Colección - Editorial Miño y Dávila · con la realización del I SIPC “Deporte en el Proceso...

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ColecciónEducación, crítica & debate

DirectorPablo Gentili

La maquetación de colección y el Diseño de cubierta e interior, estuvieron a cargo de Gerardo Miño

Armado y composición:Eduardo Rosende

Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.

© 2008-Miño y Dávila srl / © 2008-Pedro Miño

Edición actual: 1ª-edición junio de 2008

ISBN: 978-84-96571-74-7

Impreso en ArgentInA

www.minoydavila.com.ar

En Madrid:miño-y-Dávila-editoresArroyo Fontarrón 113, 2º A (28030)tel-fax: (34) 91 751-1466Madrid · España

En Buenos Aires:miño-y-Dávila-srlPje. José M. Giuffra 339 (C1064ADC)tel-fax: (54 11) 4361-6743 e-mail producción: [email protected] administración: [email protected] Aires · Argentina

Índice

Presentación ....................................................... 9

1. La vergüenza como dolor social por Johan Goudsblom ...................................... 13

2. Los procesos civilizatorios: algunas relaciones entrelasconfiguraciones,lasmentalidades y las representaciones sociales por José Antonio Castorina ............................... 29

3. Portugueses,jesuitas y la educación de los indios bravos y bárbaros por Ademir Gebara .......................................... 51

4. La civilización de las emociones: formalización e informalización por Cas Wouters ............................................. 81

5. Reflexionessobreladesigualdadsocial,violencia y civilización en Brasil por Jose Luis Simões ....................................... 95

6. Simpatías y emociones de las barras bravas en el fútbol por Ramón Spaaij ........................................... 117

7. Indisciplina,poderycivilidad: el libro negro de los futuros profesores por Tony Honorato .......................................... 133

8. Comportamiento individual y estructura social: cambios y relaciones. Una lectura desde Norbert Elias por Carina V. Kaplan ........................................ 151

9. Norbert Elias y Pierre Bourdieu: redimensionando lasposibilidadesdeaproximacionesteóricas por Wanderley Marchi Jr. .................................. 169

10. Hacia una teoría crítica y relacional: de la emancipación egocéntrica a la relacional por François Depelteau ................................... 187

Acerca de los autores ........................................... 237

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Presentación

Este libro reúne una serie de trabajos originalmente presen-tados en el X Simposio Internacional Proceso Civilizador

(SIPC) “Sociabilidad y Emociones”; posteriormente revisados y ampliados por los autores y evaluados por el comité científico presidido por el Dr. Ademir Gebara.

Este tipo de eventos, tuvo su inicio en Brasil en el año 1996, con la realización del I SIPC “Deporte en el Proceso Civili-zador y Violencia en el Fútbol”, con sede en la Facultad de Educación Física de la UNICAMP y con el apoyo de FAPSEP (Fundação de Amparo a Pesquisa do Estado de São Paulo) y la FAEPX (Fundação de Amparo ao Ensino, Pesquisa e Extensão da Unicamp).

José Antonio Castorina, Carina Kaplan y Victoria Orce han participado del X Simposio en representación de un equipo de investigación de la Universidad de Buenos Aires que desarrolla proyectos inscriptos en el Programa de Investigación en Socio-logía de la Educación que dirige Silvia Llomovatte, en el marco del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, de la Facultad de Filosofía y Letras.

Allí, se acordó organizar el XI Simposio Internacional dado que se trata de un evento científico que se constituye año tras año en un espacio de encuentro inédito con académicos intérpretes del pensamiento de Norbert Elias.

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Sus propósitos son:

• Promover la profundización sobre las discusiones del enfo-que histórico y sociológico de Elias y sus implicancias para la investigación educativa.

• Generar un intercambio sistemático de los grupos que tra-bajan alrededor de la obra de Norbert Elias

• Revalorizar la trayectoria intelectual de Norbert Elias en el campo socioeducativo argentino.

Dentro de los objetivos específicos, se busca:

• Discutir y analizar la teoría de los procesos de civilización en el conjunto de la obra de Nobert Elias, en sus conexiones con las temáticas de la constitución de los sujetos, la producción de las instituciones y las transformaciones culturales.

• Poner a discusión la producción de papers de investigadores, tesistas y becarios.

• Focalizar el debate en las áreas de cultura y educación, es-timulando la identificación de nuevos problemas, teniendo como referencial teórico y metodológico las contribuciones de Norbert Elias.

• Promover instancias de exposición y debate que permitan abordar la cuestión del proceso civilizador en América Latina (paneles).

• Promover mesas redondas en las que se intercambien inves-tigaciones recientes, que tengan como objeto de estudio la obra de Norbert Elias, o que se encuadren en las categorías analíticas del autor.

El XI SIPC “Civilización, Cultura e instituciones” se rea-lizará en la Ciudad de Buenos Aires, entre el 1 y el 4 de Julio de 2008. El equipo de investigación promotor de la propuesta académica está constituido por los siguientes miembros argen-tinos: José Antonio Castorina, Carina Kaplan, Claudia Bracchi, Victoria Orce, Gabriel Brener, Sebastián García, Agustina Mut-chinick, Gabriela Kantarovich, Inés Gabbai y Lucas Krotsch. El evento, que continúa con los lineamientos de los anteriores, será coordinado por el Dr. Ademir Gebara de Brasil y cuenta

11Carina V. Kaplan (coord.)

con la participación de prestigiosos académicos internacionales y nacionales que son destacados exponentes de las ciencias sociales, y que desarrollan perspectivas propias sobre la obra de Norbert Elias, como Emilio Tenti Fanfani y Pedro Krotsch, en el caso argentino.

Estas actividades académicas son factibles, en virtud de una serie de subsidios para los que se ha concursado como equipo y/o individualmente, con sede en el IICE/FFyL-UBA:

• Proyecto PICT 04-13339: “Las violencias en la escuela me-dia: Sentidos prácticas e instituciones”, aprobado y financiado por la Agencia Nacional de Investigación Científica y Tecno-lógica-FONCYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación.

• Proyecto UBACyT Programación Científica 2008-2010: “Desigualdad, violencias y escuela: dimensiones de la so-cialización y la subjetivación”, evaluado y financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires.

• Becas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y de la AGENCyT.

La coordinación comunicacional y de la edición de este libro ha estado a cargo de la Lic. Natalia Sternschein, especialista en comunicación social, quien cursa actualmente los estudios de la Maestría en Tecnología Educativa de la FFyL-UBA. La revisión de las traducciones ha sido posible gracias a la colaboración de Ana Lía Estiz quien se desempeña como adscripta de la Cátedra de Sociología de la Educación del Departamento de Ciencias de la Educación de FFyL-UBA.

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— 1 —La vergüenza como dolor social1

Johan GoudsblomHolanda

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Este ensayo propone un debate sociológico sobre la idea de vergüenza del ser humano y sus emociones, en la teoría de

Norbert Elias. El mismo examina sucesivamente las manifes-taciones por medio de las cuales la vergüenza es reconocida, las ocasiones en las cuales ocurre, sus funciones, y la posi-bilidad de que estas manifestaciones, ocasiones, y funciones hayan cambiado con el tiempo. La tesis central está basada en la observación de las manifestaciones de la vergüenza cuando son contradictorias: mostrando cómo a las personas, voluntaria o involuntariamente, les llama la atención la propia vergüenza, a través de gestos que indican un deseo que se ocultan a sí mismas. Para explicar esta contradicción de la vergüenza, se considera que es como una señal del “dolor social”. Esto sugiere que to-dos los chicos normales nacen con una capacidad natural para aprender a experimentar la vergüenza, expresarla, e inclinarse a ella en relación a los demás.

Cuando el Profesor Ademir Gebara me invitó a participar de este ensayo en el simposio de las emociones y la violencia, a la

1. Traducción realizada por Ana Lía Estiz, colaboradora adscripta a la Cátedra de Sociología de la Educación, Departamento de Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. La versión final ha sido editada por Natalia Sterns-chein, Lic. en Ciencias de la Comunicación Social.

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luz de la teoría del proceso de la civilización, de Norbert Elias yo sugerí dos posibles temas: “la vergüenza”, y “encuentros con Norbert Elias”. En ambos, pensé que podría mezclar sociología con autobiografía. Meditándolo un poco más, surgió la idea de que los dos temas se prestaban muy bien juntos para un debate combinado en un ensayo.

Mi primer encuentro con Elias no fue un descubrimiento al azar. Como estudiante de la psicología social a comienzos de la década de 1950 conocí su nombre a través de dos canales dife-rentes –ambos holandeses– pero que corrían a través de dos redes sociales de trabajo separadas: una fue la Sociología tal como se enseñaba en la Universidad, la otra fue una crítica literaria que leí por placer. Desde estos dos contextos, el libro de Elias fue altamente recomendado por personas a quienes respetaba, decidí pedirlo prestado en la biblioteca, y comencé a leer. No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que había hecho una elección excelente. Me quedé enganchado para toda la vida.

Cuando primero leí El proceso civilizador estaba particu-larmente impresionado por los pasajes de la vergüenza y el avergonzamiento. Ya conocía sobre la vergüenza bastante bien por mi experiencia personal. Ahora descubrí que era una emo-ción con historia. La gente en diferentes períodos (digamos, la Edad Media o el siglo XIX) había experimentado la vergüenza de diferentes maneras. Más aún, esas experiencias de vergüenza eran muy diferentes en las distintas clases sociales.

Como estudiante de psicología social estaba enormemente impresionado por algunos experimentos en ese campo que habían sido realizados en los Estados Unidos. Los resultados de todos esos experimentos apuntaban a una innegable conclu-sión: los seres humanos son sensibles a las presiones de grupo. A menudo sin querer o sin darse cuenta, dejan que sus propias ideas y acciones sean influenciadas por lo que otras personas, pares o superiores hacen y dicen.

Esto fue un descubrimiento muy interesante, y fue confir-mado una y otra vez. Sin embargo fue siempre confirmado en el mismo entorno: un laboratorio social donde a los estudiantes se

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les daban tareas para llevar a cabo bajo condiciones experimen-tales las cuales eran, inevitablemente, un tanto artificiales.

No obstante, los resultados fueron presentados como si fue-ran válidos para todos los seres humanos, bajo todas las condi-ciones concebibles, todas las veces.

Después de un tiempo comencé a sentirlo, mientras el diseño experimental había producido algunos insights (entendimientos) intrigantes e irrefutables, había algo completamente insatisfac-torio en su pretensión de universalidad. Encontré que faltaba el mundo real, con situaciones que tengan una historia, mientras que las situaciones experimentales parecían no tener una historia en absoluto: a la gente sin experiencias de grupo en común las traían juntas por la duración de un experimento y así, cada cual tomaba su camino nuevamente. Los grupos experimentales no tenían ni un pasado ni un futuro de hecho.

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Entre las emociones que eran raramente mencionadas en la literatura de la psicología social estaba la vergüenza. La conocía como una emoción fuerte, que me hacía arrepentir de cosas que había hecho e incluso que me habían prevenido de hacer y que yo deseaba mucho, como hablarle a una mujer que me gustaba.

Mis estudios no me ayudaron mucho a entender esta sen-sación rara. No puedo recordar haber dado con el tema de la vergüenza en la literatura de psicología social. (Cuando prepa-raba esta lectura lo chequeé nuevamente en mi libro de texto, las Readings in social psychology, editado por Newcomb y Hartley, y encontré que el índice no hace referencia a la ver-güenza. El Chamanismo es mencionado, y la rivalidad entre hermanos, pero no la vergüenza). Solamente mucho más tarde, en los famosos experimentos de Milgram sobre la obediencia, emergió claramente la vergüenza, pero esos experimentos no fueron publicados hasta finales de la década de 1960, mucho después haber terminado mis estudios en la Universidad de Amsterdam en 1968.

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Pero luego, en mi segundo año como estudiante leí The civi-lizing process y encontré para mi gran sorpresa algunos pasajes muy agudos e iluminadores sobre la vergüenza. Me ayudaron a ganar un mayor entendimiento de este sentimiento extraño, displacentero y al parecer inconmensurable que me inhibió de hacer y decir algunas de las cosas que más me gustaban hacer y decir.

Al mismo tiempo, esos pasajes sobre la vergüenza también me ayudaron a lograr una mayor comprensión de la sociología. Me mostraron que la división entre sociología y psicología es ampliamente artificial. Ambas tratan a los seres humanos como individuos sociales; el hecho de que los sociólogos y los psi-cólogos usualmente trabajen en departamentos separados en nuestras universidades no debería cegarnos al hecho de que en realidad, están preocupados por un mismo mundo humano. (La separación entre la sociología y la psicología es simplemente artificial y fundamentalmente errónea, tal como la separación de la sociología y la historia. Ambas separaciones ocurrieron en la segunda mitad del siglo XIX cuando las mayores fronteras entre las disciplinas académicas fueron trazadas y consolidadas. Uno de los encantos del tema de la vergüenza es que nos invita a transgredir esas fronteras.)

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Tengo que admitir que cuando leí por primera vez The civili-zing process no era totalmente consciente de sus implicaciones teóricas en investigación. Incluso, Elias mismo no había elabo-rado totalmente esas implicaciones. Así que, fue solamente en 1987 (casi 50 años después de la publicación original de The civilizing process) que él publicó su ensayo sobre “Los seres humanos y sus emociones”, el cual contiene la más explícita discusión de sus ideas sobre las emociones con un alto nivel de síntesis.

Aunque él no menciona la vergüenza tal como se refiere en este ensayo, el modelo general que descubre allí es altamente

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relevante para nuestro tema. También puede servir como un telón de fondo para muchas otras discusiones en el simposio de las emociones y violencia, porque expone claramente los princi-pios básicos del enfoque procesual sociológico en las emociones humanas. En las ciencias naturales, Elias dice en ese ensayo, que hay una fuerte tendencia a considerar a los seres humanos desde un punto de vista monístico y reduccionista: todo lo que los humanos hacen, dicen, sienten, o piensan es visto como parte de un mismo mundo natural que nosotros compartimos con todas las otras cosas, vivir y no-vivir; la no concesión está hecha para algo que puede ser únicamente humano. En las humanidades, por otra parte, hay fuertes tendencias en direc-ción opuesta: concentrarse en eso que es únicamente humano y considerarnos a nosotros mismos y a nuestra cultura desde un punto de vista dualista y aislante, como si hubiera una esfera del pensamiento y sentimiento humano completamente más allá de la palidez del mundo natural. Un enfoque sociológico procesual, dice Elias, puede superar esta vieja oposición porque lanza ambas continuidades y las innovaciones en los procesos de la evolución humana y el desarrollo socio-cultural. Dos puntos hechos por Elias en “Los seres humanos y sus emociones” son particularmente importantes para un mayor entendimiento de la vergüenza. El primer punto concierne al aprendizaje. Los seres humanos pueden y deben aprender más que otras especies. Otros animales también aprenden, quizás también las plantas tienen alguna capacidad de aprender. Pero no hay otro animal que tenga que depender del aprendizaje tan fuertemente como el ser humano. Esto claramente pertenece a nuestras capacidades cognitivas, a lo que sabemos y a cómo pensamos. Pero también pertenece a nuestras emociones. Como Elias dice, no hay emo-ción en las personas humanas que no se aprendan, es decir, las emociones son aprendidas, ninguna emoción es genéticamente fijada a un patrón.

El segundo punto al cual llevó su atención, en “Los seres humanos y sus emociones” es que las emociones humanas tie-nen un componente de comportamiento, psicológico, y afec-tivo. Todos estos componentes están claramente presentes en

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la vergüenza. Juntos, pueden servir para definir sus manifes-taciones.

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Ahora bien, focalizaré en la vergüenza. Una de las tantas cosas que aprendí de Elias es siempre comenzar con un pro-blema. En este ensayo debería tratar una serie de cuatro proble-mas interrelacionados.

El primer problema concierne a la pregunta de cómo reco-nocemos la vergüenza. Vergüenza es una palabra habitual.

Intuitivamente asumimos que conocemos cómo reconocer lo que la palabra representa, aunque bien sabemos que dos experiencias de vergüenza no son exactamente iguales y que cada experiencia es única. Podemos incluso reconocer que la palabra “vergüenza” en diferentes idiomas puede llevar ligera-mente diferentes connotaciones, como vergonha en portugués y schaamte en holandés. El hecho de que haya tantas variaciones hace que sea más imperioso para empezar con el problema: ¿cómo reconocemos la vergüenza, cuáles son sus manifesta-ciones distintivas?

El segundo problema a destacar es: ¿cuándo ocurre la ver-güenza? ¿Qué tipo de situaciones la causan?

Tercero, como todos nosotros bien sabemos la vergüenza es displacentera. Casi la mayoría de la gente tiene experiencias de vergüenza. ¿Por qué puede ser? ¿Cuáles son las funciones de la vergüenza?

Todas estas preguntas están enmarcadas en el tiempo pre-sente, en una aparentemente eterna moda. No obstante debe-ríamos dirigir, ciertamente en un simposio dedicado al trabajo de Norbert Elias, otra pregunta tal como: ¿las manifestaciones de la vergüenza han sido siempre las mismas? ¿Y las ocasiones que la causan, y las funciones que pueden servir a ella? ¿O ha habido cambios? Si es así, ¿cómo se relacionan esos cambios con el proceso de la civilización?

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Estos son cuatro problemas básicos esenciales para el resto del escrito. Están cercanamente interrelacionados y no podré mantenerlos prolijamente apartados todo el tiempo. Pero tenién-dolos en mente puede ayudar para seguir mi discusión la cual, es una tentativa de aplicar las ideas generales desarrolladas por Elias en “Human beings and their emotions” a una emoción específica, la vergüenza.

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Manifestaciones

Antes de entrar en una descripción de las manifestaciones de la vergüenza debo hacer una reseña preliminar. Mi tiempo es limitado, y así es mi conocimiento. Deberé por lo tanto restringirme a esas manifestaciones de la vergüenza que pue-den ser llamadas “normales”, y abstenerme a discutir esos casos “patológicos” extremos, donde la vergüenza es verdaderamente paralizante, llevando a apatías y depresiones crónicas. Mi tema es la vergüenza “normal”, sentida y expresada por la gente que activamente participan en las rutinas de la vida social, y quienes ocasionalmente superan por flashes momentáneos la vergüenza. En una palabra, la vergüenza que nos es familiar a todos.

Una de las razones que hace que la vergüenza sea un tema interesante es la variedad de maneras en las cuales se manifiesta. Puede ser observada en los cambios del cuerpo involuntarios –la más espectacular de las expresiones es sonrojarse. Esto es una reacción casi que no se aprende ni se controla a nivel psicoló-gico. No estoy seguro si incluso los actores profesionales pue-den aprender a hacer que esto ocurra o no. Luego, hay muchas reacciones de comportamiento tales como esconder la cara de uno detrás de la cara del otro, o agachar la cabeza, lo cual puede ser altamente espontáneo pero que también es susceptible de ser aprendido, controlado, ritualizado. Thomas Scheff ha gra-bado muchas de tales reacciones producidas por personas que se habían sentido tontos en shows de televisión con la cámara

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prendida. Las reacciones se vuelven altamente estereotipadas, probablemente representaron una mezcla de amplios patrones programados de comportamiento biogenéticamente no-apren-didos y gestos culturalmente moldeados.

Además de las pistas visibles por las cuales podemos reco-nocer la vergüenza, la mayoría de nosotros (y quizás todos) también la conocemos por la introspección. Todos hemos estado allí, en el país de la vergüenza. Llevamos con nosotros nuestros recuerdos, siempre que estemos vivos. Y podemos compartir los recuerdos de otra gente, interrogándolos, y leyendo las auto-biografías e incluso con informes ficticios.

De estos relatos escritos, y especialmente de la literatura psiquiátrica, también podemos aprender que la vergüenza puede ser muy dolorosa para las personas que la sufren, que se la escon-den a sí mismos. Si la vergüenza no-reconocida y escondida crece galopantemente, puede tener enormes consecuencias en ambos niveles de la personalidad individual y a lo largo de la sociedad. En este ensayo, sin embargo, deberé limitarme a las manifestaciones visibles de la vergüenza.

Un aspecto intrigante de aquellas manifestaciones es su ambigüedad. La gente que expresa la vergüenza, sea voluntaria o involuntariamente, aparentemente emite mensajes contradic-torios. Por un lado, los gestos comunican que ellos no quieren que los vean nunca más, se hacen pequeños, se inclinan hacia la tierra, esconden sus caras. Pero luego, por otra parte, todos estos gestos corporales son hechos de una manera evidente; para expresar su vergüenza la gente no trata simplemente de esconderse sino que también están llamando la atención. Esto es más evidente en lo que es usualmente considerado como el signo más seguro de la vergüenza: sonrojarse. (Sonrojarse es una señal doblemente vinculada: mírame, no me mires. Tam-bién ocurre cuando una persona es elogiada, o en el amor. Estas cuestiones son importantes cuando alguien se ruboriza. Y estas cuestiones son siempre sociales.)

Antes de entrar al problema de cuáles pueden ser las fun-ciones de este dispositivo contradictorio de este sentimiento

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desagradable, deberé mirar más cercanamente las ocasiones en que la vergüenza aumenta.

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Ocasiones

Tal como dije, mi tema es la vergüenza “normal”, expe-rimentada por todos nosotros de vez en cuando. ¿Cuáles son entonces las ocasiones específicas que nos hacen sonrojar, que provocan la vergüenza?

Deberé dirigir esta pregunta también hacia un nivel alto de generalidad, para ver cómo encaja en el modelo teórico esbozado por Elias en su ensayo.

Hablando en general, las ocasiones de vergüenza son situa-ciones de interacción social en las cuales una persona recuerda algo con arrepentimiento porque siente que ha sido “atrapado” haciendo (o no haciendo) algo que piensa que debería (o no debería) haber hecho. En su propia opinión (ya sea de él o de ella), el individuo en cuestión no ha cumplido con lo que se esperaba de él (o ella) respecto de su reputación como persona normal o superior.

Siempre hay una dimensión social para las ocasiones de ver-güenza. Incluso si la gente informa que ellos se sienten mayor-mente avergonzados cuando están solos, es el recuerdo de algo que han hecho, o en lo que han fallado, en una situación previa de interacción social que los hace sentir tan inquietantemente avergonzados que no los deja dormir. Thomas Scheff denomina a la vergüenza, la emoción maestra. El es un experto, pero pienso que en este punto está exagerando. No creo que la vergüenza sea más fundamental que el amor o el miedo, la alegría o el dolor. La vergüenza deriva del miedo, miedo de perder los dos premios más preciados de la vida social, el respeto y el afecto. (Y tal como sugeriré hacia el final de este ensayo, es incluso discutible que la ira pueda ser más básica que la vergüenza.)

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De cualquier manera, la vergüenza es una emoción exclusi-vamente social más que casi todas las demás emociones. Surge en la interacción social. Y funciona en ella., incluso cuando la persona que tiene vergüenza no es consciente de los orígenes sociales o de los significados sociales de su vergüenza.

En este sentido la vergüenza se parece a la envidia o a los celos. También son exclusivamente emociones sociales, desper-tadas directamente por otra gente. Una persona no es envidiosa o celosa de un perro o un gato, incluso cuando el perro y el gato pueden hacer cosas que nosotros no podemos hacer. No sentimos vergüenza con nuestras mascotas, sí sentimos vergüenza de lo que hacemos con ellas, la vergüenza la sentimos con nosotros mismos, hacia nosotros mismos, y hacia otra gente de la cual esperamos que no vean lo que hacemos con nuestro perro. Lo que nos importa es la gente, que nos hacen sentir avergonzados porque sentimos que hemos dañado su respeto o afecto por nosotros. Haciendo algo desfavorable ponemos nuestra posición social en riesgo. Sentimos que nos merecemos la humillación o quizás incluso la exclusión, y mostramos cómo nos sentimos: pequeños y que no vale la pena que nos vean, pero lo mostramos. De esta manera nuevamente nos encontramos con la ambigüedad de la vergüenza, y esto nos lleva a su discusión.

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Funciones

Hay solamente una manera en la cual los seres humanos pueden crecer y sobrevivir: en grupos. Desde los tiempos más remotos hasta ahora, los grupos han sido para los humanos, tal como Elias lo notó, las unidades de supervivencia.

En todos los grupos humanos podemos distinguir dos dimen-siones las cuales, pueden ser representadas por un eje hori-zontal y otro vertical: solidaridad y jerarquía. La jerarquía es la dimensión del respeto y del desprecio, la solidaridad es la dimensión del afecto y de la enemistad. Entendiendo las uniones

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entre solidaridad y jerarquía se clarifican las funciones de la vergüenza, desde un punto de vista evolutivo.

Ni la solidaridad ni la jerarquía son términos completamente naturales, ambas palabras pueden evocar sentimientos tanto positivos como negativos. Afectan al corazón de las relaciones sociales, y todas las relaciones sociales son por su propia natura-leza emotivas, tal como la mayoría de las emociones individuales son intrínsecamente sociales.

La vergüenza ocurre cuando los lazos de solidaridad y jerar-quía son dañados. Esto siempre es displacentero y doloroso. El dolor físico ocurre cuando hay algo que está mal con el cuerpo, es una señal (y advertencia) de que el cuerpo está lastimado. En un sentido similar, la vergüenza es una señal de que hay algo que está mal en una formación social.

El dolor social difiere del físico en el sentido de que funciona como una calle que es doble mano. En el acto de avergonzarse, los mensajes de dolor se intercambian. Los otros son quienes activamente avergüenzan a alguien. Esa persona se da cuenta de que ha dañado su propia posición, de que está en peligro de humillación y expulsión, y les permite saber a los demás que lo reconoce. La consciencia interior es como si fuera la “guía doméstica” de la vergüenza; la manifestación exterior de este aspecto es “la policía extranjera”.

El dolor social es dolor es un doble sentido: es inflingido socialmente por la gente que “avergüenza” (como castigo) y demostrado socialmente por la otra persona que es avergonzada (como expiación).

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Cambios

Hasta ahora mi discusión de la vergüenza ha estado más bien limitada a un ámbito. Estuvo limitada por dos aspectos: hasta aquí, el énfasis ha estado puesto en las situaciones sociales donde un individuo es avergonzado por otros. Este es el tipo

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de situación que encontramos más conveniente para imaginar y debatir. Sin embargo, un debate sociológico de la vergüenza, y de hecho cualquier debate sobre la vergüenza estaría mal e incompleto si no contemplara el hecho de que la vergüenza en general ocurre como un fenómeno colectivo. Grupos de gente, clases sociales, comunidades religiosas, naciones, pueden sufrir el dolor social, carencia de afecto y respeto.

Una segunda limitación en el ámbito de mi discusión hasta ahora ha sido que he hablado casi exclusivamente en el tiempo verbal presente: como si no hubiera necesidad de distinguir entre la vergüenza en el pasado y la vergüenza en nuestro mundo actual.

Incluso en las historias de la vida individual de la gente, las manifestaciones y las ocasiones de vergüenza varían. Indudable-mente los chicos nacen con una capacidad natural de aprender a sentir la vergüenza, y causar vergüenza a los demás. En cada uno de estos aspectos, atraviesan un proceso de aprendizaje donde adquieren un cierto tipo de estándar de vergüenza, aprenden a adaptarse al régimen de vergüenza reinante en el mundo social del que participan. No pueden fácilmente atravesar la vida des-vergonzadamente, ni tampoco con excesiva inclinación hacia la vergüenza. El equilibrio entre la ausencia y el exceso tiene que ser encontrado a través del aprendizaje.

Muchos chicos jóvenes también disfrutan molestando y avergonzando a otros chicos. Si se los deja pueden irse a los extremos burlándose y humillando a algunos de sus compañeros. De esta manera, también, el entrenamiento y el aprendizaje son indispensables para contener estas tendencias.

Los chicos en nuestras sociedades de hoy pueden ser bastante crueles usando los criterios de los adultos. Exhiben formas de vergüenza que se prohíben en la vida pública de los adultos. Pueden rechazar a otros chicos para que se junten a jugar con ellos. Si dan razones de su rechazo, no sólo hay insulto sino que también se lastiman.

Una severidad similar en comparación con los criterios públicos convencionales de los adultos, se exhibe actualmente cuando la vergüenza se practica como un mecanismo primitivo

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de control social. La severidad física y la ridiculización solían ser parte de los ritos de iniciación en los cuales la virilidad del chico se testeaba en muchas sociedades, y aún ocurre en los ejércitos modernos y otros entornos marcados por grandes diferencias de poder.

Claramente, la vergüenza y el avergonzamiento tienen una historia. Nunca vi un libro con el título “La historia de la ver-güenza”, pero podría ser fascinante trazar la larga historia de la vergüenza y del avergonzamiento, desde que nuestros ancestros comenzaron a organizar sus vidas con la ayuda de la comunicación de los símbolos. Es muy interesante ver cómo la importancia de la diferenciación entre los humanos y otros animales se refleja en el hecho de que algunos de los insultos más comúnmente usados por la gente para burlarse y regañar a otros, son nombres de ciertos animales domésticos: vaca, cerdo, cabra, perro.

En El proceso de la civilización Elias debatió sobre un epi-sodio específico de la vergüenza y mostró su relevancia para el proceso civilizatorio en Europa, en la temprana era moderna y en la moderna. En las cortes reales que emergieron con el reciente surgimiento de los Estados monárquicos, la competencia no-violenta a favor del rey entre nobles generó una preocupación que aumentó la importancia del protocolo e, inevitablemente, las infracciones al protocolo. En este contexto, Elias dijo que, los “umbrales” o “fronteras” de la vergüenza y del avergonzamiento “cambiaron” y “avanzaron”.

La palabra umbral ha causado confusión entre algunos de sus lectores que pensaban que esos umbrales estaban “aumentando”. Eso, sin embargo, es un malentendido. Elias quería decir que había un proceso de extensión en el cual cada vez más esferas de acción se volvían socialmente un “peligro de zonas” en el cual uno podría cometer un error a través de los gestos o las expresiones que eran responsables de causar vergüenza.

En verdad, Elias fue más explícito sobre los cambios en las causas de la vergüenza que en sus manifestaciones. En escritos posteriores agregó conceptos más elaborados para explicar el aumento de las preocupaciones por el protocolo. Entre esos

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conceptos está el par de “Grupo Carisma y Grupo deshonrado”. La corte de la nobleza en el palacio de Versalles estaba compro-metida en mantener su esfera de acción en el carisma colectivo de un estrato reglado. Las brechas contra el protocolo socavaron el principal pilar simbólico de distinción y poder, y también fueron causas de vergüenza.

Caer en la deshonra puede ser experimentado como un dolor social más profundo que vivir en la deshonra de generación en generación. Tal como una caída que puede sucederle a una familia, a un grupo étnico, a un estrato social, a una nación.

En su forma más bruta, un grupo deshonrado puede ser con-ducido más allá de la humillación y la expulsión, a la completa aniquilación –conocido actualmente como limpieza étnica o genocidio. Se puede encontrar esto como un puente demasiado lejano, entre la vergüenza y un asesinato masivo. No obstante, creo que Norbert Elias también sabía que hay una conexión, y que el avergonzamiento como una actividad social, y la ver-güenza como una experiencia individual son ambos potencial-mente destructivos.

La vergüenza es una emoción que no se trata alegremente, incluso cuando no la consideramos como la emoción maestra. Volviendo una vez más al tema de sonrojarse, según los exper-tos en psicología, esto es algo que aún es un patrón de reacción inexplicable y enigmática. ¿Por qué una persona debería ponerse colorada cuando quiere volverse invisible? Sin embargo debe-mos recordar que hay una emoción diferentemente clasificada que también puede hacer que la gente se ponga colorada (salvo que no lo llamemos sonrojarse), y la emoción sea el enojo. Helen Lewis y Thomas Scheff mostraron que la vergüenza que se esconde puede volverse un terrible enojo, pero también puede ser que la conexión vaya aún más profundamente, y más lejos hacia una historia evolutiva: así como hay una unión inmediata entre el miedo y la agresión, así también hay dos posible respues-tas al peligro, hay una conexión entre la vergüenza y el enojo como respuestas alternativas a los tratos sociales. (Siguiendo esta línea de razonamiento, podríamos incluso concluir que los

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orígenes de la vergüenza yacen en el enojo reprimido, pero por el momento esto es mera especulación.)

Hay muchos aspectos de la vergüenza que tuve que dejar intactos en la investigación de sus manifestaciones, causas, y funciones. Uno de los aspectos es la relación entre la vergüenza y la culpa, pienso que esta relación usualmente se ha hecho un objeto de difícil comprensión. Si lo consideramos desde una perspectiva sociológica del desarrollo, podemos ver que un proceso de diferenciación ha tenido lugar, donde un número de causas de sentimientos de vergüenza fueron gradualmente controladas bajo instituciones más centralizadas, como el Estado y la Iglesia.

Parte de la carga de la vergüenza fue convertida en culpa en virtud de aquellas instituciones que desarrollaron ramas espe-ciales para adjudicar el castigo. Otras instituciones, especial-mente la familia, se ajustaron a este patrón penal. A lo largo de la sociedad, el Estado y la Iglesia fueron los que crearon las formas de generación de culpa y castigo. Continuando con esa lógica ambos, Estado e Iglesia, han reforzado los procesos de formación de la conciencia. El confesionario y la sala de justicia fueron las reflexiones materiales del esfuerzo para reemplazar los rituales de vergüenza por formas más racionales de acusa-ción, permitiendo a las víctimas (ser “culpables” o “pecadores”) tener la posibilidad de apelar según las reglas escritas.

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ELIAS, N. (1998): “Group Charisma and Group Disgrace”, In: Johan Goudsblom and Stephen Mennell (eds.), The Nor-bert Elias Reader. Oxford: Blackwell, pp. 104-12.

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Referencias bibliográficas

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— 2 —Los procesos civilizatorios: algunas relaciones entre las

configuraciones, lasmentalidadesy las representaciones sociales

José Antonio CastorinaArgentina

Introducción

En el Proceso de la Civilización (1987), Elias abordó el pro-blema central de las relaciones entre las estructuras psicoló-

gicas y los procesos sociales, completando el título del libro con el subtítulo Investigaciones Psicogenéticas y Sociogenéticas. En su perspectiva, el proceso civilizatorio remite a dos aspectos:

“comprende igualmente un modelo de las relaciones posibles entre el cambio a largo plazo de las estructuras individuales de los hombres (en la dirección de la consolidación y diferencia-ción de los controles emotivos) y el cambio a largo plazo de las composiciones (sociales) que construyen los hombres en la dirección de un grado superior de diferenciación e integración…” (1987: 11).

En los estudios contemporáneos de psicología de las repre- sentaciones sociales, se encuentra una problemática relativa-mente similar: la constitución de la subjetividad social en las prácticas de los grupos y de las instituciones. Esto significa indagar la emergencia de las representaciones sociales (en ade-lante RS) características de la sociedad moderna, tanto en su sociogénesis como en su ontogénesis, por medio de la comunica-ción y de otras interacciones sociales. Algunas de sus preguntas centrales son: ¿cómo se constituye la identidad social de los

30 Los procesos civilizatorios

individuos en las prácticas sociales? ¿Cómo se apropian de las representaciones sociales de su grupo? ¿Cómo las RS intervie-nen en los comportamientos de los agentes sociales?

Consideramos interesante explorar las vinculaciones entre estos dos programas de investigación, examinando los respec-tivos enfoques acerca de la relación entre individuo y sociedad; los abordajes metodológicos que se adoptan para su estudio; la naturaleza de la génesis social de las representaciones compa-rada con la conformación de las costumbres y comportamientos civilizatorios; incluso, el tipo de procesos que caracterizan a las duraciones en que se constituyen las representaciones y las configuraciones. Sobre todo, nos proponemos establecer algu-nas posibles convergencias y diferencias entre los conceptos de configuración (en adelante C) y de las RS, así como en el tipo de explicación que se proponen los programas para su campo de fenómenos.

Nuestro enfoque corresponde a las tesis y problemas que plantean las investigaciones en RS, de ahí que nuestra inter-pretación de la obra de Elias es quizás algo atrevida y está marcada por nuestra pertenencia intelectual. No pretendemos hacer una lectura literal de los textos elisianos, sino una lectura de auctor, en el sentido de interpelar a las tesis sobre el proceso civilizatorio desde nuestras propias preguntas (Bourdieu, 1999). La intención es reconsiderar el significado de la categoría de C en la perspectiva de su relación con la teoría de las RS.

Más aún, para comparar los programas daremos un rodeo por la categoría de “mentalidad” (en adelante M) formulada por los historiadores de la Escuela de los Anales (Le Goff, 1974; Duby, 1974; Vernant, 1965) y luego cuestionada por las siguientes generaciones de investigadores (Chartier, 1996): una forma de pensar compartida por un grupo social amplio durante un período histórico, que incluye a los valores tanto como a los componentes afectivos. Este conjunto de representaciones, con sus valores y su carga emocional, constituye la “psique colec-tiva” para los historiadores de las mentalidades.

Ahora bien, no se sabe si Elias –formado en la tradición de la sociología alemana– frecuentó la obra de Durkheim, cuya