Cinco Conceptos Propuestos Al Psicoanalisis

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libro de Francois Jullien que se enmarcar dentro de la psicologia y el psicoanalisis

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  • 3Cinco conceptospropuestos al psicoanlisis

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    Jullien, FranoisCinco conceptos propuestos al psicoanlisis. - 1 ed. - Buenos Aires :El cuenco de plata, 2013.144 pgs. - 21x14 cm. - (Teora y ensayo)

    Ttulo original: Cinq concepts proposs la psychanalyseTraduccin: Silvio Mattoni.

    ISBN: 978-987-1772-55-1

    1. Psicoanlisis. I. Mattoni, Silvio, trad.CDD 150.195

    2012, ditions Grasset & Fasquelle 2013, El cuenco de plata

    El cuenco de plata SRLDirector: Edgardo RussoDiseo y produccin: Pablo HernndezAv. Rivadavia 1559 3 A(1033) Ciudad de Buenos Aireswww.elcuencodeplata.com.ar

    Hecho el depsito que indica la ley 11.723.Impreso en marzo de 2013.

    Prohibida la reproduccin parcial o total de este libro sin la autorizacin previa del autor y/o editor.

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    Cinco conceptospropuestos al psicoanlisis

    Traduccin de Silvio Mattoni

    teora y ensayo

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    I Es sabido que las culturas, al llegar a suapogeo, y por ende habiendo ya iniciado su decli-nacin, producen entonces sus ms potentes ma-nifestaciones ser una regla general? Podraser Europa una excepcin? Lo que caracteriza sinembargo a la cultura europea en la cspide de supoder, en el cruce de dos siglos, del XIX al XX, esla fuerza con la cual ese ltimo y violento floreci-miento (pero, es en verdad el ltimo?) va a refu-tar directa y frontalmente, sin piedad, o con ma-yor intensidad digamos que va a demoler, ya quese trata de fundamentos, aquello mismo que edifi-cara tan paciente, tan heroicamente. La culturaeuropea en su punto culminante pone en cuestinsus cimientos de la manera ms radical posible.Tal es sin duda el fruto de lo que constituy mstenazmente la tradicin en Europa y que precisa-mente est en contra de la tradicin; con ellopretendo designar su dominio de lo negativo, conuna funcin ofensiva o ms bien subversiva, oaquello que usualmente se denomina espritu cr-tico. ste vio acrecentada su potencia durante

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    siglos, incitando a innovar constantemente, a co-rrer ms riesgos, de manera aventurera e irrenun-ciable, y finalmente el resultado es que llega a vol-verse globalmente contra s misma, en un gestontegro y sin remordimientos, con la espada haciaadentro. Acaso era un suicidio (el famoso nihi-lismo)? Supongo que todos en Europa nos pre-guntamos: podr la civilizacin europea reponer-se de semejante esfuerzo emprendido en contra des misma, furioso y que no deja nada vivo? Estclaro, en todo caso, que en la falla que produceesa inversin se realiza entonces la apertura msaudaz, antes de que empiece su agotamiento.

    Se entiende que semejante revolucin interna,desarrollada bajo la presin de lo negativo quenunca se deja apaciguar y que afecta a los estra-tos ms profundos del pensamiento, fractura co-rrelativamente mbitos muy diversos mediante esemovimiento ssmico las fisuras se comunican. Yqu reas podran escapar de tal sismo? As comola teora de la relatividad va a cuestionar la gene-ralidad que Newton le atribua a su fsica, vemosque la pintura que se llamar moderna, es decir,postimpresionista, pondr cada vez un mayor en-carnizamiento en socavar todo aquello que habaconstruido la pintura clsica y con cunto rigory cunta devocin! a ttulo de principio y de ideal:en cuanto al arte de la representacin, de la pers-pectiva y de la composicin del cuadro y, final-mente, hasta en lo que puede ser un cuadro.Adems, la cultura europea, tras consumar su con-quista del planeta, descubre poco a poco, ms all

  • 9de sus fronteras y por medio de la naciente antro-pologa, que el sujeto que crea universal, edifica-do a partir de su propia experiencia histrica y talcomo lo esclareciera la Ilustracin, no es de hechoms que un sujeto cultural entre otros posibles: elbuen salvaje podr incluso instruir al civilizadoacerca de su aspecto reprimido. Ahora bien, lomismo ocurre con el continente interior: la in-dagacin que emprende el psicoanlisis, al descu-brir y describir sistemticamente, de etapa en eta-pa, los contornos de un sujeto metapsicolgico,va a minar lo que la razn clsica haba erigidocomo leyes y facultades psicolgicas de la natura-leza humana, y que constitua, admitmoslo, suorgullo; y todo el esfuerzo realizado durante tan-tos siglos para promover y sellar la soberana dela conciencia vacilar entonces bruscamente bajola hiptesis, tan subyugante como desconcertan-te, del inconsciente.

    Todas esas revoluciones paralelas han sido enr-gicamente reivindicadas y luego reconocidas, trashaber sido combatidas, y sin embargo nos pregun-tamos: no hace falta mucho ms tiempo y pa-ciencia, y tambin distancia, para que empecemosa entender lo que efectivamente se configur enese Gran Crepsculo del pensamiento, vale de-cir, en ese gran sacrificio, y cules son sus conse-cuencias? Acaso hemos concluido con esa eluci-dacin? De la crisis de la Razn, de la que nohemos salido, qu sacamos en claro? No sola-mente hay que indagar hasta dnde llega la fisurao, dicho subjetivamente, dramticamente, hasta

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    dnde se hunde la herida; sino mucho ms an, espreciso que nuestra inteligencia terica se decons-truya, y no que solamente se deniegue, para abrir-se a la novedad que la desgarra, aun cuando yano la sorprenda. La filosofa se levanta tarde,como es sabido Nadie ignora que hicieron faltaesfuerzos a lo largo de todo el siglo XX para em-pezar a comprender lo que se desencaden sbita-mente, y que antes avanzara en sordina y todavasin animarse a arriesgarlo todo, digamos que deGauguin a Czanne: no slo para que aprenda-mos a mirar de otro modo la pintura, sino paraque comprendamos tambin por qu as.

    Y me pregunto si no ocurre lo mismo con elpsicoanlisis: acaso la reflexin terica que pro-dujo el psicoanlisis no se encontr fatalmenteatrasada, contenida como estaba por perspecti-vas heredadas, y por grande que haya sido su es-fuerzo de creacin conceptual y de ruptura, comopara dar cuenta de las posibilidades que se descu-bran en la cura? Aclaro la pregunta, porque deella se ocuparn estas pginas. Freud produjo ge-nialmente herramientas nuevas a medida que sedesarrollaba la prctica analtica, pero no sub-siste en las sombras, impensado, desatendido, re-legado, algo el famoso resto que la prcti-ca analtica pone en funcionamiento, pero que eldiscurso analtico, necesariamente empantanadoen prejuicios conceptuales en los que no estpensando, deja de lado? Dicho de otro modo: quha ignorado el psicoanlisis de aquello que sinembargo hace, porque no encuentra dentro de s

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    mismo los medios o las bases para ocuparse deello? O porque le hubiesen hecho falta otros ci-mientos, otros andamiajes, hallados en otra parte,para desarmar ms ampliamente su razn y cues-tionar lo emprico? Es decir, en primer lugar, parapensar en pensarlo.

    II La cuestin, de hecho, se desdobla. Por unlado, resulta obvia: el psicoanlisis no puede dejarde preguntarse hoy, mientras aspira a exportarse aotras partes del mundo, especialmente a China, silas concepciones que expone abiertamente relati-vas a todo sujeto, que describen el funcionamientode lo que llama, lo ms objetivamente que puede, elaparato psquico, cuyo carcter de universal porende no ha llegado a poner en duda, no valen msparticularmente, restrictivamente, para el sujetocultural europeo. Debe pensarlo antes de evange-lizar. Hasta dnde llega la validez de sus dilemasms all del medio judeo-cristiano (en este caso,el trmino es de rigor) y de la educacin clsicaburguesa europea de donde surgieron? Obien, si este lmite antropolgico tiene su pertinen-cia, pues el psicoanlisis actualmente ha llegado asospecharlo por s mismo, puede sin embargo sos-tener suficientemente, desde el interior, la sospe-cha que en adelante lleva en su seno? Y repito:hasta dnde puede llevarlo esa sospecha?

    Pero es el otro costado de la cuestin, menosvisible, el que me interesa aqu: referido a la re-flexin terica que produjo el psicoanlisis acerca

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    de lo que ha hecho y que no deja de experimentar.Al no dudar de las elecciones asumidas en su pro-yecto de explicacin, est el discurso del psi-coanlisis plenamente en condiciones de dar cuentade lo que se pone en juego, lo que pasa, en lacura y que constituye su prctica? O bien diranegativamente, no est demasiado confinado? Mepregunto: cul es la sombra que proyectan esosprejuicios tan asimilados que no se los percibe?Acaso reduciran su inteligibilidad? Porque yadudamos acerca de cul es la dependencia del psi-coanlisis con respecto a la confianza europea, yen primer lugar griega, ligada a la palabra deter-minante y liberadora: ponerle nombre a la cosanos libera. O bien vislumbramos adems, en el in-terior mismo del psicoanlisis, cunto ha hereda-do, en su puesta en escena de las instancias psqui-cas, entre el ello voraz y el supery divinizado, dela gran dramaturgia occidental del conflicto: elyo, tal como lo concibe, no se ha apartado tan-to como pareciera de la tradicional psicologa deldesgarramiento interior y su cuerda pattica; nitampoco de la esperanza de salvacin mediante laverdad.

    Pero sobre todo, esa dependencia heredada enla teora y que amenaza con ocultar la prctica,no concierne a la herramienta misma del psicoa-nlisis en su proyecto de elucidacin? Y no condu-ce en primer lugar a que haya una explicacin ointerpretacin para dar, Erklrung / Deutung, se-gn la alternativa europea, la de la causa o la sig-nificacin, lo que responde al gran dilema griego

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    tanto de la hermenutica (el sentido) como de laciencia (la verdad)? Freud en efecto permanecedefinitivamente ligado, como la nica va posible, ala indagacin tanto etiolgica como de descifra-miento, en la cual nos introdujeron los griegos, yacaso piensa alguna vez en librarse de ella? Asi-mismo, la nocin de representacin (o represen-tancia: Vorstellung, Reprsentierung) que le sirvede articulacin fundamental entre el orden de lapulsin y el de la conciencia es en verdad el pro-ducto directo de la filosofa clsica del sujeto. Yesa conexin de lo biolgico con lo psquico,no es el punto ms delicado y ms sospechoso?Frente a l y frente al dualismo que implica, noresulta demasiado cmoda esa mediacin que sir-ve para todo? Vemos incluso que Freud plantea lacuestin de la existencia del inconsciente exac-tamente del mismo modo que se planteaba la cues-tin de la existencia de Dios, durante siglos de fi-losofa clsica, en tanto que hiptesis necesaria,es decir, como tambin lo proclama Freud, sumi-nistrando pruebas de ello y declarndolas irre-futables Un gesto atvico si los hay: nos libra-mos de Dios, pero conservamos la forma de lapregunta desplazndola. Freud llega incluso a su-frir el peso del gran desdoblamiento metafsico delmundo cuando plantea un inconsciente tan inac-cesible interiormente como lo es, en Kant, esca-pando por principio a nuestras percepciones delmundo exterior, la cosa en s.

    De all surge la propuesta que formulo: interro-gar el psicoanlisis desde afuera y considerarlo en

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    perspectiva, tomando distancia, es decir, investi-gar las concepciones de Freud a partir de cohe-rencias elaboradas en un contexto cultural ajenoa Europa, como lo es China (digo como paraintroducir el tema, aunque creo de hecho ya quees mi rea de trabajo, me expliqu al respecto fre-cuentemente que slo la cultura china brinda talescondiciones de exterioridad, tanto por la lenguacomo por la historia). Si retomamos rpidamentelos puntos anteriores, evaluaremos mejor no tan-to lo que sera la oposicin del pensamiento chinoal psicoanlisis (estar en contra sigue siendodepender de algo), sino ms bien lo que llamaraapenas su indiferencia1 indiferencia mucho msdifcil de franquear, al mismo tiempo que es msdiscreta, de lo que puede serlo la diferencia.Observaremos en primer lugar que el pensamien-to chino no se encerr en una lgica explicativaregida por la causalidad, sino que se dedic msbien a dar cuenta de los fenmenos en trminos decondicin, de propensin y de influencia; y tam-poco se dedic a desarrollar la hermenutica y eldesciframiento del mundo, prefiriendo antes quela perturbadora cuestin del Sentido una detec-cin minuciosa de las coherencias (li) y su elu-cidacin por decantacin o, dicho de otro modo,por degustacin.

    Tampoco ha desarrollado de ninguna manera lanocin de representacin: ni teatral (o pictrica),

    1 Laurent Cornaz, Thierry Marchaise (eds.), Lindiffrence lapsychanalyse. Rencontres avec Franois Jullien, Presses universitairesde France, 2004.

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    ni en cuanto a lo que sera la teora del conoci-miento (aunque este trmino es ms bien nuestro),ni en el plano poltico con qu palabra traducirtodos estos sentidos juntos en chino? No se ha plan-teado el problema de la existencia de Dios, por-que hacen falta condiciones tericas particularespara poder plantearlo (y en primer lugar que lalengua diga el Ser, oponindolo al no-ser: l es).Tampoco se ha referido al desdoblamiento delmundo, entre apariencia y realidad, o incluso en-tre el fenmeno y el verdadero en-s, y por lo tan-to no abri la puerta de la metafsica, tan difcil,como vemos, de volver a cerrar, etc. Al enumerarlas negaciones, tal como lo estoy haciendo, toda-va no ingresamos en el pensamiento chino, peroempezamos a convertirlo en una herramientauna base para sorprendernos, que permite sos-pechar de nuestras evidencias y releer el pensa-miento occidental, Freud incluido, en aquello queno pens interrogar. Desde un punto de vista te-rico, en qu est todava ligado Freud al pensa-miento que lo precedi? No es en las grandes deci-siones del logos y de la verdad donde vemos queeso se verifica; el pensamiento chino no concibiuna liberacin por el poder de la palabra, sino quese dedic a desarrollar un decir alusivo, que diceapenas o de soslayo. Tampoco se consagr ala bsqueda de la Verdad, prefiriendo el estar ensintona, estacional, momentneamente y si-tuacionalmente adaptado (nocin de shi wei enel Yi jing), no le hizo sacrificios a la dramatizacindel conflicto; sino que aborda toda experiencia,

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    incluso la interior, desde la perspectiva de la co-rrelacin de factores opuestos, yin y yang, es de-cir, de la regulacin de energas y de la armo-na, etc.

    Por consiguiente, otras tantas distancias quepermiten delimitar desde afuera, no tanto lo quesera la especificidad cultural del psicoanlisis, so-bre la cual no me atrevera a pronunciarme condemasiada rapidez, sino en primer lugar, desde unpunto de vista filosfico, la especificidad de suselaboraciones tericas, acerca de las cuales me pre-guntar: no son en alguna medida reductivas, sinsaberlo, e incluso tal vez desencaminadas en fun-cin de sus tomas de posicin con respecto a loque pasa efectivamente en la cura y donde stasera su proceso? Ya que, al mismo tiempo quehace aparecer la distancia, el apartamiento escla-rece. Razn por la cual, al sumergir la reflexinpsicoanaltica en el bao extranjero del pensamien-to chino, y al observar sus reacciones, me pregun-tar bajo esa luz oblicua y sacando provecho delos desfasajes, en dnde se detuvo el pensamientopsicoanaltico, en dnde se qued corto, arrastra-do por su lgica heredada, en qu no se interes,aunque lo rozara y luego lo olvidara, y tal vezincluso, junto a qu pas de largo.

    Si volvemos al paralelismo de los mbitos cul-turales que evocaba al comienzo y aceptamos laidea de que su elaboracin terica puede estaratrasada, o incluso a veces ser ciega, por quedarfijada en prejuicios insospechados, frente a lo quese ha efectivamente desplazado, alterado, y

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    finalmente caus una revolucin en su respectivocampo de actividades, sin duda que no parecerinoportuno aclarar o prolongar, poniendo en jue-go esos distanciamientos chinos, determinadosaspectos tal vez no lo suficientemente sealadosde lo que pasa en la cura, como se ha hecho enespecial en el mbito del arte moderno europeo alevocar, al cotejar tradiciones externas que Euro-pa no conoci; pero que pueden hacer percibir mu-cho mejor, desde afuera, volviendo a desplegar susposibilidades, aquello que pudo justificar esa mu-tacin. No hemos visto recientemente que los f-sicos recurren a antiguas concepciones o correla-ciones chinas y creen encontrar all un sostn, almenos simblico, con miras a reconfigurar msradicalmente la manera de interrogarse para ha-cer frente a la revolucin que ha surgido en sucampo de saber? El inters de tales salidas consis-te en desplegar aquello que el pensamiento euro-peo, fortalecido por su xito, quizs haya clasifi-cado y plegado demasiado bien: pasar a travsde pensamientos del afuera, cuando no se lo hacepor exotismo, ayuda a destrabar la razn y a po-nerla de nuevo en marcha.

    III Proponer como lo hago aqu es simple-mente modestamente poner adelante. Ela-boro conceptualmente coherencias extradas delpensamiento chino para ponerlas delante delpsicoanlisis a fin de que ste reflexione. Pongoenfrente, pero no comparo. Porque comparar

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    implicara poseer un marco comn dentro del cual,arrogndonos una posicin ms elevada, ordena-ramos entre lo otro y lo mismo y los yuxtapon-dramos. En dnde estara entonces qu contor-no tendra esa referencia que compartiran a lavez el pensamiento chino y el psicoanlisis? Ade-ms, si comparar se limita a lo descriptivo y por lotanto es, de alguna manera, pasivo, proponer porsu parte es activo y traduce una iniciativa: es in-tervenir voluntariamente en el seno de lo que pue-de estar en debate, reconocindoles a los dems lalibertad de tomarlo en cuenta o no. Yo propon-go; a los psicoanalistas les corresponde disponera su antojo si estas posturas les dicen algo. Unaproposicin por otro lado tanto ms modesta enla medida en que yo mismo soy ajeno al psicoan-lisis y no tengo competencia ni de un modo ni deotro, ni como analista ni tampoco como analizan-te. Por lo tanto, se trata de una intrusin de miparte en un campo que no me es propio, como pudehacerlo igualmente, extrayendo otras lneas de mitrabajo, con relacin a los pintores o a los mana-gers en los mbitos del arte o de la empresa. Unaintrusin aventurada que no deja de tener sus ries-gos, aunque creo cierto que cada cual puede ha-cer un trecho del camino, partiendo del lugar en elque est y de la manera en que piensa; acaso po-demos pensar sin tomar riesgos?

    Mi nica base en este tema es entonces releer aFreud de la manera que me resulta habitual, es decir,preguntndome por la revolucin que introdujo laposibilidad de la cura en el trabajo de elaboracin

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    terica que conform el pensamiento europeo. Peroentonces, qu har con Lacan? Qu har con sulectura de Mencio en De un discurso que no fueradel semblante2 o con su famosa frase: Si no hu-biese aprendido chino, no me hubiera convertidoen Lacan? A decir verdad, me siento demasia-do lejos tanto de esa lectura de Mencio como deaquello que l llegara a escribir tambin sobre elvaco taosta, desde mi punto de vista de sinlo-go, como para poder atribuirle cierta importanciadentro de mi trabajo. Es algo que me parece vli-do, en efecto, en relacin a Lacan, no en relacinal pensamiento chino. Temiendo como la pestetodo aquello que procede de la fantasa europeaproyectada sobre China, no har entonces nadacon ello. Mi proyecto ya es lo suficientemente pe-ligroso tal y como est.

    2 El seminario, Libro 18, Paids, 2009.

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    I Disponibilidad es una nocin que permanece sub-desarrollada en el pensamiento europeo. Concierne prio-ritariamente a los bienes, posesiones y funciones. Casino tiene consistencia, en cambio, del lado de la personao del sujeto. A lo sumo, es un trmino gideano: Decaque toda novedad debe encontrarnos siempre enteramen-te disponibles. Dado que no pertenece al orden de lamoral ni tampoco al de la psicologa, no es prescriptiva(o entonces no podramos precisar de qu) ni tampocodescriptiva (explicativa), no puede pensarse por lo tantoni como virtud ni como facultad que son en efecto losdos grandes pilares o grandes referentes sobre los cua-les hemos erigido nuestra concepcin de la persona enEuropa, esa nocin apenas si llega a serlo y se ve deja-da en el estadio de la vaga exhortacin; o se vierte, sino, en el subjetivismo y su emocin fcil, el mismo quemancha tambin la frase gideana. En suma, no ha ingre-sado en una construccin efectiva de nuestra interiori-dad. Bien podemos recurrir a ella de un modo familiar,deslizar el trmino en la banalidad de nuestras frasescomo una apelacin al buen sentido, apresuradamente,entre dos puertas, en un aparte y tal vez incluso no

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    podramos en adelante prescindir de ello (como el famo-so: Pero estn disponibles!), no obstante, el hecho esque no vamos ms all. La posibilidad de que, a partirde all, se elabore una categora completa, tica y cogni-tiva a la vez, nunca se desarroll.

    Ahora bien, por qu ese subdesarrollo? No ser quejustamente hara falta, para promover la disponibilidadcomo categora a la vez tica y cognitiva, que salira-mos al fin del viejo tndem de la moral y la psicologa,de las virtudes y facultades, y modificramos profunda-mente la concepcin misma de nuestro ethos? Porquediscretamente, sin estridencias, deslizada incidentalmenteentre nuestras frases, esa nocin no deja de entablarsordamente una revolucin. Socava el andamiaje en fun-cin del cual nos representamos: el sujeto pasa a conce-birse ya no como pleno, sino como hueco. Al hacerlo,apela a una inversin ms profunda, previa a tantas otrasanunciadas inversiones de valores. Para el sujeto se tra-ta en efecto nada menos que de renunciar a su iniciativade sujeto. Un sujeto que de entrada presume y pro-yecta, elige, decide, se fija fines y se procura los medios.Pero si renuncia momentneamente a ese poder de do-minio, al que lo invita la disponibilidad, entonces temeque la iniciativa de la que se vale no tenga lmites y sevuelva intempestiva; que le cierre el paso a la oportu-nidad, lo bloquee en una conversacin estril consigomismo y ya no lo deje acceder a nada. Pero acceder aqu? Justamente, no sabe a qu. Si el sujeto renunciaa su propia herencia, desconfa de su propiedad, es por-que presiente que el privilegio que se confiere a s mis-mo, atndolo a s mismo, lo encierra dentro de lmitesque ni siquiera puede sospechar.

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    Con lo cual se sobrentiende que no se tratar de unacategora de renuncia, de invitacin a la pasividad, sinoen verdad de lo contrario al solipsismo (del sujeto) y a suactivismo. Tampoco se trata de remitirse a otro poder(a otro Sujeto); dicho de otro modo, transferir a Dios eldominio, como lo hacen los quietistas. No, ese despren-dimiento de la disponibilidad es una conquista, y aunms sutil en la medida en que es fluida, no apretada, nodetenida: la nocin, al mismo tiempo que es tica, es es-tratgica. Una conquista tanto ms eficaz en la medidaen que ya no se localiza, ya no se especifica, ya no seimpone. Resulta tanto ms ajustada continuamente enla medida en que no aspira a algo, nunca es decepciona-da ni tampoco desprovista; no es desviada ni fragmen-tada. Conquista tanto ms amplia antes bien ya noconocera lmite ni extremidad por el solo hecho de queno se da ms una pista a seguir, una meta que satisfacer,una bsqueda que cumplir, un objeto del cual apoderar-se. Porque esa conquista por desprendimiento ya no estorientada; no proyecta ms. No proyecta ninguna som-bra, ya no es conducida por una intencionalidad, man-tiene por consiguiente todo en igualdad. Su captacin escompletamente abierta porque no espera nada por cap-tar.

    Hay que comprender el trmino, en efecto, segn elrecurso que revela su composicin. En el prefijo dis- de ladisponibilidad no se entiende solamente la supresin detoda oposicin, sino tambin la difraccin en todas direc-ciones de la posicin y por ende su misma disolucin.Al igual que, como dice el adagio, toda determinacin esnegacin, toda posicin es al mismo tiempo privacinde otras posibles. Toda posicin es una im-posicin.

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    Si disponer es adoptar un determinado orden y un arre-glo, la disponibilidad, volvindolos dctiles por la com-posibilidad que realiza, les retira toda modalidad par-ticular que fija y que focaliza. La apertura (la Offens-tndigkeit) ya no es un voto piadoso, un sucedneo delo metafsico y lo religioso que suea con una libera-cin por develamiento un tema prolfico en la actuali-dad; sino que se encarna efectivamente en una conduc-ta y una actitud o, ms rigurosamente an, segn dije,en una estrategia. As, las virtudes y las facultades yano pueden parecer en lo sucesivo sino dispersin y pr-dida: al especificarse una con relacin a la otra, cadauna se afirma en detrimento de las dems; as como alarrogarse de entrada una autonoma, esa auto-afirma-cin no deja de producir un forzamiento. Pero la dispo-nibilidad confunde (comprende) el plural de su diversi-dad en una misma, idntica, potencialidad; as como alno fijar ni oponer nada, permanece ms ac del esfuer-zo y del enfrentamiento. El conocimiento, al no estarya orientado, se vuelve una vigilancia que no se dejareducir por ningn acaparamiento; el bien, que ya nose deja codificar ni asignar, se torna capacidad de com-binar y de explotar sin prdida, porque no implica ex-clusin ni rigidez.

    II Que es preciso abstenerse de privilegiar nada,presumir o proyectar nada; que por lo tanto es precisomantener en pie de igualdad todo lo que se escucha parano dejar pasar el menor indicio que pondra sobre la pis-ta, por ms incongruente (inesperado) que parezca; quepor consiguiente es preciso mantener la atencin difusa

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    y no focalizada, es decir, no regida por alguna inten-cionalidad constituye, como se sabe, el primer conse-jo que Freud le dirige al psicoanalista.3 En el fondo, elnico que hay que observar. Porque todos los dems, decerca o de lejos, conducen a l. La nocin de disponibi-lidad no aparece all, pero sin embargo me parece quela reflexin de Freud gira alrededor de ella, e inclusodira que es aquello que aporta como su verdad. Nosera en efecto el concepto que falta, pero hacia el cualFreud se encamina ineluctablemente, llevado por la ne-cesidad de su prctica, luego de largos aos de su pro-pia experiencia, segn nos confiesa, o que ms bien esllevado a bordear a lo largo de esas pginas que procu-ran decir ms en detalle cmo actuar frente al paciente?An le falta a Freud superar muchas resistencias, queactan sin que lo sepa, en ese recorrido terico.

    Al menos est claro que Freud llega a ese punto porun inters estratgico, puesto que se trata de abrir unaprimera brecha en el sistema de defensa del paciente.No obstante, esa concepcin de una captacin [prise]que se realiza por desprendimiento [dprise] alterarademasiado profundamente todo el edificio occidental deldominio de s como para ser abordado por l ms expl-citamente. De manera que constatamos, por un lado, laextrema prudencia con la que Freud se interna en esecamino, entrando en puntas de pie: no fue conducido aesa regla, nos dice, sino por sus propias decepcio-nes y porque debi dar marcha atrs en la persecu-cin de sus propias rutas; y quizs por otra parte, segn

    3 Consejos al mdico sobre el tratamiento psicoanaltico, 1912 [ed.en esp. Obras completas, vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires].

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    admite, esa tcnica no sea adecuada ms que para suindividualidad. No hay un exceso de precaucionesen ese prembulo, o qu conviccin se le impone enton-ces en ese punto, a su pesar? Ya que, por otro lado,segn repite, se trata de la nica prescripcin que sos-tiene.

    En lugar de lo que yo entiendo por disponibilidad,Freud expone una frmula que retomar varias vecescomo una palabra mgica e insuperable. Freud nos ha-bla una expresin en adelante fijada de atencin flo-tante o, traduzcamos con ms precisin, sobrevolandoen igual suspenso, gleichschwebende Aufmerksamkeit.Y reconozcamos que la frmula es paradjica: aten-cin pero flotante; la mente se dirige hacia, se tiendehacia, pero sin nada en particular a lo cual estara aten-ta. Se concentra (atencin), pero sobre todo a la vez (dis-persin). Que Freud no pueda expresar sino en unafrmula que roza la contradiccin la primera regla prc-tica del psicoanalista ya deja ver bastante bien hastaqu punto sta socava nuestro credo terico, que realzalas facultades (del conocimiento) y su capacidad de con-trol. Pues, por qu no atac el dominio de la concien-cia que tanto denunci desde ese otro ngulo: ya noen relacin con el inconsciente y la censura, el ello yel supery, sino desde el punto de vista del funciona-miento mismo de la mente y de su racionalidad cogniti-va? Pues, qu sera una atencin que no obstante seabstiene a su vez de concentrarse? O bien, qu es unaatencin, que sin embargo no se deja conducir por su inten-cionalidad, en suma, que al mismo tiempo que est atentadesconfa del objeto de su atencin? Porque desconfasobre todo de aquello que, en lo que dice el analizante,

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    le interesara de entrada y la acaparara, y por ello lahara pasar de largo; desconfa de aquello que le habla-ra al odo al psicoanalista (en el sentido familiar, intere-sado, de eso me suena) y le impedira conservar elodo abierto, vigilante, y escuchar efectivamente.

    Freud admite sin esfuerzo, en cambio, por qu ha lle-gado, aunque a pesar suyo, a esa prescripcin que surgede su larga prctica como psicoanalista, por ms queresulte desconcertante. Hay una impracticabilidad com-probada de cualquier otro modo de actuar, aunque slofuera debido a la profusin de detalles e ideas incidenta-les que trae consigo cada sesin de la cura y que multi-plica el nmero de pacientes y de aos. Ninguna memo-ria en verdad bastara para ello. Tampoco se podraanotar todo. Y ms grave an: al escribir o incluso altaquigrafiar, se har inevitablemente una seleccinnociva en el material, porque con ello uno enlaza(bindet) una parte de su propia actividad mental, quenos desva del resto. Fijando un determinado fragmen-to con particular agudeza eliminamos al mismo tiempootro y, como uno sigue en dicha seleccin sus expectati-vas y sus inclinaciones, estamos en peligro de no en-contrar nunca nada ms que aquello que ya sabamos.

    Es el motivo por el cual hace falta distinguir lo msclaramente posible, segn precisa Freud, esa escucha(durante el tratamiento) de lo que sera la organizacinde un saber (retrospectivamente y tal como lo implica-ra la investigacin). Porque en contra de todo intentode elaborar racionalmente un caso ejemplar, lo cual exi-ge proceder con mtodo y tener como meta un progreso(que la ciencia occidental tanto ha procurado promover),tienen en cambio un xito mayor en el transcurso de la

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    cura, aquellos casos en que procedemos como sin in-tencin, cuando nos dejamos sorprender por cada giroque afrontamos constantemente sin prevenciones ni pre-supuestos. xito (Erfolg): el punto de vista es verda-deramente estratgico, no terico. Se trata pues de unaregla de eficacia en la maniobra y no de cientificidad.Porque slo esa disposicin sin disposicin permite re-gistrar sin pausa y sin esfuerzo as como mantener dis-ponible (verfgbar) el material, dndole su oportuni-dad a todas las posibilidades y sin perder nada, porqueno se ha privilegiado nada que haga abandonar algo; demodo que uno se vuelve apto para recibir constantemen-te, sin expectativa, toda solicitacin que aparezca.

    Al revs que la teora clsica (occidental) del conoci-miento y de sus facultades, Freud abre expresamente elcamino a lo que sera la disponibilidad que se le reclamaal psicoanalista. No es sin embargo limitado y forzadoen ese camino por el hecho de que no considera esa acti-tud aptitud sino negativamente: que slo sea definidacomo un comportamiento sin prevencin ni presuposi-cin (o sin especular ni cavilar), es decir, como aten-cin sin intencin? Disponibilidad califica ese recur-so, en cambio, sin rozar la contradiccin, a la vez unita-riamente (conceptualmente) y positivamente. Incluso mepregunto si Freud, a falta de un concepto en la materia,cuanto ms avanza en esa reflexin, no es llevado a dis-torsionarla y oscurecerla. Comprendo que una tenden-cia de afecto en el psicoanalista, Affektstrebung, seapeligrosa durante la cura, pero acaso se trata enton-ces, como dice ms adelante, de frialdad del sentimien-to, Gefhlsklte? (O no implica entonces volver a in-troducir lo afectivo, de manera molesta, sin perjuicio de

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    que sea de un modo defensivo?) O igualmente, si entien-do que el psicoanalista debe protegerse de su propia cen-sura al escuchar al otro, qu puede significar exacta-mente servirse de su inconsciente como instrumento deanlisis? Es decir: cul es ese inconsciente-instrumen-to? Dice tambin Freud: Debe dirigir hacia el incons-ciente emisor del enfermo su propio inconsciente en tan-to que rgano receptor (o nos contentaremos con estaimagen demasiado tcnica que se complica, por aadi-dura, a medida que avanza: ajustarse al analizado comoel receptor de telfono est ajustado sobre la plaqueta,etc.?).

    De este modo puede entenderse mi estrategia de tra-bajo. Ya que resulta evidente, al promover la figura au-tnoma del sujeto y su estructuracin interior pensada apartir de sus facultades, en cuanto propiedades, y por lotanto a partir del flujo del mundo, que el pensamientooccidental ha obstaculizado una capacidad de apertu-ra semejante, salvo por un tratamiento reactivo y com-pensatorio en un plano mstico, no es ya tiempo de bus-car otras perspectivas, y adems, en primer lugar, cmodesarrollar su coherencia tambin basndose en la ra-zn? Pensar semejante disponibilidad, como he dicho,implicar pensar dicha apertura como una manera deoperar. Ars operandi: ya no separar ms lo tico y loterico de lo estratgico o, como sucede en el pensa-miento chino, la sabidura de la eficacia. Como nocinbalbuceante del pensamiento europeo y dejada al mar-gen de sus teorizaciones, la disponibilidad en China re-sulta ser, por el contrario, el fondo mismo del pensa-miento.

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    III Pasemos a China y busquemos ese otro lugarque rompera nuestras concepciones. Porque lo que im-presiona cuando uno se introduce en el pensamientochino es comprobar que lo que yo entiendo aqu pordisponibilidad, lejos de ir en contra de los trayectoscognitivos autorizados, fundados en nuestras faculta-des, constituye su condicin de posibilidad; o bien que,lejos de haber permanecido como una nocin embrio-naria, sin valer ms que a modo de exhortacin fami-liar, confiada en un aparte de la escena, la disponibili-dad est en el principio mismo del comportamiento delSabio: es anterior a todas las virtudes. Aunque es unprincipio no principio. Erigir la disponibilidad comoprincipio la contradira por la misma razn que la dis-ponibilidad es una disposicin sin disposicin fija. Enesto concuerdan, ya sea que la aborden desde una uotra perspectiva, todas las escuelas chinas desde laAntigedad (lo que denomino un fondo de acuerdo delpensamiento). E incluso resumira naturalmente la en-seanza del pensamiento chino de la siguiente manera:es sabio quien sabe acceder a la disponibilidad coneso basta. Por tal motivo, el pensamiento chino nossorprende con su antidogmatismo (aunque lo compen-se el ritualismo).

    De la misma manera que antes, podemos empezarpor aproximarnos negativamente a la disponibilidad. Enesta frmula de las Analectas de Confucio (IX, 4), queme sirvi de punto de partida en otro ensayo:

    Cuatro cosas que el maestro no tena: niidea, ni necesidad, ni posicin, ni yo.

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    La evidencia china (digo evidencia porque no esalgo cuestionado) es que tener una idea, o mejor dicho:exponer una idea ya implica dejar a las otras en la som-bra; es privilegiar un aspecto de las cosas en detrimentode otros y caer por ello en la parcialidad. Toda idea ex-puesta es al mismo tiempo un prejuicio sobre las cosasque impide considerarlas en su conjunto, en un mismoplano y con equidad. Se ha entrado en la preferencia yla prevencin. En efecto, hay que leer la frmula en sucontinuidad. Si exponemos una idea, se nos imponeentonces una necesidad (un hay que proyectadosobre la conducta); a consecuencia de este hay que alcual obedecemos, resulta una posicin fijada en la quela mente se estanca y ya no evoluciona; por ltimo, deese bloqueo en una posicin adviene un yo: un yofijo en su surco y que presenta un carcter. Ese yo,preso de su posicin, ha perdido su disponibilidad. Perola frmula tambin hace un crculo: debido a que el com-portamiento se fij en un yo, ese yo expone una idea,etc.

    En las Analectas de Confucio, abundan las frmulasen ese sentido: el hombre de bien es completo (II, 14),es decir que no pierde de vista la globalidad, no deja queel campo de los posibles se restrinja por ningn lado. Nose empea a favor ni en contra, sino que se inclinahacia lo que llama la situacin (IV, 10). O bien, dice Con-fucio acerca de s mismo, no hay nada que pueda o nopueda hacer (XVIII, 8). Dicho de otro modo, el Sabiomantiene abiertas todas las posibilidades, sin excluir apriori ninguna, y se mantiene dentro de lo componi-ble. Por tal razn, no posee un carcter y no se lopodra calificar: sus discpulos no saben qu decir de l

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    (Analectas, VII, 18). O bien cuando se clasifica a los sa-bios en categoras por un lado, los intransigentes, quese niegan a sacar siquiera un poco la mano por el biendel mundo, y por otro lado, los acomodaticios, dispues-tos a cualquier compromiso para salvarlo, qu dirnde Confucio? Es intransigente? Es acomodaticio?Dnde ubicarlo (qu posicin atribuirle) en esa tipo-loga? La sabidura responder Mencio (V, B, 1) es elmomento: tan intransigente como los ms intransigen-tes cuando conviene; tan acomodaticio como los msacomodaticios tambin cuando conviene. Ya no est li-gado a una u otra postura, slo el momento sirve dereferencia. Porque la sabidura no tiene un contenidoque la oriente o la predisponga; o bien no tiene otro con-tenido que volverse disponible en ocasin del momen-to renovndose incesantemente.

    Vemos as que el justo medio, un tema tedioso comopocos y que creeramos que se deriva de la sabidurapopular, sale al fin de su chatura. Adquiere un relieveinesperado. Ya no es banal, sino radical. Ya no consisteen quedarse en un mbito endeble, miedoso, a mediocamino entre los opuestos y temiendo el exceso (ni tan-to ni tan poco, como dice el refrn); evitando puesprudentemente aventurarse tanto hacia un lado como ha-cia el otro y afirmar fuertemente su preferencia. Medio-cridad que no es dorada, como se ha dicho,4 sinoopaca, gris. No, el justo medio, para quien sabe pensar-lo con rigor (Wang Fuzhi) es poder hacer tanto lo unocomo lo otro, es decir, ser capaz tanto de un extremocomo del otro. Es en esa igualdad del igual acceso

    4 Alusin a la famosa oda de Horacio: Aurea mediocritas [T].

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    tanto a lo uno como a lo otro donde est el lugar-me-dio.5 Tres aos de luto por la muerte del padre, nosdicen, no es demasiado; aunque beber copas sin medidadurante un banquete tampoco es demasiado de ningnmodo exagero. El riesgo consiste ms bien en estancar-se en un lado y que se nos cierre la otra posibilidad. Enoposicin a ello, la disponibilidad consistir en mante-ner el abanico completamente abierto sin rigidez nievasin de manera de responder plenamente a cadasolicitacin que surge. Plenamente quiere decir sin dejarde lado ni desatender nada, porque ningn carcter osedimentacin interior habr de obstaculizar esa ducti-lidad.

    El pensamiento chino supo percibir especialmente ladiferencia que hay entre estar en el medio y estarligado al medio (permanecer atado a l). Si por un ladoestn aquellos que, segn sus ttulos convencionales, nosacrificaran un pelo por el bien del mundo, y por el otro,aquellos que estn dispuestos a hacerse masacrar por susalvacin, un tercer hombre (Zimo), que est en elmedio de esas posturas adversas, parece ms prxi-mo (Mencio, VII, A, 26). Pero desde el momento en quese est ligado a ese medio, sin sopesar la diversidadde los casos, es como aferrar una sola posibilidad ydejar ir otras cien; y por lo tanto tambin es arruinarel camino. Desde el momento en que nos atenemos a(una posicin), se fija un yo, el comportamiento seestanca, algn imperativo o algn hay que se estabili-za y ya no estamos en armona: la plenitud pierde su

    5 En el original, mi-lieu, que querra decir en este caso lugar-medio,pero que alude al milieu, mbito, medio ambiente, etc. [T].

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    amplitud y ya no reaccionamos a la diversidad que seofrece. Porque la disponibilidad, como disposicin in-terior sin disposicin que se abre a la diversidad, vaacompaada de la oportunidad, aquello que nos llegadel mundo como lo que llega a buen puerto6: estdisponible aquel que sabe, como tambin dijo Montaig-ne aunque sin convertirlo en disposicin del conocimien-to, vivir en buen momento.

    Este pensamiento, como dije, no es privativo enChina de una escuela particular; y la misma capacidadde conocimiento tiene como condicin el vaciamientode la mente: el conocer chino no es tanto hacerse unaidea de algo cuanto volverse disponible a algo (cf. Xun-zi, cap. Jiebi). Se produce una purgacin interior nopor medio de la duda que elimina los prejuicios, sinomediante un abandono generalizado, que se efecta anivel del comportamiento y no del intelecto. De all sur-ge el desprendimiento que le da su amplitud al acceso.Hay que cuidarse de dejar que la mente se vuelva unamente dada (cheng xin), dice tambin Zhuangzi. Unamente dada, rgida, constituida, cuya actividad enton-ces se paraliza y que se encierra dentro de su perspecti-va, se vuelve sin saberlo un punto de vista. La primeraexigencia, ya sin proyectar una preferencia o una reti-cencia, es mantener todas las cosas en pie de igual-dad (segn la palabra clave de su pensamiento: qi, enel Qiwulun). Es incluso porque sabe mantener todoen un pie de igualdad, como muestra pertinentementeZhuangzi, y est en condiciones de remontarse al fondo

    6 Hay un juego de palabras en el original entre opportunit [opor-tunidad] y port [puerto]. [T.]

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    indiferenciado, del tao, de donde brotan todas las di-ferencias, que el Sabio est en condiciones de acoger lamenor diferencia en su oportunidad, sin reducirla ni de-jarla pasar. El yo, que deja de ser un obstculo (lo quesignifica perder su yo, wang wo), puede escuchar en-tonces todas las msicas del mundo, diversas como son,en su espontneo ser as, a placer, acompaando sudespliegue singular (xian qi zi qu, Guo, p. 50).

    IV De modo que me veo llevado a preguntarme, encambio, tras este apresurado recorrido: cuando Freud lerecomienda al psicoanalista que sea fro, no querrdecir ms bien insulso, en el sentido en que lo desarro-ll China de acuerdo al recurso de la disponibilidad? Peroser insulso no se ordena. Frialdad o bien insulsez delpsicoanalista? La primera es prescriptiva (bajo el modode una orden rigurosa), la segunda es una cualidad delethos (que no puede ponerse en imperativo). La insul-sez no es una privacin de sabor (no es inspida), sinoun sabor que se queda en el umbral del sabor y que,apenas pronunciada, no excluye nada. En sto insistentodos los comentaristas e incluso lo toman como puntode partida: todo saber slo puede afirmarse en detrimen-to de otro; lo salado ya no es dulce, o lo dulce es lo noamargo, etc. todo saber por consiguiente es al mismotiempo una prdida. Pero la insulsez, cuando apenasdespunta el sabor o bien cuando empieza a reabsorber-se, hace aparecer todos los sabores en pie de igualdad.Sin que uno sea ms insistente que el otro y nos prive del. Como tal, es en verdad el sabor del tao en tanto quefondo indiferenciado de las cosas de donde todas

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    emergen y adonde todas retornan (cf. Laozi, 35: Cuan-do pasa por la boca, el tao es insulso y sin sabor). Loque convierte a la insulsez en el sabor disponible que sepresta a todas las solicitaciones.

    Que el psicoanalista sea invitado a ser insulso an-tes que fro (con la frialdad de hielo de la superficiedel espejo, dice Freud, por la cual el psicoanalista debehacerse opaco y abstenerse tenazmente costosa-mente? de todo afecto) es algo que se entender mejorsi pensamos en el elogio de la insulsez que se encuentraal comienzo del primer tratado chino de caracterologa(de Liu Shao, en el siglo III). Que de entrada el Sabio seallamado insulso significa que en l las cualidades nose perjudican entre s y ni siquiera entran en rivalidad.Por tal motivo, la insulsez es la primera cualidad de lapersonalidad, aun antes de que se tome en cuenta su in-teligencia (el hecho de ser entendido-ilustrado, dicecon mayor precisin el chino, manteniendo an el esta-do de tensin y polaridad para evitar toda monopoliza-cin de la cualidad). Porque la inteligencia ya es unadeterminada orientacin de nuestras disposiciones, unaacentuacin particular que conduce a una seleccin:acaso no conduce ya a cierta parcialidad? No seraya una prdida? Pero la insulsez de la personalidad, quees previa, no proyecta de antemano ninguna funcin ypuede reaccionar muy directamente a lo que denominala situacin, desarrollando a su vez en su momentouna u otra potencialidad. No se deja bloquear en ningu-na disposicin, aunque fuera de una virtud o de una fa-cultad: el sabio que sabe ser insulso, al no estar condi-cionado por ningn pliegue de su mente convertido enhbito, ni tampoco privilegiar de entrada ninguna

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    aptitud dentro de s, despliega su capacidad a su gus-to y sin estancarse en ella.

    Segn Franois Roustang, por oposicin a la vigiliarestringida de la vida ordinaria, la vigilia generaliza-da a la que brinda acceso la hipnosis, apela tambin auna digresin sobre China y pasa momentneamente poruna reflexin similar sobre la insulsez.7 Pues, qu re-sulta ms inquietante, efectivamente, que la hipnosis parael racionalismo europeo y su concepcin de un Sujetosoberano que garantiza su control por medio de sus fa-cultades? Pero justamente lo que sigue siendo tan sospe-choso en el seno de nuestro racionalismo y no se ve abor-dado sino en sus mrgenes, por ruptura y como ensecreto, se revela por un desplazamiento a Chinacomo resultado de una coherencia mucho ms comn yaun como un viejsimo problema de la humanidad. Noporque en China se trate sobre hipnosis, sino porque elpensamiento chino de la disponibilidad, cuyo sabor es lainsulsez, torna inteligible una apertura a todas las posi-bilidades, por indeterminacin, sin focalizacin ni cris-pacin, donde tambin puede arraigarse un fenmenotan desconcertante como la hipnosis. Como lo prueba lainsulsez que se abstiene de caer en ningn sabor queenseguida la limitara, esa disposicin a lo componibleque es la disponibilidad se revela como una experienciano excepcional, sino inmediatamente verificable ascomo infinitamente compartible. Y por qu entonces elpensamiento europeo tuvo tantas dificultades para pen-sarla?

    7 Quest-ce que lhypnose?, ditions de Minuit, 1994, p. 81.

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    No se puede entender la dificultad europea para pen-sar la disponibilidad, o por qu esa nocin permanecisubdesarrollada en el pensamiento europeo (por quFreud, por ejemplo, no llega a la regla de la atencinflotante sino dando marcha atrs y debido a las de-cepciones de su propia experiencia), sino cuando setoma en consideracin la nocin rival que prevaleci enEuropa y que bloque su desarrollo. En efecto, llevaraincluso esa oposicin hasta la exclusin recproca: Eu-ropa desconoci el recurso de la disponibilidad porquedesarroll un pensamiento de la libertad. Acaso las dosnociones no seran antagnicas hasta la contradiccin?La libertad reivindica una fractura con relacin a la si-tuacin en la que el yo est implicado y esa emancipa-cin convierte precisamente a ste ltimo en Sujetoque se arroga una iniciativa. Exige por su parte una re-mocin que haga salir, por su poder de negatividad, delas condiciones impartidas. O sea que la libertad pro-mueve ese ideal por ruptura con el orden del mundo.

    Esa es la experiencia que forjaron los griegos (oque los forj), y en primer lugar en un plano poltico,de pequeas ciudades resistindose frente al vasto im-perio en la divisin de los dos continentes y que seniega a someterse al poder del Gran Rey; luego, por lainstauracin deliberada de instituciones propiamentepolticas separadas de los lazos naturales de parentes-co (la democracia frente al poder gentilicio heredita-rio); y adems, como emancipacin moral del indivi-duo por el dominio sobre sus pasiones y, en particular,sobre sus representaciones, phantasiai (lo que llegaa su pleno auge con el estoicismo). Resulta pues que lalibertad es el producto de una invencin (ms que un

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    descubrimiento, como tantas veces se dijo) que en re-sumidas cuentas es muy singular, pero cuyas tomas departido se olvidan en la misma medida en que se las haasimilado. A tal punto que el pensamiento clsico pudoplantear como universal el fundarse sobre las leyesde la libertad (la autonoma), siendo sta de ordendistinto al de las leyes naturales, no fsica sino metafsi-ca, y se viera erigida como absoluto.

    Lo contrario de la libertad es la servidumbre, comose sabe, pero su contradiccin es la disponibilidad quedespliega una relacin armoniosa de integracin. En lu-gar de apartarnos de la situacin para volvernos inde-pendientes, la disponibilidad nos inserta en ella y noslleva a explotar sus recursos sin confrontarla. Un yo sabeincluso comportarse mejor en la medida en que se desar-ma como yo y se ve implicado respondiendo a las so-licitaciones del entorno. Digamos de nuevo las cosastomando distancia y a gran escala: el vasto imperio deChina no fue engendrado, como los griegos, en una lu-cha por la independencia cvica; concibi entonces lopoltico como una simple prolongacin de las estructu-ras familiares, reproduciendo la espontaneidad con vo-cacin reguladora (el rey-padre), y no para liberarse; yen el plano moral, apel en verdad a triunfar sobre unomismo, pero para volver a las normas de conducta ysociales integracionistas que son los ritos (segn elprecepto de Confucio: ke ji fu li). Por eso no concibi laemancipacin y la desalienacin del sujeto por medio dela Libertad, sino por la capacidad que abre la posicindesde todos lados y no se encierra en ninguno, mante-niendo todos los posibles en igualdad de condiciones, queconserva el sujeto vaco (no thtico) y lo pone por s

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    mismo (ziran) en armona con lo que le llega del mun-do. De all su capacidad de captar sin suponer, de escu-char sin proyectar, de entender lo inesperado. Reconoz-camos al menos que hay en ello una coherencia adversaen la cual puede reflejarse la teora occidental del suje-to; y que cuando sta pretende querer curar a ese su-jeto, tal vez sea incluso forzoso comenzar por cruzarsecon su prctica.

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    I En lo que respecta al analizante, en el otro polo dela relacin, hay una prescripcin simtrica a la disponi-bilidad que se le exige al psicoanalista, que ya no corres-ponde a la escucha sino al habla. Y cmo llamarla?Tambin es primordial, nos dice Freud, y an ms unita-ria: que ste escuche de manera indiferenciada, sin reti-cencias ni preferencias; pero que aquel primero se ex-prese sin crtica ni seleccin contando todo lo que sele ocurra.8 No que diga algo, sino que cuente, es decirque se deje llevar, con la misma disponibilidad ya men-cionada, a dar cuenta sin control, de buen grado, a laventura, de todo lo que surge en su pensamiento, sin su-primir lo fantasioso, lo inadecuado, lo inesperado; sineliminar lo anecdtico, el rasgo oscuro, obsceno o in-congruente. Contar (erzhlen) no es en este caso unrelato propiamente dicho, sino la modalidad del hablaque sigue el hilo de lo que viene a la mente de todo loque se le ocurre y tal como se le ocurre abrindose (ce-diendo) ante lo que todava no est construido, no se ha

    8 A propsito de un caso de neurosis obsesiva (El hombre de lasratas), I, a [ed. en esp. en Obras completas, vol. X, Amorrortu,Buenos Aires].

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    vuelto abstracto ni se ha reflexionado: discurso sin pre-misas y deshilvanado. Por consiguiente, no conoce msque un orden ocasional contado por ese afloramien-to sucesivo: y despus y despus y despus.

    Pero que all radique, como incansablemente se repi-te, la condicin la nica para la eficacia de la cura daque pensar en cuanto a esa posibilidad del habla: que elpaciente diga todo lo que se le ocurra, aun si le resultadesagradable, aun si le parece que no tiene importancia,que no corresponde al tema o que es insensato. Porqueel alemn, lo mismo que el francs, lo dice de una mane-ra que en nuestras lenguas slo cabe dentro de una ima-gen familiar (no terica): lo que me pasa por la cabe-za (durch den Kopf geht), de lo cual ya no me considero(no me siento) el autor, el dueo, el detentador, de lo cualno poseo dentro de m ni el origen ni la razn. Pero parasuspender la barrera que funciona normalmente, es pre-ciso desconfiar no solamente de nuestro juicio moral,sino tambin de lo que fundamenta para nosotros, lopensemos o no, la pertinencia de todo decir: que presen-te un inters, que concierna al objeto en cuestin, que nosea absurdo. Y por el contrario, el psicoanalista le dicea su paciente: hable, hable todo lo que quiera cuen-te, pero sobre todo no piense qu decir!.

    Apenas se pudo disimular hasta qu punto esa nicaregla para ingresar en la cura, sin hacer aspavientos, vaen contra de nuestra razn. Pero, se ha evaluado sufi-cientemente todo lo que quiebra implcitamente (en sufundamento)? Lo importante no es tanto que nos libereentonces de las exigencias de la razn, que sera su efec-to de vlvula por el cual la razn (europea) se toma vaca-ciones; ya que las vacaciones no alteran la regularidad

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    del orden, sino que la compensan y nos distraen de ella.No, lo que resulta violento en este punto es que esa ni-ca prescripcin pueda socavar tan discretamente sulegitimidad. Puesto que la razn no se mantiene de pie,como se sabe, sino por la legitimidad de su fundamen-to, todo su esfuerzo y su mrito consisten en eso. Y heaqu que esta nica exigencia de la cura basta para co-rroer la idea misma de que al hablar, es decir, dndolecurso en m a la palabra, yo me instauro como sujetoque a la vez dice y piensa, es decir que se pone al co-mienzo de su palabra, reivindicando al mismo tiempo suiniciativa y su responsabilidad; que por ende afirma, atravs de ella, su autonoma y se concibe en su esenciaa partir de dicha capacidad.

    Por lo tanto, la crtica que recordamos que empren-diera Nietzsche contra el cogito cartesiano se ampla:no soy yo quien piensa (cuando expongo abiertamen-te pomposamente como punto de partida del descu-brimiento de todo lo real el famoso yo pienso); sinoque el pensamiento sale de la sombra y me llega, inespe-radamente, y se me impone, me pasa por la mente, sinperjuicio de que luego yo me lo apropie, lo conviertaen piedra de toque de mi autonoma y crea poder ascomenzar propiamente (lgicamente). Pero, con quderecho vanidad de ego puedo creer que en ese pro-ceso que me atraviesa podr aislar un acto, con princi-pio y fin, que declaro que me pertenece (yo pienso) ydel cual me sito como sujeto con lo sobrevalorado queser entonces este situarse?

    Quizs hoy ya estemos listos para sacrificar esa pre-eminencia, demasiado arrogante, otorgada al Sujeto. Sinembargo, estamos por ello dispuestos a abandonar la

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    concepcin del habla concepcin lgica sobre lacual aquel se ha encaramado? Porque, qu esperamosen efecto de la palabra para que no sea sino un vanoruido, flatus vocis, para que sea vlida? El pensamientoeuropeo, por su parte, no ha roto con esa evidencia:para que hablar sea vlido, es preciso que tengamosalgo que decir, i. e. un sentido que expresar. Hacefalta a la vez que la palabra sea coherente con su objetoy que tenga una significacin como meta. Vale decir, hacefalta que la palabra se organice como discurso yque se justifique como razn: logos, tal como lo des-pliegan los griegos, tiene todos esos sentidos juntos. Peroes exactamente lo que trastorna de entrada esa pres-cripcin hecha a quien desea entrar en anlisis, aquellode lo que debe apartarse, a lo que debe renunciar. Paraentrar en anlisis hace falta es lo nico que hace falta,dice Freud que salgamos de la obligacin de coheren-cia: hable, aunque eso no tenga nada que ver; as comode la necesaria expresin de un sentido: dgalo, dgaloaunque sea absurdo.

    Salir de ese rgimen de pertinencia tradicionalmenteatvicamente asignado en Occidente al habla es comoquerer levantar de pronto con las manos la piedra pesa-da sobre la cual se caminaba y que se descubre que esla losa de una tumba. Sobre qu piedra sepulcral yqu gran sacrificio se ha erigido pues nuestra organi-zacin de la palabra en Occidente y contra la cual elpsicoanlisis, inesperadamente, nos llev a chocar? Aris-tteles no es tanto el fundador en ese aspecto en la medi-da en que establece, siguiendo a Parmnides y a Platn,el principio de no contradiccin (que no se pueda decirde algo a la vez lo mismo y su contrario), sino en tanto

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    que supone de entrada ese algo como objeto de lapalabra y que ste sea susceptible de identidad. En lamedida en que plantea y sella para nosotros esa ecua-cin capital, ya sin dejarnos sospechar la toma de parti-do disimulada o el crimen oculto que subyacen (en Me-tafsica, gamma): que hablar es decir; que decir esdecir algo; y que decir algo es significar algo (le-gein es legein ti, semainein ti). As, lo que Aristteles ponecomo primera piedra para la fundacin de la razn eu-ropea, sin dejar que aparezca lo que cubre, es que nues-tra habla no est justificada sino cuando se da algo delo cual habla, vale decir, un objeto (ti), por ms inde-finido que sea. Por eso hablar es necesariamente de-cir (algo) de otro modo la palabra es vana: si nose refiere a nada, no dice nada (ouden), no es nadaen s misma.

    Adems, al despojar el significar de su polisemiaprecedente, que lo pona directamente en contacto conlas cosas (donde semainein poda querer decir en griegotanto expresar una orden como dar la seal o indicar),Aristteles lo convierte en la nueva herramienta mediantela que el lenguaje se cierra sobre su funcin propia ysegn la cual en adelante slo existen las palabras quesignifican. De tal modo, as como las palabras debenser determinadas por su definicin para no tener msque un solo sentido a la vez, el habla tambin tendracomo vocacin determinar la esencia (o presencia:ousia), especificndola por su diferencia; y ligara asindefectiblemente el lenguaje al Ser. Tal es verdadera-mente el pacto onto-lgico, del cual el principio de nocontradiccin slo es la consecuencia, que no podemosdemostrar como tal para fundamentarlo, sin caer en una

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    peticin de principio, pero con el cual podemos probarque aquel que pretenda refutarlo lo pone a su vez enprctica, desde el momento en que se expresa, y se vesometido a l. Desde el momento en que dice, no nada,sino algo, el rebelde ya lo supone de hecho. Como lodice tan elegantemente Aristteles: al suprimir el lo-gos, lo sigue sosteniendo.

    Ahora bien, acaso el pensamiento occidental ha sa-lido despus explcitamente de ese protocolo de la pala-bra, en el cual tan perspicazmente se abstena de entrarHerclito? Cuanto menos es lo que prepar triunfalmenteel suelo de la ciencia que se basa en la determinacin. Obien, a quien pretenda desembarazarse de ello se le res-ponde enfticamente (y esta filiacin tiene los rasgos deun verdadero atavismo: de Aristteles a Apel o a Ha-bermas), que se reduce a no ser ms que una planta,una legumbre, dice Aristteles: al derogar ese uso in-condicional de la palabra, se excluye l mismo de la hu-manidad.

    II Justamente, el pensamiento chino nos permite alfin ponernos a distancia de ese pacto onto-lgico de lapalabra que la vincula con su cosa (que decir) y sobreel cual se ha fundado la razn europea. El pensamientochino nos aleja para considerarlo. No porque se rebelecontra l, como lo hara un escptico, sino porque no sesomete a l. El pensamiento chino, sobre todo en su ver-tiente taosta (Zhuangzi), no preconiza decir algo, sinodecir a gusto el algo se escapa. Hablar ya no re-quiere necesariamente que se le asigne un objeto. Lapalabra no es ms que un soplo, comienza reconociendo

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    perfectamente Zhuangzi. [En] la palabra, est la pala-bra (yan zhi you yan), pero de lo que se habla no estdeterminado (cap. 2, Guo, p. 63). A. C. Graham, quesin embargo es el mejor traductor en lengua occidentalde Zhuangzi, en lugar de lo que parece rozar la tautolo-ga, y por ende el sinsentido (palabra hay palabra,traduce por el sentido (aristotlico) que resulta espera-ble: hablar es decir algo, saying says something. Peroprecisamente no hay algo en chino ti o somethingque se imponga como objeto del decir, y en ello el pen-samiento chino nos libera de entrada de la obligacinatvica de la significacin por determinacin de Aris-tteles.

    La palabra taosta refiere, pero sin referir; no dice(intencionalmente, apuntando a un objeto), sino que dejapasar. No se dice el tao, sino que todo hace alusin al y lo evoca de manera persistente. Zhuangzi lo precisade modo ejemplar (cap. 2, Guo, p. 97):

    All donde no hay referencia, hay refe-rencia; all donde hay referencia, no hay re-ferencia.

    Es lo que Laozi llama: hablar sin hablar (yan wuyan). Porque hablar (en cuanto a lo primordial: el ca-mino) no puede hacerse de un modo denotativo y de-terminativo, ni siquiera significativo. Al mismo tiempoque no se [lo] puede decir en particular, se [lo] da aentender indefinidamente, y esa es la manera de no trai-cionarlo. Pretender apoderarse de ello de manera ais-lada, sostenida, es dejar[lo] escapar: no hay lugardefinido donde observar[lo], pero todo lo que se dice,

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    se diga lo que se diga, se deja atravesar por ello. Por esola palabra que expresa ese objeto no-objeto slo diceapenas (xi yan, Laozi, 25), solamente puede poner enel camino, indicialmente, y por lo tanto tambin es in-sulsa (comentario de Wang Bi, Laozi, 35).

    Dentro de la tipologa de las palabras que instituye(en el cap. 27, Yu yan, que puede servir de introduc-cin a su obra), Zhuangzi le da importancia a esa pala-bra disponible que no procura decir, pero que no deja dehacer pasar. Al lado de las palabras situadas o tras-puestas, que son las palabras figuradas enunciadas pormediacin de otro y que no pueden ser sospechadas deparcialidad porque estn mediadas y se despegan delsujeto; tambin hay palabras de peso (zhong yan), queson las palabras de autoridad pronunciadas por los an-tiguos, pero sobre las cuales tenemos derecho a pregun-tarnos si no estarn perimidas; las palabras a gusto(zhi yan) se asemejan al jarrn antiguo que se inclinacuando est lleno y se yergue cuando est vaco: pala-bras que se renuevan da a da, sin fijeza, pero que sonlas nicas en condiciones de evocar, sin dejar de fluir yde verterse, por derramamiento. Son a la vez libres detoda intencin y no estn atadas a ninguna posicin;al provenir de donde provienen, sin nada que las fije olas retenga, ya que no se dejan regir por el punto devista alcanzado por su autor que sera obstinado decualquier manera, ni tampoco por el orden agregado dela lengua y de la lgica, son tambin las mejor dispues-tas, por su misma evasividad, dice Zhuangzi, para irhasta el fondo en cada caso del lote de aquelloque proviene as de uno mismo en su incesante pro-ceso (jin qi ziran zhi fen). Vale decir, slo ellas pueden

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    conjugar a la vez la inmanencia en cada uno de sus sur-gimientos y su inagotabilidad. Tales palabras son cons-tantemente alusivas porque, al no apuntar a nada, noencadenan ni imponen nada esa nada en la que paraAristteles la palabra fatalmente se deshace, y que ellasno dejan de recoger y de captar en su propia cavidad.

    En la poesa china, un buen poema no dice una pala-bra del sentimiento experimentado, sino que todo haceque se transparente. Todo es alusivo, evocando de sos-layo aquello que, dicho en particular, se vera enseguidacircunscripto y seco. No se dice la melancola de lamujer abandonada (o del funcionario exiliado), sino queante su puerta ha crecido el pasto (ya nadie la viene aver); o que su cinturn le queda flojo (ella no tiene ni-mos para alimentarse). O bien, en la pintura china, cuan-do se encargaba pintar un templo, el pincel del letradose abstena de trazar su arquitectura, sus muros y suscampanarios, porque sera pintarlo como un objeto ylimitar de entrada la dimensin espiritual (shen), de vue-lo y no inmvil, que aquel encarna. Pero resulta que elartista esboza, como de costumbre, montaas y roslas tensiones que animan el paisaje y apenas desta-cndose en el camino que zigzaguea por el flanco de laladera o entre las sombras de un valle boscoso, la dis-creta figura de un monje que corta lea o lleva agua:indicio de que hay un templo cerca, que sera vano pre-tender pintar y delimitar pretender apropirselo. Peroesa silueta entrevista lo refiere indefinidamente, hastaen su labor ms cotidiana, que se refiere a ello sin refe-rir, sin fijar[lo] en una cosa significativa y determi-nada que as perdera su verdadero alcance.

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    III Para entender el alcance de lo alusivo, hay quecomprender el trmino que expresa su carcter compues-to en latn: ad-ludere, que en sentido propio es ir a ju-gar alrededor, cerca. Como los delfines que se acer-can y juegan junto al barco, accedunt atque adludunt; ocomo el mar, segn dice tan poticamente Cicern, queusualmente es poco potico, que se acerca a jugar a laorilla, litoribus adludit. Hacer alusin conserva as laidea de algo que, aunque provenga de lejos, llega a evo-lucionar tanto ms libremente en la cercana. La alusinconsiste en que lo que se dice, precisamente porque estalejado de lo que se quiere decir, hace experimentar msntimamente lo mentado, ofrecindolo para que sea des-cubierto. Parte de una distancia (lo que es dicho) paraacceder mejor, mediante su superacin, a lo que est enlo no-dicho.

    Y como tal la alusin es diferente a la alegora, con-cepto griego. Esta significa otra cosa distinta de la queexpresa verbalmente, aliud verbis, aliud sensu ostendit,dice Quintiliano resumindolo para el orador romano; diceuna cosa, pero quiere dar a entender otra analgicamen-te, proyectada en otro plano, ideal y no concreto. De talmodo, ya los griegos empezaron a alegorizar a Homerocuando juzgaron que su relato era inaceptable moralmen-te: los combates que emprenden fsicamente los dioses yano resultan escandalosos desde el momento en que repre-sentan el combate entre las disposiciones del alma o loselementos naturales. La alusin, por su parte, no suponeuna ruptura de plano, como entre sentido propio y senti-do figurado, ni tampoco una relacin de imagen, sino queva de lo explcito a lo implcito, ofreciendo un camino que

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    se debe hacer para aproximarse a lo que efectivamenteest en juego.

    Dado que tensan la palabra en sus dos dimensiones,la de lo figurado o la de lo implcito, lo alusivo y lo ale-grico son en verdad las dos modalidades privilegiadasde lo indirecto. Configuran una alternativa, sin perjui-cio de que tambin contemos con alegoras alusivas,o sea donde lo alegrico se pone al servicio de lo alusivoe ingresa en su juego. Se podr por lo tanto sacar unprovecho general de esa fractura para ver cmo se hien-de subrepticiamente la palabra; para ello, debemos vol-ver a abrir nuestros viejos tratados de retrica que hacenvisible dicha oposicin por medio de su clasificacin, auncuando no la profundizan. Figuras de ficcin o de re-flexin: segn la definicin que all se da, la alegora,que encabeza las figuras de ficcin, presenta un pen-samiento bajo la imagen de otro pensamiento apropia-do para volverlo ms sensible e impactante; mien-tras que la alusin, que forma parte de las figuras dereflexin, apela al pensamiento enunciado, como lodice elegantemente Fontanier, para que llegue a refle-jarse en aquel que no lo es y suscitar su idea.

    Frente a lo cual, entonces, la gran oposicin dramti-camente profundizada por el romanticismo entre la ale-gora y el smbolo ya slo parecer una subdivisin delprimer caso. Smbolo y alegora hacen pasar igualmentede un plano a otro: del plano que imagina al imaginado obien, dicho de otro modo, de lo concreto a lo abstracto ode lo particular a lo general. Ciertamente, en la alegorala faz significante enseguida es atravesada con miras a losignificado, mientras que en el smbolo conserva su valorpropio y su opacidad. Mientras la alegora, totalmente

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    transitiva y funcional, se disuelve sin resto en su signifi-cacin, el smbolo no significa sino secundariamente o,como dicen los romnticos, es al mismo tiempo quesignifica y seala hacia algo indecible. Lo cierto es que,tanto en un caso como en el otro, lo indirecto se basa enuna relacin de semejanza (que en el caso del smbolobien puede llegar hasta la participacin). Lo alusivo, encambio, segn discernimos por contraste, implica unarelacin de referencia, o ms bien una referencia abier-ta referencia sin referir donde lo referido debe bus-carse.

    Lo alegrico tiene doble sentido y requiere ser inter-pretado; lo alusivo est a distancia y pide ser captado: elalejamiento que efecta es un llamado a la identifica-cin ms de cerca se evala por su fuerza de remisin.Lo que separa a ambos, en definitiva, es que lo alegrico(al igual que lo simblico) implica un desdoblamientoentre imaginante/imaginado (la materia y la idea), entrela benfica claridad que difunde el sol en lo alto de losensible y la que difunde la idea del Bien, ms all de laesencia, desde la cspide de lo inteligible. Lo alegricoes por consiguiente la figura privilegiada de la metafsi-ca, que siguiendo el gesto platnico ha dividido lo exis-tente en dos y ha concebido una parte (lo concreto) comola imagen degradada de la otra, eidlon, hacia el Seral cual nuestro espritu debe remontarse. Ahora bien,as como depende de una relacin de referencia y no desemejanza, y da a entender ya no lo otro (de otro or-den) sino lo no-dicho, lo alusivo depende de una lgicadel desvo y no del desdoblamiento (con ello no presen-tamos el pensamiento sino con un determinado rodeo,dice justamente Fontanier). No hay all un velo (de lo

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    sensible) por atravesar (para captar la idea), como en loalegrico; sino que una inmediatez (del decir) debe ro-dearse para buscar ms all la referencia, dndose aspara ser transitada.

    Ser conveniente entonces, para otorgarle su plenovalor a lo alusivo, exceder la figura o el tropo (queestn demasiado limitados escolarmente sectorialmen-te a lo histrico, a lo moral, a lo mitolgico) y elevar sutensin, tensando la palabra, por la cual mediante eldesvo da acceso. El romanticismo alemn comenz fur-tivamente a hacerlo, frente al dominio del smbolo,abriendo el Anspielung de modo que dijera (que hicieraleer), liberndolo de todo objeto, la referencia al Infini-to. Friedrich Schlegel: Toda obra de arte es una alusinal infinito; o mejor an, para ponerle freno a la tenta-cin de ruptura metafsica que arroja lo absoluto en unms all: El brillo de lo finito y la alusin a lo infinito sederraman uno en el otro (der Schein des Endlichen unddie Anspielung aufs Unendliche fliessen ineinander). Deigual modo en China se dice que toda palabra la menorpalabra puede ser alusiva del tao. A la manera de losgestos ms familiares, cortar lea y llevar agua, cual-quier enunciado que venga a la mente, por ms tosco,lapidario, incongruente o insensato que parezca, remiteal camino (el chan zen en japons hizo con ello inclu-so su pedagoga del despertar). Al sealar desde lejos,de modo anecdtico, fortuito, inslito y hasta absurdo,lo alusivo remite a ello incluso de manera mucho mspertinente, constante, en la medida en que es puramenteincidental, sin afectacin y sin abstraccin.

    He llamado valor alusivo, o alusividad, a ese recursode la palabra. Se advierte que China ha desarrollado

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    poco lo alegrico, porque ha trabajado poco el desdo-blamiento del mundo, no ha profundizado la rupturaentre el Ser y el fenmeno; y lo simblico, antes que des-plegarse como figura exploratoria de lo inefable, virafcilmente hacia el clich, cuyos valores estn codifica-dos. Ha explotado en cambio, muy conscientemente, esacapacidad alusiva que expresa discretamente. Leemosall que el pincel debe sostenerse de costado (ce bi).No se describe el sol, como en Platn, para evocar enotro plano, aunque semejante, la trascendencia de la Idea(porque en Platn hay a la vez, entre lo sensible y lointeligible, separacin y parentesco, chorismos ysuggeneia). Sino que, tal como dice la expresin chinaque vale igualmente para la palabra y para la pintura,se pintan las nubes [para] evocar la luna (hong yuntuo yue). Las nubes y la luna pertenecen al mismo paisa-je, al mismo orden de realidad, y no estn en situacinde desdoblamiento entre s. Pero las nubes (que se pin-tan) invaden la luna para dejarla transparentar: no sonpintadas por ellas mismas, sino para hacer que sta lti-ma emerja al lado. No se puede pintar la luna, decla-ran los letrados (cf. Jin Shengtan). Pero cuando las nu-bes estn tan sutilmente ejecutadas, bajo la humecta-cin del pincel, que han evitado a la vez un exceso depesadez o de ligereza, que no les queda la menor huellade opacidad, entonces vemos aparecer la luna en lascercanas, jugando con ellas e imponindose en ese haloa nuestra atencin; e incluso, desde todos lados, ya no seve ms que ella.

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    IV Lo que admiro especialmente en Freud es sumanera de ir a buscar con gesto seguro, apuntando di-rectamente al objetivo y sin coartarse, toda una partede saber que no posee, pero del cual ya intuye qu ilus-tracin pertinente le puede aportar a lo que se proponeesclarecer. Sucede ejemplarmente as cuando recurre alcaso de la lengua china para mostrar cmo su indeter-minacin estructural, por su escasez de fonemas y sufalta de gramtica, no la conduce por ello, desde el mo-mento en que se puede apoyar en la remisin identifica-toria del contexto, a la plurivocidad.9 Freud advierte, apartir de la poca informacin que tiene, pero que es engeneral exacta, hasta qu punto la lengua china resultaconducida a la expresin alusiva; y se sirve de ello comobase para dar cuenta de la alusividad inherente a la len-gua del sueo. Adems, si hay un pas donde la censurapoltica oblig a la expresin alusiva, es precisamenteChina quin no lo sabe? Ya que antes de elevar loalusivo al rango de arte, los letrados (funcionarios) chi-nos debieron someterse, frente al suspicaz autoritaris-mo del poder, a esa necesidad, pues al no poder expresardirectamente sus crticas acerca del Prncipe, se ven for-zados a formularlas mediante un rodeo menos compro-metedor. Aprendieron el arte de transigir entre lo dichoy lo no-dicho, lo lleno y lo vaco, lo implcito y loexplcito: en ellos lo alusivo es en primer lugar una pruden-cia estratgica. Como se indica en el primer texto de re-flexin potica de China (el Gran Prefacio del Clsico

    9 Conferencias de introduccin al psicoanlisis, II, 15, Incertidum-bres y crticas [ed. en esp. Obras completas, vol. XV, Amorrortu,Buenos Aires].

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    de poesa,10 de hace dos mil aos): gracias a la formula-cin desviada, es posible decir lo suficiente para hacerseentender, pero no tanto como para arriesgar la cabeza.

    Pasemos ahora al contexto freudiano: la resistenciaa la satisfaccin de la pulsin surgida de la censura ps-quica acta de tal modo que aquello que se le viene a lamente al analizante nunca es lo reprimido en s mismo,sino solamente algo que se le aproxima, dice Freud, ala manera de una alusin, nacht Art einer Anspielung.Desde el momento en que un deseo no puede expresarsedirectamente, ya no puede hacerlo en efecto, en el esta-dio indicial del sntoma, sino de manera desviada. Al nopoder ser resuelto un conflicto de ambivalencia en lamisma persona, el deseo lo har as objeto de una des-viacin Umgang hacia un objeto sustitutivo (del pa-dre al caballo, en el pequeo Hans). Todo el lenguaje delsntoma por lo tanto, de la manera en que nos lo descri-be Freud, es una manera prudente y estratgica de apar-tarse del objeto del deseo censurado para luego no dejarde seguir rondndolo y jugar alrededor, en su proxi-midad: ad-lusio. Y tanto ms libremente, escapando delcontrol, en la medida en que dicho sntoma primero hasido apartado ostensiblemente; es decir que se ha puestoa resguardo de tal vigilancia por ese mismo alejamien-to. Por eso tambin, de manera anloga a lo que vemosen el chan (zen) en relacin con el tao, cuanto ms selibera la palabra del analizante de la coercin racionali-zadora, y expresa todo lo que se le pasa por la cabe-za, entregndose as, como se ha dicho, a lo anecdti-co, a lo fortuito, gratuito, y aun a lo insensato, habla,

    10 Shijing, tambin llamado Libro de las odas [T.].

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    por consiguiente, pero sobre todo no procura decir,tanto ms se vuelve disponible para dejar pasar (or) loreprimido a lo que rodea; y es cuando mejor deja notaraquello a lo que (pero que se ha vuelto formacin in-consciente y ya no es observable como un aquello)hace constantemente, y aun ineluctablemente, alusin.

    Es cierto que si la represin fuera perfecta, ya noquedara lugar para la alusin: slo llegara a traicio-nar (verraten) lo reprimido. Pero acaso la represinpuede ser perfecta, hacer que no exista el deseo censu-rado? Por eso es que todo el lenguaje elaborado por elsntoma en cuanto sustituto y producto de la represinque opera por deformacin a la vez por sustitucin,desplazamiento y disimulacin, segn los tres tr-minos freudianos alineados en la serie (Versetzung Verschiebung Verkleidung) es un arte elocuente delo alusivo frente a la mocin que, aunque rechazada, nodeja de reclamar su satisfaccin. Lo alusivo no sera puesuna figura entre otras en el anlisis: la alusividad es elmodo general de su enunciado. Aun el efecto de des-precisin que ese lenguaje produce para intentar sumirel objeto de lo reprimido en la generalidad vaga, remiti-r de manera tanto ms pertinente, e insistente, a aquel(segn la fuerte frmula de Freud: el ejemplo es enton-ces la cosa misma, die Sache selbst).

    Todo el trabajo de la cura consistir pues en traspasarla alusin de aquello que, habindose puesto cuidadosa-mente a cubierto por la distancia, puede permitirse poreso mismo llegar a aparecer jovialmente, disfrazado, porlo tanto emancipado, como habla anodina, en los parajesde lo que produce la obstruccin, y as se puede advertir.En cambio, cuanto ms se aferra el analizante a la lgica

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    (o se ata a sus resistencias, que para el caso es lo mis-mo), tanto ms tendr que recorrer por ende, durante lacura, al partir de tan lejos, para dejar que se transparen-te finalmente el objeto de la referencia y acercarse a l.Lo que sucede en particular, seala Freud, con el neur-tico obsesivo que, rgido en su pose de combate, entre elello y el supery, experimenta mucha mayor dificultadpara respetar la regla psicoanaltica fundamental: o seadejar pasar, volvindose disponible a ello, todo el mate-rial alusivo que se le ocurra. Por el contrario, su defensaconsiste en bloquear todo sistema alusivo y se dedica amantener los aislamientos tajantes: en l, el tab de to-car, dice Freud, en primer lugar un tab ertico, se ejercecon respecto a todo aquello que podra poner en contac-to asociativo y hacer alusin a11

    Tomando esto en cuenta, advirtiendo esa modalidadgeneral de la alusividad en la palabra del analizante,podremos preguntarnos si la otra dimensin de la pala-bra, que acta por ficcin antes que por reflexin, laalegorizacin o la simbolizacin, no se encuentra some-tida a ella. Porque si la satisfaccin sustitutiva se produ-ce tan a menudo bajo un disfraz simblico, in symbolis-cher Verkleidung, semejante camuflaje mediante unaimagen es a su vez parte interesada en la estrategia alu-siva que slo remite indirectamente al objeto de la re-presin. Y no es acaso tambin lo que aclara con tantaprecisin, de nuevo, a su manera, la poesa china? Almenos as lo describen los primeros prologuistas del Cl-sico de poesa, con el advenimiento del Imperio, al verse

    11 A propsito de un caso de neurosis obsesiva (El hombre de lasratas), I, b [ed. en esp., Obras completas, vol. X, Amorrortu, Bue-nos Aires].

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    forzados a tomar en consideracin la censura estatal quese instaura. La imagen en el seno del poema (siempreledo como destinado al Prncipe) no es concebida paraser explotada por s misma (a lo que se abocara preci-samente una lectura simblica), sino como medida deprudencia que apunta a tamizar el sentido para hacerlotolerable: dejando entrever hbilmente un mensaje amor-tiguado, sin arriesgarse a entrar en conflicto ni a ofen-der. Como lo seala Freud a propsito del sueo, cuandoms riguroso es el rgimen de censura, ms lejos llega ladisimulacin y ms espirituales y elaborados son losmedios que a pesar de todo conducen al lector a la hue-lla de la referencia que se debe rastrear.

    Puesto que la alusividad no es slo el modo de expre-sin generalizado del sntoma, es asimismo el lenguajedel sueo y de su trabajo. Ya el sueo, al no conten-tarse con restituir el estmulo sino tambin elaborndo-lo, hace alusin a ste ltimo. Sobre todo, Freud no dejade reiterar que los rasgos representados en el sueo sonotras tantas remisiones a su contenido latente como as-piracin a la satisfaccin que se disimula en ellos. Inclu-so su produccin simblica (el ramo de flores) es unaalusin al deseo oculto (la inocencia sexual); o el cami-sn ha sido identificado como alusin al padre de la so-adora Es la ira reprimida contra su padre lo quecompuso todas esas imgenes en alusiones fciles decomprender, etc. La Traumdeutung no deja de volver aello: cuanto ms anodino, ms dicho sin pensar pareceel rasgo relatado, ms deja traslucir y ms transmitecomo alusin. De tal modo, cuando el narrador del sue-o, refiere Freud, protege rpidamente bajo la presinde la resistencia las zonas dbiles de la disimulacin del

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    sueo, reemplazando una expresin reveladora por otradistante, al hacerlo, me vuelve ms atento a la expre-sin que ha dejado de lado: l mismo me la muestracomo cargada de alusividad.

    A tal punto que me pregunto, en este estadio, si aveces no le ocurre a Freud lo que tan a menudo les ocu-rri a los comentaristas de la poesa china. stos estntan dispuestos a percibir alusiones por todas partes (alu-siones hostiles con respecto al poder y que es precisodenunciar) que aun el rasgo ms neutro, puramente fc-tico y denotativo, es sospechado de ser una referenciavelada, y aun mucho ms insidiosa en la medida en quese presenta ingenuamente. El comentador, que se ha vuel-to suspicaz, est siempre tras las huellas de una posiblealusin e incluso tanto ms retorcida desviada en lamedida en que menos se muestra. Ese tipo de comenta-rio en China es el que consagr desde la Antigedad laCrnica de las primaveras y los otoos (Chunquiu bifa);y todava se lo ha visto funcionar en la poca del maos-mo. Porque una vez que uno se ha dejado llevar por esapendiente alusiva, habra un modo de detenerse?

    La generalidad de la tesis (de la sospecha) planteadaal comienzo (el poder criticado o lo sexual reprimido, etc.),en efecto, siempre tendr razn. Ya no hay inocencia po-sible: ya todo no es ms alegora, segn la frmulaconsagrada, como si paseramos en el denso bosque delas imgenes, sino trampa por alusin. Porque como ve-mos tan frecuentemente en la tradicin china (incluso elpobre Li He no escap a ello, aun cuando su poesa es sinembargo de vocacin simblica antes que de referenciapoltica) y como tal vez se constate igualmente en Freud(a propsito del sueo como satisfaccin del deseo o del

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    complejo de castracin), la interpretacin ya no encon-trar nada que pueda contradecirla, puesto que de en-trada todo podr siempre ser denunciado como disimu-lacin y coartada, y de manera tanto ms pertinente enla medida en que los objetos considerados sean ms ale-jados. Lo simblico abre, pero en este caso lo alusivovuelve a cerrar. En lugar de ofrecer una remisin infini-ta, al Infinito, lo alusivo de antemano est bloqueado;y la interpretacin, al indicar siempre obsesivamenteel mismo significado ltimo, correr el riesgo de des-embocar no tanto en lo sistemtico, que es una fuerzadel pensamiento, como en la reproduccin mecnica.Comprobamos entonces que la alusividad es una pen-diente peligrosa, sin freno de seguridad. El mismoFreud, le prest suficiente atencin?

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    EL SESGO,LO OBLICUO,

    LA INFLUENCIA

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    I Comencemos por recapitular para extraer las con-secuencias: qu alteracin se ha producido en este caso?Si es conveniente conservar la mente disponible, abiertaa todas las posibilidades, sin proyectar nada a priori, esdecir, estar listo para captar el menor indicio, por pocopertinente que parezca a primera vista; y asimismo, sitodo en la palabra del analizante puede ser alusivo, ha-blando pero sin decirlo, o refirindose a algo sin refe-rirlo, de manera desviada, de aqu en ms est claro queser imposible, por parte del analista, proceder segnun plan preconcebido y basarse en principios. stos se-ran fatalmente selectivos por el hecho de ser prescripti-vos. No podrn ms que obstaculizar de antemano aque-lla deteccin. La cuestin es que el modo en que eso secapta (para iniciar el anlisis y luego para desbloquearsus impasses) no tolera presuposiciones ni tampoco unamodelizacin. No es concebible un mtodo en este mbi-to. Pero, qu implica estar privado, como se lo est en-tonces, de la caucin del mtodo?

    En qu desamparo desarreglo nos sume, que haceque se derrumben siglos de elaboracin tanto de la ac-cin como del conocimiento? Sin la claridad que

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    proyecta de antemano el famoso mtodo, no tantea-remos a ciegas? O en qu basarse que no comience con-tando con ello? Freud, como se ha ledo, se repliega en laexperiencia adquirida y sus decepciones instructivas.Sera forzoso remitirse a lo que proviene del oficio,adquirido con el correr de los aos, pero que seguirligado a mi individualidad; lo que sigue siendo difcil-mente compartible, y en todo caso nunca es completa-mente trasladable, queda prudentemente delimitado ensu empirismo y no se deja codificar. A falta de una reglaplanteada de antemano, uno aprende a desenvolver-se (el trmino, que ronda lo familiar, antittico del m-todo): trmino anticonceptual por excelencia y tan dif-cil de exponer, en lo que admite de renunciamiento, en lamedida en que es grosero. Puesto que desenvolvimien-to se entiende aqu en sus dos sentidos. Se trata dedesenredar los hilos de esa pelota excesivamente em-brollada que en cada oportunidad es el caso que se debetratar; pero tambin salir del paso o arreglrselascomo se pueda, sin contar demasiado con nada en todocaso, sabemos decirlo?

    Nuestro pensamiento se ve despojado, en efecto,cuando se trata de concebir un recorrido que sea riguro-so, pero no metdico; un recorrido que no deje de tenercoherencia, que no est librado a la suerte, pero que nodependa por ello de prescripciones a priori. Aquello queno podemos controlar por causas y principios, usualmen-te lo remitimos al azar; en lo concerniente a lo que nopodemos someter a techn, resolvemos que no tendra-mos otra salida que remitirnos a tych. O bien qu jue-go margen de maniobra nos quedara entre ambas?

  • 71

    A nuestro pensamiento le cuesta pensar cmo obrar demanera concertada pero que no est proyectada; o cmohacer pie en la situacin e intervenir en ella, pero sinirrumpir