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"QUÉ ES LITERATURA?, de J.P. SARTRE Conversación con Jean-Paul Sartre (Cuestionario y transcripción de Jorge Semprún) Una entrevista con Sartre, a pesar de la fría presencia del micrófono sobre la mesa, a pesar del suave rumor de la cinta magnetofónica que gira inexorablemente, se desenvuelve siempre en un ambiente caluroso, de rigor intelectual y de entusiasmo lúcido, que él provoca e impone. Como impone, desde hace más de veinte años, en el mundo del pensamiento y de la acción, una presencia original, realmente insustituible. Desde el primer minuto, entramos de lleno en los temas fundamentales de su preocupación intelectual, en que se funden las tres vertientes de su personalidad: la literatura, la filosofía y la política. La primera pregunta que le hemos hecho se refiere a su concepción de la literatura, y a la posible evolución de dicha concepción, desde que publicara su famoso ensayo, ¿Qué es la literatura? J.-P.S. –Siempre he pensado que si la literatura no lo era todo, no era nada. Y cuando digo todo, entiendo que la literatura debía darnos no sólo una representación total del mundo –como pienso que Kafka la ha dado de su mundo– sino también que debía de ser un estímulo de la acción, al menos por sus aspectos críticos. Por tanto, el compromiso, del que tanto se ha hablado, no constituye de ninguna manera, para mí, una especie de rechazo, o de disminución, de los poderes propios de la literatura. Al contrario, los aumenta al máximo. Es decir, pienso que la literatura debería serlo todo. Eso es lo que pensaba en la época de ¿Qué es la literatura? Y sigo pensando lo mismo, es decir, que me parece imposible escribir si el que lo hace no rinde cuentas de su mundo interior y de la manera en que el mundo objetivo se le aparece. Digo: mundo –es una expresión de Heidegger– porque, para mí, estamos en el mundo, o sea: todo lo que hacemos tiene por horizonte el mundo en su totalidad. Por consiguiente, la literatura puede tener, totalmente, constantemente, por horizonte el mundo en su totalidad, y al mismo tiempo, [79] nuestra situación particular dentro del mundo. Pero hoy, ello es evidente, he cambiado un poco en cuanto a los poderes de la literatura.

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"QUÉ ES LITERATURA?, de J.P. SARTRE Conversación con Jean-Paul Sartre (Cuestionario y transcripción de Jorge Semprún)

Una entrevista con Sartre, a pesar de la fría presencia del micrófono sobre la mesa, a pesar del suave rumor de la cinta magnetofónica que gira inexorablemente, se desenvuelve siempre en un ambiente caluroso, de rigor intelectual y de entusiasmo lúcido, que él provoca e impone. Como impone, desde hace más de veinte años, en el mundo del pensamiento y de la acción, una presencia original, realmente insustituible. Desde el primer minuto, entramos de lleno en los temas fundamentales de su preocupación intelectual, en que se funden las tres vertientes de su personalidad: la literatura, la filosofía y la política. La primera pregunta que le hemos hecho se refiere a su concepción de la literatura, y a la posible evolución de dicha concepción, desde que publicara su famoso ensayo, ¿Qué es la literatura?J.-P.S. –Siempre he pensado que si la literatura no lo era todo, no era nada. Y cuando digo todo, entiendo que la literatura debía darnos no sólo una representación total del mundo –como pienso que Kafka la ha dado de su mundo– sino también que debía de ser un estímulo de la acción, al menos por sus aspectos críticos. Por tanto, el compromiso, del que tanto se ha hablado, no constituye de ninguna manera, para mí, una especie de rechazo, o de disminución, de los poderes propios de la literatura. Al contrario, los aumenta al máximo. Es decir, pienso que la literatura debería serlo todo. Eso es lo que pensaba en la época de ¿Qué es la literatura? Y sigo pensando lo mismo, es decir, que me parece imposible escribir si el que lo hace no rinde cuentas de su mundo interior y de la manera en que el mundo objetivo se le aparece. Digo: mundo –es una expresión de Heidegger– porque, para mí, estamos en el mundo, o sea: todo lo que hacemos tiene por horizonte el mundo en su totalidad. Por consiguiente, la literatura puede tener, totalmente, constantemente, por horizonte el mundo en su totalidad, y al mismo tiempo, [79] nuestra situación particular dentro del mundo. Pero hoy, ello es evidente, he cambiado un poco en cuanto a los poderes de la literatura. Es decir, pienso que debernos contentarnos con dar esa imagen del mundo a las gentes de esta época, para que puedan reconocerse en ella y que, luego, hagan con ella lo que puedan. Tienen que reconocerse en esa imagen, comprender que están en el mundo, hay que desvelarles su horizonte. Pero, a partir de ahí, si hemos conseguido eso, no podemos hacer más. Pienso, por ejemplo, en un libro como Los hijos de Sánchez, un libro del cual se ha dicho que podría sustituir a la literatura. Su autor es un sociólogo, que ha vivido con una familia muy pobre de México, y que ha interrogado a todo el mundo, en esa familia, durante años, con un magnetófono, naturalmente, y que luego se ha limitado a hacer una selección, sin añadir nada. Y los diferentes relatos, los diferentes discursos de esas gentes interfieren unos en otros, se completan. Allí puede encontrarse todo: datos sociológicos, el problema de las clases sociales, el problema de la miseria, y también la psicología, el tema de la técnica. En fin, es un libro riguroso, sociológico. El autor no ha intervenido, salvo para hacer la selección, para evitar las repeticiones. Pues bien ¿qué le falta a ese libro, para que sea literatura? Le falta horizonte. Esas gentes no son capaces, porque hablan como nosotros cuando no somos escritores, de desarrollar todos los horizontes que

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les rodean. Por eso pienso, a pesar del enorme interés intrínseco de Los hijos de Sánchez, que libros semejantes nunca podrán sustituir a la literatura. En esa encuesta, esas gentes son como son, pero la literatura es algo más...J.S. –O sea, en cierto modo, la literatura no puede limitarse a reflejar la realidad, tiene que interpretarla, en el sentido de una amplificación de la visión del mundo. Pues bien, a este respecto, ¿cómo se plantean las cosas con la nueva escuela novelesca francesa, la escuela del «nouveau roman»?J.-P.S. - La «nueva novela», que es muy variada, por otra parte, me parece, a título de experiencia, algo interesante. Pero, precisamente, creo que cae fuera de la literatura. De la misma manera que las últimas manifestaciones del grupo de la revista Tel quel y de todo positivismo del lenguaje. Se trata de hacer, con la literatura, experiencias de lenguaje, se trata de estudiar los poderes del lenguaje y de escribir por escribir. O sea, lo contrario de lo que hay que hacer, en mi opinión. Todo ello se basa en algunas teorías lingüísticas no bien interpretadas; todo eso me parece una manera de remover la literatura, y finalmente, de renegar de ella. En cierto modo, es evidente que Robbe-Grillet ha tenido razón al rechazar la concepción del paisaje como estado anímico, y de darnos paisajes rigurosamente estudiados en el plano de la objetividad física. Ha tenido razón, porque así nos quita de encima una [80] serie de datos que nos parecían establecidos: que un cielo sea triste, por ejemplo. Bien, eso podría haber sido una depuración. Una vez eso conseguido, hubiera debido pasar a la verdadera forma de comprender y describir al hombre en el mundo. Si no lo hace, no queda nada. Pero yo pienso que lo que hay que hacer, es mostrar al hombre en la infinita red de sus relaciones con un horizonte, y tomarlo como tema. Para mí, en suma, la literatura tiene una función de realismo, de amplificación, en efecto. Y, además, una función crítica. Función, por otra parte, que asume por sí misma: el hombre no necesita saberse crítico para serlo. Bien, de todas maneras, cualquiera que sea la forma literaria empleada, la literatura tiene que ser crítica. Estos tres elementos me parecen indispensables: tomar al hombre, mostrar que está vinculado al mundo en su totalidad, hacerle sentir su propia situación, para que se encuentre en ella, y se encuentre a disgusto, y, al mismo tiempo, darle los elementos de una crítica que pueda facilitarle una toma de conciencia. Eso es, más o menos, lo que puede la literatura, a mí parecer, y eso es lo que no quiere la «nueva novela».J.S. –En cierto modo, pues, la literatura debe ser complementaria de la filosofía y de la política, en cuanto responde a algunas de las cuestiones capitales de nuestra existencia.J.-P.S. –En efecto, pienso que, hoy, la gran transformación de la filosofía –no es de hoy, por otra parte, es de hace cien años, desde Marx– consiste en que la filosofía no es simplemente la comprehensión del hombre, sino que debe también ser práctica; es decir, debe colaborar a la acción práctica que se propone cambiar sus condiciones. Y, en este sentido, la filosofía, al dejar de ser contemplativa, al dejar de ser el mero estudio de los métodos, de las lógicas, necesita transformarse, en determinadas ocasiones, en literatura. No quiero decir con esto –a veces se me lo ha echado en cara, no sé si con razón o sin ella, pero nunca he concebido así las cosas– que mi obra literaria sea la demostración de una tesis filosófica. No lo entiendo así. Al contrario, quiero decir que, en un determinado momento, la filosofía cede el paso, porque hay que mostrar lo individual con otras palabras y otras perspectivas que las de la filosofía, y, llegado ese momento, me pongo a hacer literatura. En verdad,

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como el hombre es uno, lo que escribo se parecerá más o menos a lo que hago como filósofo. Pero, para mí, la verdadera literatura comienza ahí dónde la filosofía se detiene. Como la literatura, la política y la filosofía son tres maneras de actuar sobre el hombre, existe entre ellas cierta relación. Yo diría, incluso, que un filósofo tiene que ser un escritor, porque hoy lo uno no va sin lo otro, porque los grandes escritores de hoy, como Kafka, son igualmente filósofos. Esos escritores-fílósofos que, al mismo tiempo, quieren integrarse en una acción, yo los llamaría intelectuales; quiero decir que no son políticos, pero que son compañeros de viaje de los políticos. [81]A menudo se me dice: Hace usted mala política, como si yo fuera un hombre que hace política. De lo que se trata, en nombre precisamente de una visión de conjunto, es de situarse al lado del político para recordarle, incluso torpemente, los principios que orientan una acción y los fines que se propone. Sabemos perfectamente que los medios elegidos influyen en la acción misma. Comprendo que, en multitud de casos, los medios para una revolución, para una acción, pueden ser duros, apretados, pero los medios no pueden deformar el fin propuesto. A partir del momento en que el fin se ve deformado por los medios, hay que decirlo. El papel del intelectual, que es, por cierto, un papel ingrato y contradictorio, consiste a la vez en integrarse completamente en la acción, si la juzga justa y verdadera, y en recordar siempre el verdadero fin de la acción, poniendo siempre de manifiesto, por la reflexión crítica, si los medios elegidos se orientan hacia el fin propuesto o si tienden a desviar la acción hacia otra cosa.J.S. –¿Cómo se plantean, en este contexto, las relaciones de la libertad individual y de la libertad colectiva?J.-P.S. –A mi modo de ver, hoy por hoy, no es posible conciliar la una con la otra, pero no es posible tampoco concebir el fin de una acción histórica que no se proponga la realización de estos dos términos contradictorios. Para mí, se trata de una conciliación dialéctica, no de una conciliación analítica. Es decir, se trata de algo vivo, con sus constantes puestas en entredicho de lo adquirido. Lo que ocurre, hoy, es que, en un primer periodo, puede considerarse que sólo la libertad individual sea un fin. Así lo proclaman los norteamericanos, cuando dicen que en su país existe la libertad, y luego se da uno cuenta de que esa libertad individual está completamente alienada, porque no existe la libertad colectiva. En un segundo tiempo, si se quiere ensayar la libertad colectiva, se encuentra uno frente a sistemas sociales en los cuales los hombres asumen, en una fase que todavía no es el socialismo, pero que es una transición hacia el socialismo, todas sus responsabilidades. Es decir, los hombres asumen la responsabilidad del mal tiempo, de las inundaciones, de las malas cosechas, de todo lo que se quiera, los hombres cargan con todo eso y el resultado es, y no puede ser otra cosa, una cuasi-supresión de la libertad individual. Lo cual no impide que el fin –y sólo puede conseguirse a partir del momento en que la abundancia, cierta abundancia, permita una limitación menos severa de la libertad–, el fin sigue siendo que el hombre tome, individual y colectivamente, la dirección del mundo natural en que vive, e incluso del mundo humano. A mí parecer, esa es la dirección en la que hay que ir, y en la que se va, por cierto. O sea, hay momentos que, dialécticamente, se oponen a la libertad individual. No cabe duda de que el problema del socialismo está ligado al de la abundancia, pero también es cierto que los hombres tienen que tomar su destino en sus propias manos, incluso en el momento en que no existe la

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abundancia, contra todo lo que se nos quiera [82] decir, porque jamás suprimirá la abundancia, por sí misma, por sí sola, las desigualdades, ni las alienaciones. En realidad, hace falta que un nuevo descubrimiento científico e industrial encuentre sociedades estructuradas, para poder ser acogido. De manera que yo diría que es absolutamente necesario pasar por una fase autoritaria en el reparto, pero que prepare el momento en que las nuevas fuerzas industriales, tal vez la energía atómica, permitan una verdadera distribución. En ese momento se tendrá, en realidad, la fase caracterizada por el lema: a cada uno según sus necesidades. Pero hay que pasar por la fase actual, que es la fase de la pobreza autoritaria, que se rige según el principio: a cada uno según su trabajo.J.S. –Puesto que hemos ido abandonando los problemas específicamente literarios, ¿qué lugar le parece que ocupa la filosofía en el mundo de hoy?J.-P.S. –También a este respecto pienso que la filosofía tiene que serlo todo, o no ser nada. Es decir, que la filosofía es el hombre. Es el hombre planteándose cuestiones acerca de sí mismo. Porque, es algo que hay que comprender, el hombre no llegará nunca a tener un conocimiento científico total de sí mismo, por la sencilla razón de que siempre será interior al conocimiento que tiene de sí mismo. El racionalismo científico está muy bien, nos dará una sociología mucho más avanzada, nos dará un psicoanálisis mucho más avanzado, pero el problema del hombre se mantendrá idéntico. Lo que la esfinge preguntaba a Edipo seguirá siendo una pregunta, siempre, y la única forma de proceder para conseguir una especie de intuición comunicable de lo que es el hombre común, aunque no totalmente científica y objetiva, es la filosofía. O sea: la perpetua lucha del hombre con la presuposición que posee del hecho de ser hombre. Si diéramos por supuesto un mundo al fin liberado de las clases sociales, o en el cual, al menos, las clases hubieran plenamente tomado conciencia de sí mismas, siempre quedaría el problema del hombre. O sea, ese problema que hace que un hombre sea a la vez juez y parte de su propia realidad, que se ignore en la medida misma en que se conoce, y esto supone un tipo de verdad aproximativa, y es la verdad propiamente filosófica. Es decir, el esfuerzo del hombre por seguir su propia pista, por borrar todo lo demasiado humano en los conceptos que tiene de sí mismo. Creo que esto siempre será así, es decir, a mi parecer, la filosofía nunca acabará haciéndose mundo, «mundanizándose», a pesar de lo que creyera Marx, nunca será algo totalmente realizado por las masas en la realidad, siempre habrá que seguir planteándose problemas. Se conservará siempre como el asombro del hombre ante sí mismo, y como la crítica de ese hombre en relación consigo mismo. Y, desde este punto de vista, la filosofía es necesariamente práctica, siempre. Porque el nivel al cual se plantean esos problemas implica que si el hombre comienza a conocerse, va a rebasar esa autoconsciencia y a plantearse [83] una empresa. Yo considero que una filosofía marca su impronta sobre un hombre. Un hombre tiene una filosofía que lo caracteriza como perteneciente a una clase, a una época, &c., pero, al mismo tiempo que lo condiciona, siempre lo rebasa, porque siempre se da ese esfuerzo por ir más allá de la clase, más allá de este mundo, para plantear el verdadero problema.J.S. –O sea, en fin de cuentas, no puede decirse que exista separación entre el pensamiento y la acción...J.-P.S. –No pienso que haya una diferencia que no sea histórica en la coyuntura entre pensamiento y acción. Para mí, la acción pone el pensamiento

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al descubierto. En un comienzo, la acción revela el mundo, al mismo tiempo que lo cambia. Dicho de otro modo: para mí no existe el pensamiento contemplativo. Existen simplemente acciones, que pueden ser de lo más elementales, y, en el interior de esas acciones que van a cambiar el mundo, una especie de descubrimiento del mundo, en tanto que se está transformándolo.J.S. –Ahora, con su permiso, quisiéramos volver a una cuestión personal. Hace un año, y se trata de un caso único, con el de Bernard Shaw, en la historia de la literatura, usted rechazó el premio Nobel que le había sido atribuido. ¿Cuáles fueron sus razones?J.-P.S. –Son razones de dos tipos. Unas, de tipo subjetivo, y otras de tipo objetivo. La razón subjetiva se desprende de mi concepción del intelectual, del escritor, que tiene que ser un realista crítico, y rechazar toda institucionalización de su función. Un intelectual ministro, por ejemplo, me parece algo cómico. Un ministro de la cultura sólo puede ser un funcionario. Pienso que no hacen falta ministros de la cultura, pero si hicieran falta, que sean funcionarios con una sólida cultura, y no novelistas, por ejemplo. Considero que el premio Nobel es una especie de ministerio, de ministerio espiritual, si se quiere. Si a uno le dan el premio Nobel, firma uno los manifiestos como premio Nobel, las gentes dicen: nos hace falta la firma de fulano, porque es premio Nobel. Todo eso, para mí, es lo contrario de la literatura. Diría incluso que si la literatura se institucionaliza, pues bien, forzosamente muere. Esa es la razón que yo llamaría subjetiva. La razón objetiva es otra. Consiste en que tal vez pueda aceptarse un premio internacional, pero sólo si lo es realmente. Es decir, si en una situación de tensión Este-Oeste, se atribuye tanto al Este como al Oeste, en función únicamente del valor de los escritores. [84] Así ocurre con los premios Nobel científicos. Los premios Nobel científicos se atribuyen a rusos, a americanos, a checos, a hombres de cualquier país. Es un premio que sólo tiene en cuenta el aporte científico de tal o cual individuo. Pero, en literatura, no ocurre así. Sólo ha habido un premio soviético. Se trata de un gran escritor, Pasternak, que merecía ese premio desde hace veinte años. Pero, ¿cuándo se le da? En el preciso momento en que se quería crear dificultades al gobierno de su país. Se trata aquí, y así lo ha entendido todo el mundo, de una maniobra. No acuso a ningún miembro de la Academia Sueca de haber hecho una maniobra: son cosas que se producen casi objetivamente, ¿no es cierto? Pero considero que no es posible aceptar un premio que no es verdaderamente internacional, que es un premio del Oeste. Como para mí, precisamente, el verdadero problema reside en el enfrentamiento cultural del Este y del Oeste, la unidad en cierta medida contradictoria de ambas ideologías, su conflicto, su libre discusión, pienso que ese premio se dio de una manera que no me permitía aceptarlo, objetivamente.J.S. –¿Porqué piensa usted que le fue atribuido ese premio Nobel?J.-P.S. –Me fue atribuido porque soy de izquierda, pero soy al mismo tiempo un pequeño burgués del Oeste. Por consiguiente, se creaba la impresión de que el premio se daba a un hombre de izquierda, pero se daba al mismo tiempo a un pequeño burgués. ¿Por qué no se me dio ese premio durante la guerra de Argelia? Ya tenía bastante edad para recibirlo, mientras luchaba, junto a mis compañeros intelectuales, por la independencia de Argelia, contra el colonialismo. Pienso que, a pesar de mis principios, si se me hubiera dado en

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aquel momento, lo habría aceptado. Si se hubiera dado a alguno de los intelectuales que luchábamos por la independencia de Argelia, habría considerado oportuno aceptarlo, porque ello hubiera manifestado el apoyo de la opinión pública a la lucha por la independencia argelina.J.S. ¿No cree Vd. que pueda existir una organización cultural verdaderamente libre?J.-P.S. –Creo que puede existir una organización cultural que, en todo caso, ponga al Este y al Oeste, a los intelectuales del Este y del Oeste en mutuo contacto, y cuyos dirigentes sólo se propongan una cosa: permitir una libre discusión. Esa organización existe, por cierto, y es la COMES, cuyo centro está en Italia. [85]J.S. –Ya que hablamos de organización cultural, surge un tema relacionado con esta problemática. ¿Qué influencia puede tener el libro de bolsillo en la difusión de la cultura?J.-P.S. –En lo que concierne al libro de bolsillo, me parece que estamos haciendo una experiencia bastante interesante en Francia. Las tiradas de este tipo de libros son enormes. De eso no cabe duda. Pero pienso que no deben exagerarse los resultados. Por una parte, se trata de una empresa de producción masiva, o sea, capitalista. El libro de bolsillo no llega realmente a las masas. Lo que ocurre, y ya es bastante interesante de por sí, es que desarrolla virtualidades de lectura en la pequeña burguesía. En resumen podría decirse que representa una ampliación de la lectura de las clases medias. Pero no creo que con ese sistema se llegue a la clase obrera. Creo, por consiguiente, que es una experiencia bastante interesante para obtener el pleno rendimiento de un público virtual. Pero no es eso lo que deseo a los escritores, lo que deseo es la difusión de sus libros en todas las clases sociales, mientras haya clases sociales.J.S. –Mientras haya clases... Esta expresión nos remite al problema fundamental de nuestro tiempo, el problema de la supresión de la sociedad de clases. Nos remite, por tanto, a la pregunta con la cual quisiéramos terminar esta entrevista: ¿Qué es el socialismo, para usted?J.-P.S. –Para mí, el socialismo es, ante todo, el movimiento de los hombres hacia su liberación. Esos hombres que, precisamente porque son metafísicamente libres –permítaseme que lo diga así– se encuentran en un mundo de explotación y de alienación que les enmascara y les roba esa libertad. La afirmación de esa libertad contra esa situación, la necesidad para los hombres de tomar en sus manos su destino, de tomarlo colectivamente, pero también individualmente, el hecho, precisamente, de que todas las condiciones de explotación pueden vincularse con esa situación de clase, eso es lo que denomino movimiento hacia el socialismo. No creo que el socialismo exista hoy en parte alguna. Creo que hay países más adelantados que otros, porque han socializado sus medios de producción. El socialismo, ya lo dije antes, sólo puede ir acompañado por la abundancia. Pero supongo que, a partir del momento en que la abundancia esté ligada a la supresión de las clases, es decir, a la supresión de las inversiones individuales, de la propiedad privada de los medios de producción, a partir del momento en que la explotación ya no tenga sentido, en ese momento podrán plantearse los hombres sus [86] verdaderos problemas, en la igualdad. Es decir, igualdad y libertad son una sola y misma cosa. No pienso que el socialismo sea el fin de la historia de la humanidad, ni el surgimiento de la felicidad para el hombre. Pienso que es el

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momento en que los verdaderos problemas se plantearán, sin ser enmascarados por otros problemas, como son los problemas de clase, los problemas económicos y de explotación. Un ruso me dijo un día, y me parece profundamente cierto, que a partir del momento en que el socialismo se halle verdaderamente instaurado, a partir del momento en que el hombre sea libre, dueño de sí mismo, a partir del momento en que actúe en la colectividad y ésta actúe sobre él, a partir de ese momento se plantearán los verdaderos problemas filosóficos y metafísicos. A partir de ese momento, el hombre llegará a conocerse a sí mismo. No considero el socialismo como un Edén, sino más bien como algo en desarrollo indefinido, que debe poner al hombre en posesión, cada vez mayor, de sus problemas, de su tragedia y de sus poderes de acción. Publicado por daniel nahum en 4/06/2009 06:06:00 PM 0 comentarios Etiquetas: concepto de literatura, qué es literatura, Sartre

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¿QUÉ ES "LITERATURA"?, de Lucila Févola (www.gema.com.ar) APROXIMACIONES AL TEXTO LITERARIO, van a ser aproximaciones evidentemente porque el tema es muy rico y muy complejo. Cualquier aspecto que tomemos desde el concepto: ¿qué es literatura?, promueve polémicas entre distintos autores. Yo voy a presentar algunas posturas, inclusive encontradas, y luego trataré de sacar mis propias conclusiones.Analicemos, entonces un poco uno los términos del título: Literatura . ¿Qué es Literatura? Acá ya tenemos el primer inconveniente, porque de acuerdo a lo que en Sociología de la Literatura ha señalado Roger Escarpit: “Literatura es todo aquello que se basa en el empleo o el uso de la letra oral o escrita.” Y esta definición, que de por sí parecería que limitara el concepto de literatura, lo complica porque lo amplía enormemente. Desde este criterio, el concepto de literatura sería entonces aplicable a una obra literaria importante, trascendente, de creación, también a una gacetilla periodística, también a ensayos o por ejemplo a libros de cocina.Sin embargo, gran parte de los autores insiste en que literatura y concepto de literatura debe estar asociado al concepto de creación. Por ende, hay que incluirle un concepto estético. Aquél que nos remite a la literatura como el uso de la letra, considera, por supuesto, a la letra en su aspecto de cosa o de objeto, es decir su aspecto formal, plástico y también como signo en sentido de la significación.Hay un autor que acepta esta definición, no sin asombros, de lo que hay que incluir en este concepto de literatura desde este punto de vista, que es Francisco J. Hombravella. Pero causa un poco de gracia, una pregunta que hace el autor. Dice lo siguiente : “¿ quién, póngase por ejemplo, se atrevería a fijar la exacta línea divisoria que se intercala entre lo que realmente es literatura y lo que no es otra cosa que pura grafomanía ? Entiéndase por grafomanía esa tendencia maniática hoy tan de moda de escribir por escribir sin aportar nada nuevo.” Con lo cual este mismo autor vuelve al concepto de literatura como creación.En el libro “De la Narrativa contemporánea”, de Patricia Rubio y Juan Carlos Lértora, leemos : “La literatura es una de las posibilidades que el hombre tiene para manifestar su potencialidad artístico-creadora - acá el concepto es bien claro - mediante ella puede aprehender estéticamente el mundo, expresar su propia individualidad y plasmar la sensibilidad de una época.” Luego dice: “Nunca ha tenido asidero verdadero la concepción que sostenía que la literatura copia e imita fielmente la realidad. Los componentes básicos del mundo real adquieren en la obra su propia organización y alcanzan una especial significación. Desde el instante en que el creador literario opera con su pluma sobre la realidad, allí mismo nace el mundo ficticio”- y sobre este término vamos a volver- “Aunque éste puede asemejarse al mundo real, su única condición de obra literaria reside en la organización de su material lingüístico. Mediante el lenguaje empleado en ella se ha creado un mundo autónomo, válido en, y por sí mismo, autosuficiente y autoexplicable” -surge aquí otro problema que se da entre los autores que consideran que la obra literaria es autosuficiente, autoexplicable, un mundo cerrado, y quienes consideran que esto deja directamente al lector afuera, sobre esto volveremos también.Estos autores, Patricia Rubio y Juan Carlos Lértora, que consideran a la literatura, entonces a la obra, como un mundo cerrado dicen, en primera instancia : la obra constituye un mundo cerrado en sí mismo, pero la lectura

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posibilita la interpretación desde distintos puntos de vista, sociológico, histórico, fenomenológico, psicológico, no literarios, dicen, en sentido lato.Paul Valéry tiene una posición también muy definida. Nos dice en su “ Introducción a la Poética” “La literatura es y no puede ser otra cosa que una suerte de extensión y de aplicación de ciertas propiedades del lenguaje” - ya entonces vemos que tiene un concepto también estético de la literatura, y sigue : “ella utiliza por ejemplo, para sus propios fines, las propiedades fónicas y las posibilidades rítmicas del habla que el discurso ordinario descuida.” Valéry está diferenciando el discurso ordinario o común del discurso literario que tiene propiedades específicas. Paul Valéry se refiere especialmente a la poesía y entonces tenemos que hacer un pequeño paréntesis para decir que si de la poesía hablamos, hablamos de lo que los lingüistas consideran un lugar privilegiado del lenguaje. Dentro de todas las manifestaciones de la literatura, en la poesía se crea lenguaje. Piensen ustedes : se parte del lenguaje, común u ordinario, para crearse un lenguaje propio ; es lo que algunos autores llaman un metalenguaje.A partir del lenguaje común, la poesía crea lenguaje recurriendo a todas las propiedades que le posibilitan hacerlo. Ritmo, música, sonoridad, etc... Esto quiero aclararlo porque, lamentablemente, mucha gente considera que poesía es solo una descarga de sentimientos, y es bastante más complicado que eso, es la creación de una realidad a través de la creación del lenguaje, metáfora, símbolos, imágenes, para decir algo que el lenguaje común no alcanza a abarcar. Por eso la poesía procura el silencio, que no es el silencio de la nada sino que es el silencio creador. A partir de la palabra se llega a él. Es el silencio de lo indecible.Volviendo entonces a esta concepción, dice Valéry que : “el poeta que multiplica las figuras no hace pues más que reencontrar en sí mismo el lenguaje en estado naciente.” Sigue diciendo : “El arte literario, pues, es aquél en que la convención desempeña el mayor papel, en que la memoria interviene a cada instante por cada palabra.”- Y luego afirma : “Es, de todas las artes, aquélla que utiliza el número más grande de partes independientes, sonidos, formas sintácticas, conceptos, imágenes etc...” Y aquí apareció otra palabrita interesante, convención.Entre el autor y el lector se establece una relación muy particular, a esto lo llamamos convención. Lo cual está relacionado con el concepto de ficción, que paso a desarrollar. Cuando hablo de autor y de lector no hablo de las personas, la persona del autor, la persona del lector, hablo de roles y de funciones. El lector está incorporado desde el principio al texto como rol. Tiene una actividad recreadora y la de completar el texto ya previsto por el autor, que no es la persona del escritor sino que es el autor en función de un texto. Esta convención hace que surja un mundo muy especial, al que solemos llamar un mundo de ficción. El concepto de ficción, nos lleva inmediatamente a pensar en engaño, mentira. Pero desde el punto de vista de lo creado, dentro del arte en general, no sólo de la literatura, ficción implica la aparición de una nueva realidad.Juan José Saer, en un libro que les recomiendo: “El concepto de ficción”, dice, “El rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio, no es un criterio de verdad. El concepto mismo de verdad es incierto y su definición integra elementos dispares y a veces contradictorios.” En cuanto a la no-ficción dice : “Su especificidad se basa en la exclusión de todo rastro ficticio, pero esta exclusión

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no es de por sí garantía de veracidad. Aun cuando la intención de veracidad sea sincera y los hechos narrados rigurosamente exactos, lo que no siempre es así, sigue existiendo el obstáculo de la autenticidad de las fuentes, de los criterios interpretativos y de las turbulencias de sentido propias de toda construcción verbal.”Hacemos acá un paréntesis, y nos preguntamos qué es realidad. Hay libros escritos sobre qué es realidad y los autores no se ponen de acuerdo. La filosofía tiene diferentes teorías desde hace cientos de años, pasando por los extremos, materialismo, idealismo y todas las concepciones intermedias. ¿Qué es realidad? Podemos apelar a la ciencia. La ciencia se cuestiona seriamente el concepto de realidad, hoy más seriamente que nunca. Cuando pensamos en todo aquello que se refiere a la teoría cuántica, es decir, de las partículas elementales de energía, los científicos han comprobado que estas partículas tienen un comportamiento imprevisible porque actúan de acuerdo a cada observador. Entonces es imprevisible su comportamiento. La masa misma del observador está influyendo en ellas ; entonces, esto relativiza la existencia de una realidad absoluta y constante. Seguimos extendiendo el concepto de subjetividad con respecto a nuestra aproximación a lo que llamamos realidad.Pero aún así, pongamos por ejemplo, un ejemplo elemental : vamos al cine, hay una escena de amor, pero le faltan los violines, le falta la música, no está completa esa escena, nosotros lo sentimos. Pero en la vida real eso no existe. ¿O sí? ¿Hay una música interna, una vibración especial que no percibimos con los oídos. Para dar ejemplos: hoy decía en la radio, estuve brevemente en un programa, que está comprobado que esta mesa , señores, tal como la percibimos, no existe. La percibimos a partir de nuestros condicionamientos, así como hay sonidos que no escuchamos. Los colores tampoco existen como los percibimos. Esta mesa es un conjunto de átomos moviéndose vertiginosamente. Es decir : estamos percibiendo el mundo desde lo que somos, biológica y psíquicamente. Inclusive el científico que pone su ojo en un microscopio, hecho para su ojo, o en un telescopio, sabe que el universo que está observando ha desaparecido hace millones de años. Lo que pasa es que lo sigue viendo como existente porque la luz, demora mucho en llegar. Ese universo que está observando desapareció.Y podríamos seguir dando ejemplos, pero voy a citar algo que es muy interesante, que es de un artículo del diario Clarín del 28/06/1992, es una entrevista a Alberto Maturana, notable biólogo y cibernetista, que nos dice , “ no hay nada afuera de la mente” - Maturana afirma en un momento dado - “No podemos decir sobre algo independiente de nosotros por la forma que estamos determinados en nuestra estructura, ni siquiera tiene sentido decir que exista una realidad como referencia. Y no sólo eso : pienso que lo que se vive no es una de las muchas realidades posibles sino la única posible. En cada instante vivimos lo único posible. ” Entre paréntesis, Maturana es un biólogo doctorado en la Universidad de Harvard , investigador asociado del Instituto Tecnológico de Massachusetts, profesor visitante de las Universidades de Illinois, en Estados Unidos, de Bremen , en Alemania y actualmente es profesor de Biología en la Universidad de Chile.Maturana cuestiona la existencia de toda pared. El periodista le comenta que una pared está allí y no la podemos atravesar. Maturana sostiene :“No, nosotros concebimos una pared, grosor, resistencia color, etc... es lo que podemos percibir, pero en realidad allí lo único que hay es una experiencia se

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detiene el movimiento.” Luego, el periodista, le dice : “yo le pregunté al epistemólogo Heinz Von Foerster ...” -“qué le contestó.” “Que no lo podemos saber, tal vez ondas electromagnéticas.” Replica Maturana , “en cambio, yo le digo que no hay nada porque no tiene sentido preguntar por algo que no podemos conocer sin configurarlo. Porque conocer es configurar”,y luego dice algo bastante significativo : “Nuestra convivencia con lo real es un delirio en la convivencia. En cambio, la locura es un delirio en la soledad. Lo que hacemos nosotros no lo llamamos delirio precisamente porque nos coordinamos en el convivir.”Y finalmente llegamos a una parte que nos interesa para lo que estamos diciendo. Nos dice Maturana que sin el lenguaje no hay realidad, el universo es verbal.Esto me recuerda lo que ha dicho Octavio Paz, poeta : por la palabra el hombre se ha creado a sí mismo, pero por la palabra el hombre es una metáfora de sí mismo. Según Maturana : “nombrar las cosas es darles una entidad real. ” Esto alcanza para relativizar ese concepto tan absoluto de que la única realidad es la inmediata. No es así.Volviendo a Saer, “la ficción, desde sus orígenes, ha sabido emanciparse de esas cadenas. Pero que nadie se confunda : no se escriben ficciones para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento de la verdad, sino justamente para poner en evidencia el carácter complejo de la situación, carácter complejo del que el tratamiento limitado a lo verificable implica una reducción abusiva y un empobrecimiento. Al dar un salto hacia lo inverificable, la ficción multiplica al infinito las posibilidades de tratamiento. No vuelve la espalda a un supuesta realidad objetiva : muy por el contrario, se sumerge en su turbulencia desdeñando la actitud ingenua que consiste en pretender de antemano cómo esa realidad está hecha. No es una claudicación ante tal o cual ética de la verdad, sino la búsqueda de una un poco menos rudimentaria.”En un debate que hubo en Francia en 1965, entre intelectuales de izquierda, en el cual intervenían, Simone De Beauvoir y Jean P. Sartre, cuando se hablaba de literatura , Jean Paul Sartre saltó y dijo : “pero entonces habría que dejar afuera los ensayos” , porque se insistía en este concepto de la literatura como de creación. Esta conferencia fue luego impresa en nuestro país en el libro, “¿Para qué sirve la Literatura? ”De todo lo que se ha dicho allí , yo voy a extraer algunos conceptos. Por ejemplo de Jean Ricardou : “Este acto de escribir hace surgir un mundo nuevo cuya estructura es la del lenguaje. Y este mundo ficticio, obtenido por el ejercicio de la escritura, opone su estructura propia a la de nuestro mundo, y de tal manera lo pone en duda. La literatura es lo que dice al mundo : ¿eres lo que pretendes ser? O, si se quiere, nos lo hace ver mejor, casi como si nos lo revelara. La literatura es lo que pone en duda al mundo, sometiéndolo a la prueba del lenguaje.”Ricardou, cita una carta de Franz Kafka. En ella, Kafka dice : “ mi puesto de funcionario me resulta intolerable porque contradice mi deseo único y mi única vocación, que es la literatura. Como no soy otra cosa que literatura, como no puedo ni quiero ser otra cosa, mi puesto nunca podrá exaltarme, por el contrario, podrá desquiciarme por completo.” -Y más adelante : “Todo lo que no es literatura me aburre, lo odio, inclusive las conversaciones sobre literatura.” He aquí el caso de Kafka y de algunos otros que han constituido a la literatura en su única realidad. También cito, de este debate, una reflexión de Jean-Pierre Faye : "¿La literatura? Es el poder de decir por medio de qué signos

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viene hacia nosotros nuestra realidad.”Y finalmente, Simone de Beauvoir dice que: “la función de las palabras es la de restituir su generalidad a lo que tenemos de más singular: al paso del tiempo, al sabor de nuestra vida a la muerte, a la soledad.” Y algo muy importante, y viene con la globalizacion también ; lo decía hace más de veinte años, “Proteger contra las tecnocracias y contra las burocracias lo que hay de humano en el hombre, entregar el mundo en su dimensión humana, es decir, tal como se revela a individuos a la vez vinculados entre sí y separados : creo que esta es la tarea de la literatura y lo que la vuelve irremplazable.” Podríamos decir que esto es función del arte todo.Y ahora bien, pensemos nuevamente en esa convención de la que hablamos hace un rato y en los tres elementos que la constituyen : la obra, el autor y el lector. Decíamos que son roles, los del autor y el lector. Podemos entonces afirmar que el autor y el lector son creadores del texto y a la vez son creados por el texto, en tanto tales, y a condición de que la obra desaparezca . Esto es bastante extraño y yo diría que casi mágico. Piensen ustedes : el autor está escribiendo, está en el acto en sí de escribir : el lector, en el acto en sí de leer, integrados a una obra que mientras los está sosteniendo debe desaparecer como tal, para que se produzca esa fusión. Uno al comienzo, cuando escribía, el otro luego, cronológicamente.No podemos estar entregados a una experiencia artística cortando permanentemente el hecho de alienación y entrega a lo que estamos viendo. Y si nos detenemos en sucesivos distanciamientos críticos - qué bien ha escrito esta palabra, qué bien resolvió esta imagen- , hacemos cortes de interpretación, que no son los que se refieren al acto literario en sí, de total fusión de los tres elementos. Autor y lector ni siquiera se conocen. Y así, se dan en acto estos personajes de ficción, pues son personajes ficcionales tanto el autor como el lector en el momento de la percepción, su única condición de existencia.En una entrevista que publicó la revista de literatura “Tamaño Oficio”, que dirijo, en donde siempre nos han preocupado estos temas, en una entrevista, decía, que le hicimos a Noé Jitrik, profesor de la Universidad de Buenos Aires, él ha dicho : “el punto de partida es que el texto crea al lector” - y agregó :- “El lector no está ya hecho y no se trata de enviarle simplemente mensajes para que los decodifique de acuerdo con este intercambio de saberes. Si se piensa que el lector es construido por el texto, ya en el texto están las posibilidades de despojarlo de estos saberes previos y se instala allí un acto de lectura que entonces va a encontrar su propia zona de libertad.” - Se pregunta Noé Jitrik : “¿ qué pasa con la lectura de un texto filosófico en un ómnibus, por ejemplo. El resultado va a ser muy diferente del de la lectura de ese mismo texto en un gabinete. El lector tiene una cultura, mayor o menor información, una historia personal. La lectura entonces requiere de ciertas condiciones bien definidas y diferentes para producirse. Cada lector hace la suya desde lo que es, desde lo que comprende. De ahí que aquellas hipótesis de que el lector crea el texto, que es el otro extremo, son muy precarias, débiles, falsas, es poner todo en una especie de ideología de la recepción, como si fuera el lugar de lo sagrado; la proyección de cierta subjetividad forma parte de esas condiciones.”En este sentido, Paul Valéry, es tajante. El llama productor al escritor y consumidor al lector. Afirma : “productor y consumidor son dos sistemas esencialmente separados. La obra es para uno, el autor, el término y para el

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otro, el lector, el origen de desarrollos que pueden ser tan extraños como se quieran el uno del otro. La acción del primero y la reacción del segundo no pueden nunca confundirse. Las ideas que uno y otro se hacen de la obra son incompatibles. Resultan de ello sorpresas muy frecuentes de las cuales algunas son ventajosas. Hay malentendidos creadores.” - Y luego dice, volvemos otra vez a la obra en sí misma : “Queda la obra misma, en tanto que cosa sensible. Es esa una tercera consideración, bien diferente de las otras dos. Todo lo que he dicho aquí se encierra en estas pocas palabras: la obra del espíritu no existe sino en acto.” Eso lo que decíamos : el autor en el momento de escribir , el lector en el momento de leer. Sigue : “ Fuera de este acto, lo que queda no es más que un objeto que no ofrece con el espíritu ninguna relación particular.”Volviendo a Jitrik, sostiene : “No leemos de la misma manera, ni nos contentamos con el modo de lectura que nos precedió. Siempre habrá nuevas lecturas, porque el sentido que persigue la lectura es alejarse siempre. Cuando ya no se aleja, cuando se cosifica, no sirve para nada. Da lugar a una “monumentalización” que es propia de la relación de los poderes con la cultura : ciertos grupos que esencializan su propio ser y lo confunden con lo que es la realidad misma también para otros. Por eso la lectura es tan importante, ya que su ejercicio conduce a una relación con el sentido, que es y puede ser refrescante, que puede darse permanentemente de nuevo. Pero que, realizada de determinada manera, tiende a bloquear y a procurar una reproducción. Esta reproducción es ya un uso político de la lectura y es una tentativa del poder para fijar sentidos.” - Y concluye con algo que es fundamental para mí : “Si la lectura no es una aventura del saber, en la cual se ponen en cuestión todos los saberes anteriores, pues no es una lectura.”Por experiencia me ha preocupado siempre, -somos por supuesto subjetivos, percibimos de acuerdo a lo que somos,- pero me ha preocupado siempre este acercamiento del lector desde su subjetividad. No se abre a lo nuevo y diferente que la obra le propone. Lo he observado muchísimas veces con preocupación. Pienso que el llegar a la lectura es para abrirse a otros modos de ver el mundo y de pensar y tendríamos que estar realmente abiertos a eso. Comúnmente, el lector pone vallas desde sus condicionamientos o prejuicios, o porque no quiere, o no llega a concebir que otro piense diferente y esto debe reverse permanentemente. Porque lo mejor que nos puede pasar es que se nos pongan en cuestión en cada lectura, todos los saberes previos ; eso seria un enriquecimiento y una maduración constante. Para eso vale la pena la lectura.Finalmente, Noé Jitrik, que es precisamente el autor del prólogo del libro que les señalé : “¿Para que sirve la literatura ?” , de su edición argentina, ese prólogo dice: “el hecho literario es básicamente un hecho-puente entre dos conciencias. ” Recordemos el significado de la palabra conciencia: propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales. Entonces, afirma : “Es un hecho-puente entre dos conciencias que las reúne, y permite que en ese plano se produzca el estallido.”Ahora bien, José Bravo, también en un artículo aparecido en la Revista “Tamaño Oficio”, refiriéndose específicamente a la obra teatral, pero lo adaptamos porque es lo mismo ; es decir, en este caso: obra teatral-obra literaria, espectador-lector, apela también a esta toma de conciencia , pero él nos dice que : “ tanto el autor, que puede estar buscando la eternidad, lo que

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busca siempre es expresar su actualidad y el lector también busca su actualidad, aun cuando lea autores de otras épocas.” Pero Bravo se pregunta, “Qué sabemos del Neo- Clásico, por ejemplo, ¿podemos abarcar esa época totalmente cuando leemos a un autor que no es contemporáneo? ¿Cuántos malentendidos se producen? Por otra parte, aun entre autores contemporáneos, ¿no se producen malentendidos? ” Entonces concluye diciendo, de una forma bastante escéptica, que : “cada espectador o lector lee su propia obra o asiste a la obra teatral que él ve. ” Pero la conclusión a la que arriba me parece muy importante porque apela a la utopía : “ La utopía permanente del arte es la toma de conciencia, y éste sería su gran vehículo, su gran motor y su gran razón de ser.”Vamos a ahora a citar a Jean Paul Sartre, con quien coincido mucho, en este aspecto, la cita pertenece al encuentro de escritores de izquierda, al que ya me referí : “ El problema consiste en saber, qué se exige de mí como lector. ¿ Soy un medio, un colaborador o un creador ? ¿ Qué quiere decir hoy esa frase : ‘la obra es su propio fin, su propia lección.’ La obre literaria, - dice Sartre- no es un sueño, sino un trabajo. Por consiguiente, es una lucha con la realidad , con una realidad perfectamente verbal, lo reconozco, pero que no por ello deja de ofrecer la mayor resistencia.” “Y luego el autor tiene un objetivo cuando escribe, inclusive si llega a él en forma muy imperfecta.” “Si en la literatura la palabra no es simplemente un signo, sino un signo que se duplica, de todas maneras significa algo.”“Pero el lector, dice Sartre, no volverá la espalda a la realidad sino simplemente para superar el signo material y el conjunto de los signos y dirigirse a una significación global de la obra, que es, por otra parte, el silencio, pues el lector es quien debe componer la unidad de todas las palabras que se encuentran en un libro para hacer de ellas : un objeto, un objeto que ya no es otra cosa que el silencio que rodea el lenguaje.” - Y agrega : “ Estoy de acuerdo con Simone De Beauvoir, cuando dice que lo que el autor capta es siempre una visión del mundo y no es el contenido anecdótico lo que cuenta sino, a través de ese contenido anecdótico, la captación del mundo.”La obra es una unidad. Indudablemente, cada autor tiene una visión personal del mundo que no es la visión personal de otro autor. Borges no es Cortázar. Solemos leer en forma fragmentada, también es un poco como solemos percibir la realidad, fragmentadamente, como nos han educado, por percepciones fragmentarias. Una obra es una totalidad y, por ende, es intransferible el universo de Borges con respecto al universo de otro autor. Tendríamos que tratar de pasar a través del texto para llegar a esa visión global del universo. Por lo tanto, yo empleo la palabra del texto, es decir la historia, el argumento, y mucha gente se detiene en eso nada más, y requeriría pasar a través de él para una lectura de juicios de valores, porque toda obra es un sistema de fuerzas encontradas que se resuelven en equilibrio. Eso sería un pre-texto, la anécdota, la historia, el argumento, en el doble sentido de la palabra, pre-texto como un texto previo o como una excusa para poder decir cosas mucho más fundamentales. Y a esto indudablemente se refiere Sartre con su afirmación.Finalmente, ¿ qué es una obra Literaria ?. Raul H. Castagnino, la ha definido muy bien : “Una obra literaria, o sea resultado de trabajo, operación, arquitectura, construcción es obra, porque exhibe una forma externa sostenida por una estructura interna o forma interior que responde a un proceso de

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composición. Es la estructura de un artificio o artificio ella misma. Las formas de la obra son múltiples, variables; pero, por ser obra, no pueden dejar de responder a una estructura.”En el mismo sentido, Herbert Reed dice : “El arte es la facultad de que está dotado el hombre para separar una forma del caótico torbellino de sus sensaciones y contemplarla en su singularidad.” La obra está compuesta de formas que se van cerrando y se van abriendo a otras formas y la estructura está sosteniendo todo esto. La estructura que sostiene todo este movimiento, todo este dinamizarse de la obra, se expresa a través de una forma literaria determinada , y así podemos decir que la obra es forma. El autor se va formando al leerla y el lector también. Por ende, podríamos decir también que el estilo es un modo de formar, a través de ese trabajo de composición que hace el autor.Termino esta charla, por lo menos en lo específico del tema, con dos afirmaciones : una de Jorge L. Borges y una del ya citado Valéry, que me gustaría que relacionáramos. Jorge L. Borges pulveriza la noción de creador, artista original y muestra el revés del tapiz literario como un tejido de textos engendrados por otros textos que a su vez producen nuevos textos, “escribir es plagiar, según Borges, consciente o inconscientemente. La única expiación posible de este error interminable, comenzado hace treinta mil años, es inventar autores que no existen y atribuirles lo que no escribieron.” Cosa que él hizo, por otra parte.Pero de otro modo lo dice Valéry : “Una historia profundizada de la literatura, debería ser comprendida no tanto como una historia de los autores y de los accidentes de su carrera sino como una historia del espíritu, en tanto que produce o absorbe ‘literatura’, y esa historia podría llegar a ser hecha sin que ni siquiera el nombre de un escritor fuera mencionado.” Valéry se refiere a que estamos siempre escribiendo una misma historia, esta es la verdad, en procura de esa utópica toma de conciencia de la que habíamos hablado anteriormente. Y establece, Valéry, una importante distinción, “ la de las obras que son creadas por su público, del cual colma la expectación y son así determinadas por el conocimiento de ésta.” Y de las más exigentes, las de los grandes creadores, las de los genios, las obras que, por el contrario, tienden a crear su público, porque su público no estaba creado cuando fueron concebidas. Los genios suelen adelantarse a su época. Y agrega : “Todas las cuestiones y contiendas nacidas de los conflictos entre lo nuevo y la tradición, los debates sobre las convenciones, los contrastes entre “minoría” y “mayoría”, las variaciones de la crítica, la suerte de las obras en la duración y en los cambios de su valor pueden ser expuestos a partir de esta distinción.”¿ Cómo incluir este tema en aquel que nos congrega como ciclo, que sería el de la globalizacion ?Puedo arriesgar que este fenómeno voluntarista de terminar con las utopías, es en sí una utopía. Pienso que la globalizacion sigue siendo una utopía ; no niego la existencia de la tecnología, es un hecho la cibernética, la informática, es imposible discutir lo que es. Lo que me preocupa es, quién lo maneja. Siempre el espíritu parece estar detrás de los hallazgos de tipo material, tecnológico etc... y cada vez más. Entonces eso es preocupante, porque la utopía se centra en la evolución espiritual del ser humano.Por otra parte, no tenemos perspectiva. El fenómeno de la globalización es móvil; hay mecanismos de defensa entre países para repartirse un poco el

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planeta ; ahí intervienen factores de tipo político, de tipo económico y están cuestionados todos los valores, los valores de nación, los valores de cultura. Ya preocupa tanto a los países europeos como, ni hablar, a los países eufemísticamente llamados “en vías de desarrollo”.Esto está haciéndose... y hoy van surgiendo voces de sociólogos, historiadores replanteándose seriamente la situación actual del planeta en todos los órdenes. ¿ Y el escritor ? Pregunta que me formulé en mi artículo “Escritor y Cultura”, también publicado en la revista “Tamaño Oficio”. Y cito un fragmento a modo de respuesta : “Por supuesto, también arrinconado, ni significante, desasido. Pero, como siempre, creador de una cultura marginal, aquélla que amenaza todo esquema, todo acomodamiento, todo intento de mutilación o desvirtualización de lo humano, todo intento de estratificación del poder. Aquel que indaga y se indaga movido por las permanentes rebeliones configuradoras del sentido.”Y en ese artículo citaba unas palabras de Friedrich Dürrenmatt, pertenecientes al prólogo de su narración “El Desperfecto”, publicada hace ya varios años : “El destino ha salido del escenario donde se presenta la función, para atisbar detrás de las bambalinas, al margen de la dramaturgia en vigor. En el primer plano todo se vuelve accidente, las enfermedades o las crisis.” “Por lo tanto ya no nos amenaza ningún dios, ninguna justicia, ninguna fatalidad. Como en la Quinta Sinfonía, sino fallas de construcción, explosión de una fábrica de bombas atómicas, producidas por un ayudante de laboratorio distraído, incubadoras mal reguladas. A ese mundo de los desperfectos conduce nuestro camino.” Dürrenmatt, comenzaba ese prólogo preguntando : “¿ Habrá aún historias posibles, historias para escritores. ?”