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“Contrato 140 Corpocentros – UN Primer seminario Internacional de
Cultura Ciudadana. Informe final de relatoría
2009
INSTITUTO DE ESTUDIOS URBANOS - IEU-
UNIVERSIDAD DE COLOMBIANACIONALSEDE BOGOTÁ Del Instituto de Estudios Urbanos de la
Universidad Nacional de Colombia A la Corporación de los Centros de Convenciones y
Exposiciones de Colombia “CORPOCENTROS Diciembre de2009
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PRIMER SEMINARIO INTERNACIONAL DE CULTURA CIUDADANA:
“CULTURA CIUDADANA Y GOBIERNO URBANO” (RELATORÍA)
Durante dos jornadas se reunieron cerca de 300 personas en los auditorios del Centro de
Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, en Bogotá, a conversar sobre el cruce entre los
conceptos Cultura Ciudadana y Gobierno Urbano. A partir de una cuidadosa estrategia de
toma de datos y su posterior tratamiento sistemático; estas palabras dan cuenta del tejido
conceptual que se desarrolla sobre ese cruce presentando una síntesis de lo que ocurrió en el
Primer Seminario Internacional de Cultura Ciudadana y Gobierno Urbano.
PRIMER DÍA
La instalación
La Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte, doctora Catalina Ramírez Vallejo, dio inicio
al evento. Con sus palabras de bienvenida, expuso la pertinencia del concepto de cultura
ciudadana y su acogida en el marco del Plan de Desarrollo “Bogotá Positiva, para vivir
mejor” el cual se propone diseñar nuevos y mejores modelos de gestión urbana para impulsar
el desarrollo de la ciudad. De allí, definió el objetivo general del seminario: “intercambiar
experiencias metodológicas y conceptuales sobre la táctica más eficaz en el diseño de
acciones que unan al sector público, al sector privado y a la sociedad civil que mejoren la
capacidad institucional, la confianza hacia el gobierno y el compromiso cívico ciudadano”.
Señaló, además, la presencia de diversas personalidades relacionadas con la cultura
ciudadana, portadores de experiencias realizadas en diferentes ciudades latinoamericanas
(Quito, México D. F., Río de Janeiro, Medellín y Bogotá), representantes de ONG,
académicos independientes, funcionarios y ciudadanos en general, quienes a la lo largo de los
dos días sostuvieron un diálogo en el que se pueden precisar los dos extremos que definen la
problemática gubernamental en las ciudades contemporáneas: seguridad y cultura; con el fin
único de avanzar en la garantía efectiva de los derechos.
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El primer panel: Cultura ciudadana y Gobierno urbano
Primera parte: “Perspectivas de gobierno urbano desde cultura ciudadana”
Moderador: Paul Bromberg
Ponentes: Antanas Mockus, Paco Moncayo, Fernando Guzmán
El profesor Mockus, dos veces alcalde de la ciudad, comentó las premisas centrales del
concepto de Cultura Ciudadana (básico en el plan Formar Ciudad 1995–1998) que, entre
otras cosas, estableció una coordinación de acciones públicas y privadas con el fin de incidir
directamente sobre la manera como los ciudadanos percibimos, reconocemos y usamos los
entornos sociales de la ciudad, y cómo nos relacionamos entre nosotros en cada entorno
específico. Una hipótesis básica del modelo de Cultura Ciudadana asume a la ciudad como
una red de comportamientos individuales que impactan al resto de la población; al respecto el
ex alcalde identificó tres niveles de comportamientos: los del primero hacen alusión a
acciones simples, puntuales, directas (como abrir un grifo); los del segundo nivel están
relacionados con mecanismos de regulación que hacen unos ciudadanos hacia otros (cuando
alguien se cola en una fila hay una sanción social) y los del tercero, que regulan a otros para
que regulen a otros. Su intervención concluyó con una serie de indicadores que muestran los
resultados obtenidos con sus políticas de gobierno. Entre ellas se resaltan, el aumento del
porcentaje de ciudadanos que cumplen con las normas de convivencia, ayudan a otros a
cumplir las normas, y resuelven pacíficamente sus conflictos.
El General Paco Moncayo expuso su gestión realizada durante nueve años. El recibió una
ciudad en crisis, con altos niveles de desempleo, pobreza, segregación, exclusión y débil
gobernabilidad, entre otros aspectos. En esta coyuntura, su gobierno propuso el Plan
Equinoccio 21, elaborado a partir de la participación de entidades públicas, privadas y de la
ciudadanía en general, impulsando un sistema de participación ciudadana entendido como un
proceso de aprendizaje continuo, en el marco de tres aspectos principales: gestión
participativa, rendición de cuentas y control social. Finalmente, resaltó los efectos que obtuvo
al rescatar del olvido el reconocimiento de Quito como ‘primera ciudad patrimonio cultural de
la humanidad’; mediante esta táctica, generó sentido de pertenencia e identidad en los
ciudadanos, recuperó el patrimonio y el espacio público; una clara estrategia de Cultura
Ciudadana que reivindicó la importancia de su ciudad. Su intervención concluyó al declarar
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que el interés fundamental de su gestión se concentró en aprender de la gente más que en
implantar políticas.
A partir de los lineamientos del Plan de Desarrollo Bogotá Positiva y del programa Amor por
Bogotá, su director, Fernando Guzmán presentó los lineamientos y ajustes para la continuidad
de los programas de cultura ciudadana según la Alcaldía actual. El programa que dirige se
desenvuelve según cuatro ejes: Derechos, deberes y libertades (regido por la autorregulación y
la corresponsabilidad), Convivencia ciudadana (encarnado en el Código de Policía), Función
administrativa y gestión pública urbana (en donde la cultura ciudadana se plantea como una
innovación en la resolución de conflictos), y Transformación de comportamientos (como el
espíritu mismo del programa). Por último, mostró los retos para la política pública: consolidar
la cultura ciudadana, construir ciudadanía, promover la Democracia local y el Desarrollo
humano.
Segunda parte: “Retos que la cultura ciudadana plantea al gobierno urbano”
Moderador: Fernando Guzmán
Ponentes: Paul Bromberg Zilberstein, Raimundo Arroio, Jaime Torres
En la segunda parte del panel, moderada por Fernando Guzmán, Paul Bromberg expuso uno
de los retos más importantes que la cultura ciudadana le propone al gobierno urbano; en el
contexto constituido desde el plan de desarrollo “Formar ciudad”, a partir de indagar la
definición de ciudadano, afirmó que en Bogotá la ley, la moral y la cultura se comportan
como temas separados. En ese sentido, el gobierno se ve en la necesidad de implementar la
cultura ciudadana con miras a interiorizar el cumplimiento de las normas en los
comportamientos individuales, morales y culturales. Considerando que el gobierno urbano
está en la obligación de hacer cumplir las leyes y que nuestra sociedad difícilmente genera
personalidades integrales, las estrategias para lograr este objetivo tendrán que oscilar entre
estrategias pedagógicas, razonables y estrategias directas de acción de la autoridad.
A la perspectiva de Bromberg, Arroio, del Banco Interamericano de Desarrollo, planteó una
posición parcialmente crítica: según su manera de ver, la cultura ciudadana es una forma
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pedagógica de hacer cumplir la norma pero su función es auxiliar del propósito central que
constituye la Seguridad ciudadana, principio que, en su opinión, garantiza la estabilidad del
capital social en las ciudades latinoamericanas.
En la última ponencia del panel, Jaime Torres puso en primer plano la cultura ciudadana,
asociada a la construcción de acuerdos horizontales (formales o informales) entre los agentes
que formulan políticas públicas y la gobernabilidad, cuya manifestación consiste en la
creación de espacios en que la ciudadanía participe.
Un tema trasversal a las tres ponencias fue la discusión sobre las encuestas que miden la
cultura ciudadana. Se planteó el problema de cómo los datos de las encuestas no
necesariamente reflejan la realidad pues las preguntas indagan sobre situaciones hipotéticas
(“qué haría usted…”) más que sobre las reales (“qué ha hecho”). Por ende reflejan el deber ser
más que los comportamientos que ya se presentan. Esto prueba que hay una comprensión de
la cultura ciudadana como concepto, pero no demuestra su recepción en el nivel de la acción
cotidiana; por lo que es necesario promoverla desde acciones pedagógicas y no sólo desde la
ley. Una de las ponencias mostró un caso distinto: la identificación simple de variables
equivalentes a la falta de seguridad ciudadana. El reto estaría en evaluar la cultura ciudadana
en la realidad más que en el deber ser, que aborden el comportamiento que los ciudadanos
exhiben en las calles y las decisiones inmediatas que toman en ese contexto.
Otro argumento presente en las tres ponencias señala que la cultura ciudadana no sale
únicamente de los individuos sino que estos son formados por el medio en que crecen. En
primera instancia, se mostró cómo dependiendo del medio en que crezcan las personas
tendrán una cultura de valoración de lo público. Después, desde una perspectiva
socioeconómica se mostró que la violencia no es responsabilidad exclusiva de los individuos
sino que hay ciertas condiciones que la determinan. La tercera ponencia asumió un enfoque en
medio de las dos anteriores. En lugar de la perspectiva “somos hijos del medio” planteó la
opción de centrarse en atacar ese medio con políticas de cultura ciudadana (promoverlas
desde las organizaciones) para generar cambios de actitud en los individuos.
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El panel concluyó a las 10: 30 de la mañana con la participación de los asistentes por medio
de preguntas escritas. Las preguntas consultaron la corresponsabilidad de las políticas de
cultura ciudadana, el cambio en las mentalidades, la toma de la justicia por propia mano y la
percepción sobre el estado de convivencia. Las respuestas refirieron la cultura ciudadana
como una categoría que lleva a todo el mundo a pensar en torno a la ciudad, a desarrollar
ejercicios de planificación estratégica, de participación cualificada en los espacios de
discusión, de ataque a las soluciones de corto plazo y de las limitaciones de incidencia de las
políticas en las esferas del crimen organizado.
II. Tres mesas de trabajo: “Movilidad y espacio público”; “Arte, cultura y patrimonio”;
y “Convivencia y seguridad ciudadana”
Mesa 1: Movilidad y espacio público
La mesa de movilidad y espacio público apostó por una construcción de la cultura ciudadana
no desde las leyes y el gobierno sino desde acciones que generen un cambio de mentalidad
individual. El ejemplo del parque de Guangüiltagua, presentado por Mario Vásconez Suárez,
nos invitó a pensar en espacios públicos guiados por una utopía que orienta la construcción
unida a un plan arquitectónico de conservación y rehabilitación ambiental. Invitó, además, a
pensar en un parque que considere a los individuos más que como meros elementos de la
dinámica económica o urbana de la ciudad y considera su desarrollo físico, espiritual y su
contacto con la naturaleza.
En la segunda ponencia, Andrés Casas presentó la movilidad no como un problema
arquitectónico o técnico sino como un espacio de resolución de dilemas habitado por
individuos, no piezas de un diseño. En ese sentido, señaló, hay que considerar con qué
mentalidad las personas enfrentan el espacio público. El ideal sería cambiar de una
mentalidad de juego competitivo (gana el más vivo) a una de ganancia para el grupo (el bien
común).
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Carlos Felipe Pardo, en la tercera ponencia, se concentró en los resultados de la investigación
estadística para buscar un cambio en la mentalidad sobre la movilidad; cuestionó la
concepción del automóvil como la mejor opción; en su lugar propuso que la bicicleta y el
transporte público sean promovidos como las alternativas menos riesgosas. Esta idea implica
otro ejercicio de reevaluación: pasar de ponderar por sobre todo a los carros para pensar
seriamente en los peatones. Propuso entonces que el Gobierno urbano desarrolle estrategias
que posicionen la caminata y el uso de la bicicleta como alternativas más seguras y ecológicas
que el del automóvil.
La última presentación, realizada por Jaime Valenzuela, invitó a repensar las ciudades desde
sus orígenes como polis. La ciudad se definiría alrededor de su ágora, noción que hay que
rescatar en la actualidad. Nos queda por definir cuál es el centro cultural de Bogotá, es decir,
su ágora, el espacio al que todos pueden ir a intercambiar pareceres, el ejercicio básico de la
ciudadanía. Por otra parte, mediante el ejemplo de Curitiba, mostró que organizar la ciudad
según su topografía (considerando el medio natural) simplificó el problema de movilidad;
como una consecuencia esperable de la definición de corredores de desarrollo basados en el
espacio natural sobre el que se levanta la ciudad, el problema de movilidad se resolvió
inmediatamente de abordó.
Mesa 2: Arte, cultura y patrimonio
En la mesa de arte cultura y patrimonio se estudió la estética de las representaciones sociales,
la identidad mediante intervenciones plásticas y la preservación de los bienes colectivos, a
través de diferentes experiencias en los campos del arte, la cultura y el patrimonio, asociados
a la cultura ciudadana. Bajo esta premisa, la discusión de la mesa desarrolló cinco temas:
i. Intervenciones plásticas y gestión social en la re significación de espacios urbanos. En
donde, por medio de diferentes experiencias, el arte sale de las galerías a los espacios urbanos
para convertirse en un medio de apropiación y de producción de la ciudad. De tal manera, el
arte genera nuevas miradas hacia las problemáticas sociales haciendo sensibles a los
ciudadanos respecto a la construcción de valores para la cultura ciudadana. Específicamente
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estas intervenciones se realizaron con diversas poblaciones (para el caso de los laboratorios de
Desearte Paz, se desarrollan acciones con las diversas habilidades de los ciudadanos como los
reclusos, desplazados y el trabajo infantil) también en espacios de exclusión social como las
favelas en Brasil.
ii. Gestión de la memoria colectiva y el patrimonio cultural y natural. En donde se deben
reivindicar la ciudad y sus espacios, que muchas veces se encuentran estigmatizados dentro de
memoria colectiva de los ciudadanos (dependiendo se su genero, edad y condición social).
Esta gestión, según Armando Silva, se materializa en la ciudad por medio del arte público y el
arte urbano.
iii. Turismo y cultura ciudadana: la gestión social y económica del patrimonio cultural. Tema
enfocado a la rehabilitación del patrimonio, sin dejar de lado las raíces de cada ciudad, sin
homogeneizar e imponer modelos de turismo que no tienen en cuenta a los ciudadanos y que
generan espacios segregados y elitizados a los que sus habitantes no tienen acceso. Así se
propone la participación ciudadana en el desarrollo de una autonomía de gestión de gobierno
en donde los ciudadanos piensan qué tipo de turismo quieren recibir y si están o no
preparados para hacerlo.
iv. Ejercicios de convivencia y apropiación social de ofertas recreativas y culturales.
Enfocando la cultura ciudadana hacia una práctica social que promueva valores tales como la
convivencia, la pertenencia urbana, la participación, el compromiso con el patrimonio cultural
y el reconocimiento de derechos y de deberes.
v. Estrategias pedagógicas para la apropiación de la ciudad, su patrimonio y el ejercicio del
derecho a ella. Según los ponentes, cada estrategia se debe llevar a diferentes niveles sociales,
con el fin de evidenciar las percepciones y los imaginarios que generan las políticas de cultura
ciudadana.
vi. Finalmente, la estética de la ciudad. Vista desde la concepción del arte, da origen a
procesos de política que se encuentran enmarcados en la conservación y rehabilitación del
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patrimonio. Estos elementos cobran mayor importancia para el desarrollo de la ciudad,
cuando se hace énfasis en la individualidad y en la estética del individuo.
Mesa 3: Convivencia y seguridad ciudadana
En esta mesa, moderada por Femando Guzmán, participaron cinco ponentes: Clara López
Obregón, Secretaria de Gobierno de Bogotá; Diego Corrales, Raúl Toledo Dehesa, el
Teniente Coronel Francisco José Ruiz Antia y Emmanuel Reinert; quienes analizaron los
modelos de construcción de convivencia mediante la transformación de comportamientos
ciudadanos frente al manejo de los conflictos urbanos y del uso social del territorio.
Los ponentes, a partir de las experiencias de sus ciudades (Bogotá, Medellín, México y Luís
Eduardo Magallanes), concretaron una perspectiva particular de la seguridad y la convivencia
ciudadanas. En primer lugar, Clara López mostró cómo el enfoque del plan de gobierno
Bogotá Positiva concibe un modelo de ciudad sostenible a través de la cultura ciudadana. En
seguida, describió la forma en que los programas de la política pública de seguridad
ciudadana y convivencia recogen este concepto. Resaltó los principios que definen las
relaciones entre el Estado y la sociedad civil: el respeto, la confianza, la solidaridad, la
corresponsabilidad-reciprocidad ligada a la solidaridad (verbigracia el uso de la recompensa
en las denuncias frente a delitos, paradero de delincuentes, etcétera), y la autorregulación. Se
detuvo, finalmente, en la explicación de los programas que componen tal política: Gestores de
convivencia, Pactos de seguridad y convivencia ciudadana, Plan desarme, Goles en paz,
Cumplimiento y reformulación del código de policía, y Derechos humanos.
Diego Corrales explicó, en primer término, las características generales de la ciudad en los
planos demográficos, geográficos y sociales para concluir con la condición geoestratégica que
ejerce la ciudad, y el Departamento en general, para la criminalidad. Mostró como se
establecieron planes de acción, a partir del diagnóstico de las zonas o lugares conflictivos de
la ciudad; especialmente en temas de infraestructura (en materia de parques, puentes,
recuperación de espacios del centro de la ciudad, entre otros) para cambiar dichos
comportamientos conflictivos. Un punto de interés fue el permanente cambio en las políticas
de seguridad en concordancia con los cambios en las dinámicas de la violencia.
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Raúl Toledo Dehesa explicó, a partir de un diagnóstico socioeconómico, la necesidad de
acoger la experiencia de cultura ciudadana desarrollada por la alcaldía de Antanas Mockus.
En efecto, afirmó, se establecieron programas con énfasis en la pedagogía y el cambio de
comportamientos de los ciudadanos para generar un mayor reconocimiento del otro. En tal
sentido, explicó los planes a desarrollar: Racionamiento del agua, Uso del cinturón de
seguridad, No conducir en estado de ebriedad, Cuidar el mobiliario urbano, Cultura del
cuidado mobiliario, Respetar al peatón y a las señales viales, Respetar los lugares reservados
para las personas con discapacidad, las Mujeres libres de violencia sexual, Recoger las heces
caninas, la Cultura de respeto al otro, No tirar chicles en el pavimento, y modificar la
conducta que afecta los mejoramientos en la infraestructura.
El Teniente Coronel Francisco José Ruiz Antia a través de la presentación “Construcción de
convivencia y cultura ciudadana”, propuso una serie de conceptos para demostrar la necesidad
de autorregulación de la ciudadanía. De manera que la policía pueda ocuparse en las
problemáticas que supone la violencia organizada. En últimas, el enfoque de seguridad y
convivencia de tal institución se articula a partir del principio de corresponsabilidad entre las
autoridades, las comunidades y la policía.
Emmanuel Reinert enfatizó en que los problemas de inseguridad son solamente un síntoma de
un problema social más grande. No obstante, es necesario corregirlos para que otras
problemáticas no aumenten. En concreto, el enfoque de seguridad y convivencia, desde su
perspectiva, proyecta superar la tolerancia a las manifestaciones de la violencia, trabajar en las
acciones delictivas de la población juvenil a través del establecimiento de incentivos que
tengan una verdadera fuerza coercitiva, pero también participativa e incluyente, y superar
algunos mitos en los temas de la cultura ciudadana y la seguridad ciudadana. Al final mostró
la experiencia de los laboratorios de esa organización en Luis Eduardo Magallanes (Brasil),
en donde los crecientes procesos de migración desembocaron en dinámicas de criminalidad.
Allí se elaboraron diagnósticos que precisaban las problemáticas y estrategias de solución,
creadas desde los mismos pobladores.
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SEGUNDO DÍA
I. El segundo panel: ¿Gobernar ciudad, gobernar ciudadanos?
En este panel, moderado por el profesor Paul Bromberg, los ponentes Emilio Duhau y María
Cristina Villegas de Posada dialogaron sobre los comportamientos y las actitudes de los
ciudadanos en relación con el espacio público; además, evaluaron el planteamiento de lo que
se sueña como ciudad moderna a través de tres temas generales: los avatares del espacio
público en su transición del tipo ideal a los micro-órdenes contemporáneos, el orden urbano
(regulaciones y autorregulaciones) y una reflexión ideal generada por el principio de “Si los
demás cambiaran”
1. Los avatares del espacio público en su transición del tipo ideal a los micro-órdenes
contemporáneos. El espacio público de la ciudad moderna, es el tipo de “ideal” de ciudad
visto desde la academia como un mundo donde la literatura no define ni un después ni un
ahora. Parte de conceder libre acceso a lugares connotados por la presencia de extraños, una
metrópoli, con la condición de anonimato donde el ciudadano tiene derecho a estar presente y
permanecer ahí respetándole su intimidad. Ya que es un lugar donde el citadino de igual
manera con otro citadino, comparten la única experiencia similar que es por supuesto “la
experiencia de vivir”.
Pero notamos que el problema de convivir con los demás se puede abordar con la cultura
ciudadana; cuando aparecen unas condiciones para lograr lo que llamamos el “ideal de
ciudad” y de “ciudadano”: la igualdad de derechos o sea el reconocimiento (el acceso a los
derechos es garantizado por terceros, allí entran el poder público y el monopolio de la
coacción); la conformación de un dominio público de construcción (donde jurídicamente
estos lugares construidos se asignen al uso de todos); la difusión de espacios que están
destinados al público (domesticación de la calle y uso de ordenamiento de la calle, como por
ejemplo: regulación del espacio público, zonificación y uso del suelo); y la separación del
tránsito vehicular y el peatonal, para la ciudad moderna.
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De estas condiciones, evolucionó un estatuto jurídico del espacio público, entendido como un
sistema normativo que se desarrolla según dos ejes: la constitución de una esfera para el
espacio público, donde sea para el uso de todos; y un conjunto de reglas que codifican y
reglamentan los espacios urbanos. En otras palabras si se quieren generar estos espacios, será
preciso replantear aquellas normas comunes: un lugar puede ser libre y abierto pero en él se
aplican normas de convivencia aceptadas en su gran mayoría por todos; el espacio público es
cambiante, su evolución física implica reglas de creación y transformación. Entonces, los
comportamientos del ciudadano se deben autorregular, dando lugar al concepto de “orden
urbano”.
2. Un orden urbano basado en sistemas de regulación y autorregulación ha de tomar en cuenta
tres definiciones básicas: la “morfología urbana” (estructura socio espacial tanto de espacios
residenciales como de espacios públicos), el “estatuto jurídico” (uso colectivo y formas de
gestión de los espacios) y las “disposiciones incorporadas a los usos” (en la relación con la
ciudad y con los demás; el contexto cercano, familiar y, en la ciudad, el contexto vecinal o
local).
Los comportamientos y los cambios estructurales de la ciudad conllevan transformaciones
que han generado problemas como la segregación y el deterioro de los espacios públicos, su
desaparición, o sea su privatización, como resultado de la “visión posmoderna”. Pero estas
transformaciones se dan también por cambios en las formas como las ciudades son
imaginadas y realizadas; también por cambios en las normativas, en las practicas urbanas y en
los modos de producción de la ciudades. Cambios que se vienen dando por un orden causal de
la cosas. Por ejemplo, a mediados del siglo XX, la mayor parte del espacio era público,
excepto los hogares y los locales privados y los lugares destinados a la recreación o el trabajo,
al uso de locales privados, que son privados pero en cierto modo comparten cualidades con el
espacio público, lugares donde la relación entre lo urbano y lo residencial es directa. En la
actualidad hablar de la palabra “privatización” es importante en cuanto aparecen estos “micro
órdenes urbanos” que se refieren básicamente a espacios y actividades urbanas donde no
existen reglas específicas orientadas a resolver la problemática de todos, sino de intereses
particulares y que tienden a generar disociación de los espacios jurídicamente públicos,
(regidos ahora solo para las algunas minorías) y su privatización.
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La especialización y la privatización de los espacios públicos se dan de cuatro formas: lo que
fue público pasa a ser propiedad privada; espacios privados que se dirigen a atender el público
(por ejemplo los centros comerciales); espacios públicos vigilados y controlados por entes
privados; y espacios organizados como hábitat “privado” que niega el uso a los residentes.
La exposición de este “conflicto de las metrópolis contemporáneas” concluyó con el
planteamiento de los problemas que debe abordar la gestión pública (el uso comercial de los
espacios públicos y sus estados, la debilidad de un orden urbano compuesto por micro
órdenes) y algunas propuestas para generar cambios en la mentalidad de los ciudadanos
(ahondar en la investigación de variable de los micros órdenes, desarrollar dispositivos de
control del orden público, y promoción del reconocimiento respetuoso de las diferencias).
La pregunta que guió la ponencia de María Cristina Villegas podría resumirse como “¿Es
posible el cambio de comportamientos de los ciudadanos?”. El título de la presentación (“Si
los demás cambiaran”) es un gesto provocador pues en realidad esa es la línea de pensamiento
usual que está siendo ironizada: no se trata tanto del cambio de “los otros” como del propio.
Para empezar, la ponente expuso la propuesta de la actual administración, donde la cultura
ciudadana tiene una doble naturaleza dentro del continuo “comportamientos – cultura
ciudadana – convivencia”: es un resultado de los primeros (o un cambio en ellos) y una
herramienta para llegar a un estado de convivencia. Según ella, ese estado se evidenció en dos
logros de la administración Mockus: el respeto y la cooperación. El primero se planteó
fundamentalmente como respeto a la normas, particularmente la ley zanahoria y la del
desarme, cuyo resultado fue una patente disminución en el número de homicidios. Por su
parte, la cooperación se manifestó en los casos del pago de impuestos voluntario y el
razonamiento de agua que enfrentó la ciudad hace unos años. Estos ejemplos muestran que el
cambio es posible con acciones sostenidas e intencionales, no con campañas aisladas.
Ahora bien, ¿qué se entiende por cultura ciudadana? La ponente se basó parcialmente en una
definición de un documento del 2001 de Mockus: “conjunto de costumbres, acciones y reglas
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mínimas compartidas...” y resaltó el adjetivo “compartidas”, pues sin eso no habría cultura.
Dentro de esa formulación, habría tres presupuestos. Primero, el presupuesto de la
autorregulación; y para que las personas se autorregulen es conveniente que reconozcan que
los acuerdos (formales como las leyes o informales) son producto del consenso, de la
discusión. Segundo, el presupuesto de la regulación social, que nos regulemos unos a otros.
Tercero, la confianza en que los otros obedecerán las reglas si yo voy a hacerlo. Esta última
juega un papel ambiguo: no se sabe bien si es presupuesto o resultado pero juega un papel
central en la cultura ciudadana.
Entonces, María Cristina abordó su pregunta central: ¿cómo cambiar? Partiendo del
presupuesto de que la acción es motivada (o sea uno tiene razones para actuar), su propuesta
fue el basarse en modelos de acción porque finalmente lo que se busca con Cultura Ciudadana
es comportamientos que presenten respeto y cooperación. El modelo de acción racional es
frecuentemente usado por los economistas pero en esta ponencia fue criticado por asumir que
los seres humanos somos egoístas, decidimos únicamente con base en la utilidad y la ganancia
y nos interesan sólo las consecuencias de nuestras acciones. Al respecto, la ponente citó
varios estudios y experimentos que demuestran los casos contrarios.
La propuesta entonces se basaría en los planteamientos de Boudon y lo que él llama
“racionalidad axiológica” (distinta de la racionalidad instrumental), para la cual es racional
actuar de acuerdo con las normas. ¿Por qué? Porque, primero, son creencias prescriptivas
fuertes que funcionan como motores de la acción. En esta visión no se piensa en las
consecuencias sino en las causas de nuestras acciones. Segundo, de las normas se derivan el
orden social y un beneficio individual, el de sentirse bien. Aquí hay una ampliación del
modelo de acción racional en cuanto a cómo entiende la racionalidad y el beneficio.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, la ponente propuso un modelo de acción distinto. El de
acción racional considera que la acción surge de los deseos y las creencias. En el expuesto, la
acción surge de las creencias (que incluyen las consideraciones sobre costo-beneficio pero
también las creencias prescriptivas) y las emociones y además las normas actúan sobre esos
dos factores. Sugirió además que esta idea habría estado implícita en las acciones de la
administración Mockus; de ahí su éxito.
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El cambio en los comportamientos de los ciudadanos ha de buscarse usando las normas; a
través de ellas generar tres respuestas emocionales básicas pero de gran poder motivacional:
culpa, vergüenza y orgullo. Estas tres emociones recogen conceptos abordados antes:
autorregulación, regulación social, el beneficio de sentirse bien (usualmente dejado de lado,
aunque no debería ser así). El cambio comportamental surgiría al fomentar que, respecto al
cumplimiento de normas, se activen esas tres emociones; que podamos decir (nosotros, no los
otros) “aquí hay unas normas que deben ser respetadas”.
II. Tres mesas de trabajo: “Estrategias metodológicas de medición en cultura
ciudadana”; “Sociedad civil, sector privado y cultura ciudadana”; y “Hábitat, medio
ambiente y modos de vida saludables”
Mesa 1: Estrategias metodológicas de medición en cultura ciudadana
Moderados por Brayan Moreno (Asesor del Programa Amor por Bogotá), Hernando Rojas (de
la Universidad de Wisconsin), Henry Murrain (de Corpovisionarios), Fernando Martínez (del
Observatorio de Culturas de Bogotá) y Carlos Córdoba (del Programa Bogotá Como Vamos),
ponentes de esta mesa, abordaron las estrategias metodológicas de medición como un medio
para analizar las tendencias y los sistemas de investigación sociocultural, sus aplicaciones en
la pedagogía, el gobierno urbano, las políticas públicas y la transformación sociocultural. Al
tiempo que informaba los conferencistas debatieron sus resultados de gestión pública e
investigación sobre los observatorios sociales urbanos, las herramientas de homologación y de
comparación urbana en diverso escenarios de Latinoamérica; las indagaciones en la
percepción y el comportamiento de las políticas públicas; los análisis epidemiológicos y
cualitativos; las encuestas y los sondeos de opinión de cultura ciudadana.
Los temas comunes se pueden resumir en seis tesis: 1) el trabajo de campo (entendido como
el componente fundamental para comprender las “leyes” internas de las categorías de la
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cultura ciudadana1) ha permitido reelaborar la teoría y hacer más efectivo el proceso de
retroalimentación permanente entre la teoría y la práctica que, en este caso, son los programas
de cultura ciudadana mismos; 2) el proceso de investigación, en el sentido Hegeliano, aboca
la interrelación de los elementos cualitativos y cuantitativos. Se trata entonces de encontrar las
cualidades y de precisar las cantidades, para lograr que las categorías se hagan cada vez más
concretas; 3) los procesos de aplicación de los distintos instrumentos de medición,
cualitativos o cuantitativos, demandan la continuidad o el mantenimiento de las variables, aún
a costa de errores en el diseño de concepciones o preguntas, so pretexto de la comparabilidad
en el tiempo; 4) la investigación demanda un camino de retorno permanente, esto es, los
conceptos elaborados que se concretan en el trabajo de campo, una vez se ha recogido la
información, deben regresar para su redefinición toda vez que la “realidad” los confronta
dejándolos, en muchas ocasiones, cortos o inservibles; 5) la investigación que se ha hecho en
materia de cultura ciudadana, desde mediados de la década del noventa, demanda un salto
cualitativo que va desde la descripción hasta el análisis y la explicación; y 6) una cultura de la
medición incólume ante el tiempo es, en últimas, la propuesta que debe superar las
administraciones de turno, toda vez que persigue el loable interés de mejorar la calidad de
vida de los ciudadanos. Retratado esto, leamos en detalle las reflexiones.
Mediante la primera exposición Retos de la medición, Hernando Rojas sintetizó los cuatro
desafíos de la medición: 1) crear una cultura de la medición, 2) proponer un marco de
medición socialmente aceptado, 3) complementar el proceso conceptual, y 4) pasar de lo
descriptivo a lo explicativo. Estas reflexiones las sustentó con ejemplos experimentales
realizados en dos grandes procesos de investigación en los que participó: una línea de base
para niños y niñas participantes en proyectos de cultura ciudadana, y un proyecto de donación
de sangre (que busca crear voluntariedad a la hora de la donación).
1 La Cultura ciudadana se basa en concepciones filosóficas, antropológicas y sociológicas. Antanas Mockus, el ‘padre de la criatura’ (según lo expresó Paul Bromberg el primer día del Seminario) fue parte del Grupo Federici que fundamentó su propuesta en la competencia comunicativa, entendida no como transmisión argumentada sino como búsqueda de entendimiento mutuo. Asimismo, el elemento motor es la función pedagógica del estado para la creación de una cultura ciudadana por fuera de las instituciones de educación formal, todo esto en el marco de un movimiento mundial, que apareció desde la década de los sesenta, de crítica hacia las instituciones de educación formal que, fundamentalmente, propuso la des-escolarización de la práctica educativa.
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El primer reto hay que superarlo de inmediato, según Rojas, debido a la cultura de la
imprecisión en la que estamos inmersos. Para salir de tal “oscuridad” y encontrar la luz en la
medición, el primer paso es el convencimiento de la necesidad de medir, enseguida, una vez
se ve la luz al final del túnel, es el diseño de estrategias que consulten el cómo hacerlo. Sin
embargo, en el camino aparecen muchos enemigos. Uno de ellos es la inestabilidad de las
mediciones que, básicamente, se ven afectadas por el cambio de las administraciones de
gobierno o por la rotación de la perspectiva investigativa. El resultado es la no
comparabilidad de las encuestas o demás instrumentos de medición. Al final, explicó la
exigencia de ir paso por paso, con paciencia, debido a las dificultades técnicas o a la pobreza
en los estados de arte en nuestros contextos; un salto inesperado, opinó, puede acarrear errores
graves. “El saco no es a la medida” fue la frase que utilizó para reflexionar sobre el segundo
reto. Fundamentalmente, la medición debe superar el caso único, debe prestar el mismo
servicio a todos los gobiernos, de lo contrario es defectuoso. Para salir de tal problema, se
hace necesario escoger un marco de reglamentación adecuado, esto es, socialmente aceptado
que se puede encontrar en reglamentaciones constitucionales o en actos de ley que, si bien no
consultan siempre unanimidad, son aceptados por la mayoría. Del mismo modo, es necesaria
la independencia de los equipos de investigación, equipos que, en todo caso, deben ser
conscientes de las necesidades coyunturales de los gobiernos de turno (problemas de la
agenda o del Plan de Desarrollo que se plantean), pero con la intención de jalonar variables y
procesos continuados de investigación para alcanzar la comparabilidad en el tiempo.
El tercer reto consiste, según Rojas, en hacer la tarea completa. El desarrollo conceptual es un
ejercicio circular, no debe parar una vez sale a la apuesta empírica. Lo que debe hacer es
continuar, mejor aún, regresar en un proceso dialéctico y dinámico de redefinición. Lo que
hemos hecho es: desarrollo conceptual para pasar luego a la observación, después… termina
la investigación. La propuesta sería: desarrollos conceptuales, observación, redefinición (o
léase: concepto-observación-retorno al concepto). La bondad de la redefinición radica en
complementar y reinventar las categorías conceptuales que, gracias a la observación, pueden
establecer un diálogo más fluido entre la teoría y la práctica, y aún más, desde una perspectiva
Hegeliana, propiciar la superación de tal dicotomía.
18
El cuarto y último reto: disminuir la complejidad, es posible si se estimula el paso de los
modelos descriptivos a los explicativos. En este punto, recomendó no ahogarse en el inmenso
mar de la complejidad social, sustentando sus explicaciones en el proyecto de donación de
sangre en el que participa. Esencialmente, encontró que Hablar sobre el tema de la donación
de sangre es fundamental, entonces lo que había que hacer para estimular la donación era
poner a la gente a hablar sobre el asunto. Se trata, con todo, de encontrar la categoría
independiente central y, a partir de allí, ir desglosando las categorías dependientes.
El segundo expositor de esa mesa fue Henry Murrain de Corpovisionarios, quien llamó la
atención sobre el trabajo calculado de medición que hay detrás de las primeras campañas que
se hicieron en cultura ciudadana en Bogotá (Antanas Mockus, en su primera administración
―1995 a 1998). El punto central en este planteamiento fue la obligación de sacar de la
“caricatura”, según expresó, las diversas campañas sobre cultura ciudadana que se
adelantaron. Al contrario, se trata de un trabajo de conceptualización y de medición (los
llamados sistemas de información y medición) serio, no una mera “improvisación” como se
ha pensado en muchos contextos.
El ejemplo que utilizó para sustentar el planteamiento fue la incorporación de 40 mimos en
las cebras de mayor congestión vehicular de la ciudad. Los mimos, anotó, son una expresión
de planificación que arrancó con una serie de asesorías realizadas por entidades de
cooperación japonesas a propósito de los problemas de movilidad. Los resultados obtenidos
por estas agencias desembocaron en problemas de comportamiento ciudadano superiores a
problemas de carácter de infraestructura o movilidad vehicular. Una vez encontrado el
problema central: comportamiento, lo que había que hacer, según Antanas Mockus alcalde de
la época, era replantear la idea de la culpa en los ciudadanos. La respuesta fueron los mimos
que tradicionalmente se han asociado a personajes que imitan, llevando al colmo del ridículo,
comportamientos grotescos o inadecuados. En este caso, se atacó el comportamiento del no
uso de la cebra para pasar las calles.
Posteriormente, se detuvo en la génesis de las mediciones de cultura ciudadana (se han
formulado cuatro en total: 2001, 2003, 2005 y 2008) para entender las encuestas como
instrumentos que miden percepciones, actitudes y comportamientos (no sólo percepciones
19
como en muchos escenarios se cree, según comentó), y para generar una serie de tendencias y
cambios en los resultados. Primero, ubicó el origen en una investigación que hizo Mockus, en
su primera administración, al lado de Jimmy Corzo. Tal investigación proponía como eje
central la asimetría entre el cumplimiento de la norma por las buenas por parte del “yo” frente
al cumplimiento de la norma por las malas por parte del otro. Esto desembocaba, según la
hipótesis, en posibles legitimidades a la hora de motivar violencia toda vez que se pensaba
que el otro sólo respondía por las malas. Con este presupuesto, la primera encuesta de cultura
ciudadana se presentó en el año 2001 (segunda administración de Mockus) debido a la
exigencia del Concejo de Bogotá, que solicitó pruebas de la eficacia de los programa de
cultura ciudadana pues demandaban presupuestos notables.
La asimetría referida, con la aplicación de las mismas preguntas en otros contextos (Europa y
México), no encontró mayor asidero. Había poco margen de diferencia, encontrándose
incluso, en el caso de Dinamarca, mayor percepción de cumplimiento de la norma por las
buenas en el otro. Al final, se discutió sobre la centralidad de la cultura ciudadana, entendida
como una serie de estrategias de cambios de comportamientos, como un mecanismo para
crear niveles de confianza hacia los otros. Esto se demuestra con la evolución de las encuestas
que arrojan mayores simetrías, sobre el punto que estamos discutiendo, en la medida que se
van desarrollando programas de cultura ciudadana y se van aplicando los formularios.
Enseguida, Murrain destacó tres puntos centrales que han sustentado las encuestas aplicadas
en la ciudad de Bogotá y también aquellas trabajadas en otras ciudades de Latinoamérica por
Corpovisionarios. 1) La necesidad de encontrar preguntas de tipo extremo (que consultan
comportamientos, actitudes o percepciones claramente definibles) para medir y, evitar así, la
ambigüedad; 2) la obligación de mantener las mismas preguntas a lo largo del tiempo con el
fin de propiciar la comparación. Sobre este último punto, se trata de crear los mismos flujos y
mantener el mismo orden de las preguntas (se observó, a partir de investigaciones
académicas, que el cambio del orden influye en el cambio de respuesta); y 3) la solución que
encuentra para las coyunturas (o los objetivos particulares) que incorporan los gobiernos de
turno y que se materializan en preguntas, es incluir tales preguntas al final del formulario. De
tal manera, se continúa con el propósito de mantener las preguntas (en la primera parte de la
20
encuesta) pero también se cumple con darle el espacio a las preocupaciones coyunturales de
los gobiernos de turno (en la segunda parte de la encuesta).
Murrain presentó las pruebas de compatibilidad como un logro en el trabajo del equipo que él
secunda. Se trata de comparar respuestas a partir de la aplicación en varios momentos del día
(mañana, tarde o noche) y en distintos períodos de tiempo (cada quince días, por ejemplo).
Estas pruebas permiten encontrar las mejores preguntas que, a la postre, suponen mayor
estabilidad en las respuestas de los ciudadanos/as. Cerró su intervención con el tema de otras
metodologías de la medición. En primer lugar, hizo notar la importancia de tener para cada
contexto (en este caso habló de algunas ciudades de Colombia como Bogotá, Medellín,
Barranquilla y Santa Marta) una metodología particular teniendo en cuenta las diferencias que
aparecen, por ejemplo, con el tema de la ilegalidad. En este sentido, cada ciudad tiene una
gama de particularidades en la expresión de sus ilegalidades que difícilmente es comparable
con otros contextos.
Ahora bien, concretamente llamó la atención sobre la imperiosa necesidad de emplear otro
tipo de metodologías porque no es posible, y además no es conveniente, utilizar siempre
encuestas. Al respecto, los aforos (para el tema del cinturón de seguridad), los sondeos
parciales (para preguntar un tema específico que sólo se da en ese contexto, verbigracia, un
problema de delincuencia o drogadicción), los ejercicios de regulación (se trata de
experimentos que consultan comportamientos en caso de determinadas situaciones infractoras
como: tirar basura o recibir más cambio en una tienda), las experiencias sociales y los
estudios en behavioral economics. Todos estos instrumentos ayudan a profundizar en temas
en donde la encuesta no tiene cabida o sus respuestas son mínimas.
Fernando Martínez, del Observatorio de Culturas de Bogotá, centró sus reflexiones en tres
aspectos: 1) los orígenes del observatorio de culturas que estuvo ligado a las primeras
mediciones de cultura ciudadana (primera administración de Mockus); 2) los instrumentos
utilizados para la medición, ¿cómo han venido evolucionando?; y 3) los nuevos enfoques de
investigación que son el soporte y la prueba infalible del perfeccionamiento que han tenido las
encuestas de cultura ciudadana.
21
Martínez narró los orígenes del observatorio a partir de una gama de solidaridades
académicas, con autores propios como Rocío Londoño, Paul Bromberg, Alberto Saldarriaga,
entre otros, quienes fueron jalonando iniciativas de investigación desde la universidad, en
primera instancia aislados y que produjeron una serie de documentos sobre la cultura
ciudadana organizados desde asesorías a trabajos de pregrados y postgrados. Enseguida, contó
la participación de un grupo de auxiliares de policía que se encargaron de nutrir los esfuerzos
académicos señalados, con observaciones in situ que reflejaban las particularidades del
espacio público capitalino. Por último, la institucionalidad entró de lleno creando una serie de
instancias, de las cuales el Observatorio de Culturas es expresión.
La exposición, a partir de aquí, tomó un tono comparativo que discutió las continuidades y
discontinuidades en la política cultural de las administraciones de Mockus y Peñalosa2.
Básicamente, destacó un proceso de acumulación de aprendizajes. Empero, hizo notar una
gama de discontinuidades expresadas en dos razones: a) el cariz experimental de las políticas
de gobierno de Mockus, y b) la plasticidad de los límites del campo de la cultura como objeto
de la política pública.
En este sentido, al comparar los dos gobiernos de Mockus, esto es, “Formar ciudad” (1995-
1998) y “Bogotá para vivir todos del mismo lado” (2001-2003), señaló que existieron
diferencias en la acción de los programas de cultura ciudadana, en los arreglos institucionales,
y en las estrategias efectuadas. Sobresalen tres aspectos: 1) Si bien en los dos gobiernos se
definió que la cultura ciudadana era una responsabilidad compartida entre el gobierno y los
ciudadanos/as y que su fin era armonizar lo moralmente válido, lo culturalmente aprobado y
lo legalmente permitido, se presentaron diferencias en el énfasis sobre la ley, la cultura y la
moral. Así, mientras en el primer gobierno se enfatizó en la regulación cultural, en el segundo
se adoptó una estrategia simultánea para actuar sobre los tres sistemas de regulación; 2) en el
segundo gobierno se fortaleció la cultura tributaria y se propuso la renuncia voluntaria a
subsidios de salud no merecidos; además, se fortalecieron dos temas: la difusión y la
legitimación del fundamento democrático de las normas y la formación de una cultura política
2 El periodo de Garzón y el actual de Moreno Rojas, destacó el aspecto de la incorporación de derechos, la inclusión social y las desigualdades sociales. Cultura de derechos, derecho a la cultura y derechos culturales
22
democrática; y 3) en el segundo gobierno, la implementación programática, institucional y
presupuestal de los sub-campos de acción con sus respectivos programas de cultura
ciudadana, verbigracia, Cultura cívica: programas Apreciar las normas y admirar lo bueno y
Aportar de buena gana, fueron acompañados por la clarificación de compromisos
institucionales y la creación de una instancia coordinadora del objetivo –el Comité de cultura
ciudadana –y por instancias de coordinación de la gestión.
Ahora bien, en el Plan de desarrollo de Peñalosa (1998-2001) no se priorizó ningún contenido
cultural; además, varios de los temas de cultura ciudadana se repartieron a otras entidades. No
obstante, el aporte central de Peñalosa fue la creación del proyecto Misión Bogotá, que
prolongó Mockus, continuando la estrategia de recurrir a personas que no representaban la
autoridad del estado para la regulación del comportamiento. Así, mientras que en el primer
Mockus se dispusieron mimos para regular el comportamiento de peatones y conductores, en
el gobierno de Peñalosa se creó la figura de los Guías cívicos: personas de grupos
poblacionales en riesgo3.
Con estos planteamientos como telón de fondo, posteriormente se detuvo en las características
de las encuestas de cultura ciudadana realizadas hasta el momento. Al respecto, la primera
encuesta (2001) la caracterizó como relativamente corta (tuvo un formulario con cerca de 80
preguntas), sustentada desde la Encuesta Mundial de Valores, entre otras encuestas, y con la
especialidad de permitir la creación de la línea de base inicial. La del 2003 como más robusta,
presenta tres formularios, además de contar con el trabajo tras bambalinas de expertos tales
como Rocío Rubio, Javier Saenz, Alberto Maldonado, entre otros, que profundizan sobre
cultura política, convivencia, patrimonio y arte, gobernabilidad, etc. La del 2005, con Garzón
en el gobierno distrital, hubo cambios relacionados, principalmente, con la permanencia de
los formularios anteriores que ya venían siendo gigantescos (se trató ahora de cuatro
formularios), más la incorporación de una sección denominada cultura de derechos. La
encuesta del 2008 debido al cúmulo de temas que, no sólo estaban en el marco de la cultura
ciudadana, sino de la vida en ciudad en general, planteó una reformulación siendo
3 Con el regreso de Mockus se incorporaron otros grupos en riesgo, esto es, población en situación de desplazamiento o prostitución, entre otros, y se ampliaron sus funciones de regulación ciudadana a Transmilenio; las zonas universitarias; etc.
23
Corpovisionarios sus voceros; en este sentido, la incorporación de preguntas a grupos etáneos
y a distintas localidades ofreció la posibilidad de generar políticas públicas focalizadas
localmente. Por último, la encuesta bienal de 2009 que redefine los planteamientos en tres
temas: cultura política, cultura cívica y cultura democrática.
Carlos Córdoba del Programa Bogotá cómo vamos4, cerró la ronda de intervenciones iniciales.
Esbozó tres temas: 1) un relato de cómo desde Bogotá Como Vamos, y sus mediciones, se
piensa trabajar en la calidad de vida de los ciudadanos/as; 2) una muestra de lo que están
haciendo en materia de medición, y 3) las nuevas ideas sobre cultura ciudadana que sustentan.
La exposición de Córdoba fue muy sintética, brevedad que la concibió como una manera de
hacer cultura ciudadana. Entre sus principales aportes estuvieron. El Programa hace sus
mediciones a partir de un paquete técnico y de una encuesta de percepciones. La idea con
estos instrumentos es establecer: i) indicadores de impacto, ii) resultados que se mantengan en
el tiempo, y iii) deducciones que puedan ser comprensibles para la gente. En todo caso, la
lupa de todos estos instrumentos, que se vienen aplicando hace 12 años periódicamente, es
determinar si la calidad de vida de los ciudadanos/as está mejorando o empeorando.
Córdoba se dedicó a leer una gama de resultados, enfatizando en 20 de ellos que tienen que
ver con el tema de la cultura ciudadana, de los 170 indicadores técnicos que conforman sus
instrumentos. Así las cosas, su exposición consistió en mostrar los avances y retrocesos que
han tenido algunos indicadores, léase la movilidad, la aceptación de las normas, el espacio
público, la corresponsabilidad, la confianza en las instituciones públicas y privadas a
propósito de la manera como invierten los recursos, fundamentalmente. Hecho este panorama,
retornó nuevamente al meollo del asunto: la calidad de vida; esto para debatir la necesidad de
establecer relaciones claras y directas, es decir, sin ambigüedades declaró que les interesa, a
Bogotá Como vamos, la cultura ciudadana si y solo si contribuye al mejoramiento de la
calidad de vida de los ciudadanos/as.
4 Una apuesta privada apoyada desde La Casa Editorial El Tiempo, la Cámara de Comercio de Bogotá, y la Fundación Corona.
24
Al final de la mesa, a partir de las preguntas propuestas por los asistentes, Hernando Rojas
reflexionó sobre la mejor manera de evitar los sesgos en las respuestas debido a las
coyunturas y a los contextos. En primer lugar, llamó la atención sobre la no efectividad total
de las mediciones, esto es, sobre su imperfección per se; en todo caso, declaró sobre la
existencia de instrumentos técnicos para evitar al máximo este tipo de sesgos que, en el
momento, no comentó. Del mismo modo, complementó su propuesta investigativa a partir de
las dos formas tradicionales en investigación: la deductiva que trabaja de los conceptos a la
observación, y la inductiva que empieza en la observación y termina en los conceptos; en todo
caso, “tanto la una como la otra requieren completar el círculo”, concretó. Henry Murrain y
Fernando Martínez, por otra parte, anotaron sus percepciones sobre el pico y placa (Murrain
es de la opinión del reemplazo de esta medida por la estrategia del carro compartido); la
participación e integración ciudadana (el panegírico se lo llevó la participación e integración
entre desconocidos –el respeto al que no conozco, y “entre más respeto haya mayor cultura
ciudadana habrá”, concluyó Murrain; así es mucho más loable y difícil el encuentro entre
desconocidos); las mediciones e instrumentos etnográficos y posteriores ejercicios de
convivencia, realizados por el Observatorio de Culturas en el caso de Rock al Parque, han
desembocado en el respeto mutuo entre los participantes al concierto, rockeros, y los
guardianes del orden, la Policía, señaló Martínez.
Mesa 2. Sociedad civil, sector privado y cultura ciudadana
Esta mesa se concentró en las experiencias de formación de cultura ciudadana desde los
agentes no gubernamentales. Las ponencias mostraron las experiencias de Viva Río en Brasil,
Terpel y la Cámara de Comercio de Bogotá en nuestro país. Las tres apuntaron a la
importancia de coordinar acciones del sector privado (empresas, ante todo), la sociedad civil
(ciudadanos, intelectuales, ONG, medios de comunicación) y el Estado con miras a la
formulación de políticas públicas que ayuden en la construcción de la cultura ciudadana.
Viva Río basa su actuar en el concepto de seguridad ciudadana, fuertemente relacionado con
la corresponsabilidad de que hablábamos ayer. La definición que la organización hace de ese
concepto engloba buena parte de la discusión de esta mesa: Seguridad ciudadana es “el
25
resultado de un esfuerzo combinado entre la sociedad civil y las instituciones
gubernamentales en busca de calidad de vida para todos”. Parte del esfuerzo es considerar “las
diversas fuentes de inseguridad humana”, particularmente “los problemas relacionados con la
violencia armada y con los contextos sociales que con ella se relacionan”.
Las acciones de esta organización manan de la inconformidad de la sociedad civil con la
situación de violencia en Río: atención a las poblaciones marginales, promoción de marchas,
del desarme y hasta educación de la policía para que no abuse de su poder. Pero Viva Río
busca ir más allá de las denuncias y fomentar el diálogo entre las instituciones (la policía, por
ejemplo), la sociedad civil, los intelectuales y los periodistas para avanzar en la construcción
de la seguridad humana. “Acción cooperativa”, en una palabra.
La Fundación Terpel es un proyecto eminentemente pedagógico que surge como respuesta a
la pregunta de dónde podía la empresa brindar un mayor apoyo a la sostenibilidad urbana y al
desarrollo humano. La apuesta fue por mejorar las competencias en Cultura Ciudadana,
entendida según el Plan Formar Ciudad: “Conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas
compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana y conducen al
respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos.”
En consecuencia, los programas de la Fundación (“Ruta amarilla” y “Voceros/Valientes”) se
centran en “enseñar la ciudad” a sus habitantes usándola como el espacio de enseñanza. El
objetivo es fomentar el sentido de pertenencia y compromiso con la ciudad buscando también
la inclusión social. Así, la Fundación alcanza poblaciones vulnerables (jóvenes, tercera edad,
colegios públicos) y atiende puntos importantes de las políticas públicas (competencias
ciudadanas, buen uso del tiempo libre). Actualmente, los programas funcionan en las ciudades
de Medellín, Manizales, Santa Marta, Bucaramanga y Bogotá.
La Cámara de Comercio de Bogotá apoya la responsabilidad social de las empresas porque las
considera motor de desarrollo de la sociedad en tanto crean riquezas y empleo. Busca, sin
embargo, que su actividad esté guiada por una ética: que respeten la dignidad de las personas,
que cumplan con la ley, que obren con transparencia, que promuevan los mecanismos de
26
conciliación, etc. Este sería un ejemplo del mecanismo mencionado ayer: cultura ciudadana
que se construye desde una organización, de donde los individuos la llevan afuera, a la calle.
El ideal es que cada empresa, sin importar su tamaño, incluya en su agenda trabajar para
beneficio de la población vecina a sus instalaciones, mínimo, que no funcionen separadas de
los ciudadanos. Sin embargo, más que un gesto de filantropía (donaciones, actividades
esporádicas en un sector deprimido), la Cámara considera que la autoevaluación de las
empresas sobre sus prácticas internas en cuanto a responsabilidad social empresarial es el
ejercicio más importante que pueden hacer de construcción de Cultura Ciudadana. Además,
por supuesto, de los ajustes que sugiera la evaluación para trabajar con miras a la integración
con la ciudadanía.
En la ronda de preguntas se trataron varios puntos importantes. En primer lugar, se ampliaron
las puntualidades logísticas de los programas de la Fundación Terpel, cómo contactarlos, etc.
Margarita García insistió en que la Fundación era independiente y tenía su propio objetivo,
que no era una forma de tapar los impactos ambientales de Terpel
Mayra Jucá afirmó que no hay un “clima neutro” actualmente en cuanto a violencia sino que
lo importante es el esfuerzo por el diálogo y la construcción de una cultura de paz, de
ciudadanía y en contra de la violencia. De nuevo, las campañas por el desarme, las
movilizaciones, el trabajo con los jóvenes, la capacitación de la policía: todo apoya el
proyecto. También puntualizó cómo en su caso ayudó mucho el contacto con los periodistas
(y los ejecutivos de los periódicos) para que no estigmatizaran el movimiento como sucede en
Colombia con las protestas.
Luz Patricia González insistió en que, aparte de la opción de vigilar las empresas en cuanto al
cumplimiento de la ley está la de instarlas a tener responsabilidad social. Que decidan atender
a la comunidad (por ejemplo, ofreciendo empleo a los habitantes cercanos) y que lo hagan
voluntariamente sería el logro ideal del programa de la Cámara.
Mesa 3. Hábitat, ambiente y modos de vida saludable
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En esta mesa, Alejandro Florián moderó las exposiciones presentadas por Carlos cesar
Parrado, Guillermo Álvarez, Constanza Samudio, Jorge Torres, María Vieira. Para quienes el
concepto de cultura ciudadana en la gestión de la ciudad está relacionado con la temática
ambiental y la de hábitat; de donde resulta necesario trabajar en factores como las creencias,
las costumbres y los hábitos por medio de la cultura ciudadana, enlazándolos con las normas y
leyes, con el fin de mediar en aspectos de apropiación de la ciudad, por parte de los
individuos generando procesos sostenibles y saludables para la ciudad. El moderador hace
una breve anotación sobre la falta de participación de los diferentes secretarios (as) en este
evento realizado por la Alcaldía de la Ciudad.
El primer ponente, Carlos Cesar Parrado, realizó una exposición a cerca de la sostenibilidad
ambiental, los hábitos y los estilos de vida en la ciudad, enfocado en la gestión de residuos
sólidos urbanos y de limpieza viaria. En su opinión, la gestión sostenible de los residuos
sólidos entrelaza tres ejes conceptuales: la responsabilidad social, la gestión económica y la
gestión ambiental, donde la participación ciudadana es fundamental, ya que ellos son los que
tienen el control sobre la información. La calidad de ambiental obedece a diversos factores
(por ejemplo: la inclusión social, la prevención, la sostenibilidad ambiental, la salud pública,
la sostenibilidad económica, la integración regional).
Sobre estos planteamientos, Parrado se pregunta si Bogotá es un territorio sostenible. Para
encontrar la respuesta señala la necesidad de evaluar la gestión y la utilización de los recursos,
evaluar el orden del territorio y el reconocimiento que se da a su biodiversidad, contemplar el
ciclo de vida de los recursos y la participación de los agentes socio-económicos en la toma de
decisiones; o sea: conocer la huella ecológica (un indicador ambiental de carácter integrador
del impacto que generamos en un entorno). La huella ecológica para la ciudad que cada
habitante necesita para poder satisfacer las necesidades del consumo es de casi tres hectáreas.
Pese a que la huella ecológica es un indicador que puede subestimar el impacto real de la
actividad humana sobre el entorno, y que existen aún importantes limitaciones en relación a
su aplicación metodológica e información disponible, hay que destacar las oportunidades que
plantea en relación con la estrategia de la sostenibilidad. Entre sus principales potencialidades
se pueden contar la agregación y simplificación, la visualización de la dependencia ecológica
28
y de la inequidad social, y la monitorización del consumo de recursos. Entonces, con este
resultado se hace urgente reestructurar hábitos y patrones de consumo de los ciudadanos,
para reducir esa huella ecológica y orientar sosteniblemente el desarrollo.
Aparece entonces el concepto de cultura ciudadana como estrategia idónea para generar
procesos de gestión sostenible del espacio urbano, implementando programas puntuales
(como el tratamiento de residuos sólidos urbanos). El cuidado de nuestro ecosistema ha
pasado a ser una responsabilidad. El mito de que “ser ecológico” sale más caro, se rompe
desde cualquier análisis coste-beneficio de actitudes y aptitudes de sostenibilidad ciudadana.
Ahora sólo falta fortalecer el sentido de responsabilidad y participación proactiva para tener
ciudadanos sostenibles.
Para abordar la pregunta sobre ¿cómo se están gestionando los residuos? el ponente presentó
un acercamiento al manejo de los residuos en la ciudad de Bogotá, para lo cual podemos notar
que si un ciudadano genera 0,82 kg cada día, todos los habitantes hemos generado 1.716.000
toneladas de residuos en lo que va corrido del año 2009, las cuales no se están aprovechando
y son enviadas al botadero Doña Juana. Para que la recolección y el aprovechamiento de los
residuos sólidos sean de gran beneficio se deben buscar herramientas que optimicen los
servicios de recolección en cada lugar, de modo que las empresas y los ciudadanos paguen
según la cantidad de residuos que generan. Esta perspectiva genera un objetivo claro para
tener un futuro, limpio, seguro, ecológico y económico: convertir las basuras en materias
primas y combustible higienizado.
La ciudad se debe preparar para tener una recogida de residuos selectiva con contenedores
aptos para tal fin, en lugares donde habite el ciudadano y no lejano a él porque no cumpliría
su meta; también debe contar con una planta de transferencia y tratamiento de los residuos,
donde se hará la recepción y selección de estos.
Un sistema sostenible de gestión de Residuos Sólidos Urbanos debe ser integral, ecológico y
económico. El ciudadano del común debe estar consciente que su función a este respecto
consiste en separar los residuos en contenedores diferenciados, para que la ciudad aproveche
29
el tratamiento de estos residuos que él genera, dando lugar a un ambiente sano y limpio en el
que los recursos recuperados se reinvierten.
Guillermo Álvarez, de la Secretaría Distrital de Salud, planteó los problemas que presenta
Bogotá hoy en día: contaminación (del aire, aguas negra), conflictos inter-locales
(sobrepoblación, hacinamiento y segregación económica), caos (crecimiento sin
planificación), aumento de poblaciones periféricas, aumento de las horas de transporte entre el
hogar y el trabajo y la segregación del uso de los suelos.
La relación territorio –ambiente –salud se constituye en el entramado para abordar la
determinación social y ambiental del proceso salud – enfermedad en una ciudad compleja
como es el Distrito Capital, que ha avanzado, en las últimas administraciones, en el
ordenamiento y la planeación del desarrollo pero que todavía está en deuda con amplios
grupos poblacionales para garantizar el derecho a la salud, a un ambiente sano y al
saneamiento básico.
Un caso crítico es el de la cuenca del río Tunjuelito, donde encontramos una fuerte pérdida de
la cultura ciudadana porque se presentan problemáticas de ambiente generadas por los
habitantes mismos. Además de la pobreza, deben soportar un estado de salud realmente
precario.
Para mejorar la situación de los habitantes de Bogotá se crea una “Política Distrital de Salud
Ambiental 2007 -2015” con la cual se quiere dar un enfoque de vida saludable donde se
tienen en cuenta la participación ciudadana, además de los derechos de salud y habitad digno.
El ponente presentó un esquema de trabajo que pretende abarcar a toda la población,
resolviendo los problemas que aquejan a la comunidad en general, trabajando a nivel del
hogar, del barrio y del ambiente en general. Así mismo, para trabajar las problemáticas de
ambiente y salud se divide a Bogotá en cuatro macro-regiones: Cerros Orientales, Cuenca del
Río Tunjuelo, Cuenca Río Bogotá y Zona Habitacional.
La Secretaría Distrital de Salud pretende que se respeten algunos principios de cultura
ciudadana y ambiental, como el respeto por la diversidad étnica y cultural, la autonomía, la
solidaridad, la calidad y la responsabilidad; para contribuir al mejoramiento de la condiciones
30
de vida y salud de su población. Otros objetivos son: promover el derecho a la salud y a un
ambiente sano; reafirmación de derechos (la vida, a la salud, a un ambiente sano; fortalecer la
vigilancia sanitaria en concertación con la sociedad civil, entre otros.
Las políticas y estrategias que se han de formular deben ser de gran impacto y contribuir a
mitigar los problemas generados en la relación territorio, ambiente y salud, por medio de un
enfoque de derechos, de un fortalecimiento del papel del Estado y sobre todo la promoción de
la participación social.
La exposición de la asesora para la Secretaria Distrital de Ambiente, Constanza Samudio,
trató sobre las políticas de los humedales; los cuales se encuentran relegados por las diferentes
entidades Distritales. Expresó la necesidad de integrar las secretarías y el gobierno Nacional
para trabajar por el medio ambiente. Además, hizo un llamado para que las problemáticas
ambientales se incluyan en el Plan de Ordenamiento territorial, porque yací sólo se consideran
algunos temas de techos verdes, reciclaje, desarrollo del suelo de la ciudad y corredores
ecológicos; en su opinión, el estado controla y sanciona pero debe acercarse más a la gestión
y la producción de normas para que estas se hagan efectivas. Como alternativa allegada a los
ideales de cultura se refirió a los PRAES, Proyectos Ambientales Escolares mediante los
cuales los estudiantes y docentes se acercan a las problemáticas y soluciones ambientales que
existen en Bogotá, inculcando la cultura del cuidado del medio ambiente.
Jorge Torres, del CENAC, estudió la relación entre calidad habitacional y modos de vida
saludables, desde una percepción de la cultura ciudadana sobre la propiedad de vivienda y la
calidad habitacional existente en la ciudad. Su ponencia se dividió según cinco grandes
contenidos: (i) calidad habitacional y calidad de vida, (ii) calidad del entorno, (iii)
habitabilidad, (iv) percepción de la cultura ciudadana desde la tenencia de vivienda y (v)
vivienda de interés social, hábitat y habitabilidad.
Por su parte, María Vieira, Subsecretaria de hábitat, propuso el concepto de Cultura del
hábitat: un conjunto de prácticas culturales mediante las cuales se construye, se comunica y se
vive el entorno, con el fin de generar oportunidades y desarrollar capacidades para el
reconocimiento, la promoción y la transformación de conocimientos, actitudes, hábitos y
31
representaciones que garantizan el ejercicio co-responsable y ciudadano del derecho a un
hábitat sostenible. Este concepto estaría fundado en cinco principios: Ciudadanía: (i) ejercicio
de derecho y de deberes, (ii) diversidad: reconocimiento de heterogeneidad cultural; (iii)
interculturalidad: construcción colectiva de condiciones que reconozcan las diferencias pero
que apunten a un fin común; (iv) sostenibilidad: desarrollo sostenible de la ciudad y sus
políticas públicas; y (v) inclusión: apoyo fundamental para resolver desequilibrios sociales y
económicos.
Luego identificó cinco tipos de herramientas políticas para regular los factores inherentes a las
prácticas y comportamientos sustentables: instrumentos de comunicación, pedagogía y
socialización; pactos; instrumentos de regulación y control; instrumentos económicos; y
ofertas de servicio e infraestructura. Y precisó las esferas en que se presentan las prácticas del
hábitat En donde se desarrollan actividades especificas para la apropiación y valoración de
estos espacios: la vivienda, el barrio o la localidad y la Ciudad.
El plan Bogotá Positiva considera la línea de intervención cultural del hábitat con el fin de
promover seis componentes del hábitat relacionados con la vivienda, el entorno y los servicios
públicos: aseo y reciclaje; convivencia en el barrio; conservación de los cerros orientales de
Bogotá; regulación del acceso a servicios públicos; regulación del acceso a los recursos
naturales; y la proyección de una ciudad nueva.
Su intervención concluyó con una exposición de los logros alcanzados en el año 2009: a
través de la campaña “Tu papel es el más importante, mi ciudad sin basuras”, se visibilizó en
la calle la acción de los distintos protagonistas que intervienen en la problemática de aseo: los
operadores, la organización de la comunidad, los recicladores, los comerciantes y los
peatones.
En las líneas de intervención “Aseo y reciclaje”, “Cerros Orientales de Bogotá” y
“Convivencia en el barrio” se desarrollo material pedagógico piloto, divulgado en el marco de
la entrega de subsidios; se realizaron video-clips sobre los Cerros bogotanos, sobre
convivencia en el barrio y sobre reciclaje. Recursos mediante los cuales se divulgaron
“buenas prácticas del hábitat” dirigidos a la población juvenil. Se promovió la participación
con mensajes pedagógicos en Hip Hop y en Rock al Parque.
32
El panel final: “El papel de la cultura ciudadana en el gobierno urbano:
recomendaciones y conclusiones”
El profesor Duhau rescató el carácter innovador de las experiencias que se han dado en
Bogotá respecto a la cultura ciudadana y propuso que se recogiera toda esta experiencia con
miras al futuro: que la reflexión del seminario tuviera un fin proactivo. Señaló cómo más allá
de la esfera de las políticas públicas hay un plano de la acción pública y de la participación
ciudadana que es fundamental y tiene un gran potencial de acción, así no se concrete en obras
públicas. Como eje fundamental del seminario destacó la discusión sobre la ley, las normas y
las reglas y su relación con las formas de gobernar y con las prácticas cotidianas de los
ciudadanos en la ciudad.
En consecuencia., esbozó dos líneas de discusión: los objetos de la ciudad, cómo pueden
ayudar a ordenarla o desordenarla; a informar o a desinformar. Segundo, cómo los
gobernantes también deben buscar el tener una cultura ciudadana. Pues como se vio a lo largo
del seminario, la coordinación entre el gobierno, la ciudadanía y el sector privado es crucial
para la Cultura Ciudadana. Para cerrar, dejó abierta una pregunta que, según él, era central en
todas estas discusiones: ¿cómo se construye, produce y reproduce un orden urbano?
El alcalde Samuel Moreno resaltó la importancia que la cultura ciudadana tiene como política
para su administración y mencionó varias de las campañas que han hecho y cómo, según él, es
necesario que se hagan constantemente para que la gente no olvide los mensajes. También
subrayó la importancia de que los ciudadanos sean conscientes de sus derechos y deberes.
Señaló que los principios que rigen la convivencia son tres: diversidad, responsabilidad y
solidaridad. Un esfuerzo pedagógico que ayude a que tanto gobernantes como gobernados
respeten esos principios, amén de las normas, sería crucial para la organización de la ciudad.