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CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LA CONSTITUCION FEDERAL DE 1824 Por los Lics. Jesús CASTAÑON RODRIGUEZ y Miguel A. VELAZQVEZ EUZARRARAS ProfesoTe$ de la Facultad de Derecho de la UNAM CONTENIDO' 1. Aproximación Sociohist6rica. 2. El Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba. 3. El Acta Constitutiva de la Federaá6n. 4. Estruc- tura de la Constitución. 5. la Constitución de 1824 como Expresión de las AsPiraciones Nacionales. 6. El Federalismo en la Constitución de 1824. 7. Conclusiones. Bibliograjfa. l. Aproximación sociohistórica En el año de 1924 don Pedro de Alba, distinguido humanista, jurista V diplomático en ocasión del centenario de la Constitución de 1824, encabezó a un grupo de estudiosos de la época, con el propó- sito de redactar un trabajo del movimiento constitucional y del en- torno socioeconómico en que surgió. * Hasta antes de ese esfuerzo, las aproximaciones e intentos de investigación sobre el tema hablan sido de distinta naturaleza. Cabe recordar que casi todas las fuentes para ese estudio como para el más amplio del siglo XIX a partir de la inde- pendencia, han sido fundadas en la historiografla producida princi- palmente por quienes protagonizaron los hechos que narran, a saber: Lucas Alamán, Carlos María Bustamente, José Maria Luis Mora, Fray Servando Teresa de Mier, Vicente Roca Fuerte, Francisco Arrangoiz y otros historiadores cuya mención serta larga e incompleta. La obra de estos autores fue o ha sido adicionada por la consulta de otros protagonistas aun cuando en distinto grado: es el caso de Poin· set, el enviado norteamericano en México; Ward, el agente diplomáti- co inglés; el Barón Alejandro de Humbolt con su famosisimo Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España y la utilización parcial e in- completa de algunos documentos de archivos mexicanos yextrajeros . Pimer CenlenaTlO de la CorulilUCl,ín de 1824, obra conmemorativ.l, publicada por la Cáma- ra de Senadores de los Estados Unidos Mexicanos, dirigida por el doctor Pedro de Alba y el profe- sor D. Nicolás Rangel. México. 1924,394 pp. www.juridicas.unam.mx Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.bibliojuridica.org DR ©, 1991 Facultad de Derecho de la UNAM

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CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LA CONSTITUCION FEDERAL DE 1824

Por los Lics. Jesús CASTAÑON RODRIGUEZ y Miguel A. VELAZQVEZ EUZARRARAS

ProfesoTe$ de la Facultad de Derecho de la UNAM

CONTENIDO' 1. Aproximación Sociohist6rica. 2. El Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba. 3. El Acta Constitutiva de la Federaá6n. 4. Estruc­tura de la Constitución. 5. la Constitución de 1824 como Expresión de las AsPiraciones Nacionales. 6. El Federalismo en la Constitución de 1824. 7. Conclusiones. Bibliograjfa.

l. Aproximación sociohistórica

En el año de 1924 don Pedro de Alba, distinguido humanista, jurista V diplomático mexi~ano> en ocasión del centenario de la Constitución de 1824, encabezó a un grupo de estudiosos de la época, con el propó­sito de redactar un trabajo del movimiento constitucional y del en­torno socioeconómico en que surgió. * Hasta antes de ese esfuerzo, las aproximaciones e intentos de investigación sobre el tema hablan sido de distinta naturaleza. Cabe recordar que casi todas las fuentes para ese estudio como para el más amplio del siglo XIX a partir de la inde­pendencia, han sido fundadas en la historiografla producida princi­palmente por quienes protagonizaron los hechos que narran, a saber: Lucas Alamán, Carlos María Bustamente, José Maria Luis Mora, Fray Servando Teresa de Mier, Vicente Roca Fuerte, Francisco Arrangoiz y otros historiadores cuya mención serta larga e incompleta.

La obra de estos autores fue o ha sido adicionada por la consulta de otros protagonistas aun cuando en distinto grado: es el caso de Poin· set, el enviado norteamericano en México; Ward, el agente diplomáti­co inglés; el Barón Alejandro de Humbolt con su famosisimo Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España y la utilización parcial e in­completa de algunos documentos de archivos mexicanos yextrajeros .

• Pimer CenlenaTlO de la CorulilUCl,ín de 1824, obra conmemorativ.l, publicada por la Cáma­ra de Senadores de los Estados Unidos Mexicanos, dirigida por el doctor Pedro de Alba y el profe­sor D. Nicolás Rangel. México. 1924,394 pp.

www.juridicas.unam.mxEsta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

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En síntesis, podemos afirmar que la historia de México bajo este rubro está en proceso de escribirse; de ahí que todo lo que se intente indagar a partir de la Segunda Década de este siglo, continuamente se encontrará con la aparición de nuevos documentos que hasta ese mo­mento no habían sido advertidos.

¿ Por qué y cómo se han producido los movimientos pollticos sociales en México?; ¿qué factores han intervenido en ellos? ¿qué fuerzas, fac­tores o elementos han determinado la acciones humanas que en última instancia quedan convertidas en proclamas, manifiestos y acciones po­líticos, triunfantes unos, derrotados otros? y ¿cómo algunos de ellos se han venido a transformar en instituciones jurídicas y políticas y más concretamente en ordenamientos legales de diferente jerarquía desde la Constitución hasta los que han intentado todos nuestros dis­tinguidos historiadores desde quienes hicieron este gigantesco esfuerzo no superado todavía que se llama México a través de los siglos, hasta la Historia moderna de México realizada por el inolvidable maestro Don Daniel Cossio Villegas?

Estas son algunas interrogantes a esclarecer por el historiador, el politólogo y el jurista contemponáneos. Con certeza puede asegurarse que no ha cesado el afán de búsqueda e investigación sobre nuestro pasado polltico, pues ya se ha dicho con sobrada razón que un pueblo sin historia no podría comprender sus problemas presentes ni prevenir los futuros.

El presente ensayo pretende contribuir al estudio de algunos aconte­cimientos politicos y sociales que fraguaron el Acta Constitutiva de la Federación y la Constitución Federal de 1824. Partimos de la premisa que ambos documentos jurídicos son la expresión de acontecimientos extranjeros y nacionales, que en su contenido político los aleja de la influencia del sistema federal anglonorteamericano. Finalmente, el ordenamiento jurldico supremo de 1824, se convierte en uno de los instrumentos de mayor influencia en el México contemporáneo.

Alguna vez en una entrevista periodística, Octavio Paz afirmó que los países de América Latina hablan accedido a la vida politica inde­pendiente con destino y vocación republicana. En efecto, las viejas for­mas poli tic as vigentes en Europa, las monarquías centralizadas, entre 1789 y 1834, agonizaban. Entonces, las nuevas colectividades que bus­caban la realización de su propio destino desembocarían necesa­riamente en la búsqueda de las formas politicas del futuro: la republi­cana y la federal.

El proceso de disgregación del imperio español, por un lado, el sur­gimiento y consolidación de entidades pollticas, autónomas e indepen-

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dientes de las partes de ese imperio, por otro, se explica desde diversos puntos de vista que podemos agrupar en dos para efectos de este tra­bajo: quienes lo atribuyen a causas endógenas y quienes lo atribuyen a razones exógenas, independientemente de la perspectiva, que ha sido en su totalidad distorcionada al contemplar los hechos casi en un pun­to de vista centroeuropeista. Esto mismo se puede expresar en las si­guientes preguntas: ¿los factores de tipo genético fueron originados por el agotamiento -como se ha dicho-~ del propio organismo del imperio o a ello contribuyeron causas externas? Creemos que la res­'puesta está en una combinación de estos factores más otros que se ge­neraron en su actuación. En un libro de reciente aparición titulado Espaiia y la Independencia de América' se plantea, si no una solución completa, si las líneas para encontrarla.

La España Imperial había creado un sistema cerrado con una orga­nización muy compleja de contróles que con el tienlpo fueron dete­riorándose al debilitarse los vínculos de cohesión del centro domina­dor con las colectividades de la periferia. Esta circunstancia produjo la aceptación de influencias externas, es decir, la penetración de ideas y, por supuesto, el debilitamiento de los vinculas y de pérdida de fuer­za del aparato de dominio. Dentro de las colectividades que integra­ban parte del imperio. las formaciones sociales se fueron modificando por diversas razones, transformando paulatinamente la estructura económica impuesta por el dominio español. Asimismo, se modificó la estructura demográfica, al variar los grupos de población se genera­ron nuevas situaciones en sus relaciones, con los consiguientes desajus­tes, llamados sociológicos, y que no podian prever las Leyes de Indias no obstante la buena intención de quienes legislaban para los domi­nios españoles_ De este modo, ya para el siglo XVIII, hay signos de inconformidad y una nueva problemática que empieza a hacer su apa­rición en el mundo de los hechos y sobre todo comienza a hacerse perceptible en la vida cotidiana de las colonias.

Al cambio de la dinastia francesa en España (los Habsburgos por los Barbones, siglo XVIII), va a corresponder también un intento de modernización de la administración política de España y así es como desde la época del Rey Felipe V, se va a instrumentar el cambio admi­nistrativo y político creando las Intendendas, es decir, una nueva estructura gubernamental. Este cambio va a tender, por fin, a moder­nizar la politica y la administración española, pretendiendo insertarla (a España) en el ya naciente mercantilismo_

• Anna E., TIMOTHY, Ed. FCE Tr. Mercede~ e Ismael Pizarra, Mhko, 1986.

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Este es un movimiento que va a llevar algunos años y se va a realizar a través de dos reinados. En nuestro pals los primeros trabajos prepa­ratorios para el establecimiento de las Intendencias, se empiezan a realizar a través del acopio de información sobre la verdadera si­tuación económica de la Nueva España. Documento básico para este problema se ha considerado la obra de 10sé Antonio Villaseñor: Tea­tro A mericano o Descrzpción General de los Reinos de la Nueva Espa­ña y susJurisdicciones.

En 1769 se autorizó al Virrey Marques de Croix para que fundara la Intendencia en la Nueva España, sin embargo, su anuncio, hecho des­de muchos años antes, y los primeros intentos realizados con las Orde­nanzas del Rio de la Plata, que establecieron también su vigencia en México, hablan generado una fuerte oposición. Al examinar los docu­mentos producidos por esa reacción opositora, empezamos a entrever los problemas económicos y sociales que van a hacer explosión en 1810.

El gobierno de las colonias españolas en el siglo XVIII, estaba con­fiado a las siguientes autoridades: virreyes, capitanes generales. audiencias, gobernadores, intendentes, corregidores, alcaldes mayo­res y cabildos o ayuntamientos.

Los virreyes, representaban directa e inmediatamente al soberano y éjercian la máxima autoridad. Las audiencias, representaban al rey en el ejercicio de la administración de justicia, aun cuando posterior­mente se les atribuyeron funci9nes distintas a las que ahora denomina­mos jurisdiccionales. Los capitanes generales eran una autoridad suprema pero sus funciones normativas se ejercían en demarcaciones territoriales especificas, cuya importancia económica y politica no se reconocia por su extensión, población y recursos. De ahí en adelante los corregidores, alcaldes mayores y cabildos eran - por decirlo as!, de mayor a menor-, las instancias intermedias entre la monarquía pro­piamente dicha y el pueblo, haciendo la salvedad de que, cabildos y ayuntamientos. tenían una larga tradición histórica por su carácter democrático, y por el papel que jugaron como base y desarrollo del poder monárquico, frente a los señores, a los que la monarquía some­tió en el proceso de descentralización del poder_

En América, en el siglo XVI. sólo.hubo dos virreinatos: el de la Nue­va España, que se inicia en el año 1535 y el del Perú en 1543. Pro­bablemente para la Corona y para el Consejo de Indias, el de Nueva España era más importante que el del Perú, puesto que algunos virre­yes que se desempeñan primero en el Perú, fueron después designados para la Nueva España, considerando este hecho como ascenso_ Tam-

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bién se dió el fenómeno contrario, es decir, virreyes que resultaron funcionarios eficientes y distinguidos en su labor fueron a gobernar al Perú, para mejorar aquella administración.

Posteriormente, en el año 1717, se erigió el virreinato de la Nueva Granada, o sea, lo que ahora forma Colombia y Venezuela, que des­pués constituyó, en las aspiraciones de Bolivar, la Gran Colombia, En 1778 se erigió de Buenos Aires, la Plata, Chile y las Antillas; fueron, Guatemala, Venezuela, Chile y Cuba capitanías generales y en algu­nos casos gobernaciones. Esta división subsistíú hasta principios del siglo XIX, es decir, hasta 1808, año en que brota la insurgencia; aspi­ración a la independencia manifestada en diversos movimientos en casi todos estos dominios.

Los factores que provocaron en las diversas clases sociales esas aspi­raciones insurgentes son múltiples y diversos, entre sí, destacan: la emancipación de las colonias inglesas de Norteamérica; por supuesto, la difusión de la literatura o de la información de la prosperidad de estas colonias; las ideas filosóficas, políticas de hondo contenido hu­mano y social que informarían a la Revolución Francesa y, claro, las condiciones que se fueron generanao con los desequilibrios sociales provocados por un sistema económico, político y social hecho para producir riqueza. destinada exclusivamente a la metTópoli y en bene­ficio de ésta, y, en todo caso, de un pequeñísimo y reducido número de naturales del lugar, pero hijos de españoles, manteniéndose, duran­te los 300 años de dominio, la tendencia a favorecer a quienes ocupa· rían los altos puestos eclesiásticos y políticos por peninsulares. Es decir, nunca o en muy pocas ocasiones se vio el propósito de la monar­quía Española de ir incorporando las colonias al desarrolo de España, ampliando el sistema productivo y negando toda participación políti­ca a los naturales.

En nuestro México habían soplado, como antes indicamos, desde fi· nales del siglo XVIII e interrumpidamente, vientos de rebeldía. Recor­demos, los peligrosos y sangrientos levantamientos de San Luis Potosí en 1765 con motivo de la expulsión de los jesuitas, movimiento ciento por ciento indígena en el que aparecieron proclamas y gritos de des­contento contra los dominadores, a tal grado notables, que al ser ven~ cida la rebelión, a sus dirigentes se les aplicó uno de los más inusitados y crueles castigos, que en Europa se imponía solamente a los reos de alta peligrosidad política y social: el descuartizamiento por medio de caballos y luego la exhibición pública de las cabezas cortadas para ejemplo y escarmiento. Esta rebelión fue la que llevó a formular la fa­mosa frase del marqués de Croix, pronunciada inicialmente en un ser-

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món en la Catedral de México, en el que se consagró como principio del absolutismo político colonial: Los súbditos nacieron para callar y obedecer y no para discutir los mandamientos reales. A lo anterior agregaremos los efectos producidos por la crisis económica que afectó seriamente a la minería a finales siglo XVIII y las condiciones de mise­ria de las llamadas castas crecientes, predominantes en los centros eco­nómicos del país, México, Valladolid, San Luis Potosí, Guanajuato.

En este proceso destacan inicialmente tres grupos, en los que fer­menta el sentimiento de la independencia; criollos, mestizos y castas. Estas últimas -lo comprendió perfectamente Hidalgo - , eran las que podían y debían dar el sustento popular a cualquier movimiento so­cial, ahora diríamos, las masas. Por otra parte. los criollos se sentian olvidados por la península y desplazados de lo que consideraban la si­tuación de privilegios en beneficio de los peninsulares; por otro lado afectiva y sentimentalmente se encontraban en mejores condiciones de vinculación con las castas.

Esta peligrosa mezcla, más el descontento que se produciría en 1808, por los sucesos de Bayona; la vinculación y dominación de Espa­ña por Francia; descontento debidamente acrecentado y estimulado por la Iglesia que se sintió en peligro por los avances de las ideas fran­cesas, empujó a los peninsulares (aparentemente para salvaguardar los derechos de la Corona), a ansiar también la independencia.

La gravedad del movimiento emancipador en toda América obligó al gobierno de Fernando VII a enviar una expedición de 10 mil hombres al mando de don Pablo Morrillo que llegó a tierras america­nas en 1815. Morrillo se apodera de Cartagena en diciembre y toma Santa Fe, instaura un Consejo de Guerra y éste condena a muerte a los jefes de la insurrección. Mientras tanto, Estados Unidos e Inglaterra, sagaz y hábilmente favorecen, sin contraponerse con España, los mo­vimientos insurgentes.

Excede las finalidades de este ensayo referirnos al desarrollo consti­tucional de Venezuela y al conflicto que también apareci? en aquella República. Es decir, el problema centralismo-federalismo que se plan­teara en Argentina, Perú y México. Sin embargo, es preciso traer aquí algunos comentarios como el don Francisco Miranda, quien había hecho, desde 1801, un bosquejo de gobierno provisional para lo que ahora es Venezuela y en uno de cuyos capítulos titulado Assemblées, se habla de elegir la Asamblea General, y también de un esquema de gobierno federal que lleva la fecha de octubre de 1804. Posterior­rnente, en 1819 se da la Constituciún Unitaria de Cucutá, la que es im­pugnada por la corriente federalista que no ha desaparecido. Es en es-

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tas fechas donde se ha operado la separación de la Gran Colombia y se vuelve a plantear el problema centralismo-federalismo.

Se optó por un gobierno mixto -- centro federal- para establecer un vínculo entre los poderes de la nación y las provincias. Sin em­bargo, de 33 diputados, dos salvaron sus votos y se pronunciaron por un gobierno federal. Finalmente, en la Constitución de 1830 se volvió a la forma unitaria, abandonándose el federalismo. El artículo 6 de ese documento declara: El gobierno de Venezuela es y será siempre re­publicano, popular, representativo, responsable y alternativo, para venir a quedar actualmente como federal.

Bolívar es antifederalista, pero su centralismo está inspirado en una idea muy adelantada de su tiempo: la posibilidad de organizar un sis­tema político que pudiese agrupar a America del Sur, porque como su visión de sociólogo experimentado y su luminosa dialéctica política, según afirma Tulio Chiossone, vió los peligros del probable aislamien­to que sufrirían los países que estaban independizándose, ideas que puntualizará en su posterior Carta de/amaiea.

En el Congreso de Angostura de 1819 se deroga el sistema federal y Colombia se separa y, a su vez, surge otra Constitución, ahora centra­lista, ratificada en Rosario de Cucutá en 1821. En este documento todavia formaría parte de la Gran Colombia, Perú y Bolivia; hasta su muerte Bolívar se opondrá al federalismo, pero, sin elnbargo, propug­naría por una confederación americana de estados fuertes, pero unita­rios. Para él, federación y división es lo mismo, los dos llevan a la debi­lidad y a la posibilidad de hacer débiles y víctimo- de una potencia cuya ambición él siente crecer.

El 27 de noviembre de 1811, los diputados de Antiasquía, Carta­gena, Neiva, Pamplona y Teneja sancionaron una Acta Federal para las provincias unidas de la Nueva Granada. Se negalron a firmarla los representa tes de Cundinamarca y El Chopo. En la Gran Colombia intregrada por Venezuela y Cundinamarca a la cual ingresó Quito y todo Ecuador, continúan las pugnas entre federalistas y centralistas, hasta la ruptura y la separaciún y así, Perú en 1823 formula su prime­ra Constituci(m, de corte conservador v centralista.

En Argentina, también apareció la pugna, pronunciándose por el federalismo que ahí, como en Venezuela y otros lugares, tuvo como factor esencial la existencia de las autonomías de las provincias. La Capitanía General de Chile que también sufrió el entusiasmo federa, lista, formuló las Constituciones de 1810, 1822 Y 1823. Se pretendió, sin éxito, implantar el régimen federal.

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La primera Constitución de Chile es de 1822. En 1826 reaparece el federalismo hasta 1828 y en 1833 se da una Constitución Unitaria que rige hasta 1925 y que permanece.

Ecuador, nace como el Estado de Quito, con la Constitución de 1830.

En la Gran Colombia que se instauró en esta Constitución de acuer­do a su articulo 20_, tampoco - cosa curiosa -, se habla de federalis­mo o centralismo.

Posteriormente en 1828, Bolivar dicta su Decreto Orgánico; se sepa­ra del mando en 1830 y se disuelve la Gran Colombia, no sin antes ha­ber promulgado la Constitución de 1830. De esa fecha en adelante se promulgaron diversos documentos constitucionales centralistas *1843,1851 Y 1853)_

En 1858 se dicta la Constitución Federal que establece la Confede­ración Granadina y finalmente aparece una nueva Constitución de Colombia federal y socialista, que después desaparecerá. Al final, Co­lombia, tiene un régimen '.lnitario.

No hablamos de Brasil más que en pocos renglones porque si bien es cierto que es un pais latino, no perteneci6 a los dominios españoles, sino en el lapso que Portugal formó parte de la Corona Española. Hecho que terminó con la separación y restauración de la colonia por~ tuguesa, reasumiendo el dominio de sus colonias.

En 1808 como consecuencia de la invasión francesa en España, el regente de Portugal que fue el Rey Juan VI huyó a Brasil, donde per­maneció hasta 1821.

Como el movimiento independentista se habia propagado en Lati­noamérica, proclamaron su independencia de 1822, bajo la regencia de Pedro 1, de tal modo la independencia es pacifica y sin sangre. Por­tugal reconoce el nuevo Estado en agosto de 1825. Antes, en 1823, se organizó una Asamblea Constituyente que disolvió el Emperador quien otorgó una Corte Imperial en marzo de 1824. Dicha Corte fue reformada diez años después. Este estatuo se mantuvo hasta 1889_

En 1809 se proclama la República y se elige al primer Presiden­te. En 1891 la Asamblea Constituyente promulgó la Constitución de 24 de febrero. Desde esa fecha Brasil es una República Federal, hasta la Revolución de 1934 en que se promulgó una nueva. De alli en ade­lante, excepto la organizaciún corporativa impuesta por Vargas, mano tiene la forma Federal.

Por su situación geográfica e histórica, Perú surge como entidad po­lítica e independiente en 1839. Ya antes, hemos visto que ha tenido Constitución pero con Bolivia. Ha formado parte de la Gran Colom-

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bia y cierto que en 1828, se da una nueva Constitución y que hace po· sible la confederación Perú-Bolivia en 1835, con dos constituciones particulares, una para el norte y otra para el sur. Yen 1836 se promul­ga la Constitución Federal cuya vigencia termina en 1839, volviendo a la de 1835. Posteriormente, tendrá los siguientes documentos constitu· cionales: de 1855 (provisional), las liberales de 1856 y de 1860, esta úl­tima vigente hasta 1879. Y después reaparece la Constitución de 1860 que subsiste con reformas en 1874,1879,1887,1895 Y 1915 Y que rige hasta 1920 y la de éste último año hasta 1933. De ahi en adelante Perú ha vivido dentro de regímenes unitarios.

Bolivia, Costa Rica, Dominicana, Ecuador, Honduras, Paraguay, Uruguay, entidades politicas con un pequeño territorio y poblaciones relativamente reducidas, son repúblicas unitarias por una exigencia lúgica determinada por esa limitación territorial.

En 1808 por abdicación de Carlos IV, sube al trono Fernando VII. Esta dimisión la atribuyeron algunos de sus contemporáneos, al can­sancio y disgusto del monarca abdicante, causados por las criticas que ocasionaba la situación de Manuel Godoy, el Principe de la Paz, asi como el resultado de aquellos sucesos denominados la Causa del Esco­rz"al, que consistió en la averiguación sobre la conducta de Fernando a quien se acusaba de conspirar en contra de su padre para acceder al trono.

El nuevo Rey al asumir su alto cargo fue recibido con simpatia, pues, era afable y moderado; educado como principe y heredero del trono, habida cuenta de que se consideraba preparado en el conoci­miento de todas las cienc'ias necesarias para gobernar una nación grande. Adornado además con brillantes cualidades exteriores, se atrajo los aplausos de la multitud y con sus acertadas providencias, hizo renacer la esperanza de sus fieles vasallos. Esta halagüeña pers­pectiva, se disipó como el humo, por los enredos de intrigantes falaces y por la perfidia de un monarca vecino. 1

En Francia, los planes politicos de Bonaparte incluían el dominio de España y Portugal probablemente con la esperanza de cerrar la puerta del Atlántico con Gibraltar y menoscabar el dominio maritimo inglés y, además continuar la lucha en contra de Inglaterra. Asi, en 1807, Bonaparte. a pretexto de ocupar Portugal y con la existencia de una penosa y pesada alianza contraída con España. por Francia en

1 Ensayo Imparcial sobre el gobierno del Rey don Fernando VII; escrito en Madrid por un es­pañol en mayo del presente año, y dado a luz en Versalles por un amigo del autor. Parls, Librerla Rosa, 1824, pp. 15 Y 16.

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1796, Jos franceses penetraron a aquél país llevando al frente a Murat, lugarteniente de Bonaparte, dirigiéndose hacia Madrid el 23 de marzo.

El 22 de marzo el ayudante general Murat, llegando hasta la pre­sencia de Carlos IV y María Luisa, sugirió la idea de impugnar la lega­lidad de su abdicación hecha el19 del mismo mes.

La debilidad de este monarca le llevó a suscribir un documento que por su importancia histórica transcribimos:

Protesto y declaro que mi decreto del 19 de marzo, por el cual abdiqué la corona en favor de mi hijo, fue un acto verificado contra mi voluntad, por precaver mayo­res males, y evitar la efusión de sangre de mis amados vasallos. en consecuencia, debe ser mirado como nulo y de ningún valor.

Diversos y complicados acontecimientos llevados por las maniobras de los franceses, propiciaron un nuevo enfrentamiento entre Carlos y su hijo Fernando, que hizo conducir a ambos a la Ciudad de Bayona donde ya estaba Bonaparte. En esta ciudad, Bonaparte propuso a Fer­nando que renunciara a los derechos del trono y la abdicaciún de su padre, a cambio de la soberanía de Etruria y el matrimonio con una princesa imperial.

Enfrentados padre e hijo, Fernando amenazado, acabó por redac­tar un escrito en el que devolvía la corona a Carlos, que a su vez, había cedido sus derechos a Bonaparte. Así, según los planes del monarca francés, los Borbones habían sido despojados del trono de España que quedaba vacante para un familiar del emperador que lo fue su herma­noJosé Bonaparte.

La farsa bonapartista continuó, el emperador había hecho reunir a los Grandes de España y proclamaron una Exposición, que resulta ver­gonzosa para quienes en ella intervinieron, al siguiente tenor:

Ya no hay Pirineos. Este ha sido el voto constante de los buenos españoles. cualquier pr1ncipe que V, M., nos destine entre los de vuestra augusta familia, nos traerá con esta sola circunstancia la garantía que necesitamos ... El trono de las Españas se eleva a la mayor altura, las relaciones con Francia que le da la recipro­cidad a la extensión de sus posesiones. Por eso parece que su trono está clamado el mayor de los augustos hermanos de V. M. I. 2

El Consejo de Castilla, lambién vergonzante, solicitú de Bonaparte el nombramiento deJosé Bonaparte

2 Cit. por Plo Zavala y Jera: España bajo los Borbones, Ed. Jabor. S. A. 5a. ed., Barcelona, España, 1955, p, 221.

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Pues aunque el Consejo no tenía el honor de conocerle, sabía su soberana con4 ... -coración y que siendo el hermano mayor del Emperador de los franceses y Rey de I~alia, y habiéndose granjeado por sus altas y ~eneros~s prend.as. su sinf11ar estima­CIón, no podia menos estar adornado de sus mIsmas VIrtudes v<:lhentes.

Así el 6 de junio, Napoleón resolvía proclamar corno Rey de España e Indias a su hermano José. Bonaparte hizo convocar en mayo una di­putación general de 150 personas para tratar la felicidad de España. A pesar de que no se lograba reunir este grupo por la dignidad y patriotismo de los convocados, se congregaron 65 "diputados" a la pri­mera sesión y 91 a la clausura, entre los que se encontraron algunos de los hombres de casas ilustres de España. Y así el El de julio se juró un Cúdigo Fundamental como base legislativa del nuevo monarca. Este C{¡digo se compone de 13 títulos, 146 artículos a cuyo tenor, José 1 reconocido como Rey de España y de las Indias, por la gracia de Dios (esta invocaci6n elimina la idea del origen popular de la Constitu~ ción), decretó un pacto que une al Rey con el pueblo y al pueblo con el Rey.

Esta Carta se publicó en la Gaceta de Madrid pero quizás los consti­tucionalistas no hacen referencia a ella, porque no ri,gió un sólo día.

Publicados los cjemplarf's, el 2 de mayo producirían los sangrientos sucesos inmortalizados por Gaya, y es cuando da comienzo lo que en nuestro lenguaje sería la guerra de liberación nacional de España contra los franceses.

Como parte de esa reafirmación de la nacionalidad, surgieron las si­guientes juntas de defensa: Galicia, Murcia, Valencia, Sevilla, Grana­da, Mayorga, Canagena, Extremadura y Leún. Finalmente, todas ellas tienen un acuerdo casi unánime logrando la instalación de una Junta Central, encabezada por el Conde de Florida Blanca.

Todos los acontecimentos políticos que se van realizando en juntas y provincias para realizar la unidad, llevar a cabo la defensa del territo­rio y establecer un régimen político capaz de reintegrar organización y seguridad a la nación, llevaron a la Junta Central al restablecimiento de la representación legal y conocida que fuera base de la monarquía: las antiguas cortes.

Fernando VII, antes de salir, nombró una Regencia, ésta fue un obstáculo que tuvo que vencer la Junta Central, para, finalmente, lle~ gar a un acuerdo y así fue como se reconstruyó un orden político que hiciera posible la defensa del reino y su reordenación.

3 Idem .. p. 222.

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Finalmente, Regencia y 1unta conVInIeron convocar a las Cones sin distinción de razas. Los diputados se reunirían en una sola cámara, veintitrés suplentes por las provincias ocupadas en la península y trein­ta por las de América. Se señaló el 24 de septiembre en la isla de León la apertura de las Cortes, de la que posteriormente se trasladaron a Cádiz por razones de una epidemia.

El 24 de septiembre de 1810, en la Ciudad de San Fernando, ciento cinco diputados, cincuenta y cinco propietarios y cuarenta y ocho suplentes, representando a provincias españolas y territorios coloniales junto con los regentes, asistieron a la iglesia de la isla de León a pres­tar el juramento.

Se cantó un tedeum y luego se dirigieron al teatro de la Isla, prepa­rado como salón de sesiones. Y ahí, se instaló el cuerpo deliberante que revolucionaría prácticamente a Europa, tanto que 15 años des­pués, nada menos que la Santa Alianza, sirviéndose de los hijos de San Luis, tropas del ejército francés de los Borbones reinstalados en Fran­cia. ocupaban España para acabar con las instituciones liberales ema­nadas de las Cortes de Cádiz.

Uno de los primeros decretos fue el del 24 de septiembre de 1810, es decir, 8 días después de nuestro grito de Dolores, en el que la auto­ridad legislativa de las Cortes, declaraba que en las cortes generales y extraordinarias residía la soberanía naciana! y reconoCÍan y juraban a Fernando VII como único y legítimo Rey: consideraban nula la renuncia hecha en favor de Napoleón; separábanse los poderes del Estado, reservándose las Cortes el legislativo; se asignaba el ejecutivo a la Regencia; se establecía la inviolabilidad de los diputados y se con­firmaban los tribunales y justicias del reino. Se hizo jurar a los miembros de la Regencia para que cumpliesen con las funciones asig­nadas.

Es así como apareciú el reconocimienLO de que los dipulados de aquellas cortes representaban la soberanía nacional, afirmación que pretendía acabar con casi 300 años de soberanía monárquica. Suárez. Victoria y otros juristas, si bien admiten esta forma política. recono­cen que el poder político se origina en el pueblo. Idea que va perdien­do fuerza y siendo sustituida por otra en la que se desconoce práctica­mente toda intervención popular en la génesis y fundamento del poder político.

Todo lo anterior producirá una literatura política en nuestro país que podemos llamar preconstitucional que va a rescatar, la idea de so­berania popular proveniente de los juristas de que ya hablamos, yotra más radical parecida a la francesa o bien la francesa misma de que la

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soberanía es atributo del pueblo, y en consecuencia éste puede deter­minar libremente su forma de gobierno.

Al tenerse noticia de la desapariciún de la Monarquía española, el enviado de la Junta de Sevilla que se autocalificaba de suprema, enviú la noticia a Iturrigaray para que nombrara representantes a ella. Aquí se pensl ¡ que si dichas juntas habían decretado la paridad de todos los componentes del imperio, entonces procedía que también integraran su propia junta. Así, el AyuntamienLO de México realizú una represen­tación, el5 de gasto de 1808 para que se integrara la junta representa­tiva de la comunidad, toda vez, que, de hecho, la soberanía se haya representada en la nación, para la realización de lo que más convenga (al Rey). Las autoridades reunidas con las municipalidades son la ca­beza de los pueblos y hacen lo que el mismo soberano hacía para cum­plir con una disposición tan benéfica y santa.

Aquí se ve que la tesis que se maneja es la de que la soberanía perte­nece al rey; lo que se haga por las autoridades que se instauren será para salvaguardar esta soberanía real. El virrey sometió a esta repre­sentación al Real Acuerdo que operó en contra de ellos, y también de 1 turrigaray, virrey que como recordamos lo era por sus conexiones con Godoy. El Real Acuerdo "pinó que aquí no procedía nada de lo que la representación opinaba, en virtud de que las leyes de Indias previan lo que deberla hacerse por la ausencia de las autoridades.

Fray Servando opina que el Real Acuerdo estaba equivocado, pues en ninguna parte de esas leyes había tal prevención, ya que no se había dado en España una actuación semejante.

Transcribiremos la parte correspondiente de esta representación, donde se expresa el núcleo de esta tesis que mencionamos:

"Por su ausencia o impedimento reside la soberania representada en todo el rey­no, y las cla$es que lo forman, y con más particularidad en los Tribunales Supe­riores que lo gobiernan, administran justicia, y en los cuerpos que llevan la voz pública, que la conservarán intacta, la defenderán y sostendrán con energía como un depósito Sagrado, para devolverla, o al mismo sedar Carlos Cuarto, o a su hijo el Ser. Príncipe de Asturias, o a los Sres. Infantes cada uno en su caso y vez quedando libres de la actual expresión a que se miran reducidos, se presenten en su Real Corte, sin tener dentro de sus Dominios fuerza alguna extraña que pueda cuartar su voluntad; pero si la desgracia los persiguiere hasta el sepulcro, o les em­barazase resumir sus daros, y justos, derechos entonces el Reyno Unido y dirigido por sus superiores Tribunales, su Metrópoli y cuerpos que ]0 representan en lo general y particular, la devolvera a alguno de los descendientes legitimas de S. M. el senor Carlos Cuarto para que continúen en su mando La Dinastía, que adoptó la Nación y la Real familia de los Borbones de la Rama de España vera, como tam-

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bién el mundo que los Mexicanos procedan con la justificación, amor y lealtad que 10 es característica. 4

Los acontecimientos se precipitan y dado que hurrigaray no es bien visto en la sociedad mexicana, fue destituido y apresado la noche del 15 y 16 de septiembre de 1808. Se le envía a España por infidencia y malversación de fondos públicos. El partido Europeo y la Audiencia abrió el llamado Pliego de Mortaja, * conociéndose a su sucesor Don Roque Abarca, capitán general de la Audiencia de Guadalajara, pero sospechoso partidario de Iturrigaray, designando a Pedro de Garibay. A estas alturas ya se tenlan noticias de la Alianza España e Inglaterra lo que alentú la esperanza de la pronta derrota de Bonapartc. Y así, las autoridades se alinearon a la Junta de Aranjuez que más tarde se reunirla con la de Sevilla.

Habiéndose tomado la decisión de convocar a cortes con objeto de legitimar la Regencia o de instituir una autoridad que centraliza poderes para dirigir la defensa de España y la reconquista de un terri­torio y la reintegración de un Estado polltico, normal, convocó a elec­ciones de representantes a integrar las cortes (22 de ellefO de 1809).

Manifiesto y convocatoria publicarán el bando el 16 de mayo de 1810 y debería en consecuencia procederse sin demora a las elecciones de diputados por México, Puebla, Veracruz, Mérida, Yucatán. San Luis Potosi, Guadalajara, Zacatecas, Tabasco, Querétaro, Tlaxcala, Nuevo Reino de León y Nueva Santander. Obsérvese que no se inclu­yeron las provincias internas de occidente (Sonora y Sinaloa).

Aun cuando no aparecen citadas en las convocatorias, seguramente también se les incluyó. pues figuró Ramos Arizpe por una de ellas.

Realizadas las elecciones resultaron electos 15 diputados, 11 por la Nueva España y 4 por las provincias internas. Estos representantes em­pezaron a llegar en diciembre de 1810 cuando ya las Cortes tenlan tres meses de estar funcionando. Como de acuerdo con las disposiciones dadas se hablan designado suplentes entre los americanos residentes en Cádiz, entonces tenemos un resumen de los diputados que actua­ron en Cádiz, llegados directamente de la Nueva España, 6 que resi­dían allá y asl la lista de los diputados actuantes en las Cortes da, 21 diputados mexicanos (Nueva España), 4 por las provincias internas, 11 por las del virreinato: Octaviano Obregón, Antonio Joaquín Pérez y Martlnez Robles, José Miguel Guridi y Alcacer, Mariano Mendiola y Velarde, José Eduardo Cárdenas, José Calletano, Gordoa y Barrios,

~ MORt:NO. Daniel: El Pensamiento /urfdico MI'Xlt'lllltl, ElI. Porrúa. Mcxieo. 1966. p. 9. '" Documento secreto que solamente se abna en caso de muerte del virrey para conocer el

nombre de su sucesor.

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José Sernón de Uría, José 1. Beye de Asneros, Joaqui.n Marín y Tor· quemada y Miguel González llastiri,

2. El Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba

En el año de 1820 la insurgencia, como actividad bélica, había lan· guidecido y sólo Guerrero y Ascencio continuaron su lucha en las montañas del sur del país. La situación económica .se había recupe­rado un tanto, pues se había reanudado el comercio exterior. La acti­vidad minera, por ejemplo, también mostraba signos alentadores de recuperación. En lo político o aun cuando se tenía noticias de los grandes esfuerzos que España realizaba para intentar la pacificación y reintegración de las colonias a ella (Buenos Aires y el resto de Sudamé­rica), se daba por sentada, la firmeza del trono. En la propia penínsu' la nadie esperaba la sublevación liberal (enero de 1820) ni la acepta· ción, de nueva cuenta, de la Constitución de 1812 por Fernando VII que logró restablecerla en España y los dominios españoles. Al res· pecto el Rey. Fernando, se vió obligado a hacerlo por la sublevación sucesiva de las tropas de Coruña, Zaragoza, Barcelona, etc. Los efec­tos de dicha sublevación fueron muy importantes para América. Ante la presión de las tropas y sus jefes, el día 7 de marzo de 1820, manifes· tó, en una gaceta extraordinaria, estar dispuesto a jurar nuevamente la Constitución de 1812, ordenando, además, a todos sus súbditos, incluyendo los dominios españoles, se hiciese lo mismo.

Al conocer el restablecimiento del régimen constitucional en Espa­ña y en sus provincias, aparecieron en México diversas reacciones, pero casi todas coincidían en la necesaria y fatal emancipación políti­ca. El partido español de la capital consideró que debía adelantarse a los acontecimientos, encabezando una independencia pacífica y par­cial, que al mismo tiempo excluyera a la Constitución liberal de 1812 y le conservara sus dominios a Fernando VII. El virrey Ruiz de Apoda· ca simpatizaba y participaba de estas ideas.

Por otra parte, el alto clero repudiaba a la Consütución liberal y las medidas adversas a las órdenes religiosas y a las inmunidades de los clérigos, que adoptaron las Cortes apenas instaladas. Españoles destacados, entre quienes figuraban el auditor Bataller y el Canónigo Monteagudo, efectuaron con tal motivo reuniones en la Iglesia de La Profesa, y formularon el plan de ese nombre, El plan se fundaba en el argumento de la invalidez dd juramento rcal; el Rey no había jurado libremente la Constitución, así pues los conjurados no apreciaban el

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hecho de que a una supuesta ilegalidad oponlan otra dual; una, des­obedeciendo al monarca, y otra a la Constituck>n que aquél antes ha­bía vulnerado.

La orden de restablecerla en México no debla ser cumplida y Apo­daca debla gobernar en nombre de Fernando, con arreglo a las Le­yes de Indias e independientemente de las Cortes_ Este era el mismo plan de los criollos de 1808, con la variante, en cuanto a los motivos del cautiverio del Rey en un caso y, de la voluntad coaccionada en el otro. En el orden practico las diferencias eran mayores: en la primera hipótesis el gobierno quedaría en el virrey Iturrigaray apoyado por los criollos, yen la segunda en Apodaca. de acuerdo con los peninsulares.

Agustín de Iturbide, de quien se afirma, que probablemente parti­cipó en las reuniones de La Profesa, fue designado por el virrey para dirigir la campaña del sur, en noviembre de 1820. Su habilidad con­sistió en elaborar un plan politico práctico de independencia con pro­pósito de unificación de las distintas y antagónicas tendencias y de implantar una monarquía aparentemente moderna y constitucional.

Iturbide habrla de descubrir - años después - en su Manifiesto de Liorna, la variedad de rumbos:

Por todas partes -dec1a Iturbide- se hadan juntas clandestinas en las que se trataba del sistema de gobierno que debla adoptarse: entre los europeos y sus adic­tos, unos trabajaban por consolidflr la Constituciún. que mal obedecida y trunca­da era preludio de su poca duración; otros pensaban en reformarla. porque en efecto, tal cual la dictaron las Cortes de Cadiz, era inadaptable en lo que se llamó Nueva Espafia, otros suspiraban por el gobierno absoluto, apoyo de sus empleos y de sus fortunas, que ejerdan con despotismo y adquirlan con monopolios. Las cla­ses privilegiadas y los poderosos fomentaban estos partidos, decidié'ndose a uno y a otro, según su ilustración y los proyectos de engrandecimiento que su imaginación les presentaba. Los americanos deseaban la independencia; pero no estaban acor­des en el modo de hacerla, ni el gobierno que debla adoptarse; en cuanto a lo primero, muchos opinaban que ante todas las cosas debían se exterminados Jos europeos, y confiscados sus bienes; los menos sanguinarios se contentaban con arrojarlos del pals, dejando as! huérfanas un míll¡"1Jl de familias; otros mas mode­rados los excJuian de todos los empleos. reduciéndolos al estado en que ellos ha­blan tenjdo por tres siglos a los naturales; en cuanto a lo segundo, monarquía absoluta moderada con la Constitución Española. con Olra Constituciún Republi­cada Federada, central, etc., cada sistema ten;a sus partidarios, los que llenos de entusiasmo se afanaban por establecerlo.

El análisis cuidadoso a la luz de los antecedentes y la personalidad de Iturbide permite apreciar que los elementos considerados politica­mente eran limitados.

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En efe,eto, Iturbide buscaba conjurar las diversas orientaciones de los grupos con el próposito común de la independencia, salvaguardar la religión y unificar los disímiles intereses de la sociedad.

Cada uno de los panidarios ,- escribía al virrey el día mismo en que proclamó su plan- creerá haber ganado mucho a poco coSto, aun cuando no llenasen todo su intento. Y le hablaba de "los partidos muy conocidos y bastante fuertes para destruirse si una mano diestra no sa­bia atraerlos a un punto, y hacer uno de los intereses de todos.

Con esta intención y luego de una breve campaña militar y una inte­ligente diplomacia, Iturbide atrajo a Vicente Guerrero y Pedro AscencÍo. El primero de los cuales representaba a los antiguos insurgentes; logró se sumaran otros como Bravo, Victoria, Mier y Te­rán, Rayón. Además se dirigió a los abispos, al virrey, a las Cortes y al Rey, presentando el Plan de Iguala. Igualmente se le sumaron c,iollos que habían combalido a la insurgencia como Anastasia Bustamante, José Joaquin Herrera y Antonio López de Santa Anna y también los peninsulares Negrete y Filisola.

Ello. y 2 de marzo se levantaron dos actas, en una de ellas se juró el Plan que habia sido promulgado, el 24 de abril de ese año 1821 que se cita.

En efecto, el documento iturbidista producirla un gran alcance po­litico. Con él surge la oportunidad de aprovechar el estado politico prevaleciente en España y terminar la guerra de Independencia de la Colonia, cuyos principios ideológicos habian echado raices y se habian extendido y sus fuerzas militares aún vivian. A los absolutistas daba la esperanza de restaurar el gobierno de Fernando VII: a los insurgentes se les brindaba la oportunidad de poder consumar la independencia; a los aristócratas ya los ricos prometia conservar sus privilegios; otorga­ba la ciudadania a los miembros de las castas; al clero garantizaba subsistencia pr~vilegiada y sus riquezas a la religión católica, apostóli­ca y romana, sin tolerancia de otra, conservando sus fueros y propie­dades; a la burocracia política administrativa alta y baja, se les daba seguridad en sus puestos y. además, ofrecia distinciones a aquéllos que se adhirieran al Plan. Con ésta misma tónica el ejército gozarla de los privilegios y bondades del documento político, y no se opondria.

En el programa de Iturbide se recalcó el principio de mantener uni­dad a la sociedad mexicana, en el que tanto se elupeñú José María Morelos. Los firmantes comprendieron que la nación mexicana se in­tegraba por diferentes grupos sociales, pero estas diferencias raciales o culturales que los separaban, no debian ser obstáculo para unificar a la nación. Ellos estuvieron seguros que por arriba del origen racial y

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situación económica y social, existían fuerzas integradoras; ideales y valores, que cohesionaban bajo un mismo espíritu a esos grupos posi­bilitándoles su existencia como nación. y que esa fuerza integradora. que haría coherentes a los diferentes grupos era la que impulsaba y permitía la formación de un Estado nacional, la que expresaba su vo­luntad de unión e independencia amparada bajo el influjo de la reli­gión católica.

Por el momento habia que atender a no romper esa precaria uni­dad, indispensable para crear el nuevo Estado. Quedaban postergadas para más tarde. las reivindicaciones y aspiraciones socioeconómicas de las vastas capas del pueblo. Largos años tendrían que esperar éstas para alcanzarla. Entre tanto, en aras de una aspiración política de la Constitución de un Estado Nacional, se sacrificaban las aspiraciones sociales y económicas de todo el pueblo.

El 30 de julio de 1821 desembarcó en el puerto de Veracruz, Juan O' Donojú, designado por el Gobierno Constitucional Español, jeje polí­tico superior y capitán general de la Nueva España, en sustitución de Apodaca. El 5 de agosto O' Donojú entró en comunicación con Iturbi­de, primer jefe del Ejército de las Tres Garantías y el 24 del mismo mes celebraron el Tratado del Córdoba.

En el tratado de Córdoba, pactaron los grupos contendientes repre­sentados por Juan O'Donojú e Iturbide que "esta América - México­se reconocerá por nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo Imperio Mexicano y que el Gobierno será monárquico, constitucional moderado". En esta úllima parle se advierte la idea de que el país y sus gobernantes tendrían que estar regidos por una Cons­titución. El término moderado debe entenderse tanto como que con­tendría los excesos del absolutismo, como lo entendían aquellos libera­les que habían alemorizado a los grupos c()lls('r\'ad()r('~.

Este documento fue firmado por O'Donojú sin tener facultades para ello, y de acuerdo con lturbide, se reconoció la independencia de la colonia; asimismo se estableció que se llamaría en orden sucesivo a un miembro de la casa de Barbón u otra casa reinante; se suprimía como requisito indispensable para la asunción del poder, la necesidad de pertenecer a la dinastía. De manera que, en este último punto se abria la oportunidad, de que concretamente Iturbide ocupara el poder. El Mariscal de Campo Francisco Novella, que había reemplazado a Apo· daca en el gobierno de México, aceptó la situación el 13 de sep­tiembre, esto facilitó la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México el 27 de septiembre. El 28 se leyó el Acta de Independencia, por la Junta Provisional Gubernativa integrada por 38 personas. Su

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forma de integración y los miembros que la componían, nos permiten avisorar y prever los problemas que surgirían en el futuro.

La junta la integraron ocho eclesiásticos: Antonio Jorge Pérez, Obispo de Puebla (monarquista), que resultó el presidente; Manuel de la Bárcena (de Valladolid); el Canónigo Monteagudo (monarquista); Miguel Guridi (Alcalde de Puebla), diputado de Cádiz (monarquis­ta); Francisco S, Maldonado (autor del Pacto de Anáhuac); Manuel Sertorio e Ignacio Icaza Fragoso; José Isidro Yáñez, Martínez Man­dilla de México y José Domingo Rus de Guadalajara, abogado de la Audiencia de México; tres miembros del Ayuntamiento de la capital, cinco militares, tres comerciantes \" uIl bur,¡erala. Esta composicilJn pone en claro el propósito de Iturbide de reunir y congregar a las más altas clases socilaes para formar un círculo aristocrático, alrededor de la futura Corte, está en clara contraposición con el artículo 12 de la Constitución de Cádíz, que afirmaba que todos los habitantes de la Nueva EspaI-Ia, ~in di~liIlCi ,1) alguIla de europeos, africanos e in· dios. erall ('iudadano~ de la monarquía. En ('sta junta quedaban excluidos lo~ alltig-u()~ insurgl'Illt's.

Se procedió a nombrar a la Regencia que quedó integrada por, lturbide como presidente, Juan de O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñcz, El día 8 de octubre muere O'Donojú, lo sustituye Joaquín Pérez, y luego, a éste Miguel Guridi y Alcocer. Es en este pun­to en el que nace el gobierno mexicano. Se establecen cuatro ministe· rios: Relaciones Exteriores a cargo de José Manuel Herrera (eclesiásti­co, inteligente y antiguo insurgente y primer diputado de elección popular en México); Guerra y Marina a cargo de Medina, y Hacienda, de Rafael Maldonado,

Es. t'Il ('Ilapso dd mt'~ de octubre. el día '27 de mar/.O, cuando ~c ha­ce la jura de la independencia en la Plaza Mayor, momento en que empieza el tránsito de la vida colonial a la independencia en cuanto a signos exteriores, pero también, cuando se da lugar al surgimiento de una nueva conciencia popular.

El día 10 de marzo de 1822, la Junta convoca a elecciones, siguiendo las líneas de la Constitución de 1812,

Finalmente, el 24 de febrero de 1822, el primer Congreso Constitu­yente se instalaba, bajo la presidencia de José Hipólito Odovado; el en antiguo Templo de San Pedro y San Pablo, en la hoy esquina de las calles de Correo Mayor y San Ildefonso, Daba, entonces, principio la agitada e inquieta vida institucional mexicana. En ese Congreso se proclamó Emperador a Iturbide,

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La monarquia establecida no fue de larga duración. La preslOn ejercida por los diversos grupos politicos muy opuestos entre si, y los errores cometidos por el propio "EMPERADOR", dieron al traste con el imperio que en un principio se pens,"¡ era la crislalizaci"Il de un ideal y la posibilidad de establecer un Estado s"lido, fuerte y respe­table que contuviera las presiones expansíonistas de Estados Unidos y cohesionara los intentos de una libertad fuerte y respetable de los países centroamericanos.

El primero de febrero de 1823, un grupo de militares que tuvo como inspiradores intelectuales a Miguel Santa Maria, a Joel R. Poinsett y como ejecutor de aquéllos a Antonio L 'pez de Santa Anna, proclam, en Casa Mata una acta para promover la Constitución de un nuevo congreso en lugar del que habia sido disuelto por Iturbide. Aun cuan­do este pareela ser el designio de ese plan o acta, en realidad se trataba de eliminar a Iturbide del poder, de sustituir el sistema monárquico que se habia instaurado y establecer una república federal que si­guiera las formas de la norteamericana.

Se trataba en suma de aniquilar los residuos del antiguo régimen, eliminando el nuevo Estado recién formado cuanto pudiera recordar la vieja monarquia española. Almas de ese movimiento que arrojó a Iturbide del poder fueron los tres personajes mencionados.

Miguel Santa Maria quien habia actuado movido por los principios liberales cerca de Bolivar, habiendo sido secretario del Congreso de Cucutá, habia regresado a México ostentando la representación de Colombia ante México y a partir de ese instante se convirtió en acti­vo propagandista de las ideas republicanas, Joel R. Poinsett, represen­tante de los Estados Unidos, fue el planeador y ejecutor de la politica norteamericana en nuestro país. que obedecía a los lineamientos de la Doctrina Monroe, cuyas líneas se avisoraban*. Este personaje logrd cohesionar a las nuevas generaciones bajo el estimulo del republicanis­mo liberal, pero en realidad las utilizó para cumplir los designios ex­pansionistas de su pais; y asegurándose la adhesión de amplios grupos de mestizos y otros miembros de las clases populares quienes desea­ban que existiera una mayor movilización social que los llevara al po­der que anhelaban y el cual aún estaba en manos de las viejas clases acomodadas. Este grupo al ascender'al poder desplazó a las viejas cla­ses aristocráticas de terratenientes y ministros. pero no hizo posible se cumplieran las aspiraciones justas y ancentrales de las grandes masas de trabajadores del campo y de la ciudad y las minas, de las industrias

* La doctrina se proclamó el lo. de diciembre de ese año de 1823.

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que vivían trágica miseria, ni que se resolviera el viejo y grave proble­ma de la injusta distribución de la tierra.

Si en este grupo que tomó, al advenimiento de la República en 1824, las riendas del poder, el manejo del Estado, el gobierno del pueblo, bullían las ideas jurídico-políticas de Jeremías Bentham (1748-1832), y las económicas de Adam Smith (1723-1790)*, los prin­cipos desamortizadores de Campomanes, también eran patente que el modelo político que les inspiraba era el norteamericano y en lo jurídi­co las corrientes que normaban la legislación francesa.

Los principios jurídico-políticos de clara procedencia liberal, tanto los que apoyaban la existencia de una Constitución que regulara la conducta de los gobernantes y que asegurara las garantías de los ciudadanos, como aquellos otros que tenían el fortalecimiento del sis­tema republicano dentro de un sistema federal, fueron prohijados y difundidos con vehemencia por los publicistas de aquellos años. Los catecismos políticos que elaboraron desde los años de la Indepen­dencia, Francisco Severo Maldonado y otros publicistas y que tanta influencia tuvieron también en el Cono Sur, principalmente en Chile, representan los medios efectivos y populares de comunicación de esas ideas.

La adopción del sistema federal de república a que optó la Consti­tución de 1824, la primera ya vigente en nuestro país, no fue una co­pia del sistema norteamericano, sino el resultado de una experiencia político administrativa, que habiéndose iniciado con la implantación del sistema de intendencias se fortaleció al instaurarse el régimen de diputaciones provinciales nacido de la experiencia gaditana y princi-

Las ideas de Jeremlas Bentham Se encuentran en las fuelltes fundamentales: An Introduc· tion lo Ihe PrinCIpIes oJ Morals and Legislali'on (Nueva York: Hafner). 1948 (lera. ed., 1780); The Collecled Works oJ Jeremy Benlham (dir, ed. J. H. Burns), Vols. I:y 11, The cOrTespondence oJ leremy Bentham (Londres: Univenity of London, The Athlone Pres,o;), 1968, y Filosofia de la Ciencia Económica en W. Stark: Jeremy Bentham's E<::onomic Writings, Vol. I (Nueva York, 1952). pág. 117.

Aparte de la difusión de sus ideas utilitaristas de teorla económica benthamiana, en este punto referido a su pensamiento jurídico politico plasmado en las obras que anteceden podemos decir que en su época sus ideas estimularon el progreso, la reforma, una más. amplia democracia y la

mejHrd dt' Id!!> ,:ondirioll("!!o MJCialt's: ~11\ embargo. su~ teorías no podian servir de base firme para el sistema económico, filo!>ÓflCo o moral.

Bentham afirmó que los legisladores deben tratar de aumentar la felicidad de la colectividad. En lugar de que el pueblo sirva al Estado, este deberla servir al pueblo. Concluyó que la mayor parte de los controles y regulacione~ del Estado existentes eran ~rjudic:iales: su lema para el gobierno era "EST ATE QUIETO", pero no rindió culto allaissez·faire, lais.sez pas.ser, como apo· tecma de aceptación absoluta.

Otro autor inglés Adam Smith en sus famosas obras ti n lnquiry into the Nature and Cauces oJ the Wealt 01 Nation y The Theory oJ Moral Sentiments, tuvieron importante difusión; defensor ferviente dellaissez faire de malograda interpretación.

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palmente del desarrollo político. económico de importantes zonas del país alejadas del centro, pero aUlosuficicntes ccun ,micameIllc.:'

El país, regido por un sistema republicano federal al advenir a la vida internacional se encontró con serias dificultades económicas. La riqueza pública sufrió una merma de más de la mitad de su monto hacia 1808. Los ingresos de la República fueron menores de diez millones de pesos, lo cual provocó un estado deficitario que se agravó día tras día, por lo que el Estado tuvo que recurrir a préstamos forzo' SOS, impuestos a nacionales, extranjeros y al clero, así como a emprés­titos exteriores. El capit<tl español se fugó a los bancos europeos de Francia e Inglaterra, aun cuando algunos criollos aumentaron su foro tuna con el comercio y la actividad industrial y también ingresaron al país extranjeros que empezaron a labrar su fortuna. Aumentó la mo· vilidad social, sin resolver, la injusta distribución de la tierra y del ingreso.

El comercio mexicano resultó lesionado al cesar el que hacia México con las Antillas6 éstas cayeron bajo la dependencia económica de Esta­dos Unidos al igual que las Filipinas. México que logra consolidar su independencia preservándose de los intentos españoles de reconquista, trataría de contrarrestar, sin lograrlo, la dependencia económica~ política de Estados Unidos, los que años más tarde le despojarían de más de la mitad de su territorio.

Al defender su independencia política, el país se encontró con una población en la cual aún existían fuertes contradicciones, con un terri· torio enorme y con un gobierno o régimen jurídico víctima de los em· bates de la ambici(m de los grupos en pugna y de los intereses en juego de las potencias imperantes, Inglaterra, Francia, Rusia y, principal· mente, Estados Unidos.

En medio de este estado de cosas se fortaleció en México la concien­cia de ser una nación. Si la invasión norteamericana de 1847 no logró consolidarla, si cristalizó definitivamente en 1861·1865, durante la guerra de Francia. En este periodo trágico, México impuso definitiva· mente el sistema republicano, aniquilando los viejos moldes monár· quicos, y por otra parte, logró que su soberanía fuese respetada por las grandes potencias. En estos años, la conciencia de pertenecer a una sola nación regida por un orden juñdico propio se generalizó, y no

!) NETTIE L. Beoson. Mexico ond the Spanish Cortes, 1810-1822: Eight Essay. Austin Univer­sity ofTexas Press, 1966 y también La Diputación Provincial y el Federalismo Mexicano. México, El Colegio de México. 1955.

¡, LUCENA SALMORAL Manuel. Comercio de Estados Unidos con España e Hispanoamérica Madrid. Ministerio de Educaci"n y Ciencias. 1973. Sobrcliro del Congreso sobre el Bicentenario de Estados Unidos. p. 171·241.

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hubo núcleo alguno de población, que no sintiera como parte inte­grante de un país libre y unificado políticamente bajo un destino y designio comunes. 7

Si a mediados del siglo XVIII, un pequeño núcleo de criollos ilustra, dos, de amplia visión y naciente espíritu nacionalista, intuyó una patria unida, fuerte y respetada, en la cual los mexicanos pudieran desarrollar con entera libertad sus facultades, y para ello trataron de organizar un Estado nacional, sin discutir por entonces la forma polí­tico-jurídica que ese Estado debía tener, a mediados del siglo XIX, un igualmente pequeño grupo de patriotas decidió que era menester que México se rigiera por un sistema republicano, federall, realizando una lucha tenaz para vencer el viejo ideal monárquico impuesto desde fuera.

Casi dos siglos de esfuerzos continuos trágicos muchas veces, serían necesarios para dar a México, el' definitiva, la fonna de gobierno que representa una aspiración hacia el ejercicio de la libertad, y de los de­

rechos democráticamente expresados, Es a través de ese largo proceso como se gestó el Estado mexicano que aún está en camino de per­feccionarse, dentro de las líneas generales que vienen de 1824.

3. El Acta Constitutiva de l(! Federacz'ón

El Acta Constitutiva de la Federación del 31 de enero de 1824, suscrita por 93 diputados bajo la égida de José Mariano Michelena y expedida el 3 de febrero de 1824 por el nuevo Cong'reso, es un docu­mento político de gran relevancia histórica que COI' tiene los ordena­mientos y las bases de organización del sistema federal. En efecto, su contenido revela un sentido político de gran alcance, cuyos creadores (l'lllrl' I()~ que dCsl,H,'a don Miguel RJInos Arizpe), supieron sintetizar y precisar las líneas políticas necesarias para construir un aparato políti­co capaz de lograr el cumplimiento de las demandas e ideas que en esa época se encontraban confusas y dispersas,

El día 20 de noviembre de 1823, bajo la presidencia de Guridi y Al, cocer, sacerdote por fatalidad, exdiputado en Cádiz y autor de Repre, jClIlacl,í/l di' la Dipulacúín A ntericana, el señor don Miguel Ramos Arilpc, ley\! en aquella asamblea el Proyecto de Acta Constitutiva for­mado por la Comisión de Constitución. Ese "Discurso Preminar", me~ rece un cuidadoso análisis y reclama ser estudiado con profundidad en investigaciones ulteriores,

i [, DE LA TORRE VILLAR, La Intervención Francesa Hi5/oria de México, Vol. 8. México, Sal­vat Editúresde México, S. A., 1974.298 P

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soo JESÚS CASTAl'lóN y MIGUEL A. VELAzQUEZ

El discurso comienza por reconocer la gran

Suma de dificultades que afronta la Comisión para formular un proyecto que ha de fijar para siempre la suerte de 6 millones ds mexicanos que lo demandan por merecerlo, su estado de civilización y trece años de esfuerzos para lograrlo, pero caofia en hacerlo, pues la misma mano que dispuso que (la Comisión) lo hiciese ha de ser la que con esfuerzos y su profunda sabidurla y consumada prudencia (la representación popular) de perfección a la grandeza de una Constitución digna de la Nación Mexicana.

El Discurso Preliminar reconoce el acierto que se ha obtenido

Al concurrir las luces y el consejo del gobierno comunicados por los secretarios del despacho. quienes dta y noche han asistido a las sesiones y cambién de las de otros patriotas que aunque fuera del Congreso y difundidos en las provincias, por su ilustración y sus virtudes hacen el ornamento más ilustre de la Nación Me­xicana_

Por la fecha de la lectura los secretarios de referencia deben haber sido Pablo de la L1aik, José Herrera, quien llegara a ser Presidente de la República, así como Francisco Arllaga.

El gobierno a que alude el párrafo anterior se encontraba formado por el trivitario: Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y P. Celestino Negrete.

En el tercer párrafo del documento que se comenta, dice

y fijando altamente su atención en el estado político de la Nación, creyó de su primer deber proponer al primer Congreso Constituyente la necesidad imperiosa y urgente de dar luego un punto cierto de reunión a las provincias. un norte seguro al gobierno general. comunicándole al mismo tiempo toda la autoridad, actividad y energta necesarias para asegurar la independencia nacional y consolidar la liber­tad por modos compatibles con la regularidad de las leyes, ya los pueblos una ga­randa natural, y por eso la más firme del uso de sus imprescriptibles derechos, usurpados por tres siglos y rescatados por una guerra de trece años.

En las anteriores lineas se encuentran mencionados varios hechos políticos, que no han sido debidamente ponderados por los estudiosos. En él descansa la idea de que gobernantes y gobernados necesitarlan un principio básico fundamental generado en ellos mismos y que prin­cipiara con la Constitución; lo mismo se extiende al Congreso y al gobierno.

Estaban muy recientes los sucesos políticos ulteriores durante su de­sarroBo, que el Congreso y gobierno carecian de una guía clara, ine­quívoca de sus respectivas funciones. El Plan de Iguala y los Tratados de C<Jrdoba eran demasiado generales y abstractos.

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CONSTITUCIÓN FEDERAL DE 1824 301

Con referencia también a la situaci,¡n de la naciente república, fren­te al exterior, pocos hombres, con el conocimiento del Presidente del Congreso, Guridi y Alcocer y el de la Comisión, Miguel Ramos Arizpe (ambos diputados en las Cortes de Cádiz, el segundo durante más de diez años), sabian y apreciaban el juego de las fuerzas internacionales que se suscitaban entre España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos de Norteamérica, Rusia, la Iglesia y el papel que en función de sus es· pecíficos intereses querían jugar en el proceso de consolidación y desarrollo de los nuevos estados.

Finalmente, 10 más importante era rescatar el verdéldero sentido de la Independencia; ésta era para todos los habitantes de la Nueva Re­pública, a aquéllas ignoradas multitudes que siguieun a Hidalgo y Mon'los, descendientes de los que fueran despojados con la conquista.

Llama la tendón el documento político en el enorme peligro en que se vio, "la Nación casi disuelta", explicitando lo que es la Nación: "Provincias, pueblos y hombres", quienes necesitan una garantía de sus derechos naturales y civiles. Lo cual sólo se consiguió con una for­ma determinada de gobierno y su establecimiento para el desarrollo de sus atribuciones. Continúa diciendo el discurso que el proyecto es conforme a la realidad general y puntualiza que el objeto de todo buen gobierno es la felicidad del pueblo.

El Acta Constitutiva de la Federación no sólo fue el preludio de la primera Constitución Federal, sino -como asienta Modesto Barragán Romero - , la cabeza de ariete que abrió la brecha al sistema federal.

La oportunidad de su elaboración y la aceptación anticipada y plena de los representantes --dice el autor-, aseguró la unión de las provincias, tranquilizó el espíritu público y animó el endeble e incipiente gobierno federal.

El acta es además, una declaración de principios con un ámbito de validez nacional y para todos los funcionarios y habitantes de la Re· pública. Con ella se aseguraría que las labores legislativas del Congre· so que se avecinaba se habría de ajustar a los términos de un pacto federal.

En el mes de octubre de 1823 (un mes antes había acontecido la autodisoluciún del Congreso que cinco días después se instalaba para iniciar sus trabajos en un ambiente tenso y de plena descomposición política), sobre el país se cernía la amenaza de la desintegración. El panorama que observaron nuestros representantes fue el siguiente:

En julio de 1823. Centroamérica se separó de México. En septiembre de 1824, Chiapas, separado ya, se reincorpora a México. Yucatán dedara en estas fechas,

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302 JESÚS CAST A~ÚN y MIGUEL A. VELAzQUEZ

que sólo se confederaria si se forma una República Federal, representativa y gene­ral, Texas, Coahuila, Nuevo León, Nuevo Santander y las provincias de noroeste se declararon independientes una de otra y se unirían a México sólo si se erigen todas en República Federal. Jalisco, desde junio se declaró estado libre y soberano. Oaxaca, Puebla, Zacatecas, Michoacán y Guanajato proclamaron la forma fede­ral. Colima y las provincias internas de oriente en plena efervescencia y confronta­ción contra el centro.

No debemos olvidar que e! 8 de abril de 1823 el soberano Congreso Constituyente declaró insubsitentes e! Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y e! decreto del 24 de febrero de 1822.

Según ordenamiento de! 11 de junio de 1823 e! Congreso decretó en esa fecha dos órdenes, una referente a los prisioneros y otra que, dada la importancia de su contenido se transcribe a continuación:

El soberano Congreso Constituyente en sesión extraordinaria de esta noche ha tenido a bien acordar, que el gobierno pueda proceder a decir a las provincias está el voto de su soberanía por el sistema de República Federada y que no lo ha decla­rado en virtud de haber decretado se forme convocatoria para un nuevo Congreso que constituya a la Nación8

Rememoremos que el nuevo Congreso Constituyente se instaló el 7 de noviembre de 1823 y que los dipulados y represenlantes que con· currían, van a constituir la República Federal. El mandato de los representantes era expreso.

El Acta Constitutiva es un documento surgido del consenso de las entidades federativas y del pacto de provincias o estados de Congreso anterior a este Constituyente, como se prueba líneas arriba. Fue deci­dido por las provincias y sus representantes enviados al Congreso para constituir la República Federal y no olra forma de gobierno. ESle es el documento base y punto de arranque de la Constitución Federal de 1842.

El Acta, estableció las bases sobre las que se construirán los princi­pios constitucionales que satisfacieran las necesidades que demandaba la Nación. El Acta reitera la independencia nacional; declara que la soberanía reside radical y esencialmente en la Nación y que por lo mis· mo pertenece a ésta el derecho de adoptar la forma de gobierno más conveniente a su conservación y mayor prosperidad; para tales desi­derata, adopta para su gobierno la forma representativa, popular y federal y prescribe que el Supremo Poder se divide para su ejercicio en

8 MONTIEL y DUARTE, Isidro Antonio. Derecho Público Mexicano. (Compilación que contiene importantes documentos relativos a la Independencia, la Constitución de Apatzingán). Ed. por orden de José Matlas Iglesias, México, Imprenta del Gobierno en Palacio, 1817.

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CONSTITUCIÓN FEDERAL DE 1824

legislativo, ejecutivo y judicial, sin que jamas pudieran reunirse dos o más de ellos en una persona o corporación ni depositar el legislativo en un solo individuo.

Las bases del poder legislativo y el poder legislativo mismo, ocupan un espacio importante en el Acta, es decir, desarrolla las líneas gene­rales de este poder, alguna de ellas todavía vigentes como: el sistema de división del Congreso en dos cámaras, diputados y senadores (re­presentación del pueblo y de las entidades federativas), yel modo de integración de este poder y sus atribucionf:s. Así, el documento politi-00 fija las principales atribuciones generales del propio cuerpo legisla­tivo y remite determinar otras funciones a la Constituóón.

Establece los lineamientos generales para instituir el poder ejecutivo y sus atribuciones de carácter general.

Por otro lado, da las bases para establecer el peder judicial federal. Asimismo, establece las líneas generales para el establecimiento con­gruente de los respectivos poderes federales.

Punto importante es que garantiza, a todo hombre su persona, su honor y sus propiedades, así como se administre justicia de una mane­ra pronta e imparcial.

Aseguró para siempre, a todos los habitantes de la federación, la li­bertad civil, la seguridad personal, la propiedad, la igualdad ante la ley y los demás derechos de los individuos que la componen.

En síntesis, el Acta consagra la implantaciún de un sistema federati­vo; la división de poderes: la limitación de la autoridad federal y el establecimiento de bases de los gobiernos de los estados. Todo esto sig­nifica la cuestión medular de la inquietud de los representantes de las provincias.

Por último, el documento político de referencia señaló distintas pre­venciones generales, entre las que destacan las siguientes:

Las constituciones estatales no podrán oponerse al Acta ni a la Constitución General y limita la facultad impositiva de los Estados y establece las taxativas en cuanto a las relaciones extreriores quedando éste a cargo de la Federación.

El Acta garantiza a los Estados de la Federación la forma de Gobier­no adoptada en la presente Ley y cada Estado queda también compro­metido a sOstener a toda costa la Unión Federal y no podría variarse sólo en el tiempo y términos que prescriba la Constitución General. La ejecución de esta Acta se somete bajo la más estrecha responsabilidad al Supremo Poder Ejecutivo, quien desde su publicación se arreglará a ella en todo.

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4. Estructura de la Constitución

La Constitución Federal de 1824 consta de siete títulos, subdivididos en secciones y en 171 articulos.

El ordenamiento supremo establece los principios republicanos y fe­deralistas que fueran consagrados en el Acta Constitutiva.

Declara que la religión es y será la católica, apostólica y romana. Divide el Supremo Poder de la Federación en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La organización del segundo lo hace descansar en un Con­greso General compuesto por dos cámaras, una de diputados y otra de senadores. Por otro lado, fija los requisitos para ocupar los puestos de elección popular, dejando a las legislaturas de los estados el de­recho a determinar los de los electores. Estatuye que la elección de los diputados será indirecta y la de los senadores, "a mayoría absoluta de votos por las legislaturas de los estados". Pormenoriza las facultades de ambas Cámaras y detalla las del Congreso. Describe, además, el proceso legislativo para la creación de leyes, y dispone que la modifi­ciación O revocación de éstas deberá someterse al procedimiento que rige su form?ción.

Para el ordenamiento jurídico en comento las sesiones del Congreso son ordinarias yextrordinarias, las primeras, del la. de enero de todos los años al 15 de abril siguiente, prorrogarse por 30 días hábiles, y las segundas, exclusivamente para tratar los puntos de las convocatorias. La residencia de ambas Cámaras, conformando el Congreso se en­cuentran a la luz de la Constitución en un solo lugar.

El Código Politico deposita el Poder Ejecutivo en una sola persona, el Presidente de la República, e instituye la vicepresidencia individual; preceptúa los requisitos para ocupar ambos puestos; prescribe que la <'uración de los dos cargos será de cuatro años y prohíbe la reelección d:l presidente en el periodo inmediato. Las prerrogativas de uno y otro mandatarios, encuentl an expresión en el texto constitucionaL entre las que cabe citar las siguientes: proponer leyes y reformas a las mismas, ejercer el derechO de veto y disfrutar de inmunidad durante el desempeño del cargo, salvo en el caso de que comelan delilOS específi­camente señalados en la propia Conslituci,)Jl, en cuya hip')lcsis corres­ponde a ambas Camaras conocer de la acusaci,'¡n.

En 10 concerniente a las facultades uel FI f.'",idente y las restricciones a su poder, los articulos 110 y 112 dan cuenta de ellas.

Establece un complejo sistema de elección y suplencia presidencial: las legislaturas de los estados eligen dos personas sin atribuirles carác­ter especifico; la Cámara de Diputados computa los sufragios y hace la

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declaratoria respectiva. El candidato que obtenga la mayoría absoluta será el presidente, pero si los dos la logran se discierne el cargo al favo· recido con mayor número de votos y queda el otro como vicepresiden­te; en caso de empate, la CJ.mara decide si súlo uno alcanza la mayo­ría absoluta se le declara presidente, y entre los dos que le siguen la cámara elige vicepresidente. Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta, la Cámara selecciona a los mandatarios entre los dos de superior mayoría relativa. Si faltaran simultáneamente el presi· dente y el vicepresidente, asume el Poder Ejectivo quien presida la Suprema Corte de Justicia, mientras la Cámara de Diputados elige un interino, o el Consejo de Gobierno en los recesos del Congreso CTea

un consejo de Gobierno integrado por senadores, al que atribuye, entre otras, las siguientes funciones: convocar el Congreso a sesiones extraordinarias; remediar la acefalia ejecutiva, designado al Ejecutivo plural; aprobar el nombramiento de los secretarios del despacho; dar su conformidad para que el presidente mande en persona las fuerzas militares. y asesorar al Ejecutivo para la mejor observancia de la Cons­titución y leyes federales.

A la luz de la Constitución Federal, el Poder Judicial de la Federa· ción se deposita en una Corte Suprema de Justicia, crea los tribunales de circuito y los juzgados de distrito. Integra la Corte con 11 ministros y un fiscal; los miembros de ella sólo pueden ser removidos con estricta sujeción a las leyes, y son electos por las legislaturas de los estados por mayoría absoluta de votos. La Cámara de Diputados conoce de la elección de los ministros de la Corte (por conducto del presidente del Consejo) y expide su nombramiento. Señala que los tribunales de cir­cuito, cuyas funciones precisa, se componen de un juez y un promotor fiscal, nombrados por el Ejecutivo a partir de una terna propuesta por la COTlC Suprema, y que para desempeñar el cargo se requiere ser, "ciudadano de 1a federaci,m" y haber cumplido 30 años, Indica los re· quisitos para ser juez de distrito (ser "ciudadano mexicano" y haber cumplido 25 años), el pro<.:edimiento de su designaciún es el mismo de los magistrados de circuito y sus atribuciones.

Determina las reglas a que se sujetará la administración de justicia en los estados y territorios, y formula, de paso, un incipiente catálogo de garantías individuales.

Atento al ordenamiento supremo, el gobierno de cada estado se di· vide en los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, dejando su organi· zación a las leyes locales. Impone a los estados obligaciones que garan· tizan la primada del orden constitucional federal. Precisa los casos en que la actuación de los poderes locales requiere la ratificación del

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Congreso Federal, y consigna una prohibición consistente en que no podrán celebrar transacciones con potencias extranjeras ni declararles la guerra.

Se establece un sistema obligatorio para que todo funcionario público, antes de tomar posesión de su cargo, jure el cumplimiento de los mandatos constitucionales, dejando al Congreso la facultad de determinar la responsabilidad de los infractores.

Atribuye al poder legislativo la hermeneusis (interpretación) de los preceptos constitucionales, ya las legislaturas de los estados el derecho de hacer observaciones, pero hasta el año de 1830, serían calificadas por el Congreso y publicadas por el Presidente de la República, sin co­mentarios. Después de 1830, el Congreso estudiará las enmiendas en el segundo año de cada bienio y. considerándolas fundadas, corres­pondera al Congreso siguiente perfeccionarlas.

No podrán modificarse nunca los artículos relativos a libertad e in­dependencia de la Nación, forma de gobierno religión, libertad de imprenta y división de poderes.

La Constitución Federal de 1824 no era un documento de praxis po­lítica como los ordenamientos anglosajones, incluidos de reglas gene­rales destinadas a regir con sentido prdcticu la realidad misma. Al contrario, era más bien un documento ideológico y declarativo. La preocupación fundamental de sus autores era la organización y funcionamiento del gobierno, así como consagrar la soberanía popu­lar. El poder quedó sobre todo en manos del legislativo y se subrayó la autonomía de los estados, lo que probaría ser funesto para la nación. Quedaron en un plano secundario las garantías individuales, como había sucedido en el caso de la Constitución Norteamericana a la que por eso se le tuvieron que hacer enmiendas antes de su promulgación. Pero de pronto la supremacía del poder legislativo resultaría proble­mática. Un ejecutivo débil y un estado federal con una autoridad dudosa dificultarian su funcionamiento. El ejecutivo parece fuerte sólo cuando usa facultades extraordinarias y figuras como Guadalupe Victoria parecen débiles por haber cumplido su cometido dentro de la ley.

La nueva y flamante república federal que tanto prometía como fórmula mágica, estaba constituida por 19 estados y 4 territorios. El 4 de octubre, se firmó la constitución. A las 2 de la tarde, salvas de ar­tillería disparadas desde las baterías de Peralvillo, Santa Anna, Belén, Loreto, Chapultepec y la Ciudadela, más el repique de las campanas, anunciaron el gran suceso. Desde el recinto del soberano Congreso en el templo de San Pedro y San Pablo, salió una caravana hacia Pala-

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cia. El diputado potosino Tomás Vargas llevaba el manuscrito de la carta fundamental en uno de los carruajes y fue quien lo puso en ma· nos de Guadalupe Victoria exclamando "Huya muy lejos de aqui des­pavorido el despotismo, la vista de esta Ley en que están consignados los derechos del hombre y que va a ser temor de los tiranos".

Para entonces se hablan realizado las primeras elecciones y ellO de octubre jurarlan Guadalupe Victoria como presidente y Nicolás Bravo como vicepresidente. La toma de posesión sería austera y solemne, como lo exigía su republicanismo. "La independencia. se afianzará con mi sangre y la libertad se perderá con mi vida", afirmaría el primer presidente, casi el único que en cuatro décadas de vida de la república terminaría su periodo presidencial.

5. La Constitución de 1824 como expresión de las aspiraciones nacionales

El pretender explicar los acontecimiento jurídicos y políticos de una entidad determinada, en este caso, de la República Mexicana, de acuerdo con aparatos conceptuales generados en procesos histórico políticos provenientes de una diferente formación social, resulta útil, pero no conduce a encontrar una científica relación de los hechos para sistematizar, discernir y proyectar las acciones necesarias para su transformación.

Nuestra realidad histórico, político y social, como cualquier otra, es única e irrepetible; por consecuencia su problemática también lo es, Esto fue lo que comprendieron hombres de una 'certera y clara vi­sión que frente a un entorno de hechos que exigian un cambio, trata· ron de crear los instrumentos para inducirlo.

Desde la época en que actuaron los constituyentes y los dirigentes políticos, se les hizo el cargo de copiar teorías e instituciones extranje­ras, para realizar, no sus aspiraciones personales sino las de la colecti· vidad de la que formaban parte. Así, para restar méritos a su extraor­dinario trabajo y aciertos, algunas veces muy distante de su tierno, se calificó a la Constitución de Apatzingán, verbigracia, como copia de documentos extranjeros. Si embargo, quien conozca y estudie con todo detalle la vida de quienes participaron en esa labor, y, asimismo, estudie línea por, línea, ese monumental cuerpo jurídico conocido como "Sentimientos de la Nación", verá que no hubo tal copia, si aca­so, en ocasiones, se utiliza un aparato conceptual del que por las condiciones de la educacion que impuso la Colonia carecían los habi­tantes de las provincias conquistadas.

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De esta forma y en su momento se acusó y todavía existen voces proclives que siguen inculpando a los federalistas que formaron parte del Constituyente de 1824, de haber transplantado principios e institu­ciones del derecho anglonorteamericano, particularmente de la Carta de Filadelfia, a la primera Constitución Federal Mexicana.

En un extraordinario y brevisimo estudio de Don Isidro Montiel y Duarte,9 como introducción a su obra Derecho Político Mexicano y que es, como él la tituló, una compilación que contiene importantes documentos relativos a la independencia, se prueba que Acta y ConsLi­tución de 1824, difieren de la Constitución norteamericana, por las siguientes razones:

La Constitución norteamericana fue dada para hacer más perfecta la Unión, recuérdese que a ésta le precedió el pacto de confederación; establecer la justicia; consolidar la tranquilidad doméstica y asegurar los beneficios en pro de los Estados Unidos de América.

Afirma el ilustre jurista que las constituciones mexicanas de 1824 y 1857 no se parecen en nada a la norteamericana, pues tienen diversos puntos de partida. La primera, es obra de una nación que quiere fijar su independencia política, establecer y afirmar su libertad, y promo­ver su prosperidad y gloria.

En cuanto a la forma o sistema de gobierno, también son diferentes. En la nuestra, es la nación la que acepta la forma representativa, de­mocrática, popular y federal; en la norteamericana se habla del pueblo americano.

En el derecho público americano se parte del principio de la exis­tencia de estados independicolcs y va ha recoger premisas aseIlladas antes, el articulo 50., del Acta de la Confederación. En cambio, en el derecho mexicano por medio de un principio anterior a la Constitu­ción, se reconoció y dotó a las provincias las categorías de estados.

La división de poderes en la Constitución mexicana, es un principio doctrinario político que lo mismo pudo provenir de la Cunslüuciún francesa de 1791, que de la estadounidense, de la gaditana, o de la de Apatzingan. Lo .... que varía es la forma de inlegraciún del IcgisJaLivu. Esta forma de integración y la atribución de facultades a ese poder, es lo que variará en los casos específicos.

El federalismo mexicano en su forma de delimitar las funciones de los estados miembros y de la federación, lo explicaron con mucha cla­ridad en su documento de presentación del Acta. La Comisión descri-

9 MONTIEL y DUAIlTE: Derecho Público Mexicano que contiene importantes documentos relati· vos a la independencia ... desde la Constitución de Apattingán hasta d Acta de Reformas (1817) Y la Constitución de 1857. Hecha por orden deJosé María Iglesias (Prf"sidente de la Corte).

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bió las dificultades para fijar el número de estados que deben compo· ner la federación mexicana: se habló de no establecer tan pocos que por su extensión o riqueza pudiesen en breves años, aspirar a consti· tu irse en naciones independientes. rompiendo el lazo federal; ni tantos que por falta de hombres y recursos viniese a ser impracticable el siste· ma. Adujo. finalmente. que se dejó la posibilidad para que la Cons· titución General determinara en definitiva este punto, pero con los criterios expuestos.

En cuanto se refiere el poder judicial, en cierta forma puede decirse que tiene su inspiración en la Constitución norteamericana pero, entre otras cosas, se distinguen en que en ésta el poder judicial sirve de freno y de limitación a los otros poderes.

A ambas constituciones se les hizo la crítica de que habían dejado de lado las prescripciones relativas a los derechos del hombre y del ciuda· dano. Cabe decir que en el caso norteamericano existian constitu· ciones locales previas a la federal. como la de Virginia. que sí se refe· rían a este aspecto.

La nuestra remitió este capítulo a la legislación originada en la pro­pia Constitución. Pero haciéndose indispensable su inclusión, se reco­gió en ese extraordinario monumento constitucional de los que fueron autores Cordoso, Espinoza de los Monteros y Mariano Otero.

Digamos para concluir esta larga pero necesaria aclaraciún que, piezas claves para entender el desarrollo del constitucionalismo mexi­cano, son los siguientes documentos;

a) La presentación del proyecto por la Comisión de Constitución integrada por Miguel Ramos Arizpe. Manuel Argüelles. Rafael Man· gino. Tomás Vargas y José de Jesús Huerta.

b) La advertencia del Congreso destinada a los mexicanos con el Acta.

c) El voto particular de Mariano Otero que acompañó el Acta de Reforma a que nos hemos referido.

Como hemos venido reiterando. el artículo 30. del Acta Constituti· va de la Federación -documento que forma parte de la Constitución, puesto que se i'romulgaron las dos juntas-, declara:

La soberania reside radical y esencialmente en la nación y por lo mismo pertene· ce exclusivamente a ésta el Derecho de establecer por medio de sus representantes la forma de gobierno y demás leyes fundamentales que le parezca conveniente para su conservación y mayor prosperidad, modificándolas o variándolas, seglin crea convenirle más.

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Este articulo proviene del artículo 30. de la Constitución de Cádiz, literariamente y no literalmente; puesto que en la primera se le agregó el término radical.

Difiere de la redacci{¡n y de la idea de los Constituyentes de Apat­zingán, pues estos con extraordinaria visión, en los artículos 2, 4 Y 5 precisaron la soberanía como una cualidad del pueblo, de la nación, rescatando la idea de la soberanía expuesta fundamentalmente por Suárez, en su obra De legisbus ac deo legisla tare, capítulo V, nú­mero 5.

Al respecto, el creador de la soberanía y no del hecho de la sobera­nía, Jean Bodin, formula, su teoría para legitimar, vigorizar y con­formar el poder real frente a otros poderes, O sea al poder pontificial y los poderes locales internos. Sin embargo, se le escapó - aún cuan­do lo admitiría al examinar el contenido de la soberanía -, que ésta es esencial y originariamente de los pueblos, lo que la voluntad y la liber­tad en los hombres es la capacidad de autodeterminación.

La Constitución de 1824 recoge en pocas lineas idea y concepto. Es­tas ideas y conceptos casi sin variantes, se proyectan hasta la Constitu­ci{¡n de 1917, cuyo artículo 39 dice:

La soberanía reside esencíal y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de gobierno.

En consecuencia, declara el artículo 40 de ese ordenamiento su­premo:

Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo con· cerniente a su régimen interior; pero unidos en una Federación establt"cida según los principios de esta Ley Fundamental.

6. Elfederalismo en la Constitución de 1824

El federalismo y liberalismo se identifican de tal manera, que la de­finición federal, las realidades ya se han inclinado por el federalismo. liberal.

El federalismo fue la causa fundamental del desacuerdo entre la mayoria y la minada en 1823 y 1824, que dio origen a los mayores de­bates, pasiones y conflictos al discutirse el Acta Constitutiva y la Cons­titución de 1824.

En la gestaciún del federalismo mexicano encontramos tres elemen­tos esenciales: las realidades nacionales, la recepciún de la idea federal europea clasica y el ejemplo del modelo jurídico norteamericano.

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CONSTITUCIÓN FEDERAL DE 1824 31!

Cuando el Congreso Constituyente mexicano adopta en 1824 la de­finición federAl, las realidades ya se han indinado por el federalismo_ Zavala y Alemán coinciden en ello. Para Zavala, al aprobarse el fede­ralismo del Acta Constitutiva, los diputados sólo vinieron a reconocer una situación existente, confirmaron un hecho establecido y legaliza­ron una situación de facto. El federalismo era un hecho que sólo nece­sitaba legalizarse y recibir una forma y una sanción.

Zavala para explicar el triunfo del federalismo, asienta que cuando fue adoptado "era inútil deliberar sobre ello pues había venido a ser indispensable ceder a lo que las provincias querían".

Los principales opositores al federalismo fueron: José María Becerra, Carlos María Bustamantc y Servando Teresa de Mier. Ellos señalaban que la inclinación al federalismo se fundanlentaba en el as­pirantisrno. * palabra muy gráfica de la época y en una imitación extralógica,

El hecho 'en el Congreso es el dominio evidente de los federalis­tas y la existencia de fuerzas centrífugas que muy cerca estuvieron de llevarnos a la disgregación, a tal punto, que ya no digamos el pronun­ciamiento centralista del Congreso, sino el simple diferir la decisión federal, habría producido consecuencias no susceptibles de ser corre­gidas para nuestra. en aquel entonces, endeble unidad nacional.

A ello obedeció el voto del Congreso por la federaóón, de 12 de ju­nio de 1823. Pero en esa misma sesión Francisco García, Valentín Gómez Farías, Antonio J. Valdés, José María Covarrubias, Manuel Crescencio Rejón y Prisciliano Sánchez, presentan un voto para nombrar congresos provinciales y arreglar la hacienda pública, dirigi­do a obtener las bases de un federalismo práctico, operante.

Teresa de Mier opinaba que en México la introducción del fede­ralismo era desunir lo unido, carecía de todo rigor, En verdad, el país estaba dividido; el federalismo vino a unir lo que se está disgregando por intereses espurios; el país para conservarse tenía que ser federal. Asimismo Mier al referirse a la voluntad general expresaba "que no debe obedecerse a la turba, sino conducirla".

Al discutirse los artículos 50. y 60. del Acta Constitutiva, Servando Teresa de Mier atacaba en elocuente discurso a quienes se pronun­ciaban por el sistema federal de gobierno, Dicho sistema sería impro­pio y la causa principal del caos de México.

~ o sea. la pw("millt'ocia de intereses personales.

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. . La prosperidad -deda el Diputado Constituyente-, de esta república veci· na (los Estados Unidos) ha sido, y está siendo el disparador de nuestra América porque no se ha ponderado bastante la inmensa distancia que media entre ellos y nosotros. Ellos eran ya estados separados e independientes unos de otros, y se fede­raron para unirse contra la opresión de Inglaterra; federamos nosotros estando unidos, es dividimos y atraernos los males que ellos procuraron remediar con esa federación ... ¿Es cierto que la Nación quiere república federada y en los térmi· nos que intente dársenas por el articulo 60.? Yo no quisiera ofender a nadie; pero me parece que algunos inteligentes en las capitales (se refiere a las capitales de pro­vincia), previendo que por lo mismo han de recaer en ellos los mandos y los empleos de las provincias. son los que quieren esa federación y han hecho decir a los pueblos que la quieren . ..

Los argumentos de Teresa de Mier no correspondía a la realidad de México. Sin embargo, al final con reservas, admite la solución federal.

La Nueva España fue un conjunto unido s(,lo en apariencia, y en cuanto a la COTona. Los distintos reinos primeros, y después las in­tendencias, constituyeron las partes de "un todo", enlazado por las formalidades del virreinato y la fuerza militar; pero los intereses eco­númicos y sociales de cada regiún no confluían dentro de un conjunto organico. La falta de comunicaciones y transportes, la ausencia de una infraestructura destinada a apoyar el desarrollo interno, erel" un sistema político y econl·)mico local, con sus respectivos mercados, que tenía conexio~es generales únicamente en el capítulo relacionado con la Corona. Esta situaciún, acentuada por los grupos emergentes, continuú como un legado durante el siglo XIX. La única manera de mantener cierta concordancia entre las provincias y el centro fue la sugerida por Ramos Arizpe en el Acta Constitutiva y adoptada por el Constituyente; esto es, la forma republicana y federal.

La comisión del sistema federal por las provincias sobre un gobierno que lo rechazaba, no pudo ser obra ciega de la ignorancia, como se asentó por escritores de la época. Las provincias confiaban más en sí mismas que en el gobierno central, y el espíritu de independencia que en ellas había dejado la guerra de separación, las impulsaba a ob­tener la mayor suma de libertades posibles para atender a su propio desenvolvimiento; pero, por otra parte, no debió de influir poco en su actitud resuelta y amenazadora del afán de sus grupos directores de tener la mayor suma de poder que fuera dable dentro de la unidad de gobierno que era temerario rechazar.

Uno de los principales impulsores del federalismo en México fue Mi­guel Ramos Arizpe, que presentaba como los gérmenes de la des­centralizacil')n: cabildos, audiencias, universidades, juntas, estableci­mientos de consulado y minería, y comunidades religiosas que en

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CONSTITUCIÓN FEDERAL DE 1824

algunos casos atemperando la :~ntralizaciún, crean hábitos .~e auto­gobierno en las pequeñas colectividades. A tal punto se ve aguijoneado Ramos por las necesidades del país, por los males de la centralizaciún que presencia, y de tal manera solicita gobiernos paniculares des­centralizados, aUlogobicrno de las (olcClividades, que encuentra fun­dado en los principios liberales y democráticos de la Constitución de Cádiz.

En 11 :ncumento muy anterior a su labor legislativa, incluso antes de su salida de México a Cádiz, en 1810, haciendo un análisis de su provincia crítica con toda precaución el centralismo administrativo político que tiene efectos determinantes en el desarrollo de la misma.

Es decir la idea de la necesidad de resolver el problema del ceno tralismo, nace de una experiencia personal que JlO de una elaboracitlIl te Inca.

En febrero de 1825 el Colegio de San I1defonso, ;para recibir a don Guadalupe Victoria, convoca a un certamen, uno de cuyos temas era la apología del régimen federal, bajo el cual acababa de constituirse la nación. Al certamen concurre José María Bocanegra quien asienta:

lo. Los Estados Unidos del Norte son los "fundadores de federalismo moderno" y que cuando ese país se organizó en tal sistema, "pululaban las impugnaciones y las profecías políticas de insubsistencia"; pero que los hechos" la prosperidad de esa República, vinieron a demostrar prácticamente las posihilidades del federalismo.

20. La experiencia norteamericana venía a destruir "el ¡,nconveniente que sin· tieron tal. hasta dcvarJo al g-rado dc imposible lo!> ROUS$('".dUS. Mablys, y última­mente Raynal. de que una nación de territorio extenso resistía al gobernarse por principios populares representativos"

30. Al señalar los objetivos qut'" con el federalismo se buscan, Bocanegra conclu· ye: "Es pues evidente, en t'xpresión del grande MontesCjuieu, que la República Federal es capaz de resistir a la fuerza exterior conservando !.u extrensión sin que se corrompa su interior"

El federalismo fuC" la respuesta política adecuada a las circunstan­cia~ prcvalcl."il'lllCS en la~ primeras décadas del siglo pasado, y su sigo nificado trascendiú a tal grado que la dictomía federalismo-centralis­mo se transformó, hasta 1857, en un permanente debate entre libe­rales y conservadores. El centralismo fue la doctrina de los intereses creados, y el federalismo el apoyo de quienes buscaron el progreso de la nueva república. Pero, además, los liberales eran republicanos y federal iSlas porque entendieron que estas expresiones políticas corres­pondían a los ideales definidos por Morelos en la Independencia, y también porque a través de las instituciones gubernamentales podrían encontrar dcomodo, en pi cuerpo social, los sectores demográficos li­beradosencl periodo 18l0-1821.

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El centralismo político era inadmisible por que lo rechazaba la vo­luntad unánime de los pobladores del país, parcialmente agrupados en las entidades politicas diseminadas en su interior, pero sin cambio entre ellas. Los pueblos, habían podido comprobar, tanto en el recien­te imperio de Iturbide, como en los 300 años de gobierno colonial, que un poder centralizado equivalia a la dictadura y. aunque era cierta que de la segmentación de este poder podrian nacer tantas tiranías como entidades federativas se crearan, este extremo era preferible al de admitir la convalidación del añejo despotismo en su poder único y absoluto.

El ejemplo de Estados Unidos, con ventaja cronológica de casi me­dio siglo de vida independiente, estaba muy próximo y, sin artificios, invitaba a su emulación. En el ambiente ideológico en que trabajaron los constituyentes de 1824, se enfrentaban el pasado, con su cauda de fueros y privilegios y el futuro con el nacimiento de nuevas estructuras politicas que llevaban en su entraña la promesa de poder conseguir lo permanentemente ambicionado, es decir, la libertad.

El clero y el ejército, autoderrotados temporalmente por el abati­miento del desgobierno iturbidista, estaban aún muy lejos abando­nar el terreno de la lucha para hacer prevalecer sus fueros y sus privile­gios, sus tribunales especiales, sus exenciones y el mantenimiento de un irritable régimen de desigualdad repudiado con éxito en Francia yen Estados Unidos y visto ya con general antipatía por el resto de los paises europeos.

Quienes fueron primero realistas - borbonistas-, después fernan­doseptimistas y, en última instancia, partidarios a la vez de la In­dependencia y del imperio de Iturbide, no tenían la fuerza suficien­te para imponer de modo absoluto sus ideas, pero tampoco estaban dispuestos a cejar. Lo mismo acontencía con los sectores que desde un principio abrazaron la insurgencia, fueron con posterioridad enemi­gos de la monarquía criolla y lo eran ahora del centralismo.

Era inevitable, pues, encontrar una fórmula de transacción y a esta necesidad respondieron sucesivamente el Voto del Congreso, promiso­rio del régimen federal, el Acta Constitutiva y, finalmente, la Consti­tución de 1824.

En la labor del Constituyente de 1824 no hubo ni ignorancia, como lo quiso Zavala, ni afán de imitación ciega, como lo pretendió Lucas Alamán. Hubo, sí, ansiedad rayana en desesperación, porque los autores de la Carta no podían tener certeza plena de que, pese a su gran esfuerzo, ésta fuera suficiente a satisfacer los violentos requeri­mientos de los grupos contendientes recibidos en el Congreso. A tal

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convicción se llega con sólo correr la vista, entendiendo un poco entre líneas, por el manifiesto que los diputados dirigieron a la Nación el mismo día 4 de octubre en que su obra vio la luz, manifiesto firmado, por cierto, por el propio Lorenzo de Zavala, a la sazón Presidente de la Asamblea.

En él los constituyentes dicen y es verdad, haberse entregado a "la obra más árdua" que pudiera habérseles encomendado.

Enfrentaban con valor la cruda realidad nacional que les planteaba la disyuntiva de acoger el federalismo o entregar al país a la anarquía:

.. Disuelto el Estado con la caída de este hombre desgraciado -Se refieren a lturhidc ,nada pudo contener el grito de las provincias: Ninguna tenía superioridad sobre la otra, y la nave del Estado se habria visto sumergida entre la borrasca más deshecha si la cordura y sensatez con que obedecieron los pueblos la convocatoria del anterior Congreso, no hubiera dado a la nación una nueva existencia. ¿Y podía el Congreso desatender los votos de un pueblo que acababa de dar una prueba tan eminente de su ilustración? ¿Y los diputados podían venir a sufragar COOlra la voluntad de sus comitentes? jamás los legisladores de alguna nación tuvieron tan claramente manifiesta la opinión pública para dirigirse y diri­gida a ella misma; jamás los representantes de algún pueblo se hallaron en cir­cunstancias tan favorables para conoc(>r los deseos de los mandatarios. . La voz de la República Federada se hizo escuchar por todos los ángulos del continente y el voto público por esta forma de gobierno llegó a explicarse con tanta generalidad y fuerza como se había pronunciado por la indep(>ndencia. Vuestros diputados no tuvieron, pues, que dudar sobre lo que en este punto deseaba la nación. Vuestros representames no tienen que acusarse de haber precipitado la marcha de los sucesos.

Más adelante, el Congreso, a la par que remata la justificación de su tarea, reconoce con franqueza la fuente de su inspiración y alude directamel1te a l<t~ resistcncias que tuvo que vCl1ccr y a la naturaleza del sistema de gobierno accptado, cuya aplicac-it)11 requería el esfuer­lO dd pueblo que se entregaba a ¿.t:

La división de estados, la instalación de sus respectivas legislaturas y la creación de multitud de establecimentos que han nacido en el corto periodo de once meses, podrán decir si el Congreso ha llenado en gran parte las esperanzas de los pueblos, sin pretender por eso atribuirse toda la gloria de tan prósperos principios, ni menos de la invención original de las instituciones que ha dictado. Felizmente tuvo un pueblo dócil a la voz del deber, y un modelo que imitar en la república floreciente de- nuestros vecinos del norte.

Repárese en que el 4 de octubre en que se expedía la Constitución, el Congreso que le daba vida la sometía al juicio de las legislaturas provinciales establecidas, sin más base jurídica que el Voto Compro­misorio, emitido desde quince meses antes. Continuaba el manifiesto:

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La República Federada ha sido y debió ser el fruto de sus discusiones. Solamente en la tiraoja calculada de los mandarines españoles podía hacer gobernar tan in­menso territorio por unas mismas leyes, a pesar de la diferencia enorme de climas, de temperamentos y de su consiguiente influencia"

Los diputados dedican en seguida un largo párrafo a ejemplificar la tesis que sostenían. Finalizaban con una confesión que revela el cono­cimiento, si no cabal sí ajustado a la realidad, sobre la entraña del fe­deraIísmo, sobre el pasado inmediato que lo hacía imperativo y sobre el esfuerzo que requería llevarlo adelante:

El Congreso General esta penetrado de las dificultades que tiene que vencer la nación para plantear un sistema, a la verdad muy complicado . .. El tiempo trans­currido desde el principio de nuestra revolución, lo hemos empleado sutilmente en almacenar armas propias para volver a las tinieblas de donde salieron los gobier­nos góticos . .. Si queréis poneros al nivel de la república feliz de nuestros vecinos del Norte, es preciso que procuréis elevaros al alto grado de virtudes cívicas y pri­vadas que distinguen a ese pueblo singular. Esta es la única base de la verdadera libertad, y la mejor garantia de vuestros derechos y de la permanencia de vuestra Constitución.

A la luz de la técnica que cuenta en su favor con siglo y medio de posterior experiencia, puede verse que en esta Constitución, se adopta la forma repuhIícana de gobierno, que reconoce los principios del régimen de derecho individuaIísta y Iíberal ~ soberanía popular, go­bierno represéntatívo, anuncio de la proclamación de los derechos del hombre, y separación de poderes~ y que se decide a ensayar por pri­mera vez el sistema federal.

El Código de 1824 sigue a la americana en su sobriedad, por lo que hace a la declaración de los derechos del hombre, de la Constitución de Cádiz, y se apega al sistema anglosajón en lo que ve a la organiza­ción gubernativa que ha de garantizar el respeto a los derechos indivi­duales. La Constitucil",n norteamericana es el modelo de gobierno, dentro de la cual se acepta el bicamerismo, con senadores nombrados por las legislaturas de los estados: y la vicepresidencia de la RepúbIíca por elección. La presidencia era hecha por las propias legislaturas, mediante designación de candidatos por cada una de ellas y el envió de la Iísta al Congreso Federal que computaba los votos. Era inamo­vible la magistratura de la Suprema Corte, designada también por las legislaturas locales.

La Constitucil"m de 1824 no fue mera copia de los documentos que le hubieren servido de inspiracklO, sino que en su artículo percíbiese un esfuerzo por acoplar el funcionamiento de ciertas instituciones a nuestra realidad política, incapaz de adaptarse el mecanismo riguro-

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so de una teoría pública. Así, por ejemplo. el procedimiento electoral establecido por el artículo 70 no es, en este orden de ideas, más que una clara visión de que si en nuestro tiempo la efectividad del voto po· pular es en buena parte sólo aspiración, en aquella época el sufragio no pasaba de ser una quimera. El procedimiento de elección directa, aparentemente complicado, a no ser por el impedimento que signifi­carán los constantes motines y revueltas del futuro próximo, habría sido un medio educativo idóneo de la capacidad política del pueblo mexicano. Sin embargo, este sistema de elección indirecta resulta an­ticuado actualmente en los Estados Unidos y en Francia ha sido objeto de múltiples reformas.

7. Conclusiones

1. De lo anteriormente expuesto podemos desprender que el federa­lismo, como forma de organización política de México, una de las más extensas repúblicas americanas que anteriormente fueron dominios españoles, no fue ninguna copia del modelo norteamericano, sino la consecuencia de la organización impuesta por la política de la Corona española realizada por el Consejo de Indias.

El problema que podemos llamar político de la Corona, consistía en mantener la unión de dominios de una extensión no concebible en Europa del siglo XVI y XVll. con la sede de la Corona manteniéndolos aislados entre sí; aislamiento que sólo se rompía cuando era necesario establecer comunicaciones entre centros de producción, cuyo destino final era la metrópoli, es decir, esto propició lo que se ha llamado pro­vincialismo agudo.

De tal modo, que el llamado federalismo, lejos de unir lo unido, como desunir lo unido, como afirmaba Servando Teresa de Mier, pre~ tendía unir lo que nunca estuvo vínculado más que con su centro metropolitano. Para dejar esto más claro podemos revisar las disposi­ciones españolas y sin gran dificultad se apreciará lo siguiente: a la corona y a las autoridades españolas nunca les interesó vincular, por ejemplo, Chihuahua con Campeche, Coahuila con Oaxaca. Esta falta de interdependencia en el interior del virreinato mexicano, tuvo entre otras consecuencias al aislamiento de las llamadas provincias internas de oriente con el extremo norte, lo que condujo a la falta de vínculos que produjeron al final la pérdida de las dos terceras partes del terri­torio nacional.

Pn! ',ro lado, el federalismo encontró simpatías y grandes adeptos enUe e -te provincialismo sobre todo el de mala fe. Es fácil comprender

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que en esas condiciones habían surgido pequeños y grandes enclaves de poder que respondían a intereses particulares (Iglesia) y este fede­ralismo les hacía concebir la idea de poder arrancarse de una autori· dad central y particulares intereses. Esto nos va a producir, también, el caso de conatos de rebelión contra la autoridad federal en estados como Jalisco, Zacatecas. San Luis Potosí y Oaxaca. con las pretendi­das defensas de una soberanía que no existía.

2. La Comisión de Constitución del Constituyente de 1824, reiteró que ninguna obra legislativa suprema puede ser producto de la activi­dad de un pequeño grupo de hombres. Y suponiendo sin conceder que así fuera. cada uno de ellos es síntesis y reflejo de grupos sociales yafa­nes de grupo.

3. La Constitución de 1824. sólo ha sido estudiada en sus aspectos parciales, pero fundamentalmente en su perspectiva jurídica. Los in­tentos más serios, en este sentido, han sido el de Jesús Reyes Heroles, Manuel Calvillo, Luis Villoro, Ignacio Carrillo Prieto. José Barragán y Modesto Barragán. Ello no significa que no existan otras investiga­ciones de indiscutible valor, como las de Alfonso Noriega y Mario de la Cueva.

Todos estos autores han estudiado desde diversos puntos de vista el constitucíonalismo mexicano, contribuyendo, de esta manera, a escla­recer y sintetizar su génesis que forma parte del acervo cultural internacional.

4. Miguel Ramos Arizpe, Miguel Guridi y Alcacer, Michelena. Fa­gaga, estuvieron en el ojo de la tormenta, en el exacto sitio y momento en que fenecían un mundo y una cultura y aparecían otros.

Ellos presenciaron sus últimos y gigantescos esfuerzos de sobreviven­cia en la Santa Alianza que - según consta en los documentos de la época - consideró necesario exterminar toda concepción filosófica que desembocara y se concretara en los postulados y sobre todo en las acciones. que condujeran a la instauración de regímenes poltticos fun­dados en la democracia y en el principio de la soberanía. Asimismo. se propusieron destruir y evitar el medio que consideraban más peligro­so: la consagración y sobre todo la difusión de los principios de la libertad de pensamiento. prensa y expresión.

5. Ramos Arizpe y los otros constituyentes que participaron de sus ideas, tenian frente a ellos, esta alternatIva: la filiaciún y defensa del pasado, a la riesgosa y atrevida tarea de construir el futuro. Los dipu­tados constituyentes optaron por la segunda.

6. El Acta y la Constitución de 1824. son la estructura maestra sobre la que se levantarian las futuras estructuras politicas de México. Reco-

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gen principios y aspiraciones de valor permanente: la consagración del principio absoluto de la soberanía popular; la igualdad jurídica, que supone lógica y necesariamente la económica y la social; la libertad de expresión; el principio de justicia, antes que el de libertad. Para ellos, primero es la justicia. pues ésta dará lugar a la libertad.

7. Para llevar al cabo estos principios, las instituciones políticas ade­cuadas son; la divúión de poderes, de aquí la posibilidad de que la Na­ción que es -dicho en su propio lenguaje- "provincias, pueblos, gru­pos y hombres", mediante una organización adecuada la integrarán; esta organización no es sino el federalismo, puesto que las monarquías y sus instituciones políticas producto del centralismo, morían. No exis­lía más que otro camino lógico.

El federalismo es originalmente, la integración de diversas entida­des sociológicas, económicas y políticas en una unidad impuesta o concertada en la idea de un fin común, por encima de los fines par­ticulares de dichas entidades integradoras.

Sus creadores nunca pensaron que fuese una solución perfecta, aca­bada; sino que 10 consideran un proceso que ellos iniciaban, dejándo­nos la responsabilidad de continuar y llevarlo a las formas que mejor hagan posible el cumplimiento de sus más altos fines: justicia y liber­tad para la nación: provincias, pueblos y hombres.

8. El poder político cuyo origen es el pueblo, sin dejar de ser único, debería reestructurarse por sus funciones y por sus álnhitos de compe­tencia y sobre todo atendiendo a la estructura de las formaciones sociales reales. La solución única: federalismo.

9. Producto de la centralización del poder, aparecen los instrumen­tos de ese poder soberano: federal, estatal o provincial y municipal. Todos organizados y convergentes en un fin supremo: el mejoramiento de los hombre,;.

10. De ahí provienen nuestras instituciones políticas: ejecutivo fede­ral con sus órganos correspondientes; poder legislativo con su estruc­tura bicarneral y poder judicial, como aparaLO de justicia supremo de lodo el ordeIl.

11. Las variantes que la condicionalidad histórico-sociológica van a sufrir en el futuro, IlO alteran en lo fundamenlaL la estructura dada por el constituyente de 1824. Repetimos, Acta y Constitución, siguen siendo válidas, en sus aspiraciones de justicia, libertad y orden al servi­cio de las dos primeras.

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