Contra 300807 Avia - Hipocondria

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VÍCTOR-M. AMELA “El miedo es peor que lo temido” Q ué es la hipocondría? –Temor ante la enfer- medad. –Todos lo tenemos... ¡Y por eso vamos al médico! –Vamos al médico si sospe- chamos padecer algo, pero si el médico lo des- carta, nos tranquilizamos. –¿No sucede así con el hipocondriaco? –El hipocondriaco está tan convencido de padecer una enfermedad, que sigue conven- cido ¡pese a análisis médicos en contrario! –El hiponcondriaco es una persona objeti- vamente sana, pues. –Está sana de lo que cree estar enferma, pero está enferma de lo que cree estar sana: de la mente. La hipocondría es una enferme- dad: una enfermedad mental. –¡La del enfermo imaginario descrito por Molière! –Ahí se describe el recurso a la queja para alcanzar la atención de los demás, lo que a su vez estimula el recurso a la queja. –¿Hay síntomas físicos que delaten al hipo- condriaco? –Suelen sentir más dolores y más desarre- glos gastrointestinales que la media. –¿Cuándo consideraría usted que alguien es hipocondriaco? –Cuando piensa que el médico se equivo- ca al no encontrarle nada. ¡Hasta llega a creer que sus síntomas pudieran corresponder a una enfermedad aún no descrita! –¿Cómo alimentan estas creencias? –Suelen decir que mucha gente murió de sida antes de que se supiera qué era eso. Sue- len pedir una segunda opinión médica –o más–, y a veces se someten a pruebas peligro- sas, a cateterismos arriesgados... –Esto me recuerda a la anorexia: ¡creer al- go falso acerca de tu cuerpo! –Son trastornos cognitivos. También pue- den padecerlos muchos estudiantes de medi- cina de primeros cursos, transitoriamente... –¿Cuándo se diagnostica una hipocondría? –Cuando alguien persiste durante más de seis meses en su creencia, pese a sucesivas pruebas médicas en sentido contrario. –¿Hay mucha gente hipocondriaca? –Es difícil saberlo, pues igual que unos van de médico en médico, otros se niegan a visitar jamás a un médico. Detrás de ambas conductas hay lo mismo: ¡miedo! –Faltan registros estadísticos, pues. –Lo que sí sabemos es que un tercio de las consultas médicas sirve para desmentir la pa- tología temida. Consultas coronarias u onco- lógicas, mayoritariamente. –Que son las dolencias más letales... –La oncofobia es frecuente. Pero se dan po- quísimos casos en personas que con anterio- ridad han padecido realmente dichas dolen- cias. ¡Lo escribió bien Carlos Barral!: “El mie- do es peor que lo temido”. El sufrimiento del hipocondriaco es superior al de un paciente de determinada dolencia diagnosticada. –¿Hay casos famosos de hipocondría? –Manuel de Falla se sentía tan vulnerable a cualquier microbio, que vivía aterroriza- do. ¡Se hacía hervir el agua cada vez que iba a beber! Su vida cotidiana era una odisea. –¿Su hipocondría le incapacitaba? –Sí, le impidió terminar su obra La Atlán- tida. ¡Cada mañana perdía cuatro horas lim- piándose, siguiendo un ritual obsesivo! Y re- huía corrientes de aire, evitaba hacer esfuer- zos, se desplazaba en silla de ruedas. –¿Era similar lo de Juan Ramón Jiménez? –Sufrió también muchísimo: tenía tal mie- do a morir, que procuraba vivir en casas de amigos médicos, arrastrando con él a su espo- sa, Zenobia, que dejó esto escrito, la pobre: “No me quedan fuerzas para hacer lo que ha- ce la gente normal: las derrocho intentando convencerle de que no está enfermo”. –Qué mala vida. –Eso es lo dañino de la hipocondría: te in- capacita para disfrutar de la vida. Juan Ra- món, además, sufría hipersensibilidad al rui- do: cambiaba continuamente de casa, siem- pre aparecía algún sonido que le afectaba. –Creadores, artistas...: los espíritus sensi- bles ¿son más proclives a la hipocondría? –No. Es muy habitual entre personas poco instruidas. Y es algo universal. También Dar- win fue hipocondriaco. Él... ¡y sus hijos! Su mujer, enfermera, los cuidaba a todos. La an- siedad por no lograr que creyesen en su teo- ría pudo fomentar su hipocondría. –El hipocondriaco ¿se hace o nace? –Hay propensión, pero también actitudes aprendidas. Suelen ser personas de personali- dad perfeccionista. Pero quizá si la mujer de Darwin no hubiese cuidado tanto a su fami- lia, por ejemplo, no habrían desarrollado esa patología. –Habrá tratado usted casos extremos... –Una mujer creía morirse de frío, tiritaba, sentía que su cuerpo se congelaba... ¡y era ple- no verano! Al final descubrí que anhelaba se- pararse de su marido y, a la vez, temía dañar- le por abandonarle... Expresaba así su angus- tia. Al final se separó y se curó. –O sea, que hay cura. –Terapias cognitivas y conductuales están dando muy buenos resultados contra la hipo- condría. La hipocondría suele cimentarse en una mala gestión del estrés, en conductas equivocadas e ideas erróneas. –¿Qué ideas erróneas? –La idea de que estar sano es no sentir do- lor alguno. O la idea de ser una persona dé- bil, vulnerable a cualquier cosa. ¡Y una edu- cación sobreprotectora puede fomentarla! –Así las cosas, ¿qué profilaxis es más útil contra la hipocondría? –Persuádete a ti mismo de que tu salud es fuerte. Y, sobre todo, ¡jamás permitas que un temor a enfermar altere tu vida cotidiana! Empezarías a ser rehén de una idea, rehén del miedo. ¡Que una idea no te coma la vida! BILIS NEGRA La medicina hipocrática, desde los antiguos griegos, señalaba el hipocondrio, un órgano bajo el esternón que producía bilis negra, esto es, melancolía. Desde que sabemos que algún día moriremos, somos criaturas candidatas a la hipocondría. De eso sabe mucho la doctora Avia, que lo ha explicado en libros como ‘Enfermos imaginarios’ (Océano) o ‘Hipocondría’ (Martínez Roca), y en una charla en la Obra Social de La Caixa. Quizá alguna vez usted ha creído que un mal letal le acechaba agazapado en cierto rincón de su cuerpo, con ganas de enviarle al otro barrio. Es que somos imaginación: la misma imaginación que nos lleva a negros pensamientos... puede llevarnos a pensamientos luminosos. No se queje: si está leyéndome, es que sigue aquí. Y mañana seguimos, ¿vale? DAVID AIROB DOLORES AVIA PSICÓLOGA, EXPERTA EN HIPOCONDRÍAS Tengo 56 años. Nací en Zarza de Tajo (Cuenca), he trabajado en Chicago y Londres, y vivo en Madrid. Soy catedrática de Personalidad en la facultad de Psicología de la Universidad Complutense. Vivo en pareja, sin hijos. ¿Política? Ni mandar ni que me manden. No soy creyente, sí algo mística: me conmueven el arte y la naturaleza 45209 JUEVES, 30 AGOSTO 2007

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VÍCTOR-M. AMELA

“El miedo es peorque lo temido”

Qué es la hipocondría?

–Temor ante la enfer-medad.

–Todos lo tenemos... ¡Y poreso vamos al médico!

–Vamos al médico si sospe-chamos padecer algo, pero si el médico lo des-carta, nos tranquilizamos.

–¿No sucede así con el hipocondriaco?–El hipocondriaco está tan convencido de

padecer una enfermedad, que sigue conven-cido ¡pese a análisis médicos en contrario!

–El hiponcondriaco es una persona objeti-vamente sana, pues.

–Está sana de lo que cree estar enferma,pero está enferma de lo que cree estar sana:de la mente. La hipocondría es una enferme-dad: una enfermedad mental.

–¡La del enfermo imaginario descrito porMolière!

–Ahí se describe el recurso a la queja paraalcanzar la atención de los demás, lo que a suvez estimula el recurso a la queja.

–¿Hay síntomas físicos que delaten al hipo-condriaco?

–Suelen sentir más dolores y más desarre-glos gastrointestinales que la media.

–¿Cuándo consideraría usted que alguienes hipocondriaco?

–Cuando piensa que el médico se equivo-ca al no encontrarle nada. ¡Hasta llega a creerque sus síntomas pudieran corresponder auna enfermedad aún no descrita!

–¿Cómo alimentan estas creencias?–Suelen decir que mucha gente murió de

sida antes de que se supiera qué era eso. Sue-len pedir una segunda opinión médica –omás–, y a veces se someten a pruebas peligro-sas, a cateterismos arriesgados...

–Esto me recuerda a la anorexia: ¡creer al-go falso acerca de tu cuerpo!

–Son trastornos cognitivos. También pue-den padecerlos muchos estudiantes de medi-cina de primeros cursos, transitoriamente...

–¿Cuándo se diagnostica una hipocondría?–Cuando alguien persiste durante más de

seis meses en su creencia, pese a sucesivaspruebas médicas en sentido contrario.

–¿Hay mucha gente hipocondriaca?–Es difícil saberlo, pues igual que unos

van de médico en médico, otros se niegan avisitar jamás a un médico. Detrás de ambasconductas hay lo mismo: ¡miedo!

–Faltan registros estadísticos, pues.–Lo que sí sabemos es que un tercio de las

consultas médicas sirve para desmentir la pa-tología temida. Consultas coronarias u onco-lógicas, mayoritariamente.

–Que son las dolencias más letales...–La oncofobia es frecuente. Pero se dan po-

quísimos casos en personas que con anterio-ridad han padecido realmente dichas dolen-cias. ¡Lo escribió bien Carlos Barral!: “El mie-do es peor que lo temido”. El sufrimiento delhipocondriaco es superior al de un pacientede determinada dolencia diagnosticada.

–¿Hay casos famosos de hipocondría?–Manuel de Falla se sentía tan vulnerable

a cualquier microbio, que vivía aterroriza-do. ¡Se hacía hervir el agua cada vez que ibaa beber! Su vida cotidiana era una odisea.

–¿Su hipocondría le incapacitaba?–Sí, le impidió terminar su obra La Atlán-

tida. ¡Cada mañana perdía cuatro horas lim-piándose, siguiendo un ritual obsesivo! Y re-huía corrientes de aire, evitaba hacer esfuer-zos, se desplazaba en silla de ruedas.

–¿Era similar lo de Juan Ramón Jiménez?–Sufrió también muchísimo: tenía tal mie-

do a morir, que procuraba vivir en casas deamigos médicos, arrastrando con él a su espo-sa, Zenobia, que dejó esto escrito, la pobre:“No me quedan fuerzas para hacer lo que ha-ce la gente normal: las derrocho intentandoconvencerle de que no está enfermo”.

–Qué mala vida.–Eso es lo dañino de la hipocondría: te in-

capacita para disfrutar de la vida. Juan Ra-

món, además, sufría hipersensibilidad al rui-do: cambiaba continuamente de casa, siem-pre aparecía algún sonido que le afectaba.

–Creadores, artistas...: los espíritus sensi-bles ¿son más proclives a la hipocondría?

–No. Es muy habitual entre personas pocoinstruidas. Y es algo universal. También Dar-win fue hipocondriaco. Él... ¡y sus hijos! Sumujer, enfermera, los cuidaba a todos. La an-siedad por no lograr que creyesen en su teo-ría pudo fomentar su hipocondría.

–El hipocondriaco ¿se hace o nace?–Hay propensión, pero también actitudes

aprendidas. Suelen ser personas de personali-dad perfeccionista. Pero quizá si la mujer deDarwin no hubiese cuidado tanto a su fami-lia, por ejemplo, no habrían desarrollado esapatología.

–Habrá tratado usted casos extremos...–Una mujer creía morirse de frío, tiritaba,

sentía que su cuerpo se congelaba... ¡y era ple-no verano! Al final descubrí que anhelaba se-pararse de su marido y, a la vez, temía dañar-le por abandonarle... Expresaba así su angus-tia. Al final se separó y se curó.

–O sea, que hay cura.–Terapias cognitivas y conductuales están

dando muy buenos resultados contra la hipo-condría. La hipocondría suele cimentarse enuna mala gestión del estrés, en conductasequivocadas e ideas erróneas.

–¿Qué ideas erróneas?–La idea de que estar sano es no sentir do-

lor alguno. O la idea de ser una persona dé-bil, vulnerable a cualquier cosa. ¡Y una edu-cación sobreprotectora puede fomentarla!

–Así las cosas, ¿qué profilaxis es más útilcontra la hipocondría?

–Persuádete a ti mismo de que tu salud esfuerte. Y, sobre todo, ¡jamás permitas queun temor a enfermar altere tu vida cotidiana!Empezarías a ser rehén de una idea, rehéndel miedo. ¡Que una idea no te coma la vida!

B I L I S N E G R ALa medicina hipocrática, desde

los antiguos griegos, señalaba el

hipocondrio, un órgano bajo el

esternón que producía bilis

negra, esto es, melancolía.

Desde que sabemos que algún

día moriremos, somos criaturas

candidatas a la hipocondría. De

eso sabe mucho la doctora Avia,

que lo ha explicado en libros

como ‘Enfermos imaginarios’

(Océano) o ‘Hipocondría’

(Martínez Roca), y en una

charla en la Obra Social de La

Caixa. Quizá alguna vez usted

ha creído que un mal letal le

acechaba agazapado en cierto

rincón de su cuerpo, con ganas

de enviarle al otro barrio. Es

que somos imaginación: la

misma imaginación que nos

lleva a negros pensamientos...

puede llevarnos a pensamientos

luminosos. No se queje: si está

leyéndome, es que sigue aquí.

Y mañana seguimos, ¿vale?

DAVID AIROB

D O L O R E S A V I APSICÓLOGA, EXPERTA EN HIPOCONDRÍAS

Tengo 56 años. Nací en Zarza de Tajo (Cuenca), he trabajado en

Chicago y Londres, y vivo en Madrid. Soy catedrática de Personalidad

en la facultad de Psicología de la Universidad Complutense. Vivo en

pareja, sin hijos. ¿Política? Ni mandar ni que me manden. No soy

creyente, sí algo mística: me conmueven el arte y la naturaleza

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JUEVES, 30 AGOSTO 2007