Atado al mundo

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¿No te sientes muchas veces que vives atado al mundo? ¿Atado a las decisiones de tus padres, a los estereotipos marcados por la sociedad y a los del mundo en el que vivimos en general? Atados a seguir siempre una moda, un estilo, cualquier cosa que nos marque un camino que se pueda seguir con facilidad y sin que dé opción a perderse. Quizás te niegues, sí, pero en el fondo todos sabemos que eso es lo que ocurre a diario. También vivimos en una sociedad competitiva y, como sociedad competitiva que somos, queremos ser mejor que el que tenemos al lado, delante o detrás. Mejor que nuestro vecino, que nuestro amigo, nuestro primo e incluso mejor que nuestro hermano. Queremos, seguimos queriendo y terminamos por querer más, ya que dicen, que querer es poder. Y ¿qué más da pisar a los demás si finalmente consigues tu propósito? Bien, mi historia empieza aquí, en unos padres dispuestos a conseguir que su hijo único, sea el mejor. El mejor en el colegio, en el instituto, en la universidad, entre su grupo de amigos, el mejor estudiando, en los deportes, el mejor vistiendo y toda esa larga lista de cosas en las que se puede competir, ya sabéis, nuestro pan de cada día. Mamá, he quedado con Jorge para ir a jugar a baloncesto un rato. Musitó Lorena, que llevaba ya unas cuantas horas pegada a ese tedioso libro de historia.

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Imágenes para escribir. 2º Bachillerato. Institut Manuel de Montsuar - Lleida. Curs 2010-11

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¿No te sientes muchas veces que vives atado al mundo? ¿Atado a las decisiones de tus padres, a los estereotipos marcados por la sociedad y a los del mundo en el que

vivimos en general? Atados a seguir siempre una moda, un estilo, cualquier cosa que nos marque un camino que se pueda seguir con facilidad y sin que dé opción a

perderse.Quizás te niegues, sí, pero en el fondo todos sabemos que eso es lo que ocurre a diario. También vivimos en una sociedad competitiva y, como sociedad competitiva

que somos, queremos ser mejor que el que tenemos al lado, delante o detrás. Mejor que nuestro vecino, que nuestro amigo, nuestro primo e incluso mejor que nuestro

hermano. Queremos, seguimos queriendo y terminamos por querer más, ya que dicen, que querer es poder. Y ¿qué más da pisar a los demás si finalmente consigues tu

propósito?

Bien, mi historia empieza aquí, en unos padres dispuestos a conseguir que su hijo único, sea el mejor. El mejor en el colegio, en el instituto, en la universidad, entre su grupo de amigos, el mejor estudiando, en los deportes, el mejor vistiendo y toda esa

larga lista de cosas en las que se puede competir, ya sabéis, nuestro pan de cada día.

─Mamá, he quedado con Jorge para ir a jugar a baloncesto un rato. ─Musitó Lorena, que llevaba ya unas cuantas horas pegada a ese tedioso libro de historia.

─Pero tienes que estudiar. ¿Cómo tengo que decírtelo? ─Suspiró sonoramente y cerró el libro. ─Tienes que sacar las mejores notas de tu clase… ya lo sabes.

─Mamá, pero mira que día hace. Me apetece salir. Me paso horas y más horas metida aquí dentro. ¡Me volveré loca! ─gimió desesperada.

Su madre la miró. No le gustaba para nada la idea de que se fuese con sus amigos por ahí, conocía más que bien a la madre de Jorge y estaba segura de que este ya se debía saber el temario mejor que nadie y, por tanto, terminaría sacando mejores notas

que su hija. Su bonita hija. Obviamente, era la más bonita de todas. Sin dudarlo.

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─Está bien. ─Cedió su madre de mala gana. ─Podrás salir, un rato. Pero antes de las ocho y cuarto te quiero en casa, que antes de cenar, puedas estudiar.

─Vale, mamá. Estaré aquí a las ocho… ─Su madre le besó la mejilla con dulzura.

Lorena se sentía como la muñeca de su madre. Como su muñequita preferida con la que conseguir lo que jamás había logrado de joven su madre. Porque, claro, ella no

era tonta y bien sabía que su madre había dejado a la mitad sus estudios, sus padres jamás habían podido permitirse el apuntarla a cualquier actividad extraescolar,

practicar idiomas… Ella en cambio se encontraba estudiando inglés y alemán, de pequeña había bailando,

patinado y ahora en su tiempo libre se encontraba apuntada a un equipo de baloncesto.

Una vez llegó al parque que había delante de su instituto, se sentó en uno de los columpios, a pensar y a esperar a su amigo. Pero algo interrumpió sus pensamientos.

─Lorena. ─Su amigo se acercó y le besó la mejilla. ─Siento el retraso, ya sabes, mi madre y su obsesión con que estudie.

─ ¿Cómo lo llevas? ─Comentó sin levantar la mirada de sus zapatos.─Bueno, bien, creo. No estoy muy seguro. ¿Y tú? ─Preguntó por curiosidad, obviamente, sin ningún tipo de ganas de competir con ella, su mejor amiga.─Mal, mi madre me ha encerrado en la habitación a estudiar. No he hecho

absolutamente nada, porque no tenía ganas y tan sólo fingía que estudiaba.

Jorge asintió y la miró. Sabía lo que era pasar por su situación ya que él también vivía una parecida.

─Si te explico una locura, ¿prometes no reírte? ─ ¿Y por qué iba a reírme, señor? ─Sonrió ampliamente y su amigo se llevó una mano

al bolsillo trasero de su pantalón tejano, sacando de ahí, dos billetes de tren. ─Dos billetes de tren… ¿dónde te vas?

─Dónde nos vamos, sería lo correcto. -Lorena sonrió ampliamente. ─En unas horas, nos vamos a un pueblecito que hay aquí cerca. Nos escapamos. Los dos.

─ ¿Y el examen de mañana? ─Preguntó de repente con un ápice de preocupación en su voz.

─ ¿Crees que es lo primero en lo que pensé? Quiero salir de aquí, amiga. Quiero ver algo más que esta estúpida ciudad que me tiene atrapado. Quiero hacer algo más que estudiar como un poseso, quiero vivir, Lorena, quiero vivir. ─Su amiga le abrazó con

ganas.─Me parece una buena idea. ¿Nos vamos?

Y realmente, sí. Era una locura, pero no les importaba, querían comportarse como adolescentes que eran, querían vivir la vida, no pasarse la vida encerrados en sus casas estudiando para en un futuro sacarse una carrera. Aún faltaba para ello.

─ ¿Sabes que dicen? ─Comentó Lorena. Su amigo esperó. ─Hay dos días en los que no pienso… mañana y ayer.

─Me gusta. No pensar en que ayer nos pasamos el día estudiando para el examen de mañana al cual no vamos a ir… ─Se rió.

En menos de una hora se encontraron subidos en un tren, y como si una luz los hubiese iluminado a los dos a la vez, sacaron el móvil del bolsillo y lo apagaron. Para

evitar más problemas de los que ya encontrarían cuando regresaran de ese viaje.

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Una vez llegaron al pueblecito del que Jorge había hablado durante las dos horas de trayecto, bajaron. Era precioso, sin dudarlo, todo estaba nevado, rodeado de bosque,

libertad, seguramente.

Aquella noche, la pasaron despiertos, hablando, riendo, divirtiéndose y sobre todo olvidando todas y cada una de las preocupaciones que sus padres les habían inculcado. Por la mañana, demasiado temprano, incluso, al salir de la pequeña

habitación que Jorge había alquilado, se encontraron una preciosa escena.El bosque nevado, iluminado por la tenue luz del sol saliendo a primera hora de la

mañana. Las sombras de los árboles reflejadas en la blanca nieve, largas y estrechas. Y lo único que pudieron hacer, fue inmortalizar ese momento.

Y, simplemente, no pudieron hacer más que sentir que, de repente, eran libres y felices. Quizás sólo por unos instantes pero valía la pena aprovechar esos pequeños

momentos.Carpe Diem, suelen decir.