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CONFLICTO DE PRINCIPIOS Los principios pueden considerarse –entre otros conceptos- como mandatos de optimización, de modo que su aplicación nunca es absoluta – o casi nunca, las excepciones no serán tratadas aquí- sino que deben ser entendidos como una aspiración a lograr su máxima satisfacción posible en el caso concreto. Establecen una dirección que debe cumplirse en la mayor medida posible. Por ello pueden ser cumplidos en diversos grados. La aplicación del principio lleva a establecer una relación con otros principios competitivos o contradictorios y a buscar el punto óptimo de realización. Un principio no puede ser aplicado directamente a un caso como una regla jurídica por cuanto no expresa una idea objetiva y certera sino que tiene carácter inacabado (ideas germinales) susceptible de ser completado, receptan valores cuyo grado de concreción puede variar, y su aplicación absoluta puede colisionar con otros principios. Los conflictos de principios por ello necesitan otro tipo de solución en relación con los conflictos de reglas. El ejemplo clásico es el del derecho a la intimidad o privacidad, que prima faccie pareciera ser absoluto. Sin embargo puede entrar en conflicto con el derecho a la información o el principio de libertad de prensa. Mediante el análisis del caso concreto puede establecerse un juicio de ponderación entre principios. Ponderar es establecer comparaciones, establecer el peso de cada uno y aplicar el mayor en el caso concreto.

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CONFLICTO DE PRINCIPIOS

Los principios pueden considerarse –entre otros conceptos- como mandatos de optimización, de modo que su aplicación nunca es absoluta – o casi nunca, las excepciones no serán tratadas aquí- sino que deben ser entendidos como una aspiración a lograr su máxima satisfacción posible en el caso concreto. Establecen una dirección que debe cumplirse en la mayor medida posible. Por ello pueden ser cumplidos en diversos grados.

La aplicación del principio lleva a establecer una relación con otros principios competitivos o contradictorios y a buscar el punto óptimo de realización.

Un principio no puede ser aplicado directamente a un caso como una regla jurídica por cuanto no expresa una idea objetiva y certera sino que tiene carácter inacabado (ideas germinales) susceptible de ser completado, receptan valores cuyo grado de concreción puede variar, y su aplicación absoluta puede colisionar con otros principios.

Los conflictos de principios por ello necesitan otro tipo de solución en relación con los conflictos de reglas.

El ejemplo clásico es el del derecho a la intimidad o privacidad, que prima faccie pareciera ser absoluto. Sin embargo puede entrar en conflicto con el derecho a la información o el principio de libertad de prensa.

Mediante el análisis del caso concreto puede establecerse un juicio de ponderación entre principios.

Ponderar es establecer comparaciones, establecer el peso de cada uno y aplicar el mayor en el caso concreto.

Lo importante es la aptitud del principio como causa de justificación de su aplicación, frente a otro competitivo o contradictorio.

Por eso puede decirse que ponderar es buscar la mejor decisión cuando en la argumentación concurren razones justificadoras conflictivas del mismo valor.

Para Guastini (autor que se enrola en la teoría escéptica de la interpretación) la ponderación consiste en el establecimiento de una jerarquía axiológica entre los principios en conflicto. Una jerarquía axiológica es una relación valorativa establecida por el intérprete mediante un juicio de valor. Como resultado de la valoración un principio (el considerado superior en dicha jerarquía valorativa) desplaza al otro u otros y resulta aplicable.

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La jerarquía valorativa no es establecida en abstracto sino en su aplicación al caso concreto, por lo que se trata de una jerarquía móvil e inestable. Es decir puede ser que en un caso determinado el P1 desplace al P2 y que en otro caso sea a la inversa, de modo que el conflicto nunca queda resuelto de forma estable.

Los autores que adhieren a otras teorías de la interpretación (en especial los constructivistas aunque también algunos formalistas) le critican que el juicio de valor en el caso concreto es estrictamente subjetivo, es un juicio de valor que efectúa el intérprete sin criterios objetivos que puedan justificarse racionalmente y de tipo particularista.

Alexy por el contrario trata de buscar el modo en que pueda arribarse a reglas para evaluar cual principio precede a otro bajo determinadas circunstancias.

Por ejemplo .: si enfrentamos el derecho al honor y la libertad de información puede suceder que bajo determinadas circunstancias (la información transmitida es de relevancia pública y es veraz, la libertad de información precede (o pesa más) que el derecho al honor.

En cambio en circunstancias en las que la información sea de relevancia pública pero se transmite de forma injuriosa mediante insultos puede resultar que el derecho al honor preceda a la libertad de información.

En definitiva para Alexy las condiciones bajo las cuales un principio precede a otro constituyen el supuesto de hecho de una regla que expresa la consecuencia jurídica, esto es cuál será el principio que preceda o pese más. Esas reglas harían posible una ponderación de principios en conflicto no particularista sino universalista.

Sin perjuicio de ello otros autores critican en general a los juicios de ponderación en la solución de conflictos de principios, pues afirman que nunca puede justificarse el juicio de ponderación sin recurrir al menos a dos postulados, cuales son la razonabilidad y la proporcionalidad.

El principio de proporcionalidad opera como un límite a los supuestos en que un derecho fundamental haya de ser “limitado” o considerado de menor peso frente a un principio referido a un principio o un bien colectivo. En este caso si una afectación de un derecho fundamental es desproporcionada con el peso o la importancia de ese derecho no será legítima, toda vez que el medio que se utiliza para salvaguardar un interés general debe ser el adecuado para la obtención de fin propuesto y no debe afectarse un derecho fundamental si no es imprescindible.

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La razonabilidad tiene varios significados y manifestaciones pero sólo se señalaran a efectos de este resumen (hay en el programa una lectura obligatoria sobre el tema) algunas de ellas:

Razonabilidad como equidad: la razonabilidad exige la armonización de la norma o principio con el caso individual. La razonabilidad exige que las circunstancias particulares sean interpretadas en consideración a lo que normalmente ocurre. Esto importa tanto para preservar la eficacia del principio para evitar que una interpretación contraria limite a algún principio constitucional , así como considerar los supuestos de hecho excepcionales que no han sido previstos en absoluto por el principio general.

Razonabilidad como congruencia: la razonabilidad exige la armonización del principio con sus condiciones externas de aplicación (realidad empírica existente, momento histórico, etc.) así como una relación congruente entre el criterio de diferenciación elegido y la medida adoptada.

Razonabilidad como equivalencia: La razonabilidad también exige una relación de equivalencia entre la medida o decisión adoptada y el criterio que la dimensiona. Por ejemplo un caso de aplicación del principio de razonabilidad es la fijación de la pena para un delito determinado en relación con la culpa del autor del hecho ilícito.