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Cine Argentino: Antes/Después De La Dictatura Desde 1976 hasta 1982, la dictadura ejerció sobre las manifestaciones culturales un absoluto poder de censura. Y el cine argentino no fue la excepción... Durante las sucesivas presidencias de Videla, Viola, Galtieri y Bignone se aplicó en el país un terrorismo de Estado que arrojó la suma de entre 8.000 y 30.000 desaparecidos. La desaparición de los miles de jóvenes de aquel entonces lo estamos sufriendo hasta el día de hoy. Pero hay algo más: la llamada Herencia Cultural. Así como este "Proceso" marcó un quiebre en la historia argentina del siglo XX, también lo marcó en la evolución de un cine que solía ser rico. Nada volvió a ser como antes en nuestra cinematografía. Hubo un importante quiebre conceptual, a lo que sumado a la crisis económica y a la década menemista, terminó por mostrarnos en los últimos veinte años un apagado cine nacional, confuso en sus contenidos, vacío de conceptos y con una profunda crisis de identidad. Pero antes hubo otra historia. Aún con un problema de identidad y siendo un cine fuertemente localista, por lo menos se animaba a asumir riesgos, apostaba fuerte, y sabía qué quería contar. Durante el período mudo, se destacan títulos que provenían de la historia argentina. Entre 1915 y 1920 se realizaron cerca de 30 películas. A partir de 1931, con la llegada del cine sonoro, se asienta la industria. Se construyen dos estudios en Buenos Aires. En 1939 se realizan alrededor de 50 filmes. Con la Segunda Guerra Mundial y la llegada al poder de Juan Domingo Perón, la producción decae notablemente, donde sólo se destaca Hugo del Carril, con Las aguas bajan turbias. Al final del régimen peronista aparece Leopoldo Torres Nilsson. Otros nombres de importancia son los de Carlos Hugo Christensen, Daniel Tinayre y Fernando Ayala.

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Cine Argentino: Antes/Después De La Dictatura

Desde 1976 hasta 1982, la dictadura ejerció sobre las manifestaciones culturales un absoluto poder de censura. Y el cine argentino no fue la excepción...

Durante las sucesivas presidencias de Videla, Viola, Galtieri y Bignone se aplicó en el país un terrorismo de Estado que arrojó la suma de entre 8.000 y 30.000 desaparecidos. La desaparición de los miles de jóvenes de aquel entonces lo estamos sufriendo hasta el día de hoy. Pero hay algo más: la llamada Herencia Cultural.

Así como este "Proceso" marcó un quiebre en la historia argentina del siglo XX, también lo marcó en la evolución de un cine que solía ser rico. Nada volvió a ser como antes en nuestra cinematografía. Hubo un importante quiebre conceptual, a lo que sumado a la crisis económica y a la década menemista, terminó por mostrarnos en los últimos veinte años un apagado cine nacional, confuso en sus contenidos, vacío de conceptos y con una profunda crisis de identidad. Pero antes hubo otra historia.

Aún con un problema de identidad y siendo un cine fuertemente localista, por lo menos se animaba a asumir riesgos, apostaba fuerte, y sabía qué quería contar.

Durante el período mudo, se destacan títulos que provenían de la historia argentina. Entre 1915 y 1920 se realizaron cerca de 30 películas.

A partir de 1931, con la llegada del cine sonoro, se asienta la industria. Se construyen dos estudios en Buenos Aires. En 1939 se realizan alrededor de 50 filmes.

Con la Segunda Guerra Mundial y la llegada al poder de Juan Domingo Perón, la producción decae notablemente, donde sólo se destaca Hugo del Carril, con Las aguas bajan turbias.

Al final del régimen peronista aparece Leopoldo Torres Nilsson. Otros nombres de importancia son los de Carlos Hugo Christensen, Daniel Tinayre y Fernando Ayala.

Un cine de autor con una estética propia. Aún con grandes diferencias, eran películas que nada tenían que envidiarle a las obras de directores internacionales. Si bien es cierto que era un cine populista y a veces comercial, no es menos cierto que exploraba, buscaba, asumía riesgos.

Durante la década del '60, época testigo de una revolución cultural, de la que el cine no es ajeno. Apenas comenzada la década, surge en Francia la Nueva Ola. Con películas que proponen un nuevo lenguaje. De alguna manera, es un volver a las fuentes: cámara en mano, iluminación natural, actores no profesionales o poco conocidos. Esta corriente comienza a extenderse por el mundo. Y también a Argentina llega Nuevo Cine Argentino, donde se destacan los nombres de Hector Olivera, Raúl

de la Torre, entre otros. También este era un cine con muchos defectos, pero como se dice habitualmente, valía el intento.

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El cine nacional soporta la crisis del país y la atraviesa con fuerza. Y la película La tregua, de Sergio Renán, compite por el Oscar, aunque no llega a ganarlo.

Ya la década del '70 mostraba a un país violento, anárquico, donde operaban grupos que se valían de la violencia como método, sembrando de sangre y muerte el sufrido suelo argentino. Montoneros, el ERP y la Triple AAA iban minando el cuerpo de la República. El Gobierno democrático de Isabel Perón se caía solo, y ningún dirigente hacía nada por salvar la democracia. Todo estaba listo para que el Ejército comandado por Jorge Rafael Videla tomara el poder por asalto, y así dar comienzo a un proceso, que aún hoy, a más de veinticinco años de aquellos sucesos, sufrimos sus secuelas.

Tal vez el director más emblemático de este período sea Emilio Vieyra, de quien poco se sabe. Fue el creador de Los Superagentes. Tres hombres bien definidos, que respondían a los apodos de Tiburón, Delfín y Mojarrita y que trabajaban para una misteriosa organización para combatir el delito: Acuario. Luchaban contra el mal, defendían el orden y velaban por la seguridad del país. Cualquier parecido

con lo que públicamente se proponía el "Proceso" no es pura coincidencia. Estas películas combinaban humor, acción y propaganda.

También había otras películas que mostraban un país pujante. Películas que nos enseñaban cómo ser un joven correcto, que tenían los valores bien claros, y que buscaban por sobre todas las cosas la libertad, sin poner en riesgo los valores bien arraigados de nuestra nación.

Estaba claro desde un principio: el cine argentino, debía servir como vehículo de propaganda para los objetivos de la dictadura, mostrándonos una Argentina que había derrotado a la violencia y había encontrado el sendero de la paz y la prosperidad, nada más lejano a lo que realmente estaba sucediendo.

Después de siete años, el regreso de la democracia, fue como un grito de rabia y esperanza, de dolor y de alegría. Y hubo un renacer en todos los ámbitos, que se lo conoció como "la primavera alfonsinista".

En este período se destacan dos clases de películas: unas cuyas tramas son muy politizadas, y otras muy violentas. Las primeras contenían innumerables referencias a la dictadura, a los Montoneros, al peronismo. Las segundas, que eran la mayoría, generalmente tenían como protagonistas a ex torturadores y parapolicías, personajes que luego se los conoció como

"mano de obra desocupada". Sus títulos mas destacados: En retirada, La búsqueda, El desquite, entre otros.

Una vez asentado el gobierno de Alfonsín nuestro cine se hizo más reflexivo, pero comenzó a caracterizarse por algunos elementos que lo convirtieron en anodino y acartonado. Luego de algunas películas interesantes, el cine nacional se repitió en conceptos, en sus tramas, en sus formas. Películas muy retóricas, redundantes, carentes de todo riesgo, plagadas de lugares

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comunes. Las referencias a la dictadura empezaron a saturar, y nuestra cinematografía se estancó, en calidad y cantidad. Así y todo, no nos podemos olvidar que en 1986, La historia oficial, de Luis Puenzo, se alzó con el Oscar a la mejor película extranjera.

Con la llegada de Carlos Menem al poder, el cine argentino volvió a transitar una especie de renacimiento. Con un país que crecía en forma desigual, la cantidad de películas realizadas aumentó considerablemente. Con la convertibilidad (equivalencia uno a uno del dólar con el peso), se hizo posible realizar co-producciones con países de Europa, Pero la calidad no variaba demasiado. En el fondo, eran las mismas películas de siempre.

Con la crisis económica que empieza a asomar en 1996, el cine argentino sufre un decrecimiento en su

producción. Es un cine menos pretencioso, más sencillo en sus conceptos, de bajo presupuesto. Su título más emblemático es Pizza, Birra, Faso. La desocupación y la pobreza son una triste realidad en nuestro país y el cine debe reflejarlas en toda su crudeza. Pero este fenómeno dura poco. La crisis se agudiza y la producción cinematográfica se paraliza gravemente.

En todas sus formas y características, el cine nos representa muy bien a los argentinos: retóricos, poco arriesgados, con una fuerte crisis de identidad. Con una dictadura instalada con fuerza, cuya marca está presente en muchos órdenes de nuestras vidas. Es lo que hay. Es lo que somos. Ni más ni menos.

Resumiendo un poco lo dicho anteriormente, podemos rescatar que en la ultima dictadura militar, tampoco el cine argentino quedó afuera de los cambios que hubo en otras áreas, ya que antes de la dictadura militar existía un cine que con muchas limitaciones se animaba a expresar lo que quería contar porque se lo permitían; a diferencia de lo que ocurrió en los años de dictadura que ocultaban la realidad de lo que realmente pasaba en el país, mostrando a través de las películas una sociedad ideal. Concluida esta etapa, nuevamente el cine argentino está volviendo a hacerse un lugar en la industria.