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Cuentosdeamordelocuraydemuerte—sinlacomaqueharíacreerenunasimpleenumeracióndecategorías—esellibroqueHoracioQuirogapublicóen1917,reuniendonarracionesdelosquinceañosanteriores,yquesignificósuconsagracióncomounode loscuentistasmásvigorososycreativosdelámbitolatinoamericano.

Escritosalrededorde los temasqueobsesionabanalautor,como la fuerzainvencible de la naturaleza o elmisterio de las relaciones humanas, estosrelatos dan testimonio de las dos modalidades que Quiroga cultivó conmaestría:porunlado,loscuentosquesabenconstruirunclimaqueenvuelveal lector desde las primeras líneas y, por otro, los que se encaminaninexorablemente hacia un final impactante, donde los protagonistas seenfrentan a un instante que puede ser lúgubre, misterioso, macabro oinsólito,perosiempredefinitivo.

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HoracioQuiroga

Cuentosdeamordelocuraydemuerte

ePubr1.1jugaor06.06.14

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Títulooriginal:CuentosdeamordelocuraydemuerteHoracioQuiroga,1917Diseñodecubierta:Shammael

Editordigital:jugaor[www.epublibre.org]Correccióndeerratas:jugaor,DoñaJacinta,serpykeePubbaser1.1

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Unaestacióndeamor

Primavera

Era elmartes de carnaval.Nébel acababa de entrar en el corso, ya al oscurecer, ymientrasdeshacíaunpaquetedeserpentinasmiróalcarruajededelante.Extrañadodeunacaraquenohabíavistoenelcochelatardeanterior,preguntóasuscompañeros:

—¿Quiénes?Noparecefea.—¡Un demonio! Es lindísima. Creo que sobrina, o cosa así, del doctor

Arrizabalaga.Llegóayer,meparece…Nébel fijó entonces atentamente los ojos en la hermosa criatura. Era una chica

muyjovenaún,acasonomásdecatorceaños,peroyanúbil.Tenía,bajoelcabellomuy oscuro, un rostro de suprema blancura, de ese blanco mate y raso que espatrimonioexclusivode loscutismuyfinos.Ojosazules, largos,perdiéndosehacialassienesentrenegraspestañas.Talvezunpocoseparados,loqueda,bajounafrentetersa,airedemuchanoblezaogranterquedad.Perosusojos,talcomoeran,llenabanaquel semblanteen flor con la luzde subelleza.Yal sentirlosNébeldetenidosunmomentoenlossuyos,quedódeslumbrado.

—¡Quéencanto!—murmuró,quedandoinmóvilconunarodillaenelalmohadóndel surrey. Unmomento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Amboscarruajesestabanyaenlazadosporelpuentecolgantedepapel,ylaqueloocasionabasonreíadevezencuandoalgalantemuchacho.

Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cocheros y aun alcarruaje: las serpentinas llovían sin cesar.Tanto fue, que lasdospersonas sentadasatrássevolvierony,bienquesonriendo,examinaronatentamentealderrochador.

—¿Quiénesson?—preguntóNébelenvozbaja.—EldoctorArrizabalaga…Ciertoquenoloconoces.Laotraeslamadredetu

chica…Escuñadadeldoctor.Comoenposdelexamen,Arrizabalagaylaseñorasesonrieranfrancamenteante

aquellaexuberanciadejuventud,Nébelsecreyóeneldeberdesaludarlos,a loquerespondióeltercetoconjovialcondescendencia.

Éste fue el principio de un idilio que duró tres meses, y al que Nébel aportócuantodeadoracióncabíaensuapasionadaadolescencia.Mientrascontinuóelcorso,y enConcordia seprolongahastahoras increíbles,Nébel tendió incesantemente subrazohaciaadelante,tanbien,queelpuñodesucamisa,desprendido,bailabasobrelamano.

Aldíasiguientesereprodujolaescena;ycomoestavezelcorsosereanudabadenoche con batalla de flores, Nébel agotó en un cuarto de hora cuatro inmensas

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canastas.Arrizabalagaylaseñorasereían,volviendolacabezaamenudo,ylajovenno apartaba casi sus ojos de Nébel. Éste echó unamirada de desesperación a suscanastasvacías.Massobreelalmohadóndelsurreyquedabaaúnuno,unpobreramodesiemprevivasyjazminesdelpaís.Nébelsaltóconélporsobrelaruedadelsurrey,dislocosecasiuntobillo,ycorriendoalavictoria,jadeante,empapadoensudoryconelentusiasmoaflordeojos,tendióelramoalajoven.Ellabuscóatolondradamenteotro,peronolotenía.Susacompañantessereían.

—¡Pero,loca!—ledijolamadre,señalándoleelpecho—.¡Ahítienesuno!El carruaje arrancaba al trote.Nébel que había descendido afligido del estribo,

corrióyalcanzóelramoquelajovenletendíaconelcuerpocasifueradelcoche.Nébel había llegado tres días atrás de Buenos Aires, donde concluía su

bachillerato.Habíapermanecidoallásieteaños,demodoquesuconocimientodelasociedad actual en Concordia era mínimo. Debía quedarse aún quince días en suciudad natal, disfrutados en pleno sosiego de alma, sino de cuerpo.Y he aquí quedesdeelsegundodíaperdíatodasuserenidad.Pero,encambio,¡quéencanto!

—¡Qué encanto! —se repetía pensando en aquel rayo de luz, flor y carnefemeninaquehabíallegadoaéldesdeelcarruaje.Sereconocíarealyprofundamentedeslumbrado,yenamorado,desdeluego.

¡Y si ella lo quisiera!… ¿Lo querría? Nébel, para dilucidarlo, confiabamuchomásqueenelramodesupecho,enlaprecipitaciónaturdidaconquelajovenhabíabuscadoalgoquedarle.Evocabaclaramenteelbrillodesusojoscuandoloviollegarcorriendo,lainquietaexpectativaconqueloesperó;yenotroorden,lamorbidezdeljovenpecho,altenderleelramo.

¡Yahora,concluido!EllaseibaaldíasiguienteaMontevideo.¿Quéleimportabalodemás,Concordia,susamigosdeantes,sumismopadre?Por lomenos, iríaconellahastaBuenosAires.

Hicieronefectivamenteelviajejuntos,yduranteél,Nébelllegóalmásaltogradodepasiónquepuedealcanzarunrománticomuchachodedieciochoañosquesesientequerido.Lamadreacogióelcasi infantil idilioconafablecomplacencia,ysereíaamenudoalverlos,hablandopoco,sonriendosincesarymirándoseinfinitamente.

Ladespedidafuebreve,puesNébelnoquisoperderelúltimovestigiodecorduraquelequedaba,cortandosucarreratrasella.

EllasvolveríanaConcordiaenelinvierno,acasounatemporada.¿Iríaél?«¡Oh,novolveryo!».YmientrasNébel sealejabadespacioporelmuelle,volviéndoseacadamomento,ella,depechosobrelabordaylacabezabaja,loseguíaconlosojos,mientrasenlaplanchadalosmarineroslevantabanlossuyosrisueñosaaquelidilio,yalvestido,cortoaún,delatiernísimanovia.

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Verano

I

El13de junioNébelvolvióaConcordia,yaunquesupodesdeelprimermomentoqueLidiaestabaallí,pasóunasemanasininquietarsepoconimuchoporella.Cuatromeses son plazo sobrado para un relámpago de pasión, y apenas si en el aguadormidadesualma,elúltimoresplandoralcanzabaarizarsuamorpropio.Sentía,sí,curiosidaddeverla.Hastaqueunnimioincidente,punzandosuvanidad, loarrastródenuevo.Elprimerdomingo,Nébel,comotodobuenchicodepueblo,esperóenlaesquina la salida de misa. Al fin, las últimas acaso, erguidas y mirando adelante,Lidiaysumadreavanzaronporentrelafilademuchachos.

Nébel,alverladenuevo,sintióquesusojossedilatabanparasorberentodasuplenitudlafigurabruscamenteadorada.Esperóconansiacasidolorosaelinstanteenque los ojos de ella, en un súbito resplandor de dichosa sorpresa, lo reconoceríanentreelgrupo.

Peropasó,consumiradafríafijaadelante.—Parece que no se acuerdamás de ti—le dijo un amigo que a su lado había

seguidoelincidente.—¡Nomucho!—se sonrió él—. Y es lástima, porque la chica me gustaba en

realidad.Pero cuando estuvo solo se lloró a símismo su desgracia. ¡Y ahora que había

vueltoaverla!¡Cómo,cómolahabíaqueridosiempre,élquecreíanoacordarsemás!¡Y acabado! ¡Pum, pum, pum! —repetía sin darse cuenta—. ¡Pum! ¡Todo haconcluido!

Degolpe:¿Ysinomehubieranvisto?…¡Claro!¡Peroclaro!Surostroseanimódenuevo,yacogióestavagaprobabilidadconprofundaconvicción.

A las tres golpeaba en casa del doctor Arrizabalaga. Su idea era elemental:consultaríaconcualquiermíseropretextoalabogado;yacasolaviera.

Fueallá.Unasúbitacarreraporelpatiorespondióaltimbre,yLidia,paradetenerel impulso, tuvoquecogerseviolentamentea lapuertavidriera.VioaNébel, lanzóuna exclamación, y ocultando con sus brazos la ligereza de su ropa, huyó másvelozmenteaún.

Uninstantedespuéslamadreabríaelconsultorio,yacogíaasuantiguoconocidoconmásvivacomplacenciaquecuatromesesatrás.Nébelnocabíaensídegozo;ycomolaseñoranoparecíainquietarseporlaspreocupacionesjurídicasdeNébel,ésteprefiriótambiénunmillóndevecessupresenciaaladelabogado.

Contodo,sehallabasobreascuasdeunafelicidaddemasiadoardiente.Ycomo

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teníadieciochoaños,deseaba irsedeunavezparagozarasolas,ysincortedad,suinmensadicha.

—¡Tanpronto,ya!—ledijolaseñora—.Esperoquetendremoselgustodeverlootravez…¿Noesverdad?

—¡Oh,sí,señora!—En casa todos tendríamosmucho placer… ¡Supongo que todos! ¿Quiere que

consultemos?—sesonrióconmaternalburla.—¡Oh,contodaelalma!—repusoNébel.—¡Lidia!¡Venunmomento!Hayaquíunapersonaaquienconoces.Lidia llegó cuandoél estabayadepie.Avanzóal encuentrodeNébel, losojos

centelleantesdedicha,yletendióungranramodevioletas,conadorabletorpeza.—Siaustednolemolesta—prosiguiólamadre—,podríavenirtodosloslunes…

¿Quéleparece?—¡Que esmuypoco, señora!—repuso elmuchacho—.Los viernes también…

¿Mepermite?Laseñoraseechóareír.—¡Quéapurado!Yonosé…VeamosquédiceLidia.¿Quédices,Lidia?Lacriatura,quenoapartabasusojosrientesdeNébel,ledijo¡sí!enplenorostro,

puestoqueaéldebíasurespuesta.—Muybien:entonceshastaellunes,Nébel.Nébelobjetó:—¿Nomepermitiríavenirestanoche?Hoyesundíaextraordinario…—¡Bueno!¡Estanochetambién!Acompáñalo,Lidia.PeroNébel,enlocanecesidaddemovimiento,sedespidióallímismo,yhuyócon

suramo,cuyocabohabíadeshechocasi,yconelalmaproyectadaalúltimocielodelafelicidad.

II

Durantedosmeses,entodoslosmomentosenqueseveían,entodaslashorasquelosseparaban,Nébel y Lidia se adoraron. Para él, romántico hasta sentir el estado dedolorosamelancolía que provoca una simple garúa que agrisa el patio, la criaturaaquella,consucaraangelical,susojosazulesysutempranaplenitud,debíaencarnarla sumaposiblede ideal.Paraella,Nébeleravaronil,buenmozoe inteligente.Nohabíaensumutuoamormásnubeque laminoríadeedaddeNébel.Elmuchacho,dejando de lado estudios, carreras y demás superfluidades, quería casarse. Comoprobado,nohabíasinodoscosas:queaél leeraabsolutamente imposiblevivirsinLidia, y que llevaría por delante cuanto se opusiese a ello.Presentía—omásbien

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dicho,sentía—queibaaescollarrudamente.Supadre, en efecto, aquienhabíadisgustadoprofundamente el añoqueperdía

Nébeltrasunamoríodecarnaval,debíaapuntarlasíesconterriblevigor.Afinesdeagostohablóundíadefinitivamenteasuhijo:

—MehandichoquesiguestusvisitasalodeArrizabalaga.¿Escierto?Porquetúnotedignasdecirmeunapalabra.

Nébelviotodalatormentaenesaformadedignidad,ylavozletemblóunpocoalcontestar:

—Sinotedijenada,papá,esporqueséquenotegustaquetehabledeeso.—¡Bah!Comogustarme,puedes,enefecto,ahorrarteel trabajo…Peroquisiera

saberenquéestadoestás.¿Vasaesacasacomonovio?—Sí.—¿Yterecibenformalmente?—Creoquesí…Elpadrelomirófijamenteytamborileósobrelamesa.—¡Está bueno! ¡Muy bien!… Óyeme, porque tengo el deber de mostrarte el

camino.¿Sabestúbienloquehaces?¿Haspensadoenloquepuedepasar?—¿Pasar?…¿Qué?—Quetecasesconesamuchacha.Perofíjate:yatienesedadparareflexionar,al

menos. ¿Sabes quién es? ¿Dedóndeviene? ¿Conoces a alguienque sepaquévidallevaenMontevideo?

—¡Papá!—¡Sí,quéhacenallá! ¡Bah!Nopongasesacara…Nomerefieroa tu…novia.

Ésaesunacriatura,ycomotalnosabeloquehace.¿Perosabesdequéviven?—¡No!Nimeimporta,porqueaunqueseasmipadre…—¡Bah, bah, bah! Deja eso para después. No te hablo como padre sino como

cualquierhombrehonradopudierahablarte.Ypuestoquete indignatantoloquetepregunto,averiguaaquienquieracontartequéclasederelacionestienelamadredetunoviaconsucuñado,¡pregunta!

—¡Sí!Yaséquehasido…—¡Ah!,¿sabesquehasidolaqueridadeArrizabalaga?¿Yqueéluotrosostienen

lacasaenMontevideo?¡Ytequedastanfresco!—¡…!—¡Sí,yasé!¡Tunovianotienenadaqueverconesto,yasé!Nohayimpulsomás

bello que el tuyo…Pero anda con cuidado, porque puedes llegar tarde… ¡No, no,cálmate!Notengoningunaideadeofenderatunovia,ycreo,comotehedicho,queno está contaminada aún por la podredumbre que la rodea. Pero si lamadre te laquierevenderenmatrimonio,omásbiena la fortunaquevasaheredarcuandoyomuera, dile que el viejoNébel no está dispuesto a esos tráficos y que antes se lo

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llevaráeldiabloqueconsentirenesematrimonio.Nadamásqueríadecirte.Elmuchachoqueríamuchoasupadre,apesardelcarácterdeéste;salióllenode

rabiapornohaberpodidodesahogarsuira,tantomásviolentacuantoqueélmismolasabía injusta.Hacía tiempoyaqueno lo ignoraba.LamadredeLidiahabíasidoqueridadeArrizabalagaenvidadesumarido,yauncuatroocincoañosdespués.Seveían de tarde en tarde, pero el viejo libertino, arrebujado ahora en su artritis desolterónenfermizo,distabamuchodeserrespectodesucuñadaloquesepretendía;ysimanteníaeltrendemadreehija,lohacíaporunaespeciedeagradecimientodeexamante,ysobretodoparaautorizarloschismesactualesquehinchabansuvanidad.

Nébelevocabaa lamadre;yconunestremecimientodemuchacholocopor lasmujeres casadas, recordaba cierta noche en que hojeando juntos y reclinados unaIllustration,habíacreídosentirsobresusnerviossúbitamentetensosunhondohálitodedeseoquesurgíadelcuerpoplenoquerozabaconél.Allevantarlosojos,Nébelhabíavistolamiradadeella,mareada,posarsepesadamentesobrelasuya.

¿Se había equivocado? Era terriblemente histérica, pero con raras crisisexplosivas; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro y de aquí laenfermizatenacidadenundisparateyelsúbitoabandonodeunaconvicción;yenlospródromos de las crisis, la obstinación creciente, convulsiva, edificándose congrandesbloquesdeabsurdos.Abusabadelamorfinaporangustiosanecesidadyporelegancia.Tenía treintaysieteaños;eraalta,con labiosmuygruesosyencendidosquehumedecíasincesar.Sinsergrandes,susojosloparecíanporelcorteyportenerpestañasmuy largas; pero eran admirables de sombra y fuego. Se pintaba. Vestía,como la hija, con perfecto buen gusto, y era ésta, sin duda, su mayor seducción.Debía de haber tenido, como mujer, profundo encanto; ahora la histeria habíatrabajadomuchosucuerpo—siendo,desdeluego,enfermadelvientre—.Cuandoellatigazodelamorfinapasaba,susojosseempañaban,ydelacomisuradeloslabios,del párpado globoso, pendía una fina redecilla de arrugas. Pero a pesar de ello, lamisma histeria que le deshacía los nervios era el alimento, un poco mágico, quesosteníasutonicidad.

Quería entrañablemente a Lidia; y con la moral de las burguesas histéricas,hubieraenvilecidoasuhijaparahacerlafeliz—estoes,paraproporcionarleaquelloquehabríahechosupropiafelicidad.

Así, la inquietuddelpadredeNébelaeste respecto tocabaa suhijoen lomáshondodesuscuerdasdeamante.¿CómohabíaescapadoLidia?Porquelalimpidezdesucutis, lafranquezadesupasióndechicaquesurgíaconadorable libertaddesusojosbrillantes, era,yanopruebadepureza, sinoescalóndenoblegozopor elqueNébel ascendía triunfal a arrancar de unamanotada a la planta podrida la flor quepedíaporél.

Esta convicción era tan intensa, que Nébel jamás la había besado. Una tarde,

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despuésdealmorzar,enquepasabaporlodeArrizabalaga,habíasentidolocodeseodeverla. Sudicha fue completa, pues la halló sola, en batón, y los rizos sobre lasmejillas.ComoNébellaretuvocontralapared,ella,riendoycortada,serecostóenelmuro.Yelmuchacho,asufrente,tocándolacasi,sintióensusmanosinerteslaaltafelicidaddeunamorinmaculado,quetanfácillehabríasidomanchar.

¡Pero luego, una vez su mujer! Nébel precipitaba cuanto le era posible sucasamiento.Suhabilitacióndeedad,obtenidaenesosdías,lepermitíaporsulegítimamaterna afrontar los gastos. Quedaba el consentimiento del padre, y la madreapremiabaestedetalle.

La situaciónde ella, sobrado equívoca enConcordia, exigía una sanción socialquedebíacomenzar,desdeluego,porladelfuturosuegrodesuhija.Ysobretodo,lasosteníaeldeseodehumillar,deforzaralamoralburguesaadoblarlasrodillasantelamismainconvenienciaquedespreció.

Yavariasveceshabía tocadoelpuntoconsufuturoyerno,conalusionesa«misuegro»…,«minuevafamilia»…,«lacuñadademihija».Nébelsecallaba,ylosojosdelamadrebrillabanentoncesconmássombríofuego.

Hastaqueundíalallamaselevantó.Nébelhabíafijadoel18deoctubreparasucasamiento.Faltabamásdeunmesaún,pero lamadrehizoentenderclaramentealmuchachoquequeríalapresenciadesupadreesanoche.

—Será difícil —dijo Nébel después de un mortificante silencio—. Le cuestamuchosalirdenoche…Nosalenunca.

—¡Ah!—exclamósólolamadre,mordiéndoserápidamenteellabio.Otrapausasiguió,peroéstayadepresagio.—Porqueustednohaceuncasamientoclandestino,¿verdad?—¡Oh!—sesonriódifícilmenteNébel—.Mipadretampocolocree.—¿Yentonces?Nuevosilencio,cadavezmástempestuoso.—¿Espormíquesuseñorpadrenoquiereasistir?—¡No, no, señora!—exclamó al finNébel, impaciente—.Está en sumodo de

ser…Hablarédenuevoconél,siquiere.—¿Yo, querer? —se sonrió la madre dilatando las narices—. Haga lo que le

parezca…¿Quiereirse,Nébel,ahora?Noestoybien.Nébelsalió,profundamentedisgustado.¿Quéibaadecirasupadre?Éstesostenía

siempre su rotunda oposición a talmatrimonio, y ya el hijo había emprendido lasgestionesparaprescindirdeella.

—Puedeshaceresoytodoloquetedélagana.Peromiconsentimientoparaqueesaentretenidaseatusuegra,¡jamás!

Despuésdetresdías,Nébeldecidióconcluirdeunavezconeseestadodecosas,yaprovechóparaellounmomentoenqueLidianoestaba.

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—Hablé con mi padre —comenzó Nébel— y me ha dicho que le serácompletamenteimposibleasistir.

La madre se puso un poco pálida, mientras sus ojos, en un súbito fulgor, seestirabanhacialassienes.

—¡Ah!¿Yporqué?—Nosé—repusoconvozsordaNébel.—Esdecir…quesuseñorpadretememancharsesiponelospiesaquí.—¡Nosé!—repitióél,obstinadoasuvez.—¡Esqueesunaofensagratuitalaquenoshaceeseseñor!¿Quésehafigurado?

—añadióconvozyaalteradayloslabiostemblantes—.¿Quiénesélparadarseesetono?

Nébelsintióentonceselfustazodereacciónenlacepaprofundadesufamilia.—¡Quées,nosé!—repusoconvozprecipitadaasuvez—.Peronosóloseniega

aasistir,sinoquetampocodasuconsentimiento.—¿Qué?¿Queseniega?¿Yporqué?¿Quiénesél?¡Elmásautorizadoparaesto!Nébelselevantó:—Ustedno…Peroellasehabíalevantadotambién.—¡Sí, él! ¡Usted es una criatura! ¡Pregúntele de dónde ha sacado su fortuna,

robada a sus clientes! ¡Y con esos aires! ¡Su familia irreprochable, sinmancha, sellena labocaconeso!¡Sufamilia!…¡Dígaleque ledigacuántasparedes teníaquesaltarparairadormirconsumujerantesdecasarse!¡Sí,ymevieneconsufamilia!…¡Muybien,váyase;estoyhastaaquídehipocresías!¡Quelopasebien!

III

Nébelviviócuatrodíasenlamáshondadesesperación.¿Quépodíaesperardespuésdelosucedido?Alquinto,yalanochecer,recibióunaesquela:

«Octavio:Lidiaestábastanteenferma,ysólosupresenciapodríacalmarla.

MARÍAS.DEARRIZABALAGA»

Eraunatreta,noofrecíaduda.PerosisuLidiaenverdad…Fueesanoche,ylamadrelorecibióconunadiscreciónqueasombróaNébel;sin

afabilidadexcesiva,niairetampocodepecadoraquepidedisculpas.—Siquiereverla…Nébelentróconlamadre,yvioasuamoradoradoenlacama,elrostroconesa

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frescurasinpolvosquedanúnicamenteloscatorceaños,ylaspiernasrecogidas.Sesentóasu lado,yenbalde lamadreesperóaquesedijeranalgo:nohacían

sinomirarseysonreír.DeprontoNébelsintióqueestabansolos,ylaimagendelamadresurgiónítida:

«Se va para que en el transporte demi amor reconquistado pierda la cabeza, y elmatrimonioseaasíforzoso».Peroenesecuartodehoradegocefinalqueleofrecíanadelantadoacostadeunpagarédecasamiento,elmuchachodedieciochoañossintió—comootravezcontralapared—elplacersinlamáslevemancha,deunamorpuroentodasuaureoladepoéticoidilio.

SóloNébelpudodecircuángrandefuesudicharecuperadaenposdelnaufragio.Éltambiénolvidabaloquefueraenlamadreexplosióndecalumnia,ansiarabiosadeinsultaralosquenolomerecen.Peroteníalamásfríadecisióndeapartaralamadredesuvida,unavezcasados.Elrecuerdodesutiernanovia,purayrienteenlacama,de la que se había destendido una punta para él, encendía la promesa de unavoluptuosidad íntegra, a la que no había robado prematuramente el más pequeñodiamante.

Alanochesiguiente,alllegaralodeArrizabalaga,Nébelhallóelzaguánoscuro.Despuésdelargoratolasirvientaentreabriólaventana.

—¿Hansalido?—preguntóél,extrañado.—No,sevanaMontevideo…HanidoalSaltoadormirabordo.—¡Ah! —murmuró Nébel, aterrado. Tenía una esperanza aún—. ¿El doctor?

¿Puedohablarconél?—Noestá;sehaidoalclubdespuésdecomer…Unavezsoloenlacalleoscura,Nébellevantóydejócaerlosbrazosconmortal

desaliento.¡Seacabótodo!¡Sufelicidad,sudichareconquistadaundíaantes,perdidade nuevo y para siempre! Presentía que esta vez no había redención posible. Losnerviosdelamadrehabíansaltadoalaloca,comoteclas,yélnopodíayahacermás.

Caminó hasta la esquina, y desde allí, inmóvil bajo el farol, contempló conestúpidafijezalacasarosada.Diounavueltaalamanzana,ytornóadetenersebajoelfarol.¡Nunca,nuncamás!

Hastalasonceymediahizolomismo.Alfinsefueasucasaycargóelrevólver.Perounrecuerdolodetuvo:mesesatráshabíaprometidoaundibujantealemánqueantesdesuicidarseundía—Nébeleraadolescente—iríaaverlo.UníaloconelviejomilitardeGuillermounavivaamistad,cimentadasobrelargascharlasfilosóficas.

Alamañanasiguiente,muytemprano,Nébelllamabaalpobrecuartodeaquél.Laexpresióndesurostroerasobradoexplícita.

—¿Esahora?—lepreguntóelpaternalamigo,estrechándoleconfuerzalamano.—¡Pst!¡Detodosmodos!…—repusoelmuchacho,mirandoaotrolado.Eldibujante,congrancalma,lecontóentoncessupropiodramadeamor.

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—Vayaasucasa—concluyó—,ysialasoncenohacambiadodeidea,vuelvaaalmorzarconmigo,siesquetenemosqué.Despuésharáloquequiera.¿Melojura?

—Se lo juro—contestó Nébel, devolviéndole su estrecho apretón con grandesganasdellorar.

EnsucasaloesperabaunatarjetadeLidia:

«IdolatradoOctavio:Midesesperaciónnopuede sermásgrande, peromamáha vistoque sime

casabaconusted,meestabanreservadosgrandesdolores;hecomprendido,comoella,quelomejorerasepararnosylejuronoolvidarlonunca.

Su

LIDIA»

—¡Ah, tenía que ser así!—clamó el muchacho, viendo al mismo tiempo conespanto su rostro demudado en el espejo. ¡La madre era quien había inspirado lacarta,ellaysumalditalocura!Lidianohabíapodidomenosqueescribir,ylapobrechica, trastornada, lloraba todo su amor en la redacción—. ¡Ah! ¡Si pudiera verlaalgúndía,decirledequémodolahequerido,cuántolaquieroahora,adoradademialma!…

Temblando fue hasta el velador y cogió el revólver; pero recordó su nuevapromesa, y durante un larguísimo tiempo permaneció allí de pie, limpiandoobstinadamenteconlauñaunamanchadeltambor.

Otoño

Una tarde, enBuenosAires, acababaNébel de subir al tranvía cuando el coche sedetuvounmomentomásdelconveniente,yNébel,queleía,volvióalfinlacabeza.Una mujer, con lento y difícil paso, avanzaba entre los asientos. Tras una rápidaojeadaalaincómodapersona,Nébelreanudólalectura.Ladamasesentóasulado,yalhacerlomiróatentamentea suvecino.Nébel,aunquesentíadevezencuando lamiradaextranjeraposadasobreél,prosiguiósulectura;peroalfinsecansóylevantóelrostroextrañado.

—Yameparecíaqueerausted—exclamóladama—,aunquedudabaaún…Nomerecuerda,¿noescierto?

—Sí—repusoNébelabriendolosojos—.LaseñoradeArrizabalaga…EllaviolasorpresadeNébel,ysonrióconairedeviejacortesana,quetrataaún

deparecerbienaunmuchacho.Deella—cuandoNébel lahabíaconocidoonceañosatrás—sóloquedabanlos

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ojos,aunquemuyhundidos,yyaapagados.Elcutisamarillo,contonosverdososenlassombras,seresquebrajabaenpolvorientossurcos.Lospómulossaltabanahora,yloslabios,siempregruesos,pretendíanocultarunadentaduradeltodocariada.Bajoelcuerpodemacradoseveíavivaalamorfinacorriendoporentrelosnerviosagotadosylasarteriasacuosas,hastahaberconvertidoenaquelesqueletoalaelegantemujerqueundíahojeólaIllustrationasulado.

—Sí,estoymuyenvejecida…yenferma;hetenidoyaataquesalosriñones…Yusted —añadió mirándolo con ternura—, ¡siempre igual! Verdad es que no tienetreintaañosaún…Lidiatambiénestáigual.

Nébellevantólosojos.—¿Soltera?—Sí… ¡Cuánto se alegrará cuando le cuente! ¿Por quéno le da ese gusto a la

pobre?¿Noquiereiravernos?—Conmuchogusto…—murmuróNébel.—Sí,vayapronto;yasabeloquehemossidoparausted…Enfin,Boedo1483,

departamento14…Nuestraposiciónestanmezquina…—¡Oh!—protestóél,levantándoseparairse.Prometióirmuypronto.

DocedíasdespuésNébeldebíavolveralingenio,yantesquisocumplirsupromesa.Fue allá—unmiserable departamento de arrabal—. La señora de Arrizabalaga lorecibió,mientrasLidiasearreglabaunpoco.

—¡Conqueonceaños!—observódenuevo lamadre—. ¡Cómopasael tiempo!¡YustedquepodríatenerunainfinidaddehijosconLidia!

—Seguramente—sonrióNébel,mirandoasurededor.—¡Oh!¡Noestamosmuybien!Ysobretodocomodebedeestarpuestasucasa…

Siempreoigohablardesuscañaverales…¿Esésesuúnicoestablecimiento?—Sí…EnEntreRíostambién…—¡Qué feliz!Si pudiera uno… ¡Siempredeseando ir a pasar unosmeses en el

campo,ysiempreconeldeseo!Se calló, echando una fugaz mirada a Nébel. Éste, con el corazón apretado,

revivíanítidaslasimpresionesenterradasonceañosensualma.—Y todo esto por falta de relaciones… ¡Es tan difícil tener un amigo en esas

condiciones!ElcorazóndeNébelsecontraíacadavezmás,yLidiaentró.Ellaestabatambiénmuycambiada,porqueelencantodeuncandoryunafrescura

de los catorce añosno se vuelve a hallarmás en lamujer deveintiséis.Perobellasiempre.Suolfatomasculinosintióensucuellomórbido,enlamansatranquilidaddesumirada,yentodoloindefiniblequedenunciaalhombreelamoryagozado,quedebíaguardarveladoparasiempreelrecuerdodelaLidiaqueconoció.

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Hablaron de cosasmuy triviales, con perfecta discreción de personasmaduras.Cuandoellasaliódenuevounmomento,lamadrereanudó:

—Sí, está un poco débil… Y cuando pienso que en el campo se repondríaenseguida… Vea, Octavio: ¿me permite ser franca con usted? Ya sabe que lo hequerido como a un hijo… ¿No podríamos pasar una temporada en suestablecimiento?¡CuántobienleharíaaLidia!

—Soycasado—repusoNébel.Laseñoratuvoungestodevivacontrariedad,yporuninstantesudecepciónfue

sincera;peroenseguidacruzósusmanoscómicas:—¡Casado,usted!¡Oh,quédesgracia,quédesgracia!¡Perdóneme,yasabe!…No

séloquedigo…¿Ysuseñoraviveconustedenelingenio?—Sí,generalmente…AhoraestáenEuropa.—¡Qué desgracia! Es decir… ¡Octavio! —añadió abriendo los brazos con

lágrimas en los ojos—: A usted le puedo contar, usted ha sido casi mi hijo…¡Estamospocomenosqueenlamiseria!¿PorquénoquierequevayaconLidia?Voya tener con usted una confesión de madre—concluyó con una pastosa sonrisa ybajandolavoz—:UstedconocebienelcorazóndeLidia,¿noescierto?

Esperórespuesta,peroNébelpermanecíacallado.—¡Sí,usted laconoce!¿YcreequeLidiaesmujercapazdeolvidarcuandoha

querido?Ahora había reforzado su insinuación con una lenta guiñada. Nébel valoró

entoncesdegolpeel abismoenquepudohabercaídoantes.Era siempre lamismamadre, pero ya envilecida por su propia alma vieja, la morfina y la pobreza. YLidia…Alverlaotravezhabíasentidounbruscogolpededeseoporlamujeractualdegargantallenayyaestremecida.Anteeltratadocomercialqueleofrecían,seechóenbrazosdeaquellararaconquistaqueledeparabaeldestino.

—¿No sabes, Lidia? —prorrumpió la madre alborozada, al volver su hija—.Octavionosinvitaapasarunatemporadaensuestablecimiento.¿Quéteparece?

Lidiatuvounafugitivacontraccióndecejasyrecuperósuserenidad.—Muybien,mamá…—¡Ah! ¿No sabes loquedice?Está casado. ¡Tan joven aún!Somos casi de su

familia…Lidia volvió entonces los ojos a Nébel, y lo miró un momento con dolorosa

gravedad.—¿Hacetiempo?—murmuró.—Cuatro años—repuso él en voz baja. A pesar de todo, le faltó ánimo para

mirarla.

Invierno

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I

Nohicieronelviajejuntos,porunúltimoescrúpulodeNébelenunalíneadondeeramuy conocido; pero al salir de la estación, subieron todos en el brec de la casa.CuandoNébelquedabasoloenelingenio,noguardabaasuserviciodomésticomásqueaunavieja india, pues—amásde supropia frugalidad—sumujer se llevabaconsigo toda la servidumbre. De estemodo presentó a sus acompañantes a la fielnativacomounatíaancianaysuhija,queveníanarecobrarlasaludperdida.

Nadamáscreíble,porotro lado,pues la señoradecaíavertiginosamente.Habíallegadodeshecha,elpieinciertoypesadísimo,yensusfaciesangustiosalamorfina,que había sacrificado cuatro horas seguidas a ruego de Nébel, pedía a gritos unacorridapordentrodeaquelcadáverviviente.

Nébel,quecortarasusestudiosa lamuertedesupadre,sabía losuficienteparaprever una rápida catástrofe; el riñón, íntimamente atacado, tenía a veces parospeligrosos,quelamorfinanohacíasinoprecipitar.

Ya en el coche, no pudiendo resistir más, la dama había mirado a Nébel contransidaangustia:

—Simepermite,Octavio…¡Nopuedomás!Lidia,pontedelante.Lahija,tranquilamente,ocultóunpocoasumadre,yNébeloyóelcrujidodela

ropaviolentamenterecogidaparapincharelmuslo.Losojosseencendieron,yunaplenituddevidacubriócomounamáscaraaquella

caraagónica.—Ahoraestoybien…¡Quédicha!Mesientobien.—Deberíadejareso—dijoduramenteNébel,mirándoladecostado—.Alllegar,

estarápeor.—¡Oh,no!Antesmoriraquímismo.Nébelpasótodoeldíadisgustado,ydecididoavivircuantolefueraposiblesin

ver en Lidia y sumadremás que dos pobres enfermas. Pero al caer la tarde, y aejemplo de las fieras que empiezan a esa hora a afilar las garras, el celo de varóncomenzóarelajarlelacinturaenlasosescalofríos.

Comieron temprano,pues lamadre,quebrantada,deseabaacostarsedeunavez.Nohubotampocomediodequetomaraexclusivamenteleche.

—¡Huy! ¡Qué repugnancia! No la puedo pasar. ¿Y quiere que sacrifique losúltimosañosdemivida,ahoraquepodríamorircontenta?

Lidianopestañeó.HabíahabladoconNébelpocaspalabras,ysóloalfindelcafélamiradadeésteseclavóenladeella;peroLidiabajólasuyaenseguida.

CuatrohorasdespuésNébelabríasinruidolapuertadelcuartodeLidia.

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—¡Quiénes!—sonódeprontolavozazorada.—Soyyo—murmuróapenasNébel.Unmovimientoderopas,comoeldeunapersonaquesesientabruscamenteenla

cama, siguió a sus palabras, y el silencio reinóde nuevo.Pero cuando lamanodeNébeltocóenlaoscuridadunbrazofresco,elcuerpotemblóentoncesenunahondasacudida.

Luego, inerte al ladodeaquellamujerqueyahabía conocidoel amorantesqueélllegara, subió de lo más recóndito del alma de Nébel el santo orgullo de suadolescenciadenohabertocadojamás,denohaberrobadoniunbesosiquiera,alacriaturaquelomirabaconradiantecandor.PensóenlaspalabrasdeDostoievski,quehastaesemomentonohabíacomprendido:«Nadahaymásbelloyquefortalezcamásenlavidaqueunrecuerdopuro».Nébellohabíaguardado,eserecuerdosinmancha,purezainmaculadadesusdieciochoaños,yqueahorayacíaallí,enfangadohastaelcáliz,sobreunacamadesirvienta.

Sintió entonces sobre sucuellodos lágrimaspesadas, silenciosas.Ella a suvezrecordaría…Y las lágrimasdeLidiacontinuabanuna trasotra, regando,comounatumba,elabominablefindesuúnicosueñodefelicidad.

II

Durantediezdíaslavidaprosiguióencomún,aunqueNébelestabacasitodoeldíaafuera.Portácitoacuerdo,Lidiayélseencontrabanmuypocasvecessolos;yaunquedenochevolvíanaverse,pasabanaunentonceslargotiempocallados.

Lidiamismateníabastantequehacercuidandoasumadre,postradaalfin.Comono había posibilidad de reconstruir lo ya podrido, y aun a trueque del peligroinmediatoqueocasionara,Nébelpensóensuprimirlamorfina.Peroseabstuvounamañanaque,entrandobruscamenteenelcomedor,sorprendióaLidiaquesebajabaprecipitadamentelasfaldas.Teníaenlamanolajeringuilla,yfijóenNébelsumiradaespantada.

—¿Hacemuchotiempoqueusaseso?—lepreguntóélalfin.—Sí—murmuróLidia,doblandoenunaconvulsiónlaaguja.Nébellamiróaúnyseencogiódehombros.Sinembargo,comolamadrerepetíasusinyeccionesconunafrecuenciaterrible

para ahogar los dolores de su riñón que la morfina concluía de matar, Nébel sedecidióaintentarlasalvacióndeaquelladesgraciada,sustrayéndoleladroga.

—¡Octavio!¡Mevaamatar!—clamóellaconroncasúplica—.¡MihijoOctavio!

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¡Nopodríavivirundía!—¡Esquenovivirádoshorassiledejoeso!—contestóNébel.—¡Noimporta,miOctavio!¡Dame,damelamorfina!Nébeldejóquelosbrazossetendieranaélinútilmente,ysalióconLidia.—¿Túsabeslagravedaddelestadodetumadre?—Sí…Losmédicosmehabíandicho…Éllamirófijamente.—Esqueestámuchopeordeloqueimaginas.Lidiasepusoblanca,ymirandoafuera,ahogóunsollozomordiéndoseloslabios.—¿Nohaymédicoaquí?—murmuró.—Aquíno,niendiezleguasalaredonda;perobuscaremos.Esatardellegóelcorreocuandoestabansolosenelcomedor,yNébelabrióuna

carta.—¿Noticias?—preguntóLidiainquieta,levantandolosojosaél.—Sí—repusoNébel,prosiguiendolalectura.—¿Delmédico?—volvióLidiaalrato,másansiosaaún.—No,demimujer—repusoélconlavozdura,sinlevantarlosojos.Alasdiezdelanoche,LidiallegócorriendoalapiezadeNébel.—¡Octavio!¡Mamásemuere!…Corrieronalcuartodelaenferma.Unaintensapalidezcadaverizabayaelrostro.

Teníaloslabiosdesmesuradamentehinchadosyazules,yporentreellosseescapabaunremedodepalabra,guturalyabocallena:

—Pla…pla…pla…Nébelvioenseguidasobreelveladorelfrascodemorfina,casivacío.—¡Esclaro,semuere!¿Quiénlehadadoesto?—preguntó.—¡Nosé,Octavio!Haceunratosentíruido…Seguramentelofueabuscaratu

cuarto cuando no estabas… ¡Mamá, pobre mamá! —cayó sollozando sobre elmiserablebrazoquependíahastaelpiso.

Nébellapulsó;elcorazónnodabamás,ylatemperaturacaía.Alratoloslabioscallaronsupla…pla,yenlapielaparecierongrandesmanchasvioletas.

Alaunadelamañanamurió.Esatarde,traselentierro,NébelesperóqueLidiaconcluyeradevestirsemientraslospeonescargabanlasvalijasenelcarruaje.

—Toma esto—le dijo cuando ella estuvo a su lado, tendiéndole un cheque dediezmilpesos.

Lidiaseestremecióviolentamente,ysusojos,enrojecidos,sefijarondellenoenlosdeNébel.Peroélsostuvolamirada.

—¡Toma,pues!—repitiósorprendido.Lidialotomóysebajóarecogersuvalijita.Nébelentoncesseinclinósobreella.—Perdóname—ledijo—.Nomejuzguespeordeloquesoy.

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Enlaestaciónesperaronunratoysinhablar,juntoalaescalerilladelvagón,puesel tren no salía aún.Cuando la campana sonó,Lidia le tendió lamano, queNébelretuvounmomentoensilencio.Luego,sinsoltarla,recogióaLidiadelacinturaylabesóhondamenteenlaboca.

Eltrenpartió.Inmóvil,Nébelsiguióconlavistalaventanillaqueseperdía.PeroLidianoseasomó.

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LamuertedeIsolda

ConcluíaelprimeractodeTristáneIsolda.Cansadode laagitacióndeesedía,mequedéenmibutaca,muycontentodemisoledad.Volvílacabezaalasala,ydetuveenseguidalosojosenunpalcobajo.

Evidentemente, un matrimonio. Él, un marido cualquiera, y tal vez por sumercantil vulgaridad y la diferencia de años con sumujer, menos que cualquiera.Ella, joven,pálida,conunadeesasprofundasbellezasquemásqueenelrostro—aunbienhermoso—,resideenlaperfectasolidaridaddemirada,boca,cuello,mododeentrecerrarlosojos.Era,sobretodo,unabellezaparahombres,sinserenlomásmínimoprovocativa;yestoesprecisamenteloquenoentenderánnuncalasmujeres.

Lamirélargoratoaojosdescubiertosporquelaveíamuybien,yporquecuandoelhombreestáasíentensióndeaspirarfijamenteuncuerpohermoso,norecurrealarbitriofemeninodelosanteojos.

Comenzó el segundo acto.Volví aún la cabeza al palco, y nuestrasmiradas secruzaron.Yo,quehabíaapreciadoyaelencantodeaquellamiradavagandoporunoyotro ladode la sala,vivíenunsegundo,al sentirladirectamenteapoyadaenmí,elmásadorablesueñodeamorquehayatenidonunca.

Fue aquello muy rápido: los ojos huyeron, pero dos o tres veces, enmi largominutodeinsistencia,tornaronfugazmenteamí.

Fueasimismo,con lasúbitadichadehabermesoñadoun instantesumarido,elmásrápidodesencantodeunidilio.Susojosvolvieronotravez,peroeneseinstantesentíquemivecinodelaizquierdamirabahaciaallá,ydespuésdeunmomentodeinmovilidadporambaspartes,sesaludaron.

Así,pues,yonoteníaelmásremotoderechoaconsiderarmeunhombrefeliz,yobservé ami compañero.Era unhombredemásde treinta y cinco años, de barbarubia y ojos azules de mirada clara y un poco dura, que expresaba inequívocavoluntad.

—Seconocen—medije—ynopoco.Enefecto,despuésdelamitaddelactomivecino,quenohabíavueltoaapartar

losojosdelaescena,losfijóenelpalco.Ella,lacabezaunpocoechadaatrásyenlapenumbra, lo miraba también. Me pareció más pálida aún. Se miraron fijamente,insistentemente,aisladosdelmundoenaquellarectaparaleladealmaaalmaquelosmanteníainmóviles.

Durante el tercero, mi vecino no volvió un instante la cabeza. Pero antes deconcluir aquél, salió por el pasillo lateral. Miré al palco, y ella también se habíaretirado.

—Finaldeidilio—medijemelancólicamente.Élnovolviómás,yelpalcoquedóvacío.

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—Sí, se repiten—sacudió largo rato la cabeza—.Todas las situacionesdramáticaspuedenrepetirse,aunlasmásinverosímiles,yserepiten.Esmenestervivir,yustedesmuymuchacho…YlasdesuTristántambién,loquenoobstaparaquehayaallíelmás sostenido alarido de pasión que haya gritado alma humana…Yo quiero tantocomo usted a esa obra, y acaso más… No me refiero, querrá creer, al drama deTristán,yconéllastreintayseissituacionesdeldogma,fueradelascualestodassonrepeticiones.No;laescenaquevuelvecomounapesadilla,lospersonajesquesufrenlaalucinacióndeunadichamuerta,esotracosa…Ustedasistióalpreludiodeunadeesas repeticiones… Sí, ya sé que se acuerda… No nos conocíamos con ustedentonces…¡Y…precisamenteausteddebíadehablarledeesto!Pero juzgamal loquevioycreyóunactomíofeliz…¡Feliz!…Óigame.Elbuquepartedentrodeunmomento,yestaveznovuelvomás…Lecuentoestoausted,comosiselopudieraescribir, por dos razones: Primero, porque usted tiene un parecido pasmoso con loque era yo entonces—en lo bueno únicamente, por suerte—. Y segundo, porqueusted,mijovenamigo,esperfectamenteincapazdepretenderla,despuésdeloquevaaoír.Óigame:

Laconocíhacediezaños,ydurantelosseismesesquefuisunoviohicecuantoestuvoenmíparaquefueramía.Laqueríamucho,yella, inmensamenteamí.Porestocedióundía,ydesdeeseinstantemiamor,privadodetensión,seenfrió.

Nuestroambientesocialeradistinto,ymientrasellaseembriagabaconladichade poseer mi nombre, yo vivía en una esfera de mundo donde me era inevitableflirtearconmuchachasdeapellido,fortuna,yavecesmuylindas.

Unadeellasllevóconmigoelflirteobajoparasolesdegardenpartyaunextremotal,quemeexasperéylapretendíseriamente.Perosimipersonaerainteresanteparaesos juegos,mi fortunano alcanzaba aprometerle el trennecesario, yme lodio aentenderclaramente.

Teníarazón,perfectarazón.Enconsecuenciaflirteéconunaamigasuya,muchomás fea, pero infinitamente menos hábil para estas torturas del tête-à-tête a diezcentímetros, cuyagracia exclusiva consiste en enloquecer a su flirt,manteniéndoseunodueñodesí.Yestaveznofuiyoquienseexasperó.

Seguro, pues, del triunfo, pensé entonces en el modo de romper con Inés.Continuabaviéndola,yaunquenopodíaellaengañarsesobreelamortiguamientodemi pasión, su amor era demasiado grande para no iluminarle los ojos de felicidadcadavezquemeveíallegar.

Lamadrenosdejabasolos;yaunquehubierasabidoloquepasaba,habríacerradolos ojos para no perder lamás vaga posibilidad de subir con su hija a una esferamuchomásalta.

Unanochefuialládispuestoaromper,convisiblemalhumor,porlomismo.Inés

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corrióaabrazarme,perosedetuvo,bruscamentepálida.—¿Quétienes?—medijo.—Nada—lerespondíconsonrisaforzada,acariciándolelafrente.Elladejóhacer,

sinprestaratenciónamimanoymirándomeinsistentemente.Alfinapartólosojoscontraídosyentramosenlasala.

La madre vino, pero sintiendo cielo de tormenta, estuvo sólo un momento ydesapareció.

Romperespalabracortayfácil;perocomenzarlo…Noshabíamossentadoynohablábamos.Inésseinclinó,meapartólamanodela

caraymeclavólosojos,dolorososdeangustiosoexamen.—¡Esevidente!…—murmuró.—¿Qué?—lepreguntéfríamente.Latranquilidaddemimiradalehizomásdañoquemivoz,ysurostrosedemudó:—¡Que ya nome quieres!—articuló en una desesperada y lenta oscilación de

cabeza.—Éstaeslaquincuagésimavezquediceslomismo—respondí.Nopodíadarserespuestamásdura;peroyoteníayaelcomienzo.Inésmemiró

unratocasicomoaunextraño,yapartándomebruscamentelamanoconelcigarro,suvozserompió:

—¡Esteban!—¿Qué?—tornéarepetir.Esta vez bastaba. Dejó lentamente mi mano y se reclinó atrás en el sofá,

manteniendo fijo en la lámpara su rostro lívido.Perounmomentodespués su caracaíadecostadobajoelbrazocrispadoalrespaldo.

Pasóunratoaún.Lainjusticiademiactitud—noveíaenellamásqueinjusticia— acrecentaba el profundo disgusto demímismo. Por eso cuando oí, omás biensentí, que las lágrimas brotaban al fin, me levanté con un violento chasquido delengua.

—Yocreíaquenoíbamosatenermásescenas—ledijepaseándome.Nomerespondió,yagregué:—Peroqueseaéstalaúltima.Sentí que las lágrimas se detenían, y bajo ellas me respondió un momento

después:—Comoquieras.Peroenseguidacayósollozandosobreelsofá:—¡Peroquétehehecho!¡Quétehehecho!—¡Nada!—le respondí—. Pero yo tampoco te he hecho nada a ti…Creo que

estamosenelmismocaso.¡Estoyhartodeestascosas!Mivozeraseguramentemuchomásduraquemispalabras.Inésseincorporó,y

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sosteniéndoseenelbrazodelsofá,repitió,helada:—Comoquieras.Eraunadespedida.Yoibaaromper,ysemeadelantaban.Elamorpropio,elvil

amorpropiotocadoavivo,mehizoresponder.—Perfectamente…Mevoy.Queseasmásfeliz…otravez.No comprendió, y me miró con extrañeza. Yo había ya cometido la primera

infamia:ycomoenesoscasos,sentíelvértigodeenlodarmemásaún.—¡Es claro!—apoyébrutalmente—.Porquedemínohas tenidoqueja ¿no?…

¿no?Esdecir:tehiceelhonordesertuamante,ydebesestarmeagradecida.Comprendiómásmi sonrisa quemis palabras, ymientras yo salía a buscarmi

sombreroenelcorredor,sucuerpoysualmaenterasedesplomabanenlasala.Entonces, en ese instante en que crucé la galería, sentí intensamente lo que

acababadehacer.Aspiracióndelujo,matrimonioencumbrado,todomeresaltócomounallagaenmipropiaalma.Yyo,quemeofrecíaensubastaalasmundanasfeasconfortuna, queme ponía en venta, acababa de cometer el actomás ultrajante, con lamujer que nos ha querido demasiado… Flaqueza en el Monte de los Olivos, omomentovilenunhombrequenoloes,llevanalmismofin:ansiadesacrificio,dereconquistamásaltadelpropiovaler.Yluego, la inmensaseddeternura,deborrarbesotrasbesolas lágrimasdelamujeradorada,cuyaprimerasonrisa tras laheridaquelehemoscausado,eslamásbellaluzquepuedainundaruncorazóndehombre.

¡Yconcluido!Nomeeraposibleantemímismovolveratomarloqueacababadeultrajardeesemodo:yanoeradignodeella,nilamerecíamás.Habíaenlodadoenunsegundoelamormáspuroquehombrealgunohayasentidosobresí,yacababadeperder con Inés la irreencontrable felicidad de poseer a quien nos amaentrañablemente.

Desesperado,humillado,crucépordelantedelasala,ylaviechadasobreelsofá,sollozandoelalmaenteraentresusbrazos.

¡Inés! ¡Perdida ya! Sentí más honda mi miseria ante su cuerpo, todo amor,sacudidoporlossollozosdesudichamuerta.Sindarmecuentacasi,medetuve.

—¡Inés!—dije.Mivoznoerayaladeantes.Yelladebiónotarlobien,porquesualmasintió,en

aumento de sollozos, el desesperado llamado que le hacíami amor—¡esa vez, sí,inmensoamor!

—No,no…—merespondió—.¡Esdemasiadotarde!

Padillasedetuvo.Pocasveceshevistoamarguramássecaytranquilaqueladesusojoscuandoconcluyó.Pormiparte,nopodíaapartardemimemoriaaquellaadorable

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bellezadelpalco,sollozandosobreelsofá…—Me creerá—reanudó Padilla— si le digo que en mis insomnios de soltero

descontentodesímismolahetenidoasíantemí…SalíenseguidadeBuenosAiressinvercasi anadie,ymenosami flirtdegran fortuna…Volvía losochoaños,ysupe entonces que se había casado, a los seis meses de haberme ido yo. Torné aalejarme,yhaceunmesregresé,bientranquilizadoya,yenpaz.

Nohabíavueltoaverla.Eraparamícomounprimeramor,contodoelencantodignificantequeunidiliovirginaltieneparaelhombrehechoquedespuésamócienveces…Siusted esquerido algunavez comoyo lo fui, yultraja comoyo lohice,comprenderátodalapurezaquehayenmirecuerdo.

Hasta que una noche tropecé con ella. Sí, esa misma noche en el teatro…Comprendí,alveralopulentoalmacenerodesumarido,quesehabíaprecipitadoenelmatrimonio,comoyoalUcayali…Peroalverlaotravez,aveintemetrosdemí,mirándome,sentíqueenmialma,dormidaenpaz,surgíasangrandoladesolacióndehaberlaperdido,comosinohubierapasadounsolodíadeesosdiezaños.¡Inés!Suhermosura,sumirada—únicaentretodaslasmujeres—habíansidomías,bienmías,porquemehabía sidoentregadaconadoración.Tambiénapreciaráustedestoalgúndía.

Hice lo humanamente posible para olvidar, me rompí las muelas tratando deconcentrartodomipensamientoenlaescena.PerolaprodigiosapartituradeWagner,esegritodepasiónenfermante,encendióen llamaviva loquequeríaolvidar.Enelsegundooterceractonopudemásyvolvílacabeza.EllatambiénsufríalasugestióndeWagner,ymemiraba.¡Inés,mivida!Durantemediominutosuboca,susmanos,estuvieronbajomibocaymisojos,yduranteesetiempoellaconcentróensupalidezlasensacióndeesadichamuertahacíadiezaños.¡YTristánsiempre,susalaridosdepasiónsobrehumana,sobrenuestrafelicidadyerta!

Me levantéentonces, atravesé lasbutacascomounsonámbulo,yavancéporelpasilloaproximándomeaellasinverla,sinquemeviera,comosidurantediezañosnohubierayosidounmiserable…

Ycomodiez años atrás, sufrí la alucinación de que llevabami sombrero en lamanoeibaapasardelantedeella.

Pasé,lapuertadelpalcoestabaabierta,ymedetuveenloquecido.Comodiezañosantes sobreel sofá, ella, Inés, tendidaahoraeneldivándelantepalco, sollozaba lapasióndeWagnerysufelicidaddeshecha.

¡Inés!…Sentíqueeldestinomecolocabaenunmomentodecisivo.¡Diezaños!…¿Pero habían pasado? ¡No, no, Inésmía!Y como entonces, al ver su cuerpo todoamor,sacudidoporlossollozos,lallamé:

—¡Inés!Ycomodiezañosantes,lossollozosredoblaron,ycomoentoncesmerespondió

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bajosusbrazos:—No,no…¡Esdemasiadotarde!…

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Elsolitario

Kassim era un hombre enfermizo, joyero de profesión, bien que no tuviera tiendaestablecida.Trabajabaparalasgrandescasas,siendosuespecialidadelmontajedelaspiedraspreciosas.Pocasmanoscomolassuyasparalosengarcesdelicados.Conmásarranque y habilidad comercial hubiera sido rico. Pero a los treinta y cinco añosproseguíaensupieza,aderezadaentallerbajolaventana.

Kassim, de cuerpomezquino, rostro exangüe sombreado por rala barba negra,tenía unamujer hermosa y fuertemente apasionada. La joven, de origen callejero,habíaaspiradoconsuhermosuraaunmásaltoenlace.Esperóhastalosveinteaños,provocando a los hombres y a sus vecinas con su cuerpo. Temerosa al fin, aceptónerviosamenteaKassim.

Nomás sueños de lujo, sin embargo. Sumarido, hábil—artista aun— carecíacompletamente de carácter para hacer una fortuna. Por lo cual, mientras el joyerotrabajabadobladosobresuspinzas,ella,decodos,sosteníasobresumaridounalentay pesada mirada, para arrancarse luego bruscamente y seguir con la vista tras losvidriosaltranseúntedeposiciónquepodíahabersidosumarido.

Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era para ella. Los domingos trabajabatambiénafindepoderleofrecerunsuplemento.CuandoMaríadeseabaunajoya—¡ycon cuánta pasión deseaba ella!— trabajaba él de noche. Después había tos ypuntadasalcostado;peroMaríateníasuschispasdebrillante.

Pocoapocoeltratodiarioconlasgemasllegóahaceramaralaesposalastareasdel artífice, siguiendo con artífice ardor las íntimas delicadezas del engarce. Perocuando la joya estaba concluida —debía partir, no era para ella— caía máshondamente en la decepción de sumatrimonio. Se probaba la alhaja, deteniéndoseanteelespejo.Alfinladejabaporahí,yseibaasucuarto.

Kassim se levantaba al oír sus sollozos, y la hallaba en cama, sin quererescucharlo.

—Hago,sinembargo,cuantopuedoporti—decíaélalfin,tristemente.Lossollozossubíanconesto,yeljoyerosereinstalabalentamenteensubanco.Estas cosas se repitieron, tanto que Kassim no se levantaba ya a consolarla.

¡Consolarla! ¿De qué? Lo cual no obstaba para que Kassim prolongara más susveladasafindeunmayorsuplemento.

Eraunhombreindeciso,irresolutoycallado.Lasmiradasdesumujersedeteníanahoraconmáspesadafijezasobreaquellamudatranquilidad.

—¡Yeresunhombre,tú!—murmuraba.Kassim,sobresusengarces,nocesabademoverlosdedos.—Noeresfelizconmigo,María—expresabaalrato.—¡Feliz!¡Ytieneselvalordedecirlo!¿Quiénpuedeserfelizcontigo?…¡Nila

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últimadelasmujeres!…¡Pobrediablo!—concluíaconrisanerviosa,yéndose.Kassim trabajabaesanochehasta las tresde lamañana,y sumujer tenía luego

nuevaschispasqueellaconsiderabauninstanteconloslabiosapretados.—Sí…Noesunadiademasorprendente…¿Cuándolahiciste?—Desdeelmartes—mirábalaélcondescoloridaternura—;mientrasdormías,de

noche…—¡Oh,podíashaberteacostado!…¡Inmensos,losbrillantes!Porque su pasión eran las voluminosas piedras queKassimmontaba. Seguía el

trabajoconlocahambredequeconcluyeradeunavez,yapenasaderezabalaalhaja,corríaconellaalespejo.Luego,unataquedesollozos:

—¡Todos,cualquiermarido,elúltimo,haríaunsacrificioparahalagarasumujer!Ytú…,ytú…¡Niunmiserablevestidoqueponermetengo!

Cuandosetraspasaciertolímitederespetoalvarón,lamujerpuedellegaradecirasumaridocosasincreíbles.

LamujerdeKassimfranqueóeselímiteconunapasiónigualporlomenosalaquesentíaporlosbrillantes.Unatarde,alguardarsusjoyas,Kassimnotólafaltadeunprendedor—cincomilpesosendossolitarios—.Buscóensuscajonesdenuevo.

—¿Nohasvistoelprendedor,María?Lodejéaquí.—Sí,lohevisto.—¿Dóndeestá?—sevolvióélextrañado.—¡Aquí!Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se erguía con el prendedor

puesto.—Tequedamuybien—dijoKassimalrato—.Guardémoslo.Maríaserió.—¡Oh,no!Esmío.—¿Broma?…—¡Sí, es broma! ¡Es broma, sí! ¡Cómo te duele pensar que podría sermío…!

Mañanatelodoy.Hoyvoyalteatroconél.Kassimsedemudó.—Hacesmal…Podríanverte.Perderíantodaconfianzaenmí.—¡Oh!—Cerróellaconrabiosofastidio,golpeandoviolentamentelapuerta.Vueltadelteatro,colocólajoyasobreelvelador.Kassimselevantódelacamay

fueaguardarlaensutallerbajollave.Cuandovolvió,sumujerestabasentadaenellecho.

—¡Esdecir,quetemesquetelarobe!¡Quesoyunaladrona!—Nomiresasí…Hassidoimprudente,nadamás.—¡Ah!¡Ya ti te loconfían! ¡A ti,a ti! ¡Ycuando tumujer tepideunpocode

halago,yquiere…!¡Mellamasladronaamí,infame!

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Sedurmióalfin.PeroKassimnodurmió.EntregaronluegoaKassim,paramontar,unsolitario,elbrillantemásadmirable

quehubierapasadoporsusmanos.—Mira,María,quépiedra.Nohevistootraigual.Su mujer no dijo nada; pero Kassim la sintió respirar hondamente sobre el

solitario.—Unaguaadmirable…—prosiguióél—.Costaránueveodiezmilpesos.—Unanillo…—murmuróMaríaalfin.—No,esdehombre…Unalfiler.Acompásdelmontajedelsolitario,Kassimrecibiósobresuespaldatrabajadora

cuanto ardía de rencor y cocotaje frustrado en su mujer. Diez veces por díainterrumpíaasumaridoparairconelbrillanteanteelespejo.Despuésseloprobabacondiferentesvestidos.

—Si quieres hacerlo después —se atrevió Kassim un día—. Es un trabajourgente.

Esperórespuestaenvano;sumujerabríaelbalcón.—¡María,tepuedenver!—¡Toma!¡Ahíestátupiedra!Elsolitario,violentamentearrancadodelcuello,rodóporelpiso.Kassim,lívido,lorecogióexaminándoloyalzóluegodesdeelsuelolamiradaa

sumujer.—Ybueno:¿Porquémemirasasí?¿Sehizoalgotupiedra?—No —repuso Kassim. Y reanudó enseguida su tarea, aunque las manos le

temblabanhastadarlástima.Tuvoque levantarseal finavera sumujereneldormitorio,enplenacrisisde

nervios.Sucabellerasehabíasoltado,ylosojoslesalíandelasórbitas.—¡Dame el brillante! —clamó—. ¡Dámelo! ¡Nos escaparemos! ¡Para mí!

¡Dámelo!—María…—tartamudeóKassim,tratandodedesasirse.—¡Ah!—rugiósumujerenloquecida—.¡Túeresel ladrón,miserable!¡Mehas

robadomivida,ladrón,ladrón!¡Ycreíasquenomeibaadesquitar…cornudo!¡Ajá!Mírame…No se te ha ocurrido nunca, ¿eh? ¡Ah!—y se llevó las dosmanos a lagargantaahogada.

Pero cuando Kassim se iba, saltó de la cama y cayó de pecho, alcanzando acogerlodeunbotín.

—¡Noimporta!¡Elbrillante,dámelo!¡Noquieromásqueeso!¡Esmío,Kassim,miserable!

Kassimlaayudóalevantarse,lívido.—Estásenferma,María.Despuéshablaremos…Acuéstate.

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—¡Mibrillante!—Bueno,veremossiesposible…Acuéstate.—¡Dámelo!Lacrisisdenerviosretornó.

Kassim volvió a trabajar en su solitario. Como sus manos tenían una seguridadmatemática,faltabanpocashorasyaparaconcluirlo.

Maríaselevantóacomer,yKassimtuvolasolicituddesiempreconella.Alfinaldelacenasumujerlomiródefrente.

—Esmentira,Kassim—ledijo.—¡Oh!—repusoKassimsonriendo—.Noesnada.—¡Tejuroqueesmentira!—insistióella.Kassim sonrió de nuevo, tocándole con torpe caricia la mano, y se levantó a

proseguirsutarea.Sumujer,conlasmejillasentrelasmanos,losiguióconlavista.—Ynomedicemásqueeso…—murmuró.Yconunahondanáuseaporaquello

pegajoso,fofoeinertequeerasumarido,sefueasucuarto.Nodurmióbien.Despertó,tardeya,yvioluzeneltaller;sumaridocontinuaba

trabajando.UnahoradespuésKassimoyóunalarido.—¡Dámelo!—Sí, es para ti; falta poco, María —repuso presuroso, levantándose. Pero su

mujer,trasesegritodepesadilla,dormíadenuevo.Alasdosde lamadrugadaKassimpudodarpor terminadasu tarea:elbrillante

resplandecíafirmeyvaronilensuengarce.Conpasosilenciosofuealdormitorioyencendiólaveladora.Maríadormíadeespaldas,enlablancuraheladadesupechoysucamisón.

Fuealtalleryvolviódenuevo.Contemplóunratoelsenocasidescubierto,yconunadescoloridasonrisaapartóunpocomáselcamisóndesprendido.

Sumujernolosintió.Nohabíamuchaluz.ElrostrodeKassimadquiriódeprontounadurezadepiedra,

y suspendiendo un instante la joya a flor del seno desnudo, hundió, firme yperpendicularcomounclavo,elalfilerenteroenelcorazóndesumujer.

Hubounabruscaaberturadeojos, seguidadeuna lentacaídadepárpados.Losdedossearquearon,ynadamás.

La joya, sacudida por la convulsión del ganglio herido, tembló un instantedesequilibrada. Kassim esperó un momento; y cuando el solitario quedó por finperfectamenteinmóvil,seretirócerrandotrasdesílapuertasinhacerruido.

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Losbuquessuicidantes

Resulta que hay pocas cosas más terribles que encontrar en el mar un buqueabandonado. Si de día el peligro es menor, de noche el buque no se ve ni hayadvertenciaposible:elchoquesellevaaunoyotro.

Estosbuquesabandonadosporaoporb,naveganobstinadamenteafavordelascorrientes o del viento si tienen las velas desplegadas. Recorren así los mares,cambiandocaprichosamentederumbo.

Nopocosdelosvaporesqueunbuendíanollegaronapuerto,hantropezadoensucaminoconunodeestosbuquessilenciososqueviajanporsucuenta.Siemprehayprobabilidaddehallarlos,acadaminuto.Porventuralascorrientessuelenenredarlosenlosmaresdesargazo.Losbuquessedetienen,porfin,aquíoallá,inmóvilesparasiempreenesedesiertodealgas.Así,hastaquepocoapocosevandeshaciendo.Perootrosllegancadadía,ocupansulugarensilencio,demodoqueeltranquiloylúgubrepuertosiempreestáfrecuentado.

Elprincipalmotivodeestosabandonosdebuquesonsindudalastempestadesylosincendiosquedejanaladerivanegrosesqueletoserrantes.Perohayotrascausassingularesentrelasquesepuedeincluir loacaecidoalMaríaMargarita,quezarpódeNuevaYorkel24deagostode1903,yqueel26demañanasepusoalhablaconuna corbeta, sin acusar novedad alguna. Cuatro horas más tarde, un paquete, noobteniendorespuesta,desprendióunachalupaqueabordóalMaríaMargarita.Enelbuquenohabíanadie.Lascamisetasde losmarinerossesecabanaproa.Lacocinaestabaprendidaaún.Unamáquinadecoserteníalaagujasuspendidasobrelacostura,comosihubierasidodejadaunmomentoantes.Nohabíalamenorseñaldeluchanidepánico,todoenperfectoorden.Yfaltabantodos.¿Quépasó?

Lanochequeaprendíestoestábamosreunidosenelpuente.ÍbamosaEuropa,yelcapitánnoscontabasuhistoriamarina,perfectamentecierta,porotrolado.

La concurrencia femenina, ganada por la sugestión del oleaje susurrante, oíaestremecida.Laschicasnerviosasprestabansinquererinquietooídoalaroncavozdelosmarinerosenproa.Unaseñoramuyjovenyreciéncasadaseatrevió:

—¿Noseránáguilas…?Elcapitánsesonrióbondadosamente:—¿Qué,señora?¿Águilasquesellevenalatripulación?Todosserieron,ylajovenhizolomismo,unpococortada.Felizmenteunpasajerosabíaalgodeeso.Lomiramoscuriosamente.Duranteel

viaje había sido un excelente compañero, admirando por su cuenta y riesgo, yhablandopoco.

—¡Ah!¡Sinoscontara,señor!—suplicólajovendelaságuilas.—Notengoinconveniente—asintióeldiscretoindividuo—.Endospalabras:«En

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losmaresdelnorte,comoelMaríaMargaritadelcapitán,encontramosunavezunbarcoavela.Nuestrorumbo—viajábamostambiénavela—nosllevócasiasulado.El singularairedeabandonoquenoengañaenunbuque llamónuestraatención,ydisminuimoslamarchaobservándolo.Alfindesprendimosunachalupa;abordonosehallóanadie,todoestabatambiénenperfectoorden.Perolaúltimaanotacióndeldiariodatabadecuatrodíasatrás,demodoquenosentimosmayor impresión.Aunnosreímosunpocodelasfamosasdesaparicionessúbitas.

»Ochodenuestroshombresquedaronabordoparaelgobiernodelnuevobuque.Viajaríamos en conserva.Al anochecer aquél nos tomóunpocode camino.Aldíasiguiente lo alcanzamos, pero no vimos a nadie sobre el puente. Desprendiose denuevo la chalupa, y los que fueron recorrieron en vano el buque: todos habíandesaparecido.Niunobjeto fuerade su lugar.Elmarestabaabsolutamente tersoentodasuextensión.Enlacocinahervíaaúnunaollaconpapas.

»Comoustedescomprenderán,elterrorsupersticiosodenuestragentellegóasucolmo.A la larga, seis se animaron a llenar el vacío, y yo fui con ellos.Apenas abordo, mis nuevos compañeros se decidieron a beber para desterrar todapreocupación.Estabansentadosenrueda,yalahoralamayoríacantabaya.

»Llegómediodíaypasólasiesta.Alascuatro,labrisacesóylasvelascayeron.Unmarineroseacercóalabordaymiróelmaraceitoso.Todossehabíanlevantado,paseándose,singanasyadehablar.Unosesentóenuncaboarrolladoysesacó lacamisetapararemendarla.Cosióunratoensilencio.Deprontoselevantóylanzóunlargo silbido. Sus compañeros se volvieron. Él los miró vagamente, sorprendidotambién, y se sentó de nuevo. Unmomento después dejó la camiseta en el rollo,avanzóalabordaysetiróalagua.Alsentirruido,losotrosdieronvueltalacabeza,conelceñoligeramentefruncido.Peroenseguidaparecieronolvidarsedelincidente,volviendoalaapatíacomún.

»Alratootrosedesperezó,restregoselosojoscaminando,ysetiróalagua.Pasómediahora;elsolibacayendo.Sentídeprontoquemetocabanenelhombro.

»—¿Quéhoraes?»—Lascinco—respondí.Elviejomarineroquemehabíahecholapreguntame

miró desconfiado, con las manos en los bolsillos. Miró largo rato mi pantalón,distraído.Alfinsetiróalagua.

»Lostresquequedaban,seacercaronrápidamenteyobservaronelremolino.Sesentaronenlaborda,silbandodespacio,conlavistaperdidaalolejos.Unosebajóysetendióenelpuente,cansado.Losotrosdesaparecieronunotrasotro.Alasseis,elúltimodetodosselevantó,secompusolaropa,apartoseelpelodelafrente,caminóconsueñoaún,ysetiróalagua.

»Entoncesquedésolo,mirandocomounidiotaelmardesierto.Todossinsaberloque hacían, se habían arrojado al mar, envueltos en el sonambulismomoroso que

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flotaba en el buque. Cuando uno se tiraba al agua, los otros se volvíanmomentáneamentepreocupados,comosirecordaranalgo,paraolvidarseenseguida.Así habíandesaparecido todos, y supongoque lomismo los del día anterior, y losotrosylosdelosdemásbuques.Esoestodo».

Nosquedamosmirandoalrarohombreconexplicablecuriosidad.—¿Yustednosintiónada?—lepreguntómivecinodecamarote.—Sí;ungrandesganoyobstinacióndelasmismasideas,peronadamás.Nosé

porquénosentínadamás.Presumoqueelmotivoeséste:envezdeagotarmeenunadefensaangustiosaya todacostacontra loquesentía,comodebendehaberhechotodos, y aun los marineros sin darse cuenta, acepté sencillamente esa muertehipnótica,comosiestuvieseanuladoya.Algomuysemejantehapasadosindudaaloscentinelasdeaquellaguardiacélebre,quenocheanocheseahorcaban.

Comoelcomentarioerabastantecomplicado,nadie respondió.Pocodespuéselnarradorseretirabaasucamarote.Elcapitánlosiguióunratodereojo.

—¡Farsante!—murmuró.—Alcontrario—dijounpasajeroenfermo,queibaamorirasutierra—.Sifuera

farsantenohabríadejadodepensareneso,ysehubieratiradotambiénalagua.

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Aladeriva

El hombre pisó algo blanduzco, y enseguida sintió la mordedura en el pie. Saltóadelante, y al volverse conun juramentoviounayararacusúquearrollada sobre símisma,esperabaotroataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangreengrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio laamenaza,yhundiómáslacabezaenelcentromismodesuespiral;peroelmachetecayódelomo,dislocándolelasvértebras.

Elhombresebajóhasta lamordedura,quitó lasgotitasdesangre,yduranteuninstantecontempló.Undoloragudonacíadelosdospuntitosvioleta,ycomenzabaainvadirtodoelpie.Apresuradamenteseligóeltobilloconsupañuelo,ysiguióporlapicadahaciasurancho.

Eldolorenelpieaumentaba,consensacióndetiranteabultamiento,ydeprontoel hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habíanirradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna condificultad;unametálicasequedaddegarganta, seguidadesedquemante, learrancóunnuevojuramento.

Llegóporfinalrancho,yseechódebrazossobrelaruedadeuntrapiche.Losdospuntitosvioletasdesaparecíanahora en lamonstruosahinchazóndelpie entero.Lapiel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa.El hombre quiso llamar a sumujer,ylavozsequebróenunroncoarrastredegargantareseca.Lasedlodevoraba.

—¡Dorotea!—alcanzóalanzarenunestertor—.¡Damecaña!Sumujercorrióconunvasolleno,queelhombresorbióentrestragos.Perono

habíasentidogustoalguno.—¡Tepedícaña,noagua!—rugiódenuevo—.¡Damecaña!—¡Peroescaña,Paulino!—protestólamujerespantada.—¡No,medisteagua!¡Quierocaña,tedigo!Lamujercorrióotravez,volviendoconladamajuana.Elhombretragóunotras

otrodosvasos,peronosintiónadaenlagarganta.—Bueno; esto se pone feo…—murmuró entonces,mirando su pie lívido y ya

con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordabacomounamonstruosamorcilla.

Losdoloresfulgurantessesucedíanencontinuosrelampagueos,yllegabanahoraa la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más,aumentabaalapar.Cuandopretendióincorporarse,unfulminantevómitolomantuvomediominutoconlafrenteapoyadaenlaruedadepalo.

Peroelhombrenoqueríamorir,ydescendiendohastalacostasubióasucanoa.SentoseenlapopaycomenzóapalearhastaelcentrodelParaná.Allílacorrientedel

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río,queenlasinmediacionesdelIguazúcorreseismillas,lollevaríaantesdecincohorasaTacurú-Pucú.

Elhombre,consombríaenergía,pudoefectivamentellegarhastaelmediodelrío;peroallísusmanosdormidasdejaroncaerlapalaenlacanoa,ytrasunnuevovómito—desangreestavez—,dirigióunamiradaalsolqueyatrasponíaelmonte.

Lapiernaentera,hastamediomuslo,erayaunbloquedeformeydurísimoquereventabalaropa.Elhombrecortólaligadurayabrióelpantalónconsucuchillo:elbajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblementedoloroso.El hombrepensóquenopodría jamás llegar él solo aTacurú-Pucú, y sedecidióapedirayudaasucompadreAlves,aunquehacíamuchotiempoqueestabandisgustados.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombrepudofácilmenteatracar.Searrastróporlapicadaencuestaarriba,peroalosveintemetros,exhausto,quedótendidodepecho.

—¡Alves!—gritóconcuantafuerzapudo;yprestóoídoenvano—.¡CompadreAlves!¡Nomeniegueestefavor!—clamódenuevo,alzandolacabezadelsuelo.Enelsilenciodelaselvanoseoyóunsolorumor.Elhombretuvoaúnvalorparallegarhastasucanoa,ylacorriente,cogiéndoladenuevo,lallevóvelozmentealaderiva.

ElParanácorreallíenelfondodeunainmensahoya,cuyasparedes,altasdecienmetros,encajonanfúnebrementeelrío.Desdelasorillasbordeadasdenegrosbloquesde basalto asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás,siemprelaeternamurallalúgubre,encuyofondoelríoarremolinadoseprecipitaenincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él unsilenciodemuerte.Alatardecer,sinembargo,subellezasombríaycalmacobraunamajestadúnica.

Elsolhabíacaídoyacuandoelhombre,semitendidoenelfondodelacanoa,tuvounviolentoescalofrío.Ydepronto,conasombro,enderezópesadamente lacabeza:sesentíamejor.Lapiernaledolíaapenas,laseddisminuía,ysupecho,libreya,seabríaenlentainspiración.

El veneno comenzaba a irse, no había duda.Se hallaba casi bien, y aunque noteníafuerzasparamoverlamano,contabaconlacaídadelrocíoparareponersedeltodo.CalculóqueantesdetreshorasestaríaenTacurú-Pucú.

Elbienestaravanzabayconélunasomnolenciallenaderecuerdos.Nosentíayanada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadreGaona en Tacurú-Pucú?Acasovieratambiénasuexpatrón,místerDougald,yalrecibidordelobraje.

¿Llegaríapronto?Elcielo,alponiente,seabríaahoraenpantalladeoro,yelríose había coloreado también.Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, elmontedejabacaersobreelríosufrescuracrepuscular,enpenetrantesefluviosdeazaharymiel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el

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Paraguay.Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos

sobresímismaanteelborbollóndeunremolino.Elhombrequeibaenellasesentíacadavezmejor,ypensabaentretantoeneltiempojustoquehabíapasadosinverasuex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses?Acaso.¿Ochomesesymedio?Esosí,seguramente.

Deprontosintióqueestabaheladohastaelpecho.¿Quésería?Ylarespiración…AlrecibidordemaderasdemísterDougald,LorenzoCubilla, lohabíaconocido

enPuertoEsperanzaunviernessanto…¿Viernes?Sí,ojueves…Elhombreestirólentamentelosdedosdelamano.—Unjueves…Ycesóderespirar.

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Lainsolación

ElcachorroOldsalióporlapuertayatravesóelpatioconpasorectoyperezoso.Sedetuvoenlalindedelpasto,estiróalmonte,entrecerrandolosojos,lanarizvibrátil,ysesentótranquilo.VeíalamonótonallanuradelChaco,consusalternativasdecampoymonte,monteycampo,sinmáscolorqueelcremadelpastoyelnegrodelmonte.Éstecerrabaelhorizonte,adoscientosmetros,por tres ladosde lachacra.Haciaeloeste, el campo se ensanchaba y extendía en abra, pero que la ineludible líneasombríaenmarcabaalolejos.

Aesahora temprana, el confín, ofuscantede luz amediodía, adquiría reposadanitidez.Nohabíaunanubeniunsoplodeviento.Bajolacalmadelcieloplateado,elcampoemanabatónicafrescuraquetraíaalalmapensativa,antelacertezadeotrodíadeseca,melancolíasdemejorcompensadotrabajo.

Milk,elpadredelcachorro,cruzóasuvezelpatioysesentóal ladodeaquél,conperezosoquejidodebienestar.Ambospermanecíaninmóviles,puesaúnnohabíamoscas.

Old,quemirabahacíaratolaveradelmonte,observó:—Lamañanaesfresca.Milk siguió la mirada del cachorro y quedó con la vista fija, parpadeando

distraído.Despuésdeunratodijo:—Enaquelárbolhaydoshalcones.Volvieron lavista indiferenteaunbueyquepasaba,ycontinuaronmirandopor

costumbrelascosas.Entretanto,elorientecomenzabaaempurpurarseenabanico,yelhorizontehabía

perdidoya sumatinalprecisión.Milk cruzó laspatasdelanterasy al hacerlo sintióleve dolor.Miró sus dedos sinmoverse, decidiéndose por fin a olfatearlos. El díaanterior se había sacado un pique, y en recuerdo de lo que había sufrido lamióextensamenteeldedoenfermo.

—Nopodíacaminar—exclamó,enconclusión.Oldnocomprendióaquéserefería,Milkagregó:—Haymuchospiques.Estavezelcachorrocomprendió.Yrepusoporsucuenta,despuésdelargorato:—Haymuchospiques.Unoyotrocallarondenuevo,convencidos.Elsolsalió;yenelprimerbañodesuluz, laspavasdelmontelanzaronalaire

puro el tumultuoso trompeteo de su charanga. Los perros, dorados al sol oblicuo,entornaronlosojos,dulcificandosumolicieenbeatopestañeo.Pocoapocolaparejaaumentóconlallegadadelosotroscompañeros:Dick,eltaciturnopreferido;Prince,cuyolabiosuperior,partidoporuncoatí,dejabaverlosdientes;eIsondú,denombre

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indígena.Loscincofoxterriers,tendidosybeatosdebienestar,durmieron.Alcabodeunahorairguieronlacabeza;porelladoopuestodelbizarroranchode

dos pisos—el inferior de barro y el alto demadera, con corredores y baranda dechalet—,habíansentidolospasosdesudueño,quebajabalaescalera.MísterJones,latoallaalhombro,sedetuvounmomentoenlaesquinadelranchoymiróelsol,altoya.Teníaaúnlamiradamuertayellabiopendientetrassusolitariaveladadewhisky,másprolongadaquelashabituales.

Mientras se lavaba, losperros se acercarony leolfatearon lasbotas,meneandoconperezaelrabo.Comolasfierasamaestradas,losperrosconocenelmenorindiciodeborracheraensuamo.Alejáronseconlentitudaecharsedenuevoalsol.Peroelcalorcrecienteleshizoprestoabandonaraquél,porlasombradeloscorredores.

El día avanzaba igual a los precedentes de todo ese mes: seco, límpido, concatorcehorasdesolcalcinantequeparecíamantenerelcieloenfusión,yqueenuninstanteresquebrajabalatierramojadaencostrasblanquecinas.MísterJonesfuealachacra,miróel trabajodeldíaanteriory retornóal rancho.En todaesamañananohizonada.Almorzóysubióadormirlasiesta.

Lospeonesvolvieronalasdosalacarpición,noobstantelahoradefuego,pueslos yuyos no dejaban el algodonal. Tras ellos fueron los perros, muy amigos delcultivo desde el invierno pasado, cuando aprendieron a disputar a los halcones losgusanos blancos que levantaba el arado. Cada perro se echó bajo un algodonero,acompañandoconsujadeolosgolpessordosdelaazada.

Entretantoelcalorcrecía.Enelpaisajesilenciosoyenceguecientedesol,elairevibrabaatodoslados,dañandolavista.Latierraremovidaexhalabavahodehorno,que los peones soportaban sobre la cabeza, envuelta hasta las orejas en el flotantepañuelo,conelmutismodesustrabajosdechacra.Losperroscambiabanacadaratodeplanta,enprocurademásfrescasombra.Tendíansea lo largo,pero lafatiga losobligabaasentarsesobrelaspatastraseraspararespirarmejor.

Reverberabaahoradelantedeellosunpequeñopáramodegredaquenisiquierasehabíaintentadoarar.Allí,elcachorroviodeprontoamísterJonessentadosobreuntronco,quelomirabafijamente.Oldsepusoenpiemeneandoelrabo.Losotroslevantáronsetambién,peroerizados.

—Eselpatrón—dijoelcachorro,sorprendidodelaactituddeaquéllos.—No,noesél—replicóDick.Loscuatroperrosestabanapiñadosgruñendosordamente,sinapartarlosojosde

míster Jones, que continuaba inmóvil, mirándolos. El cachorro, incrédulo, fue aavanzar,peroPrincelemostrólosdientes:

—Noesél,eslaMuerte.Elcachorroseerizódemiedoyretrocedióalgrupo.—¿Eselpatrónmuerto?—preguntóansiosamente.

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Los otros, sin responderle, rompieron a ladrar con furia, siempre en actitudtemerosa.PeromísterJonessedesvanecíayaenelaireondulante.

Al oír los ladridos, los peones habían levantado la vista, sin distinguir nada.Giraronlacabezaparaversihabíaentradoalgúncaballoenlachacra,ysedoblarondenuevo.

Los fox terriers volvieron al paso al rancho. El cachorro, erizado aún, seadelantabayretrocedíaconcortos trotesnerviosos,ysupode laexperienciadesuscompañerosquecuandounacosavaamorir,apareceantes.

—¿Ycómosabenqueesequevimosnoeraelpatrónvivo?—preguntó.—Porquenoeraél—lerespondierondisplicentes.¡LuegolaMuerte,yconellaelcambiodedueño,lasmiserias,laspatadas,estaba

sobreellos!Pasaronel restode la tardeal ladode supatrón, sombríosyalerta.Almenorruidogruñían,sinsaberhaciadónde.

Porfinelsolsehundiótraselnegropalmardelarroyo,yenlacalmadelanocheplateada, los perros se estacionaron alrededor del rancho, en cuyo piso altomísterJones recomenzaba suveladadewhisky.Amedianocheoyeron suspasos, luego lacaída de las botas en el piso de tablas, y la luz se apagó. Los perros, entonces,sintieron más el próximo cambio de dueño, y solos, al pie de la casa dormida,comenzaron a llorar.Lloraban en coro, volcando sus sollozos convulsivos y secos,como masticados, en un aullido de desolación, que la voz cazadora de Princesostenía, mientras los otros tomaban el sollozo de nuevo. El cachorro sólo podíaladrar.Lanocheavanzaba,yloscuatroperrosdeedad,agrupadosalaluzdelaluna,elhocicoextendidoehinchadodelamentos—bienalimentadosyacariciadosporeldueñoqueibanaperder—,continuabanllorandoaloaltosudomésticamiseria.

AlamañanasiguientemísterJonesfueélmismoabuscarlasmulasylasuncióalacarpidora,trabajandohastalasnueve.Noestabasatisfecho,sinembargo.Fueradequelatierranohabíasidonuncabienrastreada,lascuchillasnoteníanfilo,yconelpasorápidodelasmulas,lacarpidorasaltaba.Volvióconéstayafilósusrejas;peroun tornillo, en que ya al comprar lamáquina había notado una falla, se rompió alarmarla.Mandóunpeónalobrajepróximo,recomendándolecuidaradelcaballo,unbuenanimal,peroasoleado.Alzólacabezaalsolfundentedemediodía,einsistióenquenogaloparaniunmomento.Almorzóenseguidaysubió.Losperros,queen lamañananohabíandejadounsegundoasupatrón,sequedaronenloscorredores.

Lasiestapesaba,agobiadadeluzysilencio.Todoelcontornoestababrumosoporlasquemazones.Alrededordelrancholatierrablanquizcadelpatiodeslumbrabaporel sol a plomo, parecía deformarse en trémulo hervor, que adormecía los ojosparpadeantesdelosfoxterriers.

—Nohaaparecidomás—dijoMilk.Old,aloíraparecido,levantóvivamentelasorejas.Incitadoporlaevocación,el

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cachorrosepusoenpieyladró,buscandoaqué.Alratocalló,entregándoseconsuscompañerosasudefensivacaceríademoscas.

—Novinomás—agregóIsondú.—Habíaunalagartijabajoelraigón—recordóporprimeravezPrince.Una gallina, el pico abierto y las alas apartadas del cuerpo, cruzó el patio

incandescente con su pesado trote de calor. Prince la siguió perezosamente con lavista,ysaltódegolpe.

—¡Vieneotravez!—gritó.Por el norte del patio avanzaba solo el caballo en que había ido el peón. Los

perrossearquearonsobrelaspatas,ladrandoconfuriaalaMuertequeseacercaba.Elcaballocaminabaconlacabezabaja,aparentementeindecisosobreelrumboquedebíaseguir.Alpasarfrentealranchodiounoscuantospasosendirecciónalpozo,ysedesvanecióprogresivamenteenlacrudaluz.

Míster Jones bajó; no tenía sueño. Disponíase a proseguir el montaje de lacarpidora,cuandoviollegarinesperadamentealpeónacaballo.Apesardesuorden,teníaquehabergalopadoparavolveraesahora.Apenaslibreyconcluidasumisión,elpobrecaballo,encuyosijareseraimposiblecontarloslatidos,temblóagachandolacabeza,ycayódecostado.Míster Jonesmandóa lachacra, todavíade sombreroyrebenque,alpeónparanoecharlosicontinuabaoyendosusjesuíticasdisculpas.

Perolosperrosestabancontentos.LaMuerte,quebuscabaasupatrón,sehabíaconformado con el caballo. Sentíanse alegres, libres de preocupación, y enconsecuenciadisponíanseairalachacratraselpeón,cuandooyeronamísterJonesquelegritaba,pidiéndoleeltornillo.Nohabíatornillo:elalmacénestabacerrado,elencargadodormía,etc.MísterJones,sinreplicar,descolgósucascoysalióélmismoenbuscadelutensilio.Resistíaelsolcomounpeón,yelpaseoeramaravillosocontrasumalhumor.

Losperrossalieronconél,perosedetuvieronalasombradelprimeralgarrobo;hacía demasiado calor. Desde allí, firmes en las patas, el ceño contraído y atento,veíanalejarseasupatrón.Alfineltemoralasoledadpudomás,yconagobiadotrotesiguierontrasél.

Míster Jones obtuvo su tornillo y volvió. Para acortar distancia, desde luego,evitandolapolvorientacurvadelcamino,marchóenlínearectaasuchacra.Llegóalriachoy se internóenelpajonal, eldiluvianopajonaldelSaladito,quehacrecido,secadoy retoñadodesdequehaypaja en elmundo, sin conocer fuego.Lasmatas,arqueadasenbóvedaalaalturadelpecho,seentrelazanenbloquesmacizos.Latareadecruzarlo,seriayacondíafresco,eramuyduraaesahora.MísterJonesloatravesó,sin embargo, braceando entre la paja restallante y polvorienta por el barro quedejabanlascrecientes,ahogadodefatigayacresvahosdenitratos.

Salióporfinysedetuvoenlalinde;peroeraimposiblepermanecerquietobajo

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ese sol y ese cansancio.Marchóde nuevo.Al calor quemante que crecía sin cesardesdetresdíasatrás,agregábaseahoraelsofocamientodeltiempodescompuesto.Elcielo estabablancoyno se sentía un soplodeviento.El aire faltaba, con angustiacardiacaquenopermitíaconcluirlarespiración.

Míster Jones adquirió el convencimiento de que había traspasado su límite deresistencia. Desde hacía rato le golpeaba en los oídos el latido de las carótidas.Sentíase en el aire, como si de dentro de la cabeza le empujaran el cráneo haciaarriba.Semareabamirandoelpasto.Apresurólamarchaparaacabarconesodeunavez…Ydeprontovolvióensíysehallóendistintoparaje:habíacaminadomediacuadrasindarsecuentadenada.Miróatrás,ylacabezaselefueenunnuevovértigo.

Entretanto, los perros seguían tras él, trotando con toda la lengua de fuera. Aveces,asfixiados,deteníanseenlasombradeunespartillo;sesentaban,precipitandosu jadeo,paravolverenseguidaal tormentodel sol.Al fin,como lacasaestabayapróxima,apuraroneltrote.

FueenesemomentocuandoOld,que ibaadelante,vio tras el alambradode lachacraamísterJones,vestidodeblanco,quecaminabahaciaellos.Elcachorro,consúbitorecuerdo,volviólacabezaasupatrón,yconfrontó.

—¡LaMuerte,laMuerte!—aulló.Losotros lohabíanvisto también,y ladrabanerizados.VieronquemísterJones

atravesabael alambradoyporun instantecreyeronque se ibaaequivocar;peroalllegar a cien metros se detuvo, miró el grupo con sus ojos celestes, y marchóadelante.

—¡Quenocamineligeroelpatrón!—exclamóPrince.—¡Vaatropezarconél!—aullarontodos.En efecto, el otro, tras breve hesitación, había avanzado, pero no directamente

sobreelloscomoantes,sinoenlíneaoblicuayenaparienciaerrónea,peroquedebíallevarlo justoal encuentrodemíster Jones.Losperroscomprendieronqueestaveztodo concluía, porque su patrón continuaba caminando a igual paso, como unautómata,sindarsecuentadenada.Elotrollegabaya.Losperroshundieronelraboycorrierondecostado, aullando.Pasóun segundo,yel encuentro seprodujo.MísterJonessedetuvo,girósobresímismoysedesplomó.

Lospeones,quelovieroncaer,lollevaronaprisaalrancho,perofueinútiltodaelagua; murió sin volver en sí. Míster Moore, su hermano materno, fue allá desdeBuenosAires,estuvounahoraenlachacrayencuatrodíasliquidótodo,volviéndoseenseguidaalsur.Losindiosserepartieronlosperros,quevivieronenadelanteflacosysarnosos,eibantodaslasnochesconhambrientosigiloarobarespigasdemaízenlaschacrasajenas.

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Elalambredepúa

Durantequincedíaselcaballoalazánhabíabuscadoenvanolasendapordondesucompañeroseescapabadelpotrero.Elformidablecerco,decapuera—desmontequeha rebrotado inextricable—, no permitía paso ni aun a la cabeza del caballo.Evidentementenoeraporallípordondeelmalacarapasaba.

Elalazánrecorríaotravezlachacra,trotandoinquietoconlacabezaalerta.Delaprofundidad del monte, el malacara respondía a los relinchos vibrantes de sucompañero con los suyos cortos y rápidos, en que había una fraternal promesa deabundantecomida.Lomásirritanteparaelalazáneraqueelmalacarareaparecíadosotresveceseneldíaparabeber.Prometíaseaquélentoncesnoabandonaruninstanteasucompañero,ydurantealgunashoras,enefecto, laparejapastabaenadmirableconserva.Perodeprontoelmalacara,consusogaarastra,seinternabaenelchircal,y cuando el alazán, al darse cuenta de su soledad, se lanzaba en su persecución,hallabaelmonteinextricable.Estosí,deadentro,muycercaaún,elmalignomalacararespondíaasusdesesperadosrelinchos,conunrelinchilloabocallena.

Hasta que esa mañana el viejo alazán halló la brecha muy sencillamente:cruzandoporfrentealchircal,quedesdeelmonteavanzabacincuentametrosenelcampo,viounvagosenderoquelocondujoenperfectalíneaoblicuaalmonte.Allíestabaelmalacara,deshojandoárboles.

Lacosaeramuysimple:elmalacara,cruzandoundíaelchircal,habíahalladolabrechaabiertaenelmonteporuninciensodesarraigado.Repitiósuavanceatravésdel chircal, hasta llegar a conocerperfectamente la entradadel túnel.Entoncesusódelviejocaminoqueconelalazánhabíanformadoalolargodelalíneadelmonte.Yaquíestabalacausadeltrastornodelalazán:laentradadelasendaformabaunalíneasumamente oblicua con el camino de los caballos, de modo que el alazán,acostumbradoarecorreréstedesuranorteyjamásdenorteasur,nohubierahalladojamáslabrecha.

Enuninstanteelviejocaballoestuvounidoasucompañero,y juntosentonces,sinmáspreocupaciónque ladedespuntar torpemente laspalmeras jóvenes, losdoscaballosdecidieronalejarsedelmalhadadopotreroquesabíanyadememoria.

El monte, sumamente raleado, permitía un fácil avance, aun a caballos. Delbosquenoquedabaenverdadsinounafranjadedoscientosmetrosdeancho.Trasél,unacapueradedosañosseempenachabadetabacosalvaje.Elviejoalazán,queensujuventudhabíacorreteadocapuerashastavivirperdidoseismesesenellas,dirigiólamarcha,y enmediahora los tabacos inmediatosquedarondesnudosdehojashastadondealcanzaunpescuezodecaballo.

Caminando,comiendo,curioseando,elalazányelmalacaracruzaronlacapuerahastaqueunalambradolosdetuvo.

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—Unalambrado—dijoelalazán.—Sí,alambrado—asintióelmalacara.Yambos,pasandolacabezasobreelhilo

superior, contemplaron atentamente. Desde allí se veía un alto pastizal de viejorozado, blanco por la helada; un bananal y una plantación nueva. Todo ello pocotentador, sinduda;pero loscaballosentendíanvereso,yuno trasotro siguieronelalambradoaladerecha.

Dosminutos después pasaban; un árbol, seco en pie por el fuego, había caídosobre los hilos. Atravesaron la blancura del pasto helado en que sus pasos nosonaban,ybordeandoelrojizobananal,quemadoporlaescarcha,vieronentoncesdecercaquéeranaquellasplantasnuevas.

—Esyerba—constatóelmalacara,consustrémuloslabiosamediocentímetrodelas duras hojas. La decepción pudo haber sido grande; mas los caballos, si biengolosos,aspirabansobretodoapasear.Demodoquecortandooblicuamenteelyerbalprosiguieron su camino, hasta que un nuevo alambrado contuvo a la pareja.Costeáronlocontranquilidadgraveypaciente, llegandoasíauna tranquera,abiertaparasudicha,ylospaseantessevieronderepenteenplenocaminoreal.

Ahorabien,paraloscaballos,aquelloqueacababandehacerteníatodoelaspectodeunaproeza.Delpotreroaburridora la libertadpresente,había infinitadistancia.Masporinfinitaquefuera,loscaballospretendíanprolongarlaaún,yasí,despuésdeobservarconperezosaatenciónlosalrededores,quitáronsemutuamentelacaspadelpescuezo,yenmansafelicidadprosiguieronsuaventura.

El día, en verdad, la favorecía. La bruma matinal de Misiones acababa dedisiparsedeltodo,ybajoelcielosúbitamenteazul,elpaisajebrillabadeesplendorosaclaridad.Desdelalomacuyacumbreocupabanenesemomentolosdoscaballos,elcaminodetierracoloradacortabaelpastodelantedeellosconprecisiónadmirable,descendía al valle blanco de espartillo helado, para tornar a subir hasta el montelejano.Elviento,muyfrío,cristalizabaaúnmáslaclaridaddelamañanadeoro,yloscaballos,quesentíandefrenteelsol,casihorizontaltodavía,entrecerrabanlosojosaldichosodeslumbramiento.

Seguían así, solos y gloriosos de libertad en el camino encendidode luz, hastaquealdoblarunapuntademontevieronaorillasdelcaminociertaextensióndeunverdeinusitado.¿Pasto?Sinduda.Masenplenoinvierno…

Yconlasnaricesdilatadasdegula,loscaballosacercaronalalambrado.¡Sí,pastofino,pastoadmirable!¡Yentraríanellos,loscaballoslibres!

Hayqueadvertirqueelalazányelmalacaraposeíandesdeesamadrugadaaltaidea de símismos.Ni tranquera, ni alambrado, nimonte, ni desmonte, nada fueraobstáculo para ellos. Habían visto cosas extraordinarias, salvado dificultades nocreíbles, y se sentían gordos, orgullosos y facultados para tomar la decisión másestrafalariaqueocurrírselespudiera.

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Enesteestadodeénfasis,vieronacienmetrosdeellosvariasvacasdetenidasaorillasdel camino,yencaminándoseallá llegarona la tranquera, cerradaconcincorobustos palos. Las vacas estaban inmóviles, mirando fijamente el verde paraísoinalcanzable.

—¿Porquénoentran?—preguntóelalazánalasvacas.—Porquenosepuede—lerespondieron.—Nosotrospasamosportodaspartes—afirmóelalazán,altivo—.Desdehaceun

mespasamosportodaspartes.Conelfulgordesuaventura,loscaballoshabíanperdidosinceramenteelsentido

deltiempo.Lasvacasnosedignaronsiquieramiraralosintrusos.—Los caballos no pueden—dijo una vaquillona movediza—. Dicen eso y no

pasanporningunaparte.Nosotrassípasamosportodaspartes.—Tienensoga—añadióunaviejamadresinvolverlacabeza.—¡Yono,yonotengosoga!—respondióvivamenteelalazán—.Yovivíaenlas

capuerasypasaba.—¡Sí,detrásdenosotras!Nosotraspasamosyustedesnopueden.Lavaquillonamovedizaintervinodenuevo:—Elpatróndijoelotrodía:a loscaballosconunsolohilose loscontiene.¿Y

entonces…?¿Ustedesnopasan?—No, no pasamos —repuso sencillamente el malacara, convencido por la

evidencia.—¡Nosotrassí!Al honrado malacara, sin embargo, se le ocurrió de pronto que las vacas,

atrevidasy astutas, impertinentes invasorasde chacrasy elCódigoRural, tampocopasabanlatranquera.

—Estatranqueraesmala—objetólaviejamadre.—¡Élsí!Correlospalosconloscuernos.—¿Quién?—preguntóelalazán.Todaslasvacas,sorprendidasdeesaignorancia,volvieronlacabezaalalazán.—¡Eltoro,Barigüí!Élpuedemásquelosalambradosmalos.—¿Alambrados…?¿Pasa?—¡Todo!Alambredepúatambién.Nosotraspasamosdespués.Losdos caballos,vueltosya a supacífica condicióndeanimales aqueun solo

hilo contiene, se sintieron ingenuamente deslumbrados por aquel héroe capaz deafrontar el alambredepúa, la cosamás terriblequepuedehallar eldeseodepasaradelante.

Depronto lasvacasse removieronmansamente:a lentopaso llegabael toro.Yante aquella chata y obstinada frente dirigida en tranquila recta a la tranquera, loscaballoscomprendieronhumildementesuinferioridad.

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Las vacas se apartaron, y Barigüí, pasando el testuz bajo una tranca, intentóhacerlacorreraunlado.Loscaballoslevantaronlasorejas,admirados,perolatrancano corrió. Una tras otra, el toro probó sin resultado su esfuerzo inteligente: elchacarero,dueñofelizdelaplantacióndeavena,habíaaseguradolatardeanteriorlospalosconcuñas.

El torono intentómás.Volviéndoseconpereza,olfateóa lo lejosentrecerrandolosojos,ycosteóluegoelalambrado,conahogadosmugidossibilantes.

Desdelatranquera,loscaballosylasvacasmiraban.Endeterminadolugareltoropasóloscuernosbajoelalambredepúatendiéndoloviolentamentehaciaarribaconeltestuz,ylaenormebestiapasóarqueandoellomo.Encuatropasosmásestuvoentrelaavena,ylasvacasseencaminaronentoncesallá,intentandoasuvezpasar.Peroalasvacasfaltaevidentementeladecisiónmasculinadepermitirenlapielsangrientosrasguños,yapenasintroducíanelcuello,loretirabanprestoconmareantecabeceo.

Loscaballosmirabansiempre.—Nopasan—observóelmalacara.—Eltoropasó—dijoelalazán—.Comemucho.Y la pareja se dirigía a su vez a costear el alambrado por la fuerza de la

costumbre,cuandounmugido,claroyberreanteahora, llegóhastaellos:dentrodelavenalel toro,concabriolasdefalsoataque,bramabaanteelchacareroqueconunpalotratabadealcanzarlo.

—¡Añá…!Tevoyadarsaltitos…—gritabaelhombre.Barigüí, siempre danzando y berreando ante el hombre, esquivaba los golpes.

Maniobraron así cincuenta metros, hasta que el chacarero pudo forzar a la bestiacontraelalambrado.Peroésta,conladecisiónpesadaybrutadesufuerza,hundiólacabezaentreloshilosypasó,bajounagudoviolineodealambreygrampaslanzadasaveintemetros.

Los caballos vieron cómo el hombre volvía precipitadamente a su rancho, ytornaba a salir con el rostro pálido.Vieron también que saltaba el alambrado y seencaminabaendireccióndeellos,por locual los compañeros, ante aquelpasoqueavanzabadecidido,retrocedieronporelcaminoendirecciónasuchacra.

Como los caballos marchaban dócilmente a pocos pasos delante del hombre,pudieron llegar juntos a la chacra del dueño del toro, siéndoles dado así oírconversación.

Es evidente, por lo que de ella se desprende, que el hombre había sufrido loindecibleconel torodelpolaco.Plantaciones,por inaccesiblesquehubieranestadodentrodelmonte;alambrados,porgrandequefuerasutensióneinfinitoelnúmerodehilos, todo lo arrolló el toro con sus hábitos de pillaje. Se deduce tambiénque losvecinos estaban hartos de la bestia y de su dueño, por los incesantes destrozos deaquélla.PerocomolospobladoresdelaregióndifícilmentedenuncianalJuzgadode

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Paz perjuicios de animales, por duros que les sean, el toro proseguía comiendo entodaspartesmenosenlachacradesudueño,elcual,porotrolado,parecíadivertirsemuchoconesto.

De este modo, los caballos vieron y oyeron al irritado chacarero y al polacocazurro.

—¡Es la última vez, don Zaninski, que vengo a verlo por su toro! Acaba depisotearmetodalaavena.¡Yanosepuedemás!

Elpolaco,altoydeojillosazules,hablabaconagudoymelosofalsete.—¡Ah,toromalo!¡Mínopuede!¡Míata,escapa!¡Vacatieneculpa!¡Torosigue

vaca!—¡Yonotengovacas,ustedbiensabe!—¡No,no!¡VacaRamírez!¡Míquedaloco,toro!—¡Ylopeoresqueaflojatodosloshilos,ustedlosabetambién!—¡Sí,sí,alambre!¡Ah,mínosabe…!—¡Bueno!Vea, donZaninski; yo noquiero cuestiones convecinos, pero tenga

porúltimavezcuidadoconsutoroparaquenoentreporelalambradodelfondo:enelcaminovoyaponeralambrenuevo.

—¡Toropasaporcamino!¡Nofondo!—Esqueahoranovaapasarporelcamino.—¡Pasa,toro!¡Nopúa,nonada!¡Pasatodo!—Novaapasar.—¿Quépone?—Alambredepúa…Peronovaapasar.—¡Nohacenadapúa!—Bueno;hagaloposibleporquenoentre,porquesipasasevaalastimar.Elchacarerosefue.Escomoloanteriorevidentequeelmalignopolaco,riéndose

unavezmásdelasgraciasdelanimal,compadeció,sicabeenloposible,asuvecinoqueibaaconstruirunalambradoinfranqueableporsutoro.Seguramentesefrotólasmanos:

—¡Mínopodrándecirnadaestavezsitorocometodaavena!Loscaballosreemprendierondenuevoelcaminoquelosalejabadesuchacra,y

unratodespuésllegabanallugarenqueBarigüíhabíacumplidosuhazaña.Labestiaestabaallísiempre,inmóvilenmediodelcamino,mirandoconsolemnevaciedaddeideas desde hacía un cuarto de hora, un punto fijo a la distancia.Detrás de él, lasvacasdormitabanalsolyacaliente,rumiando.

Pero cuando lospobres caballospasaronpor el camino, ellas abrieron losojos,despreciativas:

—Sonloscaballos.Queríanpasarelalambrado.Ytienensoga.—¡Barigüísípasó!

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—Aloscaballosunsolohiloloscontiene.—Sonflacos.Estoparecióherirenlovivoalalazán,quevolviólacabeza:—Nosotrosnoestamosflacos.Ustedes,síestán.Novaapasarmásaquí—añadió

señalandoconlosbelfoslosalambrescaídos,obradeBarigüí.—¡Barigüípasasiempre!Despuéspasamosnosotras.Ustedesnopasan.—Novaapasarmás.Lodijoelhombre.—Élcomiólaavenadelhombre.Nosotraspasamosdespués.Elcaballo,pormayorintimidaddetrato,essensiblementemásafectoalhombre

quelavaca.Deaquíqueelmalacarayelalazántuvieranfeenelalambradoqueibaaconstruirelhombre.

Laparejaprosiguiósucamino,ymomentosdespués,anteelcampolibrequeseabríaanteellos,losdoscaballosbajaronlacabezaacomer,olvidándosedelasvacas.

Tardeya,cuandoelsolacababadeentrar,losdoscaballosseacordarondelmaízyemprendieronelregreso.Vieronenelcaminoalchacareroquecambiabatodoslospostesde su alambrado,y aunhombre rubioque,detenidoa su ladoa caballo, lomirabatrabajar.

—Ledigoquevaapasar—decíaelpasajero.—Nopasarádosveces—replicabaelchacarero.—¡Ustedverá!¡Estoesunjuegoparaelmalditotorodelpolaco!¡Vaapasar!—Nopasarádosveces—repetíaobstinadamenteelotro.Loscaballossiguieron,oyendoaúnpalabrascortadas:—¡…reír!—…veremos.Dos minutos más tarde el hombre rubio pasaba a su lado a trote inglés. El

malacara y el alazán, algo sorprendidos de aquel paso que no conocían, miraronperderseenelvallealhombrepresuroso.

—¡Curioso!—observóelmalacaradespuésdelargorato—.Elcaballovaaltrote,yelhombrealgalope…

Prosiguieron.Ocupabanenesemomentolacimadelaloma,comoesamañana.Sobre el frío cielo crepuscular, sus siluetas se destacaban en negro, en mansa ycabizbajapareja,elmalacaradelante,elalazándetrás.

Laatmósfera,ofuscadaduranteeldíapor laexcesivaluzdelsol,adquiríaaesasemisombrauna transparenciacasi fúnebre.Elvientohabíacesadoporcompleto,ycon la calmadel atardecer, enque el termómetro comenzabaa caervelozmente, elvalle helado expandía su penetrante humedad, que se condensaba en rastreanteneblina en el fondo sombrío de las vertientes. Revivía, en la tierra ya enfriada, elinvernalolordepastoquemado;ycuandoelcaminocosteabaelmonte,elambiente,que se sentía de golpe más frío y húmedo, se tornaba excesivamente pesado de

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perfumedeazahar.Los caballos entraron por el portón de su chacra, pues elmuchacho, que hacía

sonarelcajoncitodemaíz,habíaoídosuansiosotrémolo.Elviejoalazánobtuvoelhonordequeseleatribuyeralainiciativadelaaventura,viéndosegratificadoconunasoga,aefectosdeloquepudierapasar.

Pero a lamañana siguiente, bastante tarde ya a causa de la densa neblina, loscaballos repitieron su escapatoria, atravesando otra vez el tabacal salvaje hollandoconmudospasoselpastizalhelado,salvandolatranqueraabiertaaún.

Lamañanaencendidadesol,muyaltoya,reverberabadeluz,yelcalorexcesivoprometía para muy pronto cambio de tiempo. Después de trasponer la loma, loscaballosvierondeprontoalasvacasdetenidasenelcamino,yelrecuerdodelatardeanteriorexcitósusorejasysupaso:queríanvercómoeraelnuevoalambrado.

Pero su decepción, al llegar, fue grande. En los nuevos postes —oscuros ytorcidos—habíadossimplesalambresdepúa,gruesostalvez,peroúnicamentedos.

Noobstante sumezquina audacia, la vida constante en chacras demontehabíadadoaloscaballosciertaexperienciaencercados.Observaronatentamenteaquello,especialmentelospostes.

—Sondemaderadeley—observóelmalacara.—Sí,cernesquemados—comprobóelalazán.Ytrasotralargamiradadeexamen,elmalacaraañadió:—Elhilopasaporelmedio,nohaygrampas…Yelalazán:—Estánmuycercaunodeotrodeotro…Cerca,lospostes,sí, indudablemente:tresmetros.Peroencambio,aquellosdos

modestos alambres en reemplazo de los cinco hilos del cercado anterior,desilusionaron a los caballos. ¿Cómo era posible que el hombre creyera que aquelalambradoparaternerosibaaconteneralterribletoro?

—Elhombredijoquenoibaapasar—seatreviósinembargoelmalacara,queenrazón de ser el favorito de su amo, comía más maíz, por lo cual sentíase máscreyente.

Perolasvacasloshabíanoído.—Sonloscaballos.Losdostienensoga.Ellosnopasan.Barigüípasóya.—¿Pasó?¿Poraquí?—preguntódescorazonadoelmalacara.—Porelfondo.Poraquípasatambién.Comiólaavena.Entretanto,lavaquillalocuazhabíapretendidopasarloscuernosentreloshilos;y

unavibraciónaguda,seguidadeunsecogolpeenloscuernos,dejóensuspensoaloscaballos.

—Losalambresestánmuyestirados—dijoelalazándespuésdelargoexamen.—Sí.Másestiradosnosepuede…

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Yambos, sin apartar los ojos de los hilos, pensaban confusamente en cómo sepodríapasarentrelosdoshilos.

Lasvacas,mientrastanto,seanimabanunasaotras.—Élpasóayer.Pasaelalambredepúa.Nosotrasdespués.—Ayernopasaron.Lasvacasdicensí,ynopasan—comprobóelalazán.—¡Aquíhaypúa,yBarigüípasa!¡Allíviene!Costeando por adentro el monte del fondo, a doscientos metros aún, el toro

avanzaba hacia el avenal. Las vacas se colocaron todas de frente al cercado,siguiendoatentascon losojosa labestia invasora.Loscaballos, inmóviles,alzaronlasorejas.

—¡Cometodalaavena!¡Despuéspasa!—Loshilosestánmuyestirados…—observóaúnelmalacara, tratandosiempre

deprecisarloquesucederíasi…—¡Comió la avena! ¡El hombre viene! ¡Viene el hombre!—lanzó la vaquilla

locuaz.Enefecto,elhombreacababadesalirdelranchoyavanzabahaciaeltoro.Traíael

palo en la mano, pero no parecía iracundo; estaba sí muy serio y con el ceñocontraído.

Elanimalesperóqueelhombrellegarafrenteaél,yentoncesdioprincipioalosmugidosdesiempre,confintasdecornadas.Elhombreavanzómás,eltorocomenzóa retroceder, berreando siempre y arrasando la avena con sus bestiales cabriolas.Hasta que, a diezmetros ya del camino, volvió grupas con un postrer mugido dedesafíoburlón,yselanzósobreelalambrado.

—¡VieneBarigüí!¡Élpasatodo!¡Pasaalambredepúa!—alcanzaronaclamarlasvacas.

Con el impulso de su pesado trote, el enorme toro bajó el testuz y hundió lacabezaentrelosdoshilos.Seoyóunagudogemidodealambre,unestridentechirridosepropagódeposteapostehastaelfondo,yeltoropasó.

Perodesulomoydesuvientre,profundamentecanalizadosdesdeelpechoalagrupa,llovíaríosdesangre.Labestia,presadeestupor,quedóuninstanteatónitaytemblando.Sealejóenseguidaalpaso,inundandoelpastodesangre,hastaquealosveintemetrosseechó,conunroncosuspiro.

Amediodíaelpolacofueabuscarasutoro,ylloróenfalseteanteelchacareroimpasible. El animal se había levantado, y podía caminar. Pero su dueño,comprendiendoquelecostaríamuchocurarlo—siestoaúneraposible—,locarneóesatarde.Yeldíasiguientetocoleensuertealmalacarallevarasucasaenlamaleta,doskilosdecarnedetoromuerto.

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Losmensú

CayetanoMaidanayEstebanPodeley,peonesdeobraje,volvíanaPosadasenelSílexconquincecompañeros.Podeley,labradordemadera,tornabaalosnuevemeses,lacontrataconcluida,yconpasajegratisporlotanto.Cayé—mensualero—llegabaenigualescondiciones,masalañoymedio,tiempoquehabíanecesitadoparacancelarsucuenta.

Flacos,despeinados,encalzoncillos, lacamisaabiertaenlargostajos,descalzoscomolamayoría,sucioscomotodosellos,losdosmensúdevorabanconlosojoslacapitaldelbosque,JerusalemyGólgotadesusvidas.¡Nuevemesesalláarriba!¡Añoymedio!Pero volvían por fin, y el hachazo aúndoliente de la vida del obraje eraapenasunrocedeastillaanteelrotundogocequeolfateabanallí.

De cien peones, sólo dos llegan a Posadas con haber. Para esa gloria de unasemanaaque los arrastra el río aguas abajo, cuentan conel anticipodeunanuevacontrata. Como intermediario y coadyuvante, espera en la playa un grupo demuchachas alegres de carácter y de profesión, ante las cuales losmensú sedientoslanzansu¡ahijú!deurgentelocura.

CayéyPodeleybajaron tambaleantesdeorgíapregustada,y rodeadosde tresocuatro amigas se hallaron en unmomento ante la cantidad suficiente de caña paracolmarelhambredeesodeunmensú.

Un instante después estaban borrachos, y con nueva contrata firmada. ¿En quétrabajo?¿Endónde?Nolosabían,ni les importaba tampoco.Sabían,sí,que teníancuarentapesosenelbolsillo,yfacultadparallegaramuchomásengastos.Babeantesdedescansoydichaalcohólica,dócilesytorpes,siguieronambosalasmuchachasavestirse. Las avisadas doncellas condujéronlos a una tienda con la que teníanrelacionesespecialesdeun tantoporciento,o talvezalalmacénde lamismacasacontratista. Pero en una u otro las muchachas renovaron el lujo detonante de sustrapos, anidáronse la cabezadepeinetones, ahorcáronsede cintas, robado todoelloconperfecta sangre fría al hidalgo alcohol de su compañero, pues lo únicoqueunmensúrealmenteposeeesundesprendimientobrutaldesudinero.

Por su parte, Cayé adquirió muchos más extractos y lociones y aceites de losnecesarios para sahumar hasta la náusea su ropa nueva, mientras Podeley, másjuicioso, optaba por un traje de paño. Posiblemente pagaronmuy cara una cuentaentreoídayabonadaconunmontóndepapeles tiradosalmostrador.Perode todosmodos una hora después lanzaban a un coche descubierto sus flamantes personas,calzados de botas, poncho al hombro—y revólver 44 en el cinto, desde luego—,repleta la ropadecigarrillosquedeshacían torpementeentre losdientes,ydejandocaer de cada bolsillo la punta de un pañuelo de color. Acompañábanlos dosmuchachas,orgullosasdeesaopulencia,cuyamagnitudseacusabaenlaexpresiónun

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tanto hastiada de los mensú, arrastrando su coche mañana y tarde por las callescaldeadas,unainfeccióndetabacoyextractosdeobraje.

La noche llegaba por fin, y con ella la bailanta, donde las mismas damiselasavisadas inducíanabebera losmensú,cuyarealezaendinero leshacía lanzardiezpesosporunabotelladecerveza,pararecibirencambiounpesoycuarentacentavos,queguardabansinojearsiquiera.

Así, tras constantes derroches de nuevos adelantos —necesidad irresistible decompensarconsietedíasdegranseñorlasmiseriasdelobraje—,losmensúvolvieronaremontarel ríoenelSílex.Cayé llevócompañera,y los tres,borrachoscomolosdemáspeones,seinstalaronjuntoalabodega,dondeyadiezmulassehacinabaneníntimocontactoconbaúles,atados,perros,mujeresyhombres.

Al día siguiente, ya despejadas las cabezas, Podeley y Cayé examinaron suslibretas: era la primera vez que lo hacían desde su contrata. Cayé había recibidocientoveintepesosenefecto,y treintaycincoengasto;yPodeley,ciento treintaysetentaycinco,respectivamente.

Ambossemiraronconexpresiónquepudierahabersidodeespanto,siunmensúnoestuvieraperfectamentecuradodeello.Norecordabanhabergastadonilaquintapartesiquiera.

—¡Añá…!—murmuróCayé—.Novoyacumplirnunca…Y desde ese momento adquirió sencillamente —como justo castigo de su

despilfarro—laideadeescaparsedeallá.LalegitimidaddesuvidaenPosadasera,sinembargo,tanevidenteparaél,que

sintiócelosdelmayoradelantoacordadoaPodeley.—Vostenéssuerte…—dijo—.Grande,tuanticipo…—Vostraéscompañera—objetóPodeley—.Esotecuestaparatubolsillo…Cayémiróasumujer;yaunquelabellezayotrascualidadesdeordenmásmoral

pesan muy poco en la elección de un mensú, quedó satisfecho. La muchachadeslumbraba,efectivamente,consutrajederaso,faldaverdeyblusaamarilla;lucíaen el cuello sucio un triple collar de perlas: calzaba zapatos Luis XV, tenía lasmejillas brutalmente pintadas, y un desdeñoso cigarro de hoja bajo los párpadosentornados.

Cayéconsideróa lamuchachaysurevólver44:ambascosaseranrealmente loúnicoquevalíadecuantollevabaconél.Yaunel44corríariesgodenaufragartraselanticipo,porminúsculaquefuerasutentacióndetallar.

Sobreunbaúldepunta,enefecto,losmensújugabanconcienzudamentealmontecuanto tenían. Cayé observó un rato riéndose, como se ríen siempre los peonescuandoestánjuntos,seacualfueraelmotivo;yseaproximóalbaúl,colocandoaunacartacincocigarros.

Modesto principio, que podía llegar a proporcionarle el dinero suficiente para

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pagareladelantoenelobrajeyvolverseenelmismovaporaPosadas,aderrocharunnuevoanticipo.

Perdió.Perdiólosdemáscigarros,perdiócincopesos,elponcho,elcollardesumujer,suspropiasbotas,ysu44.Aldíasiguienterecuperólasbotas,peronadamás,mientras la muchacha compensaba la desnudez de su pescuezo con incesantescigarrosdespreciativos.

Podeleyganó,trasinfinitocambiodedueño,elcollarencuestión,yunacajadejabones de olor que halló modo de jugar contra un machete y media docena demedias,queganó,quedandoasísatisfecho.

Por fin,quincedíasdespués, llegaronadestino.Lospeones treparonalegres lainterminable cinta rojaque escalaba la barranca, desde cuya cimaelSílex aparecíadiminutoyhundidoenellúgubrerío.Yconahijúsyterriblesinvectivasenguaraní,losmensúdespidieronalvaporquedebíaahogar,enunabaldeadade treshoras, lanauseabunda atmósfera de desaseo, pachulí y mulas enfermas, que durante cuatrodíasremontóconél.

ParaPodeley, labradordemadera, cuyodiariopodía subir a sietepesos, lavidadeobrajenoeramuydura.Hechoaella,domabasuaspiracióndeestrictajusticiaenelcubicajedelamadera,compensandolasrapiñasrutinariasconciertosprivilegiosdebuenpeón.Sunuevaetapacomenzóaldíasiguiente,unavezdemarcadasuzonadebosque.Construyóconhojasdepalmerasucobertizo—techoyparedsur,nadamás—;dionombredecamaaochovarashorizontales,ydeunhorcóncolgólaprovistasemanal. Recomenzó, automáticamente, sus días de obraje: silenciosos mates allevantarse, de noche aún, que se sucedían sin desprender la mano de la pava; laexploraciónendescubiertamadera;eldesayunoalasocho—harina,charqueygrasa—; el hacha luego, a busto descubierto, cuyo sudor arrastraba tábanos, barigüís ymosquitos;despuéselalmuerzo—estavezporotosymaízflotandoenlainevitablegrasa—,paraconcluirdenoche,trasnuevaluchaconlaspiezasdeochoportreinta,conelyoparádelmediodía.

Fueradealgúnincidenteconsuscolegaslabradores,queinvadíansujurisdicción;delhastíode losdíasde lluviaque lo releganencuclillas frentea lapava, la tareaproseguía hasta el sábado de tarde. Lavaba entonces su ropa, y el domingo iba alalmacénaproveerse.

Era éste el real momento de solaz de los mensú, olvidándolo todo entre losanatemas de la lengua natal, sobrellevando con fatalismo indígena la suba siemprecreciente de la provista, que alcanzaba entonces a ochenta centavos por kilo degalleta,ysietepesosporuncalzoncillodelienzo.Elmismofatalismoqueaceptabaesto con un ¡añá! y una riente mirada a los demás compañeros, le dictaba, enelemental desagravio, el deber de huir del obraje en cuanto pudiera. Y si esta

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ambición no estaba en todos los pechos, todos los peones comprendían esamordedura de contra-justicia que iba, en caso de llegar, a clavar los dientes en laentrañamisma del patrón. Éste, por su parte, llevaba la lucha a su extremo final,vigilandodíaynocheasugente,yenespeciallosmensualeros.

Ocupábanse entonces los mensú en la planchada, tumbando piezas entreinacabablegritería,quesubíadepuntocuandolasmulas,impotentesparacontenerlaalzaprima que bajaba de la altísima barranca a toda velocidad, rodaban unas sobreotras dando tumbos, vigas, animales, carretas, todo bien mezclado. Raramente selastimabanlasmulas;perolaalgazaraeralamisma.

Cayé, entre risa y risa, meditaba siempre su fuga. Harto ya de revirados yyoparás,queelpregustodelahuidatornabamásindigestos,deteníaseaúnporfaltaderevólvery,ciertamente,anteelwinchesterdelcapataz.¡Perosituvieraun44!…

Lafortunallegoleestavezenformabastantedesviada.LacompañeradeCayé,quedesprovistayadesulujosoatavíoseganabalavida

lavandolaropaalospeones,cambióundíadedomicilio.Cayélaesperódosnoches;yalatercerafuealranchodesureemplazante,dondepropinóunasoberbiapalizaalamuchacha.Losdosmensúquedaronsoloscharlando,amistosamente,resultasdelocual convinieronenvivir juntos, a cuyoefectoel seductor se instalócon lapareja.Estoeraeconómicoybastantejuicioso.Perocomoelmensúparecíagustarrealmentedeladama—cosararaenelgremio—,Cayéofrecióselaenventaporunrevólverconbalas,queélmismosacaríadelalmacén.Noobstanteestasencillez,eltratoestuvoapunto de romperse, porque a última horaCayé pidió que se agregara unmetro detabacoencuerda,loqueparecióexcesivoalmensú.Concluyoseporfinelmercado,ymientras el fresco matrimonio se instalaba en su rancho, Cayé cargabaconcienzudamentesu44paradirigirseaconcluirlatardelluviosatomandomateconaquéllos.

El otoño finalizaba, y el cielo, fijo en sequía con chubascos de cincominutos, sedescomponíaporfinenmaltiempoconstante,cuyahumedadhinchabaelhombrodelosmensú.Podeley, libredeestohastaentonces, sintioseundíacon taldesganoalllegarasuviga,quesedetuvo,mirandoatodaspartessinsaberquéhacer.Noteníaánimoparanada.Volvióasucobertizo,yenelcaminosintióunligerocosquilleoenlaespalda.

Podeleysabíamuybienquésignificabaaqueldesganoyaquelhormigueoaflordepiel.Sentosefilosóficamenteatomarmateymediahoradespuésunhondoylargoescalofríorecorríalelaespalda.

No había nada que hacer. El mensú se echó sobre las varas tiritando de frío,dobladoengatillobajoelponcho,mientraslosdientes,incontenibles,castañeteabanamásnopoder.

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Aldíasiguienteelacceso,noesperadohastaelcrepúsculo, tornóamediodía,yPodeleyfuealacomisaríaapedirquinina.Tanclaramentesedenunciabaelchuchoen el aspecto del mensú, que el dependiente, sin mirar casi al enfermo, bajó lospaquetes de quinina. Podeley volcó tranquilamente sobre su lengua la terribleamarguraaquella,ycuandoregresabaalmontetropezóconelmayordomo.

—¡Vostambién!—ledijoelmayordomo,mirándolo—.Yvancuatro.Losotrosnoimporta…pocacosa.Vossoscumplidor…¿Cómoestátucuenta?

—Faltapoco…Peronovoyapoderhachear…—¡Bah!Curatebienynoesnada…Hastamañana.—Hastamañana—se alejóPodeley apresurando el paso, porque en los talones

acababadesentirunlevecosquilleo.

El tercer ataquecomenzóunahoradespués,quedandoPodeleydesplomadoenunaprofundafaltadefuerzas,ylamiradafijayopaca,comosinopudieraalcanzarmásalládeunoodosmetros.

Eldescansoabsolutoaqueseentregóportresdías—bálsamoespecíficoparaelmensú, por lo inesperado—, no hizo sino convertirle en un bulto castañeteante yarrebujado sobre un raigón. Podeley, cuya fiebre anterior había tenido honrado yperiódicoritmo,nopresagiónadabuenoparaéldeesagalopadadeaccesos,casisinintermitencia.Hay fiebre y fiebre. Si la quinina no había cortado a ras el segundoataque, era inútil que se quedara allá arriba, amorir hecho un ovillo en cualquierrecododepicada.Ybajódenuevoalalmacén.

—¡Otravez,vos!—lorecibióelmayordomo.Esonoandabien…¿Notomastequinina?

—Tomé… no me hallo con esta fiebre… No puedo con mi hacha. Si querésdarmeparamipasaje,tevoyacumplirencuantomesane…

Elmayordomo contempló aquella ruina, y no estimó en gran cosa la vida quequedabaensupeón.

—¿Cómoestátucuenta?—preguntóotravez.—Deboveintepesostodavía…Elsábadoentregué…Mehalloenfermogrande…—Sabés bien quemientras tu cuenta no esté pagada, debés quedar.Abajo… te

podésmorir.Curateaquí,yarreglástucuentaenseguida.¿Curarsedeunafiebreperniciosa,allídondeselaadquirió?No,porcierto;pero

el mensú que se va puede no volver, y el mayordomo prefería hombre muerto adeudorlejano.

Podeleyjamáshabíadejadodecumplirnada,únicaaltaneríaquesepermiteantesupatrónunmensúdetalla.

—¡Nomeimportaquehayasdejadoonodecumplir!—replicóelmayordomo—.¡Pagátucuentaprimero,ydespuéshablaremos!

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Estainjusticiaparaconélcreólógicayvelozmenteeldeseodeldesquite.Fueainstalarse con Cayé, cuyo espíritu conocía bien, y ambos decidieron escaparse elpróximodomingo.

—¡Ahítenés!—gritóelmayordomoaPodeleyesamismatardealcruzarseconél—.Anochesehanescapadotres…¿Esoesloquetegusta,no?¡Ésostambiénerancumplidores!¡Comovos!¡Peroantesvasareventaraquí,quesalirdelaplanchada!¡Ymuchocuidado,vosytodoslosqueestánoyendo!¡Yasaben!

La decisión de huir y sus peligros—para los que elmensú necesita todas susfuerzas—escapazdeconteneralgomásqueunafiebreperniciosa.Eldomingo,porlo demás, había llegado; y con falsas maniobras de lavaje de ropa, simuladosguitarreosenelranchodetalocual,lavigilanciapudoserburlada,yPodeleyyCayéseencontrarondeprontoamilmetrosdelacomisaría.

Mientras no se sintieran perseguidos, no abandonarían la picada, pues Podeleycaminabamal.Yaunasí…

Laresonanciapeculiardelbosquetrájoles,lejana,unavozronca:—¡Alacabeza!¡Alosdos!Yunmomentodespuésdesembocandodeuncododelapicadasurgíancorriendo

elcapatazytrespeones.Lacaceríacomenzaba.Cayéamartillósurevólversindejardehuir.—¡Entregate,añá!—gritoleselcapatazdesdeatrás.—Entremos en el monte —dijo Podeley—. Yo no tengo fuerza para mi

machete…—¡Volvéotetiro!—llegóotravoz.—Cuandoesténmáscerca…—comenzóCayé.Unabaladewinchesterpasósilbandoporlapicada.—¡Entrá!—gritóCayéasucompañero.Yparapetándosetrasunárbol,descargó

hacialosperseguidorescincotirosdesurevólver.Unagriteríaagudarespondioles,mientrasotrabaladewinchesterhacíasaltarla

cortezadelárbolqueocultabaaCayé.—¡Entregateotevoyadejarlacabeza…!—¡Andánomás!—instóCayéaPodeley—.Yovoya…Ytrasnuevadescargaentróasuvezenelmonte.Losperseguidores,detenidosun

momento por las explosiones, lanzáronse rabiosos adelante, fusilando, golpe trasgolpedewinchester,elderroteroprobabledelosfugitivos.

A cien metros de la picada, y siguiendo su misma línea, Cayé y Podeley sealejaban,dobladoshastaelsueloparaevitarlaslianas.Losperseguidorespresumíanestamaniobra; pero como dentro delmonte el que ataca tiene cien probabilidadescontraunadeserdetenidoporunabalaenmitaddelafrente,elcapatazsecontentabaconsalvasdewinchesteryaullidosdesafiantes.Por lodemás, los tiroserradoshoy

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habíanhecholindoblancolanochedeljueves…Elpeligrohabíapasado.Losfugitivossesentaron,rendidos.Podeleyseenvolvió

enelponcho,yrecostadoenlaespaldadesucompañero,sufrióendosterribleshorasdechucho,elcontragolpedeaquelesfuerzo.

Luegoprosiguieron la fuga, siempre a la vista de la picada, y cuando la nochellegó,porfin,acamparon.Cayéhabíallevadochipas,yPodeleyencendiófuego,noobstante losmil inconvenientes en un país donde, fuera de los pavones, hay otrosseresquetienendebilidadporlaluz,sincontarloshombres.

El sol estabamuy alto ya cuando a lamañana siguiente encontraron el riacho,primera y última esperanza de los escapados. Cayé cortó doce tacuaras sin másprolijaelección,yPodeley,cuyasúltimasfuerzasfuerondedicadasacortarlosisipós,tuvoapenastiempodehacerloantesdearrollarseatiritar.

Cayé, pues, construyó solo la jangada—diez tacuaras atadas longitudinalmenteconlianas,llevandoencadaextremounaatravesada.

Alosdiezsegundosdeconcluidaseembarcaron.Ylajangadilla,arrastradaaladeriva,entróenelParaná.

Lasnochessonenesaépocaexcesivamentefrescas;ylosdosmensú,conlospiesenelagua,pasaronlanochehelados,unojuntoalotro.LacorrientedelParaná,quellegaba cargado de inmensas lluvias, retorcía la jangada en el borbollón de susremolinos,yaflojabalentamentelosnudosdeisipó.

En todo el día siguiente comieron dos chipas, último resto de provisión, quePodeleyprobóapenas.Lastacuarastaladradasporlostambússehundían.Yalcaerlatarde,lajangadahabíadescendidoaunacuartadelniveldelagua.

Sobreel río salvaje,encajonadoen los lúgubresmurallonesdebosque,desiertodelmásremoto¡ay!,losdoshombres,sumergidoshastalarodilla,derivabangirandosobre símismos, detenidos unmomento inmóviles ante un remolino, siguiendo denuevo,sosteniéndoseapenassobrelastacuarascasisueltasqueseescapabandesuspies,enunanochedetintaquenoalcanzabanarompersusojosdesesperados.

Elaguallegábalesyaalpechocuandotocarontierra.¿Dónde?Nolosabían…Unpajonal.Peroenlamismaorillaquedaroninmóviles,tendidosdevientre.

Yadeslumbrabaelsolcuandodespertaron.Elpajonalseextendíaveintemetrostierra adentro, sirviendo de litoral a río y bosque.Amedia cuadra al sur, el riachoParanaí,quedecidieronvadearcuandohubieranrecuperadolasfuerzas.Peroéstasnovolvían tan rápidamente como era de desear, dado que los cogollos y gusanos detacuarasontardosfortificantes.YduranteveintehoraslalluviacerradatransformóalParanáenaceiteblanco,yalParanaíenfuriosaavenida.Todoimposible.Podeleyseincorporódeprontochorreandoagua,y apoyándoseenel revólverpara levantarse,apuntóaCayé.Volabadefiebre.

—¡Pasá,añá!…

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Cayévioquepocopodíaesperardeaqueldelirio,yse inclinódisimuladamenteparaalcanzarasucompañerodeunpalo.Peroelotroinsistió:

—¡Andáalagua!¡Vosmetrajiste!¡Bandeáelrío!Losdedoslívidostemblabansobreelgatillo.Cayéobedeció;dejosellevarporlacorrienteydesapareciótraselpajonal,alque

pudoabordarconterribleesfuerzo.Desdeallí,ydeatrás,acechóasucompañero;peroPodeleyyacíadenuevode

costado, con las rodillas recogidas hasta el pecho, bajo la lluvia incesante. AlaproximarseCayéalzólacabeza,ysinabrirelenfermolosojos,cegadosporelagua,murmuró:

—Cayé,caray…Fríomuygrande…Llovió aún toda la noche sobre el moribundo, la lluvia blanca y sorda de los

diluviosotoñales,hastaquealamadrugadaPodeleyquedóinmóvilparasiempreensutumbadeagua.

Y en el mismo pajonal, sitiado siete días por el bosque, el río y la lluvia, elsuperviviente agotó las raíces y gusanos posibles, perdió poco a poco sus fuerzas,hastaquedarsentado,muriéndosedefríoyhambre,conlosojosfijosenelParaná.

ElSílex,quepasóporallíalatardecer,recogióalmensúyacasimoribundo.Massufelicidadtransformoseenterroraldarsecuenta,aldíasiguiente,dequeelvaporremontabaelrío.

—¡Por favor tepido!—lloriqueóanteelcapitán—. ¡NomebajésenPuertoX!¡Mevanamatar!…¡Telopidodeveras!…

ElSílexvolvióaPosadas,llevandoconélalmensú,empapadoaúnenpesadillasnocturnas.

Peroalosdiezminutosdebajaratierraestabayaborrachoconnuevacontrata,yseencaminabatambaleandoacomprarextractos.

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Lagallinadegollada

Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas delmatrimonioMazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos yvolvíanlacabezaconlabocaabierta.

Elpatioeradetierra,cerradoaloesteporuncercodeladrillos.Elbancoquedabaparalelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en losladrillos.Comoelsolseocultabatraselcercoaldeclinar,losidiotasteníanfiesta.Laluz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos seanimaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridadansiosa,mirandoelsolconalegríabestial,comosifueracomida.

Otrasveces,alineadosenelbanco,zumbabanhorasenteras, imitandoal tranvíaeléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces,mordiéndose la lengua ymugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estabanapagadosenunsombrío letargode idiotismo,ypasaban todoeldía sentadosensubanco,conlaspiernascolgantesyquietas,empapandodeglutinosasalivaelpantalón.

Elmayorteníadoceaños,yelmenorocho.Entodosuaspectosucioydesvalidosenotabalafaltaabsolutadeunpocodecuidadomaternal.

Esoscuatroidiotas,sinembargo,habíansidoundíaelencantodesuspadres.Alostresmesesdecasados,MazziniyBertaorientaronsuestrechoamordemaridoymujer,ymujerymarido,haciaunporvenirmuchomásvital:unhijo. ¿Quémayordichaparadosenamoradosqueesahonradaconsagracióndesucariño,libertadoyadel vil egoísmo de unmutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amormismo,sinesperanzasposiblesderenovación?

Así losintieronMazziniyBerta,ycuandoelhijo llegó,a loscatorcemesesdematrimonio,creyeroncumplidasufelicidad.Lacriaturacreció,bellayradiante,hastaquetuvoañoymedio.Peroenelvigésimomessacudiéronlounanocheconvulsionesterribles,yalamañanasiguientenoconocíamásasuspadres.Elmédicoloexaminóconesaatenciónprofesionalqueestávisiblementebuscandolacausadelmalenlasenfermedadesdelospadres.

Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento;pero la inteligencia, el alma,aunel instinto, sehabían idodel todo;habíaquedadoprofundamenteidiota,baboso,colgante,muertoparasiempresobrelasrodillasdesumadre.

—¡Hijo,mihijoquerido!—sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruinade suprimogénito.

Elpadre,desolado,acompañóalmédicoafuera.—Austedselepuededecir;creoqueesuncasoperdido.Podrámejorar,educarse

entodoloquelepermitasuidiotismo,peronomásallá.

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—¡Sí!…¡sí!…—asentíaMazzini—.Perodígame:¿Ustedcreequeesherencia,que…?

—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creí cuando vi a su hijo.Respectoalamadre,hayallíunpulmónquenosoplabien.Noveonadamás,perohayunsoplounpocorudo.Hágalaexaminarbien.

Conelalmadestrozadaderemordimiento,Mazziniredoblóelamorasuhijo,elpequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar,sostenersintreguaaBerta,heridaenlomásprofundoporaquelfracasodesujovenmaternidad.

Comoesnatural,elmatrimoniopusotodosuamorenlaesperanzadeotrohijo.Nacióéste,ysusaludylimpidezderisareencendieronelporvenirextinguido.Peroalosdieciochomeses lasconvulsionesdelprimogénitoserepetían,yaldíasiguienteamanecíaidiota.

Estavezlospadrescayeronenhondadesesperación.¡Luegosusangre,suamorestabanmalditos!¡Suamor,sobretodo!Veintiochoañosél,veintidósella,ytodasuapasionadaternuranoalcanzabaacrearunátomodevidanormal.Yanopedíanmásbellezaeinteligenciacomoenelprimogénito;¡perounhijo,unhijocomotodos!

Delnuevodesastrebrotaronnuevasllamaradasdedoloridoamor,unlocoanheloderedimirdeunavezparasiemprelasantidaddesuternura.Sobrevinieronmellizos,ypuntoporpuntorepitioseelprocesodelosdosmayores.

Mas, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini y Berta grancompasiónporsuscuatrohijos.

Huboquearrancardellimbodelamáshondaanimalidad,noyasusalmas,sinoelinstinto mismo abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse.Aprendieronalfinacaminar,perochocabancontratodo,pornodarsecuentadelosobstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro.Animábansesóloalcomer,ocuandoveíancoloresbrillantesuoíantruenos.Sereíanentonces,echandoafueralenguayríosdebaba,radiantesdefrenesíbestial.Tenían,encambio,ciertafacultadimitativa;peronosepudoobtenernadamás.

Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Peropasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que ellargotiempotranscurridohubieraaplacadoalafatalidad.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba, enrazóndesuinfructuosidad,seagriaron.Hastaesemomentocadacualhabíatomadosobresílapartequelecorrespondíaenlamiseriadesushijos;peroladesesperanzade redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos, echó afuera esaimperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de loscorazonesinferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombres: tus hijos.Y como amás del insulto

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habíalainsidia,laatmósferasecargaba.—Meparece—díjoleunanocheMazzini,queacababadeentraryselavabalas

manos—quepodríastenermáslimpiosalosmuchachos.Bertacontinuóleyendocomosinohubieraoído.—Eslaprimeravez—repusoalrato—queteveoinquietarteporelestadodetus

hijos.Mazzinivolvióunpocolacaraaellaconunasonrisaforzada:—Denuestroshijos,meparece…—Bueno;denuestroshijos.¿Tegustaasí?—alzóellalosojos.EstavezMazziniseexpresóclaramente:—Creoquenovasadecirqueyotengalaculpa,¿no?—¡Ah,no!—sesonrióBerta,muypálida—,¡peroyotampoco,supongo!…¡No

faltabamás!…—murmuró.—¿Quenofaltabamás?—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te

queríadecir.Sumaridolamiróunmomento,conbrutaldeseodeinsultarla.—¡Dejemos!—articuló,secándoseporfinlasmanos.—Comoquieras;perosiquieresdecir…—¡Berta!—¡Comoquieras!Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables

reconciliaciones,susalmasseuníancondoblearrebatoylocuraporotrohijo.Nacióasíunaniña.Vivierondosañosconlaangustiaaflordealma,esperando

siempreotrodesastre.Nadaacaeció,sinembargo,ylospadrespusieronenellatodasucomplacencia,que lapequeña llevabaa losmásextremos límitesdelmimoy lamalacrianza.

SiaúnenlosúltimostiemposBertacuidabasiempredesushijos,alnacerBertitaolvidosecasideltododelosotros.Susolorecuerdolahorrorizaba,comoalgoatrozquelahubieranobligadoacometer.AMazzini,bienqueenmenorgrado,pasábalelomismo.

Noporeso lapazhabía llegadoasusalmas.Lamenor indisposicióndesuhijaechaba ahora afuera, con el de terror de perderla, los rencores de su descendenciapodrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedaradistendido,yalmenorcontactoelvenenosevertíaafuera.Desdeelprimerdisgustoemponzoñadohabíanseperdidoel respeto;y si hayalgoaqueelhombre se sientearrastrado con cruel fruición, es, cuandoya se comenzó, ahumillar del todo aunapersona.Antesseconteníanporlamutuafaltadeéxito;ahoraqueéstehabíallegado,cadacual,atribuyéndoloasímismo,sentíamayorlainfamiadeloscuatroengendros

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queelotrohabíaleforzadoacrear.Conestossentimientos,nohuboyaparaloscuatrohijosmayoresafectoposible.

Lasirvientalosvestía,lesdabadecomer,losacostaba,convisiblebrutalidad.Noloslavabancasinunca.Pasabancasitodoeldíasentadosfrentealcerco,abandonadosdetodaremotacaricia.

DeestemodoBertitacumpliócuatroaños,yesanoche,resultadodelasgolosinasque era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algúnescalofríoyfiebre.Yeltemoraverlamoriroquedaridiota,tornóareabrirlaeternallaga.

Hacíatreshorasquenohablaban,yelmotivofue,comocasisiempre,losfuertespasosdeMazzini.

—¡MiDios!¿Nopuedescaminarmásdespacio?¿Cuántasveces?…—Bueno,esquemeolvido;¡seacabó!Nolohagoapropósito.Ellasesonrió,desdeñosa:—¡No,notecreotanto!—Niyo,jamás,tehubieracreídotantoati…¡tisiquilla!—¡Qué!¿Quédijiste?…—¡Nada!—¡Sí, teoíalgo!Mira:¡nosé loquedijiste;pero te juroqueprefierocualquier

cosaatenerunpadrecomoelquehastenidotú!Mazzinisepusopálido.—¡Alfin!—murmuróconlosdientesapretados—.¡Alfin,víbora,hasdicholo

quequerías!—¡Sí,víbora,sí!¡Peroyohetenidopadressanos!¿Oyes?,¡sanos!¡Mipadreno

hamuertodedelirio!¡Yohubieratenidohijoscomolosdetodoelmundo!¡Ésossonhijostuyos,loscuatrotuyos!

Mazziniexplotóasuvez.—¡Víbora tísica! ¡Eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale,

pregúntale almédico quién tiene lamayor culpa de lameningitis de tus hijos:mipadreotupulmónpicado,víbora!

Continuaroncadavezconmayorviolencia,hastaqueungemidodeBertitasellóinstantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión habíadesaparecido,ycomopasafatalmentecontodoslosmatrimoniosjóvenesquesehanamado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusivacuantohirientesfueranlosagravios.

Amanecióunespléndidodía,ymientrasBertase levantabaescupiósangre.Lasemociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvoabrazadalargorato,yellalloródesesperadamente,perosinqueningunoseatrevieraadecirunapalabra.

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A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo,ordenaronalasirvientaquemataraunagallina.

Eldíaradiantehabíaarrancadoalosidiotasdesubanco.Demodoquemientrasla sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo conparsimonia (Bertahabíaaprendidodesumadreestebuenmododeconservarfrescuraalacarne),creyósentir algo como respiración tras ella.Volviose, y vio a los cuatro idiotas, con loshombrospegadosunoaotro,mirandoestupefactoslaoperación.Rojo…rojo…

—¡Señora!Losniñosestánaquí,enlacocina.Berta llegó;noqueríaque jamáspisaran allí. ¡Yni aunen esashorasdepleno

perdón,olvidoyfelicidadreconquistada,podíaevitarseesahorriblevisión!Porque,naturalmente,cuantomás intensoseran los raptosdeamora sumaridoehija,másirritadoerasuhumorconlosmonstruos.

—¡Quesalgan,María!¡Échelos!¡Échelos,ledigo!Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su

banco.Después de almorzar, salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires, y el

matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron, pero Berta quisosaludarunmomentoasusvecinasdeenfrente.Suhijaescaposeenseguidaacasa.

Entretantolosidiotasnosehabíanmovidoentodoeldíadesubanco.Elsolhabíatraspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando losladrillos,másinertesquenunca.

Depronto,algoseinterpusoentresumiradayelcerco.Suhermana,cansadadecinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco,mirabapensativa la cresta.Quería trepar, esonoofrecíaduda.Al findecidioseporunasilladesfondada,perofaltabaaún.Recurrióentoncesauncajóndekerosene,ysuinstintotopográficohízolecolocarverticalelmueble,conlocualtriunfó.

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograbapacientementedominar el equilibrio, y cómoenpuntas depie apoyaba la gargantasobrelacrestadelcerro,entresusmanostirantes.

Viéronlamiraratodoslados,ybuscarapoyoconelpieparaalzarsemás.Perolamiradadelos idiotassehabíaanimado;unamismaluzinsistenteestaba

fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras una crecientesensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamenteavanzaronhaciael cerco.Lapequeña,quehabiendo logradocalzarelpie, ibayaamontar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintiose cogida de lapierna.Debajodeella,losochoojosclavadosenlossuyosledieronmiedo.

—¡Soltame!¡Dejame!—gritósacudiendolapierna.Perofueatraída.—¡Mamá!¡Ay,mamá!¡Mamá,papá!—lloróimperiosamente.

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Tratóaúndesujetarsedelborde,perosintiosearrancadaycayó.—Mamá, ¡ay! Ma…—No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello,

apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una solapierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, biensujeta,arrancándolelavidasegundoporsegundo.

Mazzini,enlacasadeenfrente,creyóoírlavozdesuhija.—Meparecequetellama—ledijoaBerta.Prestaronoído,inquietos,peronooyeronmás.Contodo,unmomentodespuésse

despidieron,ymientrasBertaibaadejarsusombrero,Mazziniavanzóenelpatio:—¡Bertita!Nadierespondió.—¡Bertita!—alzómáslavoz,yaalterada.Yelsilenciofuetanfúnebreparasucorazónsiempreaterrado,quelaespaldase

lehelódehorriblepresentimiento.—¡Mihija,mihija!—corrióyadesesperadohaciaelfondo.Peroalpasarfrentea

lacocinavioenelpisounmardesangre.Empujóviolentamentelapuertaentornada,ylanzóungritodehorror.

Berta,queyasehabíalanzadocorriendoasuvezaloírelangustiosollamadodelpadre,oyóelgritoyrespondióconotro.Peroalprecipitarseenlacocina,Mazzini,lívidocomolamuerte,seinterpuso,conteniéndola:

—¡Noentres!¡Noentres!Bertaalcanzóaverelpisoinundadodesangre.Sólopudoecharsusbrazossobre

lacabezayhundirsealolargodeélconunroncosuspiro.

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Elalmohadóndeplumas

Sulunademielfueunlargoescalofrío.Rubia,angelicalytímida,elcarácterdurodesumaridohelósussoñadasniñeríasdenovia.Ellaloqueríamucho,sinembargo,avecesconunligeroestremecimientocuandovolviendodenochejuntosporlacalle,echabaunafurtivamiradaalaaltaestaturadeJordán,mudodesdehacíaunahora.Él,porsuparte,laamabaprofundamente,sindarloaconocer.

Durante tresmeses—sehabían casado en abril—,vivieronunadicha especial.Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, másexpansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de sumarido la conteníasiempre.

Lacasaenquevivían influíanopocoensusestremecimientos.Lablancuradelpatio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñalimpresióndepalacioencantado.Dentro,elbrilloglacialdelestuco,sinelmás leverasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Alcruzardeunapiezaaotra, lospasoshallabanecoentodalacasa,comosiunlargoabandonohubierasensibilizadosuresonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, habíaconcluidoporecharunvelosobresusantiguossueños,yaúnvivíadormidaenlacasahostil,sinquererpensarennadahastaquellegabasumarido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastróinsidiosamentedíasydías;Alicianosereponíanunca.Alfinunatardepudosaliraljardínapoyadaenelbrazode sumarido.Miraba indiferente aunoyotro lado.DeprontoJordán,conhondaternura,lepasómuylentolamanoporlacabeza,yAliciarompióenseguidaensollozos,echándolelosbrazosalcuello.Llorólargamentetodosu espanto callado, redoblando el llanto a lamenor tentativa de caricia. Luego lossollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sinmoversenipronunciarunapalabra.

Fue ése el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneciódesvanecida.ElmédicodeJordánlaexaminóconsumaatención,ordenándolecalmaydescansoabsolutos.

—Nosé—ledijoaJordánenlapuertadecalleconlavoztodavíabaja—.Tieneunagrandebilidadquenomeexplico.Ysinvómitos,nada…Simañanasedespiertacomohoy,llámemeenseguida.

Al otro día Alicia amanecía peor. Hubo consulta. Constatose una anemia demarchaagudísima,completamenteinexplicable.Alicianotuvomásdesmayos,perose iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las lucesprendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin que se oyera el menor ruido.Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.

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Paseábase sin cesardeunextremoaotro, con incansableobstinación.Laalfombraahogabasuspasos.Aratosentrabaeneldormitorioyproseguíasumudovaivénalolargodelacama,deteniéndoseuninstanteencadaextremoamirarasumujer.

ProntoAliciacomenzóateneralucinaciones,confusasyflotantesalprincipio,yque descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamenteabiertos,nohacíasinomirarlaalfombraaunoyotroladodelrespaldodelacama.Unanochequedóderepenteconlosojosfijos.Alratoabriólabocaparagritar,ysusnaricesylabiosseperlarondesudor.

—¡Jordán!¡Jordán!—clamó,rígidadeespanto,sindejardemirarlaalfombra.Jordáncorrióaldormitorio,yalverloaparecerAlicialanzóunalaridodehorror.—¡Soyyo,Alicia,soyyo!Alicialomiróconextravío,mirólaalfombra,volvióamirarlo,ydespuésdelargo

ratodeestupefactaconfrontación,seserenó.Sonrióytomóentrelassuyaslamanodesumarido,acariciándolapormediahoratemblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide apoyado en laalfombrasobrelosdedos,queteníafijosenellalosojos.

Losmédicos volvieron inútilmente.Había allí delante de ellos una vida que seacababa,desangrándosedíaadía,horaahora,sinsaberabsolutamentecómo.

En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban,pasándose de uno a otro lamuñeca inerte. La observaron largo rato en silencio, ysiguieronalcomedor.

—Pst…—seencogiódehombros,desalentado,elmédicodecabecera—.Esuncasoinexplicable…Pocohayquehacer…

—¡Sólo eso me faltaba!—resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre lamesa.

Alicia fueextinguiéndoseen subdeliriodeanemia, agravadode tarde,peroqueremitía siempre en las primeras horas.Durante el día no avanzaba su enfermedad,perocadamañanaamanecíalívida,ensíncopecasi.Parecíaqueúnicamentedenochese le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Tenía siempre al despertar lasensacióndeestardesplomadaenlacamaconunmillóndekilosencima.Desdeeltercerdíaestehundimientonolaabandonómás.Apenaspodíamoverlacabeza.Noquiso que le tocaran la cama, ni aun que le arreglaran el almohadón. Sus terrorescrepusculares avanzaban ahora en forma demonstruos que se arrastraban hasta lacama,ytrepabandificultosamenteporlacolcha.

Perdióluegoelconocimiento.Losdosdíasfinalesdelirósincesaramediavoz.Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En elsilencio agónico de la casa, no se oíamás que el deliriomonótonoque salía de lacama,yelsordoretumbodeloseternospasosdeJordán.

Aliciamurió,porfin.Lasirvienta,cuandoentródespuésadeshacerlacama,sola

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ya,miróunratoextrañadaelalmohadón.—¡Señor!—llamó a Jordán en voz baja—.En el almohadónhaymanchas que

parecendesangre.Jordán se acercó rápidamente y se dobló sobre aquél. Efectivamente, sobre la

funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veíanmanchitasoscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvilobservación.

—Levánteloalaluz—ledijoJordán.Lasirvientalolevantó,peroenseguidalodejócaerysequedómirandoaaquél,

lívidaytemblando.Sinsaberporqué,Jordánsintióqueloscabellosseleerizaban.—¿Quéhay?—murmuróconlavozronca.—Pesamucho—articulólasirvienta,sindejardetemblar.Jordán lo levantó;pesabaextraordinariamente.Salieronconél,y sobre lamesa

del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superioresvolaron,ylasirvientadioungritodehorrorcontodalabocaabierta,llevándoselasmanoscrispadasalosbandós.Sobreelfondo,entrelasplumas,moviendolentamentelaspatasvelludas,habíaunanimalmonstruoso,unabolavivienteyviscosa.Estabatanhinchadoqueapenasselepronunciabalaboca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicadosigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla,chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria delalmohadón sin duda había impedido al principio su desarrollo; pero desde que lajovennopudomoverse, lasucciónfuevertiginosa.Encincodías,encinconoches,habíaelmonstruovaciadoaAlicia.

Estosparásitosdelasaves,diminutosenelmediohabitual, lleganaadquirirenciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serlesparticularmentefavorable,ynoesrarohallarlosenlosalmohadonesdepluma.

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Yaguaí

Ahora bien, no podía ser sino allí.Yaguaí olfateó la piedra—un sólido bloque demineraldehierro—ydiounacautelosavueltaen torno.Bajoel solamediodíadeMisiones,elairevibrabasobreelnegropeñasco,fenómenoestequenoseducíaalfoxterrier. Allí abajo, sin embargo, estaba la lagartija. El perro giró nuevamentealrededor, resopló en un intersticio, y, para honor de la raza, rascó un instante elbloque ardiente. Hecho lo cual regresó con paso perezoso, que no impedía unsistemáticoolfateoaambosladosdelsendero.

Entróenelcomedor,echándoseentreelaparadorylapared,frescorefugioqueélconsiderabacomosuyo,apesardetenerensucontralaopinióndetodalacasa.Peroelsombríorincón,admirablecuandoaladepresióndelaatmósferaacompañafaltadeaire, tornábase imposible en un día de viento norte. Era éste otro flamanteconocimientodelfoxterrier,enquienluchabaaúnlaherenciadelpaístemplado—Buenos Aires, patria de sus abuelos y suya—, donde sucede precisamente locontrario.Salió,por lotanto,afuera,ysesentóbajounnaranjo,enplenovientodefuego,peroquefacilitabainmensamentelarespiración.Ycomolosperrostranspiranmuypoco,Yaguaíapreciabacuantoesdebidoalvientoevaporizador,sobrelalenguadanzantepuestaasupaso.

Eltermómetroalcanzabaenesemomentoacuarentagrados.Perolosfoxterriersdebuenacunasonsingularmentefalacesencuantoapromesasdequietudserefiera.Bajoaquelmediodíade fuego, sobre lamesetavolcánicaque la roja arena tornabaaúnmáscaliente,habíalagartijas.

Con la boca ahora cerrada,Yaguaí traspuso el tejido de alambre y se halló enplenocampodecaza.Desdeseptiembrenohabíalogradootraocupaciónalassiestasbravas. Esta vez rastreó cuatro lagartijas de las pocas que quedaban ya, cazó tres,perdióuna,ysefueentoncesabañar.

Acienmetrosdelacasa,enlabasedelamesetayaorillasdelbananal,existíaunpozoenpiedravivadefacturayformaoriginales,puessiendocomenzadoadinamitaporunprofesional,habíaloconcluidounaficionadoconpaladepunta.Verdadesquenomedía sinodosmetros dehondura, tendiéndose en larga escarpapor un lado, amododetajamar.Sufuente,bienquesuperficial,resistíaasecasdedosmeses,loqueesbienmeritorioenMisiones.

Allísebañabaelfoxterrier,primerola lengua,despuéselvientresentadoenelagua,paraconcluirconunatravesíaanado.Volvíaalacasa,siemprequealgúnrastronoseatravesaraensucamino.Alcaerel sol, tornabaalpozo.DeaquíqueYaguaísufrieravagamentedepulgas,yconbastantefacilidad,elcalortropicalparaelquesurazanohabíasidocreada.

El instintocombativodel fox terrier semanifestónormalmentecontra lashojas

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secas;subióluegoalasmariposasysusombra,ysefijóporfinenlaslagartijas.Aúnennoviembre,cuandoteníayaenjaqueatodaslasratasdelacasa,sugranencantoeranlossaurios.Lospeonesqueporaobllegabanalasiesta,admiraronsiemprelaobstinación del perro, resoplando en cuevitas bajo un sol de fuego; si bien laadmiracióndeaquéllosnopasabadelcuadrodecaza.

—Eso—dijounoundía,señalandoalperroconunavueltadecabeza—nosirvemásqueparabichitos…

EldueñodeYaguaílooyó:—Talvez—repuso—;peroningunodelosfamososperrosdeustedesseríacapaz

dehacerloquehaceése.Loshombressesonrieronsincontestar.Cooper,sinembargo,conocíabienalosperrosdemonteysumaravillosaaptitud

paralacazaalacarrera,quesufoxterrierignoraba.¿Enseñarle?Acaso;peronoteníacómohacerlo.

Precisamente esamisma tarde un peón se quejó a Cooper de los venados queestabanconcluyendoconlosporotos.Pedíaescopeta,porqueaunqueélteníaunbuenperro,nopodíasinoavecesalcanzaralosvenadosdeunpalo…

Cooperprestólaescopeta,yaunpropusoiresanochealrozado.—Nohayluna—objetóelpeón.—Noimporta.Suelteelperroyveremossielmíolosigue.Esa noche fueron al plantío. El peón soltó a su perro, y el animal se lanzó

enseguidaenlastinieblasdelmonte,enbuscadeunrastro.Al ver partir a su compañero, Yaguaí intentó en vano forzar la barrera de

caraguatá.Logroloalfin,ysiguiólapistadelotro.Peroalosdosminutosregresaba,muycontentodeaquellaescapatorianocturna.Esosí,noquedóagujeritosinolfatearendiezmetrosalaredonda.

Perocazartraselrastro,enelmonte,aungalopequepuededurarmuybiendesdelamadrugadahastalastresdelatarde,esono.Elperrodelpeónhallóunapista,muylejos, que perdió enseguida. Una hora después volvía a su amo, y todos juntosregresaronalacasa.Laprueba,sinoconcluyente,desanimóaCooper.

Seolvidóluegodeellos,mientraselfoxterriercontinuabacazandoratas,algúnlagartoozorroensucueva,ylagartijas.

Entretanto, los días se sucedían unos a otros, enceguecientes, pesados, en unaobstinación de viento norte que doblaba las verduras en lacios colgajos, bajo elblanco cielo de los mediodías tórridos. El termómetro se mantenía entre treinta ycincoycuarenta,sinlamásremotaesperanzadelluvia.Durantecuatrodíaseltiempose cargó, con asfixiante calma y aumentó de calor. Y cuando se perdió al fin laesperanza de que el sur devolviera en torrentes de agua todo el viento de fuegorecibidounmesenterodelnorte,lagenteseresignóaunadesastrosasequía.

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El fox terrier vivió desde entonces sentado bajo su naranjo, porque cuando elcalor traspasa cierto límite razonable, los perros no respiran bien echados. Con lalengua afuera y los ojos entornados, asistió a la muerte progresiva de cuanto erabrotaciónprimaveral.Lahuertaseperdiórápidamente.Elmaizalpasódelverdeclaroaunablancuraamarillenta,ya finesdenoviembresóloquedabandeélcolumnitastruncas sobre la negrura desolada del rozado. La mandioca, heroica entre todas,resistíabien.

Elpozodelfoxterrier—agotadasufuente—perdiódíaadíasuaguaverdosa,yahoratancalientequeYaguaínoibaaélsinodemañana,sibienhallabarastrosdeapereás,agutíesyhurones,quelasequíadelmonteforzabahastaelpozo.

Envueltadesubaño,elperrosesentabadenuevo,viendoaumentarpocoapocoelviento,mientraseltermómetro,refrescadoaquincealamanecer,llegabaacuarentayunoa lasdosdela tarde.Lasequedaddelaire llevabaabeberalfoxterriercadamedia hora, debiendo entonces luchar con las avispas y abejas que invadían losbaldes,muertas de sed. Las gallinas, con las alas en tierra, jadeaban tendidas a latriplesombradelosbananos,laglorietaylaenredaderadeflorroja,sinatreverseadarunpasosobrelaarenaabrasada,ybajounsolquematabainstantáneamentealashormigasrubias.

Alrededor, cuanto abarcaban los ojos del fox terrier: los bloques de hierro, elpedregullo volcánico, elmontemismo, danzaba,mareado de calor.Al oeste, en elfondodelvalleboscoso,hundidoenladepresióndeladoblesierra,elParanáyacía,muertoaesahoraensuaguadecinc,esperandolacaídadelatardepararevivir.Laatmósfera,entonces, ligeramenteahumadahastaesahora,sevelabaalhorizonteendensovapor,traselcualelsol,cayendosobreelrío,sosteníaseasfixiadoenperfectocírculo de sangre. Y mientras el viento cesaba por completo y, en el aire aúnabrasado,Yaguaíarrastrabapor lamesetasudiminutamanchablanca, laspalmerasnegras, recortándose inmóviles sobreel ríocuajadoen rubí, infundíanenelpaisajeunasensacióndelujosoysombríooasis.

Losdíassesucedíaniguales.Elpozodelfoxterriersesecó,ylasasperezasdelavida,quehastaentoncesevitaranaYaguaí,comenzaronparaélesamismatarde.

DesdetiempoatráselperritoblancohabíasidomuysolicitadoporunamigodeCooper,hombredeselva,cuyosmuchosratosperdidossepasabanenelmonte traslos tatetos. Tenía tres perros magníficos para esta caza, aunque muy inclinados arastrearcoatíes,loqueenvolviendounapérdidadetiempoparaelcazador,constituyetambién la posibilidad de un desastre, pues la dentellada de un coatí degüellafundamentalmentealperroquenosupocogerlo.

Fragoso,habiendovistoundía trabajaral fox terrierenunasuntode irara,a laqueYaguaíforzóaestarsedefinitivamentequieta,dedujoqueunperritoqueteníaesetalento especial para morder justamente entre cruz y pescuezo no era un perro

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cualquiera por más corta que tuviera la cola. Por lo que instó repetidas veces aCooperaqueleprestaraaYaguaí.

—Yotelovoyaenseñarbienausted,patrón—ledecía.—Tienetiempo—respondíaCooper.Pero en esos días abrumadores —la visita de Fragoso habiendo avivado el

recuerdodelpedido—,Cooperleentregósuperroafindequeleenseñaraacorrer.Yaguaícorrió,sinduda,muchomásdeloquehubieradeseadoelmismoCooper.FragosovivíaenlamargenizquierdadelYabebirí,yhabíaplantadoenoctubreun

mandiocal que no producía aún, y media hectárea de maíz y porotos, totalmenteperdidapor la seca.Estoúltimo,específicoparael cazador, teníaparaYaguaímuypocaimportancia,trastornándoleencambiolanuevaalimentación.Él,queencasadeCoopercoleabaante lamandiocasimplementecocida,paranoofenderasuamo,yolfateabapor tresocuatro ladosel locro,paranoquebrardel todocon lacocinera,conociólaangustiade losojosbrillantesyfijosenelamoquecome,paraconcluirlamiendoelplatoquesustrescompañeroshabíanpulidoya,esperandoansiosamenteelpuñadodemaízsancochadoquelesdabancadadía.

Lostresperrossalíandenocheacazarporsucuenta—maniobraestaqueentrabaen el sistema educacional del cazador—; pero el hambre, que llevaba a aquéllosnaturalmentealmontearastrearparacomer,inmovilizabaalfoxterrierenelrancho,únicolugardelmundodondepodíahallarcomida.Losperrosquenodevoranlacaza,serán siempremalos cazadores; y justamente la raza a que pertenecíaYaguaí cazadesdesucreaciónporsimplesport.

Fragoso intentóalgúnaprendizajeconel fox terrier.PerosiendoYaguaímuchomás perjudicial que útil al trabajo desenvuelto de sus tres perros, lo relegó desdeentoncesenelranchoaesperademejorestiemposparaesaenseñanza.

Entretanto,lamandiocadelañoanteriorcomenzabaaconcluirse;lasúltimasespigasdemaízrodaronporelsuelo,blancasysinungrano,yelhambre,yaduraparalostresperrosnacidosconella,royólasentrañasdeYaguaí.Enaquellanuevavidaelfoxterrierhabíaadquiridoconpasmosarapidezelaspectohumillado,servilytraicionerode los perros del país. Aprendió entonces a merodear de noche por los ranchosvecinos, avanzando con cautela, las piernas dobladas y elásticas, hundiéndoselentamente al pie de unamata de espartillo almenor rumor hostil. Aprendió a noladrar pormás furor omiedo que tuviera, y a gruñir de unmodo particularmentesordocuandoelcuzcodeunranchodefendíaaéstedelpillaje.Aprendióavisitarlosgallineros,aseparardosplatosencimadosconelhocico,yallevarseenlabocaunalatacongrasaafindevaciarlaenlaimpunidaddelpajonal.Conocióelgustodelasguascas ensebadas, de los zapatonesuntadosdegrasa, del hollínpegoteadodeunaolla y —alguna vez— de la miel recogida y guardada en un trozo de tacuara.

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Adquirió la prudencia necesaria para apartarse del camino cuando un pasajeroavanzaba,siguiéndoloconlosojos,agachadoentreelpasto.Yafinesdeenero,delamiradaencendida,lasorejasfirmessobrelosojos,yelraboaltoyprovocadordelfoxterrier, no quedaba sino un esqueletillo sarnoso, de orejas echadas atrás y rabohundidoytraicionero,quetrotabafurtivamenteporloscaminos.

Lasequíacontinuaba,entretanto;elmontequedópocoapocodesierto,pueslosanimalesseconcentrabanenloshilosdeaguaquehabíansidograndesarroyos.Lostresperros forzaban ladistanciaque los separabadelabrevaderode lasbestiasconéxitomediano, pues siendo aquélmuy frecuentado a su vez por los yaguareteí, lacazamenor tornábase desconfiada. Fragoso, preocupado con la ruina del rozado yconnuevosdisgustosconelpropietariodelatierra,noteníahumorparacazar,niaunpor hambre. Y la situación amenazaba así tornarse muy crítica, cuando unacircunstanciafortuitatrajounpocodealientoalalamentablejauría.

FragosodebióiraSanIgnacio,yloscuatroperros,quefueronconél,sintieronensusnaricesdilatadasunaimpresióndefrescuravegetal—vaguísima,sisequiere—,peroqueacusabaunpocodevidaenaquelinfiernodecaloryseca.Enefecto,SanIgnacio había sido menos azotado, resultas de lo cual algunos maizales, aunquemiserables,sesosteníanenpie.

No comieron los perros ese día; pero al regresar jadeando detrás del caballo,probaronensumemoriaaquellasensacióndefrescura.Yalanochesiguientesalíanjuntos en mudo trote hacia San Ignacio. En la orilla del Yabebirí se detuvieronoliendoelaguaylevantandoelhocicotrémuloalaotracosta.Lalunasalíaentonces,consuamarillentaluzdemenguante.Losperrosavanzaroncautelosamentesobreelríoaflordepiedra,saltandoaquí,nadandoallá,enunpasoqueenaguanormalnodafondoatresmetros.

Sin sacudirse casi, reanudaron el trote silencioso y tenaz hacia el maizal máscercano.Allí el fox terrier vio cómo sus compañeros quebraban los tallos con losdientes,devorandoconsecosmordiscosqueentrabanhastaelmarlo, lasespigasenchoclo. Hizo él lo mismo; y durante una hora, en el negro cementerio de árbolesquemados, que la fúnebre luz del menguante volvía más espectral, los perros semovierondeaquíparaalláentrelascañas,gruñéndosemutuamente.

Volvieron tres veces más, hasta que la última noche un estampido demasiadocercano los puso en guardia. Mas coincidiendo esta aventura con la mudanza deFragosoaSanIgnacio,losperrosnolosintieronmucho.

Fragoso había logrado por fin trasladarse allá, al fondo de la colonia. El monte,entretejidode tacuapí,denunciaba tierraexcelente;yaquellas inmensasmadejasdebambú,tendidasenelsueloconelmachete,debíandeprepararmagníficosrozados.

Cuando Fragoso se instaló, el tacuapí comenzaba a secarse. Rozó y quemó

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rápidamenteuncuartodehectárea,confiandoenalgúnmilagrodelluvia.Eltiemposedescompuso,enefecto;elcieloblancosetornóplomo,yenlashorasmáscalientessetransparentabanenelhorizontelívidasorlasdecúmulos.Eltermómetroatreintaynueveyelvientonorte soplandocon furia trajeronal findocemilímetrosdeagua,que Fragoso aprovechó para su maíz, muy contento. Lo vio nacer, lo vio crecermagníficamentehastacincocentímetros.Peronadamás.

En el tacuapí, bajo él y alimentándose acaso de sus brotes, viven infinidad deroedores.Cuando aquél se seca, sushuéspedes sedesbandany el hambre los llevaforzosamentealasplantaciones.DeestemodolostresperrosdeFragoso,quesalíanunanoche,volvieronenseguidarestregándoseelhocicomordido.Fragosomatóesamismanochecuatroratasqueasaltabansulatadegrasa.

Yaguaínoestabaallí.Peroalanochesiguienteélysuscompañerosseinternabanen el monte (aunque el fox terrier no corría tras el rastro, sabía perfectamentedesenfundartatúsyhallarnidosdeurúes),cuandoYaguaísesorprendiódelrodeoqueefectuaban sus compañeros para no cruzar el rozado. Yaguaí avanzó por él, noobstante;yunmomentodespués lomordíanenunapata,mientras rápidassombrascorríanatodoslados.

Yaguaívioloqueera;einstantáneamente,enplenabarbariedebosquetropicalymiseria,surgieronlosojosbrillantes,elraboaltoyduro,ylaactitudbatalladoradeladmirableperroinglés.Hambre,humillación,viciosadquiridos,todoseborróenunsegundoantelasratasquesalíandetodaspartes.Ycuandovolvióporfinaecharseen el rancho, ensangrentado, muerto de fatiga, tuvo que saltar tras las ratashambrientasqueinvadíanliteralmentelacasa.

Fragosoquedóencantadodeaquellabruscaenergíadenerviosymúsculosquenorecordabamás,ysubióasumemoriaelrecuerdodelviejocombateconlairara:eralamismamordidasobrelacruz;ungolpesecodemandíbula,yaotrarata.

Comprendió también de dónde provenía aquella nefasta invasión, y con largaseriedejuramentosenvozalta,diosumaizalporperdido.¿QuépodíahacerYaguaísolo?Fuealrozado,acariciandoalfoxterrier,ysilbóasusperros;peroapenas losrastreadores de tigres sentían los dientes de las ratas en el hocico, chillabanrestregándoloadospatas.FragosoyYaguaíhicieronsoloselgastodelajornada,ysiel primero sacóde ella lamuñecadolorida, el segundo echaba al respirar burbujassanguinolentasporlanariz.

Endocedías,apesardecuantohicieronFragosoyelfoxterrierparasalvarlo,elrozado estaba perdido. Las ratas, al igual de las martinetas, saben muy biendesenterrar el grano adherido aún a la plantita. El tiempo, otra vez de fuego, nopermitíanilasombradenuevaplantación,yFragososevioforzadoairaSanIgnacioenbuscadetrabajo,llevandoalmismotiemposuperroaCooper,queélnopodíayaentretenerpoconimucho.Lohacíaconverdaderapena,pueslasúltimasaventuras,

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colocandoalfoxterrierensuverdaderoteatrodecaza,habíanlevantadomuyaltalaestimadelcazadorporelperritoblanco.

En el camino, el fox terrier oyó, lejanas, las explosiones de los pajonales delYabebiríardiendoconlasequía;vioalaveradelbosquealasvacasquesoportandolanubedetábanosempujabanloscatiguásconelpecho,avanzandomontadassobreel troncoarqueadohastaalcanzar lashojas.Violasrígidas tunasdelmonte tropicaldobladascomovelas;ysobreelbrumosohorizontedelastardesdetreintayochoacuarentagrados,volvióaverelsolcayendoasfixiadoenuncírculorojoymate.

MediahoradespuésentrabanenSanIgnacio.Siendoya tardepara llegarhasta lodeCooper,Fragoso aplazópara lamañana

siguiente su visita. Los tres perros, aunquemuertos de hambre, no se aventuraronmuchoamerodearenpaísdesconocido,conexcepcióndeYaguaí,alqueelrecuerdobruscamentedespiertodelasviejascarrerasdelantedelcaballodeCooper,llevabaenlínearectaacasadesuamo.

Lascircunstanciasanormalesporquepasabaelpaísconlasequíadecuatromeses—y es preciso saber lo que esto supone enMisiones—hacían que los perros de lospeones,ya famélicosen tiempodeabundancia, llevaransuspillajesnocturnosaungradointolerable.Enplenodía,Cooperhabíatenidoocasióndeperdertresgallinas,arrebatadas por los perros hacia el monte. Y si se recuerda que el ingenio de unpoblador haragán llega hasta enseñar a sus cachorros esta maniobra paraaprovecharseambosde lapresa, secomprenderáqueCooperperdiera lapaciencia,descargando irremisiblemente su escopeta sobre todo ladrón nocturno. Aunque nousabasinoperdigones,laleccióneraasimismodura.

Asíunanoche,enelmomentoqueseibaaacostar,percibiósuoídoalertaelruidodelasuñasenemigas,tratandodeforzareltejidodealambre.Conungestodefastidiodescolgólaescopeta,ysaliendoafueraviounamanchablancaqueavanzabadentrodelpatio.Rápidamentehizo fuego,y a los aullidos traspasantesdel animal con laspatas traseras a la rastra, tuvo un fugitivo sobresalto, que no pudo explicar. Llegóhastaellugar,peroelperrohabíadesaparecidoya,yentródenuevoenlacasa.

—¿Quéfue,papá?—lepreguntódesdelacamasuhija—.¿Unperro?—Sí—repusoCoopercolgandolaescopeta—.Letiréunpocodecerca…—¿Grandeelperro,papá?—No,chico.Pasóunmomento.—¡PobreYaguaí!—prosiguióJulia—.¡Cómoestará!Súbitamente,Cooperrecordólaimpresiónsufridaaloíraullaralperro:algodesu

Yaguaíhabíaallí…Peropensandotambiénencuánremotaeraesaprobabilidad,sedurmiótranquilo.

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Fuealamañanasiguiente,muytemprano,cuandoCooper,siguiendoelrastrodesangre,hallóasufoxterriermuertoalbordedelpozodelbananal.

Depésimohumorvolvióacasa,y laprimerapreguntadeJuliafueporelperrochico:

—¿Murió,papá?—Sí,alláenelpozo…EsYaguaí.Cogiólapala,yseguidodesusdoshijosconsternadosfuealpozo.Julia,después

demirarunratoinmóvil,seacercódespacioasollozarjuntoalpantalóndeCooper.—¡Quéhiciste,papá!—Nosabía,chiquita…Apártateunmomento.En el bananal enterró a su perro; apisonó la tierra encima, y regresó

profundamente disgustado, llevando de la mano a sus dos chicos, que llorabandespacioparaquesupadrenolossintiera.

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Lospescadoresdevigas

El motivo fue ciertos muebles de comedor que míster Hall no tenía aún, y sufonógrafolesirviódeanzuelo.

Candiyú lo vio en la oficina provisoria de la «Yerba Company», dondemísterHallmaniobrabasufonógrafoapuertaabierta.

Candiyú,comobuenindígena,nomanifestósorpresaalguna,contentándosecondetenersucaballounpocoaltravésanteelchorrodeluz,ymiraraotraparte.Perocomouninglésalacaídadelanoche,enmangasdecamisaporelcaloryconunabotella de whisky al lado, es cien veces más circunspecto que cualquier mestizo,místerHallnolevantólavistadeldisco.Conloquevencidoyconquistado,Candiyúconcluyóporarrimarsucaballoalapuerta,encuyoumbralapoyóelcodo.

—Buenasnoches,patrón.¡Lindamúsica!—Sí,linda—repusomísterHall.—¡Linda!—repitióelotro—.¡Cuántoruido!—Sí, mucho ruido —asintió míster Hall, que hallaba sin duda oportunas las

observacionesdesuvisitante.Candiyúproseguíaentretanto:—¿Tecostómuchoausted,patrón?—Costó…¿Qué?—Esehablero…Losmozosquecantan.Lamirada turbia e inexpresiva demísterHall se aclaró. El contador comercial

surgía.—¡Oh,cuestamucho…!¿Ustedquierecomprar?—Siustedquerésvenderme…—contestópordeciralgoCandiyú,convencidode

antemanode la imposibilidadde tal compra.PeromísterHall proseguíamirándolocon pesada fijeza, mientras la membrana saltaba del disco a fuerza de marchasmetálicas.

—Vendobaratoausted…¡Cincuentapesos!Candiyú sacudió la cabeza, sonriendo al aparato y a su maquinista,

alternativamente:—¡Muchaplata!Notengo.—¿Ustedquétiene,entonces?Elhombresesonriódenuevo,sinresponder.—¿Dónde usted vive? —prosiguió míster Hall, evidentemente decidido a

desprendersedesugramófono.—Enelpuerto.—¡Ah!Yoconozcousted…¿UstedllamaCandiyú?—Mellama…

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—¿Yustedpescavigas?—Aveces;algunaviguitasindueño…—¡Vendoporvigas…!Tresvigasaserradas.Yomandocarreta.¿Conviene?Candiyúsereía.—Notengoahora.Yesa…maquinaria,¿tienemuchadelicadeza?—No;botónacá,ybotónallá…Yoenseño.¿Cuándotienemadera?—Algunacreciente…Ahorahadeveniruna.¿Yquépaloquerésusted?—Palorosa.¿Conviene?—¡Hum…! No baja ese palo casi nunca… Mediante una creciente grande,

solamente.¡Lindopalo!Tegustapalobueno,austed.—Yustedllevabuengramófono.¿Conviene?Elmercado prosiguió a son de cantos británicos, el indígena esquivando la vía

recta,yelcontadoracorralándoloenelpequeñocírculodelaprecisión.Enelfondo,y descontados el calor y el whisky, el ciudadano inglés no hacía unmal negocio,cambiando un perro gramófono por varias docenas de bellas tablas, mientras elpescadordevigas,a suvez,entregabaalgunosdíasdehabitual trabajoacuentadeunamaquinitaprodigiosamenteruidera.

Porlocualelmercadoserealizó,atantotiempodeplazo.Candiyú vive todavía en la costa del Paraná, desde hace treinta años; y si su

hígadoesaúncapazdeeliminarcualquiercosadespuésdelúltimoataquedelafiebreendiciembrepasado,debeviviraúnunosmesesmás.Pasaahoralosdíassentadoensucatredevaras,conelsombreropuesto.Sólosusmanos,lívidaszarpasveteadasdeverdequependeninmensasdelasmuñecas,comoproyectadasenprimertérminodeunafotografía,semuevenmonótonamentesincesar,contemblordeloroimplume.

Peroenaqueltiempo,Candiyúeraotracosa.Teníaentoncesporoficiohonorableel cuidado de un bananal ajeno, y, poco menos lícito, el de pescar vigas.Normalmente, y sobre todo en época de creciente, derivan vigas escapadas de losobrajes, bien que se desprendan de una jangada en formación, bien que un peónbromistacortedeunmachetazolasogaquelasretiene.Candiyúeraposeedordeunanteojo telescopado, y pasaba las mañanas apuntando al agua, hasta que la líneablanquecina de una viga, destacándose en la punta de Itacurubí, lo lanzaba en sucanoa al encuentro de la presa. Vista la viga a tiempo, la empresa no esextraordinaria, porque la paladeunhombrede coraje, recostadoohalandodeunapiezadediezporcuarenta,valecualquierremolcador.

Allá en el obraje deCastelhum,más arriba de Puerto Felicidad, las lluvias habíancomenzadodespuésdesesentaycincodíasdesecaabsolutaquenodejóllantaenlasalzaprimas.Elhaberrealizabledelobrajeconsistíaenesemomentoensietemilvigas

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—bastantemásqueunafortuna—.Perocomolasdostoneladasdeunaviga,mientrasno estén en el puerto, no pesan dos escrúpulos en caja,CastelhumyCía. distabanmuchísimasleguasdeestarcontentos.

DeBuenosAires llegaronórdenesdemovilización inmediata; el encargadodelobrajepidiómulasyalzaprimasparamovilizar;lerespondieronqueconeldinerodelaprimerajangadaarecibir,leremitiríanlasmulas;yelencargadocontestóqueconesasmulasanticipadas,lesmandaríalaprimerajangada.

Nohabíamododeentenderse.Castelhumsubióhastaelobrajeyvioelstockdemaderaenelcampamento,sobrelabarrancadelÑacanguazú.

—¿Cuánto?—preguntóCastelhumasuencargado.—Treinticincomilpesos—repusoéste.Era lo necesario para trasladar las vigas al Paraná. Y sin contar la estación

impropia.Bajo la lluvia queunía enun solo hilo de agua su capade gomay su caballo,

Castelhumconsideró largoratoelarroyoarremolinado.Señalando luegoel torrenteconunmovimientodelcapuchón:

—¿Lasaguasllegaránacubrirelsalto?—preguntóasucompañero.—Silluevemucho,sí.—¿Tienetodosloshombresenelobraje?—Hastaestemomento;esperabaórdenessuyas.—Bien—dijoCastelhum—.Creo que vamos a salir bien.Óigame, Fernández:

Estamisma tarde refuerce la maroma en la barra, y comience a arrimar todas lasvigas,aquía labarranca.Elarroyoestá limpio,segúnmedijo.MañanademañanabajoaPosadas,ydesdeentonces,conelprimertemporalquevenga,echelospalosalarroyo.¿Entiende?Unabuenalluvia.

Elmayordomolomiróabriendolosojos.—Lamaromavaacederantesquelleguenmilvigas.—Yasé,no importa.Ynos costarámuchísimospesos.Volvamosyhablaremos

máslargo.Fernándezseencogiódehombros,ysilbóaloscapataces.En el resto del día, sin lluvia pero empapado en calma de agua, los peones

tendierondeunaorillaaotraenlabarradelarroyolacadenadevigas,yeltumbajede palos comenzó en el campamento.Castelhumbajó a Posadas sobre un agua deinundaciónqueibacorriendosietemillas,yquealsalirdelGuayrásehabíaalzadosietemetroslanocheanterior.

Tras gran sequía, grandes lluvias. A mediodía comenzó el diluvio, y durantecincuenta y dos horas consecutivas el monte tronó de agua. El arroyo, venido atorrente, pasó a rugiente avalancha de agua roja. Los peones, calados hasta loshuesos,consuflacuraenrelieveporlaropapegadaalcuerpo,despeñabanlasvigas

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por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba un unísono grito de ánimo, y cuando lamonstruosavigarodabadandotumbosysehundíaconuncañonazoenelagua,todoslospeoneslanzabansu¡a…hijú!detriunfo.

Y luego, los esfuerzos malgastados en el barro líquido, la zafadura de laspalancas,lascostaladasbajolalluviatorrencial.Ylafiebre.

Bruscamente,porfin,eldiluviocesó.Enelsúbitosilenciocircunstante,seoyóeltronar de la lluvia todavía sobre el bosque inmediato.Más sordo ymás hondo, elretumbodelÑacanguazú.Algunasgotas,distanciadasylivianas,caíanaúndelcieloexhausto. Pero el tiempo proseguía cargado, sin el más ligero soplo. Se respirabaagua,yapenaslospeoneshubierondescansadounpardehoras,lalluviarecomenzó—lalluviaaplomo,macizayblancadelascrecidas—.Eltrabajourgía—lossueldoshabíansubidovalientemente—,ymientraseltemporalsiguió,lospeonescontinuarongritando,cayéndoseytumbandobajoelaguahelada.

EnlabarradelÑacanguazú,labarreraflotantecontuvoalosprimerospalosquellegaron, y resistió arqueada y gimiendo a muchos más; hasta que al empujeincontenible de las vigas que llegaban como catapultas contra lamaroma, el cablecedió.

Candiyúobservabael río con suanteojo, considerandoque la creciente actual, queallíenSanIgnaciohabíasubidodosmetrosmáseldíaanterior—llevándose,porlodemás,suchalana—,seríamásalládePosadasformidableinundación.Lasmaderashabían comenzado a descender, cedros o poco menos, y el pescador reservabaprudentementesusfuerzas.

Esa noche el agua subió unmetro aún, y a la tarde siguiente Candiyú tuvo lasorpresadeverenelextremodesuanteojounabarra,unaverdaderatropadevigassueltas que doblaban la punta de Itacurubí. Madera de lomo blanquecino, yperfectamenteseca.

Allíestabasulugar.Saltóensuguabiroba,ypaleóalencuentrodelacaza.Ahorabien,enunacrecientedelAltoParanáseencuentranmuchascosasantesde

llegaralavigaelegida.Árbolesenteros,desdeluego,arrancadosdecuajoyconlasraícesnegrasalaire,comopulpos.Vacasymulasmuertas,encompañíadebuenlotedeanimalessalvajesahogados,fusiladosoconunaflechaplantadaaúnenelvientre.Altos conos de hormigas amontonadas sobre un raigón. Algún tigre, tal vez;camalotesyespumaadiscreción—sincontar,claroestá,lasvíboras.

Candiyú esquivó, derivó, tropezó y volcómuchas vecesmás de las necesariashastallegarasupresa.Alfinlatuvo;unmachetazopusoalvivolavetasanguíneadel palo rosa, y recostándose a la viga pudo derivar con ella oblicuamente algúntrecho. Pero las ramas, los árboles, pasaban sin cesar arrastrándolo. Cambió de

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táctica; enlazó su presa, y comenzó entonces la luchamuda y sin tregua, echandosilenciosamenteelalmaacadapalada.

Una viga, derivando con una gran creciente, lleva un impulso suficientementegrandeparaquetreshombrestitubeenantesdeatreverseconella.PeroCandiyúuníaasugranalientotreintaañosdepirateríasenríobajooalto,ydeseaba,además,serdueñodeungramófono.

Lanochequecaíayaledeparóincidentesasuplenasatisfacción.Elrío,aflordeojo casi, corría velozmente con untuosidad de aceite. A ambos lados pasaban ypasaban sin cesar sombras densas. Un hombre ahogado tropezó con la guabiroba;Candiyúseinclinó,yvioqueteníalagargantaabierta.Luegovisitantesincómodos,víborasalasalto,lasmismasqueenlascrecidastrepanporlasruedasdelosvaporeshastaloscamarotes.

Elhercúleotrabajoproseguía, lapala temblababajoelagua,peroelremeroeraarrastradoapesardetodo.Alfinserindió;cerrómáselángulodeabordaje,ysumósus últimas fuerzas para alcanzar el borde de la canal, que rozaba los canteles delTeyucuaré.Durantediezminutoselpescadordevigas,lostendonesdelcuellodurosylospectoralescomopiedra,hizoloquejamásvolveráahacernadieparasalirdelacanal en una creciente, conuna viga a remolque.La guabiroba alcanzópor fin laspiedras, se tumbó, justamente cuando a Candiyú quedaba la fuerza suficiente—ynadamás—parasujetarlasogaydesplomarsedeespaldas.

SolamenteunmesmástardetuvomísterHallsustresdocenasdetablas,yveintesegundosdespuésentregabaaCandiyúelgramófono,inclusoveintediscos.

La firmaCastelhumyCía.,noobstante la flotillade lanchasavaporque lanzócontra las vigas—y esto por bastante más de treinta días— perdió muchas. Y sialguna vez Castelhum llega a San Ignacio y visita a míster Hall, admirarásinceramentelosmueblesdelcitadocontador,hechosdepalorosa.

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Lamielsilvestre

TengoenelSaltoOrientaldosprimos,hoyhombresya,quea susdoceaños,yenconsecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa deabandonarsucasaparairaviviralmonte.Éstequedaadosleguasdelaciudad.Allíviviríanprimitivamentedelacazaylapesca.Ciertoesquelosdosmuchachosnosehabían acordado particularmente de llevar escopetas ni anzuelos; pero de todosmodos el bosque estaba allí, con su libertad como fuente de dicha, y sus peligroscomoencanto.

Desgraciadamente, al segundo día fueron hallados por quienes los buscaban.Estaban bastante atónitos todavía, no poco débiles, y con gran asombro de sushermanosmenores—iniciados también en JulioVerne—, sabían aún andar en dospiesyrecordabanelhabla.

Laaventuradelosdosrobinsones,sinembargo,fueraacasomásformalahabertenidocomoteatrootrobosquemenosdominguero.Lasescapatorias llevanaquíenMisionesalímitesimprevistos,yaelloarrastróaGabrielBenincasaelorgullodesusstromboot.

Benincasa, habiendo concluido sus estudios de contaduría pública, sintiófulminante deseo de conocer la vida de la selva. No fue arrastrado por sutemperamento,puesantesbienBenincasaeraunmuchachopacífico,gordinflónydecara rosada, en razón de su excelente salud. En consecuencia, lo suficiente cuerdoparapreferiruntéconlecheypastelitos,aquiénsabequéfortuitaeinfernalcomidadel bosque. Pero así como el soltero que fue siempre juicioso cree de su deber, lavísperadesusbodas,despedirsedelavidalibreconunanochedeorgíaencompañíadesusamigos,deigualmodoBenincasaquisohonrarsuvidaaceitadacondosotreschoquesdevidaintensa.YporestemotivoremontabaelParanáhastaunobraje,consusfamososstromboot.

ApenassalidodeCorrienteshabíacalzadosusreciasbotas,pueslosyacarésdelaorillacalentabanyaelpaisaje.Masapesardeelloelcontadorpúblicocuidabamuchodesucalzado,evitándolearañazosysucioscontactos.

Deestemodollegóalobrajedesupadrino,yalahoratuvoéstequecontenereldesenfadodesuahijado.

—¿Adóndevasahora?—lehabíapreguntadosorprendido.—Al monte; quiero recorrerlo un poco —repuso Benincasa, que acababa de

colgarseelwinchesteralhombro.—¡Pero infeliz! No vas a poder dar un paso. Sigue la picada, si quieres… O

mejor,dejaesaarma,ymañanateharéacompañarporunpeón.Benincasa renunció a su paseo.No obstante, fue hasta la vera del bosque y se

detuvo.Intentóvagamenteunpasoadentro,yquedóquieto.Metioselasmanosenlos

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bolsillos, y miró detenidamente aquella inextricable maraña, silbando débilmenteaires truncos. Después de observar de nuevo el bosque a uno y otro lado, retornóbastantedesilusionado.

Aldíasiguiente,sinembargo,recorriólapicadacentralporespaciodeunalegua,yaunquesufusilvolvióprofundamentedormido,Benincasanodeploróelpaseo.Lasfierasllegaríanpocoapoco.

Llegaronéstasalasegundanoche—aunquedeuncarácterunpocosingular.Benincasadormíaprofundamente,cuandofuedespertadoporsupadrino.—¡Eh,dormilón!Levántatequetevanacomervivo.Benincasa se sentó bruscamente en la cama, alucinado por la luz de los tres

faroles de viento que se movían de un lado a otro en la pieza. Su padrino y dospeonesregabanelpiso.

—¿Quéhay,quéhay?—preguntó,echándosealsuelo.—Nada…Cuidadoconlospies…Lacorrección.

Benincasa había sido ya enterado de las curiosas hormigas a que llamamoscorrección. Son pequeñas, negras, brillantes, ymarchan velozmente en ríosmás omenos anchos. Son esencialmente carnívoras. Avanzan devorando todo lo queencuentran a su paso: arañas, grillos, alacranes, sapos, víboras, y a cuanto ser nopuederesistirles.Nohayanimal,porgrandeyfuertequesea,quenohuyadeellas.Suentradaenunacasasuponelaexterminaciónabsolutadetodoserviviente,puesnohay rincón ni agujero profundo donde no se precipite el río devorador. Los perrosaúllan,losbueyesmugen,yesforzosoabandonarleslacasa,atruequedeserroídoendiez horas hasta el esqueleto. Permanecen en el lugar uno, dos, hasta cinco días,segúnsuriquezaeninsectos,carneograsa.Unavezdevoradotodo,sevan.

Noresistensinembargoalacreolinaodrogasimilar;ycomoenelobrajeabundaaquélla,antesdeunahoraelchaletquedólibredelacorrección.

Benincasa se observaba muy de cerca en los pies la placa lívida de unamordedura.

—¡Picanmuyfuerte, realmente!—dijosorprendido, levantando lacabezahaciasupadrino.

Éste, para quien la observación no tenía ya ningún valor, no respondió,felicitándoseencambiodehabercontenidoatiempolainvasión.Benincasareanudóelsueño,aunquesobresaltadotodalanocheporpesadillastropicales.

Aldíasiguientesefuealmonte,estavezconunmachete,pueshabíaconcluidoporcomprenderquetalutensilioleseríaenelmontemuchomásútilqueelfusil.

Cierto esque supulsonoeramaravilloso,y su acierto,muchomenos.Perodetodosmodos lograba trozar las ramas,azotarse lacaraycortarse lasbotas; todoenuno.

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Elmontecrepuscularysilenciosolocansópronto.Dábalelaimpresión—exactaporlodemás—deunescenariovistodedía.Delabullentevidatropical,nohayaesahoramásqueelteatrohelado;niunanimal,niunpájaro,niunruidocasi.Benincasavolvía, cuando un sordo zumbido le llamó la atención.A diezmetros de él, en untronco hueco, diminutas abejas aureolaban la entrada del agujero. Se acercó concautela,yvioenelfondodelaaberturadiezodocebolasoscurasdeltamañodeunhuevo.

—Esto esmiel—se dijo el contador público con íntima gula—.Deben de serbolsitasdecera,llenasdemiel.

Pero entre él, Benincasa, y las bolsitas, estaban las abejas. Después de unmomentodedescanso,pensóenelfuego:levantaríaunabuenahumareda.Lasuertequisoquemientraselladrónacercabacautelosamentelahojarascahúmeda,cuatroocincoabejas seposaranen sumano, sinpicarlo.Benincasacogióunaenseguida,yoprimiéndoleelabdomenconstatóquenoteníaaguijón.

Susaliva,yaliviana,seclarificóenmelíficaabundancia.¡Maravillososybuenosanimalitos!

Enuninstanteelcontadordesprendiólasbolsitasdecera,yalejándoseunbuentrechoparaescaparalpegajosocontactodelasabejas,sesentóenunraigón.Delasdocebolas,sieteconteníanpolen.Perolasrestantesestabanllenasdemiel,unamieloscura, de sombría transparencia, que Benincasa paladeó golosamente. Sabíadistintamente a algo. ¿A qué? El contador no pudo precisarlo. Acaso a resina defrutalesodeeucalipto.Yporigualmotivo,teníaladensamielunvagodejoáspero.¡Masquéperfume,encambio!

Benincasa, una vez bien seguro de que sólo cinco bolsitas le serían útiles,comenzó.Suideaerasencilla:tenersuspendidoelpanalgoteantesobresuboca.Perocomolamieleraespesa,tuvoqueagrandarelagujero,despuésdehaberpermanecidomedio minuto con la boca inútilmente abierta. Entonces la miel asomó,adelgazándoseenpesadohilohastalalenguadelcontador.

Unotrasotro, loscincopanalessevaciaronasídentrodelabocadeBenincasa.Fue inútilqueésteprolongara la suspensión,ymuchomásque repasara losglobosexhaustos;tuvoqueresignarse.

Entretanto,lasostenidaposicióndelacabezaenaltolohabíamareadounpoco.Pesado de miel, quieto y los ojos bien abiertos, Benincasa consideró de nuevo elmontecrepuscular.Losárbolesyelsuelotomabanposturaspordemásoblicuas,ysucabezaacompañabaelvaivéndelpaisaje.

—Quécuriosomareo…—pensóelcontador—.Ylopeores…Allevantarseeintentardarunpaso,sehabíavistoobligadoacaerdenuevosobre

el tronco. Sentía su cuerpo de plomo, sobre todo las piernas, como si estuvieraninmensamentehinchadas.Ylospiesylasmanoslehormigueaban.

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—¡Esmuyraro,muyraro,muyraro!—serepitióestúpidamenteBenincasa,sinescudriñar sin embargoelmotivode esa rareza—.Como si tuvierahormigas…Lacorrección—concluyó.

Ydeprontolarespiraciónselecortóenseco,deespanto.—¡Debedeserlamiel…!¡Esvenenosa…!¡Estoyenvenenado!Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizó el cabello de terror: no

habíapodidoni aunmoverse.Ahora la sensacióndeplomoyel hormigueo subíanhastalacintura.Duranteunratoelhorrordemorirallí,miserablementesolo,lejosdesumadreysusamigos,lecohibiótodomediodedefensa.

—¡Voyamorirahora…!¡Deaquíaunratovoyamorir…!¡Yanopuedomoverlamano…!

Ensupánicoconstatósinembargoquenoteníafiebreniardordegarganta,yelcorazónypulmonesconservabansuritmonormal.Suangustiacambiódeforma.

—¡Estoyparalítico,eslaparálisis!¡Ynomevanaencontrar…!Pero una invencible somnolencia comenzaba a apoderarse de él, dejándole

íntegras sus facultades, a la par que elmareo se aceleraba.Creyó así notar que elsuelo oscilante se volvía negro y se agitaba vertiginosamente.Otra vez subió a sumemoriaelrecuerdodelacorrección,yensupensamientosefijócomounasupremaangustialaposibilidaddequeesonegroqueinvadíaelsuelo…

Tuvoaúnfuerzasparaarrancarseaeseúltimoespanto,ydeprontolanzóungrito,unverdaderoalaridoenquelavozdelhombrerecobralatonalidaddelniñoaterrado:por sus piernas trepaba un precipitado río de hormigas negras. Alrededor de él lacorreccióndevoradoraoscurecíaelsuelo,yelcontadorsintióporbajodelcalzoncilloelríodehormigascarnívorasquesubían.

Su padrino halló por fin, dos días después, y sin la menor partícula de carne, elesqueletocubiertoderopadeBenincasa.Lacorrecciónquemerodeabaaúnporallí,ylasbolsitasdecera,loiluminaronsuficientemente.

No es común que la miel silvestre tenga esas propiedades narcóticas oparalizantes,peroselahalla.Lasfloresconigualcarácterabundaneneltrópico,yyaelsabordelamieldenunciaenlamayoríadeloscasossucondición—taleldejoaresinadeeucaliptoquecreyósentirBenincasa.

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Nuestroprimercigarro

NingunaépocademayoralegríaquelaquenosproporcionóaMaríayamí,nuestratíaconsumuerte.

LucíavolvíadeBuenosAires,dondehabíapasadotresmeses.Esanoche,cuandonosacostábamos,oímosqueLucíadecíaamamá:

—¡Quéextraño…!Tengolascejashinchadas.Mamá examinó seguramente las cejas de nuestra tía, pues después de un rato

contestó:—Escierto…¿Nosientesnada?—No…Sueño.Aldíasiguiente,hacialasdosdelatarde,notamosdeprontofuerteagitaciónen

casa,puertasqueseabríanynosecerraban,diálogoscortadosdeexclamaciones,ysemblantesasustados.Lucíateníaviruela,ydeciertaespeciehemorrágicaquehabíaadquiridoenBuenosAires.

Desdeluego,amihermanayamínosentusiasmóeldrama.Lascriaturastienencasi siempre la desgracia de que las grandes cosas no pasen en su casa. ¡Esta veznuestratía—¡casualmentenuestratía!—enfermadeviruela!Yo,chicofeliz,contabayaenmiorgullolaamistaddeunagentedepolicía,yelcontactoconunpayasoquesaltando las gradas había tomado asiento a mi lado. Pero ahora el granacontecimientopasabaennuestrapropiacasa;yalcomunicarloalprimerchicoquesedetuvoenlapuertadecalleamirar,habíayaenmisojoslavanidadconqueunacriatura de riguroso luto pasa por primera vez ante sus vecinillos atónitos yenvidiosos.

Esamisma tardesalimosdecasa, instalándonosen laúnicaquepudimoshallarcontantapremura,unaviejaquintadelosalrededores.Unahermanademamá,quehabíatenidoviruelaensuniñez,quedóalladodeLucía.

Seguramenteenlosprimerosdíasmamápasócruelesangustiasporsushijosquehabían besado a la virolenta. Pero en cambio nosotros, convertidos en furiososrobinsones,noteníamostiempoparaacordarnosdenuestratía.Hacíamuchotiempoque la quinta dormía en su sombrío y húmedo sosiego. Naranjos blanquecinos dediaspis; duraznos rajados en la horqueta; membrillos con aspecto de mimbres;higuerasrastreantesafuerzadeabandono,aquellodaba,ensutupidahojarascaqueahogabalospasos,fuertesensacióndeparaísoterrenal.

Nosotros no éramos precisamente Adán y Eva; pero sí heroicos robinsones,arrastradosanuestrodestinoporunagrandesgraciadefamilia:lamuertedenuestratía,acaecidacuatrodíasdespuésdecomenzarnuestraexploración.

Pasábamos el día entero huroneando por la quinta, bien que las higueras,demasiado tupidas al pie, nos inquietaran un poco. El pozo también suscitaba

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nuestras preocupaciones geográficas. Era éste un viejo pozo inconcluso, cuyostrabajos se habían detenido a los catorce metros sobre un fondo de piedra, y quedesaparecíaahoraentrelosculantrillosydoradillasdesusparedes.Era,sinembargo,menester explorarlo, y por vía de avanzada logramos con infinitos esfuerzos llevarhasta su borde una gran piedra. Como el pozo quedaba oculto tras un macizo decañas,nosfuepermitidaestamaniobrasinquemamáseenterase.Noobstante,María,cuya inspiración poética primó siempre en nuestras empresas, obtuvo queaplazáramoselfenómenohastaqueunagranlluvia, llenandoamediaselpozo,nosproporcionarasatisfacciónartísticaalaparquecientífica.

Peroloquesobretodoatrajonuestrosasaltosdiariosfueelcañaveral.Tardamosdos semanas enteras en explorar como era debido aquel diluviano enredo de varasverdes,varassecas,varasverticales,varasoblicuas,varasatravesadas,varasdobladashaciatierra.

Lashojassecas,detenidasensucaída,entretejíanelmacizo,quellenabaelairedepolvoybriznasalmenorcontacto.

Aclaramos el secreto, sin embargo, y sentados con mi hermana en la sombríaguarida de algún rincón, bien juntos ymudos en la semioscuridad, gozamos horasenteraselorgullodenosentirmiedo.

Fue allí donde una tarde, avergonzados de nuestra poca iniciativa, inventamosfumar.Mamáeraviuda;connosotrosvivíanhabitualmentedoshermanassuyas,yenaquellos momentos un hermano, precisamente el que había venido con Lucía deBuenosAires.

Este nuestro tío de veinte años, muy elegante y presumido, habíase atribuidosobre nosotros dos cierta potestad quemamá, con el disgusto actual y su falta decarácter,fomentaba.

Maríayyo,pordepronto,profesábamoscordialísimaantipatíaalpadrastrillo.—Te aseguro—decía él a mamá, señalándonos con el mentón— que desearía

vivirsiemprecontigoparavigilaratushijos.Tevanadarmuchotrabajo.—¡Déjalos!—respondíamamá,cansada.Nosotrosnodecíamosnada;peronosmirábamosporencimadelplato.A este severo personaje, pues, habíamos robado un paquete de cigarrillos; y

aunquenostentabainiciarnossúbitamenteenlavirilvirtud,esperamoselartefacto.Esteartefactoconsistíaenunapipaqueyohabíafabricadoconuntrozodecaña,

pordepósito;unavarilladecortina,porboquilla;yporcemento,masilladeunvidrioreciéncolocado.Lapipaeraperfecta:grande,livianaydevarioscolores.

EnnuestramadrigueradelcañaveralcargámoslaMaríayyoconreligiosayfirmeunción.Cincocigarrillosdejaronsutabacoadentro,ysentándonosentoncesconlasrodillasaltasencendílapipayaspiré.María,quedevorabamiactoconlosojos,notóquelosmíossecubríandelágrimas:jamássehavistoniverácosamásabominable.

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Deglutí,sinembargo,valerosamentelanauseosasaliva.—¿Rico?—mepreguntóMaríaansiosa,tendiendolamano.—Rico—lecontestépasándolelahorriblemáquina.Maríachupó,yconmásfuerzaaún.Yo,quelaobservabaatentamente,notéami

vez sus lágrimas y el movimiento simultáneo de labios, lengua y garganta,rechazandoaquello.Suvalorfuemayorqueelmío.

—Es rico—dijo con los ojos llorosos y haciendo casi un puchero. Y se llevóheroicamenteotravezalabocalavarilladebronce.

Era inminente salvarla. El orgullo, sólo él, la precipitaba de nuevo a aquelinfernal humocongusto a sal deChantaud, elmismoorgullo quemehabía hechoalabarlelanauseabundafogata.

—¡Psht!—dijebruscamente,prestandooído—.Mepareceelgargantilladelotrodía…Debedetenernidoaquí…

María se incorporó, dejando la pipa de lado; y con el oído atento y los ojosescudriñantes,nosalejamosdeallí,ansiososaparentementedeveralanimalito,peroenverdadasidoscomomoribundosaaquelhonorablepretextodemiinvención,pararetirarnosprudentementedeltabacosinquenuestroorgullosufriera.

Un mes más tarde volví a la pipa de caña, pero entonces con muy distintoresultado.

Poralgunaqueotratravesuranuestra,elpadrastrillohabíanoslevantadoyalavozmucho más duramente de lo que podíamos permitirle mi hermana y yo. Nosquejamosamamá.

—¡Bah!,nohagancaso—nosrespondiómamá,sinoírnoscasi—.Élesasí.—¡Esquenosvaapegarundía!—gimoteóMaría.—Siustedesnoledanmotivos,no.¿Quélehanhecho?—añadiódirigiéndosea

mí.—Nada,mamá…¡Peroyonoquieroquemetoque!—objetéamivez.Enestemomentoentrónuestrotío.—¡Ah!AquíestáelbuenapiezadetuEduardo…¡Tevaasacarcanasestehijo,

yaverás!—Sequejandequequierespegarles.—¿Yo?—exclamóelpadrastrillomidiéndome—.Nolohepensadoaún.Peroen

cuantomefaltesalrespeto…—Yharásbien—asintiómamá.—¡Yonoquieroquemetoque!—repetíenfurruñadoyrojo—.¡Élnoespapá!—Peroafaltadetupobrepadre,estutío.Enfin,¡déjenmetranquila!—concluyó

apartándonos.Solosenelpatio,Maríayyonosmiramosconaltivofuegoenlosojos.—¡Nadiemevaapegaramí!—asenté.

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—¡No…Niamítampoco!—apoyóella,porlacuentaqueleiba.—¡Esunzonzo!Ylainspiraciónvinobruscamente,ycomosiempre,amihermana,confuribunda

risaymarchatriunfal:—¡TíoAlfonso…esunzonzo!¡TíoAlfonso…esunzonzo!Cuandoun ratodespués tropecé con el padrastrillo,mepareció, por sumirada,

que nos había oído. Pero ya habíamos planteado la historia del Cigarro Pateador,epítetoestealamayorgloriadelamulaMaud.

El Cigarro Pateador consistió, en sus líneas elementales, en un cohete querodeadode papel de fumar fue colocado en el atadode cigarrillos que tíoAlfonsoteníasiempreensuvelador,usandodeellosalasiesta.

Unextremohabíasidocortadoafindequeelcigarronoafectaraexcesivamenteal fumador.Conelviolentochorrodechispashabíabastante,yensu total, todoeléxito estribaba en que nuestro tío, adormilado, no se diera cuenta de la singularrigidezdesucigarrillo.

Lascosas seprecipitanavecesde talmodo,quenohay tiemponialientoparacontarlas.Sóloséqueelpadrastrillosaliócomounabombadesucuarto,encontrandoamamáenelcomedor.

—¡Ah,estásacá!¿Sabesloquehanhecho?¡Tejuroqueestavezsevanaacordardemí!

—¡Alfonso!—¿Qué?¡Nofaltabamásquetútambién…!¡Sinosabeseducaratushijos,yolo

voyahacer!Aloírlavozfuriosadeltío,yo,quemeocupabainocentementeconmihermana

enhacerrayitasenelbrocaldelaljibe,evolucionéhastaentrarporlasegundapuertaen el comedor, y colocarme detrás demamá. El padrastrillome vio entonces y selanzósobremí.

—¡Yonohicenada!—grité.—¡Espérate!—rugiómitío,corriendotrasdemíalrededordelamesa.—¡Alfonso,déjalo!—¡Despuéstelodejaré!—¡Yonoquieroquemetoque!—¡Vamos,Alfonso!¡Parecesunacriatura!Estoera loúltimoque sepodíadecir alpadrastrillo.Lanzóun juramentoy sus

piernasenmipersecucióncontalvelocidad,queestuvoapuntodealcanzarme.Peroeneseinstanteyosalíacomodeunahondaporlapuertaabierta,ydisparabahacialaquinta,conmitíodetrás.

Encincosegundospasamoscomounaexhalaciónporlosdurazneros,losnaranjosy los perales, y fue en estemomento cuando la idea del pozo, y su piedra, surgió

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terriblementenítida.—¡Noquieroquemetoque!—gritéaún.—¡Espérate!Eneseinstantellegamosalcañaveral.—¡Mevoyatiraralpozo!—aulléparaquemamámeoyera.—¡Yosoyelquetevaatirar!Bruscamente desaparecí a sus ojos tras las cañas; corriendo siempre, di un

empujón a la piedra exploradora que esperaba una lluvia, y salté de costado,hundiéndomebajolahojarasca.

Tíodesembocóenseguida,atiempoquedejandodeverme,sentíaalláenelfondodelpozoelabominablezumbidodeuncuerpoqueseaplastaba.

El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas partes sus ojosdilatados,yseaproximóalpozo.

Tratódemirar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron.Entoncesparecióreflexionar, y después de una lenta mirada al pozo y sus alrededores, comenzó abuscarme.

Comodesgraciadamenteparaelcaso,hacíapocotiempoqueeltíoAlfonsocesaraasuvezdeesconderseparaevitarloscuerpoacuerpoconsuspadres,conservabaaúnmuy frescas las estrategias subsecuentes, e hizo pormi persona cuanto era posiblehacerparahallarme.

Descubrióenseguidamicubil,volviendopertinazmenteaélconadmirableolfato;peroapartedequelahojarascadiluvianameocultabadeltodo,elruidodemicuerpoestrellándoseobsediabaamitío,quenobuscababien,enconsecuencia.

Fuepues resueltoqueyoyacíaaplastadoenel fondodelpozo,dandoentoncesprincipioa loque llamaríamosmivenganzapóstuma.El casoerabienclaro. ¿Conqué carami tío contaría amamáqueyomehabía suicidadopara evitar que élmepegara?

Pasarondiezminutos.—¡Alfonso!—sonódeprontolavozdemamáenelpatio.—¿Mercedes?—respondióaquéltrasunabruscasacudida.Seguramentemamápresintióalgo,porquesuvozsonódenuevo,alterada.—¿YEduardo?¿Dóndeestá?—agregóavanzando.—¡Aquí,conmigo!—contestóriendo—.Yahemoshecholaspaces.Comodelejosmamánopodíaversupalideznilaridículamuecaqueélpretendía

serbeatíficasonrisa,todofuebien.—¿Nolepegaste,no?—insistióaúnmamá.—No.¡Sifueunabroma!Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma comenzaba a ser la mía para el

padrastrillo.

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Celia,mi tíamayor, que había concluido de dormir la siesta, cruzó el patio, yAlfonsolallamóensilencioconlamano.MomentosdespuésCelialanzabaun¡oh!ahogado,llevándoselasmanosalacabeza.

—¡Pero,cómo!¡Quéhorror!¡Pobre,pobreMercedes!¡Quégolpe!Eramenester resolver algo antes queMercedes se enterara. ¿Sacarme con vida

aún…?Elpozo teníacatorcemetros sobrepiedraviva.Talvez,quién sabe…Peroparaelloseríaprecisotraersogas,hombres;yMercedes…

—¡Pobre,pobremadre!—repetíamitía.Justoesdecirqueparamí,elpequeñohéroe,mártirdesudignidadcorporal,no

hubo una sola lágrima. Mamá acaparaba todos los entusiasmos de aquel dolor,sacrificándoleelloslaremotaprobabilidaddevidaqueyopudieraaúnconservaralláabajo. Lo cual, hiriendo mi doble vanidad de muerto y de vivo, avivó mi sed devenganza.

Mediahoradespuésmamávolvióapreguntarpormí, respondiéndoleCeliacontanpobrediplomacia,quemamátuvoenseguidalaseguridaddeunacatástrofe.

—¡Eduardo, mi hijo!—clamó arrancándose de las manos de su hermana quepretendíasujetarla,yprecipitándosealaquinta.

—¡Mercedes!¡Tejuroqueno!¡Hasalido!—¡Mihijo!¡Mihijo!¡Alfonso!Alfonsocorrióasuencuentro,deteniéndolaalverquesedirigíaalpozo.Mamá

nopensabaennadaconcreto;peroalverelgestohorrorizadodesuhermano,recordóentoncesmiexclamacióndeunahoraantes,ylanzóunespantosoalarido.

—¡Ay! ¡Mihijo! ¡Sehamatado! ¡Déjame,déjenme! ¡Mihijo,Alfonso! ¡Me lohasmuerto!

Se llevaronamamá sin sentido.Nomehabía conmovidoen lomásmínimo ladesesperacióndemamá,puestoqueyo—motivodeaquélla—estabaenverdadvivoybienvivo,jugandosimplementeenmisochoañosconlaemoción,amaneradelosgrandesqueusandelassorpresassemitrágicas:¡elgustoquevaa tenercuandomevea!

Entretanto,gozabayoíntimodeleiteconelfracasodelpadrastrillo.—¡Hum…! ¡Pegarme! —rezongaba yo, aún bajo la hojarasca. Levantándome

entoncesconcautela,sentemeencuclillasenmicubilyrecogí lafamosapipabienguardadaentreelfollaje.Aquéleraelmomentodededicartodamiseriedadaagotarlapipa.

El humo de aquel tabaco humedecido, seco, vuelto a humedecer y resecarinfinitasveces,teníaenaquelmomentoungustoacumbarí,soluciónCoirreysulfatodesoda,muchomásventajosoque laprimeravez.Emprendí,sinembargo, la tareaquesabíadura,conelcañocontraídoylosdientescrispadossobrelaboquilla.

Fumé,quierocreerquelacuartapipa.Sólorecuerdoquealfinalelcañaveralse

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pusocompletamenteazuly comenzóadanzar adosdedosdemisojos.Doso tresmartillosdecadaladodelacabezacomenzaronadestrozarmelassienes,mientraselestómago, instalado en plena boca, aspiraba él mismo directamente las últimasbocanadasdehumo.

Volví en mí cuando me llevaban en brazos a casa. A pesar de lo horriblementeenfermoquemeencontraba, tuveel tactodecontinuardormido,por loquepudierapasar.Sentílosbrazosdelirantesdemamásacudiéndome.

—¡Mihijoquerido!¡Eduardo,mihijo!¡Ah,Alfonso,nuncateperdonaréeldolorquemehascausado!

—¡Pero,vamos!—decíalemitíamayor—.¡Noseasloca,Mercedes!¡Yavesquenotienenada!

—¡Ah!—repusomamállevándose lasmanosalcorazónenun inmensosuspiro—. ¡Sí, yapasó…!Perodime,Alfonso, ¿cómopudonohabersehechonada? ¡Esepozo,Diosmío…!

El padrastrillo, quebrantado a su vez, habló vagamente de desmoronamiento,tierra blanda, prefiriendo dejar para un momento de mayor calma la soluciónverdadera,mientraslapobremamánosepercatabadelahorribleinfeccióndetabacoqueexhalabasusuicida.

Abrí al fin los ojos, me sonreí, y volví a dormirme, esta vez honrada yprofundamente.

Tardeya,eltíoAlfonsomedespertó.—¿Quémereceríasquetehiciera?—medijoconsibilanterencor—.¡Loquees

mañana,lecuentotodoatumadre,yyaverásloquesongracias!Yoveíaaúnbastantemal, lascosasbailabanunpoco,yelestómagocontinuaba

todavíaadheridoalagarganta.Sinembargo,lerespondí:—¡Silecuentasalgoamamá,loqueesestaveztejuroquemetiro!Los ojos de un joven suicida que fumó heroicamente su pipa, ¿expresan acaso

desesperadovalor?Esposiblequesí.Detodosmodoselpadrastrillo,despuésdemirarmefijamente,

seencogiódehombros,levantandohastamicuellolasábanaunpococaída.—Meparecequemejorharíaenseramigodeestemicrobio—murmuró.—Creolomismo—lerespondí.Ymedormí.

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Lameningitisysusombra

Novuelvodemisorpresa.¿Quédiablosquierendecir lacartadeFunes,y luegolacharladelmédico?Confiesonoentenderunapalabradetodoesto.

Heaquílascosas.Hacecuatrohoras,alassietedelamañana,recibounatarjetadeFunes,quediceasí:

Estimadoamigo:Sinotieneinconveniente,leruegoquepaseestanocheporcasa.Sitengotiempoiréaverloantes.Muysuyo

LUISMARÍAFUNES

Aquíhacomenzadomisorpresa.Noseinvitaanadie,queyosepa,alassietedelamañanaparaunapresuntaconversaciónenlanoche,sinunmotivoserio.¿QuémepuedequererFunes?Miamistadconélesbastantevaga,yencuantoasucasa,heestadoallíunasolavez.Porciertoquetienedoshermanasbastantemonas.

Así,pues,hequedadointrigado.EstoencuantoaFunes.Yheaquíqueunahoradespués,enelmomentoenquesalíadecasa,llegaeldoctorAyestarain,otrosujetodequien he sido condiscípulo en el colegio nacional, y con quien tengo en suma lamismarelaciónalolejosqueconFunes.

Yelhombremehabladea,byc,paraconcluir:—Veamos,Durán:Usted comprende de sobra que no he venido a verlo a esta

horaparahablarledepavadas,¿noescierto?—Meparecequesí—nopudemenosqueresponderle.—Esclaro.Así,pues,mevaapermitirunapregunta,unasola.Todoloquetenga

deindiscreta,seloexplicaréenseguida.¿Mepermite?—Todo loquequiera—lerespondí francamente,aunqueponiéndomealmismo

tiempoenguardia.Ayestarainmemiróentoncessonriendo,comosesonríenloshombresentreellos,

ymehizoestapreguntadisparatada:—¿QuéclasedeinclinaciónsienteustedhaciaMaríaElviraFunes?¡Ah, ah! ¡Por aquí andaba la cosa, entonces! ¡María Elvira Funes, hermana de

Luis María Funes, todos en María! ¡Pero si apenas conocía a esa persona! Nadaextraño,pues,quemiraraalmédicocomoquienmiraaunloco.

—¿María Elvira Funes? —repetí—. Ningún grado ni ninguna inclinación. Laconozcoapenas.Yahora…

—No, permítame —me interrumpió—. Le aseguro que es una cosa bastanteseria…¿Mepodríadarpalabradecompañerodequenohaynadaentreustedesdos?

—¡Pero está loco! —le dije al fin—. ¡Nada, absolutamente nada! Apenas la

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conozco,vuelvoarepetirle,ynocreoqueellaseacuerdedehabermevistojamás.Hehabladounminutoconella,pongados,tres,ensupropiacasa,ynadamás.Notengo,porlotanto,lerepitopordécimavez,inclinaciónparticularhaciaella.

—Esraro,profundamenteraro…—murmuróelhombre,mirándomefijamente.Comenzabayaa sermepesadoelgaleno,poreminenteque fuese—y loera—,

pisandounterrenoconelquenadateníanqueversusaspirinas.—Creoquetengoahoraelderecho…Peromeinterrumpiódenuevo:—Sí, tiene derecho de sobra… ¿Quiere esperar hasta esta noche? Con dos

palabraspodrácomprenderqueelasuntoesdetodo,menosdebroma…Lapersonadequienhablamosestágravementeenferma,casialamuerte…¿Entiendealgo?—concluyó,mirándomebienalosojos.

Yohicelomismoconélduranteunrato.—Niunapalabra—lecontesté.—Niyotampoco—apoyó,encogiéndosedehombros—.Poresolehedichoque

el asunto es bien serio… Por fin esta noche sabremos algo. ¿Irá allá? Esindispensable.

—Iré—ledije,encogiéndomeamivezdehombros.Y he aquí por qué he pasado todo el día preguntándome como un idiota qué

relaciónpuedeexistirentrelaenfermedadgravísimadeunahermanadeFunes,queapenasmeconoce,yyo,quelaconozcoapenas.

Vengo de lo de Funes. Es la cosa más extraordinaria que haya visto en mi vida.Metempsicosis,espiritismos,telepatíasydemásabsurdosdelmundointerior,nosonnada en comparación de éste, mi propio absurdo, en queme veo envuelto. Es unpequeñoasuntoparavolverseloco.Véase:

Fui a lo de Funes. Luis María me llevó al escritorio. Hablamos un rato,esforzándonos como dos zonzos —puesto que comprendiéndolo así evitábamosmirarnos— en charlar de bueyes perdidos. Por fin entró Ayestarain, y LuisMaríasalió,dejándomesobrelamesaelpaquetedecigarrillos,puessemehabíanconcluidolosmíos.Miexcondiscípulomecontóentoncesloqueenresumenesesto:

Cuatroocinconochesantes,alconcluirunreciboensupropiacasa,MaríaElvirasehabíasentidomal.Cuestióndeunbañodemasiadofríoesatarde,segúnopinióndela madre. Lo cierto es que había pasado la noche fatigada, y con buen dolor decabeza.Alamañanasiguiente,mayorquebranto,fiebre;yalanoche,unameningitis,con todo su cortejo. El delirio, sobre todo, franco y prolongado a más no pedir.Concomitantemente,unaansiedadangustiosa,imposibledecalmar.Lasproyeccionespsicológicasdeldelirio,pordecirloasí,seerigieronygirarondesdelaprimeranochealrededordeunsoloasunto,unosolo,peroqueabsorbesuvidaentera.

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—Esunaobsesión—prosiguióAyestarain—,unasencillaobsesiónacuarentayungrados.Laenfermatieneconstantementefijoslosojosenlapuerta,peronollamaanadie.Suestadonerviososeresientedeesamudaansiedadquelaestámatando,ydesdeayerhemospensadoconmiscolegasencalmareso…Nopuedeseguirasí.¿Ysabeusted—concluyó—aquiénnombracuandoelsoporlaaplasta?

—No sé…—le respondí, sintiendo que mi corazón cambiaba bruscamente deritmo.

—Austed—medijo,pidiéndomefuego.Quedamos,biensecomprende,unratomudos.—¿Noentiendetodavía?—dijoalfin.—Ni una palabra…—murmuré aturdido, tan aturdido como puede estarlo un

adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde lapenumbradelcochemantieneabiertahaciaél laportezuela…Peroyoteníayacasitreintaaños,ypreguntéalmédicoquéexplicaciónsepodíadardeeso.

—¿Explicación?Ninguna.Ni lamásmínima.¿Quéquiereustedquesesepadeeso?Ah, bueno…Si quiere una a toda costa, supóngase que en una tierra hay unmillón, dos millones de semillas distintas, como en cualquier parte. Viene unterremoto,remuevecomoundemoniotodoeso,trituraelresto,ybrotaunasemilla,unacualquiera,dearribaodelfondo,lomismoda.Unaplantamagnífica…¿Lebastaeso?Nopodríadecirleunapalabramás.¿Porquéusted,precisamente,queapenaslaconoce,yaquienlaenfermanoconocetampocomás,hasidoensucerebrodelirantelasemillaprivilegiada?¿Quéquierequesesepadeesto?

—Sinduda…—repuseasumiradasiempreinterrogante,sintiéndomealmismotiempo bastante enfriado al verme convertido en sujeto gratuito de divagacióncerebral,primero,yenagenteterapéutico,después.

EnesemomentoentróLuisMaría.—Mamálollama—dijoalmédico.Yvolviéndoseamí,conunasonrisaforzada

—: ¿Lo enteróAyestarain de lo que pasa?…Sería cosa de volverse loco con otrapersona…

Esto de otra persona merece una explicación. Los Funes, y en particular lafamiliadequecomenzabayoaformartanridículaparte,tienenunfuerteorgullo;pormotivos de abolengo, supongo, y por su fortuna, queme parece lomás probable.Siendoasí,sedabanporpasablementesatisfechosdequelasfantasíasamorosasdelhermoso retoño se hubieran detenido en mí, Carlos Durán, ingeniero, en vez demariposear sobre un sujeto cualquiera de insuficiente posición social. Así, pues,agradecíenmifuerointernoeldistingodequemehacíahonoreljovenpatricio.

—Esextraordinario…—recomenzóLuisMaría,haciendocorrercondisgustolosfósforossobrelamesa.

Yunmomentodespués,conunanuevasonrisaforzada:

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—¿Notendría inconvenienteenacompañarnosunrato?¿Yasabe,no?CreoquevuelveAyestarain…

Enefecto,ésteentraba.—Empiezaotravez…—Sacudiólacabeza,mirandoúnicamenteaLuisMaría.LuisMaríasedirigióentoncesamíconlatercerasonrisaforzadadeesanoche:—¿Quierequevayamos?—Conmuchogusto—ledije.Yfuimos.Entróelmédicosinhacerruido,entróLuisMaría,yporfinentréyo,todoscon

cierto intervalo. Lo que primerome chocó, aunque debía haberlo esperado, fue lapenumbra del dormitorio. La madre y la hermana de pie me miraron fijamente,respondiendoconunacortainclinacióndecabezaalamía,puescreínodeberpasardeallí.Ambasmeparecieronmuchomásaltas.Mirélacama,yvi,bajolabolsadehielo,dosojosabiertosvueltosamí.Miréalmédico,titubeando,peroéstemehizounaimperceptibleseñaconlosojos,ymeacerquéalacama.

Yotengoalgunaidea,comotodohombre,deloquesondosojosquenosamancuandounosevaacercandodespacioaellos.Perolaluzdeaquellosojos,lafelicidadenqueseibananegandomientrasmeacercaba,elmareadorelampagueodedicha—hasta el estrabismo— cuando me incliné sobre ellos, jamás en un amor normal atreintaysietegradoslosvolveréahallar.

La enferma balbuceó algunas palabras, pero con tanta dificultad de sus labiosresecos,quenadaoí.Creoquemesonreícomounestúpido(¡quéibaahacer,quieroque me digan!), y ella tendió entonces su brazo hacia mí. Su intención era taninequívocaqueletomélamano.

—Siénteseahí—murmuró.LuisMaríacorrióelsillónhacialacamaymesenté.Véase ahora si ha sido dado a persona alguna una situación más extraña y

disparatada:Yo, en primer término, puesto que era el héroe, teniendo en la mía unamano

ardiendoenfiebreyenunamortotalmenteequivocado.Enelladoopuesto,depie,elmédico.Alospiesdelacama,sentado,LuisMaría.Apoyadasenelrespaldo,enelfondo,lamamáylahermana.Ytodossinhablar,mirándonosalaenfermayamíconelceñofruncido.

¿Qué ibaahaceryo?¿Qué ibaadecir?Precisoesquepiensenunmomentoenesto.Laenferma,porsuparte,arrancabaavecessusojosdelosmíosyrecorríacondura inquietud los rostros presentes uno tras otro, sin reconocerlos, para dejar caerotravezsumiradasobremí,confiadaenprofundafelicidad.

¿Qué tiempo estuvimos así? No sé; acaso media hora, acaso mucho más. Unmomentointentéretirarlamano,perolaenfermalaoprimiómásentrelasuya.

—Todavíano…—murmuró,tratandodehallarmáscómodaposturaasucabeza.

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Todosacudieron,seestiraron lassábanas,se renovóelhielo,yotravez losojossefijaron en inmóvil dicha. Pero de vez en cuando tornaban a apartarse inquietos yrecorrían las caras desconocidas.Dos o tres vecesmiré exclusivamente almédico;peroéstebajólaspestañas,indicándomequeesperara.Ytuvorazónalfin,porquedepronto, bruscamente, como un derrumbe de sueño, la enferma cerró los ojos y sedurmió.

Salimos todos,menos lahermana,queocupómi lugarenelsillón.Noerafácildecir algo—yo almenos.Lamadre, por fin, se dirigió amí con una triste y secasonrisa:

—Quécosamáshorrible,¿no?¡Dapena!¡Horrible, horrible! No era la enfermedad, sino la situación lo que les parecía

horrible. Estaba visto que todas las galanterías iban a ser paramí en aquella casa.Primeroelhermanito,luegolamadre…Ayestarain,quenoshabíadejadouninstante,salió muy satisfecho del estado de la enferma; descansaba con una placidezdesconocidaaún.Lamadremiróaotrolado,yyomiréalmédico.Podíairme,claroquesí,ymedespedí.

Hedormidomal,llenodesueñosquenadatienenqueverconmihabitualvida.YlaculpadeelloestáenlafamiliaFunes,conLuisMaría,madre,hermanasyparientescolaterales.Porquesiseconcretabienlasituación,elladalosiguiente:

Hay una joven de diecinueve años,muy bella sin duda alguna, que apenasmeconoceyaquienyolesoyprofundaytotalmenteindiferente.EstoencuantoaMaríaElvira.Hay,porotrolado,unsujetojoventambién—ingeniero,sisequiere—quenorecuerda haber pensado dos veces seguidas en la joven en cuestión. Todo esto esrazonable,inteligibleynormal.

Peroheaquíquelajovenhermosaseenferma,demeningitisocosaporelestilo,yeneldeliriodelafiebre,únicayexclusivamenteeneldelirio,sesienteabrasadadeamor.¿Porunprimo,unhermanodesusamigos,unjovenmundanoqueellaconocebien?Noseñor;pormí.

¿Es esto bastante idiota? Tomo, pues, una determinación que haré conocer alprimerodeesabenditacasaquelleguehastamipuerta.

¡Sí,esclaro!Comoloesperaba.Ayestarainestuvoestemediodíaaverme.Nopudemenosquepreguntarleporlaenferma,ysumeningitis.

—¿Meningitis?—medijo—. ¡SabeDios lo que es!Al principioparecía eso, yanochetambién…Hoyyanotenemosideadeloqueserá.

—Peorenfin—objeté—,siempreunaenfermedadcerebral…—Y medular, claro está… Con unas lesioncillas quién sabe dónde… ¿usted

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entiendealgodemedicina?—Muyvagamente…—Bueno;hayunafiebreremitente,quenosabemosdedóndesale…Erauncaso

paramarchara todoescapea lamuerte…Ahorahay remisiones, tac-tac-tac, justascomounreloj…

—Peroeldelirio—insistí—,¿existesiempre?—¡Yalocreo!Haydetodoallí…Yapropósito,estanocheloesperamos.Ahoramehabía llegadoel turnodehacermedicinaamimodo.Ledijequemi

propia sustancia había cumplido ya su papel curativo la noche anterior, y que nopensabairmás.

Ayestarainmemirófijamente:—¿Porqué?¿Quélepasa?—Nada,sinoquenocreosinceramentesernecesarioallá…Dígame:¿ustedtiene

ideadeloqueesestarenunaposiciónhumillantementeridícula;síono?—Nosetratadeeso…—Sí, se trata de eso, de desempeñar un papel estúpido… ¡Curioso que no

comprenda!—Comprendo de sobra… Pero me parece algo así como…, no se ofenda,

cuestióndeamorpropio.—¡Muy lindo! —salté—. ¡Amor propio! ¡Y no se les ocurre otra cosa! ¡Les

parececuestióndeamorpropio ir a sentarsecomoun idiotaparaqueme tomen lamano la noche entera ante toda la parentela con el ceño fruncido! Si a ustedes lespareceunasimplecuestióndeamorpropio,arréglenseentreustedes.Yotengootrascosasquehacer.

Ayestarain comprendió, al parecer, la parte de verdad que había en lo anterior,porquenoinsistióyhastaquesefuenovolvimosahablardelasunto.

Todoestoestábien.Loqueno loestá tantoesquehacediezminutosacaboderecibirunaesqueladelmédico,asíconcebida:

AmigoDurán:Con todo su bagaje de rencores, nos es usted indispensable esta noche.

Supóngaseunavezmásqueustedhacedecloral,veronal,elhipnóticoquemenosleirritelosnervios,yvéngase.

Dijeunmomentoantesquelomaloeralaprecedentecarta.Ytengorazón,porquedesdeestamañananoesperabasinoestacarta…

Durantesietenochesconsecutivas—deonceaunade lamañana,momentoenquemeremitíalafiebre,yconellaeldelirio—hepermanecidoalladodeMaríaElvira

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Funes,tancercacomopuedenestarlodosamantes.Mehatendidoavecessumanocomo la primera noche, y otras se ha preocupado de deletrear mi nombre,mirándome.Séacienciacierta,pues,quemeamaprofundamenteeneseestado,noignorandotampocoqueensusmomentosdelucideznotienelamenorpreocupaciónpormiexistencia,presenteofutura.Estocreaasíuncasodepsicologíasingulardequeunnovelistapodríasacaralgúnpartido.Porloqueamíserefiere,sédecirqueesta doble vida sentimentalme ha tocado fuertemente el corazón. El caso es éste:MaríaElvira,siesqueacasonolehedicho,tienelosojosmásadmirablesdelmundo.Estábienquelaprimeranocheyonovieraensumiradasinoelreflejodemipropiaridiculezderemedioinocuo.Lasegundanochesentímenosmiinsuficienciareal.Laterceraveznomecostóesfuerzoalgunosentirmeelentedichosoquesimulabaser,ydesdeentoncesvivoysueñoeseamorconquelafiebreenlazasucabezaalamía.

¿Quéhacer?Bienséque todoestoes transitorio,quededíaellanosabequiénsoy,yqueyomismoacasonolaamecuandolaveadepie.Perolossueñosdeamor,aunqueseandedoshorasyacuarentagrados,sepaganeneldía,ymuchometemoquesihayunapersonaenelmundoalacualestéexpuestoaamaraplenaluz,ellanoseamivanoamornocturno…Amo,pues,unasombra,ypiensoconangustiaeneldíaqueAyestarainconsidereasuenfermafueradepeligro,ynoprecisemásdemí.

Crueldad esta que apreciarán en toda su cálida simpatía los hombres que estánenamorados—deunasombraono.

Ayestarainacabadesalir.Mehadichoquelaenfermasiguemejor,yquemuchoseequivoca,omeveréunodeestosdíaslibredelapresenciadeMaríaElvira.

—Sí,compañero—medice—.Libredeveladasridículas,deamorescerebralesyceñosfruncidos…¿Seacuerda?

Micaranodebeexpresarsupremaalegría,porqueeltaimadogalenoseechaareíryagrega:

—Levamos a dar en cambio una compensación…LosFunes han vivido estosquincedíasconlacabezaenelaire,ynoextrañepuessihanolvidadomuchascosas,sobre todo en lo que a usted se refiere…Por lo pronto, hoy cenamos allá. Sin subienaventuradapersona,dichoseadepaso,yelamordemarras,noséenquéhubieraacabadoaquello…¿Quédiceusted?

—Digo—leherespondido—,quecasiestoytentadodedeclinarelhonorquemehacenlosFunes,admitiéndomeasumesa…

Ayestarainseechóareír.—¡Noembrome!…Lerepitoquenosabíadóndeteníanlacabeza…—Peroparaopio,ymorfina,ycalmantedemademoiselle,sí,¿eh?¡Paraesonose

olvidabandemí!Mihombresepusoserioymemiródetenidamente.

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—¿Sabeloquepienso,compañero?—Diga.—Queustedeselindividuomásfelizdelatierra.—¿Yo,feliz?…—Omássuertudo.¿Entiendeahora?Yquedómirándome.¡Hum!—medijeamímismo—:Oyosoyunidiota,queeslomásposible,oeste

galenomerecequeloabracehastaromperleeltermómetroenelbolsillo.Elmalignotiposabemásdeloqueparece,yacaso,acaso…Perovuelvoalodeidiota,queeslomásseguro.

—¿Feliz?… —repetí sin embargo—. ¿Por el amor estrafalario que usted hainventadoconsumeningitis?

Ayestaraintornóamirarmefijamente,peroestavezcreínotarunvago,vaguísimodejodeamargura.

—Y aunque no fuera más que eso, grandísimo zonzo… —ha murmurado,cogiéndomedelbrazoparasalir.

Enelcamino—hemosidoalÁguila,atomarelvermut—mehaexplicadobienclarotrescosas.

1.º:quemipresenciaalladodelaenfermaeraabsolutamentenecesaria,dadoelestado de profunda excitación-depresión, todo en uno, de su delirio. 2.º: que losFuneslohabíancomprendidoasí,nimásnimenos,adespechodeloraro,subrepticioeinconvenientequepudieraparecerlaaventura,constándoles,estáclaro,loartificialdetodoaquelamor.3.º:quelosFuneshanconfiadosencillamenteenmieducación,paraquemedécuenta—sumamenteclara—delsentidoterapéuticoquehatenidomipresenciaantelaenferma,yladelaenfermaantemí.

—Sobretodoloúltimo,¿eh?—heagregadoaguisadecomentario.Elobjetodetoda esta charla es éste: que no vaya yo jamás a creer queMaría Elvira siente lamenorinclinaciónrealhaciamí.¿Eseso?

—¡Claro!—Sehaencogidodehombroselmédico—.Póngaseustedenellugardeellos…

Ytienerazónelbenditohombre.Porquealasolaprobabilidaddequeella…

Anoche cené en lodeFunes.Noeraprecisamenteuna comida alegre, si bienLuisMaría, por lo menos, estuvo muy cordial conmigo. Querría decir lo mismo de lamadre, pero por más esfuerzos que la dama hacía para tornarme grata la mesa,evidentementenoveenmísinoaunintrusoaquienenciertashorassuhijaprefiereun millón de veces. Está celosa, y no debemos condenarla. Por lo demás, sealternabanconsuhijaparairaveralaenferma.Éstahabíatenidounbuendía,tanbuenoqueporprimeravezdespuésdequincedíasnohuboesanochesubidaseriade

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fiebre,yaunquemequedéhastalaunaporpedidodeAyestarain,tuvequevolvermeacasasinhaberlavistoun instante.¿Secomprendeesto? ¡Noverlaen todoeldía!¡Ah!SiporbendicióndeDios, la fiebredecuarenta,ochenta,cientoveintegrados,cualquierfiebre,cayeraestanochesobresucabeza…

¡Yaquí!:EstasolalíneadelbenditoAyestarain:

Deliriodenuevo.Vengaenseguida.

Todoloantedichoessuficienteparaenloquecerbienquemalaunhombrediscreto.Véaseestoahora:

Cuando entré anoche, María Elvira me tendió su brazo como la primera vez.Acostósucarasobrelamejillaizquierda,ycómodaasí,fijólosojosenmí.Noséquéme decían sus ojos; posiblemente me daban toda su vida y toda su alma en unaentregainfinitamentedichosa.Suslabiosmedijeronalgo,ytuvequeinclinarmeparaoír:

—Soyfeliz.—Sesonrió.Pasadounmomentosusojosmellamarondenuevo,ymeinclinéotravez.—Ydespués…—murmuróapenas,cerrandolosojosconlentitud.Creoquetuvo

unasúbita fugade ideas.Pero la luz, la insensata luzqueextravía lamiradaen losrelámpagosdefelicidad,inundódenuevosusojos.

Yestavezoíbienclaro,sentíclaramenteenmisoídosestapregunta:—Ycuandosaneynotengamásdelirio…,¿mequerrástodavía?¡Locuraquesehasentadoahorcajadassobremicorazón!¡Después!¡Cuandono

tengamásdelirio!¿Peroestábamos todos locosen lacasa,ohabíaallí,proyectadofuerademímismo,unecoami incesanteangustiadeldespués?¿Cómoesposiblequeelladijeraeso?¿Habíameningitisono?¿Habíadelirioono?LuegomiMaríaElvira…

No sé qué contesté; presumo que cualquier cosa a escandalizar a la parentelacompleta si me hubieran oído. Pero apenas había murmurado yo; apenas habíamurmuradoellaconunasonrisa…Ysedurmió.

Devueltaacasa,micabezaeraunvértigovivo,conlocosimpulsosdesaltaralaire y lanzar alaridos de felicidad. ¿Quién de entre nosotros, puede jurar que nohubierasentidolomismo?Porquelascosas,paraserclaras,debenserplanteadasasí:La enferma con delirio, que por una aberración psicológica cualquiera, amaúnicamente en su delirio, a X. Esto por un lado. Por el otro, el mismo X, quedesgraciadamente para él, no se siente con fuerzas para concretarse a su papelmedicamentoso.Yheaquíquelaenferma,consumeningitisysuinconsciencia—suincontestableinconsciencia—,murmuraanuestroamigo:

—Ycuandonotengamásdelirio…¿mequerrástodavía?

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Esto es lo que yo llamo un pequeño caso de locura, claro y rotundo. Anoche,cuando llegaba a casa, creí unmomento haber hallado la solución, que sería ésta:MaríaElvira, en su fiebre, soñaba que estaba despierta. ¿A quién no ha sido dadosoñarqueestásoñando?Ningunaexplicaciónmássencilla,claroestá.

Pero cuando por pantalla de ese amor mentido hay dos ojos inmensos, queempapándonosdedichaseaneganellosmismosenunamorquenosepuedementir;cuandosehavistoaesosojosrecorrerconduraextrañezalosrostrosfamiliares,paracaer en extática felicidad anteunomismo,pese al delirioy cienmil delirios comoése, uno tiene el derecho de soñar toda la noche con aquel amor—o seamosmásexplícitos—:conMaríaElviraFunes.

¡Sueño,sueñoysueño!Hanpasadodosmeses,ycreoavecessoñaraún.¿Fuiyoono,porDiosbendito,aquelaquienseletendiólamano,yelbrazodesnudohastaelcodo,cuandolafiebretornabahostilesaunlosrostrosbienamadosdelacasa?¿Fuiyoonoelqueapaciguóconsusojos,duranteminutosinmensosdeeternidad,lamiradamareadadeamordemiMaríaElvira?

Sí,fuiyo.Peroesoestáacabado,concluido,finalizado,muerto,inmaterial,comosinuncahubierasido.Ysinembargo…

Volvíaverlaveintedíasdespués.Yaestabasana,ycenéconellos.Huboalprincipiounaevidentealusiónalosdesvaríossentimentalesdelaenferma,todocongrantactode la casa, en lo que cooperé cuanto me fue posible, pues en esos veinte díastranscurridos no había sidomi preocupaciónmenor pensar en la discreción de quedebíayohacergalaenesaprimeraentrevista.

Todofueapedirdeboca,noobstante.—Yusted—medijolamadresonriendo—,¿hadescansadodeltododelasfatigas

quelehemosdado?—¡Oh,eramuypocacosa!…Yaún—concluíriendotambién—estaríadispuesto

asoportarlasdenuevo…MaríaElvirasesonrióasuvez.—Ustedsí;peroyono;¡leaseguro!Lamadrelamirócontristeza:—¡Pobremihija!Cuandopiensoen losdisparatesquese tehanocurrido…En

fin—sevolvióamíconagrado—.Ustedesahora,podríamosdecir,delacasa,yleaseguroqueLuisMaríaloestimamuchísimo.

Elaludidomepusolamanoenelhombroymeofreciócigarrillos.—Fume,fume,ynohagacaso.—¡PeroLuisMaría!—lereprochólamadre,semiseria—.¡Cualquieracreeríaal

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oírtequeleestamosdiciendomentirasaDurán!—No, mamá; lo que dices está perfectamente bien dicho; pero Durán me

entiende.Lo que yo entendía era que LuisMaría quería cortar con amabilidades más o

menossosas;peronoseloagradecíaenlomásmínimo.Entretanto,cuantasvecespodía, sin llamar laatención, fijaba losojosenMaría

Elvira. ¡Al fin!Ya la tenía antemí, sana, bien sana.Había esperado y temido conansia ese instante.Había amado una sombra, omás bien dicho, dos ojos y treintacentímetros de brazo, pues el resto era una larga mancha blanca. Y de aquellapenumbra,comodeuncapullotaciturno,sehabíalevantadoaquellaespléndidafigurafresca, indiferenteyalegre,quenomeconocía.Memirabacomoaunamigode lacasa, en el que es preciso detener un segundo los ojos cuando se cuenta algo o secomentaunafraserisueña.

Peronadamás.Nielmás leve rastrode lopasado,ni siquieraafectacióndenomirarme,conloquehabíayocontadocomoúltimotriunfodemijuego.Eraunsujeto—no digamos sujeto, sino ser— absolutamente desconocido para ella. Y piénseseahora en la gracia queme hacía recordar,mientras lamiraba, que una noche esosmismosojosahorafrívolosmehabíandicho,aochodedosdelosmíos:

—¿Ycuandoestésana…mequerrástodavía?¡Aquébuscarluces,fuegosfatuosdeunafelicidadmuerta,selladaafuegoenel

cofrecillo hormigueante de una fiebre cerebral!Olvidarla…Siendo lo que hubieradeseado,eraprecisamenteloquenopodíahacer.

Mástarde,enelhall,hallémododeaislarmeconLuisMaría,mascolocandoaésteentreMaríaElvirayyo;podíaasímirarla impunementesopretextodequemivista iba naturalmente más allá de mi interlocutor. Y es extraordinario cómo sucuerpo,desdeelmásaltocabellodesucabezaal tacóndesuszapatos,eraunvivodeseo,ycómoalcruzarelhallparairadentro,cadagolpedesufaldacontraelcharolibaarrastrandomialmacomounpapel.

Volvió,serió,cruzórozandoamilado,sonriéndomeforzosamente,puesestabaasupaso,mientrasyo,comounidiota,continuabasoñandoconunasúbitadetenciónamilado,ynouna,sinodosmanos,puestassobremissienes:

—Ybien:ahoraquemehasvistodepie,¿mequierestodavía?¡Bah!Muerto, bienmuertomedespedí y oprimí un instante aquellamano fría,

amableyrápida.

Hay, sin embargo,una cosa absolutamente cierta, y es ésta:MaríaElvirapuedenorecordar lo que sintió en sus días de fiebre; admito esto. Pero está perfectamenteenteradadeloquepasó,porloscuentosposteriores.Luego,esimposiblequeyoestéparaelladesprovistodelmenorinterés.Deencantos—¡Diosmeperdone!—todolo

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que ella quiera. Pero de interés, el hombre con quien se ha soñado veinte nochesseguidas,esono.Porlotanto,superfectaindiferenciaamirespectonoesracional.¿Qué ventajas, qué remota probabilidad de dicha puede reportarme constatar esto?Ninguna, queyovea.MaríaElvira se precave así contramis posibles pretensionesporaquello;heaquítodo.

En loqueno tiene razón.Quemegustedesesperadamente,muybien.Peroquevayayoaexigirelcumplimientodeunpagarédeamorfirmadosobreunacarpetademeningitis,¡diablo!,esono.

Nuevedelamañana.Noeshorasobremaneradecentedeacostarse,peroasíes.DelbailedelodeRodríguezPeña,aPalermo.Luegoalbar.Todoperfectamentesolo.Yahoraalacama.

Peronosindisponermeaconcluirelpaquetedecigarrillos,antesdequeelsueñovenga. Y aquí está la causa: bailé anoche conMaría Elvira. Y después de bailar,hablamosasí:

—Estospuntitosenlapupila—medijo,frenteunodeotroenlamesitadelbuffet—nosehanidoaún.Noséquéserá…Antesdemienfermedadnolostenía.

Precisamentenuestravecinademesaacababadehacerlenotaresedetalle.Conloquesusojosnoquedabansinomásluminosos.

Apenascomencéaresponderle,medicuentadelacaída;peroyaeratarde.—Sí—ledije,observandosusojos—.Meacuerdodequeantesnolostenía…Ymiréaotrolado.PeroMaríaElviraseechóareír:—Escierto;usteddebesaberlomásquenadie.¡Ah!¡Quésensacióndeinmensalosaderrumbadaporfindesobremipecho!¡Era

posiblehablardeeso,porfin!—Esocreo—repuse—.Másquenadie,nosé…Perosí;enelmomentoaquese

refiere,¡másquenadie,conseguridad!Medetuvedenuevo;mivozcomenzabaabajardemasiadodetono.—¡Ah, sí!—se sonrióMaríaElvira.Apartó los ojos, seria ya, alzándolos a las

parejasquepasabananuestrolado.Corrióunmomento,paraelladeperfectoolvidodeloquehablábamos,supongo,

ydesombríaangustiaparamí.Perosinvolveramílosojos,comosileinteresaransiemprelosrostrosquecruzabanensucesióndefilm,agregóuninstantedespués:

—Cuandoeramiamor,alparecer.—Perfectamentebiendicho—ledije—.Suamor,alparecer.Ellamemiróentoncesdepleno.—No…Ysecalló.—¿No…qué?Concluya.

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—¿Paraqué?Esunazoncera.—Noimporta:concluya.Ellaseechóareír:—¿Paraqué?Enfin…¿Nosupondráquenoeraalparecer?—Esoesuninsultogratuito—lerespondí—.Yofuielprimeroencomprobarla

exactituddelacosa,cuandoyoerasuamor…alparecer.—¡Ydale…!—murmuró.Peroamivezeldemoniodelalocuramearrastrótras

aquel¡ydale!burlón,aunapreguntaquenuncadebierahaberhecho.—Óigame,MaríaElvira—me incliné—:¿ustedno recuerdanada,noescierto,

nadadeaquellaridículahistoria?Memirómuyseria,conaltivezsisequiere,peroalmismotiempoconatención,

comocuandonosdisponemosaoírcosasqueapesardetodononosdisgustan.—¿Quéhistoria?—dijo.—Laotra,cuandoyovivíaasulado…—lehicenotarconsuficienteclaridad.—Nada…absolutamentenada.—Veamos;míremeuninstante…—¡No,niaunquelomire…!—melanzóenunacarcajada.—¡No,noeseso…!Ustedmehamiradodemasiadoantesparaqueyonosepa…

Quería decirle esto: ¿No se acuerda usted de haberme dicho algo… dos o trespalabrasnadamás…laúltimanochequetuvofiebre?

MaríaElvira contrajo las cejasun largo instante, y las levantó luego,más altasquelonatural.Memiróatentamente,sacudiendolacabeza:

—No,norecuerdo…—¡Ah!—mecallé.Pasóunrato.Videreojoquememirabaaún.—¿Qué?—murmuró.—¿Qué…qué?—repetí.—¿Quéledije?—Tampocomeacuerdoya…—Sí,seacuerda…¿Quéledije?—Nosé,leaseguro…—¡Sí,sabe…!¿Quéledije?—¡Veamos! —me aproximé de nuevo a ella—. Si usted no recuerda

absolutamente nada, puesto que todo era una alucinación de fiebre, ¿qué puedeimportarleloquemehayaonodichoensudelirio?

Elgolpeeraserio.PeroMaríaElviranopensóencontestarlo,contentándoseconmirarmeuninstantemásyapartarlavistaconunacortasacudidadehombros.

—Vamos—medijobruscamente—.Quierobailarestevals.—Es justo—me levanté—.El sueño de vals que bailábamos no tiene nada de

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divertido.Nomerespondió.Mientrasavanzábamosalsalón,parecíabuscarconlosojosa

algunodesushabitualescompañerosdevals.—¿Quésueñodevalsdesagradableparausted?—medijodepronto,sindejarde

recorrerelsalónconlavista.—Unvalsdedelirio…Notienenadaqueverconesto.—Meencogíamivezde

hombros.Creíquenohablaríamosmásesanoche.PeroaunqueMaríaElviranorespondió

unapalabra,tampocoparecióhallaralcompañeroidealquebuscaba.Demodoque,deteniéndose,me dijo con una sonrisa forzada—la ineludible forzada sonrisa quecampeósobretodaaquellahistoria:

—Siquiere,entonces,baileestevalsconsuamor…—…alparecer.Noagregounapalabramás—repuse,pasando lamanoporsu

cintura.

Unmesmástranscurrido.¡Pensarquelamadre,AngélicayLuisMaríaestánparamíllenosahoradepoéticomisterio!Lamadrees,desdeluego,lapersonaaquienMaríaElviratuteaybesamásíntimamente.Suhermanalahavistodesvestirse.LuisMaría,por su parte, se permite pasarle la mano por la barbilla cuando entra y ella estásentadadeespaldas.Trespersonasbienfelices,comoseve,eincapacesdeapreciarladichaenquesevenenvueltos.

Encuantoamí,mepasolavidallevandocigarrosalabocacomoquienquemamargaritas:¿mequiere?¿nomequiere?

Después del baile en lo dePeña, he estado con ellamuchas veces, en su casa,desdeluego,todoslosmiércoles.

Conserva su mismo círculo de amigos, sostiene a todos con su risa, y flirteaadmirablemente cuantas veces se lo proponen. Pero siempre halla modo de noperderme de vista. Esto cuando está con los otros. Pero cuando está conmigo,entoncesnoapartalosojosdeellos.

¿Esestorazonable?No,noloes.Yporesotengodesdehaceunmesunabuenalaringitis,afuerzadeahumarmelagarganta.

Anoche, sin embargo, hemos tenido un momento de tregua. Era miércoles.Ayestarainconversabaconmigo,yunabrevemiradadeMaríaElvira, lanzadahacianosotrosporsobreloshombrosdelcuádrupleflirtquelarodeaba,pusosuespléndidafiguraennuestraconversación.Hablamosdeellay,fugazmente,delaviejahistoria.UnratodespuésMaríaElvirasedeteníaantenosotros.

—¿Dequéhablan?—Demuchascosas;deustedenprimertérmino—respondióelmédico.—Ah,yameparecía…—yrecogiendohaciaellaunsilloncitoromano,sesentó

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cruzadadepiernas,conlacarasostenidaenlamano—.Sigan;yaescucho.—Contaba aDurán—dijoAyestarain—que casos como el que le ha pasado a

usted en su enfermedad son raros, pero hay algunos.Un autor inglés, no recuerdocuál,citauno.Solamentequeesmásfelizqueelsuyo.

—¿Másfeliz?¿Yporqué?—Porqueenaquélnohayfiebre,yambosseamanensueños.Encambio,eneste

caso,ustederaúnicamentequienamaba…¿DijeyaquelaactituddeAyestarainmehabíaparecidosiempreuntantotortuosa

respecto de mí? Si no lo dije, tuve en aquel momento un fulminante deseo dehacérselosentir,nosolamentecon lamirada.Algonoobstantedeeseanhelodebiópercibirenmisojos,porqueselevantóriendo:

—Losdejoparaquehaganlaspaces.—¡Malditobicho!—murmurécuandosealejó.—¿Porqué?¿Quélehahecho?—Dígame,MaríaElvira—exclamé—.¿Lehahechoelamoraustedalgunavez?—¿Quién,Ayestarain?—Sí,él.Memirótitubeandoalprincipio.Luego,plenamenteenlosojos,seria:—Sí—mecontestó.—¡Ah, ya me lo esperaba…! Por lo menos ése tiene suerte…—murmuré, ya

amargadodeltodo.—¿Porqué?—mepreguntó.Sin responderle,me encogí violentamente de hombros ymiré a otro lado. Ella

siguiómivista.Pasóunmomento.—¿Por qué?—insistió, con esa obstinación pesada y distraída de las mujeres

cuandocomienzanahallarseperfectamenteagustoconunhombre.Estabaahora,yestuvo durante los brevesmomentos que siguieron, de pie, con la rodilla sobre elsilloncito. Mordía un papel —jamás supe de dónde pudo salir— y me miraba,subiendoybajandoimperceptiblementelascejas.

—¿Porqué?—repusealfin—.Porqueéltieneporlomenoslasuertedenohaberservidodetítereridículoalladodeunacama,ypuedehablarseriamente,sinversubirybajarlascejascomosinoseentendieraloquedigo…¿Comprendeahora?

MaríaElviramemiróunosinstantespensativa,yluegomoviónegativamentelacabeza,consupapelenloslabios.

—¿Esciertoono?—insistí,peroyaconelcorazónalocoescape.Ellatornóasacudirlacabeza:—No,noescierto…—¡MaríaElvira!—llamóAngélicadelejos.Todos saben que la voz de los hermanos suele ser de lomás inoportuna. Pero

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jamás una voz fraternal ha caído en un diluvio de hielo y pez fría tan fuera depropósitocomoaquellavez.

MaríaElviratiróelpapelybajólarodilla.—Mevoy—medijo riendo,con la risaqueya leconocíacuandoafrontabaun

flirt.—¡Unsolomomento!—ledije.—¡Niunomás!—merespondióalejándoseyaynegandoconlamano.¿Quémequedabaporhacer?Nada,anosertragarelpapelitohúmedo,hundirla

bocaenelhuecoquehabíadejadosurodilla,yestrellarelsillóncontralapared.Yestrellarmeenseguidayomismocontraunespejo,porimbécil.Lainmensarabiademímismomehacía sufrir, sobre todo. ¡Intuiciones viriles! ¡Psicologías de hombrecorrido!¡Ylaprimeracoquetacuyarodillaquedamarcadaallí,seburladetodoesoconunafrescurasinpar!

Nopuedomás.Laquierocomounloco,ynosé—loqueesmásamargoaún—siellamequiere realmenteono.Además, sueño, sueñodemasiado, y cosaspor el estilo:Íbamosdelbrazoporunsalón,ella todadeblanco,yyocomounbultonegroasulado.Nohabíamásquepersonasdeedadenelsalón,ytodassentadas,mirándonospasar.Era,sinembargo,unsalóndebaile.Ydecíandenosotros:Lameningitisysusombra.Medesperté,yvolvíasoñar;eltalsalóndebaileestabafrecuentadoporlosmuertosdiariosdeunaepidemia.EltrajeblancodeMaríaElviraeraunsudario,yyoera lamismasombradeantes,pero teníaahoraporcabezaun termómetro.ÉramossiempreLameningitisysusombra.

¿Qué puedo hacer con sueños de esta naturaleza? No puedo más. Me voy aEuropa,aNorteamérica,acualquierpartedondepuedaolvidarla.

¿A qué quedarme? ¿A recomenzar la historia de siempre, quemándome solo,como un payaso, o a desencontrarnos cada vez que nos sentimos juntos? ¡Ah, no!Concluyamosconesto.Noséelbienquelespodráhaceramisplanosdemáquinasesta ausencia sentimental (¡y sí, sentimental!, ¡aunque no quiera!); pero quedarmeseríaridículo,yestúpido,ynohayparaquédivertirmásalasMaríaElvira.

Podría escribir aquí cosas pasablemente distintas de las que acabo de anotar, peroprefierocontarsimplementeloquepasóelúltimodíaqueviaMaríaElvira.

Porbravata,odesafíoamímismo,oquiénsabeporquémortuoriaesperanzadesuicida, fui la tardeanteriordemi salidaadespedirmede losFunes.Yahacíadiezdíasqueteníamispasajesenelbolsillo—pordondeseverácuántodesconfiabademímismo.

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MaríaElvira estaba indispuesta—asunto de garganta o jaqueca—pero visible.Paséunmomentoalaantesalaasaludarla.Lahalléhojeandomúsicas,desganada.Alverme se sorprendió un poco, aunque tuvo tiempo de echar una rápida ojeada alespejo.Teníaelrostroabatido,loslabiospálidos,ylosojoshundidosdeojeras.Peroeraellasiempre,máshermosaaúnparamíporquelaperdía.

Ledijesencillamentequemeiba,yledeseabamuchafelicidad.Alprincipionomecomprendió.—¿Seva?¿Yadónde?—ANorteamérica…Acabodedecírselo.—¡Ah!—murmuró,marcandobienclaramentelacontraccióndeloslabios.Pero

enseguidamemiróinquieta—.¿Estáenfermo?—¡Pst…!Noprecisamente…Noestoybien.—¡Ah!—murmuródenuevo.Ymiróhaciaafueraatravésdelosvidriosabriendo

bienlosojos,comocuandounopierdeelpensamiento.Porlodemás,llovíaenlacalleylaantesalanoestabaclara.Sevolvióamí.—¿Porquéseva?—mepreguntó.—¡Hum!—mesonreí—.Seríamuylargo,infinitamentelargodecontar…Enfin,

mevoy.MaríaElvirafijóaúnlosojosenmí,ysuexpresiónpreocupadayatentasetornó

sombría.Concluyamos,medije.Yadelantándome:—Bueno,MaríaElvira…Metendiólentamentelamano,unamanofríayhúmedadejaqueca.—Antesdeirse—medijo—¿nomequieredecirporquéseva?Suvozhabíabajadoun tono.El corazónme latió locamente,perocomoenun

relámpago la vi antemí, como aquella noche, alejándose riendo y negando con lamano:«no,yaestoysatisfecha…».¡Ah,no,yotambién!¡Conaquelloteníabastante!

—¡Mevoy—ledijebienclaro—,porqueestoyhastaaquídedolor, ridiculezyvergüenzademímismo!¿Estácontentaahora?

Teníaaúnsumanoenlamía.Laretiró,sevolviólentamente,quitólamúsicadelatrilparacolocarlasobreelpiano,todoconpausaymesura,ymemiródenuevo,conesforzadaydolorosasonrisa:

—¿Ysiyo…lepidieraquenosefuera?—¡Pero por Dios bendito! —exclamé—. ¡No se da cuenta de que me está

matando con estas cosas! ¡Estoy harto de sufrir y echarme en carami infelicidad!¿Quéganamos,queganaustedconestascosas?¡No,bastaya!¿Sabeusted—agreguéadelantándome— lo que usted me dijo aquella última noche de su enfermedad?¿Quierequeselodiga?¿Quiere?

Quedóinmóvil,todaojos.

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—Sí,dígame…—¡Bueno!Ustedmedijo,ymalditasealanocheenquelooí,ustedmedijobien

claroesto:Y-cuán-do-no-ten-ga-más-de-li-rio,¿me-que-rrás-to-da-ví-a?Usted teníadelirioaún,ya lo sé…¿Peroquéquierequehagayoahora?¿Quedarmeaquí, a sulado,desangrándomevivoconsumododeser,porquelaquierocomounidiota…?Estoesbienclarotambién¿eh?¡Ah!¡Leaseguroquenoesvidalaquellevo!¡No,noesvida!

Yapoyélafrenteenlosvidrios,deshecho,sintiendoquedespuésdeloquehabíadicho,mividasederrumbabaparasiemprejamás.

Peroeramenesterconcluir,ymevolví:Ellaestabaami lado,yensusojos—comoenunrelámpago,defelicidadestavez—viensusojosresplandecer,marearse,sollozar,laluzdehúmedadichaquecreíamuertaya.

—¡MaríaElvira!—exclamé,grité,creo—.¡Miamorquerido!¡Mialmaadorada!Y ella, en silenciosas lágrimas de tormento concluido, vencida, entregada,

dichosa,habíahalladoporfinsobremipechoposturacómodaasucabeza.

Ynadamás.¿Habrácosamássencillaquetodoesto?Yohesufrido,esbienposible,llorado, aullado de dolor; debo creerlo porque así lo he escrito. ¡Pero quéendiabladamentelejosestátodoeso!Ytantomáslejosporque—yaquíestálomásgraciosodeestanuestrahistoria—ellaestá aquí, ami lado, leyendocon la cabezasobre la lapicera lo que escribo. Ha protestado, bien se ve, ante no pocasobservacionesmías;peroenhonordelarteliterarioenquenoshemosengolfadocontantafrescura,seresignacomobuenaesposa.Porlodemás,ellacreeconmigoquelaimpresión general de la narración, reconstruida por etapas, es un reflejo bastanteacertadodeloquepasó,sentimosysufrimos.Locual,paraobradeuningeniero,noestádeltodomal.

EnestemomentoMaríaElvirame interrumpeparadecirmeque laúltima líneaescritanoesverdad:Minarraciónnosólonoestádel todomal,sinoqueestábien,muybien.Ycomoargumentoirrefutablemeechalosbrazosalcuelloymemira,nosésiamuchomásdecincocentímetros.

—¿Esverdad?—murmura,oarrulla,mejordicho.—¿Sepuedeponerarrulla?—lepregunto.—¡Sí,yesto,yesto!—Ymedaunbeso.¿Quémáspuedoañadir?

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Cuentossuprimidos

Las dos primeras ediciones de este libro (1917 y 1918, Coop. EditorialBuenosAires) incluían un total de 18 cuentos. Sin embargo, a partir de latercera (s/f,EditorialBabel), se suprimieron tres («Losojos sombríos», «Elinfiernoartificial»y«Elperrorabioso»).Esteconjuntode15relatoseselquerepitentodaslasedicionesposteriores.

Enlanuestra,hemosqueridoreincorporardichostresparalosinteresadosenlacuentísticacompletadeHoracioQuiroga.Quedaenladecisióndellectorcontemporáneopasarlapáginaeingresaraelloso,porelcontrario,«cerrar»ellibroaquí.

Eleditordigital,jugaor[ePubLibre]

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Losojossombríos

Después de las primeras semanas de romper con Elena, una noche no pude evitarasistiraunbaile.Hallábamehacía largo ratosentadoyaburridoenexceso,cuandoJulioZapiola,viéndomeallí,vinoasaludarme.Zapiolaesunhombrejoven,dotadode rara elegancia y virilidad de carácter. Lo había estimadomuchos años atrás, yentoncesvolvíadeEuropa,despuésdelargaausencia.

Asínuestracharla,queenotraocasiónnohubierapasadodeochoodiezfrases,seprolongóestavezenlargaydesahogadasinceridad.Supequesehabíacasado:sumujer estaba allí mismo esa noche. Por mi parte, lo informé de mi noviazgo conElena y su reciente ruptura. Posiblemente me quejé de la amarga situación, puesrecuerdohaberledichoquecreíadetodopuntoimposiblecualquierarreglo.

—Nocreaenesassacudidas—medijoZapiolaconairetranquiloyserio—.Casinunca se sabe al principio lo que pasará o se hará después. Yo tengo en mimatrimoniounanovela infinitamentemáscomplicadaque lasuya; locualnoobstaparaqueyo seahoy elmaridomás felizde la tierra.Óigala, porque austedpodráserledegranprovecho.HacecincoañosmevicongranfrecuenciaconVezzera,unamigodelcolegioaquienhabíaqueridomuchoantes,ysobretodoélamí.Cuantoprometía el muchacho se realizó plenamente en el hombre; era como antes,inconstante,apasionado,condepresionesyexaltamientosfemeniles.Todassusansiasysuspicaciaseranenfermizas,yustednoignoradequémodosesufreysehacesufrirconestemododeser.

»Un día me dijo que estaba enamorado, y que posiblemente se casaría muypronto. Aunque me habló con loco entusiasmo de la belleza de su novia, estaapreciaciónsuyadelahermosuraencuestiónnoteníaparamíningúnvalor.Vezzerainsistió,irritándoseconmiorgullo.

»—Noséquétienequeverelorgulloconesto—leobservé.»—¡Sieseso!Yosoyenfermizo,excitable,expuestoacontinuosmirajesydebo

equivocarmesiempre. ¡Tú,no! ¡Loquediceses laponderación justade loquehasvisto!

»—Tejuro…»—¡Bah;déjameenpaz!—concluyócadavezmásirritadoconmitranquilidad,

queeraparaélotramanifestacióndeorgullo.»Cadavezquevolvíaverloenlosdíassucesivos, lohallémásexaltadoconsu

amor.Estabamásdelgado,ysusojoscargadosdeojerasbrillabandefiebre.»—¿Quiereshacerunacosa?Vamosestanocheasucasa.Yalehehabladodeti.

Vasaversiesonocomotehedicho.»Fuimos.Nosésiustedhasufridounaimpresiónsemejante;perocuandoellame

extendió la mano y nos miramos, sentí que por ese contacto tibio, la espléndida

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belleza de aquellos ojos sombríos y de aquel cuerpo mudo se infiltraba en unacalienteondaentodomiser.

»Cuandosalimos,Vezzeramedijo:»—¿Y?…¿escomotehedicho?»—Sí—lerespondí.»—¿Lagenteimpresionablepuedeentoncescomunicarunaimpresiónconformea

larealidad?»—Estavez,sí—nopudemenosdereírme.»Vezzeramemiródereojoysecallóporlargorato.»—¡Parece—me dijo de pronto— que no hicieras sino concederme por suma

graciasubelleza!»—¿Peroestásloco?—lerespondí.»Vezzera se encogió de hombros como si yo hubiera esquivado su respuesta.

Siguiósinhablarme,visiblementedisgustado,hastaqueal finvolvióotravezamísusojosdefiebre.

»—¿Deveras,deverasmejurasqueteparecelinda?»—¡Peroclaro,idiota!Meparecelindísima,¿quieresmás?»Secalmóentonces,yconlareaccióninevitabledesusnerviosfemeninos,pasó

conmigounahoradelocoentusiasmo,abrasándosealrecuerdodesunovia.»FuivariasvecesmásconVezzera.Unanoche,aunanuevainvitación,respondí

quenomehallababienyquelodejaríamosparaotromomento.Diezdíasmástarderespondí lomismo, y de igualmodo en la siguiente semana. Esta vezVezzeramemirófijamentealosojos:

»—¿Porquénoquieresir?»—No es que no quiera ir, sino que me hallo hoy con poco humor para esas

cosas.»—¡Noeseso!¡Esquenoquieresirmás!»—¿Yo?»—Sí,yteexijocomoaunamigo,ocomoatimismo,quemedigasjustamente

esto:¿Porquénoquieresirmás?»—¡Notengoganas!¿Tegusta?»Vezzera me miró como miran los tuberculosos condenados al reposo, a un

hombre fuertequenose jactadeello.Yen realidad,creoqueyaseprecipitabasutisis.

»Seobservóenseguidalasmanossudorosas,queletemblaban.»—Hace días que las noto más flacas… ¿Sabes por qué no quieres ir más?

¿Quieresquetelodiga?»Tenía lasventanasde lanarizcontraídas,y su respiraciónacelerada lecerraba

loslabios.

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»—¡Vamos!Noseas…cálmate,queeslomejor.»—¡Esquetelovoyadecir!»—¿Peronovesqueestásdelirando,queestásmuertodefiebre?—leinterrumpí.»Pordicha,unviolentoaccesodetoslodetuvo.Loempujécariñosamente.»—Acuéstateunmomento…estásmal.»Vezzeraserecostóenmicamaycruzósusdosmanossobrelafrente.»Pasóunlargoratoensilencio.Deprontomellegósuvoz,lenta:»—¿Sabes loque te iba adecir?…QuenoqueríasqueMaría se enamorarade

ti…Poresonoibas.»—¡Quéestúpido!—mesonreí.»—¡Sí,estúpido!¡Todo,todoloquequieras!»Quedamosmudosotravez.Alfinmeacerquéaél.»—Estanochevamos—ledije—.¿Quieres?»—Sí,quiero.»Cuatrohorasmástardellegábamosallá.Maríamesaludócontodanaturalidad,

como si hubiera dejado de verme apenas el día anterior, y sin parecer en lo másmínimopreocupadademilargaausencia.

»—Pregúntale siquiera —se rió Vezzera con visible afectación— por qué hapasadotantotiemposinvenir.

»Maríaarrugóimperceptiblementeelceño,ysevolvióamíconrisueñasorpresa.»—¡Perosupongoquenotendríadeseodevisitarnos!»Aunqueeltonodelaexclamaciónnopedíarespuesta,Maríaquedóuninstante

ensuspenso,comosilaesperara.ViqueVezzeramedevorabaconlosojos.»—Aunquedebaavergonzarmeeternamente—repuse—confiesoquehayalgode

verdad…»—¿Noesverdad?—serióella.»PeroyaenelmovimientodelospiesyenladilatacióndelasnaricesdeVezzera,

conocísutensióndenervios.»—Dilequetediga—sedirigióaMaría—porquérealmentenoqueríavenir.»Eratanperversoycobardeelataque,quelomiréconverdaderarabia.Vezzera

afectónodarsecuentaysostuvolatiranteexpectativaconelconvulsivogolpeteodelpie,mientrasMaríatornabaacontraerlascejas.

»—¿Hayotracosa?—sesonrióconesfuerzo.»—Sí,Zapiolatevaadecir…»—¡Vezzera!—exclamé.»—…Esdecir,noelmotivosuyo,sinoelqueyoleatribuíaparanovenirmás

aquí…¿sabesporqué?»—Porqueélcreequeustedsevaaenamorardemí—meadelanté,dirigiéndome

aMaría.

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»Yaantesdedeciresto,vibienclarolaridiculezenqueibaacaer;perotuvequehacerlo.Maríasoltólarisa,notándoseasímuchomáselcansanciodesusojos.

»—¿Sí?¿Pensabaseso,Antenor?»—No,supondrás…eraunabroma—serióéltambién.»Lamadreentródenuevoenlasala,ylaconversacióncambióderumbo.»—Eresuncanalla—meapresuréadecirleaVezzera,cuandosalimos.»—Sí—merespondió—.Lohiceapropósito.»—¿Queríasridiculizarme?»—Sí…quería.»—¿Ynotedavergüenza?¿Peroquédiablostepasa?¿Quétienescontramí?»Nomecontestó,encogiéndosedehombros.»—¡Anda al demonio! —murmuré. Pero un momento después, al separarme,

sentísumiradacruelydesconfiadafijaenlamía.»—¿Mejurasporloquemásquieras,porloquequierasmás,quenosabesloque

pienso?»—No—lerespondísecamente.»—¿Nomientes,noestásmintiendo?»—Nomiento.»Ymentíaprofundamente.»—Bueno, me alegro… Dejemos esto. Hasta mañana. ¿Cuándo quieres que

volvamosallá?»—¡Nunca!Seacabó.»Viqueverdaderaangustialedilatabalosojos.»—¿Noquieresirmás?—medijoconvozroncaycambiada.»—No,nuncamás.»—Comoquieras,mejor…Noestásenojado,¿verdad?»—¡Oh,noseascriatura!—mereí.»YestabaverdaderamenteirritadocontraVezzera,contramí…»Al día siguiente Vezzera entró al anochecer en mi cuarto. Llovía desde la

mañana,confuertetemporal,ylahumedadyelfríomeagobiaban.DesdeelprimermomentonotéqueVezzeraardíaenfiebre.

»—Vengoapedirteunacosa—comenzó.»—¡Déjatede cosas!—interrumpí—.¿Porquéhas salidoconestanoche?¿No

vesqueestásjugandotuvidaconesto?»—Lavidanomeimporta…dentrodeunosmesesestoseacaba…Mejor.Loque

quieroesquevayasotravezallá.»—¡No!Yatedije.»—¡No,vamos!¡Noquieroquenoquierasir!¡Memataesto!¿Porquénoquieres

ir?

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»—Yatehedicho:¡noqui-e-ro!Niunapalabramássobreesto,¿meoyes?»Laangustiadelanocheanteriortornóadesmesurarlelosojos.»—Entonces—articuló con voz profundamente tomada— es lo que pienso, lo

quetúsabesqueyopensabacuandomentisteanoche.Demodo…Bueno,dejemos,noesnada.Hastamañana.

»Lodetuvedelhombroysedejócaerenseguidadebrazosenlamesa.»—Quédate—ledije—.Vasadormiraquíconmigo.Noestéssolo.»Duranteunratonosquedamosenprofundosilencio.Alfinarticuló,conlavoz

blanca:»—Esquemedanunasganaslocasdematarme…»—¡Poreso!¡Quédateaquí!…Noestéssolo.»Peronopudecontenerlo,ypasétodalanocheinquieto.»Ustedsabequéterriblefuerzadeatraccióntieneelsuicidio,cuandolaideafija

sehaenredadoenunamadejadenerviosenfermos.HabríasidomenesterqueatodacostaVezzeranoestuvierasoloensucuarto.Yaunasí,persistíasiempreelmotivo.

»Pasóloquetemía.AlassietedelamañanametrajeronunacartadeVezzera.Medecíaenellaqueerademasiadoclaroqueyoestabaenamoradodesunovia,yellademí.Queen cuanto aMaría, tenía lamás completa certidumbre;yqueyonohabíahechosinoconfirmarlemiamorconminegativaairmásallá.Queestuvierayolejosdecreerquesematabadedolor,absolutamenteno.Peroélnoerahombrecapazdesacrificar a nadie a su egoísta felicidad, y por eso nos dejaba libres amí y a ella.Además,suspulmonesnodabanmás…eracuestiónde tiempo.Quehiciera felizaMaría,comoélhubieradeseado…etcétera.

»Ydosotresfrasesmás.Inútilquelecuenteendetallemiperturbacióndeesosdías.Peroloqueresaltabaclaroparamíensucarta—paramíqueloconocía—eraladesesperacióndecelosque lo llevóal suicidio.Éseeraelúnicomotivo; lodemás:sacrificioyconcienciatranquila,noteníaningúnvalor.

»Enmediodetodoquedabavivísima,radiantedebruscafelicidad,laimagendeMaría.Yo sé el esfuerzoquedebí hacer, cuandoeradeVezzera, paradejar de ir averla.Yhabíacreídoadivinar tambiénquealgosemejantepasabaenella.Yahora,¡libres!,sí,soloslosdos,peroconuncadáverentrenosotros.

»Despuésdequincedíasfuiasucasa.Hablamosvagamente,evitandolamenoralusión.Apenasmerespondía;yaunqueseesforzabaenello,nopodíasostenermimiradaunsolomomento.

»—Entonces—ledijealfinlevantándome—creoquelomásdiscretoesquenovuelvamásaverla.

»—Creolomismo—merespondió.»Peronomemoví.»—¿Nuncamás?—añadí.

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»—No, nunca… como usted quiera —rompió en un sollozo, mientras doslágrimasvencidasrodabanporsusmejillas.

»Al acercarme se llevó las manos a la cara, y apenas sintió mi contacto seestremecióviolentamenteyrompióensollozos.Leabracélacabezapordetrás.

»—Sí,mi almaquerida…¿quieres?Podremos sermuy felices.Esono importanada…¿quieres?

»—¡No,no!—merespondió—,nopodríamos…no,¡imposible!»—¡Después,sí,miamor!…¿Sí,después?»—¡No,no,no!—redoblóaúnsussollozos.»Entoncessalídesesperadoypensandoconrabiosaamarguraqueaquelimbécil,

almatarse,noshabíamuertotambiénanosotrosdos.»Aquíterminaminovela.Ahora,¿quiereverlaaella?»¡María!—se dirigió a una joven que pasaba del brazo—.Es hora ya: son las

tres.—¿Ya? ¿Las tres? —se volvió ella—. No hubiera creído. Bueno, vamos. Un

momentito.Zapiolamedijoentonces:—Yave,amigomío,cómosepuedeserfelizdespuésdeloquelehecontado.Y

sucaso…Espereunsegundo.Ymientrasmepresentabaasumujer:—LecontabaaXcómoestuvimosnosotrosapuntodenoserfelices.La joven sonrió a sumarido, y reconocí aquellos ojos sombríos de que él me

habíahablado,yquecomotodoslosdeesecarácter,alreírdestellanfelicidad.—Sí—repusosencillamente—,sufrimosunpoco…—¡Yave!—serióZapioladespidiéndose—.Yoenlugarsuyovolveríaalsalón.Mequedé solo.ElpensamientodeElenavolvióotravez;peroenmediodemi

disgustomeacordabaacadainstantedelaimpresiónquerecibióZapiolaalverporprimeravezlosojosdeMaría.

Yyonohacíasinorecordarlos.

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Elinfiernoartificial

Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con pasosingularmenterígido.Vadesnudohastalacinturayllevaungransombrerodepaja.Susonrisa,fija,dalasensacióndeestarpegadaconcolaalacara.Sifueradescalzo,senotaríaquecaminaconlospulgaresdelpiedobladoshaciaabajo.

No tiene esto nada de extraño, porque el sepulturero abusa del cloroformo.Incidenciasdeloficiolohanllevadoaprobarelanestésico,ycuandoelcloroformomuerde en un hombre, difícilmente suelta. Nuestro conocido espera la noche paradestapar su frasco, y como su sensatez es grande, escoge el cementerio parainviolableteatrodesusborracheras.

Elcloroformodilataelpechoalaprimerainspiración;lasegunda,inundalabocadesaliva;lasextremidadeshormiguean,alatercera;alacuarta,loslabios,alapardelasideas,sehinchan,yluegopasancosassingulares.

Es así como la fantasía de su paso ha llevado al sepulturero hasta una tumbaabierta en que esa tarde ha habido remoción de huesos, inconclusa por falta detiempo. Un ataúd ha quedado abierto tras la verja, y a su lado, sobre la arena, elesqueletodelhombrequeestuvoencerradoenél.

…¿Haoídoalgo,enverdad?Nuestroconocidodescorreelcerrojo,entra,yluegodegirarsuspensoalrededordelhombredehueso,searrodillay juntasusojosa lasórbitasdelacalavera.

Allí,enelfondo,unpocomásarribadelabasedelcráneo,sostenidocomoenunpretil en una rugosidad del occipital, está acurrucado un hombrecillo tiritante,amarillo, el rostro cruzado de arrugas. Tiene la boca amoratada, los ojosprofundamentehundidos,ylamiradaenloquecidadeansia.

Estodocuantoquedadeuncocainómano.—¡Cocaína!¡Porfavor,unpocodecocaína!Elsepulturero,sereno,sabebienqueélmismollegaríaadisolverconlasalivael

vidriodesufrasco,paraalcanzarelcloroformoprohibido.Es,pues,sudeberayudaralhombrecillotiritante.

Sale y vuelve con la jeringuilla llena, que el botiquín del cementerio le haproporcionado.¿Perocómo,alhombrecillodiminuto?…

—¡Porlasfisurascraneanas!…¡Pronto!¡Cierto!¿Cómonoselehabíaocurridoaél?Yelsepulturero,derodillas,inyecta

en las fisurasel contenidoenterode la jeringuilla,que filtraydesapareceentre lasgrietas.

Peroseguramentealgohallegadohastalafisuraaqueelhombrecilloseadhieredesesperadamente.Despuésdeochoañosdeabstinencia,¿quémoléculadecocaínanoenciendeundeliriodefuerza,juventud,belleza?

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El sepulturero fijó sus ojos a la órbita de la calavera, y no reconoció alhombrecillomoribundo.Enelcutis,firmeyterso,nohabíaelmenorrastrodearruga.Los labios, rojos y vitales, se entremordían con perezosa voluptuosidad que notendríaexplicaciónviril,siloshipnóticosnofuerancasitodosfemeninos;ylosojos,sobre todo, antes vidriosos y apagados, brillaban ahora con tal pasión que elsepulturerotuvounimpulsodeenvidiosasorpresa.

—Yeso,así…¿lacocaína?—murmuró.Lavozdeadentrosonóconinefableencanto.—¡Ah! ¡Preciso es saber lo que son ocho años de agonía! ¡Ocho años,

desesperado,helado,prendidoalaeternidadporlasolaesperanzadeunagota!…Sí,esporlacocaína…¿Yusted?Yoconozcoeseolor…¿cloroformo?

—Sí —repuso el sepulturero avergonzado de la mezquindad de su paraísoartificial.Y agregó en voz baja—:El cloroformo también…Memataría antes quedejarlo.

Lavozsonóunpocoburlona.—¡Matarse!Y concluiría seguramente: sería lo que cualquiera de esos vecinos

míos…Sepudriríaentreshoras,ustedysusdeseos.«Escierto—pensóelsepulturero—;acabaríanconmigo».Peroelotronosehabíarendido.Ardíaaúndespuésdeochoañosaquellapasión

que había resistido a la faltamismadel vaso de deleite; que ultrapasaba lamuertecapitaldelorganismoquelacreó,lasostuvo,ynofuecapazdeaniquilarlaconsigo;que sobrevivía monstruosamente de sí misma, transmutando el ansia causal ensupremo goce final, manteniéndose ante la eternidad en una rugosidad del viejocráneo.

Lavozcálidayarrastradadevoluptuosidadsonabaaúnburlona.—Usted se mataría… ¡Linda cosa! Yo también me maté… ¡Ah, le interesa!,

¿verdad?Perosomosdedistintapasta…Sinembargo, traigasucloroformo,respireunpocomásyóigame.Apreciaráentoncesloquevadesudrogaalacocaína.Vaya.

Elsepulturerovolvió,yechándosedepechoenelsuelo,apoyadoenloscodosyelfrascobajolasnarices,esperó.

—¡Sucloro!Noesmucho,quedigamos.Yaunmorfina…¿Ustedconoceelamorporlosperfumes?¿No?¿YelJickydeGuerlain?Oiga,entonces.Alostreintaañosmecasé,ytuvetreshijos.Confortuna,unamujeradorableytrescriaturassanas,eraperfectamentefeliz.Sinembargo,nuestracasaerademasiadograndeparanosotros.Usted ha visto. Usted no… en fin… ha visto que las salas lujosamente puestasparecenmássolitariaseinútiles.Sobretodosolitarias.Todonuestropalaciovivíaasíensilenciosuestérilyfúnebrelujo.

»Undía,enmenosdedieciochohoras,nuestrohijomayornosdejóporseguirtrasladifteria.Alatardesiguienteelsegundosefueconsuhermano,ymimujerseechó

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desesperadasobreloúnicoquenosquedaba:nuestrahijadecuatromeses.¿Quénosimportabaladifteria,elcontagioytodolodemás?Apesardelaordendelmédico,lamadre dio demamar a la criatura, y al rato la pequeña se retorcía convulsa, paramorirochohorasdespués,envenenadaporlalechedelamadre.

»Sumeusted:18,24,9.En51horas,pocomásdedosdías,nuestracasaquedóperfectamentesilenciosa,puesnohabíanadaquehacer.Mimujerestabaensucuarto,yyomepaseabaallado.Fueradeesonada,niunruido.Ydosdíasantesteníamostreshijos…

»Bueno.Mimujerpasócuatrodíasarañandolasábana,conunataquecerebral,yyoacudíalamorfina.

»—Dejeeso—medijoelmédico—,noesparausted.»—¿Qué, entonces? —le respondí. Y señalé el fúnebre lujo de mi casa que

continuabaencendiendolentamentecatástrofes,comorubíes.»Elhombresecompadeció.»—Pruebesulfonal,cualquiercosa…Perosusnerviosnodarán.»Sulfonal,brional,estramonio…¡bah!¡Ah,lacocaína!¡Cuántodeinfinitovade

ladichadesparramadaencenizasalpiedecadacamavacía,alradianterescatedeesamisma felicidad quemada, cabe en una sola gota de cocaína! Asombro de habersufridoundolorinmensomomentosantes;súbitayllanaconfianzaenlavida,ahora;instantáneorebrotedeilusionesqueacercanelporveniradiezcentímetrosdelalmaabierta, todo esto se precipita en las venas por entre la aguja de platino. ¡Y sucloroformo!…Mimujermurió.Durantedosañosgastéencocaínamuchísimomásde lo que usted puede imaginarse. ¿Sabe usted algo de tolerancias? Cincocentigramosdemorfinaacabanfatalmenteconunindividuorobusto.Quinceyllegóatomardurantequinceañosdosgramospordía;valedecir,cuarentavecesmásqueladosismortal.

»Pero eso se paga. En mí, la verdad de las cosas lúgubres, contenida,emborrachadadíatrasdía,comenzóavengarse,yyanotuvemásnerviosretorcidosqueecharpordelantealashorriblesalucinacionesquemeasediaban.Hiceentoncesesfuerzosinauditosparaarrojarfueraeldemonio,sinresultado.Portresvecesresistíunmesalacocaína,unmesentero.Ycaíaotravez.Yustednosabe,perosabráundía,¡quésufrimiento,quéangustia,quésudordeagoníasesientecuandosepretendesuprimirunsolodíaladroga!

»Al fin, envenenado hasta lo más íntimo de mi ser, preñado de torturas yfantasmas, convertido en un tembloroso despojo humano; sin sangre, sin vida—miseriaaquelacocaínaprestabadiezvecespordíaradiantedisfraz,parahundirmeenseguidaenunestuporcadavezmáshondo—,alfinunrestodedignidadmelanzóaunsanatorio,meentreguéatadodepiesymanosparalacuración.

»Allí,bajoelimperiodeunavoluntadajena,vigiladoconstantementeparaqueno

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pudieraprocurarmeelveneno,llegaríaforzosamenteadescocainizarme.»¿Sabe usted lo que pasó? Que yo, conjuntamente con el heroísmo para

entregarme a la tortura, llevaba bien escondido en el bolsillo un frasquito concocaína…Ahoracalculeustedloqueespasión.

»Duranteunañoentero,despuésdeesefracaso,proseguíinyectándome.Unlargoviaje emprendido diome no sé quémisteriosas fuerzas de reacción, yme enamoréentonces.

Lavozcalló.Elsepulturero,queescuchabaconlababeantesonrisafijasiempreensucara,acercósuojoycreyónotarunveloligeramenteopacoyvidriosoenlosdesuinterlocutor.Elcutis,asuvez,seresquebrajabavisiblemente.

—Sí—prosiguió lavoz—,eselprincipio…Concluirédeunavez.Austed,uncolega,ledebotodaestahistoria.

»Lospadreshicieroncuantoesposiblepararesistir:¡unmorfinómano,ocosaasí!Para la fatalidad mía, de ella, de todos, había puesto en mi camino a unasupernerviosa.¡Oh,admirablementebella!Noteníasinodieciochoaños.Ellujoeraparaellaloqueelcristaltalladoparaunaesencia:suenvasenatural.

»La primera vez que, habiéndome yo olvidado de darme una nueva inyecciónantesdeentrar,meviodecaerbruscamenteensupresencia,idiotizarme,arrugarme,fijó en mí sus ojos inmensamente grandes, bellos y espantados. ¡Curiosamenteespantados!Mevio,pálidaysinmoverse,darmelainyección.Nocesóuninstanteenelrestodelanochedemirarme.Ytrasaquellosojosdilatadosquemehabíanvistoasí, yo veía a mi vez la tara neurótica, al tío internado, y a su hermano menorepiléptico…

»Al día siguiente la hallé respirando Jicky, su perfume favorito; había leído enveinticuatrohorascuantoesposiblesobrehipnóticos.

»Ahorabien:bastaquedospersonassorban losdeleitesde lavidadeunmodoanormal,paraquesecomprendan tantomás íntimamente,cuantomásextrañaes laobtencióndelgoce.Seuniránenseguida,excluyendotodaotrapasión,paraaislarseenladichaalucinadadeunparaísoartificial.

»En veinte días, aquel encanto de cuerpo, belleza, juventud y elegancia, quedósuspensodelalientoembriagadordelosperfumes.Comenzóavivir,comoyoconlacocaína,enelcielodelirantedesuJicky.

»Alfinnospareciópeligrosoelmutuosonambulismoensucasa,porfugazquefuera, y decidimos crear nuestroparaíso.Ningunomejor quemipropia casa, de laquenadahabía tocado,ya laquenohabíavueltomás.Se llevaronanchosybajosdivanes a la sala; y allí, en elmismo silencio y lamisma suntuosidad fúnebre quehabíaincubadolamuertedemishijos;enlaprofundaquietuddelasala,conlámparaencendidaalaunadelatarde;bajolaatmósferapesadadeperfumes,vivimoshorasyhoras nuestro fraternal y taciturno idilio, yo tendido inmóvil con los ojos abiertos,

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pálidocomolamuerte;ellaechadasobreeldiván,manteniendobajolasnarices,consumanohelada,elfrascodeJicky.

»Porquenohabíaennosotroselmenorrastrodedeseo,¡ycuánhermosaestabacon sus profundas ojeras, su peinado descompuesto, y el ardiente lujo de su faldainmaculada!

»Durante tres meses consecutivos raras veces faltó, sin llegar yo jamás aexplicarmequécombinacionesdevisitas,casamientosygardenpartiesdebióhacerparanosersospechada.Enaquellasrarasocasionesllegabaaldíasiguienteansiosa,entraba sin mirarme, tiraba su sombrero con un ademán brusco, para tenderseenseguida,lacabezaechadaatrásylosojosentornados,alsonambulismodesuJicky.

»Abrevio: una tarde, y por una de esas reacciones inexplicables con que losorganismos envenenados lanzan en explosión sus reservas de defensa —¡losmorfinómanoslasconocenbien!—sentítodoelprofundogocequehabía,noenmicocaína, sino en aquel cuerpo de dieciocho años, admirablemente hecho para serdeseado.Esa tarde, comonunca, su belleza surgía pálida y sensual, de la suntuosaquietuddelasalailuminada.Tanbruscafuelasacudida,quemehallésentadoeneldiván,mirándola.¡Dieciochoaños…yconesahermosura!

»Ellamevio llegar sinhacerunmovimiento,y al inclinarmememirócon fríaextrañeza.

»—Sí…—murmuré.»—No, no…—repuso ella con la voz blanca, esquivando la boca en pesados

movimientosdesucabellera.»Alfin,alfinechólacabezaatrásycediócerrandolosojos.»¡Ah!¡Paraquéhaberresucitadouninstante,simipotenciaviril,simiorgullode

varónnorevivíamás!¡Estabamuertoparasiempre,ahogado,disueltoenelmardecocaína! Caí a su lado, sentado en el suelo, y hundí la cabeza entre sus faldas,permaneciendoasíunahoraenteraenhondosilencio,mientrasella,muypálida, semanteníatambiéninmóvil,losojosabiertosfijoseneltecho.

»Peroesefustazodereacciónquehabíaencendidounefímerorelámpagoderuinasensorial,traíatambiénaflordeconcienciacuantodehonormasculinoyvergüenzavirilagonizabaenmí.Elfracasodeundíaenelsanatorio,yeldiarioantemipropiadignidad, no eran nada en comparación del de ese momento, ¿comprende usted?¡Paraquévivir,sielinfiernoartificialenquemehabíaprecipitadoydelquenopodíasalir, era incapaz de absorberme del todo! ¡Y me había soltado un instante, parahundirmeenesefinal!

»Me levanté y fui adentro, a las piezas bien conocidas, donde aún estaba mirevólver.Cuandovolví,ellateníalospárpadoscerrados.

»—Matémonos—ledije.»Entreabrió losojos,yduranteunminutonoapartó lamiradademí.Su frente

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límpidavolvióatenerelmismomovimientodecansadoéxtasis:»—Matémonos—murmuró.»Recorrió enseguida con la vista el fúnebre lujo de la sala, en que la lámpara

ardíaconaltaluz,ycontrajoligeramenteelceño.»—Aquíno—agregó.»Salimos juntos, pesados aún de alucinación, y atravesamos la casa resonante,

pieza traspieza.Al fin ella se apoyócontraunapuertay cerró losojos.Cayóa lolargodelapared.Volvíelarmacontramímismo,ymematéamivez.

»Entonces,cuandoalaexplosiónmimandíbulasedescolgóbruscamente,ysentíuninmensohormigueoenlacabeza;cuandoelcorazóntuvodosotressobresaltos,ysedetuvoparalizado;cuandoenmicerebroyenmisnerviosyenmisangrenohubolamásremotaprobabilidaddequelavidavolvieraaellos,sentíquemideudaconlacocaínaestabacumplida.¡Mehabíamatado,peroyolahabíamuertoamivez!

»¡Ymeequivoqué!Porqueuninstantedespuéspudever,entrandovacilantesydela mano, por la puerta de la sala, a nuestros cuerpos muertos, que volvíanobstinados…

Lavozsequebródegolpe.—¡Cocaína,porfavor!¡Unpocodecocaína!

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Elperrorabioso

El 20 de marzo de este año, los vecinos de un pueblo del Chaco santafecinopersiguieron a un hombre rabioso que en pos de descargar su escopeta contra sumujer,matódeuntiroaunpeónquecruzabadelantedeél.Losvecinos,armados,lorastrearonenelmontecomounafiera,hallándoloporfintrepadoenunárbol,consuescopetaaún,yaullandodeunmodohorrible.Viéronseenlanecesidaddematarlodeuntiro.

MARZO9.—Hoyhacetreintaynuevedías,horaporhora,queelperrorabiosoentródenoche

en nuestro cuarto. Si un recuerdo ha de perdurar enmimemoria, es el de las doshorasquesiguieronaaquelmomento.

Lacasano teníapuertas sinoen lapiezaquehabitabamamá,puescomohabíadadodesde el principio en tenermiedo, nohice otra cosa, en los primeros días deurgenteinstalación,queaserrartablasparalaspuertasyventanasdesucuarto.Enelnuestro,yalaesperademayordesahogodetrabajo,mimujersehabíacontentado—verdad que bajo un poco de presión por mi parte— con magníficas puertas dearpillera.Comoestábamosenverano,estedetallederigurosoornamentonodañabanuestra salud ni nuestro miedo. Por una de estas arpilleras, la que da al corredorcentral,fuepordondeentróymemordióelperrorabioso.

Yo no sé si el alarido de un epiléptico da a los demás la sensación de clamorbestialyfueradetodahumanidadquemeproduceamí.Peroestoysegurodequeelaullido de un perro rabioso, que se obstina de noche alrededor de nuestra casa,provocará en todos lamisma fúnebre angustia. Es un grito corto, estrangulado, deagonía, como si el animal boqueara ya, y todo él empapado en cuanto de lúgubresugiereunanimalrabioso.

Eraunperronegro,grande,con lasorejascortadas.Yparamayorcontrariedad,desdequellegáramosnohabíahechomásquellover.Elmontecerradoporelagua,las tardes rápidasy tristísimas;apenassalíamosdecasa,mientras ladesolacióndelcampo,enuntemporalsintregua,habíaensombrecidoalexcesoelespíritudemamá.

Conesto,losperrosrabiosos.Unamañanaelpeónnosdijoqueporsucasahabíaandado uno la noche anterior, y que habíamordido al suyo.Dos noches antes, unperrobarcinohabíaaulladofeoenelmonte.Habíamuchos,segúnél.Mimujeryyono dimos mayor importancia al asunto, pero no así mamá, que comenzó a hallarterriblemente desamparada nuestra casa a medio hacer. A cada momento salía alcorredorparamirarelcamino.

Sin embargo, cuando nuestro chico volvió esa mañana del pueblo, confirmó

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aquello.Habíaexplotadounafulminanteepidemiaderabia.Unahoraantesacababandeperseguir aunperro en el pueblo.Unpeónhabía tenido tiempode asestarleunmachetazoenlaoreja,yelanimal,altrote,elhocicoentierrayelraboentrelaspatasdelanteras,habíacruzadopornuestrocamino,mordiendoaunpotrilloyaunchanchoquehallóeneltrayecto.

Másnoticiasaún.Enlachacravecinaalanuestra,yesamismamadrugada,otroperro había tratado inútilmente de saltar el corral de las vacas. Un inmenso perroflacohabíacorridoaunmuchachoacaballo,porlapicadadelpuertoviejo.Todavíadetardesesentíadentrodelmonteelaullidoagónicodelperro.Comodatofinal,alasnuevellegaronalgalopedosagentesadarnoslafiliacióndelosperrosrabiososvistos,yarecomendarnossumocuidado.

Habíadesobraparaquemamáperdieraelrestodevalorquelequedaba.Aunquedeunaserenidada todaprueba, tiene terrora losperros rabiosos,acausadeciertacosa horrible que presenció en su niñez. Sus nervios, ya enfermos por el cieloconstantemente encapotado y lluvioso, provocáronle verdaderas alucinaciones deperrosqueentrabanaltroteporlaportera.

Habíaunmotivorealparaestetemor.Aquí,comoentodaspartesdondelagentepobre tienemuchosmásperros de los quepuedemantener, las casas son todas lasnochesmerodeadasporperroshambrientos,aquelospeligrosdeloficio—untiroouna mala pedrada— han dado verdadero proceder de fieras. Avanzan al paso,agachados,losmúsculosflojos.Nosesientejamássumarcha.Roban—silapalabratiene sentido aquí— cuanto le exige su atroz hambre. Al menor rumor, no huyenporqueestoharíaruido,sinosealejanalpaso,doblandolaspatas.Alllegaralpastoseagazapan,yesperanasítranquilamentemediaounahora,paraavanzardenuevo.

De aquí la ansiedad de mamá, pues siendo nuestra casa una de las tantasmerodeadas,estábamosdesdeluegoamenazadosporlavisitadelosperrosrabiosos,querecordaríanelcaminonocturno.

En efecto, esamisma tarde,mientrasmamá, un poco olvidada, iba caminandodespaciohacialaportera,oísugrito:

—¡Federico!¡Unperrorabioso!Unperrobarcino,conellomoarqueado,avanzabaaltroteenciegalínearecta.Al

verme llegar se detuvo, erizando el lomo.Retrocedí sin volver el cuerpo para ir abuscarlaescopeta,peroelanimalsefue.Recorríinútilmenteelcamino,sinvolverloahallar.

Pasarondosdías.Elcampocontinuabadesoladodelluviaytristeza,mientraselnúmerodeperrosrabiososaumentaba.Comonosepodíaexponeraloschicosaunterribletropiezoenloscaminosinfestados,laescuelasecerró;ylacarretera,yasintráfico,privadadeestemododelabullaescolarqueanimabasusoledadalassieteyalasdoce,adquiriólúgubresilencio.

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Mamá no se atrevía a dar un paso fuera del patio. Al menor ladrido mirabasobresaltadahacialaportera,yapenasanochecía,veíaavanzarporentreelpastoojosfosforescentes. Concluida la cena se encerraba en su cuarto, el oído atento almáshipotéticoaullido.

Hastaquelaterceranochemedesperté,muytardeya:teníalaimpresióndehaberoído un grito, pero no podía precisar la sensación.Esperé un rato.Yde pronto unaullidocorto,metálico,deatrozsufrimiento,temblóbajoelcorredor.

—¡Federico!—oílavoztraspasadadeemocióndemamá—,¿sentiste?—Sí—respondí,deslizándomedelacama.Peroellaoyóelruido.—¡PorDios,esunperrorabioso!¡Federico,nosalgas,porDios!¡Juana!¡Dilea

tumaridoquenosalga!—clamódesesperada,dirigiéndoseamimujer.Otro aullido explotó, esta vez en el corredor central, delante de la puerta.Una

finísimalluviadeescalofríosmebañólamédulahastalacintura.Nocreoquehayanadamásprofundamente lúgubrequeunaullidodeperrorabiosoaesahora.Subíatraséllavozdesesperadademamá.

—¡Federico! ¡Va a entrar en tu cuarto! ¡No salgas,miDios, no salgas! ¡Juana!¡Dileatumarido!…

—¡Federico!—secogiómimujeramibrazo.Perolasituaciónpodíatornarsemuycríticasiesperabaaqueelanimalentrara,y

encendiendo la lámpara descolgué la escopeta. Levanté de lado la arpillera de lapuerta, y no vi más que el negro triángulo de la profunda niebla de afuera. Tuveapenastiempodeavanzarunapierna,cuandosentíaquealgofirmeytibiomerozabaelmuslo:elperrorabiososeentrabaennuestrocuarto.Leechéviolentamenteatráslacabezadeungolpederodilla,ysúbitamentemelanzóunmordisco,quefalló,enunclarogolpededientes.Perouninstantedespuéssentíaundoloragudo.

Nimimujernimimadresedieroncuentadequemehabíamordido.—¡Federico! ¿Qué fue eso?—gritómamáquehabía oídomidetención ante la

dentelladaalaire.—Nada:queríaentrar.—¡Oh!…Denuevo,yestavezdetrásdelcuartodemamá,elfatídicoaullidoexplotó.—¡Federico!¡Estárabioso!¡Nosalgas!—clamóenloquecida,sintiendoalanimal

traslapareddemadera,aunmetrodeella.Hay cosas absurdasque tienen toda la aparienciadeun legítimo razonamiento:

Salíafueraconlalámparaenunamanoylaescopetaenlaotra,exactamentecomoparabuscaraunarataaterrorizada,quemedabaperfectaholguraparacolocarlaluzenelsueloymatarlaenelextremodeunhorcón.

Recorrí los corredores. No se oía un rumor, pero de dentro de las piezas meseguíalatremendaangustiademamáymimujerqueesperabanelestampido.

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Elperrosehabíaido.—¡Federico!—exclamómamáalsentirmevolverporfin—.¿Sefueelperro?—Creoquesí;noloveo.Meparecehaberoídountrotecuandosalí.—Sí,yo tambiénsentí…Federico:¿noestaráen tucuarto?…¡No tienepuerta,

miDios!¡Quédateadentro!¡Puedevolver!Enefecto,podíavolver.Eran lasdosyveintede lamañana.Y juroque fueron

fuertes las dos horas que pasamos mi mujer y yo, con la luz prendida hasta queamaneció, ella acostada, yo sentado en la cama, vigilando sin cesar la arpilleraflotante.

Antes me había curado. La mordedura era nítida: dos agujeros violetas, queoprimícontodasmisfuerzas,ylavéconpermanganato.

Yo creíamuy restrictivamente en la rabia del animal. Desde el día anterior sehabía empezado a envenenar perros, y algo en la actitud abrumada del nuestromepreveníaenprodelaestricnina.Quedabanelfúnebreaullidoyelmordisco;perodetodosmodosmeinclinabaaloprimero.Deaquí,seguramente,mirelativodescuidoconlaherida.

Llegóporfineldía.Alasocho,yacuatrocuadrasdecasa,untranseúntematódeun tiro de revólver al perro negro que trotaba en inequívoco estado de rabia.Enseguida losupimos, teniendodemiparteque librarunaverdaderabatallacontramamá y mi mujer para no bajar a Buenos Aires a darme inyecciones. La herida,franca,habíasidobienoprimida,ylavadaconmordientelujodepermanganato.Todoesto, a los cinco minutos de la mordedura. ¿Qué demonios podía temer tras esacorrecciónhigiénica?Encasaconcluyeronportranquilizarse,ycomolaepidemia—provocada por una crisis de llover sin tregua como jamás se viera aquí— habíacesadocasidegolpe,lavidarecobrósulíneahabitual.

Peronoporellomamáymimujerdejaronnidejande llevarcuentaexactadeltiempo. Los clásicos cuarenta días pesan fuertemente, sobre todo enmamá, y aúnhoy,contreintaynuevetranscurridossinelmáslevetrastorno,ellaesperaeldíademañanaparaechardesuespíritu,enuninmensosuspiro,elterrorsiemprevivoqueguardadeaquellanoche.

Elúnicofastidioacasoqueparamíhatenidoesto,esrecordar,puntoporpunto,loque ha pasado. Confío en quemañana de noche concluya, con la cuarentena, estahistoria que mantiene fijos en mí los ojos de mi mujer y de mi madre, como sibuscaranenmiexpresiónelprimerindiciodeenfermedad.

MARZO10.—¡Porfin!Esperoquedeaquíenadelantepodrévivircomounhombrecualquiera,

que no tiene suspendida sobre su cabeza coronas de muerte. Ya han pasado los

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famososcuarentadías,ylaansiedad,lamaníadepersecucionesyloshorriblesgritosqueesperabandemípasarontambiénparasiempre.

Mi mujer y mi madre han festejado el fausto acontecimiento de un modoparticular: contándome, punto por punto, todos los terrores que han sufrido sinhacérmelover.Elmásinsignificantedesganomíolassumíaenmortalangustia:¡Eslarabiaquecomienza!—gemían.Sialgunamañanamelevantétarde,durantehorasnovivieron,esperandootrosíntoma.Lafastidiosainfecciónenundedoquemetuvotresdías febril e impaciente, fue para ellas una absoluta prueba de la rabia quecomenzaba,dedondesuconsternación,másangustiosaporfurtiva.

Y así, el menor cambio de humor, el más leve abatimiento, provocáronles,durantecuarentadías,otrastantashorasdeinquietud.

Noobstanteesasconfesionesretrospectivas,desagradablessiempreparaelquehavividoengañado,aunconlamásarcangélicabuenavoluntad,contodomehereídobuenamente.

—¡Ah, mi hijo! ¡No puedes figurarte lo horrible que es para una madre elpensamientodequesuhijopuedaestarrabioso!Cualquierotracosa…¡perorabioso,rabioso!…

Mi mujer, aunque más sensata, ha divagado también bastante más de lo queconfiesa. ¡Pero ya se acabó, por suerte! Esta situación demártir, de bebé vigiladosegundoasegundocontrataldisparatadaamenazademuerte,noesseductora,apesarde todo. ¡Por fin, de nuevo! Viviremos en paz, y ojalá que mañana o pasado noamanezcacondolordecabeza,pararesurreccióndelaslocuras.

MARZO15.—Hubieraqueridoestarabsolutamentetranquilo,peroesimposible.Nohayyamás,

creo, posibilidaddeque esto concluya.Miradasde soslayo todo el día, cuchicheosincesantes,quecesandegolpeencuantooyenmispasos,uncrispanteespionajedemiexpresióncuandoestamosenlamesa,todoestosevahaciendointolerable.

—¡Peroquétienen,porfavor!—acabodedecirles—.¿Mehallanalgoanormal,noestoyexactamentecomosiempre?¡Yaesunpococansadoraestahistoriadelperrorabioso!

—¡Pero Federico!—me han respondido,mirándome con sorpresa—. ¡Si no tedecimosnada,ninoshemosacordadodeeso!

¡Ynohacen,sinembargo,otracosa,otraqueespiarmenocheydía,díaynoche,aversilaestúpidarabiadesuperrosehainfiltradoenmí!

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MARZO18.—Hace tresdíasquevivocomodeberíaydesearíahacerlo toda lavida. ¡Mehan

dejadoenpaz,porfin,porfin,porfin!

MARZO19.—¡Otravez!¡Otravezhancomenzado!Yanomequitanlosojosdeencima,como

sisucedieraloqueparecendesear:queestérabioso.¡Cómoesposibletantaestupidezendospersonassensatas!Ahoranodisimulanmás,yhablanprecipitadamenteenvozaltademí;pero,noséporqué,nopuedoentenderunapalabra.Encuantollegocesande golpe, y apenas me alejo un paso recomienza el vertiginoso parloteo. No hepodidocontenermeymehevueltoconrabia:

—¡Perohablen,hablendelante,queesmenoscobarde!Nohequeridooírloquehandichoymeheido.¡Yanoesvidalaquellevo!

8P.M.

¡Quierenirse!¡Quierenquenosvayamos!¡Ah,yoséporquéquierendejarme!…

MARZO20.—(6A.M.)¡Aullidos,aullidos!¡Todalanochenoheoídomásqueaullidos!¡Hepasadotoda

la noche despertándome a cadamomento! ¡Perros, nadamás que perros ha habidoanochealrededordecasa!¡Ymimujerymimadrehanfingidoelmásplácidosueño,para que yo solo absorbiera por los ojos los aullidos de todos los perros que memiraban!…

7A.M.

¡Nohaymásquevíboras!¡Micasaestállenadevíboras!¡Allavarmehabíatresenroscadasen lapalangana!¡Enel forrodelsacohabíamuchas!¡Yhaymás!¡Hayotrascosas!¡Mimujermehallenadolacasadevíboras!¡Hatraídoenormesarañaspeludas que me persiguen! ¡Ahora comprendo por qué me espiaba día y noche!¡Ahoracomprendotodo!¡Queríairseporeso!

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7:15A.M.

¡Elpatioestállenodevíboras!¡Nopuedodarunpaso!¡No,no!…¡Socorro!…

¡Mimujersevacorriendo!¡Mimadreseva!¡Mehanasesinado!…¡Ah,laescopeta!…¡Maldición!¡Estácargadaconmunición!Peronoimporta…

¡Quégritohadado!Leerré…¡Otravez lasvíboras! ¡Allí, allí hayunaenorme!…¡Ay! ¡¡Socorro, socorro!! ¡Todosme quierenmatar! ¡Las hanmandado contramí,todas!¡Elmonteestállenodearañas!¡Mehanseguidodesdecasa!…

Ahívieneotroasesino…¡Lastraeenlamano!¡Vieneechandovíborasenelsuelo!¡Vienesacandovíborasdelabocaylasechaenelsuelocontramí!¡Ah!,peroésenovivirá mucho… ¡Le pegué! ¡Murió con todas las víboras!… ¡Las arañas! ¡Ay!¡¡Socorro!!

¡Ahívienen,vienentodos!…¡Mebuscan,mebuscan!…¡Hanlanzadocontramíunmillóndevíboras! ¡Todos lasponenenel suelo! ¡Yyono tengomáscartuchos!…¡Mehanvisto!…Unomeestáapuntando…

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HORACIO SILVESTRE QUIROGA FORTEZA (Salto, Uruguay, 1878 - BuenosAires, Argentina, 1937). Aunque dandi y modernista en su juventud—su primerlibro,Losarrecifesdecoral(1901),esmuestradeello—,pocoapoco,ygraciasasucontactoconlaselvadelnoresteargentino,suobrasefuealejandodelornatovacíopara ganar en expresividad. Se le considera el fundador del cuento modernolatinoamericano.EntresusobrasnarrativasdestacanCuentosdeamordelocuraydemuerte (1917),Cuentosde laselva (1918),Elsalvaje (1920),Anaconda (1921),Eldesierto(1924),Losdesterrados(1926)yMásallá(1935),conjuntosderelatosqueseñalan lapaulatinacreacióndeunbestiariopropio,pobladodeanimalesmíticosyseresmágicosdelasriberasdelParaná.Suvida,marcadaporlatragedia,culminópordecisiónpropiatrasenterarsedequepadecíacáncer.

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