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106 CONGRESO NACIONAL Reunión núm. 66 nal atentado. Inmediatamente» el señor José Antonio Montes, se dirigió telegráficamente al señor ministro del interior, dándole cuenta de estos hechos vergonzosos «bajo todo concepto, para el pueblo de nuestra provincia. Del tiroteo efectuado por los maleantes nom- brados y por los comisarios indicados 7 de- más policías, resultaron heridos los señores: Moisés Rearte, jefe relevante de la estación Ca- ñada de Gómez, de bala en la región lumbar, y Valentino Casas, y además muchos contu- Diciembre 21 de 1926 sos; por cuya razón y a mérito de lo dispuesto por el artículo 117 del Código de Procedimien- tos en lo Criminal, venimos ante vuestra seño- ría a formular la presente denuncia que esta- mos dispuestos a ratificar ante el señor juez con todas las formalidades de ley. Por lo tanto, a V. S. pedimos: tenga por pre- sentada la presente denuncia y darle los trámi- tes que corresponda. Es justicia. CÁMARA DE DIPUTADOS 107 CONGRESO NACIONAL CÁMARA DE DIPUTADOS DICIEMBRE 22 de 1926 67» REUNION —- Continuación de la 4* SESIÓN EXTRAORDINARIA PRESIDENCIA DE LOS DOCTORES MIGUEL SUSSINI Y HECTOR GONZALEZ IRAMAIN MINISTROS PRESENTES: de hacienda, doctor Víctor M. Molina; de agricultura, ingeniero Emilio Mihura; de obras públicas, doctor Roberto M. Ortiz; de justicia e instrucción pública, doctor Antonio Sagarna; DIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Abalos José Gregorio, Adaro Esteban P., Aguirre José U., Ahumada Ramón C, Alcorta Víctor, Alvarado Manuel Ramón, Alva- rado Manuel Rómulo, Alvarez José Luis. Andreis Fernando de, Antoni José B., A raya Agustín, Arco José, Artusi Ambrosio A., Astesiano Carmelo I., Bard Leopoldo, Bergalli Héctor, Belisle Ricardo, Bermúdez Manuel A., Bidegain Pedro, Bunge Augusto, Cafferata Juan P., Calvento Ma- riano 6., Calvetti Froilán A., Carballo Raúl, Castellanos José D., Castro Juan B.. Ceballos Mariano F., Oenteno Dionisio S., 01 aros Ernesto, Coca Joaquín, Cont.te José A., Corominas Ricardo P.. Co-. rrea Francisco E., Costa Ignacio J., Chiossone Gabriel, Dávila Miguel V., Do Miguel Benito, Díaz Miguel P., Díaz de Virar Justo, Dickmann Adolfo, Dickmann Enrique, Echegaray Frías Arturo, Errea Fermín, Ferreyra Andrés (hijo), Fígueroa Alberto F., Fiorillo Juan F., Fonrouge Guillermo R., García Tuñón Eduardo, Gatti J. Agustín, Gigena Alejandro M., Gil Martín, Giuffra Eduardo F., Gómez Víctor M., González Enrique, González lramain Héctor, González Zimmermann Amando, Gofii Blas, Gnecco Manuel F., Greca Alcides, Güerci Luis, Guillot Víctor Juan, Hernández Belisa- rio, Herráiz Pascual, Hiriart Juan O., Ingaramo Vicente, Iturraspe Cabot F., Lagomarsino Ángel M., Lagos Joaquín, Landaburu Laureano, Lazo Plácido C, Lencinas José H., Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C, López Alcides, Marcó Cipriano F., Martínez Francisco V., Meabe Raimundo R., Mendieta Clorindo, Míguez Edgardo J., Miñones Alejandro, Mohando Aníbal E., Molinari Diego Luis, Moreno Alberto, Muzio Agustín S., Núñez Pedro R., Oddone Jacinto, O'Farrell Juan A., Padilla Ernesto E., Pena José L., Peña Manuel, Pérez Inocencio A., Pintos Ángel, Podestá Pedro, Prat Juan, Quirós Herminio J., Raffo de la Reta J. C, Remedí Juan F., Revol Pedro, Repotto Nicolás. Rodríguez Alfredo, Rodríguez Carlos J., Rodríguez Jorge Raúl, Romero Luciano. Sánchez Loria Horacio, Santamarina Antonio, Spinetto Alfredo L., Súllivan Guillermo, Sussini Miguel, Ta- boada Gaspar, Tolosa Edmundo, Tomaso Antonio de. Torrent Juan F.. Vásquez Juan Carlos. Vega Abrahnm de la, Viñas Alberto, Zuruota Tomás; AUSENTES CON LICENCIA: Aldazábal Máximo, Amadeo y Vicíela Daniel, Barbich M. José, Brizuela y Doria Ramón, Emparanza Francisco. Ferri Jorge. Garralda Juan. Grau José M., Molinas Luciano F., Newell Claudio S., Pastor Reinaldo A., Poggi Juan F., Rappallini Martín, Santa María Arturo, Siri Emilio P., Solía Rogelio J.; CON AVISO: Beguiristain Manuel, Juárez Celman Miguel A., Martínez José Heriberto, Oyhanarte Raúl F., Pérez Le i ros Francisco, Peyrotti Juan B., Sánchez Carlos A., Usandivaras Agustín; SIN AVISO: Albarracín Bclisario, Cáceroe Enrique I., Calle Jorge, Camaño Melitón, Gutiérrez Carlos Ciro, Jaureguiberry Luis, Pachano Félix A., Parodi Misael J., Roca Julio A., Salcedo Saturnino, Subiza Pascual, Videla Rojas Abraham- S. SUMARIO 1.—Manifestaciones en minoría. 2.—Sesión en mayoría. 3.—Pasan a comisión las denuncias formu- ladas por los señores diputados Rodrí- guez (J. R.) y González Zimmermann, sobre hechos ocurridos en Cañada de Gó- mez y sobre la situación institucional y política de la provincia de Santa Fe. 4.—Continúa la consideración del despacho de la Comisión de Presupuesto y Hacien- da en el proyecto de ley general de gas- tos y recursos para 1927. —En Rueños Aires, a veintidós de Diciembre de 1926, siendo la hora 15 y 58 minutos: i n MANIFESTACIONES EN MINORÍA Sr. Rodríguez (A.). — Desearía sa- ber qué número, hay en la casa y cuán- tos señores diputados en el recinto. Sr. Secretario (González Bonorino). En el recinto hay 66 señores dipu- tados y en la casa 84. Sr. Rodríguez (A.). — Hago indica- ción de qué se espere un cuarto de hora. —Asentimiento. Sr. Presidente (Sussini). — Habien- do asentimiento, se esperará.

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nal atentado. Inmediatamente» el señor José Antonio Montes, se dirigió telegráficamente al señor ministro del interior, dándole cuenta de estos hechos vergonzosos «bajo todo concepto, para el pueblo de nuestra provincia.

Del tiroteo efectuado por los maleantes nom­brados y por los comisarios indicados 7 de­más policías, resultaron heridos los señores: Moisés Rearte, jefe relevante de la estación Ca­ñada de Gómez, de bala en la región lumbar, y Valentino Casas, y además muchos contu-

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sos; por cuya razón y a mérito de lo dispuesto por el artículo 117 del Código de Procedimien­tos en lo Criminal, venimos ante vuestra seño­ría a formular la presente denuncia que esta­mos dispuestos a ratificar ante el señor juez con todas las formalidades de ley.

Por lo tanto, a V. S. pedimos: tenga por pre­sentada la presente denuncia y darle los trámi­tes que corresponda.

Es justicia.

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CÁMARA D E D I P U T A D O S

D I C I E M B R E 22 de 1926

67» REUNION —- Continuación de la 4* SESIÓN EXTRAORDINARIA

P R E S I D E N C I A D E L O S DOCTORES MIGUEL SUSSINI Y HECTOR GONZALEZ IRAMAIN

MINISTROS PRESENTES: de hacienda, doctor Víctor M. Molina; de agricultura, ingeniero Emilio Mihura; de obras públicas, doctor Roberto M. Ortiz; de justicia e instrucción pública, doctor Antonio Sagarna; DIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Abalos José Gregorio, Adaro Esteban P., Aguirre José U., Ahumada Ramón C , Alcorta Víctor, Alvarado Manuel Ramón, Alva-rado Manuel Rómulo, Alvarez José Luis. Andreis Fernando de, Antoni José B., A raya Agustín, Arco José, Artusi Ambrosio A., Astesiano Carmelo I., Bard Leopoldo, Bergalli Héctor, Belisle Ricardo, Bermúdez Manuel A., Bidegain Pedro, Bunge Augusto, Cafferata Juan P., Calvento Ma­riano 6. , Calvetti Froilán A., Carballo Raúl, Castellanos José D., Castro Juan B.. Ceballos Mariano F., Oenteno Dionisio S., 01 aros Ernesto, Coca Joaquín, Cont.te José A., Corominas Ricardo P.. Co-. rrea Francisco E., Costa Ignacio J., Chiossone Gabriel, Dávila Miguel V., Do Miguel Benito, Díaz Miguel P., Díaz de Virar Justo, Dickmann Adolfo, Dickmann Enrique, Echegaray Frías Arturo, Errea Fermín, Ferreyra Andrés (hijo), Fígueroa Alberto F., Fiorillo Juan F., Fonrouge Guillermo R., García Tuñón Eduardo, Gatti J. Agustín, Gigena Alejandro M., Gil Martín, Giuffra Eduardo F., Gómez Víctor M., González Enrique, González lramain Héctor, González Zimmermann Amando, Gofii Blas, Gnecco Manuel F., Greca Alcides, Güerci Luis, Guillot Víctor Juan, Hernández Belisa-rio, Herráiz Pascual, Hiriart Juan O., Ingaramo Vicente, Iturraspe Cabot F., Lagomarsino Ángel M., Lagos Joaquín, Landaburu Laureano, Lazo Plácido C , Lencinas José H., Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C , López Alcides, Marcó Cipriano F., Martínez Francisco V., Meabe Raimundo R., Mendieta Clorindo, Míguez Edgardo J., Miñones Alejandro, Mohando Aníbal E., Molinari Diego Luis, Moreno Alberto, Muzio Agustín S., Núñez Pedro R., Oddone Jacinto, O'Farrell Juan A., Padilla Ernesto E., Pena José L., Peña Manuel, Pérez Inocencio A., Pintos Ángel, Podestá Pedro, Prat Juan, Quirós Herminio J., Raffo de la Reta J. C , Remedí Juan F., Revol Pedro, Repotto Nicolás. Rodríguez Alfredo, Rodríguez Carlos J., Rodríguez Jorge Raúl, Romero Luciano. Sánchez Loria Horacio, Santamarina Antonio, Spinetto Alfredo L., Súllivan Guillermo, Sussini Miguel, Ta-boada Gaspar, Tolosa Edmundo, Tomaso Antonio de. Torrent Juan F.. Vásquez Juan Carlos. Vega Abrahnm de la, Viñas Alberto, Zuruota Tomás; AUSENTES CON LICENCIA: Aldazábal Máximo, Amadeo y Vicíela Daniel, Barbich M. José, Brizuela y Doria Ramón, Emparanza Francisco. Ferri Jorge. Garralda Juan. Grau José M., Molinas Luciano F., Newell Claudio S., Pastor Reinaldo A., Poggi Juan F., Rappallini Martín, Santa María Arturo, Siri Emilio P., Solía Rogelio J.; CON AVISO: Beguiristain Manuel, Juárez Celman Miguel A., Martínez José Heriberto, Oyhanarte Raúl F., Pérez Le i ros Francisco, Peyrotti Juan B., Sánchez Carlos A., Usandivaras Agustín; SIN AVISO: Albarracín Bclisario, Cáceroe Enrique I., Calle Jorge, Camaño Melitón, Gutiérrez Carlos Ciro, Jaureguiberry Luis, Pachano Félix A., Parodi Misael J., Roca Julio A., Salcedo Saturnino, Subiza Pascual, Videla Rojas Abraham- S.

SUMARIO

1.—Manifestaciones en minoría. 2.—Sesión en mayoría. 3.—Pasan a comisión las denuncias formu­

ladas por los señores diputados Rodrí­guez (J. R.) y González Zimmermann, sobre hechos ocurridos en Cañada de Gó­mez y sobre la situación institucional y política de la provincia de Santa Fe.

4.—Continúa la consideración del despacho de la Comisión de Presupuesto y Hacien­da en el proyecto de ley general de gas­tos y recursos para 1927.

—En Rueños Aires, a veintidós de Diciembre de 1926, siendo la hora 15 y 58 minutos:

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MANIFESTACIONES EN MINORÍA

Sr. Rodríguez (A.). — Desearía sa­ber qué número, hay en la casa y cuán­tos señores diputados en el recinto.

Sr. Secretario (González Bonorino). — En el recinto hay 66 señores dipu­tados y en la casa 84.

Sr. Rodríguez (A.). — Hago indica­ción de qué se espere un cuarto de hora.

—Asentimiento.

Sr. Presidente (Sussini). — Habien­do asentimiento, se esperará.

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SESIÓN EN MAYORÍA

—Siendo las 16 y 3 minutos:

Sr. Presidente (Snssini). — Queda abierta la sesión con la presencia de 81 señores diputados en el recinto.

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DENUNCIA SOBRE HECHOS OCURRIDOS EN CAÑADA DE GÓMEZ

Sr. Presidente (Sussini). — Se va a votar si se trata o no sobre tablas la proposición del señor diputado Rodrí­guez (J. R.), de que se dará lectura por Secretaría.

Sr. Secretario (Zambrano). — «Que la Comisión de Negocios Constitucio­nales investigue los sucesos ocurridos en Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe, e informé a la Honorable Cámara proponiendo, en su caso, las medidas a que hubiere lugar».

Sr. Oddone. — Hay otra proposición, que yo he presentado.

Sr. Secretario (Zambrano). — El se­ñor diputado Oddone propone que se agregue lo siguiente a la proposición del señor diputado Rodríguez (J. R. ) : «Que la misma comisión averigüe si en la provincia de Buenos Aires es una verdad o no el ejercicio del derecho de reunión».

Sr. Rodríguez (J. R.). — Pido la pa­labra.

En primer lugar, debo decir que la proposición que enuncié durante el de­bate de ayer la concreté en términos más amplios, pidiendo se investigara la situación política e institucional de Santa Fe, y así consta en el Diario de Ses'ones. Pero al final de la sesión, el señor diputado Oddone, por la Capi­tal, ha propuesto un extraño agregado, abriendo nuevas cuestiones sobre la provincia de Buenos Aires. De la mis­ma manera, tratando de complicar y de agrandar la bola de nieve, se pre­sentarán agregados para otras proviai-

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cias, para Jujuy, La Rio ja, San Juan o Catamarca.

Creo que basta y sobra con el debate que la Cámara ha realizado ayer — del que surge luz plena sobre la desgra­ciada situación de Santa Fe — y que ha inutilizado una de estas sesiones, indispensable para la consideración del presupuesto.

Hemos aceptado nosotros que sea la Comisión de Negocios Constitucionales la que investigue la situación institu­cional de Santa Fe con toda amplitud. Es esa una obl'gación permanente, la esencia miema de los deberes de esa comisión. Se ha llevado, por otra parte, por una delegación de nuestro partido formada por el senador Caballero, el señor diputado González Zimmermann y el presidente del comité de nuestro partido, señor Montes, el asunto hasta el Poder Ejecutivo Nacional, el cual ha prometido estar atento a los desma­nes del gobierno de Santa Fe para reprimirlos como corresponda, y puede por lo tanto la Comisión dé Negocios Constitucionales obtener todos los an­tecedentes que desee con respecto a la situación de Santa Fe. Así podrá evi­tarse el debate político interminable e improcedente sobre todas las provin­cias, que perturbaría la sanción del presupuesto. Hago, pues, indicación de que se pase a la orden del día, retiran­do, por ser ya innecesaria, la proposi­ción que había presentado. Queda es­tablecido que la Comisión de Negocios Constitucionales reunirá todos los an­tecedentes sobre Santa Fe.

Sr. Presidente (Sussini). — Se va a votar si se pasa a la orden del día.

—Resulta afirmativa.

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PRESUPUESTO GENERAL DE GASTOS Y RECURSOS PARA 1927

Sr. Presidente (Sussini). — Conti­núa la discusión del despacho de la Comisión de Presupuesto y Hacienda en el proyecto de ley general de pre­supuesto para 1927.

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CONGRESO

Sr. Hernández. — Pido la palabra. No pensaba tomar parte en la dis­

cusión en general del presupuesto. Me reservaba hacer algunas consideracio­nes al tratarse el anexo del Ministerio del Interior. Situaciones imprevistas han modificado mi primitivo propó­sito.

El proyecto que presentó el señor diputado Guillot en substitución del enviado por el Poder Ejecutivo, y ade­más otro proyecto del que he tenido conocimiento por los diarios y que subscribe el señor diputado Alvarado, me inducen a que exprese mis puntos de vista sobre esta materia.

Creo qué la Cámara haría mal en substituir el proyecto del Poder Eje­cutivo por cualquier otro sostenido por miembros de alguno de los diferentes sectores de esta Cámara. En materia de presupuesto la iniciativa correspon­de al Poder Ejecutivo, desde que el presupuesto es un programa de gobier­no y de acción gubernativa, y no son las cámaras las que han de realizarlo.

Sr. Lazo. — Sería conveniente que se invitara al señor ministro de ha­cienda, haciéndosele saber que la Cá­mara está considerando el presupuesto.

Sr. Presidente (Sussini). — La Pre­sidencia ya lo ha dispuesto así, señor diputado.

Sr. Hernández. — Un ilustre finan-•cista, que me merece el más grande de los respetos — el profesor Jéze — dice que el presupuesto es, antes que todo, un programa de gobierno, un progra­ma de acción gubernativa realizado por el Poder Ejecutivo; y más en nues­tro país, donde el gobierno es esencial­mente ejecutivo, distinguiéndolo así de los gobiernos parlamentarios, como el de Francia, cuyas cámaras contribu­yen a la factura del presupuesto, pre­cisamente porque es aquel un gobierno parlamentario. Además es en los go­biernos parlamentarios donde las cá­maras muchas veces tratan de cambiar el programa del gobierno volteando ministerios, lo que no ocurre entre nos­otros.

El rol del parlamento es de control y de crítica. En Norte América suce-

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día lo que está ocurriendo entre nos­otros. Los presupuestos eran una amal­gama de gastos y recursos que salían del Congreso con déficit enormes. No quiero explayarme en cosas que todos conocen y a las que el señor diputado Dickmann se ha referido en forma mi­nuciosa al mencionar la reforma intro­ducida en Estados Unidos en materia de presupuesto por la ley de 1921.

Creo, como el señor diputado, que es necesario una ley que limite las fa­cultades del Congreso en cuanto a ini­ciativas en materia de presupuesto. El señor diputado, con la inteligencia que todos le reconocemos, ha hecho en la Cámara un estudio detallista; se ha referido a la manera cómo se hace y cómo debería hacerse un presupuesto, cosas sabidas, lo diré sin desmedro pa­ra el señor diputado, por cualquier es­tudiante de segundo año de la Facultad de Derecho, y que desde luego, deben conocer todos los miembros de la Cá­mara.

Para el señor diputado Dickmann las fallas del presupuesto se deben a nues­tras malas costumbres políticas y a que no se cumple la ley de contabilidad. Es exacto; estoy de acuerdo con él en que hay malas costumbres políticas en ma­teria de presupuesto, y en que no se cumple la ley de contabilidad. Pero yo preguntaría al señor diputado: aunque se cumpliera estrictamente la ley de contabilidad y llegara el presupuesto al Congreso a su debido tiempo, ¿no subsistirían los mismos defectos si la comisión insistiera en hacer el estudio en la forma detallista que es de prác­tica? Podría, decirse, señor presidente, que en esto se va a llegar al extremo de que la comisión averigüe si el or­denanza de un ministro es negro o es rubio . . .

Hay que tener otro concepto; es ne­cesario hacer un estudio más general, un estudio global del presupuesto. Te­nemos el ejemplo de lo que ha ocurri­do hace pocos días en Francia: enviado el presupuesto al Congreso, en treinta y Seis días: se estudió en una sesión .de pocas horas, el Congreso lo sancionó. Eso ha-sido posible por una razón sénf

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cilla: porque se ha hecho un estudio global, y no se ha incurrido en el vicio del detalle.

Estoy de acuerdo en muchas cosas con el señor diputado Dickmann, a quien le reconozco una labor asidua en la Cámara, e intenciones sanas y hones­tas. Creo que en el país hay un concepto equivocado con respecto al presupuesto; se le considera una especie de panacea. Todos los años al discutirse el presu­puesto en la comisión, de todas partes del país, gobernadores, instituciones, miembros de tribunales y funcionarios de diversas categorías, establecen una especie de asedio a los miembros de esa comisión. Cabría recordar aquí que hay un decreto dictado por el presidente Uriburu en 1898, que prohibe a los jefes de oficina y funcionarios de la administración, gestionar ante la Co­misión de Presupuesto mejoras o au­mentos en esas oficinas, o en sus propios sueldos, con sanciones termi­nantes, que llegan hasta la exonera­ción . No sé por qué el Poder Ejecutivo no cumple ese decreto.

Todas las comisiones de presupuesto tienen los mismos vicios y virtudes de la de esta Cámara; están compuestas por hombres políticos de distintos sec­tores. Es obvio que tengo absoluta cer­teza sobre las intenciones patrióticas de los miembros de nuestra comisión. En los países en que las cámaras tenían facultades excesivas, ha sido necesario establecer una limitación. El único país donde nunca ha habido déficit es In­glaterra, pero allí, a pesar del dicho conocido de que todo lo puede el par­lamento inglés menos hacer de un hombre una mujer o viceversa, la mi­sión de la Cámara de los Comunes en la materia de presupuesto es bien li­mitada. Sus facultades están más en el papel que en el hecho; tanto es así que el lord canciller, cuando no se vota el presupuesto en término prudencial, em­plea el recurso que se llama la «gui­llotina», consistente en clausurar las cámaras y luego poner en vigencia el presupuesto. Los miembros más desta­cados de la Cámara de los Comunes critican la adopción de esta medida y

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la combaten los diarios de la oposición, pero en privado están todos de acuerdo con ella. Aquí, entre nosotros, es in­dudable que haría falta una ley que limitara las facultades de la Cámara en esta materia.

Como ha dicho bien el señor dipu­tado Guillot, el trabajo de las comi­siones debe ser armónico, y por mi parte declaro que muchas veces he contribuido con los sectores adversa­rios a tratar de llegar a una solución mediante recíprocas transacciones que hagan posible la confección de un des­pacho. Creo que ésa es la misión de las comisiones. Pero no puedo, y me disculpará el señor diputado, compren­der la teoría que él ha emitido sobre el concepto de las firmas puestas en los proyectos elaborados en comisión. Para concluir una comisión, para salir del paso, hemos participado en la vo­tación de muchas partidas, sin obs--truirlas con largas discusiones, reser­vándonos el derecho de oponernos en el recinto a las mismas partidas. Des­arrollamos así una labor armónica para evitar demoras y lograr que de una vez se trate el presupuesto.

Sr. Guillot. — ¿ Quiere decir que us­tedes votan las partidas con la reserva mental de combatirlas en la Cámara?

Sr. Hernández. — No, señor diputa­do ; no votamos las partidas haciendo reservas mentales. No nos oponemos a que sean votadas y despachadas por la comisión. No hacemos obstrucción en la comisión, porque no es admisible tal obstrucción que impediría a la co­misión llenar su cometido; esto no obs­tante, nos reservamos el derecho de votar en contra cuando en la Cámara se trate el despacho.

Lo que no puedo comprender es que sea precisamente el sector que en la comisión prestigiaba todos los aumen­tos, que siempre le parecían pocos, el mismo sector que en la Cámara de­fienda las economías y tache de abul­tado al presupuesto. ¿Y los aumentos de sueldos? ¿Y la crisis?

Sr. Guillot. — Eso ha sido ya larga­mente contestado.

Sr. Hernández. — Ya he manifesta­do que en mi concepto corresponde al

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CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926 Reunión núm. 67

Poder Ejecutivo la iniciativa en ma­teria de presupuesto, partiendo de la base de que creo que el presupuesto es un programa de gobierno y que no son entonces las Cámaras las que de­ben substituirle ese programa de go­bierno al Ejecutivo. En ese sentido, siendo yo miembro de la Comisión de Presupuesto, si el Poder Ejecutivo en­contrara excesivas las partidas pro­puestas, yo no tendría inconveniente en acceder a reducirlas, en la discusión en particular.

Creo, pues, que la Cámara hará obra patriótica votando el proyecto de la comisión y reservándose al tratarse los respectivos anexos la libertad de dis­minuirlos en la forma que crea más conveniente.

Quiero también referirme principal­mente a las críticas hechas por el señor diputado Peña — que lamento no se encuentre en este momento en el re­cinto — al referirse especialmente al anexo de Trabajos Públicos.

Tengo un gran respeto por el señor diputado Peña. El señor diputado Pe­ña, que tiene la sabiduría de Néstor y la prudencia de Ulises, me ha de. permitir que le diga que no me con­vence su exagerado pesimismo. En este país, los hombres sabios y prudentes, que han administrado sus finanzas han tenido también una gran virtud: han sido' optimistas, han creído en su po­tencialidad productiva y esas peque­ñas tormentas que aparecen de vez en cuando bajo la forma de déficit no los • han preocupado mayormente.

No tema el señor diputado por Cor- | doba que se gasten unos pocos millones en obras públicas, que no son tantos como supone, porque en verdad no se gastan los millones votados; porque se dedican a hacer emisiones cuando és­tas se necesitan y cuando la plaza está en condiciones para su colocación. Es­taría de acuerdo con el señor diputado, en que los empréstitos fueran internos, lo que indudablemente sería mejor pa­ra las finanzas del país; pero no estoy de acuerdo en que abulte a sabiendas el presupuesto, poniendo en él las cantidades votadas para obras públi­cas en años anteriores ni aun en el año

presente, porque en realidad, lo que va al presupuesto son los servicios de esos títulos emitidos, no la cantidad total.

Caminos y más caminos, canales, puertos y toda clase de vías de comu­nicación es lo que necesita el país. Francia, que es un país eminentemente conservador había gastado antes de la guerra en concepto de caminos la enor­me cantidad de seis mil millones de francos y gastaba anualmente para la conservación de esos caminos doscien­tos millones de francos. Y Francia tie­ne razón de estar orgullosa de su red magnífica de caminos. Para construir canales había gastado antes de 1913 casi dos mil millones de francos; y fí­jense los señores diputados, que en esa época el franco tenía un valor adqui­sitivo casi equivalente al peso moneda nacional, y tenía proyectadas obras grandiosas como el proyecto del canal de los dos Mares de Burdeos a Nor-bona, que costaría de 700 a 800 millo­nes de francos.

I Estados Unidos, país de presupues­tos con enormes déficit, ha gastado in­gentes sumas en obras públicas y ha hecho grandes sacrificios para tener hoy una red caminera que es orgullo de ese pueblo fuerte y emprendedor.

Es que parece mentira, señor presi­dente, que en este país lleno de vitalidad y de porvenir y con grandes riquezas naturales existan personas entendidas en materia de finanzas que se asusten porque se gasten 10 ó 15.000.000 al año en obras públicas. El dinero invertido en obras públicas es el mejor gastado del presupuesto.

Yo miro con la misma simpatía con que la mira el país la obra inteligente y valiente que el señor ministro de obras públicas está realizando al des­tinar dineros de la Nación a la cons­trucción de obras públicas tanto en la Capital como en las provincias, con un optimismo sano e inteligente.

En mi provincia el gobernador doc­tor Laurencena, en declaraciones re­cientes ha dicho que es la política ca­minera, la vialidad, lo que constituye su principal programa de gobierno. Y

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estas declaraciones, que han sido segui­das inmediatamente de la acción y que vienen a corroborar la obra de ante­riores gobiernos radicales como los de los señores Mihura y Marcó, han sido acogidas con aplauso por la población de mi provincia, al punto que destaca­dos miembros de la oposición han acep­tado compartir con el gobierno la ta­rea de contribuir al mejoramiento de la vialidad. He visto publicadas en los diarios, las firmas de calificados miem­bros de la oposición, entre ellas la del doctor Esteva Berga, uno de los más destacados miembros de la Concentra­ción en el departamento Uruguay. De modo que si el gobierno de Entre Ríos, con un presupuesto pobre, se anima a emprender esta gran obra de gobier­no, a la cual debe allegar los mayores recursos, ¿cómo no ha de tener alien­to la Nación para conseguir el mejo­ramiento de la vialidad, que es rique­za, señores diputados, porque allí, en las carreteras, irá a volcarse el mejor oro de nuestras esperanzas, el trigo, el lino y el maíz? (¡Muy bien!).

Y en estas nuevas vías de comunica­ción se dará mayores impulsos a la agricultura que, en mi concepto, es la fuente de mayor riqueza nacional.

¿Y cómo no ha de poder gastar el gobierno de la Nación unos pocos mi­llones al año en abrir nuevas vías a la riqueza nacional?

Con todo el respeto que me merece el señor diputado Peña, yo quisiera verlo más optimista al tratarse el pre­supuesto, sobre todo al referirse a las obras públicas, a las cuales tanto mie­do tiene el señor diputado. Espero que esa melancólica despedida de la vida pública, que hacía el señor diputado al final de su discurso, no sea más que un gesto de displicencia elegante y que, para bien del país, el señor diputado, «uya preparación reconozco complaci­do y cuyas buenas intenciones soy el primero en aplaudir, ocupe por muchos años esa banca que ha ilustrado con su talento.

Sr. Peña. — Muy reconocido. Sr. Hernández. — Para votar el pro­

yecto de la comisión a mí me basta con que. el Poder Ejecutivo manifies­

te que tiene los arbitrios necesarios para equilibrar el presupuesto, en lo que le corresponde la mayor tarea y, por ende, la mayor responsabilidad.

Refiriéndome ahora, señor presiden­te, a la proposición del sector del cen­tro, diré que no me parece muy lógico que un partido cuyos miembros han prestigiado en la comisión los mayores aumentos, al extremo de que si les pa­recía malo el presupuesto era porque no se incluían en él los proyectos que aumentaban los sueldos, de la admi­nistración, quiera aparecer ahora ante la opinión pública como el campeón de las economías. No pretendo molestar a nadie con esto, pero creo que se debe decir claramente la verdad y que hay que adoptar de una vez actitudes defi­nidas.

¿Cómo es posible, señor presidente, que los que están prestigiando el au­mento de los sueldos de la administra­ción, estén gritando al mismo tiempo que el país se encuentra casi en ban­carrota ? ¿Cómo es posible que si se niegan para gastos públicos, recursos que el Poder Ejecutivo considera ne­cesarios, se encuentre factible que esos recursos vayan a mejorar la suerte de •muchos empleados de la administra­ción? No quiero discutir la justicia o la injusticia de los aumentos propues-tos por los señores diputados. Proba­blemente del punto de vista de la jus­ticia intrínseca y absoluta tiene razón, pero si fuéramos a hacer una revisión de lo que es justo y de lo que no lo es, dentro de los sueldos de la administra­ción, sería cuestión de nunca acabar. No veo en esto ni previsión, ni p r u r dencia. Solamente veo en esto política, mala política, puro electoralismo.

Contra esta iniciativa creo que es necesario que los sectores de la Cáma­ra que han realizado hasta ahora una labor de cooperación procedan de acuerdo para dar al país el presupues­to que pide el Poder Ejecutivo. El Po­der Ejecutivo sostiene el proyecto de la comisión con algunas reducciones, y es el poder administrador el que va a cumplir ese programa de gobierno. La Cámara debe, pues, acceder, al tratar los anexos correspondientes, a los de-

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seos del Poder Ejecutivo en materia de reducción de gastos, y de esta ma­nera podría salir un presupuesto mas o menos equilibrado. Porque tampoco nos debemos asustar con el fantasma de un posible déficit de 25 a 30.000.000 que el Poder Ejecutivo cree poder equi­librar.

¡Sí el país ha vivido siempre en el déficit! ¡ si los grandes países del mun­do han vivido siempre en constante déficit! /si Estados Unidos, la nación más poderosa, ha llegado también has­ta el año 1921 con enormes déficit en su presupuesto! No puede haber en materia de presupuesto el concepto de que es algo así como un libro de en­tradas y salidas de un almacenero. (Ri­sas). Pero hasta el almacenero, cuando necesita hacer gastos, no se preocupa de si tiene lo suficiente para solventar­los, sino que recurre al crédito, y si los particulares recurren al crédito, con más razón las naciones no pueden estar perjudicando las necesidades pú­blicas por el temor de posibles deudas o de un pequeño déficit.

Tengo el concepto de que en mate­ria de presupuesto las naciones deben a justar sus gastos a sus necesidades; y, después de ello, buscar sus recursos, y no ajustar sus gastos a sus recursos exclusivamente, porque de lo contra­rio una nación no adelantaría.

En estas cosas el remedio puede ser peor que la enfermedad. Pretendiendo no darle al Poder Ejecutivo el presu­puesto que éste necesita para que la administración se desarrolle normal­mente, o dándole un presupuesto insu­ficiente, es indudable que ha de recu­rrir mañana, si los gastos de la admi­nistración lo obligan, a los acuerdos de gobierno, lo que es peor que los dé­ficit. Y yo agregaría esto: la Cámara que invade facultades del Poder Eje­cutivo, al pretender hacerle un progra­ma de gobierno financiero, a su vez abandona facultades que le pertenecen porque deja la puerta abierta a los acuerdos de gobierno. Creo que entre dos males posibles hay que elegir el menor, y en mi concepto el menor es darle al Poder Ejecutivo el presupues­to que él solicita del Congreso.

Diciembre 22 de 1926

Es tan peligroso en estas cosas de finanzas el exagerado optimismo como el pesimismo de aquéllos que en todo están viendo crisis fantásticas. Creo que la administración cuyos gastos van en escala ascendente, como en todos los países civilizados, debe contar con el control del Congreso a manera de crítica positiva para el mejoramiento de los servicios públicos, pero no con el mezquino objetivo de una crítica ne­gativa, ni subalternamente partidista. Y este gobierno que ha demostrado su fervor patriótico poniéndose por enci­ma de los intereses partidarios debe contar con el apoyo leal del Congreso, no para beneficio del gobierno mismo, sino en interés del país que está por sobre todos los partidos políticos y por sobre todas las pasiones del mo­mento. Propóngase la Cámara seria^ mente, patrióticamente realizando una tarea de alta política nacional corregir errores para el porvenir, sin querer re­mediarlo todo de golpe y empezando por realizar ahora lo que se pueda.

Elija la Cámara una comisión espe­cial que proyecte una ley que tenga en cuenta la experiencia de otros paí­ses y que no vulnere principios funda­mentales de nuestra Constitución. Una ley que dicte normas fijas y prácticas en materia de presupuesto. Pero que no venga esta ley con carácter tendencio­so de grupo. Que sea una ley de la Cámara toda, surgida como un expo­nente de política noble, grande, am­plía sin otro fin que el interés general y el beneficio colectivo.

Encare la Cámara de una vez por todas algo que muchos tienen miedo de decir: la reforma de nuestro régi­men impositivo. No tendremos nunca presupuestos equilibrados mientras no se aboque el estudio y la reforma del régimen impositivo del país. No es ne­cesario entrar en largas disquisiciones para demostrar que el régimen impo­sitivo nuestro es anticuado y que no está de acuerdo con las necesidades actuales. Encare la Cámara la manera de conciliar los impuestos nacionales con los provinciales, y entre de una vez al estudio del proyecto de impuesto

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Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

a la renta, tratando de salvar las difi­cultades de nuestro régimen político federal. Entre la Cámara de una vez por todas a tratar el impuesto a la renta con un criterio argentino. No es indispensable trasplantar sistemas im­positivos de otros países que no con­sultarían claramente nuestras necesi­dades. Un país de inmigración necesita del capital extranjero, al que no se debe ahuyentar con impuestos excesi­vos. Designe la Cámara una comisión especial que estudio y prepare un pro­yecto definitivo de impuesto a la ren­ta, que tenga en mira no sólo las ne­cesidades del momento y los vacíos del presupuesto, sino un proyecto elabora­do con un criterio de justicia distribu­tiva del impuesto. Encare la Cámara el estudio de este impuesto como lo ha hecho Estados Unidos, que nombró una comisión especial de grandes fi­nancistas, contándose entre ellos Selig-man, para que presentara un proyecto, no para proveer de recursos a los gas­tos de un presupuesto, sino con un criterio científico de mejorar el siste­ma rentístico. Hay que tener en cuenta también que no es sólo una necesidad fiscal la que se debe llenar con el es­tablecimiento de este impuesto. Con este criterio erróneo se ha procedido en nuestro país: cada vez que se ha reformado el régimen impositivo se ha hecho porque se necesitaba dinero. No se debe obrar así. Debemos reformar el sistema impositivo nacional con un concepto amplio de justicia social y de justicia distributiva, y no proceder en materia de impuestos única y exclusi­vamente para un caso particular, para satisfacer una necesidad del momento.

Debe tratarse el impuesto a la renta — si la Cámara tiene el valor suficien­te para considerarlo — porque, en mi concepto, es la única medida salvadora para las finanzas nacionales, porque es el más elástico, porque puede servir tanto en los tiempos de paz como en las épocas de anormalidad. Tenemos el ejemplo de los Estados Unidos en la última guerra; tenemos el ejemplo de Inglaterra en todos sus conflictos in­ternacionales, con el income tax, im­

puesto elástico, que permite amoldarse a las necesidades públicas en loa mo­mentos difíciles.

Investigue la Cámara cuáles son las necesidades nacionales, estudie el im­puesto a la renta teniendo en cuenta nuestras propias modalidades. Encá­relo una vez por todas y no se deje impresionar por los poderosos de este país que siempre tienen una palabra, un gesto despectivo para los hombres que* luchan desde los distintos secto­res políticos por el bien del país, y que cierran el bolsillo y hablan de crisis y de bancarrota cada vez que se trata de reformar el régimen impositivo, ol­vidando que los ingentes dineros que llenan sus arcas son producidos más que por su propio trabajo por el tra­bajo colectivo que ha valorizado sus latifundios cuando no por la expolia­ción de las clases trabajadoras. (¡Muy bien!).

Haga esto la Cámara y habrá reali­zado obra grande y patriótica desmin­tiendo las voces interesadas en el des­prestigio del parlamento.

Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien!). Sr. Carballo. — Pido la palabra. Sr. Presidente (Susssini). — Tiene

la palabra el señor ministro de ha­cienda.

Sr. Ministro de Hacienda. — Pido la palabra.

La autoridad con que algunos seño­res diputados han hablado en este re­cinto respecto a la situación económi­co-financiera del país, me obliga, señor presidente, a rectificar datos y con­ceptos que reputo equivocados.

Pidió el señor diputado Peña que se le escuchara, en la sesión anterior; yo he de pedir también a mi vez que la Cá­mara me escuche porque, fuera de to­das las incidencias de la discusión del presupuesto, interesa al crédito del país que se conozca su verdadero es­tado, para que los conceptos vertidos en esta Cámara no puedan ser inter­pretados a la distancia como un des­medro de la capacidad económico-fi­nanciera del país.

Examinaré, señor presidente, en sus puntos cardinales esta situación eco-

CONGRESO NACIONAL 115 Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

nómico-financiera, para demostrar, con las cifras comprobadas, que tanto el señor diputado Guillot como el señor diputado Peña han partido de errores fundamentales, que es fácil poner en evidencia sin mucho esfuerzo, sin echar mano de conceptos grandilocuen­tes ni de gestos dramáticos, ya que a la verdad no le place ser declamada. He de hacerlo en términos sencillos y concisos para que llegue al fondo de la conciencia nacional, lo sepa el co­mercio, lo medite el productor, lo aquilate la banca y lo razone y criti­que la cátedra al compenetrarse de que esta situación, si bien no es tan óptima como sería de desear, es por lo menos algo que se aproxima a lo normal, pues dentro de los grandes sa­cudimientos que conmueven la econo­mía del mundo, la riqueza y el crédito argentinos flotan sobre las aguas como el espíritu de Dios. (¡Muy bien!).

¿Quiere decir éso, señor presidente, que yo soy un alcista en materia pre­supuestaria ? í No! El optimismo que me reprochaban algunos señores dipu­tados es relativo. He sido optimista cuando he debido serlo; he llamado la atención del país y del gobierno cuan­do he debido hacerlo. Y cito, señor presidente, como comprobación de lo que acabo de decir, las palabras que escribí en la memoria de 1925, pági­na 5*, donde decía: «Debo sin embargo | deciros, con toda lealtad, que en el año corriente de 1926 pecaríamos por ex­ceso de optimismo si no dijéramos que la renta aduanera tiende a disminuir, aunque no en proporciones alarmantes, pero suficientes para justificar un pe­queño toque de atención en el sentido de no exagerar los gastos de presu­puesto.»

Ya, pues, a fines del año pasado, el ministro preveía una declinación en la renta. Indudablemente, señores di­putados, el comercio pasa por una si­tuación de calma, que espero no ha de degenerar en crisis aguda.

El número de siniestros comerciales y el déficit que ellos han producido es menor en 1926 que en 1925. En el año 1925 el activo de los siniestros fué de

109.907.332 pesos, contra un pasivo que no llegó sino a 114.178.838, dejando un déficit de 4.271.516. En el año 1926 el activo fué de 194.502.104,26, contra un pasivo de 184.797.372,50 y un supe­rávit entre el activo y pasivo de 9.704.781,76.

No hay tampoco, señor presidente, uno de esos síntomas reveladores de las grandes crisis: la desocupación. ¿Dónde están las huelgas que se han producido en 1926 y que acompañan siempre a los estados enfermizos de un país? La desocupación, según los informes oficiales, arroja los siguien­tes datos: Las ofertas de brazos de obreros desocupados ascendieron a 22.689 personas, pero las demandas pa­tronales ascendieron a 24.597. El dato no necesita comentarios.

El ahorro de la clase trabajadora sigue incrementándose cada vez más, a punto tal que este año llegamos, al 30 de Noviembre, a tener 1.400 millo­nes de pesos en caja de ahorros, mien­tras que el año pasado llegó a 1.300 y tantos millones de pesos.

Sin duda alguna, esta calma que se nota en el comercio proviene también, en parte, de los métodos y sistemas comerciales del país y por eso cada cierto tiempo sentimos estos sacudi­mientos espasmódicos, que se llaman crisis y que provienen, en parte, de la abundancia de intermediarios, de la multiplicación de las casas de comer­cio, del encarecimiento en los gastos generales de explotación, de la gran suba de alquileres y, sobre todo, por la elección de locales costosísimos para la explotación de cualquier comercio. Y es muy natural, señor presidente, que casas que tienen que pagar 7 y & mil pesos en empleados y 3 ó 4 mil en locales, al fin de año tienen que pagar 120.000 pesos, o más que hay que descontar antes de acusar las ga­nancias.

El señor diputado Guillot dijo las siguientes palabras, referentes a un desequilibrio de la balanza comercial, a un supuesto desequilibrio, porque voy a demostrar que el dato no es exacto.

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116 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 do 1926

Sr. Guillot. — Lo he tomado de me­morias y estadísticas oficiales.

Sr. Ministro de Hacienda. — Pero los ha tomado mal. Se lo voy a de­mostrar.

Sr. Guillot. — Vamos a ver qué her­menéutica aplica al debate el señor ministro.

Sr. Ministro de Hacienda. — La de la verdad y de la razón, expuestas con toda sencillez y con la elocuencia de las cifras: ni una palabra más que la que digan las cifras.

La balanza de comercio del primer trimestre del año 1926 — dice el señor diputado — arrojó un saldo desfavora­ble de 6.298.000 pesos oro, y esto es exacto. Pero agregaba: Ese es el saldo desfavorable absoluto. Pero si lo com­paramos con el producido en el primer trimestre del año 1925, tenemos que el saldo desfavorable asciende a pesos 73.443.000 oro sellado.

Y el señor diputado Peña agregaba : El señor ministro no le daba mayor importancia al dato que trajo el señor diputado Guillot, cuando dijo que la diferencia en contra de la balanza del comercio exterior es de 75 millones de pesos oro, según la estadística que ra­tificó el señor ministro, al decir que esto demostraba lo bien organizada que estaba actualmente la estadística que podía dar esos datos. ¡No le daba importancia a los 75 millones de pesos mencionados!

¡ Qué cosa curiosa! No solamente no existe esa diferencia en contra en la balanza comercial, sino que la dife­rencia es altamente favorable para el país.

Sr. Peña. — ¿ Me permite el señor mi­nistro ?

Sr. Mürstro de Hacienda. — No, se­ñor, no le permito. Déjeme continuar y después rectificará todo lo que quie­ra. No quiero grescas ccn el señor di­putado, como él decía yer.

Sr. Peña. — ¡ No tenga miedo! Sr. Ministro de Hacienda. — Prefie­

ro que el señor diputado crea para propia satisfacción de sí mismo, que le tengo miedo. Insisto en que no quiero que se me interrumpa y pido a la Pre­

sidencia me baga respetar en el usó de la palabra.

Sr. Presidente (Sussini). — Ruego al señor diputado por Córdoba se sirva no interrumpir.

Sr. Ministro de Hacienda. — El se­ñor diputado Guillot incurrió en el error de tomar un signo equivocado de la memoria de 1925, sumando can­tidades que debían ser restadas. Pero ese error no podrá prevalecer, ante las cifras que yo voy a dar por año.

Sr. Guillot. — Voy a escuchar con atención la rectificación del señor mi­nistro.

Sr. Peña. — Voy a hacer constar. . . Sr. Ministro de Hacienda. — No le

consiento que me interrumpa. Sr. Peña. — Parece que el señor mi-

íiistro no tiene miedo al señor diputa­do Guillot, a quien le permite interrup­ciones, y en cambio me tiene miedo a mí.

Sr. Ministro de Hacienda. — Yo creo que el que tiene miedo es el señor diputado, que no me deja hablar, sin duda porque sabe que se van a des­plomar sus argumentos. [Qué afán de hacerse el cuco! (Bisas).

Sr. Peña. — No es por e s o . . . Sr. Ministro de Hacienda. — No sé

por qué Será. En el año 24 la importación fué de

$ 828.709.993 y la exportación fué de 1.011.384.582; saldo en más, 182.684.589. En el año 25 la importación dio 876.847.666 contra una exportación de 867.929.882; en menos, 8.917.784. El primer semestre de este año, 1926, dio 427.229.234, contra una exportación de $ 446.465.215,- en más, un saldo de pe­sos 19.165.985.

Sr. Guillot. — Aquí está la confusión y el error.

Sr. Ministro de Hacienda. — Déjeme explicar y va a ver el señor diputado cómo lo va a encontrar claro. El tomó el primer trimestre, plazo demasiado corto y confundió las cifras.

Los saldos favorables del año 1924 al 26 suman $ 201.850.570 en-más, y en menos, 8.917.784. Deduciendo esta cifra de los 201 millones, tenemos que en los dos años y medio transcurridos

CONGRESO NACIONAL 117 Reunión núm. 67

desde el 1* de Enero de 1924 hasta el 30 de Junio del 26, el saldo favorable total es la suma, bien considerable por cierto, de 192.932.786 pesos. Y así se explica que los cambios sean favora­bles. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Sr. Guillot. — Si me permite el se­ñor ministro. . .

Sr. Ministro de Hacienda. — Ruego al señor diputado que no me inte­rrumpa.

Sr. Guillot. — Es que la observación debe hacerse inmediatamente.

Sr. Castro. — Son cuestiones de nú­meros, señor diputado; no interrumpa.

Sr. Molinari. — Esas rectificaciones de cifras deben hacerse de inmediato.

—Varios señores diputados hablan a la vez y funciona la campana de orden.

Sr. Ministro de Hacienda. — Yo desafío al señor diputado por Córdo­ba a que me demuestre que una sola de las cifras que he leído sea falsa.

—Interrumpen nuevamente al ora­dor varios señores diputados y suena la campana.-

Sr. Quirós. — Que se respete en el uso de. la palabra al señor ministro.

Sr. Ministro de Hacienda. — Yo he respetado en el uso de la palabra a los ¡ señores diputados. Cuando han habla­do he guardado un silencio casi reli­gioso, y ellos se proponen ahora inte­rrumpir sistemáticamente mi exposi­ción, porque saben que estoy poniendo las cosas en su lugar. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Sr. Guillot. — La aparente cólera del señor ministro es un recurso de dialéctica.

Sr. Ministro de Hacienda. — En es­tas cuestiones no hay dialéctica posi­ble, y lo va a ver el señor diputado. Tampoco mi supuesta cólera va. más allá de ía afirmación enérgica de la verdad desconocida por los diputados que interrumpen.

—Hablan simultáneamente varios señores diputados y suena la • cam­pana de orden..

Diciembre 22 de 1926

Sr. Ministro de Hacienda. — Ahora va a ver el señor diputado cómo su error consiste en haber tomado un tri­mestre aisladamente. Tengo aquí el in­forme de la Dirección de Estadística, pasado con fecha 11 de Diciembre de este año, que dice así: «En tanto que en el primer trimestre de este año el saldo fué contrario al país en 6.298.000 pesos oro, en el segundo trimestre fué favorable en 25.464.530 pesos oro, de 'al suerte que para el semestre resulta ?1 saldo positivo ya mencionado, de 19.165.981 pesos oro.»

Y agrega la Dirección de Estadísti­ca : «Esta transformación de la balan­za, de negativa en positiva, no se debe ;anto al pequeño aumento de las ex­hortaciones, que de 221.524.102 pesos oro en el primer trimestre, apenas su­bieron a 224.941.113 en el segundo...»

Sr. Bard. — Ese dato no está en la memoria.

Sr. Ministro de Hacienda. — ¿Cómo va a estar en la memoria, correspon-

; diente al año 1925, un dato de Junio de 1926?

—Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana de orden.

Sr. Guillot. — Ese dato del segundo trimestre, no era conocido por nos­otros.

—Suena nuevamente la campana de orden.

Sr. Ministro de Hacienda. — Es na­tural. Estoy haciendo una exposición tranquila. Repetiré la lectura del pá­rrafo del informe a que me refería: «Esta transformación de la balanza comercial de negativa en positiva, no se debe tanto al pequeño aumento de las exportaciones que de 221.524.102 pesos oro en el primer trimestre, ape­nas subieron a 224.941.113 pesos oro en el segundo, sino más bien al des­censo del valor de las importaciones, de que de 227.822.651 pesos oro en- el primer trimestre, bajaron a pesos 119.476.583 en el segundo. Esíe des­censo resulta á la vez de la mengua

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Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

de las cantidades y de una disminución aún más intensa de los precios de im­portación.»

Sr. Dickmann (A.) . .— ¿Si me per­mite el señor ministro ? Puede ser que tenga más suerte que el señor diputa­do P e ñ a . . .

Sr. Ministro de Hacienda. — La misma suerte, señor diputado. Si con algún diputado pudiera hacer una dis­tinción especial, sería con el señor di­putado Peña. No habiendo permitido a él una interrupción, no puedo con­cederla a ningún otro señor diputado.

Sr. Dickmann (A.). — Esos datos que acaba de d a r . . .

Sr. Ministro de Hacienda. — No va a hablar el señor diputado, porque no le corresponde y no se lo permito.

Sr. Presidente (Sussini). — Ruego al señor diputado que no interrumpa.

—Varios señores diputados hablan a la vez y suena la campana de orden.

Sr. Molinari. — Hay parlamentos en los que se prohibe a sus miembros aplaudir o alabar al Poder Ejecutivo.

Sr. Lazo. — Los actos deshonestos. Hay que aplaudir los actos honestos, señor diputado.

Sr. Súllivan. — Aplaudimos los ac­tos honestos.

—Hablan varios señores diputados simultáneamente y suena la campana de orden.

Sr. Presidente (Sussini). — Ruego a los señores diputados que no interrum­pan. Continúa con la palabra el señor ministro de hacienda.

Sr. Ministro de Hacienda. — Pare­ce mentira que un ministro del Poder Ejecutivo, que está haciendo, sin agra­vio para nadie, una exposición tran­quila, razonada y basada en cifras, sea interrumpido en esta forma y dé lugar a diálogos apasionados, en una materia en que la pasión pesa poco y en que debiera pesar mucho la razón. (Aplau­sos).

Se ha hablado también de que el país no ha progresado, de que su agricultu­ra está estancada.

Sr. Súllivan. — El país progresa s o l o . . .

—Suena la campana de orden.

Sr. Ministro de Hacienda. — Así ha ocurrido siempre: el país ha progresa­do solo bajo ésta y bajo otras admi­nistraciones, hasta bajo las peores, hasta bajo la tiranía de Rosas.

En el año 1909110 el área sembrada llegó a 15.645.000 y su producción fué de 9.222.000 toneladas; en 1924, el área sembrada alcanzaba a 21.143.000 hec­táreas, y en 1926 a 22.567.000 hectá­reas, con una producción de 15.867.000 toneladas. Claro está que esta no es toda el área sembrada de la Repúbli­ca porque, fuera de la parte realmente agrícola, hay en todos los estableci­mientos ganaderos una gran parte de la tierra entregada a cultivos hechos con el fin de alimentar los ganados y aumentar la capacidad del campo: todos los estancieros producen avena para pastoreo de invierno, etcétera, y eso no se computa en las cifras esta­dísticas; sin embargo, es fácil por in­ducción demostrar la importancia que tienen estos cultivos.

Así, por ejemplo, la producción de manteca de vaca, de mantequilla, era en 1911 de 7.094.000 kilos y en 1925 llegó a 33.264.000 kilos. Véase la es­cala del progreso del país y la indus­trialización de la ganadería revelada por esa cifra, que es corroborada por otra que voy a dar: mientras en 1911 la producción de queso era de 3.515.000 kilos, en 1925 alcanzó a 15.432.000 kir los. Lo mismo puede decirse de algu­nos otros cultivos industriales como, por ejemplo, del azúcar, cuya produc­ción, que en 1910 fué de 148.000 tone­ladas, s u M . en 1925 a 393.000 tone­ladas.

El país se desenvuelve en escala progresiva, y si examináramos algunas industrias y sus dividendos veríamos que hay muchos industrias, entre ellas la de tejidos, que en el año pasado han

119 CONGRESO NACIONAL .

dado un dividendo de 19 ó 20 por ciento. La situación del país, no puede, pues, ser tan desastrosa, como se la ha pin­tado sin asomo de razón.

—Ocupa su banca el señor minis­tro de obras públicas, doctor Roberto M. Ortiz.

Sr. Ministro de Hacienda. — Hemos examinado la balanza de comercio; no quiero entrar al análisis de la balanza de pagos compilada por una casa de esta plaza sino para citar algunos he­chos que demuestran la diferencia de la situación entre este año y el año 22-23; y cito esta última fecha no ca­prichosamente sino porque es de la anterior balanza de pagos publicada por la misma casa. El 22-23 la balanza de pagos es de 240 millones de pesos oro en contra y en 1924 y 25 ha dado cuatro millones en contra. ¡Qué dife­rencia de situación! Entonces nadie se alarmó ni nadie lloró sobre las ruinas de Cartago y ahora que los 240 millo­nes se han disminuido a cuatro, todo el mundo se alarma. Hay, pues, mu­cho de ficticio en esta alarma. Y es de notar que en estos cuatro millones de pesos de déficit que da la balanza de pagos, hay 19 millones de pesos oro de títulos argentinos repatriados, lo que quiere decir que es una partida que se compensa con un mayor valor existente en el país.

Cuando dije en mi exposición ante­rior que los cambios eran el barómetro de la balanza de pagos, el señor dipu­tado Peña, aceptando en principio que así fuera . . .

Sr. Peña. — Así es. Sr. Ministro de Hacienda. — Esta

vez le acepto la interrupción porque me favorece. . . (Risas).

Para evitar esta contradicción que resultaba de su exposición.. .

Sr. Peña. — No hay ninguna. Sr. Ministro de Hacienda. — Va a

ver que es por implicancia; no contra- j dicción material. Comprendió que si la balanza de pagos, que es el barómetro de las finanzas, acusaba un estado de equilibrio entre las importaciones y las exportaciones.. .

Diciembre 22 de 1926

Sr. Peña. — No de las finanzas; de la economía, puede ser.

Sr. Ministro de Hacienda. — Hablo de la balanza comercial. No hablo de finanzas. Lo que el señor diputado con­funde es balanza con presupuesto. Y no le voy a aceptar más interrupcio­nes porque veo que es incorregible. (Risas).

Sr. Peña. — Veo que no domina el asunto.

Sr. Ministro de Hacienda. — Decía, comprendiendo perfectamente — y lo digo para que quede estampado y todo el mundo sepa si conozco o no la ma­teria — que cuando él comprendió que

I la cotización de nuestros cambios era favorable para el país, se percató en­tonces que eso demostraba que la ba­lanza de pagos era favorable y se dio a razonar bajo una hipótesis falsa. Le oí con sorpresa decir: ¿cómo puede el señor ministro creer que teniendo des­favorable la balanza de pagos va a tener el cambio favorable por mucho tiempo ?

Sr. Peña. — La balanza de comer­cio. Vuelvo a decirle que no domina la materia.

Sr. Ministro de Hacienda. — Es lo que el señor diputado quisiera; la ba­lanza de pagos es lo más importante; la de comercio es parte de la otra.

Sr. Peña. — Hay dos errores garra­fales . . .

Sr. Ministro de Hacienda. — Estoy hablando de la balanza de pagos, y cualquiera entiende lo que estoy -di­ciendo.

La balanza de comercio debe ser fa­vorable y lo es.

Sr. Peña. — Es desfavorable. Sr. Ministro de Hacienda. — No. El

dice que es desfavorable porque com­prende que de otro modo el cambio favorable le resultaba una contradic­ción; pero acabo de demostrar con las cifras de la estadística que la balanza no ha sido desfavorable en 1925 sino en 8 millones; que ha sido favorable en el año 1924 y es favorable en el 26, lo que da un total favorable en dos años y medio de 192 millones, cifra que invito a cualquier señor diputado a rectificar.

Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS

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120 . CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

Sr. Peña. — Le voy a explicar lo que el señor ministro no comprende, cuando termine su exposición y me veré obligado a darle una lección.

Sr. Ministro de Hacienda. — El se­ñor diputado no puede oír que alguien hable de finanzas sin saltar encima. Parece que si hubiera un hombre que entendiera que dos y dos son cuatro, le molestara profundamente al señor diputado. Espero sonriendo la lección.

De tal manera, señor presidente, que toda la argumentación del señor dipu­tado se desploma cuando sostiene que la balanza es contraria, ya que la esta­dística prueba que la balanza es favo­rable y ya que la cotización del cambio lo confirma. El señor diputado ha aceptado, y no podía dejar de acep­tarlo, que cuando la balanza es desfa­vorable no puede haber cambios favo­rables. Y por eso yo, señor presidente, en lugar de entrar en detalles, me li­mité a citar el hecho, sabiendo que un maestro como el señor diputado no po­día desconocer que es axiomático lo que yo sentaba. Pero me equivocaba, el señor diputado no quería dar su brazo a torcer. (Risas).

¿Cuáles son las causas del desmedro de nuestra renta aduanera durante los últimos meses? En primer término, la cantidad y la calidad de la cosecha. Si se exceptúa el lino, cuya cosecha fué buena en cantidad y calidad, los de­más cultivos resultaron de escaso ren­dimiento o de precio ínfimo.

La cosecha de trigo fué mala en ca­lidad y en cantidad. El desastre de Córdoba, Santa Fe, La Pampa y otras regiones, asumió caracteres graves. En las regiones que tuvieron cosecha, gran parte del trigo resultó lo que vulgar­mente se llama triguillo y el que lle­gaba a la plaza tenía un rendimiento que variaba entre el 60 y el 64 por ciento. Muy pocos fueron los trigos del sur que alcanzaron al 78 por ciento en peso específico.

En cuanto al maíz, si bien la cosecha fué abundante, las lluvias excesivas, durante y -después de la cosecha, des­medraron en parte su calidad, a tal punto que muchas de las primeras re­

mesas enviadas a Europa fueron re­chazadas.

A todo esto debe agregarse la situa­ción de los demás países productores, que, por motivos que luego explicaré, no habían podido realizar su cosecha de maíz, por cuya razón se encontraba en el mundo un gran stock de este grano.

La ganadería, a pesar de la crisis por que atraviesa, mantuvo precios aceptables para las lanas y los cueros y ella proveyó en su máxima proporción al impuesto a la exportación, contra­riamente a lo que afirmaba el señor di­putado Dickmann respecto a que tal impuesto pesó principalmente sobre la exportación de cereales, dando así a en­tender que los ganaderos gozaban de preferencias en el seno del gobierno.

Sr. Dickmann (A.). — He dado las cifras.

Sr. Ministro de Hacienda. — Yo tam­bién se las voy a dar.

No es ni puede ser así. Los que lla­maríamos derechos de exportac :ón no son tales, sino impuestos al mayor va­lor, es decir, sobre la diferencia entre el aforo legal del artículo y su cotiza­ción real en el mercado; de manera que cuando los productos agrícolas están por debajo del aforo, no pagan nada y. cuando están arriba del aforo pagan en proporción del alza. Si los produc­tos agrícolas no tenían precios remune-radores sobre el aforo no pagaban de­recho; en cambio, han pagado derecho las lanas, hasta el punto de que los productos ganaderos — aquí le doy las cifras al señor diputado — ocupan el 48 por ciento del impuesto de exporta­ción este año.

Sr. Alvarez. — Están en la misma situación: si valieran menos que los precios básicos no pagarían derecho.

Sr. Ministro de Hacienda. — Ratifi­ca lo que afirmo. Así, por ejemplo, el maíz no paga absolutamente nada.

El segundo factor ha sido el de los precios. Es indudable que fueron anor­males durante la guerra y lo son igual­mente hoy, aunque en sentido contra­rio. El reajuste de los precios vendrá más adelante.

¿Por qué considero bajos los precios ahora? Porque la producción de ahora

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Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

cuesta más que antes de la guerra, en todas partes del mundo, en virtud de la obra de mano, entre otras cosas, que ha llegado a costar en los Estados Uni­dos y vale actualmente de 7 a 8 dólares oro por jornal; y entre nosotros, todo el mundo sabe que la cosecha cuesta de 2.80 a 4 pesos oro en las épocas de trabajo. Me reafirma en que el costo de la producción mundial en materia agrícola es mayor ahora que antes de la guerra no solamente el argumento que acabo de hacer, sino lo que ha cos­tado a cada país la crisis del carbón, que se ha hecho sentir en todo el mun­do como una crisis de transporte. No es, pues, extraño que muchos países exportadores tengan la mayor parte de la cosecha sin realizar y que eso esté pesando gravemente en el merca­do, a lo que debe agregarse el factor que voy a analizar en seguida.

El tercer factor para la deprecia­ción de la producción de nuestros ar­tículos exportables, ha sido la huelga minera de Inglaterra.

Sr. Molinari. — Voy a hacer una interrupción para una simple pregun­ta. Desearía saber de la Presidencia si se ha avisado por lo menos al señor ministro de agricultura de que se es­tán tratando estas cuestiones del pre­supuesto que afectan a la economía nacional.

Sr. Presidente (Sussini). — No se le ha avisado al señor ministro. ¿Hace indicación en ese sentido el señor di­putado ?

Sr. Molinari. — Sí, señor presidente. Sr. Presidente (Sussini). — Se le

comunicará. Sr. Ministro de Hacienda. — A la

huelga minera en Inglaterra siguió la paralización de sus industrias y la desocupación. Solamente a ese país el incidente le cuesta dos mil millones de pesos, y la repercusión en los de­más países del mundo es evidente. Los fletes en Abril de 1926, para trigo y maíz, costaban 19 chelines, o sea, 10,88 papel, en Diciembre actual cuestan 35 chelines, o sea, 20.04 y en los meses in­termedios costaban mucho más toda­vía; factor que importa 10 pesos por tonelada, o sea, un peso por fanega en

cada uno de estos granos. Esa causa tiene que desaparecer, ya se está ate­nuando y conozco contratos para Ene­ro a 31 chelines, o sea a $ 17.75 y para Febrero, a 26 chelines, o sea a pesos 14,89. Es muy posible que para Mar­zo tengamos establecidos los precios de 19, b 19,50, o sea $ 10,88 y 11.

Luego, pues, lejos de ser pesimistas hay que creer que con la sola desapa­rición de este factor vamos a tener un aumento de $ 1 y 1.20 en la fanega de trigo y de maíz.

La cosecha es otro factor que tam­bién tiende a modificar las cosas. No sólo ella es superior a la del año pasa­do por. lo menos en 1.500.000 tonela­das, sino que su calidad es mucho me­jor. Nuestros trigos tendrán probable­mente de 76 a 78 de rinde, mientras que el año pasado tuvieron 60 a 64, lo que los acreditará en el mercado y los hará más solicitados, acrecentando su valor.

Cuando los demás países empiecen a disminuir sus respectivos stocks la reac­ción ha de ser favorable. Es preciso tener en cuenta que durante este lar­go período de tiempo Europa se ha debatido en la incertidumbre; se te­mía complicaciones, se depreciaba la moneda de los países adquirentes y todo esto restringía la demanda. Hoy, aunque todo éso no se ha normalizado por completo, existe una tendencia ha­cia la normalidad. Las monedas belga, francesa y la italiana han conseguido notables mejorías; la tranquilidad .es­tá volviendo poco a poco a los espí­ritus alejándose el fantasma de una guerra futura. Francia necesitará al­rededor de 2.000.000 de toneladas de trigo; por lo tanto este año tendremos un comprador fuerte. Agregado a esto la mejor situación de los demás países y al fracaso de algunas cosechas, po­demos creer también que ese factor de perturbación que hemos sufrido el año anterior lo tendremos en mucho me­nor proporción este año.

Claro está, señor presidente, que en estas cuestiones de estadísticas puede sostenerse que alguna vez el país ha producido más que en otras; per? tam­bién podríamos hacer el cálculo inver-

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1901 •LA) a)

ilvouuión núm, 07

so, quo yo no Jo ho invooado, poro ya quo estamos on olio lo haré presento a la Cámara,

En los arios 1916-1917 ol área som­brada llogó a 6.611.000 hectáreas de trigo; on lí)26 la siembra dol trigo ocu­pó 7.800.000, La produooión del año 1910 fué do 2.289.000 toneladas, y on 1926 -1927 l'uó do 5.860.000 toneladas, foi quisiéramos haoor una deducción quo sería aparentemente real, sólo apa­ren I omento, tendríamos quo ol país ha progresado onormomonto' y on quo. por lo monos, so duplicó ol área sombrada y so oosoohó m no lio menos.

Sr, Peña. — ¿Quiero ropetir ol señor ministro los- cifras do la producción <IH año 1916?

Sr. Ministro do Haoienda. — Dol año 16-17 — porque tambión hay 15-16

- 6.0111.000 hoctároas oon 2.289.000... Sr. Peña. —- Está oquivooado. Eso

importaría un desastre, soría la pérdi­da Lo tul do la cosecha. El año 16 no ha podido transportarse la oosooha dol 16 -17, así quo el señor ministro de obras públicas dobo guardar la rocti-fioaoión pava mejor oportunidad.

Sr. Ministro de Obras Públioas. — No os mía. Es la Dirección do Esta­dística del Miuislorio de Agricultura la quo da los datos.

Sr. Ministro de Haoienda. —- Esta ci­fra del 16-17 está firmada por ol jefe do ta oficina do estadística. En ol 16-17, 2.000.000, y 15-16, 4.600.000.

Sr. Peña. — Esa os la oosooha quo so ha transportado.,,

Sr, Ministro do Haoienda. —- Esa no es la dol 16-17 sino la dol 15.

Sr. Ministro do Obras Públioas. -— En roalidad, el I ransporte so efectúa a los sois o tros mosos siguientes do producida la cosecha.

Sr, Ministro de Haoienda. En rea­lidad, señor presidente, lo que ho que­rido es establecer ol verdadero estado oc o u ó i u i c.o-'.r i u a u oi o ro del país y lo ho hooho oon cifras reales o intachables, y no croo quo puedan sor rectificadas ni on cuanto a su cantidad parcial ni on ou a uto ti los totales quo ho dado PON pool o de los dos años y seis meses

Diciombro 22 do '11)20

quo van oorridos desdo ol 1' do Enero dol 24 hasta la fecha.

Quiero decir ahora quo el presu­puesto sancionado por la comisión se encuentra, on sus lincamientos pone-rales, dentro dol plan quo aprobó ol Poder hjjccul ivo al aceptar para el año 1927 ol despacho de la comisión para ol afio 26, Indudablemente algunas do las partidas pueden suprimirse y ol Poder Ejecutivo no ha do haoer cues­tión tratándose de partidas quo no son indispensables, poro si las rentas no alcanzaran a cubrir los gastos quo esta Cámara autorice, os menester com­prender quo esos gastos son reales, ne­cesarios o indispensables, y quo so es­tán haciondo al margen de un buen sistema, presupuesta!, porque el Con­greso dieta leyes especiales sin cuidar­se después de incorporarlas al presu­puesto y darlos sus recursos.

Nosotros hemos pedido, por ejem­plo, la inclusión do las diferencias de pensiones y jubilaciones que solamen­te on esto renglón suman alrededor do 2.800.000 posos y que provienen do leyes especiales de este Congreso. De manera, señor presidente, quo si así y todo fuera indispensable, siguioudo las buenas práotioas on esta materia, ajus­ta r las leyos do impuestos a los gas­tos imprescindibles, desdo ya indico como una fuente buena do renta ol impuesto a la renta sobro las socieda­des anónimas, os dooir, sancionar so» lamento la oédula correspondiente a las sociedades anónimas, con una pe-queña tasa quo soría suficiente para cubrir todas las necesidades.

Croo babor dejado en claco quo la situación del país está bien lejos do sor dosesperante. La situación os bue­na y su economía, es sólida, como lo dijora ol presiden(o do una poderosa institución do crédito ou la asamblea, de accionistas últimamente realizada ou Londres.

Sr. Diokmann (A.). —- Antes do quo termino ol señor ministro, desearía ha­cerlo una pregunta pertinente., .

Sr. Ministro de Haoienda. — Dé­jeme antes terminar, por mas porti­llen te que sea la pregunta.

OONGRBSO NACIONAL

CÁMARA DE DIPUTADOS

CONGRESO NACIONAL 123 Rounlón núm. 07 CÁMARA DIO

Es necesario quo nos acostumbremos en esto parlamento, a respetarnos mu­tuamente. . .

Sr. Diokmann (A.). — Lo.iba a pre­guntar con ol mayor respeto,

Sr. Ministro de Haoienda. - - . . . y a no atrepellar una exposición tran­quilo; quo aprendamos a escuchar al adversario ,v que tomemos todas las notus necesarias para con tostar cuan­do nos toque ol turno. Y on esa forma resta Meceremos ol prestigio de los vie­jos parlamentos, y aquel viejo código tan útil, tan bien hecho, tan delicado, on ol respeto do los ministros y de los diputados, aquel digesto do Wilson, quo prohibía basta pasar por delante del orador quo ostaba en el uso do la palabra.

Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

Sr. Molinarl. — Y quo prohibía, también, aplaudir a los ministros.

Sr. Ministro de Haoienda. — El do-rooho do aplaudir os como ol do silbar; y en cuanto a mí, lo declaro al señor diputado quo ni me estimulan los aplau­sos, ni me arredran los silbidos. (¡Muy bi<)i! ¡Muy bien!). Naturalmente, no to­dos sahornos silbar,, ,

Sr, Araya. •— Pido la palabra. Sr, Guillot. —- Quería .hacer una pe­

queña rectificación, Sr. Peña. rediría a los señores di­

putados me permitieran a mt haoor uso do la palabra, porque voy a haoor una réplica.

Sr. Guillot. — Va a ocurrir quo oon los discursos interesantes y liónos de datos út les se desvíe la incidencia planteada, que roglamontariamente do­bo rectificarse do inmediato.

Sr, Pona. Debo replicar a obsor- • vaciónos dol señor ministro a la expo­sición que yo hiciera. A mí mo con­vendría dilatar, para así tenor tiempo y poder confrontar las cifras quo oi señor ministro ha dado, pero croo quo a la Cámara lo conviene más oír do in­mediato mi exposición, sobro ol tam-bor.

Sr. Araya, —• Yo le estimarla al so-ñor diputado me escuchase, porque on • oso oaso podrá reotifioar no sólo al so-

DIPUTADOS Di o itíiii bro 22 do 1020

ñor ministro, sino a mí también, desdo ol momento quo con ol señor ministro coincido on algunas oosas.

Sr. Peña. — Entonóos, lo escucho. Sr. Diokmann (A.). — Quería que ol

señor ministro, antes do terminar, hu­biese dicho cuál es el cálculo de re­cursos dol Poder Ejecutivo: si los 625 m*liónos quo aceptó al principio, los 664 del proyecto que él sostiene o los 690 del despacho do la comisión. Esta pregunta, ol señor ministro la ha ca­lificado do falta do rospeto.

Sr. Presidente (Sussini). •—-Tiene la palabra ol señor diputado Araya.

Sr. Araya. —- Por primera voz des­pués do una serio de largas sesionos, hemos sentido una ráfaga ir osea do alivio y do optimismo.

Después do mi distinguido colega el doctor 1 >cl isa rio I I ornan dez, ol señor ministro, quo ha reaccionado, segura­mente, sobro sus impresiones anterio­res, nos ha traído una palabra reoon-fortunto y nos estimulu a perseverar on la defensa de esto cálculo do recur­sos y do esto presupuesto, quo tanto ha amargado la conciencia do ios di­putados quo retiraron sus firmas y quo ha motivado críticas tan airadas y quo ha llegado hasta a evocar aque­lla frase célebre de quo la bancarrota está golpoando las puertas mismas del país.

El señor diputado Guillot, con dicción oleganto y olara, ha tenido la virtud de resumir cu tros puntos principales las objeciones quo se pueden hacer ai presupuesto i el estado económico, el estado financiero y el desequilibrio del presupuesto on su cálculo do ro-oursos. Ho do referirme —- y esto se explica —— a la exposición copiosa de datos interesantes en todos sus capí­tulos traída por ol señor diputado Diokmann y a la talentosa, contunden­te y admirable do arrastre y do emo­ción, apoyada on el prestigio do las cifras do una memoria foliolsima, dol señor diputado Peña.

El problema SO orienta, pues, cu este sentido. ¿Es ol prosupuesto excesivo para las fuerzas del país Y Otra pregun­ta, a la quo yo no tongo la obligación

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124 CONGRESO NACIONAL Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

de contestar, porque no es mi función, es la de si el presupuesto comprende o no todos los gastos.

Si la comisión olvidó el incluir gas­tos que a juicio de otros señores dipu­tados debieron estar comprendidos dentro del cálculo de gastos, todos los miembros de ella son por igual res­ponsables.

Yo no debo probar, y no se ha de esperar de mí, que el cálculo de recur­sos puede equilibrar el presupuesto de mil millones que traen los señores diputados Peña y Dickmann. Mi única obligación es demostrar que el presu­puesto se equilibra dentro de los 690 millones de pesos.

Sin embargo, en lo que respecta al concepto de la deuda he de decir algu­nas palabras, porque entiendo que se debe discriminar el capítulo de gastos retributivos, que corresponden a em­presas industriales del país y a obras que se desvalorizan, de aquellos otros que son empréstitos de consolidación, de déficit o por desequilibrios que no se pueden prever.

Siguiendo el método que tanto nos ha recomendado el señor diputado Dickmann, he de iniciar mi exposición tratando de la situación económica de las industrias principales del país, las dos grandes fuentes madres de pro­ducción, - que son la agricultura y la • ganadería. Seguramente las vistas que . voy a exponer han de interesar a los señores diputados, que tanto interés; demostraban en la primera sesión del ¡ presupuesto con respecto al problema |¡ ganadero; y quizás les den la solución.

La producción mundial, en ganade­ría, es de 1.100.000 toneladas, habien­do sido el año pasado de 1.050.000. La Argentina contribuye — y esto es ca­pital — con el 70 por ciento. De las naciones consumidoras, Inglaterra en 1926 importó 700.000 toneladas, de las cuales 460.000 corresponden a la Ar­gentina.

Sr. Molinarí. — Estimaremos al se­ñor diputado que cada vez que cite cifras estadísticas, suministre las fuen­tes de dónde las ha tomado, porque es de buen método.

Sr. Araya. — Tengo aquí todos los

elementos de juicio, que los he escrito por mi propia mano. Pero no va a te­ner ningún inconveniente el señor di­putado, porque la tesis que sostengo está vinculada a cifras de todos cono­cidas.

Sr. Molinari. — En buena estadísti­ca hay que dar las fuentes de las cifras.

Sr. Araya. — Tendría que referirme a telegramas de los diarios, algunos de los cuales citaré en el curso de la exposición, porque estas cifras, para ser del día tienen que tomarse en dia­rios como «La Prensa» y «La Nación».

Sr. Molinari. — Perdóneme, señor diputado. Mi propósito es conocer con exactitud la fuente de las cifras, por­que con cifras de distintas fuentes, de las cuales unas pueden ser más auto­rizadas que otras, habría siempre di­vergencia.

Sr. Araya. — No tome las cifras. La base de mi exposición es esto: el 70 por ciento de la producción mundial es de origen argentino.

Sr. Goñi. — ¿Qué clase de hacienda? Sr. Molinari. — Este 70 por ciento... Sr. Araya. — Tome nota el señor di­

putado, y después me contestará. Sr. Molinari. — Quería saber dónde

ha tomado el dato. Sr. Goñi. — Señor diputado. . . Sr. Araya. — No me interrumpa. En

esta forma no vamos a terminar. Los señores diputados hacen fe, o no, en los datos que doy, fácilmente verificables. La biblioteca les puede traer de inmeT

diato elementos para contestar. No aceptaré interrupciones, a fin de abre­viar.

Sr. Presidente (Sussini). — Ruego a los señores diputados que no inte­rrumpan . f f |

Sr. Goñi. — El señor diputado ha traído a colación ese dato de improviso. Ha manifestado que daría datos con­trarios a los de los señores diputados que han intervenido en el debate. Se le hace una pregunta y no contesta...

Sr. Araya. — ¿Desean los señores di­putados que interrumpa mi exposición?

—Hablan a la vez los señores dipu­tados Goñi y Araya, y suena la cam­pana de orden.

CONGRESO NACIONAL 125

CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926 Reunión núm. 67

Sr. Pesidente (Sussini). — Ruego al señor diputado por Santa Fe que se dirija a la Presidencia.

Sr. Araya. — Los dominios británicos Australia y Nueva Zelandia, sólo tienen una producción anual de 120 a 130.000 toneladas, y esa carne — es importante — está clasificada en Inglaterra como carne de tercera calidad. No pueden exportar chillcd bccf, por la distancia. El Uruguay sólo contribuye con 100.000 toneladas, de las cuales 30 ó 35 son de chilled beef; está clasificada esta carne como de segunda calidad. El Brasil en 1926 tuvo una exportación de 45.000 toneladas de carne clasificada por.los franceses (y esto es también del diario «Le Temps» del año 1922, citado en un artículo por el señor Palma, de La Granja Blanca), con una expresión que puede prestarse a sonrisas: como carne de mono. Venezuela y Sud África no tie­nen valor en el orden de la exportación. No es exacto, señor presidente, que el consumo haya disminuido en Inglate­rra con motivo de la crisis minera. Ese país, en los nueve primeros meses de 1926 ha importado 20.000 toneladas más que en igual período de 1925. No es cierto que los frigoríficos argentinos ha­yan disminuido sus envíos. La expor­tación para Inglaterra ha aumentado hacia fines de Noviembre en 156.000 toneladas, según telegramas de «La Na­ción» del 19 de este mes. La Sociedad Rural envió a Londres al señor Eduar­do Drabble, para entrevistarse con el ministro de agricultura, y el señor Ri-chelet telegrafió ayer mismo al diario «La Nación», que esa visita era com­pletamente inoportuna.

—Ocupa la Presidencia el señor vice- • presidente 2» de la Honorable Cámara, doctor Héctor González Iramain.

Puede hacerse la observación de que Inglaterra no consume todo lo que im­porta, por la reexportación que allí se produce. Es cierto: Inglaterra guarda lo mejor y lo inferior lo desvía hacia sus posesiones. Sin embargo, la reex­portación va disminuyendo, porque se •requiere cada vez más para el consumo

interno. En 1923 reexportó Inglaterra 65.000 toneladas, y en 1925 sólo 16.000. Estados Unidos no adquiere carne en la Argentina. Por eso ese decreto a pro­pósito de la fiebre aftosa no tiene valor desde el punto de vista comercial. Ad­quiere carne en el Canadá y Australia y, como tiene suficiente stock y produc­ción para el consumo de los ricos, sólo adquiere para el consumo obrero carne inferior de Australia, Nueva Zelandia y Canadá. No comprará, por lo tanto, en la Argentina, que vende carne de primera calidad.

El Canadá entrega la mayor parte de su producción en novillos a Estados Uni­dos y exporta para Inglaterra. Así ha enviado 100.000 novillos vivos en pie al año pero, por la distancia a que se en­cuentra su stock ganadero, tiene difi­cultades para exportar. Estos novillos que los frigoríficos pagan como máxi­mum a 0.20 moneda legal el kilo de peso vivo en la Argentina, en el Ca­nadá, en el puerto de embarque, Mon-treal, se cotizan a 40 centavos de nues­tra moneda el kilo de peso vivo. Estos novillos, en los puertos ingleses, se ven­den a 30 libras esterlinas cada uno.

¿ Cuál es la causa de la baja de nues­tra carne en Londres? No se debe a la huelga minera ni a la disminución del consumo. Es la lucha entre los frigorí­ficos norteamericanos, con la célebre cooperativa Westley, que representa más de cuatro mil carnicerías inglesas; y como los norteamericanos sólo pueden vender por cuartos y no pueden insta­lar carnicerías, se ven vencidos fácil-m^*-<* ñor Ja r < o m n í í . ñ í a Westley.

En estos días llega el señor "Wes­tley aquí a instalarse, en el país, para hacer los negocios de carne directamen­te. Actualmente, en el mercado de Smíthfield, la chilled beef argentina se cotiza por mayor a 5 peniques la libra, o sea a 25 centavos moneda nacional; esta misma carne argentina chilled se detalla en las carnicerías la más selecta como carne indígena a 12 peniques, o sea 60 centavos de nuestra moneda, y el resto á 10 peniques, o sea 50 centavos. Este es el negocio que hace el sindicato de carnicería Westley, con la correspon-

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Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

diente depresión de nuestro mercado. Víctima: la Argentina.

El problema se comprende ahora con toda claridad. El máximum del consu­mo mundial en el orden de la exporta­ción lo provee la Argentina. Es la misma situación que se crea para el café en el Brasil; es la misma situación que se nos puede crear para el lino, en el que somos también nosotros los ma­yores productores.

De todas las soluciones propuestas, la única que puede resolver la crisis gana­dera es la misma que el doctor Hipólito Irigoyen dio en una circunstancia difí­cil para el país: el precio mínimo, que es la única forma de levantar nuestra ganadería.

Sr. Goñi. — ¿Por qué no se puso en práctica el precio mínimo?

Sr. Araya. — Yo no hago discusión, señor diputado.. .

Sr. Goñi. — Está tocando una cues­tión interesantísima.

Sr. Bard. — El Poder Ejecutivo tie­ne el medio de aplicar la ley, pero no la aplica.

Sr. Goñi. — El señor diputado está entrando de lleno a la cuestión gana­dera, pero cuando se trató de requerir la presencia del señor ministro, cuando era el momento oportuno de hacer el debate, se opuso el señor diputado.

Sr. Araya. — He tomado ese argu­mento en razón del ambiente psicoló­gico creado que daba la sensación del derrumbe de la economía nacional; lo utilizo para refutar el argumento de que el presupuesto no era viable y para de­mostrar cuál es la condición de las dos fuentes madres de nuestra riqueza.

Sr. Guillot. — Coincidimos ahora en cuanto a la situación crítica de la ga­nadería.

Sr. Araya. — No es posible que se nos substituya en el mercado mundial; no hay stock para eso. Los que temen la concurrencia de Australia ignoran esto: que no le pueden enviar chilled becf, ni tampoco tienen carne de la ca­lidad de la Argentina.

Los que creen que nos puede reem­plazar Estados Unidos y Canadá igno­ran la cuestión, porque no tienen el

stock ganadero para ello ni tienen tam­poco la calidad.

La crisis ganadera, entonces, es una cuestión de precio que puede decidirse con una resolución como la que indico, y nos encontramos en perfectas condi­ciones de levantar el estado que se dice angustioso de la ganadería.

Sr. Guillot. — Eso está reclamando la ganadería argentina y es lo que no hace el Ejecutivo Nacional, no sabemos por qué razón.

Sr. Araya. — En todo caso, me ale­gro de coincidir con el señor diputado.

El señor diputado Peña, refiriéndose a un estudio presentado por el señor Alejandro Bunge en el que hace resal­tar a su modo el estancamiento de la agricultura y de la superficie cultivada y de la producción, nos ha traído el grito de alarma, diciéndonos que está­bamos marcando el paso y que, en la circunstancia, no era llegado el momen­to de lanzarse en gastos considerables de presupuesto.

El señor Alejandro Bunge, para ha­cer sensible su exposición, toma el pe­ríodo que va del año 1908 al 25 y lo divide en grupos de tres años y nos da la producción media de cada uno de esos tres años, llegando a las cifras si­guientes: de 1908 a 1910, 9.400.000 pe­sos; de 1911 al 13, 10.600.000 pesos; del 1914 al 16, 12.300.000 pesos; de 1917 al 19, 9.300.000 pesos; de 1920 al 22, 12.500.000 pesos; de 1923 al 25, 13.100.000 pesos. Agrega, además, que la superficie cultivada tampoco ha au­mentado después del desarrollo de los alfalfares. Alcanzó su máximum con 23.400.000 en 1917, y la superficie sem­brada con alfalfa se mantiene inva­riable en 8.000.000 como en 1917, y su­mando los distintos rubros se llega a 9.400.000 hectáreas en 1917. Esto de­muestra que se ha producido una esta­bilización en el conjunto de todos los cultivos del país.

Estas consideraciones del doctor Ale­jandro Bunge no le hacen honor, porque para demostrar la verdad de su tesis, no vacila en tomar un período de años, como el comprendido de 1908 al 25, en el que hay un período intercalarlo com-

CONGRESO NACIONAL 127

Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

pletamente anormal como el de la gue­rra y parte de la post guerra. Por eso nos encontramos como si se hubiera producido una doble ondulación: 9, 10, 12 y 13.

Para calcular si el país ha progre­sado o no, deben tomarse los años nor­males; y de estos el último año normal es el 13 y los anteriores al 13, y es necesario ver si partiendo de ellos ha habido o no progreso.

Cuando la agricultura del país se en­contró con el problema de la guerra, después de los primeros contratiempos, merced a una visión eficaz del momento' por parte del gobierno, se valorizaron los precios; y como éramos los únicos productores estos precios fueron subien­do desde 1913, hasta culminar en 1920 con 26 pesos el quintal de trigo, 39 el de lino, 11 el de maíz y 11 el de avena; pero al año siguiente, en cuanto se re­gularizaron los stock, en cuanto se vol­vió a cultivar de nuevo, en* cuanto, por la desvalorización de la moneda y por las condiciones industriales del país, hubo necesidad de hacer la política de la privación y hasta del liambre, el con­sumo imnediatamente disminuyó. Esa política de defensa motivó una caída brusca y general de los precios. Así en 1922 el quintal de trigo valía sólo 13.40, el año 1923 12.85 y la avena 9.55. ¿Son acaso malos precios? Eran mejores que los de antes de la guerra. Los precios de hoy son superiores en un 40 por ciento a los precios del año 1912 y 1913 que aquí tengo a la vista.

Sr. Goñi. — ¿El señor diputado ha , tenido en cuenta los aumentos de ta­rifas y otros recargos que ha sufrido | el productor?

Sr. Araya. — El 40 por ciento de aumento a que me refiero comprende esos recargos que tiene la agricultura.

Sr. Mohando. — El dato más suge-rente es que no vale la pena cosechar.

Sr. Araya. — El señor diputado Gui­llot ha recordado que he sido ministro de agricultura alguna vez, y me ha obligado a hacer este estudio. De ma­nera que el señor diputado tiene la culpa del exceso de paciencia que soli­cito de la Cámara.

Sr. Guillot. — Es muy interesante lo que dice el señor diputado, pero ya llegará la oportunidad de introdu­cir ligeras rectificaciones a esas orien­taciones optimistas.

Sr. Araya. — Quiero hacer notar que las cifras apuntadas son Jas del precio máximo alcanzado en algún mes de cada año citado.

Ahora, a partir de ese año 1920, se reinicia el nuevo ascenso de nues­tra producción, después de la reflexión necesaria para adaptar la vida del agricultor a las nuevas condiciones. Ahí se ve la falta de exactitud de las aseveraciones del señor Bunge, pasan­do sucesivamente estos precios del mí­nimo que da a la situación actual, en que cada cereal tiene tres o cuatro pe­sos de aumento en su precio.

Es en la misma revista del señor Bunge que voy a encontrar la contes­tación a sus propias palabras. En ella vése un cuadro con este rubro: «Su­perficie cultivada con trigo, maíz y lino en la República Argentina de 1912 a 1926.» Vemos que a partir del año 1921 el trigo pasa de 5.763.000 hectá­reas a 6.578.000, 6.951.000, 7.200.000 y 7.768.000; el maíz de 2.971.000 a 3.177.000, 3.435.000, 3.707.000, 4 mi­llones 297.000; el lino de un 1.575.000 a 1.747.000, 2.181.000, 2.558.000, 2.559.000. Y como comprobación, ha­ciendo honor a la oficina de estadísti­ca del Ministerio de Agricultura, te­nemos que en una publicación número 10 de Septiembre de 1926, página 838, dice lo siguiente: «Si bien el aumento de este año con respecto al anterior no es más de 2,1 por ciento, llega al 22,1 por ciento si se hace la compara­ción con el área sembrada con estos mismos productos en el año agrícola 1912-1913, que es el que esta oficina toma como base de comparación para sus estudios, aumento que significa un evidente progreso.»

Sr. Molinari. — ¿Progreso en qué sentido?

Sr. Araya. — Me refiero a la afir­mación del señor diputado Peña, que decía que la superficie cultivada, to­mando como base los elementos que le

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128 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS

daba el señor Bunge, se había esta­bilizado.

Sr. Molinari. — ¿Con relación a qué año?

Sr. Araya. — Con relación al año 1912 -1913, que es el año normal por excelencia.

Sr. Guillot. — Hay otros factores, ha aumentado la población, las necesi­dades. . .

Sr. Araya. — Ya llegaremos a eso. Ha aumentado la población. Pero una cosa es la población demográfica y otra la población económica. Nuestro país no podría sufragar los gastos de su progreso, si debiera contar pura y exclusivamente con los elementos de­mográficos: es la inmensa suma de energías que se cifran en animales de labor, arados, maquinarias agrícolas, motores, combustibles, etcétera, lo que forma la verdadera parte de acción del país. Un hombre en nuestros campos no es uno, se multiplica por toda la suma de caballos vapor que tiene a su disposición, por toda la suma de ani­males de labor que lo acompañan, por todo el valor de la maquinaria agrí­cola que posee, y es ese esfuerzo inten­sificado, que es el resultado de todo lo adquirido por los esfuerzos de los hom­bres del pasado, el que hace que núes- | tra población, por pequeña que sea, haga que el país ocupe el alto rango y nivel que le corresponde.

El señor ministro se ha referido a la situación financiera de un modo claro, y yo a mi vez he de tocar este aspecto. Decía que es un estado psi­cológico. En economía política se ha dicho que el precio es más que fun­ción de la oferta y de la demanda, fun­ción de la necesidad, y ésta no es una cuestión material sino de deseo. En el mismo orden está el ambiente de esta Cámara, la preocupación alrede­dor de los gastos, del enorme peso que pueda recaer sobre el país, lo que ha de hacer que este presupuesto se acep­te o se rechace. Este estado psicoló­gico lo han creado los señores diputa­dos con la mejor intención, y es el re­sultado en gran parte también de la autoridad del señor ministro, quien.

Diciembre 22 de 1926

llenando una de sus funciones más gra­ves, la de previsión, nos lo ha adver­tido, quizás en una forma un poquito severa, y nosotros nos hemos excedido en la interpretación de su deseo.

El estado financiero de la plaza se caracteriza por un sinnúmero de aspec­tos, que son un índice. Los diputados Guillot y Molinari se han referido al balance de pagos, al ahorro, a la absor­ción de los títulos argentinos, a su cotización, a la cifra de hipotecas, a la absorción de las cédulas hipoteca­rias, a la* cantidad de depósitos en los bancos, a la desocupación, a las quie­bras. . .

Sr. Guillot. — Son índices de un es­tado económico...

Sr. Araya. — A los que me he de re­ferir.

Sr. Quirós. — Estado económico que se ha demostrado es favorable.

Sr. Araya. — La cifra de ahorros ha ido creciendo en una forma que no per­mite que al último año se le considere como un año de depresión, y voy a citar las cifras en millones desde el año 1914 a 1926: 310, 303, 321, 435, 523, 592, 635, 700, 798, 759, 778 y este último año, 820. Vése la progresión permanente, constante, sin que haya ninguna dismi­nución en la altura de la curva que, se diría, es casi continua.

En cuanto a las quiebras, el señor ministro se ha referido al saldo de las mismas. Ese saldo puede ser real o fic­ticio; pero él no me preocupa. En rea­lidad ha habido un aumento en el nú­mero de quiebras, aumento sensible que el Banco de la Nación explica en la forma siguiente: «El comercio — dice — no presenta el aspecto floreciente de otros años, y sin que ello implique con­siderarlo en situación difícil, debe re­conocerse el malestar producido por las dificultades que tiene para dar salida a la existencia de mercaderías paraliza­das, en parte por la menor demanda de las mismas a causa de la disminución en la producción. Además, durante el año 1925 se ha notado una existencia excesiva de mercaderías importadas, cuya venta no alcanzó la extensión que se esperaba, pero ello no ha llegado a

CONGRESO NACIONAL 129 Reunión núm. 67 CA»MARA DE DIPUTADOS" Diciembre 22 de 1926

ocasionar trastornos serios, aun cuando el hecho ha entorpecido algo el desarro­llo general de los negocios.» Finalmente dice: «En lo que se refiere a las indus­trias, el exceso de importaciones y su venta a precios bajos ha reafirmado la competencia del exterior iniciada des­pués de la guerra por los países manu­factureros que han tratado de recon­quistar en los mercados de importación, obligando a la industria a aminorar su producción y disminuir, como conse­cuencia, la actividad creciente de años anteriores.» Vale decir que las quiebras, como en el balance de pagos, lo señala el señor Tornquist cuando coloca nada menos que 30.000.000 de pesos oro a nuestro activo, por pérdidas de merca­derías importadas, que constituye un verdadero robo a las personas que las consignaron. Con motivo de la depre­ciación de la moneda, un sinnúmero de | casas comerciales han especulado sobre los cambios, se han abarrotado de mer­caderías, y no las han podido liquidar; con ése motivo se han producido quie­bras, que no son las normales, — que yo llamaría extraordinarias — que no tie--nen nada que v e r . . .

Sr. Repetto. — Quiebras saludables. Sr. Araya. — Acepto. Quiebras salu­

dables.

La consecuencia que podemos sacar de este hecho es que la crisis que sufren nuestras industrias se debe a la concu­rrencia mundial; se sabe que este es un gran mercado y ahora que se han esta­bilizado las industrias extranjeras, tra­tan de conquistarlo nuevamente y en­tonces lo invaden, consintiendo dife­rencias de precios enormes.

Así y por sólo citar un ejemplo en el rubro de los automóviles que todo el mundo conoce, se comprueba cómo han caído los precios en un 35 y hasta 40 por ciento, y lo mismo ocurre en casi todos los demás productos manufac­turados.

El señor ministro, refiriéndose a las entradas del segundo trimestre, nos ha dicho lo siguiente: qué si bien no ha­bían sido mayores las cifras de las im­portaciones, en realidad esas cifras ha­bían respondido a un mayor número de

mercaderías por la baja de los precios. ¿No es así?

Sr. Ministro de Hacienda. — No, se­ñor diputado. Que la importación había disminuido principalmente por la baja de los valores.

Sr. Molinari. — No era así, efectiva­mente .

Sr. Araya. — Entonces resulta más o menos lo mismo. Los descensos en los precios han sido constatados oficialmen­te y esto me basta.

Ahora, refiriéndome a los depósitos bancarios, estos también han continuado creciendo én una forma regular, hasta este último año.

En cuanto a la absorción de las cé­dulas hipotecarias, aquí tengo una me­moria interesante que dice lo siguiente: «La radicación de las cédulas hipoteca­rias argentinas en el país es de 86.40 por ciento, con 1.000.315.600 y en el ex­terior sólo el 13.60 por ciento — y agre­ga este otro hecho interesante —: ha habido un aumento relativo de la deu­da hipotecaria pero ha sido sólo de 18.45 por ciento contra un índice de valorización de la propiedad que es de 54.28. La fácil colocación de nuestros títulos, la consolidación de nuestra deu­da que todos los días se hace en forma progresiva, indican también un estado financiero cómodo porque no son deu­das de apremio, porque nos dan tiempo y facilidades para el pago, de modo que todo esto viene a incidir en las mismas condiciones. En lo que se refiere a la desocupación, el señor ministro ha. leí­do las cifras de los que han pedido tra­bajo; y yo tengo aquí los datos de las personas ocupadas en el mes de Agosto — he elegido el mes de Agosto porque ya estamos en una época en que ya ha vuelto la gente de la cosecha — que nos dicen que las cifras han pasado de 417.000 personas empleadas entre hom­bres, mujeres y niños a 421.000 perso­nas, de modo que la desocupación tam­bién es uii mito.

Sr. Guillot. — Es un mito en las cifras estadísticas, pero es una reali­dad en.la vida que todos vivimos.

Sr. Araya. — Yo me guío por las

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cifras que da el Departamento del Tra­bajo. Ahora si el señor diputado tiene una oficina mejor informada.. .

Sr. Guillot. — No, señor. Lo que le puedo asegurar es que el diputado que habla vive la vida de su país y en­cuentra el fenómeno de la desocupa­ción en todas partes.

Sr. Arava. — Me había olvidado de dar las cifras de los depósitos del Ban­co de la Nación, que han pasado de ' 1.499 millones el año pasado a 1.525 millones en la misma fecha, para este año.

Sr. Goñi. — ¿Y qué nos dice de los otros bancos, señor diputado?

Sr. Araya. — Yo no puedo traer si­no los datos que tengo.

Sr. Goñi. — Así podríamos saber si en realidad ha habido un aumento.

Sr. Araya. — El presupuesto se acre­ce de acuerdo a las observaciones for­muladas por los señores diputados Dickmann, Peña y Guillot, especial­mente por el rubro de las deudas y dicho rubro es atacado sobre todo en el anexo L, Trabajos Públicos. Señor presidente: en materia de deudas es necesario discriminar..

Se ha hablado, también, de los pre­supuestos anexos, como queriéndolos comprender en la cifra global que pu­diera asustar al país. Cuando tuve que organizar el presupuesto de Santa Pe hice colocar aparte el presupuesto del puerto de Santa Fe, el que no sólo cubría sus gastos sino que arrojaba un superávit de 800.000 pesos.

Si por una razón cualquiera la Mu­nicipalidad de la Capital comprara el subterráneo o los tranvías a nivel, que en casi todas las ciudades americanas son de administración municipal, nos encontraríamos con un presupueslo más crecido, pero con un presupuesto retributivo, que no tiene absolutangen­te nada que ver con el presupuesto real de gastos, porque lo.s gastos en un. presupuesto de estado son, sobre todo, sumas que se insumen sin dejar rastros. Por eso, en los estados bien organizados se distinguen entre la deuda bruta y la neta. Y esa deuda por trabajos públicos no altera, en nin­

gún modo, el crédito público, y tanto no altera el crédito público que exis­ten ejemplos de naciones, menos pobla­das y más pobres que nosotros, que tienen una deuda cuatro veces mayor que la nuestra, y cuyos empréstitos se cotizan altos y cuyos intereses son muy reducidos.

Tengo aquí los datos referentes a Australia y Canadá. Australia tiene un inmenso territorio, sus campos es­tán casi yermos; tiene una población de 5.600.000 habitantes y su deuda llega a 11.000 millones, de la que de­duzco los empréstitos de guerra que alcanzan a mil millones, para que no se diga que he exagerado la cifra. Que­da, pues, la deuda reducida a 10.000 millones. Y aquí tiene razón el señor diputado Peña, porque en su exposi­ción nos decía: bienvenidos los gastos si ellos van a destinarse a obras como elevadores de granos, a todo lo que signifique un acrecentamiento de la ri­queza del país, ya que se ha llamado a los elevadores de granos la caja de conversión del trigo. Bienvenidos to­dos aquéllos gastos que se traducen de inmediato en una mejora, en una dis­minución del precio del transporte, por la incorporación de nuevos elementos de facilitación del comercio y por la instalación de puertos. Todas estas son deudas nobles y, por ello, aunque el Canadá con 8.700.000 habitantes ten­ga una deuda de 5.676 millones de nuestra moneda, tiene títulos que se colocan al 5 por ciento de interés como ha ocurrido en Londres. Al igual la federación australiana pudo contratar

! un empréstito de 30 millones de pesos oro al 4 por ciento de interés.

Sr. Guillot. — ¿Me permite una pre-1 gunta?

Sr. Araya. — Sí, señor diputado. Sr. Guillot. — Cuando el señor di-

' putado cita la deuda australiana ¿se, | refiere a la deuda federal?

Sr. Araya. — Federal y particular, i La deuda federal es de 4.705 millones, ! con una población de 5.700.000 habi? ! tantes, que le ha permitido, y a eso ¡ tengo que referirme, porque no he ter-j minado con la cuestión ganadera, que

CONGRESO NACIONAL 131 Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

les ha servido para colocarse en me­jores condiciones que nosotros, bajo el punto de vista del comercio de cerea­les.

Se habla de nuestra riqueza; se dice que no existe. Lo que existe es nuestra desidia, señor presidente. Nuestros pro­ductos se venden en condiciones infe­riores por no existir una organización ni un sistema de ventas por coopera­tivas, porque no tenemos flota co­mercial; porque somos víctimas de la especulación de fletes. El trigo es ma­teria noble que sólo tiene dos enemi­gos: la humedad y los roedores y, sin embargo, nuestros granos están aban­donados a la intemperie; y cuando se ha contemplado una solución, ella ha sido precaria como la ley de tinglados,

' que para nada sirve. El trigo, repito, es una materia noble, que sólo tiene dos enemigos: la humedad y los roe­dores, tanto que se cita el caso de gra­nos encontrados en las tumbas egip­cias, que han vuelto a germinar, y nosotros lo dejamos largo tiempo en parvas o en bolsas a la intemperie, cu­briéndolo tarde y mal. Expuesto así a la acción de la humedad va dismi­nuyendo en peso específico, y el se­ñor ministro de agricultura aquí pre­sente podría decirnos cómo si el trigo ha sido malo el año pasado, ello se debe no sólo a la estación lluviosa, Sino a nuestro descuido y por ello dis­minuyó paulatinamente en su peso es­pecífico de 80 y 78 a 62 y 60, hasta convertirse en triguillo sólo bueno para obtener afrecho.

En el mercado mundial de trigo las naciones que deben servirnos de ejem­plo son las naciones americanas del Norte. Allí, como en Canadá, tienen un recorrido de transporte muy supe­rior al do nuestros cereales, favorecidos como lo estamos por la existencia de una región triguera sobre el litoral, al borde de ríos, de grandes barrancas con aguas profundas al pie que permiten la insta­lación fácil de los cargadores de gra­nos, por donde se derraman en cho­rros continuos a las bodegas de los buques de ultramar. En el Canadá, en cambio, los cereales se recogen hasta

en regiones casi heladas, donde los productos para vivir requieren la es-pecialización de semillas, y sólo así pueden germinar, crecer y dar fruto en el escaso tiempo que dura la pri­mavera y el verano. Hacen, pues, un Inmenso recorrido antes de su embar­que, y esto explica cómo a pesar de encontrarse más próximo de Europa, sus fletes son más elevados, casi el do­ble de los nuestros. Pero esas naciones tienen el ferrocarril empresa de -fo­mento que instala en cada estación im­portante de la linca el elevador de granos; disfrutan sus agricultores del bono inmediato tras la clasificación oficial del producto, bono que le per­mite negociar un adelanto de dinero si así lo requieren. Además existen en los puertos de embarque los elevado­res terminales y la última clasifica­ción, de manera que ese trigo va au­torizado con el sello oficial, el que garantiza su calidad y valor. Los nues­tros, en cambio, van mezclados en for­ma vergonzosa, y no es de extrañarse entonces, que sufran un desmedro sus precios de cotización; como tampoco es de extrañarse, por la falta de or­ganización de la venta, que abunden los intermediarios. Las flotas comer­ciales especulan y por eso faltan las bodegas cuando nosotros necesitamos el transporte de las cosechas, como hay fiebre aftosa cuando no les con­viene recibir nuestro ganado, como había epizootias en los cerdos en Serbia, cuan­do Austria no los quería comprar.

Nuestra situación está en nuestras manos. Hay 300 millones de pesos anuales que ganarse. La flota comer­cial argentina debe hacerse; tendrá una ganancia segura, porque el índice de producción de nuestro país crece constantemente, lo mismo que el mer­cado de consumo. Es preciso alcanzar los que otros menos ricos que nosotros han sabido organizar; así en ese mun­do perdido en la región ignota del océano Indico, Australia ha encon­trado los fondos necesarios para cons­truir los elevadores y poder enviar sus trigos clasificados y que nosotros no hayamos podido hacerlo, es un bo­chorno para el país.

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He afirmado, señor presidente, que los precios de nuestros cereales han de mejorar, y creo poder demostrarlo. Han de ser buenos por una serie de razones. Una de ellas es la calidad. El señor ministro de agricultura podría infor­mar si éste es un año excepcional, si todos los granos son parejos.

Sr. Ministro de Agricultura. — Pido la palabra.

Me he apresurado a concurrir a la Cámara, de acuerdo con el pedido for­mulado por el señor diputado por la Capital. No conozco el motivo de ese pedido; no sé si se trata de que in­forme sobre la situación económica del país, lo que ya ha hecho con mucha elocuencia el señor ministro de hacien­da, y lo está haciendo en este momento, con no menos elocuencia, el señor di­putado por Santa Fe .

En cuanto a la pregunta del señor diputado, debo manifestar que toda la información que tiene el ministerio so­bre la cosecha actual, no puede ser más favorable. Felizmente para el país, ésta será una de las cosechas más grandes, una de las más abundantes; tal vez la más abundante conocida hasta ahora. Por desgracia, los precios no son sufi­cientemente remuneradores en algunos rubros, como el maíz, por ejemplo. Si llega la oportunidad, he de referirme al costo de producción, a que aludió el se­ñor diputado Molinari en otra sesión.

Repito que la cosecha será posible­mente la más abundante que ha tenido el país, a menos que intervenga para modificar la situación actual algún fac­tor de última hora.

Sr. Guillot. — Pido la palabra. Como la invitación al señor ministro

de agricultura partió del sector a que pertenezco, quiero explicar el origen de ella.

Se ha entendido, razonablemente, que tratándose del presupuesto, tan vincu­lado a la situación económica del país, era útil que el señor ministro de agri­cultura estuviera presente para ratifi­car los datos que se den en el curso de la discusión, o para suministrar aque­llos que la Cámara crea conveniente so­licitarle .

Sr. Presidente (González Iramain). — Continúa con la palabra el señor di­putado por Santa Fe.

Sr. Araya. — El señor ministro de agricultura ha confirmado gentilmente la afirmación que he traído a la Cá­mara sobre la calidad de los granos de esta cosecha.

Hay otros elementos de juicio. Con­sultando las estadísticas de los precios, vése que no pueden tomarse como nor­ma los precios de Diciembre, mes du­rante el cual la especulación trata de sacar ventaja de las necesidades de los agricultores, y se eleva el precio de los fletes por falta de bodegas. Además, hay que tener en cuenta las diferencias que se han de producir con motivo de la exageración de los fletes marítimos. El señor ministro me ha aliviado de la obligación de hacer la demostración; se sabe que los fletes se han triplicado; tienen que volver a su nivel normal, y la diferencia se incorporará al valor del producto. Eso nos dará una diferencia

— el ministro hablaba por fanega, y yo he de hablar por quintal — mayor de pesos 1.50, y quizás de 2 pesos, que agregados a los precios actuales darán un precio muy remunerativo.

Debe considerarse también la calidad — porque los productos que están sa­liendo son inferiores — y esto también contribuye a la diferencia de precio.

Pero más importante que todo esto es la influencia, del mercado mundial. Ha tenido razón el' señor ministro de agricultura cuando afirmó la existen­cia en el país de 800.000 quintales de trigo que no tienen ni pueden tener salida, porque son triguillos. Hoy el tri­go tendría salida, porque hay necesi­dades reales y porque la producción mundial es, en cierto modo, inferior a la normal: existe en realidad fuerte de­manda. Francia necesita 2.000.000 de toneladas. Respecto a Italia se ha citado un decreto de Mussolini que resuelve patriarcalmente las cosas, decidiendo reemplazar el 20 ó 30 por ciento fal­tante de harina para la confección de pan con la molienda de la soja híspida; pero se olvida que serían necesarias 1.500.000 hectáreas de soja, que su cul-

CONGRESO

tivo requiere mayores cuidados que el del trigo y necesita muy buenas tierras, que Italia no tiene. Es, entonces, un decreto en el aire. Italia tendrá que importar, como de costumbre, para su población constantemente creciente el saldo sobre su producción, que es de 1.900.000 toneladas. España necesitará importar una enorme cantidad de maíz para su población y para su ganado, que está corriendo riesgo de perderse como consecuencia de la pérdida casi total de su maíz; tengo aquí la publicación del Ministerio de Agricultura con los datos estadísticos respectivos.

En cuanto al centeno, la Argentina ha exportado en 10 meses 70.000 tone­ladas; un total de países que en el año anterior produjeron 25.000.000, han ob­tenido este año 21.500.000: la disminu­ción es sensible, de 3.600.000 toneladas y traerá como consecuencia una apre-ciable mejora en los precios.

Un total de países que en el año pa­sado produjeron 26.320.000 toneladas de avena, 72 por ciento de la producción mundial, han estimado sus cosechas en 24.980.000 toneladas, circunstancia que favorece también a los precios de la exportación argentina, que en diez meses alcanzó a 162.000 toneladas.

Lo mismo ocurre con la avena: un total de países que en el año anterior produjeron 53.670.000 toneladas, han producido 52 millones: la disminución es de 1.670.000 toneladas. De manera que las condiciones que presenta el mercado mundial, en lo que se refiere a las necesidades en cereal, son inme­jorables para la colocación de nues­tros productos.

Hay otro hecho muy importante e , interesante: la estabilización de la mo- j neda de los países que tenían moneda desvalorizada, el equilibrio de sus pre­supuestos, la regularización de su eco­nomía que les permite por lo tanto rea­lizar adquisiciones. La política que se ha llamado política del trigo es una política que sólo puede resultar en par­te de la mejor buena voluntad. Los de­rechos aduaneros que se quieren colo­car; la consigna de disminuir el consu­mo sólo tiene un éxito parcial y ese

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éxito parcial es insuficiente para la ob­tención de este resultado.

La noticia de España a que me he referido dice que la prolongada se­quía que ha sufrido la región de As­turias, como España en general, ha afectado profundamente las plantacio­nes de maíz a punto de que, ya próxi­mo a terminar el verano, las plantas de aquel cereal tienen escasa altura y sus hojas están.amarillentas y en parte secas. Esta situación plantea un grave problema a la segunda de las indus­trias de Asturias, la ganadera, por la escasez de pastos y el encarecimiento del forraje de que tanto necesita el ga­nado que de él se alimenta en esa re­gión. La Junta Ganadera ha resuelto solicitar del gobierno la reducción al mínimum de los derechos de importa­ción al maíz y a la habichuela para llegar a contrarrestar la exigüidad de la cosecha de estos años, que se refleja en el extraordinario aumento de los precios de aquel' grano.

Sr. Goñi. — ¿Y cree que esa coloca­ción de cereales responderá a los cálcu-

I los hechos respecto del derecho de ex­portación?

Sr. Araya. — Voy a llegar a eso. He tenido que seguir un rodeo for­

zoso. Si mis afirmaciones las hubiera sentado, dado el estado de espíritu de la Cámara, en el aire, el señor dipu­tado hubiera sonreído con derecho co­mo sonríe ahora al hablar de la asom­brosa colocación de la cosecha.

Lo que quiero decir es que he hecho un trabajo honesto sin haber preten­dido ser profeta ni tener parentesco con Mme. de Thebes, ni leer en las lí­neas de la mano el porvenir.

Sr. Guillot. — Pero es un poco ima­ginativo el señor diputado.

Sr. Goñi. — Serían comprometedo­ras esas clases de relaciones.

Sr. Bard. — Ser discípulo de mada-me de Thebes podría ser imaginativo.

Sr. Araya. — Continúo, señor presi­dente, y ruego al señor diputado Peña que tenga en cuenta mi incipiencia en este asunto y que sólo por obligación de compañerismo me he atrevido a co­locarme frente a un adversario que yo

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Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS

respeto; pero las afirmaciones que trai­go honestamente y sin propósito de discutir la autoridad que en esta ma­teria tiene el señor diputado P e ñ a . . .

Sr. Peña. — ¿Me permite?. . . El señor diputado goza en mi con­

cepto, de una gran autoridad de hom­bre sincero y preparado; debo escu­charlo con toda atención y no puedo aceptar que me coloque en un plano de superioridad...

Sr. Araya. — La tiene en la materia, no vacilo en reconocérsela.

Sr. Peña. — . . . y que sólo por una aberración puede verme el señor dipu­tado. Y muchas gracias.

Sr. Araya. — El señor diputado Pe­ña se extrañaba que se hicieran dos presupuestos, de que no estuvieran in­cluidos todos los gastos, de que las par­tidas que figuran para obras públicas y que serán el resultado de emisión de títulos, no estén incluidas dentro del presupuesto general de gastos y de que los arrastres tampoco se encuentren incluidos en las mismas condiciones.

Sr. Peña. — Los arrastres que signi­fican gastos a realizarse durante el ejercicio del presupuesto.

Sr. Araya. — En efecto, debieran es­tar incluidos, pero aparte, allá al final, en una situación completamente inde­pendiente. Y a este respecto quiero de­cir que hojeando — porque yo soy de los que para librar batalla debo recu­rrir a los libros — la reforma del pre­supuesto de Inglaterra, a mediados de 1921, la que fué incluida seguramente por la reforma que se hiciera a la ley de presupuesto de Estados Unidos, he visto que entre las distintas reglas que se enuncian, está la siguiente: «In­dependizar del presupuesto nacional el plan de obras públicas, las que debe­rán realizarse obedeciendo a un plan general; tendrán su presupuesto pro­pio y se costearán con títulos. En el presupuesto anual sé incluirán los gas­tos para los trabajos del año.» Es lo que afirmaba el señor diputado Peña, pero colocando esas cifras, no dentro de los totales de gastos, sino en un ane­xo especial, que creo es lo que la comi­sión ha realizado.

Diciembre 22 de 1926

Otro argumento de que se han valido los que critican este presupuesto es la disminución de las entradas de la ren­ta aduanera en 1926 con relación a 1925. Aunque sea un hecho de todos conocido, he de recordar que en ese año por un exceso de producción de azúcar europeo se hizo el . dumping, lo que arrojó una diferencia enorme que no debe ser incorporada a las entradas, que son de 18.000.000 de pesos. De ma­nera que el descenso no es tan grande. Y hago la misma observación que hacía respecto del olvido del doctor Alejan­dro Bunge del período intercalario de la guerra. Los hechos anormales no se pueden confrontar con los normales y no pueden permitir deducciones.

Para terminar, voy a referirme con­firmando, sin citarlo porque ya los se­ñores diputados con las cifras que ha dado el señor ministro están de acuer­do en ello, que es visible en el Anuario del Comercio Exterior, en el movimien­to de las importaciones, el crecimiento de éstas, sobre todo en los países de cambio desvalorizado, durante los años en que esta desvalorización ha existido. Además, es necesario agregar ]a lucha que Estados Unidos ha realizado con­tra esa invasión de sus mercados por nuestros productos, lo que ha provo­cado el abarrotamiento de las merca­derías a que me he referido y el aumento de las quiebras — quiebras sa­ludables, decía el señor diputado Re-petto — y que ha provocado esa dife­rencia de 30.000.000 de pesos oro que incluye en el balance de pagos a nues­tro favor el señor Tornquist.

Me voy a referir a la parte difícil que necesita — y se explica — toda esta preparación, todo este inmenso prólogo para que los señores diputados sonrieran menos al verme traer aquí cifras optimistas a juicio de ellos. No hemos salido de las normas que fija la práctica al hacer el cálculo de re­cursos. Quizá en algunos rubros se ha­ya aumentado en forma desconside­rada o fuera de lugar, pero son rubros pequeños; los esenciales son la impor­tación y la exportación, que los seño­res diputados encuentran forzadas.

Reunión núm. 67

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Vamos a hacer una pequeña tran­sacción. Ustedes me rebajarán lo que yo les traiga de nuevo y cierto. Si yo les traigo rendimientos ciertos — co­mo yo no puedo pretender que las ci­fras que nosotros damos aunque asen­tadas en todas las estadísticas a que acabo de referirme me permitan ser optimista — si yo traigo otros recursos que hemos podido descubrir, que son exactos, rebajaremos eso y el optimis­mo será menor. Y no haré uso del deseo del señor ministro que quiere que se incorporen a títulos los diez millones, que a mi juicio están bien donde están.

En impuestos internos hemos cal­culado sobre la base de 102 millones de pesos de entradas, y ellas serán para fin de año de 115 millones de pe­sos, o sea, una diferencia de 13 millo­nes, porque hay un día del año que es el 2 6 . . .

Sr. Ministro de Obras Públicas. — De todos los meses. Es el canje de las letras caucionadas.

Sr. Araya. — . . . que tiene cuatro millones y medio de letras que ten-, drán que levantarse. Tendremos enton­ces 13 millones de pesos de beneficios. En obras sanitarias el señor ministró hace referencia al producido. Hemos colocado 17 millones y hay 35 millones de rendimiento, o sea, 18 millones cine tenemos el derecho de incorporar. Die­ciocho y trece son 31 millones de pesos.

En los cálculos de la Dirección de Tierras, tenemos un rendimiento ma­yor al calculado, de 3 y medio millo­nes de pesos: son 34 y medio millones. Y como es regla general que el 3 y medio por ciento de los presupuestos — y en eso estará de acuerdo el señor diputado Peña — no se gasta, sobre un presupuesto de 700 millones es cer­ca de 20 millones de pesos, o sea 51 millones de pesos.

El señor diputado Peña ha tomado el máximum, a que lo ha llevado qui­zás su deseo de impresionar más, con las intenciones más patrióticas, de 625 millones que ha dado como entrada. . .

Sr. Peña. — Me he puesto en el cálculo que debe aceptarse, que man­

da la ley que se acepte por el Congreso y por el gobierno, que es el que hace el ministro de hacienda.

Sr. Araya. — Agregando los 50 mi­llones a que me refería, tendremos 675 millones de pesos de entradas.

Ahora, dígame el señor ministro si podemos nosotros sobre la base de la cosecha, a los precios a que nos hemos referido aceptar un aumento sobre lo producido por importación y exporta­ción en este año. Hay que tener fe en los esfuerzos del país, fe en los hom­bres que siguen siendo los pionners y los empresarios de antaño, hay que te­ner fe en el espíritu y en el vigor que los anima, hay que reconocer que te­nemos en nuestro espíritu y en nues­tra tierra una suma enorme de ener­gías que duermen, que esperan el alien­to vivificador, la hora oportuna. Hay que ver el crecimiento permanente de las importaciones, el crecimiento cons­tante de combustible que rubrican el esfuerzo del país, y cuya continua pro­gresión en todos los órdenes contradi­ce las afirmaciones pesimistas. Hay que decirse que las soluciones económi­cas no las da hoy la famosa lluvia del vasco, buenas para aquellos tiempos en que los hombres no tenían cultura ni espíritu de organización, ni el ejem­plo de otras empresas, ni tampoco la escuela de la vida. No es la lluvia del vasco la que ha de equilibrar el pre­supuesto; su ajuste ha de ser función, igual que nuestra prosperidad y eco­nomía, de la inteligencia argentina, del espíritu de progreso, del anhelo de mejora, del standard de vida continua­mente creciente y del deseo de llevar, mejorando las unidades, cada vez más alto al país hasta que culmine, como culmina ya, sobre toda Sudamérica: más alto aún, hasta la cima, para que se le admire y reconozca como un valor ponderable frente a las demás naciones del mundo. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Es este esfuerzo el que nos da vigor y confianza.

Creo, señor presidente, haber sido honesto, sincero, haber traído dentro de mi capacidad, todos los elementos de juicio que he creído útiles para lie-

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var la convicción a la Honorable Cá­mara. No be pretendido, ni podía pre­tenderlo, el hacer cátedra, pero se me ha de reconocer labor y sinceridad.

He dicho. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

Sr. Al var a do (M. Ramón). — Pido la palabra.

A esta altura del debate, señor pre­sidente, cuando los diversos temas vinculados a la gran cuestión del pre­supuesto se han dilucidado con profu­sión de doctrina, antecedentes y datos informativos, parecería que sólo resta efectuar algo así como un balance de las impugnaciones formuladas al des­pacho de la comisión a fin de deter­minar el saldo favorable o contrario al mismo que ellas dejan.

Las observaciones hechas pueden condensarse en tres conceptos esencia­les. El proyecto no contiene todas las erogaciones posibles, apartándose así de la regla generalmente admitida y nunca practicada, al menos entre nos­otros, de la universalidad del presu­puesto. El proyecto o despacho adole­ce del defecto capital de la falta de equilibrio entre los recursos de reali­zación posible y los gastos que auto­riza, llevando, por lo tanto, en su seno, el germen de un déficit apreciable. Fi­nalmente, el proyecto desborda la ca­pacidad rentística de la Nación y no se ajusta a la realidad económica de la misma.

Me propongo analizarlos, sintetizan­do en lo posible.

Es exacto que por mandato de la ley de contabilidad, en su artículo l 9 . la ley general de presupuesto debe comprender todos los gastos ordina­rios y extraordinarios que se presu­ma deben hacerse en cada ejercicio. No se puede imputar por primera vez a esta comisión, ni a las anteriores, que haya descuidado la práctica estricta de esa disposición legal en el despacho que ha entregado a la consideración de la Honorable Cámara. Es una vieja deficiencia que nació con la primera ley de esta naturaleza, de manera que las imputaciones a acuerdos de ministros j y a leyes especíales llenan los cuadros |

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de inversión de todos los ejercicios. Es un mal crónico que conviene extirpar para que impere alguna vez el orden y la regularidad en nuestro mecanismo financiero. Que se presume, dice la ley de contabilidad, y presumir es conjetu­rar por inducción, es inferir; y dentro de la amplitud de este concepto y de esa disposición, cabe reconocer, señor presidente, que el despacho de la ma­yoría de la comisión no contiene mu­chos renglones de gastos. Voy a pun­tualizarlos siguiendo las observaciones formuladas oportunamente por los se­ñores diputados Peña y Adolfo Dick-man... .

Sr. Castro. — Yo le pregunto ai se­ñor diputado, que ha colaborado en la comisión, si habla en nombre del sec­tor a que pertenece y de los señores miembros de la comisión que han fir­mado el despacho. El señor diputado ha colaborado en la comisión

Sr. Al varado (M. Ramón). — En las dos comisiones, no solamente en esta última.

Sr. Castro. — . . . y ha estado pre­sente en todas las disensiones.

Sr. Al vara do (M. Ramón). — Sí, señor.

Sr. Castro. — De modo que yo, co­mo presidente de la comisión, deseo saber si el señor diputado está obje­tando el despacho de la comisión en nombre de su sector y de los diputa­dos que han firmado el despacho.

Sr. Al varado (M. Ramón). — Veo que no hablo claro.

Sr. Castro. — Yo deseo que hable claro el señor diputado. (Risas).

Sr. Alvarado (M. Ramón). — He di­cho que iba a efectuar un balance de las observaciones hechas. Ahora si el señor presidente de la comisión quiere saber si hablo en nombre de mi sector, le contesto: no, señor diputado, hablo por cuenta propia y porque no he subs­cripto el despacho de la comisión.

Sr. Castro. — Perfectamente, señor diputado.

Sr. Alvarado (M. Ramón). — Todas las explicaciones que voy a dar las voy a expresar con una alta serenidad de espíritu.

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Sr. Castro. — Como el señor dipu­tado ha colaborado en la comisión has­ta el último momento y no ha firmado el despacho, por eso quería saber si ha­blaba en representación de su sector. Pero como ha manifestado que daba su opinión personal, no he dicho nada.

Sr. Alvarado (M. Ramón). — Si ha­blara en nombre de mi sector, está de más decir qué lo hubiera expresado al iniciar mi exposición.

Pido a los señores diputados que no den a mis palabras otro alcance que el que yo me preocupo de recalcar. He dicho que dentro de la amplitud del concepto de la disposición legal y doc­trinaria — pues la disposición legal se ajusta a la doctrina — hay varias omi­siones y las voy a puntualizar.

Primera omisión. Se nos ha convo­cado para tratar, además del presu­puesto, la consolidación de la deuda con el Banco de la Nación que la co­misión fijó en 350 millones de pesos dejando de lado, por las razones que se darían en su oportunidad, los 35 mi­llones de pesos de la llamada deuda con la Gran Bretaña por diferencias de cambio.

La comisión, en su proyecto, acon­seja la consolidación de esa deuda, mediante la emisión de títulos del Cré­dito Argentino Interno, de 4 por ciento de amortización anual acumulativa y 5 y medio por ciento de interés. Si el Congreso acoge favorablemente el des­pacho de su comisión y convierte este despacho en ley, será forzoso, inevita­ble, fijar en el presupuesto la canti­dad de 14 millones de pesos, que se necesitan para el servicio de amortiza­ción exclusivamente, pues los intereses están atendidos con otra partida.

Sr. Castro. — Hubiera hecho incluir esa partida el señor diputado, ya que fué él quien hizo la indicación. Es bue­no aclarar.

Sr. Alvarado (M. Ramón). — Ya voy a hacer las deducciones, señor di­putado, escúcheme.

Y sigo con la segunda omisión. Para responder a las erogaciones de los tra­bajos públicos sancionados por la ley de presupuesto de 1925, prórroga, co-

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mo se sabe, de la de 1924, y ésta de la de 1923, se requerían emitir 85 millo­nes de pesos moneda nacional valor nominal, en títulos de Crédito Argenti­no Interno. De esa cantidad sólo se han emitido 36 millones, ¿no es eso, se­ñor ministro?

Sr. Ministro de Obras Públicas. -Sí, señor diputado.

Sr. Alvarado (M. Ramón). — Que­darían a emitir 49 millones, para res­ponder exactamente a la transferencia de créditos que debe hacerse en virtud de la ley Demarchi, reforzada esta vez por la disposición del artículo 4* (que modifica el 19) de la ley 11.333, que dice: «Las sumas sancionadas en ejer­cicios anteriores para trabajos públi­cos que figuran en el anexo L de esta ley con saldos disponibles consignados en la planilla de dicho anexo, se acu­mularán a las que se voten para las mismas obras en 1926.» Entonces, debe figurar en el presupuesto la partida necesaria para el servicio de esos títu­los, que alcanza, más o menos, a 3 mi­llones de pesos.

Tercera omisión. La ley 11.333 auto­riza a emitir 150 millones de pesos como medio de financiar los trabajos públicos sancionados por la misma. De ellos se han colocado, por el emprés­tito conocido que realizó el señor mi­nistro de hacienda hace poco en Norte América, 16.900.000 dólares, esto es, unos 37 millones de pesos moneda na­cional.

Quedan entonces a negociarse 110 millones de pesos, si es que se tiene el propósito serio y formal de que ese plan de trabajos públicos sancionado para 1926 se realice en toda su exten­sión en el curso de 1927. Falta, enton­ces, también, la partida necesaria para el servicio de esos títulos, que alcanza a 7 millones de pesos.

Cuarta omisión. Independientemen­te de lo anterior, el proyecto que dis­entimos dispone una nueva emisión de títulos por valor de 136 millones, con el mismo,objeto: proseguir los traba­jos públicos en ejecución o a iniciarse que figuran detalladamente en el ane­xo L. Para ser exactos, debe también

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anotarse "entre los egresos la cantidad de 9 millones y medio de pesos para el servicio.

Quinta omisión. Resolvemos conso­lidar parte de la deuda flotante, la constituida por los créditos suplemen­tarios, por valor de 42 millones, pero olvidamos poner la partida requerida para su servicio: 4 millones más o menos.

Sexta omisión. Nada se fija para el cumplimiento de las leyes especiales, de armamentos terrestres y marítimos, ni tampoco figura partida alguna pa­ra las leyes especiales a dictarse en el curso del año 1927. Haciendo el Poder Ejecutivo un uso moderado de la for­midable autorización que le confieren las leyes de armamentos, presumo que pueden gastarse alrededor de 30 millo­nes de pesos, comprometiendo hasta esa suma el crédito de la Nación. En­tonces, la partida necesaria para el servicio será de 2.100.000 pesos, que no figura inscripta.

En cuanto a los créditos suplemen­tarios, me referiré exclusivamente a aquellos que, por demora en la trami­tación de los expedientes, no han po­dido imputarse, dentro de las autori­zaciones del presupuesto, al ejercicio económico correspondiente, quedando para ser imputados en el ejercicio si­guiente, previa autorización del Con­greso. Es un gasto inevitable, que se produce fatalmente todos los años, y entonces, si se quiere hacer un presu­puesto bien confeccionado, debe figu­rar la partida respectiva, — fuera de los créditos extraordinarios en los que se ha gastado alrededor de 2 millones de pesos anuales en los últimos dos años, — y no es difícil prever lo que se gastará, por el primer concepto, por­que bastaría sacar el promedio de los años 24 y 25, en que alcanzan a doce millones de pesos, dando, por lo tanto, un promedio anual de seis millones de pesos.

Dejo de lado las leyes especiales que puedan sancionarse en el año 1927, como así también la partida para el quebranto en la negociación de los tí-

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tul03 que, al efecto de un buen balance económico, debiera consignarse.

Séptima omisión. La deuda do los Ferrocarriles del Estado, que es deuda de la Nación, insume actualmente al­rededor de diez millones de pesos anua­les por concepto de intereses, que se están pagando por acuerdos de mi­nistros. Corresponde, pues, autorizar ese gasto por esta ley.

La última omisión consiste en que, al sancionar pagos hasta por 27 millo­nes de pesos en el anexo de subsidios y beneficencia, se dispone que 3.100.00 pesos se tomen de rentas generales, omitiéndose consignar la partida co­rrespondiente' en la sección primera, donde se hace un detalle de los gastos ordinarios a atenderse con el produci­do do las rentas ordinarias.

Si agregamos todas estas . partidas omitidas al monto del presupuesto despachado por la comisión, de 690 millones de pesos, los gastos presumi­bles se elevarían a 748 millones; pero quiero admitir la exclusión de los 14 millones de pesos para el servicio de amortización de la deuda con el Banco de la Nación, que no se hará — puedo anunciarlo — porque no alcanzarán las rentas para ello; y admito suprimir también los 9.500.000 para el servicio de los títulos relativos a trabajos pú­blicos sancionados para 1927, que no se sabe en qué proporción serán emiti­dos. Entonces, del total anterior de 748 millones, cabe rebajar 23 millones, con lo cual los gastos quedarían fijados en 725 millones.

Y aquí llegamos a la segunda cues­tión planteada.* ¿alcanzarán las rentas del año próximo a cubrir este monto de gastos presumibles? ¿Habrá equili­brio? ¿Habrá déficit? ¿En cuánto debe fijarse razonable y honestamente el cálculo de recursos?

Comparto la opinión expresada cate­góricamente por el señor diputado Pe­ña: por imperio de la ley de contabi­lidad, en su artículo 5 9, es al ministro de hacienda, exclusivamente a él, a quien corresponde hacer el. cálculo de recursos, sabia disposición que tiende a determinar la responsabilidad del mi-

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nistro en la exactitud del cálculo. Y tendrá que venir, tarde o temprano, la ley que le asigne también la responsa­bilidad del equilibrio financiero.

«No hay equilibrio financiero, nos en­señaba el señor profesor Jéze, — recor­dado por el señor diputado Hernández, — sino donde hay un hombre respon­sable del mismo. Y no puede haber un hombre responsable del equilibrio fi­nanciero si no tiene el poder de obte­nerlo. El ministro de hacienda, — reafir­maba — debe ser el ministro del equili­brio presupuestario. Si no lo es, no es nada. Debe, además, ser fuerte, porque si no es fuerte será sólo un predicador: predicará en el desierto, y no habrá equilibrio.»

—Ocupa la Presidencia el señor pre­sidente do la Honorable Cámara, doc­tor Miguel Sussi.ii.

Para el señor ministro de hacienda, doctor Molina, el cálculo de recursos debe fijarse en la suma de 625 millones de pesos, pero el Poder Ejecutivo lo rec­tifica y eleva en acuerdo de gabinete, a 650 millones de pesos. La comisión va más lejos y establece que en el año próximo deben recaudarse 690 millo­nes. El señor diputado Guillot comba­tió el cálculo de recursos de la comi­sión, pero no nos hizo conocer su esti­mación. Para los señores diputados Pe­ña y Dickmann, el cálculo no debe fi­jarse en una cifra mayor que la de la probable, casi segura recaudación de este año: 600 millones de pesos. El se­ñor diputado Peña admitiría tal vez un pequeño aumento. . .

Sr. Peña. — He aceptado 625 mi­llones.

Sr. Alvarado (M. Ramón). — Muy bien; es el cálculo del señor ministro.

Para algún financista teórico podría tomarse como base, de acuerdo con lo que enseñan los tratadistas, el llamado «penúltimo ejercicio», y entonces el cálculo de recursos debería fijarse en la cifra record de recaudación, del año 1925, es decir en 642 millones. Hay, pues, para todos los gustos.

Sea cual fuere el partido que se

tome entre tan diversos criterios, se llega, señores diputados, al mismo re­sultado, esto es a la consagración, nomi­nal por lo menos, de un déficit de mayor o menor cuantía, si es que el Congreso adopta de plano el proyecto de la comi­sión y el Poder Ejecutivo, en su oportu­nidad, lo aplica sin quitas ni rebajas. Déficit de 20 a 35 millones si opta­mos por el cálculo de recursos de la comisión; déficit de 60 a 75 millones si elegimos el del señor ministro; déficit de 90 a 100 millones si nos quedamos con el del Poder Ejecutivo; déficit de 110 a 125 millones si compartimos la opinión de" los señores diputados Dick­mann y Peña.

Sr. Peña. — Nuevamente me pone con 600 millones; he partido de los 625: 600 millones para este año dije en Agos­to, y ha dado 600 millones, pero eso es otra cosa.

Sr. Alvarado (M. Ramón). — Recti­fico, entonces.

La tercera cuestión planteada con­siste en precisar si este proyecto o des­pacho se amolda, o no, a la situación económica del país. Pero yo creo que más interesante es determinar qué re­lación de proporcionalidad ha existido y existe entre la línea ascendente de los gastos públicos y la otra línea que marca la trayectoria seguida por el conjunto de los valores económicos de la Nación.

Señor presidente: cuando el ex pre­sidente Plaza envió el último proyecto de presupuesto de su gobierno al Ho­norable Congreso, bien pudo reprodu­cir, al final de su mensaje, la frase que el otro día nos recordara el señor diputado Guillot, con que M. de Villele anunciara al parlamento de su patria que los gastos de Francia — de esto hace un siglo — acababan de alcanzar a la enorme cantidad de mil millones de francos: «saludad, señores, esa ci­fra, porque no la volveréis a ver.»

En efecto, 348 millones de pesos como previsión de todo gasto para el año 1917, había de ser una cifra que no lograrían mantener los presupues­tos ulteriores. El crecimiento, ya sen­sible en 1918 y 1919 — 390 millones —

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se acentúa en 1921 y 1922 — 513 mi­llones ; aún más en 1923, 664 millones — y llega, con el presupuesto que nos rige, a 752 millones.

Estos guarismos inducirían a formu­lar cálculos y apreciaciones erróneas si no los confrontáramos con los gas­tos efectivos realizados, ya que, como es sabido, uno es el presupuesto legal y otro el '«real», para usar de la deno­minación que diera un ex ministro del interior al cuadro de inversiones.

Las imputaciones a presupuestos, acuerdos de gobierno y leyes especia­les importan 389 millones de pesos en 1917; 560 millones en 1921; 614 mi­llones en 1922; 632 millones en 1923: 671 millones en 1924, y 714 millones en 1925.

Como se ve, nuestro país no ha es­capado a la ley universal del crecimien­to continuo de los gastos públicos. Ad­vertiré de paso que si tal fenómeno es inevitable, es susceptible también de ser encauzado y regulado con la sabi­duría y prudencia que aconsejaba Mon-tesquieu — aquella sabiduría de Nés­tor y prudencia de Ulises a que se ha referido el señor diputado Hernán­dez — a quienes tienen la grave res­ponsabilidad del gobierno y si bien no es nada alarmante cuando puede ex­hibirlo como un reflejo fiel de una ad­ministración ordenada, económica y eficiente, resulta pernicioso y seguro factor de graves perturbaciones polí­ticas, económicas y sociales cuando ex­prime la capacidad tributaria de un pueblo para crear o mantener expen­sas que no mejoran sus condiciones de vida, ni intensifican su cultura ni fo­mentan su riqueza. (¡Muy bien!).

He señalado un hecho indiscutible: los gastos casi se duplican en menos de una década. Nada tendría de extraor­dinario ni anormal el acontecimiento, si pudiéramos señalarlo como un índi­ce exacto del progreso, por lo menos económico, de la Nación. En los países bien administrados y progresistas es lo que ocurre. Hay factores naturales, permanentes y normales en el creci­miento de los gastos públicos: el au­mento de la población, el incremento

de la producción, del comercio, de la industria, de los transportes y, en se­gundo término, el desarrollo cultural, son factores de acción estable y conti­nua en el crecimiento de los gastos públicos.

¿En qué medida y proporción han actuado entre nosotros? Es fácil deter­minarlo. La población en 1916 — y voy a tomar como término de compa­ración los años normales 1915 y 16 y 25, aclarando la cuestión que apenas si ha sido rozada por los oradores que me han precedido — fué de 8.141.000 habitantes; en 1925 es de 10.087.000, aumento 1.946.000, vale decir, un 24 por ciento. El área total de cultivos en el año agrícola de 1915/16 fué de 24.631.000 hectáreas y 22.580.000 en 1924(25. Diferencia en menos, 1.780.000 hectáreas. Pero lo que es más intere­sante: la superficie cultivada con tri­go, lino, maíz y avena, los cuatro gran­des rubros de nuestra exportación aoTícola, ha sido de 13.310 000 en 1915/16 y en 1925 de 14.357.000; au­mento 1.218.000 hectáreas, esto es, 9 por ciento; y la cosecha ascendió de 10.68S.000 toneladas a 11.855.000; di­ferencia: 1.152.000 toneladas; creci­miento relativo: 11 por ciento.

En cuanto al comercio exterior, el volumen de exportación fué en 1916 de 8.367.000 toneladas y su valor real de 572.000.000 de pesos oro contra 10.115.000 toneladas y 867 millones de pesos oro en 1926: un aumento relativo de 20 y 50 por ciento respectivamente; pero hay que advertir que el saldo fa­vorable que dejó ese comercio en 1916 fué de 206 millones de pesos oro contra un saldo desfavorable de 8.917.000 en 1925.

El tonelaje de cargas transportadas por nuestros ferrocarriles ascendió de 36.630.000 a 37.794.000. Vale la pena remarcar que el porcentaje por habi­tante sufrió un descenso de 4,49 en 1916 a 3,74 en 1925.

Si tan débil es la progresión de esos signos económicos ¿ cómo se explica, entonces, que los gastos ordinarios, comunes de la administración — ex­cluidos trabajos públicos, subsidios y

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armamentos — se eleven de 326 millo­nes en 1915 a 576 millones en 1924, según las constancias de la contaduría general, esto es, en 80 por ciento? ¿Y cómo podría justificarse, agrego, que se introduzca en el presupuesto para 1927 un nuevo aumento de 62.000.000 de pesos, excluidos los trabajos públi­cos, los subsidios y los armamentos — y sin tomar en cuenta los 52.000.000 que se agregan para servicio de la deuda pública?

Es preciso reconocer que otros fac­tores, que factores anormales, perma­nentes unos, por imperio de malas costumbres y peores prejuicios, y oca­sionales otros, son los que han venido aumentando nuestra prodigalidad, son los que han determinado las erogacio­nes más cuantiosas, aquellas sobre las que no será posible volver ni para re­ducirlas ni para suprimirlas, tal es la fuerza de los hechos consumados, de los intereses creados y tal el imperio incontrastable de ciertos métodos de acción parlamentaria fronterizos de la demagog !a.

Y entre esos factores, porque acaso los condense a todos, predomina uno de naturaleza político-social, más po­lítico'que social. Alguien lo llamaría, y así se ha insinuado, creo, en la sesión de esta tarde, «electoralismo». Yo pre­fiero calificarlo con la denominación que le asignan los tratadistas: «pater-nali^mo del Estado».

Es él quien ha inflado nuestros elen­cos burocráticos en todos los ministe­rios y reparticiones, complicando la trama demasiado engorrosa y el pesado e insoportable trajín de la máquina administrativa. Es él quien aumentó salarios y sueldos sin una proporción ecuánime, justa, sin equiparar los sala­rios a los que paga el comercio e in­dustrias a sus obreros, sin asustarlos al costo de la vida en las diversas zo­nas del territorio y, lo que es más grave y deseo destacar, sin crear simul­táneamente los recursos necesarios pa­ra sufragarlos. Y es por efecto de él, señor presidente, que la gestión finan­ciera de este país ha sido incapaz de ev'tar, durante doce años, la acumula­ción de déficit que desde 1909 hasta

1922, con la sola solución de continui­dad providencial de 1920, suman la enorme cantidad de 1.230.000.000 de pesos. No es el emisionismo concitado por el afán — desmedido para algunos, patriótico para otros — de la obra pública útil, reproductiva, de fomento, que crea riqueza, el que ha generado esos déficit y el que ha contribuido al crecimiento progresivo de nuestra deu­da pública. Apenas si las obras públicas tienen un lote de responsabilidad que no va más allá del 40 por ciento. Es el desborde de los gastos ordinarios sobre las rentas ordinarias, desborde que se inicia en 1910 para desaparecer recién en 1923, merced, en gran parte, a los ingentes recursos que arbitramos entonces al hacer una revisión total de nuestras leyes impositivas y en par­te también, lo he de reconocer leal-mente, a la mesurada gestión adminis­trativa del actual gobierno.

La Cámara va a pronunciarse optan­do entre tres proyectos: el despacho de la comisión o los que considerará a su tiempo si fuera rechazado; pero vo afirmo que sea cual fuere el que adopte — y debe elegir el menos one­roso, en el orden de los gastos impro­ductivos, si quiere ponerse a tono de la situación económico-financiera del mo­mento — el Poder Ejecutivo tendrá que hacer necesariamente fuertes eco­nomías en los gastos y en los empleos, como único medio de evitar que surja de nuevo el déficit con su inevitable cortejo de calamidades. Y no hará sino seguir el ritmo universal.

De cinco años a esta parte todas las naciones rivalizan en el loable esfuerzo de normalizar definitivamente las fi­nanzas estaduales, hondamente pertur­badas por las consecuencias inmediatas o mediatas, directas o indirectas, de la gran conflagración. El equilibrio del presupuesto, sobre la base combinada de la reducción de los gastos y la creación o modificación de los impues­tos, ha sido la tarea obsesionante de ejecutivos y parlamentos.

El primer paso lo dieron simultá­neamente Inglaterra y Estados Unidos. En Inglaterra, recordarán los señores diputados que en 1921 aquella comi-

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sión de gastos extra-parlamentaria, compuesta por miembros que no tenían puestos en la administración, elegidos en el mundo de ios negocios, y conoci­da con el nombre de comité Geddes, preparó un plan de economías que alcanzaba a 86 millones de libras ester­linas, además de los 75 millones pro­puestos oficialmente al parlamento. Hubo protestas y resistencias. Con todo, el parlamento redujo los gastos en 138 millones de libras sobre un presupuesto de 603 millones, vale decir, en un 23 por ciento, y bastó esta me­dida para lograr el equilibrio del pre­supuesto y levantar el crédito de su moneda.

Respecto de los Estados Unidos, ya el diputado doctor Dickmann, en otra sesión, dio a la Cámara datos exactos y precisos sobre los grandes superávit que viene acumulando desde 1920. Una reciente comunicación telegráfica nos informa que el de este año asciende a 385 millones de dólares y que se calcu­la en 200 millones el del año entrante. ¿Qué hace este admirable país con esos superávit? Los aplica a la reducción de su deuda, a la rebaja de los impues­tos, y así se explica que si cada habi­tante de la Unión en 1920 pagaba 74 dólares de impuesto, hoy sólo abone 30 dólares o algo menos.

Pero lo admirable es que, sobre un presupuesto, como el que está en vi­gor, de 4.000 millones de dólares, y a. pesar del refuerzo solicitado de 30 mi­llones de dólares para el mejor cum­plimiento de la ley seca y de 8 millones para la construcción de dos dirigibles llamados de t : po rígido, el total del aumento propuesto por el Poder Eje­cutivo al Congreso sólo alcance a 16 millones de dólares, es decir, a un 0.40 por ciento.

El ejemplo de los Estados Unidos tuvo repercusión inmediata en Cuba. Y así, bajo la presidencia del doctor Al­fredo Zayas, en 1921, medidas drásti­cas enérgicas, lograron bajar el nivel de los gastos públicos de 130.000.000 de dólares a 55.000.000, diferencia no igualada nunca por nación alguna del mundo.

En Italia, antes del advenimiento del gobierno fascista, la burocracia, por un proceso de auto-generación muy común en los países latinos, crecía en una progresión casi geométrica; y toda la obra económica-f nanciera de ese go­bierno, bajo el práctico ministerio del señor De Stefani, — «no tengo princi­pios doctrinarios, decía; sólo tengo principios de orden y moderación» — ha consistido en hacer lo más s"mplc, lo menos complicado, lo más eficiente: rebajar los gastos improductivos, am­pliar e intensificar las obras públicas, atraer los capitales extranjeros y ayu­dar a las fuerzas vivas del país para su mayor expansión económica. Pero de entrada, de golpe, suprime el señor De Stefani cuatro ministerios, ocho subsecretarías, 40.000 empleados, y eco­nomiza 300 millones de liras en sala­rios. ¿ El resultado ? Que el ejercicio de 1921-22 se cerró con un déficit de 15X00.000.000 de liras, y el clausurado el 30 de Junio de este año obtiene un superávit de liras 1.500.000.000.

Francia, exhausta, se asomaba, ha poco, al borde del abismo, asechada por la ruina, acaso por la muerte. Pero a conjuros del peligro misino, deponen sus armas los partidos rivales, úñense en un solo haz los verdaderos patriotas, y elevan al poder al hombre capaz y fuerte que las circunstancias reque­rían. Y Francia se salva. ¿ Cómo ? Mar-cel Prevost, en una correspondencia dirigida a «La Prensa», en Octubre de este año, dice: «Cuando en los días angustiosos de Junio próximo pasado aceptó Poincaré el poder, declaró des­de el primer momento que no se con­tentaría con las medidas urgentes y severas destinadas a proveer sin dila­ción las perentorias necesidades finan- . cieras; anunció un vasto plan de re­formas que se extendía a todas las ramas de la administración. Ha cum­plido su palabra. Libre del estorbo de la tesorería, libre también de las re­sistencias de los diputados, el gobierno restringe, aprieta, comprime, y supri­me sin debilidad ni tardanza. Corta a golpes de hacha o de podadera en las espesuras de la burocracia: ayer fue-

CONGRESO

ron tribunales y cárceles, hoy les toca el turno a los subprefectos, a los con­sejeros de subprefecturas; mañana le habrá llegado la hora a la instrucción pública, a las finanzas, sin olvidar la guerra y la marina.» Y el parlamento francés acaba de aprobar la obra cer­tera, enérgica, valiente, decidida, pa­triótica del hombre capaz y fuerte, dándole el presupuesto reajustado que le pidió, y sancionándolo, por primera vez, en tiempo y forma, después de cuarenta años!

Y bien; que Congreso y Ejecutivo inspiren sus actos en tan altos ejem­plos, si quieren asegurar la vida y la­brar el prestigio de nuestra democracia incipiente.

He terminado. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

Sr. Presidente (Sussini). — Tiene la palabra el señor diputado Carballo.

Sr. Carballo. — Señor presidente: he oído las opiniones de los distintos sec­tores de la Cámara respecto de la ley de gastos, y no voy a hacer ahora un estudio circunstancial o de emergencia del actual presupuesto, porque ya la Cámara conoce, por el informe del se­ñor diputado Dickmann, la opinión de nuestro sector. Lo que voy a hacer es un estudio analítico y crítico, al mismo tiempo, del presupuesto, basándome en datos de la historia de nuestro país, datos estadísticos que son extractados de una de las estadísticas más perfec­tas que tenemos en el país y que es la de los ferrocarriles en explotación. Pre­tendo con esto llamar la atención de la Cámara y del propio Poder Ejecu­tivo para ver si consigo orientar, en parte, el estudio y la formación de los futuros presupuestos del país; pero ante todo voy a hacer algunas observa­ciones de carácter personal.

Es el tercer año que tengo en mis manos el proyecto de presupuesto, y con toda honestidad declaro que no he podido, en esos tres año3, poderme formar un criterio exacto de lo que significa este gran número de páginas con una serie de ítem, de partidas, una serie de empleados con sus respectivos sueldos y una serie de cantidades de

NACIONAL 143

dinero asignadas en distintas partidas para los gastos de útiles, de muebles, de conservación de edificios; en fin, la enorme cantidad de gastos que el pre­supuesto de la Nación representa. Y lo declaro con toda honestidad, porque, al votar el presupuesto en la forma que necesariamente tiene que hacerse con el apremio del tiempo, para que el Poder Ejecutivo tenga presupuesto, que es necesario para la vida del país, mi voto será, no diré voto inconsciente porque siempre nuestro partido ha es­tado en la brega tratando de dismi­nuir el presupuesto dentro de lo posi­ble, con este lema: del mal el menos.

No pretendo hacer cargos a nadie, sino que quiero deeir, como una espe­cie de prólogo a la parte fundamental de mi exposición, mi opinión personal a este respecto.

No es posible que un diputado que tiene un término corto de mandato pueda ponerse al tanto de todas las minucias del presupuesto en la forma en que está proyectado. A mí se me había ocurrido cuando recién iniciaba mi vida política, que el presupuesto sería algo que se estudiaría en una forma no diré exacta, pero sí en una forma aproximada; y me he encontra­do — no sé si esto me ha ocurrido a mí únicamente — que no es posible ir estudiando en detalle, ni analizar las distintas oficinas que insumen partidas de gastos, para de su estudio formarme un criterio, que en las condiciones pre­sentes tiene que ser estrecho, porque es un criterio local, demasiado par­ticular.

Para poder estudiar con capacidad y con inteligencia este asunto, es in­dispensable tener los medios para com­parar y no he encontrado que en este despacho de la Comisión de Presupues­to sea posible la comparación, ya que no es posible pretender que cada uno de nosotros se recorra todo el país para conocer sus necesidades. Y aunque pa­rezca un alarde, tengo el convecimiento de que los propios miembros de la Co­misión'de Presupuesto no tienen for­mado ese criterio, en la forma que digo.

El señor diputado Dickmann al ter-

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CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926 Reunión núm. 67

minar su exposición, manifestó que creía conveniente y necesario el nom­bramiento de una comisión, para que estudiara el presupuesto en la forma que él expresó. Yo creo, sin embargo, que lo que es necesario es buscar la forma de hacer posible que los dipu­tados puedan en el poco tiempo de que disponen, formarse un criterio exacto del presupuesto. No estoy conforme con el nombramiento de una comisión, y advierto que es esta una opinión par­ticular mía.

Creo que el señor ministro de ha-iendq, podría sintetizar el presupuesto,

clasificar las oficinas por categorías afines, en forma que fuera posible for­mular estadísticas para su compara­ción y calcular sus necesidades.

He sido empleado nacional cuando joven, y conozco muchos empleados na­cionales. Se me dirá que en este mo­mento voy a traer una minucia, pero advierto que no es tal, sino que es algo fundamental para lo que yo creo que debe hacerse al estudiar un presupues­to en forma.

Es conocido por todos los que lian sido empleados nacionales y por los que tienen amigos tales, el despilfarro que se hace de los pequeños útiles de oficina, como lápices, papel, etcétera. Y no hay punto de comparación en el presupuesto, para poder decir que la partida que se da para tal oficina c conjunto de oficinas para gastos de útiles, es exagerada o insuficiente, com­paradas con las partidas acordadas a otras oficinas. Y todo cálculo que pu diera hacerse por un diputado falla rea'mente por su base.

Por eso entiendo que es necesario que. el Ministerio de Hacienda organi­ce una estadística del presupuesto. En vez de todos esos enormes volúme­nes que todos los ministerios mandan anualmente, y casi siempre con mucho atraso, podría hacerse una única pu­blicación en Ja que se suprimiera una cantidad de palabras inútiles, reempla­zándoselas por lo que es substancial, por las cifras índices de las necesida des o cosas, que hicieran afines los

puntos que en cada página de estadís­tica se resolviera incluir.

Así se explica lo que pasa en la Co­misión de Presupuesto. En esta comi­sión — y no trato de molestar a nadie — por lógica deducción, los asuntos que se tratan con más intensidad y discusión son los asuntos de orden lo­cal, que tienen sus representantes en el seno de la comisión.

Sé que esta estadística que el Minis­terio de Hacienda podría organizar con sus propios empleados, significaría una labor ímproba; pero es necesario que esa labor se inicie, porque haciendo ese trabajo vendrían las correcciones ne­cesarias, y será así una verdad conve­niente para el propio parlamento y servirá para saber lo que necesita la administración nacional. Es necesario que en nuestra administración se emu­le a nuestros empleados y jefes, porque esa será la mejor garantía de una bue­na administración. Mientras esto no se haga; mientras no podamos tener los diputados una estadística general de nuestra administración, una especie de vademécum, de manual, qué poda­mos consultar anualmente y que sirva para hacer comparaciones con facili­dad, porque cada planilla tendrá su número, constantemente el mismo, y a través de los años podremos, por un simple movimiento de hojas, encontrar cómo se desarrolla, cómo crece o de­crece cualquier oficina nacional y las actividades que ella debe desempeñar. Mientras esto no se haga, el despacho nunca estará a la altura del conjunto de las necesidades elementales de cada punto del país, porque no es posible que un diputado pueda dominar todo ese conjunto de cifras.

En una oportunidad comparé el pre­supuesto a los fuegos artificiales. Y cuando he estado esbozando estas pa­labras, he encontrado que en aquel mo­mento di el verdadero reflejo de la si­tuación que se produce con el estudio y sanción del presupuesto: el Poder Ejecutivo prepara los fuegos, coloca los adornos, los cohetes y las luces de bengala. La comisión comprueba y lo­caliza las diversas cosas, cambia, agre-

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gá, quita. ¿Y qué sucede? Que hace muchos años en la Cámara se repiten casi siempre los.fuegos del año ante­rior.

Es tan real esta figura, que muchas veces, así como en los fuegos artificia­les quedan algunas ruedas sin arder por falta de pólvora, nos encontramos nosotros con numerosas obras públicas que no pueden terminarse por falta de recursos, o con oficinas enteras que dejan de trabajar porque la partida asignada en el presupuesto para úti­les se concluye.

En los fuegos artificiales, a veces se colocan ruedas con pólvora húmeda, que no arden. Con el presupuesto pasa algo semejante: se proyectan obras que no se ejecutan; pero la misma ar­mazón vuelve al año siguiente, y a veces se seca la pólvora, y de sorpresa nos encontramos con la ejecución de una obra.

Este año ha ocurrido algo extraordi­nario con lo que yo llamaría los «ar­tífices» de la Comisión de Presupuesto, sin ánimo de ofender a los señores di­putados. Armaron y adornaron el cas­tillejo de los fuegos, y llegado éste a la Cámara, el sector del centro dijo: i No; hay que modificarlo!

Me explico la situación del señor di­putado Ouillot, a quien admiro, porque habiéndose asustado, vino a lá Cámara a reconocerlo valientemente. Me expli­co la situación en esta forma: mientras estuvo en la comisión, mientras estuvo arriba, en lo que llamaría el andamio para armar los fuegos artificiales, se encandiló con los adornos y los orope­les; pero cuando descendió de allí, después de haber puesto su firma al despacho, vio que los puntales que sos­tenían el castillejo estaban carcomidos, ro tos . . .

Sr. Guillot. — No lo puedo seguir en ese símil pirotécnico, señor diputa­do. (Risas).

Sr. Carballo. — Este castillejo es­taba montado sobre parantes que han sido remendados, apuntalados, que han sido arreglados en forma que demues­tra claramente que hay que cambiar las bases del presupuesto.

El sector de la derecha retiró tam­bién su apoyo al despacho. A una re­unión de nuestro grupo concurrieron cuatro delegados de ese sector, y ¿qué se le ocurre a los señores diputados que dijeron? ¡Repitamos los fuegos del año pasado!

Sr. Ceballos. — Lo propusieron sus compañeros de sector en la comisión.

Sr. Carballo. — Ya vamos a llegar a eso. He explicado que nuestro sector tiene este lema: del mal el menos.

Sr. Ceballos. — Y nosotros quería­mos dar un presupuesto a la Nación.

Sr. Carballo. — El del año pasado. Sr. Ceballos. — Cualquiera, ante la

desorientación de los sectores de la Cámara.

Sr. Bard. — Desorientación, no; nos­otros estamos orientados.

Sr. Carballo. — Hemos venido a la Cámara. Se trata de arreglar, de com­paginar. No se sabe todavía qué es lo que va a-salir de aquí. Hasta ahora los diputados han hablado de lo que lla­maré el aspecto exterior del presu­puesto, de las relaciones que tiene con el exterior: nuestra fase fundamental de recursos está en los derechos, de aduana, vaticinios de cosecha, estado de los campos: cada uno ha emitido su opinión. Terminando con este prólogo, que espero no habrá cansado a la Cá­mara, iniciaré el análisis que me he propuesto hacer con elementos toma­dos de casa; estas palabras, que dis­culparán los señores diputados, han sido pronunciadas únicamente con. el objeto de que tengan un poco de co­raje para escuchar las muchas cifras que tengo en este diagrama, que pido sea insertado en el Diario de Sesio­nes (1).

Ante todo, voy a repetir un párrafo del discurso del señor diputado Peña que roza el asunto que quiero profun­dizar. Decía el señor diputado Peña:

'«Voy a dar, porque estoy trazando breves rasgos generales como para de-ar una sensación, un dato elocuentí­

simo de aquellos que impresionan hon­damente, que dicen dónde estuvimos

(1) Véase pág. 154.

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Resaltado
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146 CONGRESO NACIONAL

Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926

y dónde* estamos. Me refiero al costo del transporte, que fué lo que me in­dujo a tomar el año 1916 como térmi­no de comparación con el 1922. En 1916 los ferrocarriles transportaron 12.720.000 toneladas de cereales; en 1922, 12.500.000; en 1916, ganado, 4.700.000; en 1922, 4.580.000. Otros ar­tículos, en 1916, 19.000.000 de tonela­das; en 1922, 18.720.000. En conjunto 36.500.000 toneladas en 1916, y en 1922, 35.800.000. Son, pues, dos años que se prestan a hacer la observación; difícilmente habrá otra coincidencia.

«Y bien; el producido bruto de ese transporte en el año 1916 a las em­presas fué de 131 millones de pesos oro; en el año 1922 fué de 213.500.000 pesos oro, lo que arroja una diferencia de 79 millones de pesos oro, o sea un 60 por ciento de aumento en los gastos de transporte.

«Agreguemos a eso, señores diputa­dos, que con posterioridad al año 1922 hemos tenido nuevos aumentos de ta­rifas. . . » , etcétera.

Los aumentos de tarifas, indudable­mente, han producido en su mayor parle el aumento. Pero este aumento de las tarifas tiene su principio de culpa aquí, en la Cámara, en la política ferroviaria que ha seguido el país des­de hace muchos años. Y hago presente que este estudio ferroviario que hago tiene una estrecha atingencia con el presupuesto, como se verá.

No es extraño, señores diputados, que en un país rico como el nuestro, país de reciente formación, país que tiene enormes campiñas fértiles y toda clase de minerales, la discusión del pre­supuesto se base en la posibilidad de gastar. Pero ocurre preguntar, señor presidente, si no habrá dentro de nues­tro país un microbio que roa nuestras entrañas, que nos quite vitalidad, que nos quite fuerza, que nos reste energía y que nos conduzca paulatinamente al estancamiento que estamos viendo. Hay un fenómeno que voy a trazar a gran­des rasgos, sintéticamente, mediante las cifras de este diagrama (lo exhibe) que representa veinte años de historia ferroviaria argentina.

Son cuatro diagramas que he colo­cado uno encima de otro, para facilitar la comparación.

El primero representa las cargas transportadas por nuestros ferrocarri­les, cargas totales, incluyendo induda­blemente, carga ascendente, carga des­cendente, carga local y carga de trán­sito. En 1904 nuestros ferrocarriles transportaron 20 millones de tonela­das. No diré sino cifras redondas. En 1905, 22 millones; en 1906, 26 millones; en 1907, 27 millones; en 1908, 32 mi­llones; en 1909 hay una pequeña mer­ma, 31 millones; en 1910, 33 millones; en 1911, 34 millones; en 1912, 40 mi­llones. Y llegamos a 1913 con el punto más alto de la carga transportada por nuestros ferrocarriles, que en dicho año alcanza a 42 millones. En 1914, 33 millones; en 1915, 35 millones; en 1916, 36 millones, llegando en 1917 a 31 mi­llones de transporte, es decir, al nivel del año 1909. Vuelve a surgir en 1918 con 39 millones; en 1919, 41 millones; en 1920 se mantiene la misma cifra. En 1921 baja a 34 millones; en 1922, 35 millones; en 1923, 38 millones; en 1924, 35 millones; en 1925 no tengo la ci­fra: creo que es algo más elevada.

El diagrama nos dice que el país hasta el año 1911 ha llevado un creci­miento de carga transportada por los ferrocarriles que podemos llamar as­cendente.

En 1912 y 13 el cataclismo univer­sal produce una rápida elevación del movimiento de cargas en nuestro país, y desde entonces la carga oscila. Nada sería esto si no tuviéramos a renglón seguido otro diagrama del promedio general del recorrido de una tonelada en los ferrocarriles argentinos. En 1904 esta distancia era de 178 kilóme­tros; en 1905, 187; en 1906, 186; en 1907, 187; en 1908, 188; en 1909, 185; en 1910, 192; en 1911, 203; en 1912, 200; en 1913, 203. Hasta aquí el dia­grama es lógico, porque aumentando la carga transportada es lógico supo­ner que la explotación de I03 terrenos se ha extendido, que los cultivos tam­bién, lo que influye en el aumento del recorrido medio de la tonelada. Pero

CONGRESO NACIONAL 147

a partir de 1913 tenemos en las cargas una oscilación completa, suben y ba­jan y, en cambio, el diagrama del re­corrido medio sigue constantemente en aumento. En 1914 el recorrido es de 216 kilómetros; en 1915, 218; en 1916, 241; en 1917, 264 kilómetros.

Observen los señores diputados que el año 1917 arroja como carga trans­portada 31.000.000 de toneladas. Es el

. punto más bajo de la carga después de 1913. En 1918, 261; en 1919, culnrna con 270; en 1920, 256; en 1921, 252; en 1922, 253; en 1923, 259 y en 1924, 252.

¿Qué s :gnificado tiene esto del reco­rrido medio por tonelada? Que el cen­tro de gravedad de la producción se ha alejado de los centros de consumo o mercado de exportación. Si se hubie­ra aumentado la distancia paralela­mente al aumento del producto, no se dañaría a la economía nacional; pero es que este aumento del recorrido me­dio de la tonelada se ha hecho aún con la disminución de la carga transpor­tada. Y la comprobación de esto la te­nemos en otro diagrama que viene más abajo, en el del número de toneladas transportadas por k.lómetro de vía, que es el que nos da la noción del ver­dadero aprovechamiento de los rieles de nuestro país, es decir, el verdade­ro aprovechamiento del capital ferro­viario.

Se podrá observar el mismo fenóme­no con este diagrama. En 1904, por cada kilómetro de ferrocarril, tenemos un transporte de carga de 1.061 tone-, ladas; en 1.905, 1.146; en 1906, 1.324;' en 1907, 1.310; en 1908, 1.384 — este es el número límite, el máximo de car­ga que en relación a los kilómetros de vía se ha transportado en nuestro país;" — en 1909, 1.279; en 1910, l.¿ss». c u a n ­do los señores diputados puedan obser var en el Diario de Sesiones estos dia­gramas y compararlos, notarán que a medida que aumenta la carga y la distancia de transporte medio por la tonelada, va disminuyendo constante­mente el transporte por kilómetro de vía, es decir, el aprovechamiento, el

verdadero coeficiente de utilización de los capitales ferroviarios, •rt»-:*,

S'go: en 1911, 1.179 toneladas; en 1912, 1.323; en 1913, 1.302; baja en 1914 a 1.004; en 1915, a 1.059; en 1916 a 1.078; en 1917 llega a la ínfi­ma cifra de 922 toneladas por kilóme­tro de vía, cifra menor que la del año 1804; en 1918, 1.165; en 1919, 1.237; en 1920, 1.235; en 1922, 1.033; en 1923, 1.139 y en 1924, 1.031 toneladas.

Obsérvese este fenómeno: que 20 años de vida del país reflejada en su estadística ferroviaria nos llevan a la s'guíente amarga y honda conclusión: a que en 1924 tenem.03 una densidad de tráfico de carga de 1.031 toneladas, menor que la de 3904 que llegaba a 1.061 toneladas. La experiencia ferro­viaria de los técnicos de la política de nuestro país nos lleva a la amarga conclusión de que después de 20 años de utilización de nuestros ferrocarriles, todavía no hemos aprendido a utili­zarlos económicamente.

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Permítame el señor diputado.

Estoy francamente alarmado por los datos que suministra, porque los qué obtengo de publicaciones oficiales son completamente distintos, o se han to­mado bajo otra base.

Entiendo que el señor diputado se refiere a tonelada kilómetro de carga. por kilómetro de vía.

En la página 47 de su folleto me parece que va a encontrar el dato, que aquí tengo.

Sr. Carballo. — En la página 176 de la estadística ferroviaria de 1938, en la columna 110, tabla 19, conclu­sión, va a encontrar el señor ministro lo siguiente: toneladas por kilómetro de v í a . . .

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Tonelada-kilómetro de carga por kiló­metro de vía. El señor diputado hace la comparación tomando en globo el sistema ferroviario argentino.

Sr. Carballo. — Indudablemente. Sr. Ministro de Obras Públicas. —

Esa clasificación no la refiere a pro­ducto

Sr. Carballo. — No se adelante el

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señor ministro hasta que vea las con­clusiones a*que yo llego.

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Me refiero a lo que el señor diputado ha dicho.

Figuran en nuestros ferrocarriles, producido por transporte por tonelada kilómetro, 341 y 316 para la trocha ancha, y 224 y 221 para la trocha an­gosta. Está el comparativo de todas las redes ferroviarias del mundo, que da por tonelada-kilómetro de carga,-por kilómetro de vía, cantidades que oscilan entre 236 que es la mayor, para la Argentina, 1.071, para los Estados Unidos. La estadística a que se ha re­ferido el señor diputado considera que estando sobre 1.000 la Argentina está en una situación muy inferior a las otras. Como no puedo pensar que esa sea la situación real, debe haber un error en la forma en que lo toma el señor diputado y la que contiene la estadística.

Sr. Carballo. — Le agradezco al se­ñor ministro el descanso dispensado, y le pediría que lo prolongara un mo­mento más leyendo, en la propia esta­dística de su ministerio, los datos que yo acabo de dar. Es la columna 110, encabezada por lo que dice: toneladas por kilómetro de vía. Tan convencido estoy, señor nrnistro, de este dato, que en los años 1920 a 1924 he tenido que calcularlos. ¿Quiere hacerme el obse­quio el señor ministro, para que quede clara la ratificación de los datos que acaba de dar, leer la columna que em­pieza en el año 1909 y llega hasta 1918?

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Voy a leer las columnas 110 y 111.

El señor diputado se refiere a tone­lada por kilómetro de vía, y efectiva­mente, las cantidades nos dan • en 1917 con 922, en 1911 con 929. En el cuadro de al lado, tonelada-kilómetro por ki­lómetro de vía, va de 245 a 249. Por eso le requería al señor diputado en qué forma hacía el cálculo, si a las toneladas por kilómetro en general, o a tonelada-kilómetro por kilómetro de vía. De manera que queda en pie lo que le he preguntado al señor diputa­do, porque esa es la única forma en que se puede demostrar el rendimiento

real de la línea. El señor diputado toma exclusivamente tonelada por ki­lómetro de vía.

Sr. Carballo. — Yo le voy a demos­trar al señor ministro que está comple­tamente equivocado.

Sr. Ministro de Obras Públicas. — ¡ Pero si está aquí, señor diputado !

Sr. Carballo. — No los datos, el cri­terio, porque yo he tomado toneladas por ki'ómetro de vía.

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Sí, señor diputado. Sencillamente por kilometraje, pero no se ha referido al kilometraje recorrido término medio por la carga efectiva sobre las vías, de donde podría el señor diputado sacar una conclusión cierta, porque si por ejemplo el transporte del ganado representa una suma A y lleva un mayor kilometraje de vía, no le señalo al señor diputado sino un aconteci­miento feliz, o sea que la agricultura va a requerir menor kilometraje que la ganadería y que se van a poblar los campos despoblados; de tal manera que según el criterio que tome son las consecuencias que puede sacar.

Sr. Carballo. — El criterio del señor ministro que se ha adelantado a las conclusiones...

Sr. Ministro de Obras Públicas. — No es mi criterio, es lo que se puede deducir considerando una columna o considerando la otra.

Sr. Carballo. — El criterio del señor ministro es lógico y real, es un dato que dan las estadísticas, pero es que yo no trato de demostrar eso. Yo de lo que trato es de lo siguiente: para mover 35 m'llones de toneladas el año 1924 se ha necesitado un capital en vías muy superior al capital que se ha necesitado en el año 04 para mover 20 toneladas en unidad de tonelada. El criterio del señor ministro . . .

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Permítame el señor diputado. Yo no he expresado ningún criterio para resol­ver la cuestión. Le escucho al señor diputado con mucho gusto lo que dice. Para no interpretarlo mal deseaba sa­ber qué base toma; pero desde otro punto de vista tendría que hacer otras observaciones, que después del año

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1913 no se ha construido nada, vale decir, no se ha aumentado el kilome­traje de construcción.

Sr. Carballo. — En ferrocarriles hay tres criterios: el técnico, el adminis­trativo y el político. El técnico es del profesional que estudia analíticamente cómo puede sacar el mayor rendimien­to de la menor cantidad de energía posible. El administrativo es el crite­rio del capitalista que busca sacar el mayor interés posible de la menor can­tidad de capital, y el interés político es el interés que trata de buscar cuál es el factor más económico, no del punto de vista local sino del nacional. En este caso el criterio con que quiere el señor ministro. . .

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Le rectifico nuevamente, señor diputado. Se puede hablar del criterio del minis­tro si abonase lo que el señor diputado dice. Yo le pedí una simple aclaración al señor diputado, y de esa aclaración no me haga sacar conclusiones. Cuan­do el señor diputado termine le contes­taré, porque ahora no sé dónde va.

Sr. Carballo. — Perfectamente. La aclaración del señor ministro ha sido precisa y voy a demostrar por qué.

Tomando las toneladas kilómetro por kilómetro de vía, a mi entender tendríamos el criterio administrativo, capitalista. Tomando las' cifras como yo las tomo tenemos el criterio que por rara coincidencia, más bien dicho no rara sino real, encontramos entre el criterio técnico y el criterio políti­co el camino que debe seguir nuestro país. Debemos tener menos kilómetros de vías para más carga transportada.

El cuarto diagrama es un diagrama complementario. No voy a leer las ci­fras porque es un diagrama que indica el número de kilómetros de vías que tiene nuestro país por cada 100 kiló­metros de superficie. Esto sigue hasta el año 1913 en un franco aumento. En nuestro país se ha construido hasta el año 1913, ferrocarriles en forma, casi diría, proporcional. Desde ese año en adelante, la cifra de construcción per­manece estacionaria o sufre aumentos casi insignificantes. Ha sido una suerte

para el país, que no se haya construí-do nuevas líneas.

Los datos que estoy dando, son de ferrocarriles en explotación. Y ahora voy a la conclusión de cuál es la situa­ción que refleja el presupuesto después de 20 años de vida ferroviaria.

Desde 1913, la carga disminuye. No se ha podido llegar a alcanzar nueva­mente la carga indicada para ese año y sólo en los años 1919 y 1920 se ha llegado a algo aproximado. En cambio, el recorrido medio de la tonelada sigue su aumento con pequeñas oscilaciones. /. Qué significa esto ? A mi entender, un hecho, que he bautizado con un nom­bre que da a las claras la explicación del fenómeno. El fenómeno que refle­jan estos diagramas, para la economía general del país, es un fenómeno de dispersión. Sin aumentar la carga transportada — y he querido tomar carga transportada porque el máximo de la cosecha y de movimiento de nues­tro país^ se hace por los ferrocarriles, para poder sintetizar todas en una misma posible unidad, la unidad que da la estadística ferroviaria — se ha aumentado el número de kilómetros de vías, este fenómeno de dispersión ha traído un colapso en el presupuesto.

He tratado de conseguir para incluir en este diagrama ferroviario el diagra­ma del aumento del presupuesto. Tal vez parezca algo asombroso, pero cuan­do una línea de ferrocarriles se ex-tiende con la política llamada pobla­dora. Mala política llevada en un país en que constantemente se ha dejado subir el valor de la tierra, lo que se ha hecho es alejar núcleos de pobla­ción, y estos núcleos, que en un prin­cipio han podido vivir fuera de las zonas civilizadas, han exigido luego las comodidades de la vida civilizada; líneas telegráficas, estafetas de correo, obras de arte en los caminos, policía sanitaria, policía langostera y toda esa enorme cantidad de necesidades que la civilización plantea, para defensa de la vida de los hombres, para la de­fensa de los propios cultivos y para facilidades de su conducción.

En el presupuesto vemos fielmente

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reflejado el resultado que dan esas ci­fras, que es su enorme aumento.

Las cifras que he dado son de con­junto, incluyen toda clase de cargas, si tomáramos las cifras en detalle pa­ra la cosecha, el resultado sería más desconcertante aún.

Me agradaría que el ministro de obras públicas, para hacer obra sana, patriótica y técnica, encomendara a sus oficinas que rápidamente empeza­ran a desglosar de este diagrama todas esas variables para que, a los mal-entendedores, a los que no conocen estas cosas, a los que no pueden inter­pretar los fenómenos como los inter­preta un hombre que ha dedicado lar­gos años al estudio de los ferrocarriles, pudieran sentir, más hondamente el microbio que está minando la econo­mía de nuestro país.

Una vía de ferrocarril trae de in­mediato el fenómeno de la valoriza­ción de los campos, y en esas condi­ciones esa valorización ficticia, espe­culativa, sostenida por nuestros bancos, por el Banco de la Nación, por el Ban­co Hipotecario, por todos los bancos especuladores del país, está haciendo a la clase trabajadora, a la clase de los colonos, imposible la vida en todf zona civilizada, y constantemente tie­nen que ir al desierto a abrir nuevo* surcos, aumentando el recorrido medio de sus productos, dando así más dine­ro a las empresas extranjeras.

La única forma de corregir este mal que nos está minando, que nos va a cortar prontamente hasta los vestigios de la inmigración, cuando se empiecen a dar cuenta de estos fenómenos, sería una hábil política ferroviaria. Hace pocos meses me opuse aquí abierta­mente, a la construcción de nuevos ra­males, a aumentar el capital ferrovia­rio, para disminuir este coeficiente de toneladas por kilómetro de vía. La otra política que está dentro del presupues­to — y tardará años en surgir, porque lesiona intereses creados que son los que dominan constantemente la polí­tica de nuestro país — es el impuesto a la tierra libre de mejoras, no en for­ma liviana, baladí, que permite que

nuestros terratenientes sigan especu­lando en sus campos, sino el impuesto en una forma que sea de gravitación.

Señor presidente: milito en las filas del Partido Socialista hace años y na­die podrá decir que lo hago por razo­nes de sentimiento. Soy espartano a ese respecto. Influye en mi ánimo úni­camente el raciocinio, la técnica supe­rior, la técnica de los números, que lleva a demostrar las verdades tran­quila, serenamente, sin insultos, sin molestia para nadie. Por eso decidí to­mar breves minutos a la Honorable Cá­mara, para dejar sentado en el Diario» de Sesiones este pequeño trabajo que ha de traer algún día beneficios para el país.

He terminado. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Pido la palabra.

Se explicaría el discurso del señor diputado que acaba de hacer uso de la pa'abra, como fundamento de una mo­dificación en nuestro sistema impositi­vo, que creo es el motivo principal de esa exposición.

Es justo que la inversión de capita­les en el país no se haga a costa de la economía nacional, o sea gravando in­necesariamente su producido, hasta tanto la capacidad de la República exi­ja esas mayores inversiones; pero no me explico que el señor diputado nie­gue en términos absolutos, como lo ha hecho, la necesidad y posibilidad de una política de expansión de obras pú­blicas, especialmente de las ferrovia­rias, cuando ellas están discretamente planeadas.

Nuestro país es un país de distancia. No podemos acortar las distancias a las provincias del norte y a las de Cu­yo sino extendiendo las redes de fe­rrocarriles, costosas porque atraviesan zonas cuya producción en mucho tiem­po todavía no ha de responder a los ingentes capitales invertidos. Por eso, precisamente, es que la política del go­bierno se orienta hacia la inversión de los dineros públicos en caminos, en obras de canalización, en obras cuyos beneficios puedan en todo momento co-

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rresponder a esos gastos realizados con el fin de acercar todos los núcleos de población a los lugares de consumo o a los puertos de exportación.

No estoy en desacuerdo — ¡ cómo he de estarlo! — en que si el interés pri­vado recibe con estas inversiones un beneficio, contribuya en la proporción que corresponda, según el beneficio re­cibido; pero de ello no puede concluir­se que ha de evitarse esas líneas de vinculación, de fomento, indispensable en nuestro país.

Siguiendo la inspiración del señor diputado, deberíamos reducirnos prác­ticamente casi al aislamiento. Su argu­mento puede ser aplicable a otra clase de obras. Sería cuerdo aplicarlo tal vez con relación a ciertos servicios en ciudades que se extienden en forma desmedida y que exigen la implanta­ción de tales servicios de lujo que re­sultan muy costosos; pero tratándose de estas obras fundamentales, reputo que ese criterio es completamente equi­vocado.

Lejos de estar atrasado nuestro país en materia de transporte, la propia es­tadística citada por el señor diputado demuestra que el recorrido de tonela­da - kilómetro ha sido menor, lo que quiere decir que la explotación se hace en condiciones más económicas, lo que quiere decir que las inversiones en obras, en puertos, han acercado lo po­sible . . .

Sr. Carballo. — ¿Me permite? El se­ñor ministro dice que se hace los trans­portes en condiciones más económi­cas . . .

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Es evidente, señor diputado. Me ima­gino que no me va a contradecir, cuan­do el productor en lugar de tener que hacer un recorrido de trescientos ki­lómetros, hace uno de sólo ciento cin­cuenta. Es tan evidente que no atino a darle mayores explicaciones sobre el asunto.

Si se puede acortar el recorrido en las provincias del norte con las.líneas de Salta o Jujuy hasta el puerto de Barranqueras, por ejemplo, es induda­ble que ei transporte de esos 700 kiló­

metros es mucho más económico que el de 1 . 2 0 0 . . .

Sr. Carballo. — Economía local. Es­tamos en ei Congreso Nacional.

Sr. Ministro de Obras Públicas. — Proponga entonces lisa y llanamente la despoblación de las provincias leja­nas y la concentración de todos los es­fuerzos en 100 kilómetros alrededor de la Capital.

Sr. Padilla. — ¡ Cómo va a negar que el tráfico mixto por el ferrocarril y el río Paraná es mucho más económico y conveniente para el país i Es dar la sa­lida al puerto, que necesitan esas po­blaciones, que la tienen a su alcance, y cuya aspiración no puede ser negada.

Sr. Rodríguez (J. R.). — Es apro­ximar el río, que es el camino que anda y que es el medio de transporte más barato.

Sr. Carballo. — Posiblemente no ha­ya sido bien explícito. No tengo docu­mentos hoy para probar los datos que daré, pero nuestros colonos están emi­grando constantemente. Y al comenzar dije que estas palabras no eran para el presupuesto actual sino considera­ciones generales para analizar en la economía nacional el fenómeno inte­rior.

Es posible que el señor ministro ig­nore que, no sólo en la provincia de Buenos Aires sino también en las del interior, se están formando latifundios de orden especulativo que antes no exis­tían. No es el momento de entrar a dis­cutirlo, pero, planteado esto hoy para que quede en el Diario de Sesiones, ser­virá para que los criterios vayan madu­rando, y dentro de poco, tal vez el año próximo, podré comprobar las conclu­siones a que he llegado.

No niego la necesidad de la expansión, pero niego la necesidad del esparci­miento, es decir de una expansión fofa, floja. Si nuestro país sigue valorizando la tierra en la forma en que lo está ha­ciendo, el standard de vida será cada día más caro y empezará, por consi­guiente, a disminuir la inmigración.

Sr . Ministro de Obras Públicas. — La emigración de colonos que noto en este país es, desgraciadamente, la que se señala por la falta de obras públi-

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cas: es la emigración que se señala en La Rioja, en Salta y en todo el Norte, que muere lentamente porque no se ha cumplido con los compromisos solem­nes que la Nación contrajo con esas provincias, de darles en obras públicas la compensación de lo que les quitó la ley del censo en la representación na­cional. (¡Muy bien!). Esa es la verdad, señor presidente. Las obras públicas de­ben hacerse, particularmente en las pro­vincias que en este momento decaen en su población y decaen en su producción. Y decaen en esa forma porque ni si­quiera se conservan las obras hechas hace casi un siglo. Se han anegado to­das sus fuentes de producción, porque no tienen forma de comunicarse, ni hay agua con que cultivar, porque el parce-lamiento extraordinario ha traído una verdadera situación de miseria. (Aplau­sos).

No hay tales latifundios, como el se­ñor diputado pretendía. Es todo lo con­trario. El Norte se despuebla y muere por inanición, por anemia, por parcela-miento exagerado, porque faltan en ab­soluto obras públicas. (¡Muy bien! Aplausos). De manera que en cuanto al concepto general dejo sentado el con­cepto que tiene este Poder Ejecutivo.

Considero que el gobierno nacional, que el gobierno federal, tiene una deu­da contraída con las provincias, deuda de la que no puede ni debe desenten­derse, y entiendo más: desde el año 1909 en adelante, hasta que ha sido po­sible votar sumas de importancia para obras públicas, no se han invertido los dineros votados expresamente para ese fin por leyes especiales que las deter­minaba en cada cláusula. Y ahí están como exponente de desidia y descuido numerosas leyes que mandan ejecutar obras públicas que hubieran detenido en su tiempo esa verdadera emigración y esa miseria. (¡Muy bien!).

Hacer puertos, construir caminos, en­tiendo que es abaratar la producción. No puede temerse que el país sea lle­vado a la bancarrota, como afirmaba el señor diputado Peña, porque se dé un medio fácil para llegar al acceso ferro­viario. No puede decirse que sea dinero tirado a la calle, sin retribución, el in­

vertido en la construcción de puertos como los ya construidos y habilitados en el Paraná y en el Uruguay y los ma­rítimos.

Esas construcciones contribuirán a que podamos colocar mejor nuestros productos y a que podamos obtener me­jores retribuciones de nuestros esfuerzos.

Comparar la deuda contraída para obras públicas con el dinero que se toma para cubrir déficit, entiendo que no es leal y no es decir la verdad a la Nación. El Estado argentino ha tomado nume­rosos servicios a su cargo, servicios que han podido concederse a terceros, como las obras sanitarias, que han podido rea­lizarse con particulares, con capitales garantidos, como los Ferrocarriles del Estado; no lo ha hecho y ha construido la mayoría de sus puertos y buena parte de sus ferrocarriles, invirtiendo más de mil quinientos millones de pesos. Y ese no es dinero que se entregue a la ex­plotación privada que como las empre­sas concesionarias ganan interés a per­petuidad, sin que se rescate un centavo de amortización.

Defiendo, pues, esa inversión y de­fiendo toda .acción de gobierno en con­sonancia con esos propósitos. Y declaro que he de poner todas mis energías a su servicio, siempre que signifique dar­le al país lo que el gobierno se ha com­prometido a dar para afianzar sus ins­tituciones políticas.

No figurarán hoy día en los cálculos de recursos las sumas con que contribu­yen las lejanas regiones del interior; pero nuestra historia está plagada de demostraciones del desinterés con que siempre sirvieron para afianzar nuestra independencia. (¡Muy bien! Aplausos). Y eso es para nosotros una obligación, de la que no podemos desprendernos.

Como no quiero fatigar más a la Honorable Cámara, doy por terminada mi exposición. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).

Sr. Rodríguez (A.). — Que se pase a cuarto intermedio.

Sr. Ahumada. — He escuchado con placer, las palabras del señor ministro de obras públicas, que significan un compromiso de honor del ministro de obras públicas para construir el ferro-

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carril a Tucumán, hoy paralizado, no obstante tener fondos votados, los que hoy figuran entre las economías del despacho.

Es un compromiso también para hacer el ferrocarril a Chile por San Francisco, que cuesta siete veces menos que el ferrocarril por Huaytiquina.

Sr. Repetto, — Se puede hacer los dos.

Sr. Ahumada. — Esta obra evitará el empobrecimiento y la emigración de Catamarca y La Rioja. El gobierno nacional habrá hecho obra patriótica con fomentar estas obras públicas, que son de vital importancia para las dos provincias mencionadas.

Como representante de mi provincia me he permitido distraer la atención

de la Cámara para dejar constatado que es una necesidad sentida para Ca­tamarca, pues de lo contrario los po­deres nacionales serán cómplices de que sean esas provincias focos de emi­gración y de que vayan a la ruina.

Sr. Pena. — El señor ministro podía ser mejor ministro de patriotismo que de obras públicas, porque en este úl­timo carácter es archipeligroso.

Sr. Padilla. — ¡ Y a mucho honor, señor diputado!

Sr. Presidente (Sussini). — Invito a la Honorable Cámara a pasar a cuarto intermedio.

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