Black Benjamin - Ordenes Sagradas

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La madrugada en que el cuerpo de Jimmy Minor aparece flotando en las oscuras aguas del canal, ni Quirke ni su hija Phoebe pueden intuir hasta qué punto esa muerte va a remover sus propias vidas. Mientras Phoebe abre los ojos a una sensualidad desconocida, la investigación arrastra a Quirke de regreso al infierno de su infancia en el orfanato católico de Carricklea. ¿Podrá descubrir qué callan los muros de Trinity Manor? Y si lo consigue, ¿será capaz de sobrevivir a la herida de los propios recuerdos y regresar a la superficie?

Transcript of Black Benjamin - Ordenes Sagradas

Ordenes sagradas

1.

Al principio pensaron que era el cuerpo de un nio. Ms tarde, cuando lo sacaron del agua y vieron el vello pbico y las manchas de nicotina en los dedos, se dieron cuenta de su error. Hombre, al final de la veintena o al principio de la treintena, completamente desnudo excepto por un calcetn, el izquierdo. Tena hematomas en la parte superior del torso y su rostro estaba tan desfigurado que incluso a su propia madre le habra costado reconocerlo. Una pareja de enamorados lo haba descubierto, un plido resplandor entre el muro del canal y el flanco de una barcaza amarrada. La chica llam a la polica y el sargento que estaba en recepcin pas el aviso al despacho del inspector Hackett, pero Hackett ya se haba marchado y quien respondi fue su ayudante, el joven Jenkins, que estaba en su cubculo, detrs de las celdas, escribiendo sus informes semanales.

Un cuerpo flotando, mi sargento dijo el hombre en recepcin. En Mespil Road, bajo el puente de Leeson Street.

La primera reaccin del sargento Jenkins fue llamar por telfono a su jefe, pero cambi de idea. A Hackett le gustaba dormir tranquilo y no se tomara bien que le interrumpieran el sueo. Haba dos compaeros en la sala de guardia: Quinlan, del cuerpo de motoristas, y otro, que haba hecho una pausa en su ronda para tomar una taza de t. Jenkins les dijo que necesitaba su ayuda.

Quinlan estaba a punto de acabar su turno y la perspectiva de continuar trabajando no le agrad.

Le prometi a su esposa que regresara pronto dijo el otro, Hendricks, guiando un ojo, y se rio burln.

Quinlan era un hombre grande y lento, de pelo engominado y ojos saltones. Aunque an llevaba las polainas de cuero, ya se haba quitado la guerrera. Permaneci inmvil con el casco en la mano y sus ojos de sapo miraron glaciales a Jenkins. Este casi poda or el engranaje del cerebro del hombretn, girando lentamente mientras calculaba cuntas horas extra podra rascar con aquel trabajo nocturno. Hendricks no acababa el turno hasta las cuatro de la madrugada.

Al diablo! Quinlan se encogi de hombros con irritada resignacin y cogi la guerrera del colgador.

Hendricks se rio de nuevo.

Hay algn coche en el patio? pregunt Jenkins.

S, vi uno cuando entr a trabajar contest Hendricks.

Jenkins nunca se haba fijado hasta entonces en lo plana que era la cabeza de Hendricks por detrs. El cuello se prolongaba de manera vertical hasta la coronilla, como si hubiesen seccionado con un limpio corte la parte posterior del crneo y el cabello hubiera vuelto a crecer sobre la cicatriz. Deba de tener un cerebro del tamao de un limn. De medio limn.

Bien dijo Jenkins, tratando de sonar al mismo tiempo enrgico y desganado, igual que su jefe. En marcha.

Sacar el cuerpo del canal no result fcil. El nivel del agua estaba bajo y Hendricks tuvo que acercarse a Portobello para levantar de la cama al encargado de la esclusa. El sargento Jenkins encarg a Quinlan que inspeccionara el lugar de los hechos con la linterna, mientras l se acercaba a la pareja de enamorados que haban visto el cuerpo para hablar con ellos. La muchacha estaba sentada en un banco de hierro forjado bajo un rbol, estrujando un pauelo y gimoteando. Su rostro se vea muy plido en las sombras y, cada pocos segundos, un gran escalofro estremeca su cuerpo y le haca contraer los hombros. Su novio permaneca rezagado en la oscuridad, fumando nervioso.

Podemos irnos ya, agente? le pregunt intranquilo a Jenkins en voz baja.

Jenkins lo mir atentamente, intentando distinguir sus rasgos, pero la luz de la luna no alcanzaba tan lejos bajo el rbol. Pareca mucho mayor que la chica, un cuarentn, de hecho. Sera un hombre casado y ella, su amiguita? Volvi a fijarse en la chica.

A qu hora lo encontraron?

Hora? repiti ella, como si no comprendiera esa palabra. Su voz temblaba.

No pasa nada, seorita dijo con amabilidad Jenkins, sin saber muy bien por qu lo deca. Era el tipo de frase que usaban los detectives de las pelculas. Adopt de nuevo una pose profesional. Despus de encontrarlo, llamaron inmediatamente, no es as? Jenkins se dirigi al hombre en la sombra.

Ella casi tuvo que caminar hasta Baggot Street para dar con un telfono que funcionara contest l. Antes haba dicho su nombre, pero Jenkins lo haba olvidado en el acto. Wallace? Walsh? Algo parecido.

Y usted permaneci aqu.

Pens que deba quedarme a vigilar el cuerpo.

S, claro, pens Jenkins, por si acaso sala del agua y se largaba. Ms bien, se haba quedado para evitar ser l quien hiciera la llamada, temeroso de que le preguntaran quin era y qu estaba haciendo a la orilla del canal a esa hora de la noche en compaa de una jovencita a la que doblaba la edad.

Un coche que pasaba aminor la velocidad y su conductor, intrigado por ver lo que suceda, estir el cuello por la ventanilla, su rostro expectante, ceniciento y esfrico como la luna.

La chica llevaba el cabello rizado con permanente y vesta una falda de tela escocesa con un llamativo imperdible y zapatos planos. No cesaba de carraspear y de apretar espasmdicamente el pauelo. Se cubra los hombros con la chaqueta del hombre. l llevaba un chaleco con dibujo nrdico. Para ser abril, haca una noche templada, pero aun as el tipo deba de tener fro. Aquel gesto de galantera sugera que era su amante.

Vive cerca? pregunt Jenkins a la joven.

Mi piso est en Leeson Street, sobre la farmacia contest ella, sealando en aquella direccin.

El hombre, en silencio, dio una calada a su cigarrillo. La brasa brill en la oscuridad e ilumin su rostro con un resplandor infernal. Ojos pequeos, brillantes y ansiosos; nariz grande como una patata. Como mnimo, tendra cuarenta y cinco aos; la chica no deba de tener ms de veintiuno.

El agente les tomar sus datos dijo Jenkins.

Se gir y llam a Quinlan, que permaneca en cuclillas a la orilla del canal, con el rostro inclinado hacia el agua mientras mova la linterna sobre el cadver flotante. No haba encontrado nada en los alrededores, ni ropa ni pertenencias. A aquel tipo, quienquiera que fuese, lo haban trado hasta all desde otro lugar. Quinlan se irgui y se aproxim a ellos.

El hombre sali con rapidez de debajo del rbol y puso una mano sobre el brazo de Jenkins.

Escuche, yo no debera estar aqu le dijo, acuciante. Quiero decir que que, a esta hora, me estarn echando en falta en casa mir con intencin el rostro de Jenkins, intentando esbozar una sonrisa de complicidad masculina, pero lo nico que consigui fue una mueca.

Dele su nombre y direccin al polica y luego podr marcharse repuso Jenkins con frialdad.

Es suficiente si le doy la direccin de mi oficina?

S, siempre que sea un lugar donde podamos ponernos en contacto con usted.

Soy perito de la propiedad dijo el hombre, como si aquel fuera un dato relevante para lo sucedido aquella noche. Su sonrisa apareca y desapareca como la luz de una bombilla defectuosa. Le agradecera si

El sonido de unas fuertes pisadas tras ellos les hizo girarse. Hendricks avanzaba por el sendero asfaltado que descenda de la carretera en compaa de un hombre corpulento con una enorme cabeza y sin sombrero. El tipo llevaba la parte superior de un pijama de rayas bajo la chaqueta. Era el encargado de la esclusa.

Por los clavos de Cristo! dijo sin prembulos dirigindose a Jenkins. Sabe qu hora es?

Jenkins ignor la pregunta.

Necesitamos que suba el nivel del agua. Debe hacerlo lentamente, hay un cuerpo flotando le explic.

Al ver que Jenkins se alejaba, el tal Walsh o Wallace intent en vano tirarle de la manga para detenerle. El encargado de la esclusa se aproxim al borde del canal, se inclin hacia delante con las manos apoyadas en las rodillas y observ el cadver con los ojos entrecerrados.

Dios mo! Pero si es un nio! exclam.

Colocaron el coche patrulla atravesado en la carretera, con las ruedas de delante sobre el sendero para que los faros iluminaran la escena. El encargado de la esclusa haba utilizado su llave y el agua caa en un chorro resplandeciente a travs de las compuertas. Quinlan y Hendricks se subieron a la barcaza, encontraron dos prtigas de madera y empujaron con ellas contra la pared del canal para evitar que la barcaza se balanceara y aplastara el cuerpo.

El cadver flotaba boca abajo; los brazos, inertes; en su espalda, un brillo fosforescente. Walsh o Wallace y su pareja ya le haban dado sus datos a Quinlan, pero continuaban all. Era obvio que la joven quera irse, pero el hombre se demoraba a pesar de la ansiedad que antes haba mostrado por marcharse. Sin duda, le poda ms la curiosidad de ver el cadver cuando lo sacaran del agua. Quinlan haba trado una lona del maletero del coche y la haba extendido sobre la hierba. Los dos policas se arrodillaron sobre las losas de granito y, de un tirn, sacaron del canal el cuerpo empapado y lo tumbaron de espaldas. Hubo un instante de silencio.

No es un nio dijo Quinlan.

Hendricks se inclin con rapidez y le quit el calcetn al muerto. Pareca lo correcto, aunque nadie hubiese hecho ningn comentario al respecto.

Miren su rostro dijo el hombre, sobrecogido. No le haban odo aproximarse, pero all estaba, inclinado y observando el cuerpo con avidez.

Lo han reventado a golpes dijo Quinlan.

Jenkins le lanz una mirada recriminatoria; Quinlan era un malhablado y no tena ningn sentido de la oportunidad. Despus de todo, se estaba refiriendo a un muerto. Hendricks dobl una rodilla sobre las losas y pleg la lona a ambos lados para cubrir la parte inferior del cuerpo.

Pobre desgraciado musit el encargado de la esclusa.

A ninguno se le haba ocurrido llamar para pedir una ambulancia. Cmo iban a trasladar el cuerpo desde all? Jenkins hundi la mano en el bolsillo del abrigo y cerr el puo con ira. El nico culpable era l; eso significaba estar al mando, reflexion amargamente. Hendricks se dirigi al coche patrulla en busca del walkie-talkie, pero el aparato estaba caprichoso y solo emita crepitaciones agudas y de vez en cuando un spero graznido.

De nada sirve que zarandees el maldito artilugio dijo Quinlan con irnico desdn.

Hendricks continu como si no lo hubiera odo. Con el aparato pegado a la oreja, hablaba en voz muy alta por el transmisor:

Hola, Pearse Street, hablando con Pearse Street.

A continuacin, lo alejaba y lo miraba con reprobacin, como si se tratara de una mascota que se negara a ejecutar un sencillo ejercicio que l le hubiera enseado tras mucho tiempo y dedicacin.

Jenkins se volvi hacia la joven sentada en el banco.

Dnde est la cabina telefnica?

A ella, an conmocionada, le cost un instante comprenderle.

Por all dijo, sealando Mespil Road. Frente a la librera Parsons. La cabina que hay en Leeson Street est averiada, como de costumbre.

Dios santo! rezong Jenkins antes de dirigirse a Quinlan. Ve por Wilton Terrace a ver si encuentras una cabina. Puede que haya una ms cerca.

Quinlan frunci el ceo. Estaba claro que no le gustaba recibir rdenes.

Ya voy yo dijo Hendricks, y sacudi el walkie-talkie de nuevo. Este aparato no sirve para nada.

Jenkins titube. Haba dado una orden a Quinlan y era l quien tena que obedecerla; Hendricks no deba entrometerse. Sinti un leve desfallecimiento. Conseguir que reconocieran su autoridad no estaba siendo fcil, aunque al inspector Hackett no pareca costarle ningn esfuerzo. Sera una cuestin de experiencia o era un don con el que se naca?

De acuerdo contest con sequedad a Hendricks, pero este ya se haba puesto en marcha. Deba ordenarle que regresara y obligarle a que le saludara? Estaba seguro de que un polica de servicio ha de saludar a un sargento. Ojal hubiera llamado a Hackett en el primer momento, aun a riesgo de sufrir la ira del viejo cascarrabias.

Walsh o Wallace, que pareca haber olvidado definitivamente su antigua prisa por irse, se aproxim a Quinlan y comenz a hablar de un partido previsto el domingo en Croke Park. Cmo era posible que los tipos a quienes les gustaba el deporte se reconocieran en el acto? Ambos estaban fumando, aunque Quinlan esconda su cigarrillo en la mano ahuecada. Los agentes de servicio tenan prohibido fumar, como bien saba Jenkins. Deba amonestarle, ordenarle que apagara el pitillo al instante? Decidi simular que no le haba visto. Se dio cuenta de que estaba sudando y desliz un dedo por el interior del cuello de la camisa.

En el banco, la chica llam suavemente al hombre:

Alfie, nos vamos?

l la ignor. Adems de ir sin chaqueta, llevaba la cabeza descubierta y, aunque a esas alturas tena que estar congelndose, no pareca importarle.

Jenkins mir el cuerpo tendido sobre la hierba, junto al camino de sirga. El agua haba escurrido de su cabello, que ahora pareca rojizo, aunque era difcil aseverarlo bajo la tenue luz de la farola. Jenkins se estremeci. Cmo sera estar muerto? Como nada, pens, a menos que realmente existieran un cielo y un infierno, asunto que dudaba a pesar de la fervorosa insistencia con que los curas y el resto del mundo se lo haban asegurado durante aos.

Por fin regres Hendricks. Haba encontrado una cabina telefnica. El hospital que estaba de servicio aquella noche era la Sagrada Familia. La ambulancia no estaba en aquel momento, pero la enviaran tan pronto como regresara.

Solo tienen una? pregunt con incredulidad Jenkins.

Eso parece contest Hendricks.

El tipo es un excelente jugador comentaba Wallace o Walsh. Aunque juega sucio.

S, es un cabronazo se rio Quinlan. Dio una calada a su cigarrillo y, al hacerlo, ech una mirada de perezosa insolencia en direccin a Jenkins. Lo vi en cuartos de final contra Kerry dijo, y se rio de nuevo. Te aseguro que si ese hijo de puta te clava el codo en las costillas, no lo olvidas.

La joven se levant del banco.

Yo me voy anunci dirigindose a la espalda de su pareja.

El hombre hizo un gesto tranquilizador con la mano, Quinlan le hizo un comentario en voz baja y el hombre solt una sonora carcajada.

La joven avanz indecisa hacia el sendero asfaltado que suba hasta la carretera. Cuando lleg a la puerta de la verja se dio la vuelta, pero no mir al hombre sino a Jenkins, y sonri. Esa pequea, triste y desmayada sonrisa sera lo que Jenkins recordara durante aos cuando pensara en el caso del cadver en el canal. Y en cada ocasin sentira una punzada misteriosa.

2.

Quirke senta una honda y persistente antipata hacia la lluvia. Todas las mujeres que conoca se haban redo de l por aquel motivo. A ellas no pareca importarles mojarse, a no ser que acabaran de salir de la peluquera. Incluso cuando llevaban zapatos caros o un sombrero nuevo, marchaban bajo el aguacero como si no sucediera nada. l, por el contrario, arrugaba la cara tan pronto escuchaba el sonoro repiqueteo de las primeras gotas en el ala de su sombrero y vea los oscuros crculos grises que se dibujaban en el pavimento. La lluvia le pona la carne de gallina y la mera idea de que una gota pudiera colarse por el cuello de la camisa y deslizarse por su espalda le haca estremecerse. Odiaba cmo se le rizaba el pelo cuando la lluvia lo humedeca; igual que odiaba el olor a oveja mojada que despeda su ropa. Aquel olor le recordaba siempre las oraciones vespertinas de domingo en la capilla de Carricklea, la institucin donde haba pasado la mayor y tambin la peor parte de su infancia. Por mucho que retrocediera en su memoria, nunca pareca haber escampado en su vida.

Como luca el sol, se baj del taxi a la altura del ro, pero el hospital ni siquiera estaba a la vista cuando la calle se oscureci y un viento repentino levant remolinos de polvo en los desages. La primavera no era su poca favorita, aunque ninguna lo era, si se detena a pensarlo. Se encasquet el sombrero y aceler el paso, pegado al muro de la destilera de cerveza. Un pequeo tinker,[1] montado a pelo sobre un poni manchado y con un trozo de cuerda a guisa de riendas, pas a su lado con gran estrpito de cascos sobre los adoquines. Del muro de la destilera escapaba el olor clido y ligeramente nauseabundo del lpulo que coca a fuego lento en grandes cubas.

El aire se ensombreci an ms en torno a l. La noche anterior haba estado bebiendo whisky en McGonagle y senta un regusto metlico en la parte posterior de la lengua, aunque se haba marchado temprano y se haba ido a casa a dormir. Solo. Isabel Galloway estaba de gira con Casa de muecas. De haberse casado con ella, habra estado de rodrguez, pero ni lo estaba ni lo deseaba. Pensar en Isabel le provoc un familiar batiburrillo de emociones. Quirke suspir. Por qu no era posible desconectar la mente, dejar de pensar, de recordar, de lamentar, aunque solo fuese un instante? Isabel tena un corazn de oro, aunque esconda su dulzura bajo una mscara de irritacin y, si bien ya no era joven, segua siendo muy atractiva. No se la mereca. O ms bien, se dijo Quirke con pesar, una buena persona como ella no se mereca estar con alguien como l, con sus defectos y sus carencias.

Por supuesto, empez a llover.

Gras y hormigoneras ocupaban el patio del hospital donde estaban edificando una ampliacin: un feo cubo de cemento destinado a ser el pabelln de convalecencia de las jvenes que sufran complicaciones durante el parto. Se llamara Pabelln Griffin en memoria del fallecido juez Garret Griffin, padre adoptivo de Quirke, que haba dejado dinero en su testamento para construirlo. S, claro, pens Quirke: dinero para limpiar su conciencia.

La lluvia caa ahora con fuerza, azotada lateralmente por el sbito viento. Quirke hizo corriendo los ltimos veinte metros para refugiarse en los soportales de ladrillo rojo. Se detuvo, se quit el sombrero y lo sacudi con energa para expulsar el agua. Las perneras de los pantalones, pegadas a sus pantorrillas, estaban fras y hmedas. A su espalda apareci una joven pareja que sala de recepcin. El hombre sujet la puerta para que pasara su esposa, apenas mayor que una nia de lacio cabello rubio, extenuada y aturdida. Sostena en los brazos a un beb, envuelto en una mantita rosa. Sonri a Quirke, tmida y titubeante, mientras que el hombre lo mir con expresin airada. Llevaba un tup engominado y largas patillas y vesta unos pantalones estrechos y una levita con aparatosas hombreras. Por la puerta entreabierta, el hospital exhalaba su intenso olor custico; un tufo al que an no se haba acostumbrado Quirke, aunque impregnara sus poros y se hubiese convertido probablemente en su propio olor. A pesar de su rostro iracundo, el teddy boy mantuvo la puerta abierta para que entrara Quirke, que los salud a l y a su insulsa esposa con una inclinacin de cabeza. Pensaran que era mdico; es decir, un autntico mdico.

Haba una nueva enfermera en recepcin, guapa a su manera insignificante y dolorosamente joven. En los ltimos tiempos, Quirke tena a menudo la impresin de ser mayor que todos los que le rodeaban. De repente, se dio cuenta de que aoraba a Isabel. Se alegraba de que ella no fuera joven, al menos no tan joven como aquella enfermera o como la pareja con la que se acababa de cruzar en la entrada: adultos a medio hacer. Sonri a la enfermera y ella, sonrojndose, inclin la cabeza como si buscara algo en su mesa.

Descendi la imponente escalera curvada de mrmol, y mientras lo haca tuvo como siempre la sensacin, inquietante sin llegar a resultar desagradable, de estar sumergindose poco a poco en una sustancia mortecina, suave e intangible. Record su niez en Carricklea; cmo, cuando el hermano Christian no estaba cerca para impedrselo, dejaba que su cuerpo se deslizara bajo el agua de la baera hasta quedar completamente sumergido. Se esforzaba en mantener los ojos abiertos porque le gustaba el aspecto brillante y oscilante de los objetos a travs del agua, los grifos relucientes, las ondas en el borde de la baera, el techo que de repente pareca hallarse inmensamente lejos. A menudo aguantaba as tanto tiempo que senta, con un escalofro de excitacin, que le iban a estallar los pulmones. En ms de una ocasin, cuando las cosas no iban bien, y las cosas en Carricklea podan ir realmente mal, pens en permanecer bajo el agua hasta ahogarse, pero nunca tuvo valor para hacerlo. Sospechaba adems que si exista otro mundo despus de la muerte, sera una versin todava peor de Carricklea.

Al final de las escaleras, dobl a la izquierda y recorri el pasillo pintado de verde. All abajo las paredes mostraban un permanente lustre hmedo, como de sudor, y el aire ola a formaldehdo.

Por qu pensaba tanto en el pasado? Despus de todo, el pasado era donde ms infeliz haba sido. Estaba persuadido de que si consegua olvidar Carricklea, su vida sera diferente; sera ms liviana, ms libre, ms feliz. Pero Carricklea no le permitira olvidar. Nunca.

Con una fregona y un cubo, Bolger, el celador, limpiaba el suelo de la sala de diseccin. Estaba fumando y el cigarrillo, con sus buenos cuatro centmetros de ceniza, le colgaba del labio inferior. Bolger, pens Quirke, podra fumar por Irlanda en los Juegos Olmpicos y ganara sin dificultad la medalla de oro. Cmo consegua mantener el pitillo pegado al labio sin que se cayera la ceniza era un misterio. Se trataba de un tipo enano de rostro demacrado que llevaba una dentadura postiza mal encajada y con unas piezas enormes, de la que escapaban leves silbidos cada vez que hablaba, como una tenue msica de fondo. Quirke no recordaba haberle visto nunca sin su chaqueta verde caqui, que le daba curiosamente cierto aspecto de verdulero.

Buenos das, Ambrose le salud Quirke. Todo el mundo le llamaba Ambie, excepto l, que disfrutaba con la leve nota cmica del ceremonioso nombre.

Bolger correspondi al saludo con una ancha y espantosa sonrisa que dej a la vista sus enormes dientes, desconcertantemente parejos.

Ha vuelto a llover asever con sombra satisfaccin.

Quirke entr en su despacho, se sent tras la mesa y encendi un Senior Service. An tena aquel regusto metlico en la boca. Las alargadas luces fluorescentes del techo emitan un zumbido constante. Haba una estrecha ventana en la parte superior de la pared que daba a la acera de la calle, donde segua lloviendo a cntaros. De vez en cuando se vea a alguien, si bien solo se distinguan sus pies presurosos, que pasaba sin saber que caminaba junto al territorio de los muertos.

Bolger se aproxim a la puerta abierta con la fregona en la mano; traa consigo un tufillo de agua estancada.

Hay uno nuevo. Lo han pescado en el canal esta madrugada. Es joven dijo.

Quirke suspir. Habra preferido una maana ociosa.

Dnde se encuentra el doctor Sinclair?

Creo que tiene el da libre.

Ah.

Bolger se despeg el pitillo del labio y verti la ceniza en el hueco de la mano con un leve golpecito. Quirke adivin que estaba deseando pegar la hebra y se levant con premura del asiento.

Vamos a echarle un vistazo.

Espere repuso Bolger con aire contrariado.

Dej la fregona a un lado y atraves la habitacin hasta uno de los grandes lavabos de acero para echar la ceniza del cigarrillo, que tena en la palma de la mano. Sali entonces y, al cabo de un rato, regres empujando una camilla con un cuerpo envuelto en una sbana de nailon. Las ruedas de goma de la camilla chirriaban sobre las baldosas mojadas, y Quirke not cmo el sonido repercuta en sus molares traseros. Se pregunt cunto quedara para que Bolger se jubilara. El hombre poda tener entre cincuenta y setenta y cinco aos.

Bolger se haba colocado de nuevo la colilla en la comisura izquierda de la boca y tena un ojo entrecerrado para protegerse del humo. Retir la sbana. Cabello pelirrojo con pico de viuda sobre un crneo tan pequeo que poda pertenecer a un colegial. Contusiones en el rostro, granates, azul violceo, de un ocre amarillento.

Bien dijo Quirke, puede colocarlo sobre la mesa?

Empezaba a alejarse hacia los lavabos para enjabonarse las manos cuando se detuvo, dio la vuelta y se qued mirando el cadver.

Dios mo! Lo conozco exclam.

3.

En Grafton Street el asfalto caliente ola a lluvia. Tras otro chaparrn, haba salido el sol y la calle humeaba con el vapor. Quirke se detuvo ante un quiosco de flores y compr un ramo de violetas. Eran las flores favoritas de su hija; si bien a l su olor le recordaba levemente al de la carne sin vida. La vendedora, una mujer jovial de tez spera y enrojecida, le devolvi el cambio mientras comentaba que esperaba que no volviese a llover. Quirke le respondi que eso mismo deseaba l. Ambos alzaron el rostro y miraron la gigantesca nube, blanca como la nieve, que iba creciendo igual que leche hirviendo sobre los tejados Quirke record el cadver sobre la camilla, y la mujer se rio con escepticismo y movi la cabeza. l trat de encontrar algo ms que decir, nada le apeteca menos que llegar a donde deba ir. Le esperaba una ardua tarea y no le entusiasmaba la idea.

Finalmente se puso en marcha, pero avanzaba muy despacio: se entretena contemplando cmo descargaban las furgonetas o la segunda entrega del da del correo, y se detena ante todas las tiendas y dejaba vagar la mirada por los escaparates. Se comportaba como un chico que no ha hecho los deberes e intenta no llegar al colegio. Pens por un momento en entrar en Bewley para tomar un caf y un dulce. Lo que necesitaba realmente era una bebida como Dios manda, pero, record con amargura, aquello era impensable a esa hora, poco ms del medioda, pues haba prometido no beber a media maana.

All estaba la tienda, la Maison des Chapeaux. Cruz a la acera de enfrente y se refugi en la sombra rojiza bajo el toldo de Lipton. En la calle, de sentido nico, era tal el ajetreo que Quirke solo vea el escaparate de la tienda de sombreros de manera intermitente entre los peatones, los automviles y algn que otro pesado carro de caballos. Distingui vagamente detrs del vidrio a su hija, que atenda a una clienta, bajando cajas, sacando sombreros y girndolos hacia un lado y hacia otro para que aquella los contemplara. No comprenda cmo poda soportar semejante trabajo. Phoebe tena una buena cabeza y en el pasado haba querido estudiar Medicina, pero todo qued en humo. Las cosas se le torcieron y haba sufrido algunas experiencias funestas. Tal vez aquel trabajo mecnico era parte del largo proceso de recuperacin, de curacin. Mientras la observaba, con la gente y los coches pasando a toda velocidad por delante de l, tuvo una repentina sensacin de desmayo en el pecho, como si su corazn se hubiera soltado y hubiese cado y rebotado durante un segundo, igual que una pelota atada a un elstico. Haca mucho tiempo que haba abandonado toda esperanza de ser capaz de confesarle a Phoebe cunto le importaba. A fin de cuentas, l era una de las funestas experiencias que le haban acontecido. Durante sus primeros veinte aos le haba ocultado que era su padre. Qu derecho tena a decirle que la quera, aun si consegua encontrar las palabras? No obstante, anhelaba cuidarla de alguna manera, protegerla de la maldad del mundo, y aquel deseo era un dolor incesante, hondo e implacable en el centro de su ser.

Ninguno de los sombreros pareca agradar a la clienta, que abandon la tienda. En el interior, Phoebe comenz a colocar aquellas ridculas confecciones en su nido de papel de seda y a ordenar las cajas en las estanteras. Quirke aguard a que pasara un autobs, atraves la calle y abri la puerta del establecimiento.

Phoebe se gir sorprendida.

Ah, hola.

Un leve rubor ascendi desde su garganta, iluminando sus plidas mejillas. La haba sobresaltado al aparecer de improviso y a ella, como l bien saba, no le gustaban los sobresaltos. La joven gir la cabeza hacia atrs para echar un vistazo al antiguo cuartito de las escobas que haba en la trastienda y al que la propietaria, la seora Cuffe-Wilkes, se refera como su despacho.

Pasaba por aqu y he pensado que podra invitarte a comer dijo Quirke en voz baja. Ella mir su reloj. Anda, venga, son ms de las doce le rog con dulzura.

En aquel instante apareci la seora Cuffe-Wilkes en la puerta de su despacho. Mir a Quirke con severidad y frunci el ceo rara vez entraban hombres en su tienda y, desde luego, nunca entraban hombres solos, luego recompuso el gesto y sonri. Era una mujerona grande y rubicunda, con el cabello de un rubio cobrizo y excesivo colorete. Tena unos ojos brillantes y saltones y una boca remilgada y diminuta como un capullo de rosa. Con su vestido de lustrosa seda verde, su voluminoso pecho y sus piernas cortas guardaba un llamativo parecido con la reina Victoria en su madurez, repar Quirke. No era la primera vez que lo pensaba.

Phoebe se apresur a echarse hacia delante, como si su jefa fuese a avanzar y tuviese que esquivarla.

Es mi padre aclar.

La mujer volvi a fruncir el ceo; haba odo hablar de Quirke. l inclin la cabeza, intentando ofrecer una imagen atractiva y afable.

Justo ahora le estaba preguntando a Phoebe si poda invitarla a comer.

Ah, s? coment la seora Cuffe-Wilkes con gesto disgustado.

Tanto Phoebe como Quirke se dieron cuenta de que se hallaba indecisa. Quirke poda tener cierta mala fama, pero era mdico; es ms, era un especialista y vesta un traje bien cortado de tweed Harris y zapatos hechos a medida. La mujer se oblig a sonrer de nuevo, aunque sus pequeos labios seguan tensos.

No hay problema mir a Phoebe de reojo, despus de todo ya es casi la hora de la comida.

Se dirigieron al Hibernian, que se encontraba en la esquina de la calle. El restaurante no estaba lleno y los sentaron en una mesa cercana a una planta y junto al ventanal que daba a Dawson Street. La intensa luz resplandeca en los tejados de los coches que pasaban.

A qu se debe esta inesperada invitacin? pregunt Phoebe con una sonrisa.

Ya te lo he dicho. Pasaba por aqu.

Ella lade la cabeza y le mir con socarronera.

Quirke, t nunca pasas por un sitio por casualidad.

l hizo un signo con la cabeza hacia la calle soleada.

Es primavera. Eso merece celebrarse, digo yo.

Como Phoebe continuaba mirndole con recelo, Quirke baj el rostro hacia la carta. La joven nunca saba qu pasaba por la cabeza de su padre y an menos era capaz de preguntarse qu deba sentir por l u opinar acerca de l, pero hoy era obvio que algo le suceda. Conoca bien aquel fingido aire de cordialidad, la sonrisa forzada y ligeramente inquieta, la mirada esquiva y las manos que no dejaban de moverse. Tal vez haba roto de nuevo con Isabel Galloway e intentaba reunir el valor para decrselo. Phoebe e Isabel eran amigas, o al menos tenan un trato afable, aunque su relacin se haba enfriado notablemente desde que Isabel empez a salir con su padre. Sin contar con el intento de suicidio de Isabel la ltima vez que Quirke rompi con ella

Quirke estaba hablando con el camarero, preguntndole por el Chablis. Phoebe lo observ con detenimiento, intentando adivinar qu sera lo que tena que contarle. Deba de existir alguna razn para que la invitara a comer en el Hibernian entre semana. No, no tena que ver con Isabel; Quirke nunca estara tan nervioso por una mujer.

Pensaba que habas decidido dejar de beber durante el da le dijo cuando el camarero se alej.

l la mir con expresin cndida.

No estoy bebiendo.

Acabas de pedir una botella de vino.

S, pero era vino blanco.Que tiene tanta graduacin como el tinto.

l hizo un gesto displicente con la mano.

No, no, no, eso es lo que escriben los productores en la etiqueta para que pienses que no ests tirando tu dinero.

Ella se rio.

Quirke, eres incorregible.

Prueba tu cctel de gambas la anim l, adelante.

Phoebe ech una mirada al plato de Quirke. Haba extendido las gambas en salsa rosa, pero no haba probado un solo bocado. Probablemente tena resaca; nunca coma cuando estaba resacoso. Pens en echarle el sermn habitual sobre la bebida, pero para qu?

Qu tal est tu novio? le pregunt Quirke.

David?

l la mir con irona.

Cuntos novios tienes?

Lo que buscaba Phoebe era que pronunciara el nombre de David, pero, por supuesto, no lo hizo. Quirke se refera siempre a su ayudante como Sinclair.

Est muy bien. No sueles verlo? le pregunt ella.

S, pero de una manera distinta a como lo ves t. No es mi pretendiente.

Mi pretendiente! ella rompi a rer a carcajadas. Dudo mucho que l se considere el pretendiente de nadie.

El camarero se aproxim con el vino y Quirke llev a cabo el ritual de beber a pequeos sorbos y saborearlo. Phoebe pens en lo pattico que resultaba su esfuerzo por disimular que se mora por un trago. Trajeron el pescado, Quirke se coloc la servilleta en el cuello de la camisa y empu el tenedor y el cuchillo con gran entusiasmo, pero era obvio que no tena ningn apetito.

Hay un anillo en el horizonte? pregunt sin mirar a la joven, mientras pinchaba el lenguado con el tenedor.

Qu clase de anillo debera ser? replic Phoebe con tono inocente y expresin intrigada. Un anillo de Claddagh? Un anillo con un sello?

Quirke no se dio por aludido.

Cunto tiempo llevis saliendo juntos? El suficiente, creo yo, para que te haya declarado sus intenciones.

Ella volvi a rerse.

Mi pretendiente declarando sus intenciones De verdad, Quirke! exclam.

En mi poca

Ah, en tu poca! En tu poca los caballeros llevaban patillas decimonnicas, vestan levita y polainas y antes de declararse, como bien sabes, tenan que pedirle la mano de la damisela al padre para poder casarse con ella.

Quirke se limit a sonrer, mientras continuaba jugueteando con su pescado.

No te gustara casarte, sentar la cabeza? pregunt con suavidad.

Casarse es una cosa. Sentar la cabeza, otra completamente distinta.

Ya veo. Vas a ser una de esas mujeres independientes que llevan pantalones, fuman cigarrillos y se presentan a las elecciones al Parlamento. Buena suerte.

Phoebe le mir con atencin: all sentado, con la cabeza inclinada sobre el plato, su tono se haba vuelto repentinamente mordaz.

T no crees que sea capaz, pero tal vez haga algo as, meterme en poltica u otra cosa semejante dijo, irguiendo la espalda.

l permaneci en silencio un instante, contemplando de reojo la calle soleada.

Yo creo que tendrs xito en lo que te propongas volvi los ojos hacia ella. Solo quiero que seas feliz.

S, pero casarse es la nica forma que se te ocurre de ser feliz?

Se dio cuenta de que Quirke quera hablar ms sobre ese tema, aunque se contena. Ella deba de ser una decepcin para l, trabajando en una tienda de sombreros y teniendo de novio a su ayudante. Qu irona, pens Phoebe, si tenas en cuenta durante cuntos aos Quirke haba mantenido la farsa de que ella no era su hija, sino la de su cuada. A pesar de ello, no consegua estar furiosa con l. Quirke haba sufrido muchsimo: la mujer a la que amaba se haba casado con otro y la mujer con la que finalmente se cas haba muerto. Qu derecho tena ella a juzgarlo? Qu derecho tena ella a juzgar a nadie?

Charlaron de otras cosas: de su trabajo en la tienda, de las tonteras de las clientas, de los modales intimidatorios de la seora Cuffe-Wilkes. Phoebe coment que estaba pensando en hacer un viaje a Espaa. Hizo una pausa, esperando que le preguntara si David la acompaara, pero Quirke no lo hizo y la pregunta silenciada flot sobre la mesa como calima, enturbiando el ambiente. Aquel era terreno delicado. Ella saba que Quirke quera saber si David y ella se acostaban, pero tambin saba que nunca tendra el valor de preguntar.

Oye, cmo est ese amigo tuyo? Cmo se llama? inquiri Quirke.

Qu amigo?

El tipo que trabaja para el Clarion.Jimmy Minor?

S, ese.

Ella advirti que Quirke rehua mirarla.

Qu sucede con l?

Con el ndice, Quirke apart con cuidado el plato hacia un lado.

Lo has visto recientemente?

No, no lo veo desde hace una semana o dos. No has probado el pescado.

No tengo apetito con expresin sombra, bebi un largo trago de vino.

Ella percibi la primera seal de alarma y lo observ detenidamente. Jimmy. La haba llevado all para hablarle de Jimmy. Dios mo, en qu lo se habra metido su amigo esta vez.

Yo lo he visto esta maana dijo Quirke. Succion el aire entre los dientes, esquivando los ojos de Phoebe.

Ah, s? Dnde?

Quirke sac del interior de la chaqueta su pitillera, la abri con un golpe seco y se la tendi. Ella neg con la cabeza.

Claro, lo haba olvidado, has dejado de fumar. Bien por ti. Ojal yo pudiera.

Prendi su cigarrillo y lanz el humo hacia el techo. Luego la mir a la cara a Phoebe le pareci que era la primera vez desde que se haban sentado a la mesa y le sonri con aire apesadumbrado, casi de disculpa.

Lo he visto en el hospital. Le he hecho una autopsia.

Despus, cuando ya era demasiado tarde, se dio cuenta de lo torpe que haba sido, de lo mal que lo haba hecho. En el momento crey que si mencionaba primero la autopsia ahorrara a Phoebe el impacto de or sin rodeos que Minor haba muerto. Pero sus palabras haban tenido el efecto contrario, por supuesto. Aunque para l el trmino autopsia no implicaba ninguna connotacin, era absolutamente neutral, a Phoebe le habra trado la imagen de su amigo tendido sobre una mesa de mrmol con el esternn abierto y las vsceras brillantes al aire.

En los instantes que siguieron a aquel paso en falso, ella permaneci sentada muy rgida, mirndole sin expresin. Luego se levant con tanta rapidez que la silla cay hacia atrs, como si se hubiera desmayado, y sali apresuradamente de la sala presionando la servilleta contra su boca. Consternado y furioso consigo mismo, Quirke aguard. Se sirvi el vino que quedaba en la botella y se lo bebi de un trago. Al dejar la copa sobre el mantel, not que en la mesa de al lado una imponente matrona le observaba con gesto de reprobacin. Deba de pensar que era un libertino borracho cuyas indecentes insinuaciones haban provocado la huida de la joven a quien haba invitado a comer. l le devolvi la mirada y ella apart el rostro con un teatral giro de cabeza.

Phoebe regres al cabo de un rato y se sent con cautela en la silla que l haba levantado del suelo. Estaba tan plida que Quirke supuso que haba vomitado. No saba qu decirle.

Qu le ha ocurrido? pregunt Phoebe en un susurro, con los ojos bajos y las manos en el regazo, cruzadas con tanta fuerza como si le fuera la vida en ello.

An no se sabe.

No se sabe? Quines no lo saben?

Me refiero a m. An no lo s. Le dieron una paliza brutal. Lo siento.

Ella desvi la vista hacia la calle.

No es extrao cmo, a veces, la luz se oscurece de repente? pareca hablar consigo misma. Luego gir el rostro hacia l. Ests diciendo que lo mataron? Que fue asesinado?

Desde luego, lo mataron. Quiz quien le dio esa paliza no pretenda acabar con l. Pero, como muri, lo tiraron al canal a la altura del puente de Leeson Street, donde est el camino de sirga.

Quirke conoca el lugar, lo conoca bien, y en su mente irrumpieron la oscuridad y el agua negra e inmvil.

Pobre Jimmy Phoebe suspir como si estuviera sbitamente cansada. Tena siempre un aspecto tan tan vulnerable alz la vista hacia l. T lo conocas, verdad?

S, claro.

Te lo present yo? pareca ser un detalle importante para ella.

Tal vez, no me acuerdo. Pero, en cualquier caso, habra sido difcil que no lo conociera. Era un periodista de sucesos.

S, es verdad una idea repentina cruz la cabeza de la joven. Crees que est relacionado con su trabajo? Crees que alguien sobre quien l estuviera escribiendo un artculo podra haberle?

Quirke mova con un dedo adelante y atrs una miga de pan haciendo una bolita. Permaneci en silencio, pero cuando habl no contest a su pregunta.

Sabes sobre qu estaba trabajando? Quiero decir, sabes si tena entre manos algo algo importante?

Ella dej escapar una risita triste.

Seguro que s. Siempre andaba detrs de alguna exclusiva. El reportero Jimmy Minor, el as de los reporteros, como l se refera a s mismo medio en broma medio en serio. De hecho, se vea a s mismo como un periodista de pelcula. Ya sabes, uno de esos que llevan gabardina, una tarjeta con la palabra Prensa en la cinta del sombrero y un cigarrillo en la comisura de la boca.

Phoebe suspir con aire ausente. Pareca ms desconcertada que angustiada. Quirke saba que la conmocin vendra ms tarde.

Tena ms amigos aparte de ti? Alguien cercano, alguien que pueda saber en qu andaba metido?

Phoebe movi la cabeza.

No lo s. Me estoy dando cuenta de lo poco que s de l, de su vida o de la gente con la que sala. Apareca y desapareca. Ni siquiera estoy segura de si a m me consideraba una amiga.Y su familia?

Tampoco s nada de ellos. Jimmy era reservado, aunque no diera esa impresin. A m me caa bien: era simptico y y carioso y buena persona, pero tambin era muy cerrado. Que yo recuerde, jams hablaba de su familia. Creo que son de algn pueblo del interior. Me parece que sus padres estn vivos, pero no estoy segura Phoebe permaneci en silencio unos instantes. No es horrible? Nos hemos tratado durante aos y apenas lo conozco. Y ahora est muerto.

Una lgrima se desliz desde su ojo izquierdo hasta la comisura de su boca, sin que ella pareciera darse cuenta.

Tena tena novia? pregunt Quirke.

Phoebe alz la vista. Haba percibido algo, otra pregunta tras la pregunta.

Estaba muy unido a April Latimer dijo con cuidado, como si seleccionara las palabras y las extendiera ante l, sobre la mesa, igual que si fuesen cartas. April Latimer era una amiga de Phoebe que haba desaparecido, a quien tal vez haban matado, igual que a Jimmy. Su cabeza rehuy el horror de todo aquello. Alguna vez pens que ellos su voz se apag.

Pero no era as?

No.

Phoebe se estremeci. Quirke extendi la mano, pero se detuvo antes de rozarla.

Te encuentras bien?

S. No movi la cabeza. No lo s le mir con desesperada splica. Sufri? Habr sufrido mucho?

No Quirke intent sonar firme y convincente. Nada, de hecho. Le golpearon en la cabeza y el impacto le debi de dejar inconsciente no mencion las brutales contusiones en el pecho y los costados de Jimmy, el ojo derecho fuera de su rbita, la entrepierna hecha papilla. Pero quien lo hizo o bien estaba furioso con l o bien tena orden de emplearse a fondo.

Phoebe dej escapar de nuevo su risita triste.

S, Jimmy tena el don de exasperar a la gente. Consideraba que irritar a los dems era parte de su profesin. Si no haba alguien furioso con l, pensaba que estaba haciendo algo mal.

Mencion algo o a alguien en concreto la ltima vez que le viste?

Ella iba a contestar cuando se detuvo y, entornando los ojos, le mir con expresin inquisitiva.

Ests jugando de nuevo a los detectives, verdad? S, claro que s, noto tu inters. Has hablado ya con tu amigo, el inspector Hackett?

No tardar mucho en verlo respondi tajante Quirke, desviando la vista.

Se supone que atrapar a las personas que cometen actos as es su trabajo, no el tuyo.

Ambos estaban pensando en la brutal paliza que le haban propinado al propio Quirke haca unos aos y que le haba dejado un resto de cojera. Tambin entonces estaba jugando a los policas.

Ya lo s, pero imagino que te gustara saber qu le ha ocurrido a Jimmy repuso Quirke.

Aun as, te repito que averiguarlo no es tarea tuya.

l hizo una sea al camarero y pidi un brandy para ella. Phoebe empez a protestar.

Te sentar bien. An no te ha hecho mella la noticia.

A ella no le pas desapercibido que Quirke haba resistido la tentacin de pedir otro brandy para l, y supuso que deba valorar ese gesto.

Permanecieron en silencio mientras aguardaban a que trajeran la copa, conscientes de la nueva tensin que haba surgido entre ellos. La muerte, esa transgresora, no tena ningn respeto por las formalidades de la vida social.

Dices que su familia vive en el campo prosigui Quirke una vez que vino el camarero y Phoebe bebi, con una mueca, el primer sorbo de brandy. Tienes alguna idea de dnde?

Seguro que lo saben en el peridico.

S, sin duda era probable que en ese mismo instante el inspector Hackett se hallara con Harry Clancy, el director del Clarion, que estara moviendo la cabeza con teatral consternacin y derramando lgrimas de cocodrilo. Phoebe tena razn: Minor se haba esforzado muy poco en caer bien a los dems, especialmente a la gente con la que trabajaba. T no sabrs si andaba detrs de alguna noticia en concreto?

No, no lo s. De hecho, ni siquiera recuerdo cundo fue la ltima vez que hablamos contest Phoebe.

Y no tena novia.

Phoebe le observ de nuevo con expresin mordaz, consciente de la pregunta no formulada que haba tras las palabras de su padre.

Me ests preguntando si era? Bueno, ya sabes, si tena otra inclinacin.

l le devolvi la mirada, inexpresivo.

La tena?

No lo s.

Y era verdad. Lo que s saba es que haba algo que mantena a Jimmy a distancia, un desapego, una apata fsica. Phoebe no se comportaba como una mujer fatal, pero entre la mayora de los hombres y ella siempre flotaba una insinuacin, como una crepitacin en el aire, una especie de electricidad. Era normal, as suceda entre hombres y mujeres. Sin embargo, con Jimmy jams haba existido esa corriente elctrica.

Como Quirke no deca nada, Phoebe le pregunt:

Que l tuviera esa inclinacin puede estar relacionado con lo que le ha sucedido? Algunas veces, a los hombres as les dan palizas simplemente por ser como son.

S, eso dicen.

Sera terrible que algo semejante saliera a la luz. Su familia murmur Phoebe, con la vista clavada en las manos, que haba cruzado de nuevo con fuerza sobre su regazo.

No creo que tengas que preocuparte por eso. Incluso si fuera cierto, el Clarion no lo publicara y tampoco lo haran los dems peridicos. Algunas veces, la autocensura que se impone la prensa es una bendicin la tranquiliz Quirke.

El camarero se aproxim y retir los platos. Ambos permanecieron otra vez en silencio, mirando la calle. Y Phoebe pens en lo raro que resultaba estar all, en aquella sala esplndidamente decorada, con su cubertera resplandeciente, las servilletas de un blanco inmaculado y las brillantes copas de vino, junto al ventanal y la calle ajetreada e iluminada por el sol, mientras su amigo yaca muerto en el stano fro y casi vaco donde trabajaba su padre durante todo el da, hurgando y explorando cuerpos como el de Jimmy.

4.

Pocos aspectos de la investigacin criminal eran del agrado del inspector Hackett, pero el que ms le disgustaba era atender a los parientes de las vctimas. No se trataba de que l fuese una persona insensible o de que no compadeciera a los dolientes padres, a los hermanos y las hermanas, a los hijos y las hijas. Suceda, ms bien, al contrario. Simplemente, nunca saba qu se supona que deba decir, qu consuelo deba ofrecer. l no tena que consolarlos, es cierto. Estaba haciendo su trabajo, igual que un mdico. Nadie esperaba que Quirke, por ejemplo, sostuviera la mano de una madre desconsolada, que pasara un brazo sobre los hombros de un hermano conmocionado, que acariciara la cabeza de un hurfano lloroso. Ser forense tena muchas ventajas, como a menudo le deca a Quirke. Manejar a los muertos es fcil, o al menos lo es comparado con lidiar con los vivos. Por qu siempre tena que sentirse responsable? Por qu pensaba que deba compartir, o al menos dar la impresin de que comparta, el dolor de los dems? Pero ya era demasiado tarde para endurecer su corazn o para endurecer, al menos, su comportamiento.

Se reuni con los Minor a primera hora de la tarde en el vestbulo del hospital de la Sagrada Familia. A los Minor les iba muy bien el nombre, pues los tres sin excepcin eran de corta estatura. Ms que bajos, parecan miniaturas, como si fuesen modelos reducidos de s mismos. La madre era muy poquita cosa, sin nada donde agarrar, como habra dicho la madre de Hackett. Llevaba unas gafas pasadas de moda, con montura redonda metlica y gruesas lentes a travs de las cuales miraba con ojos de miope y expresin ceuda, mientras meneaba la cabeza sin cesar con nerviosas y pequeas oscilaciones, igual que un pajarito. Pareca ms preocupada que afligida y suspiraba y farfullaba como si estuviese enajenada. Su marido, un hombrecito enrgico con un cabello rojizo que empezaba a encanecer, era la viva imagen del hijo asesinado. Tena un gesto constante de excusa y pareca azorado por los problemas que su familia estaba causando de repente a tantas personas. Tanto l como ella se referan a su hijo como James y no como Jimmy. Hablaban de l con afectuosa nostalgia, como si, en lugar de estar muerto, hubiera partido a algn pas muy lejano para comenzar una nueva vida, como si estuviera muy lejos de ellos, pero no totalmente fuera de su alcance.

Nuestro James era un hombre muy ocupado. No paraba quieto, siempre andaba con algo entre manos afirm el seor Minor y, tan pronto lo dijo, retrocedi un paso, como asombrado por el sonido de su propia voz. Su esposa se apart ligeramente de l, como si tambin ella pensara que haba hablado demasiado alto o cuando no le tocaba.

S, rebosaba energa, es cierto dijo Hackett.

Al orlo, ambos le miraron sorprendidos.

Lo conoca? pregunt la seora Minor.

As es, seora, por mi trabajo Hackett sonri. La polica y la prensa siempre van de la mano.

Patrick Minor, el hermano de Jimmy, carraspe para que le oyeran, como un hombre a quien impacienta la chchara. Haba adoptado la pose de un boxeador, los hombros contrados hacia delante y los codos flexionados con la intensidad y agresividad de un peso mosca. Tambin era pelirrojo, como Jimmy y su padre, aunque no le quedaba mucho pelo. Tena un trato spero, como si considerase que el bullicio en torno a la muerte de su hermano era completamente exagerado. Trataba a sus padres como si ellos fuesen los nios y l fuera el adulto, apremindolos e interrumpindolos cuando se atrevan a hablar. Hackett calcul que sera cinco o seis aos mayor que Jimmy. Era un abogado claramente convencido de su propia importancia. Hackett, que tambin proceda de ese otro mundo que exista ms all de la ciudad, conoca el tipo de personaje. Puso una mano en su brazo y, en un aparte, le dijo en voz baja que quiz debera ser l quien identificara a su hermano.

Claro contest Minor, y pareci que iba a frotarse las manos, pero se detuvo a tiempo, claro. Le seguimos.

Los cuatro descendieron por la ancha escalera de mrmol y recorrieron el pasillo pintado de verde. All abajo a los padres se los vea ms intimidados que nunca. El seor Minor caminaba pegado a su esposa y con el brazo enlazado al de ella, no para guiarla, sino para que ella le guiara a l. Eran como dos nios perdidos y asustados, pens Hackett.

Patrick Minor le interrog sobre las circunstancias en que haba sido descubierto el cadver de su hermano. Quera saberlo todo, como si se tratase de un asunto profesional. El inspector pens, benvolamente, que deba de ser su manera de hacer frente al dolor. Cada persona tena una distinta.

Quirke los estaba esperando. Llevaba abierta la bata blanca y, con su camisa a cuadros, el chaleco y la pajarita era la primera vez que Hackett le vea con una corbata semejante, personificaba la imagen perfecta de un mdico, excepto por las bolsas de bebedor bajo los ojos.

Seora Minor dijo, tendiendo la mano, seor Minor, mi ms sentido psame.

Hackett le present al hermano de Jimmy y Quirke le estrech asimismo la mano con solemnidad. De alguna manera, parecan encontrarse en una ceremonia religiosa. Como si estuvieran all reunidos para la beatificacin de un mrtir.

Aunque era claramente visible a travs de la ventana de la sala de autopsias, ninguno de los Minor mir hacia la figura cubierta con una sbana sobre la camilla.

Bolger, el celador, sali de las sombras, y Quirke le pidi que llevara al seor y a la seora Minor a su oficina, donde les haban preparado una tetera y un plato con galletas. Quirke los acompa hasta la puerta y, cuando entraron, la cerr tras ellos, se volvi hacia Hackett y Patrick Minor y seal con la cabeza la sala.

No llevar ms de un minuto le dijo a Minor. Por aqu.

Los tres se adentraron en la fra luz de la habitacin. El rostro de Minor tena ahora un tinte grisceo y en su mandbula un msculo diminuto se contraa espasmdicamente.

James y yo no tenamos buena relacin, sabe? indic a la defensiva.

Quirke se limit a asentir y se coloc al lado de la camilla.

Los golpes son considerables, lo siento, no ser agradable. Est preparado?

Patrick Minor trag saliva con esfuerzo. Quirke levant la sbana de nailon.

Dios santo! susurr Minor, conteniendo el aliento.

Es su hermano, no es as, seor Minor? murmur el inspector Hackett.

Minor asinti. Quirke se dio cuenta de que deseaba volverse de espaldas, pero era incapaz de separar la vista del rostro roto y tumefacto de su hermano. Los hematomas haban perdido ya su brillo amoratado y parecan gruesas y horribles tiras de carne seca extendidas sobre las mejillas y alrededor de la boca.

Quin le ha hecho eso? pregunt Minor, y se volvi hacia Hackett con sbita ira. Quin lo hizo?

No lo sabemos contest el detective, pero haremos todo lo posible para averiguarlo.

A Minor casi se le salieron los ojos de las rbitas.

Todo lo posible? exclam con furia. Todo lo posible? Mire a mi hermano. Mire en qu estado se encuentra. Era incapaz de matar una mosca y mire lo que le han hecho. Y usted va y me dice que harn todo lo posible!

Hackett intercambi una mirada con Quirke, mientras se tiraba del labio inferior con el pulgar y el dedo ndice. Quirke cubri el rostro de lo que haba sido Jimmy Minor con la sbana.

Dgame, seor Minor, sabe si su hermano tena algn enemigo? pregunt Hackett.

Ya se lo he dicho antes repuso entre dientes el encolerizado hombrecito. No tena buena relacin con l desde hace aos movi la cabeza afirmativamente y con determinacin mientras recordaba. l no vea el momento de marcharse de casa y venir a la ciudad. Ah, iba a ser el pez gordo de la familia, el gran personaje que viva en Dubln, trabajaba en prensa y amasaba una fortuna! lanz una breve y amarga carcajada. Y mrenlo ahora, pobre imbcil.

Hackett mir de reojo a Quirke y este se dirigi a la puerta de vidrio. La abri y se qued a un lado para que pasaran Hackett y el hermano de Jimmy. En la oficina de Quirke, el seor y la seora Minor permanecan de pie junto a la mesa sosteniendo la taza y el platillo en las manos. Parecan sentirse avergonzados e incmodos y Quirke tuvo la impresin de que llevaban tiempo en esa posicin, temerosos de moverse, mientras sus dos hijos, el vivo y el muerto, soportaban su ltimo encuentro. Bolger se haba largado, sin duda para fumar un cigarrillo.

Lo has visto? pregunt la seora Minor, mirando al hijo con sus ojos de miope a travs de las gruesas lentes circulares de las gafas, como si aquel hubiera viajado al lejano lugar donde ahora se hallaba su hermano y ella estuviera esperando que le diera noticias sobre sus actividades.

Su hijo la ignor. Haba sacado una cajetilla de Capstan del bolsillo interior de la chaqueta y se la tendi a Quirke y al detective. Quirke neg con la cabeza, pero Hackett cogi un cigarrillo y l y Minor encendieron sus pitillos.

Minor lade el rostro y expuls una airada columna de humo hacia el techo.

Si creen que puedo ayudarles, estn equivocados dijo con voz atiplada y resentida. Sus palabras no iban dirigidas a Hackett, sino a Quirke, como si este fuera el detective. No s en qu andaba metido. En las escasas ocasiones en que vena a casa hablaba muy poco, por no decir nada, sobre lo que haca lanz de nuevo una spera carcajada. Sabamos ms de l por lo que escriba en el peridico que por lo que logrbamos sonsacarle mir a sus padres. Nosotros no le importbamos nada, esa es la verdad.

No seas as, Paddy dijo el padre suave y tmidamente.

James era un chico muy carioso afirm la seora Minor, alzando la voz y deslizando la vista de Quirke a Hackett, como si quisiera anticiparse a cualquier refutacin. Nos escriba cada semana y, a menudo, nos enviaba tambin un giro postal.

Su hijo la contempl de soslayo.

S, claro, nuestro James era un santo espet con gesto de desprecio.

Ella pareci no orle y continu desplazando sus ojos de Quirke al detective y de nuevo a Quirke, mientras mova la cabeza de un lado a otro como el pajarito chochn, pens Hackett, como un pobre, minsculo y afligido chochn. Presinti que an no haba llorado por su hijo. Las lgrimas, escasas y ardientes, y el seco zarpazo de los sollozos en la garganta vendran ms tarde. Pens en su propia madre, que llevaba muerta treinta aos. Las madres sufren las penas ms hondas.

Ya no quedaba nada por hacer all. Estaba claro que aquellas personas no podan ofrecerle ninguna ayuda para resolver el misterio del asesinato del joven. Hackett les pregunt dnde se alojaran hasta el funeral. En el hotel Flynne, le dijo Patrick Minor. Hackett asinti. En el Flynne, por supuesto. All se alojaban todos los que venan de provincias. Beicon cocido y repollo, curas vocingleros trasegando whisky en el bar y empleados de hotel con los acentos de las Midlands. Irlanda, la Madre Irlanda. Hackett tena que reconocer que, algunas veces, su pas le pona enfermo con su mentalidad provinciana, su timidez incorregible y su estrechez de miras. Estrech la mano de los padres el hijo simul no ver su mano tendida y los condujo hasta la puerta.

Nos pondremos en contacto con ustedes tan pronto como sepamos algo, en cuanto tengamos la ms mnima informacin les asegur.

Quirke se adelant y abri la puerta. La anciana pareja sali seguida por su hijo, que se detuvo en el umbral y mir por ltima vez la ventana de la sala de diseccin y la figura sobre la camilla.

En el patio del colegio sola acudir a m, me buscaba para que le defendiera de los chicos mayores cuando se metan con l. Tampoco le ayud entonces mir a Hackett, luego a Quirke, pero no aadi nada ms.

Bueno, qu piensa? dijo Hackett.

Recostado en su silla giratoria, Quirke prendi un Senior Service. Con media nalga apoyada en la esquina de la mesa, Hackett balanceaba una pierna sin conseguir separar los ojos de aquella pajarita azul. No le pegaba a Quirke, no era su estilo. Tal vez se trataba de un regalo de su hija o tal vez de su amiga, la actriz, cmo se llamaba? Gallagher? No, Galloway. Una corbata elegante como aquella era ms de su estilo. Pero tal vez la haba comprado el propio Quirke, tal vez buscaba una nueva imagen de mdico refinado, una eminencia en su campo, competente y formal, pero abierto a causar una cierta sensacin. El chaleco era otra novedad. Qu sera lo siguiente? Un par de anillos de oro? Las gafas colgadas de una cadena? Polainas?

Quirke le observ con dureza a travs del humo de su pitillo.

Qu le parece tan divertido?

Nada dijo Hackett, estoy admirando su pajarita.

Con cierta teatralidad, Quirke se llev una mano al nudo de seda de la corbata.

Esto le hace tanta gracia?

Para nada, para nada. Es muy elegante. Muy elegante.

Quirke continu contemplndole con expresin sombra. La corbata de Hackett, de un rojo desvado, era de las corrientes. Como era corta y ms ancha al final, pareca una lengua largusima que colgara desganada.

Cambiando de tema, qu pienso sobre qu? pregunt.

Hackett seal con un movimiento de la cabeza el ventanal de la sala de diseccin.

Sobre ese asunto.

La silla giratoria chirri al echarse Quirke hacia atrs y poner los pies cruzados sobre la mesa.

No pienso nada. Y usted? repuso, presionndose el puente de la nariz con un dedo doblado.

Hackett infl las mejillas y lanz un sonoro suspiro.

Ni idea. Pseme un pitillo dijo, sealando la cajetilla de Senior Service.

Quirke la desliz sobre la mesa junto al mechero. Ambos fumaron en silencio hasta que Quirke lo rompi.

Encontraron algo en el lugar del crimen?

Absolutamente nada. Haba huellas de pisadas y cosas similares, pero cay una tromba de agua y las borr. Sin contar adems con que ese genio que tengo de ayudante, el sargento Jenkins, permiti que todo el mundo pateara la zona, as que si quedaba algo, desapareci hundido en el barro.

Quirke se rio.

Pobre Jenkins. Imagino que an se estar lamiendo las heridas despus de la bronca que le debi de echar.

El polica suspir.

Una bronca? Para qu? Ese pobre memo es un caso perdido. En fin, supongo que terminar aprendiendo hizo una pausa y se quit con delicadeza una brizna de tabaco del labio inferior. Su hija ya lo sabe?

S, se lo he contado.

Cmo se lo tom?

Quirke arrug la cara y repiti el gesto de llevarse la mano a la pajarita.

Yo lo hice bastante mal.

Mmmm No creo que exista una manera correcta de hacerlo hizo una pausa de nuevo. Eran muy amigos?

Quirke le lanz una mirada.

Me est preguntando si tenan una relacin romntica? En absoluto. De hecho, yo creo que l tena otras inclinaciones.

Quiere decir?

Las escasas ocasiones en que coincid con l me dio esa impresin.

El polica asimil lo que acababa de or.

Ah, s? dijo moviendo la cabeza afirmativamente. Interesante.

Cree que podra ser una causa?

Cualquier cosa podra ser una causa.

Le asestaron una buena tunda.

S, quienesquiera que fuesen.

Quirke haba finalizado su cigarrillo y encendi uno nuevo con la colilla.

Tengo la sensacin de que fue un trabajo profesional.

Hackett no dijo nada; un par de profesionales le haban dado a Quirke una tunda en el pasado, as que deba de saber de qu hablaba. Permaneci en silencio, sentado y fumando mientras reflexionaba.

Supongo que el lugar por donde empezar es el peridico an balanceando la pierna, aadi con la vista fija en la puntera del zapato: Me echar una mano?

Una mano?

Ya sabe a qu me refiero.

Se miraron y, de no haber sido quienes eran, habran sonredo.

5.

Harry Clancy no estaba hecho para ser director de un peridico de tirada nacional. Harry lo saba, ya no se haca ilusiones sobre s mismo y sus capacidades. Su nombramiento haba sido uno de los ltimos, y de los ms inesperados, que Francie Jewell hizo antes de jubilarse como propietario y gerente del Clarion y dejrselo a su hijo Richard, ms conocido como Diamante Dick. A veces Harry se preguntaba si la decisin del viejo no habra sido una broma a costa de su hijo.

Harry, que haba empezado en el peridico como chico de los recados, haba ido ascendiendo hasta ser nombrado redactor jefe de noche, un trabajo que ejerci durante aos. Acariciaba la idea de una jubilacin temprana y sin incidentes cuando, una noche lluviosa de viernes, Francie le llam por telfono. Harry y su mujer haban estado en las carreras de galgos en Shelbourne Park y acababan de entrar en casa. Como no estaba del todo sobrio, Harry no comprendi al principio lo que el viejo cabrn le deca. Quiero que ocupe el puesto de mayor responsabilidad, Harry le haba dicho Francie, el puesto de mayor responsabilidad. Y entonces solt aquella risa suya, una carcajada cascada que terminaba en un ataque de tos. Harry haba permanecido inmvil en el recibidor de su casa con el telfono en una mano y el sombrero mojado por la lluvia en la otra, preguntndose perplejo qu demonios querra decir Francie con el puesto de mayor responsabilidad, mientras, a su lado, su angustiada mujer intentaba adivinar por la expresin de su rostro qu estaba sucediendo. Aos despus, le confesara que haba pensado que le haban echado. Pero no le haban despedido, nada ms lejos, y, en la maana del lunes siguiente, Harry Clancy, inquieto y con serios recelos, coloc sus posaderas en el puesto de mayor responsabilidad, desalojado de forma reciente e ignominiosa por su humillado y atnito predecesor, que morira seis meses despus con el corazn roto, segn afirmaba mucha gente del peridico.

La pasin de Harry era el golf. Todo lo que haba conseguido en periodismo y era mucho para un chico que provena de Lourdes Mansions lo habra cambiado por un golpe, un solo golpe, en uno de los grandes torneos. Era bueno, mucho mejor de lo que indicaba su hndicap cinco en sus das buenos, pensaba l. Pero ya era demasiado tarde: sus articulaciones no eran las mismas que antes y en ms de una ocasin ltimamente haba escuchado un chasquido en el codo derecho al realizar un downswing, un aviso inconfundible de que alguna lesin estaba cocindose. A pesar de todo, le quedaban sus recuerdos. Por ejemplo, el torneo que jug una tarde soleada en Portmarnock con Harry Bradshaw el mismsimo Harry Bradshaw, el gran jugador y que empataron en setenta y cuatro. Acto seguido, los dos Harrys haban compartido en el club una botella de Bollinger. Vaciaron el champn burbujeante en la copa de plata que el barman baj para ellos de detrs de la barra y de la que ambos bebieron por turnos, mientras se daban palmadas en la espalda. Fue un da inolvidable.

Aquella maana estaba practicando el putt en su minigolf cuando su secretaria entr precipitadamente para contarle lo sucedido a Jimmy Minor. El despacho era pequeo y un minigolf de unos dos metros era lo mximo que poda tener, situndolo en diagonal desde la esquina de su mesa hasta el vaso que haba tumbado sobre la alfombra junto a la puerta. No se le poda llamar practicar, la verdad. La alfombra era demasiado mullida y haba que darle a la pelota con un golpe ms fuerte de lo requerido para sobrepasar el borde del vaso y entrar. En cualquier caso, en los das tranquilos dar bolas era relajante y una forma muy eficaz de no pensar en nada. La seorita Somers estaba tan excitada cuando irrumpi en el despacho que no se fij en las pelotas de golf dispersas por la alfombra y casi las pisa y se cae. Harry se rio disimuladamente. Qu gran escena si la remilgada solterona hubiese tropezado: cada de espaldas, con las piernas abiertas en el aire y los pololos a la vista! Lo haba asustado al entrar de aquella manera y haba pensado que, como mnimo, los rusos y los yanquis haban empezado a bombardearse.

Aunque resultase extrao, escuchar lo sucedido a Minor no le sorprendi demasiado. Era un duro golpe, desde luego, pero haba en la noticia cierta inevitabilidad. Por qu? Haba un halo de vctima en torno a Jimmy Minor. Era demasiado intenso, se tomaba todo demasiado en serio. Nunca haba reconocido la parte de entretenimiento de lo que haca, la faceta de espectculo de los peridicos. l se vea a s mismo como un cruzado, un Clark Kent que a no tardar se convertira en Superman. Harry se detuvo junto a la ventana y, apoyado en el palo de golf, contempl el muelle baado por la lluvia y el agua gris y picoteada del ro. En qu andara metido Minor para que una o varias personas desconocidas hubiesen credo necesario matarle de una paliza? Su muerte guardaba relacin con su trabajo o con una cuestin privada? Minor era una persona reservada, un solitario. El pobre e infeliz desgraciado.

Levant el telfono y marc cero. A la seorita Somers an le temblaba la voz. Le pregunt si ya haba llegado Smyth, el subdirector de informacin, ella le contest que s y l le orden que le dijera que lo esperaba. Smyth saba todo lo que haba que conocer sobre los redactores.

Archie Smyth llevaba a cargo de la seccin de informacin ms tiempo del que nadie pudiera recordar. Tena una edad indefinida, ojos celestes y el pelo negro engominado y peinado hacia atrs, muy pegado al crneo. Su distintivo personal era el jersey azul que siempre vesta. En la redaccin bromeaban con que un da tendra que ir al hospital para que se lo quitaran en el quirfano. Era un tipo decente, muy trabajador y concienzudo; protestante, por supuesto, de ah la y de su apellido. Harry confiaba en l y lo consideraba sus ojos y sus odos en la redaccin. Si alguien poda arrojar alguna luz sobre la muerte de Jimmy Minor, ese era Archie.

Se ha enterado? le pregunt Harry.

Archie asinti.

S, ya me he enterado.

El jersey azul de Archie haba ido encogiendo a lo largo de los aos y, en aquel momento, era tan corto que apenas cubra la cinturilla de sus pantalones, dejando a la vista las abrazaderas de sus tirantes como dos pares de dedos abiertos en una seal invertida de la victoria. Su esposa haba muerto haca poco, pero l se incorpor a la redaccin el da despus del funeral. Tena un hijo que trabajaba en uno de los peridicos de Fleet Street, el Telegraph O era el Times? Archie estaba tremendamente orgulloso de l.

Tiene alguna idea sobre lo sucedido?

Archie sacudi la cabeza.

Me temo que no.

Estaba detrs de alguna noticia?

Si lo estaba, no me lo dijo, aunque eso no quiere decir nada, ya sabe cmo era.

En realidad, Harry desconoca cmo era Jimmy Minor. l evitaba el contacto directo con los redactores. Saba que la mayora lo despreciaba, especialmente los veteranos, que no le haban perdonado que sustituyera a Bill Burroughs, el anterior director, a quien Francie Jewell haba despedido sin miramientos.

Pero le haba encargado algn tema? insisti.

Archie hizo ademn de recordar.

No, no haba nada especial, que yo sepa. Haba estado cubriendo la informacin del Parlamento, pero me pidi que lo relevara.

Por qu?

No me lo explic Harry lo observaba con gesto seco. Mire, jefe, Jimmy era un buen chico. Tena olfato. No hay muchos en la redaccin a quienes yo deje la libertad que le daba a l.

Harry alz el palo de golf como una extensin de su brazo y, con un ojo cerrado, mir a lo largo del eje.

Qu hay de su su vida privada?

Qu hay de qu?

La expresin de Archie se haba tornado glacial; saber qu suceda en la redaccin era una cosa, pero lo que hicieran los redactores en su tiempo libre no era asunto suyo.

No estaba casado? pregunt Harry, sin separar la vista del palo de golf.

No.

Alguna novia?

Archie emiti una pequea tos.

Nunca le pregunt.

Harry apoy el palo de golf contra el alfizar y se dej caer en su silla, tras la mesa del despacho. La lluvia susurraba contra los cristales de la ventana.

Venga, Archie, sabe de sobra qu le estoy preguntando dijo impaciente.

Archie mantuvo su glida actitud.

Sola salir con April Latimer dijo.

La que desapareci? Harry se mordisque un nudillo mientras pensaba. Cuando dice salir, a qu se refiere exactamente?

A que eran amigos.

Pero ella no era su novia.

Archie se encogi de hombros. Harry gir el asiento de la silla y contempl de nuevo el ro y la imponente y amenazadora nube azul plomiza que se cerna sobre l.

Se lo han comunicado al jefe? pregunt.

El jefe era Carlton Sumner, propietario del Clarion tras comprrselo a la viuda de Diamante Dick Jewell. La mera mencin de su nombre tens un poco el ambiente. A todo el mundo en el edificio le intimidaba, en mayor o menor grado, Carlton Sumner y precisamente esa era la reaccin que l deseaba causar.

Yo no se lo he comunicado declar Archie, dando a entender que era trabajo de Harry comunicar ese tipo de noticias a Sumner.

Harry volvi a mordisquearse el nudillo.

Mejor lo llamo cuanto antes dijo, sombro.

En ese mismo instante, como si estuviera ensayado, son el telfono sobre la mesa. Harry aferr el auricular, escuch un rato y suspir.

Dgale que entre orden, y dej el auricular en la horquilla antes de mirar a Archie. Es Hackett.

A Harry no le gustaban los policas, le ponan nervioso, como si fuese culpable de un secreto que haba olvidado y ellos fuesen a recordrselo. Hackett perteneca al grupo de los astutos: simulaba ser un tipo sencillo de provincias cuando en realidad era taimado como un zorro. Entr en el despacho con el sombrero en una mano y una insulsa sonrisa de sapo en el rostro. Salud con la cabeza a Archie, que respondi de la misma manera. Los tres eran viejos conocidos.

Un asunto feo dijo Hackett, y dej su sombrero en la esquina de la mesa de Harry.

Harry, que no se haba levantado de la silla, mir el sombrero y luego alz la vista al detective y lo observ con los ojos entornados.

Una tragedia. Un suceso terrible tambin para el peridico Para todos nosotros.

Hackett segua sonriendo, la punta de la lengua asomada en la comisura de su ancha y delgada boca.

S, desde luego es una tragedia haba un leve filo de irona en su voz. Su familia tambin est muy afectada.

Archie Smyth los observaba con inters. A l, que era de naturaleza tranquila, le fascinaba contemplar cmo una sbita animosidad poda surgir entre dos hombres, especialmente entre hombres como aquellos. Harry, un chico de clase obrera que haba prosperado, estaba siempre en guardia ante un posible desaire. Era obvio que la sonrisa de Hackett le irritaba y que le mortificaba su aire de estar disfrutando de una broma secreta.

Hackett cogi una silla que haba junto a la pared, la acerc a la mesa y se sent. Archie se fij en sus toscos calcetines de lana de un azul vivo, que deba de haberle tejido su esposa.

Sabe quin lo hizo? pregunt Harry Clancy.

No contest Hackett con semblante casi satisfecho.

Harry frunci el ceo con enojo.

Alguna idea tendr.

El polica neg con la cabeza, todava cordial, todava sonriendo.

Se hizo un silencio. Un grave percutir empez a resonar en el profundo vientre del edificio y el suelo vibr bajo sus pies. La rotativa haba comenzado a trabajar y pronto estara impresa la primera edicin vespertina del Evening Echo, una publicacin asociada al Clarion que se distribua al final del da.

Me gustara echar un vistazo a la mesa de Jimmy Minor dijo Hackett.

Harry Clancy mir a Archie.

Tena mesa?

Comparta una con Stenson contest Archie. Stenson trabaja en el Echo. l la utiliza durante el da y Jimmy, durante la noche.

Hackett se volvi hacia l.

Puedo echarle un vistazo?

Archie vacil, pero Harry Clancy hizo un gesto displicente con la mano y le dijo a Hackett que, por supuesto, poda echarle un vistazo a la maldita mesa, que ellos no tenan nada que esconder. Archie se dio cuenta de que Clancy estaba a punto de perder los estribos y se alegr de tener una excusa para irse.

Por aqu le indic a Hackett.

El polica se puso en pie y se dirigi a la puerta, que haba abierto Archie.

Olvida su sombrero dijo Harry con acritud.

Hackett se volvi.

Puedo dejarlo aqu un minuto? Luego vuelvo y le sonri.

El escritorio que Jimmy Minor comparta con Stenson, del Echo, era una mesa rayada y manchada de tinta con una enorme y vieja mquina de escribir Remington de cuerpo presente. Haba un armatoste de contrachapado en forma de U con casilleros rebosantes de antiguos comunicados de prensa y recortes amarillentos.

Todo eso debe de ser de Stenson. Jimmy era un tipo ordenado dijo Archie.

Est por aqu Stenson?

Ya se ha ido a casa. Quiere que le llame y le diga que vuelva?

El polica ya no le prestaba atencin. Se haba sentado a la mesa y deslizaba un dedo por los bordes endebles de los viejos papeles en los casilleros.

Sera capaz de reconocer la escritura de Jimmy? pregunt.

Ms bien sera Stenson quien podra.

Hackett asinti y luego alz la vista hacia el subdirector.

Cree que entre todo esto puede haber algo que nos interese?

Lo dudo. Como le he dicho antes, Jimmy era un tipo cuidadoso.

Quiere decir que era cauto?

No s si cauto es la palabra. Pero tena algunas ideas sobre s mismo, haba visto demasiadas pelculas de Hollywood, crea que era Humphrey Bogart sonri al recordar. El joven Jimmy era un romntico, s.

Hackett recorri el teclado de la Remington con los dedos, igual que un ciego leyendo braille.

Me hara un favor? Cuando Stenson venga a trabajar, pdale que mire todos esos papeles y separe lo que perteneca a Jimmy: notas, apuntes, ese tipo de cosas mir de nuevo a Archie. No es posible que fuera tan cuidadoso como para no haber dejado alguna anotacin.

Le dir a Stenson que lo haga. Tal vez encuentre algo asinti Archie.

Hackett no separaba los ojos de l, mientras jugueteaba distrado con las teclas de la mquina de escribir.

Qu puede contarme, seor Smyth? Cualquier cosa

El sonido de las rotativas en el stano se haba convertido en un redoble incesante y atronador.

Como qu, por ejemplo?

Hackett sonri. No haba duda de que pareca un sapo, pens Archie, con esa cabezota, el rostro blando e informe y semejante boca, una plida curva que se extenda de oreja a oreja.

Usted lleva muchos aos en el oficio, debe de tener alguna idea de lo que pudo suceder le dijo Hackett. En esta ciudad no es frecuente que aparezca asesinado un periodista. Tena Jimmy tratos con elementos subversivos?

Se refiere al IRA? Archie solt una breve carcajada. Lo dudo. Es bastante probable que los considerara un hatajo de imbciles que juegan a los soldaditos y acaban volndose a s mismos con sus propias bombas.

Hackett permaneci pensativo. Una lnea a juego con su boca cruzaba la frente del polica, donde la cinta del sombrero haba dejado su marca.

Y con la delincuencia organizada? Con el Animal Gang o sus amigotes?[2]

Mire, inspector Archie gir las palmas de las manos hacia arriba, esto es la redaccin de un peridico. Informamos sobre incendios, accidentes de trfico, los discursos de los polticos, el precio del ganado A pesar de lo que Jimmy pudiera imaginar, no estamos en una pelcula. Dios sabe en qu andara metido. Todo el mundo tiene sus secretos, como usted bien sabe, estoy seguro. No s qu sucedi para que acabara en el canal y, es ms, tampoco deseo hacer conjeturas sobre ello. En lo que a m concierne, Jimmy puede descansar en paz.

Se detuvo con expresin azorada, sorprendido de s mismo, pues no era conocido por su locuacidad. La muerte de Jimmy le haba afectado ms de lo que imaginaba. Desde su silla, el polica le miraba atentamente y en su rostro apareci de nuevo su ancha e indolente sonrisa.

El asunto, seor Smyth, es que mi trabajo consiste justo en eso, en hacer conjeturas. Y, por el momento, me encuentro ante una pared en blanco.

Archie desvi la vista y se rasc la coronilla con el meique de la mano derecha en un gesto que a Hackett le record a Stan Laurel. El polica empezaba a sentirse molesto. A lo largo de los aos le haba pasado a Archie Smyth informacin muy jugosa y aquella era la ocasin para que le devolviera el favor. Aguard. La experiencia le haba enseado que la gente siempre sabe ms de lo que cree. Los recuerdos permanecan aletargados en el fondo de su mente como gruesos y plidos peces en las profundidades de un estanque cenagoso y, a menudo, bastaba un mnimo esfuerzo para que esos peces salieran a la superficie.

Y as fue. De repente, el rostro de Archie se ilumin.

Mencion algo, es verdad, lo acabo de recordar. Algo sobre los tinkers.

Los tinkers?

S. Haba ido al lugar donde estn acampados, en las afueras de Tallaght, me parece. S, en Tallaght.

Para qu?

Archie parpade.

Cmo?

Para qu fue a Tallaght? Qu le llev all?

Para ser el subdirector de informacin, pens Hackett, Archie no pareca muy avispado.

No lo s. Alguien debi de darle un soplo.

Acerca de qu?

Ya se lo he dicho, de los tinkers.

Eso es todo?

Archie se encogi de hombros.

No le prest mucha atencin.

Cundo sucedi eso?

La semana pasada, no s exactamente qu da. Me pidi que le firmara el recibo de un taxi. Le pregunt qu problema tena para no utilizar el autobs. Jimmy se crea demasiado bueno para ir en transporte pblico.

Cogi un taxi hasta Tallaght?

El viaje hasta all debi de costarle unos diez o quince chelines. Y, por supuesto, cogi un taxi para volver.

Hackett tena la vista clavada en el jersey azul de Archie. Saba mejor que nadie que no conviene apremiar a los dems, pero a veces senta deseos de agarrar por el cuello a los Archies de este mundo y sacudirlos hasta que las mejillas se les pusieran azules y los ojos les saltaran de las rbitas.

Le dijo dnde se encontraba el campamento de los tinkers?

Ya se lo he dicho, en Tallaght.

S, seor Smyth, ya me lo ha dicho, pero hay un montn de tinkers en Tallaght, o por lo menos as era la ltima vez que estuve all. Mencion Jimmy algn nombre?

Archie se rio.

Para qu? Todos se llaman Connors o Cash.

Hackett reprimi un suspiro.

As que ningn nombre, vale. Algo ms?

Lo siento, no.

Vio a Jimmy cuando regres de Tallaght? Le mencion algo entonces?

Archie sacudi la cabeza.

No volv a or hablar del tema: ni de los tinkers ni de Tallaght ni de nada.

Pero l habra tomado notas, no?

Eso supongo, si pensaba que ah haba una noticia. Por sus preguntas, imagino que no ha encontrado su bloc de notas.

No hemos encontrado nada. Al pobre muchacho le quitaron todo lo que tena.

Y en su piso?

Hackett se puso en pie. Pareca repentinamente fatigado.

Esa ser mi siguiente parada se detuvo un instante antes de proseguir. Seor Smyth, puedo pedirle un favor? Le importara ir al despacho de su jefe y traerme el sombrero? Creo que el seor Clancy y yo nos hemos dicho todo lo que tenamos que hablar, de momento con una sonrisa, aadi: No andis preocupados por el da de maana. Verdad, seor Smyth?

que el peridico traer su propia preocupacin concluy Archie.

Ambos rieron sin gran conviccin.

El casero se llamaba Grimes. Era un hombre corpulento, plido y afectado, de nariz aguilea y sonrisa altiva. Vesta un tres piezas de raya ancha diplomtica y un abrigo de pelo de camello con un sobrecuello en terciopelo negro. Mostraba cierto aire de fastidio, como si se viera obligado a participar en algo que consideraba muy por debajo de l. Con teatral ostentacin, aparent tener dificultades con la llave de la entrada para demostrar, supuso Hackett, su nula familiaridad con un edificio tan humilde, a pesar de ser su propietario. La casa, situada en una hilera de adosados de ladrillo rojizo y amarillento en Rathmines Road, tena tres alturas y un stano. El seor Grimes dijo que no estaba seguro de cuntas viviendas haba en su interior. Hackett asinti. Poda imaginar lo creativo que el seor Grimes habra sido al levantar los tabiques de divisin. A pesar de su negativa, deba de saber exactamente en cuntas apretadas cajas de zapatos haba conseguido dividir la antigua casa.

En el vestbulo, triste y de techo alto, hasta el aire pareca desalentado. Ola a cerrado y a beicon. Una gran bicicleta oxidada descansaba contra la mesa de la entrada. El seor Grimes chasc la lengua.

Mire eso. No respetan nada dijo malhumorado, con la vista clavada en la bicicleta.

Subieron las escaleras; sus pisadas resonaban en el gastado y picado linleo. Sobre sus cabezas, en un gramfono, Nat King Cole tarareaba dulcemente sobre la luz violeta del crepsculo; desde algn rincn llegaba el llanto de un beb que hipaba entre continuos sollozos y que ms pareca un mueco que un ser de carne y hueso. El seor Grimes arrug su ganchuda y plida nariz.

Cuando alcanzaron el descansillo del tercer piso, ambos jadeaban. El nmero diecisiete estaba clavado sobre la puerta de la vivienda y el siete esmaltado colgaba torcido. Una vez ms, Grimes forceje con la llave antes de detenerse y girarse hacia el polica.

No debera mostrarme una orden de registro o algo similar?

Hackett esboz su indolente sonrisa.

Eso solo sucede en las pelculas como Grimes permaneca indeciso, endureci el gesto. Estamos investigando un asesinato. Su colaboracin ser muy apreciada, seor Grimes.

En el apartamento haca fro. Aunque saba que solo eran imaginaciones suyas, Hackett percibi con intensidad una atmsfera de desolacin. Se senta cohibido, indeciso, casi avergonzado de estar all. Aunque fuese una reaccin muy poco profesional, las viviendas de personas cuya muerte era reciente siempre le causaban la misma impresin. Record el primer cadver que haba visto. Se trataba de un vagabundo que haba fallecido en la entrada de un portal, en un callejn detrs de los grandes almacenes Clery, en OConnell Street. Era un tipo fornido, no pareca viejo y no mostraba ninguna seal visible de la causa de su muerte. En aquella poca, Hackett era un novato de uniforme recin salido de la Academia de Polica en Templemore. Era verano; estaba a punto de terminar su ronda cuando aparecieron las primeras luces del alba, extendiendo lentamente su tinte grisceo sobre los puntiagudos tejados negros. El descubrimiento del cadver, su desalio le hicieron sentirse solo y, al mismo tiempo, aislado mientras se acuclillaba entre el hedor a basura y los trozos de papel que revoloteaban y parecan araar los adoquines al rozarlos. Una gaviota descomunal a esa hora de la maana todas las gaviotas parecen gigantescas se pos en el borde de una papelera cercana y le observ con precavida curiosidad. El vagabundo no llevaba muerto mucho tiempo y, al introducir la mano en el viejo y sucio abrigo en busca de algn tipo de identificacin, Hackett sinti como si la hubiese metido no dentro de la ropa del hombre, sino en un pliegue de su carne an caliente. Eres demasiado sensible para ese trabajo. Tienes un corazn demasiado grande, le habra amonestado su mujer.

Perder un inquilino debe de suponer un problema para usted le dijo a Grimes.

Grimes se encogi de hombros displicente.

Ya lo deca el poeta: como golondrinas vienen, como golondrinas se van.

El apartamento consista en una espaciosa habitacin que un delgado tabique divida en dos. La primera mitad estaba dividida a su vez por un tabique de pladur, que ocultaba un espacio largo y estrecho que serva de cocina. En la pila haba un par de cacerolas ennegrecidas y varias piezas de la vajilla; sobre la cocina de gas se vea, torcida, una sartn con grasa ya solidificada. En la parte ms amplia de la habitacin, junto a la ventana, se encontraba una pequea mesa cuadrada con los restos de lo que deba de haber sido el desayuno o tal vez la cena: los utensilios para el t y una tetera, un plato manchado, una hogaza de pan blanco con dos rebanadas intactas sobre una tabla para el pan. Hackett toc el pan: estaba rancio, pero an no se haba puesto duro. El condenado a muerte tom su ltima comida La imagen del cadver del vagabundo acurrucado en el portal detrs de los grandes almacenes Clery le vino de nuevo a la cabeza.

De pie junto a la repisa de la chimenea, Grimes introduca un cigarrillo en una boquilla de bano mientras aguardaba.

Hay un mes de renta pendiente. No s qu se podra hacer al respecto dijo con expresin pensativa.

Hackett se encamin a la segunda habitacin. Una cama individual deshecha con un colchn que se hunda en el centro; una silla de anea; un gran armario de caoba que ya deba de estar all cuando se hicieron las particiones para los apartamentos. Una camisa con el cuello sucio estaba colocada sobre el respaldo de la silla. En el suelo, junto a la cama, los libros se amontonaban en una pila desigual: Hemingway, Erle Stanley Gardner, Homenaje a Catalua, de Orwell, una seleccin de la obra de Yeats. Junto a los libros haba un cenicero de latn con un anuncio de Pernod repleto de colillas que despedan un aroma acre.

El polica permaneci inmvil en el centro del dormitorio y mir alrededor. No haba nada; nada que le pudiera ayudar. En una esquina haba un diminuto lavabo con un cerco grisceo de espuma jabonosa a media altura. Al observarlo ms de cerca, reconoci varios pelos rojizos de la barba atrapados en el cerco plateado del desage.

Se aproxim a la ventana. En la parte trasera haba un jardn descuidado y con la hierba alta, excepto en la zona ms prxima a la casa, donde se vea una parcela que haba sido arada y plantada recientemente. Hackett distingui los surcos para las patatas, los trpodes de bamb para las judas y los lechos para las semillas, donde ya se vean los primeros brotes.

Regres a la habitacin principal. Grimes se encontraba ahora junto al aparador, revisando un manojo de documentos que haba all.

Quin es el jardinero? le pregunt Hackett.

Minor. Me pidi permiso para plantar. A m me daba igual. Imagino que ahora todo se echar a perder contest el casero sin prestarle mayor atencin.

Hackett asinti.

Le agradecera que no tocara nada de eso dijo con suavidad, mientras sus ojos se clavaban en los papeles que Grimes curioseaba.

Perdn? el hombre se detuvo. Era obvio que no estaba acostumbrado a que le dijeran lo que deba y lo que no deba hacer. Tendr que limpiar el apartamento. No puedo dejarlo sin alquilar sonri, aunque su gesto ms pareca una mueca desdeosa. El espacio es dinero, como bien sabr.

Aunque sea as, deje las cosas tal como estn por el momento. Quiero que dos de mis agentes vengan a echar un vistazo.

Para qu? la sonrisa displicente de Grimes se hizo tan amplia que la afilada punta de su nariz se hundi hasta casi rozar su labio superior. Para buscar pistas?

Algo as.

Grimes dej los papeles en el aparador.

Hay una carta de un sacerdote dijo mientras tomaba aire teatralmente con gesto de mofa. Ser la pista que anda buscando?

6.

Las escasas visitas que Carlton Sumner realizaba a las redacciones de sus peridicos semejaban tormentas de verano. Un desapacible y proftico silencio se haca en el edificio, luego se senta una perturbacin en la lejana, una suerte de crepitacin en el aire a la que inmediatamente segua la irrupcin del hombre en cuestin, aturdidor y terrible como la llegada de Thor, el dios del trueno. Aquel mircoles por la maana Harry Clancy apenas tuvo tiempo de bajar los pies de la mesa antes de que la puerta se abriese de golpe y Sumner entrara a grandes zancadas, con