Ciudad y Territorio

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59 COMUNICAR 13, 1999; pp. 59-63 Temas Comunicación, identidad y democracia La ciudad es el medio, el territorio es el mensaje Josep Lluís Gómez Mompart Josep Lluís Gómez Mompart Barcelona Barcelona La interacción comunicativa entre las personas, la producción de una cultura y una simbología urbanas fomentan políticas culturales con las que los ciudadanos ejercen democráticamente la intervención en los medios y en los consumos comunicativos. En este trabajo se invita a la acción de los colectivos sociales para que ésta no quede en manos de los prevaricadores privados o públicos que intentan imponer sus acciones comunicativas según la lógica del mercado político o económico. Desde hace un par de décadas, a los estu- diosos habituales de la ciudad (geógrafos, arquitectos, historiadores, sociólogos…) se les han unido los comunicólogos. En conse- cuencia, la explicación y análisis de lo que representa la ciudad desde un punto de vista social, económico, político o urbanístico, se está enriqueciendo con los estudios de comu- nicación. No hay duda de que dada la centra- lidad que ocupa la comunicación en la socie- dad, el enfoque comunicativo del hecho urba- no está representando una aportación impres- cindible para interpretar las ciudades contem- poráneas y la cultura que éstas desarrollan y representan. Coincidimos con Alfredo Mela que, entre las muchas representaciones (o imágenes y paradigmas) utilizados para interpretar la ciu- dad, aquella que la ve como un sistema de comunicación es probablemente la más actual y significativa. Este autor señala que toda la historia del urbanismo moderno se caracteriza por una progresiva separación entre la forma física de la ciudad y el grado de incidencia del proceso sociocultural que históricamente se ha conocido como urbanización (Mela, 1994: 7). Además, cree que el sistema urbano puede ser planteado como el resultado de la interdepen- dencia de tres subsistemas, cada uno de los cuales está dotado de una lógica de funciona- miento y de una dinámica autónoma: 1) Un sistema de localización de la actividad; 2) Un sistema de comunicación física; y 3) Un siste- ma de comunicación social (1994: 10). Si la ciudad, según Mela, se identifica con un sistema de interacción comunicativa entre los sujetos sociales, la producción de una cultura y una simbología urbanas, más que ser considerada como un efecto espontáneo de la estructura de la interacción social en la ciudad,

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La construcción de un espacio público desde la política.

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COMUNICAR 13, 1999

COMUNICAR 13, 1999; pp. 59-63

Temas

Comunicación, identidad y democracia

La ciudad es el medio, el territorio es elmensaje

Josep Lluís Gómez MompartJosep Lluís Gómez MompartBarcelonaBarcelona

La interacción comunicativa entre las personas, la producción de una cultura yuna simbología urbanas fomentan políticas culturales con las que los ciudadanos ejercendemocráticamente la intervención en los medios y en los consumos comunicativos. Eneste trabajo se invita a la acción de los colectivos sociales para que ésta no quede enmanos de los prevaricadores privados o públicos que intentan imponer sus accionescomunicativas según la lógica del mercado político o económico.

Desde hace un par de décadas, a los estu-diosos habituales de la ciudad (geógrafos,arquitectos, historiadores, sociólogos…) seles han unido los comunicólogos. En conse-cuencia, la explicación y análisis de lo querepresenta la ciudad desde un punto de vistasocial, económico, político o urbanístico, seestá enriqueciendo con los estudios de comu-nicación. No hay duda de que dada la centra-lidad que ocupa la comunicación en la socie-dad, el enfoque comunicativo del hecho urba-no está representando una aportación impres-cindible para interpretar las ciudades contem-poráneas y la cultura que éstas desarrollan yrepresentan.

Coincidimos con Alfredo Mela que, entrelas muchas representaciones (o imágenes yparadigmas) utilizados para interpretar la ciu-dad, aquella que la ve como un sistema decomunicación es probablemente la más actual

y significativa. Este autor señala que toda lahistoria del urbanismo moderno se caracterizapor una progresiva separación entre la formafísica de la ciudad y el grado de incidencia delproceso sociocultural que históricamente se haconocido como urbanización (Mela, 1994: 7).Además, cree que el sistema urbano puede serplanteado como el resultado de la interdepen-dencia de tres subsistemas, cada uno de loscuales está dotado de una lógica de funciona-miento y de una dinámica autónoma: 1) Unsistema de localización de la actividad; 2) Unsistema de comunicación física; y 3) Un siste-ma de comunicación social (1994: 10).

Si la ciudad, según Mela, se identifica conun sistema de interacción comunicativa entrelos sujetos sociales, la producción de unacultura y una simbología urbanas, más que serconsiderada como un efecto espontáneo de laestructura de la interacción social en la ciudad,

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es definida como un objetivo político (1994:13). Pensemos, por ejemplo, en la políticacultural de los ayuntamientos, en las campa-ñas publicitarias locales, en laorganización municipal de lafiesta urbana, en las expresio-nes de cultura popular y juve-nil, en las manifestaciones deprotesta o en las celebracionesdeportivas. Un caso extremo yparadigmático para una ciu-dad, por ejemplo, suele ser laorganización de unas olimpia-das, especialmente en los últi-mos cuatro lustros.

Plantearse la ciudad des-de un punto de vista comuni-cativo y a lo largo del tiempoimplica encarar la compleji-dad que entrañan la evoluciónde los ecosistemas sociales urbanos, preferen-temente desde que las grandes ciudades con-temporáneas se constituyeron en las entidadescreadoras y receptoras de lo que algunos histo-riadores de la comunicación llaman socieda-des de cultura y comunicación de masas(SCCM)1. Estas sociedades están ahora mután-dose –por razones que, entre otros, ManuelCastells (1997 y 1998) ha estudiado muy bien–a «sociedades de la información» (SI) o «infor-macionales» como prefieren decir otros auto-res2.

El estudio de las ciudades contemporá-neas, en cuanto motor y reflejo de las SCCM,nos lleva a entenderlas como productoras yreproductoras del mundo urbano de masas,dado que son cuerpo y alma de la vida públicay posibilitan la construcción simbólica y socialde la realidad. Y su comprensión es posiblemediante la indagación del pasado a partir deaquellos ámbitos donde, preferentemente, sehan puesto de manifiesto los aspectos quemuestran el papel que la comunicación haejercido en el desarrollo de la vida y cultura dela ciudad, así como en qué medida la evoluciónde ésta ha marcado los procesos comunicativosde la misma y de sus ciudadanos. En este

sentido, la dialéctica de unos y otros condi-cionantes nos permitirá describir e interpretarla «historia comunicativa» de la ciudad estu-

diada y la «historia comuni-cada» de la misma.

De igual modo como enlas sociedades orales, los pro-verbios tenían para la colecti-vidad una importancia capi-tal, o en las sociedades alfabe-tizadas la función de los tex-tos es indudable, parece claroque en nuestra era audiovisuallas configuraciones mediáti-cas juegan un papel primor-dial. Si el cine ha contribuidoal imaginario colectivo denuestro siglo, la televisión estácontribuyendo a la memoriacolectiva. De aquí la impor-

tancia de prestar atención a las configuracio-nes mediáticas, dado que la producción yrecreación de hechos pasados o presentes nosólo tienen una fuerza de evocación y seduc-ción casi inigualables, sino que, además, sue-len representar el discurso histórico contem-poráneo de mayor consumo e influencia so-cial.

Si en el siglo XIX fue la novela la que creóy recreó la ciudad simbólicamente y, en los dosprimeros tercios del siglo XX, lo ha hecho elcine, en el último tercio del siglo XX la tele-visión es la forma cultural que mejor configurala ciudad. Pese a que otros medios –como, porejemplo, la radio– también cuentan a la horade la construcción gramatical del sentido ur-bano, de la mentalidad urbana y de los estereo-tipos ciudadanos, no hay duda que la televi-sión impone una manera de leer el mundo,reforzada en nuestro caso porque la ciudad espresentada reiteradamente como imagen delmundo actual. Pero la televisión, a su vez, esdeudora de la cinematografía en el proceso deelaboración de la fantasía urbana. Hasta elpunto que aquellas ciudades profundamentecinematográficas, caso por ejemplo de NuevaYork, inducen a la televisión a registrarla se-

Plantearse la ciudaddesde un punto de

vista comunicativo ya lo largo del tiempo

implica encarar lacomplejidad que

entraña la evoluciónde los ecosistemassociales urbanos.

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gún los patrones fílmicos, lo que refuerzatodavía más la verosimilitud periodística.

Si bien es cierto que muchos países apenascuentan con ciudades cinematografiadas, siexceptuamos la capital, sin embargo otrasmuchas ciudades sí tienen una literatura esti-mable. Y, por supuesto, la mayoría de lasciudades cuentan con buenas colecciones defotografías e, incluso, con prensa local en laque, a través de sus crónicas urbanas, es posi-ble reconstruir la vida ciudadana comunicada.Téngase en cuenta, además, que lo que loscronistas urbanos suelen recoger son, precisa-mente, los hechos y personajes más destacadosdel momento, con lo cual es relativamentefácil establecer unas cronologías de las cues-tiones urbanas relevantes. Evidentemente, lotergiversado o lo soslayado habrá que intentarrevelarlo y aflorarlo, a la vez que contrastarlo,mediante la crítica del discurso periodístico yla investigación histórica.

La construcción imaginaria de la ciudad,producida por las industrias de la cultura y dela comunicación, entabla individual y colecti-vamente un diálogo con elciudadano, quien contrasta suvisión con la versión mediá-tica, retroalimentándose mu-tuamente. Por un lado, «loshabitantes de la ciudad ‘leen’la ciudad como primera ma-nifestación de su espacio exis-tencial, como constructo desu expresión metalingüísticay al mismo tiempo de unafactible voluntad identitariacolectiva»3. Por otro, los ha-bitantes de una ciudad nego-cian las lecturas y propuestasurbanas que les ofrecen losmedios de comunicación consus propias experiencias, consus percepciones, manías,creencias, mitos, etc.; en definitiva, con suscosmovisiones y sociovisiones.

Ahora bien, en el medio televisivo hay quedistinguir, al menos, entre la televisión gene-

ral o a gran escala, ya sea una cadena detelevisión nacional o transnacional, y unaemisora local o regional, es decir, de proximi-dad. Porque la mirada de la televisión sobre elespacio próximo al respecto del lejano es queel potencial de hipnosis mediática o espejismoaudiovisual, inherente a los grandes medios decomunicación –que se manifiesta en sus con-figuraciones mediáticas, o sea, en sus manerasde presentar y codificar la realidad–, puederesquebrajarse fácilmente, dado que se puedecotejar la propuesta mediática con la realidadinmediata urbana. De todos modos, la televisa-ción, ciudadana o identitaria (nacional/local),urbano-cultural no ha asumido cierta corpo-reidad hasta que los seriales autóctonos, talescomo los «culebrones» o comedias de situa-ción, se han hecho algo cotidiano.

Precisamente porque la ciudad es un granescenario de lenguajes y una esfera cultural deintercambio de primer orden y que «las ciuda-des tienen un dialecto» (Benevolo, 1979: 205),es posible intervenir cívicamente en la ecua-ción lengua (sentido)/ciudad/comunicación.

Paralelamente a los poderesestablecidos, la sociedad civiltambién puede contribuir a laciudad deseada con una políti-ca comunicativa que altere laescritura y la lectura de la ciu-dad, porque no debe olvidarsela capacidad e, incluso, el ta-lento popular de construir sim-bólicamente la ciudad (Regui-llo, 1996) o de reescribirla me-diante la memoria colectiva,con o sin la ayuda de las re-creaciones literarias y audiovi-suales y, a veces, en contra deesas versiones –propias de re-gímenes autoritarios– que in-tentan secuestrar el pasado oel presente.

Esa apropiación indebida por parte de lasinstituciones públicas o privadas del patrimo-nio cultural-lingüístico forjado por las clasespopulares de la ciudad es, sin duda, un acto de

Los habitantes deuna ciudad negocian

las lecturas y pro-puestas urbanas que

les ofrecen los me-dios de comunica-

ción con sus propiasexperiencias, percep-

ciones, manías,creencias, mitos…

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prevaricación cultural. Y el cual no sólo cabecombatir sino, además, contrarrestar con polí-ticas comunicativas que restituyan en lo posi-ble la pluralidad cívica y, en consecuencia,protejan el ecosistema comunicativo con vis-tas a una modernidad forjada desde la tradi-ción y la memoria, no ajenas al territorio y alespacio. Y la ciudad es un excelente marcopara llevar a cabo esa importante labor de tran-sición de SCCM a SI, porque en ella y desdeella es posible reconstruir la memoria colecti-va y mancomunar la cosmovisión de pueblo.

En una época que se vislumbra cada vezmás virtual, o sea, más simulada, más aparen-te, y en un mundo cada vez más global, másmundializado, de algún modo más estándar, elfuturo está en la esfera local, en la periferia, enla distinción, en la particularidad. El beneficioen puertas es que cada vez máses factible conjugar globalidady diferencia. Por fin uno pue-de apostar por la universali-dad sin tener que avergonzar-se de la singularidad, porqueen la actual mundialización,el localismo es una manera deproyectar el universalismomás allá de las fronteras quetienden a desdibujarse.

Ante el reto de las nuevastecnologías y en la perspecti-va de trabajar por una demo-cracia verdaderamente partici-pativa, conviene buscar unanueva cotidianidad no exclu-sivamente mass-mediática, acaballo entre la vida local y elnuevo marco impuesto por los grandes com-plejos mediáticos y las potentes redes mundia-les de comunicación, que recupere el nexo conla expresión popular. Cabe, por tanto, encon-trar un nuevo terreno que no sea homólogo delmodelo comunicativo transestatal, sino quepueda ser la extensión avanzada y de progresode las tradiciones y culturas nacional-popula-res, aprovechándose de las nuevas tecnologíasde la información-comunicación.

Así, pues, la redefinición del espacio na-cional desde la ciudad es factible, entre otrascuestiones, porque:

• La cultura y vida urbana son las queaglutinan ahora a las personas de una ciudad.

• Las convocatorias cívicas y la regulaciónurbana son los referentes urbanos que juntanahora a la gente.

• Las calamidades y las exclusiones huma-nas próximas son las que rebelan y solidarizanahora a los conciudadanos.

• El ocio y los espectáculos urbanos son losque concentran ahora a los ciudadanos.

• Los hitos históricos y la memoria colec-tiva son los imaginarios que comparten ahoralos habitantes de una ciudad; y, también, por-que como un mundo propio y con sensacionesarraigadas es como sienten ahora la urbe los

vecinos de una localidad.Según Jesús Martín-Bar-

bero, las nuevas formas desocialidad urbana se expresanen los cambios que atraviesanlos modos de pertinencia alterritorio y en los modos devivir la identidad (1994: 24).En este sentido, añade, la iden-tidad urbana podemos encon-trarla en: a) El análisis de lasnuevas formas de socialidad;b) Las diferentes maneras dehabitar la ciudad, y c) Losmodos de comunicar.

Por nuestra parte, agre-gamos la vivencia mediáticaciudadana. La consolidaciónde un considerable tiempo de

vida mediático (y no solamente mediatizado)por los habitantes de una ciudad económica ytecnológicamente desarrollada, ha comporta-do para esas personas un estadio nuevo en elvivir urbano (un imaginario tangible local).Esta ocupación significa para los convecinosde una localidad un vivir desde/en/a travésde… los medios de comunicación de gran,mediano o pequeño alcance. Si bien ese espa-cio no es un territorio al margen de la vida

Ante el reto de lasnuevas tecnologías yen la perspectiva de

trabajar por unademocracia verdade-

ramenteparticipativa, convie-ne buscar una nueva

cotidianidad noexclusivamentemass-mediática.

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social de cada cual y, por tanto, es consumidoy recreado particularmente, es un espacio vir-tual de encuentro, de lucha, de negociación, deretroalimentación cultural-lingüística sobre elque se reescribe y lee la ciudad, como imagendel mundo y como mundo local, identificador.

Si admitimos –en el contexto al que nosestamos refiriendo– que ahora el territorio esel mensaje, la ciudad debe ser el medio. Elmensaje de esta concepción de la ciudad repre-senta la capacidad de iniciativa de los ciudada-nos para hacer de los espacios construidos y delas representaciones simbólicas de éstos unasinterconexiones en sus maneras de usar, go-zar, sufrir, protestar, percibir el espacio urba-no. Desde esta perspectiva, la identidad urba-na es la resultante dialéctica de las fuerzas,instituciones, grupos, individuos y de los bie-nes materiales y espirituales dentro del ecosis-tema de comunicación específico. Obviamen-te, nuestras actitudes urbanas no son ajenas acómo se han conformado nuestras mentalida-des urbanas (y aquí cabe recordar el prota-gonismo de los medios de comunicación comovehículos y matrices privilegiados en la con-tribución a la mentalidad contemporánea) ycómo esas mentalidades las expresamos indi-vidualmente y en grupo.

Sobre la base de todo lo dicho, no podemosdejar el futuro comunicativo en manos delazar, es decir, sólo del mercado, cuando haytantos intereses de por medio y cuando lastentaciones tecnológicas en cuanto a informa-ción y comunicación son fruto de estrategiassocioculturales y comerciales muy refinadas.En una sociedad democrática, los ciudadanostenemos nuestra fuerza y ese poder cabe ejer-cerlo para que nos respeten como tales, indivi-dualmente, en grupo, como colectivos, país opueblo. Afortunadamente, las nuevas tecnolo-gías abren todo tipo de posibilidades y modos,así como un sinfín de combinaciones quepueden ser aprovechadas para fortalecer y

desarrollar la democracia y la identidad.Para ello, conviene defender y exigir dos

principios básicos: 1) El futuro mediático con-viene que sea libre y plural, por tanto, hay quediscrepar de la prepotencia (bien sea de mono-polio u oligopolio) y de la homogeneidad (yasea productiva o consumidora) y 2) El futuromediático necesita respetar la ecología comuni-cativa, en consecuencia, deben corregirse aque-llas tendencias informativo-comunicativasdepredadoras que no respetan todas las espe-cies comunicativas ni todas las comunidadesculturales, es decir, la variedad equilibrada.

Notas1 Un grupo de la Universitat Autònoma de Barcelona,integrado por Francesc Espinet, J. Gómez Mompart, EnricMarín y Joan Manuel Tresserras, han desarrollado esa ex-presión en distintas obras de carácter teórico o aplicado,entre las cuales pueden citarse las siguientes: GÓMEZMOMPART, J.L. (1993): «Caràcter i natura de la cultura enemergir la societat de comunicació de masses», en Treballsde comunicació , 4. Barcelona: IEC/SCC; MARÍN, E. yTRESSERRAS, J.M. (1994):Cultura de masses i postmo-dernitat. Elogi i crítica de la cultura contemporània . Va-lencia, Editorial 3 i 4; y ESPINET, F. (1997): Notícia,imatge, simulacre. La recepció de la societat de comuni-cació de masses a Catalunya, de 1888 a 1939. Bellaterra,UAB.2 MAYÈRE, A. (1997): La sociéte informationnelle: Enjeuxsociaux et approches économiques . París, L’Harmattan.3 COURTOISE, R. (1995): «La ciudad como proyecto yproceso de comunicación», en Entelequia , 5; 31.

ReferenciasBENEVOLO, L. (1993): Diseño de la ciudad,1. La des-cripción del ambiente. México, Gustavo Gili.CASTELLS, M. (1998): La era de la información. Econo-mía, sociedad y cultura . Madrid, Alianza.MARTÍN-BARBERO, J. (1994): Mediaciones urbanas ynuevos escenarios de la comunicación . Caracas, Fundarte/Ateneo de Caracas.MELA, A. (1994): La città come sistema de comunicazionisociali. Milán, Franco Angeli.REGUILLO, R. (1996): La construcción simbólica de laciudad. Sociedad, desastre y comunicación . México, Uni-versidad Iberoamericana/ITESO.VARIOS (1995): «Ciudad y comunicación», en Entelequia,5. Montevideo, Facultad de Comunicación de la UniversidadCatólica del Uruguay.

• Josep Lluís Gómez Mompart es profesor de Periodismo de la Universidad Autónomade Barcelona.

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