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Capítulo 2: UTILITARISMO El autor presenta el utilitarismo contado la historia de un naugrafio inglés. Quedaron cuatro sobrevivientes a bordo de un bote salvavidas: Tres de ellos, un marinero, un oficial y el capitán, tenían familia. El otro, un grumete, no. Se les acaba la comida y este último enferma, por tomar agua de mar. El capitán y el oficial proponen echar a la suerte quién se sacrificaría para salvar a los otros, pero el marinero se opone. Sin embargo, los dos primeros, engañando a este último, igual matan al grumete (en vistas de su gravedad de salud) y entre los tres sobreviven alimentándose de su carne. De vuelta en Inglaterra, ambos, capitán y oficial, son procesados, sirviendo el marinero como testigo. Ninguno tuvo problema en admitir que habían matado al grumete y cometido canibalismo con su cadáver. Arguyeron que lo hicieron por necesidad. El argumento más fuerte de la defensa era que, dada las circunstancias, no había otra alternativa que matar a uno para salvar a tres. ¿Por qué al grumete? Porque, débil y enfermo, habría muerto de todas formas. Además, nadie dependía de él, su muerte no dejaba a nadie sin sustento. A esto se formulan dos objeciones: 1) “Cabe preguntarse si los beneficios de matar al grumete, tomados en su conjunto, realmente superan a los costes”: podria tener malas consecuencias para la sociedad globalmente considerada, debilitando la norma que prohibe el asesinato, o aumentando la tendencia de la gente a tomar justicia por su propia mano. 2) “¿No está mal utilizar a un ser humano de este modo, explotar su vulnerabilidad, quitarle la vida sin su consentimiento, aún cuando beneficie a otros?” Sandel dice que estas dos vías para objetar ilustran dos modos contrapuestos de enfocar la justicia: para algunos (1), la moralidad de un acto depende solo de sus consecuencias y, por ende, deberá hacerse aquello que produzca el mejor estado de cosas; mientras que para otros (2), hay deberes y derechos que debemos respetar por razones independientes de las consecuencias sociales (sean estos

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Capítulo 2: UTILITARISMO

El autor presenta el utilitarismo contado la historia de un naugrafio inglés. Quedaron cuatro sobrevivientes a bordo de un bote salvavidas: Tres de ellos, un marinero, un oficial y el capitán, tenían familia. El otro, un grumete, no. Se les acaba la comida y este último enferma, por tomar agua de mar. El capitán y el oficial proponen echar a la suerte quién se sacrificaría para salvar a los otros, pero el marinero se opone. Sin embargo, los dos primeros, engañando a este último, igual matan al grumete (en vistas de su gravedad de salud) y entre los tres sobreviven alimentándose de su carne. De vuelta en Inglaterra, ambos, capitán y oficial, son procesados, sirviendo el marinero como testigo. Ninguno tuvo problema en admitir que habían matado al grumete y cometido canibalismo con su cadáver. Arguyeron que lo hicieron por necesidad.El argumento más fuerte de la defensa era que, dada las circunstancias, no había otra alternativa que matar a uno para salvar a tres. ¿Por qué al grumete? Porque, débil y enfermo, habría muerto de todas formas. Además, nadie dependía de él, su muerte no dejaba a nadie sin sustento.A esto se formulan dos objeciones:1) “Cabe preguntarse si los beneficios de matar al grumete, tomados en su conjunto, realmente superan a los costes”: podria tener malas consecuencias para la sociedad globalmente considerada, debilitando la norma que prohibe el asesinato, o aumentando la tendencia de la gente a tomar justicia por su propia mano.2) “¿No está mal utilizar a un ser humano de este modo, explotar su vulnerabilidad, quitarle la vida sin su consentimiento, aún cuando beneficie a otros?”Sandel dice que estas dos vías para objetar ilustran dos modos contrapuestos de enfocar la justicia: para algunos (1), la moralidad de un acto depende solo de sus consecuencias y, por ende, deberá hacerse aquello que produzca el mejor estado de cosas; mientras que para otros (2), hay deberes y derechos que debemos respetar por razones independientes de las consecuencias sociales (sean estos naturales, sagrados, inalienables o categóricos).

El Utilitarismo de Jeremy BenthamFue un filósofo moral y reformista inglés. Su filosofía moral tuvo una gran influencia en otros autores de su tiempo e, incluso hasta hoy, sigue en la base del pensamiento de muchos.La idea principal de su doctrina consiste en que el principio mayor de la moral consiste en maximizar la felicidad, en maximizar la medida en que, una vez sumado todo, el placer sobrepuja al dolor. A todos nos gusta el placer y nos disgusta el dolor: el utilitarismo reconoce este hecho y lo convierte en la base de la vida moral y política. Las sensaciones de dolor y placer nos gobiernan en todo lo que hacemos, determinan además qué debemos hacer, son la medida de lo que esta bien y lo que está mal. Esto también vale para las decisiones de la comunidad. La comunidad, para Bentham, es un cuerpo ficticio compuesto por la suma de los individuos que comprende.Bentham Se burlaba de la idea de los derechos naturales, los llamaba “un sisentido con zancos”. El único principio moral es el de la maximización de la utilidad. Para él “todas las disputas morales, bien entendidas, son en realidad desacuerdos acerca de cómo se aplica el principio utilitario de la maximización del placer y la minimización del dolor, no

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acerca del principio en sí.”Esa unicidad de principios morales, pensaba Bentham, ofrecía una “ciencia de la moral” que podria servir de fundamento a la reforma política. Así, en su tiempo, propuso dos reformas icónicas que Sandel considera un buen ejemplo de en qué consiste la moral utilitaria:

i. El Panóptico: Bentham creía que con esta propuesta lograría una política penal más eficaz y humana al mismo tiempo. El panóptico consistia en una prisión con una torre central de inspección, desde donde el vigilante podía ver a los reclusos sin que ellos lo viesen a él. Se encargaría este establecimiento una contrata privada, que dirigiría la prisión a cambio de los beneficios que se extrajesen del trabajo de los reclusos (quienes trabajarían dieciseis horas).

ii. Las workhouses: la preocupación por los mendigos surge de la constatación de que encontrarse con ellos en las calles reduce la felicidad de los transeúntes, pues genera (a) dolor por simpatía o (b) dolor por desagrado. Por ello, proponía que se los retirase de la calle y se los encerrase en casas de trabajo, donde tendrían techo, ropa, comida, cama y acceso a salud. Para evitar reducir la felicidad social por el gasto público en su manutención, Bentham proponía que se autofinanciara, con el trabajo de los mendigos, quienes trabajarían para saldar su “cuenta de autoliberación”, en la que se incluiría: comida, vestimenta, cama, atención médica y una póliza de seguro de vida. En adición, cualquier ciudadano estaria facultado para aprehender a un mendigo y llevarlo a una de estas workhouses, por lo que recibiría veinte chelines (también cargados a la cuenta del mendigo). Incluso dentro del asilo, los lugares de alojamiento estarían distribuidos bajo una lógica utilitaria: “al lado de cada clase que pueda causar algún inconveniente, instálese una clase que no este en condiciones de percibirlo” (por ejemplo, junto a los enfermos psiquiátricos o a las “personas de conversación torrencial”, debía instalarse a los sordos y mudos).

PRIMERA OBJECIÓN: LOS DERECHOS INDIVIDUALES

Muchos sostienen que el utilitarismo no respeta los derechos individuales. En esta doctrina moral, los individuos son importantes, pero solo en el sentido de que las preferencias de cada uno deben contar junto con las de todos los demás. A continuación, Sandel elabora algunos ejemplos, para mostrar las debilidades de la moral utilitaria en este sentido, en base a argumentos intuitivos.

Echar cristianos a los leonesUn utilitarista lo justificaría diciendo “los cristianos sienten mucho dolor; pero tenga en cuenta el éxtasis colectivo de los espectadores”. Otro utilitarista podría estar en contra, preocupado de que semejantes juegos endurezcan las costumbres y alimenten más violencia. Pero si esos cálculos son la única razon para impedir que se someta a los cristianos a una muerte violenta que sirva de espectáculo - dice Sandel - ¿no se pierde algo moralmente importante?

¿Está justificada la tortura en alguna ocasión? (este es más importante)Un terrorista esconde una bomba que va a estallar y matar a millones. El tiempo corre y se niega a admitir que es terrorista o a decir dónde está la bomba. El argumento a favor de torturarlo es de corte utilitarista.Aquello no quiere decir que los utilitaristas estén necesariamente a favor de la tortura. Muchos se oponen por razones prácticas, sostienen que rara vez funciona y por lo tanto

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no se justifica, o que si el país practica la tortura, sus soldados capturados serán peor tratados. No aseveran que torturar a un ser humano este intrínsecamente mal, sino solo que practicar la tortura tendrá consecuencias indeseadas que, en conjunto, harán más mal que bien.Hay personas que rechazan la tortura por principio, sostienen que el fundamento moral de los derechos humanos y la dignidad humana van más allá de la utilidad. Si tuivieran razón, la filosofía de Bentham es errónea. Frente a ellos, el utilitarsta diría que, llegadas las cosas a cierto punto, hasta al más ardiente defensor de los DDHH le costaría mucho insistir en que es preferible moralmente dejar que muera un gran número de inocentes a torturar a un solo sospechoso de ser terrorista que quizá sepa dónde han puesto la bomba.Sandel, a esto, retruca diciendo que también hay intuiciones morales pertinentes no-utilitarias, como la concepción de que los terroristas son malignos y merecen castigo.El autor, dice que modificando el ejemplo un poco, pueden verse más claramente los límites del utilitarismo: Supongamos que la única forma de hacer hablar al terrorista es torturando a su hija de cinco años, que no sabe nada de los actos de su padre. Ese nuevo ejemplo deja aparte la intuición de que el terrorista merece ser castigado y nos fuerza a evaluar el cálculo utilitario en sí mismo. ¿Sería moralmente permisible? Probablemente “ni siquiera un endurecido utilitarista permanecería impasible ante una idea asi”.

La ciudad de la felicidadSandel recurre a un cuento de Ursula K. Le Guin, “Los que andando se marchaban de Omelas”. En él , se retrata una ciudad donde impera la felicidad, las celebraciones públicas, sin reyes ni esclavos, sin publicidad, sin pobreza, sin bombas atómicas, etc. Pero “En un sótano de alguno de los bellos edificios de Omelas (...) hay una habitación. La puerta está cerrada a cal y canto. No tiene ventanas.” Y en esa habitación hay un niño que padece una deficiencia mental, que esta desnutrido, abandonado. Vive sus días en la miseria más penosa. “Todos saben que existe, todos en Omela lo saben” y quisieran sacar al niño de ese lugar; “pero si se hiciese, a esa misma hora de ese mismo día, toda la prosperidad y belleza y delicia de Omelas se ajaria y destruiría. La condición es esa”.¿Es moralmente aceptable tal condición? Esta primera objeción al utilitarismo de Bentham (la de los derechos humanos fundamentales), dice que no.

SEGUNDA OBJECIÓN: UNA UNIDAD COMÚN DE VALOR

El utilitarismo dice ofrecer una ciencia de la moral basada en medir, agregar y calcular la felicidad. Sopesa las preferencias sin juzgarlas. Pero para agregar preferencias hay que medirlas con una misma escala. Esta objeción parte de la pregunta: ¿es posible traducir todos los bienes morales a una sola unidad de valor, sin perder algo en la traducción?... A la que responde: no.

Los beneficios del cáncer de pulmónEn 2001 Philip Morris encargó un análisis, para evitar que el gobierno checo subiera el impuesto a los cigarrillos. El estudio concluyó que el Estado ingresaba, gracias al tabaquismo, más de o que gasta por él. La razón: ainque el gasto médico de los fumadores a cargo del presupuesto es mayor mientras viven que el de los no fumadores, su temprana muerte hace que el Estado se ahorre una suma considerable en atención sanitaria y en pensiones y residencias de ancianos. Ese ahorro, más lo recaudado por los impuestos tal y como estaban, implicaban al Fisco una ganancia de 147 millones de dólares al año.

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Por supuesto, una vez que se dio a conocer este estudio, la imagen de Philip Morris se fue al tacho, teniendo que disculparse públicamente. Ahora bien, un benthamista dirá que este estudio no pone en entredicho los principios utiltaristas, sino que los aplicó mal. Un análisis completo hubiese incluido el coste de la muerte prematura para el fumador y su familia, entre otras cosas. De hecho, hay algunas versiones del análisis costo-beneficio que intentan traducir a dólares estos otros valores.

Los depósitos de gasolina explosivosEn los setenta, el Ford Pinto era de los autos más vendidos en EE.UU. Su estanque de bencina tendía a explotar cuando otro auto lo chocaba por detrás. Esto produjo más de quinientas muertes y muchos otros gravemente quemados. Cuando alguien se querelló, se descubrió que a los ingenieros de la Ford no se les había escapado, sino que determinaron que los beneficios de arreglar el problema (en vidas salvadas y quemaduras evitadas) no llegaba a los 11 dólares por auto que costaba usar estanques de mejor calidad en su fabricación: Utilizando cifras de organismos gubernamentales, asignaron a cada vida perdida un valor, a cada quemadura sufrida otro y, sumándolo con el valor de los autos perdidos, establecieron que el beneficio de hacelos más seguro era de 49,5 millones; muy por debajo de los 137,5 millones que costaba.En el juicio, el jurado falló contra la compañía. Algunos habrán pensado que no era correcto que se le asignara un valor en dinero a las vidas humanas. Otros, que ese valor se quedaba muy corto.

Rebajas por la vejezLa EPA de EE.UU. intentó asignar valores “más correctos” a las vidas humanas. Les puso uno más generoso que la Ford, pero introdujo un matiz relativo a la edad: 3,7 millones de vidas salvadas por un aire más limpio, salvo para quienes tenían más de 70 años, cuyas vidas se valoraban en 2,3 millones. Este cálculo es fácilmente identificable como utilitarista, en la medida que la expectativa de alguien que supera los setenta años es evidentemente menor y, por tanto, a su vida debiese asignarse un menor valor también.Los críticos del utilitarismo dirán que asignar un valor monetario a la vida humana es algo objetable per se. Los defensores del utilitarismo, que muchas decisiones sociales implícitamente intercambian algún número de vidas humanas por otros bienes y ventajas; por lo tanto, quieran admitirse o no, la vida humana tiene un precio.Por ejemplo, el uso de autos resulta inevitablemente en un alto número de vidas humanas perdidas al año. Sin embargo, no estamos dispuestos a abandonarlo, ni siquiera a reducir el límite de velocidad, aun cuando tengamos evidencia empírica de cuántas vidas se salvan con una medida de esa naturaleza.Los utilitaristas ven en la renuencia a darle un valor monetario a la vida humana, un impulso que hay que vencer, un tabú que no deja pensar con claridad y estorba la toma racional de decisiones. Para los detractores del utilitarismo, sin embargo, esto indica que no es posible medir y comparar todos los valores y bienes con una sola escala.

Pagarte para que sufrasEdward Thorndike intentó probar la premisa utilitarista de que es posible traducir nuestros deseos y aversiones, en apariencia dispares, a una sola unidad de placer y dolor. Realizó una encuesta preguntando ¿cuánto habría que pagarte para que...? (la tabla con la lista de acciones y precios está en la página 59 del libro), creyendo probar que “cualquier carencia o satisfacción que pueda existir, existe en alguna cantidad y es, por lo tanto, mensurable”. Pero Sandel dice que lo extraña que resulta la lista, da a entender que tales

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comparaciones son absurdas.Las chicas de St. Anne

Sandel dice que quizás no haya un argumento para refutar, de una vez por todas, la posibilidad de traducir todos los bienes morales a una medida de valor. Pero todos estos ejemplos sí dan a conocer lo dudoso de tal posibilidad.El colegio St. Anne era un internado solo para mujeres. Como regla, no podía haber hombres que pasaran la noche en los dormitorios. Cuando se debatía esta regla, las más conservadoras tuvieron “vergüenza” de admitir que su objeción era valórica (pensaban que era inmoral), asi que tradujeron sus argumentos al utilitarismo, diciendo que si los hombres pasaban la noche en el colegio, subirían los costos (por ducha y cambio más frecuente de colchones). Frente a eso, las reformistas retrucaron, estableciendo una tasa por alojamiento (cincuenta peniques) y un máximo de invitados a la semana. Al día siguiente, un diario titulaba “Las chicas de St. Anne, por cincuenta peniques la noche”. Aquello, dice Sandel, demuestra que el lenguaje de la virtud no se había dejado traducir al lenguaje de la utilidad.

John Stuart Mill

John Stuart Mill creía que las dos objeciones hasta aquí formuladas al utilitarismo de Bentham, tenían réplica. Cabe leer sus obras como un esforzado intento de reonciliar los derechos individuales con la filosofía utilitaria, especialmente en su libro Sobre la libertad. Su principio fundamental es que las personas deberían ser libres de hacer lo que quieran con tal de que no perjudiquen a otros. Los únicos actos por los que una persona ha de rendir cuentas a la sociedad son los que afectan a otros.Pareciera - dice Sandel - que esta formulación de los derechos individuales sin reserva requiere algo más fuere que la utilidad para justificarse. Por ejemplo: una gran mayoría desprecia a una pequeña religión y quiere prohibirla. Es probable que esa prohibición produzca la mayor felicidad para el mayor número de personas, aun cuando la minoría (víctima de la prohibición) caiga en la infelicidad y la frustración. En esta situación, la utilidad es un mal fundamento (movedizo y poco de fiar) para la libertad religiosa.Mill no creía esto. Dice que la defensa de la libertad se desprende por completo de consideraciones utilitarias. “La utilidad en el sentido más vasto, fundamentada en los intereses permantentes del hombre en cuanto ser capaz de progresar”. Por lo tanto, la utilidad debe maximizarse, no caso a caso, sino a largo plazo. Con el tiempo, respetar la libertad individual conducirá a la mayor felicidad humana.