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    FUerzas armadas?

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    Otros descriptores asignados por la Biblioteca Virtual de CLACSO:

    Fuerzas Armadas / Poltica militar / Relaciones cvico-militares / Protesta social /Derechos Humanos / Crisis presupuestaria / Sistema poltico / Poltica nacional /Aspectos jurdicos / Argentina

    Canelo, Paula

    Un nuevo rol para las Fuerzas Armadas? : polticos y militaresfrente a la protesta social, los derechos humanos y la crisis presu-puestaria : Argentina, 1995-2002 . - 1a ed. - Buenos Aires : ConsejoLatinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO, 2010.

    EBook. - (Becas de investigacin)

    ISBN 978-987-1543-56-4

    1. Insituciones Polticas. 2. Fuerzas Armadas. I. Ttulo

    CDD 306.27

    La Coleccin Becas de Investigacin es el resultado de una iniciativa dirigida a la diusin de lostrabajos que los investigadores de Amrica Latina y el Caribe realizan con el apoyo del Programa

    Regional de Becas de CLACSO.

    Este libro presenta la investigacin que la autora realiz en el marco del concurso de proyectos parainvestigadores de nivel intermedio sobre El papel de las fuerzas armadas en Amrica Latina y el Caribe

    organizado por el Programa Regional de Becas de CLACSO con el apoyo de la Agencia Sueca deDesarrollo Internacional, Asdi.

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    Coleccin Becs de Inestigcin

    Un nUevo rol para lasFUerzas armadas?

    Polticos y militares frente a la

    Protesta social, los derechoshumanos y la crisis PresuPuestaria

    (argentina, 1995-2002)

    Paula Canelo

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    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamentea los autores rmantes, y su publicacin no necesariamente refeja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

    Editor Responsable Emir Sader - Secretario Ejecutivo de CLACSO

    Coordinador Acadmico Pablo Gentili - Secretario Ejecutivo Adjunto de CLACSO

    Coleccin Becas de Investigacin

    Directora de la Coleccin Bettina Levy - Coordinadora del Programa Regional de BecasAsistentes del Programa Natalia Gianatelli - Luciana Lartigue - Magdalena RauchRevisin tcnica de textos Ernesto Funes

    rea de Produccin Editorial y Contenidos Web de CLACSO

    Responsable editorial Lucas SablichDirector de arte Marcelo GiardinoResposanble de contenidos web Juan AcerbiWeb master Sebastin HigaLogstica Silvio Nioi Varg

    Arte de tapa Marcelo Giardino

    Primera edicinUn nuevo rol para las Fuerzas Armadas?

    (Buenos Aires: CLACSO, septiembre de 2010)

    ISBN 978-987-1543-56-4 Consejo Latinoamericano de Ciencias SocialesQueda hecho el depsito que establece la Ley 11723.

    CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Cincias SociaisAv. Callao 875 | piso 5 J | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | ArgentinaTel [54 11] 4811 6588 | Fax [54 11] 4812 8459 | |

    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su almacenamientoen un sistema inormtico, ni su transmisin en cualquier orma o por cualquiermedio electrnico, mecnico, otocopia u otros mtodos, sin el permiso previo del editor.

    Este libro est disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO

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    ndice

    pg | 9

    iu | 11

    sgu m | 23

    Ls utocrtics de 1995 y el lidergo de Bl

    L Segund Reorm del Estdo y ls controersis en

    torno l luch contr el nrcotrco

    El Foro de Generles Retirdos y el Crculo Militr

    El rerme subersio y l irrupcin de l protest en

    l gend de l seguridd

    L repertur del rente de los derechos humnos y

    un nue utocrtic

    El confictio lejmiento de Bl de l Jetur del Ejrcito

    l F d r (1999-2001) | 63

    Brinoni y Lpe Murphy: l resturcin de l unidd

    perdid y el juste presupuestrio

    El crecimiento de l protest socil y los nces de los

    prtidrios de l militricin de l seguridd interior

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    Brinoni y Junren: l inconstitucionlidd de ls Leyes

    de Punto Finl y de Obedienci Debid

    L institucionlicin de l protest, el 11-S y l Ley

    de Inteligenci Ncionl

    L crisis de diciembre de 2001

    eg: g g g | 103

    cu | 109

    Bbgf | 117

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    Este libro presenta la investigacin realizada durante el ao 2004 porPaula Canelo en el marco del Concurso CLACSO-Asdi sobre El papelde las uerzas armadas en Amrica Latina y el Caribe. Los resultadosnales de esta investigacin ueron actualizados y preparados para supublicacin en el ao 2009.

    Esta iniciativa orma parte de un conjunto de actividades que elPrograma Regional de Becas de CLACSO viene desarrollando con el ob-jeto de ortalecer la produccin acadmica latinoamericana y caribeay promover la refexin crtica sobre los grandes desaos que enrentan

    las sociedades de la regin. Esta convocatoria busc estimular estudiosy debates sobre la problemtica de las uerzas armadas de AmricaLatina y el Caribe a nes del siglo XX y principios del siglo XXI, pero-do en el cual diversas situaciones de inestabilidad poltica avorecieronlas tendencias que criminalizaban el conficto social y propiciaban lamilitarizacin. En este sentido, la regin enrentaba los desaos deredenir el papel de sus uerzas armadas, replantear las concepcionesde seguridad y ormular un nuevo tipo de relaciones entre militares yciviles. Estos desaos demandaban una refexin seria por parte de

    los cientcos sociales para comprender la nueva institucionalidad y elnuevo papel de las uerzas armadas en el actual contexto internacionaly local; y un compromiso intelectual en la ormulacin de principios de

    prloGo

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    polticas pblicas que puedan ser apropiados colectivamente y aplica-

    dos desde las instancias de poder.

    Queremos destacar que esta actividad no hubiera sido posible sin

    la confanza y el apoyo brindado por la Agencia Sueca de DesarrolloInternacional (Asdi) quien auspicio la organizacin de este concurso.

    Asimismo, dejamos constancia del valioso aporte realizado por los aca-

    dmicos que ormaron parte de los Jurados que asumieron la tarea

    de evaluar y seleccionar los trabajos presentados: Sonia de Camargo

    (Instituto de Relaciones Internacionales de la Pontifcia Universidad

    Catlica de Ro de Janeiro, Brasil IRI/PUC), Robinson Salazar Prez

    (Universidad Autnoma de Sinaloa UAS, Mxico), Edelberto Torres Ri-

    vas (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y Jaime

    Zuluaga Nieto (Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacio-

    nales de la Universidad Nacional de Colombia IEPRI/UNC). Agradece-

    mos tambin a los directores de los Centros Miembros de CLACSO que

    respaldaron las presentaciones y acilitaron la tarea de los investigado-

    res en sus respectivas instituciones.

    Muy especialmente agradecemos a los investigadores ganadores

    del concurso en las categoras Nivel Superior y Consolidacin Acad-

    mica por el aporte que hicieron al programa. En orden alabtico sus

    nombres son: Paula Canelo, Claudio Fuentes Saavedra, Lourdes Cecilia

    Hurtado Meza, Graciela Inesta Domnguez, Luca Pazmio.

    Finalmente destacamos la colaboracin de los colegas de la Se-cretara Ejecutiva de CLACSO que participaron en esta iniciativa. En

    particular a Natalia Gianatelli y Ernesto Funes, por su colaboracin en

    la preparacin de este libro. Extendemos este agradecimiento al equipo

    de Produccin Editorial de CLACSO, quien tuvo a su cargo la revisin

    tcnica, el diseo y la diagramacin de este libro.

    Programa Regional de Becas

    Buenos Aires, junio de 2010

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    Las Fuerzas Armadas han sido actores centrales de la escena poltica argen-tina desde que sonara en 1930, por primera vez, la Hora de la Espada1. Apartir de all, e invocando permanentemente una legitimidadapoltica, deencarnacin de la unidad nacional y de representacin del inters gene-ral, los militares argentinos ejercieron el rol de tutores del sistema poltico,instaurando una crnica dinmica de alternancia cvico-militar. Pro-oligr-quicas o industrialistas, liberales o nacionalistas, restauradoras o moderni-zantes, siempre elitistas y conservadoras, las Fuerzas Armadas impusieronsu uerza con el n de restablecer la estabilidad de lo que perciban como

    una sociedad desquiciada, imprimiendo al sistema poltico argentino unode sus rasgos ms perdurables: el de una recurrente inestabilidad.

    1 La expresin pertenece al intelectual argentino Leopoldo Lugones, que el 11 de diciem-bre de 1924 en el homenaje a la Batalla de Ayacucho, arm que ha sonado otra vez,para bien del mundo, la hora de la espada. El Discurso de Ayacucho ue reivindicadopor los partidarios del general Jos Flix Uriburu luego del golpe militar de 1930.

    introdUccin

    pu c*

    * Doctora en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLA-CSO), Magster en Ciencia Poltica del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES-UN-SAM), y Licenciada en Sociologa de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Fue becariadel Consejo Nacional de Investigaciones Cientcas y Tcnicas (CONICET) y de CLACSO,y actualmente se desempea como investigadora del CONICET y como docente de gradoy posgrado del IDAES-UNSAM y de la UBA.

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    En pos del cumplimiento de este rol arbitral, las Fuerzas Arma-das se dotaron de dos recursos undamentales: de una doctrina que lasproveyera de una misin trascendente, y de una amenaza que les otor-

    gara cohesin e identidad. As, la postulacin de un enemigo de peligro-sidad inmediata o potencial, cuyos rasgos principales eran dictados porla doctrina militar, ue una constante en la justicacin de los golpesmilitares argentinos y en la creciente injerencia de las legiones milita-res en cuestiones polticas (Canelo, 2001): el nacionalismo aristocrticouriburista se declaraba partidario del restablecimiento de las jerarquassociales perturbadas por la chusma radical, los coroneles y genera-les de la Revolucin de 1943 se proponan recomponer la paz socialalterada por la agitacin comunista, los gorilas de la RevolucinLibertadora buscaban volver a las condiciones del preperonismo, yel autoritarismo burocrtico de la Revolucin Argentina le declarabala guerra al enemigo marxista.

    Objeto de una ebril indagacin intelectual durante dcadas, la pre-gunta acerca del rol jugado por las Fuerzas Armadas en el sistema polticorecorri sistemticamente la produccin sociolgica, histrica y politolgica.La presencia militar no se agotaba en los golpes de Estado, o en la intermi-nable sucesin de conatos, pronunciamientos y levantamientos castrenses,sino que se extenda, en virtud de una amplia y compleja red de relacionescvico-militares, para posicionar a las instituciones militares como un ver-

    dadero actor de poder, como una variable undamental a tener en cuentano slo para los protagonistas de la escena poltica, sino tambin para losestudiosos de las ciencias sociales locales, regionales e internacionales. Enese marco, en el debate intelectual prolieraron innumerables hiptesis, des-de aqullas ms instrumentales o sistmicas a otras ms centradas en laperspectiva del actor militar: la pregunta por el rol poltico de las FuerzasArmadas era atravesada, por un lado por una de las grandes dicotomasde las ciencias sociales la que contrapona sistema y actor-, y por otropor interrogantes ms amplios dentro de los cuales lo militar ocupaba

    siempre un lugar destacado, como las caractersticas de las lites, las clasesdominantes, el Estado y sus burocracias, etctera.

    Luego de los sucesivos y rustrados intentos de reencauzar pordistintos medios las desviaciones de la sociedad argentina que ue-ron implementados por las Fuerzas Armadas durante ms de cuatrodcadas, una coalicin cvico-militar conormada por una generacinde militares instruida en los principios de la Doctrina de la SeguridadNacional (DSN)2 y distintas racciones de la derecha civil argentina

    2 Desde mediados de la dcada del cincuenta, en los Estados Unidos haba comenzado aoperarse un cambio de concepcin estratgica, desde una concepcin de guerra totaly de deensa hemisrica a otra que, contra el teln de una progresiva capacidad nuclear

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    tanto liberales como nacionalistas (Canelo, 2008a y b)- se embarc enla experiencia reundacional ms sangrienta de la historia argentina: elautodenominado Proceso de Reorganizacin Nacional (1976-1983)3.

    Si bien civiles y militares parecieron comprender que se hallaban anteuna oportunidad nica para reundar denitivamente la enermizaconguracin social, poltica y econmica de la Argentina de posgue-rra, la impericia poltica de los uniormados y sus socios, las proundascontradicciones que atravesaban a la alianza en el poder, la atroz polti-ca represiva empleada en la lucha contra la subversin y, nalmente,la derrota en la guerra de Malvinas, provocaran el estrepitoso colapsodel rgimen. Para las Fuerzas Armadas, el racaso del Proceso signi-c no slo la prdida del atributo que les haba permitido jugar un rolprotagnico en la escena poltica argentina, su posibilidad de erigirsecomorbitros sobre los confictos de la sociedad civil, sino tambin elinicio de una prounda y perdurable crisis institucional.

    La denominada transicin democrtica encontr a las Fuer-zas Armadas en plena crisis interna, y en una situacin de extremadebilidad para pactar con los civiles la orma, plazo y contenidos de lasalida poltica. El agudo proceso de descomposicin del poder mili-tar las llev a mantener una estrategia bironte: mientras desplegabandistintas estrategias de alianza y conrontacin con el poder poltico entorno a la cuestin del terrorismo estatal, se reugiaban en una actitud

    deensiva centrada en la reivindicacin del consenso antisubversivo

    sovitica, privilegiaba la guerra limitada, la respuesta fexible y el control del enemigointerno o subversin comunista- en las regiones bajo su dominio (Lpez, 1986). LaDSN postulaba el desarrollo de una guerra mundial no convencional, que requera de laadopcin de nuevos mtodos de instruccin militar, y el diseo y exportacin de polticasde seguridad que incluan la intervencin militar oculta mediante el uso de mercenarios,la intervencin directa, el apoyo logstico, el nanciamiento, y la asignacin y ormacinde especialistas militares, adems de la coordinacin a nivel continental (Vzquez, 1985).Las enseanzas de los norteamericanos, asimismo, se potenciaban con las de los ins-tructores militares ranceses que acercaban a la Argentina las experiencias de la guerracontrarrevolucionaria y las metodologas antisubversivas empleadas en las guerras deArgelia e Indochina por el Ejrcito rancs (Garca, 1995). A travs de estas dos vertientes,la lucha contra el enemigo interno subversivo y la preservacin de las ronteras ideo-lgicas se transormaron, progresivamente, en la nueva misin del militar latinoameri-cano. Acerca de la DSN y su infuencia en las Fuerzas Armadas latinoamericanas puedenconsultarse, entre otros, Ansaldi (2004), Armony (1999) y Robin (2005).

    3 A dierencia del reordenancismo de gobiernos militares anteriores, el Proceso sepropuso la creacin de una nueva clase dirigente y la instauracin de las jerarquassociales y polticas, la institucionalizacin del rol de rbitro de las Fuerzas Armadas enel sistema poltico, la homogeneizacin de la sociedad en torno a los valores nacionales,

    la transormacin de los principales actores socioeconmicos de la posguerra y la rees-tructuracin del modelo de industrializacin sustitutiva de importaciones en torno a losprincipios del liberalismo econmico. Sobre los objetivos del Proceso, consultar Canelo(2008a) y Novaro y Palermo (2003).

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    (Canelo, 2006a y b). As, en un contexto en el que el famante gobiernoconstitucional de Ral Alonsn (1983-1989) intentaba exorcizar el cor-porativismo que haba preado las dcadas anteriores, para suplirlo por

    una promesa poltica omnicomprensiva que recompusiera las bases dela tolerancia y el pluralismo, por medio del trazado de una ronteracon el pasado (Aboy Carls, 2001), las instituciones militares aparecancomo una uerte amenaza sobre el nuevo orden democrtico. Y al calorde esta incertidumbre (ODonnell y Schmitter, 1986), una abundanteliteratura sociolgica y politolgica se empe, tanto en la Argentinacomo en los distintos pases latinoamericanos que asistan a procesosde transicin, en dilucidar las posibilidades de supervivencia de los nue-vos regmenes polticos, otorgndole a la cuestin del autoritarismo yal anlisis de las relaciones cvico-militares un lugar central4.

    El pasaje del gobierno de Alonsn a las sucesivas presidenciasde Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999), pareci indicar que la posi-bilidad del retorno pretoriano haba quedado muy lejos: las llamadassegundas transiciones (ODonnell, 1992) dieron por sentada la des-activacin de las Fuerzas Armadas como actor poltico, y la cuestinmilitar qued relegada a un segundo plano. Asimismo, las proundastransormaciones que trajo consigo la dcada del noventa implicaronuna importante redenicin de la agenda intelectual, undamentalmen-te a partir de la percepcin de que la experiencia menemista haba

    degradado de un modo indito la calidad de la democracia y de lascondiciones de vida de la mayor parte de la poblacin, generando almismo tiempo el surgimiento de nuevos movimientos y actores sociales.En este marco, resultaba imperativa la elaboracin de nuevos marcosdisciplinarios que apuntaran a desentraar, entre otras cosas, la crisisde la ciudadana y de los lazos de representacin poltica, las nuevasormas excluyentes de la democracia, las nuevas modalidades y poten-cialidades de la protesta social, la creciente concentracin del ingreso ycentralizacin del capital, etctera. De all que, lejos de involucrarse en

    un anlisis riguroso y sistemtico de la cuestin militar, la refexinacadmica se embarcara en otros imperativos.

    Aquel actor social cuya recurrente intervencin en la escena po-ltica haba sabido motivar una abundante literatura del ms variadocuo, dej de suscitar el inters y la preocupacin que la refexin inte-lectual haba sabido otorgarle antao. Sin embargo, su anulacin comoalternativa gubernamental y su desplazamiento hacia mbitos menoscentrales de la escena poltica no provocaron ni la desaparicin de lasFuerzas Armadas como grupo de presin, ni la prdida de su presti-

    4 Al respecto consultar, entre otros, Boron (1986), ODonnell, Mainwaring y Valenzuela(1992), ODonnell, Schmitter y Whitehead (1986) y Stepan (1988).

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    gio como voceras autorizadas del orden para vastos sectores sociales.Tampoco contribuy a la resolucin de su crtica situacin presupues-taria y proesional, ni a su sometimiento denitivo a las reglas del juego

    democrtico y, en particular, a la justicia civil. Ms precisamente, lasFuerzas Armadas se encontraron sometidas a un proundo malestarinterno, a una indenicin recurrente de su rol como instituciones dela democracia, y a los vaivenes de las errticas polticas militares delas sucesivas gestiones del presidente Menem y, posteriormente, la delpresidente Fernando De la Ra (1999-2001).

    Este desplazamiento a un segundo plano, tanto en la escenapoltica como en la agenda intelectual, de un actor signado por unaominosa -e impune- herencia de crmenes contra la humanidad y poruna larga tradicin de intervencionismo poltico, resulta cuanto menosinquietante. Y lo es sobre todo en escenarios como el que la Argentinavivi desde mediados de la dcada del noventa, en los cuales, a una cre-ciente confictividad social, se le sum la crisis econmica, el deterioroterminal de las capacidades estatales, y un imparable proceso de debi-litamiento de la autoridad poltica, para confuir en los acontecimientosde diciembre de 2001, los que ueron sucedidos por un perodo de largaagona institucional durante el cual llegaron a orse voces que reclama-ron, una vez ms, por una intervencin de los custodios del orden.

    Por todo ello, entendemos que el debate acadmico y poltico ac-

    tual debe reconocer una verdadera deuda: la pregunta acerca del nuevorol de las Fuerzas Armadas en la Argentina.

    estado del conocimientoLuego de los prolcos debates alumbrados por los imperativos de latransicin democrtica, y del ocaso de los levantamientos militarescarapintadas a principios de los aos noventa, la refexin alrededor dela cuestin militar dio por conrmada lasubordinacin de las FuerzasArmadas al poder constitucional. Y esto resultaba adems conrmado

    por una mirada regional que, distinguiendo a la Argentina de otros pa-ses latinoamericanos donde el peligro militar para las institucionesdemocrticas era mayor, comprobaba que aqulla se encontraba dentrode los pases con mayor grado de estabilidad democrtica -dentrodel tipo back-to-the-barracks(Koonings y Kruijt, 2003)-, que las re-laciones cvico-militares se encontraban en un estado de equilibrio(Pion-Berlin, 1997) y que las Fuerzas Armadas argentinas eran las mssubordinadas al poder poltico de Sudamrica (Fraga, 1997).

    Una vez establecido ese punto de partida, la mirada de los obser-

    vadores abandon el estudio de los posicionamientos poltico-institu-cionales de las Fuerzas Armadas, que comenzaron a ser reemplazadospor los trabajos en deensa, seguridad y poltica militar. La cuestin

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    militar, sin conormar un campo de anlisis especco, apareci inelu-diblemente ligada a otros temas de agenda, en un marco de proundastransormaciones internacionales, regionales y locales, que parecieron

    indicar una o bien la necesidad de una- prounda transormacin delrol de los militares argentinos.En primer lugar, los analistas destacan las proundas trans-

    ormaciones operadas en el escenario internacional: entre otros, ladisolucin de amenazas provenientes del bloque comunista y el de-bilitamiento de las hiptesis de conficto establecidas hacia los paseslimtroes (Flores, 1996; Lpez y Cosse, 1991; Varas y Johnson, 1993);el alineamiento de la poltica exterior argentina con la hegemona delos Estados Unidos (Fraga, 1991; Russell y Zuvanic, 1990); las transor-maciones en la agenda de seguridad internacional bajo los imperativosde la nueva agenda de seguridad norteamericana y el surgimiento delas denominadas nuevas amenazas (Lpez y Sain, 2004; Montenegro,2001; Sain, 2001; Ugarte, 2003); la reduccin del podero econmico delas Fuerzas Armadas mediante el ajuste presupuestario y la reduccinde los gastos militares (Acua y Smith, 1995; Centro de Estudios NuevaMayora, 2004; Fraga, 1991 y 1997), etctera.

    En segundo lugar, y nutridos por estos estudios del contexto in-ternacional, en otros trabajos se analizan las polticas militares de losgobiernos de Menem y De la Ra, comprobndose la ausencia de una

    poltica de deensa integral como poltica pblica undamental de unEstado democrtico (Diamint, 1999 y 2001). Por un lado, se sostieneque la poltica militar del presidente Menem habra reservado para lasFuerzas Armadas una suerte de status quo nebuloso (Scheetz, 1993),encomendndoles tareas de contenido errtico y consecuentes con elalineamiento de su poltica exterior en torno a la hegemona mundialde los Estados Unidos y su poltica de seguridad global (Fontana, 2001;Llenderrozas, 2000). Por otro, se seala la apertura de un espacio decreciente involucramiento de las Fuerzas Armadas junto a las uerzas

    de seguridad en tareas de seguridad interior (Lpez y Sain, 2004;Sain, 2001; Sain y Barbuto, 2002; Ugarte, 2003).

    As, en el estado del conocimiento predominan dos comproba-ciones un tanto contradictorias entre s: por un lado, se arma quelas Fuerzas Armadas argentinas estn eectivamente subordinadas alpoder poltico; sin embargo, por otro lado se reconoce que ninguno delos gobiernos democrticos ha podido disear e implementar polticasintegrales en el tema, acordes a las proundas transormaciones opera-das en el escenario nacional e internacional.

    Para aumentar la incertidumbre, un tercer conjunto de traba-jos incorpora an parcialmente- una serie de elementos que sugierenla presencia al interior de las Fuerzas Armadas de una uerte crisis

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    interna producto de lo actuado durante la ltima dictadura militar,undamentalmente en torno al terrorismo estatal y a la derrota en laguerra de Malvinas, y la de una prounda crisis de identidad dada por la

    incertidumbre derivada de la ausencia de polticas militares integrales.Por un lado se sostiene que, si bien la actitud de los gobiernos de Menemy De la Ra ue resistir cualquier intento de revisin de las leyes delperdn las Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida de 1986y 1987 respectivamente-, este tema continu originando crecientes ma-lestares al interior de las Fuerzas Armadas, no slo porque la demandade justicia se canaliz por otras vas reapertura de causas por apropia-cin de bebs, intervencin de cortes extranjeras, etc.-, sino tambin, ysobre todo, porque por primera vez durante los aos noventa, desde lasmismsimas conducciones castrenses se encararon mltiples autocr-ticas institucionales (Acua, 2000; Mazzei, 2004; Tibiletti, 1995). Porotro lado, se sugiere la presencia de un eecto de autonomizacin delos mismos en relacin con el poder poltico (Beltrn, 1996; Scheetz,1993) o bien una tendencia a su constitucin en actor poltico larvado,susceptible de reactivacin (Ugarte, 2003).

    Es cierto, tal y como seala Diamint (2001), que la mirada delos analistas de la regin se orient uertemente, durante las ltimasdos dcadas, ms que en los estudios en deensa, en el anlisis de lasrelaciones cvico-militares. Sin embargo, no es menos cierto que dicha

    preocupacin se concentr ms en la indagacin sobre el primero de lostrminos de la relacin -las polticas civiles- y sus limitaciones, que enel anlisis del actor militar, al menos durante la dcada de los noventa.Existe an un signicativo silencio acerca del rol jugado por las FuerzasArmadas comoactor poltico durante el perodo.

    marco conceptUalAun cuando el caso argentino ue durante dcadas uno de los ejemplosms acabados de crnica inestabilidad institucional, el intervencionis-

    mo militar ue un rasgo central de la mayora de las sociedades lati-noamericanas y constituy una preocupacin medular de la refexinintelectual. Un posible ordenamiento de los numerosos trabajos existen-tes supone clasicarlos en dos grandescorrientes: la primera enatiza elanlisis de dinmicas histricas impersonales osistmicas, y la segun-da destaca la perspectiva de losactores sociales, undamentalmente losintereses y valores que constituyen a las Fuerzas Armadas en activasprotagonistas de esos procesos histricos5.

    5 Esta orma de organizar el marco conceptual se basa en los trabajos de Bustamante(1986), Garretn (1980 y 1985) y Lowenthal (1976). Una versin ms amplia de este marcoconceptual puede ser consultada en Canelo (2008a).

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    Por un lado, lacorrientesistmica o uncional-teleolgica, pos-tula cierto imperativo de uncionamiento societal que necesariamentedebe cumplirse por medio de algn mecanismo impersonal, indepen-

    dientemente de la voluntad de los actores involucrados. Esta miradaest presente, por ejemplo, en los anlisis de la Teora de la moder-nizacin (Johnson, 1964; ODonnell, 1972; Pye, 1967) o de la Teorade la dependencia, undamentalmente en los trabajos sobre los reg-menes burocrtico-autoritarios (ODonnell, 1982), los ascismosdependientes (Boron, 1977; Briones, 1978), el nuevo autoritarismo(Cardoso, 1985; Collier, 1985; Cheresky y Chonchol, 1985; Linz, 1975);o bien los estudios sobre el nuevo proesionalismo, sobre los Esta-dos de Seguridad Nacional, etc. (Lpez, 1986; Rouqui, 1984; Varas yAgero, 1978).

    Por otro lado, lacorriente del actorenatiza el anlisis de los in-tereses y valores internos o externos- que permitiran dar cuenta de laaccin militar. En este contexto, es posible dierenciar un conjunto deperspectivas, de acuerdo con las distintas variables que son destacadaspara explicar el intervencionismo militar.

    En primer lugar, la perspectiva organizacional considera que lasactitudes polticas de los ociales son producto de un determinado tipode socializacin restringida (Adorno, 1965; Stouer et. al., 1949), enla que las interacciones sociales bsicas de los individuos se realizan al

    interior de un solo grupo o institucin, caracterizada por una signica-tiva carencia de interacciones extraorganizacionales. Esta perspectivapuede presentar asimismo dos variantes, de acuerdo a si se enatizanlos intereses o los valores internos. Por un lado, la variante corporatis-ta considera a los militares como un grupo de presin ms dentro dela sociedad civil, actuando en pos de intereses exclusivos de las FuerzasArmadas acceso a mayores recursos materiales, aumento de su pres-tigio e infuencia, etc.- (Lieuwen, 1960; Nordlinger, 1977; Perlmutter,1982). Por otro lado, la variante proesionalista enatiza el carcter

    proesional de las Fuerzas Armadas, como portadoras de valores mo-dernizantes la tecnicidad, la especializacin, la apoliticidad, laeciencia-, dentro de los cuales el ms importante es el de la auto-noma proesional, que podran verse impulsadas a intervenir en unasociedad atrasada si sta no les otorga el margen adecuado para sudesarrollo proesional (Abrahamsson, 1972; Finer, 1969; Huntington,1995; Pye, 1967; Janowitz, 1967; Stepan, 1988).

    En segundo lugar, la perspectiva instrumental que se dierenciade lacorrientesistmica en que destaca, ms que la dinmica de un

    proceso impersonal, los intereses de grupos sociales concretos- enatizalas relaciones que las instituciones militares entablan con la sociedadcivil, ormada por un conjunto de grupos en competencia entre s, con

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    intereses contrapuestos. Las intervenciones militares estaran orien-tadas a resolver esos enrentamientos a avor de uno u otro sector, decuyos intereses seran una suerte de instrumento o brazo armado.

    Las Fuerzas Armadas son aqu consideradas agentes comandadoso bien por un poder externo o extranacional el imperialismo,el capital trasnacional, etc.-, o bien por algn grupo interno laoligarqua agropecuaria, la burguesa industrial, las clases medias,etc.- (Germani y Kalman, 1976; Nun, 1966; Johnson, 1964; Huntington,1990; Portantiero, 1977).

    Por ltimo, la perspectiva estatista desplaza la atencin de losintereses o valores particulares para explicar la accin militar a partirde la pretendida- deensa de un inters general o de un ideal uni-versal: el del Estado. Los militares no deberan ser entendidos comoun grupo social ms, sino como parte undamental y activa del aparatoestatal: su intervencin se explica por la deensa de una mxima supre-ma el bienestar general, el inters de la Nacin, etc.-, postuladacomo idntica al inters proesional, por lo que se transorman tantoen intrpretes como en guardianes de este inters de Estado y enejecutores de su traslado a la Nacin (Finer, 1969; Rouqui, 1981, 1982y 1984; Varas, Agero y Bustamante, 1980).

    En el presente trabajo nos proponemos recuperar algunos apor-tes de lacorriente del actor, superando as, por un lado, las limitacio-

    nes de la miradasistmica, que, al prescindir de las particularidadesnacionales, de las relaciones de uerza imperantes entre los distintosgrupos de la sociedad civil, y de los intereses y valores institucionalesde las Fuerzas Armadas, le quitara especicidad y contenido polticoe histrico al anlisis; y por otro, las de la mirada instrumental, quenos enrentara a caer en una visin conspirativa de la historia, o en uneconomicismo sin matices que reducira las relaciones sociales a unasimple colusin de intereses materiales, minimizando la importanciaque alcanzan componentes organizacionales como la ideologa, la doc-

    trina, los valores, etc., en el accionar de las Fuerzas Armadas.Para ello, y considerando a las relaciones cvico-militares como a

    aqullas que involucran a los militares y el medio civil que dirige unaNacin [...] como un sistema de elementos interdependientes (Hunting-ton, 1995), abordaremos la problemtica bajo estudio alrededor de dosejes centrales. El primero ser el de lapoltica militarde los gobiernosde los presidentes Menem y De la Ra, entendiendo por tal al conjuntode decisiones gubernamentales junto con la activacin de mecanismosy procedimientos institucionales tendientes a administrar tanto el com-

    portamiento cotidiano, burocrtico-proesional, de la institucin mi-litar como su comportamiento poltico-institucional (Fontana, 1987:375). El segundo ser el delcomportamiento poltico-institucional de las

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    Fuerzas Armadas, entendido como las acciones y tomas de posicin delas mismas con respecto a cuestiones polticas, en la medida en que ta-les acciones y tomas de posicin son decididas y acatadas a travs de la

    cadena de mandos con arreglo a normas y procedimientos que regulanel uncionamiento interno de la institucin -lo cual hace al concepto decohesin institucional- y que sean coordinadas o, al menos, aceptadaspor las tres uerzas -lo cual hace reerencia a la unidad interna de lasmismas- (Fontana, 1987: 375).

    Segn Lpez (1996) retomando a Nordlinger (1977), entre otros-,elcomportamiento poltico-institucional de las Fuerzas Armadas es pro-ducto de la combinacin de su lgica especca como actores y de lasituacin en la que se desempean, es decir, elcontexto de la accin po-ltica, entendido como las condiciones econmicas, culturales, socialesy otras, bajo (las cuales) se desarrolla la accin (Lpez, 1996: 149).

    De acuerdo con nuestra mirada terica, la lgica especca de lasFuerzas Armadas como actor est dada por determinadascaractersti-cas organizacionales distintivas. La primera es la de serorganizacionesburocrticas. Las Fuerzas Armadas comparten con otras organiza-ciones burocrticas una mayor o menor aproximacin al tipo idealburocrtico (Huntington, 1995; Janowitz, 1967; Nordlinger, 1977; We-ber, 1999), pero poseen algunos rasgos distintivos. Por un lado, debenmantener un elevado grado de cohesin institucional sostenida en el

    comando centralizado, la disciplina, la jerarqua, elesprit de corps y uncorrespondiente concepto de auto-suciencia (Finer, 1969)-, que tiendeasimismo a aislarlas de la sociedad (Janowitz, 1967; Welch y Smith,1974). Por otro lado, toda la organizacin debe estar estructurada segnuna jerarqua de obediencia (Huntington, 1995), y cada nivel dentrode ella debe ser capaz de ordenar y obtener la obediencia y la lealtadconsideradas las ms altas virtudes militares- de los subordinados enorma instantnea. La segunda especicidad es la de serorganizacionesproesionales. Si bien las Fuerzas Armadas comparten ciertas carac-

    tersticas distintivas con otras proesiones entre otras su maestra,su responsabilidad y su corporativismo (Huntington, 1995)-, se dis-tinguen de las mismas en su valoracin por la autonoma, la exclusi-vidad y la experiencia expertisse- (Nordlinger, 1977)6.

    De estas particularidades organizacionales se derivan importan-tes cuestiones analticas y metodolgicas, sealadas, entre otros, porPotash (1994) y Rouqui (1981). Por un lado, es conveniente analizara la organizacin militar en el nivel de grupos/subgrupos, tanto en susagrupacionesuncionales -arma, servicio, cuerpo, especialidad- como

    6 Hemos desarrollado ms ampliamente la especicidad burocrtica y la especicidadproesional, en Canelo (2008a).

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    inormales -camarillas en torno a un liderazgo, logias secretas, asocia-ciones de deensa corporativa, etc.-, ya que en este tipo de organizacinel accionalismo se expresa muchas veces en acciones organizativas

    amoras (Janowitz, 1967). Por otro lado, y dado que en la motivacindel comportamiento poltico-institucional de las Fuerzas Armadas secombinan tanto variables exgenas como endgenas, es necesariorealizar anlisis de trayectorias, indagando tanto en la pertenencia yorigen socioamiliar, los lazos contrados por matrimonio y las amis-tades civiles, como en la ormacin proesional y los dierentes lazosde amistad y jerarqua establecidos por la trayectoria individual decada ocial, de acuerdo con los diversos destinos, ascensos y nombra-mientos. Por ltimo, es de particular importancia analizar los ritosde camaradera desarrollados en los eventos tradicionales de la vidainstitucional militar7. Los mismos son mbitos privilegiados para elanlisis de la situacin institucional, por reunir a un pblico netamen-te militar -acuden ociales superiores en servicio activo y militares enretiro- con altas autoridades civiles, y constituyen adems momentoscentrales en la ejercitacin de laritualidad, clave en el mantenimientode la identidad colectiva (Pizzorno, 1985 y 1989), y en el ortalecimientodelesprit de corps.

    En el presente artculo analizamos el rol jugado por las FuerzasArmadas argentinas entre 1995 y 2002, a la luz de tres ejes problemti-

    cos alrededor de los cuales se gestaron las mayores tensiones intrami-litares, intermilitares y cvico-militares del perodo: la protesta social,los derechos humanos y la crisis presupuestaria. El trabajo consta dedos grandes secciones, que se suceden segn un orden cronolgico.La primera corresponde a la segunda presidencia de Carlos Menem(1995-1999), y se halla dividida en seis apartados, cada uno de ellos cen-trado en alguno de los tres ejes problemticos sealados. La segundaparte corresponde al perodo de la presidencia de Fernando De la Ra(1999-2001), y ue separada en cinco apartados, conservando el mismo

    criterio de la primera; concluye con un Eplogo donde analizamos losescenarios post-crisis del 19 y 20 de diciembre de 2001. Finalmente, enlas Conclusiones, presentamos una sntesis de los resultados alcanzadosen la investigacin, y algunas refexiones acerca del nuevo rol de lasFuerzas Armadas en la Argentina.

    7 Los eventos ms importantes son la Cena de Camaradera de las Fuerzas Armadas-que se celebra el 7 de julio de cada ao-, el Da de la Armada -17 de mayo, recordando

    el combate de Montevideo-, el Da del Ejrcito -29 de mayo, cuando se conmemora lacreacin del Ejrcito-, el Da de la Fuerza Area -10 de agosto, celebrando la rma deldecreto de creacin de la Aeronutica en 1912-, y las echas patrias 25 de mayo, 9 dejulio, etc.-, entre otros.

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    La poltica militar del gobierno menemista se inscribi dentro de su estra-tegia mayor de construccin de un uerte liderazgo personalista, donde sedestacaban la preeminencia del pragmatismo en la toma de decisiones, larecuente recurrencia a la sobreactuacin poltica y la clausura del pasa-do. A dierencia del presidente Alonsn, que en el pasado no haba logradoevitar el jaque al que ue sometido su gobierno por las tensiones militares,Menem logr reunir la privacin con la compensacin. Por un lado, anun-ci tempranamente su intencin de beneciar a los militares enjuiciadoscon un perdn presidencial el Indulto, que concretara la mayor de las

    reivindicaciones polticas de los militares1, para posteriormente reprimirexitosamente el ltimo levantamiento carapintada de diciembre de 1990,lo que permiti neutralizar al menos temporariamente- el debate internoalrededor del pasado institucional, recomponiendo asimismo la cadena de

    1 El 7 de octubre de 1989 el presidente indult a doscientos setenta y siete militares yciviles, entre los que se encontraban militares comprometidos en la violacin de derechoshumanos, militares condenados por su responsabilidad en la guerra de Malvinas, milita-res condenados por su participacin en las sublevaciones militares durante el gobierno

    de Alonsn y civiles comprometidos en actividades guerrilleras. Fueron excluidos los excomandantes Videla, Viola, Massera y Lambruschini, los generales Richieri, Camps ySuarez Mason y el jee montonero Mario Firmenich, que nalmente se vieron benecia-dos por un segundo indulto presidencial, en diciembre de 1990.

    la seGUnda presidenciade carlos menem

    (1995-1999)

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    mandos. Por otro, proundiz la reduccin del podero econmico y opera-cional de las Fuerzas Armadas argentinas iniciada por Alonsn, medianteuna uerte reduccin presupuestaria (Acua y Smith, 1995; Scheetz, 1995),

    la eliminacin del Servicio Militar Obligatorio por Ley N 24429 de enerode 1995-, y la privatizacin de la casi totalidad de las empresas integrantesdel imperio industrial-militar como parte de la poltica de reduccinestatal, entre otras medidas.

    Estos signicativos cambios se producan, asimismo, en un con-texto de proundas transormaciones a nivel internacional. Entre otras, ladisolucin de amenazas provenientes del bloque comunista -undamen-talmente a partir de la cada del Muro de Berln-, o el debilitamiento delas hiptesis de conficto asociadas con los pases limtroes -a partir delavance en la integracin econmica con Brasil y los acuerdos limtroesalcanzados con Chile-, que modicaron signicativamente la orma enla cual las Fuerzas Armadas argentinas haban denido sus posicionesestratgicas en dicho escenario (Flores, 1996; Lpez y Cosse, 1991; Varas,1995). En este marco, el rol de las Fuerzas Armadas ue conceptualizadopor la administracin menemista como un verdadero instrumento desu poltica exterior (Acua y Smulovitz, 1993; Llenderrozas, 2000), clara-mente alineada en torno a la hegemona mundial de los Estados Unidos(Fraga, 1991; Russell y Zuvanic, 1990). Las prioridades norteamericanasen la regin pasaban por impedir la transerencia de tecnologa nuclear y

    misilstica a pases extra-continentales, la lucha contra el narcotrco, elaccionar del terrorismo ideolgico y el control de las situaciones de des-borde social producto de la implementacin de polticas de ajuste, entreotros actores (Fraga, 1991; Villalonga, 1991). El alineamiento argentinocon estas prioridades se expres claramente en torno al tema nuclear, me-diante el abandono del Movimiento de los Pases No Alineados, el desman-telamiento de importantes proyectos militares -como el del misil CONDORII en 1991-, la adhesin al Tratado de Tlatelolco para la Proscripcin deArmas Nucleares, la rma de un acuerdo de salvaguardas con Brasil y el

    Organismo Internacional de Energa Atmica, la adhesin al tratado de NoProlieracin Nuclear (Acua, 2000; Acua y Smulovitz, 1993) y el envo detropas a la Primera Guerra del Golo y a Hait, y de otras uerzas de pazbajo la bandera de las Naciones Unidas2.

    Durante la primera administracin menemista (1989-1995), lue-go de la obtencin del Indulto y del ocaso del movimiento carapinta-da, se dio por conrmada lasubordinacin de las Fuerzas Armadas al

    2 Para un anlisis de la importancia de las misiones de paz en la agenda de seguridad post

    Guerra Fra, consultar Lutterbeck (2004) y Jakobsen (2002); para una mirada que reivin-dica la participacin militar argentina en uerzas de paz dados sus eectos positivos sobrela identidad, modernizacin y proesionalismo de las Fuerzas Armadas, y la ampliacindel poder civil por sobre las decisiones de Deensa, ver Diamint (2001).

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    poder poltico. Las Fuerzas Armadas encontraron en las misiones depaz un cierto paliativo para la crisis interna, ya que no slo resultabanacordes con la concepcin de instrumento de poltica exterior sino

    que resultaban satisactorias en trminos salariales.Sin embargo, hacia la segunda presidencia menemista (1995-1999) elrelativo agotamiento de la participacin en misiones de paz undamental-mente por motivos presupuestarios- coincidi con la revitalizacin del debatealrededor del involucramiento militar en el combate contra las denominadasnuevas amenazas, o amenazas no tradicionales, que denotaba el vastoproceso de reconguracin de las prioridades de la agenda de seguridad in-ternacional, regional y domstica operado durante los aos noventa, en elque las ronteras entre seguridad externa e interna comenzaban a diluirse(Lutterbeck, 2004). Dichas amenazas se distinguan de las tradicionales porno estar generadas por los confictos interestatales derivados de cuestioneslimtroes-territoriales, y por no estar sujetas a una resolucin de carcter mi-litar a travs del empleo o de la amenaza de empleo de las Fuerzas Armadasde los pases involucrados (Diamint, 2001; Montenegro, 2001; Sain, 2001). Enesta nueva agenda de seguridad el enemigo interno de la subversin mar-xista caracterstico de la DSN era reemplazado por enmenos tan dismilescomo el narcotrco, la guerrilla, el terrorismo, el crimen organizado, elcontrabando de armas, los confictos tnicos, raciales, nacionalistas o religio-sos, la prolieracin de altas tecnologas con potencial uso blico, etc., todos

    ellos peligrosamente inscriptos dentro del mbito de la seguridad interior(Koonings y Kruijt, 2003).

    En este marco, el involucramiento de las Fuerzas Armadas argenti-nas en el combate contra estas nuevas amenazas prometa un importanteincremento de los recursos presupuestarios y la consolidacin de algntipo de rol dentro de la agenda democrtica. Sin embargo, la intervencinen seguridad interior presentaba serios riesgos, adems de encontrarseexpresamente prohibida por las Leyes de Deensa Nacional3 y de SeguridadInterior4. Ambas refejaban un extendido consenso poltico contrario a lo

    3 La Ley N 23554 de Deensa Nacional, sancionada el 13 de abril de 1988, haba reempla-zado a la Ley N 16970 de Deensa Nacional vigente desde 1966, inspirada en la DSN. Lanueva norma estableca las bases jurdicas, orgnicas y uncionales undamentales parala preparacin, ejecucin y control de la deensa nacional, esta ltima entendida comola integracin y la accin coordinada de todas las uerzas de la Nacin para la solucin deaquellos confictos que requieran el empleo de las Fuerzas Armadas, en orma disuasivao eectiva, para enrentar las agresiones de origen externo, enatizndose que las cues-tiones relativas a la poltica interna del pas no podan constituir hiptesis de trabajode los organismos de inteligencia militar, quedando explcitamente prohibido que losorganismos de inteligencia de las Fuerzas Armadas produjeran inteligencia relativa a la

    seguridad interior (Canelo, 2006a; Sain, 2001).

    4 La Ley N 24059 de Seguridad Interior, sancionada el 17 de enero de 1992, tambindistingua entre la deensa nacional y la seguridad interior, entendida esta ltima como

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    que llamaremos militarizacin de la seguridad interior (Canelo, 2006a y2007) -excepto en ciertas circunstancias excepcionales5-, aunque el poderpoltico, ante situaciones de alta confictividad social, no haba dudado en

    disponer la intervencin de las Fuerzas Armadas en el control, prevencino represin de amenazas contra la seguridad interna6.Finalmente, las autocrticas institucionales primero y la re-

    apertura de distintas causas por violacin a los derechos humanos des-pus, sumadas a la aparicin de un complejo escenario de confictividadsocial, llevaron a un aumento de las tensiones militares, tanto internascomo en su relacin con el poder poltico.

    la situacin de hecho basada en el derecho en el cual se encuentran resguardadas la

    libertad, la vida y el patrimonio de los habitantes, sus derechos y garantas y la plena vi-gencia de las instituciones del sistema representativo, republicano y ederal que establecela Constitucin Nacional y que supone el empleo de los elementos humanos y materialesde todas las uerzas policiales y de seguridad de la Nacin esto es, la Polica FederalArgentina, las policas provinciales, la Preectura Naval Argentina y la Gendarmera Na-cional- (Canelo, 2006a; Sain, 2001).

    5 Estas circunstancias excepcionales podan ser de tres tipos. En primer lugar, en casode solicitud del Comit de Crisis, el Ministerio de Deensa poda disponer que las FuerzasArmadas apoyen las operaciones de seguridad interior mediante la aectacin [...] de susservicios de arsenales, intendencia, sanidad, veterinaria, construcciones y transporte,as como de elementos de ingenieros y comunicaciones; en segundo lugar, se estableca

    como una obligacin primaria de la autoridad militar, la preservacin de la Fuerza Ar-mada y el restablecimiento del orden dentro de la jurisdiccin militar, rente a todoatentado en tiempo de paz; por ltimo, las Fuerzas Armadas podan ser empleadas sloen aqullos casos excepcionales en el que el sistema de seguridad interior [...] resulteinsuciente a criterio del presidente de la Nacin, caso en el cual ste poda disponerel empleo de elementos de combate de las uerzas armadas [...] previa declaracin delestado de sitio (Sain, 2001). Y an en estos casos excepcionales, el empleo permanecasometido a ciertas condiciones: que la conduccin de las Fuerzas Armadas, de Seguridady policiales nacionales y provinciales quedara en manos del presidente de la Nacin,que la designacin de un comandante operacional de las Fuerzas Armadas se limitaraexclusivamente en el mbito territorial denido para dicho comando y que este empleono incidiera en la doctrina, organizacin equipamiento y capacitacin de las FuerzasArmadas (Canelo, 2006a; Sain, 2001).

    6 Luego del copamiento del Regimiento de Inantera de La Tablada, el 23 de enero de1989, Alonsn cre por Decreto N 83 el Consejo de Seguridad, organismo conormadopor los ministros del Interior, Deensa y Relaciones Exteriores, por el secretario de laSIDE, los jees de las tres armas y el jee del Estado Mayor Conjunto, a n de asesoraral gobierno en seguridad interior, particularmente en accin antisubversiva. Posterior-mente, por Decreto N 327 del 10 de marzo de 1989, el presidente estableci las bases ins-titucionales para prevenir y conjurar la actividad de grupos armados que tengan aptitudpara poner en peligro la vigencia de la Constitucin Nacional, o atentar contra la vida, lalibertad, la propiedad o la seguridad de los habitantes de la Nacin. Luego, en marzo de

    1990, y ante la aguda confictividad social derivada de los episodios hiperinfacionarios,Menem promulg el Decreto N 392, que ampliaba el marco de competencia del DecretoN 327 a la prevencin y represin de hechos que constituyan un estado de conmocininterna (Acua y Smulovitz, 1993; Sain, 2001; Villalonga, 1991).

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    las aUtocrticas de 1995 y el liderazGo de BalzaEl 25 de abril de 1995, pocos meses despus de que el capitn de corbeta(RE) Adolo Scilingo revelara pblicamente detalles sobre los vuelos de

    la muerte

    7

    , y tan slo dos das luego de que el sargento Victor Ibez de-tallara su propia participacin en el Centro Clandestino de Detencin ElCampito, el Jee del Estado Mayor General del Ejrcito, General MartnBalza8, realizaba la primera autocrtica del Ejrcito en torno a la ma-sacre represiva (Vezzetti, 2002). La ruptura del pacto de sangre por par-te de dos miembros arrepentidos de las Fuerzas Armadas, representabauna uerte amenaza, no slo para la cohesin interna de las Fuerzas Ar-madas, sostenida en torno al consenso antisubversivo9, sino adems parala poltica de clausura del pasado del propio gobierno.

    Balza construa su liderazgo sobre dos pilares undamentales.En primer lugar, mediante el reconocimiento de cierta responsabili-dad institucional que buscaba blanquear la imagen de su Fuerza enun contexto que no presentaba riesgo judicial alguno y que lo colocabaa tono con las necesidades polticas del gobierno nacional. En segundolugar, mediante la proundizacin del mismo principio de delimitacin

    7 Scilingo otorgaba detalles sobre los procedimientos mediante los cuales, durante la ltimadictadura militar, se haban arrojado prisioneros vivos al Ocano Atlntico desde aviones dela Marina de Guerra y la Preectura Naval, por rdenes impartidas orgnicamente a travsde la cadena de comando de la Armada. (Pgina/12, 3/3/1995; Verbitsky, 1995).

    8 Balza haba ingresado en el Colegio Militar en 1952 y haba egresado como subtenientedel Arma de Artillera el 17 de diciembre de 1955. Entre diciembre de 1975 y ebrero de 1978haba sido destinado en Lima, Per, para cursar la Escuela Superior de Guerra, de la cualhaba egresado como Ocial de Estado Mayor. A partir de 1978, y tras su regreso al pas,ue designado jee del Departamento de Enseanza de la Escuela de Artillera de Campo deMayo. Durante el conficto por el Beagle entre Argentina y Chile, se desempe como jeede una unidad de artillera, y ue jee del Grupo de Artillera 3 Paso de los Libres- entre di-ciembre de 1979 y agosto de 1982. Durante la guerra de Malvinas se desempe como jee dela Artillera de Campaa y como Coordinador de Apoyo de uego de la Agrupacin EjrcitoPuerto Argentino, recibiendo varias condecoraciones. En 1979 y en 1982 ue proesor de laEscuela Superior de Guerra del Ejrcito, donde dict materias relacionadas con las reas deestrategia, tctica e historia militar. Tras la transicin a la democracia, entre 1984 y 1986 uesubdirector del Colegio Militar de la Nacin; en 1987 ue inspector de Artillera, comandan-te de la Sexta Brigada de Montaa y ue ascendido a general. Durante 1989 ue director deInstitutos Militares y subjee del Estado Mayor Conjunto, y luego subjee del Estado MayorGeneral del Ejrcito en 1990 y 1991. Ocup el cargo de jee del Estado Mayor General delEjrcito desde noviembre de 1991 hasta 1999 (Canelo, 2008a).

    9 El consenso antisubversivo encontraba sus orgenes en las tareas represivas llevadasadelante por las Fuerzas Armadas durante la ltima dictadura, y se basaba en un diagns-tico comn sobre la naturaleza del enemigo y de los mtodos excepcionales que debanser empleados en su aniquilamiento. Sus partidarios permanecan atados a un pacto de

    sangre propio de una proesin que requiere de solidaridades institucionales extremasque permitan desarrollar tareas undamentales (Huntington, 1995); el cumplimientode dicho pacto deba colocarse por encima de cualquier otra consideracin moral, con-veniencia poltica o inters personal (Canelo, 2008a).

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    jerrquico horizontal que separaba a quienes, durante la masacrerepresiva y la guerra de Malvinas haban tenido responsabilidades deconduccin y decisin culpables y quienes slo haban obedecido

    rdenes inocentes , principio que haba orientado tanto la polticade judicializacin de Alonsn como los enrentamientos entre los ca-rapintadas y los generales del Estado Mayor entre 1987 y 1990. Balzaentenda que la asuncin de responsabilidades por parte de los prime-ros deba permitir a los segundos dejar atrs el pasado e integrarse alorden democrtico.

    Con un relato que rearticulaba los postulados de la teora de losdos demonios10, Balza propona a la ciudadana entablar un dilogodoloroso sobre el pasado:

    Nuestro pas vivi una dcada, la del setenta, signada por laviolencia, el mesianismo y la ideologa. Una violencia que seinici con el terrorismo [...] y que desat una represin quehoy estremece. [...] Las Fuerzas Armadas, dentro de ellas elEjrcito, por quien tengo responsabilidad de hablar, creyeronerrneamente que el cuerpo social no tena los anticuerposnecesarios para enrentar el fagelo y, con la anuencia de mu-chos, tom el poder, una vez ms, abandonando el camino de lalegitimidad constitucional. El Ejrcito instruido y adiestrado

    para la guerra clsica, no supo cmo enrentar desde la leyplena al terrorismo demencial. Este error llev a privilegiarla individualizacin del adversario, su ubicacin por encimade la dignidad, mediante la obtencin, en algunos casos, deesa inormacin por mtodos ilegtimos, llegando incluso a lasupresin de la vida, conundiendo el camino que lleva a todon justo, y que pasa por el empleo de medios justos. Una vezms reitero: el n no justica los medios. Algunos, muy pocos,usaron las armas para su provecho personal. Sera sencillo

    encontrar las causas que explicaron estos y otros errores deconduccin, porque siempre el responsable es quien condu-ce, pero creo con sinceridad que ese momento ha pasado yes la hora de asumir las responsabilidades que correspondan(Pgina/12, 26/4/1995).

    10 La denominada teora de los dos demonios ue el eje principal mediante el que la so-ciedad argentina inteligi el terrorismo de Estado a partir de la transicin a la democraciay la base de la poltica de derechos humanos de Alonsn y tambin, posteriormente, del

    Indulto. La misma le atribuye la responsabilidad de la violencia poltica argentina de ladcada del setenta al enrentamiento entre dos terrorismos, uno de ultraizquierda y otrode ultraderecha, construyendo a la mayora de la sociedad argentina como inocente oajena al mismo.

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    Balza interpelaba a los dos demonios sin distincin. La responsabi-lidad que asuma el jee del Estado Mayor le era reclamada tambin,y en primer lugar, al terrorismo demencial quien, en el relato, haba

    tenido la mayor de las responsabilidades, por haber provocado la res-puesta equivocada de las Fuerzas Armadas; en segundo lugar, tam-bin deban sentirse involucrados quienes haban tenido las ms altasresponsabilidades durante la masacre represiva: las cpulas pro-cesistas. Pero adems, Balza identicaba una diusa pero contundenteresponsabilidad social; nalmente, el enrentamiento entre compa-triotas haba sido responsabilidad de casi todos en otros trminos,poda armarse que no haba sido responsabilidad de nadie:

    Han pasado casi veinte aos de hechos tristes y dolorosos;

    sin duda ha llegado la hora de empezar a mirarlos con ambosojos. Al hacerlo, reconoceremos no slo lo malo de quien uenuestro adversario en el pasado sino tambin nuestras pro-pias allas. Siendo justos, miraremos y nos miraremos; siendo

    justos reconoceremos sus errores y nuestros errores; siendojustos veremos que del enrentamiento entre argentinos so-mos casi todos culpables, por accin u omisin, por ausenciao por exceso, por anuencia o por consejo. Cuando un cuerposocial se compromete seriamente, llegando a sembrar la muer-

    te entre compatriotas, es ingenuo intentar encontrar un soloculpable, de uno u otro signo, ya que la culpa en el ondo esten el inconsciente colectivo de la Nacin toda, aunque resul-ta cil depositarla entre unos pocos, para liberarnos de ella.(Pgina/12, 26/4/1995)

    La asuncin de responsabilidades buscada por la autocrtica debaseparar a quienes haban cometido graves errores en el pasado quie-nes haban conducido la guerra sucia de quienes simplemente haban

    obedecido, que hoy trabajan en condiciones muy duras mantenindo-se respetuosos de las instituciones republicanas, y que deban dejar depagar las culpas de sus superiores. Y ante quienes en el pasado habancredo que haba sido la poltica de judicializacin de Alonsn la quelos haba convertido en delincuentes, y no la naturaleza de sus propiosactos, Balza daba un contundente paso ms y armaba:

    [...] nadie est obligado a cumplir una orden inmoral o que seaparte de las leyes y reglamentos militares. [...] Delinque quien

    vulnera la Constitucin Nacional. Delinque quien imparte r-

    denes inmorales. Delinque quien cumple rdenes inmorales.Delinque quien, para cumplir un n que cree justo, empleamedios injustos, inmorales. La comprensin de estos aspectos

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    esenciales hacen a la vida republicana de un Estado, y cuandoese Estado peligra, no es el Ejrcito la nica reserva de la Pa-tria, palabras dichas a los odos militares por muchos, muchas

    veces (Pgina/12, 26/4/1995).

    El uerte impacto de las declaraciones del general oblig a sus colegasde la Armada y de la Fuerza Area a pronunciarse. El jee de la Armada,almirante Enrique Molina Pico11, encar en mayo la correspondienteautocrtica proponiendo enrentar el pasado sin visiones parciales,seleccionando del discurso de Balza aquellos elementos reeridos a larecuperacin de la memoria completa:

    Como argentinos hemos vivido un largo perodo de desencuen-

    tros y violencia y queremos, nosotros tambin como todos,contribuir a cerrarlo denitivamente. No podemos olvidar queesa violencia adquiri una intensidad cualitativa muy distintacuando las bandas guerrilleras atacaron a la sociedad argen-tina [...] tratando [...] de cambiar la esencia de nuestra nacin[...] Todo ue un huracn de sangre y uego [...] El pas reac-cion, adecundose para ello. Se promulgaron leyes, y se or-ganizaron tribunales y las uerzas de seguridad y las armadascumplieron su cometido poniendo a disposicin de la justicia

    independiente los implicados en la violencia; pero luego se dioun paso atrs de enormes consecuencias, no importa aqu ana-lizar las causas que llevaron simultneamente a liberar a loscondenados y a desmantelar el aparato jurdico que permitaecazmente luchar contra el fagelo. Pero ello ocurri y ue elhecho que desarm a la sociedad y a lo que es quizs el ltimobastin de la ciudadana agredida: una justicia ecaz y segura[...] A partir de ese momento rigi la justicia de la mano propia,era matar o morir [...] La Nacin ue atacada y se deendi.

    (Desembarco, N 155)

    El almirante, que al igual que Balza colocaba la principal responsa-bilidad de la tragedia en la agresin de las bandas guerrilleras, leatribua al racaso de las vas legales centralmente, a las medidastomadas por el gobierno de Cmpora en relacin con los presos pol-

    11 Molina Pico haba asumido la jeatura de la Armada en 1994. Se haba diplomado en laAcademia Naval de la Marina Italiana y en la Escuela Superior de Guerra Francesa, y era

    adems, Doctor en Ciencias de la Administracin y Licenciado en Relaciones Internacio-nales y en Sistemas Navales. Vocal del Jockey Club y proesor de Poltica de la Deensa enla Universidad Catlica Argentina, asumira el cargo de Rector del Instituto Tecnolgicode Buenos Aires en el ao 2000 (Clarn, 1/3/2000 y 10/2/2003).

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    ya naliz el tiempo de rendicin de cuentas ante la ley. Ahoracontina la etapa de rendicin de cuentas ante la propia con-ciencia (Desembarco, N 155).

    Mientras que el jee del Ejrcito operaba polticamente sobre su Fuerzaintentando separar a los hombres que haban tomado las decisiones, deaqullos que se haban visto obligados a obedecer, el jee de la Armadaintentaba disociar las responsabilidades personales ya saldadas porlas leyes del perdn y el Indulto- de las institucionales.

    Das despus, el jee de la Fuerza Area, brigadier Juan Pau-lik13, completaba la trada de autocrticas. Sin embargo, el aviadorse encontraba an ms lejos que el almirante de las posturas ra-dicales de Balza, y se dedicara a desarrollar una justicacin delos hechos, basada o bien en el contexto de violencia, o bien en laactitud del oponente:

    El accionar de las Fuerzas Armadas en ese trgico perodo nopuede extraerse del mismo y analizarse como si hubieran sidolos nicos partcipes de la escena. Los terroristas actuaron, en-tonces, con violencia sin lmite, empeados en lograr el poder atoda costa y alimentados por ideologas extremistas que sacu-dan la geograa del mundo entero [...] Las Fuerzas Armadas

    ueron un actor ms en un pas dominado por una escaladade violencia [...] No es mi intencin justicar lo injusticable,pero tambin es cierto que no resulta equitativo enjuiciar nue-

    vamente a un solo actor sin vincularlo con el contexto en el queestaba inmerso (La Prensa, 4/5/1995).

    El impulso inicial de las declaraciones de Balza se haba ido diluyendo pro-gresivamente. Las que eran recibidas con gran satisaccin por el gobiernoy parte de la opinin pblica como muestra de la sincera voluntad de las

    Fuerzas Armadas de avanzar en la reconciliacin, haban sido sobre todosendos intentos, por parte de la conduccin de las Fuerzas, de cerrar loscaptulos recientes de arrepentimiento, al tiempo que se contribua conla poltica gubernamental de clausura del pasado14.

    A pesar de ello, la potencia que alcanzaba el consenso antisub-versivo al interior de las las militares llevara a que las autocrticas

    13 Paulik se haba desempeado como director de la Escuela de Aviacin Militar entrejulio de 1989 y diciembre de 1990. Haba sido designado jee del Estado Mayor de la Fuer-za Area el 14 de julio de 1993.

    14 Para una interpretacin de la autocrtica institucional del Ejrcito como un intentode gestar una nueva tradicin histrica que habra concluido con la ormacin de dosmemorias rivales, consultar Mazzei (2004).

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    de 1995 generaran uertes enrentamientos entre Balza y los militaresretirados, que eran, al mismo tiempo, deensores privilegiados de losintereses proesionales de las Fuerzas Armadas y entusiastas partici-

    pantes y/o partidariosde la masacre represiva.

    la seGUnda reForma del estado y las controversias entorno a la lUcha contra el narcotrFicoLuego del escndalo por la venta de armas a Ecuador y Croacia, y delestallido de la Fbrica Militar de Ro Tercero en 1995 que supuso,adems del sometimiento a proceso de varios uncionarios ligados alrea de Deensa, el pasaje de Fabricaciones Militares a la rbita del Mi-nisterio de Economa con miras a su privatizacin, durante 1996 a losuniormados les result claro que, a pesar de todas las seales concilia-doras, desde el poder poltico se los conceba undamentalmente comoparte de un Estado que deba ser reestructurado, y que en ese sentido noposean ms privilegios que otras dependencias del aparato estatal.

    En este contexto, en el mes de ebrero se sancion la Ley N 24629,de Segunda Reorma del Estado15, que continuaba con la poltica dereduccin presupuestaria y racionalizacin administrativa encaradaen toda la Administracin Pblica Nacional, en este caso eliminandoorganismos y desaectando personal, con el objetivo nal de reducir elgasto en aproximadamente 3500 millones de pesos/dlares (La Nacin,

    22/5/1996). Las Fuerzas Armadas reaccionaron rreamente, denun-ciando los riesgos de indeensin que se ocultaban tras los nuevosrecortes presupuestarios y de personal. Molina Pico adverta que

    [] hoy la reestructuracin militar se presenta ante la opininpblica como si uera la panacea para la reduccin del gastopblico [...] es una interpretacin errnea [...] sabiendo quenuestro presupuesto operativo actual es la quinta parte delque tenamos hace diez aos y que nuestro personal se redujo

    15 La Ley N 24629 ue sancionada el 22 de ebrero de 1996, y le otorgaba al Poder Eje-cutivo acultades especiales destinadas a completar el esquema de Reorma del Estado:Artculo 7 - Delgase el ejercicio de acultades en materia de administracin en el Po-der Ejecutivo nacional [...] con el objeto de realizar, en su mbito, la reorganizacin delsector pblico nacional para lograr una mayor eciencia y racionalizacin del mismo[...] Artculo 9 - El Poder Ejecutivo nacional deber disponer la creacin de un Fondo deReconversin Laboral del Sector Pblico Nacional, que tendr por nalidad capacitar ybrindar asistencia tcnica para programas de autoempleo y ormas asociativas solidarias,a los agentes civiles, militares y de seguridad, cuyos cargos quedaren suprimidos [...] Ar-

    tculo 12 - El Ejrcito Argentino, la Armada de la Repblica Argentina y la Fuerza Area,en tanto uerzas armadas, y la Gendarmera Nacional y la Preectura Naval Argentina,en tanto uerzas de seguridad, quedan sujetas a las prescripciones de esta ley (BoletnOcial, 8/3/1996).

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    a la mitad en ese mismo perodo16 [debemos] recibir un salariocomparable al que hoy reciben los restantes servidores de laadministracin nacional17 (Pgina/12, 18/5/1996).

    El ministro Oscar Camilin18 aceptaba que no hay duda que lossueldos militares estn atrasados y que el presupuesto operativo delas Fuerzas Armadas no es el deseable19 [pero hay que redistribuir]el gasto interno para que sea ms eectivo (La Nacin, 25/5/1996).En el aniversario del 25 de mayo, Menem armaba que las FuerzasArmadas [...] tienen que pasar por el mismo trmite por el que estn

    16 Durante la primera presidencia de Menem, los eectivos militares haban man-tenido la tendencia a la disminucin que se haba iniciado tras la cada de la dicta-dura militar y que se haba acentuado durante la presidencia de Alonsn. La mayorreduccin la haba protagonizado el Ejrcito, que haba achicado su personal en un31,2% entre 1989 y 1996, seguido por un 28,28% de la Fuerza Area y un 22,52% dela Armada (Centro de Estudios Nueva Mayora, 1997). Hacia junio de 1994, el Ejr-cito estaba integrado por 6000 oiciales, 24000 suboiciales y 16000 conscriptos, laArmada por 3500 oiciales, 11500 suboiciales y 2000 conscriptos, y la Fuerza Areapor 2000 oiciales, 8000 suboiciales y 1000 conscriptos (La Nacin, 12/6/1994).Para ms datos sobre gastos y eectivos militares en la Argentina y otros pases sud-americanos, consultar Centro de Estudios Nueva Mayora (2004) y Rojas Aravena(1994), entre otros.

    17 El crnico malestar salarial militar haba comenzado a agravarse hacia 1994 por laconstatacin de una situacin de desigualdad en relacin con otros uncionarios oempleados estatales con los que histricamente haban estado equiparadas las remu-neraciones: mientras que un cabo cobraba $463 el salario mnimo en la Argentina erade $200, un sargento primero $746, un subocial mayor $1480, un subteniente $582,un mayor $1374, un coronel $2353, un general $2826 y un teniente general $3037 estasciras no incluan suplementos que, en el caso de los activos, incrementaban los haberesen un 20%, un embajador cobraba $7000, un ministro de la Corte Suprema $7500, unjuez de primera instancia $4500 y un subsecretario de Estado $5000, aproximadamente(La Nacin, 14/6/1994).

    18 Camilin haba sido designado ministro de Deensa el 5 de abril de 1993, en reemplazode Erman Gonzlez. De proesin abogado y de militancia desarrollista, haba sido mi-nistro de Relaciones Exteriores del gobierno del general Viola entre marzo y diciembre de1981, embajador en Brasil. Tambin haba ocupado cargos en la Organizacin de EstadosAmericanos y se desempeaba como representante especial del secretario general de lasNaciones Unidas en Chipre desde 1987 (La Nacin, 2/3/1993).

    19 En ciras absolutas, el gasto anual en Deensa hacia 1995 representaba 4800 millonesde pesos/dlares incluyendo salarios, pasividades, uncionamiento e inversiones de lastres Fuerzas Armadas, las dos Fuerzas de Seguridad, el Ministerio de Deensa, el EstadoMayor Conjunto y los organismos descentralizados del rea, total dentro del cual sala-rios, retiros y pensiones representaban el 83,67% (Fraga, 1997) por lo que quedaba pocoms del 15% para equipamiento y uncionamiento a dierencia por ejemplo de Chile,

    donde la relacin era de 40-60%. Asimismo, el total del gasto anual se distribua en1994 en un 14,32% para el Ejrcito, 11,16% para la Armada, 9,85% para la Fuerza Area,6,08% para el programa de soldados proesionales, 7% para la Gendarmera y 5,4% parala Preectura (Centro de Estudios Nueva Mayora, 1994).

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    pasando las reparticiones del Estado. Aqu no hay privilegios paranadie (La Nacin, 26/5/1996).

    El an del gobierno en avanzar en la reestructuracin militar

    y los coletazos del escndalo del trco de armas a Ecuador y Croaciase sintieron con uerza cuando Jorge Domnguez20 reemplaz, el 24 dejulio, a Camilin involucrado en el escndalo al rente de la carterade Deensa. Descartando relevos, el nuevo ministro armaba que suprincipal misin era dar todos los pasos de racionalizacin que per-mitan una capacidad operativa en un marco de austeridad (Clarn,11/8/1996). Asimismo, en el mes de octubre el presidente rmaba elDecreto N 1116 de Directiva para la realizacin del Planeamiento Mi-litar Conjunto, y en noviembre el Decreto N 1277 de Reduccin delMinisterio de Deensa. Ambas normas procuraban reducir el aparatoestatal y reasignar unciones y recursos a n de volver ms ecienteal sector, guiadas por imperativos de orden economicista y scalis-ta que se imponan sobre los contenidos doctrinarios. Se alimentabade esta orma el malestar militar, que se expresaba poco despus en elestallido de una crisis que culmin con el reemplazo de los titulares dela Armada, la Fuerza Area y el Estado Mayor Conjunto, siendo Balzael nico jee que permaneca en su cargo: el almirante Molina Pico erareemplazado por Carlos Marrn, el brigadier Paulik era reemplazadopor Rubn Montenegro y el general Mario Cndido Daz por el almi-

    rante Jorge Enrico.El gobierno se vea cada vez ms necesitado de avanzar en la

    denicin de un rol para las Fuerzas Armadas, por la confuencia deun conjunto de actores. Por un lado, los problemas presupuestariosincidan en la signicativa reduccin de la participacin argentina enmisiones de paz (Vignolles, 2002); por otro lado, se reactivaba el debatealrededor de las nuevas amenazas, y en el caso argentino en particu-lar, alrededor del involucramiento de las Fuerzas Armadas en la luchacontra el narcotrco.

    Alrededor de la militarizacin de la lucha contra el narcotrcose enrentaban un conjunto de posiciones. Por un lado, el gobiernonorteamericano continuaba sosteniendo la necesidad de que los mili-tares latinoamericanos intervinieran en la lucha contra el narcotrco,cumpliendo con tareas de apoyo logstico e inteligencia, y desarro-llando nuevas organizaciones y doctrinas para hacer rente a las nue-vas amenazas (Sain, 2001), cuestin pendiente desde la presidenciade Alonsn (Canelo, 2006b) pero potenciada ahora por el alineamiento

    20 Domnguez era un economista del Partido Justicialista que vena de desempearsecomo titular de Yacyret y como Intendente de la Ciudad de Buenos Aires desde juliode 1994.

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    de poltica exterior del menemismo. Por otro lado, el poder poltico seencontraba dividido: mientras que el presidente Menem, interesado enortalecer su relacin con la administracin norteamericana, se pro-

    clamaba partidario de la militarizacin de la lucha contra el narcotr-co, el ministro Camilin recomendaba no involucrar a los militaresen tareas de control policial21. Por ltimo, los jees de Estado Mayorteman verse desjerarquizados por el desempeo de tareas policia-les; sin embargo, rente a las amenazas provenientes de la SegundaReorma del Estado, advertan que el nuevo rol ira acompaado deseductoras partidas. Las cpulas se hallaban divididas, en especial lasdel Ejrcito: mientras que Balza se mostraba prescindente, el secreta-rio General del Ejrcito, general Ernesto Bossi, deenda la necesidadde avanzar en cuestiones de inteligencia interior, ya que la prohibi-cin taxativa que impone la Ley de Deensa [...] en materia de inteli-gencia relativa a poltica interna constituye una seria limitacin [...]No se pretende incursionar en cuestiones que no son de incumbenciade la Deensa Nacional, slo se plantea la necesidad de disponer de lainormacin pertinente para poder enrentar, cuando as sea ordena-do, a fagelos como el terrorismo, el narcotrco, etc. (Pgina/12, 3 y10/10/1996). Posteriormente, el general avanzaba an ms amparadoen las imprecisiones del texto de la Ley de Deensa (Canelo, 2006a),y recomendaba denir la naturaleza del narcotrco. Es decir, si se

    trata de un asunto de ndole policial o si constituye, o puede serlo, unaamenaza para el Estado mismo (Clarn, 8/12/1996).

    En este contexto, el 5 de diciembre de 1996, y en el marco de unagira que intentaba revalidar sus credenciales gubernamentales ante losEstados Unidos luego de la renuncia del superministro Cavallo quesera sucedido por Roque Fernndez, el presidente Menem expresormalmente su intencin de involucrar a las Fuerzas Armadas argen-tinas en tareas de inteligencia, apoyo logstico y control areo, dentrodel marco de la lucha contra el narcotrco (Clarn, 6/12/1996). Las pos-

    turas del presidente habilitaron a los partidarios de la militarizacina pronunciarse pblicamente: el vicealmirante Jorge Enrico, jee delEstado Mayor Conjunto, sostena que las Fuerzas Armadas no deban

    21 En noviembre de 1991, en una visita a los Estado Unidos, Menem haba sostenido anteel presidente Bush somos conscientes de estar viviendo uno de los momentos ms ruc-teros de nuestra relacin bilateral [...] as lo indica nuestro compromiso con la causade la libertad y la justicia. As lo rearma nuestra decisin de combatir el narcotrco(Discursos del presidente Dr. Carlos Sal Menem de octubre a diciembre de 1991. DireccinGeneral de Diusin, Secretara de Medios de Comunicacin, Presidencia de la Nacin,

    Repblica Argentina: 118). Camilin sostena que las Fuerzas Armadas no pueden deninguna manera transormarse en este pas como no lo pueden hacer en ningn otroen uerzas policiales sosticadas [...]: aqu no tienen las Fuerzas Armadas un papel en lalucha contra el narcotrco (Tiempo Militar, 8/4/1994; cit. en Sain, 2001).

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    permanecer pasivas rente al narcotrco, dado que el mismo represen-taba una verdadera amenaza extraterritorial, lo que poda habilitar larealizacin de tareas de inteligencia y de tareas de coordinacin y el

    ejercicio del comando y control de la operacin en su conjunto (Clarn,17/12/1996; cit. en Sain, 2001). Tambin el ministro Domnguez sostenaque la intervencin de las Fuerzas Armadas resultaba justicable cuan-do el narcotrco se convierte en narcoterrorismo, y que en todo casoel narcotrco constitua una amenaza externa (Clarn, 20/1/1997).Paralelamente se incrementaban las presiones del gobierno norteame-ricano, esta vez por parte del Comando Sur de las Fuerzas Armadas delos Estados Unidos, cuyo titular, Wesley Clark, maniestaba su interspor convertir a las Fuerzas Armadas argentinas en pieza central delcontrol estratgico en la lucha contra el narcotrco.

    Estas controversias avorables a los partidarios de la militari-zacin de la seguridad interior habilitaron la produccin de hechosconcretos, que apuntaban a ortalecer la cooperacin argentina conlos planes de los Estados Unidos: durante el mes de marzo, el SouthComestableci un acuerdo con el Ministerio de Deensa para la integracinde dos ociales argentinos en la sede del Comando en Panam. Sin em-bargo, los jees de Estado Mayor, Balza por el Ejrcito, y ahora Marrnpor la Armada y Montenegro por la Fuerza Area, sealaron que el ries-go es muy grande [...] las Fuerzas Armadas pueden verse envueltas en

    un peligroso contacto con los narcotracantes o ser arrastrados a unalucha en territorio ajeno [...] si es tanta la preocupacin por combatir alnarcotrco [...] por qu el Ejrcito de los Estados Unidos se mantieneajeno o por lo menos no interviene de un modo directo dentro de suspropias ronteras? (La Nacin, 30/3/1997). El vicepresidente primerode la Comisin de Deensa en Diputados, Horacio Jaunarena uturoministro de Deensa de la gestin De la Ra- comparta los argumentosde los jees de Estado Mayor, armando que

    Hay aspectos que van ms all de lo legal [...] el peligro de la co-rrupcin [...] no se puede dejar de tener en cuenta que las FuerzasArmadas estn entrenadas para un determinado tipo de confictoen el que el enemigo no est adentro de las propias ronteras ydebe ser destruido [...] trasladar esto al plano interno es embarcara las Fuerzas Armadas en un enrentamiento que tiene caracte-rsticas que se ajustan ms a la ormacin de las uerzas de segu-ridad que a las Fuerzas Armadas (La Nacin, 30/3/1997).

    Asimismo, Jaunarena adverta que

    Utilizando razones ideolgicas, en los aos 70, se estableci ladenominada doctrina de seguridad nacional, que desemboc

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    en una lucha interna que an hoy se trata de explotar poltica-mente. El riesgo es que en nombre de enrentar al narcotrcose lleve a las Fuerzas Armadas a una situacin similar o pareci-

    da a la de aquellos aos y que la lucha sea con connacionales(La Nacin, 30/3/1997).

    Las controversias en torno a la militarizacin de la lucha contra elnarcotrco denan bandos antagnicos. Por un lado, los oposi-tores se amparaban en las prohibiciones dispuestas por las leyes-marco vigentes y en la denuncia de los riesgos que conllevara laintervencin en seguridad interior, entre ellos, la corrupcin y ladesjerarquizacin de las Fuerzas, y la posibilidad de una rearticu-lacin de los principios de la DSN. Por otro lado, los partidariosse cuidaban de pronunciarse tanto contra las leyes-marco como enavor de una modicacin de las mismas, pero aprovechaban amplia-mente los intersticios e imprecisiones del marco legal, especulandosobre todo con la posibilidad de denir al narcotrco como unaagresin exterior, y de all pasible de ser conjurada legalmentemanu militari. Por el momento no se perciba la conormacin debandos estables, y las contradicciones separaban tanto al poder po-ltico como a las mismas Fuerzas Armadas: mientras que entre losuncionarios era posible encontrar tanto a opositores entre ellos el

    ministro Camilin y el diputado Jaunarena y la mayora de los diri-gentes de la oposicin como a partidarios el presidente Menem yel ministro Domnguez, las cpulas militares se hallaban divididaspor las posturas proclives del Estado Mayor Conjunto y las reaciasde los jees de Estado Mayor.

    el Foro de Generales retirados y el crcUlo militarLos malestares que haban ido acumulndose entre 1995 y 1996, da-dos undamentalmente por las autocrticas institucionales, la crisis

    presupuestaria y la indenicin del rol que deban jugar las FuerzasArmadas, cristalizaron en la ormacin de una nueva asociacin pro-esional, el Foro de Generales Retirados, el 4 de diciembre de 1996. Lacreacin de una nueva agrupacin de retirados resultaba undamentala la hora de encarar la deensa de aquellas cuestiones proesionales queeran percibidas bajo amenaza, tarea que no poda ser desempeada li-bremente por quienes guardaban responsabilidades institucionales y/ocompromisos polticos con el gobierno de turno.

    Dicha agrupacin, en la que se reunan ms de doscientos gene-

    rales en situacin de retiro sobre un total de alrededor de trescientosveinte, y cubra un espectro generacional de 45 promociones, estabapresidida por el general (RE) Augusto Alemanzor, mientras que su vi-

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    cepresidente era el general (RE) Miguel Chaselon, ambos ingenierosmilitares, y el primero de ellos ex director de produccin de Fabricacio-nes Militares. Dentro de los adherentes al primer documento pblico

    se encontraba un sinnmero de ex altos uncionarios del Proceso deReorganizacin Nacional, entre ellos, y entre ex presidentes, ex co-mandantes en jee, jees y subjees de estado mayor, ex gobernadores,etc.22, varios generales duros23 y numerosos burcratas ligados aFabricaciones Militares y al Comando de Institutos Militares24.

    La declaracin undante del Foro sostena su intencin de or-talecer la presencia de las Fuerzas Armadas como instituciones un-dacionales de la Repblica, y revitalizar la imagen de sus integrantes[...] ante la grave crisis por la que actualmente atraviesa la DeensaNacional, cuya magnitud aecta el destino histrico del pas y nuestraidentidad como Nacin (La Nacin, 7/3/1997). El principal adversariodeclarado de los longevos generales era el poder gubernamental, entrminos amplios:

    [el deterioro de la Deensa Nacional] ha alcanzado proporcio-nes alarmantes a raz de decisiones poltico-institucionales,de dos gobiernos de distintos signos partidarios, que luego detrece aos han colocado al pas en un virtual estado de inde-ensin [...] El 10 de diciembre de 1983 las Fuerzas Armadas

    hicieron entrega del poder a un gobierno constitucional, luegode ejercerlo durante ocho aos, situacin anmala, ajena asu misin especca, que produjo graves daos al ejercicio dela actividad proesional militar. [...] se impona que el nuevogobierno implementara un tratamiento especial con el objeto

    22 Entre ellos se destacaban Reynaldo Bignone ex presidente de la Nacin, NaldoDasso ex secretario general del Comando en Jee-, Roberto Levingston ex presidentede la Nacin, Alcides Lpez Auranc ex jee del Estado Mayor, Pascual Pistarini excomandante en jee, Juan Bautista Sasiai ex jee de la Polica Federal y ex coman-dante de la IV Brigada de Inantera, y Jos Vaquero ex subjee y jee del Estado MayorGeneral y jee del V Cuerpo.23 Entre otros, Jorge Olivera Rovere ex segundo comandante del Cuerpo I y ex secretariogeneral del Estado Mayor; Luciano Menndez ex comandante del Cuerpo III, CristinoNicolaides ex comandante del Cuerpo III; ex comandante de Institutos Militares y excomandante en jee; Fernando Santiago ex segundo comandante de Institutos Mili-tares, ex segundo comandante del Cuerpo III y ex director nacional de Gendarmera yJorge Maradona ex segundo comandante del Cuerpo de Ejrcito III.24 Entre ellos, Vicente Belli ex director de la Escuela de Ingenieros; Juan Carlos Cam-blor ex director de la Escuela de Ingenieros y ex ministro de Deensa; Jos Caridi ex

    director de la Escuela de Artllera y ex jee del Estado Mayor General-; Eduardo Corradoex director de la Escuela de Comunicaciones y ex secretario de Comunicaciones de laNacin-, y Eduardo Crespi ex director General de Fabricaciones Militares y ex secretariogeneral de la Presidencia-.

  • 7/27/2019 CANELO,P.-un Nuevo Rol Para Las FFAA(1)

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    UN NUEvO ROL PaRa LaS FUERzaS aRMaDaS?

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    de que [las Fuerzas Armadas] se restablecieran en el menortiempo posible, para poder cumplir con eciencia el rol quelegtimamente les corresponde. Lejos de ello, el gobierno ins-

    trument un accionar agresivo de corte ideolgico, montandouna ormidable campaa de desprestigio hacia todo lo quetuviera vinculacin con lo militar (La Nacin, 7/3/1997).

    Los generales criticaban duramente varias medidas tomadas durante elgobierno de Alonsn, tales como la supresin de los Comandos en jeede las Fuerzas Armadas, la transerencia de Fabricaciones Militares alMinisterio de Deensa, el enjuiciamiento de las cpulas procesistas, lamodicacin del Cdigo de Justicia Militar y la reorma del rgimen deremuneraciones. A continuacin, identicaban una uerte continuidadde dichas polticas con decisiones tomadas por el gobierno menemista,como la modicacin del Servicio Militar Obligatorio, aprovechandoun hecho circunstancial y desgraciado, en vsperas de un acto elec-cionario25 [que] origin una grave sura a la estructura de DeensaNacional, por haberse desmantelado su imprescindible sistema de re-servas [privndose] a la Nacin de un importante actor integrador,la decisin de reestructurar a las Fuerzas Armadas sin que se consi-deren eventuales hiptesis de conficto, la desarticulacin del sistemaintegrado de produccin de material blico que constitua un valioso

    y eciente patrimonio del pas , los bajos salarios que han obligadoa que gran cantidad de sus integrantes ejerzan un segundo empleo, endetrimento de una actividad especca que, como la