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Litoral e 23 Joan Bernadet: su realismo pictórico a través de la codianidad xalapeña * Licenciada en Ciencias Polícas y Administración Pública por la Universidad Iberoamericana. Maestra en Educación Superior en la Universidad Cristóbal Colón. Ha sido docente en varias univer- sidades del Puerto de Veracruz, es arculista cultural en diver- sos medios impresos y electrónicos. Autora de los libros Poesía y plásca veracruzana, Los primeros versos, Veracruz, una veta arsca y Creadoras arscas alrededor del Centenario. Ha sido funcionaria en el IVEC en disntos ámbitos de la promotoría cul- tural. El presente arculo fue escrito a propósito de la conferencia magistral “Joan Bernadet i Aguilar, un pintor catalán en Xalapa”, imparda por la Mtra. Ana María Buganza González, el pasado 25 de junio en el Centro Cultural Casa Principal, en el Puerto de Veracruz, como parte del programa permanente de acercamiento a las artes pláscas que promueve el Instuto Veracruzano de la Cultura. A parr del Virreinato luces y sombras se arrojaron sobre un Barroco sui generis y propio de la Nueva España; después, du- rante el periodo de Independencia y a lo largo del siglo XIX, la pintura y el arte toma- ron el sabor del Neoclásico pero exaltando el costumbrismo y las riquezas de nuestras provincias. Ivonne Moreno Uscanga* E n diversas ocasiones nos hemos preguntado cómo llegaron tantos pintores extranjeros a México y cuál fue su aportación a las artes plásti- cas de nuestro país. La respuesta es una lista larga. El proceso de transculturación implicó una serie de desplazamientos de la mano de obra y del tesón de los artistas y artesanos locales —guiados por ta- lleristas y maestros europeos—, quienes dieron pie a una nueva etapa en la historia del arte, la cual fue buena y no estuvo exenta de grandes sincretismos creativos en torno a la pintura, a la escultura, a las artes decorativas y a la arquitectura; e insistimos: fue del mismo modo con las artes populares. A partir del Virreinato luces y sombras se arro- jaron sobre un Barroco sui generis y propio de la Nueva España; después, durante el periodo de Independencia y a lo largo del siglo XIX, la pin- tura y el arte tomaron el sabor del Neoclásico pero exaltando el costumbrismo y las riquezas de nuestras provincias; con esta relación la presencia de pintores extranjeros culminó en la formación de escuelas en el territorio, tal cual lo apreciamos con la notoria obra retratística y de caballete de Miguel Cabrera, discípulo de los hermanos sevi- llanos Rodríguez Juárez, o, en el XIX, con la des-

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Litorale 23

Joan Bernadet:su realismo pictórico a través

de la cotidianidad xalapeña

* Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Iberoamericana. Maestra en Educación Superior en la Universidad Cristóbal Colón. Ha sido docente en varias univer-sidades del Puerto de Veracruz, es articulista cultural en diver-sos medios impresos y electrónicos. Autora de los libros Poesía y plástica veracruzana, Los primeros versos, Veracruz, una veta artística y Creadoras artísticas alrededor del Centenario. Ha sido funcionaria en el IVEC en distintos ámbitos de la promotoría cul-tural.

El presente artículo fue escrito a propósito de la conferencia magistral “Joan Bernadet i Aguilar, un pintor catalán en Xalapa”, impartida por la Mtra. Ana María Buganza González, el pasado 25 de junio en el Centro Cultural Casa Principal, en el Puerto de Veracruz, como parte del programa permanente de acercamiento a las artes plásticas que promueve el Instituto Veracruzano de la Cultura.

A partir del Virreinato luces y sombras se arrojaron sobre un Barroco sui generis y propio de la Nueva España; después, du-rante el periodo de Independencia y a lo largo del siglo XIX, la pintura y el arte toma-ron el sabor del Neoclásico pero exaltando el costumbrismo y las riquezas de nuestras provincias.

Ivonne Moreno Uscanga*

En diversas ocasiones nos hemos preguntado cómo llegaron tantos pintores extranjeros a

México y cuál fue su aportación a las artes plásti-cas de nuestro país. La respuesta es una lista larga. El proceso de transculturación implicó una serie de desplazamientos de la mano de obra y del tesón de los artistas y artesanos locales —guiados por ta-lleristas y maestros europeos—, quienes dieron pie a una nueva etapa en la historia del arte, la cual fue buena y no estuvo exenta de grandes sincretismos creativos en torno a la pintura, a la escultura, a las artes decorativas y a la arquitectura; e insistimos: fue del mismo modo con las artes populares.

A partir del Virreinato luces y sombras se arro-jaron sobre un Barroco sui generis y propio de la Nueva España; después, durante el periodo de Independencia y a lo largo del siglo XIX, la pin-tura y el arte tomaron el sabor del Neoclásico pero exaltando el costumbrismo y las riquezas de nuestras provincias; con esta relación la presencia de pintores extranjeros culminó en la formación de escuelas en el territorio, tal cual lo apreciamos con la notoria obra retratística y de caballete de Miguel Cabrera, discípulo de los hermanos sevi-llanos Rodríguez Juárez, o, en el XIX, con la des-

tacada escultura del valenciano Manuel Tolsá.

Presencias como la de Pelegrí Clavé, director de la Academia de San Carlos, fueron claves en nuestro arte; por ejemplo, en la pintura paisajista Eugenio Lan-

desio fue maestro de José María Velasco, y en la arquitectura los italianos Adamo Boari y Sil-vio Contri dejaron obra capital en el centro de la Ciudad de los Palacios.

Este tránsito de realizadores benefició a México desde dis-tintas trincheras estéticas y per-mitió su vinculación con el arte universal.

En tal coyuntura llegó a Mé-xico en 1895 otro pintor catalán, quien además de realizar escuela dio a Veracruz un sello prepon-derante de municipio próspero: Joan Bernadet i Aguilar.

Resultado de una importante y minuciosa investigación, la maes-tra Ana María Buganza, académi-ca de la Universidad Iberoame-ricana, nos develó durante el pa-sado mes de junio algunos datos historiográficos, pero sobre todo instructivos, acerca de la obra de Bernadet. Ella también apuntó la falta de datos biográficos del pin-tor catalán y detalló algunos ras-

gos de su vida y obra por medio de Margarita Olivo.

La formación de Bernadet i Aguilar se da en Madrid, en su natal Cataluña y en Francia. Des-pués de esta instrucción, se con-virtió en director de la Academia de Artes de Figueras. Su estilo gira en el entorno de una provin-cia que descuella hacia la moder-nidad, como lo fue y ha sido Cata-luña, pero dividida también por la ortodoxia de la ideología católica. Bernardet coincide en generación con Antonio Gaudí, Doménech i Montaner y con los pintores San-tiago Rusiñol, Ramón Casas, Mi-guel Utrillo e Isidro Nonell.

Sobre este tema, la maestra Buganza cita el volumen Joan Ber-nadet i Aguilar, 1860-1932: un pintor catalán en Xalapa:

kasbsancwheii[…] Los integrantes del Círculo Ar-tístico de San Lucas, al cual perte-neció Bernadet, se inclinaban por

En 1899 logra su obra capital en Xalapa, pinta El Paraninfo de

la Preparatoria Juárez cuando el paralelo histórico ubica a la Ciudad de las Flores como “La

Atenas Veracruzana”, así como también un conjunto de retratos

decimonónicos de personajes como Porfirio Díaz, Rafael

Delgado, Salvador Díaz Mirón y su mecenas Teodoro A. Dehesa […]

pintar cuadros de género costumbrista, cuya temática estaba encaminada a rescatar los valores familiares y mo-rales, en los cuales los personajes de la escena representa-ban gente sencilla, con aire nostálgico. Pintaron paisajes que recuerdan al Romanticismo y muchos de sus artistas tuvieron contacto con los prerrafaelistas. Las caracterís-ticas de la pintura de Bernadet, a pesar de haber conclui-do su formación en París, se apegaron definitivamente a la tendencia conservadora […]

[…] Bernadet participó en exposiciones en la Acade-mia de San Carlos en 1898 y en 1899 logra su obra capital en Xalapa, pinta El Paraninfo de la Preparatoria Juárez cuando el paralelo histórico ubica a la Ciudad de las Flo-res como “La Atenas Veracruzana”, así como también un conjunto de retratos decimonónicos de personajes como Porfirio Díaz, Rafael Delgado, Salvador Díaz Mirón y su mecenas Teodoro A. Dehesa […]

[…] La gran calidad académica de las obras de Ber-nadet, el tratamiento realista, la fuerza expresiva de sus retratos y la carga simbólica de su tema costumbrista, permanecen como prueba inmutable de su personalidad y convicciones, en los que la pintura de cualquier género expresó valores morales y familiares congruentes con el espíritu positivista aún vigente en la época.1

De este modo y tal como afirmó la maestra Buganza, si cada planteamiento plás-tico puede leerse como si fuera un libro o una carta, entonces en la obra de Ber-nadet i Aguilar palpamos su tratamiento figurativo con fondos casi tradicionales de las circunstancias en las cuales se desenvolvió, des-cubriendo a cada paso una serie de rostros y geografías similares, aunque un tan-to ajenas a su idiosincrasia. Por ejemplo, en su obra re-

La formación de Bernadet i Aguilarse da en Madrid,en su natal Cataluñay en Francia. Después de esta instrucción,se convirtió en director de la Academia de Artes de Figueras.

1 Blanca Estela Hernández García, Ana María Buganza González, Vicente R. Es-pino Jara et al., Joan Bernadet i Aguilar, 1860-1932: un pintor catalán en Xalapa, Xalapa: SEV/IVEC/MAEV, 2009, p. 20.

tratística, los rostros de Díaz Mirón y De-hesa nos ofrecen rasgos de su tipología, de acuerdo —claro está— con la experiencia y la propia lectura del pintor acerca de ellos. Sin embargo, en su charla, la maestra Bugan-za hizo analogías del gobierno de Teodoro Dehesa, de quien Bernadet pintó más retra-tos, con caricaturas de los periódicos El Hijo del Ahuizote y El Alacrán, observándose desde luego otra sintomatología opuesta a la de los óleos de Bernadet.

¿Pero sin el mecenazgo del gobernador de Veracruz, gozaríamos hoy de la obra de este pintor catalán que permaneció en la capital del estado hasta su muerte e incluso se casó con una coatepecana? Tal vez, pues como afirma Jorge Volpi en su más reciente publi-cación: “El arte, especialmente el arte de la ficción, nos ayuda a adivinar los comporta-mientos de los otros y a conocernos a noso-tros mismos, lo cual supone una gran ventaja frente a las especies menos conscientes de sí mismas”.2

La respuesta queremos dejársela a uste-des como lectores de artículos y de pintura. Acérquense a la obra mural y de caballete de Joan Bernadet y descubran a Veracruz en la óptica de un catalán encantado de las belle-zas de México en aras de un país abierto al progreso, como lo indicó la época porfiriana, pero desigual y sutil como su gente, en cuyo seno la cultura se ha visto manifiesta en her-mosos crisoles.

2 Jorge Volpi, Leer la mente, México: Alfaguara, 2001, p. 15.

En la obra de Bernadet i Aguilar palpamos su tratamiento figurativo con fondos casi tradicionales de las circunstancias en las cuales se desenvolvió, descubriendo a cada paso una serie de rostros y geografías similares.

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