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CAPÍTULO 5

LA ONTOLOGÍA POLÍTICA DE E. LACLAU Y CH. MOUFFE

1. Introducción

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Desde la publicación de Política e ideología en la teoría marxista (1977), ErnestoLaclau1 se ha ocupado de construir una teoría que pudiera dar cuenta de las ‘anomalías’y paradojas irresueltas por las ciencias sociales como son las derivaciones fascistas ytotalitarias de la revolución democrática, el ‘populismo’, la construcción de un sujetorevolucionario o la identidad del proyecto socialista. Como otros intelectuales de laépoca, Laclau enfrenta el desafío teórico y práctico que se deriva de la declinación delos horizontes que estructuraron el discurso de la izquierda, cuales son el comunismosoviético y el estado de bienestar en el mundo occidental2. Sus trabajos han idocontribuyendo a la constitución de un ‘pensamiento estratégico’3 o de una ‘ontologíapolítica’4 con herramientas teóricas y conceptuales tomadas de la ciencia histórica, lalingüística, la filosofía y del conjunto de las ciencias sociales desde la teoría políticahasta el psicoanálisis5. Estos aportes han incrementado la riqueza y complejidad de sustextos de manera creciente desde la publicación, junto con Chantal Mouffe6, deHegemony and socialist strategy. Towards a radical democratic politics (1985)7,definiendo un marco conceptual novedoso y a veces críptico, heredero del post-

1 Ernesto Laclau nació en Buenos Aires en 1936. Se graduó en Historia en la Universidad Nacional de BuenosAires, colaborando con Gino Germani y José Luis Romero. Militó en la izquierda nacional de Jorge AbelardoRamos hasta el año 1969 cuando se radicó en Europa, tras una invitación del historiador Eric Hobsbawn,doctorándose en la Universidad de Oxford. Actualmente desempeña como profesor de Teoría Política en laUniversidad de Essex (Gran Bretaña) y en la Universidad Estatal de Nueva York (Estados Unidos). Entre sus obras se destacan Política e ideología en la teoría marxista (1977); Hegemonía y estrategiasocialista: hacia una radicalización de la democracia (en coautoría con Chantal Mouffe -1985-); Nuevasreflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1990); Hegemonía, contingencia y universalidad (encoautoría con Judith Butler y Slavoj Žižek -2000-) La razón populista (2005). 2 Cf. Laclau, E., Estructura, historia y lo político, en Butler, J. et alia, Hegemonía, contingencia yuniversalidad, México, F.C.E., 2003, p. 209. 3 Marchart, O., La política y la diferencia ontológica. Acerca de lo ‘estrictamente filosófico’ en la obra deLaclau, en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 79.4 Laclau, E., La razón populista, Buenos Aires, F. C. E., 2005, p. 91. En Nuevas reflexiones había dicho:“’Política’ es una categoría ontológica: hay política porque hay subversión y dislocación de lo social” (Laclau,E., 1993, p. 77).5 “Lo que todas estas dimensiones comparten –observa Marchart-, en un nivel más general, es la muy realexperiencia del lento pero constante proceso de derretimiento de fundamentos (en apariencia) sólidos”(Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 78). Este autor afirma que la obra de Laclau se sostiene sobre untrípode conformado por la filosofía [antiesencialista o postfundacional], la ciencia [lingüística saussureana] yla teoría [y la experiencia práctica] política.6 Chantal Mouffe nació en Charleroi (Bélgica) en 1943. Es egresada de la Université Catholique de Louvain,la Université de Paris y la University of Essex. Militó en el movimiento feminista y es autora de numerosostrabajos sobre esa especialidad. Actualmente se desempeña como profesora de Teoría Política en laUniversidad de Westminster (Londres). Entre sus obras se destaca El retorno de lo político. Comunidad,ciudadanía, pluralismo, democracia radical (1993), en la que toma posición en los debates contemporáneos,reinterpretando las contribuciones de Carl Schmitt; La paradoja democrática (2000) y En torno a lo político(2005).7 Laclau, E.-Mouffe, Ch., Hegemonía y estrategia socialista, Madrid, Siglo XXI, 1987. Mouffe señala que elobjetivo de la obra es dotar “a la izquierda de un nuevo imaginario, un imaginario que recoja la tradición delas grandes luchas por la emancipación y que tenga también en cuenta las contribuciones recientes delpsicoanálisis y la filosofía. En efecto, ese proyecto podría definirse como moderno y al mismo tiempo comoposmoderno” (Mouffe, Ch., El retorno de lo político, Barcelona, Paidós, 1999, p. 29).

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estructuralismo8, del deconstructivismo y del post-modernismo9, del que se ocuparáeste capítulo. Dicho marco se fue construyendo con el propósito de dar respuesta a unproblema que ha signado el conjunto de la producción de Laclau: ¿cómocompatibilizar el socialismo con la democracia, dado que ninguno de estos conceptosincluye al otro necesariamente? ¿cómo un socialismo democrático podría construirsecomo alternativa al capitalismo y al totalitarismo?

En el apartado siguiente se presentará la teoría del discurso de Laclau y Mouffetomando como fuente principal la obra citada y valiéndose de otras obras10 de los mismosautores para clarificar algunos temas o para profundizar las tesis de la fuente principal.

2. El discurso como horizonte ontológico

El concepto de discurso se inserta en una larga tradición: Hegel hablaba de‘espíritu’, Marx prefería el concepto de ‘modos de producción’, Heidegger hace referenciaa la ‘época’ o al ‘mundo’, Thomas Kuhn forjó el término ‘paradigma’, Lévi-Strausspropone el concepto de ‘estructura’, Wittgenstein inventa el giro ‘juegos del lenguaje’,Cliford Geertz utiliza la noción de ‘cultura’ y Lacan la de ‘orden simbólico’. Todos estossignificados hacen referencia a totalidades significativas y están emparentados con laconceptualización de Laclau y Mouffe, quienes definen al discurso como el “conjuntosistemático de relaciones [significativas] construidas socialmente”11. Dicho de otro modo:el discurso es “la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria”12. O también:

8 La crítica del estructuralismo se evidencia en el siguiente texto: “Cuando el modelo lingüístico fueimportado al campo general de las ciencias humanas, fue este efecto de sistematicidad el que predominó, y detal modo el estructuralismo se constituyó como una nueva forma de esencialismo: como la búsqueda de lasestructuras subyacentes que constituyen la ley inmanente de toda posible variación. La crítica alestructuralismo se llevó a cabo en ruptura con esta concepción del espacio estructural como espacioplenamente constituido. (…) El signo es el nombre de una escisión, de una imposible sutura entre significantey significado” (Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 129-130).9 Los nombres “(post)estructuralismo”, “deconstruccionismo” y “postmodernismo” hacen referencia acorrientes de pensamiento contemporáneas que no podrían ser delimitadas con precisión ya que los diversosautores que se suelen vincular a ellas no comparten todos los rasgos que caracterizan sus pensamientos. Elestructuralismo tiene como principales referentes a Saussure, Levi-Strauss y Althusser, aunque tambiénpodrían incluirse aquí algunos trabajos de Foucault, Barthes, Derrida y Lacan. Estos últimos autores inician lacrítica del estructuralismo dando lugar al “post-estructuralismo” (Cf. Etchegaray, R., El estructuralismo, en Laracionalidad en las ciencias y la filosofía, San Justo, Grupo Editor Tercer Milenio, 1999; Ricoeur, Paul, 1982;Deleuze, G., ¿En qué se reconoce el estructuralismo?, en Chatelet, F., La filosofía de las ciencias sociales. De1860 a nuestros días, tomo IV: el siglo XX, p. 568; Giddens, A., El estructuralismo, el post-estructuralismo y laproducción de la cultura, en Giddens et alia, La teoría social, hoy, México, Alianza/CNCA, 1991, p. 255). Eldeconstructivismo tiene como principal referente a Derrida, de quien procede la difusión del término“deconstrucción” (Cf. Mouffe, Ch. (comp.), Deconstrucción y pragmatismo, Buenos Aires, Paidós, 1998). Elpostmodernismo surgió como una corriente innovadora dentro las artes (principalmente en la arquitectura) y deallí se extendió al ámbito literario y filosófico. Sus referentes principales son F. Jameson, F. Lyotard, J.Baudrillard, G. Vattimo, G. Deleuze y M. Foucault. (Cf. Díaz, E., ¿Qué es la posmodernidad?, en Díaz – Galante– López Gil – Zagari – Carbone – Heler – Reigadas – Cullen, ¿Posmodernidad?, Buenos Aires, Biblos, 1988,pp. 17-43).10 La concepción del populismo que Laclau desarrolla en La razón populista no será tenida en cuenta en estapresentación porque no consideramos que esté relacionada con el problema de la dominación que nos ocupaaquí.11 Laclau, E.-Mouffe, Ch., Postmarxismo sin pedido de disculpas, en Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre larevolución de nuestro tiempo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1993, p.115.12 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 119.

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discurso es “un sistema diferencial y estructurado de posiciones”13.Usualmente el término ‘discurso’ tiene el significado de ‘lo que alguien dice’ o ‘lo

que se dice’. En este sentido, es sinónimo de ‘habla’, la cual podría ulteriormente ser fijadapor la escritura. Estos significados frecuentes identifican el discurso con lo lingüístico, yasea entendido como lo dicho o como lo escrito. Pero los autores advierten que no hacenreferencia a este significado14 y que se debe evitar el equívoco que se produce al referir eldiscurso a los hechos lingüísticos (habla, escritura) o a lo puramente ‘mental’ (lógica). Nose trata solo de lo meramente lingüístico15, de lo que se dice, se escribe o se piensa, sino deuna totalidad significativa que incluye en sí lo lingüístico y lo extralingüístico16, lo que sedice y lo que se hace, las palabras y las cosas. Además, el discurso no se define por lassubstancias o los sujetos sino por las acciones y las relaciones. En este sentido, Laclau yMouffe se sostienen en la concepción estructural de la lengua iniciada por F. de Saussure,para quien “el principio fundamental es que la lengua constituye un sistema, cuyas partestodas están unidas por una relación de solidaridad y de dependencia. Este sistema organizaunidades -los signos articulados- que se diferencian y se delimitan mutuamente”17. Esimportante subrayar que cada término se define por las relaciones con los otros términosdel sistema y no por sí mismo o según su naturaleza propia. Por eso Ricoeur ha señaladoinsistentemente que el estructuralismo se basa en tres principios derivados de la lingüísticageneral de Saussure:

1° la lengua, en el sentido saussuriano del término, consiste en un sistemade diferencias sin términos absolutos; la separación entre los fonemas,entre los lexemas, es la sola realidad de la lengua, la cual es así una‘substancia’ ni física ni mental; 2° el código que rige los sistemas apiladosunos sobre los otros no procede de ningún sujeto hablante; es más bien elinconsciente categorial quien hace posible el ejercicio de la palabra por loslocutores del lenguaje; 3° el signo, que Saussure consideraba la identidadfundamental del lenguaje, está constituido por una diferencia entre unsignificante y un significado; esta diferencia es interna al signo y por estarazón cae dentro del universo del discurso; el signo no requiere ningunarelación ‘exterior’, tal como la relación signo-cosa que San Agustíncolocaba en la base de su teoría del lenguaje. Un sistema sin ‘términos’, unsistema sin ‘sujeto’, un sistema sin ‘cosas’, así es la lengua para el filósofoinstruido en la lingüística estructural18.

13 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 124.14 “Por discurso no entendemos algo esencialmente restringido a las áreas del habla y la escritura, sino unconjunto de elementos en el cual las relaciones juegan un rol constitutivo. Esto significa que esos elementosno son preexistentes al complejo relacional, sino que se constituyen a través de él. Por lo tanto ‘relación’ y‘objetividad’ son sinónimos” (Laclau, E., 2005, p. 92).15 “Lo que he llamado la perspectiva lingüística se refiere no sólo a lo lingüístico en el sentido restringido sinotambién a todos los sistemas de significación. Como estos últimos coinciden con la totalidad de las relacionessociales, las categorías y las relaciones exploradas por el análisis lingüístico no pertenecen a áreas regionalessino al campo de una ontología general” (Laclau, E., Debates y combates. Por un nuevo horizonte de lapolítica, Buenos Aires, F. C. E., 2008, p. 21).16 “…lo que llamamos discurso (…) aunque toma sus principales categorías de la lingüística estructural (…)no está restringido a ninguna sustancia –fónica o conceptual- sino que es sinónimo del campo general de laobjetividad” (Laclau, E., Atisbando el futuro, en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 351).17 Benveniste, É., Problemas de lingüística general, México, Siglo XXI, I, 1971, p. 98.18 Ricoeur, P., Corrientes de la investigación en las ciencias sociales, Editorial Tecnos-Unesco, 1982, p. 340. Losfundamentos de la doctrina estructural, señala Émile Benveniste, se encuentran en tres principios saussureanos:

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Y así también lo es para Laclau y Mouffe, si bien la ‘lengua’ (para Saussure) estácompuesta sólo por signos lingüísticos, en cambio el ‘discurso’ (para Laclau y Mouffe) estácompuesto también por las acciones y los hechos, conformando un sistema más amplio19

que el lingüístico o el semiológico. Lo llaman ‘discurso’ por dos razones: es una totalidadsignificativa y es, a diferencia de la lengua en Saussure y como se verá más adelante, unsistema abierto20, fallido21.

En consecuencia, el discurso es el marco más comprensivo u horizonte dentro delcual es posible distinguir la ‘realidad’ de la irrealidad, la ‘verdad’ de la falsedad, el ‘valor’de lo sin valor, la ‘bondad’ de la maldad o la ‘belleza’ de la fealdad. Por ser tal sucomprensión, no tiene sentido –para Laclau y Mouffe- plantear la cuestión de la realidad ode la verdad del discurso. Como en Foucault, cada articulación discursiva determina lascondiciones que hacen reales a las cosas o verdaderas a las proposiciones. En otrostérminos: toda práctica social se constituye “en el campo de la discursividad”22. Por lotanto, “la cuestión acerca de las condiciones de posibilidad del ser del discurso carece desentido”23, puesto que no hay meta-discurso que contenga o comprenda al discurso24.

Toda acción o praxis social es significativa y el conjunto resultante de la praxissocial significativa es el discurso. La misma praxis que produce cosas, productos omercancías, articula relaciones significativas25. La praxis construye el sentido, ‘significa’,constituye cada cosa como ‘esta cosa’. La realidad de las cosas no es previa al discursosino su resultado. La realidad, en tanto discurso, es una construcción social, es el resultadode una praxis social. En este punto, Laclau y Mouffe se basan en la tradición teórica del

1) la noción de la lengua como sistema; 2) la lengua es forma y no substancia; 3) los elementos de la lengua nopueden definirse sino por sus relaciones. Cf. Benveniste, É., 1971, p. 93.19 El discurso llega a identificarse con lo que los antiguos llamaban “el orden del ser” y con lo que Lacanllama el “orden simbólico”. 20 También lo que Deleuze llama rizoma es un sistema abierto: “Un sistema abierto es cuando los conceptosestán relacionados a circunstancias y ya no a esencias” (Deleuze, G., Conversaciones. 1972-1990, Valencia,Editorial Pre-textos, 1992).21 “Debemos, por tanto, considerar la apertura de lo social como el fundamento constitutivo o la ‘esencianegativa’ de lo existente, y a los diversos ‘órdenes sociales’ como intentos precarios y, en última instancia,fallidos de domesticar el campo de las diferencias” (Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 160-161).22 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 128.23 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, p. 119.24 O. Marchart habla del pensamiento posfundacional en términos de “cuasi trascendentalismo”, aclarando que“un aspecto del cuasi indica que el fundamento y el abismo, las condiciones de posibilidad y deimposibilidad, se hallan inseparablemente entrelazadas, y el otro aspecto indica que todas las condicionestrascendentales surgirán siempre a partir de coyunturas empírico históricas particulares” (Marchart, O., Elpensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau , México, F. C.E., 2009, p. 43. Énfasis en el original). De modo semejante Deleuze propone un empirismo trascendentalcomo marco de la filosofía contemporánea. 25 “Si pateo un objeto esférico en la calle -dice Laclau- o si pateo una pelota en un partido de fútbol, el hechofísico es el mismo, pero su significado es diferente. El objeto es una pelota de fútbol sólo en la medida en queél establece un sistema de relaciones con otros objetos, y estas relaciones no están dadas por la merareferencia material de los objetos sino que son, por el contrario, socialmente construidas. [...] El hecho de queuna pelota de fútbol sólo es tal en la medida en que está integrada a un sistema de reglas socialmenteconstruidas no significa que ella deja de existir como objeto físico. Una piedra existe independientemente detodo sistema de relaciones sociales, pero es, por ejemplo, o bien un proyectil, o bien un objeto decontemplación estética, sólo dentro de una configuración discursiva específica” (Laclau, E., 1993, pp. 114-115. Subrayado nuestro).

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marxismo occidental que afirma la praxis productiva como origen de la realidad socialhumana26.

De lo dicho anteriormente no se infiere una postura ‘idealista’27 ni que ‘lo que es’exista sólo discursivamente. El concepto de discurso hace referencia a las realidadessignificativas mientras que lo existente señala lo que está más allá o fuera de toda relaciónde significado. Lo existente es siempre una ‘X’ de la cual no puede decirse ni pensarse nadaque tenga sentido. Lo existente es algo que está ahí, algo presente aquí y ahora,independiente de toda relación con un sujeto y exterior a lo que Lacan llama el ‘ordensimbólico’28. Lo existente como existente es un algo que no tiene ninguna relaciónsignificativa para ningún sujeto. Lo meramente existente se identifica, entonces, con lo ‘nosignificativo’ y, por lo tanto, con lo no discursivo. Pero, dado que no estar en ningunarelación significativa es algún tipo de relación -aunque negativa- podría decirse que laexistencia es la relación menos determinada, la más pobre: algo que no tiene ningúnsignificado, una ‘X’ vacía e indeterminada. Existir es sólo estar ahí sin ser nadadeterminado.

Estos conceptos permiten comprender mejor un ejemplo mencionado porRancière29: el demos ateniense existe pero no es, no tiene realidad. La mera existencia serefiere a algo que no es alguien, a aquellos que están allí sin formar parte del todo de lacomunidad: una materialidad30 informe, un significante sin significado. La existencia es unamateria pura, sin forma, un algo totalmente indeterminado. Un ejemplo análogo puedeencontrarse en los textos de J. W. Cooke cuando hace referencia a la ‘chusma descamisada’o a la ‘masa peronista’, las que existen puesto que no dejan de estar ahí llenando la Plaza deMayo y generando un griterío, pero no cuentan ni tienen realidad para los sectoresoligárquicos.

El discurso supone la existencia pero no se refiere a ella31. Como el significado noestá inscripto en las cosas en sí mismas32 sino que es una construcción social, toda realidadpuede ser reconstruida o reconstituida y ello hace imposible la pretensión de fijar unsignificado último33. En términos de Laclau y Mouffe: “No hay ningún hecho cuyo sentido

26 Cf. Berger, P.-Luckmann, T., La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1968,undécima reimpresión, 1993; Etchegaray, R., 1999, pp. 120-129.27 “El registro de este límite constitutivo es, precisamente, aquello que impide la asimilación de la teoría deldiscurso de Laclau y Mouffe a un idealismo en el que la experiencia humana queda reducida a la meraconstrucción social” (Glynos, J.-Stavrakakis, Y., Encuentros del tipo real. Indagando los límites de laadopción de Lacan por parte de Laclau, en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 253).28 “Es lo que en nuestro trabajo hemos denominado ‘discurso’, lo que en general coincide con lo que en lateoría lacaniana se llama ‘simbólico’” (Laclau, E. en Butler, J. et alia, 2003, p. 83). Cf. Stavrakakis, Y., 2010,p. 88.29 Cf. Rancière, J., El desacuerdo. Política y filosofía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996.30 J. Butler hace referencia a este significado del concepto de materia en el capítulo 1 de la Primera Parte deCuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del ‘sexo’, Buenos Aires, Paidós, 2002.31 “En otras palabras, estamos ante dos órdenes distintos: el ser discursivo y la existencia extradiscursiva.Destacar la importancia del primero para las sociedades humanas no equivale a cuestionar la irreductibilidaddel segundo” (Glynos, J.-Stavrakakis, Y., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 253).32 El discurso como sistema de diferencias “no puede ser el denominador común de la unidad extradiscursivade sus elementos, sino que es, en cambio, una reducción de la realidad. Volver inteligible la realidad implicabloquear la significación y esto significa que la realidad sobrepasa cualquier intento de sistematización”(Dyrberg, T., Lo político y la política en el análisis del discurso, en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008,p. 307).33 En este punto, Laclau y Mouffe coinciden con Rorty y con los autores de la tradición hermenéutica comoVattimo o Gadamer. Cf. Rorty, R., Contingencia, ironía y solidaridad, Barcelona, Paidós, 1991, pp. 23-42;

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pueda ser leído transparentemente”34. En términos epistemológicos: ningún hecho puedeverificar una hipótesis35.

Si el discurso es el resultado de una praxis social, ¿no podría argumentarse que lapraxis como tal es anterior y diferente del significado? Planteado en términos lingüísticos,el problema es ¿“en qué medida puede establecerse una separación rígida entre semántica ypragmática -es decir, entre significado y uso”?36 En tanto que el significado se constituyedentro de los contextos del uso, tal abstracción puede sostenerse sólo analíticamente, perono realmente37. La realidad de alguna cosa presupone su existencia, pero de una existenciano se sigue necesariamente una única realidad ni una realidad determinada38. “Lo que seniega –aclaran Laclau y Mouffe- no es la existencia, externa al pensamiento, de dichosobjetos, sino la afirmación de que ellos puedan constituirse como objetos al margen de todacondición discursiva de emergencia”39. La realidad está siempre determinadadiscursivamente, está articulada dentro de una totalidad significativa, dentro de un mundohistórico que es producto de una praxis social.

De acuerdo con estos supuestos, el discurso -en tanto estructura significativa- es unatotalidad relacional o un sistema de diferencias en el que la identidad de los elementos espuramente relacional40. Lévi-Strauss expresa esta concepción del carácter relacional de lastotalidades de la siguiente forma: “el auténtico estructuralismo trata (...) por encima de todo,de captar las cualidades intrínsecas de determinados tipos de orden. Estas propiedades noexpresan nada que sea externo a ellas”41. Los elementos de una estructura no se definen nipor su esencia intrínseca ni por la designación de un objeto exterior42, sino por la posición queocupan en la totalidad estructural, es decir, por su sentido. No son los sujetos los portadoresde sentido, sino los sentidos (el lugar ocupado en la estructura) los que portan a los sujetos. Elconcepto de totalidad relacional en la lingüística estructural está vinculado a la noción dediferencia y al principio que establece la naturaleza arbitraria de los signos43.

La tesis que afirma la anterioridad del discurso respecto de los objetos, la afirmaigualmente respecto de los sujetos, ya que es el mismo discurso el que los constituye como

Vattimo, G., La sociedad transparente, Barcelona, Paidós, 1990, pp. 73-87.34 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, pp. 116-7. Énfasis nuestro.35 Como ha escrito K. Popper: “las teorías científicas se distinguen de los mitos simplemente en que puedencriticarse y en que están abiertas a modificación a la luz de las críticas. No pueden ni verificarse niprobabilificarse” (Popper, K., Realismo y el Objetivo de la Ciencia, Editorial Tecnos, Madrid, 1985, p. 47).36 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, p. 115.37 Marcuse adhiere a una posición muy diferente en este punto: sostiene que el concepto no puede ser reducidoal uso sino a condición de suprimir su naturaleza negativa o dialéctica (dentro de una lógica de ladominación). Cf. Marcuse, H., 1985, pp. 114-150.38 Cf. Rorty, R., 1991, p. 25.39 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 123.40 “En nuestra perspectiva no existe un más allá del sistema de diferencias, ningún fundamento que privilegiea priori algunos elementos del todo por encima de los otros. Cualquiera que sea la centralidad adquirida porun elemento, debe ser explicada por el juego de las diferencias como tal” (Laclau, E., 2005, p. 93. Énfasisnuestro). “La diferencia es una categoría abarcadora que refiere a la construcción relacional de la identidad”(Dyrberg, T., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 309).41 Lévi-Strauss, C., L'homme nu, París, Plon, 1971, pp. 561-62; citado por Giddens. Énfasis nuestro.42 “La frontera no puede ser significada sino solamente manifestada como interrupción o ruptura del procesode significación. […] El Otro como otro es radicalmente inaccesible; el exterior es un exterior radical”(Marchart, O., 2008, pp. 83 y 87). 43 Giddens sostiene que estos conceptos “están presentes en el conjunto de las perspectivas estructuralistas ypost-estructuralistas” (Giddens, A., El estructuralismo, el post-estructuralismo y la producción de la cultura, enGiddens et alia, La teoría social, hoy, traducción de J. Alborés, México, Alianza/CNCA, 1991, p. 262).

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tales. “Toda identidad [subjetiva] u objeto discursivo –afirman Laclau y Mouffe- seconstituye en el contexto de una acción”44. Ninguna cosa tiene un significado ‘en sí misma’o, lo que es lo mismo, no hay ‘substancias’ o ‘esencias’ a priori o independientes de lapraxis. Los objetos y los sujetos adquieren significado en y por la praxis que los produce,los articula, los apropia, los reapropia o (en términos de Deleuze y Guattari) losterritorializa y codifica. El discurso, como praxis significativa, determina lo que cada cosaes y lo que cada sujeto es. En consecuencia, el ser de lo que es, es discurso. El discurso esel horizonte45 de significatividad construido desde, en y por una praxis social.

La misma totalidad de articulaciones significativas que fija el significado de losobjetos define también la identidad de los sujetos o de los actores o agentes sociales. Entanto determinados por las relaciones discursivas los sujetos se definen por las posicionesque ocupan (posiciones de sujeto46) en el discurso. “Es por la misma razón –explicanLaclau y Mouffe- que es el discurso el que constituye la posición del sujeto como agentesocial, y no, por el contrario, el agente social el que es el origen del discurso”47. Un‘mismo’ sujeto puede constituirse en diferentes ‘posiciones’ de acuerdo a lasconfiguraciones que en cada caso delimiten su identidad, en tanto no puede hablarse de laesencia o de la substancia del sujeto (por ejemplo, el individuo natural del liberalismo48 o laesencia del ‘proletariado’49 en algunas orientaciones del marxismo, o de la ‘mujer’ o de los‘pobres’ en ciertas orientaciones que guían la práctica de los trabajadores sociales50).Consecuentemente, su identidad y sus caracteres distintivos se delimitarán en cadacontexto discursivo.

“Si toda identidad es diferencial –argumentan Laclau y Mouffe-, es suficiente que elsistema de diferencias no sea cerrado, que esté expuesto a la acción de estructurasdiscursivas externas, para que una identidad sea inestable”51. La identidad de los sujetos ola realidad u objetividad de las cosas no se establecen nunca plenamente porque no están enlas cosas en sí mismas ni pueden determinarse desde el sistema de relaciones porque éstenunca es completo52, nunca llega a cerrar, no logra constituirse como ‘sistema’ en sentidoestricto.

Los hombres –dicen Laclau y Mouffe- construyen socialmente su mundo,y es a través de esta construcción -siempre precaria e incompleta- que

44 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, p.116.45 Sobre el concepto de horizonte, cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 206; Laclau, E., 2005, p. 95.46 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 132 ss. Por los mismos motivos que Rancière opta por reemplazar elconcepto de sujeto por el de “modos de subjetivación”, Laclau y Mouffe proponen reemplazar el primero porel concepto de “posiciones de sujeto”.47 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, p. 115.48 Mouffe critica a Rawls su concepción del sujeto como un origen, que existe independientemente de lasrelaciones sociales en las que se haya inserto (Cf. Mouffe, Ch, 1999, p. 84).49 Laclau cuestiona la concepción esencialista de la clase proletaria que existe en varias corrientes delmarxismo. (Cf. Laclau, E., Emancipación y diferencia, Buenos Aires, Editorial Ariel, 1996, pp. 43-68; Butler, J.et alia, 2003, pp. 211-212, 296-301). 50 Cf. Etchegaray, R., Algunos problemas epistemológicos y metodológicos en Trabajo Social, RevistaPropuestas de la Universidad Nacional de La Matanza, Año I, N° 1, junio de 1995, pp. 43-57.51 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, p. 124. Énfasis nuestro.52 “…el sujeto es siempre el sujeto de la falta; siempre emerge a partir de una asimetría entre la plenitud(imposible) de la comunidad y el particularismo de los sitios de enunciación. Esto también explica por qué losnombres de la plenitud resultarán siempre del investimiento radical de un valor universal en una ciertaparticularidad…” (Laclau, E., 2008, p. 26).

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ellos dan a las cosas su ser. [...] El materialismo (...) consiste en mostrarel carácter histórico, contingente y construido del ser de los objetos y enmostrar que esto depende de la reinserción de ese ser en el conjunto decondiciones relacionales que constituyen la vida de la sociedad como untodo53.

A partir de lo anterior, Laclau y Mouffe señalan tres ‘puntos básicos’ a serconsiderados en una teoría del discurso: (1) Ningún objeto real puede constituirse almargen de toda condición discursiva de emergencia. La existencia, en tanto exterior aldiscurso, es por lo tanto, irreal aunque toda realidad supone la existencia. (2) La afirmacióndel carácter material de toda estructura discursiva (y la consecuente negación del carácter‘mental’ o ‘ideal’ del discurso). El discurso es una totalidad significativa compuesta deelementos materiales tanto lingüísticos como extralingüísticos. De aquí se deriva laconsecuencia de que el discurso tiene una realidad que estructura y define diversasposiciones de sujeto. Una segunda consecuencia que se sigue del carácter material deldiscurso es el carácter material de las ideologías y la disolución del modelo clásico‘estructura/superestructura’54. (3) La centralidad de la categoría de discurso se justificaporque permite pensar rigurosamente algunas relaciones sociales que sería imposiblecomprender a partir del modelo de objetividad propio de las ciencias naturales. Dentro delas posibilidades teóricas y metodológicas de este marco está la utilización de recursosretóricos como la sinonimia, la metonimia, la metáfora, la analogía o la contradicción, loscuales son inadmisibles en el paradigma naturalista de las ciencias sociales55 pero sonenteramente aceptables para un marco teórico como el que aquí se propone56.

No obstante las semejanzas señaladas con el paradigma estructural, el concepto dediscurso definido por Laclau y Mouffe debe distinguirse tanto de la ‘totalidad’ hegeliana olukácsiana como de la ‘estructura’ o del ‘sistema’ en el estructuralismo. Todos ellos secaracterizan por la necesidad de las relaciones entre los términos que, así, se constituyen enmomentos de la totalidad que los incluye. Aquellos conceptos buscan suprimir el factor deindeterminación y de contingencia que se deriva de las nociones de libre albedrío y deespíritu o cultura. Según Laclau y Mouffe, la totalidad hegeliana es posible sólo a condiciónde que toda multiplicidad sea reducida a unidad57. Una estructura o una totalidad cerrada o53 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1993, pp. 124-27. Énfasis nuestro.54 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 124-25. M. Foucault llega a un resultado análogo en la segundaconclusión de La verdad y las formas jurídicas (Cf. Foucault, M., 1986, pp. 138-139).55 Más aún, Laclau y Mouffe cuestionan los modelos académicos hegemónicos en las ciencias sociales (no yalos heredados de las ciencias naturales), como la sociología positiva: “hablan de la ‘imposibilidad de lasociedad’, es decir, de la incapacidad del dominio social de aportar bases firmes para el análisis” (Dallmayr,F., Laclau y la hegemonía. Algunas advertencias (post)hegelianas, en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008,pp. 64-65). 56 “En la actualidad hay acuerdo en que necesitamos ensanchar el concepto de racionalidad para dar cabida enél a lo ‘razonable’ y lo ‘plausible’ y reconocer la existencia de múltiples formas de racionalidad” (Mouffe,Ch., 199, p. 34). “La retórica es constitutiva del discurso. […] Para mí –dice Laclau-, algo que sólo puedemostrarse como ‘falla o dislocación dentro del orden óntico de las cosas’ tiene un significado muy preciso:desplazamientos tropológicos. Yo he aludido a esto hace tiempo. Ahora su significado puede ser precisado aúnmás: porque la diferencia ontológica es absolutamente constitutiva del orden del ser, éste sólo puede ser elterreno de una retórica generalizada” (Laclau, E., Atisbando el futuro, en en Critchley, S.-Marchart, O.(comp), 2008, pp. 379, 382-383). Está claro que la retórica es entendida como un campo general dediscursividad (y, por tanto, de realidad) y no como un instrumento metodológico privilegiado.57 “La Idea Absoluta [hegeliana] –escribe Laclau- como el sistema de todas las determinaciones es unatotalidad cerrada: no hay avance posible más allá de ella. El movimiento dialéctico de una categoría a la

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plenamente constituida (unificada) implican la reducción de todo elemento a momento, esdecir, a diferencia inmanente. El concepto de discurso, por el contrario, supone siempre unexterior irreductible a partir del cual se constituye como totalidad.

El discurso es, entonces, una totalidad no totalizada ni totalizable58, supone siempreelementos que no pueden ser reducidos a momentos del sistema, que no pueden serarticulados en el todo. Si se acepta que una totalidad discursiva nunca es algo ya dado, algocompleto o plenamente desarrollado, entonces

la lógica relacional es una lógica incompleta y penetrada por lacontingencia. (...) En este caso no hay identidad social que aparezcaplenamente protegida de un exterior discursivo que la deforma y leimpide suturarse plenamente. Pierden su carácter necesario tanto lasrelaciones como las identidades. Las relaciones, como conjuntoestructural sistemático, no logran absorber a las identidades; pero comolas identidades son puramente relacionales, ésta no es sino otra forma dedecir que no hay identidad que logre constituirse plenamente59.

Toda estructura discursiva es abierta, histórica, contingente60, no suturada y está limitadapor un exterior constitutivo61 62. El carácter abierto del discurso propio de las sociedades enla época moderna conduce al problema de la dislocación.

3. Capitalismo y dislocación

Laclau y Mouffe advierten, incorporando conceptos elaborados por la tradicióndemocrática de Tocqueville y Lefort63, que en la época moderna capitalista se han puesto encuestión las formas tradicionales de legitimación de lo político-social, produciendo efectosen la organización política de las comunidades. Tocqueville señaló el impulso inconteniblede la igualación de las condiciones sociales como el hecho más sustantivo de los últimossiete siglos64 y Lefort llamó ‘invención democrática’65 a la institución del principio deigualdad en la época moderna66.

siguiente excluye toda contingencia (…) Es difícil evitar la conclusión de que el panlogismo de Hegel es elpunto más alto del racionalismo moderno” (Laclau, E., en Butler, J. et alia, 2003, p. 66. Énfasis nuestro). 58 “La conceptualización lacaniana de la falta constitutiva en el Otro siempre niega a lo simbólico sucapacidad de clausura” (Stavrakakis, Y., 2010, p. 119).59 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 127. Énfasis nuestro.60 En este aspecto, Laclau y Mouffe coinciden con Rancière.61 Por esta razón, para Laclau, “la dialéctica de Hegel nos da herramientas ontológicas sólo parcialmenteadecuadas para determinar la lógica del vínculo hegemónico. La dimensión contingente de la política nopuede pensarse dentro de un molde hegeliano” (Laclau, E., en Butler, J. et alia, 2003, p. 70. Énfasis nuestro). 62 O. Marchart llama “posfundacionalismo” a este tipo de pensamiento en el que se opera “una constanteinterrogación por las figuras metafísicas fundacionales, tales como la totalidad, la universalidad, la esencia yel fundamento”, sin borrarlas pero “debilitando su estatus ontológico” (Marchart, O., 2009, pp. 14-15).63 A diferencia de la interpretación de Rancière, que concibe a la historia de la filosofía política como unanegación de la política, Laclau y Mouffe consideran que autores como Tocqueville o Lefort han introducidouna novedad en la historia del pensamiento político al describir y conceptualizar la ‘revolución democrática’ ola ‘invención democrática’.64 Cf. Tocqueville, A., La democracia en América, Madrid, Sarpe, 1984, tomo I, pp. 27-30.65 Cf. Lefort, C., La invención democrática, Nueva Visión, Buenos Aires, 1990.66 Al respecto, dice Marchart: “en lugar de ver en el posfundacionalismo una ‘invención’ por completo nuevade nuestros tiempos modernos o posmodernos, uno debe insistir en que la contingencia radical (es decir, la

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Además hay que agregar a esto –subraya Gorlier- que en la actualidad lasdinámicas del cambio social no se caracterizan por un progreso lineal queconvertiría en obsoletos los valores y las prácticas del pasado, sino por lacoexistencia de elementos tradicionales, modernos e incluso post-modernos en una misma formación social. Este es un rasgo clave de ladislocación: los elementos de distintas tradiciones y formacionessubsisten, pero fuera de sus lugares y funciones originales, dichoselementos están ‘dis-locados’ y las nuevas identidades son híbridas67.

Para Laclau, las dislocaciones68 son efectos del capitalismo69, pero no deben serconfundidas con las ‘contradicciones’ estudiadas por el marxismo o el estructuralismo. Lasdislocaciones son el resultado de la falla que constituye a la estructura70. Precisamenteporque está fallado, el sistema no logra constituirse plenamente ni logra definir a suselementos como partes funcionales (a la manera del estructural-funcionalismo71) ni comoindividuos normalizados o sujetos sujetados (a la manera del panoptismo descrito porFoucault72). Laclau y Mouffe insisten en que hay que evitar pensar a los sujetos como‘individuos naturales’ constituidos con independencia de la sociedad, como ocurre en lasteorías liberales desde Hobbes y Locke hasta Rawls. Pero advierten que tampoco tienenque ser concebidos como productos de la determinación natural, económica o histórica.Siguiendo en este punto a la tradición althusseriana73, Laclau sostiene que los procesos desubjetivización se producen por la dislocación de la estructura.

El campo de las identidades sociales no es un campo de identidadesplenas sino el de un fracaso. [...] Toda identidad es dislocada en lamedida en que depende de un exterior que, a la vez que la niega, es sucondición de posibilidad. Pero esto mismo significa que los efectos de la

contingencia necesaria) ha estado siempre allí bajo la forma de un momento actualizado por ciertos discursosespecíficos” (Marchart, O., 2009, p. 51).67 Gorlier, Juan Carlos, El constructivismo y el estudio de la protesta social, en Cuadernos de Investigación dela Sociedad Filosófica Buenos Aires, Número 4, Junio de 1998, p. 32. Énfasis nuestro.68 Marchart observa que la “dislocación” era llamada “subversión” en Hegemonía y estrategia socialista (cf.Marchart, O., 2008, p. 83).69 Cf. Dislocación y capitalismo, en Laclau, E., 1993, pp. 58 ss.70 “El carácter central que la teorización postestructuralista de la democracia [de Laclau y Mouffe] otorga aldesacuerdo proviene directamente de uno de sus presupuestos ontológicos básicos, es decir, de ‘laimposibilidad de cierre’ de cualquier identidad o estructura. Esto es importante porque afecta el estatus deldesacuerdo dentro del modelo, ya que deja de ser un simple rasgo empírico de la vida política para convertirseen una característica constitutiva de la sociedad moderna. Este postulado ontológico ha sido expresado dedistintas formas por diferentes teóricos. [Nota 37] Para Laclau consiste en la tesis de la ‘imposibiliad de lasociedad’; para Žižek en la tesis de la falta en el sujeto; para Lefort en el no-cierre de la brecha entre ser ydiscurso y para Mouffe, en la centralidad de lo político entendido en el sentido schmittiano” (Norval, A., Lasdecisiones democráticas y la cuestión de la universalidad, en: Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 194.Énfasis de la autora).71 Cf. Münch, R., Teoría parsoniana actual: en busca de una nueva síntesis, en Giddens et alia, La teoría social,hoy, México, Alianza/CNCA, 1991, pp. 155-204.72 Cf. Foucault, M., Vigilar y castigar, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, pp. 199 ss.; Etchegaray, R., 1999, pp.202-205.73 Cf. Althusser, L., Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Buenos Aires, Editorial NuevaVisión, 1988; Etchegaray, R. et alia, ¿Cómo no sentirse así? ¡Si ese perro sigue allí! Sobre la permanencia dela ideología, Buenos Aires, Prometeo-UNLaM, 2009, pp. 197 ss.

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dislocación habrán de ser contradictorios. Si por un lado ellos amenazanlas identidades, por el otro están en la base de la constitución deidentidades nuevas. (…) Entender la realidad social no consiste enentender lo que la sociedad es sino aquello que le impide ser74.

Las dislocaciones generan al mismo tiempo una crisis en las formas establecidas derelación social y una ruptura de los tipos de comunicación e intercambio, creando lascondiciones para la emergencia de nuevos sujetos políticos y sociales75. Pero

los nuevos sujetos no emergen sencillamente, sino que su aparición estállena de ambivalencias y tensiones. Por un lado, luchan contra el orden, omejor aún, contra el desorden que hizo posible su existencia. Por el otro,llevan las marcas de la dominación en su propia identidad.Estas ideas permiten una comprensión más penetrante de la dimensión detransformación personal que tienen muchos movimientos. Si en el puntode partida lo único que tienen los sujetos es esta identidad marcada por laintroyección de la dominación, parece que es decisivo que dichos sujetosse liberen de aquello que en ellos los ha convertido en los ‘pobres’, los‘negros’, las ‘víctimas’, etc. Y esto supone un proceso de profundatransformación que suele estar asociado a la construcción discursiva deun ‘nosotros’ en lucha contra ‘ellos’.76

Las consecuencias que se derivan de las relaciones de dislocación pueden resumirseen las tres proposiciones siguientes:

(1) La aceleración de las transformaciones sociales y de las intervencionesrearticulatorias conduce a una mayor conciencia de la historicidad de las relaciones socialesy de su contingencia constitutiva77. (2) Si el sujeto es la distancia entre una estructuraindecidible y la decisión, entonces, cuanto más dislocada sea la estructura tanto másposibilidades de decisiones no determinadas por ella habrá78. (3) El descentramiento de laestructura que se sigue de la dislocación debe entenderse como una práctica deldescentramiento a través de los antagonismos79, de las luchas entre centros múltiples y

74 Laclau, E., 1993, pp. 55 y 61. Énfasis del autor.75 “La dislocación, en su calidad de encuentro con lo real imposible, funciona como límite y condición de laformación identitaria” (Glynos, J.-Stavrakakis, Y., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p.257).76 Gorlier, J. C., Op. Cit., p. 32. Cf. Laclau, E., 1996, p. 38.77 “Laclau llama de diversas maneras a esta diferencia radical: contingencia, libertad, dislocación, historicidadradical, etcétera” (Marchart, O., 2008, p. 93. Cf. Ibidem, 84).78 “El juego interminable entre el fundamento y el abismo sugiere también aceptar la necesidad de la decisión(basada en la indecibilidad ontológica) y ser concientes de la división, la discordia y el antagonismo, puescada decisión –dado que no puede sustentarse en un fundamento estable ni tampoco ser tomada en el solitariovacío de la completa infundabilidad- siempre se verá confrontada con demandas y fuerzas contrapuestas”(Marchart, O., 2009, p. 15).79 Sobre el concepto de “antagonismo”: “Cuando Chantal Mouffe y yo –explica Laclau- escribimosHegemonía y estrategia socialista, todavía afirmábamos que el momento de la dislocación de las relacionessociales, el momento que constituye el límite de la objetividad de las relaciones sociales, estaba dado por elantagonismo. Más tarde empecé a pensar que eso no era suficiente, porque construir una dislocación social –un antagonismo- ya es una respuesta discursiva. Uno construye a ese Otro que disloca la propia identidadcomo un enemigo, pero existen formas alternativas. Por ejemplo, alguien podría decir que ésta es la expresiónde la ira de Dios, que es un castigo por nuestros pecados y que debemos prepararnos para el día de laexpiación. De modo que ya hay una organización discursiva en el hecho de construir a alguien como enemigo,

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contingentes. “El mundo es menos ‘dado’ y tiene, de modo creciente, que ser construido.Pero ésta no es sólo una construcción del mundo, sino que a través de ella los agentessociales se transforman a sí mismos y se forjan nuevas identidades”80. La dislocación, comoel desacuerdo en Rancière, produce una suerte de ‘desnaturalización’81 del mundo y de lossujetos82.

4. Discurso y antagonismo

De la caracterización de lo social como una estructura fallada se deriva83 que lasrelaciones entre los elementos que componen la totalidad ya no pueden concebirse comonecesarias. “En lo que se refiere a lo social -dicen Laclau y Mouffe- la necesidad sóloexiste como un esfuerzo parcial por limitar la contingencia”84. También Hobbes sosteníaque el Estado surge como un esfuerzo encaminado a contener el conflicto (la guerrauniversal de todos contra todos) aunque, a diferencia de Laclau y Mouffe, pensara que elpacto social y la soberanía del Estado son consecuencias necesarias del estado denaturaleza85. Para Laclau, la sociedad como discurso es una totalidad fallada, es un cuerpocon una herida imposible86 de suturar, una estructura sin cierre. Más aún: el discurso seconstituye desde la falla87. Laclau y Mouffe llaman ‘antagonismos’88 a estas fracturas o

lo cual implica toda una tecnología de poder en la movilización de los oprimidos. Es por esto que en Nuevasreflexiones… insisto en el carácter primario de la dislocación antes que en el antagonismo” (Laclau, E.,Hegemony and the future of democracy: Ernesto Laclau’s political philosophy, en L. Worsham y y G. A.Olson (eds.), Race, Rhetoric, and the Postcolonial, Albany, State University of New Cork Press, 1999, p. 137;citado por Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 22, nota 8). 80 Laclau, E., 1993, p. 57.81 Ch. Taylor, siguiendo a Max Weber, hace referencia a este proceso como el “desencantamiento del mundo”(Cf. Taylor, Ch., Ética de la autenticidad, Barcelona, Ediciones Paidós, 1994, p. 39).82 “La reformulación del proyecto democrático en términos de democracia radical requiere el abandono deluniversalismo abstracto de la Ilustración, que se refería a una naturaleza humana indiferenciada” (Mouffe,Ch., 1999, p. 32).83 “La dislocación, analíticamente hablando, es anterior al antagonismo. (…) La dislocación es la condición deposibilidad del antagonismo y de la política en general” (Dyrberg, T., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O.(comp), 2008, p. 306).84 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 131. 85 Cf. Etchegaray, R., 2000, pp. 59 ss.86 Cf. Laclau, E., La imposibilidad de la sociedad, en Laclau, E., 1993, pp. 103-106.87 “El concepto de hegemonía no surgió para definir un nuevo tipo de relación en su identidad específica, sinopara llenar un hiato que se había abierto en la cadena de la necesidad histórica. ‘Hegemonía’ hará alusión auna totalidad ausente y a los diversos intentos de recomposición y rearticulación que, superando esta ausenciaoriginaria, permitieran dar un sentido a las luchas y dotar a las fuerzas históricas de una positividad plena. Loscontextos de aparición del concepto serán los contextos de una falla (en el sentido geológico), de una grietaque era necesario colmar, de una contingencia que era necesario superar. La ‘hegemonía’ no será el desplieguemajestuoso de una identidad, sino la respuesta a una crisis” (Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 7. Énfasisnuestro).88 “En la medida en que esté dominada por una perspectiva racionalista, individualista y universalista, lavisión liberal es profundamente incapaz de aprehender el papel político y el papel constitutivo delantagonismo (es decir, la imposibilidad de constituir una forma de objetividad social que no se funde en unaexclusión originaria)” (Mouffe, Ch., 1999, p. 12). “La noción de antagonismo –explica Žižek- involucra unasuerte de metadiferencia: los dos polos antagónicos difieren en la forma misma en que definen o perciben ladiferencia que los separa (para un izquierdista, la brecha que lo separa de un derechista no es la misma queesa misma brecha percibida desde el punto de vista del derechista). O –para expresarlo de otra forma más- lacoincidencia de la diferencia interna y externa significa que, en el campo diferencial de los significantes,siempre hay por lo menos un ‘significante sin un significado’ que no tiene sentido (determinado), pues

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heridas que impiden la sutura89 del discurso, a estos ‘puntos de fuga’90 donde se genera lainestabilidad de los objetos y la contingencia de lo social91.

El carácter último de esta no fijación [de lo social], la precariedad últimade toda diferencia, habrá pues de mostrarse en una relación deequivalencia total en la que se disuelva la positividad diferencial de todossus términos. Esta es precisamente la fórmula del antagonismo, que asíestablece su carácter de límite de lo social92.

El antagonismo opera a través de una lógica equivalencial, pero debe diferenciarseclaramente el antagonismo93 de la oposición física y de la contradicción lógica para que elconcepto adquiera el significado adecuado para este contexto teórico. Por ‘oposición’ seentiende la relación entre dos fuerzas reales, sociales o no, enfrentadas entre sí. Es unarelación entre acciones o entre hechos, puestos uno frente al otro. Por ‘contradicción’ seentiende una relación lógica entre proposiciones. Ni la oposición ni la contradicciónimplican necesariamente una relación antagónica, porque tanto la primera como la segundason relaciones entre objetos (lógicos o reales) plenamente constituidos, mientras que laúltima no lo es.

La presencia del ‘Otro’ –dice Laclau- me impide ser totalmente yomismo. La relación no surge de identidades plenas, sino de laimposibilidad de constitución de las mismas. (...) Si lo social sólo existecomo esfuerzo parcial por instituir la sociedad –esto es, un sistemaobjetivo y cerrado de diferencias- el antagonismo, como testigo de laimposibilidad de una sutura última, es la ‘experiencia’ del límite de losocial94.

simplemente representa la presencia de sentido en sí; y la noción de ‘hegemonía’ de Laclau describeprecisamente el proceso mediante el cual el vacío del significado de este significante es llenado por algúnsentido particular/determinado contingente que, en el caso de la hegemonía lograda, comienza a funcionarcomo el reemplazante del sentido ‘en sí’” (Žižek, S., Da Capo senza Fine, en Butler, J. et alia, 2003, p. 217).89 “La verdadera característica de la democracia moderna es impedir esa fijación final del orden social y hacerimposible que un discurso establezca una sutura definitiva” (Mouffe, Ch., 1999, p. 80). “‘Sutura’ significa quela diferencia externa siempre es interna, que la limitación externa de un campo de fenómenos siempre serefleja dentro de dicho campo, como su imposibilidad inherente de ser totalmente él mismo” (Žižek, S., Op.cit., en Butler, J., et alia, 2003, p. 239). 90 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 140. El concepto de “puntos de fuga” tiene un significado análogo al de“líneas de fuga” o “líneas de mayor pendiente” de Deleuze: “El multilingüismo consiste fundamentalmente enla línea de fuga o de variación que afecta a cada sistema y le impide ser homogéneo” (Deleuze, G.-Parnet, C.,Diálogos, Valencia, Editorial Pre-Textos, 1980, p. 9). 91 Sobre la relación y la diferencia entre los conceptos de “dislocación” y “antagonismo”, ver: Stavrakakis, Y., 2010, p. 93.92 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp.148-149. Énfasis nuestro.93 “En una situación de antagonismo, las posiciones políticas diferentes sólo se pueden relacionar con otrasrefiriendo, de manera equivalencial, a algo que no son. Pero ese ‘algo’ no es un tertium quid. En cambio, debeser entendido como algo ‘radicalmente’ diferente, inconmensurable, amenazador y excluyente, en tanto y encuanto niega la identidad positiva de las diferencias internas (convirtiéndolas en su opuesto: la equivalencia).Bajo este aspecto podemos definir el antagonismo –la equivalencia establecida por negación- como aquelloque niega diferencialmente como tal. Lo ‘radical’, por lo tanto, indica exactamente esta dimensión negadoradel antagonismo con respecto al campo de las diferencias en plural” (Marchart, O., 2008, pp. 82-3).94 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp.145-46. Énfasis nuestro.

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Laclau diferencia, con mayor precisión, el concepto de contradicción del deantagonismo. La ‘no contradicción’ es un principio puramente lógico que determinacondiciones de posibilidad para los desarrollos del pensamiento racional o de los discursoslingüísticos. El principio de no contradicción fija límites a la construcción significativa delo que se piensa o se dice. Es una condición inmanente de la coherencia de los discursoslingüísticos y del pensamiento, de lo que Hume llama ‘relaciones de ideas’95 y Kant ‘juiciosanalíticos’96. En tanto tal, tiene el carácter de la necesidad.

El antagonismo, en cambio, es una relación de lucha entre dos identidades sociales‘inestables’. Es, por lo tanto, una relación fáctica, sintética. A diferencia de lacontradicción, la relación antagónica no es necesaria sino contingente. Tratándose deámbitos diferentes (lógica/realidad), es posible pensar una relación antagónica que no seacontradictoria y también una relación contradictoria que no sea antagónica. Por ejemplo, lacontradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción o entre capital y trabajoasalariado no implica necesariamente antagonismo. A la inversa, el antagonismo de la luchade clases no implica necesariamente contradicción. Una relación social podría sercontradictoria sólo a condición de que las identidades de los sujetos involucrados en lacontradicción estén definidas desde una estructura sincrónica cerrada o totalizada97, dondelos términos de la relación sean substanciales, esenciales o ‘en sí’, es decir, donde esténplenamente definidos. Sólo en un sistema plenamente constituido y desarrollado puedeproducirse una contradicción inmanente necesaria. Pero Laclau insiste en que la sociedadno puede constituirse como una estructura cerrada o suturada, entonces, es necesarioaceptar que “el resultado de los distintos antagonismos dependerá de relacionescontingentes de poder entre fuerzas que no pueden ser sometidas a ningún tipo de lógicaunificada”98. La sociedad entendida como mercado, tal como la conciben los economistaspolíticos liberales, por ejemplo, elimina el ‘exterior constitutivo’99 (antagonismo) y reducelas relaciones a la interioridad de la lógica del intercambio. De esta manera se elimina “lacuestión del poder como construcción política”100 y se reduce la economía política a unamera administración de los intercambios101.

Laclau resume su argumentación sobre este punto, partiendo del análisis de un textode Marx, en los siguientes términos:

(1) en el Prefacio [a la Contribución a la crítica de la economía política]Marx presenta, por un lado, una teoría de la historia basada en lacontradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción -unacontradicción sin antagonismo- y, por el otro, una descripción que

95 Hume, D., Investigación sobre el conocimiento humano, Alianza Editorial, Madrid, 1980, sección III.96 Kant, I., Crítica de la razón pura, Buenos Aires, Editorial Losada, 2 tomos, 1979, Introducción, IV.97 “Cuando la clausura demuestra ser una imposibilidad lógica –como se ve en la deconstrucción-, resultaevidente que cualquier cierre es forzosamente contingente; por tanto, siempre es parcial y está fundado enformas de exclusión (y, por tanto, de poder)” (Mouffe, Ch., 1999, p. 15).98 Laclau, E., 1993, p. 26. Énfasis nuestro.99 “Es importante destacar la naturaleza central de la noción de ‘exterior constitutivo’, pues es ella la quepermite afirmar la primacía de lo político” (Mouffe, Ch., 1999, p. 15). “Un exterior constitutivo o relativo estácompuesto, por supuesto, por una serie de exclusiones que, sin embargo, son interiores a ese sistema como supropia necesidad no tematizable. Surge dentro del sistema como incoherencia, como desbarajuste, como unaamenaza a su propia sistematicidad” (Butler, J., 2002, p. 71).100 Laclau, E., 1993, p. 72.101 También Žižek denuncia este mecanismo de la economía en: Žižek, S., Dije economía política , estúpido, enhttp://aleph-arts.org/pens/economia_politica.html

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presupone la naturaleza antagónica de las relaciones de producción en lassociedades de clase; (2) que la coherencia lógica de su esquema depende,por consiguiente, de la posibilidad teórica de integrar teóricamente elantagonismo a su teoría más general del cambio histórico; (3) que unasolución inicial consistiría en reducir el antagonismo a contradicción, yaque en tal caso aquél estaría integrado a la dinámica de la interacciónconceptual entre fuerzas productivas y relaciones de producción, pero queesta reducción es imposible102; (4) que otro medio de recuperaciónconceptual consistiría en mostrar que el antagonismo, si bien no escontradictorio, es sin embargo inherente a las propias relaciones deproducción y está por lo tanto sometido a las leyes de movimiento queregulan la transformación de estas últimas. Sin embargo, como hemosvisto, el antagonismo no puede ser reintegrado de este modo: él establece,por el contrario, las condiciones de un ‘exterior’ permanente. Pero, en talcaso, si la historia aparece confrontada con un exterior permanente, elresultado de los distintos antagonismos dependerá de relacionescontingentes de poder entre fuerzas que no pueden ser sometidas aningún tipo de lógica unificada. De este modo se disuelve el racionalismodel Prefacio y su intento de reducir el proceso histórico a una estructuraque sería, en la última instancia, inteligible103.

Toda relación de antagonismo implica, por lo tanto, la negación de una identidad y,por esta razón, manifiesta el límite de toda objetividad104, lo que impide que el campo deobjetos y la identidad de los sujetos se determine plenamente. Que el antagonismo es‘exterior’ significa que no se deduce necesariamente de la estructura de la sociedad o de susprincipios inmanentes (independientemente de que ésta sea diacrónica o sincrónica, que seahistórica o ahistórica), que no está determinado como un caso particular de contradicciónlógica105. La negación o el antagonismo proceden del ‘exterior’. El exterior negativobloquea la identidad los objetos al interior de la estructura social pero es, a la vez, sucondición de posibilidad106. Laclau sostiene que este exterior es ‘pura facticidad’, es –entérminos de Hume- una ‘cuestión de hecho’ que no está sujeta al principio lógico de nocontradicción y que “no puede ser reconducida a ninguna racionalidad subyacente”107. Elantagonismo manifiesta la imposibilidad de toda identidad social para definirse plenamente,102 “Del hecho de que se le quite plusvalor a los trabajadores no se desprende lógicamente que el trabajadorresistirá necesariamente a esa extracción” (Laclau, E., en Butler, J. et alia, 2003, p. 204. Énfasis nuestro).Laclau se opone a toda concepción esencialista que postule una naturaleza objetiva de los sujetos sociales opolíticos: el luchar contra el capital o los capitalistas no es un rasgo propio de la esencia trabajador que pueday deba ratificarse en cada trabajador existente. Ello es así porque no existen tales esencias ni suprahistóricasni históricas. “No hay nada en las demandas de los trabajadores que sea intrínsecamente anticapitalista”(Idem). 103 Laclau, E., 1993, p. 26. Énfasis en el original, subrayados nuestros.104 Laclau, E., 1993, p. 34.105 “Es la defensa de una cierta identidad que los obreros habían adquirido (…) la que los empuja a rebelarse”(Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987. 177).106 “El antagonismo es la estructuración discursiva del terreno hegemónico, que simultáneamente constituye ybloquea la identidad. (…) Sin embargo, este bloqueo de la posibilidad de totalizar de algún modo la propiaidentidad es también el disparador de esa identidad imaginaria. Ello se debe a que este bloqueo se encarna enla figura imaginaria de una identidad ‘auténtica’, que no puede evitar ser elusiva. La representación del otroen el antagonismo es una positivación de la negatividad anterior a cualquier representación” (Dyrberg, T., Op.Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 305). 107 Laclau, E., 1993, p. 34.

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pero al mismo tiempo “desempeña un papel constitutivo para la identidad”108. Laexterioridad define a las relaciones sociales y revela el carácter contingente y accidental detoda objetividad109.

El desarrollo de este apartado ha mostrado la importancia del concepto deantagonismo en la teoría del discurso. O. Marchart va más allá todavía y sostiene que elconcepto de antagonismo “debe considerarse la principal contribución de Laclau y Mouffeal pensamiento político contemporáneo”110.

5. Dominación y democracia radical

5. 1. Las características de las relaciones sociales

Después de haber presentado los conceptos principales del marco teórico construidopor Laclau y Mouffe, estamos en condiciones de plantear el problema de la dominación enla actualidad. Con ese fin, se resumirán los rasgos característicos de las relaciones socialessegún los autores que nos ocupan. Éstas tienen cuatro características constitutivas: (1) soncontingentes, (2) son relaciones de poder, (3) responden a la primacía de lo político y (4)están signadas por una radical historicidad.

5. 1. a. Contingencia

Si la estructura social no se constituye sobre un fundamento o sobre una positividad,sino sobre una falla, sobre un antagonismo o sobre una negatividad, entonces, seráimposible determinar un orden necesario de la sociedad111. Laclau advierte que el conceptode ‘negatividad’112 no debe confundirse con la ‘negatividad dialéctica’, que sí implica unarelación necesaria, inmanente y está determinada desde el sistema como totalidadplenamente constituida. La negatividad del antagonismo, en cambio, manifiesta el límite enla constitución de toda objetividad, subvierte la objetividad113 y amenaza la identidad de lossujetos sociales.

La contingencia –aclara Laclau- no es un mero reverso negativo de la necesidad sinoel elemento de impureza que deforma e impide la constitución plena de esta última.

108 Dyrberg, T., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 309.109 “Entonces, aquí tenemos dos órdenes distintos de fenómenos: por un lado tenemos un real cuyairrepresentabilidad disloca nuestras identidades subjetivas y objetivas, y por el otro lado tenemos una realidadsociopolítica, un campo de construcción que intenta dominar este real. Más aún, la dialéctica entre ambosórdenes, entre lo positivo y lo negativo, es irreductible y no conduce a un momento de superación”(Stavrakakis, Y., 2010, p. 89. Énfasis en el original).110 Marchart, O., 2009, p. 186.111 Marchart observa que “…de la ausencia de fundamento no se desprende ninguna consecuencia políticanecesaria” (Marchart, O., 2009, p. 17. Énfasis nuestro).112 “Así, para las teorías posfundacionalistas, donde se emplea dicha diferencia [entre la política y lo político],ésta adquiere el estatus de una diferencia fundante que debe ser concebida como negatividad, y en virtud de lacual se impide la clausura de lo social (en el sentido de sociedad) y la posibilidad de volverse idéntico a símismo” (Marchart, O., 2009, p. 19).113 “La relación entre necesidad y contingencia es reformulada como una relación de fronteras. En otraspalabras, Laclau y Mouffe entienden que la necesidad y la contingencia están en relación de tensión mutua,bajo condiciones en las que ninguna de las dos puede realizarse totalmente” (Norval, A., Op. Cit., en:Critchley, S.-Marchart, O. (comp): 2008, p. 198).

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(...) Lo que encontramos es siempre una situación limitada y determinada en la quela objetividad se constituye parcialmente y es también parcialmente amenazada; enla que la frontera entre lo contingente y lo necesario se desplaza constantemente114.

Según su interpretación, en los sistemas racionalistas modernos (como los de Spinoza,Hegel, Marx o el estructuralismo) la contingencia es eliminada. La exterioridad delantagonismo reclama, por el contrario, explicitar las condiciones particulares de existenciade toda identidad115. La historicidad de las categorías del análisis social introduce lainestabilidad constitutiva de las relaciones entre las condiciones específicas de existenciade un objeto y los elementos que lo componen y lo definen como tal. De aquí se deriva quelas condiciones de existencia de cualquier objetividad y subjetividad se deban buscar en elnivel de una historia factual y contingente116.

La contingencia –aclara Marchart-, por lo tanto, no debe confundirse con puro azaro accidentalidad. El estatus de las condiciones de existencia de un sistemasignificativo dado no es meramente accidental (una cuestión de puro azar); másbien, dichas condiciones son contingentes en tanto no pueden ser derivadas de lalógica interna o la racionalidad del sistema –son externas en el sentido de queestán radicalmente separadas de la lógica interna-. Laclau sostiene que ‘si lanegatividad es radical y el resultado de la lucha no está predeterminado, lacontingencia de la identidad de las dos fuerzas antagónicas será también radical ylas condiciones de existencia de ambas deberán ser contingentes’117. Lacontingencia, entonces, mantiene una relación de subversión con la necesidad: lanecesidad limita sólo parcialmente el campo de la contingencia. (…) Lacontingencia jamás puede ser borrada por ninguna objetividad o sistematicidad y,por consiguiente, es en sí misma necesaria118.

Se ha procurado comprender las relaciones sociales desde tres niveles de análisisdiferentes: (1) En un primer nivel de análisis, la contingencia implica que las identidades ylos significados construidos socialmente nunca logran fijarse y determinarsecompletamente. Surgen, de este modo, elementos en las estructuras (a los que Laclau llama‘significantes flotantes’) que no están articulados con los otros momentos o diferencias.Desde este punto de vista el conjunto del “campo social podría ser visto como una guerrade trincheras en la que diferentes proyectos políticos intentan articular en torno de símismos un mayor número de significantes sociales”119. Cada uno de los agentes socialessupone y afirma que su proyecto contiene los caracteres esenciales para la integración de lasociedad, para su unidad y estabilidad y busca hegemonizar el conjunto. Sin embargo, no

114 Laclau, E., 1993, p. 44.115 “Lo que está en juego es pues el modo de teorizar esta ‘contingencia’, tarea difícil por cierto ya que unateoría que explicara la ‘contingencia’ indudablemente se formularía siempre a través y en contra de esacontingencia. En realidad, ¿puede haber una teoría de la ‘contingencia’ que no tienda a negar o a encubrir loque pretende explicar?” (Butler, J., 2002, p. 278).116 Cf. Laclau, E., 1993, p. 39.117 Laclau, E., New Reflections on the Revolution of Our Time, Londres, Verso, 1990, p. 20; citado porMarchart.118 Marchart, O., 2008, p. 84. Énfasis nuestro.119 Laclau, E., 1993, p. 45. Énfasis nuestro.

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solamente es imposible alcanzar un ‘dominio hegemónico’120 completo121 (ya que estosupondría eliminar la contingencia constitutiva de lo social), sino que ninguna identidadpuede llegar a ser completamente transparente para sí misma. (2) Un segundo nivel deanálisis desliza el foco de atención del proyecto hegemónico a la estructura. Estaperspectiva advierte que el significado de las identidades sociales es equívoco o ambiguoporque es definido de acuerdo a los contextos en los que está inmerso. Sin embargo, en estenivel de análisis no llega a ponerse en cuestión la transparencia última del contexto. Seafirma que el sujeto no es transparente por sí mismo pero puede ser claramente determinadopor la estructura, por el contexto. Por ejemplo, Habermas señala que aunque no es posiblealcanzar de hecho una comunidad de comunicación que no esté viciada por las relacionesde poder, sí es posible pensar una comunidad ideal de comunicación que sirva de modelopara evaluar y decidir sobre los proyectos particulares de los sujetos sociales. Sin embargo,Laclau advierte que el concepto de ‘contingencia de lo social’ nos inhabilita también paraeste tipo de análisis122, puesto que la estructura misma está fallada y es inestable. (3) Untercer nivel de análisis se abre cuando se comienza a sospechar que las dificultades paradeterminar las identidades no se derivan de una imposibilidad empírica, de algunasparticularidades de los hechos, sino de “algo que ‘trabaja’ desde el comienzo en el interiorde la estructura. Es decir, que incluso en tanto que idea regulativa la coherencia de laestructura debe ser puesta en cuestión”123. El problema no es que la contingencia de loshechos empíricos imposibilita encontrar una coherencia lógica que permita explicar loshechos. Si éste fuera el problema, Habermas tendría razón al postular una coherenciaextraempírica (ideal regulativo de la razón) como criterio de ordenamiento de los hechosempíricos. El problema es que no es posible postular un único ideal racional que permitaordenar los hechos coherentemente, porque esto supondría un único criterio de verdad, unatotalidad estructural completamente autodefinida y autorregulada y, en definitiva, laconcepción de la razón como fundamento124. Es decir, esta teoría se mantendría dentro del‘paradigma de la ilustración’ y dentro de la ‘metafísica de la presencia’. De laprofundización de los análisis desde la contingencia se sigue que “si la serie esindecidible125 en términos de su misma estructura formal, el acto hegemónico no será la

120 Laclau, E., 1993, p. 45. En este contexto se define un significado del concepto de dominio para Laclau:dominio es hegemonía completa, un sistema cerrado de diferencias al que Rancière daba el nombre de“policía”. Pero, al mismo tiempo, se hace explícito que el dominio completo es imposible y que todo sistemade dominio es esencialmente inestable.121 “En una democracia moderna, la política debe aceptar la división y el conflicto como inevitables, y lareconciliación de afirmaciones rivales e intereses en conflicto sólo puede ser parcial y provisional” (Mouffe,Ch., 1999, p. 158).122 “El anhelo racionalista de una comunicación racional no distorsionada y de una unidad social basada en elconsenso racional es profundamente antipolítico, porque ignora el lugar decisivo de las pasiones y los afectosen política” (Mouffe, Ch., 1999, p. 160).123 Laclau, E., 1993, p. 46.124 Este es el punto preciso de ruptura con la tradición racionalista e iluminista que atraviesa tanto alsocialismo como al liberalismo. Marchart señala la imposibilidad alcanzar una fundamentación última no esuna deficiencia de algunos sistemas: “Por el contrario, la coincidencia paradójica de las condiciones deposibilidad y de imposibilidad pertenece a todos los sistemas y a toda significación” (Marchart, O., 2009, p.47).125 Laclau desecha no solamente la explicación estructural derivada de un fundamento último sino también lasteleologías de la historia que suponen un sentido o una finalidad que permitiría explicar las diferentesacciones particulares. La imposibilidad de alcanzar una explicación a partir de un contexto estructural ohistórico, conduce a la indecibilidad de las acciones del sujeto.

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realización de una racionalidad estructural que lo precede sino un acto de construcciónradical”126.

A partir de estos resultados se abren nuevas posibilidades para la investigación delos procesos de construcción de lo social, a los que Laclau llama procesos hegemónicos. (a)En primer lugar, todo proyecto y toda decisión es posibilitada, pero no determinada, por laestructura que le sirve de contexto127. (b) El agente de decisión es interno a una estructuraque es en sí misma indecidible, de manera que las decisiones de los agentes transforman ysubvierten la estructura (condiciones, contexto) transformando al mismo tiempo su propiaidentidad, ya que ésta depende parcialmente de la estructura128. (c) “El sujeto no es otracosa que esta distancia entre la estructura indecidible y la decisión”129, es decir, comoninguna decisión está determinada estructuralmente130, el espacio vacío da lugar alsurgimiento del sujeto. Decidir implica reprimir o suprimir otras decisiones alternativasposibles y el resultado al que se llega es siempre el producto de una relación de poder. Entérminos nietzscheanos: el yo o la propia identidad es siempre la imposición de un ‘instintodominante’, lo cual supone la subordinación de los otros instintos. No es posible determinarracionalmente cuál fuerza debe hegemonizar. Por el contrario, la misma racionalidadsupone el dominio de una fuerza, de un instinto. Foucault ha señalado que cuando se aceptael criterio de la racionalidad iluminista, ya se ha impuesto un instinto y ha subordinado alos demás a sus propias reglas y criterios131.

De aquí no se deriva que las decisiones sean ‘irracionales’, ya que estacontraposición (racional/irracional) supone la aceptación del principio de razón comofundamento, pero “la ‘contingencia’ como concepto, no es sino el nombre dado alfundamento ausente”132. Una decisión no puede ser racional ni irracional (puesto que todaestructura es esencialmente fallada) pero puede ser más o menos razonable. Una decisiónes razonable cuando hay motivos y argumentos para preferirla a otras, aun cuando ningunosea un fundamento apodíctico. En consecuencia, cuando dos proyectos razonables seoponen, la decisión dependerá en última instancia de la lucha, de las relaciones de fuerza.“La constitución de una identidad social es un acto de poder y la identidad como tal espoder”133. Esta última tesis requiere un mayor desarrollo, como se verá a continuación.

5. 1. b. Relaciones de poder

La segunda característica de las relaciones sociales es que están atravesadas por

126 Laclau, E., 1993, p. 46. Cf. Labourdette, S., Política y poder, Buenos Aires, A-Z Editora, 1993.127 También el postestructuralismo (incluido Deleuze) rechaza la idea de que el análisis de una estructurasincrónica y estática de diferencias pueda servir de fundamento para el conocimiento de la realidad. Lo quehay que explicar es precisamente el surgimiento, la génesis de las estructuras: cómo surgen los sistemas ycómo se transforman en el tiempo (Cf. Colebrook, C., Gilles Deleuze, London, Routledge, 2002, p. 2).128 En este punto, Laclau y Mouffe reformulan un problema recurrente en la historia del marxismo cual es elde la relación entre la teoría y la praxis, que Marx había planteado en las Tesis sobre Feuerbach (Cf. Marx,K., Tesis sobre Feuerbach, en Marx, Karl-Engels, F., La Ideología Alemana, Buenos Aires, Ediciones PueblosUnidos, 1975).129 Laclau, E., 1993, p. 47. 130 Si bien esta definición del sujeto recuerda la enunciada por Althusser, sin embargo hay una diferenciadecisiva que no puede ser perdida de vista: la falla en la estructura que la torna indecidible.131 Cf. Foucault, M., El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets Editores, 1992.132 Marchart, O., 2009, p. 50.133 Laclau, E., 1993, p. 48.

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relaciones de poder. Para aclarar el sentido en que aquí se habla de relaciones de poder,Laclau, como antes habían hecho Foucault y Deleuze, advierte que es necesario abandonartres concepciones erróneas al respecto. La primera es la que sostiene que los sujetos o lasfuerzas sociales pueden ser definidos en su identidad propia al margen de toda relación depoder134, como si las últimas fuesen solamente una posibilidad empírica accidental yparticular. “Estudiar las condiciones de existencia de una cierta identidad social –diceLaclau- es equivalente, por lo tanto, a estudiar los mecanismos de poder [o las “tecnologíasde poder”, en términos de Foucault] que la hacen posible”135. La segunda concepciónerrónea que hay que eliminar es la que concibe el poder como una esencia o como unatributo esencial de ciertos sujetos sociales. La esencia o substancia, como ha mostradoHume, no es sino un conjunto de caracteres a los que, por el hábito de percibirlos enunidad, se ha atribuido una existencia objetiva. Además, siempre de acuerdo con Hume, unsujeto no es otra cosa que un haz de sensaciones, detrás del cual se proyecta un sustrato alque se llama ‘yo’136. En términos de Laclau: “una identidad objetiva no es un puntohomogéneo sino un conjunto articulado de elementos”137. Una identidad no se define apartir de la racionalidad inmanente de la estructura sino por oposición a las fuerzas queniega o que excluye. La tercera concepción errónea del poder es la que lo contrapone(excluyéndola) a la libertad. Es decir, es la tesis que sostiene que la realización plena de lalibertad supone la eliminación de las relaciones de poder.

La sociedad reconciliada es imposible porque el poder es condición de posibilidad delo social. Transformar lo social, incluso en el más radical y democrático de losproyectos, significa por lo tanto construir un nuevo poder -no la eliminación radicaldel poder138.

Consecuentemente, libertad y poder se suponen y requieren entre sí139, atravesando lamultiplicidad de relaciones sociales. “El poder y la mediación política –dice Laclau- soninherentes a toda identidad emancipatoria universal”140 y esta tesis conduce a la cuestiónsobre el lugar de la política.

5. 1. c. La primacía de lo político

Siguiendo un método genealógico, Nietzsche realiza una crítica radical de losvalores y de las esencias al mostrar las condiciones históricas en las que un valor o unaesencia surgieron141. De manera semejante, para Laclau, se trata de “mostrar el momento de

134 “El concepto de lo político gira en torno a cómo se forman los discursos, en parte a través de su relaciónmutua, de sus fronteras, y en parte internamente, es decir, en relación con los elementos que los constituyen”(Dyrberg, T., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 301).135 Laclau, E., 1993, p. 48.136 Hume, D., Tratado de la naturaleza humana, dos tomos, edición preparada por Félix Luque, Madrid, EditoraNacional, 1977.137 Laclau, E., 1993, p. 48.138 Laclau, E., 1993, p. 50.139 La interrelación entre la libertad y el poder fue señalada por N. Maquiavelo en los Discursos sobre lasdécadas de Tito Livio, como hemos mostrado en otro lugar. Cf. Etchegaray, R., Dominación y política, LaPlata, Ediciones Al Margen, 2000, pp. 38 ss. 140 Laclau, E., en Butler, J. et alia: 2003, p. 51.141 Cf. Nietzsche, F., La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1980; Foucault, M., Nietzsche, la genealogía,

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su contingencia radical, es decir, de reinscribirlo en el sistema de opciones históricas realesque fueron desechadas”142. En otros términos: hay que “mostrar el terreno de la violenciaoriginaria, de la relación de poder a través de la cual esa institución tuvo lugar”143. Así, la‘genealogía de la moral’ nietzscheana muestra en qué condiciones se generaron los valoresque hoy se denominan ‘bueno’ y ‘malo’144; así, la genealogía de la prisión foucaultianadescribe cómo la cárcel se convirtió en la forma moderna de castigo. Estas investigacioneshan sido posibles porque

si la objetividad se funda en la exclusión, las huellas de esta exclusión estaránsiempre presentes de un modo u otro. Lo que ocurre es que la sedimentación[naturalización, esencialización] puede ser tan completa, el privilegio de uno de lospolos de la relación dicotómica tan logrado, que el carácter contingente de esteprivilegio, su dimensión originaria de poder, no resulta inmediatamente visible. [...]Las formas sedimentadas de la ‘objetividad’ constituyen el campo de lo quedenominamos ‘lo social’. El momento del antagonismo, en el que se haceplenamente visible el carácter indecidible de las alternativas y su resolución a travésde relaciones de poder es lo que constituye el campo de ‘lo político’145.

La distinción entre lo social y lo político es constitutiva del ser de lo social146, pero el límiteentre lo social y lo político se desplaza constantemente147 en cada sociedad histórica. Comola sociedad se constituye sobre la distinción, no es posible alcanzar una transparenciaúltima148, ya que siempre quedará un resto de opacidad149 inherente a toda relación social.“Una estructura dislocada es una estructura abierta, en la que la crisis puede resolverse enlas más diversas direcciones. (...) Esto significa que la rearticulación estructural será unarearticulación eminentemente política”150. Estas categorías hacen posible el replanteo delproblema de la dominación desde una perspectiva política (como se verá un poco másabajo), más allá de las limitaciones de la reconceptualización de Foucault, Deleuze yGuattari.

la historia en Foucault, M., El discurso del poder, Buenos Aires, Folios Ediciones, 1983, pp. 134-157.142 Laclau, E., 1993, p. 51.143 Ibídem.144 Análogamente, en Verdad y mentira en sentido extramoral, Nietzsche desarrolla una genealogía de losconceptos y del lenguaje en general. Cf. Niertzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral,Barcelona, Editorial Tecnos, 1990.145 Laclau, E., 1993, pp. 50-1. Cursivas del autor, corchetes nuestros. Siguiendo los desarrollos de A. Gramsci,Laclau sostiene que “la sociedad civil está constituida como un espacio político” (Laclau, E. en Butler, J. etalia: 2003, p. 56).146 Cf. Laclau, E., New Reflections on the Revoluction of Our Time, Londres-New York, Verso, 1990, p. 160;Marchart, O., 2009, p. 179.147 “Dado que al orden social no se le puede proveer un fundamento prediscursivo o extradiscursivo, tiene queser creado políticamente” (Dyrberg, T., Op. Cit., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 301).148 Cf. Vattimo, G., La sociedad transparente, Paidós, Barcelona, 1990. 149 Análogamente, Popper mostró que el orden lógico y el orden empírico nunca llegan a identificarseplenamente. La conclusión de un razonamiento inductivo excede siempre la información de las premisas. Lasconclusiones de la lógica inductiva son siempre contingentes y no pueden asegurar la certeza del resultado.Siempre hay un excedente, ya que la experiencia es siempre limitada. El resultado lógico y el empírico nuncase identifican transparentemente.150 Laclau, E., 1993, p. 66. No debe confundirse esta concepción con las posturas que atribuyen un estatusfundacional a la política.

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5. 1. d. Historicidad radical

La realidad entendida como discurso es un sistema de significación producido por lapraxis. El discurso es una construcción social y como tal, está siempre sujeta a condicioneshistóricas de emergencia, las que son siempre contingentes151.

El punto final que hace posible un intercambio fructífero entre la teoría lacaniana yel enfoque hegemónico de la política es que, en ambos casos, cualquier forma deno fijación, el desplazamiento trópico y similares, está organizada alrededor deuna falta original que, a la vez que impone una tarea extra a todos los procesos derepresentación, también abre, en la medida en que esa tarea dual no puede sinofinalmente fracasar en su intento de sutura, el camino a una serie indefinida desustituciones que son el fundamento mismo de un historicismo radical152.

Tanto los objetos como los sujetos sociales son realidades signadas por una radicalhistoricidad153 y, en consecuencia, su ser no puede derivarse necesariamente ni de laestructura (como pretenden los estructuralistas y deterministas) ni de un sentido objetivo dela historia (como pretenden algunos marxistas). Todo sentido histórico remite a unafacticidad originaria.

Lo que es importante es romper la falsa alternativa ‘trascendentalismoahistórico/historicismo radical’. Ésa es una alternativa falsa, pues cada uno de sustérminos incluye al otro y, finalmente, enuncian lo mismo. Si yo digo que lo quevale es el historicismo radical, necesitaremos algún tipo de metadiscurso queatraviese la historia para especificar las diferencias entre las distintas épocas. Si yodigo que lo que vale es el trascendentalismo riguroso, tendrá que aceptar lacontingencia de una variación empírica que sólo se puede entender en términoshistoricistas. Sólo si acepto plenamente la contingencia e historicidad de mi sistemade categorías, pero renuncio a todo intento de comprender el significado de suvariación histórica conceptualmente, podré comenzar a salir de ese callejón sinsalida. Obviamente, esa solución no suprime la dualidad trascendentalismo//historicismo, pero al menos introduce una cierta souplesse y multiplica el númerode juegos de lenguaje que se pueden jugar dentro de ella. Hay un nombre para un

151 La negatividad radical se identificaría así con la historicidad y con lo que Gadamer llama “concienciasujeta a los efectos de la historia”. Cf. Marchart, O., 2008, p. 84.152 Laclau, E. en Butler, J. et alia: 2003, p. 77. Énfasis nuestro. Žižek cuestiona en este punto (como en otros lugares, por ejemplo: Laclau, E., 1996, p. 98) lo que consideraun ejemplo de una postura formalista kantiana y una errónea interpretación del pensamiento de Lacan: al “malinfinito” kantiano le opone la noción hegeliana del “universal concreto”. Sostiene que lo universal difiere delo infinito en este sentido, que todo llega a un fin aunque éste resulte siempre insuficiente y necesitetrasladarse a otro nivel. “De modo que Lacan –sostiene Žižek- es el opuesto mismo del formalismo kantiano(si por éste entendemos la imposición de un marco formal que sirve como a priori de su contenidocontingente): Lacan nos obliga a tematizar la exclusión de algún contenido traumático que es constitutivo dela forma universal vacía. Hay espacio histórico sólo en la medida en que este espacio está sostenido poralguna exclusión más radical (o, como habría dicho Lacan, forclusión). De modo que deberíamos distinguirentre dos niveles: la lucha hegemónica por la cual el contenido particular hegemonizará la noción universalvacía y la imposibilidad más fundamental que vuelve vacío al universal, y por ende, un terreno para la luchahegemónica” (Cf. Žižek, S. en Butler, J. et alia: 2003, pp. 106-7 y 120-1).153 “Lo político es un a priori histórico pertinente a cada sociedad, lo que significa que la estructuraciónmoderna de lo político es la encarnación particular de la función política” (Dyrberg, T., Op. Cit., en Critchley,S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 302).

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saber que opera en estas condiciones: finitud.154

Las características de las relaciones sociales descriptas en este apartadopermiten avanzar hacia una redefinición de la dominación en el marco de la ‘revolucióndemocrática’.

6. La dominación y la revolución155 democrática

Se está ahora en condiciones de volver a plantear las preguntas de la Introducción:¿Qué se entiende por dominación, hoy? Este concepto ¿es todavía útil a la filosofía políticaactual? El problema de la dominación ¿es un problema propio de la filosofía política? Y, encaso afirmativo, ¿es un problema relevante?

En los apartados anteriores se han presentado los principales conceptos de la teoríaque Laclau y Mouffe han construido sobre las relaciones sociales y políticas, los que han deservir de base para replantear el problema de la dominación en este apartado. Hay queadvertir que Laclau y Mouffe enmarcan el planteo en el contexto del proyecto de unademocracia radical156 y plural157, es decir, de una concepción de la política que no secircunscribe a los marcos teóricos del contractualismo, del liberalismo, del marxismo, delestructuralismo o del cientificismo en sus diversas corrientes y versiones. Sin embargo,aquella concepción comprende a varios autores que mantienen diferencias entre sí, comoadvierte A. Norval:

Existen tres áreas clave en las que los teóricos de la democracia radical difierennotablemente entre sí. La primera atañe a la meta de la actividad democrática.Como hemos dicho antes, para los teóricos deliberativos, la meta de la actividaddemocrática es alcanzar el consenso racional. Esto marca un agudo contraste conlos demócratas radicales de tradición postestructuralista, quienes se interesan en elpotencial interruptor y dislocador de la democracia. En segundo lugar, allí dondelas concepciones deliberativas de la democracia parten de un modelo de diálogo nocoaccionado, vacío de poder y de ‘distorsiones’, los postestructuralistas aducen quelas relaciones de poder son intrínsecas a su idea de la democracia. Por último, adiferencia del proyecto habermasiano, los postestructuralistas no pretendenespecificar precondiciones ni fundamentos normativos para el discursodemocrático. Mientras que la política democrática deliberativa –en la potente formade procedimiento defendida por Habermas- inmuniza a la política contra las fuerzasde la vida cultural y ética, los teóricos de la política argumentativa y antagónica

154 Laclau, E., en Butler, J. et alia: 2003, p. 203.155 El concepto de ‘revolución’ no debe ser entendido como ‘transformación de los fundamentos’ o ‘cambiofundamental’, ya que se ha abandonado toda concepción fundamentalista o fundacional. La revolucióndemocrática no debe ser entendida como cambio de fundamento sino como pérdida del fundamento odesfundación, como disolución de los garantes metasociales del orden social (Cf. Gorlier, J. C. - Guzik, K.,2002, p. 98; Touraine, A., Crítica de la modernidad, Madrid, Temas de Hoy, 1993). Por otro lado, el abandonode esta concepción de la revolución conlleva también la disolución de la contraposición reforma/revolución.156 “Para estar en condiciones de pensar la política de la democracia radical a través de la noción de tradiciónes importante cargar el acento en el carácter compuesto, heterogéneo, abierto y en última instanciaindeterminado de la tradición democrática” (Mouffe, Ch., 1999, p. 38). 157 “La cuestión decisiva para la izquierda es cómo lograr un socialismo compatible con la democracia liberal.[...] La interconexión de instituciones liberales y procedimientos democráticos es la condición necesaria de laextensión de la revolución democrática a nuevas áreas de la vida social” (Mouffe, Ch., 1999, pp. 144 y 146-147. Cf. Mouffe, Ch., 1999, p. 167).

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ven a la democracia como una disputa incesante acerca de cuestiones éticas yculturales.158

Desde este marco post-estructuralista o post-fundacional se ha rescatado el conceptogramsciano de ‘hegemonía’ liberándolo de los restos economicistas (y, por tanto, esencialistas)que lo ligaban a la determinación estructural159. Una ‘política hegemónica’ (Laclau-Mouffe) –ouna ‘política del deseo’ (Deleuze-Guattari)- debe poder trazar líneas de articulación entre lasposiciones diferenciales o las luchas moleculares (aunque ello no esté determinado por unaposición en el sistema o por intereses esenciales inherentes a las clases o a los individuos).

Por articulación entiendo -dice Laclau- la creación de algo nuevo fuera de una disper-sión de elementos. [...] ‘Articulación’, en este sentido, es el nivel ontológico primariode la constitución de lo real. [La realidad, como se vio, es una construcción social, es elproducto de la praxis social.] Pero ‘hegemonía’ significa algo bien diferente: significa laarticulación contingente de elementos alrededor de ciertas configuraciones sociales-bloques históricos- que no pueden ser predeterminados por ninguna filosofía de lahistoria y esto está esencialmente relacionado con las luchas concretas de los agentessociales. Por concretas quiero decir específicas, en toda su humilde individualidad ymaterialidad, no en tanto que encarnan el sueño de los intelectuales acerca de una ‘claseuniversal’160.

Este desarrollo conduce al problema de las condiciones de emergencia de las luchasconcretas de los agentes sociales contra desigualdades específicas (opresión, dominación),luchas que ponen en cuestión la legitimidad de ciertas relaciones de subordinación. Elproblema que se trata de determinar es en qué condiciones una relación que se considerabalegítima deja de serlo y se convierte en ilegítima161. En otros términos: en qué condiciones unarelación de subordinación se convierte en una relación de opresión162.

Para que estos problemas se tornen inteligibles, hay que aclarar previamente qué seentiende por ‘subordinación’. Laclau y Mouffe la definen así: “Entenderemos por relación desubordinación aquella en la que un agente está sometido a las decisiones de otro -un empleadorespecto a un empleador, por ejemplo, en ciertas formas de organización familiar, la mujerrespecto del hombre, etc.-”.163 La legitimidad es inherente a estas relaciones desubordinación, mientras que la aparición de un antagonismo es un índice suficiente paraconsiderar que una relación determinada se ha transformado en opresiva y por tanto en unarelación ilegítima.

Se hace necesario entonces definir qué se entiende por opresión. “Llamaremos, encambio, relaciones de opresión –escriben Laclau y Mouffe- a aquellas relaciones desubordinación que se han transformado en sedes de antagonismos”164. Las relaciones de

158 Norval, A., Op. Cit., en: Critchley, S.-Marchart, O. (comp): 2008, pp. 193-194.159 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 38, 75 ss. 160 Laclau, E., An interview with Ernesto Laclau, Strategies, A journal of theory, culture and poli tics, N°1, Fall(1988), p. 16. Traducción y énfasis nuestros. Cf. Laclau, E., 1993, pp. 193-4. 161 Con esto se invierte lo planteado por Reich y Deleuze (porqué los hombres desean servir a los que losdominan), por el problema: en qué condiciones surge una lucha por la emancipación.162 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 172.163 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 172. Dice “en ciertas formas de organización familiar” porque en la mayorparte de las organizaciones sociales contemporáneas estas relaciones se han convertido en formas de opresión yde dominación, cuestionándose su “naturalidad” o “legitimidad”.164 Ibídem.

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opresión suponen siempre una resistencia, una lucha contra una forma de subordinaciónque comienza a ser considerada ilegítima. A diferencia de la concepción determinista, losautores consideran que no existe una “opresión objetiva”165, determinable conindependencia de la praxis y de la conciencia (o, por lo menos, de cierta sensibilidad oafección). Si no hay lucha y conflicto, no cabe hablar de opresión sino de subordinación.

Cuando las relaciones de subordinación se transforman en opresivas y lossubordinados-oprimidos inician una lucha por su emancipación se da comienzo a la política,aunque no toda lucha contra la subordinación-opresión es inherentemente política. Además, laopresión no debe confundirse con la dominación. Tanto en el caso de las relaciones desubordinación como en el de las relaciones de opresión, el criterio es interno a la relación (sibien en el primer caso se asienta en el subordinante mientras que en el segundo caso sesostiene en el subordinado), mientras que en las relaciones de dominación se desplaza a untercero exterior a la misma: “Llamaremos relaciones de dominación –escriben Laclau yMouffe- al conjunto de aquellas relaciones de subordinación que son consideradas comoilegítimas desde la perspectiva o el juicio de un agente social exterior a las mismas -y quepueden, por tanto, coincidir o no con las relaciones de opresión actualmente existentes en unaformación social determinada”166.

Las relaciones de dominación suponen cierta universalidad de los derechoshumanos167 tales como el derecho a la vida, las libertades individuales o la ilegitimidad dela tortura, etc., aunque no se trate de una universalidad fundamentada en la determinaciónde una naturaleza humana o basada en una consideración del bien universal. Launiversalización de los derechos del hombre es una dimensión abierta por la praxishistórica168, y la declaración de los derechos del hombre es un hecho histórico-político dealcance universal, porque instaura un nuevo imaginario político, que llega a ser reconocidoy legitimado planetariamente.

Si como ha señalado Hanna Arendt: ‘[...] fue la Revolución francesa y no laamericana la que puso al mundo en llamas [...]’ (H. Arendt: On Revolution,Londres, 1973, p. 55), es porque ella fue la primera en no fundarse en ninguna otra

165 “Esto puede expresarse de un modo ligeramente diferente –aclara Laclau- diciendo que si hay verdaderaemancipación ella será incompatible con todo tipo de explicación ‘objetiva’. Podemos sin duda explicar unconjunto de circunstancias que hicieron posible la emergencia de un sistema opresivo. Podemos tambiénexplicar cómo fuerzas antagónicas a ese sistema se constituyeron y evolucionaron. Pero el momento estrictode la confrontación entre ambas, si el corte es radical, será refractario a cualquier tipo de explicaciónobjetiva. Entre dos discursos incompatibles, en los que cada uno de ellos constituye un polo del antagonismoque los separa, no hay medida común y el momento estricto de la oposición entre ellos no puede explicarse entérminos objetivos. A menos, desde luego, que el momento antagónico sea una pura cuestión de apariencias yque el conflicto entre fuerzas sociales sea asimilado a un proceso natural, como en el choque de las dospiedras. Pero, según dijimos, esto es incompatible con la alteridad requerida por el acto fundante de laemancipación” (Laclau, E., 1996, p. 15). 166 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 172. Énfasis nuestro.167 Para Laclau, Mouffe y Lefort esos derechos ha sido instaurados por el imaginario democrático forjado porla Revolución Francesa, mientras que para Rancière surgieron con el principio de igualdad esgrimido por eldemos ateniense contra el régimen aristocrático tradicional, conceptualizado por Platón y Aristóteles.168 En este respecto la posición de Laclau coincide con la de R. Rorty, quien afirma que no es necesariomantener el paradigma iluminista para argumentar en defensa de la democracia. También coinciden enseñalar que los derechos del hombre se sostienen en una cierta tradición y no en la supuesta universalidadnatural. Sobre el concepto de tradición en el marco de la teoría de Laclau y Mouffe, cf. Mouffe, Ch., 1999, pp.35-39.

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legitimidad169 y en instaurar así un nuevo modo de institución de lo social. Estaruptura con el Ancien Régime, simbolizada por la Declaración de los Derechos delHombre, proporcionará las condiciones discursivas que permiten plantear a lasdiferentes formas de desigualdad como ilegítimas y antinaturales, y de hacerlas,por tanto, equivalerse en tanto formas de opresión. Esto es lo que va a constituir lafuerza subversiva profunda del discurso democrático, que permitirá desplazar lalibertad y la igualdad hacia dominios cada vez más amplios, y que servirá, portanto, de fermento a las diversas formas de lucha contra la subordinación.170

Los autores pueden diferenciar la ‘subordinación’ de la ‘opresión’, porque no parten deuna concepción de la naturaleza humana o de la esencia del hombre suprahistórica otranshistórica, sino que sostienen que “las relaciones sociales se caracterizan por una radicalhistoricidad”171. En los órdenes sociales premodernos, en cambio, el conjunto era concebidocomo un todo en el que los elementos individuales aparecían fijados a posiciones diferencialesnaturalizadas o sedimentadas. Por esa razón, las relaciones de subordinación no podíanconvertirse en relaciones de opresión, ya que en sí mismas no suponen antagonismos. Algoanálogo ocurre en la concepción de la lengua definida por la tradición estructuralista. Saussurepuso las bases para la constitución de la lingüística como ciencia al determinar a la lenguacomo un objeto preciso y distinto del lenguaje. Tal determinación fue posible sobre la base dela distinción entre el punto de vista diacrónico o evolutivo y el punto de vista sincrónico. Esteúltimo se alcanza abstrayendo la variante temporal de las relaciones diferenciales quecaracterizan a los sistemas de signos. En tales sistemas no hay, por definición, negatividad niantagonismo. Todo se reduce a las relaciones diferenciales de oposición. Las organizacionescomunitarias premodernas pueden ser comprendidas como sistemas de este tipo, donde hayoposición pero no antagonismo, donde hay subordinación pero no opresión, hay lucha yconflicto pero no dislocación. Un sistema diferencial es una totalidad cerrada, en la que todoslos actores tienen su lugar y donde todos los lugares son fijados desde el fundamento eterno opermanente (Destino, Dios o Naturaleza). De esta manera, las organizaciones premodernasminimizaron la temporalidad, ocultaron la historicidad de la existencia e impidieron ladislocación y el desarrollo de la conciencia de la opresión172.

Si la opresión es aquella relación de subordinación que se ha transformado en la sedede un antagonismo, entonces, las relaciones de opresión suponen siempre el desarrollo deciertas formas de lucha y de resistencia, aun cuando no estén necesariamente mediadas poruna ‘conciencia’ (y mucho menos por una conciencia racional173). Las relaciones de opresiónse suscitan a partir de antagonismos y éstos se producen cuando ciertas identidades se sientenamenazadas. “...Es la defensa de cierta identidad (...) la que los empuja a rebelarse”174. Elantagonismo es la lucha producida por una identidad amenazada en el seno de una relación desubordinación. La amenaza no proviene de un enemigo que la enfrente o realice acciones para

169 [Nota nuestra] Lo verdaderamente revolucionario, según los autores, es el cuestionamiento de todofundamento de lo social y no meramente el cambio de un fundamento por otro. No se trata, entonces, delpasaje de un régimen aristocrático a un régimen democrático, del tránsito del fundamento en los mejores(aristoi) al fundamento en los comunes (demos), sino del fundamento a la falta de fundamento.170 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 174. Énfasis nuestro.171 Laclau, E., 1993, p. 52.172 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 172.173 Melossi llega a sostener que la superación del dominio pasa por la acción de agentes sociales “que tienenrazones y fundamentos para sus propias acciones” (Melossi, D., 1992, p. 19).174 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 177.

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sojuzgarla, sino de un deslizamiento del lugar que tenía asignado en el sistema y con el cual seidentificaba. El antagonismo se produce cuando un actor social se queda sin lugar en laestructura social de la cual se deriva su identidad constitutiva. Por esta razón, las utopías(entendidas como el lugar sin lugar) sólo pudieron surgir en la época moderna.

Lo característico de las utopías no es imaginar una sociedad ideal en la que no hayaopresión, poder o conflictos. Su característica distintiva es que expresan un desplazamiento delos lugares y de los sujetos sociales identificados con ellos175. En ellas se encuentra ladescripción asombrada y traumática del momento histórico en que grandes masas depoblación se quedan sin lugar, no solamente en el sentido de quedarse sin tierras o sin un lugaren la tierra sino en el sentido más profundo de perder significado, quedarse sin identidad. Losmovimientos más revolucionarios habrían sido así, originalmente ‘conservadores’: habríandesarrollado sus luchas con el objetivo de recuperar su lugar y conservar su identidadamenazada, pero su praxis generó nuevas articulaciones que terminaron por transformar lasidentidades del conjunto. Huyendo de un lugar que se ha desplazado, que se ha deslizado odislocado, “encuentran un arma”176, crean algo nuevo, abren un lugar desde un no-lugar.

En este punto, Laclau, Rancière, Deleuze y Guattari no coinciden: Para los dosúltimos, las luchas, pero también las acciones cotidianas, las obras artísticas, la filosofía o lasciencias inventan nuevas conexiones, tejen nuevas redes, generan nuevos ‘rizomas’177. Esdecir, para ellos no se trata de los sujetos pero tampoco de los objetos, sino de las conexiones yconjunciones que producen una nueva realidad. Para ellos lo decisivo es la creación, quenunca es la obra de un sujeto (o de muchos sujetos). Para Rancière, en cambio, lo importantees la subjetivación que se genera a partir del desacuerdo y el surgimiento de la política. Paraeste autor, los sujetos no están constituidos previamente, sino que se originan al cuestionar unrechazo o una exclusión. La subjetivación política surge a partir de un sector de la sociedadque no tiene lugar o reconocimiento en el orden policial existente o en el sistema dediferencias dado, pero que con su acción hace posible el sistema social. Laclau y Mouffe sediferencian de los anteriores porque parten de una subjetividad constituida y aceptada dentrodel sistema, pero al mismo tiempo sostienen que la estructura está fallada o dislocada, y queesas subjetividades no logran constituirse plenamente. Las nuevas subjetividades seconstituyen a partir de la lucha contra lo que amenaza disolver sus identidades previas. Elresultado paradójico de esta lucha es la subjetivación o la constitución de una nuevasubjetividad.

El marco conceptual de Laclau y Mouffe enriquece las notas esenciales de la noción dedominación al relacionarla y distinguirla de la subordinación y de la opresión. Una relación desubordinación es perfectamente ‘natural’ y legítima en la medida en que es aceptada y que nohay resistencias y luchas que afirmen su injusticia. A diferencia de la concepciónrousseauniana, para quien la libertad es inalienable e intransferible, los autores admiten quepueda haber relaciones de subordinación o dependencia que sean aceptadas y legitimadas. Porsupuesto, Laclau y Mouffe no creen que haya relaciones de subordinación ‘naturales’, pero sí‘naturalizadas’ como resultado de una lucha hegemónica. La legitimidad es el rasgo distintivode las relaciones de subordinación y el que las diferencia tanto de la opresión como de ladominación. Cuando esa legitimidad es cuestionada al surgir un antagonismo, la

175 Cf. Ricoeur, P., Ideología y utopía, México, Gedisa, 1991, pp. 287 ss.; Etchegaray, R. et alia, Informe Finaldel Proyecto de Investigación: Ideología y medios de comunicación en la constitución de los sujetos sociales ,Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales, UNLaM, Mimeo, 2005. 176 “Huir es producir lo real, crear vida, encontrar un arma” (Deleuze, G.-Parnet, C., 1980, p. 58.177 Cf. Deleuze, G.-Guattari, F., 1988, pp. 9-29.

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subordinación se convierte en opresión. En estas relaciones el cuestionamiento de lalegitimidad es inmanente a la relación. Dicho cuestionamiento es planteado y ejercido por unode los términos de la relación de subordinación (el subordinado). La relación de dominación,en cambio, supone que el cuestionamiento es realizado desde el exterior, por alguien que esexterno a la relación entre subordinante y subordinado.

Pero, el punto de vista de un tercero exterior a la relación ¿no supone un ‘saberabsoluto’ como en la filosofía de la historia hegeliana o una perspectiva que pueda abarcarla totalidad como la conciencia del proletariado en Lukács? Estas preguntas se respondennegativamente. La exterioridad a la que se refiere la definición está referida a la relación desubordinación. No se trata de un saber que pudiera abarcar el sentido de la historiauniversal ni de una conciencia que, por ser totalmente negada dentro del sistema cosificado,puede superar sus limitaciones.

¿En qué medida la noción de Laclau y Mouffe integra las caracterizacionesanteriores? La evolución del concepto de dominación en el pensamiento moderno muestrauna serie de deslizamientos en los significados178, primero desde el ámbito jurídico-políticohacia el ámbito económico-social, después desde este último hacia el ámbito hermenéutico-cultural. Cada uno de estos momentos en el proceso incorporó elementos y rasgos noconsiderados en las etapas anteriores. Así, hasta el siglo XIX, la dominación pareció estarrestringida al ámbito jurídico-político, pero las luchas obreras y los desarrollos teóricos delsocialismo y del anarquismo, fueron mostrando que el núcleo del problema había sidoexcluido de la consideración. Algo análogo ocurrió a partir de la Segunda Guerra Mundialcon las luchas de los pueblos del llamado Tercer Mundo y de los nuevos movimientossociales y las construcciones teóricas del post-estructuralismo, del deconstructivismo y lahermenéutica.

Al insistir sobre la primacía de lo político, Laclau y Mouffe parecen regresar a unaconsideración meramente jurídico-política del problema de la dominación. Sin embargo, losconceptos de opresión y dominación incluyen en sus significados tanto aquellas relacionesjurídico-políticas de la dominación que niegan la autonomía o los derechos de losindividuos como aquellas otras relaciones socio-económicas que definen la dominación entérminos de explotación y también las recientes caracterizaciones que focalizan en lasrelaciones de sobredeterminación, sobrecodificación, poder o control. No se trata, entonces,de un retorno a posiciones superadas ni de disolver la noción y el problema que ella señala.Se trata de abandonar los caminos sin salida y las conceptualizaciones anacrónicas que nose condicen con el estado de la cuestión.

¿En qué medida esta concepción logra evitar los equívocos derivados de losmúltiples significados del término? Y, si lo logra, ¿sigue siendo útil para la filosofíapolítica? Al redefinir el marco teórico, se han conseguido evitar los equívocos derivados dela confrontación entre paradigmas y tradiciones diferentes que producen inevitablemente laconfusión en los significados. Al utilizarse un mismo término definido de manerasdiferentes de acuerdo con los contextos, los debates en torno a la dominación no pudieronsino conducir a un ‘diálogo de sordos’, al escepticismo y a un abandono del concepto. Peroeste marco parece alentar nuevas esperanzas sobre la utilidad tanto teórica como prácticadel concepto de dominación. Por lo pronto, esta definición permite escapar del ámbitolimitado de lo económico-social y dar las bases para la comprensión de las relaciones dedominación en cualquier ámbito de las relaciones sociales. La dominación ya no se

178 Cf. Etchegaray, R., 2000, Conclusiones.

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restringe a las acciones del poder contra las libertades y los derechos de los individuos o losgrupos. Tampoco se limita a las relaciones de explotación del trabajo asalariado por partedel capital. La dominación es extensiva a toda relación humana, lo que hace de esteconcepto una herramienta inestimable para la comprensión de los fenómenoscontemporáneos.

7. La génesis de la cultura democrática, los momentos de su constitución y sus dos lógicas

Para Laclau y Mouffe, algo verdaderamente nuevo surgió al nivel del imaginario sociala partir de la Revolución Francesa179. Se estableció entonces una nueva legitimidad a la que sepodría llamar ‘cultura democrática’180. Ésta proporciona “las condiciones discursivas quepermiten plantear las diferentes formas de desigualdad como ilegítimas y antinaturales, y dehacerlas, por tanto, equivalerse como formas de opresión”, porque imponen el principiodemocrático de libertad e igualdad “como una nueva matriz del imaginario social. [...] Estamutación decisiva en el imaginario político de las sociedades occidentales (...) puede definirseen estos términos: la lógica de la equivalencia se transforma en el instrumento fundamentalde producción de lo social”181. Dicho en otros términos: las sociedades modernas surgidas deuna revolución, ya no permiten pensar el orden social como ‘natural’ y de esa manera hacenmanifiesto que han sido constituidas no sobre un fundamento sino sobre una falla, sobre unfracaso, sobre una falta o ausencia. De ello se infiere que todos los sujetos sociales esténigualmente fundados o, lo que es lo mismo, igualmente infundados.

A partir de esta ruptura histórica, la crítica de la desigualdad política y la lucha contralos privilegios se extenderá y desplazará hacia otros planos; por un lado, hacia el planoeconómico a través de los discursos socialistas, por otro lado, hacia una variedad siemprecreciente de direcciones y niveles. Según esta línea de pensamiento, la invención de estalógica equivalencial182 es la creación más revolucionaria de la época moderna y la que está a labase no solamente de la expansión del modo de producción capitalista sino de toda la“revolución democrática”183. Marx mostró que la forma-mercancía se había desarrollado sobreuna lógica equivalencial de este tipo, pero sólo destacó sus aspectos negativos (alienación,fetichismo de la mercancía, explotación) y no percibió toda su potencialidad revolucionariacomo principio del cambio social.

Claude Lefort ha mostrado –advierten Laclau y Mouffe- de qué modo la ‘revolucióndemocrática’, como terreno nuevo que supone una mutación profunda a nivelsimbólico, ha implicado una nueva forma de institución de lo social. En lassociedades anteriores, organizadas según una lógica teológico-política, el poder estabaincorporado a la persona del príncipe, que era el representante de Dios -es decir, de lasoberana justicia y la soberana razón-. La sociedad era pensada como un cuerpo, la

179 Si el cambio en el imaginario social explica las luchas posteriores, lo que queda sin explicar es la causa dela revolución francesa y el surgimiento del nuevo imaginario “democrático”. Análogamente, en Rancièrequeda sin explicar por qué causas el demos ateniense (y no los esclavos de los egipcios o los dominados porlos persas) da comienzo a la política. 180 Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 171 ss.181 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 174 y 173. Énfasis nuestro.182 “Ya no se trata de fundamentos del orden social sino de lógicas sociales, que intervienen en gradosdiversos en la constitución de toda identidad social y que limitan parcialmente sus mutuos efectos” (Laclau,E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 206).183 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 171.

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jerarquía de cuyos miembros reposaba sobre un principio de orden incondicionado.Según Lefort, la diferencia radical que introduce la sociedad democrática es que elsitio del poder pasa a ser un lugar vacío y que desaparece la referencia a un garantetrascendente184 y, con él, la representación de una unidad sustancial de la sociedad. Enconsecuencia, hay una escisión entre la instancia del poder, la del saber y la de la ley,y sus fundamentos no están ya más asegurados.185

Tocqueville ya había percibido claramente en el siglo XIX, que en el principiodemocrático se conjugan la igualdad y la libertad y que el desarrollo unilateral de uno de losdos tenía como necesaria consecuencia la disolución del sistema186. “La precariedad de todaequivalencia exige que ella sea complementada-limitada por la lógica de la autonomía187. Espor eso que la demanda de igualdad [como pensaba Rancière] no es suficiente; sino que debeser balanceada por la demanda de libertad, lo que nos conduce a hablar de democraciaradicalizada y plural”188. Esta concepción de la democracia es radical porque afirma la faltade fundamento último de lo social tanto como la ausencia de certezas en el conocimiento y esplural189 porque sostiene un reconocimiento de las diferencias irreductibles190.

La lógica de la equivalencia, regida por el principio de igualdad, disuelve lasdiferencias y las identidades pretendidamente definidas o fijas. La lógica de la diferencia,regida por el principio de la libertad, desmorona las tendencias a la homogenización, a lacentralización y a la unificación sobre un fundamento único o trascendente. Laclau y Mouffemuestran cómo se presentan los nuevos antagonismos sociales con efectos igualitarios

184 [Nota nuestra] Al situar la “invención democrática” hacia fines del siglo XVIII, tanto Lefort como Laclau yMouffe parecen olvidar que ya en la Grecia Antigua se había concebido el poder como un lugar vacío (Cf.Vernant, J.-P., Los orígenes del pensamiento griego, Buenos Aires, Eudeba, 1984) y que autores comoDescartes, Hobbes o La Boétie habían sostenido el principio de igualdad en los siglos anteriores a laRevolución Francesa (Cf. Etchegaray, R., Introducción al pensamiento de Thomas Hobbes, en Biglieri, P.(comp.), Introducción al pensamiento político moderno, Buenos Aires, UNLaM-Prometeo Libros, 2009. pp.47-70.185 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 210. Énfasis nuestro. En Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestrotiempo, Laclau se referirá al concepto clave de dislocación para designar las nuevas condiciones generadas comoefecto del capitalismo y de las formas sociales modernas. Cf. el concepto análogo de “agenciamiento maquínicocolectivo” en Deleuze, G.-Parnet, C., 1980, pp. 63, 80 y 91.186 Tocqueville temía el peligro derivado de un desarrollo desmesurado del principio de igualdad endetrimento de la libertad. Cf. Tocqueville, A., La democracia en América, Madrid, Sarpe, 1984.187 [Nota nuestra] “Entre la lógica de la completa identidad y la de la pura diferencia, la experiencia de lademocracia debe consistir en el reconocimiento de la multiplicidad de las lógicas sociales tanto como en lanecesidad de su articulación. Pero esta última debe ser constantemente recreada y renegociada, y no hay puntofinal en el que el equilibrio sea definitivamente alcanzado” (Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 212).188 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 207. Énfasis en el original, corchetes nuestros. 189 “La tarea principal de una filosofía política moderna y democrática es precisamente la articulación de lalibertad individual y la libertad política, pues es allí donde hunde sus raíces la cuestión del pluralismo y laciudadanía democrática” (Mouffe, Ch., 1999, p. 63).190 “Desde esta perspectiva es evidente que no se trata de romper con la ideología liberal–democrática sino alcontrario, de profundizar el momento democrático de la misma, al punto de hacer romper al liberalismo suarticulación con el individualismo posesivo. La tarea de la izquierda no puede por tanto consistir en renegarde la ideología liberal–democrática sino al contrario, en profundizarla y expandirla en la dirección de unademocracia radicalizada y plural” (Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 199) “En el pasado, la estrategia socialistadifícilmente estaba pertrechada para afrontar esta tarea, principalmente debido a su anhelo de un ‘apriorismoesencialista’, que se manifestaba en su confianza en los sujetos privilegiados (‘clasismo’), en una base socialprivilegiada (‘economicismo’) y en un instrumento privilegiado (‘estatismo’)” (Critchley, S., 2008, p. 63).

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plurales191 y, en el marco de lo que denominan “la ofensiva antidemocrática”, señalan losdeslizamientos de la idea de libertad:

Esta ‘democratización’ del liberalismo, que fue el resultado de múltiples luchas,concluyó por tener un impacto profundo en la forma en que la misma idea de libertadera concebida. De la definición liberal tradicional de Locke –‘La libertad es no estarsometido a restricciones y violencia por parte de otro’- se ha pasado con John StuartMill a la aceptación de la libertad ‘política’ y de la participación democrática comocomponente importante de la libertad192. Más recientemente, en el discursosocialdemócrata, la libertad ha llegado a significar la ‘capacidad’ de efectuar ciertaselecciones y de tener abierta una serie de alternativas reales. Así la pobreza, la falta deeducación y la gran disparidad en las condiciones de vida, son hoy consideradas comoatentatorias a la libertad. Es ésta la transformación que el neoliberalismo quierecuestionar.193

Yendo más allá de la génesis y evolución del imaginario democrático, los autoresapuntan a explicar el proceso de construcción discursiva de nuevas identidades. En él sepueden distinguir tres momentos:

El primero es el sistema de diferencias, en el que las prácticas discursivasdiferencian posiciones y fijan roles para los distintos actores o sujetos. Estas diferenciasforman parte de un orden que se considera estable y donde cada posición se define poroposición al resto de las posiciones significativas dentro del sistema (campesinos,terratenientes, comerciantes, artesanos, burgueses, asalariados, etc.). Por supuesto, cadasistema es el resultado de luchas previas, de triunfos y derrotas que han llegado a unacondición relativamente estable conformando ‘la realidad’, pero en tanto constituye unsistema estabilizado de diferencias aceptadas por todos los sujetos, puede ser consideradocomo una estructura cuyas diferencias no alteran la totalidad sino que la articulan y la fijan.

El segundo momento es el de la dislocación. Es el momento del fracaso de lasprácticas discursivas que construyen y mantienen el sistema de diferencias, en que lasprácticas simbólicas de las distintas instituciones sociales comienzan a tener cada vez másdificultades para sostenerse a causa de la multiplicación de los antagonismos. Dado quetodo orden social está expuesto a cambios y desestabilizaciones porque está constituido porantagonismos, la dislocación es algo inherente a todo orden social. Sin embargo, es con lasociedad moderna que se multiplican y expanden los efectos dislocatorios en aceleracióncreciente. Cuanta más dislocación, más fragmentación social, pero también más espaciospara el surgimiento de nuevos actores y sujetos.

El tercer momento es el de la cadena de equivalencias en las posiciones de sujetosdiferentes frente a un enemigo común. Este es el momento en el que se construye un‘nosotros’ contrapuesto a un ‘ellos’. Las posiciones equivalentes no se unifican por ciertos

191 “La renuncia a la categoría de sujeto como entidad unitaria, transparente y suturada, abre el camino alreconocimiento de la especificidad de los antagonismos constituidos a partir de diferentes posiciones de sujetoy, de tal modo, a la posible profundización de una concepción pluralista y democrática” Cf. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 178-189.192 [Nota nuestra] No se trata de rechazar la concepción liberal de la libertad: “No es el liberalismo en cuanto talel que debe ser puesto en cuestión, ya que en tanto que principio ético que defiende la libertad del individuo pararealizar sus capacidades humanas, está hoy día más vigente que nunca” (Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 207-8).193 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 193.

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caracteres positivos comunes sino por su común oposición a un ‘enemigo’194 que amenaza yque es la causa del ‘daño’ (Rancière) o del ‘crimen general’ (Marx). Esas equivalenciasniegan el sistema de diferencias previo y ensayan una reestructuración del tejido social.Este es el ámbito constitutivo de la política: la construcción de articulacionesequivalenciales, la creación de prácticas discursivas inéditas frente a las fuerzas queamenazan a las identidades sociales constituidas y diferenciadas195. La política no es elreflejo (ni mucho menos la representación) de diferencias previas, sino la construcción deidentidades nuevas que responden a fallas estructurales de los sistemas sociales.

Lo que queremos indicar –dicen Laclau y Mouffe- es que la política en tanto quecreación, reproducción y transformación de las relaciones sociales, no puede serlocalizada a un nivel determinado de lo social, ya que el problema de lo político esel problema de la institución de lo social, es decir, de la definición y articulación derelaciones sociales en un campo surcado por antagonismos. El problema central quequeremos plantear es el siguiente: cuáles son las condiciones discursivas deemergencia de una acción colectiva encaminada a luchar contra las desigualdades, ya poner en cuestión las relaciones de subordinación.196

Como ya se mostró a partir de los trabajos de Foucault, Deleuze y Guattari197, lasrelaciones políticas atraviesan todas las relaciones sociales y no son localizables en un soloplano (como podría ser el de los partidos políticos o el del Estado). Lo nuevo en el planteode Laclau y Mouffe es que lo político brota de la falla constitutiva de la estructura social.La novedad teórica de esta postura surge de la caracterización de las dos lógicascomplementarias y excluyentes que estructuran la sociedad. La tarea, al mismo tiempo de lapolítica y de la filosofía política, consiste en comprender “las condiciones discursivas deemergencia”, a la vez particulares y universales, de los sujetos sociales transformadores.

8. Conclusión: dominación y emancipación

Se ha mostrado que el concepto de dominación se fue definiendo en relación con losconceptos de libertad e igualdad. En los textos de Laclau se percibe un deslizamientoprogresivo desde el concepto de ‘libertad’ hacia el de ‘emancipación’, que requiere volver adefinir ambos conceptos, dada la multiplicidad de significados que están ligados a ellos, losequívocos a que dan lugar y la ‘desintegración’198 generada como consecuencia.

¿Qué hay que entender por ‘emancipación’199? Este concepto contiene seis‘dimensiones’ distintas, a veces, incompatibles y excluyentes. Dichas dimensiones son: 1)dicotómica: entre el orden previo y el movimiento emancipatorio hay una ruptura, unadiscontinuidad radical; 2) totalizante: la emancipación afecta a todas las esferas de la194 Ni el “nosotros” ni el “ellos” es previo al antagonismo. Cf. Laclau, E., Debates y combates. Por un nuevohorizonte de la política, Buenos Aires, F. C. E., 2008, pp. 15-16.195 “En nuestra terminología –aclara Laclau-, mientras que la lógica democrática encuentra su terrenoconstitutivo en la relación equivalencial (lo que por supuesto no significa que ninguna equivalencia seademocrática per se), la especificad institucional se construye a través de lo que hemos dado en llamar lalógica de la diferencia. La formación hegemónica es el resultado de la articulación/tensión entre ambaslógicas” (Laclau, E., en Critchley, S.-Marchart, O. (comp), 2008, p. 383).196 Laclau, E.- Mouffe, Ch., 1987, pp. 171-72. Énfasis nuestro.197 Cf. Etchegaray, R., 2000, pp. 315-375.198 Laclau, E., 1996, p. 11. 199 Cf. Laclau, E., 1996, pp. 11-41.

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existencia, cuyos contenidos están imbricados; 3) transparencia: la emancipación suprimey supera la alienación y la dominación, alcanzando la realización plena de la naturalezahumana y su libertad (lo cual implica superar las relaciones opacas y distorsionantes de lafuerza o el poder, “la abolición de la distinción sujeto/objeto”, la superación de lasideologías); 4) preexistencia de algo que es oprimido (de algo que es coartado en sulibertad, de lo que debe ser emancipado) respecto de la emancipación; 5) la emancipación,si es radical, tiene lugar a nivel del fundamento de lo social; 6) la emancipación constituyeun nuevo fundamento racional que sirve de base a todas las relaciones sociales.

La argumentación de Laclau se propone mostrar que estas dimensiones noconstituyen una totalidad coherente, lo cual ha conducido a la afirmación de postuladosincompatibles, antinomias y aporías, y de ello, a su vez, se ha derivado el abandono de lalógica de la emancipación200. Pero, en lugar de retroceder frente a las incompatibilidadeslógicas, Laclau busca abrir nuevos discursos a partir de dichas incompatibilidades.

La dimensión 1) supone que es imposible que haya alguna “objetividad positivasubyacente” a los órdenes dicotómicos (anterior y posterior a la emancipación), porque enese caso el segundo se derivaría del primero lógica o causalmente de manera necesaria.Pero entonces ya no habría una dicotomía radical entre ellos sino sólo una diferenciaaparente. Dicho de otra manera: al pertenecer los dos momentos a una misma lógicasubyacente, el resultado (la emancipación) no sería más que una diferenciación internadentro del mismo orden establecido y no sería una verdadera emancipación. “Esto puedeexpresarse de un modo ligeramente diferente diciendo que si hay verdadera emancipaciónella será incompatible con todo tipo de explicación ‘objetiva’”201. En otros términos: desdeel orden antiguo es posible explicar coherentemente todas las diferencias dentro del mismosistema, pero lo radicalmente nuevo carecerá siempre de explicación. Luego, laemancipación (entendida como ruptura de cualquier tipo de dependencia) no puede serexplicada202.

Esta dimensión resulta entonces incompatible con las otras, que suponen ciertacontinuidad, coherencia o racionalidad entre los momentos del desarrollo203. La dimensión5), por ejemplo, hace referencia al fundamento de la emancipación. Pero de acuerdo con ladimensión dicotómica, el orden post-revolucionario de la emancipación no puedejustificarse en el antiguo orden de la dominación o en la ‘opresión’ pre-revolucionaria. “Ental caso, no puede haber un único fundamento que explique a la vez el orden que esrechazado y el orden que la emancipación inaugura”204. Si la emancipación es realmenteradical no puede sostenerse sino en su propio fundamento, el cual no es previo al acto deemancipación, porque en ese caso habría una derivación y dependencia del orden previo.“Esta incompatibilidad, en el interior del discurso de la emancipación –concluye Laclau-,

200 Lo que se desarrolla a continuación puede ser considerado, entonces, como una aplicación a una realidadconcreta de los conceptos de discurso, totalidad abierta, estructura fallada, etc. que fueron construidos en elcapítulo anterior.201 Laclau, E., 1996, p. 15. 202 En las clases de Berlín sobre filosofía de la historia, Hegel afirma que los grandes hombres desprecian loordinario, lo hasta entonces considerado, lo admitido, por cuanto traen al mundo lo nuevo que no puedejustificarse en lo perimido (Cf. Hegel, G. W. F., Lecciones sobre filosofía de la historia universal, Madrid,Revista de Occidente, 1974, p. 96). 203 “Todas las otras dimensiones requieren lógicamente la presencia de un fundamento positivo y son, enconsecuencia, incompatibles con la constitutividad del corte requerido por la dimensión dicotómica” (Laclau,E., 1996, p. 18).204 Laclau, E., 1996, p. 16.

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entre la dimensión dicotómica (1) y la dimensión de fundamento (5), crea dos matricesfundamentales en torno a las cuales se organizan todas las otras dimensiones”205.

Una incompatibilidad análoga se presenta entre la dimensión 1) y la dimensión 6)como resulta de los argumentos de los filósofos de la Ilustración, que

eran perfectamente consecuentes cuando afirmaban que si una sociedad racionalhabía de ser un orden pleno resultante de un corte radical con el pasado, cualquierorganización previa a tal corte sólo podía ser concebida como el producto de laignorancia y la locura de los hombres, lo que la privaba de racionalidad.206

Si, a la inversa, se le reconoce racionalidad al orden previo, el acto por el cual seinstaura un nuevo orden de emancipación dependerá de una relación de fuerzas contingentey carecerá de racionalidad. Lo mismo ocurre con la dimensión 4) que afirma que eloprimido es preexistente al orden que lo oprime, ya que si no lo fuera, tendría el status dediferencia interior al sistema, es decir, sería el otro término de una relación desubordinación. Pero, en ese caso, ya no se podría hablar de opresión ni de dominación. Ladimensión 2) sería igualmente imposible “a menos que un fundamento positivo de lo socialunificara, en un conjunto autosuficiente, la multiplicidad de sus aspectos parciales [sistemade diferencias totalizado], incluyendo a los antagonismos y a las dicotomías”207, pero en talcaso se suprimiría la dicotomía y el antagonismo sería reducido a mera oposición o crimen.La dimensión 3) supone la eliminación de la alienación y la ideología, pero la dimensióndicotómica implica la opacidad última de lo social y la imposibilidad de suprimir eldesacuerdo (Rancière). Finalmente, la racionalidad última requiere que todo lo nuevo seareducido a lo ya conocido y que toda particularidad logre explicarse a partir de principiosuniversales, pero la reducción de lo real a lo racional supone que lo ‘otro’ sea reducido a lo‘mismo’ (es decir, que no sea una verdadera alteridad208).

En conclusión, existen dos discursos emancipatorios incompatibles: uno, que podríaidentificarse no solamente con los órdenes comunitarios premodernos (a los que Popperllama ‘sociedades cerradas’), sino también con el racionalismo de la ilustración (llamadopor Popper ‘sociedad abierta’209), presupone la objetividad y la transparencia última delorden social; el otro, que podría identificarse con el deconstructivismo o con el post-marxismo, sostiene que la estructura social está fallada y que la sociedad como sistemacerrado de diferencias es imposible.

El punto crucial, para Laclau, es que ambas líneas de pensamiento son necesariaspara la producción de un discurso emancipatorio.

La emancipación significa, al mismo tiempo, fundación radical y radical exclusión;es decir, que ella postula, al mismo tiempo, un fundamento de lo social y suimposibilidad. (…) Es necesario que la sociedad racional sea una totalidadautorreferida, que subordine a sí misma la totalidad de sus procesos parciales; pero

205 Laclau, E., 1996, p. 17.206 Laclau, E., 1996, p. 16.207 Laclau, E., 1996, p. 18.208 Cf. Levinas, E., Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Salamanca, Sígueme, 1977; Corigliano, J.A., Ética y comunicación desde el pensamiento de Levinas en Teorías Políticas y Teorías de la Comunicación,Ediciones de Periodismo y Comunicación, 8, La Plata, 1997.209 Cf. Popper, K., La sociedad abierta y sus enemigos, Barcelona, Editorial Planeta-Agostini, 2 volúmenes,1992.

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los límites de esta configuración totalizante –sin los cuales no habría configuraciónen absoluto- sólo pueden ser establecidos diferenciando a esta última de un exteriorque es irracional y sin forma.210

Las dos líneas de pensamiento son, en consecuencia, incompatibles lógicamentepero son igualmente posibles y se requieren mutuamente. De esta incompatibilidad, segúnLaclau, podría derivarse la desintegración lógica de la noción de emancipación, pero no suinoperatividad social ya que, como se vio más arriba211, la realidad social no estáestructurada según el orden de la lógica. Laclau niega que se trate de un problema lógico ysostiene una hipótesis ontológica212, de la que hace concientes dos aspectos a tener encuenta, si se quiere evitar la desintegración de la noción de emancipación y hacer posiblesnuevos juegos del lenguaje dentro del discurso emancipatorio.

El primero es que si el término ‘emancipación’ puede seguir teniendo sentido, esimposible renunciar a ninguna de sus dos dimensiones incompatibles. Tenemos, porel contrario, que hacer operar una contra la otra en formas que tenemos queespecificar. El segundo aspecto es que este requerimiento doble y contradictorio noes algo que simplemente debemos aceptar si la emancipación habrá de mantenersecomo término político relevante.213

En un discurso lógico, la contradicción en el resultado disuelve las premisas en elabsurdo, pero en el discurso entendido como praxis social, la contradicción supone lainsuficiencia de las premisas para tomar una decisión con certeza. Consecuentemente, paraLaclau, la incompatibilidad lógica enfrenta al discurso emancipatorio con unaindecidibilidad214 real. La respuesta adecuada a una tal situación es observar los efectosdistorsionantes que son producidos por la subversión que cada uno de los ladosincompatibles genera en el otro, y no la supresión o disolución de las consecuencias de cadauna de las líneas de pensamiento. Por ‘subversión’ hay que entender las deformacionesespecíficas que cada una de las dimensiones efectúa en la otra215.

Laclau es perfectamente conciente de que esta incompatibilidad no es reciente sinoque está presente en los discursos emancipatorios clásicos desde el cristianismo hasta elmarxismo. Ello le permite dar ejemplos216 concretos de las aporías insolubles que aquellosdiscursos han enfrentado. Al considerar el problema en Marx, ensaya una respuesta a laaporía del sujeto revolucionario, cuestión que había suscitado extensos debates dentro deeste paradigma teórico en la filosofía de la historia y en las ciencias sociales. De sussupuestos se deriva la necesidad de un sujeto histórico que esté en condiciones de expresarla esencia humana universal, superando las condiciones particulares alienantes que resultan

210 Laclau, E., 1996, p. 19.211 Cf. supra pp. 144 ss. Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, pp. 107-109; Laclau, E., 1993, pp. 19-26.212 “Formular proposiciones contradictorias en ciertas circunstancias es un requerimiento lógico para que lasociedad en su conjunto no sea contradictoria” (Laclau, E., 1996, p. 20).213 Laclau, E., 1996, pp. 21-22. Énfasis en el original.214 Laclau, E., 1996, p. 22.215 “Es como si cada una de estas dos lógicas incompatibles presupusiera una plena operación que la otra estánegando, y que esta negación condujera a una serie ordenada de efectos subversivos sobre la estructurainterna de ambas. Está claro que al analizar estos efectos subversivos no estamos asistiendo a la emergenciade algo totalmente nuevo que deja a ambas lógicas atrás, sino a un movimiento ordenado de deriva respecto alo que hubiera sido, en ausencia de esos efectos, una operación sin trabas” (Laclau, E., 1996, pp. 22-23).216 Cf. Laclau, E., 1996, pp. 23 ss.

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del modo de producción capitalista. Para Marx, ese sujeto es el proletariado, la claseparticular que expresa lo universal. “Pero si miramos la cuestión más de cerca –escribeLaclau- veremos que este actor, que es presentado como el único que puede llevar a caboun verdadero proceso de emancipación, es precisamente aquél para quien la emancipaciónha pasado a ser un término sin sentido”217. Como producto del capitalismo, el proletariadoes una clase social que forma parte del sistema de diferencias (particular), y como tal es unresultado necesario del proceso de producción. Pero esto no es lo mismo que se entiendepor el proletariado como sujeto revolucionario o como actor de la emancipación (universal)y de la posición que ocupa el proletariado en la producción no se deriva necesariamente supapel emancipador. “Para obtener este último –señala Laclau-, necesitamos mostrar que elcapitalista niega en el obrero algo que no es el mero producto del capitalismo”218, ya que lasdiferencias particulares (e incluso las contradicciones inherentes a esa posición particular)se resuelven satisfactoriamente dentro de las mediaciones del mismo sistema. “Necesitamosmostrar –continúa- que hay una dicotomía antagónica que no es reducible a un fundamentoúnico. Es decir, que la condición de una verdadera emancipación es (…) una opacidadconstitutiva que ningún fundamento puede erradicar”219.

Para Laclau, la consecuencia del análisis anterior es que “las dos operaciones decierre que están a la base del discurso político de la modernidad, tienen que serdeconstruidas”220. Si se parte de la lógica fundamentalista de las diferencias, quegarantizaría un conocimiento objetivo de la sociedad sostenido en un fundamento cierto yracional, se termina por advertir la opacidad última de la realidad social y la dislocación dela estructura que posibilitaría tal conocimiento y acción. Si, por el contrario, se parte de lalógica de la ruptura radical y revolucionaria, que emergería del acto inédito que instaura lanovedad absoluta, se termina por aceptar la necesidad de instituir un nuevo orden, un nuevosistema que traicionaría inevitablemente la radicalidad de la ruptura y que, además, seríaabsolutamente contingente, ya que no se deriva la lógica del orden anterior. En los doscasos se llega al mismo resultado: la imposibilidad de la emancipación221. Este resultado sesigue el desarrollo lógico de cada una de las alternativas, pero con ello no se ha avanzadonada en la comprensión de “los efectos que podrían derivarse de la interacción social deestas dos imposibilidades simétricas”222, los que ya no pertenecen al orden lógico sino alontológico.

Para Laclau, la respuesta a estos problemas resulta de concebir la relación entreuniversalismo y particularismo de otra forma, creando en los hechos la posibilidad denuevos discursos de liberación, que van más allá de la emancipación, pero que son elefecto de movimientos que se producen dentro del sistema de alternativas creado por cadauna de las lógicas de la emancipación223.

Es posible, sin embargo hacer de la interacción entre estas lógicas incompatibles lasede de una cierta productividad política [no ya meramente lógica]. La

217 Laclau, E., 1996, p. 28.218 Laclau, E., 1996, p. 29.219 Laclau, E., 1996, p. 29.220 Laclau, E., 1996, p. 29.221 Sobre la estructura lógica de los diferentes momentos de la emancipación política, cf. Laclau, E en Butler,J. et alia: 2003, p. 59 ss. Sobre la dialéctica de la emancipación, cf. Laclau, E., en Butler, J. et alia: 2003, pp.208 ss. 222 Laclau, E., 1996, p. 30.223 Cf. Laclau, E., 1996, p. 32.

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particularidad rechaza y al mismo tiempo requiere la totalidad, es decir, elfundamento. Estos movimientos contradictorios se expresan en lo que hemosllamado la división constitutiva de toda identidad concreta. La totalidad esimposible y, al mismo tiempo, requerida por lo particular: en tal sentido estápresente en lo particular como aquello que está ausente, como una faltaconstitutiva que fuerza constantemente a lo particular a ser más que él mismo, aasumir un papel universal que sólo puede ser precario y no suturado. Es por estoque podemos tener una política democrática: una sucesión de identidadesparticulares y finitas que intentan asumir tareas universales que las sobrepasan224;pero, como resultado, no son nunca capaces de ocultar enteramente la distanciaentre tarea e identidad y pueden ser siempre sustituidas por grupos alternativos. Elcarácter incompleto y provisional de sus contenidos políticos pertenece a laesencia de la democracia.225

La dominación completa y la liberación total son incompatibles, pero se requierenmutuamente. Lo distintivo del análisis de Laclau consiste en no confrontarlas como dossistemas positivos, coherentes y completos, sino en mostrar que la segunda es la plenitudausente de la primera, su falta de sutura. Como tal no es accesoria o accidental, sinonecesaria y constitutiva. No existe, en consecuencia, un sujeto revolucionario, entendidocomo un único actor que pueda llevar a cabo la liberación de la sociedad, sino que losmúltiples actores que pueden y van llevando a cabo esta tarea surgen de las accionesparticulares y contingentes que tienen lugar en cualquier orden social vigente.

Es precisamente esto lo que caracteriza a la política democrática y no el que serealice dentro de determinado sistema de gobierno, de instituciones o representaciones.Sociedad imposible y política democrática se identifican.

La posibilidad misma de [la emancipación] dependerá de la capacidad que tenga unlimitado actor histórico para presentar su propia emancipación ‘parcial’ comoequivalente de la emancipación de la sociedad toda. Como esta dimensión‘holística’ no puede reducirse a la particularidad que su representación supone, sumisma posibilidad implica la autonomía de la esfera de las representacionesideológicas frente a los aparatos de dominación directa. Las ideas, según laspropias palabras de Marx, se transforman en fuerzas materiales. Si dominaciónimplica subordinación política, esta última [la política], a su vez, sólo se podrálograr a través de aquellos procesos de universalización que hacen que todadominación sea inestable.226

Aquí se abre la posibilidad de una política emancipatoria, que no quede atrapada enlos supuestos del esencialismo fundacional, pero que no se reduzca a mera resistencia, a lassolas reivindicaciones sectoriales o particulares. Deleuze insiste en que la acción política nodebe totalizar para no ser absorbida por el poder que es siempre totalizador227. Laclau yMouffe no piensan lo mismo:

224 [Nota nuestra] “La emancipación (…) no depende de un colapso de todas las particularidades sino de unaparadójica interacción entre ellas” (Laclau, E., en Butler, J. et alia: 2003, p. 51).225 Laclau, E., 1996, pp. 34-35. Énfasis y corchetes nuestros.226 Laclau, E., en Butler, J. et alia: 2003, p. 52.227 “Nosotros no hemos de totalizar lo que se totaliza por parte del poder y que nosotros sólo podríamos totalizarrestaurando formas representativas de centralismo y jerarquía” (En Foucault, M., 1992c, p. 14).

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…Una vez abandonado ese supuesto [de un sistema cerrado] no es posible derivar dela proliferación de espacios y de la indeterminación última de lo social, laimposibilidad de que una sociedad pueda significarse -y por tanto pensarse a símisma- como totalidad; o la incompatibilidad de este momento totalizante con elproyecto de una democracia radicalizada.228

Deleuze entiende que la totalidad se identifica con el poder porque identifica a lastotalidades con los sistemas cerrados y concibe el cierre o límite como un impedimento y unarepotenciación de las fuerzas. Un problema que Deleuze parece no estar en condiciones deresolver, por lo tanto, es el de la totalidad o de la globalidad de la lucha política. Si el poder essiempre el resultado de relaciones, cruzamientos, mezclas y redes múltiples y contingentes,entonces pareciera que hay que renunciar a lo que Lyotard llama los ‘grandes relatos’229 yceñirse a los estudios ‘locales’, desenrollando las pequeñas madejas, los entramados situados.Este tipo de investigaciones sigue una estrategia político-epistemológica que podría llamarse‘anarquista’ porque niega la posibilidad de una unificación de la totalidad que no sea la delpoder-fundamento. Pero si las relaciones de dominación son múltiples y complejas, las redeslocales sólo podrán ser comprendidas en relación con otras articulaciones que formarán‘nudos’ y ‘condensaciones’, pero que remitirán a un campo ‘global’ (si bien ya no ‘universal’en el sentido del racionalismo iluminista). Esta línea de investigación que busca dar cuenta delos macrocontextos sigue otra estrategia igualmente lícita a la que podría llamarse‘constructivista’, porque está dirigida a ‘construir’ articulaciones con vistas a la políticahegemónica230.

228 Laclau, E.-Mouffe, Ch., 1987, p. 209.229 Lyotard, J., La condición posmoderna, Barcelona, Planeta-Agostini, 1992.230 Laclau, significativamente, cierra el debate con Butler y Žižek con un escrito que titula Construyendo launiversalidad, (Butler, J., et alia, 2003, pp. 281-306).

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