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    DE LAS FRONTERAS COMO LMITE

    A LAS FRONTERAS COMO OPORTUNIDAD1Artemio Baigorri

    Universidad de Extremadura

    Buenos das. Voy a transmitirles algunas reflexiones a vuela

    pluma, fruto de la urgencia de la convocatoria, en torno a ese he-

    cho diferencial (aqu, el que no tenga un hecho diferencial, lo tiene

    claro) de la ciudad que les acoge, y por el cual se celebra la Cum-

    bre Gubernamental: el hecho fronterizo. Mezclar lo general y lo

    particular (lo global y lo loca, como decimos ahora), referido incluso

    a la propia naturaleza de esta ciudad, la principal ciudad fronteriza

    (que todava no transfronteriza) de Espaa. Con ello espero que, en

    especial quienes nos visitan, conozcan algo ms de nuestra reali-

    dad.

    La lenta construccin del capitalismo comercial dio carta de na-

    turaleza, hace ya cuatro siglos, a las fronteras nacionales, que pu-

    sieron cerco a la poblacin, los recursos, la riqueza en suma. Y el

    capitalismo industrial precis luego esas fronteras para proteger el

    mercado interior. De forma que las fronteras, particularmente enEuropa, fueron durante cuatro siglos muy funcionales salvo para

    los propios espacios fronterizos.

    En estos territorios las fronteras polticas han constituido un

    serio obstculo para el desarrollo econmico, como barreras artifi-

    ciales a la racionalidad de la organizacin econmica y a la com-

    1Conferencia impartida en elEncuentro de Dilogo Social organizado por los sindicatos espa-oles y portugueses (Cumbre Gubernamental Hispano Lusa), Hotel AC, Badajoz, 23/11/2006

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    Utilizacin conjunta de recursos (agua, bosques, ros...), yun ms eficiente tratamiento de los problemas ambienta-

    les transfronterizos;

    Comunidad de recursos en la provisin de ciertos bienesy servicios pblicos estratgicos (aeropuertos, hospitales,

    universidades, ferias internacionales, facilidades para la

    investigacin, infraestructura de transporte, etc), que

    permitan prever la no duplicacin de costosas infraes-

    tructuras;

    En el caso de proximidad geogrfica directa, economasde escala precisas como para poder permitirse la dotacin

    de ciertos servicios pblicos para los que de otro modo

    no podra encontrarse justificacin;

    Administracin y/o limitacin de los efectos potencial-mente perversos de la competencia interregional.

    Sin embargo, el xito que algunos de esos espacios transfronte-

    rizos han conseguido no puede ocultar la existencia, todava, deserias limitaciones que, en algunas fronteras, se agudizan:

    El localismo, que justo a aspectos positivos puestos demanifiesto por el desarrollo de las euroregiones, pueden

    ser una grave limitacin cuando confluye con ciertas ex-

    presiones de nacionalismo. No siempre las ventajas de la

    colaboracin transfronteriza son percibidas como venta-

    jas por todos los agentes, que siguen viendo a veces un

    enemigo exterior. En el caso de la frontera ms paradig-

    mtica del planeta, la de Estados Unidos con Mxico, ve-

    mos cmo junto a la percepcin de los beneficios innega-

    bles de la cooperacin transfronteriza, desde el lado nor-

    teamericano se acentan los temores a la mexicanizacin

    -no ya hispanizacin- de los Estados sureos, o se subra-

    ya la importancia del trfico de drogas; y desde el lado

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    mexicano se denuncia la penetracin de la cultura anglo-

    sajona en las ciudades norteas, y se teme una nueva co-

    lonizacin mucho ms sofisticada e incluso el interven-

    cionismo directo. Aqu, en nuestra frontera, el mayor pe-

    so relativo (econmico y demogrfico) de Extremadura, y

    muy especialmente Badajoz, es percibido a veces desde

    Portugal como un intento de absorcin.

    Perviven las dificultades derivadas del idioma, ms evi-dentes cuando se establecen relaciones econmicas deci-

    sivas. En las fronteras espaolas esta limitacin es seria,

    pues al rechazo cultural a los idiomas extranjeros se unela hegemona del ingls como segunda lengua. Slo la

    implantacin generalizada de una tercera lengua en los

    centros educativos fronterizos permitira superar este

    handicap.

    La falta de uniformidad de las instituciones y de la orga-nizacin territorial. Ni en Francia (en donde se viene pro-

    duciendo una lenta pero persistente regionalizacin), ni

    especialmente en Portugal, en donde el pas se pronunci

    en contra en referndum, existe un nivel meso en las ad-

    ministraciones pblicas equivalente a las Comunidades

    Autonmas. Eso se refleja tambin, por ejemplo, en las

    organizaciones patronales y sindicales.

    Las diferencias econmicas, sociales y conceptuales entreregiones tradicionalmente orientadas, en trminos cultu-

    rales, en sentidos diametralmente opuestos, por el res-

    pectivo inters nacional.

    La propia resistencia de los Estados a perder, an en elmarco de la Unin Europea, el control sobre la soberana

    territorial.

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    Por supuesto hay de dnde aprender. La Regio Basiliensis, y la

    Euroregio, como pioneras por su ubicacin en pases firmantes de

    los primeros tratados de libre comercio antecedentes de la Unin,

    aportan experiencia en el tratamiento de estas cuestiones, por lo

    que a menudo son utilizadas como ejemplo. Pero sus proporciones

    geogrficas -muy pequeas territorialmente- y demogrficas -

    elevadas densidades-, as como su posicin geoestratgica tradi-

    cional, las convierten en malosmodelos.

    El caso de Extremadura y Alentejo (y en general todas las fron-

    teras espaolas, salvo en zonas de contacto con el mar) es radical-

    mente distinto: son extensos territorios con bajas densidades depoblacin y divisiones administrativas distintas. En Alentejo la po-

    blacin est ms dispersa, y la densidad es menor. Adems, el pro-

    ceso histrico de la frontera hispano-portuguesa es muy distinto,

    ms semejante al de USA/Mxico que al del resto de Europa.

    Como en esa regin americana, y cito textualmente de una des-

    cripcin de aquella frontera que parece hecha sobre la nuestra,

    las regiones de la frontera se han caracterizado por su marginali-

    dad, por su distancia con respecto al centro poltico y econmico, ca-

    si de un espacio salvaje, olvidado y desrtico(en nuestro caso no es

    una figura literaria: todava quienes nos visitan por primera vez se

    sorprenden de que en Extremadura llueva). La poblacin rural es

    poca, aun despus de la creacin de los distritos de riego(los asis-

    tentes extremeos pensarn de nuevo que hablo de aqu, pero ha-

    blo todava de la frontera americana), y se concentra en las locali-

    dades de tamao urbano. La barrera entre las dos naciones se im-

    permeabiliza al mismo ritmo que resurgen los nacionalismos y en la

    medida en que esos mrgenes desrticos cobran importancia de

    manera espontnea o estratgica. La lnea fronteriza, durante mu-

    cho tiempo terica, se materializa en una verdadera barrera que cor-

    ta en seco los hinterlands difusos de los centros urbanos pioneros.

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    Y es que Espaa y Portugal, que entraron a formar parte de la

    Unin Europea en 1985, slo un ao antes de la firma del Acta

    nica Europea, durante siglos haban permanecido espalda contra

    espalda, como en la frontera que acabo de describir.

    El propio proceso de surgimiento de la nacin portuguesa, la

    competencia como imperios ultramarinos, los continuados enfren-

    tamientos blicos -el ltimo hace slo 200 aos -, generaron una

    frontera militar -sobre todo, pero no nicamente, en el lado portu-

    gus, que todava tiene caones apuntando hacia Espaa-, esca-

    samente poblada, y en la que los contactos apenas se han derivado

    del hecho insuperable de que las comunicaciones terrestres de Por-tugal con el resto de Europa, y viceversa, deban pasar por Espaa.

    Incluso el denominado Pacto Ibrico, que 'herman'a los dos reg-

    menes totalitarios de Franco y Salazar, ocultaba un fondo de des-

    confianzas y desprecios mutuos. Todava hoy, Portugal no recono-

    cer algunos tramos de la frontera.

    Mientras Portugal se orientaba hacia el Ocano, tanto hacia sus

    colonias y ex-colonias como hacia Inglaterra, que tradicionalmente

    ha impuesto su influencia econmica y cultural en el pas luso,

    Espaa orientaba sus intereses hacia la Europa transpirenaica y el

    Mediterrneo.

    Conformndose as unos territorios, a lo largo de buena parte

    de 'la raya' fronteriza, que respecto a los centros econmicos y de

    decisin de ambos pases constitua un cul de sac, fuertemente li-

    mitado en sus posibilidades de desarrollo endgeno, siempre de-

    pendientes de fuerzas exteriores: de la presencia del ejrcito, de la

    extensin de la administracin pblica, de inversiones pblicas

    extraordinarias y del turismo comercial transfronterizo de carcter

    marginal.

    Aunque, ms all de los intereses de Reinos y Estados, las gen-

    tes de la frontera han aprovechado tambin histricamente su si-

    tuacin geogrfica en lo posible, horadando el teln. El contraban-

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    do ha sido el aspecto ms literario y colorista de las interacciones

    que se han producido, pero no el nico ni el ms significativo. De

    hecho, el comercio regular, complementario durante dcadas -

    debido a las diferencias de precios en ciertos productos, y tambin

    a la diferente fiscalidad con que los respectivos pases han tratado

    ciertos artculos como el tabaco, las bebidas alcohlicas, el caf,

    etc-, ha sido mucho ms decisivo en el proceso espontneo de inte-

    gracin.

    Los historiadores recogen, por ejemplo, la tradicional presencia

    de jornaleros temporeros portugueses en Extremadura. El hecho

    de que, tras desaparecer en los aos 60 (cuando la mecanizacin

    de los secanos extremeos amortiz buena parte de los empleos),

    resurgiese este fenmeno en los aos 80 y 90, en las Vegas rega-

    bles del Guadiana, hizo que se le considerase un fenmeno nuevo.

    Pero a principios de siglo est documentada una presencia abun-

    dante, llegndose a plantear en determinadas pocas conflictos -

    como en 1918-, pues los sindicatos extremeos los consideraban

    una competencia desleal. Tal fue el flujo de jornaleros, en ciertaspocas, que en algunas comarcas fronterizas de Badajoz surgieron

    pequeas aldeas, algunas asentadas justo sobre la lnea interna-

    cional.

    De hecho, a partir de 1960 surgen propuestas de ordenacin

    transfronteriza, aunque hasta la integracin europea no seran

    viables. En 1970 se plantea la creacin de un Polo de Desarrollo

    transfronterizo Badajoz/Elvas, pero la idea slo alcanz a quedar

    incorporada parcialmente en algn informe de los Consejos Eco-

    nmico Sindicales de la poca, sin que llegase a traducirse en nin-

    guna accin de la Administracin. Algunas intervenciones polticas

    llegaron a hablar de la creacin de un rea de libre comercio pe-

    ninsular, y desde la Diputacin de Badajoz se propuso el estable-

    cimiento de un polgono comercial orientado a ese fin. Pero la fron-

    tera poltica pesaba todava demasiado, y ni la definicin de la Zo-

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    na de Preferente Localizacin Industrial (1971), que consideraba el

    conjunto del Plan Badajoz, ni la creacin del Gran rea de Expan-

    sin Industrial de Extremadura (1978, aunque en funcionamiento

    real desde 1981), tuvieron en cuenta ese tipo de propuestas trans-

    fronterizas. Eduardo Barrenechea, un conocido periodista de la

    poca, que populariz el trmino teln de corcho en un libro-

    reportaje sobre la frontera, reflejaba las espectativas de algunas

    fuerzas locales cuando escriba en 1973: La salida natural de Ba-

    dajoz es Setbal, y el futuro puerto de Sines. Y esto nos retrotrae a

    lo ya dicho sobre la situacin de todas y cada una de las provincias

    y distritos fronterizos. Arriba el teln!, arriba la frontera!... Slo ba-

    jo ese presupuesto, a mi entender, puede iniciarse una obra slida

    para lograr el despegue.

    Aquellas propuestas infaustas no hacan sino poner de mani-

    fiesto la contradiccin entre las estructuras vigentes -determinadas

    en su configuracin histrica por la existencia de una frontera pol-

    tica- y el desarrollo de las fuerzas productivas (se me perdonar la

    expresin), que comenzaban a tender hacia una interaccin inten-sa. De hecho, el corredor Badajoz-Elvas actuaba ya como un con-

    junto transfronterizo, especializado justamente en el comercio de

    frontera, tanto legal como ilegal, y en el trasiego agropecuario, tan-

    to de fuerza de trabajo como de insumos y producciones.

    Badajoz constitua, de hecho, un centro comercial para la aris-

    tocracia terrateniente alentejana, y para buena parte de las clases

    medias de las ciudades portuguesas del entorno, pero en esos aos

    se intensific notablemente el trasiego de portugueses en la ciu-

    dad: entre 1961 y 1971, el movimiento de viajeros en la frontera

    hispano-portuguesa se haba multiplicado casi por cinco, pasando

    de algo menos de 90.000 a casi 410.000.

    Lo que no supieron ver los Estados lo vieron las grandes em-

    presas comerciales de la poca: a principio de la dcada de los 70

    tanto Simago como Galeras Preciados haban abierto sendos cen-

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    tros comerciales en la ciudad, en el caso de GP explcitamente

    orientado no slo a la poblacin local sino tambin a los visitantes

    portugueses. Y pocos aos ms tarde El Corte Ingls instalara una

    pequea avanzadilla. Las excursiones de las clases medias y la

    aristocracia terrateniente alentejana a Badajoz sesucedan inva-

    riablemente antes de navidad, antes de la Primavera y del Verano y

    en el inicio del curso escolar para equipar a los nios (Cascais,

    1996)

    Pero no es cosa de ocuparnos de la evolucin del sector comer-

    cial pacense, que est muy saludable gracias a la frontera. Lo que

    me interesa poner de manifiesto en este punto en ese despegue enlas relaciones sociales y econmicas que se produce en cuanto se

    aflojan las riendas de la opresin en Espaa y Portugal, que se

    disparar a partir del ingreso de ambos pases en la Comunidad

    Econmica Europa.

    El gran salto se produce en 1993, cuando la desaparicin de los

    controles fronterizos facilit el flujo de viajeros y mercancas (aun-

    que a cambio nos priv de estadsticas fiables sobre esos flujos).

    Para que se hagan idea de lo que supuso, slo un ao ms tarde,

    en 1994, ya haba casi 500 portugueses registrados como deman-

    dantes de empleo en el INEM de Badajoz, y se registraron un total

    de 60 contratos con trabajadores portugueses. Aunque los anlisis

    que tuvimos ocasin de realizar en aquella poca pusieron de ma-

    nifiesto algo que, me temo, sigue ocurriendo hoy: el carcter su-

    mergido de buena parte del trabajo portugus en Badajoz. Bien di-

    rectamente (como ocurre con la mayora de las empleadas domsti-

    cas, muchos trabajadores de la construccin, jornaleros, etc), bien

    indirectamente al formar parte de empresas portuguesas que, so-

    bre todo en el sector de la construccin, se desplazan a realizar

    trabajos en Badajoz fuera de todo control fiscal.

    Pero tambin ocurre en sentido inverso. Porque en relacin a

    esta cuestin no estamos hablando de inmigracin, sino de com-

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    muters que se desplazan a diario (en algunos casos durante parte

    de la semana) a hacer un trabajo. Y en modo alguno se trata ni-

    camente de contratos para realizar el tipo de trabajos caractersti-

    cos de los inmigrantes, que no quieren realizar los naturales del

    pas. Al contrario, nos encontramos frente a un autntico mercado

    de trabajo transfronterizo, no siempre bien analizado, que afecta

    cada vez a ms y ms diversos sectores productivos y categoras

    profesionales.

    La ciudad de Badajoz se consolida, en todo este proceso, como

    la principal puerta de conexin entre Espaa y Portugal, y se em-

    pieza a articular una influencia que va ms all de la frontera. Enlos primero aos de la incorporacin de Espaa y Portugal a la

    Unin, incluso el propio Ayuntamiento desarrolla iniciativas, tmi-

    das y muy limitadas, en esa direccin, como la creacin de una De-

    legacin de Relaciones con Portugal (fallecida por inanicin tras la

    llegada del Partido Popular al Ayuntamiento, en 1995) que puso en

    marcha aulas de portugus, una revista bilinge y otros eventos

    culturales de cooperacin. Se promueve tambin la implantacinde una Feria de Muestras hispano-portuguesa que ha venido ad-

    quiriendo creciente importancia con los aos. Pero no se ha ido

    mucho ms all desde entonces.

    Esta creciente colaboracin transfronteriza, y sobre todo la pro-

    gresiva conversin de Badajoz en la mespolis que articula una

    vasta zona que supera las fronteras nacionales, viene siendo perci-

    bida tambin desde Portugal. De hecho, los intentos de ordenacin

    territorial realizados sobre el Alentejo, en el marco de anlisis na-

    cionales portugueses, han puesto de manifiesto en ocasiones, aun-

    que nunca explcitamente, que Badajoz es justamente la ciudad

    que le falta a la regin para ser articulada espacialmente, y que

    vora defcilmente puede llegar a ser por su pequeo tamao

    (50.000 habitantes).

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    nalizacin conducira al Alentejo a convertirse ms en una prolon-

    gacin de Extremadura y Andaluca que en una regin portuguesa.

    Los desafos y limitaciones existen tambin, sin embargo, en el

    lado espaol del rea mesopolitana. Efectivamente, un cierto com-plejo de superioridad respecto al Alentejo ha caracterizado tradi-

    cionalmente a las clases medias, y sobre todo a las clases altas, en

    Badajoz.

    Lo que se plasm, durante la etapa de gobiernos socialistas en

    la ciudad, en una cierta posicin paternalista no siempre aceptada

    desde el otro lado de la raya. Mientras que desde la entrada de la

    derecha en el gobierno municipal, la actitud dominante ha sido la

    que ya denunciara uno de los suyos, Martin Lobo, hace tres dca-

    das: un discurso en el que menudean los tpicos transfronterizos

    sobre hermanamientos y consanguineidades, junto a una realidad

    de desprecio sistemtico de los agentes del otro lado de la frontera.

    Se puede llegar a percibir las posibilidades de penetracin de los

    intereses econmicos de la ciudad al otro lado de la frontera, pero

    no se alcanza a ver, por parte de los dirigentes locales, la autntica

    virtualidad de su carcter metropolitano, lo que implicara un con-

    junto depolticas de mucho ms hondo calado. Lo ms creativo

    que al gobierno municipal popular se le ha ocurrido para proyec-

    tarse hacia Portugal, en una dcada, ha sido ofrecerse, con ocasin

    de la Expo de Lisboa, como (segn palabras textuales del alcalde)

    ciudad dormitorio de Lisboa. Un objetivo que, a 240 kms de la

    metrpolis portuguesa, slo tiene una calificacin que no dir.

    Es necesario por tanto partir casi de cero para que esta ciudad

    llegue a ejercer el papel que le corresponde como mespolis trans-

    fronteriza, para beneficio de los territorios de ambos lados de la

    frontera, pues hemos perdido demasiado tiempo. Es necesario en

    primer lugar un cambio de actitudes recprocas entre los agentes

    de ambos lados de la raya (esto es, superar la desconfianza en el

    lado portugus, y la prepotencia paternalista en el lado espaol),

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    pero sobre todo un conjunto de actuaciones estratgicas en la ciu-

    dad que desempea la funcin metropolitana. Llevo ms de diez

    aos repitiendo estos argumentos, pero no les cansar con excesi-

    vos detalles que a la mayora le resultaran ajenos, pero s sealar

    algunas acciones necesarias que sirven para cualquier estrategia

    de desarrollo urbano transfronterizo, no slo para el caso de Bada-

    joz.

    Para poner de manifiesto que una ciudad se cree su papel en

    ese sentido, el planeamiento urbanstico debe reflejar fielmente

    esos objetivos. Lo que significa que el PGOU de Badajoz no debera

    ya plantearse en modo alguno de forma aislada, como ha ocurridocon la ltima revisin, realizada por el gobierno popular (bueno, en

    este caso es una accin algo ms que aislada, pues casi se limita a

    recalificar terrenos de amigos y familiares), sino que habra que

    pactar con los municipios del otro lado, especialmente con Elvas

    pero tambin con Campomayor, un Plan Director Territorial Meso-

    politano, buscando explcitamente la optimizacin de las infraes-

    tructuras y equipamientos de los que debe dotarse la ciudad, y quevan a ser (son ya de hecho) utilizados con la misma facilidad por el

    conjunto mesopolitano.

    Asimismo, y a pesar de las advertencias en ese sentido que al-

    gunos venimos haciendo desde hace aos, Badajoz no se ha prepa-

    rado para la multiculturalidad que supone su carcter virtualmen-

    te transfronterizo: no slo el comercioque s ha hecho los deberes

    - sino el conjunto de la ciudad debe aprender a convivir de verdad

    con un pueblo que es vecino, primo si se quiere, pero sobre todo

    diferente. Ni siquiera la sealizacin es bilinge.

    Pero sobre todo la proyeccin institucional hacia el rea meso-

    politana transfronteriza debera conducir, ms all de la proyec-

    cin cultural y comercial, a la creacin de instituciones administra-

    tivas transnacionales adecuadas a las particularidades de este te-

    rritorio; por supuesto que definiendo adems estrategias comunes

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    con las ciudades alentejanas del hinterland pacense -

    especialmente con Elvas y Campomayor-.

    Y es que hoy es posible, aqu, sacar partido estratgico, como

    territorio y como ciudad, de la dilucin de las fronteras intraeuro-peas. Pues la cada de las fronteras ha tenido efectos imprevistos

    en el territorio; no slo ha beneficiado a los espacios econmicos

    centrales de que cada nacin, como algunos teman.

    La mejor prueba de ello es lo sucedido en Espaa. Hace menos

    de dos dcadas era comnmente admitida en los mbitos acadmi-

    cos la concentracin del desarrollo econmico y la dinmica urba-

    na en Espaa en un tringulo altamente integrado en el Nordeste

    espaol, con vrtices en Asturias, Levante y Catalua, siendo los

    flujos ms abundantes entre los vrtices de Asturias y Catalua, y

    estando el resto del pas caracterizado por le presencia de ncleos

    urbanos escasamente vinculados en materia de flujos con otras

    ciudades. Sin embargo, la situacin actual slo remotamente guar-

    da relacin con ese cuadro; no tanto -o no nicamente- por los

    cambios producto de la reestructuracin industrial (con los que a

    menudo se camuflan los errores de previsin) como por la propia

    dinmica de los territorios y ciudades, coadyuvada -eso s- por las

    transformaciones tecnolgicas y los cambios en los procesos de

    comunicacin. Lo que ha ocurrido, sencillamente, es que los flujos

    y sobre todo su dinmica se han modificado, permitiendo que nue-

    vos actores, nuevos territorios, entren en el juego. Entre ellos,

    tambin, algunos espacios transfronterizos, como este.

    Ello es posible porque el desarrollo tecnolgico y la globaliza-

    cin han conformado una urbe globala la que entendemos no en

    referencia a tamaos enormes, sino como unprocesopor el que los

    aspectos fsicos y morales de la ciudad se extienden a todos los

    rincones del universo, civi-lizndolo. Hay pues una urbe global que

    se superpone a la territorialidad de las ciudades fsicas, modifican-

    do su conformacin espacial. Todava podemos distinguir fcilmen-

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    te cmo los nodos de la urbe global, ms o menos importantes de-

    mogrficamente, ms o menos influyentes econmica, poltica o

    culturalmente, siguen correspondindose en parte con ncleos his-

    tricos, para los que conservamos la rudimentaria definicin de

    ciudades, megalpolis o ciudades globales. Pero se hace cada vez

    ms difcil una correspondencia directa entre esos espacios socia-

    les y los lugares fsicos en los que las ciudades surgieron y se han

    desarrollado. Hablamos de centralidades virtuales, que en parte

    pueden corresponderse con permetros administrativos diferencia-

    dos, pero tambin con un conjunto de posiciones sociales interco-

    nectadas geogrficamente y ubicados en lugares fsicos a veces

    muy alejados entre s.

    Asistimos, de facto, a desplazamientos virtuales de determina-

    das localizaciones fsicas.

    En este sentido planteamos el cambio de posicinque un lugar

    fsico (por ejemplo, esta ciudad, para referirnos a un ejemplo pal-

    pable) adopta por efecto de un conjunto de cambios tanto fsicos

    en este caso maduracin de los planes de regado, mejora de las

    comunicaciones terrestres...- como virtuales -desaparicin de las

    fronteras de la UE, internacionalizacin de la Economa, conexin

    a la red mundial de telecomunicaciones...-. Movindose, en tanto

    que lugar, de una posicin, como capital excntrica de una provin-

    cia excntrica de 600.000 habitantes, en una regin perifrica y

    situada en un fondo de saco -el teln de corcho-, a una posicin

    central en un espacio poblado por ms de doce millones de habi-

    tantes, articulado por tres metrpolis: Madrid, Lisboa y Sevilla.

    Como puede verse, el cambio es brutal, si observamos el esquema

    e intentamos dotarlo de toda su significacin, desde una planifica-

    cin territorial en la que Portugal ni siquiera exista (todos los pla-

    nes directores territoriales espaoles, mientras los hubo, mostra-

    ban un vaco en donde est Portugal), a una perspectiva ibrica.

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    Podemos pensar incluso en esa ilustracin, una nueva articula-

    cin del espacio interior de la Pennsula, nunca considerada, gra-

    cias al desarrollo de las vas de comunicacin y a la ruptura de la

    frontera de Portugal: un rectngulo cuyas esquinas seran Oporto,

    Lisboa, Alicante-Murcia y Valencia, con Madrid y Sevilla en los vr-

    tices Norte y Sur, y en el que aparecen nudos articuladores esen-

    ciales como Albacete en el Este y Badajoz en el Oeste. Naturalmen-

    te, con ms de la mitad de la poblacin peninsular en ese rectn-

    gulo.

    Hasta qu punto seguimos hablando de virtualidades o de ten-

    dencias ya detectables y cuantificables, est por ver. Sin duda unaparte importante de responsabilidad en ese proceso han de tenerlo

    los agentes sociales, y entre ellos muy especialmente las organiza-

    ciones sindicales, trabajando para crear un autntico marco de re-

    laciones laborales autnticamente transfronterizo.

    Me gustara terminar haciendo referencia a un aspecto de las

    fronteras muy distinto al que nos ocupa, a esas amigables y beat-

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    ficas, aunque incompletas, relaciones transfronterizas dentro de la

    Unin. O, ms exactamente, dentro del territorio Schengen. Porque

    fuera est el fro. Mientras trabajamos por eliminar cualquier ras-

    tro de las fronteras dentro, las fronteras externas se hacen a veces

    ms altas.

    Quiero dejar ah, como una reflexin visual mientras dialoga-

    mos, ese mapa que acaba de publicar Le Monde Diplomatique: es

    un mapa de las muertes en las fronteras de Europa. Muchas gra-

    cias por su atencin.