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  • educacin

  • traduccin deBERTHA RUIZ DE LA CONCHA

  • EDUCACIN, PODER YBIOGRAFA

    Dilogos con educadores crticos

    porCARLOS ALBERTO TORRES

    sigloveintiunoeditores

  • siglo xxi editores, s.a. de c.v.CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN, 04310, MXICO, D.F.

    siglo xxi editores argentina, s.a.TUCUMN 1621, 7 N, C1050AAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA

    revisin: mara jos rodrguez murguiondoportada de ivonne murillo

    primera edicin en espaol, 2004 siglo xxi editores, s.a. de c.v.isbn 968-23-2501-3

    primera edicin en ingls, 1998 routledge, nueva york, londresttulo original: education, power, and personal biography. dialogues with critical educators

    derechos reservados conforme a la leyimpreso y hecho en mxico

  • DEDICATORIA

    El adagio latino ad fontes nos recuerda que siempre regresaremos alas fuentes de nuestras pasiones e inspiracin.

    Quiero dedicar este libro de dilogos con educadores crticos a losnumerosos maestros annimos y pedagogos prcticos que, en su lu-cha diaria, han construido un mundo mejor, ms bondadoso y justo.

    Quisiera tambin dedicar este libro a los pocos pedagogos prcti-cos que han combinado la teora y la prctica de manera muy origi-nal, y quienes, con la congruencia de su vida o el martirio de sumuerte, han demostrado que luchar por un mundo mejor es apren-der a ser un mejor hombre o una mejor mujer, pese a nuestras pro-pias contradicciones.

    Hablar de historia, como nos record Cornel West cuando visitla Universidad de California, en Los ngeles, en febrero de 1996,parecera un rasgo poco caracterstico de los estadunidenses. Noobstante, quisiera dedicarles este libro a las siguientes personas:

    Csar Chvez, quien falleci cuando yo trabajaba en el primerborrador de este libro. Al igual que otros contados lderes en EstadosUnidos, Csar combin su compromiso poltico con una ticacoherente y radical al servicio de los pobres y desposedos. Su vida yobra me recuerdan la tica y la poltica de la pedagoga del oprimido,nacida en Sudamrica como resultado de la misma lucha, en favorde la misma gente, y por las mismas razones que Chvez luch en losvalles de California. Dedico este libro a la memoria de ese hombregigante y humilde.

    Martin Luther King, quien saba que el valor de sus palabras nopodra ser destruido por una bala asesina, y quien se mostr dispuestoa subir a la cumbre de la montaa slo para ver la luz. Dedico este libroa la memoria del padre del movimiento por los derechos civiles, en unmomento en que los estadunidenses parecen olvidar que la historia serepite, primero como tragedia y luego como farsa; as lo atestigua eldiscurso conservador con respecto a abolir la accin afirmativa.

    Dom Helder Camara, obispo de Olinda y Recife, alma noble, unode los fundadores de la teologa de la liberacin, hombre de paz yamor, quien saba que la nica manera de lograr la paz es desatando

    [7]

  • 8 dedicatoria

    el fuego de la concienciacin ese neologismo que l populariz yse convirti en un paradigma seero de la educacin crtica y quien,con su amor por los pobres y oprimidos, nos ense que vivir eselegir.

    Por ltimo, aunque no por ello menos importante, dedico estelibro a Rosa Parks, quien no slo saba que la dignidad y la furiafomentan un sentido de decencia y autenticidad en la construccindel yo, sino tambin que un gesto pedaggico puede iniciar un mo-vimiento social con tan slo decir no. O, en otras palabras comodiran los luchadores chicanos y latinos en los Estados Unidos RosaParks, con su desafo, grit a voz en cuello, s se puede.

  • [9]

    IN MEMORIAM

    Mientras editaba el manuscrito de este libro, el filsofo y educadorbrasileo Paulo Reglus Neves Freire, nacido en Recife, Brasil, el 19de septiembre de 1921, muri de un infarto en So Paulo, Brasil, el 2de mayo de 1997.

    Paulo era nuestro amigo, un hombre maravilloso, de gran espiri-tualidad, que inspir a toda una generacin de educadores crticos.Fue un pedagogo que expandi nuestra percepcin del mundo,nutri nuestra voluntad, ilumin nuestra conciencia sobre las causasy consecuencias del sufrimiento, y sobre la necesidad de desarrollaruna pedagoga tica y utpica que condujera al cambio social. Almorir, nos deja el recuerdo de sus gestos y su voz sonora; su rostrode blanca barba semejante al de un profeta, y sus maravillosos librossocrticos.

    Dedico este libro a la memoria de Paulo. Muri poco despus dehaber ledo y aprobado su texto, y estaba muy entusiasmado con elproyecto. La conversacin que aparece en este libro ciertamente esuna de sus ltimas entrevistas. Incluyo un poema que escrib des-pus de su muerte, porque la poesa es, tal vez, una manera de recor-dar y sanar al mismo tiempo.

    CARLOS ALBERTO TORRES

  • PAULO, AMIGO, MAESTRO

    Ya no ests. Tu corazn, que am tanto, dej de latir y te fuiste.Y nos dejaste muy solos.Con vos se fue la voz de los pobres, los desposedos y los oprimidos,los sin voz.Con vos se fue la conciencia de Amrica Latina, y tambin una granparte de nuestra dignidad.Con vos muri el mito en vida, el que luchaba con sus contradiccio-nes, el que educaba con sus parbolas, el que seduca con su sonrisade barba y cabellos blancos, lacios desgranados al viento, en una cabe-za de esttica sin par. Como el Ave de Minerva te elevaste al amanecer.Con vos nacimos al vigor de una educacin utpica que defendistehasta el ltimo momento.Con vos aprendimos el dilogo, no la polmica.Con vos gozamos al profeta que denunciaba y anunciaba.Con vos supimos que el peregrinaje por este mundo slo tiene senti-do en la lucha.Con vos, maestro que te cobijabas bajo el rbol de mango y practicabaspalabras y mundo en el patio trasero de tu casa materna en Recife, enten-dimos las angustias y tambin las esperanzas de todos los maestros.Y ya no ests. Pero nos dejaste la pedagoga del oprimido y la peda-goga de la esperanza.Nos dejaste tu espiritualidad sin lmites, como tu humanidad.Nos dejaste tus escrpulos, tu testimonio de viejo luchador sin con-cesiones al capitalismo, a la injusticia, a la falta de democracia, a laopresin, al desamor y al ltimo de los demonios que buscabas exor-cizar, el neoliberalismo.Con vos qued tu invitacin a que no te celebremos o repitamos,sino que te reinventemos.Con vos seguimos viviendo en la sensibilidad utpica y el amor solidario.Aunque nos dejaste solos e inmensamente tristes,amigo, maestro que ya no ests.

    Carlos Alberto TorresCentro de Estudios Latinoamericanos, Universidad de California

    Los ngeles, 7 de mayo de 1997

    [10]

  • AGRADECIMIENTOS

    Este libro nunca se habra publicado sin la ayuda de muchos amigos ycolegas. Michael W. Apple, como compilador de la reconocida serieCritical Social Thought, editada por Routledge, me anim a llevar acabo este proyecto y, como siempre, me proporcion su amable aseso-ra, de gran solidez acadmica. Todos los acadmicos entrevistados sehicieron tiempo para verme, responder con gran celeridad a mis pre-guntas y revisar los distintos borradores de las entrevistas con toda pun-tualidad. Para todos ellos, mi amistad y gratitud.

    Raymund Paredes, vicerrector de Desarrollo Acadmico en la Universidadde California, y un buen amigo, me brind el apoyo financiero para el proyec-to y comparti conmigo su profunda percepcin sobre la complejidad de laprofesin acadmica en los Estados Unidos. Me siento en deuda con l y conla Escuela Superior de Educacin y Estudios sobre la Informacin, el Centrode Estudios Latinoamericanos y la oficina de la Rectora de la Universidad deCalifornia, por el apoyo que me brindaron.

    Varios de mis alumnos colaboraron en las diferentes etapas del manus-crito. Mi gratitud a Julie Thompson, Pilar OCadiz, Octavio Pescador y TimLitner, por el valioso trabajo de transcribir las entrevistas y por otras mlti-ples actividades derivadas del proyecto. En especial, agradezco sus puntosde vista y crticas al material, lo cual me ayud a darle forma a este proyec-to. Karen McClafferty merece mencin especial, ya que ley el manuscritoen la etapa final y se encarg de la coordinacin general del proyecto. Sinsus sobresalientes conocimientos de organizacin y edicin, este libro nun-ca se habra concluido.

    Mis colegas Daniel Schugurensky y Sol Cohen leyeron partes delmanuscrito y me hicieron crticas tiles, que les agradezco.

    No menos importante fue la ayuda de Sarah Kinkaid de la EscuelaSuperior de Educacin y Estudios sobre la Informacin, quien con granentusiasmo integr las diferentes versiones de las entrevistas, los curr-culum vitae y la bibliografa; igualmente a Nina Moss y Luca Zepedadel Centro de Estudios Latinoamericanos, quienes me brindaron uninvaluable apoyo editorial y administrativo, y coordinaron la interaccincon los diferentes autores de este libro, adems de encargarse de misapretados horarios. Sin su apoyo este proyecto nunca habra alcanzadocomplimiento.

    [11]

  • Esta pgina dejada en blanco al propsito.

  • PREFACIO

    Hace varios aos di una conferencia en una universidad de Coreadel Sur. El ejrcito haba rodeado la universidad para evitar que losalumnos y maestros abandonaran el campus para manifestar su opo-sicin al gobierno represor. El saln de conferencias estaba atesta-do; la gente se sent en el suelo, en los pasillos, incluso en el escenario.Habl sobre la importancia crtica de la educacin en la lucha por lademocracia y describ la tradicin de los estudios crticos sobreeducacin y cmo nos haban dado las armas para comprender mejory combatir la compleja relacin entre educacin y las desigualdadesculturales, polticas y econmicas. Mencion que el hecho de que elejrcito rodeara el campus y de que muchos estudiantes y profesores,no slo en su pas sino en muchos otros, temieran hablarabiertamente, indicaba el profundo miedo que tenan los gruposdominantes de una educacin verdaderamente crtica y liberadora.La tensin en el saln de conferencias era palpable.

    De pronto, los colegas coreanos que haban organizado la confe-rencia y yo fuimos detenidos: resultaba intolerable que se mencio-naran semejantes cosas.

    Si alguna vez confirm el poder de las ideas crticas y de la convic-cin de los grupos dominantes de que ensear ideas crticas era pe-ligroso, fue en esta ocasin. De pronto me result clara la importanciade la educacin crtica y los peligros de ejercerla.

    Seguramente, muchos lectores de este libro podran mencionarexperiencias similares con relacin a la poltica de raza, gnero, sexua-lidad, clase, capacidad y otras esferas de la vida social. O instanciasmenos visibles, aunque no menos politizadas, de la constante luchadiaria en las aulas, los salones de conferencias, las escuelas y otrasinstituciones, comunidades y diversos entornos para construir unaeducacin digna de llamarse as. La lectura de Educacin, poder y bio-grafa me remiti de inmediato a una serie de reflexiones crticas.Vincula lo intensamente personal a lo intensamente poltico. CarlosTorres dialoga con diversas personas que han dedicado su vida a ladifcil, enriquecedora y, en ocasiones, peligrosa tarea de presentaranlisis crticos de la mayor importancia histrica sobre la educa-

    [13]

  • cin, y de poner en prctica una educacin ms crtica desde el pun-to de vista social.

    Llama la atencin el carcter eminentemente personal de estosdilogos, y el que se revele con toda claridad que el trabajo de estaspersonas se basa en un compromiso profundo por lograr una socie-dad sustentada en la bondad y en la justicia social. La biografa, lateora, la poltica y la prctica se combinan de manera tal que mues-tran las races mltiples de las tradiciones (en plural) sobre educa-cin crtica. El propio Carlos Torres, un respetado integrante de laconstruccin y reconstruccin de estas tradiciones crticas, muestraun claro talento para llegar al fondo de las relaciones entre biogra-fa, teora, poltica y prctica. En un momento de ataques conserva-dores a los valores y las instituciones que tantas personas hanconstruido y defendido durante aos, es vital que continuemos am-pliando las tradiciones representadas en los dilogos de este libro.Como mencionaba en otro lugar, en ocasiones los estilos acadmi-cos que prevalecen podran colocar al autor y al lector en una posi-cin que oculte lo que resulta inaceptable. La verdadera poltica yla gente de verdad que se encuentra detrs del estilo elptico de ladignidad acadmica se oscurece.1 Uno de los grandes beneficios dela forma dialgica es que resalta los elementos que se consideraninaceptables y los coloca en el centro de la discusin. De esta mane-ra, el acto de leer el trabajo pasado, presente y futuro de estos auto-res nunca ser igual.

    Posiblemente al lector le resulte interesante que varias de las per-sonas que apoyaban al gobierno que nos detuvo a m y a mis colegasen Corea ahora se encuentran en la crcel, lo cual es un ejemplo deque la accin sustentada en ideas crticas puede dar cabida a nuevasposibilidades. A diferencia del cinismo y la prdida de memoria co-lectiva que busca generar el presente clima conservador, las histo-rias y los dilogos de este libro nos ayudan a regenerar un sentido dela historia y de las posibilidades, en la medida en que continuemos lalucha por la educacin en los aos venideros.

    Michael W. AppleUniversidad de Wisconsin, Madison

    1 Michael W. Apple, Conocimiento oficial: la educacin democrtica en una era conser-vadora, Barcelona, Paids, 1996.

    14 prefacio

  • INTRODUCCIN A LOS DILOGOSCON EDUCADORES CRTICOS

    CARLOS ALBERTO TORRES

    Si profundizas en una teora, encontrars una biografa.1

    ESTUDIOS CRTICOS SOBRE EDUCACIN

    Y BIOGRAFAS DE EDUCADORES

    Podramos decir, parafraseando a Bertolt Brecht, que los acadmi-cos crticos consideran la educacin no como un espejo que reflejala realidad, sino como un martillo con el cual moldearla. Desde estaperspectiva, han aparecido en los ltimos dos decenios numerososestudios crticos sobre educacin que exponen la relacin entre po-ltica, poder y educacin. Estos estudios ya no se encuentran al mar-gen de las disciplinas establecidas en educacin; han pasado delmargen al centro del debate actual sobre currculum, pruebas, ad-ministracin, capacitacin profesional, financiamiento a la educa-cin y virtualmente cualquier problema significativo en el rea de laeducacin.

    Los acadmicos crticos de la educacin han combinado la teoracon la prctica poltica, cultural y educativa de manera nica. Estatradicin de estudios crticos generalmente se ha asociado con lanueva izquierda del entorno acadmico estadunidense, una tradi-cin surgida despus del macartismo y paralela al inicio de la guerrade Vietnam y del movimiento por los derechos civiles, que enfrentla revolucin del Sputnik y el fiasco de la baha de Cochinos.2

    1 Frase del profesor de sociologa Troy Duster durante una de sus clases en laUniversidad de California, Berkeley, citada con su permiso.

    2 Los efectos del macartismo en la vida de las universidades estadunidenses suelenomitirse cuando se comenta la falta de una tradicin de izquierda en el medioacadmico. Para un anlisis excelente y bien documentado, vase Ellen W. Schrecker,No Ivory Tower: McCarthyism and the Universities, Nueva York, Oxford University Press,1986.

    [15]

  • 16 introduccin a los dilogos con educadores crticos

    Los dilogos incluidos en este libro documentan las luchas, lasalegras y los pesares de la izquierda y de los acadmicos progresistasque luchan por establecer una nueva tradicin crtica. Al mismo tiem-po, muestran el entorno social, cultural e intelectual en el que traba-jan estos educadores, as como los dilemas personales y polticos queenfrentan al pasar de la crtica a una pedagoga de la esperanza y asu prctica.

    DILOGOS CON EDUCADORES CRTICOS

    En mis inicios como profesor universitario all en los aos setenta,di clases de filosofa poltica a alumnos de posgrado en CienciasSociales en Argentina y Mxico. Al intentar comprender la complejarelacin entre educacin y poder desde la perspectiva de la teoracrtica conforme a la tradicin de Frankfurt, le con avidez lastraducciones al espaol de los clsicos de la teora social y la filosofapoltica, especialmente Immanuel Kant, Georg Wilhelm FriedrichHegel, Karl Marx, Max Weber, Henry Bergson, Wilhelm Dilthey,Jrgen Habermas, Antonio Gramsci, Rosa Luxemburg, Georg Lukcs,Herbert Marcuse, Nicols Maquiavelo y Jean-Jacques Rousseau. Tam-bin le a Paulo Freire, quien tendra una influencia decisiva en micomprensin de la teora social y la educacin.

    Llegu al aeropuerto de San Francisco una brumosa maana dejulio de 1980. Era la primera vez que viajaba a un pas fuera deLatinoamrica, y aunque no hablaba, lea ni comprenda una solapalabra de ingls, la Universidad de Stanford me haba otorgadouna buena beca para hacer mi doctorado. No tena idea de la dificul-tad que significara aprender ingls y sostener a una familia en unentorno cultural totalmente distinto, adems de estudiar para obte-ner el doctorado. Despus del curso introductorio de ingls comosegunda lengua, que dur seis semanas, comenc las clases en octu-bre de 1980.

    Entrar por vez primera en la biblioteca de investigacin de launiversidad me proporcion una experiencia intelectual revelado-ra: encontr un corpus de estudios crticos en ingls, una lenguaque entonces no poda leer. Fue una experiencia difcil y extenuan-te, pero comenc a leer y a entender algunas de las palabras clave enla economa poltica de la educacin un campo apenas exploradoen Latinoamrica en los decenios de 1960 y 1970, a leer sobre filo-

  • 17introduccin a los dilogos con educadores crticos

    sofa poltica de la educacin campo de estudio muy avanzado en laregin, aunque dominado por las especulaciones tomistas ms quepor la perspectiva pluralista, con la honrosa excepcin de Freire yde los docentes de la educacin popular y sobre sociologa de laeducacin, estudios de currculum y educacin comparada e inter-nacional, campos poco desarrollados en Latinoamrica. Este corpusde estudios crticos sobre educacin, muchos de los cuales no se ha-ban traducido al espaol ni al portugus a principios de los aosochenta, me abrieron un mundo nuevo de comprensin intelectual.

    Estas lecturas tambin me condujeron a mi propio descubrimien-to de muchos de los principales educadores radicales en EstadosUnidos y Gran Bretaa. Y fue esta experiencia la que gui mi selec-cin de educadores crticos para estos dilogos. Incluso desde estaperspectiva restringida e idiosincrsica, debo mencionar que estelibro tambin es parte de nuestra biografa. Por ende, invit a diver-sos acadmicos, en su mayora ahora amigos personales, a dialogarconmigo sobre su trabajo acadmico y sus experiencias personales,ya que fueron ellos quienes introdujeron a un gran nmero de aca-dmicos, maestros y profesionales en esta nueva tradicin de estu-dios crticos en educacin, que surgieron despus de la guerra deVietnam.

    Convoqu a Michael W. Apple, Samuel Bowles, Martin Carnoy,Paulo Freire, Herbert Gintis, Henry Giroux, Maxine Greene, Henry(Hank) Levin, Gloria Ladson-Billings, Jeannie Oakes y Geoff Whitty.Si bien estos nombres no forman una muestra estadsticamente re-presentativa de una generacin de pensadores crticos, s son ejem-plos relevantes de esa primera generacin. (Quise incluir tambin aCornel West, cuyos libros iniciaron una nueva fase de discusin inte-lectual sobre filosofa, espiritualidad y los dilemas relacionados conla raza, la clase y el gnero, y la justicia social en Estados Unidos, peroresult imposible debido a que el tiempo para producir el libro eramuy limitado.)

    No sorprende que la mayora de las personas incluidas sean hom-bres blancos. Pese al hecho de que en las universidades hay un am-biente ms democrtico que en el mundo corporativo, y de que losobstculos ya no son tantos, las mujeres como nos dice MaxineGreene han enfrentado serias dificultades para incorporarse en elmundo acadmico, mucho ms si tenan una perspectiva crtica haceun par de decenios. La falta de una mezcla racial y tnica, la ausen-cia de un buen nmero de personas de color, tambin se refleja en el

  • 18 introduccin a los dilogos con educadores crticos

    terreno del gnero. La discriminacin racial, al igual que la de g-nero, ha tenido un papel preponderante en la contratacin deacadmicos y en la formacin de comunidades intelectuales, peroespecialmente en los casos de acadmicos que representan perspec-tivas crticas.

    nicamente dos educadores crticos incluidos en estos dilogos,Geoff Whitty y Paulo Freire, no trabajan en universidades de EstadosUnidos, aunque ambos tienen una participacin importante en lacomunidad estadunidense de educadores crticos. Las aportacionesde Whitty a la nueva sociologa de la educacin a principios deldecenio de 1970, por medio de su colaboracin con M. F. D. Young ysu trayectoria como uno de los ms brillantes crticos de las polticaseducativas neoliberales en Inglaterra, le han merecido un lugardestacado en las esferas intelectuales de Estados Unidos. Ha aportadomucho a la creacin de una perspectiva crtica en educacin en elmundo de habla inglesa. Debido a la importancia de Paulo Freire enla pedagoga crtica, he incluido un fragmento de mis dilogos conl. El creador de la Pedagoga del oprimido es una figura emblemticaque ha dejado huellas en el mundo acadmico, en la teora crtica yen la metodologa a un punto hasta ahora no rebasado por ningnintelectual que emplee una perspectiva crtica sobre la educacin enel mundo.

    Este grupo incluye a economistas polticos de la educacin, ex-pertos en currculum, socilogos de la educacin, socilogos polti-cos de la educacin, especialistas en educacin urbana y artstica,tericos crticos, acadmicos feministas y estudiosos de color. Todoscomparten un profundo sentido de responsabilidad social y ejercenactividad poltica en favor de las causas progresistas. Algunos estninvolucrados en debates serios sobre reformas a la educacin liberalen Estados Unidos y en luchas en pro de la equidad y la igualdad deoportunidades educativas y sociales. No obstante, no necesariamenteconcuerdan en sus perspectivas tericas, agendas de investigacin oestrategia poltica. Algunos estn ms orientados hacia la teora, entanto que otros proponen opciones prcticas para el futuro educativoy ocupacional de las personas de color, los trabajadores y las mujeres.Todos son ejemplos de educadores progresistas que emplean diversosenfoques: teora crtica, marxismo, neomarxismo, teora de juegos,posmodernismo, pospositivismo, feminismo y teoras de raza y etnia,de clase y de gnero.

  • 19introduccin a los dilogos con educadores crticos

    TEMAS PARA EL DILOGO

    El libro documenta la evolucin de esta nueva tradicin en EstadosUnidos al usar las palabras de las personas clave que ayudaron afundarla. Conoceremos la lucha que sostuvieron durante ms de dosdecenios para ampliar las fronteras de los estudios crticos sobreeducacin, as como su opinin respecto de su propia agenda deinvestigacin, metodologa, teoras y prctica poltica. En sntesis,conoceremos su biografa intelectual y poltica.

    Lo ms interesante no es cmo se gest la tradicin de estudioscrticos sobre educacin, sino cul fue la razn. Cmo lograronestos educadores crticos iniciar una nueva opcin poltica y terica,pese a las restricciones impuestas por la corriente tradicional de lasciencias sociales a la vida acadmica? En qu difiere esta nueva tra-dicin de la educacin tradicional, y cmo la rebasa, al hacer dife-rentes cuestionamientos y proporcionar nuevas respuestas? Cmoeligieron su rea de investigacin, los temas, la especialidad docentey las estrategias polticas? Cmo evolucion su carrera acadmica, ycmo vinculan su formacin intelectual y poltica con las luchas so-ciales y polticas de los decenios recientes?

    Por ltimo, estos dilogos exploran los retos educativos de nues-tro tiempo. Cmo ven estos tericos crticos las luchas en el inte-rior del entorno educativo actual? Cul es el papel de los diferentesmovimientos sociales, grupos de inters y el establishment acadmico ypoltico en la definicin de la reforma educativa en el nuevo siglo?Cul es el saldo de xitos y fracasos de las reformas educativasprogresistas? Cules son los puntos de vista de estos tericos crti-cos con respecto a las relaciones multiculturales y entre grupos en elcampo de la educacin, sobre las luchas por la igualdad de gnero yel respeto a la diversidad o preferencia sexual, o las luchas progresis-tas y su relacin con clase, raza, etnia y religin en las escuelas pbli-cas? Cmo perciben las acciones de la derecha en los entornoseducativos de Estados Unidos? Cul es el futuro de la educacinpblica en el contexto de la globalizacin?

  • 20 introduccin a los dilogos con educadores crticos

    POLTICA, PODER Y EDUCACIN

    Los dilogos incluidos en el presente libro se concentran en las rela-ciones entre educacin, poder y biografa personal. Mark Ginsburgafirma que la poltica est relacionada con los medios de produc-cin, reproduccin, consumo y acumulacin de material y recursossimblicos.3 La poltica es un concepto difcil de aprehender si con-sideramos, como lo hace Ginsburg, que la poltica y lo poltico nopueden restringirse a las acciones del gobierno, el Estado, los parti-dos polticos, el parlamento, las constituciones o el voto, sino queincluyen todas las dimensiones de la experiencia humana e inter-actan con ellas. Por consiguiente, lo personal tambin es poltico,como lo demostr la teora feminista hace largo tiempo.4

    El poder y las relaciones de poder son difciles de conceptuar,operar y analizar. Como afirma convincentemente Wartenberg, elpoder se manifiesta como una compleja presencia social que existe enuna intrincada red de superposiciones y relaciones contradictorias.5

    Considerar el poder en trminos de relaciones nos permite identifi-car diferentes recursos de poder,6 as como la relacin entre poder yeducacin. La educacin como institucin, y como dimensin de lavida material y simblica, tambin puede verse en trminos de rela-ciones.7

    3 Mark Ginsburg, Sangeeta Kamat, Rahesware Raghu y John Weaver, Educatorand politics: Interpretations, involvement and implications, borrador, Universidadde Pittsburgh, 1993.

    4 Un buen ejemplo del anlisis sobre poder, educacin y biografa desde la perspectivade una acadmica feminista son los dilogos de G. C. Spivac, The Post-Colonial Critic:Interviews, Strategies, Dialogues, Nueva York y Londres, Routledge, 1990, p. 1.

    5 Thomas E. Wartenberg (comp.), Rethinking Power, Albany, SUNY Press, 1992, p. XIX.6 Lengermann y Niebrugge-Brantley proporcionan una buena sntesis de los

    recursos del poder: Los socilogos comnmente identifican cinco recursos de poder:la fuerza fsica, que es la base de la coercin; el control de los recursos materialesnecesarios, que es la base de la dominacin; la fuerza del mejor argumento, base de lainfluencia; la capacidad de tergiversar deliberadamente, base de la manipulacin; yuna posicin ventajosa dentro de un sistema de significados, base de la autoridad.Patricia M. Lengermann y Jill Niebrugge-Brantley, Feminist sociological theory: Thenear-future prospects, en George Ritzer (comp.), Frontiers of Social Theory, Nueva York,Columbia University Press, 1990, p. 336.

    7 Michael W. Apple y Lois Weiss, Seeing education relationally: The stratificationof culture and people in the sociology of school knowledge, Journal of Education 168,nm. 1, 1986.

  • 21introduccin a los dilogos con educadores crticos

    Desde esta perspectiva, sobre las interacciones y posibles contra-dicciones entre las diversas dimensiones que conforman la realidadeducativa, Apple y Weiss mencionan lo siguiente:

    No podemos comprender plenamente la ubicacin de nuestras institucio-nes educativas dentro de una configuracin ms amplia de poder econmi-co, cultural y poltico, a menos que intentemos examinar las diferentesfunciones que cumplen en nuestra desigual formacin social. Ms an, entanto debemos develar los diversos papeles que desempea la escuela, nonecesariamente podemos suponer que las instituciones educativas siempretendrn xito en llevar a cabo estas tres funciones. La acumulacin, la legi-timacin y la produccin representan la presin estructural sobre las es-cuelas, y no son un resultado previsible. En parte, la posibilidad de que laeducacin no cumpla con las exigencias de estas presiones se refuerzapor el hecho de que las tres funciones generalmente son contradictorias, ymuchas veces funcionan en contra de s mismas.8

    Considerar el poder y la educacin en trminos de relacin revela-r cmo estos educadores crticos estn insertos en relaciones de poder,constituidos e intersecados por ellas. Trabajan y viven dentro de rela-ciones de poder, esto es, dentro de relaciones tanto desiguales, dedominacin y subordinacin, como de vnculos que se refuerzanmutuamente.9 Estos dilogos reflejan la encarnacin del poder y laeducacin en su biografa.

    EL DILOGO COMO MTODO

    Y EXPERIENCIA DE APRENDIZAJE Y LUCHA

    Estas conversaciones con educadores crticos, derivadas de su biogra-fa, de su lucha y sus intentos por comprender sus propias contradic-ciones en el contexto de las contradicciones de la educacin y elcapitalismo, nos ayudan a derribar dos mitos del liberalismo que se

    8 Ibid., p. 11.9 Mark B. Ginsburg, Contradictions, resistance and incorporation in the political

    socialization of educators in Mexico, documento presentado en la conferencia anual dela Asociacin de Educacin Comparativa e Internacional, Kingston, Jamaica, 16 al19 de marzo de 1993, p. 2.

  • 22 introduccin a los dilogos con educadores crticos

    volvieron ms cuestionables que nunca hacia finales del siglo pasa-do: en primera instancia, la nocin de que la educacin es una activi-dad neutral; en segundo lugar, que la educacin es una actividadapoltica.

    Paulo Freire, quien incansablemente insisti en la politicidad10

    de la educacin y la importancia poltica de la enseanza y el apren-dizaje como una aventura humana, lo dijo con gran claridad:

    La enseanza y el aprendizaje son, por ende, momentos de un proceso msamplio, que es el conocimiento, el cual involucra el reconocimiento. El edu-cando se reconoce al conocer los objetos, al descubrir que es capaz de conocer,al tomar conciencia de la inmersin de los significados y, al hacerlo, se convier-te en un significante crtico. En ello reside, en el anlisis ltimo, la gran impor-tancia poltica del acto de ensear. Entre otros factores, esto es lo que distinguea un educador progresista de un colega reaccionario.11

    El dilogo se ha definido como un tipo especial de relacin peda-ggica comunicativa, una conversacin interactiva, dirigidaintencionalmente a la enseanza y al aprendizaje.12 Diversos acad-micos positivistas han utilizado libros basados en dilogos como unaestrategia valiosa para alternar la comunicacin y el aprendizaje.13 No

    10 Considero que este neologismo utilizado por Freire en diversas ocasiones tieneun sentido ms fuerte que decir que la educacin tiene una naturaleza poltica.

    11 Paulo Freire, Pedagoga de la esperanza, Mxico, Siglo XXI, 1993.12 Nicholas C. Burbules, Dialogue in Teaching: Theory and Practice, Nueva York y

    Londres, Teachers College Press, 1993. En este interesante libro, Burbules define losdistintos significados del dilogo como pregunta, conversacin, debate, juego,instruccin y como un tipo de interaccin comunicativa que, en su opinin, tambinpuede construirse como una relacin de comunicacin pedaggica.

    13 La ms obvia y quiz ms brillante de estas experiencias de aprendizaje comunicativoson los dilogos que inici Paulo Freire hace muchos aos en Latinoamrica. En fechams reciente, se han publicado dilogos similares entre Freire y otros en Estados Unidos,a manera de libros. Para un ejemplo del formato original de los dilogos de Freiresobre la educacin, vase Carlos A. Torres (comp.), Entrevistas con Paulo Freire, 1986,Mxico, Gernika, 4a. ed., 1978. Para un ejemplo contemporneo de los dilogos deFreire sobre la educacin como instrumento de comunicacin y ejercicio de autorre-flexin para la construccin del conocimiento, vase Sobre educao (Dilogos), 2 vols.,Ro de Janeiro, Paz e Terra, 1982, 1984. Para otros libros sobre dilogos que han sidobien recibidos en Estados Unidos, vase, por ejemplo, Ira Shor y Paulo Freire, A Pedagogyfor Liberation: Dialogues on Transforming Education, South Hadley, Massachusetts, Bergin& Garvey, 1987; y Myles Horton y Paulo Freire, We Make the Road by Walking: Conversationson Education and Social Change, Filadelfia, Temple University Press, 1990.

  • 23introduccin a los dilogos con educadores crticos

    obstante, el propsito de este libro no es representar un texto dedilogos pedaggicos en el sentido freireano. Se trata ms bien deun punto intermedio entre el periodismo acadmico y ensayos teri-cos y biogrficos.

    El dilogo es diferente de la narracin, que entretiene y, con eltiempo, educa. Desde una perspectiva crtica, por medio del dilogoy la narracin, las experiencias vividas pueden construirse como his-torias que hablan de la verdad y una sincera bondad, pero tambinde luchas, sueos y esperanzas.14 Resulta interesante, y quiz sea unreflejo de una generacin peculiar, que el tema de obtener la titula-ridad en una universidad dedicada a la investigacin no surja comouno de los temas principales en la mayora de las conversaciones,pese al hecho de que en ellas se narra cun difcil ha sido para variosde estos educadores establecer la tradicin crtica de estudios radi-cales en la educacin en el seno de universidades estadunidenses deprestigio y en el corazn del capitalismo estadunidense.

    No obstante, es importante sealar que los dilogos nos puedenconferir poder, aunque tambin pueden quitrnoslo. Por ejemplo,poco despus de que acept mi trabajo actual en la Universidad deCalifornia, en 1990, el profesor titular que particip en mi contrata-cin me present a un colega de otro campus de la universidad conlas siguientes palabras: ste es Carlos Alberto Torres, nuestro teri-co crtico representante de una minora. Al margen del insulto, estaafirmacin de un antiguo profesor de mi propia institucin me re-cord yo era entonces un profesor relativamente nuevo y sin titula-ridad que la interaccin educativa est imbricada en relaciones depoder e intercambios polticos sutiles (y no tan sutiles).

    Si bien la intencin de mi colega fue hacer un comentario gracio-so aunque no puedo evitar la lectura freudiana sobre la revelacinde la personalidad en el sentido del humor, esta afirmacin meresult sumamente instructiva para comenzar a verme como el pro-tagonista de la representatividad de la diversidad poltica y terica enel entorno acadmico. Quizs el comentario slo pretenda ser gra-cioso, pero en el contexto de una interaccin acadmica, me reveluna amplia gama de valores, expectativas y aspiraciones. Como partede un dilogo entre colegas, les quitaba poder a mi persona, a mi

    14 Nell Noddings, Stories in dialogue: Caring and interpersonal reasoning, en C.Whitherell y N. Noddings (comps.), Stories Lives Tell: Narrative and Dialogue in Education,Nueva York y Londres, Teachers College Press, 1991, pp. 157-170.

  • 24 introduccin a los dilogos con educadores crticos

    funcin y a la beca que obtuve. Esa presentacin me coloc de inme-diato como un extrao en el contexto de una institucin a la cual,tras largos meses de difcil deliberacin con mi familia, haba decidi-do incorporarme. Su comentario tambin me dej en claro, en unaetapa incipiente de mi carrera en la Universidad de California, que,como extrao, deba mantenerme a distancia de la estructura esta-blecida... simplemente deba permanecer como el crtico represen-tativo de una minora. Unos meses despus, conforme fui conociendomejor la institucin, comprend que la afirmacin de este profesorera tanto una defensa ftil de su territorio intelectual o campo sim-blico dentro de la institucin aparentemente amenazado por mipresencia y un deseo no expresado de que yo fuera el ltimo de losunicornios al que se le permitiera unirse a las filas de la Escuela Su-perior de Educacin de la Universidad de California.

    Los dilogos que confieren poder son fascinantes, imaginativos ydivertidos. Gracias a estos dilogos fascinantes, las narraciones ora-les cobran vida y se convierten en una herramienta de ilustracin yvalor, as como en una fuente de historias colectivas reconstruidas,imbricadas en historias individuales. Por ejemplo, los dilogos sobreel trabajo por la paz, extrados sobre todo de las historias orales delas mujeres activistas en favor de la paz, ofrecen una perspectiva ni-ca de la lucha social en Estados Unidos.15

    El lector no debe esperar encontrar en estos dilogos las limita-ciones de una entrevista realizada conforme a un esquema rgidopreestablecido. Prefer plantear los dilogos a partir del fluir de laconversacin. Son ms bien un intercambio verdadero de sentimien-tos, de preocupaciones intelectuales y de la pasin por reflejar lasexperiencias vividas, ms que un intento por seguir una agenda te-mtica explcita.

    Los dilogos permiten que las voces surjan y se desarrollen nue-vas narrativas sin las restricciones de la gramtica y la sintaxis de laprosa escrita, o sin tener que juzgar el resultado escrito de los dilo-gos en trminos del contexto del descubrimiento o de la validacincientfica. Cuando las preguntas no son programadas sino que pre-

    15 Judith Porter Adams, Peacework: Oral Histories of Women Peace Activists, Boston,Twayne, 1991. Cualquier dilogo que se construya en torno de la autorreflexin, quetome en consideracin las nociones medulares del activismo poltico puede ayudarnosa construir una imagen ms completa de las personas y de los acontecimientos, y nosabre varias vas de interpretacin y accin.

  • 25introduccin a los dilogos con educadores crticos

    tenden provocar una conversacin fluida, un buen dilogo tiene elquehacer de la ficcin, el arte de la poesa y la evaluacin de la inter-relacin entre la teora y la prctica para dar como resultado unaforma viva y exuberante, que va ms all de idiosincrasias y puntosde vista.16

    Si bien los dilogos son constructivos, tambin son disruptivosporque pueden cuestionar formas de interpretacin y estilos de an-lisis que, por lo menos en el mundo acadmico, se consideran bienestablecidos. Los dilogos como escritura experimental, disruptivao simplemente innovadora demuestran de qu manera las fronterasentre la literatura y otras formas de escritura cultural se han bo-rrado irremediablemente.17

    Los dilogos permiten que acadmicos con teoras profundas yun gran compromiso poltico, como los que he seleccionado paraeste libro, vuelen sobre un territorio ignoto; que observen sus pro-pias teoras e investigaciones desde una nueva perspectiva, a partirde su experiencia personal. Sin duda, gracias a estos dilogos sobreeducacin, poder y biografa, los lectores podrn revivir la vida de in-vestigadores y autores notables como historias de educadores que handejado una huella en el pensamiento progresista de los contextosestadunidense e internacional. Al mismo tiempo, estos dilogos re-afirmarn el viejo adagio feminista de que lo personal es inevita-blemente poltico y educativo.

    EL RELOJ DE LA TITULARIDAD

    Obtener la titularidad puede resultar una experiencia en verdad alie-nante para los profesores. Esta primera generacin de estudiososcrticos se abri paso en un periodo de transicin histrica entre lasexperiencias de la vieja izquierda y los comienzos de la nueva iz-quierda en Estados Unidos. En consecuencia, muchos de ellosmanifestaron desprecio por las formas externas del poder insti-tucionalizado, las reglas y normas aceptadas aunque a veces

    16 Rita Guibert, Seven Voices: Seven Latin American Writers Talk to Rita Guibert, NuevaYork, Alfred A. Knopf, 1973.

    17 David William Foster, Alternative Voices in the Contemporary Latin American Narrative,Columbia, University of Missouri Press, 1985, p. 148.

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    renuentemente por el establishment liberal de las instituciones de edu-cacin superior. No sorprende, entonces, la experiencia de SamuelBowles, que luch y gan en los tribunales la abolicin de la firmaobligatoria del juramento de lealtad que deban prestar los maestrosen el estado de Massachusetts. Esta primera generacin de educado-res crticos no estaba dispuesta a obedecer las reglas del juego simple-mente porque eran las reglas en vigor.

    Si bien no puede pasarse por alto la libertad y la seguridad en elempleo que proporciona la titularidad, los testimonios aqu inclui-dos dejan en claro que las biografas no fueron determinadas porlos concursos por la titularidad, aunque el caso de Henry Giroux y,en menor medida, la experiencia de Martin Carnoy son ejemplos deprocesos de titularidad polticamente motivados que afectaron sucarrera acadmica. El lema publicar o morir no era un demonioque este grupo de acadmicos, altamente productivos y publicados,debiera exorcizar en una orga de papel, tinta y mquinas de escri-bir, o con eternos clculos en computadora durante largas nochesde insomnio. Si bien el trabajo intenso fue y an es parte de su vida,escribir y publicar no ha sido para ellos un mandato csmico, sinouna exigencia existencial, ya que todos ellos han sentido que al leer,investigar, escribir y publicar han vivido una vida plena al tiempoque cumplan con las exigencias del trabajo cientfico. En sntesis,publicar es menos una obligacin que una responsabilidad; menosuna tarea que un placer ntimamente relacionado con ser adultos.La exigencia existencial de escribir no necesariamente produce ex-celentes investigadores o humanistas, aunque sin duda ayuda a for-jar una personalidad intelectual y poltica, construida y reconstruidauna y otra vez por medio de sus escritos. Como sugera Jorge LuisBorges, la literatura es autobiogrfica, y la poesa slo puede definirsecomo una confesin total del ego. Estos comentarios se aplican, ceterisparibus, a las experiencias de esta primera generacin de estudiososcrticos.

    No slo por una compulsin existencial de individuos talentosos,sino de intelectuales que crecieron a la sombra de la guerra fra, lageneracin de los aos sesenta tena el imperativo existencial de haceruna carrera sin dejar de luchar por aprender y ensear cmo se intersecael poder con la construccin de la subjetividad, cmo se intersecan elcapitalismo y la democracia, y cmo la igualdad de oportunidades edu-cativas se convirti en un elemento medular del movimiento por losderechos civiles, por la libertad de expresin, del fin de la guerra de

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    Vietnam, y la creacin de oportunidades de conferir poder a las clasesdesfavorecidas y las minoras de la sociedad estadunidenses. Por con-siguiente, escribir se torn una obligacin poltica, un complementoal placer de ir construyendo la propia biografa intelectual.

    Tal vez, el aparente desprecio por la titularidad muestra un rasgoposmodernista en intelectuales claramente modernistas: parecenagregar el placer del deseo por los imperativos categricos de la in-vestigacin y la publicacin a la lucha por la justicia social, una luchaque marc su vida y su carrera profesional.

    Acaso podemos aprender algo de su desinters por la titulari-dad? Ante todo, la leccin principal de la biografa intelectual deesta primera generacin de acadmicos crticos es que la bsquedaautntica de una carrera acadmica no puede enmarcarse en lo quela gente espera que uno haga. Ms bien, esta bsqueda se basa en loque realmente interesa, en lo que es la pasin y el deseo... la obsesin.Empero, cabe hacer una advertencia importante respecto de este en-foque. Cuando la mayora de estos acadmicos crticos claramenteubicados a la izquierda del espectro del establishment liberal iniciaronsu carrera acadmica, haba gran cantidad de oportunidades acad-micas, y obtener la titularidad no resultaba tan difcil como hoy. Porende, economistas calificados como Martin Carnoy y Henry Levinnunca se preocuparon por su posicin acadmica, ya que saban quepodan conseguir trabajos razonablemente bien remunerados encualquier otro lugar. Esta visin de una sociedad abierta que te-nan mientras trataban de obtener la titularidad no fue, de ningunamanera, una experiencia homognea para todos. A Henry Giroux lenegaron la titularidad en la Universidad de Boston por razones pol-ticas. Maxine Greene, a pesar de ser la editora de Teacher College Records,fue relegada como acadmica y no fue aceptada en el Departamentode Filosofa y Ciencias Sociales, donde slo haba hombres quienesse rehusaron a aceptar a una colega mujer, y mucho menos de iz-quierda, por lo cual debi conformarse con ingresar en el Departa-mento de Ingls en la Facultad de Pedagoga de la Universidad deColumbia. A Paulo Freire no slo le negaron un puesto acadmicoen la Universidad de Recife, donde tena el rango de tcnico aca-dmico como director del Programa de Extensin, sino, ante el xitode sus primeras experiencias en alfabetizacin, debi irse al exilio du-rante diecisis aos. Por ltimo, resulta claro que para poder desempe-ar su profesin, estos acadmicos han continuado fervientementecon sus esfuerzos y sus convicciones ms ntimas. Por ello han sido

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    tan productivos, no slo cuando intentaban obtener la titularidad,sino a lo largo de toda su carrera acadmica. En el momento deescribir este libro, todos haban pasado los cincuenta aos; MaxineGreene y Paulo Freire eran los de mayor edad. En conjunto, hanescrito ms de 132 libros y alrededor de 1 278 artculos de investiga-cin y captulos de libros. Este trabajo terico, empero, no impidique se dedicaran a cuestiones prcticas, como lo evidencia el trabajode Hank Levin con su reconocido Movimiento de Escuelas Acelera-das, o el de Jeannie Oakes como directora de Center X, un centrode capacitacin para maestros de la Universidad de California, quecombina la investigacin y la prctica de manera nica.

    Pese a su despreocupacin por los procesos de titularidad y staes otra observacin importante no es casualidad que estos acadmi-cos crticos sean tan productivos. El mundo acadmico proporcionasuficiente evidencia y en su obra La estructura de las revoluciones cien-tficas, publicada por University of Chicago Press, en 1996, ThomasKuhn lo deja muy en claro de que iniciar una nueva tradicin yapartarse de lo establecido exige una enorme cantidad de trabajo y ta-lento. En realidad, quienes transgreden las normas establecidas, eneste caso acadmicos de izquierda muy talentosos, tienen quesobresalir entre sus homlogos en productividad acadmica para tenerxito. Esto quiere decir que no slo deben ser tan buenos como losdems, sino duplicar su productividad para ser tratados como igualesen un campo de juego supuestamente parejo.

    LA FUNDACIN DE UNA NUEVA TRADICIN

    Los testimonios evidencian que, conforme avanzaban, estos educa-dores soportaron una gran incertidumbre en su propio trabajo, mien-tras seguan destinando una energa enorme a sus esfuerzosacadmicos. Si bien la mayora ha tenido la satisfaccin de ver el xi-to de sus aportaciones al mbito acadmico, tanto en Estados Unidoscomo en otros pases, es justo mencionar que, quizs en los inicios,su plan maestro no inclua tener una agenda de investigacin am-plia que cambiara el mundo acadmico. Hicieron lo que sintieronque deban hacer dadas sus convicciones, principios, pasiones y com-promiso poltico. Paulo Freire nunca esper que la Pedagoga del opri-mido se convirtiera en el parmetro de la filosofa de la educacin en

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    la segunda mitad del siglo XX,18 de importancia comparable a Demo-cracia y educacin, de Dewey, en la primera mitad de ese siglo.19 Freirenunca so con convertirse en un mito viviente, como lo defini eleducador suizo Pierre Furter. Los ejemplos de produccin intelec-tual de esta primera generacin de acadmicos crticos una genera-cin que, de hecho, ha cambiado el panorama educativo en el mundodemuestran que si bien trabajaron incansablemente de manera indi-vidual, y en ocasiones colectiva, para hacer realidad sus sueos, no lohicieron explcitamente para crear o establecer una nueva tradicin.No es que no fueran conscientes de la significacin poltica y tericade su trabajo; quiz fue la conviccin de su importancia lo que ayuda muchos de ellos a sobrellevar los obstculos aparentemente insupe-rables en su carrera acadmica: Samuel Bowles fue despedido dosveces de Harvard; la lucha de Henry Giroux por obtener la titulari-dad; el desencanto de Geoff Whitty por las contradictorias exigen-cias de su puesto administrativo en plena revolucin thatcheriana enInglaterra. Sin embargo, resulta interesante que si bien no todos con-cuerdan entre s, ni cuentan con un plan maestro preconcebido, yprovienen de las disciplinas ms diversas y, por ende, con puntos devista multidisciplinarios, el espectro de acadmicos crticos fund unarica tradicin crtica en educacin. Esta tradicin ha tenido repercu-siones no slo en la capacitacin de docentes y en el trabajo de losadministradores de escuelas y organismos gubernamentales, sino enlas agendas de investigacin, que compiten por definir cules son losproblemas ms apremiantes y las prioridades en la educacin con-tempornea, y cmo pueden resolverse con una poltica educativaque, adems de proporcionar una capacitacin tcnica, tenga soli-dez tica y sea polticamente factible.

    Ciertamente, el propsito de esta introduccin no es subrayar lostemas principales de las agendas de investigacin convergentes quehan creado estos intelectuales ni representar lo que, por falta de untrmino mejor, he llamado estudios crticos sobre educacin. Mas,como conclusin, me parece importante afirmar que todos, durante

    18 Pedagoga del oprimido puede considerarse legtimamente como un clsico de laliteratura sobre educacin. Se ha traducido a dieciocho idiomas, lleva ms de veintereimpresiones en espaol, diecinueve en portugus y doce en ingls, y ha vendidoms de medio milln de ejemplares.

    19 John Dewey, Democracia y educacin, Argentina, Paids, s./f.

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    sus respectivas carreras acadmicas, se han ocupado de la relacinentre educacin y poder.

    La educacin, como manifestacin de dominacin, ha sido abor-dada en su investigacin y sus escritos desde distintos ngulos, noslo como un mero ejercicio heurstico o analtico, sino como unintento de subrayar las condiciones del poder educativo de las mi-noras: mujeres, trabajadores y clases desfavorecidas. Por eso es quela relacin entre educacin y poder ha sido el elemento rector engran parte de su trabajo, cuyo ejemplo son obras ya clsicas,20 queabordan los problemas de la reproduccin social y cultural en laeducacin.21

    De ah que el inters por intersecar clase, raza, gnero y Estadoen la reproduccin educativa haya derivado en numerosos estudios,que en algunos casos han culminado en estudios sobre la cultura; enotros, en una sociologa poltica de la educacin o en una economapoltica de la educacin que estudia sus efectos o ausencia de efec-tos en la vida de las personas, como individuos y comunidades, enlas sociedades capitalistas contemporneas.

    Un ltimo tema que se observa en la produccin de estos intelec-tuales crticos es la interaccin entre capitalismo, democracia y edu-cacin, y la posible contribucin de la educacin al civismo y a laconstruccin de subjetividades y significados. Las subjetividades ylos significados y, cabra agregar, los ritos de iniciacin, tan comu-nes en el entorno educativo no pueden disociarse de la prctica delpoder y de la bsqueda permanente de identidad(es). Por ello, granparte del trabajo intelectual de esta primera generacin de crticosde la educacin ha abrevado en diversas tradiciones intelectuales e

    20 Vase, por ejemplo, Samuel Bowles y Herbert Gintis, La instruccin escolar en laAmrica capitalista, Madrid, Siglo XXI Editores, 1985; Martin Carnoy y Henry Levin,Schooling and Work in the Democratic State, Stanford, Stanford University Press, 1985;Paulo Freire, Pedagoga del oprimido; Jeannie Oakes, Keeping Track: How Schools StructureInequality, New Haven, Yale University Press, 1985; o el libro ms reciente de GloriaLadson-Billings, Gatekeepers, San Francisco, Jossey Bass, 1995, que se convirti en unode los libros mejor vendidos en el mundo acadmico: ms de cuarenta mil ejemplaresdurante el primer ao de publicacin.

    21 Un anlisis sistemtico de este problema en el mbito de la sociologa de laeducacin, la economa poltica de la educacin y los estudios culturales se plantea enel libro de Raymond Morrow y Carlos Alberto Torres, Social Theory and Education. ACritique of Theories of Social and Cultural Reproduction, Albany, SUNY Press, 1995.

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    incluso polticas,22 y se ha orientado a comentar la relacin entre co-nocimiento popular y oficial; a proponer un anlisis crtico de lostextos en tanto libros de texto y narrativa social y del contextosocial de la educacin; y a estudiar los vnculos entre democracia,movimientos sociales y la construccin de diversas identidades. Debi-do a la situacin peculiar de Estados Unidos, el estudio de las forma-ciones raciales en la educacin ha sido prioritario, sobre todo losproblemas de multiculturalismo. Prcticamente todo su quehacer seha orientado no slo a propiciar la ilustracin de alumnos, colegas,lectores, padres y polticos, sino a crear una poltica de investigacincrtica que contine con su propia bsqueda de una vida mejor.Herbert Marcuse dio ejemplo de este principio en su lecho de muer-te cuando le dijo a su discpulo, Jrgen Habermas, que al fin com-prenda cul haba sido el motor de su bsqueda acadmica, uncomentario que es una conclusin digna para la bsqueda acadmi-ca de esta primera generacin de crticos, que abrazaron la mismatica que impuls a Marcuse en su bsqueda de conocimiento: Mira,ya s cules son las races de nuestros ms elementales juicios devalor: la compasin, la sensibilidad ante el sufrimiento de los dems.23

    22 Una sntesis excelente de esta agenda de investigacin fue presentada por MichaelApple, Power, meaning and identity: Critical sociology of education in the UnitedStates, British Journal of Sociology of Education 17, nm. 2, 1996, pp. 125-144.

    23 Herbert Marcuse, recordado por Habermas, en Jrgen Habermas, Psychicthermidor and the rebirth of rebellious subjectivity, en Richard J. Bernstein (comp.),Habermas and Modernity, Cambridge, MIT Press, 1985, p. 77.

  • Esta pgina dejada en blanco al propsito.

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    1. ENTREVISTA CON MICHAEL W. APPLE

    P: En 1988, Raymond Morrow y yo te hicimos una entrevista, con elpropsito de ubicar tu trabajo en perspectiva. Qu ha sucedido entu vida y en tu agenda de investigacin desde entonces?

    R: Desde el punto de vista personal, haber vivido cinco aos ms larapacidad de la derecha me ha afectado profundamente, ya que haaumentado mi conciencia sobre la gran importancia de volver a latradicin liberal y repensar las difciles preguntas sobre la democra-cia social. Asimismo, vivir bajo la derecha tambin me ha hecho pensarrespecto de los logros de la democracia social, ya que, si bien huboque ceder en algunos puntos, tambin se dieron luchas exitosas.

    Mi hijo mayor es afroamericano y tiene un retraso mental. En lapoca de la restauracin conservadora, se dio marcha atrs en todolo que se haba logrado en las instituciones sociales en trminos deredes de seguridad para personas con deficiencia mental: atencinmdica, atencin sanitaria y trabajadores sociales que cuidaban a losenfermos, que fueron lanzados a la calle. Debido a esto, he repensa-do ciertas cosas desde una perspectiva muy personal que, como po-drs imaginar, ha tenido repercusiones en el plano de la teora.

    Mi hijo mayor estaba en una institucin. El desequilibrio qumicode su cerebro, que se fue haciendo evidente paulatinamente, lo vol-vi bastante violento. Debido a ello, decidi internarse en un hospi-tal. De pronto nos lleg una cuenta de noventa mil dlares porconceptos que no quedaban cubiertos debido a la acelerada destruc-cin del aparato de salud mental bajo los gobiernos de Reagan y Bush.Esto me permiti ver, en trminos personales, lo que significaba es-tar gobernados por la derecha. Nos enteramos, por ejemplo, de quela pliza de seguro no cubra enfermedades mentales durante unperiodo mayor de treinta das. En consecuencia, la personificacinde los programas de derecha era literalmente eso: una personifica-cin a travs del cuerpo de mi hijo, que aumentaba drsticamente suriesgo de muerte.

    Menciono lo personal en este momento debido a que los argu-mentos, que aparecieron originalmente en Educacin y poder acerca

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    de cambiar nuestras ideas respecto de quines estn detrs de todo,culpndolos a ellos ms que a la crisis estructural de la economa,me resultaron mucho ms convincentes, y no slo en el plano teri-co, en el sentido de ahora lo comprendo mejor. Si no tuviera unbuen sueldo, mi hijo estara muerto. Y esto provoc una maneramuy diferente de ver el Estado. Aun cuando mis intuiciones estabanen proceso de cambio esto es, comenzaba a ver que el Estado era elescenario de luchas contradictorias, estas experiencias personalesme lo hicieron ms palpable. Incluso me result ms claro que den-tro del Estado hay elementos tanto progresistas como retrgrados;que el Estado es un escenario de victorias, no slo de derrotas; y queel acuerdo social democrtico era, en realidad, una victoria parcial,as como una alianza y una concesin hegemnicas. Tambin signi-ficaba que mis intuiciones eran cada vez ms ciertas. ste es un ejem-plo donde el discurso oculto con respecto a la raza, que afectaprofundamente al Estado, significa que la gente negra y pobre, ocualquier pobre pero en este caso, un joven afroamericano que esmi hijo se enfrenta a que el apoyo social que exista, la red de apo-yo que se gan con decenios de lucha, ha desaparecido.

    ste es un ejemplo viviente de mis intuiciones: a pesar de las dis-cusiones con respecto a que el aparato de Estado es un instrumentodel capital y mis argumentos en contra, esto es lo que sucede cuandoel Estado se retira, cuando se eliminan sus logros, cuando la derechaprivatiza todo... vemos lo que sucede, incluso a personas de clasemedia. Por lo tanto, gastamos noventa mil dlares, pues la nicainstitucin que lo acept no haba lugar en las instituciones delEstado era la mejor, y costaba mil dlares diarios, monto que nocubra el seguro. Si mi esposa y yo no hubiramos tenido este dine-ro, mi hijo sin duda estara muerto. Pensemos en los miles de padresque no habran podido hacerlo. No pretendo utilizar este ejemplocon fines egostas, aunque demuestra que las experiencias persona-les son medulares para el trabajo crtico. Debo admitir que si unapersona slo se limita a criticar, sin abocarse a la verdadera lucha, noconfo en lo que escribe.

    Como mencion en la entrevista anterior, siempre he buscadocombinar la elaboracin terica y la lucha personal; sta es justamentela praxis. Es reflexin constante, y la reflexin surge de la lucha polticaen diversos mbitos: cultural, econmico y poltico; la lucha por la libredecisin sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Como ves, no quie-ro reducir todo a la lucha de clases. Todo ello revive en la prctica

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    mis conocimientos y los aclara. Los logros del Estado han ido des-apareciendo, y muchas personas quedan excluidas, y esto se me haaclarado cada vez ms en los aos recientes.

    P: A qu tipo de reto terico te abocaste en los ltimos aos?

    R: Durante los ltimos cinco aos he redoblado esfuerzos por abordarel posmodernismo. A la vez que influa en m, quera cuestionaralgunos de los supuestos medulares que varios posmodernistas aceptansin chistar. Como sabes, fui una de las personas ciertamente no elnico que integr este gran esfuerzo colectivo de oposicin a latendencia reduccionista y de anlisis de clase de la tradicinneomarxista. No obstante, en Estados Unidos, la tradicin neo-marxista no tena un discurso principal. Siempre fue el resultado deluchas, y nunca ha habido un solo discurso. Es un error, unainterpretacin errnea de la historia, una prdida de la memoriacolectiva, suponer que haba uno, y que todos eran reduccionistas.

    No por llamarte neomarxista, que era un ttulo cmodo en rea-lidad es un concepto histrico, significaba que estabas de acuerdocon todo. Era un terreno en disputa, y se luch. Yo intua que losdiscursos y las prcticas de clase, raza y gnero eran paralelos. Seformaban entre s, a la vez que tenan historias diferenciadas. Eranrelativamente autnomos, pero no podas hablar de clase sin tocargnero y raza, ya que en ello hay una dinmica formadora. Lo ante-rior present ciertos problemas respecto de cuntas dimensiones depoder se deberan considerar. Si no consideramos que las cosas siem-pre van de arriba hacia abajo, la distincin entre micro y macro pier-de utilidad, y se abre la posibilidad de adoptar una postura que reconozcamltiples discursos, mltiples escenarios, etctera. Con esto Foucaultresulta interesante, y espero habrmelo tomado en serio.

    Aun cuando quiero abrirme a nuevas teoras y polticas, en aosrecientes comenzaron a inquietarme ciertas tendencias dentro delposmodernismo. Cualquiera que lea mis libros recientes, El conoci-miento oficial y Poltica cultural y educacin, puede apreciar la influen-cia del posmodernismo. Cuando hablo de la poltica del placer, deprcticas discursivas o pongo el ejemplo del Canal Uno, demuestroque el Estado tiene mltiples relaciones de poder en diversos nive-les, cmo se construyen las alianzas hegemnicas, no slo en trmi-nos de clase sino en trminos raciales y de gnero, y la poltica de lasexualidad y la religin; todos estos elementos funcionan conjunta-

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    mente y en oposicin unos con otros. Y esto muestra la influencia deuna teora posmoderna crtica en mi obra.

    La palabra clave es crtica. Me preocupa que gran parte del traba-jo crtico post haya perdido lo que ganamos con el trabajoneomarxista y haya creado una historia falsa de lo neo. No todosestaban de acuerdo en que el nico anlisis de clase era el estruc-turalista, y yo era uno de ellos. No porque ahora se considere la clasecomo una gran narrativa lo que considero una interpretacinequivocada de la historia que adquiere una forma reduccionista,significa que la clase haya desaparecido. Me parece una tendenciasumamente peligrosa de algunos aspectos del posmodernismo. Condemasiada frecuencia, la idea de que el anlisis de clase es reduc-cionista ha significado que la gente se siente en libertad de ignorar-la, lo cual es un desastre desde las perspectivas terica y poltica.Eliminar la clase va en perjuicio de las mujeres y hombres sobre cuyoshombros todos estamos parados, no slo de su teora sino, sobre todo,de la lucha a la que han dedicado su vida. Para que gente comonosotros est en instituciones de educacin superior y tenga laposibilidad de escribir sobre estos temas, es necesario que compren-damos que alguien luch por ello. Estas instituciones son lapersonificacin del pasado, no slo del trabajo intelectual, sino deltrabajo remunerado y no remunerado de mujeres y hombres. Y conello nos salimos de su vida. Es un punto estructural bsico, y creoque no deberamos olvidarlo.

    He dedicado aos a criticar los anlisis reduccionistas de econo-ma poltica, como los primeros trabajos de Bowles y Gintis, que fue-ron una aportacin importante que an merece ser respetada, a pesarde que no concuerdo con gran parte del libro. No obstante, sus es-critos recientes y supuestamente crticos tienden a eliminar cuestio-nes de economa poltica, como si sta hubiera perdido importancia.Y eso es sumamente peligroso.

    Tomemos, por ejemplo, la deconstruccin de la idea de Estado-nacin. Sin duda, una de las razones por las cuales ya no hablamos tanfcilmente de nacin no es por el discurso de Estado y el discurso denacin, sino porque el capital se internacionaliza cada vez ms. No setrata nicamente de un texto, aunque podramos escribir textos alrespecto. Existe una dura realidad: la gente se muere de hambre. Existela dura realidad del imperialismo, en situaciones poscoloniales, loque sucede cuando la gente pierde sus tierras a manos del capitalinternacional. Y tambin existe la dura realidad de las prcticas de

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    consumo de Estados Unidos. No es necesario recurrir a lo que variaspersonas denominan con arrogancia el tercer mundo paraencontrarla. Suponer que la poltica de consumo ha absorbido to-talmente la poltica de produccin es tener la imagen ficticia de quevivimos en una economa posmoderna. An hay manufactura, anhay produccin, y debemos preguntarnos quin la hace, cules sonlas relaciones sociales de produccin, quin consume qu, etctera.Me parece que enfrentamos el gran peligro de olvidar la percepcinque se gener y que an proporciona una actividad poltica signifi-cativa para la gran mayora de la poblacin mundial. Reconocerlome ha llevado a luchar con momentos positivos y negativos de dife-rentes tipos de teoras y polticas. Ese tipo de lucha y esas tensionesse aprecian en El conocimiento oficial y en mi libro ms reciente, Cul-tural Politics and Education (Poltica cultural y educacin), que es miintento de escribir con la mayor claridad, sin sacrificar elementostericos ni compromiso poltico, y al mismo tiempo mencionar, p-blicamente, cules son las formas posmodernas que ayudan, culesconsidero menos tiles y cundo prefiero conservar, crticamente,aspectos de la tradicin neomarxista que se han relegado con granfacilidad.

    P: Permteme regresar a uno de tus libros ms recientes, El conoci-miento oficial, en el que incluiste teora e investigacin. No eres cono-cido como investigador emprico, aun cuando sientes la necesidadde producir o revisar informacin. En este libro encuentro que cadavez que te apartas de una narrativa para hacer un anlisis ms polti-co, adoptas una actitud de disculpa. Fue una estrategia retrica o esparte de la tensin de ir y venir entre las exigencias de la poltica y laaccin?

    R: Ambas cosas. Hago un gran esfuerzo por que mis libros seanaccesibles, y con frecuencia reescribo varias partes para asegurar-me de que los puntos medulares se comprendan desde diversosniveles. Me parece un trabajo muy importante, aunque tambin re-quiere un gran esfuerzo. En parte siento un compromiso con mislectores. En este sentido rechazo los argumentos que sostienen queescribir con claridad reduce la capacidad de los lectores. La genteque no tiene el privilegio de estar en una universidad y de dedicarsea algo como esto, sino que tiene que luchar da a da, no necesitaque le hablemos con los neologismos y trminos crpticos que son

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    tan frecuentes en nuestro crculo. Debemos bajar un poco. S quevarios acadmicos afirmarn con arrogancia que con esto quierodecir que la gente comn no es lo suficientemente inteligente paracomprender, o que de esta manera impedimos que aprendanteoras serias. Desde luego sta no es mi idea. La realidad escompleja, y no debemos alterar esta complejidad. No quiero escribiren lenguaje sencillo porque, de hecho, considero que reduce lacapacidad. No obstante, y lo digo con el mayor nfasis posible enTeachers and Texts (Maestros y textos), considero que el lector no esla nica persona que debe luchar por comprender. La claridad esparte del compromiso poltico de quienes, como nosotros, tenemosel lujo del tiempo para ayudar a que la gente piense en ello. Por lodems, me parece que somos arrogantes. Hay una poltica muy realsobre cmo escribir y tratar a nuestros lectores.

    P: Es muy similar a lo que sugera Marx cuando lo criticaron por lafalta de claridad en los Manuscritos econmicos y filosficos, que escribien 1844. Aleg que se trataba de un proceso de investigacin, perotambin tienes que pensar en el proceso de exponer la investigacin,y eso es muy distinto.

    R: Es lo que intento. Cuando escribo algo, siempre pido la opininde todo tipo de personas; en parte, es un intento de asegurarme deque tomo en serio los compromisos en los que creo. Realizo lainvestigacin y luego escribo hasta cuatro versiones del libro. Le pidoa la gente que las lea y me haga sus comentarios; por eso mis librossiempre tienen una lista tan larga de agradecimientos. Pedir la opininde otros me permite aprender de diversos grupos acadmicos,activistas, etctera no slo desde el punto de vista conceptual, sinocon respecto a aprender a escribir mis ideas de manera interesante.No creo que debamos aprender a escribir en trminos sencillos,aunque creo que es parte de nuestro pasado, desde el punto de vistapedaggico, interesar a la gente al punto de abrirle la puerta paraque luche con nosotros; ms bien creo que todos debemos abrir esapuerta.

    Tambin podramos hablar del tema de la retrica. Me gusta queel lector sienta que le estoy hablando. No quiero ser un autor que lehabla a un lector invisible, por eso utilizo algunas estrategias retri-cas. A veces digo: Si la teora resulta demasiado difcil, sltese lassiguientes tres secciones y contine. Lo hago en un captulo sobre

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    historia en El conocimiento oficial, ya que s que mis lectores son muydiversos.

    Sigo siendo un maestro, y todos nosotros, al margen del puestoacadmico que tengamos, somos, ante todo, maestros. No importacunto escribamos, seguimos siendo maestros; sa es nuestra profe-sin. Al margen de que enseemos en un jardn de infantes o en unafacultad de derecho, de que nuestra especialidad sean los estudiossobre la cultura, sociologa o educacin, somos maestros. Al mismotiempo, somos escritores y podemos darnos el lujo de tomar ciertadistancia. Y esto debera preocuparnos, pues es muy seductor defi-nirnos como escritores tericos y olvidarnos de la dura realidad.Pero es justamente esa tensin lo que me mantiene en actividad yme hace ms productivo. Siempre debo actuar con la conciencia deque hay escuelas reales, alumnos reales, maestros reales. Debemosencontrar la manera de manejar la tensin entre querer cambiar lavida de personas reales y tomar distancia para tener la perspectivaadecuada. Para m, es una tensin permanente. Creo que, cuandodeje de sentirla, estar en peligro de perder mi compromiso comoeducador crtico.

    P: Veo mi propio trabajo como escritor como una extraa combina-cin de placer y agona. Placer porque intento desentraar micomprensin sobre la compleja realidad. Agona, en primer lugar,porque la comprensin llegue, pero tambin hay otro aspectoinvolucrado: si lo que voy a decir va a modificar algo. Si alguien se meacercara en este momento y me dijera: Dime un prrafo de Elconocimiento oficial que te haya impresionado, podra citar varios, peroel que me parece especialmente revelador es el siguiente:

    La sola idea de que hay un nico grupo de valores que deben guiar latradicin selectiva puede ser un gran peligro, especialmente en contextosde poder diferenciado. Tomemos, por ejemplo, una famosa frase grabadaen un edificio pblico igualmente famoso: Hay un solo camino hacia lalibertad; los hitos son la obediencia, la diligencia, la honestidad, el orden, lalimpieza, la templanza, la verdad, el sacrificio y el amor a la patria. Tal vezmuchos estn de acuerdo con los sentimientos que representan estas palabras.Y tambin es interesante saber que el edificio en el que aparecan eran lasoficinas del campo de concentracin de Dachau (Apple, 1993: 63).

    Tuve que dejar el libro un momento, pensar en lo que haba le-

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    do, en mis sentimientos con respecto a lo que habas escrito, y encmo me haba impresionado la estrategia retrica.

    R: Quiero que la gente entienda que se trata de problemas de vida omuerte y que, cuando escribo, es un gran esfuerzo ser claro, aunqueno creo que lo logre por completo. Cada libro es una secuela, y escribires parte de la propia formacin. Creo que debemos comprender queescribir es una manera de formarnos y de ayudar a otros a formarse.Cuando termino un libro, lo cual siempre es un placer y una tortura(me parece una bella metfora para esta constante pugna), s, tantocomo cualquier autor, que posiblemente haya varios huecos en misargumentos y que son tan grandes que un camin podra pasar porellos. Por eso, la actitud al escribir el siguiente libro es bien, losargumentos que present en el libro anterior eran provisionales; ahorahe encontrado estas otras cosas.

    Algunas veces necesitamos usar metforas para impresionar. Estonos ayuda a entender las contradicciones, como intento demostraren Teachers and Texts y en El conocimiento oficial. En mi libro ms re-ciente, trato de recurrir a algunas tradiciones posmodernas, al igualque a la economa poltica, al anlisis de clase y al anlisis de ideolo-ga. Quiero mezclarlas, dejar que se froten entre s, de manera quese aprecien las contradicciones. Bourdieu tiene una frase brillante:Slo se avanza transgrediendo. Como mencion en la entrevistaanterior, no estoy en una iglesia. No me preocupa la hereja, sinodecir las cosas bien, para ayudarme y ayudar a otros a que este anchoro de la democracia siga fluyendo. S que el ro est formado pormltiples arroyos, y no es mi tarea juzgar cul de ellos siempre tienela razn, sino, frente a este ancho ro, asegurarme de que la partedel flujo en que estoy profundamente involucrado contine. Quieroque la gente recuerde, cuando hablo tericamente sobre la natura-leza de los textos, que algunos de estos puntos pueden ser paradji-cos y contradictorios. Por eso, quiero decir: Recuerden Dachau,donde se expresaron algunos de estos sentimientos. Sin duda es unapostura un tanto alarmante, pues significa que deberamos decir:Fjate bien, incluso tus mejores intenciones podran ir en contra deactitudes progresistas.

    Un ejemplo se encuentra en Education and Power (Educacin ypoder), donde hablo de momentos ideolgicos contradictorios. Esastradiciones ms neo decan exactamente lo mismo, y creo que mu-chas veces se expresaron mejor y con mayor eficacia poltica que el

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    material que surge de tradiciones ms nuevas. sa es otra de mispreocupaciones: que al encontrar nuevas maneras de decir cosas vie-jas, en el proceso hayamos despolitizado lo que sucede. No obstante,quiero seguir tomndome en serio este hecho, y quiero que sacuda,que nos detengamos a analizar las contradicciones en cualquier cosaque analicemos.

    Muchos colegas en el mundo se han adherido a Foucault, peroslo lo han convertido en una teora de control social ms elegante.Su postura se apega ms a Nietzsche, no a Foucault, aunque combi-nan ambas. Foucault ya no es una forma de autorreflexin seria quete permite pensar cules son tus bases polticas, lo que me parecesu momento ms positivo. En muchos sentidos, es una excusa pararegresar a algo como las teoras de Bowles y Gintis. No hay accin, yel discurso simplemente te estructura; el mundo se convierte en unaradio enorme por donde transmiten simultneamente muchas es-taciones, y no las puedes apagar. Incluso apagarlas es otro discurso; esestupidez, pues es refutarse a uno mismo. Yo quiero encontrar un estiloque les permita a las personas ser reflexivas, y muchas veces eso exigeun golpe: la paradoja. Es algo que yo necesito. No s si otros lo necesi-tan, pero obviamente, por tu reaccin, veo que funciona.

    P: La educacin es, ante todo, un proceso que te permite persuadir aotros de la fuerza de un argumento o de la fuerza de un imperativotico. En poltica, hay un elemento instrumental que consiste en queuna posicin o idea les gane a las dems. Se trata de tener xito, y delograrlo a partir del fracaso del otro. Realmente, en poltica, la nocinde que para que gane uno tiene que perder el otro es una realidad,nos guste o no. Sin embargo, no puedes decir que en poltica todosganan o todos pierden. En algn momento coment que deberamoscontemplar la poltica de educar para la tolerancia, y la nocin deopresin y hegemona. Como respuesta, se me ha acusado de teneruna visin instrumentalista de la poltica. Es una crtica muyposmoderna. Qu opinas?

    R: Es un asunto muy complicado. Algunas feministas, por las quesiento gran respeto, han afirmado que la construccin de cualquierjuego que se reduzca a ganar o perder es la representacin primor-dial del razonamiento masculino, pues es una manera ms de recons-truir la dominacin en la sociedad. Aun cuando me identifico bastantecon esa postura, en este momento, objetivamente, hay ganadores y

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    perdedores. Como ejemplo, la coalicin de derecha que en estemomento es tan poderosa ha creado las condiciones, materiales eideolgicas, para que la gente se muera de hambre en las calles. Yesto es algo muy serio. No podemos limitarnos a decir que deberamosrecurrir a la actividad educativa para dialogar sobre estas ideas, queno podemos construir esto como una guerra o una batalla, porquesas son fuerzas masculinas. Es muy peligroso asumir esa postura. Qume da el derecho a decir que estn equivocados? Lo lamento, pero nome siento paralizado por el relativismo. Creo que hay maneras dejustificar, sobre bases intelectuales y polticas, preocupacionesparticulares con respecto a la poltica, la tica y la moral. Hablamos dela tolerancia desde dos perspectivas. Deseamos hablar de la toleranciacomo una bsqueda en la que no nos convirtamos en stalinistas,porque de otra manera no estaramos tan seguros de que ya noescuchamos el discurso de aquellos a los que consideramos de la de-recha. Por otra parte, eso podra ser bastante paralizante a menosque tomemos en serio la lucha colectiva para transformar las condi-ciones materiales que crean las bases para ser grupos identificables:afroamericanos, pobres, latinos, etctera. A menos que nos tomemosen serio el hecho de que sta ser una lucha en la que habr ganadoresy perdedores, nos estaremos engaando. No quiero imponer unasolucin, sino que quiero que surja una solucin democrtica, perome parece muy importante que entendamos qu es la opresin ycules son las luchas para combatirla. La solucin no es sencillamenteestablecer grupos de discusin, ya que las condiciones materialeslimitan las voces que se escucharn. Por ende, mucho depende dequin emita el discurso sobre la tolerancia y cules sean sus usossociales.

    P: Cuando Clinton lleg al poder, te mostraste muy crtico de la nuevapoltica social que propuso. Has cambiado tus percepciones?

    R: En El conocimiento oficial y Cultural Politics and Education, afirmoque la coalicin de derecha es muy amplia. Tiene modernizadoreseconmicos, antiguos tories, miembros de la nueva clase media, ex-pertos en eficiencia educativa, populistas autoritarios de los gruposreligiosos de la nueva derecha, entre otros. De hecho, es un grupomuy tenso, que se fractura constantemente y debe reconstruirse. Hacambiado nuestra forma de ver la poltica social en la educacin. Mesiento horriblemente complacido, esto es, me complace haber te-

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    nido razn y me horroriza el que la mayora de las predicciones quehice en El conocimiento oficial se vuelvan realidad, que la derecha hayatransformado el terreno en el que estamos negociando. En realidad,hemos transformado el significado de democracia, de manera quehoy se habla casi nicamente de prcticas de consumo. Hemos des-pojado a la gente de clase, raza y gnero, la hemos despojado de sexoy de territorio. De ese modo, todos somos individuos. Lo pblico esmalo, lo privado es bueno, en todos los mbitos. Desde luego, sucedencosas contradictorias. Cuando observamos lo que acontece conpalabras como clase, raza, gnero y otras, el Estado sigue siendo uncampo de batalla, aunque casi siempre la discusin se lleva a cabo enel terreno de la derecha.

    Una de las primeras cosas que promovi Clinton fue el derechoal aborto. Resulta interesante que, a partir de esta poltica, se obtu-vieron ciertos logros que el Estado ha institucionalizado con respec-to al derecho de la mujer a elegir. Si bien esto fue progresista enmuchos sentidos, el Estado sigue siendo profundamente racista.Clinton ha intentado disear algunas polticas moderadas como reac-cin a Reagan y a Bush, quienes utilizaron agresivamente el Estadopara atacar los logros de la gente de color. Ahora esto quedarmediatizado, de manera que no habr transformaciones radicalesen cuestin de poltica racial, sino una influencia moderadora. Noobstante, en trminos econmicos, seguir prevaleciendo la rapaci-dad del sistema de mercantilizacin. Tambin observamos el rpidoaumento del patrioterismo de derecha, que afirma que debemosproteger nuestras fronteras, sacar a patadas a los inmigrantes. Meparece que las intuiciones econmicas de Clinton se ubican ligera-mente a la derecha del centro, pero en un momento en que el cen-tro se ha movido drsticamente hacia la derecha, esto lo hace parecerliberal. No quiero ser demasiado negativo, pues creo que tambinhabr algunos logros, logros continuos, sobre las polticas relacio-nadas con lo fsico. Esto es, creo que ser ms difcil encontrar unadiscriminacin asesina en contra de los homosexuales y las lesbianas,contra los enfermos de sida, por ejemplo. Habr algunas transfor-maciones, y no quiero decir que no sean importantes, ya que en estesentido est en riesgo la vida de las personas. No obstante, en general,sobre todo en cuestiones econmicas, en cuanto al papel del Estadocomo apoyo a las relaciones sociales capitalistas, bsicamente conti-nuarn polticas moderadas aunque cada vez ms de derecha quehace treinta aos se habran considerado bastante conservadoras.

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    En lo relativo a la educacin, Clinton tiene el apoyo de muchagente progresista, debido al gran temor a la privatizacin y al racis-mo. Clinton ha utilizado el plpito del gobierno federal para criti-car la privatizacin total, y ha tenido cierto efecto. Me parece queClinton desacelerar el movimiento hacia los planes de certificaciny la privatizacin total, aunque me parece que la privatizacin y losprogramas especiales aumentarn de manera importante en el m-bito estatal. El presupuesto para escuelas de zonas pobres y reasrurales ser cada vez menor, ya que los alumnos son en su mayoranios de color y blancos pobres; los nios de situacin econmicarelativamente mejor irn a escuelas a otras zonas. Y una de las razo-nes es que Clinton no ha mostrado una postura definida. No ha usa-do eficazmente el poder del Estado. Y como no ha adoptado unapostura firme para informar al pblico los posibles resultados porcierto, presumo que sus intuiciones son relativamente conservado-ras lo que tendremos ser una presidencia parcialmente fallida que,bajo la gida de queremos mantener lejos a la extrema derecha,cimentar gran parte de su discurso y prcticas en un principio dederecha relativamente moderado en la economa y en la seguridadsocial.

    Tomemos, por ejemplo, su propuesta de que despus de algunosaos de recibir apoyo de la seguridad social, las personas ya no tie-nen derecho a ella. El Estado no tiene dinero para crear empleos,de manera que esto se reduce a un fuera de aqu!. El efecto esexportar la culpa a la gente, alegando que no quiere trabajar. Dadala crisis econmica, que sin duda ser ms severa para las personasde menores recursos, incluso si en el siguiente decenio resulta elec-to alguien ligeramente ms moderado pero parcialmente progresis-ta, no podr lograr mucho, ya que el gobierno no slo no dispondrde dinero, sino que estar dominado por las polticas de derecha.Por lo anterior, soy bastante pesimista respecto de lo que podra su-ceder, aunque quiero apoyar los logros de Clinton. No debemos res-tarle el crdito por las polticas relacionadas con el cuerpo de laspersonas, y algunos aspectos de la moderada agenda sobre las muje-res, por ejemplo.

    Sera imperativo que varios grupos progresistas formaran alian-zas que lo presionaran, y presionaran al congreso. Las intuicionesde Clinton no son precisamente progresistas, y es necesario que edu-cadores, grupos de mujeres y gente de color se unan para presionaral gobierno y asegurarnos de que no se aparte de una direccin que

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    modere las tendencias derechistas que estn increblemente bienfinanciadas. Si algo logr Clinton en las elecciones, fue acicatear a laderecha a redoblar esfuerzos en los mbitos local, estatal y regional.

    Por lo general, la derecha ha respondido con polticas furtivas,esto es, le oculta al pblico su verdadera poltica y agenda. As hanganado muchas elecciones. La derecha est construyendo una infra-estructura ideolgica en los consejos de planeamiento, en los conse-jos escolares, lo que significa que posiblemente las acciones deClinton no modifiquen nada. La derecha est construyendo la infra-estructura desde abajo, y quienes nos llamamos progresistas tene-mos mucho que aprender de ellos, ya que han sabido movilizarsecon xito en diversos niveles. En este sentido, debemos concentrar-nos en Clinton y empujar a su gobierno en direccin progresista,aunque mientras tanto tengamos que redoblar esfuerzos en el mbi-to local.

    P: Hay quienes afirman que te has convertido en un icono de la culturay la educacin de izquierda tanto en Estados Unidos como en elextranjero, y que no te has convertido en el representante de laizquierda en Madison porque esta institucin tiene una tradicin depensamiento progresista.

    Otros aseguran que, pese a tu transformacin, sigues trabajandodesde una ideologa crtica neomarxista, lo cual les da validez a algu-nas de tus opciones, aunque tambin las restringe. Podra decirse, ytal vez equivocadamente, que suscribir una agenda neomarxista enel mundo acadmico hoy en da significa permanecer aislado, yaque no hay ningn movimiento social que te apoye. Si lo que dicesno puede cimentarse en la experiencia de la gente explotada queintenta cambiar la situacin, te convertirs en un profeta en el de-sierto.

    Cmo relacionas estas crticas con tu trayectoria? Qu has he-cho para mejorar la presencia de este tipo de pensamiento crtico?

    R: Pues s, tengo un puesto financiado por fondos de asociaciones,de lo cual me siento muy orgulloso, y eso tiene que ver con miautobiografa. Pertenezco a una familia de clase trabajadora de laszonas urbanas deprimidas y estudi por la noche en una escuela dondesobresal entre alumnos que no saban lo que era la pobreza. Noobstante, cuando pienso en lo que ha sido mi vida, siento una deudaprofunda con muchas personas por haber llegado a ser lo que soy. Y

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    sin embargo, casi ninguno de mis compaeros de la preparatoria tuvola oportunidad de ser como yo. Y esto, paradjicamente, me recuerdami formacin. Por otra parte, tengo cierta sensacin de victoria, puesal margen de la movilidad que existe en Estados Unidos, nada fuegratuito. Se dio a travs de lucha, de movimientos sociales, depresionar al Estado, a la sociedad civil para que supiera que no podaseguir tratndonos as. Hay un reconocimiento de victoria colectivaen el hecho de que alguien como Michael Apple haya logrado ser unprofesor distinguido.

    No me importa ser un profesor distinguido, sa no es la cuestin.Sigo haciendo lo que debo hacer, pero tengo una grata sensacin dehaberlo logrado sin hacer concesiones polticas. Como sabes, vengode una familia de impresores; mi abuelo era impresor; mi padre eraimpresor; yo me pagu mis estudios universitarios como impresor.

    Tanto mi padre como mi madre eran activistas polticos que lu-charon contra la opresin y por lograr una vida mejor para sus hijos.Se sienten justificados, no slo social, sino personalmente, cuandoafirman se es nuestro hijo! y creo que eso los llena de orgullo.Sin embargo, no creo que la fama me haya cambiado para nada.Bueno, espero que no. No pienso en ella, aunque es agradable te-nerla, y mentira si lo negara, no slo por m sino por las personassobre cuyos hombros me he apoyado.

    Ahora bien, qu significa esto en trminos de instituciones?Madison es un lugar muy especial. Wisconsin tiene una larga histo-ria de actividad progresista. El hecho de que alguien que no ocultesu postura poltica sea ratificado por una institucin donde hay muypocas ctedras financiadas con fondos de asociaciones dice algo so-bre la institucin. No he trabajado solo. La tradicin de Wisconsines muy diferente de la de muchas otras instituciones; suponen quetodos trabajamos con mucha seriedad, y que nuestro trabajo es em-prico, histrico, conceptual, crtico; que hay muchas maneras dehacer este trabajo y que todas son respetables. Esto nos indica nocun fciles son las cosas aqu sino, una vez ms, cuntas luchas im-portantes se han ganado en el transcurso del tiempo. Por ello debe-mos tener un sentido histrico. Este lugar no exista; fue construidopor personas reales con compromisos polticos reales. No pretendodar una visin romntica y no creo que Madison sea un lugar perfec-to... para nada. Pero me ha permitido, y no slo a m sino a muchosotros, realizar cosas interesantes e importantes como docente y, so-bre todo, como investigador.

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    Ciertamente considero que he logrado cosas importantes, aun-que ms bien debera decir hemos, pues la institucin me busc,como busc a muchos otros. La Escuela de Ed