Cultura constitucional -...

23
I Cultura constitucional e historiografía del constitucionalismo en España* Marta Lorente Sari nena /. A modo de introducción En mi opinión, falta en España cultura constitucional.' No es la anterior una hi- pótesis a demostrar, sino una simple como profunda sensación la que invade a cualquier lector sensible de la prensa diaria, no sólo por lo que nos cuenta, sino también por cómo nos lo cuenta. Celebramos ahora el veinticinco aniversario de una Constitución que ha sido la pieza básica de la recuperación de la democracia en España después de cuarenta largos años de dictadura; sin embargo, este cum- pleaños está resultando para muchos un auténtico fiasco. Embarcados como es- tamos en una redefinición constituyente hacia arriba, la europea, no sabemos qué hacer con nuestra base, la territorial, o mejor dicho, plurinacional española. Y, so- bre todo, el escuálido debate sobre una y otra no se desarrolla precisamente en los términos -constitucionales- más indicados. Expresados en palabras ajenas: "En definitiva, la nuestra es una cultura que reclama Constitución, porque reclama Derecho, en sentido objetivo, y porque reclama derechos, en sentido subjetivo, porque reclama igualdad y porque reclama libertad; en suma, una cultura de Constitución".^ En el veinticinco aniversario de la Constitución española, términos como los anteriores se vienen subordinando -o incluso, sustituyendo- por otros tales como intangibilidad de la Constitución a cualquier precio, amenazas sobre la "posible" Este trabajo se ha realizado en el marco que presta el proyecto de investigación: BJli20OO-l378. ' P. Cruz Villalón, "Constitución y cultura constitucional", en La curiosidadMjurista persa y otros estudios sobre la Constitmión, Madrid, 1999, pp. 543-552. ^ IM., p. 552. 113

Transcript of Cultura constitucional -...

  • I

    Cultura constitucional e historiografa del constitucionalismo

    en Espaa*

    Marta Lorente Sari nena

    /. A modo de introduccin

    En mi opinin, falta en Espaa cultura constitucional.' No es la anterior una hi- ptesis a demostrar, sino una simple como profunda sensacin la que invade a cualquier lector sensible de la prensa diaria, no slo por lo que nos cuenta, sino tambin por cmo nos lo cuenta. Celebramos ahora el veinticinco aniversario de una Constitucin que ha sido la pieza bsica de la recuperacin de la democracia en Espaa despus de cuarenta largos aos de dictadura; sin embargo, este cum- pleaos est resultando para muchos un autntico fiasco. Embarcados como es- tamos en una redefinicin constituyente hacia arriba, la europea, no sabemos qu hacer con nuestra base, la territorial, o mejor dicho, plurinacional espaola. Y, so- bre todo, el esculido debate sobre una y otra no se desarrolla precisamente en los trminos -constitucionales- ms indicados. Expresados en palabras ajenas: "En definitiva, la nuestra es una cultura que reclama Constitucin, porque reclama Derecho, en sentido objetivo, y porque reclama derechos, en sentido subjetivo, porque reclama igualdad y porque reclama libertad; en suma, una cultura de Constitucin".^

    En el veinticinco aniversario de la Constitucin espaola, trminos como los anteriores se vienen subordinando -o incluso, sustituyendo- por otros tales como intangibilidad de la Constitucin a cualquier precio, amenazas sobre la "posible"

    Este trabajo se ha realizado en el marco que presta el proyecto de investigacin: BJli20OO-l378. ' P. Cruz Villaln, "Constitucin y cultura constitucional", en La curiosidadM jurista persa y otros estudios

    sobre la Constitmin, Madrid, 1999, pp. 543-552. ^ IM., p. 552.

    113

  • fe

    I -por "necesaria"- suspensin de autonomas consignadas en la propia Constitu- cin, esencias patrias de todo tipo, tradicin cristiana-europea o burdo reparto de poder estatal dentro de los rganos ejecutivos de una futura Unin Europea. To- das ellas cuestiones vivas, que no viene al caso tratar aqu: ya he advertido que era una sensacin la que me mova a calificar como tal nuestro dficit de cultura cons- titucional. Aludiendo a lo anterior, trato simplemente de enmarcar el inters de estas pginas, formulado como problema, o, mejor como interrogante, ms o me- nos as: qu responsabilidad tiene la historiografa del constitucionalismo en todo ello.\ qu han hecho, o qu hemos hecho, los historiadores de la Constitucin para mejorar la calidad y densidad de nuestra cultura constitucional.''

    //. Unos orgenes demasiado remotos

    De andar por otros parajes, en concreto los anglosajones, un historiador de la Constitucin sera, ^sso modo, un potencial o real constitucionalista en activo.' Sin embargo, esta posible identidad qued cancelada en nuestra ms reciente historia: no hubo, si as lo queremos ver, continuadores de la obra de Francisco Martnez Marina, quien haciendo historia, defendi la Constitucin gaditana ade- ms de prestar base argumental al primer liberalismo."* Los historiadores del derecho -algunos, no todos-^ lo han querido ver como el padre de una disciplina que tomar despus otros rumbos al verse interrumpidas las posibilidades que

    abra su obra.*"

    ^ No puedo dar cuenta aqu de la famosa "conscitutional history"; baste por tanto el recuerdo de un signifi-

    cativo ttulo: H.A.L. Fischer (ed.), TheConstitutionalHiston of.ngland. A toarseofiecturesdeit%xredby F.W. Mai-

    tland, Cambridge, 1%3. * La famosa Teora de las Cortes ha sido reeditada numerosas veces, acompandose en ocasiones con prlo-

    gos realizados por historiadores del derecho. En este sentido, cabe la cita de la edicin preparada por J.M. Prez Prendes, Teora de las Cortes, Madrid, Editora Nacional, 1979, o la ms reciente, con estudio introductorio de JA Escudero, Teora de las Cortes (3 vols.), Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 19%.

    ' J.M. Ots Capdequ, "Los ms grandes culrivadores de la Historia del Derecho Espaol: Martnez Marina, Herculano, Muoz Romero, Prez Pujol, Costa, Hinojosa Desdevises du Dezert, Gama Barrios y Mayer", con- ferencias dadas en la Universidad de Valencia los das 25, 26 y 27 de febrero de 1924. Separata de \o%Analesde

    la Universidad de Valencia, ao IV, cuaderno 27, Valencia, 1924. '' Vid. F. Toms y Valiente, "Martnez Marina, historiador del Derecho", en Obras completas. Madrid, 1997,

    1.111, pp. 205.S-2123 (este trabajo tuvo como origen el discurso ledo el da 28 de abril de 1991 en el acto de su

    recepcin pblica en la Real Academia de la Historia).

    114

  • I I

    No obstante, tengo para m que dicha obra, en la que se mezclaron erudicin ilustrada y reclamo de libertades,^ no tuvo continuador no tanto porque los estu- dios de historia jurdica entrasen en decadencia a lo largo de nuestro culturalmen- te anorxico siglo XIX,** cuanto porque el consciente historicismo, ya en trminos constitucionales, que exhala la obra de nuestro ilustre eclesistico, inaugur una tradicin no slo quebrantada por los vientos de la moderada y conservadora Es- paa decimonnica^ que mantuvo el historicismo pero anul el reclamo de liber- tades,'" sino porque adems no aparecieron en el panorama del ochocientos seguidores de la obra del afamado cannigo, capaces de depurarla de aquellas li- mitaciones que la inhabilitaban para un posterior aprovechamiento constitucio- nal de mbito nacional," acorde con el desarrollo y las necesidades de la sociedad "espaola" contempornea.

    Expresado de otra manera: el constitucionalismo ingls, haciendo historia en- contr derechos individuales y los provey de garantas;'^ el historicismo espaol,

    ' La obra de Martnez Marina ha interesado no slo a los historiadores del derecho. Un ejemplo de consucu- cionalista preocupado por ella es J. Vrela Suanzes-Carpegna, Tradkiti y liberalismo en Martnez Marina, Oviedo.

    " Vid. como mero ejemplo en el campo de "lo jurdico": B. Clavero, "La gran dificultad. Frustracin de una ciencia del derecho en la Espaa del siglo XIX", en lus Commune, XII, 1984, pp. 91-115.

    ** Cfr. la siguiente -y significariva- opinin: "El doctor Martnez Marina, en su Teora de las Cortes, se mues- tra ms diligente investigador de noticias importantes para la historia poltica de estos reinos, que compilador metdico y critico digno de estimacin y aplauso de los sabios. Su ciega pasin a las libertades de Castilla, de tal manera gobierna el nimo y dirige la pluma del autor, que slo percibe los concejos y las cortes en el mar re- vuelto de la edad media, como si la gente vulgar y plebeya lo fuera todo [...] La flaqueza del doctor Marina raya en el extremo, al poner en tortura los anriguos documentos para probar con ellos la bondad y procedencia de la Constitucin de 1812". M. Colmeiro, De la Constilun y del Gobierno de los Reinos de IM y Castilla, Madrid y .San- tiago, Librera de don ngel Calleja, editor. Lima y Valparaso: Casa de A. Calleja y Compaa, 185.S, 1.1, p. VI.

    ' Represe en el ttulo y en la fecha de la publicacin de la que extraigo la siguiente cita: "[...] miro como un principio esencial de la sociedad espaola, que est repartida en diversas jerarquas que se distingan por sus bienes, por su nacimiento, por sus honores, por sus privilegios, y por sus respectivos oficios. Esta divisin de je- rarquas es inspirada por la naturaleza, dictada por la razn, est apoyada en la posesin no interrumpida de to- dos los siglos y sostenida por la necesidad", R.P. Fr. Abagin Ferrer, Las leyes fundamentales de la Monan/ua

    espaola segfin fiurvn antiffiamenle y segn conviene que sean en la pora actual Barcelona, Imprentay Librera de Pa- blo Riera, 1845 (segunda parte), pp. il-ii.

    '' B. Clavero, "Concs tradicionales e invencin de la historia de Espaa", en Las Corles de Castilla y Len (1188-1988). Actas de la Teera Etapa del Congreso Cientfico sobre la Historia de las Cortes de Castilla y I^n, v. I, \'a- lladolid, 1990, pp. 147-197.

    '^ Recurdese aqu la tan conocida obra de Ch. H. Macllwain, Constitucionalismo antiguo y moderno, Madrid, 1991, y para su "extensin" norteamericana, vid. J.P. Reid, Constitutional Hislory of the American Revolution (2 vols.) Madison, 1986-1987 (fundamenulmente el primero de los volmenes: "The authorirv* of righis").

    115

  • I I

    y valga la redundancia, haciendo historia encontr no slo esencias jurdicas e institucionales patrias, sino tambin fueros perifricos, los cuales se convirtieron en argumentos contra la centralizacin administrativa de signo estatalista que pre- sidi al siglo XIX espaol.'^ Como Arrese advertira desde su mismo ttulo (Des- centralizadn universal Fuero vascongado aplicado todas las provincias con un

    examen comparativo de as instituciones vascongadas, suizas y americanas),^'* la centrali- zacin, transmutada en sistema poltico, se vea por muchos como una verdadera "plaga".'-'' Desde Valencia'* hasta Catalua,'^ pasando por Aragn"* y, por supues-

    '^ Expresado con palabras ajenas, y seleccionando el texto en su homenaje: "Este despotismo propio de la fase de formacin de los Estados-Nacin es el unitarismo que traspas a la Revolucin francesa y al liberalismo estricto, tal como ya ense Alexis de Tocqueville. En la Corona de Aragn y en el Pas Vasco y Navarra, libe- rales o parte de ellos, de orientacin avanzada en etapas de democracia censitaria, supieron ver. el filn ms li- bertario que haba en los antiguos fueros. La historia realizada desde el espaolismo unitarista (pero tambin del nacionalismo cataln o vasco) ha escondido, ignorado o subvalorado, los hechos que aqu hemos apuntado. Una historia que debe ser construida y que lo puede ser desde las perspectivas ahora existentes y las que se pueden pergear en nuestro futuro caminar constitucional", E. Lluch, "El liberalismo fuerista en el siglo XIX: Corona de Aragn y Pas Vasco", en Derechos histricos y constitucionalismo til, Bilbao, 2000, p. 58 (E. Lluch fue asesinado por la organizacin terrorista ETA en ZOOO).

    '"Madrid, 1873.

    " IM., p. 5. " "Leyes, costumbres, tradiciones, dignidad, independencia, todo ha desaparecido en el fondo de esa la-

    guna, llamada centralizacin [...] Antes que Valencia, pues, acabe de perder los miserables restos de su pasada grandeza; antes que veamos absorbidos hasta los pergaminos de nuestros archivos, puestos merced del Estado [...] me apresuro levantar de su sepulcro gtico la olvidada majestad de nuestra antigua dignidad foral", \'.

    Boix, Apuntes histricos sobre los fueros del antiguo reino ce Valencia, Valencia, Imprenta de D. Mariano de Cabrerizo,

    1855, pp. VIII-IX. " "Es muy cieno que no existe despotismo en toda nacin regida por leyes hechas por los representantes

    del pas [...] pero es despotismo hacer leyes por s y ante s, destruir las hechas en Cones, interpretarlas modi- ficadas su antojo, convertirse en juez y colocar en lugar de la justicia la voluntad 6 el capricho de un individuo de una fraccin", V. Balaguer, La libertad constitucional. Estudios sobre el gobierno poltico de varios pases y en par- ticular sobre el sistema por el que se rega antiguamente Catalua, Barcelona, Imprenta nueva de Jaime Jeps y Ramn

    Villegas, 1858, p. 10. '" "No quisiera haber hecho un libro esencialmente poltico, pero como lo es la materia sobre que versa,

    heme esforzado de llevario por el camino de la historia, que por el de la doctrina. Con este objeto me propuse no encarecer demasiadamente nuestras prcticas institutos forales, como de inmediata y oportuna aplicacin

    nuestro presente estado; si bien en algunos puntos ser inevitable reconocer la ventaja de varios de nuestros presidios forales sobre las garantas polticas de moderno cuo". M. Lasala, Examen histrico-foralde la Constitu-

    an aragonesa, Madrid, Imprenta de los Srs. Rojas, 1868,1.1, p. XI.

    116

  • I I to, desembocando en Navarra y las Vascongadas,''* la historia constitucional de las periferias serva, entre otras cosas, para reclamar lo que no se tena: libertades.^"

    Ahora bien, aunque muchos convenan en la inexistencia de aqullas, no est nada claro cul deba ser el sujeto de las mismas,^' ni tampoco cul era la tcnica ms adecuada para evidenciadas.^^ No obstante, no es este el lugar apropiado para dar cuenta de todo ello, ni quien escribe la persona ms indicada para hacerlo en trminos de especializacin.^^ Con las anteriores pinceladas slo he querido recordar que la fundamentacin, esencialmente historicista, de nuestros ms re-

    " "Los navarros, aragoneses, catalanes y valencianos, que, vctimas de su explotada ignorancia, defiendan el absolutismo de los reyes, y al mismo empo guarden en su pecho veneracin por los antiguos fueros, al leer

    estas pginas oirn, aunque no quieran, la voz de su conciencia", S. Olave y Diez, Constituciones foraksde Nava- rra, Aragn, Catalua y Valena, Madrid: Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y Ca, 1875, p. 7.

    ^" Cfr. la siguiente declaracin de intenciones; "No pedimos pues la historia argumentos en apoyo de ideas preconcebidas, ni tampoco la calificacin de hechos recientes, que harto sabemos lo desfigurada que anda por este motivo en nuestros tiempos. Nos proponemos hacer el anlisis y la historia de la institucin que ms podero y libertad proporcion a nuestros antepasados, hoy que tantos consideran como extraordinarias nove-

    dades todas las teoras que llevan el sello y traza de extranjera moda", J. Coroleu Anglada, J. Pella y Forgs, L^s cortes catalanas. Estudio jurdico y comparativo de su organizacin y resea analtica de todas sus legislaturas. Epi-

    sodios notadles, oratoria y personajes ilustres con muchos documentos inditos del Archivo de la Corona de Aragn y delMu-

    nicipio de Barcelona, Barcelona, 2' ed. 1886, p. X. " "Avuy da, fins en la naci que 's t per mes Iliveral sTii veura un crudel sarcasmo sil monarca's diriga

    al pobl ab aquelles pranles. Ab tot y la injusticia social que arreu se troba pels segles mitjos, les Ilivertats poli- tiques de Catalunya eren molt grans jy contents estaram si tant sola una miqucta nos nliagus quedada para avuy, y si eren les mes grans del mon, tamb eren les mes velles: la Chana .Magna d'Anglaterre no t pas tant de temps com lles", S. Bove, Institucions de Catalunya, Barcelona, La Catalana (1894?), pp. 44 y 45.

    '- "En una palabra, los autores se han credo en la necesidad de sistematizar y presentar en forma moderna ese conjunto de disposiciones cuya autenticidad abonan as la historia como las leyes y las doctrinas de los ju- risconsultos que en sus respectivos ttulos y artculos se citan. Y se ponen en artculos y en forma de un cdigo general, no pretendiendo con ello declarar ms ventajoso este sistema puramente francs, sino para mayor clari- dad del pblico y porque as lo quiere el uso, a pesar de que naciones como Inglaterra han alcanzado innegable desarrollo poloco, ms estabilidad y elasticidad en la legislacin, prescindiendo de semejantes formas", J. Co- roleu y J. Pella y Porgas, I j>s fueros de Catalua. Descripcin comentada de la constitucin histrica del Principado; sus

    instituciones polticas y administrativas y sus libertades tradicionales con la relacin de muchas revoluciones, escenas y ancdotas curiosas, palabras y hechos notables de catalanes ilustres y el estudio comparativo de esta constitucin parango-

    nada con la de todas las naciones, inclusas las orales de Savarray las provincias vascongadas, Barcelona, 1978, p. 4. ^ En sentido contrario, esto es, realizadas por especialistas, vid, dos significativas obras: J.M. Portillo, .Mo-

    narqua y gobierno provincial. Poder y constitucin en las provincias vascas (1760-1808J,\{idnd, 1991; B. Clavero, 7 cdigo y el fuero. De la cuestin regional en la Espaa contempornea, Madrid, 1982.

    117

  • I I

    motos orgenes constitucionales,"'* los gaditanos, no slo no cuaj al desbaratarse el experimento doceaista, sino que, adems, se fue progresivamente desvirtuan-

    do en trminos constitucionales, al mutarse en una suerte de historia institucional de baja calidad,"'' la cual se distanci de la realidad de las construcciones estatales que iban levantndose poco a poco. No hay, pues, una tradicin historiogrfica en Espaa que sirva a un '''law of the ConsMution'\^^ sino otros fenmenos que dieron lugar a convenciones historiogrficas y jurdicas de muy diverso tipo.

    Claro est que se me puede advertir que el contexto institucional no ayudaba, lo cual es absolutamente cierto. En la Espaa decimonnica se cultiv deficiente- mente una cultura nacionaP^ y estatal no constitucional,^** entendido esto ltimo como el fundamento y la garanta de derechos, mientras en contraste, el constitu- cionalismo se identifica con un discurso de legitimacin del poder poltico.^'' Una cultura que marchaba al comps de la formacin de un Estado tan dbil en sus instrumentos reales, como centralizado, jerarquizado e intolerante en su ima-

    -'' Sobre "fundamentaciones" se extiende M. Fioravanti, Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las Constituciones, Madrid, 1996, y, ms sintticamente. Constitucin: de la antigedad a nuestros das, Madrid, 2000.

    "' Por ms que se busque, no se encontrar en la Espaa de los siglos XIX y XX una "Verfassungsgeschichte" similar a la alemana, ni consecuentemente una crtica a la misma similar a la realizada por O. Brunner, Terra e polere:strulturepre-slatualiepre-modemenellastoriacostituzionaledell'Austriamedievak, (introduzione di P. Schiera). Miln, 1983. lin significativo intento de entroncar la historiografa institucional espaola con la primera, sin atender la crtica brunneriana, en L. Garca \!i\e^\e\\nno. Curso de historia de las instituciones espaolas, T ed.

    corregida y aumentada, .Madrid, 1970, pp. 97 V. "'' A.\. Dicey, Introduction to the Study of the Late of ihe Conslitution, MacMillan and Co., St. Martin .Street.

    Londres (9'ed.), 1945.

    -' Contra la que, por supuesto, chocaran los nacionalismos perifricos. La literatura sobre la cuestin es abundantsima. Vid. como simple introduccin al tema: B. de Riqucr, Escolta, F.spanya: la cuestin catalana en la poca liberal, Madrid, 2001; y del mismo autor. El nacionalismo espaol contemporneo, Madrid, 1996.

    '" Con excepciones, claro est. En mi opinin, una de ellas la constituye la interesantsima obra de Fran- cisco Pi y Margall. Sobre la misma, y como mera introduccin publicada en tiempos franquistas, t'/. A. Jutglar, El constituonalismo reuoludonario de Piy Margall, Madrid, 1970.

    "'' Ver la siguiente afirmacin: "Al ser un trmino selectivo no abarca a los escritores que se limitan a des-

    cribir la constitucin (...] sino a aquellos escritores que, en sede prescriptiva, buscan instaurar un orden poltico mejor y un gobierno recto, poltico o legal. Ellos se interesan no tanto por "quin" sino por "cmo" se debe de- cidir en poltica y el procedimiento jurdico que hace legtima una decisin para los subditos, y se preocupan de los fines que la sociedad poltica debe asegurar, es decir, los derechos constitucionales", N. Matteuci,//s/ona del constitucionalismo moderno. Organizacin del poder y libertad. .Madrid, 198H, pp. 23-24. Sobre la recuperacin de

    la historia del constitucionalismo como conciencia histrica que representan obras como la de Matteuci.tV/. el prlogo a esta obra que hace B. Clavero, Ibid., pp. 9-21.

    118

  • j gen,^ y cuyas diferentes formulaciones -histrica, jurdica, poltica, etctera- convergeran finalmente en el tratamiento del agobiante "problema espaol".^' Cuestin que amenaza hoy con volver a ocupar el centro del debate poltico en

    Espaa.^^ Sin embargo, a pesar de la prdida del imperio, de la crisis econmica, de los

    conflictos blicos, de los movimientos populares, de los estallidos polticos, de los estados de excepcin y, en fin, de los vaivenes constitucionales, el ochocientos espaol fue dando desde 1812 una serie de constituciones sin solucin de conti- nuidad. Ser el siglo XX la centuria que asistir a una doble anulacin constitucio- nal, siendo testigo de dos dictaduras, una de las cuales, la ltima, ocupar casi la mitad del siglo. Es precisamente a lo largo de sta cuando aparecern las primeras historias del constitucionalismo espaol, que suelen tomarse como tales por los actuales historiadores,^^ quienes inauguraron una tradicin historiogrfica que en buena medida sigue reproducindose hoy en da.'''

    Objetivo de este escrito es dar somera cuenta de esa tradicin, de sus orgenes y de sus actuales perspectivas, siendo como es consciente de dos importantes limitaciones. Por un lado, resulta difcil identificar como "historiadores del consti- tucionalismo" a determinados autores, ya que la pluralidad de discursos caracte-

    "' M. Lorente, La voz del Estado, Madrid, 2001. " La literatura sobre la cuestin es inabarcable; como buen ejemplo. J. Vrela,/^ novela de Espaa. Los

    intelectuales y el problema fspaol, Madrid, 1999. ^^ El problema territorial o, si se quiere, el mbito de decisin de la democracia espaola parece ser, segn

    nuestros polticos, el primero -y nico- de todos los problemas que afectan al Estado y a la ciudadana espaola. Las races del mismo son bien antiguas, pero podemos contentarnos con el recuerdo de las ms recientes, ya que, al mismo tiempo que en la primera norma de 1978 no se constitucionaliz la estructura del Estado (sobre esta cuestin, viel. P. Cruz Villaln, "La estructura del Estado o la curiosidad del jurista persa", enlj curiosidad del jurista persa y otros estudios sobre la Constitucin, Madrid, 1999), sin embargo s se recogieron en el texto consti- tucional los "derechos histricos" (M. Herrero de Mmn, Derechos histricos y Constiturin, Madrid, 1998). Dado el marco, las actuales demandas de las comunidades catalana y vasca se suelen formular, y sobre todo tratar, desde posiciones escncialistas; como ejemplo de otro tipo de propuesta, t't/. M. Caminal, El federalismo pluralis- ta: del federalismo naonal al federalismo plurinarional, Madrid, 2002.

    " Como ejemplos: L. Snchez Agesta, Historia delconstituonalismo espaola808-1936), Madrid, 1955, o la

    muchas veces reeditada obra de J. Toms Mllarroya, Breve historia del constituonalismo espaol Madrid, 1975. Hay que advenir que algunos autores van ms atrs, remitiendo -hoy- en sus citas a obras como la pionera -y lgica- mente desinformada-de M. femindcz .Mmiffo. Orgenes del r^men constitucional en Espaa, Barcelona, 1928.

    " Vid. F. Toms y Valiente, "Notas para una nueva historia del constitucionalismo espaol", en Sistema, 17-18, 1977. pp. 71-88 (ahora tambin en Obras completas, cit., vol. IV, pp. 3355-3372).

    119

  • I I I

    riza la actualidad; de otro, la limitada extensin de estas pginas las obliga a mo- verse en el terreno de las generalizaciones. Por todo ello, he credo que insertar las presentes reflexiones en el marco que abre la interrogante formulada en el primero de los epgrafes resulta ser la va ms adecuada para ofrecer a un lector no especializado y, sobre todo, no espaol, una somera informacin, en tanto valo-

    rativa, de lo que ha pasado y est pasando en la historiografa del constitucio- nalismo espaol.^^

    ///. La "historia del constitucionalismo espaol"

    En un ya lejansimo trabajo, J. Mara Jover denunci el rechazo que a los histo- riadores del franquismo les produca hacer su labor tomando el siglo XIX como objeto de estudio. Frente al esfuerzo reconquistador y a las glorias imperiales el XIX apareca como un siglo espantoso: americanos insurgentes, liberales de todo tipo, separatistas catalanes y vascos, muchedumbres irritadas contra la Iglesia y los patrones, e incluso contra la monarqua y, por qu no, constitucionalistas en ge- neral, poblaban un territorio demasiado movedizo para el historiador comprome- tido con el franquismo.^* Su recuerdo no interesaba precisamente, por lo que el quehacer del historiador se idendfic con dar cuenta del pasado medieval, o a lo sumo, del correspondiente a la monarqua catlica.^^ As pues, de lo que se trata- ba era de hacer historia de Espaa y de la nacin espaola,^^ y por supuesto, como consecuencia, del derecho y de las instituciones espaolasr'** en este exacto

    '^ Sobre los trminos "historia constitucional" e "historia del constitucionalismo", t)/. F. Toms y Valiente, "Dos libros para una misma historia", en Anuario de Historia del Derecho Espaol (AHDE), 63-64, 1993-94, pp. 1255-1266 (ahora tambin en Obras completas, t. V, pp. 4297^306).

    ^ Sobre el panorama cambiante, de valor testimonial, vid. M. Tun de Lara y otros. Historiografa espaola contempornea. X Coloquio del Centro de Investigariones Hispnicas de la Universidad de Pau. Balance y resumen,

    Madrid, 1980. " Un ejemplo: J. Beneyto, Espaa y el problema de Europa: contriburin a la historia de la idea de Imperio,

    Madrid, 1942. ^ Desde esa misma perspectiva, y publicado por la Editora Nacional en tiempos preconsotucionales, vid.

    F.X. Tapia, Historiadores sobre Espaa, Madrid, 1973. ''' Sobre todo ello, vid. F. Toms y Valiente, "Escuelas e historiografa en la historia del derecho espaol

    (1960-1985)", en Hispania. Entre derechos propios y derechos narionaks (Atti del! incontro di studio Firenze-Lucca 25,

    120

  • I I

    sentido, el "extranjerizante" -por afrancesado- siglo XIX tampoco resultaba de nteres.

    No insistir en la caricatura, ya que contamos en la actualidad con una volumi- nosa bibliografa que da cuenta de todas y cada una de las estrategias historio- grficas utilizadas para realizar lo que viene identificndose universalmente como "construccin de la nacin"'*' o "invencin de la tradicin",'*^ en orden a la califi- cacin de las diferentes comunidades imaginadas."" Pero no interesa tanto su his- toria como el hecho de insistir en la repugnancia desarrollada por la historiografa franquista frente a la historia ms reciente, la del constitucionalismo decimon- nico,"*^ porque tanto desde el terreno de la historia general como desde la historia

    26, 21 Magpo 989), Miln, 1990, pp. 11-46. Sobre su carcter imaginado, B. Clavero, "Anatoma de Espaa. De- rechos hispanos y Derecho espaol. Entre fueros y cdigos", IMd., pp. 47-86.

    *' O, en todo caso, el inters devena negativo: vid. H. Jurestschke, Los afrancesados en la Guerra de la Inde- pendencia: su gnesis, desarrollo ) mnsecuenas histricas, Madrid, 1%2. Hay que esperar a la obra de M. Artola para que se replantee el problema del afrancesamiento desde una perspectiva liberal; M. Artola, Los afrancesados, Madrid, 1976.

    " De publicacin reciente y autor significativo: M. Onainda, La construccin de la nacin espaola: republi- canismo y nacionalismo en la Ilustracin, Madrid, 2002.

    *^ No cabe duda de que la expresin ha alcanzado un enorme xito: E. Hobsbawn y T.O. Rangcr, Thelin- vention ofTradition, Cambridge, 1983. Hay que recordar que los objetos de las invenciones son muy diversos; as, sobre la invencin histrica del concepto de hidalgua universal t/o'. las pginas introductorias de C. Muoz de Bustillo a su edicin de la obra de A. de Poza, Fuero de hidalgua: Ad Pragmticas de Toro & Tordesillas (trad. de M. de los Angeles Duran), Bilbao, 1997, pp. l-XLK; y, sobre el mismo o similar objeto, J. Juarisri, El linaje de Aitor: la invencin de la tradicin vasca, Madrid, 1987; M. Surez Cortina, Casonas, hidalgo y linajes: la invencin de la tradicin cntabra, Santander, 1994. Ya para Espaa, I.E. Fox, La invencin de Espaa: nacionalismo librale identidad nacional, Madrid, 1997, y, finalmente, para la .Amrica hispnica, F. Prez de Oliva (edicin, introduc- cin y notas de Pedro Ruiz Prez), Historia de la invencin de las Yndias. Historia de la conquista de la Nueva Es- /Wfftf, Crdoba, 1993.

    "^ l'n ejemplo reciente: F. Wulff, Ijis esencias patrias. Historiop'afia e Hhtoria antigua en la construccin de la identidad espaola (siglos X\'l-XX), Barcelona, 2003. La expresin es conocida: B. .Anderson, Comunidades imagna- das: Riflexiones sobre el origen y la difusin del nacionalismo, Mxico, 1993.

    " Aunque, por supuesto, tambin ofreca lecturas del mismo: esa fue la labor desarrollada por la llamada "escuela de Navarra" respecto, sobre todo, del primer constitucionalismo gaditano. La obsesin por denunciar su afrancesamiento, su carcter ajeno a la esencia de lo "espaol" se repite en muchos de los trabajos y autores. Al mismo riempo, dicha escuela, vinculada al Opus Dei, se esforz, en mi opinin sin conseguirlo, en salvar para la historia constitucional de Espaa el discurso de los denominados ser-viles por los liberales gaditanos. Sin afn exhaustivo alguno, cabe la cita de algunos de sus autores y obras: F. Surez, La crisis poltica del Antiguo Rgimen en Espaa (1800-1840), .Madrid, 1958; El proceso de la convocatoria a Corles (808-1810), Pamplona, 1982; Las Cortes de Cdiz, Madrid. 1982; M. Isabel Arriazu et al.. Estudios sobre Cortes de Cdiz, Navarra; Universidad,

    121

  • I i

    del derecho, el entonces llamado derecho poltico o el derecho administrativo co- menz a recuperar como objeto de tratamiento historiogrfico el tan terrible ocho- cientos constitucional espaol, con su ltima y postrera deriva republicana ya bien medda en el siglo XX. Vigente la dictadura franquista, historiadores y juris- tas de todo ripo recuperaron la historiografa liberal y abrieron el debate marxis- ta, al riempo que la frrea unidad de Espaa'*"' no impidi que tambin se fuera recuperando la historia de las otras "Espaas".^''

    Una vez llegados los tiempos de la transicin democrrica, diferentes historia- dores comenzaron a hacer el balance de la produccin de sus respectivas discipli- nas, siendo conscientes de que reflexionaban desde un espacio ya distinto. En ese sentido, F. Toms y Valiente, por ejemplo, dio cuenta en su momento de que la existencia de una nueva base, la constitucional, transformaba -o deba transfor- mar- la percepcin de la historia ms reciente.*^

    No obstante, hay que advertir que al coincidir en un determinado momento los terrenos de la reflexin historiogrfica y el debate del propio constituyente, el primero qued marcado por las necesidades -y urgencias- del segundo. La dca- da de los setenta y los primeros ochenta del siglo pasado asistieron en Espaa a un debate en el que resultaba difcil, si no imposible, desprender la investiga- cin histrica, en general, y la del consritucionalismo, en particular, de un entorno en el que se reclamaba Constitucin. De igual forma, los primeros aos de la puesta en marcha de la norma suprema de 1978 tambin fueron tesrigos de la

    1967; M. Cristina Diz-Lois, El manifiesto de 1814, Pamplona, l%7. Una denuncia sobre el carcter convencional de las constituyentes, en M. Moran Ort, Poder y gobierno en las Cortes de Cdiz (I8W-I8I3}, Pamplona, 1986. Finalmente, este grupo de investigadores ha realizado un intenso trabajo de edicin y comentario de fuen- tes: F. Surez (estudio preliminar de M.C. Diz-Lois, Actas de a Comisin de Constitucin {1811-1813), Madrid,

    1976; F. Surez (estudio preliminar y notas). Cortes de Cdiz, I. Informes oficiales sobre Cortes. Baleares, Pamplona,

    1%7, etctera. " Que fomentaba estudios histricos como los siguientes: A. de Luna Garca de Villegas, Don Akaro de

    Luna y la t-spaa preimperial de Don Juan II. 1405-1454: del caos a la anidad nadonal, Madrid, 1942; F, Segura, w unidad catlica de Espaa: doctrina, historia, Barcelona, 1963.

    ** .Sobre las mismas, de publicacin reciente, vid. E. Lluch, l^s Espaas vencidas delsi^o XVIII: claroscuros dt la llustrarin, Barcelona, 1999.

    " F. Toms y Valiente, "La Constitucin de 1978 y la historia del constitucionalismo espaol", enAHDt, L (1980), pp. 721-751 (tambin en sus Obras completas, cit., vol. III, pp. 2(X)1-2021).

    122

  • I I fragilidad de la nueva democracia espaola, como bien lo demuestra la famosa y frustrada intentona golpista.*^

    Expresado de otra forma: para bien o para mal, la historiografa del constitucio- nalismo estuvo vinculada a una forma de ver la recuperacin del tracto constitu- cional en Espaa. As se explica el florecimiento de una pujante literatura sobre la historia de los diferentes partidos, del movimiento obrero en general y de los sindicatos en particular. En un sentido similar, los diferentes nacionalismos, sus concepciones, partidos y realizaciones fueron objeto de estudio para muchos. Si tomamos, por ejemplo, una bibliografa que d cuenta mnima de los estudios existentes sobre lo que se denominaba historia constitucional y poltica de Es- paa, podremos hacer un balance significativo: el nmero de publicaciones exis- tentes sobre lo que en general podemos definir como fuerzas polticas y sindicales es mucho mayor que las dedicadas a cualquier otro tema que interese a la historia constitucional."*^ Se haca historia de lo que fundamentalmente se reclamaba inexistente, esto es, participacin poltica, reconocimiento de una pluralidad de organizaciones que se supona representaban las diferentes sensibilidades polticas de los considerados "espaoles".

    Ahora bien, cumplir, historiogrficamente hablando, con las prioridades pol- ticas del momento arroj tambin sus consecuencias. En definitiva, y la poste- rior es slo una opinin, los historiadores del constitucionalismo, como en general los espaoles, asistieron a una transicin poltica cuyo objetivo primero fue el de dar voz a todos aquellos a los que el sistema del partido nico haba negado. Se me podra advertir que la descrita es la lgica intrnseca de todas las transiciones polticas que pretenden desmontar regmenes totalitarios, pero lo que pretendo destacar es que el protagonismo casi absoluto de la poltica y los polticos actu en un senrido tan necesario en su momento, como insuficiente se demostrara en un futuro, esto es, en la actualidad. Legalizados partidos y sindicatos, el cierre en falso de numerosas cuestiones, tales como la estructura territorial del Estado,

    ** Una reflexin entre muchas: V. Prez \)\iz,La tmerpna dt la Espaa democrtica: La "invfticin" de una tradicin y la dudosa msniucionalizaci de una democracia, Madrid. 1991.

    '*'' J. Garca Fernndez, Bliop-ajia espaola de derecho poltico 11939-1981), Madrid, 1982, interesando sobre todo su sexta parte (historia constitucional y poliiica), pp. 311-386.

    123

  • I I

    la constitucionalizacin de instituciones preconstituidas, como la misma monar- qua o el aparato judicial, el debate inacabado o inexistente sobre garantas de derechos, como los que conciernen al jurado o a la propia independencia del judi- cial, o en fin, la inconsecuente posicin de la Iglesia catlica en el marco supues-

    tamente laico del Estado espaol, afecta hoy de manera directa el devenir del constitucionalismo en Espaa.

    Pero estbamos hablando de historiografa sobre el constitucionalismo, de eso se trataba. Y ya hemos visto que por constitucional se poda entender poltica, identificacin del todo con lo que, en vsperas constitucionales, tampoco exista: una mnima reflexin dogmtica sobre el derecho constitucional. La inexistencia en tiempos franquistas de una constitucin normativa,"'" pues las famosas "Leyes fundamentales" del rgimen no pudieron calificarse as,^' oblig a los cultiva- dores de una inexistente disciplina, el derecho constitucional, a dedicarse a un tan proteico como difuminado "derecho poltico",''^ en el que, por supuesto, ca- ba hacer historia del constitucionalismo en tales trminos."

    ^ De la que hablaba M. Garca Pelayo, Derecho constitucional comparado, V ed., Madrid, 1950.

    ' A pesar de ello, represe en lo significativo del ttulo de la compihcmn-.Leyesfumiamentaks del Estado: IM Constitucin espaola, Madrid, Servicio informativo espaol, 1%7. .\1 mismo tiempo, algunos intentos dogmticos no faltaron: J.M. Cordero Torres, La ley orgnica del Estado como texto codificador dt las leyes fundamentales, Madrid,

    l%2. Cordero Torres fue un significativo internacionalista del rgimen Uinquhti. Aspectos de la misin universal de Fjpaa: Doctrina internacional y colonial espaola, Madrid, 1944.

    ^^ Sobre el mismo, vid. la exposicin crtica realizada por F. Rubio Llrente, en la "Nota preliminar a la edi- cin espaola" de la traduccin de la obra de F. Stein, Derecho poltico, Madrid, 1973, pp. XI y ss. El trmino po- ltico, identificado con el constitucional, ha seguido operando en Espaa incluso despus de la entrada en vigor

    de la Constitucin de 1978: O. .Mzaga, I. Gutirrez, J. Rodrguez-Zapata, Derecho poltico espaol, segn la Cons- titun de 1978, i', ed., Madrid, 2001-2(X)2, lo que demuestra una firme raigambre que, no obstante, se remonta ms all de los tiempos correspondientes a la dictadura franquista: J.M. de los ^\o\ Derecho poltico general, es-

    paol y europeo, Madrid, 1845-1846; J. de Dios Vico y Bravo, Estadios elementales de derecho poltico y administrati- vo espaol. Granada, 1879; M. Perea y Puente, Elementos de derecho natural y del civil, mercantil, poltico y

    administrativo, Lrida, 1904; B. Argente y del Castillo, EIdereo vigente en Espaa: Rudimentos de derecho natural, romano, cannico. Historia del derecho espaol, poltico, administrativo, economa poltica, hacienda pblica, derecho ci-

    vil, mercantil, penal, procedimientos judiciales, prctica forense, derecho internacional pblico, y derecho internacional pri-

    vado, para uso de los alumnos de derecho usual, 4'ed. .Madrid, 1908. Y, por supuesto, A. Posada, Tratado de derecho poltico, 5". ed. rev., (2 vols.), Madrid, X'iiS; La crisis del F.stado y el derecho poltico. Madrid, 1934.

    '^ El mismo rgimen franquista lo propiciaba: J. Xifra Heras, Instituciones y sistemas polticos: la estructura constitucional de Espaa: segando cuno de formacin poltica en las universidades y centros de enseanza superior, Bar- celona, 1%1. Represe en el ttulo de la siguiente recopilacin: D. Sevilla Andrs, Constituciones y otras leyes y proyectos polticos de f^spaa, Madrid, 1%9.

    124

  • I J

    Repare el lector en que la velada crtica que puede inferirse de la anterior afir- macin no implica desprecio alguno por la historia poltica, sino, simple y llana- mente, constatacin de inexistencia de especificidad.^'' La transicin espaola dej una herencia historiogrfca de difcil cancelacin ya que a pesar de que la Constitucin de 1978 entr en vigor,'^ algunos de los "herederos" de aquel lejano "derecho poltico" consideraron -e incluso, siguen considerando- que no hay que introducir muchos cambios en la manera de ver la historia del consdtucionalis- mo.^* Comprubese lo afirmado en declaraciones como la siguiente: "El profesor Jimnez de Parga en su libro, ya clsico, los regmenes polticos contemporneos,^^ ha significado que el rgimen poltico de un pueblo no riene por qu coincidir con la organizacin escrita en sus leyes fundamentales, sino que es algo ms que la des- cripcin de los poderes oficiales y de la ideologa que stos dicen propugnar; es, de hecho, la solucin que se da de hecho a los problemas polticos de un pueblo".^**

    Ahora bien, creo que el problema que puede inferirse de declaraciones como la consignada no es tanto -aunque tambin- constatar que obras como la de Du- verger pueden seguir siendo referentes para constitucionalistas espaoles,'^^ sino advertir la existencia de un simple y bsico problema de seleccin y tratamiento de fuentes -que lo es tambin de objetos- que proviene de la comprensin ex- clusivamente poldca de la historia del constitucionalismo espaol.

    Expresado en pocas palabras: en la medida en que la historia constitucional ha podido y puede ser entendida como una suerte de historia de los diferentes momentos polticos, las fuentes utilizadas han sido y son, en lo fundamental, los

    ** M.A, Gonzlez Muiz, Constituones, Cortes y elecciones espaolas: historia y ancdota (MXO-Wib), Madrid, 1978.

    '^ No sin encontrarse con obstculos juridico-culturales. As, la normatividad del texto constitucional tuvo que ser recordada -o explicada- a la comunidad jurdica por E. Garca de Enterra en un famossimo, por opor- tuno, libro: La Constitucin como norma y el Tribunal Constitucional, V. ed., Madrid, 1981.

    "A, Colomer, El sistema poltico de la Constitucin espaola de 1837, Madrid, 1989. *' M. Jimnez de Parga, Los reprnenes polticos contemporneos, Madrid, 1960. " J.F. Merino Merchn, Regmenes Histricos Espaoles, Madrid, 1988, p. 17. ^'* Lo que no obstante indica lo alejada -o desinformada- que se encuentra una buena parte de la historio-

    grafa espaola respecto de los actuales debates europeos. La obra de M. Duvcrger tuvo mucho xito (Jnstitulions poliiiques et Droil constitutionnel, 11'. ed. Pars, 1970), tambin en Espaa: Instituones polticas y derecho constitu- nona/(prlogo de Pablo Lucas V'crd: traduccin castellana de Isidro Molas, 5'. ed. (toulmente rcf: dirigida por J. Sol Tura), Barcelona, 1970.

    125

  • I I

    textos normativos y los diferentes -por ms conocidos- peridicos, sobre todo los propios del parlamento. As planteada, la historia del constitucionalismo se suele identificar con una historia de los propios textos normativos y/o periodsticos,** respecto de los cuales no se hace crtica.''' Una inmensa masa documental, impre- sa y manuscrita, ha quedado fuera de juego para la historiografa constitucional, que relee una y otra vez las mismas y conocidas fuentes sin abrir sus horizontes.^^

    As, por ejemplo, se puede seguir haciendo historia del parlamento, de la jus- ticia o, ya ms en concreto, de la codificacin, sin acudir a sus archivos. De la mis- ma manera, se puede seguir utilizando fuentes como la Coleccin le^slatwa o los Diarios de Sesiones sin dar cuenta de por qu, por quines y cmo se realizaron en su momento publicaciones como las indicadas. Resta por hacer, en definitiva, una inmensa labor sobre las fuentes que permita ultimar mnimas convenciones, nacidas no tanto de la interpretacin cuanto de las exigencias marcadas por el mero cumplimiento con las tareas a las que obliga el oficio del historiador.

    Aun cuando ya he advertido que la extensin de estas pginas las aboca a la generalizacin excesiva, no lo he hecho respecto de su posible injusticia valora- tiva. Con las anteriores afirmaciones no he querido minimizar el valor de cientos de estudios que, en clave de historia poltica contempornea, nos han enseado qu es lo que pas en los diferentes reinados, elecciones, parlamentos, institucio- nes municipales o provinciales, partidos, sindicatos, movimientos populares, o en el mundo de la opinin pblica tan difcil de aprehender, sino simplemente se- alar que toda historiografa tiene una historia, y de nuevo, que la espaola se ha

    *" Sin entenderlos ni situarlos en su contexto histrico: J.F. Chofre Sirvent, Categoras y realidad normativa en asprimeas Corles espaolas II8I0-IS37), Madrid, 1996.

    '' Pionero en el tratamiento de esta problemtica fue, sin duda, B. Clavero, "Materiales primeros para una historia constitucional de Espaa", enAHDE, 59, 1989, pp. 841-857. .Sobre el problema de la oralidad, refirindo- se en concreto a la Constitucin de 1869, J. Vallejo, "Ortografa y heterografia constitucionales (1869)", enAHDE, 64, 1993-1994, pp. 615-699. Y, ya en concreto, sobre la cuestin de las fuentes en el exacto sentido indicado en

    el texto, M. Lorente, "Manuscritos e impresiones para una historia constitucional de Espaa", Historia contempo- rnea, 12, 1995, pp. 91-133.

    ''^ Yque se reproduce en la manualstica: P. Vias, Bm^e historia constituonalde Espaa i 1808-1978), Ma-

    drid, 1981; R. Jimne/. \sens\o, Apuntes para una istoria del ronstitufionalismo espaol. Zarautz, 1982; C. Nez

    Rivero, Historia constiturionalde Espaa, .Madrid, 1997. Para un verdaderamente novedoso replanteamiento de la historia constitucional, vid. B. Clavero, Manual d Historia constiturional de Espaa, Madrid, 1989.

    126

  • I I

    desarrollado en un marco que posibilita la negacin de especificidad en el campo

    de la historia constitucional. En mi opinin, esta inespecificidad ha producido dos consecuencias funestas.

    De un lado, los juristas que hacen historia suelen despreciar la utilizacin de otras fuentes que no sean las impresas y fcilmente manejables en su labor. Como ya he advertido, para muchos, la historia constitucional se solventa manejando textos normativos y discusiones en el parlamento, aadiendo, eso s, alguno que otro texto proveniente de la literatura jurdica del periodo estudiado, y sobre esta base reconstruyen categoras. Por otro, los historiadores, por regla general menos re- nuentes a la realizacin de esfuerzos sobre fuentes, suelen interiorizar aquellas ca- tegoras sin problematizarlas, sin advertir en ellas los efectos generados por la mano invisible de la proyeccin dogmtica.'"' Pero esta ltima cuestin requiere de una explicacin ms detenida que justifique la crtica, la cual, adems, nos colocar en terrenos ms cercanos cronolgicamente a los tratados hasta aqu.

    JV. La historia disciplinar: de unos cdigos j de una administracin

    Sabido es -cierto que slo por algunos- que la revolucin, llammosla burguesa, permiti el cuarteamiento de la ciencia jurdica en las diferentes disciplinas que hoy conocemos.*^ Hay, sin duda, disciplinas nacidas de cdigos -el civil, el mer- cantil, los procesales, e incluso, el mismo constitucional- y disciplinas nacidas de una actividad: como la de la aplicacin de las normas correspondientes al -nuevo- sujeto administracin. Cierto es que en las postrimeras del Antiguo Rgimen los cultivadores de aquella unitaria ciencia jurdica, el famoso derecho comn, ya manifestaban ciertas preferencias, y que incluso utilizaron trminos como derecho pblico,*'^ pero en ningn caso podran identificarse estas preferencias con aquel cuarteamiento disciplinar al que he hecho referencia.

    " Sobre estos problemas me he extendido previamente: M. Lorente, "Historia del constitucionalismo, historia de la Administracin: A propsito de dos publicaciones recientes",///>(, 2, 1997, pp. 547-604.

    ** Por todos, /. A.M. Hespanha, Cultura jurdica europea. Sntesis de un milenio, Madrid, 2002. ''' Vase como mero ejemplo, R. L. de Dou y Bassols, Instituones de Derecho Pblico general de Espaa con

    notuia del particular de Callua y de as principales reglas de Gobierno en qualquitr Estada, Madrid, 1800-1803 (8 vols.), facsmil, Barcelona, 1975.

    127

  • I I

    Constituyen legin los escritos de sensibles historiadores y juristas que nos han advertido sobre la condicin ajena del mundo de Antiguo Rgimen, sobre su carcter de seccin cancelada de la historia en orden a la recomposicin, desde nuestras concepciones y categoras, de aquel que hemos perdido para siempre. Los nombres de Grossi, Costa, Clavero, Hespanha y un largo etctera vienen al caso aqu, por ms que no haya espacio para reconstruir sus advertencias. Propie- dad, Estado, jurisdiccin, gracia, administracin, contrato, persona, representa- cin, y tambin aqu un largo etctera, constituyen, para aquel mundo perdido, significados por completo diferentes a los que hoy les damos. En definitiva, hay una historiografa que pretende dar cuenta de la discontinuidad en el campo de lo jurdico que toca a su propia definicin como tal, ya que, tambin en esto, la modernidad lo ha adelgazado hasta dejarlo en la situacin que todos conocemos.

    Sin embargo, si hay materia resistente a los cambios, ajena por completo a las que he consignado como advertencias, es la constituida por los escritos de los pro- fesionales de la historia del derecho y los juristas dedicados a la historia. Espaa parece querer quedarse al margen de un debate que lleva ms de veinte o treinta aos desarrollndose en toda Europa, ya que buena parte de la historiografa ju- rdica ha decidido, por accin o por omisin, no introducir entre sus preocupacio- nes tericas reflexin alguna que proceda de la interiorizacin del concepto de discontinuidad.** Es ms, su sola mencin puede incluso llegar a irritar.''^

    En este campo abonado por la irritabilidad o por el mero desconocimiento de los historiadores del derecho, florecen esplendorosamente las reflexiones sobre

    "J. Vallejo, "Paratona de la Historia jurdica", en Mtanges de la Casa de Velsquez, XXXI-2, 1995. *' Disclpeseme lo que de ancdota personal tiene la siguiente ejemplificacin de lo afirmado en texto. En

    1998, la revista catalana Initium public un artculo mo que se extenda sobre el comentario de un libro ("Au- tonoma y soberana: entre la historia conceptual y la historia del derecho", nilum, 3, 1998, pp. 487-5.^0) en el

    que reflexionaba sobre la problemtica de la discontinuidad. A este artculo respondi, airadamente por cierto, como bien puede inferirse del ttulo, el d(x:tor F. Pacheco ("Restauracin del principio de autoridad y discusin histrica", Initium, 4, 1999, por lo que me sent obligada no tanto a responder, como, simplemente, a exponer las tremendas dificultades que, en mi opinin, tenan los autores que se situaban dentro del paradigma de la dis- conrinuidad para llegar a convenciones mnimas, sin entrar en absoluto a analizar lo que podemos definir como paradigma conunuista ("Pensamiento nico e historia del derecho: dificultades y obstculos en la globalizacin

    iushistrica", Inilium 5, 2000, pp. 43.-471). Pues bien, la sola mencin de la discontinuidad, de las dificultades de su manejo, de las diferencias que creaba en los historiadores que la haban interiorizado, etc., provoc una segunda -y ms airada todava- respuesta del F. Pacheco; "Discusin histrica y canunela post-moderna: el fin de la profeca", Initium, 6, 2001, pp. 409-422.

    128

  • I I

    orgenes disciplinares ms o menos lejanos. Hay as una historia de la codificacin que pertenece a civilistas, penalistas, mercandlistas o procesalistas, como hay una historia de la administracin y del derecho que pertenece a los administrativistas. Unos y otros, junto con los constitucionalistas, han hecho, y siguen haciendo, his- toria de sus respectivas disciplinas, convergentes en el marco comn que presta la historia contempornea, esto es, el del consritucionalismo espaol.

    Ahora bien, esta historia disciplinar, realizada por regla general a espaldas de las advertencias sobre significantes y significados, no slo parte de una negacin de la ajenidad de concepciones, instituciones y prcticas pretritas, sino que ade- ms se desarrolla sin una primera reflexin, o mejor dicho problematizacin, de sus propios objetos de estudio. Expresado de otra manera, las ideas mismas de ley, cdigo o administracin, con sus derivaciones centralizadoras, uniformizado- ras, territoriales, absorbentes en definitiva del mundo plural del que traan causa, son tomadas no como objetos respecto de los cuales hay que hacer historia, sino como datos que caracterizan desde un principio el mundo jurdico e institucional, es decir, constitucional, que representan los dos lrimos siglos para la historia de Espaa.''** Desde esas coordenadas se puede hablar de la lendtud en la codifica- cin, problemtica provincialista, la confusin normativa, la dependencia del juez, etctera, como enfermedades de un sistema que funge como punto de partida al hacer historia.''"'

    Ausente el punto de partida, no se hace historia gentica hasta desembocar en el punto de llegada. Qu es lo que queda en medio.^ Sin duda, y en mi opinin, pero expresado con palabras ajenas: la propia historia constitucional.^" La confu- sin denunciada por Clavero entre una historia de poderes y una historia de dere- chos es una estrategia muy comn entre los cultivadores de la historiografa constitucional, a la que se han aficionado muchos juristas y, por supuesto, muchos historiadores del derecho.

    ** M. Lorente, La voz del Estado, op. t., y passim. *" En numerosos trabajos B. Clavero ha contado la historia de las resistencias a la idea de cdigo. Sobre la

    historiografa administrativa me he servido de una reciente y brillante reflexin historiogrfica de F. Martnez,

    Spagna, (manejo original por cortesa del autor). ' "No existe en Espaa historia consritucionar. B. Clavero, "Materiaksprimrrospara una historia constiluo-

    ttalde Espaa " rn AHDE, LV, 1984, p. 843, y extensamente en Razn de atado, razn de individuo, razn de historia. Madrid, 1991.

    129

  • I I Abonado as el campo, no es de extraar que podamos encontrarnos con ttu-

    los tan significativos como el siguiente: Los primeros pasos del Estado constitucional. Historia administrativa de la Regencia de Mara Cristina de Borbn?^ Y afirmo que es significativo porque si algo caracteriz la historia de la mencionada regencia es, precisamente, la ausencia de Constitucin. Los historiadores convienen en que

    difcilmente puede darse tal calificativo al famoso Estatuto Real, vigente durante parte del periodo de la regencia; sin embargo, la muy interesante obra de A. Nieto logra hacer coincidir la ecuacin Estado constitucional=administracin, sin que exista hueco en sus pginas para profundizar en problemticas como la que daba cuenta Matteuci7^

    La historiografa disciplinar se abre paso y se reproduce, obviando, ms que criticando, otros paradigmas. De nada sirve, por ejemplo, que Mannoni y Sordi nos recuerden que "l'expressione 'diritto amministrativo' non costituisce uno di quei lemmi da sempre present nel vocabolario giuridico, le cui origini si perdono nella notte dei tempi. Essa nata, infatti, meno di duecento anni fa"," si en Es- paa seguimos dando por buena la (relativa) intemporalidad del paradigma, esta vez correspondiente al propio campo disciplinar.'''*

    Espero que el lector haya advertido cul es el que considero un problema, ya que no es tanto el que procede del mantenimiento de tradiciones disciplinares de todo signo, cuanto aqul que se reproduce en un rgimen de profundo aislamiento. Y no slo otros historiadores, aquellos que no buscaban orgenes ni hacan historia de disciplinas jurdicas, han tenido como referentes una serie de ttulos u obras realizadas en y desde las coordenadas descritas, que suelen utilizarse para descargar responsabilidad. As, por ejemplo, en una reciente y justamente laureada obra, lvarez Junco se para a discutir con A. Gallego-Anabitarte sobre la traslacin o no del modelo de administracin centralizada francesa al experimento espaol,^^

    " A. Nieto, Barcelona, 19%. Esta obra obtuvo el Premio Nacional de Ensayo en 1997. " Vid. Sttpra, n. 30. ^'' Soria del diritto amministrativo, Roma-Bari, 2001, p. 7.

    '* Un recientsimo ejemplo: A. Gallego-Anabitarte, Formacin y enseanza del Derecho pblico en Espaa (1769-2000): Un ensayo crtico, Madrid, 2003.

    '' J. lvarez Junco, Mater dolorosa. La idea de Espaa en el siglo .Y/.V, Madrid, 2001, p. 535, nm. 48. Esu

    obra ha sido galardonada con el Premio Nacional de Ensayo en el 2002.

    130

  • I I

    cuando la reflexin del ltimo forma parte de un debate sobre orgenes que lleva ocupando a la historiografa administrativista desde hace ms de treinta aos, sin que sta se d por enterada de la existencia de reflexiones como las de Mannori y Sordi antes citada^^

    Finalmente, hay que recordar que las historias disciplinares favorecen la exis-

    tencia de historias corporarivas. El mundo de la judicatura, de la abogaca o del notariado, en definitiva de las llamadas profesiones jurdicas, ha sido cultivado por una historiografa de cuerpo muy preocupada por fechar los ms annguos or- genes de los mismos haciendo exaltacin de sus tradiciones no slo disciplinares sino propiamente corporarivas/'' En este panorama no resulta extrao constatar la escasez -que no falta absoluta- de estudios sobre el poder judicial,^^ o, mejor, de la administracin de justicia/'' Cmo se seleccionaron los jueces, quines fue- ron, cmo actuaron, han sido preguntas que han interesado ms a historiadores extranjeros -en concreto, al Instituto Max Planck de Frankfurt-**" que a los histo-

    riadores del constitucionalismo, quienes han dejado as de hacer de manera pro- funda la historia de una de las ms bsicas garantas de derechos. En conclusin, la historia de los profesionales del derecho, de aquellos que fueron los principales protagonistas de la puesta en planta de nuestro constitucionalismo, resulta ser bsicamente una historia de colegios de abogados o de notarios, de su sedes y de sus diferentes estatutos, o de las normas que fueron configurando la administra-

    "Sobre la misma, C. Garriga-M. Lorente, "Responsabilidad de los empleados pblicos y contenciosos de la Administracin (1812-1845). Una propuesta de revisin", en Constitucin de Espaa. Orgenes y destinos, Madrid, 1998, pp. 215-272.

    " No obstante, hay que advertir que tambin existe otro tipo de historiografa, como, por ejemplo, el exce- lente estudio de F. Villacorta Baos, Profesionales y burcratas: Estado y poder corporativo en la Espaa del siglo XX. 1890-1923, Madrid, 1989.

    Ya lo advirti B. Calvero hace bastantes aos: Los derechos y os jueces, Madrid, 1988. Y no slo: este mismo autor viene recordando el olvido de una temtica bsica para la historia del constitucionalismo: el undo.Happy Comtitulion. Cultura y lengua constitucionales, Madrid, 1997.

    " Una visin de un consritucionalista en M.A. Aparicio, El "status" del poder judicial en el constitucionalismo espaol!1808-1836). Barcelona, 1995. Para un anlisis en profundidad, con agotamiento de fuentes y sensibili- dad histrica, F. Martnez, Entre confianza y responsabilidad: la justicia del prifner constitucionalismo espaol (1810- 1823), Madrid, 1999.

    *" Cfr "A la rccheiche de la justice espagnole: le groupe SPA.N'JUS", en J.M. Scholz (cd.) El tener poder Ha- cia una comprensin de la justicia contempornea en Espaa, Frankfun am Main, 1992, pp. 67-92.

    131

  • I .fe I

    cin en general y la de justicia en particular,**' sin que de ella emerjan las sombras que permitieron a unos y a otros no tomarse en serio la Constitucin, como bien

    demuestra la historia de los siglos XIX y XX.**' La cultura jurdica espaola no ha hecho, o mejor, no ha convenido en hacer

    un ejercicio de introspeccin, a pesar de que ejemplos forneos no faltan.^' A sal- vo los paradigmas fundacionales, se extendi sobre ellos el manto de la recupe- racin del tracto constitucional, esto es, la normatividad de la Constitucin de 1978. No es imaginable dar cuenta exhaustiva de los cambios; sin embargo, tengo para m que a pesar de que la primera norma de 1978 los produjera, la conciencia histrico-disciplinar ha quedado indemne despus del choque. Resulta signifi- cativo a estos efectos una obra reciente en la que un conocido administrativista llama a recuperar el mito de la ley, entendida como expresin de la volante gen- rale. Con sus propias palabras: "Es pues, urgente, me parece, limpiar las adheren- cias que el viejo mito, de tan larga vigencia, ha dejado en el sistema para que de nuevo la supremaca de la Ley pueda afirmarse frente a la supremaca que aqul ha venido asegurando a los Legisladores".**^

    Represe en que si de algo no ofrece duda la historia del constitucionalismo espaol es que no cupo en ella la asimilacin del concepto de ley formal**^ -con el cual, segn sus propias palabras, se contenta el autor del prrafo transcrito-.'^'' Por lo que la recuperacin a la que se refiere es la de su propia mitologa o cons- truccin disciplinar, hundiendo sus races en una relectura un poco pasada de moda,**^ historiogrficamente hablando, de la Revolucin francesa.****

    *' En este exacto sentido, vid. J. Paredes, a organizann de ajusticia en la Espaa liberal. Los orf^enes de la

    carrera judicial 11834-1870), Madrid, 1991. "^ Porque, en mi opinin, monografas como la siguiente son claramente insuficientes: S.A. Roura Gmez,

    La defensa de la Conslilucin en la kistoria constituonal espaola: Rigidez y control de constituonalidad en el constitu-

    cionalismo histrico espaol, Madrid, 1998. "' A. Schiavone (a cura di), Stato e culturapuridica in Italia dall'Unit'a alia Repubblica. Roma-Bari, 1990.

    ** T. Ramn-Fernndez, De la arbitrariedad del lepslador Una critica de la jurisprudencia constituonal, Ma- drid, 1998, p. 169.

    "^ M. Lorente, La voz del Estado, op. cit., passim. '^Op.cil.,p. 171,

    *" Mantenida firmemente por autores tan significativos como E. Garca de Entern'a, 1M lengua de los dere- chos. La formacin del derecho pblico europeo tras la Revolucin francesa, Madrid, 1994.

    ^ Cfr. F. Furet, M. Cy/joui, Diccionario de la Revolucin francesa, Madrid, 1989.

    132

  • I I

    Tengo para m que la bsqueda de orgenes, la proyeccin de dogmticas de todo signo, la historiografa corporativa y, en fin, la historia del Estado, que no de la Constitucin, han contribuido a que la historia consritucional no sea precisa- mente una fuente de cultura constitucional. Claro est que existen notabilsimas excepciones, pero aqu se trataba de dar cuenta de las causas del dficit, y no de otra cosa. Y una de ellas, quizs no la ms importante pero s la que mejor se deja documentar, es la del atraso de la historiografa jurdica espaola, bien sea la cult- vada por juristas o bien por historiadores, en relacin con las temricas y proble- matizaciones que vienen interesando a la comunidad iushistrica, no espaola, en los ltimos aos.**** No cabe duda de que entre aqullas est la reformulacin de lo que puede dar hacer historia constitucional, o si se quiere, para no confun- dirnos, historia del consdtucionalismo. Pero tampoco me cabe la menor duda de que para lograr alguna mejora tendra que hacerse caso a consejos como los dados por Zagrebelsky, quien hablando de la historia de las transformaciones del Estado consritucional, sugiere que "de la visin general se obriene una idea del derecho que parece exigir una profunda renovacin de numerosas concepciones jurdi- cas que operan hoy en la prctica".*^'

    V. Recapitulacin: la historia constitucional espaola

    Entre la historia constitucional-historia polrica y la historia consritucional-historia disciplinar hay huecos que permiten hablar, sin duda, como sealara en su da Toms y Valiente, "de un nuevo modo de estudiar el constitucionalismo".*" l mismo fue, en su ltima y frustrada etapa, un nuevo historiador del constitucio- nalismo, como a l le gustaba decir.''^ Ahora bien, que ese nuevo modo no prende en absoluto es algo que aquellos quienes nos consideramos sus cultivadores he- mos aprendido a comprobar, que no a aceptar, como creo que bien lo demuestra el presente escrito.

    ' Sobre todo ello me he extendido en "Pensamiento nico c historia del derecho", op. cit., passim. ' Elderrcho dctil. Ley, derechosJuslicia. Madrid, 1995. p. 9. ' F. Toms y Valiente, "Presentacin" del nm. 12 de la tevisa Historia Contempornea. 12,1995, p. 23. Sobre su obra, vid. B. Clavero, Toms y Valiente. Una biop-afia intelectual, Miln, 19%.

    133

  • I I

    No s si realmente existe o no una historia constitucional de Espaa, como le discuta J.M. Portillo a B. Clavero,'^ pero no me cabe la menor duda de que falta trabajo de fuentes, convenciones mnimas sobre su uso, bsica reflexin metodo- lgica, introspeccin disciplinar, y sobre todo, una buena dosis de sensibilidad cons- titucional. A todo ello debo aadir que en la actualidad no corren buenos riempos, que en los ltimos aos viene alentndose desde las instancias pblicas una historio- grafa que se dice sin complejos,** a la que le importan slo la exaltacin de reinados gloriosos,''^ la reformulacin de la -as denominada por B. Clavero- leyenda rosa, la normalizacin de la historia decimonnica espaola,''^ e incluso, la relectura de la Segunda Repblica espaola y del drama de la guerra civil espaola en trminos, de nuevo, de justificacin de los vencedores,'" en lugar de profundizar en lo que podra dar de s una historia constitucional. Paralelamente, el clima gestado por la violencia terrorista y, en la ms reciente actualidad, por la confrontacin entre los nacionalismos perifricos y el denominado por ellos "espaolista", resulta especial- mente frtil para la acogida de los resultados que arroja una historiografa irritada contra los primeros, la cual, haciendo historia de la invencin de la tradicin,'^" est

    " J.M. Portillo, "Existe una historia constitucional de Espaa? Reflexiones sobre un primer manual de esta especie", en Revista de las Cortes Generaks, 24, 1991, pp. 29.S-.41.

    ** Que no tiene reparos en volver a presentarse bajo ttulos tan conocidos como el siguiente: Espaa: refle- xiones sobre el ser de Espaa, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997. Esta obra colectiva, dirigida por E. Be- nito Ruano, recibi en 1998 el Premio Nacional de Historia de Espaa, el cual, en ediciones siguientes, fue concedido a ttulos como los siguientes: C. Iglesias (coord.), Smbolos de Espaa (2000) o L. .Surez Eernndez, Isabel I. reina (2001) (esta ltima obra fue premiada coincidiendo con la puesta en marcha de un proceso de beatificacin de la reina catlica, impulsado por el Arzobispado de Valladolid, que consigui el apoyo de la Con- ferencia Episcopal para la revitalizacin de la campaa).

    * En los ltimos aos hemos asistido a un verdadero frenes de celebraciones (exposiciones, congresos in-

    ternacionales, etctera) con objeto de conmemorar diferentes centenarios de monarcas (los ms significativos, Carlos I y Felipe II, anuncindose ahora el de Isabel la Catlica). Dado el marco, en el mercado espaol se ha introducido una verdadera riada de biografas reales realizadas por diversos autores nacionales y extranjeros.

    *" Una moda reciente es el intento de convertir la Restauracin borbnica en casi un modelo de parlamen-

    tarismo. Sobre la misma, recurdese la famosa obra crtica de J. Costa, Oligarqua y caciquismo como la forma actual de gobierno en Espaa. Urunday modo de cambiarla, Madrid, 1901.

    '" Consigno aqu uno de los casos, en mi opinin, ms escandalosos y representativos de esa historiografa sin complejos a la que he aludido: P. Moa, Los mitos de la Guerra Civil, 24' ed., Madrid, 2003.

    ** El que podemos denominar "caso Juaristi" es paradigmtico. Unas primeras obras fueron, sin duda, ver- daderamente notables (7 linaje de Aitor, op. cit.; Vestigios de Babel. Para una an/ueologa de los nacionalismos es- paoles, Mxico, 1992: El bucle melanclico. Histona de nacionalistas vascos, Madrid. 1997). Ms adelante, e

    134

  • I I

    contribuyendo en mi opinin a convertir en presentable la vuelta del nacionalis- mo espaol ms rancio.''^

    Y ya sabemos lo que este ltimo pudo dar de s en lo que se refiere a la cons- truccin de una historia constitucional de Espaa. En sus manos, durante la dicta- dura franquista, la historia de la Constitucin se convirti en historia de la nacin, cuyo ser y cuyo derecho se hundan en la noche de los tiempos. Los espaoles no

    eran sujetos, sino componentes de un ente colectivo transtemporal; como tambin lo era el Estado, que algunos vieron ya definido en tiempos de los visigodos y, fi- nalmente, la suerte de unos y de otros no tena nada que ver con la necesaria fun- damentacin del poder poltico, ya que con su intrnseca catolicidad bastaba y sobraba, no ya para la historia, sino para el mismo futuro que aqulla as avalaba.

    No creo que lleguemos a volver a este caricaturizado cuadro historiogrfico. Sin embargo, motivos hay para alarmarse. El aislamiento, la reproduccin de dis- cursos, las incomprensiones disciplinares, la conexin o la desconexin con un presente que parece querer volver a pocas pasadas, etctera, no son buenas com- paas para que la historia constitucional contribuya, con sus resultados, a fomen- tar la cultura constitucional. No obstante, tengo para m que, si bien Martnez Marina habl de las libertades perdidas por culpa del absolutismo, y la historio- grafa liberal y marxista record bajo el franquismo la participacin poltica desa- parecida, resta definir cul es o cules no deben ser los objetivos a cubrir por una historiografa constitucional que se precie de serlo, que se crea, en definitiva y en sentido fuerte, el rtulo que porta, fj

    intentando remedar a O'Brien, autor al que prologa en la traduccin de su significativa obra (Voas ancestrales. Re- ligin y naonalismo en Irlanda, Madrid, 1999), J. Juaristi comenz a contamos -que no a construir precisamente- historias familiares de escaso inters {Sacra Nmesis. Suevas historias de nacionalistas vascos, Madrid, 1999) e inten- cionalidad y oportunidad poltica muy discutible iLa tribu atribulada. El nacionalismo vasco expliodo a mi padre, Madrid, 2002), permitindose, adems, licencias esotricas como la que plasm en El bosque originario. Genea- topas mticas de los pueblos de Europa, Madrid, 2000. Actual director del Instituto Cervantes, no parece que le im- ponen las voces ancestrales que emite el ser de Espaa.

    " Y no slo. Despus de publicar Y se limpie aquella tierra. Limpieza tnica y de sangre en el Pas Vasco (siglos XS'I-X\'III), Madrid, 2000; M. Azurmendi se ha lanzado, a su vez, a limpiar el multiculturalismo: Todos somos no- sotros. Etnicidady multiculturalismo, Madrid, 2003 (sobre emigracin en Espaa).

    135