr en un bosque queno haba talado ninguna poca: aqu quit de suhombro la aljaba, destens el arco flexible y estabatumbada en el suelo, que haba cubierto la hierba, yoprima la aljaba de vivo colorido con su cuello colo-cado encima. Cuando Jpiter la vio cansada y librede guardin, dijo: Ciertamente, mi mujer ignoraresta correra, o, si llega saberlo sus rias son, oh,son de tanto peso! Enseguida adopta el aspecto yel ropaje de Diana y dice: Oh doncella, miembrodestacado de mi cortejo, en qu colinas has cazado?La muchacha se levanta del csped y dice: Salvediosa, mayor que Jpiter a mi juicio, aunque lmismo me escuche. Se re y escucha y se alegra deser preferido a s mismo y le da besos no suficiente-mente moderados y que no deben ser dados as poruna doncella. Cuando intentaba contar en qu bos-que haba cazado, se lo impide l con un abrazo y se

    se descubre no sin culpa. Por supuesto ella, por con-tra, cuanto puede una mujer (ojal la hubieras visto,Saturnia, hubieras sido ms blanda!), ella por supues-to pelea; pero, a quin poda vencer una muchachao quin poda vencer a Jpiter? Jpiter se dirige ven-cedor al elevado cielo: para ella son motivo de odio elbosque y la cmplice arboleda; al regresar de all, seolvid casi de coger la aljaba y las flechas y el arco quehaba colgado.

    He aqu que, entrando Dictina acompaada de susquito por el alto Mnalo y orgullosa por la matan-za de las fieras, dirige a ella su mirada y una vez vistala llama: huye al or su nombre y en principio temeque Jpiter est en ella; pero despus de haber vistoque las ninfas caminan a su lado, se da cuenta de queel engao est lejos y se aade al nmero de estas.Ay, qu difcil es no confesar en el rostro la culpa!Apenas levanta del suelo los ojos y no se pega al cos-tado de la diosa, como antes sola, ni es la primera detodo el tropel, sino que calla y con su rubor da sea-les de su honra herida, y, si no fuera porque es unadoncella, Diana poda haber conocido la culpa pormil indicios; cuentan que las ninfas lo advirtieron.

    Volvan a salir los cuernos de la luna en su novenocrculo cuando la diosa, desmadejada por cazar bajolos fuegos de su hermano, encontr un fresco bos-que, del que, deslizndose con un murmullo, bajabaun ro y remova finas arenas: despus de alabar elparaje, toc con su pie la superficie del agua y, ala-bndola tambin, dice: Est lejos cualquier testigo;baemos nuestros cuerpos desnudos introducindo-los en la lquida corriente. Enrojeci la Parrside;todas se quitan las ropas: solo una busca dilacin; ala que vacila le quitan el vestido y, quitado este,quedo al descubierto, a la vez que el cuerpo desnudo,su delito. Cuando aturdida pretenda ocultar con susmanos el vientre, Vete lejos de aqu le dijo Cintiay no mancilles estas sagradas fuentes ! y le ordenapartarse de su cortejo.

  • La esposa del gran Tonante haba conocido esto yahaca tiempo y haba aplazado el cruel castigo para elmomento oportuno. No hay ningn motivo dedemora, y ya el nio Arcas (de esto mismo se quejJuno) habla nacido de su rival; tan pronto como diri-gi all su encolerizada mente y su vista, dijo:Claro, tambin te faltaba esto, adltera, ser fecun-da y que con tu parto se hiciese evidente el ultraje yse atestiguara la deshonra de mi Jpiter! No lo lleva-rs sin castigo, pues te quitar esa figura con la que,insolente, te gustas a ti y con la que gustas a mi mari-do.

    Dijo, y, ponindose frente a ella, la agarr de loscabellos de la frente y la tendi en tierra boca abajo;alargaba ella sus brazos suplicante: los brazos empe-zaron a erizarse de negras cerdas y a curvarse susmanos y a alargarse en prensiles uas y a hacer elpapel de patas y la boca, alabada en otro tiempo porJpiter, se deforma en grandes fauces; y, para que susplegarias y palabras suplicantes no dobleguen los ni-

    mos, se le arrebata la posibilidad de hablar: una vozcolrica y amenazadora y llena de terror sale de suronca garganta. Sus antiguos pensamientos permane-cen (incluso permanecen en la convertida en osa) y,atestiguando con su continuo gemido su dolor,levanta al cielo y a los astros sus manos tal comoestn y se da cuenta de la ingratitud de Jpiter, aun-que no pueda decirlo. Ah, cuntas veces, no atre-vindose a descansar en el solitario bosque, ante sucasa y por los campos en otro tiempo suyos anduvoerrante! Ah, cuntas veces fue empujada a travs delos roquedales por los ladridos de los perros y la caza-dora huy de los cazadores aterrada de miedo! Muya menudo se escondi, al ver a las fieras, olvidandoqu era, y la osa se horroriz con los osos vistos en losmontes y, aunque su padre estuviera entre ellos,temi a los lobos.

    De Ovidio, Metamorfosis II, vv. 400 y ss.

    Encuentro de Jpiter y Calisto. Sala del Olimpo en palacio Marqus de Santa Cruz,Ciudad Real.

  • Cupido y Psique

    Eros y Psique, de Franois Grard, Museo del Louvre, Pars.Grard, pintor romntico inmortaliz el primer beso de amor

    entre Cupido y Psique en este leo de 1797.

    Texto:

    Cupido y Psique

    Era ya de noche; haba llegado el marido, y despusde unas escaramuzas en amorosa lucha, cay sumidoen profundo sueo. Psique, entonces, en constanteduda, pero sostenida por la fuerza del destino, reco-br las suyas, de manera que al coger la lmpara y lanavaja, su debilidad se transform en audacia. Alalumbrar con el pbilo de la lmpara los secretos dellecho, vio la ms apacible y dulce fiera de todas lasposibles: era el propio dios Cupido hermosamentedormido, a cuya vista hasta la luz de la lmpara seaviv, recrendose, y relumbr la navaja de sacrlegofilo. Psique, disuadida por la aparicin, cay de rodi-llas, lvida y trmula, procurando esconder el arma,pero en su propio pecho; y lo hubiera conseguido, sino se le hubiera cado el acero, horrorizado de la infa-mia que iba a cometer. Abatida y sin salida ninguna,se puso a contemplar por largo rato la perfeccin deldivino rostro, y fue reanimndose poco a poco:observaba la abundancia dorada de la cabellera per-fumada con ambrosa, la blanca frente, las rosadasmejillas surcadas de cabellos rizados esparcidos enmechones, en cada hacia adelante unos, hacia atrsotros, a cuyo resplandor la misma llama de la lmpa-ra palideca. En la espalda del dios volador blanquea-ban unas alas hmedas como flores palpitantes en lasque, aunque en reposo, jugueteaban revoltosos unosplumones tiernos y delicados en constante temblor.El resto del cuerpo era tan terso y hermoso, que niVenus podra lamentarse de haberlo parido. Al piemismo del lecho reposaban el arco, el carcaj y las fle-chas, las armas todas de ese gran dios.

    Mientras Psique, con su insaciable curiosidad, tenta-ba admirada las armas de su marido, sac una flechadel carcaj, y al palpar la afilada punta con la yema delpulgar, le temblaron las manos y se pinch lo sufi-ciente como para que unas gotas de sangre rodaranpor la piel, y as, sin darse cuenta, cay rendidamen-te enamorada de Amor. En ascuas de deseo cada vez

    mayores por el propio Deseo, se ech sobre l apasio-nadamente, y se puso a acariciarle con imprudentesbesuqueos, procurando no turbar la profundidad desu sueo. Y mientras fluctuaba entre la ebriedad deplacer tan grande, y la excitacin, la lmpara, quinsabe si por traicin, o por la envidia de tocar tambinella un cuerpo tan bello, o por los propios movimien-tos, dej caer sobre el hombro derecho del dios unagota de aceite ardiendo.

  • Oh, lmpara audaz y temeraria, esclava vil del amor,que has osado quemar al mismo dio del fuego, cuan-do seguramente te invent un amante para gozar porms tiempo, de noche, del objeto de sus deseos. Laquemadura despert al dios, y al darse cuenta de quehaban traicionado su confianza, se desembaraz delos abrazos y de los besos de su desgraciada mujer sindecir palabra. Psique se agarr con ambas manos a lapierna derecha del que se iba volando, como compa-era digna de lstima en aquel viaje hacia las alturas,pegada a l con todas sus consecuencias a travs de lasnubes y del espacio, hasta que, agotada, cay al suelo.

    Pero el amante dios no la dej tirada, sino que fuevolando hasta un ciprs cercano, y, profundamenteconmovido, le dijo as desde lo alto:Estoy yo, cndida Psique, desobedeciendo las rde-nes que mi madre Venus me haba dado, de que tehiciera arder de amor por el ms miserable de loshombres para unirte a l en indigno matrimonio, alpreferir ser yo mismo tu amante, y solo ahora me hedado cuenta de que he actuado a la ligera, porquesiendo como soy el fogoso sagitario, me he heridocon mis propias flechas hacindote mi mujer, paraque t me tomes por un animal, e intentes cortarme con un cuchillo la cabeza, la misma que alberga unosojos que te adoran. Y te deca que te precavieras con-tra estas cosas, y te lo volv a repetir constantemente-con benevolencia. Esas magnficas consejeras que tie-nes son las que habrn de pagar con rigor las conse-cuencias de su maligna trama. A ti te voy a castigarsolamente con mi huida.Y, al terminar de hablar, levant el vuelo hacia las

    alturas.

    De Apuleyo, El asno de oro V, 22-25

    Psique reanimada por el beso de amor, de Antonio Canova,Museo del Louvre, Pars.

  • El mito de Cupido y Psique

    Segn la leyenda, inmortalizada por Apuleyo en suMetamorfosis (El asno de oro), Psique era la menor yms hermosa de tres hermanas, hijas de un rey deAnatolia. Venus, celosa de su belleza, envi a su hijoCupido para que le lanzara una flecha de oro oxida-do, que la hara enamorarse del hombre ms horribleque encontrase. Sin embargo, Cupido se enamor deella y lanz la flecha al mar; cuando Psique se dur-mi, se la llev volando hasta su palacio.Para evitar la ira de su madre, una vez que tiene aPsique en su palacio, Cupido se presenta siempre denoche, en la oscuridad, y prohbe a Psique cualquierindagacin sobre su identidad. Cada noche, en laoscuridad, se amaban. Una noche, Psique le cont asu amado que echaba de menos a sus hermanas yquera verlas. Cupido acept, pero tambin le advir-ti que sus hermanas querran acabar con su dicha. Ala maana siguiente, Psique estuvo con sus herma-nas, que le preguntaron, envidiosas, quin era sumarido. Psique les confes que realmente no sabaquin era. As, las hermanas de Psique la convencie-ron para que en mitad de la noche encendiera unalmpara y observara a su amado, asegurndole quesolo un monstruo querra ocultar su verdadera apa-riencia. Psique les hace caso y enciende una lmpara

    para ver a su marido. Una gota de aceite hirviendocae sobre Cupido, que despierta y abandona, decep-cionado, a su amante.

    Psique qued sumide en una profunda tristeza y,apenada por la ausencia de Cupido, comenz su bs-queda y se encontr con su suegra, la cual le pusotodas las trabas del mundo para que su objetivo fra-casase. Venus le dice que para recuperar el amor de suhijo deba primero realizar cuatro tareas, casi imposi-bles para un mortal, que sin embargo Psique realizcon encomiable esfuerzo e inestimables ayudas.

    La primera prueba consisti en separar las semillas detrigo, amapolas, mijo y otras plantas de un granmontn de semillas. Psique quedo sola y, sentada,contempl el monton de semillas. No caba en sucabeza la crueldad de esta orden que la desorientaba.adems, le pareca intil ponerse a realizar un traba-jo de tan difcil ejecucin. Su situacin suscit la pie-dad de las ms pequeas de las criaturas, las hormi-gas. Todas acudieron en masa y trabajaron afanosa-mente separando y amontonando, y lo que fue unmontn informe se convirti en una serie de mon-toncillos bien ordenados, compuestos cada uno poruna variedad de semilla. As lo encontr Venus a suregreso, y al verlo se puso furiosa.

    Psique recogiendo la lana de loscorderos. Castillo de Sully-sur-Loire.

    Tapiz del siglo XVI.

  • As que le encarg un segundo trabajo: llevar a ladiosa un poco de la lana de oro de unos corderos quese hallaban junto a un ro. Cuando la joven, extenua-da, lleg junto a la corriente de agua, intent lanzar-se en ella y terminar as sus penas. Pero al inclinarseoy una dbil voz que pareca salir del suelo. Baj losojos y not que la voz provena del rosal. Le decanque no deba ahogarse, pues las cosas no se le presen-taban mal. Los corderos estaban muy nerviosos yalborotados, pero si Psique esperaba un momento enque por la tarde salan de sus rediles para descansar yabrevar a la orilla del riachuelo, solo tendra queentrar en los corrales y recoger los copos de lanaenganchados en las zarzas. As habl el dulce y gentilrosal, y Psique siguiendo su consejo recogi grancantidad de hilos de oro para su cruel duea. Venusla recibi con helada sonrisa. As habl el dulce y gentil rosal, y Psique siguiendosu consejo recogi gran cantidad de hilos de oro parasu cruel duea. Venus la recibi con helada sonrisa.Le encargo entonces un tercer trabajo: ir a la lagunaEstigia a por un poco de agua. Era la prueba msdura que le haban impuesto. Psique se dio cuenta al

    llegar a la cascada. Las rocas que la rodeaban eranescarpadas y deslizantes; el agua se precipitaba porlugares tan abruptos que solo una criatura aladapoda aproximarse. Y efectivamente, un guila laayud. Planeaba con sus enormes alas por los alrede-dores cuando vio a Psique y se compadeci de ella.Con su pico le arrebat el frasco de sus manos, lollen de agua negra y se lo devolvio.

    Como cuarto trabajo, Venus exige a Psique que vayaa buscar un cofre al Hades. Cuando consigue llegarall, despus de encontrarse con barquero Caronte,Proserpina, diosa de la ultratumba, le dice que lo quehay en el cofre es solo para Venus. Psique, tentadapor el poder que podra darle lo que haba en esecofre, olvida que la curiosidad ya haba arruinadouna vez su vida, y lo abre, pero en vez de encontrarpoder, encuentra sueo eterno. Psique cae en la hier-ba, dormida para toda la eternidad, pero Cupido,apiadado, la rescata y soluciona las cosas.

    Tiempo despus, Venus y Psique hacen las paces, ypermanecen junto con Cupido en el Olimpo.

    Psique en la barca de Caronte. Castillo de Sully-sur-Loire.Tapiz del siglo XVI.

  • Eneas

    El protagonista mtico

    El asunto de esta obra, el ms extenso de los poe-mas picos latinos, compuesta por PublioVirgilio Marn, ms conocido por Virgilio, en elsiglo I a.C., es la empresa confiada por los hadosal piadoso Eneas, de fundar una nueva Ilin ensuelo latino. Es, pues, la tradicin potica del ori-gen del pueblo romano y est inspirada en lospoemas homricos, viniendo a ser como una sn-tesis o fusin de la Odisea y la Ilada.

    Mujeres de Troya prendiendo fuego a la flota, de Claudio de Lorena, Metropolitan Museum, Nueva York.

    El protagonista del poema es Eneas, hroe troya-no, hijo de Anquises y de Afrodita (Venus), prn-cipe de los drdanos que fue criado por lasDradas, a quienes lo confi su madre, y educa-do por el centauro Quirn. Por una serie de cir-cunstancias favorables, Eneas lleg a ser una delas figuras legendarias ms importantes de laantigedad grecorromana, un verdadero predes-tinado, a quien favorecan Jpiter, Febo, Venus,Neptuno y, al final, la propia Juno, que habasido su enemiga.

  • Eneida

    Eneas se distingui por su valenta, su sabidura y supiedad en la guerra de Troya, aunque en un principiono particip en ella. Los primeros seis libros del poema virgiliano, queconsta de doce, refieren las peregrinaciones del hroe,constituyendo, por as decirlo, su Odisea; y los otrosseis, en que se cuentan sus afanes y batallas en elLacio, vienen a semejar la Ilada.Virgilio escribi la Eneida con el objeto de halagar alpueblo latino, demostrndoles que sus reyes descen-dan de ese gran prncipe troyano. En ella vemoscmo los griegos consiguieron destruir la ciudad deTroya gracias a la inteligencia de Ulises, quien tuvo laidea de construir el enorme caballo de madera, den-tro del cual se escondieron los soldados griegos. Esta mole tan extraa fue conducida sobre ruedashasta las puertas de Troya y abandonada all. Luegolos dems soldados griegos volvieron a sus barcos,haciendo ver que se alejaban, como si estuvieran can-sados de la guerra. La curiosidad de los troyanos fuelo que los perdi, pues salieron de la ciudad e intro-dujeron en ella al caballo de madera. Durante lanoche salieron del artilugio los soldados griegos, sor-prendiendo a los troyanos, mientras el resto del ejr-cito, que haba aparentado marcharse, retroceda ypenetraba en la ciudad. Troya ardi por los cuatrocostados y sus habitantes fueron muertos o huyeron.La hermosa Helena, que haba sido causa de la con-tienda, fue restituida a su esposo Menelao, y as ter-min el famoso sitio. La Eneida empieza con la descripcin de una terribletempestad que sorprende a Eneas, quien, despus dela cada de Troya, haba reunido algunos hombres y,hacindose a la mar, lleg a Italia al cabo de sieteaos. Durante la gran tempestad naufragan algunosde los barcos; pero el suyo y seis ms arriban a unpuerto del frica, en la rica y esplndida regin deCartago, a cuya reina, Dido, cuenta la cada de Troyay el ardid del caballo de madera de que acabamos dehablar. Tambin le describe sus diferentes viajes, des-de su huida hasta su llegada a Cartago. Dido no pue-

    de menos que admirar al noble prncipe, y deseacasarse con l; pero Eneas abandona a Cartago, sinque puedan retenerle los agasajos de la reina. Esta,desesperada, se suicida. Despus de levar anclas conrumbo a Sicilia, donde celebra funerales en memoriade su padre, visita Eneas los Campos Elseos, que sonel lugar donde los antiguos crean que iban las almasdespus de la muerte, y all encuentra a su padre,quien le hace ver la raza de hroes que descender deEneas y que gobernar al pueblo latino conforme alos principios de la tradicin heroica. Eneas parte denuevo, y llega a la tierra del Lacio, en Italia, cuyo rey,Latino, lo agasaja y promete concederle por esposa asu nica hija, Lavinia, heredera de la corona. Perootro prncipe, llamado Turno, rey de los rtulos, unpueblo latino, est enamorado de ella. Estalla enton-ces la guerra entre troyanos y rtulos, en la cual tie-nen lugar varias sangrientas batallas, y, al final, pare-ce que los troyanos van a ser derrotados. Pero Eneas, que ha recibido un escudo hecho porVulcano, y en el cual se hallan simbolizados las futu-ras glorias y triunfos de la nacin romana, vuelve alcombate y cambia la suerte de la guerra. En la ltimabatalla debe tener lugar un duelo entre Eneas yTurno; pero los soldados de este consiguen herir alprncipe troyano. Sin embargo, Eneas es curado de laherida por su madre Venus, y, despus de curado,obliga a Turno a batirse con l y consigue matarlo. Yas termina la Eneida.

    Los griegos se esconden en el caballo de Troya. Esmalte deLimoges, Museo del Louvre, Pars.

  • Texto:

    Eneas

    Era la noche, y los fatigados cuerpos disfrutaban enla tierra apacible sueo; descansaban las selvas y losterribles mares. Era la hora en que llegan los astros ala mitad de su carrera, en que callan los campos, y enque los ganados y las pintadas aves, y lo mismo losanimales que habitan en los extensos lagos que losque pueblan los montes, entregados al sueo en elsilencio nocturno, mitigaban sus cuidados y olvida-ban sus faenas. No as la desventurada Dido, a cuyosojos nunca llega el sueo, a cuyo pecho nunca llegael descanso, antes la noche redobla sus penas y reani-ma y embravece su amor, mientras su corazn fluc-ta en un mar de iras. Prase al fin, y hablando con-sigo misma revuelve en su mente estos pensamientos:Qu debo hacer?, he de exponerme a que se burlende m mis antiguos pretendientes? Solicitar supli-cante el enlace con esos Nmadas, a quienes tantasveces desde por esposos? Seguir por ventura laarmada troyana y me someter cual esclava a las

    rdenes de los Teucros? A fe que debo estar satisfe-cha de haberles dado auxilio y que guardan buenamemoria y gratitud insigne de los favores recibidos!Pero me lo permitiran acaso, aun cuando yo quisie-ra? Me recibiran en sus soberbias naves, sindolesaborrecida? Ignoras, ay, miserable!, no conocestodava los perjuros de la raza de Laomedonte? Qudebo hacer, pues? Acompaar sola y fugitiva a esossoberbios mareantes, o me unir a ellos seguida demis Tirios y de mis pueblos todos? Expondr denuevo a los azares del mar, de nuevo mandar dar alviento la vela, a los que con tanto afn arranqu de laciudad sidonia? No!, muere ms bien, como mere-ces, y aparta el dolor con el hierro. T, la primera,hermana; t, vencida de mis lgrimas y de mi ciegapasin, me has trado estas desgracias y me has entre-gado a mi enemigo! Pluguiera a los dioses que ino-cente y libre hubiera vivido, como las fieras, sin pro-bar tan crueles angustias! Ojal hubiese guardado lafe prometida a las cenizas de Siqueo! Tales lamentoslanzaba Dido de su quebrantado pecho.

    Salida de Eneas de Cartago, de Benito Manuel Agero, Museo de Prado, Madrid.

  • Decidido ya a partir, y todo dispuesto, durmiendoestaba Eneas en su alta nave, cuando vi la imagendel mismo numen que ya antes se le haba aparecido;imagen en un todo semejante a Mercurio, por la voz,por el color, por su rubio cabello y juvenil belleza, yde nuevo se le figur que le hablaba as: Hijo de unadiosa y puedes dormir en este trance?, no ves lospeligros que para lo futuro te rodean? Insensato!, nooyes el soplo de los cfiros bonancibles? Resuelta amorir, Dido revuelve en su mente engaos y malda-des terribles, y flucta en un mar de iras. No preci-pitas la fuga mientras puedes hacerlo? Pronto vers lamar cubrirse de naves y brillar amenazadoras teas;pronto vers hervir en llamas toda la ribera si te cogela aurora detenido en estas tierras. Ea, ve!, no msdilacin! La mujer es siempre voluble. Dicho esto,se confundi con las sombras de la noche.Aterrado Eneas con aquellas repentinas sombras, searranca al sueo y hostiga a sus compaeros, dicin-doles: Despertad al punto, remeros, y acudid avuestros bancos. Pronto, tended las velas! Por segun-da vez un dios, enviado desde el alto ter, me insta aacelerar la fuga y a cortar los retorcidos cables.Quienquiera que seas, poderoso dios, ya te seguimos,y por segunda vez obedecemos jubilosos tu mandato.Oh!, asstenos propicio y haz brillar para nosotrosen el cielo astros favorables! Dijo, y desenvainandola fulmnea espada, corta de un tajo las amarras. Suardor cunde en todos al mismo instante; todos seapresuran y se precipitan, todos abandonan las pla-yas; desaparece la mar bajo las naves; a fuerza de re-mos levantan olas de espuma y barren los cerleosllanos.

    Ya la naciente Aurora, abandonando el dorado lechode Titn, inundaba la tierra de nueva luz, cuando vila Reina desde la atalaya despuntar el alba y alejarseen orden la armada; vi tambin b desierta la playa yel puerto sin remeros; y golpendose tres y cuatro ve-ces el hermoso pecho y mesndose el rubio cabello:Oh, Jpiter!, exclam, se me escapar ese hombre!,ese advenedizo se habr burlado de m en mi propioreino! Y los mos no empuarn las armas, no sal-drn de todas partes a perseguirlos, y no arrancarnlas naves de los astilleros? Id, volad, vengan llamas,

    dad las velas, manos a los remos... Qu digo?, dn-de estoy?, qu desvaro me ciega? Dido infeliz!,ahora adviertes su maldad!, valiera ms que la advir-tieras cuando le dabas tu cetro. Esa es su palabra, esasu fe, ese es el hombre de quien cuentan que llevaconsigo sus patrios penates y que sac de Troya sobresus hombros a su anciano padre! No pude apoderar-me de l y despedazar su cuerpo y dispersarlo por lasolas, y acuchillar a sus compaeros y al mismo Asca-nio, y ofrecerle por manjar en la mesa de su padre?...Tal vez en esa lid la victoria hubiera sido dudosa... Yque lo fuese! Destinada a morir, qu tena yo que te-mer? Yo hubiera llevado las teas a sus reales, hubieraincendiado sus naves y exterminado al hijo y al padrecon toda su raza, y a m misma sobre ellos... Oh sol,que descubres con tu luz todas las obras de la tierra,y t, oh, Juno, testigo y cmplice de mi desgracia!Oh, Hcate, por quien resuenan en las encrucijadasde las ciudades nocturnos aullidos! y oh, vosotras,Furias vengadoras, y, oh, dioses de la moribunda Eli-sa, escuchad estas palabras, atended mis splicas yconvertid sobre esos malvados vuestro numen venga-dor!

    De Virgilio, Eneida IV, vv. 522 y ss.

    Muerte de Dido, miniatura de un cdice del siglo XV.

  • Enone y Paris

    Quines eran Enone y Paris?

    Paris, hijo de Hcuba y Pramo, el rey de Troya,viva en las laderas del monte Ida y no en palacioporque un orculo haba advertido que l sera lacausa de la destruccin de Troya. Pramo habaordenado que lo mataran, pero Hcuba lo evitentregndolo a unos pastores, en el monte Ida.

    Cuando Paris era ya un apuesto joven, mientraspastoreaba en el campo se enamor de Enone,una ninfa hija del ro Cebren. Paris y Enone secasaron y tuvieron un hijo, Corito.

    Enone avis a Paris para que no navegase en bus-ca de Helena, reina de Esparta, pero no pudopersuadirlo, y le dijo entonces que acudiese a ellacuando fuese herido, pues nadie ms podra cu-rarle.

    Cuando fue mortalmente herido por la flecha deFiloctetes, Paris volvi al monte Ida y suplic aEnone que le curase, pero ella, despechada, seneg y Paris muri. Algunos cuentan que mstarde se arrepinti de no haberle curado y seahorc cuando le hall muerto, pero otros dicenque se suicid arrojndose en la pira funeraria deParis.

    Cartas de las heronas

    Las Heroidas son una coleccin de cartas que es-criben una serie de heronas a los hombres quelas amaron, fueran o no sus esposos y que por di-versas razones se alejaron de ellas.

    En algunos casos, los supuestos destinatariosde esas cartas jams llegan a leerlas. En otros,los hombres contestan al requerimiento de suamada.

    El tono de las cartas es en muchos casos melan-clico y en algunas las heronas rezuman unacierta agresividad y una cierta amargura, como esel caso de la carta de Enone a Paris, porque Eno-ne no comprende que Paris haya preferido echar-se a manos de Helena.

    Enone escribiendo a Paris. Cdice de las Heroidas de Ovidio,Biblioteca Nacional de Pars.

  • Texto:

    Carta de Enone a Paris

    Lees la carta? O te lo impide tu nueva esposa?Lela hasta el fin; no es esta una carta escrita por lamano del de Micenas.

    Yo, Enone, ninfa de las fuentes, muy conocida enlos bosques frigios, ofendida, me quejo de ti, miesposo, si me lo permites. Qu dios puso su poderen contra de nuestros deseos? Qu delito me impideseguir siendo tuya? Todo lo que se sufre merecida-mente, hay que sobrellevarlo con paciencia; pero elcastigo que viene cuando no se merece, viene paracausar dolor.

    No eras t tan encumbrado cuando yo, ninfa naci-da de un caudaloso ro, estaba contenta contigocomo esposa.

    T, que ahora eres hijo de Pramo, eras entoncesno hay por qu avergonzarse de la verdad unesclavo; siendo ninfa, no llev a mal casarme con unesclavo. Muchas veces nos recostamos entre los gana-dos, a la sombra de un rbol, y la hierba, mezcladacon las hojas, nos ofreci lecho; muchas veces, tendi-dos en un colchn de heno amontonado, nos prote-gimos de la blanca escarcha en nuestra humildechoza. Quin te indicaba los sotos apropiados parala cacera y las rocas bajo las que ocultaba la fiera suscachorros? Muchas veces, yendo contigo, tend laspoco tupidas redes de mallas, muchas veces azuc alos rpidos perros por los largos vericuetos de lascumbres.

    Las hayas conservan mi nombre grabado en ellaspor ti y se puede leer Enone escrito con tu cuchi-llo; y cuanto crecen los troncos, tanto crece mi nom-bre. Creced y alzaos para gloria ma. Un lamo blan-co hay, lo recuerdo, plantado a la vera del ro, en elque hay escritas unas palabras que dan testimonio dem. Vive, lamo!, te lo ruego, t que, plantado alborde de la ribera, tienes en tu rugosa corteza estosversos: Cuando Paris pueda respirar lejos de Enone,la corriente del Janto ir en direccin contraria, hacia

    su fuente. Janto, vuelve rpido hacia atrs, y voso-tras, aguas, id en direccin contraria! Que Paris con-siente en abandonar a Enone.

    Aquel da dict mi destino, desgraciada de m;desde entonces comenz el invierno insoportable de

    un amor que me ha vuelto la espalda: cuandoVenus, Juno y Minerva ms hermosa si se hubierapuesto la armadura llegaron a ti desnudas para quelas juzgaras. Atnito palpit mi pecho y un fro tem-blor corri por mis duros huesos, cuando me lo con-taste.

    Consult a ancianas y a viejos de avanzada edad(pues estaba muy asustada); qued claro que se trata-ba de algo funesto. Fue talado el abeto y cortadas lastablas, y una vez preparada la flota, el agua azuladarecibi los calafateados navos. Lloraste al partir; estoal menos no quieras negarlo; ms digno de vergen-za es este amor que el de antes. Lloraste y viste cmolloraban mis ojos; ambos mezclamos entristecidosnuestras lgrimas. No se enlazan as al olmo las videsplantadas junto a l como tus brazos rodearon micuello. Ah!, cuntas veces, cuando te quejabas deque era el viento quien te detena, rieron tus acom-paantes!: el viento era favorable. Cuntas veces vol-viste a besarme, despus de haberme despedido!Cun a duras penas consinti tu lengua en deciradis! Una ligera brisa llama a los lienzos colgados del firme mstil y el agua encanece al batirla losremos. Sigo, infeliz de m, con mis ojos, hasta dondeme es posible, a las velas que se esfuman y la arena sehumedece con mis lgrimas; y pido a las verdesNereidas que regreses pronto, s: que regreses pron-to para perdicin ma!

    As pues volviste, segn mis deseos, oh t que hab-as de volver para otra. Ay de m!, fui amable: enfavor de una despiadada rival.

    Una escollera natural se asoma al insondable abis-mo; un monte haba en ella, y haca frente a las aguasdel mar. Desde aqu yo, antes que nadie, reconoc lasvelas de tu navo y tuve deseos de ir hacia ti a travsdel oleaje. Mientras me decida, vi el fulgor de la pr-pura en lo alto de la proa. El temor se apoder de m:

  • aquella no era tu vestidura. Se acerca ms el barco y,empujado por la rpida brisa, toca tierra. Con tr-mulo corazn contempl las mejillas de una mujer.Pero eso no era lo nico (por qu, pues, me detenaen mi furia?): tu desvergonzada amiga se apretabacontra tu regazo. Entonces s que romp mis vestidos,me golpe los pechos y surqu mis lacrimosas meji-llas con la dura ua, llenando el sagrado Ida con que-jumbrosos alaridos. All, a mis queridos peascales,me llev estas lgrimas. Que as se angustie Helena yllore, abandonada por su esposo, y que soporte tam-bin ella las desgracias que antes me trajo.

    Ahora te parecen bien mujeres que te sigan a travsde los mares navegables y abandonen por ti a sus leg-timos esposos; pero cuando eras pobre y siendo pas-

    tor apacentabas los rebaos, ninguna sino Enone erala mujer de este pobre. No admiro yo tus riquezas, nime importa tu palacio ni el que se diga de m que soyuna de las muchas nueras de Pramo. Sin embargo,no soy tal que Pramo rehse ser suegro mo, en micondicin de ninfa, ni que Hcuba tenga que aver-gonzarse por ser yo su nuera. Soy digna de ello y esmi deseo convertirme en matrona de un poderoso;tengo manos que podran dignamente empuar elcetro. No me desdees por haberme echado contigosobre hojarasca de haya; soy ms idnea para unlecho de prpura.

    Texto de las Heroidas de Ovidio, vv. 1-60

  • Orfeo y Eurdice

    El mito

    Eurdice era una ninfa y era a la esposa de Orfeo(poeta y msico divino). Orfeo amaba profunda-mente a su esposa.Un da Eurdece fue mordida por una serpiente ymuri. Orfeo, desconsolado la llor, pero su des-esperacin no encontraba consuelo y tom ladecisin de ir en busca de su dulce y amada espo-sa al Hades, la tierra de los muertos.

    Con su dulce canto, Orfeo logr conmover aCaronte, quien le dej atravesar el ro Estige,lmite entre el mundo de los vivos y los muertos.Despus, tambin con sus habilidades artsticasOrfeo convenci a Proserpina y a Plutn de quele permitieran llevarse a Eurdice. Las divinidadessubterrneas aceptaron que se la llevara, a cambiode que Orfeo no mirara a su esposa hasta que lahubiese llevado a la luz del sol.

    Orfeo y Eurdice, de Nicolas Poussin, Museo del Louvre, Pars.

    Entonces, segn lo convenido, Eurdice segua aOrfeo en el camino hacia la luz, y en el momen-to en que estaban a punto de abandonar las oscu-ras profundidades, Orfeo tuvo dudas. As, empe-z a pensar en la posibilidad de que Persfone lohubiera engaado y que Eurdice no viniera trasl, por lo que no pudo soportar la tentacin y sevolvi para mirarla y corroborar que ella venacon l. Cuando esto ocurri, Eurdice fue arras-trada por una fuerza irresistible otra vez hacia elHades. Orfeo, desesperado, intenta ir de nuevo arescatar a su amada, pero esta vez Caronte no selo permite.

    Orfeo regres a la Tierra solo y desamparado ymantuvo fidelidad a su esposa hasta su muerte.

  • Texto:

    Orfeo y Eurdice

    De all se aleja a travs del inmenso ter Himeneo,cubierto por un azafranado manto, y se dirige a lasregiones de los Ccones, y en vano es invocado porla voz de Orfeo. l estuvo presente, es verdad, peroni aport palabras solemnes ni alegre rostro ni felizpresagio. Incluso la antorcha que sostuvo chisporro-te continuamente con humo que produca lgrimasy no alcanz con los movimientos fuego alguno. Elresultado fue ms penoso que el augurio. Pues,mientras corretea por entre la hierba acompaadapor una muchedumbre de nyades, la recin casadamuere tras haber recibido en su taln el mordisco deuna serpiente. Despus de que el poeta rodopeo lallor suficientemente en los aires de arriba, para nodejar de tantear tambin las sombras, se atrevi a ba-jar a la Estige por la puerta del Tnaro y, a travs degentes sin peso y de espectros que haban recibidosepultura, lleg ante Persfone y ante el seor quegobierna los poco atractivos reinos de las sombras y,taendo las cuerdas para entonar un canto, dice as:Oh divinidades del mundo que est colocado bajotierra, al que caemos todos los que somos creadosmortales, si es lcito y permits que, dejando de ladolos rodeos de una boca engaosa, diga la verdad, nohe bajado aqu para contemplar el oscuro Trtaro nipara encadenar la triple garganta, que tiene culebraspor cabellos, del monstruo meduseo; la causa de miviaje es mi esposa, en la que inocul su veneno unavbora al ser pisada y le arrebat sus aos en creci-miento. Puse mi empeo en poder soportarlo y nodir que no lo he intentado: ha vencido el Amor. Es-te es un dios bien conocido en las regiones de arriba;dudo si tambin lo es aqu. Pero con todo conjeturoque aqu tambin lo es y, si no es inventado el rumorde un antiguo rapto, a vosotros tambin os uni elAmor. Por estos lugares llenos de temor, por esteenorme Caos y el silencio del extenso reino, os pido,tejed de nuevo el apresurado destino de Eurdice!Todas las cosas os son debidas a vosotros y, demo-rndonos un poquito, ms tarde o ms pronto nosapresuramos a una nica sede.

    Hacia aqu nos dirigimos todos, esta es la ltima mora-da, y vosotros gobernis los ms amplios reinos del g-nero humano. Tambin ella, cuando en su madurezhaya vivido los aos que por derecho le correspondan,estar bajo vuestra jurisdiccin; como un regalo os pi-do su disfrute. Pues si los hados niegan el permiso a miesposa, tengo la certeza de que no quiero volver: gozaoscon la muerte de los dos. Mientras l deca tales cosasy taa las cuerdas que acompaaban su canto, las al-mas sin sangre lloraban; y Tntalo no trat de alcanzarla huidiza agua, y la rueda de Ixon se qued parada, ylas aves no desgarraron el hgado, y las Blides desaten-dieron sus vasijas, y te sentaste en tu roca, Ssifo. Se di-ce que entonces por primera vez las mejillas de las Eu-mnides, doblegadas por el canto, se humedecieron delgrimas, y ni la real esposa ni el que gobierna las pro-fundidades son capaces de decir que no al que suplica yllaman a Eurdice. Estaba ella entre las sombras recien-tes y avanz con un paso lento a causa de la herida. Elrodopeo Orfeo acogi a esta a la vez que la condicinde no llevar atrs sus ojos hasta salir de los valles delAverno; o habra de quedar sin valor el don.

    Las Metamorfosis

    Las Metamorfosis, obra del poeta Ovidio, sonjunto con la Biblia la obra que ha ejercido mayorinfluencia sobre escritores, poetas y artistas euro