Breve Manual de Doctrina
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Breve Manual de Doctrina CristianaPublicado el 5 diciembre, 2011 de Chucho Hurtado
Este es un breve, sencillo y humilde trabajo de investigación acerca de sólo algunas de las doctrinas cristianas.
El lector puede consultar a profundidad amplia literatura al respecto de cada una de las doctrinas aquí
presentadas.
Sea de utilidad este breve manual de doctrina cristiana para todo aquel que busca conocer acerca de los pilares
de la fe. Sirva también para compartirlo con otros creyentes, pero especialmente, sirva este trabajo de
investigación como una forma de que el lector crezca en su relación con Dios, a través del Señor Jesucristo.
BIBLIOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. BIBLIOLOGÍA Y REVELACIÓN III. ORIGEN Y NATURALEZA DE LA BIBLIA IV. INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA V. AUTORIDAD DE LA BIBLIA VI. EL CANON DE LA BIBLIA VII. CONCLUSIÓN TEOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. LA EXISTENCIA DE DIOS III. CREENCIAS ERRÓNEAS ACERCA DE DIOS IV. NATURALEZA Y ATRIBUTOS DE DIOS A. Atributos Absolutos de Dios B. Atributos Relativos de Dios V. LOS NOMBRES DIVINOS VI. CONCLUSIÓN HISTORICIDAD DE JESÚS I. INTRODUCCIÓN II. LAS GENEALOGÍAS DE JESÚS III. JESÚS EN EL IMPERIO ROMANO IV. LA SITUACIÓN POLÍTICA EN PALESTINA V. LOS CUATRO HERODES VI. LOS CINCO PASOS EN LA VIDA DE JESÚS VII. CONCLUSIÓN PNEUMATOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CREYENTE III. LOS PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO IV. LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO V. LA DEIDAD DEL ESPÍRITU SANTO VI. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU SANTO EN EL INCRÉDULO VII. LA TRINIDAD
VIII. CONCLUSIÓN ANGELOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. LA NATURALEZA DE LOS ÁNGELES III. LA CLASIFICACIÓN DE LOS ÁNGELES IV. EL MINISTERIO DE LOS ÁNGELES V. LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES VI. EL ORIGEN Y LA NATURALEZA DE SATANÁS VII. EL MINISTERIO DE SATANÁS Y DE LOS ÁNGELES CAÍDOS VIII. ¿CÓMO VENCER A SATANÁS? IX. LA EXISTENCIA DE LOS DEMONIOS Y LA POSESIÓN DEMONÍACA X. CONCLUSIÓN COSMOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. DEFINICIONES III. EL RELATO DE LA CREACIÓN IV. LA DOCTRINA DE LA CREACIÓN V. LOS ELEMENTOS DE LA PROVIDENCIA VI. CONCLUSIÓN ANTROPOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. EL ORIGEN DEL HOMBRE III. LA UNIDAD DE LA RAZA HUMANA IV. LA NATURALEZA DEL HOMBRE V. EL ORIGEN DEL ALMA VI. CONCLUSIÓN HAMARTEOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS III. LA NATURALEZA DEL PECADO IV. LA IMPUTACIÓN DEL PECADO V. LA DEPRAVACIÓN TOTAL VI. CONCLUSIÓN CRISTOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS Y DESARROLLO DE LA CRISTOLOGÍA III. FACTORES ESENCIALES PARA COMPRENDER LA PERSONA DE CRISTO IV. JESÚS COMO HIJO DEL HOMBRE V. JESÚS COMO HIJO DE DIOS VI. LA ENCARNACIÓN DE CRISTO VII. LA KENOSIS DE CRISTO
VIII. RESURRECCIÓN Y ASCENCIÓN DE CRISTO IX. CONCLUSIÓN SOTERIOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS III. LA TEOLOGÍA DE LA EXPIACIÓN IV. LAS TEORÍAS DE LA EXPIACIÓN V. LAS DOS CONDICIONES Y LOS TRES ASPECTOS DE LA SALVACIÓN VI. EL ALCANCE (LOS LÍMITES) DE LA EXPIACIÓN VII. CONCLUSIÓN ECLESIOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. LA IGLESIA, SU PROPÓSITO Y SUS CARACTERÍSTICAS III. FORMAS DE GOBIERNO ECLESIÁSTICO IV. EL BAUTISMO V. LA CENA DEL SEÑOR VI. CONCLUSIÓN ESCATOLOGÍA I. INTRODUCCIÓN II. DEFINICIÓN DE ESCATOLOGÍA III. LA MUERTE, LA RESURRECCIÓN Y EL JUICIO IV. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO V. POSTURAS DOCTRINALES VI. CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN
“BREVE MANUAL DE DOCTRINA CRISTIANA”
BIBLIOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
La Iglesia ha sido portadora de la verdad a través de las edades. Desde el primer siglo, ha
esgrimido la poderosa luz del evangelio para compartirla con el mundo. “La Iglesia del Dios
Viviente, columna y baluarte de la verdad” (1era. de Timoteo 3:15) se ha sostenido firme a pesar
de los embates ideológicos en su contra.
Sin embargo, la ola de sectas que han invadido con fuerza la escena contemporánea, a partir del
siglo XX, han puesto a la Iglesia de cara a retos nuevos y diferentes. El estudio de las doctrinas
fundamentales del cristianismo bíblico, ha pasado de ser una sugerencia, a ser una exigencia para
todo creyente verdadero.
Es por ello la urgente necesidad de una correcta enseñanza en cuanto a las verdades doctrinales
de nuestra fe. Cada individuo integrante del Cuerpo de Cristo, debe conocer de manera sólida y
clara, las verdades que en el pasado han sido reveladas, que hoy continúan vigentes y que jamás
serán abandonadas por la verdadera Iglesia.
Aún cuando existen grandes obras acerca del tema, esta sección del manual, intenta expresar de
forma sencilla, la verdad doctrinal con respecto a la Biblia como la Palabra de Dios. Es ella, sin
lugar a dudas, única norma de fe y conducta para todo creyente legítimo. Que el lector encuentre
este humilde esfuerzo, útil para su comprensión de la doctrina de la “Bibliología”, esencial en la fe
cristiana. Que le conduzca a un amor renovado por el glorioso Señor y su Divina Palabra.
II. BIBLIOLOGÍA Y REVELACIÓN
Dios, en su infinita soberanía, gracia y amor, ha decidido revelarse a los hombres. La
humanidad, necesita que Dios quiera mostrarse, pues de otra forma estaría incapacitado en
conocerle. Dios se revela al hombre, y le da a éste los medios necesarios para poder atender a
dicha revelación.[1]
Dios se ha revelado de diferentes formas, de manera gradual y progresiva, y también de forma
unitaria y con propósito a lo largo de la historia de la humanidad.[2] Primeramente se ha revelado
a los hombres mediante una “revelación general” (Hechos 14:17, Romanos 1:19-20, etc.) a través
de la creación, de la conciencia humana, del sentido del bien y del mal, del sentido de la vida
después de la muerte, etc.
También Dios se ha dado a conocer a través de una “revelación en la Biblia” donde los escritores,
inspirados por el Espíritu Santo, plasmaron en el Antiguo y Nuevo Testamentos, el carácter,
propósitos y hechos poderosos de Dios para darlos a conocer al hombre [3] (2da. de Pedro 1:21).
Finalmente, la revelación de Dios al hombre alcanzó su pleno y máximo nivel en Jesucristo mismo
(Hebreos 1:1-2, Juan 14:9).
La Bibliología puede entenderse como el estudio de la Biblia como revelación de Dios al hombre.
Analiza aspectos como su Naturaleza, su Origen, su Inspiración, su Autoridad y su Canon.
Al reconocer que la Biblia no sólo “contiene” la Palabra de Dios, sino que “es” la Palabra de Dios
[4] ha de considerarse el estudio de la revelación de Dios en la Biblia, como el estudio de la
revelación de Dios mismo antes que doctrinas o verdades acerca de Dios. [5]
III. ORIGEN Y NATURALEZA DE LA BIBLIA
La Biblia tiene un origen sobrenatural y su naturaleza es divina. [6] Los autores de la Escritura en
varias ocasiones reconocieron que lo que decían o escribían tenía origen divino. Incluso, cuando
alguien reproducía un mensaje pretendiendo ser de origen divino, y no lo era, se condenaba con la
muerte (Deuteronomio 18:20).
Tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamento, los escritores bíblicos no
atribuían sus mensajes a un origen humano. Ellos afirmaron que hablaban las palabras que el
Espíritu de Dios les había dicho que hablasen.
Esto convierte a la Biblia, en su origen y naturaleza, como un texto único en la historia de la
humanidad. Es la Palabra de Dios. De principio a fin, y en todas sus partes, es de origen divino
(2da. de Timoteo 3:16).
Lutero afirmaba: “Tienes que tratar la Escritura de tal modo que pienses exactamente como Dios
mismo ha hablado” y “La Sagrada Escritura no nació en la tierra”. [7] Aún cuando está escrita en
lenguaje humano y es accesible para el hombre, el origen y la naturaleza de la Escritura es divino
(2da. de Pedro 1:21), de tal forma que es exenta de error en todas sus partes e infalible en todas
sus declaraciones, debido que su Autor, Dios mismo, es Infalible. [8] Mateo 5:18 y 24:35 confirma
la Eternidad y la Infalibilidad de las Escrituras.
IV. INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA
“Theopneustos” o “exhalado por Dios”, es el significado que el apóstol Pablo adjudica a la
Escritura. [9] Esta inspiración da cuenta de la forma sobrenatural en que la Escritura fue dada a
los hombres.
La inspiración plenaria observa que la totalidad de la Escritura, no sólo las doctrinas esenciales,
fue inspirada por Dios. La inspiración verbal dicta que no sólo hubo una “inspiración de
pensamientos” o “iluminación”, sino también una guía verbal acerca de las palabras correctas que
los escritores bíblicos debían plasmar.
La inspiración voluntaria e inteligente defiende el hecho de que los autores colaboraron “gustosa,
voluntaria e inteligentemente” en la elaboración de la Escritura y no actuaron como meros
autómatas ignorantes y sin voluntad. [10]
V. AUTORIDAD DE LA BIBLIA
“Entiéndese por la autoridad divina de la Sagrada Escritura la cualidad peculiar de la Biblia,
según cual ésta, como la Palabra verdadera de Dios, exige obediencia de todos los hombres y es y
permanece la única fuente y norma de la fe y vida.” [11]
Aunque la autoridad de la Biblia es inherente a ella, puede ser evaluada mediante métodos de
comprobación internos o métodos de comprobación externos. Algunos de los métodos internos de
comprobación de su divina autoridad, son la predicción y cumplimiento de las profecías señaladas
(Hechos 10:43); su uniformidad y armonía a pesar de la variedad de escritores, tiempos y lugares
(Lucas 24:27); los milagros realizados para la comprobación del mensaje (Hebreos 2:4); la
relación entre Antiguo y Nuevo Testamento; etc. [12]
Los métodos externos de comprobación pueden ser la razón misma, los efectos que la Escritura
tiene en los hombres regenerados por ella, la aceptación de la Iglesia misma, etc. [13] El efecto
que la Escritura tiene en el hombre, es en sí mismo, una demostración de la autoridad que tiene la
Biblia como inspiración divina a los hombres (Hebreos 4:12). Su autoridad es confirmada, de este
modo, en la experiencia humana misma de aquellos a quienes la Palabra es expuesta.
VI. EL CANON DE LA BIBLIA
La palabra griega “kanon” significa “regla o vara de medición”. [14] Se le llama libros canónicos a
aquellos libros que mediante una prueba determinada, se ha reconocido su autenticidad
divinamente inspirada.
En el caso del Antiguo Testamento, el canon fue formado por la tradición judía y corroborado en el
concilio de Jamnia (90 a.C.)[15] Jesús mismo utilizó dicho canon (Lucas 24:27, 44). Para los
escritos del Nuevo Testamento, el canon fue determinado por el carácter apostólico de los escritos
y por la aprobación de la Iglesia principalmente. [16]
Una vez establecido este canon, se puede concluir que las Escrituras como se conocen hoy,
“contienen todo lo necesario para la salvación; de modo que no ha de requerirse de ningún
hombre que crea como artículo de fe lo que no se halla en ellas, ni sea probado por las
mismas”[17] Esto contribuye de manera significativa a su carácter autoritativo mediante la
aceptación que la Iglesia, bajo la dirección del Espíritu Santo, tuvo para con los documentos
sagrados.
Es así que la Escritura en su canon, es perfecta e inalterable en contenido. Es de igual forma
suficiente y final. La misma Escritura afirma que no existe otra revelación que pueda ser dada al
hombre además de la que ya se ha dado y ha sido confirmada por el Espíritu Santo en la Iglesia
(Gálatas 1: 7-9).
VII. CONCLUSIÓN
La Bibliología brinda un acercamiento profundo a la Escritura, analizando entre otras
cosas, su Naturaleza, su Origen, su Inspiración, su Autoridad y su Canon.
Se puede concluir sin lugar a dudas, el origen divino y sobrenatural de la Biblia; su inspiración
verbal, plenaria e infalible. La Escritura toma su autoridad de su mismo origen divino, siendo
comprobado por evidencias internas y externas, y resultando ser la máxima norma de fe y
conducta para el creyente. Su canon fue divinamente supervisado y aceptado por la Iglesia.
Es por ello, que este “libro” compuesto de 66 libros (39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo
Testamento), escrito en un período aproximado de 1600 años por 40 autores diferentes, en 3
continentes y 3 idiomas, es sin lugar a dudas, la Palabra de Dios para los hombres.
TEOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
El ser humano busca a Dios. A lo largo de las edades, el hombre ha anhelado intensamente
conocer a Dios, pues en su interior intuye que existe “algo” más allá del mundo físico y su corazón
busca conocer ese “algo”.
No ha existido civilización alguna, que de alguna u otra forma no haya intentado el acercamiento a
lo sobrenatural para dar explicación a su origen y destino, o a fenómenos naturales, ligando esta
búsqueda a la noción de la existencia de un ser que va más allá de los límites de materia, tiempo y
espacio. Así que esta “travesía” para “encontrar” a Dios ha sido una constante a lo largo de la
historia.
La Teología, definida sencilla y literalmente como el “estudio de Dios”, es la doctrina cristiana que
da respuesta a dicha búsqueda del hombre. En la Teología se encuentra no sólo a Dios, sino
también todo aquello que Él ha revelado al hombre como parte esencial de su carácter, reflejado
en sus actos y dichos.
Sirva pues esta pequeña investigación dentro del manual, como un breve estudio de la doctrina de
la Teología como el estudio de Dios, sabiendo el lector que “estudiar a Dios”, es una tarea que
requiere ser abordada con la mayor seriedad, cautela y reverencia posible, dada la Dignidad y
Valía del motivo de estudio: el Eterno Dios (Proverbios 30: 1-5 y Jeremías 29:13).
II. LA EXISTENCIA DE DIOS
La existencia de Dios forma parte de las verdades absolutas, primarias y fundamentales
no sólo de la doctrina cristiana, sino del mismo ser humano. Esta “verdad primitiva” o “intuición
racional” de la existencia de Dios ha sido ampliamente vista en todas las partes del mundo y en
todas las épocas de la humanidad. [18] Es por ello que la Escritura da por sentada la existencia
de Dios sin ninguna intención de demostrar lo que se establece como un hecho básico e
innegable. La Biblia comienza con la aseveración verdadera de la existencia de Dios como la
plataforma básica de donde parte el estudio de Dios, y sin dejar lugar a la duda de dicha
afirmación.
Aún así, existen argumentos válidos que confirman la verdad de la existencia de Dios, aún cuando
estos elementos confirmatorios no sean requeridos para validar la existencia de la Divinidad.
Algunos de estos argumentos válidos son: el argumento cosmológico, estipulando que toda cosa
que comienza a existir, es el efecto de una causa, por tanto, el universo todo tiene una causa que
lo originó (Dios); el argumento teleológico, que establece la observación del orden en todo lo
creado, siendo necesario por ello un “diseñador inteligente” (Dios) artífice de tal orden en todo lo
creado. El argumento antropológico, que estudia la naturaleza mental y moral del hombre debida
a un “ser moral” (Dios) que necesariamente tuvo que dotar de ello al ser humano. [19]
El argumento ontológico o de las ideas abstractas, refiere a la existencia del atributo de la
perfección. Muchos filósofos como Anselmo o Descartes, plantean la existencia de la idea de lo
perfecto, lo cual apunta directamente a Dios mismo como fuente de lo perfecto. [20]
Existe también el argumento histórico, que destaca una “fuerza y providencia” (Dios) que rigen el
destino de la historia de la humanidad. El argumento basado en la creencia universal enfatiza lo
apuntado con anterioridad: el hombre a lo largo de la historia ha creído en un Ser Superior,
afirmando que la creencia en Dios, es universal. [21]
III. CREENCIAS ERRÓNEAS ACERCA DE DIOS
A pesar de las evidencias contundentes a favor de la existencia de Dios, existen creencias
erróneas con respecto a Dios y a Su Persona.
El ateísmo se considera la creencia que niega la existencia de Dios. El politeísmo asegura la
existencia de muchos dioses. El materialismo solamente considera verdadera la materia y la
energía, negando la existencia del alma, la inmortalidad ni lo espiritual. El panteísmo es la
creencia que no distingue entre lo creado y Dios, siendo todo Dios y Dios en todo. [22]
El deísmo cree en la existencia de un Ser Creador Personal, pero después de haber creado todo,
estableció leyes que regulen el funcionamiento de lo creado y se alejó de su creación, dejando su
gobierno a las leyes de la naturaleza. El pesimismo es la creencia que enseña que la existencia de
todo lo creado es lo suficientemente mala como para desear preferiblemente su inexistencia. La
evolución ateísta arguye que no existe Dios, y que lo creado se debe tan solo a puras fuerzas
naturales (materia y energía) que son eternas. El agnosticismo declara la incapacidad de saber si
existe o no una Deidad. [23]
IV. NATURALEZA Y ATRIBUTOS DE DIOS
Para comenzar a hablar de la naturaleza y los atributos de Dios, es necesario definir lo
que se entiende por “Dios”. Para ello, se requiere de hacer uso de varias definiciones que
expresen con mayor claridad lo que defina el concepto de Dios. Como se notará, tanto la
definición de Dios, como su naturaleza y sus atributos, son inseparables. Difícilmente se puede
definir a Dios sin hacer uso de las descripciones mismas de la naturaleza y atributos de su Ser.
Según el catecismo de Westminster, “Dios es espíritu, infinito, eterno e inmutable en su ser,
sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad.” [24]
Otra definición declara:
“Dios es el supremo espíritu personal; perfecto en todos sus atributos; quien es la fuente, el sostén
y el fin del universo; quien lo guía conforme al propósito sabio, recto, y amante, revelado en
Jesucristo; quien mora en todas las cosas mediante su Santo Espíritu, procurando siempre
transformarlas conforme a su propia voluntad y traerlas a su reino.” [25]
Dios también es “el Espíritu infinito y perfecto, en quien todas las cosas tienen su origen, sostén y
fin” o “el Espíritu personal, perfectamente bueno, que en amor santo crea, sostiene y ordena
todo”. [26]
Así pues, los atributos de Dios son las cualidades constitutivas de su ser y carácter. [27] Se debe
considerar a la suma de cada atributo como la esencia de Dios y no tomarlos por separado, es
decir, no son partes separadas sino que cada uno de los atributos de Dios forma un todo
indivisible que nos hablan del ser esencial de Dios.
En cuanto a los atributos de Dios, la división del Dr. Strong para su clasificación resulta didáctica
y clara. Esta división en dos secciones habla de atributos absolutos de Dios y de atributos
relativos de Dios. [28] Los primeros dan cuenta de la espiritualidad, la infinitud y la perfección de
Dios por sí mismo, mientras que los segundos relacionan los atributos de Dios con el tiempo y el
espacio, con su creación o con los seres morales de su creación.
A. Atributos Absolutos de Dios
La existencia propia de Dios da cuenta de que Él no deriva su ser de ningún origen exterior (Isaías
46:9). Él existe en sí mismo y de sí mismo. La inmutabilidad de Dios se refiere a la invariabilidad
que Él tiene con respecto a su existencia, naturaleza y a sus propósitos, no estando sujeto a
cambio alguno (Santiago 1:17). [29]
La unidad de Dios es el atributo por lo cual la esencia divina es absolutamente sencilla, indivisa e
indivisible (Deuteronomio 6:4). La simplicidad de Dios explica que Él no está compuesto de
partes, sino que es un ser único. [30]
La infinidad divina es el atributo divino por el cual Dios no está limitado al tiempo ni al espacio
(1ero. De Reyes 8:27). La inmensidad divina habla de que Dios no puede ser medido por ningún
confín local. La eternidad divina da cuenta de que Dios no tiene principio ni fin, ni sucesión ni
cambio (Isaías 40:28). [31] La espiritualidad (o personalidad) habla acerca de que Dios es un
espíritu con personalidad capaz de pensar, sentir, tener voluntad y comunicarse libremente (Juan
4:24). [32] De esta forma, la personalidad de Dios habla también de la racionalidad y conciencia
de sí mismo, capaz de auto determinarse siendo un agente moral inteligente. [33]
La trascendencia como atributo divino habla de su auto existencia y su separación de todo lo
creado. La inmanencia declara su presencia en todo, pero sin ser mezclado con la creación en sus
atributos (Hechos 17:28). [34]
La perfección divina da cuenta de un estado absoluto de cualidad. Es la suma de todas las
excelencias (Salmo 18:30). [35]
Cabe recordar que todos los atributos de Dios no deben ser considerados como uno sólo, sino
como la coexistente suma de todos en la misma naturaleza de todos. De igual forma es necesario
resaltar que ningún atributo de Dios puede ser superior a otro, o que alguno de los atributos de
Dios esté en conflicto con alguno de los demás, estando así en conflicto con Dios mismo. Este tipo
de errores de consideración deben ser evitados. [36]
B. Atributos Relativos de Dios
La omnipresencia divina da cuenta de que Dios está igualmente presente de manera totalitaria en
todas las partes de su creación en el mismo momento (Salmo 139:7, Jeremías 23:24). La
omnisciencia de Dios declara su conocimiento perfecto sin necesidad de razonar, o reflexionar, o
descubrir cosas, o aprender gradualmente, puesto que sus conocimientos con respecto al pasado
presente y futuro son instantáneos (Proverbios 15:3, Mateo 6:8).
La omnipotencia de la divinidad significa su libertad y poder para hacer todo lo que es
consecuente con su naturaleza y su control y soberanía sobre todo lo hecho o que pueda ser hecho
(Lucas 1:37). [37]
La sabiduría de Dios es el poder de aplicar su omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia de
manera que los propósitos mejores para su creación sean realizados o cumplidos mediante los
mejores medios posibles (Romanos 16:27).
La soberanía de Dios dicta el absoluto derecho de Dios para gobernar y disponer de todo el
universo según su voluntad (Judas 1:4). [38]
La santidad de Dios refiere a su absoluta pureza moral. Dios no puede pecar ni tolerar el pecado
(Isaías 6:3, Levítico 20:26). La justicia de Dios es la acción correspondiente a la acción de los
demás con relación a su santidad (Deuteronomio 32:4, Salmo 92:15). La fidelidad o veracidad de
Dios habla de la confiabilidad de que sus palabras se cumplen siempre, y que Él es digo de la más
completa confianza (Deuteronomio 7:9). En Dios no hay engaño ni la posibilidad de algo
mentiroso. [39]
Algunos autores como Hammond, consideran a la bondad de Dios un conjunto de atributos en
donde se incluyen el amor, el cariño, la misericordia, la paciencia y la gracia de Dios. Dicho autor
describe la bondad como el atributo por el cual Dios busca continuamente el bienestar de la
creación. [40] Pearlman indica que la bondad es el atributo de Dios en razón del cual imparte
vida y otras bendiciones a sus criaturas. [41]
El amor es el atributo divino mediante el cual Dios desea mantener una relación personal con su
creación, especialmente con quienes llevan su imagen y más con aquellos que “han sido hechos
santos y son como él en carácter” [42] Es el impulso eterno de Dios para la comunicación de sí
mismo e impartirlo a su creación. [43] Pasajes como Deuteronomio 7:8, Jeremías 31:3, Juan 3:16,
Efesios 2:4 y 1era. de Juan 4:8 hablan acerca de este atributo divino.
La misericordia divina es la bondad ejercida para aliviar las desgracias y aflicciones de sus
criaturas. Dicha cualidad hace a Dios condolerse y tomar medidas para el alivio de las desdichas.
[44] Pasajes como los Salmos 36:7, 108: 4, Tito 3:5, Lamentaciones 3:22 y muchos más, ilustran
esta bella verdad.
V. LOS NOMBRES DIVINOS
El estudio de los nombres divinos es en sí misma una tarea titánica. Existen volúmenes
enteros dedicados simplemente a la enunciación y clasificación del estudio de los nombres que
Dios ha revelado en su carácter y relación con la creación. No pretende este escrito ser extensivo
en el asunto, sin embargo si desea proveer una base sencilla para el entendimiento de la
revelación que Dios ha tenido para con la humanidad con respecto a diferentes nombres para
conocerle. Es así pues que cada uno de los nombres de Dios, tiene una vinculación e indicación
del carácter divino. [45]
La clasificación que algunos autores, entre ellos Hammond, aplican a los nombres divinos resulta
ser práctica. Se pueden clasificar los nombres divinos en tres grandes divisiones: nombres
generales (o básicos), nombres del pacto (revelados a Moisés) y nombres específicos (variaciones
de los anteriores).
Dentro de los nombres generales o básicos, encontramos “El” que significa una deidad en general.
Es aplicado en pasajes como en la fórmula de Deuteronomio 5:9 para el Dios verdadero, o puede
ser aplicado como en Deuteronomio 4: 28 para referirse a falsas deidades. Sus variantes “Eloah” o
“Elah” tienen el mismo significado. [46]
“Elohim” es también un nombre general que significa “la única y suprema deidad” y “el Dios de la
creación y la providencia”. Es una fórmula en plural pero puede considerarse un singular que
transmite la noción del todo que pertenece al concepto majestuoso de la deidad. Es un plural de
majestad en la deidad, más que un plural en el sentido de pluralidad de componentes. [47] Este
nombre se encuentra en Génesis 1:1 y en Números 23:19.
Algunas nombres específicos (variaciones de estos nombres generales) son “El Elyon” (Dios
Altísimo en Génesis 14: 18-22), “El Olam” (Dios Eterno en Génesis 21:33), “El Shaddai” (Dios
Omnipotente en Génesis 17:1), “El Elohe Israel” (Dios el Dios de Israel en Génesis 33:20) o “El
Gibbor” (Dios Fuerte en Isaías 9:6). [48]
Otro de los nombres generales es “Adon” (singular) o “Adonai” (plural) significando “Señor” o
“Amo” y encontrado en Éxodo 23:17 y Génesis 15: 2,8 [49] y “Attiq Yomim” que significa “Anciano
de Días” en Daniel 7:9. [50]
Dentro de los nombres del pacto o descritos más específicamente por Moisés en su encuentro con
Dios, el principal es “YHWH”, o “Yahvéh” o “Jehová”. Este podría definirse como el “nombre”
particular que Dios le da a Moisés para establecer una relación con él. Se puede considerar como
un “nombre propio” de Dios entendiéndose como el nombre especial del pacto de Él con Israel.
Como nombre propio, acerca a Dios como “persona” a los hombres. Dios mismo define que YHWH
es su nombre para siempre en Éxodo 3:15. Su significado en el hebreo contiene la idea de
existencia propia, eterna, inmutable y absoluta. [51]
Algunos nombres específicos (variaciones de los nombres del pacto) son “Jehová Jireh” (Jehová
que provee en Génesis 22:8,14), “Jehová Nissi” (Jehová es mi bandera en Éxodo 17:15), “Jehová
Shalom” (Jehová es paz en Jueces 6:24), “Jehová Tsidkenu” (Jehová justicia nuestra en Jeremías
23:6), “Jehová Shammah” (Jehová está allí en Ezequiel 48:35), “Jehová Sabaoth” (Jehová de los
ejércitos en 1ero. de Samuel 1:3), “Jehová Elohe Israel” (Jehová Dios de Israel en Jueces 5:3) y
“Jehová Elohim” (Jehová el Dios en Génesis 2:4). [52]
Algunos más de los nombres del pacto son “Kadosh Israel” (El Santo de Israel en Isaías 1:4),
“Nesah Israel” (La Victoria de Israel en 1er. de Samuel 15:29).
Tanto “El”, como “Elohim”, como “Jehová”, siendo los tres principales nombres que se encuentran
en las Escrituras, se relacionan frecuentemente entre sí para revelar de manera hermosa el
carácter de Dios. Sin embargo, es necesario recordar que estos nombres aún son incapaces de
reconocer la grandeza de Dios; resultan limitados dada la majestuosidad de Él. Su “Nombre”
radica en Él mismo y es incomprensible para los hombres. El hombre sólo puede conocer lo que
Él decida revelar de Él mismo, y aún así, el hombre es incapaz de conocerle a totalidad, pues
recordemos que Él se reveló a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY” (“ehyeh aser ehyeh”) Sólo Él
se conoce a plenitud y su “Nombre” descansa en Él mismo. [53]
VI. CONCLUSIÓN
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son
sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue
su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por
él, y para él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11: 33-36)
Sin lugar a dudas, el estudio de Dios es una tarea ardua y difícil, pero también
apasionante y vigorizante. Dios, en su infinito amor ha decidido revelarse a los hombres, en la
medida en la que Él en su soberanía a sabiamente dispuesto. Es el deleite máximo para el hombre
el acercarse a su Creador para conocerle de una mejor manera y poder relacionarse con Él.
La Teología sólo es posible en Él. Si Dios no hubiese querido revelarse al hombre la teología
tendría una pared imposible de traspasar. En su misericordia Él se ha revelado y puede el ser
humano conocerle y relacionarse con Él incluso por la eternidad.
La Teología se embarca en la más importante tarea que la humanidad pudiera entender como
razón de vida: la del conocimiento y relación del Dios del universo. Al hacerlo, el hombre no
encuentra respuesta otra que rendir adoración a Aquel Ser dueño de únicas y eternas
perfecciones.
HISTORICIDAD DE JESÚS
I. INTRODUCCIÓN
La historia humana es adornada por miles de personajes sobresalientes. Desde gobernantes,
héroes, científicos, pensadores, artistas, literatos, y atletas; hasta asesinos, delincuentes,
genocidas, tiranos, detractores y farsantes. Todos y cada uno de ellos ha dejado una marca en el
mundo.
Sin embargo, hace más de dos milenios, un personaje partió la historia de la humanidad. En un
pequeño y desconocido rincón de Belén, Israel, nació el personaje más influyente de las páginas
de la historia. Nadie puede quedar al margen de la entrada Jesús de Nazaret a este mundo.
Al igual que hoy, en su época fue amado y odiado; seguido y perseguido; escuchado e ignorado.
Jesús causó una convulsión a tal grado que a la fecha existen millones seguidores fieles a Él. Para
algunos, un simple carpintero; para otros, el increíble cumplimiento de las profecías. Unos lo
describieron como obrador de milagros; para prostitutas y pecadores, un perdonador; para los
griegos, un desafío a comprender la muerte y resurrección dentro del ciclo natural de
experiencias; para la mayoría de los judíos religiosos, un blasfemo; y para sus discípulos, el
Mesías esperado que volvió de la muerte para dar vida eterna a quienes creyeran en Él.
Esta breve parte del manual, tiene la finalidad de presentar al lector el panorama de la época del
Mesías: el imperio romano y su influencia, la situación política de Palestina, la dinastía de
Herodes y un muy breve bosquejo de la vida del más grande personaje de la humanidad: Jesús de
Nazaret.
II. LAS GENEALOGÍAS DE JESÚS
El pueblo de Israel centraba su atención y su esperanza en el Mesías. El Mesías entonces
pasa a ser el “título oficial” de la figura central de esperanza de restauración y bendición de
Israel. [54]
Una de las máximas credenciales que el Mesías de Israel debía presentar para corroborar su
autenticidad, tiene que ver con su genealogía. Aún cuando el Mesías se veía ligado a personajes
importantes de la historia bíblica (Adán en relación a su humanidad, Abraham en relación a la
promesa de bendición o Moisés en relación al profeta que habla lo que Dios dice), su figura se
hace notoria al relacionarse con la línea de los reyes (David).
Esta línea real que se desenvolvía llevaba la sombra de la promesa de un gran Rey que debía
venir. El deseo nacional para cada sucesor de la línea real tenía que ver con la esperanza del
pueblo de una monarquía plena y mesiánica. [55]
Es de suma importancia la descripción de la genealogía de Jesús dado que conecta al Mesías y el
nuevo pacto que trae al mundo, con la historia del pueblo de Israel y el pacto antiguo. Así pues,
las genealogías declaran el derecho legítimo de Jesús al trono de David y su cumplimiento
mesiánico con la humanidad. [56]
Existen dos genealogías de Jesús en los evangelios.
La primera de ellas está contenida en el evangelio según Mateo en su primer capítulo. Los
primeros diecisiete versículos de este capítulo son dedicados a la genealogía de Cristo. El
lenguaje que ocupa el evangelista es muy similar al contenido en el libro de Génesis. Esta
genealogía recorre cuarenta y dos generaciones. [57]
El registro que Mateo describe, va desde Abraham hasta José haciendo notar que José es
descendiente del rey David. Cabe mencionar que el título real pasaba por la línea masculina
(1ero. de Reyes 2:4) así que, aún cuando Jesús no fuera hijo natural de José, el parentesco entre
José y María le daban total derecho legal de tomar el trono de David. [58]
La segundo genealogía se encuentra en el evangelio según Lucas, en su tercer capítulo, del
versículo veintitrés al versículo treinta y ocho. En esta genealogía, se relaciona a José como “hijo
de Elí” y no como “hijo de Jacob” como afirma Mateo. Según los especialistas y atendiendo a que
Mateo traza la genealogía a través de Salomón (hijo de David), y Lucas traza la genealogía a
través de Natán (hijo de David también) [59] se puede afirmar que José era yerno de Elí, pero
llamado “hijo” por Lucas por su parentesco al estar desposado con María. Si este resulta el caso,
la línea genealógica que traza Lucas se refiere a María, también como descendiente del rey David.
[60]
III. JESÚS EN EL IMPERIO ROMANO
Roma en tiempos de Jesús, venía duplicando su territorio al pasar las generaciones. Todo
el Mediterráneo estaba bajo su yugo. Era un imperio liberal en cuanto a la difusión e intercambio
de ideas novedosas. De igual forma permitía el comercio y comunicaciones en todos los rincones
del imperio. Sin embargo, la ley romana podía ser brutal e implacable ante todo aquel que
interfiriera en la “pax romana” o la estabilidad del imperio. [61]
Para Roma, el helenismo y el judaísmo fueron tolerantes, aún cuando la religión republicana era la
propia de la Roma antigua, basada simplemente en las virtudes civiles y las conductas de
observancia externa. Para el imperio romano, daba lo mismo si un asiático, un romano o un
egipcio cargaban consigo a sus deidades, sin embargo, para el judío no era así. Según el erudito
Alfred Edersheim:
“El romano educado miraba al judío con una mezcla de desprecio y de ira, tanto más porque,
según sus nociones, el judío, desde que había sido sometido por Roma, ya no tenía derecho a su
religión; y aún se sentía más exacerbado porque, hiciera lo que hiciera él, esta raza despreciada
se le enfrentaba por todas partes con una religión que no admitía componendas ni
compromisos…” [62]
Tiempo después, se elevó al emperador al grado de “pontifex maximus” implicando poderes casi
divinos a los Césares en turno. [63]
Así pues, Jesús nació en tiempos del emperador Augusto César (Lucas 2:1) y bajo la influencia del
imperio romano que consideraba divinos a sus emperadores.
La única referencia en la que a Jesús se le preguntan asuntos relacionados con el imperio romano,
se encuentran en Mateo 22, Marcos 12 y Lucas 20 sobre un asunto relacionado con el pago de
tributo al César. Jesús no respondió negativamente, simplemente enseñó la conveniencia de
“Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. (Mateo 22:21).
A pesar de que todo reino y autoridad serán entregados a Jesús por la eternidad (Hebreos 1:8)
Jesús no consideraba usurpar el reino de Roma, pues Él declaraba en repetidas ocasiones que su
reino era celestial y no terrenal (Juan 18:36).
IV. LA SITUACIÓN POLÍTICA EN PALESTINA
Palestina a lo largo de las edades ha sido una zona disputada entre tres continentes: Asia, África y
Europa. Múltiples invasiones fueron suscitadas en contra del pueblo de Israel dada la estratégica
posición que el área representa para los imperios mundiales que han surgido.
A partir de la época de la expansión del helenismo (desde el 300 a.C. aproximadamente) la tensión
en la zona se debía a la resistencia de los judíos al sincretismo adoptado por las nuevas ideas y
religiones que la cultura greco-romana instauraba en los territorios conquistados.
Poco antes de tiempos de Jesús, la región había sido disputada entre los Seleucos (herederos del
imperio alejandrino de la zona de Palestina) y los Macabeos (Matatías y sus hijos defendiendo la
pureza del culto religioso israelita). Esto llegó a su fin con la conquista de Pompeyo en el año 63
a.C. [64]
Roma instauró a Herodes como Rey de Judea en el año 40 a.C. por la relación que tenía este con el
linaje macabeo (pues su esposa era del linaje de los macabeos). Herodes intentaba a toda costa
introducir el helenismo en la región, construyendo templos en honor a Roma y a Augusto en
Samaria y Cesárea, y favoreciendo la introducción de gentiles en la región de Palestina. [65]
Para tiempos de la infancia de Jesús, los judíos se rebelaron contra el tetrarca Arquelao, siendo
cruentamente aplacados por el general romano Varo. En Hechos 5: 37 el rabino Gamaliel da
cuenta de estos hechos.
En un sentido político, surgieron varios grupos representando diversos intereses del pueblo judío
de tiempos de Jesús. Los celotes eran el ala política más violenta y opuesta al dominio romano.
Los fariseos eran el partido del pueblo, un tanto ajenos a las situaciones políticas y más
interesados en las cuestiones del cumplimiento de la Ley de Moisés. Los saduceos figuraban
como el partido aristócrata que colaboraba incluso con el imperio romano. Los esenios son
descritos como ermitaños que se alejaban de cualquier contaminación que el sincretismo de la
época pudiera acarrearles. Existía una gran variedad de posturas en tiempos de Jesús. [66]
V. LOS CUATRO HERODES
El primero de ellos, y fundador de la dinastía es el llamado “Herodes el Grande”. Fue rey
de los judíos desde el 40 a.C. hasta el 4 a.C. Hijo de Antípater (idumeo) personaje de gran
influencia en la región y nombrado procurador en 47 a.C. por Julio César. Gozó del favor de
Antonio y más adelante del favor de Octavio (Augusto) para defenderse de las pretensiones de la
casa de los tolomeos. Realizó grandes obras públicas para ganarse el favor de Roma, pero era
odiado por algunos judíos por su ascendencia idumea y por haber exterminado a los asmoneos. Al
morir, heredó a tres de sus hijos: Judea y Samaria las dejó para Arquelao (Mateo 2:22), Galilea y
Perea las dejó para Antipas, y el Noroeste del territorio a Felipe (Lucas 3:1). [67]
Arquelao o “Herodes el etnarca” reinó en Judea del 4 a.C. al 6 d.C. Hijo mayor de su padre,
gobernó de manera intolerante y represiva la zona, por lo tanto, una delegación aristocrática fue a
Roma a dar aviso a Augusto de los abusos de Arquelao, siendo así destituido y reemplazado, a
partir de entonces, por procuradores romanos designados por el emperador. [68]
Herodes Antipas o “Herodes el tetrarca” reinó heredando de su padre las zonas de Galilea y
Perea. Fue el hijo menor de Herodes el Grande. En los evangelios es mencionado debido al
encarcelamiento y ejecución de Juan el Bautista (Marcos 6: 14-28) y por la despectiva descripción
que Jesús hace de él (Lucas 13). En su juicio, Jesús y Antipas tienen un breve encuentro (Lucas
23). [69]
Fue un gran edificador y un capaz gobernante. Edificó la ciudad de Tiberias en honor al
emperador Tiberio. Su sobrino Agripa le denunció ante el emperador Cayo como conspirador por
lo que fue depuesto y exiliado.
Herodes “Agripa”, hijo de Aristóbulo y nieto de Herodes el Grande. Se crió en Roma con la familia
imperial. Cayo le estableció como Rey de los territorios del Noroeste de Palestina. Cuando
Antipas es desterrado, Galilea y Perea fueron agregadas a su reino, y cuando Claudio se convirtió
en emperador, Agripa obtuvo también Judea y Samaria. Así que por algún momento Agripa
dominó casi un reino en extensión similar al de su abuelo Herodes el Grande. Murió a los 54 años
y Lucas registra su muerte en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 12:20-23).
VI. LOS CINCO PASOS EN LA VIDA DE JESÚS
John Stott identifica cinco etapas en la vida de Jesús: su nacimiento y juventud, un año de
anonimato, un año de popularidad, un año de adversidad y su muerte y resurrección. [70]
La etapa de su nacimiento y juventud comprende desde la anunciación a su madre, su humilde
nacimiento en Belén de Judá, la adoración que le es rendida por pastores, ángeles y sabios de
oriente. También incluye el terrible infanticidio perpetrado por Herodes el Grande por sus celos
en contra del Mesías naciente.
Por los datos obtenidos de la presentación de Jesús en el templo (llevaron como ofrenda una
paloma) se puede inferir que la situación económica familiar de Jesús fue más bien modesta. Fue
criado como cualquier niño judío, aprendiendo la Ley de sus padres y enseñándole José su oficio
de carpintería. El único incidente fuerte en esta etapa es el relatado en el evangelio de Lucas,
cuando se le encuentra platicando con maestros de la Ley en el Templo quienes son sorprendidos
por la sabiduría del niño a sus doce años. [71]
En la segunda etapa, el “año de anonimato”, encontramos a Juan el Bautista anunciándolo y
bautizándolo en el río Jordán. Es relevante de igual forma la tentación de los cuarenta días en el
desierto. Después de ello, algunos discípulos de Juan comienzan a seguirle a Él. Esta etapa
registra su primera declaración de su muerte y resurrección: “Destruid este templo, y en tres días
lo levantaré” (Juan 2:19). Su plática con Nicodemo también puede sitiarse en esta segunda etapa.
[72]
El “año de popularidad” comienza con la lectura del fragmento del rollo de Isaías que confirma su
misión (Lucas 4: 18-19). Este año fue caracterizado por su ministerio en Galilea (Mateo 4:23). El
Sermón del Monte forma parte de esta etapa también. Realizó milagros como el caminar sobre el
agua, calmar una tormenta o alimentar a una multitud hambrienta. Elige a sus doce apóstoles en
esta etapa. Su tope de popularidad lo alcanza con la alimentación de los cinco mil, justo antes de
la decapitación de Juan el Bautista en la cárcel. [73]
El “año de adversidad” comienza con las primeras dudas sobre su ministerio aún de los propios
seguidores alejándose de él (Juan 6:52). Recorrió Tiro y Sidón, Decápolis y Cesarea de Filipo. En
Cesarea, Pedro declara la identidad de su maestro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente”
(Mateo 16:16). De igual forma, Él comenzó a revelarles que le era necesario padecer, ser muerto
y resucitar (Marcos 8:31-32). Pedro, Santiago y Juan le vieron transfigurado. Llega a Jerusalén
haciendo milagros y confirmando su autoridad.
También en Galilea tiene frecuentes encuentros ríspidos con los fariseos con respecto a asuntos
del sábado, de la hipocresía de ellos, etc. Entra finalmente a Jerusalén aclamado por la multitud
para vivir su última semana de vida terrenal. [74]
Su última semana (última etapa o la de su “muerte y resurrección”) es en Jerusalén, en donde
celebra la Pascua con sus discípulos en un aposento alto. En Getsemaní vivió horas angustiosas y
fue arrestado dirigido por Judas el traidor. Seis juicios siguieron a su aprehensión: tres en
tribunales judíos, uno ante Herodes y dos ante Pilato. Fue injustamente declarado culpable y
sometido a la crucifixión. Desde la cruz aún pronunció siete frases que ilustran poderosamente su
obra redentora. Finalmente, el primer día de la semana resucitó siendo visto primeramente por
las mujeres y después por los discípulos. Estas apariciones siguieron por cuarenta días hasta su
ascenso en el Monte de los Olivos dando las últimas indicaciones a la Iglesia que Él mismo es
Cabeza y Fundador.[75]
VII. CONCLUSIÓN
“Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por
una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.” (Juan
21:25).
Existe una total incapacidad del ser humano de cuantificar todo lo que Jesús de Nazaret ha
influido en la historia. Sencillamente es imposible de cuantificar. El corolario que escribe el
apóstol Juan parece ser el más indicado para la figura que ha marcado el curso de la humanidad
“antes de Cristo” y “después de Cristo”.
Innumerable cantidad de personas dan testimonio día a día de una persona que ha cambiado el
rumbo y destino de sus vidas. Innumerable cantidad de himnos, poesías, tratados, literatura,
obras de caridad, e incontables hechos más han sido dedicados a Su Nombre. Jesús no puede
pasar desapercibido. No existe tal posibilidad de ignorar su vida, ministerio, muerte y
resurrección.
Sin lugar a dudas Jesús de Nazaret es Único, y lo continuará siendo para toda la humanidad.
Prometió Jesús regresar, y sin duda su regreso marcará de igual, o de mayor forma, la historia del
mundo.
PNEUMATOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
El Espíritu Santo es sin duda alguna uno de los temas de mayor interés en la Iglesia de nuestros
días. Desde Pentecostés hasta el día de hoy, es innegable la obra que el Espíritu Santo ha
realizado en la vida de millones de creyentes. Sin embargo, hoy día su santo ministerio ha sido
invadido por expresiones e ideas ilegítimas concernientes a su divinidad y a su obra en los
creyentes y en el mundo.
Ante el surgimiento de nuevos y variados movimientos “eclesiásticos” con expresiones tan
diferentes con relación a la Persona y Obra del Espíritu Santo, es necesaria y urgente la
investigación bíblica con respecto al tema.
El creyente verdadero encuentra en las Escrituras la información suficiente para cimentar bases
sólidas en cuanto a la doctrina del Espíritu Santo. Esto auxilia al cristiano en su plena madurez en
el Señor, salvándolo de ser partícipe de ideas o doctrinas equivocadas con respecto al Espíritu
Santo.
Esta parte del documento, tiene la finalidad de presentar la enseñanza bíblica con respecto al
Espíritu Santo y su obra, además de mostrar las evidencias a favor de la doctrina de la Trinidad.
Encuentre el lector este humilde trabajo útil para su vida espiritual.
II. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CREYENTE
Hablar del Espíritu Santo es hablar de Dios mismo. A lo largo de las Escrituras el Espíritu
Santo está presente en todas y cada una de las obras de Dios. Desde Génesis hasta Apocalipsis el
Espíritu Santo se encuentra claramente visible y obrando.
Sin embargo, el día de Pentecostés, el apóstol Pedro hizo notar el cumplimiento de la profecía
dada por Dios a Joel: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” (Hechos 2:16-17a). La promesa de Dios de enviar
Su Espíritu a todo hombre comenzó el día de Pentecostés. Este envío del Espíritu Santo está
ligado a la fe en Jesús.
Así que el ministerio del Espíritu Santo en el creyente debe ser ligado a la fe en Jesús y como un
“don” o un “regalo” de parte de Dios. Tanto el Espíritu Santo como su obra divina en el creyente
y en la Iglesia, deben ser vistos como un regalo de parte de Dios. Los escritores neo
testamentarios dan evidencia de lo mismo (Hechos 2:38, Gálatas 3:2, Efesios 1:13, etc.).
Se puede decir que la obra del Espíritu Santo en un creyente comienza cuando se ha creído en
Jesús por medio de la aceptación del evangelio. Cuando ello ocurre, el Espíritu Santo es quien da
nueva vida al creyente (Juan 3:3-8, Juan 6:63 y Juan 7:37-39), le identifica en propiedad a Cristo
(Romanos 8:9) y le une a Él (1era. de Corintios 6:17).
Así mismo, el Espíritu Santo le hace parte de los hijos de Dios (Gálatas 4:6), recibe al mismo
Espíritu Santo como sello de propiedad de Dios y garantía de recibir sus promesas (Efesios 1:13-
14), y también recibe la unción que le identifica con Dios y con Su propiedad y dirección (1era. de
Juan 2:20, 27). [76]
En cuanto a la obra del Espíritu Santo en el creyente, tanto de manera individual como de manera
colectiva, es notable la aportación que hace el Dr. A. J. Gordon:
“… las influencias de Su Espíritu habían sido manifestadas a los hombres en todas las economías
desde Adam hasta Cristo. Pero ahora había de ser hecha una ecclesia… Cristo, presente por el
Espíritu Santo, regenera a los hombres por la acción soberana del Espíritu, y los organiza en sí
mismo como en un centro vivo.” [77]
Se puede notar que el ministerio del Espíritu Santo es tanto individual como colectivo. El Espíritu
Santo realiza una obra en el creyente con relación al creyente mismo, pero realiza también su
obra relacionando al creyente con la Iglesia.[78]
Así pues, el Espíritu Santo es la Persona de la Deidad que da el poder al creyente tanto para su
vida individual, como para su vida comunitaria dentro del Cuerpo de Cristo (Hechos 1:8). Para el
creyente, el Espíritu Santo comienza una obra de regeneración en su interior. El amor de Dios es
derramado en él por medio del Espíritu Santo (Romanos 5:5). El Espíritu Santo ayuda a hacer
morir las obras de la carne (Romanos 8:13).
El Espíritu Santo enseña, recuerda y guía al creyente (Juan 14:26, Juan 16:13 y Romanos 8:14). El
Espíritu Santo ayuda en la comunicación con Dios (Romanos 8:26). El Espíritu Santo produce en
el creyente un carácter digno del Señor (Gálatas 5:22, Efesios 5:9, 2da. de Timoteo 1:7 y 1era. de
Pedro 1:22).
Para Pablo, el Espíritu Santo es quien comienza y termina la obra de la nueva vida en Cristo del
creyente (Gálatas 3:3 y Filipenses 1:6). Esta obra, según Pearlman, incluye en el creyente
aspectos como la regeneración del creyente por el Espíritu Santo, la morada del Espíritu Santo en
el creyente, la santificación del creyente por el Espíritu Santo y el revestimiento de poder por
parte del Espíritu Santo. [79]
De forma colectiva, el Espíritu Santo obra en todos los creyentes. Todo creyente es partícipe del
Espíritu Santo y parte del Cuerpo de Cristo. Mediante la “koinonia” del Espíritu, es posible que el
mismo y único Espíritu constituya un solo Cuerpo formado de individuos diversos. [80]
La Iglesia es capacitada por el Espíritu Santo mediante dones, con el fin de edificar a la misma y
anunciar la salvación a los inconversos. La lista de dones que el Espíritu reparte a la Iglesia es
amplia (1era. de Corintios 12 y Efesios 4), y el Espíritu Santo mismo reparte los dones como Él
quiere (1era. de Corintios 12:11). Dichos dones deben ser usados para edificación, con sabiduría,
con humildad, en sometimiento a la voluntad divina, con orden y en armonía con la instrucción
bíblica. [81]
III. LOS PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
Como Persona y Deidad, el Espíritu Santo es susceptible de ser objeto de los actos,
pensamientos y dichos pecaminosos del hombre. En las Escrituras encontramos algunos de los
pecados que pueden cometerse en contra del Espíritu Santo.
En Efesios 4:30 y 1era. de Tesalonicenses 5:19, el apóstol Pablo exhorta a los creyentes a no
contristar, entristecer o apagar al Espíritu Santo por alguna conducta pecaminosa o forma de
hablar inapropiada. En Hechos 5:3 la historia de Ananías y Safira ilustran el pecado de la mentira
en contra de la Persona del Espíritu Santo.
El “pecado imperdonable” del que hace referencia Jesús en Mateo 12:31-32, ha sido motivo de
profunda discusión teológica, sin embargo, la mayoría de los eruditos concuerdan en que la
blasfemia contra el Espíritu Santo se relaciona con el pecado de incredulidad. Esto se concluye al
revisar pasajes tales como Hechos 7:51, en donde el incrédulo resiste al Espíritu Santo en la obra
de conversión al evangelio.
También se interpreta el negar la divinidad del Espíritu Santo y atribuir sus actos milagrosos a
Satanás (Mateo 12:24) como parte de la blasfemia en contra del Divino Espíritu. [82] El Dr.
Smeaton comenta:
“A pesar de lo grande y peligroso que es este pecado, tal es la ignorancia que rodea al hombre,
que la criminalidad de dicho pecado es completamente desconocida hasta el momento que el
Espíritu Santo, el Consolador, lo revela de forma inequívoca. La conciencia puede convencer al
hombre de los pecados ordinarios, pero nunca del pecado de la incredulidad. Sólo el Espíritu
Santo puede revelar al hombre la enormidad de este pecado.” [83]
IV. LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO
Algunos grupos han cometido el error de considerar al Espíritu Santo como una “fuerza” o
un “poder” impersonal por el cual Dios actúa en la vida de los hombres. Dichos grupos mezclan
las operaciones del Espíritu Santo con Su Persona, es decir: al encontrar ilustraciones acerca del
Espíritu Santo como “aliento”, “fuego”, “unción” o “agua”, concluyen que el Espíritu Santo no
puede ser una Persona. [84]
Sin embargo, al acudir a las Escrituras se encuentra una clara diferencia entre la Persona del
Espíritu Santo y sus poderosas obras, dando evidencia de la personalidad que le caracteriza y no
simplemente como un “influjo” sin carácter o personalidad propia.
Por un lado se encuentran en la Biblia las características propias de una Persona descritas en las
obras del Espíritu Santo, por ejemplo, su intelecto (Romanos 8:27), su propia voluntad (1era. de
Corintios 12:11) y su capacidad emocional (Efesios 4:30). El Espíritu Santo como Persona
también puede pastorear (Isaías 63:14), revelar (2da. de Pedro 1:21), enseñar (Juan 14:26), hablar
(Hechos 10:19), atestiguar (Gálatas 4:6), interceder (Romanos 8:26), hablar (Apocalipsis 2:7),
testificar (Juan 15:26) y ordenar (Hechos 16:6-7).
Por otro lado, las construcciones gramaticales en pasajes como Juan 14:26, en el cual, se incluye
el artículo “ekeinos” para denotar un pronombre personal masculino, remarcan la personalidad
del Espíritu Santo. Además de ello, es llamado “Abogado” y “Consolador” refiriéndose a labores
propias de una Persona. [85]
V. LA DEIDAD DEL ESPÍRITU SANTO
Al igual que en el caso de su personalidad, la deidad del Espíritu Santo ha sido negado
por grupos sectarios a lo largo de la historia del cristianismo, aun existiendo gran cantidad de
evidencias en la Escritura que presentan al Espíritu Santo como parte de la Deidad.
Algunas de estas evidencias tienen que ver con cualidades que solamente Dios puede tener, y que
son propiedad del Espíritu Santo también, tales como la Eternidad (Hebreos 9:14), la
Omnipresencia (Salmo 139: 7-10), la Omnipotencia (Lucas 1:35), la Omnisciencia (Isaías 40:13 y
1era. de Corintios 2: 10-11) y la Santidad (Romanos 1:4). [86] Otras evidencias tienen que ver con
su actuar en la historia de la humanidad, tal como en la Creación (Génesis 1:2 y Salmo 104:30), el
dotar de vida al hombre (Job 33:4), el dotar de sabiduría y habilidades al hombre (Éxodo 31:3) y la
revelación de verdades divinas a los profetas del Antiguo Testamento (Ezequiel 2:1-2). [87]
Una evidencia más se muestra cuando en el Antiguo Testamento la frase “Espíritu de Jehová”
tiene la misma connotación que “Jehová” (Isaías 30:1, Isaías 40:13 y Ezequiel 3:14). En el Nuevo
Testamento se adjudica al Espíritu Santo, palabras que fueron pronunciadas por “Jehová” en el
Antiguo Testamento (Hechos 28:25-27 en cumplimiento de Isaías 6:8-10). [88]
VI. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU SANTO EN EL INCRÉDULO
El ministerio del Espíritu Santo, como se ha visto en este pequeño tratado, tiene muy amplia
variedad. No sólo ejerce un ministerio en las Escrituras (siendo inspirador de ellas (2da. de
Timoteo 3:16)) o en la vida del creyente y de la Iglesia. El ámbito ministerial del Espíritu Santo es
muy amplio, abarcando también a los no creyentes.
De manera general, Hammond establece dos situaciones en las cuales el Espíritu Santo trabaja en
el incrédulo. Una de ellas es general mientras que la segunda es particular a la persona no
creyente. [89] Con respecto al mundo en general, el Espíritu Santo es fuente y controlador de la
creación (Salmo 104:30 e Isaías 32:15). La bendición que el Espíritu Santo derrama sobre la
creación no distingue entre creyentes y no creyentes.
En particular a las personas no creyentes, el Espíritu Santo ejerce un ministerio de convicción. El
Espíritu Santo es encargado de “convencer de pecado, de justicia y de juicio” al mundo (Juan 16:8-
11). El papel fundamental del Espíritu Santo para la vida del no creyente va relacionado con la
idea de la salvación, del convencimiento de la pecaminosidad del hombre y el inminente juicio que
vendrá sobre ellos. De igual forma el Espíritu Santo da testimonio de la justicia que se requiere
para demandar las exigencias de la santidad de Dios, a lo cual se requiere la justificación por
medio de Cristo. Estas tres ideas centrales, resumen el centro del evangelio para testimonio a los
no creyentes en armonía a su propia conciencia, pero independiente a su decisión con respecto a
Cristo. [90]
VII. LA TRINIDAD
La doctrina de la Trinidad es una de las verdades esenciales del Cristianismo. Esta
verdad no es posible obtenerla sino mediante la revelación que Dios ha hecho de sí mismo en las
Escrituras. Sin la revelación cristiana, la doctrina de la Trinidad sería imposible de argumentar.
[91]
La doctrina de la Trinidad se centra en tres aspectos fundamentales: 1) No hay más que un Dios,
2) El Padre, el Hijo y el Espíritu es cada uno plena y eternamente Dios y 3) El Padre, el Hijo y el
Espíritu es cada uno una persona completa en sí misma. [92]
Tanto las enseñanzas de Jesús, como los escritos apostólicos del Nuevo Testamento, dan evidencia
a favor de la doctrina de la Trinidad (Juan 3:13, Juan 10:30, Juan 14: 16-23, Hechos 2:32-33,
Gálatas 4:4-6,). [93] Un ejemplo claro de ellas son las “fórmulas trinitarias” que se encuentran,
por ejemplo, en la conclusión de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios (2da. Corintios
13:14) o en el Nombre en el cual debían bautizar a los creyentes (Mateo 28:19).
El Antiguo Testamento no está exento de declaraciones trinitarias. Las tres personas de la
Trinidad son claramente mencionadas en escritos veterotestamentarios. El Padre se encuentra en
Isaías 63:16, el Hijo puede observarse en el Salmo 2:7, 12 y el Espíritu Santo se revela en Isaías
48:16. [94]
Una evidencia más, es que las Tres Divinas Personas ejecutan acciones propias de la Deidad. Por
ejemplo, la creación del hombre es realizada por las tres personas de la divinidad (Salmo 100:3
declara que fue el Padre, Juan 1:3 dice que fue el Hijo, mientras que Job 33:4 dice que fue el
Espíritu).
De igual modo, títulos como “Rey”, “Roca”, “Autor de la Vida” y cualidades de carácter como
“Santo” o “Justo” son adjetivos que se ocupan indistintamente entre las tres personas y sólo
pueden ser aplicadas a Dios mismo. [95]
VIII. CONCLUSIÓN
El Espíritu Santo como Persona Divina tiene un importante papel tanto en el creyente,
como en la Iglesia, como en el mundo. Hoy en día su papel debe ser reconocido como siempre lo
ha tenido en la historia de la humanidad.
Después del tiempo de Jesús, el Espíritu ha sido derramado a cada persona que ha recibido el
mensaje de salvación con arrepentimiento y fe en la obra redentora del Mesías, y el Espíritu Santo
ha sido señal de pertenencia, unción de guía, regenerador del interior del creyente, dador de
dones y vínculo de la unidad del Cuerpo. Para el mundo, el Espíritu ha sido testimonio del
evangelio en cuanto a pecado, justicia y juicio.
Sea bendito el Nombre de Dios en Su Trinidad. Él se ha revelado al hombre de esta manera en Su
Sabiduría. No queda más que rendirse a dicha revelación y adorar al “Único y Sabio Dios”
(Romanos 16:27).
ANGELOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
El mundo cada día reconoce con mayor franqueza la existencia de un mundo espiritual además del
mundo físico en el que habitamos. Las personas buscan respuestas a situaciones que ocurren más
allá de lo físico y material. Desafortunadamente, en su búsqueda, optan por consultar prácticas
que son abominación delante de los ojos de Dios.
Es innegable la existencia del mundo espiritual, pero un claro conocimiento al respecto de los
seres que habitan dicho mundo, alejará a las personas de prácticas supersticiosas, mágicas o
místicas, que a la larga le generarán mayores consecuencias negativas que los beneficios que
pueda obtener consultando dichos medios oscuros.
Los ángeles han sido seres creídos, respetados, temidos e incluso erróneamente adorados por
civilizaciones enteras. La Biblia habla de la existencia de estos seres, indicando su naturaleza, su
origen, su propósito y la forma en que ellos se relacionan con su Creador y con los hombres. Sirva
esta sencilla parte del documento para señalar tales cosas de los ángeles y también de los seres
caídos que atormentan a la humanidad liderados por Satanás.
II. LA NATURALEZA DE LOS ÁNGELES
Un ángel es definido como un mensajero de Dios que tiene una relación familiar con Él
cara a cara, siendo por lo tanto un ser superior al hombre (Salmos 8:5). Es una criatura, espíritu
e incorrupto en esencia original, pero dotado de libre albedrío, moralmente inteligentes y
responsables, por lo tanto, no necesariamente impermeables a la tentación y por ende al pecado.
Su término en hebreo es “malak” mientras que en el griego es “angelos”. [96]
En cuanto a su naturaleza se establece que son seres creados (no eternos) por Dios en algún
punto del tiempo (el cual no se conoce con exactitud ni la Escritura lo indica de manera clara).
Como seres creados, no merecen la adoración del hombre (Apocalipsis 19:10).
También se les define por naturaleza como seres espirituales dado que no tienen un “cuerpo”
como en el caso del hombre, y pueden desplazarse de forma diferente a todo el resto de los seres
creados. Pero también es relatado en las Escrituras que los ángeles pueden presentarse de
manera corpóreamente visible (Génesis 19: 1-3). [97]
Algunas otras características debidas a su naturaleza son la inmortalidad, sustentada en Lucas
20:34-35, en donde Jesús indica que los ángeles gozan de vida inmortal. En este mismo pasaje, los
ángeles son indicados sin sexo, puesto que no pueden casarse como los seres humanos. [98]
La Biblia muestra que los ángeles existen por cantidades enormes. Pasajes como Daniel
7:10 exponen la existencia de “millares de millares” de ángeles o de “millones de millones” de
dichas creaturas. Hebreos 12:22 considera “muchos millares de ángeles”. De esto se puede
confirmar la existencia multitudinaria de estos seres en la esfera espiritual de la creación de Dios.
En cuanto a su carácter, los ángeles son descritos como reverentes a Dios en adoración
(Nehemías 9:6), son descritos como sabios (2do. de Samuel 14:17) pero incapaces de discernir los
pensamientos del hombre (1ero. de Reyes 8:39) ni capaces de el conocimiento de la gracias de
Dios para con los hombres (1era. de Pedro 1:12). Son humildes (2da. de Pedro 2:11) y poderosos
(Salmo 103:20). Son santos, apartados por Dios para Su servicio (Apocalipsis 14:10). [99]
III. LA CLASIFICACIÓN DE LOS ÁNGELES
1era. de Pedro 3:22b (“y a Él están sujetos ángeles, autoridades y potestades”) indica que existe
una clasificación angelical de acuerdo a su rango, potestad y actividad. De manera general se
pueden citar arcángeles, querubines y serafines. [100]
El término “arcángel” significa “ángel principal”. Miguel es descrito como un arcángel en
Apocalipsis 12:7 y Judas 9. Gabriel también comparte una posición elevada en Lucas 1:19 y
Daniel 8:16.
Los querubines son descritos de forma poderosa en Ezequiel 10, en Génesis 3:24 y en Éxodo 25:22
como parte del diseño del Arca del Pacto y del Tabernáculo. Ello podría significar su cercanía al
trono de Dios. [101]
Los serafines aparecen en Isaías 6. Su nombre puede ser traducido como “amor” o “ardiente”. Es
por ello que algunos creen que constituyen el grado más elevado de los ángeles por su “amor
ardiente” para con Dios. [102]
Otras clasificaciones más, tienen que ver con su ministerio a determinadas naciones (Daniel
10:20-21) o al hecho de permanecer fieles a Dios en durante la rebelión satánica, lo cual des
asigna el grado de “ángeles escogidos” (1era. de Timoteo 5:21).
IV. EL MINISTERIO DE LOS ÁNGELES
Los ángeles cumplen con una función esencial que es la de ejecutar los decretos de Dios.
Dentro de toda la Escritura se observa que ángeles son enviados a cumplir con determinada orden
que el Señor ha decretado (Génesis 3:24, Mateo 13:39 o Hechos 12:23). Además de ello, los
ángeles son mensajeros de Dios. Ellos pueden llevar un mensaje de anunciación (Lucas 1:11-20),
un mensaje de advertencia (Mateo 2:13), un mensaje de instrucción (Hechos 10:3), un mensaje de
aliento (Génesis 28:12) o un mensaje de revelación (Hechos 7:53). [103]
El ministerio de los ángeles a favor de los creyentes se encuentra en Hebreos 1:14, y este servicio
incluye el sostenimiento y confortación (Mateo 4:11), la preservación (Apocalipsis 7:1), la
liberación (Números 20:16), la intercesión (Zacarías 1:12) e incluso el servicio instantes después
de la muerte (Lucas 16:22).
De igual forma los ángeles guardan a los creyentes (Salmos 34:7) y especialmente a los pequeños
o nuevos creyentes (Mateo 18:10). Asimismo tienen cuidado de la Iglesia de Cristo (1era. de
Corintios 11:10). [104]
V. LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES
La caída de los ángeles se relata en conjunto con la rebelión de Satanás. Los ángeles
caídos se encuentran descritos en 2da. de Pedro 2:4, Judas 6 y Apocalipsis 12:4.
La Escritura también señala que una parte de estos ángeles caídos tiene su morada en el infierno
(2da. de Pedro 2:4) y una parte en el mundo (Juan 12:31). No existe promesa de redención para
ellos (1era. de Pedro 1:12) sino más bien está preparado un castigo eterno para ellos (Mateo
25:41).
VI. EL ORIGEN Y LA NATURALEZA DE SATANÁS
Satanás es un ser creado por Dios. Fue creado originalmente hermoso y como el más
glorioso de los ángeles creados por Dios. Su nombre Lucifer significa “porta-antorcha”. Su
orgullo le llevó a la caída.
En Isaías 14: 12-15 y Ezequiel 28: 12-19 se narra su caída. Deseaba aspirar al trono de Dios y
recibir adoración. Como castigo a su rebelión, fue echado del cielo junto con un grupo de ángeles
que siguieron a su rebelión contra Dios (Mateo 25:41, Apocalipsis 12:7, Efesios 2:2, etc.).[105]
Una vez caído, Satanás y sus ángeles caídos, intentan obstaculizar los propósitos de Dios. Su
nombre significa ahora “adversario”. Ha intentado destruir desde el principio de la humanidad la
promesa mesiánica (1era. de Juan 3:12) al igual que el ministerio de la Iglesia (1era. de Timoteo
4:1). Como “calumniador” o “diablo” continuamente se levanta contra Dios (Génesis 3:2) y contra
los hombres (Job 1:9).
Como “Apolión” (griego) o “Abadión” (hebreo) intenta “destruir” todas las obras de Dios, además
de ser el “tentador” de los hombres (Mateo 4:3). Se le describe en la Escritura como atrevido
(Mateo 4:4-5), orgulloso (1era. de Timoteo 3:6), poderoso (Efesios 2:2), maligno (Job 2:4),
engañoso (Efesios 6:11), feroz (1era. de Pedro 5:8) y astuto (Génesis 3:1). [106]
Es necesario saber que, aún con todas las características de su naturaleza y carácter que pudieran
producir temor en el creyente, Satanás es un enemigo vencido ya, y que su destino es el lago de
fuego (Apocalipsis 20:10). Así que no se deben ignorar sus maquinaciones (2da. de Corintios
2:11) pero tampoco el creyente debe temerle pues Cristo le ha vencido ya y le ha dado esa victoria
a cada creyente (1era. de Juan 4:4). [107]
VII. EL MINISTERIO DE SATANÁS Y DE LOS ÁNGELES CAÍDOS
El Dr. Graham señala que el principal ministerio de Satanás y sus ángeles caídos se
encuentra en Isaías 14:12-17. Estos objetivos son provocar la caída de las naciones, corromper
las normas morales y arruinar los recursos humanos. [108]
Packer comenta que Satanás representa la “maldad, malicia, furia y crueldad inimaginables,
dirigidas contra Dios, contra su verdad y contra aquellos a quienes Él les ha extendido su amor
salvador”. [109]
Satanás se opone a Dios (1era. de Tesalonicenses 2:18), obstaculiza el evangelio (2da. de
Corintios 4:4), enceguece, hace caer y engaña a las personas (Lucas 22:3, 1era. de Timoteo 3:7),
aflige a los santos (Job 1:12), tienta (1era. de Tesalonicenses 3:5) y disfraza la maldad (2da. de
Corintios 11:14).
VIII. ¿CÓMO VENCER A SATANÁS?
Como se menciona con anterioridad en el escrito, Satanás ya está vencido por Cristo
(Juan 12:31 y Romanos 16:20). Además de ello, Satanás no puede actuar sin la aprobación
explícita de Dios (Job 2:6).
Santiago indica que la manera de que Satanás huya del creyente es “Someterse a Dios” (Santiago
4:7).
IX. LA EXISTENCIA DE LOS DEMONIOS Y LA POSESIÓN
DEMONÍACA
Los demonios son poco mencionados en el Antiguo Testamento. Ellos aparecen bajo el
término “sair” (sátiro) en pasajes como Levítico 17:7 y 2do. de Crónicas 11:15.
Sin embargo, las referencias neo testamentarias, y en particular en los evangelios, son
abundantes. Se les denomina “daimonion” o “daimon”. [110]
En Marcos 3:22 se considera a Baal-zebú como su “príncipe”, aunque más adelante el mismo
pasaje indica la intervención de Satanás en las acciones demoníacas.
Pearlman considera el origen de los demonios incierto[111], mientras que Packer los vincula con
los ángeles caídos, definiéndolos como seres espirituales corruptos y hostiles a Dios y al hombre.
[112]
La posesión demoníaca se entiende como la entrada de uno o varios (Lucas 8:2) de estos
seres espirituales al cuerpo de un hombre, dando como resultado enfermedades o problemas
físicos tales como la mudez (Lucas 11:14) o la epilepsia (Marcos 9:17) o ceguera (Mateo 12:22).
Jesús libertó a muchos endemoniados y dio potestad a sus discípulos, en su Nombre, para echarlos
fuera de las personas (Lucas 10:17, Mateo 10:8, Marcos 16:17, etc.).
X. CONCLUSIÓN
Es innegable la existencia del mundo espiritual. Ángeles, ángeles caídos, Satanás y sus
demonios, son parte del mundo invisible pero real.
La Escritura está llena de relatos de la interacción que estos seres espirituales, tanto aliados como
enemigos de Dios, realizan con los hombres y con Dios mismo.
El creyente debe ser consciente de la existencia de dicho mundo con sabiduría y con temor de
Dios. Dicho mundo representa una realidad que en ocasiones pasa desapercibida, pero que Dios
en Su Divina Palabra nos muestra.
Se crea o no se crea en dicho mundo espiritual, su existencia está declarada abiertamente en las
Sagradas Escrituras. Todo ello debe llevar al creyente a una renovada confianza en Dios, quien a
destinado a los ángeles para su ministración, y ha vencido a Satanás y a sus huestes a través de la
obra redentora de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Colosenses 2:15).
COSMOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
A lo largo de las edades, la creación del universo ha sido un tema de estudio abordado desde
diferentes puntos de vista. Culturas milenarias han atribuido a la existencia de todo lo que
conocemos a deidades diversas o a fuerzas que van más allá de la fuerza de la raza humana.
Culturas humanistas de los siglos modernos atribuyen el origen de todo el universo a la eternidad
y propia subsistencia del mismo.
La Escritura revela con claridad el origen, e incluso el destino, de todo aquello que existe en el
universo. La declaración de la Biblia pone en el centro de la escena creadora a Dios mismo y a
ningún otro ser fuera de Él.
La cosmología aborda el tema de la creación desde el punto de vista bíblicamente correcto, en
donde Dios es el Creador. El entendimiento de esta doctrina fundamental del cristianismo pone
cimientos sólidos para la explicación del origen, propósito y destino del universo en que
habitamos.
La siguiente sección de la obra, ayude al lector a reconocer a Dios como Ser Creador del universo
físico y espiritual, para con ello comprender mejor el universo creado, dotando una renovada
confianza en el Señor que crea con el Poder de Su Palabra, constituyendo el universo a partir de
Su Única Eterna Presencia (Hebreos 11:3).
II. DEFINICIONES
La creación es entendida como la obra de hacer todo cuanto existe por parte de Dios,
quien eternamente tiene en sí mismo capacidad creadora.[113] De igual manera, se
sobreentiende que la creación de Dios abarca a todo cuanto existe, con excepción de sí mismo.
Esta creación abarca la naturaleza, el hombre y todas otras formas de ser. [114]
Una definición sencilla de la creación es el acto que Dios realizó para hacer existir el universo, los
cielos y la tierra, la naturaleza, los seres vivientes y el hombre. [115]
III. EL RELATO DE LA CREACIÓN
Las Escrituras son la fuente en donde se encuentra fielmente relatada la creación de Dios. En los
primeros capítulos del Génesis se encuentra la narración del acto creador de Dios. Es necesario
recordar que le relato de Génesis no tiene la intención de presentar un cuadro de análisis
científico del proceso de la creación (aún cuando se ha encontrado una explicación lógica,
científica y racional al evento de la creación). [116] El propósito claro del relato es exaltar la obra
creadora del Dios Omnipotente que con Su Eterno Poder y Deidad hizo todo lo que en el universo
material y espiritual se encuentra, siendo la Divina Fuente y Origen de todas las cosas. [117]
Existen diversas corrientes tocantes al relato de la creación. La corriente anti-sobrenatural
considera el relato como un simple mito. Otra escuela opina que cada “día” mencionado en el
relato creacionista se refiere a una “época” más bien que a un día de veinticuatro horas.
La teoría de la “revelación” acerca del relato de la creación, abrazada por Miller, o Wiseman,
postula que la creación no se llevó a cabo en seis días, sino que la revelación fue la dada en seis
días. [118] Sin embargo, la mayoría de los teólogos aceptan el relato bíblico como factible, y
armonizan el relato mediante la siguiente secuencia:
1) Preámbulo. Obra de producción de la materia (Génesis 1:1-2)
2) Obra de producción (o preparación) de las regiones
Separación de la luz y las tinieblas (Día 1ero.) (Génesis 1:3-5)
Separación de las aguas superiores e inferiores por el firmamento (Día 2do.) (Génesis 1:6-8)
Separación del mar de la tierra firme (Día 3ero.) (Génesis 1:9-10)
Producción de la vegetación (Día 3ero.) (Génesis 1:11-13)
3) Obra de producción de los habitantes
Producción de luminarias: sol, luna y estrellas (Día 4to.) (Génesis 1:14-19)
Producción de las aves y los peces (Día 5to.) (Génesis 1:20-23)
Producción de los animales terrestres (Día 6to.) (Génesis 1:24-25)
Creación del hombre (Día 6to.) (Génesis 1:26-31)
4) Conclusión. Descanso de Dios y santificación del día séptimo (Día 7mo.) (Génesis 2:1-3)
IV. LA DOCTRINA DE LA CREACIÓN
La doctrina de la creación asevera puntos importantes.
El primero de ellos tiene que ver con la unicidad de Dios en su obra creadora. Nadie aparte de
Dios creó juntamente con él. Él es el Único Ser Creador. Dios fue el único creador del mundo.
[119] Pasajes como Isaías 45:18 e Isaías 42:5 confirman la doctrina de Dios como único creador
de todo cuánto existe.
Otro punto fundamental de la doctrina es que el acto de la creación fue voluntad soberana de Dios
(Apocalipsis 4:11). El universo y todo lo que en ello hay existen debido a que Dios deseó en algún
momento que vinieran a existencia. Se entiende que la creación fue una sucesión de eventos
ejercidos por la libre y creativa obra de Dios. [120]
Asimismo como la materia, el tiempo tuvo existencia por la voluntad divina. Así como la materia
tuvo un comienzo de existencia, el tiempo también la tuvo (Job 10:5 e Isaías 40:28). Ello confirma
la creación “ex nihilo” o “de la nada”, es decir, no existía ni materia ni tiempo antes de Dios. Dios
los creó. Dios es el único Ser Eternamente Existente en sí mismo.
Dios, por tanto, es un Ser aparte de su creación. Él como creador da origen y existencia a todo lo
creado y se relaciona con su creación, pero en ninguna manera la creación y Dios son una sola
cosa. Dios es independiente de su creación.
Todas estas consideraciones derriban las posturas acerca de la eternidad de la materia, o la
coexistencia de Dios con el universo (como asegura el panteísmo), o las afirmaciones ateas con
respecto a la existencia del universo sin ningún acto de voluntad de algún ser creador, etc.
Así que se concluye la unicidad del acto libre y voluntario de Dios en su creación, el inicio de la
existencia de la materia y del tiempo conforme a esa divina voluntad. Se niega la eternidad de la
materia y el tiempo, afirmando así la separación de Dios y su creación, pues Dios es auto
existente. [121]
Young añade a estas conclusiones acerca de la doctrina de la creación, el propósito moral y de
comunicación de sus bendiciones y bienaventuranza a sus seres creados. Deseaba Dios, según
Young, llenar de vida, santidad, felicidad y paz a su creación, procedente y reflejante de su misma
naturaleza divina y gloria. [122]
De igual forma, para Lacy, el objeto de la creación es:
“… la expresión de su sabiduría, de su poder, y a la vez el de tener una esfera en donde poder
desarrollar los atributos más exaltados de su naturaleza, en la creación y en el gobierno de seres
responsables e inteligentes; porque la más alta gloria de Dios se ve en la creación de inteligencias,
y en que estas inteligencias sean de seres libres… Dios en su sabiduría y bondad infinitas busca
los fines más elevado, y la creación de la criatura no es para que la criatura buscara su propia
gloria, sino la gloria del Creador.” [123]
V. LOS ELEMENTOS DE LA PROVIDENCIA
La palabra “providencia” es de origen latino y significa “ver antes” además de “ver por”. Se
entiende como providencia la conservación santa, sabia y poderosa de Dios con respecto a su
creación, y el gobierno que Él ejerce en cuanto a todas sus criaturas y todo lo que se relaciona con
ellas. [124] El universo, a pesar de tener leyes que lo rigen establecidas por Dios, no debe
entenderse como una máquina hecha y dejada sola por el Creador. Dios cuida, preserva y
sostiene el universo para el cumplimiento de sus divinos propósitos. [125] Esta providencia de
Dios se ve claramente enseñada en las Escrituras, en pasajes como Hechos 4:28 y el Salmo 135: 6.
Uno de los elementos de la providencia es la preservación o conservación de la creación por parte
de Dios, la cual se puede definir como la guarda de la existencia mediante Su poder de lo que Él
ha decidido crear. Nehemías 9:6 y Job 7:20 identifican claramente la providencia preservadora de
Dios para con su creación y para con el hombre. [126] La vida depende de la voluntad divina. El
universo no podría continuar su existencia si Dios decidiera abandonarlo a su suerte.
La propiedad y dominio sobre lo que Él ha hecho, también es un elemento de su providencia. Este
derecho de autoridad total sobre su creación es exclusivo e intransferible de Dios (Salmo 89:11 y
Daniel 7:14). El puede utilizar todos los medios para ejercer el gobierno del mundo y del universo
(Isaías 44:28).
La ordenación de todos los acontecimientos de los seres humanos, como el nacimiento y muerte
de las personas y los incidentes durante la vida, no escapan de la providencia divina (Salmo 39:4-5
y Mateo 10:30). [127] Estos actos de providencia y ligados a la soberanía divina son extensivos a
toda la raza humana.
Así mismo, el cuidado providencial de Dios admite la presencia de penas y padecimientos entre los
hombres. Esto, lejos de negar la providencia divina, es muestra de ella, dado que Dios ocupa
dichos eventos (en su mayoría efecto del pecado existente) como métodos para el cumplimiento de
sus divinos propósitos. [128]
La paternidad de Dios puede ser entendida como parte de su providencia. Dios es presentado
como “Padre” en el sentido de “Creador” de todos los hombres (Salmo 68:5). También es
considerado “Padre” de Israel en virtud de su fidelidad al pacto con ellos (Jeremías 31:9). De
igual forma es “Padre” de todo cristiano (Juan 1:12). [129]
Es necesario considerar que la providencia de Dios contempla también la existencia de los
milagros. Dios puede intervenir para cumplir sus propósitos de manera sobrenatural cuando Él lo
decida en tiempo, lugar y forma. [130]
Finalmente, varios autores consideran que el dominio providencial de Dios sobre el mundo,
respeta la libertad humana. Young lo expresa de la siguiente forma: “La soberanía y la
predestinación no anulan la libertad”. Agrega, “Por cierto, Dios no entrega los destinos del
universo a sus criaturas libres; sino que su dominio lo efectúa por medio que respetan la libertad
de ellas”. [131]
Todo ello lleva al creyente a vivir una vida de consuelo, confiando en que la providencia del Señor
hará todo propósito para su bien aún cuando circunstancialmente exista la pena y el dolor
(Jeremías 29:11). Al reconocer la soberanía y providencia de Dios, se puede confiar en que ni el
universo ni el mundo están bajo el destino irracional o la ciega fortuna. [132]
VI. CONCLUSIÓN
El creyente reconoce que el universo encuentra un propósito en Su Creador. Dios ha
creado conforme a su divina voluntad y poder todo cuanto existe. El universo no es obra de la
casualidad y sí de la causalidad divina.
De la misma forma se entiende el total dominio, control y cuidado del Señor para con todo lo
creado conforme a su divina providencia. Nada escapa de la mano del Señor. La vida cobra
sentido al entender principios que rigen nuestra existencia y la existencia del mundo que
habitamos. El creyente puede confiar en las palabras del Señor a Isaías diciendo “siempre te
ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
ANTROPOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
A lo largo de las edades el hombre ha perpetuado la búsqueda de su origen, de su naturaleza e
identidad, de su propósito y de su destino. Sin lugar a dudas, la Antropología ha intentado en
innumerables ocasiones explicar tales cosas de la raza humana, sin embargo, a lo largo de la
historia, el hombre se sigue preguntando dichas cuestiones.
La Biblia, como Palabra de Dios, brinda respuesta a cada una de estas interrogantes propias del
ser humano. La Antropología que busca respuestas en las Sagradas Escrituras, las halla en
cuanto al origen del hombre, en cuanto a su identidad como raza y lo más importante, en cuanto a
su destino eterno.
Sirva este modesto y brevísimo trabajo documental, expresar lo que la doctrina cristiana aporta en
cuanto al estudio del hombre se refiere.
II. EL ORIGEN DEL HOMBRE
Existen varias teorías con respecto al origen del hombre. La especulación científica al respecto ha
sido tan variada y tan frecuentemente corregida, que ha de tomarse con su debida cautela. Lacy
incluso afirma que “los errores de los naturalistas podrían llenar volúmenes enteros”. [133] El
cálculo del tiempo de las civilizaciones (por citar un ejemplo de lo mencionado) ha sido sujeto a
cambios debido a constantes errores que la ciencia comete en el cálculo y sus factores, dejando en
tela de juicio sus conclusiones. Sin embargo, es necesario al menos citar las teorías que se
aportan para explicar el origen del hombre.
La teoría de la Generación Espontánea, postulada por Strauss y Huxley principalmente, sugiere
que la tierra contiene el poder para producir vida, siempre y cuando existan condiciones
favorables para ello. Experimentos concluyeron que no es posible crear vida a partir de
elementos sin vida, es decir, para producir vida, necesariamente debe provenir de material vivo. [134]
Otra teoría, la del Desenvolvimiento Gradual o Evolución, señala el origen del cosmos a partir de
la existencia previa de materia, siendo ésta sujeta a leyes y fuerzas que operaron para su
contracción y expulsión violenta, dando forma a cuerpos celestes, y estos, a su vez, dando origen a
la Tierra. En la Tierra, una “chispa de vida” comenzó con la cadena evolutiva que desencadenó al
hombre mismo. [135]
El creyente debe, sin embargo, dar prioridad a la revelación divina del origen del hombre, sobre
toda especulación filosófica al respecto. La Doctrina Bíblica afirma la creación directa de parte de
Dios de todo lo existente, incluido el hombre en su ser integral, formado del polvo de la tierra, y
vivificado mediante el soplo divino (Génesis 2:7).
Hammond señala además, que la Biblia muestra el origen material del universo y de las
manifestaciones de la vida por la acción libre y creativa de Dios, además, el origen común de toda
la raza humana como la “cúspide del sistema de cosas vivientes”. [136]
III. LA UNIDAD DE LA RAZA HUMANA
Las Escrituras son claras al indicar la descendencia de toda la raza humana a través de una sola
pareja: Adán y Eva (Génesis 1:27-28, 3:20, Hechos 17:26)
Para Pardington, esta unidad de la raza humana encuentra su confirmación en la historia, en los
idiomas, en la psicología y en la fisiología, todas ellas disciplinas que corroboran el origen común
de todas las naciones y tribus. [137] Es por ello que existe una relación fraternal y universal entre
todos los miembros de la raza humana, debido a su común origen. Pardington y Lacy apuntan
incluso que dicha hermandad se ve expresada en el plan de redención para toda la raza humana,
puesto que todos los hombres fueron sujetos a muerte debido al primer pecado de Adán. Es así
que tanto el pecado es aplicable a toda la raza humana, como el plan redentor ofrecido a toda la
raza humana (Romanos 5:19). [138]
Adicional a los argumentos que señala Pardington, de las disciplinas que respaldan la unidad de la
raza humana, un escritor de la Enciclopedia Británica encuentra también sostén en cuestiones
como las morales, las mentales, las filosóficas, las religiosas, etc. [139]
IV. LA NATURALEZA DEL HOMBRE
El hombre tiene una parte material y una parte inmaterial. La parte material es conocida
simplemente como “cuerpo”, pero al describir la parte inmaterial, existen mayoritariamente dos
teorías, (ambas basadas en las Escrituras): un ser tricótomo y un ser dicótomo.
La teoría de la tricotomía divide la naturaleza humana en tres: cuerpo, alma y espíritu. Esta
división se basa en pasajes tales como 1era. de Tesalonicenses 5:23. Sin embargo, “espíritu” y
“alma” son utilizados en las Escrituras de manera indistinta en ocasiones, lo cual da cabida a la
teoría dicótoma de la naturaleza del hombre. Ésta, divide en sólo dos la naturaleza del hombre:
cuerpo y alma, es decir, la parte material y la parte inmaterial del hombre. Según el Dr. Hodge, el
espíritu encarnado en un cuerpo, da lugar a un “alma” o un “ser viviente”[140].
Para el Dr. Strong, el “psique” o “alma” es la parte inmaterial del hombre en las actividades
inferiores, compartida con los animales (vida, aptitudes, imaginación, memoria y entendimiento)
mientras que “pneuma” o “espíritu” es la parte inmaterial del hombre en las actividades
superiores, diferenciándolo de los animales (razón, conciencia, libre albedrío, inmortalidad y
responsabilidad). [141]
Adicional a las características de la parte inmaterial de la esencia del ser humano, Hammond
añade a la naturaleza del hombre rasgos distintivos como personalidad, semejanza moral con Dios
y dominio (limitado) sobre la creación. [142] Dios, al haber creado al hombre a su imagen y
semejanza (Génesis 1:26), le dotó de ciertos rasgos que le relacionan con Él.
Para otros, juntos con la conciencia y el libre albedrío, el hombre puede estudiarse desde tres
esferas: el intelecto, la sensibilidad y la voluntad. Para el Dr. Strong, el intelecto discierne entre
lo bueno y lo malo, la sensibilidad le impulsa alguna de estas dos cosas y el libre albedrío le brinda
la capacidad de hacer lo uno o lo otro[143]
V. EL ORIGEN DEL ALMA
El asunto del origen del alma ha sido un tema debatido extensamente. Existen varias teorías al
respecto. Una de ellas es la creacionista, en la que Dios implanta directamente el alma al ser
humana en el momento del nacimiento o momentos antes del mismo. [144] Otra teoría es la de la
Preexistencia, la cual argumenta que el alma humana existe antes de ser incorporada al cuerpo.
Una última es la del Traduccionismo, que postula que tanto alma como cuerpo son dados de los
padres a los hijos pues Dios les ha dado dicha facultad. [145]
VI. CONCLUSIÓN
Las Escrituras revelan de manera categórica el origen del hombre como parte de la creación
divina. El hombre ha sido dotado de una naturaleza tal, que le relaciona con Su Creador en
rasgos distintivos, siendo así pináculo de todo lo creado por Dios.
Todo hombre o mujer desciende de una misma pareja, lo cual, convierte a toda la raza humana en
una inmensa familia dispersa a lo largo y ancho de nuestro planeta. De igual forma, toda la raza
humana es responsable delante de Su Creador por el pecado, pero igualmente invitado a
reconciliarse con Él mediante Cristo Jesús.
La Antropología halla respuestas a su búsqueda en la revelación que Dios nos ha dado en Su
Palabra. Atender a ella es encontrar el origen, sentido y destino de nuestra raza humana.
HAMARTEOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
En toda la historia humana, el hombre ha revelado un alto grado de maldad tanto en sus actos
como en sus pensamientos e incluso en sus omisiones. La conducta moral de los individuos y de
las naciones, distan mucho de ser perfectos en cuanto a la rectitud moral se refiere.
Así pues, dicha maldad ha sido definida según las diversas opiniones de la época. La maldad se
atribuye a causas diversas que van desde eximir al hombre de su responsabilidad, hasta el
fatalismo extremo que lleva a la desesperanza.
Dicha maldad, la Biblia la relaciona con un origen: el pecado. La Hamarteología define los
términos que describen dicha maldad, su naturaleza, su culpa y la razón de los mismos. Sirva este
sencillo documento mencionar lo que la doctrina señala con respecto al pecado del hombre.
II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS
El pecado es la falta de conformidad a la ley de Dios, ya sea en actos, disposición o estado. La
Escritura brinda la idea de pecado definiéndolo como “no dar en el blanco”, cuando dicho blanco
es la conformidad perfecta de la santidad divina que Dios le demanda al hombre por ser un ente
responsable moralmente de sus actos. La palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento es
“hamartía” significando literalmente “no conformarse” o “no alcanzar”. Dicho pecado es
entonces, no sólo el acto, sino el estado y disposición de una persona (y en general, de toda la raza
humana) para con el pecado. [146]
Packer señala al pecado como una “deformación universal en todo momento y en toda persona”
como la Escritura lo indica en 1ero. de Reyes 8:46, Romanos 3:23 y 1era. de Juan 1:8-10. [147]
Pardington comenta con acierto (en concordancia con otros autores como Mueller por ejemplo[148])
que el origen de la maldad es uno de los misterios que no han sido revelados, pero existen
insinuaciones bíblicas que sugieren la caída de Satanás (Isaías 14: 12-17 y Ezequiel 28) y después
la caída del hombre y la consecuente introducción del pecado en la raza humana.
La realidad del pecado se ve corroborada por las Escrituras, el testimonio de la humanidad (el
filósofo romano Séneca citaba: “Todos hemos pecado, cual más, cual menos”) y el testimonio de
la conciencia. [149]
Mueller define el pecado (“anómos”) como todo desvío de la norma de la Ley divina (“nómos”),
sea vista como un estado o condición, o como acciones internas y externas. [150]
Así pues, el pecado es, tanto un concepto negativo denotando la falta de justicia o de conformidad
del hombre hacia la Ley y voluntad divinas, como un concepto positivo al ser una oposición real a
dicha voluntad de Dios.
III. LA NATURALEZA DEL PECADO
Los actos malos son el resultado de una naturaleza pecaminosa (Mateo 15:19). La naturaleza
pecaminosa, para Lacy, es aún más grave incluso que los actos mismos de pecado. [151]
Es por ello necesario fijar nuestra atención en el pecado como el efecto de una naturaleza
pecaminosa caída en Adán. En Adán, toda la raza humana cae (Romanos 5:15 y 1era. de Corintios
15:22). Todo ser humano entra al mundo con dicha naturaleza: la naturaleza del pecado (Isaías
1:5 y Jeremías 17:9).
A lo largo de la historia han existido teorías erróneas con respecto a dicha naturaleza de pecado
heredada desde Adán (o llamada “pecado original”). Uno de ellos fue Pelagio, quien argüía la
capacidad del hombre para determinar individualmente sus elecciones morales, por tanto,
rechazaba la idea del pecado original. Decía que los hombres nacen en el mismo estado que Adán
fue creado, con inocencia y perfección, y que son influidos al pecado por agentes externos
(padres, sociedad, etc.). [152]
Los Semi- Pelagianos consideraban que la justicia original era un don sobrenatural de Dios,
perdido en el pecado de Adán, por tanto, al nacer el hombre está en el estado mismo de Adán.
Agustín, por el contrario, insistía en que el hombre no tenía mérito alguno delante de Dios.
Algunas otras teorías humanistas dictan que el pecado es un accidente, o una enfermedad, o una
negación (donde simplemente la maldad es la ausencia de lo bueno y que el pecado es la ausencia
de justicia) o una lamentable fragilidad digna de conmiseración y no de condenación. [153]
La Iglesia Primitiva enseñaba, con los escritos de Pablo, que la caída de Adán trajo la pérdida de
las relaciones entre el hombre y Dios (Romanos 5:14 y Colosenses 1:21). Además de ello, los
efectos del pecado ponían al hombre en un estado de condenación delante de Dios (Romanos
3:23), así como un estado de corrupción que le imposibilita para cumplir la ley moral de Dios
(Romanos 7:19). [154]
IV. LA IMPUTACIÓN DEL PECADO
La imputación consiste en cargar una cosa en cuenta de otra persona. En las Sagradas Escrituras
se encuentra que, “el pecado de uno, en cuanto a sus efectos o penas, se imputa a otro quien lleva
entonces todas las responsabilidades del pecado imputado”. [155]
Así como la justicia de Cristo es imputada a los creyentes por medio de la fe y no por obrar
aquella justicia, el pecado de Adán es imputado a la humanidad sin necesariamente adjudicar el
carácter desobediente de Adán al resto de los hombres. Solamente se imputan las penas del
efecto y las responsabilidades, mas no la depravación en la naturaleza moral de Adán por el acto
en sí ni lo criminal de su pecado. [156]
La idea de la imputación y la de la substitución en Cristo van de la mano. La muerte de Jesús es la
substitución en lugar de la muerte condenatoria de los pecadores, es decir, los pecadores que
tengan fe recibirán los efectos legales de la muerte de Cristo, la cual está puesta en cuenta a su
deuda.
V. LA DEPRAVACIÓN TOTAL
El pecado afecta la totalidad del ser humano. No existe área en la cual el pecado no haya
trastornado la forma original del ser humano.
Para Mueller, este estado de depravación o de corrupción se refleja tanto en el intelecto y en la
voluntad del hombre. En el intelecto, el pecado no permite al hombre tener luz en cuanto a la
Palabra de Dios, mirando incluso al evangelio como una insensatez (1era. Corintios 2:14). De
igual forma juzga e interpreta mal cualquier asunto espiritual, debido a su misma incapacidad
(Hechos 2:13). Ni la educación ni la mucha cultura pueden “correr el velo” de la depravación
intelectual del hombre, sólo el Espíritu Santo lo puede hacer (1era. Corintios 2: 6-9). [157] En
segundo lugar, la voluntad del hombre depravado se opone real y constantemente a la voluntad
divina (Efesios 2:3), solamente puede oponerse a la ley divina (Romanos 8:7). Incluso su voluntad
puede estar en armonía con la de Satanás, teniendo una voluntad impía (Juan 8:44). [158]
Lacy define la depravación total del ser humano como entender que “no encontramos ningún
rincón de su existencia que esté exento de la influencia de alguna manera del pecado. [159]
Para Lacy, la depravación incluye la total destitución de aquel amor a Dios que es la base
fundamental de la Ley (Juan 5:42); el afecto interior y exterior, dando preferencia a sí mismo que
a la obligación de Dios y su Ley (2da. de Timoteo 3:2-4); una aversión y enemistad contra Dios
(Romanos 8:7); corrompido en todos sus poderes al egoísmo (Efesios 4:18) y está sujeto a una ley
de retroceso constante a favor de la maldad (Romanos 7:23). [160]
Así, todo hombre necesita invariablemente del favor y de la gracia divina, pues le resulta
imposible en su estado, relacionarse de manera favorable con su Creador.
VI. CONCLUSIÓN
El pecado de la raza humana da origen al sufrimiento y situación deplorable en la que se
encuentra el mundo en la actualidad. Mientras otros insisten en considerar al pecado tan sólo una
enfermedad, debilidad o pequeñas desviaciones, la Escritura enfatiza categóricamente la
imposibilidad de “acertar” a la voluntad divina (pecado) el origen de toda clase de males.
Es por ello necesario acudir a la gracia redentora de Cristo Jesús. De otra manera, la depravación
total en la que se encuentra el ser humano, llevará día a día a condiciones de vida intolerables de
una raza que es la corona de la creación de Dios, y hecha a su imagen y semejanza.
CRISTOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
La persona de Jesucristo adorna millones de volúmenes de literatura. Es contenido esencial de
millares e himnos y canciones; la poesía no escapa de los efectos de Su Divina Presencia. Ante el
Nombre de Jesús se han doblado incontable cantidad de rodillas pidiendo auxilio y encontrando
eternidad en Su muerte y resurrección hace más de dos mil años.
Sin lugar a dudas, Jesús es el personaje de la historia. Ni las edades ni el olvido podrán jamás
apagar Su Nombre. Él es simple y sencillamente el centro de todo.
Sirva este pequeño material para describir de forma brevísima algunas de las doctrinas con
respecto a la persona de Jesús: su naturaleza tanto divina como humana, su encarnación, su
“kenosis”, su resurrección y su ascensión. El lector encuentre y ratifique su adoración al Ser
trascendente de la humanidad.
II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS Y DESARROLLO DE LA CRISTOLOGÍA
La persona de Jesús es única en la historia de la humanidad. No existe paralelo alguno entre
Jesús y cualquier otro personaje. La Escritura nos revela claramente que en la persona de Cristo
Jesús encontramos la plenitud de la naturaleza humana (Hebreos 2:13-18) y la plenitud de la
naturaleza divina (Colosenses 2:9). Sólo en Jesús se encuentra ello.
La Cristología pues agrupa y enseña las verdades que la Sagrada Escritura revela en cuanto a la
Persona, los Estados y la Obra de Cristo. [161]
En cuanto a la Persona de Cristo, la Cristología estudia la verdadera humanidad y la verdadera
deidad de la única persona de Cristo; la unión personal de dichas naturalezas (unión hipostática);
así como la comunicación de ambas naturalezas y sus atributos. En cuanto a los Estados de
Cristo, la Cristología estudia los estados de preexistencia, humillación y exaltación de Cristo. En
cuanto a la Obra de Cristo, la Cristología estudia el papel de Cristo como Profeta, como Sacerdote
y como Rey. [162]
Mueller señala la importancia capital del completo entendimiento de la doctrina de Cristo para la
salvación. Cristo, como eje cardinal de la Gracia de Dios provista para el pecador, ha de ser
entendido de manera correcta en Su naturaleza, estados y obra. De nada serviría, dice Mueller,
que el pecador ponga su confianza en un Cristo humano solamente “maestro de principios éticos”.[163] Tampoco tiene sentido poner la confianza en Jesús “el Maestro” sin reconocer su obra
redentora en la cruz del calvario. Se entiende pues, que la fe correcta acerca de la Persona,
Estados y Obra de Jesucristo es lo que ofrece al hombre redención.
III. FACTORES ESENCIALES PARA COMPRENDER LA PERSONA DE CRISTO
Packer señala: “la doctrina de la Trinidad afirma que el hombre llamado Jesús es verdaderamente
divino; la de la Encarnación afirma que el Jesús divino es verdaderamente humano. Juntas,
proclaman la realidad plena del Salvador que presenta el Nuevo Testamento…”[164]
Esta realidad en cuanto a la persona de Cristo es incomprensible para la limitada mente de
cualquier ser humano. El mismo apóstol Pablo le llamaba un “gran misterio” de la fe cristiana
(1era. de Timoteo 3:16). Aún en su carácter incomprensible, cualquier corriente de pensamiento
que vaya en contra de la total naturaleza humana y la total naturaleza divina unidas en la persona
de Cristo, es considerada en las Escrituras como una doctrina herética (1era. de Juan 4:2-3).
Corrientes tales como la de los ebionitas (quienes no consideraban a Jesús divino sino sólo
humano), los arrianos (quienes profesaban que Jesús era un ser superior pero no divino), los
docetistas (quienes negaban la humanidad de Cristo), los apolinarianos (quienes negaban que
Cristo tuviera un alma humana), los nestorianos (quienes creían que Cristo tenía las dos
“personalidades” pero no unidas) o cualquier otra contraria a la enseñanza bíblica, pueden
considerarse un error a la luz de la misma Palabra.
Cristo, como bien lo define Lacy en términos sencillos, es “la misma persona en unión de dos
naturalezas. La manera de esta unión es un misterio”. [165]
IV. JESÚS COMO HIJO DEL HOMBRE
El término “Hijo de Hombre”, término que Jesús utilizaba con frecuencia para designarse así
mismo, habla de la naturaleza y forma humana que el Divino Redentor de la Humanidad había de
tener (Génesis 3:15 y Daniel 7:14). La Encarnación es el momento en el cual el Verbo adquiere
dicha forma y naturaleza humana, para venir a este mundo y habitar entre los seres humanos
(Juan 1:14). El Verbo tomó una naturaleza y formas humanas, semejantes a la nuestra.
La Escritura muestra la verdadera humanidad de Jesús el Mesías al atribuirle, de forma inicial, el
término “hombre” para describirlo (Juan 8: 40, Hechos 2:22, Romanos 5:15, 1era. de Corintios
15:21 y 1era de Timoteo 2:5). Sus necesidades físicas y emocionales son las de un ser humano
pleno: sentía cansancio (Mateo 8:24), dolor (Marcos 15:34), sed (Juan 19:28), sueño, compasión
(Mateo 14:14), alegría, tristeza (Lucas 19:41), indignación (Marcos 11:15-17), etc.
El apóstol Juan, en contra de doctrinas heréticas que negaban la naturaleza humana de Cristo,
escribió: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos, tocante al Verbo de Vida…” (1era. de Juan 1:1).
[166] Juan tiene el propósito didáctico de enfatizar la realidad material y totalmente humana de la
persona de Jesucristo.
Mueller señala que aún cuando Cristo comparte la naturaleza humana en todo sentido con el
género humano, hay de señalar cuestiones particulares como su concepción sobrenatural, su
perfecta impecabilidad y la exención del pecado original en su naturaleza humana. [167]
V. JESÚS COMO HIJO DE DIOS
La Biblia enseña con claridad, en los evangelios y a lo largo de todo el Nuevo Testamento, que el
Hijo es verdadero Dios, coeterno y consubstancial al Padre. [168]
La preexistencia del Verbo es un componente inicial de su divinidad según lo declara el primer
capítulo del Evangelio de Juan. Además de ello, Jesús mismo se describe como divino en frases
como: “…el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre” en Juan 3:13 o “Yo y el Padre uno somos”
en Juan 10:30, y en muchas otras.
A Jesús también le son atribuidas características que sólo la deidad posee, tales como la Eternidad
(Juan 8:58), la Omnisciencia (Juan 21:17) y la Omnipotencia (Juan 10:28-30). De igual forma,
Jesús realizó actos como perdonar pecados (Marcos 2:10) que sólo son atribuidos a Dios. La
Creación (Colosenses 1:16-17) también es atribuida al Hijo. [169]
Jesús, en su ministerio terrenal es adorado (Mateo 2:11, 14:33, Juan 20:28, 5:23) y en los escritos
neo testamentarios, es digno de recibir la Majestad, Honra y Gloria divinas (Hebreos 1:6,
Apocalipsis 5:12, Tito 2:13) Muchos otros títulos y profecías indican de manera clara la deidad de
Cristo (Isaías 9:6, 7:14, Salmo 2, etc.).
Sin lugar a dudas, la Biblia tiene abundante evidencia al respecto. Bien apunta Mueller: “todo
rechazamiento de la deidad verdadera y esencial de Cristo se basa, no en la falta de pruebas
bíblicas, sino en la tendencia racionalista del corazón carnal, para el cual el Evangelio de Cristo es
insensatez y tropezadero (1era. de Corintios 1:23; 2:14)”. [170]
VI. LA ENCARNACIÓN DE CRISTO
Antes de abordar el tema de la encarnación, Hammond apunta el propósito de la misma: la
redención. [171] El “postrer Adán” debía poseer un cuerpo igual al nuestro para poder efectuar la
redención de los hombres, obedeciendo completamente a las exigencias divinas.
Las Escrituras nos muestran claramente que la encarnación (palabra latina que significa
literalmente “adquirir humanidad” [172]) de Cristo se realizó mediante la obra completa del Espíritu
Santo (sin intervención humana). La profecía de Isaías 7:14 halla su cumplimiento en el relato de
Lucas 2, quien describe a María como la virgen de cuyo vientre nacerá el Salvador.
La ausencia de intervención humana, señala tanto que Dios es el Único Redentor de la humanidad
(ante la incapacidad de la naturaleza pecaminosa y caída de la raza humana), como la naturaleza
limpia de pecado que Jesús tuvo desde su excepcional nacimiento.
Para Pardington, esta encarnación es a perpetuidad. [173] Las tres razones que Pardington da para
ello, es que al asumir el Verbo un cuerpo humano, el Hijo de Dios, pasó también hacer Hijo del
Hombre en su naturaleza esencial; como nuestro Sumo Sacerdote es menester que el permanezca
encarnado; y, finalmente, su encarnación es esencial para su retorno. Pardington asegura incluso
que las apariciones después de la resurrección continúan manifestando la naturaleza humana de
Cristo.
Mediante la unión hipostática, la naturaleza humana y la naturaleza divina de Cristo son orgánica
e indisolublemente unidas. Es una persona con ambas naturalezas unidas y obrando juntas (no
independientemente). [174]
VII. LA KENOSIS DE CRISTO
En la carta del apóstol Pablo a los Filipenses, en su capítulo segundo, en los versículos del cuarto
al octavo, encontramos el corazón de la doctrina de la “kenosis” de Cristo. Mueller cita a Baier en
cuanto a la doctrina de la humillación (o kenosis) de Cristo de la siguiente forma: “El estado de
humillación consiste en que Cristo por un tiempo desistió en forma verdadera y real, bien que
voluntariamente, del ejercicio completo de la majestad divina, para que Él pudiese sufrir y morir
por la salvación del mundo”. Menciona el mismo Mueller, que este estado de “siervo” lo adquirió
desde la concepción hasta el momento que fue vivificado en el sepulcro en la resurrección. [175]
Se debe diferenciar la doctrina de la humillación de otras doctrinas acerca de la kenosis, sabiendo
que Cristo no se despojó de sus atributos divinos, es decir, no dejó de ser Dios. Un “vaciamiento”
total hubiera dado por resultado tan sólo una naturaleza humana en Cristo. Lacy describe la
humillación de Cristo como que “por un tiempo no admitía el ejercicio pleno de sus atributos
divinos, porque podemos decir que por un tiempo se mantuvieron los atributos divinos en un
estado latente”. [176]
Este “empobrecimiento” que conlleva la kenosis de Cristo (2da. de Corintios 8:9) incluye el
sometimiento a las leyes naturales del nacimiento (Lucas 2:12); incluye su sometimiento en las
leyes de crecimiento tanto físico como intelectual (Lucas 2:40); incluye su sometimiento al Padre y
al Espíritu Santo en cuanto a sus voluntad, sus enseñanzas y sus obras (Lucas 22:42); incluye, por
último, la aceptación del pecado de la humanidad en sí mismo y el dolor y la muerte por ello, aún
siendo inocente de culpa (2da. de Corintios 5:21). [177]
Toda esta humillación, la realizó voluntariamente por amor al Padre y al mundo (Hebreos 12:2)
VIII. RESURRECCIÓN Y ASCENCIÓN DE CRISTO
Para Mueller, la resurrección y la ascensión de Cristo forman parte del estado Cristológico de la
exaltación, siendo ahora su estado el estar sentado a la diestra de Dios Padre (1era. de Pedro
3:22, Hebreos 12:2, 10:12, 1:13, Romanos 8:34, Hechos 7:55-56, Lucas 22:69, Marcos 16:19, etc.) [178]
La Resurrección es el tema central de la predicación apostólica en el libro de los Hechos (1:22,
4:33, 17:18, etc.) y representa la vindicación de Dios el Padre sobre Cristo. [179] Cristo es
corroborado como Mesías y Juez de todo ser mediante la resurrección, además de ser dicho acto,
el “sello aprobatorio” de la obra redentora de Cristo a favor de la humanidad.
La Resurrección es el hecho histórico que confirma en los creyentes su fe y en el poder de Dios,
garantizando así su salvación (Efesios 2:5, Colosenses 2:13). La Resurrección es la garantía
inefable de vida eterna y la resurrección del cuerpo que los creyentes tienen mediante la obra que
Cristo efectuó (2da. de Corintios 4:14). La Resurrección también es figura de lo que el creyente
experimente en su fe, la “muerte al pecado”, la “resurrección en Cristo” y su futura glorificación
junto a Él (Romanos 6:2-4). [180]
La Ascensión de Jesús, según Packer, “fue el acto mediante el cual el Padre lo apartó de la vista de
sus discípulos para alzarlo (señal de exaltación) hasta una nube (señal de la presencia de Dios)”. [181] En este acto, Jesús recupera la gloria que tuvo con el Padre desde la eternidad (Juan 17:5),
sentándose a Su Diestra como señal inequívoca de autoridad y poder (Salmo 110:1, Hechos 7:56,
Romanos 8:34), tomando dominio absoluto sobre la creación (Mateo 28:18-20), siendo Cabeza de
Su Iglesia (1era. de Corintios 11:3), intercediendo por los santos (Hebreos 7:25) mientras Su
Iglesia vela expectante por Su regreso (Hechos 3:20-21, Tito 2:13). [182]
IX. CONCLUSIÓN
El cristianismo es una fe no centrada en reglas, dogmas o principios. El cristianismo es una fe
basada en una persona: Jesucristo.
Jesucristo, en su nacimiento, vida, obra, palabra, muerte y resurrección, es infinitamente superior
a cualquier otro personaje de la humanidad.
Su naturaleza tanto divina como humana es inexplicable. Su nacimiento virginal e inmaculado no
tiene precedentes. Su decisión voluntaria de dejar la Gloria Eterna compartida con Su Padre, a
fin de llevar a Su Iglesia a la gloria con Él, muestra un amor incalculable. Su resurrección y
ascensión son actos inigualables por cualquier otro personaje. Simplemente la persona de Jesús
es el centro de la humanidad. En Él se encuentra el propósito a la existencia humana y en Él se
halla también el destino eterno.
SOTERIOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
La salvación del hombre es un tema discutido en casi todas las religiones y sistemas de
pensamiento. El ser humano es consciente de la existencia más allá de la muerte y el destino de
las almas toma un significado trascendente para toda persona. Sin embargo, su búsqueda no
siempre encuentra la respuesta fiel y verdadera que se encuentra en la Palabra de Dios.
La Biblia aborda el tema de la salvación del alma humana y su destino eterno de manera clara y
precisa. En la persona de Jesucristo se encuentra dicha salvación y, por consecuencia, el destino
eterno de los hombres.
La Soteriología se encarga del estudio de la salvación del hombre. Sirva este pequeño y modesto
documento para puntualizar lo que las Sagradas Escrituras afirman categóricamente con respecto
a dicho tema.
II. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS
La salvación es el misterio más profundo de todos los tiempos y, en palabras de Hammond, la
salvación es “el gesto más extraordinario de la Deidad hacia los hombres, y la médula misma del
cristianismo”. [183]
La salvación es pues la misión suprema que el Hijo de Dios cumplió mediante una vida de
obediencia perfecta, entregándose como ofrenda por el pecado de los hombres de manera plena,
perfecta y suficiente (Hebreos 9:12). Esta muerte como pago del pecado del hombre es
“propiciatoria”, “vicaria” y “sustitutiva”.
Para Packer, la salvación es el “tema maestro del evangelio”; la salvación es una palabra que
abarca la imagen extensa de rescatar del peligro y la angustia para llevar a una situación de
seguridad. [184] De igual manera, esta salvación es una obra completa por parte de Dios. La
salvación no es alcanzada por obra humana. No existe intervención o ayuda del hombre para
adquirirla; la salvación es una obra realizada en su totalidad por Dios (Efesios 2:8-9).
El concepto de salvación es íntimamente ligado al de la redención estipulada en el Antiguo
Testamento. En primer lugar, la redención se obtiene y se relaciona mediante el derramamiento
de sangre (Hebreos 9:22); y en segundo lugar, la víctima animal en el Antiguo Testamento hace
las veces de “sustitución” (Levítico 9:15). A diferencia de la ofrenda expiatoria en el Antiguo
Testamento que sólo “cubría” el pecado, el término neo testamentario expresa la idea de
“reconciliación con Dios” no sólo cubriendo el pecado sino quitando el pecado del mundo (Juan
1:29). [185]
III. LA TEOLOGÍA DE LA EXPIACIÓN
La expiación es un acto divino que involucra al hombre. La teología aborda a la expiación tanto en
su aspecto divino como en su aspecto humano.
Para Dios, la expiación representa el acto supremo de la historia del mundo. La voluntad de Dios
fue cumplida en obediencia por parte del Hijo de manera perfecta. De igual forma la expiación
muestra, al mismo tiempo, la misericordia y el amor de Dios. En la cruz del calvario ambos
atributos de la Deidad se encuentran. “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la
paz se besaron” (Salmo 85:10). La vindicación de la Ley Divina tiene su cabal cumplimiento en la
obediencia de Cristo Jesús; dicha obediencia trae honra al Legislador. En la cruz, de igual
manera, el pago legal por el pecado fue plenamente satisfecho. Por último, la expiación no es
entendida como “un simple inocente pagando por los pecadores” sino Dios aceptando en su propia
persona el resultado de las injusticias del hombre (2da. de Corintios 5:19). [186]
Para los hombres, el acto de redención es la demostración de la repulsión santa de Dios hacia el
pecado del hombre, pero la muestra del amor por la humanidad. Esto debiera llevar al hombre al
arrepentimiento y a la fe. Hodge, citado por Hammond[187], analiza la obra de la redención en 3
aspectos:
1) Cristo salvando al hombre como Sacerdote, siendo representante y sustituto para efectuar la
reconciliación mediante sí mismo por los pecados del pueblo.
2) Cristo salvando al hombre como un Sacrificio, donde la víctima (Cristo) sustituye al ofensor (el
hombre) en el pago de su pecado. Así pues, Cristo es ofrenda y sacrificio por el pecado del
hombre
3) Cristo salvando al hombre como Redentor, en donde le rescata o le redime de las consecuencias
y de la esclavitud a la que estaba sujeto el hombre.
IV. LAS TEORÍAS DE LA EXPIACIÓN
A lo largo de la historia del cristianismo han existido teorías con respecto a la expiación. Algunas
de ellas, citadas por Lacy [188], son las siguientes:
1) La Teoría Sociniana o la Teoría del Ejemplo no le da importancia al pecado objetivo sino al
subjetivo, es decir, el arrepentimiento y la reformación es lo que mejora la condición moral del
hombre y trae redención con Dios. La muerte de Cristo sólo resulta útil para ejercer una
influencia fuerte en el hombre pero no resulta efectiva en la redención de los hombres en sí
misma. Esta doctrina estuvo ligada con Pelagio en el siglo IV y V d.C.
2) La Teoría de la Influencia Moral considera que toda la obra de Cristo es para influir en el
sentido moral en los corazones de los hombres por medio del carácter, enseñanzas y hechos de
Jesús. La obra del Mesías es sólo una reformación moral de los hombres y no una obra que
satisfaga la justicia de Dios como pago por el pecado.
3) La Teoría Gubernamental, presentada en el siglo XVII por Grocio, considera que el perdón del
pecado era un acto del Gobernador del Universo para mantener la dignidad de dicho gobierno.
Sólo se buscaba en el perdón de los pecados los mejores intereses del gobierno universal de Dios.
La muerte de Cristo es un disgusto de este Gobernador por el pecado, siendo así una enseñanza
para los hombres. Actualmente la teoría gubernamental carece de importancia.
4) La Teoría Comercial, relacionada con Anselmo en el siglo XI, estipula que Cristo es quien lleva
de manera infinita el castigo del pecado para resarcir el daño creado por los elegidos a la
majestad de Dios. Este pago de Cristo es el exacto merecido por los elegidos en satisfacción de
las demandas divinas. Así pues, los pecadores perdidos y elegidos se perdonan y se regeneran.
5) La Teoría Ética, dividida en dos partes, trata la muerte de Cristo en relación con la santidad de
Dios como base de la expiación y en segundo lugar, en relación con la humanidad. La santidad de
Dios exige castigo por el pecado, tomado por Cristo en la cruz. A través de dicho sacrificio, todas
las demandas de la justicia se satisfacen, y el pecador quien acepta lo que Cristo ha hecho a favor
de él, se salva. De igual forma la persona de Cristo expresa la divinidad en la humanidad; Jesús
tomó sobre sí l responsabilidad de una raza caída para que, todo miembro de la raza caída que
confíe en Él, reciba la justificación completa de sus pecados y en Cristo sea considerado hijo de
Dios.
V. LAS DOS CONDICIONES Y LOS TRES ASPECTOS DE LA SALVACIÓN
La Escritura es clara con respecto a las dos condiciones que hacen posible la salvación al hombre:
el arrepentimiento y la fe. A lo largo de la predicación apostólica, ambas condiciones estaban
presentes en el mensaje del evangelio y en los requisitos para alcanzar la salvación que Jesús
obtuvo en el calvario (Lucas 24:47, Hechos 5:31, 2da de Corintios 7:10).
La salvación puede definirse en tres preguntas según Packer, las cuales revelan tres aspectos
importantes de la misma: ¿De qué son salvados los creyentes? ¿Cómo son salvados los creyentes?
Y ¿Para qué son salvados los creyentes? [189] Los creyentes son salvados de su posición bajo la ira
de Dios, del dominio del pecado y del poder de la muerte (Romanos 1:18, 3:9 y 5:21); de su
condición natural dominada por el mundo, la carne y el diablo (Juan 8:23-24, Romanos 8:7-8 y
1era. de Juan 5:19) y de los numerosos vicios de la vida de pecado (Efesios 4:17-24). Son
liberados mediante la muerte de Cristo por el creyente y la vida de Cristo en el creyente
(Colosenses 1:27). La razón de ser salvados, en opinión de Packer, es para vivir en la eternidad y
desde ahora en el amor de Dios y amando a los demás (1era. de Juan 4:19-21).
Para Packer, “la vida de amor y adoración es nuestra esperanza de gloria, nuestra salvación ahora
y nuestra felicidad para siempre.” [190]
VI. EL ALCANCE (LOS LÍMITES) DE LA EXPIACIÓN
Existen dos teorías en cuanto a la extensión de la expiación. Una admite que la expiación es
únicamente limitada a aquellos a quienes Dios eligió (y por lo tanto creen). Una segunda teoría
declara que es suficiente y universalmente comprensiva para todo el mundo, pero eficaz
únicamente para los que creen. [191]
En la teoría de la expiación universal, sus defensores encuentran su sustento bíblico en pasajes
tales como 2da. de Pedro 2:1, 1era. de Juan 2:2, 1era. de Timoteo 2:6 y 4:10 entre otros muchos
pasajes. Para la teoría de la expiación limitada, se encuentran pasajes tales como Efesios 1:4,
2da. de Timoteo 1:9-10 y Juan 17:9 entre otros.
Para Lacy, la expiación aún obra incluso en los no creyentes. Lacy cree que es por la expiación de
Cristo que la misericordia de Dios se extiende dando tiempo a los que aún no se arrepienten,
invitándolos Dios al arrepentimiento (2da. de Pedro 3:9 y Hechos 17:30-31). Para Lacy, lo único
que obstaculiza el camino de la salvación del hombre es la incredulidad del mismo, pero el
mensaje del evangelio basado en la redención de todo hombre, permite al más duro y peor
pecador venir a salvación, ya que se puede decir con confianza y verdad que Cristo murió
personalmente por él. [192]
VII. CONCLUSIÓN
La obra suprema de Dios en Cristo Jesús para el hombre es la redención en la cruz del calvario.
Esta redención abre la posibilidad mediante el arrepentimiento y la fe en Jesús a una vida eterna
en adoración a Dios y amor a los hombres. Esta redención libra al ser humano del principal
problema en su relación con Dios y con los demás: el pecado.
Dicha obra redentora tiene su origen y su realización solamente en Dios. El hombre por sí mismo
es incapaz de obrar su propia redención. La sangre del Hijo de Dios fue el precio pagado en amor
a la humanidad para conquistar la salvación para todo corazón arrepentido y que pone su
confianza en Jesús.
Sin lugar a dudas, la redención es el más grande regalo que un Dios Santo puede otorgar a la
humanidad sumida en la inmundicia del pecado, a fin de gozar de una estrecha y eterna relación
con su Creador.
ECLESIOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
Existe un Cuerpo que Jesús mismo estableció y del cual Él es la Cabeza y Dueño. Este Cuerpo es
Su Iglesia. A través de las edades, la Iglesia ha permanecido firme y avanzando a pesar de los
embates del maligno contra ella. Todo creyente verdadero forma parte de ese Cuerpo: la Iglesia.
A pesar de tener una forma organizativa, la Iglesia es mucho más que una estructura u
organización, es el conjunto de personas que han abrazado la fe en el único y suficiente Señor y
Salvador de la humanidad: Jesús.
En este muy breve documento, el lector revisará los términos, las características y las formas de
gobierno de la Iglesia de Jesucristo. Asimismo podrá observar dos de las ordenanzas que Jesús
estableció para Su Cuerpo: el Bautismo y la Cena del Señor. Sirva el presente trabajo para
beneficio y edificación del lector.
II. LA IGLESIA, SU PROPÓSITO Y SUS CARACTERÍSTICAS
El término “Iglesia” tiene su origen etimológico en el verbo griego “kalein”, cuyo significado es
“llamar”. De este verbo se encuentran diversos derivados y combinaciones, entre ellos el término
“ekklesia” que designa a un “conjunto de personas llamados”. [193] Para Lacy, la Iglesia es una
“asamblea de cristianos, o cuando menos de los que profesan ser cristianos, bíblicamente
bautizados y constituidos en cuerpo místico del Señor Jesucristo por medio de una unión
voluntaria”. El autor enfatiza también la derivación de la palabra, siendo formada por “ek” (fuera
de) y “kaleo” (llamar), siendo la Iglesia, según el Dr. Thayer, “una asamblea de ciudadanos
llamados de sus casas a un lugar público”. [194]
Para Hammond, la Iglesia en su acepción más amplia es “la compañía de todos los verdaderos
creyentes, y esto incluye a quienes han dormido, además de los creyentes que aún viven”. La
Iglesia “triunfante”, todos aquellos que han muerto en el Señor y la Iglesia “militante”, todos
aquellos aquí en la tierra, forman parte de la Iglesia del Señor. [195]
“El Cuerpo de Cristo” (Romanos 12:5), “El Templo de Dios” (2da. Corintios 6:16) y la “Esposa de
Cristo” (Apocalipsis 19:7), representan algo perfecto y completo en los propósitos de Dios. Dichos
propósitos de la verdadera Iglesia siempre están relacionados con los propósitos eternos de Dios.
Este conjunto de personas redimidas, se reúnen para rendir adoración a Dios y edificarse
mutuamente. Tanto la adoración verdadera como el amor son pilares esenciales de la Iglesia.
Además de ello, la Iglesia es un “centro de testimonio” en donde el evangelio es preservado y
propagado a la humanidad. A la Iglesia le ha sido confiado la administración del evangelio, por lo
cual su proclamación es parte inherente de sus propósitos. [196]
Existen cuatro características esenciales de la verdadera Iglesia: Unidad, Santidad, Catolicidad
(Universalidad) y Apostolicidad. La Unidad de la Iglesia está asentada en pasajes bíblicos tales
como Efesios 4:5 (“una fe, un Señor, un bautismo”) en donde todos aquellos que aman al Señor
con sinceridad son parte de esta “Iglesia Una”. La Santidad refiere al hecho de que la Iglesia es
apartada para Dios (Efesios 5:27). La Catolicidad o Universalidad destaca la apertura de la Iglesia
a todas las naciones y a todas las personas sobre una base de igualdad pues “Dios no hace
acepción de personas” (Hechos 10:34). La Apostolicidad consiste en el hecho de haber sido
“edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra
angular” (Efesios 2:20).
Hammond, citando a W. H. Griffith, destaca estas cuatro características esenciales de la Iglesia de
la siguiente forma: “La Iglesia es una porque se halla unida a Cristo… la Iglesia es santa porque
está poseída por el Espíritu de Dios. La Iglesia es católica (universal) porque se proclama a Cristo
en todas partes y su vida es independiente de lugar o tiempo. La Iglesia es apostólica porque es
fiel a la enseñanza apostólica del Nuevo Testamento… La Iglesia del Nuevo Testamento es ese
cuerpo de Cristo formado por todos los fieles en él, y cada comunidad separada, formada por tales
personas, es una verdadera iglesia visible”. [197]
De igual forma, Pardington establece el par de acepciones que la Iglesia tiene. Uno es su sentido
universal, en donde todos los creyentes, de todos los siglos y tiempos y lugares, son unidos a Dios
por medio de la fe en el Señor Jesucristo (Efesios 1:2, Efesios 3:21 y Hebreos 12:23). La segunda
acepción respecta a su sentido local, en donde el Cuerpo Visible de creyentes puede significar una
asamblea reunida en casas (Romanos 16:5), una congregación o asamblea en una aldea o ciudad
(1era. De Tesalonicenses 1:1) o un grupo de pequeñas asambleas en un país o nación (Gálatas
1:2). [198]
III. FORMAS DE GOBIERNO ECLESIÁSTICO
Para Lacy, “todas las iglesias (del Nuevo Testamento) eran independientes en su gobierno
interior, unas de otras, y no estaban sujetas a ningún cuerpo sobre la tierra. Están sujetas
únicamente a Cristo la Cabeza de la Iglesia, y a todas las enseñanzas de Él en la Palabra.” [199]
Para el autor, la forma de gobierno que se encuentra en las iglesias locales neo testamentarias es
el congregacional, en donde la elección de oficiales (Hechos 1: 26, Hechos 6:1-6), decisiones
ministeriales (1era. Corintios 11:34), disciplina, recepción y expulsión de miembros (1era.
Corintios 5:15) y otras acciones de la iglesia local, eran sometidas a la elección democrática de los
creyentes.
En cuanto a los oficiales de la Iglesia, Lacy encuentra sólo dos tipos de ellos: los ministros y los
diáconos, liderados por un pastor. Tanto los obispos y presbíteros son considerados como
ministros. El pastor asimismo, no tiene mayor peso de autoridad que cualquier otro miembro de
la iglesia local. Los ministros (pastores, ancianos o presbíteros, y obispos) sirven en cuestiones
espirituales a la iglesia local, en tanto que los diáconos sirven en cuestiones temporales o
materiales a la iglesia local. [200]
Lacy escribe acerca de otros tipos de gobierno eclesiástico que él considera no ser bíblicos: la
organización clerical y la organización republicana. El gobierno clerical encuentra su expresión
clara en la Iglesia Romana, en donde los pastores están bajo autoridad de obispos, y estos a su vez
bajo la autoridad de arzobispos, y estos a su vez bajo la autoridad de cardenales, etcétera. La
estructura es una estructura compleja y jerárquica. El gobierno republicano establece delegados
para dirigir a la iglesia local. La iglesia presbiteriana es ejemplo de ello, en donde un cuerpo de
ancianos dirige y representa a la iglesia en sus decisiones. De igual forma, jerárquicamente se
establecen presbíteros para las iglesias locales, bajo el presbiterio, bajo el sínodo, bajo la
asamblea general de países o distritos. [201]
IV. EL BAUTISMO
El bautismo es una ordenanza que Cristo Jesús dejó a Su Iglesia (Mateo 28: 19). Dicha ordenanza
debe ser administrada únicamente a aquellas personas que han respondido positivamente al
evangelio y que han nacido de nuevo entregando su vida a Jesús (Hechos 2:41). La Escritura no
relata ningún caso de bautismo a personas que no hayan puesto su fe en Cristo Jesús. El bautismo
es un acto de identificación del creyente con la muerte y la resurrección de Cristo (Romanos 6:3,
Colosenses 2:12) en donde el bautizado muere al pecado y resucita a una nueva vida en Cristo
Jesús (Gálatas 3:27, Romanos 6:4).
La forma del bautismo en la Biblia no es otra sino la de la inmersión completa en el agua en el
nombre de cada Persona de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La palabra “baptizo”
significa “sumergir” o “zambullir” o incluso “sepultar”. [202]
Los candidatos a ser bautizados no son otros sino aquellas personas que dan evidencia de una
profesión de fe en Cristo Jesús como su Único y Suficiente Salvador. El bautismo es para seres
inteligentes y responsables de sus decisiones, fe y conducta. Toda aquella persona que ha
recibido el evangelio y sus ordenanzas es candidato para el bautismo. Cualquier persona que no
haga o no pueda hacer (por cuestiones de su edad o estado) una responsable decisión de fe acerca
de Jesús no debiera ser bautizado, puesto que no ha respondido consciente y responsablemente al
evangelio de Jesús. Lacy lo explica de la forma siguiente: “Ninguna persona por lo tanto puede
bautizarse sino sobre su profesión de fe en Cristo Jesús… Si bautizamos a personas que no son
capaces de creer, ni pueden hacer una profesión de fe, todo el simbolismo del bautismo se
destruye… El bautismo es la profesión de fe más elocuente que el pecador redimido puede hacer.” [203]
Con respecto a las personas indicadas para administrar el bautismo, Mueller comenta: “Así como
todas las bendiciones espirituales que Cristo obtuvo mediante su muerte vicaria pertenecen a
todos los creyentes, 1era. Corintios 3:21-22, directa e inmediatamente (esto es, sin la mediación
de ningún estado clerical), así también el Bautismo pertenece a todos los creyentes. Por esta
razón, la cuestión respecto a quién debe administrar el Sacramento del Bautismo es muy sencilla.
A falta de ministros debidamente llamados y ordenados, todo creyente tiene no sólo el privilegio,
sino también el deber de bautizar… En congregaciones organizadas, el Sacramento lo administran
los pastores debidamente llamados y ordenados por virtud de su oficio en el nombre de los
creyentes que los han llamado.” [204]
V. LA CENA DEL SEÑOR
La Cena del Señor fue instituida directamente por Cristo luego de la noche de la Cena Pascual,
constituida como un memorial de su muerte (Lucas 22:19-20, 1era. de Corintios 11:23-26). La
Iglesia del Señor está obligada a perpetuar este memorial hasta que Él venga (Mateo 26:29).
La Cena del Señor fue establecida para la Iglesia. No existe evidencia bíblica que sostenga la
participación de dicho memorial por personas apartadas de la Iglesia, es por tanto, una ordenanza
plenamente eclesiástica. [205]
Los elementos que se usan en ella son el pan sin levadura y el vino proveniente del jugo de uva.
El intentar conservar dichos elementos de la Cena es importante. En casos de urgencia o falta de
dichos elementos, no se debe limitar al uso exclusivo de ellos y dejar de celebrar la Cena, pero si
es posible conservar los elementos originales, es deseable. Debe recordarse que dichos elementos
representan el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo puesto por expiación nuestra en la
cruz del Calvario.
Es importante que la Iglesia congregada sea quien participe de la Cena del Señor. Debe evitarse
que la Cena sea celebrada por un grupo de creyentes en particular alejados de sus iglesias
locales. En la primera carta a los Corintios, capítulo once, versículos del veinte al veintidós, el
apóstol Pablo censura a aquellos quienes comen y beben la Cena del Señor como si fuera
cualquier otro alimento cotidiano, y lo hacen en sus propias casas. Hechos 20:7 indica que la
Iglesia se reunía a celebrar la Cena juntos como Cuerpo de Cristo en su comunidad.
La frecuencia con que debe la Cena del Señor ser celebrada no está estipulado de manera clara en
la Escritura. Lo que sí se establece es que se haga con frecuencia. Lacy comenta que la
frecuencia debe ser la necesaria para que la memoria del regreso de Cristo Jesús sea algo patente
en las iglesias locales, pero no tan frecuente como para que la conmemoración pase a ser algo
ordinario. El autor recomienda una celebrar la Cena del Señor una vez por mes. [206]
El simbolismo de la Cena del Señor es la muerte de Cristo. Su cuerpo y su sangre fueron
derramados en la cruz para la salvación de los creyentes y la Cena del Señor hace memoria de
ello. De igual forma, para Lacy simboliza la unidad del Cuerpo de Cristo en “un pan” (1era.
Corintios 10:17).
Para poder participar de la Cena es necesario ser un creyente en Cristo y ser bautizado. No existe
evidencia neo testamentaria de creyentes que participasen de la Cena del Señor sin ser creyentes
bautizados. De igual forma, los creyentes eran parte de una iglesia local con quien participaban
del memorial de la Cena del Señor. [207]
VI. CONCLUSIÓN
La Iglesia de Cristo en todo lugar es llamada a la comunión en adoración a Dios y al amor
fraternal entre sí y con el mundo. Como Cuerpo del Señor Jesús, cada miembro de Su Iglesia
forma parte en un hermoso privilegio y responsabilidad.
Es maravilloso pensar en la forma sobrenatural que la Iglesia de Dios tiene en los distintos lugares
y tiempos. Es maravilloso observar la forma en que la Iglesia de hoy forma parte de la misma
Iglesia que hace más de dos mil años “pavimentó” el camino del evangelio para todas las naciones.
Sin lugar a dudas que la Iglesia es una Obra Divina. No existe ninguna organización que pueda
compararse a la Iglesia. No existe ninguna organización que haya competido a la Iglesia en
influencia a través de las edades. La Iglesia es gloriosa para Dios y un hogar para el creyente. ¡El
Señor bendiga a Su Iglesia!
ESCATOLOGÍA
I. INTRODUCCIÓN
El hombre ha estado interesado, y lo seguirá estando, en los sucesos finales. No es novedad que
casi todas las culturas que han vecindado en nuestra Tierra han tenido una concepción propia con
respecto a los tiempos finales.
La Escritura, como infalible Palabra Divina, revela al hombre lo que en las postrimerías ha de
acontecer. La Biblia clarifica en su contenido el destino que la humanidad tiene por delante.
Sirva este modesto y brevísimo trabajo de investigación para asentar lo que la escatología estudia
con respecto a los tiempos finales en donde Dios ha de establecer su Santa, Buena y Perfecta
Voluntad para Su Creación.
II. DEFINICIÓN DE ESCATOLOGÍA
La Escatología es el compendio de doctrinas cristianas referentes a las últimas cosas.[208] La
palabra tiene su origen en el vocablo griego “esjatos” que significa “último”.
Se define también como el avance de los acontecimientos narrados en la Biblia en dirección a una
meta, siendo Dios el que dirige la historia hacia el cumplimiento definitivo de sus perfectos
propósitos para la creación. Así pues, los actos redentores de Dios no se limitan al ser humano
sino que todo lo creado y su historia tiene su cabal cumplimiento en lo trazado por Dios.
Es necesario para una comprensión completa de las doctrinas de los “últimos tiempos”, apuntar
que la perspectiva escatológica veterotestamentaria miraba hacia el futuro. Esta perspectiva
anhelaba la salvación de Dios en toda esfera, dando lugar a un mundo radicalmente transformado
por un acto directo del Señor.[209]
Para la perspectiva escatológica neotestamentaria, la salvación de Dios ha comenzado ya en la
vida, muerte, resurrección y obra redentora de Jesucristo (Mateo 3:17, 1era. de Pedro 1:20, 1era.
de Corintios 10:11). Sin embargo un “ya” es expresado juntamente con un “todavía no” (2da. de
Timoteo 2:18). [210] Se entiende pues, que la escatología ha comenzado con Jesús, lo cual ha dado
inicio a los postreros tiempos, y que éstos, han de ser consumados en el futuro y total reino de
Dios. Los creyentes y la Iglesia de Jesucristo viven envueltos en el “ya” y en el “todavía no” en el
movimiento progresivo del cumplimiento escatológico.
Así, la correcta escatología ve la inauguración realizada por Cristo sin dejar a un lado la
esperanza gloriosa de su cabal cumplimiento futuro.
III. LA MUERTE, LA RESURRECCIÓN Y EL JUICIO
La palabra “muerte” tiene más de una acepción en la Escritura. Puede referirse al sentido más
natural de cesación de funciones vitales de un cuerpo, puede referirse a la muerte espiritual
causada por el pecado (Romanos 8:6) o puede referirse a la “muerte segunda” o “muerte eterna”
como la eterna separación de Dios (Apocalipsis 20:12-15). [211]
La Biblia también es clara con respecto a la continuación de la existencia del alma luego de la
muerte física (Daniel 12:2, 1era. de Corintios 15:53-54). La vida del hombre no concluye con la
muerte. La muerte es sólo una “separación”, o como lo define Lacy “un cambio de relaciones… no
es de ninguna manera una extinción del hombre”. [212]
En cuanto al estadio después de la muerte, la Escritura sugiere que tal espera entre la muerte y la
resurrección, es una espera consciente (Lucas 16:19-31, Apocalipsis 6:9-11) y que luego de la
muerte, no existe posibilidad de “redefinir” el destino eterno de las almas (Hebreos 9:27) sino que
el ser espera al juicio divino.
Para Lacy, “el alma del cristiano al partir del cuerpo… inmediatamente pasa a la gloria… los
incrédulos pasan luego a un estado de tormento para esperar en cadenas y tinieblas la
resurrección y el juicio final…Es la verdad que debemos llamar al estado del alma entre la muerte
y la resurrección, un estado medio… pero este estado no es un estado inconsciente , no es un
estado imperfecto en cuanto a la condición moral del alma, ni es un estado de medio consciente”. [213]
En un sentido estricto, la Biblia enseña que todo ser humano ha de resucitar. Esta es llamada una
“resurrección general”, en donde los creyentes en Cristo resucitarán para vida eterna, más los
incrédulos para condenación eterna (Daniel 12:2, Juan 5:29). Toda la humanidad, en un sentido,
ha de resucitar. Sin embargo, la Escritura pone énfasis especial a la “resurrección cristiana”, en
ella, la resurrección de Cristo es prenda y garantía de que el creyente en Él, también resucitará
para vida eterna (1era. de Corintios 15:20).
El orden de la resurrección que marcan las Escrituras es el siguiente: Cristo en primer lugar, los
que son de Cristo en su venida y por último el resto de los muertos o de los incrédulos (1era. de
Corintios 15:22-26). [214]
La Biblia también es clara en cuanto a la resurrección física en un cuerpo diferente al terrenal y
glorificado (Romanos 8:23, Romanos 8:11, Filipenses 3:21, 1era. de Corintios 15:53-54, 2da. de
Corintios 5:1-4).
La escatología también muestra el elemento del juicio durante los últimos tiempos. Tanto el
Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento están llenos de referencias al justo juicio de Dios
(Isaías 26:9, Salmos 9:7, Hechos 17:31).
El Juez será Cristo (Mateo 16:27, Juan 5:27, 2da. de Corintios 5:10). Lacy apunta datos
interesantes con respecto al papel de Jesús como Juez: en primer lugar Cristo, como Dios-Hombre
juzgará de mejor manera a los hombres, en segundo lugar, como Dios su Juicio será Justo, y por
último, Cristo, como Cabeza de la raza humana tiene dominio y potestad sobre ella para ejecutar
su juicio. [215] De igual manera, la Escritura enseña que no sólo los hombres serán juzgados sino
también los ángeles han de serlo (Judas 6).
Como bien señala Packer, “el juicio manifestará, y de esa forma reivindicará de manera definitiva,
la justicia perfecta de Dios… El conocimiento del juicio futuro constituye siempre un llamado al
arrepentimiento en el presente. Sólo el penitente está preparado para el juicio cuando éste
llegue.” [216]
IV. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO
Mueller resume con maestría la enseñanza bíblica con respecto a la segunda venida de Cristo.
Señala, “La Escritura enseña con la mayor claridad que Cristo, el Dios-hombre (Mateo 25:31), a su
debido tiempo (Hechos 1:7), Juan 5:28-29), aparecerá visiblemente (Hechos 1:9-11) a todos los
hombres a la vez (Mateo 24:27,30; 1era. de Tesalonicenses 5:2) en gloria divina y rodeado de sus
ángeles asistentes (Mateo 25:31, 1era. de Tesalonicenses 4:16; Mateo 13:41-42), a fin de juzgar a
todas las naciones (Mateo 25:31), tanto a los vivos como a los muertos, a los últimos después de
haber sido resucitados (1era. de Corintios 15:51, Daniel 2:2*; Juan 5:28-29), echar los impíos al
tormento eterno (Mateo 25:46) y conducir a sus santos a la gloria eterna (Hebreos 9:28), a fin de
que la Iglesia Militante venga a ser para siempre la Iglesia Triunfante.” [217]
Pardington realza la importancia del tema, haciendo notar que la segunda venida de Cristo es
tema esencial de la vida del creyente y de la sana doctrina bíblica. Comenta que por cada
referencia a la primer venida de Cristo, existen ocho referencias a su retorno. Que existen libros
enteros como Tesalonicenses que abordan el tema. Remarca también las profecías del Antiguo
Testamento que apuntan al regreso de Cristo (Isaías 45:23, Ezequiel 21:25-27, Zacarías 14:16).
Jesús mismo compartía sobre el tema (Juan 14:1-3) y la Iglesia Primitiva la enseñaba de manera
frecuente (Hechos 3:19, 1era. de Juan 2:28, Judas 14). [218]
Es por demás decir que el regreso de Jesucristo es la esperanza de la Iglesia. La consumación de
los tiempos está total y profundamente ligada a dicho evento. Forma parte esencial de la doctrina
cristiana. Tal es su peso, que la revelación escrita en la Palabra Divina cierra con palabras de su
inminente y pronto retorno y del deseo de su Iglesia de que acontezca (Apocalipsis 22:20-21)
V. POSTURAS DOCTRINALES
Ciertamente el estudio del retorno de Cristo está envuelto de diferentes posturas sustentadas en
la Escritura misma. Todas ellas requerirían de un estudio cauteloso y exhaustivo. Sin embargo
Hammond, establece puntos en común para el estudio con respecto a los sucesos finales. Señala
que la Escritura habla claramente del regreso personal y literal del Señor Jesús y de la
glorificación de Su Iglesia. Recomienda guardarnos de los extremos “espiritualistas” o
“literalistas”. [219]
A lo largo de la historia han existido diversas interpretaciones: la Iglesia Primitiva deseaba un
pronto regreso del Señor; para el siglo II y III reinó la confusión; Agustín declaraba que el imperio
de las tinieblas ya habían sido derrotados, siendo su época el milenio reinante de Cristo; durante
la Reforma se luchaba contra el sistema católico romano percibido como el anticristo.[220]
En la historia contemporánea, Hammond cita dos escuelas en general: los historicistas, quienes
creen que las profecías ya se han cumplido en su mayoría, pero hace falta la victoria o clímax que
Apocalipsis describe en la lucha del Señor en contra del mal. Por otro lado los futuristas perciben
que la mayoría del Apocalipsis (o todo) está por cumplirse. [221]
Tomás de la Fuente clasifica en tres grupos las diferentes interpretaciones escatológicas: los
posmilenaristas, los premilenaristas y los amilenaristas. [222]
Los amilenaristas interpretan de manera alegórica y espiritualizada las profecías de Apocalipsis,
entendiendo que tienen su cumplimiento en la presente época del evangelio. Niegan la realidad
de un milenio terrenal instaurado al retorno del Rey Jesucristo y lo refieren a la eternidad con
Dios.
Los posmilenaristas interpretan una parte en sentido figurado y otra parte en sentido literal las
profecías apocalípticas. Esta corriente afirma que Cristo volverá al mundo después del milenio,
período de un reinado espiritual de Dios en la tierra.
Los premilenaristas interpretan la mayoría de los escritos de manera literal, considerando que
Cristo vendrá a inaugurar un reinado milenial en la Tierra. Es la postura predominante entre los
estudiosos y teólogos bíblicos.
Dentro del premilenarismo, se encuentran tres grupos: los pre-tribulacionistas, quienes
consideran que la Iglesia será arrebatada a la presencia de Dios antes de la Gran Tribulación,
volviendo Cristo a juzgar después de siete años de tribulación. Esta corriente es parte de un
sistema denominado dispensacional. En segundo lugar se encuentran los postribulacionistas,
quienes consideran que la venida de Cristo acontecerá después de la Gran Tribulación (incluida la
Iglesia en este duro tiempo). Esta corriente forma parte del sistema teológico anti-
dispensacional. Por último, se encuentran los medio-tribulacionistas, quienes consideran que la
Iglesia sufrirá la mitad de la Gran Tribulación y en algún punto de ella será arrebatada por Cristo
para librarse de la segunda mitad. [223]
VI. CONCLUSIÓN
Existe el glorioso día cuando el Señor Todopoderoso ha determinado establecer en pleno Su Reino
y Su total Autoridad sobre toda Su Creación.
La Iglesia de Jesucristo afronta este bello momento con la más grande de las esperanzas, en
donde el cumplimiento cabal de la voluntad de Dios se verá expresado en aquel día.
Sirva la escatología como fuente de paciencia y esperanza para el creyente; sirva la escatología
como invitación al arrepentimiento al mundo caído; sirva la escatología principalmente para dar
Gloria, Honor, Poder y Alabanza al Único y Sabio Dios, en Quien todas las cosas encuentran su
origen y su final.
CONCLUSIÓN
La doctrina cristiana ha de ser un tema central en la vida de la Iglesia hoy. Doctrinas
fundamentales de la fe deben ser conocidas y vividas por las congregaciones de hoy, tal como lo
han sido a lo largo de la cristiandad.
El creyente maduro reconoce la urgencia de afianzar su fe en los puntos centrales del
cristianismo, que lo distinguen de la gran ola de falsas enseñanzas y doctrinas que surgen cada
vez con mayor frecuencia.
Entiéndase también que la doctrina cristiana, además de ser un promotor del mejor conocimiento
de Dios, no sustituye en ninguna manera la relación que cada creyente tiene día a día con Su
Hacedor. El estudio sistemático de las doctrinas esenciales de la fe no tiene como propósito un
mero conocimiento intelectual, sino llevar al creyente a un amor más fervoroso por nuestro Dios y
Señor.
Que este breve y pequeño manual de doctrina cristiana cumpla con dicho propósito: afianzar la fe
de los creyentes en Cristo, llevándolos así a tener una relación más estrecha y profunda con
nuestro buen Dios y conducirse en una vida digna que refleje el carácter del amado Salvador
Jesucristo.
[1] G. H. Lacy, Introducción a la Teología Sistemática, (El Paso, Texas, EUA.: Casa Bautista de
Publicaciones, 1972), pp. 50-51
[2] Edgar Young Mullins, La Religión Cristiana en su Expresión Doctrinal, (El Paso, Texas, EUA.:
Casa Bautista de Publicaciones, s.f.), p. 151
[3] T. C. Hammond, Como Comprender la Doctrina Cristiana, (Buenos Aires, Argentina: Ediciones
Certeza, 1978), p. 20
[4] Juan Teodoro Mueller, Doctrina Cristiana Tomo I y II, (San Luis, Missouri, EUA.: Casa
Publicadora Concordia, 1948), p. 91
[5] Young, La Religión, p. 143
[6] Ibíd., p. 152
[7] Mueller, Doctrina, p. 92
[8] Ibíd., p. 98
[9] Hammond, Como Comprender, p. 41
[10] Mueller, Doctrina, pp. 94-100
[11] Ibíd., pp. 112-113
[12] Ibíd., pp. 115
[13] Ibíd. ; Hammond, Como Comprender, p. 51
[14] Hammond, Como Comprender, p. 36
[15] Ibíd., p. 37
[16] Ibíd., pp. 39-40
[17] Ibíd., p. 47
[18] Lacy, Introducción, p. 35
[19] Ibíd., pp. 39-44
[20] Ibíd., pp. 44-45
[21] Myer Pearlman, Teología Bíblica y Sistemática, (Miami, Florida, EUA.: Editorial Vida, 1992)
pp. 30-33
[22] Mueller, Doctrina, p. 135
[23] Ibíd.
[24] Pearlman, Teología, p. 36
[25] Young, La Religión, pp. 218-219
[26] Ibíd., p. 219
[27] Hammond, Como Comprender , p. 60
[28] Lacy, Introducción, pp. 70-71
[29] Young, La Religión, pp. 227-233
[30] Mueller, Doctrina, p. 153
[31] Ibíd., pp. 153-154
[32] Pearlman, Teología, p. 42
[33] F.F. Bruce e I.H. Marshall, Nuevo Diccionario Bíblico Certeza, (Barcelona, España: Editorial
Certeza, 2003), p. 364
[34] Hammond, Como comprender, p. 62
[35] Lacy, Introducción, p. 80
[36] Young, La Religión, p. 249
[37] Pearlman, Teología, p. 42
[38] Ibíd., p. 45
[39] Ibíd., pp. 45-46; Hammond, Como Comprender, p. 66; Mueller, Doctrina, p. 161; Lacy,
Introducción, p. 90
[40] Hammond, Como Comprender, p. 65
[41] Pearlman, Teología, pp. 47-48
[42] Ibíd.
[43] Lacy, Introducción, p. 81
[44] Pearlman, Teología, p. 47
[45] Hammond, Como Comprender, p. 69
[46] Hammond, Como Comprender, p. 70; Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, pp. 366-367
[47] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 367; Hammond, Como Comprender, p. 70
[48] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 368; Hammond, Como Comprender, p. 70
[49] Hammond, Como Comprender, p. 71
[50] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 369
[51] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 367; Hammond, Como Comprender, pp. 70- 71
[52] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 367-369
[53] Ibíd., p. 368
[54] Ibíd., p. 879
[55] Ibíd., p. 881
[56] Ibíd., p. 538
[57] Ibíd.
[58] Josh McDowell, Evidencia que Exige un Veredicto, (Miami, Florida, EUA.: Editorial Vida,
1982), p. 366
[59] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 538
[60] McDowell, Evidencia, p. 366
[61] Paul Johnson, Historia del Cristianismo, (Barcelona, España: Ediciones B, 2006), p. 17
[62] Alfred Edersheim, Comentario Bíblico Histórico, (Barcelona, España: Editorial CLIE, 2009), p.
632
[63] Johnson, Historia, pp. 17-18
[64] Justo L. González, Historia del Cristianismo Tomo 1, (Miami, Florida, EUA.: Editorial UNILIT,
1994), p. 26
[65] Ibíd.
[66] Ibíd., p.27
[67] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 587
[68] Ibíd.
[69] Ibíd., 587-589
[70] John Stott, Cómo Comprender la Biblia, (Buenos Aires, Argentina: Ediciones Certeza Unida,
2004), pp. 105-122
[71] Ibíd., pp. 105-108
[72] Ibíd., pp. 108-111
[73] Ibíd., pp. 111-114
[74] Ibíd., pp. 114-118
[75] Ibíd., pp. 118-122
[76] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 459
[77] A.J. Gordon, El Ministerio del Espíritu, (Barcelona, España: Editorial CLIE, 1984), p. 55
[78] Ralph E. Knudsen, Creencias Cristianas, (México D.F., México: Casa Unida de Publicaciones,
1954), pp. 82-85
[79] Pearlman, Teología, pp. 223-226
[80] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, pp. 461
[81] Pearlman, Teología, pp. 243-245
[82] Ibíd., p. 234
[83] Ibíd., p. 222
[84] Ibíd., p. 206
[85] Hammond, Como Comprender, pp. 192-193
[86] Pearlman, Teología, p. 206
[87] Young, La Religión, p. 207
[88] Hammond, Como Comprender, pp. 193-195
[89] Hammond, Como Comprender, p. 201
[90] Gordon, El Ministerio, p.207
[91] Hammond, Como Comprender, p. 74
[92] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 1363
[93] Ibíd., p.1363-1365
[94] Pearlman, Teología, p. 53
[95] Ibíd.
[96] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 57
[97] Pearlman, Teología, pp. 58-59
[98] Ibíd.
[99] Ibíd., p. 61
[100] Billy Graham, Los Ángeles. Agentes Secretos de Dios, (Miami, Florida, EUA.: Editorial
Caribe, 1976), pp. 57-67
[101] Ibíd., p. 63
[102] Ibíd., p. 62; Pearlman, Teología, p. 60
[103] Pearlman, Teología, p. 61
[104] J.I. Packer, Teología Concisa, (Miami, Florida, EUA.: Editorial UNILIT, 1998), p. 76
[105] Pearlman, Teología, p. 61
[106] Ibíd., p. 65
[107] Packer, Teología, p. 80
[108] Graham, Los Ángeles, p. 74
[109] Packer, Teología, p. 79
[110] Bruce y Marshall, Nuevo Diccionario, p. 342-343
[111] Pearlman, Teología, p. 66
[112] Packer, Teología, p. 77
[113] Lacy, Introducción, p. 119
[114] Young, La Religión, p. 256
[115] Alfonso Lockward, Nuevo Diccionario de la Biblia, (Miami, Florida, EUA.: Editorial UNILIT,
1999), p. 254
[116] Hammond, Como Comprender, p. 81
[117] Young, La Religión, p. 257
[118] Samuel Vila y Santiago Escuain, Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, (Barcelona, España:
Editorial CLIE, 1985) pp. 189-191
[119] Hammond, Como Comprender, p. 85
[120] Ibíd., p. 86
[121] Ibíd., pp. 83-86
[122] Young, La Religión, p. 258
[123] Lacy, Introducción, p. 125
[124] Ibíd., p. 135
[125] Young, La Religión, p. 270
[126] J.M. Pendleton, Compendio de Teología Cristiana, (México D.F., México: Casa Bautista de
Publicaciones, 1981), p. 125
[127] Ibíd., pp. 129-130
[128] Young, La Religión, p. 281
[129] Hammond, Como Comprender, p. 91
[130] Young, La Religión, p. 275
[131] Ibíd., p. 273
[132] Pendleton, Compendio, p. 131
[133 ] G.H. Lacy, Introducción a la Teología Sistemática, (El Paso, Texas, EUA: Casa Bautista de
Publicaciones, 1972), p. 144
[134] Ibíd. p.147
[135] Ibíd. p.148
[136] T. C. Hammond, Como Comprender la Doctrina Cristiana, (Buenos Aires, Argentina:
Ediciones Certeza, 1978), pp. 99-100
[137] George P. Pardington, Estudios de Doctrina Cristiana, (Temuco, Chile: Editorial Alianza,
1960), pp. 114-115
[138] Ibíd.; Lacy, Introducción, p.151
[139] Lacy, Introducción, p. 154
[140] Lacy, Introducción, p. 156
[141] Ibíd., pp. 154-157
[142] Hammond, Como Comprender, pp. 103-106
[143] Pardington, Estudios, pp. 121-126
[144] Hammond, Como Comprender, p. 106
[145] Lacy, Introducción, pp. 160-164
[146] Lacy, Introducción, p. 180
[147] J.I. Packer, Teología Concisa, (Miami, Florida, EUA: Editorial Unilit, 1998), p. 92
[148] Juan Teodoro Mueller, Doctrina Cristiana Tomo I y II, (San Luis, Missouri, EUA.: Casa
Publicadora Concordia, 1948), p. 200
[149] Pardington, Estudios, pp. 148- 150
[150] Mueller, Doctrina, p. 197
[151] Lacy, Introducción, p. 180
[152] Ibíd. 181
[153] Pardington, Estudios, pp. 150-151
[154] Ibíd. p. 183
[155] Lacy, Introducción, p. 196
[156] Ibíd. p. 196-197
[157] Mueller, Doctrina, p. 205
[158] Ibíd. p.206
[159] Lacy, Introducción, p. 193
[160] Ibíd. p. 194
[161] Mueller, Doctrina, p. 241
[162] Ibíd. pp. 241-301
[163] Ibíd. p. 241
[164] Packer, Teología, p. 114
[165] Lacy, Introducción, pp. 217-220
[166] Ibíd. p. 216
[167] Mueller, Doctrina, pp. 245-246
[168] Ibíd. p. 242
[169] Ibíd. pp. 242-243
[170] Ibíd. p. 243
[171] Hammond, Como Comprender, pág. 143
[172] Pardington, Estudios, p. 180
[173] Ibíd. p. 181
[174] Ibíd. pp. 187-188
[175] Mueller, Doctrina, p. 272
[176] Lacy, Introducción, p. 224
[177] Ibíd. p. 225
[178] Mueller, Doctrina, p. 280
[179] Hammond, Como Comprender, p. 159
[180] Ibíd. pp. 159-161
[181] Packer, Teología, p. 137
[182] Pardington, Estudios, pp. 194-195
[183] Hammond, Como Comprender, p. 173
[184] J.I. Packer, Teología, p. 154
[185] Hammond, Como Comprender, pp. 175-176
[186] Ibíd. pp. 177-178
[187] Ibíd. pp. 179-180
[188] Lacy, Introducción, pp. 243-251
[189] Packer, Teología, pp. 154-155
[190] Ibíd. p. 156
[191] Lacy, Introducción, p. 251
[192] Ibíd. 252
[193] Pardington, Estudios, p. 266
[194] Lacy, Introducción, p. 328
[195] Hammond, Como Comprender, p. 231
[196] Ibíd. pp. 231-233
[197] Ibíd. p. 235
[198] Pardington, Estudios, p. 267
[199] Lacy, Introducción, p. 334
[200] Ibíd. p. 337
[201] Ibíd. p. 336
[202] Ibíd. pp. 339-341
[203] Ibíd. p. 349
[204] Mueller, Doctrina, pp. 475-476
[205] Lacy, Introducción, p. 357
[206] Ibíd. p. 360
[207] Ibíd. pp. 366-369
[208] Nuevo Diccionario Bíblico Certeza, (Barcelona, España: Ediciones Certeza Unida, 2003), pp.
427-434
[209] Ibíd. p. 427
[210] Ibíd. p. 428
[211] Hammond, Como Comprender, p. 276
[212] Lacy, Introducción, p. 375
[213] Ibíd. pp. 379-382
[214] Ibíd. p.400
[215] Ibíd. p.407
[216] Packer, Teología, pp. 263-264
* Mueller cita Daniel 2:2, cuando la cita correcta referida al tema es Daniel 12:2
[217] Mueller, Doctrina, p. 594
[218] Pardington, Estudios, p.278
[219] Hammond, Como Comprender, p. 274
[220] Ibíd. pp. 272-273
[221] Ibíd. p. 273
[222] Tomas de la Fuente, Claves de Interpretación Bíblica, (El Paso, Texas, EUA: Editorial Mundo
Hispano, 2010), p. 170
[223] Ibíd. pp. 170-175