CPI+10Estatuto de la CPI contribuirá a fortalecer el sistema judicial y el Estado de Derecho. La...

CPI+10

DOSSIER

COALICION POR LA CORTE PENAL INTERNACIONAL

ASUNTOS DEL SUR

“A DIEZ AÑOS DEL ESTABLECIMIENTO DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL”

Reflexiones desde América Latina

Semana de la Justicia Penal Internacional- Julio 2012

10 años de la Corte Penal Internacional * Dossier CCPI y ADS*

2012- Todos los derechos reservados- asuntosdelsur.org

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Presentación: La Corte Penal Internacional en América Latina Alianza Asuntos del Sur y Coalición por la Corte Penal Internacional

En 2012 se cumplen los diez años desde la entrada en vigor del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) , lo que es un momento apropiado para hacer un balance crítico y constructivo de una de las organizaciones internacionales más importantes desde la creación de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. La CPI es un mecanismo excepcional y complementario a los tribunales nacionales, que sólo actúa ante los crímenes más graves, como son el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra. Es deber primario de los Estado el juzgar en caso que este tipo de crímenes sean cometidos en su territorio o por alguno de sus ciudadanos. La ratificación del Estatuto de Roma ofrece la garantía de la no repetición de crímenes y en un país que ha sufrido un conflicto tan grave, la ratificación y la implementación del Estatuto de la CPI contribuirá a fortalecer el sistema judicial y el Estado de Derecho. La CPI será un beneficio para las generaciones futuras. América Latina tiene una triste historia de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y ha sido líder en el establecimiento de la Corte Penal Internacional. El Estatuto de la CPI tiene actualmente 121 Estados Parte, incluyendo a casi todos los países de la región, con la excepción de Nicaragua, Cuba y El Salvador. América Latina ha sido fundamental para el establecimiento de la CPI. Incluso, altos funcionarios de la Corte, como el ex Fiscal Moreno Ocampo o los Magistrados Elizabeth Odio Benito, René Blattmann, Sylvia Steiner y Silvia Fernández de Gurmendi.



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En este momento de balance y reflexión, Asuntos del Sur (ADS) realizó una alianza estratégica con la Coalición por la Corte Penal Internacional (CCPI) durante el mes de julio de 2012 convocando a los interesados a remitir artículos de opinión sobre los avances en la ratificación e implementación del instrumento más novedoso del Derecho Penal Internacional. El resultado es motivo del presente dossier, con la presentación de varios juristas latinoamericanos en la materia, entre ellos: Kai Ambos, José Antonio Guevara, Salvador Herencia, Belissa Guerrero Rivas, Verenice Bengtsson, Javier Ruiz, Michelle Reyes Milk, Francesca Varda, Isabel Erreguerena y Mariana Rodríguez Pareja. Esperamos que sea de su agrado y utilidad.



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INDICE1 [CPI+10] A 10 años del establecimiento de la CPI, su primera sentencia Por Mariana Rodríguez Pareja y Salvador Herencia Carrasco [CPI+10] Empieza la semana de la Justicia Internacional Por Mariana Rodríguez Pareja [CPI+10] El Día de la justicia internacional y México Por José Antonio Guevara Bermúdez [CPI + 10] Retos y desafíos derivados del Estatuto de Roma en Honduras Por Verenice Bengtsson [CPI + 10] La petición de investigar los crímenes cometidos en México Por Isabel Erreguerena [CPI + 10] A 10 años de la CPI ¿Cooperación o Complementariedad? Por Javier A. Ruiz [CPI + 10] El peregrinar de la Corte Penal Internacional en El Salvador Por Belissa Guerrero Rivas [CPI + 10] Corte Penal Internacional: balance mixto en su décimo aniversario Por Kai Ambos [CPI + 10] Celebrando el décimo aniversario de la Corte Penal Internacional Por Francesca Varda [CPI + 10] Perú: tareas pendientes en la búsqueda del balance de paz y justicia Por Michelle Reyes Milk

1 Los artículos fueron ordenados de acuerdo a la fecha de publicación.



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Introducción a CPI + 10 En el presente dossier encontrarán distintos puntos de vista sobre el avance y el balance de lo que es uno de los avances más importantes en el derecho internacional y en el derecho penal internacional: el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. El Estatuto de Roma establece estándares que revolucionan lo conocido en la legislación nacional, facilitando la participación y la protección de víctimas y testigos. Estos estándares contribuyen a su reparación para asegurar que la calidad de víctima, no sea un factor estigmatizador o de mayor riesgo. El sistema del Estatuto de Roma también logró que la cuestión de género sea tratada con la seriedad merecida, algo que se refleja en los crímenes que aborda y en la administración de la justicia que establece. A diez años de la entrada en vigor de la Corte y con su primera sentencia en el haber, ahora la CPI enfrenta un mayor desafío: seguir impartiendo justicia sin descuidar el cumplimiento de las formalidades de una corte de justicia, a la vez de seguir convocando a que más países se unan y así poder lograr el tan ansiado cerco a la impunidad. Es que cuantos más estados se unan, la jurisdicción de la Corte Penal Internacional crecerá y también lo hará su efecto disuasivo.

Ese es el desafío para los próximos 10 años, ¿Podremos lograrlo?



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[CPI+10] A 10 años del establecimiento de la CPI, su primera sentencia Por Mariana Rodríguez Pareja y Salvador Herencia Carrasco Hace diez años, el 1 de julio de 2002 comenzó a funcionar la Corte Penal Internacional (CPI) en la ciudad de La Haya. Es la primera institución permanente que tiene la facultad de juzgar a los responsables de crímenes de genocidio, lesa humanidad, de guerra y eventualmente, de agresión. Juzga a individuos y no a Estados, es no retroactiva y aplica el principio de complementariedad, por medio del cual, actúa cuando el Estado no lo hace por falta de capacidad o de voluntad. La CPI es independiente de la ONU – a diferencia de los Tribunales para la antigua Yugoslavia y Rwanda, ésta no ha sido creada por resolución del Consejo de Seguridad-, lo que le brinda mayor legitimidad. Al día de hoy, 121 países son parte del tratado y las voces contrarias al Estatuto de Roma han ido, lentamente, disminuyendo, pero no han cesado. Las críticas siguen siendo numerosas. En la actualidad, la Corte tiene 15 casos relacionados son siete situaciones en la República Democrática del Congo, Uganda y la República Centroafricana; Darfur (Sudán), Libia; Kenia y Costa de Marfil. Vale recordar que dos de estas situaciones, la de Darfur y la de Libia, fueron remitidas vía excepcional por el Consejo de Seguridad de la ONU, dándole a la CPI competencia y jurisdicción sobre dos de las crisis humanitarias más importantes del siglo. Asimismo, la Fiscalía de la CPI está analizando un número de situaciones en diferentes continentes, entre ellas Honduras y Colombia. La Fiscalía- que hasta hace menos de un mes estuvo encabezada por Luis Moreno Ocampo- no ha abierto casos fuera de África, a pesar de la existencia de situaciones graves en otras regiones. América Latina y la CPI



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La CPI dice estar siguiendo la situación desde hace más de 7 años y no ha intervenido por considerar que el Poder Judicial colombiano tiene la capacidad y la voluntad necesaria de llevar a cabo las investigaciones pertinentes. Sin embargo, organizaciones internacionales y locales han advertido lo contrario, en especial a lo que se refiere a los crímenes de género y niños soldados. Un informe de Human Rights Watch reporta que Colombia es uno de los quince países en el mundo en el cual los niños son utilizados para participar activamente en hostilidades. Denuncian que en algunos casos fueron reclutados niños de 7 años. Amén del sometimiento sexual del que son víctimas las niñas soldados. El año pasado, un Tribunal Simbólico contra la Violencia Sexual determinó que en Colombia existe una práctica sistemática de violencia sexual registrada en el marco del conflicto armado nacional, y que se ha utilizado como un arma de guerra por la fuerza pública, los grupos paramilitares y las guerrillas “con el propósito de obtener réditos en el desarrollo de las hostilidades”. En ese pronunciamiento reiteraron el llamado a que la CPI investigue y juzgue a los responsables. Otro de los tantos temas está relacionado con los llamados “falsos positivos”- algo que, según dijo Moreno Ocampo antes de dejar la Fiscalía de la CPI- estaba siendo seguido muy de cerca, aunque no ha habido pronunciamiento oficial al respecto. De acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario este crimen es nada mas ni nada menos, que una ejecución extrajudicial. En el caso de Honduras, luego del golpe de Estado a Zelaya en 2009, varias organizaciones- entre ellas la Federación Internacional de Derechos Humanos, llamaron a que la CPI intervenga. Si bien Moreno Ocampo declaró que la CPI está siguiendo de cerca no ha habido comunicado oficial. Mientras tanto, las denuncias siguen proliferando, especialmente por parte de las organizaciones de la sociedad civil. En un informe de Human Rights Watch de 2010 se detallan varios crímenes cometidos en el marco del golpe de Estado que podrían ser sujeto de investigación por parte de la Corte.



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Por tanto, el descontento por la falta de intervención de la CPI abre un peligroso interrogante. El caso de México es diferente, puesto que hace algunos meses se presentaron denuncias por crímenes de lesa humanidad, incriminando al Presidente Calderón. No hubo respuesta oficial ni extraoficial sobe el caso. Percepción Además de avanzar en los casos, la nueva Fiscal Fatou Bensouda, de Gambia- que reemplaza al argentino Moreno Ocampo, tiene un gran reto por delante: cambiar la percepción negativa que tiene la CPI en algunas partes del mundo. En diez años, la CPI sólo ha sido capaz de culminar un solo juicio, el cual llegó sentencia el 10 de julio de 2012 en contra de Thomas Lubanga Dyilo, quien fue sentenciado a cumplir una condena de 14 años por ser penalmente responsable de cometer los crímenes de guerra de alistar y reclutar niños menores de 15 años y utilizarlos para participar activamente en hostilidades en la Rep. Democrática del Congo. Otros juicios relacionados con “señores de la guerra” africanos están en curso. Seguiremos apostando a que esta institución crezca y se fortalezca. Son varias las lecciones que debe aprender, y sería naif pensar que en sólo 10 años de existencia es posible cumplir con la erradicación total de la impunidad en el mundo. En el entretanto, seguiremos haciendo críticas constructivas y apoyaremos a las organizaciones de la sociedad civil en informar lo que sucede especialmente en nuestra región. Autores: Mariana Rodríguez Pareja es la Directora del Programa de Derechos Humanos de Asuntos del Sur (ADS) @maritaerrepe.



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Salvador Herencia-Carrasco, LL.M. de la Universidad de Ottawa. Abogado con experiencia en Derecho Internacional. [email protected] Publicado el 14 de Julio de 2012

mailto:[email protected]



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[CPI+10] Empieza la semana de la Justicia Internacional Por Mariana Rodríguez Pareja El 17 de julio se celebra en el Día Mundial de la Justicia Internacional en honor al día en que, en 1998 los Estados del mundo adoptaron el Estatuto de Roma que crea una Corte Penal Internacional (CPI) permanente e independiente. Si bien la idea de crear una corte penal internacional no era nueva, lo que sorprendió fue no sólo que en 1998 se adoptara un tratado de tales características, sino que en 2002 el tratado entró en vigor y la Corte fue establecida. América Latina y Caribe fue uno de los bloques más fuertes a favor de adoptar el Estatuto de Roma. De hecho, se le atribuye al Ex Presidente de Trinidad y Tobago el pedido formal ante la Asamblea General de la ONU en 1988 de establecer una corte penal internacional para los peores crímenes de la humanidad. También varios diplomáticos latinoamericanos estuvieron involucrados en los grupos de trabajo especiales, redactando propuestas y dirigiendo debates con miras a llegar a consensos. Venezuela fue el primer país de la región en ratificar el Estatuto- es el Estado Parte número 7- y lo hizo en una ceremonia formal de ratificación con la presencia del entonces Ministro Rangel, a la cual tuve el agrado de asistir. El primer Fiscal de la CPI – que fue elegido por consenso- fue un argentino, Luis Moreno Ocampo y hay cuatro jueces que provienen de nuestra región: Elizabeth Odio Benito (Costa Rica), Sylvia Steiner (Brasil), René Blattman (Bolivia) y Silvia Fernández de Gurmendi (Argentina). Se puede decir que la América Latina es “territorio CPI”, puesto a que al día de hoy son sólo tres los países en nuestra región que no son parte del Estatuto de Roma: Cuba, El Salvador y Nicaragua.



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Cuba ha participado atentamente en todas las reuniones antes de la adopción del Estatuto hasta el día de hoy. Su delegación ha contribuido y enriquecido las discusiones. Incluso, han participado puntualmente en todas las reuniones que organiza la Coalición por la CPI durante el desarrollo de las sesiones de trabajo de la Asamblea de los Estados Parte (AEP- el órgano de gobierno de la CPI). De acuerdo con información prestada hace algún tiempo, se habría formado una comisión de estudio del Estatuto. Desgraciadamente, nunca se supo con certeza su dictamen. En el caso de El Salvador y Nicaragua- que no siempre han seguido de cerca las discusiones en Nueva York ni en La Haya- sus delegaciones aducen razones legales. Sin embargo, creo que los argumentos que exponen son excusas ante cierto desconocimiento del verdadero alcance del Estatuto de Roma. En el caso de El Salvador parecería que algunos sectores estarían confundidos con respecto a la aplicación material y espacial del tratado, cuando es muy clara la letra del Estatuto y es jurídicamente imposible que la CPI asuma competencia sobre los crímenes cometidos durante la guerra civil del país. No dista mucho la información que me ha llegado desde Nicaragua, en cuanto a que la oposición a la adhesión proviene específicamente de una deliberada falta de voluntad política. Se supone que esta falta de voluntad está relacionada con la discusión acerca de hechos ocurridos en el pasado. La respuesta común a estos argumentos es que las violaciones a los derechos humanos perpetradas en los años 80 y principios de los 90, son cuestiones que deben ser abordadas por los tribunales locales. Tal como está sucediendo en Argentina- que es Estado Parte del Estatuto de Roma-, cuyos tribunales vienen abordando crímenes cometidos durante el genocidio de Estado en los 70s y comienzos de los 80s.



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En segundo lugar, a pesar de la falta de una legislación de implementación en torno a principios y crímenes de Derecho Penal Internacional (DPI) en esos países, muchos de los principios fundamentales de DPI ya son vinculantes a través de la Convención Americana de Derechos Humanos y por la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Es decir, si bien los casos examinados por la Corte Interamericana son diferentes a los que son sometidos a la jurisdicción de la CPI, el Estatuto de Roma es un instrumento que ha contribuido a interpretar las obligaciones de los Estados en materia de protección de los derechos humanos. Por lo tanto, muchos de los problemas legales que algunos sectores temen ya son legal y jurisprudencialmente vinculantes para los Estados. Nuestros países han sido devastados por muchos de los crímenes que están incluidos en el Estatuto de la CPI: genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y agresión. Al adherir al Estatuto de Roma nace la obligación de implementar sus disposiciones y de, en caso que se cometan crímenes internacionales, investigar y sentenciar a quienes sean penalmente responsables sin importar su cargo oficial ni su investidura. Si no se investiga por falta de voluntad o de capacidad, o las investigaciones no son genuinas, entonces la CPI puede intervenir e impartir justicia. El Estatuto y la CPI podrán tener muchas fallas. Pero creo que tienen más aciertos y que hoy día el sistema que crea el Estatuto de Roma es uno de los más eficaces para poner un fuerte cerco a la impunidad. Autora: Mariana Rodríguez Pareja es la Coordinadora del Área de Derechos Humanos de Asuntos del Sur (ADS). @maritaerrepe Publicado el 16 de Julio de 2012



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[CPI+10] El Día de la justicia internacional y México Por José Antonio Guevara Bermúdez El 17 de julio se celebra anualmente el día de la justicia internacional, al conmemorar que en 1998 se adoptó por una conferencia diplomática el Estatuto de Roma, que crea la Corte Penal Internacional. Se trata del primer tribunal permanente con vocación universal, que conoce de crímenes de guerra, lesa humanidad, genocidio y recientemente el de agresión. En la actualidad cuenta con 121 países parte. La Corte Penal Internacional ayuda a combatir la impunidad, de manera complementaria a lo que los países hagan en el marco de sus propias jurisdicciones nacionales. Esta fecha es una buena oportunidad para reflexionar sobre las medidas que cada país ha adoptado cada año para combatir la impunidad, no solo de los crímenes de competencia de la Corte, sino de las violaciones más graves de derechos humanos. Para enfrentar ese flagelo, la Organización de las Naciones Unidas elaboró el instrumento más significativo en la materia, el Conjunto de Principios Actualizados de Naciones Unidas para la protección y promoción de los derechos humanos mediante el combate a la impunidad. Dicho documento fue respaldado por México mediante el copatrocinio y voto a favor de la resolución que lo adoptó en el seno de la Comisión de Derechos Humanos en 2005. Con ello, además expresó su compromiso por promover y respetar el Conjunto de Principios, que parte de la premisa que la impunidad es una grave violación a los derechos humanos y que los Estados tienen obligación de combatirla. Por impunidad entiende a la inexistencia “… de hecho o de derecho, de responsabilidad penal por parte de los autores de violaciones, así como de responsabilidad civil, administrativa o disciplinaria, porque escapan a toda investigación con miras a su inculpación, detención, procesamiento y, en caso de ser reconocidos culpables, condena a penas apropiadas, incluso a la indemnización del daño causado a sus víctimas.”



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Entre otros, reconocen el derecho de las víctimas a recordar la historia, conocer la verdad de los hechos, al acceso a la justicia, y por consiguiente establecen las garantías para hacer efectivos dichos derechos. Para ello, los países deben asegurar el funcionamiento independiente del poder judicial, así como también tomar las medidas necesarias para que las investigaciones penales sean rápidas y minuciosas; encaminadas a fincar responsabilidades. Para alcanzar ese objetivo se deben eliminar barreras jurídicas que contribuyen a la impunidad de las violaciones graves a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, como por ejemplo figuras como la prescripción de los delitos, las amnistías, los indultos, las inmunidades oficiales, la obediencia jerárquica, la cosa juzgada y la competencia de los tribunales militares. Asimismo, los Estados tienen la obligación de preservar los archivos y evitar su falsificación, con miras a permitir una adecuada investigación tanto judicial como histórica de los abusos. Cuando en algún país se han cometido violaciones masivas o sistemáticas -como es el caso de México, tanto en el pasado reciente como más lejano- se puede recurrir a comisiones no jurisdiccionales de investigación o comisiones de la verdad. Se trata de un recurso muy atractivo cuando los países honestamente reconocen que sus instituciones son incapaces de procesar la totalidad de las violaciones a los derechos humanos. En México, en el último año no se han registrado avances de ningún tipo en ese sentido. Por el contrario, la sensación de la impunidad en el país llega a niveles intolerables. A la impunidad tradicional registrada de la comisión de todo clase de crímenes, en donde el 98.33% de los delitos cometidos en México no recae una sentencia (SISS: Sistema de índices e indicadores en seguridad pública, México Evalúa, p. 35. Para consultar ver http://www.mexicoevalua.org/index.php?seccion=1&id=6), se le suman, entre otros, las más de 60,000 muertes violentas registradas en el contexto de la guerra del Presidente Calderón contra el crimen organizado; más de 3,000 casos de desapariciones registradas por el Grupo de Trabajo de Desaparición Forzada de Personas de la Organización de las Naciones Unidas en su

http://www.mexicoevalua.org/index.php?seccion=1&id=6







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reciente visita a México; las decenas de casos de tortura por integrantes de la Procuraduría General de la República, Secretarías de Seguridad Pública, Marina y Defensa Nacional; así como los secuestros en contra de migrantes, todos ellos documentados entre otros por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Frente a estos abusos de autoridad, tampoco hay sentencias en contra de los responsables, dictadas por tribunales competentes que reúnan los requisitos de imparcialidad e independencia, que se exigen por las obligaciones internacionales del país. Dicha percepción se incrementa con los resultados de las elecciones del pasado 1 de julio. Pareciera que la impunidad del presente se amalgama con la del pasado. México no ha hecho justicia ni ha garantizado el derecho a la verdad de las víctimas y de la sociedad por los cientos de muertes y desapariciones forzadas perpetradas en la denominada Guerra Sucia (décadas de los setentas y ochentas), masacres como por ejemplo la de Acteal, Chiapas (1997); el uso desproporcionado de la fuerza en las represiones de manifestantes que incluso acarrearon la muerte de algunos: en Tlatelolco (1968), el Jueves de Corpus (1971), en Atenco en el Estado de México (2006) y contra la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (2006), sino también los cientos de homicidios de mujeres (feminicidios) no investigados, principalmente en Ciudad Juárez, Chihuahua y el estado de México. México tiene la enorme deuda no solo con todas las víctimas de los diferentes episodios obscuros de su historia, sino también con sus familiares, seres queridos y de la sociedad en su conjunto, de recuperar la memoria histórica de lo sucedido, hacer justicia, así como garantizar el derecho a la verdad. El viejo partido que llega de nuevo al poder deberá evitar caer en la tentación de garantizar los mismos niveles de impunidad que el partido del gobierno saliente garantizó, con la falta de investigación adecuada y seria de los crímenes por ejemplo los de la guerra sucia. Por consiguiente, el nuevo Gobierno Federal tiene el enorme reto de plantear medidas que manera decidida y creíble combatan la impunidad. Para ello,



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tendrá que eliminar todas las barreras que impiden el enjuiciamiento de crímenes mencionados, incluso mediante el fortalecimiento de la independencia de la Procuraduría General de la República con el nombramiento de un o una titular que cuente con autonomía de los poderes legales y fácticos, las herramientas técnicas y la confianza de la ciudadanía en que realmente enfrentará toda la criminalidad cometida por agentes del Estado. De la misma manera, deberá de impulsar el pleno establecimiento de la reforma judicial a nivel federal para incorporar los juicios orales, erradicar figuras como el arraigo y la presentación de detenidos ante los medios de comunicación, al haber demostrado su ineficacia por incentivar la pereza investigativa y sobre todo vulnerar el derecho a la presunción de inocencia. Asimismo tendrá que promover la inmediata aprobación por el Congreso de las leyes de amparo y demás leyes de implementación de la reforma constitucional en materia de derechos humanos. Deberá garantizar el cumplimiento de las sentencias emitidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en lo relativo a la reforma legal o reglamentaria a la competencia de los tribunales militares, para de una vez por todas privarlos de la posibilidad de investigar delitos en los que las víctimas sean civiles y más aún cuando se trate de violaciones a derechos humanos, particularmente aquellas como el asesinato, la tortura, la desaparición forzada de personas, la violación y violencia sexual, el genocidio, las privaciones graves de la libertad física, entre otros. México está en un parteaguas de regresar a las viejas prácticas del autoritarismo o iniciar una nueva etapa de consolidación del Estado de Derecho. El combate a la impunidad podrá ser el factor decisivo que marque esa diferencia. Autor: José Guevara Bermúdez es Tercer Visitador General de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, México a partir del 1º de febrero de 2012. Fue Titular de la Unidad para la Promoción y Defensa de los Derechos



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Humanos de la Secretaría de Gobernación de México (Mayo 2009 – Junio 2010), Ministro responsable para asuntos de Derechos Humanos en la Misión Permanente de México ante Naciones Unidas en Ginebra, Suiza (2006-2009) y Director General Adjunto de Derechos Humanos y Democracia de la Secretaría de Relaciones Exteriores (2004-2006). También se desempeñó como Coordinador para America Latina y el Caribe de la Coalición por la Corte Penal Internacional (2002-2004) y como Académico de Tiempo Completo de la Universidad Iberoamericana (1998-2004). Es Doctor por la Universidad Carlos III de Madrid y Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. @JoseAGuevaraB Publicado el 17 de julio de 2012



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[CPI + 10] Retos y desafíos derivados del Estatuto de Roma en Honduras Por Verenice Bengtsson Honduras se constituyó en Estado parte de la Corte Penal Internacional en julio de 2002 al ratificar el Estatuto de Roma, convirtiéndose así en el Estado Parte número 76. La ratificación del Estatuto representó un compromiso de Estado ante la comunidad internacional para luchar contra la impunidad de los crímenes más atroces que se han cometido contra la humanidad y que también han tenido lugar dentro de su territorio. De la letra del Estatuto, se deduce que la obligación primaria de investigar y juzgar a los individuos responsables de los crímenes de competencia de la CPI, recae sobre los Estados. Esto es que la CPI tiene un carácter complementario, es decir actuará sólo cuando la justicia nacional se ve imposibilitada de actuar o simplemente quienes tienen la responsabilidad estatal no muestran voluntad para investigar y juzgar tales crímenes. Pese al compromiso asumido, Human Rights Watch (HRW) reconoció en su reporte “After the Coup” del 2010 que el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 representa el más claro retroceso para los derechos humanos y la vigencia del Estado de Derecho en Honduras. Aunque la impunidad es y ha sido una constante en Honduras; desde la década de los 80 en que el país fue denunciado ante la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos por desapariciones forzadas cometidas en el contexto de la aplicación de la doctrina de Seguridad Nacional, el país no había experimentado el clima de persecución, violencia y tolerancia gubernamental al crimen, que actualmente enfrenta. En el ambiente de tolerancia al golpe de estado la oposición fue severamente reprimida. Tanto la Comisión Interamericana como HRW constataron el uso de fuerza excesiva contra los opositores al golpe. Ante la falta de protección estatal, un grupo de ONG locales jugaron un rol importante para proteger a la gente, especialmente aquella que por protestar se convirtió en víctima de persecución judicial y política. Defensores de derechos humanos a nivel local



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lograron no solo activar los mecanismos de protección internacional sino también una red internacional de ONG para denunciar en otros países lo que estaba ocurriendo en Honduras. Ante esa falta de voluntad a nivel nacional para investigar a los responsables, la Federación Internacional de los Derechos Humanos con sede en Francia y la Asociación pro Derechos Humanos en España, denunciaron ante la CPI, la supuesta comisión de delitos de lesa humanidad. Los denunciados constituyen una élite económica que en alianza con funcionarios civiles y militares, se suponen responsables de delitos de competencia de la CPI de conformidad al artículo 7 literal h del Estatuto de Roma: Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos (…) en conexión con crímenes de lesa humanidad también de competencia de la Corte. Entre esos delitos se incluyen deportaciones, violaciones, torturas, detenciones ilegales, asesinatos y otros actos inhumanos que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física. En noviembre de 2010, el fiscal Moreno Ocampo anunció que iniciaba investigaciones respecto de Honduras. No obstante, no se conoce a esta fecha que haya avances en la investigación. Tanto la inactividad estatal para juzgar como la lentitud procesal a nivel internacional han alentado que en Honduras se sigan cometiendo crímenes en total impunidad. En el reporte mencionado, HRW advirtió con preocupación que en el gobierno de Porfirio Lobo que sucedió al gobierno de facto – instalado tras el golpe de estado- periodistas, activistas políticos y defensores de derechos humanos han sido perseguidos e incluso asesinados. Dificultades, retos y desafíos para hacer efectiva la justicia internacional Es preciso decir que no solo la falta de voluntad política y judicial se presenta como obstáculo para combatir los crímenes de lesa humanidad denunciados. Sin duda la precariedad de recursos económicos en Honduras profundiza las dificultades institucionales. A la escasa especialización del recurso humano para establecer las circunstancias del delito y dar con los responsables, se



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suman los patrones sistemáticos de ejecución que permiten borrar toda huella material del crimen y asegurar impunidad. Según Reina Rivera Joya, activa defensora de los derechos humanos en Honduras, entre los principales inconvenientes que enfrentan como defensores se encuentran no solo la dificultad al acceso de medios probatorios que puedan acreditar la participación de los responsables en los crímenes cometidos, sino también la inexperiencia y el desconocimiento de los mecanismos de prueba, denuncia y seguimiento de casos ante la CPI. Esto hace evidente que en materia de cooperación, la capacitación del recurso humano gubernamental y no gubernamental sigue siendo vital para garantizar el acceso a la justicia de forma efectiva. De acuerdo a Rivera Joya, un grave problema que no permite la investigación imparcial y objetiva es que los supuestos responsables aún continúan ocupando sus cargos incluso como altos funcionarios en los distintos poderes del Estado. Por ello es importante, también el permanente acompañamiento de ONG y organizaciones internacionales en el trabajo de defensa de los derechos humanos en Honduras. Por otro lado, el Estado no muestra avances en materia de implementación para cumplir con sus obligaciones internacionales. Entre ellas, la obligación de incluir los delitos de competencia de la CPI en el Código Penal y crear los mecanismos que permitan investigar y deducir responsabilidad a nivel de los tribunales nacionales. Además bajo el principio de complementariedad corresponde al Estado establecer claramente los medios que faciliten la cooperación plena que permitan a la CPI investigar y después al Estado capturar y entregar a aquellos individuos acusados y ponerlos a la disposición de la Corte para su juzgamiento. Frente a la denuncia presentada ante la CPI que involucra a altos funcionarios y ex – funcionarios de Estado, sin duda los avances en materia de implementación parecen irrealizables. Es por ello que surge la necesidad de retomar la presión de la comunidad internacional para que Honduras cumpla con las obligaciones que derivan del Estatuto de Roma. Es preciso recordar



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que según la ONU, Honduras se ha convertido en el país más violento del mundo con una tasa de homicidios de 86 por cada 100,000 habitantes. De acuerdo al International Press Institute, es el segundo país más peligroso para periodistas. Respecto de Honduras y bajo los principios de solidaridad y cooperación los Estados deben asumir con seriedad la estrategia de seguridad humana y estabilidad global para evitar que ese país se convierta en un estado fallido. Finalmente, es claro que no todos los delitos que se cometen en Honduras son competencia de la CPI. Sin embargo, si la justicia nacional ha demostrado su intención de sustraer a los responsables de la justicia, es precisa la intervención de la justicia internacional. La pronta decisión de la fiscalía de la CPI respecto de los delitos de persecución política denunciados, puede incentivar la voluntad política local para investigar, juzgar y deducir responsabilidad penal individual. Así la CPI estaría cumpliendo con el rol preventivo y frontal contra la impunidad que le corresponde. Con esto quiero decir que evitar que en Honduras se sigan cometiendo más delitos de lesa humanidad es también una responsabilidad que actualmente se encuentra en las manos y los archivos de la Corte Penal Internacional. Autora: Verenice Bengtsson se desempeñó como voluntaria impulsando de forma decisiva y conjunta con la Coalición por la Corte Penal Internacional la ratificación del Estatuto de Roma por parte del Estado Hondureño. Estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y Derechos Humanos en la Universidad de Lund, Suecia. Es exbecaria del Departamento de Estado de EUA, la Agencia Internacional para el Desarrollo USAID y del Gobierno de la República de China en el curso de Desarrollo Nacional. Actualmente es candidata a la maestría en Estudios Políticos Globales de la Universidad de Malmö, Suecia. Es además columnista del área de Derechos Humanos de Asuntos del Sur @vereniceBengt Publicado el 24 de Julio de 2012



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[CPI + 10] La petición a la CPI de investigar los crímenes cometidos en México durante la “guerra contra el narcotráfico” Por Isabel Erreguerena El 21 de noviembre de 2011 un grupo de activistas mexicanos presentaron ante la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) una solicitud para investigar presuntos crímenes cometidos en México desde 2006 en la guerra contra el narcotráfico. Dicha solicitud fue firmada por un poco más de 20.000 personas. Es importante mencionar que esta solicitud no es una demanda en sentido estricto, sino únicamente una petición a la Fiscalía para que investigue los hechos cometidos en México, por lo tanto, no necesariamente debe contener pruebas. El Fiscal tiene la obligación de investigar si la información que se entregó es verídica y para esto deberá buscar el fundamento de los dichos. La petición Los redactores de la petición argumentaron que miembros del gobierno de Presidente Felipe Calderón, así como narcotraficantes han cometido crímenes de guerra y, posiblemente, crímenes de lesa humanidad de acuerdo a lo previsto en el Estatuto de Roma. Crímenes de guerra Los peticionarios realizaron las siguientes acusaciones que, en su opinión, caben en los supuestos normativos de crímenes de guerra previstos por el Estatuto de Roma en los artículos que se mencionan: 1) Acusan al Ejército Mexicano de haber asesinado a civiles en retenes militares y durante operativos. (Artículos 8.2.c.i. y 8.2.e.i.) 2) Acusan a los cárteles de la droga de practicar mutilaciones cotidianamente, tanto para intimidar a los grupos en conflicto, como para enviar mensajes,



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señalando que la población civil también es víctima de estas mutilaciones. (Artículo 8.2.c.i) 3) Acusan al Ejercito Mexicano y a la Marina de torturar a civiles. (Artículo 8.2.c.i.) 4) Acusan al Ejercito Mexicano y a la Marina de realizar ejecuciones extrajudiciales. (Artículo 8.2.c.iv.) 5) Acusan a los cárteles de la droga de dirigir intencionalmente ataques a centros de rehabilitación en donde se agrupa a enfermos y adictos a las drogas. (Artículo 8.2.e.iv) 6) Acusan al Ejercito Mexicano de haber encubierto y dejado impune la violación sexual de mujeres cometida por soldados durante operativos de búsqueda de delincuentes. (Artículo 8.2.e.vi.) 7) Acusan a los cárteles de la droga de reclutar y alistar niños menores de 15 años, convirtiéndolos en sicarios. (Artículo 8.2.e.vii.) Todos los crímenes que se mencionan en el párrafo anterior se prevén en el marco de un conflicto armado no internacional. El artículo 3 común de los Convenios de Ginebra prevé este tipo de conflicto. Sin embargo, no establece ninguna característica para poder establecer qué situaciones son consideradas dentro de esta categoría. La jurisprudencia internacional ha establecido que los conflictos armados no internacionales son enfrentamientos armados prolongados que ocurren entre fuerzas armadas gubernamentales y las fuerzas de uno o más grupos armados, o entre estos grupos, que surgen en el territorio de un Estado de los Convenios de Ginebra. La jurisprudencia también ha establecido que para que caigan en esta categoría el enfrentamiento armado debe alcanzar un nivel mínimo de intensidad y las partes que participan en el conflicto deben poseer una organización mínima.



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Partiendo de la base que ni el Estatuto de Roma ni la jurisprudencia establecen un supuesto normativo claro sobre qué debe entenderse por el concepto de conflicto armado no internacional. En mi opinión, existen los elementos para que la situación actual en México configure una situación de guerra no internacional, dado que: 1. Se actualiza el requisito respecto a la intensidad mínima del conflicto porqué: a. Por un lado, las fuerzas armadas han participado activamente en las hostilidades sustituyendo en un periodo prolongado a las autoridades civiles. b. Por otro lado, la guerra contra el narcotráfico ha causado 60, 000 muertos y más 120, 000 desplazados. 2. Se actualiza la hipótesis normativa respecto a la organización mínima de los grupos armado dado que hay evidencia suficiente que prueba que los narcotraficantes cuentan con una sofisticada organización. Las consideraciones anteriores han tratado de ser desvirtuadas por el gobierno mexicano con un conjunto de argumentos infundados y débiles tales como que la actuación del ejército es temporal. Crímenes de lesa humanidad Por último, los redactores de la petición argumentan que el Presidente Calderón ha ordenado agredir sistemáticamente a migrantes centroamericanos que se dirige a los Estados Unidos de Norteamérica, cayendo en el supuesto de crímenes de lesa humanidad previsto en el artículo 7 del Estatuto de Roma. La reacción de Gobierno mexicano Después de que se presentó la denuncia el Gobierno mexicano emitió un comunicado señalando que dichas imputaciones eran infundadas e



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improcedentes. Asimismo, señalaron que dicha solicitud no era admisible porqué, bajo el principio de complementariedad, el Tribunal Internacional sólo podrá admitir casos que hayan agotado las instancias de apelación nacionales y no era el caso de la petición solicitada. Al respecto, en la petición de investigación los redactores señalaron que los tribunales nacionales se veían impedidos para juzgar al Presidente Calderón de acuerdo a lo previsto en el artículo 108 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que establece que “El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común.”Asimismo mencionaron que no se perseguía a funcionarios de alto nivel debido a la falta de autonomía del fiscal en México. Por último, señalaron la dificultad para alcanzar justicia por crímenes perpetuados por militares debido a que los hechos eran juzgados por tribunales militares. En apego al principio de complementariedad, considero que sí existen instancias nacionales para juzgar a miembros del gobierno, del ejército, de la marina y de los miembros de los cárteles de droga. En tanto, bajo este principio, únicamente sería admisible la solicitud de que la CPI juzgue al Presidente Felipe Calderón, ya que es el único sujeto mencionado en la solicitud a quien sería imposible juzgar bajo el sistema judicial mexicano debido al marco jurídico. Importancia del tema Por último, me gustaría mencionar que me parece preocupante que la Fiscalía no haya emitido ninguna respuesta oficial a dicha petición, ya que transmite la idea que America Latina no es un área prioritaria para la CPI, quien ha centrado toda su atención en África (los 15 casos que analiza actualmente son relativos a esta región). Dicho acto tiene un doble efecto, por un lado contribuye a la percepción de muchos que la CPI es un asunto únicamente africano y por



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otro lado, desincentiva los posibles intentos de ciudadanos del continente americano para presentar casos ante la Corte. Autora: Isabel Erreguerena es portadora de la Beca del Fondo de Alumnos del Programa en Estudios de Derecho Internacional en Washington College of Law, American University, donde actualmente estudia la maestría en Derecho Internacional. Isabel ha colaborado en proyectos de investigación relacionados con la Comisión Nacional de Derechos Humanos en México y trabajó en el área legal de la Misión Permanente de México ante Naciones Unidas en Nueva York. @isaerre Publicado el 29 de Julio de 2012



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[CPI + 10] A 10 años de la Corte Penal Internacional: ¿Cooperación o Complementariedad? Por Javier A. Ruiz La Corte Penal Internacional, desde sus comienzos hace 10 años, hasta ahora, alcanzó una madurez suficiente y significativa, y se convirtió en una Corte plenamente funcional y operativa. La jurisprudencia de la Corte, está experimentando un desarrollo rápido, y se están llevando ante la misma, a las personas con máxima responsabilidad ante la comisión de los crímenes más graves. A tenor del Tratado de Roma, la Corte solo actúa cuando las autoridades nacionales no quieran o no puedan investigar y procesar a responsables de atrocidades. El Principio de Complementariedad es parte integrante del funcionamiento del sistema de la Corte, y de su eficacia a largo plazo. Este principio, es la directriz a seguir, y lo más importante de este sistema de Justicia Internacional, ya que es imperativo que la lucha contra la impunidad continúe tanto en el plano nacional como en el internacional, para cerrar cualquier brecha de impunidad. Tengamos en cuenta que la Corte determina la Admisibilidad de una causa mediante una valoración judicial; pero si un Estado afectado estuviera llevando actuaciones nacionales genuinas, únicamente los magistrados de la Corte solo pueden dictar una determinación de admisibilidad. Actualmente, la Corte tiene ante si las situaciones de la Rep. Democrática del Congo, República Centroafricana, Uganda, Sudan, Kenya, Libia y Costa de Marfil; bajo estudio preliminar se encuentran Colombia, Afganistán, Guinea, México y Gaza; los motivos para no enjuiciar de manera nacional y genuina, están relacionados con la falta de capacidad para hacerlo, la ausencia de un marco legislativo de aplicación o la falta de recursos de un adecuado sistema judicial; por otra parte, la falta de voluntad, es decir, cuando llevar a juicio a un responsable de crímenes contra la humanidad, implica injerencia política en la judicatura, cuando hay complicidad gubernamental en la comisión de crímenes, cuestión que se manifiesta en la falta de voluntad a la hora de la detención de



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los sospechosos. En resumidas cuentas, la cuestión de la Implementación de los Estados parte del Tratado de Roma y la cuestión de la Cooperación. Una de las formas de poder solucionar esta falta cooperación o asistencia mutua entre las jurisdicciones nacionales y la Corte, está dada por la llamada “Complementariedad Positiva”, un muy nuevo concepto, que básicamente se refiere a todas las actividades y acciones mediante las cuales las jurisdicciones nacionales se ven fortalecidas y habilitadas para realizar investigaciones nacionales y juicios en relación con delitos del ámbito del Estatuto de Roma, dejando dichas acciones y actividades por cuenta de los estados. Por lo tanto, la asistencia en sí, se brinda en la medida de lo posible mediante programas de Cooperación entre los Estados, por organizaciones internacionales y lo más importante, a través de la sociedad civil. Esta asistencia, se brinda en tres aspectos bien diferenciados: asistencia legislativa, asistencia técnica y creación de capacidades respecto de los sistemas judiciales nacionales. Creo en lo personal, en la gran labor que tiene por desarrollar la sociedad civil en materia de justicia internacional, ya que la experiencia nos ha enseñado que el progreso en la lucha contra la impunidad, solo se puede alcanzar por medio de la colaboración de la comunidad internacional en su conjunto. Las ONG, cuentan tanto con los conocimientos y los expertos técnicos necesarios, como con la capacidad para su ejecución. Asimismo, muchas organizaciones especializadas, tanto internacionales como regionales, llevan a cabo una serie de actividades relacionadas con la Justicia Internacional. Son múltiples iniciativas que son bienvenidas, son iniciativas para terminar con los crímenes más graves de trascendencia internacional. Autor: Javier A. Ruiz es argentino. Abogado, Universidad Nacional de Mar del Plata, Posgrado en Ciencias Políticas, London University College (LUC). Especializado en Derecho Internacional Público, en el Instituto TMC Asser y en las Universidades de Leiden y Groningen (Holanda). Especialista en Jurisdicción Penal Internacional y Derechos Humanos (Academia Roosevelt,



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Middelburg y Universidad de Utrecht). (MA) Especialista Avanzado en Estudios de Paz y Conflictos, (UJI) Universitat Jaume I, Castellón, Valencia, España. [email protected] Publicado el 19 de Julio de 2012



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[CPI + 10] El peregrinar de la Corte Penal Internacional en El Salvador Por Belissa Guerrero Rivas* El 17 de julio, no es sólo el día de la justicia internacional, sino también es el día que se instauró hace más de 10 años el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional (CPI), como tribunal permanente capaz de juzgar los crímenes más atroces como lo son los crímenes de guerra, lesa humanidad, genocidio y agresión. Historia El Salvador como muchos otros Estados de la región latinoamericana participó de la Conferencia de Plenipotenciarios en Roma, del 15 al 17 de julio de 1998. La delegación oficial votó a favor de implementación de dicha corte internacional, firmando el acta final. La actuación salvadoreña fue tan enérgica que inclusive llegó a presidir el Grupo Latinoamericano y del Caribe (GRULAC). No obstante, pese a dicha postura, a 14 años de dicha Conferencia El Salvador aún no es Estado Parte. ¿Por qué para El Salvador importante ser parte del Estatuto de Roma? El Salvador, tiene una historia triste y sangrienta. El país centroamericano vivió 12 años de conflicto armado interno, que dejo alrededor de 75 mil muertos, entre desaparecidos, masacrados y ejecutados extrajudicialmente. El conflicto armado interno finalizó con la firma de los Acuerdos de Paz, firmados por el Gobierno y la ex guerrilla, bajo el auspicio de Naciones Unidas y con Estados amigos como observadores. Creo que ningún salvadoreño o salvadoreña quisiera volver una experiencia tan dolorosa como lo fueron los 12 años de guerra civil. Lo que todos sabemos, que en términos de justicia la deuda es altísima. No hay procesos judiciales finalizados para determinar las más horrendas violaciones a derechos humanos sufridas en el territorio salvadoreño. En ese sentido, la CPI, como se explicará



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posteriormente, no es un tribunal capaz de juzgar los crímenes del pasado. Pero es capaz de juzgar a futuro. Es decir, en caso de que se cometan crímenes dentro del ámbito de su jurisdicción será un tribunal independiente, que juzgará cuando el Estado en cuestión no pueda o quiera hacerlo. La CPI descansa sobre dos elementos el preventivo y el disuasivo. Al respecto, los nacionales de los Estados miembros pensarán dos veces antes de cometer un crimen que sea jurisdicción de la CPI. Adicionalmente, en un país con una historia tan violenta como la salvadoreña es necesario contar con mecanismos para prevenir que las más atroces violaciones a derechos humanos no se comentan, y de cometerse las generaciones futuras cuenten con un tribunal independiente que pueda juzgar a los responsables. En consecuencia, la adhesión del Estado salvadoreño a la jurisdicción internacional de la CPI contribuirá, no sólo a crear conciencia que dichos crímenes no tienen por qué volver a suceder en el territorio nacional, sino que además la CPI es un mecanismo útil para la protección de los derechos humanos. La ambivalencia del Estado salvadoreño: ayer y hoy La relación del Estado salvadoreño con la CPI siempre fue ambivalente. Tal como se mencionó con anterioridad en la Conferencia de Plenipotenciarios, El Salvador tuvo una actuación activa en dicha conferencia incluso llegó a firmar el acta final pero se abstuvo de ratificar el Estatuto de Roma en su momento. Además, uno de los hechos más lamentables fue la firma en el año 2002 del acuerdo bilateral de inmunidad con Estados Unidos de América, con el objeto que los nacionales de ambos países no sean susceptibles de entrega a la CPI, cuando éstos hayan cometido crímenes que son justiciables por la CPI. Lo irónico de la situación es que ninguno de los dos países son aún Estados Partes del Estatuto de Roma.



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Los hechos más recientes, fueron señalados en un artículo anterior co escrito con Mariana Rodríguez-Pareja para este mismo portal. Sin embargo, acá encontramos nuevamente una ambivalencia. El Órgano Ejecutivo, por medio del Ministro de Relaciones Exteriores, llevó a cabo un estudio que duró aproximadamente dos años, desde febrero de 2010 hasta abril de 2012. A mi juicio dos años para determinar si El Salvador forma parte de la competencia contenciosa de la CPI es excesivo. No podemos obviar el efecto Guatemala. Cuando Guatemala, país con similares temores y características que las salvadoreñas: conflicto armado interno, con miles de víctimas de violaciones a derechos humanos, y con procesos pendientes de reconciliación, se adhirió al Estatuto de Roma, en mayo de 2012, las cosas parecieron avanzar en El Salvador. Así, el Canciller de la República hizo público la decisión de formar parte de dicho tribunal internacional. En el área americana sólo El Salvador, Cuba y Nicaragua no son parte de éste tribunal internacional. No obstante, la decisión de ser parte del Estatuto de Roma no es totalmente plena. De acuerdo, a las declaraciones del señor Canciller de la República, El Salvador se adheriría al Estatuto de Roma, con reservas. Sobre este punto es menester aclarar, que el Estatuto de Roma expresamente prohíbe las reservas en su artículo 120. Entonces, ningún Estado podrá hacerlas valer cuando decida entrar a dicha jurisdicción internacional. ¿Reservas? De acuerdo al Canciller de la República El Salvador presentaría dos reservas: la primera relativa a la retroactividad de la aplicación de la jurisdicción de la CPI. Dicha reserva pretende que los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos durante la época del conflicto armado interno no sean susceptibles de ser juzgados por la CPI. Sin embargo, ya el mismo Estatuto en su artículo 24 establece que dicho instrumento internacional no es retroactivo. Por lo cual dicha reserva carece de fundamento legal.



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La segunda reserva, estaría vinculada a la prohibición de penas perpetuas en El Salvador. La Constitución salvadoreña prohíbe las penas a perpetuidad en su artículo 27. Mientras el Estatuto de Roma, las contempla en su artículo 77 la posibilidad de dichas penas. Un dato importante a considerar en el entorno salvadoreño es que Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, en su proceso de inconstitucionalidad acumulado 5/2001, de diciembre de 2011, indicó que el código penal salvadoreño en su artículo 71 referido al concurso ideal de delitos, en el cual las penas podrían alcanzar hasta un máximo de setenta y cinco años de prisión, transgrede el Artículo 27 de la Constitución salvadoreña, que prohíbe las penas perpetua, puesto que de acuerdo al Informe de Desarrollo Humano del PNUD del 2010, publicado en 2011 el promedio de vida en El Salvador es de 71.8 años[1]. Si bien es cierto, la Sala de Constitucional ordenó a la Asamblea Legislativa reformar el código penal para hacerlo uniforme a la Constitución. La Asamblea Legislativa, el 29 de febrero de 2012, decidió que en el concurso real de delitos la pena máxima a aplicarse sean 60 años de prisión. No obstante, la edad mínima para aplicar el código penal salvadoreño son los 18 años, en el supuesto que una persona de 18 años delinque y es sancionada bajo la modalidad del concurso real de delitos, al finalizar su pena tendrá 78 años, lo que excede en 6 años la esperanza de vida de la población salvadoreña. En ese sentido, estamos frente a condena a perpetuidad. En conclusión, vale resaltar que ninguna de las dos presuntas reservar planteadas por El Salvador carecen de fundamento jurídico. En primer lugar, porque el mismo tratado no admite reservas, en segundo lugar, porque dentro del mismo se regula la irretroactividad de su competencia; y en tercer lugar, porque las penas perpetuas siguen siendo una realidad fáctica en El Salvador. En ese sentido, pareciera que la postura del Estado salvadoreño de querer ser parte del Estatuto de Roma, responde a un mero formalismo, sin embargo, en



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la práctica dicha adhesión no podrá llevarse a cabo puesto que el mismo instrumento internacional prohíbe las reservas. Al respecto, vale cuestionarse ¿Qué pasará cuando sean presentadas? El tribunal las denegará y El Salvador no podrá ser parte de dicho tribunal internacional. Entonces, nuevamente el Estado volverá a hacer una consulta pública y esperar a que exista una correlación de fuerzas en la Asamblea Legislativa de forma tal que exista la voluntad política para ser Parte del Estatuto de Roma. Lo anterior, sencillamente parece un proceso ilusorio Autora: Belissa Guerrero Rivas es Abogada salvadoreña, licenciada en Ciencias Jurídicas por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. Postítulo en Mujeres y Derechos Humanos de la Universidad de Chile. Ex Especialista en Derechos Humanos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). MA en Human Rights Practices Universidades de Göteborgs(Suecia), Roehampton. (Reino Unido) y Tromsø (Noruega). Tiene experiencia en poblaciones como mujeres, niños, niñas y adolescentes y defensores de derechos humanos. @bguerivas. Publicado el 30 de Julio de 2012



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[CPI + 10] Corte Penal Internacional: balance mixto en su décimo aniversario Por Kai Ambos* Luego de casi diez años, visto desde afuera, la Corte presenta un balance más bien modesto: el primer proceso contra el líder congolés de la milicia, Thomas Lubanga Dyilo, concluyó, por fin, el 10 de julio del presente año con una condena de catorce años de prisión. La Corte Penal Internacional (CPI) fue creada el 17 de julio de 1998 por medio de un tratado internacional y comenzó su trabajo a finales de 2002, luego de la entrada en vigor del tratado el 1º de julio de 2002. Realmente estuvo en condiciones de trabajar en la primavera de 2013 con la elección de los primeros dieciocho Jueces, del Fiscal y del Secretario. Entretanto, la CPI puede estar orgullosa de contar con 121 Estados Partes y de proponerse elevados fines: genocidio, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y – pronto también – el crimen de agresión deben ser perseguidos a nivel mundial, los principales responsables deben ser enjuiciados y con ello, además, promoverse la paz y seguridad internacional. Sin embargo, luego de casi diez años, visto desde afuera, la Corte presenta un balance más bien modesto: el primer proceso contra el líder congolés de la milicia, Thomas Lubanga Dyilo, concluyó, por fin, el 10 de julio del presente año con una condena de catorce años de prisión. Ahora bien, no se es justo con la CPI si se la evalúa solamente por el número de sus sentencias, ya que su actividad excede ampliamente esto. La CPI se encuentra desbordada con denuncias (¡9.332 en el período comprendido entre julio de 2002 y diciembre de 2011!). La Corte tiene que decidir cuestiones preliminares, dictar órdenes de detención, verificar acusaciones y – algo que especialmente exige mucho tiempo – decidir sobre solicitudes de las víctimas de participar en el proceso. Actualmente, la Fiscalía investiga en concreto dieciséis casos y siete situaciones. Seis casos fueron sobreseídos, veintinueve personas han sido acusadas, se han confirmado cargos en diez casos y se han decretado veintidós órdenes de detención. Además, si se tiene en cuenta que se trata de grandes y complejos procesos, no puede negarse que la Corte



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produce resultados. Tampoco se puede pasar por alto el hecho de que en la ejecución de sus órdenes la Corte depende completamente de la voluntad de los Estados, porque no cuenta con órganos propios de ejecución. Cuando los Estados no detienen a los sospechosos, como por ejemplo en el caso del Presidente de Sudán, Al-Bashir, o cuando no los entregan, como en el caso de Saif-al-Gaddafi (uno de los hijos del ex dictador libio Muammar al-Gaddafi), o cuando el Consejo de Seguridad de la ONU no acompaña sus remisiones con hechos, la Corte resulta impotente y, en últimas, desacreditada. Por cierto, esto también podría suceder si continúa la práctica de persecución selectiva, enfocada en África. Si bien es cierto que el correspondiente reproche de neocolonialismo es injusto, porque de todas formas sí existen razones para aquel foco en África, esto no cambia en nada el hecho de que de una “Corte penal mundial” también se esperen investigaciones a nivel mundial. Algunos también esperan que se dé un giro favorable con el término del mandato del Fiscal, el argentino Luis Moreno Ocampo, quien le causó mucho daño a la imagen de la CPI (véase Ambos, Semana.com, 12/12/2011). Pero aún no está claro si su sucesora y ex fiscal adjunta, la gambiana Fatou Bensouda, actuará de manera más profesional y exitosa. Autor: Kai Ambos es catedrático de Derecho Penal, Derecho Procesal Penal, Derecho Comparado y Derecho Penal Internacional en la Georg-August-Universität Göttingen (Alemania) y Juez del Tribunal Estadual (Landgericht). Traducción del alemán de Diego Tarapués y Noelia Núñez. Publicado el 31 de Julio de 2012



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[CPI + 10] Celebrando el décimo aniversario de la Corte Penal Internacional Por Francesca Varda Cuando estalla una crisis en algún lugar del mundo la Corte Penal Internacional (CPI) es—indiscutiblemente— una de las principales herramientas a las que recurre la comunidad internacional. Ante la magnitud de la ofensiva de Gaddafi, el Consejo de Seguridad remitió la situación de Libia a la CPI para su consideración. En las crisis electorales en Kenia y Costa de Marfil el papel que jugó la Corte sirvió para mitigar la violencia inicial y la perpetración de mayores violaciones. En países como Guinea, Colombia, Georgia y Afganistán, donde la CPI no ha abierto una investigación formal pero sí ha hecho público que está monitoreando los procesos para evaluar si prosigue o no con una investigación, la CPI también ha tenido un efecto catalizador impulsando a los Estados a fortalecer sus sistemas judiciales nacionales En América Latina la Corte ha recibido un respaldo importante por parte de los Estados de la región desde sus inicios. Por ejemplo ya para 2002, de los 33 Estados en la región, 18 habían ratificado el Estatuto de Roma, el tratado fundacional de la CPI. Desde entonces, cada vez más países han completado sus procesos de ratificación y a la fecha solo falta que Bahamas, Cuba, El Salvador, Haití, Jamaica y Nicaragua hagan lo mismo. En materia de implementación, aún cuando existió un compromiso en muchos países por promulgar legislación sobre la materia, distintos obstáculos políticos y de otra índole han dilatado los procesos significativamente. A la fecha solo Argentina, Uruguay y Trinidad y Tobago cuentan con legislación que incluya tanto crímenes como cooperación aunque hay otros Estados como Perú que tienen solo legislación sobre cooperación u otros como Nicaragua, Chile o Colombia que tienen solo crímenes y principios. Además otros países, incluyendo por nombrar solo algunos Brasil, Bolivia y Paraguay, cuentan con proyectos de ley bastante avanzados que no han logrado aún surtir los trámites correspondientes de manera exitosa.



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De igual manera organismos regionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) han asumido un respaldo decidido y constante hacia la Corte. De hecho, la OEA emite desde 1999 resoluciones sobre la Promoción de la Corte Penal Internacional y desde 2005, organiza sesiones especiales sobre la CPI para tratar temas específicos-, ambas actividades han servido como un referente importante a nivel global. Otros organismos como el MERCOSUR y el UNASUR también han emitido declaraciones sobre la CPI en su momento que han servido para robustecer el apoyo político y diplomático hacia la Corte. Una de las contribuciones fundamentales del sistema establecido por el Estatuto de Roma ha sido que ha erosionado el alcance del principio de la inmunidad al establecer que nadie, ni siquiera un Jefe de Estado o un Rey, es inmune a ser procesado por genocidio, crímenes de lesa humanidad o crímenes de guerra. De hecho ya tres Jefes de Estado – Muammar Gaddafi, Omar al Bashir de Sudán, y Laurent Gbagbo de Costa de Marfil – han sido acusados por la CPI. Gbagbo se encuentra en La Haya esperando su juicio y Bashir, aún cuando sigue ejerciendo su cargo como Presidente en Sudán, es un prófugo de la justicia internacional y sabe que hay 121 Estados Parte de la CPI que no puede pisar si no quiere ser arrestado. ¿Y las víctimas? ¿Cómo garantizar que permanezcan como el motor de este sistema? Ya el Estatuto de Roma dispuso que pueden participar durante los procesos y llevar sus voces a los tribunales. Asimismo, a través del Fondo Fiduciario en beneficio de las Víctimas, un órgano único que está encargado de implementar las reparaciones ordenadas por la Corte pero también de brindar asistencia general, se ha facilitado capacitación vocacional, tratamiento psicológico y cirugía reconstructiva a más de 80,000 personas en el norte de Uganda y la República del Congo y se piensa en breve comenzar a ver el caso de la República Centroafricana. De esta manera se ha podido apoyar no sólo a las víctimas directas de un caso específico, sino también a las familias y las comunidades afectadas por estos crímenes.



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El incesante espiral de violencia alrededor del mundo es, sin duda, desalentador. Hoy, sin embargo, criminales de guerra dispersos en distintos rincones del planeta saben que la posibilidad de encontrar un refugio seguro que les otorgue impunidad es una realidad cada vez más distante. Eso es un logro que se debe celebrar. Autora: Francesca Varda es MA en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Nueva York (NYU) y se desempeña actualmente como Coordinadora para América Latina de la Coalición por la Corte Penal Internacional (CCPI) en su sede de Lima, Perú. [email protected] Publicado el 3 de Agosto de 2012

mailto:[email protected]



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[CPI + 10] Perú: tareas pendientes en la búsqueda del balance de paz y justicia Por Michelle Reyes Milk Son, lamentablemente, varios los ejemplos actuales que ponen de manifiesto la relación compleja que suele darse entre la paz y la justicia. Por mucho tiempo se habló –y algunos aún siguen hablando, de una relación de tensión. Muchos se aproximaban a la misma como una aspiración quizá idealizada, ficticia, como una alianza invisible al final de un largo camino. No obstante, son también cada vez más los ejemplos que demuestran que el balance entre paz y justicia, esos dos valores inherentes al Estado de Derecho, es una meta no sólo real, sino también cercana. Basta mirar tan solo a los ejemplos crecientes dentro de la región, los cuales, mas allá de tener que esperar varios años para iniciar procesos judiciales por crímenes internacionales, se encuentran apostando por una solución judicial al momento de abordar graves crímenes cometidos en el pasado. Argentina, Uruguay, Chile y hasta Guatemala han iniciado y avanzado en este camino. El Perú tampoco se ha quedado atrás, siendo uno de los primeros estados en el mundo en condenar a un ex Jefe de Estado por la comisión de crímenes internacionales. La apuesta del Estado peruano por la paz y la justicia no ha permanecido en el plano interno, sino que es una clara demostración del rol preponderante que cumple el Perú en distintos foros multilaterales donde se aborda el tema de la justicia internacional. El Perú es un Estado Parte al Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional desde diciembre de 2001, siendo uno de los primeros estados en América Latina en ratificar este importante instrumento de justicia internacional. Además, el Perú ha venido participando activamente en las Asambleas de Estados Partes al Estatuto que se celebran anualmente en Nueva York y La Haya, y promueve la Corte al interior de distintas organizaciones internacionales como son la ONU y la OEA, poniendo en manifiesto el alto valor que el Estado peruano le confiere a la lucha contra la impunidad.



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Ahora bien, estas importantes acciones no deben ser opacadas ante la existencia de algunas tareas pendientes que urgen en ser completadas o reparadas. En primer lugar, el Estatuto de Roma debe ser implementado dentro del ordenamiento interno peruano. Ello cobra aún mas importancia si tenemos en cuenta uno de los principios inherentes al funcionamiento del sistema instaurado por el Estatuto: el principio de complementariedad. Mediante este último, el Estatuto le confiere a los tribunales nacionales la obligación primaria de investigar y sancionar a los presuntos autores de aquellos crímenes que caen bajo la competencia de la Corte; a saber los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad, el crimen de genocidio y el crimen de agresión. En otras palabras, la Corte únicamente asume competencia sobre dichos crímenes cuando el Estado territorial o nacional (del presunto autor) no puede o no quiere llevar a cabo dicha tarea. Atendiendo a ello, resulta entonces esencial que el Estado peruano complete su tarea de implementación de los crímenes y principios contenidos en el Estatuto dentro de su ordenamiento interno. Si bien el Perú ya ha dado un paso significativo al adoptar una sección especifica sobre cooperación con la CPI dentro de su Código Procesal Penal- lo cual le permite no sólo responder a pedidos de entrega de sospechosos a la Corte sino también llevar a cabo otra serie de medidas de cooperación tales como la entrega de documentación a la Corte, la protección a víctimas y testigos, el embargo de cuentas o bienes, etc.- aun se carecen de tipos penales que incorporen todos los crímenes y principios del Estatuto. Las razones por esta ausencia han respondido a varios factores: desde razones políticas, razones circunstanciales, hasta falta de prioridad en la agenda legislativa. Sean cuales fueren, y sin desmeritar la importante labor de determinados parlamentarios que han impulsado esta implementación activamente, el Estado peruano tiene la obligación de completar este trabajo legislativo si es que quiere ejercer su jurisdicción primaria sobre los crímenes del Estatuto. Es importante, en este sentido, mencionar que existen importantes antecedentes sobre esta materia, por lo que no se trata de



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comenzar desde cero: tanto la Comisión Revisora del Código Penal como la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la Republica han tenido oportunidad de trabajar dos proyectos de ley desde el 2002, los cuales por distintos razones fueron finalmente archivados. La instauración de un nuevo Congreso en julio de 2011 representa una importante oportunidad para retomar aquel trabajo, el cual representó un verdadero compromiso multipartidario que contó con los valiosos aportes de la sociedad civil y de expertos independientes sobre la materia. Finalmente, deseamos concluir estas breves líneas precisando que el principio de complementariedad no debe restringirse a una implementación adecuada del Estatuto dentro de los ordenamientos internos, sino que se debe procurar ir más allá de la tarea de implementación para asegurar una cabal aplicación de aquellas normas internas que permiten la investigación y persecución de los crímenes internacionales. Ello se traduce en la necesidad de incorporar estos estándares en distintas normas, directrices y manuales, tales como los manuales militares y policiales, las currícula universitarias y de los centros de formación militar y magisterial, etc. Mas aún –y los acontecimientos judiciales recientes refuerzan esta idea, urge la necesidad de capacitar a los miembros de la judicatura en el manejo de estos estándares internacionales, así como en la normativa y jurisprudencia sobre el Derecho Penal Internacional. Es cerrando estas tareas pendientes que se logrará un verdadero Estado de Derecho que apueste no solo por la paz interna y externa, sino también por la justicia nacional e internacional. Autora: Michelle Reyes Milk es Oficial de Enlace para las Américas, Asia y el Pacifico de la Coalición por la Corte Penal Internacional. Es abogada por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y Master en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Actualmente es profesora de Derecho Internacional Público en la PUCP. Publicado el 9 de Agosto de 2012



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Las organizaciones convocantes ADS es un think tank que desde el 2007 se enfoca en presentar, discutir y pensar escenarios para América Latina. El think tank está compuesto por diferentes miembros ubicados en diferentes países de la región, Europa y EEUU. Durante el 2011, Asuntos del Sur fue electo como el segundo think tank mas influyente en la redes sociales por la revista Foreign Policy. Por medio de una publicación en línea, ADS lanza de manera regular desafíos que han sido planteados por diferentes actores de la política regional. La Coalición por la Corte Penal Internacional (CCPI) es una red de casi 3.000 organizaciones de 150 países de todo el mundo que trabajan conjuntamente con el objetivo de fortalecer la cooperación internacional con la CPI; abogar por una Corte justa, efectiva e independiente; hacer que la justicia sea tanto visible como universal y fomentar leyes nacionales más eficientes para brindar justicia a las víctimas de los crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio.



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CPI+10Estatuto de la CPI contribuirá a fortalecer el sistema judicial y el Estado de Derecho. La...

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