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nal atentado. Inmediatamente» el señor José Antonio Montes, se dirigió telegráficamente al señor ministro del interior, dándole cuenta de estos hechos vergonzosos «bajo todo concepto, para el pueblo de nuestra provincia.
Del tiroteo efectuado por los maleantes nombrados y por los comisarios indicados 7 demás policías, resultaron heridos los señores: Moisés Rearte, jefe relevante de la estación Cañada de Gómez, de bala en la región lumbar, y Valentino Casas, y además muchos contu-
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sos; por cuya razón y a mérito de lo dispuesto por el artículo 117 del Código de Procedimientos en lo Criminal, venimos ante vuestra señoría a formular la presente denuncia que estamos dispuestos a ratificar ante el señor juez con todas las formalidades de ley.
Por lo tanto, a V. S. pedimos: tenga por presentada la presente denuncia y darle los trámites que corresponda.
Es justicia.
C Á M A R A D E D I P U T A D O S
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CÁMARA D E D I P U T A D O S
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67» REUNION —- Continuación de la 4* SESIÓN EXTRAORDINARIA
P R E S I D E N C I A D E L O S DOCTORES MIGUEL SUSSINI Y HECTOR GONZALEZ IRAMAIN
MINISTROS PRESENTES: de hacienda, doctor Víctor M. Molina; de agricultura, ingeniero Emilio Mihura; de obras públicas, doctor Roberto M. Ortiz; de justicia e instrucción pública, doctor Antonio Sagarna; DIPUTADOS EN EJERCICIO, PRESENTES: Abalos José Gregorio, Adaro Esteban P., Aguirre José U., Ahumada Ramón C , Alcorta Víctor, Alvarado Manuel Ramón, Alva-rado Manuel Rómulo, Alvarez José Luis. Andreis Fernando de, Antoni José B., A raya Agustín, Arco José, Artusi Ambrosio A., Astesiano Carmelo I., Bard Leopoldo, Bergalli Héctor, Belisle Ricardo, Bermúdez Manuel A., Bidegain Pedro, Bunge Augusto, Cafferata Juan P., Calvento Mariano 6. , Calvetti Froilán A., Carballo Raúl, Castellanos José D., Castro Juan B.. Ceballos Mariano F., Oenteno Dionisio S., 01 aros Ernesto, Coca Joaquín, Cont.te José A., Corominas Ricardo P.. Co-. rrea Francisco E., Costa Ignacio J., Chiossone Gabriel, Dávila Miguel V., Do Miguel Benito, Díaz Miguel P., Díaz de Virar Justo, Dickmann Adolfo, Dickmann Enrique, Echegaray Frías Arturo, Errea Fermín, Ferreyra Andrés (hijo), Fígueroa Alberto F., Fiorillo Juan F., Fonrouge Guillermo R., García Tuñón Eduardo, Gatti J. Agustín, Gigena Alejandro M., Gil Martín, Giuffra Eduardo F., Gómez Víctor M., González Enrique, González lramain Héctor, González Zimmermann Amando, Gofii Blas, Gnecco Manuel F., Greca Alcides, Güerci Luis, Guillot Víctor Juan, Hernández Belisa-rio, Herráiz Pascual, Hiriart Juan O., Ingaramo Vicente, Iturraspe Cabot F., Lagomarsino Ángel M., Lagos Joaquín, Landaburu Laureano, Lazo Plácido C , Lencinas José H., Liceaga Fermín M., Lillia Fernando C , López Alcides, Marcó Cipriano F., Martínez Francisco V., Meabe Raimundo R., Mendieta Clorindo, Míguez Edgardo J., Miñones Alejandro, Mohando Aníbal E., Molinari Diego Luis, Moreno Alberto, Muzio Agustín S., Núñez Pedro R., Oddone Jacinto, O'Farrell Juan A., Padilla Ernesto E., Pena José L., Peña Manuel, Pérez Inocencio A., Pintos Ángel, Podestá Pedro, Prat Juan, Quirós Herminio J., Raffo de la Reta J. C , Remedí Juan F., Revol Pedro, Repotto Nicolás. Rodríguez Alfredo, Rodríguez Carlos J., Rodríguez Jorge Raúl, Romero Luciano. Sánchez Loria Horacio, Santamarina Antonio, Spinetto Alfredo L., Súllivan Guillermo, Sussini Miguel, Ta-boada Gaspar, Tolosa Edmundo, Tomaso Antonio de. Torrent Juan F.. Vásquez Juan Carlos. Vega Abrahnm de la, Viñas Alberto, Zuruota Tomás; AUSENTES CON LICENCIA: Aldazábal Máximo, Amadeo y Vicíela Daniel, Barbich M. José, Brizuela y Doria Ramón, Emparanza Francisco. Ferri Jorge. Garralda Juan. Grau José M., Molinas Luciano F., Newell Claudio S., Pastor Reinaldo A., Poggi Juan F., Rappallini Martín, Santa María Arturo, Siri Emilio P., Solía Rogelio J.; CON AVISO: Beguiristain Manuel, Juárez Celman Miguel A., Martínez José Heriberto, Oyhanarte Raúl F., Pérez Le i ros Francisco, Peyrotti Juan B., Sánchez Carlos A., Usandivaras Agustín; SIN AVISO: Albarracín Bclisario, Cáceroe Enrique I., Calle Jorge, Camaño Melitón, Gutiérrez Carlos Ciro, Jaureguiberry Luis, Pachano Félix A., Parodi Misael J., Roca Julio A., Salcedo Saturnino, Subiza Pascual, Videla Rojas Abraham- S.
SUMARIO
1.—Manifestaciones en minoría. 2.—Sesión en mayoría. 3.—Pasan a comisión las denuncias formu
ladas por los señores diputados Rodríguez (J. R.) y González Zimmermann, sobre hechos ocurridos en Cañada de Gómez y sobre la situación institucional y política de la provincia de Santa Fe.
4.—Continúa la consideración del despacho de la Comisión de Presupuesto y Hacienda en el proyecto de ley general de gastos y recursos para 1927.
—En Rueños Aires, a veintidós de Diciembre de 1926, siendo la hora 15 y 58 minutos:
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MANIFESTACIONES EN MINORÍA
Sr. Rodríguez (A.). — Desearía saber qué número, hay en la casa y cuántos señores diputados en el recinto.
Sr. Secretario (González Bonorino). — En el recinto hay 66 señores diputados y en la casa 84.
Sr. Rodríguez (A.). — Hago indicación de qué se espere un cuarto de hora.
—Asentimiento.
Sr. Presidente (Sussini). — Habiendo asentimiento, se esperará.
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SESIÓN EN MAYORÍA
—Siendo las 16 y 3 minutos:
Sr. Presidente (Snssini). — Queda abierta la sesión con la presencia de 81 señores diputados en el recinto.
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DENUNCIA SOBRE HECHOS OCURRIDOS EN CAÑADA DE GÓMEZ
Sr. Presidente (Sussini). — Se va a votar si se trata o no sobre tablas la proposición del señor diputado Rodríguez (J. R.), de que se dará lectura por Secretaría.
Sr. Secretario (Zambrano). — «Que la Comisión de Negocios Constitucionales investigue los sucesos ocurridos en Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe, e informé a la Honorable Cámara proponiendo, en su caso, las medidas a que hubiere lugar».
Sr. Oddone. — Hay otra proposición, que yo he presentado.
Sr. Secretario (Zambrano). — El señor diputado Oddone propone que se agregue lo siguiente a la proposición del señor diputado Rodríguez (J. R. ) : «Que la misma comisión averigüe si en la provincia de Buenos Aires es una verdad o no el ejercicio del derecho de reunión».
Sr. Rodríguez (J. R.). — Pido la palabra.
En primer lugar, debo decir que la proposición que enuncié durante el debate de ayer la concreté en términos más amplios, pidiendo se investigara la situación política e institucional de Santa Fe, y así consta en el Diario de Ses'ones. Pero al final de la sesión, el señor diputado Oddone, por la Capital, ha propuesto un extraño agregado, abriendo nuevas cuestiones sobre la provincia de Buenos Aires. De la misma manera, tratando de complicar y de agrandar la bola de nieve, se presentarán agregados para otras proviai-
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cias, para Jujuy, La Rio ja, San Juan o Catamarca.
Creo que basta y sobra con el debate que la Cámara ha realizado ayer — del que surge luz plena sobre la desgraciada situación de Santa Fe — y que ha inutilizado una de estas sesiones, indispensable para la consideración del presupuesto.
Hemos aceptado nosotros que sea la Comisión de Negocios Constitucionales la que investigue la situación institucional de Santa Fe con toda amplitud. Es esa una obl'gación permanente, la esencia miema de los deberes de esa comisión. Se ha llevado, por otra parte, por una delegación de nuestro partido formada por el senador Caballero, el señor diputado González Zimmermann y el presidente del comité de nuestro partido, señor Montes, el asunto hasta el Poder Ejecutivo Nacional, el cual ha prometido estar atento a los desmanes del gobierno de Santa Fe para reprimirlos como corresponda, y puede por lo tanto la Comisión dé Negocios Constitucionales obtener todos los antecedentes que desee con respecto a la situación de Santa Fe. Así podrá evitarse el debate político interminable e improcedente sobre todas las provincias, que perturbaría la sanción del presupuesto. Hago, pues, indicación de que se pase a la orden del día, retirando, por ser ya innecesaria, la proposición que había presentado. Queda establecido que la Comisión de Negocios Constitucionales reunirá todos los antecedentes sobre Santa Fe.
Sr. Presidente (Sussini). — Se va a votar si se pasa a la orden del día.
—Resulta afirmativa.
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PRESUPUESTO GENERAL DE GASTOS Y RECURSOS PARA 1927
Sr. Presidente (Sussini). — Continúa la discusión del despacho de la Comisión de Presupuesto y Hacienda en el proyecto de ley general de presupuesto para 1927.
CÁMARA DE DIPUTADOS
CONGRESO
Sr. Hernández. — Pido la palabra. No pensaba tomar parte en la dis
cusión en general del presupuesto. Me reservaba hacer algunas consideraciones al tratarse el anexo del Ministerio del Interior. Situaciones imprevistas han modificado mi primitivo propósito.
El proyecto que presentó el señor diputado Guillot en substitución del enviado por el Poder Ejecutivo, y además otro proyecto del que he tenido conocimiento por los diarios y que subscribe el señor diputado Alvarado, me inducen a que exprese mis puntos de vista sobre esta materia.
Creo qué la Cámara haría mal en substituir el proyecto del Poder Ejecutivo por cualquier otro sostenido por miembros de alguno de los diferentes sectores de esta Cámara. En materia de presupuesto la iniciativa corresponde al Poder Ejecutivo, desde que el presupuesto es un programa de gobierno y de acción gubernativa, y no son las cámaras las que han de realizarlo.
Sr. Lazo. — Sería conveniente que se invitara al señor ministro de hacienda, haciéndosele saber que la Cámara está considerando el presupuesto.
Sr. Presidente (Sussini). — La Presidencia ya lo ha dispuesto así, señor diputado.
Sr. Hernández. — Un ilustre finan-•cista, que me merece el más grande de los respetos — el profesor Jéze — dice que el presupuesto es, antes que todo, un programa de gobierno, un programa de acción gubernativa realizado por el Poder Ejecutivo; y más en nuestro país, donde el gobierno es esencialmente ejecutivo, distinguiéndolo así de los gobiernos parlamentarios, como el de Francia, cuyas cámaras contribuyen a la factura del presupuesto, precisamente porque es aquel un gobierno parlamentario. Además es en los gobiernos parlamentarios donde las cámaras muchas veces tratan de cambiar el programa del gobierno volteando ministerios, lo que no ocurre entre nosotros.
El rol del parlamento es de control y de crítica. En Norte América suce-
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día lo que está ocurriendo entre nosotros. Los presupuestos eran una amalgama de gastos y recursos que salían del Congreso con déficit enormes. No quiero explayarme en cosas que todos conocen y a las que el señor diputado Dickmann se ha referido en forma minuciosa al mencionar la reforma introducida en Estados Unidos en materia de presupuesto por la ley de 1921.
Creo, como el señor diputado, que es necesario una ley que limite las facultades del Congreso en cuanto a iniciativas en materia de presupuesto. El señor diputado, con la inteligencia que todos le reconocemos, ha hecho en la Cámara un estudio detallista; se ha referido a la manera cómo se hace y cómo debería hacerse un presupuesto, cosas sabidas, lo diré sin desmedro para el señor diputado, por cualquier estudiante de segundo año de la Facultad de Derecho, y que desde luego, deben conocer todos los miembros de la Cámara.
Para el señor diputado Dickmann las fallas del presupuesto se deben a nuestras malas costumbres políticas y a que no se cumple la ley de contabilidad. Es exacto; estoy de acuerdo con él en que hay malas costumbres políticas en materia de presupuesto, y en que no se cumple la ley de contabilidad. Pero yo preguntaría al señor diputado: aunque se cumpliera estrictamente la ley de contabilidad y llegara el presupuesto al Congreso a su debido tiempo, ¿no subsistirían los mismos defectos si la comisión insistiera en hacer el estudio en la forma detallista que es de práctica? Podría, decirse, señor presidente, que en esto se va a llegar al extremo de que la comisión averigüe si el ordenanza de un ministro es negro o es rubio . . .
Hay que tener otro concepto; es necesario hacer un estudio más general, un estudio global del presupuesto. Tenemos el ejemplo de lo que ha ocurrido hace pocos días en Francia: enviado el presupuesto al Congreso, en treinta y Seis días: se estudió en una sesión .de pocas horas, el Congreso lo sancionó. Eso ha-sido posible por una razón sénf
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cilla: porque se ha hecho un estudio global, y no se ha incurrido en el vicio del detalle.
Estoy de acuerdo en muchas cosas con el señor diputado Dickmann, a quien le reconozco una labor asidua en la Cámara, e intenciones sanas y honestas. Creo que en el país hay un concepto equivocado con respecto al presupuesto; se le considera una especie de panacea. Todos los años al discutirse el presupuesto en la comisión, de todas partes del país, gobernadores, instituciones, miembros de tribunales y funcionarios de diversas categorías, establecen una especie de asedio a los miembros de esa comisión. Cabría recordar aquí que hay un decreto dictado por el presidente Uriburu en 1898, que prohibe a los jefes de oficina y funcionarios de la administración, gestionar ante la Comisión de Presupuesto mejoras o aumentos en esas oficinas, o en sus propios sueldos, con sanciones terminantes, que llegan hasta la exoneración . No sé por qué el Poder Ejecutivo no cumple ese decreto.
Todas las comisiones de presupuesto tienen los mismos vicios y virtudes de la de esta Cámara; están compuestas por hombres políticos de distintos sectores. Es obvio que tengo absoluta certeza sobre las intenciones patrióticas de los miembros de nuestra comisión. En los países en que las cámaras tenían facultades excesivas, ha sido necesario establecer una limitación. El único país donde nunca ha habido déficit es Inglaterra, pero allí, a pesar del dicho conocido de que todo lo puede el parlamento inglés menos hacer de un hombre una mujer o viceversa, la misión de la Cámara de los Comunes en la materia de presupuesto es bien limitada. Sus facultades están más en el papel que en el hecho; tanto es así que el lord canciller, cuando no se vota el presupuesto en término prudencial, emplea el recurso que se llama la «guillotina», consistente en clausurar las cámaras y luego poner en vigencia el presupuesto. Los miembros más destacados de la Cámara de los Comunes critican la adopción de esta medida y
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la combaten los diarios de la oposición, pero en privado están todos de acuerdo con ella. Aquí, entre nosotros, es indudable que haría falta una ley que limitara las facultades de la Cámara en esta materia.
Como ha dicho bien el señor diputado Guillot, el trabajo de las comisiones debe ser armónico, y por mi parte declaro que muchas veces he contribuido con los sectores adversarios a tratar de llegar a una solución mediante recíprocas transacciones que hagan posible la confección de un despacho. Creo que ésa es la misión de las comisiones. Pero no puedo, y me disculpará el señor diputado, comprender la teoría que él ha emitido sobre el concepto de las firmas puestas en los proyectos elaborados en comisión. Para concluir una comisión, para salir del paso, hemos participado en la votación de muchas partidas, sin obs--truirlas con largas discusiones, reservándonos el derecho de oponernos en el recinto a las mismas partidas. Desarrollamos así una labor armónica para evitar demoras y lograr que de una vez se trate el presupuesto.
Sr. Guillot. — ¿ Quiere decir que ustedes votan las partidas con la reserva mental de combatirlas en la Cámara?
Sr. Hernández. — No, señor diputado ; no votamos las partidas haciendo reservas mentales. No nos oponemos a que sean votadas y despachadas por la comisión. No hacemos obstrucción en la comisión, porque no es admisible tal obstrucción que impediría a la comisión llenar su cometido; esto no obstante, nos reservamos el derecho de votar en contra cuando en la Cámara se trate el despacho.
Lo que no puedo comprender es que sea precisamente el sector que en la comisión prestigiaba todos los aumentos, que siempre le parecían pocos, el mismo sector que en la Cámara defienda las economías y tache de abultado al presupuesto. ¿Y los aumentos de sueldos? ¿Y la crisis?
Sr. Guillot. — Eso ha sido ya largamente contestado.
Sr. Hernández. — Ya he manifestado que en mi concepto corresponde al
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Poder Ejecutivo la iniciativa en materia de presupuesto, partiendo de la base de que creo que el presupuesto es un programa de gobierno y que no son entonces las Cámaras las que deben substituirle ese programa de gobierno al Ejecutivo. En ese sentido, siendo yo miembro de la Comisión de Presupuesto, si el Poder Ejecutivo encontrara excesivas las partidas propuestas, yo no tendría inconveniente en acceder a reducirlas, en la discusión en particular.
Creo, pues, que la Cámara hará obra patriótica votando el proyecto de la comisión y reservándose al tratarse los respectivos anexos la libertad de disminuirlos en la forma que crea más conveniente.
Quiero también referirme principalmente a las críticas hechas por el señor diputado Peña — que lamento no se encuentre en este momento en el recinto — al referirse especialmente al anexo de Trabajos Públicos.
Tengo un gran respeto por el señor diputado Peña. El señor diputado Peña, que tiene la sabiduría de Néstor y la prudencia de Ulises, me ha de. permitir que le diga que no me convence su exagerado pesimismo. En este país, los hombres sabios y prudentes, que han administrado sus finanzas han tenido también una gran virtud: han sido' optimistas, han creído en su potencialidad productiva y esas pequeñas tormentas que aparecen de vez en cuando bajo la forma de déficit no los • han preocupado mayormente.
No tema el señor diputado por Cor- | doba que se gasten unos pocos millones en obras públicas, que no son tantos como supone, porque en verdad no se gastan los millones votados; porque se dedican a hacer emisiones cuando éstas se necesitan y cuando la plaza está en condiciones para su colocación. Estaría de acuerdo con el señor diputado, en que los empréstitos fueran internos, lo que indudablemente sería mejor para las finanzas del país; pero no estoy de acuerdo en que abulte a sabiendas el presupuesto, poniendo en él las cantidades votadas para obras públicas en años anteriores ni aun en el año
presente, porque en realidad, lo que va al presupuesto son los servicios de esos títulos emitidos, no la cantidad total.
Caminos y más caminos, canales, puertos y toda clase de vías de comunicación es lo que necesita el país. Francia, que es un país eminentemente conservador había gastado antes de la guerra en concepto de caminos la enorme cantidad de seis mil millones de francos y gastaba anualmente para la conservación de esos caminos doscientos millones de francos. Y Francia tiene razón de estar orgullosa de su red magnífica de caminos. Para construir canales había gastado antes de 1913 casi dos mil millones de francos; y fíjense los señores diputados, que en esa época el franco tenía un valor adquisitivo casi equivalente al peso moneda nacional, y tenía proyectadas obras grandiosas como el proyecto del canal de los dos Mares de Burdeos a Nor-bona, que costaría de 700 a 800 millones de francos.
I Estados Unidos, país de presupuestos con enormes déficit, ha gastado ingentes sumas en obras públicas y ha hecho grandes sacrificios para tener hoy una red caminera que es orgullo de ese pueblo fuerte y emprendedor.
Es que parece mentira, señor presidente, que en este país lleno de vitalidad y de porvenir y con grandes riquezas naturales existan personas entendidas en materia de finanzas que se asusten porque se gasten 10 ó 15.000.000 al año en obras públicas. El dinero invertido en obras públicas es el mejor gastado del presupuesto.
Yo miro con la misma simpatía con que la mira el país la obra inteligente y valiente que el señor ministro de obras públicas está realizando al destinar dineros de la Nación a la construcción de obras públicas tanto en la Capital como en las provincias, con un optimismo sano e inteligente.
En mi provincia el gobernador doctor Laurencena, en declaraciones recientes ha dicho que es la política caminera, la vialidad, lo que constituye su principal programa de gobierno. Y
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estas declaraciones, que han sido seguidas inmediatamente de la acción y que vienen a corroborar la obra de anteriores gobiernos radicales como los de los señores Mihura y Marcó, han sido acogidas con aplauso por la población de mi provincia, al punto que destacados miembros de la oposición han aceptado compartir con el gobierno la tarea de contribuir al mejoramiento de la vialidad. He visto publicadas en los diarios, las firmas de calificados miembros de la oposición, entre ellas la del doctor Esteva Berga, uno de los más destacados miembros de la Concentración en el departamento Uruguay. De modo que si el gobierno de Entre Ríos, con un presupuesto pobre, se anima a emprender esta gran obra de gobierno, a la cual debe allegar los mayores recursos, ¿cómo no ha de tener aliento la Nación para conseguir el mejoramiento de la vialidad, que es riqueza, señores diputados, porque allí, en las carreteras, irá a volcarse el mejor oro de nuestras esperanzas, el trigo, el lino y el maíz? (¡Muy bien!).
Y en estas nuevas vías de comunicación se dará mayores impulsos a la agricultura que, en mi concepto, es la fuente de mayor riqueza nacional.
¿Y cómo no ha de poder gastar el gobierno de la Nación unos pocos millones al año en abrir nuevas vías a la riqueza nacional?
Con todo el respeto que me merece el señor diputado Peña, yo quisiera verlo más optimista al tratarse el presupuesto, sobre todo al referirse a las obras públicas, a las cuales tanto miedo tiene el señor diputado. Espero que esa melancólica despedida de la vida pública, que hacía el señor diputado al final de su discurso, no sea más que un gesto de displicencia elegante y que, para bien del país, el señor diputado, «uya preparación reconozco complacido y cuyas buenas intenciones soy el primero en aplaudir, ocupe por muchos años esa banca que ha ilustrado con su talento.
Sr. Peña. — Muy reconocido. Sr. Hernández. — Para votar el pro
yecto de la comisión a mí me basta con que. el Poder Ejecutivo manifies
te que tiene los arbitrios necesarios para equilibrar el presupuesto, en lo que le corresponde la mayor tarea y, por ende, la mayor responsabilidad.
Refiriéndome ahora, señor presidente, a la proposición del sector del centro, diré que no me parece muy lógico que un partido cuyos miembros han prestigiado en la comisión los mayores aumentos, al extremo de que si les parecía malo el presupuesto era porque no se incluían en él los proyectos que aumentaban los sueldos, de la administración, quiera aparecer ahora ante la opinión pública como el campeón de las economías. No pretendo molestar a nadie con esto, pero creo que se debe decir claramente la verdad y que hay que adoptar de una vez actitudes definidas.
¿Cómo es posible, señor presidente, que los que están prestigiando el aumento de los sueldos de la administración, estén gritando al mismo tiempo que el país se encuentra casi en bancarrota ? ¿Cómo es posible que si se niegan para gastos públicos, recursos que el Poder Ejecutivo considera necesarios, se encuentre factible que esos recursos vayan a mejorar la suerte de •muchos empleados de la administración? No quiero discutir la justicia o la injusticia de los aumentos propues-tos por los señores diputados. Probablemente del punto de vista de la justicia intrínseca y absoluta tiene razón, pero si fuéramos a hacer una revisión de lo que es justo y de lo que no lo es, dentro de los sueldos de la administración, sería cuestión de nunca acabar. No veo en esto ni previsión, ni p r u r dencia. Solamente veo en esto política, mala política, puro electoralismo.
Contra esta iniciativa creo que es necesario que los sectores de la Cámara que han realizado hasta ahora una labor de cooperación procedan de acuerdo para dar al país el presupuesto que pide el Poder Ejecutivo. El Poder Ejecutivo sostiene el proyecto de la comisión con algunas reducciones, y es el poder administrador el que va a cumplir ese programa de gobierno. La Cámara debe, pues, acceder, al tratar los anexos correspondientes, a los de-
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seos del Poder Ejecutivo en materia de reducción de gastos, y de esta manera podría salir un presupuesto mas o menos equilibrado. Porque tampoco nos debemos asustar con el fantasma de un posible déficit de 25 a 30.000.000 que el Poder Ejecutivo cree poder equilibrar.
¡Sí el país ha vivido siempre en el déficit! ¡ si los grandes países del mundo han vivido siempre en constante déficit! /si Estados Unidos, la nación más poderosa, ha llegado también hasta el año 1921 con enormes déficit en su presupuesto! No puede haber en materia de presupuesto el concepto de que es algo así como un libro de entradas y salidas de un almacenero. (Risas). Pero hasta el almacenero, cuando necesita hacer gastos, no se preocupa de si tiene lo suficiente para solventarlos, sino que recurre al crédito, y si los particulares recurren al crédito, con más razón las naciones no pueden estar perjudicando las necesidades públicas por el temor de posibles deudas o de un pequeño déficit.
Tengo el concepto de que en materia de presupuesto las naciones deben a justar sus gastos a sus necesidades; y, después de ello, buscar sus recursos, y no ajustar sus gastos a sus recursos exclusivamente, porque de lo contrario una nación no adelantaría.
En estas cosas el remedio puede ser peor que la enfermedad. Pretendiendo no darle al Poder Ejecutivo el presupuesto que éste necesita para que la administración se desarrolle normalmente, o dándole un presupuesto insuficiente, es indudable que ha de recurrir mañana, si los gastos de la administración lo obligan, a los acuerdos de gobierno, lo que es peor que los déficit. Y yo agregaría esto: la Cámara que invade facultades del Poder Ejecutivo, al pretender hacerle un programa de gobierno financiero, a su vez abandona facultades que le pertenecen porque deja la puerta abierta a los acuerdos de gobierno. Creo que entre dos males posibles hay que elegir el menor, y en mi concepto el menor es darle al Poder Ejecutivo el presupuesto que él solicita del Congreso.
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Es tan peligroso en estas cosas de finanzas el exagerado optimismo como el pesimismo de aquéllos que en todo están viendo crisis fantásticas. Creo que la administración cuyos gastos van en escala ascendente, como en todos los países civilizados, debe contar con el control del Congreso a manera de crítica positiva para el mejoramiento de los servicios públicos, pero no con el mezquino objetivo de una crítica negativa, ni subalternamente partidista. Y este gobierno que ha demostrado su fervor patriótico poniéndose por encima de los intereses partidarios debe contar con el apoyo leal del Congreso, no para beneficio del gobierno mismo, sino en interés del país que está por sobre todos los partidos políticos y por sobre todas las pasiones del momento. Propóngase la Cámara seria^ mente, patrióticamente realizando una tarea de alta política nacional corregir errores para el porvenir, sin querer remediarlo todo de golpe y empezando por realizar ahora lo que se pueda.
Elija la Cámara una comisión especial que proyecte una ley que tenga en cuenta la experiencia de otros países y que no vulnere principios fundamentales de nuestra Constitución. Una ley que dicte normas fijas y prácticas en materia de presupuesto. Pero que no venga esta ley con carácter tendencioso de grupo. Que sea una ley de la Cámara toda, surgida como un exponente de política noble, grande, amplía sin otro fin que el interés general y el beneficio colectivo.
Encare la Cámara de una vez por todas algo que muchos tienen miedo de decir: la reforma de nuestro régimen impositivo. No tendremos nunca presupuestos equilibrados mientras no se aboque el estudio y la reforma del régimen impositivo del país. No es necesario entrar en largas disquisiciones para demostrar que el régimen impositivo nuestro es anticuado y que no está de acuerdo con las necesidades actuales. Encare la Cámara la manera de conciliar los impuestos nacionales con los provinciales, y entre de una vez al estudio del proyecto de impuesto
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Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926
a la renta, tratando de salvar las dificultades de nuestro régimen político federal. Entre la Cámara de una vez por todas a tratar el impuesto a la renta con un criterio argentino. No es indispensable trasplantar sistemas impositivos de otros países que no consultarían claramente nuestras necesidades. Un país de inmigración necesita del capital extranjero, al que no se debe ahuyentar con impuestos excesivos. Designe la Cámara una comisión especial que estudio y prepare un proyecto definitivo de impuesto a la renta, que tenga en mira no sólo las necesidades del momento y los vacíos del presupuesto, sino un proyecto elaborado con un criterio de justicia distributiva del impuesto. Encare la Cámara el estudio de este impuesto como lo ha hecho Estados Unidos, que nombró una comisión especial de grandes financistas, contándose entre ellos Selig-man, para que presentara un proyecto, no para proveer de recursos a los gastos de un presupuesto, sino con un criterio científico de mejorar el sistema rentístico. Hay que tener en cuenta también que no es sólo una necesidad fiscal la que se debe llenar con el establecimiento de este impuesto. Con este criterio erróneo se ha procedido en nuestro país: cada vez que se ha reformado el régimen impositivo se ha hecho porque se necesitaba dinero. No se debe obrar así. Debemos reformar el sistema impositivo nacional con un concepto amplio de justicia social y de justicia distributiva, y no proceder en materia de impuestos única y exclusivamente para un caso particular, para satisfacer una necesidad del momento.
Debe tratarse el impuesto a la renta — si la Cámara tiene el valor suficiente para considerarlo — porque, en mi concepto, es la única medida salvadora para las finanzas nacionales, porque es el más elástico, porque puede servir tanto en los tiempos de paz como en las épocas de anormalidad. Tenemos el ejemplo de los Estados Unidos en la última guerra; tenemos el ejemplo de Inglaterra en todos sus conflictos internacionales, con el income tax, im
puesto elástico, que permite amoldarse a las necesidades públicas en loa momentos difíciles.
Investigue la Cámara cuáles son las necesidades nacionales, estudie el impuesto a la renta teniendo en cuenta nuestras propias modalidades. Encárelo una vez por todas y no se deje impresionar por los poderosos de este país que siempre tienen una palabra, un gesto despectivo para los hombres que* luchan desde los distintos sectores políticos por el bien del país, y que cierran el bolsillo y hablan de crisis y de bancarrota cada vez que se trata de reformar el régimen impositivo, olvidando que los ingentes dineros que llenan sus arcas son producidos más que por su propio trabajo por el trabajo colectivo que ha valorizado sus latifundios cuando no por la expoliación de las clases trabajadoras. (¡Muy bien!).
Haga esto la Cámara y habrá realizado obra grande y patriótica desmintiendo las voces interesadas en el desprestigio del parlamento.
Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien!). Sr. Carballo. — Pido la palabra. Sr. Presidente (Susssini). — Tiene
la palabra el señor ministro de hacienda.
Sr. Ministro de Hacienda. — Pido la palabra.
La autoridad con que algunos señores diputados han hablado en este recinto respecto a la situación económico-financiera del país, me obliga, señor presidente, a rectificar datos y conceptos que reputo equivocados.
Pidió el señor diputado Peña que se le escuchara, en la sesión anterior; yo he de pedir también a mi vez que la Cámara me escuche porque, fuera de todas las incidencias de la discusión del presupuesto, interesa al crédito del país que se conozca su verdadero estado, para que los conceptos vertidos en esta Cámara no puedan ser interpretados a la distancia como un desmedro de la capacidad económico-financiera del país.
Examinaré, señor presidente, en sus puntos cardinales esta situación eco-
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nómico-financiera, para demostrar, con las cifras comprobadas, que tanto el señor diputado Guillot como el señor diputado Peña han partido de errores fundamentales, que es fácil poner en evidencia sin mucho esfuerzo, sin echar mano de conceptos grandilocuentes ni de gestos dramáticos, ya que a la verdad no le place ser declamada. He de hacerlo en términos sencillos y concisos para que llegue al fondo de la conciencia nacional, lo sepa el comercio, lo medite el productor, lo aquilate la banca y lo razone y critique la cátedra al compenetrarse de que esta situación, si bien no es tan óptima como sería de desear, es por lo menos algo que se aproxima a lo normal, pues dentro de los grandes sacudimientos que conmueven la economía del mundo, la riqueza y el crédito argentinos flotan sobre las aguas como el espíritu de Dios. (¡Muy bien!).
¿Quiere decir éso, señor presidente, que yo soy un alcista en materia presupuestaria ? í No! El optimismo que me reprochaban algunos señores diputados es relativo. He sido optimista cuando he debido serlo; he llamado la atención del país y del gobierno cuando he debido hacerlo. Y cito, señor presidente, como comprobación de lo que acabo de decir, las palabras que escribí en la memoria de 1925, página 5*, donde decía: «Debo sin embargo | deciros, con toda lealtad, que en el año corriente de 1926 pecaríamos por exceso de optimismo si no dijéramos que la renta aduanera tiende a disminuir, aunque no en proporciones alarmantes, pero suficientes para justificar un pequeño toque de atención en el sentido de no exagerar los gastos de presupuesto.»
Ya, pues, a fines del año pasado, el ministro preveía una declinación en la renta. Indudablemente, señores diputados, el comercio pasa por una situación de calma, que espero no ha de degenerar en crisis aguda.
El número de siniestros comerciales y el déficit que ellos han producido es menor en 1926 que en 1925. En el año 1925 el activo de los siniestros fué de
109.907.332 pesos, contra un pasivo que no llegó sino a 114.178.838, dejando un déficit de 4.271.516. En el año 1926 el activo fué de 194.502.104,26, contra un pasivo de 184.797.372,50 y un superávit entre el activo y pasivo de 9.704.781,76.
No hay tampoco, señor presidente, uno de esos síntomas reveladores de las grandes crisis: la desocupación. ¿Dónde están las huelgas que se han producido en 1926 y que acompañan siempre a los estados enfermizos de un país? La desocupación, según los informes oficiales, arroja los siguientes datos: Las ofertas de brazos de obreros desocupados ascendieron a 22.689 personas, pero las demandas patronales ascendieron a 24.597. El dato no necesita comentarios.
El ahorro de la clase trabajadora sigue incrementándose cada vez más, a punto tal que este año llegamos, al 30 de Noviembre, a tener 1.400 millones de pesos en caja de ahorros, mientras que el año pasado llegó a 1.300 y tantos millones de pesos.
Sin duda alguna, esta calma que se nota en el comercio proviene también, en parte, de los métodos y sistemas comerciales del país y por eso cada cierto tiempo sentimos estos sacudimientos espasmódicos, que se llaman crisis y que provienen, en parte, de la abundancia de intermediarios, de la multiplicación de las casas de comercio, del encarecimiento en los gastos generales de explotación, de la gran suba de alquileres y, sobre todo, por la elección de locales costosísimos para la explotación de cualquier comercio. Y es muy natural, señor presidente, que casas que tienen que pagar 7 y & mil pesos en empleados y 3 ó 4 mil en locales, al fin de año tienen que pagar 120.000 pesos, o más que hay que descontar antes de acusar las ganancias.
El señor diputado Guillot dijo las siguientes palabras, referentes a un desequilibrio de la balanza comercial, a un supuesto desequilibrio, porque voy a demostrar que el dato no es exacto.
116 CONGRESO NACIONAL
Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 do 1926
Sr. Guillot. — Lo he tomado de memorias y estadísticas oficiales.
Sr. Ministro de Hacienda. — Pero los ha tomado mal. Se lo voy a demostrar.
Sr. Guillot. — Vamos a ver qué hermenéutica aplica al debate el señor ministro.
Sr. Ministro de Hacienda. — La de la verdad y de la razón, expuestas con toda sencillez y con la elocuencia de las cifras: ni una palabra más que la que digan las cifras.
La balanza de comercio del primer trimestre del año 1926 — dice el señor diputado — arrojó un saldo desfavorable de 6.298.000 pesos oro, y esto es exacto. Pero agregaba: Ese es el saldo desfavorable absoluto. Pero si lo comparamos con el producido en el primer trimestre del año 1925, tenemos que el saldo desfavorable asciende a pesos 73.443.000 oro sellado.
Y el señor diputado Peña agregaba : El señor ministro no le daba mayor importancia al dato que trajo el señor diputado Guillot, cuando dijo que la diferencia en contra de la balanza del comercio exterior es de 75 millones de pesos oro, según la estadística que ratificó el señor ministro, al decir que esto demostraba lo bien organizada que estaba actualmente la estadística que podía dar esos datos. ¡No le daba importancia a los 75 millones de pesos mencionados!
¡ Qué cosa curiosa! No solamente no existe esa diferencia en contra en la balanza comercial, sino que la diferencia es altamente favorable para el país.
Sr. Peña. — ¿ Me permite el señor ministro ?
Sr. Mürstro de Hacienda. — No, señor, no le permito. Déjeme continuar y después rectificará todo lo que quiera. No quiero grescas ccn el señor diputado, como él decía yer.
Sr. Peña. — ¡ No tenga miedo! Sr. Ministro de Hacienda. — Prefie
ro que el señor diputado crea para propia satisfacción de sí mismo, que le tengo miedo. Insisto en que no quiero que se me interrumpa y pido a la Pre
sidencia me baga respetar en el usó de la palabra.
Sr. Presidente (Sussini). — Ruego al señor diputado por Córdoba se sirva no interrumpir.
Sr. Ministro de Hacienda. — El señor diputado Guillot incurrió en el error de tomar un signo equivocado de la memoria de 1925, sumando cantidades que debían ser restadas. Pero ese error no podrá prevalecer, ante las cifras que yo voy a dar por año.
Sr. Guillot. — Voy a escuchar con atención la rectificación del señor ministro.
Sr. Peña. — Voy a hacer constar. . . Sr. Ministro de Hacienda. — No le
consiento que me interrumpa. Sr. Peña. — Parece que el señor mi-
íiistro no tiene miedo al señor diputado Guillot, a quien le permite interrupciones, y en cambio me tiene miedo a mí.
Sr. Ministro de Hacienda. — Yo creo que el que tiene miedo es el señor diputado, que no me deja hablar, sin duda porque sabe que se van a desplomar sus argumentos. [Qué afán de hacerse el cuco! (Bisas).
Sr. Peña. — No es por e s o . . . Sr. Ministro de Hacienda. — No sé
por qué Será. En el año 24 la importación fué de
$ 828.709.993 y la exportación fué de 1.011.384.582; saldo en más, 182.684.589. En el año 25 la importación dio 876.847.666 contra una exportación de 867.929.882; en menos, 8.917.784. El primer semestre de este año, 1926, dio 427.229.234, contra una exportación de $ 446.465.215,- en más, un saldo de pesos 19.165.985.
Sr. Guillot. — Aquí está la confusión y el error.
Sr. Ministro de Hacienda. — Déjeme explicar y va a ver el señor diputado cómo lo va a encontrar claro. El tomó el primer trimestre, plazo demasiado corto y confundió las cifras.
Los saldos favorables del año 1924 al 26 suman $ 201.850.570 en-más, y en menos, 8.917.784. Deduciendo esta cifra de los 201 millones, tenemos que en los dos años y medio transcurridos
CONGRESO NACIONAL 117 Reunión núm. 67
desde el 1* de Enero de 1924 hasta el 30 de Junio del 26, el saldo favorable total es la suma, bien considerable por cierto, de 192.932.786 pesos. Y así se explica que los cambios sean favorables. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).
Sr. Guillot. — Si me permite el señor ministro. . .
Sr. Ministro de Hacienda. — Ruego al señor diputado que no me interrumpa.
Sr. Guillot. — Es que la observación debe hacerse inmediatamente.
Sr. Castro. — Son cuestiones de números, señor diputado; no interrumpa.
Sr. Molinari. — Esas rectificaciones de cifras deben hacerse de inmediato.
—Varios señores diputados hablan a la vez y funciona la campana de orden.
Sr. Ministro de Hacienda. — Yo desafío al señor diputado por Córdoba a que me demuestre que una sola de las cifras que he leído sea falsa.
—Interrumpen nuevamente al orador varios señores diputados y suena la campana.-
Sr. Quirós. — Que se respete en el uso de. la palabra al señor ministro.
Sr. Ministro de Hacienda. — Yo he respetado en el uso de la palabra a los ¡ señores diputados. Cuando han hablado he guardado un silencio casi religioso, y ellos se proponen ahora interrumpir sistemáticamente mi exposición, porque saben que estoy poniendo las cosas en su lugar. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).
Sr. Guillot. — La aparente cólera del señor ministro es un recurso de dialéctica.
Sr. Ministro de Hacienda. — En estas cuestiones no hay dialéctica posible, y lo va a ver el señor diputado. Tampoco mi supuesta cólera va. más allá de ía afirmación enérgica de la verdad desconocida por los diputados que interrumpen.
—Hablan simultáneamente varios señores diputados y suena la • campana de orden..
Diciembre 22 de 1926
Sr. Ministro de Hacienda. — Ahora va a ver el señor diputado cómo su error consiste en haber tomado un trimestre aisladamente. Tengo aquí el informe de la Dirección de Estadística, pasado con fecha 11 de Diciembre de este año, que dice así: «En tanto que en el primer trimestre de este año el saldo fué contrario al país en 6.298.000 pesos oro, en el segundo trimestre fué favorable en 25.464.530 pesos oro, de 'al suerte que para el semestre resulta ?1 saldo positivo ya mencionado, de 19.165.981 pesos oro.»
Y agrega la Dirección de Estadística : «Esta transformación de la balanza, de negativa en positiva, no se debe ;anto al pequeño aumento de las exhortaciones, que de 221.524.102 pesos oro en el primer trimestre, apenas subieron a 224.941.113 en el segundo...»
Sr. Bard. — Ese dato no está en la memoria.
Sr. Ministro de Hacienda. — ¿Cómo va a estar en la memoria, correspon-
; diente al año 1925, un dato de Junio de 1926?
—Varios señores diputados hablan a la vez, y suena la campana de orden.
Sr. Guillot. — Ese dato del segundo trimestre, no era conocido por nosotros.
—Suena nuevamente la campana de orden.
Sr. Ministro de Hacienda. — Es natural. Estoy haciendo una exposición tranquila. Repetiré la lectura del párrafo del informe a que me refería: «Esta transformación de la balanza comercial de negativa en positiva, no se debe tanto al pequeño aumento de las exportaciones que de 221.524.102 pesos oro en el primer trimestre, apenas subieron a 224.941.113 pesos oro en el segundo, sino más bien al descenso del valor de las importaciones, de que de 227.822.651 pesos oro en- el primer trimestre, bajaron a pesos 119.476.583 en el segundo. Esíe descenso resulta á la vez de la mengua
CÁMARA DE DIPUTADOS
118 CONGRESO NACIONAL
Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926
de las cantidades y de una disminución aún más intensa de los precios de importación.»
Sr. Dickmann (A.) . .— ¿Si me permite el señor ministro ? Puede ser que tenga más suerte que el señor diputado P e ñ a . . .
Sr. Ministro de Hacienda. — La misma suerte, señor diputado. Si con algún diputado pudiera hacer una distinción especial, sería con el señor diputado Peña. No habiendo permitido a él una interrupción, no puedo concederla a ningún otro señor diputado.
Sr. Dickmann (A.). — Esos datos que acaba de d a r . . .
Sr. Ministro de Hacienda. — No va a hablar el señor diputado, porque no le corresponde y no se lo permito.
Sr. Presidente (Sussini). — Ruego al señor diputado que no interrumpa.
—Varios señores diputados hablan a la vez y suena la campana de orden.
Sr. Molinari. — Hay parlamentos en los que se prohibe a sus miembros aplaudir o alabar al Poder Ejecutivo.
Sr. Lazo. — Los actos deshonestos. Hay que aplaudir los actos honestos, señor diputado.
Sr. Súllivan. — Aplaudimos los actos honestos.
—Hablan varios señores diputados simultáneamente y suena la campana de orden.
Sr. Presidente (Sussini). — Ruego a los señores diputados que no interrumpan. Continúa con la palabra el señor ministro de hacienda.
Sr. Ministro de Hacienda. — Parece mentira que un ministro del Poder Ejecutivo, que está haciendo, sin agravio para nadie, una exposición tranquila, razonada y basada en cifras, sea interrumpido en esta forma y dé lugar a diálogos apasionados, en una materia en que la pasión pesa poco y en que debiera pesar mucho la razón. (Aplausos).
Se ha hablado también de que el país no ha progresado, de que su agricultura está estancada.
Sr. Súllivan. — El país progresa s o l o . . .
—Suena la campana de orden.
Sr. Ministro de Hacienda. — Así ha ocurrido siempre: el país ha progresado solo bajo ésta y bajo otras administraciones, hasta bajo las peores, hasta bajo la tiranía de Rosas.
En el año 1909110 el área sembrada llegó a 15.645.000 y su producción fué de 9.222.000 toneladas; en 1924, el área sembrada alcanzaba a 21.143.000 hectáreas, y en 1926 a 22.567.000 hectáreas, con una producción de 15.867.000 toneladas. Claro está que esta no es toda el área sembrada de la República porque, fuera de la parte realmente agrícola, hay en todos los establecimientos ganaderos una gran parte de la tierra entregada a cultivos hechos con el fin de alimentar los ganados y aumentar la capacidad del campo: todos los estancieros producen avena para pastoreo de invierno, etcétera, y eso no se computa en las cifras estadísticas; sin embargo, es fácil por inducción demostrar la importancia que tienen estos cultivos.
Así, por ejemplo, la producción de manteca de vaca, de mantequilla, era en 1911 de 7.094.000 kilos y en 1925 llegó a 33.264.000 kilos. Véase la escala del progreso del país y la industrialización de la ganadería revelada por esa cifra, que es corroborada por otra que voy a dar: mientras en 1911 la producción de queso era de 3.515.000 kilos, en 1925 alcanzó a 15.432.000 kir los. Lo mismo puede decirse de algunos otros cultivos industriales como, por ejemplo, del azúcar, cuya producción, que en 1910 fué de 148.000 toneladas, s u M . en 1925 a 393.000 toneladas.
El país se desenvuelve en escala progresiva, y si examináramos algunas industrias y sus dividendos veríamos que hay muchos industrias, entre ellas la de tejidos, que en el año pasado han
119 CONGRESO NACIONAL .
dado un dividendo de 19 ó 20 por ciento. La situación del país, no puede, pues, ser tan desastrosa, como se la ha pintado sin asomo de razón.
—Ocupa su banca el señor ministro de obras públicas, doctor Roberto M. Ortiz.
Sr. Ministro de Hacienda. — Hemos examinado la balanza de comercio; no quiero entrar al análisis de la balanza de pagos compilada por una casa de esta plaza sino para citar algunos hechos que demuestran la diferencia de la situación entre este año y el año 22-23; y cito esta última fecha no caprichosamente sino porque es de la anterior balanza de pagos publicada por la misma casa. El 22-23 la balanza de pagos es de 240 millones de pesos oro en contra y en 1924 y 25 ha dado cuatro millones en contra. ¡Qué diferencia de situación! Entonces nadie se alarmó ni nadie lloró sobre las ruinas de Cartago y ahora que los 240 millones se han disminuido a cuatro, todo el mundo se alarma. Hay, pues, mucho de ficticio en esta alarma. Y es de notar que en estos cuatro millones de pesos de déficit que da la balanza de pagos, hay 19 millones de pesos oro de títulos argentinos repatriados, lo que quiere decir que es una partida que se compensa con un mayor valor existente en el país.
Cuando dije en mi exposición anterior que los cambios eran el barómetro de la balanza de pagos, el señor diputado Peña, aceptando en principio que así fuera . . .
Sr. Peña. — Así es. Sr. Ministro de Hacienda. — Esta
vez le acepto la interrupción porque me favorece. . . (Risas).
Para evitar esta contradicción que resultaba de su exposición.. .
Sr. Peña. — No hay ninguna. Sr. Ministro de Hacienda. — Va a
ver que es por implicancia; no contra- j dicción material. Comprendió que si la balanza de pagos, que es el barómetro de las finanzas, acusaba un estado de equilibrio entre las importaciones y las exportaciones.. .
Diciembre 22 de 1926
Sr. Peña. — No de las finanzas; de la economía, puede ser.
Sr. Ministro de Hacienda. — Hablo de la balanza comercial. No hablo de finanzas. Lo que el señor diputado confunde es balanza con presupuesto. Y no le voy a aceptar más interrupciones porque veo que es incorregible. (Risas).
Sr. Peña. — Veo que no domina el asunto.
Sr. Ministro de Hacienda. — Decía, comprendiendo perfectamente — y lo digo para que quede estampado y todo el mundo sepa si conozco o no la materia — que cuando él comprendió que
I la cotización de nuestros cambios era favorable para el país, se percató entonces que eso demostraba que la balanza de pagos era favorable y se dio a razonar bajo una hipótesis falsa. Le oí con sorpresa decir: ¿cómo puede el señor ministro creer que teniendo desfavorable la balanza de pagos va a tener el cambio favorable por mucho tiempo ?
Sr. Peña. — La balanza de comercio. Vuelvo a decirle que no domina la materia.
Sr. Ministro de Hacienda. — Es lo que el señor diputado quisiera; la balanza de pagos es lo más importante; la de comercio es parte de la otra.
Sr. Peña. — Hay dos errores garrafales . . .
Sr. Ministro de Hacienda. — Estoy hablando de la balanza de pagos, y cualquiera entiende lo que estoy -diciendo.
La balanza de comercio debe ser favorable y lo es.
Sr. Peña. — Es desfavorable. Sr. Ministro de Hacienda. — No. El
dice que es desfavorable porque comprende que de otro modo el cambio favorable le resultaba una contradicción; pero acabo de demostrar con las cifras de la estadística que la balanza no ha sido desfavorable en 1925 sino en 8 millones; que ha sido favorable en el año 1924 y es favorable en el 26, lo que da un total favorable en dos años y medio de 192 millones, cifra que invito a cualquier señor diputado a rectificar.
Reunión núm. 67 CÁMARA DE DIPUTADOS
120 . CONGRESO NACIONAL
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Sr. Peña. — Le voy a explicar lo que el señor ministro no comprende, cuando termine su exposición y me veré obligado a darle una lección.
Sr. Ministro de Hacienda. — El señor diputado no puede oír que alguien hable de finanzas sin saltar encima. Parece que si hubiera un hombre que entendiera que dos y dos son cuatro, le molestara profundamente al señor diputado. Espero sonriendo la lección.
De tal manera, señor presidente, que toda la argumentación del señor diputado se desploma cuando sostiene que la balanza es contraria, ya que la estadística prueba que la balanza es favorable y ya que la cotización del cambio lo confirma. El señor diputado ha aceptado, y no podía dejar de aceptarlo, que cuando la balanza es desfavorable no puede haber cambios favorables. Y por eso yo, señor presidente, en lugar de entrar en detalles, me limité a citar el hecho, sabiendo que un maestro como el señor diputado no podía desconocer que es axiomático lo que yo sentaba. Pero me equivocaba, el señor diputado no quería dar su brazo a torcer. (Risas).
¿Cuáles son las causas del desmedro de nuestra renta aduanera durante los últimos meses? En primer término, la cantidad y la calidad de la cosecha. Si se exceptúa el lino, cuya cosecha fué buena en cantidad y calidad, los demás cultivos resultaron de escaso rendimiento o de precio ínfimo.
La cosecha de trigo fué mala en calidad y en cantidad. El desastre de Córdoba, Santa Fe, La Pampa y otras regiones, asumió caracteres graves. En las regiones que tuvieron cosecha, gran parte del trigo resultó lo que vulgarmente se llama triguillo y el que llegaba a la plaza tenía un rendimiento que variaba entre el 60 y el 64 por ciento. Muy pocos fueron los trigos del sur que alcanzaron al 78 por ciento en peso específico.
En cuanto al maíz, si bien la cosecha fué abundante, las lluvias excesivas, durante y -después de la cosecha, desmedraron en parte su calidad, a tal punto que muchas de las primeras re
mesas enviadas a Europa fueron rechazadas.
A todo esto debe agregarse la situación de los demás países productores, que, por motivos que luego explicaré, no habían podido realizar su cosecha de maíz, por cuya razón se encontraba en el mundo un gran stock de este grano.
La ganadería, a pesar de la crisis por que atraviesa, mantuvo precios aceptables para las lanas y los cueros y ella proveyó en su máxima proporción al impuesto a la exportación, contrariamente a lo que afirmaba el señor diputado Dickmann respecto a que tal impuesto pesó principalmente sobre la exportación de cereales, dando así a entender que los ganaderos gozaban de preferencias en el seno del gobierno.
Sr. Dickmann (A.). — He dado las cifras.
Sr. Ministro de Hacienda. — Yo también se las voy a dar.
No es ni puede ser así. Los que llamaríamos derechos de exportac :ón no son tales, sino impuestos al mayor valor, es decir, sobre la diferencia entre el aforo legal del artículo y su cotización real en el mercado; de manera que cuando los productos agrícolas están por debajo del aforo, no pagan nada y. cuando están arriba del aforo pagan en proporción del alza. Si los productos agrícolas no tenían precios remune-radores sobre el aforo no pagaban derecho; en cambio, han pagado derecho las lanas, hasta el punto de que los productos ganaderos — aquí le doy las cifras al señor diputado — ocupan el 48 por ciento del impuesto de exportación este año.
Sr. Alvarez. — Están en la misma situación: si valieran menos que los precios básicos no pagarían derecho.
Sr. Ministro de Hacienda. — Ratifica lo que afirmo. Así, por ejemplo, el maíz no paga absolutamente nada.
El segundo factor ha sido el de los precios. Es indudable que fueron anormales durante la guerra y lo son igualmente hoy, aunque en sentido contrario. El reajuste de los precios vendrá más adelante.
¿Por qué considero bajos los precios ahora? Porque la producción de ahora
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cuesta más que antes de la guerra, en todas partes del mundo, en virtud de la obra de mano, entre otras cosas, que ha llegado a costar en los Estados Unidos y vale actualmente de 7 a 8 dólares oro por jornal; y entre nosotros, todo el mundo sabe que la cosecha cuesta de 2.80 a 4 pesos oro en las épocas de trabajo. Me reafirma en que el costo de la producción mundial en materia agrícola es mayor ahora que antes de la guerra no solamente el argumento que acabo de hacer, sino lo que ha costado a cada país la crisis del carbón, que se ha hecho sentir en todo el mundo como una crisis de transporte. No es, pues, extraño que muchos países exportadores tengan la mayor parte de la cosecha sin realizar y que eso esté pesando gravemente en el mercado, a lo que debe agregarse el factor que voy a analizar en seguida.
El tercer factor para la depreciación de la producción de nuestros artículos exportables, ha sido la huelga minera de Inglaterra.
Sr. Molinari. — Voy a hacer una interrupción para una simple pregunta. Desearía saber de la Presidencia si se ha avisado por lo menos al señor ministro de agricultura de que se están tratando estas cuestiones del presupuesto que afectan a la economía nacional.
Sr. Presidente (Sussini). — No se le ha avisado al señor ministro. ¿Hace indicación en ese sentido el señor diputado ?
Sr. Molinari. — Sí, señor presidente. Sr. Presidente (Sussini). — Se le
comunicará. Sr. Ministro de Hacienda. — A la
huelga minera en Inglaterra siguió la paralización de sus industrias y la desocupación. Solamente a ese país el incidente le cuesta dos mil millones de pesos, y la repercusión en los demás países del mundo es evidente. Los fletes en Abril de 1926, para trigo y maíz, costaban 19 chelines, o sea, 10,88 papel, en Diciembre actual cuestan 35 chelines, o sea, 20.04 y en los meses intermedios costaban mucho más todavía; factor que importa 10 pesos por tonelada, o sea, un peso por fanega en
cada uno de estos granos. Esa causa tiene que desaparecer, ya se está atenuando y conozco contratos para Enero a 31 chelines, o sea a $ 17.75 y para Febrero, a 26 chelines, o sea a pesos 14,89. Es muy posible que para Marzo tengamos establecidos los precios de 19, b 19,50, o sea $ 10,88 y 11.
Luego, pues, lejos de ser pesimistas hay que creer que con la sola desaparición de este factor vamos a tener un aumento de $ 1 y 1.20 en la fanega de trigo y de maíz.
La cosecha es otro factor que también tiende a modificar las cosas. No sólo ella es superior a la del año pasado por. lo menos en 1.500.000 toneladas, sino que su calidad es mucho mejor. Nuestros trigos tendrán probablemente de 76 a 78 de rinde, mientras que el año pasado tuvieron 60 a 64, lo que los acreditará en el mercado y los hará más solicitados, acrecentando su valor.
Cuando los demás países empiecen a disminuir sus respectivos stocks la reacción ha de ser favorable. Es preciso tener en cuenta que durante este largo período de tiempo Europa se ha debatido en la incertidumbre; se temía complicaciones, se depreciaba la moneda de los países adquirentes y todo esto restringía la demanda. Hoy, aunque todo éso no se ha normalizado por completo, existe una tendencia hacia la normalidad. Las monedas belga, francesa y la italiana han conseguido notables mejorías; la tranquilidad .está volviendo poco a poco a los espíritus alejándose el fantasma de una guerra futura. Francia necesitará alrededor de 2.000.000 de toneladas de trigo; por lo tanto este año tendremos un comprador fuerte. Agregado a esto la mejor situación de los demás países y al fracaso de algunas cosechas, podemos creer también que ese factor de perturbación que hemos sufrido el año anterior lo tendremos en mucho menor proporción este año.
Claro está, señor presidente, que en estas cuestiones de estadísticas puede sostenerse que alguna vez el país ha producido más que en otras; per? también podríamos hacer el cálculo inver-
1901 •LA) a)
ilvouuión núm, 07
so, quo yo no Jo ho invooado, poro ya quo estamos on olio lo haré presento a la Cámara,
En los arios 1916-1917 ol área sombrada llogó a 6.611.000 hectáreas de trigo; on lí)26 la siembra dol trigo ocupó 7.800.000, La produooión del año 1910 fué do 2.289.000 toneladas, y on 1926 -1927 l'uó do 5.860.000 toneladas, foi quisiéramos haoor una deducción quo sería aparentemente real, sólo aparen I omento, tendríamos quo ol país ha progresado onormomonto' y on quo. por lo monos, so duplicó ol área sombrada y so oosoohó m no lio menos.
Sr, Peña. — ¿Quiero ropetir ol señor ministro los- cifras do la producción <IH año 1916?
Sr. Ministro do Haoienda. — Dol año 16-17 — porque tambión hay 15-16
- 6.0111.000 hoctároas oon 2.289.000... Sr. Peña. —- Está oquivooado. Eso
importaría un desastre, soría la pérdida Lo tul do la cosecha. El año 16 no ha podido transportarse la oosooha dol 16 -17, así quo el señor ministro de obras públicas dobo guardar la rocti-fioaoión pava mejor oportunidad.
Sr. Ministro de Obras Públioas. — No os mía. Es la Dirección do Estadística del Miuislorio de Agricultura la quo da los datos.
Sr. Ministro de Haoienda. —- Esta cifra del 16-17 está firmada por ol jefe do ta oficina do estadística. En ol 16-17, 2.000.000, y 15-16, 4.600.000.
Sr. Peña. — Esa os la oosooha quo so ha transportado.,,
Sr, Ministro do Haoienda. —- Esa no es la dol 16-17 sino la dol 15.
Sr. Ministro do Obras Públioas. -— En roalidad, el I ransporte so efectúa a los sois o tros mosos siguientes do producida la cosecha.
Sr, Ministro de Haoienda. En realidad, señor presidente, lo que ho querido es establecer ol verdadero estado oc o u ó i u i c.o-'.r i u a u oi o ro del país y lo ho hooho oon cifras reales o intachables, y no croo quo puedan sor rectificadas ni on cuanto a su cantidad parcial ni on ou a uto ti los totales quo ho dado PON pool o de los dos años y seis meses
Diciombro 22 do '11)20
quo van oorridos desdo ol 1' do Enero dol 24 hasta la fecha.
Quiero decir ahora quo el presupuesto sancionado por la comisión se encuentra, on sus lincamientos pone-rales, dentro dol plan quo aprobó ol Poder hjjccul ivo al aceptar para el año 1927 ol despacho de la comisión para ol afio 26, Indudablemente algunas do las partidas pueden suprimirse y ol Poder Ejecutivo no ha do haoer cuestión tratándose de partidas quo no son indispensables, poro si las rentas no alcanzaran a cubrir los gastos quo esta Cámara autorice, os menester comprender quo esos gastos son reales, necesarios o indispensables, y quo so están haciondo al margen de un buen sistema, presupuesta!, porque el Congreso dieta leyes especiales sin cuidarse después de incorporarlas al presupuesto y darlos sus recursos.
Nosotros hemos pedido, por ejemplo, la inclusión do las diferencias de pensiones y jubilaciones que solamente on esto renglón suman alrededor do 2.800.000 posos y que provienen do leyes especiales de este Congreso. De manera, señor presidente, quo si así y todo fuera indispensable, siguioudo las buenas práotioas on esta materia, ajusta r las leyos do impuestos a los gastos imprescindibles, desdo ya indico como una fuente buena do renta ol impuesto a la renta sobro las sociedades anónimas, os dooir, sancionar so» lamento la oédula correspondiente a las sociedades anónimas, con una pe-queña tasa quo soría suficiente para cubrir todas las necesidades.
Croo babor dejado en claco quo la situación del país está bien lejos do sor dosesperante. La situación os buena y su economía, es sólida, como lo dijora ol presiden(o do una poderosa institución do crédito ou la asamblea, de accionistas últimamente realizada ou Londres.
Sr. Diokmann (A.). —- Antes do quo termino ol señor ministro, desearía hacerlo una pregunta pertinente., .
Sr. Ministro de Haoienda. — Déjeme antes terminar, por mas portillen te que sea la pregunta.
OONGRBSO NACIONAL
CÁMARA DE DIPUTADOS
CONGRESO NACIONAL 123 Rounlón núm. 07 CÁMARA DIO
Es necesario quo nos acostumbremos en esto parlamento, a respetarnos mutuamente. . .
Sr. Diokmann (A.). — Lo.iba a preguntar con ol mayor respeto,
Sr. Ministro de Haoienda. - - . . . y a no atrepellar una exposición tranquilo; quo aprendamos a escuchar al adversario ,v que tomemos todas las notus necesarias para con tostar cuando nos toque ol turno. Y on esa forma resta Meceremos ol prestigio de los viejos parlamentos, y aquel viejo código tan útil, tan bien hecho, tan delicado, on ol respeto do los ministros y de los diputados, aquel digesto do Wilson, quo prohibía basta pasar por delante del orador quo ostaba en el uso do la palabra.
Nada más. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).
Sr. Molinarl. — Y quo prohibía, también, aplaudir a los ministros.
Sr. Ministro de Haoienda. — El do-rooho do aplaudir os como ol do silbar; y en cuanto a mí, lo declaro al señor diputado quo ni me estimulan los aplausos, ni me arredran los silbidos. (¡Muy bi<)i! ¡Muy bien!). Naturalmente, no todos sahornos silbar,, ,
Sr, Araya. •— Pido la palabra. Sr, Guillot. —- Quería .hacer una pe
queña rectificación, Sr. Peña. rediría a los señores di
putados me permitieran a mt haoor uso do la palabra, porque voy a haoor una réplica.
Sr. Guillot. — Va a ocurrir quo oon los discursos interesantes y liónos de datos út les se desvíe la incidencia planteada, que roglamontariamente dobo rectificarse do inmediato.
Sr, Pona. Debo replicar a obsor- • vaciónos dol señor ministro a la exposición que yo hiciera. A mí mo convendría dilatar, para así tenor tiempo y poder confrontar las cifras quo oi señor ministro ha dado, pero croo quo a la Cámara lo conviene más oír do inmediato mi exposición, sobro ol tam-bor.
Sr. Araya, —• Yo le estimarla al so-ñor diputado me escuchase, porque on • oso oaso podrá reotifioar no sólo al so-
DIPUTADOS Di o itíiii bro 22 do 1020
ñor ministro, sino a mí también, desdo ol momento quo con ol señor ministro coincido on algunas oosas.
Sr. Peña. — Entonóos, lo escucho. Sr. Diokmann (A.). — Quería que ol
señor ministro, antes do terminar, hubiese dicho cuál es el cálculo de recursos dol Poder Ejecutivo: si los 625 m*liónos quo aceptó al principio, los 664 del proyecto que él sostiene o los 690 del despacho do la comisión. Esta pregunta, ol señor ministro la ha calificado do falta do rospeto.
Sr. Presidente (Sussini). •—-Tiene la palabra ol señor diputado Araya.
Sr. Araya. —- Por primera voz después do una serio de largas sesionos, hemos sentido una ráfaga ir osea do alivio y do optimismo.
Después do mi distinguido colega el doctor 1 >cl isa rio I I ornan dez, ol señor ministro, quo ha reaccionado, seguramente, sobro sus impresiones anteriores, nos ha traído una palabra reoon-fortunto y nos estimulu a perseverar on la defensa de esto cálculo do recursos y do esto presupuesto, quo tanto ha amargado la conciencia do ios diputados quo retiraron sus firmas y quo ha motivado críticas tan airadas y quo ha llegado hasta a evocar aquella frase célebre de quo la bancarrota está golpoando las puertas mismas del país.
El señor diputado Guillot, con dicción oleganto y olara, ha tenido la virtud de resumir cu tros puntos principales las objeciones quo se pueden hacer ai presupuesto i el estado económico, el estado financiero y el desequilibrio del presupuesto on su cálculo do ro-oursos. Ho do referirme —- y esto se explica —— a la exposición copiosa de datos interesantes en todos sus capítulos traída por ol señor diputado Diokmann y a la talentosa, contundente y admirable do arrastre y do emoción, apoyada on el prestigio do las cifras do una memoria foliolsima, dol señor diputado Peña.
El problema SO orienta, pues, cu este sentido. ¿Es ol prosupuesto excesivo para las fuerzas del país Y Otra pregunta, a la quo yo no tongo la obligación
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de contestar, porque no es mi función, es la de si el presupuesto comprende o no todos los gastos.
Si la comisión olvidó el incluir gastos que a juicio de otros señores diputados debieron estar comprendidos dentro del cálculo de gastos, todos los miembros de ella son por igual responsables.
Yo no debo probar, y no se ha de esperar de mí, que el cálculo de recursos puede equilibrar el presupuesto de mil millones que traen los señores diputados Peña y Dickmann. Mi única obligación es demostrar que el presupuesto se equilibra dentro de los 690 millones de pesos.
Sin embargo, en lo que respecta al concepto de la deuda he de decir algunas palabras, porque entiendo que se debe discriminar el capítulo de gastos retributivos, que corresponden a empresas industriales del país y a obras que se desvalorizan, de aquellos otros que son empréstitos de consolidación, de déficit o por desequilibrios que no se pueden prever.
Siguiendo el método que tanto nos ha recomendado el señor diputado Dickmann, he de iniciar mi exposición tratando de la situación económica de las industrias principales del país, las dos grandes fuentes madres de producción, - que son la agricultura y la • ganadería. Seguramente las vistas que . voy a exponer han de interesar a los señores diputados, que tanto interés; demostraban en la primera sesión del ¡ presupuesto con respecto al problema |¡ ganadero; y quizás les den la solución.
La producción mundial, en ganadería, es de 1.100.000 toneladas, habiendo sido el año pasado de 1.050.000. La Argentina contribuye — y esto es capital — con el 70 por ciento. De las naciones consumidoras, Inglaterra en 1926 importó 700.000 toneladas, de las cuales 460.000 corresponden a la Argentina.
Sr. Molinarí. — Estimaremos al señor diputado que cada vez que cite cifras estadísticas, suministre las fuentes de dónde las ha tomado, porque es de buen método.
Sr. Araya. — Tengo aquí todos los
elementos de juicio, que los he escrito por mi propia mano. Pero no va a tener ningún inconveniente el señor diputado, porque la tesis que sostengo está vinculada a cifras de todos conocidas.
Sr. Molinari. — En buena estadística hay que dar las fuentes de las cifras.
Sr. Araya. — Tendría que referirme a telegramas de los diarios, algunos de los cuales citaré en el curso de la exposición, porque estas cifras, para ser del día tienen que tomarse en diarios como «La Prensa» y «La Nación».
Sr. Molinari. — Perdóneme, señor diputado. Mi propósito es conocer con exactitud la fuente de las cifras, porque con cifras de distintas fuentes, de las cuales unas pueden ser más autorizadas que otras, habría siempre divergencia.
Sr. Araya. — No tome las cifras. La base de mi exposición es esto: el 70 por ciento de la producción mundial es de origen argentino.
Sr. Goñi. — ¿Qué clase de hacienda? Sr. Molinari. — Este 70 por ciento... Sr. Araya. — Tome nota el señor di
putado, y después me contestará. Sr. Molinari. — Quería saber dónde
ha tomado el dato. Sr. Goñi. — Señor diputado. . . Sr. Araya. — No me interrumpa. En
esta forma no vamos a terminar. Los señores diputados hacen fe, o no, en los datos que doy, fácilmente verificables. La biblioteca les puede traer de inmeT
diato elementos para contestar. No aceptaré interrupciones, a fin de abreviar.
Sr. Presidente (Sussini). — Ruego a los señores diputados que no interrumpan . f f |
Sr. Goñi. — El señor diputado ha traído a colación ese dato de improviso. Ha manifestado que daría datos contrarios a los de los señores diputados que han intervenido en el debate. Se le hace una pregunta y no contesta...
Sr. Araya. — ¿Desean los señores diputados que interrumpa mi exposición?
—Hablan a la vez los señores diputados Goñi y Araya, y suena la campana de orden.
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CÁMARA DE DIPUTADOS Diciembre 22 de 1926 Reunión núm. 67
Sr. Pesidente (Sussini). — Ruego al señor diputado por Santa Fe que se dirija a la Presidencia.
Sr. Araya. — Los dominios británicos Australia y Nueva Zelandia, sólo tienen una producción anual de 120 a 130.000 toneladas, y esa carne — es importante — está clasificada en Inglaterra como carne de tercera calidad. No pueden exportar chillcd bccf, por la distancia. El Uruguay sólo contribuye con 100.000 toneladas, de las cuales 30 ó 35 son de chilled beef; está clasificada esta carne como de segunda calidad. El Brasil en 1926 tuvo una exportación de 45.000 toneladas de carne clasificada por.los franceses (y esto es también del diario «Le Temps» del año 1922, citado en un artículo por el señor Palma, de La Granja Blanca), con una expresión que puede prestarse a sonrisas: como carne de mono. Venezuela y Sud África no tienen valor en el orden de la exportación. No es exacto, señor presidente, que el consumo haya disminuido en Inglaterra con motivo de la crisis minera. Ese país, en los nueve primeros meses de 1926 ha importado 20.000 toneladas más que en igual período de 1925. No es cierto que los frigoríficos argentinos hayan disminuido sus envíos. La exportación para Inglaterra ha aumentado hacia fines de Noviembre en 156.000 toneladas, según telegramas de «La Nación» del 19 de este mes. La Sociedad Rural envió a Londres al señor Eduardo Drabble, para entrevistarse con el ministro de agricultura, y el señor Ri-chelet telegrafió ayer mismo al diario «La Nación», que esa visita era completamente inoportuna.
—Ocupa la Presidencia el señor vice- • presidente 2» de la Honorable Cámara, doctor Héctor González Iramain.
Puede hacerse la observación de que Inglaterra no consume todo lo que importa, por la reexportación que allí se produce. Es cierto: Inglaterra guarda lo mejor y lo inferior lo desvía hacia sus posesiones. Sin embargo, la reexportación va disminuyendo, porque se •requiere cada vez más para el consumo
interno. En 1923 reexportó Inglaterra 65.000 toneladas, y en 1925 sólo 16.000. Estados Unidos no adquiere carne en la Argentina. Por eso ese decreto a propósito de la fiebre aftosa no tiene valor desde el punto de vista comercial. Adquiere carne en el Canadá y Australia y, como tiene suficiente stock y producción para el consumo de los ricos, sólo adquiere para el consumo obrero carne inferior de Australia, Nueva Zelandia y Canadá. No comprará, por lo tanto, en la Argentina, que vende carne de primera calidad.
El Canadá entrega la mayor parte de su producción en novillos a Estados Unidos y exporta para Inglaterra. Así ha enviado 100.000 novillos vivos en pie al año pero, por la distancia a que se encuentra su stock ganadero, tiene dificultades para exportar. Estos novillos que los frigoríficos pagan como máximum a 0.20 moneda legal el kilo de peso vivo en la Argentina, en el Canadá, en el puerto de embarque, Mon-treal, se cotizan a 40 centavos de nuestra moneda el kilo de peso vivo. Estos novillos, en los puertos ingleses, se venden a 30 libras esterlinas cada uno.
¿ Cuál es la causa de la baja de nuestra carne en Londres? No se debe a la huelga minera ni a la disminución del consumo. Es la lucha entre los frigoríficos norteamericanos, con la célebre cooperativa Westley, que representa más de cuatro mil carnicerías inglesas; y como los norteamericanos sólo pueden vender por cuartos y no pueden instalar carnicerías, se ven vencidos fácil-m^*-<* ñor Ja r < o m n í í . ñ í a Westley.
En estos días llega el señor "Westley aquí a instalarse, en el país, para hacer los negocios de carne directamente. Actualmente, en el mercado de Smíthfield, la chilled beef argentina se cotiza por mayor a 5 peniques la libra, o sea a 25 centavos moneda nacional; esta misma carne argentina chilled se detalla en las carnicerías la más selecta como carne indígena a 12 peniques, o sea 60 centavos de nuestra moneda, y el resto á 10 peniques, o sea 50 centavos. Este es el negocio que hace el sindicato de carnicería Westley, con la correspon-
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diente depresión de nuestro mercado. Víctima: la Argentina.
El problema se comprende ahora con toda claridad. El máximum del consumo mundial en el orden de la exportación lo provee la Argentina. Es la misma situación que se crea para el café en el Brasil; es la misma situación que se nos puede crear para el lino, en el que somos también nosotros los mayores productores.
De todas las soluciones propuestas, la única que puede resolver la crisis ganadera es la misma que el doctor Hipólito Irigoyen dio en una circunstancia difícil para el país: el precio mínimo, que es la única forma de levantar nuestra ganadería.
Sr. Goñi. — ¿Por qué no se puso en práctica el precio mínimo?
Sr. Araya. — Yo no hago discusión, señor diputado.. .
Sr. Goñi. — Está tocando una cuestión interesantísima.
Sr. Bard. — El Poder Ejecutivo tiene el medio de aplicar la ley, pero no la aplica.
Sr. Goñi. — El señor diputado está entrando de lleno a la cuestión ganadera, pero cuando se trató de requerir la presencia del señor ministro, cuando era el momento oportuno de hacer el debate, se opuso el señor diputado.
Sr. Araya. — He tomado ese argumento en razón del ambiente psicológico creado que daba la sensación del derrumbe de la economía nacional; lo utilizo para refutar el argumento de que el presupuesto no era viable y para demostrar cuál es la condición de las dos fuentes madres de nuestra riqueza.
Sr. Guillot. — Coincidimos ahora en cuanto a la situación crítica de la ganadería.
Sr. Araya. — No es posible que se nos substituya en el mercado mundial; no hay stock para eso. Los que temen la concurrencia de Australia ignoran esto: que no le pueden enviar chilled becf, ni tampoco tienen carne de la calidad de la Argentina.
Los que creen que nos puede reemplazar Estados Unidos y Canadá ignoran la cuestión, porque no tienen el
stock ganadero para ello ni tienen tampoco la calidad.
La crisis ganadera, entonces, es una cuestión de precio que puede decidirse con una resolución como la que indico, y nos encontramos en perfectas condiciones de levantar el estado que se dice angustioso de la ganadería.
Sr. Guillot. — Eso está reclamando la ganadería argentina y es lo que no hace el Ejecutivo Nacional, no sabemos por qué razón.
Sr. Araya. — En todo caso, me alegro de coincidir con el señor diputado.
El señor diputado Peña, refiriéndose a un estudio presentado por el señor Alejandro Bunge en el que hace resaltar a su modo el estancamiento de la agricultura y de la superficie cultivada y de la producción, nos ha traído el grito de alarma, diciéndonos que estábamos marcando el paso y que, en la circunstancia, no era llegado el momento de lanzarse en gastos considerables de presupuesto.
El señor Alejandro Bunge, para hacer sensible su exposición, toma el período que va del año 1908 al 25 y lo divide en grupos de tres años y nos da la producción media de cada uno de esos tres años, llegando a las cifras siguientes: de 1908 a 1910, 9.400.000 pesos; de 1911 al 13, 10.600.000 pesos; del 1914 al 16, 12.300.000 pesos; de 1917 al 19, 9.300.000 pesos; de 1920 al 22, 12.500.000 pesos; de 1923 al 25, 13.100.000 pesos. Agrega, además, que la superficie cultivada tampoco ha aumentado después del desarrollo de los alfalfares. Alcanzó su máximum con 23.400.000 en 1917, y la superficie sembrada con alfalfa se mantiene invariable en 8.000.000 como en 1917, y sumando los distintos rubros se llega a 9.400.000 hectáreas en 1917. Esto demuestra que se ha producido una estabilización en el conjunto de todos los cultivos del país.
Estas consideraciones del doctor Alejandro Bunge no le hacen honor, porque para demostrar la verdad de su tesis, no vacila en tomar un período de años, como el comprendido de 1908 al 25, en el que hay un período intercalarlo com-
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pletamente anormal como el de la guerra y parte de la post guerra. Por eso nos encontramos como si se hubiera producido una doble ondulación: 9, 10, 12 y 13.
Para calcular si el país ha progresado o no, deben tomarse los años normales; y de estos el último año normal es el 13 y los anteriores al 13, y es necesario ver si partiendo de ellos ha habido o no progreso.
Cuando la agricultura del país se encontró con el problema de la guerra, después de los primeros contratiempos, merced a una visión eficaz del momento' por parte del gobierno, se valorizaron los precios; y como éramos los únicos productores estos precios fueron subiendo desde 1913, hasta culminar en 1920 con 26 pesos el quintal de trigo, 39 el de lino, 11 el de maíz y 11 el de avena; pero al año siguiente, en cuanto se regularizaron los stock, en cuanto se volvió a cultivar de nuevo, en* cuanto, por la desvalorización de la moneda y por las condiciones industriales del país, hubo necesidad de hacer la política de la privación y hasta del liambre, el consumo imnediatamente disminuyó. Esa política de defensa motivó una caída brusca y general de los precios. Así en 1922 el quintal de trigo valía sólo 13.40, el año 1923 12.85 y la avena 9.55. ¿Son acaso malos precios? Eran mejores que los de antes de la guerra. Los precios de hoy son superiores en un 40 por ciento a los precios del año 1912 y 1913 que aquí tengo a la vista.
Sr. Goñi. — ¿El señor diputado ha , tenido en cuenta los aumentos de tarifas y otros recargos que ha sufrido | el productor?
Sr. Araya. — El 40 por ciento de aumento a que me refiero comprende esos recargos que tiene la agricultura.
Sr. Mohando. — El dato más suge-rente es que no vale la pena cosechar.
Sr. Araya. — El señor diputado Guillot ha recordado que he sido ministro de agricultura alguna vez, y me ha obligado a hacer este estudio. De manera que el señor diputado tiene la culpa del exceso de paciencia que solicito de la Cámara.
Sr. Guillot. — Es muy interesante lo que dice el señor diputado, pero ya llegará la oportunidad de introducir ligeras rectificaciones a esas orientaciones optimistas.
Sr. Araya. — Quiero hacer notar que las cifras apuntadas son Jas del precio máximo alcanzado en algún mes de cada año citado.
Ahora, a partir de ese año 1920, se reinicia el nuevo ascenso de nuestra producción, después de la reflexión necesaria para adaptar la vida del agricultor a las nuevas condiciones. Ahí se ve la falta de exactitud de las aseveraciones del señor Bunge, pasando sucesivamente estos precios del mínimo que da a la situación actual, en que cada cereal tiene tres o cuatro pesos de aumento en su precio.
Es en la misma revista del señor Bunge que voy a encontrar la contestación a sus propias palabras. En ella vése un cuadro con este rubro: «Superficie cultivada con trigo, maíz y lino en la República Argentina de 1912 a 1926.» Vemos que a partir del año 1921 el trigo pasa de 5.763.000 hectáreas a 6.578.000, 6.951.000, 7.200.000 y 7.768.000; el maíz de 2.971.000 a 3.177.000, 3.435.000, 3.707.000, 4 millones 297.000; el lino de un 1.575.000 a 1.747.000, 2.181.000, 2.558.000, 2.559.000. Y como comprobación, haciendo honor a la oficina de estadística del Ministerio de Agricultura, tenemos que en una publicación número 10 de Septiembre de 1926, página 838, dice lo siguiente: «Si bien el aumento de este año con respecto al anterior no es más de 2,1 por ciento, llega al 22,1 por ciento si se hace la comparación con el área sembrada con estos mismos productos en el año agrícola 1912-1913, que es el que esta oficina toma como base de comparación para sus estudios, aumento que significa un evidente progreso.»
Sr. Molinari. — ¿Progreso en qué sentido?
Sr. Araya. — Me refiero a la afirmación del señor diputado Peña, que decía que la superficie cultivada, tomando como base los elementos que le
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daba el señor Bunge, se había estabilizado.
Sr. Molinari. — ¿Con relación a qué año?
Sr. Araya. — Con relación al año 1912 -1913, que es el año normal por excelencia.
Sr. Guillot. — Hay otros factores, ha aumentado la población, las necesidades. . .
Sr. Araya. — Ya llegaremos a eso. Ha aumentado la población. Pero una cosa es la población demográfica y otra la población económica. Nuestro país no podría sufragar los gastos de su progreso, si debiera contar pura y exclusivamente con los elementos demográficos: es la inmensa suma de energías que se cifran en animales de labor, arados, maquinarias agrícolas, motores, combustibles, etcétera, lo que forma la verdadera parte de acción del país. Un hombre en nuestros campos no es uno, se multiplica por toda la suma de caballos vapor que tiene a su disposición, por toda la suma de animales de labor que lo acompañan, por todo el valor de la maquinaria agrícola que posee, y es ese esfuerzo intensificado, que es el resultado de todo lo adquirido por los esfuerzos de los hombres del pasado, el que hace que núes- | tra población, por pequeña que sea, haga que el país ocupe el alto rango y nivel que le corresponde.
El señor ministro se ha referido a la situación financiera de un modo claro, y yo a mi vez he de tocar este aspecto. Decía que es un estado psicológico. En economía política se ha dicho que el precio es más que función de la oferta y de la demanda, función de la necesidad, y ésta no es una cuestión material sino de deseo. En el mismo orden está el ambiente de esta Cámara, la preocupación alrededor de los gastos, del enorme peso que pueda recaer sobre el país, lo que ha de hacer que este presupuesto se acepte o se rechace. Este estado psicológico lo han creado los señores diputados con la mejor intención, y es el resultado en gran parte también de la autoridad del señor ministro, quien.
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llenando una de sus funciones más graves, la de previsión, nos lo ha advertido, quizás en una forma un poquito severa, y nosotros nos hemos excedido en la interpretación de su deseo.
El estado financiero de la plaza se caracteriza por un sinnúmero de aspectos, que son un índice. Los diputados Guillot y Molinari se han referido al balance de pagos, al ahorro, a la absorción de los títulos argentinos, a su cotización, a la cifra de hipotecas, a la absorción de las cédulas hipotecarias, a la* cantidad de depósitos en los bancos, a la desocupación, a las quiebras. . .
Sr. Guillot. — Son índices de un estado económico...
Sr. Araya. — A los que me he de referir.
Sr. Quirós. — Estado económico que se ha demostrado es favorable.
Sr. Araya. — La cifra de ahorros ha ido creciendo en una forma que no permite que al último año se le considere como un año de depresión, y voy a citar las cifras en millones desde el año 1914 a 1926: 310, 303, 321, 435, 523, 592, 635, 700, 798, 759, 778 y este último año, 820. Vése la progresión permanente, constante, sin que haya ninguna disminución en la altura de la curva que, se diría, es casi continua.
En cuanto a las quiebras, el señor ministro se ha referido al saldo de las mismas. Ese saldo puede ser real o ficticio; pero él no me preocupa. En realidad ha habido un aumento en el número de quiebras, aumento sensible que el Banco de la Nación explica en la forma siguiente: «El comercio — dice — no presenta el aspecto floreciente de otros años, y sin que ello implique considerarlo en situación difícil, debe reconocerse el malestar producido por las dificultades que tiene para dar salida a la existencia de mercaderías paralizadas, en parte por la menor demanda de las mismas a causa de la disminución en la producción. Además, durante el año 1925 se ha notado una existencia excesiva de mercaderías importadas, cuya venta no alcanzó la extensión que se esperaba, pero ello no ha llegado a
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ocasionar trastornos serios, aun cuando el hecho ha entorpecido algo el desarrollo general de los negocios.» Finalmente dice: «En lo que se refiere a las industrias, el exceso de importaciones y su venta a precios bajos ha reafirmado la competencia del exterior iniciada después de la guerra por los países manufactureros que han tratado de reconquistar en los mercados de importación, obligando a la industria a aminorar su producción y disminuir, como consecuencia, la actividad creciente de años anteriores.» Vale decir que las quiebras, como en el balance de pagos, lo señala el señor Tornquist cuando coloca nada menos que 30.000.000 de pesos oro a nuestro activo, por pérdidas de mercaderías importadas, que constituye un verdadero robo a las personas que las consignaron. Con motivo de la depreciación de la moneda, un sinnúmero de | casas comerciales han especulado sobre los cambios, se han abarrotado de mercaderías, y no las han podido liquidar; con ése motivo se han producido quiebras, que no son las normales, — que yo llamaría extraordinarias — que no tie--nen nada que v e r . . .
Sr. Repetto. — Quiebras saludables. Sr. Araya. — Acepto. Quiebras salu
dables.
La consecuencia que podemos sacar de este hecho es que la crisis que sufren nuestras industrias se debe a la concurrencia mundial; se sabe que este es un gran mercado y ahora que se han estabilizado las industrias extranjeras, tratan de conquistarlo nuevamente y entonces lo invaden, consintiendo diferencias de precios enormes.
Así y por sólo citar un ejemplo en el rubro de los automóviles que todo el mundo conoce, se comprueba cómo han caído los precios en un 35 y hasta 40 por ciento, y lo mismo ocurre en casi todos los demás productos manufacturados.
El señor ministro, refiriéndose a las entradas del segundo trimestre, nos ha dicho lo siguiente: qué si bien no habían sido mayores las cifras de las importaciones, en realidad esas cifras habían respondido a un mayor número de
mercaderías por la baja de los precios. ¿No es así?
Sr. Ministro de Hacienda. — No, señor diputado. Que la importación había disminuido principalmente por la baja de los valores.
Sr. Molinari. — No era así, efectivamente .
Sr. Araya. — Entonces resulta más o menos lo mismo. Los descensos en los precios han sido constatados oficialmente y esto me basta.
Ahora, refiriéndome a los depósitos bancarios, estos también han continuado creciendo én una forma regular, hasta este último año.
En cuanto a la absorción de las cédulas hipotecarias, aquí tengo una memoria interesante que dice lo siguiente: «La radicación de las cédulas hipotecarias argentinas en el país es de 86.40 por ciento, con 1.000.315.600 y en el exterior sólo el 13.60 por ciento — y agrega este otro hecho interesante —: ha habido un aumento relativo de la deuda hipotecaria pero ha sido sólo de 18.45 por ciento contra un índice de valorización de la propiedad que es de 54.28. La fácil colocación de nuestros títulos, la consolidación de nuestra deuda que todos los días se hace en forma progresiva, indican también un estado financiero cómodo porque no son deudas de apremio, porque nos dan tiempo y facilidades para el pago, de modo que todo esto viene a incidir en las mismas condiciones. En lo que se refiere a la desocupación, el señor ministro ha. leído las cifras de los que han pedido trabajo; y yo tengo aquí los datos de las personas ocupadas en el mes de Agosto — he elegido el mes de Agosto porque ya estamos en una época en que ya ha vuelto la gente de la cosecha — que nos dicen que las cifras han pasado de 417.000 personas empleadas entre hombres, mujeres y niños a 421.000 personas, de modo que la desocupación también es uii mito.
Sr. Guillot. — Es un mito en las cifras estadísticas, pero es una realidad en.la vida que todos vivimos.
Sr. Araya. — Yo me guío por las
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cifras que da el Departamento del Trabajo. Ahora si el señor diputado tiene una oficina mejor informada.. .
Sr. Guillot. — No, señor. Lo que le puedo asegurar es que el diputado que habla vive la vida de su país y encuentra el fenómeno de la desocupación en todas partes.
Sr. Arava. — Me había olvidado de dar las cifras de los depósitos del Banco de la Nación, que han pasado de ' 1.499 millones el año pasado a 1.525 millones en la misma fecha, para este año.
Sr. Goñi. — ¿Y qué nos dice de los otros bancos, señor diputado?
Sr. Araya. — Yo no puedo traer sino los datos que tengo.
Sr. Goñi. — Así podríamos saber si en realidad ha habido un aumento.
Sr. Araya. — El presupuesto se acrece de acuerdo a las observaciones formuladas por los señores diputados Dickmann, Peña y Guillot, especialmente por el rubro de las deudas y dicho rubro es atacado sobre todo en el anexo L, Trabajos Públicos. Señor presidente: en materia de deudas es necesario discriminar..
Se ha hablado, también, de los presupuestos anexos, como queriéndolos comprender en la cifra global que pudiera asustar al país. Cuando tuve que organizar el presupuesto de Santa Pe hice colocar aparte el presupuesto del puerto de Santa Fe, el que no sólo cubría sus gastos sino que arrojaba un superávit de 800.000 pesos.
Si por una razón cualquiera la Municipalidad de la Capital comprara el subterráneo o los tranvías a nivel, que en casi todas las ciudades americanas son de administración municipal, nos encontraríamos con un presupueslo más crecido, pero con un presupuesto retributivo, que no tiene absolutangente nada que ver con el presupuesto real de gastos, porque lo.s gastos en un. presupuesto de estado son, sobre todo, sumas que se insumen sin dejar rastros. Por eso, en los estados bien organizados se distinguen entre la deuda bruta y la neta. Y esa deuda por trabajos públicos no altera, en nin
gún modo, el crédito público, y tanto no altera el crédito público que existen ejemplos de naciones, menos pobladas y más pobres que nosotros, que tienen una deuda cuatro veces mayor que la nuestra, y cuyos empréstitos se cotizan altos y cuyos intereses son muy reducidos.
Tengo aquí los datos referentes a Australia y Canadá. Australia tiene un inmenso territorio, sus campos están casi yermos; tiene una población de 5.600.000 habitantes y su deuda llega a 11.000 millones, de la que deduzco los empréstitos de guerra que alcanzan a mil millones, para que no se diga que he exagerado la cifra. Queda, pues, la deuda reducida a 10.000 millones. Y aquí tiene razón el señor diputado Peña, porque en su exposición nos decía: bienvenidos los gastos si ellos van a destinarse a obras como elevadores de granos, a todo lo que signifique un acrecentamiento de la riqueza del país, ya que se ha llamado a los elevadores de granos la caja de conversión del trigo. Bienvenidos todos aquéllos gastos que se traducen de inmediato en una mejora, en una disminución del precio del transporte, por la incorporación de nuevos elementos de facilitación del comercio y por la instalación de puertos. Todas estas son deudas nobles y, por ello, aunque el Canadá con 8.700.000 habitantes tenga una deuda de 5.676 millones de nuestra moneda, tiene títulos que se colocan al 5 por ciento de interés como ha ocurrido en Londres. Al igual la federación australiana pudo contratar
! un empréstito de 30 millones de pesos oro al 4 por ciento de interés.
Sr. Guillot. — ¿Me permite una pre-1 gunta?
Sr. Araya. — Sí, señor diputado. Sr. Guillot. — Cuando el señor di-
' putado cita la deuda australiana ¿se, | refiere a la deuda federal?
Sr. Araya. — Federal y particular, i La deuda federal es de 4.705 millones, ! con una población de 5.700.000 habi? ! tantes, que le ha permitido, y a eso ¡ tengo que referirme, porque no he ter-j minado con la cuestión ganadera, que
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les ha servido para colocarse en mejores condiciones que nosotros, bajo el punto de vista del comercio de cereales.
Se habla de nuestra riqueza; se dice que no existe. Lo que existe es nuestra desidia, señor presidente. Nuestros productos se venden en condiciones inferiores por no existir una organización ni un sistema de ventas por cooperativas, porque no tenemos flota comercial; porque somos víctimas de la especulación de fletes. El trigo es materia noble que sólo tiene dos enemigos: la humedad y los roedores y, sin embargo, nuestros granos están abandonados a la intemperie; y cuando se ha contemplado una solución, ella ha sido precaria como la ley de tinglados,
' que para nada sirve. El trigo, repito, es una materia noble, que sólo tiene dos enemigos: la humedad y los roedores, tanto que se cita el caso de granos encontrados en las tumbas egipcias, que han vuelto a germinar, y nosotros lo dejamos largo tiempo en parvas o en bolsas a la intemperie, cubriéndolo tarde y mal. Expuesto así a la acción de la humedad va disminuyendo en peso específico, y el señor ministro de agricultura aquí presente podría decirnos cómo si el trigo ha sido malo el año pasado, ello se debe no sólo a la estación lluviosa, Sino a nuestro descuido y por ello disminuyó paulatinamente en su peso específico de 80 y 78 a 62 y 60, hasta convertirse en triguillo sólo bueno para obtener afrecho.
En el mercado mundial de trigo las naciones que deben servirnos de ejemplo son las naciones americanas del Norte. Allí, como en Canadá, tienen un recorrido de transporte muy superior al do nuestros cereales, favorecidos como lo estamos por la existencia de una región triguera sobre el litoral, al borde de ríos, de grandes barrancas con aguas profundas al pie que permiten la instalación fácil de los cargadores de granos, por donde se derraman en chorros continuos a las bodegas de los buques de ultramar. En el Canadá, en cambio, los cereales se recogen hasta
en regiones casi heladas, donde los productos para vivir requieren la es-pecialización de semillas, y sólo así pueden germinar, crecer y dar fruto en el escaso tiempo que dura la primavera y el verano. Hacen, pues, un Inmenso recorrido antes de su embarque, y esto explica cómo a pesar de encontrarse más próximo de Europa, sus fletes son más elevados, casi el doble de los nuestros. Pero esas naciones tienen el ferrocarril empresa de -fomento que instala en cada estación importante de la linca el elevador de granos; disfrutan sus agricultores del bono inmediato tras la clasificación oficial del producto, bono que le permite negociar un adelanto de dinero si así lo requieren. Además existen en los puertos de embarque los elevadores terminales y la última clasificación, de manera que ese trigo va autorizado con el sello oficial, el que garantiza su calidad y valor. Los nuestros, en cambio, van mezclados en forma vergonzosa, y no es de extrañarse entonces, que sufran un desmedro sus precios de cotización; como tampoco es de extrañarse, por la falta de organización de la venta, que abunden los intermediarios. Las flotas comerciales especulan y por eso faltan las bodegas cuando nosotros necesitamos el transporte de las cosechas, como hay fiebre aftosa cuando no les conviene recibir nuestro ganado, como había epizootias en los cerdos en Serbia, cuando Austria no los quería comprar.
Nuestra situación está en nuestras manos. Hay 300 millones de pesos anuales que ganarse. La flota comercial argentina debe hacerse; tendrá una ganancia segura, porque el índice de producción de nuestro país crece constantemente, lo mismo que el mercado de consumo. Es preciso alcanzar los que otros menos ricos que nosotros han sabido organizar; así en ese mundo perdido en la región ignota del océano Indico, Australia ha encontrado los fondos necesarios para construir los elevadores y poder enviar sus trigos clasificados y que nosotros no hayamos podido hacerlo, es un bochorno para el país.
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He afirmado, señor presidente, que los precios de nuestros cereales han de mejorar, y creo poder demostrarlo. Han de ser buenos por una serie de razones. Una de ellas es la calidad. El señor ministro de agricultura podría informar si éste es un año excepcional, si todos los granos son parejos.
Sr. Ministro de Agricultura. — Pido la palabra.
Me he apresurado a concurrir a la Cámara, de acuerdo con el pedido formulado por el señor diputado por la Capital. No conozco el motivo de ese pedido; no sé si se trata de que informe sobre la situación económica del país, lo que ya ha hecho con mucha elocuencia el señor ministro de hacienda, y lo está haciendo en este momento, con no menos elocuencia, el señor diputado por Santa Fe .
En cuanto a la pregunta del señor diputado, debo manifestar que toda la información que tiene el ministerio sobre la cosecha actual, no puede ser más favorable. Felizmente para el país, ésta será una de las cosechas más grandes, una de las más abundantes; tal vez la más abundante conocida hasta ahora. Por desgracia, los precios no son suficientemente remuneradores en algunos rubros, como el maíz, por ejemplo. Si llega la oportunidad, he de referirme al costo de producción, a que aludió el señor diputado Molinari en otra sesión.
Repito que la cosecha será posiblemente la más abundante que ha tenido el país, a menos que intervenga para modificar la situación actual algún factor de última hora.
Sr. Guillot. — Pido la palabra. Como la invitación al señor ministro
de agricultura partió del sector a que pertenezco, quiero explicar el origen de ella.
Se ha entendido, razonablemente, que tratándose del presupuesto, tan vinculado a la situación económica del país, era útil que el señor ministro de agricultura estuviera presente para ratificar los datos que se den en el curso de la discusión, o para suministrar aquellos que la Cámara crea conveniente solicitarle .
Sr. Presidente (González Iramain). — Continúa con la palabra el señor diputado por Santa Fe.
Sr. Araya. — El señor ministro de agricultura ha confirmado gentilmente la afirmación que he traído a la Cámara sobre la calidad de los granos de esta cosecha.
Hay otros elementos de juicio. Consultando las estadísticas de los precios, vése que no pueden tomarse como norma los precios de Diciembre, mes durante el cual la especulación trata de sacar ventaja de las necesidades de los agricultores, y se eleva el precio de los fletes por falta de bodegas. Además, hay que tener en cuenta las diferencias que se han de producir con motivo de la exageración de los fletes marítimos. El señor ministro me ha aliviado de la obligación de hacer la demostración; se sabe que los fletes se han triplicado; tienen que volver a su nivel normal, y la diferencia se incorporará al valor del producto. Eso nos dará una diferencia
— el ministro hablaba por fanega, y yo he de hablar por quintal — mayor de pesos 1.50, y quizás de 2 pesos, que agregados a los precios actuales darán un precio muy remunerativo.
Debe considerarse también la calidad — porque los productos que están saliendo son inferiores — y esto también contribuye a la diferencia de precio.
Pero más importante que todo esto es la influencia, del mercado mundial. Ha tenido razón el' señor ministro de agricultura cuando afirmó la existencia en el país de 800.000 quintales de trigo que no tienen ni pueden tener salida, porque son triguillos. Hoy el trigo tendría salida, porque hay necesidades reales y porque la producción mundial es, en cierto modo, inferior a la normal: existe en realidad fuerte demanda. Francia necesita 2.000.000 de toneladas. Respecto a Italia se ha citado un decreto de Mussolini que resuelve patriarcalmente las cosas, decidiendo reemplazar el 20 ó 30 por ciento faltante de harina para la confección de pan con la molienda de la soja híspida; pero se olvida que serían necesarias 1.500.000 hectáreas de soja, que su cul-
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tivo requiere mayores cuidados que el del trigo y necesita muy buenas tierras, que Italia no tiene. Es, entonces, un decreto en el aire. Italia tendrá que importar, como de costumbre, para su población constantemente creciente el saldo sobre su producción, que es de 1.900.000 toneladas. España necesitará importar una enorme cantidad de maíz para su población y para su ganado, que está corriendo riesgo de perderse como consecuencia de la pérdida casi total de su maíz; tengo aquí la publicación del Ministerio de Agricultura con los datos estadísticos respectivos.
En cuanto al centeno, la Argentina ha exportado en 10 meses 70.000 toneladas; un total de países que en el año anterior produjeron 25.000.000, han obtenido este año 21.500.000: la disminución es sensible, de 3.600.000 toneladas y traerá como consecuencia una apre-ciable mejora en los precios.
Un total de países que en el año pasado produjeron 26.320.000 toneladas de avena, 72 por ciento de la producción mundial, han estimado sus cosechas en 24.980.000 toneladas, circunstancia que favorece también a los precios de la exportación argentina, que en diez meses alcanzó a 162.000 toneladas.
Lo mismo ocurre con la avena: un total de países que en el año anterior produjeron 53.670.000 toneladas, han producido 52 millones: la disminución es de 1.670.000 toneladas. De manera que las condiciones que presenta el mercado mundial, en lo que se refiere a las necesidades en cereal, son inmejorables para la colocación de nuestros productos.
Hay otro hecho muy importante e , interesante: la estabilización de la mo- j neda de los países que tenían moneda desvalorizada, el equilibrio de sus presupuestos, la regularización de su economía que les permite por lo tanto realizar adquisiciones. La política que se ha llamado política del trigo es una política que sólo puede resultar en parte de la mejor buena voluntad. Los derechos aduaneros que se quieren colocar; la consigna de disminuir el consumo sólo tiene un éxito parcial y ese
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éxito parcial es insuficiente para la obtención de este resultado.
La noticia de España a que me he referido dice que la prolongada sequía que ha sufrido la región de Asturias, como España en general, ha afectado profundamente las plantaciones de maíz a punto de que, ya próximo a terminar el verano, las plantas de aquel cereal tienen escasa altura y sus hojas están.amarillentas y en parte secas. Esta situación plantea un grave problema a la segunda de las industrias de Asturias, la ganadera, por la escasez de pastos y el encarecimiento del forraje de que tanto necesita el ganado que de él se alimenta en esa región. La Junta Ganadera ha resuelto solicitar del gobierno la reducción al mínimum de los derechos de importación al maíz y a la habichuela para llegar a contrarrestar la exigüidad de la cosecha de estos años, que se refleja en el extraordinario aumento de los precios de aquel' grano.
Sr. Goñi. — ¿Y cree que esa colocación de cereales responderá a los cálcu-
I los hechos respecto del derecho de exportación?
Sr. Araya. — Voy a llegar a eso. He tenido que seguir un rodeo for
zoso. Si mis afirmaciones las hubiera sentado, dado el estado de espíritu de la Cámara, en el aire, el señor diputado hubiera sonreído con derecho como sonríe ahora al hablar de la asombrosa colocación de la cosecha.
Lo que quiero decir es que he hecho un trabajo honesto sin haber pretendido ser profeta ni tener parentesco con Mme. de Thebes, ni leer en las líneas de la mano el porvenir.
Sr. Guillot. — Pero es un poco imaginativo el señor diputado.
Sr. Goñi. — Serían comprometedoras esas clases de relaciones.
Sr. Bard. — Ser discípulo de mada-me de Thebes podría ser imaginativo.
Sr. Araya. — Continúo, señor presidente, y ruego al señor diputado Peña que tenga en cuenta mi incipiencia en este asunto y que sólo por obligación de compañerismo me he atrevido a colocarme frente a un adversario que yo
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respeto; pero las afirmaciones que traigo honestamente y sin propósito de discutir la autoridad que en esta materia tiene el señor diputado P e ñ a . . .
Sr. Peña. — ¿Me permite?. . . El señor diputado goza en mi con
cepto, de una gran autoridad de hombre sincero y preparado; debo escucharlo con toda atención y no puedo aceptar que me coloque en un plano de superioridad...
Sr. Araya. — La tiene en la materia, no vacilo en reconocérsela.
Sr. Peña. — . . . y que sólo por una aberración puede verme el señor diputado. Y muchas gracias.
Sr. Araya. — El señor diputado Peña se extrañaba que se hicieran dos presupuestos, de que no estuvieran incluidos todos los gastos, de que las partidas que figuran para obras públicas y que serán el resultado de emisión de títulos, no estén incluidas dentro del presupuesto general de gastos y de que los arrastres tampoco se encuentren incluidos en las mismas condiciones.
Sr. Peña. — Los arrastres que significan gastos a realizarse durante el ejercicio del presupuesto.
Sr. Araya. — En efecto, debieran estar incluidos, pero aparte, allá al final, en una situación completamente independiente. Y a este respecto quiero decir que hojeando — porque yo soy de los que para librar batalla debo recurrir a los libros — la reforma del presupuesto de Inglaterra, a mediados de 1921, la que fué incluida seguramente por la reforma que se hiciera a la ley de presupuesto de Estados Unidos, he visto que entre las distintas reglas que se enuncian, está la siguiente: «Independizar del presupuesto nacional el plan de obras públicas, las que deberán realizarse obedeciendo a un plan general; tendrán su presupuesto propio y se costearán con títulos. En el presupuesto anual sé incluirán los gastos para los trabajos del año.» Es lo que afirmaba el señor diputado Peña, pero colocando esas cifras, no dentro de los totales de gastos, sino en un anexo especial, que creo es lo que la comisión ha realizado.
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Otro argumento de que se han valido los que critican este presupuesto es la disminución de las entradas de la renta aduanera en 1926 con relación a 1925. Aunque sea un hecho de todos conocido, he de recordar que en ese año por un exceso de producción de azúcar europeo se hizo el . dumping, lo que arrojó una diferencia enorme que no debe ser incorporada a las entradas, que son de 18.000.000 de pesos. De manera que el descenso no es tan grande. Y hago la misma observación que hacía respecto del olvido del doctor Alejandro Bunge del período intercalario de la guerra. Los hechos anormales no se pueden confrontar con los normales y no pueden permitir deducciones.
Para terminar, voy a referirme confirmando, sin citarlo porque ya los señores diputados con las cifras que ha dado el señor ministro están de acuerdo en ello, que es visible en el Anuario del Comercio Exterior, en el movimiento de las importaciones, el crecimiento de éstas, sobre todo en los países de cambio desvalorizado, durante los años en que esta desvalorización ha existido. Además, es necesario agregar ]a lucha que Estados Unidos ha realizado contra esa invasión de sus mercados por nuestros productos, lo que ha provocado el abarrotamiento de las mercaderías a que me he referido y el aumento de las quiebras — quiebras saludables, decía el señor diputado Re-petto — y que ha provocado esa diferencia de 30.000.000 de pesos oro que incluye en el balance de pagos a nuestro favor el señor Tornquist.
Me voy a referir a la parte difícil que necesita — y se explica — toda esta preparación, todo este inmenso prólogo para que los señores diputados sonrieran menos al verme traer aquí cifras optimistas a juicio de ellos. No hemos salido de las normas que fija la práctica al hacer el cálculo de recursos. Quizá en algunos rubros se haya aumentado en forma desconsiderada o fuera de lugar, pero son rubros pequeños; los esenciales son la importación y la exportación, que los señores diputados encuentran forzadas.
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Vamos a hacer una pequeña transacción. Ustedes me rebajarán lo que yo les traiga de nuevo y cierto. Si yo les traigo rendimientos ciertos — como yo no puedo pretender que las cifras que nosotros damos aunque asentadas en todas las estadísticas a que acabo de referirme me permitan ser optimista — si yo traigo otros recursos que hemos podido descubrir, que son exactos, rebajaremos eso y el optimismo será menor. Y no haré uso del deseo del señor ministro que quiere que se incorporen a títulos los diez millones, que a mi juicio están bien donde están.
En impuestos internos hemos calculado sobre la base de 102 millones de pesos de entradas, y ellas serán para fin de año de 115 millones de pesos, o sea, una diferencia de 13 millones, porque hay un día del año que es el 2 6 . . .
Sr. Ministro de Obras Públicas. — De todos los meses. Es el canje de las letras caucionadas.
Sr. Araya. — . . . que tiene cuatro millones y medio de letras que ten-, drán que levantarse. Tendremos entonces 13 millones de pesos de beneficios. En obras sanitarias el señor ministró hace referencia al producido. Hemos colocado 17 millones y hay 35 millones de rendimiento, o sea, 18 millones cine tenemos el derecho de incorporar. Dieciocho y trece son 31 millones de pesos.
En los cálculos de la Dirección de Tierras, tenemos un rendimiento mayor al calculado, de 3 y medio millones de pesos: son 34 y medio millones. Y como es regla general que el 3 y medio por ciento de los presupuestos — y en eso estará de acuerdo el señor diputado Peña — no se gasta, sobre un presupuesto de 700 millones es cerca de 20 millones de pesos, o sea 51 millones de pesos.
El señor diputado Peña ha tomado el máximum, a que lo ha llevado quizás su deseo de impresionar más, con las intenciones más patrióticas, de 625 millones que ha dado como entrada. . .
Sr. Peña. — Me he puesto en el cálculo que debe aceptarse, que man
da la ley que se acepte por el Congreso y por el gobierno, que es el que hace el ministro de hacienda.
Sr. Araya. — Agregando los 50 millones a que me refería, tendremos 675 millones de pesos de entradas.
Ahora, dígame el señor ministro si podemos nosotros sobre la base de la cosecha, a los precios a que nos hemos referido aceptar un aumento sobre lo producido por importación y exportación en este año. Hay que tener fe en los esfuerzos del país, fe en los hombres que siguen siendo los pionners y los empresarios de antaño, hay que tener fe en el espíritu y en el vigor que los anima, hay que reconocer que tenemos en nuestro espíritu y en nuestra tierra una suma enorme de energías que duermen, que esperan el aliento vivificador, la hora oportuna. Hay que ver el crecimiento permanente de las importaciones, el crecimiento constante de combustible que rubrican el esfuerzo del país, y cuya continua progresión en todos los órdenes contradice las afirmaciones pesimistas. Hay que decirse que las soluciones económicas no las da hoy la famosa lluvia del vasco, buenas para aquellos tiempos en que los hombres no tenían cultura ni espíritu de organización, ni el ejemplo de otras empresas, ni tampoco la escuela de la vida. No es la lluvia del vasco la que ha de equilibrar el presupuesto; su ajuste ha de ser función, igual que nuestra prosperidad y economía, de la inteligencia argentina, del espíritu de progreso, del anhelo de mejora, del standard de vida continuamente creciente y del deseo de llevar, mejorando las unidades, cada vez más alto al país hasta que culmine, como culmina ya, sobre toda Sudamérica: más alto aún, hasta la cima, para que se le admire y reconozca como un valor ponderable frente a las demás naciones del mundo. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).
Es este esfuerzo el que nos da vigor y confianza.
Creo, señor presidente, haber sido honesto, sincero, haber traído dentro de mi capacidad, todos los elementos de juicio que he creído útiles para lie-
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var la convicción a la Honorable Cámara. No be pretendido, ni podía pretenderlo, el hacer cátedra, pero se me ha de reconocer labor y sinceridad.
He dicho. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).
Sr. Al var a do (M. Ramón). — Pido la palabra.
A esta altura del debate, señor presidente, cuando los diversos temas vinculados a la gran cuestión del presupuesto se han dilucidado con profusión de doctrina, antecedentes y datos informativos, parecería que sólo resta efectuar algo así como un balance de las impugnaciones formuladas al despacho de la comisión a fin de determinar el saldo favorable o contrario al mismo que ellas dejan.
Las observaciones hechas pueden condensarse en tres conceptos esenciales. El proyecto no contiene todas las erogaciones posibles, apartándose así de la regla generalmente admitida y nunca practicada, al menos entre nosotros, de la universalidad del presupuesto. El proyecto o despacho adolece del defecto capital de la falta de equilibrio entre los recursos de realización posible y los gastos que autoriza, llevando, por lo tanto, en su seno, el germen de un déficit apreciable. Finalmente, el proyecto desborda la capacidad rentística de la Nación y no se ajusta a la realidad económica de la misma.
Me propongo analizarlos, sintetizando en lo posible.
Es exacto que por mandato de la ley de contabilidad, en su artículo l 9 . la ley general de presupuesto debe comprender todos los gastos ordinarios y extraordinarios que se presuma deben hacerse en cada ejercicio. No se puede imputar por primera vez a esta comisión, ni a las anteriores, que haya descuidado la práctica estricta de esa disposición legal en el despacho que ha entregado a la consideración de la Honorable Cámara. Es una vieja deficiencia que nació con la primera ley de esta naturaleza, de manera que las imputaciones a acuerdos de ministros j y a leyes especíales llenan los cuadros |
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de inversión de todos los ejercicios. Es un mal crónico que conviene extirpar para que impere alguna vez el orden y la regularidad en nuestro mecanismo financiero. Que se presume, dice la ley de contabilidad, y presumir es conjeturar por inducción, es inferir; y dentro de la amplitud de este concepto y de esa disposición, cabe reconocer, señor presidente, que el despacho de la mayoría de la comisión no contiene muchos renglones de gastos. Voy a puntualizarlos siguiendo las observaciones formuladas oportunamente por los señores diputados Peña y Adolfo Dick-man... .
Sr. Castro. — Yo le pregunto ai señor diputado, que ha colaborado en la comisión, si habla en nombre del sector a que pertenece y de los señores miembros de la comisión que han firmado el despacho. El señor diputado ha colaborado en la comisión
Sr. Al varado (M. Ramón). — En las dos comisiones, no solamente en esta última.
Sr. Castro. — . . . y ha estado presente en todas las disensiones.
Sr. Al vara do (M. Ramón). — Sí, señor.
Sr. Castro. — De modo que yo, como presidente de la comisión, deseo saber si el señor diputado está objetando el despacho de la comisión en nombre de su sector y de los diputados que han firmado el despacho.
Sr. Al varado (M. Ramón). — Veo que no hablo claro.
Sr. Castro. — Yo deseo que hable claro el señor diputado. (Risas).
Sr. Alvarado (M. Ramón). — He dicho que iba a efectuar un balance de las observaciones hechas. Ahora si el señor presidente de la comisión quiere saber si hablo en nombre de mi sector, le contesto: no, señor diputado, hablo por cuenta propia y porque no he subscripto el despacho de la comisión.
Sr. Castro. — Perfectamente, señor diputado.
Sr. Alvarado (M. Ramón). — Todas las explicaciones que voy a dar las voy a expresar con una alta serenidad de espíritu.
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Sr. Castro. — Como el señor diputado ha colaborado en la comisión hasta el último momento y no ha firmado el despacho, por eso quería saber si hablaba en representación de su sector. Pero como ha manifestado que daba su opinión personal, no he dicho nada.
Sr. Alvarado (M. Ramón). — Si hablara en nombre de mi sector, está de más decir qué lo hubiera expresado al iniciar mi exposición.
Pido a los señores diputados que no den a mis palabras otro alcance que el que yo me preocupo de recalcar. He dicho que dentro de la amplitud del concepto de la disposición legal y doctrinaria — pues la disposición legal se ajusta a la doctrina — hay varias omisiones y las voy a puntualizar.
Primera omisión. Se nos ha convocado para tratar, además del presupuesto, la consolidación de la deuda con el Banco de la Nación que la comisión fijó en 350 millones de pesos dejando de lado, por las razones que se darían en su oportunidad, los 35 millones de pesos de la llamada deuda con la Gran Bretaña por diferencias de cambio.
La comisión, en su proyecto, aconseja la consolidación de esa deuda, mediante la emisión de títulos del Crédito Argentino Interno, de 4 por ciento de amortización anual acumulativa y 5 y medio por ciento de interés. Si el Congreso acoge favorablemente el despacho de su comisión y convierte este despacho en ley, será forzoso, inevitable, fijar en el presupuesto la cantidad de 14 millones de pesos, que se necesitan para el servicio de amortización exclusivamente, pues los intereses están atendidos con otra partida.
Sr. Castro. — Hubiera hecho incluir esa partida el señor diputado, ya que fué él quien hizo la indicación. Es bueno aclarar.
Sr. Alvarado (M. Ramón). — Ya voy a hacer las deducciones, señor diputado, escúcheme.
Y sigo con la segunda omisión. Para responder a las erogaciones de los trabajos públicos sancionados por la ley de presupuesto de 1925, prórroga, co-
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mo se sabe, de la de 1924, y ésta de la de 1923, se requerían emitir 85 millones de pesos moneda nacional valor nominal, en títulos de Crédito Argentino Interno. De esa cantidad sólo se han emitido 36 millones, ¿no es eso, señor ministro?
Sr. Ministro de Obras Públicas. -Sí, señor diputado.
Sr. Alvarado (M. Ramón). — Quedarían a emitir 49 millones, para responder exactamente a la transferencia de créditos que debe hacerse en virtud de la ley Demarchi, reforzada esta vez por la disposición del artículo 4* (que modifica el 19) de la ley 11.333, que dice: «Las sumas sancionadas en ejercicios anteriores para trabajos públicos que figuran en el anexo L de esta ley con saldos disponibles consignados en la planilla de dicho anexo, se acumularán a las que se voten para las mismas obras en 1926.» Entonces, debe figurar en el presupuesto la partida necesaria para el servicio de esos títulos, que alcanza, más o menos, a 3 millones de pesos.
Tercera omisión. La ley 11.333 autoriza a emitir 150 millones de pesos como medio de financiar los trabajos públicos sancionados por la misma. De ellos se han colocado, por el empréstito conocido que realizó el señor ministro de hacienda hace poco en Norte América, 16.900.000 dólares, esto es, unos 37 millones de pesos moneda nacional.
Quedan entonces a negociarse 110 millones de pesos, si es que se tiene el propósito serio y formal de que ese plan de trabajos públicos sancionado para 1926 se realice en toda su extensión en el curso de 1927. Falta, entonces, también, la partida necesaria para el servicio de esos títulos, que alcanza a 7 millones de pesos.
Cuarta omisión. Independientemente de lo anterior, el proyecto que disentimos dispone una nueva emisión de títulos por valor de 136 millones, con el mismo,objeto: proseguir los trabajos públicos en ejecución o a iniciarse que figuran detalladamente en el anexo L. Para ser exactos, debe también
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anotarse "entre los egresos la cantidad de 9 millones y medio de pesos para el servicio.
Quinta omisión. Resolvemos consolidar parte de la deuda flotante, la constituida por los créditos suplementarios, por valor de 42 millones, pero olvidamos poner la partida requerida para su servicio: 4 millones más o menos.
Sexta omisión. Nada se fija para el cumplimiento de las leyes especiales, de armamentos terrestres y marítimos, ni tampoco figura partida alguna para las leyes especiales a dictarse en el curso del año 1927. Haciendo el Poder Ejecutivo un uso moderado de la formidable autorización que le confieren las leyes de armamentos, presumo que pueden gastarse alrededor de 30 millones de pesos, comprometiendo hasta esa suma el crédito de la Nación. Entonces, la partida necesaria para el servicio será de 2.100.000 pesos, que no figura inscripta.
En cuanto a los créditos suplementarios, me referiré exclusivamente a aquellos que, por demora en la tramitación de los expedientes, no han podido imputarse, dentro de las autorizaciones del presupuesto, al ejercicio económico correspondiente, quedando para ser imputados en el ejercicio siguiente, previa autorización del Congreso. Es un gasto inevitable, que se produce fatalmente todos los años, y entonces, si se quiere hacer un presupuesto bien confeccionado, debe figurar la partida respectiva, — fuera de los créditos extraordinarios en los que se ha gastado alrededor de 2 millones de pesos anuales en los últimos dos años, — y no es difícil prever lo que se gastará, por el primer concepto, porque bastaría sacar el promedio de los años 24 y 25, en que alcanzan a doce millones de pesos, dando, por lo tanto, un promedio anual de seis millones de pesos.
Dejo de lado las leyes especiales que puedan sancionarse en el año 1927, como así también la partida para el quebranto en la negociación de los tí-
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tul03 que, al efecto de un buen balance económico, debiera consignarse.
Séptima omisión. La deuda do los Ferrocarriles del Estado, que es deuda de la Nación, insume actualmente alrededor de diez millones de pesos anuales por concepto de intereses, que se están pagando por acuerdos de ministros. Corresponde, pues, autorizar ese gasto por esta ley.
La última omisión consiste en que, al sancionar pagos hasta por 27 millones de pesos en el anexo de subsidios y beneficencia, se dispone que 3.100.00 pesos se tomen de rentas generales, omitiéndose consignar la partida correspondiente' en la sección primera, donde se hace un detalle de los gastos ordinarios a atenderse con el producido do las rentas ordinarias.
Si agregamos todas estas . partidas omitidas al monto del presupuesto despachado por la comisión, de 690 millones de pesos, los gastos presumibles se elevarían a 748 millones; pero quiero admitir la exclusión de los 14 millones de pesos para el servicio de amortización de la deuda con el Banco de la Nación, que no se hará — puedo anunciarlo — porque no alcanzarán las rentas para ello; y admito suprimir también los 9.500.000 para el servicio de los títulos relativos a trabajos públicos sancionados para 1927, que no se sabe en qué proporción serán emitidos. Entonces, del total anterior de 748 millones, cabe rebajar 23 millones, con lo cual los gastos quedarían fijados en 725 millones.
Y aquí llegamos a la segunda cuestión planteada.* ¿alcanzarán las rentas del año próximo a cubrir este monto de gastos presumibles? ¿Habrá equilibrio? ¿Habrá déficit? ¿En cuánto debe fijarse razonable y honestamente el cálculo de recursos?
Comparto la opinión expresada categóricamente por el señor diputado Peña: por imperio de la ley de contabilidad, en su artículo 5 9, es al ministro de hacienda, exclusivamente a él, a quien corresponde hacer el. cálculo de recursos, sabia disposición que tiende a determinar la responsabilidad del mi-
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nistro en la exactitud del cálculo. Y tendrá que venir, tarde o temprano, la ley que le asigne también la responsabilidad del equilibrio financiero.
«No hay equilibrio financiero, nos enseñaba el señor profesor Jéze, — recordado por el señor diputado Hernández, — sino donde hay un hombre responsable del mismo. Y no puede haber un hombre responsable del equilibrio financiero si no tiene el poder de obtenerlo. El ministro de hacienda, — reafirmaba — debe ser el ministro del equilibrio presupuestario. Si no lo es, no es nada. Debe, además, ser fuerte, porque si no es fuerte será sólo un predicador: predicará en el desierto, y no habrá equilibrio.»
—Ocupa la Presidencia el señor presidente do la Honorable Cámara, doctor Miguel Sussi.ii.
Para el señor ministro de hacienda, doctor Molina, el cálculo de recursos debe fijarse en la suma de 625 millones de pesos, pero el Poder Ejecutivo lo rectifica y eleva en acuerdo de gabinete, a 650 millones de pesos. La comisión va más lejos y establece que en el año próximo deben recaudarse 690 millones. El señor diputado Guillot combatió el cálculo de recursos de la comisión, pero no nos hizo conocer su estimación. Para los señores diputados Peña y Dickmann, el cálculo no debe fijarse en una cifra mayor que la de la probable, casi segura recaudación de este año: 600 millones de pesos. El señor diputado Peña admitiría tal vez un pequeño aumento. . .
Sr. Peña. — He aceptado 625 millones.
Sr. Alvarado (M. Ramón). — Muy bien; es el cálculo del señor ministro.
Para algún financista teórico podría tomarse como base, de acuerdo con lo que enseñan los tratadistas, el llamado «penúltimo ejercicio», y entonces el cálculo de recursos debería fijarse en la cifra record de recaudación, del año 1925, es decir en 642 millones. Hay, pues, para todos los gustos.
Sea cual fuere el partido que se
tome entre tan diversos criterios, se llega, señores diputados, al mismo resultado, esto es a la consagración, nominal por lo menos, de un déficit de mayor o menor cuantía, si es que el Congreso adopta de plano el proyecto de la comisión y el Poder Ejecutivo, en su oportunidad, lo aplica sin quitas ni rebajas. Déficit de 20 a 35 millones si optamos por el cálculo de recursos de la comisión; déficit de 60 a 75 millones si elegimos el del señor ministro; déficit de 90 a 100 millones si nos quedamos con el del Poder Ejecutivo; déficit de 110 a 125 millones si compartimos la opinión de" los señores diputados Dickmann y Peña.
Sr. Peña. — Nuevamente me pone con 600 millones; he partido de los 625: 600 millones para este año dije en Agosto, y ha dado 600 millones, pero eso es otra cosa.
Sr. Alvarado (M. Ramón). — Rectifico, entonces.
La tercera cuestión planteada consiste en precisar si este proyecto o despacho se amolda, o no, a la situación económica del país. Pero yo creo que más interesante es determinar qué relación de proporcionalidad ha existido y existe entre la línea ascendente de los gastos públicos y la otra línea que marca la trayectoria seguida por el conjunto de los valores económicos de la Nación.
Señor presidente: cuando el ex presidente Plaza envió el último proyecto de presupuesto de su gobierno al Honorable Congreso, bien pudo reproducir, al final de su mensaje, la frase que el otro día nos recordara el señor diputado Guillot, con que M. de Villele anunciara al parlamento de su patria que los gastos de Francia — de esto hace un siglo — acababan de alcanzar a la enorme cantidad de mil millones de francos: «saludad, señores, esa cifra, porque no la volveréis a ver.»
En efecto, 348 millones de pesos como previsión de todo gasto para el año 1917, había de ser una cifra que no lograrían mantener los presupuestos ulteriores. El crecimiento, ya sensible en 1918 y 1919 — 390 millones —
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se acentúa en 1921 y 1922 — 513 millones ; aún más en 1923, 664 millones — y llega, con el presupuesto que nos rige, a 752 millones.
Estos guarismos inducirían a formular cálculos y apreciaciones erróneas si no los confrontáramos con los gastos efectivos realizados, ya que, como es sabido, uno es el presupuesto legal y otro el '«real», para usar de la denominación que diera un ex ministro del interior al cuadro de inversiones.
Las imputaciones a presupuestos, acuerdos de gobierno y leyes especiales importan 389 millones de pesos en 1917; 560 millones en 1921; 614 millones en 1922; 632 millones en 1923: 671 millones en 1924, y 714 millones en 1925.
Como se ve, nuestro país no ha escapado a la ley universal del crecimiento continuo de los gastos públicos. Advertiré de paso que si tal fenómeno es inevitable, es susceptible también de ser encauzado y regulado con la sabiduría y prudencia que aconsejaba Mon-tesquieu — aquella sabiduría de Néstor y prudencia de Ulises a que se ha referido el señor diputado Hernández — a quienes tienen la grave responsabilidad del gobierno y si bien no es nada alarmante cuando puede exhibirlo como un reflejo fiel de una administración ordenada, económica y eficiente, resulta pernicioso y seguro factor de graves perturbaciones políticas, económicas y sociales cuando exprime la capacidad tributaria de un pueblo para crear o mantener expensas que no mejoran sus condiciones de vida, ni intensifican su cultura ni fomentan su riqueza. (¡Muy bien!).
He señalado un hecho indiscutible: los gastos casi se duplican en menos de una década. Nada tendría de extraordinario ni anormal el acontecimiento, si pudiéramos señalarlo como un índice exacto del progreso, por lo menos económico, de la Nación. En los países bien administrados y progresistas es lo que ocurre. Hay factores naturales, permanentes y normales en el crecimiento de los gastos públicos: el aumento de la población, el incremento
de la producción, del comercio, de la industria, de los transportes y, en segundo término, el desarrollo cultural, son factores de acción estable y continua en el crecimiento de los gastos públicos.
¿En qué medida y proporción han actuado entre nosotros? Es fácil determinarlo. La población en 1916 — y voy a tomar como término de comparación los años normales 1915 y 16 y 25, aclarando la cuestión que apenas si ha sido rozada por los oradores que me han precedido — fué de 8.141.000 habitantes; en 1925 es de 10.087.000, aumento 1.946.000, vale decir, un 24 por ciento. El área total de cultivos en el año agrícola de 1915/16 fué de 24.631.000 hectáreas y 22.580.000 en 1924(25. Diferencia en menos, 1.780.000 hectáreas. Pero lo que es más interesante: la superficie cultivada con trigo, lino, maíz y avena, los cuatro grandes rubros de nuestra exportación aoTícola, ha sido de 13.310 000 en 1915/16 y en 1925 de 14.357.000; aumento 1.218.000 hectáreas, esto es, 9 por ciento; y la cosecha ascendió de 10.68S.000 toneladas a 11.855.000; diferencia: 1.152.000 toneladas; crecimiento relativo: 11 por ciento.
En cuanto al comercio exterior, el volumen de exportación fué en 1916 de 8.367.000 toneladas y su valor real de 572.000.000 de pesos oro contra 10.115.000 toneladas y 867 millones de pesos oro en 1926: un aumento relativo de 20 y 50 por ciento respectivamente; pero hay que advertir que el saldo favorable que dejó ese comercio en 1916 fué de 206 millones de pesos oro contra un saldo desfavorable de 8.917.000 en 1925.
El tonelaje de cargas transportadas por nuestros ferrocarriles ascendió de 36.630.000 a 37.794.000. Vale la pena remarcar que el porcentaje por habitante sufrió un descenso de 4,49 en 1916 a 3,74 en 1925.
Si tan débil es la progresión de esos signos económicos ¿ cómo se explica, entonces, que los gastos ordinarios, comunes de la administración — excluidos trabajos públicos, subsidios y
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armamentos — se eleven de 326 millones en 1915 a 576 millones en 1924, según las constancias de la contaduría general, esto es, en 80 por ciento? ¿Y cómo podría justificarse, agrego, que se introduzca en el presupuesto para 1927 un nuevo aumento de 62.000.000 de pesos, excluidos los trabajos públicos, los subsidios y los armamentos — y sin tomar en cuenta los 52.000.000 que se agregan para servicio de la deuda pública?
Es preciso reconocer que otros factores, que factores anormales, permanentes unos, por imperio de malas costumbres y peores prejuicios, y ocasionales otros, son los que han venido aumentando nuestra prodigalidad, son los que han determinado las erogaciones más cuantiosas, aquellas sobre las que no será posible volver ni para reducirlas ni para suprimirlas, tal es la fuerza de los hechos consumados, de los intereses creados y tal el imperio incontrastable de ciertos métodos de acción parlamentaria fronterizos de la demagog !a.
Y entre esos factores, porque acaso los condense a todos, predomina uno de naturaleza político-social, más político'que social. Alguien lo llamaría, y así se ha insinuado, creo, en la sesión de esta tarde, «electoralismo». Yo prefiero calificarlo con la denominación que le asignan los tratadistas: «pater-nali^mo del Estado».
Es él quien ha inflado nuestros elencos burocráticos en todos los ministerios y reparticiones, complicando la trama demasiado engorrosa y el pesado e insoportable trajín de la máquina administrativa. Es él quien aumentó salarios y sueldos sin una proporción ecuánime, justa, sin equiparar los salarios a los que paga el comercio e industrias a sus obreros, sin asustarlos al costo de la vida en las diversas zonas del territorio y, lo que es más grave y deseo destacar, sin crear simultáneamente los recursos necesarios para sufragarlos. Y es por efecto de él, señor presidente, que la gestión financiera de este país ha sido incapaz de ev'tar, durante doce años, la acumulación de déficit que desde 1909 hasta
1922, con la sola solución de continuidad providencial de 1920, suman la enorme cantidad de 1.230.000.000 de pesos. No es el emisionismo concitado por el afán — desmedido para algunos, patriótico para otros — de la obra pública útil, reproductiva, de fomento, que crea riqueza, el que ha generado esos déficit y el que ha contribuido al crecimiento progresivo de nuestra deuda pública. Apenas si las obras públicas tienen un lote de responsabilidad que no va más allá del 40 por ciento. Es el desborde de los gastos ordinarios sobre las rentas ordinarias, desborde que se inicia en 1910 para desaparecer recién en 1923, merced, en gran parte, a los ingentes recursos que arbitramos entonces al hacer una revisión total de nuestras leyes impositivas y en parte también, lo he de reconocer leal-mente, a la mesurada gestión administrativa del actual gobierno.
La Cámara va a pronunciarse optando entre tres proyectos: el despacho de la comisión o los que considerará a su tiempo si fuera rechazado; pero vo afirmo que sea cual fuere el que adopte — y debe elegir el menos oneroso, en el orden de los gastos improductivos, si quiere ponerse a tono de la situación económico-financiera del momento — el Poder Ejecutivo tendrá que hacer necesariamente fuertes economías en los gastos y en los empleos, como único medio de evitar que surja de nuevo el déficit con su inevitable cortejo de calamidades. Y no hará sino seguir el ritmo universal.
De cinco años a esta parte todas las naciones rivalizan en el loable esfuerzo de normalizar definitivamente las finanzas estaduales, hondamente perturbadas por las consecuencias inmediatas o mediatas, directas o indirectas, de la gran conflagración. El equilibrio del presupuesto, sobre la base combinada de la reducción de los gastos y la creación o modificación de los impuestos, ha sido la tarea obsesionante de ejecutivos y parlamentos.
El primer paso lo dieron simultáneamente Inglaterra y Estados Unidos. En Inglaterra, recordarán los señores diputados que en 1921 aquella comi-
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sión de gastos extra-parlamentaria, compuesta por miembros que no tenían puestos en la administración, elegidos en el mundo de ios negocios, y conocida con el nombre de comité Geddes, preparó un plan de economías que alcanzaba a 86 millones de libras esterlinas, además de los 75 millones propuestos oficialmente al parlamento. Hubo protestas y resistencias. Con todo, el parlamento redujo los gastos en 138 millones de libras sobre un presupuesto de 603 millones, vale decir, en un 23 por ciento, y bastó esta medida para lograr el equilibrio del presupuesto y levantar el crédito de su moneda.
Respecto de los Estados Unidos, ya el diputado doctor Dickmann, en otra sesión, dio a la Cámara datos exactos y precisos sobre los grandes superávit que viene acumulando desde 1920. Una reciente comunicación telegráfica nos informa que el de este año asciende a 385 millones de dólares y que se calcula en 200 millones el del año entrante. ¿Qué hace este admirable país con esos superávit? Los aplica a la reducción de su deuda, a la rebaja de los impuestos, y así se explica que si cada habitante de la Unión en 1920 pagaba 74 dólares de impuesto, hoy sólo abone 30 dólares o algo menos.
Pero lo admirable es que, sobre un presupuesto, como el que está en vigor, de 4.000 millones de dólares, y a. pesar del refuerzo solicitado de 30 millones de dólares para el mejor cumplimiento de la ley seca y de 8 millones para la construcción de dos dirigibles llamados de t : po rígido, el total del aumento propuesto por el Poder Ejecutivo al Congreso sólo alcance a 16 millones de dólares, es decir, a un 0.40 por ciento.
El ejemplo de los Estados Unidos tuvo repercusión inmediata en Cuba. Y así, bajo la presidencia del doctor Alfredo Zayas, en 1921, medidas drásticas enérgicas, lograron bajar el nivel de los gastos públicos de 130.000.000 de dólares a 55.000.000, diferencia no igualada nunca por nación alguna del mundo.
En Italia, antes del advenimiento del gobierno fascista, la burocracia, por un proceso de auto-generación muy común en los países latinos, crecía en una progresión casi geométrica; y toda la obra económica-f nanciera de ese gobierno, bajo el práctico ministerio del señor De Stefani, — «no tengo principios doctrinarios, decía; sólo tengo principios de orden y moderación» — ha consistido en hacer lo más s"mplc, lo menos complicado, lo más eficiente: rebajar los gastos improductivos, ampliar e intensificar las obras públicas, atraer los capitales extranjeros y ayudar a las fuerzas vivas del país para su mayor expansión económica. Pero de entrada, de golpe, suprime el señor De Stefani cuatro ministerios, ocho subsecretarías, 40.000 empleados, y economiza 300 millones de liras en salarios. ¿ El resultado ? Que el ejercicio de 1921-22 se cerró con un déficit de 15X00.000.000 de liras, y el clausurado el 30 de Junio de este año obtiene un superávit de liras 1.500.000.000.
Francia, exhausta, se asomaba, ha poco, al borde del abismo, asechada por la ruina, acaso por la muerte. Pero a conjuros del peligro misino, deponen sus armas los partidos rivales, úñense en un solo haz los verdaderos patriotas, y elevan al poder al hombre capaz y fuerte que las circunstancias requerían. Y Francia se salva. ¿ Cómo ? Mar-cel Prevost, en una correspondencia dirigida a «La Prensa», en Octubre de este año, dice: «Cuando en los días angustiosos de Junio próximo pasado aceptó Poincaré el poder, declaró desde el primer momento que no se contentaría con las medidas urgentes y severas destinadas a proveer sin dilación las perentorias necesidades finan- . cieras; anunció un vasto plan de reformas que se extendía a todas las ramas de la administración. Ha cumplido su palabra. Libre del estorbo de la tesorería, libre también de las resistencias de los diputados, el gobierno restringe, aprieta, comprime, y suprime sin debilidad ni tardanza. Corta a golpes de hacha o de podadera en las espesuras de la burocracia: ayer fue-
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ron tribunales y cárceles, hoy les toca el turno a los subprefectos, a los consejeros de subprefecturas; mañana le habrá llegado la hora a la instrucción pública, a las finanzas, sin olvidar la guerra y la marina.» Y el parlamento francés acaba de aprobar la obra certera, enérgica, valiente, decidida, patriótica del hombre capaz y fuerte, dándole el presupuesto reajustado que le pidió, y sancionándolo, por primera vez, en tiempo y forma, después de cuarenta años!
Y bien; que Congreso y Ejecutivo inspiren sus actos en tan altos ejemplos, si quieren asegurar la vida y labrar el prestigio de nuestra democracia incipiente.
He terminado. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).
Sr. Presidente (Sussini). — Tiene la palabra el señor diputado Carballo.
Sr. Carballo. — Señor presidente: he oído las opiniones de los distintos sectores de la Cámara respecto de la ley de gastos, y no voy a hacer ahora un estudio circunstancial o de emergencia del actual presupuesto, porque ya la Cámara conoce, por el informe del señor diputado Dickmann, la opinión de nuestro sector. Lo que voy a hacer es un estudio analítico y crítico, al mismo tiempo, del presupuesto, basándome en datos de la historia de nuestro país, datos estadísticos que son extractados de una de las estadísticas más perfectas que tenemos en el país y que es la de los ferrocarriles en explotación. Pretendo con esto llamar la atención de la Cámara y del propio Poder Ejecutivo para ver si consigo orientar, en parte, el estudio y la formación de los futuros presupuestos del país; pero ante todo voy a hacer algunas observaciones de carácter personal.
Es el tercer año que tengo en mis manos el proyecto de presupuesto, y con toda honestidad declaro que no he podido, en esos tres año3, poderme formar un criterio exacto de lo que significa este gran número de páginas con una serie de ítem, de partidas, una serie de empleados con sus respectivos sueldos y una serie de cantidades de
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dinero asignadas en distintas partidas para los gastos de útiles, de muebles, de conservación de edificios; en fin, la enorme cantidad de gastos que el presupuesto de la Nación representa. Y lo declaro con toda honestidad, porque, al votar el presupuesto en la forma que necesariamente tiene que hacerse con el apremio del tiempo, para que el Poder Ejecutivo tenga presupuesto, que es necesario para la vida del país, mi voto será, no diré voto inconsciente porque siempre nuestro partido ha estado en la brega tratando de disminuir el presupuesto dentro de lo posible, con este lema: del mal el menos.
No pretendo hacer cargos a nadie, sino que quiero deeir, como una especie de prólogo a la parte fundamental de mi exposición, mi opinión personal a este respecto.
No es posible que un diputado que tiene un término corto de mandato pueda ponerse al tanto de todas las minucias del presupuesto en la forma en que está proyectado. A mí se me había ocurrido cuando recién iniciaba mi vida política, que el presupuesto sería algo que se estudiaría en una forma no diré exacta, pero sí en una forma aproximada; y me he encontrado — no sé si esto me ha ocurrido a mí únicamente — que no es posible ir estudiando en detalle, ni analizar las distintas oficinas que insumen partidas de gastos, para de su estudio formarme un criterio, que en las condiciones presentes tiene que ser estrecho, porque es un criterio local, demasiado particular.
Para poder estudiar con capacidad y con inteligencia este asunto, es indispensable tener los medios para comparar y no he encontrado que en este despacho de la Comisión de Presupuesto sea posible la comparación, ya que no es posible pretender que cada uno de nosotros se recorra todo el país para conocer sus necesidades. Y aunque parezca un alarde, tengo el convecimiento de que los propios miembros de la Comisión'de Presupuesto no tienen formado ese criterio, en la forma que digo.
El señor diputado Dickmann al ter-
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minar su exposición, manifestó que creía conveniente y necesario el nombramiento de una comisión, para que estudiara el presupuesto en la forma que él expresó. Yo creo, sin embargo, que lo que es necesario es buscar la forma de hacer posible que los diputados puedan en el poco tiempo de que disponen, formarse un criterio exacto del presupuesto. No estoy conforme con el nombramiento de una comisión, y advierto que es esta una opinión particular mía.
Creo que el señor ministro de ha-iendq, podría sintetizar el presupuesto,
clasificar las oficinas por categorías afines, en forma que fuera posible formular estadísticas para su comparación y calcular sus necesidades.
He sido empleado nacional cuando joven, y conozco muchos empleados nacionales. Se me dirá que en este momento voy a traer una minucia, pero advierto que no es tal, sino que es algo fundamental para lo que yo creo que debe hacerse al estudiar un presupuesto en forma.
Es conocido por todos los que lian sido empleados nacionales y por los que tienen amigos tales, el despilfarro que se hace de los pequeños útiles de oficina, como lápices, papel, etcétera. Y no hay punto de comparación en el presupuesto, para poder decir que la partida que se da para tal oficina c conjunto de oficinas para gastos de útiles, es exagerada o insuficiente, comparadas con las partidas acordadas a otras oficinas. Y todo cálculo que pu diera hacerse por un diputado falla rea'mente por su base.
Por eso entiendo que es necesario que. el Ministerio de Hacienda organice una estadística del presupuesto. En vez de todos esos enormes volúmenes que todos los ministerios mandan anualmente, y casi siempre con mucho atraso, podría hacerse una única publicación en Ja que se suprimiera una cantidad de palabras inútiles, reemplazándoselas por lo que es substancial, por las cifras índices de las necesida des o cosas, que hicieran afines los
puntos que en cada página de estadística se resolviera incluir.
Así se explica lo que pasa en la Comisión de Presupuesto. En esta comisión — y no trato de molestar a nadie — por lógica deducción, los asuntos que se tratan con más intensidad y discusión son los asuntos de orden local, que tienen sus representantes en el seno de la comisión.
Sé que esta estadística que el Ministerio de Hacienda podría organizar con sus propios empleados, significaría una labor ímproba; pero es necesario que esa labor se inicie, porque haciendo ese trabajo vendrían las correcciones necesarias, y será así una verdad conveniente para el propio parlamento y servirá para saber lo que necesita la administración nacional. Es necesario que en nuestra administración se emule a nuestros empleados y jefes, porque esa será la mejor garantía de una buena administración. Mientras esto no se haga; mientras no podamos tener los diputados una estadística general de nuestra administración, una especie de vademécum, de manual, qué podamos consultar anualmente y que sirva para hacer comparaciones con facilidad, porque cada planilla tendrá su número, constantemente el mismo, y a través de los años podremos, por un simple movimiento de hojas, encontrar cómo se desarrolla, cómo crece o decrece cualquier oficina nacional y las actividades que ella debe desempeñar. Mientras esto no se haga, el despacho nunca estará a la altura del conjunto de las necesidades elementales de cada punto del país, porque no es posible que un diputado pueda dominar todo ese conjunto de cifras.
En una oportunidad comparé el presupuesto a los fuegos artificiales. Y cuando he estado esbozando estas palabras, he encontrado que en aquel momento di el verdadero reflejo de la situación que se produce con el estudio y sanción del presupuesto: el Poder Ejecutivo prepara los fuegos, coloca los adornos, los cohetes y las luces de bengala. La comisión comprueba y localiza las diversas cosas, cambia, agre-
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gá, quita. ¿Y qué sucede? Que hace muchos años en la Cámara se repiten casi siempre los.fuegos del año anterior.
Es tan real esta figura, que muchas veces, así como en los fuegos artificiales quedan algunas ruedas sin arder por falta de pólvora, nos encontramos nosotros con numerosas obras públicas que no pueden terminarse por falta de recursos, o con oficinas enteras que dejan de trabajar porque la partida asignada en el presupuesto para útiles se concluye.
En los fuegos artificiales, a veces se colocan ruedas con pólvora húmeda, que no arden. Con el presupuesto pasa algo semejante: se proyectan obras que no se ejecutan; pero la misma armazón vuelve al año siguiente, y a veces se seca la pólvora, y de sorpresa nos encontramos con la ejecución de una obra.
Este año ha ocurrido algo extraordinario con lo que yo llamaría los «artífices» de la Comisión de Presupuesto, sin ánimo de ofender a los señores diputados. Armaron y adornaron el castillejo de los fuegos, y llegado éste a la Cámara, el sector del centro dijo: i No; hay que modificarlo!
Me explico la situación del señor diputado Ouillot, a quien admiro, porque habiéndose asustado, vino a lá Cámara a reconocerlo valientemente. Me explico la situación en esta forma: mientras estuvo en la comisión, mientras estuvo arriba, en lo que llamaría el andamio para armar los fuegos artificiales, se encandiló con los adornos y los oropeles; pero cuando descendió de allí, después de haber puesto su firma al despacho, vio que los puntales que sostenían el castillejo estaban carcomidos, ro tos . . .
Sr. Guillot. — No lo puedo seguir en ese símil pirotécnico, señor diputado. (Risas).
Sr. Carballo. — Este castillejo estaba montado sobre parantes que han sido remendados, apuntalados, que han sido arreglados en forma que demuestra claramente que hay que cambiar las bases del presupuesto.
El sector de la derecha retiró también su apoyo al despacho. A una reunión de nuestro grupo concurrieron cuatro delegados de ese sector, y ¿qué se le ocurre a los señores diputados que dijeron? ¡Repitamos los fuegos del año pasado!
Sr. Ceballos. — Lo propusieron sus compañeros de sector en la comisión.
Sr. Carballo. — Ya vamos a llegar a eso. He explicado que nuestro sector tiene este lema: del mal el menos.
Sr. Ceballos. — Y nosotros queríamos dar un presupuesto a la Nación.
Sr. Carballo. — El del año pasado. Sr. Ceballos. — Cualquiera, ante la
desorientación de los sectores de la Cámara.
Sr. Bard. — Desorientación, no; nosotros estamos orientados.
Sr. Carballo. — Hemos venido a la Cámara. Se trata de arreglar, de compaginar. No se sabe todavía qué es lo que va a-salir de aquí. Hasta ahora los diputados han hablado de lo que llamaré el aspecto exterior del presupuesto, de las relaciones que tiene con el exterior: nuestra fase fundamental de recursos está en los derechos, de aduana, vaticinios de cosecha, estado de los campos: cada uno ha emitido su opinión. Terminando con este prólogo, que espero no habrá cansado a la Cámara, iniciaré el análisis que me he propuesto hacer con elementos tomados de casa; estas palabras, que disculparán los señores diputados, han sido pronunciadas únicamente con. el objeto de que tengan un poco de coraje para escuchar las muchas cifras que tengo en este diagrama, que pido sea insertado en el Diario de Sesiones (1).
Ante todo, voy a repetir un párrafo del discurso del señor diputado Peña que roza el asunto que quiero profundizar. Decía el señor diputado Peña:
'«Voy a dar, porque estoy trazando breves rasgos generales como para de-ar una sensación, un dato elocuentí
simo de aquellos que impresionan hondamente, que dicen dónde estuvimos
(1) Véase pág. 154.
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y dónde* estamos. Me refiero al costo del transporte, que fué lo que me indujo a tomar el año 1916 como término de comparación con el 1922. En 1916 los ferrocarriles transportaron 12.720.000 toneladas de cereales; en 1922, 12.500.000; en 1916, ganado, 4.700.000; en 1922, 4.580.000. Otros artículos, en 1916, 19.000.000 de toneladas; en 1922, 18.720.000. En conjunto 36.500.000 toneladas en 1916, y en 1922, 35.800.000. Son, pues, dos años que se prestan a hacer la observación; difícilmente habrá otra coincidencia.
«Y bien; el producido bruto de ese transporte en el año 1916 a las empresas fué de 131 millones de pesos oro; en el año 1922 fué de 213.500.000 pesos oro, lo que arroja una diferencia de 79 millones de pesos oro, o sea un 60 por ciento de aumento en los gastos de transporte.
«Agreguemos a eso, señores diputados, que con posterioridad al año 1922 hemos tenido nuevos aumentos de tarifas. . . » , etcétera.
Los aumentos de tarifas, indudablemente, han producido en su mayor parle el aumento. Pero este aumento de las tarifas tiene su principio de culpa aquí, en la Cámara, en la política ferroviaria que ha seguido el país desde hace muchos años. Y hago presente que este estudio ferroviario que hago tiene una estrecha atingencia con el presupuesto, como se verá.
No es extraño, señores diputados, que en un país rico como el nuestro, país de reciente formación, país que tiene enormes campiñas fértiles y toda clase de minerales, la discusión del presupuesto se base en la posibilidad de gastar. Pero ocurre preguntar, señor presidente, si no habrá dentro de nuestro país un microbio que roa nuestras entrañas, que nos quite vitalidad, que nos quite fuerza, que nos reste energía y que nos conduzca paulatinamente al estancamiento que estamos viendo. Hay un fenómeno que voy a trazar a grandes rasgos, sintéticamente, mediante las cifras de este diagrama (lo exhibe) que representa veinte años de historia ferroviaria argentina.
Son cuatro diagramas que he colocado uno encima de otro, para facilitar la comparación.
El primero representa las cargas transportadas por nuestros ferrocarriles, cargas totales, incluyendo indudablemente, carga ascendente, carga descendente, carga local y carga de tránsito. En 1904 nuestros ferrocarriles transportaron 20 millones de toneladas. No diré sino cifras redondas. En 1905, 22 millones; en 1906, 26 millones; en 1907, 27 millones; en 1908, 32 millones; en 1909 hay una pequeña merma, 31 millones; en 1910, 33 millones; en 1911, 34 millones; en 1912, 40 millones. Y llegamos a 1913 con el punto más alto de la carga transportada por nuestros ferrocarriles, que en dicho año alcanza a 42 millones. En 1914, 33 millones; en 1915, 35 millones; en 1916, 36 millones, llegando en 1917 a 31 millones de transporte, es decir, al nivel del año 1909. Vuelve a surgir en 1918 con 39 millones; en 1919, 41 millones; en 1920 se mantiene la misma cifra. En 1921 baja a 34 millones; en 1922, 35 millones; en 1923, 38 millones; en 1924, 35 millones; en 1925 no tengo la cifra: creo que es algo más elevada.
El diagrama nos dice que el país hasta el año 1911 ha llevado un crecimiento de carga transportada por los ferrocarriles que podemos llamar ascendente.
En 1912 y 13 el cataclismo universal produce una rápida elevación del movimiento de cargas en nuestro país, y desde entonces la carga oscila. Nada sería esto si no tuviéramos a renglón seguido otro diagrama del promedio general del recorrido de una tonelada en los ferrocarriles argentinos. En 1904 esta distancia era de 178 kilómetros; en 1905, 187; en 1906, 186; en 1907, 187; en 1908, 188; en 1909, 185; en 1910, 192; en 1911, 203; en 1912, 200; en 1913, 203. Hasta aquí el diagrama es lógico, porque aumentando la carga transportada es lógico suponer que la explotación de I03 terrenos se ha extendido, que los cultivos también, lo que influye en el aumento del recorrido medio de la tonelada. Pero
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a partir de 1913 tenemos en las cargas una oscilación completa, suben y bajan y, en cambio, el diagrama del recorrido medio sigue constantemente en aumento. En 1914 el recorrido es de 216 kilómetros; en 1915, 218; en 1916, 241; en 1917, 264 kilómetros.
Observen los señores diputados que el año 1917 arroja como carga transportada 31.000.000 de toneladas. Es el
. punto más bajo de la carga después de 1913. En 1918, 261; en 1919, culnrna con 270; en 1920, 256; en 1921, 252; en 1922, 253; en 1923, 259 y en 1924, 252.
¿Qué s :gnificado tiene esto del recorrido medio por tonelada? Que el centro de gravedad de la producción se ha alejado de los centros de consumo o mercado de exportación. Si se hubiera aumentado la distancia paralelamente al aumento del producto, no se dañaría a la economía nacional; pero es que este aumento del recorrido medio de la tonelada se ha hecho aún con la disminución de la carga transportada. Y la comprobación de esto la tenemos en otro diagrama que viene más abajo, en el del número de toneladas transportadas por k.lómetro de vía, que es el que nos da la noción del verdadero aprovechamiento de los rieles de nuestro país, es decir, el verdadero aprovechamiento del capital ferroviario.
Se podrá observar el mismo fenómeno con este diagrama. En 1904, por cada kilómetro de ferrocarril, tenemos un transporte de carga de 1.061 tone-, ladas; en 1.905, 1.146; en 1906, 1.324;' en 1907, 1.310; en 1908, 1.384 — este es el número límite, el máximo de carga que en relación a los kilómetros de vía se ha transportado en nuestro país;" — en 1909, 1.279; en 1910, l.¿ss». c u a n do los señores diputados puedan obser var en el Diario de Sesiones estos diagramas y compararlos, notarán que a medida que aumenta la carga y la distancia de transporte medio por la tonelada, va disminuyendo constantemente el transporte por kilómetro de vía, es decir, el aprovechamiento, el
verdadero coeficiente de utilización de los capitales ferroviarios, •rt»-:*,
S'go: en 1911, 1.179 toneladas; en 1912, 1.323; en 1913, 1.302; baja en 1914 a 1.004; en 1915, a 1.059; en 1916 a 1.078; en 1917 llega a la ínfima cifra de 922 toneladas por kilómetro de vía, cifra menor que la del año 1804; en 1918, 1.165; en 1919, 1.237; en 1920, 1.235; en 1922, 1.033; en 1923, 1.139 y en 1924, 1.031 toneladas.
Obsérvese este fenómeno: que 20 años de vida del país reflejada en su estadística ferroviaria nos llevan a la s'guíente amarga y honda conclusión: a que en 1924 tenem.03 una densidad de tráfico de carga de 1.031 toneladas, menor que la de 3904 que llegaba a 1.061 toneladas. La experiencia ferroviaria de los técnicos de la política de nuestro país nos lleva a la amarga conclusión de que después de 20 años de utilización de nuestros ferrocarriles, todavía no hemos aprendido a utilizarlos económicamente.
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Permítame el señor diputado.
Estoy francamente alarmado por los datos que suministra, porque los qué obtengo de publicaciones oficiales son completamente distintos, o se han tomado bajo otra base.
Entiendo que el señor diputado se refiere a tonelada kilómetro de carga. por kilómetro de vía.
En la página 47 de su folleto me parece que va a encontrar el dato, que aquí tengo.
Sr. Carballo. — En la página 176 de la estadística ferroviaria de 1938, en la columna 110, tabla 19, conclusión, va a encontrar el señor ministro lo siguiente: toneladas por kilómetro de v í a . . .
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Tonelada-kilómetro de carga por kilómetro de vía. El señor diputado hace la comparación tomando en globo el sistema ferroviario argentino.
Sr. Carballo. — Indudablemente. Sr. Ministro de Obras Públicas. —
Esa clasificación no la refiere a producto
Sr. Carballo. — No se adelante el
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señor ministro hasta que vea las conclusiones a*que yo llego.
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Me refiero a lo que el señor diputado ha dicho.
Figuran en nuestros ferrocarriles, producido por transporte por tonelada kilómetro, 341 y 316 para la trocha ancha, y 224 y 221 para la trocha angosta. Está el comparativo de todas las redes ferroviarias del mundo, que da por tonelada-kilómetro de carga,-por kilómetro de vía, cantidades que oscilan entre 236 que es la mayor, para la Argentina, 1.071, para los Estados Unidos. La estadística a que se ha referido el señor diputado considera que estando sobre 1.000 la Argentina está en una situación muy inferior a las otras. Como no puedo pensar que esa sea la situación real, debe haber un error en la forma en que lo toma el señor diputado y la que contiene la estadística.
Sr. Carballo. — Le agradezco al señor ministro el descanso dispensado, y le pediría que lo prolongara un momento más leyendo, en la propia estadística de su ministerio, los datos que yo acabo de dar. Es la columna 110, encabezada por lo que dice: toneladas por kilómetro de vía. Tan convencido estoy, señor nrnistro, de este dato, que en los años 1920 a 1924 he tenido que calcularlos. ¿Quiere hacerme el obsequio el señor ministro, para que quede clara la ratificación de los datos que acaba de dar, leer la columna que empieza en el año 1909 y llega hasta 1918?
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Voy a leer las columnas 110 y 111.
El señor diputado se refiere a tonelada por kilómetro de vía, y efectivamente, las cantidades nos dan • en 1917 con 922, en 1911 con 929. En el cuadro de al lado, tonelada-kilómetro por kilómetro de vía, va de 245 a 249. Por eso le requería al señor diputado en qué forma hacía el cálculo, si a las toneladas por kilómetro en general, o a tonelada-kilómetro por kilómetro de vía. De manera que queda en pie lo que le he preguntado al señor diputado, porque esa es la única forma en que se puede demostrar el rendimiento
real de la línea. El señor diputado toma exclusivamente tonelada por kilómetro de vía.
Sr. Carballo. — Yo le voy a demostrar al señor ministro que está completamente equivocado.
Sr. Ministro de Obras Públicas. — ¡ Pero si está aquí, señor diputado !
Sr. Carballo. — No los datos, el criterio, porque yo he tomado toneladas por ki'ómetro de vía.
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Sí, señor diputado. Sencillamente por kilometraje, pero no se ha referido al kilometraje recorrido término medio por la carga efectiva sobre las vías, de donde podría el señor diputado sacar una conclusión cierta, porque si por ejemplo el transporte del ganado representa una suma A y lleva un mayor kilometraje de vía, no le señalo al señor diputado sino un acontecimiento feliz, o sea que la agricultura va a requerir menor kilometraje que la ganadería y que se van a poblar los campos despoblados; de tal manera que según el criterio que tome son las consecuencias que puede sacar.
Sr. Carballo. — El criterio del señor ministro que se ha adelantado a las conclusiones...
Sr. Ministro de Obras Públicas. — No es mi criterio, es lo que se puede deducir considerando una columna o considerando la otra.
Sr. Carballo. — El criterio del señor ministro es lógico y real, es un dato que dan las estadísticas, pero es que yo no trato de demostrar eso. Yo de lo que trato es de lo siguiente: para mover 35 m'llones de toneladas el año 1924 se ha necesitado un capital en vías muy superior al capital que se ha necesitado en el año 04 para mover 20 toneladas en unidad de tonelada. El criterio del señor ministro . . .
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Permítame el señor diputado. Yo no he expresado ningún criterio para resolver la cuestión. Le escucho al señor diputado con mucho gusto lo que dice. Para no interpretarlo mal deseaba saber qué base toma; pero desde otro punto de vista tendría que hacer otras observaciones, que después del año
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1913 no se ha construido nada, vale decir, no se ha aumentado el kilometraje de construcción.
Sr. Carballo. — En ferrocarriles hay tres criterios: el técnico, el administrativo y el político. El técnico es del profesional que estudia analíticamente cómo puede sacar el mayor rendimiento de la menor cantidad de energía posible. El administrativo es el criterio del capitalista que busca sacar el mayor interés posible de la menor cantidad de capital, y el interés político es el interés que trata de buscar cuál es el factor más económico, no del punto de vista local sino del nacional. En este caso el criterio con que quiere el señor ministro. . .
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Le rectifico nuevamente, señor diputado. Se puede hablar del criterio del ministro si abonase lo que el señor diputado dice. Yo le pedí una simple aclaración al señor diputado, y de esa aclaración no me haga sacar conclusiones. Cuando el señor diputado termine le contestaré, porque ahora no sé dónde va.
Sr. Carballo. — Perfectamente. La aclaración del señor ministro ha sido precisa y voy a demostrar por qué.
Tomando las toneladas kilómetro por kilómetro de vía, a mi entender tendríamos el criterio administrativo, capitalista. Tomando las' cifras como yo las tomo tenemos el criterio que por rara coincidencia, más bien dicho no rara sino real, encontramos entre el criterio técnico y el criterio político el camino que debe seguir nuestro país. Debemos tener menos kilómetros de vías para más carga transportada.
El cuarto diagrama es un diagrama complementario. No voy a leer las cifras porque es un diagrama que indica el número de kilómetros de vías que tiene nuestro país por cada 100 kilómetros de superficie. Esto sigue hasta el año 1913 en un franco aumento. En nuestro país se ha construido hasta el año 1913, ferrocarriles en forma, casi diría, proporcional. Desde ese año en adelante, la cifra de construcción permanece estacionaria o sufre aumentos casi insignificantes. Ha sido una suerte
para el país, que no se haya construí-do nuevas líneas.
Los datos que estoy dando, son de ferrocarriles en explotación. Y ahora voy a la conclusión de cuál es la situación que refleja el presupuesto después de 20 años de vida ferroviaria.
Desde 1913, la carga disminuye. No se ha podido llegar a alcanzar nuevamente la carga indicada para ese año y sólo en los años 1919 y 1920 se ha llegado a algo aproximado. En cambio, el recorrido medio de la tonelada sigue su aumento con pequeñas oscilaciones. /. Qué significa esto ? A mi entender, un hecho, que he bautizado con un nombre que da a las claras la explicación del fenómeno. El fenómeno que reflejan estos diagramas, para la economía general del país, es un fenómeno de dispersión. Sin aumentar la carga transportada — y he querido tomar carga transportada porque el máximo de la cosecha y de movimiento de nuestro país^ se hace por los ferrocarriles, para poder sintetizar todas en una misma posible unidad, la unidad que da la estadística ferroviaria — se ha aumentado el número de kilómetros de vías, este fenómeno de dispersión ha traído un colapso en el presupuesto.
He tratado de conseguir para incluir en este diagrama ferroviario el diagrama del aumento del presupuesto. Tal vez parezca algo asombroso, pero cuando una línea de ferrocarriles se ex-tiende con la política llamada pobladora. Mala política llevada en un país en que constantemente se ha dejado subir el valor de la tierra, lo que se ha hecho es alejar núcleos de población, y estos núcleos, que en un principio han podido vivir fuera de las zonas civilizadas, han exigido luego las comodidades de la vida civilizada; líneas telegráficas, estafetas de correo, obras de arte en los caminos, policía sanitaria, policía langostera y toda esa enorme cantidad de necesidades que la civilización plantea, para defensa de la vida de los hombres, para la defensa de los propios cultivos y para facilidades de su conducción.
En el presupuesto vemos fielmente
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reflejado el resultado que dan esas cifras, que es su enorme aumento.
Las cifras que he dado son de conjunto, incluyen toda clase de cargas, si tomáramos las cifras en detalle para la cosecha, el resultado sería más desconcertante aún.
Me agradaría que el ministro de obras públicas, para hacer obra sana, patriótica y técnica, encomendara a sus oficinas que rápidamente empezaran a desglosar de este diagrama todas esas variables para que, a los mal-entendedores, a los que no conocen estas cosas, a los que no pueden interpretar los fenómenos como los interpreta un hombre que ha dedicado largos años al estudio de los ferrocarriles, pudieran sentir, más hondamente el microbio que está minando la economía de nuestro país.
Una vía de ferrocarril trae de inmediato el fenómeno de la valorización de los campos, y en esas condiciones esa valorización ficticia, especulativa, sostenida por nuestros bancos, por el Banco de la Nación, por el Banco Hipotecario, por todos los bancos especuladores del país, está haciendo a la clase trabajadora, a la clase de los colonos, imposible la vida en todf zona civilizada, y constantemente tienen que ir al desierto a abrir nuevo* surcos, aumentando el recorrido medio de sus productos, dando así más dinero a las empresas extranjeras.
La única forma de corregir este mal que nos está minando, que nos va a cortar prontamente hasta los vestigios de la inmigración, cuando se empiecen a dar cuenta de estos fenómenos, sería una hábil política ferroviaria. Hace pocos meses me opuse aquí abiertamente, a la construcción de nuevos ramales, a aumentar el capital ferroviario, para disminuir este coeficiente de toneladas por kilómetro de vía. La otra política que está dentro del presupuesto — y tardará años en surgir, porque lesiona intereses creados que son los que dominan constantemente la política de nuestro país — es el impuesto a la tierra libre de mejoras, no en forma liviana, baladí, que permite que
nuestros terratenientes sigan especulando en sus campos, sino el impuesto en una forma que sea de gravitación.
Señor presidente: milito en las filas del Partido Socialista hace años y nadie podrá decir que lo hago por razones de sentimiento. Soy espartano a ese respecto. Influye en mi ánimo únicamente el raciocinio, la técnica superior, la técnica de los números, que lleva a demostrar las verdades tranquila, serenamente, sin insultos, sin molestia para nadie. Por eso decidí tomar breves minutos a la Honorable Cámara, para dejar sentado en el Diario» de Sesiones este pequeño trabajo que ha de traer algún día beneficios para el país.
He terminado. (¡Muy bien! ¡Muy bien!).
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Pido la palabra.
Se explicaría el discurso del señor diputado que acaba de hacer uso de la pa'abra, como fundamento de una modificación en nuestro sistema impositivo, que creo es el motivo principal de esa exposición.
Es justo que la inversión de capitales en el país no se haga a costa de la economía nacional, o sea gravando innecesariamente su producido, hasta tanto la capacidad de la República exija esas mayores inversiones; pero no me explico que el señor diputado niegue en términos absolutos, como lo ha hecho, la necesidad y posibilidad de una política de expansión de obras públicas, especialmente de las ferroviarias, cuando ellas están discretamente planeadas.
Nuestro país es un país de distancia. No podemos acortar las distancias a las provincias del norte y a las de Cuyo sino extendiendo las redes de ferrocarriles, costosas porque atraviesan zonas cuya producción en mucho tiempo todavía no ha de responder a los ingentes capitales invertidos. Por eso, precisamente, es que la política del gobierno se orienta hacia la inversión de los dineros públicos en caminos, en obras de canalización, en obras cuyos beneficios puedan en todo momento co-
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rresponder a esos gastos realizados con el fin de acercar todos los núcleos de población a los lugares de consumo o a los puertos de exportación.
No estoy en desacuerdo — ¡ cómo he de estarlo! — en que si el interés privado recibe con estas inversiones un beneficio, contribuya en la proporción que corresponda, según el beneficio recibido; pero de ello no puede concluirse que ha de evitarse esas líneas de vinculación, de fomento, indispensable en nuestro país.
Siguiendo la inspiración del señor diputado, deberíamos reducirnos prácticamente casi al aislamiento. Su argumento puede ser aplicable a otra clase de obras. Sería cuerdo aplicarlo tal vez con relación a ciertos servicios en ciudades que se extienden en forma desmedida y que exigen la implantación de tales servicios de lujo que resultan muy costosos; pero tratándose de estas obras fundamentales, reputo que ese criterio es completamente equivocado.
Lejos de estar atrasado nuestro país en materia de transporte, la propia estadística citada por el señor diputado demuestra que el recorrido de tonelada - kilómetro ha sido menor, lo que quiere decir que la explotación se hace en condiciones más económicas, lo que quiere decir que las inversiones en obras, en puertos, han acercado lo posible . . .
Sr. Carballo. — ¿Me permite? El señor ministro dice que se hace los transportes en condiciones más económicas . . .
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Es evidente, señor diputado. Me imagino que no me va a contradecir, cuando el productor en lugar de tener que hacer un recorrido de trescientos kilómetros, hace uno de sólo ciento cincuenta. Es tan evidente que no atino a darle mayores explicaciones sobre el asunto.
Si se puede acortar el recorrido en las provincias del norte con las.líneas de Salta o Jujuy hasta el puerto de Barranqueras, por ejemplo, es indudable que ei transporte de esos 700 kiló
metros es mucho más económico que el de 1 . 2 0 0 . . .
Sr. Carballo. — Economía local. Estamos en ei Congreso Nacional.
Sr. Ministro de Obras Públicas. — Proponga entonces lisa y llanamente la despoblación de las provincias lejanas y la concentración de todos los esfuerzos en 100 kilómetros alrededor de la Capital.
Sr. Padilla. — ¡ Cómo va a negar que el tráfico mixto por el ferrocarril y el río Paraná es mucho más económico y conveniente para el país i Es dar la salida al puerto, que necesitan esas poblaciones, que la tienen a su alcance, y cuya aspiración no puede ser negada.
Sr. Rodríguez (J. R.). — Es aproximar el río, que es el camino que anda y que es el medio de transporte más barato.
Sr. Carballo. — Posiblemente no haya sido bien explícito. No tengo documentos hoy para probar los datos que daré, pero nuestros colonos están emigrando constantemente. Y al comenzar dije que estas palabras no eran para el presupuesto actual sino consideraciones generales para analizar en la economía nacional el fenómeno interior.
Es posible que el señor ministro ignore que, no sólo en la provincia de Buenos Aires sino también en las del interior, se están formando latifundios de orden especulativo que antes no existían. No es el momento de entrar a discutirlo, pero, planteado esto hoy para que quede en el Diario de Sesiones, servirá para que los criterios vayan madurando, y dentro de poco, tal vez el año próximo, podré comprobar las conclusiones a que he llegado.
No niego la necesidad de la expansión, pero niego la necesidad del esparcimiento, es decir de una expansión fofa, floja. Si nuestro país sigue valorizando la tierra en la forma en que lo está haciendo, el standard de vida será cada día más caro y empezará, por consiguiente, a disminuir la inmigración.
Sr . Ministro de Obras Públicas. — La emigración de colonos que noto en este país es, desgraciadamente, la que se señala por la falta de obras públi-
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cas: es la emigración que se señala en La Rioja, en Salta y en todo el Norte, que muere lentamente porque no se ha cumplido con los compromisos solemnes que la Nación contrajo con esas provincias, de darles en obras públicas la compensación de lo que les quitó la ley del censo en la representación nacional. (¡Muy bien!). Esa es la verdad, señor presidente. Las obras públicas deben hacerse, particularmente en las provincias que en este momento decaen en su población y decaen en su producción. Y decaen en esa forma porque ni siquiera se conservan las obras hechas hace casi un siglo. Se han anegado todas sus fuentes de producción, porque no tienen forma de comunicarse, ni hay agua con que cultivar, porque el parce-lamiento extraordinario ha traído una verdadera situación de miseria. (Aplausos).
No hay tales latifundios, como el señor diputado pretendía. Es todo lo contrario. El Norte se despuebla y muere por inanición, por anemia, por parcela-miento exagerado, porque faltan en absoluto obras públicas. (¡Muy bien! Aplausos). De manera que en cuanto al concepto general dejo sentado el concepto que tiene este Poder Ejecutivo.
Considero que el gobierno nacional, que el gobierno federal, tiene una deuda contraída con las provincias, deuda de la que no puede ni debe desentenderse, y entiendo más: desde el año 1909 en adelante, hasta que ha sido posible votar sumas de importancia para obras públicas, no se han invertido los dineros votados expresamente para ese fin por leyes especiales que las determinaba en cada cláusula. Y ahí están como exponente de desidia y descuido numerosas leyes que mandan ejecutar obras públicas que hubieran detenido en su tiempo esa verdadera emigración y esa miseria. (¡Muy bien!).
Hacer puertos, construir caminos, entiendo que es abaratar la producción. No puede temerse que el país sea llevado a la bancarrota, como afirmaba el señor diputado Peña, porque se dé un medio fácil para llegar al acceso ferroviario. No puede decirse que sea dinero tirado a la calle, sin retribución, el in
vertido en la construcción de puertos como los ya construidos y habilitados en el Paraná y en el Uruguay y los marítimos.
Esas construcciones contribuirán a que podamos colocar mejor nuestros productos y a que podamos obtener mejores retribuciones de nuestros esfuerzos.
Comparar la deuda contraída para obras públicas con el dinero que se toma para cubrir déficit, entiendo que no es leal y no es decir la verdad a la Nación. El Estado argentino ha tomado numerosos servicios a su cargo, servicios que han podido concederse a terceros, como las obras sanitarias, que han podido realizarse con particulares, con capitales garantidos, como los Ferrocarriles del Estado; no lo ha hecho y ha construido la mayoría de sus puertos y buena parte de sus ferrocarriles, invirtiendo más de mil quinientos millones de pesos. Y ese no es dinero que se entregue a la explotación privada que como las empresas concesionarias ganan interés a perpetuidad, sin que se rescate un centavo de amortización.
Defiendo, pues, esa inversión y defiendo toda .acción de gobierno en consonancia con esos propósitos. Y declaro que he de poner todas mis energías a su servicio, siempre que signifique darle al país lo que el gobierno se ha comprometido a dar para afianzar sus instituciones políticas.
No figurarán hoy día en los cálculos de recursos las sumas con que contribuyen las lejanas regiones del interior; pero nuestra historia está plagada de demostraciones del desinterés con que siempre sirvieron para afianzar nuestra independencia. (¡Muy bien! Aplausos). Y eso es para nosotros una obligación, de la que no podemos desprendernos.
Como no quiero fatigar más a la Honorable Cámara, doy por terminada mi exposición. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos).
Sr. Rodríguez (A.). — Que se pase a cuarto intermedio.
Sr. Ahumada. — He escuchado con placer, las palabras del señor ministro de obras públicas, que significan un compromiso de honor del ministro de obras públicas para construir el ferro-
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carril a Tucumán, hoy paralizado, no obstante tener fondos votados, los que hoy figuran entre las economías del despacho.
Es un compromiso también para hacer el ferrocarril a Chile por San Francisco, que cuesta siete veces menos que el ferrocarril por Huaytiquina.
Sr. Repetto, — Se puede hacer los dos.
Sr. Ahumada. — Esta obra evitará el empobrecimiento y la emigración de Catamarca y La Rioja. El gobierno nacional habrá hecho obra patriótica con fomentar estas obras públicas, que son de vital importancia para las dos provincias mencionadas.
Como representante de mi provincia me he permitido distraer la atención
de la Cámara para dejar constatado que es una necesidad sentida para Catamarca, pues de lo contrario los poderes nacionales serán cómplices de que sean esas provincias focos de emigración y de que vayan a la ruina.
Sr. Pena. — El señor ministro podía ser mejor ministro de patriotismo que de obras públicas, porque en este último carácter es archipeligroso.
Sr. Padilla. — ¡ Y a mucho honor, señor diputado!
Sr. Presidente (Sussini). — Invito a la Honorable Cámara a pasar a cuarto intermedio.
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