Conectar con vivencias reprimidas

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mujer probablemente nos encontra- mos con la exigencia de corresponder no sólo a un ideal sino a diversos idea- les en sí mismos inalcanzables y mutua- mente excluyentes. En una sociedad ca- da vez más condicionada por la imagen exterior es fácil sentir frustración e im- potencia por no dar la talla. La sensa- ción dominante puede ser la confusión, reflejada en la pregunta: ¿cómo se cocina todo esto y cómo se come? Pero si tenemos estabilidad emocio- nal como para tolerar la confusión, a partir de ella podemos hallar nuevas vías para relacionarnos con nosotros mismos, los demás y la persona amada. De entrada, en vez de crearnos insegu- ridad, la confusión puede ser una alia- da que nos permite recurrir a todos nuestros sentidos para discernir las ne- cesidades y deseos actuales de las nece- sidades y deseos infantiles y encontrar la forma de satisfacer unos y otros. La espiral de exigencias y reproches De algún modo la pareja nos ofrece una especie de gancho del cual colgamos nuestros sentimientos, pero, más que acerca del otro, ante todo éstos nos hablan de nosotros mismos, nuestros antecedentes biográficos, deseos y ne- cesidades y su grado de satisfacción, nuestras preferencias... De ahí que la misma cosa que en un momento dado a uno le hace sentirse invadido, en otro momento o a otra persona le aporta jus- tamente la atención que desea. La trampa del enamoramiento Cuando nos enamoramos no solemos ver realmente la persona de la que nos enamoramos, sino el reflejo de la belle- za desconocida que existe en nosotros. Colocamos en el otro la culminación de lo que podríamos ser y lo amamos porque creemos que sólo a través de él o ella podemos conseguirlo. Mientras recibir la energía de esa proyección sue- le resultar bastante excitante y atrac- tivo, el no ser visto como uno es crea CUERPOMENTE · ABRIL 2000 · 75 PAREJA E HIJOS V ivimos en una época de cambio cultural que afec- ta a muchos aspectos de la vida, entre ellos las relacio- nes de pareja. Ni los hombres ni las mujeres sabemos muy bien cómo com- portarnos. Los modelos tradicionales no nos sirven, pero tampoco dispone- mos de alternativas consolidadas. Y aunque tengamos algunas ideas de có- mo diferenciar nuestras relaciones de las de nuestros padres, al llevarlas a la práctica nos encontramos con dificul- tades. Incluso si quisiéramos seguir su ejemplo no podríamos porque el mo- mento histórico es diferente. El mo- de- lo de amigos tampoco puede tras- ladarse directa- mente a la situación que nosotros vivimos. Así pues no tenemos más remedio que hallar una forma personal de crear una re- lación de pareja, si es que queremos una. Para vivir una vida plena y feliz pare- ce necesario sentir una conexión pro- funda con algo más allá de la propia persona. La mayoría de nosotros inten- ta encontrar esa conexión a través de la relación con una pareja. No obstante, muchas personas no encuentran la per- sona con quien hacerlo o bien la rela- ción que tienen ya no funciona. Una de las causas principales es la demanda, excesiva en muchos sentidos, de que la otra persona le haga feliz a uno. Pero nadie puede llenar el vacío existencial de alguien que se considere incomple- to mientras no tenga pareja. Individualidad y dependencia Una fuerza vital básica nos mueve a se- guir nuestras propias directrices, mien- tras otra nos vincula estrechamente a los demás. La individualidad motiva a sentir, pensar y actuar por nosotros mismos, independientemente de si otros sienten, piensan y actúan igual. La fuerza de vincularnos con otros nos impulsa a ser una entidad dependien- te, conectada e indistinta que funciona como parte del grupo. Se refleja en nuestros esfuerzos por sentir, pensar y actuar en sintonía con los demás y vice- versa. El grado de desarrollo o equili- brio de esas fuerzas biológicas, tan im- portantes en una relación de pareja, dependen principalmente de un pro- ceso de aprendizaje intelectual y emo- cional y de las creencias y valores que hemos adquirido. Modelos ideales Qué se supone que es un hombre, qué se supone que es una mujer y cómo de- berían relacionarse, lo aprendimos por el ejemplo de los hombres y las mujeres de nuestra vida, y de hombres y muje- res representados en la literatura, los mitos, el cine, las canciones... Si exami- namos la imagen que tenemos de no- sotros mismos como hombre o como PAREJA E HIJOS Atiéndete tú mismo Quizá tienes un niño dentro, pero no eres un niño. Eres una persona adulta capaz de dar atención y cuidados amorosos al niño que llevas dentro, inte- resándote por sus sensaciones, en vez de intentar evitarlas al sentir algo que no te gusta. Así, puedes descubrir qué necesitas para sentirte mejor. Lo aislado no p ar ticip a en la vida Al protegemos de ciertas sen- saciones, aislamos partes del cuerpo donde las sentimos para apartarlas de la conciencia. Allí se queda estancada la sensa- ción y esa parte no participa en la vida como el resto de nuestra persona, lo que impide aprender de la sensación y superarla. Somos espontáneos y vulner ables Un adulto debería ser capaz de identificar muchas sensaciones, agradables y desagradables, propias del niño que fue un día: asombro, ganas de jugar, buscar refugio en los brazos de mamá o papá, sentirse insuficiente, inde- seable, dependiente, incapaz de decidir o subsistir por uno mismo... Dile al niño que vuelva más tarde Si esa parte más de niño apa- rece cuando precisamos enfocar nuestra atención en un asunto de la vida adulta, podemos decír- selo y comprometernos a aten- derlo más tarde. Lo entenderá y se sentirá protegido y orgulloso de la confianza proyectada en él. Explor a tu cuer po con respir ación y mo vimiento A través de la respiración y el movimiento podemos explorar los espacios internos del cuerpo y establecer contacto sensorial con zonas que aislamos median- te tensión física a fin de no sentir ciertas sensaciones. Descifr a mensajes No tomes las sensaciones al pie de la letra. Abre el enfoque de tu atención para incluir también los bordes de la sensación y captarla como un todo global que tiene información valiosa para ti. No ten gas miedo de lo que sientes Ante un conflicto intenso, o cuando está a punto de desa- nudarse un bloqueo emocional negado desde mucho tiempo, se pueden experimentar sensacio- nes dolorosas y oprimentes. Se puede sentir asfixia, pero enton- ces basta con permitir que el movimiento de la respiración suelte la tensión que nos asfixia. El adulto que albergamos tiene el poder de comprender y tran- quilizar al niño interno asustado, haciéndole ver que le ama, que no le ridiculizará y que juntos superarán ese conflicto. La pareja nunca podrá llenar nuestro vacío existencial. Para que la relación funcione debemos digirirnos a ella desde la plenitud. Eso requiere ser conscientes de nuestros anhelos más íntimos. Conectar con vivencias reprimidas – Montserrat Calvo, «La satisfacción sexual y el juego erótico» (Ed.Temas de Hoy). – Sylvia Wetzel, «El Corazón del Loto» (Ed. Icaria). – Robert A. Johnson, «Para comprender la psicología del amor romántico» (Ed. Era Naciente). – Jane G. Goldberg, «El lado oscuro del amor» (Ed. Obelisco). – Connie Zweig y Steve Wolf, «Vivir con la sombra» (Ed. Kairós). – John Gottman, «Vivir en pareja» (Ed. Plaza & Janés). LIBROS DE INTERÉS Para hacer esta distinción hace falta ob- servar los procesos internos durante cierto tiempo. Por lo general reaccio- namos rápidamente con juicios o actos destinados a defendernos contra la confusión. Sería mucho más liberador poder decir: «Espera un momento, estoy confundido/a. Te quiero y valoro nuestra re- lación. Pero a la vez tengo miedo de perder- te..., o me siento invadido/a..., o me da ra- bia, cuando haces tal cosa..., o me aterra la idea de ser vulnerable y expuesto/a ante ti... Hablemos». El problema es que cuando sentimos estas cosas normalmente nuestra aten- ción se mueve hacia fuera, con la emo- ción. Para poder decir lo que sentimos, tenemos que darnos cuenta de eso co- mo algo que sentimos. Pero suele ocu- rrir que nos enganchamos en lo que el otro hace o deja de hacer de modo que le acusamos, reprochamos y exigimos. Una relación íntima da la oportunidad de hacer aflorar emociones reprimidas que de ese modo pueden integrarse.

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mujer probablemente nos encontra-mos con la exigencia de corresponderno sólo a un ideal sino a diversos idea-les en sí mismos inalcanzables y mutua-mente excluyentes. En una sociedad ca-da vez más condicionada por la imagenexterior es fácil sentir frustración e im-potencia por no dar la talla. La sensa-ción dominante puede ser la confusión,reflejada en la pregunta: ¿cómo se cocinatodo esto y cómo se come?

Pero si tenemos estabilidad emocio-nal como para tolerar la confusión, apartir de ella podemos hallar nuevasvías para relacionarnos con nosotrosmismos, los demás y la persona amada.De entrada, en vez de crearnos insegu-ridad, la confusión puede ser una alia-da que nos permite recurrir a todosnuestros sentidos para discernir las ne-cesidades y deseos actuales de las nece-sidades y deseos infantiles y encontrarla forma de satisfacer unos y otros.

La espiral de exigenciasy reproches

De algún modo la pareja nos ofrece unaespecie de gancho del cual colgamosnuestros sentimientos, pero, más queacerca del otro, ante todo éstos nos hablan de nosotros mismos, nuestros antecedentes biográficos, deseos y ne-cesidades y su grado de satisfacción,nuestras preferencias... De ahí que lamisma cosa que en un momento dado auno le hace sentirse invadido, en otromomento o a otra persona le aporta jus-tamente la atención que desea.

La trampadel enamoramiento

Cuando nos enamoramos no solemosver realmente la persona de la que nosenamoramos, sino el reflejo de la belle-za desconocida que existe en nosotros.Colocamos en el otro la culminación de lo que podríamos ser y lo amamosporque creemos que sólo a través de élo ella podemos conseguirlo. Mientrasrecibir la energía de esa proyección sue-le resultar bastante excitante y atrac-tivo, el no ser visto como uno es crea

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Vivimos en una época decambio cultural que afec-ta a muchos aspectos de lavida, entre ellos las relacio-

nes de pareja. Ni los hombres ni lasmujeres sabemos muy bien cómo com-portarnos. Los modelos tradicionalesno nos sirven, pero tampoco dispone-mos de alternativas consolidadas. Yaunque tengamos algunas ideas de có-mo diferenciar nuestras relaciones delas de nuestros padres, al llevarlas a lapráctica nos encontramos con dificul-tades. Incluso si quisiéramos seguir suejemplo no podríamos

porque el mo-mento histórico

es diferente. El mo-de-

lo de amigostampocopuede tras-

ladarse directa-mente a la situación

que nosotros vivimos. Así pues notenemos más remedio que hallar

una forma personal de crear una re-

lación de pareja, si es que queremosuna.

Para vivir una vida plena y feliz pare-ce necesario sentir una conexión pro-funda con algo más allá de la propiapersona. La mayoría de nosotros inten-ta encontrar esa conexión a través de larelación con una pareja. No obstante,muchas personas no encuentran la per-sona con quien hacerlo o bien la rela-ción que tienen ya no funciona. Una delas causas principales es la demanda,excesiva en muchos sentidos, de que laotra persona le haga feliz a uno. Peronadie puede llenar el vacío existencialde alguien que se considere incomple-to mientras no tenga pareja.

Individualidady dependenciaUna fuerza vital básica nos mueve a se-guir nuestras propias directrices, mien-tras otra nos vincula estrechamente a los demás. La individualidad motivaa sentir, pensar y actuar por nosotrosmismos, independientemente de si

otros sienten, piensan y actúan igual.La fuerza de vincularnos con otros nosimpulsa a ser una entidad dependien-te, conectada e indistinta que funcionacomo parte del grupo. Se refleja ennuestros esfuerzos por sentir, pensar yactuar en sintonía con los demás y vice-versa. El grado de desarrollo o equili-brio de esas fuerzas biológicas, tan im-portantes en una relación de pareja,dependen principalmente de un pro-ceso de aprendizaje intelectual y emo-cional y de las creencias y valores quehemos adquirido.

Modelos idealesQué se supone que es un hombre, quése supone que es una mujer y cómo de-berían relacionarse, lo aprendimos porel ejemplo de los hombres y las mujeresde nuestra vida, y de hombres y muje-res representados en la literatura, losmitos, el cine, las canciones... Si exami-namos la imagen que tenemos de no-sotros mismos como hombre o como

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m Atiéndete tú mismoQuizá tienes un niño dentro,pero no eres un niño. Eres unapersona adulta capaz de daratención y cuidados amorosos al niño que llevas dentro, inte-resándote por sus sensaciones,en vez de intentar evitarlas alsentir algo que no te gusta.Así, puedes descubrir qué necesitas para sentirte mejor.

m Lo aislado no participa en la vidaAl protegemos de ciertas sen-saciones, aislamos partes delcuerpo donde las sentimos paraapartarlas de la conciencia. Allíse queda estancada la sensa-ción y esa parte no participa enla vida como el resto de nuestrapersona, lo que impide aprenderde la sensación y superarla.

m Somos espontáneosy vulnerablesUn adulto debería ser capaz deidentificar muchas sensaciones,agradables y desagradables,propias del niño que fue un día:asombro, ganas de jugar, buscarrefugio en los brazos de mamá opapá, sentirse insuficiente, inde-seable, dependiente, incapaz dedecidir o subsistir por unomismo...

m Dile al niño quevuelva más tardeSi esa parte más de niño apa-rece cuando precisamos enfocarnuestra atención en un asuntode la vida adulta, podemos decír-selo y comprometernos a aten-derlo más tarde. Lo entenderá yse sentirá protegido y orgullosode la confianza proyectada en él.

m Explora tu cuerpo conrespiración y movimientoA través de la respiración y elmovimiento podemos explorarlos espacios internos del cuerpoy establecer contacto sensorialcon zonas que aislamos median-te tensión física a fin de no sentirciertas sensaciones.

m Descifra mensajesNo tomes las sensaciones al piede la letra. Abre el enfoque de tuatención para incluir también losbordes de la sensación y captarlacomo un todo global que tieneinformación valiosa para ti.

m No tengas miedode lo que sientesAnte un conflicto intenso,o cuando está a punto de desa-nudarse un bloqueo emocionalnegado desde mucho tiempo, sepueden experimentar sensacio-nes dolorosas y oprimentes. Sepuede sentir asfixia, pero enton-ces basta con permitir que elmovimiento de la respiraciónsuelte la tensión que nos asfixia.El adulto que albergamos tieneel poder de comprender y tran-quilizar al niño interno asustado,haciéndole ver que le ama, queno le ridiculizará y que juntossuperarán ese conflicto.

La pareja nunca podrá llenar nuestro vacío existencial. Para que

la relación funcione debemos digirirnos a ella desde la plenitud.

Eso requiere ser conscientes de nuestros anhelos más íntimos.

Conectar con vivencias reprimidas

– Montserrat Calvo,«La satisfacciónsexual y el juegoerótico»(Ed.Temas de Hoy).

– Sylvia Wetzel,«El Corazón delLoto» (Ed. Icaria).

– Robert A.Johnson,«Para comprenderla psicología delamor romántico»(Ed. Era Naciente).

– Jane G. Goldberg,«El lado oscurodel amor» (Ed. Obelisco).

– Connie Zweig ySteve Wolf, «Vivircon la sombra» (Ed. Kairós).

– John Gottman,«Vivir en pareja» (Ed. Plaza & Janés).

LIBROS DE INTERÉS

Para hacer esta distinción hace falta ob-servar los procesos internos durantecierto tiempo. Por lo general reaccio-namos rápidamente con juicios o actosdestinados a defendernos contra laconfusión. Sería mucho más liberadorpoder decir: «Espera un momento, estoyconfundido/a. Te quiero y valoro nuestra re-lación. Pero a la vez tengo miedo de perder-te..., o me siento invadido/a..., o me da ra-bia, cuando haces tal cosa..., o me aterra laidea de ser vulnerable y expuesto/a ante ti...Hablemos».

El problema es que cuando sentimosestas cosas normalmente nuestra aten-ción se mueve hacia fuera, con la emo-ción. Para poder decir lo que sentimos,tenemos que darnos cuenta de eso co-mo algo que sentimos. Pero suele ocu-rrir que nos enganchamos en lo que elotro hace o deja de hacer de modo quele acusamos, reprochamos y exigimos.

Una relación íntimada la oportunidad

de hacer afloraremociones reprimidas

que de ese modopueden integrarse.