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NO. 24. ABRIL 2006. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA NÓMADAS 54 ORIGINAL RECIBIDO: 17-XI- 2005 – ACEPTADO: 23-I-2006 * Master en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO – Sede México). Cursa el Doctorado en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). E-mail: [email protected] ** Antropóloga, Investigadora. Coordinadora de la Maestría en Género, procesos políti- cos y transformaciones culturales del programa interdisciplinario de estudios de género de El Colegio de México. Miembro de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de las Mujeres de México. E-mail: [email protected] CIUDADANAS MEXICANAS: ESTRATEGIAS PARA CONSTRUIR LA CIUDADANÍA Sandra Liliana Osses Rivera* Mercedes Barquet Montané** En el artículo se analizan –sobre el trasfondo de la transición democrática que vive México– algunas de las estrate- gias claves en el proceso de ciudadanización de las mujeres, fundamentalmente: las alianzas con legisladoras; la repre- sentación, entendida como la incursión de las mujeres en espacios de decisión política; y la institucionalización que ha permitido la generación de políticas públicas con perspectiva de género. Palabras clave: mujeres y ciudadanía; institucionalización de género; ley de cuotas; México: mujeres y política. No marco da transição democrática que vive o México neste artigo se analisa algumas das estratégias chaves no processo de obtenção da cidadania das mulheres que são fundamentalmente: as alianças com as legisladoras; a representação, entendida como a inclusão das mulheres na decisão política; e a institucionalização que tem permitido a geração de políticas públicas com perspectiva de gênero. Palavras-chaves: mulheres e cidadania; institucionalização de gênero; lei de cotas; México: mulheres e política. Related to Mexico’s democratic transition, this article analyzes women’s strategies in the process of building a citizenship of their own. It deals with three fundamental strategies followed by organized women: links with women legislators, political representation and agenda-building, and gender mainstreaming. Key words: women and citizenship; gender mainstreaming; quota law; Mexico: women and politics. [email protected] PÁGS.: 54-67

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NO. 24. ABRIL 2006. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIANÓMADAS54

ORIGINAL RECIBIDO: 17-XI- 2005 – ACEPTADO: 23-I-2006

* Master en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO– Sede México). Cursa el Doctorado en Ciencias de la Comunicación en la UniversidadNacional Autónoma de México (UNAM). E-mail: [email protected]

** Antropóloga, Investigadora. Coordinadora de la Maestría en Género, procesos políti-cos y transformaciones culturales del programa interdisciplinario de estudios de génerode El Colegio de México. Miembro de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional delas Mujeres de México. E-mail: [email protected]

CIUDADANASMEXICANAS:

ESTRATEGIAS PARACONSTRUIR LA

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En el artículo se analizan –sobre el trasfondo de la transición democrática que vive México– algunas de las estrate-gias claves en el proceso de ciudadanización de las mujeres, fundamentalmente: las alianzas con legisladoras; la repre-sentación, entendida como la incursión de las mujeres en espacios de decisión política; y la institucionalización que hapermitido la generación de políticas públicas con perspectiva de género.

Palabras clave: mujeres y ciudadanía; institucionalización de género; ley de cuotas; México: mujeres y política.

No marco da transição democrática que vive o México neste artigo se analisa algumas das estratégias chaves noprocesso de obtenção da cidadania das mulheres que são fundamentalmente: as alianças com as legisladoras; arepresentação, entendida como a inclusão das mulheres na decisão política; e a institucionalização que tem permitido ageração de políticas públicas com perspectiva de gênero.

Palavras-chaves: mulheres e cidadania; institucionalização de gênero; lei de cotas; México: mulheres e política. Related to Mexico’s democratic transition, this article analyzes women’s strategies in the process of building a citizenship

of their own. It deals with three fundamental strategies followed by organized women: links with women legislators,political representation and agenda-building, and gender mainstreaming.

Key words: women and citizenship; gender mainstreaming; quota law; Mexico: women and politics.

[email protected] • PÁGS.: 54-67

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ESCOBAR C., M.R.; MENDOZA R., N.C. JÓVENES CONTEMPORÁNEOS: ENTRE LA HETEROGENEIDAD Y LAS DESIGUALDADESOSSES, S.; BARQUET, M.: CIUDADANAS MEXICANAS: ESTRATEGIAS PARA CONSTRUIR LA CIUDADANÍA 55NÓMADAS

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Un elemento que subyace encualquier análisis de la historia po-lítica contemporánea de Méxicoes que durante más de 70 años fuegobernado por el Partido Revo-lucionario Institucional(PRI), las prácticas cor-porativistas y cliente-lares que monopolizaronel discurso de la agendapública, el quehacergubernamental, el ejer-cicio del poder y el ac-ceso a los puestos degobierno y de represen-tación política fueronusuales en ese periodo.O´Donnell y Schmitter(1994: 20) definen latransición como “el in-tervalo que se extiendeentre un régimen políti-co y otro”, ese es un tér-mino muy usado en elcaso del paso a la demo-cracia, en particular enlos regímenes autorita-rios latinoamericanos.Sin embargo, en Méxicola transición no fue tanclara, por eso los inves-tigadores disienten sobresu punto de partida, sunaturaleza e implicacio-nes; aún así hay acuerdoen el hecho de que se tra-ta de un proceso de cam-bio orientado a construirun sistema democrático que no exis-tía. La democracia mexicana esta-ba asentada en el presidencialismoy en lo que para muchos constituyóuna dictadura de partido que con-cluyó en el año 2000 con la elec-ción del actual presidente VicenteFox del Partido Acción Nacional(PAN).

Esta situación es el contexto yla marca del limitado desarrollo deuna ciudadanía política en el paísy la convierte en un asunto estric-tamente acotado y sometido a lopermisible por las prácticas institu-cionales del Estado. Si bien estas

condiciones atañen al total de lapoblación, en el caso de las muje-res tuvieron efectos más notables.El proceso de ciudadanización, en-tendido como el camino hacia elejercicio pleno de derechos y de-beres de las mujeres en el contextodemocrático en condiciones deequidad, fue inhibido de tal modo

que las mujeres –tradicionalmenteajenas al mundo de lo público/po-lítico– se vieron tratadas de mane-ra excluyente en cuanto a susderechos de participación y repre-sentación. Durante la segundamitad del siglo XX la presencia y

visibilidad de las mujeresen México fue lenta a pe-sar de que accedieron alvoto en 1953; es induda-ble que su participaciónactiva en el quehacer pú-blico está asociada al len-to proceso de apertura ydemocratización de lasinstituciones y los proce-dimientos políticos hastael día de hoy. En este pro-ceso de transición se haevidenciado el papelprotagónico de las muje-res (Lamas, Martínez,Tarrés y Tuñón, 1994;Espinosa, 2004; Massolo,1994; Tuñón, 1997), queha sido afectado positiva-mente por ciertos acon-tecimientos tales como elmovimiento estudiantilde 1968; la Primera Con-ferencia Mundial de laMujer, de Naciones Uni-das, en la Ciudad deMéxico en 1975; las pri-meras reformas político-electorales de 1977 quedieron pie al fin de laproscripción de partidosde oposición; las sucesi-

vas reformas al Código Federal deInstituciones y ProcedimientosElectorales (COFIPE) de 1996 y20021; así como la adopción deinstrumentos internacionales porparte del gobierno mexicano apartir de 19542 y las luchas de losmovimientos feministas y de mu-jeres en el panorama internacional.

EDWARD CURTIS (1868-1952): Shot in the hand. Indio Apsaroke 1909.

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El año de 1988 marcó una rup-tura en la vida política del país. Sevivió una crisis de legitimidad delsistema político que se hizo evidenteen elecciones presidenciales alta-mente cuestionadas, en grandescambios en la distribución del po-der político, la emergencia de par-tidos de oposición viables y unamayor división entre los tresPoderes de la Unión –antes casiinexistente–. Los mecanismosinstitucionales que perpetuaban elpartido en el poder sufrieron fisurasque permitieron la generación deuna estructura de oportunidadespolíticas para la emergencia o con-solidación de actores sociales queampliaron el escenario político deese momento en adelante. Lo quepodemos denominar transición enMéxico es un proceso complejo enel que no se da un cambio radical

hacia una rápida apertura democrá-tica en el país, sino más bien unproceso gradual de acercamiento yconstante negociación entre múl-tiples actores, que aún continúa.

Tal como lo muestra la abun-dante bibliografía –reciente para laregión latinoamericana3– sobre laemergencia de las mujeres comosujeto de consideración socio-política, resulta indudable que és-tas se incorporan paulatinamente alos procesos, mecanismos e institu-ciones propios de las democraciasliberales, con una creciente orga-nización y participación. Aunquelas características de este procesovarían entre países, es notable labúsqueda de estrategias adecuadaspara el logro de un ejercicio de laciudadanía política plena, pero quea la vez les permita incidir en la

agenda pública imprimiendo for-mas particulares al quehacer polí-tico, con la pretensión de garantizarciertos intereses de género. En elpresente artículo examinaremos al-gunas de las estrategias que hanpriorizado las mujeres en Méxicoen la construcción de su ciudada-nía, en el marco novedoso de unatransición democrática en marcha.

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Con la presencia de la primeradiputada feminista de izquierda,Amalia García, en 1988 se inaugu-ró “un periodo de cooperaciónparlamentaria entre las mujeres”(Tuñón, 1997: 78); se estableció asíuna relación de apoyo entre las or-

EDWARD CURTIS:At the old well

of Acoma.Foto publicada

en 1926

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ganizaciones feministas y de muje-res y las legisladoras de los diferen-tes partidos políticos en la Cámara.

A la par que se inauguraba unestilo singular para avanzar yconcretar logros a nivel legisla-tivo, la experiencia demostrabaque se requería de instancias re-conocidas como parte de las es-tructuras políticas formales, paraque los esfuerzos realizados eneste campo contaran con el mar-co político, legal normativo yoperativo que ameritan las ac-ciones de propuesta, discusión,votación y aprobación de refor-mas legislativas a favor de lasmujeres (Tapia, 1999: 56).

Los años 90 comienzan con untriunfo para el movimiento de mu-jeres enmarcado en un contexto enel que se da una escalada positivade hechos orientados a democrati-zar el país, que bien pueden identi-ficarse como constituyentes de latransición. Tras una larga cadena deintentos reiterados para integrar eltema de la violencia sexual –ele-mento clave de la agenda feminis-ta en México– a una normatividadjusta, en 1991 se logra una reformadel Código Penal respecto de deli-tos sexuales. Si bien al comienzo setrató de un trabajo centrado en lafuerza de un pequeño grupo mixto,el llamado “Grupo Plural”, y la ca-pacidad personal de negociación yde convicción de cada una de lasintegrantes, el resultado fue la apro-bación de la iniciativa gracias a laparticipación decidida de las mu-jeres parlamentarias de todos lospartidos, sin excepción. Esta expe-riencia consolidó la estrategia quesigue siendo usada en el marco delas luchas de género y que se refie-re a la construcción de alianzas en-

tre mujeres políticas, especialmen-te legisladoras, en torno a temas co-munes para trascender las opcionespartidarias y a favor de demandasde género plurales: demandas bási-cas, que convocan al consenso. Aligual que en todas las estrategiasadoptadas por las mujeres en la lu-cha por la democratización, ésta secristalizó gracias a un ambientepolítico que abrió oportunidades yque fue aprovechado con éxito.

En este caso, la oportunidad sepresentó por la necesidad de legi-timación del nuevo gobierno traslas cuestionadas elecciones de1988 y su campaña decidida pormejorar la imagen tanto del enton-ces Presidente Salinas de Gortari,como del propio partido gobernan-te (PRI), en un clima ciudadanoque empezaba a exigir la democra-tización de los procesos. Como re-sultado de este panorama, sedieron algunos sucesos definitivosque marcaron transformaciones entérminos electorales dentro de losque destacan: la creación del Ins-tituto Federal Electoral, el aumen-to del número de Senadores, laemisión de la credencial para vo-tar con fotografía, la incorporaciónde la figura de los Delitos Electora-les en el Código Penal, el recono-cimiento legal de las agrupacionesnacionales e internacionales deobservadores electorales y, final-mente, la pérdida de la mayoríaabsoluta del PRI en la Cámara deDiputados durante las eleccionesfederales de julio de 1997 (Hurta-do y Valdez, 2004). Estos cambiosfavorecieron la consolidación dela estrategia de cabildeo de géne-ro a través de iniciativas como lacampaña de acciones afirmativas“Ganando Espacios” planteada porel movimiento amplio de mujeres

en 1992 y cuyos objetivos princi-pales fueron, en primer término, laconsecución de una ley de cuotastras la derrota sufrida por lascandidatas propuestas por el mo-vimiento feminista en las eleccio-nes intermedias de 1991, y dentrode esto, la denuncia de la discri-minación electoral sufrida pormujeres de diversas procedencias,develando las prácticas discri-minatorias en todos los partidospolíticos.

El contexto está caracterizadopor el ingreso de las reformasestructurales en el país que inclu-yeron desregulación, apertura eco-nómica, desmonte del Estado debienestar, ruptura de los acuerdoscorporativos que mantuvierondurante años al PRI en el poder yuna nueva estrategia de relacionesinternacionales que incorpora aMéxico en el Tratado de LibreComercio. Por otra parte, los mo-vimientos sociales se consolidan ypasan de ser salidas de urgencia oalternativas de supervivencia, acontar como actores sociales einterlocutores del Estado y su pre-sencia se impone hasta que sonconsiderados en la definición delquehacer gubernamental. En enerode 1994 se hace visible el EjércitoZapatista de Liberación Nacional(EZLN), poniendo sobre el tape-te demandas que en el terrenopúblico se convirtieron en lareconfiguración de formas deinterlocución política y el moti-vo de lucha para muchos sectoresacallados durante años en el país,dentro del que se cuentan lasmujeres y no sólo las indígenas,sino todas las mexicanas.

En 1997 se suscribió el acuerdo“Avancemos un trecho” que buscaba

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un compromiso de las representan-tes y candidatas a legisladoras de losdiferentes partidos políticos parapromover reformas legislativas enfavor de las mujeres. Este procesofue liderado sobre todo por diversa,una Agrupación Política Feminis-ta4 avalada por numerosas mujeresde muy distintas procedencias. Eneste mismo año se pudo establecerla Comisión de Equidad y Géneroen las Cámaras con el fin de contarcon una instancia responsable dedar curso a las propuestas legislati-vas del movimiento de mujeres.Este mecanismo se ha convertidoen una actividad clave para elavance de cuestiones tan importan-tes como la etiquetación del presu-puesto o la definición de políticassociales. Otro logro se obtuvo en1998, cuando se celebró la prime-ra reunión de la Comisión Bica-meral Parlamento de Mujeres deMéxico, con el objetivo de que

esta instancia lleve a cabo unarevisión puntual de las normaslegislativas y de los presupues-tos gubernamentales anuales, afin de que la perspectiva de gé-nero esté presente en todos losámbitos de la vida nacional paraque finalmente, las decisionesque se tomen en la aprobacióndel marco legislativo nacionaly en la propia Constitución Ge-neral de la República, sientenlas bases para que existan laigualdad, la equidad y la pari-dad entre mujeres y hombres deMéxico (Junta de Mujeres Polí-ticas, 2004: 2).

La institucionalización de estaestrategia de cabildeo de género,como la hemos llamado, es fun-damental en dos ejes: la rendiciónde cuentas y el proceso de deli-

beración que son claves en lafundamentación de una ciudada-nía de las mujeres que trasciendala práctica limitada y mecánicadel voto.

En cuanto a la consecución deproductos legislativos, entre 1990y 2000 se logró la aprobación dealgunas –muy pocas– iniciativas afavor de las mujeres5, pero que sig-nificaron avances en códigos civil,penal y electoral, en la institu-cionalización de mecanismos deatención, en la adopción o ratifi-cación de instrumentos internacio-nales, entre otros.

La mayor limitación de la estra-tegia es la dificultad de traducir lasalianzas en concreciones legales conperspectiva de género. De hecho,el escaso número de iniciativas pre-sentadas –apenas alrededor de cua-renta– y aprobadas desde 1990hasta el 2004 muestra un espaciomuy limitado frente al total de laactividad legislativa. Es probableque las causas de ello radiquen enla baja sensibilización de los legis-ladores respecto de la importanciade abordar algunos temas específi-cos, o bien de hacerlo con una pers-pectiva de género, frente a lapriorización de temas económicosy de la ‘alta política’ en las agendaslegislativas e, incluso, la falta deiniciativas que contemplen dichaperspectiva. Asimismo, la Comi-sión de Equidad y Género no esprioritaria para ningún partido –sinimportar la ideología– ni para susintegrantes, quienes dejan hasta elfinal su adscripción a dicha Comi-sión durante el reparto de las acti-vidades parlamentarias. Hay queseñalar que existen limitaciones detipo ideológico, en especial en te-mas que pueden atentar contra la

conservación de estructuras jerár-quicas que garantizan ciertos nichosde poder o desestabilizan equilibrioséticos y culturales en el conjuntodel sistema social, como sería el casoparadigmático de la discusión alre-dedor de la despenalización delaborto.

En resumen, la estrategia delas alianzas dentro del poder le-gislativo y a partir de vínculosdirectos con las demandas de lasociedad civil organizada, nos ha-bla de una acción concertada deposiciones políticas divergentesfrente a temas de interés común.Como mecanismo, opta por ade-cuaciones o modificaciones den-tro del marco de la ley, y comotal se puede identificar como unprocedimiento de estricto corteliberal. En el caso de México, laestrategia de alianzas representaun avance enorme debido a lainexistencia de mecanismos insti-tucionales para la rendición decuentas –accountability– del po-der legislativo (no existe la reelec-ción), y por la muy escasa prácticahistórica de incidencia en la ela-boración de leyes, así como en lapriorización de los temas de laagenda y de la hacienda públicas.Hoy en día el seguimiento a laactividad legislativa ha tomadodimensiones que hasta hace muypoco tiempo eran insospechadas:no sólo existen varias organiza-ciones no gubernamentales de-dicadas a incidir, vigilar y cuestionara los poderes Ejecutivo y Legislati-vo, sino que la relación del movi-miento feminista y de mujeres condiputadas y senadoras, especial-mente a través de la Comisión deEquidad y Género de la Cámara,aunque con limitaciones prácti-cas, es permanente.

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Un elemento fundamental de lademocratización en México parte,inicialmente al menos, de eleccio-nes formales y confiables que, sinser suficientes, abren las puertas ala participación legítima de los vo-tantes y la valoración de su votoen el proceso de apertura e institu-cionalización de procedimientostransparentes.

Un primer antecedente fun-damental en esta estrategia loconstituyó la experiencia de la Con-vención Nacional de Mujeres porla Democracia (CNMD) en 1991.Integrantes del movimiento ampliode mujeres, militantes de partidos

políticos, feministas y representan-tes de organizaciones civiles, seunieron con el propósito de consti-tuir un frente común para ingresara la contienda electoral de ese año.Con base en una lista que incluía adestacadas militantes políticas yfeministas, y con un programa deacción que exigía el cumplimientode los compromisos contraídos porel gobierno de México a favor dela equidad de género, la CNMDreclamó a los partidos políticos lainscripción oficial de estas candida-turas. El objetivo era “incorporar laproblemática de la mujer a las agen-das partidarias y negociar la pos-tulación de sus candidatas a travésde sus registros legales” (Tuñón,1997: 88). En términos de los re-sultados, la contienda electoral de1991 fue un fracaso, ya que de las

59 diputadas que hacían parte dela legislatura anterior, equivalenteal 11,8% del total, se pasó a 44, loque correspondía a 8,8% en la LVLegislatura. Este hecho se explicapor la forma como se construye yejerce el poder en el sistema polí-tico, el cual se resiste a la parti-cipación femenina; otro hechoinnegable es la debilidad en la cons-trucción de bases electorales sobretodo en el caso de las mujeres. Pesea los obstáculos del proceso, seconstata la inminencia de un nue-vo actor político que exige suinclusión en los espacios de repre-sentación, frente a esa exigencia elsistema político tradicional y pa-triarcal buscó su propio cauce: sibien los partidos políticos que au-mentaron las candidaturas femeni-nas lo hicieron en las suplencias o

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postularon a las mujeres en distri-tos de poca incidencia electoral. Sinembargo, “aun cuando la iniciati-va no estuvo exenta de problemasy conflictos derivados de la propialógica partidaria, la experiencia seconstituye en un primer intento deformación de liderazgos femeninos,de incorporar las demandas de gé-nero a la política formal y de apren-der la lógica del poder político”(Barquet y Cerva, 2005: 465).

El tema de equidad en la repre-sentación ha penetrado el discursoy en buena medida también la prác-tica de los órganos políticos, aun-que con mucha dificultad. Lapolítica –y sus prácticas cotidianas–sigue siendo un reducto privilegia-do del orden masculino aunque lasreivindicaciones sobre igualdad yparticipación han permeado encierta medida los documentos y al-gunas de las prácticas de los parti-dos políticos, lo han hecho más enla forma y el discurso que en lasacciones. Para ilustrar esta situaciónse puede ver que el PRI –en el Es-tado de Sinaloa, Estado norteño,moderno– fue el primero que inclu-yó el tema en sus documentos comopropuesta normativa, pero no lacumplió. Por su parte, el Partido dela Revolución Democrática (PRD),que se identifica con la izquierdapolítica mexicana, fue el primeroen establecerlo en sus estatutospara todas sus contiendas electora-les, pero no lo consiguió debido alas intensas pugnas internas entrecorrientes ideológicas que buscansus propias cuotas de representa-ción. Por el contrario, el PAN –unpartido de cuño conservador– queoriginalmente se resistió a votar afavor de una Ley de Cuotas o a in-cluirla en su reglamentación inter-na es, sin embargo, el que más

mujeres tiene hoy en día en la LIXLegislatura.

En México, la discusión alrede-dor de las cuotas de representaciónno es exclusividad del feminismo,sino también de un sector ampliode mujeres –contagiado por lapráctica norteamericana de las ac-ciones afirmativas– que han parti-cipado en el escenario público demuy diversas maneras, en partidospolíticos, en el movimiento urba-no, o mujeres de clase media incor-poradas al sector laboral y quereclaman un sitio avalado formal-mente en la nueva correlación defuerzas de una democratización in-cipiente. De esta manera, en 1996se logra un punto favorable cuan-do en el Código Federal de Institu-ciones y Procedimientos Electorales(COFIPE) se incorpora, a título deartículo transitorio, una recomen-dación a los partidos políticos paraincluir al menos un treinta por cien-to de candidaturas femeninas en suslistas. Es un primer triunfo, aunquelimitado, que el feminismo susten-tó en el texto de Drude Dahlerup(1986) que alude a la pertinenciay necesidad de una masa crítica demujeres en los puestos de represen-tación política en los sistemasparlamentarios, para conseguircambios legislativos a su favor. Estapostura defiende la idea de que unamayor cantidad de mujeres en laCámara permitirá mayor cantidadde actos legislativos favorables a lasmujeres y ha sido un argumentofuerte usado en México6, aunqueaún no se ha comprobado su efica-cia. Los resultados de la LVIII Le-gislatura son favorables, perotodavía no marcan una tendencia.

Por otro lado, el tema presentauna segunda argumentación que

procede del feminismo de la dife-rencia en una operación retórica sinmayor problematización acerca desus raíces e implicaciones esen-cialistas: subyace la idea de que lasmujeres somos diferentes y por lotanto requerimos de un espacio dedefensa de nuestros intereses pro-pios. Poco se cuestiona la diversi-dad de intereses o la suposición deque la presencia numérica conlle-varía mecánicamente un compro-miso con los asuntos de género. Seesgrime también el argumento dela democracia representativa –quecon frecuencia mezcla los dos an-teriores– y que presupone la pre-sencia y la voz ciudadana en todassus manifestaciones. Desde esta ver-tiente parece predominar una con-cepción liberal individualista de losderechos políticos, con su conse-cuente reivindicación colectiva,que se vería reflejada en articula-ciones ad hoc.

Es bastante obvio que con laLey de Cuotas, aprobada por fin enel 2002, parece haberse consegui-do una gran parte de lo demanda-do sobre representación electoral.Sin embargo, según Diego Reynoso,los resultados electorales numéricosno pueden atribuirse directamenteal efecto de la nueva ley:

Los indicadores de cambio en elporcentaje de representación demujeres en la legislatura federal,después de la implementaciónde la legislación nos sugieren queésta tiene un impacto incre-mental en la medida que mayorespecificidad adquiere la le-gislación. Pero los cambios acae-cidos en el sistema políticomexicano tanto en términosinstitucionales, partidarios,como en el ámbito de la cultura

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política, impiden asignarle di-rectamente a la legislación elefecto producido (Reynoso,2004: 25-26).

A diferencia de este argumen-to, Line Bareiro (2004) habla sobrela relación directa en la experien-cia latinoamericana entre las me-didas afirmativas de este tipo y elacceso de las mujeres a los espaciosde representación política.

En México, las mujeres sonmayoría en el padrón electoral yparticipan en mayor número duran-te la realización de las elecciones y,sin embargo, el avance en su repre-sentación en cargos públicos hasido muy lento. Tanto en las elec-ciones de julio de 2000 como enlas de 2003 –cuando ya existía lamencionada Ley– las mujeres par-

ticiparon en proporciones significa-tivas durante el proceso electoralen contradicción con una percep-ción común dentro de la culturapolítica mexicana según la cual lasmujeres tienen una menor presen-cia y efectividad en el desempeñode las funciones públicas. En estemismo sentido se aprecia una pau-latina apertura del sistema políticoa la incorporación de las mujeres,cuya representación en la Cámarabaja ha pasado de un 2,5% en 1955,al 23% en la actual legislatura2003-2006 (Barquet y Cerva,2005: 464). No obstante, el proce-so no ha sido solo de logros, tambiénse ha enfrentado con resistencias,en especial de los partidos políti-cos. En el ámbito legislativo pare-cen predominar –con la actualradicalización de las posiciones en-tre los partidos políticos y entre los

Poderes del Estado– los compromi-sos y las disciplinas partidarias porencima de la sensibilidad haciacuestiones de género. Claro estáque el proceso hacia la consolida-ción democrática en México es muyreciente y sobre el tamiz de la tran-sición apenas se inicia la prácticade la negociación, de la que en granmedida se desconocen sus mecanis-mos y alcances.

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Desde 1975, y a raíz de la Pri-mera Conferencia Mundial de laMujer de Naciones Unidas en lapropia Ciudad de México, se hanhecho reiterados esfuerzos por in-

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cluir el tema de la mujer en las po-líticas públicas. Los primeros estu-vieron enfocados principalmente areformas de carácter poblacionalcon énfasis en el control de natali-dad. Bajo constantes cambios denombre y naturaleza, durante másde veinte años, se intentó incorpo-rar el tema en las instituciones y enla agenda pública. Sin embargo, nofue sino hasta la IV Conferencia –Beijing 1995– que el gobierno asu-mió el reto con decisión. En 1996se creó el Programa Nacional de laMujer adscrito a la Secretaría deGobernación, que dos años despuésse consolidó interinstitucional-mente en la Comisión Nacional dela Mujer para articular programasy acciones del ejecutivo federal.Para el año 2000, este mecanismohabía permitido incluir criterios deequidad de género en las estructu-ras y programas de varias institu-ciones e incluso en la asignaciónespecífica de sus presupuestossectoriales.

Aunque desde muchos añosatrás era una demanda del movi-miento organizado de mujeres, ape-nas en el 2001 se avanzó en elmecanismo a través de la creacióndel Instituto Nacional de las Muje-res (Inmujeres) “como un organis-mo público descentralizado de laAdministración Pública Federal,con personalidad jurídica, patrimo-nio propio y autonomía técnica yde gestión para el cumplimiento desus atribuciones, objetivos y fines”(Inmujeres, 2001). Se trata del or-ganismo rector en materia de equi-dad de género, que en el mismo añode su creación emitió el ProgramaNacional de Igualdad de Oportu-nidades y No Discriminación Con-tra las Mujeres y mantuvo unarelación de preeminencia con más

de sesenta oficinas de enlace de laAdministración Pública Federal.Así mismo, en todos los estados ynumerosos municipios del país sehan creado institutos, programas ocoordinaciones que actúan de ma-nera autónoma, con mayor o me-nor enlace con el mecanismofederal.

Dos elementos se destacan enlo que respecta a las políticas pú-blicas sobre la mujer en el área so-cial. En primer lugar, la orientacióndirecta de recursos específicos a laatención de las necesidades de lasmujeres7 y, en segundo lugar, laconstitución de Consejos Consul-tivos Ciudadanos en las instanciasgubernamentales, como mesas detrabajo plural en las que miembrosde la sociedad civil y la academia,principalmente, hacen seguimien-to y evaluación de las iniciativasmencionadas. A pesar de tratarsede un logro legislativo, en laetiquetación presupuestal Progra-mas de mujeres, con perspectiva degénero se advierten limitaciones enla comprensión, aplicación y segui-miento del concepto, con frecuen-cia meramente cuantitativo, lo quedice poco de su impacto y por lotanto, de los éxitos o fracasos de suimplementación.

Los dilemas y dificultades im-plícitos en la incorporación del gé-nero en las políticas públicas y suimpacto real en el entorno social ycultural de México se convierten enretos tanto para las institucionesejecutoras como para la sociedaden general y para las mujeres enparticular. Desde el ejercicio de suciudadanía, éstas han de ser, másque receptoras, vigilantes e inter-locutoras de dichas políticas. Ade-más de la indiscutible necesidad de

transformaciones macroeconómi-cas y sociales, la aplicación de po-líticas con enfoque de génerorequiere, antes que nada, asumiruna decisión para trascender lasdesigualdades institucionalizadas yesto, a su vez, requiere la convic-ción de funcionarios y de quienestoman las decisiones, cuestión queno está garantizada a pesar de lascampañas de sensibilización em-prendidas por las instituciones y lasorganizaciones de mujeres.

En general se han dado avan-ces importantes, aunque todavíaquedan grandes saldos en el pro-ceso de institucionalización enMéxico:

...Buena parte de las accionesque se promocionan comoderivadas de un enfoque de gé-nero son las mismas que se reali-zaban bajo el modelo MED. Elconocido mimetismo y la capa-cidad de simulación del apara-to público mexicano obliga porello a poner en tela de dudabuena parte de los programas depolítica, pero eso no resta im-portancia al hecho de que, almenos en el terreno discursivo,los intereses de las mujeres enMéxico están ganando terrenoen la arena pública” (Incháus-tegui, 1999: 120).

El Inmujeres enfrenta retos deesta misma magnitud por su carác-ter prioritariamente normativo: noha incidido lo suficiente en latransversalización que se le deman-da, por la resistencia propia de lasinstituciones a transformar su que-hacer en razón de los intereses degénero. Por su parte, las mujeresorganizadas –sobre todo aquéllasque provienen del movimiento fe-

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minista– no han podido, o más bienhan rechazado, establecer vínculosestratégicos con la instancia oficial,de esa forma han desperdiciado laoportunidad de incidencia: en ellasprevalece la resistencia ideológicasobre la capacidad de negociaciónpara construir consensos, que pa-recía haberse establecido comomecanismo tras los éxitos legislati-vos anteriores, como sucediera en1991 y 2002.

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La construcción de una ciuda-danía propia de las mujeres en laque converjan los objetivos de lasestrategias presentadas, esto es elingreso a puestos de decisión, laincorporación de los temas álgidosdel género en el diseño de las polí-

ticas públicas y el desafío depermear la estructura institucionalcon un enfoque de género –sin per-der de vista el bien común y el in-terés público– implica un gran reto:encarar la ciudadanización comoun proceso. El momento de la tran-sición, que implica reformas delEstado, puede considerarse un mo-mento propicio para afrontar el retoy asumir la tarea. Desde un análi-sis, que puede parecer demasiadooptimista, podríamos aventurar queel propio proceso de transiciónconstituye en sí mismo la estructu-ra de oportunidades que requierela inserción de las mujeres mexi-canas en la vida política de formaactiva y deliberante. Cabría pregun-tarse si los diversos actores convo-cados a ello se encuentran en lacapacidad y la disponibilidad deafrontarlo.

La visibilización bien logradapor las mujeres, como se demostróa lo largo del texto, da paso a estaetapa aún incipiente de articulaciónconcreta con los entramados de lavida pública política en México. Elpaso a una participación políticaque no se quede en el ámbito con-testatario sino que permita a lasmujeres incidir en los espacios enque se gestan las políticas públicasy se decide sobre la vida de los ylas mexicanas en el marco de unsistema democrático, es en defini-tiva el proceso de maduración deuna ciudadanía que requiere salirdel rezago.

No obstante, pese a que las es-trategias presentadas han sidoclaves en la participación de la so-ciedad civil organizada en el país yse han traducido en muchos de los

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resultados aquí examinados, en laactualidad se vive una especie dedesencanto por parte de las orga-nizaciones y mujeres activistas dela sociedad civil que expresan unasensación de pérdida frente a lainstitucionalización de lo que seconsideraron durante décadas “su”lucha. La amenaza de la cooptacióny la reubicación de los temas enlugares tradicionales del poder –enespecial el Estado y los partidospolíticos– históricamente critica-dos, han impulsado a muchas de lasprotagonistas de estos procesos amantenerse al margen o a adoptarposiciones de crítica, no siempresustentada que, en últimas, hanobstaculizado el proceso.

Lo anterior es evidente, porejemplo, en algunos de los meca-nismos generados como los Conse-jos de los Institutos –nacional oestatales–, el Parlamento de Muje-res e, incluso la Comisión de Equi-dad de Género. Elementos comoéste obligan a mirar el proceso des-de la óptica de la construccióndiferenciada de identidades y ex-presiones por parte de las mujeresinvolucradas en los procesos, asícomo desde las percepciones y dis-cursos predominantes en el contex-to social particular en que se gestany desarrollan las estrategias. Eseanálisis es fundamental si se quie-ren generar procesos en los que seafactible participar sin perder la ca-pacidad crítica, el derecho de opo-sición e, incluso, la potencialidadde la impugnación y la disrupcióncomo mecanismos que permitenpresionar los temas que deben sertenidos en cuenta en la agendapública. En este ámbito, la interlo-cución de actores de diversa natu-raleza: sociedad civil, partidospolíticos, instituciones del Estado

y organismos internacionales, ha deconstruirse de forma flexible y sinque ninguno de ellos asuma pos-turas estáticas y esencialistas. Engran medida a esto nos referimoscuando apuntamos el reto de asu-mir la ciudadanización con una ló-gica de proceso, de negociación yconstrucción.

Por otra parte, y sin intentarestablecer una relación causal conel punto anterior, consideramosnecesario aclarar una percepcióngeneralizada en torno a la experien-cia de la ciudadanización femeninaen México, y en otros países deAmérica Latina, en lo que respectaa su nexo con las formas políticasde la izquierda como lugares queprivilegian –o se podría esperar quelo hicieran– la inclusión de las mu-jeres en la vida política. Es ciertoque el feminismo –o una parte ma-yoritaria de las diversas expresio-nes feministas en México– provienede una trayectoria de la izquierdailustrada y es desde este ámbito quese han hecho las propuestas máscercanas a los procesos de ciuda-danización de las mujeres. Sinembargo, esto dista mucho de sig-nificar que sea exclusivamente des-de los partidos de izquierda dondese promueven estos procesos. Setrata más bien de mujeres dentrode dichos órganos políticos que lo-gran impulsar y gestionar –en alian-za y en consenso con otras mujeres–acciones en pro de su incidencia yparticipación política. Más que lapresión de la izquierda, son las re-formas de corte liberal las queatraen el consenso y la posibilidadde avances concretos –una “agen-da de mínimos”– sobre las condi-ciones prácticas y materiales de lasmujeres, pero también sobre las je-rarquías de poder. Es este tipo de

enfoque el que ha convocado a tí-tulo identitario la solidaridad y apo-yo de sectores de mujeres y sectoresmixtos modernizantes de la socie-dad, apoyados por un discursointernacional y su adecuación na-cional. La argumentación efectivay convincente con frecuencia es deorden normativo, así como de evi-dencia empírica acerca de las des-igualdades o discriminación enperjuicio de las mujeres. De hecho,la gran mayoría de las mujeresautoidentificadas con el feminismoprovienen del movimiento ciuda-dano y de las distintas corrientes dela izquierda más o menos radicales.Y si bien el feminismo es un mo-vimiento inherentemente contes-tatario, de ninguna manera haenfrentado al Estado con la radi-calidad de planteamientos transgre-sores en términos del poder políticoestablecido. Por otra parte, a pesarde diferencias conceptuales sobre lapolítica social, los tres partidos po-líticos mayoritarios, PRI, PAN oPRD promueven la igualdad deoportunidades (educación, salud,trabajo y participación política)pero en algún momento caen en latentación asistencialista y clientelary evaden –de hecho– los temas demayor controversia en términos depolítica pública con connotacionesde género tales como el aborto o elmatrimonio homosexual.

No cabe duda de la improntacultural que pone trabas a las muje-res en el ejercicio de su ciudadanía:

la política se encuentra afecta-da por el modelo cultural tradi-cional que erige al hombre comoprotagonista en la conformaciónde los principios y prácticas queconstituyen la lógica de las rela-ciones de poder político. (...) Es

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frecuente encontrar a las mu-jeres en espacios “propios” o“reservados”, en el sentido deque son utilizadas en campa-ñas, como activistas sociales yen el mercado electoral a cam-bio de dádivas y promesas –una práctica muy común enMéxico–, pero no acceden, enesa misma proporción, a cargoscon poder de decisión, ni en elseno del gobierno ni en los cua-dros dirigentes de los partidospolíticos (Barquet y Cerva,2005: 466).

A este factor se suman las diná-micas propias del ejercicio del po-der en el escenario político queimplican un núcleo duro que enmuchos casos contradice las opcio-nes valorativas de las mujeres en elejercicio de su ciudadanía; o bienlas ubica en la disputa de podercerrando espacios para la inclusiónde temas difíciles de cabildear y quepueden implicar costos muy altosen sus propias trayectorias políticas.Aquí encontramos contrapuntostanto con la mirada de corteesencialista, ya mencionada, de lanecesidad de la participación feme-nina para asegurar niveles de sensi-bilidad de género, como aquella dela masa crítica que indica que amayor presencia de mujeres mayorinclusión del tema de género en laspolíticas públicas. Y se puede agre-gar un factor de mayor compleji-dad aún: el que hace alusión a ladiversidad propia de la poblaciónfemenina la cual no constituye unaagrupación homogénea y por endeno responde a una sola inscripciónidentitaria. En la mayoría de loscasos esta diversidad no alcanza aser incorporada en los términos deuniversalidad que implican las po-líticas públicas.

Evaluar el proceso de ciudada-nización de las mujeres en Méxicoa la luz de los procesos contempo-ráneos de transición democrática,resulta una tarea compleja que exi-ge abordar temas que van desde laconstrucción histórica de identida-des, hasta el notable cambio que lasociedad mexicana ha vivido en eltérmino de dos décadas. Las conse-cuencias de la participación de lasmujeres en la vida pública y susefectos en sus propias vidas priva-das, es una de las vetas que aún sedeben seguir investigando en elpaís. Por lo pronto, esbozar algunasde las estrategias asumidas por elmovimiento amplio de mujeres enMéxico constituye un primer ba-lance de los avances hechos por lasmexicanas en pro de su ciudadaníay propone una lectura diferente deltema que ha sido afrontado en ge-neral desde lo concreto. Asimismo,esperamos que este trabajo consti-tuya una contribución a la reflexiónsobre procesos análogos en marchaen otros países del continente.

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1 Lo relevante de este recuento es que ex-presa por un lado los “candados” quegarantizaron durante tantísimos años lapervivencia del PRI como partido casiúnico –se le llegó a llamar Partido de Es-tado– y que tuvieron que ser removidospoco a poco; y por otro lado, las cons-tantes y necesarias aproximaciones con-temporáneas hacia formas más democrá-ticas de expresión de la pluralidad políti-ca del país y su representación; la presen-cia ciudadana se eleva a rango político.

2 Convención sobre los derechos políti-cos de la mujer en 1954; Convenciónamericana sobre derechos humanos “Pac-tos de San José de Costa Rica” y Con-vención para la eliminación de todas lasformas de discriminación contra la mu-jer (CEDAW) en 1981; Plataforma deAcción de Beijing, en 1995, Conven-

ción interamericana para prevenir, san-cionar y erradicar la violencia contra lamujer (Belem do Pará) en 1998; la De-claración del Milenio-ONU en el 2000.

3 Como una breve muestra del enormeinterés, sobresalen ciertos textos, algu-nos de los cuales podrían considerarseclásicos en el abordaje que ha suscitadoel asunto: León (1994), Alvarez (1998),Craske y Molyneux (2001), Márques-Pereira (2001), Martínez Fernández(2001), Rodríguez (2003), Tarrés(2004), Barquet y Osses (2004).

4 En 1997 se crearon las AgrupacionesPolíticas Nacionales como formaorganizativa análoga a un partido polí-tico pero de dimensiones y alcances másreducidos. A esta estructura se acogenvarias organizaciones feministas, comofueron Mujeres en Lucha por la De-mocracia, Mujeres y Punto, así comodiVersa, y más adelante la Junta deMujeres Políticas.

5 Entre las iniciativas a favor de las muje-res aprobadas desde 1990 hasta 2000 seencuentran:

-La Reforma al Código Penal respecto aDelitos Sexuales (1990) que proponeimpulsar la seguridad sexual de todas laspersonas, así como promover el respeto ala integridad física y moral de quieneshan sido objeto de una agresión sexual, através de la exigencia de reparación deldaño y la garantía del mismo. Nombra alEstado subsidiario. Aumenta la penali-dad en general de los delitos sexuales ypone énfasis especial en el caso de lasmujeres y niñas víctimas.

-Modificación a la Ley del Código Fede-ral de Instituciones y ProcedimientosElectorales COFIPE (1996) Inicialmen-te como una recomendación a través deun artículo transitorio que definía quecada lista plurinominal presentada porlos partidos políticos para elecciones dediputados no podría contener más del70% de candidatos del mismo sexo. Enabril de 2002 finalmente se estableciócomo parte de la ley reglamentada y pe-nalizada en lo que se ha llamado la Leyde Cuotas 70/30.

-Ley contra la Violencia Intrafamiliar(1997) en la que se define la violenciafamiliar como delito y se sanciona a tra-vés de la reforma a los códigos penalescorrespondientes. A raíz de esta ley surgeel Consejo para la Asistencia y Preven-ción de la Violencia Intrafamiliar en elD.F., la cual cuenta con la participaciónde legisladoras/es, ONG y miembros delgobierno local.

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-La consolidación de la Comisión deEquidad y Género (1998) como una co-misión ordinaria y permanente en laCámara de diputados, entra en la LeyOrgánica del Congreso como un instru-mento institucional que permite avan-zar en los propósitos de análisis y diag-nóstico del quehacer legislativo y garan-tizar la generación de iniciativas favora-bles a las mujeres y con una clara identi-dad de género.

-La Ley del Instituto Nacional de lasMujeres (2000) que aprueba la creacióndel Instituto como un órgano autónomoy descentralizado. Establece el mecanis-mo de la mujer al más alto nivel en elpoder Ejecutivo Federal y convoca a laconstitución de órganos plurales –susConsejos, con integrantes de proceden-cia partidaria y no-partidaria, académicay civil– para favorecer la interlocución yrendición de cuentas directas.

También se pueden contar entre los su-cesivos logros derivados de esta estrate-gia, la ratificación del Protocolo Faculta-tivo de la Convención para la Elimina-ción de Todas las Formas de Discrimina-ción Contra la Mujer (CEDAW) en2001, instrumento especializado de Na-ciones Unidas que permite conocer yatender denuncias sobre violaciones gra-ves y sistemáticas por parte de los paísesfirmantes a la Convención, aunque nosin obstáculos ya que la decisión fue cu-bierta por una mirada conservadora quela calificó como una campaña interna-cional pro-aborto; también se cuenta laparticipación de las legisladoras en elacuerdo para introducir en la Constitu-ción la prohibición a toda forma de dis-criminación y la creación del ConsejoNacional para Prevenir la Discrimina-ción; la Ley de protección a los derechosde niños/as y modificaciones a la Ley delISSSTE (Instituto de Seguridad Socialal Servicio de los Trabajadores del Esta-do) para amparar a los cónyuges de lasderechohabientes y al Código Civil enmateria de Adopción Plena.

6 El trabajo de Linda Stevenson es pio-nero en este campo al abordar actores yprocedimientos en el quehacer legislati-vo. Cabe resaltar cómo esta autoraenfatiza la estrecha relación entre laconsecución exitosa de demandas delmovimiento feminista y las legisladorasprocedentes de la izquierda: Stevenson(1998 y 1999: passim) habla de un pro-ceso de ósmosis por el cual la capacidadde gestión y la ubicación ideológica dedichas legisladoras permitirá permear el

contexto en la aprobación de legisla-ción favorable para las mujeres. Faltaprobarlo en nuevos casos, y discutir laimposibilidad que se ve hasta el momen-to para abordar ampliamente dos temasfundamentales para el feminismo: ladespenalización del aborto y la concep-tualización y política pública sobre lasfamilias, aun desde perspectivas ideoló-gicas que parecerían afines.

7 Desde el Instituto Nacional de las Muje-res, el mandato se dirige principalmente–mediante mecanismos de transversa-lización– a la promoción sectorial de laincidencia del género en el diseño depolíticas públicas.

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