Cuando Hallen Las Sombrasde Tania Barberan Surplusediciones

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    Cuando hallen las sombras

    Tania Barbern Soler

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    Cuando hallen las sombras

    Tania Barbern Soler

    Tania Barbern Soler, 2012

    sur+ edicionesPorfirio Daz 1105Col. FigueroaC.P. 68070, Oaxaca de JurezOaxaca

    Diseo: Gabriela DazCorreccin: Paul Meixueiro y Brenda Policarpo Sibaja

    ISBN: 978-607-8147-07-6

    Este libro se realiz con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

    a travs del Programa de Coinversiones para proyectos culturales 2011.

    Impreso y hecho en Mxico

    www.surplusediciones.org sur+ ediciones oaxaca

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    De dnde a dnde abre esta puerta?

    Qu va dejando

    poco

    a poco

    fuera?

    Coral Bracho

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    1. Somos la corteza de un rbol

    2. Soy el viento realmente abstracto

    3. Est feliz mi corazn

    4. Yo ya no soy yo

    5. En memoria por todos los que hansido arrancados de sus propiedadesy familias sin razn

    6. Este espacio queda

    7. Mirmonos 8. Tu ausencia

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    Hoy amaneci a la venta el Regalo

    de Dios. Creo que por fin lleg el momento de usar labicicleta fija, pens Nadie al regresar a casa. Con esaintuicin instalada porque siempre hace caso a los a-tisbos que aparentan arbitrariedad al surgir, arm lospedazos arrumbados. Atornill los pedales, se sent ysuavemente llen sus pulmones para entrar en ritmo:0000/0, 9999/9, 9999/8, 9999/7

    1.Somos la corteza de un rbol

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    Va para atrs!

    Su cabeza par unos segundos, incapaz de hacer sen-tido. Revis si pedaleaba correctamente.

    ? S, a pesar de todo, el contador y el tal sistema

    decimal aseguran retroceso. Pedalear debera ser como

    caminar, que no olvido por mal que funcione mi me-

    moria, protest Nadie turbado. Esa torpeza caliente tanconocida invadi de nuevo sus mejillas. La misma sensa-cin que cuando olvida que del 59 sigue el 60.

    Avanza para atrs!, retrocede? Sin duda es otra se-

    al, a dnde me llevar?, recorrer lo ya vivido?, des-

    andar lo andado? Lo de menos es que sea fija.

    Empujando un poco los nubarrones mentales que l-timamente lo habitan cuando se siente, como hoy, conpresente, pasado y futuro tan revueltos, apareci laimagen de ese reloj leyenda de una cantina de Tlacotal-pan. La de Don Tobas. Con sus agujas que desandanel tiempo, reposaba justamente encima de la salida ala calle invitndote a trasponer un umbral que no seatraviesa todos los das. Tiempo despus cambiaron el

    intil reloj por una fotografa de Salinas patas paraarriba.

    Nadie se concentr y sigui pedaleando. Mir de re-ojo a Persio, echado a su lado, que a su vez mir de reojoel contador de la bicicleta.

    No se le ocurra cambiar de opinin y lo lleve a

    alguna latitud del futuro. No s si Nadie

    resistira, es frgil como carbn: memoria de

    rbol, espera de fuego.

    El Regalo de Dios es un triler, un clsico que duermenariz contra nariz del Candidato al infierno y a espaldasdel Sombra del amor sin metforas, aunque a Nadiele encanten y las busque tras cada palabra. Juan, uno deSanto Domingo, los limpia, engrasa y cuida amorosa-mente cuando de sus recorridos de largo aliento porlas venas del pas, regresan a descansar a su calle. Cadavez que Nadie pasa por ah, Juan le dirige una miradacmplice. A la venta el Regalo de Dios!, la bicicleta viaja alrevs! Seguramente soy al nico al que semejantes des-

    atinos me saltan a la cara como notas desafinadas.

    Sabes? Este tipo de complicidades entre acontecimien-

    tos me azoran y hace tiempo que les pongo atencin

    especial. De pronto sin agua va aparece una, y cuando

    se me descubre no puedo evitar enfrascar largo tiempo

    en intentar desentraarla, porque s que podra ser unacoordenada ms

    Cmo es que la venta del triler llev mis pensa-

    mientos hasta la bicicleta fija? Causalidad, coinciden-

    cia, destino preestablecido, lo que sea. Recientemente

    cuando se conecta lo ms dispar riman imgenes guar-

    dadas en las profundidades de mi corteza cerebral. Ese

    laberinto. Y cuando de plano algo desentona a gritos,

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    mis sensaciones se desbordan y por arte de algn conju-

    ro ancestral mi cabeza se vaca.

    De por s mi mente no anda bien ltimamente y cuan-

    do descubro conexiones improbables pierdo el sentido

    del tiempo. Los ltimos meses surgen muy seguido. Una

    o dos veces por semana. Hoy es an tan temprano y ya

    van dos.

    El ao pasado cuando tres ancdotas cuestionaron elbuen funcionamiento de sus neuronas, Nadie especulque poda padecer alguna especie de alzheimer precoz.Para confirmarlo, decidi investigar en internet.

    En ese momento, mientras pedaleaba con gran esfuerzo,apareci ntida en su cabeza una serie de fotografas. Purosacercamientos: manos enguantadas, ojos concentradostras el tapabocas, la lmpara contrayndole las pupilas.

    Para no dejar que el dolor lo tomara, repa-s mentalmente: inhalar exhalar inhalar.

    Abri la boca. El espejito revis arriba yabajo. Otra vez. Estupefacto el dentista a-pag la lmpara y sali por el expediente.Volvi a asomarse a la boca.No falta ninguna yaHace seis meses Nadie haba ido a cam-

    biar esa amalgama. Pero por alguna raznla sensacin de tener un pendiente con el

    dentista se qued instalada por ah; la notair al dentista cambi de lista en lista, demes en mes, hasta que sintiendo que haballegado la hora de cuidarse un poco, fue aenfrentar la tortura.

    En la puerta se dieron la mano. Descon-certado sali a la calle con la conviccin deque debera sentir un deja-v o algo pareci-do, pero no. No sinti nada.

    De la segunda situacin que me hizo dudar de mi me-

    moria, bastante ms susceptible de quedar eternizada

    en las burlas familiares, estoy muy orgulloso.

    Este recuerdo, casi historieta de libro vaquero, emer-gi con trazos simplones.

    Visas, boletos, dnde dejar los perros, su-plente para las clases. Todo organizado pa-ra estar juntos cinco das despus de casiquince aos. Para que lo que quedaba de

    familia se reuniera en un contexto nuevo yde tiempo completo.

    Las horas reglamentarias de antesala enel catico aeropuerto; el vuelo, con la ho-rrible comida en bandejita de juguete; todopareca indicio no atendido.

    Aterrizaron en tierras ex-mexicanas. El ai-re penetrado de temor, mltiples revisiones,

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    colas labernticas, pasillos aspticos. Des-orientados llegaron al US customs, al pse-le, Welcome to the. Familias agrupadas enlas filas.

    Revisaron los pasaportes de los primerosy l, atrs esperando, medio escuchando lapltica, abri el suyo: luces de ambulanciaentraron por la ventana de un cuarto a os-curas en la noche urbana. Mir la fecha devencimiento de la visa: hace ms de ochomeses. Cerr el pasaporte en cmara lenta(en situaciones as el tiempo, terco, se hacems consciente) clav la mirada en la bocade su cuada y continu con la pltica co-mo si, despus de asomarse al cuarto y vera sus hijos dormir plcidamente, cerrara lapuerta con suavidad y todo en paz, veamosqu dice el sereno.

    Despus de huellas de los ocho y dos de-dos, instantnea y sellos y palmaditas inti-

    midatorios al pasaporte:Por qu tanto inters en ir a... ?pre-

    gunt el guardia con prisa y sin mirarlo.PorqueAh!, felicidades, Welcome to los que

    siguen.Entr legalmente como ilegal.

    La tercer ancdota que lo hizo pensar en la posibilidaddel alzheimer, fue la del boiler. Pero de esa no quieroacordarme ahora.

    9998/0Uf, apenas un kilmetro!

    Por ms que en aquel entonces naveg, no hall nin-guna pgina seria que confirmara que el alpiste aquejaratambin a jvenes.

    Si se dice navegar por aquello de andar a la deriva,

    muy pertinente: me perd completamente de link en

    link, pero finalmente descart el alzheimer y empez

    a tomar forma la hiptesis de que ltimamente mis i-

    nestables, cclicos y enredados pensamientos se estn

    comportando como objetos slidos, inamovibles. Los

    recuerdos, estancados, habitan mi espacio mental inva-

    dindolo por completo.

    Ahora la proyeccin mental fue una pelcula expre-sionista, muda.

    Al entrar, Nadie sinti que ah no habita-ban los objetos. No encontr nada perso-nal, nada ntimo; polvo, revoltura. Como sino hubiera historia o cosas importantes queatesorar o un caminito disfrutado, ni emo-ciones ancladas en nada. Desapego, des-cuido. Como si no fueran dos aprendiendo

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    juntos, a mirar el mundo tomados de lamano. Nada de recuerdos guardados conternura por la vida. Pens que era comouna casa abandonada, excepto por algunascosas en la cocina, como si por ah hubie-ra empezado un intento de apropiarse delespacio que no trascendi, ni rompi, larutina de abandono.

    Sinti en esa casa, sin saber qu se lo cau-saba, la incapacidad de ver que los demsson diferentes dnde? Es algo viscosopesado y pegado a las cosas y paredes.Los objetos en esa casa no tienen lugar,no les pertenece su espacio, no lo habi-tan.

    Quines son en realidad (o en la irreali-dad uf, de nuevo eso de las dicotomas)Camilo y su mujer? Esos dos das se diocuenta que no sabe nada de ellos.

    Das como hoy que la cabeza de Nadie aprieta

    de tanto cachivache acumulado, salimos de

    madrugada a recorrer rutas enredadas cada vez

    ms lejos. Tras un buen rato de caminar el aire

    fresco de la maana va despejando poco a poco

    su cabeza y rostro hinchado.

    Hoy muy temprano cuando Nadie y Persio salieron acaminar despus del primer aguacero del ao, la luz eramuy especial. Muchos rboles mostraban un lustrosoverde brillante. Cada lluvia no es una lluvia sino con-centracin de aos de lluvias, le dijo a Persio, seriosambos ante una enorme jacaranda. Los lquenes en lacorteza de los rboles reverdecen con la primera lluvia

    fuerte, no porque aparezcan de un da para otro, si no

    porque ah estn, secos, latentes. Aguardando. Cada llu-

    via es todas las lluvias anteriores y pienso que somos la

    corteza de un rbol, esperando siempre la primer lluvia

    para reverdecer, dijo suavecito Nadie.Al regresar a casa, casi ligeros, encontraron el signo

    de pesos descansando incmodo en el reluciente para-brisas del Regalo de Dios.Juan se quedar sin trabajo,concluyeron mirndose cmplices.

    9997/3El cuerpo de Nadie entr en calor y empez a pedalear

    con mayor ritmo. Suba una empinadsima cuesta. Per-sio respiraba un sueo profundo echado en el patio.

    Sabes?, cada memoria funciona diferente, aunque

    suene obvio. La ma, definitivo. Por lo menos desde

    hace casi cuatro aos. Por ejemplo, cuando alguien

    me pidi que le contara una historia (que al leer me

    sedujo), por ms que la busqu en los rincones de mi

    caracol mental no la encontr y tuve que inventar

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    velozmente cualquier estrategia de cazador para cam-

    biar de tema. Tiempo despus, sentado en la ventana

    mirando las rugosidades de la roca que trepa por la

    barda de enfrente, sent de nuevo esa placidez al re-

    cibir los ltimos rayos de sol de la tarde descampada

    despus de una gran lluvia. Esa misma quietud que el

    personaje (el seor Palomar) del relato que no recor-

    d antes, senta nadando al perseguir el reflejo en la

    superficie del mar de los rayos dorados del atardecer.

    Ah sentado, todos los detalles del relato surgieron a

    borbotones.

    Recordar y pensar recientemente se han convertido

    en lo mismo. Mi cabeza para funcionar tiene que co-

    nectar algo con algo. A veces mi mente funciona como

    mosca obsesiva dando vueltas al pastel. A veces, los

    pensamientos se estancan y cran mosquitos. O funcio-

    na como animal que en invierno almacena provisiones

    en madriguera para no salir. Cada da tengo que des-

    empolvarla, como mueble despus de vacaciones. Casi

    siempre funciona al play back, repasando vez y vez la

    situacin dolorosa, horadando el surco mental. Apare-cen seguido pensamientos que son como gato acechan-

    do pajarito, o pensamientos que hacen ruido, como los

    zumbidos sordos y continuos, no siempre ubicables, de

    aparato conectado a la corriente.

    Hay tantas mentes que se anclan en dicotomas del

    tipo irracional-racional, falso-verdadero, lgico-ilgi-

    co, correcto-incorrecto. Mentes que

    Por suerte tambin hay mentes que habitan espacios

    con ventanas abiertas. Libres. Tengo la suerte de haber

    encontrado una.

    9995/0Un sonido seco jal bruscamente el papalote de vueltaal perezoso retroceder de la bicicleta. Par de pedalear.Sus rodillas se quejaron cuando se baj (de papalote ybicicleta) para abrir la puerta que Persio rascaba conurgencia.

    Hace tiempo me percat que Persio tiene un proble-

    ma con las puertas, en especfico con las cerradas y

    pens, antropocntricamente, que se angustiaba de no

    verme. Pero un da que empez a chillar ante una, la

    abr bruscamente desde el otro lado anticipndome a

    su expectativa y atisb en un nanoinstante previo a su

    desaparicin, una mueca en su hocico que me aclar

    todo: el problema de Persio con las puertas cerradas es

    que le choca que rompan el continuo entre el mundo y

    l, que interrumpan su fluir. No que quiera estar connadie.

    Nadie sostuvo firmemente el hilo para que no se vol-viera a escapar su mente. Entr a la cocina a prepararseun caf cargado, que tom a traguitos parado en la co-cina. Persio desde el umbral de la puerta de la cocina,echado, lo mira.

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    Nadie siempre anda por ah solo

    curioso que se diga solo como hongo cuando

    los hongos crecen amacollados como

    las lechugas. Casi todas las tardes divaga en

    la calle. Ciertos lugares de la ciudad ciertos

    cruces ciertas banquetas o esquinas con postes y

    cables y semforos le recuerdan ciertas plticas e

    historias que su amor le cont ah. Esas banque-

    tas postes o bancas de parque son como el ttulo

    de esa historia y funcionan como los ttulos, que

    siempre tienen una historia escrita debajo.

    Las busca.

    A veces me lleva.

    ltimamente mira rostros que en todas direc-

    ciones pasan frente a nosotros. Por las tardes

    nos sentamos en algn rinconcito no muy

    visible me echo a sus pies y nos dedicamos

    durante horas. Dice que las cosas importantes

    llegan cuando no las esperamos, justo cuando

    estamos ocupados en algo ms.

    S, siempre anda solo y hace aos ya que enlugar de tender puentes hacia los dems solven-

    t el asunto colgando una liana (adems los

    puentes luego se caen como el San Luis Rey en

    Per, dice) as a ratos se descuelga de la liana

    hasta el otro lado a saludar y hacer la visita y

    despus como pndulo regresa a este lado

    dejando, lo ms natural del mundo, un abismo

    entre l y los dems. Las lianas me marean y

    esas ocasiones prefiero esperar en casa.

    Son el timbre seco del telfono e hizo trastabillar alpapalote. Como rfaga a contracorriente lo sacudiviolentamente. Nadie dio un trago ansioso al caf tibio.Qu rpido se enfra! Me gusta el caf bien caliente,

    igual que el agua en la regadera, pero cada vez estoy

    ms convencido que lo caliente no existe. Es un equili-

    brio momentneo. Un instante y empieza a enfriarse,

    otro instante y hierve, gucala!

    Pensamientos agua msica after its over

    its gone in the air you can never capture it

    again todo vive en equilibrio.

    Nadie se agarr fuertemente de su taza-boya y contestel telfono.

    Los puentes luego se caen. Casi todos tan

    frgiles como el que intenta tender Victo-ria con sus continuas llamadas telefnicas.No son para Nadie, por supuesto, porqueVictoria siempre le cuelga. Durante aosya, ha dejado en la contestadora decenas derecados con tufo de nufrago que se agarraa la boya en alta mar: acusa a su maridode adulterio, de tenerla encerrada y robarle

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    su terreno; solicita siempre una abogada ypide ayuda urgente.

    Pero nunca deja telfono ni direccin, nisiquiera seal de humo.

    Durante las primeras semanas Nadie seangusti mucho de no poder ayudarla ytardes enteras esper en casa su llamada.Poder hablar con ella, escucharla, conso-larla.

    Pero Victoria slo habla con la mquina.A l siempre le cuelga.

    Un puente no se sostiene de un solo lado,jams.

    S, hoy mismo, s, aj. Era Caty. Tengo que pasar porlas cartas de Luca hoy, sin falta.

    Nadie casi nunca contesta el telfono. Mantiene unarelacin tormentosa con l. La mayora de las veces pre-fiere no hacerlo porque sus respuestas no pasan de mo-noslabos ensartados en un cable. Algunos se molestan

    mucho con semejante parquedad.El nico que entendialgo fue el sabio acupunturista que me diagnostic que

    haba perdido la voz.

    Adems, su amor ya no habla. Luca tampoco.Slo contesta cuando puede ser Caty. Nada diferente

    resuena con el timbre, pero esas veces sabe que es ella.El padre de Caty tuvo una embolia, borracho y ajeno

    siempre, y fue ella quien le ense a hablar y caminar

    de nuevo en fin, tal vez andar en bicicleta s se olvida,

    como hablar y caminar. A alguien que cuida as el mun-

    do, s se le contesta la llamada.

    Adems pienso que Caty tambin debera ensearme

    a hablar a m. Siempre tengo problemas al elegir qu

    persona gramatical usar y muchas veces la confusin

    entre quin es el otro y quin yo mismo es tal (y a veces

    en quin es mi mismo, en esta realidad y en otras), que

    mi interlocutor, la mayora de las ocasiones, no entiende

    nada.

    En fin, cuando no reconozco cules son las fronteras

    entre el resto del espacio y mi ser, algo desbordado vence

    los muros de contencin de la presa y me inundan emo-

    ciones, que generalmente son ms del mundo externo

    que propias. Me toman por asalto y tardo un buen rato

    en darme cuenta. Como un lavabo tapado en que el

    agua estancada tarda en descender por la caera.

    Cuando por fin mi cabeza se vaca, creo saber quin

    soy yo y quin el mundo en el que estoy en ese mo-

    mento parado mirando por la ventana el rbol que, y

    entonces aflora otra duda: quin soy si estoy vaco?Una tarde hace casi un mes les cont a Luca y Caty

    en una de sus infinitas plticas en cafs por toda laciudadalgunas de sus reflexiones sobre el funcionarde la mente humana y su preocupacin por lo de losrecuerdos obsoletos estancados.

    En respuesta, Luca les ense un juego: escoge unpensamiento que no te deje en paz y dale vueltas un rato.

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    Repite y repite: contradictorio, inseguro, inconsisten-te, seguro, in, tente, con, se, gu, sisten, tra, in, te, ta,

    ra, si s, grafas y sonidos empezaban a desdibujarseseparados, palabras vacas, letras sin sentido; volaban;desaparecan. Se disolvan.

    El juego consista en no tomarse tan en serio. En fin,

    cada vez estoy ms seguro que mi mente, la ma propia,

    sea lo que sea, funciona como

    Persio empuj suavemente su pie. Nadie llevaba unbuen rato con la taza de caf casi vaca colgando de unamano, el auricular colgando de la otra. Desconcertado,colg. Descolg. Volvi a colgar. Tiiiiii, un clic y se co-necta la lnea, con otro mundo, otros mundos, otro clic

    y se cierra la puerta. Conexin, desconexin. Tal vez las

    neuronas funcionan as, y las tristezas?, dnde estar

    la lengeta para colgarlas?

    S esperar. Si pido a Nadie cuando come para-

    do en la cocina como siempre come no me da,

    pero si me echo en el umbral de la casa siempre

    abierta al patio cuando l est en la cocinapreparando algn manjar de media maana y

    relajado cabeceo, sin duda comparte conmigo

    una buena parte de su comida sentado en los

    escalones de la entrada mirando distrado

    los colibres que chupan esas asombrosas flores

    amarillas en forma de trombn que da el palo

    que creci en un ngulo perfecto de 45 entre la

    pared de la casa y el piso de piedras del patio.

    Brot un da en la mera esquina de la nada. Sin

    esperar.

    Persio sabe esperar, no hay duda Nadie reaccioncuando descubri a Persio mirando la taza que colgabade su mano, sumido en sus propios espirales.

    Sabe esperar pero en la calle no aguarda las aparien-

    cias pesan ms de lo que todos aceptamos, husmea,rasca y consigue los ms diversos pedazos de tortasa medio comer, huesos de pollo en papel aceitoso, ras-tros de deliciosas putrefacciones semienterradas en sucamino cotidiano. Distrado, simula ser un can atento.Atento a lo que los de su ndole deben de estarlo. Laatencin de Persio es muy aguda, concentrado observagravemente el humo del incienso; se sube a la hamaca ymira las partculas de polvo iluminadas suspendidas encascada desde la ventana; sigue en el patio hormiguitas,cucarachas y araas, atento, sin intentar cazarlas.

    Estar Persio leyendo a escondidas King de John Ber-

    ger?Despus de ponerle comida a Persio en su plato, Na-

    die con la taza de caf vuelta a llenar a su lado, pel unanaranja. Al morder perezosamente un gajo record elrbol que hace unos aos sembr en la azotea en unamaceta enorme en memoria de su pap. Sabes? El na-ranjo dio unos frutos grandes y hermosos. Pero si pelas

    una te encuentras otra completa dentro. Son naranjas

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    Era estilo impresionista.

    Para hallarse un poco, Nadie decidi lavar los platosdel desayuno antes de salir a la calle. Haba escuchadoa alguien muy sabio decir que si no enrollas tu petatepor la maana o si no tiendes tu cama en ciertos ca-sos, andars todo el da con sueo. Desde entonces lode los platos sucios lo pone muy nervioso.

    que tienen dentro otras naranjas. Tendr que ver con

    el carcter de mi padre?

    9980/8Nadie trag el ltimo sorbo de caf, ya fro. Si pelo unrecuerdo habr otros dentro?... Esto de que mi cabeza no

    pare, me tiene atarantado. Antes pensaba que el tiempo

    era lineal y que los recuerdos quedaban anclados en un

    parabs, amarradero o puerto, atrs, en algn punto del

    sendero que va dibujando el pasado. Pero no, siempre

    estn apilados en presente, insidiosos.

    Ojal Coral Bracho tenga razn y los recuerdos sean

    espacios continuos donde habitar, entrar, salir... tenga-

    mos bicicleta, papalote, taza de caf o no para recorrer-

    los.

    Todava no lo puedo creer: la bicicleta va para atrs

    y vendern el Regalo de Dios. Mi mente anda desatada

    hoy.

    Con un principio as, qu da nos espera, Persio.

    2.Soy el viento realmente abstracto

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    Si no lavas los platos antes de salir mejor no averi-

    guo las consecuencias. Adems lavar sosiega y acomoda

    mi caos mental.

    Cada vez lo hace como si fuera la primera o la l-tima, lo mismo da. Frente al fregadero centra su escasaatencin en los sutiles y constantes cambios de tempera-tura del agua, lo pulido de la tarja, el peso de cada olla,tenedor, vaso. Lo hipnotiza mirar sus dedos moverse,giles y autnomos, el jabn escurrir tras cada curvay superficie. Parece que lo hace guiado por hambre desentir transcurrir el tiempo, ligero.

    Me gusta lavar los platos. Es un momento tan ntimo

    y sereno. Casi como guardar un secreto compartido.

    Ser que afrontar el trajinar cotidiano como si se tra-

    tara de una celebracin especial la comprensin

    profunda de estar sintiendo me empieza a sanar?

    Me maravilla observarlo. Ser porque el agua

    continua fluye. O porque se acomoda suave a la

    forma del recipiente contenedor. Pero cuando

    lava, sus pensamientos estancados se disuel-ven, su mente se vaca como taza de caf tibio.

    Agua fraEl trancazo del agua helada al abrir la llave convoc laimagen precisa de otra bicicleta, dnde la haba visto?

    En un aeropuerto, no, ms precisamente enun cuadro en una sala de espera asfixianteen un aeropuerto. En La Habana.

    Pero no era impresionista, era estilo pun-tillista, se corrigi. Una escena de verano,un da soleado. Un hombre empuja unabicicleta lentamente (tiene cara de hacerlolentamente), una mujer camina a su lado;un perrito negro los sigue muy cerca de lallanta trasera como si un imn lo mantuvie-ra a una distancia fija de la bicicleta.

    Haba algo extrao en el cuadro y no esta-ba seguro qu. Cerr los ojos un momentoy lo volvi a mirar. S, era casi impercepti-ble, pero pasaba algo entre el hombre y lamujer. En l la densidad de los puntos quellenaban su figura era suficiente para que i-rradiara la sensacin de volumen, exis-tencia e intencin. Incluso movimiento. Encambio al interior de la mujer, los puntos se

    distanciaban unos de otros; no es que tu-viera menos puntos, sino que cierta fuerzainterna los separaba, hacindola borrosa,sin volumen, transparente, casi etrea. Eramuy sutil la diferencia. Sin duda su siluetacaminaba al lado del hombre, pero parecie-ra que su ser o su alma, si eso existe, estu-vieran en otro lugar. Pareca tambin que si

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    alguien soplara se esparcira por el campo.Ms bien si el hombre a su lado soplara. Lacosa era entre ellos.

    Cerr los ojos de nuevo y se los frot.Volvi a abrirlos, consciente de su cansan-cio. Y como si alguien hubiera volteado elimn, el perrito sali despedido del cuadroy de un acrobtico salto aterriz en unaenorme maleta negra. Nadie lo mir at-nito. El perro se detuvo un instante comorecuperando el aliento, y volvi a saltarhasta la siguiente maleta, ms pequea. Demaleta en maleta se fue alejando hasta quedesapareci por la puerta que daba al largopasillo.

    El aire del cuarto del aeropuerto dondeesperaba se hizo denso, como el del cuadrobajo el sol de medioda.

    Era de estilo puntillista, ahora estaba se-guro. Tiempo despus haba consultado una

    enciclopedia que, tras hablar de los pintorescentrales de la escuela y explicar con detallesu tcnica, conclua con una curiosa nota:la mente lgica de estos pintores peda lareduccin del instinto al orden, del impulsoal clculo, reduciendo a lo esencial.

    Seguro el perro negro se escap por eso.Se fue sin dejar rastro.

    Agua tibiaNadie puso las tazas boca abajo. Cerr la llave y del gri-fo una ltima gota escurri ruidosa por la caera.

    Despus de la huida del perrito negro, to-dava sentado en el aeropuerto, Nadie es-cuch en un noticiero cultural en la tele aun grupo de especialistas debatir la impo-sibilidad de probar que el famoso penachode Moctezuma Xoyocotzin II era efectiva-mente el del tlahtoani, el noveno empera-dor Azteca.

    Uf!, pens en el peso que se da a cosastan extraas como la posibilidad de que unatado de plumas de quetzal, hubiera des-cansado en la cabeza de un contradictoriopersonaje histrico hace ms de cinco si-glos. Posibilidades que se vuelven smboloscon un valor desproporcionado.

    Guardado en el museo de etnologa aus-

    triaco donde durante la Segunda GuerraMundial alguien lo entreg para evitar quefuera robado o destruido, despus de estararrumbado aos. Lo catalogaron como elPenacho de Moctezuma.Otro mito nacional que se derrumba. In-menso, como arena entre las manos, el de lamujer dormida, cuando se enter que iztac

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    quera decir blanco y no dormida. La mujerblanca, Iztachuatl.

    Me gusta ver el agua fluir. Se mueve siempre y como el

    tiempo, no sabe a dnde se dirige. Qu ando buscando?,

    explicaciones?, respuestas? No, ya no. Me gusta ver el

    tiempo fluir, por qu pensaremos que el tiempo adelanta

    como una bicicleta? Por cierto, ira tambin hacia atrs

    la del cuadro del aeropuerto? No, esa sin duda avanzaba

    al futuro. El hombre empujaba firmemente la bicicle-

    ta con vista y determinacin puestas en alguna coorde-

    nada frente a l. Pareca conducido por una certeza.

    Qu curiosa esa idea de que lo vivido est detrs. En

    cambio para los wirrika lo pasado est frente a noso-

    tros, como un amigo en una conversacin.

    Lo an desconocido, el tal futuro, a nuestras espaldas.

    Y la mujer?, estara pensando tambin en lo posible?

    En presente en el cuadro, junto al hombre de la bicicleta

    y el perrito, estaba ausente. Eso seguro. Y pareca con-

    ducida por una hostilidad.

    Creo que no hay tres tiempos. Hay tres

    presentes: el presente del pasado, el presente

    del futuro y Todos entretejen la luz en un

    presente distendido. Ya lo dice Patti Smith, el

    paraso no est ni en futuro ni en pasado.

    Por eso me gusta mirar la tarde por la

    ventana.

    No busco respuestas ya, cierran puertas y ocupan de-

    masiado esfuerzo: me he pasado gran parte de la vida

    intentando abrirlas de nuevo. Buscando todo el tiempo,

    que si la temperatura ideal del caf, que si tu voz...

    Persio???Le cont a Camilo que la noche que le re-

    galaron el perrito so que su amor y l leponan as.

    Lo soaste?, qu absurdo!, cmo ha-ces caso a los sueos?, y si hubieras soadoque lo llamabas Hitler?

    Nadie lade la cabeza y reflexion unossegundos. Por qu soara semejante bauti-zo, pens, cmo no van a tener sentido lossueos, conectan todo; adems en qu lgi-ca caba la improbable posibilidad de quesoara Hitler, pobre Persio, por qu que-rra hacerle algo as.

    Adems, los sueos abren puertas, no las

    azotan.

    Otro sueoDesaparecieron computadora, cmaras defoto, tele, todo lo de valor; l, dormido, noescuch nada.

    Al da siguiente, todava en el sueo, en-contr el mantel bien estirado, los papeles

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    apilados, pero nada de la computadora queiba encima. Todo en orden, impecable, co-mo si nunca esas cosas, ni sus sombras, hu-bieran estado ah.

    Curiosamente su sensacin no fue de pr-dida como correspondera, era ms comosi le hubieran quitado un gran bulto deencima y un enorme favor llevndose losintrusos que poco a poco haban cambiadosu vida.

    Ese sueo no cerr ninguna puerta, abrimuchas, muchas reflexiones.

    Nadie apret fuerte la rosca de la llave. El vaco se quejen la tubera. Como se queja Ariel las noches que nopuede dormir porque escucha, amplificada, el agua es-currir por las caeras del edificio. Gorgotea, choca enlos recodos, se impulsa a borbotones, cae libremente; unrepentino instante de silencio hasta que alguien all enel cuarto piso abre de nuevo la llave. Nunca para.

    Bostezando, Persio mir a Nadie, perdido, agarradode las llaves mirando el hueco de la tubera.

    Tanto esfuerzo por explicar sincronas asocia-

    ciones lapsus coincidencias! Cul caera se

    llevar tiempo tan sobado?

    Tal vez si Nadie lograra ver el pasado frente a

    frente, pero sus pensamientos, los desconsola-

    dos, ganan y ganan terreno. Si pudiera percibir

    que es uno solo, largo, extendido, lleno de

    corrientes subterrneas y contraflujos como

    el mar, dejara de luchar con l. Por suerte

    su esperanza an es botella a la deriva y si se

    decide y la echa en alguna costa seguro algn

    da llegar a otra.

    Un poco atolondrado por lo rebotes, cascadas y cadaslibres tan repentinas como inexplicables que sucedanen su hidrografa mental, Nadie abri de nuevo la mez-cladora para dejar huir ese sonido seco e inmenso dela nada. Se form una lentsima gota, que cay, cay,cay.

    Brusco, apret ms la llave.As como el fluir del agua sosiega y acomoda mi caos

    mental, el eco montono y discontinuo del goteo me

    pone nervioso. Se dibuja una y sin detenerse en ser gota,

    se empieza a deformar y cae. Cae tiempo continuo en

    cada gota discontinua.

    Cerr suavemente los ojos. Y un intenso fogonazocruz sus prpados. Una lgrima se dibuj y sin dete-nerse en ser lgrima, resbal por su cara.

    Entonces sinti un fuerte viento soplar. Un viento real-mente abstracto que dispers los puntos del interior dela mujer que acompaaba la bicicleta por todo el espa-cio abierto. Desdibujado, Nadie fue esparcido tambinpor toda la cocina.

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    Cuando el aire se detuvo le palpitaban las sienes.Abri los ojos. Alerta, guard los platos en la alacenatratando de agarrarse a algo slido. Pero se senta mejor.Pareca que por fin el enjambre de emociones que habaensanchado su cabeza desde que amaneci, se haba dis-persado un poco.

    Despegando pedacitos de s mismo de las paredes,sali de la cocina.

    Extraa sensacin, como columpiarse en una cuerda

    floja. Ciertas noches siento algo semejante acostado en

    la cama: caigo a toda velocidad ms y ms rpido, y

    justo a unos diez centmetros del piso sbitamente me

    detengo.

    Puede provocar esa sensacin tambin la reverbera-

    cin de las ondas radiales en un taxi. La aparicin de

    un alacrn silencioso. En cualquier caso, algo se conec-

    ta con algo. Y es cuando, asustado incluso, atisbo una

    rendija. Me est pasando muy seguido.

    No lo puedo explicar.

    Simplemente sucede.

    De pronto un estmulo que pasa desapercibido paralos dems, vaca mi cabeza y deja espacio.

    Ahorita en la cocina sent como si se hubiera reven-

    tado una burbuja.

    Tal vez debera medir mis das aunque dudo que

    haya algo que medir no en horas si no por instantes

    que revientan atiborrados de recuerdos, pensamientos,

    ideas, argumentos, afirmaciones Soy consciente de

    que avanza el da por la acumulacin de instantes-bur-

    buja que revientan y me traen de regreso al aqu y ahora.

    Las manecillas del reloj en el pasillo avanzaban segurasen direccin correcta.

    Este s ocupa todo su esfuerzo en adelantarme, y ra-

    pidsimo: las diez de la maana. Debo salir a recoger las

    cartas de Luca.

    Con Persio detrs, sombra no elegida, marcaje per-sonal, Nadie se meti al bao. Eso de tener sombra decuatro patas...

    Agua muy calienteEl otro da escuch a alguien decir que en esta vida todo

    es cosa de intercambio de energas. El agua y el amor

    son lo mismo y el viento y la msica y las tempera-

    turas, no slo por inasibles que se escapan entre los

    dedos, si no porque ambos son energas que se mueven.

    Supongo que tendr que resignarme que a algunos lestoc amor y a m, a saber por qu caprichos del destino,

    me toc agua.

    Y tiempo, mucho tiempo. Por eso me bao con cuida-

    do y sin prisas. Para que escurra agua por mi adolorido

    cuerpo. Agua para el cuerpo y el alma, que lave, que

    vace. Que desbarate y se lleve esta maraa apretada de

    recuerdos

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    Sinti un cambio imperceptible en el agua caliente. Sindejar de serlo se fue enfriando, antes de tres se en-frase enfri. Tuvo que ajustar las llaves. Ahoraquema! Otra vez eso del equilibrio precario, casi inexis-

    tente. Sabes? aunque son inevitables esas cristalizacio-

    nes: fro, caliente, ideas fijas, etiquetas, por suerte

    siempre son temporales. Se desvanecen con el correr de

    los segundos.

    Adems, no es la primera vez que un cambio en la

    temperatura me conecta con mis recuerdos.

    Nadie se asom por la puerta abierta del bao y echotro ojo al reloj. Sin importarle la temperatura del agua,ni las infinitas conexiones disponibles a su alcance, poresta vez, se ba rapidsimo.

    Para reverdecer con la primera lluvia.

    3.Est feliz mi corazn

    Cuando Nadie sali de casa, la l-

    nea del horizonte pareca un cable de alta tensin apunto de reventar sacudido por la descarga de untransformador averiado. Sinti la electricidad en elambiente.

    An de maana y ya amenaza aguacerosonri. ANadie le gusta que se desencadenen sucesos, aguace-ros, coincidencias, sintonas, desastres. Lo que sea. Y

    Ri para liberar a su mente de ella misma.

    James Joyce

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    sobre todo si no hace nada. Se desencadenan igual y lmira fascinado.

    Camino al metro encontr a Juan que engrasaba elCandidato al infierno. Desde dentro de la boca abiertadel triler, experto en rutas, su playera anuncia: que hayaun camino marcado no significa que tenga que seguirlo.

    La mancha de grasa que Juan ensea por cara en con-traste con Nadie y el triler, recin baados, lo saludinclinando serenamente la cabeza.

    Antes de que llegue al metro va a empezar a llover

    Empujado por las primeras gotas, Nadie fue engullidopor la boca del metro. Descendi. Descendi.

    Qu sinuosas rutas llevaron a Luca a quedar en la eterna dispu-

    ta instante vs. duracin del lado de la angustia por el transcurrir

    del tiempo, quin sabe.

    Arrugado el corazn, anudada la garganta, Luca necesitaba

    fijar aquella ansiedad que invada cclicamente sus das y a lo lar-

    go de los aos intent anclas diversas para detener la marejada:

    fotos, cartas, cigarros, tics. Muchas cartas.Nadie atisb y reconoci en tristezas, secretos y vrtigos com-

    partidos que a ambos les haba tocado agua y no amor. La con-

    fesin de ese descubrimiento teji una estrecha complicidad.

    Pero el impulso del tiempo, como ola, no se dejaba congelar

    y la marea suba imparable. De algn lado vendra una angus-

    tia tan decidida, sin duda, y en alguna costa encallara. Sin

    regreso.

    Luca

    Despus de la muerte de Luca, Caty que habitaba el otro lado

    de la disputa y ansiaba continuidad, recogi montones de pape-

    les que encontr por todas partes en el cuarto de Luca. La caja

    pesaba demasiado y los padres en Guadalajara pidieron slo las

    fotos y algunos documentos importantes.

    Fue cuando llam a Nadie porque saba que era de los pocos

    amigos de Luca. Si no, la caja acabara en la basura.

    Ah estaban las cartas que Luca haba escrito durante aos a

    Ariel, que como instantes descarrilados, fueron acumulndose y

    nunca llegaron a su destinatario. Si Nadie necesitaba caminar o

    lavar platos para vadear los pensamientos estancados, a Luca le

    urga encontrar en las palabras escritas un antdoto para tanto

    desacomodo.

    El vagn se lade en una curva larga entre Viveros y Co-yoacn para evitar en su camino un caballo muerto yNadie cabece en el asiento. Su pensar vol lejos.

    Una voz casi inaudible susurr en el tel-fono:

    Dice el responsable que traigan la pier-na.

    Se puso a la tarea y habl al hospital. Lasrazones eran incomprensibles para el otrolado del telfono. Adems la operacin ha-ba sido hace ms de una semana. Despus

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    de toda la tarde, ms de diez llamadas a dife-rentes reas del hospital, y varias enfermerasdesconcertadas y molestas, logr averiguarque nadie sabe en realidad qu se hace conuna pierna amputada. Arriba de la rodilla.

    Dos semanas antes haban ido a cortarla luz al pueblo donde trabajaba por aquelentonces. Tres hombres mayores, responsa-bles de la comunidad, intentaron explicarsecon los de la Compaa, que no pensabanirse sin dejarlos a oscuras.

    Durante la acalorada discusin se juntmucha gente. Agarraron a uno de los inge-nieros y lo encerraron en la bodega comu-nitaria. El otro con el alma asustada corrihasta la camioneta a la orilla del pueblo yse fue con mensaje de que estaban dispues-tos a negociar. Al detenido hasta caf y ta-malitos le dieron de cenar.

    Tres meses antes la asamblea haba deci-

    dido no pagar la luz porque para casas condos focos y ningn aparato electrodoms-tico, si acaso tele y no en todas, los reciboseran un insulto.

    Al da siguiente muy temprano lleg otracamioneta con ocho guardias blancos.

    La gente sali. Sobre todo mujeres yhombres mayores, Don Isauro entre ellos,

    siempre cerca de su hija, la Cande, bienbrava para estas cosas. Luego llegaron losmuchachos y algunos hombres que se que-daron rondando la comunidad, no fuera ladel diablo. La milpa sabe esperar.

    Se calent el asunto, volaron gritos ypronto piedras. Ruido de corretiza y entrela polvareda se oyeron un par de tronidossecos.

    Durante la operacin de rescate delfuncionario el saldo fue de dos descalabra-dos, varios golpeados y una bala instaladaen la pierna de Don Isauro. El detenido y lacamioneta desaparecieron.

    Acompa a Don Isauro al hospital dela ciudad ms cercana. Trepados en el ca-min de redilas de la cooperativa, le ama-rraron la pierna a un palo para mantenerlaen alto las diez horas de terracera.

    Das despus, atarantado por el viaje de

    regreso y la velocidad de los acontecimien-tos, Don Isauro no entenda bien lo quehaba pasado. Se encerr en su casa bajoel cuidado de Cande. No quera hablar, nicomer, ni nada. Echado. En las noches nolograba conciliar el sueo. Senta la piernabajo la cobija, pero la destapaba y se le es-conda...

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    Cande preocupada fue a buscar a losviejos del pueblo para que hablaran conl.

    Tenemos que enterrar su pierna paraque pueda hallar paz concluyeron.

    Adormilado, Nadie abri un ojo y las luces titilaronrtmicamente en la oscuridad del tnel. Un hilacho depensamiento aejo que se haba quedado flotando tomfuerza de nuevo: Quiz cruzamos un umbral insospe-chado cuando encerramos al de la CFE. Despus, Luca

    por su parte y yo por la ma, cruzamos otro sin vuelta

    atrs. A punto de leer sus cartas me siento extrao, casi

    transparente como si los puntos que me conformaran

    estuvieran distanciados.

    El vagn entr silencioso a la siguiente estacin.

    ZapataZapata!? Nadie abri del todo ambos ojos.

    Tan slo el trayecto entre dos estaciones e infinidad dedetalles de la historia de Don Isauro transitaron por mi

    cabeza a la velocidad que se suceden los cuadros de cine

    en una pantalla! Ahora s vienen a cuento las reflexiones

    de Johnny: cmo se puede pensar el transcurso de un

    cuarto de hora en un minuto y medio que hay entre es-

    tacin y estacin? El perseguidor aseguraba que viajar

    en el metro era como vivir dentro de un reloj. Las esta-

    ciones son los minutos, ese tiempo de ustedes, de ahora;

    pero yo s que hay otro.

    S hay otros, por suerte. Hay muchas maneras de habi-

    tar el tiempo. Y pocas son lineales. Por ejemplo, el tiem-

    po puede ser una montaa de recuerdos que aparecen

    cuando menos lo sospechas y aplastarte.

    Se acomod en el asiento y volvi a cerrar los ojos.La oscuridad succion su mente de nuevo y escuch pe-dazos de conversaciones antiguas en esas lenguas dondela traduccin literal de te amo es: est feliz mi corazn.Qu magia la posibilidad de amar sin dolor y tristeza,

    sin esta aoranza i-na-ca-ba-bleNadie alcanz apensar mientras una densa niebla lo cubra todo. Sua-vecito solt un ltimo pensamiento atorado y vol denuevo hacia el sur, a esas clidas tierras. Suspir.

    Alguien sentado en el asiento naranja de su lado iz-quierdo suspir tambin, mirando por la ventana.

    Misael es de una comunidad a la que slo sellega en lancha atravesando un caudaloso

    ro. Nadie lo conoci poco despus de laoperacin de Don Isauro.

    A pesar de su corta edad era ya muy res-petado en la regin porque un da que lim-piaba la milpa una nauyaca lo mordi endos dedos de la mano izquierda y, sin du-dar, de un golpe limpio con el machete secort l mismo el brazo justo debajo del

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    codo. Saba muy bien que en cuestin denada ese veneno mata. Saba tambin queno con todas las vboras funciona el secretoese de tomarse sin respirar un litro de tragocuando te muerden; con la nauyaca habaque actuar mucho ms rpido.

    Muy plantado en sus huaraches lo hizo.l, a quien en la primaria el maestro le

    meti las manos al hormiguero en castigopor hablar su lengua, tzeltal.

    EtiopaImperturbable cronmetro, el metro entr al siguienteandn. Nadie se desperez y mir por la ventanilla conpesadez. Uf!, dnde tena que bajarme? Otro lapsus.De esos en que no sabes cul es la izquierda y tienes quehacer el gesto de escribir en el aire y adems recordar sieras zurdo o diestro.

    En el metro el tiempo se distiende. Cuntos recuerdos

    entre estacin y estacin, enrollados en quin sabe qucarretes. Estoy de acuerdo: viajar en el metro es como

    estar metido en un reloj. Pero uno que va para atrs.

    Adems, si contamos todas las cabezas que viajan

    en el vagn... en todos los vagones de todas las lneas

    simultneamente... cada mente entre estacin y estacin

    viaja en el tiempo y se llena de presencias, esto es una

    red inmensa de recuerdos!

    Qu vena pensando? Manos sin dueo, piernas am-

    putadas, machetes. Con semejante descuartizamiento

    voy a llegar incompleto a mi destino... Ja! ya lo estoy,

    hace roto... perdn, rato.

    Mejor se acurruc de nuevo. Por fin se durmi pro-fundamente, un sueo sin imgenes, como cuando lalmpara del proyector de la sala de cine se funde y siguezumbando pero no brota ni un haz de luz. El vagn selade de nuevo, evitando ahora una vaca suicida.

    Se cay al barranco y qued colgada dellazo con el que la tenan esperando en unrbol para hacerla caldo y tamales para lafiesta de la comunidad.

    Dijeron, al ver sus ojos saltones, que sehaba suicidado. Nadie se la quiso comer.

    Centro MdicoEn fin, aunque nadie lo entienda, Luca no se suicid, de

    eso estoy seguro. Simplemente amaneci muerta, comola cosa ms natural de la vida. Como un recuerdo vuelto

    futuro.

    Por ah dicen que los sueos se cumplen si al desper-

    tar no se los contamos a alguien. Tal vez Luca so que

    se mora y no cont a nadie su sueo.

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    Adems de escribir cartas Luca viva detrs

    de una taza de caf con cara de pregunta. Somos nuestro espacio

    vital, un espacio que se extiende y abarca objetos y aconteceres

    cotidianos, somos la cafetera rota que ponemos todas las maa-

    nas, la taza detrs de la que nos refugiamos.

    Se enamor en secreto de ella. Seguramente se enamor de

    la certeza de que no les tocaba estar juntos, en esta vida por lo

    menos. Muy pronto, con sus encuentros, Luca se volvi parte

    4.Yo ya no soy yo

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    esencial suya. Aunque cada uno tuviera su amor, ella fue amor

    secreto.

    Despus de recoger las cartas, Nadie decidi esconderse(tambin) detrs de una taza a ojearlas, como quien enda de carnaval se oculta tras un antifaz deseando anoni-mato. Camin hasta un cafecito tranquilo en la plaza dela Conchita que muchas tardes le gusta para refugiarsede su soledad. Las cartas le pesaban. No porque fueranmuchas.

    El local estaba vaco. Pidi un caf con leche, y acom-paado de una extraa mezcla de traicin (la leche?) ycomplicidad (el caf?), abri el primer sobre dondelas cartas an esperaban ser mandadas.

    Un trago de caf caliente y las primeras lneas lohicieron sentir como si se fuera a reventar otra vez laburbuja. Dentro, sonaba tenue, muy tenue, una melodauna guitarra bluseaba: theres a love you cant survi-veY de pronto, o l dej de or o el entorno call.

    Qu busco leyendo las cartas de Luca? Ya no ex-plicaciones a su muerte, pero alguna huella, un rastro

    de los trazos de aquel dibujo ahora borroneado por el

    agua. Que no por el tiempo.

    T,

    (Nadie no tuvo duda a quin estaba dirigida. Luca tena su

    teora personal sobre por qu todos inventamos motes amoro-

    sos para nuestros amores y por qu se vuelven mantra que ni

    la virgen. Su nombrar ntimo tuvo que ser sencillo, tangible y

    nada ambiguo, como su amor: t. Ariel era t. Adems a Luca

    le chocaba que la gente firmara yo. Era su protestar clandestino.)

    T,

    Sabes? Pensando en ti hoy descubr que las ventanas son in-

    tersticios entre los afueras y los adentros. Grietas por las que se

    cuelan voces. Palabras y sueos. Los Lakota cuelgan atrapasue-

    os en puertas y ventanas para evitar que se escapen. Nosotros

    ponemos el salero en el quicio de la ventana para evitar que las

    palabras se nos escapen. La sal atrapada en el salero tiene su se-

    creto: condensa y refracta las palabras cuando intentan huir por

    el ventanal.

    Quedamos en que las palabras curan murmura Her-

    mann.

    Eros y lenguaje forman un engrane continuo contesta

    Steiner la necesidad que tiene el ser de salir de s mismo y de

    comprender, en los dos sentidos vitales de entender y conte-

    ner a otro ser humano.

    El salero contiene el agua de mar transmutada en sal. Entre ty yo, hablar y hacer el amor son actos de traducirnos y contener-

    nos, continuamente. Por eso hablamos y hacemos el amor todo

    el da, para trasladar, trasmutar el sentido de nuestros decires.

    Nuestras palabras, tuyas y mas, han levantado muros y casti-

    llos, ya por sus historias, ya por sus ecos. Cmo desanudarlas?,

    cmo dejar de sobreinterpretar lo dicho?, cmo resistirnos a

    que se instale el silencio? T dices: en los tejidos los racimos de

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    eventos se entreveran en el sinsentido, el entrevero hace que se

    busque el sentido, y el sentido hallado siempre es frgil es decir

    perentorio; es decir, el sentido no es universal ni eterno

    Por eso hay que estar duro y dale

    Mirarse, abrazarse, escuchar mil veces una cancin querida,

    poner de nuevo el salero en la ventana, llorar. Todo eso cura to-

    do lo que no curan los discursos.

    Nos aferramos a las palabras de la vida, para curarnos.

    Eres mi ventana, mi adentro y mi afuera. Aunque est cerra-

    da.

    Tambin Luca oscilaba en liana para relacionarse con los de-

    ms. Un abismo de por medio y tan tan, hasta que volviera a

    aparecer. Pero dejaba rastros. Siempre que abra la boca o la

    cerraba, igual dabatenas la certeza de que su seal, por su

    intencin y fuerza, llegara a su destino. Siempre encontr un

    resquicio en los dems.

    Salvo en Ariel.

    Lo que ms maravill a Nadie fue que cada vez que Luca

    hablaba, sentada frente a l, pareca que se estaba haciendo a s

    misma, en ese momento. Y a veces, inexplicablemente, se dabala vuelta y se iba. Y qu portazos daba.

    T,

    So que me besabas. Asustado salas corriendo y te cortabas la

    lengua con las enormes tijeras oxidadas del jardn. El pequeo

    pedazo rosado bailaba por el piso. Como no grit, te fuiste sin

    tu lengua.

    Siempre regres, y a la menor provocacin brotaba su risa. Has-

    ta que no volvi ms.

    Segunda tazaEntr una pareja y se sent en una mesa del fondo. Na-die pidi otro caf, un poco porque no tena prisa, otropoco porque quera, por extrao que parezca, pensar.En la taza se reflej el cielo lleno de nubes. Por el va-por subieron desde el papel frases incomprensibles quebailaron ante sus ojos unos instantes pero se esfuma-ron antes de que pudiera leerlas. Nadie revolvi la tazacon la cucharita. El reflejo se desdibuj. Dio un tragoy una de las nubes, completa, descendi por su gar-ganta.

    Fue cuando entr al caf un chavo encorvado de tandelgado, con una guitarra. Se peg lo ms que pudo auna esquina volteando contra la pared, mir hacia arri-ba y empez a tocar. Rasgueos enloquecidos, acordesinfinitos, contrapuntos imposibles. Angustiadas vocales

    suban y suban hasta el techo, agudsimas. Tras unosminutos, desacomodados y mgicos, como ayudando ala rola a terminar en paz, la cafetera al fondo de la barrasilb imponindose desafinada.

    Nadie baj los ojos y mir de nuevo la letra redon-da e inconfundible de Luca. Sigui leyendo, pginas ypginas tan desiguales como ella, como sus cambian-tes estados de nimo. Encontr puertas azotadas por

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    vendavales implacables. Vidrios rotos. Y el silencio quequeda despus del huracn, su dolor perpetuo.

    Hoy te persegu hasta el fin del mundo. O casi.

    Quera sacarte los ojos porque me gustan, y porque en tus

    ojos es donde he vivido ltimamente. (carta 4)

    Hoy me desnud para ti. Y atraves corriendo la feria llena de

    gente; me interrogaban ojos que se clavaban en todo mi cuerpo.

    En ese momento no sent nada. El dolor me derrumb despus

    sentada, vestida y desesperada. Me ha costado mucho trabajo

    quitarme esos ojos de encima porque los tuyos no me ayudaron.

    (carta 11)

    Tengo un monstruo dentro. Me voy a morir sola, lo s. (Sabes?

    El da que escrib esto tomada por ese dolor que me invade tan

    a menudo, escuch, despus, a dos polis repelando de alguien:

    cuando lo lleven al camposanto patas por delante, nadie va a ir,

    seguro. Y se moran de risa. Me re con ellos). (carta 7)

    Desde hace ya varios aos, Luca y Nadie solan verse de vez

    en vez para tomar caf y hablar. Sus encuentros empezaron al

    reconocer un gusto compartido por palabras y sinsentidos. Y

    por el caf, claro.

    Se acompaaban en su pulir aristas, aceitar engranes. Les

    gustaba platicar de lapsus que haban tenido, de los sentidos

    que detonan frases escuchadas o ledas por ah; de las contra-

    dicciones que los obligaban a poner atencin. De palabras que

    dando vueltas se les instalaban en la cabeza y sonaban un tiempo

    susurrando cosas que normalmente no dicen. Indagaban juntos

    cmo imperceptiblemente esas palabras se descomponan en

    sinsentidos y as, sin previo aviso un da se volvan comprensin.

    Estaban convencidos de una vida secreta de las palabras.

    Luca coleccionaba ejemplos. Cada cita apareca con varias.

    Despus de ver una pelcula italiana, lleg diciendo que pomeri-

    gio era una palabra demasiado larga y rebuscada para decir algo

    tan llano como tarde; que svilupar realmente se enrolla al decirla,

    y quiere decir al mismo tiempo desarrollar y revelar; carabinieri

    suena a caricatura,dijo risuea, aunque la mayora de los ita-

    lianos, con un poco ms de experiencia en los enfrentamientos

    callejeros, piensa que no tanto. Otro da le cont de un amigo

    que haba soado trabalenguas en nhuatl; conforme aumenta-

    ba la velocidad al decirlos, los ecos del tsin tsin tokotin del mexi-

    cano sonaban a castauelas: tsintsiinkirianteenpitskontsiin...

    l, entonces poda decir algo como que se senta desasosega-

    do, y Luca soltaba: qu bonita palabra tan llena de eses. Y lo

    sosegaba.

    Luca saba escuchar.En fin, en ese vaciar tazas toda la tarde, ella poco a poco ha-

    ba ido delineando, como quien teje un complejo patrn, ciertas

    ideas muy particulares sobre el lenguaje. Con una taza de caf en

    la mano empezaba a esbozar alguna, sus palabras-hilos tendan

    lneas en un telar suspendido en el aire, las correderas desliza-

    das entre los hilos tejan las frases. Nadie la escuchaba toda la

    tarde enredando a su lado una inmensa madeja en un malacate.

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    Adems del hada de la sal, que resguarda lo que decimos,

    y del poder sanador de las palabras, que haba esbozado tras

    varios cafs, Nadie recordaba claramente varias de sus ideas, sin

    contar la del silencio, que

    Un ejemplo. La teora de que los (parntesis) son un guio

    que se cuela en el hablar. Deca que (toda pltica es un parntesis

    (dentro de otro parntesis, (dentro de un parntesis ms amplio,

    (y cada guio de estos es una pequea historia (historia (dentro

    de otras historias)))))), y siempre (cada historia est al lado de)

    (otras historias). Despus de un rato invariablemente ambos se

    perdan entre parntesis sin cerrar.

    Otra era la de los peros al revs, que no era de ella, peroque

    le encantaba y promova usarla.

    Sequoyah y sus hojas parlantes aparecieron una de esas tar-

    des. Le cont maravillada una historia que acababa de leer de

    un cherokee que en unos meses hizo lo que la humanidad en

    siglos.

    1821. Sequoyah tena claro que una de lascosas que los blancos escatimaban con ma-

    yor celo a la gente de su pueblo era la ha-bilidad de hablar con papeles. Pensandocmo voltear el asunto, sin saber leer y es-cribir en ninguna lengua, invent 86 smbo-los que representan los sonidos de la lenguacherokee.

    Se los ense a su hija Ayoka, y tras untiempo de pruebas y ejercicios, le demos-

    traron a la asamblea de su pueblo que ellapoda leer en voz alta ante todos lo que lescriba en su casa.

    Poco despus Sequoyah ley en la corteuna defensa de sus tierras ante la invasinviolenta de los blancos. En poco tiempoalfabetiz (Luca se burlaba de que losque escribieron la historia llamaran as aun proceso tan vasto) a casi toda su comu-nidad, un porcentaje mucho mayor que enlos pueblos blancos, en la parte norte deGeorgia.

    Meses despus miles de cherokee usabanla escritura, aparecieron historias e historias.Doce aos despus la nacin cherokee adop-t oficialmente el silabario de Sequoyah.

    No era un regalo ni de Dios ni de los blan-cos. Era suyo.

    Para Luca todo tena sentido cuando se enteraba de historiasas. Y eufrica quera compartirlas, porque, repeta, nuestras

    bocas estn llenas de palabras de otros. Como las hilanderas que

    sostienen con la boca los hilos de colores, mientras desmadejan

    el caos de una bola enredada.

    Vindola tejer y destejer en el aire, Nadie pens en algo que

    haba escuchado: somos redes y nos pasamos la mayor parte del

    tiempo tratando de desatar las angustias que nos atrapan, los

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    nudos de la maraa. En ciertos periodos tenemos claras las ma-

    nas que nos aquejan y buscamos maneras de desatarlas (ambos,

    manas y nudos y dejarlos a la deriva), de volvernos livianos. En

    otros momentos hay que tensar las redes, ponerlas a trabajar,

    amarrarlas con otras redes, las de los otros.

    Otras pocas, ni atamos ni desatamos.

    Entonces, Luca le cont de una novela que estaba leyendo

    por aquel tiempo en la que un personaje se pregunta si una red

    es un instrumento de malla que sirve para atrapar peces o una

    coleccin de agujeros atados con un hilo. Coincidieron en que

    les gustaba ms la segunda definicin: cuando vas conociendo

    a alguien se van creciendo ciertas redes invisibles pero la mayora

    de las veces por sus hoyos se nos escapa lo esencial al intentar

    retenerlo.

    Otro ejemplo. Una tarde en el Gabys, lleno de cafeteras vie-

    jas y gitanos, Luca narr una historia que, cuando en sus aos

    de ceceachera un micro atropell a una estudiante en las afue-

    ras del plantel, amarr una red muy slida entre sus compa-

    eros.

    Laura qued en silla de ruedas.Los dueos del clan microbusero no da-

    ban seales de cumplir la promesa de pagargastos de hospital e indemnizacin. Por latarde se juntaron ms de 200 chavos y cha-vas que salieron de tres en tres a secuestrarcasi todas las unidades que estaban en rutaa esa hora.

    El CCHse convirti en un inmenso pulpomuerto de hambre con numerosos tentcu-los-bocas en las que entraban hileras de mi-cros y combis por las puertas del plantel.Cuando el estacionamiento y las canchas sellenaron completamente, cerraron las rejasamarillas y bloquearon todos los accesoscon bancas, piedras, pedazos de mamparasy troncos. Pareca una ciudad amurallada.

    El rapto fue tan sorpresivo y rpido quelos estudiantes juntaron suficientes unida-des para obligar a que se apersonaran losdueos de la ruta, con todo y sus anillotes ycadenas de oro. Si ni ocultaron la pinta demafiosos.

    Tras negociacin rpida y puntual, re-tiraron las barricadas y cada chofer tuvoque esperar un buen rato para salir, as deamontonados estaban.

    Eso s, contaba Luca, muy pocos saquea-

    ron los pasajes del da que las unidadesllevaban.

    Ves, somos asamblea cuando estamos juntos, red cuando esta-

    mos separados, dijo Luca, rematando con un guio, y no lo dije

    yo.

    Definitivamente Luca tambin tena sus teoras sobre cmo

    funcionaba la vida.

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    ltima tazaSumergido por completo en la lectura, Nadie olviddnde estaba. Guiado por su desarrollado instinto debuscar anclas, volte a ver el peridico a su lado. Enla portada se encontr con una contradiccin tan bella:una foto de un impresionante arco iris en plana comple-ta en blanco y negro.

    No s si recuerdas cuando entramos flotan-do a un restaurante chino cerca de ti depor s siempre me levanto unos centmetrosdel piso, de esos de morado y verde y na-ranja.

    En cuanto cruzamos la puerta se fue la luzy ni morado ni verde ni

    Uno en el otro caminamos entre las mesasrasgando la oscuridad con nuestro silencio.

    La gente se sigui moviendo y comien-do y sorbiendo sus cafs con leche y mese-ras y peces ciegos, humo de cigarrillos. La

    luz verdosa de la pecera haca que todo seiluminara con esa densidad que da a los ob-jetos la luz de cierta hora del amanecer. Loscuerpos pesaban menos.

    Nadie nos vea, leves, transparentes; undesplazamiento imperceptible de intrusosmetidos en pelcula muda. En cmara r-pida se podan apreciar las rutas de brazos

    y platos moverse en la penumbra. El mis-mo tiempo lento, todo gravitando.

    Fue un instante que fue dos millones deaos luz y de regreso, por la densidad de lacita, por el sentido acumulado, cuajado,condensado, destilado en un zaz, un puf, unbig bang. De dos.

    Y regres la luz, el corto se hizo largo,apareci de nuevo el naranja y el verde ycomo si la cmara lenta, el slow, en sentidocontrario hallara el punto en que se habaquedado y... todo sigui escurriendo al rit-mo normal y entramos en ese ritmo y pedi-mos y cenamos y.

    Nos qued un brillo en los ojos. Casi ro-zamos el tiempo, cmplices. Deslumbradospor esa luna llena que se apareci indecentey se nos meti en las pupilas. Ah titila an.

    A Luca le encantaba que contradijera sus ideas y sumirse ambosen largas bsquedas de otras posibilidades.

    A Nadie le gustaban dos teoras muy curiosas que nunca

    pudo rebatirle: que si pones atencin y andas en la calle seguro

    encontrars un Che Guevara al da: en una playera, un cartel,

    una pinta. O un perro atropellado al da. Aunque hay das que

    aparecen dos, aclar, por si el resto de la semana no hay suerte.

    Todos los das que puso atencin se cumplan cabalmente.

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    Deambularon de taza en taza por la ciudad. Fue una tempo-

    rada llena de silencios y mucha tristeza, compartida al menos.

    Todos los cafs fueron un solo espacio continuo.

    Les gustaba rastrear lugares desaparecidos. Las ltimas chu-

    fas de raz de la calle de Lpez que se cayeron con el sismo del

    85; el viejo restaurante chino en la glorieta de la Narvarte que

    desapareci tragado por hamburguesas fosforescentes

    Tanta tristeza ms la que sum la muerte de Luca. Fue cuan-

    do Nadie empez a divagar de rostro en rostro.

    Si Nadie recordaba su voz, siempre la imaginaba diciendo la pa-

    labra lmpido. Para l, lmpido siempre suena a Luca. A saber

    por qu.

    La ltima vez que habl con ella, le marc porque hace das

    que no la hallaba.

    Cmo supiste que estaba en el celular? Luca, su voz

    seca, un poco cortante.

    En silencio Nadie mir las redes-telaraas que anidaban en-

    tre las cortinas y el techo. Finalmente contest:

    No, no saba que estabas en el celular, pero supona que l

    estaba contigo.Luca ri carcajadas.

    En esa ltima llamada el habla de Luca era torpe, fragmen-

    taria, a veces incoherente, como si algo fijo se estuviera sol-

    tando.

    Tal vez ya saba que se iba a morir.

    Con la certeza instalada de que Luca ya no andaba porah, Nadie sali del caf.

    Tena la sensacin de haber ledo secretos an desdi-bujados, que servan para trazar en el entendimiento y, sime pongo muy sentimental, para rozar lo trascendental.

    Al salir a la calle, lo ceg la luminosidad de los inters-ticios entre el adentro y el afuera. Una finsima mscarapegada en el rostro lo separaba del mundo. Su cuerpo,lacio, se resbal por dentro, agarrando cada vez ms yms velocidad en una resbaladilla interminable.

    De golpe, puf!, se revent otra burbuja, suave, sinresistencia.

    Sabes?, desde que te fuiste y ms todava desde la

    ltima vez que vi a Luca, yo ya no no soy yo. (Dnde

    le eso?, en alguna pared, de esta u otra ciudad y se que-

    d reverberando en mi cabeza como una piedra al caer

    en un estanque. Escriben cada cosa en las paredes! Son

    como instantes descarrilados y de pronto, en el momen-

    to menos esperado, la frase atesorada en tu memoria

    entra en sintona con el flujo de tus pensamientos y

    funciona como trampoln, puedes zambullirte en Es-tuve toda la tarde sentado preguntndome cmo hacer

    presente tu ausencia.)

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    Nadie camin de regreso al metro para volver a casa.Se senta vaco como las tazas que se haba tomado; unpoco mareado, flotando y deslumbrado.

    Un aire fuerte despej el cielo, casi zarpazo, le recordque Luca tena un gato. Se llama Nakata como el viejoloco de la novela de Murakami que habla con los gatos

    y cuida el mundo. Debera cuidarlo. Por qu el aire me

    record al gato, a saber. Otra de esas que me azoran.

    Sabes? Luca y yo adems de ser sombras tras las

    tazas, ramos compaeros de viaje. Luca con su amor

    roto por Ariel a cuestas, hace tiempo que haba iniciado

    un extrao viaje de resquebrajamiento.

    Con nuestras plticas nos acompabamos.

    Esa ltima vez, Luca al despedirse en la puerta de

    la tetera, me dijo bajito al odo: Que no nos roben las

    palabras y sus significados. Si lo hacen, no te preocupes,

    ya las recuperaremos, las reinventaremos cada da en

    cada pared, en cada carta

    Acurrucado al pie del portn entre las

    grietas del cemento extrao lugar para ocultarse,un alacrn simulaba no ser. Al agacharse todava con lascartas en la mano, Nadie descubri una gorda alacrana,en proceso de dejar de serlo y con febril actividad en suespalda: decenas de alacrancitos se la coman.

    Hace un par de aos encontr un tlacuache muerto,

    con su cola rabona y todo, tambin en la entrada de la

    5.En memoria por todos los que han sidoarrancados de sus propiedades yfamilias sin razn

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    casa. Me pareci una clara seal de que se acercaba el

    fin del mundo. Lo mismo cuando casi piso en el came-

    lln una cola de gato arrancada de cuajo. Uf! Ya dema-

    siadas veces he constatado que cuando piensas que lleg

    el final, del mundo o de lo que sea, tan slo atisbas

    un posible principio.

    Colecciono ejemplos. Presenciar pasmado un pleito

    en un restaurante de comida rpida, me dej conven-

    cido: o se acerca el fin del mundo o ellos (creo que los

    mismos que Luca culpaba de robarnos las palabras),

    lo traen de los pelos... a la rejilla de presentaciones.

    El viento cortante del mar los empuj alnico lugar abierto con asientos donde re-fugiarse. Un srdido Pollos Popeye.

    Los recibi, sin mirarlos siquiera, un a-montonadero de chavos groseros y apticosdetrs del mostrador, lidiando con monta-as de papas, pedazos de pollo, vasos pararefresco y mquinas registradoras. De fon-

    do un olor a aceite requemado y rancio.Ya sentados, lo que pareca una agitacin

    en la cocina por una rata o algn otro bicho,se coagul en un cuchillo cebollero con pla-yera morada empuado hacia otra manchamorada que retroceda con impulso de ven-daval hasta un extremo. Los dems, en unacoreografa dentro de una pecera inclinada,

    iban de un lado a otro del mostrador entretratando de impedirlo y quitndose. Crista-les rotos y gritos.

    Un polica que coma sentado se meti,pistola por delante. Ms gritos. El policasac de un jaln al chavo de atrs de la m-quina de refrescos, que segua insultandohistrico al que se haba salvado de ser en-sartado. La aparicin de la pistola no mo-dific en nada su actitud, le vali madresy sigui manoteando con una energa im-parable para que lo dejar pelearse en paz;estaba enojadsimo.

    Llovieron por las puertas policas hom-bres y mujeres y ruidos de radio de variaspatrullas que llegaron de la nada (se me ol-vid decir que fue en Nueva York, aunquetal vez no es necesario aclararlo). Ademsafuera, literalmente la nada, se arm el ba-rullo, mucha gente se agolp por las venta-

    nas a mirar desde una distancia prudente, alos de dentro que estbamos medio para-dos con intencin de salir, la puerta copadapor gorilas.

    Fue un instante pero entre las muchasplayeras moradas tras el mostrador, los mu-chsimos policas, los clientes y los miro-nes, se arm toda una sinfona de histeria

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    colectiva silenciosa que escuchaba al chavoboca abajo en el piso con tres policas en-cima debatirse como culebra, sin dejar deinsultar al mundo entero.

    Estar esposado y que lo escoltaran no im-pidi que con la cabeza en alto siguiera gri-tando a su compaero de cocina al quesacaron por la otra puerta, tambin con lasmanos a la espalda, pero ahora a los po-licas y vete saber a quin ms.

    Un polica, ya de salida, con cara de sal-vador eficiente le sonri a un nio que calla-do miraba todo y en respuesta obtuvo unacara de ni se te ocurra acercarte de parte delos padres.

    En el acomodar el incidente despus y lasrisas por el susto, Nadie dijo que la escenaadems de peliculesca era sntoma de algoque hay en el aire en este pas, que se impo-ne a la gente, que la gente de por s no es

    as, esa manera de responder, esa histeria,ese miedo Uy, su amigo dijo que de quse quejaba si Mxico es el lugar ms violen-to del mundo, que como se le ocurra, queen todos lados la gente se pelea.

    S, pero no as, no as.Se qued mirando por la ventana, a la na-

    da, contento de que estuvieran bien, de que

    el cuchillo pero sobre todo las balas de latira no hubieran lastimado a nadie.

    Pens en lo que les esperaba a los dos cha-vos, negros, detenidos y esa violencia?

    Camilo

    Pero antes de que llegue a su fin, Camilo quiere cambiar el mun-

    do. Ante quien lo escuche defiende grandes teoras que asegu-

    ra, apasionado, revolucionarn la desgajada vida que vivimos.

    Blande principios slidos universales, in-cues-tio-na-bles para

    convencer o, si esto no sucede de inmediato, pelearse con quien

    no los comparte.

    Por ms cuidado que dedique a escuchar, Nadie nunca atina a

    desentraar las ideas de Camilo. No parece que est cambiando

    ms (ni menos) el mundo que otros, con sus respectivos argu-

    mentos. Pero Nadie sabe que a pesar de su rigidez, Camilo hace

    lo que puede. Lo mismo Luca. Y Caty. Simplemente jala la red en

    otra direccin. Eso la tensa, la pone a trabajar. Al menos pien-

    sa en trminos de red y no de dinero.

    Nadie, ltimamente ms apegado a lo concreto, se ocupamejor en cuidar a quien atraviesa sus das: amigos, vecinos,

    desconocidos. Inducirlos a florecer la palabra inducir no le

    gusta, suena muy pedaggico, mejor provocarlos. Nada fcil.

    Tampoco lo ha sido ocuparse de armonas invisibles, equili-

    brios momentneos y complicidades cotidianas e improbables

    (en los dos sentidos: con poca probabilidad de suceder, y sin

    pruebas suficientes para demostrarse).

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    En fin, para Nadie, las discusiones con Camilo son una expe-

    riencia aturdidora como jugar a la cuerda: va tan rpido que no

    puede entrar a la rodada. Prefiere quedar fuera de las grandes

    teoras. Aprendi hace un par de aos, a reatazos, que tan pron-

    to empiezas a creer en algo, ya no te deja ver nada ms.

    Persio cimbr la puerta, desesperado porque ante el

    portn Nadie segua ensimismado en ecos lejanos, dis-cusiones interminables y cuchillos an no encajados, yno daba seal decidida de entrar.

    Por fin haba dejado de llover. Como enormes esptu-las las nubes dejaron todo el lienzo embarrado de un co-lor gris indefinido y viscoso. Y, como Nadie vena vaco,despus de que se reventara la burbuja, se le metierontodas juntas a la cabeza.

    Bajo el sol quieto en el proceso de dejar de ser,

    siento la piel surcada por cosquilleos. Cuando

    las vibraciones desaparecen giro la cabeza

    de izquierda a derecha muy lentamente paradejar que el mundo entre a tiritas en mi campo

    visual: lneas horizontales, verticales, curvas,

    puntos, colores rojo, rojo, rojo, planos diferen-

    tes relaciones entre lneas, tejidos, rugosidades,

    un punto ante mis ojos teje en seguida relacio-

    nes con otros puntos y se vuelven visibles esas

    relaciones. Despus de un rato de mirar sin

    mirar emerge sbitamente un patrn: aparece

    una mano y manos, muchas, luego un ojo y

    ojos brincan a primer plano, lnea horizontal,

    todo se horizontaliza. Si me quedo quieto

    suficiente tiempo percibo cmo percuten

    contundentes los latidos, nunca iguales, una di-

    ferencia muy sutil. Irregulares rebotan por todo

    mi cuerpo hasta los lmites entre piel y no piel

    que se desvanecen, los latidos salen huyendo en

    direcciones todas buscando a qu aferrarse.

    Nadie se aferra a una puerta cerrada.

    Camilo le reclam, con una dureza malguardada, que no le contaba nunca naday le pareca terrible que se hubiera ido aresolver sus problemas con desconocidosa otro pas, en lugar de compartirlos consu familia.

    Justamente esa maana antes del plei-to, perdido en los pasillos de un inmenso

    supermercado, se encontr con una son-risa cmplice y bella, llena de una calidezcontagiosa que lo conect consigo mismo.Sinti que era, que exista, que no era trans-parente. Que era alguien. Un sombrerocholo con cola de cabello lacio, despus decoincidir en varios pasillos, le sonri plenay cmplicemente a Nadie.

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    S, un desconocido, aunque Camilo nopudiera entenderlo.

    Guau guauuuu!insisti desde dentro Persio impacien-te. Nadie bot sobresaltado. Sus pensamientos aterriza-ron de trancazo en el cemento.

    Ahora s el globo aerosttico vol lejos!, estuve me-

    nos de tres minutos en cuclillas ante el portn y alcanza-

    ron para cuchillo cebollero, fin del mundo, pasando por

    los encontronazos con Camilo.

    Finalmente abri la puerta y Persio movi enloqueci-damente la cola. Los dos miraron a la alacrana, inmvila pesar de la efervescencia en su espalda. Nadie entr acasa de puntitas y suave cerr para no interrumpir seme-jante banquete.

    Conozco bien esa sensacin de cargar un centenar de

    alacrancitos-palabras en la cabeza...

    Anoche perd la forma. Desapareci

    todo referente corporal. Sobre todo de mi rostro. Un no ros-

    tro. Sent como si de pronto. Pero un instante despus tena

    ya la certeza que mi nuevo estado era resultado de un largu-

    simo proceso. (Mientras te escribo estas lneas, los Beatles

    repiten:Im a loser, Im a lo ser). Poco a poco despus de un

    inconmensurable espacio de tiempo un extrao transcu-

    rrir sin cuadrante, algunos rasgos difuminados y lejanos

    6.Este espacio queda

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    trazaron un remedo de mscara-rostro. Lejos en la superficie

    estaba la mscara; los huecos de ojos y nariz, el nico paso al

    mundo del aire. Sin voluntad, slo suspendida como partcu-

    la emerg lentamente desde las profundidades de ese ocano

    lleno de insondables abismos. Primero ningn atisbo de luz,

    luego penumbras. Con la iridiscencia del afuera se dibujaron

    de nuevo las lneas angulosas de mi cara. El mundo del aire.

    Y claro, lo primero fueron tus ojos serenos (esos ojos de lago

    con clidas corrientes subterrneas) y tu mano manchada ten-

    dida para tomar la ma. (carta 29)

    Luca

    Contra su inclinacin a los cafecitos perdidos, aquella tarde

    Luca le pidi que se juntaran en esa tetera de lvaro Obregn

    llena de gatos, donde, protegidos por el contraluz que asomaba

    tras el ventanal se refugiaron en una mesa apartada. Ambos se

    abismaron ante la variedad de ts e infusiones. Fue cuando Na-

    die espi su rostro para intentar discernir qu podan significar

    los ecos de hojas en cada libre que escuch en su voz cuando

    hablaron por telfono. Al principio no hall nada evidente.En una mesa al fondo un anciano miraba tambin por la ven-

    tana. Estaba sentado junto a la puerta por la que desaparecan

    los gatos. Tan quieto. A Nadie le pareci el anciano ms hermo-

    so del mundo.

    Un t de hojas de naranjo pidi el hombre.

    Luca cont que haba tenido un ataque de risa al releer lo que

    haba escrito en un diario hace tres aos: construir mi mundo

    propio; segua en la lista buscarme. Junto a pagar la luz, ir al

    dentista.

    Mientras Luca hablaba, su figura (aquella tarde la nitidez de

    sus bordes contrastaba abruptamente contra el fondo) le record

    la silueta vaca de la mujer del cuadro puntillista. Estuvo tentado

    a soplarle.

    Atrs, el anciano desarmaba lentamente una cafetera, coloc

    todas las piezas a su alrededor en la mesa y las mir como si,

    desde una considerable altura, oteara las posibles conexiones de

    lneas de metro ovas de todos los trenes, simultneamente. Des-

    pus limpi cuidadosamente con una franela roja cada parte del

    artefacto. Nadie no poda creer semejante cantidad de piezas

    para una mquina tan sencilla. Ms pareca que armaba un re-

    loj. Sus manos, que ajustaban todo con gestos precisos, parecan

    piedras suaves talladas por el viento.

    Luca y Nadie, hinchados ambos de tristezas leyeron los posos

    sedimentados en sus tazas vacas. Mira, el revoloteo de un pjaro

    tropical,aqu un mono bailando reggae, los ptalos de una flor

    marchita, mmmm algo misterioso, parece la incertidumbre. Im-

    paciente Luca revolvi bruscamente y cre un caos en la taza.

    De por si todo tiene que ver con el big bangzanj ella.Un gato gordo rayado que observaba curioso un punto bien

    definido entre los dos se baj de un salto de la mesa, aburrido.

    Una cafetera desarmada en una tetera, eso parece ltima-

    mente Luca, pens Nadie arrellanado en su silln.Parece como

    si hubiera atravesado una de esas puertas, como si entre algo

    con forma y algo sin forma ella hubiera elegido, sin voluntad, la

    noforma.

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    Luca llevaba semanas escondindose y fue la ltima vez que

    la vio. Y s, pareca hoja cayendo. Suavecito. Tal vez por primera

    vez dejndose fluir.

    El anciano sonri al acabar de juntar la cafetera, se levant

    y desapareci por la puerta de los gatos. Cojeaba ligeramente

    de la pierna derecha. Al salir de la tetera Nadie pens que una

    buena palabra para definir al anciano era constelacin.

    Im like a black crow flying in a blue, blue skyPara sosegarse, lo primero que Nadie hizo al entrar acasa fue dejar las cartas revueltas reposar en la mesa.As le haban dejado la cabeza: desordenada y llena desombras.

    Entr a la cocina con ganas de comer algo.Por qu Luca en una tetera?, quera dejar de es-

    conderse tras una taza de caf?, alacrana paciente

    esperando a ser devorada...?, acaso ya saba que se iba

    a morir?, lo sinti en la oreja izquierda, en la que tu

    muerte susurra cuando anda rondando?

    Sali, entr, abri, cerr, refri, alacena. Echado bajola mesa, Persio lo espiaba deambular por la casa.

    Tocaron la puerta y tuvo que detenerse. La hija desu vecina se retorca las manos, necesitaba unas hoji-tas del rbol. Le haban dado una receta de hojas denaranjo, limonero y manzanilla para calmar los ner-vios. Al da siguiente era su examen para entrar al ba-chillerato.

    Todo est conectado, pens Nadie,cerrando la puer-ta.Y la vida es tan rara

    Persio suspir resignado, como siempre que Nadiedesanda la casa. Y desde la cocina, sin pausa casi, Na-die suspir profundamente intentando empujar los res-tos de los ltimos pensamientos atorados. Hoy lo tienende lo ms inquieto. Tambin debera hacerme un t.

    Desde las bocinas Lou Reed lo rega: Ill be yourmirror, reflect what you are in case you dont know, Illbe the wind the rain and the sunset, the light on yourdoor. To show that youre home.

    Ojal Nadie pudiera desarmar su cabeza y

    limpiarle cada pieza.

    Suena un repeat eterno: la banda de Tom

    Waits recuerda al mundo ser un inmenso taller

    mecnico. Patti Smith ruge sin concesiones.

    Bob Dylan suelta rienda a sus intuiciones. Las

    metforas sonoras de Morphine... All afuera

    escuchan maldita primavera en el radio, en

    la esquina el panadero tararea. Las cancionestodas son historia continua... incluso en la cua-

    dra el sultn, el greas y el patotas entonan el

    silbido del camotero y siguen con el gaaaas....

    toda la maana aullando.

    Todas las canciones son una sola. Si Nadie

    pudiera percatarse.

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    Tom Waits insiste ahora: We can bring back the old daysagain, and all the world is green.

    Caty

    Si Luca era discontinuidad pura, Caty era duracin, sucesin,

    ligadura, fraseo, transbordo, articulacin.

    Como agua cayendo, iba siempre tras sus amores guiada por

    el tun tun de su corazn. El ao pasado huyendo del dolor de un

    desamor, encontr otro riachuelo: Richard, un britnico de los

    barrios duros de Glaucester, sobreviviente de la herona.

    Trabaj unos meses en la cocina de una escuela en la zona

    ms lluviosa de Francia. Por aquel entonces l viva ah buscando

    refugio de s mismo. Arreglaba obsesivamente lo que se atrave-

    saba: igual pona lmparas en los caminos o un piso de madera

    completo que regaba las flores de toda la escuela de madrugada.

    Puro miedo de derrumbarse si se detena.

    Desde la cocina Caty observaba en secreto con mucha curio-

    sidad. Se identific en seguida con ese subeybaja de emociones

    y bandazos incontrolables. Algo imparable flua por sus venas:

    despus de das tristsimo, llegaba acelerado a las reuniones; si sesentaba a desayunar cansado y deprimido, en la tarde apareca

    contento, casi eufrico. Impermanente como luna llena, que ya

    no es, luna decreciente, que deja de ser, luna filito, desaparece y

    otra vez, luna plena. Tan honesto en su confusin y desorden in-

    terno no ocultaba nada, ni fragilidad ni ansiedad. Como resorte

    se paraba e iba, libre e inaprensible.

    Una tarde se encontraron por casualidad en la terraza de la

    enorme casa vieja, el edificio central de la escuela. De pronto,

    el atardecer pint todo rosa brillante y una risa repentina brot

    sin explicaciones ni permiso, como surtidor. Una emocin suave

    y caliente les llen garganta y pecho. Nunca hablaron, pero el

    secreto contenido los hizo cmplices, a la distancia.

    Huele como ceniza del rescoldo del carbn que lleva toda

    la noche ardiendo. Huele comoRichard jugaba a los olores

    con Caty. Cuando ella iba a la huerta por alguna hierba para la

    cocina, Richard trataba de describirle con metforas, juegos de

    palabras casi poemas, los olores que ella no poda sentir de la

    salvia, menta, hinojo, estragn, eneldo, ans, mejorana, albaha-

    ca, organo, perejil, tomillo, laurel, romero.

    Meses despus, cuando Caty y Maizza, una suiza setentona

    duende solitario, fueron a hacer compras a la ciudad ms cerca-

    na, encontraron en la calle a Jerome, un hombre que a veces iba

    a ayudar a la escuela a lavar platos. Sin haber dormido, Jerome,

    tomaba vino de una botella de refresco. Se sentaron en una banca

    del parque y le invitaron pan y queso. Callados, miraron a unos

    punketos con sus perros, a tres chavos negros desarmando una

    tarima y a palomas gordsimas comiendo migas de pan francs.Jerome con sus ojos azul mar azul luz, ojos azul cielo despejado

    abri un gesto sealando a todos, trabajadores, palomas, migas,

    perros y dijo:

    Los elementos son mis maestros. Ustedes, ahora mismo, en

    este instante, son mi familia.

    Ms tarde en la cocina Caty lavaba platos y la suiza se le acer-

    c con necesidad de hablar:

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    Creo que l ve cosas que nosotros no vemos.

    Asomando la cabeza por el hueco de los platos sucios, Ri-

    chard, siempre con el odo abierto, revir:

    S pero no usa su sabidura para dejar de beber.

    Caty piensa: Richard sabe de qu habla. Pero por qu habra

    de dejar de beber Jerome. Lo vi en esos ojos ausentes, lo tiene

    muy claro. La mayora tan encerrados en s mismos, sin ver, l en

    cambio, s ve. Tu familia es con quien te sientas a tomar un pan

    con queso en una banca de un parque en una pequea ciudad en

    un rincn de un pas, que no es tu pas a miles de kilmetros de

    casa, casa?, qu es eso?

    Otro da, sin querer, escuch a Richard hablar con un mu-

    chacho atormentado: tu nico trabajo es vivir este instante, es

    lo nico que existe.Un eco apagado que rebot en paredes leja-

    nsimas le dijo a Caty que su adiccin al dolor poda tener fin.

    La escuela, asentada en terrenos de un pueblo antiqusimo de

    la regin, haba sido por siglos lugar de encuentro. Los viejos

    campesinos llamaban al lugar le mas marvent en una antigua

    lengua celta, la casa del viento marino. Precisamente ah, lej-

    simos de la costa, se encontraban hmedamente los vientos del

    mar y tierra adentro.Mientras lav centenares de ollas, sartenes, charolas, Caty

    escuch cosas de lo ms sabias.

    Regres de ese viaje mucho ms desmarcada del pensamiento

    obsesivo que la atrapaba constantemente. Podra ser tan lcida

    si no fuera presa de su dolor, pens Nadie cuando regres. De

    hecho lo es, como pavorreal come veneno y lo transforma en

    colores emplumados.

    Si Luca era gota, motivo, instante, Caty es aguacero