Cardona Peña Eunice Odio a la orilla de plurales recuerdos

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La Nación, domingo 12 de junio de 1983 Cardona Peña y Eunice Odio a la orilla de plurales recuerdos Alberto &eza Flores L a vida, entre las muchas cosas que me ha dado, de mane- ra generosa y gratuita, me ha ofrecido el conocimiento personal de dos grandes creadores dentro y desde el realismo mágico centroamericano: Alfredo Cardona Peña y Eunice Qdio. Haber conversado con ellos, haber escuchado sus confidencias y sus ideales, sus opiniones sobre el trabajo creador en la letra de la vida, en la vida de las letras, ha sido para una c:ompañía, un humano ejemplo, un don, una aventura favorable que me ha otorgado el destino. Conocer a dos seres mágicos, en la creación y en la vida, han sido dos experiencias inolvidables. Mucho había leído a Alfredo Cardona Peña (San José 1917) antes de conor.-erlo, personalmente, en Berlín, un mes antes que estallara la crisis mundial de los cohetes con cabe:za atómica en Cuba. Cuando conversábamos en el hotel Berlín -en una ciudad hermosa y dividida, aún con las huellas de la Segunda Guerra Mundial en esas colinas piramidales de escombros flore- cidos- no sospechábamos que el mundo avan:zaba a una de sus grandes crisis epocales. John F. Kennedy aún era el hombre de la nueva frontera para la humanidad, y trabajaba dentro de lo •Jue su biógrafo más distinguido llamaria "los mil días", y Nikita Kr schev -que ya había golpeado con su :zapato contra su me- sa en las Naciones Unidas, ensayaba una coexistencia desde la dure:za de sus amena:zas. Cuba ya era el portaavión anclado en el ojo secreto del Caribe, mientras las Antillas iban a ensayar no el ciclón geofísico de los meteorólogos sino el huracán que iba a soplar sobre las cancillerías. En el hotel Berlín hablaba con Alfredo Cardona Peña de Cos- ta Rica, a la que había visitado, por primer vez sólo unos meses de esa primera conversación con él y hablábamos de "El Repertorio Americano", de San José y de don Joaquín García Monge, que nos había alentado y acogido en esa publicación a ambos. Le citaba a Cardona Peña los libros líricos de Cardona que había leído en Santo Domingo, en La Habana, en Bayamo, en Ciudad México, en París. En mi interior recordaba algunos de sus versos: ese "Bajo la piel comien:za la noche de mi ser" de 1949; o es maravilloso de 1950: "La patria del poema está en las hojas"; y el de su libro de 1955: "La materia, su inmensa maripo- sa de fuego". Con nosotros estaba una verdadera antología viva de la creati- vidad literaria iberoamericana de entonces, de los comienzos de "los años sesenta": el brasileño Gimeraes Rosa; el mágico mexi- cano Juan Rulfo; el historiador y narrador Enrique Anderson lmbert, su compatriota poeta, narrador, ensayista Héctor A. Murena; Juan Liscano, el de "Zona Franca" que publfcaría cinco años después de ese primer encuentro con Car- dona Peña, el excepcional tema lírico de Cardona "Recreo de la ciencia ficción", en marzo de 1967. Estaban, también, con no- sotros, el quijotesco y fulgurante León de Greiff de Colombia; la profunda voz lírica de la mexicana Rosario Castellanos; el ecuatoriano Alejandro Carrión -compañero de mi generación hispanoamericana; los uruguayos Sara y Roberto Ibáñez, el ni- caragüense Ernesto Mejía Sánchez, el peruano José María Ar- guedas. Y con nosotros, como dialogadores: una antología de poetas, narradores, ensayistas alemanes, desde Erwin Walter Palm hasta Hans Magnus Eisemberger. Juntos, Cardona Peña y yo, estuvimos en el Muro de Berlín, asistimos a la Feria Mundial del Libro en Frankfourt, recorri- mos las ciudades balnearios aleinanas de la "Belle Epoque" y la poética y variada región de los lagos y castillos wagnerianos. Creo que nos vimos en París, poco después. Pero recuerdo bien cuando con el interesante poeta Italo López V allecinos lle· gamos a su casa mágica, iluminada de recuerdos y amor costarri- cense y mexicano en Cocoteros número 42, Colonia Nueva San- ta María, México 16 y se nos unió, poco después, el lírico guate- malteco Otto Raúl González. Depués vi a Cardona Peña en San José y, en otro viaje suyo, lo tuvimos en La Catalina, en un se- minario con editores latinoamericanos. El representaba a "No- varo". Me seguía -y continúa acompañándome uno de sus ver- sos.clavel! de su realismo mágico: "Pues cada éPoca tiene un pe- culiar estilo de enamorar a la fantasía." En La Habana, San Miguel del Padrón y Bayamo, en Cuba, y también en Ciudad México Eunice Odio (1922-1975) fue la peregrina que llegó a La Ha- bana, en los comienzos de "los años cincuenta", con una carta de mi amigo republicano español, el gran pintor surrealista Eugenio Fernández Granell, compañero de "La Poesía Sorpren- dida". En La Habana, San Miguel del Padrón, Bayamo, con el grupo "Acento", cuántas conversaciones con Eunice sobre el quehacer poético y el resplandor de la poesía, hasta esas últimas De Berlín a Ciudad México, de San José a La Catalina. De La Habana a San Miguel del Padrón y Bayamo, y también en Ciudad México. Alfredo Cardona Peña y Eunice Odio, dos grandes creadores del realismo mágico - centroamericano, en la mira de un poeta viajero. plática& en Ciudad México cuando la imaginación continuaba siendo la respiración cotidiana de la vida, precipitada cielo adentro -como ella decía en su lírismo- a las puertas de los dioses, en ese "viaje atmosférico, a la ciudad jamás vista nor el mar". Era el mar Caribe el que dialogaba con la peregrina cuan- do ella iba a verlo desde el hotel San Luis -donde vivía- hasta el parque Maceo. Con el mar hablaba sobre la realidad transfor- mada en imaginación, desde la imaginación, transformada en re- alidad, como sucedía en las pinturas de su amiga Leonora Carringthon. Eunice entiemez.cla sutiles aportes suparrealistas, toques de realismo mágico, de vida y poesía, de poesía en vela con la vida y recrea los cielos creacionistas de Huidobro. Descubre l0s ele'. mentos terrestres desde los territorios del alba. La última imagen que conservo de Eunice Odio es en su apar- tamento -no lejos de una de las grandes vías de la capital .nexi- cana-, rodeada de pinturas, de libros, de sueños, del realismo mágico de su vida, y también, de soledad. Y es Eunice Odio, a unos muy pocos años de su muerte trágica, me muestra las obras completas de Vicente Huidobro -editadas en Santiago de Chi- le, en la Editorial del Pacífico- y va releyendo en esos dos to- mos, versos y poemas que ella tiene marcados, señalados, en re- lecturas numerosas. Cuando le hablo del aporte de Pablo Neru- da, ella me habla de la inmensa contribución de Vicente Huidobro a la poesía contemporánea. Y me dice su proTecia, en relación con esto: que Huidobro volverá y será nuevamente re- conocido en su gran importancia. Eunice no se equivocaba. He visto en España cómo los jóve- nes poetas leen, descubren a Vicente Huidobro. Una de las edi- toriales más prestigiosas de poesía ha reeditado, en España, el libro de Huidobro que es una de las piezas fundamentales de su poética: Altazor. En la hora de la poesia costarricense Hay una coincidencia más, que está en la hora de la poesía costarricense. En "A manera de introducción" de Antologia de una generación dispersa, Carlos Maria Jiménez, Jorge Busta- Isabel C. Gallardo han escrito en la página 10: "Si en al- go se puede "agrupar" a esta generación, es precisamente en su incoherencia, su ambivalencia, su desincroni:zación, su falta de polos directores y aglutinante. Ninguno de los poetas aquí pre- sentados es gurú de grupo, ni eje, ni bufón, ni maestro, ni men- tor, alrededor de cuyo carácter o fuer:za "superior" se encuentre girando un movimiento. Nada más distante de eso, pues todos parten de un mismo plano de posibilidades, ahondando sus in- cursiones y desentrañando sus hallazgos, dedicados -cada uno- como indica Vicente Huidobro, a decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él." La influencia de la poesía de Eunice Odio -aproximación tan favorable- en creadores de la Genetación Dispersa, es como una recuperación para la poesía costarricense de la lírica de Los elementos terrestres (1948), de Zona en territorio del al- ba (1953) y El tránsito de fuego (1957). No podemos olvidar que en la revalori:zación de Eunice Odio nuestra deuda es grande con A!fonso Chase, con Mía Gallegos y con la muy valiosa ensayista R1!11a de Valbona, profesora de literatura de la University of Samt Thomas, de Houston, que ha dooicado un libro esclarece- dor- publicado por la Editorial Costa Rica- a la obra de Euni- ce Odio. Pienso que los poetas de la Generación Dispersa han re- cuperado a Eunice para la poesía costarricense, la han incorpo- rado, en la práctica, con su realismo mágico. De Eunice Odio a Mia Gallegos Curiosa transferencia de los destinos. Cuando Mía Gallegos -josefina como Eunice Odio- cumple 22 años, Eunice, como en una escena del teatro trágico griego, se ha dejado morir. ¿Cómo y por qué muere Odio? Es el a:zar, el fatum, el misterio que envuelve a la tragedia griega el que rodea la soledad de Eunice Odio, para que aparezca un día en su apartamento de Río Neva 16 de Ciudad México, sola, inerte para siempre, rode· ada de sus cuadros y de sus libros de los que nunca había querido desprenderse, no obstante sus dificultades económicas y las ma- reas de la soledad. ' Aun la veo en Río Neva 16, y el apartamento me parece que tiene salas grandes y unos muros amplios, donde lo lírico ha col- gado unas telas fascinantes, mágicas, y allí la pintura, el arte, son la única realidad posible, donde esa imaginación fantástica se ha- ce realidad. ¿Cómo una lírica, de la categoría y la importancia de Mía Gallegos, de la Generación Dispersa entra en contacto con esa creadora mágica que es Eunice Odio? Es un traspaso de an- torchas, pero es, acaso, necesario, que Eunice desaparezca para que Mía Gallegos pueda saber que la lírica de Zona en "territorio del alba ha existido. Y es que Eunice Odio ha sido una ausente, una errante, una peregrina, una vagabunda del tiempo y de los siglos, del espacio y del destino. Ha salido muy joven de Costa Rica y sólo volverá en forma de recuerdo. He querido averiguar cómo se reali:za este relevo de consignas, de señales, de identificaciones. Se lo he preguntado a Mía Galle· gos y he grabado una conversación con ella (15 marzo 1983), en San José. Mía Gallegos ve en Ancora de La Nación, de la capital de Costa Rica, que se anuncia una lectura de poemas de Eunice Odio, Carmen Naranjo y Diana Avila. Es de 1975 -el año de la muerte de Eunice- e imagino que se trata de un homenaje. Mía Gallegos tiene recién 22 años. Queda fascinada con los poemas que escucha de Eunice Odio. Empie:za a buscar, desesperada- mente, otros y otros poemas de la lírica de Los Elementos Terrestres. Dos circunstancias favorables facilitarán el conocimiento de la obra de Eunice Odio por Mía Gallegos. El poeta salvadoreño -excelente y profundo lírico de muy valiosa vida y obra inte· rior- Italo López Vallecillos, edita en EDUCA una antología muy completa de Eunice Odio, que ella ha aprobado antes de morir: ''Territorio del Alba- y otros poemas", Colección Sépti- mo día, y que retoma el título del segundo cuaderno lírico de Eunice Odio que editó en San Rafael, Mendo:za, Argentina, el poeta y editor argentino Rafael Mauleón Castillo, que selec- cioné y prologué con la aceptación de Eunice Odio. Tambiéñ, casi junto a la edición de EDUCA, de San José de Costa Rica, la presti,giosa Monte Avila, de Caracas, en ese mismo 1975, con un Pasa a la pág. 4

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La Nación, domingo 12 de junio de 1983

Cardona Peña y Eunice Odio a la orilla de plurales recuerdos

Alberto &eza Flores

L a vida, entre las muchas cosas que me ha dado, de mane­ra generosa y gratuita, me ha ofrecido el conocimiento personal de dos grandes creadores dentro y desde el

realismo mágico centroamericano: Alfredo Cardona Peña y Eunice Qdio. Haber conversado con ellos, haber escuchado sus confidencias y sus ideales, sus opiniones sobre el trabajo creador en la letra de la vida, en la vida de las letras, ha sido para mí una c:ompañía, un humano ejemplo, un don, una aventura favorable que me ha otorgado el destino. Conocer a dos seres mágicos, en la creación y en la vida, han sido dos experiencias inolvidables.

Mucho había leído a Alfredo Cardona Peña (San José 1917) antes de conor.-erlo, personalmente, en Berlín, un mes antes que estallara la crisis mundial de los cohetes con cabe:za atómica en Cuba. Cuando conversábamos en el hotel Berlín -en una ciudad hermosa y dividida, aún con las huellas de la Segunda Guerra Mundial en esas colinas piramidales de escombros flore­cidos- no sospechábamos que el mundo avan:zaba a una de sus grandes crisis epocales. John F. Kennedy aún era el hombre de la nueva frontera para la humanidad, y trabajaba dentro de lo •Jue su biógrafo más distinguido llamaria "los mil días", y Nikita Kr schev -que ya había golpeado con su :zapato contra su me­sa en las Naciones Unidas, ensayaba una coexistencia desde la dure:za de sus amena:zas. Cuba ya era el portaavión anclado en el ojo secreto del Caribe, mientras las Antillas iban a ensayar no el ciclón geofísico de los meteorólogos sino el huracán que iba a soplar sobre las cancillerías.

En el hotel Berlín hablaba con Alfredo Cardona Peña de Cos­ta Rica, a la que había visitado, por primer vez sólo unos meses ante~ de esa primera conversación con él y hablábamos de "El Repertorio Americano", de San José y de don Joaquín García Monge, que nos había alentado y acogido en esa publicación a ambos. Le citaba a Cardona Peña los libros líricos de Cardona que había leído en Santo Domingo, en La Habana, en Bayamo, en Ciudad México, en París. En mi interior recordaba algunos de sus versos: ese "Bajo la piel comien:za la noche de mi ser" de 1949; o es maravilloso de 1950: "La patria del poema está en las hojas"; y el de su libro de 1955: "La materia, su inmensa maripo­sa de fuego".

Con nosotros estaba una verdadera antología viva de la creati­vidad literaria iberoamericana de entonces, de los comienzos de "los años sesenta": el brasileño Gimeraes Rosa; el mágico mexi­cano Juan Rulfo; el historiador y narrador Enrique Anderson lmbert, su compatriota poeta, narrador, ensayista Héctor A. Murena; Juan Liscano, el fundador~ de "Zona Franca" que publfcaría cinco años después de ese primer encuentro con Car­dona Peña, el excepcional tema lírico de Cardona "Recreo de la ciencia ficción", en marzo de 1967. Estaban, también, con no­sotros, el quijotesco y fulgurante León de Greiff de Colombia; la profunda voz lírica de la mexicana Rosario Castellanos; el ecuatoriano Alejandro Carrión -compañero de mi generación hispanoamericana; los uruguayos Sara y Roberto Ibáñez, el ni­caragüense Ernesto Mejía Sánchez, el peruano José María Ar­guedas. Y con nosotros, como dialogadores: una antología de poetas, narradores, ensayistas alemanes, desde Erwin Walter Palm hasta Hans Magnus Eisemberger.

Juntos, Cardona Peña y yo, estuvimos en el Muro de Berlín, asistimos a la Feria Mundial del Libro en Frankfourt, recorri­mos las ciudades balnearios aleinanas de la "Belle Epoque" y la poética y variada región de los lagos y castillos wagnerianos.

Creo que nos vimos en París, poco después. Pero recuerdo bien cuando con el interesante poeta Italo López V allecinos lle· gamos a su casa mágica, iluminada de recuerdos y amor costarri­cense y mexicano en Cocoteros número 42, Colonia Nueva San­ta María, México 16 y se nos unió, poco después, el lírico guate­malteco Otto Raúl González. Depués vi a Cardona Peña en San José y, en otro viaje suyo, lo tuvimos en La Catalina, en un se­minario con editores latinoamericanos. El representaba a "No­varo". Me seguía -y continúa acompañándome uno de sus ver­sos.clavel! de su realismo mágico: "Pues cada éPoca tiene un pe­culiar estilo de enamorar a la fantasía."

En La Habana, San Miguel del Padrón y Bayamo, en Cuba, y también en Ciudad México

Eunice Odio (1922-1975) fue la peregrina que llegó a La Ha­bana, en los comienzos de "los años cincuenta", con una carta de mi amigo republicano español, el gran pintor surrealista Eugenio Fernández Granell, compañero de "La Poesía Sorpren­dida". En La Habana, San Miguel del Padrón, Bayamo, con el grupo "Acento", cuántas conversaciones con Eunice sobre el quehacer poético y el resplandor de la poesía, hasta esas últimas

De Berlín a Ciudad México, de San José a La Catalina. De La Habana a San Miguel del Padrón y Bayamo, y también en Ciudad México. Alfredo Cardona Peña y Eunice Odio, dos grandes creadores del realismo mágico

- centroamericano, en la mira de un poeta viajero.

plática& en Ciudad México cuando la imaginación continuaba siendo la respiración cotidiana de la vida, precipitada cielo adentro -como ella decía en su lírismo- a las puertas de los dioses, en ese "viaje atmosférico, a la ciudad jamás vista nor el mar". Era el mar Caribe el que dialogaba con la peregrina cuan­do ella iba a verlo desde el hotel San Luis -donde vivía- hasta el parque Maceo. Con el mar hablaba sobre la realidad transfor­mada en imaginación, desde la imaginación, transformada en re­alidad, como sucedía en las pinturas de su amiga Leonora Carringthon.

Eunice entiemez.cla sutiles aportes suparrealistas, toques de realismo mágico, de vida y poesía, de poesía en vela con la vida y recrea los cielos creacionistas de Huidobro. Descubre l0s ele'. mentos terrestres desde los territorios del alba.

La última imagen que conservo de Eunice Odio es en su apar­tamento -no lejos de una de las grandes vías de la capital .nexi­cana-, rodeada de pinturas, de libros, de sueños, del realismo mágico de su vida, y también, de soledad. Y es Eunice Odio, a unos muy pocos años de su muerte trágica, me muestra las obras completas de Vicente Huidobro -editadas en Santiago de Chi­le, en la Editorial del Pacífico- y va releyendo en esos dos to­mos, versos y poemas que ella tiene marcados, señalados, en re­lecturas numerosas. Cuando le hablo del aporte de Pablo Neru­da, ella me habla de la inmensa contribución de Vicente Huidobro a la poesía contemporánea. Y me dice su proTecia, en relación con esto: que Huidobro volverá y será nuevamente re­conocido en su gran importancia.

Eunice no se equivocaba. He visto en España cómo los jóve­nes poetas leen, descubren a Vicente Huidobro. Una de las edi-

toriales más prestigiosas de poesía ha reeditado, en España, el libro de Huidobro que es una de las piezas fundamentales de su poética: Altazor.

En la hora de la poesia costarricense Hay una coincidencia más, que está en la hora de la poesía

costarricense. En "A manera de introducción" de Antologia de una generación dispersa, Carlos Maria Jiménez, Jorge Busta­mante~ Isabel C. Gallardo han escrito en la página 10: "Si en al­go se puede "agrupar" a esta generación, es precisamente en su incoherencia, su ambivalencia, su desincroni:zación, su falta de polos directores y aglutinante. Ninguno de los poetas aquí pre­sentados es gurú de grupo, ni eje, ni bufón, ni maestro, ni men­tor, alrededor de cuyo carácter o fuer:za "superior" se encuentre girando un movimiento. Nada más distante de eso, pues todos parten de un mismo plano de posibilidades, ahondando sus in­cursiones y desentrañando sus hallazgos, dedicados -cada uno- como indica Vicente Huidobro, a decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él."

La influencia de la poesía de Eunice Odio -aproximación tan favorable- en algu~os creadores de la Genetación Dispersa, es como una recuperación para la poesía costarricense de la lírica de Los elementos terrestres (1948), de Zona en territorio del al­ba (1953) y El tránsito de fuego (1957). No podemos olvidar que en la revalori:zación de Eunice Odio nuestra deuda es grande con A!fonso Chase, con Mía Gallegos y con la muy valiosa ensayista R1!11a de Valbona, profesora de literatura de la University of Samt Thomas, de Houston, que ha dooicado un libro esclarece­dor- publicado por la Editorial Costa Rica- a la obra de Euni­ce Odio. Pienso que los poetas de la Generación Dispersa han re­cuperado a Eunice para la poesía costarricense, la han incorpo­rado, en la práctica, con su realismo mágico. De Eunice Odio a Mia Gallegos

Curiosa transferencia de los destinos. Cuando Mía Gallegos -josefina como Eunice Odio- cumple 22 años, Eunice, como en una escena del teatro trágico griego, se ha dejado morir. ¿Cómo y por qué muere Euni~ Odio? Es el a:zar, el fatum, el misterio que envuelve a la tragedia griega el que rodea la soledad de Eunice Odio, para que aparezca un día en su apartamento de Río Neva 16 de Ciudad México, sola, inerte para siempre, rode· ada de sus cuadros y de sus libros de los que nunca había querido desprenderse, no obstante sus dificultades económicas y las ma­reas de la soledad.

' Aun la veo en Río Neva 16, y el apartamento me parece que tiene salas grandes y unos muros amplios, donde lo lírico ha col­gado unas telas fascinantes, mágicas, y allí la pintura, el arte, son la única realidad posible, donde esa imaginación fantástica se ha­ce realidad.

¿Cómo una lírica, de la categoría y la importancia de Mía Gallegos, de la Generación Dispersa entra en contacto con esa creadora mágica que es Eunice Odio? Es un traspaso de an­torchas, pero es, acaso, necesario, que Eunice desaparezca para que Mía Gallegos pueda saber que la lírica de Zona en "territorio del alba ha existido. Y es que Eunice Odio ha sido una ausente, una errante, una peregrina, una vagabunda del tiempo y de los siglos, del espacio y del destino. Ha salido muy joven de Costa Rica y sólo volverá en forma de recuerdo.

He querido averiguar cómo se reali:za este relevo de consignas, de señales, de identificaciones. Se lo he preguntado a Mía Galle· gos y he grabado una conversación con ella (15 marzo 1983), en San José. Mía Gallegos ve en Ancora de La Nación, de la capital de Costa Rica, que se anuncia una lectura de poemas de Eunice Odio, Carmen Naranjo y Diana Avila. Es de 1975 -el año de la muerte de Eunice- e imagino que se trata de un homenaje. Mía Gallegos tiene recién 22 años. Queda fascinada con los poemas que escucha de Eunice Odio. Empie:za a buscar, desesperada­mente, otros y otros poemas de la lírica de Los Elementos Terrestres.

Dos circunstancias favorables facilitarán el conocimiento de la obra de Eunice Odio por Mía Gallegos. El poeta salvadoreño -excelente y profundo lírico de muy valiosa vida y obra inte· rior- Italo López Vallecillos, edita en EDUCA una antología muy completa de Eunice Odio, que ella ha aprobado antes de morir: ''Territorio del Alba- y otros poemas", Colección Sépti­mo día, y que retoma el título del segundo cuaderno lírico de Eunice Odio que editó en San Rafael, Mendo:za, Argentina, el poeta y editor argentino Rafael Mauleón Castillo, que selec­cioné y prologué con la aceptación de Eunice Odio. Tambiéñ, casi junto a la edición de EDUCA, de San José de Costa Rica, la presti,giosa Monte Avila, de Caracas, en ese mismo 1975, con un

Pasa a la pág. 4

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·:;ardona Peña y Eunice Odio Gs:ie dt la pág. 1 estudiv pte)iminar de Juan Lisca-1!.Q. f'Ubli la voluminosa "Anto-1.ggt~~d unice Odio. Después, ya

· cada de los afios ochenta vendrá el aporte ensayístico y la·

reunión de textos de Eunice Odio, que debemos al fervor, a la devo· ción, a la sensibilidad de Rima de Valbona.

Una manera de evocar a la ausente En la sala Julián Marchena de la

Biblioteca Nacional, en abril de 1977, rendimos un homenaje de re­cuerdo, de evocación, de poesía, a Eunice Odio -"Eunice Amor"­con Mía Gallegos, que abrió el acto con una lectura de poemas y unas palabras sobre la poesía de Eunice Odio; Alfonso Chase que reme· moró sus recuerdos de Eunice Odio en México, en Río Neva 16, y que la evocó de manera muy viva, de tal modo que me parecía que Euni­ce había regresado. Por mi parte, recordé a la Eunice Odio en sus me­ses en La Habana, en su visita al Oriente de Cuba, en sus días en Ba­yamo. Con Alfonso Chase estable­cimos un diálogo desde los diferen­tes ángulos de evocaciones. Y leí unas páginas donde aparece Eunice Odio en mi libro Viajero del Re­cuerdo -unas memorias en tercera o cuarta dimensión.

Mía Gallegos ha escrito guiones en tomo a la pers~na y la obra de

Eunice Odio. Especialmente en el primer periodo de la poesía de Mia Gallegos están las huellas de sus afinidades con el mundo lírico, de realismo mágico, del aporte de Eunice Odio.

¿Qué deja Eunice Odio a Mía Gallegos y otros poetas de la Gene­ración Dispersa? Para Mía Galle­gos esta contribución es de orden metafísico y mágico, y en parte: maravilloso. También está la pre­sencia de corrientes surrealistas que pasan a través de Eunice Odio -como antes cruzaron por la po­esía de Azofeifa- y está lo que una nueva dimensión del cre­acionismo de Vicente Huidobro es incorporado por Eunice Odio a su mundo." La siento con cierto pa­rentesco con Vicente Huidobro ~me dice Mía Gallegos-, en la forma de crear un universo de sere ·· míticos, mágicos. Es como volver , crear todo un universo".

Mía Gallegos tiene razón. Vicen te Huidobro -y lo confirmaría e1 mi última conversación con Eunio Odio-, fue un poeta de lectura d« cabecera para la lírica de Tránsib de Fuego.