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CIENCIAS RELIGIOSAS N 11

Consideraciones sobre la Biblia Hebrea y la Historia del Antiguo Israel.

Benjamín Toro Icaza.1

Resumen

El presente artículo desea exponer la especial relación existente entre la Biblia Hebrea y la Historia del Antiguo Israel. Para ello, expondremos las dos posturas más usadas por investigadores e historiadores en la actualidad: las corrientes maximalista y minimalista. También sugeriremos una "tercera vía" que pondere ambas posturas.

Palabras Clave: Historia antigua de Israel Maximalista - Minimalista - Israel Histórico

Abstract

This anide is about the special relationship between the Hebrew Bible and the history of Ancient Israel. We will explain the two most important points of view expressed by researchers and historians today: the maximalist and the minimalist trends. We will also offer a third viewpoint, which attempts to balance both positions.

Key Words: Old History of Israel – Maximalist Minimalist - Historie Israel

Sabemos que la Biblia Hebrea ha constituido la principal fuente para el conocimiento de la Historia del Antiguo Israel. Por dicha razón, las principales investigaciones históricas y arqueológicas entre los años 1920-1950, fueron caracterizadas por un sentimiento de positivismo que algunos han llamado el "teatro arqueológico", es decir, el uso de los descubrimientos materiales extra-bíblicos como una forma de corroborar lo dicho por las escrituras bíblicas; por cuanto la Biblia per se era un

documento religioso, al mismo tiempo que histórico.

Sin embargo, el "teatro arqueológico" de los años 1920-1950 fue reemplazado por un contemporáneo "teatro de la retórica", el cual ha sido caracterizado por polémicas disputas en congresos, conferencias y publicaciones acerca de la búsqueda del Antiguo Israel. Ello se ha manifestado en la proliferación y enfrentamiento de las más diversas posturas, entre las cuales podemos mencionar a los "maximalistas", "minimalistas", "revisionistas", "nihilistas", entre otros. La característica común de todas estas posturas radica en la defensa absoluta de las ideas propias y, a menudo, en la descalificación de

las opuestas.2

1 Licenciado en Historia, Universidad de Chile; Master en Arqueología, Universidad Hebrea de Jerusalén; Profe-sor de Historia Antigua del Próximo Oriente, Universidad de Chile. El presente trabajo forma parte de una investigación más extensiva realizada en Israel, fruto de una beca de estudios otorgada por la Embajada de Israel en Chile, a quien entrego mis agradecimientos.

2 K. WHITELAM, "The Search for Early Israel: Histori cal Perspective", en The Origin of Early Israel- Current Debate. Biblical, Historical and Archaeological Perspectives, editado por Shmuel Ahtuv y Eliezer D. Oren, Ben Gurion University of the Negev Press, Ber Sheva, 1998, p. 44.

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De esta manera, la Historia Antigua de Israel presenta ciertos problemas que todavía no han sido debidamente zanjados por los estudio-sos. La base del problema radica en si la Biblia Hebrea constituye o no una fuente confiable para el estudio de la Historia del Antiguo Is-rael. Lo anterior, teniendo en cuenta sus al-cances religiosos, políticos o ideológicos y los problemas al confrontarla con un riguroso análisis histórico; el cual sigue empeñado en la búsqueda de una objetividad que elimine toda subjetividad de la Historia de Israel. En otras palabras, el eje central del debate entre las dos principales corrientes —la maximalista y la minimalista- es si la Biblia Hebrea puede o no ser una guía para la búsqueda histórica del Antiguo Israel.

A continuación detallaremos las dos corrien-tes principales de estudio y agregaremos una "tercera vía" que permita ponderar las dos vi-siones anteriores.

a) La visión maximalista:

El tratamiento histórico de Israel realizado por esta corriente, ha reunido una gran cantidad de obras centradas en reconstruir la Historia Antigua de Israel bajo la noción de una enti-dad nacional unificada, en búsqueda de un territorio nacional, que le permitió mantener su identidad y su tierra; pese a las diversas cri-sis históricas que le afectaron. Todo lo ante-rior teniendo a la Biblia Hebrea como referen-cia. Sin embargo, actualmente existe una crí-tica en el teatro contemporáneo de su retóri-ca, la cual ha conducido a un amplio movi-miento revisionista dentro de los estudios bí-blicos y movimientos intelectuales que, en general, han socavado las aproximaciones do-minantes desde finales del siglo pasado hasta el decenio 1960-1970.

La crítica central de las obras históricas escri- tas bajo la noción maximalista, radica en que

no han sido reflexiones objetivas de la reali-dad histórica, sino imágenes estrechas de los tiem-pos modernos, las cuales contienen todo tipo de posturas ya asumidas u ocultas consciente o inconscientemente; todo ello pese a la dili-gencia y esmero que muchos investigadores maximalistas han puesto en revivir el pasado del Antiguo Israel. Para empezar, ellos estu-vieron muy influenciados por fuerzas cultura-les, políticas e intelectuales, las cuales deter-minaron lo que buscaron, encontraron e in-terpretaron. En dicho sentido, la imagen que ellos dibujaron del Antiguo Israel fue sólo una imagen estrecha de su propio tiempo más que una reflexión de algo que sucedió en el pasado.

Así, las Historias de Israel escritas por varias generaciones de estos historiadores se han cen-trado exclusivamente en Historias de carácter político, en grandes personajes, en alcances teológicos, y en la búsqueda de los orígenes y la consolidación de la nación-estado. En di-chos trabajos debemos incluir las obras de Wellhausen, Alt, Noth, von Rad (escuela ale-mana), Albright, y Bright (escuela estadouni-dense). Todas ellas han sido tan atacadas en el último tiempo que, incluso, se las ha despla-zado en muchos círculos académicos.

La escuela alemana, por ejemplo, adoptó una Historia de Israel centrada en la formación de un Estado, pero ello fue fruto de su propia experiencia nacional en torno a la dinastía Hohenzoller. Esta escuela buscó encontrar en los antiguos israelitas un proceso muy similar cuya unificación, bajo la dinastía davídica, se asemejaba bastante a la llevada a cabo por Bismarck en 1870. Huellas de esta visión son patentes en las obras de historiadores como Wellhausen, cuya su graduación doctoral fue en 1870, coincidente con la unificación ale-mana y la política estatal de Bismarck.

Así, Wellhausen consideraba que la nación- estado era la más grande manifestación de

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avance de una cultura y la aplicó al momento de trabajar la Historia de Israel; produciendo un modelo que ha mantenido, pese a todo, su validez para muchos investigadores. Según algunos críticos, su propia muerte en 1918, marcó cierto hito en sus estudios que, coinci-dentemente, fue el mismo año que determinó el fin del Estado creado por Bismarck. Otro historiador alemán importante, Gerhard Von Rad, planteó el estudio de las narraciones bíblicas asumiendo ciertas posturas teológicas contemporáneas, para convertirlas en fuentes confiables desde el punto de vista histórico.

Von Rad adolecía de una considerable influen-cia de una moderna presentación de la Teolo-gía del Antiguo Testamento. Cabe señalar que Von Rad establecía una diferencia de Israel con respecto a otras religiones de su época, espe-cialmente con su visión particular de Histo-ria. La premisa básica consistía en que los is-raelitas habrían visto a su dios particular como un ente activo dentro de su Historia, un fenómeno que no habría existido en otros pueblos de su época. De allí que Von Rad rela-cionaba la Historia del Antiguo Israel como una suerte de "Historia de la Salvación" o "His-toria Salvífica".

Sin embargo, actuales estudios revelan que el Antiguo Israel fue una entidad histórica de carácter étnico-religioso que no siempre calza con la imagen creada por Von Rad, el cual ten-día a representarlo como una pura abstracción teológica con escasa base histórica o arqueo-lógica. Cabe señalar que la existencia de "pue-blos elegidos" y "actos salvíficos" de sus res-pectivos dioses dentro de su Historia nacio-nal, fue una característica común de todos los pueblos del Antiguo Próximo Oriente. Tal lo prueba la abundante literatura que va desde la Mesopotamia, pasando por la Franja Siro Palestina, hasta Egipto. Además Von Rad no establece en forma clara si la "Historia de la Salvación" manifestada en Israel era aceptada

como una realidad objetiva o si era solamente un elemento subjetivo en la interpretación israelita de su propia Historia.

Finalmente, Von Rad percibía la religión del Antiguo Israel en términos de la aceptación o rechazo a un mensaje determinado en térmi-nos de una fe. Pero en dicha aproximación, Von Rad cayó en un error metodológico fun-damental de imponer a una religión antigua las aproximaciones y actitudes del moderno protestantismo alemán: la fe implica un siste-ma de creencias voluntariamente adoptadas dentro de más de una posibilidad. Pero esto es un concepto moderno, no uno antiguo: la religión en la Antigüedad no fue una fe en el sentido moderno de la expresión, sino una forma de reaccionar ante el cosmos inalcanza-ble para la mayoría de la sociedad.3

La otra escuela, la estadounidense, también de-fendió la postura de la nación-estado, pero buscaba defender la base espiritual de la Histo-ria humana, enlazándola a una sociedad como la de Estados Unidos. De allí ciertos alcances entre la Ley mosaica y su Declaración de In-dependencia, o el sentimiento del "pueblo ele-gido" con el "Destino Manifiesto". Un ejem-plo de lo anterior puede verse en las obras de W E Albright, centradas en una concepción histórica/filosófica/teológica, y donde la His-toria de Israel era vista como una evolución de la humanidad hacia el monoteísmo.

Otro historiador, John Bright, enfatizó tanto la unicidad y superioridad del Antiguo Israel, como la inferioridad de la población aborigen existente en la región de la Antigua Palestina o Canaán. Todo lo anterior vendría a justificar la propiedad del territorio por parte de Israel. Cabe destacar que el uso de la obra de Bright

3 H. W. E SAGGS, "The Divine in History", en la obra de Frederick E. GREENSR4HN (ed.), Essential Papers on Israel and the Ancient Near East, New York University Press, New York and London, 1991, pp. 17-212. 27

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como obra histórica introductoria por parte de universidades inglesas y estadounidenses, ha conducido a resaltar aún más ciertos con-ceptos (la unicidad del antiguo pueblo israeli-ta, el contraste con la población aborigen de su época y el aislamiento con respecto a su medio) en la mentalidad de muchos estudian-tes y académicos por más de tres décadas.

Sin embargo, estos investigadores, al basarse en textos bíblicos, produjeron una suerte de "Historia Política", centrada en grandes hom-bres y eventos importantes reflejando con ello el énfasis que pusieron dichos autores en la fijación de ciertos eventos "históricos". Dicho objetivo fue seguido al pie de la letra tanto por los historiadores judíos como cristianos de tiempos posteriores. Ellos se centraron en la mera tradición literaria, produciendo una His-toria elitista, episódica y superficial. Una suerte de Historia "plana" adaptable para corrientes religiosas, cuya visión de Historia estaba mu-chas veces subordinada a principios religio-sos. Por dicha razón, para los historiadores laicos, este tipo de Historia fue juzgado como insatisfactoria, puesto que no permitía com-prender al Antiguo Israel en su totalidad.4

En dicho sentido, acordamos con lo señalado por el arqueólogo estadounidense William Dever:

"Yo he estado largamente convencido que la teología y las creencias no pueden ser, por cierto que no deberían ser, verdadera-mente "históricas", mucho menos aspirar encontrar confirmación de ellas en hallaz-gos arqueológicos. (..) Yo estoy determina-do a mantener los alcances teológicos fue-ra del estudio del Antiguo Israel y de Pa-lestina. Yo trato de leer la Biblia exacta-

4 WH1TELAM, Op. cit., pp. 50-51. Ver también su obra The Invention of Ancient Israel, the Silencing of Pa-lestinian History, Ed. Routledge, London, 1994.

mente como yo leo algún otro texto del Antiguo Próximo Oriente, es decir, no como "Escrituras", sino como una parcial, si no limitada, fuente de datos en Historia es-crita. Yo puedo considerar la Biblia Hebrea (o partes de ella) como una posible fuente de creencias morales y éticas y como una de las fuentes fundamentales de la tradi-ción cultural occidental; pero tales consi-deraciones deben ser mantenidas separa-

das de este punto." 5

Por lo tanto, existe un punto donde coinciden la mayoría de los investigadores e historiado-res actuales: una Historia de Israel, especialmente de los orígenes, que aborde la Historia simple-mente parafraseando los textos bíblicos, o com-plementándolos superficialmente con otros mate-riales de su época en forma paralela, no sólo está convirtiéndose en una metodología inadecuada, sino que también entrega un cuadro distorsionado de los acontecimientos, en cuanto acepta una ima-gen poco crítica de lo que pensaba Israel de sus

propios orígenes.6

b) La visión minimalista:

En respuesta a la lectura maximalista de los textos bíblicos que caracterizó a los años 1950- 1970, actualmente el péndulo de los estudios se ha inclinado hacia una visión minimalista de los mismos. Esta postura defiende un es-cepticismo sobre el contenido histórico, por cuanto muchos historiadores y estudiosos bí-blicos sostienen que lo dicho por un texto bí-blico debe ser corroborado para que éste pue-da ser considerado como histórico.

5 W. DEVER, "Archaeology, Ideology and the Quest for a Ancient or Biblical Israel", Near Eastern Archaeo-logy 61:1, 1988, p. 46.

6 J. Alberto SOGGIN, Nueva Historia de Israel, de los orígenes a Bar Kochba, Ed. Desclée De Brouwer, Bil-bao, 1997, p. 41.

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Con dicha actitud, muchos historiadores o investigadores buscaron establecer una postura más crítica con respecto a la Biblia Hebrea como fuente histórica, puesto que no podían considerar ningunos de sus elementos sobre-naturales o milagrosos en el tratamiento de eventos pasados. Por lo tanto, su deber era reunir la mayor cantidad de datos o informa-ciones para probar la "veracidad" de lo dicho por un texto. De esta manera, la postura minimalista tiende a considerar la Biblia He-brea como una fuente tardía, alejada de los hechos que describe, eminentemente literaria y no histórica, y que reconstruye una imagen del Antiguo Israel que no se ajusta a la realidad de los hechos que describe.

Para los minimalistas es necesario precisar al-gunos términos y concepciones: existe un "Is-rael bíblico", principalmente literario e ideo-lógico basado en las narraciones de la Biblia Hebrea; un "Israel histórico", centrado en la Historia de un pueblo específico de la Edad del Hierro que ha sido llamado "israelita", acorde a los datos entregados por las investi-gaciones arqueológicas; y un "Antiguo Israel", que vendría a ser una reconstrucción de His-toria secuencial basado en las dos visiones an-teriores, es decir, las narrativas bíblicas y los datos arqueológicos.

Ahora bien, el "Israel bíblico" constituye una noción polifacética, contradictoria y a veces confusa. Mal que mal, esta noción es tan fami-liar, tan inculcada, que un análisis crítico pa-rece no ser necesario, porque el "Israel bíbli-co" guarda relación exclusivamente con la in-formación que encontramos en la Biblia He-brea. Sin embargo, esta información es muy variada. Israel era el nombre de uno de los ancestros del pueblo israelita, Jacob (aún cuan-do no lo usó muy a menudo). Así, el nombre "hijos de Israel" (a menudo usado como sinó-nimo con "Israel") debe entenderse en un sen-tido literal, como los descendientes de dicho

epónimo. Por ello, los "hijos de Israel" consis- ten en doce tribus, cada uno de ellos empa- rentado con el ancestro común (Jacob/Israel).

Dichas tribus nacieron en la Antigua Palesti-na, emigraron a Egipto, fueron esclavizados, después liberados y guiados por su dios de vuelta a su tierra original, a conquistarla a los pueblos asentados en ella. Entonces, fueron regidos por "jueces" quienes "juzgaron" a todo Israel, es decir, a un grupo de tribus. Poste-riormente, eligieron un rey, Saúl, y después a otro, David, quién fue elegido Rey de Judá (el cual pudo haber sido una de las tribus regidas por Saúl). Después, él llegó a ser monarca de un reino de doce tribus que fueron llamadas "Israel", a pesar que dentro de este reino la "casa de Israel" y la "casa de Judá" fueron dife-renciadas.

Posteriormente, el reino se dividió en dos, "Judá" (destruida por los babilonios) e "Israel" (destruida por los asirios). La población de "Israel" fue disgregada; la de "Judá" fue exiliada a Babilonia, desde donde volvieron, tiempo después, a su país de origen. Allí reconstruye-ron su ciudad, reafirmaron su Ley y mantu-vieron cierta pureza étnica. Todavía el térmi-no "Israel" continuó incluyendo a los descen-dientes de los reinos anteriores que todavía viven en algún otro sitio y cuyo retorno es a menudo esperado.

Por otra parte, el "Israel histórico" guarda relación con cierta entidad política o humana asentada en la Antigua Palestina, que fue denominado como "Israel" por una fuente egipcia de fines del siglo XII antes de nuestra era (la llamada "Estela de Menefta"). Dicha entidad estaba compuesta por grupos humanos provenientes de diferentes sectores (nómadas, sedentarios, elementos urbanos, etc.), y cuyas líneas étnicas han sido demasiado vagas para los especialistas. 29

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De esta manera, existen ciertos inconvenientes al momento de tratar de unir ambas concep-ciones de Israel —el "Antiguo Israel"- puesto que la imagen que es representada por el "Israel bíblico" es una imagen idealizada, que no siempre puede ser corroborada (o es contradicha) por los datos arqueológicos o las fuentes externas. Por dicha razón, muchas veces los historiadores tienen que trabajar la Historia de Israel en forma independiente al de los conceptos bíblicos, antes de afirmar o señalar una relación históricamente plausible entre las dos versiones de Israel. En otras palabras, no hay manera de juzgar la distancia existente entre el "Israel bíblico" y el "Israel histórico", a menos que la parte histórica sea examinada independientemente de la

literatura bíblica.7

Sin embargo, dicha postura encierra una verda-dera falacia metodológica, que guarda relación con su propia crítica a la postura maximalista: para ellos, los maximalistas sólo pueden "probar" la veracidad de un texto bíblico argumentando la falta de pruebas contrarias a sus posturas; mientras que los minimalistas sólo se amparan en la falta de pruebas para dudar de la veracidad de dichas narraciones bíblicas. En realidad, aquí nos topamos con muchos de los conflictos que analizamos en nuestro capítulo sobre la Historia: las huellas dejadas por el Positivismo y su deseo de alcanzar una Historia "objetiva" de lo que "verdaderamente" pasó. Para demostrarlo, a continuación enumeraremos algunas de las principales criticas minimalistas, con sus respectivas falencias:

1. - Se sostiene que la Biblia Hebrea no sirve como frente histórica, porque su composición es muy posterior a los eventos que describe.

7 Israel F1NKELSTEIN, "The Rise of Early Israel Archaeolosy and Long-Term History", Shamuel AHITUV y Ellezer D. OREN, Op. cit., pp. 7-8 Philip R. DAVIES, In Search of Ancient Israel, Journal for the Study of the Old Testament, Sheffield, 1992, pp. 49-93.

Esta crítica, sin embargo, carece de fundamen-to: la data muy posterior de un texto al hecho que relata no implica necesariamente falencias en su contenido. Basta recordar las épicas homéricas, la Riada y la Odisea —las cuales fue-ron compuestas cinco siglos después de la Era Micénica- nos describían con lujo de detalles la mentalidad, las ciudades y los lugares exis-tentes en la Era del Bronce Antiguo.

Muchas de sus informaciones pudieron ser, posteriormente, corroboradas en mayor o menor grado por las excavaciones de Heinrich Schliemann en Troya y Micenas, durante el siglo XIX. También debemos recordar la His-toria Romana de Tito Livio —la cual nos relata aspectos fundacionales de Roma- que ha ser-vido de base para la construcción de variadas obras históricas contemporáneas sobre la An-tigua Roma, pese a que su autor vivió muchos siglos después a los hechos que describe.

2. - Se sostiene que la Biblia Hebrea no pre-senta corroboración en documentación externa.

Muchos estudiosos han sostenido que algunos aspectos de la Historia del Antiguo Israel, como la de sus Patriarcas o las del Éxodo, no pueden ser probadas porque no existe una documenta-ción material o arqueológica que las respalde fehacientemente. Sin embargo, estos registros arqueológicos han estado apareciendo regular-mente desde mediados del siglo pasado hasta nuestra época y no estamos seguros qué datos arqueológicos aparecerán en el futuro.

Por lo tanto, es un error considerar que por no existir evidencia arqueológica, no existe evidencia histórica. La evidencia arqueológica nos sirve para almacenar muchos datos, y abrir nuevos temas de exploración que pueden o no corro-borar lo dicho por las narraciones bíblicas. Pero si estas evidencias no existen, ello no es motivo para su descarte como documento histórico.

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Primero, porque existen numerosos sitios den-tro y fuera de Israel que no han sido excavados; segundo, en muchos casos no han existido informes finales sobre las investigaciones rea-lizadas en determinados sitios arqueológicos citados en los relatos bíblicos (Siquem, Dotham, etc.); y tercero, muchos informes realizados han sido objeto de descarte y crítica por in-vestigaciones posteriores (Jericó), y ello ha con-ducido a nuevas conclusiones.

Además podemos señalar que existe más co-rroboración arqueológica de la Biblia que de las campañas de Aníbal en Italia, de las cua-les sólo se han encontrado unos pocos obje-tos, que apenas nos confirMaría la existencia de la batalla a orillas del lago Trasímeno, du-rante la Segunda Guerra Púnica. Casos muy parecidos pueden verse en las críticas exis-tentes contra los episodios de la conquista de Canaán relatados en la Biblia: la crítica es-pecializada dice que no existen grandes testi-monios de las conquistas militares israelitas en estas zonas, por lo que muchos investigadores

han dudado de la veracidad histórica de este importante episodio de la Historia israelita.

Sin embargo, estos investigadores han olvida-do que en muchos episodios de la Historia Universal han existido grandes invasiones y conquistas, de las cuales no tenemos casi nin-gún indicio arqueológico: la invasión árabe en Palestina (siglo VII d. C.), la invasión de Bre-taña por los anglosajones (siglo V d. C.), la invasión de los normandos a Inglaterra (1066 d. C.), etc. Por lo tanto, la inexistencia de datos arqueológicos no nos impide creer que dichos epi-sodios sucedieron tal y como otras fuentes lo testi-monian. Desde ese punto de vista, la evidencia textual tiene el derecho de corroborar un hecho histórico, siempre y cuando la evidencia arqueo-

lógica no pueda rebatirlo.8

3. - Se sostiene que la Biblia Hebrea emplea

constantemente la intervención de un

ser sobrenatural.

8 Un ejemplo concreto de lo anterior lo podemos en-contrar en la batalla de los bosques de Teuteburgo, en la actual Alemania, en el año 9 de nuestra era. Dicha batalla fue una de las más sangrientas de la Antigüedad, el primer desastre de Imperio Romano desde la segunda guerra púnica, y el comienzo de una conciencia nacional por parte de los germanos. Pese a la relevancia del hecho histórico, el sitio es-pecífico de la batalla no ha podido ser situado hasta el día de hoy. Si bien existe en la actualidad un monumento en Detmold que rememora el hecho, existen más de 700 sitios probables. Una investigación arqueológica dirigida por Wolfgang Schlüter en 1992, exploró 250 acres de terreno al norte de los bosques de Teuteburgo, a diez millas de Osnabrück y sesenta millas al noreste del monumento en Detmold. En dicha investigación fue posible encontrar cientos de monedas romanas del período, fragmentos de armaduras y pequeñas piezas pertenecientes a un ejército romano, todo lo cual permitiría deducir que en dicho terreno tuvo lugar al menos una parte de la gran batalla (la cual duró tres días), como también ciertas características topográficas que serían coincidentes con las descripciones de antiguos historiadores, tales como Tácito y Estrabón. Todo lo anterior refuerza la teoría de que el monumento conmemorativo de la batalla existente en Detmold no correspondería al lugar exacto de la batalla, por cuanto éste estaría situado 60 millas al noroeste.

Ver el artículo de John DORNBERG, "Battle of the Teutoberg Forest" en Archaeology, Septemberl Octo-ber, 1992, pp. 26-32.

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Sin embargo, este elemento es característico de casi toda la historiografía antigua y medie-val, desde el Oráculo de Delfos que menciona Heródoto, hasta la inscripción de Behistun de Darío, sin olvidar el llamado a Mahoma, o las voces de Juana de Arco. Más que constituir un defecto, este elemento nos confirma la visión historiográfica inherente del historiador anti-guo o medieval, el cual tendía a usar el ele-mento divino tal y como en la actualidad los modernos investigadores se amparan en el método científico.

4. - Se sostiene que la Biblia Hebrea

involucra un condicionamiento ideoló-

gico, es decir, es un discurso subjetivo

que sólo favorece el actuar de su único

Dios.

Sin embargo, está comprobado que toda obra histórica, no importando su época, es de na-turaleza subjetiva por todas las razones que hemos expuesto anteriormente en el análisis de la Historia. No debemos olvidar que los historiadores de la Antigüedad no fueron la excepción: Tito Livio no fue rechazado por-que su obra estuvo influenciada ideológica-mente por Augusto, mientras que los escritos de Tácito fueron aceptados como fidelignos pese a sus constantes prejuicios senatoriales contra los emperadores romanos.9

También debemos considerar que en la Anti-güedad nunca estarán demostradas las gran-des líneas interpretativas, que hacen posible comprender la mayoría de los hechos o cam-bios históricos. Porque su funcionamiento mis-mo consiste en una constante elaboración a partir de estudios y análisis concretos que pue-

9 Estas observaciones, y varias más, pueden encontrarse en el artículo de Edwin YAMAUCHI "The Current State of Old Testament Historiography", A. R. BAKER, J. HOFFMEIER y D. W. BAKER (eds.), Faith, Traditions and History: Old Testament in its Near Eastern Context, Ed. Eisembrauns, Winona Lake, Indiana, 1997, pp. 25-36.

den ser rectificados, sin rechazar nada por el sólo hecho de que "no están demostradas". En realidad, nosotros consideramos que dicha cos-tumbre de querer "probar" lo netamente histó-rico se ha convertido en una verdadera rémora para el avance del conocimiento histórico.

Por dicha razón, el conocimiento histórico debiera orientarse hacia otros derroteros, por-que buscar lo "probado" es caer en el escepticismo esterilizante, que sólo nos permitiría la colocación, más o menos ordenada, de algunos hechos. Ese tipo de "pruebas" buscada por tal sistema sólo puede encontrarse en lo que históricamente es más banal. En dicho sentido, es mejor dar más pasos menos "demostrables" de manera más positiva.

c) La "tercera vía":

Como se ha expuesto, en los últimos veinte años, se ha desarrollado una gran cantidad de trabajos académicos que guardan relación con el desarrollo historiográfico en el Antiguo Próxi-mo Oriente. No sería exagerado decir que la historiografía ha sido uno de los tópicos más discutidos dentro de los estudios que atañen a esta zona. Sin embargo, nunca se ha generado tanta controversia en estos estudios historiográficos, como lo ha sido con respecto a la Biblia Hebrea. Prueba de ello son los cons-tantes debates y confrontaciones entre las di-versas corrientes existentes hoy en día. Sin em-bargo, nosotros estimamos que la línea de ba-talla entre minimalistas y maximalistas se encuen-tra bastante agotada, y es necesario una reno-vación de principios.

Para empezar, nosotros asumimos que la Biblia Hebrea, por el solo hecho de ser un documento antiguo, es de por sí una fuente histórica. La pregunta es sobre qué. Ella puede describir-nos hechos "como sucedieron", o bien como pudieron haber sido vistos por sus autores. Ninguna de estas posturas debe ser excluida.

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Detalle Navidad en Greccio

Lo anterior debería motivarnos a iniciar un nuevo camino en el análisis histórico la Biblia Hebrea, analizando un texto o fuente en forma crítica, pero sin condescender, ni criticar sin fun-damento; puesto que una fuente literaria pue-de ser usada, con la debida precaución, para diversas reconstrucciones históricas. En dicho sentido, nuestra tarea no será solamente bus-car una Historia, sino también escribir un co-mentario sobre dicha Historia y sobre su historiografía.

De esta manera, la Biblia Hebrea debe ser ana-lizada como cualquier otra tradición historiográfica del Antiguo Próximo Oriente, pero sus investigadores deben ser extremada-mente cautos cuando emplean sus propias y modernas herramientas historiográficas sobre ella. Si un historiador considera que ciertos relatos carecen de verosimilitud en cuanto contenido, o tienen una tendencia muy mar-cada, todo ello debe ser probado por una abduc-ción de evidencia tangible, y no inferirla mera-mente para apoyar una teoría específica, sea esta minimalista o maximalista.

Así, por un lado, necesitamos estudiar la Bi-blia Hebrea evitando caer en la lectura "pla-na", donde los relatos entregados por sus res-pectivos autores sean una mera descripción de lo sucedido; como también de aquellas posturas que parten del hecho que las escri-turas bíblicas "no dicen la verdad". Sólo el estudio del lenguaje y de la intención litera-ria de sus autores permitirá comprender lo que hay de histórico en las relaciones entre realidad y transmisión textual. Por ello, nues-tra postura es considerar su literatura como una fuente histórica en el amplio sentido de la palabra, más aún si consideramos que toda fuente, sea oral, material o escrita, debería entregar cierta prioridad en el conocimiento del pasado humano.

Ante eso, nosotros no deberíamos esperar sa-ber más de lo que sus autores supieron, sino que podemos esperar saber más de lo que ellos eligieron decir. En otras palabras, debemos re-conocer cuidadosa y separadamente las cate-gorías de los diversos relatos, pero también saber combinarlos adecuadamente para una mejor reconstrucción del pasado. Así, nuestro trabajo consistirá en saber compenetrarse más allá de cualquier ideología, creencia o tendencia exis-tente en cualquier relato bíblico, como también saber reconocer donde está la tradición histórica inherente a sus relatos.

Es verdad que mucha de la condescendencia y desvalorización de los relatos bíblicos, por par-te de investigadores e historiadores, ha consti-tuido una alta barrera para muchos estudiosos en los últimos años. En dicho sentido, nosotros debiéramos coincidir con la crítica minimalista, en el sentido de que la evidencia histórica tex-tual existente en la Biblia Hebrea puede ser es-casa, confusa o extraña. Sin embargo, nosotros no estamos para limitar las inferencias que en-contremos en la evidencia misma, sino tratar dicha evidencia como un recurso único. Por la mis- 331

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ma razón, resumiremos nuestra postura en los siguientes puntos:

o La compleja intertextualidad de los re-latos bíblicos debe ser vista por el his-toriador como fuente de múltiples es-tratos o caras. Con lo anterior, un his-toriador debe estar consciente que los múltiples estratos de la Biblia Hebrea requieren de un análisis que pueda dar a luz su forma original, el cómo llega-ron a su forma actual, a quién estaba dirigida la narración, qué otras posibles construcciones pudieron tener y por qué fueron desechadas.

o Otro punto destacable radica en no con-siderar la noción de confiabilidad de los relatos bíblicos, en cuanto a los hechos que describe o los personajes que inter-cala. Más bien considerar la plausibili-dad de los mismos, en ausencia de otras fuentes contemporáneas que permitan corroborarlos. En ese sentido, sólo la plausibilidad de los relatos puede en-tregarnos una visión acertada en cuan-to a los relatos bíblicos mismos, como de los personajes que menciona.

o Por otra parte, la visión histórica tradi-cional de la Historia del Antiguo Israel centrada únicamente en hechos, fechas y personajes, ha perdido sustento como construcción de alguna realidad pasa-da; puesto que nada nos dice sobre as-pectos más amplios de su sociedad. Lo anterior ha permitido formular los pro-blemas fundamentales de toda recons-trucción histórica, y ha conducido a muchos historiadores y arqueólogos ha disociarse de la visión de Historia como una mera forma de relatar hechos y per-sonajes del pasado. Todo lo cual no hace olvidar el principio sustancial de que

toda reconstrucción histórica, que siem-pre nos proveerá de una construcción del pasado parcial y fragmentaria.

Desde ese punto de vista, las últimas in-vestigaciones sobre el Antiguo Israel se han caracterizado por no ser demasia-do radicales en sus posturas. Actual-mente los diversos estudios revelan poco de la supuesta formación de Israel como nación estado, más bien se cen-tran en la formación y transformación de la sociedad en toda la región, puesto que una Historia de corte general con-cierne a todos los micros ambientes exis-tentes en la zona; en la cual Israel jugó un importante rol, pero no el único ni el más dominante. Por ello, no pode-mos conformarnos con una visión del pasado de Israel hecha por un antiguo escritor bíblico, y perpetuado por un moderno historiador bíblico.

En dicho sentido, actualmente se con-cibe que una síntesis histórica del Anti-guo Israel guarda relación con dos his-torias paralelas: una Historia "sacra", basada en las narraciones bíblicas y cen-trada en su vida religiosa y sus institu-ciones; y una Historia "secular" centra-da en colocar a este pueblo en su con-texto dentro del Antiguo Próximo Oriente, y en iluminar la totalidad de su cultura en un sentido comparativo y evolucionista. Ahora bien, puede que ambas Historias sean compatibles o no, pero esto no debiera ser visto como una falencia. Más bien volvemos a remitir-nos a un postulado anterior: todas las historias son parciales, y en cada una de ellas es posible extraer algún tipo de "verdad" a expensas de la otra; puesto que ninguna de ellas nos va a contar toda la Historia tal cual pasó. En reali-

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dad, nosotros necesitamos más de una Historia del Antiguo Israel, cada una enfocada en algún aspecto o alguna "ver-dad", acorde a métodos y objetivos apro-piados.

Para entender la tradición, debemos buscar un punto de partida —el contex-to histórico- puesto que nos permitirá recrear el mundo conceptual de los au-tores de la tradición. La forma específi-ca para descubrir este contexto históri-co, y el mundo conceptual reflejado por la tradición, requiere más examen. Tra-dicionalmente se creía que la tarea de un historiador era simplemente demos-trar que los hechos descritos en la Bi-blia Hebrea sucedieron tal cual y que eran verdaderos. Ello puede constituir una empresa loable, pero también pue-de serlo el demostrar lo contrario, o el ponderar ambas posturas. En cualquier caso, cualquiera de los objetivos requie-ren de una misma honesta entrega en la investigación.10

e Quizás por lo anterior, las nuevas co-rrientes historiográficas han planteado trabajar paralelamente con el campo ar-queológico, lo cual nos enfrenta a otro dilema que guarda relación a si es posi-ble reconstruir la Historia del Antiguo Israel a partir de fuentes escritas (Biblia Hebrea), equiparadas o contrapuestas con los hallazgos arqueológicos, y cómo debería escribirse. También está la inte-rrogante a qué tipo de Arqueología his-tórica puede resultar de parte de arqueólogos o historiadores que igno-ran la naturaleza de la Arqueología o

10 Niels Peter LEMCHE, The Israelites in History and Tradition, Library of Ancient Israel, Douglas A. Knight, Editor, Westminster John Knox Press, Louisyille, Kentucky, 1998, p. 29.

carecen de alguna filosofía propia de alcance histórico. En realidad, la única solución pareciera circunscribirse al tipo de Historia que deseamos escribir.

La Arqueología —al trabajar más con ar-tefactos que con textos o ideologías-vino a transformarse en un tipo de His-toria cultural y socioeconómica, indispen-sable para un manejo más global del aspecto histórico de un pueblo (asentamientos, arte, tecnología, demo-grafía y estructura social, etc.), campos sobre los cuales los autores bíblicos guardaron completo silencio. Por ello, tales datos son, actualmente, juzgados vitales para toda reconstrucción histó-rica. En dicho sentido, si en las décadas de 1920-1950 se llegó a considerar que las tradiciones bíblicas tenían su verifi-cación con los hallazgos arqueológicos, las diferencias cruciales entre lo dicho por la Biblia, con respecto a los datos entregados por la Arqueología, condu-jeron a una revisión completa de las imágenes entregadas por los relatos bí-blicos, en cuanto a su validez para un uso histórico (décadas 1960-1970).

A nuestro parecer, el análisis de la Bi-blia Hebrea como obra literaria, con res-pecto a los estudios arqueológicos rea-lizados en torno a ella, coinciden en un mismo punto de llegada, y este punto de llegada guarda relación con la rele-vancia que adquieren sus escritos para con la Historia del Antiguo Israel. Valga considerar que cualquier examen de los orígenes de Israel está forzosamente unido a un examen del desarrollo de la tradición israelita existente en la Biblia Hebrea. Aparte de la tradición bíblica, podemos considerar que Israel nunca pareció existir como una realidad abierta a un juicio e investigación histórica en

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forma independiente. Fue en la forma-ción de la tradición como tal que Israel lle-gó a ser una realidad dominante en la His-toria de la Antigüedad. Por lo tanto, la tra-dición de Israel es el fundamental punto de partida para su Historia.

Resumiendo, muchos estudiosos e investiga-dores se han centrado en nuevos análisis que han permitido ofrecer diferentes perspectivas sobre los diversos períodos estudiados en la Historia del Antiguo Israel. Todo lo anterior ha sido fruto de la unión de dos importantes modalidades de estudios: el desarrollo de los nuevos estudios literarios, (los cuales han esti-mulado la apreciación de la estructura litera-ria de la Biblia Hebrea), y el rápido incremento de los hallazgos arqueológicos en la zona. En este sentido, volvemos a confirmar lo dicho en

nuestro artículo anterior11: la utilidad de dos campos diferentes (Arqueología y Biblia) en la elaboración de la Historia del Antiguo Israel.

11 Toro lcaza Benjamín, "Implicaciones teóricas de la historia y la arqueología en la Biblia" en Revista de Ciencias Religiosas. Vol X N° 1-2(2001)p.41-53.

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