Bolivar y La Lucha de Clases

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    CENTRO DE DOCUMENTACIN Y DIFUSIN DE FILOSOFA CRTICA

    COMIT EDITORIAL

    Coordinacin general: Jaime Contreras Catala Coordinacin de intercambio de materiales: Alberto Mendoza Velsquez Coordinador de archivo: Daniela Fuentes de Fuentes Archivos: Josefina Huerta; Mario V. Santiago Jimnez y Ral Funes Caballero Edicin y diseo: Diana Snchez Franco; Jos Marcos Osnaya; Ricardo Elorriaga y Ruy Snchez Rodrguez Digitalizacin y web master: Jorge Alejandro Reyes Fragoso Coordinacin de Eventos: Dalia Belem Gonzlez Tapia y Leonardo Martnez Vzquez Relaciones pblicas: Jaime Contreras Catala Traducciones del ingls: Carlos David Malfavon Traducciones del francs: Andr Couturier Traducciones del alemn: Omar Gmez Reyes y Arturo Neiszer Macas Traducciones del italiano: Guillermo Lpez Arellano Logstica: Gerardo Martnez Vzquez Asesora general del proyecto: Gabriel Vargas Lozano - Profesor de filosofa poltica y filosofa de la historia de la FFyL-UNAM; catedrtico de la UAM-I Consejo de asesores: (por orden alfabtico) Alberto Betancourt Posada, Jorge Fuentes Mora, Horacio Cerutti Guldberg, Mara del Carmen Galindo Ledesma, Enrique Gonzlez Rojo, Alberto Hjar Serrano, Mario Magalln Anaya y Jess Serna Moreno

    ESTE MATERIAL PUEDE SER REPRODUCIDO TOTAL O PARCIALMENTE. AGRADECEMOS DE ANTEMANO QUE CITES LA FUENTE

    Mxico, D.F., Ciudad Universitaria, Cubculo 300 de la FFyL,

    UNAM, noviembre 2004

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    NDICE

    Prlogo ........................................................................................... 4 Introduccin .............................................................................. .. 12 Bolvar frente a las contradicciones sociales y las luchas de clase Gabriel Vargas Martnez ............................................................. .. 17 La lucha ideolgica en torno a la personalidad de Bolvar Anatoli Shulgovski ....................................................................... .. 31

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    PRLOGO

    La reivindicacin de la lucha de clases en Amrica Latina

    Los textos que presentamos en esta ocasin pretenden brindar elementos

    para comprender y criticar la situacin que vive la lucha de clases en

    Amrica Latina. En especfico, intentamos recalcar los elementos propios

    de la filosofa y del pensamiento poltico latinoamericano que han

    influido al paso del tiempo en el desarrollo de la praxis poltica en esta

    regin del planeta.

    La influencia de la actividad poltica de Simn Bolvar es indispensable

    para este fin, en especial por la expansin y discusin de sus ideas al sur

    de nuestro saqueado continente. La reaparicin de gobiernos con ciertos

    matices de izquierda poltica en l nos obliga a analizar la participacin

    de las fuerzas progresistas y socialistas que tienen que ver con dicho

    proceso.

    Durante la ltima dcada, en Amrica Latina, han ascendido al poder

    partidos o coaliciones que van desde la centro izquierda hasta la

    izquierda radical. Al mismo tiempo, dichos partidos representan una

    oportunidad para que la izquierda revolucionaria realice su trabajo con

    mayor margen de maniobra, pero pueden constituir un grave peligro de

    estancamiento si la mencionada izquierda revolucionaria se atasca en la

    estrategia electoral dentro del sistema democrtico-burgus

    representativo, sacrificando la necesaria actividad poltica para

    desaparecer y superar las instituciones burguesas existentes. La

    superacin de estas instituciones es indispensable para abrir paso a la

    democracia participativa que permita a las masas populares determinar

    el rumbo de su presente y el acuamiento de su futuro.

    Si bien es cierto que personalidades, como el presidente Hugo Chvez en

    Venezuela, Nstor Kirschner en Argentina o Tabar Vsquez en Uruguay,

    se presentan como un frente de resistencia al imperialismo yanqui y

    europeo (por mencionar slo los ms familiares), es un error fatdico

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    pensar que por s solos representan seguridad y garanta para la creacin

    de las condiciones necesarias de avance en la construccin del

    socialismo.

    La figura y el pensamiento de Bolvar retornaron a las discusiones

    histricas, filosficas y de la ciencia poltica por una necesidad histrica.

    Bolvar consagr su vida a la lucha por la independencia de Amrica

    Latina y sus victorias dotaron de identidad patritica la regin donde

    combati durante buena parte de aquella. La solidez de sus

    planteamientos polticos tuvo mucho que ver con su concepcin del

    poder y el estado; en torno a estos conceptos, construy su estrategia de

    guerra contra las oligarquas europeas y el creciente podero

    estadounidense. Pero lo ms interesante es que, como nos dice

    Shulgovski: Simn Bolvar irrumpe violentamente en las inexploradas

    esferas de la estructura del estado y la forma de gobierno () no

    limitndose a una repeticin de los viejos principios filosficos y

    polticos.

    Bolvar saba que la defensa de la soberana de la Patria Grande dependa

    de que hubiesen estados fuertes y con una orientacin social y

    estructura jurdica encaminados a servir a su poblacin y no a servirse

    de sta. Sobre la farsa de que Bolvar era un dictador que utilizaba el

    poder de forma desptica y en beneficio propio, los textos del Dr.

    Gustavo Vargas y del ruso Anatoli Shulgovski pueden despejar dudas.

    En la actualidad, como en el caso de la prctica poltica de Bolvar por

    qu son categoras centrales la tomadle poder y el control del Estado

    para la construccin de un proyecto emancipador?

    Para responder a este cuestionamiento, es necesario recordar que los

    proyectos revolucionarios de corte marxista, que concretaron la creacin

    de estados durante el siglo pasado, tienen la caracterstica de haberse

    proclamado en su mayora marxista leninistas y el desarrollo de los

    mismos recaa en el dominio del poder estatal y de ciertas concepciones

    del partido as como de las funciones de ste. Es bien sabido que en

    algunos de estos casos (el estalinismo es el ms crudo), el ejercicio del

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    poder de las clases polticas dominantes deriv en monstruosidades

    poco diferentes a las de los derechistas Luis Echeverra, Ariel Sharon o

    George Bush han cometido. Sin embargo, podemos denunciar estas

    prcticas como claras negociaciones de lo que la teora marxista

    pretende lograr promoviendo la toma del poder estatal. La toma del

    poder estatal. La toma del poder es necesaria, estratgica como medio,

    no como fin en s misma.

    El marxismo no es un programa que determine los pasos a seguir para

    lograr la cada del capitalismo, es, en todo caso, una gua para la accin.

    Lo que mantiene vigente histricamente, son las herramientas que le

    permiten reconfigurarse sin perder su rigurosidad metodolgica cada

    vez que sus tesis son insuficientes para la accin poltica y el anlisis

    histrico y epistemolgico. Sobre esta lnea, las obras de Adolfo Snchez

    Vzquez, Atilio Boron y Gabriel Vargas Lozano, brindan suficientes

    elementos para clarificar el punto. Como afirma Vargas Lozano, la

    critica despiadada del estado de cosas existente, empezando por la

    teora y la praxis marxista, es un factor indispensable para lograr la

    superacin y abolicin del dominio capitalista y de las practicas de

    izquierda inadecuadas.

    La discusin sobre la toma, no-toma o destruccin del poder, influye en

    la construccin de estrategias de resistencia contra el capitalismo.

    Nosotros creemos que el problema a enfrentar es el poder en manos de

    la derecha y de la forma en que sta lo ejerce, as como los fines para los

    que lo emplea. Tampoco podramos descartar los errores en que la

    izquierda ha incurrido al momento de ejercer el poder. Ms creemos que

    es tiempo de desempantanar el terreno de este debate y clarificar

    sobre los elementos de la ciencia social que han nublado el camino. Por

    ejemplo, el positivismo lgico intent desechar del terreno de la ciencia

    poltica los conceptos de estado y poder, argumentando que stos

    carecan de referente emprico que hicieran posible su rigurosa

    medicin, por lo cual su existencia dentro de un trabajo cientfico no era

    deseable.

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    Para quienes nos atrincheramos

    en la guerra contra el capitalismo,

    la posicin de estos paladines de

    la objetividad cientfica resulta

    irrisoria; preguntmonos si

    desechar estos conceptos de la

    teora poltica no equivaldra a

    perder toda nocin de la

    capacidad coercitiva del aparato

    estatal en contra de los proyectos

    alternativos que buscamos crear.

    En funcin de lo anterior,

    afirmamos que el hecho de tener control sobre el aparato estatal, no

    significa renunciar a la construccin de una hegemona poltica que,

    independientemente de tener control del estado o no, debe fabricarse

    buscando la paulatina disolucin de ste generando nuevas

    instituciones; sin embargo, es indispensable que las organizaciones de

    izquierda que deciden participar en el terreno electoral no hipotequen su

    trabajo convirtiendo las batallas electorales en el horizonte propio.

    Por su parte, los pensadores posmodernos a los que nos hemos referido

    bastante en nuestras anteriores publicaciones proclaman al igual que la

    Casa Blanca que el derrumbe de los socialismos de la URSS y de Europa,

    certifican el fin de la historia, la muerte del marxismo y con ste, de

    los grandes relatos o meta relatos, considerando que no existe razn

    para permitir que prosperen sistemas totalitarios polticos y de

    pensamiento, donde la libertad de reflexin sea censurada y perseguida.

    En este sector de intelectuales la nocin de verdad es atacada con

    vehemencia, bajo el argumento de que cada sujeto percibe la realidad a

    travs de su propia existencia, negando que sta pueda tener un carcter

    general vlido para todos los sujetos.

    Para comprender mejor lo que decimos, proponemos un ejemplo para

    demostrar que una explicacin materialista de un hecho concreto puede

    ser una verdad general vlida para la indagacin de un problema: para

    un venezolano con mnimas nociones de soberana, la injerencia de

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    Estados Unidos en el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chvez

    se debe a que Bush quiere tener el control sobre el petrleo de su pas;

    para un republicano partidario de la democracia representativa, la Casa

    Blanca tan slo intentaba evitar que un cuasi dictador afectara la

    democracia en la regin. Cul de las dos posturas es la verdadera, o

    alguna lo es menos que la otra?

    Suponiendo que las dos fueran fragmentos de una verdad general, ambos

    podran adjudicarse la razn, mas pronunciarse sobre el asunto implica

    analizar objetivamente los elementos de la situacin concreta. El

    razonamiento final, si se acepta que buscar la verdad no es una

    competencia por ver quin fabrica el discurso menos excluyente y

    autoritario, sera que la intencin era derrocar al presidente Chvez, con

    el fin de imponer la figura jurdica de propiedad privada a los recursos

    naturales de ese pas, imponiendo un presidente partidario de la clase

    empresarial y garantizando el avance de las polticas neoliberales en el

    sur del continente. sta sera una explicacin materialista y sin un juicio

    de valor aplicado al problema, que podra brindar una persona de

    derecha o de izquierda informada del asunto.

    Son tres versiones sobre la verdad del motivo que tuvo Estados Unidos

    para apoyar el golpe de estado, mas slo la ltima explica el

    acontecimiento y permite estructurar ms preguntas para profundizar en

    el tema. Una vez obtenida una respuesta seria nos preguntamos es

    vlido formular un juicio de valor y proponer una prctica poltica en

    consecuencia ms all de la necesaria explicacin? A nuestro juicio es

    vlido y ante todo necesario.

    Pensar que existen muchas verdades tiene consecuencias muy

    similares a las propiciadas por la tradicin historicista vitalista, que

    pretende sustentar la construccin del conocimiento, as como de la

    realidad misma, en el subjetivismo ms raso, anulando cualquier criterio

    de validez e imposibilitando un posicionamiento crtico ante cualquier

    objeto, sin importar su naturaleza terica o material. El polo

    aparentemente opuesto a lo anterior es el positivismo lgico, que

    propone el estudio de la ciencia social con criterios a-valorativos que

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    cierran el paso a los elementos calificados de utpicos y poco

    objetivos que generan el movimiento de la historia.

    En este sentido, el discurso posmoderno implica epistmicamente una

    negativa a la probabilidad de superar el modelo capitalista de

    organizacin social, dado que los grandes relatos han demostrado su

    inviabilidad. Estos pensadores son una guardia supuestamente

    innovadora y crtica, pero, en el fondo, conservadora y reaccionaria, que

    debido a su mtodo (si es que puede llamarse as), a sus premisas

    principales y su relativismo epistmico estn imposibilitados para gozar

    de una base fuerte que sustente sus proposiciones y les permita generar

    una crtica slida. Preguntmonos por principio si es verdad que hemos

    superado el perodo de la modernidad capitalista y si alguien puede

    proclamar que existe la posmodernidad con fundamento alguno.

    Si bien la sociedad burguesa en que vivimos ha sufrido algunos cambios

    culturales, Atilio Boron formula dos preguntas de necesaria reflexin:

    Hasta qu punto las transformaciones recientes en la anatoma de la

    sociedad burguesa han alterado cualitativamente el carcter de las

    relaciones capitalistas de produccin? Ha desaparecido la explotacin

    del hombre por el hombre, es decir, la esclavitud del trabajo

    asalariado en el tardo-capitalismo de fines del siglo XX? (1)

    La respuesta es contundente si se hace un anlisis serio de la realidad:

    No.

    Dentro del panorama que hemos expuesto, podemos ver cmo a pesar de

    que Bolvar no era marxista, socialista o comunista, su prctica poltica

    es congruente con nuestras afirmaciones, pues demuestra que es

    indispensable una metodologa adecuada que describa y categorice la

    realidad, la interprete correctamente basada en el anlisis de hechos y

    genere propuestas que se adecuen a la realidad y no la nieguen o la

    encierren dentro de construcciones tericas inciertas.

    La historia del pensamiento latinoamericano tiene identidad propia,

    caracterizada por personajes involucrados con las luchas populares de

    resistencia ante el despotismo oligrquico. Pero falta imprimir con ms

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    claridad y fuerza la necesidad de orientar estos esfuerzos hacia la

    construccin del socialismo. Tarde o temprano el imperialismo

    neocapitalista (2) demuestra su intolerancia, incluso hacia los procesos

    nacionalistas democrtico-formales ms sencillos. En contraparte,

    podemos tomar como referencia la experiencia venezolana de

    organizacin popular, que permiti derrotar la mega campaa meditica

    de los medios de comunicacin privados cuya pretensin era convencer

    a la gente de votar por la salida de Chvez de Miraflores. Esto demuestra

    que la organizacin popular es posible a pesar del poder econmico y

    desinformativo de la oligarqua, por no mencionar a detalle la masiva

    respuesta del pueblo ante el secuestro de su presidente-electo

    legtimamente-durante el efmero golpe de estado de abril de 2002.

    Actualmente la lucha de clases en nuestro continente repunta, tiene

    posibilidades de ser impulsada de manera importante y consolidarse

    hacia los aos venideros. Se presentan nuevas formas de organizacin

    social, nuevas concepciones de la funcionalidad del partido que deben

    ser analizadas sin prejuicio, pero esto no es equivalente a sustentar la

    tesis errnea de que a autogestin y la resistencia al poder desptico

    equivalen a no organizarse, y dejar de construir referentes de lucha que

    compartan el terreno en el que se combate la lucha de clases propia de la

    burguesa. La construccin del partido de izquierda, la

    reconceptualizacin de ste y la renovacin moral, poltica y tica del

    mismo, siguen siendo un factor necesario para la organizacin de la

    resistencia que tras una estrategia correcta debe convertirse en

    hegemnica.

    Por ltimo, cabe sealar que no compartimos del todo la interpretacin

    histrica que hace el autor sobre los hechos; sin embargo, y como lo

    mencionamos al principio, consideramos que el anlisis del pensamiento

    poltico bolivariano es necesario para comprender hacia dnde se dirige

    hoy en da Nuestra Amrica.

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    Referencias

    (1) Boron, Atilio, Estado capitalismo y democracia en Amrica Latina,

    p.305, CLACSO, 2003.

    (2) La razn de utilizar el trmino neocapitalista ser mejor

    comprendida tras la lectura del texto y pagina citados en la

    primera nota.

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    INTRODUCCIN

    La revolucin Latinoamericana en el siglo XXI

    Queridos filsofos, queridos

    socilogos progresistas, queridos

    siclogos sociales: no jodan tanto con

    la enajenacin aqu donde lo ms

    jodido es la nacin ajena

    ROQUE DALTN. 1974

    La espada de Bolvar avanza por Amrica Latina. S, pero adems de la

    voluntad libertaria se levanta el gran garrote de buen vecino que a toda

    costa trata de preservar los intereses de los inquilinos de la Casa Blanca.

    Las contradicciones en el continente y en el mundo son cada vez ms

    intensas. Despus de la reeleccin de George W. Bush, la primera

    contradiccin, la de los dos proyectos de soberana nacional

    diametralmente opuestos entre s, se expresa ahora ms que nunca. Por

    un lado se presenta la soberana que hace que las naciones de Nuestra

    Amrica sean vistas como lo narra el escritor nicaragense Sergio

    Ramrez con respecto a Centro Amrica:

    ms bien como una rueda de bicicleta, que como la cadena de la

    bicicleta. El buen vecino en el centro de la rueda, claro y nuestros

    pequeos pases mnimos y dulces, suplicantes, son los rayos que

    convergen hacia el centro. (1)

    Entendindose de esta manera que los pases y las oligarquas que las

    gobiernan cuentan con soberana interior, e incluso de asociarse entre s,

    pero claro, siempre bajo el cobijo del imperialismo norteamericano.

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    Por otro lado, se encuentra el proyecto que bajo la unin soberana de las

    naciones de Nuestra Amrica y la defensa de nuestros recursos

    naturales, patrimonio y cultura nacional, se constituya la fuerza motor

    de nuestra misma historia o como llamara el escritor nicaragense: la

    cadena de bicicleta. Encarnado este ltimo proyecto en las numerosas

    organizaciones polticas de izquierda en Amrica Latina que pretenden

    darle cauce propio a la poltica en sus respectivos pases.

    La segunda contradiccin es la que se abre entre las clases sociales.

    Entre los poseedores y los desposedos: entre la oligarqua y las clases

    populares; entre la burguesa y los grandes sectores productores de la

    riqueza.

    Nos encontramos as con que Amrica Latina es la regin con la peor

    distribucin de la riqueza, en donde los que ms tienen son cada vez

    menos y los que menos tienen son cada vez ms. De esta manera, las

    contradicciones entre los intereses de las burguesas nacionales y

    quienes no poseen ni riqueza ni nacin, porque los primeros las han

    enajenado al capital extranjero, son cada vez ms profundas.

    Ante este escenario, la izquierda latinoamericana comienza el nuevo

    siglo con avances significativos en algunos pases.

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    Para 2004, en se ratifica al lder de la revolucin bolivariana, Hugo

    Chvez, mediante un referndum presidencia, consiguiendo ms de 58 %

    de respaldo en las urnas, adems de las elecciones regionales que han

    dado como fruto la victoria de ms de 75 % de los candidatos

    bolivarianos. En Uruguay, gana las elecciones presidenciales Tabar

    Vzquez y la mayora en el congreso la coalicin encabezada por el

    Frente Amplio y el Partido Comunista local, llevando al poder a un

    amplio sector de la izquierda y dems grupos que han enfrentado a la

    oligarqua uruguaya, contando entre ellos a ex militantes de la legendaria

    guerrilla de los tupamaros.

    Por otro lado, Lula Da Silva en Brasil y Lucio Gutirrez en Ecuador

    parecen tener poco inters en respaldar a las clases sociales y sectores

    que los eligieron y probablemente esto demuestra cuales son los

    intereses que verdaderamente representan.

    En ambos casos, han ido quedndose gradualmente solos. Gutirrez

    ahora enfrentar un juicio poltico impulsado por quienes fueron sus

    aliados para llegar al poder. Lula Da Silva en Brasil pierde el respaldo de

    los electores, y las fricciones con el Movimiento Sin Tierra no cesan,

    adems de las divisiones en el Partido de los Trabajadores, derivada por

    la posicin que han tomado en el gabinete de Lula con respecto a

    reformas sociales afines a los intereses neoliberales. La izquierda, pues,

    cuenta con dos agentes para ser sepultada despus que consigue el

    poder: la sepulta el imperialismo o se sepulta a s misma.

    Es bien sabido que en la historia de Amrica Latina se han construido

    proyectos polticos alternos que han desafiado en diferentes grados a las

    oligarquas locales y al imperialismo norteamericano. En varias

    ocasiones han conseguido la toma del poder y/o iniciado la larga

    construccin de un poder popular. Pero as como han surgido y han

    desafiado el stablishment, han sufrido el acoso del imperial hasta su

    destruccin total, como en el caso de Chile con la Unidad Popular y la

    Guatemala de Jacobo Arbenz; reducirlos polticamente, en los mejores

    casos, a una primera minora electoral como al Frente Sandinista de

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    Liberacin Nacional y el Frente Farabundo Mart para la Liberacin

    Nacional en El Salvador.

    Ante esto, histricamente la opinin pblica mexicana y latinoamericana

    ha puesto particular nfasis en los casos de Chile, Nicaragua, Cuba y El

    Salvador; y la solidaridad se ha expresado en la conformacin de comits

    de apoyo a determinada lucha revolucionaria en el continente. Pero, a

    estas alturas del partido, necesario es cuestionarnos hasta qu grado

    dichos comits rebasan la lnea de la solidaridad entre los pueblos y

    cundo pueden llegar a convertirse en expresiones de la vieja filantropa

    burguesa.

    Cuba, se ha convertido en la Numancia de Amrica, y hasta lo que ahora

    se ha hecho por parte de la mayora de los pases para contrarrestar los

    efectos del cerco econmico y poltico hacia la isla es expresar desde

    posiciones muy cmodas el descontento y rechazo al mencionado cerco.

    Dicho acoso, no slo a Cuba sino a toda Amrica, es imposible romperlo

    mientras quienes gobiernan nuestros pases sigan confiando en la

    buena voluntad del poderoso vecino del norte y sigan construyendo a

    su vez el cerco interno y la trampa que oprime a nuestros pueblos

    latinoamericanos.

    Con esto queremos decir que no existe mejor solidaridad con los pueblos

    de Amrica que el proponerse la toma y el ejercicio del poder por parte

    de los movimientos y partidos de izquierda. Rompiendo los obstculos

    internos y externos que nos pone el imperialismo y construyendo una

    verdadera alternativa de poltica nacional e internacional que represente

    los intereses de los pueblos de latinoamericanos.

    El cerco interior lo ha comenzado a romper Venezuela y recientemente

    Uruguay. Los viejos movimientos populares de izquierda no se dan por

    vencidos y el desencanto del neoliberalismo es cada vez ms evidente.

    La hora de los pueblos se acerca y, con ella, la hora de la Amrica toda.

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    Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM, Mxico

    Noviembre de 2004

    Referencias

    (1) Ramrez, Sergio, Ests en Nicaragua, p.39, Joan Boldo i Climent,

    Editores Mxico, 1987.

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    BOLVAR FRENTE A LAS CONTRADICCIONES SOCIALES Y LAS

    LUCHAS DE CLASE Gabriel Vargas Martnez

    Podemos empezar afirmando que el colonialismo signific el traslado a

    Amrica del rgimen feudal decadente en Espaa y Portugal cuando,

    durante la acumulacin primaria de capital, estas naciones ingresaban

    tmidamente al nuevo orden burgus-capitalista. Tales fueron los

    trescientos aos de rgimen colonial, que aislaron nuestro continente del

    mundo mediante la conquista de territorios, el despojo y la sumisin del

    indio a la servidumbre y la creacin de autenticas castas sociales. Pero

    capacitada una nueva generacin de criollos para la administracin

    pblica, y ella misma perteneciente a la oligarqua de un singular orden

    neoburgus, como complemento para el cambio revolucionario, apareci

    entonces la crisis social en la orgullosa monarqua espaola.

    No explica la independencia suficientemente, as visto, el economicismo

    que anota las contradicciones mercantiles entre la corona y sus vasallos

    como razn fundamental, ni el prurito lrico del amor a la libertad que

    pudieran alimentar los patricios, ni se puede desconocer tan ciegamente

    que en dos lustros de lucha armada revolucionaria hubo simplemente un

    cambio de guardia.

    Contrariamente, creemos en general las tendencias parciales o equvocas

    en la interpretacin de la independencia de Amrica se fundamentan en

    que pasan sobre tan inmensa contienda como si se tratara de una guerra

    contra Espaa, o una guerra civil meramente, o una lucha por ideales

    intangibles, cuando es preciso reconocer que realmente fue el comienzo

    de una revolucin burguesa, en la cual la secesin fue slo un aspecto,

    aunque haya sido el ms importante. A pesar de todas sus deficiencias,

    desde el punto de vista revolucionario, la independencia respecto de las

    metrpolis coloniales signific un esfuerzo por competir con ellas en el

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    establecimiento de relaciones mercantiles propias del capitalismo

    mediante su implantacin en el hemisferio.

    Bolvar explicaba el rgimen colonial como producto de un pacto social

    entre fuerzas antagnicas, la corona de una parte y los conquistadores y

    pobladores de la otra. Y caracteriz explcitamente como feudal la forma

    de propiedad que se estableca mediante ese pacto. En la versin

    bolivariana:

    el emperador Carlos V form un pacto con los descubridores,

    conquistadores y pobladores de Amrica que, como dice Guerra, es

    nuestro contrato social. Los reyes de Espaa convinieron

    solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo,

    prohibindoles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razn

    se les conceda que fuesen seores de la tierra, que organizasen la

    administracin y ejerciesen la judicatura en apelacin, con otras

    muchas exenciones y privilegios que seran prolijos detallar. El rey se

    comprometi a no enajenar jams las provincias americanas, como

    que a l no le tocaba otra jurisdiccin que la del alto dominio, siendo

    una especie de propiedad feudal la que all tenan los conquistadores

    para s y sus descendientes. (1)

    La necesidad de cambiar el sistema feudal y con l las relaciones de

    produccin e intercambio, no fueron mero capricho de clase: los

    intereses de los productores y comerciantes de la Amrica Espaola

    estaban de tiempo atrs comprometidos con la balanza comercial

    europea y el surgimiento de la flota britnica- instrumento del imperio

    comercial ms dilatado del mundo- era demasiado obvio para no dejar de

    sentir su paso. La dependencia al imperio espaol era una mordaza y la

    invasin napolenica fue el inesperado y codiciado pretexto para la

    revolucin. Esto lo saban tambin los espaoles y por eso es frecuente

    encontrar entre los polticos borbones y regalistas, y en documentos

    precisos del primer decenio del siglo XIX, declaraciones

    sorprendentemente claras sobre la necesidad de preservar algunas

    formas de igualdad entre espaoles europeos y espaoles americanos.

    Torres mismo, en su Memorial de Agravios protesta como espaol y

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    descendiente de Don Pelayo, y no a nombre de mestizos o indgenas,

    zambos o cuarterones.

    Sin embargo, es preciso aclarar que la revolucin burguesa implcita en

    las luchas de independencia no signific una genuina revolucin

    capitalista, ni quiere decir que haya triunfado en toda la lnea.

    Justamente cuando la oligarqua santaferea proclamaba, por boca de

    Jos Acevedo y Gmez, la libertad de comercio en el contexto de una

    autonoma dentro del sistema poltico espaol, Bolvar, en el primer

    discurso que se le conoce, rompa tajantemente con toda forma de

    subyugacin proclamando, ya en 1811:

    Qu nos importa que Espaa venda a Bonaparte sus esclavos o que

    los conserve, si estamos dispuestos a ser libres? Esas dudas son

    tristes efectos de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos

    deben prepararse en calma! Trescientos aos de calma, no bastan?

    (2)

    La esclavitud como expresin concentrada del modo de produccin

    feudal fue, en gran medida, la piedra de toque para distinguir en los

    albores del XIX a reformistas radicales. Cargada la revolucin burguesa

    de nuestros primeros patriotas de un pasado lastre feudal, la aristocracia

    terrateniente y los idelogos de la dominacin curas, golillas, doctores-

    elementos todos de la superestructura rural principalmente,

    consolidaron un formidable dique conservador resistente al cambio,

    mientras la burguesa citadina, demasiado dbil para el impulso

    decisivo, se vio amedrantada y bisoa ante el fortalecimiento de los

    imperialismos decimonnicos.

    Bueno es recordar que la lucha antiimperialista comenz en Amrica

    Hispana tempranamente y con alguna ventaja a la propia que habra en

    Europa ocho o diez decenios despus, cuando el surgimiento del

    socialismo, porque entre nosotros se vivi la intervencin colonial,

    econmica y militar, esto es, imperialista- con una continuidad cae

    ininterrumpida, mientras Espaa ceda seguidamente ante Inglaterra y

  • 20

    Estados Unidos. Fuimos vctimas as de los hegemonismos de fuera y de

    dentro del continente a un tiempo. Todas estas circunstancias han

    llevado a algunos historiadores a la conclusin precipitada de que la

    lucha de liberacin nacional sostenida a comienzos del siglo XIX no fue

    una autntica revolucin sino un simple rompimiento, una sucesin o un

    cambio de guardia casi mecnico, de la lealtad que una a oprimidos y

    opresores.

    Sin embargo, los hechos fueron obvios y la verdad es que hubo una

    separacin real y definitiva con respecto a Espaa, en lo administrativo,

    en lo poltico, en lo comercial; se aboli la monarqua, pese a uno que

    otro ensayo frustrado, y se implant el rgimen republicano aunque este

    hecho no garantizara, por s solo, la instauracin de la democracia; se

    propag la idea liberal, enciclopedista, laica, que golpeaba

    despiadadamente el monolitismo catlico de tres siglos, aparte de que

    debilit los nexos entre Iglesia y Estado; en fin, se sentaron las bases

    jurdicas para abolir la esclavitud y para repartir las tierras baldas y las

    abandonadas o confiscadas a los realistas, dos de las ms profundas

  • 21

    reformas que implicaron para Bolvar un reto a las viejas clases e

    introdujeron, con la primera, el trabajo asalariado para el ex esclavo ,

    con la segunda, al cambio cualitativo del concepto de propiedad, y con

    las dos, la liquidacin del sistema esclavista feudal, el ingreso al rgimen

    de economa monetaria y la incorporacin al mercado mundial mediante

    la libertad de comercio. Es difcil creer que estos cambios no fueron

    consecuencia de la lucha armada y que no implicaron un serio trnsito

    del movimiento burgus hacia el capitalismo, as no haya sido

    totalmente exitoso.

    El dilema social de los patriotas y de los representantes de la oligarqua

    criolla era simple: no poda justificar la guerra de independencia si

    segua vigente el sistema fiscal y econmico de la colonia; a su vez, no

    podan introducir cambios radicales sin que sus intereses personales se

    vieran afectados y corrieran las ms graves consecuencias.

    As pues, la oligarqua criolla debi escoger entre hacer la revolucin o

    ser su vctima; entre encabezar el cambio o seguir dependiente como en

    la era colonial. No es exagerado decir que lo que sigui a los dos aos

    posteriores a la independencia fue una cruenta lucha de facciones e

    intereses derivados de esa disyuntiva categrica. Puede tal antagonismo

    explicar el descalabro en el establecimiento del capitalismo en la

    Amrica antes espaola? Ahora se pueden dar algunas razones para una

    respuesta afirmativa. Bien dijo Marx que toda revolucin en la cual la

    burguesa y el pueblo luchan juntos acaba siempre en una estafa.

    Durante su retiro involuntario en Jamaica (1815), Bolvar tuvo la

    excepcional oportunidad de analizar la composicin de clases de nuestra

    Amrica y las dificultades inherentes a la revolucin. Refutando la

    comn creencia de que la mayor dificultad para obtener la

    independencia consiste en las diferencias de castas que componen la

    poblacin de este inmenso pas, Bolvar asegura (3) que aplicando reglas

    diferentes deducidas de los conocimientos positivos y de la experiencia

    se podra llegar a otras conclusiones. Describe entonces a la minora de

    blancos, a los indios apacibles que no desean ni acaudillar sus propias

    tribus y a los esclavos negros, quienes gozando de la inaccin, vegetaban

  • 22

    abandonados en las haciendas. Pero la revolucin los sac de su

    marasmo: obligados a luchar a favor de sus amos realistas, aprendieron a

    guerrear e incluso a desertar para pasarse al partido independentista.

    All mismo afirmaba:

    No ha existido una verdadera guerra de razas a pesar de Boves.

    Los merodeadores son gente pobre y oprimida. Son tambin

    gente de color; los opresores ricos son blancos, el conflicto

    civil esencialmente econmico.

    Bolvar comprendi entonces y as afirma, por primera vez, que ese

    cambio de frente no se debe a cuestiones raciales, puesto que blancos

    criollos y los mismos esclavos libertos que haban seguido a Boves

    peleaban ahora unidos. Las contiendas domesticas de la Amrica nunca

    se han originado de las diferencias de castas: ellas han nacido de la

    divergencia de las opiniones polticas. An ms, desbordando el anlisis

    de los recursos humanos para la liberacin, se encamina el estudio del

    modo de produccin dependiente, y en la Carta de Jamaica Bolvar hace

    un diagnstico de las contradicciones de clases propias del sistema

    colonial, al enfrentar a los americanos,

    simples consumidores y siervos propios para el trabajo, con el

    estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento

    de las fbricas que la misma Pennsula no posee, los privilegios

    exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad,

    las trabas entre provincias y provincias americanas. (4).

    Fundada, pues, la teora revolucionaria en un enfrentamiento directo

    entre consumidores americanos y productores espaoles, pudo Bolvar

    disear una estrategia continental que opona en su conjunto Amrica a

    Europa por razones polticas, pero tambin econmicas.

    Este primer desdoblamiento de la ideologa bolivariana para captar la

    lucha de razas como una revolucin social, poltica y econmica tendr

    repercusiones inmediatas en dos momentos sucesivos de la estrategia

    libertadora: la necesidad de incorporar a la guerra a las grandes masas

    de explotados, particularmente a los esclavos, tan pronto tocara

  • 23

    territorio continental, como lo hizo en Venezuela, al precio de entrar en

    evidente con los plantadores y dems representantes de la burguesa

    agroexplotadora de la costa. Y cuando sin su apoyo se hizo difcil la

    incorporacin de libertos a la guerra, bolvar debi buscar como segunda

    salida la de ganarse para la causa independentista a los llaneros del

    interior.

    El dilema era claro; si bolvar abola la esclavitud perda fuerza en la

    costa, si se apoyaba en los jinetes del llano deba recomenzar la guerra.

    Aboli la esclavitud pero a la, vez tuvo la necesidad de ofrecer a los

    llaneros una virtual reforma agraria, consistente en otorgarles las tierras

    confiscadas a los realistas, repartir los bienes nacionales a los

    combatientes e intervenir las haciendas de las zonas liberadas para

    obtener recursos militares y el soporte llanero.

    Una secuencia verdaderamente notable de leyes (5) con respecto a la

    propiedad de los medios de produccin aparece en los aos ms difciles

    de la lucha armada, particularmente en los dos aspectos ms sensibles

    para la burguesa criolla, como eran la propiedad de los esclavos y el

    aprovechamiento de las tierras baldas; confiscadas o abandonadas por

    los derrotados realistas.

    El 2 de junio de 1816 decretaba la libertad absoluta de los esclavos que

    han gemido bajo el yugo espaol en los tres siglos pasados.

    Simultneamente exhortaba a todo nuevo ciudadano a tomar las armas

    para cumplir con el sagrado deber de defender su libertad. Los

    esclavos pertenecientes a la hacienda real Ceiba Grande fueron liberados

    con gran publicidad y declarados ciudadanos con desusada celebracin:

    se intentaba as que el Estado sirviera de ejemplo a los hacendados

    respecto al trato debido a los antiguos esclavos.

    El 3 de septiembre de 1817 se promulg el primer derecho sobre

    confiscacin y secuestro de bienes, en represalia a las acciones realistas

    en igual sentido. Inclua dicha posicin:

    todos los bienes y propiedades muebles e inmuebles de cualquiera

    especie, entendindose como, propiedad-primera definicin que se

  • 24

    dio en la legislacin republicana-adems de los bienes sealados,

    crditos, ttulos, derechos y acciones, y todas las propiedades del

    Gobierno espaol de sus vasallos, sea cual fuere el pas de su

    residencia.

    El 10 de octubre siguiente un nuevo decreto reparta los bienes races e

    inmuebles confiscados a los virtuosos defensores de la repblica,

    cobijando desde el General en Jefe hasta el ltimo soldado. Comentando

    estos decretos al general Monagas, escriba el Libertador:

    Ya, pues, no habr mendigos en Venezuela, todos sern propietarios;

    todos tendrn un inters en la conservacin no slo de su existencia

    sino de la de su propiedad.

    Aunque con diferentes en la aplicacin, estas leyes de reparto de tierras

    rigieron hasta concluida la etapa armada de la revolucin, y es de

    suponer que sirvieron tanto para pagar los servicios que prestaban los

    llaneros en armas como para atraer nuevos militantes a la causa patriota.

    Bolvar tuvo cuidado de que esas leyes no despertaban la codicia de los

    militares extranjeros recin incorporados, y as lo limit el 17 de octubre

    de 1817. Cuid, por otra parte, evitar despojos a los indgenas. El

    Reglamento Ejecutivo del 20 de mayo de 1820 estipul claramente:

    se devolver a los naturales, como propietarios legtimos, todas las

    tierras que deformaban los resguardos segn ttulos, cualquiera que

    sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores.

    Ese mismo decreto signific algo ms que una devolucin de tierras:

    pareca ms bien una ley protectora de raza aborigen y un esfuerzo

    denodado para incorporar a los descendientes de indgenas al proyecto

    civilizatorio republicano. En efecto, se decretaba un tributo de lo

    obtenido por arrendamiento de tierras sobrantes para el pago de

    maestros que ensearan a los nios de cuatro a catorce aos, primeras

    letras, aritmtica, religin y los derechos y deberes del hombre y del

    ciudadano; se prohiba severamente la tradicin feudal de la

    servidumbre y el pago mediante servicios personales, obligando a

    introducir el salario contractual:

  • 25

    ni los curas, ni los jueces polticos, ni ninguna otra persona

    empleada o no podrn servirse de los naturales de ninguna manera

    ni en caso alguno, sin pagarles el salario que antes estipulen en

    contrato formal celebrado a presencia y consentimiento de juez

    poltico

    Se ordenaba que los servicios religiosos no se podan negar a los

    feligreses remisos en el pago de sus derechos parroquiales, de que

    estn exentos los naturales por el estipendio que da el Estado a los

    curas; y en fin, homologando a los indgenas con los dems ciudadanos

    libres de Colombia, se reconoca que:

    pueden ir y venir con sus pasaportes, comerciar sus frutos y efectos,

    llevarlos al mercado o feria que quieran, y ejercer su industria y talentos

    libremente del modo que ellos elijan sin que se les impida.

    En los considerandos del decreto se expuso la razn para ordenar estos

    preceptos: los pueblos naturales haban sido los ms vejados, oprimidos

    y degradados durante el despotismo espaol. Los decretos sociales del

    Libertador en Per, particularmente el de Trujillo del 8 de abril del 24, el

    de Cuzco del 4 de julio de 1825 y el de Chuquisaca del 14 de diciembre

    de 1825, son bien conocidos pero deben ser nuevamente ponderados

    como un esfuerzo ms para acabar con el tutelaje de los caciques y

    recaudadores. Bolvar ofrece en venta las tierras del Estado, a un tercio

    de su valor, y entrega en propiedad las serranas y las comunitarias,

    constituyendo de esa manera un reto formidable a las pretensiones de

    los terratenientes a quienes despoja de tierras mal habidas, y traza la

    lnea divisoria entre los godos y nosotros.

    Otros decretos del Libertador reafirmaron la propiedad de la Nacin

    sobre todas las minas y yacimientos, sustentando as la propiedad

    estatal. El 24 de octubre de 1829, fechado en Quito, se dispona que las

    minas de cualquier clase corresponden a la Repblica, cuyo gobierno las

    concede en propiedad y posesin de los ciudadanos que las pidan. Esto

    fue un primer paso a la nacionalizacin de los hidrocarburos que, como

    cosa paradjica, puso en vigencia las ordenanzas de Minas de Nueva

  • 26

    Espaa del 22 de mayo de 1783, propias de la reforma borbnica en

    Mxico pero que no eran usuales en Nueva Granada.

    Consumada la independencia de Amrica del Sur en Ayacucho, en un

    difcil ajuste de tcticas para profundizar en el enfrentamiento de clases

    y llevar la revolucin hasta el fin, Bolvar se ver precisado a una

    desgastante lucha antioligrquica y antihegemnica casi

    simultneamente. Justo los ltimos cinco aos de vida de Bolvar,

    impregnados de una lcida madurez, fueron con seguridad los que ms

    lo acercaron a una clara comprensin de las divergencias clasistas en

    Amrica.

    Seguramente cometi errores en cuanto fue centro de enconadas

    pasiones de facciosos, pero no se puede negar su continuado esfuerzo

    para impedir que la obra libertaria cayera en manos de sus enemigos.

    Fue as como Bolvar y los revolucionarios se vieron impelidos a dar cima

    a la tarea comn de los libertadores, de sentar las bases del sistema

    republicano y democrtico y defenderlo de los conspiradores herederos

    del sistema feudal-colonial, que ahora se consideraban a s mismos

    propietarios del pas y de la independencia pero no de los ideales

    libertarios de Bolvar. Ahora la nueva lucha, interna esta vez, estuvo

    entre quienes queran clausurar la etapa revolucionaria porque no haba

    espaoles qu perseguir , y los que desdoblaban la guerra poltica y

    social en una guerra contra las oligarquas, vale decir, una guerra de

    clases.

    Por eso desde 1826 hasta 1830 Bolvar no slo trabaj en amojonar con

    firmeza la estructura de la nueva sociedad que se debata en la dialctica

    encrucijada de escoger primero entre los sistemas monrquico o

    republicano y despus entre la anarqua o la dictadura, con el resultado

    ya conocido, sino que debi enfrentar a la oligarqua legalista de los

    neogranadinos, las conspiraciones pro-espaolas de la aristocracia

    peruana, el nacionalismo estrecho y separatista de los militares

    venezolanos.

  • 27

    En especial, la labor de zapa de los partidarios de Santander fue eficaz:

    posesionados del Congreso nulificaban la guerra que hacia Bolvar en el

    Sur, saboteaban las instrucciones y decretos abolicionistas de la

    esclavitud, dilapidaban los emprstitos extranjeros conseguidos con

    duras condiciones, conspiraban con ministros de legaciones extranjeras

    para la eliminacin fsica del Libertador, hacan caso omiso de los

    decretos que daban tierras a los indios, miraban con displicencia las

    rdenes que restituan a la nacin las riquezas del subsuelo o

    manipulaban para que los Congresos de Plenipotenciarios de Panam y

    Tacubaya, concebidos como alternativa bolivariana al monrosmo

    yanqui, fueran apenas cobertura para la penetracin de la ideologa

    norteamericana en el continente. Empeados en suprimir la obra

    libertaria de Bolvar porque su misin de soldado haban quedado

    cumplida con creces y ahora deban gobernar los magistrados, nada

    corrobora tanto el empeo revolucionario del Libertador que la obsesiva

    conspiracin de la burguesa criolla por suprimirlo de la vida pblica.

    Que Bolvar entenda el alcance social de la revolucin de independencia

    y que presenta la continuacin de una obligada confrontacin de clases

    es algo que se puede deducir despus de nuevas lecturas de sus propios

    documentos. Comprenda entonces que la liberacin poltica no sera

    completo sin un cambio cualitativo en la sociedad, donde desapareciera

    el cacique al servicio de la explotacin y se desarrollara una democracia

    para el pueblo y no slo para las castas oligrquicas de magnates, curas

    y doctores; en donde los esclavos sacudieran la secular opresin y la

    aristocracia europeizante se viera obligada a ceder ante el

    desbordamiento social de las masas populares.

    En el Diario de Bucaramanga, dos aos antes de morir, Bolvar le confes

    a Per de la Croix:

    Aquellas noticias condujeron a Bolvar a repetir lo que le hemos odo

    decir muchas veces, a saber: probar el estado de esclavitud en que se

    hallaba el pueblo; probar que sta no slo bajo el yugo de los

    alcaldes y curas de los parroquias, sino tambin bajo el de los tres o

    cuatro magnates que hay en cada una de ellas, que en las ciudades es

  • 28

    lo mismo, con la diferencia de que los daos son ms numerosos

    porque se aumentan con muchos clrigos y doctores; que la libertad

    y las garantas son slo para aquellos hombres y para los ricos, y

    nunca para los pueblos, cuya esclavitud es peor que la de los mismos

    indios; que esclavos a bajo la Constitucin de Ccuta y esclavos

    quedaran bajo la constitucin ms liberal; que en Colombia hay una

    aristocracia de ttulos, y de nacimiento ms desptica de Europa ;

    que en aquella aristocracia entran tambin los clrigos y doctores,

    los abogados, los militares y los demagogos; pues aunque hablan de

    libertad y de garantas, es para ellos solos para lo que las quieren y

    no para el pueblo que, segn ellos, debe continuar bajo su

    proteccin; quieren la igualdad para elevarse y ser iguales con los

    ms caracterizados, pero no para nivelarse ellos con los individuos

    de las clases inferiores de la sociedad; a stos los quieren considerar

    siempre como sus siervos a pesar de sus alardes de demagogia y

    liberalismo. (6)

    En el prrafo transcrito, del que no sobra ni una palabra, se puede leer

    un diagnostico social de la poca pronunciando no slo por uno de sus

    egregios capitanes, sino por un perspicaz crtico. Parecidamente, cuenta

    Ricardo Palma, el ameno tradicionista peruano poco afecto a Bolvar, que

    la aristocracia limea resentida por la ejecucin del vizconde de San

    Dons, se vio comprometida a asistir a algn sarao el da siguiente y que

    Bolvar, viendo a algunos de ellos contritos, le pregunt con no poca

    irona al marqus de Villafuerte: Muy calladito est Ud., seor: acaso le

    entristece el saber que la aristocracia hizo ayer muy mal papel en la

    plaza? (7)

    Quemante interrogacin encaminada a mostrar un poltico desprecio por

    esa clase social que tanto hizo para sabotear la independencia

    aduendose de la libertad conquistada. Ancdota, por supuesto, pero

    significativa en un libertador que para serlo haba dejado de ser

    mantuano.

    Si bien bolvar am la gloria y la fama, como militar y estadista de xito,

    en ningn momento es imputable ese sentimiento a vanidad personal o

    vulgares apetitos de poder. Muchas veces renunci a los altos cargos

  • 29

    pblicos y otras tantas veces el pueblo lo ungi para el liderazgo. Es

    cierto que las revoluciones necesitan caudillos que las interpreten y las

    impulse, que frenen las ambiciones de liderzuelos y conciten la unidad

    nacional. Bolvar fue caudillo, y grande. Pero no fue caudillo irracional,

    sino que, imbuido de conciencia determinista, bien pudo decir ante el

    Congreso de Angostura en 1819 con dialctica definicin:

    Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han

    dirigido la marcha de nuestros sucesos; atriburmelos no sera justo,

    y sera darme una importancia que no merezco. Queris conocer los

    autores de los acontecimientos pasados y del orden actual?

    Consultad los anales de Espaa, de Amrica, de Venezuela: examinad

    las leyes de Indias, el rgimen de los antiguos mandatarios, la

    influencia de la religin y del dominio extranjero; observad los

    primeros actos del gobierno republicano, la ferocidad del enemigo y

    el carcter nacional. No me preguntis sobre los efectos de estos

    trastornos para siempre lamentables. Apenas puede suponrseme

    simple instrumento de los grandes mviles que han obrado sobre

    Venezuela. (8)

    En 1828 dir Bucaramanga, con pleno nfasis:

    Dejemos a los supersticiosos creer que es la Providencia la que me ha

    enviado a redimir a Colombia. Las circunstancias, mi genio, mi

    carcter, mis pasiones, me pusieron en el camino (9).

    Bolvar fue un revolucionario cabal durante los veinte aos de su vida

    pblica, enfrentndose a los moderados separatistas de 1810, a los

    conciliadores de 1812 y a los derrotistas de 1816, a los aristcratas de

    1825 y a los monroistas de 1826, a los leguleyos de 1827 y a los

    conspiradores de 1828, a sus enemigos de 1830; luchando contra los

    realistas peninsulares y contra las oligarquas criollas, buscando la

    unidad de los americanos para romper con los espaoles en 1813 cuando

    la guerra a muerte, o la unidad de los pueblos indgenas para hacer los

    cambios sociales en el llano en 1814 y en la sierra peruana en 1825;

    concitando la unidad del continente para romper con el tutelaje que se le

    quera imponer por parte del monrosmo y dejando inconclusa una

    enorme tarea por realizar, que es y debe ser el afn de nuestros pueblos

  • 30

    y que encarna justamente la razn de la vigencia y actualidad del

    pensamiento bolivariano.

    Referencias

    (1) Bolvar, Simn: (Carta de Jamaica 6 Sept., 1815) Obras completas,

    Editorial Lex, La Habana, 1950, Tomo 1, pg.166.

    (2) Bolvar, Simn: Discurso en la Sociedad Patritica de Caracas, 4 de

    julio 1811. Obras completas, Tomo III, pg.535.

    (3) Bolvar, Simn: Obras completas, Tomo m, pg.535: Carta al

    Redactor de la Gaceta Real de Jamaica, Sept. 1815, Obras completas,

    Tomo 1, pg.165.

    (4) Bolvar, Simn: Carta de Jamaica, 6 Sept.1815, Obras completas,

    Tomo 1, pg.165.

    (5) Bolvar, Simn: Decretos, del libertador. Biblioteca de autores y

    Temas Mirandinos, los Teques, 1983 (3 tomos)

    (6) Per de la Croix, Luis: Diario de Bucaramanga, o vida pblica y

    privada del Libertador Simn Bolvar. Librera Colombiana, Bogot, 1945,

    pg.136.

    (7) Nez, Estuardo: (compilador) Bolvar, Ayacucho y los

    tradicionistas peruanos. Lima, pg.73.

    (8) Bolvar, Simn: Discurso del 15 de febrero de 1819 en Angostura,

    Obras Completas, Tomo III, pg.675.

    (9) Per de la Croix, Luis: Diario de Bucaramanga, Bogot, 1945, pg.

    60.

  • 31

    LA LUCHA IDEOLGICA EN TORNO A LA PERSONALIDAD DE BOLVAR

    Anatoli Shulgovski

    Una aguda lucha en torno al papel desempeado por Bolvar en el

    devenir de la independencia de los Estados americanos se desenvolvi

    todava en vida de aquel. Sus enemigos lo calificaron de tirano y

    usurpador, comparndolo con Napolen. Empez a elaborarse un

    estereotipo propio, cuando el elevado nivel de elogios a bolvar por parte

    de algunos bigrafos denoto una bsqueda de rasgos semejantes a los

    del emperador francs.

    Estos clichs y estereotipos impidieron valorar correctamente la

    dimensin de la personalidad de Bolvar y de su significado histrico,

    penetrar en su mundo espiritual, tener conciencia del verdadero bro de

    su actividad histrica. Esto no poda por menos turbar y alarmar a los

    representantes de su generacin, que se consider como continuadora

    inmediata de la causa de Bolvar y de otros dirigentes y hroes de la

    revolucin liberadora.

    Reflexionando sobre el significado de Bolvar para los pueblos

    latinoamericanos, en su famoso libro Facundo (1845), el argentino

    Domingo Faustino Sarmiento escribi que en las biografas se reconoce

    el talento e incluso el genio de Bolvar. Sin embargo, Sarmiento anot con

    perspicacia que en muchas de ellas:

    he visto al general europeo, a los mariscales del imperio, a un

    Napolen menos colosal, pero no he visto al caudillo americano, al

    jefe de un levantamiento de masas () Bolvar, al verdadero Bolvar

    no lo conoce ahora el mundo, y es muy probable que cuando lo

  • 32

    traduzcan a su idioma natal aparezca ms grande y ms

    sorprendente an. (1)

    Simn Rodrguez y Andrs Bello comenzaron a traducir su accin a la

    lengua materna. Su amigo y maestro Simn Rodrguez (1771-1845) fue

    un hombre a quien sus contemporneos, por la dimensin de su

    personalidad, su valor, su profundidad y escala de ideas compararon con

    Saint-Simon, Fourier y Owen. Todava en vida de Bolvar, public un libro

    sorprendente por la profundidad y originalidad de ideas, bajo la

    memorable dominacin de la defensa de bolvar. Defensa del libertador

    del medio da de Amrica y de sus compaeros de armas, por un amigo

    de la causa social: Rodrguez caracteriz a Bolvar como jefe popular

    republicano convencido, revolucionario, quien al investirse de poderes

    extraordinarios inclusive dictatoriales, lo haca en nombre de la defensa

    y consolidacin de las conquistas de la revolucin liberadora y de la

    ejecucin de las reformas sociales.

    Refutando las acostumbradas acusaciones a Bolvar con motivo de sus

    supuestas aspiraciones a erigirse en el Napolen americano, Simn

    Rodrguez escribi con indignacin que tal comparacin haba sido

    inventada desde el principio hasta el fin. Napolen Bonaparte pas por el

    sendero general republicano hasta convertirse en enemigo de la libertad,

    en emperador cubierto de halagos palaciegos. En cambio Bolvar, en las

    palabras de Rodrguez, encabez la guerra de independencia, fund la

    repblica y permaneci fiel a los ideales de la libertad. Al ejrcito

    napolenico, que combati por una causa injusta Rodrguez contrapuso

    el ejrcito de Bolvar, animado por elevados ideales, en bien de los

    cuales realizo hazaas sin precedentes. (2)

    En Bolvar, Rodrguez vio un estadista que no solamente estaba creando

    estados, sino que se esforzaba tambin por orientar su desarrollo por el

    camino de una nueva filosofa social. Ardiente partidario de las ideas

    del socialismo utpico, Rodrguez expreso la esencia de ese pensamiento

    en su conocida frmula de pensar cada uno en todos para que todos

    piensen en uno (3) contrapuesta segn sus palabras, a la hipcrita

    formula cada uno para s y Dios para todos. (4)

  • 33

    Andrs Bello (1781-1865), cuyo trabajo tirnico en el campo de la cultura

    y de la ilustracin le granje la gloria inmemorial de libertador

    espiritual, llamo a Bolvar dirigente estatal, sabio y clarividente, que

    irrumpe violentamente en las inexploradas esferas de la estructura y

    forma del Estado, as como la de gobierno, rechazando toda copia

    mecnica de constituciones polticas extranjeras, reflexionando sobre la

    forma de garantizar una verdadera libertad para los jvenes Estados

    latinoamericanos, no limitndose a una repeticin de los viejos

    principios filosficos y polticos. (5)

    La evolucin de las valoraciones marxistas sobre la personalidad de

    Simn Bolvar tiene su propia historia. En el curso de un largo periodo de

    tiempo, en tales valoraciones ejercieron influencia los juicios de Carlos

    Marx sobre Bolvar expuestos en el articulo Bolvar y Ponte escrito a

    comienzos de 1858.

    En ese tiempo, Marx no dispona de fuentes slidas y se vio obligado a

    utilizar libros y memorias de personas que por una serie de causas

    estaban predispuestas contra el libertador y se dedicaban a veces simple

    y llanamente a la calumnia y la falsificacin. Tal ocurri, por ejemplo

    con las memorias del francs Ducoudray-Holstein y del ingls Hippisly.

    Todo ello imprimi su huella, influyendo en el contenido del artculo de

    Marx y en su calificacin de la personalidad de Bolvar. Ella fue en

    general negativa, Bolvar era representado como un separatista criollo

    inconsecuente y en extremo irresoluto en su accin, ambicioso adems

    de poder personal a imitacin de Napolen. (6) En la valoracin de la

    actividad bolivariana por Marx jug un papel no despreciable la lucha

    contra el bonapartismo, as como el hecho de que en los trabajos del

    enemigo del libertador se le dibujaba como obsesionado por las ideas del

    bonapartismo. (7)

    En una u otra medida estas valoraciones se reprodujeron en

    investigaciones marxistas extranjeras y en alguna de investigadores

    soviticos.

  • 34

    Esta circunstancia fue utilizada como pretexto por los opositores del

    marxismo y del socialismo cientfico par especulaciones ideolgicas y

    polticas de especie diversa. Unos afirmaban que se trataba de una

    negacin general del marxismo del papel de la personalidad de la

    historia, al ignorar los valores morales esenciales y reducir el proceso

    histrico a un cruel y unilateral determinismo econmico. Otros llegaron

    incluso a formular la existencia de cierto odio estratgico sovitico

    hacia Bolvar, argumentando para ello que el Libertador haba

    intervenido acerbamente contra la poltica expansionista de la autocracia

    zarista, como si la Unin Sovitica continuara tal poltica. (8)

    Sin embargo, la dialctica inmanente e inherente al mismo marxismo y el

    enfoque histrico-concreto de un problema como el del papel de la

    personalidad en la historia predeterminaron la evolucin lgica de las

    valoraciones marxistas de la personalidad de Simn Bolvar.

    Gran papel en el enfoque creador del significado de Bolvar jug el

    ensayo Sobre la estela del Libertador, escrito en 1942 por el dirigente

    comunista colombiano Gilberto Vieira. En las pginas de ese trabajo

    Bolvar fue caracterizado como el hombre que encabez la revolucin

    liberadora de los pueblos de Amrica Latina, y la condujo hasta la

    victoria final. (9)

    En la superacin de las equivocadas

    apreciaciones del juego bolivariano

    tuvieron tambin destacada actuacin

    los pronunciamientos de los

    latinoamericanistas soviticos en las

    pginas de la revista Cuestiones de

    Historia (Numero 11,1956), aportes

    ellos altamente valorados por la

    opinin pblica democrtica

    latinoamericana. Los cientficos

    soviticos subrayaron la sobresaliente

    actuacin de Bolvar en la liberacin de los pueblos de Amrica Latina,

    sealando que por sus aspiraciones e ideales estuvo

  • 35

    inconmensurablemente por encima de los representantes de la clase de

    cuyas filas sali. (10)

    Importante significado para la interpretacin marxista de la vida y lucha

    de Bolvar tuvieron los trabajos de I. R. Lavretski, que han merecido en

    espaol.

    A medida que se profundiza la investigacin del complejo de problemas

    relacionados con la vida y la actividad de Bolvar, se descubren nuevos

    rasgos de su personalidad, y la consonancia de sus ideas con nuestro

    tiempo se revela con la fuerza de los argumentos incontrovertibles.

    Creemos en el Bolvar de masas-se dice en la resolucin del XIII

    Congreso del Partido Comunista Colombiano-, el que soport durante

    15 aos al nivel de sus soldados, los rigores de un naciente ejrcito

    de pobres que fraterniz material y espiritualmente con pardos,

    esclavos e indios. Que desbord a su propia clase social al bregar

    porque la liberacin de la patria trajese la liberacin de los hombres

    y la devolucin de tierras a los despojados. Que imagin una guerra

    de independencia de contenido social con formas y estilo

    americanos. Que amas una concepcin de democracia no con

    teoras abstractas, sino con las esencias de la Amrica en marcha.

    (11)

    Referencias

    (1) Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Mxico, 1957, p.36.

    (2) Simn Rodrguez, Obras completas, Caracas, 1975, tomo 2, p.353.

    (3) Ibd., Tomo 1, p.228.

    (4) Ibd., Tomo 2, p.126.

    (5) Estas ideas fueron expresadas por Bello en su famosa carta a

    Bolvar (21.3.1827). En ella apoyo a Bolvar en la creacin de un fuerte

    Estado centralizado, basado en los elevados principios patriticos y

    morales de la justicia social (E. Orrego Vicua, Don Andrs Bello, Santiago

    de Chile, 1953, p.461)

    (6) C. Marx, F. Engels, Obras, Tomo II, parte segunda, p.618 a 630.

  • 36

    (7) En los comentarios al artculo de Marx en las Obras, el instituto de

    Marxismo Leninismo se detuvo particularmente en el anlisis de las

    causas que predeterminaron en general una relacin negativa a Marx a

    Bolvar (ibd., p. 753 a 757).

    (8) Ver: A. Brice, Bolvar visto por Carlos Marx, Caracas, 1961. Jess

    Antonio Cova. El Libertador y el odio sovitico en Historia de la

    historiografa, Caracas, 1961.

    (9) Voz proletaria, suplemento 18,12, 1980.

    (10) M. Alperovich, V. Ermolayev, J. Labretski, S. Semionov, Sobre la

    Guerra de liberacin de las colonias espaolas de Amrica en Cuestiones

    de Historia, 1956, Numero 11.

    (11) Voz proletaria, 13, 11, 1980.

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