Comunicación y Más

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1 Comunicación y más. Cometarios de aquí y allá, academicismo y sutileza trivial.

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Revista universitaria.

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Comunicación y

más. Cometarios de aquí y allá, academicismo y

sutileza trivial.

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Índice

La Crisis de los Paradigmas: Por una nueva lectura de la historia.

Pág. 3

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La Crisis de los Paradigmas: Por

una nueva lectura de la historia.

“Una

afirmación es

correcta: La

época que

vivimos es un

tiempo de

transición”.

“La historia

humana, como

un producto del

constante

desarrollo de

los paradigmas

y víctima de sus

errores”.

Zidane Zeraoui plantea dos ideas principales en

su tesis. La primera se refiere a una revisión de

los paradigmas surgidos en edades anteriores y

los paradigmas modernos mediante la

comparación con el modelo de Kuhn y la

segunda, referente a una nueva definición de la

historia universal, una vez se libre del estigma

eurocentrista que ha influido en su estudio y

vigencia.

Una afirmación es correcta: La época que

vivimos es un tiempo de transición, y al

respecto, Zeraoui hace mención del fin de este

periodo histórico y explica al paradigma como

un concepto dual que es modelo a seguir para

explicar y resolver pero, a su vez, un patrón

compartido que funge como canon en la

investigación y pensamiento de determinada

sociedad.

El autor lleva el planteamiento de Kuhn a un

nivel real, donde “el paradigma es válido en un

momento histórico dado”(no un mero reflejo

de la realidad, sino el origen de la misma) que

se modifica en función de las lagunas que el

mismo paradigma sea incapaz de llenar y una

vez que no es suficiente para solucionar las

anomalías.

Por Alberto H. Tizcareño

Page 4: Comunicación y Más

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“En el vaivén

de la lucha

paradigmática

que produce la

crisis en los

sistemas de

partidos, la

sociedad busca

nuevos

paradigmas de

convivencia

social ”.

“Se anuncia el

rescate de la

historia

universal a

través de la

consideración

de las

aportaciones

mundiales, lejos

de la escuela

La situación actual se encuentra en la etapa de

transición-confusión evidenciada mediante los

sucesos más trascendentales del siglo pasado y

la define como una era donde lo material se ve

desplazado por lo espiritual, un retorno a la

religiosidad.

Zeraoui hace una división entre los diferentes

aspectos que se ven alterados tras la transición

de los paradigmas, sacando a relucir la reacción

en cadena que el giro desata en la estructura

social.

CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA

PARADIGMÁTICA SOCIAL

I. El viejo paradigma confiere a la medicina el

papel de sanadora de una disfunción, mientras

que el paradigma que lo sustituye (de nuevo

en concordancia con la filosofía oriental)

impone la idea de la salud y la enfermedad

como un todo complementario y armonioso.

Page 5: Comunicación y Más

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II. La antigua relación maestro-alumno es modificada. Dejando

atrás la idea del profesor como emisor único y el estudiante

receptor pasivo, el nuevo modelo representa la trasformación de

una figura de autoridad a un igual, en el que ambas partes colaboran.

III. La ruptura del concepto de la figura de autoridad, deviene

en una redefinición del sistema político y aun del familiar; al

transformar el sistema autoritario, nuevas imágenes de poder y

valores políticos emergen.

IV. El capital y el consumo pasan a segundo término, poniendo

al hombre como último fin, libre de la sociedad consumista y más

inmerso en una sociedad que se caracteriza por “calidad de

consumo” en la economía global.

Zeraoui traza las líneas que interfieren en el estudio de la

historia humana, como un producto del constante desarrollo de

los paradigmas y víctima de sus errores (el eurocentrismo),

ofrece un análisis sobre la filosofía externa no incluida en los

textos históricos, y anuncia el rescate de la historia universal a

través de la consideración de las aportaciones mundiales, lejos

de la escuela griega y las posteriores, aún europeas. Será

cuestión de esperar a que el futuro nos alcance para saber de

cierto si una nueva lectura de nuestra historia es posible.

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El Santo, Leyenda de una

máscara.

El Mito Santo

Nota Corta

“Me propuse

conservarla contra

viento y marea, pues

era la máxima

expresión de mi

personalidad, el

símbolo perfecto del

misterio que podría

rodear mi figura en el

encordado”.

El Santoque podría

rodear mi figura en el

El mito, como forma de identificación

histórica y cultural, siempre ha formado parte

de los fenómenos masivos como un elevado

esquema que nos permite conocer la

idiosincrasia de un pueblo; el cine mexicano

logró influir en la perspectiva popular de

aquellos días al glorificar la imagen del

luchador, personaje que es a la vez testigo y

testimonio del cambio de visión en la

sociedad de mediados del siglo pasado.

Blue Demon, Mil Máscaras,

Neutrón, Tinieblas, el Huracán

Ramírez, son nombres bien

ubicados en el gran repertorio

de las deidades del ring,

señores de un prestigio que no

se limitaba al cuadrilátero y son

inspiración hoy en día para

muchos que siguieron su

camino; ni la fama ni el público

ansioso por nuevas temáticas

pueden considerarse la muestra

definitiva de su éxito.

Por Alberto H. Tizcareño

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Carteles en las avenidas anunciaban

las siniestras aventuras de los

enmarcados, grupo f ielmente

representado por El Santo, icono por

excelencia del género, superhéroe

encarnado por un mexicano que

adquirió fama inimaginable como

símbolo distintivo de justicia; ídolo

temerario, cuya relevancia no se debe

sólo a la notoriedad obtenida por las

historietas o películas, sino a la

enigmática leyenda detrás del

hombre, construida por fanáticos y

críticos que, en la actualidad,

cont inúa siendo una de las

tradiciones más respetadas de la

antología mexicana.

"“No creo que haya hombre en el

mundo capaz de privarme la

satisfacción de descubrir el rostro

del campeoncito ése tan

antipático… de una vez por todas

voy a destruir la ridiculez que

encierra El Santo tras su máscara

plateada”.

Black Shadow, el Hombre

de Goma

"Nadie hay detrás del

enmascarado. Todos y

ninguno a la vez". El

Santo

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El Chingado Mito. Una reflexión sobre lo que dice Paz y lo que dice uno.

Ocurre con más frecuencia de la que esperamos.

Nos vamos “a la chingada”, “chingamos” con

nuestros triunfos y somos “chingones” para

hacerlo; no esperamos, toda vez que la

visceralidad de la lengua nos toma por sorpresa,

inmiscuirnos en debates internos sobre los usos

de las frases bien arraigadas al repertorio

En “Hijos de la Malinche”, Paz hace una clara referencia a los vestigios

que han dado a luz -y significado- a una de las palabras más

recurrentes de la jerga prosaica en el epítome del castellano en nuestro

país; “la chingada” es entonces un compendio de los símbolos que todo

aquél que ha nacido en tierra azteca conoce por su relación inapelable.

Sin embargo, es prudente no escatimar en posibilidades de

significación, como ha apuntado su redactor, y abordar cuestiones que

resulten más propias para estudiar un producto lingüístico, que aunque

históricas en el devenir de los siglos, no sólo por esa legitimidad son

suficientes para otorgarle sentido, “lo que no equivale a decir que sea

(sean) falsa(s)”. Dicho de otra manera, su estudio se vincula “… []…en

la carne viva del presente y no en los textos históricos.” El interés de

este breve ensayo se centra en la coyuntura mítica que guarda la frase

en relación a sus probabilidades de interpretación, de un tinte más

universal y menos reservado.

““… []… Son

las malas

palabras, único

lenguaje vivo en

un mundo de

vocablos

anémicos”.

Octavio Paz

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Las “palabras malas”

“… []… Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un

mundo de vocablos anémicos”, afirma el autor, son un engrane

activo del mecanismo que mantiene la procesión de la lengua

como un producto no estático que transita del antes al ahora -y

al después- sin abdicar del todo sus cimientos más

primigenios, que han de renovarse en ese lapso ininterrumpido

sin perder lo más esencial de sí mismos. “La chingada”, en

palabras del autor, no es “una Madre de carne y hueso, sino

una figura mítica” que se manifiesta en la constante referencia

de la que se sirve la lengua, en todo caso, el resultado de otro

proceso activo desde la época colonial que la ha mantenido

vigente, operando “de una sociedad a otra sociedad para los

mismos mitos o para mitos diferentes” tocándole cada lapso de

tiempo “pero sin que éste deje de existir como tal”*. El autor

de “Hijos de la Malinche” puntualiza el núcleo que gesta el

sentido de dicho mito para después ser condensado en una

frase legendaria.

“… []… El

pueblo

mexicano no

perdona su

traición a la

Malinche.”

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La chingada mujer

“… []… El pueblo mexicano no perdona su

traición a la Malinche” asegura el autor,

porque esa figura femenina es el enlace

directo con la perdición de las tribus de las

indias y representa “lo chingado, frente a

nuestros indios, estoicos, impasibles y

cerrados”; la conquista está asegurada en el

pecado de una mujer a que le imputan el

grave delito de dejarse chingar por Cortés,

historia cuyo análisis radica en un intervalo

mí(s)tico que sublima hasta nuestros días la

Es la ignominia que envuelve a la Malinche la que

subsiste -y persiste- hasta ahora, y muestra con toda

evidencia el juicio a esa fémina legendaria que sigue

celebrándose en las estancias del presente; texto que

no incide sólo con la realidad histórica-social del

individuo mexicano, sino es trascendente desde la

convicción milenaria de la imagen femenina como

dadora de vida aunque fácilmente corrupta por los

deseos perversos.

“Se inicia como

venganza ante

el hermetismo

femenino o

como tentativa

desesperada

para obtener

una respuesta

de un cuerpo

que tememos

insensible .”

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Tanto Eva como sus congéneres Lilith y

Pandora, son ejemplos de la materia mítica

mujeril que está a disposición para

fundamentar ese supuesto, en tanto que son

progresistas (irónicamente) y desobedecen

el mandato de Un ser Divino -masculino-,

más poderoso y con el alcance suficiente

para exiliarlas a una categoría más bien

sádica, de nuevo persistente en lo actual, el

sadismo que “se inicia como venganza ante

el hermetismo femenino o como tentativa

desesperada para obtener una respuesta de

un cuerpo que tememos insensible”.

Presenciamos entonces una relación de

carácter ecuménico, donde la mujer

terminará siendo la chingada, “la pasividad

Lo legítimo de los ilegítimos

Observamos entonces a “la chingada” como un equivalente del trasfondo mítico de la

Malinche, que no es sino una justificación para el “cerrado”, un personaje que

encierra el “conflicto secreto” del mexicano, en una frase desdeñosa que “rompe sus

ligas con el pasado”. Irónicamente, la frase bien puede obedecer a un orden de

ruptura de los hijos ilegítimos de la Malinche y Cortés, y al mismo tiempo, un

recurso -que no termina de parecer insospechado para el usuario- que legitima al

mexicano como miembro de una raza que adjudica (extrañamente sin prejuicio

perceptible) ...

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… a una forma femenina la culpa de múltiples conquistas, dicho de otro modo,

“constituyen una pareja de términos en correlación y oposición” que difícilmente

podemos separar en un análisis del discurso ; referimos al mito en cuestión como un

doble significado que se utiliza “con fines de legitimación histórica” y que Lévi-

Strauss, muy acertadamente, condensa en sus apuntes:

“Esta historia, a su vez, puede ser de dos

tipos: retrospectiva, para fundar un orden

tradicional en un lejano pasado, o

prospectiva, para hacer de tal pasado el

primordio de un porvenir que empieza a

esbozarse.”

Resta por decir que el autor de “Los hijos de la Malinche” puntualiza, me parece de

muy buena manera, la relación entre el mexicano y su lugar como tal, “se definen

como ruptura y negación” que, lejos de resultar en la pérdida de identidad, mistifica

aún más su ser colectivo indescifrable, el de los que “arrastran en andrajos un

pasado todavía vivo” y dejan ver, de cuando en cuando, su multiplicidad, el pasado

*Notas

Antropología Estructural: Mito, Sociedad, Humanidades.

“¿Cómo mueren los mitos”, Claude Lévi-Strauss.

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¿Sociedad de

la

Información?

Por Ana G. Montiel

Hace días escuché al pasar, a un señor

contando “chistes” en la calle y mientras lo

hacía me percataba de la bufa que

representa la vida misma, cada chascarrillo

está basado en la vida real; aquel contaba

los famosos “colmos” que todos hemos

escuchado alguna vez; “¿Cuál es el colmo

de un albañil? Llamarse Armando

Paredes”… Siendo más introspectiva –y

cumpliendo con el estereotipo del

comunicólogo-, me cuestionaba cuál sería

el colmo de nuestra “sociedad de la

información”. Es triste pero cierto: estar

desinformado. En pleno siglo XXI, en la

supuesta era global, estamos más que

desinformados, nos descubrimos

consumidos por la apatía y el desencanto.

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Hablemos sobre esta sociedad. Disponemos de una

apabullante cantidad de datos, instrumentos diversos

de información y contenidos por doquier, distancia

ilimitada para el intercambio de mensajes,

comunicación instantánea, entre otras. A simple vista

estas peculiaridades resultan atractivas, maravillosas,

fascinantes, mas no todo es como lo pintan o no tan

sencillo como debería ser. En el andar cotidiano de la

ciudad se perciben eventos -claro, si no eres de los

que se omiten con los audífonos de un ipod- que nos

muestran una realidad muy diferente. Observemos el

metro. Demasiada gente, niños, jóvenes, ancianos,

adultos, de todos los colores y sabores; centrándome

en los jóvenes, es increíble cuántos habitamos esta

urbe, y más aún, con tantas carencias. Es alarmante

ya que es un supuesto que representamos el futuro de

un país; en determinado caso que la nación nos valga

para dos cosas, el futuro propio está en juego y es

asombroso que ni eso merezca la pena. Los jóvenes,

abducidos por sus reproductores, fumando,

intercambiando fluidos con otro, jugando con el celular,

con la mirada perdida, con temas de conversación

intrascendentales. Y nada pasa, cada día es lo mismo:

quejas, quejas, quejas, ¡y se pone más feo! Quejas

ante lo desconocido.

Pocos, muy pocos son los que

presumen un libro bajo el brazo;

las cifras del Instituto Nacional

para la Educación de los Adultos

(INEA) nos dicen que de 33

millones de personas, seis

millones son analfabetas y 10

millones no concluyeron la

educación primaria. ¿Y qué decir

del índice de personas que tienen

gusto por la lectura? Nos vamos

completamente abajo en

comparación con las altas cifras

que en México se tienen en

cuestión de inseguridad,

delincuencia, corrupción.

“En pleno siglo

XXI, en la supuesta

era global, estamos

más que

desinformados,

nos descubrimos

consumidos por la

apatía y el

desencanto”.

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Creo que me malviajo. ¡No debería ser tan

pesimista! Los mexicanos pasamos por un

momento de crisis, los libros son una

fruslería de los ricos, además de los

intelectuales, nerds y ñoños que no tienen

otros motivos para gastar su dinero; la

gente “normal” ahorra y gasta sólo cuando

es necesario (como en el cine, parques de

diversiones, la lucha libre, el Dvd – ¡ojo!

Clon, no pirata). A menos que se trate de la

novela de moda, la situación se percibe

con otros ojos. Estoy de acuerdo: si

Stephanie Mayer cumple con tus

exigencias no hay mucho por objetar, lo

importante es leer, estar al día. No es tan

malo ser ignorante -a ratos y en dosis

bajas-, todos sucumbimos ante ese mal.

Fatal es no hacer nada al respecto. El

conocimiento es poder, no hay más, aquí

no sobrevive el más fuerte sino el que

sabe.

Lo peor de ser ignorante y ni estar consciente de ello, es quejarse sobre un tema

del que no se tiene referente alguno. Hace poco me encontraba en una clase en

donde el tema principal fue “Los medios de comunicación”; me apena la mayoría

que coincide en que la televisión es “la caja idiota”, un ente diabólico que absorbe

las neuronas pretendiendo que sometamos la conciencia, vulnerándonos, todo el

tiempo a su disposición. Imaginemos por un segundo que es cierto, sin embargo

¿Dónde queda nuestra capacidad de raciocinio? Se supone que somos una

especie privilegiada por la razón, ¿dónde está? ¿Acaso no caemos en cuenta de

que sintonizar “Me quiero enamorar” no es precisamente ejercitar al hámster?

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Algunos colegas alegan que los

medios de comunicación son una

porquería que ofrece contenido

insustancial. Esto no lo pensaremos

demasiado, es un hecho. Los medios

te obsequian programas cuya calidad

se mide en números de rating. Me

pregunto de dónde sale que “La

Academia” “Corazón Salvaje”

“Ventaneando” sean favoritos y canal

11 pase desapercibido. Otro caso

interesante: las quejas sobre política.

Todos opinan y sobresalen dichos

como: “Pus es que Calderón, lo

bueno que yo voté por el Peje” y me

cuestiono si alguno de ellos sabrá

siquiera qué es un diputado

plurinominal. ¿Qué necesitas para

ser militante de un partido? ¿Por qué

el calendario se empeña en decir que

el 20 de noviembre es un día festivo?

¿Qué demonios expone Calderón en

su discurso?

Entiendo el cansancio generalizado, vemos nada en el mundo, el desencanto ha

hecho de las suyas con nosotros. Lo que no se vale es no saber, no querer y

quejarse sin más. Cierro con una frase que me vino al pasar por el metro:

“Señores ¿Qué somos? ¿Hombres o payasos?”.

...

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Cine, Ventana a la

Realidad

Escriba la consigna aquí. Por Jorge Ramírez

Durante años, el cine fue concebido

como única manera efectiva de

comunicar mensajes a granel, así como

medio reductor de las fronteras

culturales y sociales desde su creación

hasta el día de hoy; el cine Mexicano no

es la excepción, a lo largo de su

existencia ha atravesado por

evoluciones e involuciones, un sector se

ha separado de su hermana bastarda -

la televisión- y se ha relegado a los

circuitos culturales alternos como los

festivales de cine y centros culturales.

Tan importante como la literatura, la

pintura o cualquiera de las bellas

artes, adquiere un significado más

profundo y nos va develando

realidades cada vez más crudas y

amargas, ver una película es

menester obligado de la vida cotidiana

urbana; se trata de un fenómeno

cultural que define, refuerza y

contribuye a transformar visiones

sobre el mundo que el espectador

percibe, cuya fuerza radica

precisamente en su naturaleza

espectacular y ritual.

Page 18: Comunicación y Más

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El cine es ese espacio de nuestra

cultura que regala la posibilidad de

transformar aquello que está ligado a

nuestros deseos y a nuestra manera de

desear, de ahí que ir al cine será un

ritual y a la vez una actividad de

potencial histórico; nuestra propia

identidad está asociada a las formas

que adopta el cine en sus distintos

contextos históricos y sociales. Existen

quienes piensan que sólo el séptimo

arte tiene esa potencialidad como la

suma de las identidades imaginarias de

sus realizadores y espectadores, en

concreto, el cine es la transpiración del

ideal generalizado y en algunos casos -

basta mencionar al género documental-

representan el sudor de las minorías.

Directores como Carlos Reygadas,

Amat Escalante, Gonzales Iñarritu o

documentalistas como Everardo

Gonzales y Pedro Rubio, ilustran en el

cine la apasionada necesidad de

detener la rueda del progreso y mirar

escenarios por donde esta ni ha

pasado -y si ha pasado, nada parece

indicarlo-.

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Nadie advierte el avance de la rueda si

no conoce nada sobre ella, el principal

problema del cine mexicano relegado a

circuitos alternos es la percepción

errónea de que el cine pertenece a

cadenas comerciales, además de que

resulte menos entretenido que ver una

nave nodriza aterrorizando a la

inconmensurable Nueva York, según

presumen los exitazos de taquilla. Así,

las pantallas de cine son las

innumerables ventanas de los edificios

de una gran ciudad, cada una

representando un ángulo distinto y sus

particularidades aunque todas miran al

mismo punto: el panorama de la misma

ciudad y su sociedad;

Para entender lo que ocurre a pocos o

muchos metros de casa, asomamos la

cabeza por nuestra respectiva ventana

y miramos con atención lo que

acontece, es por eso que la realidad

de una sociedad puede explicarse por

lo que se proyecta en sus salas de

cine y si bien sabemos que existe un

gran número de ellas y que

posiblemente no abrimos las ventanas

adecuadas, siempre se puede acudir a

los circuitos alternos (festivales,

cinetecas locales, cineclubes).

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La cámara no se detendrá, las luces

continuarán apagándose, las realidades

siempre serán contadas mientras exista

un ojo dispuesto a mirarlas en la

oscuridad de una sala, plena de butacas

sin cinturones que aferren al

espectador, quien se descubre

emprendiendo un largo viaje por la tierra

del celuloide. Mirar la pantalla y

asomarse por la ventana es ilustrativo

por igual, así que mientras llega el

momento de hacerlo, el cine seguirá

siendo un espacio para que nuestra

realidad se redefina una y otra vez.

FIN

Page 21: Comunicación y Más

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