Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría...

158

Transcript of Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría...

Page 1: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga
Page 2: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Cuentosdeamordelocuraydemuerte—sinlacomaqueharíacreerenunasimpleenumeracióndecategorías—esellibroqueHoracioQuirogapublicóen1917,reuniendonarracionesdelosquinceañosanteriores,yquesignificósuconsagracióncomounodeloscuentistasmásvigorososycreativosdelámbitolatinoamericano.

Escritos alrededor de los temas que obsesionaban al autor, como lafuerza invencible de la naturaleza o el misterio de las relacioneshumanas, estos relatos dan testimonio de las dos modalidades queQuiroga cultivó con maestría: por un lado, los cuentos que sabenconstruirunclimaqueenvuelveallectordesdelasprimeraslíneasy,porotro, losqueseencaminan inexorablementehaciaun final impactante,donde los protagonistas se enfrentan a un instante que puede serlúgubre,misterioso,macabrooinsólito,perosiempredefinitivo.

Page 3: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

HoracioQuiroga

Cuentosdeamordelocuraydemuerte

ePubr1.1jugaor06.06.14

Page 4: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Títulooriginal:CuentosdeamordelocuraydemuerteHoracioQuiroga,1917Diseñodecubierta:Shammael

Editordigital:jugaor[www.epublibre.org]Correccióndeerratas:jugaor,DoñaJacinta,serpykeePubbaser1.1

Page 5: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Unaestacióndeamor

Primavera

Eraelmartesdecarnaval.Nébelacababadeentrarenelcorso,yaaloscurecer,ymientras deshacía un paquete de serpentinas miró al carruaje de delante.Extrañadodeunacaraquenohabíavistoenelcochelatardeanterior,preguntóasuscompañeros:

—¿Quiénes?Noparecefea.—¡Un demonio! Es lindísima. Creo que sobrina, o cosa así, del doctor

Arrizabalaga.Llegóayer,meparece…Nébel fijó entonces atentamente los ojos en la hermosa criatura. Era una

chicamuyjovenaún,acasonomásdecatorceaños,peroyanúbil.Tenía,bajoelcabellomuyoscuro,unrostrodesupremablancura,deeseblancomatey rasoque es patrimonio exclusivo de los cutis muy finos. Ojos azules, largos,perdiéndosehacialassienesentrenegraspestañas.Talvezunpocoseparados,loqueda,bajounafrentetersa,airedemuchanoblezaogranterquedad.Perosusojos,talcomoeran,llenabanaquelsemblanteenflorconlaluzdesubelleza.YalsentirlosNébeldetenidosunmomentoenlossuyos,quedódeslumbrado.

—¡Qué encanto! —murmuró, quedando inmóvil con una rodilla en elalmohadón del surrey. Un momento después las serpentinas volaban hacia lavictoria.Amboscarruajesestabanyaenlazadosporelpuentecolgantedepapel,ylaqueloocasionabasonreíadevezencuandoalgalantemuchacho.

Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cocheros y aun alcarruaje: las serpentinas llovían sin cesar. Tanto fue, que las dos personassentadas atrás se volvieron y, bien que sonriendo, examinaron atentamente al

Page 6: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

derrochador.—¿Quiénesson?—preguntóNébelenvozbaja.—EldoctorArrizabalaga…Ciertoquenoloconoces.Laotraeslamadrede

tuchica…Escuñadadeldoctor.Comoenposdelexamen,Arrizabalagaylaseñorasesonrieranfrancamente

anteaquellaexuberanciadejuventud,Nébelsecreyóeneldeberdesaludarlos,aloquerespondióeltercetoconjovialcondescendencia.

Éstefueelprincipiodeunidilioquedurótresmeses,yalqueNébelaportócuantodeadoracióncabíaensuapasionadaadolescencia.Mientrascontinuóelcorso, y en Concordia se prolonga hasta horas increíbles, Nébel tendióincesantemente su brazo hacia adelante, tan bien, que el puño de su camisa,desprendido,bailabasobrelamano.

Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el corso sereanudaba de noche con batalla de flores, Nébel agotó en un cuarto de horacuatroinmensascanastas.Arrizabalagaylaseñorasereían,volviendolacabezaamenudo,ylajovennoapartabacasisusojosdeNébel.Ésteechóunamiradade desesperación a sus canastas vacías. Mas sobre el almohadón del surreyquedaba aún uno, un pobre ramo de siemprevivas y jazmines del país. Nébelsaltóconélporsobrelaruedadelsurrey,dislocosecasiuntobillo,ycorriendoala victoria, jadeante, empapado en sudor y con el entusiasmo a flor de ojos,tendió el ramoa la joven.Ella buscó atolondradamenteotro, perono lo tenía.Susacompañantessereían.

—¡Pero,loca!—ledijolamadre,señalándoleelpecho—.¡Ahítienesuno!El carruaje arrancaba al trote. Nébel que había descendido afligido del

estribo,corrióyalcanzóelramoquelajovenletendíaconelcuerpocasifueradelcoche.

Nébel había llegado tres días atrás de Buenos Aires, donde concluía subachillerato.Habíapermanecidoallá sieteaños,demodoquesuconocimientodelasociedadactualenConcordiaeramínimo.Debíaquedarseaúnquincedíasensuciudadnatal,disfrutadosenplenososiegodealma,sinodecuerpo.Yheaquíquedesdeel segundodíaperdía todasuserenidad.Pero,encambio, ¡quéencanto!

—¡Qué encanto!—se repetía pensando en aquel rayo de luz, flor y carnefemenina que había llegado a él desde el carruaje. Se reconocía real y

Page 7: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

profundamentedeslumbrado,yenamorado,desdeluego.¡Y si ella lo quisiera!… ¿Lo querría? Nébel, para dilucidarlo, confiaba

muchomásqueenelramodesupecho,enlaprecipitaciónaturdidaconquelajoven había buscado algo que darle. Evocaba claramente el brillo de sus ojoscuando lovio llegarcorriendo, la inquietaexpectativaconque loesperó;yenotroorden,lamorbidezdeljovenpecho,altenderleelramo.

¡Y ahora, concluido! Ella se iba al día siguiente a Montevideo. ¿Qué leimportaba lo demás,Concordia, sus amigos de antes, sumismopadre?Por lomenos,iríaconellahastaBuenosAires.

Hicieronefectivamenteelviajejuntos,yduranteél,Nébelllegóalmásaltogradodepasiónquepuedealcanzarunrománticomuchachodedieciochoañosque se siente querido. La madre acogió el casi infantil idilio con afablecomplacencia,ysereíaamenudoalverlos,hablandopoco,sonriendosincesarymirándoseinfinitamente.

Ladespedidafuebreve,puesNébelnoquisoperderelúltimovestigiodecorduraquelequedaba,cortandosucarreratrasella.

Ellas volverían aConcordia en el invierno, acaso una temporada. ¿Iría él?«¡Oh, no volver yo!». Y mientras Nébel se alejaba despacio por el muelle,volviéndoseacadamomento,ella,depechosobrelabordaylacabezabaja,loseguíaconlosojos,mientrasenlaplanchadalosmarineroslevantabanlossuyosrisueñosaaquelidilio,yalvestido,cortoaún,delatiernísimanovia.

Verano

I

El 13 de junio Nébel volvió a Concordia, y aunque supo desde el primermomentoqueLidiaestabaallí,pasóunasemanasininquietarsepoconimuchoporella.Cuatromesessonplazosobradoparaunrelámpagodepasión,yapenassienelaguadormidadesualma,elúltimoresplandoralcanzabaarizarsuamor

Page 8: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

propio.Sentía,sí,curiosidaddeverla.Hastaqueunnimioincidente,punzandosu vanidad, lo arrastró de nuevo. El primer domingo,Nébel, como todo buenchicodepueblo,esperóenlaesquinalasalidademisa.Alfin,lasúltimasacaso,erguidas ymirando adelante, Lidia y sumadre avanzaron por entre la fila demuchachos.

Nébel,alverladenuevo,sintióquesusojossedilatabanparasorberentodasu plenitud la figura bruscamente adorada. Esperó con ansia casi dolorosa elinstanteenquelosojosdeella,enunsúbitoresplandordedichosasorpresa,loreconoceríanentreelgrupo.

Peropasó,consumiradafríafijaadelante.—Parecequenoseacuerdamásdeti—ledijounamigoqueasuladohabía

seguidoelincidente.—¡Nomucho!—sesonrióél—.Yeslástima,porquelachicamegustabaen

realidad.Perocuandoestuvosoloselloróasímismosudesgracia.¡Yahoraquehabía

vueltoaverla!¡Cómo,cómolahabíaqueridosiempre,élquecreíanoacordarsemás!¡Yacabado!¡Pum,pum,pum!—repetíasindarsecuenta—.¡Pum!¡Todohaconcluido!

Degolpe: ¿Y si nomehubieranvisto?…¡Claro! ¡Pero claro!Su rostro seanimódenuevo,yacogióestavagaprobabilidadconprofundaconvicción.

Alas tresgolpeabaencasadeldoctorArrizabalaga.Su ideaeraelemental:consultaríaconcualquiermíseropretextoalabogado;yacasolaviera.

Fueallá.Una súbita carrerapor el patio respondió al timbre,yLidia, paradetener el impulso, tuvoque cogerseviolentamente a la puerta vidriera.Vio aNébel,lanzóunaexclamación,yocultandoconsusbrazoslaligerezadesuropa,huyómásvelozmenteaún.

Un instante después la madre abría el consultorio, y acogía a su antiguoconocidoconmásvivacomplacenciaquecuatromesesatrás.Nébelnocabíaensí de gozo; y como la señora no parecía inquietarse por las preocupacionesjurídicasdeNébel,ésteprefiriótambiénunmillóndevecessupresenciaaladelabogado.

Con todo, se hallaba sobre ascuas de una felicidad demasiado ardiente. Ycomo tenía dieciocho años, deseaba irse de una vez para gozar a solas, y sincortedad,suinmensadicha.

Page 9: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¡Tanpronto,ya!—ledijolaseñora—.Esperoquetendremoselgustodeverlootravez…¿Noesverdad?

—¡Oh,sí,señora!—Encasa todos tendríamosmuchoplacer… ¡Supongoque todos! ¿Quiere

queconsultemos?—sesonrióconmaternalburla.—¡Oh,contodaelalma!—repusoNébel.—¡Lidia!¡Venunmomento!Hayaquíunapersonaaquienconoces.Lidia llegó cuando él estaba ya de pie.Avanzó al encuentro deNébel, los

ojoscentelleantesdedicha,y le tendióungranramodevioletas,conadorabletorpeza.

—Si a usted no lemolesta—prosiguió lamadre—,podría venir todos loslunes…¿Quéleparece?

—¡Que es muy poco, señora! —repuso el muchacho—. Los viernestambién…¿Mepermite?

Laseñoraseechóareír.—¡Quéapurado!Yonosé…VeamosquédiceLidia.¿Quédices,Lidia?Lacriatura,quenoapartabasusojosrientesdeNébel, ledijo¡sí!enpleno

rostro,puestoqueaéldebíasurespuesta.—Muybien:entonceshastaellunes,Nébel.Nébelobjetó:—¿Nomepermitiríavenirestanoche?Hoyesundíaextraordinario…—¡Bueno!¡Estanochetambién!Acompáñalo,Lidia.Pero Nébel, en loca necesidad de movimiento, se despidió allí mismo, y

huyóconsuramo,cuyocabohabíadeshechocasi,yconelalmaproyectadaalúltimocielodelafelicidad.

II

Durantedosmeses,entodoslosmomentosenqueseveían,entodaslashorasquelosseparaban,NébelyLidiaseadoraron.Paraél,románticohastasentirelestadodedolorosamelancolíaqueprovocaunasimplegarúaqueagrisaelpatio,lacriaturaaquella,consucaraangelical,susojosazulesysutempranaplenitud,debíaencarnarlasumaposibledeideal.Paraella,Nébeleravaronil,buenmozo

Page 10: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

einteligente.NohabíaensumutuoamormásnubequelaminoríadeedaddeNébel.Elmuchacho,dejandodeladoestudios,carrerasydemássuperfluidades,quería casarse. Como probado, no había sino dos cosas: que a él le eraabsolutamente imposible vivir sin Lidia, y que llevaría por delante cuanto seopusiese a ello. Presentía —o más bien dicho, sentía— que iba a escollarrudamente.

Su padre, en efecto, a quien había disgustado profundamente el año queperdíaNébeltrasunamoríodecarnaval,debíaapuntarlasíesconterriblevigor.Afinesdeagostohablóundíadefinitivamenteasuhijo:

—Me han dicho que sigues tus visitas a lo de Arrizabalaga. ¿Es cierto?Porquetúnotedignasdecirmeunapalabra.

Nébelviotodalatormentaenesaformadedignidad,ylavozletemblóunpocoalcontestar:

—Sinotedijenada,papá,esporqueséquenotegustaquetehabledeeso.—¡Bah! Como gustarme, puedes, en efecto, ahorrarte el trabajo… Pero

quisierasaberenquéestadoestás.¿Vasaesacasacomonovio?—Sí.—¿Yterecibenformalmente?—Creoquesí…Elpadrelomirófijamenteytamborileósobrelamesa.—¡Estábueno!¡Muybien!…Óyeme,porquetengoeldeberdemostrarteel

camino.¿Sabestúbienloquehaces?¿Haspensadoenloquepuedepasar?—¿Pasar?…¿Qué?—Que te cases con esa muchacha. Pero fíjate: ya tienes edad para

reflexionar, almenos. ¿Sabesquién es? ¿Dedóndeviene? ¿Conoces a alguienquesepaquévidallevaenMontevideo?

—¡Papá!—¡Sí, qué hacen allá! ¡Bah! No pongas esa cara…Nome refiero a tu…

novia.Ésaesunacriatura,ycomotalnosabeloquehace.¿Perosabesdequéviven?

—¡No!Nimeimporta,porqueaunqueseasmipadre…—¡Bah,bah,bah!Dejaesoparadespués.Notehablocomopadresinocomo

cualquierhombrehonradopudierahablarte.Ypuestoqueteindignatantoloquete pregunto, averigua a quien quiera contarte qué clase de relaciones tiene la

Page 11: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

madredetunoviaconsucuñado,¡pregunta!—¡Sí!Yaséquehasido…—¡Ah!, ¿sabes que ha sido la querida de Arrizabalaga? ¿Y que él u otro

sostienenlacasaenMontevideo?¡Ytequedastanfresco!—¡…!—¡Sí, ya sé! ¡Tu novia no tiene nada que ver con esto, ya sé! No hay

impulsomásbelloqueel tuyo…Peroandaconcuidado,porquepuedes llegartarde…¡No,no,cálmate!Notengoningunaideadeofenderatunovia,ycreo,comotehedicho,quenoestácontaminadaaúnporlapodredumbrequelarodea.Perosilamadretelaquierevenderenmatrimonio,omásbienalafortunaquevasaheredarcuandoyomuera,dilequeelviejoNébelnoestádispuestoaesostráficosyqueantesselollevaráeldiabloqueconsentirenesematrimonio.Nadamásqueríadecirte.

Elmuchacho queríamucho a su padre, a pesar del carácter de éste; salióllenoderabiapornohaberpodidodesahogarsuira, tantomásviolentacuantoqueélmismolasabíainjusta.Hacíatiempoyaquenoloignoraba.LamadredeLidiahabíasidoqueridadeArrizabalagaenvidadesumarido,yauncuatroocincoañosdespués.Seveíandetardeentarde,peroelviejolibertino,arrebujadoahoraensuartritisdesolterónenfermizo,distabamuchodeserrespectodesucuñada loquesepretendía;ysimanteníael trendemadreehija, lohacíaporuna especie de agradecimiento de ex amante, y sobre todo para autorizar loschismesactualesquehinchabansuvanidad.

Nébelevocabaalamadre;yconunestremecimientodemuchacholocoporlasmujerescasadas,recordabaciertanocheenquehojeandojuntosyreclinadosuna Illustration, había creído sentir sobre sus nervios súbitamente tensos unhondohálitodedeseoquesurgíadelcuerpoplenoquerozabaconél.Allevantarlos ojos, Nébel había visto la mirada de ella, mareada, posarse pesadamentesobrelasuya.

¿Se había equivocado? Era terriblemente histérica, pero con raras crisisexplosivas; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro y de aquí laenfermizatenacidadenundisparateyelsúbitoabandonodeunaconvicción;yenlospródromosdelascrisis,laobstinacióncreciente,convulsiva,edificándosecon grandes bloques de absurdos. Abusaba de la morfina por angustiosanecesidad y por elegancia.Tenía treinta y siete años; era alta, con labiosmuy

Page 12: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

gruesos y encendidos que humedecía sin cesar. Sin ser grandes, sus ojos loparecíanporelcorteypor tenerpestañasmuy largas;peroeranadmirablesdesombrayfuego.Sepintaba.Vestía,comolahija,conperfectobuengusto,yeraésta, sin duda, su mayor seducción. Debía de haber tenido, como mujer,profundoencanto;ahora lahisteriahabía trabajadomuchosucuerpo—siendo,desdeluego,enfermadelvientre—.Cuandoellatigazodelamorfinapasaba,susojosseempañaban,ydelacomisuradeloslabios,delpárpadogloboso,pendíauna fina redecilla de arrugas. Pero a pesar de ello, la misma histeria que ledeshacíalosnervioseraelalimento,unpocomágico,quesosteníasutonicidad.

QueríaentrañablementeaLidia;yconlamoraldelasburguesashistéricas,hubiera envilecido a su hija para hacerla feliz—esto es, para proporcionarleaquelloquehabríahechosupropiafelicidad.

Así, la inquietuddelpadredeNébel a este respecto tocabaa suhijo en lomáshondodesuscuerdasdeamante.¿CómohabíaescapadoLidia?Porque lalimpidezdesucutis,lafranquezadesupasióndechicaquesurgíaconadorablelibertaddesusojosbrillantes,era,yanopruebadepureza,sinoescalóndenoblegozoporelqueNébelascendíatriunfalaarrancardeunamanotadaalaplantapodridalaflorquepedíaporél.

Estaconviccióneratanintensa,queNébeljamáslahabíabesado.Unatarde,despuésdealmorzar,enquepasabapor lodeArrizabalaga,habíasentido locodeseodeverla.Sudichafuecompleta,pues lahallósola,enbatón,y losrizossobrelasmejillas.ComoNébellaretuvocontralapared,ella,riendoycortada,serecostóenelmuro.Yelmuchacho,asufrente,tocándolacasi,sintióensusmanos inertes la alta felicidad de un amor inmaculado, que tan fácil le habríasidomanchar.

¡Pero luego, una vez sumujer!Nébel precipitaba cuanto le era posible sucasamiento. Su habilitación de edad, obtenida en esos días, le permitía por sulegítimamaternaafrontarlosgastos.Quedabaelconsentimientodelpadre,ylamadreapremiabaestedetalle.

La situación de ella, sobrado equívoca en Concordia, exigía una sanciónsocialquedebíacomenzar,desde luego,por ladel futurosuegrodesuhija.Ysobre todo, la sostenía el deseo de humillar, de forzar a la moral burguesa adoblarlasrodillasantelamismainconvenienciaquedespreció.

Yavariasveceshabía tocadoelpuntoconsufuturoyerno,conalusionesa

Page 13: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

«misuegro»…,«minuevafamilia»…,«lacuñadademihija».Nébelsecallaba,ylosojosdelamadrebrillabanentoncesconmássombríofuego.

Hastaqueundíalallamaselevantó.Nébelhabíafijadoel18deoctubreparasu casamiento. Faltaba más de un mes aún, pero la madre hizo entenderclaramentealmuchachoquequeríalapresenciadesupadreesanoche.

—Serádifícil—dijoNébeldespuésdeunmortificantesilencio—.Lecuestamuchosalirdenoche…Nosalenunca.

—¡Ah!—exclamósólolamadre,mordiéndoserápidamenteellabio.Otrapausasiguió,peroéstayadepresagio.—Porqueustednohaceuncasamientoclandestino,¿verdad?—¡Oh!—sesonriódifícilmenteNébel—.Mipadretampocolocree.—¿Yentonces?Nuevosilencio,cadavezmástempestuoso.—¿Espormíquesuseñorpadrenoquiereasistir?—¡No,no,señora!—exclamóalfinNébel,impaciente—.Estáensumodo

deser…Hablarédenuevoconél,siquiere.—¿Yo,querer?—sesonriólamadredilatandolasnarices—.Hagaloquele

parezca…¿Quiereirse,Nébel,ahora?Noestoybien.Nébel salió, profundamente disgustado. ¿Qué iba a decir a su padre? Éste

sostenía siempre su rotunda oposición a tal matrimonio, y ya el hijo habíaemprendidolasgestionesparaprescindirdeella.

—Puedeshaceresoytodoloquetedélagana.Peromiconsentimientoparaqueesaentretenidaseatusuegra,¡jamás!

Despuésde tresdías,Nébeldecidióconcluirdeunavezconeseestadodecosas,yaprovechóparaellounmomentoenqueLidianoestaba.

—Hablé con mi padre —comenzó Nébel— y me ha dicho que le serácompletamenteimposibleasistir.

Lamadresepusounpocopálida,mientrassusojos,enunsúbitofulgor,seestirabanhacialassienes.

—¡Ah!¿Yporqué?—Nosé—repusoconvozsordaNébel.—Esdecir…quesuseñorpadretememancharsesiponelospiesaquí.—¡Nosé!—repitióél,obstinadoasuvez.—¡Es que es una ofensa gratuita la que nos hace ese señor! ¿Qué se ha

Page 14: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

figurado?—añadióconvozyaalteradayloslabiostemblantes—.¿Quiénesélparadarseesetono?

Nébel sintió entonces el fustazo de reacción en la cepa profunda de sufamilia.

—¡Quées,nosé!—repusoconvozprecipitadaasuvez—.Peronosóloseniegaaasistir,sinoquetampocodasuconsentimiento.

—¿Qué?¿Queseniega?¿Yporqué?¿Quiénesél?¡Elmásautorizadoparaesto!

Nébelselevantó:—Ustedno…Peroellasehabíalevantadotambién.—¡Sí,él!¡Ustedesunacriatura!¡Pregúntelededóndehasacadosufortuna,

robadaasusclientes!¡Yconesosaires!¡Sufamiliairreprochable,sinmancha,sellenalabocaconeso!¡Sufamilia!…¡Dígalequeledigacuántasparedesteníaquesaltarparairadormirconsumujerantesdecasarse!¡Sí,ymevieneconsufamilia!… ¡Muy bien, váyase; estoy hasta aquí de hipocresías! ¡Que lo pasebien!

III

Nébel vivió cuatro días en la más honda desesperación. ¿Qué podía esperardespuésdelosucedido?Alquinto,yalanochecer,recibióunaesquela:

«Octavio:Lidiaestábastanteenferma,ysólosupresenciapodríacalmarla.

MARÍAS.DEARRIZABALAGA»

Eraunatreta,noofrecíaduda.PerosisuLidiaenverdad…Fue esa noche, y la madre lo recibió con una discreción que asombró a

Nébel;sinafabilidadexcesiva,niairetampocodepecadoraquepidedisculpas.—Siquiereverla…Nébelentróconlamadre,yvioasuamoradoradoenlacama,elrostrocon

esa frescura sin polvos que dan únicamente los catorce años, y las piernas

Page 15: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

recogidas.Se sentó a su lado, y en balde la madre esperó a que se dijeran algo: no

hacíansinomirarseysonreír.De prontoNébel sintió que estaban solos, y la imagen de lamadre surgió

nítida: «Se va para que en el transporte de mi amor reconquistado pierda lacabeza, y elmatrimonio sea así forzoso». Pero en ese cuarto de hora de gocefinalqueleofrecíanadelantadoacostadeunpagarédecasamiento,elmuchachodedieciochoañossintió—comootravezcontralapared—elplacersinlamáslevemancha,deunamorpuroentodasuaureoladepoéticoidilio.

Sólo Nébel pudo decir cuán grande fue su dicha recuperada en pos delnaufragio.Éltambiénolvidabaloquefueraenlamadreexplosióndecalumnia,ansiarabiosadeinsultaralosquenolomerecen.Peroteníalamásfríadecisióndeapartaralamadredesuvida,unavezcasados.Elrecuerdodesutiernanovia,pura y riente en la cama, de la que se había destendido una punta para él,encendía la promesa de una voluptuosidad íntegra, a la que no había robadoprematuramenteelmáspequeñodiamante.

A la noche siguiente, al llegar a lodeArrizabalaga,Nébel halló el zaguánoscuro.Despuésdelargoratolasirvientaentreabriólaventana.

—¿Hansalido?—preguntóél,extrañado.—No,sevanaMontevideo…HanidoalSaltoadormirabordo.—¡Ah!—murmuróNébel,aterrado.Teníaunaesperanzaaún—.¿Eldoctor?

¿Puedohablarconél?—Noestá;sehaidoalclubdespuésdecomer…Una vez solo en la calle oscura,Nébel levantó y dejó caer los brazos con

mortaldesaliento. ¡Seacabó todo! ¡Sufelicidad,sudichareconquistadaundíaantes, perdida de nuevo y para siempre! Presentía que esta vez no habíaredenciónposible.Losnerviosdelamadrehabíansaltadoalaloca,comoteclas,yélnopodíayahacermás.

Caminóhasta laesquina,ydesdeallí, inmóvilbajoelfarol,contemplóconestúpidafijezalacasarosada.Diounavueltaalamanzana,ytornóadetenersebajoelfarol.¡Nunca,nuncamás!

Hasta las once ymedia hizo lomismo.Al fin se fue a su casa y cargó elrevólver.Perounrecuerdolodetuvo:mesesatráshabíaprometidoaundibujantealemán que antes de suicidarse un día—Nébel era adolescente— iría a verlo.

Page 16: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Uníalo con el viejo militar de Guillermo una viva amistad, cimentada sobrelargascharlasfilosóficas.

A la mañana siguiente, muy temprano, Nébel llamaba al pobre cuarto deaquél.Laexpresióndesurostroerasobradoexplícita.

—¿Es ahora?—lepreguntó el paternal amigo, estrechándole con fuerza lamano.

—¡Pst!¡Detodosmodos!…—repusoelmuchacho,mirandoaotrolado.Eldibujante,congrancalma,lecontóentoncessupropiodramadeamor.—Vaya a su casa—concluyó—, y si a las once no ha cambiado de idea,

vuelvaaalmorzarconmigo,siesquetenemosqué.Despuésharáloquequiera.¿Melojura?

—Se lo juro —contestó Nébel, devolviéndole su estrecho apretón congrandesganasdellorar.

EnsucasaloesperabaunatarjetadeLidia:

«IdolatradoOctavio:Midesesperaciónnopuedesermásgrande,peromamáhavistoquesi

me casaba con usted, me estaban reservados grandes dolores; hecomprendido,comoella,quelomejorerasepararnosylejuronoolvidarlonunca.

Su

LIDIA»

—¡Ah,teníaqueserasí!—clamóelmuchacho,viendoalmismotiempoconespantosurostrodemudadoenelespejo.¡Lamadreeraquienhabíainspiradolacarta, ellay sumaldita locura!Lidianohabíapodidomenosqueescribir,y lapobre chica, trastornada, lloraba todo su amor en la redacción—. ¡Ah! ¡Sipudiera verla algún día, decirle de qué modo la he querido, cuánto la quieroahora,adoradademialma!…

Temblando fuehastaelveladorycogióel revólver;pero recordósunuevapromesa, y durante un larguísimo tiempo permaneció allí de pie, limpiandoobstinadamenteconlauñaunamanchadeltambor.

Page 17: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Otoño

Unatarde,enBuenosAires,acababaNébeldesubiraltranvíacuandoelcochesedetuvounmomentomásdelconveniente,yNébel,que leía,volvióal fin lacabeza.Unamujer,conlentoydifícilpaso,avanzabaentrelosasientos.Trasunarápidaojeadaalaincómodapersona,Nébelreanudólalectura.Ladamasesentóasulado,yalhacerlomiróatentamenteasuvecino.Nébel,aunquesentíadevezencuandolamiradaextranjeraposadasobreél,prosiguiósulectura;peroalfinsecansóylevantóelrostroextrañado.

—Yameparecíaqueerausted—exclamóladama—,aunquedudabaaún…Nomerecuerda,¿noescierto?

—Sí—repusoNébelabriendolosojos—.LaseñoradeArrizabalaga…EllaviolasorpresadeNébel,ysonrióconairedeviejacortesana,quetrata

aúndeparecerbienaunmuchacho.Deella—cuandoNébellahabíaconocidoonceañosatrás—sóloquedaban

los ojos, aunque muy hundidos, y ya apagados. El cutis amarillo, con tonosverdososenlassombras,seresquebrajabaenpolvorientossurcos.Lospómulossaltabanahora,y los labios, siempregruesos,pretendíanocultarunadentaduradeltodocariada.Bajoelcuerpodemacradoseveíavivaalamorfinacorriendoporentre losnerviosagotadosy lasarteriasacuosas,hastahaberconvertidoenaquelesqueletoalaelegantemujerqueundíahojeólaIllustrationasulado.

—Sí, estoy muy envejecida… y enferma; he tenido ya ataques a losriñones…Yusted—añadiómirándoloconternura—,¡siempreigual!Verdadesquenotienetreintaañosaún…Lidiatambiénestáigual.

Nébellevantólosojos.—¿Soltera?—Sí…¡Cuántosealegrarácuandolecuente!¿Porquénoledaesegustoala

pobre?¿Noquiereiravernos?—Conmuchogusto…—murmuróNébel.—Sí, vaya pronto; ya sabe lo que hemos sido para usted…En fin,Boedo

1483,departamento14…Nuestraposiciónestanmezquina…—¡Oh!—protestóél,levantándoseparairse.Prometióirmuypronto.

Page 18: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Doce días después Nébel debía volver al ingenio, y antes quiso cumplir supromesa. Fue allá —un miserable departamento de arrabal—. La señora deArrizabalagalorecibió,mientrasLidiasearreglabaunpoco.

—¡Conque once años! —observó de nuevo la madre—. ¡Cómo pasa eltiempo!¡YustedquepodríatenerunainfinidaddehijosconLidia!

—Seguramente—sonrióNébel,mirandoasurededor.—¡Oh!¡Noestamosmuybien!Ysobre todocomodebedeestarpuestasu

casa… Siempre oigo hablar de sus cañaverales… ¿Es ése su únicoestablecimiento?

—Sí…EnEntreRíostambién…—¡Quéfeliz!Sipudierauno…¡Siempredeseandoirapasarunosmesesen

elcampo,ysiempreconeldeseo!Secalló,echandounafugazmiradaaNébel.Éste,conelcorazónapretado,

revivíanítidaslasimpresionesenterradasonceañosensualma.—Ytodoestoporfaltaderelaciones…¡Estandifíciltenerunamigoenesas

condiciones!ElcorazóndeNébelsecontraíacadavezmás,yLidiaentró.Ella estaba tambiénmuy cambiada, porque el encanto de un candor y una

frescuradeloscatorceañosnosevuelveahallarmásenlamujerdeveintiséis.Perobellasiempre.Suolfatomasculinosintióensucuellomórbido,enlamansatranquilidadde sumirada, y en todo lo indefinible quedenuncia al hombre elamoryagozado,quedebíaguardarveladoparasiempreelrecuerdodelaLidiaqueconoció.

Hablaron de cosas muy triviales, con perfecta discreción de personasmaduras.Cuandoellasaliódenuevounmomento,lamadrereanudó:

—Sí, estáunpocodébil…Ycuandopiensoque en el campo se repondríaenseguida…Vea,Octavio:¿mepermiteserfrancaconusted?Yasabequelohequerido como a un hijo… ¿No podríamos pasar una temporada en suestablecimiento?¡CuántobienleharíaaLidia!

—Soycasado—repusoNébel.Laseñoratuvoungestodevivacontrariedad,yporuninstantesudecepción

fuesincera;peroenseguidacruzósusmanoscómicas:

Page 19: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¡Casado, usted! ¡Oh, qué desgracia, qué desgracia! ¡Perdóneme, yasabe!…Noséloquedigo…¿Ysuseñoraviveconustedenelingenio?

—Sí,generalmente…AhoraestáenEuropa.—¡Qué desgracia! Es decir… ¡Octavio!—añadió abriendo los brazos con

lágrimas en los ojos—:A usted le puedo contar, usted ha sido casimi hijo…¡Estamospocomenosqueenlamiseria!¿PorquénoquierequevayaconLidia?Voy a tener con usted una confesión de madre —concluyó con una pastosasonrisa y bajando la voz—: Usted conoce bien el corazón de Lidia, ¿no escierto?

Esperórespuesta,peroNébelpermanecíacallado.—¡Sí,ustedlaconoce!¿YcreequeLidiaesmujercapazdeolvidarcuando

haquerido?Ahora había reforzado su insinuación con una lenta guiñada.Nébel valoró

entonces de golpe el abismo en que pudo haber caído antes. Era siempre lamisma madre, pero ya envilecida por su propia alma vieja, la morfina y lapobreza.YLidia…Alverlaotravezhabíasentidounbruscogolpededeseoporlamujeractualdegargantallenayyaestremecida.Anteeltratadocomercialquele ofrecían, se echó en brazos de aquella rara conquista que le deparaba eldestino.

—¿Nosabes,Lidia?—prorrumpiólamadrealborozada,alvolversuhija—.Octavionosinvitaapasarunatemporadaensuestablecimiento.¿Quéteparece?

Lidiatuvounafugitivacontraccióndecejasyrecuperósuserenidad.—Muybien,mamá…—¡Ah!¿Nosabesloquedice?Estácasado.¡Tanjovenaún!Somoscaside

sufamilia…LidiavolvióentonceslosojosaNébel,ylomiróunmomentocondolorosa

gravedad.—¿Hacetiempo?—murmuró.—Cuatroaños—repusoélenvozbaja.Apesardetodo,lefaltóánimopara

mirarla.

Invierno

Page 20: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

I

Nohicieronelviajejuntos,porunúltimoescrúpulodeNébelenunalíneadondeeramuyconocido;peroal salirde laestación, subieron todosenelbrec de lacasa. Cuando Nébel quedaba solo en el ingenio, no guardaba a su serviciodomésticomásqueaunaviejaindia,pues—amásdesupropiafrugalidad—sumujer se llevaba consigo toda la servidumbre. De este modo presentó a susacompañantes a la fiel nativa como una tía anciana y su hija, que venían arecobrarlasaludperdida.

Nada más creíble, por otro lado, pues la señora decaía vertiginosamente.Habíallegadodeshecha,elpieinciertoypesadísimo,yensusfaciesangustiosalamorfina,quehabíasacrificadocuatrohorasseguidasaruegodeNébel,pedíaagritosunacorridapordentrodeaquelcadáverviviente.

Nébel,quecortarasusestudiosa lamuertedesupadre, sabía losuficienteparapreveruna rápida catástrofe; el riñón, íntimamente atacado, tenía a vecesparospeligrosos,quelamorfinanohacíasinoprecipitar.

Yaenelcoche,nopudiendoresistirmás,ladamahabíamiradoaNébelcontransidaangustia:

—Simepermite,Octavio…¡Nopuedomás!Lidia,pontedelante.Lahija,tranquilamente,ocultóunpocoasumadre,yNébeloyóelcrujidode

laropaviolentamenterecogidaparapincharelmuslo.Losojos se encendieron,yunaplenituddevida cubrió comounamáscara

aquellacaraagónica.—Ahoraestoybien…¡Quédicha!Mesientobien.—Debería dejar eso—dijo duramente Nébel, mirándola de costado—. Al

llegar,estarápeor.—¡Oh,no!Antesmoriraquímismo.Nébelpasótodoeldíadisgustado,ydecididoavivircuantolefueraposible

sinverenLidiaysumadremásquedospobresenfermas.Peroalcaerlatarde,ya ejemplo de las fieras que empiezan a esa hora a afilar las garras, el celo devaróncomenzóarelajarlelacinturaenlasosescalofríos.

Comieron temprano,pues lamadre,quebrantada,deseabaacostarsedeunavez.Nohubotampocomediodequetomaraexclusivamenteleche.

—¡Huy!¡Quérepugnancia!Nolapuedopasar.¿Yquierequesacrifiquelos

Page 21: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

últimosañosdemivida,ahoraquepodríamorircontenta?Lidianopestañeó.HabíahabladoconNébelpocaspalabras,ysóloalfindel

cafélamiradadeésteseclavóenladeella;peroLidiabajólasuyaenseguida.

CuatrohorasdespuésNébelabríasinruidolapuertadelcuartodeLidia.—¡Quiénes!—sonódeprontolavozazorada.—Soyyo—murmuróapenasNébel.Unmovimientoderopas,comoeldeunapersonaquesesientabruscamente

en lacama,siguióasuspalabras,yelsilencioreinódenuevo.Perocuando lamanodeNébeltocóenlaoscuridadunbrazofresco,elcuerpotemblóentoncesenunahondasacudida.

Luego,inertealladodeaquellamujerqueyahabíaconocidoelamorantesqueél llegara, subióde lomás recónditodel almadeNébel el santoorgullode suadolescenciadenohabertocadojamás,denohaberrobadoniunbesosiquiera,ala criatura que lo miraba con radiante candor. Pensó en las palabras deDostoievski, que hasta ese momento no había comprendido: «Nada hay másbello y que fortalezcamás en la vida que un recuerdo puro». Nébel lo habíaguardado,eserecuerdosinmancha,purezainmaculadadesusdieciochoaños,yqueahorayacíaallí,enfangadohastaelcáliz,sobreunacamadesirvienta.

Sintióentoncessobresucuellodos lágrimaspesadas, silenciosas.Ellaasuvez recordaría…Y las lágrimas de Lidia continuaban una tras otra, regando,comounatumba,elabominablefindesuúnicosueñodefelicidad.

II

Durantediezdíaslavidaprosiguióencomún,aunqueNébelestabacasitodoeldíaafuera.Portácitoacuerdo,Lidiayélseencontrabanmuypocasvecessolos;yaunquedenochevolvíanaverse,pasabanaunentonceslargotiempocallados.

Lidiamismateníabastantequehacercuidandoasumadre,postradaal fin.Como no había posibilidad de reconstruir lo ya podrido, y aun a trueque del

Page 22: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

peligro inmediatoqueocasionara,Nébelpensóensuprimir lamorfina.Peroseabstuvo una mañana que, entrando bruscamente en el comedor, sorprendió aLidiaquesebajabaprecipitadamentelasfaldas.Teníaenlamanolajeringuilla,yfijóenNébelsumiradaespantada.

—¿Hacemuchotiempoqueusaseso?—lepreguntóélalfin.—Sí—murmuróLidia,doblandoenunaconvulsiónlaaguja.Nébellamiróaúnyseencogiódehombros.Sin embargo, como la madre repetía sus inyecciones con una frecuencia

terrible para ahogar los dolores de su riñón que lamorfina concluía dematar,Nébelsedecidióaintentarlasalvacióndeaquelladesgraciada,sustrayéndoleladroga.

—¡Octavio! ¡Me va a matar!—clamó ella con ronca súplica—. ¡Mi hijoOctavio!¡Nopodríavivirundía!

—¡Esquenovivirádoshorassiledejoeso!—contestóNébel.—¡Noimporta,miOctavio!¡Dame,damelamorfina!Nébeldejóquelosbrazossetendieranaélinútilmente,ysalióconLidia.—¿Túsabeslagravedaddelestadodetumadre?—Sí…Losmédicosmehabíandicho…Éllamirófijamente.—Esqueestámuchopeordeloqueimaginas.Lidia sepusoblanca,ymirandoafuera, ahogóun sollozomordiéndose los

labios.—¿Nohaymédicoaquí?—murmuró.—Aquíno,niendiezleguasalaredonda;perobuscaremos.Esatardellegóelcorreocuandoestabansolosenelcomedor,yNébelabrió

unacarta.—¿Noticias?—preguntóLidiainquieta,levantandolosojosaél.—Sí—repusoNébel,prosiguiendolalectura.—¿Delmédico?—volvióLidiaalrato,másansiosaaún.—No,demimujer—repusoélconlavozdura,sinlevantarlosojos.Alasdiezdelanoche,LidiallegócorriendoalapiezadeNébel.—¡Octavio!¡Mamásemuere!…Corrieron al cuarto de la enferma.Una intensa palidez cadaverizaba ya el

rostro.Teníaloslabiosdesmesuradamentehinchadosyazules,yporentreellos

Page 23: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

seescapabaunremedodepalabra,guturalyabocallena:—Pla…pla…pla…Nébelvioenseguidasobreelveladorelfrascodemorfina,casivacío.—¡Esclaro,semuere!¿Quiénlehadadoesto?—preguntó.—¡Nosé,Octavio!Haceunratosentíruido…Seguramentelofueabuscara

tucuartocuandonoestabas…¡Mamá,pobremamá!—cayósollozandosobreelmiserablebrazoquependíahastaelpiso.

Nébel lapulsó; el corazónnodabamás, y la temperatura caía.Al rato loslabioscallaronsupla…pla,yenlapielaparecierongrandesmanchasvioletas.

A launade lamañanamurió.Esa tarde, trasel entierro,Nébel esperóqueLidia concluyera de vestirse mientras los peones cargaban las valijas en elcarruaje.

—Tomaesto—ledijocuandoellaestuvoasulado, tendiéndoleunchequedediezmilpesos.

Lidiaseestremecióviolentamente,ysusojos,enrojecidos,sefijarondellenoenlosdeNébel.Peroélsostuvolamirada.

—¡Toma,pues!—repitiósorprendido.Lidialotomóysebajóarecogersuvalijita.Nébelentoncesseinclinósobre

ella.—Perdóname—ledijo—.Nomejuzguespeordeloquesoy.Enlaestaciónesperaronunratoysinhablar,juntoalaescalerilladelvagón,

pueseltrennosalíaaún.Cuandolacampanasonó,Lidialetendiólamano,queNébelretuvounmomentoensilencio.Luego,sinsoltarla,recogióaLidiadelacinturaylabesóhondamenteenlaboca.

Eltrenpartió.Inmóvil,Nébelsiguióconlavistalaventanillaqueseperdía.PeroLidianoseasomó.

Page 24: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

LamuertedeIsolda

ConcluíaelprimeractodeTristáneIsolda.Cansadodelaagitacióndeesedía,mequedéenmibutaca,muycontentodemisoledad.Volvílacabezaalasala,ydetuveenseguidalosojosenunpalcobajo.

Evidentemente, unmatrimonio. Él, unmarido cualquiera, y tal vez por sumercantilvulgaridadyladiferenciadeañosconsumujer,menosquecualquiera.Ella,joven,pálida,conunadeesasprofundasbellezasquemásqueenelrostro—aunbienhermoso—,resideenlaperfectasolidaridaddemirada,boca,cuello,mododeentrecerrarlosojos.Era,sobretodo,unabellezaparahombres,sinseren lo más mínimo provocativa; y esto es precisamente lo que no entenderánnuncalasmujeres.

Lamiré largo rato a ojos descubiertos porque la veíamuy bien, y porquecuandoelhombreestáasíentensióndeaspirarfijamenteuncuerpohermoso,norecurrealarbitriofemeninodelosanteojos.

Comenzóelsegundoacto.Volvíaúnlacabezaalpalco,ynuestrasmiradassecruzaron.Yo,quehabíaapreciadoyaelencantodeaquellamiradavagandoporunoyotroladodelasala,vivíenunsegundo,alsentirladirectamenteapoyadaenmí,elmásadorablesueñodeamorquehayatenidonunca.

Fueaquellomuyrápido:losojoshuyeron,perodosotresveces,enmilargominutodeinsistencia,tornaronfugazmenteamí.

Fueasimismo,conlasúbitadichadehabermesoñadouninstantesumarido,elmásrápidodesencantodeunidilio.Susojosvolvieronotravez,peroeneseinstantesentíquemivecinodela izquierdamirabahaciaallá,ydespuésdeunmomentodeinmovilidadporambaspartes,sesaludaron.

Así, pues, yo no tenía el más remoto derecho a considerarme un hombrefeliz,yobservéamicompañero.Eraunhombredemásdetreintaycincoaños,de barba rubia y ojos azules de mirada clara y un poco dura, que expresaba

Page 25: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

inequívocavoluntad.—Seconocen—medije—ynopoco.En efecto, después de lamitad del actomi vecino, que no había vuelto a

apartarlosojosdelaescena,losfijóenelpalco.Ella,lacabezaunpocoechadaatrás y en la penumbra, lo miraba también. Me pareció más pálida aún. Semiraronfijamente,insistentemente,aisladosdelmundoenaquellarectaparaleladealmaaalmaquelosmanteníainmóviles.

Duranteeltercero,mivecinonovolvióuninstantelacabeza.Peroantesdeconcluiraquél,salióporelpasillolateral.Miréalpalco,yellatambiénsehabíaretirado.

—Finaldeidilio—medijemelancólicamente.Élnovolviómás,yelpalcoquedóvacío.

—Sí, se repiten —sacudió largo rato la cabeza—. Todas las situacionesdramáticaspuedenrepetirse,aunlasmásinverosímiles,yserepiten.Esmenestervivir,yustedesmuymuchacho…YlasdesuTristántambién,loquenoobstapara que haya allí el más sostenido alarido de pasión que haya gritado almahumana…Yoquierotantocomoustedaesaobra,yacasomás…Nomerefiero,querrá creer, al drama de Tristán, y con él las treinta y seis situaciones deldogma, fuera de las cuales todas son repeticiones. No; la escena que vuelvecomo una pesadilla, los personajes que sufren la alucinación de una dichamuerta,esotracosa…Ustedasistióalpreludiodeunadeesasrepeticiones…Sí,ya sé que se acuerda… No nos conocíamos con usted entonces… ¡Y…precisamente a usted debía de hablarle de esto! Pero juzga mal lo que vio ycreyó un acto mío feliz… ¡Feliz!… Óigame. El buque parte dentro de unmomento, y esta vez no vuelvomás…Le cuento esto a usted, como si se lopudiera escribir, por dos razones: Primero, porque usted tiene un parecidopasmosoconloqueerayoentonces—enlobuenoúnicamente,porsuerte—.Ysegundo,porqueusted,mijovenamigo,esperfectamenteincapazdepretenderla,despuésdeloquevaaoír.Óigame:

La conocí hace diez años, y durante los seismeses que fui su novio hicecuantoestuvoenmíparaquefueramía.Laqueríamucho,yella,inmensamenteamí.Porestocedióundía,ydesdeeseinstantemiamor,privadodetensión,se

Page 26: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

enfrió.Nuestro ambiente social era distinto, ymientras ella se embriagaba con la

dicha de poseer mi nombre, yo vivía en una esfera de mundo donde me erainevitableflirtearconmuchachasdeapellido,fortuna,yavecesmuylindas.

Una de ellas llevó conmigo el flirteo bajo parasoles degarden party a unextremo tal, queme exasperéy la pretendí seriamente.Pero simipersona erainteresante para esos juegos, mi fortuna no alcanzaba a prometerle el trennecesario,ymelodioaentenderclaramente.

Tenía razón, perfecta razón. En consecuencia flirteé con una amiga suya,muchomásfea,peroinfinitamentemenoshábilparaestastorturasdeltête-à-têtea diez centímetros, cuya gracia exclusiva consiste en enloquecer a su flirt,manteniéndoseunodueñodesí.Yestaveznofuiyoquienseexasperó.

Seguro, pues, del triunfo, pensé entonces en elmodo de romper con Inés.Continuaba viéndola, y aunque no podía ella engañarse sobre elamortiguamientodemipasión,suamorerademasiadograndeparanoiluminarlelosojosdefelicidadcadavezquemeveíallegar.

Lamadrenosdejaba solos;y aunquehubiera sabido loquepasaba,habríacerradolosojosparanoperderlamásvagaposibilidaddesubirconsuhijaaunaesferamuchomásalta.

Unanochefuialládispuestoaromper,convisiblemalhumor,porlomismo.Inéscorrióaabrazarme,perosedetuvo,bruscamentepálida.

—¿Quétienes?—medijo.—Nada—lerespondíconsonrisaforzada,acariciándolelafrente.Elladejó

hacer,sinprestaratenciónamimanoymirándomeinsistentemente.Alfinapartólosojoscontraídosyentramosenlasala.

Lamadrevino,perosintiendocielodetormenta,estuvosólounmomentoydesapareció.

Romperespalabracortayfácil;perocomenzarlo…Noshabíamossentadoynohablábamos.Inésseinclinó,meapartólamano

delacaraymeclavólosojos,dolorososdeangustiosoexamen.—¡Esevidente!…—murmuró.—¿Qué?—lepreguntéfríamente.La tranquilidaddemimirada le hizomásdañoquemivoz, y su rostro se

demudó:

Page 27: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¡Queyanomequieres!—articulóenunadesesperaday lentaoscilacióndecabeza.

—Éstaeslaquincuagésimavezquediceslomismo—respondí.Nopodíadarse respuestamásdura;peroyo teníayaelcomienzo. Inésme

miróunratocasicomoaunextraño,yapartándomebruscamentelamanoconelcigarro,suvozserompió:

—¡Esteban!—¿Qué?—tornéarepetir.Esta vez bastaba. Dejó lentamente mi mano y se reclinó atrás en el sofá,

manteniendo fijo en la lámpara su rostro lívido. Pero unmomento después sucaracaíadecostadobajoelbrazocrispadoalrespaldo.

Pasó un rato aún. La injusticia de mi actitud—no veía en ella más queinjusticia—acrecentabaelprofundodisgustodemímismo.Poresocuandooí,omás bien sentí, que las lágrimas brotaban al fin, me levanté con un violentochasquidodelengua.

—Yocreíaquenoíbamosatenermásescenas—ledijepaseándome.Nomerespondió,yagregué:—Peroqueseaéstalaúltima.Sentí que las lágrimas sedetenían, ybajo ellasme respondióunmomento

después:—Comoquieras.Peroenseguidacayósollozandosobreelsofá:—¡Peroquétehehecho!¡Quétehehecho!—¡Nada!—le respondí—. Pero yo tampoco te he hecho nada a ti…Creo

queestamosenelmismocaso.¡Estoyhartodeestascosas!Mi voz era seguramente mucho más dura que mis palabras. Inés se

incorporó,ysosteniéndoseenelbrazodelsofá,repitió,helada:—Comoquieras.Eraunadespedida.Yoibaaromper,ysemeadelantaban.Elamorpropio,el

vilamorpropiotocadoavivo,mehizoresponder.—Perfectamente…Mevoy.Queseasmásfeliz…otravez.Nocomprendió,ymemiróconextrañeza.Yohabíayacometidolaprimera

infamia:ycomoenesoscasos,sentíelvértigodeenlodarmemásaún.—¡Es claro! —apoyé brutalmente—. Porque de mí no has tenido queja

Page 28: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

¿no?…¿no?Esdecir:tehiceelhonordesertuamante,ydebesestarmeagradecida.Comprendiómásmisonrisaquemispalabras,ymientrasyosalíaabuscar

mi sombrero en el corredor, su cuerpoy su alma entera se desplomaban en lasala.

Entonces,enese instanteenquecrucélagalería,sentí intensamenteloqueacababadehacer.Aspiracióndelujo,matrimonioencumbrado,todomeresaltócomo una llaga en mi propia alma. Y yo, que me ofrecía en subasta a lasmundanasfeasconfortuna,quemeponíaenventa,acababadecometerelactomás ultrajante, con lamujer que nos ha querido demasiado… Flaqueza en elMontedelosOlivos,omomentovilenunhombrequenoloes,llevanalmismofin: ansia de sacrificio, de reconquista más alta del propio valer. Y luego, lainmensa sed de ternura, de borrar beso tras beso las lágrimas de la mujeradorada, cuya primera sonrisa tras la herida que le hemos causado, es lamásbellaluzquepuedainundaruncorazóndehombre.

¡Y concluido! No me era posible ante mí mismo volver a tomar lo queacababa de ultrajar de esemodo: ya no era digno de ella, ni lamerecíamás.Había enlodado en un segundo el amor más puro que hombre alguno hayasentido sobre sí, y acababa de perder con Inés la irreencontrable felicidad deposeeraquiennosamaentrañablemente.

Desesperado,humillado,crucépordelantedelasala,ylaviechadasobreelsofá,sollozandoelalmaenteraentresusbrazos.

¡Inés! ¡Perdidaya!Sentímáshondamimiseriaante sucuerpo, todoamor,sacudidoporlossollozosdesudichamuerta.Sindarmecuentacasi,medetuve.

—¡Inés!—dije.Mivoznoerayaladeantes.Yelladebiónotarlobien,porquesualmasintió,

en aumento de sollozos, el desesperado llamado que le hacíami amor—¡esavez,sí,inmensoamor!

—No,no…—merespondió—.¡Esdemasiadotarde!

Padillasedetuvo.Pocasveceshevistoamarguramássecaytranquilaqueladesusojoscuandoconcluyó.Pormiparte,nopodíaapartardemimemoriaaquellaadorablebellezadelpalco,sollozandosobreelsofá…

Page 29: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Mecreerá—reanudóPadilla—siledigoqueenmisinsomniosdesolterodescontento de símismo la he tenido así antemí…Salí enseguidadeBuenosAiressinvercasianadie,ymenosamiflirtdegranfortuna…Volvíalosochoaños,ysupeentoncesquesehabíacasado,alosseismesesdehabermeidoyo.Tornéaalejarme,yhaceunmesregresé,bientranquilizadoya,yenpaz.

No había vuelto a verla. Era para mí como un primer amor, con todo elencanto dignificante que un idilio virginal tiene para el hombre hecho quedespués amó cien veces… Si usted es querido alguna vez como yo lo fui, yultrajacomoyolohice,comprenderátodalapurezaquehayenmirecuerdo.

Hasta que una noche tropecé con ella. Sí, esamisma noche en el teatro…Comprendí,alveralopulentoalmacenerodesumarido,quesehabíaprecipitadoenelmatrimonio,comoyoalUcayali…Peroalverlaotravez,aveintemetrosdemí,mirándome, sentíqueenmialma,dormidaenpaz, surgía sangrando ladesolacióndehaberlaperdido, como sinohubierapasadoun solodíade esosdiez años. ¡Inés! Su hermosura, su mirada—única entre todas las mujeres—habían sido mías, bien mías, porque me había sido entregada con adoración.Tambiénapreciaráustedestoalgúndía.

Hicelohumanamenteposibleparaolvidar,merompílasmuelastratandodeconcentrar todo mi pensamiento en la escena. Pero la prodigiosa partitura deWagner, ese grito depasión enfermante, encendió en llamaviva lo quequeríaolvidar.Enelsegundooterceractonopudemásyvolvílacabeza.Ellatambiénsufría la sugestión de Wagner, y me miraba. ¡Inés, mi vida! Durante mediominutosuboca, susmanos,estuvieronbajomibocaymisojos,yduranteesetiempoellaconcentróensupalidezlasensacióndeesadichamuertahacíadiezaños. ¡Y Tristán siempre, sus alaridos de pasión sobrehumana, sobre nuestrafelicidadyerta!

Melevantéentonces,atravesélasbutacascomounsonámbulo,yavancéporelpasilloaproximándomeaellasinverla,sinquemeviera,comosidurantediezañosnohubierayosidounmiserable…

Ycomodiezañosatrás,sufrílaalucinacióndequellevabamisombreroenlamanoeibaapasardelantedeella.

Pasé,lapuertadelpalcoestabaabierta,ymedetuveenloquecido.Comodiezaños antes sobre el sofá, ella, Inés, tendida ahora en el diván del antepalco,sollozabalapasióndeWagnerysufelicidaddeshecha.

Page 30: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

¡Inés!…Sentí que el destinome colocaba en unmomento decisivo. ¡Diezaños!… ¿Pero habían pasado? ¡No, no, Inésmía!Y como entonces, al ver sucuerpotodoamor,sacudidoporlossollozos,lallamé:

—¡Inés!Y como diez años antes, los sollozos redoblaron, y como entonces me

respondióbajosusbrazos:—No,no…¡Esdemasiadotarde!…

Page 31: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Elsolitario

Kassimeraunhombreenfermizo,joyerodeprofesión,bienquenotuvieratiendaestablecida.Trabajabaparalasgrandescasas,siendosuespecialidadelmontajede las piedras preciosas. Pocas manos como las suyas para los engarcesdelicados.Conmásarranqueyhabilidadcomercialhubierasidorico.Peroalostreintaycincoañosproseguíaensupieza,aderezadaentallerbajolaventana.

Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exangüe sombreado por rala barbanegra, teníaunamujerhermosay fuertementeapasionada.La joven,deorigencallejero,habíaaspiradoconsuhermosuraaunmásaltoenlace.Esperóhastalosveinteaños,provocandoaloshombresyasusvecinasconsucuerpo.Temerosaalfin,aceptónerviosamenteaKassim.

No más sueños de lujo, sin embargo. Su marido, hábil —artista aun—carecíacompletamentedecarácterparahacerunafortuna.Porlocual,mientrasel joyero trabajaba doblado sobre sus pinzas, ella, de codos, sostenía sobre sumaridouna lentaypesadamirada,paraarrancarse luegobruscamentey seguircon la vista tras los vidrios al transeúnte de posición que podía haber sido sumarido.

CuantoganabaKassim,noobstante, erapara ella.Losdomingos trabajabatambiénafindepoderleofrecerunsuplemento.CuandoMaríadeseabaunajoya—¡yconcuántapasióndeseabaella!—trabajabaéldenoche.Despuéshabíatosypuntadasalcostado;peroMaríateníasuschispasdebrillante.

Pocoapocoeltratodiarioconlasgemasllegóahaceramaralaesposalastareas del artífice, siguiendo con artífice ardor las íntimas delicadezas delengarce.Perocuandolajoyaestabaconcluida—debíapartir,noeraparaella—caíamáshondamenteen ladecepciónde sumatrimonio.Seprobaba laalhaja,deteniéndoseanteelespejo.Alfinladejabaporahí,yseibaasucuarto.

Kassim se levantaba al oír sus sollozos, y la hallaba en cama, sin querer

Page 32: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

escucharlo.—Hago,sinembargo,cuantopuedoporti—decíaélalfin,tristemente.Los sollozos subían con esto, y el joyero se reinstalaba lentamente en su

banco.Estascosasserepitieron,tantoqueKassimnoselevantabayaaconsolarla.

¡Consolarla!¿Dequé?LocualnoobstabaparaqueKassimprolongaramássusveladasafindeunmayorsuplemento.

Era un hombre indeciso, irresoluto y callado. Lasmiradas de sumujer sedeteníanahoraconmáspesadafijezasobreaquellamudatranquilidad.

—¡Yeresunhombre,tú!—murmuraba.Kassim,sobresusengarces,nocesabademoverlosdedos.—Noeresfelizconmigo,María—expresabaalrato.—¡Feliz!¡Ytieneselvalordedecirlo!¿Quiénpuedeserfelizcontigo?…¡Ni

la última de las mujeres!… ¡Pobre diablo! —concluía con risa nerviosa,yéndose.

Kassim trabajaba esa noche hasta las tres de lamañana, y sumujer teníaluegonuevaschispasqueellaconsiderabauninstanteconloslabiosapretados.

—Sí…Noesunadiademasorprendente…¿Cuándolahiciste?—Desde el martes —mirábala él con descolorida ternura—; mientras

dormías,denoche…—¡Oh,podíashaberteacostado!…¡Inmensos,losbrillantes!PorquesupasióneranlasvoluminosaspiedrasqueKassimmontaba.Seguía

eltrabajoconlocahambredequeconcluyeradeunavez,yapenasaderezabalaalhaja,corríaconellaalespejo.Luego,unataquedesollozos:

—¡Todos,cualquiermarido,elúltimo,haríaunsacrificioparahalagarasumujer!Ytú…,ytú…¡Niunmiserablevestidoqueponermetengo!

Cuandosetraspasaciertolímitederespetoalvarón,lamujerpuedellegaradecirasumaridocosasincreíbles.

LamujerdeKassimfranqueóeselímiteconunapasiónigualporlomenosalaquesentíaporlosbrillantes.Unatarde,alguardarsusjoyas,Kassimnotólafalta de un prendedor —cinco mil pesos en dos solitarios—. Buscó en suscajonesdenuevo.

—¿Nohasvistoelprendedor,María?Lodejéaquí.—Sí,lohevisto.

Page 33: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¿Dóndeestá?—sevolvióélextrañado.—¡Aquí!Sumujer,losojosencendidosylabocaburlona,seerguíaconelprendedor

puesto.—Tequedamuybien—dijoKassimalrato—.Guardémoslo.Maríaserió.—¡Oh,no!Esmío.—¿Broma?…—¡Sí,esbroma!¡Esbroma,sí!¡Cómoteduelepensarquepodríasermío…!

Mañanatelodoy.Hoyvoyalteatroconél.Kassimsedemudó.—Hacesmal…Podríanverte.Perderíantodaconfianzaenmí.—¡Oh!—Cerróellaconrabiosofastidio,golpeandoviolentamentelapuerta.Vuelta del teatro, colocó la joya sobre el velador.Kassim se levantó de la

camay fueaguardarlaensu tallerbajo llave.Cuandovolvió, sumujerestabasentadaenellecho.

—¡Esdecir,quetemesquetelarobe!¡Quesoyunaladrona!—Nomiresasí…Hassidoimprudente,nadamás.—¡Ah!¡Yatiteloconfían!¡Ati,ati!¡Ycuandotumujertepideunpocode

halago,yquiere…!¡Mellamasladronaamí,infame!Sedurmióalfin.PeroKassimnodurmió.Entregaron luego a Kassim, para montar, un solitario, el brillante más

admirablequehubierapasadoporsusmanos.—Mira,María,quépiedra.Nohevistootraigual.Sumujernodijonada;peroKassim la sintió respirarhondamente sobreel

solitario.—Unaguaadmirable…—prosiguióél—.Costaránueveodiezmilpesos.—Unanillo…—murmuróMaríaalfin.—No,esdehombre…Unalfiler.A compás del montaje del solitario, Kassim recibió sobre su espalda

trabajadoracuantoardíaderencorycocotajefrustradoensumujer.Diezvecespordíainterrumpíaasumaridoparairconelbrillanteanteelespejo.Despuésseloprobabacondiferentesvestidos.

—Si quieres hacerlo después—se atrevióKassim un día—.Es un trabajo

Page 34: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

urgente.Esperórespuestaenvano;sumujerabríaelbalcón.—¡María,tepuedenver!—¡Toma!¡Ahíestátupiedra!Elsolitario,violentamentearrancadodelcuello,rodóporelpiso.Kassim, lívido, lo recogió examinándolo y alzó luego desde el suelo la

miradaasumujer.—Ybueno:¿Porquémemirasasí?¿Sehizoalgotupiedra?—No—repusoKassim.Yreanudóenseguidasutarea,aunquelasmanosle

temblabanhastadarlástima.Tuvoquelevantarsealfinaverasumujereneldormitorio,enplenacrisis

denervios.Sucabellerasehabíasoltado,ylosojoslesalíandelasórbitas.—¡Dame el brillante!—clamó—. ¡Dámelo! ¡Nos escaparemos! ¡Para mí!

¡Dámelo!—María…—tartamudeóKassim,tratandodedesasirse.—¡Ah!—rugiósumujerenloquecida—.¡Túereselladrón,miserable!¡Me

has robado mi vida, ladrón, ladrón! ¡Y creías que no me iba a desquitar…cornudo!¡Ajá!Mírame…Nosetehaocurridonunca,¿eh?¡Ah!—ysellevólasdosmanosalagargantaahogada.

PerocuandoKassimseiba,saltódelacamaycayódepecho,alcanzandoacogerlodeunbotín.

—¡No importa! ¡El brillante, dámelo! ¡No quiero más que eso! ¡Es mío,Kassim,miserable!

Kassimlaayudóalevantarse,lívido.—Estásenferma,María.Despuéshablaremos…Acuéstate.—¡Mibrillante!—Bueno,veremossiesposible…Acuéstate.—¡Dámelo!Lacrisisdenerviosretornó.

Kassimvolvióatrabajarensusolitario.Comosusmanosteníanunaseguridadmatemática,faltabanpocashorasyaparaconcluirlo.

Maríaselevantóacomer,yKassimtuvolasolicituddesiempreconella.Al

Page 35: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

finaldelacenasumujerlomiródefrente.—Esmentira,Kassim—ledijo.—¡Oh!—repusoKassimsonriendo—.Noesnada.—¡Tejuroqueesmentira!—insistióella.Kassimsonriódenuevo,tocándolecontorpecaricialamano,yselevantóa

proseguirsu tarea.Sumujer,con lasmejillasentre lasmanos, losiguiócon lavista.

—Ynome dicemás que eso…—murmuró.Y con una honda náusea poraquellopegajoso,fofoeinertequeerasumarido,sefueasucuarto.

No durmió bien. Despertó, tarde ya, y vio luz en el taller; su maridocontinuabatrabajando.UnahoradespuésKassimoyóunalarido.

—¡Dámelo!—Sí,esparati;faltapoco,María—repusopresuroso,levantándose.Perosu

mujer,trasesegritodepesadilla,dormíadenuevo.A las dos de la madrugada Kassim pudo dar por terminada su tarea: el

brillanteresplandecíafirmeyvaronilensuengarce.Conpasosilenciosofuealdormitorio y encendió la veladora. María dormía de espaldas, en la blancuraheladadesupechoysucamisón.

Fuealtalleryvolviódenuevo.Contemplóunratoelsenocasidescubierto,yconunadescoloridasonrisaapartóunpocomáselcamisóndesprendido.

Sumujernolosintió.Nohabíamuchaluz.ElrostrodeKassimadquiriódeprontounadurezade

piedra,ysuspendiendouninstantelajoyaaflordelsenodesnudo,hundió,firmeyperpendicularcomounclavo,elalfilerenteroenelcorazóndesumujer.

Hubounabruscaaberturadeojos, seguidadeuna lentacaídadepárpados.Losdedossearquearon,ynadamás.

La joya, sacudidapor la convulsióndel ganglioherido, temblóun instantedesequilibrada.Kassimesperóunmomento;ycuandoelsolitarioquedóporfinperfectamenteinmóvil,seretirócerrandotrasdesílapuertasinhacerruido.

Page 36: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Losbuquessuicidantes

Resulta que hay pocas cosasmás terribles que encontrar en el mar un buqueabandonado.Sidedíaelpeligroesmenor,denocheelbuquenosevenihayadvertenciaposible:elchoquesellevaaunoyotro.

Estosbuquesabandonadosporaoporb,naveganobstinadamenteafavordelascorrientesodelvientositienenlasvelasdesplegadas.Recorrenasílosmares,cambiandocaprichosamentederumbo.

Nopocosdelosvaporesqueunbuendíanollegaronapuerto,hantropezadoen su camino con uno de estos buques silenciosos que viajan por su cuenta.Siemprehayprobabilidaddehallarlos,acadaminuto.Porventuralascorrientessuelenenredarlosenlosmaresdesargazo.Losbuquessedetienen,porfin,aquío allá, inmóviles para siempre en ese desierto de algas.Así, hasta que poco apocosevandeshaciendo.Perootrosllegancadadía,ocupansulugarensilencio,demodoqueeltranquiloylúgubrepuertosiempreestáfrecuentado.

El principal motivo de estos abandonos de buque son sin duda lastempestades y los incendios que dejan a la deriva negros esqueletos errantes.Pero hay otras causas singulares entre las que se puede incluir lo acaecido alMaríaMargarita,quezarpódeNuevaYorkel24deagostode1903,yqueel26demañanasepusoalhablaconunacorbeta,sinacusarnovedadalguna.Cuatrohorasmás tarde, unpaquete, noobteniendo respuesta, desprendióuna chalupaqueabordóalMaríaMargarita.Enelbuquenohabíanadie.Lascamisetasdelosmarinerossesecabanaproa.Lacocinaestabaprendidaaún.Unamáquinadecoserteníalaagujasuspendidasobrelacostura,comosihubierasidodejadaunmomentoantes.Nohabíalamenorseñaldeluchanidepánico,todoenperfectoorden.Yfaltabantodos.¿Quépasó?

La noche que aprendí esto estábamos reunidos en el puente. Íbamos aEuropa, y el capitán nos contaba su historiamarina, perfectamente cierta, por

Page 37: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

otrolado.Laconcurrenciafemenina,ganadaporlasugestióndeloleajesusurrante,oía

estremecida.Laschicasnerviosasprestabansinquerer inquietooídoa laroncavozdelosmarinerosenproa.Unaseñoramuyjovenyreciéncasadaseatrevió:

—¿Noseránáguilas…?Elcapitánsesonrióbondadosamente:—¿Qué,señora?¿Águilasquesellevenalatripulación?Todosserieron,ylajovenhizolomismo,unpococortada.Felizmenteunpasajerosabíaalgodeeso.Lomiramoscuriosamente.Durante

elviajehabíasidounexcelentecompañero,admirandoporsucuentayriesgo,yhablandopoco.

—¡Ah!¡Sinoscontara,señor!—suplicólajovendelaságuilas.—No tengo inconveniente —asintió el discreto individuo—. En dos

palabras: «En los mares del norte, como el María Margarita del capitán,encontramosunavezunbarcoavela.Nuestro rumbo—viajábamos tambiénavela—nosllevócasiasulado.Elsingularairedeabandonoquenoengañaenunbuquellamónuestraatención,ydisminuimoslamarchaobservándolo.Alfindesprendimosunachalupa;abordonosehallóanadie,todoestabatambiénenperfectoorden.Perolaúltimaanotacióndeldiariodatabadecuatrodíasatrás,demodoquenosentimosmayorimpresión.Aunnosreímosunpocodelasfamosasdesaparicionessúbitas.

»Ocho de nuestros hombres quedaron a bordo para el gobierno del nuevobuque. Viajaríamos en conserva. Al anochecer aquél nos tomó un poco decamino.Aldíasiguienteloalcanzamos,peronovimosanadiesobreelpuente.Desprendiose de nuevo la chalupa, y los que fueron recorrieron en vano elbuque:todoshabíandesaparecido.Niunobjetofueradesulugar.Elmarestabaabsolutamentetersoentodasuextensión.Enlacocinahervíaaúnunaollaconpapas.

»Comoustedescomprenderán,elterrorsupersticiosodenuestragentellegóasu colmo. A la larga, seis se animaron a llenar el vacío, y yo fui con ellos.Apenas a bordo,mis nuevos compañeros se decidieron a beber para desterrartodapreocupación.Estabansentadosenrueda,yalahoralamayoríacantabaya.

»Llegó mediodía y pasó la siesta. A las cuatro, la brisa cesó y las velascayeron. Unmarinero se acercó a la borda y miró el mar aceitoso. Todos se

Page 38: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

habíanlevantado,paseándose,singanasyadehablar.Unosesentóenuncaboarrolladoy se sacó lacamisetapara remendarla.Cosióun ratoen silencio.Deprontoselevantóylanzóunlargosilbido.Suscompañerossevolvieron.Éllosmiró vagamente, sorprendido también, y se sentó de nuevo. Un momentodespuésdejólacamisetaenelrollo,avanzóalabordaysetiróalagua.Alsentirruido, losotrosdieronvueltalacabeza,conelceñoligeramentefruncido.Peroenseguidaparecieronolvidarsedelincidente,volviendoalaapatíacomún.

»Alratootrosedesperezó,restregoselosojoscaminando,ysetiróalagua.Pasó media hora; el sol iba cayendo. Sentí de pronto que me tocaban en elhombro.

»—¿Quéhoraes?»—Lascinco—respondí.Elviejomarineroquemehabíahecholapregunta

me miró desconfiado, con las manos en los bolsillos. Miró largo rato mipantalón,distraído.Alfinsetiróalagua.

»Lostresquequedaban,seacercaronrápidamenteyobservaronelremolino.Sesentaronenlaborda,silbandodespacio,conlavistaperdidaalolejos.Unosebajóysetendióenelpuente,cansado.Losotrosdesaparecieronunotrasotro.Alasseis,elúltimodetodosselevantó,secompusolaropa,apartoseelpelodelafrente,caminóconsueñoaún,ysetiróalagua.

»Entonces quedé solo,mirando como un idiota elmar desierto. Todos sinsaber lo que hacían, se habían arrojado almar, envueltos en el sonambulismomoroso que flotaba en el buque. Cuando uno se tiraba al agua, los otros sevolvíanmomentáneamentepreocupados,comosirecordaranalgo,paraolvidarseenseguida.Asíhabíandesaparecidotodos,ysupongoquelomismolosdeldíaanterior,ylosotrosylosdelosdemásbuques.Esoestodo».

Nosquedamosmirandoalrarohombreconexplicablecuriosidad.—¿Yustednosintiónada?—lepreguntómivecinodecamarote.—Sí;ungrandesganoyobstinacióndelasmismasideas,peronadamás.No

séporquénosentínadamás.Presumoqueelmotivoeséste:envezdeagotarmeenunadefensa angustiosay a toda costa contra lo que sentía, comodebendehaber hecho todos, y aun losmarineros sin darse cuenta, acepté sencillamenteesa muerte hipnótica, como si estuviese anulado ya. Algo muy semejante hapasadosindudaaloscentinelasdeaquellaguardiacélebre,quenocheanocheseahorcaban.

Page 39: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Comoelcomentarioerabastantecomplicado,nadierespondió.Pocodespuéselnarradorseretirabaasucamarote.Elcapitánlosiguióunratodereojo.

—¡Farsante!—murmuró.—Alcontrario—dijounpasajeroenfermo,queibaamorirasutierra—.Si

fuerafarsantenohabríadejadodepensareneso,ysehubieratiradotambiénalagua.

Page 40: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Aladeriva

Elhombrepisóalgoblanduzco,yenseguidasintiólamordeduraenelpie.Saltóadelante,yalvolverseconunjuramentoviounayararacusúquearrolladasobresímisma,esperabaotroataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangreengrosabandificultosamente,y sacóelmachetede la cintura.Lavíboravio laamenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero elmachetecayódelomo,dislocándolelasvértebras.

Elhombresebajóhastalamordedura,quitólasgotitasdesangre,yduranteun instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta, ycomenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con supañuelo,ysiguióporlapicadahaciasurancho.

El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y depronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagoshabíanirradiadodesdelaheridahastalamitaddelapantorrilla.Movíalapiernacondificultad;unametálicasequedaddegarganta,seguidadesedquemante,learrancóunnuevojuramento.

Llegóporfinal rancho,yseechódebrazossobre laruedadeun trapiche.Losdospuntitosvioletasdesaparecíanahoraenlamonstruosahinchazóndelpieentero.Lapielparecíaadelgazadayapuntodeceder,detensa.Elhombrequisollamarasumujer,ylavozsequebróenunroncoarrastredegargantareseca.Lasedlodevoraba.

—¡Dorotea!—alcanzóalanzarenunestertor—.¡Damecaña!Sumujercorrióconunvasolleno,queelhombresorbióentrestragos.Pero

nohabíasentidogustoalguno.—¡Tepedícaña,noagua!—rugiódenuevo—.¡Damecaña!—¡Peroescaña,Paulino!—protestólamujerespantada.

Page 41: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¡No,medisteagua!¡Quierocaña,tedigo!Lamujercorrióotravez,volviendoconladamajuana.Elhombretragóuno

trasotrodosvasos,peronosintiónadaenlagarganta.—Bueno;estoseponefeo…—murmuróentonces,mirandosupielívidoy

ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carnedesbordabacomounamonstruosamorcilla.

Losdolores fulgurantessesucedíanencontinuos relampagueos,y llegabanahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldearmás,aumentabaalapar.Cuandopretendióincorporarse,unfulminantevómitolomantuvomediominutoconlafrenteapoyadaenlaruedadepalo.

Pero el hombre no queríamorir, y descendiendo hasta la costa subió a sucanoa.SentoseenlapopaycomenzóapalearhastaelcentrodelParaná.Allílacorriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lollevaríaantesdecincohorasaTacurú-Pucú.

El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta elmediodelrío;peroallísusmanosdormidasdejaroncaerlapalaenlacanoa,ytrasunnuevovómito—desangreestavez—,dirigióunamiradaalsolqueyatrasponíaelmonte.

Lapiernaentera,hastamediomuslo,erayaunbloquedeformeydurísimoque reventaba la ropa.El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con sucuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas yterriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo aTacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacíamuchotiempoqueestabandisgustados.

Lacorrientedelríoseprecipitabaahorahacialacostabrasileña,yelhombrepudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a losveintemetros,exhausto,quedótendidodepecho.

—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano—.¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando lacabezadelsuelo.Enelsilenciodelaselvanoseoyóunsolorumor.Elhombretuvoaúnvalorparallegarhastasucanoa,ylacorriente,cogiéndoladenuevo,lallevóvelozmentealaderiva.

ElParanácorreallíenelfondodeunainmensahoya,cuyasparedes,altasdecien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de

Page 42: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

negros bloques de basalto asciende el bosque, negro también. Adelante, a loscostados, detrás, siempre la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el ríoarremolinadoseprecipitaenincesantesborbollonesdeaguafangosa.Elpaisajeesagresivo,y reinaenélun silenciodemuerte.Al atardecer, sinembargo, subellezasombríaycalmacobraunamajestadúnica.

Elsolhabíacaídoyacuandoelhombre,semitendidoenelfondodelacanoa,tuvounviolentoescalofrío.Ydepronto,conasombro,enderezópesadamentelacabeza:sesentíamejor.Lapiernaledolíaapenas,laseddisminuía,ysupecho,libreya,seabríaenlentainspiración.

Elvenenocomenzabaairse,nohabíaduda.Sehallabacasibien,yaunqueno tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío parareponersedeltodo.CalculóqueantesdetreshorasestaríaenTacurú-Pucú.

Elbienestaravanzabayconélunasomnolenciallenaderecuerdos.Nosentíaya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona enTacurú-Pucú?Acasovieratambiénasuexpatrón,místerDougald,yalrecibidordelobraje.

¿Llegaríapronto?Elcielo,alponiente,seabríaahoraenpantalladeoro,yelríosehabíacoloreado también.Desde lacostaparaguaya,yaentenebrecida,elmontedejabacaersobreelríosufrescuracrepuscular,enpenetrantesefluviosdeazaharymielsilvestre.UnaparejadeguacamayoscruzómuyaltoyensilenciohaciaelParaguay.

Alláabajo,sobreelríodeoro,lacanoaderivabavelozmente,girandoaratossobresímismaanteelborbollóndeunremolino.Elhombrequeibaenellasesentíacadavezmejor,ypensabaentretantoeneltiempojustoquehabíapasadosinverasuexpatrónDougald.¿Tresaños?Talvezno,notanto.¿Dosañosynuevemeses?Acaso.¿Ochomesesymedio?Esosí,seguramente.

De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y larespiración…

Al recibidor de maderas de míster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo habíaconocidoenPuertoEsperanzaunviernessanto…¿Viernes?Sí,ojueves…

Elhombreestirólentamentelosdedosdelamano.—Unjueves…Ycesóderespirar.

Page 43: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Lainsolación

ElcachorroOldsalióporlapuertayatravesóelpatioconpasorectoyperezoso.Sedetuvoenlalindedelpasto,estiróalmonte,entrecerrandolosojos,lanarizvibrátil, y se sentó tranquilo. Veía la monótona llanura del Chaco, con susalternativasdecampoymonte,monteycampo,sinmáscolorqueelcremadelpastoyelnegrodelmonte.Éstecerrabaelhorizonte,adoscientosmetros,portres lados de la chacra.Hacia el oeste, el campo se ensanchaba y extendía enabra,peroquelaineludiblelíneasombríaenmarcabaalolejos.

A esa hora temprana, el confín, ofuscante de luz a mediodía, adquiríareposada nitidez.No había una nube ni un soplo de viento.Bajo la calma delcielo plateado, el campo emanaba tónica frescura que traía al alma pensativa,antelacertezadeotrodíadeseca,melancolíasdemejorcompensadotrabajo.

Milk, el padre del cachorro, cruzó a su vez el patio y se sentó al lado deaquél, conperezosoquejidodebienestar.Ambospermanecían inmóviles,puesaúnnohabíamoscas.

Old,quemirabahacíaratolaveradelmonte,observó:—Lamañanaesfresca.Milk siguió lamirada del cachorro y quedó con la vista fija, parpadeando

distraído.Despuésdeunratodijo:—Enaquelárbolhaydoshalcones.Volvieronlavistaindiferenteaunbueyquepasaba,ycontinuaronmirando

porcostumbrelascosas.Entretanto,elorientecomenzabaaempurpurarseenabanico,yelhorizonte

había perdido ya su matinal precisión. Milk cruzó las patas delanteras y alhacerlo sintió leve dolor.Miró sus dedos sinmoverse, decidiéndose por fin aolfatearlos. El día anterior se había sacado un pique, y en recuerdo de lo quehabíasufridolamióextensamenteeldedoenfermo.

Page 44: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Nopodíacaminar—exclamó,enconclusión.Oldnocomprendióaquéserefería,Milkagregó:—Haymuchospiques.Estavezelcachorrocomprendió.Yrepusoporsucuenta,despuésdelargo

rato:—Haymuchospiques.Unoyotrocallarondenuevo,convencidos.Elsolsalió;yenelprimerbañodesuluz, laspavasdelmontelanzaronal

aire puro el tumultuoso trompeteo de su charanga. Los perros, dorados al soloblicuo,entornaronlosojos,dulcificandosumolicieenbeatopestañeo.Pocoapoco la pareja aumentó con la llegada de los otros compañeros: Dick, eltaciturnopreferido;Prince,cuyolabiosuperior,partidoporuncoatí,dejabaverlos dientes; e Isondú, de nombre indígena. Los cinco fox terriers, tendidos ybeatosdebienestar,durmieron.

Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarroranchodedospisos—elinferiordebarroyelaltodemadera,concorredoresybaranda de chalet—, habían sentido los pasos de su dueño, que bajaba laescalera.MísterJones,latoallaalhombro,sedetuvounmomentoenlaesquinadelranchoymiróelsol,altoya.Teníaaúnlamiradamuertayellabiopendientetrassusolitariaveladadewhisky,másprolongadaquelashabituales.

Mientras se lavaba, los perros se acercaron y le olfatearon las botas,meneandoconperezaelrabo.Comolasfierasamaestradas,losperrosconocenelmenorindiciodeborracheraensuamo.Alejáronseconlentitudaecharsedenuevo al sol. Pero el calor creciente les hizo presto abandonar aquél, por lasombradeloscorredores.

Eldíaavanzabaigualalosprecedentesdetodoesemes:seco,límpido,concatorcehorasdesolcalcinantequeparecíamantenerelcieloenfusión,yqueenuninstanteresquebrajabalatierramojadaencostrasblanquecinas.MísterJonesfuealachacra,miróeltrabajodeldíaanterioryretornóalrancho.Entodaesamañananohizonada.Almorzóysubióadormirlasiesta.

Lospeonesvolvieronalasdosalacarpición,noobstantelahoradefuego,pueslosyuyosnodejabanelalgodonal.Trasellosfueronlosperros,muyamigosdel cultivo desde el invierno pasado, cuando aprendieron a disputar a loshalconeslosgusanosblancosquelevantabaelarado.Cadaperroseechóbajoun

Page 45: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

algodonero,acompañandoconsujadeolosgolpessordosdelaazada.Entretantoelcalorcrecía.Enelpaisajesilenciosoyenceguecientedesol,el

airevibrabaatodoslados,dañandolavista.Latierraremovidaexhalabavahodehorno,quelospeonessoportabansobrelacabeza,envueltahastalasorejasenelflotante pañuelo, con el mutismo de sus trabajos de chacra. Los perroscambiabanacadaratodeplanta,enprocurademásfrescasombra.Tendíansealo largo, pero la fatiga los obligaba a sentarse sobre las patas traseras pararespirarmejor.

Reverberaba ahora delante de ellos un pequeño páramo de greda que nisiquiera sehabía intentado arar.Allí, el cachorroviodepronto amíster Jonessentadosobreuntronco,quelomirabafijamente.Oldsepusoenpiemeneandoelrabo.Losotroslevantáronsetambién,peroerizados.

—Eselpatrón—dijoelcachorro,sorprendidodelaactituddeaquéllos.—No,noesél—replicóDick.Loscuatroperrosestabanapiñadosgruñendosordamente,sinapartarlosojos

demísterJones,quecontinuabainmóvil,mirándolos.Elcachorro,incrédulo,fueaavanzar,peroPrincelemostrólosdientes:

—Noesél,eslaMuerte.Elcachorroseerizódemiedoyretrocedióalgrupo.—¿Eselpatrónmuerto?—preguntóansiosamente.Losotros,sinresponderle, rompierona ladrarconfuria,siempreenactitud

temerosa.PeromísterJonessedesvanecíayaenelaireondulante.Aloírlosladridos,lospeoneshabíanlevantadolavista,sindistinguirnada.

Giraron la cabeza para ver si había entrado algún caballo en la chacra, y sedoblarondenuevo.

Los fox terriers volvieron al paso al rancho. El cachorro, erizado aún, seadelantabayretrocedíaconcortostrotesnerviosos,ysupodelaexperienciadesuscompañerosquecuandounacosavaamorir,apareceantes.

—¿Ycómosabenqueesequevimosnoeraelpatrónvivo?—preguntó.—Porquenoeraél—lerespondierondisplicentes.¡LuegolaMuerte,yconellaelcambiodedueño, lasmiserias, laspatadas,

estabasobreellos!Pasaronelrestodelatardealladodesupatrón,sombríosyalerta.Almenorruidogruñían,sinsaberhaciadónde.

Porfinelsolsehundiótraselnegropalmardelarroyo,yenlacalmadela

Page 46: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

noche plateada, los perros se estacionaron alrededor del rancho, en cuyo pisoaltomíster Jones recomenzabasuveladadewhisky.Amedianocheoyeronsuspasos, luego la caída de las botas en el piso de tablas, y la luz se apagó.Losperros,entonces,sintieronmáselpróximocambiodedueño,ysolos,alpiedelacasa dormida, comenzaron a llorar. Lloraban en coro, volcando sus sollozosconvulsivosysecos,comomasticados,enunaullidodedesolación,quelavozcazadoradePrincesostenía,mientraslosotrostomabanelsollozodenuevo.Elcachorro sólo podía ladrar. La noche avanzaba, y los cuatro perros de edad,agrupadosalaluzdelaluna,elhocicoextendidoehinchadodelamentos—bienalimentados y acariciados por el dueño que iban a perder—, continuabanllorandoaloaltosudomésticamiseria.

A lamañana siguientemíster Jones fue élmismoabuscar lasmulas y lasunció a la carpidora, trabajando hasta las nueve. No estaba satisfecho, sinembargo.Fueradequelatierranohabíasidonuncabienrastreada,lascuchillasnoteníanfilo,yconelpasorápidodelasmulas,lacarpidorasaltaba.Volvióconéstayafiló sus rejas;peroun tornillo, enqueyaal comprar lamáquinahabíanotado una falla, se rompió al armarla. Mandó un peón al obraje próximo,recomendándole cuidara del caballo, un buen animal, pero asoleado. Alzó lacabezaalsolfundentedemediodía,einsistióenquenogaloparaniunmomento.Almorzóenseguidaysubió.Losperros,queenlamañananohabíandejadounsegundoasupatrón,sequedaronenloscorredores.

La siesta pesaba, agobiada de luz y silencio. Todo el contorno estababrumosoporlasquemazones.Alrededordelrancholatierrablanquizcadelpatiodeslumbraba por el sol a plomo, parecía deformarse en trémulo hervor, queadormecíalosojosparpadeantesdelosfoxterriers.

—Nohaaparecidomás—dijoMilk.Old, al oír aparecido, levantó vivamente las orejas. Incitado por la

evocación, el cachorro se puso en pie y ladró, buscando a qué.Al rato calló,entregándoseconsuscompañerosasudefensivacaceríademoscas.

—Novinomás—agregóIsondú.—Habíaunalagartijabajoelraigón—recordóporprimeravezPrince.Una gallina, el pico abierto y las alas apartadas del cuerpo, cruzó el patio

incandescenteconsupesadotrotedecalor.Princelasiguióperezosamenteconlavista,ysaltódegolpe.

Page 47: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¡Vieneotravez!—gritó.Porelnortedelpatioavanzabasoloelcaballoenquehabíaidoelpeón.Los

perros se arquearon sobre las patas, ladrando con furia a la Muerte que seacercaba.Elcaballocaminabaconlacabezabaja,aparentementeindecisosobreelrumboquedebíaseguir.Alpasarfrentealranchodiounoscuantospasosendirecciónalpozo,ysedesvanecióprogresivamenteenlacrudaluz.

Míster Jonesbajó;no tenía sueño.Disponíaseaproseguir elmontajede lacarpidora, cuandovio llegar inesperadamente al peóna caballo.Apesarde suorden,teníaquehabergalopadoparavolveraesahora.Apenaslibreyconcluidasu misión, el pobre caballo, en cuyos ijares era imposible contar los latidos,temblóagachandolacabeza,ycayódecostado.MísterJonesmandóalachacra,todavíadesombreroyrebenque,alpeónparanoecharlosicontinuabaoyendosusjesuíticasdisculpas.

Pero los perros estaban contentos.LaMuerte, que buscaba a su patrón, sehabíaconformadoconelcaballo.Sentíansealegres,libresdepreocupación,yenconsecuenciadisponíansea ira lachacra traselpeón,cuandooyeronamísterJonesquelegritaba,pidiéndoleeltornillo.Nohabíatornillo:elalmacénestabacerrado,elencargadodormía,etc.MísterJones,sinreplicar,descolgósucascoysalióélmismoenbuscadelutensilio.Resistíaelsolcomounpeón,yelpaseoeramaravillosocontrasumalhumor.

Los perros salieron con él, pero se detuvieron a la sombra del primeralgarrobo; hacía demasiado calor. Desde allí, firmes en las patas, el ceñocontraídoyatento,veíanalejarseasupatrón.Alfineltemoralasoledadpudomás,yconagobiadotrotesiguierontrasél.

MísterJonesobtuvosutornilloyvolvió.Paraacortardistancia,desdeluego,evitando la polvorienta curva del camino, marchó en línea recta a su chacra.Llegóalriachoyseinternóenelpajonal,eldiluvianopajonaldelSaladito,queha crecido, secado y retoñado desde que hay paja en el mundo, sin conocerfuego.Lasmatas, arqueadas en bóveda a la altura del pecho, se entrelazan enbloquesmacizos.La tareadecruzarlo, seriayacondía fresco,eramuyduraaesa hora. Míster Jones lo atravesó, sin embargo, braceando entre la pajarestallante y polvorienta por el barro que dejaban las crecientes, ahogado defatigayacresvahosdenitratos.

Salióporfinysedetuvoenlalinde;peroeraimposiblepermanecerquieto

Page 48: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

bajoesesolyesecansancio.Marchódenuevo.Alcalorquemantequecrecíasincesar desde tres días atrás, agregábase ahora el sofocamiento del tiempodescompuesto.Elcieloestabablancoynosesentíaunsoplodeviento.Elairefaltaba,conangustiacardiacaquenopermitíaconcluirlarespiración.

MísterJonesadquirióelconvencimientodequehabíatraspasadosulímitederesistencia.Desdehacíaratolegolpeabaenlosoídosellatidodelascarótidas.Sentíaseenelaire,comosidedentrodelacabezaleempujaranelcráneohaciaarriba.Semareabamirandoelpasto.Apresurólamarchaparaacabarconesodeunavez…Ydeprontovolvióensíysehallóendistintoparaje:habíacaminadomediacuadrasindarsecuentadenada.Miróatrás,y lacabezase le fueenunnuevovértigo.

Entretanto,losperrosseguíantrasél,trotandocontodalalenguadefuera.Aveces, asfixiados, deteníanse en la sombra de un espartillo; se sentaban,precipitandosujadeo,paravolverenseguidaaltormentodelsol.Alfin,comolacasaestabayapróxima,apuraroneltrote.

FueenesemomentocuandoOld,queibaadelante,viotraselalambradodela chacra a míster Jones, vestido de blanco, que caminaba hacia ellos. Elcachorro,consúbitorecuerdo,volviólacabezaasupatrón,yconfrontó.

—¡LaMuerte,laMuerte!—aulló.Los otros lo habían visto también, y ladraban erizados. Vieron quemíster

Jonesatravesabaelalambradoyporuninstantecreyeronqueseibaaequivocar;pero al llegar a cienmetros se detuvo,miró el grupo con sus ojos celestes, ymarchóadelante.

—¡Quenocamineligeroelpatrón!—exclamóPrince.—¡Vaatropezarconél!—aullarontodos.En efecto, el otro, tras breve hesitación, había avanzado, pero no

directamente sobre ellos como antes, sino en línea oblicua y en aparienciaerrónea,peroquedebía llevarlo justoalencuentrodemísterJones.Losperroscomprendieron que esta vez todo concluía, porque su patrón continuabacaminando a igual paso, comoun autómata, sin darse cuenta de nada.El otrollegabaya.Losperroshundieronelraboycorrierondecostado,aullando.Pasóun segundo, y el encuentro se produjo.Míster Jones se detuvo, giró sobre símismoysedesplomó.

Lospeones,que lovieroncaer, lo llevaronaprisaal rancho,perofue inútil

Page 49: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

todaelagua;muriósinvolverensí.MísterMoore,suhermanomaterno,fuealládesdeBuenosAires,estuvounahoraenlachacrayencuatrodíasliquidótodo,volviéndoseenseguidaalsur.Losindiosserepartieronlosperros,quevivieronenadelante flacosy sarnosos, e iban todas lasnoches conhambriento sigilo arobarespigasdemaízenlaschacrasajenas.

Page 50: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Elalambredepúa

Durantequincedíaselcaballoalazánhabíabuscadoenvanolasendapordondesu compañero se escapaba del potrero. El formidable cerco, de capuera —desmontequeharebrotado inextricable—,nopermitíapasoniauna lacabezadelcaballo.Evidentementenoeraporallípordondeelmalacarapasaba.

Elalazánrecorríaotravezlachacra,trotandoinquietoconlacabezaalerta.Delaprofundidaddelmonte,elmalacararespondíaalosrelinchosvibrantesdesucompañeroconlossuyoscortosyrápidos,enquehabíaunafraternalpromesade abundante comida. Lo más irritante para el alazán era que el malacarareaparecíadoso tresveceseneldíaparabeber.Prometíaseaquélentoncesnoabandonar un instante a su compañero, y durante algunas horas, en efecto, laparejapastabaenadmirableconserva.Perodeprontoelmalacara,consusogaarastra, se internaba en el chircal, y cuando el alazán, al darse cuenta de susoledad,selanzabaensupersecución,hallabaelmonteinextricable.Estosí,deadentro, muy cerca aún, el maligno malacara respondía a sus desesperadosrelinchos,conunrelinchilloabocallena.

Hasta que esa mañana el viejo alazán halló la brecha muy sencillamente:cruzandoporfrentealchircal,quedesdeelmonteavanzabacincuentametrosenelcampo,viounvagosenderoquelocondujoenperfectalíneaoblicuaalmonte.Allíestabaelmalacara,deshojandoárboles.

La cosa era muy simple: el malacara, cruzando un día el chircal, habíahallado labrechaabierta enelmonteporun inciensodesarraigado.Repitió suavancea travésdelchircal,hasta llegaraconocerperfectamente laentradadeltúnel.Entoncesusódelviejocaminoqueconelalazánhabíanformadoalolargodelalíneadelmonte.Yaquíestabalacausadeltrastornodelalazán:laentradadelasendaformabaunalíneasumamenteoblicuaconelcaminodeloscaballos,demodoqueelalazán,acostumbradoarecorreréstedesuranorteyjamásde

Page 51: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

norteasur,nohubierahalladojamáslabrecha.En un instante el viejo caballo estuvo unido a su compañero, y juntos

entonces, sin más preocupación que la de despuntar torpemente las palmerasjóvenes, losdoscaballosdecidieronalejarsedelmalhadadopotreroquesabíanyadememoria.

Elmonte,sumamenteraleado,permitíaunfácilavance,aunacaballos.Delbosque no quedaba en verdad sino una franja de doscientosmetros de ancho.Tras él, una capuera de dos años se empenachaba de tabaco salvaje. El viejoalazán, que en su juventud había correteado capueras hasta vivir perdido seismeses en ellas, dirigió la marcha, y en media hora los tabacos inmediatosquedarondesnudosdehojashastadondealcanzaunpescuezodecaballo.

Caminando, comiendo, curioseando, el alazán y el malacara cruzaron lacapuerahastaqueunalambradolosdetuvo.

—Unalambrado—dijoelalazán.—Sí,alambrado—asintióelmalacara.Yambos,pasandolacabezasobreel

hilo superior, contemplaron atentamente.Desde allí seveíaun altopastizal deviejorozado,blancoporlahelada;unbananalyunaplantaciónnueva.Todoellopoco tentador, sin duda; pero los caballos entendían ver eso, y uno tras otrosiguieronelalambradoaladerecha.

Dosminutosdespuéspasaban;unárbol,secoenpieporelfuego,habíacaídosobre los hilos.Atravesaron la blancura del pasto helado en que sus pasos nosonaban, y bordeando el rojizo bananal, quemado por la escarcha, vieronentoncesdecercaquéeranaquellasplantasnuevas.

—Es yerba —constató el malacara, con sus trémulos labios a mediocentímetro de las duras hojas. La decepción pudo haber sido grande;mas loscaballos,sibiengolosos,aspirabansobretodoapasear.Demodoquecortandooblicuamenteelyerbalprosiguieronsucamino,hastaqueunnuevoalambradocontuvoalapareja.Costeáronlocontranquilidadgraveypaciente,llegandoasíauna tranquera, abierta para su dicha, y los paseantes se vieron de repente enplenocaminoreal.

Ahorabien, para los caballos, aquelloque acababandehacer tenía todo elaspectodeunaproeza.Delpotreroaburridoralalibertadpresente,habíainfinitadistancia.Masporinfinitaquefuera,loscaballospretendíanprolongarlaaún,yasí, después de observar con perezosa atención los alrededores, quitáronse

Page 52: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

mutuamente la caspa del pescuezo, y en mansa felicidad prosiguieron suaventura.

El día, en verdad, la favorecía. La brumamatinal deMisiones acababa dedisiparse del todo, y bajo el cielo súbitamente azul, el paisaje brillaba deesplendorosa claridad.Desde la loma cuya cumbre ocupaban en esemomentolosdoscaballos, el caminode tierra coloradacortabaelpastodelantedeelloscon precisión admirable, descendía al valle blanco de espartillo helado, paratornarasubirhastaelmontelejano.Elviento,muyfrío,cristalizabaaúnmáslaclaridadde lamañanadeoro,y los caballos,que sentíande frente el sol, casihorizontaltodavía,entrecerrabanlosojosaldichosodeslumbramiento.

Seguían así, solos y gloriosos de libertad en el camino encendido de luz,hasta que al doblar una punta de monte vieron a orillas del camino ciertaextensióndeunverdeinusitado.¿Pasto?Sinduda.Masenplenoinvierno…

Yconlasnaricesdilatadasdegula,loscaballosacercaronalalambrado.¡Sí,pastofino,pastoadmirable!¡Yentraríanellos,loscaballoslibres!

Hayqueadvertirqueelalazányelmalacaraposeíandesdeesamadrugadaaltaideadesímismos.Nitranquera,nialambrado,nimonte,nidesmonte,nadafuera obstáculo para ellos. Habían visto cosas extraordinarias, salvadodificultadesnocreíbles,ysesentíangordos,orgullososyfacultadosparatomarladecisiónmásestrafalariaqueocurrírselespudiera.

En este estado de énfasis, vieron a cien metros de ellos varias vacasdetenidas a orillas del camino, y encaminándose allá llegaron a la tranquera,cerrada con cinco robustos palos. Las vacas estaban inmóviles, mirandofijamenteelverdeparaísoinalcanzable.

—¿Porquénoentran?—preguntóelalazánalasvacas.—Porquenosepuede—lerespondieron.—Nosotros pasamos por todas partes—afirmó el alazán, altivo—. Desde

haceunmespasamosportodaspartes.Con el fulgor de su aventura, los caballos habían perdido sinceramente el

sentidodeltiempo.Lasvacasnosedignaronsiquieramiraralosintrusos.—Loscaballosnopueden—dijounavaquillonamovediza—.Dicenesoyno

pasanporningunaparte.Nosotrassípasamosportodaspartes.—Tienensoga—añadióunaviejamadresinvolverlacabeza.—¡Yono,yonotengosoga!—respondióvivamenteelalazán—.Yovivíaen

Page 53: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

lascapuerasypasaba.—¡Sí,detrásdenosotras!Nosotraspasamosyustedesnopueden.Lavaquillonamovedizaintervinodenuevo:—Elpatróndijoelotrodía:aloscaballosconunsolohiloseloscontiene.

¿Yentonces…?¿Ustedesnopasan?—No, no pasamos—repuso sencillamente elmalacara, convencido por la

evidencia.—¡Nosotrassí!Al honradomalacara, sin embargo, se le ocurrió de pronto que las vacas,

atrevidas y astutas, impertinentes invasoras de chacras y el Código Rural,tampocopasabanlatranquera.

—Estatranqueraesmala—objetólaviejamadre.—¡Élsí!Correlospalosconloscuernos.—¿Quién?—preguntóelalazán.Todas las vacas, sorprendidas de esa ignorancia, volvieron la cabeza al

alazán.—¡Eltoro,Barigüí!Élpuedemásquelosalambradosmalos.—¿Alambrados…?¿Pasa?—¡Todo!Alambredepúatambién.Nosotraspasamosdespués.Losdos caballos, vueltos ya a su pacífica condiciónde animales a queun

solo hilo contiene, se sintieron ingenuamente deslumbrados por aquel héroecapaz de afrontar el alambre de púa, la cosamás terrible que puede hallar eldeseodepasaradelante.

Deprontolasvacasseremovieronmansamente:alentopasollegabaeltoro.Yanteaquellachatayobstinadafrentedirigidaentranquilarectaalatranquera,loscaballoscomprendieronhumildementesuinferioridad.

Lasvacasseapartaron,yBarigüí,pasandoeltestuzbajounatranca,intentóhacerlacorreraun lado.Loscaballos levantaron lasorejas,admirados,pero latranca no corrió. Una tras otra, el toro probó sin resultado su esfuerzointeligente:elchacarero,dueñofelizdelaplantacióndeavena,habíaaseguradolatardeanteriorlospalosconcuñas.

El toro no intentó más. Volviéndose con pereza, olfateó a lo lejosentrecerrando los ojos, y costeó luego el alambrado, con ahogados mugidossibilantes.

Page 54: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Desdelatranquera,loscaballosylasvacasmiraban.Endeterminadolugareltoro pasó los cuernos bajo el alambre de púa tendiéndolo violentamente haciaarribaconeltestuz,ylaenormebestiapasóarqueandoellomo.Encuatropasosmásestuvoentrelaavena,ylasvacasseencaminaronentoncesallá,intentandoasu vez pasar. Pero a las vacas falta evidentemente la decisión masculina depermitir en la piel sangrientos rasguños, y apenas introducían el cuello, loretirabanprestoconmareantecabeceo.

Loscaballosmirabansiempre.—Nopasan—observóelmalacara.—Eltoropasó—dijoelalazán—.Comemucho.Y la pareja se dirigía a su vez a costear el alambrado por la fuerza de la

costumbre,cuandounmugido,claroyberreanteahora,llegóhastaellos:dentrodelavenaleltoro,concabriolasdefalsoataque,bramabaanteelchacareroqueconunpalotratabadealcanzarlo.

—¡Añá…!Tevoyadarsaltitos…—gritabaelhombre.Barigüí,siempredanzandoyberreandoanteelhombre,esquivabalosgolpes.

Maniobraronasícincuentametros,hastaqueelchacareropudoforzaralabestiacontra el alambrado. Pero ésta, con la decisión pesada y bruta de su fuerza,hundió la cabeza entre los hilos y pasó, bajo un agudo violineo de alambre ygrampaslanzadasaveintemetros.

Loscaballosvieroncómoelhombrevolvíaprecipitadamenteasurancho,ytornabaasalirconelrostropálido.Vierontambiénquesaltabaelalambradoyseencaminabaendireccióndeellos,por locual loscompañeros,anteaquelpasoqueavanzabadecidido,retrocedieronporelcaminoendirecciónasuchacra.

Comoloscaballosmarchabandócilmenteapocospasosdelantedelhombre,pudieron llegar juntos a la chacra del dueño del toro, siéndoles dado así oírconversación.

Esevidente,porloquedeellasedesprende,queelhombrehabíasufridoloindecible con el toro del polaco. Plantaciones, por inaccesibles que hubieranestadodentrodelmonte;alambrados,porgrandequefuerasutensióneinfinitoelnúmerodehilos,todoloarrollóeltoroconsushábitosdepillaje.Sededucetambién que los vecinos estaban hartos de la bestia y de su dueño, por losincesantes destrozos de aquélla. Pero como los pobladores de la regióndifícilmentedenuncianalJuzgadodePazperjuiciosdeanimales,pordurosque

Page 55: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

les sean,el toroproseguíacomiendoen todaspartesmenosen lachacradesudueño,elcual,porotrolado,parecíadivertirsemuchoconesto.

Deestemodo,loscaballosvieronyoyeronalirritadochacareroyalpolacocazurro.

—¡Eslaúltimavez,donZaninski,quevengoaverloporsutoro!Acabadepisotearmetodalaavena.¡Yanosepuedemás!

Elpolaco,altoydeojillosazules,hablabaconagudoymelosofalsete.—¡Ah, toromalo! ¡Mínopuede! ¡Míata,escapa! ¡Vaca tieneculpa! ¡Toro

siguevaca!—¡Yonotengovacas,ustedbiensabe!—¡No,no!¡VacaRamírez!¡Míquedaloco,toro!—¡Ylopeoresqueaflojatodosloshilos,ustedlosabetambién!—¡Sí,sí,alambre!¡Ah,mínosabe…!—¡Bueno! Vea, don Zaninski; yo no quiero cuestiones con vecinos, pero

tengaporúltimavezcuidadoconsutoroparaquenoentreporelalambradodelfondo:enelcaminovoyaponeralambrenuevo.

—¡Toropasaporcamino!¡Nofondo!—Esqueahoranovaapasarporelcamino.—¡Pasa,toro!¡Nopúa,nonada!¡Pasatodo!—Novaapasar.—¿Quépone?—Alambredepúa…Peronovaapasar.—¡Nohacenadapúa!—Bueno;hagaloposibleporquenoentre,porquesipasasevaalastimar.El chacarero se fue. Es como lo anterior evidente que el maligno polaco,

riéndose una vez más de las gracias del animal, compadeció, si cabe en loposible,asuvecinoqueibaaconstruirunalambradoinfranqueableporsutoro.Seguramentesefrotólasmanos:

—¡Mínopodrándecirnadaestavezsitorocometodaavena!Los caballos reemprendieron de nuevo el camino que los alejaba de su

chacra, y un rato después llegaban al lugar en queBarigüí había cumplido suhazaña.Labestiaestabaallísiempre,inmóvilenmediodelcamino,mirandoconsolemne vaciedad de ideas desde hacía un cuarto de hora, un punto fijo a ladistancia.Detrásdeél,lasvacasdormitabanalsolyacaliente,rumiando.

Page 56: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Pero cuando los pobres caballos pasaron por el camino, ellas abrieron losojos,despreciativas:

—Sonloscaballos.Queríanpasarelalambrado.Ytienensoga.—¡Barigüísípasó!—Aloscaballosunsolohiloloscontiene.—Sonflacos.Estoparecióherirenlovivoalalazán,quevolviólacabeza:—Nosotrosnoestamosflacos.Ustedes,síestán.Novaapasarmásaquí—

añadióseñalandoconlosbelfoslosalambrescaídos,obradeBarigüí.—¡Barigüípasasiempre!Despuéspasamosnosotras.Ustedesnopasan.—Novaapasarmás.Lodijoelhombre.—Élcomiólaavenadelhombre.Nosotraspasamosdespués.El caballo, por mayor intimidad de trato, es sensiblemente más afecto al

hombre que la vaca. De aquí que el malacara y el alazán tuvieran fe en elalambradoqueibaaconstruirelhombre.

Laparejaprosiguiósucamino,ymomentosdespués,anteelcampolibrequeseabríaanteellos,losdoscaballosbajaronlacabezaacomer,olvidándosedelasvacas.

Tardeya,cuandoelsolacababadeentrar,losdoscaballosseacordarondelmaízyemprendieronelregreso.Vieronenelcaminoalchacareroquecambiabatodoslospostesdesualambrado,yaunhombrerubioque,detenidoasuladoacaballo,lomirabatrabajar.

—Ledigoquevaapasar—decíaelpasajero.—Nopasarádosveces—replicabaelchacarero.—¡Ustedverá!¡Estoesunjuegoparaelmalditotorodelpolaco!¡Vaapasar!—Nopasarádosveces—repetíaobstinadamenteelotro.Loscaballossiguieron,oyendoaúnpalabrascortadas:—¡…reír!—…veremos.Dosminutosmás tardeelhombre rubiopasabaa su ladoa trote inglés.El

malacarayelalazán,algosorprendidosdeaquelpasoquenoconocían,miraronperderseenelvallealhombrepresuroso.

—¡Curioso!—observóelmalacaradespuésdelargorato—.Elcaballovaaltrote,yelhombrealgalope…

Page 57: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Prosiguieron. Ocupaban en ese momento la cima de la loma, como esamañana.Sobreelfríocielocrepuscular,sussiluetassedestacabanennegro,enmansaycabizbajapareja,elmalacaradelante,elalazándetrás.

Laatmósfera,ofuscadaduranteeldíaporlaexcesivaluzdelsol,adquiríaaesa semisombra una transparencia casi fúnebre. El viento había cesado porcompleto,yconlacalmadelatardecer,enqueeltermómetrocomenzabaacaervelozmente,elvalleheladoexpandíasupenetrantehumedad,quesecondensabaenrastreanteneblinaenelfondosombríodelasvertientes.Revivía,enlatierrayaenfriada,elinvernalolordepastoquemado;ycuandoelcaminocosteabaelmonte, el ambiente, que se sentía de golpe más frío y húmedo, se tornabaexcesivamentepesadodeperfumedeazahar.

Los caballos entraron por el portón de su chacra, pues el muchacho, quehacíasonarelcajoncitodemaíz,habíaoídosuansiosotrémolo.Elviejoalazánobtuvo el honor de que se le atribuyera la iniciativa de la aventura, viéndosegratificadoconunasoga,aefectosdeloquepudierapasar.

Peroalamañanasiguiente,bastantetardeyaacausadeladensaneblina,loscaballos repitieron su escapatoria, atravesando otra vez el tabacal salvajehollandoconmudospasoselpastizalhelado,salvandolatranqueraabiertaaún.

La mañana encendida de sol, muy alto ya, reverberaba de luz, y el calorexcesivoprometíaparamuyprontocambiodetiempo.Despuésdetrasponerlaloma, los caballos vieron de pronto a las vacas detenidas en el camino, y elrecuerdodelatardeanteriorexcitósusorejasysupaso:queríanvercómoeraelnuevoalambrado.

Pero sudecepción, al llegar, fuegrande.En losnuevospostes—oscurosytorcidos—habíadossimplesalambresdepúa,gruesostalvez,peroúnicamentedos.

No obstante su mezquina audacia, la vida constante en chacras de montehabía dado a los caballos cierta experiencia en cercados. Observaronatentamenteaquello,especialmentelospostes.

—Sondemaderadeley—observóelmalacara.—Sí,cernesquemados—comprobóelalazán.Ytrasotralargamiradadeexamen,elmalacaraañadió:—Elhilopasaporelmedio,nohaygrampas…Yelalazán:

Page 58: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Estánmuycercaunodeotrodeotro…Cerca,lospostes,sí,indudablemente:tresmetros.Peroencambio,aquellos

dos modestos alambres en reemplazo de los cinco hilos del cercado anterior,desilusionaron a los caballos. ¿Cómo era posible que el hombre creyera queaquelalambradoparaternerosibaaconteneralterribletoro?

—Elhombredijoquenoibaapasar—seatreviósinembargoelmalacara,queenrazóndeserelfavoritodesuamo,comíamásmaíz,porlocualsentíasemáscreyente.

Perolasvacasloshabíanoído.—Sonloscaballos.Losdostienensoga.Ellosnopasan.Barigüípasóya.—¿Pasó?¿Poraquí?—preguntódescorazonadoelmalacara.—Porelfondo.Poraquípasatambién.Comiólaavena.Entretanto, la vaquilla locuaz había pretendido pasar los cuernos entre los

hilos;yunavibraciónaguda,seguidadeunsecogolpeenloscuernos,dejóensuspensoaloscaballos.

—Los alambres están muy estirados —dijo el alazán después de largoexamen.

—Sí.Másestiradosnosepuede…Yambos,sinapartarlosojosdeloshilos,pensabanconfusamenteencómo

sepodríapasarentrelosdoshilos.Lasvacas,mientrastanto,seanimabanunasaotras.—Élpasóayer.Pasaelalambredepúa.Nosotrasdespués.—Ayernopasaron.Lasvacasdicensí,ynopasan—comprobóelalazán.—¡Aquíhaypúa,yBarigüípasa!¡Allíviene!Costeandoporadentroelmontedelfondo,adoscientosmetrosaún,eltoro

avanzaba hacia el avenal. Las vacas se colocaron todas de frente al cercado,siguiendo atentas con los ojos a la bestia invasora. Los caballos, inmóviles,alzaronlasorejas.

—¡Cometodalaavena!¡Despuéspasa!—Los hilos están muy estirados… —observó aún el malacara, tratando

siempredeprecisarloquesucederíasi…—¡Comiólaavena!¡Elhombreviene!¡Vieneelhombre!—lanzólavaquilla

locuaz.Enefecto,elhombreacababadesalirdel ranchoyavanzabahaciael toro.

Page 59: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Traíaelpaloenlamano,peronoparecíairacundo;estabasímuyserioyconelceñocontraído.

Elanimalesperóqueelhombrellegarafrenteaél,yentoncesdioprincipioalosmugidosdesiempre,confintasdecornadas.Elhombreavanzómás,eltorocomenzóaretroceder,berreandosiempreyarrasandolaavenaconsusbestialescabriolas.Hastaque,adiezmetrosyadelcamino,volviógrupasconunpostrermugidodedesafíoburlón,yselanzósobreelalambrado.

—¡Viene Barigüí! ¡Él pasa todo! ¡Pasa alambre de púa! —alcanzaron aclamarlasvacas.

Conelimpulsodesupesadotrote,elenormetorobajóeltestuzyhundiólacabezaentre losdoshilos.Seoyóunagudogemidodealambre,unestridentechirridosepropagódeposteapostehastaelfondo,yeltoropasó.

Perodesulomoydesuvientre,profundamentecanalizadosdesdeelpechoala grupa, llovía ríos de sangre. La bestia, presa de estupor, quedó un instanteatónitay temblando.Sealejóenseguidaalpaso, inundandoelpastodesangre,hastaquealosveintemetrosseechó,conunroncosuspiro.

A mediodía el polaco fue a buscar a su toro, y lloró en falsete ante elchacarero impasible. El animal se había levantado, y podía caminar. Pero sudueño,comprendiendoque lecostaríamuchocurarlo—siestoaúneraposible—,locarneóesatarde.Yeldíasiguientetocoleensuertealmalacarallevarasucasaenlamaleta,doskilosdecarnedetoromuerto.

Page 60: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Losmensú

CayetanoMaidanayEstebanPodeley,peonesdeobraje,volvíanaPosadasenelSílexconquincecompañeros.Podeley,labradordemadera,tornabaalosnuevemeses,lacontrataconcluida,yconpasajegratisporlotanto.Cayé—mensualero— llegaba en iguales condiciones, mas al año y medio, tiempo que habíanecesitadoparacancelarsucuenta.

Flacos, despeinados, en calzoncillos, la camisa abierta en largos tajos,descalzoscomolamayoría,sucioscomotodosellos, losdosmensúdevorabancon los ojos la capital del bosque, Jerusalem yGólgota de sus vidas. ¡Nuevemesesalláarriba!¡Añoymedio!Perovolvíanporfin,yelhachazoaúndolientede la vida del obraje era apenas un roce de astilla ante el rotundo goce queolfateabanallí.

Decienpeones,sólodoslleganaPosadasconhaber.Paraesagloriadeunasemana a que los arrastra el río aguas abajo, cuentan con el anticipo de unanuevacontrata.Comointermediarioycoadyuvante,esperaenlaplayaungrupode muchachas alegres de carácter y de profesión, ante las cuales los mensúsedientoslanzansu¡ahijú!deurgentelocura.

CayéyPodeleybajarontambaleantesdeorgíapregustada,yrodeadosdetresocuatroamigassehallaronenunmomentoantelacantidadsuficientedecañaparacolmarelhambredeesodeunmensú.

Un instante después estaban borrachos, y con nueva contrata firmada. ¿Enquétrabajo?¿Endónde?Nolosabían,nilesimportabatampoco.Sabían,sí,quetenían cuarenta pesos en el bolsillo, y facultad para llegar a mucho más engastos. Babeantes de descanso y dicha alcohólica, dóciles y torpes, siguieronambosa lasmuchachasavestirse.Lasavisadasdoncellascondujéronlosaunatiendaconlaqueteníanrelacionesespecialesdeuntantoporciento,otalvezalalmacén de la misma casa contratista. Pero en una u otro las muchachas

Page 61: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

renovaron el lujodetonantede sus trapos, anidáronse la cabezadepeinetones,ahorcáronse de cintas, robado todo ello con perfecta sangre fría al hidalgoalcohol de su compañero, pues lo único que unmensú realmente posee es undesprendimientobrutaldesudinero.

Porsuparte,Cayéadquiriómuchosmásextractosylocionesyaceitesdelosnecesariospara sahumarhasta lanáuseasu ropanueva,mientrasPodeley,másjuicioso,optabaporuntrajedepaño.Posiblementepagaronmuycaraunacuentaentreoída y abonada con unmontón de papeles tirados al mostrador. Pero detodosmodosunahora después lanzaban a un cochedescubierto sus flamantespersonas, calzados de botas, poncho al hombro—y revólver 44 en el cinto,desdeluego—,repletalaropadecigarrillosquedeshacíantorpementeentrelosdientes, y dejando caer de cada bolsillo la punta de un pañuelo de color.Acompañábanlosdosmuchachas,orgullosasdeesaopulencia,cuyamagnitudseacusaba en la expresión un tanto hastiada de losmensú, arrastrando su cochemañanaytardeporlascallescaldeadas,unainfeccióndetabacoyextractosdeobraje.

Lanochellegabaporfin,yconellalabailanta,dondelasmismasdamiselasavisadas inducíanabebera losmensú,cuya realezaendinero leshacía lanzardiezpesosporunabotelladecerveza,pararecibirencambiounpesoycuarentacentavos,queguardabansinojearsiquiera.

Así, tras constantes derroches de nuevos adelantos—necesidad irresistibledecompensarconsietedíasdegranseñorlasmiseriasdelobraje—,losmensúvolvieron a remontar el río en el Sílex. Cayé llevó compañera, y los tres,borrachoscomolosdemáspeones,seinstalaronjuntoalabodega,dondeyadiezmulas se hacinaban en íntimo contacto con baúles, atados, perros, mujeres yhombres.

Aldíasiguiente,yadespejadaslascabezas,PodeleyyCayéexaminaronsuslibretas:eralaprimeravezquelohacíandesdesucontrata.Cayéhabíarecibidocientoveintepesosenefecto,ytreintaycincoengasto;yPodeley,cientotreintaysetentaycinco,respectivamente.

Ambos semiraron con expresiónquepudiera haber sidode espanto, si unmensúnoestuvieraperfectamentecuradodeello.Norecordabanhabergastadonilaquintapartesiquiera.

—¡Añá…!—murmuróCayé—.Novoyacumplirnunca…

Page 62: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Y desde ese momento adquirió sencillamente—como justo castigo de sudespilfarro—laideadeescaparsedeallá.

LalegitimidaddesuvidaenPosadasera,sinembargo,tanevidenteparaél,quesintiócelosdelmayoradelantoacordadoaPodeley.

—Vostenéssuerte…—dijo—.Grande,tuanticipo…—Vostraéscompañera—objetóPodeley—.Esotecuestaparatubolsillo…Cayémiróasumujer;yaunquelabellezayotrascualidadesdeordenmás

moral pesan muy poco en la elección de un mensú, quedó satisfecho. Lamuchachadeslumbraba,efectivamente,consutrajederaso,faldaverdeyblusaamarilla;lucíaenelcuellosuciountriplecollardeperlas:calzabazapatosLuisXV,teníalasmejillasbrutalmentepintadas,yundesdeñosocigarrodehojabajolospárpadosentornados.

Cayéconsideróalamuchachaysurevólver44:ambascosaseranrealmentelo único que valía de cuanto llevaba con él. Y aun el 44 corría riesgo denaufragartraselanticipo,porminúsculaquefuerasutentacióndetallar.

Sobreunbaúldepunta,enefecto, losmensújugabanconcienzudamentealmontecuanto tenían.Cayéobservóun rato riéndose,comose ríensiempre lospeones cuando están juntos, sea cual fuera el motivo; y se aproximó al baúl,colocandoaunacartacincocigarros.

Modesto principio, que podía llegar a proporcionarle el dinero suficienteparapagareladelantoenelobrajeyvolverseenelmismovaporaPosadas,aderrocharunnuevoanticipo.

Perdió.Perdiólosdemáscigarros,perdiócincopesos,elponcho,elcollardesumujer, sus propias botas, y su44.Al día siguiente recuperó las botas, peronadamás,mientras lamuchacha compensaba la desnudez de su pescuezo conincesantescigarrosdespreciativos.

Podeleyganó,trasinfinitocambiodedueño,elcollarencuestión,yunacajadejabonesdeolorquehallómododejugarcontraunmacheteymediadocenademedias,queganó,quedandoasísatisfecho.

Porfin,quincedíasdespués,llegaronadestino.Lospeonestreparonalegresla interminable cinta roja que escalaba la barranca, desde cuya cima el Sílexaparecíadiminutoyhundidoenellúgubrerío.Yconahijúsyterriblesinvectivasenguaraní,losmensúdespidieronalvaporquedebíaahogar,enunabaldeadadetreshoras,lanauseabundaatmósferadedesaseo,pachulíymulasenfermas,que

Page 63: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

durantecuatrodíasremontóconél.

ParaPodeley,labradordemadera,cuyodiariopodíasubirasietepesos,lavidade obraje no era muy dura. Hecho a ella, domaba su aspiración de estrictajusticia en el cubicaje de la madera, compensando las rapiñas rutinarias conciertosprivilegiosdebuenpeón.Sunuevaetapacomenzóaldíasiguiente,unavezdemarcadasuzonadebosque.Construyóconhojasdepalmerasucobertizo—techoyparedsur,nadamás—;dionombredecamaaochovarashorizontales,y de un horcón colgó la provista semanal. Recomenzó, automáticamente, susdíasdeobraje:silenciososmatesallevantarse,denocheaún,quesesucedíansindesprender la mano de la pava; la exploración en descubierta madera; eldesayuno a las ocho —harina, charque y grasa—; el hacha luego, a bustodescubierto, cuyo sudor arrastraba tábanos, barigüís y mosquitos; después elalmuerzo —esta vez porotos y maíz flotando en la inevitable grasa—, paraconcluir de noche, tras nueva lucha con las piezas de ocho por treinta, con elyoparádelmediodía.

Fuera de algún incidente con sus colegas labradores, que invadían sujurisdicción;delhastíodelosdíasdelluviaqueloreleganencuclillasfrentealapava,latareaproseguíahastaelsábadodetarde.Lavabaentoncessuropa,yeldomingoibaalalmacénaproveerse.

Eraésteelrealmomentodesolazdelosmensú,olvidándolotodoentrelosanatemas de la lengua natal, sobrellevando con fatalismo indígena la subasiemprecrecientedelaprovista,quealcanzabaentoncesaochentacentavosporkilodegalleta, y sietepesosporun calzoncillode lienzo.Elmismo fatalismoqueaceptabaestoconun¡añá!yunarientemiradaalosdemáscompañeros,ledictaba,enelementaldesagravio,eldeberdehuirdelobrajeencuantopudiera.Ysiestaambiciónnoestabaentodoslospechos,todoslospeonescomprendíanesamordeduradecontra-justiciaqueiba,encasodellegar,aclavarlosdientesenlaentrañamismadelpatrón.Éste,porsuparte,llevabalaluchaasuextremofinal,vigilandodíaynocheasugente,yenespeciallosmensualeros.

Ocupábanse entonces los mensú en la planchada, tumbando piezas entreinacabable gritería, que subía de punto cuando las mulas, impotentes paracontener la alzaprima que bajaba de la altísima barranca a toda velocidad,

Page 64: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

rodaban unas sobre otras dando tumbos, vigas, animales, carretas, todo bienmezclado.Raramenteselastimabanlasmulas;perolaalgazaraeralamisma.

Cayé, entre risa y risa,meditaba siempre su fuga.Harto ya de revirados yyoparás,queelpregustode lahuida tornabamás indigestos,deteníaseaúnporfaltaderevólvery,ciertamente,anteelwinchesterdelcapataz.¡Perosi tuvieraun44!…

Lafortunallegoleestavezenformabastantedesviada.LacompañeradeCayé,quedesprovistayadesulujosoatavíoseganabala

vida lavando la ropaa lospeones,cambióundíadedomicilio.Cayé laesperódosnoches;yalatercerafuealranchodesureemplazante,dondepropinóunasoberbia paliza a la muchacha. Los dos mensú quedaron solos charlando,amistosamente,resultasdelocualconvinieronenvivirjuntos,acuyoefectoelseductor se instalócon lapareja.Estoeraeconómicoybastante juicioso.Perocomoelmensúparecíagustarrealmentedeladama—cosararaenelgremio—,Cayéofrecióselaenventaporun revólverconbalas,queélmismosacaríadelalmacén.Noobstanteestasencillez,eltratoestuvoapuntoderomperse,porqueaúltimahoraCayépidióqueseagregaraunmetrodetabacoencuerda,loqueparecióexcesivoalmensú.Concluyoseporfinelmercado,ymientraselfrescomatrimonio se instalaba en su rancho, Cayé cargaba concienzudamente su 44paradirigirseaconcluirlatardelluviosatomandomateconaquéllos.

Elotoñofinalizaba,yelcielo,fijoensequíaconchubascosdecincominutos,sedescomponía por fin en mal tiempo constante, cuya humedad hinchaba elhombrodelosmensú.Podeley,libredeestohastaentonces,sintioseundíacontaldesganoal llegarasuviga,quesedetuvo,mirandoatodaspartessinsaberquéhacer.Noteníaánimoparanada.Volvióasucobertizo,yenelcaminosintióunligerocosquilleoenlaespalda.

Podeleysabíamuybienquésignificabaaqueldesganoyaquelhormigueoaflor de piel. Sentose filosóficamente a tomar mate y media hora después unhondoylargoescalofríorecorríalelaespalda.

Nohabíanadaquehacer.Elmensúseechósobrelasvarastiritandodefrío,doblado en gatillo bajo el poncho, mientras los dientes, incontenibles,castañeteabanamásnopoder.

Page 65: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Aldíasiguienteelacceso,noesperadohastaelcrepúsculo,tornóamediodía,yPodeley fuea lacomisaríaapedirquinina.Tanclaramente sedenunciabaelchuchoenelaspectodelmensú,queeldependiente,sinmirarcasialenfermo,bajó lospaquetesdequinina.Podeleyvolcó tranquilamente sobre su lengua laterrible amargura aquella, y cuando regresaba al monte tropezó con elmayordomo.

—¡Vos también!—le dijo elmayordomo,mirándolo—.Yvan cuatro.Losotrosnoimporta…pocacosa.Vossoscumplidor…¿Cómoestátucuenta?

—Faltapoco…Peronovoyapoderhachear…—¡Bah!Curatebienynoesnada…Hastamañana.—Hasta mañana —se alejó Podeley apresurando el paso, porque en los

talonesacababadesentirunlevecosquilleo.

El tercerataquecomenzóunahoradespués,quedandoPodeleydesplomadoenuna profunda falta de fuerzas, y la mirada fija y opaca, como si no pudieraalcanzarmásalládeunoodosmetros.

El descanso absoluto a que se entregó por tres días—bálsamo específicopara el mensú, por lo inesperado—, no hizo sino convertirle en un bultocastañeteanteyarrebujadosobreunraigón.Podeley,cuyafiebreanteriorhabíatenido honrado y periódico ritmo, no presagió nada bueno para él de esagalopadadeaccesos,casisinintermitencia.Hayfiebreyfiebre.Silaquininanohabía cortado a ras el segundo ataque, era inútil que se quedara allá arriba, amorir hecho un ovillo en cualquier recodo de picada. Y bajó de nuevo alalmacén.

—¡Otra vez, vos! —lo recibió el mayordomo. Eso no anda bien… ¿Notomastequinina?

—Tomé…nomehalloconestafiebre…Nopuedoconmihacha.Siquerésdarmeparamipasaje,tevoyacumplirencuantomesane…

Elmayordomocontemplóaquellaruina,ynoestimóengrancosalavidaquequedabaensupeón.

—¿Cómoestátucuenta?—preguntóotravez.—Debo veinte pesos todavía… El sábado entregué… Me hallo enfermo

grande…

Page 66: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Sabésbienquemientrastucuentanoestépagada,debésquedar.Abajo…tepodésmorir.Curateaquí,yarreglástucuentaenseguida.

¿Curarsedeunafiebreperniciosa,allídondeselaadquirió?No,porcierto;pero el mensú que se va puede no volver, y el mayordomo prefería hombremuertoadeudorlejano.

Podeleyjamáshabíadejadodecumplirnada,únicaaltaneríaquesepermiteantesupatrónunmensúdetalla.

—¡No me importa que hayas dejado o no de cumplir! —replicó elmayordomo—.¡Pagátucuentaprimero,ydespuéshablaremos!

Esta injusticia para con él creó lógica y velozmente el deseo del desquite.Fue a instalarse con Cayé, cuyo espíritu conocía bien, y ambos decidieronescaparseelpróximodomingo.

—¡Ahítenés!—gritóelmayordomoaPodeleyesamismatardealcruzarsecon él—. Anoche se han escapado tres… ¿Eso es lo que te gusta, no? ¡Ésostambiénerancumplidores!¡Comovos!¡Peroantesvasareventaraquí,quesalirde la planchada! ¡Y mucho cuidado, vos y todos los que están oyendo! ¡Yasaben!

Ladecisióndehuirysuspeligros—paralosqueelmensúnecesitatodassusfuerzas—escapazdeconteneralgomásqueunafiebreperniciosa.Eldomingo,porlodemás,habíallegado;yconfalsasmaniobrasdelavajederopa,simuladosguitarreosenelranchodetalocual,lavigilanciapudoserburlada,yPodeleyyCayéseencontrarondeprontoamilmetrosdelacomisaría.

Mientras no se sintieran perseguidos, no abandonarían la picada, puesPodeleycaminabamal.Yaunasí…

Laresonanciapeculiardelbosquetrájoles,lejana,unavozronca:—¡Alacabeza!¡Alosdos!Y un momento después desembocando de un codo de la picada surgían

corriendoelcapatazytrespeones.Lacaceríacomenzaba.Cayéamartillósurevólversindejardehuir.—¡Entregate,añá!—gritoleselcapatazdesdeatrás.—Entremos en el monte —dijo Podeley—. Yo no tengo fuerza para mi

machete…—¡Volvéotetiro!—llegóotravoz.—Cuandoesténmáscerca…—comenzóCayé.

Page 67: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Unabaladewinchesterpasósilbandoporlapicada.—¡Entrá! —gritó Cayé a su compañero. Y parapetándose tras un árbol,

descargóhacialosperseguidorescincotirosdesurevólver.Unagriteríaagudarespondioles,mientrasotrabaladewinchesterhacíasaltar

lacortezadelárbolqueocultabaaCayé.—¡Entregateotevoyadejarlacabeza…!—¡Andánomás!—instóCayéaPodeley—.Yovoya…Y tras nueva descarga entró a su vez en el monte. Los perseguidores,

detenidos un momento por las explosiones, lanzáronse rabiosos adelante,fusilando,golpetrasgolpedewinchester,elderroteroprobabledelosfugitivos.

Acienmetrosdelapicada,ysiguiendosumismalínea,CayéyPodeleysealejaban, doblados hasta el suelo para evitar las lianas. Los perseguidorespresumían estamaniobra; pero comodentro delmonte el que ataca tiene cienprobabilidadescontraunadeserdetenidoporunabalaenmitaddelafrente,elcapataz se contentaba con salvas de winchester y aullidos desafiantes. Por lodemás,lostiroserradoshoyhabíanhecholindoblancolanochedeljueves…

El peligro había pasado. Los fugitivos se sentaron, rendidos. Podeley seenvolvióenelponcho,yrecostadoenlaespaldadesucompañero,sufrióendosterribleshorasdechucho,elcontragolpedeaquelesfuerzo.

Luego prosiguieron la fuga, siempre a la vista de la picada, y cuando lanochellegó,porfin,acamparon.Cayéhabíallevadochipas,yPodeleyencendiófuego, no obstante los mil inconvenientes en un país donde, fuera de lospavones,hayotrosseresquetienendebilidadporlaluz,sincontarloshombres.

El sol estaba muy alto ya cuando a la mañana siguiente encontraron elriacho,primerayúltimaesperanzade losescapados.Cayécortódoce tacuarassinmás prolija elección, y Podeley, cuyas últimas fuerzas fueron dedicadas acortarlosisipós,tuvoapenastiempodehacerloantesdearrollarseatiritar.

Cayé, pues, construyó solo la jangada —diez tacuaras atadaslongitudinalmenteconlianas,llevandoencadaextremounaatravesada.

Alosdiezsegundosdeconcluidaseembarcaron.Ylajangadilla,arrastradaaladeriva,entróenelParaná.

Lasnochessonenesaépocaexcesivamentefrescas;ylosdosmensú,conlospies en el agua, pasaron la noche helados, uno junto al otro. La corriente delParaná, que llegaba cargado de inmensas lluvias, retorcía la jangada en el

Page 68: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

borbollóndesusremolinos,yaflojabalentamentelosnudosdeisipó.Entodoeldíasiguientecomierondoschipas,últimorestodeprovisión,que

Podeleyprobóapenas.Lastacuaras taladradaspor los tambússehundían.Yalcaerlatarde,lajangadahabíadescendidoaunacuartadelniveldelagua.

Sobre el río salvaje, encajonado en los lúgubres murallones de bosque,desierto del más remoto ¡ay!, los dos hombres, sumergidos hasta la rodilla,derivaban girando sobre símismos, detenidos unmomento inmóviles ante unremolino, siguiendo de nuevo, sosteniéndose apenas sobre las tacuaras casisueltasqueseescapabandesuspies,enunanochedetintaquenoalcanzabanarompersusojosdesesperados.

El agua llegábales ya al pecho cuando tocaron tierra. ¿Dónde? No losabían…Unpajonal.Peroen lamismaorillaquedaron inmóviles, tendidosdevientre.

Ya deslumbraba el sol cuando despertaron. El pajonal se extendía veintemetrostierraadentro,sirviendodelitoralaríoybosque.Amediacuadraalsur,elriachoParanaí,quedecidieronvadearcuandohubieranrecuperadolasfuerzas.Peroéstasnovolvíantanrápidamentecomoeradedesear,dadoqueloscogollosy gusanos de tacuara son tardos fortificantes.Y durante veinte horas la lluviacerrada transformóalParanáenaceiteblanco,yalParanaíenfuriosaavenida.Todoimposible.Podeleyseincorporódeprontochorreandoagua,yapoyándoseenelrevólverparalevantarse,apuntóaCayé.Volabadefiebre.

—¡Pasá,añá!…Cayé vio que poco podía esperar de aquel delirio, y se inclinó

disimuladamenteparaalcanzarasucompañerodeunpalo.Peroelotroinsistió:—¡Andáalagua!¡Vosmetrajiste!¡Bandeáelrío!Losdedoslívidostemblabansobreelgatillo.Cayéobedeció;dejosellevarporlacorrienteydesapareciótraselpajonal,al

quepudoabordarconterribleesfuerzo.Desdeallí,ydeatrás,acechóasucompañero;peroPodeleyyacíadenuevo

decostado,conlasrodillasrecogidashastaelpecho,bajolalluviaincesante.AlaproximarseCayéalzólacabeza,ysinabrirelenfermolosojos,cegadosporelagua,murmuró:

—Cayé,caray…Fríomuygrande…Llovióaúntodalanochesobreelmoribundo,lalluviablancaysordadelos

Page 69: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

diluviosotoñales,hastaquealamadrugadaPodeleyquedóinmóvilparasiempreensutumbadeagua.

Yenelmismopajonal,sitiadosietedíasporelbosque,elríoylalluvia,elsuperviviente agotó las raíces y gusanos posibles, perdió poco a poco susfuerzas,hastaquedarsentado,muriéndosedefríoyhambre,conlosojosfijosenelParaná.

ElSílex,quepasóporallíalatardecer,recogióalmensúyacasimoribundo.Massufelicidadtransformoseenterroraldarsecuenta,aldíasiguiente,dequeelvaporremontabaelrío.

—¡Porfavortepido!—lloriqueóanteelcapitán—.¡NomebajésenPuertoX!¡Mevanamatar!…¡Telopidodeveras!…

El Sílex volvió a Posadas, llevando con él al mensú, empapado aún enpesadillasnocturnas.

Pero a los diez minutos de bajar a tierra estaba ya borracho con nuevacontrata,yseencaminabatambaleandoacomprarextractos.

Page 70: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Lagallinadegollada

Todoeldía,sentadosenelpatioenunbanco,estabanloscuatrohijosidiotasdelmatrimonioMazzini-Ferraz.Teníanlalenguaentreloslabios,losojosestúpidosyvolvíanlacabezaconlabocaabierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El bancoquedaba paralelo a él, a cincometros, y allí semantenían inmóviles, fijos losojosenlosladrillos.Comoelsolseocultabatraselcercoaldeclinar,losidiotasteníanfiesta.Laluzenceguecedorallamabasuatenciónalprincipio,pocoapocosus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por lamisma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fueracomida.

Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando altranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corríanentonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casisiempreestabanapagadosenunsombríoletargodeidiotismo,ypasabantodoeldía sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando deglutinosasalivaelpantalón.

El mayor tenía doce años, y el menor ocho. En todo su aspecto sucio ydesvalidosenotabalafaltaabsolutadeunpocodecuidadomaternal.

Esoscuatroidiotas,sinembargo,habíansidoundíaelencantodesuspadres.A los tresmeses de casados,Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor demaridoymujer,ymujerymarido,haciaunporvenirmuchomásvital:unhijo.¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de sucariño,libertadoyadelvilegoísmodeunmutuoamorsinfinningunoy,loqueespeorparaelamormismo,sinesperanzasposiblesderenovación?

AsílosintieronMazziniyBerta,ycuandoelhijollegó,aloscatorcemesesde matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció, bella y

Page 71: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

radiante,hastaquetuvoañoymedio.Peroenelvigésimomessacudiéronlounanoche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a suspadres.Elmédicoloexaminóconesaatenciónprofesionalqueestávisiblementebuscandolacausadelmalenlasenfermedadesdelospadres.

Después de algunos días los miembros paralizados recobraron elmovimiento;perolainteligencia,elalma,aunelinstinto,sehabíanidodeltodo;había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempresobrelasrodillasdesumadre.

—¡Hijo,mihijoquerido!—sollozabaésta,sobreaquellaespantosaruinadesuprimogénito.

Elpadre,desolado,acompañóalmédicoafuera.—A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. Podrámejorar,

educarseentodoloquelepermitasuidiotismo,peronomásallá.—¡Sí!… ¡sí!… —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es

herencia,que…?—Encuantoalaherenciapaterna,yaledijeloquecreícuandoviasuhijo.

Respectoa lamadre,hayallíunpulmónquenosoplabien.Noveonadamás,perohayunsoplounpocorudo.Hágalaexaminarbien.

Conelalmadestrozadaderemordimiento,Mazziniredoblóelamorasuhijo,el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo queconsolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquelfracasodesujovenmaternidad.

Comoesnatural,elmatrimoniopuso todosuamoren laesperanzadeotrohijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenirextinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito serepetían,yaldíasiguienteamanecíaidiota.

Esta vez los padres cayeron enhondadesesperación. ¡Luego su sangre, suamorestabanmalditos!¡Suamor,sobretodo!Veintiochoañosél,veintidósella,ytodasuapasionadaternuranoalcanzabaacrearunátomodevidanormal.Yanopedíanmásbellezaeinteligenciacomoenelprimogénito;¡perounhijo,unhijocomotodos!

Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas de dolorido amor, un locoanhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura.Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitiose el proceso de los dos

Page 72: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

mayores.Mas,porencimadesuinmensaamargura,quedabaaMazziniyBertagran

compasiónporsuscuatrohijos.Huboquearrancardellimbodelamáshondaanimalidad,noyasusalmas,

sino el instinto mismo abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aunsentarse.Aprendieronalfinacaminar,perochocabancontratodo,pornodarsecuentadelosobstáculos.Cuandoloslavabanmugíanhastainyectarsedesangreel rostro.Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oíantruenos.Se reíanentonces, echandoafuera lenguay ríosdebaba, radiantesdefrenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudoobtenernadamás.

Con losmellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Peropasadostresañosdesearondenuevoardientementeotrohijo,confiandoenqueellargotiempotranscurridohubieraaplacadoalafatalidad.

Nosatisfacíansusesperanzas.Yeneseardienteanheloqueseexasperaba,enrazón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual habíatomadosobresí lapartequelecorrespondíaenlamiseriadesushijos;peroladesesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos,echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonioespecíficodeloscorazonesinferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombres: tus hijos. Y como a más delinsultohabíalainsidia,laatmósferasecargaba.

—Meparece—díjoleunanocheMazzini,queacababadeentraryselavabalasmanos—quepodríastenermáslimpiosalosmuchachos.

Bertacontinuóleyendocomosinohubieraoído.—Eslaprimeravez—repusoalrato—queteveoinquietarteporelestado

detushijos.Mazzinivolvióunpocolacaraaellaconunasonrisaforzada:—Denuestroshijos,meparece…—Bueno;denuestroshijos.¿Tegustaasí?—alzóellalosojos.EstavezMazziniseexpresóclaramente:—Creoquenovasadecirqueyotengalaculpa,¿no?—¡Ah,no!—sesonrióBerta,muypálida—,¡peroyotampoco,supongo!…

¡Nofaltabamás!…—murmuró.

Page 73: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¿Quenofaltabamás?—¡Quesialguientienelaculpa,nosoyyo,entiéndelobien!Esoesloquete

queríadecir.Sumaridolamiróunmomento,conbrutaldeseodeinsultarla.—¡Dejemos!—articuló,secándoseporfinlasmanos.—Comoquieras;perosiquieresdecir…—¡Berta!—¡Comoquieras!Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables

reconciliaciones,susalmasseuníancondoblearrebatoylocuraporotrohijo.Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma,

esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padrespusieron en ella toda su complacencia, que la pequeña llevaba a los másextremoslímitesdelmimoylamalacrianza.

Siaúnen losúltimos tiemposBertacuidaba siemprede sushijos, alnacerBertitaolvidosecasideltododelosotros.Susolorecuerdolahorrorizaba,comoalgo atroz que la hubieranobligado a cometer.AMazzini, bien que enmenorgrado,pasábalelomismo.

Noporesolapazhabía llegadoasusalmas.Lamenor indisposicióndesuhija echaba ahora afuera, con el de terror de perderla, los rencores de sudescendenciapodrida.Habíanacumuladohielsobradotiempoparaqueelvasonoquedaradistendido,yalmenorcontactoelvenenosevertíaafuera.Desdeelprimerdisgustoemponzoñadohabíanseperdidoelrespeto;ysihayalgoaqueelhombre se siente arrastrado con cruel fruición, es, cuando ya se comenzó, ahumillardeltodoaunapersona.Antesseconteníanporlamutuafaltadeéxito;ahoraqueéstehabíallegado,cadacual,atribuyéndoloasímismo,sentíamayorlainfamiadeloscuatroengendrosqueelotrohabíaleforzadoacrear.

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afectoposible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visiblebrutalidad.Noloslavabancasinunca.Pasabancasitodoeldíasentadosfrentealcerco,abandonadosdetodaremotacaricia.

De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de lasgolosinasqueeraalospadresabsolutamenteimposiblenegarle,lacriaturatuvoalgúnescalofríoyfiebre.Yeltemoraverlamoriroquedaridiota,tornóareabrir

Page 74: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

laeternallaga.Hacía treshorasquenohablaban,y elmotivo fue, comocasi siempre, los

fuertespasosdeMazzini.—¡MiDios!¿Nopuedescaminarmásdespacio?¿Cuántasveces?…—Bueno,esquemeolvido;¡seacabó!Nolohagoapropósito.Ellasesonrió,desdeñosa:—¡No,notecreotanto!—Niyo,jamás,tehubieracreídotantoati…¡tisiquilla!—¡Qué!¿Quédijiste?…—¡Nada!—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero

cualquiercosaatenerunpadrecomoelquehastenidotú!Mazzinisepusopálido.—¡Alfin!—murmuróconlosdientesapretados—.¡Alfin,víbora,hasdicho

loquequerías!—¡Sí,víbora,sí!¡Peroyohetenidopadressanos!¿Oyes?,¡sanos!¡Mipadre

nohamuertodedelirio! ¡Yohubiera tenidohijoscomo losde todoelmundo!¡Ésossonhijostuyos,loscuatrotuyos!

Mazziniexplotóasuvez.—¡Víboratísica!¡Esoesloquetedije, loquetequierodecir!¡Pregúntale,

pregúntalealmédicoquiéntienelamayorculpadelameningitisdetushijos:mipadreotupulmónpicado,víbora!

Continuaroncadavezconmayorviolencia,hastaqueungemidodeBertitaselló instantáneamente sus bocas.A la una de lamañana la ligera indigestiónhabíadesaparecido,ycomopasafatalmentecontodoslosmatrimoniosjóvenesquesehanamado intensamenteunavezsiquiera, la reconciliación llegó, tantomásefusivacuantohirientesfueranlosagravios.

Amanecióunespléndidodía,ymientrasBertaselevantabaescupiósangre.Las emociones ymala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa.Mazzini laretuvoabrazadalargorato,yellalloródesesperadamente,perosinqueningunoseatrevieraadecirunapalabra.

Alasdiezdecidieronsalir,despuésdealmorzar.Comoapenasteníantiempo,ordenaronalasirvientaquemataraunagallina.

El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que

Page 75: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo conparsimonia (Berta había aprendido de sumadre este buenmodo de conservarfrescuraalacarne),creyósentiralgocomorespiracióntrasella.Volviose,yvioaloscuatroidiotas,conloshombrospegadosunoaotro,mirandoestupefactoslaoperación.Rojo…rojo…

—¡Señora!Losniñosestánaquí,enlacocina.Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de

pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horriblevisión!Porque,naturalmente,cuantomásintensoseranlosraptosdeamorasumaridoehija,másirritadoerasuhumorconlosmonstruos.

—¡Quesalgan,María!¡Échelos!¡Échelos,ledigo!Lascuatropobresbestias,sacudidas,brutalmenteempujadas,fueronadara

subanco.Despuésde almorzar, salieron todos.La sirvienta fue aBuenosAires, y el

matrimonioapasearporlasquintas.Albajarelsolvolvieron,peroBertaquisosaludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapose enseguida acasa.

Entretantolosidiotasnosehabíanmovidoentodoeldíadesubanco.Elsolhabíatraspuestoyaelcerco,comenzabaahundirse,yelloscontinuabanmirandolosladrillos,másinertesquenunca.

Depronto,algoseinterpusoentresumiradayelcerco.Suhermana,cansadade cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie delcerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al findecidiose por una silla desfondada, pero faltaba aún. Recurrió entonces a uncajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical elmueble,conlocualtriunfó.

Los cuatro idiotas, lamirada indiferente, vieron cómo su hermana lograbapacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba lagargantasobrelacrestadelcerro,entresusmanostirantes.

Viéronlamiraratodoslados,ybuscarapoyoconelpieparaalzarsemás.Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente

estaba fija en sus pupilas.No apartaban los ojos de su hermana,mientras unacreciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros.Lentamenteavanzaronhaciaelcerco.Lapequeña,quehabiendologradocalzar

Page 76: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente,sintiosecogidadelapierna.Debajodeella,losochoojosclavadosenlossuyosledieronmiedo.

—¡Soltame!¡Dejame!—gritósacudiendolapierna.Perofueatraída.—¡Mamá!¡Ay,mamá!¡Mamá,papá!—lloróimperiosamente.Tratóaúndesujetarsedelborde,perosintiosearrancadaycayó.—Mamá,¡ay!Ma…—Nopudogritarmás.Unodeellosleapretóelcuello,

apartandolosbuclescomosifueranplumas,ylosotroslaarrastrarondeunasolapiernahastalacocina,dondeesamañanasehabíadesangradoalagallina,biensujeta,arrancándolelavidasegundoporsegundo.

Mazzini,enlacasadeenfrente,creyóoírlavozdesuhija.—Meparecequetellama—ledijoaBerta.Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento

después se despidieron, y mientras Berta iba a dejar su sombrero, Mazziniavanzóenelpatio:

—¡Bertita!Nadierespondió.—¡Bertita!—alzómáslavoz,yaalterada.Yelsilenciofuetanfúnebreparasucorazónsiempreaterrado,quelaespalda

selehelódehorriblepresentimiento.—¡Mihija,mi hija!—corrió ya desesperadohacia el fondo.Pero al pasar

frente a la cocina vio en el piso unmar de sangre. Empujó violentamente lapuertaentornada,ylanzóungritodehorror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustiosollamadodelpadre,oyóelgritoyrespondióconotro.Peroalprecipitarseen lacocina,Mazzini,lívidocomolamuerte,seinterpuso,conteniéndola:

—¡Noentres!¡Noentres!Bertaalcanzóaverelpisoinundadodesangre.Sólopudoecharsusbrazos

sobrelacabezayhundirsealolargodeélconunroncosuspiro.

Page 77: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Elalmohadóndeplumas

Su luna demiel fue un largo escalofrío.Rubia, angelical y tímida, el carácterdurodesumaridohelósussoñadasniñeríasdenovia.Ellaloqueríamucho,sinembargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de nochejuntosporlacalle,echabaunafurtivamiradaalaaltaestaturadeJordán,mudodesde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo aconocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril—, vivieron una dichaespecial.Sindudahubieraelladeseadomenosseveridadeneserígidocielodeamor,másexpansivaeincautaternura;peroelimpasiblesemblantedesumaridolaconteníasiempre.

Lacasaenquevivíaninfluíanopocoensusestremecimientos.Lablancuradel patio silencioso—frisos, columnas y estatuas de mármol— producía unaotoñalimpresióndepalacioencantado.Dentro,elbrilloglacialdelestuco,sinelmásleverasguñoenlasaltasparedes,afirmabaaquellasensacióndedesapaciblefrío.Alcruzardeunapiezaaotra,lospasoshallabanecoentodalacasa,comosiunlargoabandonohubierasensibilizadosuresonancia.

Eneseextrañonidodeamor,Aliciapasótodoelotoño.Noobstante,habíaconcluidoporecharunvelosobresusantiguossueños,yaúnvivíadormidaenlacasahostil,sinquererpensarennadahastaquellegabasumarido.

Noesraroqueadelgazara.Tuvounligeroataquedeinfluenzaquesearrastróinsidiosamente días y días;Alicia no se reponía nunca.Al fin una tarde pudosaliraljardínapoyadaenelbrazodesumarido.Mirabaindiferenteaunoyotrolado.De pronto Jordán, con honda ternura, le pasómuy lento lamano por lacabeza,yAlicia rompióenseguidaensollozos,echándole losbrazosalcuello.Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menortentativadecaricia.Luegolossollozosfueronretardándose,yaúnquedólargo

Page 78: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

ratoescondidaensucuello,sinmoversenipronunciarunapalabra.FueéseelúltimodíaqueAliciaestuvolevantada.Aldíasiguienteamaneció

desvanecida.Elmédicode Jordán laexaminóconsumaatención,ordenándolecalmaydescansoabsolutos.

—Nosé—ledijoaJordánenlapuertadecalleconlavoztodavíabaja—.Tieneunagrandebilidadquenomeexplico.Ysinvómitos,nada…Simañanasedespiertacomohoy,llámemeenseguida.

AlotrodíaAliciaamanecíapeor.Huboconsulta.Constatoseunaanemiademarchaagudísima,completamente inexplicable.Aliciano tuvomásdesmayos,pero se iba visiblemente a lamuerte.Todo el día el dormitorio estaba con laslucesprendidasyenplenosilencio.Pasábansehorassinqueseoyeraelmenorruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luzencendida.Paseábasesincesardeunextremoaotro,conincansableobstinación.Laalfombraahogabasuspasos.Aratosentrabaeneldormitorioyproseguíasumudovaivénalolargodelacama,deteniéndoseuninstanteencadaextremoamirarasumujer.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes alprincipio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojosdesmesuradamenteabiertos,nohacía sinomirar la alfombraaunoyotro ladodelrespaldodelacama.Unanochequedóderepenteconlosojosfijos.Alratoabriólabocaparagritar,ysusnaricesylabiosseperlarondesudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar laalfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecerAlicia lanzó un alarido dehorror.

—¡Soyyo,Alicia,soyyo!Alicialomiróconextravío,mirólaalfombra,volvióamirarlo,ydespuésde

largoratodeestupefactaconfrontación,seserenó.Sonrióytomóentrelassuyaslamanodesumarido,acariciándolapormediahoratemblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide apoyado en laalfombrasobrelosdedos,queteníafijosenellalosojos.

Losmédicosvolvieroninútilmente.Habíaallídelantedeellosunavidaqueseacababa,desangrándosedíaadía,horaahora,sinsaberabsolutamentecómo.

En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban,

Page 79: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

pasándosedeunoaotrolamuñecainerte.Laobservaronlargoratoensilencio,ysiguieronalcomedor.

—Pst…—seencogiódehombros,desalentado,elmédicodecabecera—.Esuncasoinexplicable…Pocohayquehacer…

—¡Sóloesomefaltaba!—resoplóJordán.Ytamborileóbruscamentesobrelamesa.

Alicia fueextinguiéndoseensubdeliriodeanemia,agravadode tarde,peroque remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba suenfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía queúnicamente de noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Teníasiemprealdespertarlasensacióndeestardesplomadaenlacamaconunmillónde kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más.Apenaspodíamoverlacabeza.Noquisoqueletocaranlacama,niaunquelearreglaranel almohadón.Sus terrores crepusculares avanzabanahoraen formademonstruosquesearrastrabanhastalacama,ytrepabandificultosamenteporlacolcha.

Perdió luegoelconocimiento.Losdosdíasfinalesdelirósincesaramediavoz.Laslucescontinuabanfúnebrementeencendidaseneldormitorioylasala.En el silencio agónico de la casa, no se oíamás que el deliriomonótono quesalíadelacama,yelsordoretumbodeloseternospasosdeJordán.

Aliciamurió,porfin.Lasirvienta,cuandoentródespuésadeshacerlacama,solaya,miróunratoextrañadaelalmohadón.

—¡Señor!—llamóa Jordán envozbaja—.En el almohadónhaymanchasqueparecendesangre.

Jordánseacercórápidamenteysedoblósobreaquél.Efectivamente,sobrelafunda,aambos ladosdelhuecoquehabíadejado lacabezadeAlicia,seveíanmanchitasoscuras.

—Parecenpicaduras—murmurólasirvientadespuésdeunratodeinmóvilobservación.

—Levánteloalaluz—ledijoJordán.La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer y se quedómirando a

aquél,lívidaytemblando.Sinsaberporqué,Jordánsintióqueloscabellosseleerizaban.

—¿Quéhay?—murmuróconlavozronca.

Page 80: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Pesamucho—articulólasirvienta,sindejardetemblar.Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la

mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumassuperioresvolaron,ylasirvientadioungritodehorrorcontodalabocaabierta,llevándose lasmanoscrispadasa losbandós.Sobreel fondo,entre lasplumas,moviendolentamentelaspatasvelludas,habíaunanimalmonstruoso,unabolavivienteyviscosa.Estabatanhinchadoqueapenasselepronunciabalaboca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicadosigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla,chupándolelasangre.Lapicaduraeracasiimperceptible.Laremocióndiariadelalmohadónsindudahabíaimpedidoalprincipiosudesarrollo;perodesdequelajoven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinconoches,habíaelmonstruovaciadoaAlicia.

Estosparásitosdelasaves,diminutosenelmediohabitual,lleganaadquiriren ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serlesparticularmentefavorable,ynoesrarohallarlosenlosalmohadonesdepluma.

Page 81: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Yaguaí

Ahorabien,nopodíasersinoallí.Yaguaíolfateólapiedra—unsólidobloquedemineraldehierro—ydiounacautelosavueltaentorno.Bajoelsolamediodíade Misiones, el aire vibraba sobre el negro peñasco, fenómeno este que noseducíaal fox terrier.Allíabajo,sinembargo,estaba la lagartija.Elperrogirónuevamentealrededor,resoplóenunintersticio,y,parahonordelaraza,rascóuninstanteelbloqueardiente.Hecholocualregresóconpasoperezoso,quenoimpedíaunsistemáticoolfateoaambosladosdelsendero.

Entróenelcomedor,echándoseentreelaparadorylapared,frescorefugioqueélconsiderabacomosuyo,apesardetenerensucontralaopinióndetodalacasa.Peroel sombrío rincón,admirablecuandoa ladepresiónde laatmósferaacompañafaltadeaire, tornábaseimposibleenundíadevientonorte.Eraésteotroflamanteconocimientodelfoxterrier,enquienluchabaaúnlaherenciadelpaís templado—BuenosAires, patria de sus abuelos y suya—, donde sucedeprecisamentelocontrario.Salió,porlotanto,afuera,ysesentóbajounnaranjo,en pleno viento de fuego, pero que facilitaba inmensamente la respiración. Ycomo los perros transpiran muy poco, Yaguaí apreciaba cuanto es debido alvientoevaporizador,sobrelalenguadanzantepuestaasupaso.

El termómetro alcanzaba en esemomento a cuarenta grados. Pero los foxterriers de buena cuna son singularmente falaces en cuanto a promesas dequietudserefiera.Bajoaquelmediodíadefuego,sobrelamesetavolcánicaquelarojaarenatornabaaúnmáscaliente,habíalagartijas.

Conlabocaahoracerrada,Yaguaítraspusoeltejidodealambreysehallóenplenocampodecaza.Desdeseptiembrenohabía logradootraocupacióna lassiestasbravas.Estavezrastreócuatro lagartijasde laspocasquequedabanya,cazótres,perdióuna,ysefueentoncesabañar.

A cienmetros de la casa, en la base de lameseta y a orillas del bananal,

Page 82: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

existía un pozo en piedra viva de factura y forma originales, pues siendocomenzadoadinamitaporunprofesional,habíaloconcluidounaficionadoconpaladepunta.Verdadesquenomedíasinodosmetrosdehondura,tendiéndoseenlargaescarpaporunlado,amododetajamar.Sufuente,bienquesuperficial,resistíaasecasdedosmeses,loqueesbienmeritorioenMisiones.

Allísebañabaelfoxterrier,primerolalengua,despuéselvientresentadoenel agua, para concluir con una travesía a nado.Volvía a la casa, siempre quealgúnrastronoseatravesaraensucamino.Alcaerelsol, tornabaalpozo.DeaquíqueYaguaísufrieravagamentedepulgas,yconbastantefacilidad,elcalortropicalparaelquesurazanohabíasidocreada.

El instinto combativo del fox terrier se manifestó normalmente contra lashojas secas; subió luego a lasmariposas y su sombra, y se fijó por fin en laslagartijas.Aún ennoviembre, cuando tenía ya en jaque a todas las ratas de lacasa, sugranencantoeran lossaurios.Lospeonesqueporaob llegabana lasiesta,admiraronsiempre laobstinacióndelperro, resoplandoencuevitasbajounsoldefuego;sibienlaadmiracióndeaquéllosnopasabadelcuadrodecaza.

—Eso—dijounoundía,señalandoalperroconunavueltadecabeza—nosirvemásqueparabichitos…

EldueñodeYaguaílooyó:—Talvez—repuso—;peroningunodelosfamososperrosdeustedessería

capazdehacerloquehaceése.Loshombressesonrieronsincontestar.Cooper, sin embargo, conocía bien a los perros demontey sumaravillosa

aptitudparalacazaalacarrera,quesufoxterrierignoraba.¿Enseñarle?Acaso;peronoteníacómohacerlo.

PrecisamenteesamismatardeunpeónsequejóaCooperdelosvenadosqueestabanconcluyendoconlosporotos.Pedíaescopeta,porqueaunqueélteníaunbuenperro,nopodíasinoavecesalcanzaralosvenadosdeunpalo…

Cooperprestólaescopeta,yaunpropusoiresanochealrozado.—Nohayluna—objetóelpeón.—Noimporta.Suelteelperroyveremossielmíolosigue.Esanoche fueronalplantío.Elpeónsoltóa superro,yelanimal se lanzó

enseguidaenlastinieblasdelmonte,enbuscadeunrastro.Al ver partir a su compañero,Yaguaí intentó en vano forzar la barrera de

Page 83: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

caraguatá. Logrolo al fin, y siguió la pista del otro. Pero a los dos minutosregresaba, muy contento de aquella escapatoria nocturna. Eso sí, no quedóagujeritosinolfatearendiezmetrosalaredonda.

Perocazartraselrastro,enelmonte,aungalopequepuededurarmuybiendesdelamadrugadahastalastresdelatarde,esono.Elperrodelpeónhallóunapista,muy lejos, que perdió enseguida. Una hora después volvía a su amo, ytodos juntos regresaron a la casa. La prueba, si no concluyente, desanimó aCooper.

Se olvidó luego de ellos,mientras el fox terrier continuaba cazando ratas,algúnlagartoozorroensucueva,ylagartijas.

Entretanto,losdíassesucedíanunosaotros,enceguecientes,pesados,enunaobstinacióndevientonortequedoblabalasverdurasenlacioscolgajos,bajoelblancocielodelosmediodíastórridos.Eltermómetrosemanteníaentretreintaycincoycuarenta,sin lamásremotaesperanzadelluvia.Durantecuatrodíaseltiemposecargó,conasfixiantecalmayaumentódecalor.Ycuandoseperdióalfinlaesperanzadequeelsurdevolvieraentorrentesdeaguatodoelvientodefuego recibido un mes entero del norte, la gente se resignó a una desastrosasequía.

Elfoxterrierviviódesdeentoncessentadobajosunaranjo,porquecuandoelcalortraspasaciertolímiterazonable,losperrosnorespiranbienechados.Conlalenguaafueraylosojosentornados,asistióalamuerteprogresivadecuantoerabrotaciónprimaveral.Lahuertaseperdiórápidamente.Elmaizalpasódelverdeclaro a una blancura amarillenta, y a fines de noviembre sólo quedaban de élcolumnitas truncassobre lanegruradesoladadelrozado.Lamandioca,heroicaentretodas,resistíabien.

El pozo del fox terrier —agotada su fuente— perdió día a día su aguaverdosa, y ahora tan caliente queYaguaí no iba a él sino demañana, si bienhallaba rastros de apereás, agutíes y hurones, que la sequía delmonte forzabahastaelpozo.

Envueltadesubaño,elperrosesentabadenuevo,viendoaumentarpocoapocoelviento,mientraseltermómetro,refrescadoaquincealamanecer,llegabaacuarentayunoalasdosdelatarde.Lasequedaddelairellevabaabeberalfoxterriercadamediahora,debiendoentonces lucharcon lasavispasyabejasqueinvadíanlosbaldes,muertasdesed.Lasgallinas,conlasalasentierra,jadeaban

Page 84: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

tendidas a la triple sombra de los bananos, la glorieta y la enredadera de florroja, sin atreverse a dar un paso sobre la arena abrasada, y bajo un sol quematabainstantáneamentealashormigasrubias.

Alrededor,cuantoabarcabanlosojosdelfoxterrier:losbloquesdehierro,elpedregullovolcánico,elmontemismo,danzaba,mareadodecalor.Aloeste,enelfondodelvalleboscoso,hundidoenladepresióndeladoblesierra,elParanáyacía,muertoaesahoraensuaguadecinc,esperandolacaídadelatardepararevivir.Laatmósfera,entonces,ligeramenteahumadahastaesahora,sevelabaalhorizonte en denso vapor, tras el cual el sol, cayendo sobre el río, sosteníaseasfixiado en perfecto círculo de sangre. Y mientras el viento cesaba porcompletoy,enelaireaúnabrasado,Yaguaíarrastrabaporlamesetasudiminutamanchablanca,laspalmerasnegras,recortándoseinmóvilessobreelríocuajadoenrubí,infundíanenelpaisajeunasensacióndelujosoysombríooasis.

Losdíassesucedíaniguales.Elpozodelfoxterriersesecó,ylasasperezasdelavida,quehastaentoncesevitaranaYaguaí,comenzaronparaélesamismatarde.

Desdetiempoatráselperritoblancohabíasidomuysolicitadoporunamigode Cooper, hombre de selva, cuyos muchos ratos perdidos se pasaban en elmontetraslostatetos.Teníatresperrosmagníficosparaestacaza,aunquemuyinclinadosarastrearcoatíes, loqueenvolviendounapérdidade tiempoparaelcazador,constituyetambiénlaposibilidaddeundesastre,puesladentelladadeuncoatídegüellafundamentalmentealperroquenosupocogerlo.

Fragoso,habiendovistoundíatrabajaralfoxterrierenunasuntodeirara,alaqueYaguaíforzóaestarsedefinitivamentequieta,dedujoqueunperritoqueteníaesetalentoespecialparamorderjustamenteentrecruzypescuezonoeraunperro cualquiera pormás corta que tuviera la cola. Por lo que instó repetidasvecesaCooperaqueleprestaraaYaguaí.

—Yotelovoyaenseñarbienausted,patrón—ledecía.—Tienetiempo—respondíaCooper.Pero en esosdías abrumadores—lavisita deFragosohabiendo avivado el

recuerdo del pedido—,Cooper le entregó su perro a fin de que le enseñara acorrer.

Yaguaí corrió, sin duda, muchomás de lo que hubiera deseado el mismoCooper.

Page 85: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Fragoso vivía en la margen izquierda del Yabebirí, y había plantado enoctubreunmandiocalquenoproducíaaún,ymediahectáreademaízyporotos,totalmenteperdidaporlaseca.Estoúltimo,específicoparaelcazador,teníaparaYaguaímuypocaimportancia,trastornándoleencambiolanuevaalimentación.Él,queencasadeCoopercoleabaantelamandiocasimplementecocida,paranoofenderasuamo,yolfateabaportresocuatroladosellocro,paranoquebrardeltodoconlacocinera,conociólaangustiadelosojosbrillantesyfijosenelamoque come, para concluir lamiendo el plato que sus tres compañeros habíanpulidoya,esperandoansiosamenteelpuñadodemaízsancochadoquelesdabancadadía.

Los tresperros salíandenocheacazarpor sucuenta—maniobraestaqueentrabaenelsistemaeducacionaldelcazador—;peroelhambre,quellevabaaaquéllosnaturalmentealmontearastrearparacomer,inmovilizabaalfoxterrierenelrancho,únicolugardelmundodondepodíahallarcomida.Losperrosquenodevoran lacaza,seránsiempremaloscazadores;y justamente la razaaquepertenecíaYaguaícazadesdesucreaciónporsimplesport.

Fragoso intentó algún aprendizaje con el fox terrier. Pero siendo Yaguaímucho más perjudicial que útil al trabajo desenvuelto de sus tres perros, lorelegó desde entonces en el rancho a espera de mejores tiempos para esaenseñanza.

Entretanto, la mandioca del año anterior comenzaba a concluirse; las últimasespigasdemaíz rodaronpor el suelo,blancasy sinungrano,y elhambre,yadura para los tres perros nacidos con ella, royó las entrañas de Yaguaí. Enaquellanuevavidaelfoxterrierhabíaadquiridoconpasmosarapidezelaspectohumillado, servil y traicionero de los perros del país. Aprendió entonces amerodeardenocheporlosranchosvecinos,avanzandoconcautela,laspiernasdobladasyelásticas,hundiéndoselentamentealpiedeunamatadeespartilloalmenorrumorhostil.Aprendióanoladrarpormásfuroromiedoquetuviera,yagruñirdeunmodoparticularmentesordocuandoelcuzcodeunranchodefendíaa éste del pillaje. Aprendió a visitar los gallineros, a separar dos platosencimados con el hocico, y a llevarse en la boca una lata con grasa a fin devaciarlaenlaimpunidaddelpajonal.Conocióelgustodelasguascasensebadas,

Page 86: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

deloszapatonesuntadosdegrasa,delhollínpegoteadodeunaollay—algunavez— de la miel recogida y guardada en un trozo de tacuara. Adquirió laprudencia necesaria para apartarse del camino cuando un pasajero avanzaba,siguiéndolo con los ojos, agachado entre el pasto. Y a fines de enero, de lamiradaencendida, lasorejas firmessobre losojos,yel raboaltoyprovocadordelfoxterrier,noquedabasinounesqueletillosarnoso,deorejasechadasatrásyrabohundidoytraicionero,quetrotabafurtivamenteporloscaminos.

Lasequíacontinuaba,entretanto;elmontequedópocoapocodesierto,pueslos animales se concentraban en los hilos de agua que habían sido grandesarroyos.Lostresperrosforzabanladistanciaquelosseparabadelabrevaderodelasbestiasconéxitomediano,puessiendoaquélmuyfrecuentadoasuvezporlosyaguareteí,lacazamenortornábasedesconfiada.Fragoso,preocupadoconlaruinadelrozadoyconnuevosdisgustosconelpropietariodelatierra,noteníahumorparacazar,niaunporhambre.Ylasituaciónamenazabaasítornarsemuycrítica,cuandounacircunstanciafortuitatrajounpocodealientoalalamentablejauría.

Fragoso debió ir a San Ignacio, y los cuatro perros, que fueron con él,sintieronensusnaricesdilatadasunaimpresióndefrescuravegetal—vaguísima,si sequiere—,peroqueacusabaunpocodevidaenaquel infiernodecaloryseca. En efecto, San Ignacio había sido menos azotado, resultas de lo cualalgunosmaizales,aunquemiserables,sesosteníanenpie.

Nocomieronlosperrosesedía;peroalregresarjadeandodetrásdelcaballo,probaronen sumemoria aquella sensaciónde frescura.Ya lanoche siguientesalían juntos en mudo trote hacia San Ignacio. En la orilla del Yabebirí sedetuvieron oliendo el agua y levantando el hocico trémulo a la otra costa. Lalunasalíaentonces,consuamarillentaluzdemenguante.Losperrosavanzaroncautelosamentesobreelríoaflordepiedra,saltandoaquí,nadandoallá,enunpasoqueenaguanormalnodafondoatresmetros.

Sinsacudirsecasi,reanudaroneltrotesilenciosoytenazhaciaelmaizalmáscercano.Allíelfoxterrierviocómosuscompañerosquebrabanlostallosconlosdientes,devorandoconsecosmordiscosqueentrabanhastaelmarlo,lasespigasen choclo. Hizo él lo mismo; y durante una hora, en el negro cementerio deárboles quemados, que la fúnebre luz delmenguante volvíamás espectral, losperrossemovierondeaquíparaalláentrelascañas,gruñéndosemutuamente.

Page 87: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Volvierontresvecesmás,hastaquelaúltimanocheunestampidodemasiadocercanolospusoenguardia.MascoincidiendoestaaventuraconlamudanzadeFragosoaSanIgnacio,losperrosnolosintieronmucho.

Fragosohabíalogradoporfintrasladarseallá,alfondodelacolonia.Elmonte,entretejidodetacuapí,denunciabatierraexcelente;yaquellasinmensasmadejasdebambú, tendidasenel sueloconelmachete,debíandeprepararmagníficosrozados.

CuandoFragosose instaló,el tacuapícomenzabaasecarse.Rozóyquemórápidamente un cuarto de hectárea, confiando en algún milagro de lluvia. Eltiemposedescompuso,enefecto;elcieloblancosetornóplomo,yenlashorasmás calientes se transparentaban en el horizonte lívidas orlas de cúmulos. Eltermómetroatreintaynueveyelvientonortesoplandoconfuriatrajeronalfindocemilímetrosde agua, queFragoso aprovechópara sumaíz,muycontento.Lovionacer, loviocrecermagníficamentehastacincocentímetros.Peronadamás.

Eneltacuapí,bajoélyalimentándoseacasodesusbrotes,viveninfinidadderoedores. Cuando aquél se seca, sus huéspedes se desbandan y el hambre losllevaforzosamentealasplantaciones.DeestemodolostresperrosdeFragoso,que salían una noche, volvieron enseguida restregándose el hocico mordido.Fragosomatóesamismanochecuatroratasqueasaltabansulatadegrasa.

Yaguaí no estaba allí. Pero a la noche siguiente él y sus compañeros seinternaban en el monte (aunque el fox terrier no corría tras el rastro, sabíaperfectamente desenfundar tatús y hallar nidos de urúes), cuando Yaguaí sesorprendiódel rodeoqueefectuabansuscompañerosparanocruzarel rozado.Yaguaí avanzó por él, no obstante; y unmomento después lomordían en unapata,mientrasrápidassombrascorríanatodoslados.

Yaguaí vio lo que era; e instantáneamente, en plena barbarie de bosquetropicalymiseria,surgieronlosojosbrillantes,elraboaltoyduro,ylaactitudbatalladoradeladmirableperroinglés.Hambre,humillación,viciosadquiridos,todoseborróenunsegundoantelasratasquesalíandetodaspartes.Ycuandovolvióporfinaecharseenelrancho,ensangrentado,muertodefatiga,tuvoquesaltartraslasratashambrientasqueinvadíanliteralmentelacasa.

Page 88: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Fragosoquedó encantadode aquella brusca energía denervios ymúsculosquenorecordabamás,ysubióasumemoriaelrecuerdodelviejocombateconla irara: era lamismamordida sobre lacruz;ungolpe secodemandíbula,yaotrarata.

Comprendiótambiéndedóndeproveníaaquellanefastainvasión,yconlargaserie de juramentos en voz alta, dio sumaizal por perdido. ¿Qué podía hacerYaguaísolo?Fuealrozado,acariciandoalfoxterrier,ysilbóasusperros;peroapenas los rastreadores de tigres sentían los dientes de las ratas en el hocico,chillabanrestregándoloadospatas.FragosoyYaguaíhicieronsoloselgastodelajornada,ysielprimerosacódeellalamuñecadolorida,elsegundoechabaalrespirarburbujassanguinolentasporlanariz.

En doce días, a pesar de cuanto hicieron Fragoso y el fox terrier parasalvarlo, el rozado estaba perdido. Las ratas, al igual de lasmartinetas, sabenmuybiendesenterrarelgranoadheridoaúnalaplantita.Eltiempo,otravezdefuego,nopermitíanilasombradenuevaplantación,yFragososevioforzadoair a San Ignacio en busca de trabajo, llevando al mismo tiempo su perro aCooper,queélnopodíayaentretenerpoconimucho.Lohacíaconverdaderapena,pueslasúltimasaventuras,colocandoalfoxterrierensuverdaderoteatrodecaza,habíanlevantadomuyaltalaestimadelcazadorporelperritoblanco.

Enelcamino,elfoxterrieroyó,lejanas,lasexplosionesdelospajonalesdelYabebirí ardiendo con la sequía; vio a la vera del bosque a las vacas quesoportandolanubedetábanosempujabanloscatiguásconelpecho,avanzandomontadassobreeltroncoarqueadohastaalcanzarlashojas.Violasrígidastunasdelmonte tropical dobladas como velas; y sobre el brumoso horizonte de lastardesdetreintayochoacuarentagrados,volvióaverelsolcayendoasfixiadoenuncírculorojoymate.

MediahoradespuésentrabanenSanIgnacio.Siendo ya tarde para llegar hasta lo de Cooper, Fragoso aplazó para la

mañana siguiente su visita. Los tres perros, aunquemuertos de hambre, no seaventuraronmuchoamerodearenpaísdesconocido,conexcepcióndeYaguaí,alqueelrecuerdobruscamentedespiertodelasviejascarrerasdelantedelcaballodeCooper,llevabaenlínearectaacasadesuamo.

Page 89: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Las circunstancias anormales por que pasaba el país con la sequía de cuatromeses—y es preciso saber lo que esto supone enMisiones— hacían que losperrosdelospeones,yafamélicosentiempodeabundancia,llevaransuspillajesnocturnosaungradointolerable.Enplenodía,Cooperhabíatenidoocasióndeperdertresgallinas,arrebatadasporlosperroshaciaelmonte.Ysiserecuerdaqueel ingeniodeunpobladorharagánllegahastaenseñarasuscachorrosestamaniobra para aprovecharse ambos de la presa, se comprenderá que Cooperperdiera la paciencia, descargando irremisiblemente su escopeta sobre todoladrón nocturno. Aunque no usaba sino perdigones, la lección era asimismodura.

Asíunanoche,enelmomentoqueseibaaacostar,percibiósuoídoalertaelruidodelasuñasenemigas,tratandodeforzareltejidodealambre.Conungestode fastidiodescolgó laescopeta,y saliendoafueraviounamanchablancaqueavanzabadentrodelpatio.Rápidamentehizofuego,yalosaullidostraspasantesdelanimalconlaspatastraserasalarastra,tuvounfugitivosobresalto,quenopudoexplicar.Llegóhastaellugar,peroelperrohabíadesaparecidoya,yentródenuevoenlacasa.

—¿Quéfue,papá?—lepreguntódesdelacamasuhija—.¿Unperro?—Sí—repusoCoopercolgandolaescopeta—.Letiréunpocodecerca…—¿Grandeelperro,papá?—No,chico.Pasóunmomento.—¡PobreYaguaí!—prosiguióJulia—.¡Cómoestará!Súbitamente,Cooperrecordólaimpresiónsufridaaloíraullaralperro:algo

de su Yaguaí había allí… Pero pensando también en cuán remota era esaprobabilidad,sedurmiótranquilo.

Fue a la mañana siguiente, muy temprano, cuando Cooper, siguiendo elrastrodesangre,hallóasufoxterriermuertoalbordedelpozodelbananal.

De pésimohumor volvió a casa, y la primera pregunta de Julia fue por elperrochico:

—¿Murió,papá?—Sí,alláenelpozo…EsYaguaí.

Page 90: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Cogió la pala, y seguido de sus dos hijos consternados fue al pozo. Julia,despuésdemirarunratoinmóvil,seacercódespacioasollozarjuntoalpantalóndeCooper.

—¡Quéhiciste,papá!—Nosabía,chiquita…Apártateunmomento.En el bananal enterró a su perro; apisonó la tierra encima, y regresó

profundamentedisgustado, llevandode lamanoa susdoschicos,que llorabandespacioparaquesupadrenolossintiera.

Page 91: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Lospescadoresdevigas

Elmotivo fue ciertosmuebles de comedor quemísterHall no tenía aún, y sufonógrafolesirviódeanzuelo.

Candiyú lo vio en la oficina provisoria de la «Yerba Company», dondemísterHallmaniobrabasufonógrafoapuertaabierta.

Candiyú,comobuenindígena,nomanifestósorpresaalguna,contentándosecon detener su caballo un poco al través ante el chorro de luz, ymirar a otraparte.Perocomouninglésa lacaídadelanoche,enmangasdecamisaporelcaloryconunabotelladewhiskyal lado,escienvecesmáscircunspectoquecualquiermestizo,místerHallnolevantólavistadeldisco.Conloquevencidoyconquistado, Candiyú concluyó por arrimar su caballo a la puerta, en cuyoumbralapoyóelcodo.

—Buenasnoches,patrón.¡Lindamúsica!—Sí,linda—repusomísterHall.—¡Linda!—repitióelotro—.¡Cuántoruido!—Sí,muchoruido—asintiómísterHall,quehallabasindudaoportunaslas

observacionesdesuvisitante.Candiyúproseguíaentretanto:—¿Tecostómuchoausted,patrón?—Costó…¿Qué?—Esehablero…Losmozosquecantan.La mirada turbia e inexpresiva de míster Hall se aclaró. El contador

comercialsurgía.—¡Oh,cuestamucho…!¿Ustedquierecomprar?—Si usted querés venderme… —contestó por decir algo Candiyú,

convencido de antemano de la imposibilidad de tal compra. Pero míster Hallproseguíamirándoloconpesadafijeza,mientraslamembranasaltabadeldiscoa

Page 92: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

fuerzademarchasmetálicas.—Vendobaratoausted…¡Cincuentapesos!Candiyú sacudió la cabeza, sonriendo al aparato y a su maquinista,

alternativamente:—¡Muchaplata!Notengo.—¿Ustedquétiene,entonces?Elhombresesonriódenuevo,sinresponder.—¿Dónde usted vive? —prosiguió míster Hall, evidentemente decidido a

desprendersedesugramófono.—Enelpuerto.—¡Ah!Yoconozcousted…¿UstedllamaCandiyú?—Mellama…—¿Yustedpescavigas?—Aveces;algunaviguitasindueño…—¡Vendoporvigas…!Tresvigasaserradas.Yomandocarreta.¿Conviene?Candiyúsereía.—Notengoahora.Yesa…maquinaria,¿tienemuchadelicadeza?—No;botónacá,ybotónallá…Yoenseño.¿Cuándotienemadera?—Algunacreciente…Ahorahadeveniruna.¿Yquépaloquerésusted?—Palorosa.¿Conviene?—¡Hum…!Nobaja esepalo casi nunca…Medianteuna crecientegrande,

solamente.¡Lindopalo!Tegustapalobueno,austed.—Yustedllevabuengramófono.¿Conviene?Elmercadoprosiguióasondecantosbritánicos,el indígenaesquivando la

víarecta,yelcontadoracorralándoloenelpequeñocírculodelaprecisión.Enelfondo,ydescontadoselcaloryelwhisky,elciudadanoinglésnohacíaunmalnegocio, cambiando un perro gramófono por varias docenas de bellas tablas,mientras el pescador de vigas, a su vez, entregaba algunos días de habitualtrabajoacuentadeunamaquinitaprodigiosamenteruidera.

Porlocualelmercadoserealizó,atantotiempodeplazo.CandiyúvivetodavíaenlacostadelParaná,desdehacetreintaaños;ysisu

hígadoesaúncapazdeeliminarcualquiercosadespuésdelúltimoataquedelafiebreendiciembrepasado,debeviviraúnunosmesesmás.Pasaahoralosdíassentado en su catre de varas, con el sombrero puesto.Sólo susmanos, lívidas

Page 93: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

zarpas veteadas de verde que penden inmensas de las muñecas, comoproyectadasenprimertérminodeunafotografía,semuevenmonótonamentesincesar,contemblordeloroimplume.

Pero en aquel tiempo, Candiyú era otra cosa. Tenía entonces por oficiohonorable el cuidado de un bananal ajeno, y, pocomenos lícito, el de pescarvigas.Normalmente,ysobretodoenépocadecreciente,derivanvigasescapadasdelosobrajes,bienquesedesprendandeunajangadaenformación,bienqueunpeón bromista corte de un machetazo la soga que las retiene. Candiyú eraposeedor de un anteojo telescopado, y pasaba lasmañanas apuntando al agua,hasta que la línea blanquecina de una viga, destacándose en la punta deItacurubí,lolanzabaensucanoaalencuentrodelapresa.Vistalavigaatiempo,la empresa no es extraordinaria, porque la pala de un hombre de coraje,recostado o halando de una pieza de diez por cuarenta, vale cualquierremolcador.

Allá en el obraje de Castelhum, más arriba de Puerto Felicidad, las lluviashabíancomenzadodespuésdesesentaycincodíasdesecaabsolutaquenodejóllantaenlasalzaprimas.Elhaberrealizabledelobrajeconsistíaenesemomentoen siete mil vigas —bastante más que una fortuna—. Pero como las dostoneladasdeunaviga,mientrasnoesténenelpuerto,nopesandosescrúpulosencaja,CastelhumyCía.distabanmuchísimasleguasdeestarcontentos.

DeBuenosAiresllegaronórdenesdemovilizacióninmediata;elencargadodelobrajepidiómulasyalzaprimasparamovilizar; lerespondieronqueconeldinero de la primera jangada a recibir, le remitirían lasmulas; y el encargadocontestóqueconesasmulasanticipadas,lesmandaríalaprimerajangada.

Nohabíamododeentenderse.Castelhumsubióhastaelobrajeyvioelstockdemaderaenelcampamento,sobrelabarrancadelÑacanguazú.

—¿Cuánto?—preguntóCastelhumasuencargado.—Treinticincomilpesos—repusoéste.Era lonecesariopara trasladar lasvigasalParaná.Ysincontar laestación

impropia.Bajolalluviaqueuníaenunsolohilodeaguasucapadegomaysucaballo,

Castelhum consideró largo rato el arroyo arremolinado. Señalando luego el

Page 94: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

torrenteconunmovimientodelcapuchón:—¿Lasaguasllegaránacubrirelsalto?—preguntóasucompañero.—Silluevemucho,sí.—¿Tienetodosloshombresenelobraje?—Hastaestemomento;esperabaórdenessuyas.—Bien —dijo Castelhum—. Creo que vamos a salir bien. Óigame,

Fernández: Esta misma tarde refuerce la maroma en la barra, y comience aarrimartodaslasvigas,aquíalabarranca.Elarroyoestálimpio,segúnmedijo.Mañana demañana bajo a Posadas, y desde entonces, con el primer temporalquevenga,echelospalosalarroyo.¿Entiende?Unabuenalluvia.

Elmayordomolomiróabriendolosojos.—Lamaromavaacederantesquelleguenmilvigas.—Ya sé, no importa. Y nos costará muchísimos pesos. Volvamos y

hablaremosmáslargo.Fernándezseencogiódehombros,ysilbóaloscapataces.Enel restodeldía,sin lluviaperoempapadoencalmadeagua, lospeones

tendieron de una orilla a otra en la barra del arroyo la cadena de vigas, y eltumbajedepaloscomenzóenelcampamento.CastelhumbajóaPosadassobreunaguadeinundaciónqueibacorriendosietemillas,yquealsalirdelGuayrásehabíaalzadosietemetroslanocheanterior.

Trasgransequía,grandeslluvias.Amediodíacomenzóeldiluvio,ydurantecincuentaydoshorasconsecutivaselmontetronódeagua.Elarroyo,venidoatorrente,pasóa rugienteavalanchadeaguaroja.Lospeones,caladoshasta loshuesos,consu flacuraen relievepor la ropapegadaalcuerpo,despeñaban lasvigas por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba un unísono grito de ánimo, ycuandolamonstruosavigarodabadandotumbosysehundíaconuncañonazoenelagua,todoslospeoneslanzabansu¡a…hijú!detriunfo.

Y luego, los esfuerzosmalgastados en el barro líquido, la zafadura de laspalancas,lascostaladasbajolalluviatorrencial.Ylafiebre.

Bruscamente,por fin,eldiluviocesó.Enel súbito silenciocircunstante, seoyóel tronarde la lluvia todavíasobreelbosque inmediato.Mássordoymáshondo,elretumbodelÑacanguazú.Algunasgotas,distanciadasylivianas,caíanaún del cielo exhausto. Pero el tiempo proseguía cargado, sin el más ligerosoplo. Se respiraba agua, y apenas los peones hubieron descansado un par de

Page 95: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

horas,lalluviarecomenzó—lalluviaaplomo,macizayblancadelascrecidas—.Eltrabajourgía—lossueldoshabíansubidovalientemente—,ymientraseltemporalsiguió,lospeonescontinuarongritando,cayéndoseytumbandobajoelaguahelada.

EnlabarradelÑacanguazú,labarreraflotantecontuvoalosprimerospalosquellegaron,yresistióarqueadaygimiendoamuchosmás;hastaquealempujeincontenible de las vigas que llegaban como catapultas contra la maroma, elcablecedió.

Candiyúobservabael ríoconsuanteojo,considerandoque lacrecienteactual,que allí en San Ignacio había subido dos metros más el día anterior —llevándose, por lo demás, su chalana—, seríamás allá de Posadas formidableinundación.Lasmaderashabíancomenzadoadescender,cedrosopocomenos,yelpescadorreservabaprudentementesusfuerzas.

Esanocheelaguasubióunmetroaún,yalatardesiguienteCandiyútuvolasorpresadever enel extremode suanteojounabarra,unaverdadera tropadevigassueltasquedoblabanlapuntadeItacurubí.Maderadelomoblanquecino,yperfectamenteseca.

Allíestabasulugar.Saltóensuguabiroba,ypaleóalencuentrodelacaza.Ahora bien, en una creciente delAlto Paraná se encuentranmuchas cosas

antes de llegar a la viga elegida. Árboles enteros, desde luego, arrancados decuajoy con las raícesnegras al aire, comopulpos.Vacasymulasmuertas, encompañíadebuenlotedeanimalessalvajesahogados,fusiladosoconunaflechaplantada aún en el vientre. Altos conos de hormigas amontonadas sobre unraigón.Algúntigre,talvez;camalotesyespumaadiscreción—sincontar,claroestá,lasvíboras.

Candiyú esquivó, derivó, tropezó y volcó muchas veces más de lasnecesariashastallegarasupresa.Alfinla tuvo;unmachetazopusoalvivolaveta sanguínea del palo rosa, y recostándose a la viga pudo derivar con ellaoblicuamente algún trecho. Pero las ramas, los árboles, pasaban sin cesararrastrándolo.Cambiódetáctica;enlazósupresa,ycomenzóentonceslaluchamudaysintregua,echandosilenciosamenteelalmaacadapalada.

Una viga, derivando con una gran creciente, lleva un impulso

Page 96: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

suficientemente grande para que tres hombres titubeen antes de atreverse conella.PeroCandiyúuníaasugranalientotreintaañosdepirateríasenríobajooalto,ydeseaba,además,serdueñodeungramófono.

Lanochequecaíaya ledeparó incidentesasuplenasatisfacción.El río,aflor de ojo casi, corría velozmente con untuosidad de aceite. A ambos ladospasabanypasabansincesarsombrasdensas.Unhombreahogadotropezóconlaguabiroba; Candiyú se inclinó, y vio que tenía la garganta abierta. Luegovisitantesincómodos,víborasalasalto,lasmismasqueenlascrecidastrepanporlasruedasdelosvaporeshastaloscamarotes.

Elhercúleotrabajoproseguía,lapalatemblababajoelagua,peroelremeroeraarrastradoapesardetodo.Alfinserindió;cerrómáselángulodeabordaje,y sumó sus últimas fuerzas para alcanzar el borde de la canal, que rozaba loscantelesdelTeyucuaré.Durantediezminutoselpescadordevigas,lostendonesdelcuellodurosylospectoralescomopiedra,hizoloquejamásvolveráahacernadie para salir de la canal en una creciente, con una viga a remolque. Laguabirobaalcanzópor fin laspiedras, se tumbó, justamente cuandoaCandiyúquedabalafuerzasuficiente—ynadamás—parasujetarlasogaydesplomarsedeespaldas.

Solamenteunmesmás tarde tuvomísterHall sus tresdocenasde tablas,yveinte segundos después entregaba a Candiyú el gramófono, incluso veintediscos.

La firmaCastelhum y Cía., no obstante la flotilla de lanchas a vapor quelanzócontralasvigas—yestoporbastantemásdetreintadías—perdiómuchas.YsialgunavezCastelhumllegaaSanIgnacioyvisitaamísterHall,admirarásinceramentelosmueblesdelcitadocontador,hechosdepalorosa.

Page 97: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Lamielsilvestre

TengoenelSaltoOrientaldosprimos,hoyhombresya,queasusdoceaños,yenconsecuenciadeprofundaslecturasdeJulioVerne,dieronenlaricaempresade abandonar su casa para ir a vivir almonte. Éste queda a dos leguas de laciudad.Allíviviríanprimitivamentedelacazaylapesca.Ciertoesquelosdosmuchachos no se habían acordado particularmente de llevar escopetas nianzuelos;perodetodosmodoselbosqueestabaallí,consulibertadcomofuentededicha,ysuspeligroscomoencanto.

Desgraciadamente,alsegundodíafueronhalladosporquieneslosbuscaban.Estabanbastanteatónitos todavía,nopocodébiles,ycongranasombrodesushermanosmenores—iniciados también en JulioVerne—, sabían aún andar endospiesyrecordabanelhabla.

La aventura de los dos robinsones, sin embargo, fuera acasomás formal ahaber tenido como teatro otro bosque menos dominguero. Las escapatoriasllevan aquí en Misiones a límites imprevistos, y a ello arrastró a GabrielBenincasaelorgullodesusstromboot.

Benincasa, habiendo concluido sus estudios de contaduría pública, sintiófulminante deseo de conocer la vida de la selva. No fue arrastrado por sutemperamento,puesantesbienBenincasaeraunmuchachopacífico,gordinflónydecararosada,enrazóndesuexcelentesalud.Enconsecuencia,losuficientecuerdo para preferir un té con leche y pastelitos, a quién sabe qué fortuita einfernal comidadel bosque.Pero así comoel solteroque fue siempre juiciosocree de su deber, la víspera de sus bodas, despedirse de la vida libre con unanoche de orgía en compañía de sus amigos, de igual modo Benincasa quisohonrarsuvidaaceitadacondosotreschoquesdevidaintensa.YporestemotivoremontabaelParanáhastaunobraje,consusfamososstromboot.

ApenassalidodeCorrienteshabíacalzadosusreciasbotas,pueslosyacarés

Page 98: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

de la orilla calentaban ya el paisaje.Mas a pesar de ello el contador públicocuidabamuchodesucalzado,evitándolearañazosysucioscontactos.

De este modo llegó al obraje de su padrino, y a la hora tuvo éste quecontenereldesenfadodesuahijado.

—¿Adóndevasahora?—lehabíapreguntadosorprendido.—Almonte;quierorecorrerlounpoco—repusoBenincasa,queacababade

colgarseelwinchesteralhombro.—¡Peroinfeliz!Novasapoderdarunpaso.Siguelapicada,siquieres…O

mejor,dejaesaarma,ymañanateharéacompañarporunpeón.Benincasarenuncióasupaseo.Noobstante,fuehastalaveradelbosqueyse

detuvo.Intentóvagamenteunpasoadentro,yquedóquieto.Metioselasmanosen los bolsillos, y miró detenidamente aquella inextricable maraña, silbandodébilmenteairestruncos.Despuésdeobservardenuevoelbosqueaunoyotrolado,retornóbastantedesilusionado.

Aldíasiguiente,sinembargo,recorriólapicadacentralporespaciodeunalegua,yaunquesufusilvolvióprofundamentedormido,Benincasanodeploróelpaseo.Lasfierasllegaríanpocoapoco.

Llegaronéstasalasegundanoche—aunquedeuncarácterunpocosingular.Benincasadormíaprofundamente,cuandofuedespertadoporsupadrino.—¡Eh,dormilón!Levántatequetevanacomervivo.Benincasasesentóbruscamenteenlacama,alucinadoporlaluzdelostres

farolesdevientoquesemovíandeunladoaotroenlapieza.Supadrinoydospeonesregabanelpiso.

—¿Quéhay,quéhay?—preguntó,echándosealsuelo.—Nada…Cuidadoconlospies…Lacorrección.

Benincasa había sido ya enterado de las curiosas hormigas a que llamamoscorrección.Sonpequeñas,negras,brillantes,ymarchanvelozmenteenríosmásomenosanchos.Sonesencialmentecarnívoras.Avanzandevorandotodoloqueencuentranasupaso:arañas,grillos,alacranes,sapos,víboras,yacuantosernopuede resistirles.Nohay animal, porgrandey fuerteque sea, quenohuyadeellas. Su entrada en una casa supone la exterminación absoluta de todo serviviente, pues no hay rincón ni agujero profundo donde no se precipite el río

Page 99: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

devorador. Los perros aúllan, los bueyesmugen, y es forzoso abandonarles lacasa,atruequedeserroídoendiezhorashastaelesqueleto.Permanecenenellugaruno,dos,hastacincodías,segúnsuriquezaeninsectos,carneograsa.Unavezdevoradotodo,sevan.

Noresistensinembargoa lacreolinaodrogasimilar;ycomoenelobrajeabundaaquélla,antesdeunahoraelchaletquedólibredelacorrección.

Benincasa se observaba muy de cerca en los pies la placa lívida de unamordedura.

—¡Pican muy fuerte, realmente!—dijo sorprendido, levantando la cabezahaciasupadrino.

Éste, para quien la observación no tenía ya ningún valor, no respondió,felicitándose en cambio de haber contenido a tiempo la invasión. Benincasareanudóelsueño,aunquesobresaltadotodalanocheporpesadillastropicales.

Al día siguiente se fue al monte, esta vez con un machete, pues habíaconcluidoporcomprenderquetalutensilioleseríaenelmontemuchomásútilqueelfusil.

Ciertoesquesupulsonoeramaravilloso,ysuacierto,muchomenos.Perode todosmodos lograba trozar las ramas, azotarse la caray cortarse lasbotas;todoenuno.

Elmontecrepusculary silencioso locansópronto.Dábale la impresión—exactaporlodemás—deunescenariovistodedía.Delabullentevidatropical,no hay a esa horamás que el teatro helado; ni un animal, ni un pájaro, ni unruidocasi.Benincasavolvía,cuandounsordozumbidolellamólaatención.Adiezmetrosdeél,enuntroncohueco,diminutasabejasaureolabanlaentradadelagujero.Seacercóconcautela,yvioenelfondodelaaberturadiezodocebolasoscurasdeltamañodeunhuevo.

—Estoesmiel—sedijoelcontadorpúblicoconíntimagula—.Debendeserbolsitasdecera,llenasdemiel.

Pero entre él, Benincasa, y las bolsitas, estaban las abejas.Después de unmomento de descanso, pensó en el fuego: levantaría una buena humareda. Lasuerte quiso que mientras el ladrón acercaba cautelosamente la hojarascahúmeda, cuatro o cinco abejas se posaran en sumano, sin picarlo. Benincasacogióunaenseguida,yoprimiéndoleelabdomenconstatóquenoteníaaguijón.

Su saliva, ya liviana, se clarificó en melífica abundancia. ¡Maravillosos y

Page 100: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

buenosanimalitos!Enun instante el contadordesprendió lasbolsitasdecera,y alejándoseun

buen trecho para escapar al pegajoso contacto de las abejas, se sentó en unraigón.Delasdocebolas,sieteconteníanpolen.Perolasrestantesestabanllenasde miel, una miel oscura, de sombría transparencia, que Benincasa paladeógolosamente. Sabía distintamente a algo. ¿A qué? El contador no pudoprecisarlo.Acasoaresinadefrutalesodeeucalipto.Yporigualmotivo,teníaladensamielunvagodejoáspero.¡Masquéperfume,encambio!

Benincasa, una vez bien seguro de que sólo cinco bolsitas le serían útiles,comenzó.Suideaerasencilla:tenersuspendidoelpanalgoteantesobresuboca.Pero como lamiel era espesa, tuvoque agrandar el agujero, despuésdehaberpermanecido medio minuto con la boca inútilmente abierta. Entonces la mielasomó,adelgazándoseenpesadohilohastalalenguadelcontador.

Uno tras otro, los cinco panales se vaciaron así dentro de la boca deBenincasa. Fue inútil que éste prolongara la suspensión, y mucho más querepasaralosglobosexhaustos;tuvoqueresignarse.

Entretanto, la sostenidaposiciónde la cabeza en alto lo habíamareadounpoco. Pesado demiel, quieto y los ojos bien abiertos,Benincasa consideró denuevoelmontecrepuscular.Losárbolesyelsuelotomabanposturaspordemásoblicuas,ysucabezaacompañabaelvaivéndelpaisaje.

—Quécuriosomareo…—pensóelcontador—.Ylopeores…Allevantarseeintentardarunpaso,sehabíavistoobligadoacaerdenuevo

sobre el tronco. Sentía su cuerpo de plomo, sobre todo las piernas, como siestuvieraninmensamentehinchadas.Ylospiesylasmanoslehormigueaban.

—¡Esmuyraro,muyraro,muyraro!—serepitióestúpidamenteBenincasa,sin escudriñar sin embargo el motivo de esa rareza—. Como si tuvierahormigas…Lacorrección—concluyó.

Ydeprontolarespiraciónselecortóenseco,deespanto.—¡Debedeserlamiel…!¡Esvenenosa…!¡Estoyenvenenado!Yaunsegundoesfuerzoparaincorporarse,seleerizóelcabellodeterror:no

había podido ni aun moverse. Ahora la sensación de plomo y el hormigueosubíanhastalacintura.Duranteunratoelhorrordemorirallí,miserablementesolo,lejosdesumadreysusamigos,lecohibiótodomediodedefensa.

—¡Voy amorir ahora…! ¡De aquí a un rato voy amorir…! ¡Yano puedo

Page 101: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

moverlamano…!Ensupánicoconstatósinembargoquenoteníafiebreniardordegarganta,y

el corazón y pulmones conservaban su ritmo normal. Su angustia cambió deforma.

—¡Estoyparalítico,eslaparálisis!¡Ynomevanaencontrar…!Perouna invencible somnolencia comenzaba a apoderarse de él, dejándole

íntegrassusfacultades,alaparqueelmareoseaceleraba.Creyóasínotarqueelsuelooscilantesevolvíanegroyseagitabavertiginosamente.Otravezsubióasumemoriaelrecuerdodelacorrección,yensupensamientosefijócomounasupremaangustialaposibilidaddequeesonegroqueinvadíaelsuelo…

Tuvoaúnfuerzasparaarrancarseaeseúltimoespanto,ydeprontolanzóungrito, un verdadero alarido en que la voz del hombre recobra la tonalidad delniño aterrado: por sus piernas trepaba un precipitado río de hormigas negras.Alrededordeéllacorreccióndevoradoraoscurecíaelsuelo,yelcontadorsintióporbajodelcalzoncilloelríodehormigascarnívorasquesubían.

Supadrinohallóporfin,dosdíasdespués,ysinlamenorpartículadecarne,elesqueletocubiertoderopadeBenincasa.Lacorrecciónquemerodeabaaúnporallí,ylasbolsitasdecera,loiluminaronsuficientemente.

No es común que la miel silvestre tenga esas propiedades narcóticas oparalizantes,peroselahalla.Lasfloresconigualcarácterabundaneneltrópico,yyaelsabordelamieldenunciaenlamayoríadeloscasossucondición—taleldejoaresinadeeucaliptoquecreyósentirBenincasa.

Page 102: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Nuestroprimercigarro

Ninguna época demayor alegría que la que nos proporcionó aMaría y amí,nuestratíaconsumuerte.

Lucía volvía deBuenosAires, donde había pasado tresmeses. Esa noche,cuandonosacostábamos,oímosqueLucíadecíaamamá:

—¡Quéextraño…!Tengolascejashinchadas.Mamáexaminóseguramentelascejasdenuestratía,puesdespuésdeunrato

contestó:—Escierto…¿Nosientesnada?—No…Sueño.Aldíasiguiente,hacialasdosdelatarde,notamosdeprontofuerteagitación

en casa, puertas que se abrían y no se cerraban, diálogos cortados deexclamaciones,ysemblantesasustados.Lucía teníaviruela,ydeciertaespeciehemorrágicaquehabíaadquiridoenBuenosAires.

Desde luego, amihermanay amínos entusiasmóel drama.Las criaturastienencasi siempre ladesgraciadeque lasgrandescosasnopasenensucasa.¡Estaveznuestratía—¡casualmentenuestratía!—enfermadeviruela!Yo,chicofeliz,contabayaenmiorgullolaamistaddeunagentedepolicía,yelcontactocon un payaso que saltando las gradas había tomado asiento a mi lado. Peroahoraelgranacontecimientopasabaennuestrapropiacasa;yalcomunicarloalprimerchicoquesedetuvoenlapuertadecalleamirar,habíayaenmisojoslavanidad con que una criatura de riguroso luto pasa por primera vez ante susvecinillosatónitosyenvidiosos.

Esa misma tarde salimos de casa, instalándonos en la única que pudimoshallar con tantapremura,unaviejaquintade losalrededores.Unahermanademamá,quehabíatenidoviruelaensuniñez,quedóalladodeLucía.

Seguramenteenlosprimerosdíasmamápasócruelesangustiasporsushijos

Page 103: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

que habían besado a la virolenta. Pero en cambio nosotros, convertidos enfuriosos robinsones, no teníamos tiempopara acordarnosdenuestra tía.Hacíamuchotiempoquelaquintadormíaensusombríoyhúmedososiego.Naranjosblanquecinos de diaspis; duraznos rajados en la horqueta; membrillos conaspectodemimbres;higuerasrastreantesafuerzadeabandono,aquellodaba,ensutupidahojarascaqueahogabalospasos,fuertesensacióndeparaísoterrenal.

NosotrosnoéramosprecisamenteAdányEva;perosíheroicosrobinsones,arrastrados a nuestro destino por una gran desgracia de familia: la muerte denuestratía,acaecidacuatrodíasdespuésdecomenzarnuestraexploración.

Pasábamos el día entero huroneando por la quinta, bien que las higueras,demasiado tupidas al pie, nos inquietaran un poco. El pozo también suscitabanuestraspreocupacionesgeográficas.Era ésteunviejopozo inconcluso, cuyostrabajossehabíandetenidoaloscatorcemetrossobreunfondodepiedra,yquedesaparecía ahora entre los culantrillos y doradillas de sus paredes. Era, sinembargo, menester explorarlo, y por vía de avanzada logramos con infinitosesfuerzos llevarhasta subordeunagranpiedra.Comoelpozoquedabaocultotras un macizo de cañas, nos fue permitida esta maniobra sin que mamá seenterase.Noobstante,María,cuyainspiraciónpoéticaprimósiempreennuestrasempresas, obtuvo que aplazáramos el fenómeno hasta que una gran lluvia,llenandoamediaselpozo,nosproporcionarasatisfacciónartísticaa laparquecientífica.

Pero lo que sobre todo atrajo nuestros asaltos diarios fue el cañaveral.Tardamos dos semanas enteras en explorar como era debido aquel diluvianoenredo de varas verdes, varas secas, varas verticales, varas oblicuas, varasatravesadas,varasdobladashaciatierra.

Lashojassecas,detenidasensucaída,entretejíanelmacizo,quellenabaelairedepolvoybriznasalmenorcontacto.

Aclaramoselsecreto,sinembargo,ysentadosconmihermanaenlasombríaguarida de algún rincón, bien juntos y mudos en la semioscuridad, gozamoshorasenteraselorgullodenosentirmiedo.

Fue allí donde una tarde, avergonzados de nuestra poca iniciativa,inventamos fumar. Mamá era viuda; con nosotros vivían habitualmente doshermanassuyas,yenaquellosmomentosunhermano,precisamenteelquehabíavenidoconLucíadeBuenosAires.

Page 104: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Estenuestrotíodeveinteaños,muyeleganteypresumido,habíaseatribuidosobrenosotrosdosciertapotestadquemamá,coneldisgustoactualysufaltadecarácter,fomentaba.

María y yo, por de pronto, profesábamos cordialísima antipatía alpadrastrillo.

—Te aseguro —decía él a mamá, señalándonos con el mentón— quedesearía vivir siempre contigo para vigilar a tus hijos. Te van a dar muchotrabajo.

—¡Déjalos!—respondíamamá,cansada.Nosotrosnodecíamosnada;peronosmirábamosporencimadelplato.Aesteseveropersonaje,pues,habíamosrobadounpaquetedecigarrillos;y

aunque nos tentaba iniciarnos súbitamente en la viril virtud, esperamos elartefacto.

Esteartefactoconsistíaenunapipaqueyohabíafabricadoconuntrozodecaña,pordepósito;unavarilladecortina,porboquilla;yporcemento,masilladeun vidrio recién colocado. La pipa era perfecta: grande, liviana y de varioscolores.

EnnuestramadrigueradelcañaveralcargámoslaMaríayyoconreligiosayfirme unción. Cinco cigarrillos dejaron su tabaco adentro, y sentándonosentoncesconlasrodillasaltasencendílapipayaspiré.María,quedevorabamiactoconlosojos,notóquelosmíossecubríandelágrimas:jamássehavistoniverá cosa más abominable. Deglutí, sin embargo, valerosamente la nauseosasaliva.

—¿Rico?—mepreguntóMaríaansiosa,tendiendolamano.—Rico—lecontestépasándolelahorriblemáquina.Maríachupó,yconmásfuerzaaún.Yo,quelaobservabaatentamente,notéa

mivez sus lágrimasy elmovimiento simultáneode labios, lenguaygarganta,rechazandoaquello.Suvalorfuemayorqueelmío.

—Esrico—dijoconlosojosllorososyhaciendocasiunpuchero.Ysellevóheroicamenteotravezalabocalavarilladebronce.

Era inminente salvarla.Elorgullo, sólo él, la precipitabadenuevoa aquelinfernal humo con gusto a sal de Chantaud, el mismo orgullo que me habíahechoalabarlelanauseabundafogata.

—¡Psht!—dijebruscamente,prestandooído—.Mepareceelgargantilladel

Page 105: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

otrodía…Debedetenernidoaquí…Maríaseincorporó,dejandolapipadelado;yconeloídoatentoylosojos

escudriñantes,nosalejamosdeallí,ansiososaparentementedeveralanimalito,pero en verdad asidos como moribundos a aquel honorable pretexto de miinvención, para retirarnos prudentemente del tabaco sin que nuestro orgullosufriera.

Unmesmás tardevolví a lapipadecaña,peroentoncesconmuydistintoresultado.

Poralgunaqueotratravesuranuestra,elpadrastrillohabíanoslevantadoyalavozmuchomásduramentedeloquepodíamospermitirlemihermanayyo.Nosquejamosamamá.

—¡Bah!,nohagancaso—nosrespondiómamá,sinoírnoscasi—.Élesasí.—¡Esquenosvaapegarundía!—gimoteóMaría.—Si ustedes no le dan motivos, no. ¿Qué le han hecho? —añadió

dirigiéndoseamí.—Nada,mamá…¡Peroyonoquieroquemetoque!—objetéamivez.Enestemomentoentrónuestrotío.—¡Ah!AquíestáelbuenapiezadetuEduardo…¡Tevaasacarcanaseste

hijo,yaverás!—Sequejandequequierespegarles.—¿Yo? —exclamó el padrastrillo midiéndome—. No lo he pensado aún.

Peroencuantomefaltesalrespeto…—Yharásbien—asintiómamá.—¡Yo no quiero que me toque!—repetí enfurruñado y rojo—. ¡Él no es

papá!—Pero a falta de tu pobre padre, es tu tío. En fin, ¡déjenme tranquila!—

concluyóapartándonos.Solosenelpatio,Maríayyonosmiramosconaltivofuegoenlosojos.—¡Nadiemevaapegaramí!—asenté.—¡No…Niamítampoco!—apoyóella,porlacuentaqueleiba.—¡Esunzonzo!Y la inspiración vino bruscamente, y como siempre, a mi hermana, con

furibundarisaymarchatriunfal:—¡TíoAlfonso…esunzonzo!¡TíoAlfonso…esunzonzo!

Page 106: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Cuando un rato después tropecé con el padrastrillo, me pareció, por sumirada,quenoshabíaoído.PeroyahabíamosplanteadolahistoriadelCigarroPateador,epítetoestealamayorgloriadelamulaMaud.

ElCigarroPateador consistió, en sus líneas elementales, en un cohete querodeado de papel de fumar fue colocado en el atado de cigarrillos que tíoAlfonsoteníasiempreensuvelador,usandodeellosalasiesta.

Un extremo había sido cortado a fin de que el cigarro no afectaraexcesivamentealfumador.Conelviolentochorrodechispashabíabastante,yensutotal,todoeléxitoestribabaenquenuestrotío,adormilado,nosedieracuentadelasingularrigidezdesucigarrillo.

Las cosas se precipitan a veces de talmodo, quenohay tiemponi alientoparacontarlas.Sóloséqueelpadrastrillo saliócomounabombadesucuarto,encontrandoamamáenelcomedor.

—¡Ah,estásacá!¿Sabes loquehanhecho?¡Te juroqueestavezsevanaacordardemí!

—¡Alfonso!—¿Qué?¡Nofaltabamásquetútambién…!¡Sinosabeseducaratushijos,

yolovoyahacer!Al oír la voz furiosa del tío, yo, que me ocupaba inocentemente con mi

hermanaenhacer rayitasenelbrocaldelaljibe,evolucionéhastaentrarpor lasegundapuertaenelcomedor,ycolocarmedetrásdemamá.Elpadrastrillomevioentoncesyselanzósobremí.

—¡Yonohicenada!—grité.—¡Espérate!—rugiómitío,corriendotrasdemíalrededordelamesa.—¡Alfonso,déjalo!—¡Despuéstelodejaré!—¡Yonoquieroquemetoque!—¡Vamos,Alfonso!¡Parecesunacriatura!Estoera loúltimoquesepodíadeciralpadrastrillo.Lanzóun juramentoy

sus piernas en mi persecución con tal velocidad, que estuvo a punto dealcanzarme. Pero en ese instante yo salía como de una honda por la puertaabierta,ydisparabahacialaquinta,conmitíodetrás.

En cinco segundos pasamos como una exhalación por los durazneros, losnaranjos y los perales, y fue en estemomento cuando la idea del pozo, y su

Page 107: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

piedra,surgióterriblementenítida.—¡Noquieroquemetoque!—gritéaún.—¡Espérate!Eneseinstantellegamosalcañaveral.—¡Mevoyatiraralpozo!—aulléparaquemamámeoyera.—¡Yosoyelquetevaatirar!Bruscamentedesaparecí a susojos tras las cañas; corriendo siempre, di un

empujón a la piedra exploradora que esperaba una lluvia, y salté de costado,hundiéndomebajolahojarasca.

Tíodesembocóenseguida,atiempoquedejandodeverme,sentíaalláenelfondodelpozoelabominablezumbidodeuncuerpoqueseaplastaba.

El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas partes sus ojosdilatados,yseaproximóalpozo.

Trató de mirar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron. Entoncespareció reflexionar, y después de una lentamirada al pozo y sus alrededores,comenzóabuscarme.

Comodesgraciadamenteparaelcaso,hacíapocotiempoqueeltíoAlfonsocesara a su vez de esconderse para evitar los cuerpo a cuerpo con sus padres,conservabaaúnmuyfrescaslasestrategiassubsecuentes,ehizopormipersonacuantoeraposiblehacerparahallarme.

Descubrióenseguidami cubil, volviendopertinazmente a él conadmirableolfato;peroapartedequelahojarascadiluvianameocultabadeltodo,elruidode mi cuerpo estrellándose obsediaba a mi tío, que no buscaba bien, enconsecuencia.

Fue pues resuelto que yo yacía aplastado en el fondo del pozo, dandoentoncesprincipioaloquellamaríamosmivenganzapóstuma.Elcasoerabienclaro. ¿Con qué carami tío contaría amamá que yome había suicidado paraevitarqueélmepegara?

Pasarondiezminutos.—¡Alfonso!—sonódeprontolavozdemamáenelpatio.—¿Mercedes?—respondióaquéltrasunabruscasacudida.Seguramentemamápresintióalgo,porquesuvozsonódenuevo,alterada.—¿YEduardo?¿Dóndeestá?—agregóavanzando.—¡Aquí,conmigo!—contestóriendo—.Yahemoshecholaspaces.

Page 108: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Como de lejosmamá no podía ver su palidez ni la ridículamueca que élpretendíaserbeatíficasonrisa,todofuebien.

—¿Nolepegaste,no?—insistióaúnmamá.—No.¡Sifueunabroma!Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma comenzaba a ser la mía para el

padrastrillo.Celia,mitíamayor,quehabíaconcluidodedormirlasiesta,cruzóelpatio,y

Alfonsolallamóensilencioconlamano.MomentosdespuésCelialanzabaun¡oh!ahogado,llevándoselasmanosalacabeza.

—¡Pero,cómo!¡Quéhorror!¡Pobre,pobreMercedes!¡Quégolpe!Eramenester resolver algo antes queMercedes se enterara. ¿Sacarme con

vida aún…? El pozo tenía catorce metros sobre piedra viva. Tal vez, quiénsabe…Peroparaelloseríaprecisotraersogas,hombres;yMercedes…

—¡Pobre,pobremadre!—repetíamitía.Justoesdecirqueparamí,elpequeñohéroe,mártirdesudignidadcorporal,

no hubo una sola lágrima. Mamá acaparaba todos los entusiasmos de aqueldolor, sacrificándole ellos la remota probabilidad de vida que yo pudiera aúnconservaralláabajo.Locual,hiriendomidoblevanidaddemuertoydevivo,avivómiseddevenganza.

Mediahoradespuésmamávolvióapreguntarpormí,respondiéndoleCeliacon tan pobre diplomacia, que mamá tuvo enseguida la seguridad de unacatástrofe.

—¡Eduardo,mihijo!—clamóarrancándosedelasmanosdesuhermanaquepretendíasujetarla,yprecipitándosealaquinta.

—¡Mercedes!¡Tejuroqueno!¡Hasalido!—¡Mihijo!¡Mihijo!¡Alfonso!Alfonso corrió a su encuentro, deteniéndola al ver que se dirigía al pozo.

Mamá no pensaba en nada concreto; pero al ver el gesto horrorizado de suhermano, recordó entonces mi exclamación de una hora antes, y lanzó unespantosoalarido.

—¡Ay!¡Mihijo!¡Sehamatado!¡Déjame,déjenme!¡Mihijo,Alfonso!¡Melohasmuerto!

Sellevaronamamásinsentido.Nomehabíaconmovidoenlomásmínimola desesperación de mamá, puesto que yo —motivo de aquélla— estaba en

Page 109: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

verdadvivoybienvivo,jugandosimplementeenmisochoañosconlaemoción,amaneradelosgrandesqueusandelassorpresassemitrágicas:¡elgustoquevaatenercuandomevea!

Entretanto,gozabayoíntimodeleiteconelfracasodelpadrastrillo.—¡Hum…! ¡Pegarme! —rezongaba yo, aún bajo la hojarasca.

Levantándomeentoncesconcautela,sentemeencuclillasenmicubilyrecogílafamosa pipa bien guardada entre el follaje. Aquél era elmomento de dedicartodamiseriedadaagotarlapipa.

El humo de aquel tabaco humedecido, seco, vuelto a humedecer y resecarinfinitasveces, teníaenaquelmomentoungustoacumbarí, soluciónCoirreysulfato de soda, mucho más ventajoso que la primera vez. Emprendí, sinembargo, la tareaquesabíadura,conelcañocontraídoylosdientescrispadossobrelaboquilla.

Fumé,quierocreerquelacuartapipa.Sólorecuerdoquealfinalelcañaveralsepusocompletamenteazulycomenzóadanzaradosdedosdemisojos.Dosotresmartillos de cada lado de la cabeza comenzaron a destrozarme las sienes,mientraselestómago, instaladoenplenaboca,aspirabaélmismodirectamentelasúltimasbocanadasdehumo.

Volvíenmícuandomellevabanenbrazosacasa.Apesardelohorriblementeenfermo que me encontraba, tuve el tacto de continuar dormido, por lo quepudierapasar.Sentílosbrazosdelirantesdemamásacudiéndome.

—¡Mihijoquerido!¡Eduardo,mihijo!¡Ah,Alfonso,nuncateperdonaréeldolorquemehascausado!

—¡Pero,vamos!—decíalemitíamayor—.¡Noseasloca,Mercedes!¡Yavesquenotienenada!

—¡Ah! —repuso mamá llevándose las manos al corazón en un inmensosuspiro—. ¡Sí, ya pasó…!Pero dime,Alfonso, ¿cómopudonohaberse hechonada?¡Esepozo,Diosmío…!

Elpadrastrillo,quebrantadoasuvez,hablóvagamentededesmoronamiento,tierra blanda, prefiriendo dejar para unmomento demayor calma la soluciónverdadera,mientras lapobremamánosepercatabade lahorrible infeccióndetabacoqueexhalabasusuicida.

Page 110: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Abrí al fin los ojos, me sonreí, y volví a dormirme, esta vez honrada yprofundamente.

Tardeya,eltíoAlfonsomedespertó.—¿Quémereceríasquetehiciera?—medijoconsibilanterencor—.¡Loque

esmañana,lecuentotodoatumadre,yyaverásloquesongracias!Yo veía aún bastante mal, las cosas bailaban un poco, y el estómago

continuabatodavíaadheridoalagarganta.Sinembargo,lerespondí:—¡Silecuentasalgoamamá,loqueesestaveztejuroquemetiro!Los ojos de un joven suicida que fumó heroicamente su pipa, ¿expresan

acasodesesperadovalor?Es posible que sí. De todos modos el padrastrillo, después de mirarme

fijamente,seencogiódehombros,levantandohastamicuellolasábanaunpococaída.

—Meparecequemejorharíaenseramigodeestemicrobio—murmuró.—Creolomismo—lerespondí.Ymedormí.

Page 111: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Lameningitisysusombra

Novuelvodemisorpresa.¿QuédiablosquierendecirlacartadeFunes,yluegolacharladelmédico?Confiesonoentenderunapalabradetodoesto.

He aquí las cosas.Hace cuatrohoras, a las siete de lamañana, recibounatarjetadeFunes,quediceasí:

Estimadoamigo:Sinotieneinconveniente,leruegoquepaseestanocheporcasa.Sitengotiempoiréaverloantes.Muysuyo

LUISMARÍAFUNES

Aquíhacomenzadomisorpresa.Noseinvitaanadie,queyosepa,alassietedelamañanaparaunapresuntaconversaciónenlanoche,sinunmotivoserio.¿QuémepuedequererFunes?Miamistadconélesbastantevaga,yencuantoasucasa,heestadoallíunasolavez.Porciertoquetienedoshermanasbastantemonas.

Así,pues,hequedadointrigado.EstoencuantoaFunes.Yheaquíqueunahora después, en elmomento en que salía de casa, llega el doctorAyestarain,otro sujeto de quien he sido condiscípulo en el colegio nacional, y con quientengoensumalamismarelaciónalolejosqueconFunes.

Yelhombremehabladea,byc,paraconcluir:—Veamos,Durán:Ustedcomprendedesobraquenohevenidoaverloaesta

horaparahablarledepavadas,¿noescierto?—Meparecequesí—nopudemenosqueresponderle.—Esclaro.Así,pues,mevaapermitirunapregunta,unasola.Todoloque

tengadeindiscreta,seloexplicaréenseguida.¿Mepermite?—Todo lo que quiera —le respondí francamente, aunque poniéndome al

Page 112: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

mismotiempoenguardia.Ayestarainmemiróentoncessonriendo,comosesonríenloshombresentre

ellos,ymehizoestapreguntadisparatada:—¿QuéclasedeinclinaciónsienteustedhaciaMaríaElviraFunes?¡Ah,ah!¡Poraquíandaba lacosa,entonces!¡MaríaElviraFunes,hermana

deLuisMaría Funes, todos enMaría! ¡Pero si apenas conocía a esa persona!Nadaextraño,pues,quemiraraalmédicocomoquienmiraaunloco.

—¿MaríaElviraFunes?—repetí—.Ningúngradoniningunainclinación.Laconozcoapenas.Yahora…

—No,permítame—meinterrumpió—.Leaseguroqueesunacosabastanteseria…¿Mepodríadarpalabradecompañerodequenohaynadaentreustedesdos?

—¡Peroestáloco!—ledijealfin—.¡Nada,absolutamentenada!Apenaslaconozco, vuelvo a repetirle, y no creo que ella se acuerde de haberme vistojamás.Hehabladounminutoconella,pongados,tres,ensupropiacasa,ynadamás.Notengo,porlotanto,lerepitopordécimavez,inclinaciónparticularhaciaella.

—Es raro, profundamente raro… —murmuró el hombre, mirándomefijamente.

Comenzabayaasermepesadoelgaleno,poreminentequefuese—yloera—,pisandounterrenoconelquenadateníanqueversusaspirinas.

—Creoquetengoahoraelderecho…Peromeinterrumpiódenuevo:—Sí, tiene derechode sobra…¿Quiere esperar hasta esta noche?Condos

palabras podrá comprender que el asunto es de todo, menos de broma… Lapersona de quien hablamos está gravemente enferma, casi a la muerte…¿Entiendealgo?—concluyó,mirándomebienalosojos.

Yohicelomismoconélduranteunrato.—Niunapalabra—lecontesté.—Niyotampoco—apoyó,encogiéndosedehombros—.Poresolehedicho

que el asunto es bien serio…Por fin esta noche sabremos algo. ¿Irá allá? Esindispensable.

—Iré—ledije,encogiéndomeamivezdehombros.Yheaquíporquéhepasadotodoeldíapreguntándomecomounidiotaqué

Page 113: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

relaciónpuedeexistirentrelaenfermedadgravísimadeunahermanadeFunes,queapenasmeconoce,yyo,quelaconozcoapenas.

VengodelodeFunes.Eslacosamásextraordinariaquehayavistoenmivida.Metempsicosis,espiritismos,telepatíasydemásabsurdosdelmundointerior,nosonnadaencomparacióndeéste,mipropioabsurdo,enquemeveoenvuelto.Esunpequeñoasuntoparavolverseloco.Véase:

Fui a lo de Funes. Luis María me llevó al escritorio. Hablamos un rato,esforzándonoscomodoszonzos—puestoquecomprendiéndoloasíevitábamosmirarnos—encharlardebueyesperdidos.PorfinentróAyestarain,yLuisMaríasalió, dejándome sobre la mesa el paquete de cigarrillos, pues se me habíanconcluidolosmíos.Miexcondiscípulomecontóentoncesloqueenresumenesesto:

Cuatroocinconochesantes,alconcluirunreciboensupropiacasa,MaríaElvirasehabíasentidomal.Cuestióndeunbañodemasiadofríoesatarde,segúnopinióndelamadre.Lociertoesquehabíapasadolanochefatigada,yconbuendolordecabeza.Alamañanasiguiente,mayorquebranto,fiebre;yalanoche,unameningitis,contodosucortejo.Eldelirio,sobretodo,francoyprolongadoamás no pedir. Concomitantemente, una ansiedad angustiosa, imposible decalmar.Lasproyeccionespsicológicasdeldelirio,pordecirloasí,seerigieronygirarondesdelaprimeranochealrededordeunsoloasunto,unosolo,peroqueabsorbesuvidaentera.

—Es una obsesión —prosiguió Ayestarain—, una sencilla obsesión acuarenta y un grados. La enferma tiene constantemente fijos los ojos en lapuerta, pero no llama a nadie. Su estado nervioso se resiente de esa mudaansiedadquelaestámatando,ydesdeayerhemospensadoconmiscolegasencalmareso…Nopuedeseguirasí.¿Ysabeusted—concluyó—aquiénnombracuandoelsoporlaaplasta?

—Nosé…—le respondí, sintiendoquemicorazóncambiababruscamentederitmo.

—Austed—medijo,pidiéndomefuego.Quedamos,biensecomprende,unratomudos.—¿Noentiendetodavía?—dijoalfin.

Page 114: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Niunapalabra…—murmuréaturdido,tanaturdidocomopuedeestarlounadolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde lapenumbradelcochemantieneabiertahaciaél laportezuela…Peroyoteníayacasitreintaaños,ypreguntéalmédicoquéexplicaciónsepodíadardeeso.

—¿Explicación?Ninguna.Nilamásmínima.¿Quéquiereustedquesesepadeeso?Ah,bueno…Siquiereunaatodacosta,supóngasequeenunatierrahayunmillón,dosmillonesdesemillasdistintas,comoencualquierparte.Vieneunterremoto, remueve como un demonio todo eso, tritura el resto, y brota unasemilla, una cualquiera, de arriba o del fondo, lo mismo da. Una plantamagnífica…¿Lebastaeso?Nopodríadecirleunapalabramás.¿Porquéusted,precisamente, que apenas la conoce, y a quien la enfermano conoce tampocomás,hasidoensucerebrodelirantelasemillaprivilegiada?¿Quéquierequesesepadeesto?

—Sin duda…—repuse a su mirada siempre interrogante, sintiéndome almismo tiempo bastante enfriado al verme convertido en sujeto gratuito dedivagacióncerebral,primero,yenagenteterapéutico,después.

EnesemomentoentróLuisMaría.—Mamá lo llama—dijo al médico. Y volviéndose amí, con una sonrisa

forzada—:¿LoenteróAyestaraindeloquepasa?…Seríacosadevolverselococonotrapersona…

Estodeotrapersonamereceunaexplicación.LosFunes,yenparticular lafamilia de que comenzaba yo a formar tan ridícula parte, tienen un fuerteorgullo;pormotivosdeabolengo,supongo,yporsufortuna,quemeparecelomás probable. Siendo así, se daban por pasablemente satisfechos de que lasfantasías amorosas del hermoso retoño se hubieran detenido en mí, CarlosDurán, ingeniero, en vez de mariposear sobre un sujeto cualquiera deinsuficienteposiciónsocial.Así,pues,agradecíenmifuero internoeldistingodequemehacíahonoreljovenpatricio.

—Es extraordinario… —recomenzó Luis María, haciendo correr condisgustolosfósforossobrelamesa.

Yunmomentodespués,conunanuevasonrisaforzada:—¿Notendríainconvenienteenacompañarnosunrato?¿Yasabe,no?Creo

quevuelveAyestarain…Enefecto,ésteentraba.

Page 115: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Empieza otra vez… —Sacudió la cabeza, mirando únicamente a LuisMaría.

LuisMaría se dirigió entonces a mí con la tercera sonrisa forzada de esanoche:

—¿Quierequevayamos?—Conmuchogusto—ledije.Yfuimos.Entróelmédicosinhacerruido,entróLuisMaría,yporfinentréyo,todos

conciertointervalo.Loqueprimeromechocó,aunquedebíahaberloesperado,fue la penumbra del dormitorio. La madre y la hermana de pie me miraronfijamente,respondiendoconunacortainclinacióndecabezaalamía,puescreínodeberpasardeallí.Ambasmeparecieronmuchomásaltas.Mirélacama,yvi, bajo la bolsa de hielo, dos ojos abiertos vueltos a mí. Miré al médico,titubeando,peroéstemehizounaimperceptibleseñaconlosojos,ymeacerquéalacama.

Yo tengo alguna idea, como todohombre, de lo que son dos ojos que nosamancuandounosevaacercandodespacioaellos.Perolaluzdeaquellosojos,la felicidad en que se iban anegando mientras me acercaba, el mareadorelampagueo de dicha—hasta el estrabismo— cuandome incliné sobre ellos,jamásenunamornormalatreintaysietegradoslosvolveréahallar.

Laenfermabalbuceóalgunaspalabras,perocontantadificultaddesuslabiosresecos,quenadaoí.Creoquemesonreí comounestúpido (¡qué ibaahacer,quieroquemedigan!),yellatendióentoncessubrazohaciamí.Suintenciónerataninequívocaqueletomélamano.

—Siénteseahí—murmuró.LuisMaríacorrióelsillónhacialacamaymesenté.Véaseahora siha sidodadoapersonaalgunauna situaciónmásextrañay

disparatada:Yo,enprimertérmino,puestoqueeraelhéroe,teniendoenlamíaunamano

ardiendoenfiebreyenunamortotalmenteequivocado.Enelladoopuesto,depie, el médico. A los pies de la cama, sentado, Luis María. Apoyadas en elrespaldo,enelfondo,lamamáylahermana.Ytodossinhablar,mirándonosalaenfermayamíconelceñofruncido.

¿Quéibaahaceryo?¿Quéibaadecir?Precisoesquepiensenunmomentoen esto. La enferma, por su parte, arrancaba a veces sus ojos de los míos y

Page 116: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

recorríacondurainquietudlosrostrospresentesunotrasotro,sinreconocerlos,paradejarcaerotravezsumiradasobremí,confiadaenprofundafelicidad.

¿Quétiempoestuvimosasí?Nosé;acasomediahora,acasomuchomás.Unmomentointentéretirarlamano,perolaenfermalaoprimiómásentrelasuya.

—Todavía no…—murmuró, tratando de hallar más cómoda postura a sucabeza.Todosacudieron,seestiraronlassábanas,serenovóelhielo,yotravezlosojossefijaroneninmóvildicha.Perodevezencuandotornabanaapartarseinquietos y recorrían las caras desconocidas. Dos o tres veces miréexclusivamente al médico; pero éste bajó las pestañas, indicándome queesperara.Ytuvorazónalfin,porquedepronto,bruscamente,comounderrumbedesueño,laenfermacerrólosojosysedurmió.

Salimos todos,menos lahermana,queocupómi lugar enel sillón.Noerafácildeciralgo—yoalmenos.Lamadre,porfin,sedirigióamíconunatristeysecasonrisa:

—Quécosamáshorrible,¿no?¡Dapena!¡Horrible,horrible!Noeralaenfermedad,sinolasituaciónloquelesparecía

horrible.Estabavistoquetodaslasgalanteríasibanaserparamíenaquellacasa.Primero el hermanito, luego la madre…Ayestarain, que nos había dejado uninstante, salió muy satisfecho del estado de la enferma; descansaba con unaplacidezdesconocidaaún.Lamadremiróaotrolado,yyomiréalmédico.Podíairme,claroquesí,ymedespedí.

Hedormidomal,llenodesueñosquenadatienenqueverconmihabitualvida.YlaculpadeelloestáenlafamiliaFunes,conLuisMaría,madre,hermanasyparientescolaterales.Porquesiseconcretabienlasituación,elladalosiguiente:

Hayuna jovendediecinueveaños,muybella sindudaalguna,queapenasmeconoceyaquienyolesoyprofundaytotalmenteindiferente.EstoencuantoaMaríaElvira.Hay, porotro lado, un sujeto joven también—ingeniero, si sequiere— que no recuerda haber pensado dos veces seguidas en la joven encuestión.Todoestoesrazonable,inteligibleynormal.

Peroheaquíque la jovenhermosaseenferma,demeningitisocosaporelestilo,yeneldeliriodelafiebre,únicayexclusivamenteeneldelirio,sesienteabrasadadeamor.¿Porunprimo,unhermanodesusamigos,unjovenmundano

Page 117: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

queellaconocebien?Noseñor;pormí.¿Esestobastanteidiota?Tomo,pues,unadeterminaciónqueharéconoceral

primerodeesabenditacasaquelleguehastamipuerta.

¡Sí, es claro!Como loesperaba.Ayestarainestuvoestemediodía averme.Nopudemenosquepreguntarleporlaenferma,ysumeningitis.

—¿Meningitis?—medijo—.¡SabeDiosloquees!Alprincipioparecíaeso,yanochetambién…Hoyyanotenemosideadeloqueserá.

—Peorenfin—objeté—,siempreunaenfermedadcerebral…—Ymedular,claroestá…Conunaslesioncillasquiénsabedónde…¿usted

entiendealgodemedicina?—Muyvagamente…—Bueno;hayunafiebreremitente,quenosabemosdedóndesale…Eraun

casoparamarchara todoescapea lamuerte…Ahorahay remisiones, tac-tac-tac,justascomounreloj…

—Peroeldelirio—insistí—,¿existesiempre?—¡Yalocreo!Haydetodoallí…Yapropósito,estanocheloesperamos.Ahoramehabíallegadoelturnodehacermedicinaamimodo.Ledijeque

mipropiasustanciahabíacumplidoyasupapelcurativolanocheanterior,yquenopensabairmás.

Ayestarainmemirófijamente:—¿Porqué?¿Quélepasa?—Nada,sinoquenocreosinceramentesernecesarioallá…Dígame:¿usted

tieneideadeloqueesestarenunaposiciónhumillantementeridícula;síono?—Nosetratadeeso…—Sí, se trata de eso, de desempeñar un papel estúpido… ¡Curioso que no

comprenda!—Comprendo de sobra…Perome parece algo así como…, no se ofenda,

cuestióndeamorpropio.—¡Muylindo!—salté—.¡Amorpropio!¡Ynoselesocurreotracosa!¡Les

parececuestióndeamorpropioirasentarsecomounidiotaparaquemetomenlamanolanocheenteraantetodalaparentelaconelceñofruncido!Siaustedesles parece una simple cuestión de amor propio, arréglense entre ustedes. Yo

Page 118: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

tengootrascosasquehacer.Ayestarain comprendió, al parecer, la parte de verdad que había en lo

anterior,porquenoinsistióyhastaquesefuenovolvimosahablardelasunto.Todoestoestábien.Loquenoloestátantoesquehacediezminutosacabo

derecibirunaesqueladelmédico,asíconcebida:

AmigoDurán:Contodosubagajederencores,nosesustedindispensableestanoche.

Supóngaseunavezmásqueustedhacedecloral,veronal,elhipnóticoquemenosleirritelosnervios,yvéngase.

Dijeunmomentoantesquelomaloeralaprecedentecarta.Ytengorazón,porquedesdeestamañananoesperabasinoestacarta…

Durantesietenochesconsecutivas—deonceaunadelamañana,momentoenquemeremitíalafiebre,yconellaeldelirio—hepermanecidoalladodeMaríaElviraFunes,tancercacomopuedenestarlodosamantes.Mehatendidoavecessu mano como la primera noche, y otras se ha preocupado de deletrear minombre,mirándome. Sé a ciencia cierta, pues, queme amaprofundamente eneseestado,no ignorando tampocoqueensusmomentosde lucidezno tiene lamenorpreocupaciónpormiexistencia,presenteofutura.Estocreaasíuncasodepsicologíasingulardequeunnovelistapodríasacaralgúnpartido.Porloquea mí se refiere, sé decir que esta doble vida sentimental me ha tocadofuertementeelcorazón.Elcasoeséste:MaríaElvira, siesqueacasono lehedicho,tienelosojosmásadmirablesdelmundo.Estábienquelaprimeranocheyo no viera en su mirada sino el reflejo de mi propia ridiculez de remedioinocuo.Lasegundanochesentímenosmi insuficiencia real.La terceraveznome costó esfuerzo alguno sentirme el ente dichoso que simulaba ser, y desdeentoncesvivoysueñoeseamorconquelafiebreenlazasucabezaalamía.

¿Qué hacer? Bien sé que todo esto es transitorio, que de día ella no sabequiénsoy,yqueyomismoacasonolaamecuandolaveadepie.Perolossueñosde amor, aunque seandedoshoras y a cuarenta grados, se pagan en el día, ymuchome temoquesihayunapersonaenelmundoa lacualestéexpuestoaamaraplenaluz,ellanoseamivanoamornocturno…Amo,pues,unasombra,

Page 119: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

ypiensoconangustiaeneldíaqueAyestarainconsidereasuenfermafueradepeligro,ynoprecisemásdemí.

Crueldad esta que apreciarán en toda su cálida simpatía los hombres queestánenamorados—deunasombraono.

Ayestarainacabadesalir.Mehadichoquelaenfermasiguemejor,yquemuchoseequivoca,omeveréunodeestosdíaslibredelapresenciadeMaríaElvira.

—Sí, compañero —me dice—. Libre de veladas ridículas, de amorescerebralesyceñosfruncidos…¿Seacuerda?

Micaranodebeexpresarsupremaalegría,porqueeltaimadogalenoseechaareíryagrega:

—Le vamos a dar en cambio una compensación… Los Funes han vividoestos quince días con la cabeza en el aire, y no extrañe pues si han olvidadomuchas cosas, sobre todo en lo que a usted se refiere… Por lo pronto, hoycenamos allá.Sin subienaventuradapersona, dicho seadepaso, y el amordemarras,noséenquéhubieraacabadoaquello…¿Quédiceusted?

—Digo—le he respondido—, que casi estoy tentado de declinar el honorquemehacenlosFunes,admitiéndomeasumesa…

Ayestarainseechóareír.—¡Noembrome!…Lerepitoquenosabíadóndeteníanlacabeza…—Peroparaopio,ymorfina,ycalmantedemademoiselle,sí,¿eh?¡Paraeso

noseolvidabandemí!Mihombresepusoserioymemiródetenidamente.—¿Sabeloquepienso,compañero?—Diga.—Queustedeselindividuomásfelizdelatierra.—¿Yo,feliz?…—Omássuertudo.¿Entiendeahora?Yquedómirándome.¡Hum!—medijeamímismo—:Oyosoyunidiota,queeslomásposible,o

estegalenomerecequeloabracehastaromperleeltermómetroenelbolsillo.Elmaligno tiposabemásde loqueparece,yacaso,acaso…Perovuelvoa lodeidiota,queeslomásseguro.

Page 120: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—¿Feliz?…—repetísinembargo—.¿Porelamorestrafalarioqueustedhainventadoconsumeningitis?

Ayestarain tornó a mirarme fijamente, pero esta vez creí notar un vago,vaguísimodejodeamargura.

—Y aunque no fueramás que eso, grandísimo zonzo…—hamurmurado,cogiéndomedelbrazoparasalir.

Enelcamino—hemosidoalÁguila,atomarelvermut—mehaexplicadobienclarotrescosas.

1.º:quemipresenciaalladodelaenfermaeraabsolutamentenecesaria,dadoelestadodeprofundaexcitación-depresión, todoenuno,desudelirio.2.º:quelosFunes lohabíancomprendidoasí,nimásnimenos,adespechode lo raro,subrepticioe inconvenientequepudieraparecer laaventura,constándoles,estáclaro, lo artificial de todo aquel amor. 3.º: que los Funes han confiadosencillamenteenmieducación,paraquemedécuenta—sumamenteclara—delsentido terapéutico que ha tenido mi presencia ante la enferma, y la de laenfermaantemí.

—Sobretodoloúltimo,¿eh?—heagregadoaguisadecomentario.Elobjetodetodaestacharlaeséste:quenovayayojamásacreerqueMaríaElvirasientelamenorinclinaciónrealhaciamí.¿Eseso?

—¡Claro!—Sehaencogidodehombroselmédico—.Póngaseustedenellugardeellos…

Ytienerazónelbenditohombre.Porquealasolaprobabilidaddequeella…

Anoche cené en lo de Funes.No era precisamente una comida alegre, si bienLuisMaría,porlomenos,estuvomuycordialconmigo.Querríadecirlomismode lamadre,peropormásesfuerzosque ladamahacíapara tornarmegrata lamesa,evidentementenoveenmísinoaun intrusoaquienenciertashorassuhijaprefiereunmillóndeveces.Estácelosa,ynodebemoscondenarla.Por lodemás,sealternabanconsuhijaparairaveralaenferma.Éstahabíatenidounbuen día, tan bueno que por primera vez después de quince días no hubo esanoche subida seria de fiebre, y aunqueme quedé hasta la una por pedido deAyestarain, tuve que volverme a casa sin haberla visto un instante. ¿Secomprende esto? ¡No verla en todo el día! ¡Ah! Si por bendición deDios, la

Page 121: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

fiebre de cuarenta, ochenta, ciento veinte grados, cualquier fiebre, cayera estanochesobresucabeza…

¡Yaquí!:EstasolalíneadelbenditoAyestarain:

Deliriodenuevo.Vengaenseguida.

Todo lo antedicho es suficiente para enloquecer bien que mal a un hombrediscreto.Véaseestoahora:

Cuandoentréanoche,MaríaElvirametendiósubrazocomolaprimeravez.Acostósucarasobrelamejillaizquierda,ycómodaasí,fijólosojosenmí.Noséquémedecíansusojos;posiblementemedabantodasuvidaytodasualmaen una entrega infinitamente dichosa. Sus labios me dijeron algo, y tuve queinclinarmeparaoír:

—Soyfeliz.—Sesonrió.Pasadounmomentosusojosmellamarondenuevo,ymeinclinéotravez.—Ydespués…—murmuróapenas,cerrandolosojosconlentitud.Creoque

tuvounasúbitafugadeideas.Perolaluz,lainsensataluzqueextravíalamiradaenlosrelámpagosdefelicidad,inundódenuevosusojos.

Yestavezoíbienclaro,sentíclaramenteenmisoídosestapregunta:—Ycuandosaneynotengamásdelirio…,¿mequerrástodavía?¡Locura que se ha sentado a horcajadas sobre mi corazón! ¡Después!

¡Cuandonotengamásdelirio!¿Peroestábamostodoslocosenlacasa,ohabíaallí,proyectadofuerademímismo,unecoamiincesanteangustiadeldespués?¿Cómoesposiblequeelladijeraeso?¿Habíameningitisono?¿Habíadelirioono?LuegomiMaríaElvira…

Noséquécontesté;presumoquecualquiercosaaescandalizaralaparentelacompletasimehubieranoído.Peroapenashabíamurmuradoyo;apenashabíamurmuradoellaconunasonrisa…Ysedurmió.

Devueltaacasa,micabezaeraunvértigovivo,conlocosimpulsosdesaltaralaireylanzaralaridosdefelicidad.¿Quiéndeentrenosotros,puedejurarqueno hubiera sentido lo mismo? Porque las cosas, para ser claras, deben serplanteadas así: La enferma con delirio, que por una aberración psicológicacualquiera,amaúnicamenteensudelirio,aX.Estoporunlado.Porelotro,elmismo X, que desgraciadamente para él, no se siente con fuerzas para

Page 122: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

concretarse a su papel medicamentoso. Y he aquí que la enferma, con sumeningitis y su inconsciencia—su incontestable inconsciencia—, murmura anuestroamigo:

—Ycuandonotengamásdelirio…¿mequerrástodavía?Estoesloqueyollamounpequeñocasodelocura,claroyrotundo.Anoche,

cuandollegabaacasa,creíunmomentohaberhalladolasolución,queseríaésta:MaríaElvira,ensufiebre,soñabaqueestabadespierta.¿Aquiénnohasidodadosoñarqueestásoñando?Ningunaexplicaciónmássencilla,claroestá.

Perocuandoporpantalladeeseamormentidohaydosojos inmensos,queempapándonos de dicha se anegan ellosmismos en un amor que no se puedementir; cuando se ha visto a esos ojos recorrer con dura extrañeza los rostrosfamiliares,paracaerenextáticafelicidadanteunomismo,pesealdelirioycienmil delirios como ése, uno tiene el derecho de soñar toda la noche con aquelamor—oseamosmásexplícitos—:conMaríaElviraFunes.

¡Sueño,sueñoysueño!Hanpasadodosmeses,ycreoavecessoñaraún.¿Fuiyoono,porDiosbendito,aquelaquienseletendiólamano,yelbrazodesnudohastaelcodo,cuandolafiebretornabahostilesaunlosrostrosbienamadosdelacasa?¿Fuiyoonoelqueapaciguóconsusojos,duranteminutosinmensosdeeternidad,lamiradamareadadeamordemiMaríaElvira?

Sí, fuiyo.Peroesoestáacabado,concluido,finalizado,muerto, inmaterial,comosinuncahubierasido.Ysinembargo…

Volví a verla veinte días después. Ya estaba sana, y cené con ellos. Hubo alprincipiounaevidentealusiónalosdesvaríossentimentalesdelaenferma,todocongrantactodelacasa,enloquecooperécuantomefueposible,puesenesosveinte días transcurridos no había sido mi preocupación menor pensar en ladiscrecióndequedebíayohacergalaenesaprimeraentrevista.

Todofueapedirdeboca,noobstante.—Yusted—medijolamadresonriendo—,¿hadescansadodeltododelas

fatigasquelehemosdado?—¡Oh, era muy poca cosa!… Y aún —concluí riendo también— estaría

Page 123: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

dispuestoasoportarlasdenuevo…MaríaElvirasesonrióasuvez.—Ustedsí;peroyono;¡leaseguro!Lamadrelamirócontristeza:—¡Pobremihija!Cuandopiensoenlosdisparatesquesetehanocurrido…

En fin—sevolvió amí con agrado—.Usted es ahora, podríamosdecir, de lacasa,yleaseguroqueLuisMaríaloestimamuchísimo.

Elaludidomepusolamanoenelhombroymeofreciócigarrillos.—Fume,fume,ynohagacaso.—¡Pero Luis María! —le reprochó la madre, semiseria—. ¡Cualquiera

creeríaaloírtequeleestamosdiciendomentirasaDurán!—No, mamá; lo que dices está perfectamente bien dicho; pero Duránme

entiende.LoqueyoentendíaeraqueLuisMaríaqueríacortarconamabilidadesmáso

menossosas;peronoseloagradecíaenlomásmínimo.Entretanto, cuantas veces podía, sin llamar la atención, fijaba los ojos en

María Elvira. ¡Al fin! Ya la tenía antemí, sana, bien sana. Había esperado ytemidoconansiaeseinstante.Habíaamadounasombra,omásbiendicho,dosojosytreintacentímetrosdebrazo,pueselrestoeraunalargamanchablanca.Ydeaquellapenumbra,comodeuncapullotaciturno,sehabíalevantadoaquellaespléndida figura fresca, indiferente y alegre, que nome conocía.Memirabacomoaunamigode lacasa,enelqueesprecisodetenerunsegundo losojoscuandosecuentaalgoosecomentaunafraserisueña.

Peronadamás.Nielmásleverastrodelopasado,nisiquieraafectacióndenomirarme,conloquehabíayocontadocomoúltimotriunfodemijuego.Eraunsujeto—nodigamossujeto,sinoser—absolutamentedesconocidoparaella.Ypiénseseahoraenlagraciaquemehacíarecordar,mientraslamiraba,queunanoche esosmismos ojos ahora frívolosme habían dicho, a ocho dedos de losmíos:

—¿Ycuandoestésana…mequerrástodavía?¡Aquébuscar luces,fuegosfatuosdeunafelicidadmuerta,selladaafuego

enelcofrecillohormigueantedeunafiebrecerebral!Olvidarla…Siendoloquehubieradeseado,eraprecisamenteloquenopodíahacer.

Mástarde,enelhall,hallémododeaislarmeconLuisMaría,mascolocando

Page 124: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

aésteentreMaríaElvirayyo;podíaasímirarlaimpunementesopretextodequemivistaibanaturalmentemásalládemiinterlocutor.Yesextraordinariocómosucuerpo,desdeelmásaltocabellodesucabezaaltacóndesuszapatos,eraunvivodeseo,ycómoalcruzarelhallparairadentro,cadagolpedesufaldacontraelcharolibaarrastrandomialmacomounpapel.

Volvió, se rió, cruzó rozando a mi lado, sonriéndome forzosamente, puesestaba a su paso, mientras yo, como un idiota, continuaba soñando con unasúbitadetenciónamilado,ynouna,sinodosmanos,puestassobremissienes:

—Ybien:ahoraquemehasvistodepie,¿mequierestodavía?¡Bah!Muerto, bienmuertome despedí y oprimí un instante aquellamano

fría,amableyrápida.

Hay,sinembargo,unacosaabsolutamentecierta,yesésta:MaríaElvirapuedeno recordar lo que sintió en sus días de fiebre; admito esto. Pero estáperfectamente enterada de lo que pasó, por los cuentos posteriores. Luego, esimposiblequeyoestépara elladesprovistodelmenor interés.Deencantos—¡Diosme perdone!— todo lo que ella quiera. Pero de interés, el hombre conquien se ha soñado veinte noches seguidas, eso no. Por lo tanto, su perfectaindiferencia a mi respecto no es racional. ¿Qué ventajas, qué remotaprobabilidad de dicha puede reportarme constatar esto? Ninguna, que yo vea.MaríaElviraseprecaveasícontramisposiblespretensionesporaquello;heaquítodo.

Enloqueno tienerazón.Quemegustedesesperadamente,muybien.Peroquevayayoaexigirelcumplimientodeunpagarédeamorfirmadosobreunacarpetademeningitis,¡diablo!,esono.

Nuevedelamañana.Noeshorasobremaneradecentedeacostarse,peroasíes.DelbailedelodeRodríguezPeña,aPalermo.Luegoalbar.Todoperfectamentesolo.Yahoraalacama.

Peronosindisponermeaconcluirelpaquetedecigarrillos,antesdequeelsueñovenga.Yaquíestálacausa:bailéanocheconMaríaElvira.Ydespuésdebailar,hablamosasí:

Page 125: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Estospuntitosenlapupila—medijo,frenteunodeotroenlamesitadelbuffet—no sehan ido aún.No séqué será…Antesdemi enfermedadno lostenía.

Precisamente nuestra vecina demesa acababa de hacerle notar ese detalle.Conloquesusojosnoquedabansinomásluminosos.

Apenascomencéaresponderle,medicuentadelacaída;peroyaeratarde.—Sí —le dije, observando sus ojos—. Me acuerdo de que antes no los

tenía…Ymiréaotrolado.PeroMaríaElviraseechóareír:—Escierto;usteddebesaberlomásquenadie.¡Ah!¡Quésensacióndeinmensalosaderrumbadaporfindesobremipecho!

¡Eraposiblehablardeeso,porfin!—Esocreo—repuse—.Másquenadie, no sé…Pero sí; en elmomento a

queserefiere,¡másquenadie,conseguridad!Medetuvedenuevo;mivozcomenzabaabajardemasiadodetono.—¡Ah,sí!—sesonrióMaríaElvira.Apartólosojos,seriaya,alzándolosa

lasparejasquepasabananuestrolado.Corrió un momento, para ella de perfecto olvido de lo que hablábamos,

supongo,ydesombríaangustiaparamí.Perosinvolveramílosojos,comosileinteresaran siempre los rostros que cruzaban en sucesión de film, agregó uninstantedespués:

—Cuandoeramiamor,alparecer.—Perfectamentebiendicho—ledije—.Suamor,alparecer.Ellamemiróentoncesdepleno.—No…Ysecalló.—¿No…qué?Concluya.—¿Paraqué?Esunazoncera.—Noimporta:concluya.Ellaseechóareír:—¿Paraqué?Enfin…¿Nosupondráquenoeraalparecer?—Esoesuninsultogratuito—lerespondí—.Yofuielprimeroencomprobar

laexactituddelacosa,cuandoyoerasuamor…alparecer.—¡Ydale…!—murmuró.Peroamivezeldemoniodelalocuramearrastró

Page 126: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

trasaquel¡ydale!burlón,aunapreguntaquenuncadebierahaberhecho.—Óigame, María Elvira —me incliné—: ¿usted no recuerda nada, no es

cierto,nadadeaquellaridículahistoria?Me miró muy seria, con altivez si se quiere, pero al mismo tiempo con

atención,comocuandonosdisponemosaoírcosasqueapesardetodononosdisgustan.

—¿Quéhistoria?—dijo.—La otra, cuando yo vivía a su lado… —le hice notar con suficiente

claridad.—Nada…absolutamentenada.—Veamos;míremeuninstante…—¡No,niaunquelomire…!—melanzóenunacarcajada.—¡No,no es eso…!Ustedmehamiradodemasiado antesparaqueyono

sepa…Queríadecirleesto:¿Noseacuerdausteddehabermedichoalgo…dosotrespalabrasnadamás…laúltimanochequetuvofiebre?

María Elvira contrajo las cejas un largo instante, y las levantó luego,másaltasquelonatural.Memiróatentamente,sacudiendolacabeza:

—No,norecuerdo…—¡Ah!—mecallé.Pasóunrato.Videreojoquememirabaaún.—¿Qué?—murmuró.—¿Qué…qué?—repetí.—¿Quéledije?—Tampocomeacuerdoya…—Sí,seacuerda…¿Quéledije?—Nosé,leaseguro…—¡Sí,sabe…!¿Quéledije?—¡Veamos! —me aproximé de nuevo a ella—. Si usted no recuerda

absolutamentenada,puestoquetodoeraunaalucinacióndefiebre,¿quépuedeimportarleloquemehayaonodichoensudelirio?

Elgolpeeraserio.PeroMaríaElviranopensóencontestarlo,contentándosecon mirarme un instante más y apartar la vista con una corta sacudida dehombros.

—Vamos—medijobruscamente—.Quierobailarestevals.

Page 127: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

—Esjusto—melevanté—.Elsueñodevalsquebailábamosnotienenadadedivertido.

Nome respondió.Mientras avanzábamos al salón, parecía buscar con losojosaalgunodesushabitualescompañerosdevals.

—¿Qué sueño de vals desagradable para usted?—me dijo de pronto, sindejarderecorrerelsalónconlavista.

—Unvalsdedelirio…No tienenadaqueverconesto.—Meencogíamivezdehombros.

Creí que no hablaríamos más esa noche. Pero aunque María Elvira norespondióunapalabra,tampocoparecióhallaralcompañeroidealquebuscaba.De modo que, deteniéndose, me dijo con una sonrisa forzada—la ineludibleforzadasonrisaquecampeósobretodaaquellahistoria:

—Siquiere,entonces,baileestevalsconsuamor…—…alparecer.Noagregounapalabramás—repuse,pasandolamanopor

sucintura.

Unmesmás transcurrido. ¡Pensar que lamadre,Angélica yLuisMaría estánparamíllenosahoradepoéticomisterio!Lamadrees,desdeluego,lapersonaaquien María Elvira tutea y besa más íntimamente. Su hermana la ha vistodesvestirse.LuisMaría,porsuparte,sepermitepasarlelamanoporlabarbillacuandoentrayellaestásentadadeespaldas.Trespersonasbienfelices,comoseve,eincapacesdeapreciarladichaenquesevenenvueltos.

En cuanto amí, me paso la vida llevando cigarros a la boca como quienquemamargaritas:¿mequiere?¿nomequiere?

DespuésdelbaileenlodePeña,heestadoconellamuchasveces,ensucasa,desdeluego,todoslosmiércoles.

Conservasumismocírculodeamigos,sostieneatodosconsurisa,yflirteaadmirablementecuantasveces se loproponen.Pero siemprehallamododenoperdermedevista.Esto cuando está con los otros.Pero cuando está conmigo,entoncesnoapartalosojosdeellos.

¿Es esto razonable?No,no lo es.Ypor eso tengodesdehaceunmesunabuenalaringitis,afuerzadeahumarmelagarganta.

Anoche, sinembargo,hemos tenidounmomentode tregua.Eramiércoles.

Page 128: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Ayestarain conversaba conmigo, y una brevemirada deMaría Elvira, lanzadahacianosotrosporsobreloshombrosdelcuádrupleflirtquelarodeaba,pusosuespléndidafiguraennuestraconversación.Hablamosdeellay,fugazmente,delaviejahistoria.UnratodespuésMaríaElvirasedeteníaantenosotros.

—¿Dequéhablan?—Demuchascosas;deustedenprimertérmino—respondióelmédico.—Ah,yameparecía…—y recogiendohacia ella un silloncito romano, se

sentócruzadadepiernas,conlacarasostenidaenlamano—.Sigan;yaescucho.—ContabaaDurán—dijoAyestarain—quecasoscomoelquelehapasado

a usted en su enfermedad son raros, pero hay algunos. Un autor inglés, norecuerdocuál,citauno.Solamentequeesmásfelizqueelsuyo.

—¿Másfeliz?¿Yporqué?—Porqueenaquélnohayfiebre,yambosseamanensueños.Encambio,en

estecaso,ustederaúnicamentequienamaba…¿Dije ya que la actitud deAyestarainme había parecido siempre un tanto

tortuosa respecto demí? Si no lo dije, tuve en aquelmomento un fulminantedeseodehacérselosentir,nosolamenteconlamirada.Algonoobstantedeeseanhelodebiópercibirenmisojos,porqueselevantóriendo:

—Losdejoparaquehaganlaspaces.—¡Malditobicho!—murmurécuandosealejó.—¿Porqué?¿Quélehahecho?—Dígame,MaríaElvira—exclamé—.¿Lehahechoelamoraustedalguna

vez?—¿Quién,Ayestarain?—Sí,él.Memirótitubeandoalprincipio.Luego,plenamenteenlosojos,seria:—Sí—mecontestó.—¡Ah,yameloesperaba…!Porlomenosésetienesuerte…—murmuré,ya

amargadodeltodo.—¿Porqué?—mepreguntó.Sin responderle,me encogí violentamente de hombros ymiré a otro lado.

Ellasiguiómivista.Pasóunmomento.—¿Porqué?—insistió,conesaobstinaciónpesadaydistraídadelasmujeres

cuando comienzan a hallarse perfectamente a gusto con un hombre. Estaba

Page 129: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

ahora,yestuvodurantelosbrevesmomentosquesiguieron,depie,conlarodillasobreelsilloncito.Mordíaunpapel—jamássupededóndepudosalir—ymemiraba,subiendoybajandoimperceptiblementelascejas.

—¿Porqué?—repusealfin—.Porqueéltieneporlomenoslasuertedenohaberservidodetítereridículoalladodeunacama,ypuedehablarseriamente,sin ver subir y bajar las cejas como si no se entendiera lo que digo…¿Comprendeahora?

MaríaElviramemiróunosinstantespensativa,yluegomoviónegativamentelacabeza,consupapelenloslabios.

—¿Esciertoono?—insistí,peroyaconelcorazónalocoescape.Ellatornóasacudirlacabeza:—No,noescierto…—¡MaríaElvira!—llamóAngélicadelejos.Todossabenquelavozdeloshermanossueleserdelomásinoportuna.Pero

jamásunavozfraternalhacaídoenundiluviodehieloypezfría tanfueradepropósitocomoaquellavez.

MaríaElviratiróelpapelybajólarodilla.—Mevoy—medijoriendo,conlarisaqueyaleconocíacuandoafrontaba

unflirt.—¡Unsolomomento!—ledije.—¡Niunomás!—merespondióalejándoseyaynegandoconlamano.¿Qué me quedaba por hacer? Nada, a no ser tragar el papelito húmedo,

hundirlabocaenelhuecoquehabíadejadosurodilla,yestrellarelsillóncontrala pared.Y estrellarme enseguidayomismocontra un espejo, por imbécil.Lainmensa rabia de mí mismo me hacía sufrir, sobre todo. ¡Intuiciones viriles!¡Psicologías de hombre corrido! ¡Y la primera coqueta cuya rodilla quedamarcadaallí,seburladetodoesoconunafrescurasinpar!

Nopuedomás.Laquierocomounloco,ynosé—loqueesmásamargoaún—siellamequiererealmenteono.Además,sueño,sueñodemasiado,ycosasporelestilo:Íbamosdelbrazoporunsalón,ellatodadeblanco,yyocomounbultonegro a su lado. No había más que personas de edad en el salón, y todassentadas,mirándonos pasar. Era, sin embargo, un salón de baile.Y decían de

Page 130: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

nosotros:Lameningitisysusombra.Medesperté,yvolvíasoñar;eltalsalóndebaileestabafrecuentadoporlosmuertosdiariosdeunaepidemia.EltrajeblancodeMaríaElviraeraunsudario,yyoera lamismasombradeantes,pero teníaahoraporcabezauntermómetro.ÉramossiempreLameningitisysusombra.

¿Quépuedohacerconsueñosdeestanaturaleza?Nopuedomás.MevoyaEuropa,aNorteamérica,acualquierpartedondepuedaolvidarla.

¿Aquéquedarme?¿Arecomenzarlahistoriadesiempre,quemándomesolo,comounpayaso, o a desencontrarnos cadavezquenos sentimos juntos? ¡Ah,no!Concluyamosconesto.Noséelbienque lespodráhaceramisplanosdemáquinas esta ausencia sentimental (¡y sí, sentimental!, ¡aunque no quiera!);peroquedarme sería ridículo,y estúpido,ynohayparaquédivertirmása lasMaríaElvira.

Podría escribir aquí cosas pasablemente distintas de las que acabo de anotar,peroprefierocontarsimplementeloquepasóelúltimodíaqueviaMaríaElvira.

Porbravata,odesafíoamímismo,oquiénsabeporquémortuoriaesperanzadesuicida,fuilatardeanteriordemisalidaadespedirmedelosFunes.Yahacíadiez días que tenía mis pasajes en el bolsillo —por donde se verá cuántodesconfiabademímismo.

María Elvira estaba indispuesta —asunto de garganta o jaqueca— perovisible.Paséunmomentoa laantesalaasaludarla.Lahalléhojeandomúsicas,desganada.Alvermesesorprendióunpoco,aunque tuvo tiempodeecharunarápida ojeada al espejo. Tenía el rostro abatido, los labios pálidos, y los ojoshundidosdeojeras.Peroeraellasiempre,máshermosaaúnparamíporque laperdía.

Ledijesencillamentequemeiba,yledeseabamuchafelicidad.Alprincipionomecomprendió.—¿Seva?¿Yadónde?—ANorteamérica…Acabodedecírselo.—¡Ah!—murmuró,marcandobienclaramentelacontraccióndeloslabios.

Peroenseguidamemiróinquieta—.¿Estáenfermo?—¡Pst…!Noprecisamente…Noestoybien.—¡Ah!—murmuró de nuevo.Ymiró hacia afuera a través de los vidrios

Page 131: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

abriendobienlosojos,comocuandounopierdeelpensamiento.Porlodemás,llovíaenlacalleylaantesalanoestabaclara.Sevolvióamí.—¿Porquéseva?—mepreguntó.—¡Hum!—me sonreí—.Seríamuy largo, infinitamente largo de contar…

Enfin,mevoy.MaríaElvirafijóaúnlosojosenmí,ysuexpresiónpreocupadayatentase

tornósombría.Concluyamos,medije.Yadelantándome:—Bueno,MaríaElvira…Metendiólentamentelamano,unamanofríayhúmedadejaqueca.—Antesdeirse—medijo—¿nomequieredecirporquéseva?Suvozhabíabajadountono.Elcorazónmelatiólocamente,perocomoen

un relámpago lavi antemí, comoaquellanoche, alejándose riendoynegandocon lamano: «no, ya estoy satisfecha…». ¡Ah, no, yo también! ¡Con aquelloteníabastante!

—¡Mevoy—ledijebienclaro—,porqueestoyhastaaquídedolor,ridiculezyvergüenzademímismo!¿Estácontentaahora?

Teníaaúnsumanoenlamía.Laretiró,sevolviólentamente,quitólamúsicadelatrilparacolocarlasobreelpiano, todoconpausaymesura,ymemiródenuevo,conesforzadaydolorosasonrisa:

—¿Ysiyo…lepidieraquenosefuera?—¡Pero porDios bendito!—exclamé—. ¡No se da cuenta de queme está

matando con estas cosas! ¡Estoy harto de sufrir y echarme en cara miinfelicidad!¿Quéganamos,queganaustedconestascosas?¡No,bastaya!¿Sabeusted—agreguéadelantándome—loqueustedmedijoaquellaúltimanochedesuenfermedad?¿Quierequeselodiga?¿Quiere?

Quedóinmóvil,todaojos.—Sí,dígame…—¡Bueno!Ustedmedijo,ymalditasealanocheenquelooí,ustedmedijo

bien claro esto: Y-cuán-do-no-ten-ga-más-de-li-rio, ¿me-que-rrás-to-da-ví-a?Usted tenía delirio aún, ya lo sé… ¿Pero qué quiere que haga yo ahora?¿Quedarmeaquí,asulado,desangrándomevivoconsumododeser,porquelaquierocomounidiota…?Estoesbienclarotambién¿eh?¡Ah!¡Leaseguroquenoesvidalaquellevo!¡No,noesvida!

Page 132: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Yapoyélafrenteenlosvidrios,deshecho,sintiendoquedespuésdeloquehabíadicho,mividasederrumbabaparasiemprejamás.

Peroeramenesterconcluir,ymevolví:Ellaestabaamilado,yensusojos—como en un relámpago, de felicidad esta vez—vi en sus ojos resplandecer,marearse,sollozar,laluzdehúmedadichaquecreíamuertaya.

—¡María Elvira! —exclamé, grité, creo—. ¡Mi amor querido! ¡Mi almaadorada!

Y ella, en silenciosas lágrimas de tormento concluido, vencida, entregada,dichosa,habíahalladoporfinsobremipechoposturacómodaasucabeza.

Y nadamás. ¿Habrá cosamás sencilla que todo esto? Yo he sufrido, es bienposible, llorado, aullado de dolor; debo creerlo porque así lo he escrito. ¡Peroquéendiabladamentelejosestátodoeso!Ytantomáslejosporque—yaquíestálomásgraciosodeestanuestrahistoria—ellaestáaquí,amilado,leyendoconla cabeza sobre la lapicera lo que escribo.Ha protestado, bien se ve, ante nopocas observaciones mías; pero en honor del arte literario en que nos hemosengolfadocontantafrescura,seresignacomobuenaesposa.Porlodemás,ellacreeconmigoquelaimpresióngeneraldelanarración,reconstruidaporetapas,esunreflejobastanteacertadodeloquepasó,sentimosysufrimos.Locual,paraobradeuningeniero,noestádeltodomal.

En estemomentoMaría Elvirame interrumpe para decirme que la últimalíneaescritanoesverdad:Minarraciónnosólonoestádel todomal,sinoqueestábien,muybien.Ycomoargumentoirrefutablemeechalosbrazosalcuelloymemira,nosésiamuchomásdecincocentímetros.

—¿Esverdad?—murmura,oarrulla,mejordicho.—¿Sepuedeponerarrulla?—lepregunto.—¡Sí,yesto,yesto!—Ymedaunbeso.¿Quémáspuedoañadir?

Page 133: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Cuentossuprimidos

Las dos primeras ediciones de este libro (1917 y 1918, Coop.EditorialBuenosAires) incluíanuntotalde18cuentos.Sinembargo,apartirde la tercera (s/f,EditorialBabel), sesuprimieron tres («Losojossombríos», «El infierno artificial» y «El perro rabioso»).Este conjuntode15relatoseselquerepitentodaslasedicionesposteriores.

En la nuestra, hemos querido reincorporar dichos tres para losinteresadosenlacuentísticacompletadeHoracioQuiroga.Quedaenladecisión del lector contemporáneo pasar la página e ingresar a ellos o,porelcontrario,«cerrar»ellibroaquí.

Eleditordigital,jugaor[ePubLibre]

Page 134: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Losojossombríos

DespuésdelasprimerassemanasderomperconElena,unanochenopudeevitarasistir a un baile. Hallábame hacía largo rato sentado y aburrido en exceso,cuando Julio Zapiola, viéndome allí, vino a saludarme. Zapiola es un hombrejoven, dotado de rara elegancia y virilidad de carácter. Lo había estimadomuchosañosatrás,yentoncesvolvíadeEuropa,despuésdelargaausencia.

Así nuestra charla, que en otra ocasión no hubiera pasado de ocho o diezfrases,seprolongóestavezenlargaydesahogadasinceridad.Supequesehabíacasado: sumujer estaba allímismoesanoche.Pormiparte, lo informédeminoviazgoconElenaysurecienteruptura.Posiblementemequejédelaamargasituación, pues recuerdo haberle dicho que creía de todo punto imposiblecualquierarreglo.

—Nocreaenesassacudidas—medijoZapiolaconairetranquiloyserio—.Casinuncasesabealprincipioloquepasaráoseharádespués.Yotengoenmimatrimonio una novela infinitamentemás complicada que la suya; lo cual noobstaparaqueyoseahoyelmaridomásfelizdelatierra.Óigala,porqueaustedpodrá serledegranprovecho.Hacecincoañosmevi congran frecuenciaconVezzera,unamigodelcolegioaquienhabíaqueridomuchoantes,ysobretodoélamí.Cuantoprometíaelmuchachoserealizóplenamenteenelhombre;eracomoantes,inconstante,apasionado,condepresionesyexaltamientosfemeniles.Todassusansiasysuspicaciaseranenfermizas,yustednoignoradequémodosesufreysehacesufrirconestemododeser.

»Undíamedijoqueestabaenamorado,yqueposiblementesecasaríamuypronto.Aunqueme habló con loco entusiasmo de la belleza de su novia, estaapreciación suya de la hermosura en cuestión no tenía para mí ningún valor.Vezzerainsistió,irritándoseconmiorgullo.

»—Noséquétienequeverelorgulloconesto—leobservé.

Page 135: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

»—¡Sieseso!Yosoyenfermizo,excitable,expuestoacontinuosmirajesydeboequivocarmesiempre.¡Tú,no!¡Loquediceseslaponderaciónjustadeloquehasvisto!

»—Tejuro…»—¡Bah; déjame en paz! —concluyó cada vez más irritado con mi

tranquilidad,queeraparaélotramanifestacióndeorgullo.»Cadavezquevolvíaverloenlosdíassucesivos,lohallémásexaltadocon

suamor.Estabamásdelgado,ysusojoscargadosdeojerasbrillabandefiebre.»—¿Quiereshacerunacosa?Vamosestanocheasucasa.Yalehehablado

deti.Vasaversiesonocomotehedicho.»Fuimos.No sé si usted ha sufrido una impresión semejante; pero cuando

ellame extendió lamano y nosmiramos, sentí que por ese contacto tibio, laespléndida belleza de aquellos ojos sombríos y de aquel cuerpo mudo seinfiltrabaenunacalienteondaentodomiser.

»Cuandosalimos,Vezzeramedijo:»—¿Y?…¿escomotehedicho?»—Sí—lerespondí.»—¿La gente impresionable puede entonces comunicar una impresión

conformealarealidad?»—Estavez,sí—nopudemenosdereírme.»Vezzeramemiródereojoysecallóporlargorato.»—¡Parece —me dijo de pronto— que no hicieras sino concederme por

sumagraciasubelleza!»—¿Peroestásloco?—lerespondí.»Vezzeraseencogiódehombroscomosiyohubieraesquivadosurespuesta.

Siguiósinhablarme,visiblementedisgustado,hastaquealfinvolvióotravezamísusojosdefiebre.

»—¿Deveras,deverasmejurasqueteparecelinda?»—¡Peroclaro,idiota!Meparecelindísima,¿quieresmás?»Secalmóentonces,yconlareaccióninevitabledesusnerviosfemeninos,

pasóconmigounahoradelocoentusiasmo,abrasándosealrecuerdodesunovia.»Fui varias veces más con Vezzera. Una noche, a una nueva invitación,

respondíquenomehallababienyquelodejaríamosparaotromomento.Diezdíasmástarderespondílomismo,ydeigualmodoenlasiguientesemana.Esta

Page 136: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

vezVezzeramemirófijamentealosojos:»—¿Porquénoquieresir?»—Noesquenoquierair,sinoquemehallohoyconpocohumorparaesas

cosas.»—¡Noeseso!¡Esquenoquieresirmás!»—¿Yo?»—Sí, y te exijo como a un amigo, o como a ti mismo, que me digas

justamenteesto:¿Porquénoquieresirmás?»—¡Notengoganas!¿Tegusta?»Vezzeramemirócomomiranlostuberculososcondenadosalreposo,aun

hombrefuertequenosejactadeello.Yenrealidad,creoqueyaseprecipitabasutisis.

»Seobservóenseguidalasmanossudorosas,queletemblaban.»—Hacedíasquelasnotomásflacas…¿Sabesporquénoquieres irmás?

¿Quieresquetelodiga?»Tenía las ventanas de la nariz contraídas, y su respiración acelerada le

cerrabaloslabios.»—¡Vamos!Noseas…cálmate,queeslomejor.»—¡Esquetelovoyadecir!»—¿Pero no ves que estás delirando, que estás muerto de fiebre? —le

interrumpí.»Pordicha,unviolentoaccesodetoslodetuvo.Loempujécariñosamente.»—Acuéstateunmomento…estásmal.»Vezzeraserecostóenmicamaycruzósusdosmanossobrelafrente.»Pasóunlargoratoensilencio.Deprontomellegósuvoz,lenta:»—¿Sabesloqueteibaadecir?…QuenoqueríasqueMaríaseenamorara

deti…Poresonoibas.»—¡Quéestúpido!—mesonreí.»—¡Sí,estúpido!¡Todo,todoloquequieras!»Quedamosmudosotravez.Alfinmeacerquéaél.»—Estanochevamos—ledije—.¿Quieres?»—Sí,quiero.»Cuatro horas más tarde llegábamos allá. María me saludó con toda

naturalidad, como si hubiera dejado de verme apenas el día anterior, y sin

Page 137: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

parecerenlomásmínimopreocupadademilargaausencia.»—Pregúntalesiquiera—serióVezzeraconvisibleafectación—porquéha

pasadotantotiemposinvenir.»María arrugó imperceptiblemente el ceño, y se volvió a mí con risueña

sorpresa.»—¡Perosupongoquenotendríadeseodevisitarnos!»Aunque el tono de la exclamación no pedía respuesta, María quedó un

instanteensuspenso,comosilaesperara.ViqueVezzeramedevorabaconlosojos.

»—Aunque deba avergonzarme eternamente—repuse— confieso que hayalgodeverdad…

»—¿Noesverdad?—serióella.»Peroya en elmovimientode lospiesy en ladilataciónde lasnaricesde

Vezzera,conocísutensióndenervios.»—Dile que te diga—se dirigió a María— por qué realmente no quería

venir.»Era tan perverso y cobarde el ataque, que lo miré con verdadera rabia.

Vezzeraafectónodarsecuentaysostuvolatiranteexpectativaconelconvulsivogolpeteodelpie,mientrasMaríatornabaacontraerlascejas.

»—¿Hayotracosa?—sesonrióconesfuerzo.»—Sí,Zapiolatevaadecir…»—¡Vezzera!—exclamé.»—…Esdecir,noelmotivosuyo,sinoelqueyo leatribuíaparanovenir

másaquí…¿sabesporqué?»—Porque él cree que usted se va a enamorar de mí —me adelanté,

dirigiéndomeaMaría.»Yaantesdedeciresto,vibienclarolaridiculezenqueibaacaer;perotuve

quehacerlo.María soltó la risa,notándoseasímuchomásel cansanciode susojos.

»—¿Sí?¿Pensabaseso,Antenor?»—No,supondrás…eraunabroma—serióéltambién.»Lamadreentródenuevoenlasala,ylaconversacióncambióderumbo.»—Eresuncanalla—meapresuréadecirleaVezzera,cuandosalimos.»—Sí—merespondió—.Lohiceapropósito.

Page 138: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

»—¿Queríasridiculizarme?»—Sí…quería.»—¿Yno te da vergüenza? ¿Pero qué diablos te pasa? ¿Qué tienes contra

mí?»Nomecontestó,encogiéndosedehombros.»—¡Andaaldemonio!—murmuré.Perounmomentodespués,alsepararme,

sentísumiradacruelydesconfiadafijaenlamía.»—¿Mejurasporloquemásquieras,porloquequierasmás,quenosabeslo

quepienso?»—No—lerespondísecamente.»—¿Nomientes,noestásmintiendo?»—Nomiento.»Ymentíaprofundamente.»—Bueno,mealegro…Dejemosesto.Hastamañana.¿Cuándoquieresque

volvamosallá?»—¡Nunca!Seacabó.»Viqueverdaderaangustialedilatabalosojos.»—¿Noquieresirmás?—medijoconvozroncaycambiada.»—No,nuncamás.»—Comoquieras,mejor…Noestásenojado,¿verdad?»—¡Oh,noseascriatura!—mereí.»YestabaverdaderamenteirritadocontraVezzera,contramí…»Aldía siguienteVezzeraentróalanochecerenmicuarto.Llovíadesde la

mañana, con fuerte temporal, y la humedad y el fríome agobiaban.Desde elprimermomentonotéqueVezzeraardíaenfiebre.

»—Vengoapedirteunacosa—comenzó.»—¡Déjate de cosas!—interrumpí—. ¿Por qué has salido con esta noche?

¿Novesqueestásjugandotuvidaconesto?»—Lavidanome importa…dentrodeunosmesesestoseacaba…Mejor.

Loquequieroesquevayasotravezallá.»—¡No!Yatedije.»—¡No,vamos!¡Noquieroquenoquieras ir! ¡Memataesto!¿Porquéno

quieresir?»—Yatehedicho:¡noqui-e-ro!Niunapalabramássobreesto,¿meoyes?

Page 139: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

»Laangustiadelanocheanteriortornóadesmesurarlelosojos.»—Entonces—articulóconvozprofundamentetomada—esloquepienso,

lo que tú sabes que yo pensaba cuandomentiste anoche. Demodo…Bueno,dejemos,noesnada.Hastamañana.

»Lodetuvedelhombroysedejócaerenseguidadebrazosenlamesa.»—Quédate—ledije—.Vasadormiraquíconmigo.Noestéssolo.»Duranteunratonosquedamosenprofundosilencio.Alfinarticuló,conla

vozblanca:»—Esquemedanunasganaslocasdematarme…»—¡Poreso!¡Quédateaquí!…Noestéssolo.»Peronopudecontenerlo,ypasétodalanocheinquieto.»Ustedsabequéterriblefuerzadeatraccióntieneelsuicidio,cuandolaidea

fija se ha enredado en unamadeja de nervios enfermos.Habría sidomenesterque a toda costa Vezzera no estuviera solo en su cuarto. Y aun así, persistíasiempreelmotivo.

»Pasó lo que temía. A las siete de la mañana me trajeron una carta deVezzera.Medecíaenellaqueerademasiadoclaroqueyoestabaenamoradodesu novia, y ella de mí. Que en cuanto a María, tenía la más completacertidumbre;yqueyonohabíahechosinoconfirmarlemiamorconminegativaa ir más allá. Que estuviera yo lejos de creer que se mataba de dolor,absolutamenteno.Peroélnoerahombrecapazdesacrificaranadieasuegoístafelicidad,ypor esonosdejaba libres amíya ella.Además, suspulmonesnodabanmás…eracuestióndetiempo.QuehicierafelizaMaría,comoélhubieradeseado…etcétera.

»Ydosotresfrasesmás.Inútilquelecuenteendetallemiperturbacióndeesos días. Pero lo que resaltaba claro para mí en su carta —para mí que loconocía—eraladesesperacióndecelosquelollevóalsuicidio.Éseeraelúnicomotivo;lodemás:sacrificioyconcienciatranquila,noteníaningúnvalor.

»Enmediodetodoquedabavivísima,radiantedebruscafelicidad,laimagendeMaría.Yoséelesfuerzoquedebíhacer,cuandoeradeVezzera,paradejardeiraverla.Yhabíacreídoadivinartambiénquealgosemejantepasabaenella.Yahora,¡libres!,sí,soloslosdos,peroconuncadáverentrenosotros.

»Después de quince días fui a su casa. Hablamos vagamente, evitando lamenor alusión.Apenasme respondía; y aunque se esforzaba en ello, nopodía

Page 140: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

sostenermimiradaunsolomomento.»—Entonces—ledijealfinlevantándome—creoquelomásdiscretoesque

novuelvamásaverla.»—Creolomismo—merespondió.»Peronomemoví.»—¿Nuncamás?—añadí.»—No, nunca… como usted quiera—rompió en un sollozo,mientras dos

lágrimasvencidasrodabanporsusmejillas.»Alacercarmese llevó lasmanosa lacara,yapenas sintiómicontacto se

estremecióviolentamenteyrompióensollozos.Leabracélacabezapordetrás.»—Sí, mi alma querida… ¿quieres? Podremos ser muy felices. Eso no

importanada…¿quieres?»—¡No,no!—merespondió—,nopodríamos…no,¡imposible!»—¡Después,sí,miamor!…¿Sí,después?»—¡No,no,no!—redoblóaúnsussollozos.»Entonces salí desesperado y pensando con rabiosa amargura que aquel

imbécil,almatarse,noshabíamuertotambiénanosotrosdos.»Aquíterminaminovela.Ahora,¿quiereverlaaella?»¡María!—sedirigióauna jovenquepasabadelbrazo—.Eshoraya: son

lastres.—¿Ya?¿Lastres?—sevolvióella—.Nohubieracreído.Bueno,vamos.Un

momentito.Zapiolamedijoentonces:—Ya ve, amigo mío, cómo se puede ser feliz después de lo que le he

contado.Ysucaso…Espereunsegundo.Ymientrasmepresentabaasumujer:—LecontabaaXcómoestuvimosnosotrosapuntodenoserfelices.Lajovensonrióasumarido,yreconocíaquellosojossombríosdequeélme

habíahablado,yquecomotodoslosdeesecarácter,alreírdestellanfelicidad.—Sí—repusosencillamente—,sufrimosunpoco…—¡Ya ve!—se rió Zapiola despidiéndose—.Yo en lugar suyo volvería al

salón.Mequedésolo.ElpensamientodeElenavolvióotravez;peroenmediode

midisgustomeacordabaacadainstantedelaimpresiónquerecibióZapiolaal

Page 141: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

verporprimeravezlosojosdeMaría.Yyonohacíasinorecordarlos.

Page 142: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Elinfiernoartificial

Lasnochesenquehayluna,elsepultureroavanzaporentrelastumbasconpasosingularmente rígido.Vadesnudohasta lacinturay llevaungransombrerodepaja.Susonrisa,fija,dalasensacióndeestarpegadaconcolaalacara.Sifueradescalzo,senotaríaquecaminaconlospulgaresdelpiedobladoshaciaabajo.

No tieneestonadadeextraño,porqueel sepultureroabusadelcloroformo.Incidencias del oficio lo han llevado a probar el anestésico, y cuando elcloroformomuerdeenunhombre,difícilmentesuelta.Nuestroconocidoesperala noche para destapar su frasco, y como su sensatez es grande, escoge elcementerioparainviolableteatrodesusborracheras.

Elcloroformodilataelpechoalaprimerainspiración;lasegunda,inundalabocadesaliva;lasextremidadeshormiguean,alatercera;alacuarta,loslabios,alapardelasideas,sehinchan,yluegopasancosassingulares.

Esasícomolafantasíadesupasohallevadoalsepulturerohastaunatumbaabiertaenqueesatardehahabidoremocióndehuesos, inconclusaporfaltadetiempo.Unataúdhaquedadoabiertotraslaverja,yasulado,sobrelaarena,elesqueletodelhombrequeestuvoencerradoenél.

…¿Haoídoalgo,enverdad?Nuestroconocidodescorreelcerrojo,entra,yluegodegirarsuspensoalrededordelhombredehueso,searrodillayjuntasusojosalasórbitasdelacalavera.

Allí,enelfondo,unpocomásarribadelabasedelcráneo,sostenidocomoen un pretil en una rugosidad del occipital, está acurrucado un hombrecillotiritante,amarillo,elrostrocruzadodearrugas.Tienelabocaamoratada,losojosprofundamentehundidos,ylamiradaenloquecidadeansia.

Estodocuantoquedadeuncocainómano.—¡Cocaína!¡Porfavor,unpocodecocaína!El sepulturero, sereno, sabe bien que él mismo llegaría a disolver con la

Page 143: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

salivaelvidriodesufrasco,paraalcanzarelcloroformoprohibido.Es,pues,sudeberayudaralhombrecillotiritante.

Saleyvuelve con la jeringuilla llena,queel botiquíndel cementerio lehaproporcionado.¿Perocómo,alhombrecillodiminuto?…

—¡Porlasfisurascraneanas!…¡Pronto!¡Cierto! ¿Cómono se le habíaocurrido a él?Yel sepulturero, de rodillas,

inyectaenlasfisuraselcontenidoenterodelajeringuilla,quefiltraydesapareceentrelasgrietas.

Pero seguramente algo ha llegado hasta la fisura a que el hombrecillo seadhieredesesperadamente.Despuésdeochoañosdeabstinencia,¿quémoléculadecocaínanoenciendeundeliriodefuerza,juventud,belleza?

El sepulturero fijó sus ojos a la órbita de la calavera, y no reconoció alhombrecillomoribundo.Enelcutis, firmey terso,nohabíaelmenorrastrodearruga.Loslabios,rojosyvitales,seentremordíanconperezosavoluptuosidadquenotendríaexplicaciónviril,siloshipnóticosnofuerancasitodosfemeninos;ylosojos,sobretodo,antesvidriososyapagados,brillabanahoracontalpasiónqueelsepulturerotuvounimpulsodeenvidiosasorpresa.

—Yeso,así…¿lacocaína?—murmuró.Lavozdeadentrosonóconinefableencanto.—¡Ah! ¡Preciso es saber lo que son ocho años de agonía! ¡Ocho años,

desesperado, helado, prendido a la eternidad por la sola esperanza de unagota!…Sí,esporlacocaína…¿Yusted?Yoconozcoeseolor…¿cloroformo?

—Sí—repuso el sepulturero avergonzado de lamezquindad de su paraísoartificial.Y agregó envozbaja—:El cloroformo también…Memataría antesquedejarlo.

Lavozsonóunpocoburlona.—¡Matarse! Y concluiría seguramente: sería lo que cualquiera de esos

vecinosmíos…Sepudriríaentreshoras,ustedysusdeseos.«Escierto—pensóelsepulturero—;acabaríanconmigo».Pero el otro no se había rendido.Ardía aún después de ocho años aquella

pasiónquehabíaresistidoalafaltamismadelvasodedeleite;queultrapasabalamuerte capital del organismo que la creó, la sostuvo, y no fue capaz deaniquilarlaconsigo;quesobrevivíamonstruosamentedesímisma,transmutandoelansiacausal en supremogoce final,manteniéndoseante laeternidadenuna

Page 144: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

rugosidaddelviejocráneo.Lavozcálidayarrastradadevoluptuosidadsonabaaúnburlona.—Ustedsemataría…¡Lindacosa!Yotambiénmematé…¡Ah,leinteresa!,

¿verdad? Pero somos de distinta pasta… Sin embargo, traiga su cloroformo,respire unpocomásy óigame.Apreciará entonces lo queva de su droga a lacocaína.Vaya.

El sepulturero volvió, y echándose de pecho en el suelo, apoyado en loscodosyelfrascobajolasnarices,esperó.

—¡Sucloro!Noesmucho,quedigamos.Yaunmorfina…¿Ustedconoceelamor por los perfumes? ¿No? ¿Y el Jicky deGuerlain?Oiga, entonces.A lostreintaañosmecasé,y tuve treshijos.Con fortuna,unamujer adorabley trescriaturassanas,eraperfectamentefeliz.Sinembargo,nuestracasaerademasiadograndeparanosotros.Ustedhavisto.Ustedno…enfin…havistoquelassalaslujosamentepuestasparecenmássolitariaseinútiles.Sobretodosolitarias.Todonuestropalaciovivíaasíensilenciosuestérilyfúnebrelujo.

»Un día, en menos de dieciocho horas, nuestro hijo mayor nos dejó porseguirtrasladifteria.Alatardesiguienteelsegundosefueconsuhermano,ymimujerseechódesesperadasobre loúnicoquenosquedaba:nuestrahijadecuatromeses. ¿Qué nos importaba la difteria, el contagio y todo lo demás?Apesarde laordendelmédico, lamadrediodemamara lacriatura,yal rato lapequeñaseretorcíaconvulsa,paramorirochohorasdespués,envenenadaporlalechedelamadre.

»Sume usted: 18, 24, 9. En 51 horas, pocomás de dos días, nuestra casaquedóperfectamentesilenciosa,puesnohabíanadaquehacer.Mimujerestabaensucuarto,yyomepaseabaallado.Fueradeesonada,niunruido.Ydosdíasantesteníamostreshijos…

»Bueno. Mi mujer pasó cuatro días arañando la sábana, con un ataquecerebral,yyoacudíalamorfina.

»—Dejeeso—medijoelmédico—,noesparausted.»—¿Qué,entonces?—lerespondí.Yseñaléelfúnebrelujodemicasaque

continuabaencendiendolentamentecatástrofes,comorubíes.»Elhombresecompadeció.»—Pruebesulfonal,cualquiercosa…Perosusnerviosnodarán.»Sulfonal,brional,estramonio…¡bah! ¡Ah, lacocaína! ¡Cuántode infinito

Page 145: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

vade ladichadesparramadaencenizas alpiede cadacamavacía, al radianterescate de esa misma felicidad quemada, cabe en una sola gota de cocaína!Asombro de haber sufrido un dolor inmenso momentos antes; súbita y llanaconfianza en la vida, ahora; instantáneo rebrote de ilusiones que acercan elporveniradiezcentímetrosdelalmaabierta,todoestoseprecipitaenlasvenasporentrelaagujadeplatino.¡Ysucloroformo!…Mimujermurió.Durantedosañosgastéencocaínamuchísimomásdeloqueustedpuedeimaginarse.¿Sabeustedalgodetolerancias?Cincocentigramosdemorfinaacabanfatalmenteconunindividuorobusto.Quinceyllegóatomardurantequinceañosdosgramospordía;valedecir,cuarentavecesmásqueladosismortal.

»Pero eso se paga. En mí, la verdad de las cosas lúgubres, contenida,emborrachada día tras día, comenzó a vengarse, y ya no tuve más nerviosretorcidosqueecharpordelantealashorriblesalucinacionesquemeasediaban.Hiceentoncesesfuerzos inauditosparaarrojar fueraeldemonio, sin resultado.Portresvecesresistíunmesalacocaína,unmesentero.Ycaíaotravez.Yustednosabe,perosabráundía,¡quésufrimiento,quéangustia,quésudordeagoníasesientecuandosepretendesuprimirunsolodíaladroga!

»Al fin, envenenado hasta lomás íntimo demi ser, preñado de torturas yfantasmas,convertidoenuntemblorosodespojohumano;sinsangre,sinvida—miseria a que la cocaína prestaba diez veces por día radiante disfraz, parahundirme enseguida en un estupor cada vez más hondo—, al fin un resto dedignidadme lanzó a un sanatorio,me entregué atadode pies ymanos para lacuración.

»Allí,bajoel imperiodeunavoluntadajena,vigiladoconstantementeparaquenopudieraprocurarmeelveneno,llegaríaforzosamenteadescocainizarme.

»¿Sabe usted lo que pasó? Que yo, conjuntamente con el heroísmo paraentregarme a la tortura, llevaba bien escondido en el bolsillo un frasquito concocaína…Ahoracalculeustedloqueespasión.

»Duranteunañoentero,despuésdeesefracaso,proseguíinyectándome.Unlargoviajeemprendidodiomenoséquémisteriosas fuerzasde reacción,ymeenamoréentonces.

La voz calló. El sepulturero, que escuchaba con la babeante sonrisa fijasiempre en su cara, acercó su ojo y creyó notar un velo ligeramente opaco yvidrioso en los de su interlocutor. El cutis, a su vez, se resquebrajaba

Page 146: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

visiblemente.—Sí—prosiguiólavoz—,eselprincipio…Concluirédeunavez.Austed,

uncolega,ledebotodaestahistoria.»Los padres hicieron cuanto es posible para resistir: ¡un morfinómano, o

cosaasí!Para la fatalidadmía,deella,de todos,habíapuestoenmicaminoaunasupernerviosa.¡Oh,admirablementebella!Noteníasinodieciochoaños.Ellujoeraparaellaloqueelcristaltalladoparaunaesencia:suenvasenatural.

»La primera vez que, habiéndome yo olvidado de darme una nuevainyección antes de entrar, me vio decaer bruscamente en su presencia,idiotizarme, arrugarme, fijó en mí sus ojos inmensamente grandes, bellos yespantados.¡Curiosamenteespantados!Mevio,pálidaysinmoverse,darmelainyección. No cesó un instante en el resto de la noche de mirarme. Y trasaquellos ojos dilatados que me habían visto así, yo veía a mi vez la taraneurótica,altíointernado,yasuhermanomenorepiléptico…

»AldíasiguientelahallérespirandoJicky,superfumefavorito;habíaleídoenveinticuatrohorascuantoesposiblesobrehipnóticos.

»Ahora bien: basta que dos personas sorban los deleites de la vida de unmodo anormal, para que se comprendan tanto más íntimamente, cuanto másextraña es la obtención del goce. Se unirán enseguida, excluyendo toda otrapasión,paraaislarseenladichaalucinadadeunparaísoartificial.

»En veinte días, aquel encanto de cuerpo, belleza, juventud y elegancia,quedósuspensodelalientoembriagadordelosperfumes.Comenzóavivir,comoyoconlacocaína,enelcielodelirantedesuJicky.

»Alfinnospareciópeligrosoelmutuosonambulismoensucasa,porfugazquefuera,ydecidimoscrearnuestroparaíso.Ningunomejorquemipropiacasa,delaquenadahabíatocado,yalaquenohabíavueltomás.Sellevaronanchosybajos divanes a la sala; y allí, en elmismo silencio y lamisma suntuosidadfúnebrequehabíaincubadolamuertedemishijos;enlaprofundaquietuddelasala, con lámpara encendida a la una de la tarde; bajo la atmósfera pesada deperfumes,vivimoshorasyhorasnuestrofraternalytaciturnoidilio,yotendidoinmóvilconlosojosabiertos,pálidocomolamuerte;ellaechadasobreeldiván,manteniendobajolasnarices,consumanohelada,elfrascodeJicky.

»Porque no había en nosotros el menor rastro de deseo, ¡y cuán hermosaestabaconsusprofundasojeras,supeinadodescompuesto,yelardientelujode

Page 147: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

sufaldainmaculada!»Durante tres meses consecutivos raras veces faltó, sin llegar yo jamás a

explicarme qué combinaciones de visitas, casamientos y garden parties debióhacer para no ser sospechada. En aquellas raras ocasiones llegaba al díasiguiente ansiosa, entraba sin mirarme, tiraba su sombrero con un ademánbrusco,paratenderseenseguida,lacabezaechadaatrásylosojosentornados,alsonambulismodesuJicky.

»Abrevio:unatarde,yporunadeesasreaccionesinexplicablesconquelosorganismos envenenados lanzan en explosión sus reservas de defensa —¡losmorfinómanoslasconocenbien!—sentítodoelprofundogocequehabía,noenmicocaína,sinoenaquelcuerpodedieciochoaños,admirablementehechoparaser deseado. Esa tarde, como nunca, su belleza surgía pálida y sensual, de lasuntuosaquietuddelasalailuminada.Tanbruscafuelasacudida,quemehallésentadoeneldiván,mirándola.¡Dieciochoaños…yconesahermosura!

»Ellamevio llegar sinhacerunmovimiento,yal inclinarmememiróconfríaextrañeza.

»—Sí…—murmuré.»—No,no…—repusoellaconlavozblanca,esquivandolabocaenpesados

movimientosdesucabellera.»Alfin,alfinechólacabezaatrásycediócerrandolosojos.»¡Ah! ¡Para qué haber resucitado un instante, si mi potencia viril, si mi

orgullodevarónnorevivíamás!¡Estabamuertoparasiempre,ahogado,disueltoenelmardecocaína!Caíasulado,sentadoenelsuelo,yhundílacabezaentresusfaldas,permaneciendoasíunahoraenteraenhondosilencio,mientrasella,muypálida,semanteníatambiéninmóvil,losojosabiertosfijoseneltecho.

»Peroesefustazodereacciónquehabíaencendidounefímerorelámpagoderuinasensorial,traíatambiénaflordeconcienciacuantodehonormasculinoyvergüenzavirilagonizabaenmí.Elfracasodeundíaenelsanatorio,yeldiarioante mi propia dignidad, no eran nada en comparación del de ese momento,¿comprende usted? ¡Para qué vivir, si el infierno artificial en que me habíaprecipitadoydelquenopodíasalir,eraincapazdeabsorbermedeltodo!¡Ymehabíasoltadouninstante,parahundirmeenesefinal!

»Melevantéyfuiadentro,alaspiezasbienconocidas,dondeaúnestabamirevólver.Cuandovolví,ellateníalospárpadoscerrados.

Page 148: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

»—Matémonos—ledije.»Entreabrió los ojos, y durante un minuto no apartó la mirada de mí. Su

frentelímpidavolvióatenerelmismomovimientodecansadoéxtasis:»—Matémonos—murmuró.»Recorrióenseguidaconlavistaelfúnebrelujodelasala,enquelalámpara

ardíaconaltaluz,ycontrajoligeramenteelceño.»—Aquíno—agregó.»Salimos juntos, pesados aún de alucinación, y atravesamos la casa

resonante, pieza tras pieza.Al fin ella se apoyó contra una puerta y cerró losojos.Cayóalolargodelapared.Volvíelarmacontramímismo,ymematéamivez.

»Entonces,cuandoalaexplosiónmimandíbulasedescolgóbruscamente,ysentí un inmenso hormigueo en la cabeza; cuando el corazón tuvo dos o tressobresaltos,ysedetuvoparalizado;cuandoenmicerebroyenmisnerviosyenmisangrenohubo lamás remotaprobabilidaddeque lavidavolvieraaellos,sentíquemideudaconlacocaínaestabacumplida.¡Mehabíamatado,peroyolahabíamuertoamivez!

»¡Ymeequivoqué!Porqueuninstantedespuéspudever,entrandovacilantesydelamano,porlapuertadelasala,anuestroscuerposmuertos,quevolvíanobstinados…

Lavozsequebródegolpe.—¡Cocaína,porfavor!¡Unpocodecocaína!

Page 149: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Elperrorabioso

El 20 demarzo de este año, los vecinos de un pueblo del Chaco santafecinopersiguieronaunhombrerabiosoqueenposdedescargarsuescopetacontrasumujer, mató de un tiro a un peón que cruzaba delante de él. Los vecinos,armados,lorastrearonenelmontecomounafiera,hallándoloporfintrepadoenunárbol,consuescopetaaún,yaullandodeunmodohorrible.Viéronseen lanecesidaddematarlodeuntiro.

MARZO9.—Hoyhacetreintaynuevedías,horaporhora,queelperrorabiosoentróde

nocheennuestrocuarto.Siunrecuerdohadeperdurarenmimemoria,eseldelasdoshorasquesiguieronaaquelmomento.

La casa no tenía puertas sino en la pieza que habitabamamá, pues comohabíadadodesdeelprincipioentenermiedo,nohiceotracosa,enlosprimerosdíasdeurgenteinstalación,queaserrartablasparalaspuertasyventanasdesucuarto.Enelnuestro,yalaesperademayordesahogodetrabajo,mimujersehabía contentado—verdad que bajo un poco de presión por mi parte— conmagníficas puertas de arpillera. Como estábamos en verano, este detalle derigurosoornamentonodañabanuestrasaludninuestromiedo.Porunadeestasarpilleras,laquedaalcorredorcentral,fuepordondeentróymemordióelperrorabioso.

Yonosésielalaridodeunepilépticodaalosdemáslasensacióndeclamorbestialy fuerade todahumanidadquemeproduceamí.Peroestoysegurodequeelaullidodeunperrorabioso,queseobstinadenochealrededordenuestracasa, provocará en todos la misma fúnebre angustia. Es un grito corto,

Page 150: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

estrangulado,deagonía,comosielanimalboquearaya,ytodoélempapadoencuantodelúgubresugiereunanimalrabioso.

Era un perro negro, grande, con las orejas cortadas. Y para mayorcontrariedad, desde que llegáramos no había hechomás que llover. El montecerrado por el agua, las tardes rápidas y tristísimas; apenas salíamos de casa,mientras la desolación del campo, en un temporal sin tregua, habíaensombrecidoalexcesoelespíritudemamá.

Conesto,losperrosrabiosos.Unamañanaelpeónnosdijoqueporsucasahabíaandadouno lanocheanterior,yquehabíamordidoal suyo.Dosnochesantes,unperrobarcinohabíaaulladofeoenelmonte.Habíamuchos,segúnél.Mimujeryyonodimosmayor importanciaal asunto,peronoasímamá,quecomenzóahallarterriblementedesamparadanuestracasaamediohacer.Acadamomentosalíaalcorredorparamirarelcamino.

Sinembargo,cuandonuestrochicovolvióesamañanadelpueblo,confirmóaquello. Había explotado una fulminante epidemia de rabia. Una hora antesacababandeperseguiraunperroenelpueblo.Unpeónhabíatenidotiempodeasestarleunmachetazoenlaoreja,yelanimal,altrote,elhocicoentierrayelraboentrelaspatasdelanteras,habíacruzadopornuestrocamino,mordiendoaunpotrilloyaunchanchoquehallóeneltrayecto.

Másnoticiasaún.Enlachacravecinaalanuestra,yesamismamadrugada,otroperrohabíatratadoinútilmentedesaltarelcorraldelasvacas.Uninmensoperroflacohabíacorridoaunmuchachoacaballo,porlapicadadelpuertoviejo.Todavíadetardesesentíadentrodelmonteelaullidoagónicodelperro.Comodatofinal,alasnuevellegaronalgalopedosagentesadarnoslafiliacióndelosperrosrabiososvistos,yarecomendarnossumocuidado.

Había de sobra para quemamá perdiera el resto de valor que le quedaba.Aunque de una serenidad a toda prueba, tiene terror a los perros rabiosos, acausadeciertacosahorriblequepresencióensuniñez.Susnervios,yaenfermospor el cielo constantemente encapotado y lluvioso, provocáronle verdaderasalucinacionesdeperrosqueentrabanaltroteporlaportera.

Habíaunmotivorealparaestetemor.Aquí,comoentodaspartesdondelagentepobretienemuchosmásperrosdelosquepuedemantener, lascasassontodas las noches merodeadas por perros hambrientos, a que los peligros deloficio—un tiroounamalapedrada—handadoverdaderoprocederde fieras.

Page 151: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

Avanzanalpaso,agachados,losmúsculosflojos.Nosesientejamássumarcha.Roban—silapalabratienesentidoaquí—cuantoleexigesuatrozhambre.Almenorrumor,nohuyenporqueestoharíaruido,sinosealejanalpaso,doblandolaspatas.Al llegaralpastoseagazapan,yesperanasí tranquilamentemediaounahora,paraavanzardenuevo.

De aquí la ansiedad demamá, pues siendo nuestra casa una de las tantasmerodeadas, estábamos desde luego amenazados por la visita de los perrosrabiosos,querecordaríanelcaminonocturno.

En efecto, esa misma tarde, mientras mamá, un poco olvidada, ibacaminandodespaciohacialaportera,oísugrito:

—¡Federico!¡Unperrorabioso!Un perro barcino, con el lomo arqueado, avanzaba al trote en ciega línea

recta. Al verme llegar se detuvo, erizando el lomo. Retrocedí sin volver elcuerpoparairabuscarlaescopeta,peroelanimalsefue.Recorríinútilmenteelcamino,sinvolverloahallar.

Pasarondosdías.Elcampocontinuabadesoladodelluviaytristeza,mientraselnúmerodeperrosrabiososaumentaba.Comonosepodíaexponeraloschicosa un terrible tropiezo en los caminos infestados, la escuela se cerró; y lacarretera,yasintráfico,privadadeestemododelabullaescolarqueanimabasusoledadalassieteyalasdoce,adquiriólúgubresilencio.

Mamánoseatrevíaadarunpasofueradelpatio.Almenorladridomirabasobresaltadahacialaportera,yapenasanochecía,veíaavanzarporentreelpastoojosfosforescentes.Concluidalacenaseencerrabaensucuarto,eloídoatentoalmáshipotéticoaullido.

Hastaquelaterceranochemedesperté,muytardeya:teníalaimpresióndehaberoídoungrito,peronopodíaprecisar la sensación.Esperéun rato.Ydeprontounaullidocorto,metálico,deatrozsufrimiento,temblóbajoelcorredor.

—¡Federico!—oílavoztraspasadadeemocióndemamá—,¿sentiste?—Sí—respondí,deslizándomedelacama.Peroellaoyóelruido.—¡Por Dios, es un perro rabioso! ¡Federico, no salgas, por Dios! ¡Juana!

¡Dileatumaridoquenosalga!—clamódesesperada,dirigiéndoseamimujer.Otro aullido explotó, esta vez en el corredor central, delante de la puerta.

Unafinísimalluviadeescalofríosmebañólamédulahastalacintura.Nocreoquehayanadamásprofundamentelúgubrequeunaullidodeperrorabiosoaesa

Page 152: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

hora.Subíatraséllavozdesesperadademamá.—¡Federico! ¡Va a entrar en tu cuarto! ¡No salgas, mi Dios, no salgas!

¡Juana!¡Dileatumarido!…—¡Federico!—secogiómimujeramibrazo.Pero la situación podía tornarse muy crítica si esperaba a que el animal

entrara, y encendiendo la lámpara descolgué la escopeta. Levanté de lado laarpilleradelapuerta,ynovimásqueelnegrotriángulodelaprofundaniebladeafuera.Tuveapenastiempodeavanzarunapierna,cuandosentíaquealgofirmeytibiomerozabaelmuslo:elperrorabiososeentrabaennuestrocuarto.Leechéviolentamenteatráslacabezadeungolpederodilla,ysúbitamentemelanzóunmordisco,quefalló,enunclarogolpededientes.Perouninstantedespuéssentíaundoloragudo.

Nimimujernimimadresedieroncuentadequemehabíamordido.—¡Federico!¿Quéfueeso?—gritómamáquehabíaoídomidetenciónante

ladentelladaalaire.—Nada:queríaentrar.—¡Oh!…Denuevo,yestavezdetrásdelcuartodemamá,elfatídicoaullidoexplotó.—¡Federico! ¡Está rabioso! ¡No salgas!—clamó enloquecida, sintiendo al

animaltraslapareddemadera,aunmetrodeella.Hay cosas absurdas que tienen toda la apariencia de un legítimo

razonamiento:Salíafueraconlalámparaenunamanoylaescopetaenlaotra,exactamente como para buscar a una rata aterrorizada, que me daba perfectaholguraparacolocarlaluzenelsueloymatarlaenelextremodeunhorcón.

Recorríloscorredores.Noseoíaunrumor,perodedentrodelaspiezasmeseguíalatremendaangustiademamáymimujerqueesperabanelestampido.

Elperrosehabíaido.—¡Federico! —exclamó mamá al sentirme volver por fin—. ¿Se fue el

perro?—Creoquesí;noloveo.Meparecehaberoídountrotecuandosalí.—Sí, yo también sentí… Federico: ¿no estará en tu cuarto?… ¡No tiene

puerta,miDios!¡Quédateadentro!¡Puedevolver!En efecto, podía volver. Eran las dos y veinte de la mañana. Y juro que

fueron fuertes las dos horas que pasamosmimujer y yo, con la luz prendida

Page 153: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

hastaqueamaneció,ellaacostada,yosentadoenlacama,vigilandosincesarlaarpilleraflotante.

Antesmehabíacurado.Lamordeduraeranítida:dosagujerosvioletas,queoprimícontodasmisfuerzas,ylavéconpermanganato.

Yocreíamuyrestrictivamenteenlarabiadelanimal.Desdeeldíaanteriorsehabíaempezadoaenvenenarperros,yalgoen laactitudabrumadadelnuestromepreveníaenprodelaestricnina.Quedabanelfúnebreaullidoyelmordisco;pero de todos modos me inclinaba a lo primero. De aquí, seguramente, mirelativodescuidoconlaherida.

Llegópor fin eldía.A lasocho,y a cuatrocuadrasdecasa,un transeúntematódeuntiroderevólveralperronegroquetrotabaeninequívocoestadoderabia. Enseguida lo supimos, teniendo de mi parte que librar una verdaderabatalla contra mamá y mi mujer para no bajar a Buenos Aires a darmeinyecciones.Laherida,franca,habíasidobienoprimida,ylavadaconmordientelujo de permanganato. Todo esto, a los cincominutos de lamordedura. ¿Quédemonios podía temer tras esa corrección higiénica? En casa concluyeron portranquilizarse, y como la epidemia —provocada por una crisis de llover sintreguacomojamássevieraaquí—habíacesadocasidegolpe,lavidarecobrósulíneahabitual.

Peronoporellomamáymimujerdejaronnidejandellevarcuentaexactadeltiempo.Losclásicoscuarentadíaspesanfuertemente,sobretodoenmamá,yaúnhoy,contreintaynuevetranscurridossinelmáslevetrastorno,ellaesperaeldíademañanaparaechardesuespíritu,enuninmensosuspiro,elterrorsiemprevivoqueguardadeaquellanoche.

El único fastidio acaso que paramí ha tenido esto, es recordar, punto porpunto, lo que ha pasado. Confío en que mañana de noche concluya, con lacuarentena,estahistoriaquemantienefijosenmílosojosdemimujerydemimadre,comosibuscaranenmiexpresiónelprimerindiciodeenfermedad.

MARZO10.—¡Por fin! Espero que de aquí en adelante podré vivir como un hombre

cualquiera,quenotienesuspendidasobresucabezacoronasdemuerte.Yahanpasadolosfamososcuarentadías,ylaansiedad,lamaníadepersecucionesylos

Page 154: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

horriblesgritosqueesperabandemípasarontambiénparasiempre.Mimujer ymimadre han festejado el fausto acontecimiento de unmodo

particular:contándome,puntoporpunto, todos los terroresquehansufridosinhacérmelover.Elmásinsignificantedesganomíolassumíaenmortalangustia:¡Es la rabia que comienza! —gemían. Si alguna mañana me levanté tarde,durantehorasnovivieron,esperandootrosíntoma.Lafastidiosainfecciónenundedo que me tuvo tres días febril e impaciente, fue para ellas una absolutapruebade la rabiaquecomenzaba,dedonde suconsternación,másangustiosaporfurtiva.

Yasí, elmenor cambiodehumor, elmás leveabatimiento,provocáronles,durantecuarentadías,otrastantashorasdeinquietud.

Noobstante esas confesiones retrospectivas, desagradables siemprepara elquehavividoengañado,auncon lamásarcangélicabuenavoluntad, con todomehereídobuenamente.

—¡Ah,mihijo! ¡Nopuedes figurarte lohorrible que es paraunamadre elpensamiento de que su hijo pueda estar rabioso! Cualquier otra cosa… ¡perorabioso,rabioso!…

Mimujer,aunquemássensata,hadivagadotambiénbastantemásdeloqueconfiesa.¡Peroyaseacabó,porsuerte!Estasituacióndemártir,debebévigiladosegundoasegundocontrataldisparatadaamenazademuerte,noesseductora,apesar de todo. ¡Por fin, de nuevo! Viviremos en paz, y ojalá que mañana opasadonoamanezcacondolordecabeza,pararesurreccióndelaslocuras.

MARZO15.—Hubieraqueridoestarabsolutamentetranquilo,peroesimposible.Nohayya

más, creo, posibilidad de que esto concluya. Miradas de soslayo todo el día,cuchicheos incesantes, que cesan de golpe en cuanto oyen mis pasos, uncrispanteespionajedemiexpresióncuandoestamosenlamesa,todoestosevahaciendointolerable.

—¡Pero qué tienen, por favor! —acabo de decirles—. ¿Me hallan algoanormal, no estoy exactamente como siempre? ¡Ya es un poco cansadora estahistoriadelperrorabioso!

—¡PeroFederico!—mehanrespondido,mirándomeconsorpresa—.¡Sino

Page 155: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

tedecimosnada,ninoshemosacordadodeeso!¡Ynohacen, sin embargo, otra cosa, otraque espiarmenocheydía, díay

noche,aversilaestúpidarabiadesuperrosehainfiltradoenmí!

MARZO18.—Hace tresdíasquevivocomodeberíaydesearíahacerlo toda lavida. ¡Me

handejadoenpaz,porfin,porfin,porfin!

MARZO19.—¡Otravez! ¡Otravezhancomenzado!Yanomequitan losojosdeencima,

como si sucediera lo que parecen desear: que esté rabioso. ¡Cómo es posibletanta estupidez en dos personas sensatas! Ahora no disimulan más, y hablanprecipitadamenteenvozaltademí;pero,noséporqué,nopuedoentenderunapalabra.Encuantollegocesandegolpe,yapenasmealejounpasorecomienzaelvertiginosoparloteo.Nohepodidocontenermeymehevueltoconrabia:

—¡Perohablen,hablendelante,queesmenoscobarde!Nohequeridooírloquehandichoymeheido.¡Yanoesvidalaquellevo!

8P.M.

¡Quierenirse!¡Quierenquenosvayamos!¡Ah,yoséporquéquierendejarme!…

MARZO20.—(6A.M.)¡Aullidos,aullidos!¡Todalanochenoheoídomásqueaullidos!¡Hepasado

todalanochedespertándomeacadamomento!¡Perros,nadamásqueperroshahabidoanochealrededordecasa! ¡Ymimujerymimadrehan fingidoelmásplácidosueño,paraqueyosoloabsorbieraporlosojoslosaullidosdetodoslosperrosquememiraban!…

Page 156: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

7A.M.

¡Nohaymásquevíboras!¡Micasaestállenadevíboras!¡Allavarmehabíatresenroscadasenlapalangana!¡Enelforrodelsacohabíamuchas!¡Yhaymás!¡Hay otras cosas! ¡Mi mujer me ha llenado la casa de víboras! ¡Ha traídoenormes arañas peludas que me persiguen! ¡Ahora comprendo por qué meespiabadíaynoche!¡Ahoracomprendotodo!¡Queríairseporeso!

7:15A.M.

¡El patio está lleno de víboras! ¡No puedo dar un paso! ¡No, no!…¡Socorro!…

¡Mi mujer se va corriendo! ¡Mi madre se va! ¡Me han asesinado!… ¡Ah, laescopeta!…¡Maldición!¡Estácargadaconmunición!Peronoimporta…

¡Qué grito ha dado! Le erré… ¡Otra vez las víboras! ¡Allí, allí hay unaenorme!… ¡Ay! ¡¡Socorro, socorro!! ¡Todos me quieren matar! ¡Las hanmandado contra mí, todas! ¡El monte está lleno de arañas! ¡Me han seguidodesdecasa!…

Ahí viene otro asesino… ¡Las trae en lamano! ¡Viene echando víboras en elsuelo!¡Vienesacandovíborasdelabocaylasechaenelsuelocontramí!¡Ah!,pero ése no vivirámucho… ¡Le pegué! ¡Murió con todas las víboras!… ¡Lasarañas!¡Ay!¡¡Socorro!!

¡Ahívienen,vienentodos!…¡Mebuscan,mebuscan!…¡Hanlanzadocontramí

Page 157: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

un millón de víboras! ¡Todos las ponen en el suelo! ¡Y yo no tengo máscartuchos!…¡Mehanvisto!…Unomeestáapuntando…

Page 158: Cuentos de amor de locura y de muerteCuentos de amor de locura y de muerte —sin la coma que haría creer en una simple enumeración de categorías— es el libro que Horacio Quiroga

HORACIOSILVESTREQUIROGAFORTEZA(Salto,Uruguay,1878-BuenosAires,Argentina,1937).Aunquedandiymodernistaensujuventud—suprimerlibro,Losarrecifesdecoral(1901),esmuestradeello—,pocoapoco,ygraciasa su contacto con la selva del noreste argentino, su obra se fue alejando delornatovacíoparaganarenexpresividad.Seleconsideraelfundadordelcuentomodernolatinoamericano.EntresusobrasnarrativasdestacanCuentosdeamorde locura y demuerte (1917),Cuentos de la selva (1918),El salvaje (1920),Anaconda(1921),Eldesierto(1924),Losdesterrados(1926)yMásallá(1935),conjuntos de relatos que señalan la paulatina creación de un bestiario propio,pobladodeanimalesmíticosyseresmágicosdelasriberasdelParaná.Suvida,marcada por la tragedia, culminó por decisión propia tras enterarse de quepadecíacáncer.