Como ministrar a otros sin perder a la familia

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

Preguntas vitales

¿De qué sirve salvar a otros si perdemos a nuestra familia?

¿De qué vale que otros conozcan del amor de Dios si los nuestros no pueden experimentar dicho amor?

¿Cuántos adventistas seríamos hoy si sólo los hijos de los adventistas hubiesen permanecido en la iglesia?


Buena comprensión de la misión

El evangelismo comienza en “Jerusalén”.

Nuestro “Jerusalén” es nuestro hogar.



Muchos están más ocupados de los de afuera que de los de adentro.

Nuestros hijos no entienden que los padres los abandonen por evangelizar.



Una mala comprensión de la misión lleva a abandonar a la familia.

Muchos hijos rechazan la religión porque sienten que la “iglesia” les ha robado a sus padres.


Coherencia entre teoría y práctica

El discurso hablado no tiene valor sino va acompañado por un discurso vivido.

Muchos hijos rechazan la iglesia por asociación en relación a lo que ven en sus padres.



No importa cuántos discursos demos, el más importante será siempre lo que mostramos.

Los hijos no necesitan sermones, sino padres amorosos que estén presentes. Eso es lo único que los conmueve.



Cuando el discurso que damos es contradictorio con la vida que vivimos, lo único que produce es desilusión.

La coherencia y el ejemplo, son el mejor sermón y resulta irrefutable.


Religión equilibrada

Muchos jóvenes no llegan a amar a Jesús porque el que conocen es sólo recriminador.

Muchos creen en la “justificación” por la fe pero actúan como si fueran “salvos” por obras.



Somos salvos exclusivamente por la fe en la sangre redentora de Jesucristo.

Una religión que enfatiza el cambio humano por sobre la obra de Jesucristo es tóxica.



Una fe que pone el acento en la santificación, sin entender que ésta es fruto de la justificación, enferma.

Los jóvenes necesitan saber que serán amados por Dios aún cuando se equivoquen. Una religión tóxica no enseña eso.


Buena distribución del tiempo

El problema no es el tiempo, sino lo que hacemos con el tiempo.

Hay que invertir tiempo de calidad en la familia.



Muchos padres se auto engañan creyendo que le dan tiempo de “calidad” a sus hijos.

Los hijos precisan cantidad y calidad, no entienden otra cosa.



El problema se agudiza cuando se dan cuenta que sus padres tienen tiempo “para la iglesia” y no para ellos.

Los hijos no necesitan discursos a la distancia, sino abrazos cercanos.


Vida devocional con la familia

Familia que ora unida permanece unida.

Si no tienes tiempo para la devoción TUS PRIORIDADES ESTAN EQUIVOCADAS.



Si hay tiempo para recreación, trabajo y ocio, pero no para Dios, algo muy malo afecta nuestra vida cristiana.

La devoción familiar es fundamental para que la familia permanezca unida entre ellos y a Dios.



Los cultos familiares no deben ser largos, ni aburridos, llenos de sermones, sino dinámicos y pensado en las edades de los hijos.

Puede convertirse en un momento muy especial no sólo de adoración, sino de encuentro familiar, cordial e informal.


Hablar bien de la iglesia y otros líderes

Cuando criticas a otros líderes le estás diciendo a tus hijos que no vale la pena pertenecer a un iglesia con semejantes personas.

La crítica mordaz produce desilusión y crea anticuerpos en contra de la iglesia.



La crítica sólo produce desazón y en una mente joven desilusión.

Algunos creen que no deben mantener a sus hijos “ilusos”, pero lo que hacen es vacunarlos en contra.



Ellos deben vivir sus propias experiencias y allí estar los padres para acompañarles.

Sembrar amargura es cosechar apostasía y desánimo.


Armonía entre esposo y esposa

El esposo y la esposa deben vivir en armonía.

Cuando los hijos no ven a sus padres unidos, no les creen lo que enseñan



Un hogar donde reina la paz, es un hogar, donde es fácil hablar de Dios.

El hogar debería ser un refugio donde los hijos se sientan protegidos.



Cuando los padres pelean y discuten, lo que hacen es sembrar dudas sobre Dios.

¿Cómo pueden creer en un Dios de armonía si ven a sus padres en desarmonía?


Respetar las decisiones de los hijos

La lección del Padre pródigo: Hice todo por ti, las decisiones son tuyas.

Debemos amarlos y respetarles aún cuando sus decisiones no nos agraden.



La religión no se impone de ninguna forma.

No se puede obligar a nadie a creer, ni aún a los hijos.



Los hijos deben aprender a amar a Dios, pero es su vida personal.

Lo único que sirve es el amor, la persuasión y el ejemplo. Todo lo demás sobra.


Estrategias

Un buen concepto de la misión

Vivir de manera coherente

Presentar a Cristo

Reprogramar el tiempo

Tener vida devocional familiar

Hablar bien de la iglesia y sus líderes

Vivir en armonía conyugal

Respetar las decisiones de los hijos Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

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