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CENTRO DE DOCUMENTACIN Y DIFUSIN DE FILOSOFA CRTICA
COMIT EDITORIAL
Coordinacin general: Jaime Contreras Catala Coordinacin de intercambio de materiales: Alberto Mendoza Velsquez Coordinador de archivo: Daniela Fuentes de Fuentes Archivos: Josefina Huerta; Mario V. Santiago Jimnez y Ral Funes Caballero Edicin y diseo: Diana Snchez Franco; Jos Marcos Osnaya; Ricardo Elorriaga y Ruy Snchez Rodrguez Digitalizacin y web master: Jorge Alejandro Reyes Fragoso Coordinacin de Eventos: Dalia Belem Gonzlez Tapia y Leonardo Martnez Vzquez Relaciones pblicas: Jaime Contreras Catala Traducciones del ingls: Carlos David Malfavon Traducciones del francs: Andr Couturier Traducciones del alemn: Omar Gmez Reyes y Arturo Neiszer Macas Traducciones del italiano: Guillermo Lpez Arellano Logstica: Gerardo Martnez Vzquez Asesora general del proyecto: Gabriel Vargas Lozano - Profesor de filosofa poltica y filosofa de la historia de la FFyL-UNAM; catedrtico de la UAM-I Consejo de asesores: (por orden alfabtico) Alberto Betancourt Posada, Jorge Fuentes Mora, Horacio Cerutti Guldberg, Mara del Carmen Galindo Ledesma, Enrique Gonzlez Rojo, Alberto Hjar Serrano, Mario Magalln Anaya y Jess Serna Moreno
ESTE MATERIAL PUEDE SER REPRODUCIDO TOTAL O PARCIALMENTE. AGRADECEMOS DE ANTEMANO QUE CITES LA FUENTE
Mxico, D.F., Ciudad Universitaria, Cubculo 300 de la FFyL,
UNAM, noviembre 2004
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NDICE
Prlogo ........................................................................................... 4 Introduccin .............................................................................. .. 12 Bolvar frente a las contradicciones sociales y las luchas de clase Gabriel Vargas Martnez ............................................................. .. 17 La lucha ideolgica en torno a la personalidad de Bolvar Anatoli Shulgovski ....................................................................... .. 31
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PRLOGO
La reivindicacin de la lucha de clases en Amrica Latina
Los textos que presentamos en esta ocasin pretenden brindar elementos
para comprender y criticar la situacin que vive la lucha de clases en
Amrica Latina. En especfico, intentamos recalcar los elementos propios
de la filosofa y del pensamiento poltico latinoamericano que han
influido al paso del tiempo en el desarrollo de la praxis poltica en esta
regin del planeta.
La influencia de la actividad poltica de Simn Bolvar es indispensable
para este fin, en especial por la expansin y discusin de sus ideas al sur
de nuestro saqueado continente. La reaparicin de gobiernos con ciertos
matices de izquierda poltica en l nos obliga a analizar la participacin
de las fuerzas progresistas y socialistas que tienen que ver con dicho
proceso.
Durante la ltima dcada, en Amrica Latina, han ascendido al poder
partidos o coaliciones que van desde la centro izquierda hasta la
izquierda radical. Al mismo tiempo, dichos partidos representan una
oportunidad para que la izquierda revolucionaria realice su trabajo con
mayor margen de maniobra, pero pueden constituir un grave peligro de
estancamiento si la mencionada izquierda revolucionaria se atasca en la
estrategia electoral dentro del sistema democrtico-burgus
representativo, sacrificando la necesaria actividad poltica para
desaparecer y superar las instituciones burguesas existentes. La
superacin de estas instituciones es indispensable para abrir paso a la
democracia participativa que permita a las masas populares determinar
el rumbo de su presente y el acuamiento de su futuro.
Si bien es cierto que personalidades, como el presidente Hugo Chvez en
Venezuela, Nstor Kirschner en Argentina o Tabar Vsquez en Uruguay,
se presentan como un frente de resistencia al imperialismo yanqui y
europeo (por mencionar slo los ms familiares), es un error fatdico
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pensar que por s solos representan seguridad y garanta para la creacin
de las condiciones necesarias de avance en la construccin del
socialismo.
La figura y el pensamiento de Bolvar retornaron a las discusiones
histricas, filosficas y de la ciencia poltica por una necesidad histrica.
Bolvar consagr su vida a la lucha por la independencia de Amrica
Latina y sus victorias dotaron de identidad patritica la regin donde
combati durante buena parte de aquella. La solidez de sus
planteamientos polticos tuvo mucho que ver con su concepcin del
poder y el estado; en torno a estos conceptos, construy su estrategia de
guerra contra las oligarquas europeas y el creciente podero
estadounidense. Pero lo ms interesante es que, como nos dice
Shulgovski: Simn Bolvar irrumpe violentamente en las inexploradas
esferas de la estructura del estado y la forma de gobierno () no
limitndose a una repeticin de los viejos principios filosficos y
polticos.
Bolvar saba que la defensa de la soberana de la Patria Grande dependa
de que hubiesen estados fuertes y con una orientacin social y
estructura jurdica encaminados a servir a su poblacin y no a servirse
de sta. Sobre la farsa de que Bolvar era un dictador que utilizaba el
poder de forma desptica y en beneficio propio, los textos del Dr.
Gustavo Vargas y del ruso Anatoli Shulgovski pueden despejar dudas.
En la actualidad, como en el caso de la prctica poltica de Bolvar por
qu son categoras centrales la tomadle poder y el control del Estado
para la construccin de un proyecto emancipador?
Para responder a este cuestionamiento, es necesario recordar que los
proyectos revolucionarios de corte marxista, que concretaron la creacin
de estados durante el siglo pasado, tienen la caracterstica de haberse
proclamado en su mayora marxista leninistas y el desarrollo de los
mismos recaa en el dominio del poder estatal y de ciertas concepciones
del partido as como de las funciones de ste. Es bien sabido que en
algunos de estos casos (el estalinismo es el ms crudo), el ejercicio del
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poder de las clases polticas dominantes deriv en monstruosidades
poco diferentes a las de los derechistas Luis Echeverra, Ariel Sharon o
George Bush han cometido. Sin embargo, podemos denunciar estas
prcticas como claras negociaciones de lo que la teora marxista
pretende lograr promoviendo la toma del poder estatal. La toma del
poder estatal. La toma del poder es necesaria, estratgica como medio,
no como fin en s misma.
El marxismo no es un programa que determine los pasos a seguir para
lograr la cada del capitalismo, es, en todo caso, una gua para la accin.
Lo que mantiene vigente histricamente, son las herramientas que le
permiten reconfigurarse sin perder su rigurosidad metodolgica cada
vez que sus tesis son insuficientes para la accin poltica y el anlisis
histrico y epistemolgico. Sobre esta lnea, las obras de Adolfo Snchez
Vzquez, Atilio Boron y Gabriel Vargas Lozano, brindan suficientes
elementos para clarificar el punto. Como afirma Vargas Lozano, la
critica despiadada del estado de cosas existente, empezando por la
teora y la praxis marxista, es un factor indispensable para lograr la
superacin y abolicin del dominio capitalista y de las practicas de
izquierda inadecuadas.
La discusin sobre la toma, no-toma o destruccin del poder, influye en
la construccin de estrategias de resistencia contra el capitalismo.
Nosotros creemos que el problema a enfrentar es el poder en manos de
la derecha y de la forma en que sta lo ejerce, as como los fines para los
que lo emplea. Tampoco podramos descartar los errores en que la
izquierda ha incurrido al momento de ejercer el poder. Ms creemos que
es tiempo de desempantanar el terreno de este debate y clarificar
sobre los elementos de la ciencia social que han nublado el camino. Por
ejemplo, el positivismo lgico intent desechar del terreno de la ciencia
poltica los conceptos de estado y poder, argumentando que stos
carecan de referente emprico que hicieran posible su rigurosa
medicin, por lo cual su existencia dentro de un trabajo cientfico no era
deseable.
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Para quienes nos atrincheramos
en la guerra contra el capitalismo,
la posicin de estos paladines de
la objetividad cientfica resulta
irrisoria; preguntmonos si
desechar estos conceptos de la
teora poltica no equivaldra a
perder toda nocin de la
capacidad coercitiva del aparato
estatal en contra de los proyectos
alternativos que buscamos crear.
En funcin de lo anterior,
afirmamos que el hecho de tener control sobre el aparato estatal, no
significa renunciar a la construccin de una hegemona poltica que,
independientemente de tener control del estado o no, debe fabricarse
buscando la paulatina disolucin de ste generando nuevas
instituciones; sin embargo, es indispensable que las organizaciones de
izquierda que deciden participar en el terreno electoral no hipotequen su
trabajo convirtiendo las batallas electorales en el horizonte propio.
Por su parte, los pensadores posmodernos a los que nos hemos referido
bastante en nuestras anteriores publicaciones proclaman al igual que la
Casa Blanca que el derrumbe de los socialismos de la URSS y de Europa,
certifican el fin de la historia, la muerte del marxismo y con ste, de
los grandes relatos o meta relatos, considerando que no existe razn
para permitir que prosperen sistemas totalitarios polticos y de
pensamiento, donde la libertad de reflexin sea censurada y perseguida.
En este sector de intelectuales la nocin de verdad es atacada con
vehemencia, bajo el argumento de que cada sujeto percibe la realidad a
travs de su propia existencia, negando que sta pueda tener un carcter
general vlido para todos los sujetos.
Para comprender mejor lo que decimos, proponemos un ejemplo para
demostrar que una explicacin materialista de un hecho concreto puede
ser una verdad general vlida para la indagacin de un problema: para
un venezolano con mnimas nociones de soberana, la injerencia de
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Estados Unidos en el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chvez
se debe a que Bush quiere tener el control sobre el petrleo de su pas;
para un republicano partidario de la democracia representativa, la Casa
Blanca tan slo intentaba evitar que un cuasi dictador afectara la
democracia en la regin. Cul de las dos posturas es la verdadera, o
alguna lo es menos que la otra?
Suponiendo que las dos fueran fragmentos de una verdad general, ambos
podran adjudicarse la razn, mas pronunciarse sobre el asunto implica
analizar objetivamente los elementos de la situacin concreta. El
razonamiento final, si se acepta que buscar la verdad no es una
competencia por ver quin fabrica el discurso menos excluyente y
autoritario, sera que la intencin era derrocar al presidente Chvez, con
el fin de imponer la figura jurdica de propiedad privada a los recursos
naturales de ese pas, imponiendo un presidente partidario de la clase
empresarial y garantizando el avance de las polticas neoliberales en el
sur del continente. sta sera una explicacin materialista y sin un juicio
de valor aplicado al problema, que podra brindar una persona de
derecha o de izquierda informada del asunto.
Son tres versiones sobre la verdad del motivo que tuvo Estados Unidos
para apoyar el golpe de estado, mas slo la ltima explica el
acontecimiento y permite estructurar ms preguntas para profundizar en
el tema. Una vez obtenida una respuesta seria nos preguntamos es
vlido formular un juicio de valor y proponer una prctica poltica en
consecuencia ms all de la necesaria explicacin? A nuestro juicio es
vlido y ante todo necesario.
Pensar que existen muchas verdades tiene consecuencias muy
similares a las propiciadas por la tradicin historicista vitalista, que
pretende sustentar la construccin del conocimiento, as como de la
realidad misma, en el subjetivismo ms raso, anulando cualquier criterio
de validez e imposibilitando un posicionamiento crtico ante cualquier
objeto, sin importar su naturaleza terica o material. El polo
aparentemente opuesto a lo anterior es el positivismo lgico, que
propone el estudio de la ciencia social con criterios a-valorativos que
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cierran el paso a los elementos calificados de utpicos y poco
objetivos que generan el movimiento de la historia.
En este sentido, el discurso posmoderno implica epistmicamente una
negativa a la probabilidad de superar el modelo capitalista de
organizacin social, dado que los grandes relatos han demostrado su
inviabilidad. Estos pensadores son una guardia supuestamente
innovadora y crtica, pero, en el fondo, conservadora y reaccionaria, que
debido a su mtodo (si es que puede llamarse as), a sus premisas
principales y su relativismo epistmico estn imposibilitados para gozar
de una base fuerte que sustente sus proposiciones y les permita generar
una crtica slida. Preguntmonos por principio si es verdad que hemos
superado el perodo de la modernidad capitalista y si alguien puede
proclamar que existe la posmodernidad con fundamento alguno.
Si bien la sociedad burguesa en que vivimos ha sufrido algunos cambios
culturales, Atilio Boron formula dos preguntas de necesaria reflexin:
Hasta qu punto las transformaciones recientes en la anatoma de la
sociedad burguesa han alterado cualitativamente el carcter de las
relaciones capitalistas de produccin? Ha desaparecido la explotacin
del hombre por el hombre, es decir, la esclavitud del trabajo
asalariado en el tardo-capitalismo de fines del siglo XX? (1)
La respuesta es contundente si se hace un anlisis serio de la realidad:
No.
Dentro del panorama que hemos expuesto, podemos ver cmo a pesar de
que Bolvar no era marxista, socialista o comunista, su prctica poltica
es congruente con nuestras afirmaciones, pues demuestra que es
indispensable una metodologa adecuada que describa y categorice la
realidad, la interprete correctamente basada en el anlisis de hechos y
genere propuestas que se adecuen a la realidad y no la nieguen o la
encierren dentro de construcciones tericas inciertas.
La historia del pensamiento latinoamericano tiene identidad propia,
caracterizada por personajes involucrados con las luchas populares de
resistencia ante el despotismo oligrquico. Pero falta imprimir con ms
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claridad y fuerza la necesidad de orientar estos esfuerzos hacia la
construccin del socialismo. Tarde o temprano el imperialismo
neocapitalista (2) demuestra su intolerancia, incluso hacia los procesos
nacionalistas democrtico-formales ms sencillos. En contraparte,
podemos tomar como referencia la experiencia venezolana de
organizacin popular, que permiti derrotar la mega campaa meditica
de los medios de comunicacin privados cuya pretensin era convencer
a la gente de votar por la salida de Chvez de Miraflores. Esto demuestra
que la organizacin popular es posible a pesar del poder econmico y
desinformativo de la oligarqua, por no mencionar a detalle la masiva
respuesta del pueblo ante el secuestro de su presidente-electo
legtimamente-durante el efmero golpe de estado de abril de 2002.
Actualmente la lucha de clases en nuestro continente repunta, tiene
posibilidades de ser impulsada de manera importante y consolidarse
hacia los aos venideros. Se presentan nuevas formas de organizacin
social, nuevas concepciones de la funcionalidad del partido que deben
ser analizadas sin prejuicio, pero esto no es equivalente a sustentar la
tesis errnea de que a autogestin y la resistencia al poder desptico
equivalen a no organizarse, y dejar de construir referentes de lucha que
compartan el terreno en el que se combate la lucha de clases propia de la
burguesa. La construccin del partido de izquierda, la
reconceptualizacin de ste y la renovacin moral, poltica y tica del
mismo, siguen siendo un factor necesario para la organizacin de la
resistencia que tras una estrategia correcta debe convertirse en
hegemnica.
Por ltimo, cabe sealar que no compartimos del todo la interpretacin
histrica que hace el autor sobre los hechos; sin embargo, y como lo
mencionamos al principio, consideramos que el anlisis del pensamiento
poltico bolivariano es necesario para comprender hacia dnde se dirige
hoy en da Nuestra Amrica.
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Referencias
(1) Boron, Atilio, Estado capitalismo y democracia en Amrica Latina,
p.305, CLACSO, 2003.
(2) La razn de utilizar el trmino neocapitalista ser mejor
comprendida tras la lectura del texto y pagina citados en la
primera nota.
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INTRODUCCIN
La revolucin Latinoamericana en el siglo XXI
Queridos filsofos, queridos
socilogos progresistas, queridos
siclogos sociales: no jodan tanto con
la enajenacin aqu donde lo ms
jodido es la nacin ajena
ROQUE DALTN. 1974
La espada de Bolvar avanza por Amrica Latina. S, pero adems de la
voluntad libertaria se levanta el gran garrote de buen vecino que a toda
costa trata de preservar los intereses de los inquilinos de la Casa Blanca.
Las contradicciones en el continente y en el mundo son cada vez ms
intensas. Despus de la reeleccin de George W. Bush, la primera
contradiccin, la de los dos proyectos de soberana nacional
diametralmente opuestos entre s, se expresa ahora ms que nunca. Por
un lado se presenta la soberana que hace que las naciones de Nuestra
Amrica sean vistas como lo narra el escritor nicaragense Sergio
Ramrez con respecto a Centro Amrica:
ms bien como una rueda de bicicleta, que como la cadena de la
bicicleta. El buen vecino en el centro de la rueda, claro y nuestros
pequeos pases mnimos y dulces, suplicantes, son los rayos que
convergen hacia el centro. (1)
Entendindose de esta manera que los pases y las oligarquas que las
gobiernan cuentan con soberana interior, e incluso de asociarse entre s,
pero claro, siempre bajo el cobijo del imperialismo norteamericano.
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Por otro lado, se encuentra el proyecto que bajo la unin soberana de las
naciones de Nuestra Amrica y la defensa de nuestros recursos
naturales, patrimonio y cultura nacional, se constituya la fuerza motor
de nuestra misma historia o como llamara el escritor nicaragense: la
cadena de bicicleta. Encarnado este ltimo proyecto en las numerosas
organizaciones polticas de izquierda en Amrica Latina que pretenden
darle cauce propio a la poltica en sus respectivos pases.
La segunda contradiccin es la que se abre entre las clases sociales.
Entre los poseedores y los desposedos: entre la oligarqua y las clases
populares; entre la burguesa y los grandes sectores productores de la
riqueza.
Nos encontramos as con que Amrica Latina es la regin con la peor
distribucin de la riqueza, en donde los que ms tienen son cada vez
menos y los que menos tienen son cada vez ms. De esta manera, las
contradicciones entre los intereses de las burguesas nacionales y
quienes no poseen ni riqueza ni nacin, porque los primeros las han
enajenado al capital extranjero, son cada vez ms profundas.
Ante este escenario, la izquierda latinoamericana comienza el nuevo
siglo con avances significativos en algunos pases.
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Para 2004, en se ratifica al lder de la revolucin bolivariana, Hugo
Chvez, mediante un referndum presidencia, consiguiendo ms de 58 %
de respaldo en las urnas, adems de las elecciones regionales que han
dado como fruto la victoria de ms de 75 % de los candidatos
bolivarianos. En Uruguay, gana las elecciones presidenciales Tabar
Vzquez y la mayora en el congreso la coalicin encabezada por el
Frente Amplio y el Partido Comunista local, llevando al poder a un
amplio sector de la izquierda y dems grupos que han enfrentado a la
oligarqua uruguaya, contando entre ellos a ex militantes de la legendaria
guerrilla de los tupamaros.
Por otro lado, Lula Da Silva en Brasil y Lucio Gutirrez en Ecuador
parecen tener poco inters en respaldar a las clases sociales y sectores
que los eligieron y probablemente esto demuestra cuales son los
intereses que verdaderamente representan.
En ambos casos, han ido quedndose gradualmente solos. Gutirrez
ahora enfrentar un juicio poltico impulsado por quienes fueron sus
aliados para llegar al poder. Lula Da Silva en Brasil pierde el respaldo de
los electores, y las fricciones con el Movimiento Sin Tierra no cesan,
adems de las divisiones en el Partido de los Trabajadores, derivada por
la posicin que han tomado en el gabinete de Lula con respecto a
reformas sociales afines a los intereses neoliberales. La izquierda, pues,
cuenta con dos agentes para ser sepultada despus que consigue el
poder: la sepulta el imperialismo o se sepulta a s misma.
Es bien sabido que en la historia de Amrica Latina se han construido
proyectos polticos alternos que han desafiado en diferentes grados a las
oligarquas locales y al imperialismo norteamericano. En varias
ocasiones han conseguido la toma del poder y/o iniciado la larga
construccin de un poder popular. Pero as como han surgido y han
desafiado el stablishment, han sufrido el acoso del imperial hasta su
destruccin total, como en el caso de Chile con la Unidad Popular y la
Guatemala de Jacobo Arbenz; reducirlos polticamente, en los mejores
casos, a una primera minora electoral como al Frente Sandinista de
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Liberacin Nacional y el Frente Farabundo Mart para la Liberacin
Nacional en El Salvador.
Ante esto, histricamente la opinin pblica mexicana y latinoamericana
ha puesto particular nfasis en los casos de Chile, Nicaragua, Cuba y El
Salvador; y la solidaridad se ha expresado en la conformacin de comits
de apoyo a determinada lucha revolucionaria en el continente. Pero, a
estas alturas del partido, necesario es cuestionarnos hasta qu grado
dichos comits rebasan la lnea de la solidaridad entre los pueblos y
cundo pueden llegar a convertirse en expresiones de la vieja filantropa
burguesa.
Cuba, se ha convertido en la Numancia de Amrica, y hasta lo que ahora
se ha hecho por parte de la mayora de los pases para contrarrestar los
efectos del cerco econmico y poltico hacia la isla es expresar desde
posiciones muy cmodas el descontento y rechazo al mencionado cerco.
Dicho acoso, no slo a Cuba sino a toda Amrica, es imposible romperlo
mientras quienes gobiernan nuestros pases sigan confiando en la
buena voluntad del poderoso vecino del norte y sigan construyendo a
su vez el cerco interno y la trampa que oprime a nuestros pueblos
latinoamericanos.
Con esto queremos decir que no existe mejor solidaridad con los pueblos
de Amrica que el proponerse la toma y el ejercicio del poder por parte
de los movimientos y partidos de izquierda. Rompiendo los obstculos
internos y externos que nos pone el imperialismo y construyendo una
verdadera alternativa de poltica nacional e internacional que represente
los intereses de los pueblos de latinoamericanos.
El cerco interior lo ha comenzado a romper Venezuela y recientemente
Uruguay. Los viejos movimientos populares de izquierda no se dan por
vencidos y el desencanto del neoliberalismo es cada vez ms evidente.
La hora de los pueblos se acerca y, con ella, la hora de la Amrica toda.
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Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM, Mxico
Noviembre de 2004
Referencias
(1) Ramrez, Sergio, Ests en Nicaragua, p.39, Joan Boldo i Climent,
Editores Mxico, 1987.
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BOLVAR FRENTE A LAS CONTRADICCIONES SOCIALES Y LAS
LUCHAS DE CLASE Gabriel Vargas Martnez
Podemos empezar afirmando que el colonialismo signific el traslado a
Amrica del rgimen feudal decadente en Espaa y Portugal cuando,
durante la acumulacin primaria de capital, estas naciones ingresaban
tmidamente al nuevo orden burgus-capitalista. Tales fueron los
trescientos aos de rgimen colonial, que aislaron nuestro continente del
mundo mediante la conquista de territorios, el despojo y la sumisin del
indio a la servidumbre y la creacin de autenticas castas sociales. Pero
capacitada una nueva generacin de criollos para la administracin
pblica, y ella misma perteneciente a la oligarqua de un singular orden
neoburgus, como complemento para el cambio revolucionario, apareci
entonces la crisis social en la orgullosa monarqua espaola.
No explica la independencia suficientemente, as visto, el economicismo
que anota las contradicciones mercantiles entre la corona y sus vasallos
como razn fundamental, ni el prurito lrico del amor a la libertad que
pudieran alimentar los patricios, ni se puede desconocer tan ciegamente
que en dos lustros de lucha armada revolucionaria hubo simplemente un
cambio de guardia.
Contrariamente, creemos en general las tendencias parciales o equvocas
en la interpretacin de la independencia de Amrica se fundamentan en
que pasan sobre tan inmensa contienda como si se tratara de una guerra
contra Espaa, o una guerra civil meramente, o una lucha por ideales
intangibles, cuando es preciso reconocer que realmente fue el comienzo
de una revolucin burguesa, en la cual la secesin fue slo un aspecto,
aunque haya sido el ms importante. A pesar de todas sus deficiencias,
desde el punto de vista revolucionario, la independencia respecto de las
metrpolis coloniales signific un esfuerzo por competir con ellas en el
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establecimiento de relaciones mercantiles propias del capitalismo
mediante su implantacin en el hemisferio.
Bolvar explicaba el rgimen colonial como producto de un pacto social
entre fuerzas antagnicas, la corona de una parte y los conquistadores y
pobladores de la otra. Y caracteriz explcitamente como feudal la forma
de propiedad que se estableca mediante ese pacto. En la versin
bolivariana:
el emperador Carlos V form un pacto con los descubridores,
conquistadores y pobladores de Amrica que, como dice Guerra, es
nuestro contrato social. Los reyes de Espaa convinieron
solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo,
prohibindoles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razn
se les conceda que fuesen seores de la tierra, que organizasen la
administracin y ejerciesen la judicatura en apelacin, con otras
muchas exenciones y privilegios que seran prolijos detallar. El rey se
comprometi a no enajenar jams las provincias americanas, como
que a l no le tocaba otra jurisdiccin que la del alto dominio, siendo
una especie de propiedad feudal la que all tenan los conquistadores
para s y sus descendientes. (1)
La necesidad de cambiar el sistema feudal y con l las relaciones de
produccin e intercambio, no fueron mero capricho de clase: los
intereses de los productores y comerciantes de la Amrica Espaola
estaban de tiempo atrs comprometidos con la balanza comercial
europea y el surgimiento de la flota britnica- instrumento del imperio
comercial ms dilatado del mundo- era demasiado obvio para no dejar de
sentir su paso. La dependencia al imperio espaol era una mordaza y la
invasin napolenica fue el inesperado y codiciado pretexto para la
revolucin. Esto lo saban tambin los espaoles y por eso es frecuente
encontrar entre los polticos borbones y regalistas, y en documentos
precisos del primer decenio del siglo XIX, declaraciones
sorprendentemente claras sobre la necesidad de preservar algunas
formas de igualdad entre espaoles europeos y espaoles americanos.
Torres mismo, en su Memorial de Agravios protesta como espaol y
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descendiente de Don Pelayo, y no a nombre de mestizos o indgenas,
zambos o cuarterones.
Sin embargo, es preciso aclarar que la revolucin burguesa implcita en
las luchas de independencia no signific una genuina revolucin
capitalista, ni quiere decir que haya triunfado en toda la lnea.
Justamente cuando la oligarqua santaferea proclamaba, por boca de
Jos Acevedo y Gmez, la libertad de comercio en el contexto de una
autonoma dentro del sistema poltico espaol, Bolvar, en el primer
discurso que se le conoce, rompa tajantemente con toda forma de
subyugacin proclamando, ya en 1811:
Qu nos importa que Espaa venda a Bonaparte sus esclavos o que
los conserve, si estamos dispuestos a ser libres? Esas dudas son
tristes efectos de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos
deben prepararse en calma! Trescientos aos de calma, no bastan?
(2)
La esclavitud como expresin concentrada del modo de produccin
feudal fue, en gran medida, la piedra de toque para distinguir en los
albores del XIX a reformistas radicales. Cargada la revolucin burguesa
de nuestros primeros patriotas de un pasado lastre feudal, la aristocracia
terrateniente y los idelogos de la dominacin curas, golillas, doctores-
elementos todos de la superestructura rural principalmente,
consolidaron un formidable dique conservador resistente al cambio,
mientras la burguesa citadina, demasiado dbil para el impulso
decisivo, se vio amedrantada y bisoa ante el fortalecimiento de los
imperialismos decimonnicos.
Bueno es recordar que la lucha antiimperialista comenz en Amrica
Hispana tempranamente y con alguna ventaja a la propia que habra en
Europa ocho o diez decenios despus, cuando el surgimiento del
socialismo, porque entre nosotros se vivi la intervencin colonial,
econmica y militar, esto es, imperialista- con una continuidad cae
ininterrumpida, mientras Espaa ceda seguidamente ante Inglaterra y
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Estados Unidos. Fuimos vctimas as de los hegemonismos de fuera y de
dentro del continente a un tiempo. Todas estas circunstancias han
llevado a algunos historiadores a la conclusin precipitada de que la
lucha de liberacin nacional sostenida a comienzos del siglo XIX no fue
una autntica revolucin sino un simple rompimiento, una sucesin o un
cambio de guardia casi mecnico, de la lealtad que una a oprimidos y
opresores.
Sin embargo, los hechos fueron obvios y la verdad es que hubo una
separacin real y definitiva con respecto a Espaa, en lo administrativo,
en lo poltico, en lo comercial; se aboli la monarqua, pese a uno que
otro ensayo frustrado, y se implant el rgimen republicano aunque este
hecho no garantizara, por s solo, la instauracin de la democracia; se
propag la idea liberal, enciclopedista, laica, que golpeaba
despiadadamente el monolitismo catlico de tres siglos, aparte de que
debilit los nexos entre Iglesia y Estado; en fin, se sentaron las bases
jurdicas para abolir la esclavitud y para repartir las tierras baldas y las
abandonadas o confiscadas a los realistas, dos de las ms profundas
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reformas que implicaron para Bolvar un reto a las viejas clases e
introdujeron, con la primera, el trabajo asalariado para el ex esclavo ,
con la segunda, al cambio cualitativo del concepto de propiedad, y con
las dos, la liquidacin del sistema esclavista feudal, el ingreso al rgimen
de economa monetaria y la incorporacin al mercado mundial mediante
la libertad de comercio. Es difcil creer que estos cambios no fueron
consecuencia de la lucha armada y que no implicaron un serio trnsito
del movimiento burgus hacia el capitalismo, as no haya sido
totalmente exitoso.
El dilema social de los patriotas y de los representantes de la oligarqua
criolla era simple: no poda justificar la guerra de independencia si
segua vigente el sistema fiscal y econmico de la colonia; a su vez, no
podan introducir cambios radicales sin que sus intereses personales se
vieran afectados y corrieran las ms graves consecuencias.
As pues, la oligarqua criolla debi escoger entre hacer la revolucin o
ser su vctima; entre encabezar el cambio o seguir dependiente como en
la era colonial. No es exagerado decir que lo que sigui a los dos aos
posteriores a la independencia fue una cruenta lucha de facciones e
intereses derivados de esa disyuntiva categrica. Puede tal antagonismo
explicar el descalabro en el establecimiento del capitalismo en la
Amrica antes espaola? Ahora se pueden dar algunas razones para una
respuesta afirmativa. Bien dijo Marx que toda revolucin en la cual la
burguesa y el pueblo luchan juntos acaba siempre en una estafa.
Durante su retiro involuntario en Jamaica (1815), Bolvar tuvo la
excepcional oportunidad de analizar la composicin de clases de nuestra
Amrica y las dificultades inherentes a la revolucin. Refutando la
comn creencia de que la mayor dificultad para obtener la
independencia consiste en las diferencias de castas que componen la
poblacin de este inmenso pas, Bolvar asegura (3) que aplicando reglas
diferentes deducidas de los conocimientos positivos y de la experiencia
se podra llegar a otras conclusiones. Describe entonces a la minora de
blancos, a los indios apacibles que no desean ni acaudillar sus propias
tribus y a los esclavos negros, quienes gozando de la inaccin, vegetaban
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abandonados en las haciendas. Pero la revolucin los sac de su
marasmo: obligados a luchar a favor de sus amos realistas, aprendieron a
guerrear e incluso a desertar para pasarse al partido independentista.
All mismo afirmaba:
No ha existido una verdadera guerra de razas a pesar de Boves.
Los merodeadores son gente pobre y oprimida. Son tambin
gente de color; los opresores ricos son blancos, el conflicto
civil esencialmente econmico.
Bolvar comprendi entonces y as afirma, por primera vez, que ese
cambio de frente no se debe a cuestiones raciales, puesto que blancos
criollos y los mismos esclavos libertos que haban seguido a Boves
peleaban ahora unidos. Las contiendas domesticas de la Amrica nunca
se han originado de las diferencias de castas: ellas han nacido de la
divergencia de las opiniones polticas. An ms, desbordando el anlisis
de los recursos humanos para la liberacin, se encamina el estudio del
modo de produccin dependiente, y en la Carta de Jamaica Bolvar hace
un diagnstico de las contradicciones de clases propias del sistema
colonial, al enfrentar a los americanos,
simples consumidores y siervos propios para el trabajo, con el
estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento
de las fbricas que la misma Pennsula no posee, los privilegios
exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad,
las trabas entre provincias y provincias americanas. (4).
Fundada, pues, la teora revolucionaria en un enfrentamiento directo
entre consumidores americanos y productores espaoles, pudo Bolvar
disear una estrategia continental que opona en su conjunto Amrica a
Europa por razones polticas, pero tambin econmicas.
Este primer desdoblamiento de la ideologa bolivariana para captar la
lucha de razas como una revolucin social, poltica y econmica tendr
repercusiones inmediatas en dos momentos sucesivos de la estrategia
libertadora: la necesidad de incorporar a la guerra a las grandes masas
de explotados, particularmente a los esclavos, tan pronto tocara
23
territorio continental, como lo hizo en Venezuela, al precio de entrar en
evidente con los plantadores y dems representantes de la burguesa
agroexplotadora de la costa. Y cuando sin su apoyo se hizo difcil la
incorporacin de libertos a la guerra, bolvar debi buscar como segunda
salida la de ganarse para la causa independentista a los llaneros del
interior.
El dilema era claro; si bolvar abola la esclavitud perda fuerza en la
costa, si se apoyaba en los jinetes del llano deba recomenzar la guerra.
Aboli la esclavitud pero a la, vez tuvo la necesidad de ofrecer a los
llaneros una virtual reforma agraria, consistente en otorgarles las tierras
confiscadas a los realistas, repartir los bienes nacionales a los
combatientes e intervenir las haciendas de las zonas liberadas para
obtener recursos militares y el soporte llanero.
Una secuencia verdaderamente notable de leyes (5) con respecto a la
propiedad de los medios de produccin aparece en los aos ms difciles
de la lucha armada, particularmente en los dos aspectos ms sensibles
para la burguesa criolla, como eran la propiedad de los esclavos y el
aprovechamiento de las tierras baldas; confiscadas o abandonadas por
los derrotados realistas.
El 2 de junio de 1816 decretaba la libertad absoluta de los esclavos que
han gemido bajo el yugo espaol en los tres siglos pasados.
Simultneamente exhortaba a todo nuevo ciudadano a tomar las armas
para cumplir con el sagrado deber de defender su libertad. Los
esclavos pertenecientes a la hacienda real Ceiba Grande fueron liberados
con gran publicidad y declarados ciudadanos con desusada celebracin:
se intentaba as que el Estado sirviera de ejemplo a los hacendados
respecto al trato debido a los antiguos esclavos.
El 3 de septiembre de 1817 se promulg el primer derecho sobre
confiscacin y secuestro de bienes, en represalia a las acciones realistas
en igual sentido. Inclua dicha posicin:
todos los bienes y propiedades muebles e inmuebles de cualquiera
especie, entendindose como, propiedad-primera definicin que se
24
dio en la legislacin republicana-adems de los bienes sealados,
crditos, ttulos, derechos y acciones, y todas las propiedades del
Gobierno espaol de sus vasallos, sea cual fuere el pas de su
residencia.
El 10 de octubre siguiente un nuevo decreto reparta los bienes races e
inmuebles confiscados a los virtuosos defensores de la repblica,
cobijando desde el General en Jefe hasta el ltimo soldado. Comentando
estos decretos al general Monagas, escriba el Libertador:
Ya, pues, no habr mendigos en Venezuela, todos sern propietarios;
todos tendrn un inters en la conservacin no slo de su existencia
sino de la de su propiedad.
Aunque con diferentes en la aplicacin, estas leyes de reparto de tierras
rigieron hasta concluida la etapa armada de la revolucin, y es de
suponer que sirvieron tanto para pagar los servicios que prestaban los
llaneros en armas como para atraer nuevos militantes a la causa patriota.
Bolvar tuvo cuidado de que esas leyes no despertaban la codicia de los
militares extranjeros recin incorporados, y as lo limit el 17 de octubre
de 1817. Cuid, por otra parte, evitar despojos a los indgenas. El
Reglamento Ejecutivo del 20 de mayo de 1820 estipul claramente:
se devolver a los naturales, como propietarios legtimos, todas las
tierras que deformaban los resguardos segn ttulos, cualquiera que
sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores.
Ese mismo decreto signific algo ms que una devolucin de tierras:
pareca ms bien una ley protectora de raza aborigen y un esfuerzo
denodado para incorporar a los descendientes de indgenas al proyecto
civilizatorio republicano. En efecto, se decretaba un tributo de lo
obtenido por arrendamiento de tierras sobrantes para el pago de
maestros que ensearan a los nios de cuatro a catorce aos, primeras
letras, aritmtica, religin y los derechos y deberes del hombre y del
ciudadano; se prohiba severamente la tradicin feudal de la
servidumbre y el pago mediante servicios personales, obligando a
introducir el salario contractual:
25
ni los curas, ni los jueces polticos, ni ninguna otra persona
empleada o no podrn servirse de los naturales de ninguna manera
ni en caso alguno, sin pagarles el salario que antes estipulen en
contrato formal celebrado a presencia y consentimiento de juez
poltico
Se ordenaba que los servicios religiosos no se podan negar a los
feligreses remisos en el pago de sus derechos parroquiales, de que
estn exentos los naturales por el estipendio que da el Estado a los
curas; y en fin, homologando a los indgenas con los dems ciudadanos
libres de Colombia, se reconoca que:
pueden ir y venir con sus pasaportes, comerciar sus frutos y efectos,
llevarlos al mercado o feria que quieran, y ejercer su industria y talentos
libremente del modo que ellos elijan sin que se les impida.
En los considerandos del decreto se expuso la razn para ordenar estos
preceptos: los pueblos naturales haban sido los ms vejados, oprimidos
y degradados durante el despotismo espaol. Los decretos sociales del
Libertador en Per, particularmente el de Trujillo del 8 de abril del 24, el
de Cuzco del 4 de julio de 1825 y el de Chuquisaca del 14 de diciembre
de 1825, son bien conocidos pero deben ser nuevamente ponderados
como un esfuerzo ms para acabar con el tutelaje de los caciques y
recaudadores. Bolvar ofrece en venta las tierras del Estado, a un tercio
de su valor, y entrega en propiedad las serranas y las comunitarias,
constituyendo de esa manera un reto formidable a las pretensiones de
los terratenientes a quienes despoja de tierras mal habidas, y traza la
lnea divisoria entre los godos y nosotros.
Otros decretos del Libertador reafirmaron la propiedad de la Nacin
sobre todas las minas y yacimientos, sustentando as la propiedad
estatal. El 24 de octubre de 1829, fechado en Quito, se dispona que las
minas de cualquier clase corresponden a la Repblica, cuyo gobierno las
concede en propiedad y posesin de los ciudadanos que las pidan. Esto
fue un primer paso a la nacionalizacin de los hidrocarburos que, como
cosa paradjica, puso en vigencia las ordenanzas de Minas de Nueva
26
Espaa del 22 de mayo de 1783, propias de la reforma borbnica en
Mxico pero que no eran usuales en Nueva Granada.
Consumada la independencia de Amrica del Sur en Ayacucho, en un
difcil ajuste de tcticas para profundizar en el enfrentamiento de clases
y llevar la revolucin hasta el fin, Bolvar se ver precisado a una
desgastante lucha antioligrquica y antihegemnica casi
simultneamente. Justo los ltimos cinco aos de vida de Bolvar,
impregnados de una lcida madurez, fueron con seguridad los que ms
lo acercaron a una clara comprensin de las divergencias clasistas en
Amrica.
Seguramente cometi errores en cuanto fue centro de enconadas
pasiones de facciosos, pero no se puede negar su continuado esfuerzo
para impedir que la obra libertaria cayera en manos de sus enemigos.
Fue as como Bolvar y los revolucionarios se vieron impelidos a dar cima
a la tarea comn de los libertadores, de sentar las bases del sistema
republicano y democrtico y defenderlo de los conspiradores herederos
del sistema feudal-colonial, que ahora se consideraban a s mismos
propietarios del pas y de la independencia pero no de los ideales
libertarios de Bolvar. Ahora la nueva lucha, interna esta vez, estuvo
entre quienes queran clausurar la etapa revolucionaria porque no haba
espaoles qu perseguir , y los que desdoblaban la guerra poltica y
social en una guerra contra las oligarquas, vale decir, una guerra de
clases.
Por eso desde 1826 hasta 1830 Bolvar no slo trabaj en amojonar con
firmeza la estructura de la nueva sociedad que se debata en la dialctica
encrucijada de escoger primero entre los sistemas monrquico o
republicano y despus entre la anarqua o la dictadura, con el resultado
ya conocido, sino que debi enfrentar a la oligarqua legalista de los
neogranadinos, las conspiraciones pro-espaolas de la aristocracia
peruana, el nacionalismo estrecho y separatista de los militares
venezolanos.
27
En especial, la labor de zapa de los partidarios de Santander fue eficaz:
posesionados del Congreso nulificaban la guerra que hacia Bolvar en el
Sur, saboteaban las instrucciones y decretos abolicionistas de la
esclavitud, dilapidaban los emprstitos extranjeros conseguidos con
duras condiciones, conspiraban con ministros de legaciones extranjeras
para la eliminacin fsica del Libertador, hacan caso omiso de los
decretos que daban tierras a los indios, miraban con displicencia las
rdenes que restituan a la nacin las riquezas del subsuelo o
manipulaban para que los Congresos de Plenipotenciarios de Panam y
Tacubaya, concebidos como alternativa bolivariana al monrosmo
yanqui, fueran apenas cobertura para la penetracin de la ideologa
norteamericana en el continente. Empeados en suprimir la obra
libertaria de Bolvar porque su misin de soldado haban quedado
cumplida con creces y ahora deban gobernar los magistrados, nada
corrobora tanto el empeo revolucionario del Libertador que la obsesiva
conspiracin de la burguesa criolla por suprimirlo de la vida pblica.
Que Bolvar entenda el alcance social de la revolucin de independencia
y que presenta la continuacin de una obligada confrontacin de clases
es algo que se puede deducir despus de nuevas lecturas de sus propios
documentos. Comprenda entonces que la liberacin poltica no sera
completo sin un cambio cualitativo en la sociedad, donde desapareciera
el cacique al servicio de la explotacin y se desarrollara una democracia
para el pueblo y no slo para las castas oligrquicas de magnates, curas
y doctores; en donde los esclavos sacudieran la secular opresin y la
aristocracia europeizante se viera obligada a ceder ante el
desbordamiento social de las masas populares.
En el Diario de Bucaramanga, dos aos antes de morir, Bolvar le confes
a Per de la Croix:
Aquellas noticias condujeron a Bolvar a repetir lo que le hemos odo
decir muchas veces, a saber: probar el estado de esclavitud en que se
hallaba el pueblo; probar que sta no slo bajo el yugo de los
alcaldes y curas de los parroquias, sino tambin bajo el de los tres o
cuatro magnates que hay en cada una de ellas, que en las ciudades es
28
lo mismo, con la diferencia de que los daos son ms numerosos
porque se aumentan con muchos clrigos y doctores; que la libertad
y las garantas son slo para aquellos hombres y para los ricos, y
nunca para los pueblos, cuya esclavitud es peor que la de los mismos
indios; que esclavos a bajo la Constitucin de Ccuta y esclavos
quedaran bajo la constitucin ms liberal; que en Colombia hay una
aristocracia de ttulos, y de nacimiento ms desptica de Europa ;
que en aquella aristocracia entran tambin los clrigos y doctores,
los abogados, los militares y los demagogos; pues aunque hablan de
libertad y de garantas, es para ellos solos para lo que las quieren y
no para el pueblo que, segn ellos, debe continuar bajo su
proteccin; quieren la igualdad para elevarse y ser iguales con los
ms caracterizados, pero no para nivelarse ellos con los individuos
de las clases inferiores de la sociedad; a stos los quieren considerar
siempre como sus siervos a pesar de sus alardes de demagogia y
liberalismo. (6)
En el prrafo transcrito, del que no sobra ni una palabra, se puede leer
un diagnostico social de la poca pronunciando no slo por uno de sus
egregios capitanes, sino por un perspicaz crtico. Parecidamente, cuenta
Ricardo Palma, el ameno tradicionista peruano poco afecto a Bolvar, que
la aristocracia limea resentida por la ejecucin del vizconde de San
Dons, se vio comprometida a asistir a algn sarao el da siguiente y que
Bolvar, viendo a algunos de ellos contritos, le pregunt con no poca
irona al marqus de Villafuerte: Muy calladito est Ud., seor: acaso le
entristece el saber que la aristocracia hizo ayer muy mal papel en la
plaza? (7)
Quemante interrogacin encaminada a mostrar un poltico desprecio por
esa clase social que tanto hizo para sabotear la independencia
aduendose de la libertad conquistada. Ancdota, por supuesto, pero
significativa en un libertador que para serlo haba dejado de ser
mantuano.
Si bien bolvar am la gloria y la fama, como militar y estadista de xito,
en ningn momento es imputable ese sentimiento a vanidad personal o
vulgares apetitos de poder. Muchas veces renunci a los altos cargos
29
pblicos y otras tantas veces el pueblo lo ungi para el liderazgo. Es
cierto que las revoluciones necesitan caudillos que las interpreten y las
impulse, que frenen las ambiciones de liderzuelos y conciten la unidad
nacional. Bolvar fue caudillo, y grande. Pero no fue caudillo irracional,
sino que, imbuido de conciencia determinista, bien pudo decir ante el
Congreso de Angostura en 1819 con dialctica definicin:
Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han
dirigido la marcha de nuestros sucesos; atriburmelos no sera justo,
y sera darme una importancia que no merezco. Queris conocer los
autores de los acontecimientos pasados y del orden actual?
Consultad los anales de Espaa, de Amrica, de Venezuela: examinad
las leyes de Indias, el rgimen de los antiguos mandatarios, la
influencia de la religin y del dominio extranjero; observad los
primeros actos del gobierno republicano, la ferocidad del enemigo y
el carcter nacional. No me preguntis sobre los efectos de estos
trastornos para siempre lamentables. Apenas puede suponrseme
simple instrumento de los grandes mviles que han obrado sobre
Venezuela. (8)
En 1828 dir Bucaramanga, con pleno nfasis:
Dejemos a los supersticiosos creer que es la Providencia la que me ha
enviado a redimir a Colombia. Las circunstancias, mi genio, mi
carcter, mis pasiones, me pusieron en el camino (9).
Bolvar fue un revolucionario cabal durante los veinte aos de su vida
pblica, enfrentndose a los moderados separatistas de 1810, a los
conciliadores de 1812 y a los derrotistas de 1816, a los aristcratas de
1825 y a los monroistas de 1826, a los leguleyos de 1827 y a los
conspiradores de 1828, a sus enemigos de 1830; luchando contra los
realistas peninsulares y contra las oligarquas criollas, buscando la
unidad de los americanos para romper con los espaoles en 1813 cuando
la guerra a muerte, o la unidad de los pueblos indgenas para hacer los
cambios sociales en el llano en 1814 y en la sierra peruana en 1825;
concitando la unidad del continente para romper con el tutelaje que se le
quera imponer por parte del monrosmo y dejando inconclusa una
enorme tarea por realizar, que es y debe ser el afn de nuestros pueblos
30
y que encarna justamente la razn de la vigencia y actualidad del
pensamiento bolivariano.
Referencias
(1) Bolvar, Simn: (Carta de Jamaica 6 Sept., 1815) Obras completas,
Editorial Lex, La Habana, 1950, Tomo 1, pg.166.
(2) Bolvar, Simn: Discurso en la Sociedad Patritica de Caracas, 4 de
julio 1811. Obras completas, Tomo III, pg.535.
(3) Bolvar, Simn: Obras completas, Tomo m, pg.535: Carta al
Redactor de la Gaceta Real de Jamaica, Sept. 1815, Obras completas,
Tomo 1, pg.165.
(4) Bolvar, Simn: Carta de Jamaica, 6 Sept.1815, Obras completas,
Tomo 1, pg.165.
(5) Bolvar, Simn: Decretos, del libertador. Biblioteca de autores y
Temas Mirandinos, los Teques, 1983 (3 tomos)
(6) Per de la Croix, Luis: Diario de Bucaramanga, o vida pblica y
privada del Libertador Simn Bolvar. Librera Colombiana, Bogot, 1945,
pg.136.
(7) Nez, Estuardo: (compilador) Bolvar, Ayacucho y los
tradicionistas peruanos. Lima, pg.73.
(8) Bolvar, Simn: Discurso del 15 de febrero de 1819 en Angostura,
Obras Completas, Tomo III, pg.675.
(9) Per de la Croix, Luis: Diario de Bucaramanga, Bogot, 1945, pg.
60.
31
LA LUCHA IDEOLGICA EN TORNO A LA PERSONALIDAD DE BOLVAR
Anatoli Shulgovski
Una aguda lucha en torno al papel desempeado por Bolvar en el
devenir de la independencia de los Estados americanos se desenvolvi
todava en vida de aquel. Sus enemigos lo calificaron de tirano y
usurpador, comparndolo con Napolen. Empez a elaborarse un
estereotipo propio, cuando el elevado nivel de elogios a bolvar por parte
de algunos bigrafos denoto una bsqueda de rasgos semejantes a los
del emperador francs.
Estos clichs y estereotipos impidieron valorar correctamente la
dimensin de la personalidad de Bolvar y de su significado histrico,
penetrar en su mundo espiritual, tener conciencia del verdadero bro de
su actividad histrica. Esto no poda por menos turbar y alarmar a los
representantes de su generacin, que se consider como continuadora
inmediata de la causa de Bolvar y de otros dirigentes y hroes de la
revolucin liberadora.
Reflexionando sobre el significado de Bolvar para los pueblos
latinoamericanos, en su famoso libro Facundo (1845), el argentino
Domingo Faustino Sarmiento escribi que en las biografas se reconoce
el talento e incluso el genio de Bolvar. Sin embargo, Sarmiento anot con
perspicacia que en muchas de ellas:
he visto al general europeo, a los mariscales del imperio, a un
Napolen menos colosal, pero no he visto al caudillo americano, al
jefe de un levantamiento de masas () Bolvar, al verdadero Bolvar
no lo conoce ahora el mundo, y es muy probable que cuando lo
32
traduzcan a su idioma natal aparezca ms grande y ms
sorprendente an. (1)
Simn Rodrguez y Andrs Bello comenzaron a traducir su accin a la
lengua materna. Su amigo y maestro Simn Rodrguez (1771-1845) fue
un hombre a quien sus contemporneos, por la dimensin de su
personalidad, su valor, su profundidad y escala de ideas compararon con
Saint-Simon, Fourier y Owen. Todava en vida de Bolvar, public un libro
sorprendente por la profundidad y originalidad de ideas, bajo la
memorable dominacin de la defensa de bolvar. Defensa del libertador
del medio da de Amrica y de sus compaeros de armas, por un amigo
de la causa social: Rodrguez caracteriz a Bolvar como jefe popular
republicano convencido, revolucionario, quien al investirse de poderes
extraordinarios inclusive dictatoriales, lo haca en nombre de la defensa
y consolidacin de las conquistas de la revolucin liberadora y de la
ejecucin de las reformas sociales.
Refutando las acostumbradas acusaciones a Bolvar con motivo de sus
supuestas aspiraciones a erigirse en el Napolen americano, Simn
Rodrguez escribi con indignacin que tal comparacin haba sido
inventada desde el principio hasta el fin. Napolen Bonaparte pas por el
sendero general republicano hasta convertirse en enemigo de la libertad,
en emperador cubierto de halagos palaciegos. En cambio Bolvar, en las
palabras de Rodrguez, encabez la guerra de independencia, fund la
repblica y permaneci fiel a los ideales de la libertad. Al ejrcito
napolenico, que combati por una causa injusta Rodrguez contrapuso
el ejrcito de Bolvar, animado por elevados ideales, en bien de los
cuales realizo hazaas sin precedentes. (2)
En Bolvar, Rodrguez vio un estadista que no solamente estaba creando
estados, sino que se esforzaba tambin por orientar su desarrollo por el
camino de una nueva filosofa social. Ardiente partidario de las ideas
del socialismo utpico, Rodrguez expreso la esencia de ese pensamiento
en su conocida frmula de pensar cada uno en todos para que todos
piensen en uno (3) contrapuesta segn sus palabras, a la hipcrita
formula cada uno para s y Dios para todos. (4)
33
Andrs Bello (1781-1865), cuyo trabajo tirnico en el campo de la cultura
y de la ilustracin le granje la gloria inmemorial de libertador
espiritual, llamo a Bolvar dirigente estatal, sabio y clarividente, que
irrumpe violentamente en las inexploradas esferas de la estructura y
forma del Estado, as como la de gobierno, rechazando toda copia
mecnica de constituciones polticas extranjeras, reflexionando sobre la
forma de garantizar una verdadera libertad para los jvenes Estados
latinoamericanos, no limitndose a una repeticin de los viejos
principios filosficos y polticos. (5)
La evolucin de las valoraciones marxistas sobre la personalidad de
Simn Bolvar tiene su propia historia. En el curso de un largo periodo de
tiempo, en tales valoraciones ejercieron influencia los juicios de Carlos
Marx sobre Bolvar expuestos en el articulo Bolvar y Ponte escrito a
comienzos de 1858.
En ese tiempo, Marx no dispona de fuentes slidas y se vio obligado a
utilizar libros y memorias de personas que por una serie de causas
estaban predispuestas contra el libertador y se dedicaban a veces simple
y llanamente a la calumnia y la falsificacin. Tal ocurri, por ejemplo
con las memorias del francs Ducoudray-Holstein y del ingls Hippisly.
Todo ello imprimi su huella, influyendo en el contenido del artculo de
Marx y en su calificacin de la personalidad de Bolvar. Ella fue en
general negativa, Bolvar era representado como un separatista criollo
inconsecuente y en extremo irresoluto en su accin, ambicioso adems
de poder personal a imitacin de Napolen. (6) En la valoracin de la
actividad bolivariana por Marx jug un papel no despreciable la lucha
contra el bonapartismo, as como el hecho de que en los trabajos del
enemigo del libertador se le dibujaba como obsesionado por las ideas del
bonapartismo. (7)
En una u otra medida estas valoraciones se reprodujeron en
investigaciones marxistas extranjeras y en alguna de investigadores
soviticos.
34
Esta circunstancia fue utilizada como pretexto por los opositores del
marxismo y del socialismo cientfico par especulaciones ideolgicas y
polticas de especie diversa. Unos afirmaban que se trataba de una
negacin general del marxismo del papel de la personalidad de la
historia, al ignorar los valores morales esenciales y reducir el proceso
histrico a un cruel y unilateral determinismo econmico. Otros llegaron
incluso a formular la existencia de cierto odio estratgico sovitico
hacia Bolvar, argumentando para ello que el Libertador haba
intervenido acerbamente contra la poltica expansionista de la autocracia
zarista, como si la Unin Sovitica continuara tal poltica. (8)
Sin embargo, la dialctica inmanente e inherente al mismo marxismo y el
enfoque histrico-concreto de un problema como el del papel de la
personalidad en la historia predeterminaron la evolucin lgica de las
valoraciones marxistas de la personalidad de Simn Bolvar.
Gran papel en el enfoque creador del significado de Bolvar jug el
ensayo Sobre la estela del Libertador, escrito en 1942 por el dirigente
comunista colombiano Gilberto Vieira. En las pginas de ese trabajo
Bolvar fue caracterizado como el hombre que encabez la revolucin
liberadora de los pueblos de Amrica Latina, y la condujo hasta la
victoria final. (9)
En la superacin de las equivocadas
apreciaciones del juego bolivariano
tuvieron tambin destacada actuacin
los pronunciamientos de los
latinoamericanistas soviticos en las
pginas de la revista Cuestiones de
Historia (Numero 11,1956), aportes
ellos altamente valorados por la
opinin pblica democrtica
latinoamericana. Los cientficos
soviticos subrayaron la sobresaliente
actuacin de Bolvar en la liberacin de los pueblos de Amrica Latina,
sealando que por sus aspiraciones e ideales estuvo
35
inconmensurablemente por encima de los representantes de la clase de
cuyas filas sali. (10)
Importante significado para la interpretacin marxista de la vida y lucha
de Bolvar tuvieron los trabajos de I. R. Lavretski, que han merecido en
espaol.
A medida que se profundiza la investigacin del complejo de problemas
relacionados con la vida y la actividad de Bolvar, se descubren nuevos
rasgos de su personalidad, y la consonancia de sus ideas con nuestro
tiempo se revela con la fuerza de los argumentos incontrovertibles.
Creemos en el Bolvar de masas-se dice en la resolucin del XIII
Congreso del Partido Comunista Colombiano-, el que soport durante
15 aos al nivel de sus soldados, los rigores de un naciente ejrcito
de pobres que fraterniz material y espiritualmente con pardos,
esclavos e indios. Que desbord a su propia clase social al bregar
porque la liberacin de la patria trajese la liberacin de los hombres
y la devolucin de tierras a los despojados. Que imagin una guerra
de independencia de contenido social con formas y estilo
americanos. Que amas una concepcin de democracia no con
teoras abstractas, sino con las esencias de la Amrica en marcha.
(11)
Referencias
(1) Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Mxico, 1957, p.36.
(2) Simn Rodrguez, Obras completas, Caracas, 1975, tomo 2, p.353.
(3) Ibd., Tomo 1, p.228.
(4) Ibd., Tomo 2, p.126.
(5) Estas ideas fueron expresadas por Bello en su famosa carta a
Bolvar (21.3.1827). En ella apoyo a Bolvar en la creacin de un fuerte
Estado centralizado, basado en los elevados principios patriticos y
morales de la justicia social (E. Orrego Vicua, Don Andrs Bello, Santiago
de Chile, 1953, p.461)
(6) C. Marx, F. Engels, Obras, Tomo II, parte segunda, p.618 a 630.
36
(7) En los comentarios al artculo de Marx en las Obras, el instituto de
Marxismo Leninismo se detuvo particularmente en el anlisis de las
causas que predeterminaron en general una relacin negativa a Marx a
Bolvar (ibd., p. 753 a 757).
(8) Ver: A. Brice, Bolvar visto por Carlos Marx, Caracas, 1961. Jess
Antonio Cova. El Libertador y el odio sovitico en Historia de la
historiografa, Caracas, 1961.
(9) Voz proletaria, suplemento 18,12, 1980.
(10) M. Alperovich, V. Ermolayev, J. Labretski, S. Semionov, Sobre la
Guerra de liberacin de las colonias espaolas de Amrica en Cuestiones
de Historia, 1956, Numero 11.
(11) Voz proletaria, 13, 11, 1980.
37
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