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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA AÑO DEL BICENTENARIO Volumen LXXXVIII N° 181 2009

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BOLETÍNDE LA

ACADEMIA NACIONALDE HISTORIA

AÑO DEL BICENTENARIO

Volumen LXXXVIII N° 1812009

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BOLETÍN de la A.N.H.Vol LXXXVIII N° 181

© Academia Nacional de Historia del Ecuador

ISSN N° 1390-079X

Diseño e impresiónPPL Impresores [email protected]

agosto 2009

Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación

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ÍNDICE GENERAL

Editorial 7

EN EL BICENTENARIO 11• Escritura de los hombres de Agosto

Hernán Rodríguez Castelo 13• El Diez de Agosto de 1809. Actitud de las autoridades cuencanas

Juan Cordero Íñiguez 123• Envío de los comisionados Montúfar y Villavicencio

al Virreynato de Nueva Granada y José Cos al de PerúEnrique Muñoz Larrea 199

• Dos fechas y un mismo BicentenarioFausto Palacios Gavilánez 207

ARTÍCULOS Y ENSAYOS 213• El dominio del mar:

Un factor olvidado en nuestra historia republicanaOctavio Latorre 215

• Una ilustre familia en América: Los UrquinaonaGregorio César de Larrea 233

DISCURSOS ACADÉMICOS 247• Bienvenida a Alicia Albornoz Bueno

Fray Agustín Moreno Proaño 249• Símbolo, Mito y metáfora

Alicia Albornoz 251

• Bienvenida a Javier GómezjuradoJorge Núñez Sánchez 284

• Los hijos expósitos y naturales en la Real Audiencia de QuitoJavier Gómezjurado Zevallos 298

• Bienvenida a Vladimir SerranoManuel de Guzmán Polanco 323

• El imaginario en la historia de Quito:Sentido de las leyendas y tradicionesVladimir Serrano Pérez 330

• Bienvenida a Klever Antonio BravoJorge Núñez Sánchez 350

• Los siete combates del ejército quiteño en nombre de la Independencia: 1809–1812Klever Antonio Bravo 356

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• Bienvenida a María Luisa LavianaJorge Núñez Sánchez 373

• Reformismo borbónico y control fiscal:Las cajas reales de Guayaquil en el siglo XVIIIMaría Luisa Lavianos Cueto 378

RECENSIONES 403• Eugenio Espejo, Precursor de la independencia

Hernán Rodríguez Castelo 405• Obras Completas de Eugenio Espejo

Carlos Freile 410• Eugenio Espejo (Chuzhig)

Carlos Freile 412

VIDA ACADÉMICA 415• Congreso extraordinario de las Academias

Iberoamericanas de Historia 419• Homenaje a J. Roberto Páez

Fray Agustón Moreno Proaño 424• Homenaje a Carlos Manuel Larrea

P. Julian Bravo Santillán S.I. 434• Presentación de la Historia de la ANH

Juan Cordero Íñiguez 449• Presentación del libro “Quito luz de América”

Benjamín Rosales 458

Individuos de número de la ANH a julio de 2009 465Miembros corresppondientes de la ANH a julio de 2009 471Miembros electos para correspondientes 476Miembros honorarios 477Miembros extranjeros electos como correspondientes 477Miembros de provincias 480

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REFORMISMO BORBÓNICO Y CONTROL FISCAL:LAS CAJAS REALES DE GUAYAQUIL EN EL SIGLO XVIII*

María Luisa Laviana CuetosEscuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC

Sevilla, España

AGRADECIMIENTOS:Al Dr. Manuel de Guzmán Polanco, director de la Academia

Nacional de Historia del Ecuador, y en su persona a todo el directorioy miembros de número de la institución, por aprobar mi nombramien-to como académica correspondiente.

Al Dr. Benjamín Rosales Valenzuela, director del Centro Pro-vincial Correspondiente del Guayas de la Academia Nacional de His-toria, y a todos los miembros de su equipo directivo, que propusieronmi nombre a esta institución.

Al Dr. Eduardo Estrada Guzmán, secretario del Centro Pro-vincial Correspondiente del Guayas que ha cuidado con gran eficaciatodo lo relativo a la organización de este acto.

Al Dr. Jorge Núñez Sánchez, académico de número y tesorerode la Academia Nacional de Historia del Ecuador, quien a su ya extra-ordinaria serie de bondades conmigo acaba de añadir su discurso debienvenida y presentación de mi persona.

A la ilustre Municipalidad de Guayaquil, por facilitar el es-pléndido Salón de la Ciudad para realizar esta ceremonia, y por suintermedio, a la ciudad de Guayaquil, que siento y quiero como propia.

A todos los aquí presentes, por acompañarme en este acto tanemotivo, y en particular a aquellos de ustedes que, siendo mis amigos,siento como la representación de mi familia ecuatoriana, compensandoasí en alguna medida la ausencia –física, que no en espíritu– de mifamilia española.

Muchas gracias.

* Discurso de Incorporación de la Dra. María Luisa Laviana Cuetos como MiembroCorrespondiente Extranjero de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, durante elacto realizado en el Salón de la Ciudad de la Ilustre Municipalidad de Guayaquil, el miérco-les 22 de octubre de 2008.

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INTRODUCCIÓN

En el siglo XVIII la gobernación de Guayaquil era un territoriode unos 50.000 Km2 que comprendía toda la costa central y meridionalde la Audiencia de Quito, lo que hoy son 5 provincias: Guayas, SantaElena, Manabí, Los Ríos y El Oro, es decir, toda la costa ecuatorianaactual a excepción de Esmeraldas. La provincia estaba dividida en dis-tritos –llamados partidos o tenientazgos–, que a comienzos del XVIIIeran 7 y a fines de ese siglo eran 13, además de la propia capital.1

La ciudad de Santiago de Guayaquil, en el estuario del Guayas,tenía unos 5 000 habitantes hacia 1740, y casi 14 000 en 1805; mientrasque el conjunto de la provincia pasa de 20 000 a 61 400 habitantes en elmismo período. Grosso modo, podemos decir que esta población estabaformada por un 13 ó 14 % de blancos o españoles, un 30 % de indios,un 50 % de mulatos y mestizos (“libres de varios colores”, como dicenlos censos de la época), y un 6 % de esclavos.

Estas cifras de población apuntan a un período de crecimiento.Y en efecto, el siglo XVIII es una época de especial interés para Gua-yaquil, que durante más de dos siglos (desde su definitivo emplaza-miento a orillas del Guayas en 1547) había desempeñado un papelsiempre importante, sí, pero también subsidiario en el contexto regio-nal, dada su función de intermediaria, como “puerto y puerta de Qui-to”. Sólo a partir del último tercio del XVIII es cuando esa ciudad–puerto inicia el despegue que en pocas décadas la convertirá en la ciu-dad sin duda más importante rica y poblada de la república del Ecua-dor. Los estudios que ya he realizado sobre la demografía, economía yotros aspectos del Guayaquil colonial, demuestran que el auge de laciudad y de su amplio hinterland no se originó en su actividad portua-ria para la Sierra, sino en el constante crecimiento económico derivadode la explotación y comercialización de sus propios recursos, y másconcretamente de la producción y exportación de cacao.

Es sabido que la política colonial española en el último cuartodel siglo XVIII favoreció la prosperidad de muchas zonas americanasde las llamadas “periféricas”, entre las que se encuentra la provincia de

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1 Tanto el mapa como los datos sobre Guayaquil que se ofrecen a continuación están tomadosde mi obra: Guayaquil en el siglo XVIII. Recursos naturales y desarrollo económico, Sevilla, Escuelade Estudios Hispano-Americanos, CSIC, 1987. [2ª edición: Guayaquil, Archivo Histórico delGuayas, 2002; 3ª ed.: Guayaquil, ESPOL, 2003].

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Guayaquil, pues la liberalización comercial le permitió orientar plena-mente su economía hacia el mercado externo mediante la ampliacióndel comercio agroexportador y la consolidación del monocultivo. Conel libre comercio por el Pacífico decretado en 1774, Guayaquil obtiene–después de casi dos siglos de prohibiciones– la posibilidad de expor-tar su más prometedor recurso a su mejor mercado, es decir, el comer-cio del cacao con México. Paralelamente, también Guayaquil se benefi-cia de la reducción de impuestos y derechos aduaneros al cacao, que en1776 se rebajan a la mitad. Sólo un dato a modo de ejemplo: si hacia1770 sus exportaciones de cacao se cifraban en unas 30 ó 40.000 cargasde 81 libras al año -nivel que, con las lógicas fluctuaciones venía sien-do el máximo alcanzado desde hacía más de un siglo-, ya en 1799 soncasi 100.000 (99.600) las cargas de cacao que Guayaquil exporta cadaaño hacia la Vieja y la Nueva España.

A fines del XVIII es cuando comenzó la prosperidad de Guaya-quil basada en el cacao, y fue en esa época cuando la provincia empe-zó a ocupar el puesto que durante siglo y medio tendrá en el sistemaeconómico internacional: ser la principal productora y exportadora decacao en el mundo hasta bien entrado el siglo XX.

Este es, pues, el territorio sobre el que se centra mi trabajo, cu-yo contexto general es el del reformismo borbónico aplicado a la RealHacienda indiana. Un tema muy importante, pues no cabe duda deque el estudio de la fiscalidad colonial es esencial para entender la pro-pia estructura del imperio español, del que se ha dicho que “fue másimperio que nunca” en el siglo XVIII, cuando se produjo lo que se hadado en llamar la “segunda conquista de América”, que fue, sobre todouna conquista administrativa y fiscal.

En el aspecto fiscal, el programa reformista borbónico en Amé-rica pretendió esencialmente aumentar la productividad económicapara revertir los beneficios en lograr la prosperidad de la metrópoli.Por tanto, requisito previo indispensable era reconstruir la máquina delestado y controlar la administración colonial, para lo cual uno de losinstrumentos claves era una burocracia profesional, y dentro de ella sepone un especial interés en el reforzamiento y la modernización de laburocracia fiscal, que permitiría recaudar directamente los impuestos ylos nuevos monopolios estatales, todo lo cual se esperaba que conduci-ría a un espectacular incremento de los ingresos fiscales.

El manejo y control de las finanzas del imperio español impli-

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caba llevar un minucioso registro escrito de todas las operaciones efec-tuadas, y gracias a ello la historia colonial latinoamericana tiene en ladocumentación fiscal unas fuentes extraordinariamente ricas de conte-nido, además de muy homogéneas, abundantes y disponibles en largasseries cronológicas para casi toda la América española, incluida la anti-gua provincia de Guayaquil. La importancia de la documentación fis-cal como fuente histórica ha sido ya convenientemente subrayada ennumerosas ocasiones desde mediados del pasado siglo, manteniéndo-se vivo su interés hasta la actualidad, a pesar de que son también unasfuentes extraordinariamente áridas y poco atractivas, cuyo estudio esuna tarea en gran medida tediosa que requiere no pocas dosis de pa-ciencia y perseverancia.

A esa tarea estoy dedicada, de modo intermitente y disconti-nuo pero también recurrente, desde hace muchos años, desde que ini-cié mi investigación para la tesis doctoral sobre Guayaquil en el sigloXVIII y me sentí también seducida por la documentación fiscal. Algu-nos frutos de esa tarea ya han visto la luz en forma de artículos o po-nencias en congresos, como son los temas relativos a la organización delas Cajas, los impuestos sobre el comercio, la creación de los estancosde tabaco y aguardiente, o los problemas metodológicos que plantea elanálisis de la documentación hacendística;2 y espero que pronto estépublicado mi estudio completo de la fiscalidad guayaquileña duranteel siglo XVIII, con particular atención a la segunda mitad de la centu-ria debido a la mayor disponibilidad de fuentes cuantitativas.3 El pre-

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2 Dichos trabajos son: “Organización y funcionamiento de las Cajas Reales de Guayaquil en lasegunda mitad del siglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, vol. XXXVII, Sevilla, 1980, pp.313-349. - “Comercio y Fisco: Los ‘Productos de la Aduana’ de Guayaquil, 1757-1804”, en:Europa e Iberoamérica: Cinco siglos de intercambios. Asociación de Historiadores Latinoamerica-nistas Europeos (AHILA), Sevilla, 1992, vol. II, pp. 599-615. - “El estanco del tabaco enGuayaquil”, Temas Americanistas, nº 5, Sevilla, 1985, pp. 21-32.- “La renta del tabaco en elGuayaquil colonial”, Revista Ecuatoriana de Historia Económica, Banco Central del Ecuador, nº9, Quito, primer semestre de 1994, pp. 13-136.- “La creación del estanco del aguardiente enGuayaquil, 1778”, en: El vino de Jerez (y otras bebidas espirituosas) en la historia de España y Amé-rica, Jerez, 2004, pp. 365-376.- “Problemas metodológicos en el estudio de la Real Hacienda:Ingreso bruto e ingreso neto en las Cajas de Guayaquil (1757-1804)”, en: Jorge Núñez Sánchez(ed.): Historia Económica de América Latina, Quito, 1992, pp. 3-20.

3 Para el siglo XVIII, y de forma ininterrumpida, sólo disponemos de las cuentas fiscales deGuayaquil correspondientes al período 1757-1804 y a ese período se referirán los datos numé-ricos; pero en aspectos de tipo más cualitativo, el trabajo sí ofrece abundante informaciónrelativa a todo el siglo XVIII. Cuentas de Real Hacienda de las Cajas de Guayaquil, 1757-1804.Archivo General de Indias de Sevilla [en adelante AGI], Contaduría 1777 y Quito 469-477.

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sente texto es en realidad una síntesis o un adelanto de ese estudio, quese distribuye en tres partes bien diferenciadas (organización o adminis-tración, ingresos y gastos) y que al trazar una especie de historia finan-ciera provincial resulta muy elocuente para configurar una época, a lavez que contribuye a explicarnos el sistema colonial.

LA ADMINISTRACIÓN HACENDÍSTICAEn materia de organización cabe recordar que la administra-

ción fiscal se organizó con una burocracia específica, que fue la prime-ra en aparecer en Indias, pues en cada expedición descubridora y con-quistadora ya iba algún representante de la Corona para proteger susintereses y en especial el quinto real. Después, en las principales ciuda-des se establecieron oficinas de Hacienda denominadas Cajas Reales,con funcionarios llamados oficiales reales, que inicialmente eran tres pe-ro acabaron siendo sólo dos, contador y tesorero. Y además de en las ca-pitales administrativas, muchas Cajas se sitúan en importantes centrosmineros y otras en los principales puertos, como es el caso de las Cajasde Guayaquil, establecidas hacia 1570 con el único objeto inicial de re-caudar los derechos aduaneros y controlar las cargas de los navíos.

Aspectos importantes en cualquier análisis sobre la fiscalidadcolonial son los relativos a los sistemas de contabilidad empleados y lasformas de fiscalización de los funcionarios de Hacienda, ya sea me-diante la presentación (“rendición” según la terminología de la época)de cuentas ante los organismos superiores, ya sea por las visitas de ins-pección realizadas a las diferentes oficinas del Fisco.

El sistema de contabilidad era el llamado método de partidasencilla, que divide las cuentas en dos secciones, cargo y data, ingresos ygastos respectivamente. Y del cotejo de uno y otro al examinar la cuen-ta puede resultar un alcance contra los oficiales reales. Todo acompaña-do de los documentos comprobantes. Pero el orden en la contabilidadguayaquileña no era, desde luego, muy bueno, y por ello son frecuen-tes las advertencias que hacen los tribunales supervisores (primero elTribunal de Cuentas de Santa Fe, y a partir de 1776 el de Quito). Esteproblema, general a la mayor parte de las contadurías, se intenta subsa-nar mediante la introducción en 1784 del sistema de partida doble, reem-plazándose cargo y data por debe y haber, pero no tardarán en surgir lascríticas al nuevo método de contabilidad, al que se achacaba su proce-

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dencia comercial,4 aunque en realidad los ataques no se dirigían almétodo en sí, sino a la incapacidad de los funcionarios fiscales para asi-milarlo. De todas formas, la real orden de 25 de octubre de 1787 dis-pondrá volver a la situación anterior. En Guayaquil se hicieron por elmétodo de partida doble las cuentas de los años 1786 y 1787, que pre-cisamente son las más confusas de todo el período.

Pero lo más llamativo es la falta de control práctico de la actua-ción de los funcionarios fiscales de Guayaquil, pues las revisiones delas cuentas hechas por los tribunales respectivos no constituyen en lamayoría de los casos un control eficaz, ya que los oficiales reales sue-len hacer caso omiso de las observaciones del Tribunal, y éste carecenormalmente de medios efectivos para hacerse obedecer.

Hay, sin embargo, un procedimiento que se mostró más positi-vo a la hora de fiscalizar la actuación de los funcionarios de Hacienda:las visitas. En este sentido, son de una importancia excepcional las dosvisitas realizadas a las Cajas Reales de Guayaquil en el siglo XVIII, am-bas en la 2ª mitad de la centuria.

La primera de ellas, llevada a cabo por Juan Martín de Sarra-tea y Goyeneche en los años 1756 y 1757, tiene importantes medidasorganizadoras y fiscales, entre ellas el descubierto hallado en la revi-sión de las cuentas de varios años anteriores, que ascendió a 101 637pesos, de ellos casi 30 000 contra los propios oficiales reales de esosaños, muchos ya fallecidos, resultando como único responsable el teso-rero José Ventura Domínguez Laínez, contra quien se inicia un largo ycomplicado proceso. Pero además del descubierto hallado, la visitatiene también como consecuencia el establecimiento de un nuevo im-puesto para sufragar la obra de la Casa de Aduana, una vieja peticiónde Guayaquil, cuyo cabildo y oficiales reales están reclamando su cons-trucción desde 1736. El edificio (que será tanto Aduana como Conta-duría) se construirá entre 1758 y 1762 con un costo total de 74 000 pesosadelantados por la Hacienda, que después se resarcirá, y con creces, dela inversión mediante el impuesto de medio real por cada carga tantoa la entrada como a la salida del puerto, que producirá en total 127 000pesos en el período estudiado.

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4 Se afirmaba, por ejemplo, que pretender que “los tesoreros y oficiales reales de América usendel Debe y Haber, y que sus cuentas vengan a España tan confusas como las de los comer-ciantes, que sólo ellos las entienden o los que han sido tenedores de libros en sus casas, es, ala verdad, el único medio que se ha podido buscar para introducir en la América un nuevodesorden y confusión”. Manuel Gregorio Fernández al ministro Antonio Valdés, Madrid, 20de agosto de 1787. AGI, Indiferente General, 1712.

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La gestión de Sarratea fue muy beneficiosa desde el punto devista fiscal pues, además de los alcances descubiertos, solucionó el pro-blema de la aduana de Guayaquil y proporcionó a la Real hacienda unanueva fuente de ingresos.

Aún más importante es la visita de José García de León y Pi-zarro en 1778, que tiene un matiz distinto pues se encuadra en la inspec-ción general de las Cajas indianas ordenada por Carlos III con el objetoprimordial de aumentar la producción de las rentas reales mejorando suadministración. La visita de las Cajas del virreinato de Nueva Granadase encomienda a Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, pero se segrega desu actuación el distrito de la Audiencia de Quito, que se encomienda aGarcía de León, nombrado también presidente de la Audiencia.

Los seis meses de estancia en Guayaquil del visitador significa-rán una profunda modificación de la Hacienda pública en la provincia.García de León pone en administración directa las principales rentas(almojarifazgos, alcabalas, impuesto de aduana, sisa, pulperías y comi-sos) y crea nuevas fuentes de ingreso al establecer los estancos delaguardiente, tabaco, pólvora y naipes. El aumento de productividadque se observa en todas estas rentas son buena muestra del éxito fiscalde esta visita, que marca un antes y un después en la evolución y orga-nización hacendística de la provincia.

Pero las estrictas reglas adoptadas para el cobro de la alcabalay el establecimiento de los estancos encontrarán una fuerte oposiciónen varios frentes. Así, los vecinos se resisten a acatar las medidas limi-tando el corte de madera;5 hay también protestas de Iglesia porqueGarcía de León pretende que, de acuerdo con el concordato de 1737, loseclesiásticos paguen alcabala de determinadas propiedades o activida-des por los intentos de hacerle pagar alcabala;6 y lo más interesante, elintento de sublevación contra los impuestos protagonizado en 1780 porvarias decenas de personas capitaneadas por Esteban Zúñiga, que serácapturado y ejecutado.7

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5 Véase mi artículo “Los intentos de controlar la explotación forestal en Guayaquil: Pugnaentre el cabildo y el gobierno colonial”, en: Peset, José Luis (coord.): Ciencia, vida y espacio enIberoamérica, Madrid, CSIC, 1989, tomo II, pp. 397-413. Reproducido en: Revista del Instituto deHistoria Marítima. Armada del Ecuador, año XVIII, nº 33, Guayaquil, diciembre 2003, pp. 29-49.

6 El conflicto será resuelto por el Consejo de Indias, que anula la actuación del visitador en estepunto y confirma la exención de alcabalas para el estado eclesiástico. Real decreto de 8 demarzo de 1780. AGI, Quito, 570.

7 En 1980 publiqué la solicitud de indulto fechada en los “montes de Guayaquil” el 21 de febre-ro de 1781 y firmada por varios fugitivos implicados en ese intento de sublevación. (Cfr.:“Organización y funcionamiento de las Cajas Reales”, cit., pp. 347-349).

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LOS INGRESOS FISCALES EN GUAYAQUILEn los estudios de Hacienda es tradicional la separación de su

contenido en dos grandes sectores: ingresos y gastos o, en terminologíade la época, “cargo” y “data”. En este esquema, el análisis de las fuen-tes de ingreso, auténtica base de la organización fiscal, plantea variosproblemas de tipo metodológico, comenzando por su propia clasifica-ción, que podría hacerse distinguiendo entre ingresos ordinarios y ex-traordinarios, según sea su periodicidad. Aquí seguiremos la clasifica-ción que consta en las cuentas estudiadas, que distinguen entre ingre-sos propios y comunes de Real Hacienda, ingresos o ramos particula-res (por tener un destino “particular” o específico), e ingresos ajenos,que como indica su nombre no pertenecen realmente al Fisco.

Esto último está aludiendo a otro problema planteado en el es-tudio global de los caudales recaudados por la Hacienda: la localizaciónde los verdaderos ingresos y los que no lo son. Por ello, el paso previoineludible en el análisis será depurar las cifras para separar del ingresobruto dado por los oficiales reales en sus cuentas, aquellas cantidadesque ya sea por su procedencia o por su destino no corresponden real-mente al producto de la Hacienda., como son: los ramos ajenos (présta-mos, depósitos, etc.), el dinero que quedó en Caja al cierre de la cuentadel año anterior (el “caudal residuo”) y las deudas a favor de la Real Ha-cienda, de las que los oficiales reales, por una parte, se hacen cargo in-cluyéndolas en la suma total y, por otra, se datan por ser dinero querealmente no han recibido. Son deudas que en Guayaquil llegan a alcan-zar cifras muy elevadas y se originan en unos casos por el retraso en elpago de impuestos o del producto de rentas arrendadas, y en otros porla demora en la devolución de cantidades adelantadas por el fisco.

Así pues, el dinero existente en Caja como sobrante del año an-terior, las deudas no cobradas y los ramos ajenos, constituyen la impor-tante partida de la cantidad que hay que deducir del ingreso bruto paraobtener el producto efectivo anual de la Real Hacienda. Las cifras tota-les son estas:

AÑOS INGRESO BRUTO CANTIDAD DEDUCIDA INGRESO NETO

1757-1804 10.402.664 p. 2 r. 15 m. 5.282.136 p. 1 r. 12 1/2 m. 5.120.528 p. 1 r. 2 1/2 m.

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Obsérvese que la cantidad deducida supone más de la mitaddel ingreso bruto, y que el ingreso neto total en el período asciende a5.120.528 pesos.

La nota predominante es la tendencia ascendente fuertementeacusada, que en cifras absolutas va de los casi 58 500 pesos del princi-pio a más de 193 000 del año 1804: el ingreso se ha triplicado con cre-ces en esos años (230 % de incremento).

Durante las dos primeras décadas estudiadas los valores semantiene en niveles bastante bajos, y se produce a continuación unsalto brusco que significa una verdadera aceleración del ritmo de cre-cimiento. La razón del pobre aumento del producto fiscal durante losprimeros 20 años es que en esa época la casi totalidad de las rentas quelo integran están en arrendamiento: los remates se celebran por cincoaños, por una cantidad fija anual, y la mayoría de las veces el arrenda-dor suele renovar su contrato por la misma cantidad o incluso por unacantidad inferior, de manera que las rentas rinden lo mismo durantemuchos años.

En 1778 el visitador García de León establece el sistema de ad-ministración directa de las principales rentas, así como los estancos delaguardiente, tabaco, naipes y pólvora. Estas reformas en el sistemahacendístico y el simultáneo aumento del tráfico mercantil a raíz delreglamento de libre comercio, son la causa fundamental del primer sal-to importante que se produce en los ingresos de las Cajas guayaquile-ñas a partir de 1778. Pero siendo la Real Hacienda un reflejo de la evo-lución económica, es evidente que no son sólo estas medidas racionali-zadoras de la administración fiscal y liberalizadoras del comercio lasúnicas que determinan la marcha del Erario, de ahí que aunque talesmedidas provocan un rápido aumento de los ingresos fiscales guaya-quileños, no pueden por sí solas garantizar la continuidad del auge,que debe también sustentarse en un crecimiento económico general.Por ello, la notable disminución de los ingresos públicos a fines de ladécada de 1780, tiene unas causas puramente económicas: una serie deaños de malas cosechas de tabaco y caña de azúcar, y sobre todo unaalarmante disminución del precio y la exportación del cacao,8 explicanese retroceso dada su inmediata repercusión sobre algunas de las másimportantes rentas fiscales del momento. La desaparición de estos pro-blemas coyunturales motiva la recuperación de los ingresos. Algunos

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8 Temas que he estudiado ampliamente en mi obra Guayaquil en el siglo XVIII, cit., pp. 170-209.

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problemas de menor importancia se deben fundamentalmente a la dis-minución del comercio transatlántico a raíz del nuevo período bélicoinaugurado en 1796, cuyos efectos serán pronto paliados por el extra-ordinario auge del comercio intercolonial. Los primeros años del sigloXIX representan las cotas más elevadas de la curva de ingresos de lasCajas de Guayaquil.

Pero para una comprensión global de la evolución de los ingre-sos de Real Hacienda es preciso estudiar los distintos elementos queforman ese conjunto, es decir, las rentas reales. Por orden de importan-cia y según la clasificación que consta en las propias cuentas, son:

Ramos propios y comunes de Real Hacienda [25]: almojarifaz-gos de entrada y salida, alcabalas, aguardientes, tributos, aduana deentrada y salida, novenos de diezmos, bodegas, pulperías, sisa, papelsellado, oficios vendibles y renunciables, medias anatas seculares, in-válidos, minas de brea y copé, montes de Bulubulu, bulas de Cruzada,pólvora, impuesto del aguardiente de uva, vacantes menores, comisos,juego de gallos, avería, alquileres de tiendas, azufre y quinto del oro yplata labrada. Aparte de las rentas guayaquileñas, en ocasiones haytambién ingresos de dinero enviado por otras Cajas para sufragar suspropios gastos –generalmente de tipo militar– en la provincia.

Ramos particulares [10]: estanco de tabacos, alcances de visita,naipes, subsidio eclesiástico, donación para la guerra, capitales im-puestos a censo, alcances de cuentas, espolios, asignaciones de emple-ados y mesadas eclesiásticas; incluyéndose también en este apartadolos llamados “depósitos particulares”.

Ramos ajenos [8], cuyo producto no hemos contabilizado en elingreso neto dado precisamente su carácter “ajeno”, pero que tambiéndeben ser tenidos en cuenta ya que se trataba de dinero manejado porlos oficiales reales. En Guayaquil tales ramos eran los siguientes: tem-poralidades, penas de cámara, montepío militar, montepío ministerial,Hospital de San Lázaro, cuartas partes de comisos, seminario conciliary gastos de justicia, además de cantidades entregadas “en depósito”. Elimporte total de los ingresos correspondientes a ramos ajenos en el pe-ríodo 1757–1804 ascendió a 228 587 pesos 3 reales 17 maravedís, aun-que las cantidades “ajenas” ingresadas en Caja fueron muy superioresdebido a los depósitos ajenos, que en todo el período ascendieron a452 663 pesos.9 La importancia de tales depósitos radica primordial-

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9 Una de las partidas más importantes incluidas en los depósitos ajenos era el producto delimpuesto de dos reales en cada carga de cacao exportado por Guayaquil, contribución crea-

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mente en que en ocasiones y pese a su carácter “ajeno”, actuaron comoverdaderos “bancos de crédito” para la Real Hacienda pues los oficia-les reales se sirvieron a veces de estos caudales depositados para afron-tar ciertos gastos inminentes.

Pero en sentido estricto, esto es en los ramos denominados pro-pios y particulares de Real Hacienda, el capítulo “cargo” o “haber” delas Cajas de Guayaquil está formado por 35 diferentes rubros de ingre-sos, una parte de los cuales es simple rutina administrativa. Pero algu-nas rentas sí ofrecen interés como fuentes de alimentación de la CajaReal, y podemos agruparlas en tres bloques: a) los impuestos sobre elcomercio; b) las rentas estancadas; y c) los tributos indígenas.

Los impuestos sobre el comercio son los que las cuentas guaya-quileñas recogen bajo el epígrafe de “Productos de la Real Aduana”,que incluyen (en orden de importancia) los almojarifazgos, alcabalas,impuesto de aduana, pulperías, sisa y comisos. En conjunto estos im-puestos suponen un ingreso total de 2 287 281 pesos, que representancasi el 45 % (44,66) del total ingreso neto. Sin embargo, no fue esta laúnica aportación del comercio guayaquileño al Fisco en esta época,pues las cuentas de Hacienda recogen otros ingresos procedentes máso menos directamente de las operaciones mercantiles, como son: el im-puesto sobre el aguardiente de uva traído del Perú, o el arrendamien-to de las Bodegas o aduanas fluviales interiores (Babahoyo, Bola o Na-ranjal, y Yaguachi), además de los beneficios obtenidos del comerciorealizado por el propio Estado que monopoliza la venta (y en ciertoscasos la producción) de artículos como el tabaco, aguardiente, pólvora,papel sellado y naipes. Sin duda en el caso de Guayaquil es muy evi-dente que es el comercio el que sostiene al Estado.

Vistas individualmente, las principales fuentes de ingreso de laReal Hacienda en Guayaquil en el siglo XVIII son, por orden de impor-tancia: almojarifazgos, alcabalas, aguardientes, tabacos y tributos. Es-tas cinco rentas constituyen el 63,34 % del total ingreso neto en el perí-odo estudiado (y por eso son las únicas que analizaremos aquí con al-gún detalle) Todas las demás fuentes de ingreso de las Cajas de Guaya-quil son de escasa importancia relativa: una treintena de rentas diferen-tes, constituyen apenas el 19,29 % del total. El 17,37 % restante del in-

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da en 1789 con destino a las obras de la catedral de Cuenca, que se recauda entre 1790 y 1802,con un producto total de 146.474 pesos. Certificación de los oficiales reales de Guayaquil, 10de enero de 1810. AGI, Quito, 596, fol. 733.

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greso fiscal corresponde a ingresos sin especificar, a depósitos particu-lares y a envíos de dinero por parte de otras Cajas.

1. AlmojarifazgosDurante toda la época colonial la principal fuente de ingresos

de la Corona española en Guayaquil fue el producto de los almojarifaz-gos, esto es: el impuesto que se establece a base de un tanto por cientosobre el valor de las mercancías importadas y exportadas, almojarifaz-go de entrada y salida, respectivamente.

A mediados del XVIII, las tasas de almojarifazgos vigentes enGuayaquil son 5 % de entrada y 2,5 % de salida. A partir de 1778, conel “libre comercio”, estas tasas se multiplican: el almojarifazgo de en-trada se cobrará al 3, al 5 y al 7 % según la procedencia de las mercan-cías, y el de salida al 3 % si son géneros europeos, y 2,5 % de los frutosdel país (o, como indican las cuentas, “de efectos de esta provincia einteriores de la Sierra”), con la excepción del cacao que paga exacta-mente la mitad (1,25 %) según se concedió a Guayaquil por real ordendel 5 de julio de 1776, que establecía que “para fomentar el cultivo ycomercio del cacao de Guayaquil se ha servido S. M. declarar la rebajade los [derechos] que hasta ahora ha contribuido este fruto, debiéndo-se entender esta gracia a su salida de Guayaquil y a su importación encualesquiera otros puertos de ambas Américas”.10

La reducción e incluso exención (en el caso del cacao enviadodirectamente a España, que a fines del XVIII era unas 60 000 cargasanuales) de derechos aduaneros concedida al cacao guayaquileñorepercutirá, naturalmente, en el aumento de la exportación de ese pro-ducto básico de la economía de la provincia, pero desde el punto devista fiscal tendrá también dos efectos importantes: en primer lugar, losalmojarifazgos de salida se mantendrán en unos niveles bastante bajosque no responden al volumen de las exportaciones guayaquileñas; y ensegundo lugar, al no afectar dicha reducción a las alcabalas, esta rentairá adquiriendo cada vez más importancia relativa.

En cifras absolutas, el producto de los almojarifazgos sequintuplica como promedio, incrementándose los de entrada en casi un500 % (496) y los de salida un 226 %. Pero recordemos que estos datossólo se pueden considerar como índice del comercio exterior guayaqui-

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10 Real orden al gobernador y oficiales reales de Guayaquil. Madrid, 5 de julio de 1776. AGI,Quito 365.

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leño en el caso de las importaciones, pues el incremento del volumende las exportaciones de la provincia no se refleja en un paralelo aumen-to de los ingresos aduaneros debido a la reducción de las tasas sobre elcacao. Su evolución, sin embargo, es muy irregular, con grandes fluc-tuaciones debidas sobre todo a la política borbónica de la segundamitad del siglo XVIII y a los sucesivos períodos bélicos, que perjudicanenormemente al comercio transatlántico.

Pese a ello, el papel de los almojarifazgos como fuentes deingreso de las Cajas de Guayaquil es extraordinario. Producen un totalde 1 131 097 pesos entre 1757 y 1804, y de ellos dos terceras partes(829 846 pesos) corresponden al de entrada y un tercio (301 250 pesos)al de salida. Sin duda alguna, es la renta reina de la organización ha-cendística guayaquileña, representando por sí sola el 22,08 % del totalingreso neto de las Cajas.

2. AlcabalasLas alcabalas, o impuesto sobre las transacciones mercantiles,

constituyen un ramo de gran importancia en cualquier contaduría, ypese a ello en Guayaquil están en arrendamiento durante casi toda laépoca colonial, constituyendo uno de los más claros ejemplos de losefectos negativos de este sistema, pues su producto es casi ridículo enrelación con el volumen de transacciones que se realizaban en la ciu-dad y su provincia. Así, entre 1729 y 1750 la recaudación de las alcaba-las, efectuada por el cabildo en calidad de arrendatario, oscilaba entre1 275 y 1 400 pesos al año, subiendo paulatinamente desde mediadosdel siglo XVIII. Pero a partir de 1778 se establece el sistema de adminis-tración directa por cuenta de la Real Hacienda, y los efectos del nuevosistema son inmediatos: si en 1778 las alcabalas estaban arrendadas en13 000 pesos (que era la cantidad máxima alcanzada hasta la fecha), yaen 1779 produjeron más de 30 000 pesos.

A partir de 1778 tenemos una información muy detallada sobrelas alcabalas, pues las cuentas del administrador de la Aduana especi-fican las distintas clases de alcabalas (la del cacao, la de efectos ultra-marinos de América y Europa, la de efectos y ropas de la tierra, de lasmaderas, del tabaco en rama y mieles, la “alcabala del viento” sobre co-mestibles y menudencias, la de la carne muerta, etc.), la mayoría de lascuales se cobra a razón del 3 % sobre el valor de la venta.

El producto total de las alcabalas en las Cajas Reales entre 1757

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y 1804 fue de 860.891 pesos, que representan casi el 17 % del total ingre-so neto. En cifras absolutas y relativas, las alcabalas ocupan el segundolugar en orden de importancia en todo el período, inmediatamentedetrás de los almojarifazgos. El incremento experimentado por estarenta es espectacular, pues entre 1757 y 1804 se multiplica por 14 (pasade 3 500 a 50 000 pesos, respectivamente). Sin duda, la evolución de lasalcabalas es un claro ejemplo de las ventajas fiscales del sistema deadministración directa sobre el de arrendamiento.

3. Estanco del aguardienteLa implantación del estanco del aguardiente es uno de los obje-

tivos específicos de la visita de José García de León y Pizarro, quien seempeña en establecerlo a pesar de la resistencia que encuentra porparte de los comerciantes guayaquileños, interesados en el comerciodel aguardiente de uva peruano. Superadas las dificultades iniciales,en agosto de 1778 ya queda establecido y funcionando el estanco delaguardiente de caña y la fábrica de San José establecida en la ciudad deGuayaquil.

Las cuentas nos informan con detalle sobre los tipos de licoresobtenidos a partir de la caña de azúcar (aguardiente blanco, anisete,mistela y ron), los precios, etc., pero me limitaré ahora a señalar que enlos 25 años comprendidos entre 1780 (año en que el estanco del aguar-diente efectúa su primer ingreso en Cajas Reales) y 1804, su productoascendió a casi medio millón de pesos (488 205 p. exactamente), querepresenta el 9,53 % del total ingreso neto en el período 1757-1804. Engeneral, tras unos años de crisis a fines de la década de 1780 debido ala pérdida de las cosechas de caña, el estanco del aguardiente muestraun crecimiento continuado y progresivo, de manera que ya en 1799 seha convertido en el principal ingreso de las Cajas guayaquileñas

En cifras absolutas, el producto de esta renta se quintuplica en-tre 1780 y 1804, y a pesar de figurar sólo en 25 años ocupa cuantitativa-mente el tercer lugar entre las rentas de la provincia en el casi mediosiglo estudiado. Una buena administración de la renta, un ventajosoprecio de compra de las mieles a los productores y unos bajos precios deventa al público para lograr un mayor consumo, son los tres componen-tes básicos del éxito del estanco del aguardiente en Guayaquil. Nada deesto se dará en el estanco del tabaco, también establecido por el visita-dor García de León y cuya evolución será exactamente la contraria.

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4. Estanco del tabacoCasi lo primero que el visitador hace a su llegada a Guayaquil

es ocuparse de establecer el estanco del tabaco, que logra en apenas 20días, recogiendo todas las existencias de tabaco en rama y en polvo,cigarros y cigarrillos que había en la ciudad. El administrador nombra-do por García de León –que será el único durante todo el período– fueFrancisco Ventura de Garaicoa, y el estanco tendrá un número de fun-cionarios y empleados que oscilará entre 90 y 100 personas, aunquecasi dos terceras partes del importe total de los sueldos correspondíana sólo dos personas, el administrador y el contador, quedando una ter-cera parte para los sueldos de todos los demás empleados fijos. Encuanto a los trabajadores de la fábrica de tabaco, no tenían asignadoningún sueldo, pagándoseles en función del trabajo realizado, y segúnse desprende de las cuentas no parece que estos operarios pudieranobtener más de dos reales diarios y la comida, jornal bastante bajo enrelación a lo que ganaban en esos mismos años otros trabajadores nocualificados en Guayaquil, y que sin duda se debía a la disponibilidadde mano de obra gratuita para la fábrica, es decir, los presidiarios, puesse hizo algo bastante común la condena a trabajar en ella.11

Este procedimiento de obtención de mano de obra redundaráfinalmente en perjuicio de la renta, pues en 1791 se asegura que en lafábrica de tabaco de Guayaquil se había establecido “una especie depresidio para hombres y mujeres, ha venido ejerciéndose esta manufac-tura por gentes tan indignas y malvadas que en pena de sus delitos sedestinaban a esta fatiga, por lo que ha mirado el común de las gentescon aversión los cigarros de la fábrica, dando de mano el vicio más bienque chupar de unas tan inmundas y de gentes tan perversas que intro-ducen en ellos mil suciedades”, y por el ello el presidente de la Au-diencia proponía que se cerrase la fábrica y que la renta se limitara avender el tabaco en rama, con lo cual además de ahorrarse sueldos ysimplificarse las cuentas, “las gentes se llenarán de gozo con la aboli-ción de tal establecimiento y muchos volverían a su antigua costumbre

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11 Por ejemplo, en 1783 se condena a Vicente Galarza “al servicio de dos años, a ración y sinsueldo, en la Real Administración de tabacos” de Guayaquil, “por atrevido, inobediente ala justicia, habitualmente entregado a juegos prohibidos, amancebado y reo de otras cul-pas”. Archivo Nacional de Historia, Quito, Tierras, 1782/2. Sobre el estanco del tabaco,véase mi artículo: “La renta del tabaco en el Guayaquil colonial”, Revista Ecuatoriana deHistoria Económica, Banco Central del Ecuador, nº 9, Quito, primer semestre de 1994, pp. 13-136.

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solo por la satisfacción de comprar el tabaco en rama y hacer los ciga-rros a su gusto. He sido siempre del sentir que en ciertas cosas se debecomplacer al público, aunque el erario no logre todas las utilidades quepudiera, pues al fin con más o menos lentitud vienen a este término”.12

En realidad, la política de ahorro que preconizaba el presiden-te de la Audiencia de Quito se relaciona con la ya en esos años eviden-te decadencia del estanco, tras su éxito fulgurante en los primeros añosde funcionamiento.

El estanco del tabaco aportó a la Corona española un beneficiolíquido de casi 400 000 pesos (396.057) ingresados en Cajas Reales, querepresentan el 7,72 % del total ingreso neto (gráfico 2), muy por deba-jo de las expectativas generadas

Una de las claves del fracaso del estanco del tabaco en Gua-yaquil estaba en los elevados gastos de administración y funciona-miento: las cuentas del estanco muestran que sólo se llegaban a ingre-sar en las Cajas Reales el 32 % del producto total, pues el 68 % habíaque gastarlo en sueldos y compra de tabaco a los cosecheros, siendopor cierto mucho más elevada la partida correspondiente a gastos deadministración y sueldos.

Por otro lado, y al contrario de lo ocurrido tras el estableci-miento del estanco del aguardiente, el del tabaco no supuso un impor-tante aumento del precio de la materia prima sino la institucionaliza-ción de los precios vigentes desde bastantes años atrás, y además noeran raras las arbitrariedades en la tasación de las distintas clases ycalidades de tabaco. El estanco sí fue muy estricto en cumplir la tarifade precios de venta del tabaco, tanto el contratado con el estanco de Li-ma por el tabaco en rama enviado como los precios de venta al públi-co en la provincia de Guayaquil, que fueron muy elevados, lo cual fueretrayendo el consumo y a la larga determinará el cierre de la propiafábrica. Desde fines del XVIII ya la función del estanco se reducía acomprar y vender tabaco en rama dentro de la gobernación y a sumi-nistrárselo a Quito y Lima.

De todo lo expuesto se deduce que en el caso de la renta deltabaco en Guayaquil no se cumplió una de las condiciones básicas parael éxito de un estanco: precios remunerativos para estimular a los pro-ductores y precios que además debían estar garantizados. Los cultiva-

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12 Mon y Velarde al virrey, Quito, 18 de enero de 1791. AGI, Quito, 379.

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dores de tabaco de Guayaquil contaron con un comprador seguro parasu producto, pero los bajos precios y las arbitrariedades en la valora-ción de la cosecha no podían dar lugar al pretendido aumento de laproducción. Falló también el estanco en vender el tabaco elaborado aprecios razonables, y la pretensión de aumentar el margen de utilida-des a costa de cosecheros y consumidores no ocasionó más que la deca-dencia progresiva de la renta, acompañada de la generalización delcontrabando y el cultivo ilícito.

5. TributosEl ramo de los tributos reales ocupa el quinto lugar entre las

rentas de la Real Hacienda en Guayaquil, y presenta una evoluciónbastante homogénea y equilibrada a lo largo de todo el período estu-diado.

El pago del tributo, que según la ley debía hacerse cada cuatromeses (cada “tercio”), se efectuaba en realidad por semestres, aunquese mantiene la denominación de “tercios”, el de San Juan y el de Na-vidad. En las cuentas de la administración se establecen distintas “cla-ses” de indios (los de la “gruesa” y los de la Real Corona, indios foras-teros, indios colorados) y diferentes tasas impositivas, oscilando el tri-buto entre los tres y los diez pesos al año.

Hasta mediados del siglo XVIII era el corregidor de Guayaquilel encargado de cobrar los tributos, y en 1757 el visitador Sarratea orde-na que sean los oficiales reales de la ciudad los que se ocupen de esarecaudación. Pero a petición de los propios oficiales reales, desde 1764se encomienda de nuevo al gobernador de Guayaquil (entretanto, en1763 la provincia, antiguo corregimiento, había sido erigida en gobier-no militar), y eran los tenientes de gobernador los encargados de larecaudación en sus correspondientes partidos abonándoseles dos rea-les por cada tributario y tercio. Por fin, en 1785 se establecerá la recau-dación de los tributos por administración directa de cuenta de la RealHacienda: de inmediato se pasa de un ingreso medio de unos 7 000pesos anuales a unos 12 000 pesos, y se mantiene estable en los nivelesde doce a trece mil pesos anuales hasta el año 1800, cuando se produ-ce un nuevo cambio de niveles, pasándose a un ingreso medio de quin-ce mil pesos al año.

El producto total de los tributos asciende a 366 543 pesos (7,15 %del ingreso neto), bien entendido que esta es la cantidad que entró en

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las Cajas una vez pagados los gastos de administración, etc., pues elproducto real de ésta como de otras rentas fue mayor.

En cierta medida, la positiva evolución de los tributos se puedeatribuir al aumento de tributarios, que entre 1756 y 1801 pasan de 1 190a 2 726, debido tanto a la propia recuperación demográfica indígena,como a las mejoras en el sistema de recaudación y a la inclusión deindios forasteros entre los contribuyentes de la provincia. Sin embargo,mientras el número de tributarios se duplica, la recaudación de los tri-butos se quintuplica en el mismo período, lo cual de nuevo nos remitea las mejoras administrativas introducidas.

ANÁLISIS DEL GASTO FISCALCasi tan importante como el estudio del ingreso o cargo, es el

del gasto o data, pues si consideramos que los gastos fiscales no sonmás que la expresión del coste de los servicios públicos procurados porla Hacienda, su análisis deberá mostrar los objetivos de esa Hacienda,o con otras palabras: los objetivos del poder político, del Estado.

Para obtener el monto de los gastos realmente efectuados hayque deducir de la data total señalada en las cuentas las mismas parti-das que deducíamos del ingreso bruto: caudal existente en Caja (que eneste caso queda como residuo para la cuenta siguiente), deudas nocobradas y pagos hechos con cargo a los ramos ajenos. En ocasioneshay que deducir además otras partidas consignadas en las cuentas co-mo gastos y que en realidad sólo corresponden a operaciones contablesinternas para reintegrar cantidades suplidas de unos ramos a otros.Tales detalles sólo se pueden detectar mediante un análisis minuciosode las cuentas, comprobándose así la improcedencia o irrealidad de losdatos que proporcionaría un estudio basado sólo en los sumarios gene-rales de cargo y data.

Las cifras globales relativas a la data son las siguientes:

AÑOS DATA TOTAL CANTIDAD DEDUCIDA GASTO REAL

1757-1804 10.389.042 p. 7 r. 26 m. 5.466.166 p. 6 r. 15 m. 4.922.876 p. 1 r. 11 m.

Como se ve, al igual que ocurría con los ingresos, una vez des-contadas esas partidas resulta que el gasto real de las Cajas de Guaya-quil en el período 1757–1804 alcanzó un monto cercano a los cinco mi-

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llones de pesos (4 922 876), cuya distribución anual consta en el cuadro1 y se ha reflejado en el gráfico 1. Tanto las tablas numéricas como elgráfico expresan el absoluto paralelismo entre la evolución de los in-gresos y la de los gastos fiscales, aunque contrastando esas cifras resul-ta a favor de las Cajas guayaquileñas la cantidad e 197 652 pesos quecorresponde al dinero que quedaba en la Caja al iniciarse el año 1805.Tanto las tablas numéricas como el gráfico 1 expresan el absoluto para-lelismo entre la evolución de los ingresos y la de los gastos fiscales, y alfinal del período estudiado, los gastos reales –igual que el ingreso neto–se han triplicado.

Pese a ese paralelismo, y pese a que la curva de los gastos se sue-le mover en niveles algo inferiores a la de los ingresos, hay sin embargoalgunos años en que se gasta mucho más de lo que se recauda y es nece-sario utilizar el caudal existente como residuo o recurrir a dinero depo-sitado, quedando así la llamada “masa común de Real Hacienda” endescubierto y obligada a reintegrar a su lugar tales cantidades.

¿Y en qué consisten las partidas del gasto público? Son de trestipos: a) gastos de la administración en general, subdivididos en ordi-narios y extraordinarios; b) gastos militares; y c) remisiones de caudalsobrante a Quito.

1. Gastos de administraciónLa principal partida de los gastos ordinarios de la administra-

ción es la designada como “sueldos políticos y de hacienda” (goberna-dor, oficiales reales, empleados de la Contaduría), que en total ascen-dieron a 342 409 pesos (de ellos casi la mitad corresponde al sueldo delgobernador), que significan casi el 7 % de los gastos reales del período.

Además de una serie de gastos fijos (alquileres, correos, y loque hoy diríamos “material fungible”), hay otra partida de relativa im-portancia en los gastos generales, como es la de las obras públicas cos-teadas directamente por las Cajas, ya sea por completo (como e edificiode la Aduana, la nueva Casa Real y Contaduría, la fábrica de aguar-diente), o participando en obras sufragadas por el cabildo (la cárcel, elmuelle, reparaciones en la calzada, etc.). En el capítulo obras civiles laReal Hacienda guayaquileña invierte 271.329 pesos, que suponen el 5,6 %de los gastos totales.

Cabe mencionar también la existencia de diversas partidas degastos extraordinarios, como los generados por la expulsión de los

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jesuitas en 1767 (que cuesta a las Cajas de guayaquileñas más de 36 000pesos), el proyecto de establecimiento del astillero real en Guayaquil(con un costo de casi diez mil pesos entre 1768 y 1771), los gastos de laexpedición botánica de Tafalla (casi 17 000 pesos entre 1799 y 1803), yotros.

2. Gastos militaresEl 37 % del gasto fiscal de Guayaquil entre 1757 y 1804 corres-

ponde a gastos militares, que ascienden a 1 821 057 pesos, de ellos algomás de la mitad dedicados a sueldos: el 54 %, ó 996 315 pesos (tresveces más que los sueldos civiles, y la proporción aumentaría si consi-deramos que el gobernador de Guayaquil –cuyo sueldo era el más ele-vado de los salarios civiles- debía ser militar de profesión). El resto co-rresponde a obras de fortificación y defensa (muy pocas en este perío-do, aunque sí se hicieron muchos proyectos y estudios de la defensa dela ciudad, cuyos gastos fueron sufragados por las Cajas), compra dearmas, transporte de tropas y gastos extraordinarios.

Las cifras revelan que a mediados del XVIII los gastos militareseran prácticamente inexistentes por la total ausencia de tropas en la ciu-dad, superando apenas los dos mil pesos anuales, mientras que en 1804son más de cien mil pesos. El exagerado aumento de los gastos milita-res es más que evidente, revelando que fue a fines del XVIII cuandoGuayaquil se convirtió realmente en una plaz amilitar y se reconoció suvalor estratégico.

Todo ello se puede ver con claridad en el gráfico 3, donde laevolución de los gastos militares presenta una bien definida tendenciaal aumento incluso en épocas de paz.

No obstante, de acuerdo con la coyuntura de cada momento, lacurva relativa a los gastos militares presenta tres hitos fundamentales:el año 1766, el comienzo de la década de los 80 y el tránsito del XVIIIal XIX. Tres grandes crestas que corresponden a tres situaciones concre-tas: la primera en 1766, por la expedición pacificadora de Quito conmotivo del motín del aguardiente o de los estancos que había estalladoel año anterior y costó más de 86 000 pesos a las Cajas de Guayaquil;las otras dos grandes subidas (años 1779–83, y de 1796 en adelante) sedeben a la dotación de tropas permanentes y el envío a Guayaquil dedestacamentos militares de Quito, Lima e incluso Santa Fe para prote-ger el puerto en ocasión de las guerras que España mantiene con In-glaterra en esos años.

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El gráfico refleja también una fuerte subida en los años 1770–71,por el costo de la carena de la fragata de guerra La Liebre, y la manuten-ción y hospitalidades de su tripulación. Y en 1777–78 se acusa el gastorepresentado por la expedición miliatr al río Marañón, organizada en1777 por orden del presidente de la Audiencia y suspendida cuandollega la noticia del acuerdo entre las cortes de Madrid y Lisboa (Tratadode San Ildefonso, 1º octubre 1777), cuando ya ha supuesto para lasCajas guayaquileñas un gasto de unos 45 000 pesos.

3. Remesas de numerario a QuitoLlegamos al fin al punto quizás más importante en un estudio

sobre la Hacienda pública: el relativo a los beneficios, o lo que es lomismo, los excedentes fiscales, que en el caso de las Cajas guayaquile-ñas debían ser remitidos a Quito.

Con frecuencia estas remesas son denominadas “situado”,nombre que en el caso de Guayaquil sólo puede aceptarse en sentidoamplio, por tratarse de un dinero enviado “por vía de situación”, esdecir, a través de un rematador o situadista. Igualmente, estos envíossignificaban una forma de comercio intercolonial, pues la mayoría delas veces lo que en realidad llevaba el situadista eran mercancías conlas que negociaba en el lugar de destino y que, además del importe quedebía entregar en las Cajas Reales, le proporcionaban un superávit quea su vez servía para adquirir nuevas mercancías.

Pero en un sentido estricto, la documentación fiscal guayaqui-leña demuestra que no existe el pretendido “situado de 50 000 pesos”que supuestamente las Cajas de Guayaquil enviaban cada año a Carta-gena, según en ocasiones ha recogido la historiografía ecuatoriana.13 Elorigen de la creencia en tal situado parece estar en una carta enviada aGodoy por el gobernador de Guayaquil en 1802 y cuyas líneas finalesdicen:

Todo cuanto tengo el honor de exponer a V. E. en este oficio es esen-cial; su más pronto logro asegura al Rey una provincia que después

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13 Véase, por ejemplo: Castillo, Abel Romeo: Los gobernadores de Guayaquil del siglo XVIII. (Notaspara la historia de la ciudad durante los años de 1763 a 1803), Madrid 1931 [2ª ed., Guayaquil1978], pp. 339-340.- León Borja, Dora y Adam Szaszdi: “El problema jurisdiccional deGuayaquil antes de la independencia”, Cuadernos de Historia y Arqueología, Guayaquil 1971,t. 21, núm. 38, pp. 13-146; especialmente p. 50.

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de proveer con sus productos a todas sus necesidades, y pagar susempleados, envía todos los años a Cartagena cincuenta mil pesos paraincorporarse al situado que de este reino debe pasar a España, o absor-berse en las atenciones de aquella importante plaza.14

Pero no era así, pues sobre las Cajas de Guayaquil no existía“situado” alguno en beneficio de Cartagena ni de ningún otro lugar,sino solo la obligación –general para todas las provincias indianas– deremitir a las Cajas principales del distrito –en este caso, las de Quito–el producto líquido de las rentas fiscales, es decir, los beneficios de laHacienda o el “caudal sobrante”, así como el producto de los llamadosramos particulares y ajenos que estuvieran catalogados como “remisiblesa España” (como era el caso de los estancos de tabaco y naipes, dona-tivos, temporalidades, etc.).

Por supuesto que el dinero enviado por Guayaquil podía, si lasautoridades así lo disponían, utilizarse para los respectivos situadosque tanto Quito como Santa Fe sí debían enviar anualmente a Cartage-na,15 o bien pasaba a incorporarse a las remesas de numerario del virrei-nato de Nueva Granada a España.

En cifras absolutas las remesas ascendieron en el período estu-diado a 1 865 727 pesos 6 reales 27 maravedís, de los cuales hay quedescontar 102 553 pesos 1 r. 33 m. que corresponden a ramos ajenos,resultando un envío efectivo de 1 763 174 pesos 4 reales 28 maravedís,que en el conjunto del gasto representan el 35,81 %. Lo más significati-vo es que casi todo ese dinero se envía en el último cuarto del sigloXVIII, pues las remesas hechas entre 1757 y 1773 apenas habían ascen-dido a 141 000 pesos, en los que se incluyen los más de 41 000 pesoscorrespondientes a los alcances de la visita de Sarratea.

Era notoria una correspondencia inversa entre gastos militaresy remesas de numerario a Quito: si uno de los conceptos aumenta, el

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14 El gobernador Juan Urbina al Príncipe de la Paz, Guayaquil, 14 de marzo de 1802. ArchivoGeneral de Indias [en adelante AGI], Quito 262.

15 Sobre el situado de Quito sabemos que en 1672 su monto se había fijado en 30.375 pesosanuales, cantidad que permaneció invariable hasta 1788, aunque los envíos realizados fue-ron en ocasiones muy superiores, nunca alcanzaron el medio millón de pesos. Jara, Álvaro:“El financiamiento de la defensa en Cartagena de Indias: los excedentes de las Cajas deBogotá y de Quito, 1761-1802”, Historia, nº 8, 1994, pp. 117-182.- Serrano Álvarez, JoséManuel: Fortificaciones y tropas. El gasto militar en Tierra Firme, 1700-1788, , Sevilla 2004, pp.211-213.

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otro disminuye, y viceversa. La distribución porcentual de las diferen-tes partidas de la data global de las Cajas de Guayaquil, muestran losgastos militares y las remesas a Quito nada menos que el 73 % del total.Esta es la más expresiva síntesis de cuál es la utilización que hace elEstado del dinero que produce la provincia.

En definitiva, los envíos de dinero de las Cajas guayaquileñasa las de Quito no son sino la expresión concreta de los beneficios líqui-dos obtenidos por la metrópoli en su cada vez más próspera colonia deGuayaquil, unos beneficios cifrados en más de la tercera parte (exacta-mente el 34,43 %) de los ingresos totales del Fisco en la provincia.

CONCLUSIÓNEl hecho más evidente derivado de este estudio es el incremen-

to experimentado por la Real Hacienda en Guayaquil, cuyos ingresosse triplican de 1757 a 1804. Y en este caso -como en tantos otros peroquizás con más nitidez que en muchos- la evolución de la Haciendapública es paralela al desarrollo económico general de la provincia,pudiéndose hablar de una relación de causa-efecto pues la prosperidadde Guayaquil (que sabemos fue en gran medida favorecida por el finde las discriminatorias restricciones al tráfico del cacao, producto queademás en estos mismos años obtuvo importantes rebajas de impues-tos) beneficiaba también directamente, o en primer lugar, a la Coronaespañola, que incrementó sus ingresos fiscales de tal modo que pudosufragar todos los gastos del cada vez más complejo aparato burocrá-tico y militar de la provincia, pudo acometer cierto número de obraspúblicas en la ciudad y obtener además un beneficio líquido de casidos millones de pesos en la segunda mitad del siglo XVIII. Esa cifra,que refleja las remesas de numerario a Quito, es la cuantificación oexpresión numérica de la rentabilidad de Guayaquil en el conjunto delimperio español.

De manera que es en el último cuarto del siglo XVIII cuandopor primera vez esta provincia constituye una significativa fuente deriqueza para la metrópoli. O dicho con otras palabras: en Guayaquil elprograma reformista borbónico fue todo un éxito. La llamada “revolu-ción administrativa” logró acabar con algunos abusos, modernizar laadministración y aumentar los ingresos fiscales, es decir el Estado logróexactamente lo que pretendía: hacer más productivas a las colonias.

En este sentido, y trascendiendo ya el caso concreto de Guaya-

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quil, creo que la contabilidad fiscal de las diferentes partes del imperioespañol nos ayuda a conocer la realidad colonial pues no sólo nos per-mite establecer los mecanismos propios de la recaudación fiscal, sinoque también nos acerca al conocimiento interno del Estado y a la posi-bilidad de comprobar el grado de cumplimiento de sus objetivos.

Nos ayuda, así, a entender mejor la propia política del Estado,que en este caso era un Estado colonial pero que dejó profundas hue-llas en los Estados nacionales de las repúblicas latinoamericanas. Hue-llas también en el aspecto fiscal, pues sabemos que durante gran partedel siglo XIX en casi todos los países de América Latina el sistema fis-cal era en lo básico el sistema colonial original.

Este me parece un importante tema de reflexión, porque en de-finitiva lo que el estudio de las Cajas Reales muestra no es sólo econo-mía: es también organización, es funcionamiento del propio Estado.

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