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CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LULIO y LA DOCTRINA LULIANA La intuición fue el instrumento genial que llevó a Lulio a descubrir en el Monte el <<Ars Magna». Mas para comprender a Lulio hay que darse cuenta en lo que fue en realidad el Medievo: la filosofía de la historia es la que nos puede dar a conocer el valor del siglo XIII con relación a la filosofía luliana y la cultura europea. El primer poeta y el primer genio que logró la préfonnación del idioma catalán, fue Raimundo Lulio, durante el reinado de Jaime I. El filósofo español, con su libro Llibre de contemplació, abre la serie de los místicos peninsulares; enorme enciclopedia ascética que por su lenguaje y su asunto, su carácter sintético y popular y su rica nomenclatura filosófica (que él mismo crea, ofreciendo las primicias del lenguaje filosófico y científico entre los romances) se convierte en un verdadero «Corpus» que durante más de seis siglos alimentará a las generaciones venideras. La Edad Media, bajo el aspecto filológico, puede considerarse como la época agonizante, de exuberante vitalidad del latín y la artificiosa ma- nifestación del renaCimiento. La Edad Moderna no es otra cosa que la misma edad media juvenil, osada, llegada a su madurez. «Fue la alborada de los tiempos nuevos; cuanto de duradero y fecundo tiene hoy el mundo emerge precisamente de esos siglos del cristianismo». La Edad Media hizo posible la libertad de los pueblos, rompiendo para siempre la edad imperial y organizando las varias nacionalidades; todo intento de imperialismo europeo y dominador ha quedado frustrado des- pués de la Edad Media. Las monarquías absolutas fueron creación del renacimiento; todas las

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CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LULIO y LA DOCTRINA LULIANA

La intuición fue el instrumento genial que llevó a Lulio a descubrir en el Monte el <<Ars Magna».

Mas para comprender a Lulio hay que darse cuenta en lo que fue en realidad el Medievo: la filosofía de la historia es la que nos puede dar a conocer el valor del siglo XIII con relación a la filosofía luliana y la cultura europea.

El primer poeta y el primer genio que logró la préfonnación del idioma catalán, fue Raimundo Lulio, durante el reinado de Jaime I. El filósofo español, con su libro Llibre de contemplació, abre la serie de los místicos peninsulares; enorme enciclopedia ascética que por su lenguaje y su asunto, su carácter sintético y popular y su rica nomenclatura filosófica (que él mismo crea, ofreciendo las primicias del lenguaje filosófico y científico entre los romances) se convierte en un verdadero «Corpus» que durante más de seis siglos alimentará a las generaciones venideras.

La Edad Media, bajo el aspecto filológico, puede considerarse como la época agonizante, de exuberante vitalidad del latín y la artificiosa ma­nifestación del renaCimiento.

La Edad Moderna no es otra cosa que la misma edad media juvenil, osada, llegada a su madurez. «Fue la alborada de los tiempos nuevos; cuanto de duradero y fecundo tiene hoy el mundo emerge precisamente de esos siglos del cristianismo».

La Edad Media hizo posible la libertad de los pueblos, rompiendo para siempre la edad imperial y organizando las varias nacionalidades; todo intento de imperialismo europeo y dominador ha quedado frustrado des­pués de la Edad Media.

Las monarquías absolutas fueron creación del renacimiento; todas las

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dictaduras de hoy son semblanzas anacrónicas del absolutismo renacen­tista, de sabor antievangélico, y de inspiración netamente pagana.

La ciencia positiva se originó radicalmente en la Edad Media, porque sin los tanteos, estudios e intuiciones de los grandes pensadores medieva­les no hubiese llegado la ciencia al estado de hoy.

Cuando se escriba algo más sincero, más humano y al mismo tiempo más divino que el magno Llibre de contemplació o el Llibre d' amíc et amat, de Raimundo Lull, o un poema más poderoso que la Divina Comedia, y aun las tan inmensas utopías de Blanquerna; cuanto existan genios tan levantados y excelsos como nuestro Bienaventurado Maestro Santo Tomás de Aquino, Alberto Magno, Pedro Lombardo, sólo entonces podremos afirmar razonablemente que el siglo xx manifiesta semejante exuberancia de ideales y de magníficas realidades como entonces.

Hacia la Edad Media vuelven los ojos, abrumados de tanto materia­lismo como reina en los espíritus; y hasta los pensadores rusos cristianos de estos últimos tiempos que militan dentro del espiritualismo, se revuel­ven contra el materialismo dominante en el siglo xx (1).

El cristianismo pagano o paganismo cristiano de estos dos últimos siglos nos hacen meditar sobre las embriagueces y excesos del Renacimiento, que rompió la trayectoria triunfal de la Edad Media y hoy cosechamos las consecuencias de un materialismo que tiene sus dos manifestaciones: el materialismo americano conservador, y el naturalismo materialista belicoso comunista; ellos se disputan el dominio del mundo. ¿Q:tJién vencerá?

Por ello tenemos que admirar en los filósofos de la Edad Media no sólo la fe religiosa, sino principalmente su fe en la razón. Ellos vivieron en la Europa joven; hoy, Europa se apaga y se debate en franca derrota espi-ritual. .

La Edad Moderna debe a la Edad Media cuanto tiene de fecundo y de grande, y de ella tomó sus excelsos ideales.

Por eso, para poder captar a Lulio se impone penetrar con el corazón y con la mente abiertos eh la trayectoria y corrientes del pensamiento de los grandes maestros, reconstruyendo para ello el origen del pensamiento filosófico del Occidente, y de una manera especial en España; teniendo en cuenta que este pensamiento no viene a ser más que una manifestación especial del pensamiento universal y colectivo que discurría en el ambiente de la cultura y civilización que privaba en Europa y en aquella Edad Media.

Según un ilustre lulista (2), fue Raimundo Lull el primer pensador que planteó ante el público laico, por primera vez en la historia del pen­samiento, el problema de la armonía entre la fe y la razón, entre la teología y la filosofía, llegando él solo hasta el trono de los reyes y papas con tena­cidad y constancia admirables en nombre de la cultura cristiana, que peligraba, reclamando el derecho de defensa. Para' eso compuso el Arte

(1) BERDIAEFF, Hacia una edad media. Edit. Apolo, 1935. El sentido de la his-toria. Edit. Araluce, 1943. ..

(2) LANGLOIS, La vie en France du moyen dge. (La Vie SpiritueIle). Paris, 1928; p. 24-26.

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Magna, que representa, sin duda, el intento más original y el esfuerzo más razonable de defensa contra el averroísmo racionalista que invadía la Eu­ropa cristiana.

San Raimundo de Peñafort fue el que intuyó y estimuló a los dos genios más grandes de la Edad Media: Santo Tomás de Aquino y Raimundo Lulio, animándoles que emprendiesen la colosal obra de defender con las armas de la razón y con amplio sentido objetivo el dogma cristiano. Este eminente canonista influyó sobre Lulio para que no fuese a La Sorbona y le retuvo en el retiro de Mallorca dedicado al estudio que había de llevarle triunfalmente a la cumbre de la ciencia y el saber de su siglo~

El genio filosófico de Lulio despertó al influjo de las circunstancias históricas; sus vehementes deseos de conquista y dominio del mundo se­ñalan, por una parte, el influjo misterioso de la providencia y el afán de la Europa cristiana, que estaba en la posesión de la verdad.

Toda la inmensa y vastísima producción luliana, tanto la científica como la literaria, es apologética y responde a las características tempera­mentales de su siglo de lucha, de cruzada y de conquista.

En la cúspide de ese. siglo aparece Lulio como el pensador y filósofo representante de la tendencia y de los esfuerzos de aquel siglo. Por eso ningún pensador después de Raimundo Lulio ha llenado una obra polí­grafa y democratizadora más considerable. Su pensamiento racionalista, la escolástica medieval, abriendo los caminos a la comprensión moderna. Su enciclopédica abundosa y fecundísima obra atesora todos los conocimien­tos de la época; y sus doctrinas e investigaciones positivas humanizaron y ensancharon más y más la senda abierta por las ciencias experimentales, que han llevado a los descubrimientos de los últimos tiempos.

Fue Raimundo Lull el denodado propulsor que democratizó la sabi­duría filosófica, empleando para ello la lengua romance, el catalán, rele­gando el latín, y también, como se analiza en obra recientemente publi­cada, es Lulio el primero que democratizó la sabiduría del amor, o sea la mística, de la que fue uno de los mayores representantes del mundo (3).

Por otra parte, Lulio fue un genio que sistematizó y democratizó la filosofía y la mística en el siglo XIII, aprovechando las comunicaciones e intercambios intelectuales de las treS civilizaciones y culturas que predo­minaban en aquel siglo: la cristiana, hebrea y musulmana; sintetizó y asimiló de una manera extraordinaria todo el saber de su tiempo; las cien­cias y las artes encontraron en el pensador español el genio que iba a sis­tematizar y democratizar toda aquella exuberante flora de la cultura y civilización del siglo XIII.

En posesión Lulio de una cierta cultura, como lo revelan las aficiones literarias de su misma adolescencia, y dotado sobre todo de un poderoso ingenio intuitivo, viene a representar el saber y la cultura mundana del siglo XIII entre las clases más elevadas de la sociedad.

Su conversión será, como toda su vida, austera y trabajosa; el fenómeno prodigioso que despertó aquella vigorosa y misteriosa personalidad. Hay

(3) M. MENÉNDEZ Y PEr..\YO, Historia de las ideas estéticas en España. T. 20-80.

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dos hechos en la historia del pensamiento filosófico español que señalan la influencia del fenómeno psíquico religioso de la conversión en la futura trayectoria de los convertidos. Lulio convertido es el genio filosófico y mÍs­tico de su siglo; en el siglo XIX, otro español, Donoso Cortés, llegará a ser el vidente, el filósofo de la historia más grande que tuvo España en la pasada centuria.

Con su tenacidad y constancia admirables, será Lulio, el formidable apologista occidental, el verdadero genio de la raza hispánica. Ingenio divino, según Bruno, porque solamente él, con las poderosas posibilidades de su razón y los geniales alcances de su intuición, llegará a penetrar el universo, en el genio de la avasallante y dominadora intuición que con visión profunda, universal y elevada caracterizó su pensamiento filosófico. Lulio es el vidente del siglo XIII, como Donoso Cortés lo fue del siglo XIX, en el que se conjugan las aspiraciones y los ideales sublimes con la visión de la auténtica realidad; realismo o idealismo en una conjunción maravi­llosa que sólo se realiza en su persona, en el ambiente y expansión del ideal católico, que quiere llevar a todas partes el predominio del cristia­nismo, cobijandO' a todos los individuos, sociedades y naciones bajo el estandarte de la cruz. Gigantesca empresa, que él emprende con tesón y voluntad indomables,viniendo a ser el prototipo de caballero ideal que siempre señalará la historia del medievo, de tantos caballeros como tuvo que han pasado a la historia como los paladines de la fortaleza y genero­sidad humanas, y con la colosal producción de sus obras, que recorren todos l0's ramos del saber humano, llega el polígrafo español a la cumbre excelsa del saber filosófico de su tiempo. C0'n ser Raimundo Lull el pen­sador más formidable de su siglo, no fue discípulo de ningún maestro ni debía su formación a ninguna escuela, como Alberto Magno y Santo To­más de Aquino. La naturaleza fue su gran maestra; en ella se fO'rmóy aprendió a vivir con las lecciones soberanas que ella O'frece y con el sano naturalismo que lleva al Creador; mucho mejor que el naturalismo demo­ledor rousoniano del siglo XVIII, y conjugándola con su genio, hicieron brotar de su vigorosa y portentosa mentalidad la inmensa producción de sus obras. Este genio singular formado en intimidad y contacto con la na­turaleza y vaciado en el espíritu caballeresco de la época, le llevó a em­presas tan dificultosas y arriesgadas, que rayaban en el her0'Ísmo. Aquel realismO' que había aprendido Lulio de la naturaleza, le dejó impregnado de aquel sabor tan fuertemente humano, y por sus producciones infundió una visión nueva, dando armas de combate a la filosofía cristiana, que debía sufrir en adelante por la piqueta demoledora de los siglos modernos. y esta vitalidad y fecundidad luliana pervivió en los más ilustres pensa­dores y filósofos del Renacimiento, como Brun0' y Cusan0', y en la incom­parable figura de Leibniz. Por eso ha podido decir un ilustre lulista: «Difí­cilmente registra la historia un ejemplo más vigoroso de hombre de com­bate contra el medio ambiente ni una generosidad más inag0'table.» Cuan­tos cantaron la fecunda sabiduría que escanció en sus obras, penetraron insensiblemente hacia lo hondo de su complejo psique y le amaron y le siguieron y lucharon por vindicarle contra la enemiga de sus odios detrac-

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tores. Y es que cuantos se acercan al Maestro, llegan a conocerle; y cuan­tos le conocen, le aman; y cuantos le aman, le siguen sin pestañear; éste es precisamente el rasgo cordial, sincero, desinteresado, que brota a la sugestión misteriosa de sus escritos. Es todo un corazón y apóstol de la sinceridad (4).

Disciplinado su cuerpo, pudo su alma emprender largo vuelo envuelta en un ascetismo profundo, agitada por aquel extraordinario espíritu mís­tico que más tarde había de florecer tan donosamente en el Llibl'e d' amic et amat. El punto de partida de aquella vida extraordinaria por la inten­sidad y longevidad, fue el fenómeno religioso de su conversión. Ocurrió a los treinta años, cuando en Mallorca, donde estaba su casa solariega, tuvo aquellas cinco visiones del Crucificado que señala en su vida. Aquel hecho prodigioso tocó el corazón encendido de amores humanos y arre­batado por la pasión, y el senescal romántico, el cortesano atrevido, el apasionado trovador, orienta su agitada vida hacia nuevos rumbos. Se im­pone un cambio radical. Acuden a su espíritu misteriosas y luminosas aves, que con augurios y presagios de inmortalidad le abrían nuevos horizontes. Varios meses de ascetismo, y el caballero de la fe e incansable peregrino empieza sus andanzas por diversos lugares de la cristiandad, visitando los Santos Lugares, que dejan su corazón lleno de incandescencias divinas. Escandecida y repleta su alma por aquel extraordinario espiritualismo y aquellas ardientes efusiones místicas, harían florecer más tarde en el vergel de su mística la flor incomparable del libro del Amigo y del Amado, joya de la mística española (5).

Diez años después de su conversión, empieza Lulio la producción de sus obras; con el Llibre de contemplació (1272) inaugura el pensador es­pañol su carrera filosófica y literaria; posteriormente escribió dos libros: Llibre del Gentil e dels ¡JI Savis y el Al't abl'eujada d' atl'Obal' veritat. Re­tirado en la soledad del monte Randa y llevado por misteriosas llamadas de su intuición se disponía, sin saberlo, para el extraordinario fenómeno intelectual de aquella intuición inesperada. Dedicado Lulio en aquel lugar a la oración y penitencia, intuyó con fulgor inesperado el dilatado sistema y los alcances de su pensamiento filosófico.

Sin enjuiciar la sobrenaturalidad de este hecho histórico, lo cierto y verídico es que por aquella extraordinaria intuición (que Lulio atribuyó siempre a Dios), el pensador español, en la maravillosa intuición que se presentaba a su espíritu ascendido en majestuoso vuelo hasta las regiones tranquilas y serenas de la ciencia, llega a ser el primer sabio y maestro altísimo de su siglo; filósofo y pensador autodidacta como ninguno en la historia del pensamiento humano.

El Ars Magna será desde entonces el corpulento tronco del que bro­tarán como frondosas ramas las numerosas producciones lulianas que en el espacio de veinticinco años escribió envueltas en bellos simbolismos como fruto y flores de un mismo árbol.

(4) F. SUREDA BLANES, Bases criterio lógicas del pensamiento luliano. 1935, p. 90. (5) M. MENÉNDEZ Y PELAYO, Orígenes de la novela española. 1943. Cfr. Intro­

ducción.

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Con tres siglos de antelación a la constitución canónica de la Congre­gación de Propaganda Fide, Lulio puso los fundamentos. Jaime II sub­vencionó el Colegio Orientalista y Misional de Miramar con quinientos florines de oro anuales. Este Colegio tuvo la aprobación del Papa Juan XXII en 1276.

Explica Lulio en París, en la Universidad (1297 a 1299). Escribe varios libros; entre ellos, el Arbol de la Filosofía del amor. Toda la producción luliana de esta época está saturada de pesimismo. El libro Arbol de la Filosofía del amor es el supremo esfuerzo que realizó Lulio para alcanzar por la vía del amor la sabiduría superior que no había podido conseguir por la vía del saber en el Arte Amativa, escrito años anteriores.

En lS13 escribe el pensador español su libro De Fide, dirigido al Papa y a los príncipes cristianos con visión real, animando a la concordia, donde da a conocer su pensamiento político con una intuición maravillosa y ge­niaL adelantando el proyecto de una expansión europea cristiana en nom­bre de España que se extendiera por el norte de Africa. Expansión por el Africa más fecunda en resultados prácticos que la de América que hemos perdido, y la expansión por el norte y centro de Europa, a la que la Casa de Austria, por ambiciones de dinastía, llevó a España sin conseguir re­sultado alguno. Lulio intuyó esta expansión en determinados puntos estra­tégicos desde el sur de España (Andalucía hasta el Bósforo), poniendo colegios en todas las avanzadas cristianas como base de operaciones para una penetración y conquista pacífica. El Cardenal Cisneros, otro genio político del siglo xv, siguió este rumbo conquistador para el porvenir futuro de España, más fecundo en resultados que el de la América latina.

A los setenta y ocho años (lSU) de la vida del filósofo español, es aprobada la doctrina luliana por cuarenta profesores de la Universidad de París, que declaran que «anima su doctrina un celo ferviente y una rec­titud de intención para promover la fe cristiana».

Las campanas alegraban las fiestas de Navidad y esa declaración iba a consagrar a Ramón Barbe Fleuriel como maestro universal; con que en adelante se le designó.

En Raimundo Lull aparece entonces el apóstol imperturbable de la cruzada contra el averroísmo racionalista, escribiendo en menos de dos años más de 20 opúsculos y diversos libros contra los errores averroístas. En ellos se expone su pensamiento filosófico, de mucho interés e impor­tancia, por la contundente refutación que hace de las doctrinas averroístas y tratar en ellos la doctrina trinitaria.

Un punto de mucho interés, que exponemos en otro estudio, es la in­fluencia arábiga en Lulio, que es mucho menor que la influencia patrística y escolásti.ca en las obras del Doctor Iluminado, cuyo pensamiento filosó­fico es netamente cristiano en sus orígenes y en su desarrollo.

Lulio había de performar a su manera el pensamiento filosófico cris­tiano según las intuiciones geniales de su comprensión privilegiada. En esto se puede decir que si Santo Tomás de Aquino es el mayor genio intelectualista del siglo XIIl (y la filosofía se desenvuelve especialmente según el molde de la razón natural), Lulio es el mayor talento intuitivo

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de aquel siglo, brillando los dos genios; Santo Tomás. de Aquino, talento intelectivo, siguiendo la ruta que le abrieron Aristóteles; y el talento in­tuitivo de Lulio, marchando por vía original y sin la formación escolástica y doctrinal del Doctor Angélico. ¿Quién es más original de los dos? Sin duda, Lulio, y por los numerosos años que la providencia le dio, más fecundo; es el talento, el genio de la intuición del siglo XIII, como lo fue Schopenhauer en el siglo XIX y en el siglo )LX Bergson.

Si Lulio hubiese nacido en el siglo XX, sus ideales, sus geniales intui­ciones habrían tenido más entrada en los espíritus que en el siglo XIII, donde imperaba un férreo escolasticismo, tocado del intelectualismo que habían heredado de Aristóteles y había incrementado Santo Tomás de Aquino, el Aristóteles cristiano.

La escolástica constituye en aquel siglo de hierro la verdadera filoso­fía del cristianismo.

Haciendo una graduación de talento intuitivo, aparecen después de Lulio, Nicolás de Berme, uno de los pensadores que primero recibió la influencia de Lulio en el siglo xv. Bruno es el genio intuitivo, con Nicolás de Cusa, que abrillantan el renacimiento, influidos ambos por las doctrinas lulianas; Descartes en el siglo XVI y Espinosa en el siglo XVII, los idealistas alemanes en el siglo XVIII, Schopenhauer en el siglo XIX y Bergson en el siglo xx.

Mas si la escolástica del siglo XIII seguía a Aristóteles, la inmensa ma­yoría de los Santos Padres se adherían a la filosofía platónica, en la que principalmente vieron una preparación, un camino abierto para la acep­tación de las doctrinas cristianas; por el camino de la intuición se halla mejor la verdad integral, tanto cristiana como humana, que por la vía del intelecto frío y esquemático del intelectualismo aristotólico, en muchos casos denegador de lo divino. Era más fácil por el platonismo el acceso a las verdades del mundo ideal, de las verdades f>upraterrenas que existían en el cristianismo; intuición platónica que, junto con la razón, encontraba y hacía asequible esas verdades. Por una parte, la razón, que las admitía como verdaderas y no opuestas y contradictorias a la intuición, que las contemplaba en un campo superior al puramente humano; era el terreno de lo divino, la divinidad que más abiertamente admitía Platón que Aristó­teles. Por eso no es de extrañar que los Santos Padres se adhirieran en sus doctrinas más a Platón que a Aristóteles; hecho de excepcional importancia y contrario a lo que pasó en la Edad Media con Santo Tomás de Aquino y la escolástica aristotélica.

La ley hebrea fue la precursora de la eclosión cristiana, así como la filosofía griega, la platónica sobre todo, fue la que abrió entre los paganos el camino a la filosofía cristiana.

Los apologistas, como San Justino, Orígenes y otros, aceptando buen caudal de la doctrina platónica, sin rechazar las doctrinas aristotélicas, vinieron a ser los primeros pensadores cristianos.

En el Doctor Iluminado se conjugan los esfuerzos de todos al heredar en su espíritu enardecido y recoger el pensamiento de éstos, y con espe­cialidad la corriente agustiniana-anselmiana.

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San Agustín, declarando su platonismo, afirmó: «Platón es el filósofo que más se acercó al cristianismo» (De civitate Dei, c. VII, 5). «Si Platón y sus discípulos resucitasen, no tendrían que cambiar sino muy poco sus conceptos y se harían cristianos» (De vera relígione, 5, 7). Lulio, en su libro De Demostrations, hace un comentario práctico a estas sentencias y máximas en cuanto son aplicadas a la apologética de la verdad dogmática.

Pero en los siglos XII y XIII las escuelas fijan sus ojos en Aristóteles, queriendo ver en él al filósofo que necesitaban. En 1215 fueron prohibidas en París las obras aristotélicas; en 1230, Gregorio IX ordena examinarlas con toda detención y terminó autorizando su estudio (dos años antes de nacer Raimundo Lulio, 1232). Luego, la doctrina aristotélica floreció gra­cias a San Raimundo de Peñafort y por Ramón Martí, y por Ramón Martí y en Europa por Santo Tomás de Aquino.

¿Existe la auténtica filosofía española? Bajo el estímulo de doctrinas opuestas renace la atención; y ésta trae

la crítica y el estudio del mundo interior y la exploración de los grandes problemas que trascienden al mundo sensible; así nace el pensamiento filosófico de un pueblo y se despierta la filosofía de una nación; así nació en Grecia, y en España brotó este período, esa corriente filosófica que co­rrespondía a la necesidad interior y urgente del crecimiento espiritual de España y que se concretó maravillosamente en el genio y en las obras del Doctor Iluminado.

Anteriormente no hubo filosofía nacional en España, porque no había independencia fundamental en los sistemas filosóficos; hecho extraordina­rio y excepcional que ocurrió en Lulio. Los pensadores anteriores a él si­guen otros sistemas filosóficos extranjeros; la patrística o la filosofía griega, pero ninguno con aquella independencia y originalidad que logró el pen­sador mallorquín.

La vocación filosófica, el despertar filosófico de España, surgió esplen­doroso, estimulado por las luchas, controversias y. contrariedades entre los árabes, judíos y cristianos, controversias autorizadas por el Rey Conquis­tador, de quien fue paje Raimundo Lulio; de estas controversias nació la crítica; de la crítica nació el planteamiento de problemas, de las consignas y verdades de sus respectivos credos; y así nació el pensamiento filosófico, la vocación filosófica de España en el siglo XIII, que encontró un genio preparado para la lucha y defensa de la religión cristiana; y este genio fue Lulio.

Surge y aparece una filosofía nacional, cuando en realidad representa un verdadero sentir nacional. Es indudable que Raimundo Lulio repre­senta a su época y a su Patria, porque él acertó a fijar y concretar el pen­samiento filosófico con visión original, atendiendo a las notas surgidas y perfeccionadas por el ambiente y las circunstancias y controversias que se suscitaban. Es cierto que Lulio no logró formar una verdadera escuela

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nacional, aun cuando recogió en un sistema el anhelo general, saliendo al paso de una cultura filosófica exótica que despreciaba las viejas tradicio­nes de la estirpe y separando la ciencia y la fe abría paso a la incredulidad y al, escepticismo.

Por otra parte, la filosofía luliana, por su amplitud, profundidad y visión elevada, tiene un carácter universal de que España está desprovista. Parece surgir espontáneamente esta objeción viendo a España desprovista de una filosofía nacional por falta de conciencia colectiva más o menos vigorosa, además de carecer de un conjunto de actividades desarrolladas que sus­citen y preparen esa filosofía nacional; y que están esperando el momento propicio en que las circunstancias se muestren favorables al Renacimiento y a la actividad pensadora.

Pero a esta objeción hay que responder afirmando que si la caracte­rística de la filosofía nacional es que responda a un ideal común, y que esa filosofía represente una conciencia colectiva; es verdad que la filosofía de Lulio no respondía a una nación, pero la razón es porque ésta no estaba formada en los tiempos de Lulio. España aún no era nación; constituía unos estados peninsulares; Castilla y Aragón, que luchaban contra el infiel en el campo de las armas, pero representaban a la nación española, que esas dos regiones iban a reconquistar íntegramente; Jaime el Con­quistador, por Aragón, y Alfonso el Sabio, que había llegado hasta Tarifa sin más pretensiones que alcanzar y reconquistar que Granada. Estos dos reyes regían la España que estaba haciéndose en lucha contra el invasor, y así como en el campo de las armas habia un sentido nacional que re­presentaban Castilla y Aragón contra el mahometismo, tenía que surgir en aquella cruzada nacional una apologética, una batalla en el campo de ls ideas; corrían tiempos de lucha por ambos campos; el sentido de ambos pueblos era el de lucha, lucha con las armas y con las ideas. A verroes representaba y militaba por la implantación del racionalismo aristotélico, que echaba por tierra la tradición y los dogmas, tanto cristianos como mahometanos. A verroes era un revolucionario de la filosofía con el pasado. Pero España por Castilla y Aragón, le respondió también victoriosamente no sólo en el campo de las armas, sino en el de las ideas, y surgió el gran campeón, el héroe de la cruzada antiaverroísta.

Por otra parte, sí es verdad que Lulio representa a su época y a su Patria, como se ha dicho anteriormente, porque concretó el pensamiento filosófico español con originalidad y atendiendo a las circunstancias histó­ricas y de lucha que entonces concurrían; y como la filosofía nacional es la representación de un ideal común, señala un momento de ansiedad, una conciencia colectiva; esta circunstanCia, este momento de ansiedad de lo que entonces era España (Castilla y Aragón), era la lucha con las armas contra el invasor; si después se le combatía en las ideas, significaba ello un ingrediente más al sentido nacional de lucha y de batalla contra el enemigo común; hay que decir, por lo tanto, que en este sentido la filoso­fía de Lulio al representar a su época y a su patria, que estaba abocada a la formación de la nación española, es y formó una verdadera escuela filosófica nacional. En esto discrepamos de aquellos escritores que afirman

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que la escuela filosófica luliana no fue nacional. Si el pensamiento filosófico luliano respondía al sentido nacional, será, por tanto, algo sustancialmente de la Patria; es así que respondió y representa a su época y a su Patria, España. Luego la filosofía luliana es nacional.

España cuenta con una verdadera filosofía, la luliana, no la filosofía de Vives, que es más pedagogo que filósofo, ni la filosofía suareciana, que es una magistral explosión de la filosofía tomista con algunos ingredientes propios. La filosofía suareciana es la tradicional escolástica con algunos ribetes de originalidad.

Pero si la filosofía de Lulio es la filosofía nacional de los siglos XIII y XIV, nunca se dejó sentir nacionalmente, manifestándose tan sólo en algunos centros de enseñanza, por más que muchas veces un sentir des­interesado, afectivo y romántico llevase a los seguidores del lulismo a la defensa de la obra y persona del Doctor Iluminado.

Para el triunfo del esfuerzo luliano se precisaba un proceso secular que faltaba por causa de los poderosos enemigos del maestro. Quedando aisladas las escuelas filosóficas lulianas de Barcelona, Valencia, Tarragona, Mallorca, Cervera, Sevilla, Valladolid, Salamanca y Alcalá de Henares. Pero si la escuela filosófica nacional está en él representada y en él se reunían los afanes y ansiedades filosóficos de la España que luchaba contra el Islam, la filosofía luliana es verdaderamente nacional. Mas a partir de los Reyes Católicos, y con el Renacimiento, el pensamiento nacional entra en la corriente europea y deja en olvido el significado del lulismo para volver su mirada ahita de novedad a las innovaciones y adelantos de los tiempos que avanzaban fijando su recuerdo en el pasado literario y filosó-fico helénicos. .

Los afanes apologéticos y apostólicos de defensa de la fe de Lulio fueron relegados porque el sentir de España ya no era de lucha, sino de aprendizaje de la literatura y filosofía griega (Aristóteles y Platón). Y Es­paña, saturada de fe, salida de una cruzada en donde había triunfado contra el Islam, llevará la fe cristiana, como amazona del catolicismo, a tierras de América.

Sin embargo, la virtud generadora del pensamiento filosófico luliano se manifiesta en las siguientes direcciones: a) Dirección polémico-raciona­lista: Sabundo, Fray Anselmo de Turmeda (siglos xv y XVI), Montaigne (siglo XVI), Pascal (siglo XVII); b) Dirección lógico-enciclopédica: Bruno, Nicolás de Cusa, los dos filósofos más grandes del Renacimiento, y Leibnitz, el más ilustre representante del racionalismo del siglo XVII; c) Dirección mística: aquÍ está otro de los puntos originales de Lulio que más adelante expondremos. ¿Es original Lulio en su mística? La mística luliana ¿está inspirada en otros autores?

Hay un hecho histórico muy importante y completo que está integrado por varias razones. El lulismo y sus vicisitudes: l.a La persecución de las obras y doctrinas de Lulio; 2.a La intrOInisión de filosofía extranjera en el área nacional a partir del Renacimiento. Sin embargo, fuera de España, Bruno y el Cusano estudiaban a Lulio y Leibnitz se inspiraba en la doc­trina luliana.

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Por otra parte, España tiene verdadera vocación filosófica; el pueblo español tiene aptitud para la filosofía. El sistema luliano se halla contenido en el <<Ars Magna», donde el pensador español sistematiza su doctrina genialmente; prácticamente está contenida en el Llibre de contemplació; en este libro pone de manifiesto Lulio su pensamiento y su gran talento de apologista juicioso, sincero y cordial.

Lulio, en su racionalismo profesa un racionalismo de combate, situa­ción provisional que corresponde a necesidades perentorias de la época.

Otro elemento de gran importancia en el pensamiento luliano es el sentido democratizador que le informa; lo mismo hará Lulio con la mís­tica, como más adelante se analizará con detenimiento. Lulio democratizó la filosofía, poniendo al alcance de todos la sabiduría, compilando muchos libros adaptados a la capacidad de los hombres de pocas letras; raciona­lismo persuasivo que tendía, supuesta la fe y la Divina Revelación, a ex­poner por argumentos de equiparancia (nunca, «propter quid») las ver­dades religiosas.

Las demostraciones lulianas, más que puramente racionales, son per­suasibles razones que llegarán al corazón del infiel y decreído para hacerle creyente, razonable y práctico.

Porque la filosofía de Lulio, aunque se sirve de la razón y va a la razón, es también vital. Para Lulio el hombre «no es solamente razón, es senti­miento, corazón y voluntad; por eso su filosofía no mutila al ser humano y le reduce a pura entelequia, puro cerebro, como Aristóteles, no Santo Tomás; porque, como dice Maritain: «su existencialismo hace recordar la inteligencia y el corazón, el conocimiento y el amor uniendo ambos; funda el amor sobre la inteligencia y fortifica la inteligencia por el amor y nos muestra que el amor no es un torrente benéfico y paciente sino cuando pasa por el lago del verbo. Por este rasgo el pensamiento tomista aparece todavía como un pensamiento profundamente humano y verdaderamente humanista, que no solamente libera la inteligencia, sino que la reconcilia con el corazón y nos reconcilia con nosotros mismos» (6).

Por estas afirmaciones se ve cómo la filosofía de Santo Tomás es tota­litaria, integraL como la de Lulio; ambos filósofos profesan un vitalismo sano que mira al desarrollo de las facultades de hombre; Lulio y Santo Tomás son los genios de la filosofía de la Edad Media: el pensador es­pañol más originaL más fecundo, eminentemente vital en su filosofía, da entrada al entendimiento, al corazón y la voluntad del hombre. Santo Tomás, genio de la escolástica, sistematizó esta filosofía, pero tomó la orientación aristotélica en lugar de la doctrina platónica, y su filosofía es más rígida, más profunda, más elaboradora y persistente que la de Lulio (7). La filosofía luliana es personalísima con acento de afectividad. Mientras Santo Tomás de Aquino cristianizó a Aristóteles, Lulio discurre

(6) Cfr. ALONSO F'ERNÁNDEZ LUIS, Ontologia general y especial. Madrid" 1956, p.50.

(7) MAURICIO lRIARTE, Genio y figura del iluminado Maestro Raimundo Lulio, en "Arbor", 12 (1945) 396.

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en su filosofía por la vía del amor; el Doctor Angélico, por el intelecto; el primero, aunque fue racionalista sano, es afectivo.

Pero además del sentido afectivo, sobresale en la filosofía luliana el sentido racionalista en su argumentación contra los infieles; racionalismo sano que da la tónica a la obra filosófica apologética de Lulio. El problema a cuya solución tiende toda ella se le plantea al pensador español en la siguiente forma: ve la resistencia de los musulmanes para abrazar la fe cristiana, más aún, el menosprecio con que la mira, por juzgarla infundada racionalmente, y Lulio se hace este discurso y racionamiento: «La religión católica es en realidad no sólo la única verdadera, sino, por lo Inismo, la mejor fundada en argumentos y más satisfactorios a la inteligencia. ¿Qué hace falta? Nada más que presentar un sistema de verdades tal, que ostente su racionabilidad e imponga así el asentimiento. Por lo tanto, el problema de la labor conversional se reduce a método, a arte de exposición lógica, lúcida; táctica en función de aquellos razonamientos necesarios que un entendimiento sano no puede rechazar».

Lulio fue un genio de la raza hispánica, genio filosófico, como su obra filosófica personal y adaptada a la época de lucha que atravesaba entonces España; pero a su genio filosófico orientado metodológicamente, y con visión de la racionabilidad de las verdades cristianas para hacerlo asequi­bles a los infieles, le faltó el sentido y la inteligencia analíticos. Era un genio sintético, «Una de las inteligencias más sintéticas de todos los tiem­pos» (8); en él los muchos términos abstractos que emplea son algo concreto y personificado (9). La filosofía era para el pensador mallorquín «ancilla teologiae» que había que poner al alcance de los infieles por las razones necesarias que les harían asequibles esas verdades en tiempos tan distintos de la época apostólica en que la gente se movía por milagros. En la época de los profetas, las inteligencias se guiaban y dejaban influir por la sen­cillez, y eran sencillos y fáciles de convertir; mas en tiempos del racio­nalismo aristotélico, en que están al tanto de la ciencia filosófica, se im­ponen los razonamientos necesarios para destruir con ellos las falsas opi­niones. Y esas razones necesarias adaptadas a los tiempos, razones de con­gruencia y analogía, no son más que una conjugación de la «fides quaerens intelectum» que ya antes había tenido San Anselmo, y que no significaban tnás que el afán de llevar la motivación de credibilidad a cada uno de los dogmas, especialmente al dogma de la Santísima Trinidad, punto de batalla entre la teología cristiana y la islámica.

Pero la primacía del dogma y de la fe es manifiestamente declarada en las obras lulianas; es interesante el bello simbolismo empleado por Lulio del ascenso por una escalera. «Es esto-dice--como cuando uno sube por Una escalera; así, en el primer escalón se pone el pie de la fe, y luego en el mismo, el pie del entendimiento, ascendiendo grado a grado con prio­ridad de la fe y posterioridad del entendimiento» (10).

(8) M. MENÉNDEZ y PELAYO, Ciencia EspañOla, I, 206, 1933. (9) M. IRlARTE, O. C., p. 420. (10) R. LULIO, Ars Magna, c. 63.

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Lulio fue un valiente, ardiente polemista y apóstol de la fe de Cristo. A ningún pensador español se le puede aplicar mejor que a Lulio el glo­rioso título de genio filosófico del pueblo español. Pero no fue aristotélico. Enfrente de él tenía el genio de la escolástica medieval, Santo Tomás de Aquino, que sistematizó la corriente aristotélica, que privaba entonces en los medios intelectuales. Lulio no fue aristotélico y esto impidió el triunfo de su doctrina filosófica en España y en la Europa de entonces. El pen­sador español hubiera triunfado si hubiese nacido en el siglo .xx, siglo del predominio de las vivencias y de la intuición sobre el intelecto, sobre la esquemática razón, reina destronada después de varios siglos de racio­nalismo e idealismo que ha motivado la reacción del existencialismo con­tra el logicismo y el abuso de los conceptos racionales. Pero la figura in­comparable de Lulio fue incomprendida por parte de la corriente aristo­télica. En ella militaban Santo Tomás de Aquino en nombre de la filosofía cristiana, A verroes representando a la filosofía musulmana y Maimónides por la doctrina filosófica judía. El filósofo español pasó como una estrella fugaz, quedando incomprendido en la originalidad que alumbraba aquel genio filosófico, el mayor que ha tenido España y el más fecundo de sus pensadores. Su filosofía, además de ser original, es integral y vital, porque da entrada en ella no sólo a la razón, sino al corazón, al sentimiento y a la voluntad. Filosofía totalitaria más en consonancia y en armonía con las teorías platónicas y agustinianas. Filosofía efectiva, porque quiere hacer vivir, sentir con el tono de afectividad que él tenía. Filosofía luliana en la que predomina la intuición sobre el entendimiento, y filosofía integral que atendía al desarrollo en todas las facultades del hombre, y no al puro cerebro, al puro entendimiento, mutilando al ser humano y haciendo la filosofía antihumana, seca, esquemática, analizadora de puras entelequias, a que habían reducido al ser humano. Lulio, filósofo integral, intuitivo y afectivo, místico y apóstol de la verdad cristiana, es el representante más genuino del pensamiento filosófico español, que es humano por ser inte­gral, que es intuitivo y no va ni discurre con la abstracción esquemática de la blonda, sentimental y meditabunda Germania. Filosofía española afectiva en el sentido místico y de amor sobre el entendimiento.

Pero en Lulio se encuentra, además del filósofo integral, intuitivo y afectivo, al lógico; su lógica es formal, y no propedéutica de los conoci­mientos humanos, como la lógica de Hegel, sino una ciencia racional que causa y engendra la sabiduría. Por eso la filosofía en Lulio se convierte en sabiduría y en mística; etimológicamente la filosofía es amor de sabiduría y la mística es sabiduría de amor, porque si es sabiduría engendra amor, amor de Dios.

En Lulio, su filosofía, en lugar de la lógica analítica, esquemática, de ' conceptos, es una lógica sintética, porque va a la objetividad, a lo concreto, ,\ a la práctica e integridad de las cosas, y en el hombre no se obtiene en el puro intelecto, sino que va al estudio y comprensión de las facultades del hombre, que es inteligencia y por ello entiende y demuestra; pero, ade­más, va al corazón, a la voluntad, a Jos instintos superiores que suplen

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muchas veces los defectos de la inteligencia· pura: «El corazón tiene sus razones--decía Pascal-que la inteligencia no comprende».

Por esto la filosofía de Lulio es persuasiva, práctica, antes que teórica, sin renunciar por eso al entendimiento, para revalorizarla con la fuerza de los instintos psíquicos superiores, corazón, que con la intuición aumentan el campo de visión de la pobre y limitada inteligencia.

Después de Raimundo Lulio, quinientos años, en el siglo XIX, fue Hegel el que quiso hacer de la lógica una metafísica; pero mientras la metafísica hegeliana es formalista y hueca, vacía del ser como su lógica, la lógica luliana es práctica y persuasiva como la metafísica, fundamentada siempre en la lección dogmática de la fe sobre las verdades capitalísimas de la existencia de Dios, en la veracidad de los Santos Evangelios.

Lulio utilizó en su sistema como instrumento maravilloso la intuición. ¿Será la intuición emotiva? ¿Será la intuición intelectual? Unas veces em­plea el filósofo español la intuición intelectual, cuando asienta y da reglas generales, como en el «Ars Magna», y otras será la intuición emotiva, cuando se sirve de los instintos psíquicos superiores para llevar al ser hu-mano a la persuasión. .

El pensador español introdujo, con el matiz integral que dio a la filoso­fía, una razón vital, no un raciocinio raciocinante, como los decantados filósofos esáolásticos y los seguidores de la: filosofía del concepto.

Lulio no tomó de ninguna escuela ni se ufanó de depender de sistema alguno filosófico; gran talento asimilador de los diversos sistemas filosóficos, supo catar en lo mejor de ellos. De Dios, la naturaleza, y de su genio sacó Lulio cuanto precisaba su pensamiento filosófico.

Hay un punto de gran interés para el conocimiento de la doctrina luliana, y es la conciliación, que alguien defiende y atribuye a Lulio, entre la doctrina aristotélica y la platónica. Mas si la conciliación y armonía existe en las doCtrinas lulianas en la conjunción de la teoría platónica y aristotélica, Lulio no había intentado de propósito esa armonización; sur­giría espontáneamente, porque el carácter armonizador y unitario de la lógica y el pensamiento filosófico luliano le llevaban a ello.

Sin embargo, Salvador Bové (11), sin desear menguar la originalidad en el filósofo español, escribe: «La doctrina luliana es, pues, un sincre­tismo conciliador entre lo real y lo ideal, entre la fe y la ciencia, entre las dos corrientes aparentemente opuestas y representativamente interpre­tadas por los dos grandes genios de la filosofía griega, Platón y Aristóte­les». Otros han tildado a Lulio de sincretista cristiano-mahometano (Bro­vius) (12), refutado por el P. Ramón Pascual (13).

Lulio emplea la lógica de ascenso, que no es idéntica a la del forma­lismo aristotélico, lógica fría, esquemática y nada abierta a las exigen-

(11) SALVADOR BOVÉ, EZ sistema científico luliano. Seo de Urgel, 1908. También defiende este sincretismo luliano en otra obra suya, Santo Tomás de Aquino y el descenso del entendimiento. Mallorca, 1911.

(12) BRovius, Anales Edea. T. 14, Sub. 1.312. (13) A. RAMÓN PASCUAL, Vindiciae Lullianae. T. 2, p. 796.

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cias del sentimiento y del pensamiento integral humano. Bové, en su sis­tema científico luliano la define: «Esta lógica vital consiste en un dis­curso sencillo y como instintivo, fundado en necesidades vagas y profun-das en las revelaciones que nos hace ll/.' vida del corazón»." .

Santo Tomás de Aquino dice: «Prius vita quam doctrina, vita enim ducit ad scientiam veritatis»; distinta de esta lógica vital luliana es la lógica raciocinante aristotélica, que emplea el artificio del silogismo; esta lógica raciocinante sólo capta la realidad analógicamente, recibe un aspec­to, a veces incompleto de las realidades lógicas. En cambio, el desarrollo vital, la visión vital es siempre lógica, porque la vida no puede errar en sus deducciones y en la espontaneidad de sus manifestaciones.

Pero en donde se ve la armonía y la conciliación entre Aristóteles y Platón, en la filosofía luliana es, porque para el pensador español, las razones eternas arquetipas, lulianas, existentes de un modo absoluto en Dios, son en realidad los arquetipos patrocinados por Platón y cristiani­zados después por San Agustín. Hasta aquí, Lulio va con Platón, pero donde se separa de él es cuando sostiene que estas ideas arquetipas no son innatas (como sostenía Platón), sino adquiridas originalmente por la experiencia sensible. L ulio, como Aristóteles, podrá decir: «Nada hay en el entendimiento que antes no haya sido en los sentidos».

Sí, Lulio es el profundo metafísico que desciende con su razón y poderosa intuición; que quiere conjugar el universo en la visión unitaria y armonizadora; es el filósofo de visión universal, de vastos alcances, en los que aparece sublimada su filosofía con la visión elevada en el sentido místico en la que culmina.

La tendencia mística en Lulio aparece a través de sus obras y escritos, informa e impulsa el desarrollo de todas sus actividades. Por esto, el mis­ticismo en la doctrina luliana tiene una suprema importancia, para poder interpretar el auténtico pensamiento luliano. Cuando los esfuerzos de la crítica y de la razón han llegado adonde debían, entonces la intuición luliana se cierne como águila; emprende el vuelo, a las regiones de lo infinito para bucear en los arcanos de la divinidad; el filósofo español en alas de la caridad sobrenatural, llega a las cumbres de la contemplación de Dios, y allí permanece como en lugar apropiado, para ensanchar aún más y mejor sus conocimientos.

La mística ayuda a la filosofía, ensancha el horizonte de los conoci­mientos humanos, por medio de la intuición. Torres Bagés (14), por el misticismo y caridad que rebosa, llama al libro de la «Gontemplació en Dios», «el más luliano de sus libros». Por eso, todas las demás obras filo­sóficas, científicas, anecdóticas y doctrinales, se hallan completamente saturadas de misticismo, el cual aparece desbordante y como un torrente de muchas aguas resonantes en el «Libro del Amigo y del Amado», donde el amor más puro sutiliza hasta lo imposible la vasta y profunda inteli­gencia del maestro. Quien le lee quedará absorto desde sus primeros ver­sículos, latiendo en cada uno de ellos toda su inmensa vitalidad, salién-

(14) TORRES y BAGÉS, Tradicio Catalana. L. II, c. 2, 4.

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dose de los moldes vulgares con la fuerza gigantesca de su coraz6n y de su pensamiento (15). Este libro, joya de la mística española, significa el esfuerzo más sublime del coraz6I1 humano, que en deliquios amorosos y avasalladores, quiere llegar a las cumbres de la mística por la contem­placi6n.

JUAN SÁIZ BARBERÁ, PBRO.

(15) F. SUREDA BLANES, Bases criteriol6gicas deZ pensamiento luliano. santan­der, 1935, p. 243.