Cuadernillo Acompanamiento 2010

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Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado Estrategias de intervención

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Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado

Transcript of Cuadernillo Acompanamiento 2010

  • Acompaamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado

    Estrategias de intervencin

  • Acompaamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios

    contra el terrorismo de Estado. Estrategias de intervencin

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    Coleccin: Derechos Humanos para TodosSerie: Normas y Acciones en un Estado de Derecho Cuaderno: Acompaamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado. Estrategias de intervencin

    1 edicin: enero de 20082 edicin: mayo de 2010

    Esta publicacin fue realizada por la Direccin Nacional de Atencin a Grupos en Situacin de Vulnerabilidad dependiente de la Subsecretara de Promocin de Derechos Humanos de la Secretara de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nacin.

    Edicin, diseo y diagramacin: rea de Publicaciones de la Secretara de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nacin.

    Buenos Aires, Argentina.

  • Presidenta de la NacinDra. Cristina Fernndez de Kirchner

    Ministro de Justicia, Seguridad y Derechos HumanosDr. Julio Csar Alak

    Secretario de Derechos HumanosDr. Eduardo Luis Duhalde

    Subsecretario de Proteccin de Derechos HumanosDr. Luis Hiplito Aln

    Directora Nacional de Atencin a Grupos en Situacin de VulnerabilidadLic. Victoria Martnez

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  • Presentacin

    Introduccin

    Marco Jurdico y Procesal

    Dr. Eduardo Rezses

    Dra. Carmen Rosa Villa Quintana

    Dra. Claudia Vernica Giraudo

    Marco Psicolgico

    Lic. Fabiana Rousseaux

    Lic. Mnica Macha

    Dr. Fernando Ulloa

    Lic. Elina Aguiar

    Lic. Alicia Stolkiner

    Dr. Juan Dobn

    Dr. Osvaldo Saidn

    Lic. Raquel Bozzolo

    Lic. Graciela Guilis

    Dra. Gilou Garca Reynoso y Dra. Lucila Edelman

    Testimonios

    Graciela Daleo

    Osvaldo Barros

    La respuesta cientfica

    Equipo Argentino de Antropologa Forense (EAAF)

    La voz de la Justicia

    Fragmentos del fallo del 6 de septiembre de 2006 en causa N 2637/04

    Aplicacin del Plan Nacional de Acompaamiento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos Vctimas del Terrorismo de Estado

    Anexos

    Decreto N 606/2007

    Resolucin MJDH N 439/2007

    Resolucin SDH N 003/07

    Plan Nacional de acompaamiento y asistencia integral a los querellantes y testigos vctimas del terrorismo de Estado

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  • Presentacin

    Como continuidad de las palabras del ex presidente Nstor Kirchner al inaugurar el perodo de sesiones ordinarias del Congreso de la Nacin el 1 de marzo de 2007, al sealar que como presidente de los argentinos debo estar al frente de esta batalla de justicia y verdad y hacer que nuestros testigos puedan acudir tranquilos a declarar, adems de todo lo que les ha tocado su-frir, la actual presidenta de la Nacin, Cristina Fernndez, retoma y ratifica la significancia que recubre el problema de los testigos y querellantes en las causas contra el terrorismo de Estado, al plantear su asistencia y contencin como poltica pblica.

    De este modo, las polticas pblicas de Memoria, Verdad y Justicia, asumidas por el Estado como uno de los vrtices de la accin gubernamental a partir del 25 de mayo de 2003, no slo no pierden efectividad sino que, por el contrario, se busca su profundizacin.

    A partir del impulso dado por el Poder Ejecutivo Nacional a la lucha contra la impunidad bandera inclaudicable del movimiento de derechos humanos por ms de tres dcadas, la anulacin de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final por el Poder Legislativo de la Nacin y la declaracin de su inconstitucionalidad por parte de la Corte Suprema de Justicia posibilitaron el reinicio de las investigaciones y los juicios en todo el pas por los delitos atroces y aberrantes cometidos por el terrorismo de Estado.

    Esta tarea se emprendi no sin dificultades, tanto por razones de orden procesal y por la frag-mentacin de las causas judiciales, como por la accin solapada y encubierta de los nostlgicos del terrorismo de Estado y del propio crculo de los procesados por crmenes de lesa humani-dad.

    Desde el momento en que junto a la condena del genocida Etchecolatz se evidenci el se-cuestro del testigo Jorge Julio Lpez, la sociedad argentina asisti a una virulenta campaa psico-lgica de amenazas annimas y otras acciones intimidatorias contra magistrados y funcionarios judiciales, fiscales, abogados, querellantes y testigos de los juicios a los responsables de los crmenes de la dictadura.

    Los efectos emocionales de estos sucesos, que aunque han disminuido no han desaparecido, sufridos tanto por los afectados directos como por sus allegados, y el grado de alarma social que buscan generar, hicieron necesario y urgente articular polticas pblicas de asistencia y conten-cin a los involucrados, para lo cual la Secretara de Derechos Humanos cre el Plan Nacional de Acompaamiento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos Vctimas del Terrorismo de Estado, cuyo objetivo es unificar criterios, potenciar esfuerzos y dar mayor eficacia al acompaa-miento y proteccin de testigos y querellantes en las causas vinculadas con ex represores.

    La realidad generaba nuevos desafos a los que haba que dar respuesta. Los testigos afecta-dos, en su inmensa mayora, al igual que los organismos de derechos humanos, cerraron filas en torno a la decisin de no dejarse intimidar, aunque no por eso dejaron de sufrir el impacto sobre s y sobre su crculo parental y de relacin.

    Pero debe partirse del concepto central de que la necesidad de asistencia y acompaamiento a querellantes y testigos de graves violaciones de derechos humanos no nace especficamente con las campaas intimidatorias y acciones puntuales de mayor gravedad, sino que tiene su sustento

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    general en la situacin crtica que surge de la comparecencia ante los tribunales, que importa un nuevo descenso a aquellos infiernos del terrorismo de Estado, con su inevitable efecto de revictimizacin. Ello es as por la necesidad de rememorar en detalle los padecimientos sufridos y enfrentar cara a cara a los genocidas procesados en los juicios orales, adems de tener que escuchar los alegatos de los abogados de los victimarios negando los hechos tan profundamente padecidos. En todo caso, esta situacin traumtica se ve agravada por los hechos intimidatorios referidos que tornan urgente e insoslayable la necesidad de asistencia y proteccin.

    Estas vivencias de los sujetos implicados requieren que los funcionarios judiciales, sus pro-pios abogados y los profesionales de la salud mental estn suficientemente capacitados y sen-sibilizados acerca de los procesos subjetivos de quienes asumen el acto de dar testimonio en el marco de las causas por crmenes de lesa humanidad.

    Sin lugar a dudas, la reapertura de las causas pese al tiempo transcurrido y lo indito de esta experiencia nacional e internacional por la masividad de juzgamientos a que ella apunta y al nmero de testigos que involucra hace que el cuerpo interdisciplinario especfico de profesionales llamados a dar respuesta a esa exigencia no se encuentre en buena medida sufi-cientemente formado en un quehacer que excede sus propias prcticas cotidianas.

    Este cuadernillo busca difundir las estrategias de intervencin mediante la transmisin de lineamientos y experiencias, como parte de una poltica reparatoria que contempla un abor-daje integral de esta problemtica con el propsito de preservar la salud mental y fsica de las vctimas.

    En consecuencia, la lucha contra la impunidad y el condigno castigo a los responsables de los crmenes de lesa humanidad cometidos durante la represin ilegal tanto la que precedi al golpe militar de 1976 como la que luego involucr a todo el Estado durante la ltima dictadura terrorista es un combate arduo y no exento del propio accionar de aquellos seres abyectos a los que se enfrenta desde el marco de la Justicia.

    Pero tambin es preciso sealar que este es un combate inevitable para la construccin de una sociedad basada en los principios de Justicia, Memoria, Verdad y Responsabilidad. No hay terceros caminos, y el deber ineludible es prepararnos de la mejor manera posible para mitigar el costo de su recorrido.

    Este es el sentido de este aporte, perfectible y superable en el trabajo cotidiano, que no tiene otra pretensin que ser una herramienta til, un punto de partida.

    Dr. Eduardo Luis DuhaldeSecretario de Derechos HumanosMinisterio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nacin

  • Introduccin

    Debido a la reapertura de los juicios por crmenes cometidos durante el terrorismo de Esta-do, a raz de la derogacin de las leyes de impunidad, resulta necesario el desarrollo de estra-tegias de proteccin integral de los derechos de las vctimas de crmenes de lesa humanidad en contextos de acceso a la justicia.

    Desde el momento en que se conoci la desaparicin del testigo Jorge Julio Lpez y la condena de Miguel Osvaldo Etchecolatz, se gener una campaa psicolgica de amenazas annimas y otras acciones intimidatorias contra magistrados y funcionarios judiciales, fiscales, abogados, periodistas, querellantes y testigos de los juicios a los responsables de los crmenes de la dictadura.

    Esto produjo efectos de reactualizacin del terror en los afectados directos y en el conjunto de la poblacin. Para articular polticas pblicas de asistencia y contencin a los afectados en el marco de la poltica reparatoria del Estado a las violaciones de derechos humanos, la Secretara de Derechos Humanos decidi implementar el Plan Nacional de Acompaamiento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos Vctimas del Terrorismo de Estado.

    La Secretara de Derechos Humanos cre este Plan Nacional con el objetivo de unificar criterios, potenciar esfuerzos y dar mayor eficacia al acompaamiento y proteccin de testigos y querellantes.

    Asimismo, distintos estamentos del Estado tambin generaron iniciativas para la proteccin integral de los testigos.

    El propio Consejo Federal de Derechos Humanos1 aprob el Plan y se comprometi a crear sus propias instancias provinciales en articulacin con los esfuerzos nacionales.

    La Procuracin General de la Nacin cre la Unidad Fiscal de Coordinacin y Seguimiento de las Causas por Violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante el terrorismo de Esta-do y en su ltimo informe (agosto de 2007), elevado a distintas instancias estatales, recomend tomar medidas de contencin a los testigos en los distintos momentos procesales, e instruir a un cuerpo de profesionales que brinden contencin de modo permanente a las vctimas para evitar su revictimizacin en el proceso de acceso a la justicia.

    De la misma manera ya se haba pronunciado el Sr. Juez Dr. Arnaldo Corazza, titular del Juzgado en lo Criminal y Correccional Federal N3 de La Plata, en su resolucin del 3 de no-viembre de 2006, sobre el tratamiento que deben tener los testigos.

    Se pretende de este modo hacer ms eficaz el acto jurdico y el accionar de la Ley, al mis-mo tiempo que se procura la no revictimizacin de los testigos afectados directos por el terror estatal.

    Por otra parte, el acompaamiento, por las caractersticas complejas de esta situacin, brin-da contencin a los testigos en momentos crticos del proceso y produce intervenciones que alivian los efectos dolorosos de ste.

    Debido a los efectos que la impunidad tuvo en todo el cuerpo social, se interrumpi la posi-bilidad de formacin y reflexin sobre las consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado no slo en los afectados directos sino tambin en la sociedad en su conjunto, que se haba origina-

    El Consejo Federal de Derechos Humanos est conformado por las Altas Autoridades de Derechos Humanos de las provincias y de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires.

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    do desde finales de la dictadura en adelante en los mbitos profesionales de la salud mental2. Es por ello que decidimos, en el marco de la proteccin integral a los testigos, desarrollar

    capacitaciones y jornadas de trabajo con los profesionales de la salud sobre las especificidades que requiere la atencin de los testigos en tanto vctimas de los delitos cometidos.

    En esta publicacin queremos brindar, entonces, instrumentos para la reflexin y la com-prensin de la complejidad que tiene esta problemtica, que sirvan para quienes desde un com-promiso con la historia reciente quieran sumarse a esta accin reparatoria que se inicia desde el propio Estado pero que involucra a la sociedad en su conjunto.

    En la primera parte damos cuenta del desafo en el campo de lo jurdico al que convocan las causas por los delitos de lesa humanidad, luego de tantos aos de impunidad. Asimismo se exponen los debates sobre las estrategias judiciales y la dispersin de causas en juzgados de todo el pas, encaradas con diferentes criterios.

    En la segunda parte hemos seleccionado trabajos y ponencias de profesionales del campo psi, de larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos. Muchos de estos trabajos son producto de las jornadas y seminarios que hemos organizado para la capacitacin de profesio-nales de la salud mental que realizan la tarea de asistencia y acompaamiento a los testigos, e incluso para aquellos que desde distintos mbitos de la salud quieran atender a los afectados directos del terrorismo de Estado.

    Es importante sealar que esta tarea es continuidad de los seminarios que se realizan desde el Programa Consecuencias Actuales del Terrorismo de Estado, de la Secretara de Derechos Humanos.

    Adems hemos extractado algunas producciones realizadas en los aos de recuperacin de la democracia, en el marco de las tareas que realizaban conjuntamente los organismos de derechos humanos, para dar cuenta de lo que se pensaba en aquellos aos acerca de cul debera ser el perfil de los profesionales en este campo y las reflexiones sobre los efectos que la impunidad, que ya se avizoraba, generara en la subjetividad social.

    La Resolucin 60/147 de la ONU sobre Principios y directrices bsicos sobre el derecho de las vctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a interponer recursos y obtener repa-raciones, plantea criterios para el tratamiento de las vctimas. Esto ha sido objeto de debate en distintos encuentros como los realizados en La Haya y en Cartagena de Indias, ambos en marzo de 2007, y en nuestro pas, en el Coloquio Estrategias de proteccin integral de los derechos de las vctimas de crmenes de lesa humanidad, en contextos de acceso a la justicia realizado en mayo de 2007, organizado por el Comit para la Defensa de la Salud, la tica Profesional y los Derechos Humanos (CODESEDH), la Secretara de Derechos Humanos del entonces Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin y la Oficina Regional para Amrica Latina y el Caribe de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Esto demuestra la preocupacin internacional por implementar estrategias eficaces para la proteccin de los testigos en contextos de acceso a la justicia. Pero los distintos expertos y quienes tienen que instrumentar dichas medidas de proteccin reconocen que el caso argentino es diferente a otras situaciones en las que se debe proteger a los testigos vctimas de delitos, debido a las caracters-ticas de los crmenes cometidos por el terrorismo de Estado masivos, clandestinos e instrumen-tados por todos los estamentos estatales, donde deben reconstruirse hechos cometidos hace ya treinta aos, que fueron seguidos de impunidad.

    Por ello hemos decidido incluir la voz de los propios testigos, un relato sobre la experiencia y el aporte del Equipo Argentino de Antropologa Forense, que fue determinante en las pruebas sobre las caractersticas criminales de la metodologa represiva, y, finalmente, un fragmento del

    Ver Consecuencias actuales del terrorismo de Estado en la salud mental, Coleccin Derechos Humanos para Todos, Serie Normas y Acciones en un Estado de Derecho, Secretara de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin, Buenos Aires, 006.

  • fallo del Juez Federal Daniel Rafecas, del 6 de septiembre de 2006, en el marco de la causa N 2637/04 caratulada Vaello, Orestes Estanislao y otros s/ privacin ilegal de la libertad agravada causa Automotores Orletti.

    Por ltimo, anexamos el texto del Plan Nacional de Acompaamiento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos Vctimas del Terrorismo de Estado, para su conocimiento.

    Lic. Victoria MartnezDirectora Nacional de Atencin

    a Grupos en Situacin de Vulnerabilidad

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  • Marco Jurdico y Procesal

    Extracto de la conferencia dictada en el marco de las jornadas de trabajo Estrategias de abordaje integral con testigos y querellan-tes vctimas del terrorismo de Estado, reali-zadas en el Hospital Gutirrez de La Plata el da 7 de mayo de 2007.

    Estas oportunidades, que permiten inter-cambiar experiencias en el tratamiento de las vctimas del terrorismo de Estado con profesio-nales que practican distintas disciplinas, son sumamente necesarias para el abordaje de esta temtica, que requiere un trabajo interdiscipli-nario.

    Es insoslayable dejar sentado desde el ini-cio el reconocimiento de la responsabilidad que me asiste al hablar en nombre del Estado o de una poltica estatal, multiplicada desde la desaparicin de Jorge Julio Lpez y por la im-posibilidad de hallarlo, como tambin, hasta el momento, de identificar y ubicar a los autores del secuestro de Luis Gerez y del lugar donde estuvo secuestrado.

    En este contexto es que puedo compartir con ustedes algunas observaciones sobre cmo se estn desarrollando las causas penales y al-gunas reflexiones que yo puedo aportar desde mi lugar.

    Para eso voy a relatar cmo surge la Secre-tara de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y qu actividades realiza dentro de la temtica de reparacin de las consecuen-cias producidas por el terrorismo de Estado.

    Felipe Sol asumi la gobernacin y, aun antes de que asumiera el gobierno el actual presidente Kirchner, tom la decisin poltica de crear la Secretara de Derechos Humanos como una secretara de Estado, dependiendo directamente del gobernador, con la intencin de crear una poltica pblica en materia de de-rechos humanos que trascienda y se traslade a todas las rbitas del Estado.

    Cuando asumi Kirchner el gobierno nacio-nal se inici con mayor firmeza esta etapa de reivindicacin de la Memoria, la Verdad y la Justicia que intent implementar una poltica ms activa en derechos humanos y empez a aparecer, a mi modo de ver, todo un nuevo pa-radigma conceptual de derechos humanos que estableci que de aqu en adelante no es posi-ble hablar de poltica en derechos humanos si no es en el marco de una poltica pblica. Es decir, los derechos humanos deben ser mate-ria de poltica pblica, con las contradicciones que esto lleva, porque los derechos humanos nacen como forma de contrarrestar al poder poltico. As es que estamos en ese camino que recin empieza y del que todava queda mu-cho por transitar, y que va ms all del caso concreto de la reparacin por los crmenes co-metidos durante el terrorismo de Estado.

    Entonces, se cre la secretara. El primer se-cretario fue Jorge Taiana, luego Remo Carlotto y actualmente es Edgardo Binstock. Sara Dero-tier de Cobacho siempre fue la subsecretaria, y durante todo este proceso, bajo su impulso, empez a analizarse la posibilidad de ver de qu manera la secretara poda acompaar a los organismos de derechos humanos en este reclamo de verdad y justicia, y as naci la primera accin concreta que es la participa-cin del Estado provincial como querellante en diversas causas penales con el fin poltico de buscar la forma de que el Estado demo-crtico repare, en la medida de lo posible, el dao producido, teniendo en cuenta que el verdadero dao ocasionado es prcticamente irreparable por su magnitud, ya que trasciende el concepto del bien jurdico en trminos jur-dicos, porque es un dao moral, psicolgico, social, filosfico y econmico que no va a ser totalmente subsanado con una sentencia con-denatoria. Ms all de eso, es importante bus-car implementar una poltica basada en la idea

    Dr. Eduardo Rezses, Coordinador del rea de Investigacin y Memoria de la Secretara de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires

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    de que el Estado democrtico querelle al Esta-do terrorista y busque, dentro del mecanismo que proporciona el Estado de derecho, reparar dentro de esos mrgenes el dao producido.

    Respecto de los conflictos de competencia suscitados, la secretara sostiene un criterio ju-rdico que se traslada a un criterio poltico que es la defensa de la jurisdiccin territorial, o sea que cada jurisdiccin pueda investigar qu su-cedi en cada uno de los lugares. Por un lado hay argumentos jurdicos, basados en la eco-noma procesal, en la proximidad respecto del lugar de los hechos, cuestin que tambin po-sibilita un mero derecho de defensa, pero ms all de esto hay una intencin poltica que es llevar el conflicto a las ciudades, sacarlo de las grandes capitales, sacarlo de Capital Federal, sacarlo de La Plata, llevarlo al Interior y buscar demostrar que cada ciudad tambin vivi un proceso represivo, y es necesario que cada ciu-dad empiece a discutir, a pensar nuevamente qu es lo que sucedi en esa poca.

    Ms all de estos trabajos en relacin a la poltica del Estado provincial en la materia, cules son los problemas que veo en este proceso vinculado a la temtica especfica de dar testimonio? En primer lugar, estamos ha-blando de la peor experiencia que puede sufrir una persona, haber sido perseguida por razo-nes polticas, haber sido secuestrada, tortura-da y haber sobrevivido cuando muchos de sus compaeros no pudieron sobrevivir. Esto es en s mismo un trauma bastante duro de sobre-llevar.

    Es muy difcil establecer una poltica homo-gnea de proteccin y de contencin a testigos; hay necesidades diversas: de proteccin y con-tencin a los sobrevivientes que han pasado por los centros y deben testimoniar, y tambin de contencin a familiares, a los que todava estn buscando a sus nietos, a los que estn buscando los restos, a los que estn buscando justicia. Se acerca mucha gente a la secretara que necesita apoyo y contencin.

    No todos los testigos son iguales, no todas las personas que llevan adelante esta va po-ltica de derechos humanos son iguales, hay sobrevivientes que han hecho de su testimo-nio su bandera poltica. Son personas que han puesto su experiencia al servicio de una causa y van a declarar en cuanto lugar sea: ac, en el

    exterior, en una fiscala, en un juzgado, en el Concejo Deliberante, si tienen que ir a los co-legios Ellos tienen sus testimonios siempre al servicio de esta causa. Despus tenemos per-sonas que tienen una actitud poltica asumida pero que les cuesta relatar lo que les pas, y estn quienes no quieren volver a testimoniar. Hay personas que nunca dijeron nada, recin ahora se empiezan a acercar y preguntar qu hacer con lo que les pas. Es muy difcil esta-blecer una poltica homognea de contencin y tambin de proteccin porque muchas per-sonas son reacias a recibir, con justa razn, la proteccin que pueda dar el Estado en cuan-to a tener un oficial de las fuerzas de seguri-dad en la puerta de su casa. Esta situacin se ve agravada por la desaparicin de Lpez, a quien el Estado deba proteger. Creo que so-lamente en La Plata haba ms de mil testigos potenciales para el Juicio por la Verdad, y la desaparicin de Lpez pone en duda que se pueda realmente dar proteccin limitando el sentido de proteccin a la designacin de una custodia a todos los sobrevivientes, as como tambin a familiares, periodistas, aboga-dos, jueces, fiscales, funcionarios, etc.

    Digamos que es una situacin bastante compleja y lo que estamos haciendo nosotros es recibir el caso y ver de qu manera vamos a intervenir en la situacin determinada y en concreto.

    En el momento en que se produjo la reaper-tura judicial no slo a partir de los fallos ju-diciales sino tambin del dictado de una ley del Congreso que anul las leyes de Obedien-cia Debida y Punto Final, ms la firme poltica del gobierno nacional de impulsar la Memoria, la Verdad y la Justicia no existi en ningn momento una poltica de planificacin sobre cmo llevar este proceso adelante. El Poder Legislativo nunca realiz un estudio sobre si el Cdigo Procesal Penal era el adecuado para llevar adelante este proceso. Este cdigo rige desde el ao 1992 y no fue pensado para este tipo de procesos, sino para los procesos pro-pios de la justicia federal, como los delitos de contrabando de estupefacientes, pero no fue pensado para poder llevar adelante la judicia-lizacin de genocidio. Es decir, el Congreso Nacional no ha realizado un anlisis del C-digo Procesal para ver si necesitaba algn tipo

  • de cambios; tampoco analiz la legislacin vi-gente en relacin con la seguridad de testigos y querellantes, ni antes ni despus de la desapa-ricin de Lpez y el secuestro de Gerez.

    Algunos problemas tcnicos y jurdicos que yo observo en los juzgados en que interveni-mos son, en primer lugar, que no hay una ca-pacidad tcnica del personal de los juzgados para abordar este tema; hay excepciones, des-de ya, pero en lneas generales es as; no hay capacidad tcnica de los operadores del juzga-do, de los secretarios, los relatores, las perso-nas que toman testimonio, para entender que el testimonio de un sobreviviente de un centro clandestino de detencin no es lo mismo que un testigo de un secuestro de estupefacientes. Son atendidos en las mismas oficinas mientras suenan los telfonos. No hay un espacio, no hay una secretaria; recin ahora la situacin empez a acomodarse, pero al principio no era as, no haba secretaras especiales con un secretario que llevara adelante una causa, que pudiera recibir a los testigos, que les tomara declaracin y tuviera tiempo despus de ela-borar un testimonio.

    Y no hay an en la justicia ciertos criterios uniformes sobre cmo llevar estas causas ade-lante. Sin hablar de las cuestiones incidentales como son los arrestos domiciliarios o los crite-rios sobre las excarcelaciones, no hay criterios uniformes sobre la calificacin de los hechos ni sobre la determinacin de las competencias, como lo seal anteriormente.

    Algunos juzgados instruyen solamente so-bre tormentos y privacin ilegal de la libertad; algunos pocos se animan a calificar los hechos como homicidios calificados aun sin aparicin de los cuerpos, criterio sostenido por la Sala III de La Plata, por ejemplo, en una de las cau-sas seguidas contra Miguel Osvaldo Etcheco-latz; otros juzgados califican los hechos como asociacin ilcita. Es decir, no hay un criterio uniforme de los juzgados intervinientes; esto genera en las vctimas una sensacin de inse-guridad o de falta de expectativas sobre cmo va a ser juzgado el delito en cada caso, ya que en cada lugar se juzga de diferente manera. Adems, respecto de la utilizacin de la figura de genocidio, hasta el momento solamente el Tribunal Oral de La Plata, en el juicio a Miguel Osvaldo Etchecolatz, ha encuadrado los hechos

    enjuiciados en el marco de genocidio, y ahora tambin ha sido utilizada esta figura de manera similar en la jurisdiccin de Tucumn.

    Creo que ms all de las cuestiones sea-ladas no hay una verdadera cultura judicial de incorporacin de la vctima al proceso penal. Tal vez estas causas sean la excepcin, tal vez en este tipo de procesos hay una jurispruden-cia muy avanzada, una legitimacin de los organismos de derechos humanos, de las se-cretaras de derechos humanos, pero hay toda una cultura inquisitiva arraigada en el proceso penal que extrae de ste a la vctima y pone la persecucin penal casi exclusivamente en cabeza del Ministerio Pblico o de los rga-nos jurisdiccionales, lo cual provoca que no haya una verdadera cultura de incorporar, es-cuchar, entender y llevar adelante a la vctima en el proceso. Y algunos operadores judiciales estamos acostumbrados a operar y actuar en el proceso penal con la lgica del imputado, no con la lgica de la vctima, donde los testi-gos son meros instrumentos del proceso penal. Esto tiene su razn de ser; yo trato de apoyar una corriente de pensamiento, de la que la fi-gura ms emblemtica en la Argentina es el Dr. Eugenio Ral Zaffaroni, segn la cual hay que pensar las instituciones penales, la dogmtica penal o el proceso penal como mecanismos que sirvan para contener y limitar el poder pu-nitivo del Estado y su ejercicio abusivo, y no para legitimarlo. Comparto esta opinin, pero cuando nos trasladamos de ser abogados de-fensores a ser abogados querellantes encontra-mos esta dificultad.

    La persona que va a llevar adelante su testi-monio tiene que sentir que ste sirve para algo, que no sienta slo que va a dar un testimonio ante la humanidad o ante la historia; tiene que saber que si va a un estrado judicial debe ser previamente asesorado, saber qu valor tiene su testimonio en el Juicio por la Verdad en la etapa de instruccin y en el juicio propiamente dicho.

    En Mar del Plata hay un muy buen equipo jurdico que trabaja muy bien este tema. Las personas que van a incorporar un testimonio, ya sea al Juicio por la Verdad o en las causas penales, deben ser previamente orientadas con todos los operadores jurdicos para saber qu valor va a tener su testimonio.

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    Es necesario establecer mecanismos proce-sales para que los testimoniantes declaren la menor cantidad de veces posible; hay que em-pezar a pensar mecanismos. Quizs el proce-so penal actual no es para este tipo de juicios; habr que pensar si es necesaria la declaracin durante la etapa de instruccin o si basta con la declaracin en el Juicio por la Verdad o las prestadas en sedes administrativas, como las realizadas ante la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP). A mi modo de ver, en la etapa de debate es impres-cindible brindar testimonio, pero en la etapa de instruccin quizs puede subsanarse con las aportaciones del Juicio por la Verdad. En La Plata, por ejemplo, las declaraciones en el Jui-cio por la Verdad son vlidas y no es necesario ratificarlas. Tambin pueden ser vlidos los tes-timonios prestados en los procesos iniciados en el extranjero; por ejemplo, si un testigo declar en el juzgado de Garzn o en el exterior, pue-de ser que no tenga que declarar en la etapa de instruccin. Hay que pensar mecanismos para no someter a la vctima a tener que volver siempre a reconstruir los hechos. Tambin es importante la necesidad de ordenar las causas judiciales no por casos particulares sino por centros clandestinos de detencin o por circui-tos represivos.

    Estos mecanismos de contencin hay que pensarlos y trabajarlos primero de manera in-terdisciplinaria. No va a ser posible resolverlos solamente con operadores jurdicos. Va a ser necesario que nos juntemos operadores jurdi-

    cos, profesionales de la salud y personas que den respuesta de manera interdisciplinaria a estas problemticas. Pero hay que pensarlas con la lgica del proceso penal, dentro de los mrgenes del proceso penal. No hay que pen-sar en respuestas aisladas de los hechos con-cretos. Para esto va a ser necesario convocar a especialistas, principalmente procesalistas, porque si uno toma desde esta perspectiva es-tos mecanismos de contencin, nos perdemos de vista que estamos en los lmites del proce-so penal. Me parece que desde este punto de vista es que debemos generar una mesa inter-disciplinaria pero siempre desde la lgica del proceso penal.

    Por ltimo, creo que es iluso pensar que una sentencia condenatoria es suficiente para repa-rar el dao producido por la dictadura militar; a lo sumo es el inicio de una nueva etapa que va ms all de lo jurdico, y probablemente los operadores jurdicos vamos a transitar nica-mente esta etapa, que es la legal, pero todo el resto del dao producido no va a ser subsana-do con una sentencia condenatoria, ni siquiera creo que va a ser suficiente la actividad poltica de los organismos; va a ser necesario que la sociedad se inmiscuya en esto, que los intelec-tuales, los hombres de las artes, de la cultura, entiendan la necesidad de ponerse al servicio de este momento histrico que estamos los operadores jurdicos llevando adelante, y reto-men la consigna de vivir y luchar por un mun-do ms justo y solidario. Muchas gracias.

  • Extracto del Coloquio Estrategias de pro-teccin integral de los derechos de las vctimas de crmenes de lesa humanidad, en contextos de acceso a la justicia, realizado los das 10 y 11 de mayo de 2007 - CODESEDH y Secreta-ra de Derechos Humanos.

    En la lnea de lo que sealaba Victoria Mar-

    tnez, y alcanzando la exposicin que haca el Dr. Mariano Ungar, yo quisiera decir con cla-ridad lo siguiente: no hay incompatibilidad en brindar asistencia y brindar proteccin, esto hay que tenerlo muy claro. Las vctimas y los tes-tigos pueden requerir asistencia pero no todos ineludiblemente necesitan proteccin y esto tambin hay que tenerlo claro. Pero quienes tienen proteccin necesitan indubitablemente asistencia, es decir, hay testigos que no necesi-tan proteccin pero s van a necesitar ese acom-paamiento psicolgico durante esas etapas o despus. Pero quien est en un programa de proteccin indudablemente debe estar acom-paado por una asistencia psicolgica, mdica, material, etc.

    Ahora, ms all de que sea vctima o testi-go (ayer me surgi una duda porque no todos los testigos, no todas las vctimas van a poder ser acogidas por un programa), no hay progra-ma que se resista por ms graves que sean los hechos y ah es donde la Lic. Victoria Mart-nez seala: qu mecanismo? qu podemos hacer? Me pregunto lo siguiente: el grado de proteccin (porque la proteccin no tiene que ser para todos igual) va a determinarse en la medida o en la gravedad del riesgo, si es inmi-nente, etc. Y esto lo va a tener que estudiar un equipo multidisciplinario que determine qui-nes son especialistas en investigacin, quines tenemos el conocimiento jurdico, quines tambin trabajan en el rea del psicoanlisis o el apoyo psicolgico, y verdaderamente cul es el grado de riesgo que tiene esa persona y

    qu tipo de proteccin hay que brindarle. No todos van a necesitar un polica en la puerta, posiblemente tendremos que imaginarnos di-ferentes sistemas de proteccin.

    Y por ltimo, cuando ayer hablaba el Dr. Carlos Rozanski deca que ha cambiado el pa-radigma del proceso penal, pensando que hoy es importante tener al sujeto que va despus de treinta aos a declarar lo que recuerda, lo que vivi. Hay que tener muy claras las alternati-vas, hay que tener un abanico de posibilidades para ofrecerles a las personas la proteccin.

    Y yo me pregunto, desde afuera, porque quiero compartir mi experiencia, por qu un programa de proteccin a los testigos, desarro-llado, pensado legalmente para cubrir crme-nes, el crimen organizado, no puede tener un rea especializada para proteger a las vctimas o testigos de violaciones de derechos huma-nos? Por qu no? Por qu no pensar que por su particularidad debe tener personal especia-lizado que apoye, pero que realmente recaiga en el poder del Estado o en el Estado mismo esta responsabilidad? Siempre estamos pen-sando en crear el mecanismo del mecanismo y nos volvemos locos, y es que en realidad cuan-do uno piensa en el proceso penal hablaban del tema de declarar cincuenta veces los tes-tigos sobre los mismos hechos, yo creo que es para volverse loco, si es que uno no tiene contencin.

    Yo hago una propuesta audaz: reformemos el proceso penal. El proceso penal no est siendo til para los fines de la averiguacin de la verdad. Por qu no se piensan, por ejem-plo, mecanismos dentro del proceso penal? Hablaba con uno de los colegas, para intro-ducir un mecanismo novedoso pero que tiene gran utilidad en otros procesos penales, como el anticipo de la prueba. Qu significa esto? Un testigo declara una sola vez con todas las garantas procesales ante un juez y un fiscal

    Dra. Carmen Rosa Villa Quintana, Representante Regional para Amrica Latina y el Caribe de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos

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    con la presencia de la defensa, lo que vio, lo que vivi, lo que ocurri, y se introduce en un nuevo proceso penal esta prueba anticipa-da en el juicio, sin que tenga que presentarse cincuenta, cien o doscientas veces dentro del proceso.

    Y un elemento que tenemos que pensar es que en el proceso penal hay dos partes y que se trata de un contradictorio, que al imputa-do le asisten derechos tanto como a la vcti-ma, por lo tanto tenemos tambin que pensar que los juicios giles no solamente benefician a las vctimas, sino que finalmente podemos ver que alguien que cometi un delito es juz-gado, es sancionado y que va a cumplir una pena. Porque no debemos olvidar que tambin la prisin preventiva constituye una violacin cuando sta significa cumplimiento de pena anticipada, entonces, no perdamos la pers-pectiva del proceso en s mismo, ac hay un balance, un contradictorio, hay que sustentar las pruebas y demostrar que quien cometi el delito, lo cometi, y tiene que ser juzgado y sancionado acorde con el grado o la gravedad de los hechos. Porque si tenemos penas que no se corresponden con los hechos tambin habr impunidad y, por eso, cuando el seor seala a aquellos que se encuentran detenidos en sus casas por la comisin de graves delitos nos re-sulta absolutamente desproporcionado con los delitos cometidos, y esto tambin merece una reflexin.

    Entonces, el balance: por qu lo que exis-te no puede ser mejorado y potenciado? En segundo lugar: por qu si el sistema no est respondiendo a una demanda ciudadana de efectividad, prontitud y lucha contra la impu-nidad no pensamos en cambiarlo? Creo que esto tambin hay que ponerlo sobre la mesa, y,

    no s, quizs sea un poco atrevido, creo que si ustedes, representantes de las organizaciones de la sociedad civil, jueces, fiscales, defenso-res de derechos humanos, tienen la concien-cia, porque lo he escuchado, de que el Poder Judicial como est hoy no funciona, qu hace la sociedad civil? Est otra vez de espectador, como se sealaba algunas veces que ha hecho la sociedad. Deca aqu el seor de Crdoba: se mantiene otra vez atenta, alerta, mira, par-ticipa, demanda, qu cosa es lo que hace la sociedad civil ante un poder judicial? Primero, todava tiene dentro de su casa a quienes par-ticiparon en toda la poca de la represin y de la impunidad. Segundo, no se ha hecho una purga, por llamarlo de alguna manera; adems no digo una purga de que maana los echen a todos, sino que tambin se utilice el debido proceso para ellos. Y qu hacemos frente a un poder judicial que frente a la demanda de us-tedes lo nico que hace es profundizar la im-punidad?

    Entonces, cules son las propuestas? Y con respecto al tema de proteccin, para cerrar, quera decirles que hay que pensar algo: cul es el alcance de la proteccin? por cunto tiempo, despus de la participacin de los tes-tigos en los juicios?, y cul es la capacidad del Estado para dar esta respuesta efectiva? Una persona no puede estar protegida durante cincuenta aos, quince aos, cinco aos, por-que no hay presupuesto estatal ni Estado que resista. Tendran que tener miles de policas o miles de cuerpos de seguridad, y esto hay que reflexionarlo, hay que pensarlo, yo no tengo la receta. La realidad muestra que cada da frente a estos hechos graves la necesidad de protec-cin se extiende, por lo tanto, quera plantear-les estas inquietudes.

  • Dra. Claudia Vernica Giraudo, asesora jurdica de la Direccin Nacional de Asistencia Directa a Personas y Grupos Vulnerables1

    Debida para seguir investigando los hechos y conocer la verdad, aun cuando estaban impe-didos de llevar a cabo procesos penales con su consecuente sentencia. Esas alternativas fueron los llamados Juicios por la Verdad, que tenan como propsito recolectar informa-cin a travs de declaraciones testimoniales a fin de conocer lo que ocurri con las vctimas de la dictadura militar. Se destaca que se trata de procedimientos sui generis, que otorgaron a los testigos el reconocimiento del valor de la palabra para reconstruir los hechos crimina-les, bajo un alto costo emocional, sin entraar ninguna consecuencia penal. Por ello, nueva-mente fueron citados los testigos a declarar en esa instancia; algunos de ellos haban testimo-niado en la ya mencionada causa N 13/84 y ante la CONADEP3.

    Es decir que existan normas internas (leyes de Obediencia Debida y de Punto Final) que resultaban incompatibles con las obligaciones internacionales; se sigui con tal situacin de inercia judicial y legislativa durante muchos aos, sin resolver intrnsecamente el problema planteado y aun aceptando la responsabilidad internacional del Estado.

    A partir de la actual gestin de gobierno se instal una recuperacin de los derechos hu-manos como poltica de Estado. En este marco, los juicios penales que permanecieron cerra-dos hasta el ao 2003 tomaron un giro cuan-do la Ley N 25.779 declar insanablemente

    Aspectos y consideraciones en cuanto a las problemticas relacionadas con las vctimas, querellantes y testigos, suscitadas en torno a los procesos penales por delitos de lesa huma-nidad.

    A partir del golpe militar que instaur en la Argentina el terrorismo de Estado se comenz a gestar una construccin jurdico-legal des-tinada a un objetivo: establecer y asegurar la impunidad de los responsables de los delitos de lesa humanidad.

    Pero a su vez, en los primeros aos de recu-perada la democracia se gener en las vctimas, afectados y sus familiares, la expectativa de verdad y justicia a partir del Juicio a las Juntas Militares, en la denominada Causa N 13/ 842.

    Posteriormente se fueron gestando las con-diciones polticas para concretar la impunidad a travs del pronunciamiento del Poder Legis-lativo que sancion las leyes conocidas como leyes de impunidad, primero la Ley de Punto Final N 23.492, y luego la de Obediencia De-bida N 23.521. Ms tarde, el Poder Ejecutivo Nacional dictara los decretos de indultos N 1002, 1003, 1004 y 1005, de fecha 7 de octu-bre de 1989 y N 2741, 2742 y 2743 del 30 de diciembre de 1990. Todos ellos propiciaron el silencio y la impunidad.

    Ante esta situacin, las vctimas y los orga-nismos de derechos humanos buscaron alter-nativas a las leyes de Punto Final y Obediencia

    1 Nota del Editor: En la actualidad, Direccin Nacional de Atencin a Grupos en Situacin de Vulnerabilidad, en virtud del Decreto N 1755 del 23 de octubre de 2008.2 Causa originariamente instruida por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, en cumplimiento del Decreto N 158/83 del Poder Ejecutivo Nacional.3 Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas, creada en diciembre de 1983 bajo la presidencia del Dr. Ral Alfonsn (1983-1989) con el fin de investigar el destino de miles de personas que habran desaparecido durante el gobierno de la dictadura militar. La Comisin deba recibir testimonios y evidencias respecto de tales hechos y transmitirlos a los tribunales en los casos en que se hubiera cometido delito. El informe de la Comisin fue publicado bajo el ttulo Nunca Ms.

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    nulas las referidas normas de impunidad, y se abri as la posibilidad de llevar a juicio a los responsables por graves violaciones de dere-chos humanos.

    Ms tarde se pronunci la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, a travs del fallo del 14 de junio de 2005 en el caso Poblete, Jos y Hlaczik Gertrudis s/desaparicin forzada; Si-mn, Julio: imputado4, que declar la incons-titucionalidad de las leyes N 23.492 y 23.521, y tambin la validez de la Ley N 25.779.

    En ese fallo, la Corte Suprema bas su de-cisin en el derecho internacional de los dere-chos humanos y en los instrumentos interna-cionales que gozan de jerarqua constitucional en el derecho interno de nuestro pas5. En tal sentido expres que: en la medida en que, como toda amnista, se orientan al olvido de graves violaciones a los derechos humanos, ellas se oponen a las disposiciones de la Con-vencin Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos y resultan, por lo tanto, constitucio-nalmente intolerables6.

    Adems, debe tomarse en consideracin que este mximo tribunal argentino, en el caso Arancibia Clavel7, en otro fallo trascenden-te, ya haba establecido que los delitos de lesa humanidad nunca han sido prescriptibles en el derecho internacional ni en el derecho inter-no.

    Se sumaron a lo anterior los pronuncia-mientos judiciales que declararon la nulidad de los indultos que haba decretado el Poder Ejecutivo8.

    En consecuencia, un gran nmero de jui-cios contra aquellos responsables por viola-ciones graves de derechos humanos cometidas

    durante la dictadura estn siendo reabiertos, y nuevamente los testigos deben presentarse ante la justicia a testimoniar. En estos procesos, aun-que no es la nica, la prueba testimonial es uno de los medios de prueba fundamentales para el descubrimiento de la verdad de los hechos y para la determinacin de las responsabilidades penales. Esta prueba es aportada por personas que han sido vctimas de esos hechos, es decir, aquellos que sufrieron en su propia humanidad los secuestros, la detencin ilegal en los centros clandestinos de detencin y los daos a su inte-gridad personal. Observemos que esto plantea un escenario distinto al proceso penal clsico en donde existe la figura del acusador y del imputado porque aparece la figura de la vc-tima en un rol probatorio protagnico. Esta es-pecial situacin exige a la Justicia que incorpo-re todas aquellas herramientas que contemplen la situacin de las vctimas en el proceso y le brinden un marco de proteccin integral9.

    De esta manera, estos procesos penales no deben aislarse de la situacin de las vctimas y testigos, fragmentndose la problemtica, sino que deben receptar y buscar la solucin de problemas de manera integral.

    As, es de destacar que la Secretara de Derechos Humanos acta como querellante en ms de cuarenta procesos judiciales, cifra aproximada teniendo en cuenta que muchos de esos casos estn a su vez integrados por varios casos diferenciados; colabora con los fiscales otorgando acceso a los archivos de la CONA-DEP, de los cuales es depositaria, y acompaa a los testigos y vctimas que lo requieren para presentarse a brindar sus testimonios.

    Se sostiene con criterio que ante la viola-cin de un derecho humano, no slo se debe

    4 Corte Suprema de Justicia de la Nacin, Recurso de hecho Simn, Julio Hctor y otros s/privacin ilegtima de la libertad, causa N 17.768 C .5 El artculo 75 inc. 22 de la Constitucin Nacional establece que ciertos instrumentos internacionales de dere-chos humanos poseen jerarqua constitucional, incluyendo, inter alia, la Convencin Americana sobre Derechos Humanos.6 Caso Simn, Julio Hctor y otros s/privacin ilegtima de la libertad, prrafo 18.7 Arancibia Clavel, Enrique Lautaro s/homicidio calificado o asociacin ilcita y otros, causa N 259 del 24 de agosto de 2004.8 La Cmara en lo Criminal Federal de Capital Federal declar la inconstitucionalidad de los indultos otorgados por el ex presidente Carlos Menem a Jorge Rafael Videla y a Eduardo Emilio Massera, que haban sido condenados en el Juicio a las Juntas Militares en octubre de 1985.9 Resolucin del Juzgado en lo Criminal y Correccional N 3 de La Plata, a cargo del Dr. Arnaldo Hugo Corazza, del 3 de noviembre de 2006.

  • contemplar la reparacin por una indemniza-cin pecuniaria o un espacio pblico para re-cordar los horrores del pasado (un ejercicio de memoria colectiva), sino tambin la investiga-cin y sancin adecuadas para impedir la im-punidad. Esto es, la concurrencia de todas esas medidas en base a la conviccin de evitar que estos hechos se repitan en el futuro. Es lo que se denomina conciencia jurdica universal10.

    Si bien se ha despejado el camino para impulsar los procesos penales contra los res-ponsables de delitos de lesa humanidad, nos encontramos a la vez con enormes dificultades y problemticas de distinta ndole, que han ocasionado demoras en los procesos penales.

    Por ende es necesario realizar una mensu-racin de los motivos y causas de tal inercia judicial, y de cada instancia estatal compro-metida, en busca de un principio de solucin. Algunos de los problemas y temas que se de-tallan a continuacin deben ser tenidos en cuenta al abordar una estrategia de proteccin integral de las vctimas de crmenes de lesa hu-manidad. Ellos son:11

    1) La extensin de la etapa de instruccin, por diversos factores entre los que predominan la multiplicacin de objeciones, planteos e impugnaciones de las defensas, muchas veces con el nico fin de dilatar la apertura del juicio correspondiente.

    2) La recusacin y excusacin de jueces, el trmite de esas incidencias, y tambin las aper-turas de listas de jueces subrogantes y even-tualmente sus excusaciones12.

    3) La necesidad de prever ciertas medidas y trmites previos respecto de los juicios ora-les13.

    4) El problema especfico del Tribunal Oral Federal N 5, que rene la gran mayora de los procesos penales de la Capital Federal.

    5) El lugar de detencin de los ex represo-res, en el marco de estas causas14.

    6) La necesidad de un programa de alcance nacional de contencin y seguridad de testigos y vctimas en el marco de las causas por viola-cin a los derechos humanos15.

    7) Demoras detectadas en la tramitacin de los recursos y fijacin de plazos.

    9 Resolucin del Juzgado en lo Criminal y Correccional N 3 de La Plata, a cargo del Dr. Arnaldo Hugo Corazza, del 3 de noviembre de 2006.10 Albanese Susana, Garantas Judiciales: algunos requisitos del debido proceso legal en el derecho internacional de los derechos humanos Ediar, 2da. edicin, Buenos Aires, 2007, pg. 338.11 Se toma en cuenta el documento elaborado por la Unidad Fiscal de Coordinacin y Seguimiento de las Causas por Violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante el Terrorismo de Estado. Procuracin General de la Nacin, 24 de agosto de 2007, Fiscal General Dr. Jorge Eduardo Auat.12 Un ejemplo de retardo de justicia atribuible a los problemas vinculados a vacancias, recusaciones y subrogacio-nes de jueces es el caso de Baha Blanca. En la causa en que se investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en la Base Naval de Puerto Belgrano y la Base de Infantera de Marina Bateras se registr un estancamiento de ms de un ao. El juez Federal lvarez Canale se excus por cuestiones de parentesco y durante ms de un ao se excusaron o fueron recusados una docena de abogados, en algunos casos por su identificacin con los postulados del Proceso de Reorganizacin Nacional.13 Un tema que dificulta o demora los juicios es la integracin de los tribunales orales. Actualmente, en la nica causa elevada a juicio en Mar del Plata (causa N 15.988 Molina Gregorio) del Juzgado Federal N 1, se ha re-cusado a todos los integrantes del Tribunal Oral por haberse desempeado con anterioridad en el marco del Juicio por la Verdad que se lleva adelante en esa ciudad. 14 La detencin preventiva en unidades militares o de fuerzas de seguridad ha generado la alarma y preocupacin no slo de vctimas y de organismos de derechos humanos sino de un sector importante de la sociedad, y es per-cibida como un claro signo de desigualdad jurdica y un privilegio injustificado.

    El Ministerio de Defensa de la Nacin dict la Resolucin N 444, del 5 de mayo de 2005, por la cual orden a la Direccin General de Asuntos Jurdicos y, si fuera necesario, a la Procuracin del Tesoro de la Nacin, a que planteen ante las autoridades jurisdiccionales y el Ministerio Pblico la reconsideracin de las resoluciones con-forme a las cuales se haya dispuesto, en las causas en las que intervienen, que las personas que hayan pertenecido o an pertenezcan a las Fuerzas Armadas cumplan detencin preventiva o la pena privativa de la libertad impuesta en dependencias militares.15 El Programa Verdad y Justicia fue creado por Decreto N 606/07, que ordena coordinar las acciones entre el Poder Ejecutivo Nacional y el Poder Judicial en materia de proteccin de testigos. Ver anexo de esta publicacin.

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    8) En cuanto al propio desarrollo de los jui-cios, existen numerosas cuestiones respecto de las cuales resulta conveniente se establezcan pautas de actuacin en cuanto a: multiplicidad de partes (querellantes); la publicidad de los juicios (acceso al pblico en general; difusin en los medios masivos de comunicacin; cues-tiones relativas a los testigos-vctimas (forma de citacin, no develar su lugar de residencia, prescindir de su notificacin por medio de las fuerzas de seguridad, organizacin de la sala de audiencias de modo que pueda evitarse el contacto visual con los victimarios, disposicin durante el juicio de un cuerpo de profesionales que brinden contencin a las personas, atento que su declaracin testimonial en audiencia oral o pblica puede significar una experien-cia de alto contenido emocional, y hasta trau-mtica).

    9) La existencia de un expediente nico, donde existen hechos que son objeto de ml-tiples investigaciones, aparejando cuestiones de conexidad16. Tambin es necesario aplicar criterios uniformes en cuanto a la calificacin de los hechos (desaparicin forzada de perso-nas), as como tambin determinar el criterio a seguir en los conflictos de competencia.

    De esa enumeracin se deriva que es nece-sario destacar que los aspectos y problemti-cas vinculados a la realizacin de estos juicios exige plantear un trabajo coordinado entre el Poder Judicial, el Ministerio Pblico y el Po-der Ejecutivo17. Respecto de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, es necesario destacar

    que en el marco de sus facultades de superin-tendencia, deber reglamentar la tramitacin de los recursos y buscar los modos de agilizar el trmite de las excusaciones y recusaciones con el propsito de evitar demoras considera-bles que repercuten significativamente en el avance de las causas y conducen a una priva-cin de justicia18.

    Toda esta problemtica jurdica y procesal de las causas se encuentra atravesada por la concepcin ideolgica de determinados opera-dores jurdicos y de cierta burocracia judicial, as como de sectores que impiden el avance en el trmite de las causas por violaciones a los derechos humanos19.

    Pero, por otro lado, es preciso destacar que hay jueces y operadores jurdicos que son tc-nicos y juristas con formacin integral en de-recho internacional de los derechos humanos, que ejercen un control de convencionalidad entre las normas jurdicas internas y la Con-vencin Americana sobre Derechos Humanos, y los tratados de derechos humanos con jerar-qua constitucional aplicables en estos casos.

    Esto nos muestra que es necesaria una pronta administracin de justicia adecuada a un Estado democrtico de derecho, convenci-da de la necesidad del respeto irrestricto de los derechos humanos, y que los jueces y tribuna-les, como parte del aparato del Estado, estn obligados a velar por el imperio de la ley. Es el Poder Judicial el que debe actuar conforme a derecho y dar las garantas de un proceso penal claro, ordenado y con garantas para que los testigos y vctimas vuelvan a creer en

    16 A modo de ejemplo se menciona la causa N 140/82 Chorobik de Mariani, en la que se investigan distintas hiptesis delictivas vinculadas a la sustraccin de menores.17 En tal sentido, se destacan las resoluciones SDH 003/07 y MJDH 439/07, y el Decreto N 606/07, que constan en anexo de la presente publicacin.18 Se destaca, entre otros, el recurso N 7.506 que tramita en la Sala IV de la Cmara Nacional de Casacin Penal, conocido como Scheller, que ingres el 2 de octubre de 2003 y cuestiona la reapertura de la causa ESMA y la constitucionalidad de la Ley 25.779. Se trata de uno de los recursos ms emblemticos y preocupantes por diver-sas razones: I. Es el recurso ms antiguo, II. El hecho de que est pendiente su resolucin por parte de la Cmara de Casacin Penal, obstaculiza la elevacin a juicio de ciento siete hechos cometidos en el Casino de Oficiales de la ESMA.19 Opinin del Dr. Jorge Eduardo Auat en su disertacin en el Coloquio Estrategias de proteccin integral de los derechos de las vctimas de crmenes de lesa humanidad, en contextos de acceso a la justicia, realizado los das 10 y 11 de mayo de 2007. Tal el caso del ex camarista Alfredo Bisordi, quien pblicamente tom posicin a favor del terrorismo de Estado y se declar enemigo manifiesto de los organismos de derechos humanos. Fue apercibido por el Consejo de la Magistratura por llamar delincuente terrorista a Graciela Daleo, ex detenida desaparecida de la ESMA.

  • la justicia como un derecho propio, y que de esta forma su aporte testimonial sea til para la condena penal a los responsables del terro-rismo de Estado y tambin para la memoria. Entonces recin en ese momento comienza a repararse su dolor.

    En tal sentido, la poltica pblica de na-turaleza reparadora, para ser tal, necesita de la justicia y de la consecuente sancin a los culpables. Esto significa que ningn rgano del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) cobije la impunidad. Los pilares de la lucha contra la impunidad se sintetizan en Justicia, Memoria, Verdad y Reparacin. De all la importancia fundamental de los procesos penales en curso, ya que el planteo de fondo es esclarecer, des-de la visin objetiva de todo proceso penal, la naturaleza intrnseca de hechos aberrantes en tanto ofensivos a la esencia humana, y aplicar la sancin consecuente y adecuada a los cul-pables.

    La cuestin as planteada acarrea, al mismo tiempo, la necesidad de establecer los parme-tros de la responsabilidad del Estado en la de-finicin de su actividad especfica, esto es, su obligacin de garantizar la vida, la libertad y el acceso a la justicia de los testigos y vctimas en las causas por violaciones a los derechos humanos.

    Respecto de los temas abordados se pone en evidencia la necesidad de asumir posicio-nes claras y la exigencia de contribuir, a travs de la competencia de cada uno de los poderes del Estado, a la toma de medidas concretas de accin poltica destinadas a la proteccin ma-terial, asistencia psicolgica y acompaamien-to de las vctimas. Lo sostenido precedente-mente es de enorme significado, pues cuando se ataca o amenaza a testigos, tal ataque no slo est dirigido al individuo sino al cuerpo social en su conjunto, esto es, a la esencia mis-ma del Estado de derecho. En consecuencia,

    tampoco es tarea menor recomponer el tejido social y cultural destruido por el terrorismo de Estado. Esta recomposicin de la trama social oficiar a su vez como un valioso refuerzo de las medidas de proteccin y asistencia a testi-gos y querellantes.

    Por ello, el Plan Nacional de Acompaa-miento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos Vctimas del Terrorismo de Estado, tiene tres objetivos fundamentales: en primer lugar, contribuir a paliar en los testigos los efec-tos de las acciones intimidatorias, de modo tal que su contribucin a la bsqueda de justicia no alcance grados de revictimizacin que im-pacten en su salud mental y fsica. En segun-do lugar, se busca evitar enervar las pruebas testimoniales contra los autores de violaciones de derechos humanos. Y, en tercer lugar, est altamente comprometido el inters pblico, expresado en las polticas fijadas por el Presi-dente de la Nacin, de Memoria, Verdad y Jus-ticia en relacin al pasado siniestro, por lo que es preciso dar seales claras y contundentes en el sentido de que nada ni nadie obstaculice el cumplimiento de dichos objetivos.

    En definitiva, se trata de comprender y te-ner presente el problema en toda su extensin, as como las causas concurrentes existentes en l. Para ello, deben tenerse presentes todos los aspectos por dems esenciales; para que la proteccin de la vctima sea eficaz debe ser integral.

    Por ello, una proteccin eficaz requiere in-tegralidad en su construccin preventiva y, por supuesto, punitiva, respecto de los victimarios. De ah en ms, el deber indelegable del Estado reparador conlleva necesariamente la obliga-cin de disponer la instrumentacin necesaria de todos los recursos posibles a favor de las vctimas de delitos de lesa humanidad, en vir-tud de la necesidad insoslayable de satisfacer la bsqueda de verdadera justicia.

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  • Marco PsicolgicoLic. Fabiana Rousseaux, Coordinadora del Programa Consecuencias Actuales del Terrorismo de Estado, Direccin Nacional de Asistencia Directa a Personas y Grupos Vulnerables, Secretara de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin1

    Tomar la palabra: testimonios y testigos en el marco de los procesos contra el terrorismo de Estado en la Argentina

    Para poder pensar tericamente la proble-mtica de las vctimas del terrorismo de Estado, aun en el campo de la clnica, fue necesario contar con una herramienta terica que es el concepto de terror de Estado, ya que el terror de Estado no es cualquier forma de violencia. El libro de Eduardo L. Duhalde, El Estado terro-rista argentino2, fue un aporte imprescindible para comprender los mecanismos desplegados en la implantacin del terrorismo de Estado en la Argentina, ya que No se trata slo ya del Estado militarmente ocupado, asaltado por su brazo militar, donde la coercin ha reempla-zado a las decisiones democrticas y donde el autoritarismo se configura en el manejo discre-cional del aparato del Estado y en la abrogacin de los derechos y libertades de los ciudadanos. Por el contrario, implica un cambio cualitativo y profundo en la propia concepcin del Estado, una nueva forma de estado de excepcin. Esa implementacin sistemtica fue pensada para generar efectos de all en adelante.

    Por otra parte, el terrorismo de Estado no es slo algo que ocurri sino algo que ocurre a travs de sus consecuencias en la medi-da en que aquello ocurrido sigue pulsando en lo actual bajo diversas manifestaciones sinto-mticas.

    En ese sentido, desde el doble lugar de pro-

    fesionales de la salud mental y representantes de la Secretara de Derechos Humanos, veni-mos pensando los modos de incidencias posi-bles en las polticas pblicas a partir de nues-tro recorrido, y nos preocupa aportar al Estado nuestra experiencia en estos temas.

    El testimonio como acto del sujeto. Trans-

    poner lo ntimo

    En los procesos de decisin que se abren para afrontar el acto del testimonio detectamos que, en muchos casos, se provocan situacio-nes que desestabilizan la estructura familiar de quien testimonia, y donde adems retornan el terror y la parlisis.

    El intento de proteger al familiar o compae-ro que va a testimoniar hace que se profundicen las contradicciones respecto de esta decisin. Muchas veces el testigo debe enfrentar una si-tuacin tremendamente compleja en su entorno familiar y en algunos casos incluso el reproche de volver a poner en riesgo a la familia.

    Por otra parte, la exigencia moral del testi-monio, el deber, se torna un aspecto com-plejo, en la medida en que se deja de lado la dimensin de derecho que ste significa. Es decir que se trata de un derecho. Plantearlo en trminos de deber no hace ms que agudizar la revictimizacin de quien porta en su cuerpo una verdad que en algunos casos no se puede transponer al plano de lo pblico por la magni-tud y por la profundidad de la marca.

    1 Nota del Editor: En la actualidad, Direccin Nacional de Atencin a Grupos en Situacin de Vulnerabilidad, en virtud del Decreto N 1755 del 23 de octubre de 2008.2 Duhalde, Eduardo Luis, El Estado terrorista argentino. Quince aos despus, una mirada crtica. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1999.

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    Pensamos que la instalacin de un lugar tercero, de un marco legal aportado por el Estado, este Estado, no slo pone un coto a la decisin en soledad, sino que adems aporta un marco simblico sobre el cual otorgar un sentido diferente a ese testimonio: la eficacia de cierta proteccin institucional justamente all donde se haban arrasado todas las protec-ciones y violado todos los derechos.

    No hay mejores testimonios y peores, hay personas que cuentan lo que vivieron y las causas de esta decisin son subjetivas. Por eso insistimos en armar dispositivos que contem-plen la particularidad de cada caso, la especi-ficidad, porque no podemos anticipar los efec-tos de hablar en un dispositivo testimonial.

    Los profesionales de la salud mental sabe-mos que no podemos hacer entrar en el en-tramado judicial aquello que entendemos es la prueba ms contundente de las secuelas vivi-das por quien testimonia, que es la imposibili-dad de hablar acerca de eso, y otros sntomas que se ponen en evidencia. Porque no puede obviarse la instancia probatoria, y lo probatorio est vinculado a demostrar la objetividad de los hechos, cosa que deja por fuera la dimensin que eso tuvo para quien debe relatar lo vivido. Ese es uno de los dilemas de este campo.

    Nos encontramos con personas que llegan a esta secretara desde muy diversos lugares y desde muy diversas posiciones respecto del acto que implica ejercer el derecho de dar testi-monio. En ese sentido sostenemos que nuestra funcin comienza ya en ese momento en que nos disponemos a escuchar a ese sujeto. No podemos escuchar desde cualquier lugar ni en cualquier circunstancia. Lo reparatorio se ins-tituye en lo que denominamos el tratamiento del testimonio al estilo de lo que Loc Wac-quant plantea como la denegacin organizada de justicia, si la sancin penal es menos del orden de un castigo moral que del tratamiento que reciben durante todo el proceso judicial quienes se presentan.

    Dice Giorgio Agamben en su libro Lo que queda de Auschwitz: recoger la palabra secre-ta, escuchar lo no testimoniado, ah nace toda escritura, toda palabra como testimonio.

    Dar testimonio es en cierto modo escribir un texto, en el cual nos encontraremos siempre con un resto inenarrable para escribir y para transmitir. Al dar testimonio, el sujeto reescribe su historia, la reinventa.

    Pero veamos de qu hablamos cuando de-cimos testimonio, ya que ste comprende una divergencia estructural en la cual se hace ne-cesario detenerse, ya que de lo que se trata es del desencuentro entre los hechos y la verdad que toca la intimidad de ese sujeto.

    Cuando contamos algo, debemos poder realizar una operacin de olvido, olvidar algo para poder recordar algo. El olvido se convier-te entonces en trabajo de la memoria, como en Funes el memorioso, que, al recordarlo todo, termin careciendo de memoria, no sabiendo qu recordar ni qu olvidar.

    Quien da testimonio lo hace sobre una verdad, y esto es lo que da a su palabra con-sistencia. Sin embargo, lo que estamos plan-teando, tomando las reflexiones de Giorgio Agamben, es que el testimonio vale en lo esencial por lo que falta, contiene en su cen-tro algo que es intestimoniable. Esta funcin de la falta se torna esencial para la produc-cin del recuerdo.

    En la memoria apelamos a un desciframien-to, no hay en ella la presencia completa de lo vivido. No se trata entonces de un simple jue-go dicotmico entre la memoria y el olvido, sino de un trabajo de ficcin y de escritura.

    Y es en este sentido que la memoria se vuelve acto del sujeto, porque es a partir del encuentro con lo indecible que el sujeto pro-duce nuevas significaciones.

    Tampoco se trata, en los procesos de me-moria, de la repeticin de lo ya sabido; ese no es estrictamente su estatuto. Hablamos de la irrupcin de un recuerdo de algo que paradji-camente es no-sabido, y nos estamos refiriendo a las significaciones que se abren al tomar la palabra. Ese registro particular que se presenta en el sujeto, precisamente como desconoci-miento, es el punto de cruce entre lo ntimo y lo xtimo3 del sujeto que testimonia.

    En un campo de concentracin, una de las razones que pueden impulsar a un detenido a

    3 Jacques Lacan propuso el concepto de lo xtimo, referido a un lugar exterior-interior: se funda en la idea de que lo ntimo es el Otro, viene de afuera.

  • sobrevivir es poder convertirse en testigo de lo ocurrido.

    En el libro citado, Agamben plantea que si Auschwitz produce una nueva tica, es porque ya no se presenta slo como campo de la muer-te sino como el lugar en donde los contornos entre lo humano y lo inhumano se confunden. Las categoras morales y ticas conocidas se presentan como insuficientes y aparece el testi-monio como una nueva tierra tica, el no-lugar donde todas las barreras entre las disciplinas se arruinan y todos los diques se desbordan.

    Foucault, al plantear que las dos formas principales de organizacin del poder sobre la vida desarrollados desde el siglo XVII son la anatomopoltica del cuerpo humano (cuerpo como mquina, su utilidad y su docilidad para su integracin en los sistemas de control efica-ces y econmicos), y la biopoltica de la pobla-cin (siglo XVIII, cuerpo-especie, mecnica de lo viviente como soporte a los procesos biol-gicos, intervenciones y controles reguladores), propone que el poder ya no define su ms alta funcin en el empuje a matar sino como inva-sin entera del cuerpo del viviente.

    El Estado nazi es el paradigma del biopo-der absoluto, donde el poder de hacer vivir, esa intervencin radical sobre los cuerpos, se entrelaza con el poder de hacer morir, expe-riencia extrema que en Argentina se vio repre-sentada en toda su magnitud en esa invencin argentina sin precedentes en la historia, dada

    la particularidad que ha tenido el hecho de montar maternidades clandestinas en los cen-tros clandestinos de detencin (CCD), espec-ficamente, para que las mujeres embarazadas, secuestradas y sometidas a todo tipo de ve-jaciones, continen con su embarazo con el solo fin de hacerlas parir en condiciones infra-humanas para luego apropiarse de sus bebs. La criminalidad implcita en este delito atroz ha llegado al punto de que quienes ejercieron tortura sobre los cuerpos de mujeres emba-razadas con la consecuente tortura de los bebs que llevaban en sus vientres, se han apropiado de esos nios y nias con la preten-sin de constituirse luego en sus padres. Cul es entonces el punto en el que se discierne lo humano de lo no-humano?

    A partir de que en la Argentina la responsa-bilidad se tradujo en obediencia, se consolid la matriz ideolgica que dio lugar a todos los modos de la impunidad.

    Dar testimonio, entonces, es hablar de aquello que hemos atravesado, no para decirlo todo sino para hacer intervenir una intimidad en el espacio pblico, intimidad que no es otra cosa que ese resto desconocido del sujeto.

    Sujeto del testimonio / Sujeto que habla

    Hay un campo de interseccin entre el su-jeto del testimonio y el sujeto que habla. Esta articulacin podemos pensarla entre el discurso

    Reparacin en el Marco del Estado

    Testimonio*

    SuJETO DEL TESTIMONIO

    Relato de los Hechos

    Legalidad Jurdica

    Objetividad

    SuJETO QuE HAbLA

    Lo Intestimoniado

    Legalidad del Inconsciente

    Subjetividad

    * El siguiente cuadro est basado en las teorizaciones del Seminario Psi-jurdico que dict el Dr. Juan Dobn en el Instituto de Investigaciones del Campo Psi-jurdico.

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    jurdico y el del testimonio como terreno tico. Por lo tanto podemos plantear que entran

    en juego dos modos de legalidad: la legalidad jurdica y la del sujeto que habla, y donde se manifiestan al menos dos modos de recordar:

    1) Relatar los hechos con objetividad ante el juez, y

    2) Contar lo vivido y encontrarse con sus respectivas consecuencias.El discurso jurdico, fuertemente instalado

    y legitimado desde el ideal de igualdad, abre la dimensin de un supuesto sujeto de dere-cho que, al describir los hechos en un proceso judicial y en su calidad de testigo que relata, debe ejercer el plano de lo demostrable y lo probatorio en todo momento, sin entrar en de-talles que puedan confundir o correr el eje de la lgica que el juez quiere consolidar. En este sentido, la metfora del grabador, empleada por Graciela Daleo4, es interesante en tanto el off/on seran los tiempos que marcan el rela-to dejando por fuera a quien habla.

    Desde el punto de vista del Sujeto que ha-bla veremos que, al testimoniar, la verdad en la cual se apoya para poder realizar un relato de lo vivido por l y ningn otro, no es la mis-ma verdad que persigue el juez. Siempre existe una divergencia en este sentido. Divergencia necesaria, porque lo que se pone en juego al hablar y volver a transitar por el horror de lo vi-vido toca una memoria corporal, y una memo-ria compleja que tiene efectos en el cuerpo. La reiteracin mecnica del aparato judicial deja por fuera al sujeto que testimonia.

    Sin embargo, debemos decir que el Otro jurdico tiene una funcin constituyente en la subjetividad, por lo tanto es preciso diferenciar la funcin de la ley como ordenadora de la subjetividad, de la funcin que encarnan las leyes del Estado.

    Al tomar la palabra, el sujeto del testimonio se erige en un nuevo sujeto. Citando a Gracie-la Daleo: Si me pregunts si yo siempre me siento libre te dira que no. Despus de haber salido de la ESMA creo que empec a sentirme libre cuando pblicamente pude testimoniar ante alguien y pude dar algn paso para cues-

    tionar lo que estaba pasando en Argentina.En un sentido estrictamente psicoanaltico,

    lo traumtico es aquello que retorna y est liga-do a la repeticin, y no tiene tanto que ver con el hecho traumtico en s, sino con la imposibi-lidad de nombrarlo. La abundante bibliografa referida a este aspecto en torno a los sucesos de la Sho da cuenta de este mecanismo lmite de lo humano. En el mismo sentido Primo Levi, en Los hundidos y los salvados, escribe: los recuerdos quedaron grabados en forma de pe-lcula desenfocada y frentica, llena de ruido y de furia, y carente de significado, un ajetreo de personajes sin nombre ni rostro sumergidos en un continuo y ensordecedor ruido de fondo del que no afloraba la palabra humana. Una pelcula en blanco y negro, sonora pero no hablada. Podramos decir que se trata de una letra, pero fuera del lenguaje.

    Hay una imposibilidad de traduccin de la vi-vencia al lenguaje, sobre todo frente a las expe-riencias que son incomprensibles por ser lmites.

    Para quien queda con vida, el sentido de esa verdad se constituye en indescifrable, la nica operatoria posible ser la renuncia a su traduccin literal. Hay en juego, entonces, un desciframiento. Dicen los sobrevivientes: quin podra contar (e inocular) el terror en cada habitante? El relato del horror, de-ba quedar en boca de un puado de sobrevi-vientes, que enteraran a la sociedad de lo que le suceda a las personas que, de pronto, de-jaban de ir al trabajo, al colegio, a su propia casa un relato del horror aterrorizado y ate-rrorizanteel mandato represivo para noso-tros fue aterroricen5.

    Como en el medioevo, la lgica del es-carmiento fue central en la poltica del terror, cuya eficacia estuvo centrada en la clandes-tinizacin del crimen, a condicin de dar a ver ese poder de aterrorizar.

    Tal como plantea Rufino Almeida6, sobre-vivir y volver a la vida, no se tratan de la misma cosa. Hace falta ubicar una operacin ms, aparte del mero hecho de la sobreviven-cia, para poder transitar cierto retorno a la vida luego de esta experiencia lmite.

    4 Sobreviviente de la ESMA.5 Ver sitio web de la Asociacin de Ex Detenidos-Desaparecidos (AEDD): www.exdesaparecidos.org.ar.6 Sobreviviente del centro clandestino de detencin conocido como El banco.

  • Desde la Secretara de Derechos Humanos planteamos que acompaar es una funcin fundamental en las polticas pblicas repara-torias de Estado, ya que colabora en habilitar un espacio de confiabilidad para que el testigo produzca ese acto de palabra en relacin a la Memoria, la Verdad y la Justicia.

    Las consecuencias en las generaciones fu-turas por la repercusin de la magnitud del

    trauma vivido ya han sido transmitidas por la experiencia europea, que nos trae anteceden-tes sobre los efectos que perduran en el tiempo y de qu manera se transmiten transgeneracio-nalmente, en especial en aquellas sociedades que han inducido a sus familias al silencio sin asumir las responsabilidades colectivas de la memoria.

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    Lic. Mnica Macha, Subsecretaria de Polticas Sociosanitarias de la Municipali-dad de Morn, Provincia de Buenos Aires

    Hacia la construccin de una Red Nacional de Acompaamiento y Asistencia a Querellantes y Testigos vctimas del terrorismo de Estado

    La desaparicin de Jorge Julio Lpez en el marco de los juicios contra el terrorismo de Es-tado muestra la necesidad de disear nuevas estrategias que brinden un marco de confianza y acompaamiento para los querellantes y tes-tigos vctimas del terrorismo de Estado. Acom-paamiento que constituye una funcin dentro de las polticas reparatorias del Estado. En ese sentido y a partir de la convocatoria de la Se-cretara de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nacin, nos abocamos a la construccin de una Red Nacional de Acompaamiento y Asistencia a Querellantes y Testigos Vctimas del Terrorismo de Estado, con una perspectiva psico-jurdica.

    Desde nuestra concepcin, las redes cons-tituyen una herramienta de trabajo. Un dispo-sitivo por el cual podemos articular interven-ciones de diferentes reas o instituciones.

    Para que una red crezca y se fortalezca es indispensable que las personas cuenten con espacios para encontrarse, con una regularidad definida. Cada persona que integra una red ejerce una funcin, representa alguna institu-cin y cuenta con diferentes recursos y posibi-lidades en los procesos de toma de decisiones. Por eso, la construccin de una red implica trabajar con heterogeneidades posibles de ser articuladas. Consideramos que hay dos niveles para el desarrollo de este espacio.

    Un nivel local, con recursos de cada muni-cipio y/o provincia. Recursos dependientes del mbito gubernamental y comunitario. Analiza-mos que es fundamental el trabajo de articula-cin territorial. Nuestra experiencia nos mues-tra que si se sostienen espacios a lo largo del

    tiempo para recuperar la historia y la memoria de aquello que nos ha sucedido y nos sucede, posibilitan la reflexin y la reinterpretacin de las identidades individuales y colectivas.

    Al plantearnos construir una red a nivel nacional que pueda realizar un acompaa-miento a querellantes y testigos vctimas del terrorismo de Estado que nos permita, adems, repensar nuestras prcticas e intervenciones, nos lleva a mirar cul es la situacin de nues-tros colegas en otras ciudades. Las distancias geogrficas, que en algunos casos son muy amplias, pueden constituirse en un obstculo. Sin embargo, generan ms incertidumbre los diferentes posicionamientos polticos e ideol-gicos de quienes representan a los gobiernos locales en cada ciudad o provincia. Si la red logra sostener y fortalecer a quienes hoy estn trabajando en soledad, habr alcanzado parte de sus objetivos.

    En el texto Redes en salud; los grupos, las instituciones, la comunidad, Mario Rove-re plantea diferentes niveles de vnculo en la construccin de una red: reconocimiento, co-nocimiento, colaboracin, cooperacin y aso-ciacin.

    Reconocimiento: implica reconocer la exis-tencia del otro. Reconocimiento del otro en tanto posible interlocutor cuya opinin puede aportar algo distinto y constituir un aporte a determinada situacin.

    Conocimiento: implica incluirlo en nuestra percepcin. Constituye un par cuyo saber ne-cesitamos.

    Colaboracin: en este nivel se comienzan a dar situaciones o circunstancias que generan espacios de trabajo conjunto de manera espon-tnea, no organizada. Comienza a constituirse cierta percepcin de reciprocidad.

    Cooperacin: proceso de mayor compleji-dad porque parte de la visualizacin de una

  • situacin problemtica comn. De manera que la respuesta a dicha situacin est dada por una construccin conjunta. Se comparten actividades.

    Asociacin: Lo caracterstico de este nivel es la posibilidad de compartir recursos. Es el plus que se agrega al nivel anterior.

    La construccin de la red presenta nume-rosas complejidades. Sin embargo, contamos con la experiencia de muchos profesionales que durante la dictadura militar han asistido a afectados directos del terrorismo de Estado. Con ellos y con los que nos incorporamos en el presente estableceremos, en el marco de las polticas reparatorias del Estado, un espacio de acompaamiento y asistencia a los testigos, para cooperar en el resguardo de su integridad

    y para resaltar el valor social de sus testimonios en la construccin de la memoria colectiva.

    bibliografa:

    -Plan Nacional de Acompaamiento y Asis-tencia Integral a los Querellantes y Testigos Vc-timas del Terrorismo de Estado, Secretara de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin, aprobado por Resolucin SDH N 003/07.

    -Proyecto Antropolgico Arqueolgico Mansin Ser, Grupo Antropolgico Arqueol-gico Memoria e Identidad, 2004. Ver: http://www.moron.gov.ar/ddhh/proyecto_sere.php

    -Rovere, Mario, Redes en salud; los Grupos, las Instituciones, la Comunidad, 2 edicin. El Agora, Crdoba, 2006.

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    Dr. Fernando ulloa, psicoanalista, Profesor Honorario de la Facultad de Psicolo-ga de la Universidad de Buenos Aires. Ex presidente de la Federacin Argentina de Psiquiatras

    Extracto del trabajo La tica del analista ante lo siniestro, publicado en la revista Te-rritorios, N 1, Ao 1985.

    Voy a ceirme al rigor del mismo intentan-do fijar mi posicin como psicoanalista frente a los derechos humanos.

    El psicoanlisis se sostiene en un propsito: el develamiento de aquella verdad que, estan-do encubierta para el propio sujeto que la so-porta, se presenta como sntoma.

    Alcanzar o no este propsito suele ser alea-torio, pero que el psicoanalista no desmienta en su prctica lo que afirma terica y tcnica-mente fundamenta la calidad tica de su que-hacer.

    Es que el psicoanlisis es una propuesta ti-ca. Para quien se diga psicoanalista, el serlo o no serlo est, por definicin, enlazado a la produccin de verdad. No hay escapatoria o negociacin posible si se pretende desentraar el sntoma, porque precisamente el sntoma es solucin de compromiso negociado.

    La condicin humana es de naturaleza tr-gica en tanto entrecruzamiento conflictivo del amor y del odio, del cuidado y la agresin, de solidaridad y egosmo. De esta dualidad dura est hecha la historia de cada individuo y la de la humanidad toda.

    Desde el punto de vista del psicoanlisis, esta dicotoma trgica tiene dos destinos: la sa-lida tica donde la produccin de verdad fun-damenta justicia, o el callejn ciego donde el sntoma, ahogado en el ocultamiento familiar y cotidiano, apaga su evidencia develadora para volver a surgir como grito mayor en la aliena-cin oligotmica, el sufrimiento neurtico, la perversidad violenta o el delirio psictico.

    Cuando el escenario de la produccin sintomtica tiene la magnitud de lo que nos convoca en esta mesa: los derechos huma-

    nos, quien se afirme psicoanalista, o lo es, y hace justicia, o no lo es, y a sabiendas o no, hace complicidad. Segn las circunstancias puede incluso hacer algo ms siniestro an. No en vano introduzco este trmino de tradi-cin freudiana: lo siniestro.

    Freud trabaja este concepto en profundidad. Lo siniestro es aquella variedad de lo terrorfi-co que se remonta a lo antiguo, a lo familiar.

    Por de pronto y no me extender en esto el vocablo alemn heimlich, que signifi-ca familiar, se transforma con el agregado de un prefijo de negacin en unheimlich, a