Carey Anna - Una Vez

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Una vez - Anna Carey

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Una vez

Uno

Ech a andar sobre las piedras, con el cuchillo en la mano. La playa estaba salpicada de barcos maltrechos por el sol que llevaban mucho tiempo en la orilla. La embarcacin que tena ante m, de seis metros de altura y casi dos veces ms grande que las dems, haba varado esa misma maana. Mientras trepaba por la borda not el viento helado que llegaba desde el mar; el cielo todava estaba cubierto de bruma.

Al deambular por la desconchada cubierta, not a Caleb a mi lado, cindome la cintura con la mano. Sealaba el cielo y me mostraba cmo los pelcanos se lanzaban en picado hacia el mar y cmo la niebla se deslizaba sobre las montaas cubrindolo todo de una capa de blancura. A veces me doy cuenta de que hablo con l y de que murmuro tiernas e ntimas palabras que soy la nica que percibo.

Haban transcurrido casi tres meses desde que nos vimos por ltima vez. Yo viva ahora en Califia, el campamento exclusivamente femenino creado haca ms de diez aos, en pleno bosque, como refugio para las mujeres y muchachas procedentes del caos. Haban llegado de todas partes y cruzado el puente Golden Gate rumbo a Marin County. Algunas de ellas haban enviudado despus de la epidemia y ya no se sentan seguras viviendo solas; otras haban escapado de pandillas violentas que las haban retenido. Tambin residan all las que, como yo, se haban fugado de los colegios del Gobierno.

Mientras resida en el recinto amurallado escolar, todos los das contemplaba el edificio sin ventanas del otro lado del lago, el centro profesional al que habramos asistido despus de la graduacin. La noche que precedi a la ceremonia, descubr que ni mis amigas ni yo adquiriramos las habilidades que nos permitiran contribuir al desarrollo de la Nueva Amrica porque, dado que la epidemia haba diezmado la poblacin, nadie necesitaba artistas ni educadores, sino nios, nios que nosotras estbamos destinadas a procrear. Escap por los pelos, pero luego me percat de que mi verdadero destino era mucho peor: adems de ser la encargada del discurso de despedida del colegio, estaba prometida al rey como su futura esposa, para traer al mundo a sus herederos. El monarca siempre me perseguira y no cejara hasta encerrarme entre los muros de la Ciudad de Arena.

Sub la escalerilla hasta la cabina superior de la embarcacin. Delante del destrozado parabrisas haba dos sillas y una rueda de timn metlica, tan herrumbrada que ni siquiera giraba; en los rincones se acumulaban papeles empapados de agua. Registr los armarios de debajo de los mandos en busca de latas de alimentos, ropa aprovechable y cualquier herramienta o utensilio que pudiese llevar a mi regreso al campamento. Guard en la mochila una brjula de metal y una rada cuerda de nailon.

A continuacin baj a cubierta, me acerqu al camarote principal y, tapndome hasta la nariz con la camisa, corr la puerta de cristal agrietado y entr. Las cortinas estaban echadas. Sobre el sof, hundido entre los almohadones cubiertos de moho, haba un cadver envuelto en una manta. Recorr el cuarto con gran rapidez, respirando por la boca, e ilumin con la linterna los armarios. Encontr una lata de comida sin etiqueta y varios libros mojados. El barco se movi ligeramente bajo mis pies mientras echaba un vistazo a los libros: haba alguien en el camarote de abajo. Desenfund el cuchillo, me aplast contra la pared contigua a la puerta de la cabina y prest atencin a las pisadas.

Los escalones del nivel inferior crujieron. Aferrando el cuchillo, not que alguien respiraba tras la puerta. La luz se colaba entre las cortinas y un rayo de sol oscilaba sobre la pared del camarote. Al cabo de un segundo la puerta se abri, y alguien entr corriendo. Lo cog del cuello y lo arroj al suelo; le salt encima, le inmovilic los hombros con las rodillas y le acerqu el cuchillo al cuello.

Soy yo! Soy yo! Con los brazos contra el suelo, Quinn me miraba asustada.

Me apart y sent que el corazn me lata ms despacio.

Qu haces aqu?

Lo mismo que t respondi.

En medio del forcejeo, haba soltado la camisa que me cubra la boca y la nariz, y el ptrido hedor de la cabina casi me impidi respirar. Ayud a Quinn a ponerse en pie tan rpido como pude. En cuanto salimos, se arregl la ropa; el aire salobre que nos aguijoneaba supuso un gran alivio.

Fjate qu he encontrado! Levant un par de zapatillas deportivas de color morado, cuyos cordones estaban anudados entre s. En el crculo que haba a la altura de los tobillos se lea: CONVERSE ALL STAR. No estoy dispuesta a entregarlas; me las quedar.

Te comprendo perfectamente le dije, irnica.

La lona de las zapatillas estaba milagrosamente intacta, en perfecto estado si la comparbamos con la mayor parte de las cosas que yo haba encontrado. En Califia se utilizaba el sistema de trueque y, adems, todas contribuamos de diversas maneras: rebuscbamos en la basura, cocinbamos, cultivbamos, cazbamos y arreglbamos las casas y las fachadas desmoronadas. Yo trabajaba en la librera: restauraba novelas y enciclopedias viejas, ceda en prstamo los libros y ofreca cursillos de lectura a quienes les interesaran.

A Quinn se le apreciaba un delgado corte en el cuello; se lo frot y se manch los dedos de sangre.

Lo siento muchsimo afirm. Maeve siempre dice que tenga cuidado con los descarriados.

La aludida era una de las madres fundadoras, nombre que se daba a las ocho mujeres que fueron las primeras en asentarse en Marin. Me haba acogido y permitido compartir el dormitorio con Lilac, su hija de siete aos. Durante mis primeros tiempos en Califia, ella y yo habamos salido todas las maanas de exploracin, y me haba mostrado las zonas seguras y cmo defenderme si me topaba con un descarriado.

Pues he pasado por cosas peores reconoci Quinn y, riendo quedamente, descendi por el costado del barco hasta la playa.

De cabello oscuro y rizado y facciones menudas, que se le apiaban en el centro del rostro, con forma de corazn, era ms baja que la mayora de las habitantes del Califia; viva en una casa flotante de la baha, con otras dos mujeres, y dedicaban casi todo el da a cazar en la espesura del bosque que rodeaba el campamento, al que regresaban con ciervos y jabales.

Me ayud a atravesar la pedregosa playa y me pregunt:

Cmo aguantas la situacin?

Contempl las olas que rompan en la arena, el agua blanquecina e inexorable, y respond:

Estoy mucho mejor. Cada da resulta ms fcil.

Intent mostrarme entusiasta y alegre, aunque solo era cierto en parte. Cuando llegu a Califia, me acompaaba Caleb, herido en una pierna tras un encuentro con los soldados del rey. No le permitieron entrar. En aquel lugar no admitan hombres; era una de las normas. l ya lo saba, y no me haba trado para que estuvisemos juntos, sino porque consider que era el nico sitio en el que yo estara a salvo. Haca mucho tiempo que esperaba noticias suyas, pero no me haba enviado ningn mensaje a travs de la ruta, la red secreta mediante la cual se comunicaban fugados y rebeldes. Tampoco haba dejado recado alguno a las guardianas de la entrada.

Solo llevas unos meses aqu. Necesitas tiempo para olvidar. Quinn me cogi por el hombro y me condujo hacia la linde de la playa, donde la rueda trasera de su bicicleta asomaba en medio de las hierbas que crecan entre las dunas.

Las primeras semanas de mi estancia en Califia apenas estuve presente: me sentaba a comer con las mujeres, paseaba el pescado blanco y blando por el plato y no escuchaba ms que a medias las conversaciones que se mantenan a mi alrededor. Quinn fue la primera en arrancarme de mi ausencia. Ella y yo pasbamos las tardes en un restaurante remozado, cercano a la baha, tomando la cerveza que las mujeres destilaban en cubos de plstico. Me explic cosas de su colegio, cmo haba escapado por una ventana rota y cmo se dedic a acechar en la puerta de entrada, a la espera de que los camiones de provisiones realizaran el reparto semanal. Yo, a mi vez, le cont que haba pasado varios meses como fugitiva. A grandes rasgos, las dems conocan mi historia: un mensaje cifrado, en el que se detallaban los asesinatos de Sedona, haba llegado a travs de la radio utilizada por la ruta. Las mujeres saban que el rey me buscaba y haban visto al muchacho herido al que ayud a cruzar el puente. En la quietud del restaurante, le cont a mi compaera absolutamente todo sobre Caleb, Arden y Pip.

Por todo eso estoy preocupada aclar.

El pasado pareca cada vez ms lejano y los pormenores de lo sucedido se tornaban ms nebulosos cada da que pasaba en Califia. Paulatinamente, me iba resultando ms difcil recordar la risa de Pip y los verdes ojos de Caleb.

Comprendo lo que sientes por l afirm Quinn, y se deshizo un enredo del cabello. Su piel de color caramelo era perfecta, salvo por la pequea zona reseca de la nariz, enrojecida y descamada por el sol. Las aguas volvern a su cauce. Necesitas tiempo.

Pis un trozo de madera arrastrado por las olas, y me sent satisfecha cuando se parti por la mitad. Pese a todo tena conciencia de que ramos afortunadas, pues muchas veces, durante las comidas pensaba en la suerte que habamos tenido de escapar de los colegios, en la cantidad de chicas que continuaban viviendo en ellos y en todas las que estaban bajo la frula del rey en la Ciudad de Arena. Claro que saber que me hallaba a salvo no puso fin a las pesadillas: Caleb a solas en una habitacin, formndosele un charco de sangre seca y negra alrededor de las piernas. Las imgenes eran tan intensas que me despertaba con el corazn a punto de estallar y las sbanas mojadas de sudor.

Me gustara saber si sigue vivo logr musitar.

Tal vez nunca lo averiges replic Quinn. Yo tambin he dejado gente atrs. Mientras escapbamos, pillaron a una amiga ma. Sola pensar en ella y obsesionarme por cmo podra haber actuado. Y si hubisemos elegido otra salida? Y si hubiera sido yo la rezagada? Si lo permites, los recuerdos te arrasan.

Esa fue la pista que me dio aquella chica: Ya est bien. Haba dejado de hablar del tema con las dems, pero, en cambio, arrastraba los pensamientos como si fueran piedras y los abrazaba para notar su peso. Cierto da Maeve me haba dicho: Deja de darle vueltas al pasado. Aqu todas tenemos algo que olvidar.

Caminamos por el borde de la playa; la arena nos cubra los pies y las gaviotas trazaban crculos en lo alto sobre nosotras. Fui a buscar la bici que haba escondido detrs de la colina; la saqu de debajo de un arbusto espinoso y regres al lado de Quinn. Ella ya estaba montada en la suya, apoyado un pie en el pedal, mientras se ataba el rizado cabello con un trozo de bramante. La holgada camiseta de color turquesa que llevaba, luciendo la leyenda I NY, se le subi por delante y le quedaron al descubierto unas rosceas cicatrices inflamadas en el vientre que me indujeron a pensar en Ruby y en Pip. Haba hecho referencia a su fuga, pero no me haba dicho palabra de los tres aos pasados en el colegio, ni de los hijos que haba tenido.

Pedaleamos en silencio carretera arriba, oyendo nicamente el susurro del viento entre las hojas de los rboles. Algunos fragmentos de la montaa se haban desplomado sobre la calzada, de modo que varias pilas de piedras y ramas amenazaron con reventar las ruedas de las bicicletas. Me centr en esquivar los obstculos.

A lo lejos un grito hendi el aire.

Intent deducir de dnde proceda. La playa estaba vaca, la marea suba y el incesante borboteo de las olas cubra las rocas y la arena. Quinn abandon la carretera, se puso a cubierto tras la espesura y me hizo seas de que la siguiese. Nos agazapamos entre la maleza y desenfundamos los cuchillos, hasta que por fin, en la calzada, apareci una silueta.

Harriet se hizo visible lentamente; pedaleaba hacia nosotras, mostrando una expresin rara y preocupada. Era una de las cultivadoras que distribua hierbas y verduras frescas en los restaurantes de Califia; siempre ola a menta.

Harriet, qu pasa? pregunt Quinn, bajando de inmediato el cuchillo.

La recin llegada, cuyo cabello se le haba enredado terriblemente a causa del viento, se ape de un salto de la bici y se nos aproxim. Se agach, se puso las manos en las rodillas e intent recuperar el aliento.

Se ha detectado algn movimiento en la ciudad. Hay alguien al otro lado del puente.

Quinn se volvi hacia m. Desde mi llegada, haban apostado guardianas en la entrada de Califia, que escrutaban la ciudad en ruinas de San Francisco en busca de indicios de los soldados del rey. Pero no haban detectado luces, todoterrenos ni efectivos.

Mejor dicho, hasta ahora no los haban detectado.

Mi compaera sac la bicicleta de los matorrales, se encamin hacia la carretera y me azuz:

Te han encontrado. No tenemos mucho tiempo.

Dos

Harriet traz la curva sin dejar de pedalear.

Precisamente por eso tenemos un plan asegur Quinn y, acelerando, se puso a mi lado para que pudiese orla. Debido al impulso, algunos rizos enmaraados le cubrieron los ojos. Todo saldr a la perfeccin.

No me encuentro demasiado bien admit, y me gir para que no me viese la cara.

Se me haba hecho un nudo en la garganta y respirar me resultaba doloroso. Me haban encontrado. El rey estaba cerca y se aproximaba cada vez ms.

Quinn se inclin para tomar una curva cerrada. El borde de la calzada, un barranco desmoronado de quince metros de altura, estaba muy prximo. Aferr el manillar, resbaladizo a causa del sudor, mientras ascendamos rumbo al puente. Corra el rumor de que el Gobierno conoca la existencia de la comunidad de mujeres que se alojaban en las colinas de Sausalito, creyendo que se trataba de un grupsculo de descarriadas ms que de las depositarias secretas de la ruta. Haban transcurrido casi cinco aos desde la ltima vez que llevaron a cabo un registro del campamento, durante el cual las mujeres se dispersaron por las colinas, donde permanecieron escondidas toda la noche. Los soldados pasaron junto a sus casas y habitculos sin reparar en los refugios camuflados bajo un manto de hiedra muy crecida.

El puente estaba prximo: la imponente construccin de color rojo haba sufrido un incendio atroz, y all se amontonaban coches quemados, restos de vigas y cables cados, as como los cadveres de quienes haban quedado atrapados mientras intentaban huir de la ciudad. Me aferr a la afirmacin de Quinn: Precisamente por eso tenemos un plan. Si veamos soldados, ella y yo abandonaramos Sausalito y no nos detendramos hasta internarnos en el laberinto de Muir Woods, donde aos atrs haban construido un bnker subterrneo. Yo me quedara all y me alimentara de las provisiones almacenadas, mientras los soldados peinaban Califia; las restantes mujeres se desplazaran hacia el oeste, hacia Stinson Beach, donde aguardaran en un motel abandonado a que la invasin hubiera terminado. Correran bastante peligro si los soldados descubran el campamento, y mucho ms si comprobaban que me haban escondido para protegerme del monarca.

Se ha detectado cierta actividad en el otro extremo del puente anunci Isis desde la entrada de Califia, oculta tras un montn de espesos arbustos. Se haba sujetado el cabello con un pauelo y, asomada al saliente de piedra, sostena unos prismticos en la mano. Abandonamos las bicicletas y nos reunimos con ella. Maeve, encaramada sobre la puerta trampa, detrs del saliente, reparta fusiles y municin adicionales, y entreg un arma a Harriet y otra a Quinn.

Pegaos a la pared les indic.

Las mujeres siguieron sus instrucciones. Era una de las madres fundadoras ms jvenes y el miembro de la comunidad que mejor representaba la actitud que se esperaba de nosotras en el campamento; conservaba el mismo aspecto que el da en que la conoc, de pie en la entrada de Califia: alta, de msculos muy marcados y cabello rubio trenzado. Era la que haba rechazado a Caleb. Yo haba aceptado una habitacin en su casa, los alimentos y la ropa que me entreg, as como el puesto que me haba conseguido en la librera, porque comprenda que era su forma de transmitir los sentimientos que no poda expresar: Lo lamento, pero no tuve ms remedio que hacerlo.

Cog un fusil y me reun con las dems, sin dejar de percibir la frialdad de la pesada arma que sostena entre las manos. Record que Caleb me haba dicho cuando estaba en su refugio: Matar a un soldado de la Nueva Amrica, aunque sea en defensa propia, es un delito que se castiga con la pena de muerte. Me acord entonces de los dos soldados a los que haba disparado en defensa propia, cuyos cadveres habamos dejado en la carretera, junto al todoterreno del Gobierno. Haba retenido a punta de pistola a un tercer soldado y lo haba obligado a conducirnos hasta Califia; las manos le temblaban sobre el volante. Caleb se haba desplomado en el asiento trasero y le sangraba la pierna, donde haba recibido una cuchillada. Ese soldado era ms joven que yo, y lo liber cuando llegamos a los alrededores de San Francisco.

Maeve, necesitamos las armas? No deberamos utilizar

Si descubren a las fugadas, las conducirn de regreso a los colegios, donde pasarn los prximos aos embarazadas y tan drogadas que ni siquiera recordarn sus nombres. No es una opcin viable.

Recorri la fila de mujeres y les corrigi la posicin de los hombros, echndoselos hacia delante, para que apuntaran mejor.

Siguiendo la lnea del can del fusil, enfoqu hacia el extremo del puente, contempl el ocano gris y me negu a reflexionar sobre las omisiones de Maeve, pues no haba mencionado qu ocurrira conmigo. Por el contrario, su afirmacin encubra un ligero tono acusador, como si yo hubiese invitado a venir a los soldados.

No dejamos de vigilar ni un momento. Me concentr en el sonido de la respiracin de Harriet mientras aquellas figuras recorran el puente. Desde tan lejos solo distingu dos siluetas oscuras, una ms pequea que la otra, que caminaban entre los coches calcinados. Al cabo de unos segundos, Isis baj los prismticos y coment:

Lo acompaa un perro, un rottweiler.

Cogiendo los prismticos, Maeve indic:

Seguid apuntando y, si se produce una agresin, no dudis en disparar.

Ambas figuras se acercaban. El hombre caminaba encorvado; la camisa negra que llevaba le permita confundirse con la calcinada calzada.

No va de uniforme coment Quinn, y relaj la sujecin del fusil.

Eso no significa nada afirm Maeve, enfocando los prismticos. Ya los hemos visto sin uniforme.

Yo estudi la figura y busqu semejanzas con Caleb.

Cuando el individuo se hall a menos de doscientos metros, se detuvo a descansar junto a un coche. Buscando indicios de vida, escrut la ladera de la colina, y aunque nos ocultbamos detrs del saliente, no apart la mirada.

Nos ha visto sise Harriet, y peg la mejilla a la piedra.

A todo esto, el hombre cogi la mochila y sac algo de ella.

Es un arma? pregunt Isis.

No lo s respondi Maeve.

Isis situ el ndice sobre el gatillo.

El hombre reanud la marcha con renovada decisin, y Quinn apunt.

Alto ah! grit permaneciendo agachada detrs del saliente para que no la viera. No d un paso ms!

El hombre ech a correr llevando a su lado al perro, cuyo cuerpo negro y macizo acusaba el esfuerzo.

Maeve se desplaz unos centmetros y susurr al odo de Quinn:

Pase lo que pase, impide que se marche.

Maeve no transmiti la menor emocin, igual que el da en que Caleb y yo cruzamos el puente; estbamos extremadamente cansados, pues las ltimas semanas nos haban extenuado y cada paso que dbamos supona un gran esfuerzo. l llevaba la pernera del pantaln empapada en sangre, y los trozos de tela donde esta se haba secado se haban quedado rgidos y arrugados. Pero ella haba aguantado firme en la entrada de Califia, apuntndome al pecho con un rifle, y su rostro mostraba la misma expresin que ahora. Cualquiera que fuese la amenaza que ese hombre representaba, de momento solo era culpable de entrada ilegal, pero de nada ms. Le arrebat los prismticos.

El individuo se acercaba rpidamente al final del puente.

No d un paso ms! repiti Quinn a gritos. Alto ah!

Gradu los prismticos, intentando localizarlo. Levant la cabeza un segundo: su rostro pareca el de un cadver, pues tena los ojos y las mejillas hundidos; se le vislumbraban los cenicientos y agrietados labios tras varios das sin beber agua, y llevaba el pelo muy corto. Pese a todo ello, salt el chispazo del reconocimiento.

La figura corra hacia nosotras, sorteando sin parar los coches volcados y las pilas de restos quemados.

No dispares! chill a Quinn.

Ech a correr cuesta abajo, arandome las piernas con los espesos matorrales, sin hacer caso de los gritos de Maeve. Me coloqu el fusil bajo el brazo y no quit ojo de encima a la persona que se aproximaba.

Arden murmur, estupefacta. Ella se haba detenido, sostenindose en el cap de un camin y encorvando la espalda a causa de lo difcil que le resultaba respirar. Sonri a pesar de las lgrimas. Ests aqu.

El perro se lanz sobre m, pero Arden lo retuvo y le murmur algo al odo para calmarlo. Corr sin parar hasta que nos encontramos y abrac aquel frgil cuerpo: llevaba la cabeza afeitada, pesaba diez kilos menos y le sangraba el hombro, pero estaba viva.

Lo has conseguido afirm estrechndola fuertemente.

S logr responder, y su llanto me moj la camisa. Lo he conseguido.

Tres

Esa noche llev a Arden a casa de Maeve. La estrecha vivienda de dos plantas estaba conectada con otras seis casas, y la hilera completa se enclavaba en la ladera de la colina. En Califia era ms fcil ocultar las residencias si se hallaban dispersas; por ello, de esas seis, la de Mae era la nica ocupada. Las paredes presentaban mltiples desconchones y los suelos formaban un mosaico de baldosas desparejadas. Arden y yo ocupbamos el pequeo dormitorio del primer piso; a la luz de la vela nuestra piel adquira un tono rosado. Maeve dorma en el cuarto contiguo, con Lilac a su lado.

Arden se quit la larga camisa negra y, detenindose ante la cmoda en camiseta de tirantes, se pas una toalla mojada por la cara y el cuello.

Cuando llegu aqu y comprob que no estabas, pens lo peor afirm mientras me tumbaba en mi litera. El empapelado de flores de la habitacin se haba despegado en varios sitios, y algunas tiras estaban sujetas con chinchetas. Supuse que los soldados te haban cogido y que te retenan, te torturaban o Guard silencio, pues no me apeteca continuar.

Ella tambin se frot los brazos con la toalla y se quit la suciedad que los cubra. Le aproxim la vela y distingu cada una de sus vrtebras: guijarros diminutos bajo la piel. Record el aspecto que ofreca la ltima vez que la vi cuando nos escondimos detrs de la cabaa: tena las mejillas carnosas y la mirada despierta, pero ahora estaba tan flaca que los omplatos le sobresalan, y costras recientes le salpicaban el cuero cabelludo.

No lo consiguieronexplic sin darse la vuelta, y cuando se contempl en el resquebrajado espejo, su imagen qued partida por la mitad. El da en que te dej junto a la casa de Marjorie y Otis, los soldados me persiguieron por el bosque; les llevaba una buena delantera al llegar a los alrededores de la ciudad, pero no encontr donde esconderme. Al fin di con una tapa metlica en la calle que comunicaba con las alcantarillas, y descend. Recorr los tneles, camin sobre las aguas residuales y me prepar para la persecucin, pero no aparecieron.

El enorme perro se haba tumbado a sus pies, apoyando el morro en el suelo. Sin quitarle la vista de encima, record las advertencias que en el colegio nos haban hecho sobre las personas atacadas por jauras de perros salvajes que deambulaban por los bosques.

Dnde lo encontraste? pregunt, sealando con la cabeza al animal, cuyo crneo era casi tan grande como el mo.

Fue ella quien me encontr. Arden rio, y meti la toalla en la palangana. Estaba asando una ardilla. Supongo que Heddy se haba alejado de la jaura y estaba hambrienta. Le di de comer, y me sigui. Agachndose, cogi entre las manos la cabeza de la perra. No la juzgues por su aspecto, porque es un encanto. No es as, cario?

Repar entonces en que a mi amiga le serpenteaba por la clavcula una ancha cicatriz rojiza que le llegaba al pecho derecho. En algunos puntos todava sangraba. El mero hecho de verla me sobrecogi.

Ests herida dije, y salt de la litera para observar la cicatriz de cerca. Qu te ha pasado? Quien te lo ha hecho?

Le sujet el hombro y la volv hacia la luz.

Ella me apart. Rescat la toalla de la palangana y se tap el cuello.

No quiero hablar de ese tema. Por fin estoy aqu y no me faltan ni un brazo ni un ojo. Dejmoslo estar.

No lo dejaremos estar aad, pero ya se haba metido en la litera de abajo. Se acost junto a las viejas muecas de Lilac, la mayora de las cuales estaban desnudas y tenan el pelo enredado tras aos de abandono. Dime, qu te ha pasado? repet, suplicante.

La perra me sigui hasta la escalerilla, gimi e intent subirse a la cama.

Arden dej escapar un suspiro, y replic:

No creo que quieras saberlo.

Se apret la toalla mojada contra el pecho e intent que me alejase, pero no ced en mi empeo.

Cuntamelo.

Al volverse hacia m, repar en que estaba llorosa.

Me perd reconoci en voz baja. Por eso he tardado tanto en llegar. Desde Sedona me dirig al norte y poco despus encontr a Heddy. Llevbamos juntas una semana cuando empez a hacer tanto calor que me costaba caminar de da. La perra correteaba entre la maleza e intentaba evitar el sol. Finalmente, decid que esperaramos a que pasase la ola de calor: buscaramos un lugar donde descansar. Se humedeci los labios agrietados con la toalla y arrastr la piel muerta.

Llevamos las provisiones a un aparcamiento subterrneo, donde bajamos una rampa tras otra; la temperatura descendi y se volvi ms soportable, aunque tambin haba mayor oscuridad. Intent abrir la portezuela de un coche; en ese momento o una voz masculina. El hombre chillaba, pero sus palabras no tenan el menor sentido. Me ech al lado de Heddy y me hice un ovillo. Se fij en la parte inferior del colchn de la litera de arriba, cuyos muelles se marcaban en la funda.

Estaba muy oscuro, pero not su olor. Ola fatal. Me agarr y me tumb sobre el cap de un coche. Me presionaba la garganta, asfixindome, y not la hoja de un cuchillo en el cuello. Sin tiempo de hacerme cargo de la situacin, descubr que el hombre estaba de repente en el suelo y que Heddy haba saltado sobre l. La perra lo atac hasta que el desconocido se qued quieto. El animal tena la cara cubierta de tierra, le faltaban varios mechones de pelo a la altura del cuello, y la zona estaba plagada de heridas y suciedad. Jams haba odo un silencio parecido.

Cunto siento no haber estado all asegur. Lo lamento muchsimo.

Arden se apart la toalla del cuello, y prosigui:

No me di cuenta de que me haba herido hasta que volvimos a salir a la luz. Heddy y yo estbamos baadas en sangre. La perra subi de un salto a la litera y, acostndose, acerc el morro al pie de su ama. Como consecuencia, el extremo del colchn se hundi a causa del peso del animal. De no ser por ella, habra muerto. Le acarici la cabeza, donde la negra y sedosa pelusa creca de nuevo, pero an quedaba al descubierto parte de la piel del crneo. Por eso pens que sera ms seguro viajar aparentando ser un hombre. A partir de ese momento nadie se fij en m, excepto algunos descarriados, pero me dejaron en paz. Viviendo en el caos, un hombre no llama la atencin tanto como una mujer.

Espero que as sea coment, y mis pensamientos volaron hacia Caleb. Me asom a la ventana: apenas se distingua el reflejo de la luna en la superficie de la baha porque la casa de Maeve estaba calle arriba, lejos del agua. Despus de que te dejara, Caleb me encontr. Haba dado con mi paradero, y vinimos juntos hasta aqu.

Pero no le permitieron quedarse, eh? Se tap con la manta de ganchillo, asomndole los dedos entre los cuadrados de lana de colores variopintos. Lo consideraron demasiado peligroso?

Tena una herida en la pierna y casi no poda andar expliqu. Aferr un trozo de manta entre las manos; no me apeteca recordar aquel instante al final del puente.

Arden cambi de posicin, hasta recostarse contra la pared, y meti los dedos de los pies debajo de Heddy, que segua enroscada al pie de la litera, hacindose patente en el pequeo cuarto el sonido de su respiracin.

Seguro que encuentra el camino de regreso al refugio subterrneo. Hace aos que vive en el caos. Se las apaar.

Me met bajo las sbanas, procurando no molestar a la perra.

S, lo s reconoc quedamente, y repos la mejilla en la almohada, que ola a humedad.

Pero los pensamientos negativos volvieron a apoderarse de m: continu imaginando a Caleb en una casa abandonada, sufriendo una grave infeccin en la pierna.

Arden cerr los ojos. Se le relaj el rostro y las facciones se le suavizaron. Concili el sueo sin dificultades, y a cada minuto que pasaba sujetaba la manta con menos fuerza. Me acerqu lentamente a ella y me acurruqu a su lado. Estuve un rato as, atenta a su respiracin, que me record que yo ya no estaba sola.

Cuatro

Estaba de nuevo en el campo, de bruces en el suelo. Acababa de escapar del camin de Fletcher, pero este se acercaba por entre los rboles. Las delgadas ramas se partan a causa del enorme peso de aquel hombre, que jadeaba y se ahogaba por el exceso de flemas. Mi cuerpo aplastaba las flores silvestres, cuyos delicados capullos liberaban un olor nauseabundo, y tena los dedos anaranjados debido al contacto con el polen. Entonces me vio. Levant el arma. Intent echar a correr y escapar, pero no haba remedio. Fletcher apret el gatillo, y el disparo retumb por el campo.

Cubierta de una fina capa de sudor, me incorpor bruscamente en la cama. Tard un instante en percatarme de que estaba en Califia, en casa de Maeve, en el minsculo dormitorio del empapelado de flores. O un ruido en la planta baja: un portazo. La vela se haba apagado; a travs de una grieta de la ventana entraba aire fro. Me frot los ojos y esper a que se adaptasen a la oscuridad.

En el vestbulo de abajo haba alguien. Heddy alz la maciza cabezota y prest tanta atencin como yo.

Silencio o decir a Maeve. Estaba en el saln o en la cocina, y hablaba con quien acababa de entrar. Est arriba.

La perra dej escapar un gruido ronco, y Arden despert.

Qu pasa? pregunt incorporndose, y se puso muy tensa mientras escrutaba el dormitorio. Quin anda ah?

Chist. Me llev el ndice a los labios para pedirle que guardara silencio, e indiqu la puerta: apenas estaba entreabierta. Me acerqu poco a poco a la entrada, y le hice seas de que me siguiese. Haban bajado la voz, pero detect los apremiantes susurros de Maeve, as como las tensas y apresuradas respuestas de otra mujer.

El pasillo se encontraba a oscuras, y una frgil barandilla de madera, a la que le faltaban varios barrotes, bordeaba la escalera, hasta donde nos arrastramos por el suelo despus de encerrar a Heddy en el dormitorio. Nos tumbamos boca abajo y nos asomamos: una luz extraa iluminaba el saln.

l sabe que est aqu; al fin y al cabo, fue quien la trajo. Y ahora aparece esa chica nueva declar Isis, a quien delataba su grave y carraspeante voz. Quin ms la busca? En el pasado no actubamos as y no podemos

Desde cuando practicamos la poltica de devolver a las mujeres al caos?

Reconoc la camisa de color turquesa de Quinn. Se hallaba de espaldas a nosotras, recostada en el marco de la puerta, gesticulando con las manos al hablar.

Isis elev el tono:

Esto es distinto. Todas las mujeres comentan, estn preocupadas. Prcticamente, es como si le pidiramos al rey que viniera a buscarla aqu. Es posible que hoy no tocara, pero se trata de una cuestin de tiempo.

Gir la cabeza hacia Arden y toqu el fro suelo con la mejilla. La mayor parte de las mujeres se haban mostrado acogedoras desde mi llegada, aunque en todo momento exista la preocupacin, casi imperceptible, de que yo trastocase el equilibrio de Califia. Estaba presente, sin duda, la inquietud de que todos los aos dedicados a construir la ciudad, a limpiar las viejas casas y fachadas y a recuperarlas, los aos dedicados a ocultarse tras una cortina de hiedra y musgo, los das pasados a oscuras cada vez que detectaban actividad en la ciudad desaparecieran en un abrir y cerrar de ojos si el monarca llegaba a descubrir que yo estaba all.

Representa la misma amenaza que supusimos nosotras opin Quinn. Todas fuimos propiedad del rey. Cuando me present, nadie dijo que deban expulsarme porque los soldados podran tomar Califia por asalto, y cuando rescatamos a Greta de aquella pandilla, nadie se preocup por las ofensivas que tal vez se produciran. Esos hombres podran habernos matado.

Por favor terci Isis. Sabes perfectamente que esto es distinto. Aunque me asom un poco ms, no logr verla a travs de la puerta abierta. Hace meses que la buscan; ya has odo los avisos por la radio. Y no da, precisamente, la sensacin de que estn a punto de suspender la bsqueda.

Esas palabras me erizaron el vello de los brazos. Haca dos aos que Isis viva en una casa flotante. Era una de las madres fundadoras y despus de la epidemia sobrevivi en San Francisco porque se refugi en un almacn abandonado antes de cruzar el puente. Yo haba estado en la cocina de su casa, comido a su mesa y hablado con ella sobre las joyas antiguas que una de las mujeres haba recuperado, y acerca de una amiga suya que estaba aprendiendo a cortar el cabello. Me sent tonta por haber confiado en ella.

No pienso echarla declar Quinn. Dselo, Maeve, dile que no la expulsaremos.

Percib que Mae iba de aqu para all y que el suelo cruja bajo sus pies. Ni siquiera en mis peores momentos, en que imaginaba lo que le podra haber ocurrido a Caleb o me preguntaba por el destino de Pip, Ruby o de cualquiera de mis amigas, haba temido verme obligada a abandonar Califia y que me arrojaran, totalmente sola, al caos.

Al cabo de un largo silencio, Maeve suspir y dictamin:

No echaremos a nadie. Arden me apret tanto la mano que me hizo dao. Debido a la tenue luz reinante, se le apreciaba el rostro incluso ms enjuto y las mejillas hundidas y grisceas. Adems, sera absurdo no utilizarla en nuestro favor: si el rey se entera de que est aqu, todas quedaremos al descubierto y la necesitaremos como elemento de negociacin.

Sent una opresin en el pecho.

Si esa es tu forma de argumentar que ha de permanecer aqu, adelante. Quinn volvi a la carga. De todos modos, no le seguirn la pista hasta Califia, as que representa el mismo riesgo que cualquiera de nosotras.

Espero que tengas razn acot Maeve. Pero si el rey la encuentra, no sufriremos martirio en su nombre. Llvala al bnker, donde vivir hasta que estemos en condiciones de entregarla a los soldados. Podra ser nuestra oportunidad de independizarnos del rgimen.

Me indign al recordar la infinidad de veces que le haba agradecido que me diera de comer, que me consiguiese ropa y que calentara agua de lluvia para que me lavase. No hay de qu haba respondido y restado importancia a mis gratitudes. Nos sentimos felices de tenerte aqu.

Cruzaron otras pocas palabras susurradas, hasta que Maeve abandon el saln, con las otras dos mujeres pisndole los talones. Arden y yo retrocedimos e intentamos que no nos viesen.

Aqu no la buscarn, no tienen motivos para hacerlo insisti Quinn por ltima vez.

Son casi las cuatro de la madrugada aadi Maeve, e indic con un gesto el fin de la conversacin. No se hable ms. Por qu no volvis a casa y descansis?

Abri la puerta con sumo cuidado y separ la gruesa cortina de hiedra que ocultaba la entrada principal. O que Isis volva a discutir mientras franqueaban la puerta.

Maeve ech el cerrojo y subi la escalera. Me qued sin aliento. Desesperadas por regresar a nuestra habitacin, Arden y yo nos pegamos a la pared y nos escabullimos como ratones. Nos metamos en la cama en el preciso momento en que Mae pisaba el ltimo peldao. Me tumb, cubr nuestros cuerpos con la manta, cerr los ojos y fing que dorma.

Se abri la puerta. La luz de la linterna nos entibi el rostro. Sabe que estabas escuchando reflexion intuyndolo. Lo sabe y te encerrar en el bnker hasta que llegue el momento de entregarte al rey.

La luz se mantuvo inmvil, lo mismo que Maeve. Solo repar en el peso de la perra a mis pies, que levant la cabeza y, probablemente, le dirigi la misma tierna mirada que me haba lanzado a m.

Qu miras? mascull Maeve por ltimo.

Cerr la puerta al salir y se alej por el pasillo; nosotras nos quedamos a oscuras.

Cinco

El da siguiente fue agobiantemente deslumbrante. Me haba acostumbrado a los cielos grises de San Francisco, a la niebla que todas las maanas se posaba sobre nosotros, se extenda por encima de las colinas y llegaba hasta el mar. Arden y yo salimos de casa de Maeve, y el sol me quem la piel; su reflejo en la baha cegaba. Incluso los pjaros parecan estar muy alegres y piaban en los rboles.

Recuerda que no hemos odo nada musit.

Arden apret los labios forzando una mueca; nunca haba sabido fingir. En el colegio haba estado de psimo humor las semanas anteriores a su huida: se haba apartado de las dems, utilizaba el lavabo del rincn para cepillarse los dientes y, durante las comidas, se encorvaba sobre la mesa del comedor sin relacionarse con nadie. Sospech que tramaba algo la vspera misma de la graduacin, pero di por hecho que se trataba de otra de sus absurdas travesuras. De ningn modo habra deducido la verdad.

Caminamos por el estrecho sendero, cubierto de enredaderas, hasta que desemboc en el puerto. Sobre las rocas se apilaban los restos de embarcaciones con los parabrisas destrozados y la pintura desconchada; varias de ellas estaban volcadas. Una vez cruzada la baha, el refugio de Marin no era ms que un montculo verde, en el que los rboles crecan entre las casas y las tapaban con su follaje.

Arden se ajust la camisa de hilo a su magro cuerpo, para protegerse del viento que soplaba.

Durante el desayuno me ha costado hablar con Maeve reconoci. Heddy caminaba a nuestro lado, y su negro pelaje brillaba bajo el sol. El simple hecho de saber lo que planea

Aqu no debemos hablar de este tema la interrump mientras inspeccionaba la hilera de fachadas cubiertas: el ventanal de una cafetera estaba tapado con papel de peridico, pero o perfectamente a las cocineras, el ruido de las cacerolas al entrechocar y el del agua al correr en el fregadero. Espera a que embarquemos.

Era imposible tener intimidad en la ciudad que albergaba a ms de doscientas mujeres. Algunas tiendas y restaurantes del centro comercial martimo estaban en plena actividad, aunque otros locales se mantenan ocultos y desaprovechados en medio de la espesa maleza. Cada mujer se haba forjado un lugar propio y un propsito.

Eve! Buenos das! exclam Coral, una de las madres fundadoras de ms edad, que descenda por el sendero. Trasladaba al matadero tres pollos que pendan tiesos cabeza abajo, pues los llevaba cogidos por las patas. Heddy ladr a las aves, pero Arden la retuvo. Hace un da maravilloso. Me recuerda la vida de antes.

Contempl el cielo, la ladera verde de la colina y el destrozado malecn que se internaba en el mar.

Muy hermoso, s me apresur a responder, e hice lo imposible por parecer contenta.

Coral me haba cado bien desde el principio. Haba pasado toda la vida en Mill Valley, en compaa de su marido, y luego se convirtieron en descarriados durante tres aos, hasta que el esposo muri. Me encantaban las historias que contaba acerca de su propio huerto y de cuando cocinaba en las brasas que encenda en el patio trasero de su casa. En cierta ocasin espant a una pandilla que cruzaba la ciudad para que no encontrasen la reserva de productos que guardaba en el stano en caso de tempestad. En ese momento, en cambio, hasta ella me pareci poco amistosa. Acaso estaba al tanto del plan? Acaso siempre me haba considerado como elemento de negociacin para la independencia de Califia?

La anciana sigui su camino. Ms adelante, Maeve e Isis recorran el sendero a caballo, llevando a remolque una carretada de ropa recuperada. Todos los meses se desplazaban a distintas poblaciones lejos de Muir Woods, y registraban las casas en busca de artculos que distribuir o trocar en las tiendas de Califia.

Hacindole una sea a Arden, nos fijamos en el bote amarrado en el atracadero. Era una de las pocas embarcaciones que las mujeres haban restaurado; el interior estaba revestido con una ligera capa de cera.

Ser mejor que nos vayamos opin. Maeve haba desmontado y se acercaba a la orilla, mientras nosotras nos dirigamos al muelle. Desamarr la embarcacin y le dije: He decidido que hoy paseara a Arden y a Heddy por la baha; quiero mostrarles todo lo que Califia ofrece.

Sub al bote e intent que mis movimientos fuesen tranquilos y decididos. Cog los remos y me alegr de introducirlos en el agua: su resistencia al lquido elemento calm mi inquietud. Arden tambin se meti en la embarcacin y llam a Heddy para que hiciese lo mismo.

Y la librera? Tienes que trabajar coment Maeve, internndose entre las resbaladizas rocas y los bajos, mojndose las botas.

Segu remando, y me relaj a medida que nos alejbamos.

Trina sabe que no ir y le parece bien.

Ella se cruz de brazos. Era muy musculosa, de vientre plano y fornidas piernas de tanto correr.

Ten cuidado con las corrientes y con los tiburones! Ayer avistaron a uno de esos en la baha.

Me acobard ante la mencin de los escualos, pero me pareci improbable y, sobre todo, lo consider como un intento desesperado por su parte de mantenernos cerca de la orilla. Ella se qued donde estaba, con los pies en el agua, hasta que nos alejamos casi cien metros.

Podemos hablar ahora? pregunt Arden cuando dej los remos. Heddy se tumb cuan larga era en el fondo del bote, y mi amiga coloc los pies a uno y otro costado de la perra.

Maeve utilizaba los prismticos que haba cogido del carro para seguir la trayectoria del bote arrastrado por la corriente. Entonces me deshice el moo y la salud con la mano.

No ha cesado de vigilarnos coment. Arden, hazme un favor y deja de fruncir el entrecejo.

Mi amiga ech la cabeza hacia atrs y profiri una carcajada grave y gutural que yo nunca haba odo.

No te das cuenta de lo paradjico que es todo? pregunt sonriente, y su expresin me result rara, incluso sobrecogedora, porque no estaba en consonancia con sus palabras. Hemos recorrido un largo camino para llegar hasta aqu, para escapar de la directora Burns y de sus mentiras. Esto me resulta extraamente conocido.

Saba muy bien a qu se refera. La noche anterior me result imposible volver a conciliar el sueo. Me qued despierta e imagin qu sucedera si Maeve se enteraba de que yo conoca sus planes con respecto a m. Al fin y al cabo, ella crea que Califia era mi destino definitivo y que jams me marchara, porque no podra. Si se le cruzaba por la cabeza la idea de que deseaba huir, tal vez informara a la Ciudad de Arena de que me tena en su poder.

Cuando llegamos, Caleb y yo pensamos que este era el nico lugar en que estara a salvo. Me frot los callos de las palmas de las manos, endurecidas tras las horas dedicadas a reforzar la tapia de piedra de detrs de la casa de Mae. Entonces pareca mi nica opcin, pero ahora

A lo lejos distingu a Maeve, que segua en la orilla. Ya no utilizaba los prismticos y haba echado a andar por el sendero; daba dos o tres pasos y se volva para vigilarnos. Me sent atrapada. Desde la baha, rodeada por tres lados de altos acantilados rocosos, un centenar de ojos me controlaban constantemente fuera adonde fuese. Una vez atravesada la baha, San Francisco no era ms que un diminuto montculo de musgo muy crecido.

Tenemos que salir de aqu.

Arden acarici la cabeza a Heddy y, contemplando la lejana, afirm:

Necesitamos tiempo. Ya se nos ocurrir algo; siempre pasa lo mismo.

Estuvimos calladas largo rato. Los nicos sonidos perceptibles eran los de las olas que acariciaban los costados del bote y los de las gaviotas que chillaban aleteando en pleno vuelo.

Transcurri una hora. La corriente arrastraba el bote. Cuando la conversacin gir en torno a temas ms alegres, sent un gran alivio.

Todava no le haba puesto nombre explic Arden, acariciando la cabeza a la perra. Me figur que no estaramos juntas mucho tiempo y no quera encariarme. Fue entonces cuando se tumb delante de la hoguera y me lleg al alma. Tuve clarsimo cmo la llamara. Se puso las manos en las mejillas y, presionndolas hacia abajo, las estir. As naci Heddy, en honor de la directora Burns.

Por primera vez re de verdad en varias semanas al recordar la cara de la directora del colegio.

No te parece que no eres justa con Heddy?

La perra comprende mi sentido del humor. Se le haba dulcificado la expresin, y el sol le daba un toque de color a las plidas mejillas. Antes detestaba a los perros, pero sin ella no me habra salvado. La voz se le agudiz varias octavas, como si hablase con alguien de corta edad: Te quiero, Heddy, te quiero.

La acarici de nuevo y le bes el sedoso pelo de la frente. Nunca haba odo hablar a Arden en ese tono. Durante los aos que pasamos en el colegio se hizo famosa por aborrecerlo todo: los higos que servan de postre, los problemas de matemticas, los juegos de mesa apilados en los estantes de la biblioteca; se enorgulleca de estar al margen de las dems y de no confiar en nadie. Haca doce aos que la conoca, y siempre haba insistido en que no era como las otras hurfanas del colegio, puesto que ella tena padres que la esperaban en la Ciudad de Arena. nicamente, cuando nos reencontramos en el caos y ella enferm, fue capaz de contar la verdad: no existan tales padres y la haba criado su abuelo, un hombre amargado que haba muerto cuando ella tena seis aos. Por eso, la expresin te quiero me pill por sorpresa; daba por hecho que no formaba parte de su vocabulario.

Permit que la perra me olisquease la mano sin hacer caso de mi nerviosismo cuando acerc el morro a mis dedos. Le di unas palmaditas en la cabeza y le rasqu el hocico y las orejas. Estaba a punto de pasarle la mano por el lomo cuando algo choc contra la parte inferior del bote. Me aferr a las bordas y me di cuenta de que a Arden y a m nos haba pasado por la mente la misma idea: un tiburn. Estbamos, ms o menos, a cien metros de la costa, Maeve ya no nos observaba y el agua tena un color amenazadoramente negro.

Qu hacemos? pregunt mi compaera, asomndose.

Heddy olisque el fondo de la embarcacin y gru.

Petrificada, continu agarrada a las bordas.

No te muevas le aconsej.

El bote volvi a sufrir una sacudida. Bajo nosotras, distingu una masa oscura.

De dnde diablos? mascull Arden, sealando el agua. De repente se ech a rer y se tap la boca con la mano. Es una foca? Eh, hay ms!

Otro ejemplar apareci junto al primero, y luego lleg una tercera. Asomaron las lisas cabezas de color marrn, pero se sumergieron de nuevo con rapidez.

Dej de aferrarme al bote y me carcaje de m misma, del pnico que haba experimentado al pensar en Maeve, en Califia y en los tiburones imaginarios.

Nos han rodeado.

Me inclin hacia el agua y la roc con las yemas de los dedos. Alrededor de una decena de focas rodearon la embarcacin, y sus amistosas caritas nos contemplaron con curiosidad. Una de ellas, muy pequea, dio una voltereta y nad boca arriba; a poca distancia, un ejemplar de mayor tamao y largos bigotes blancos lanz un grito agudo. Heddy ladr a modo de respuesta y las asust, por lo que se sumergieron otra vez.

No le hagis caso les grit Arden; se la vea ms contenta de lo que haba estado desde nuestra huida. Heddy, las has asustado dijo amenazndola con el ndice. Las focas se alejaron por la baha. La pequea tard en marcharse, como si se disculpase por el comportamiento descorts de sus compaeras. A m tambin me ha gustado conoceros! grit Arden, y las salud con la mano.

Heddy emiti otro sonoro ladrido y se mostr muy ufana de s misma.

Las focas se distanciaron hasta convertirse en diminutos puntos negros sobre el agua. El sol ya no me pareci demasiado brillante, y acog de buena gana la presencia de las aves que sobrevolaban el bote. En compaa de Arden, me olvid de Maeve y de sus propsitos. Estaba con mi amiga y, solas y libres, navegbamos por las aguas mecidas por el viento.

Seis

Cuando regresamos al malecn, el sol ya se encontraba bajo en el horizonte. El restaurante que se haba convertido en el comedor de Califia estaba ms animado que en las ltimas semanas. Apart una enmaraada cortina de hiedra y enredaderas, y qued al descubierto el interior restaurado: de una de las paredes sobresala una larga barra; las mesas y los bancos de madera, cubiertos de restos de cangrejos hervidos, lenguados y orejas de mar, se apiaban en el centro del local; en un estante del rincn, haba una estatua de Safo, de sesenta centmetros de altura, motivo por el que se le haba dado al comedor el afectuoso apodo de Busto de Safo.

Vaya, vaya! grit Betty desde detrs de la barra, exhibiendo unos rubicundos mofletes porque ya haba bebido varias cervezas. Pero si son la dama y el vagabundo!

Las mujeres que ocupaban los taburetes soltaron una carcajada. Una de ellas bebi apresuradamente un sorbo de cerveza de baera, el brebaje casero que Betty destilaba.

Tengo que suponer que soy el vagabundo? me pregunt Arden, un tanto enfurruada.

Ojendole la rapada cabeza cubierta de costras, el delgado rostro, los pequeos araazos que le recorran la piel y las sucias uas a pesar de que ya se haba dado dos baos, le respond:

Dira que s. Indudablemente, eres el vagabundo.

Como las puertas traseras estaban abiertas, entraba el olor del fuego que haban encendido en la parte posterior del restaurante. Delia y Missy, dos de las primeras fugadas por medio de la ruta, lanzaban monedas verdes a sus respectivas bebidas. Era un juego ridculo al que les gustaba dedicarse despus de comer y del que las dems estaban excluidas. Detuvieron el juego cuando Arden y yo pasamos por su lado, y Delia asest un soberano codazo a Missy en el costado.

Varias mujeres ocupaban las mesas del fondo, parloteando a medida que rompan patas de cangrejo. Divis a Maeve y a Isis en un rincn. Arremangada hasta los codos, Mae abra las conchas de una oreja de mar para drsela a Lilac.

Betty deposit dos vasos de cerveza en la barra.

Dnde est la perra? pregunt buscando a Heddy a los pies de Arden.

No la he trado. Prob un sorbo y, contrariada, le plant cara a Betty, hasta que esta se alej para atender a alguien que se encontraba en el otro extremo de la barra. Al beber, se atragant y estuvo a punto de vomitar. Desde cundo tomas esto? murmur contemplando el lquido amarillento.

Di varios sorbos y disfrut de la repentina sensacin de ligereza que me domin.

Aqu casi todas lo hacemos respond, y me sequ los labios con el dorso de la mano.

Rememor los primeros das en que, una vez cumplidas las tareas, permaneca a solas en el dormitorio de Lilac a media tarde. Todo me resultaba muy extrao entonces: tanto el ruido que hacan las mujeres al cortar lea en el claro situado encima de donde vivamos, persiguindome por toda la casa, como el que producan las ramas al araar las ventanas y que me impeda dormir. Quinn vena a buscarme e insista en que la acompaase al comedor, donde pasaba horas conmigo; a veces jugbamos a las cartas. Y Betty nos serva su destilado ms reciente, que yo beba despacio, mientras refera a Quinn mi viaje hasta Califia.

Arden continuaba estudindome.

Adems aad, no fue precisamente fcil perderos a Caleb y a ti el mismo mes.

Regina, una viuda corpulenta que haca dos aos que viva en Califia, se tambale en el taburete contiguo y le coment a Arden en voz baja:

Caleb es el novio de Eve. Por si no lo sabes, en otro tiempo tuve marido. No es tan malo como dicen todas. Levant el vaso e hizo seas de que quera otra cerveza.

Novio? se extra Arden.

Ms o menos respond, y sujet a Regina por la espalda para ayudarla a recuperar el equilibrio. No es as como lo llaman?

En el colegio nos haban hablado de novios y de maridos, mejor dicho, nos haban advertido contra ellos. En el seminario sobre Peligros a causa de chicos y hombres, las profesoras haban referido ancdotas de sus propios desconsuelos, de los hombres que las haban abandonado por otras mujeres, y de los maridos que, valindose de la fortuna o de la influencia de que gozaban, haban sometido a sus esposas a la esclavitud hogarea. Despus de ver lo que los hombres eran capaces de hacer en el caos (los integrantes de las pandillas se mataban entre s, los captores vendan a las mujeres apresadas, y los descarriados, presas de la desesperacin, recurran al canibalismo), algunas mujeres de Califia, sobre todo las que haban huido de los colegios, todava crean que los hombres eran universalmente malos. La vida despus de la epidemia pareca demostrarlo de forma constante. No obstante, algunas de ellas an recordaban con cario a esposos y a antiguos amores, y muchas compaeras nos tildaban a Regina y a m de recalcitrantes, y nos lo decan tanto a la cara como a la espalda. Cuando despertaba en plena noche y mis manos palpaban la cama en busca de Caleb, recalcitrante me pareca un trmino demasiado suave para describir lo que el amor me haca sentir.

Delia y Missy comenzaron a discutir de nuevo y, a medida que el tono de sus voces iba en aumento, las mujeres que atestaban las otras mesas se callaron. Todas centraron la atencin en el lado del comedor donde las otras dos se encontraban.

Djalo correr! Ya est bien! chill Delia. A continuacin cogi su cerveza, arroj la moneda verde en el culo del vaso y la hizo tintinear.

Dselo la apremi Missy. Se gir en su asiento y me hizo seas. Eve! Escucha, Eve

Delia se estir por encima de la mesa y propin un buen empujn a Missy, as que esta cay de espaldas.

Te he dicho que te calles orden. Missy se frot la zona de la cabeza que se haba golpeado contra el suelo de madera. Cierra tu estpido pico aadi y, levantndose, intent rodear la mesa, pero Maeve se lo impidi.

Ya est bien; se acab. Me parece que tenis que aprender a tomaros las cosas con ms calma. Isis, haz el favor de acompaarlas a sus cuartos. Dicho esto, nos escrut a Arden y a m, como si evaluara nuestras reacciones.

Qu tenan que decirme? inquir, pues todava segua pendiente de las palabras de Missy.

Isis se ech a rer y dijo con tono apremiante:

Missy est borracha. No es as, Delia?

La aludida se enjug el sudor de la frente, pero no respondi.

Alguien lo ha visto susurr Missy, sacudindose los pantalones para quitarse el polvo. Habl en voz tan baja que tuve que agacharme para orla. Alguien ha visto a Caleb. Ella lo sabe insisti, y seal nuevamente a Delia.

Maeve se irgui, sujet del brazo a Missy y la ayud a incorporarse.

Es una ridiculez, no es ms que

No quera decrtelo la interrumpi Delia. En el comedor se impuso el silencio. Hasta Betty dej de hablar y enmudeci detrs de la barra, sosteniendo una pila de platos sucios en las manos. El otro da fui a la ciudad a buscar provisiones entre la basura, y me cruc con un descarriado; ya lo haba encontrado la semana anterior. Me pregunt de dnde haba salido y a dnde me diriga

No le diras nada, eh? la interrumpi Maeve con voz monocorde.

Por supuesto le espet Delia. Se haba tranquilizado gracias a la ayuda de Isis y Maeve, pero evitaba mirarlas. La primera vez intent hacer un trueque con mis botas. Y el otro da me mostr que las llevaba nuevas; despus rio y coment que se las haba robado a un muchacho que encontr en la ruta ochenta.

Cada centmetro de mi ser estaba despierto y alerta, y los dedos de las manos y de los pies me latan llenos de energa.

Qu aspecto tena, tenan las botas?

Delia se limpi las comisuras de los labios, en las que se le haba formado una fina capa de saliva.

Eran marrones con cordones verdes, y llegaban ms o menos hasta aqu. Se seal la tersa epidermis de encima del tobillo.

Decidida a mantener la calma, respir hondo. Pareca que se trataba de las botas que Caleb calzaba cuando bamos juntos, deambulando por las calles de la ciudad, pero no estaba totalmente segura.

El muchacho estaba vivo?

Segn dijo el descarriado, lo encontr en el almacn de muebles que hay a la vera de la carretera, en el tramo que hay antes de llegar a San Francisco repuso, y consult a una de las mujeres de ms edad: Se llama IKEA, verdad? Me cont que el chico estaba gravemente herido y que la cuchillada que tena en la pierna se le haba infectado.

Yo no perciba ms que el movimiento de los labios de Delia, y nicamente oa las palabras que le brotaban de la boca. Intent asimilarlas una por una.

Dnde, dnde queda eso?

Prstame atencin. Maeve hizo un gesto con las manos. Probablemente, no se trata ms que de un rumor, no hay nada que demuestre que

Ahora mismo podra estar muerto murmur y, en cuanto la expres, la idea me result ms aterradora si cabe.

Isis mene la cabeza, y afirm:

Con toda seguridad se lo invent. Al fin y al cabo, es un descarriado.

Lo ama y no es capaz de dejarlo ah fuera sentenci Regina.

Un puado de mujeres estuvieron de acuerdo con ella, pero Maeve las oblig a callar.

Nadie encontrar a Caleb porque ni siquiera est aqu declar. Estoy segura de que el descarriado cont una mentira; engaan constantemente. Y aparentando una intensa preocupacin, me dijo: Adems, no podemos permitir que vuelvas al caos, sobre todo porque el rey va tras de ti.

Detect las intenciones que se ocultaban en sus frases. Pareca estar diciendo: Jams saldrs de aqu. No lo permitir. Me cogi del brazo y me condujo afuera, seguida de Isis, que carg con Delia. Varias mujeres ayudaron a Missy a sentarse, manifestndole su inquietud por el chichn que se le estaba formando en la cabeza.

La noche era fra y hmeda. Me zaf de los dedos de Maeve.

Tienes razn reconoc humildemente. Con toda seguridad es una mentira que he querido creerme.

Se le relaj la expresin y, alargando el brazo, me dio un apretn carioso en el hombro. Lilac no se apartaba de su lado.

Esa clase de comentarios llegan constantemente, pero es mejor hacer odos sordos.

No pensar en ello. Lo prometo asent.

A medida que caminbamos de regreso a la casa, aminor el paso para que Maeve, Lilac, Delia e Isis se adelantasen. Arden corri tras de m; ambas sonremos en la oscuridad. Ella indic con la cabeza el puente, y la idea arraig en nosotras. La pregunta que tanto nos angustiaba por fin tena respuesta: ya sabamos qu hacer.

Siete

Un poquito ms propuso Arden. Jadeando, se agazap detrs de un coche calcinado mientras atraa a Heddy hacia ella, sujetndola por el collar para que no se moviese. Casi hemos llegado.

Escrut detenidamente con los prismticos y descubr la luz de la linterna, minscula y casi imperceptible, que brillaba en lo alto del saliente de piedra. Isis se hallaba en la entrada delantera de Califia, semejante a un punto negro que se desplazaba por el grisceo paisaje.

No s si sigue utilizando los prismticos coment.

Esa noche, mucho despus de que Maeve y Lilac se hubieran ido a dormir, Arden y yo nos colamos en la despensa, cogimos con mucho cuidado las provisiones necesarias y las guardamos en dos mochilas. Despus cruzamos el puente y sorteamos coches y camiones, zigzagueando entre los vehculos para que no nos detectasen. Prcticamente, habamos llegado al otro extremo del puente, y solo unos pocos metros nos separaban del corto tnel que desembocaba en la ciudad.

Por si acaso, corramos propuse.

Mis pasos eran tambaleantes, y tuve la sensacin de que las piernas no me sostenan.

Arden le acarici las negras y sedosas orejas a Heddy, y le pregunt:

Chica, ests lista? Tienes que correr a toda velocidad. Lo hars?

Como si lo hubiera comprendido, la perra la observ fijamente con sus ojazos de color ambarino.

A continuacin mi amiga me hizo una seal, indicndome que tomase la delantera.

Salt de nuestro escondite, ech a correr tan rpido como pude sin volver la vista hacia Califia, la linterna o la silueta de Isis, que continuaba desplazndose por delante del saliente de piedra. Arden me segua a poca distancia, saltando por encima de neumticos pinchados, huesos carbonizados y motos volcadas. La mochila me pesaba y, en su interior, los botes de fruta y carne chocaban entre s mientras ella y yo corramos como flechas, con la perra pisndonos los talones. Aferrada a los prismticos, mantuve la velocidad sin dejar de correr en direccin a la negra boca del tnel.

No repar en la carretilla destartalada que haba junto a un camin y, al sobrepasarla, me enganch el tobillo en su curvo agarradero. Ca al suelo, mochila incluida, y grit cuando me golpe la rodilla con el asfalto.

Sin detenerse, Arden gir la cabeza y escudri las montaas.

Arriba, arriba! me apremi, salt por encima de los ltimos escombros y se puso a cubierto en la entrada del tnel.

Ella y Heddy me vigilaron desde all; la voz de mi amiga reson en la oscuridad.

Me incorpor y recog los prismticos que, al caerme, haban quedado debajo de mi cuerpo. Algo goteaba en la mochila: una sustancia rojiza y espesa se desliz por mis piernas cuando prosegu la marcha cojeando en el intento de salir del campo visual de Isis. Al llegar por fin al tnel, me dej caer junto a la pared.

Nos habr visto? pregunt Arden, sujetando a la perra para impedir que me lamiese la cara. Dnde estn los prismticos?

Aqu los tengo. Se los mostr. Como la pieza central se haba rajado, los dos tubos seguan unidos nicamente por un delgado trozo de plstico. Me los acerqu a los ojos y rastre las colinas por si descubra a Isis, pero no distingu nada. Est todo negro reconoc frentica, y les di un pequeo golpe con la intencin de repararlos.

Con toda probabilidad, Isis ya habra recorrido la mitad del sendero de tierra, yendo precipitadamente hacia las casas para despertar a Maeve. Esta no tardara en cruzar el puente y vendra a buscarnos. Anda ya, me dije, y agit el puetero instrumento para que funcionase.

Volv a enfocarlos, pero tampoco detect a nadie: ni a ella, ni a Quinn ni a Mae. Ante m se extendi una negrura infinita, y mis ojos, irritados y atemorizados, se reflejaron en el cristal.

Rebuscadas y pintorescas tallas recubran las fachadas de las estrechas casas de San Francisco, a las que la pintura se les caa a trozos. Al pie de cada colina se acumulaban coches carbonizados, y como por todas partes haba restos de cristal, la calzada destellaba.

Debemos apretar el paso aconsej Arden. Heddy y ella, que me llevaban varios metros de ventaja, esquivaron la basura de la acera, las botellas de plstico aplastadas y las envolturas de papel de aluminio que llegaban a la altura de los tobillos de mi amiga. La luna estaba a punto de desaparecer, y la gigantesca cpula del firmamento se iba tiendo rpidamente de luz. Hemos de llegar antes de que salga el sol.

Ya voy, ya voy repliqu observando la tienda que haba a mi espalda: un coche haba atravesado el escaparate y destruido la cristalera; enredaderas y musgo colgaban sobre la abertura. En el interior del local, detrs de varias estanteras volcadas, algo se movi. Entorn los ojos en la penumbra e intent detectar a qu corresponda la sombra que, en ese momento, salt hacia m.

Heddy ladr cuando el ciervo abandon la tienda. El animal desapareci calle abajo. Haca cuatro horas, o incluso ms, que caminbamos sorteando obstculos por la ciudad. Casi habamos llegado a la ruta ochenta y al puente que nos conducira hasta Caleb. No tardamos en ver la rampa de entrada cubierta de musgo. Me mantuve atenta por si Maeve o Quinn aparecan, o por si algn descarriado llegaba repentinamente y nos obligaba a entregar las provisiones. Pero no sufrimos ningn percance. Volvera a reunirme con Caleb. A cada paso que daba, mi certeza iba en aumento y me pareca ms real. A partir de ahora, l, yo, Arden y Heddy formaramos una pequea tribu y nos ocultaramos en el caos.

Subimos por la rampa de la ruta ochenta y caminamos entre los coches que haban quedado definitivamente inutilizados para circular. Anduve ms ligera cuando pasamos junto a la vieja obra en construccin que Caleb y yo habamos visto el da de nuestra llegada.

Es eso! grit al ver que la carretera trazaba una curva ascendente que rodeaba el ocano.

El inmenso edificio estaba un poco ms adelante; el yeso azul se caa a trozos. La palabra IK A estaba escrita con letras amarillas, y solo se perciba una ligera sombra donde antao estuvo colgada la E.

Ya no me separaban de Caleb ms que un aparcamiento vaco y una pared de cemento. Ech a correr, sin hacer caso del dolor que senta en la rodilla a consecuencia de la cada, y o que Arden me gritaba:

No deberas entrar sola.

Infinidad de veces haba imaginado ese momento. En las semanas posteriores a mi llegada a Califia, sola decirme a m misma que Caleb y yo estbamos bajo el mismo cielo. Dondequiera que l se hallara e hiciera lo que hiciese (ya fuera cazar, dormir o preparar la comida en una hoguera), siempre compartiramos algo. A veces elega un edificio concreto de la ciudad y lo imaginaba dentro, leyendo un libro con manchas de humedad, mientras descansaba y esperaba a que la pierna se le curase. Estaba convencida de que volveramos a encontrarnos, pero an quedaba por ver cmo y cundo.

Cuando llegu a la entrada, me percat de que las cristaleras estaban cerradas con llave y los pomos metlicos rodeados con una gruesa cadena. Como haban roto a patadas un par de los vidrios inferiores, entr a gatas procurando no cortarme con las astillas de cristal. El interior de la inmensa tienda estaba a oscuras y en silencio. La luz matinal que se colaba por las puertas produca un ligero brillo en el suelo de cemento. Saqu la linterna de la mochila, la encend y me intern en el local.

Desplac el haz de luz por la estancia, lo detuve en un cajn lleno de almohadas mohosas y luego alumbr el viejo armazn de una cama, un tocador, una lmpara y unos libros sobre el mueble como si fuera el hogar de alguna persona. En un rincn haban montado una cocina, provista de nevera y fogones, y al fondo del pasillo haba un saln con un sof azul muy largo. Ya haba recorrido el interior, largo y estrecho, de otras tiendas de este estilo, pero este me pareci un laberinto descomunal en el que cada habitculo desembocaba en el siguiente.

Percib un crujido y retroced de un salto; cuando ilumin el suelo, vi una rata que se alejaba a toda velocidad. Algunas sillas de un comedor contiguo estaban volcadas. No quise correr el riesgo de gritar en la oscuridad, as que me contuve y camin tan silenciosamente como pude por encima de la basura y los cristales rotos.

Vagu por las habitaciones, alumbrando con la linterna los rincones para cerciorarme de que no se me escapaba nada, pas junto a camas, mesas y sillas, y mis ojos se adaptaron lentamente a la penumbra. Cuando me detuve ante una de las duchas de mentirijillas, o una ligera tos; proceda de mi derecha, a varias habitaciones de distancia.

Aqu musit una dbil voz. Eve? Estoy aqu.

Me conmov tanto que me tap la boca, incapaz de responder. Por el contrario, me precipit por las estancias y sent que mi corazn palpitaba de alegra. Caleb estaba vivo. Estaba aqu. Lo haba logrado.

A medida que me acercaba, vislumbr tres velas en el suelo. Sobre una cama se perfilaba una figura masculina. Me aproxim. Pero, al llegar al dormitorio, comprob que no estaba solo: en total haba tres individuos. El segundo hombre, espectralmente plido, estaba sentado en un silln situado en un rincn del cuarto; el tercero, de pie junto a la otra entrada de la habitacin, cortaba el paso. Este tena la cara surcada de cicatrices; llevaba los pantalones sucios de tierra y las mismas botas que Missy haba descrito en Califia. Los otros dos iban de uniforme y lucan el escudo de la Nueva Amrica en la manga de la camisa.

Hola, Eve salud el que estaba acostado. Te estbamos esperando.

Se incorpor poco a poco y, manteniendo parcialmente la cara en la sombra, me examin. Se me eriz el fino vello de la nuca: lo conoca, conoca a ese hombre.

Sus ojos, de negras y tupidas pestaas, me observaron con atencin. Era joven, no deba de tener ms de diecisiete aos, pero su aspecto pareca ms maduro que aquel da en que nos topamos con l al pie de la montaa. Me refiero al da en que dispar contra dos soldados y los mat. Este era el tercer hombre al que dej en libertad despus de que suturase la pierna de Caleb. Resultaba que, curiosamente, lo haba soltado para encontrrmelo, justo ahora, en este sitio tan extrao.

El soldado de la cara surcada de cicatrices cruz los brazos a la altura del pecho, y me dijo:

No saba cunto tardaras en recibir el mensaje. Y a sus compaeros, les coment: Los rumores corren que vuelan entre los descarriados, no creis?

De inmediato pens en Arden. Probablemente, Heddy y ella estaran en la entrada, a punto de internarse en el edificio, pues ante mi estpida insistencia, me haban seguido. Con anterioridad, ya haba conducido a Arden a las fauces del peligro, y no deba permitir que volviese a ocurrir.

Tena que lanzar la voz de alarma.

El soldado joven hizo una seal a sus compaeros, que se abalanzaron sobre m. La linterna pesaba lo suyo y no me lo pens dos veces: cuando el individuo plido lleg a mi lado, me gir y le asest un golpe en el pmulo. Trastabill, choc con el que tena al lado y tuve el tiempo suficiente para escapar. Ech a correr por el laberinto y salt por encima de sillas, mesas y lmparas rotas. Advert que acortaban distancias, y cuando llegu a la entrada, not que estaban cada vez ms cerca.

Arden se dispona a franquear la cristalera rota, mientras que Heddy ladraba, ponindose cada vez ms nerviosa a medida que nos acercbamos. A mi espalda, las pisadas resonaron, y los ladridos aumentaron progresivamente. Continu corriendo en direccin a la entrada, sin volver la cabeza cuando la franque, y grit la nica palabra que fui capaz de pronunciar:

Corred!

Ocho

El cristal me hiri el brazo. Durante unos segundos el mundo se detuvo. Franque hasta la cintura la puerta rota, y ante m apareci gran parte del aparcamiento vaco y los hierbajos que asomaban entre las grietas de la calzada. Heddy grua. Desesperada, Arden me cogi de las axilas e intent sacarme a rastras. En ese momento una mano me agarr un tobillo y me clav las uas, mientras uno de los soldados tironeaba de m hasta que me meti de nuevo en el almacn.

La perra atraves la abertura y clav los dientes en la pierna del hombre.

Me ha atacado! grit el militar a sus compaeros.

Heddy no cesaba de gruir y, emitiendo un sonido ronco y gutural que reverberaba en la estancia, mene la cabeza de un lado para otro, desgarr el pantaln del muchacho y le mordi las carnes; logr tirarlo al suelo y, finalmente, l me solt. La cabeza choc contra el suelo y cerr los ojos de dolor. Acto seguido orden:

Disparadle!

Arden volvi a tirar de m, y mi sangre le empap la manga de la camisa, pero logr arrastrarme hacia el aparcamiento. La distancia hasta la carretera rondaba los cincuenta metros. Detrs de la tienda haba un bosquecillo, y los tupidos rboles nos serviran de refugio. Me puse en pie y corr hacia los rboles, pero mi amiga se haba quedado petrificada, con la vista fija en la entrada: Heddy segua en el interior. Haba inmovilizado al soldado y le ladraba en la cara. Cuando los otros dos hombres surgieron de la oscuridad, la perra les ense los dientes como si protegiera una presa recin cazada.

Heddy, ven, ven aqu la llam Arden, dndose palmaditas en el muslo. Vamos, ven!

Sacando un arma que llevaba en la cintura, el soldado vestido de descarriado apunt a la perra que, sbitamente, dio un tumbo e hinc los dientes en el brazo del militar joven, que desde el suelo grit:

Dispara de una vez!

Tenemos que irnos asegur, y tir de Arden.

Ven aqu, Heddy! Lo intent de nuevo mientras se alejaba de la tienda, corriendo hacia atrs. Te he dicho que

Son un disparo. El animal emiti un quejido sobrecogedor y se tambale; el costado le sangraba. El soldado ayud al joven a ponerse de pie, y dispar a la cadena que mantena cerradas las puertas, hasta que la parti. Los tres individuos salieron al aparcamiento.

Agarr a Arden de la mano y la conduje hacia el bosque de detrs de la tienda, pero ella caminaba muy despacio sin querer alejarse del edificio. Pese a tener una pata trasera totalmente paralizada, Heddy persigui cojeando a los hombres.

Arden, tenemos que irnos insist, y la forc a que viniera en pos de m. Aunque los individuos nos seguan, ella apenas se movi y estir el cuello para contemplar a la perra que sufra mucho. Vamos supliqu.

No sirvi de nada. En pocos segundos los soldados nos alcanzaron.

Lowell, cgela orden el joven, sealando a Arden.

El tal Lowell el plido la sujet por los codos y le at los brazos a la espalda. Mi amiga patale desaforadamente, pero el otro soldado le aferr las piernas y le rode los tobillos con una brida de plstico. Con un decidido tirn la tens, y Arden dej de dar patadas, ya que las piernas le quedaron cruzadas y aprisionadas.

Mientras la reducan, el soldado joven se me acerc sin prisa. Tena la pierna en carne viva donde Heddy se la haba mordido, y la mancha de sangre se le extenda por la fina tela verde del uniforme.

Vendrs conmigo afirm serenamente.

Su rostro era ms anguloso de lo que yo recordaba, y en el caballete de la nariz se le apreciaba una inflamacin considerable, como si se lo hubiese roto haca poco. Me cogi de la mueca, pero tirando de la mano hacia abajo, tal como Maeve me haba enseado las semanas precedentes, tras mi llegada a Califia, la liber por debajo de su pulgar. Luego me agach, hice palanca sobre el suelo y le asest un codazo en el sensible hueco de la entrepierna. El soldado se encogi de dolor y le brotaron las lgrimas.

Me precipit hacia los dems. El de las cicatrices se llev una buena sorpresa justo antes de que le diera un soberbio puetazo en el cuello. Se qued sin resuello, perdi el equilibrio y solt las piernas de Arden. Lowell la dej caer al suelo, se abalanz sobre m y me aplast contra el suelo.

Tienes suerte me susurr al odo, echndome el aliento ardiente y baboso a la cara. Si fueras otra te habra rajado el cuello.

Sac entonces una brida de plstico del bolsillo, me la coloc alrededor de las muecas y la tens con tanta fuerza que me latieron las venas de las manos.

El militar joven se incorpor lentamente e indic al de las cicatrices que fuera a buscar algo al bosque. Este se alej tambaleante, agarrndose todava el cuello con las manos. Yo me gir hacia Arden, que estaba hecha un ovillo en el suelo, llorando y musitndole a Heddy:

Tranquila, pequea, tranquila. Estoy aqu, pequea. Aqu.

Los gemidos de la perra fueron en aumento cuando intent avanzar a rastras. La sangre le manaba a chorros por la pata trasera herida.

De pronto nos inund el conocido sonido rechinante del motor de un todoterreno. El soldado de las cicatrices traslad el vehculo de la arboleda al aparcamiento vaco, y los otros dos nos cargaron, una tras otra, en la parte trasera.

Ya est bien! grit Lowell a Arden, pues su llanto le resultaba insoportable. No quiero orte ms.

El conductor puso rumbo a la autopista.

No podemos dejarla en ese estado! La voz de Arden son entrecortada por los sollozos. No os dais cuenta de lo que est sufriendo?

Tirone de mis ataduras, ya que quera consolar y abrazar a mi amiga, a quien las lgrimas le mojaban los cabellos y la camisa. Los hombres no le hicieron el menor caso, ya que nicamente prestaban atencin a la rampa que conduca a la ruta ochenta. Arden se arroj sobre los respaldos y grit:

No podis hacer esto, no la abandonis as. Sacrificadla, por favor, os lo suplico repiti hasta quedarse sin aliento. Agotada, apoy la cabeza en el asiento y chill. Qu os pasa? Acabad de una vez por todas con su sufrimiento.

El soldado joven le toc el brazo al conductor y le hizo seas de que frenase. Los aullidos de dolor de Heddy eran impresionantes; el pobre animal se lama la herida como si intentase detener la hemorragia.

El soldado se ape y, atravesando el aparcamiento, se aproxim a la perra. Sin titubear, se limit a levantar el arma. Me di la vuelta. Son la detonacin, a Arden se le contrajo el rostro y not que todo se quedaba inmvil y en silencio.

Mientras nos alejbamos, ella escondi la cara en mi cuello, estremecindose a causa de los apagados sollozos.

Calma, Arden le susurr al odo, descansando mi cabeza sobre la suya.

Sus lloros se tornaron inconsolables a medida que el vehculo circulaba hacia el este, hacia el sol naciente.

Nueve

Cinco horas despus, el todoterreno se detuvo junto a una muralla de unos nueve metros de altura, por cuya fachada de piedra trepaba la hiedra. Yo sudaba y notaba la piel quemada por el sol, as como las manos y los pies insensibilizados a causa de las sujeciones. Despierta y alerta, entrecerr los ojos para protegerlos del resplandor. Despus de meses en fuga y de tantos errores y escapadas por los pelos, todo me daba igual porque, de todas maneras, haba acabado en la Ciudad de Arena.

Arden, Arden, despierta murmur dndole un suave codazo.

Se haba dormido haca varias horas cuando sus lloros dieron paso al agotamiento. Tena los ojos tan hinchados que, prcticamente, se le cerraban solos.

Stark al habla dijo el soldado joven hablando por el radiotelfono del asiento delantero. Nueve, cinco, dos, uno, ocho, cero. Ya es nuestra.

Me pareci vergonzosa su actitud arrogante ahora que me tena sentada y maniatada en la parte de atrs del vehculo. Durante las cinco horas de viaje no se haba movido de su asiento, charlando sin cesar con el conductor y respondiendo a la radio cada vez que sonaba. Como si pidiesen autorizacin, los otros dos le consultaban antes de hacer cualquier cosa. Tras una hora de viaje, Arden y yo nos aflojamos las bridas de plstico e intentamos saltar del vehculo en movimiento, pero el soldado que ocupaba el asiento trasero nos vio y nos at las muecas a la estructura metlica del coche.

En ese momento se produjeron muchas interferencias.

Estamos a punto de abrir la puerta. Ya podis entrar anunci una voz a travs del radiotelfono.

Tirone de la cuerda pasada por la brida que me sujetaba las muecas.

Es ms pequea de lo que supona murmur Arden, contemplando la muralla. La camisa le iba tan grande que le quedaba al descubierto la parte superior de la ancha cicatriz del torso. Tanto hablar de su grandeza No son ms que un hato de malhechores.

En los doce aos que pas en el colegio, las profesoras siempre se cuidaron muy mucho de resaltar (lo hacan tambin en los discursos que emitan por la radio en el saln principal), que la Ciudad de Arena era un sitio extraordinario, el corazn de la Nueva Amrica, la ciudad que el monarca haba restaurado en pleno desierto. Pip y yo habamos hablado sobre nuestro futuro dentro de sus muros, de los enormes y lujosos apartamentos que daban a elegantes fuentes, del tren que circulaba por los rales situados en la calle, as como de las tiendas llenas a rebosar de ropa y joyas restauradas. Sobamos con las montaas rusas, los parques de atracciones, los zoolgicos y el altsimo Palace, repleto de restaurantes y tiendas. Pero lo que estbamos viendo no tena nada que ver con la imponente metrpoli imaginada. La muralla era poco ms alta que la del colegio, y tras ella no se vean torres rutilantes.

La verja metlica chirri, se desplaz y se abri lentamente. Lowell, el soldado plido, descendi, rode el todoterreno y cort la cuerda con la que Arden estaba sujeta al vehculo. Stark hizo lo propio conmigo, mientras la verja se abra del todo y quedaba al descubierto un edificio de ladrillo, no muy alto. Me cogi del brazo y me traslad de la parte posterior al asiento trasero del vehculo.

No, no mascull Arden cuando ambas nos percatamos de dnde estbamos. Se dej caer al suelo como un peso muerto. No pienso volver.

Lowell intent que se incorporase y le tir del brazo.

A uno y otro lado de la verja se encontraban Joby y Cleo, las guardianas que durante muchsimos aos haban sido un elemento inamovible del colegio; apuntaban las metralletas hacia el bosque que se extenda a nuestra espalda. Desde la parte trasera, el edificio pareca ms pequeo a como lo recordaba. Junto a una hilera de ventanas bajas y enrejadas, haba una zona de hierba, rodeada de una valla de tela metlica cuya parte superior se curvaba hacia dentro para impedir fugas. Un puado de chicas, luciendo vestidos de papel azul exactamente iguales, estaban fuera y ocupaban dos mesas de piedra de gran anchura.

El vehculo avanz. Me arroj sobre Lowell y le clav el hombro en un costado, pero no sirvi de nada porque llevaba las manos atadas a la espalda. El soldado recuper rpidamente el equilibrio y arrastr a Arden hacia el interior. Cleo le sujet las piernas para impedir que asestase patadas.

No podis hacer esto! chill.

Stark me cogi firmemente del brazo mientras me llevaba de regreso al coche.

Este es el sitio que le corresponde sentenci con frialdad.

A pesar de estar sujeta de manos y pies, Arden forcejeaba. Lowell le tap la boca cuando entraron en la zona vallada. El soldado y Cleo la entregaron a las dos guardianas que se hallaban junto a la puerta, como si fuese un saco de arroz.

Solo pido un minuto supliqu y, clavando los talones en el suelo, me negu a dar un paso ms. Stark no me soltaba el brazo. No me lo permitirs? Ya la has trado, has cumplido con tu cometido. Y yo ir a la Ciudad de Arena. Solo pido un minuto, un nico minuto, para despedirme de ella.

l revis las altas cercas, situadas a ambos lados del camino de tierra, y el edificio que se alzaba ms adelante, cuya fachada de piedra rondaba los nueve metros de altura. El conductor haba colocado el todoterreno de costado, de modo que bloqueaba la verja. Yo no tena la ms remota posibilidad de escapar.

Al final me solt.

Dispones de un minuto precis. T misma.

Camin por el sendero de tierra, notando cmo me arda la zona del brazo que l me haba aferrado. Del edificio sali una mujer que se protega la boca con una mascarilla; arrastr una cama metlica con ruedas hasta la entrada, y Cleo at a Arden en ella, cambiando las bridas de plstico por tiras de cuero, ms gruesas y resistentes. Al verme tras la valla, se relaj.

No permitir que te hagan esto afirm. No lo permitir.

Iba a responderme, pero Joby la introdujo en el edificio, y la puerta se cerr tras ellas. Mi amiga ya no estaba.

Y yo qu? pregunt una voz conocida.

Me qued inmvil, porque supe de quin se trataba incluso antes de girarme. Se hallaba a dos metros de m, agarrada a la tela metlica. Me dirig hacia all, observando la negra melena humedecida de sudor, los moretones que le rodeaban las muecas y los tobillos, y el incmodo vestido de papel que le llegaba a las rodillas.

Ruby musit. No pareca estar embarazada, al menos de momento. Cmo te encuentras?

La noche de mi partida me haba detenido en la puerta de mi dormitorio, escuchando la respiracin de mis amigas y preguntndome cundo estara en condiciones de regresar. Cada vez que Maeve me enseaba una nueva tcnica, ya fuera usar el cuchillo, lanzar una flecha o trepar por una cuerda, imaginaba que regresara al colegio acompaada por las mujeres de Califia, y que Quinn o Isis estaran a mi lado cuando tomsemos al asalto el dormitorio a oscuras y despertramos a las chicas. En ningn momento se me pas por la cabeza que las cosas sucederan de otro modo.

Ruby tena los ojos semicerrados. Aferrada a la valla, balance el cuerpo de un lado para otro, desmadejado.

Qu te pasa? Qu te han hecho? pregunt mientras examinaba el pequeo jardn, donde descubr a varias chicas de mi clase y a algunas alumnas del curso superior, sentadas a las mesas de piedra. Maxine, una muchacha de nariz chata que cotilleaba sin cesar en aquellos tiempos, mantena la cabeza gacha. Qu te ocurre, Ruby?

Apartaos de ah orden una guardiana desde el interior del edificio. Se trataba de una mujer baja y fornida, con las mejillas picadas de viruela. Atrs!

Me apunt con un arma, pero no le hice el menor caso y apret la cara contra la valla con tanta intensidad que mi nariz estuvo a punto de tocar la de Ruby.

Dnde est Pip? susurr. Pero ella se fijaba solamente en mis gastadas botas grises. Ruby, contesta insist apremindola.

La guardiana se aproxim, y Stark se ape del todoterreno. No nos quedaba mucho tiempo.

Ruby mir el cielo, y el sol le ilumin los ojos de color castao, resaltando los puntitos marrones y dorados ocultos en sus profundidades. Di algo pens mientras Stark se me acercaba, llevando a Lowell pegado a sus talones. Te ruego que me digas algo.

Eve, aljate de la valla! Ya est grit Stark, y orden a la guardiana: Baja el arma!

Por favor insist a Ruby.

Entreabri los labios como si fuera a decir algo, recost la frente en la valla y pregunt:

Dnde se han metido los pjaros?

Stark me sujet del codo, y volvi a hacerle seas a la guardiana para que bajara el arma.

Bueno, se acab. Sube al coche mascull, y me clav ms fuerte los dedos en el brazo.

No perd de vista a Ruby mientras me metan en la parte trasera del todoterreno y volvan a atarme. Mi excompaera de colegio segua apoyada en la valla, moviendo la boca, como si ni siquiera se hubiese enterado de que yo ya no estaba.

Lowell puso el vehculo en marcha, y los neumticos chirriaron en contacto con la endurecida tierra. La verja se abri, y entonces experiment ese sentimiento tan conocido de soledad, la insondable sensacin de vaco por no tener a nadie a mi lado. El lugar que me haba arrebatado a Pip y a Ruby tambin se haba llevado a Arden. Una vez que se hubo cerrado la verja, contempl cmo la pared de piedra desapareca tras los rboles, y fui consciente de que gran parte de mi vida segua aprisionada en el interior de aquel edificio.

Diez

El sol se hundi detrs de las montaas y los bosques dieron paso a amplias extensiones de arena. Continuaba atada a las entraas metlicas del todoterreno, sintiendo el cuerpo entumecido y dolorido tras las horas pasadas en su interior. Nos vimos obligados a circular por el terreno pelado y lleno de baches que haba junto a la calzada para evitar los numerosos coches calcinados que se amontonaban en la autopista. El vehculo pas bajo gigantescas vallas publicitarias, cuyo papel se haba rasgado y cuyas imgenes haban perdido color a causa del sol. En una de dichas vallas se lea: PALMS. CENTRO TURSTICO, INFINITAS TENTACIONES; otra de ellas exhiba botellas de un lquido amarillento cuyo cristal estaba salpicado de gotas, como si fueran de sudor. La palabra BUDWEISER apenas resultaba legible.

Nos dirigimos rpidamente hacia las murallas de la ciudad. Tal como nos haban contado en el colegio, en medio del desierto se alzaban unas torres monumentales. Pens en Arden y en Pip, atadas a las camas metlicas, y en Ruby y su mirada perdida. La pregunta que esta me haba formulado segua resonando en mi cabeza: Y yo qu?. El sentimiento de culpa me asalt de nuevo, y me dije que no haba hecho lo suficiente. Pero aquella noche me haba ido convencida de que tendra ocasin de regresar. Necesitaba ms tiempo. En ese momento, maniatada y a punto de entrar en la Ciudad de Arena, no poda hacer nada por ellas.

Cuando nos acercamos a la muralla de quince metros de altura, Stark sac del bolsillo una placa circular y se la mostr a los guardias. Despus de una pausa interminable, se abri una puerta en un lateral de la muralla, lo suficientemente ancha para que el todoterreno pasase. Entramos y nos detuvimos ante una barrera. Con los fusiles desenfundados, varios soldados rodearon el vehculo.

Dadnos vuestros nombres grit alguien desde la oscuridad.

Stark le mostr la placa y pronunci su nombre y su nmero; los dems ocupantes hicieron lo mismo. Un soldado, con la piel quemada por el sol, estudi la placa, mientras otros compaeros registraban el vehculo, iluminaban la parte inferior de la carrocera, escudriaban las caras de los viajeros y observaban el suelo bajo sus pies. El haz de luz recorri mis manos, todava sujetas por la brida de plstico.

Es una prisionera? quiso saber uno de los soldados sin apartar la luz de mis muecas. Tenis sus documentos?

No hacen falta respondi Stark. Es ella.

El soldado, de ojillos redondos y relucientes, me examin y, finalmente, dijo muy ufano: En ese caso, bienvenida.

Hizo una indicacin a sus compaeros para que se apartasen, y la valla metlica se alz; Stark apret el acelerador y nos dirigimos velozmente a la rutilante ciudad.

Pasamos frente a edificios cuyos interiores estaban iluminados en tonos az