ARTURO ELÍAS JARQUIN MENDOZA -...

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR FACULTAD DE HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA La teoría de la relación de objeto en FreudTESIS ARTURO ELÍAS JARQUIN MENDOZA Carné: 10258-03 Guatemala de la Asunción, enero de 2012 Campus Central

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA

“La teoría de la relación de objeto en Freud”

TESIS

ARTURO ELÍAS JARQUIN MENDOZA

Carné: 10258-03

Guatemala de la Asunción, enero de 2012

Campus Central

UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA

“La teoría de la relación de objeto en Freud”

TESIS

Presentada ante el Consejo de la Facultad de Humanidades

Por:

ARTURO ELÍAS JARQUIN MENDOZA

Previo a optar el título de:

PSICÓLOGO CLÍNICO

En el grado académico de:

LICENCIADO

Guatemala de la Asunción, enero de 2012

Campus Central

AUTORIDADES UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

Rector P. Rolando Enrique Alvarado López, S. J.

Vicerrectora Académico Dra. Lucrecia Méndez de Penedo

Vicerrector de Investigación y Proyección P. Carlos Cabarrús Pellecer, S. J.

Vicerrector de Integración Universitaria P. Eduardo Valdés Barría, S. J.

Vicerrector Administrativo Lic. Ariel Rivera Irías

Secretaria General Licda. Fabiola de la Luz Padilla Beltranena

AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES Decana M.A. Hilda Caballeros de Mazariegos

Vicedecano M.A. Hosy Benjamer Orozco

Secretaria M.A. Lucrecia Elizabeth Arriaga Girón

Directora del Departamento de Psicología M.A. Georgina Mariscal de Jurado

Directora del Departamento de Educación M.A. Hilda Díaz de Godoy

Directora del Departamento de Ciencias de la Comunicación M.A. Nancy Avendaño Director del Departamento de Letras y Filosofía M.A. Ernesto Loukota Representantes de Catedráticos Lic. Ignacio Laclériga Giménez

Representante ante Consejo de Facultad Licda. Melisa Lémus

ASESOR DE TESIS

M. A. Silvia Moino Cárdenas

REVISOR FINAL DE TESIS Dr. Enrique Estrada

A mis padres, quienes creyeron en mí en todo momento

ÍNDICE

RESUMEN 8

I. INTRODUCCIÓN 10

II. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 28

2.1 Objetivos 28

2.2 Unidad de Análisis 29

2.3 Definición de la Unidad de Análisis 29

2.4 Alcances y Límites 30

2.5 Aportes 30

III. MÉTODO 32

3.1 Elementos de Estudio 32

3.2 Técnicas 32

3.3 Procedimiento 33

3.4 Tipo de investigación 34

IV. RESULTADOS 36

4.1 Primer momento teórico El objeto perdido de la pulsión y sus representaciones 37 4.2 Segundo momento Dinámica y topografía del objeto: objetos reales e imaginarios, objetos de deseo 38 4.3 Tercer momento El Yo en posición de objeto del Superyó en la identificación, los objetos de la cultura, superyó y pulsión 39

V. DISCUSIÓN DE RESULTADOS 40

VI. CONCLUSIONES 71

VII. RECOMENDACIONES 73

VIII. BIBLIOGRAFÍA 74

RESUMEN

El presente trabajo, La teoría de la relación de objeto en Freud sintetiza los

diferentes momentos de elaboración de la teoría de la elección de objeto. Se eligió este

concepto por la importancia que tiene en la época los lazos sociales y por la luz que la

teoría freudiana puede dar respecto a otras teorías en la comprensión del mismo hecho.

Se programó un orden de lectura de los textos freudianos de 1905 a 1930

siguiendo un criterio conceptual. Se prosiguió a extraer las elaboraciones de Freud del

concepto y se sintetizaron en una trayectoria donde se evidencia los diferentes aportes

sobre la teoría del objeto. Esto desde una lectura esquematizada en tres momentos

teóricos de la pulsión, pues objeto y pulsión son inseparables.

En el primer momento, en relación a la antítesis pulsiones de autoconservación y

pulsiones sexuales, se extrajo la noción de objeto perdido y la de objeto parcial, que es

aquello con lo que la pulsión intenta satisfacerse. En su recorrido, la pulsión toma como

objeto diferentes zonas del propio cuerpo. El objeto primitivo se refiere a la

representación de la madre que tuvo su origen en el pecho materno y sus rasgos

emergen en la reminiscencia en la adultez en la elección.

En el segundo momento teórico con la antítesis pulsiones de vida –pulsiones de

muerte, Freud establece que el principio del placer está permeado por un placer de otro

orden. La pulsión busca repetir, insiste en reencontrar el objeto perdido por lo cual se

forman series inacabables de sustitutos. Profundiza en la antítesis de objetos reales y

objetos imaginarios: los primeros se refieren a personas, al partenaire sexual, y los

segundos a los objetos de la infancia: la madre o el padre, incluso el sujeto mismo. Así

también, describe los objetos simbólicos y los objetos de deseo inconsciente, a saber:

pene, heces, niño. Por último, Freud muestra que el objeto amoroso estará investido

por la ambivalencia amor-odio desde el yo, objeto primitivo de la libido.

Por último, Freud trabaja el objeto en relación a la primera identificación y a las

demás identificaciones. En este mecanismo el yo se vuelve como el otro tomado como

modelo. Dilucida también sobre la posición de objeto del yo. En el amor el yo toma los

rasgos del objeto, y ante la pérdida o el abandono de éste, el yo se torna objeto de

castigo para el Ideal del yo. En este momento, Freud se refiere también a los objetos

externos del malestar. La cultura quiere frenar la pulsión y para lograrlo presenta varios

objetos como prototipo de la felicidad. Los vínculos humanos, así, están influidos por un

profundo conflicto entre el objeto que se quiere reencontrar por vía de la repetición, la

realidad y los objetos presentados por la cultura.

La trayectoria freudiana realizada ha permitido identificar la estructuración lógica

del trabajo teórico-conceptual de la relación de objeto en Freud. El recorrido a través de

los textos, además, ha permitido concluir que la teoría postfreudiana de las relaciones

objetales está elaborada a partir de ecos de la teoría freudiana.

10

I. Introducción

Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven.

Uno los usa, los pone en un sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más.

Y a mi me tocan; es insoportable.

Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos.

Ahora veo; recuerdo mejor lo que sentí el otro día, a la orilla del mar, cuando tenía el guijarro.

Era una especie de repugnancia dulzona. ¡Qué desagradable era!

Y procedía del guijarro, estoy seguro; pasaba del guijarro a mis manos.

Sí, es eso, es eso; una especie de náusea en las manos.

Jean Paul Sartre, La Náusea

El objetivo del presente trabajo parte del interés por elaborar una síntesis de los

momentos en que Freud desarrolla la elaboración teórico-conceptual de la elección de

objeto, ya que aproximarse a los estatutos constitutivos del objeto freudiano permitirá

conocer los elementos psíquicos que para el sujeto se juegan en su modalidad de hacer

vínculo con los otros (elección de objeto) en la Cultura; así también, extraer una

categoría epistemológica freudiana que permita hacer una lectura de los vínculos

humanos en la época actual.

Es un hecho que los cambios culturales que han tenido lugar, desde principios

del siglo pasado hasta la actualidad, han producido un nuevo tejido en el que los seres

humanos tienen que enfrentar nuevas formas de hacer lazo social. Las

transformaciones por esto generadas a nivel de la subjetividad, han despertado el

interés de investigadores de distintos campos quienes han realizado diversidad de

estudios y análisis en un intento de capturar la esencia de la experiencia humana en

este tipo de transición modernidad-postmodernidad/hipermodernidad al que asistimos.

La enunciación general señala como problemática principal el registro del capitalismo

postindustrial o consumista y la sociedad telemática, por un lado, y el derrumbe de las

filosofías e ideales que posibilitaban hacer el lazo social, por el otro. Ante esta

convergencia sólo queda un vacío inminente, donde “el hombre actual deberá volver a

„conectarse‟, usando esta vez sus propios recursos” (Bauman, 1995 p. 1).

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Desde la teoría psicoanalítica se parte de la premisa de que el sujeto depende

del orden cultural para poder constituirse como tal. Este acontecimiento comprende un

recorrido previo por estadios y eventos constitutivos a los cuales se sumarán otros que,

en su conjunto, marcarán la manera particular en que dicho sujeto llevará a cabo su

elección de objeto. En la obra de Freud, la noción de objeto en referencia a la infancia

no se refiere a personas totales, más bien a objetos pulsionales, pregenitales y, por

tanto, ligados a la satisfacción. Se trata, entonces, de objetos parciales que adquieren

el estatuto de constitucionales y son considerados como “uno de los polos irreductibles,

irrebasables de la pulsión sexual” (Laplanche, p. 260). Ahora bien, aunque Freud

otorgó el estatuto de objeto total al objeto de la elección en la vida adulta, no debe

entenderse éste como un objeto perfeccionado, final, pues en el origen de su

constitución siempre interviene, a manera de precipitación, más de un rasgo de los

distintos objetos parciales propios de la infancia temprana. Es en este sentido que las

formas en que el sujeto realizará el lazo social se complejizan al estar determinadas por

los sucesos constitutivos de la infancia, que se reactivan en la vida adulta.

En el ámbito de la psicología, por otro lado, tiene gran influencia la teoría de las

relaciones objetales para explicar los vínculos humanos. Esta teoría se generó a partir

de la propia lectura que los postfreudianos hicieron del objeto en Freud. Entre estos

teóricos se encuentra Melanie Klein, quien tomó como referencia algunas ideas

freudianas e hizo su propia elaboración, como en el caso de los conceptos de fantasía,

pulsión, el yo, inconsciente, mecanismos de defensa. En este sentido, la teoría de las

relaciones objetales se ubica como una de las variantes de la teoría psicoanalítica

vigentes en la actualidad, pero cuya conceptualización kleiniana del objeto resulta en

algo muy distinto a la del objeto de la pulsión desarrollada por Freud. Así, la forma de

realizar el vínculo en la edad adulta queda casi reducida a determinantes sociales, en

términos de la interacción social con los padres en la infancia.

Con base en los puntos anteriores, además de realizar una síntesis de los

momentos teóricos sobre el objeto, surge la inquietud por situar la teoría freudiana con

respecto al concepto predominante de la relación objetal.

12

Al revisar los trabajos desarrollados en Guatemala no se encontró en ellos una

aproximación a la noción del objeto; por tanto, sólo se vinculan al presente trabajo

desde la base teórica. En la fuentes internacionales, en cambio, se hallaron trabajos y

estudios dentro de la línea freudiana y lacaniana, la cual se posiciona desde un retorno

a Freud, donde se abordaron algunos momentos teóricos del “objeto” en Freud y los

distintos estatutos del objeto a como su función al realizar el lazo social

respectivamente. Así también, se revisaron algunos trabajos desde la teoría de las

relaciones objetales para contrastar los conceptos.

Desde la teoría psicoanalítica, en lo que respecta a las investigaciones

nacionales, Quevedo (2002) elaboró la síntesis de los Momentos Estructurales en la

Constitución del Sujeto. Dicha síntesis fue delimitada por un recorrido conceptual a

través de la obra de Freud y Lacan, para abstraer los acontecimientos que estructuran

al sujeto. Para este trabajo, la autora se apoyó en el método documental bibliográfico,

utilizando fichas bibliográficas y de trabajo, notas de referencia e índices bibliográficos.

La investigación ubica el narcisismo primario en Freud como primer momento

constitutivo de la subjetividad. Luego, se aborda la identificación primaria que resulta en

la génesis del yo ideal que implica la constitución primitiva del sujeto a imagen del otro.

A partir de aquí, se recorren los tres tiempos del Edipo, en cuya trayectoria el niño

desearía ser el único objeto de deseo de la madre. Desde esta posición, el reto del niño

será pasar de la dimensión del ser a la del tener con la consecuente renuncia de la

posición de objeto y la aparición de un sujeto deseante, que a través del lenguaje

intentará significar de diversas formas el objeto de su deseo, el cual se ha tornado

inconsciente. La consecución de esto va a depender de la eficacia de la intervención de

la función del padre, cuya metáfora ocupará el lugar del deseo de la madre. La autora

señala que la forma en que se realice esta metáfora en el niño es esencial ya que de

igual manera marcará las distintas estructuras: la psicosis en caso de su fracaso; la

perversión y las distintas neurosis en caso de su poco o más o menos exitosa

instalación. Esta misma situación posibilitará la aparición del inconsciente y con ello el

surgimiento del Sujeto.

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La autora concluyó su investigación resaltando la relevancia que tiene para la

clínica el saber psicoanalítico acerca de los momentos de estructuración del sujeto. Al

abstraer que el sujeto surge a partir de una pérdida y, por tanto, hay una falta en ser

que le es constitutiva, la investigadora confronta la ilusión de completud, como ideal del

ser humano y que la mayoría de los discursos prometen. Asimismo, se devela la

importancia de la singularidad del Sujeto, ya que existiendo múltiples aspectos y

elementos en juego en la estructuración del mismo, no hay dos sujetos similares. Con

esto, se aluden aspectos diagnósticos, denunciando la tecnología terapéutica

estandarizada y los manuales de clasificación diagnóstica, cuyo saber anticipado sobre

lo que le ocurre al paciente apuntan a la anulación del sujeto. En el psicoanálisis, en

cambio, el saber sobre esta singularidad conduce a la idea del caso por caso y al

diagnóstico estructural, desde el cual “la estructura del sujeto se esclarece en el

conocimiento sobre su constitución” (p. 77). Diferenciando así entre neurosis –histeria y

obsesión –, psicosis y perversión, paso fundamental para establecer la dirección de la

cura y las implicaciones éticas para cada estructura: desautorización de sujetos con

estructura perversa como futuros analistas y evitar el uso del diván para la estructura

psicótica.

Por su parte, Contreras (2000) realizó una Interpretación Psicoanalítica de Tres

Leyendas: "La Siguanaba", "La Llorona" y "La Tatuana", con el fin de contribuir al

conocimiento psicoanalítico a través de estas leyendas guatemaltecas y al mismo

tiempo procurar rescatarlas del olvido. La autora delimitó el curso de su trabajo como de

tipo documental, con la aclaración y exposición de conceptos teóricos, tales como el

Significante, Estructuras Clínicas y el Nombre del Padre. Después introdujo la diferencia

entre sujeto y texto, para establecer con ello las limitaciones que se interponen en la

labor de interpretación cuando se está ante un texto. Enseguida, la autora subrayó que

no se puede determinar que la leyenda constituya tal o cual discurso inconsciente con

sólo interpretarla, pero sí se puede esclarecer los puntos de coincidencia entre una

leyenda y la teoría psicoanalítica. Luego, confrontó los textos desde el psicoanálisis e

identificó qué parte del discurso psicoanalítico podría estar representado en tales

leyendas.

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La autora concluyó que estas leyendas “explican de manera subyacente

conductas humanas” (p. 131). Asimismo, estableció una analogía entre el acto de

interpretar los sueños en Freud y la interpretación de leyendas, a partir de la cual se

pueden obtener ilustraciones para explicar la teoría psicoanalítica. En esta línea, la

autora identificó tres discursos que representan a tres estructuras clínicas del

psicoanálisis. Así, la leyenda de "La Siguanaba" remite a la histeria, "La Llorona" a la

neurosis obsesiva y "La Tatuana" a la estructura psicótica. Por último, la autora subrayó

la vigencia de la interpretación psicoanalítica para dar cuenta de las formas simbólicas

de las culturas. Con base en lo anterior, la autora intentó demostrar que estas leyendas

constituyen otra manera de presentar las estructuras clínicas, esto en un ámbito no

psicoanalítico. Asimismo, dejó abierta la interrogante para futuras investigaciones, en

cuanto a determinar si en efecto, “los hallazgos son o no estructuras subyacentes

presentes en el manejo inconsciente de la población” (p. 141).

Desde esta misma vertiente interpretativa aplicada a la literatura, López (2005)

llevó a cabo el “Estudio de la Neurosis Obsesiva a través de los Personajes de la

Antología Novelística de Ernesto Sábato”. Por lo cual, sus objetivos se situaron primero

en comprobar la presencia de rasgos estructurales de la neurosis obsesiva en los

personajes de la obra de Ernesto Sábato. Después verificó, a través de un recorrido

lineal de dichas obras, si existe similitud en los rasgos estructurales de los caracteres

psíquicos y conductuales en los personajes de las mismas. Con base en estos

objetivos, el autor utilizó el concepto psicoanalítico de neurosis obsesiva para estudiar,

desde el método hermenéutico, a los personajes en la obra de Sábato. Entre los cuales

están Juan Pablo Castel, de El Túnel (1948); Martín del Castillo, Bruno Bassán y

Fernando Vidal Olmos de Sobre Héroes y Tumbas (1961 y 1991); Sábato, Sabato, S. y

Bruno Bassán de Abbadón, El Exterminador (1974). De acuerdo con las conclusiones

del autor, después de aplicar el método se encontraron síntomas de la neurosis

obsesiva en los personajes de Sábato.

Ambéliz (2006), por otro lado, se enfocó en la clínica psicoanalítica de

orientación lacaniana, y realizó un Análisis del Proceso de las Entrevistas Preliminares

(Estudio de Caso desde la Orientación Psicoanalítica). Su objetivo fue analizar el

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proceso de las “entrevistas preliminares” en un caso clínico. En esta línea, y siguiendo

el modelo de estudio de caso único con análisis cualitativo de la información, la autora

procedió a identificar primero los elementos de estas entrevistas en un caso clínico para

después describirlos.

El estudio se llevó a cabo en el Instituto de Psicología de la Universidad Rafael

Landívar, con una paciente de 53 años, tomando en cuenta los siguientes indicadores:

manejo del tiempo, duración del tratamiento y forma de pago. A partir de los registros

de las sesiones, se realizó un análisis para identificar en el discurso de la paciente los

indicadores de los elementos de estudio. Se procedió entonces a elaborar una matriz

de sentido, para registrar y ordenar la información obtenida, respecto a cada elemento

de estudio.

Por último, la autora abstrajo algunos aspectos relacionados al trabajo preliminar

en la orientación lacaniana. Con estos, intentó demostrar que estos elementos están

presentes en la entrevista clínica y depende de la posición del terapeuta el tomarlos o

no en consideración. La autora supuso que logró esclarecer la posición del sujeto

respecto a su deseo, que corresponde a un estado de insatisfacción en sus relaciones

interpersonales. Alcanzó también establecer un diagnóstico tentativo preliminar de

neurosis histérica e intentó propiciar “un cambio de perspectiva de la paciente respecto

a su sufrimiento, que tuvo efectos terapéuticos sobre los síntomas manifestados” (p.

63). Con lo cual, la autora dedujo que la paciente iniciaría un cambio de posición

subjetiva, disminuyendo así su queja hacia los demás, dándose cuenta de lo que ella ha

tenido que ver en las situaciones de las que se quejaba.

Tal como se ha evidenciado, las aproximaciones psicoanalíticas trabajadas en

Guatemala reúnen varios temas de interés, entre ellos: la síntesis de los diferentes

momentos de la constitución del Sujeto dispersos a lo largo de la obra lacaniana, la

interpretación de tres leyendas populares a partir de la teoría de las estructuras clínicas,

la interpretación desde elementos del psicoanálisis de un personaje ficticio de la

literatura. Por último, a partir del modelo de las entrevistas preliminares del psicoanálisis

de orientación lacaniana, se presentaron los resultados del trabajo con una paciente

donde se buscó propiciar la transferencia y la rectificación subjetiva.

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Dentro del ámbito internacional, Boyé (2007) abordó la noción del objeto perdido

en el pensamiento de Freud con el fin de trabajar la problemática de la relación de

objeto. A partir de este objetivo, el autor destacó la oposición de la perspectiva

freudiana a las teorías de la época, las cuales desde una lectura biológica promovían la

adecuación entre sujeto y objeto, en función “de una supuesta analogía entre el „instinto

sexual‟ y el de nutrición” (p. 1). Así también, se destaca que en el pensamiento

freudiano se acentúa una crítica exhaustiva a las teorías que afirman una autonomía del

yo, en tanto capaz de encontrar un objeto adecuado para compensar la necesidad.

A partir del recorrido que en el trabajo se hace de los textos freudianos, se

observa que Freud contrastó la noción común que se tiene de „instinto sexual‟, a saber,

que éste falta por completo en la infancia, y no es sino hasta la maduración de la

pubertad que se da su constitución. Tal instinto está caracterizado por los fenómenos

de atracción entre los sexos y cuyo fin es la cópula sexual. De esta manera, se muestra

como Freud comenzó por derribar esa supuesta linealidad y adecuación biológica entre

el sujeto y el objeto sexual, para lo cual se apoyó en la observación clínica de todo tipo

de desviaciones respecto del objeto sexual (homosexuales, bisexuales, voyeristas,

sádicos, fetichistas etc.).

El trabajo devela al objeto en Freud como la persona de la que emana la

atracción sexual y a la meta o fin sexual al acto al cual empuja la pulsión sexual. Con

esto se advierte que el objeto se circunscribe en la vena de lo pulsional y, por tanto, la

sexualidad del sujeto no puede escapar a la multiforme vía de satisfacción de la pulsión.

De esta manera, se observa cómo Freud llega a la necesidad de investigar cómo es

que la relación de objeto se constituye.

Para el psicoanálisis la constitución del objeto supone una brecha, afirma el

autor, “una diferencia entre un Yo y un no-Yo. El objeto no es algo dado –como afirma

la biología- sino que se constituye en íntima relación con la constitución del sujeto”

(2007, p. 2). Si para Freud el Yo es el primer objeto, entonces es necesario que algo

falte, que algo se pierda, para posibilitar lo que él llamó el reencuentro con el objeto.

Por tanto, de acuerdo con el autor, el problema de la relación de objeto en Freud gira en

torno a la falta de objeto, de la pérdida de objeto, porque sólo desde allí es posible

pensar la relación objetal al modo de un reencuentro.

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Por su parte, Labos (2003) se aproximó al concepto de objeto en psicoanálisis

desde la vertiente de la cura. No se puede teorizar el objeto, de acuerdo con la autora,

sin precisar su construcción, lo cual remite a considerar la estructuración del

inconsciente, que a su vez “encuentra su fundamento en el fenómeno de repetición” (p.

273).

La autora partió de la señal que formula que todo tipo de constitución del mundo

objetal conduce siempre a un esfuerzo por reencontrar el objeto, y “esto es justamente

lo que entra en juego en la repetición” (p. 273). Así, explica que Freud diferencia dos

órdenes totalmente opuestos. Uno sostenido en la reminiscencia, que presupone una

especie de equilibrio entre el ser humano y sus objetos imaginarios y otro por la vía de

la repetición, el cual implica la estructuración del mundo a través de un esfuerzo de

trabajo. Es este fenómeno el que se activará en tanto que lo que se le presente al

sujeto sólo coincidirá parcialmente con lo que ya le proveyó de satisfacción.

Enseguida, el trabajo da cuenta de los dos órdenes ya mencionados

describiendo que la representación queda instalada a partir de la inscripción de

sistemas de huellas relacionadas entre sí, por lo cual “un mismo objeto puede

inscribirse según los diferentes tipos de asociación, tal como lo enuncia Freud en la

carta 52 a Fliess” (p. 274), como son la simultaneidad, la causalidad y/o la analogía. Así

también, la autora se refiere a la alucinación como fenómeno fundamental

estructurante, que tiende a reencontrar la percepción perdida de la primera experiencia

de satisfacción. De esta manera, el principio del placer que se sitúa en este escenario

de ficción, sólo encuentra su realización en la alucinación. Es en ella donde “el objeto

se presentifica sustituyendo el objeto perdido de la satisfacción” (p. 275). Después, la

autora se refiere a cómo el dispositivo psicoanalítico, en tanto marco donde se produce

la experiencia, busca de forma concreta, y apoyado en el método de desciframiento,

aislar los objetos referidos por la palabra, de sus referencias habituales en el discurso

común.

Por último, la autora trabajó el texto Pulsiones y sus destinos de donde abstrajo

algunos puntos de la teoría freudiana sobre la pulsión parcial, para definir el objeto

pulsional como el medio por el cual ésta alcanza su satisfacción. De esta manera, el

objeto se entiende como instrumento de la satisfacción y, desde este atributo, es lo

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más variable de la pulsión. Así como la pulsión parcial se articula al objeto, variable en

tanto instrumental, la elección del objeto amoroso se despliega entre la elección

narcisista y la elección anaclítica, “señalando que primitivamente hay dos objetos

originarios, él mismo y la mujer que lo crió; el primero funda la elección narcisística, el

segundo la anaclítica” (p. 278).

Asimismo, Leder (2005) se planteó la pregunta sobre la problemática del objeto

para el psicoanálisis, por lo cual realizó un breve recorrido por las diferentes

teorizaciones de tres grandes autores psicoanalíticos, Freud, Winnicott y Lacan. El

trabajo apunta a establecer las diferencias y similitudes teóricas, así como las bases de

las mismas. Enseguida, procuró esclarecer qué hace perdurar estas teorías hoy día.

De entrada, la autora estableció que al hablar del objeto en psicoanálisis no se

trata de metafísica, y señaló que para Lacan el objeto es siempre un objeto inseparable,

esto es, encarnado a un cuerpo. Así, en el trabajo se delimitó que no hay objeto sin

materia, “sin la materialidad del significante, por más que sea un producto de éste pero

no reabsorbible por lo simbólico” (p. 2). De esta manera, la autora asentó que el objeto

no queda por fuera del lenguaje, sin embargo, este hecho no es equiparable a que el

objeto sea un significante. Con base en esto anterior, la autora propició la reflexión

sobre la materialidad del objeto más allá de lo concreto de la realidad, sin dejar de

puntuar el entrecruzamiento entre algo del objeto y de la sexualidad.

Enseguida, la autora trabajó el objeto en Freud a partir del referente de La Cosa

(Das Ding), luego continuó con el objeto de la pulsión, y después con los objetos de la

elección amorosa. En relación a Winnicott trabajó su concepto de objeto transicional.

Después abordó la enseñanza de Lacan, recorriendo sus objetos y sus diferentes

lógicas a lo largo, principalmente, del Seminario I hasta el Seminario IV. Realizó

asimismo un reseña breve alrededor del Objeto a.

En su exposición de la noción del objeto en la obra lacaniana, la autora indicó

que ésta se encuentra presente todo el tiempo en la enseñanza de este psicoanalista.

De esta manera, en el trabajo se marcó que no puede realizarse un recorrido del

concepto de manera general; para acercarse al concepto es necesario situarse

alrededor del momento en que Lacan está teorizando acerca del objeto, concepto que

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fue desarrollado de manera simultánea a las nociones de estructura y clínica.

Enseguida, se hizo referencia a lo Simbólico, lo Real y lo Imaginario, los tres registros

desde los cuales Lacan explicó entre otras la noción del objeto. Con base en esto

anterior, la autora hizo notar que hay objetos imaginarios, objetos simbólicos y objetos

reales, éstos pueden diferenciarse pero siempre hay algo que los mantiene en

constante relación. A partir de aquí, en el trabajo se presentaron cuestiones básicas

sobre la teorización del objeto en las primeras enseñanzas de Lacan, y se puntualizaron

los cambios en la misma.

Por otro lado, Laia (2007) elaboró el trabajo “Cuatro Registros del Objeto a”,

haciendo un recorrido conceptual del objeto a en la teoría psicoanalítica de orientación

lacaniana. Su objetivo fue seguir la trayectoria de este concepto a lo largo de la obra

lacaniana, para lo cual tomó como referencia el trabajo que presentó Jacques-Alain

Miller en Roma en el año 2006 ante la Asociación Mundial de Psicoanálisis, titulado Los

objeto a en la experiencia analítica.

El autor comenzó por definir el objeto a, tomando en consideración que el

estatuto del objeto se ha modificado en la medida que es inventado, tematizado y

problematizado. En un primer momento, el autor estableció, de acuerdo con Lacan, que

el objeto a es “lo que resta de la incidencia del lenguaje y de la cultura en las

dimensiones de la satisfacción, de la naturaleza y de los cuerpos” (p. 1).

A partir de aquí, el autor trabajó los registros del objeto a en la naturaleza, en la

cultura, en la sublimación y, por último, “sin haber un cuarto registro” abordó el objeto a

en tanto causa. En cuanto a éste último, citando a Miller, introdujo la doctrina de las

zonas erógenas, como el lugar localizable del objeto-causa, a partir del cual abordó la

cuestión estructural “de un objeto escondido y desconocido”. Con esto, el autor intentó

demostrar la compatibilidad de la experiencia del psicoanálisis con el Siglo XXI. Por lo

cual, refiriéndose a la experiencia analítica se planteó del lado del analizante, si le es

posible esclarecer cómo la propia experiencia en el análisis contiende “con el registro

del objeto en la cultura y en la sublimación, a partir de las manifestaciones en el cuerpo

de aquél que se dirige a un analista” (pp. 6-7). Del lado del analista, al mismo tiempo,

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de lo que se trata es de comprobar si no se tendría un registro del objeto a adicional y

distinto a aquellos encontrados en la naturaleza, la cultura y la sublimación.

Por tanto, en torno a este registro aún no establecido, el autor planteó una

hipótesis sobre si la experiencia analítica construye el espacio a un cuarto registro del

objeto a. De ser así, entonces dicha experiencia, en lo que respecta a este objeto, daría

lugar al registro capaz de amarrar a manera de un nudo borromeo y en la singularidad

de cada caso, los otros tres registros del objeto.

Por su parte, Ubieto (2007) realizó una lectura psicoanalítica de los cambios

sociales en la época actual para exponer el malestar que éstos producen en el núcleo

familiar. En su trabajo titulado Cambios sociales y ficciones familiares: la infancia-

adolescencia postmoderna, el autor se propuso interrogar nuestra idea de infancia y

adolescencia a través de un análisis de los cambios sociales que están en la base de

las subsiguientes transformaciones familiares. Para alcanzar este objetivo, se apoyó en

la definición de Miller de la civilización postmoderna como una civilización

hipermoderna. Cuya característica principal sería la declinación del Ideal, eje propio de

la modernidad, relegando su lugar de mando discursivo al goce, la satisfacción

encarnada en el objeto a.

A través de este matema, el autor hizo una lectura de factores clave en esta

población, tales como los valores, los sentimientos, las relaciones personales, el uso del

tiempo, el concepto de riesgo y el peso del saber. Entre los cambios experimentados en

estos seis factores mencionados, dedujo que los sentimientos de culpa y vergüenza –

como modos de tratamiento del goce pulsional- se desvanecen y aparece la angustia

como afecto postmoderno, respuesta que no constituye un mensaje entre el sujeto y el

Otro.

A partir de aquí, el autor exploró cómo esos cambios afectan la significación

social de niños y adolescentes, su subjetividad y su economía libidinal, como elementos

decisivos en la construcción discursiva de la ficción familiar. Por último, a través de su

presentación de algunos rasgos de la época, el autor enfocó estos cambios como

desafíos a enfrentar.

21

Asimismo, en relación a la política de los mass media en la época actual y con

motivo del Segundo Encuentro Americano del Campo Freudiano en Brasil, Sánchez y

Sinatra (2005) presentaron el trabajo El consumo de los medios. El objetivo de este

trabajo fue pensar, ante la inserción de los mass media, cómo el analista podría

intervenir para incidir respecto a la subjetividad de la época, sin ser consumido por las

mismas leyes que reproducen los mass media.

El trabajo enfocó dos niveles de intervención, en cuanto a los sujetos que se

presentan en los consultorios y a la presencia de los analistas en los medios masivos

de comunicación. De entrada, se planteó el fenómeno de la hiperrealidad, como

realidad mediatizada por los medios de comunicación, donde se desplaza la voz que

era privilegiada en la comunicación oral, para dar paso a la comunicación electrónica

donde lo que se privilegia es la mirada. Las implicaciones de esta comunicación masiva

van desde la homogenización del tiempo y el espacio hasta el punto donde el

consumidor resulta consumido, ante el llamado constante a mirar cómo se goza y gozar

ahí a través de las pantallas. Con esto, los autores señalaron que de lo que se trata es

del estadio del espejo y de su relación mortificante con el superyó. Lo cual incide en la

distorsión y borramiento del punto de angustia en el sujeto; se impone y se uniformiza

un modo de gozar. Por otro lado, a través de la ciber-comunicación, en tanto

característica paradójica de la época, lo que se articula es la soledad globalizada,

soledad del autoerotismo y del aislamiento. Así, los sujetos ya no se orientan por

experiencias corporales, sino a través de símbolos mediáticos, “ahora se es masa sin

ver a los otros” (p. 5).

Con base en lo anterior, los autores propusieron que el psicoanalista, ante la

actual crisis del lazo social, elija el desapego por los modos actuales del goce. De esta

manera, frente a la desvergüenza de la época, será el encargado de dar vergüenza.

Asimismo, en relación a la presencia del analista a través de los mass media, ésta sería

conveniente sólo si con esto se logra reproducir nuevas transferencias sin declinar los

principios, transmitiéndolos al gran público. Por tanto, se concluyó que tal presencia

debiera seguir el principio de la interpretación de los hechos apuntando a una

“intervención que sea inolvidable”, no favoreciendo el goce del sentido ni ofrecerse al

despliegue de una escena al servicio de capturar miradas. Con esto, queda abierta la

22

pregunta ¿cómo interpretar el hecho social actual de modo que no espante al

televidente? Por lo pronto, los autores proponen hacer entrever “la responsabilidad del

goce de cada uno en su sufrimiento, o bien en su lugar de telegozante” (p. 6).

Conjuntamente, Castro, Martínez y Sivadón (2005), a través del trabajo sobre la

respuesta del psicoanalista frente a la manía de lo útil, abordaron la interrogante sobre

las formas posibles de aplicación del psicoanálisis en la época actual. Época que

nomina al síntoma y ofrece las maneras de tratarlo. Así, este trabajo recorre la situación

de los sistemas de Seguridad Social en Argentina, los cuales se constituyen en un

espacio cuyo objetivo es tomar medidas que garanticen para todos, al modo de un Otro

consistente, el don de los cuidados. Las autoras plantearon que los imperativos de

rendimiento en un mínimo de tiempo y menor, en tanto significantes del discurso

capitalista, son los que ingresan a los consultorios. De esta manera, el tratamiento se

convierte en un objeto más de consumo que entra en la línea de ofertas, con el fin de

alcanzar el Ideal de calidad de vida y taponar la división subjetiva.

Desde esta lectura, las autoras se preguntaron acerca del lugar o las formas de

intervención de la práctica analítica y la transferencia. Para responder a esto,

presentaron el caso clínico de J. un sujeto de 34 años, quien fue referido a consulta por

un Sistema Prepago de Salud. De entrada, el auditor le informó al sujeto que tenía 30

sesiones para tratar su queja. Gastritis, cansancio y caída del cabello, son los síntomas

que le produjeron a J. su posición de gerente de una empresa. No obstante, no le

preocupaban tanto estos síntomas, sino que el trabajo ya no era propicio para el

crecimiento personal. A través de la historización que el sujeto hizo de su vida, emergió

el significante “grande” el cual encuentra diversas vías de desciframiento. Después de

la intervención del analista, el sujeto se ausentó 2 meses y regresó, pero esta vez

ingresó algo del cuerpo y su goce, abriéndose así un tiempo subjetivo distinto,

invirtiendo la oferta que venía del Otro (médico, auditor, prestación, etc.) al inicio.

Las autoras concluyeron su trabajo haciendo una hipótesis sobre el caso y su

brevedad, lo cual no impide el valor del uso de un psicoanalista, quien entre tantos

objetos que ofrece la época, no va a colmar, ni propiciar la persecución de un Ideal,

“sino va a orientar su brújula hacia la política del síntoma en su anudamiento con la

transferencia” (p. 4).

23

En síntesis, en lo que respecta al bloque de investigaciones enmarcadas en la

teoría psicoanalítica, en el ámbito internacional se encontraron trabajos sobre diferentes

estatutos de la teoría del objeto en sí y en relación al lazo social, tanto en la obra de

Freud como en Lacan. Desde la obra freudiana, se abordó la noción de objeto perdido

en referencia a la relación de objeto y en relación a la repetición. A partir de su estatuto

de parcial se ubicó que el objeto que se reencuentra sólo coincide parcialmente con el

perdido, esto es, en aspectos que rodean la experiencia de satisfacción.

En una interacción de Freud y Lacan, se trabajó el objeto en relación a La Cosa,

la pulsión y en la relación amorosa, y se recorrieron las diferentes lógicas del objeto

hasta llegar al objeto “a”. Por otro lado, en los trabajos situados en la obra de Lacan se

abordó la cuestión del objeto a y el lazo social. Aquí se teorizó alrededor de un cuarto

registro para el objeto a en la experiencia del análisis y trabajar de forma compatible

con los malestares de la época actual. Enseguida se realizó una lectura de los cambios

sociales en la actualidad para exponer el malestar que estos producen en el núcleo

familiar, donde se evidenció como característica principal la declinación del Ideal y la

emergencia de un imperativo discursivo de goce, en tanto satisfacción encarnada en el

objeto a. También se trabajó sobre los mass media y su influencia en los modos

actuales de goce, para plantear como subvertir su efecto en los sujetos, tanto en la

clínica como a través de la presencia del analista en los medios masivos.

Por otro lado, en contraposición a la base teórica que soporta los trabajos a los

que se ha hecho referencia se encuentran las teorías postfreudianas, las cuales como

ya se ha mencionado comprenden las ideas de Freud desde un punto de vista

particular. La influencia de estas teorías dentro del marco de la psicología se prolonga

hasta el día de hoy y se centra en las relaciones objetales, de las cuales se introducirán

a continuación las premisas principales.

El surgimiento de las teorías sobre las relaciones objetales se dio a partir de que

Freud elaboró su segunda tópica, en la cual distinguió al Yo como una instancia que

surge separándose del Ello y, al mismo tiempo, al Superyó, como fuente de la

interiorización de los valores morales que el sujeto capta de la familia y la cultura. Por

24

tanto, el foco de atención por parte de estas teorías serán las relaciones sujeto-sujeto y

con su entorno cultural.

Casi al momento de su surgimiento, la teoría de las relaciones objetales se

dividió en dos vertientes, una iniciada por Karl Abraham y continuada por Melanie Klein

y su escuela y la otra comenzada por Ferenczi, línea en la cual destacan Winnicott y

Otto Kernberg entre otros (Tubert, p. 3). La primera reformula la teoría de las pulsiones

para explicar la experiencia de la relación con el objeto y se concentra en el objeto

interno y su efecto determinante sobre la vida del sujeto. La segunda, en cambio, se

centra en cómo los efectos de la experiencia real, tanto con el objeto como con la

cultura, intervienen y estructuran el psiquismo. De esta manera, las relaciones

interpersonales adquieren una importancia radical. En un intento por integrar ambas

variantes, Kernberg se enfocó en sintetizar “la interacción entre sujeto y objeto, entre lo

interno y lo externo (p. 3).

Desde la escuela kleiniana, la teoría deja caer el acento en una relación diádica

madre-hijo, la cual se basa en la existencia de un objeto real interno, que requiere de la

existencia de un objeto real externo. El mundo interno conlleva la presencia de

pulsiones libidinales y agresivas, que necesitan de representaciones para ser

expresadas (Tubert, 1999 p. 1).

De esta manera, la teoría de las relaciones objetales sostiene “la existencia de

una necesidad primaria de objetos, que no puede reducirse a la búsqueda del placer”

(p. 1). Se trata de un objeto de amor u odio localizado por el yo para satisfacer su

necesidad de relación. Por tanto, en la teoría kleiniana el objeto siempre remite a un

objeto humano, es decir, a una persona, una parte de una persona o una imagen

distorsionada de ésta, con lo cual el concepto adquiere una connotación profundamente

personal.

El concepto de objeto en esta teoría adquiere las siguientes características. El

objeto bueno implica no sólo su carácter gratificador intrínseco, sino que en él se

proyectan las pulsiones libidinales del sujeto. Así, tanto los objetos buenos como los

malos se inscriben en procesos de introyección y proyección. El objeto malo, asimismo,

adquiere esta cualidad no sólo en relación a su carácter frustrante, sino porque en ellos

se proyectan las pulsiones destructivas del sujeto.

25

El referente de objeto extraño, se refiere al resultado de las identificaciones

proyectivas patológicas, desde las cuales el objeto es percibido escindido en pequeños

fragmentos, conteniendo cada uno una parte proyectada del ego. Estos objetos

llamados extraños se los siente cargados de gran hostilidad. El objeto ideal, por otro

lado, se experimenta desde la posición esquizo-paranoide como resultado de la

escisión y de la negación de la persecución. El sujeto atribuye todas sus experiencias

buenas, reales o fantaseadas, a este objeto ideal al que anhela poseer y con el que

ansía identificarse.

Así también, los objetos parciales se refieren a objetos característicos de la

misma posición, esquizo-paranoide. El primer objeto parcial que experimenta el bebé es

el pecho materno. Enseguida experimenta objetos parciales, pene (objeto ideal), el

objeto malo (o persecutorio) y el objeto bueno. Con objeto total, esta teoría se refiere a

la percepción del otro como persona. La percepción de la madre como objeto total

caracteriza a la posición depresiva. El objeto total es lo opuesto al objeto parcial y a los

objetos escindidos en parte ideales y persecutorios.

En la segunda vertiente, la teoría de las relaciones objetales se separa de la

teoría de las pulsiones desarrollada por Freud, por cuanto enfatiza otras motivaciones

del sujeto alejadas de la búsqueda de placer.

Mientras que para Freud, el objeto no emerge sino en relación a la pulsión y

puede tratarse tanto de una entidad externa al cuerpo del infante como de una parte del

mismo, que facilita la descarga pulsional, productora de placer, por medio de un

movimiento que constituye el „fin‟ de la pulsión, en esta vertiente de la teoría de las

relaciones objetales se reemplaza, por decirlo de alguna manera, la satisfacción

impersonal por las necesidades de relación. Desde este punto de vista, Winnicott aisló

las necesidades del Ello puramente pulsionales y las necesidades del Ego. De las

cuales afirmó que resulta inadecuado inferir que se gratifican o se frustran, “ya que

nada tienen que ver con el placer como descarga, sino que simplemente encuentran

respuesta en el objeto o no la encuentran” (p. 3). Así, al no encontrar respuesta a

necesidades tales como ser visto, reconocido o comprendido, o compartir la propia

experiencia con otro semejante, la reacción que se origina en el ser humano no es de

26

frustración, sino de vacío y desesperanza. Cuando, por el contrario, estas necesidades

obtienen respuesta no se da una experiencia de placer sino de plenitud y armonía.

Así también, esta elaboración teórica de las relaciones objetales parte de que la

experiencia de relación con los objetos constituye modelos que permanecen en la

mente. Por lo cual, su hipótesis central enuncia que las estructuras psíquicas tienen su

origen a partir de la internalización de tales experiencias (p. 2). Asimismo, estas teorías

resaltan la interacción existente entre las experiencias de relación internalizadas, y la

“actualización de las estructuras relacionales internalizadas”, las cuales se superponen

en las nuevas relaciones, que a su vez serán internalizadas” (p. 2). Por tanto, su interés

está regido por integrar los elementos internos y externos comunes a la experiencia

humana, acentuando la influencia de las relaciones interpersonales en la constitución

de las estructuras mentales del ser humano.

De esta manera, la relación entre el individuo, de uno u otro sexo, y sus objetos

interiorizados, junto con su confianza hacia sus relaciones interiorizadas, proporciona

entonces el soporte para la vida, de manera que “el individuo es capaz de sentirse

satisfecho incluso en la ausencia temporal de objetos y estímulos externos” (Winnicott,

1958 p.2). La armonía y madurez en la vida implican que el sujeto ha tenido la

oportunidad, a partir de una buena maternalización, de construir poco a poco la

creencia en un medio ambiente benigno. Tal creencia irá desarrollándose

gradualmente, a través “de la repetición de la satisfacción de los instintos” (p.2).

Esta teoría insiste en una fase del desarrollo, que fue la forma como

comprendieron la teoría freudiana de los estadios psicosexuales, anterior al Edipo en la

teoría clásica. Con lo cual, se da por hecho “un grado considerable de madurez del ego”

(p.3). De igual manera subraya la idea de integración del individuo en una unidad,

concepto que se sostiene al hacer referencia al interior y al exterior, y al dar una

significación especial a la fantasía del interior. Dicho en términos de Winnicott, “los

objetos interiorizados buenos se encuentran en el mundo personal e interior del

individuo, dispuestos a ser proyectados en el momento oportuno” (p. 3).

Sin embargo, es tal vez Kernberg el principal exponente actual de esta teoría.

Basado en los desarrollos conceptuales, principalmente de Melanie Klein, Fairbairn,

Jacobson y Margaret Mahler, concibe a la teoría psicoanalítica de las relaciones

27

objetales, como "el estudio psicoanalítico de la naturaleza y el origen de las relaciones

interpersonales y de la naturaleza y origen de la estructura intrapsíquica que derivan de

relaciones internalizadas del pasado, fijándola, modificándola y reactivándola con otras,

en el contexto de las relaciones interpersonales presentes" (Kernberg 1988, p. 47 citado

en Yasky, 2005).

Con base en lo anterior, se reduce aún más la definición de la teoría de las

relaciones objetales, ya que se centra exclusivamente en la constitución de

representaciones intrapsíquicas diádicas (imágenes del sí-mismo o self e imágenes

objetales), como producto de la primera relación madre-hijo, la cual se actualiza

posteriormente en “relaciones externas interpersonales diádicas, triangulares y

múltiples” (p. 3).

Kernberg plantea cuatro etapas básicas en el desarrollo de las relaciones

objetales de la siguiente manera: Primera etapa: Autismo normal o período

indiferenciado primario, en esta etapa se desarrolla de manera gradual una imagen

indiferenciada entre el sí mismo y el objeto, lo cual es un requisito para establecer una

relación simbiótica con la madre. Segunda etapa: “Simbiosis” normal o período de

representaciones primarias indiferenciadas sí mismo-objeto. Tercera etapa:

diferenciación entre las representaciones del sí mismo y las representaciones objetales.

Cuarta etapa: integración de las representaciones del sí mismo y las representaciones

“y desarrollo de las estructuras intrapsíquicas superiores derivadas de relaciones

objetales” (p. 5). Quinta etapa: se consolida la integración del yo y del superyó y se

consolida con ésta la composición del aparato psíquico (ello, yo y superyó).

Así, dentro del bloque de investigaciones se reúnen trabajos conectados por la

base teórica, en Guatemala, y en relación a la temática, en el ámbito internacional.

Además, para establecer la diferencia con la teoría psicoanalítica, se presentó el

recorrido realizado por las premisas principales de teoría de las relaciones objetales

elaborada por los postfreudianos.

28

II. Planteamiento del Problema

La teoría de la relación de objeto no sigue un orden sistemático en la obra de

Freud, sino que sus componentes fueron trabajados en diferentes momentos, con

espacio de años y no siguiendo un desarrollo “cronológico”, con lo cual se encuentra

dispersa a lo largo de sus escritos. Al no haber establecido una formalización para este

concepto como lo hizo en el caso del autoerotismo y el narcisismo, otros autores

tomaron aspectos dispersos, fragmentos separados de la trayectoria del cuerpo teórico

freudiano. Esto dio lugar a un entendimiento parcial de las ideas de Freud en cuanto a

este importante referente que no sólo tiene un contexto dentro de su edificio teórico,

sino que se establece como uno de los principales puntos de partida para entender

aquello determinante en las vinculaciones del sujeto.

En un primer momento, Freud trabajó este tema en Tres Ensayos para una teoría

sexual, texto de 1905, en el apartado El hallazgo de objeto, donde estableció, según

Lacan “que este hallazgo implica una repetición nunca satisfecha” (Safouan, 2003

p.75), al formalizar al objeto como perdido. Después, Freud se refirió a éste de manera

implícita cada vez que abordó el concepto de realidad. Desde esta premisa y tomando

como referentes el principio de placer y el principio de realidad, se evidencia la

constante y profunda tensión que hay en Freud entre la realidad y lo que se tiende a

querer reencontrar por vía pulsional.

Por lo anterior, se evidencia la importancia de presentar los momentos teóricos

principales de la relación de objeto en Freud. Conocer estos estatutos permitirá captar

los elementos determinantes que para el sujeto entran en juego al hacer vínculo social,

como también, extraer una categoría freudiana de interpretación de los vínculos

humanos en la época. De esta manera, nuestra reflexión se sitúa desde la teoría

psicoanalítica para ubicar:

¿Cuáles son los estatutos teóricos de la elección de objeto en la teoría de Freud?

2.1 Objetivos

- Objetivo General Hacer una síntesis de los estatutos teóricos de la elección de objeto en la teoría de Sigmund Freud.

29

- Objetivos Específicos

*Hacer una revisión de los textos freudianos concernientes al concepto de

elección de objeto.

*Sintetizar la trayectoria del concepto de elección de objeto que se encuentra a lo

largo de la obra de Freud

2. 2 Unidad de Análisis

Elección de objeto. 2. 3 Definición de la unidad de análisis

La elección de objeto en psicoanálisis, se refiere al acto de elegir a una persona

o un tipo de persona como objeto de amor. Freud diferencia entre una elección de

objeto en la infancia y una con la llegada de la pubertad y establece que la primera

traza el camino para la segunda.

En un primer momento, para Freud, el objeto es “aquello en lo cual y mediante lo

cual la pulsión busca alcanzar su fin, es decir, cierto tipo de satisfacción” (Laplanche &

Bertrand, 1996 p. 260). Desde esta perspectiva, el objeto se define como pulsional y,

ante todo, se trata de un objeto parcial, ya sea real o fantaseado, que siempre remite a

una parte del propio cuerpo o del de la persona que cuida al niño que haya propiciado

una experiencia de satisfacción.

El objeto también se define como total y en este sentido se refiere a “lo que

constituye para el sujeto objeto de atracción, objeto de amor, y se trata casi siempre de

una persona” (p. 260). Así, en la elección, el objeto debe entenderse en el sentido de

objeto de amor. Con el término elección, se refiere a “lo que puede existir de irreversible

y determinante en la elección por el sujeto, en un momento decisivo de su historia, de

su tipo de objeto amoroso” (p. 261).

De esta manera, la elección de objeto que se alcanza con la llegada de la

pubertad, estará siempre matizada por una reminiscencia de la diversidad de objetos

parciales de la infancia. Lo cual implica que el objeto de amor es un revestimiento del

objeto de la pulsión. Tal como lo señaló Freud en Tres Ensayos de Teoría Sexual, “la

inclinación infantil hacia los padres es quizá el más importante, pero no el único de los

sentimientos, qué, renovados en la pubertad, marcan después el camino a la elección

30

de objeto” (Freud, 1905). Luego, en Introducción al narcisismo, Freud reunió la

diversidad de elecciones de objeto en dos grandes tipos: por apoyo y narcisista.

Por tanto, el objeto se define como aquello a lo que el sujeto apunta en la

pulsión, en el amor, en el deseo. Con esto se evidencia que el objeto no aparece por sí

solo en el mundo sensible, ya que en Freud el concepto siempre va unido a un

determinante, trátese de la pulsión, del amor, o la identificación.

2. 4 Alcances y Límites

El trabajo se ciñe a hacer la trayectoria del concepto de elección de objeto en la

teoría de Sigmund Freud. Por lo cual, se establecieron los textos freudianos únicamente

correspondientes al tema en cuestión.

2. 5 Aportes

Con el presente trabajo se quiere mostrar la extensión de un concepto dentro de

la teoría psicoanalítica. Esto ayudará a aquellos que se aproximan a dicha teoría, tanto

estudiantes como docentes e investigadores principiantes, a comprobar que detrás de

un concepto hay una elaboración a través de los años y que para comprenderlo no se

puede partir de su fase de terminación.

Al seguir la trayectoria de elaboración también se hará evidente que un concepto

como tal nunca se cierra, siempre queda abierta una pregunta para elaboraciones

posteriores. Esto también servirá para explicar la ineficacia de tomar como

fundamento teórico un solo momento en la elaboración de un concepto.

También se quiere distinguir el sentido psicoanalítico teórico del concepto del

que han elaborado teorías posteriores variantes del psicoanálisis. Con lo cual, se

pretende esclarecer confusiones al respecto. Esto será de utilidad para la Universidad

como fuente de futura referencia bibliográfica, por ejemplo, en posteriores

investigaciones sobre el tema o para consulta de estudiantes de psicología que se

acerquen al mismo.

El presente trabajo, además, puede ser de interés para investigadores de otras

disciplinas cuyo interés de estudio es el hombre, ya que también se pretende dar

cuenta de la vigencia del psicoanálisis en la época actual, evidenciando cómo, al

31

sumarse a aquellas aproximaciones que intentan comprender las vinculaciones

humanas, la teoría psicoanalítica puede ubicar y explicar el malestar del hombre

contemporáneo, al esclarecer los determinantes inconscientes del mismo. Con esto, se

mostrará además que el lugar del psicoanálisis no sólo se sitúa en lo privado de una

clínica, sino que también su interés se extiende al espacio donde el hombre existe, esto

es, la cultura.

32

III. Método

3.1 Elementos de Estudio:

Textos freudianos:

Freud, S. Tres Ensayos para una Teoría Sexual (1905), La novela familiar del neurótico (1908), Sobre un tipo especial de la elección de objeto en el hombre (1910), Sobre una degradación general de la vida erótica (1912), Introducción al Narcisismo (1914), Las pulsiones y sus destinos (1915), Sobre las transmutaciones de las pulsiones y especialmente del erotismo anal (1915), Más allá del principio del placer (1920), La identificación –cap. VII- y Una fase del yo –cap. VIII- de Psicología de Masas y Análisis del Yo (1921), El Yo y el Ello (1923), Malestar en la Cultura (1930).

3.2 Técnicas:

Para facilitar la obtención de datos requeridos para el presente trabajo, se

recurrió a las siguientes técnicas: fichas bibliográficas, fichas de trabajo y organización

de fichero. Las fichas bibliográficas facilitaron la identificación del material por año, título

y autor.

Se programó un orden de lectura para los textos siguiendo un criterio conceptual.

Una vez aplicado el criterio se seleccionaron textos de 1905 a 1930. Después, para

agilizar la ubicación de la información y abstracción de forma temática de cada lectura

de los textos seleccionados se elaboraron fichas de trabajo incluyendo “resúmenes,

síntesis, citas textuales y comentarios personales” (Garduño, 2003).

La organización del fichero, implicó agrupar las fichas de trabajo de acuerdo al

esquema lógico conceptual diseñado para la ordenación del material. Al terminar la

elaboración de las fichas de trabajo y la ordenación del fichero, se leyó el conjunto de

fichas, tratando de detectar subtemas que por lo general no están definidos de

antemano. Se procedió a construir una gráfica cronológica conceptual para colocar

síntesis muy breves del concepto en cada uno de los textos para mostrar la trayectoria

del mismo.

Para desarrollar el trabajo, se tomó la información sintetizada y ordenada en la

gráfica de la trayectoria conceptual y se elaboró un esquema preliminar siguiendo la

33

técnica monográfica. Según Kaufman y Rodríguez (1993), la monografía es un texto de

información científica, expositivo, de trama argumentativa, de función

predominantemente informativa, en el que se estructura en forma analítica y crítica la

información recogida en distintas fuentes acerca de un tema determinado.

3.3 Procedimiento:

En primer lugar se seleccionó el tema y se establecieron sus límites,

puntualizando los aspectos que se abordarán en relación al mismo. De igual forma, se

redactaron los objetivos generales y específicos que guiaron la investigación,

clarificando las unidades de análisis, sus alcances y límites y también sus aportes.

Después, se procedió a seleccionar y recolectar la información que fuera

relevante de acuerdo al criterio conceptual establecidos para el desarrollo de la

investigación. Esto se realizó a través de la consulta bibliográfica, de base de datos de

bibliotecas, psicoanalistas calificados y páginas Web específicas.

Una vez seleccionado el material, se ubicó por año y se procedió a leer los

índices para establecer aquellos textos y capítulos que serían de utilidad para elaborar

la trayectoria del referente de estudio. Asimismo, para facilitar la búsqueda e

interpretación de los datos, se elaboró un esquema cronológico conceptual (elección de

objeto en Freud), en torno al cual se organizaron los elementos que se interrelacionan

con el desarrollo del objeto de investigación.

Se realizó una lectura general de los documentos y capítulos seleccionados

tomando como base los puntos de dicha gráfica, desde la cual se buscó comprender su

contenido y abstraer a modo de síntesis los elementos más significativos en relación al

objeto de estudio. Después se anotó lo más relevante en fichas bibliográficas de

trabajo. Para facilitar esto anterior, se procedió a fotocopiar el material. Esto sirvió,

durante el desarrollo del trabajo, para dar cuenta de la naturaleza del tema, sus

implicaciones y funcionamiento.

Así también, se procedió a la elaboración del marco teórico/introducción de la

investigación. Por lo cual, en primer lugar, se realizó una búsqueda de investigaciones

nacionales e internacionales apoyadas en la misma perspectiva teórica. En seguida se

elaboró una síntesis de ambos grupos de investigaciones resaltando el autor, año, tema

34

de investigación, objetivos y el método que cada uno siguió para realizar sus trabajos.

Después, se redactó un breve recorrido teórico sobre el tema de las relaciones

objetales según otras escuelas de psicoanálisis.

En cuanto al método, se mencionaron los elementos de estudio, los cuales ya

habían sido definidos de antemano. Después se recurrió a la consulta bibliográfica

siguiendo un criterio conceptual para extraer la información pertinente para la

elaboración de fichas bibliográficas y de trabajo, así también, para buscar la

metodología más adecuada para la organización del fichero. Se construyó una

trayectoria teórico-conceptual en torno a las unidades de análisis y material bibliográfico

y se estableció con esto una directriz para el desarrollo del trabajo. Se fundamentó

teóricamente el tipo de investigación y, por último, se redactó el procedimiento,

describiendo los pasos que se realizaron hasta el momento.

3.4 Tipo de Investigación:

En la presente investigación se sigue la trayectoria de conceptos teóricos, por lo

cual se circunscribe dentro del tipo documental bibliográfico. De acuerdo con Alfonzo

(1995, p. 86), de lo que se trata en este tipo de investigación es de un procedimiento

científico, “un proceso sistemático de indagación, recolección, análisis e interpretación

de información o datos en torno a un tema determinado”. Así, las herramientas

principales en el desarrollo de la investigación documental fueron la lectura, el análisis,

la reflexión teórica, la interpretación y la escritura. Tanto la lectura como la escritura,

son vividas como procesos de construcción de significados, vistos en su función social.

Dentro de esta línea de investigación existe la libertad de elegir los textos que se

desean leer y que sean pertinentes para el tema en cuestión. No se pretende llegar a

un significado único del texto; “se busca la construcción de la propia comprensión del

texto, la explicación de la realidad a la que se hace referencia” (p. 87).

El material principal que se utiliza en tal tipo de investigación es el documento

escrito en sus diferentes modalidades: documentos impresos, electrónicos y

audiovisuales (p. 89). No obstante, el trabajo monográfico no se limita a las consultas

bibliográficas. De acuerdo con Kaufman y Rodríguez (1993), se puede recurrir a otras

35

fuentes, tales como “el testimonio de testigos calificados, o de especialistas en el tema”.

Dentro de las fuentes impresas se ubican libros, enciclopedias, diccionarios, revistas,

tesis y otros documentos. En las fuentes electrónicas, por su parte, se incorporan, CD‟s,

base de datos, revistas y periódicos en línea y páginas Web.

36

IV. Resultados

La siguiente gráfica muestra la trayectoria de las elaboraciones freudianas sobre

la elección de objeto. Ya que el objeto freudiano nunca aparece de forma aislada sino

siempre lo hace unido, encarnado, por decirlo de alguna manera, a un determinante, ya

sea la pulsión, el deseo, el amor, la identificación, etc., para entender esta teoría puede

seguirse más de una forma, una de ellas es tomar como eje otro concepto teórico que

la atraviese, otra puede ser cronológica.

El presente recorrido está atravesado por el concepto de la pulsión a partir de

tres momentos cronológicos en la elaboración teórico-conceptual de la misma. Esta es

una forma particular de entender la elección de objeto, a partir de la lectura realizada.

Se eligió esta modalidad de presentación por cuanto en Freud el objeto es el correlato

de la pulsión en toda su obra, a tal punto que no hay objeto sin pulsión, ni pulsión sin

objeto.

De esta manera, se quiere mostrar los momentos teóricos en que Freud fue

elaborando e introduciendo nuevos aportes en la construcción de este concepto. Esto a

la vez evidencia que su trabajo sigue una secuencia de ida y vuelta, en la que él

regresa a la noción del objeto para revisarla y completarla ampliándola con base en los

nuevos hallazgos que iba haciendo en su trabajo clínico y sus lecturas de otras

disciplinas, tales como la filosofía, la física, la literatura, etc. Este es un procedimiento

particular en Freud que muestra que sus modelos teórico-conceptuales fueron

actualizados a lo largo del tiempo y, por tanto, no fueron presentados como terminados

y fijos; no se dijo la última palabra.

37

Primera elaboración (1905-1912): PULSIONES DE AUTOCONSERVACION Y PULSIONES SEXUALES: el objeto es aquello en lo que la pulsión logra

satisfacerse. La pulsión de conservación tiene un objeto de correspondencia, la comida. La pulsión sexual, en cambio, no tiene un

objeto que le satisfaga por completo: al desligarse de las primeras pulsiones, pierde su objeto; encuentra un objeto parcial en el pecho, luego en las zonas erógenas.

1905:

3 Ensayos para una teoría sexual

1908:

La novela familiar del neurótico

1910:

Sobre un tipo especial de la elección de objeto en el hombre

1912:

Sobre una Degradación General de la vida erótica

38

Segunda elaboración (1914-1920): PULSIONES DE VIDA Y PULSIONES DE MUERTE

La pulsión busca repetir, insiste en reencontrar el objeto perdido y se forman series inacabables de sustitos. Freud observa que el principio del placer está permeado por un placer de otro orden.

1914:

Introducción al Narcicismo

1915:

Pulsiones y sus destinos

1915:

Sobre la transmutación de las pulsiones y especialmente del erotismo anal

1920,

Más allá del principio del placer:

39

Tercera elaboración (1921-1930): PULSIÓN DE MUERTE

El sufrimiento marca la experiencia humana, hay una constante tensión entre la pulsión y el orden de la realidad. En esta tensión la pulsión toma al yo como objeto. La cultura funciona como dique contra la pulsión, ésta sin embargo siempre encuentra formas de satisfacerse aunque sea de manera parcial.

1921,

La identificación y Una fase del yo, en Psicología de Masas y Análisis del Yo

1923,

El Yo y el Ello

1930,

Malestar en la Cultura

40

V. Discusión de resultados

A través de la siguiente discusión se hace evidente que el concepto de objeto en

la obra de Freud, si bien puede rastrearse de forma cronológica, no sigue

necesariamente un orden lógico, tal como añadir sucesivamente una característica a

otra anterior. Más bien sigue una vía de ida y vuelta, donde los aportes aleatorios

ubican siempre el objeto en diferentes registros, a veces de forma sutil. Se tiene que

hablar, entonces, ya no del objeto sino de los objetos freudianos.

En su primera elaboración, por ejemplo, Freud se refiere al pecho materno o

sustituto como objeto primitivo en 1905 (Tres ensayos para una teoría sexual) y, luego,

en 1914 (Introducción al narcisismo). Sin embargo, en 1914 no pone tanto el acento en

el pecho como en la persona a quien pertenece este objeto, es decir, la madre. De esta

manera, se observa que Freud ha atravesado el concepto con características

específicas. Mientras que en 1905, el objeto primitivo es un objeto parcial, fragmentado,

para 1914 adquiere otra cualidad, la de totalidad.

Por otro lado, el pecho era un objeto parcial exterior al cuerpo físico del infante

pero al perderlo la pulsión toma una zona del propio cuerpo como sustituto, se refiere

entonces a un objeto en el propio cuerpo. Ambos son objetos parciales, la novedad está

en la superficie, cuerpo externo-propio cuerpo, a la que apunta ahora la pulsión.

Asimismo, el pecho era un objeto que tenía correspondencia con la pulsión, por

cuanto lograba satisfacer la primaria necesidad de conservación del infante, al

proporcionarle el alimento. Sin embargo, después ya no podrá haber tal

correspondencia, pues, con la primera experiencia autoerótica, aparece la necesidad de

orden sexual. La boca, ahora sexualizada, no encuentra un único objeto a través del

cual la pulsión pueda satisfacerse. A partir de ahora, entran en juego una diversidad de

objetos sexuales, tanto el pecho mismo como las partes del cuerpo, sin que la pulsión

logre satisfacerse plenamente. A su vez, esta insistencia por el reencuentro del objeto

perdido propiciará el despliegue de la pulsión a través de la ley del desplazamiento, ley

del inconsciente descubierta por Freud, erogenizando las zonas del cuerpo hasta

constituir un cuerpo libidinal.

41

Introduce además otros estatutos para el objeto, cuando marca una diferencia

entre objetos reales y objetos imaginarios, en 1914, en Introducción al narcisismo. Se

trata aquí de exponer el determinismo psíquico en la elección de objeto. Así, los objetos

imaginarios son representaciones de la imagen de los padres, con quienes se

elaboraron fantasías sexuales. Han permanecido en el inconsciente durante el período

de latencia y resurgen en la pubertad con gran fuerza. Los objetos reales, en cambio,

son personas fuera del seno familiar a los que el sujeto apunta en la elección,

desplazándose así la pulsión de los objetos imaginarios a estos últimos. Sin embargo,

siempre permanecerá un rasgo, una reminiscencia de los objetos imaginarios al

realizarse la elección. Por tanto, el ser humano buscará un objeto de acuerdo con el

modelo de la relación primitiva, es decir, conforme a la imagen de la madre.

En 1912 (Sobre una degradación general de la vida erótica), Freud regresa al

punto anterior para establecer que en la elección se da una estrategia de fondo para

evitar el horror al incesto. La elección aparece así disociada, según el tipo de individuo.

Para manifestar la expresión de la corriente erótica sensual se busca el prototipo de la

prostituta, ya que con la mujer en tanto objeto subrogado de la madre, el hombre se

cohíbe y puede expresar sólo una corriente de ternura. Entra así en las elaboraciones

sobre el objeto una distinción más, por un lado, los objetos valorizados psíquicamente

y, por el otro, los objetos degradados.

Así, en Tres Ensayos de teoría sexual, para explicar su teoría sobre el

mecanismo de la elección de objeto durante la pubertad, Freud se refirió a la primera

infancia como época inaugural de la misma. En dicho texto expuso que al principio la

satisfacción libidinal estaba ligada a la necesidad de la alimentación y la pulsión “tenía

en el pecho materno un objeto sexual exterior al cuerpo del niño” (Freud, 1905 p. 1224).

Tal objeto sexual desaparece después y la pulsión se vuelve autoerótica. No obstante,

al finalizar el período de latencia se formará de nuevo esa relación llamada primitiva,

donde el niño succionaba el pecho de la madre, para ser el modelo que determinará

todas las relaciones eróticas.

Esta es su primera elaboración teórica, donde Freud ubica un momento mítico en

el que se satisfacían todas las necesidades del niño, donde la satisfacción pulsional va

42

a desligarse de tal forma que se presentarán, simultáneamente, una satisfacción de las

necesidades de vida y otra de orden sexual. Es decir, el niño hallará satisfecha su

necesidad de alimento a través del objeto ofrecido por la madre o sustituto, pero a la

vez encontrará excitante la sensación corporal que el pecho o pacha le produce. En

palabras de Freud, los labios del niño se conducirán ahora “como una zona erógena,

siendo, sin duda, la excitación producida por la cálida corriente de la leche la causa de

esta primera sensación de placer” (p. 1200). (aquí voy)

A partir de esta primera satisfacción que se produce en el propio cuerpo, “la

pulsión sexual oral pierde su objeto y se convierte al mismo tiempo en autoerótica”

(Laplanche & Bertrand, 1996 p. 260). Esto quiere decir que la pulsión ahora sexual y

reunida en la zona oral, fuente de la misma, perdió para siempre un objeto de

satisfacción determinado, específico, como lo fue el alimento. Ya no habrá

correspondencia entre la pulsión y su objeto primitivo a causa de la experiencia erótica

que ahora encuentra a su paso y que se introduce entre la necesidad de hambre y el

objeto que antes la colmaba. De manera simultánea, la pulsión gana la zona oral como

objeto para procurarse placer, ya sea a través de la leche o del pecho materno, y

sucesivamente otras zonas del cuerpo también devendrán erógenas. No obstante, la

boca también es fuente de la pulsión, por cuyo medio ésta buscará un objeto en el

propio cuerpo o exterior a él para satisfacerse. A partir de ese momento, se despliega

una movilización pulsional sin que ningún objeto llegue a satisfacer la pulsión.

Tanto el objeto pecho materno como el nuevo objeto encontrado por la pulsión

en el propio cuerpo se caracterizan por ser parciales. En el pecho materno, por cuanto

el infante no es capaz aún de establecer una representación total del objeto, para él el

pecho es la madre e incluso una parte de su propio cuerpo. Luego, en la zona oral, por

cuanto han sido los labios del niño que devinieron en zona erógena de lo que se ha

apropiado la pulsión, y no de todo él. Será poco a poco en este recorrido que realiza la

pulsión, que va desde la pérdida del pecho materno como objeto exterior al cuerpo

hasta el encuentro de los objetos-fragmentados en el cuerpo, que se irá constituyendo

en él “la representación total de la persona a la que pertenece el órgano productor de

satisfacción” (p.1225), y con esto la representación total de él mismo. Esto es, la

representación totalizante del objeto.

43

Asimismo, la zona del propio cuerpo que es tomada por la pulsión, y que se

convierte en objeto de satisfacción, es parcial en el sentido económico, por cuanto es

incapaz de proveer la primera satisfacción antes vivida. Esto es, aunque la pérdida de

tal satisfacción producirá que el niño busque repetirla e incluso crea encontrarla de

nuevo en cualquier otra parte de su cuerpo a lo largo del avance constitutivo libidinal, ya

no será posible recuperar, ni volver a experimentar jamás la misma satisfacción

obtenida antes del desligamiento de la pulsión. Se dará en cambio, la vivencia

autoerótica donde se trata de placer de órgano, placer por placer.

Por otro lado, debido a que en el estado autoerótico el niño es capaz de

procurarse la satisfacción sin recurrir a un objeto externo, podría inferirse que no existe

ninguna vía trazada que lo encamine hacia un determinado objeto. Esto es así siempre

y cuando se piense la inexistencia de tal vía en términos de algo constituido de

antemano, tal como sería por vía de la genética o de la naturaleza. Porque, de hecho, la

experiencia autoerótica sí va a trazar una forma particular de satisfacción, ya que una

vez ocurrida el fin de la pulsión será siempre repetirla. No obstante, en esta tendencia

de la pulsión por repetir esa primera experiencia se posibilitará que el ser humano pase

de un estadio instintivo a uno pulsional, y deje de ser semejante a un animal cuya

supervivencia depende de un único y primordial objeto. Así, el niño podrá tener el objeto

y no tenerlo, ya que su experiencia del mismo ahora es distinta por cuanto está

mediatizada por la pulsión.

En contraste con la teoría de las relaciones objetales donde se hace énfasis en

un objeto interno y personal que el niño introyecta desde la madre, en Freud se acentúa

una sustitución indefinida de objetos encontrados por la pulsión en el propio cuerpo que

caracteriza a este estadio y cuyos efectos se prologan más allá del mismo. Los objetos

freudianos en este texto son dos, los objetos de la necesidad, tal como lo es el

alimento, y los objetos pulsionales sexuales, teniendo estos últimos la característica de

parciales. Así, para Freud el placer es el fin del empuje pulsional que busca repetir esta

primera experiencia de satisfacción, la cual permanecerá de fondo a lo largo de toda la

vida, surgiendo así el deseo cuyo estatuto de desplazamiento movilizará al ser humano

con tal de recuperar ese „paraíso perdido‟.

44

De estas primitivas relaciones a las que Freud llamó sexuales, gran parte de

ellas queda como un resto que permanece hasta épocas posteriores y que sirve de

modelo para las relaciones que durante toda la época de lactancia el niño mantendrá

con aquellas personas que lo cuidan. Estas relaciones constituirán para el niño una

fuente inagotable de satisfacciones erógenas.

De acuerdo con Freud, durante la época de la pubertad los fines sexuales de

estas elecciones1 sufrirán una atenuación, pues tan solo representan una “corriente de

ternura de la vida sexual” (p. 1211). La elección de objeto se realiza al principio tan

sólo imaginativamente, ya que en ese tiempo, Freud concebía que la vida sexual de la

juventud se limitaba en su mayoría al campo de las fantasías; esto es, el de las

representaciones no destinadas a ponerse en acto. No obstante, la investigación

psicoanalítica revelaba ya en esa época que dicha ternura tenía de fondo las corrientes

sexuales primitivas de las pulsiones parciales infantiles, ahora inútiles. Así, Freud

encontró que por medio de estas fantasías retornan en los seres humanos esas

tendencias infantiles fortalecidas por la energía somática, “y entre ellas, con frecuencia,

y en primer lugar, la impulsión sexual del niño hacia sus padres, diferenciada, en la

mayoría de los casos, por la atracción de los sexos; esto es, del hijo por la madre y de

la hija por el padre (p. 1227).

Simultáneamente al vencimiento y repulsa de estas fantasías claramente

incestuosas, la elección de objeto en la época de la pubertad tiene que renunciar a los

objetos de la infancia y partir de una corriente nueva, sensual. Sin embargo, la

discrepancia entre ambas corrientes resulta en que “uno de los ideales de la vida

sexual, la reunión de todos los deseos en un solo objeto, no pueda ser alcanzado” (p.

1211). Es importante acentuar aquí dos cosas. Si bien, la inclinación infantil hacia los

padres no es el único de los sentimientos renovados en la pubertad, será uno de los

más importantes que van a marcar el camino de la elección de objeto. Por otro lado,

habrá otros factores, siempre en relación con la infancia, que le permitirán al hombre

“desarrollar más de una única serie sexual y exigir muy diferentes condiciones para la

elección de objeto” (p. 1228).

1 En este texto Freud se refiere a las relaciones de la infancia como elecciones de objeto. No obstante,

ocurren en la imaginación.

45

De lo hasta aquí dicho, se puede sintetizar que un resto de estos primeros

eventos que constituyen la elección, tales como la pérdida definitiva del objeto primitivo,

el autoerotismo, el narcisismo y la carga del objeto incestuoso, conviven

simultáneamente en lo inconsciente y, de esta manera, determinan la vida del sujeto

adulto. Así, de acuerdo con Freud, la elección de objeto seguirá comúnmente el

siguiente patrón: el hombre buscará en su objeto sexual “la semejanza con aquella

imagen de su madre que, en su más temprana edad, quedó impresa en su memoria” (p.

1228).

En el brevísimo ensayo de 1908, La Novela Familiar del Neurótico, el concepto

de objeto aparece en torno a esa trama fantástica tejida en la infancia que Freud llamó

novela familiar2. Con lo cual quiere mostrar que los objetos sexuales de la infancia

persisten y se presentan como una reminiscencia que atraviesan los vínculos del ser

humano.

La novela familiar, entonces, consiste en una elaboración de fantasías

conscientes que difícilmente subsistirá después en la memoria y que consta de dos

fases, una asexual y la otra claramente sexual. En la primera, cuando va descubriendo

que sus padres se alejan de su idealización, el niño los sustituye por otras figuras que

tienen mayor prestigio y luego, en la fase sexual, aparecerá en él la tendencia de

elaborar fantasías sobre situaciones de secreta infidelidad y relaciones amorosas

ocultas alrededor de la madre. Así, la madre se convierte en el primer objeto del interés

sexual del niño. Sin embargo, otra versión de la novela puede incluir también a sus

hermanas, si las hay, que pasan a ser objeto de sus fantasías eróticas.

Dentro del mismo momento teórico, en Sobre un tipo especial de la elección de

objeto en el hombre, texto de 1910, Freud abordó ciertos tipos de elección masculina de

objeto amoroso en la vida del neurótico adulto. En el texto se exponen algunas

características del objeto sexual del neurótico y su correspondiente satisfacción, la cual

es inconsciente.

2 A menos que se indique otra cosa, a partir de aquí las itálicas se usarán en los términos propios de Freud,

que por su originalidad quisieron incluirse en esta discusión.

46

El objeto se refiere aquí a la pareja sexual, por tanto, se trata de una persona.

Pero no se trata de cualquier persona. Freud explicó cómo tal persona mantiene una

correspondencia con los objetos de la infancia, en especial con la madre. Con esto se

introduce para el objeto, quizás uno de los estatutos más importantes, el de la

singularidad del objeto sexual. En esta elaboración, el objeto en Freud es un objeto

específico, está anclado en la historia misma de cada sujeto; posee rasgos únicos. Así,

sólo un objeto puntual, que coincida con las características que rodearon la elección del

„original‟, la trama que matizó esta pre-elección, será capaz de proveer satisfacción,

aunque sea de manera parcial en tanto se trata de un sustituto.

En este sentido, el objeto quizás no mantenga alguna correspondencia con la

imagen de la madre, primer objeto sexual, como en el caso de la elección de la

prostituta. Sin embargo en el inconsciente se desvanece esta oposición, bajo la

represión no hay diferencia entre ambos personajes. Al final, a pesar de la barrera

contra el incesto como puntualizó Freud en 1912, una vez producida la satisfacción, la

pulsión siempre volverá, procurando repetir la satisfacción.

En primer lugar, Freud describió un tipo de elección llamada del perjuicio del

tercero, por cuanto la mujer elegida no es libre. En este tipo de elección, el sujeto elige

a alguna mujer que pertenezca o mantenga un compromiso con otro hombre, sea novio,

esposo o amante. De esta manera, se satisfacen impulsos rivales y hostiles contra el

hombre a quien se roba la mujer amada.

Enseguida, presentó otro tipo de elección donde se elige la mujer de dudosa

reputación, es decir, el prototipo de la prostituta. En esta elección, la mujer cuya vida

sexual no puede ponerse en duda, no despierta en el hombre el menor interés que

podría llevarlo a convertirla en objeto amoroso. Por el contrario, la condición para que

una mujer se convierta en objeto amoroso es que su pureza y fidelidad puedan ponerse

en duda. Para esta elección, se eligen distintos tipos de mujeres, que van “desde la

casada asequible al flirt, hasta la entregada abiertamente a la poligamia” (p. 1626). La

satisfacción de esta elección está relacionada con los celos, que son una necesidad

para los amantes de este tipo: “sólo cuando estos sujetos pueden arder en celos

alcanza su amor su máxima intensidad, adquiere la mujer su pleno valor” (p. 1626).

47

Para este tipo de amante, las mujeres de dudosa conducta sexual son las únicas

posibles de amar. Se da también una repetición de estos enamoramientos. Esto es, los

objetos eróticos siempre se sustituirán si hay cambios exteriores, como en el caso de

cambiarse de ciudad, medio, etc. Asimismo, Freud ve una intención redentora

justificada por la ligereza sexual de la mujer.

Hay una fuente común entre ambos tipos de elección, fuente de origen psíquico

y, por tanto, común a todos los seres humanos. Se trata de la fijación del cariño del niño

a la representación de la persona de la madre. Freud explicó el primer tipo de elección

de objeto en relación con la libido, la cual continúa fijada a la madre después de la

pubertad. En esta condición, la relación entre la mujer no libre y la pertenencia de la

madre al padre del sujeto son claramente visibles. La característica del objeto para la

elección aquí es la falta de libertad, el cual es atributo esencial de la figura materna,

donde además el tercero perjudicado remite al padre. El resultado es que por ser los

objetos amorosos “subrogados de la figura materna” no podrán en sí mismos producir la

satisfacción anhelada. Lo cual llevará al sujeto a una búsqueda constante y a la

“formación de series inacabables” (p. 1628).

En el segundo tipo de elección, por el contrario, la liviandad en tanto requisito del

objeto elegido no tiene relación aparente con la figura de la madre. Sin embargo, Freud

mostró que su origen proviene directamente del mismo complejo materno a través de la

relación consciente-inconsciente, relación a partir de la cual extrajo de un período

particular en la infancia el factor determinante. De acuerdo con Freud, la imagen

materna, bañada de rectitud y pureza moral, está solamente presente en el

pensamiento consciente del adulto pero en su inconsciente la antítesis entre madre y

prostituta se disuelve en un sólo elemento. Tal unidad inconsciente se constituyó en un

período en el cual el niño tuvo acceso a algo de la naturaleza de las relaciones

genitales entre adultos. Ante su descubrimiento de éstas, el niño niega que sus padres

sean capaces de tener tales relaciones. Más adelante, descubrirá que hay mujeres que

practican el acto sexual como oficio y que son despreciadas por ello. Luego, llegará el

momento en que ya no podrá negar más que sus padres mantienen relaciones

sexuales y, entonces, concluirá que no hay gran diferencia entre su madre y la

prostituta, por cuanto las dos realizan el mismo acto.

48

Sobre la tendencia a redimir a la mujer elegida que se da al elegir a la mujer de

dudosa reputación, a través de sus estudios de los procesos psíquicos, Freud se

encontró con una motivación inconsciente, similar a la que se da en la elaboración de

un sueño. Tal motivo, según explicó Freud, posee una significación desde la propia

historia del sujeto, y, por tanto, es una “ramificación independiente del complejo

materno” (p. 1629). Su surgimiento se da a raíz de un conflicto entre impulsos

antagónicos, entre la autonomía y la dependencia de los padres, a quienes les debe la

vida. Para resolverlo, el niño tratará de corresponder con un don que corresponda en

magnitud para pagar así la magnitud de tal deuda contraída. Así, a partir de tales

sentimientos, elaborará la fantasía de “salvar a su padre de un peligro de muerte” (p

1629), liberándose de la dependencia paterna, y prevaleciendo su sentido de rebeldía e

independencia personal. O bien, podría elaborar la fantasía de salvar a su madre, que

será de sentido cariñoso, ya sea de darle un regalo o hacerle un niño. Estas fantasías

permanecerán inconscientes y con su resurgimiento el sujeto buscará su analogía en

sus objetos sexuales.

En la misma línea, en Sobre una degradación general de la vida erótica, 1912, el

objeto se refiere a personas, específicamente a la madre en la infancia y, después, a la

pareja sexual en la vida adulta. Se contraponen, en esta línea, los objetos valorizados y

los objetos degradados psíquicamente.

Freud expuso aquí su ideal sobre la conducta erótica plenamente normal, cuya

realización dependía de la evolución de la libido hasta su estructura definitiva, y

consistía en la fusión de la corriente cariñosa y la corriente sensual. La corriente

cariñosa es la más antigua y proviene directamente de la infancia temprana, se

constituyó a partir de los intereses de las pulsiones de conservación y se dirige a los

familiares y personas que cuidan del niño. Ya trae consigo ciertos aportes de las

pulsiones sexuales y remite a la primera fase de la elección hecha en la infancia. Así, a

través de las estimaciones de las pulsiones de conservación, las pulsiones sexuales

encuentran sus objetos primitivos. Luego, el afecto de los padres se sumará para

49

acrecentar en el niño “las aportaciones a las cargas psíquicas de las pulsiones del yo”

(Freud, 1912 p. 1711).

Tales fijaciones de cariño por parte del niño, reiteró Freud, subsisten a través del

período de la infancia, a las cuales se reúnen magnitudes importantes de erotismo.

Erotismo que queda desviado así de sus fines sexuales. Luego resurgirá con toda su

fuerza en la pubertad como una potente corriente sensual. Pero debido a la acción de la

cultura en la sexualidad, dicha corriente se aleja de los objetos de la infancia,

incestuosos, y se dirige a otros objetos ajenos al círculo familiar. No obstante, a pesar

de la barrera cultural, las fantasías incestuosas permanecen en lo inconsciente y los

objetos elegidos en la vida adulta serán conforme a la imagen de los infantiles, que con

el tiempo atraerán sobre sí todo el cariño que ha estado ligado a aquellos. Así, en la

elección de pareja se funden el cariño y la sensualidad, donde el más alto nivel de

enamoramiento sensual acarreará consigo la más alta valoración psíquica.

En sus estudios sobre las neurosis, sin embargo, Freud encontró casos en que la

elección del objeto se daba completamente distorsionada en relación con sus hipótesis,

y atribuyó estas elecciones a un estancamiento en el desarrollo de la libido. Señaló dos

factores que podían ocasionar dicho estancamiento. Uno se refiere al grado de

interdicción3 o prohibición real que se oponga a la nueva elección de objeto, apartando

de ella al individuo, otro, al grado de atracción ejercido por los objetos infantiles, a los

que debe abandonar. Tal grado era proporcional, según Freud, a la carga libidinal con

que fueron investidos en la infancia.

Si dichos factores tienen la fuerza suficiente se activa el mecanismo que produce

las neurosis. Con lo cual la libido abandona la realidad y retorna a la fantasía, donde

incrementa las imágenes de los primeros objetos sexuales fijándose en ellos. Sin

embargo, el obstáculo opuesto al incesto mantiene la corriente sensual dirigida a tales

objetos en el inconsciente.

3 Privación de derechos civiles definida por la ley. Diccionario de la Real Academia Española. [En red].

Disponible en: http://www.rae.es

50

En el caso de la impotencia psíquica4, caso paradigmático para Freud en este

texto, la corriente sensual no se ve forzada a ocultarse totalmente detrás de la cariñosa,

sino que retiene la energía suficiente para acceder en parte a la realidad (p. 1712). En

este tipo de individuos, la actividad sexual no cuenta con toda su energía intrapsíquica,

por lo cual se manifiesta caprichosa y poco satisfactoria. En gran manera, se ve

forzada a evitar cualquier acercamiento a la corriente cariñosa. Por tanto, la elección de

objeto se ve considerablemente limitada, y la corriente sensual que permanezca activa

buscará únicamente objetos que no despierten el recuerdo de los objetos incestuosos

prohibidos. En cambio, ante mujeres cuyas características podrían inspirarle una alta

valoración psíquica, el sujeto no reaccionará con excitación sensual, sino con un cariño

ineficaz en el sentido erótico.

Freud identificó en estos casos una disociación en dos direcciones, misma que

sostiene un conflicto aparente entre el amor divino y el amor terreno (animal). En este

mecanismo, los individuos tienen la tendencia a buscar objetos a los que no necesiten

amar, con lo cual mantendrán alejada su sensualidad de los objetos amados. Si una de

estas personas que eligen para dirigir su corriente sensual les recordara un rasgo del

objeto que tratan de eludir, el objeto incestuoso, se produce la impotencia psíquica. Por

tanto, se dirigen a la degradación psíquica del objeto sexual, y reservan para el objeto

incestuoso y sus subrogados la supervaloración que normalmente corresponde al

objeto sexual.

Freud aplicó el paradigma sintomático de la impotencia psíquica para explicar el

comportamiento sexual del hombre común. Indicó que sólo en una minoría de

individuos se observaba que las corrientes cariñosa y sensual aparecían fundidas. De

esta manera, la mayoría de los hombres se sentían cohibidos de expresar su

sexualidad por el respeto a la mujer y, por tanto, sólo la expresaban libremente con

objetos sexuales degradados. Tal tendencia se fortalecía porque en sus fines sexuales

existían componentes perversos que no se atrevían a actuar con la mujer amada. 4 La impotencia psíquica era la enfermedad más común en la clínica en los tiempos de Freud. Dicha

enfermedad afectaba a individuos de naturaleza intensamente libidinosa, y se manifestaba en los órganos

sexuales que rehusaban su colaboración al acto sexual. El fallo se producía con una persona determinada y

nunca con otras. La inhibición dependía de una cualidad del objeto sexual. Freud, S. (1912). Sobre una

degradación general de la vida erótica. En Obras Completas.

51

Freud no tardó en suponer a esta tendencia erótica de los hombres de su época,

los dos factores etiológicos para la impotencia psíquica, la intensa fijación infantil a

objetos incestuosos y la prohibición real opuesta a las pulsiones sexuales en la

adolescencia. Por tanto, para ser verdaderamente libre y verdaderamente feliz en la

vida erótica, era necesario vencer el respeto a la mujer y el horror al incesto con la

madre o hermana

En su segunda elaboración o momento teórico, en Introducción al narcisismo,

texto de 1914, para ampliar su teoría de la elección, Freud introdujo otro objeto primitivo

de la pulsión además de la madre. En este texto se refiere al Yo y al sujeto, de manera

indistinta, por un lado y a la madre por el otro, como objetos primitivos de la pulsión. Ya

no se trata de uno sino de dos objetos primitivos: la madre y el sujeto mismo.

Asimismo, con la especificación del concepto de narcisismo, se puede apreciar

en Freud una distinción entre objetos reales y objetos imaginarios. Los objetos reales

remiten al partenaire sexual, real, es decir a la persona amada. En cambio, los objetos

imaginarios son aquellos que habiéndose constituido en la infancia permanecen en la

fantasía, y corresponden a las representaciones de la madre, el padre, e incluso del

sujeto mismo. Se entiende que estos objetos están de fondo, subyacentes, sin

embargo, emergen e interactúan en la vida del adulto. Puede advertirse su presencia en

la enfermedad y, sobre todo, en la elección de pareja u objeto sexual.

En cuanto a este punto anterior, si bien el objeto de la elección es una persona,

ésta, a su vez, para el sujeto es una reminiscencia de la imagen de la madre o de él

mismo, ambos objetos sexuales primitivos. Se eligen a las personas sustitutivas que a

partir de cada una de estas dos imágenes primitivas conforman largas series. De esta

manera, Freud remarcó que la elección de objeto no se libra de la pulsión.

En este texto, a partir de una dinámica específica entre ambos objetos, reales e

imaginarios, en la enfermedad, Freud define aquí el narcisismo como la sustracción de

la libido del mundo exterior y su subsecuente concentración en el yo. A partir de sus

observaciones, explicó que en la neurosis no se da esta sustracción o regresión sino

que ocurre un desplazamiento de la libido hacia los objetos del mundo exterior. Ante la

52

pérdida de estos, la libido se desplaza hacia nuevos objetos del mundo exterior,

conservando así el neurótico su relación con la realidad exterior. En la esquizofrenia, en

cambio, la libido se repliega sobre el yo5 y se produce un corte con la realidad.

Al observar este comportamiento de la libido, Freud determinó que el

narcisismo6 propio de la esquizofrenia no se trataba de algo nuevo sino de la

exacerbación del estado narcisista primitivo inaugurado con la fundación del yo en la

infancia temprana, y el cual subyace a lo largo de toda la vida.

Aunque Freud afirmó que el narcisismo podía estudiarse mejor a través del

análisis de la esquizofrenia, propuso otras tres vías de acceso indirecto: la observación

de la enfermedad orgánica, la hipocondría y la vida erótica de los sexos. Freud abordó

las cuatro vías desde una condición común a ellas, la relación de la pulsión con el

objeto.

En cuanto a la vía de acceso correspondiente a la vida erótica, Freud expuso una

premisa fundamental, a saber, que “el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él

mismo y la mujer nutriz, y presuponemos así el narcisismo primario de todo ser

humano, que eventualmente se manifestará luego, de manera destacada en su elección

de objeto” (Freud, 1914 p. 2025).

Para explicar lo anterior, Freud se refirió a la época de lactancia en el humano y

expuso que en la vida erótica infantil el infante tomó sus objetos sexuales de sus

experiencias de satisfacción. Aunque Freud hablaba ya del carácter autoerótico de las

primeras experiencias sexuales, aquí remarcó que éstas siempre se vivieron conjunta o

simultáneamente con funciones destinadas a la supervivencia. Es en este sentido que

hay que entender que hubo un aspecto preliminar de la elección que se anudó

alrededor de estas personas, encargadas de propiciarle el cuidado necesario al infante.

Así, estos objetos se constituyeron como tales siempre en relación a una vivencia de

satisfacción y, específicamente, la satisfacción que el niño recibió directamente por vía

de su relación primordial con la madre hizo que ésta fuera un modelo definitivo no sólo

para las elecciones de esta etapa sino para siempre. Dicho en otros términos, aunque

5 Freud mantenía esta postura para explicar la esquizofrenia, aunque no era éste su principal cometido en

este texto. 6 En este texto Freud se refiere al narcisismo primario, propio de la infancia y al narcisismo secundario

como componente de la vida adulta

53

las pulsiones sexuales se constituirán como tales después de hacerse independientes

de las pulsiones del yo7, siempre quedará un patrón, un resto de los primeros objetos

que se introducirá en la posterior elección de objeto del adulto.

Así también, Freud determinó aquí dos tipos de elección de objeto: la elección

narcisista y la de apoyo o anaclítico. Entre las de tipo narcisista, las personas no eligen

a su pareja u objeto sexual conforme al modelo materno, “sino conforme a su propia

persona” (p. 2025). Esto es, en su elección se están buscando a sí mismos como objeto

erótico. En ese tiempo, Freud ubicó este tipo de elección en los perversos y los

homosexuales, y se limitó a explicarla a partir de una perturbación en el desarrollo de la

libido. No obstante, sostuvo que los seres humanos encuentran dos caminos abiertos

para la elección y pueden preferir uno de ambos. También aquí se encuentran aquellas

elecciones que tienen su origen lo que uno fue, lo que uno quisiera ser y en la persona

que fue parte de uno mismo (p. ej.: la madre y el hijo que sale de su cuerpo,

considerado como objeto-extensión del propio cuerpo al que hay que reincorporar).

Por otro lado, entre las rutas de la elección conforme al tipo de apoyo o anaclítico

se elige a la mujer nutriz (hombres), y al hombre protector (mujeres). Asimismo, Freud

abordó las diferencias en los tipos de elección de objeto en el hombre y la mujer. El

amor completo al objeto, es decir, conforme al tipo de apoyo predomina en los

hombres. Mientras que en la mayoría de las mujeres con la entrada a la pubertad se

manifiesta “una intensificación del narcisismo primitivo” (p. 2025). Éste se traduce en

términos de hipervaloración sexual, es decir, de amor por sí mismas pues no tienen

interés en amar, sino en ser amadas. Con esta declaración Freud no intentaba disminuir

a la mujer, sino acentuar la diferenciación de funciones.

Además, identificó que muchas mujeres que aman conforme al tipo masculino

también desarrollan la misma hipervaloración sexual. No obstante, señaló que incluso

para tales mujeres hay un camino que las conduce al amor de objeto. Freud explicó

esta transición en relación al hijo que dichas mujeres parirán, al cual perciben como

parte exterior del propio cuerpo y sobre el cual vuelcan un amor pleno objetal. Por

7 Freud explica aquí que las funciones de las pulsiones del yo son prolongar la supervivencia. Por otro

lado, las pulsiones sexuales, se derivan de las anteriores puesto que al principio se apoyan en ellas y luego,

ulteriormente, se independizan.

54

último, identificó un tipo de mujeres que no necesitan tener un hijo para pasar de este

narcisismo llamado secundario, al amor de objeto. Tales mujeres se han sentido

masculinas siempre, pero cuando llega la madurez tal aspiración se rompe mantienen

la tendencia a aspirar a un ideal masculino, que no sería otra cosa que una segunda

parte de ese ser masculino que ellas mismas fueron.

En este mismo momento, en el texto de 1915 Pulsiones y sus destinos, Freud

retomó el objeto para acentuar la condición de variación de éste. En esta etapa de la

elaboración freudiana, el objeto aparece como correlato de la pulsión. Pulsión y objeto

siempre están en relación y convergen en torno a un fin que es la satisfacción. No hay

satisfacción que la pulsión pueda alcanzar sin objeto, el cual no necesita ser externo al

sujeto sino que puede ser una parte de su propio cuerpo. Por tanto, no existe

correspondencia entre pulsión y objeto en tanto complementariedad, sino que el objeto

es lo más inestable, lo más variable de la pulsión la cual se desplaza de un objeto a otro

en busca de la satisfacción. Además, un único objeto puede cumplir la función de

satisfacer a varias pulsiones. Asimismo, un objeto puede aparecer enlazado de modo

particularmente estrecho a una pulsión, tratándose en este caso de una fijación

pulsional.

En este texto, Freud regresó a los términos que había empleado en relación al

concepto de pulsión, entre ellos están la perentoriedad, el fin, el objeto y la fuente* de la

pulsión. El primer término en la lista se refiere al motor, a la movilidad de la pulsión, es

decir, a la esencia y tiene que ver con la cantidad de trabajo que representa. En

cambio, el fin de la pulsión, o de una pulsión, es la satisfacción. Satisfacción que puede

alcanzarse al suprimirse el estado de tensión, o la estimulación de la fuente de la

pulsión. Hay diferentes caminos que llevan a la satisfacción, en tanto existen diferentes

fines cortos, inmediatos que pueden aparecer en combinación o sustitución.

El objeto de la pulsión, tal como se plantea en este texto, es la cosa a través de

la cual o en la cual la pulsión logra satisfacerse. Se trata, en este sentido, de lo más

variable de la pulsión, por cuanto en ningún objeto podrá satisfacerse plenamente. A

propósito de las zonas erógenas como fuentes de las pulsiones sexuales, Freud explicó

55

que éstas tienen la característica de encontrar su objeto en las diferentes zonas del

cuerpo, y al principio actúan “independientemente unas de otras (…), el fin al que cada

una tiende es a la consecución del placer del órgano” (Freud, 1915a p. 2044). Desde

esta conceptualización, no se puede hablar del objeto tan sólo como algo que se

encuentra fuera del sujeto, exterior a él, sino que puede tratarse de cualquier parte de

su cuerpo. Además, el objeto es susceptible de ser sustituido indefinidamente por otro

a través del recorrido de la pulsión. Esto es así, por cuanto no existe „el objeto‟ que

corresponda a la pulsión y que sea capaz de satisfacerla.

Algo diferente es lo que ocurre con las pulsiones de conservación8, o pulsiones

yoicas. No sólo están reguladas por la instancia psíquica del yo, sino que encuentran su

objeto correspondiente, por ejemplo, al satisfacerse con la comida las necesidades de

hambre. Aunque ambas surgen de un mismo órgano, son primero las pulsiones de

conservación, y luego las sexuales que surgen de aquellas después de la primera

experiencia erótica, las primeras encuentran por así decirlo su objeto, mientras que las

sexuales no.

Podría inferirse aquí que Freud concedió mayor importancia a la experiencia de

satisfacción autoerótica y no tanto a la variación del objeto, que en un momento fue el

pecho materno y después cualquiera parte del cuerpo. No obstante, la variación del

objeto también es fundamental pues se observa que este avance libidinal sigue la

dinámica de desplazamiento, con el cual la pulsión se despliega a partir de una de las

leyes propias del inconsciente descubiertas por Freud. Tal variación, además, no

implica que el autoerotismo sea un estado no objetal puesto que Freud señaló la

diversidad de objetos encontrados en el propio cuerpo para satisfacer la pulsión sexual.

Se trata entonces de un estado donde no se da una concentración de las pulsiones

alrededor de un único objeto.

En el mismo año, 1915, en su trabajo Sobre las transmutaciones de las pulsiones

y especialmente del erotismo anal, Freud marcó si no una innovación, sí otra

8 Las pulsiones de supervivencia son reguladas por la instancia del yo, aparentemente siempre han

estado ahí. Las pulsiones sexuales, en cambio, no están regidas por alguna instancia o entidad. Se sabe

que son numerosas y proceden de diferentes y múltiples fuentes orgánicas. Se encuentran sueltas y actúan

al principio independiente unas de otras buscando siempre satisfacerse. Sólo después, formarán una

síntesis y quedarán al servicio de la reproducción.

56

puntualización en cuanto al objeto, la cual tiene que ver con el orden del deseo. Así, el

pene y el niño forman parte de los objetos de la infancia que a través de la fantasía

pasan, de objetos simbólicos, a ser objetos de deseo, y de un deseo indestructible pues

quedarán constituidos en el inconsciente de forma permanente. Como objetos de

deseo, se entiende que se encuentran perdidos para siempre y, al mismo tiempo, son

causa de deseo por cuanto son objetos perdidos de la pulsión. Son, entonces, objetos

alrededor de los cuales gira la pulsión buscando reencontrarlos por diversas vías. Lo

mismo puede decirse de la representación de la figura de la madre o del padre, según

el caso. De esta manera, Freud da cuenta de las marcas de una sexualidad infantil y

sus objetos en la vida adulta.

A partir de las regresiones que se observaban en los procesos neuróticos de sus

pacientes, Freud elaboró la hipótesis sobre la evolución de la libido partiendo de la

existencia de una organización pregenital hasta la constitución de una fase de primacía

genital. Explicó que tal fase estaría gobernada por el sadismo y el erotismo anal.

Con el fin de determinar qué sucedería con las pulsiones erótico anales durante

la evolución libidinal, Freud se planteó una serie de preguntas a las que intentó dar

respuesta. Entre éstas destaca la pregunta por si estas pulsiones serían incorporadas

en la nueva estructura de la sexualidad establecida por la primacía de la genitalidad9.

Para responder a lo anterior, Freud partió de los significantes de excremento, dinero,

regalo, niño y pene y afirmó que éstos se con-funden en el inconsciente, al igual que los

conceptos de madre y prostituta que trabajó en el año de 1912, en Sobre una

degradación general de la vida erótica.

Aquí Freud expuso la relación inconsciente niño-pene, ya que la superposición

de éstos es la más común tanto en el simbolismo del sueño como en el de la vida

cotidiana, para mostrar como tal relación constituida en la infancia permanece durante

toda la vida. Para este fin, aplicó esta ecuación al estudio de varios casos de neurosis

en mujeres. Entre sus hallazgos, Freud encontró el deseo reprimido de poseer, como el

hombre, un pene, al que llamó “envidia del pene”, y que incluyó en su teoría sobre el

9 Aquí es notorio que para Freud cada paso en la constitución del psiquismo iba sumándose uno a otro.

No se trata de dejar atrás uno para pasar al siguiente, sino que éstos resultan en un conjunto estructurado

que determina psíquicamente al sujeto.

57

complejo de castración. En otro tipo de mujeres descubrió, en cambio, el deseo de

tener un hijo, cuyo incumplimiento puede desencadenar la neurosis. Asimismo, se

refirió a otras mujeres que abrigaron ambos deseos, primero quisieron poseer un pene

como el hombre, y en una época aún infantil, desearon tener un hijo. Estas diferencias

dependen de factores accidentales de la vida infantil, de manera que poseer un pene

sería idéntico, en el fondo, al de tener un hijo.

Por otro lado, siguiendo la huella de este deseo infantil de poseer un pene, Freud

expuso el caso cuando ciertas mujeres permanecen exentas de perturbaciones

neuróticas, y encontró que el destino que sigue tal deseo aparece transformado en el

deseo de encontrar marido. En este sentido, tales mujeres aceptan al hombre “como un

elemento accesorio inseparable del pene” (Freud, 1915b p. 2035). Esta transformación

logra someter a la función sexual femenina un impulso que al principio apareció como

antagónico. De esta manera, y sólo así, tales mujeres llevan una vida erótica de

acuerdo al modelo masculino del amor a un objeto, la cual puede coexistir con la del

tipo femenino, propiamente derivada del narcisismo10.

Freud advirtió también que en numerosos casos es el deseo de un hijo el que

trae consigo la transición desde el amor a sí misma, propiamente narcisista, al amor a

un objeto. Insistió, también, que el niño queda representado por el pene. En este caso,

Freud articuló el deseo de tener un hijo con la idea de tener un pene como elemento

indispensable para la movilización de la pulsión desde el amor centrado en sí misma

(narcisista) al amor a un objeto (elección de objeto).

Este deseo inconsciente de poseer un pene también fue confirmado por Freud al

analizar varios sueños femeninos ocurridos después de un primer contacto sexual. De

este material, encontró cada vez un deseo en la mujer de conservar en su cuerpo el

miembro del hombre. De esto, Freud dedujo una regresión temporal que partía del

hombre hasta el pene, en tanto objeto de deseo.

Enseguida, con el fin de continuar mostrando cómo la fase pregenital coexiste

con la de la primacía genital, Freud prosiguió a elaborar sobre los demás objetos

propios de la infancia a partir de la misma línea, la del deseo inconsciente.

10 Véase p. 34 en la exposición de Introducción al Narcisismo, donde Freud explica el narcisismo en la

gran mayoría de mujeres.

58

Tomando el significante niño, Freud demostró por analogía que también a través

de éste una parte del erotismo pregenital se asegura un lugar en la primacía genital. De

alguna manera, el niño es considerado un mojón, es decir, como algo que sale del

cuerpo por la vía intestinal (Caso Juanito). Luego, cierto monto de libido ligada

originalmente a las heces “puede por extensión de esto aplicarse al recién nacido” (p.

2036). Así, del lenguaje, Freud tomó la expresión “regalar un niño” para explicar la

relación de fondo niño–regalo con el excremento, considerado como el primer regalo

infantil.

De acuerdo con Freud, el excremento constituye una parte del propio cuerpo, de

la cual el niño se separará o por petición de la persona amada o de forma espontánea

para demostrarle a ésta su cariño. De sus observaciones, Freud postuló que en la

defecación el niño se encuentra ante dos formas de responder, una narcisista y la otra

de amor a un objeto. Es decir, o cederá y expulsará los excrementos con docilidad, en

tanto sacrificio de amor, o los retendrá para procurarse satisfacción autoerótica, la cual

posteriormente afirmará la independencia de su voluntad.

De esta manera, Freud abstrajo elementos que le sirvieron para explicar de

forma más amplia su teoría de la evolución de las pulsiones y de la coexistencia de un

resto de la sexualidad infantil y sus objetos en el adulto. Al retomar estos objetos, Freud

mostró cómo una reminiscencia de los mismos se introduce en el deseo de los hombres

y las mujeres durante la primacía de la genitalidad. La elección de objeto sexual y otros

intereses en la vida se movilizarán entonces en términos del deseo inconsciente de

recuperar los objetos sexuales de la infancia, ahora recubiertos y transformados debido

a los diques culturales impuestos a dicho deseo. Sin embargo, la posición que el niño

haya adoptado en cuanto a tales objetos será un determinante no sólo en su pasaje del

amor narcisista al del amor a un objeto, sino en las características que matizarán su

elección.

Por otro lado, en Más allá del principio del placer, 1920, último texto de este

momento teórico, Freud consolidó la teoría de la pulsión de muerte. Expuso de manera

puntual un fenómeno que encontró durante su labor clínica y que le llevó a reelaborar

59

su teoría a través de un tercer componente angular11. Se trata de la obsesión de la

repetición, cuya aparición no sólo era común y dificultaba el tratamiento

psicoanalítico12al final del mismo, sino que en la gran mayoría de casos era vivido

como sufrimiento por parte del paciente.

La intención de Freud en este texto fue reconocer cómo el principio rector de la

dinámica de las pulsiones de conservación y las sexuales, llamado principio del placer,

estaba ahora permeado por un placer de otro orden. Analizó, pues, esta tendencia a la

repetición en los sueños en las neurosis traumáticas, los juegos infantiles y en las

conductas de sus pacientes neuróticos en relación a la transferencia. Dedujo, así, que

la obsesión de repetición era anterior al principio del placer y pasó después a un plano

puramente especulativo para elucidar sobre su función, aparición y relación en la que

se encontraba con el hasta entonces considerado rector de los procesos psíquicos.

Apoyándose en la Biología, realizó un recorrido analógico por teorías sobre la

conservación de los organismos que le permitieron ampliar su explicación hasta cierto

punto. Dirigió así la atención sobre “una tendencia propia de lo orgánico vivo a la

reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar bajo el influjo

de fuerzas exteriores, perturbadoras” (Freud, 1920 p. 2525). Esto le permitió introducir

un soporte para elaborar la explicación de la obsesión de la repetición.

Asimismo, desde una referencia filosófica de la muerte como fin último detrás del

desarrollo de la vida, Freud reorganizó su anterior clasificación de las pulsiones bajo

dos nuevas categorías. Agrupó aquellas que retrocediendo “quieren llevar la vida hacia

la muerte, y (…), las pulsiones sexuales, que aspiran de continuo a la renovación de la

vida y la imponen siempre de nuevo” (p. 2530). De esta manera, ya no se refirió a las

pulsiones yoicas como de conservación, sino que las calificó como pulsiones de muerte

y, por otra parte, a las pulsiones sexuales las reunió bajo la categoría de pulsiones de

vida.

11

Esta reelaboración fue más especulativa que basada en observaciones. A falta de una explicación

apoyada en otras disciplinas, como se le había facilitado especialmente en el caso de la Biología, Freud

retomó aspectos del Mito en la obra de Platón, donde identificó un componente similar al fenómeno que

intentaba esclarecer. 12

En este texto Freud hace un breve recorrido de la evolución de la técnica psicoanalítica desde sus

inicios, marcando los giros de la misma en dirección de las hipótesis que iba elaborando con base en

nuevos datos observados.

60

Desde el punto de vista anterior, la vida es explicada en términos de una gran

vuelta sostenida por las pulsiones sexuales, que sólo posterga el propósito original de

las pulsiones de muerte, la extinción del organismo. Así, el recorrido de las pulsiones de

vida quedaría sometido al influjo las pulsiones de muerte, directrices de la existencia

humana. Sin embargo, aun cuando se trasluce el dominio de estas últimas, las

pulsiones de vida se separan por cuanto su fin apunta a la fusión de dos células

(procreación) que permitirá la prolongación de la vida. Eros y Tánatos quedan así

acogidos en esta dialéctica fundamental del pensamiento freudiano.

Después de exponer estos puntos, Freud retomó la teoría de la libido para

revisar su construcción y hacer una remarcación con respecto al yo. Señaló cómo en el

camino fueron introducidas nuevas observaciones sobre la frecuencia con que la libido

tendía a retirarse del objeto y volver sobre el yo. Luego, cómo esta tendencia lo condujo

a concluir a partir de sus estudios sobre la sexualidad infantil que el yo era el depósito

original de la libido, de donde partía para llegar al objeto.

De esta manera, la primera referencia al yo en tanto objeto primitivo de la

pulsión, planteada en Introducción al narcisismo, quedó casi intacta. Sin embargo, se

amplió sobre el recorrido de la pulsión, la cual sale del yo hacia el objeto y aquella que

retorna sobre él, recorrido que se relee ahora a partir de la teoría del Tánatos. Las

pulsiones de muerte son propias del yo y nada tienen que ver con la conservación,

atraen sobre sí a las pulsiones de vida retirándolas del objeto y en todo caso, de la

realidad. No obstante las pulsiones de vida también parten del yo, por tanto, se

evidencia que ambas confluyen en el yo.

Tomando como ejemplo el amor objetal, Freud resaltó la presencia de la pulsión

de muerte al referirse al componente del odio, polaridad del amor en la relación

amorosa. Se planteó como explicar la derivación de esta pulsión sádica dirigida a dañar

al „objeto‟, de las pulsiones sexuales en tanto conservadoras de la vida. Para dar

respuesta a esto, Freud atravesó el sadismo con el concepto de pulsión de muerte y

especuló que éste debió ser desplazado y expulsado del yo debido a las pulsiones que

por afinidad se reunieron formando la unidad del yo. De esta manera, el sadismo en el

mejor de los casos sólo aparece proyectado en el objeto.

61

Lo anterior condujo a Freud a reformular la teoría del masoquismo, al cual definió

como retorno de la pulsión sádica contra el propio yo en términos de regresión a fases

anteriores. Así, se abstrae que el yo no sólo viene a formar parte de la serie de los

objetos sexuales de la infancia, sino que es reconocido como el más importante de

ellos.

Freud retomó enseguida las pulsiones sexuales identificando que no había

podido demostrar en éstas la tendencia a la repetición con la cual llegó hasta las

pulsiones de muerte. En otros términos, intentó bordear el acto de la procreación con

las pulsiones de muerte. Debido a que los elementos que tomó de la Biología no le

alcanzaron para respaldar su hipótesis sobre la génesis de la sexualidad recurrió al Mito

que Platón expuso en El Banquete. De acuerdo con Freud, este texto no solo explica la

génesis de la pulsión sexual, sino que describe su desplazamiento en términos de

variación con respecto al objeto.

Cabe mencionar que paralelamente a este segundo momento teórico, en 1917

Freud se refiere en Duelo y Melancolía a este concepto pero no en la línea que lo ha

venido trabajando, sino en relación a sus observaciones de las patologías narcisistas.

En este texto, Freud no trabaja un aspecto constitutivo del objeto sino que especula

sobre el lugar del yo -en la melancolía- en la dinámica de la elección del objeto amoroso

y la pérdida de éste. Con lo cual se advierte una importante diferencia en el

comportamiento de la libido en las neurosis, por un lado, y en las psicosis por el otro.

En su explicación Freud se refiere al ciclo del duelo para marcar que en la

melancolía el sujeto no puede “distinguir claramente qué es lo que ha perdido (…), pues

no le es posible percibirlo conscientemente”. Esta es la gran diferencia con el duelo,

donde nada de lo que tiene que ver con la pérdida es inconsciente.

En la melancolía hubo una elección de objeto, una investidura libidinal sobre una

persona determinada, pero de una manera particular, con poca energía de resistencia.

En esa investidura de objeto, al darse una afrenta real o un desengaño, la libido

abandonó el objeto pero no se desplazó a uno nuevo como en el duelo, sino que se

retiró sobre el yo, sirviendo esto de base para establecer una identificación del yo con el

62

objeto perdido. Identificación en la cual, como dice Freud, "la sombra del objeto cayó

sobre el yo” (1917, p. )

La identificación con la imagen total del objeto como vemos que la plantea Freud

para la melancolía, no implica una evolución de las pulsiones como en el caso de la

elección en las neurosis, sino sigue una modalidad propia del estadio constitutivo del

narcisismo. Es decir, el vínculo o investidura libidinal del objeto es pobre y en la

pérdida, la identificación significa una regresión a un modo arcaico de identificación en

el que el yo se encuentra en una relación de incorporación del objeto. A este nivel, la

pérdida del objeto amoroso para el melancólico envuelve la pérdida del propio yo, pues

el partenaire está introducido en él de tal forma que es el yo de él. De esta manera,

especula Freud, el objeto perdido y ahora insertado en el yo del melancólico puede ser

castigado como un objeto por otra instancia psíquica, el superyó.

A diferencia de cómo ocurre en la neurosis, según especula Freud en este texto,

la elección en la melancolía tendría su base en una fijación en algún punto del estadio

del narcicismo. Así, la sustitución del amor al objeto por una identificación es lo que

Freud quiso resaltar como un mecanismo importante de las patologías narcisistas. Sin

embargo, la idea de que la melancolía dependa del predominio del tipo narcisista de la

elección no tenía base suficiente ni había sido confirmada por la investigación, según

expresa Freud en este texto.

Por otro lado, la identificación la formalizará Freud hasta 1921, tercer momento

teórico de este trabajo, cuando introduce la identificación primordial como base de la

constitución del yo, y como necesariamente previa a toda elección. Al aislar ésta de las

demás identificaciones, responde a lo antes planteado por él en Introducción al

Narcisismo en 1914, a saber la constitución del yo como entrada al narcisismo.

Dentro de la tercera elaboración, en La identificación -Psicología de masas y

análisis del yo, texto de 1921, Freud puntualiza la determinación que tienen las

elecciones de objeto en el primer período sexual de la infancia a partir del mecanismo

aquí ampliado de la identificación. Así también, en el apartado Una fase del yo, Freud

63

retomó la posición de objeto del yo ante la pérdida del objeto amoroso en la

identificación narcisista para contraponerla a los demás tipos de identificación.

La identificación como tal se define como la forma más primitiva de enlace

afectivo a otra persona. Se dice que ésta es siempre posible antes de realizarse

cualquier elección de objeto y para explicar su mecanismo Freud se refirió en primer

lugar a la posición que el niño toma con respecto a sus padres en la infancia pre-

edípica. Es importante resaltar en este punto que, para Freud, el objeto de la

identificación adquiere diferentes matices de acuerdo con la posición que el niño tome.

Cuando el padre comienza a ser objeto de la admiración del niño se constituye

en el modelo a imitar. El niño se identifica con su padre y quiere ser como él. De forma

simultánea a esta identificación, la madre comenzará a convertirse en objeto de su

interés sexual. El niño presenta dos enlaces psicológicos distintos, uno abiertamente

sexual con respecto a su madre, y otro de admiración con respecto a su padre a quien

toma como modelo a imitar. En este cuadro se dibuja ya la entrada al complejo de

Edipo, que Freud consideraba normal. En la medida en que la carga libidinosa del

objeto materno cobra fuerza, el niño ve a su padre como un rival cuyo lugar quiere

sustituir al lado de la madre. Aunque esta carga recae sobre la madre, “tiene su punto

de partida en el seno materno, primer objeto sexual del niño” (Freud, 1923. El Yo y el

Ello p.2712).

Pero puede ocurrir también que el niño adopte una posición femenina y tome

como objeto de satisfacción sexual a su padre. En este sentido, la identificación al

padre antes mencionada sería una fase preliminar a su constitución como objeto

sexual. Esto también puede darse de manera similar en las niñas con respecto a la

madre. La diferencia entre la identificación con el padre y la elección del mismo como

objeto sexual radica en que en el primer caso se quisiera ser como el padre, y en el

segundo se quisiera tener al padre, en tanto objeto sexual del yo.

Existen en este tiempo, pues, dos objetos. Uno sexual y otro de admiración. El

objeto de admiración es el objeto de la identificación, a cuya imagen el yo del niño

aspira a conformarse. En este sentido es que Freud sostuvo que la identificación era

antes de cualquier elección de objeto sexual, y que de lo que se trata en ella es de

64

“conformar el propio yo análogamente al otro tomado como modelo” (Freud, 1921 p.

2585).

Por otro lado, en la vida del adulto y en relación al síntoma neurótico, con

frecuencia el yo copia cualidades de la persona amada en la elección de objeto,

surgiendo así una nueva identificación. Otras veces, sucede que el yo se conforma a la

persona no amada. Esta identificación es parcial por cuanto se toma solo un rasgo de la

persona-objeto.

Asimismo, la identificación por medio del síntoma puede darse sin existir una

actitud libidinosa hacia la persona que se imita. En este caso, la identificación obedece

a la aptitud de colocarse en la misma situación, debido que el yo advierte una analogía

en un punto determinado con el otro yo. A partir de este punto de encuentros, la

identificación se desplaza hasta el síntoma que está produciendo el yo imitado.

Freud se refirió enseguida al homosexualismo13 para explicarlo desde la

identificación. Subrayó que la madre en tanto objeto sexual permanece en esta cualidad

por mucho más tiempo que el ordinario, debido a una fijación del sujeto. Luego, en la

adolescencia esto se intensifica y en vez de renunciar a ella para ir en busca de otros

objetos sexuales, se da una identificación con ella. De esta manera, el yo del sujeto se

transforma conforme al modelo de la madre. Al mismo tiempo, al haber una

transformación del yo en la identificación con el que hasta entonces fue su objeto, aquel

queda perdido, de acuerdo con Freud, a través de una sustitución, pues este objeto

perdido fue introyectado en el yo.

En este sentido Freud trabajó la distinción entre el yo y el ideal del yo, y a la

doble dinámica de esta relación. El yo sustituye su ideal por un objeto externo por la

identificación. A partir de tal momento, el yo entra “en la relación de un objeto con el

ideal del yo por él desarrollado” (p 2587). Esta relación puede apreciarse mejor en el

tipo de melancolía que se produce por eventos externos, como la pérdida de un ser

querido, principalmente cuando se ha abandonado por ser indigno de amor. En este

caso, el objeto perdido es reconstruido en el yo por identificación “y es severamente

juzgado por el ideal del yo” (p.2588). Así los ataques dirigidos contra el objeto aparecen

13

Considerado aquí como una perturbación en la evolución de la libido en el estadio del narcicismo.

65

contra la propia persona. Freud ubica aquí al yo en posición de objeto, como objeto de

los castigos del ideal del yo.

Después del recorrido hasta aquí realizado, y con base en la premisa de que un

resto de los estadios constitutivos persiste en la vida adulta en tanto posiciones del

sujeto, se tomará como referente el texto Malestar en la Cultura, escrito en 1930, donde

Freud mostró los efectos de esto en articulación con la influencia de la cultura en el ser

humano.

Como ya se ha expuesto, el objeto o los objetos primitivos permiten la

movilización, el desplazamiento hacia un otro, en el amor, en la identificación, o hacia

algo, en el deseo, en tanto objeto externo. Las relaciones con el cuerpo, con los otros,

con la influencia externa de por sí son conflictivas debido a la reminiscencia de los

objetos en la infancia, que atraviesan los vínculos humanos y las otras fuentes del

sufrimiento. En adición, en este texto Freud expone otro tipo de objeto que se hace

patente, el objeto externo como objeto del malestar y que proviene de la cultura.

La cultura trata de controlar la pulsión y para esto ofrece los objetos externos que

quiere siempre presentar como un único objeto, el objeto, igual para todos, en la

religión, en la educación, en la sexualidad establecida, en la producción en serie de

objetos de consumo, etc. Pero realmente, por la constitución del ser humano, la pulsión

tiene varios objetos y siempre encuentra formas de satisfacerse aunque sea de manera

parcial.

En este texto, último de este momento teórico, Freud retomó el referente

psicoanalítico del aparato psíquico y su principio de placer para incursionar en la

cultura14 de su tiempo y plantear preguntas en relación a la práctica clínica. ¿Qué

esperan los hombres de la vida y qué pretenden alcanzar de ella?, son las preguntas

centrales planteadas en este texto y a las que Freud intentó dar respuesta.

En primera instancia el objetivo de la existencia se refiere a la aspiración a la

felicidad, que a través del dual principio del placer se traduce en dos direcciones: evitar

el dolor y experimentar tan solo sensaciones placenteras. Con esto anterior, se

14

Freud define la cultura como “la suma de producciones que nos diferencian de los animales, y que sirve

a dos fines: proteger al hombre de la naturaleza, y regular sus mutuas relaciones sociales.

66

entiende que no hay realidad social como tal, de lo que se trata en Freud es de una

realidad psíquica en tanto proyección de las fantasías inconscientes infantiles de los

hombres en el mundo cotidiano. Desde este punto de vista se trata, entonces, de una

realidad sexual.

Sin embargo, la realización de tal principio no es una empresa siempre

realizable, pues todas las cosas, el mundo externo, se le oponen. A este hecho, se

suma que “nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra

propia constitución” (p. 3025). Así, la experiencia del sufrimiento se convierte en la

norma.

El sufrimiento para Freud proviene de tres fuentes, del propio cuerpo sometido a

la corrupción y aniquilación, del mundo exterior y de la imposibilidad por controlar las

relaciones interpersonales, la fuente más dolorosa. Ante las cuales, los seres humanos

activan una serie de métodos de evitación, que a la vez da como resultado un

detrimento de la obtención del placer.

Se establece aquí una analogía entre el proceso cultural y la normal evolución

libidinal del individuo: en ambos casos las pulsiones pueden seguir tres caminos: se

subliman (arte, etc), se consuman para procurar placer (por ejemplo el orden y la

limpieza derivados del erotismo anal), o se frustran, derivando de esto último la

hostilidad hacia la cultura.

Tras hacer un análisis de los rasgos de la cultura para ampliar su exposición,

Freud llega al tema del amor como uno de los fundamentos de la misma. Sin embargo,

advierte un divorcio entre ambos. El amor se opone a los intereses de la cultura, y ésta

lo amenaza con restricciones. La cultura persigue formar una comunidad más amplia,

“pero la familia no está dispuesta a renunciar al individuo” (p. 3041). La mujer entra en

conflicto con el hombre: éste, por exigencias culturales, se aleja cada vez más de sus

funciones de esposo y padre. La cultura restringe la sexualidad anulando su

manifestación, ya que la cultura necesita energía para su propio consumo.

Para Freud, a través de ideales postulados („amarás a tu prójimo como a ti

mismo‟) la cultura busca sustraer la energía del amor entre dos, para derivarla a lazos

libidinales que unan a los miembros de la sociedad entre sí para fortalecerse. Sin

embargo, también existen tendencias agresivas hacia los otros, y además no se

67

entiende porqué amar a otros cuando quizá no lo merecen. Así, la cultura también

restringirá la agresividad, y no sólo el amor sexual, lo cual permite entender porqué el

hombre no encuentra su felicidad en las relaciones sociales.

Desde este punto de vista es que Freud habla de una insatisfacción, de un

malestar del hombre por la cultura, la cual controla sus impulsos eróticos y agresivos,

principalmente estos últimos. Como ya se ha evidenciado en Más allá del principio del

placer, aquí se resalta la presencia de la pulsión de muerte en el hombre, en tanto éste

tiene una agresividad innata capaz de desintegrar la sociedad. La cultura, por tanto,

sirve de dique para controlar esta agresividad internalizándola bajo la forma de Superyó

y dirigiéndola contra el yo, que queda en posición de objeto, el cual entonces puede

tornarse masoquista o autodestructivo.

A través de este recorrido se puede observar que la teoría de las relaciones

objetales aborda sólo una parte de la teoría aquí expuesta, mientras que la propuesta

de Lacan está más cercana. Así, la lectura de los postfreudianos está sesgada. La

teoría de Klein se concentra en la existencia de un objeto real interno que requiere de

uno real externo, en este sentido se refiere siempre a una persona y se internaliza por

la introyección. Se requiere así de una relación diádica madre-hijo. Asimismo, la

integración del objeto es correlativa a la integración del yo, lo constituye. Luego, el

objeto es introducido al mundo de las necesidades de afecto, de relación, con lo cual

adquiere un sentido profundamente personal. De esta manera, se sostiene una

necesidad primaria de afectos “que no puede reducirse a la búsqueda de placer”

(Tubert, 2000 p. 1)

Desde el pensamiento freudiano, la relación de objeto se da únicamente en el

sentido de que el objeto es correlato de la pulsión. No hay objeto sin pulsión; el objeto

es el objeto de la pulsión y se articulan en torno a un fin que es la satisfacción. Pero

esta relación incluso no se da a un nivel de interacción o reciprocidad. Se trata de una

relación, si se le quiere ver así, abstracta, puramente teórica, que implica contraponer

dos conceptos a manera de antítesis, pues pulsión y objeto en realidad nunca se

encuentran, como se quiere mostrar a continuación a partir de la variación del objeto.

68

Por cuanto el objeto primitivo de la satisfacción original se ha perdido para

siempre, a partir de la primera experiencia erótica, la pulsión buscará encontrar otros

objetos, series inacabables de ellos, primero en el propio cuerpo, después en el

exterior, siempre en calidad de sustitutos del objeto perdido y que pueden ser cualquier

cosa. Con este movimiento se contraponen también las conceptualizaciones del

aparato psíquico de las respectivas teorías. Mientras en la teoría de las relaciones

objetales, siguiendo la línea de Klein, el objeto siempre obedece a las leyes de

introyección y proyección, en la trayectoria de Freud, en cambio, sigue la ley del

desplazamiento.

En la misma línea de la relación diádica de la teoría kleiniana, en Freud al

introducirse los objetos ahora encontrados por la pulsión, entre la relación del niño y la

madre, no puede hablarse de relación diádica, sujeto-sujeto. El niño tiene en la pulsión

sus propios objetos, lo mismo la madre. Las implicaciones de esto conducen a insistir

que no hay relación de objeto en el sentido kleiniano; la relación diádica sujeto-sujeto

está siempre mediada por los diferentes objetos de la pulsión, entre ellos las partes del

cuerpo.

De igual manera, Winicott desvirtúa el objeto de la pulsión, transformando

aspectos constitutivos en Freud por aspectos puramente relacionales, afectivos. En su

elaboración aisló las necesidades del ello, como pulsionales, y las del ego. De esta

manera, afirmó que éstas no tienen que ver con el placer en tanto descarga pulsional,

sino que tales pulsiones o encuentran respuestas o no las encuentran. Si no las

encuentran surgen sentimientos de vacío y desesperanza, cuando se encuentran se da

la sensación de plenitud y armonía.

De la segunda elaboración freudiana, por el contrario, se abstrae que debido a la

variación del objeto de la pulsión, ésta tiene múltiples objetos en los que siempre podrá

satisfacerse, aunque sea de forma parcial. Por tanto, ésta siempre encuentra una

„respuesta‟.

Así también, con su postulado Winnicott enfoca aspectos más psicológicos, del

lado de la conciencia, viendo en el yo sólo necesidades positivas. Freud, en esta

segunda elaboración teórica, ya dejó atrás su clasificación primaria de las pulsiones, no

69

sólo son pulsiones sexuales y pulsiones de conservación, las cuales atribuía al yo en su

primera elaboración.

Ahora la clasificación tiene un update: de pulsiones sexuales a pulsiones de vida,

y de pulsiones yoicas o de conservación a pulsiones de muerte. Las pulsiones de vida,

como su nombre lo indica, tienden a la conservación, las de muerte, en cambio a la

aniquilación. La novedad introducida aquí es que el depósito o fuente de estas

pulsiones, también se trata del yo. En este sentido, pensar que el yo tiene necesidades

que no son pulsionales es contradictorio. Por su misma fuente, éste conduce hacia lo

pulsional extremo al tender a repetir el momento inanimado, extinguir la fluidez de la

vida. De esta manera, se observa en Freud una constante tensión, una ambivalencia

inmanente en las relaciones humanas, que se develan atravesadas por un placer de

otro orden que conduce más al sufrimiento, no a la armonía. Con lo cual se hace

explícito que tampoco puede haber relación objetal.

Kernberg, por su parte, apunta exclusivamente a relaciones interpersonales

diádicas que se internalizan en representaciones como relaciones objetales

intrapsíquicas que conforman así la estructura intrapsíquica. Como punto de partida

está la primera relación diádica madre-hijo, cuya representación intrapsíquica posibilita

la constitución de otras en forma sucesiva y por etapas. Se insiste nuevamente en las

relaciones diádicas, sujeto-sujeto, que se interpretan como objetos, a partir de una

lectura parcial de Freud, tomando solo un momento teórico, específicamente el texto de

el Yo y el Ello.

Si bien el objeto freudiano también se sitúa dentro de una relación, se trata de

una relación de otro orden, de una relación asimétrica, nunca a un nivel de interacción o

reciprocidad. En tanto objeto sexual nunca podrá satisfacer a la pulsión de manera total;

siempre será un objeto parcial atravesado por la reminiscencia del objeto primitivo. Lo

cual conduce a la variación del objeto, es decir, la pulsión tiene varios objetos,

primeramente en el cuerpo, para procurar satisfacerse. La relación primitiva diádica no

es posible, esto sería afirmar que existe correspondencia entre objeto y sujeto (pulsión).

Por tanto, no hay relación objetal en el sentido de Kernberg, es decir, directa de sujeto a

sujeto.

70

De igual manera, se evidencia que la conceptualización del objeto en la teoría de

las relaciones objetales es completamente ajena a la freudiana. Utiliza términos de

manera indistinta siempre tomados de un solo momento teórico en Freud, pero que no

explora a profundidad dentro de su trayectoria en toda su elaboración teórica. Por lo

cual, tratar de entender los vínculos humanos desde este referente conceptual conduce

a una lectura sesgada ya que deja fuera los determinantes que Freud trabajó y que son

inseparables de toda vinculación.

71

VI. Conclusiones

A partir de la lectura de los textos freudianos seleccionados, se realizó una síntesis de

la teoría del objeto que se encuentra a lo largo de los mismos.

Esto permitió identificar los estatutos para el objeto y la elección en Freud tomando

como punto referente de la trayectoria los momentos teóricos de la pulsión en Freud.

Así, en un primer momento que abarca de 1905 a 1914, el objeto recorre las

categorías de primitivo, perdido y parcial, a partir de la primera experiencia autoerótica,

categorías que conservará de ahora en adelante. En esta primera elaboración, el objeto

primitivo remite al pecho materno, el cual satisfacía las necesidades de conservación,

pero al desligarse de éstas la pulsión sexual, el objeto quedará perdido para siempre.

La pulsión comenzará su despliegue tomando como objetos de satisfacción distintas

partes del cuerpo. Ya nunca habrá correspondencia entre objeto y pulsión Con tales

objetos la pulsión no conseguirá repetir la satisfacción original, sólo logrará satisfacerse

de manera parcial. No obstante, el objeto en tanto perdido retornará siempre en la

reminiscencia, es un objeto lleno de vacío al cual bordea la pulsión y al que creerá

recuperar siempre.

Entran luego las categorías del objeto sexual y objeto amoroso para referirse al

partenaire sexual. Los cuales no se libran del objeto primitivo en tanto se eligen de

acuerdo a características que recuerden algo de la satisfacción primitiva. Son objetos

subrogados del primer objeto, de la figura materna. De igual manera, la degradación y

la hipervaloración del objeto son disociaciones que corresponden a la madre y a la

prostituta. Tal disociación del objeto implica un divorcio entre las corrientes de ternura y

eróticas que no pueden confluir en el objeto que se elije de acuerdo a figura de la

madre, debido al dique contra el incesto.

En su segunda elaboración, de 1914 a 1920, Freud introduce la distinción entre

objetos reales e imaginarios y se otorga al yo la categoría de objeto primitivo, ahora son

dos los objetos primitivos. Este movimiento le permite a Freud explicar de forma más

amplia la elección de objeto y situarla bajo dos tipos: de apoyo y narcisista.

72

Así también, se acentúa el estatuto de variabilidad del objeto, trabajado al inicio

de su primera elaboración, e introduce otra categoría con la que atraviesa

definitivamente al objeto, se trata del deseo. Así, los significantes niño, pene, heces son

objetos simbólicos infantiles que pasan a ser los objetos de deseo y de un deseo

indestructible por cuanto permanecen constituidos en el inconsciente. Con esto se

aclara que el objeto primitivo también ha sido un objeto de deseo pues al estar perdido

es causa, es el objeto de la pulsión. En este momento también Freud reelabora su

teoría de las pulsiones, predominando la pulsión de muerte, cuya fuente es el yo. De

esta manera, atraviesa los objetos por la ambivalencia amor-odio y continúa elaborando

alrededor del yo como objeto y fuente de la pulsión.

Enseguida, los estatutos del objeto para su tercera elaboración, de 1921 a 1930,

se sitúan en relación a la identificación. Aquí, presenta al yo en posición de objeto del

ideal del yo, constituido a partir del mismo, y también como objeto de la identificación,

en donde el yo se conforma ya sea al otro, o a algunas de sus características, no sólo

en el amor, o en el odio, sino en situaciones donde no hay una investidura libidinal. Al

final de esta elaboración, Freud trabaja la categoría del objeto para explicar el profundo

conflicto existente, no sólo ya en la relación de pareja o con el propio cuerpo, sino en la

relación del ser humano con su entorno, con la cultura. De esta manera, Freud expone

el objeto externo del malestar, para referirse a los fundamentos con que cuenta la

cultura para frenar la pulsión. La cual intenta presentar un solo objeto, igual para todos,

no obstante, la pulsión tiene varios objetos y siempre encuentra formas de satisfacerse

aunque sea de manera parcial.

Así también, este recorrido estableció una diferencia entre la teoría de las

relaciones objetales de los postfreudianos y la teoría freudiana del objeto. La trayectoria

freudiana realizada permite identificar la estructuración lógica del trabajo teórico-

conceptual de la relación de objeto en Freud, así también concluir que la teoría

postfreudiana de las relaciones objetales está elaborada a partir de ecos de la teoría

freudiana.

73

VII. Recomendaciones

La relación del ser humano con los otros y con la cultura es un tema que no está

agotado, requiere elaboración debido al desarrollo y transformación de la civilización.

En este sentido, la teoría psicoanalítica del objeto permite explorar en la

actualidad las formas de vinculación entre los seres humanos, y de éstos con las

instituciones de la cultura.

Formaciones sociales como las tribus urbanas, el „drop-out‟, las toxicomanías y

otras que asisten a la época actual, en tanto formas transformadas no sólo de hacer

lazo con los otros, sino con el propio cuerpo y con los objetos externos ofrecidos por la

cultura, pueden comprenderse desde una lógica distinta y más amplia desde la visión

de la teoría psicoanalítica freudiana y lacaniana.

Por tanto, esta investigación deja planteada la propuesta de sumar aportes de

disciplinas como la antropología o la sociología, para abrir una incursión en lo social y

poder conocer dicha realidad. Y, cerrando esta incursión, poder reflexionar desde el

psicoanálisis, siempre en relación a su práctica, cuáles son los elementos de la cultura

actual que se articulan con los determinantes inconscientes de un sujeto a la hora de

que éste hace lazo social.

74

VIII. Referencias Bibliográficas

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