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Cuentos de amor, de locura y muerte Por Horacio Quiroga

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  • Cuentosdeamor,delocuraymuerte

    Por

    HoracioQuiroga

  • UNAESTACIONDEAMOR

    Primavera

    Era el martes de carnaval. Nébel acababa de entrar en el corso, ya aloscurecer,ymientrasdeshacíaunpaquetedeserpentinas,miróalcarruajededelante.Extrañadodeunacaraquenohabíavistolatardeanterior,preguntóasuscompañeros:

    —¿Quiénes?Noparecefea.

    —¡Undemonio!Eslindísima.Creoquesobrina,ocosaasí,deldoctor

    Arrizabalaga.Llegóayer,meparece…

    Nébel fijó entonces atentamente losojos en lahermosacriatura.Eraunachica muy joven aún, acaso no más de catorce años, pero completamentenúbil.Tenía, bajo el cabellomuyoscuro, un rostrode supremablancura, deese blancomate y raso que es patrimonio exclusivo de los cutismuy finos.Ojos azules, largos, perdiéndose hacia las sienes en el cerco de sus negraspestañas.Acasounpoco separados, loqueda,bajouna frente tersa, airedemucha nobleza o de gran terquedad. Pero sus ojos, así, llenaban aquelsemblanteenflorcon la luzdesubelleza.YalsentirlosNébeldetenidosunmomentoenlossuyos,quedódeslumbrado.

    —¡Qué encanto!—murmuró, quedando inmóvil con una rodilla sobre alalmohadóndelsurrey.Unmomentodespués lasserpentinasvolabanhacia lavictoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante decintas,ylaqueloocasionabasonreíadevezencuandoalgalantemuchacho.

    Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cochero y aúncarruaje: sobre el hombro, la cabeza, látigo, guardabarros, las serpentinasllovíansincesar.Tantofué,quelasdospersonassentadasatrássevolvierony,bienquesonriendo,examinaronatentamentealderrochador.

    —¿Quiénesson?—preguntóNébelenvozbaja.

    —EldoctorArrizabalaga;ciertoquenoloconoces.Laotraeslamadredetuchica…Escuñadadeldoctor.

    Como en pos del examen, Arrizabalaga y la señora se sonrieranfrancamenteanteaquellaexuberanciadejuventud,Nébelsecreyóeneldeberdesaludarlos,aloquerespondióeltercetoconjovialcondescencia.

    Estefueelprincipiodeunidilioquedurótresmeses,yalqueNébelaportócuantodeadoracióncabíaensuapasionadaadolescencia.Mientrascontinuóelcorso, y en Concordia se prolonga hasta horas increíbles, Nébel tendió

  • incesantemente subrazohacia adelante, tanbien,queelpuñode sucamisa,desprendido,bailabasobrelamano.

    Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el corso sereanudabadenocheconbatallade flores,Nébel agotó enuncuartodehoracuatro inmensas canastas. Arrizabalaga y la señora se reían, volviéndose amenudo,ylajovennoapartabacasisusojosdeNébel.Esteechóunamiradade desesperación a sus canastas vacías; mas sobre el almohadón del surreyquedabanaúnuno,unpobreramodesiemprevivasyjazminesdelpaís.Nébelsaltóconélporsobrelaruedadelsurrey,dislocósecasiuntobillo,ycorriendoa la victoria, jadeante, empapado en sudor y el entusiasmo a flor de ojos,tendióelramoalajoven.Ellabuscóatolondradamenteotro,peronolotenía.Susacompañantesserían.

    —¡Peroloca!—ledijolamadre,señalándoleelpecho—¡ahítienesuno!

    El carruaje arrancaba al trote. Nébel, que había descendido del estribo,afligido, corrió y alcanzó el ramoque la joven le tendía, con el cuerpo casifueradelcoche.

    Nébel había llegado tres días atrás de Buenos Aires, donde concluía subachillerato.Habíapermanecidoallásieteaños,demodoquesuconocimientodelasociedadactualdeConcordiaeramínimo.Debíaquedaraúnquincedíasensuciudadnatal,disfrutadosenplenososiegodealma,sinodecuerpo;yheahíquedesdeel segundodíaperdía toda su serenidad.Peroencambio ¡quéencanto!

    —¡Quéencanto!—se repetíapensandoenaquel rayode luz, florycarnefemenina que había llegado a él desde el carruaje. Se reconocía real yprofundamentedeslumbrado—yenamorado,desdeluego.

    ¡Y si ella lo quisiera!… ¿Lo querría? Nébel, para dilucidarlo, confiabamuchomásqueenelramodesupecho,enlaprecipitaciónaturdidaconquelajovenhabíabuscadoalgoparadarle.Evocabaclaramenteelbrillodesusojoscuandolovióllegarcorriendo,lainquietaespectativaconqueloesperó,y—enotroorden,lamorbidezdeljovenpecho,altenderleelramo.

    ¡Y ahora, concluído! Ella se iba al día siguiente aMontevideo. ¿Qué leimportabalodemás,Concordia,susamigosdeantes,sumismopadre?PorlomenosiríaconellahastaBuenosAires.

    Hicieron, efectivamente, elviaje juntos,ydurante él,Nébel llegóalmásaltogradodepasiónquepuedealcanzarunrománticomuchachode18años,que se siente querido. La madre acogió el casi infantil idilio con afablecomplacencia, y se reía a menudo al verlos, hablando poco, sonriendo sincesar,ymirándoseinfinitamente.

  • Ladespedidafuébreve,puesNébelnoquisoperderelúltimovestigiodecorduraquelequedaba,cortandosucarreratrasella.

    VolveríanaConcordiaenelinvierno,acasounatemporada.¿Iríaél?"¡Oh,novolveryo!"YmientrasNébelsealejaba,tardo,porelmuelle,volviéndoseacadamomento,ella,depechosobrelaborda,lacabezaunpocobaja,loseguíacon los ojos, mientras en la planchada los marineros levantaban los suyosrisueñosaaquelidilio—yalvestido,cortoaún,delatiernísimanovia.

    Verano

    El13de junioNébelvolvióaConcordia,yaunquesupodesdeelprimermomento que Lidia estaba allí, pasó una semana sin inquietarse poco nimuchoporella.Cuatromesessonplazosobradoparaunrelámpagodepasión,yapenassienelaguadormidadesualma,elúltimoresplandoralcanzabaarizarsuamorpropio.Sentía,sí,curiosidaddeverla.Perounnimioincidente,punzandosuvanidad,loarrastródenuevo.Elprimerdomingo,Nébel,comotodobuenchicodepueblo,esperóenlaesquinalasalidademisa.Alfin,lasúltimasacaso,erguidasymirandoadelante,Lidiay sumadreavanzaronporentrelafilademuchachos.

    Nébel, al verla de nuevo, sintió que sus ojos se dilatabanpara sorber entodasuplenitudlafigurabruscamenteadorada.Esperóconansiacasidolorosaelinstanteenquelosojosdeella,enunsúbitoresplandordedichosasorpresa,loreconoceríanentreelgrupo.

    Peropasó,consumiradafríafijaadelante.

    —Parece que no se acuerdamás de ti—le dijo un amigo, que a su ladohabíaseguidoelincidente.

    —¡Nomucho!—sesonrióél.—Yeslástima,porquelachicamegustabaenrealidad.

    Pero cuando estuvo solo se lloró a símismo su desgracia. ¡Y ahora quehabíavueltoaverla!¡Cómo,cómolahabíaqueridosiempre,élquecreíanoacordarsemás!¡Yacabado!¡Pum,pum,pum!—repetíasindarsecuenta,conlacostumbredelchico.—¡Pum!¡todoconcluído!

    Degolpe:¿Ysinomehubieravisto?…¡Claro! ¡peroclaro!Surostroseanimódenuevo,acogiéndoseconplenaconvicciónaunaprobabilidadcomoesa,profundamenterazonable.

    AlastresgolpeabaencasadeldoctorArrizabalaga.Suideaeraelemental:consultaría con cualquier mísero pretexto al abogado, y entretanto acaso laviera.Unasúbitacarreraporelpatiorespondióaltimbre,yLidia,paradetenerelimpulso,tuvoquecogerseviolentamentealapuertavidriera.VióaNébel,lanzóunaexclamación,yocultandoconsusbrazoslaliviandaddomésticade

  • suropa,huyómásvelozmenteaún.

    Un instante después lamadre abría el consultorio, y acogía a su antiguoconocidoconmásvivacomplacenciaquecuatromesesatrás.Nébelnocabíaensídegozo,ycomolaseñoranoparecíainquietarseporlaspreocupacionesjurídicasdeNébel,ésteprefiriótambiénunmillóndevecestalpresenciaaladelabogado.

    Con todo, sehallabasobreascuasdeuna felicidaddemasiadoardientey,comotenía18años,deseabairsedeunavezparagozarasolas,ysincortedad,suinmensadicha.

    —¡Tanpronto,ya!—ledijolaseñora.—Esperoquetendremoselgustodeverlootravez…¿Noesverdad?

    —¡Oh,sí,señora!

    —Encasatodostendríamosmuchoplacer…¡supongoquetodos!¿Quierequeconsultemos?—sesonrióconmaternalburla.

    —¡Oh,contodaelalma!—repusoNébel.

    —¡Lidia!¡Venunmomento!Hayaquíunapersonaaquienconoces.

    Nébelhabíasidovistoyaporella;peronoimportaba.

    Lidia llegó cuando él estaba de pie. Avanzó a su encuentro, los ojoscentelleantes de dicha, y le tendió un gran ramo de violetas, con adorabletorpeza.

    —Si a usted no lemolesta—prosiguió lamadre—podría venir todos loslunes…¿quéleparece?

    —¡Que es muy poco, señora!—repuso el muchacho—Los viernestambién…¿mepermite?

    Laseñoraseechóareir.

    —¡Quéapurado!Yonosé…veamosquédiceLidia.¿Quédices,Lidia?

    Lacriatura,quenoapartabasusojosrientesdeNébel,ledijo¡sí!enplenorostro,puestoqueaéldebíasurespuesta.

    —Muybien:entonceshastaellunes,Nébel.

    Nébelobjetó:

    —¿Nomepermitiríavenirestanoche?Hoyesundíaextraordinario…

    —¡Bueno!¡Estanochetambién!Acompáñalo,Lidia.

    PeroNébel, en loca necesidaddemovimiento, se despidió allímismo, yhuyóconsuramocuyocabohabíadeshechocasi,yconelalmaproyectadaal

  • últimocielodelafelicidad.

    II

    Durantedosmeses, todos losmomentosenque seveían, todas lashorasquelosseparaban,NébelyLidiaseadoraron.Paraél,románticohastasentirelestado de dolorosa melancolía que provoca una simple garúa que agrisa elpatio,lacriaturaaquella,consucaraangelical,susojosazulesysutempranaplenitud,debíaencarnarlasumaposibledeideal.Paraella,Nébeleravaronil,buen mozo e inteligente. No había en su mutuo amor más nube para elporvenir que la minoría de edad de Nébel. El muchacho, dejando de ladoestudios,carrerasysuperfluidadesporelestilo,queríacasarse.Comoprobado,nohabíasinodoscosas:queaél leeraabsolutamenteimposiblevivirsinsuLidia,yque llevaríapordelantecuantoseopusieseaello.Presentía—omásbiendicho,sentía—queibaaescollarrudamente.

    Su padre, en efecto, a quien había disgustado profundamente el año queperdía Nébel tras un amorío de carnaval, debía apuntar las íes con terriblevigor.AfinesdeAgosto,hablóundíadefinitivamenteasuhijo:

    —Me han dicho que sigues tus visitas a lo deArrizabalaga. ¿Es cierto?Porquetúnotedignasdecirmeunapalabra.

    Nébelviótodalatormentaenesaformadedignidad,ylavozletemblóunpoco.

    —Sinotedijenada,papá,esporqueséquenotegustaquehabledeeso.

    —¡Bah!cómogustarme,puedes,enefecto,ahorrarteeltrabajo…

    Peroquisierasaberenquéestadoestás.¿Vasaesacasacomonovio?

    —Sí.

    —¿Yterecibenformalmente?

    —C-creoquesí.

    Elpadrelomirófijamenteytamborileósobrelamesa.

    —¡Estábueno!¡Muybien!…Oyeme,porquetengoeldeberdemostrarteelcamino.¿Sabestúbienloquehaces?¿Haspensadoenloquepuedepasar?

    —¿Pasar?…¿qué?

    —Que te cases con esa muchacha. Pero fíjate: ya tienes edad parareflexionar,almenos.¿Sabesquiénes?¿Dedóndeviene?¿ConocesaalguienquesepaquévidallevaenMontevideo?

    —¡Papá!

    —¡Sí, quéhacen allá! ¡Bah!nopongas esa cara…Nome refiero a tu…

  • novia.Esaesunacriatura,ycomotalnosabeloquehace.¿Perosabesdequéviven?

    —¡No!Nimeimporta,porqueaunqueseasmipadre…

    —¡Bah, bah, bah! Deja eso para después. No te hablo como padre sinocomo cualquier hombre honrado pudiera hablarte. Y puesto que te indignatanto lo que te pregunto, averigua a quien quiera contarte, qué clase derelacionestienelamadredetunoviaconsucuñado,pregunta!

    —¡Sí!Yaséquehasido…

    —Ah, ¿sabes que ha sido la querida de Arrizabalaga? ¿Y que él u otrosostienenlacasaenMontevideo?¡Ytequedastanfresco!

    —¡…!

    —¡Sí, ya sé, tu novia no tiene nada que ver con esto, ya sé! No hayimpulsomásbelloqueeltuyo…Peroandaconcuidado,porquepuedesllegartarde!… ¡No, no, cálmate!No tengo ninguna idea de ofender a tu novia, ycreo,comotehedicho,quenoestácontaminadaaúnporlapodredumbrequelarodea.Perosilamadretelaquierevenderenmatrimonio,omásbienalafortunaquevas a heredar cuandoyomuera, díle que el viejoNébel no estádispuestoaesos tráficos,yqueantesse lo llevaráeldiabloqueconsentireneso.Nadamástequeríadecir.

    Elmuchachoqueríamucho a supadre a pesar del carácter durode éste;salióllenoderabiapornohaberpodidodesahogarsuira, tantomásviolentacuantoqueélmismolasabíainjusta.Hacíatiempoyaquenoignorabaesto:lamadredeLidiahabíasidoqueridadeArrizabalagaenvidadesumarido,yaúncuatro o cinco años después. Se veían aún de tarde en tarde, pero el viejolibertino,arrebujadoahoraensusartritisdeenfermizosolterón,distabamuchode ser respecto de su cuñada lo que se pretendía; y si mantenía el tren demadreehija,lohacíaporunaespeciedecompasióndeexamante,rayanaenvilegoísmo,ysobretodoparaautorizarloschismesactualesquehinchabansuvanidad.

    Nébel evocaba a lamadre; y conun extremecimiento demuchacho locopor las mujeres casadas, recordaba cierta noche en que hojeando juntos yreclinadosuna Illustration,había creído sentir sobre susnervios súbitamentetensos,unhondohálitodedeseoquesurgíadelcuerpoplenoquerozabaconél. Al levantar los ojos, Nébel había visto la mirada de ella, en lánguidaimprecisióndemareo,posarsepesadamentesobrelasuya.

    ¿Se había equivocado? Era terriblemente histérica, pero con raramanifestación desbordante; los nervios desordenados repiqueteaban haciaadentro,ydeaquílasúbitatenacidadenundisparate,elbruscoabandonode

  • una convicción; y en los prodromos de las crisis, la obstinación creciente,convulsiva, edificándose a grandes bloques de absurdos. Abusaba de lamorfina,porangustiosanecesidadyporelegancia.Teníatreintaysieteaños;eraalta,con labiosmuygruesosyencendidos,quehumedecíasincesar.Sinsergrandes, losojos loparecíanporunpocohundidosy tenerpestañasmuylargas;peroeranadmirablesdesombray fuego.Sepintaba.Vestía,como lahija,conperfectobuengusto,yeraésta,sinduda,sumayorseducción.Debíade haber tenido, como mujer, profundo encanto; ahora la histeria habíatrabajadomuchosucuerpo—siendo,desdeluego,enfermadelvientre.Cuandoellatigazodelamorfinapasaba,susojosseempañaban,ydelacomisuradelos labios,delpárpadogloboso,pendíauna fina redecilladearrugas.Peroapesardeello,lamismahisteriaqueledeshacíalosnervioseraelalimento,unpocomágico,quesosteníasutonicidad.

    QueríaentrañablementeaLidia;yconlamoraldelashistéricasburguesas,hubiera envilecido a su hija para hacerla feliz—esto es, para proporcionarleaquelloquehabríahechosupropiafelicidad.

    Así,lainquietuddelpadredeNébelaesterespectotocabaasuhijoenlomáshondodesuscuerdasdeamante.¿CómohabíaescapadoLidia?Porquelalimpidez de su cutis, la franqueza de su pasión de chica que surgía conadorablelibertaddesusojosbrillantes,eran,yanopruebadepureza,sinodeescalón de noble gozo por el queNébel ascendía triunfal a arrancar de unamanotadaalaplantapodridalaflorquepedíaporél.

    Esta convicción era tan intensa, que Nébel jamás la había besado. Unatarde, después de almorzar, en que pasaba por lo de Arrizabalaga, habíasentido loco deseo de verla. Su dicha fué completa, pues la halló sola, enbatón, y los rizos sobre lasmejillas.ComoNébel la retuvo contra la pared,ella, riendo y cortada, se recostó en el muro. Y el muchacho, a su frente,tocándola casi, sintió en sus manos inertes la alta felicidad de un amorinmaculado,quetanfácillehabríasidomanchar.

    ¡Peroluego,unavezsumujer!Nébelprecipitabacuantoleeraposiblesucasamiento.Suhabilitacióndeedad,obtenidaenesosdías,lepermitíaporsulegítimamaternaafrontar losgastos.Quedabaelconsentimientodelpadre,ylamadreapremiabaestedetalle.

    La situación de ella, sobrado equívoca enConcordia, exigía una sanciónsocialquedebíacomenzar,desdeluego,porladelfuturosuegrodesuhija.Ysobretodo, lasosteníaeldeseodehumillar,deforzara lamoralburguesa,adoblarlasrodillasantelamismainconvenienciaquedespreció.

    Yavariasveceshabíatocadoelpuntoconsufuturoyerno,conalusionesa"misuegro"…"minuevafamilia"…"lacuñadademihija".Nébelsecallaba,ylosojosdelamadrebrillabanentoncesconmásfuego.

  • Hastaqueundíalallamaselevantó.Nébelhabíafijadoel18deoctubreparasucasamiento.Faltabamásdeunmesaún,perolamadrehizoentenderclaramentealmuchachoquequeríalapresenciadesupadreesanoche.

    —Será difícil—dijo Nébel después de un mortificante silencio—. Lecuestamuchosalirdenoche…Nosalenunca.

    —¡Ah!—exclamósólo lamadre,mordiéndose rápidamenteel labio.Otrapausasiguió,peroéstayadepresagio.

    —Porqueustednohaceuncasamientoclandestino¿verdad?

    —¡Oh!—sesonriódifícilmenteNébel—.Mipadretampocolocree.

    —¿Yentonces?

    Nuevosilenciocadavezmástempestuoso.

    —¿Espormíquesuseñorpadrenoquiereasistir?

    —¡No,noseñora!—exclamóalfinNébel,impaciente—.Estáensumododeser…Hablarédenuevoconél,siquiere.

    —¿Yo,querer?—sesonriólamadredilatandolasnarices—.Hagaloqueleparezca…¿Quiereirse,Nébel,ahora?Noestoybien.

    Nébelsalió,profundamentedisgustado.¿Quéibaadecirasupadre?Éstesostenía siempre su rotunda oposición a tal matrimonio, y ya el hijo habíaemprendidolasgestionesparaprescindirdeella.

    —Puedes hacer eso,muchomás, y todo lo que te dé la gana. ¡Peromiconsentimientoparaqueesaentretenidaseatusuegra,¡jamás!

    DespuésdetresdíasNébeldecidióaclarardeunavezeseestadodecosas,yaprovechóparaellounmomentoenqueLidianoestaba.

    —Hablé con mi padre—comenzó Nébel—y me ha dicho que le serácompletamenteimposibleasistir.

    Lamadresepusounpocopálida,mientrassusojos,enunsúbitofulgor,seestirabanhacialassienes.

    —¡Ah!¿Yporqué?

    —Nosé—repusoconvozsordaNébel.

    —Esdecir…¿quesuseñorpadretememancharsesiponelospiesaquí?

    —Nosé—repitióélconinconscienteobstinación.

    —¡Es que es una ofensa gratuita la que nos hace ese señor! ¿Qué se hafigurado?—añadióconvozyaalteradayloslabiostemblantes.—¿Quiénesélparadarseesetono?

  • Nébel sintió entonces el fustazo de reacción en la cepa profunda de sufamilia.

    —¡Quées,nosé!—repusoconlavozprecipitadaasuvez—peronosóloseniegaaasistir,sinoquetampocodasuconsentimiento.

    —¿Qué?¿quéseniega?¿Yporqué?¿Quiénesél?¡Elmásautorizadoparaesto!

    Nébelselevantó:

    —Señora…

    Peroellasehabíalevantadotambién.

    —¡Sí, él! ¡Usted es una criatura! ¡Pregúntele de dónde ha sacado sufortuna,robadaasusclientes!¡Yconesosaires!¡Sufamiliairreprochable,sinmancha,sellenalabocaconeso!¡Sufamilia!…¡Dígalequeledigacuántasparedesteníaquesaltarparairadormirconsumujer,antesdecasarse!¡Sí,yme viene con su familia!… ¡Muy bien, váyase; estoy hasta aquí dehipocresías!¡Quelopasebien!

    III

    Nébel vivió cuatro días vagando en la más honda desesperación. ¿Ouépodíaesperardespuésdelosucedido?Alquinto,yalanochecer,recibióunaesquela:

    "Octavio:Lidiaestábastanteenferma,ysólosupresenciapodríacalmarla.

    MaríaS.deArrizabalaga."

    Eraunatreta,noteníaduda.PerosisuLidiaenverdad…

    Fué esa noche y la madre lo recibió con una discreción que asombró aNébel,sinafabilidadexcesiva,niairetampocodepecadoraquepidedisculpa.

    —Siquiereverla…

    Nébelentrócon lamadre,yvióa suamoradoradoen lacama,el rostrocon esa frescura sin polvos que dan únicamente los 14 años, y el cuerporecogidobajolasropasquedisimulabannotablementesuplenajuventud.

    Se sentóa su lado,y enbalde lamadreesperóaque sedijeranalgo:nohacíansinomirarseyreir.

    DeprontoNébelsintióqueestabansolos,ylaimagendelamadresurgiónítida: "se va para que en el transporte demi amor reconquistado, pierda lacabezayelmatrimonioseaasí forzoso".Peroenesecuartodehoradegocefinalqueleofrecíanadelantadoygratisacostadeunpagarédecasamiento,elmuchacho,de18años,sintió—comootravezcontralapared—elplacersinla

  • máslevemancha,deunamorpuroentodasuaureoladepoéticoidilio.

    Sólo Nébel pudo decir cuán grande fué su dicha recuperada en pos delnaufragio. El también olvidaba lo que fuera en la madre explosión decalumnia,ansiarabiosadeinsultaralosquenolomerecen.Peroteníalamásfríadecisióndeapartaralamadredesuvidaunavezcasados.Elrecuerdodesutiernanovia,purayrienteenlacamadequesehabíadestendidounapuntaparaél,encendíalapromesadeunavoluptuosidadíntegra,alaquenohabíarobadonielmáspequeñodiamante.

    Alanochesiguiente,alllegaralodeArrizabalaga,Nébelhallóelzaguánoscuro.Despuésdelargorato,lasirvientaentreabriólavidriera:

    —Noestánlasseñoras.

    —¿Hansalido?—preguntóextrañado.

    —No,sevanaMontevideo…HanidoalSaltoadormirabordo.

    —¡Ah!—murmuróNébelaterrado.Teníaunaesperanzaaún.

    —¿Eldoctor?¿Puedohablarconél?

    —Noestá,sehaidoalclubdespuésdecomer…

    Unavezsoloenlacalleoscura,Nébellevantóydejócaerlosbrazosconmortaldesaliento:¡Seacabótodo!Sufelicidad,sudichareconquistadaundíaantes, perdida de nuevo y para siempre! Presentía que esta vez no habíaredención posible. Los nervios de la madre habían saltado a la loca, comoteclas,yélnopodíahaceryanadamás.

    Comenzabaalloviznar.Caminóhastalaesquina,ydesdeallí,inmóvilbajoel farol, contempló con estúpida fijeza la casa rosada. Dió una vuelta a lamanzana,ytornóadetenersebajoelfarol.¡Nunca,nunca!

    Hastalasonceymediahizolomismo.Alfinsefuéasucasaycargóelrevólver. Pero un recuerdo lo detuvo: meses atrás había prometido a undibujante alemán que antes de suicidarse—Nébel era adolescente—iría averlo.Uníalo conelviejomilitardeGuillermounavivaamistad, cimentadasobrelargascharlasfilosóficas.

    A lamañana siguiente,muy temprano,Nébel llamabaalpobre cuartodeaquél.Laexpresióndesurostroerasobradoexplícita.

    —¿Esahora?—lepreguntóelpaternalamigo,estrechándoleconfuerzalamano.

    —¡Pst!¡Detodosmodos!…—repusoelmuchacho,mirandoaotrolado.

    Eldibujante,congrancalma,lecontóentoncessupropiodramadeamor.

  • —Vaya a su casa—concluyó—y si a las once no ha cambiado de idea,vuelva a almorzar conmigo, si es que tenemos qué. Después hará lo quequiera.¿Melojura?

    —Se lo juro—contestó Nébel, devolviéndole su estrecho apretón congrandesganasdellorar.

    EnsucasaloesperabaunatarjetadeLidia:

    "Idolatrado Octavio: Mi desesperación no puede ser más grande, peromamá ha visto que si me casaba con usted me estaban reservados grandesdolores,hecomprendidocomoellaque lomejorera separarnosy le juranoolvidarlonunca

    tuLidia."

    —¡Ah, tenía que ser así!—clamó elmuchacho, viendo almismo tiempocon espanto su rostro demudado en el espejo.—¡La madre era quien habíainspiradolacarta,ellaysumalditalocura!Lidianohabíapodidomenosqueescribir, y la pobre chica, trastornada, lloraba todo su amor en la redacción.¡Ah!¡Sipudieraverlaalgúndía,decirledequémodolahequerido,cuántolaquieroahora,adoradadelalma!

    Temblandofuéhastaelveladorycogióelrevólver,perorecordósunuevapromesa, y durante un rato permaneció inmóvil, limpiando obstinadamenteconlauñaunamanchadeltambor.

    Otoño

    Unatarde,enBuenosAires,acababaNébeldesubiraltramway,cuandoelcochesedetuvounmomentomásdelconveniente,yaquél,queleía,volvióalfin la cabeza.Unamujer con lento y difícil paso avanzaba.Tras una rápidaojeadaalaincómodapersona,reanudólalectura.Ladamasesentóasulado,yalhacerlomiróatentamenteaNébel.Este,aunquesentíadevezencuandolamiradaextranjeraposadasobreél,prosiguiósulectura;peroalfinsecansóylevantóelrostroextrañado.

    —Yameparecíaqueerausted—exclamóladama—aunquedudabaaún…

    Nomerecuerda,¿noescierto?

    —Sí—repusoNébelabriendolosojos—laseñoradeArrizabalaga…

    EllaviólasorpresadeNébel,ysonrióconairedeviejacortesanaquetrataaúndeparecerbienaunmuchacho.

    Deella,cuandoNébellaconocióonceañosatrás,sóloquedabanlosojos,aunquemáshundidos,yapagadosya.Elcutisamarillo,contonosverdososenlas sombras, se resquebrajaba en polvorientos surcos. Los pómulos saltabanahora,yloslabios,siempregruesos,pretendíanocultarunadentaduradeltodo

  • cariada. Bajo el cuerpo demacrado se veía viva a la morfina corriendo porentre los nervios agotados y las arterias acuosas, hasta haber convertido enaquelesqueleto,alaelegantemujerqueundíahojeólaIllustrationasulado.

    —Sí, estoy muy envejecida… y enferma; he tenido ya ataques a losriñones…yusted—añadiómirándoloconternura—¡siempreigual!Verdadesquenotienetreintaañosaún…Lidiatambiénestáigual.

    Nébellevantólosojos:

    —¿Soltera?

    —Sí…¡Cuántosealegrarácuandolecuente!¿Porquénoledaesegustoalapobre?¿Noquiereiravernos?

    —Conmuchogusto—murmuróNébel.

    —Sí,vayapronto;yasabeloquehemossidopara…Enfin,Boedo,1483;departamento14…Nuestraposiciónestanmezquina…

    —¡Oh!—protestóél,levantándoseparairse.Prometióirmuypronto.

    DocedíasdespuésNébeldebíavolveralingenio,yantesquisocumplirsupromesa. Fué allá—un miserable departamento de arrabal.—La señora deArrizabalagalorecibió,mientrasLidiasearreglabaunpoco.

    —¡Conque once años!—observó de nuevo la madre.—¡Cómo pasa eltiempo!¡YustedquepodríatenerunainfinidaddehijosconLidia!

    —Seguramente—sonrióNébel,mirandoasurededor.

    —¡Oh! ¡no estamosmuy bien!Y sobre todo como debe estar puesta sucasa… Siempre oigo hablar de sus cañaverales… ¿Es ese su únicoestablecimiento?

    —Sí,…enEntreRíostambién…

    —¡Quéfeliz!Sipudierauno…Siempredeseandoirapasarunosmesesenelcampo,ysiempreconeldeseo!

    Secalló,echandounafugazmiradaaNébel.Esteconelcorazónapretado,revivíanítidaslasimpresionesenterradasonceañosensualma.

    —Ytodoestopor faltade relaciones…¡Es tandifícil tenerunamigoenesascondiciones!

    ElcorazóndeNébelsecontraíacadavezmás,yLidiaentró.

    Estaba también muy cambiada, porque el encanto de un candor y unafrescura de los catorce años, no se vuelve a hallar más en la mujer deveintiséis. Pero bella siempre. Su olfato masculino sintió en la mansatranquilidaddesumirada,ensucuellomórbido,yentodoloindefinibleque

  • denuncia al hombre el amor ya gozado, que debía guardar velado parasiempre,elrecuerdodelaLidiaqueconoció.

    Hablaron de cosas muy triviales, con perfecta discreción de personasmaduras.Cuandoellasaliódenuevounmomento,lamadrereanudó:

    —Sí,estáunpocodébil…Ycuandopiensoqueenelcamposerepondríaenseguida…Vea,Octavio:¿mepermiteserfrancaconusted?Yasabequelohe querido como a un hijo… ¿No podríamos pasar una temporada en suestablecimiento?¡CuántobienleharíaaLidia!

    —Soycasado—repusoNébel.

    La señora tuvo un gesto de viva contrariedad, y por un instante sudecepciónfuésincera;peroenseguidacruzósusmanoscómicas:

    —¡Casado,usted!¡Oh,quédesgracia,quédesgracia!¡Perdóneme,yasabe!…Noséloquedigo…¿Ysuseñoraviveconustedenelingenio?

    —Sí,generalmente…AhoraestáenEuropa.

    —¡Quédesgracia!Esdecir…¡Octavio!—añadióabriendo losbrazosconlágrimasen losojos:—austed lepuedocontar,ustedha sidocasimihijo…¡Estamos pocomenos que en lamiseria! ¿Por qué no quiere que vaya conLidia? Voy a tener con usted una confesión de madre—concluyó con unapastosasonrisaybajandolavoz:—ustedconocebienelcorazóndeLidia,¿noescierto?

    Esperórespuesta,peroNébelpermaneciócallado.

    —¡Sí,ustedlaconoce!¿YcreequeLidiaesmujercapazdeolvidarcuandohaquerido?

    Ahorahabíareforzadosuinsinuaciónconunaleveguiñada.Nébelvaloróentonces de golpe el abismo en que pudo haber caído antes.Era siempre lamismamadre, pero ya envilecida por su propia alma vieja, lamorfina y lapobreza.YLidia…Alverlaotravezhabíasentidounbruscogolpededeseopor la mujer actual de garganta llena y ya estremecida. Ante el tratadocomercialqueleofrecían,seechóenbrazosdeaquellararaconquistaqueledeparabaeldestino.

    —¿Nosabes,Lidia?—prorrumpióalborozada, alvolver suhija—Octavionosinvitaapasarunatemporadaensuestablecimiento.¿Quéteparece?

    Lidiatuvounafugitivacontraccióndelascejasyrecuperósuserenidad.

    —Muybien,mamá…

    —¡Ah!¿nosabesloquédice?Estácasado.¡Tanjovenaún!Somoscasidesufamilia…

  • LidiavolvióentonceslosojosaNébel,ylomiróunmomentocondolorosagravedad.

    —¿Hacetiempo?—murmuró.

    —Cuatroaños—repusoélenvozbaja.Apesardetodo,lefaltóánimoparamirarla.

    Invierno

    Nohicieron el viaje juntos, por último escrúpulode casado enuna líneadondeeramuyconocido;peroalsalirdelaestaciónsubieronenelbrecdelacasa. Cuando Nébel quedaba solo en el ingenio, no guardaba a su serviciodomésticomásqueaunaviejaindia,pues—amásdesupropiafrugalidad—sumujer se llevaba consigo toda la servidumbre. De este modo presentó susacompañantes a la fiel nativa como una tía anciana y su hija, que venían arecobrarlasaludperdida.

    Nadamás creíble, porotro lado,pues la señoradecaíavertiginosamente.Habíallegadodeshecha,elpieinciertoypesadísimo,yensufaciesangustiosala morfina, que había sacrificado cuatro horas seguidas a ruego de Nébel,pedíaagritosunacorridapordentrodeaquelcadáverviviente.

    Nébel,quecortarasusestudiosalamuertedesupadre,sabíalosuficienteparapreverunarápidacatástrofe;elriñon,íntimamenteatacado,teníaavecesparospeligrososquelamorfinanohacíasinoprecipitar.

    Ya en el coche, no pudiendo resistir más, había mirado a Nébel contransidaangustia:

    —Simepermite,Octavio…¡nopuedomás!Lidia,pontedelante.

    Lahija,tranquilamente,ocultóunpocoasumadre,yNébeloyóelcrugidodelaropaviolentamenterecogidaparapincharelmuslo.

    Súbitamentelosojosseencendieron,yunaplenituddevidacubriócomounamáscaraaquellacaraagónica.

    —Ahoraestoybien…¡quédicha!Mesientobien.

    —Debería dejar eso—dijo rudamente Nébel, mirándola de costado.—Alllegar,estarápeor.

    —¡Oh,no!Antesmoriraquímismo.

    Nébel pasó todo el día disgustado, y decidido a vivir cuanto le fueraposiblesinverenLidiaysumadremásquedospobresenfermas.Peroalcaerlatarde,ycomolasfierasqueempiezanaesahoraaafilarlasuñas,elcelodevaróncomenzóarelajarlelacinturaenlasosescalofríos.

    Comierontemprano,pueslamadre,quebrantada,deseabaacostarsedeuna

  • vez.Nohubotampocomediodequetomaraexclusivamenteleche.

    —¡Huy!¡quérepugnancia!Nolapuedopasar.¿Yquierequesacrifiquelosúltimosañosdemivida,ahoraquepodríamorircontenta?

    Lidianopestañeó.HabíahabladoconNébelpocaspalabras,ysóloalfindel café lamiradadeéste se clavóen lade ella;peroLidiabajó la suyaenseguida.

    CuatrohorasdespuésNébelabríasinruidolapuertadelcuartode

    Lidia.

    —¡Quiénes!—sonódeprontolavozazorada.

    —Soyyo—murmuróNébelenvozapenassensible.

    Un movimiento de ropas, como el de una persona que se sientabruscamenteen la cama, siguióa suspalabras,y el silencio reinódenuevo.PerocuandolamanodeNébeltocóenlaoscuridadunbrazotibio,elcuerpotemblóentoncesenunahondasacudida.

    Luego,inertealladodeaquellamujerqueyahabíaconocidoelamorantesqueélllegara,subiódelomásrecónditodelalmadeNébel,elsantoorgullodesu adolescencia de no haber tocado jamás, de no haber robado ni un besosiquiera,alacriaturaquelomirabaconradiantecandor.PensóenlaspalabrasdeDostojewsky, que hasta esemomento no había comprendido: "Nada haymásbello y que fortalezcamás en la vida, queunpuro recuerdo".Nébel lohabíaguardado,eserecuerdosinmancha,purezainmaculadadesusdieciochoaños, y que ahora estaba allí, enfangado hasta el cáliz sobre una cama desirvienta…

    Sintióentoncessobresucuellodoslágrimaspesadas,silenciosas.Ellaasuvez recordaría…Y las lágrimasdeLidia continuabanuna trasotra, regandocomounatumbaelabominablefindesuúnicosueñodefelicidad.

    II

    Durante diez días la vida prosiguió en común, aunqueNébel estaba casitodo el día afuera. Por tácito acuerdo,Lidia y él se encontrabanmuy pocasveces solos,yaunquedenochevolvíanaverse,pasabanaúnentonces largotiempocallados.

    Lidiateníaellamismabastantequéhacercuidandoasumadre,postradaalfin.Comonohabíaposibilidaddereconstruir loyapodrido,yaúnatruequedel peligro inmediato que ocasionara, Nébel pensó en suprimir la morfina.Pero se abstuvo una mañana que entró bruscamente en el comedor, alsorprenderaLidiaquesebajabaprecipitadamentelasfaldas.Teníaenlamanolajeringuilla,yfijóenNébelsumiradaespantada.

  • —¿Hacemuchotiempoqueusaseso?—lepreguntóélalfin.

    —Sí—murmuróLidia,doblandoenunaconvulsiónlaaguja.

    Nébellamiróaúnyseencogiódehombros.

    Si embargo, como la madre repetía sus inyecciones con una frecuenciaterribleparaahogarlosdoloresdesuriñónquelamorfinaconcluíadematar,Nébelsedecidióaintentarlasalvacióndeaquelladesgraciada,sustrayéndoleladroga.

    —¡Octavio!¡mevaamatar!—clamóellaconroncasúplica.—¡Mihijo

    Octavio!¡nopodríavivirundía!

    —¡Esquenovivirádoshorassiledejoeso!—cortóNébel.

    —¡Noimporta,miOctavio!¡Dame,damelamorfina!

    Nébeldejóquelosbrazossetendieraninútilmenteaél,ysalióconLidia.

    —¿Túsabeslagravedaddelestadodetumadre?

    —Sí…Losmédicosmehabíandicho…

    Ellamirófijamente.

    —Esqueestámuchopeordeloqueimaginas.

    Lidiasepusolívida,ymirandoafueraentrecerrólosojosysemordióloslabiosenuncasisollozo.

    —¿Nohaymédicoaquí?—murmuró.

    —Aquíno,niendiezleguasalaredonda;perobuscaremos.

    Esa tarde llegó el correo cuando estaban solos en el comedor, y Nébelabrióunacarta.

    —¿Noticias?—preguntóLidialevantandoinquietalosojosaél.

    —Sí—repusoNébel,prosiguiendolalectura.

    —¿Delmédico?—volvióLidiaalrato,másansiosaaún.

    —No,demimujer—repusoélconlavozdura,sinlevantarlosojos.

    AlasdiezdelanocheLidiallegócorriendoalapiezadeNébel.

    —¡Octavio!¡mamásemuere!…

    Corrieronalcuartodelaenferma.Unaintensapalidezcadaverizabayaelrostro. Tenía los labios desmesuradamente hinchados y azules, y por entreellosseescapabaunremedodepalabra,guturalyabocallena:

    —Pla…pla…pla…

  • Nébelvióenseguidasobreelveladorelfrascodemorfina,casivacío.

    —¡Esclaro,semuere!¿Quiénlehadadoesto?—preguntó.

    —¡Nosé,Octavio!Haceunratosentíruido…Seguramentelofuéabuscaratucuartocuandonoestabas…¡Mamá,pobremamá!—cayósollozandosobreelmiserablebrazoquependíahastaelpiso.

    Nébellapulsó;elcorazónnodabamás,ylatemperaturacaía.Alratoloslabioscallaronsupla…pla,yenlapielaparecierongrandesmanchasvioleta.

    Alaunadelamañanamurió.Esatarde,traselentierro,NébelesperóqueLidia concluyera de vestirse,mientras los peones cargaban las valijas en elcarruaje.

    —Tomaesto—ledijocuandoseaproximóaél,tendiéndoleunchequedediezmilpesos.

    Lidia se extremeció violentamente, y sus ojos enrojecidos se fijaron dellenoenlosdeNébel.Peroéstesostuvolamirada.

    —¡Toma,pues!—repitiósorprendido.

    Lidialotomóysebajóarecogersuvalijita.Nébelseinclinósobreella.

    —Perdóname—ledijo.—Nomejuzguespeordeloquesoy.

    En la estación esperaron un rato y sin hablar, junto a la escalerilla delvagón,puesel trennosalíaaún.Cuandolacampanasonó,Lidialetendiólamanoysedispusoasubir.Nébellaoprimió,yquedóunlargoratosinsoltarla,mirándola. Luego, avanzando, recogió a Lidia de la cintura y la besóhondamenteenlaboca.

    El tren partió. Inmóvil, Nébel siguió con la vista la ventanilla que seperdía.

    PeroLidianoseasomó.

    LOSOJOSSOMBRIOS

    DespuésdelasprimerassemanasderomperconElena,unanochenopudeevitar asistir a un baile. Hallábame hacía largo rato sentado y aburrido enexceso,cuandoJulioZapiola,viéndomeallí,vinoasaludarme.Esunhombrejoven, dotado de rara elegancia y virilidad de carácter. Lo había estimadomuchosañosatrás,yentoncesvolvíadeEuropa,despuésdelargaausencia.

    Asínuestracharla,queenotraocasiónnohubierapasadodeochoodiez

  • frases, se prolongó esta vez en larga y desahogada sinceridad. Supe que sehabíacasado;sumujerestabaallímismoesanoche.Pormiparte,loinformédeminoviazgoconElena—ysurecienteruptura.Posiblementemequejédelaamarga situación, pues recuerdo haberle dicho que creía de todo puntoimposiblecualquierarreglo.

    —Nocreaenesassacudidas—medijoZapiolaconairetranquiloyserio.—Casinuncasesabealprincipioloquepasaráoseharádespués.Yotengoenmimatrimoniounanovelainfinitamentemáscomplicadaquelasuya;locualnoobstaparaqueyoseahoyelmaridomásfelizdelatierra.Oigala,porqueausted podrá serle de gran provecho. Hace cinco años me vi con granfrecuencia conVezzera, un amigo del colegio a quien había queridomuchoantes, y sobre todo él a mí. Cuanto prometía el muchacho se realizóplenamente en el hombre; era como antes inconstante, apasionado, condepresiones y exaltamientos femeniles. Todas sus ansias y suspicacias eranenfermizas,yustednoignoradequémodosesufreysehacesufrirconestemododeser.

    Undíamedijoqueestabaenamorado,yqueposiblementesecasaríamuypronto.Aunquemehablóconlocoentusiasmodelabellezadesunovia,estaapreciaciónsuyade lahermosuraencuestiónno teníaparamíningúnvalor.Vezzerainsistió,irritándoseconmiorgullo.

    —Noséquétienequeverelorgulloconesto—leobservé.

    —¡Sieseso!Yosoyenfermizo,excitable,expuestoacontinuosmirajesydeboequivocarmesiempre.¡Tú,no!¡Loquediceseslaponderaciónjustadeloquehasvisto!

    —Tejuro…

    —¡Bah; déjame en paz!—concluyó cada vez más irritado con mitranquilidad,queeraparaélotramanifestacióndeorgullo.

    Cadavezquevolvíaverloenlosdíassucesivos,lohallémásexaltadoconsuamor.Estabamásdelgado,ysusojoscargadosdeojerasbrillabandefiebre.

    —¿Quierehacerunacosa?Vamosestanocheasucasa.Yalehehabladodeti.Vasaversiesonocomotehedicho.

    Fuimos.Nosé siustedhasufridouna impresiónsemejante;perocuandoellameextendiólamanoynosmiramos,sentíqueporesecontactotibio, laespléndida belleza de aquellos ojos sombríos y de aquel cuerpo mudo, seinfiltrabaenunacalienteondaentodomiser.

    Cuandosalimos,Vezzeramedijo:

    —¿Y?…¿escomotehedicho?

  • —Sí—lerespondí.

    —¿La gente impresionable puede entonces comunicar una impresiónconformealarealidad?

    —Estavez,sí—nopudemenosdereirme.

    Vezzeramemiródereojoysecallóporlargorato.

    —¡Parece—medijodepronto—quenohicierassinoconcedermeporsumagraciasubelleza!

    —¿Peroestásloco?—lerespondí.

    Vezzeraseencogiódehombroscomosiyohubieraesquivadosurespuesta.Siguiósinhablarme,visiblementedisgustado,hastaquealfinvolvióotravezamísusojosdefiebre.

    —Deveras,deverasmejurasqueteparecelinda?

    —¡Peroclaro,idiota!Meparecelindísima;¿quieresmás?

    Secalmóentonces,yconlareaccióninevitabledesusnerviosfemeninos,pasó conmigo una hora de loco entusiasmo, abrasándose al recuerdo de sunovia.

    Fuí varias veces más con Vezzera. Una noche, a una nueva invitación,respondíquenomehallababienyquelodejaríamosparaotromomento.Diezdíasmás tarde respondí lomismo, y de igualmodo en la siguiente semana.EstavezVezzeramemirófijamentealosojos:

    —¿Porquénoquieresir?

    —Noesquenoquierair,sinoquemehallohoyconpocohumorparaesascosas.

    —¡Noeseso!¡Esquenoquieresirmás!

    —¿Yo?

    —Sí;y teexijocomoaunamigo,ocomoa ti,quemedigas justamenteesto:¿Porquénoquieresirmás?

    —¡Notengoganas!…¿Tegusta?

    Vezzeramemirócomomiranlostuberculososcondenadosalreposo,aunhombrefuertequenosejactadeello.Yenrealidad,creoqueyaseprecipitabasutisis.

    Seobservóenseguidalasmanossudorosas,queletemblaban.

    —Hacedíasquelasnotomásflacas…¿Sabesporquénoquieresirmás?¿Quieresquetelodiga?

  • Tenía las ventanas de la nariz contraídas, y su respiración acelerada lecerrabaloslabios.

    —¡Vamos!Noseas…cálmate,queeslomejor.

    —¡Esquetelovoyadecir!

    —¿Pero no ves que estás delirando, que estás muerto de fiebre?—leinterrumpí. Por dicha, un violento acceso de tos lo detuvo. Lo empujécariñosamente.

    —Acuéstateunmomento…estásmal.

    Vezzeraserecostóenmicamaycruzósusdosmanossobrelafrente.

    Pasóunlargoratoensilencio.Deprontomellegósuvoz,lenta:

    —¿Sabesloqueteibaadecir?…QuenoqueríasqueMaríaseenamoraradeti…Poresonoibas.

    —¡Quéestúpido!—mesonreí.

    —Sí,estúpido!¡Todo,todoloquequieras!

    Quedamosmudosotravez.Alfinmeacerquéaél.

    —Estanochevamos—ledije.—¿Quieres?

    —Sí,quiero.

    Cuatrohorasmástardellegábamosallá.Maríamesaludócomosihubieradejadodevermeeldíaanterior,sinparecerenlomásmínimopreocupadademilargaausencia.

    —Pregúntalesiquiera—serióVezzeraconvisibleafectación—porquéhapasadotantotiemposinvenir.

    María arrugó imperceptiblemente el ceño, y se volvió a mí con risueñasorpresa:

    —¡Perosupongoquenotendríadeseodevisitarnos!

    Aunque el tono de la exclamción no pedía respuesta, María quedó uninstanteensuspenso,comosilaesperara.ViqueVezzeramedevorabaconlosojos.

    —Aunque deba avergonzarme eternamente—repuse—confieso que hayalgodeverdad…

    —¿Noesverdad?—serióella.

    Peroyaenelmovimientode lospiesyen ladilataciónde lasnaricesdeVezzera,conocísutensióndenervios.

  • —Dilequetediga—sedirigióaMaría—porquérealmentenoqueríavenir.

    Era tan perverso y cobarde el ataque, que lo miré con verdadera rabia.Vezzera afectó no darse cuenta, y sostuvo la tirante expectativa con elconvulsivogolpeteodelpie,mientrasMaríatornabaacontraerlascejas.

    —¿Hayotracosa?—sesonrióconesfuerzo.

    —Sí,Zapiolatevaadecir…

    —¡Vezzera!—exclamé.

    —…Esdecir,noelmotivosuyo,sinoelqueyoleatribuíaparanovenirmásaquí…¿sabesporqué?

    —Porque él cree que usted se va a enamorar de mí—me adelanté,dirigiéndomeaMaría.

    Yaantesdedeciresto,vibienclarolaridiculezenqueibaacaer;perotuvequehacerlo.Maríasoltólarisa,notándoseasímuchomáselcansanciodesusojos.

    —¿Sí?¿Pensabaseso,Antenor?

    —No,supondrás…eraunabroma—serióéltambién.

    Lamadreentródenuevoenlasala,ylaconversacióncambióderumbo.

    —Eres un canalla—me apresuré a decirle en los ojos aVezzera, cuandosalimos.

    —Sí—merespondiómirándomeclaramente.—Lohiceapropósito.

    —¿Queríasridiculizarme?

    —Sí…quería.

    —¿Yno tedavergüenza?¿Peroquédiablos tepasa?¿Qué tienescontramí?

    Nomecontestó,encogiéndosedehombros.

    —¡Andaaldemonio!—murmuré.Perounmomentodespués,alsepararme,sentísumiradacruelydesconfiadafijaenlamía.

    —¿Mejurasporloquemásquieras,porloquequierasmás,quenosabesloquepienso?

    —No—lerespondísecamente.

    —¡Nomientes,noestásmintiendo?

    —Nomiento.

    Ymentíaprofundamente.

  • —Bueno,mealegro…Dejemosesto.Hastamañana.¿Cuándoquieresquevolvamosallá?

    —¡Nunca!Seacabó.

    Viqueverdaderaangustialedilatabalosojos.

    —¿Noquieresirmás?—medijoconvozroncayextraña.

    —No,nuncamás.

    —Comoquieras,mejor…Noestásenojado,¿verdad?

    —¡Oh,noseascriatura!—mereí.

    YestabaverdaderamenteirritadocontraVezzera,contramí…

    AldíasiguienteVezzeraentróalanochecerenmicuarto.Llovíadesdelamañana,confuertetemporal,ylahumedadyelfríomeagobiaban.DesdeelprimermomentonotéqueVezzeraardíaenfiebre.

    —Vengoapedirteunacosa—comenzó.

    —¡Déjatedecosas!—interrumpí.—¿Porquéhassalidoconestanoche?

    ¿Novesqueestásjugandotuvidaconesto?

    —Lavidanomeimporta…dentrodeunosmesesestoseacaba…mejor.Loquequieroesquevayasotravezallá.

    —¡No!yatedije.

    —¡No,vamos!¡Noquieroquenoquierasir!¡Memataesto!¿Porquénoquieresir?

    —Yatehedicho:¡no-qui-e-ro!Niunapalabramássobreesto,¿oyes?

    Laangustiadelanocheanteriortornóadesmesurarlelosojos.

    —Entonces—articuló convoz profundamente tomada—es lo que pienso,loquetúsabesqueyopensabacuandomentisteanoche.Demodo…Bueno,dejemos,noesnada.Hastamañana.

    Lodetuvedelhombroysedejócaerenseguidaenlasilla,conlacabezasobresusbrazosenlamesa.

    —Quédate—ledije.—Vasadormiraquíconmigo.Noestéssolo.

    Durante un rato nos quedamos en profundo silencio. Al fin articuló sinentonaciónalguna:

    —Esquemedanunasganaslocasdematarme…

    —¡Poreso!¡Quédateaquí!…Noestéssolo.

  • Peronopudecontenerlo,ypasétodalanocheinquieto.

    Ustedsabequéterriblefuerzadeatraccióntieneelsuicidio,cuandolaideafijasehaenredadoenunamadejadenerviosenfermos.Habríasidomenesterquea todacostaVezzeranoestuviera soloen sucuarto.Yaúnasí,persistíasiempreelmotivo.

    Pasó lo que temía. A las siete de la mañana me trajeron una carta deVezzera, muerto ya desde cuatro horas atrás. Me decía en ella que erademasiadoclaroqueyoestabaenamoradodesunovia,yellademí.QueencuantoaMaría, tenía lamáscompletacertidumbreyqueyonohabíahechosinoconfirmarlemiamorconminegativaairmásallá.Queestuvierayolejosde creer que semataba de dolor, absolutamente no. Pero él no era hombrecapazdesacrificaranadieasuegoístafelicidad,yporesonosdejabalibreamíyaella.Además, suspulmonesnodabanmás…eracuestiónde tiempo.QuehicierafelizaMaría,comoélhubieradeseado…,etc.

    Ydosotresfrasesmás.Inútilquelecuenteendetallemiturbacióndeesosdías.Peroloqueresaltabaclaroparamíensucarta—paramíqueloconocía—era la desesperación de celos que lo llevó al suicidio. Ese era el únicomotivo;lodemás:sacrificioyconcienciatranquila,noteníaningúnvalor.

    En medio de todo quedaba vivísima, radiante de brusca felicidad, laimagen deMaría.Yo sé el esfuerzo que debí hacer, cuando era deVezzera,paradejarde iraverla.Yhabíacreídoadivinar tambiénquealgosemejantepasabaenella.Yahora, ¡libres! sí, solos losdos,peroconuncadáverentrenosotros.

    Después de quince días fuí a su casa.Hablamos vagamente, evitando lamenoralusión.Apenasmerespondía;yaunqueseesforzabaenello,nopodíasostenermimiradaunsolomomento.

    —Entonces,—ledijealfinlevantándome—creoquelomásdiscretoesquenovuelvamásaverla.

    —Creolomismo—merespondió.

    Peronomemoví.

    —¿Nuncamás?—añadí.

    —No, nunca… como usted quiera—rompió en un sollozo,mientras doslágrimasvencidasrodabanporsusmejillas.

    Alacercarmesellevólasmanosalacara,yapenassintiómicontactoseestremecióviolentamenteyrompióensollozos.Meinclinédetrásdeellayleabracélacabeza.

    —Sí, mi alma querida…¿quieres? Podremos ser muy felices. Eso no

  • importanada…¿quieres?

    —¡No,no!—merespondió—nopodríamos…no,¡imposible!

    —¡Después,sí,miamor!…¿Sí,después?

    —¡No,no,no!—redoblóaúnsussollozos.

    Entonces salí desesperado, y pensando con rabiosa amargura que aquelimbécil,almatarse,noshabíamuertotambiénanosotrosdos.

    Aquíterminaminovela.Ahora,¿quiereverla?

    —¡María!—sedirigióaunajovenquepasabadelbrazo.—Eshoraya;sonlastres.

    —¿Ya?¿lastres?—sevolvióella.—Nohubieracreído.Bueno,vamos.

    Unmomentito.

    Zapiolamedijoentonces:

    —Ya ve, amigo mío, como se puede ser feliz después de lo que le hecontado.Ysucaso…Espereunsegundo.

    Ymientrasmepresentabaasumujer:

    —LecontabaaXcómoestuvimosnosotrosapuntodenoserfelices.

    Lajovensonrióasumarido,yreconocíaquellosojossombríosdequeélme había hablado, y que como todos los de ese carácter, al reir destellanfelicidad.

    —Sí,—repusosencillamente—sufrimosunpoco…

    —¡Ya ve!—se rió Zapiola despidiéndose.—Yo en lugar suyo volvería alsalón.

    Mequedésolo.ElpensamientodeElenavolvióotravez;peroenmediodemidisgustomeacordabaacadainstantedelaimpresiónquerecibióZapiolaalverporprimeravezlosojosdeMaría.

    Yyonohacíasinorecordarlos.

    ELSOLITARIO

    Kassimeraunhombreenfermizo,joyerodeprofesión,bienquenotuvieratiendaestablecida.Trabajabaparalasgrandescasas,siendosuespecialidadelmontaje de las piedras preciosas. Pocas manos como las suyas para losengarces delicados. Con más arranque y habilidad comercial, hubiera sido

  • rico.Peroalostreintaycincoañosproseguíaensupieza,aderezadaentallerbajolaventana.

    Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exangüe sombreado por rala barbanegra,teníaunamujerhermosayfuertementeapasionada.Lajoven,deorigencallejero,habíaaspiradoconsuhermosuraaunmásaltoenlace.Esperóhastalos veinte años, provocando a los hombres y a sus vecinas con su cuerpo.Temerosaalfin,aceptónerviosamenteaKassim.

    No más sueños de lujo, sin embargo. Su marido, hábil—artista aún,—carecía completamente de carácter para hacer una fortuna. Por lo cual,mientraseljoyerotrabajabadobladosobresuspinzas,ella,decodos,sosteníasobresumaridounalentaypesadamirada,paraarrancarseluegobruscamenteyseguirconlavistatraslosvidriosaltranseuntedeposiciónquepodíahabersidosumarido.

    CuantoganabaKassim,noobstante,eraparaella.Losdomingostrabajabatambiéna findepoderleofrecerun suplemento.CuandoMaríadeseabaunajoya—¡yconcuántapasióndeseabaella!—trabajabadenoche.Despuéshabíatosypuntadasalcostado;peroMaríateníasuschispasdebrillante.

    Pocoapocoeltratodiarioconlasgemasllegóahacerleamarlastareasdelartífice,yseguíaconardorlasíntimasdelicadezasdelengarce.Perocuandolajoyaestabaconcluída—debíapartir,noeraparaella,—caíamáshondamenteenladecepcióndesumatrimonio.Seprobabalaalhaja,deteniéndoseanteelespejo.Alfinladejabaporahí,yseibaasucuarto.Kassimselevantabaaloirsussollozos,ylahallabaenlacama,sinquererescucharlo.

    —Hago,sinembargo,cuantopuedoporti,—decíaélalfin,tristemente.

    Los sollozos subíanconesto,yel joyero se reinstalaba lentamenteen subanco.

    Estascosasserepitieron,tantoqueKassimnoselevantabayaaconsolarla.¡Consolarla!¿dequé?LocualnoobstabaparaqueKassimprolongaramássusveladasafindeunmayorsuplemento.

    Eraunhombreindeciso, irresolutoycallado.Lasmiradasdesumujersedeteníanahoraconmáspesadafijezasobreaquellamudatranquilidad.

    —¡Yeresunhombre,tú!—murmuraba.

    Kassim,sobresusengarces,nocesabademoverlosdedos.

    —Noeresfelizconmigo,María—expresabaalrato.

    —¡Feliz!¡Ytieneselvalordedecirlo!¿Quiénpuedeserfelizcontigo?¡Nila última de las mujeres!… ¡Pobre diablo!—concluía con risa nerviosa,yéndose.

  • Kassimtrabajabaesanochehasta las tresde lamañana,ysumujer teníaluegonuevaschispasqueellaconsiderabauninstanteconloslabiosapretados.

    —Sí…¡noesunadiademasorprendente!…¿cuandolahiciste?

    —Desde el martes—mirábala él con descolorida ternura—dormías denoche…

    —¡Oh,podíashaberteacostado!…¡Inmensos,losbrillantes!

    Porque su pasión eran las voluminosas piedras que Kassim montaba.Seguía el trabajo con loca hambre de que concluyera de una vez, y apenasaderezadalaalhaja,corríaconellaalespejo.Luego,unataquedesollozos.

    —¡Todos,cualquiermarido,elúltimo,haríaunsacrificioparahalagarasumujer!Ytú…ytú…niunmiserablevestidoqueponerme,tengo!

    Cuandosefranqueaciertolímitederespetoalvarón,lamujerpuedellegaradecirasumaridocosasincreíbles.

    LamujerdeKassimfranqueóeselímiteconunapasiónigualporlomenosalaquesentíaporlosbrillantes.Unatarde,alguardarsusjoyas,Kassimnotóla falta de un prendedor—cincomil pesos en dos solitarios.—Buscó en suscajonesdenuevo.

    —¿Nohasvistoelprendedor,María?Lodejéaquí.

    —Sí,lohevisto.

    —¿Dóndeestá?—sevolvióextrañado.

    —¡Aquí!

    Sumujer,losojosencendidosylabocaburlona,seerguíaconelprendedorpuesto.

    —Tequedamuybien—dijoKassimalrato.—Guardémoslo.

    Maríaserió.

    —Oh,no!esmío.

    —Broma?…

    —Sí,esbroma!¡esbroma,sí!¡Cómoteduelepensarquepodríasermío…Mañanatelodoy.Hoyvoyalteatroconél.

    Kassimsedemudó.

    —Hacesmal…podríanverte.Perderíantodaconfianzaenmí.

    —¡Oh!—cerró ella con rabioso fastidio, golpeando violentamente lapuerta.

  • Vueltadel teatro,colocó la joyasobreelvelador.Kassimse levantóy laguardóensutallerbajollave.Alvolver,sumujerestabasentadaenlacama.

    —¡Esdecir,quetemesquetelarobe!¡Quésoyunaladrona!

    —Nomiresasí…Hassidoimprudente,nadamás.

    —¡Ah!¡Yatiteloconfían!¡Ati,ati!¡Ycuandotumujertepideunpocodehalago,yquiere…mellamasladronaamí!¡Infame!

    Sedurmióalfin.PeroKassimnodurmió.

    Entregaron luego a Kassim para montar, un solitario, el brillante másadmirablequehubierapasadoporsusmanos.

    —Mira,María,quépiedra.Nohevistootraigual.

    Sumujernodijonada;peroKassimlasintiórespirarhondamentesobreelsolitario.

    —Unaaguaadmirable…—prosiguióél—costaránueveodiezmilpesos.

    —Unanillo!—murmuróMaríaalfin.

    —No,esdehombre…Unalfiler.

    A compás del montaje del solitario, Kassim recibió sobre su espaldatrabajadoracuantoardíaderencorycocotajefrustradoensumujer.Diezvecespordíainterrumpíaasumaridoparairconelbrillanteanteelespejo.Despuésseloprobabacondiferentesvestidos.

    —Si quieres hacerlo después…—se atrevió Kassim.—Es un trabajourgente.

    Esperórespuestaenvano;sumujerabríaelbalcón.

    —María,tepuedenver!

    —Toma!¡ahíestátupiedra!

    Elsolitario,violentamentearrancado,rodóporelpiso.

    Kassim, lívido, lo recogió examinándolo, y alzó luego desde el suelo lamiradaasumujer.

    —Ybueno,¿porquémemirasasí?¿Sehizoalgotupiedra?

    —No—repusoKassim.Yreanudóenseguidasu tarea,aunquelasmanosletemblabanhastadarlástima.

    Perotuvoquelevantarsealfinaverasumujereneldormitorio,enplenacrisisdenervios.Elpelosehabíasoltadoylosojoslesalíandelasórbitas.

    —¡Dameelbrillante!—clamó.—¡Dámelo!¡Nosescaparemos!¡Paramí!

  • ¡Dámelo!

    —María…—tartamudeóKassim,tratandodedesasirse.

    —¡Ah!—rugiósumujerenloquecida.—¡Túereselladrón,miserable!¡Mehas robado mi vida, ladrón, ladrón! Y creías que no me iba a desquitar…cornudo! ¡Ajá! Mírame… no se te había ocurrido nunca, ¿eh? ¡Ah!—y sellevólasdosmanosalagargantaahogada.PerocuandoKassimseiba,saltódelacamaycayó,alcanzandoacogerlodeunbotín.

    —¡Noimporta!¡Elbrillante,dámelo!¡Noquieromásqueeso!¡Esmío,

    Kassimmiserable!

    Kassimlaayudóalevantarse,lívido.

    —Estásenferma,María.Despuéshablaremos…acuéstate.

    —¡Mibrillante!

    —Bueno,veremossiesposible…acuéstate.

    —Dámelo!

    Labolamontódenuevoalagarganta.

    Kassim volvió a trabajar en su solitario. Como sus manos tenían unaseguridadmatemática,faltabanpocashorasya.

    María se levantó para comer, yKassim tuvo la solicitud de siempre conella.Alfinaldelacenasumujerlomiródefrente.

    —Esmentira,Kassim—ledijo.

    —¡Oh!—repusoKassimsonriendo—noesnada.

    —¡Tejuroqueesmentira!—insistióella.

    Kassimsonriódenuevo,tocándolecontorpecariñolamano.

    —¡Loca!Tedigoquenomeacuerdodenada.

    Yselevantóaproseguirsutarea.Sumujer,conlacaraentrelasmanos,losiguióconlavista.

    —Ynomedicemásqueeso…—murmuró.Yconunahondanáuseaporaquellopegajoso,fofoeinertequeerasumarido,sefuéasucuarto.

    No durmió bien. Despertó, tarde ya, y vió luz en el taller; su maridocontinuabatrabajando.Unahoradespués,ésteoyóunalarido.

    —¡Dámelo!

    —Sí,espara ti; faltapoco,María—repusopresuroso, levantándose.Perosumujer,trasesegritodepesadilla,dormíadenuevo.Alasdosdelamañana

  • Kassim pudo dar por terminada su tarea; el brillante resplandecía, firme yvaronil en su engarce. Con paso silencioso fué al dormitorio y encendió laveladora.Maríadormíadeespaldas,enlablancuraheladadesucamisónydelasábana.

    Fuéaltalleryvolviódenuevo.Contemplóunratoelsenocasidescubierto,yconunadescoloridasonrisaapartóunpocomáselcamisóndesprendido.

    Sumujernolosintió.

    No había mucha luz. El rostro de Kassim adquirió de pronto una durainmovilidad, y suspendiendo un instante la joya a flor del seno desnudo,hundió,firmeyperpendicularcomounclavo,elalfilerenteroenelcorazóndesumujer.

    Hubounabruscaaperturadeojos,seguidadeunalentacaídadepárpados.Losdedossearqueron,ynadamás.

    Lajoya,sacudidaporlaconvulsióndelganglioherido,temblóuninstantedesequilibrada.Kassimesperóunmomento;y cuandoel solitarioquedóporfin perfectamente inmóvil, pudo entonces retirarse, cerrando tras de sí lapuertasinhacerruido.

    LAMUERTEDEISOLDA

    ConcluíaelprimeractodeTristáneIsolda.Cansadodelaagitacióndeesedía,me quedé enmi butaca,muy contento con la falta de vecinos.Volví lacabezaalasala,ydetuveenseguidalosojosenunpalcobalcón.

    Evidentemente,unmatrimonio.El,unmaridocualquiera,ytalvezporsumercantil vulgaridad y la diferencia de año con su mujer, menos quecualquiera. Ella, joven, pálida, con una de esas profundas bellezas quemásqueenelrostro,aúnbienhermoso,estánenlaperfectasolidaridaddemirada,boca,cuello,mododeentrecerrar losojos.Era, sobre todo,unabellezaparahombres,sinserenlomásmínimoprovocativa;yestoesprecisamenteloquenoentenderánnuncalasmujeres.

    Lamirélargoratoaojosdescubiertosporquelaveíamuybien,yporquecuandoelhombreestáasíentensióndeaspirarfijamenteuncuerpohermoso,norecurrealarbitriofemeninodelosanteojos.

    Comenzóelsegundoacto.Volvíaúnlacabezaalpalco,ynuestrasmiradassecruzaron.Yo,quehabíaapreciadoyaelencantodeaquellamiradavagandopor uno y otro lado de la sala, viví en un segundo, al sentirla directamenteapoyadaenmí,elmásadorablesueñodeamorquehayatenidonunca.

  • Fué aquellomuy rápido: los ojos huyeron, pero dos o tres veces, enmilargominutodeinsistencia,tornaronfugazmenteamí.

    Fué asimismo, con la súbita dicha de haberme soñado un instante sumarido, elmás rápido desencanto de un idilio. Sus ojos volvieron otra vez,peroenese instantesentíquemivecinode la izquierdamirabahaciaallá,ydespuésdeunmomentodeinmovilidaddeambaspartes,sesaludaron.

    Así,pues,yono teníaelmás remotoderechoaconsiderarmeunhombrefeliz, y observé ami compañero. Era un hombre demás de treinta y cincoaños,barbarubiayojosazulesdemiradaclarayunpocodura,queexpresabainequívocavoluntad.

    —Seconocen—medije—ynopoco.

    Enefecto,despuésde lamitaddelactomivecino,quenohabíavueltoaapartar los ojos de la escena, los fijó en el palco. Ella, la cabeza un pocoechada atrás, y en la penumbra, lomiraba también.Me pareciómás pálidaaún. Se miraron fijamente, insistentemente, aislados del mundo en aquellarectaparaleladealmaaalmaquelosmanteníainmóviles.

    Duranteeltercero,mivecinonovolvióuninstantelacabeza.Peroantesdeconcluir aquél salió por el pasillo opuesto.Miré al palco, y ella también sehabíaretirado.

    —Finaldeidilio—medijemelancólicamente.

    Elnovolviómásyelpalcoquedóvacío.

    —Sí,se repiten—sacudióamargamente lacabeza.—Todas lassituacionesdramáticas pueden repetirse, aún las más inverosímiles, y se repiten. Esmenester vivir, yusted esmuymuchacho…Y lasde suTristán también, loquenoobstaparaquehayaallíelmássostenidoalaridodepasiónquehayagritadoalmahumana…Yoquierotantocomoustedaesaobra,yacasomás…No me refiero, querrá creer, al drama de Tristán, con las treinta y dossituaciones del dogma, fuera de las cuales todas son repeticiones. No; laescena que vuelve como una pesadilla, los personajes que sufren laalucinacióndeunadichamuerta, esotracosa…Ustedasistióalpreludiodeunadeesasrepeticiones…Sí,yaséqueseacuerda…Nonosconocíamosconustedentonces…Yprecisamenteausteddebíadehablarledeesto!Perojuzgamalloquevióycreyóunactomíofeliz…¡Feliz!…Oigame.¡Elbuquepartedentrodeunmomento,y estaveznovuelvomás…Lecuentoesto austed,comosiselopudieraescribir,pordosrazones:Primero,porqueustedtieneunparecidopasmosocon loqueerayoentonces—en lobuenoúnicamente,porsuerte.—Ysegundo,porqueusted,mijovenamigo,esperfectamenteincapazdepretenderla,despuésdeloquevaaoir.Oigame:

  • Laconocíhacediezaños,ydurantelosseismesesquefuísunovio,hicecuanto me fué posible para que fuera mía. La quería mucho, y ella,inmensamente amí. Por esto cedió un día, y desde ese instante, privado detensión,miamorseenfrió.

    Nuestroambientesocialeradistinto,ymientrasellaseembriagabaconladicha demi nombre—seme consideraba buenmozo entonces—yo vivía enuna esfera de mundo donde me era inevitable flirtear con muchachas deapellido,fortuna,yavecesmuylindas.

    Unadeellas llevóconmigoelflirteobajoparasolesdegardenpartyaunextremotal,quemeexasperéylapretendíseriamente.Perosimipersonaerainteresante para esos juegos, mi fortuna no alcanzaba a prometerle el trennecesario,ymelodióaentenderclaramente.

    Tenía razón,perfecta razón.Enconsecuencia flirteéconunaamigasuya,muchomásfea,peroinfinitamentemenoshábilparaestastorturasdeltête-a-têteadiezcentímetros,cuyagraciaexclusivaconsisteenenloquecerasuflirt,manteniéndoseunodueñodesí.Yestaveznofuíyoquienseexasperó.

    Seguro,pues,deltriunfo,penséentoncesenelmododeromperconInés.Continuaba viéndola, y aunque no podía ella engañarse sobre elamortiguamiento de mi pasión, su amor era demasiado grande para noiluminarlelosojosdedichacadavezquemeveíaentrar.

    Lamadrenosdejabasolos;yaunquehubierasabidoloquepasaba,habríacerradolosojosparanoperderlamásvagaposibilidaddesubirconsuhijaaunaesferamuchomásalta.

    Una noche fuí allá dispuesto a romper, con visible malhumor, por lomismo.Inéscorrióaabrazarme,perosedetuvo,bruscamentepálida.

    —Quétienes—medijo.

    —Nada—le respondí con sonrisa forzada, acariciándole la frente. Dejóhacer,sinprestaratenciónamimanoymirándomeinsistemente.Alfinapartólosojoscontraídosyentramos.

    Lamadrevino,perosintiendocielodetormenta,estuvosólounmomentoydesapareció.

    Romper,espalabracortayfácil;perocomenzarlo…

    Nos habíamos sentado y no hablábamos. Inés se inclinó, me apartó lamanodelacaraymeclavólosojos,dolorososdeangustiosoexamen.

    —¡Esevidente!…—murmuró.

    —Qué—lepreguntéfríamente.

  • Latranquilidaddemimiradalehizomásdañoquemivoz,ysurostrosedemudó:

    —¡Queyanomequieres!—articulóenunadesesperadaylentaoscilacióndecabeza.

    —Estaeslaquincuagésimavezquediceslomismo—respondí.

    Nopodíadarserespuestamásdura;peroyoteníayaelcomienzo.

    Inésmemiróunratocasicomoaunextraño,yapartandobruscamentemimanoyelcigarro,suvozserompió:

    —¡Esteban!

    —Qué—tornéadecirle.

    Estavezbastaba.Dejó lentamentemimanoyse reclinóatrásenel sofá,manteniendofijoenlalámparasurostrolívido.Perounmomentodespuéssucaracaíadecostadobajoelbrazocrispadoalrespaldo.

    Pasóunratoaún.Lainjusticiademiactitud—noveíamásqueinjusticia—acrecentabaelprofundodisgustodemímismo.Poresocuandooí,omásbiensentí,quelaslágrimassalíanalfin,melevantéconunviolentochasquidodelengua.

    —Yocreíaquenoíbamosatenermásescenas—ledijepaseándome.

    Nomerespondió,yagregué:

    —Peroqueseaéstalaúltima.

    Sentíquelaslágrimassedetenían,ybajoellasmerespondióunmomentodespués:

    —Comoquieras.

    Peroenseguidacayósollozandosobreelsofá:

    —¡Peroquétehecho!¡quétehehecho!

    —¡Nada!—le respondí.—Pero yo tampoco te he hecho nada a ti…Creoqueestamosenelmismocaso.Estoyhartodeestascosas!

    Mi voz era seguramente mucho más dura que mis palabras. Inés seincorporó,ysosteniéndoseenelbrazodelsofá,repitió,helada:

    —Comoquieras.

    Eraunadespedida.Yoibaaromper,ysemeadelantaban.Elamorpropio,elvilamorpropiotocadoavivo,mehizoresponder:

    —Perfectamente…Mevoy.Queseasmásfeliz…otravez.

  • No comprendió, y me miró con extrañeza. Había cometido la primerinfamia;ycomoenesoscasos,sentíelvértigodeenlodarmemásaún.

    —¡Es claro!—apoyé brutalmente—porque de mí no has tenido queja…¿no?

    Esdecir:tehiceelhonordesertuamante,ydebesestarmeagradecida.

    Comprendiómásmisonrisaquelaspalabras,ysalíabuscarmisombreroenelcorredor,mientrasqueconun¡ah!,sucuerpoysualmasedesplomabanenlasala.

    Entonces,eneseinstanteenquecrucélagalería,sentíintensamentecuántola quería y lo que acababa de hacer. Aspiración de lujo, matrimonioencumbrado,todomeresaltócomounallagaenmipropiaalma.Yyo,quemeofrecía en subasta a lasmundanas feas con fortuna, quemeponía enventa,acababade cometer el actomásultrajante, con lamujer quenoshaqueridodemasiado… Flaqueza en el Monte de los Olivos, o momento vil en unhombrequenoloes, llevanalmismofin:ansiadesacrificio,dereconquistamásaltadelpropiovaler.Yluego,lainmensaseddeternura,deborrarbesotrasbesolaslágrimasdelamujeradorada,cuyaprimerasonrisatraslaheridaque lehemoscausado,es lamásbella luzquepueda inundaruncorazóndehombre.

    ¡Y concluído! Nome era posible antemímismo volver a tomar lo queacababadeultrajardeesemodo:yanoeradignodeella,ni lamerecíamás.Había enlodado en un segundo el amormás puro que hombre alguno hayasentidosobresí,yacababadeperderconInéslairreencontrablefelicidaddeposeeraquiennosamaentrañablemente.

    Desesperado,humillado,crucépordelantedelapuerta,ylaviechadaenelsofá,sollozandoelalmaenterasobresusbrazos.¡Inés!¡Perdidaya!Sentímáshondamimiseriaantesucuerpo, todoamor,sacudidoporlossollozosdesudichamuerta.Sindarmecuentacasi,medetuve.

    —¡Inés!—llamé.

    Mivozno era ya la de antes.Y ella debió notarlo bien, porque su almasintió,enaumentodesollozos,eldesesperadollamadoquelehacíamiamor,estavezsí,inmensoamor!

    —No,no…—merespondió.—¡Esdemasiadotarde!

    Padillasedetuvo.Pocasveceshevistoamarguramásagotadaytranquilaque la de sus ojos cuando concluyó. Pormi parte, no podían apartar de losmíosaquellaadorablebellezadelpalco,sollozandosobreelsofá…

    —Mecreerá—reanudóPadilla—si ledigoqueenmismuchos insomniosdesolterodescontentodesímismo,latuveasíantemí…SalídeBuenosAires

  • sin ver casi a nadie, ymenos ami flirt de gran fortuna…Volví a los ochoaños,ysupeentoncesquesehabíacasado,alosseismesesdehabermeidoyo.Tornéaalejarme,yhaceunmesregresé,bientranquilizadoya,yenpaz.

    Nohabía vuelto a verla.Era paramí comoun primer amor, con todo elencanto dignificante que un idilio virginal tiene para el hombre hecho, quedespuésamócienveces…Siustedesqueridoalgunavezcomoyo lo fuí,yultraja como yo lo hice, comprenderá toda la pureza viril que hay en mirecuerdo.

    Hastaqueunanochetropecéconella.Sí,esamismanocheenelteatro…Comprendí,alverasumaridodeopulentafortuna,quesehabíaprecipitadoenelmatrimonio,comoyoalUcayali…Peroalverlaotravez,aveintemetrosdemí,mirándome, sentí que enmi alma, dormida en paz, surgía sangrando ladesolacióndehaberlaperdido,comosinohubierapasadounsolodíadeesosdiez años. ¡Inés! Su hermosura, su mirada, única entre todas las mujeres,habíansidomíasbienmías,porquemehabíansidoentregadasconadoración—tambiénapreciaráustedestoalgúndía.

    Hice lohumanamenteposibleparaolvidar,merompí lasmuelas tratandodeconcentrar todomipensamientoen laescena.Pero laprodigiosapartituradeWagner, ese grito de pasión enfermante, encendió en llama viva lo quequeríaolvidar.Enelsegundooterceractonopudemásyvolvílacabeza.EllatambiénsufríalasugestióndeWagner,ymemiraba.¡Inés,mivida!Durantemedio minuto su boca, sus manos, estuvieron bajo mi boca, mis ojos, ydurante ese tiempo ella concentró en su palidez la sensación de esa dichamuerta hacia diez años. ¡Y Tristán siempre, sus alaridos de pasiónsobrehumana,sobrenuestrafelicidadyerta!

    Salíentonces,atravesélasbutacascomounsonámbulo,aproximándomeaellasinverla,sinquemeviera,comosidurantediezañosnohubierayosidounmiserable…

    Ycomodiezañosatrás,sufrílaalucinacióndequellevabamisombreroenlamanoeibaapasardelantedeella.

    Pasé, lapuertadelpalcoestabaabierta, ymedetuveenloquecido.Comodiezantessobreelsofá,ella,Inés,tendidaeneldivándelantepalco,sollozabalapasióndeWagnerysudichadeshecha.

    ¡Inés!…Sentíqueeldestinomecolocabaenunmomentodecisivo.

    ¡Diezaños!…¿Perohabíanpasado?¡No,no,Inésmía!

    Ycomoentonces,alver sucuerpo todoamor, sacudidopor los sollozos,murmuré:

    —¡Inés!

  • Y como diez años antes, los sollozos redoblaron, y como entonces merespondióbajosusbrazos:

    —No,no…¡Esdemasiadotarde!…

    ELINFIERNOARTIFICIAL

    Lasnochesenquehayluna,elsepultureroavanzaporentrelastumbasconpaso singularmente rígido. Va desnudo hasta la cintura y lleva un gransombrerodepaja.Susonrisa,fija,dalasensacióndeestarpegadaconcolaalacara. Si fuera descalzo, se notaría que camina con los pulgares del piedobladoshaciaabajo.

    Notieneestonadadeextraño,porqueelsepultureroabusadelcloroformo.Incidencias del oficio lo han llevado a probar el anestésico, y cuando elcloroformo muerde en un hombre, difícilmente suelta. Nuestro conocidoesperalanocheparadestaparsufrasco,ycomosusensatezesgrande,escogeelcementerioparainviolableteatrodesusborracheras.

    Elcloroformodilataelpechoalaprimerainspiración;lasegunda,inundalabocade saliva; las extremidadeshormiguean, a la tercera; a la cuarta, loslabios,alapardelasideas,sehinchan,yluegopasancosassingulares.

    Es así como la fantasía de su paso ha llevado al sepulturero hasta unatumbaabiertaenqueesatardehahabidoremocióndehuesos—inconclusaporfaltadetiempo.Unataúdhaquedadoabiertotraslaverja,yasulado,sobrelaarena,elesqueletodelhombrequeestuvoencerradoenél.

    …¿Haoídoalgo,enverdad?Nuestroconocidodescorreelcerrojo,entra,yluegodegirarsuspensoalrededordelhombredehueso,searrodillayjuntasusojosalasórbitasdelacalavera.

    Allí,enelfondo,unpocomásarribadelabasedelcráneo,sostenidocomoen un pretil en una rugosidad del occipital, está acurrucado un hombrecillotiritante,amarillo,el rostrocruzadodearrugas.Tiene labocaamoratada, losojosprofundamentehundidos,ylamiradaenloquecidadeansia.

    Estodocuantoquedadeuncocainómano.

    —¡Cocaína!¡Porfavor,unpocodecocaína!

    El sepulturero, sereno, sabebienque élmismo llegaría adisolver con lasalivaelvidriodesufrasco,paraalcanzarelcloroformoprohibido.Es,pues,sudeberayudaralhombrecillotiritante.

    Saleyvuelveconlajeringuillallena,queelbotiquíndelcementerioleha

  • proporcionado.¿Perocómo,alhombrecillodiminuto?…

    —¡Porlasfisurascraneanas!…¡Pronto!

    ¡Cierto!¿Cómonoselehabíaocurridoaél?Yelsepulturero,derodillas,inyecta en las fisuras el contenido entero de la jeringuilla, que filtra ydesapareceentrelasgrietas.

    Pero seguramentealgoha llegadohasta la fisuraaqueelhombrecillo seadhiere desesperadamente. Después de ocho años de abstinencia, ¿quémoléculadecocaínanoenciendeundeliriodefuerza,juventud,belleza?

    El sepulturero fijó sus ojos a la órbita de la calavera, y no reconoció alhombrecillomoribundo.Enelcutis,firmeyterso,nohabíaelmenorrastrodearruga.Loslabios,rojosyvitales,seentremordíanconperezosavoluptuosidadque no tendría explicación viril, si los hipnóticos no fueran casi todosfemeninos;ylosojos,sobretodo,antesvidriososyapagados,brillabanahoracontalpasiónqueelsepulturerotuvounimpulsodeenvidiosasorpresa.

    —Yeso,así…¿lacocaína?—murmuró.

    Lavozdeadentrosonóconinefableencanto.

    —¡Ah! ¡Preciso es saber lo que son ocho años de agonía! ¡Ocho años,desesperado,helado,prendidoalaeternidadporlasolaesperanzadeunagota!…Sí,esporlacocaína…¿Yusted?Yoconozcoeseolor…¿cloroformo?

    —Sí—repusoelsepultureroavergonzadode lamezquindaddesuparaísoartificial.Yagregóenvozbaja:—Elcloroformotambién…Memataríaantesquedejarlo.

    Lavozsonóunpocoburlona.

    —¡Matarse! Y concluiría seguramente; sería lo que cualquiera de esosvecinosmíos…Sepudriríaentreshoras,ustedysusdeseos.

    —Escierto;—pensóelsepulturero—acabaríanconmigo.Peroelotronosehabía rendido. Ardía aún después de ocho años aquella pasión que habíaresistidoalafaltamismadelvasodedeleite;queultrapasabalamuertecapitaldelorganismoquelacreó,lasostuvo,ynofuécapazdeaniquilarlaconsigo;quesobrevivíamonstruosamentedesímisma,transmutandoelansiacausalensupremo goce final, manteniéndose ante la eternidad en una rugosidad delviejocráneo.

    Lavozcálidayarrastradadevoluptuosidadsonabaaúnburlona.

    —Ustedsemataría…¡Lindacosa!Yotambiénmematé…¡Ah,leinteresa!¿verdad?Pero somosdedistintapasta…Sinembargo, traiga sucloroformo,respireunpocomásyóigame.Apreciaráentoncesloquevadesudrogaalacocaína.Vaya.

  • El sepulturerovolvió, y echándosedepechoen el suelo, apoyadoen loscodosyelfrascobajolasnarices,esperó.

    —¡Sucloro!Noesmucho,quedigamos.Yaúnmorfina…¿Ustedconoceelamorpor losperfumes?¿No?¿YelJickydeGuerlain?Oiga,entonces.Alostreintaañosmecasé,ytuvetreshijos.Confortuna,unamujeradorableytres criaturas sanas, era perfectamente feliz. Sin embargo, nuestra casa erademasiadograndeparanosotros.Ustedhavisto.Ustedno…enfin…havistoquelassalaslujosamentepuestasparecenmássolitariaseinútiles.Sobretodosolitarias.Todonuestropalaciovivíaasíensilenciosuestérilyfúnebrelujo.

    Undía,enmenosdediezyochohoras,nuestrohijomayornosdejóporseguirtrasladifteria.Alatardesiguienteelsegundosefuéconsuhermano,ymimujerseechódesesperadasobreloúnicoquenosquedaba:nuestrahijadecuatromeses.¿Quénosimportabaladifteria,elcontagioytodolodemás?Apesardelaordendelmédico,lamadrediódemamaralacriatura,yalratolapequeñaseretorcíaconvulsa,paramorirochohorasdespués,envenenadaporlalechedelamadre.

    Sume usted: 18, 24, 9. En 51 horas, pocomás de dos días, nuestra casaquedó perfectamente silenciosa, pues no había nada que hacer. Mi mujerestabaensucuarto,yyomepaseabaallado.Fueradeesonada,niunruido.Ydosdíasantesteníamostreshijos…

    Bueno. Mi mujer pasó cuatro días arañando la sábana, con un ataquecerebral,yyoacudíalamorfina.

    —Dejeeso—medijoelmédico,—noesparausted.

    —¿Qué,entonces?—lerespondí.Yseñaléel fúnebre lujodemicasaquecontinuabaencendiendolentamentecatástrofes,comorubíes.

    Elhombresecompadeció.

    —Pruebasulfonal,cualquiercosa…Perosusnerviosnodarán.

    Sulfonal,brional,estramonio…¡bah!¡Ah,lacocaína!Cuántodeinfinitovade la dicha desparramada en cenizas al pie de cada cama vacía, al radianterescate de esamisma felicidad quemada, cabe en una sola gota de cocaína!Asombrodehabersufridoundolor inmenso,momentosantes;súbitay llanaconfianza en la vida, ahora; instantáneo rebrote de ilusiones que acercan elporveniradiezcentímetrosdelalmaabierta,todoestoseprecipitaenlasvenasporentre laagujadeplatino. ¡Ysucloroformo!…Mimujermurió.Durantedosañosgastéencocaínamuchísimomásdeloqueustedpuedeimaginarse.¿Sabe usted algo de tolerancias? Cinco centigramos de morfina acabanfatalmente con un individuo robusto.Quincey llegó a tomar durante quinceañosdosgramospordía;valedecir,cuarentavecesmásqueladosismortal.

  • Pero eso se paga. En mí, la verdad de las cosas lúgubres, contenida,emborrachada día tras día, comenzó a vengarse, y ya no tuve más nerviosretorcidos que echar por delante a las horribles alucinaciones que measediaban.Hiceentoncesesfuerzosinauditosparaarrojarfueraeldemonio,sinresultado.Portresvecesresistíunmesalacocaína,unmesentero.Ycaíaotravez.Y usted no sabe, pero sabrá un día, qué sufrimiento, qué angustia, quésudordeagoníasesientecuandosepretendesuprimirunsolodíaladroga!

    Al fin, envenenadohasta lomás íntimodemi ser, preñadode torturas yfantasmas,convertidoenuntemblorosodespojohumano;sinsangre,sinvida—miseriaaque lacocaínaprestabadiezvecespordía radiantedisfraz,parahundirme en seguida en un estupor cada vezmás hondo, al fin un resto dedignidadmelanzóaunsanatorio,meentreguéatadodepiesymanosparalacuración.

    Allí,bajoelimperiodeunavoluntadajena,vigiladoconstantementeparaque no pudiera procurarme el veneno, llegaría forzosamente adescocainizarme.

    ¿Sabe usted lo que pasó? Que yo, conjuntamente con el heroísmo paraentregarmealatortura,llevababienescondidoenelbolsillounfrasquitoconcocaína…Ahoracalculeustedloqueespasión.

    Duranteunañoentero,despuésdeesefracaso,proseguíinyectándome.Unlargoviajeemprendidodiómenoséquémisteriosasfuerzasdereacción,ymeenamoréentonces.

    La voz calló. El sepulturero, que escuchaba con la babeante sonrisa fijasiempreensucara,acercósuojoycreyónotarunvelo ligeramenteopacoyvidrioso en los de su interlocutor. El cutis, a su vez, se resquebrajabavisiblemente.

    —Sí,—prosiguiólavoz,—eselprincipio…Concluirédeunavez.Austed,uncolega,ledebotodaestahistoria.

    Los padres hicieron cuanto es posible para resistir: ¡unmorfinómano, ocosaasí!Paralafatalidadmía,deella,detodos,habíapuestoenmicaminoaunasupernerviosa.¡Oh,admirablementebella!Noteníasinodiezyochoaños.El lujo era para ella lo que el cristal tallado para una esencia: su envasenatural.

    La primera vez que, habiéndome yo olvidado de darme una nuevainyección antes de entrar, me vió decaer bruscamente en su presencia,idiotizarme, arrugarme, fijó enmí sus ojos inmensamente grandes, bellos yespantados.¡Curiosamenteespantados!Mevió,pálidaysinmoverse,darmelainyección. No cesó un instante en el resto de la noche de mirarme. Y trasaquellos ojos dilatados que me habían visto así, yo veía a mi vez la tara

  • neurótica,altíointernado,yasuhermanomenorepiléptico…

    AldíasiguientelahallérespirandoJicky,superfumefavorito;habíaleídoenveinticuatrohorascuantoesposiblesobrehipnóticos.

    Ahora bien: basta que dos personas sorban los deleites de la vida de unmodoanormal, paraque se comprendan tantomás íntimamente, cuantomásextrañaes laobtencióndelgoce.Seuniránenseguida,excluyendotodaotrapasión,paraaislarseenladichaalucinadadeunparaísoartificial.

    En veinte días, aquel encanto de cuerpo, belleza, juventud y elegancia,quedó suspenso del aliento embriagador de los perfumes. Comenzó a vivir,comoyoconlacocaína,enelcielodelirantedesuJicky.

    Alfinnospareciópeligrosoelmutuosonambulismoensucasa,porfugazque fuera, y decidimos crear nuestro paraíso.Ningunomejor quemi propiacasa,delaquenadahabíatocado,yalaquenohabíavueltomás.Sellevaronanchos y bajos divanes a la sala; y allí, en el mismo silencio y la mismasuntuosidadfúnebrequehabíaincubadolamuertedemishijos;enlaprofundaquietud de la sala, con lámpara encendida a la una de la tarde; bajo laatmósfera pesada de perfumes, vivimos horas y horas nuestro fraternal ytaciturno idilio, yo tendido inmóvil con los ojos abiertos, pálido como lamuerte;ellaechadasobreeldiván,manteniendobajolasnarices,consumanohelada,elfrascodeJicky.

    Porquenohabíaennosotroselmenor rastrodedeseo—¡ycuánhermosaestabaconsusprofundasojeras,supeinadodescompuesto,y,elardientelujodesufaldainmaculada!

    Durante tresmeses consecutivos raras veces faltó, sin llegar yo jamás aexplicarme qué combinaciones de visitas, casamientos y garden party debióhacer para no ser sospechada. En aquellas raras ocasiones llegaba al díasiguiente ansiosa, entraba sin mirarme, tiraba su sombrero con un ademánbrusco,paratenderseenseguida,lacabezaechadaatrásylosojosentornados,alsonambulismodesuJicky.

    Abrevio:unatarde,yporunadeesasreaccionesinexplicablesconquelosorganismos envenenados lanzan en explosión sus reservas de defensa—losmorfinómanos lasconocenbien!—sentí todoelprofundogocequehabía,noen mi cocaína, sino en aquel cuerpo de diez y ocho años, admirablementehecho para ser deseado. Esa tarde, como nunca, su belleza surgía pálida ysensual, de la suntuosa quietud de la sala iluminada. Tan brusca fué lasacudida,quemehallésentadoeneldiván,mirándola.¡Diezyochoaños…yconesahermosura!

    Ellamevióllegarsinhacerunmovimiento,yalinclinarmememiróconfríaextrañeza.

  • —Sí…—murmuré.

    —No,no…—repusoellaconlavozblanca,esquivandolabocaenpesadosmovimientodesucabellera.

    Alfin,alfinechólacabezaatrásycediócerrandolosojos.

    ¡Ah! ¡Para qué haber resucitado un instante, si mi potencia viril, si miorgullo de varón no revivía más! ¡Estaba muerto para siempre, ahogado,disueltoenelmardecocaína!Caíasu lado,sentadoenelsuelo,yhundí lacabezaentresusfaldas,permaneciendoasíunahoraenteraenhondosilencio,mientrasella,muypálida,semanteníatambiéninmóvil,losojosabiertosfijoseneltecho.

    Peroesefustazodereacciónquehabíaencendidounefímerorelámpagoderuinasensorial,traíatambiénaflordeconcienciacuantodehonormasculinoyvergüenza viril agonizaba enmí. El fracaso de un día en el sanatorio, y eldiario ante mi propia dignidad, no eran nada en comparación del de esemomento, ¿comprendeusted? ¡Para quévivir, si el infierno artificial en quemehabíaprecipitadoydelquenopodíasalir,eraincapazdeabsorbermedeltodo!¡Ymehabíasoltadouninstante,parahundirmeenesefinal!

    Melevantéyfuíadentro,alaspiezasbienconocidas,dondeaúnestabamirevólver.Cuandovolví,ellateníalospárpadoscerrados.

    —Matémonos—ledije.

    Entreabrió los ojos, y durante unminuto no apartó lamirada demí. Sufrentelímpidavolvióatenerelmismomovimientodecansadoéxtasis:

    —Matémonos—murmuró.

    Recorrió en seguida con la vista el fúnebre lujo de la sala, en que lalámparaardíaconaltaluz,ycontrajoligeramenteelceño.

    —Aquíno—agregó.

    Salimos juntos, pesados aún de alucinación, y atravesamos la casaresonante,piezatraspieza.Alfinellaseapoyócontraunapuertaycerrólosojos.Cayóalolargodelapared.Volvíelarmacontramímismo,ymematéamivez.

    Entonces,cuandoalaexplosiónmimandíbulasedescolgóbruscamente,ysentíuninmensohormigueoenlacabeza;cuandoelcorazóntuvodoso tressobresaltos,ysedetuvoparalizado;cuandoenmicerebroyenmisnerviosyenmi sangrenohubo lamás remotaprobabilidaddeque la vidavolviera aellos,sentíquemideudaconlacocaínaestabacumplida.¡Mehabíamatado,peroyolahabíamuertoamivez!

    ¡Y me equivoqué! Porque un instante después pude ver, entrando

  • vacilantesydelamano,porlapuertadelasala,anuestroscuerposmuertos,quevolvíanobstinados…

    Lavozsequebródegolpe.

    —¡Cocaína,porfavor!¡Unpocodecocaína!

    LAGALLINADEGOLLADA

    Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijosidiotasdelmatrimonioMazzini-Ferraz.Tenían la lenguaentre los labios, losojosestúpidos,yvolvíanlacabezaconlabocaabierta.

    Elpatioeradetierra,cerradoaloesteporuncercodeladrillos.Elbancoquedabaparaleloaél,acincometros,yallísemanteníaninmóviles,fijoslosojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar losidiotas tenían fiesta.La luz enceguecedora llamaba su atención al principio,poco a poco sus ojos se animaban, se reían al fin estrepitosamente,congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegríabestial,comosifueracomida.

    Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando altranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corríanentonces,mordiéndose la lengua ymugiendo, alrededor del patio. Pero casisiempreestabanapagadosenunsombríoletargodeidiotismo,ypasabantodoeldíasentadosensubanco,conlaspiernascolgantesyquietas,empapandodeglutinosasalivaelpantalón.

    Elmayor teníadoceañosyelmenor,nueve.En todosuaspecto sucioydesvalidosenotabalafaltaabsolutadeunpocodecuidadomaternal.

    Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de suspadres.A los tresmesesde casados,Mazzini yBertaorientaron su estrechoamordemaridoymujerymujerymaridohaciaunporvenirmuchomásvital:unhijo:¿Quémayordichaparadosenamoradosqueesahonradaconsagracióndesucariño,libertadoyadelvilegoísmodeunmutuoamorsinfinningunoy,loqueespeorparaelamormismo,sinesperanzasposiblesderenovación?

    Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorcemesesdematrimonio,creyeroncumplidasufelicidad.Lacriaturacreció,bellayradiante,hastaquetuvoañoymedio.Peroenelvigésimomessacudiéronlounanoche convulsiones terribles, y a lamañana siguienteno conocíamás asus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que estávisiblementebuscandolacausadelmal,enlasenfermedadesdelospadres.

  • Despuésdealgunosdías losmiembrosparalizadosrecobraronel instinto;pero la inteligencia, el alma, aún el instinto, se habían ido del todo; habíaquedadoprofundamente idiota, baboso, colgante,muertopara siempre sobrelasrodillasdesumadre.

    —¡Hijo,mihijoquerido!—sollozabaésta,sobreaquellaespantosaruinadesuprimogénito.

    Elpadre,desolado,acompañóalmédicoafuera.

    —Austedse lepuededecir;creoqueesuncasoperdido.Podrámejorar,educarseentodoloquepermitasuidiotismo,peronomásallá.

    —¡Sí!… ¡sí!…—asentía Mazzini.—Pero dígame: ¿Usted cree que esherencia,que…?

    —En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creí cuando vi a suhijo.Respectoalamadre,hayallíunpulmónquenosoplabien.Noveonadamás,perohayunsoplounpocorudo.Hágalaexaminarbien.

    Conelalmadestrozadaderemordimiento,Mazzini redoblósuamorasuhijo,elpequeñoidiotaquepagabalosexcesosdelabuelo.Tuvoasimismoqueconsolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquelfracasodesujovenmaternidad.

    Comoesnatural,elmatrimoniopusotodosuamorenlaesperanzadeotrohijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenirextinguido.Peroalosdiezyochomeseslasconvulsionesdelprimogénitoserepetían,yaldíasiguienteamanecíaidiota.

    Estavezlospadrescayeronenhondadesesperación.¡Luegosusangre,suamorestabamaldito!¡Suamor,sobretodo!Veintiochoañosél,veintidósella,ytodasuapasionadaternuranoalcanzabaacrearunátomodevidanormal.Yanopedíanmásbellezaeinteligenciacomoenelprimogénito;perounhijo,unhijocomotodos!

    Delnuevodesastrebrotaronnuevasllamadarasdedoloridoamor,unlocoanhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura.Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dosmayores.

    Mas,porencimadesuinmensaamargura,quedabaaMazziniyBertagrancompasiónporsuscuatrohijos.Huboquearrancardellimbodelamáshondaanimalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo abolido. No sabíandeglutir,cambiardesitio,niaúnsentarse.Aprendieronalfinacaminar,perochocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando loslavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo alcomer, cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces,

  • echandoafueralenguayríosdebaba,radiantesdefrenesíbestial.Tenían,encambio,ciertafacultadimitativa;peronosepudoobtenernadamás.

    Conlosmellizosparecióhaberconcluídolaaterradoradescendencia.Peropasadostresañosdesearondenuevoardientementeotrohijo,confiandoenqueellargotiempotranscurridohubieraaplacadoalafatalidad.

    Nosatisfacíansusesperanzas.Yeneseardienteanheloqueseexasperaba,enrazóndesuinfructuosidad,seagriaron.Hastaesemomentocadacualhabíatomadosobresílapartequelecorrespondíaenlamiseriadesushijos;peroladesesperanzaderedenciónantelascuatrobestiasquehabíannacidodeellos,echóafueraesaimperiosanecesidaddeculparalosotros,queespatrimonioespecíficodeloscorazonesinferiores.

    Iniciáronse con el cambio de pronombres: tus hijos. Y como a más delinsultohabíaleinsidia,laatmósferasecargaba.

    —Me parece—díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y selavabalasmanos—quepodríastenermáslimpiosalosmuchachos.

    Bertacontinuóleyendo,comosinohubieraoído.

    —Eslaprimeravez—repusoalrato—queteveoinquietarteporelestadodetushijos.

    Mazzinivolvióunpocolacaraaellaconunasonrisaforzada:

    —Denuestroshijos,¿meparece?

    —Bueno;denuestroshijos.¿Tegustaasí?—alzóellalosojos.

    EstavezMazziniseexpresóclaramente:

    —¿Creoquenovasadecirqueyotengalaculpa,no?

    —¡Ah,no!—sesonrióBerta,muypálida—¡peroyotampoco,supongo!…

    ¡Nofaltabamás!…—murmuró.

    —¿Quénofaltabamás?

    —¡Quesialguientienelaculpa,nosoyyo,entiéndelobien!Esoesloquetequeríadecir.

    Sumaridolamiróunmomento,conbrutaldeseodeinsultarla.

    —¡Dejemos!—articuló,secándoseporfinlasmanos.

    —Comoquieras;perosiquieresdecir…

    —¡Berta!

    —¡Comoquieras!

  • Este fué el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitablesreconciliciones,susalmasseuníancondoblearrebatoylocuraporotrohijo.

    Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma,esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padrespusieron en ella toda su complacencia, que la pequeña llevaba a los másextremoslímitesdelmimoylamalacrianza.

    SiaúnenlosúltimostiemposBertacuidabasiempredesushijos,alnacerBertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba,comoalgoatrozquelahubieranobligadoacometer.AMazzini,bienqueenmenorgrado,pasábalelomismo.

    Noporesolapazhabíallegadoasusalmas.Lamenorindisposicióndesuhija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de sudescendenciapodrida.Habíanacumuladohielsobradotiempoparaqueelvasonoquedaradistentido,yalmenorcontactoelvenenosevertíaafuera.Desdeelprimerdisgustoemponzoñadohabíanseperdidoelrespeto;ysihayalgoaqueelhombresesientearrastradoconcruelfricción,es,cuandoyasecomenzó,ahumillardeltodoaunapersona.Antesseconteníanaúnporlacomúnfaltadeéxito;ahoraqueéstehabíallegado,cadacual,atribuyéndoloasímismo,sentíamayorlainfami